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Libros que pueden adquirirse por nuestro conduelo...crueldad humana. En la destrucción de un mal, hay que empe-zar por las causas. Por la raíz y no por las ramas. Cada individuo

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Libros que pueden adquirirse por nuestro conduelo(Obras selectamente escogidas por su utilidad y su valor educativo)

Píllasenos nuestro catalogo general, que remitiremos gratis

La MUfleca, por F, Caro Crespo.—Drama moderno de enorme pa-sión e interés, en tres actos.—Esen esta obra en la que se adviertenlos progresos que su malogradoautor había llegado a adquirir enla técnica teatral y en el valor lite-rario.—Forma un elegante tomode más de 100 páginas.—Precio,l'5O ptas.

El veneno maldito, por el Dr. FElosu.—La mejor y más contun-dente obra escrita contra el alco-hol, contra el abominable narcó-tico de la civilización y el progreso.El dar a conocer este útilísimolibrito es hacer un bien a la espe-cie humana; es combatir eficaz-mente al más horrible de los vi-cios.—Precio, l pta.

La educación seiual u la di-ferenciación semal, por elDr. Gregorio Marañan.— Sensa-cional estudio que descubre lamagnitud de uno de los más tras-cendentales problemas de ordenbiológico. K! merecido prestigiocientífico de su autor es garantíade la utilidad y el valor indiscuti-ble de este librito. —Precio, 0'50pesetas.

, por el Dr. IsaacPuente.—Es un libro de divulga-ción y de estudio; es un libroútil, trascendental, importantísi-mo.Todos debieran conocer estasenseñanzas que el Dr. Puente ex-pone en su valiosa obra como unaofrenda a la cultura del pueblo,dedicándolas a la juventud estu-diosa que aspira a un mañanamejor. Recomendad la lectura deeste hermoso libro a todos losjóvenes para que se capaciten yse eduquen; a todos los hombresamantes de la educación. Formaun elegante volumen impreso enpapel pluma, con dos láminas ex-plicativas tiradas a dos tintas, ycon una preciosa portada de Slntma cuatro tintas, 3'50 ptas.; lujosa-mente encuadernado en tela yoro, 5.

tj CJliít! ÍIli««IO, por ! inniaGoldman. —Este librito es un gritolie sinceridad nacido del corazónde una mujer que antepone lahonradez y la nobleza de sus sen-timientos a toda otra convenienciahipócrita. La pluma fácil de estaeximia escritora ha sabido desen-trañar admirablemente en estaspáginas todo lo absurdo y trivialde la educación de la mujer y lofalso de su concepto moral de lavida, mostrando a la vez su almafemenina limpia y pura, su espíri-tu abnegado y decidido y. sin em-bargo, tan candoroso y sensible.Fs un excelente trabajo que debie-ran leer todas las mujeres. Pre-cio, 0*5C ptas.

El A. B. C. fie Ea Puericulturarioderna, por el Dr. Marccl Prunier. — El Dr. Maree! Prunier vienea prestar un inmenso beneficio ala humanidad, a la -vez que realizauno de los mas hermosos serviciosa la especie humana. Cuando sereflexiona sobre las aterradorascifras de la mortalidad infantil, engran parte debida a la carencia yal desconocimiento de los cuida-dos precisos, se comprende cuanútil e indispensable es este libroen todos lis hogares. -Precio. Ipeseta.

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REVISTA ECLÉCTICA ¡ Redacción y Administración

PUBLICACIÓN MENSUAL ¡ APARTADO 158.— VALENCIAwfiíriíriífrííiTTiTTnfiw^ÑY^

® ANO VII »

M A R Z O

1929

NÚMERO 67

MEJÓRATE A TI MISTO"

Esforzarse en remediar la propia imperfec-ción, me parece la acción más elevada y dignaen que puede Y debe empeñarse el hombre. As-pirar a mejorar la calidad del barro de queestamos hechos, es la más noble pretensiónhumana. Este esfuerzo por superarnos, meparece también el más apropiado para dar ran-go y superioridad a nuestra especie en la escalaanimal. Está por encima del arte y por encimade la ciencia, aunque las necesite y no puedaprosperar sin ellas.

Es una lucha callada, humilde, recogida, enla que no gustan meterse los que van tras elaplauso y la popularidad. Un empeño que sesabe insignificante. Una voluntad que espera elfracaso sin temerlo. Una impía audacia, quequiere corregir la obra del Creador, y superara la misma evolución.

El "mejórate a tí mismo" es hijo del "conó-cete a tí mismo". Es una deducción del que sesabe lleno de flaquezas, falto de motivos de or-gullo, mal dotado para la noble convivenciahumana. Desarmado contra el estallido de im-pulsos y arrebatos de fiera, de los que se dacuenta y se arrepiente después de haberlos pa-decido. De voluntad claudicante cuando tratade ajustar sus actos a una norma ética, o deponer de acuerdo la conducta con los dictadosde la razón. Cobarde ante el superior en jerar-quía social y cruel con los que tiene debajo.Despótico en el hogar. Autoritario e intransi-gente con los niños, a quienes castiga con cruel-dad las que llama faltas de respeto. Egoísta auna costa y por encima de los demás. Insociablesin hipocresía, ya que necesita respresentarfarsas, usando múltiples caretas; una para mos-

trarse a los extraños, otra para el desempeñode su profesión, otra para los familiares yamigos y aun otra para sí mismo.

Consciente de las propias faltas, conscientedel daño que causa a los demás y consciente dela parte de culpa que tiene en sus adversidadesy desgracias, el hombre llega a abrazar humil-demente un ideal dígníficador de su animalidad.Ser dueño de sí mismo, en la evitación del dañoque puede causarse a sí propio, del que puedecausar a los demás y del que puede transmitir aotras generaciones.

Atendiendo a este empeño de mejorarse loshombres, se podrían clasificar en dos grupos: elde los que se modelan para mejor aprovechar-se de los demás, y el de los que persiguen, antetodo, el bien de la colectividad y de la especie.Los primeros forman el grupo nutrido de los"hombres de presa", atentos a sacar el mejorpartido en la concurrencia vital, a lograr la me-jor parte en la lucha por la vida. Ellos no cons-tituyen escuela, ni cuerpo de doctrina, pero sonproducto del ambiente social y del siglo.

Lo que aquí se propugna, es el empeño deautomodelamiento con un fin humano, con vis-tas a dulcificar y anular la lucha por la vida, ya llevar a ella la menor dosis de crueldad y deegoísmo.

No es posible ninguna utopía social, ni viableninguna redención humana, sin esta actividadautoformatriz del individuo. Sin freno ético, sinsometimiento a un ideal de bondad, sea el quequiera, no puede existir cordialidad y armoníaen las relaciones humanas. Es más; la mitad, poí-no decir la mayor parte, de las iniquidades so-ciales que el hombre padece y lamenta, son

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hechura de su propia cosecha. La dependenciaeconómica y política, la miseria y otras calami-dades inherentes, no han venido impuestas. Hannacido y se han desarrollado desde abajo, sonfruto obligado del modo de ser del individuo.El hombre remacha con su inconsciencia todaslas cadenas de sus servilismos.

La fraternidad no es posible sin dominarimpulsos, apetitos e instintos, es decir, el fondoinconsciente de nuestras psicologías. El hombreno ha dejado aún de ser animal de presa, y lasorganizaciones sociales habidas hasta el pre-sente han fomentado todos sus instintos fero-ces, han dejado medrar las uñas v los dientesde la rivalidad, del odio, de la envidia, del auto-ritarismo, del egoísmo, del amor propio, de laantipatía, del recelo y de la desconfianza. Laconvivencia humana descansa sobre disimulos,farsas, hípocresías'y remedos de sinceridad. Labondad es catastrófica y el malintencionadotriunfa fácilmente. Todo se sostiene gracias alas coacciones del Poder, necesario freno de lacrueldad humana.

En la destrucción de un mal, hay que empe-

zar por las causas. Por la raíz y no por lasramas. Cada individuo lleva en sí mismo gérme-nes de discordia, partículas de iniquidades,simiente de dolor humano. El que lo conozca,debe empezar por destruirlo, dando ejemplo ylección a los demás.

Esta es la lucha anónima, callada, humilde yperseverante, que puede y debe dignificar y en-noblecer al hombre. Para ella se necesitan másgrados de heroísmo, que para esas otras tangratas a la vanidad humana. ¡Quién no ha soña-do en una lucha espectacular, como los torneosmedievales, ante los ojos emocionados de unamuchedumbre sugestionada, y no ha deseadoculminar su vida con una muerte apoteósica oun triunfo esplendente, que causara la admira-ción del mundo y de la historia! Este ha sido elestupefaciente mental que ha esterilizado mu-chas generaciones y muchos idealismos. No setrata de aturdirse con el estallido de un tal fuegode artificio. El "modélate a tí mismo", como el"conócete a tí mismo", exige el recogimiento dela meditación y la constancia y humildad deuna convicción humana.

ISAAC PUENTE

IDEACIONES

tas dos tendencias

Tendemos al perfeccionamiento de la Huma-nidad por lados diversos, aunque guardandorelaciones entre sí.

Buscamos el perfeccionamiento intelectual,seguido del perfeccionamiento fisiológico, queentrañan el perfeccionamiento moral.

Al partir de este principio establecemos lanecesidad de la selección, que unos persiguenpor medios naturales, y otros por medios cien-tíficos o racionales. Antiguamente se persiguiópor medios violentos.

Una raza de hombres sanos y conscientes esel desiderátum.

Pero ocurre que intervienen dos finalida-des, y por tanto se generan dos tendencias:una sencillamente humana y otra económico-política.

Tal y como están organizadas las socieda-

des, el factor económico o político queda porencima de todo lo demás. Con ello la densidadde población resulta más importante que la pu-reza de la misma.

La superpoblación, tan temida por Malthus,no es una contingencia desoladora, sino todolo contrarío. Los políticos y los economistas depelo en pecho estiman que hay que estimularla procreación, fomentar la fecundidad, aumen-tar cuanto sea dable la cifra de nacimientos.

No se puede oponer nada a esta tendencia,considerándola desde el punto de vista econó-mico. País donde falten brazos, será escasa-mente rico. Queda sólo una objeción. ¿Y allídonde sobren brazos? Fatal será una corrienteemigratoria. Hay ejemplos de ello, abundantes.

Porque el crear riqueza, en nuestros tiem-pos de mercantilismo desenfrenado, implica el

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hacer valer Y colocar los productos que cons-tituyen esa riqueza. Y ya sabemos las luchas aque se expone la Humanidad con esta imperiosanecesidad económica.

Ahí asoma la faceta política. El número dehombres significa fuerza. Y es preciso alentarla posibilidad de esa fuerza.

Malthus no fue un regenerador, sino un pre-visor. Se apoyaba en la continencia por miedoa la excedencia. La protección de Pítt explicaperfectamente el aspecto puramente político-económico de la teoría malthusiana, cuyas con-secuencias inaceptables no arrancan de la teo-ría misma, sino de sus deducciones y aplica-ciones.

Contra la idea de cultivo y explotación deriqueza cuantos más seres pueblen un país, ale-gaba Malthus las hembras registradas frecuen-temente en China, la India, Irlanda, etc., deter-minadas por un crecimiento de poblaciónenorme. La de Bengala, por ejemplo, pasó, enun siglo, de 10 millones a 60, y experimentóen el mismo espacio de tiempo siete hambresterribles. Rossi decía: "Antes dos millones desuizos prósperos, que ocho millones de irlan-deses miserables."

Planteamos hoy el problema en otros tér-minos. No seguimos siquiera a Stuart Mili en lode considerar a las familias numerosas con elmismo desprecio que a la embriaguez u otrovicio. No nos interesa tanto el aspecto numeralcomo el prisma cultural. Vengan muchos o po-cos hombres. Pero nombres.

Hemos de recalcar bien lo que quiere decirhombre. No ha de ser un número, un cero aña-dido a otra recua de ceros tras de una cifrainicial. No ha de ser un objeto, una cosa, unpeón de ajedrez. Hombre significa un ser pen-sante, con conciencia propia, con augusta fun-ción cerebral, con juicio estable y discerni-miento completo; que razona, siente, crea, juzgay distingue.

A la generación voluntaria de Paul Robínoponemos la generación espontánea. Pero, ésta,no enfrascada en un cálculo aritmético, sino enun conocimiento profundamente moral de lavida, en una procreación natural y libre, regu-lada sólo por una idea de perfección humanaprogresiva. Lo fecundo nos encanta. Pero nollamaremos fecundidad a la obtención de pro-ductos deficientes o nocivos. Muchos hombres,

sí. Pero—repitámoslo—'hombres verdadera-mente nombres.

No debemos admitir una degeneración hu-mana, física y moralmente, cuando el entendi-miento humano halló y procuró tantos y tantosmedios de defensa. Sí progresan las artes, lasciencias,, la mecánica, etc., ¿por qué no ha deprogresar el ser dotado de razón?

Esta solicitud por el perfeccionamiento denuestra especie la hallamos ya en los tiemposremotos. Prueba de su necesidad. Mas no seráciertamente un procedimiento tipo aquel de losantiguos cifrando sólo en el vigor el mejora-miento racial, aplicando juegos y deportes, atle-tismo y correrías. Eso acerca al bruto sin unaposibilidad, por sí, de evolución cultural, y casini de eficacia higiénica. Porque es el exceso,degenera en manía, engendra vicio, y puedeque inmoralidad; como ha venido a suceder ennuestros días, con boxeos, futboles, carrerasde vehículos automáticos, vuelos, etc.

¿Hay que inutilizar a los débiles o defectuo-sos? En modo alguno. Eso sería la crueldad. Yla crueldad es una negación del principio deprogreso. Hay que tender simplemente a que lodefectuoso sea cada vez más raro. Y para elloaplicar precisamente toda la suma de conoci-mientos adquiridos, yendo primero a lo moralo intelectual, para conseguir a la postre el per-feccionamiento en el terreno económico-políti-co. Que no se regenerarán las colectividadessí no consigue el hombre el máximo de con-ciencia, ni se evitarán las disparidades y laspugnas si no se atina a preferir una idea a uncálculo aritmético, pues está muy por cima deun 4 x 4 — 16 una observación biológica.

La fas Je los organismos sociates cambiarácompletamente cuando a políticos y economis-tas se les dé casi hecha la labor, a consecuenciadel constante cultivo pedagógico y medical yuna arraigada costumbre en la masa de recurrirde veras, con fe y con ahínco, al gran proyec-to-. Saiux popa/i suprema lex esto.

Es cuestión de influencia en el ánimo detodos el imperio óa la sanidad mental y corpo-ral, de atender antes a lo principal que a loaccesorio, de practicar un yo que sea unidadventajosa componente del gran número.

Sin esto, el hombre será un juguete, unapartícula a merced de los vientos.

SEBASTIÁN GOMILA

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Despertad publica las manifestaciones delpedagogo Heinrich Yeiters, en la nueva revistaalemana Handbucñ der Padagogvü.

Ocúpase de la coeducación de los sexos,con un criterio muy justo y real, aduciendo lasrazones necesarias para convencer de la nece-sidad que existe en la enseñanza moderna deintroducir esa reforma, que ya es un hecho enmuchos centros ofieíales y particulares.

A este respecto ha cambiado mucho el con-cepto escolar, de algunos años a esta parte; yason los menos los que se escandalizan de queniños y niñas concurran, no sólo a una mismaescuela, sino a una misma clase, y a pesar delas primeras burlas y venciendo el ambientehostil que al principio les rodeara, la juventudfemenina va invadiendo los centros de culturay asistiendo a las clases superiores, en unióndel elemento masculino, probando que su pre-sencia en estos sitios no ocasiona ningún cata-clismo y que su capacidad y aplicación estásujeta a los mismos motivos que la del sexocontrario.

Hoy ya es anticuado, pedagógicamente ha-blando, tratar del derecho que asiste a la mujera pensar en algo más que en guisar y repasarla ropa, a pesar de ser estos trabajos nada des-honrosos y propios de ella; no hay necesidadde insistir en que los horizontes de la mujerdeben de ser más amplios que las cuatro pare-des de su casa y que las labores propias de susexo, no son las de ser un mueble casero más,puesto que la práctica, más elocuente que laspalabras, va convirtiendo a la mujer de anta-ño, sin más liberación que el matrimonio, a lade hoy, que se preocupa de su liberación eco-nómica, antesala de su libertad integral.

El citado pedagogo termina diciendo: "Lalucha próxima será por la transformación deesa cultura, por el influjo de la mujer y ésta hacomenzado ya.

Efectivamente, la reivindicación del derechode las niñas a recibir la misma educación que

los niños, fue el primer paso hacía la verdaderapedagogía, pues no había de tardarse en com-prender, que las niñas tienen necesidad de unaeducación especial para prepararse al grandeber, que la naturaleza le ha impuesto, con lamaternidad.

De la enseñanza de hace unos años a la deahora medía un abismo; pero más grande serála diferencia de la educación actual a la veni-dera, que ya se ve próxima.

Si hoy muy pocos discuten la necesidadmoral y material de que la niña y la jovencíta,se coloquen al lado del niño y el hombre, pararecibir juntos la instrucción, mañana, todossentirán la necesidad de que la futura madrereciba la especial y necesaria educación quele es indispensable para ser la educadora desus hijos, misión única y exclusivamente suyay no del padre, ni del maestro, como hastaahora se había creído.

Empíeea a preocupar esta cuestión y a ha-cerse ensayos en muchos centros escolares,siendo el más perfecto hasta el día el de unapequeña escuela internado, de Bruselas. Lasalumnas, c©n muñecos de goma, practican lamaternidad, bañando y aseando a sus hijitos,cuidando de que d dormitorio se ventile y soleeconvenientemente y que las camas y ropas es-tén cuidadosamente limpias, asistiéndolos enenfermedades infantiles y fingiendo resistir asus caprichos para vencer su terquedad, asícomo también tratando de corregir manifesta-ciones de envidia, egoísmo, etc.

Existe el proyecto, todavía no realizado, deun internado donde las alumnas mayores secuidarán de las menores, bajo la dirección yvigilancia de personas competentes.

Estos ensayos darán por resultado escuelascompletas, donde las niñas y niños sigan juntosaquellas asignaturas comunes a los dos sexos,recibiendo por separado la educación especialque a cada uno corresponde en ciertas materias.

ANTONIA MAYMÓN

TEMAS PEDAGÓGICOS

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Contemplaciones biológicas

El estío y la primavera

£1 presente traba/o que tañemos el gusto de presentar a nuestros lectores, débese a la plumadel conocido nombre de ciencia, autor de La Piasmogenia, Dr. A. L. Herrera, a cu jos vastos cono-cimientos científicos une un alma de exquisito poeta, como pueden demostrar sobradamente estaspáginas suyas.

Ya es conocida en estas columnas la prestigiosa firma del doctor Herrera para que tengamosque presentarlo a nuestros lectores. Sin embargo, queremos testimoniar en esta ocasión una ves.más, la satisfacción que sentimos al contarle entre nuestros colaboradores, y al mismo tiempodamos las gracias más sinceras a nuestro amigo C. M. Marino, por cuja mediación fiemos logradoesta valiosa colaboración. "Hace solamente unas semanas—dice nuestro amigo—que le solicitéque colaborara en nuestra publicación, a lo que accedió, siendo éste el primer trabajo que envía."

Deseamos ardientemente poder contar con su colaboración asidua, $ con ello, sabemos cíerta~mente que interpretamos el anñelo de nuestros lectores, anñelo que se ratificará sin duda despuésde ñaber leído el ñermoso trabajo que sigue.

Car je voudrais te voir sourriePauvre cnfant sí triste et si beau,Et puis tout bas j'írais le diréA ta mere dans son tombeau!"

Y. Hugo: Veté. "Yoixínténcures", p. 62

SUMARIO. /. Introducción.—II. Las flores,nupcias j mariposas.—///. Las golondrinas.Emigración $ ciclos universales.— IV. La Pri~mavera aletea en la üniebla eterna.— V. Ado-ración de la primavera.

I. -INTRODUCCIÓN

Tibio invernadero de la vida, polen del cieloque todo lo fecunda, dulce arrullo de amor, laprimavera es una aurora viviente, y alumbra loque nace, se extiende y crece, se recoge en símismo y muere.

Poesía eterna de capullos y de flores, vienedel espacio en las alas fantásticas del tiempo,que no existe, pues nadie ha pesado los minutos,polvos de las horas; llega con enjambres degolondrinas, vanelos y mérulas, currucas ymonjüas, y se va con ellas. Volverá siempre,mientras que nosotros nunca volveremos del

eterno viaje, porque los muertos no son lossonámbulos del Cosmos.

Las estaciones, don universal, circulan alre-dedor de todas las estrellas y el cielo es todoradiación y explosión de átomos, gran escena-rio donde por todas partes deben resplandecerlos variados paisajes de inviernes, estíos, oto-ños y primaveras, en los planetas que cortejena los soles. Los fantásticos canales de Martedesaparecen durante su invierno y aparecen ensu primavera, quisa cuando las irisadas mari-posas marcianas vuelen por el espacio, comopensamientos imprecisos e inexpresables.

En nuestra tierra la primavera vive 92 días,el estío 93, el otoño y el invierno 89. Cadaestación corresponde a un cuadrante de laeclíptica, pero el vertiginoso sol no describesobre ellas curvas iguales, y por eso Hiparco yahabía reconocido la desigualdad de las estacio-nes, tan necesaria como la desigualdad de lospensamientos.

Hacia el tibio mes de junio, consagrado alhijo de Saturno y Rea, el Polo Norte está baña-do per el sol, el calor es intenso y los días sonlargos en el hemisferio boreal: es la época delaño llamada estío, pero en el hemisferio australes el invierno. Hacia diciembre el Polo Sur está

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bañado por el sol y entonces el invierno azotaal hemisferio boreal Y el estío acaricia alaustral.

En el tiempo intermedio entre diciembre Yjunio, esto es, hacia el mes de marzo, y en laépoca que existe entre junio y diciembre, esdecir, hacia el mes de septiembre, el sol lanzasus rayos con una inclinación simétrica haciados puntos del hemisferio boreal y del austral;los más oblicuos de estos rayos pasan tangen-cialmente a los dos polos; cruza la tierra enton-ces cortando a un gran círculo imaginario quese llama el Ecuador Celeste, y se forman dosestaciones intermedias del año; la primera es,en el hemisferio norte, la primavera; y la segun-da, en el mismo hemisferio sur, el otoño; perosu orden es opuesto en el hemisferio austral, entanto que, hacia el ecuador los días son igualesa las noches y se llaman Equinoccios de prima-vera, y de otoño los días en los cuales pasa latierra por el Ecuador Celeste. (Ezequiel Chá-vez). En Méjico la primavera comienza el 29de marzo, y el estío el 21 de junio. El 23 deseptiembre comienza el otoño, y el invierno el22 de diciembre.

En esta breve conferencia reuniré el estío yla primavera, que práctica y biológicamente seconfunden.

En los trópicos son casi imperceptibles loscambios estacionales, y la fiesta de bodas de laNaturaleza no termina nunca. Parece que ahílas ninfas, náyades y Oreades, Dríadas y Hama-dríadas, salmodian sin cansarse, en las vegas yen las montañas, la monótona estrofa de sucanción suprema: "Canten, murmuren en laselva mía, ¡oh voces de la eterna primavera!"

Pero esta plenitud de vida, que pe dría com-pararse a una inmensa caldera hírvíente que sedesborda, produce incurable monotonía, y losaudaces viajeros deploran que falte al trópicola belleza del contraste, base de todo conoci-miento y de toda contemplación, faltando en latierra caliente los adustos pinares, los paisajessepulcrales y hasta el gran silencio del inviernoártico, contrastando con la ardiente primavera,sus banderolas petaloídeas y de sus enramadasen floración.

Sin embargo, en nuestra patria todas lasalturas contrastan y matizan el paisaje, y lasnieves de los volcanes parecen la espuma ala-bastrina que se desborda del vaso de la tierra

caliente donde fermenta el licor maravilloso dela vida.

La tierra sin estaciones parecería siempreigual y triste.

¿Cómo será la Eternidad? ¿,Quién podríasufrirla eternamente? Un cielo monótono, sinnacimiento y muerte de estrellas, sería indignode Urania.

Aun el bien y el mal son los pinceles únicosque pueden pintar el gran lienzo de la fatalidadcon terribles y sangrientos contrastes: Cronvrelly Czerny, Zarakusta y Enrique V, Calígula yTrajano, 93 y 70. En el microscopio, una mierao milésima de milímetro de diferencia, permiteclasificar dos especies de infusorios; entre laprehistoria y la historia humana, las diferenciasson de siglos; en la existencia del mundo lasestaciones animan y mueven la máquina uní-versal, hasta que todo se hunda en la monotoníay la igualdad del valle de la sombra, cuando latierra termine su larguísima existencia.

Pero volvamos a la contemplación de laprimavera, flores y nidos, besos y murmullos;al nido de los recuerdos de amor suspendidodel sol: ¡seguidme! Yo soy el espía alegre yalerta de las florestas embalsamadas, los ribazosy los ríos, y hasta del callado mundo del micros-copio. Siempre en acecho, os invito al biológicoespionaje y a la paciente contemplación.

Miremos a través de los poros de la Natura-leza, de las celosías que guardan nupcialesalcobas y danzas de moscardones dorados ymariposas de esmeralda.

Ya el doctor Sol apareció pretenciosamenteen la portada luminosa del dispensario de loscielos, para asistir a los campestres asilos adon-de acuden los enfermos de la vida. Ya comenzóalanzarsus rayos ultra violados sobre las ateridascriaturas de la tierra, de los polvillos animadosque saltan y circulan en la pompa de la mañana.

Arrojado con fuerza inaudita por la hondadel acaso, que avienta las espirales de nebulosasal infinito, el sol nos comunica sus locos estre-mecimientos y determina el parpadeo de nues-tros ojos, las palpitaciones de las antenas y losflagelos protoplásmicos, de todo lo que se agitay reproduce la vibración astral, como las imá-genes infinitas de dos espejos en mutua contem-plación.

"Hace veinticinco siglos, en las orillas delmar divino donde los cantos de los aedos, líri-

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eos y poetas, apenas acababan de extinguirse,los filósofos enseñaban que la materia cambian-te está hecha de ganos de existencia indefinidadotados de movimiento continuo" (i). Estos mo-vimientos, en nuestra tierra y en todo el sistemaplanetario y en todo el universo, vienen de lossoles Y de la disociación de los átomos en elespacio.

Venid, venid, pues, a los campos, allí dondeia aurora regó las gotas de su tibio llanto; allídoade nuestro coraron entristecido reclama lapas v los inmensos horizontes coloridos por laprimavera, cantos Y suspiros, arrullos Y besos.Ya toca el Infinito con sus clarines estridentese! canto de llamada Y de amor. ¡Vivid, amad,entretejed el nido!

II.—LAS FLORES

Nupcias y mariposas.

La novia espera, la flor espera; todo vaga,acecha, busca \r se encuentra, animado por unsoplo, la esperanza, tan débil Y *an suave comoel de una boquita entreabierta de niño, queduerme soñando.

Campánulas y lirios de los valles, orquídeasY siaias, mis adoradas, mis florecitas, mis girán-dulas o candelabros de innúmeros brazos, bú-caros Y misterios, inflorescencias indefinidas odefinidas, centrífugas y centrípetas, tirsos Y ca-pítulos, racimos Y misterios, ¿qué esperan?¿Para qué nacen? ¿Para qué viven?

Y de los prados Y de las granjas, de los ro-sarios Y las chinampas, me contestaron dulce-mente (porque yo entiendo las voces de todoslos seres animados): "Vivimos para el amor."

Volaron entonces enjambres de mariposas,buscaron el néctar, hicieron temblar con susaleteos las gráciles anteras, y llevaron en sustrompítas, en sus antenas y en sus cuerpos do-rados, el polen fecundante, de milpa en milpa,de flor en flor; alegres, incansables, depositan-do, inconscientes, los polvillos del plasma ger-minativo masculino sobre los estigmas femeni-nos que temblaban con el deseo. Y el viento, eltorrente, la lluvia, el huracán y el céfiro tambiénesparcían sobre jardines y huertas, riberas y

(1) Doctor Lambolea (de Nanev). La estructure díscon*tinue de la maiiére. "Biologie Medícale", Yol XVIII,sep., 1928, p. 1293.

carpinales, el polvo de oro que se transmutaráen frutas y racimos, polvo que cae sobre loscampos como los fantásticos cosmozoaríos deArrhénius, que se decía vagaban entre losastros y llovían como polen del cielo sobre losplanetas, para inaugura r la vida, jlnniensosueño! Los rayos ultravioletas matan a todo loque vaga cerniéndose en el éter: ¡Ay de lasalmas que los encuentren, sí las almas existen yvibran sus alas de tul en el infinito después deque los cuerpos emiten el último suspiro!

Sabed, poetas, dice la primavera, que todamariposa es un pregón y un soplo del amor delas flores. El néctar y la belleza de las corolaslas atraen a sus órbitas y los insectos y lasplajitas simbióticas, vidas unidas, intereses pro-fundos asociados, dan y reciben, llevan y fecun-dan, aletean y engendran.

Por eso la hermosura de la flor se refleja enlas alas de la mariposa; las formas se copian, elcomercio de las existencias, la feria de los cam-pos continúan y eslabonan a los seres animados,para que la tierra adherida guarde en ellos elcalor del día, de la primavera ardiente, mur-mullos y suspiros, y no pierda en la noche, enel invierno y en el tiempo, el calor de la de-rruida estructura, del núcleo y de los lacolítos,lagos de lava, relicarios de radio. También nos-otros colaboramos como humildes estufas pla-netarias, y también el primaveral amor de todoslos seres atiza la gran fragua de lo que vive,del sol a la planta, de la cuna a la tumba, y auntal vez el radio, el potasio, el misterioso elemen-to radioactivo del silicio y del cobalto, animalas células hialinas, los racimos y los gineceos,las mandragoras y los ranúnculos.

Mas un día lejano, también el mundo se mo-rirá de frío y de una sed insaciable, agotada suradioactividad, y en su lenta agonía de millonesde años soñará tal vez, con la conciencia oscu-ra y diseminada de las grandes montañas y loscontinentes, en las enmarañadas selvas, en losseculares bosques y juncales, en el inmensoedredón viviente que entretejían los organis-mos caldeados por el fuego solar y que prote-gía al astro de la humanidad contra el frío dela muerte.

La antigüedad india veía en el cielo, en elalba y en la aurora, una tela luminosa y dos te-jedores: la esposa divina, la aurora; tejía el tra-je nupcial del esposo divino, el sol. Los dioses

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se ataviaban con una túnica luminosa, blanca oroja, de plata o de oro (1).

Ante las infinitas tristeHas de la vida, las flo-res también entretejen el tapis oriental de subelleza sencilla Y encantadora y las contempla-mos en silencio, todos los días, en el Jardín Bo-tánico, la última obra, poética y humilde, denuestra vida, y nos parece que ya nos conoceny nos esperan, nos aman y nos comprenden.Su ser es el nuestro por lo amoroso y melancó-lico, y no hay ninguna ciencia, ninguna pruebaposible de que no sientan y de que no amen.Una de las plantas más conocidas y benéficas,vulgares e interesantes, la ruda graveolens, nosofrece el espectáculo más sublime de las anterascontenidas en el tercer verticilo de la flor, quese inclinan y encorvan lentamente para besar alestigma y permanecer así largas horas en uninescrutable y profundo éxtasis de ternura, queningúa pensamiento humano ha podido pene-trar. Por eso es que, algunas veces, al cortar lasflores más bellas de mi jardín botánico, paraofrendarlas a las lindas visitantes, no dejo desentir un oscuro remordimiento, sospechandoque mí bárbara mano ha destruido y arrancadobrutalmente los búcaros delicados en los mo-mentos sublimes de su silencio ardiente.

En la ilimitada cadena de los entes y las co-sas, muertas al parecer del reino inorgánico,las flores y nosotros somos humildes eslabonesque vivirnos un día y moriremos soñando cáli-ces ignorados de una gotita de llanto de rocío,instantes silenciosos, moldes proteicos que sur-gen y se desvanecen en la universal palinge-genesia, tenemos los mismos deseos y los mis-mos amores; el sol, la ambrosía y el céfiro, laprofunda ilusión de confundirnos con un sersemejante, la perpetuidad de la especie y el ins-tinto de la muerte.

¿Quién ha penetrado jamás en el recinto mi-croscópico de un pétalo de rosa o del cultogineceo para escuchar los arrullos de las célu-las, los cuchicheos de las poünias, los pensa-mientos oscuros, insospechados, de los cromo-somas, diminutas partículas del núcleo, quetransmiten los caracteres hereditarios? ¿Por quénuestra mentalidad, secreción aun no explicadade la ensortijada glándula cerebral, había de

(1) Angelo de Gubernatis. La myiñologie des plantes,París. Reinwald. T. II.

existir aisladamente en el centro dei universo,antorcha solitaria, como el cálculo matemático,que aun chisporrotea en la nada, y no había demanar de todos ios rumbos de las humildesexistencias, de ios microbios y las azaleas? ¿Esepensamiento, que exige un tiempo x para ir bro-tando y derramándose como el néctar floral,no será, repito, la secreción de la glándula neu-rónica, como los delicados aromas producidospor las glandulitas ocultas de las violetas?

Sí hay una poesía humana sólo puede pro-venir del conjunto de una naturaleza viviente yunifícadadenuestraslindashermanitaslas madre-selvas y las oncídias, las aves y los lampires, lar-vitas fosforescentes, las cascada» que arrullan alos campos y los rayos que retumban ensan-chando con sus palpitaciones al infinito. Pensares resumir todas las sensaciones, los gorjeos,los tímidos ensayes de las formas organizadasque se pierden en el laberinto sin fin de la evo-lución y la filogenia. Dentro de estas herenciasy recuerdos del plasma primitivo, que vive den-tro de nuestra carne, las flores son nuestro en-sueño y nuestra primavera, besos y murmullos.

La Prónuba yucasela es una modesta falenade Méjico y de Texas. Su actuación es maravi-llosa y demuestra que la inteligencia, simplecaso particular de los fenómenos y de las on-dulaciones cósmicas, no es exclusiva de loshombres. Antes que ellos, esta blanca rnaripo-síi'a descubrió el más profundo de los misteriosde la botánica, observando que sóio las floresfecundas producen jugosos óvulos y frutos, yque esta fecundación se hacía con los granitosde oro que se adhieren al estigma. Desde en-tonces, en las inmensas soledades áridas yabrasadas por un so! implacable, va a buscareste polvillo maravilloso en las flores masculíñas de la yuca gloriosa y las lleva despuésa las femeninas, depositando sus huevecillosen el ovario, donde, más tarde, las débiles lar-vitas encontrarán ací el sustento que necesitanpara poder transformarse en falenas. ¡liste in-secto precedió a Lineo y debería levantárseleun monumento!

Hay en Méjico más de quince mil especiesde plantas Fanerógamas o con flores; nuestratierra es un vergel; nuestro cielo, una aurora,y los días primaverales parecen eternos; poreso el sol engendró aquí mil millones de flori-das estirpes, como haces de luz que se difunden

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siempre sobre el fondo de luto de nuestra vida.La fisiología vegetal enseña que la savia

sube de las raicecillas a las ramas y la? hojas,leche y néctar de la tierra, agua y sales nutriti-vas, asciende por los vasos de la madera Ydesciende poi los vasos de la corteza, y comotodo lo que vive, sigue el ritmo matemático delas estaciones. Al llegar el invierno se detieneen los vasos acribillados de la corteza, quecierran sus poros microscópicos. Entonces lasavia duerme y la vegetación descansa; el árbolsin hojas parece entregarse al ensueño y la me-lancolía. Si en esa estación se le trasplanta,muere, lánguido y agotado. Pero al llegar delsol la onda enloquecida primaveral, despiértasela savia, el tamiz de los vasos de la cortezaabre sus ceiosías, el árbol extiende sus ramajesretorcidos y brotan otra ves las yemas y lasflores, y una nueva existencia estalla en lasvertientes y los pastales, las barrancas y losplantíos. La vida animal también despierta delprofundo sueño del invierno y los cantos de laNaturaleza disipan en un radio modesto ¡a tris-teza infinita del universo.

—¡Amaos los unos a los otros!—dice la pri-mavera—. ¡Esconded el nido!

—Bésame pnra que yo te bese —respondenmil voces ocultas y enternecidas...

III.-LAS GOLONDRINAS. EMIGRACIÓN YCICLOS UNIVERSALES.

¡Son ellas, ya ¡legan batiendo sus débiles alí-tas, ya cantan, ya pasan y vuelven y circulan,sobre los trigales y las lagunas, sobre los moli-nos y las aldeas, y otra vez volverán a mí ven-tana, como decía Bécquer, para posarse en elmismo nido, como el pensamiento se posa enla misma duda, que se convierte en cienciaprolongándose en el Infinito, atenta al sordorumor del carro de la eternidad que lleva pe-sadamente su cargamento de estrellas! Mí maes-tro inolvidable, Alfredo Dugos, dice que nues-tras golondrinas, según José Antonio Álzate, sevan en octubre, unidas en sociedad para darla estampida. Álzate apresó algunas golondri-nas aplícándoíes anillos de alambre en sus frá-giles patitas; por espacio de cuatro años las viovolver en la primavera al mismo sitio, encon-trándoles las mismas ajorcas.

El naturalista Azara las vio llegar hasta elParaguay.

Estas alegres hirudíneas simbolizan con sushumildes gorjeos y cuerpecítos asaetados elpavoroso y universal fenómeno de los cíelosde la vida a la muerte y de la muerte a la vida,que recorren en eterno torbellino los átomosvivientes en sus múltiples encarnaciones.

IV. LA PRIMAVERA ALETEA EN LA

TIN1EBLA ETERNA

Ilusión es la gran alegría de los campos, laembriaguez de la Naturaleza, que el sol abrasaY tonifica con su antorcha inmortal!

¡Sus rayos, según la teoría corpuscular, sonenormes cargamentos de partículas u ondula-ciones infinitamente pequeñas y luminosas, sae-tas del éter, quantum de energía, es decir, delamparítas intangibles que penetran en las tinie-blas y las sustituyen, las ocultan, las disimulan,pero no pueden destruirlas, porque ni el hom-bre ni todas las fuerzas gigantescas de la Natu-raleza han podido destruir un solo copo desombra. La más leve pantalla, el párpado denuestros ojos, la pupila del cárabo, la nube, lalosa de la tumba, detienen los torrentes de an-torchas diminutas y veloces, y la tiníebla apa-rece otra vez y siempre; invádelo todo comoplaya del Universo donde revienta el mar de lodesconocido.

¡La noche es nuestra augusta soberana, y sumanto de estrellas, como tocado de cocuyos,apenas disipa la oscuridad donde habitan losespectros siderales, grandes fantasmas que talvez se balancean y retuercen sobre la nada,como acróbatas horrendos y colgaduras des-garradas de las tinieblas, como andrajos infer-nales de las vestiduras de la eternidad, desgas-tadas por el tiempo y los torbellinos!

En el éter susurran las auras de las cañadasy los precipicios, y vuelan el halcón, el azor yel gipaeto, que parecen nadar en la laguna sinconfines del espacio, pero dentro de las tinieblas.

La gran flor del nelumbíón o de la vafflesiay las campanillas se abren al sol, que desdemiles de millones de leguas les arroja sus millo-nes de lamparítas errantes..., pero dentro de lastinieblas.

La Naturaleza es un gran buho que sólo tieneel instinto del movimiento, que es la vida: habí-

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ta en la oscuridad absoluta, interrumpida aintervalos por las vividas luces estelares. Lastinieblas nos inspiran terror porque presentimosque nos están observando, desde los lúgubresfondos de lo desconocido con sus ojos biscos,múltiples, fijos y moribundos... Y el buho eternovive dando tormento a los polimorfos serescondenados a la luz.

¡La primavera es una ilusión de nidos yarreboles; la realidad es una sombra!

V.-LA ADORACIÓN DE LA PRIMAVERA

¡A ti llega el poeta pulsando su lira miste-riosa, acompañado por gran coro de las aves,el pensamiento y el arcano!

¡A ti llega el poeta como la vos dulce yeterna de la conciencia universal, del filósofoerrante que, anticipándose a la futura ciencia,comprendió a la Naturaleza como una vida di-seminada y armoniosa, pues la dio al céfiro yal monte, al corazón y al rayo, al espacio y ala materia!

¡A tí llega el poeta, escucha su canción, ohprimavera!

jDiosa mía, sol mío, germen de todas lasalegrías; mi loca fantasía te hace vivir como auna mujer del cíelo, encantadora y adorada,hecha toda de suaves resplandores, reclinán-dose blandamente en crespones de nubes in-mensas, etéreas inaccesibles!

¡Oh Diosa mía, santa imagen purificada delos horrores de la materia, nido de luz en mípensamiento, visión sublime, de lejos como es-trella y de cerca como escultura de alabastro;lámpara misteriosa suspendida en la cripta demis ilusiones; numen mío, alcoba perfumadadonde renace cada año toda la vida; músicamaterializada; arrullo de amor hecho carne vir-ginal y hermosura; aquí llegan a tus plantas loshumildes pobladores de la campiña, los terro-monteros y las pampas!

¡Aquí llegan las próvidas hormigas, espiga-doras de los zarzales y magueyeras; pequeñosexápodos por su cuerpecito, pero inmensospor la inteligencia, porque son los genios delos articulados y viven en un mundo secreto,labran sus hogares en la tierra, las gavillas, lasestípulas de la Acacia cornígera, para crearespinas en forma de astas, donde se albergan,invadiéndolo todo, observándolo todo, como

sabios mudos y potentes, sin leyes, sin altares,sin dios, sin cadalsos y sin esperanza! Cumplensu destino sobre la tierra, superando a lasnaciones del hombre. Son madres ejemplares ysacrificadas, obreras que r.c.cen sin alas y sins¿xo, que viven sin más amor que el de sussobrinos adoptados, y que engendran sus revés,eternamente afanadas, consagrándose al trabajosin tregua, a las larvitas adoradas y tenues,frágiles criaturas que van por la vida nutridaspor sus nodrizas y se transforman en reinas oen otras obreras republicanas y generosas, quesufren, combaten, mueren, dando sus ignoradasexistencias a !a especie, que no existe, sinocomo abstracción; al porvenir, que es una som-bra; a! conjunto de lo que existe, que es el reyde todas las sombras.

¡Hormigas, maestros de las crueles y pre-tenciosas humanidades, postraos ante la prima-vera, detened un instante la babilonia de vuestravida, mirad a la soberana, que os trae el suavehálito para entibiar el nido, donde se oye eldébil y misterioso murmullo de vuestro amor yvuestros dolores, allí donde, tal vez, pensáissiempre en el caos y en el infinito!

Y vosotras, abejas laboriosas, que enseñáisal hombre la unidad y la gloria de vuestras re-públicas platonianas; hijas encantadoras de lasflores, portentosas obreras del própolis, de lamiel y la cera: formáis la enjambrazón vivientey reproductora que obedece al decálogo de losmundos, multiplicando el néctar en la forma dealas y de inteligencias. Detened también, uninstante, vuestros vuelos y torbellinos, inclinadlas gráciles antenas, entonad vuestro epiceta-rismo, sinfonía griega tocada con gasas alifor-mes, y doblad anie la primavera vuestras múl-tiples rodillas, para adorarla, diosa mía, santay dulce imagen purificada de todos los horroresde la materia.

Y hoy que veo postrado así al prolífico en-jambre, escucha, primavera; canto en el pensa-miento lo que vi un día, absorto, en la flor deun cacto espinoso de mi jardín botánico: habíaen él una corola como tejida con rayos deaurora, como propileo o vestíbulo del templodel amor, y en su disco, inmóvil, muerta, acos-tada del lado de la sombra, yacía una pobiecitaabeja, agotada tal vez por la tarea eterna queextrae la vida de otra vida, para sus hijos, parallevarla en forma de ámbar líquido al panal.

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O quizá la inocente trabajadora se envenenócon el néctar tóxico y dulce, como la pasión...Y ahí estaba su cuerpecíto rígido, como unacrus junto al hastial del camposanto, ahí laalcanzó la segadora siniestra en su cogitaciónúltima y profunda, y ahí murió suavemente, sinemitir un suspiro, sin estertor y sin el miedo dela nada. ¡Qué cáliz, qué tumba! Entre el perfu-mado néctar, sobre el suave lecho de una flor,velada por los cirios de pistilo y anteras, rindióel ser, durmióse sin pena, plegó sus alítas yesperó al hada invisible de las florestas, que lallevara en sus blandas angarillas a los secretoslaboratorios donde cambia la forma, dentro dela ley universal de la indiferencia universal; leymía que caldea mi pensamiento, pues que todose revuelve en todo, y todo átomo, todo ser,todo mundo y toda vida son indiferentes en sufondo, de manera que se unen a otros átomos,a otros seres, a otras vidas en lo indefinido deltiempo y del espacio, rodando, rodando, indi-ferentes, como muertos...

Y después de que los seres difundidos enlos derrumbaderos y en las'milpas han desfila-do, todos, ante tu altar, ¡oh diosa enflorada dela vida!, mira a mi amada, de la juventud lejana,que también llegaba para adorarte, absorbiendotu ser y tu hermosura en las emanaciones delsol, en ei aroma de las flores. Era una conden-sación de la Naturaleza, una ob^a suprema dela evolución de los orgatiiümos animados; y fuia ella, un día del pssado, y me desplomé en suregaHO, implorando consuelo, ya que no pudeencentrar el secreto del Universo...

Y creí que ella, tal vez, lo contenía, porqueGaldós dice que e) amor es la verdad eterna, yyo afirmo que la mujer, tímida y dulce, hechapara el sufrimiento, es una gota de llanto verti-da por una estrella, y absorbió su misteriosamelancolía al ir descendiendo en el espacio yrecibir el beso de !a Luna.

Al separarse los sexos, en el principio delmundo, en el humilde reino de bacterias y lasalgas del mar o de los estanques misteriosos,cada ser vivía más intensamente en sí mismo yen olro que le esperaba en silencio, formando,al multiplicarse por medio de un amor primiti-vo, los eslabones de que forma parte la huma-nidad, ciñendo al mundo como una coronaprimaveral de bronce helénico y eterno, comola vida.

jlnaudita fecundidad polimorfa del huevoinmenso de la tiniebla!

Formó las huestes de los vivientes, desde eltraslúcido plasma inicial hasta los genios y lasbeldades que rivalizan con la primavera.

CONCLUSIÓN

Ante los montes escalonados como soporta-les o claustros del Universo; de píe en el trigalvibrátil, cuyas blondas espigas absorbían delsol la energía que en nosotros había de trans-mutarse en vida e inteligencia, saludé con «le-gres madrigales a la Naturaleza, ataviada porla estación florida, y creí un momento que todoera dicha y ternura sobre la tierra. A lo lejos,los ganados pastaban diseminados sobre lade-ras y colinas; el pastor dormía; el águila trazabaen el éter sus paralajes y espirales sin fin; laslibélulas volaban corno aeroplanos, campeonesde las carreras del viento, y las coquítas ensa-yaban su canción entre las frondas. Mil insectosbullían en los rastrojos; las flores se levantabansobre multicolores lechos de verdura, comopupilas estáUcas; las corolas del Manto de laVirgen copiaban el azul del cielo, que se con-fundía con eilas, y tal ves con las ondas inter-nas del lago microscópico de la conciencia.Mil rumores indefinibles brotaban, cual canciónpambiótíca, de los nidos y las malesas,y todo seunificaba en un esplendor luminoso y ardiente.

El poeta, inspirado por el conjuro de la pri-mavera, murmuró las estrofas de su epitalamio,extendiendo lentamente los brazos, como siquisiera aprisionar entre ellos al Infinito, parasentir sus latidos profundos y cadenciosos.

A. L. HERRERA

Méjico, 2 diciembre de 192S.

NOTAS ADICIONALES

1.a-PRINCIPIO DE LAS ESTACIONES EN MÉJICO

Primavera. — El día 20 de marzo, a las 19horas 35 minutos, llega el Sol al signo deAries, comenzando a esa hora el Equinoccio dePrimavera, en que los días y las noches soniguales en toda la Tierra. En el hemisferio Surentra el Otoño.

Estío.—Ei día 21 de junio, a las 15 horas 1minuto, llega el Sol ai signo de Cáncer, comen-

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zando a esa hora el Solsticio de Estío, en queel día es el mayor del año y menor la noche.En el hemisferio Sur entra el Invierno.

Otoño.—El día 23 de septiembre, a las 5horas 53 minutos, llega el Sol al signo de Libra,comenzando'a esa hora el Equinoccio de Otoño,en que los días y las noches son iguales en todala Tierra. En el hemisferio Sur entra la Prima-vera.

Invierno.—El dia 22 de diciembre, a las 0horas 53 minutos, llega el Sol al signo de Capri-cornio, comenzando a esa hora el Solsticio deInvierno, en que el día es el menor del año y lanoche la mayor. En el hemisferio Sur entra el

Estío. (Calendario de Galván, para 1929.)

2.a-lMPORTANCIA DEL AMOR

Los placeres sexuales, lejos de ser la pruebade nuestra caída en el paraíso, han determinadoel amor y la evolución, en gran parte, de lahumanidad y la naturaleza, las bellezas delcampo en primavera y el arte. El sexo ha produ-cido el esplendor de la poesía, es su origen ytiene el papel más importante en la civilización.Véase: La bcaute du sexe, V en deñors. Noviem-bre, 1928, p. i., artículo de Grant Alien.—París-Orleans.

La tertulia de un hombre librefiUreXIX Desterrados

La actualidad europea era penosa. De variospaíses partían para el destierro hombres emi-nentes. Nuestra conversación, empapada desimpatía para uno de estos desterrados, durólargo rato. Su alta significación, que el destierroevidenciaba, nos acercó más de lo que ya está-bamos a él. Discípulos suyos en muchos aspec-tos, precisamente porque nos había obligado apensar hasta contra él, hicimos acabado elogiode su obra y de su vida, desde los más diversospuntos de vista.

Luego de esto, el animador dijo:—No sólo los hombres que por una dispo-

sición ajena parten hacia el destierro estándesterrados. Viviendo en el propio lugar en quese nace, sin salir nunca de él, se puede estar enpleno destierro. Para los hombres inquietos,apetentes de otros modos de vida más intensos,más pasionales, más dinámicos, el mundo enteroes lugar de destierro. Las ciudades populosas,los pueblos, los caseríos aislados en los campos,albergan a millares de desterrados de esta índo-le. Todos los mejores hombres del mundo pasansu vida en el destierro, pues que nada de lo queles rodea está acorde con su sentido de laexistencia, ni con su temperamento, ni con su

fuerte deseo de que la vida revista otras formasmenos ásperas y más intensas, menos secas yfrías y más instintivas y vitales.

Estas palabras nos produjeron una impresióninsospechada. Todos recordamos, oyéndolas,nuestras propias experiencias respecto al par-ticular, que estaban como dormidas en algúnapartado rincón íntimo, revueltas con muche-dumbre de cosas desagradables, de esas quetan fácilmente se olvidan.

El animador continuó:—En las mismas asociaciones a las que el

hombre desterrado acude buscando un poco decordialidad, de charla agradable, de conviven-cia grata, no tarda en encontrarse tambiéndesterrado, o sea desarraigado, fuera de sucentro, en ambiente que no le es propicio. Lasformas de vida actuales son esquinadas, des-agradables, llenas de aristas que se clavan en lacarne. La criatura sensible se encuentra foras-tera en todas partes, alejada de todas forEOsa-mente. ya por su voluntad, unas veces, o ya,otras, por la sequedad de fuera, por ese gestode rechazarle que le hacen las cosas de fuera.

—Olvidas, querido amigo—exclamó un con-tertulio, aunque sin gran convicción, pero con

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el deseo de hacer menos penosas las ideas queel animador estaba exponiendo—, que existe uninstinto de solidaridad.

—Hay, ciertamente—repuso el animador—,en muchos aspectos de la vida de los hombres,un instinto de solidaridad que los impulsa a ayu-darse, la mayor parte de las veces, ya está dicho,por instinto.es decir, sin que intervenga el cono-cimiento. Pero esto no evita el destierro. Puedeexistir éste aun en medio de las relaciones mássolidarias. A veces, se rehusan ciertos ofreci-mientos y ayudas, no obstante constituir talactitud un sacrificio, para no tener que avergon-zarse de verse más o menos ligado a personasque viven, moralmente, por completo aisladasde nosotros. Estamos, con relación a ellas,desterrados. Admitir su ayuda crearía una rela-ción artificial, falsa, sin consistencia, entre ellasy nosotros. Lo cual no haría más que agravarel fondo de la amargura de nuestro destierroíntimo, espiritual, atravesado de dolorosa an-gustia.

Hubo una breve pausa. Y como no se lehiciera ninguna nueva observación, el animadoragregó:

—Cuando el destierro parte de fuera, poruna orden, no es tan penoso. Si no dura muchotiempo, aunque la persona desterrada viva entodas partes en perpetuo destierro, por su per-sonalidad insobornable a todo lo exterior, elhecho de que sea desterrada por disposicionesajenas la hace simpática a los mejores hombresque haya entre los que la rodeen, los cualestendrán para ella atenciones, palabras afectuo-sas, trato frecuente y desinteresado. Cuando elcansancio tienda a acabar con todo esto, eldestierro habrá terminado y el desterrado nohabrá sufrido, por el destierro impuesto, gran-des dolores. Y hasta su fondo insobornable, ycon naturaleza de desterrado de todas partes,habrá sufrido menos durante aquella temporada,gracias a la estancia entre personas que leatienden por el otro destierro. Ser desterradode este modo casi es un regalo. Pone un pocode sal en la vida. La amargura es atravesadapor sensaciones de gono. El sitio a que se va setorna propicio, pues que las mejores genles seesfuerzan por procurar al recién llegado, víc-tima de persecución, grata existencia. Resultaentonces que se está mejor en el destierro queen la tierra de que se sale. Y hasta cuando se es,

por la inquietud, un desarraigado de todo lugar,en aquel al que el destierro lleva, la vida es me-nos sombría, puesto que por la brevedad no seecharán de ver las cosas que se oponen alinquieto temperamento, descontento de todo.

—Siempre—observó un contertulio con tonopreocupado—las cosas externas son menosatormentadoras que las íntimas.

—Sin duda alguna—repuso el animador—.La fuerza de nuestros enemigos puede no dejar-nos descansar nunca, tenernos en perenne des-tierro. Lo sentimos, po rque esto es pruebapalpable de que ellos vencen-, pero, en el fondo,podemos sonreír de su victoria, puramente exte-rior, toda vez que el destierro demuestra queíntimamente no nos vencen. Mas cuando elhombre, en lo íntimo, se siente desterrado entodo lugar en donde se halle, la victoria de lode fuera es más amplia y lograda, y lo hechocontra las causas de esa victoria más ardua,empeñada y terrible. Del destierro por causasexteriores podemos sonreír con gesto burlón.Del otro, no nos es dable otra actitud que lapreocupada, plena de dolor y de una tristezadensa, honda y conturbadora.

Después de estas palabras, tan cargadas dedesasosiego, el animador permaneció largorato en silencio. No acertamos a encontrar fraseoportuna para reanudar la charla. Nos miró atodos, animoso, y continuó:

—Los rusos que andaban por el mundo entiempo de los zares, aparte de la nostalgia desu país que sentían, natural y comprensible,estaban alegres en cierto modo, se entregabancon ímpetu a las tareas más extraordinarias,gozosamente soñaban en la época que estabanpreparando para la lejana nación en que habíannacido, época de libertad y de una mejor con-vivencia para todos los hombres. Eran deste-rrados por coacción externa, pero íntimamentese sentían fuertes contra sus enemigos, no sedeclaraban vencidos y seguían luchando conardoroso entusiasmo, que era la maravilla decuantos lo presenciaban. Ahora, muchos deaquellos rusos, de regreso a los lugares dondetranscurrió su niñez, deambulan por allá—testi-gos de honda capacidad de observación nos lohan explicado—como sombras, desterrados desu propio ambiente, sufriendo el otro destierroterrible y sin consuelo que nace de lo íntimo.Es que se han hundido muchas de sus esperan-

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£as; es que han visto caer, de un modo inevita-ble, el edificio que habían construido con sussueños. Aunque salieran nuevamente de Rusia,desterrados por la fuerza que se impone, ovoluntariamente, no serían y* los alegres aun-que nostálgicos desterrados de antaño. Se en-contrarían forasteros en todas partes, pues queempienan por sentirse en esa situación de ánimoallí donde esperaban hallarse gozosos en ple-nitud,

—Vagan por Europa va—aseveró un con-tertulio recién llegado de Alemania—muchosrusos que no se parecen a ios rusos de antes.

—Nada más natural — observó el anima-dor—. Su destierro de antes era externo; encon-traban en otros lugares consuelo aquietador yreconfortante. Su destierro de ahora ha en-raizado en lo íntimo, y en todas partes se hallanextraños, doloridos, como espectros. La lecciónles ha sido insoportable. V no todos han tenidofuerzas para erguirse airados y enfrentarse, de-cididos, con el enemigo. La mayoría de ellosson los mismos del tiempo pasado. Pero enton-ces eran jóvenes y ardía el ímpetu en sus vena?.Ahora son viejos y ven que les llega la hora demorir, que esa hora no tiene espera, y que seacerca sin que cuanto soñaron en la juventudhaya aparecido aún en el horizonte. Vacilantes,decaídos, con el peso de los anos y de las des-ilusiones sufridas, pasan la poca vida que lesqueda presas de una tristeza profunda, quepone en sus rostros un gesto doloroso, comoestereotipado. Viven ya en perpetuo destierro.Están cerca de todos los mejores hombres deimundo, que en perenne destierro viven también.Pero las ásperas relaciones humanas, hacen quehasta los desterrados absolutos vivan en des-tierro aun entre ellos mismos, va porque nuncalleguen a conocerse, o bien porque las aparien-cias les hagan juzgar muy iejos de sí a quienesmás cerca están de ellos.

La amargura que rezumaba de estas consi-deraciones, infundió en todos los ánimos hondaemoción. El animador, cuya palabra se habíatornado ya blanda, por la tribulación que leembargaba, dispuesto, sin embargo, a extraertodo su significado del tema que desentrañaba,agregó:

—El destierro de fuera, cuando aun se tieneesperanzas, es la sal de la vida. Se significaalgo en el sitio de donde uno se ve obligado a

salir, y se es bien recibido en aquel hacía el quese ve empujado. Se lucha, se suena, se siente lapasión que hincha el pecho con una fuerza ad-mirable; se mira a los enemigos un poco porencima del hombro; se acarician pensamientospreñados de potencia, para hundir cosas quedeban hundirse; se enfervoriza la mente enansia de transformaciones para el lugar a dondeno se puede volver, para poder volver. La vidaadquiere un valor nuevo, hondo, amplio.

Pero cuando el destierro es íntimo—con-tinuó con voz más blanda todavía—¡ cuandoen ningún sitio de la tierra se encuentra el hom-bre gustosamente; cuando por lecciones dolo-rosas ha perdido la esperanza, o cuando portemperamento demasiado rico no las acaricianunca, este destierro es un tormento sin límites,que sólo ofrece un camino: el de la desespera-ción. Mas la desesperación, en hombres devalía, es grande cosa. Puede dar frutos de ma-ravilla. Las mejores obras humanas, son hijas dela desesperación. Hasta el doloroso destierroíntimo, por lo tanto, es sal de la vida, aunqueamarga. Se gusta en la linde última a que puedellegar la resistencia humana, pero su sabor,complicado, sencillo, después de pasar por lasmayores complejidades, lleva al hombre a des-cubrir ei valor más alto: el del sentido trágicode la vida.

Luego de dichas estas preñadas palabras, elanimador, un poco demudado, se puso en píe.Estaba pálido y sus ojos brillaban de un mododesusado. Salimos todos, en silencio, tembloro-sos de desasosiego.

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do 158, Valeucia.

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ESTUDIOS - 1s -

Los que tenemos por oficio la siembra de ideas, presentimos a veces cuál va a ser el resul- tado de nuestra carnpafia cuando una sombra fatídica cruza-el campo en el momento preciso de arrojar la simiente. No importa. El impera- tivo del deber demanda entonces redoblado esfuerzo al ánimo decadente, y... sembramos ... sembramos sin cesar y sin esperanza de ver algh día la incierta cosecha.

Hoy traemos nuevos productos de países avizores. Traemos algo interesante de las tierras de Suecia. Leyendo y reflexionando sobre la obra social que este admirable país lleva reali- zada en lo que va del presente siglo, piensa uno con dolor en lo poco que aquí hacemos, en lo rezagados que vamos en esta labor de desquite del mal y previsi-n del. bien. Un poco de in- quietud oficial ha habido-es cierto-en este til'ime quinquenio; pero en la esfera privada reina aún el tradicional marasmo que nos impide toda coordinación de esfuerzos en el interior y el paralelismo de marcha con los países euro- peos de vanguardia.

Pero no queremos criticar, sino informar sobre lo que Suecia hace respecto a servicios higibnicos y sanitarios, enfocados a la protecci6n del niño y limitando hoy nuestra información al punto concreto de la ^ltiesa, en donde se ad- vierte una plausible obra de asistencia y de pre- visión tanto en las esferas oficiales como en la acción privada.

Desde 1903 ya existe en Suecia una norma legislativa de eficacia práctica. Pero la ley vo- tada hace diez años (1918) es reflejo luminoso de largos años de serios estudios y amplias in- vestigaciones. Puede considerarse como modelo en su ghero, ya que algunos de los Estados más progresivos de Europa en cuestiones sani- tarias han estudiado en Suecia los procedí- intentos que allí se emplean para combatir las enfermedades venéreas, uno de los azotes más terribles de la humanidad.

Pero independientemente de la acción oficial,

o la iniciativa privada despliega constantemente sus esfuerzos y realiza obras beneméritas como la de los Establecimientos WeZander, extendí- dos ya por Noruega, Dinamarca y Alemania, de los que es matriz y modelo "Lilla Hernmetu, establecimiento asilo? ¿sanatorio? &las dos cosas?) fundado en Estocolmo en 1900 para los niños heredosifilílicos por el sabio sifiliógrafo y gran filhtropo sueco Dr. Edvard Welander.

Como dice muy bien un informe sanitario sueco: "Los niños heredosifilíticos tienen siempre ante sí un porvenir muy incierto en lo que se refiere a su propia salud, pero ellos constituyes igualmente en raz6n de la persistencia, durante varios anos, de su facultad de contagio, un pe/&co social para cuantos les rodean. "

Nadie como el Dr. Welander estaba más en posesión de esta cruel verdad, por su larga experiencia en el estudio y tratamiento de su especialidad médica. Tal vez por eso, 61 fue quien ideó la institución "Lilla Hemmet", bus- cando un remedio para esta plaga social. Enten- día el Dr. Welander q u e creando establecí- mientos donde los niños atacados de heredos$- filis pudieran pasar algunos años en buenas con- diciones higi¿nicas, además de seguir con toda constancia el tratamiento específico y en perfecto estado de aislamiento, podría desapa- recer todo peligro de contagio para la sociedad. Asimismo se podría esperar que. para algunos de esos nifíos, el tratamiento específico termi- naría por una curaci6n completa y disminuiría grandemente el número d e dé b il es, ciegos, sordomudos, idiotas, etc., que son carga pesada para la sociedad.

Animado de este generoso espíritu, el doc- tor Welander hizo un llamamiento caluroso a la beneficencia privada, en donde encontró favorable acogida y la suma necesaria para abrir en 1900 el primer centro de este tipo en el que debía poner en práctica su feliz idea. En efecto, "Lilla Hemmeta se desarrolla rápidamente, hasta el punto de que en 1910 se inaugura un mag-

L I L L A H E M M E T

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ESTUDIOS

nífico edificio de nueva construcci6n en el que actualmente se dispone de 50 camas y de un capital de 900.000 coronas.

&Cómo funciona? En general, los reci6n na- cidos lu6ticos son prírnerameule cuidados por sus madres, con frecuencia en los hospitales, mientras dura la lactancia. Después del destete (o antes, en los nifios criados con biber-n) in- gresan los parvulítos en "Lilla Hemmeta. Perma- necen aquí tres o cuatro años (o más si así lo exige su estado) y son atendidos todo el tiempo que sea preciso por los métodos más modernos. No salen hasta un aíío, por lo menos, despu6s de una ausencia de recidiva cíinica' y serológica- mca te comprobada.

Una encuesta realizada en 1925 (con motivo del 95 aniversario de la fundación) ha permi- tido comprobar que entre los 158 antiguos pen-

sionistas de los que se pudieron obtener infor- mes, 18 habian sucumbido de afecciones maní- fiestamente extrañas a la sífilis y la mayor parte en el curso del primer año. Entre los 140 restantes, la mayor parte, o sea 118, podían, en razón de su estado físico y psíquico, consi* derarse como casos curados. La duracih de la observación de estos enfermos ha variado entre 4 y 25 años. 74 habían sido seguidos durante más de diez años.

El éxito rotundo de este ensayo hizo que se propagase a otras ciudades suecas, entre ellas Gotemburgo y Malmo. El pak vecino de No- ruega fund6 "Establecimientos Welandera en Oslo, Bergen y Trondhjem. Dinamarca tam- bien los organizó en Copenhague, El Scneur y Jutland. Alemania los tiene establecidos en Berlín.

LUIS HUERTA

De una forma reiterada y dogmática se mantiene, por dd icos de notoria autoridad, la afirmación de que la profilaxis de la tuberculo- sis ha de consistir, fundamentalmente, en la evitación del contagio por medio del aislamien- to de los enfermos en lugares adecuados (sana- torios) y en el empleo de medios artificiales de inmunidad, como son las vacunas.

Dicha afirmación, que condensa la manera de estar enfocado el problema de la tuberculosis en la actualidad, descansa sobre la doctrina del contagio, y esta doctrina se apoya, a su vez, en el hecho de experimentaci6n de la íncculabíli- dad del bacilo tuberculoso.Pero esto, que puede ser verdad en laboratorio, puede no serlo en la clínica humana, pues una cosa es la inoculación artificial por medio de bacilo tuberculoso y sus toxinas, y otra cosd el proceso fisiopatológico y clínico del desarrollo de la tuberculosis en un organismo que se defiende. Y aquí estriba prc- cisamente el nudo de la cuestión.

Para los rn6dicos contagíonistas, el microbio ocupa el primer plano en la génesis de la ta- berculosis. El bacilo de Kocfi es la causa de la

tuberculosis. Por tan axfomAtica se tiene esta afirmación hoy día, que sostener la afirmación contraria es un acto irreverente y antícientífico. La precisión casi matemática a que han llegado las ciencias fisicoquímicas ha influido en la mentalidad mbdica contemporánea para acep- tar con excesiva facilidad doctrinas médicas que se tienen por dogmas indiscutibles. Pero es bien cierto que, tratándose de hechos biológi- cos, como son todos los que se dan en Medícb na, no se puede llegar a fórmulas simplistas. Los problemas mkdicos son más complejos, y hay que desconfiar, o por lo menos mirar con cau- tela, aquellas afirmaciones rotundas que tan a menudo salen de los laboratorios.

Hace un centenar de afios la tuberculosis se consideraba como una enfermedad espontánea. Actualmente se cree que es una enfermedad venida de fuera por mediación de un agente exterior: el bacilo ácido resistente de Kocfi. Sin bacilo, se dice, causa primera y única, no es posible la tuberculosis; luego toda la lucha contra esta enfermedad ha de basarse en la evitación y en la destrucción de ese bacilo.

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Yo, que no soy contagíonísta—Y que no meduelen prendas—, creo firmemente que dentrode otros cíen años habrá cambiado el conceptopatogénico de la tuberculosis por un retornoinaplazable al humorismo hípocrátíco, que nosllevará como de la mano a considerar el bacilotuberculoso no como la causa determinante dedicha enfermedad, sino como el efecto de unaprevia deterioración orgánica caracterizadafundamentalmente por una alteración bioquími-ca de nuestro medio interno (sangre).

La doctrina del contagio es a menudo unfácil comodín de nuestra ignorancia sobre labiología deí bacilo de Koch en particular Y delos demás bacilos patógenos en general Se hanvenido aceptando con demasiada credulidad Ybuena fe los descubrimientos de laboratorio,y esto es causa de sorpresas desconcertantes.

Aceptada la especificidad microbiana basadasobre la experimentación artificial, no acertá-bamos a explicarnos ciertos hechos clínicos deobservación que están en contradicción conlos hechos observados en el laboratorio. As?,por ejemplo, un mismo microbio puede produ-cir cuadros clínicos muy dispares: un neumo-coco engendra una vesícula de herpes, unaneumonía o una meningitis? un esteplococopuede a la vez producir un forúnculo o unaosteomielitis, así como un estreptococo produ-cir una escarlatina, una erisipela o una gravesepticemia. En la misma tuberculosis, ¿por quéen unos individuos el bacilo da lugar a unagranulia capas de matar a un enfermo en tresmeses o menos, Y en otros casos da lugar auna forma tórpida que evoluciona en años Yaun llega a curarse? Por otra parte, vemostambién, inversamente, cómo las distintas enfer-medades infecciosas pueden ser producidas poruno u otro bacilo ó cocobacílo, como, porejemplo, una pulmonía, que lo mismo puede serproducida por el neumococo que por el bacilopestoso; una meningitis, que tiene por origenun meníngococo, un bacilo de Koch o el mi-crobio de la fiebre tifoidea.

Luego, sí las enfermedades infecciosas de-pendieran exclusivamente de las condicionesespecíficas del bacilo, observaríamos cuadrosclínicos idénticos, en relación con la pretendidaespecificidad microbiana. Y no es así, comohemos visto. Lo mismo podríamos decir en loreferente al fenómeno del contagio, fia? quien

está toda la vida al lado de tuberculosos Yno se hace tuberculoso; Y h&¥> e n cambio, quiense hace tuberculoso a pesar de todas las medi-das de aislamiento. Luego haY que convenirque en el proceso infeccioso existe un factorque condiciona la evolución de aquél; factorque hasta ahora apenas se había dado impor-tancia, por estar puesto todo el pensamientomédico contemporáneo en la lucha aníimicro-biana. Dicho factor no es otro que el terrenoorgánico, que pasa a ocupar el primer planode importancia en la génesis de las enferme-dades.

Las nuevas orientaciones médicas recono-cen que existe un estado de predisposiciónconstitucional como fondo necesario de todoproceso patológico. Así lo reconoció Marañónen su reciente conferencia sobre la etiologíaemocional de la enfermedad de Addíson. Perolo que no se acaba de aceptar con toda ampli-tud es el criterio naturista, según el cual estapredisposición constitucional consíítuYé el fon-do indispensable de toda enfermedad microbia-na. Y así tiene que ser, pues de lo contrarío, Yde ocurrir las cosas de la forma que las pintanlos partidarios de la doctrina del contagio, lahumanidad hubiese desaparecido Ya> Hay queadmitir, pues, la mutabilidad de las especiesmicrobianas, merced a la cual un determinadomicrobio, pasa de inofensivo (saprofito) a pató-geno. ¿Y por qué no? El microbio, como todoser vivo, tiene que reaccionar a los cambios delmedio en que vive, Y así será inofensivo o viru-lento según el grado.de vitalidad del organis-mo, Y según las reacciones químicas del mediointerno. Dicho más claro: nuestras taras humo-rales Y las condiciones de vida aniifisíoíógicasson las que hacen agresivos Y virulentos a losmicrobios. Ya Pasíeur, en sus estudios sobre elcarbunco, emitió la leY de mutabilidad de lasespecies virulentas. Los estudios modernos denuestro Ferrán sobre la evolución del bacilode Koch, de formas saprofíticas o patógenas, sonun corolario de dicha leY- Sabido es tambiénque iodo hombre sano es portador de gérme-nes, Y que estos gérmenes pueden hacerse viru-lentos. Los microbios de la difteria, de lapulmonía, de la erisipela, son huéspedes habi-tuales de nuestras cavidades bucales. Estamosrodeados de gérmenes microb ianos portodas partes, e ingerimos a diario cantidades

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insospechadas de estos gérmenes, algunos ex-tremadamente virulentos.

Nuestro tubo digestivo está poblado de unejército microbiano formidable. Según GolbertY Dominicí, existen en el estómago de tina per-sona normal 50.000 gérmenes por centímetrocúbico, 100.000 en el intestino delgado y de25 a 30.000 en el intestino grueso. Por otra par-te, el género de alimentación modifica notable-mente la flora microbiana digestiva, y así, porejemplo, estos mismos autores han visto que lacifra de microbios contenidos en las materiasfecales de un sujeto carnívoro llega a 67,000por centímetro cúbico, y que desciende a 2.250después de cinco días de régimen lácteo.

Es más; los microbios sen unos preciososcolaboradores de las funciones digestivas, peroes a condición de que se ingieran alimentosfisiológicos. Es cosa demostrada que los sujetossometidos a régimen vegetariano son indemnesa. la fiebre tifoidea y a la apendicitis. Por elcontrarío, la carne, alimento antífisiológíco porexcelencia, engendra ptomaínas, ácidos y cuer-pos aromáticos, que son causa de graves auto-intoxicaciones, de parálisis de las reaccionesprotectoras y, como consecuencia, de la trans-formación de gérmenes saprofíticos en pató-genos.

Así se explica que individuos que bebenagua hervida y no toman más alimentos quelos muy cocidos y esterilizados, pueden adqui-rir la fiebre tifoidea sin antecedentes de existiren el país ningún caso reciente de dicha enfer-medad. Y es que, como apunta muy bien PaulCartón, el silencio y la inactividad de todos losgérmenes es el hecho resultante de la integridadfisiológica de nuestros órganos. Petenhofer yPeter no tuvieron inconveniente en tragarse,respectivamente, cultivo de bacilo del cólera ydéla difteria, para demostrar prácticamente quelos microbios, aun los más virulentos, pasan através del cuerpo sano sin afectarle para nada,de la misma forma que un rayo de sol pasa através de un cristal sin romperle ni mancharle.

¿A qué, pues, tanta zarabanda con el fantas-ma del contagio, especialmente en lo que serefiere a la tuberculosis, de lo que ya dijo congran acierto Pidouse, no es una enfermedadque comienza, sino que es una enfermedad quetermina?

Recientemente hemos leído en El Sol unos

artículos suscritos por un afamado tísíólogo,autor asimismo de un folleto de divulgaciónsanitaria contra la tuberculosis, en los que conunos tonos espeluznantes nos pintaba los peli-gros del contagio tuberculoso. A nuestro juicioesta propaganda es contraproducente, porquese hacen ver al gran público peligros que noexisten, y en cambio no se le impone en la ver-dadera higiene, la cual no consiste en aislarsede los microbios, sino en un conocimiento másexacto sobre los verdaderos motivos de saludy de enfermedad.

Sobre este tema hay mucho que hablar, peropor hoy basta con las. ideas apuntadas, no sinantes prometer a los cultos lectores de ESTU-DIOS seguir ocupándome de tan candente pro-blema.

M. AGUADO ESCRIBANO -

La publicación de estás postales-retratos obedece aun noble propósito de difundir y estimular el amor alestudio, y no de contribuir a ninguna clase de idolatría.Queremos simplemente que ante los hombres que másse han destacado, por su labor útil y fecunda, en la evo-lución del pensamiento humano, cada cual sienta eldeseo de conocer su vida y estudiar su obra.

Cada serie, compuesta de 12 tarjetas, la integran: Unfilósofo, un poeta, un pintor, un revolucionario, un es-cultor, un músico, un inventor, un precursor, un grannovelista, un escritor y un pedagogo.

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SERIE W.—Guyau, Goethe, Zurbarán, Luisa Michel,Rodin, Rimski Korsakoff, Branly, Saint Simón, Einstein,Balzac, Ángel Ganlvet y Clapérede.

SERIE V.— Rousseau, Heine,Rembrandt,Otto de Gue-ricke, Pasteur, Isadora Duncan, Wagner, William Mo-rris, Salvochea, Linneo, Thomas Munzen y Cervantes.

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Cada serie de 12 tarjetas se vende a V50 ptas.Pídanse a esta Administración, anticipando el imper-

te por giro postal o en sellos.Sin interrupción seguirán nuevas series, hasta com-

pletar y reunir en esta colección, que no dudamos enafirmar será la más valiosa y selecta de las conocidashasta ahora, todos los grandes hombres que con sugenio dieron impulso al progreso del mundo.

Advertimos a los colaboradores espontá-neos, que no se devuelven los originales, publí-quense o no, ni se mantiene correspondenciaacerca de ellos.

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Si previamente no estuviera convencido dela verdad e inmutabilidad de los principios bá-sicos de la Medicina naíurista, de sus sabias ycientíficas leves, de sus prácticos, reales y expe-rimentales efectos, le convencería a uno, el másofuscado, la desorientación y crítica que de ellahacen los pontífices y mag'ster de la Medicinaalópata u oficial.

Voy a exponer y presentar a mis lectoresunos retozos de muestra.

La Medicina, dice Bier, es filosofía y ademásArte y Técnica; pero esta trilogía no ocupa igualespacio y consideración en la mentalidad y enla formación de todos los médicos; para unos,los menos, es pura Filosofía, la Filosofía es lamadre de toda verdadera ciencia; para otros, esTécnica pura, sin Filosofía ni Arte; para los ter-ceros es Arte, sin Filosofía y sin Técnica.

El médico más completo, el más perfecto,será aquel que sea un profundo filósofo, dominemuchas técnicas y sea un artista en su profesiónpara ejecutarlas; sin tener una gran dosis deestas tres modalidades el médico dejará muchoque desear en el ejercicio de su sagrado mi-nisterio.

Médicos filósofos escasean en extremo; téc-nicas se dominan pocas; artistas son los menos;Ars longo, vita bvevis, dijo ya Hipócrates haceveinticuatro siglos.

Podéis dirigir la mirada a vuestro alrededory clasificarlos en estas categorías y veréis lapenuria que existe.

El Arte clínico es anterior, muy anterior a laMedicina científica y a la Biología.

Hemos de recordar al lector que para nos-otros la Medicina alópata no es ciencia; sólo escientífica la Medicina naturísta, porque se fundaen principios ciertos y evidentes; porque tienesu indefectible sanción, jamás faltan sus buenosefectos y siempre quedan penados sus contra-ventores; porque es la única que universalmentey en todos los tiempos ha existido y ha estadoen pleno vigor. Pero de esto hablaré otro día.

La ciencia que no tenga unidad de principios yde doctrina, unidad de medios y unidad de fin uobjeto, no es ciencia. Bonam. ex integra causa;malum. ex quaconque defectu.

Dígase si esto concurre en la Medicinaalópata.

Pero voy a seguir el comenzado hilo.¿Pero un Arte clínico, sin dirección de una

Medicina científica, puede ser eficaz al objetode curar a un hombre enfermo?

Rotundamente afirma el Dr. Bañuelos/sí. Yhay que reconocer que tal Arte clínico, sindirección científica, será eficaz y, efectivamente,lo comprobamos todos los días, es eficaz enmuchos procesos morbosos.

Esta verdad que no puede discutir ningúnclínico actual, justifica la existencia de los cu-randeros, saludadores y médicos titulados ofi-cialmente y que emplean procederes no catalo-gados oficialmente y que, como acabamos dever, dan resultado lo mismo que los manejadospor aquéllos.

El empirismo tiende al sistema en Medicinaclínica, y, por lo tanto, los éxitos logrados semedirán por la verdad que el sistema encierredentro de sí. Esto es, por el número de casosclínicos —curados —que caigan dentro de laverdad que encierre, coja, abarque y cure el talsistema del rudo y bárbaro empirismo.

"No ignoremos, agrega el docto y doctorBañuelos, que nuestras afirmaciones biológicasactuales de orden científico, de rigoroso ordencientífico, tampoco tienen otro valor. Ni po-drán tenerlas las venideras, ya que el modo deconocer el hombre en sus fundamentos es elmismo, en el conocimiento científico de la Bio-logía y en elexponláneo empírico."

Resulta, pues, y conste que no lo digo yo,lo afirma como consecuencia el doctor Bañue-los en sus escritos, que el curandero y el clíni-co moderno alópata más exquisito, mejor dis-puesto, más eminente, se igualan. Sólo les dife-»rendarán el número de pronósticos clínicos

Exégesis médico-alopática

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que cada cual interprete más de acuerdo conla realidad; con sus sistemas el uno, y con susleyes científicobíológlcas el otro.

Y hay que reconocer, termina, que la suerteen muchos casos podrá favorecer al curandero.Está, pues, el clínico científico actual, frente aesos enfermos, tan desorientado como el curan-dero o el médico titulado pero ignorante; y e!éxito dependerá de factores extraños a la Medi-cina científica oficial, y que, por consiguiente,pueden atesorar y dominar mejor acaso los ig-norantes de la Medicina científica oficial mo-derna.

No dirá el entusiasta y simpatizante lectornaturista que no le suministramos materiales yde bonísima procedencia para que su iniciacióny su perplejidad al ingresar en el templo queinstituyó con sillares ciclópeos Hipócrates, searraigue y le sirvan de argumentos para aque-llos superficiales e inconscientes que critican sumanía vegetariana; su cambio de vida y deprocedimientos? su despego y desprecio de losmil potingues y fármacos, sembrados a boleoque pretenden curarle o decirle: has lo quequieras, salta todas las barreras de tu natura-

leza, que aquí está encerrado el elíxir paraalargarte la vida y darte la saltfd (1).

Creemos los naturístas disidentes de esafalaa Medicina oficial, más moral y más serio ycientífico decirle ?, la Humanidad: Si quierestener salud, has de cumplir los preceplos quetu naturaleza exige. Natura est entii> amans. LaNaiuralesa apetece el bien de todos los seres yno admite sofismas ni elucubraciones febriles ysoberbias.

L ALVAREZ FERNÁNDEZMédico naturisfa

(1) Suman 18.000 los específicos que pretenden gober-nar v curar a la desgraciada y descarriada humanidaddoliente.

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Sr. D. J. Juan PasíorApartado 158. -VALENCIA

Por CARLOS BRANDT

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nistración.

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GACETILLA

Schopenhauer dejó dicho para siempre quehay tres clases de escritores: los que escribensin pensar, los que piensan para escribir y losque escriben porque han pensado. Todos cono-cemos multitud de ios primeros y de los se-gundos—menos numerosa ésta que aquélla—;de los terceros, íqué pocos! Mas sólo lo queéstos dicen cuenta, y no habrá ni un lector quelo sea de veras que los confundar con los otros,tontos sin remedio los primeros, dignos delástima los segundos.

De Fray Luis de León, que escribió muchopor haber pensado, se ha hablado un pocorecientemente con motivo del cuarto centenariode su nacimiento. Bastante menos de lo quehubiera sido justo. No he visto citadas pornadie en esta ocasión unas palabras inmortalesdel, sobre todo, gran humanísta. Palabras hon-das, de las más hondas que se han dicho, nosólo en castellano sino en cualquier otra lengua.Cien mil volúmenes de autores que hayanescrito sin pensar o que hayan pensado paraescribir, tienen menos importancia que estaspalabras, escritas porque se había pensado.Dicen así:

"Consiste la perfección de las cosas en quecada uno de nosotros sea un mundo perfecto,para que por esta manera, estando todos en míy yo en todos los otros y, teniendo yo su serde todos ellos y todos y cada uno de ellos elser mío, se abrace y eslabone toda aquestamáquina del universo y se reduzca a unidad lamuchedumbre de sus diferencias, y quedandono mezcladas se mezclen, y permaneciendomuchas no lo sean; y para que extendiéndosey como desplegándose delante los ojos la varie-dad y diversidad, venza y reine y ponga susilla la unidad sobre todo."

*• *

Hay por ahí quien, además de escribir sin

pensar, avulgara pensamientos ajenos en unaprosa adecuada al avulgaramíento, es decir,indigesta. Vulgarizar es otra cosa, aunque tam-poco se distinguen los vulgarizadores en elescribir por haber pensado.

Los tales avulgaradores, entre los que hayalgunos que se juzgan poco menos que salva-dores del mundo, en cuanto tropiezan concualquier obstáculo en su labor ininteligente,se lamentan de un modo que quiere ser trágicoy no llega ni a cómico, y piden, llorando opoco menos, que les den la razón. Desde elmomento en que la piden es que no la tienen.Nadie piensa en reclamar lo que posee. Masuna ojeada atenta a la prosa—ya se ha dichoque indigesta—en que tal petición se hace, em-pedrada de las palabras sacrificio, sufrimiento,pérdida, revela que el tener o no la razón les esindiferente, y que lo que en realidad piden esdinero: el tanto por ciento-de los sacrificios,sufrimientos y pérdidas.

Por mí parte, daría siempre a estas pobresgentes el dinero que piden—¿por qué no hacer-las felices si lo son con tan poco?—y hasta larazón, si de veras les interesara. Y no porquesea partidario de la caridad, sino acordándomede aquella profunda sentencia de Sófocles: "Laverdad puede más que la razón."

En la última novela de Baroja, que acaba deasomarse a los escaparates de las librerías,aparece uno de esos personajes pintorescos encuya creación no tiene par nuestro gran nove-lista. Es un arrcglador del mundo y un hacedorde árboles genealógicos. Ante este personaje,he recordado uno que yo conocí en mis andan-zas por las bibliotecas. Parecía arrancado pre-cisamente de una novela barojiana. Tenía hechosu árbol genealógico. Sólo le faltaba un datopara completarlo. Andaba buscando unas me-morias en las que, según ciertos indicios, halla-ría aquel dato. Llevaba más de dies años bus-

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candólas. Se trataba de uno de esos libros decorta tirada y que nadie sabe a dónde han idoa parar los ejemplares. Si los traperos fuesengentes letradas, ayudarían mucho a los erudi-tos. El autor de estas memorias, refugiado enEspaña cuando la revolución de 17S9, pareceser que había reunido en ellas, además de sussucesos particulares, los de algunos noblescomo él huidos y en España refugiados. Unaantepasada del buscador del libro había tenidoun hijo, el único que trajo al mundo, de uno deestos nobles, que no era su marido. En lassusodichas memorias, según sus indicios, sedecía esto con todo detalle. Necesitaba el datoconcreto para dar fin a su árbol genealógico.

Al principio de conocerle, cuando no sabíayo lo que tan ahincadamente buscaba, habla-mos un día de estas cosas.

—¿No temé usted—le pregunté—hallar enlo que busca algo desagradable? Casi siempre,cuando se hurga en el pasado, se tropieza consorpresas inesperadas. Tal tatarabuelo fue unbandido, tal tatarabuela gustó demasiadamentede hacer sacrificios a Venus, buscándose paracada uno distinta compañía.

—¿Temer?—me repuso—, Al contrario.Y entonces fue cuando me refirió lo que bus-

caba, concluyendo:—Duele hallar algo así en nuestros padres

o abuelos cuando viven. Después de muertos,tampoco. ¿Qué mayor placer que ser bastardode un grande, ya que no hay otro medio facti-ble de emparentamiento? Si es verdad que elúnico hijo de mi tatarabuela íué engendradopor un noble francés refugiado, correría sangreazul por mis venas. Mi árbol genealógicoadquiriría desde esa fecha una honra señalada.

Todaría anda buscando este personaje ex-traordinario las memorias en que cree constael dato que le falta, ese dato que sería su timbrede nobleza.

* *

Conocido es el ingenio auténtico, no pega-dizo, de la mujer madrileña. En general, cadamadrileña vale por diez madrileños, como cadanorteamericana vale por cíen norteamericanos.

Quiero recordar aquí un rasgo notabilísimode ese ingenio. Iba por la acera derecha de lacalle Mayor una joven airosa, de ojos vivísimos—los ojos son, en lo físico, lo más valioso de

las mujeres de Madrid—, no extraordinaria-mente bonita, pero sí con encanto particular.En sentido contrario marchaba un matrimonioya viejo. Gente acomodada. En el momento decruzar con la muchacha, el viejo, que había depasar junto a ella, procuró rozar con su brazoel pecho esbelto, como si así hubiera de tras-mitírsele la vitalidad que a la joven le sobrabay de que él carecía.

La muchacha, repeliendo con un empujónoportuno el intento, dijo al mismo tiempo:

— ¡Pero qué quiere este hombre!—Oiga, joven—le repuso la vieja—. Sepa

usted que mí marido no es un hombre...Naturalmente, iba a terminar: "...es un ca-

ballero."Pero la muchacha no la dejó terminar. Ex-

clamó:—¿Que no es un hombre? Pues la acom-

paño a usted en el sentimiento.De todos los que, antes que hombres pre-

fieren ser llamados otra cosa, como si hubieraalgo superior a ser hombre, cabe acompañaren el sentimiento a quienes con ellos convivan.

¡Feliz respuesta la de la ingeniosa madrileña,de inteligencia vivaz y certera! Pocas veces seclava tan bien una flecha en el blanco.

** *

Para los que creen que la cruzada contra laramplonería cómica que ha invadido los esce-narios españoles es de ahora, y que la críticacarece de valor por cuanto el público aplaudey se regodea, juzgo oportunas unas palabrasde Seda, gran crítico teatral en su tiempo, escri-tas hace ya más de treinta años. Son las si-guientes:

"Si como hay manuales de cocina los hu-biera de hacer comedias, la receta correspon-diente a la manera de confeccionar los juguetescómicos podría redactarse en estos o parecidostérminos: Reúnanse con un pretexto cualquiera,o sin él, cinco o seis polichinelas que no tengande persona más que la figura; métase ectre ellosun sujeto, cuanto más grotesco mejor; imagíneseuna equivocación cualquiera; derívense de ellaotras, sean o no posibles; hágase hablar a lospersonajes de tal manera que cada palabraofrezca dos o tres sentidos a cual más dispara-tado; sosténgase esta quisicosa durante cuarentaminutos en las tablas del escenario, y puede

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apostarse doble contra sencillo a que el públicoaplaude a rabiar y se desternilla de risa."

El lector avisado se percatará fácilmente deque esas palabras tienen aplicación, en otrosentido, a otros géneros que no son cómicos ni

teatrales, pero pergeñados del mismo modo yde mucha aceptación por parte del público. Sepuede seguir apostando doble contra sencilloen favor de lo ramplón.

JULIO BARCO

Para una antología de temas pedagógicos

¡POBRES NIÑOS!

Los niños no conocen el valor de los expe-rimentos de que son objeto. Nada puede ser-virles de defensa contra las tentativas de des-naturalizar su esencia. La senda que han deseguir está trazada arbitrariamente y con fre-cuencia es casual. Los padres, naturalmente, notienen todos experiencia y razón; los pedago-gos no todos son bastante sagaces para adivi-nar la naturaleza del niño, cuya educación seles confía. Frecuentemente reina en este asuntouna confusión completa capaz de pervertir has-ta al niño mejor dotado. Mas, aparte de la ca-sualidad, los niños han de sufrir el "sistema",es decir, cierta disposición pasajera de la men-talidad de los individuos en la sociedad, quecarga sobre todo lo que vive el peso de suserrores. El sistema elabora una cantidad de fór-mulas vítales, artificiales en su mayor parte, sa-tisfaciendo solamente las ideas y las exigenciasdel momento. Los niños, en este concepto, sonuna presa fácil, de la que el sistema se apoderaimpunemente en la seguridad de que el corazónde cera aceptará sin protesta toda fantasía pe-dagógica.

Recuérdese que !a historia ha sido testigovarías veces de épocas sombrías y crueles enque la sociedad, bajo la influencia de algún pá-nico, cesa de creer en la fuerza vivificante dela ciencia y busca la salvación en la ignorancia.Cuando el pensamiento humano está condena-do a la inacción y los conocimientos positivosceden el puesto a las inutilidades, cuando elideal se oscurece y se prohibe saber..., se pre-para, para un porvenir inmediato, una de esasépocas.

Es triste vivir en tales épocas, pero el hom-

bre que se halla en el circo, conserva, al menos,el derecho de luchar y de perecer. Ese derechole preserva del vacío del alma y le da la certi-dumbre del deber cumplido consigo mismo ycon la humanidad.

Los niños no gozan de ninguna ventaja deese género. Son extraños a toda participaciónen la organización de su vida personal, obede-cen ciegamente a la mano que la casualidad hacolocado sobre ellos, y no saben si les condu-cirá al triunfo o al peligro, sí les fortificará has-ta hacerles resistir la invasión de las dudas in-evitables o sí les sacrificará ante ellas. Aunadmitiendo conocimientos a costa de penososesfuerzos, los niños no se dan cuenta de si sonrealmente conocimientos o inutilidades. Comohe dicho antes, la misión positiva de los niños,tal como se ha presentado hasta ahora, consisteen representar el papel de anima vili, objeto deexperimentos pedagógicos de todas clases...

Peores son las consecuencias del "siste-ma".

En este caso, la vida del niño está minadaen su esencia, para siempre e irremediablemen-te, porque para ayudar al sistema hay los peda-gogos que obran, no sólo por miedo, sino tam-bién por ciencia. Conforme a las exigencias delsistema, rompen la naturaleza del niño, sumer-gen su alma en las tinieblas, y si no predican laignorancia con toda franqueza, es debido a quetienen un medio cómodo de no recurrir a estamedida extrema de salvación pública, y de re-emplazarla por otra que repugna menos brutal-mente la conciencia humana, pero no menoseficaz. Este medio, como queda dicho, consisteen sustituir los conocimientos por una masa de

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inutilidades de qae desde tiempo inmemorialabusa la pedagogía.

¿Qué pueden oooner los niños a esas tenta-tivas de desnaturalisar su vida? ¡Infelices! Suje-tos por el yugo del fatalismo, no sólo no hacenninguna resistencia sino que por sí mismos seadelantan a su desgracia y reciben sin murmu-rar los golpes que sobre ellos llueven de todoslados. ¡Pobres niños! Y he aquí que, sumergidosen la ignorancia, cargados de inutilidades, lleganpoco a poco a la virilidad Y entran, por fin, enla escena de la actividad, sin medida para laapreciación de los actos ni para el discernimien-to del bien y del mal, con el corazón tocado decaducidad prematura y sin noción de justicia.Satisfacer las necesidades del momento: he ahíel objeto de sus deseos y lo que les ayuda aarrastrar su inútil existencia.

El sistema se aprovechaba de la ignoranciadel niño para transformar su inteligencia enmedianía. Ahora, en la edad de hombre, el mis-mo sistema aparece como único guía de todossus actos, de todos sus pensamientos. Confor-mándose con las tradiciones de su infancia,aquellas gentes se sumergen cada ves más en lanoche de las exigencias caprichosas de la modadel día, y se convierten en arma dócil de esasexigencias viriles, continúan siendo niños, conla misma ignorancia, con la misma carencia deíuersa de resistencia que podría ayudarles aorientarse en el caos de los fenómenos pasaje-ros. ¡Pobres niños! jHe ahí lo que os prepara laciega casualidad, y lo que es ese destino que laopinión pública califica de felicidad!

Las objeciones contra todo lo que acabode exponer son muy posibles. Se me dirá, porejemplo, que cito fenómenos que llevan el sellodel fatalismo. Es imposible, en efecto, armar alos niños de conocimientos científicos, puestoque su edad les condena a la ignorancia; es im-posible imponerles el cuidado de su porvenir,puesto que no tienen el desarrollo intelectualindispensable.

Sé perfectamente todo eso, y lo acepto; mas,a pesar de todo, no encuentro argumentos su-ficientes para probar esta conclusión de las di-chosas ventajas de la infancia.

Es cierto que los niños no saben a dónde «eles conduce ni lo que se hace con ellos, y estoles evita una multitud de sufrimientos que lesatormentaría si lo comprendieran; pero ¿qué

vale ese consuelo temporal frente a las amena-zas de que está lleno su porvenir?

He ahí por qué insisto en sostener que, en re-sumen, no hay edad más desgraciada que lainfancia, y que la opinión pública se engaña sin-gularmente pretendiendo lo contrarío, y piensoque ese error es pernicioso, porque ilusiona ala sociedad y le impide tratar prudentementeeste asunto.

No niego la ayuda que puede prestar a losniños la pedagogía, pero no puedo reconciliar-me con esa arbitrariedad que, elevando sistemasobre sistema, pone esos futuros hombres en ladependencia de una disposición de espíritu mo-mentánea. La pedagogía debe, ante todo, per-manecer independíente; su objeto consiste enformar en los niños el ideal del porvenir y noen someterlos al caos del presente. Porque, lorepilo una vez más, hay épocas eo que la socie-dad, bajo la influencia de algún pánico, huye dela ciencia y busca su salvación en la ignorancia.

¿Es digna de la pedagogía, aunque veladapor tal o cual pretexto, una tarea semejante?

CHTCHEDRINB

EUGÉNICA-BU—

Padre, ¿tú lo sabes?Díme qué es ser madre,Porque yo a mi muñeca la quieroY mamá deseo que ella me llame.¿Por qué cada niño, madre tiene y padre?El papá se sonríe malicioso.La abuela se asusta,La mamá no sabeCómo habrá de decir a la niñaLo que hasta la bodaA ella ocultáronle.Y piensa calladaLo que quizá vale,El saber la verdad de la vida.Que aleja peligros y libra de males;Por eso, sentada,Cuando todos salen,A su hija le habla quedito,Sin reservas ñoñas,Sin nada ocultarle.¿Por qué la niñitaViste con más arteEl vil muñequilloQue la abuela trae?Es que ha comprendidoMuy hondas verdades;Es que se preparaA ser buena madre.

JULIO NOGUERATip. P. Quilas, Rodrigo Botoi, 4

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