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Libro proporcionado por el equipo - …descargar.lelibros.online/Lev Nikolaievich Tolstoi/Guerra y Paz (53... · dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces

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  • Mientras la aristocracia de Mosc y San Petersburgo mantiene una vidaopulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducidombito, las tropas napolonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominanEuropa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clsico de laliteratura universal. Tolsti es, con Dostoievski, el autor ms grande que hadado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al espaoly la edicin que presentamos es la mejor traducida y mejor anotada.Reeditamos aqu en un formato ms grande y legible la traduccin de LydiaKper, la nica traduccin autntica y fiable del ruso que existe en elmercado espaol. La traduccin de Lan Entralgo se public hace ms detreinta aos y presenta deficiencias de traduccin. La traduccin deMondadori se hizo en base a una edicin de Guerra y paz publicada haceunos aos para revender la novela, pero es una edicin que no se hizo apartir del texto cannico, incluso tiene otro final. La edicin de MarioMuchnik contiene unos anexos con un ndice de todos los personajes queaparecen en la novela, y otro ndice que desglosa el contenido de cadacaptulo.

  • Lev Nikolievich TolstiGuerra y paz

  • Nota del Editor. Salvo excepciones y siguiendo el criterio del autor, hemosrespetado sin traducir las expresiones y frases en francs, alemn y alguna otralengua en el original. Tampoco las hemos compuesto en cursiva cuando se tratadel habla de los personajes de la novela (la gente no habla en cursivas). En unanexo damos las respectivas traducciones (salvo las muy obvias) cosa que elautor nunca hizo. En el texto aparecen traducidos al castellano, eso s, losprrafos, documentos, cartas, etctera, que en la novela son esenciales para lacontinuidad de la narracin.

    Nota del EpubEditor. Se ha reemplazado el anexo que contiene todas lastraducciones, con notas (nada menos que 639!) que enlazan con los textoscorrespondientes. En todo lo dems se ha procurado adaptar escrupulosamente elformato para que coincida con el de la edicin impresa (lo que incluy e el usoparticular de los guiones en los dilogos). Si detectas cualquier errata, porpequea que sea, te agradeceremos que te pongas en contacto con el editor paracorregirla en la prxima versin.

  • LIBRO PRIMERO

  • Primera parte

  • I

    Eh bien, mon prince, Gnova y Lucca y a no son ms que posesiones de lafamilia Bonaparte. No, le prevengo que si usted no me dice que estamos en plenaguerra, si vuelve a permitirse paliar todas las infamias, todas las atrocidades deese Anticristo (le doy mi palabra de que as lo considero), a usted ya no loconozco, no es usted mi amigo, no es mi devoto esclavo, como dice. Ea,bienvenido, bienvenido. Veo que lo he asustado. Sintese y charlemos.

    Con tales palabras, Anna Pvlovna Scherer, dama de honor muy allegada ala emperatriz Mara Feodrovna, sala al encuentro, en un da de julio de 1805, decierto importante personaje cargado de ttulos, el prncipe Vasili, primero enllegar a su recepcin. Anna Pvlovna tosa desde haca unos das; se trataba deuna grippe, como ella deca (grippe era entonces una palabra nueva, quemuy pocos empleaban). Las tarjetas de invitacin, enviadas por la maanamediante un lacayo de librea roja, decan indistintamente:

    Si vous navez rien de mieux faire, M. le comte (o bien mon prince), etsi la perspective de passer la soire chez une pauvre malade ne vouseffraye pas trop, je serai charme de vous voir chez moi entre 7 et 10heures. Annette Scherer.[1]

    Dieu, quelle virulente sortie![2] exclam sin inmutarse por semejanteacogida el prncipe, que entraba con su recamado uniforme de Corte, sus calzasde seda y zapatos de hebilla, lleno el pecho de condecoraciones y con unaapacible expresin en el achatado rostro.

    Era el suy o un francs selecto, como aquel que nuestros abuelos no slohablaban, sino que usaban tambin para pensar, dicho con esa entonacin dulce,protectora, propia de un hombre importante, envejecido en la alta sociedad y enla Corte. Se acerc a Anna Pvlovna, le bes la mano, inclinando su perfumadoy brillante crneo, y tranquilamente tom asiento en el divn.

    Avant tout, dites-moi comment vous allez, chre amie.[3] Tranquilice a unamigo dijo sin alterar la voz y con un tono en el que, tras la conveniencia ysimpata, apuntaba una indiferencia casi irnica.

    No se puede estar bien cuando se sufre moralmente respondi AnnaPvlovna. Se puede estar tranquila en nuestros tiempos, si se tiene corazn?Espero que se quede conmigo toda la velada, verdad?

    Y la fiesta del embajador de Inglaterra? Hoy es mircoles y tendr quedejarme ver. Mi hija vendr a buscarme.

    Cre que esa fiesta se anulara. Je vous avoue que toutes ces ftes et tousces feux dartifice commencent devenir insipides.[4]

  • De haberse sabido su deseo, la fiesta se habra cancelado replic elprncipe, quien, como de costumbre, igual que un reloj en marcha, deca cosasen las que ni l mismo deseaba que se creyese.

    Ne me tourmentez pas. Eh bien, qua-t-on dcid par rapport la dpchede Novosiltsov? Vous savez tout.[5]

    Qu quiere que le diga? respondi el prncipe con voz fra y cansada. Qua-t-on dcid? On a dcid que Buonaparte a brl ses vaisseaux, et je croisque nous sommes en train de brler les ntres.[6]

    El prncipe Vasili hablaba siempre perezosamente, como un actor quedeclama su papel en una comedia archisabida. Por el contrario, Anna PvlovnaScherer, a pesar de sus cuarenta aos, se mostraba llena de animacin y fervor.

    Ser entusiasta se haba convertido para la dama en una verdadera posicinsocial y aun a veces, sin quererlo, slo por no defraudar las esperanzas dequienes la conocan, se finga entusiasta. La contenida sonrisa que brillabasiempre en el rostro de Anna Pvlovna, aun cuando no armonizara con los rasgosenvejecidos de su rostro, expresaba, como en los nios mimados, la permanenteconciencia de su gracioso defecto, del que ni quera, ni poda, ni encontrabanecesario corregirse.

    En plena conversacin poltica, Anna Pvlovna se acalor:Oh, no me hable de Austria! Tal vez yo no entiendo ni palabra, pero me

    parece que Austria no desea la guerra ni la ha deseado nunca. Nos traiciona. SloRusia debe salvar a Europa. Nuestro bienhechor conoce su alta misin y le serfiel: slo en eso confo. A nuestro amado y bondadoso Emperador le estreservada la misin ms grandiosa del mundo y l es tan virtuoso que Dios no loabandonar, para que cumpla su alto destino: aplastar la hidra de la rebelin,ms terrible todava al estar encamada en aquel malhechor y asesino. Nosotrossolos debemos redimir la sangre del justo y yo le pregunto En quinpodemos confiar? Inglaterra, con su espritu comercial, no comprender ni podrcomprender nunca la sublime altura moral del emperador Alejandro. Se hannegado a evacuar Malta. Quiere ver claro y busca por todas partes el mvilsecreto de nuestros actos. Qu han dicho a Novosiltsov? Nada. No hancomprendido, no pueden comprender la abnegacin de nuestro Emperador, quenada quiere para s y lo quiere todo para el bien del mundo. Y qu hanprometido? Nada. Y lo que prometieron no lo cumplirn! Prusia ha declaradoya que Bonaparte es invencible y que nada puede hacer Europa entera contral Y y o no creo una sola palabra ni de Hartlenberg ni de Haugwitz. Cettefameuse neutralit prussienne, ce nest quun pige.[7] No creo ms que en Diosy en el sublime destino de nuestro gran Emperador. l salvar a Europa! yaqu se interrumpi de improviso Anna Pvlovna, con una sonrisa irnica,burlndose de su propio ardor.

  • Creo coment el prncipe sonriendo que si la hubiesen enviado a usteden vez de a nuestro simptico Wintzingerode, habra arrancado el consentimientodel rey de Prusia. Es usted tan elocuente! Pero no me ofrece t?

    Ahora mismo! propos aadi calmndose de nuevo, hoy tendr enmi casa a dos hombres muy interesantes: le vicomte de Mortemart, il est alliaux Montmorency par les Rohan.[8] Una de las mejores familias de Francia. Esuno de los autnticos y verdaderos emigrados. Adems vendr labb Morio.Conoce a esa mente privilegiada? Ha sido recibido por el Emperador. Loconoce?

    Estar encantado dijo el prncipe; y aadi con negligencia, como si enaquel instante se acordara de algo distinto, aun cuando lo que preguntaba era elprincipal objeto de su visita: Dgame, es verdad que limpratrice-mre deseael nombramiento del barn Funke como primer secretario en Viena? Cest unpauvre sire, ce baron, ce quil parat.[9]

    El prncipe Vasili intentaba obtener para su hijo el cargo que, a toda costa, sedeseaba conceder al barn por mediacin de la emperatriz Mara Feodrovna.

    Anna Pvlovna cerr casi los ojos, como significando que ni ella ni nadiepoda criticar lo que gustaba o no a la Emperatriz.

    Monsieur le baron de Funke a t recommand limpratrice-mre par sasoeur[10] se limit a decir con voz triste y seca.

    Cuando Anna Pvlovna nombr a la Emperatriz su rostro adquiri laexpresin profunda y sincera de una mezcla de devocin, estima y tristeza, locual ocurra siempre que en la conversacin hablaba de su protectora. Aadique Su Majestad haba querido mostrar al barn Funke beaucoup destime, y, unavez ms, sus ojos se velaron de tristeza.

    El prncipe se call aparentando indiferencia. Anna Pvlovna, con suhabilidad de mujer y dama de Corte y con la rapidez de su intuicin femenina,quiso castigar al prncipe por cuanto haba osado decir sobre una personarecomendada a la Emperatriz, consolndolo al mismo tiempo.

    Mais propos de votre famille aadi, sabe usted que su hija, con supresentacin en sociedad, fait les dlices de tout le monde? On la trouve bellecomme le jour.[11]

    El prncipe se inclin en seal de respeto y gratitud.Pienso a menudo prosigui Anna Pvlovna despus de un instante de

    silencio, acercndose al prncipe y sonrindole tiernamente, demostrando as quehaba concluido la conversacin poltica y mundana y que poda iniciarse lantima, pienso muchas veces con cunta injusticia se reparten los bienes de lavida. Por qu la fortuna le ha concedido dos hijos (no cuento al menor, Anatole,que no me gusta) aadi con voz tajante, arqueando las cejas, dos hijos tanexcelentes? Sinceramente, usted los aprecia menos que nosotros, porque no se los

  • merece.Y volvi a sonrer con su sonrisa entusiasta.Que voulez-vous? Lafater aurait dit que je nai pas la bosse de la paternit

    dijo el prncipe.[12]Djese de bromas. Quiero hablar con usted seriamente. Sabe que estoy

    descontenta de su hijo menor? Y entre nosotros le dir a su rostro volvi laexpresin de tristeza que han hablado de l a Su Majestad y lo hancompadecido

    No respondi el prncipe, pero la dama lo observaba en silencio,interrogativamente, en espera de una respuesta. El prncipe Vasili arrug el ceo.

    Qu quiere que haga? dijo por fin. Sabe que hice por su educacincuanto puede hacer un padre, y los dos han salido imbciles. Hiplito, por lomenos, es un tonto apacible y Anatole un tonto turbulento. sa es la nicadiferencia que hay entre ellos aadi con una sonrisa todava ms artificial yuna animacin mayor que de ordinario, al mismo tiempo que en las arrugas querodeaban su boca se dibuj algo inesperadamente vulgar y desagradable.

    Por qu hombres como usted tienen hijos? Si no fuese padre, nada tendraque reprocharle coment Anna Pvlovna, levantando pensativamente los ojos.

    Je suis votre fiel esclavo, et vous seule je puis lavouer. Mis hijos, ce sontles entraves de mon existence.[13] sta es mi cruz. As me lo explico yo. Quevoulez-vous y call, expresando con un gesto su sumisin al cruel destino.

    Anna Pvlovna qued pensativa.No ha pensado alguna vez en casar a su hijo prdigo, a Anatole? Y

    aadi: Dicen que las solteronas ont la manie des mariages. No es que sientay a esta debilidad, pero tengo en la mente a una petite personne que no lo pasamuy bien con su padre, une parente nous, une princesse Bolknskaia.[14]

    El prncipe Vasili no respondi, aunque capt su propuesta gracias a lamemoria y rapidez de comprensin propias de los hombres de mundo y as se lohizo entender con un movimiento de cabeza.

    Oh, sabe que ese Anatole me cuesta cuarenta mil rublos al ao? dijo, sinpoder evitar, por lo visto, el curso de sus tristes pensamientos. Despus call denuevo. Qu va a ocurrir dentro de cinco aos, si las cosas siguen as? Voillavantage dtre pre.[15] Es rica esa princesa?

    Su padre es rico y avaro. Vive en el campo. Es el famoso prncipeBolkonski, cado en desgracia en los tiempos del difunto Emperador y al quellamaban rey de Prusia. Se trata de un hombre muy inteligente, peromanitico y difcil. La pauvre petite est malheureuse comme les pierres.[16]Tiene un hermano que se cas recientemente con Lisa Meinen. Es ay udante decampo de Kutzov y hoy vendr a mi casa.

    coutez, chre Annette dijo el prncipe, tomando de improviso la mano

  • de su interlocutora e inclinndola incomprensiblemente hacia abajo. Arrangez-moi cette affaire et je suis votre fidelsimo esclavo tout jamais.[17] Lamuchacha es de buena familia y rica. No necesito otra cosa.

    Y con aquellos movimientos fciles, familiares y graciosos que lo distinguan,tom de nuevo la mano de la dama de honor, la bes y despus de besarla laagit en el aire un instante y se arrellan en el silln dirigiendo los ojos a otraparte.

    Attendez dijo Anna Pvlovna. Hoy mismo hablar con Lise, lafemme du jeune Bolkonski. Tal vez lleguemos a un acuerdo. Ce sera dans votrefamille que je ferai mon apprentissage de vieille fille.[18]

  • II

    Poco a poco iba llenndose el saln de Anna Pvlovna. Llegaba la alta sociedadde San Petersburgo: gente muy diversa en edad y carcter, pero perteneciente almismo medio. Estaba all la hija del prncipe Vasili, la bella Elena, que vena enbusca de su padre para ir a la fiesta del embajador; vesta un traje de baile, conla insignia de dama de honor. Tambin estaba la joven princesa Bolknskaia,conocida como la femme la plus sduisante[19] de San Petersburgo, menudita,casada el ao anterior. Ahora, a causa de su embarazo, no poda aparecer en lasgrandes recepciones, pero segua frecuentando las pequeas veladas. Igualmentehaba llegado el prncipe Hiplito, hijo del prncipe Vasili, con Mortemart,presentado por l; y el abate Morio, y otros muchos.

    No ha visto a ma tante o no la conoce an? preguntaba Ana Pvlovna alos invitados que llegaban. Y con mucha gravedad los conduca ante una viejecitavestida con un traje muy adornado de cintas, que haba salido de otra estancia encuanto los invitados comenzaron a llegar.

    Anna Pvlovna se los presentaba, pronunciando sus nombres y volviendolentamente sus ojos desde el invitado a ma tante. Despus se alejaba. Todos losrecin llegados cumplieron la ceremonia de saludar a la desconocida ta, por laque nadie se interesaba y de la que no sentan curiosidad alguna. Anna Pvlovna,con aire solemne y triste, segua sus saludos, aprobndolos en silencio. Ma tantehablaba a cada uno, con idnticas palabras, sobre su propia salud, la delinterlocutor y la de Su Majestad, que, gracias a Dios, estaba mejor. Todos cuantosse acercaban para saludar a la anciana no mostraban, por decoro, prisa en irse yse retiraban con una sensacin de alivio por haber cumplido un deber penoso yno volver en toda la velada.

    La joven princesa Bolknskaia traa su labor en una pequea bolsa deterciopelo recamada en oro. Su bonito labio superior, sombreado de leve vello,era, con respecto a sus dientes, demasiado corto, lo que le daba una mayorgracia, lo mismo al alzarse que al descender sobre el labio inferior. Como ocurresiempre con las mujeres francamente atractivas, sus defectos (un labiodemasiado corto y la boca siempre entreabierta) parecan constituir unaverdadera y particular belleza, exclusiva de su poseedora. Era para todos unplacer mirar a la bella futura mam, llena de salud y vitalidad, capaz de soportarsu estado tan fcilmente. A los viejos y a los jvenes aburridos y taciturnos lespareca que al poco rato de estar hablando con ella tambin ellos adquiran talescualidades. Cualquiera que le hablara y viera a cada palabra su sonrisa jovial ylos resplandecientes dientes se considerara particularmente ingenioso aquel da.Y as pensaban todos.

    La menuda princesa, con pasos breves y rpidos, dio la vuelta a la mesa consu bolsa de labor en la mano; y, ajustndose alegremente el vestido, tom asiento

  • en un divn cerca del samovar de plata, como si todo lo que haca fuese unepartie de plaisir para ella y para cuantos la rodeaban.

    Jai apport mon ouvrage dijo, abriendo la bolsa y dirigindose a todos almismo tiempo. Mire, Annette, ne me jouez pas un mauvais tour aadivolvindose hacia la duea de la casa. Vous mavez crit que ctait une toutepetite soire; voyez comme je suis attife.[20]

    Y extendi los brazos, para ensear su elegante vestido gris, guarnecido deblondas y ceido bajo el pecho con una cinta ancha.

    Soyez tranquille, Lise, vous serez toujours la plus jolie[21] respondiAnna Pvlovna.

    Vous savez, mon mari mabandonne sigui diciendo con el mismo tono,volvindose a un general. Il va se faire tuer. Dites-moi, pourquoi cette vilaineguerre?[22] se diriga ahora al prncipe Vasili, y sin esperar respuesta,comenz a charlar con la hija del prncipe, la bella Elena.

    Quelle dlicieuse personne que cette petite princesse![23] coment envoz baja el prncipe Vasili dirigindose a Anna Pvlovna.

    Poco despus de la menuda princesa entr en la sala un joven corpulento,grueso, de cabellos cortos, lentes, calzones claros, segn la moda de la poca, altocuello de encaje y frac de color castao. Aquel joven grueso era el hijo naturalde un clebre dignatario en los tiempos de Catalina II, el conde Bezjov, queprecisamente entonces estaba a las puertas de la muerte en Mosc. No habaocupado todava ningn cargo, y volva del extranjero, donde se haba educado;por primera vez tomaba parte en una recepcin. Anna Pvlovna lo acogi, con elsaludo reservado a los hombres de nfimo rango jerrquico, en su saln. Mas, apesar del saludo dirigido como a una persona inferior, al ver entrar a Pierre, elrostro de Anna Pvlovna reflej la inquietud y el temor que se experimentancuando uno se halla ante una cosa enorme y fuera de su sitio. En realidad, Pierreera algo ms corpulento que cualquiera de los dems hombres que se hallabanall; pero el temor de la anfitriona poda deberse solamente a su inteligentemirada de observador franco y tmido a la vez, que lo distingua de los demsinvitados.

    Cest bien aimable vous, monsieur Pierre, dtre venu voir une pauvremalade[24] le dijo Anna Pvlovna, al tiempo que intercambiaba una asustadamirada con la ta, hacia quien llevaba al recin llegado.

    Pierre murmur unas palabras ininteligibles y sigui buscando a alguien conlos ojos. Sonri alegremente al saludar a la menuda princesa como a una ntimaconocida y se acerc a la ta. No eran vanos los temores de Anna Pvlovna,porque Pierre no escuch ms que el final de la frase de la ta sobre la salud deSu Majestad y se alej de la seora. Anna Pvlovna, asustada, lo detuvo,

  • dicindole:No conoce al abate Morio? Es un hombre muy interesanteS; he odo hablar de sus proy ectos de paz perpetua; eso es muy hermoso,

    pero no me parece posibleLo cree as? replic Anna Pvlovna, por decir algo, y quiso volver a

    sus deberes de anfitriona.Pero Pierre cometi otra incorreccin. Antes no atendi a la ta, alejndose

    de ella; ahora entretena con su conversacin a la anfitriona, que deba cumplircon sus propias obligaciones. Con la cabeza inclinada, separadas sus largaspiernas, demostraba a Anna Pvlovna por qu, a su juicio, los proy ectos delabate eran una quimera.

    Hablaremos despus sonri Anna Pvlovna.Y separndose del joven, que no tena el ms elemental conocimiento del

    mundo, volvi a sus ocupaciones de ama de casa: a mirar y escuchar, pronta allevar auxilio all donde la conversacin decaa. Como el dueo de una hilandera,que, tras haber colocado en sus puestos a los operarios, camina a un lado y otrode su taller, y advirtiendo dnde hay un huso parado o el ruido inslito ydemasiado fuerte de otro, los vuelve de nuevo a la marcha conveniente, as AnnaPvlovna, paseando por su saln, se acercaba bien a un crculo demasiadosilencioso, bien a otro excesivamente locuaz, y con una palabra, con unasustitucin de personas, reanimaba el mecanismo de la conversacin y lo dejabade nuevo en su ritmo regular y correcto. Pero aun en medio de ese cuidado, senotaba su especial temor por Pierre. No dej de observarlo cuando se acerc aescuchar a Mortemart o cuando se dirigi hacia el grupo en que estaba el abate.Aquella velada era la primera que en Rusia vea Pierre, educado en elextranjero. No ignoraba que all estaba reunida toda la intelectualidad de SanPetersburgo; y sus ojos, como los de un nio en una tienda de juguetes, iban deun lado a otro. Tema perder cualquier conversacin apasionante que pudieraescuchar. Y observando las seguras y desenvueltas expresiones en los rostros delas personas all congregadas, esperaba en todo momento or algoextraordinariamente inteligente. Por fin se acerc a Morio. La conversacin lepareca interesante y se detuvo en el grupo del abate, a la espera de una ocasinpara expresar su propio parecer, como les gusta hacer a los jvenes.

  • III

    La velada de Anna Pvlovna estaba en marcha. Los husos trabajabanregularmente en sus distintos lugares y rumoreaban sin cesar. Exceptuando a matante, junto a la que estaba una seora de cierta edad y rostro enjuto y lloroso,como fuera de lugar en aquella brillante reunin, los invitados formaban tresgrupos. El abate era el centro de uno, compuesto de hombres en su may ora. Enel otro, formado por los jvenes, se hallaba la bella princesa Elena, hija delprncipe Vasili, y la bonita y sonrosada, aunque un poco regordeta para su edad,princesa Bolknskaia. Y el tercer grupo era el formado por Mortemart y AnnaPvlovna.

    El vizconde era hombre joven y atractivo, de fisonoma y manerasagradables; sin duda se consideraba una celebridad, aunque por buena educacinpermita modestamente que la sociedad en que se hallaba pudiera aprovecharsede l. Era evidente que Anna Pvlovna lo ofreca a sus invitados. Como un buenmatre dhtel nos sirve como plato extraordinario y exquisito aquel trozo decarne que nadie comera si lo viera en una sucia cocina, as, aquella noche, AnnaPvlovna serva a sus invitados primero al vizconde, y despus al abatecomo un manjar refinado y extraordinario. En el grupo de Mortemart se hablde inmediato del asesinato del duque de Enghien. El vizconde sostena que elduque haba sido vctima de su propia magnanimidad y que la clera deBonaparte obedeca a causas especiales.

    Ah! voyons. Contez-nous cela, vicomte medi Anna Pvlovnaalegremente, porque le pareca que aquella frase sonaba algo a lo Luis XV. Contez-nous cela, vicomte.[25]

    El vizconde se inclin en seal de obediencia y sonri cortsmente. AnnaPvlovna hizo corro en torno al vizconde e invit a cada uno a escucharlo.

    Le vicomte a t personnellement connu de Monseigneur[26] susurr auno Anna Pvlovna. Le vicomte est un parfait conteur dijo a otro. Commeon voit lhomme de la bonne compagnie! asegur a un tercero; y as, elvizconde fue servido a los presentes en el aspecto ms elegante y lisonjero paral, como un roast beef en plato caliente, guarnecido de verduras.

    El vizconde, dispuesto a comenzar su historia, sonrea corts.Venid aqu, chre Hlne dijo Anna Pvlovna a la princesa que, sentada

    un poco ms all, era el centro de otro grupo.La princesa Elena sonrea; se levant con la misma invariable sonrisa de

    mujer bellsima con que haba entrado en el saln. Con el leve cruj ido de su trajede baile, blanco, adornado de terciopelo; resplandeciente por la blancura de loshombros, el brillo de sus cabellos y los diamantes, se adelant entre los hombresque le abran paso, erguida, sin mirar a ninguno pero sonriendo a todos, como

  • regalando el derecho a admirar la belleza de su talle, de sus brazos torneados, delos escotados espalda y pecho (segn la moda de la poca). Se acerc a AnnaPvlovna como llevando consigo todo el esplendor de la fiesta. Elena era tanbella que no slo no haba en ella sombra alguna de coquetera sino que, alcontrario, pareca avergonzarse de su propia belleza, que sobresala demasiadoexultante y victoriosa; dirase que deseaba reducir sus efectos, aunque sinconseguirlo.

    Quelle belle personne![27] comentaban todos los que la vean. Y elvizconde, como impresionado por algo extraordinario, sacudi los hombros ybaj los ojos mientras ella se sentaba delante y lo iluminaba con su inmutablesonrisa.

    Madame, je crains pour mes moyens devant un pareil auditoire[28]sonri, inclinando la cabeza.

    La princesa apoy en el velador el brazo desnudo y no crey necesario deciruna sola palabra. Lo miraba sonriente, esperando. Durante toda la narracinpermaneci erguida, mirando ya el bello brazo desnudo, ya el seno an msbello sobre el cual resplandeca el collar de diamantes; a veces ordenaba lospliegues del vestido y, cuando el relato impresionaba a los oy entes, miraba aAnna Pvlovna y tomaba la misma expresin que la dama de honor, para volveren seguida a su propia calma y a su bonita sonrisa. Tras Elena se acerc tambinla joven princesa, abandonando la mesa del t.

    Attendez-moi, je vais prendre mon ouvrage dijo. Voyons, quoipensez-vous? aadi, volvindose al prncipe Hiplito. Apportez-moi monrticule.[29]

    Sonriente y hablando con todos, la princesa hizo cambiar a los dems de sitioy se acomod alegremente.

    Ahora estoy bien dijo, pidiendo que se empezara; y volvi a su labor.El prncipe Hiplito, que le haba trado la bolsa, acerc mucho su butaca y se

    sent junto a la joven.Le charmant Hippolyte llamaba la atencin por la extraordinaria semejanza

    con su hermana y, sobre todo, porque, a pesar de esa semejanza, eraasombrosamente feo. Sus facciones eran las mismas que las de su hermana; peromientras que en ella estaban iluminadas por su alegre sonrisa satisfecha, joven,invariable, y por la hermosura clsica del cuerpo, en el hermano, por elcontrario, el mismo rostro estaba como oscurecido por la estulticia y expresabasiempre un mal humor presuntuoso; su cuerpo era flaco y dbil. Los ojos, la narizy la boca parecan contrados en una indefinida mueca de aburrimiento, y susbrazos y piernas nunca aparecan en posicin natural.

    Ce nest pas une histoire de revenants?[30] dijo, sentndose junto a laprincesa y llevndose en seguida a los ojos los impertinentes, como si no pudiera

  • hablar sin este artefacto.Mais non, mon cher dijo el narrador, sorprendido y encogindose de

    hombros.Cest que je dteste les histoires de revenants[31] replic Hiplito,

    demostrando alcanzar el sentido de sus propias palabras slo despus de haberlaspronunciado.

    Dado el aplomo con que hablaba, nadie pudo comprender si lo dicho era muyinteligente o una solemne tontera. Vesta frac verde oscuro, con calza de colorcuisse de nymphe effraye[32], segn su propia frase, medias de seda y zapatosde hebilla.

    Le vicomte cont con mucha gracia la ancdota entonces de moda: el duquede Enghien se haba dirigido secretamente a Pars para encontrarse conmademoiselle George, y en casa de la seora coincidi con Bonaparte, quetambin gozaba de los favores de la famosa actriz. En aquella ocasin, Napolen,casualmente, haba sufrido un desvanecimiento de los que solan aquejarlo, loque lo puso a merced del duque, pero ste no se haba aprovechado de lasituacin y, precisamente por esa magnanimidad, Bonaparte se veng,condenndolo a morir.

    El relato resultaba ameno e interesante, sobre todo en aquella parte donde sehaca alusin al encuentro de ambos rivales; las damas parecieron conmovidas.

    Charmant coment Anna Pvlovna, interrogando con los ojos a lapequea princesa.

    Charmant susurr la pequea princesa, detenindose en su labor ydemostrando as que el inters y el encanto del relato le impedan continuar.

    El vizconde apreci aquella silenciosa alabanza y, sonriendo reconocido,prosigui. Pero en aquel instante, Anna Pvlovna, que miraba siempre al paraella temible Pierre, notando que estaba ahora hablando ardorosamente y en vozdemasiado fuerte con el abate, decidi acudir en auxilio de aquel puntoamenazado. En efecto, Pierre haba conseguido trabar conversacin con el abatesobre el equilibrio poltico, y el abate, visiblemente interesado por el sinceroentusiasmo del joven, le expona su idea favorita. Escuchaban y hablabanentrambos con demasiada animacin y espontaneidad y era eso lo que no gust aAnna Pvlovna.

    Los medios son el equilibrio europeo y el droit de gens[33] deca elabate. Basta con que un Estado tan poderoso como Rusia, considerado hastaahora brbaro, se ponga desinteresadamente al frente de esta alianza, cuyafinalidad es el equilibrio de Europa, y salvar al mundo!

    Y cmo hallar tal equilibrio? comenz a decir Pierre.Pero en aquel instante se acerc Anna Pvlovna que, mirando severamente a

    Pierre, pregunt al italiano cmo le sentaba el clima de San Petersburgo. La

  • fisonoma del italiano se transform de pronto: cobr la expresin falsamenteacaramelada, afable y atenta que, al parecer, le era habitual al conversar con lasdamas.

    Estoy tan impresionado por la espiritualidad y cultura de esta sociedad, ysobre todo de su parte femenina, en la cual tuve el honor de ser recibido, quetodava no he podido pensar en el clima replic.

    Anna Pvlovna, sin soltar y a al abate y a Pierre, para tenerlos mejor bajo suvigilancia, los uni al grupo comn.

    En aquel instante un nuevo invitado entr en el saln. Se trataba del jovenprncipe Andri Bolkonski, marido de la pequea princesa. El prncipe Bolkonskiera un joven de talla media, muy agraciado, de enrgico rostro, rasgos secos ymuy acentuados. Todo en l era un vivo contraste con su pequea esposa, llenade vida, desde su mirada cansada y aburrida hasta su paso lento y uniforme.Pareca conocer a todas las personas reunidas en el saln, y esto le fastidiabatanto que hasta le resultaba muy aburrido mirarlas y escucharlas. De todosaquellos rostros, el que ms tedio pareca producirle era el de su bonita esposa. Seapart de ella con una mueca que afeaba su rostro hermoso, bes la mano deAnna Pvlovna y entrecerrando los ojos mir a los dems.

    Vous vous enrlez pour la guerre, mon prince?[34] le pregunt AnnaPvlovna.

    Le gnral Koutouzoff dijo Bolkonski, acentuando a la manera francesala ltima slaba zoff a bien voulu de moi pour aide-de-camp[35]

    Et Lise, votre femme?Ir al campo.No le parece un pecado privamos de la presencia de su preciosa esposa?Andr dijo Lisa, hablando a su marido con el mismo tono mimoso con

    que se diriga a los extraos, si supieses qu historia nos ha contado el vizcondesobre mademoiselle George y Bonaparte!

    El prncipe Andri entorn los ojos y se apart. Pierre, que desde la entradadel prncipe Andri no haba apartado de l su mirada sonriente y amistosa, seacerc y lo cogi del brazo. El prncipe, sin volverse, contrajo el rostro en unamueca que expresaba descontento hacia quien lo sujetaba del brazo, pero al verel rostro sonriente de Pierre le correspondi con una sonrisa inesperadamentebondadosa y agradable.

    Cmo! Tambin t en el gran mundo? le dijo.Saba que iba usted a venir contest Pierre; y aadi en voz baja, para no

    molestar al vizconde, que prosegua con su relato: Ir a su casa a cenar.Puedo?

    No, no puedes dijo el prncipe Andri, riendo y apretndole la mano,para darle a entender que eso no deba preguntarse. Quera aadir algo, pero en

  • aquel instante el prncipe Vasili se levant con su hija y los hombres se pusieronen pie para dejarles paso.

    Me perdonar usted, querido vizconde dijo el prncipe Vasili al francs,tirndole cariosamente de la manga hacia la silla para que no se levantara. Esadesdichada fiesta del embajador me priva de un placer y lo interrumpe yvolvindose a Anna Pvlovna: Siento mucho abandonar tan atractiva velada.

    Su hija, la princesa Elena, sosteniendo apenas la cola del vestido, se deslizentre las sillas y la sonrisa ilumin an ms su precioso rostro. Cuando pasdelante de Pierre, l la mir con ojos casi asustados y entusiastas.

    Es bellsima dijo el prncipe Andri.Bellsima repiti Pierre.Al pasar a su lado, el prncipe Vasili tom la mano de Pierre y volvindose a

    Anna Pvlovna dijo:Domestqueme a este oso. Hace y a un mes que vive conmigo y es la

    primera vez que lo veo en sociedad; nada hay ms necesario para un joven quela compaa de mujeres inteligentes.

  • IV

    Anna Pvlovna, sonriendo, prometi ocuparse de Pierre, quien, como ella saba,era pariente del prncipe Vasili por lnea paterna.

    La seora de mediana edad sentada junto a ma tante se levant rpidamentey fue al encuentro del prncipe Vasili, alcanzndolo en el vestbulo. Su rostro noexpresaba ahora la simulacin de un inters inexistente: aquella faz bondadosa,en la cual haban dejado su huella las lgrimas, denotaba tan slo inquietud ytemor.

    Prncipe, qu me dice de mi Bors? le pregunt cuando estuvo cerca(pronunciaba Bors con un especial acento sobre la o). No puedo permanecerms tiempo en San Petersburgo. Dgame qu noticias puedo llevar a mi pobrehijo.

    Aunque el prncipe Vasili la escuchaba forzadamente, casi con descortesa,dando muestras de impaciencia la seora le sonrea con ternura y de modoconmovedor. Lo sujetaba del brazo, como para evitar que se marchase.

    Bastara una palabra suya al Emperador para que mi hijo entrara deinmediato en la Guardia.

    Crame que har todo lo posible, princesa respondi el prncipe Vasili, pero me resulta difcil pedrselo al Emperador; le aconsejara que se dirigiera aRumintsev por medio del prncipe Golitsin; eso ser lo ms sensato.

    La seora de mediana edad era la princesa Drubetskaia, perteneciente a unade las mejores familias de Rusia, pero era pobre, permaneca retirada de lasociedad desde haca mucho tiempo y haba perdido sus antiguas amistades.Haba acudido en aquella ocasin slo para obtener un nombramiento en laGuardia para su nico hijo. Con el exclusivo fin de encontrar al prncipe Vasilihizo el esfuerzo de asistir a la velada de Anna Pvlovna, y slo por eso habaescuchado la historia del vizconde. Se asust al or las palabras del prncipe. Surostro, bello en otro tiempo, reflej la clera por un instante; pero no dur mucho.Una vez ms sonri y sujet con mayor fuerza el brazo del prncipe.

    Escuche, prncipe le dijo, nunca le ped nada, ni volver a pedirle nadams; no le he recordado la amistad con que lo distingui mi padre. Mas ahora, ennombre de Dios, lo conjuro a que lo haga por mi hijo y lo considerar mibienhechor aadi apresuradamente. No, no se enfade, promtamelo. Mehe dirigido ya a Golitsin y se ha negado. Soy ez le bon enfant que vous avez t[36] concluy, esforzndose por sonrer, mientras sus ojos se llenaban delgrimas.

    Llegaremos tarde, pap dijo la princesa Elena, que esperaba a la puertavolviendo su preciosa cabeza sobre aquellos hombros de hermosura clsica.

    La influencia en el mundo es un capital que se debe custodiar para que no senos vay a de las manos. Lo saba bien el prncipe Vasili y comprenda que si

  • interceda en favor de todos cuantos se lo solicitaban acabara por no solicitarnada para s. Esto lo forzaba a usar muy rara vez de su propia influencia. Pero enel caso de la princesa Drubetskaia, despus de la ltima exhortacin, sinti comoun remordimiento de conciencia. Le haba recordado la verdad: sus primerospasos en la carrera los deba al padre de aquella dama. Por otra parte, adivinabaen su modo de actuar que era una de esas mujeres, sobre todo si son madres, quecuando se empean en algo no renuncian a su idea hasta verla realizada y, encaso contrario, estn prontas a volver a la carga cada da y en todas lasocasiones, llegando a promover escenas. Esta ltima consideracin lo hizovacilar.

    Chre Anna Mijilovna dijo con la acostumbrada familiaridad y concierto dejo de tedio en la voz, me es casi imposible hacer lo que pide, peropara probarle lo mucho que la quiero y el respeto que guardo a la memoriasiempre viva de su padre, har lo imposible. Su hijo pasar a la Guardia. Demela mano. Est contenta?

    Amigo mo, mi bienhechor! No esperaba otra cosa de usted, sabiendo lobueno que es el prncipe intent marcharse. Espere, dos palabras une foispass aux Gardes[37] se detuvo un instante; usted tiene buenas relacionescon Mijal Ilarinovich Kutzov, recomindele a Bors como ayudante de campo.Entonces estar tranquila y

    El prncipe Vasili sonri.Eso no se lo prometo. Ignora cmo asedian a Kutzov desde que fue

    nombrado comandante en jefe del Ejrcito. l mismo me ha dicho que todas lasdamas de Mosc se han confabulado para darle a sus hijos como ayudantes decampo.

    Promtamelo; no lo dejar marchar, mi querido bienhechor.Pap repiti con el mismo tono la bella hija, que llegamos tarde.Bueno, au revoir, adis. Ya veEntonces, har la recomendacin al Emperador maana mismo?Desde luego; pero lo de Kutzov no se lo prometo.No, promtamelo, promtamelo, Basile dijo ya a sus espaldas Anna

    Mijilovna con una sonrisa de joven coqueta que debi de serle habitual en otrostiempos pero que ahora no cuadraba con su rostro fatigado.

    Olvidaba evidentemente su edad y pona en juego, por pura costumbre, todossus antiguos recursos femeninos. Apenas hubo salido el prncipe, su rostrorecobr la misma expresin fra y fingida de antes. Volvi al crculo donde elvizconde prosegua sus relatos. Y simul de nuevo escucharlo, esperando laocasin de marcharse, porque el motivo de su venida ya estaba cumplido.

    Anna Pvlovna deca:Y qu piensa de esa ltima comedia du sacr de Miln? Et la nouvelle

    comdie des peuples de Genes et de Lucques, qui viennent prsenter leur voeux a

  • M. Buonaparte? M. Buonaparte assis sur un trne, et exauant les voeux desnations! Adorable! Non, mais cest en devenir folle! On dirait que le mondeentier a perdu la tte.[38]

    El prncipe Andri sonri irnico, mirando fijamente a Anna Pvlovna.Dieu me la donne, gare qui la touche dijo (palabras de Bonaparte en

    el momento de su coronacin). On dit quil a t tres beau en prononant cesparoles[39] aadi; y las repiti en italiano: Dio mi la donna, guai a chi latocca.

    Jespre enfin continu Anna Pvlovna que a a t la goutte deau quifera dborder le verre. Les souverains ne peuvent plus supporter cet homme, quimenace tout.[40]

    Les souverains? Je ne parle pas de la Russie dijo desolado y cortsmenteel vizconde. Les souverains, madame! Quont-ils fait pour Louis XVI, pour lareine, pour Madame Elisabeth? Rien prosigui animndose. Et croyez-moi,ils subissent la punition pour leur trahison de la cause des Bourbons. Lessouverains? Ils envoient des ambassadeurs complimenter lusurpateur.[41]

    Y con un suspiro de menosprecio cambi de postura. El prncipe Hiplito, quedesde haca tiempo observaba al vizconde a travs de los impertinentes, se volvien ese instante hacia la pequea princesa y le pidi una aguja, para mostrarle,dibujndolo sobre la mesa, el escudo de los Cond. Gravemente, le fueexplicando aquel escudo, como si ella se lo hubiese preguntado.

    Bton de gueules, engrl de gueules dazur; maison Cond[42] dijo.La princesa escuchaba sonriendo.Si Bonaparte contina un ao ms en el trono de Francia sigui el

    vizconde con el aire de un hombre que no escucha a los dems, sino que, en unasunto que conoce mejor que nadie, sigue nicamente el curso de las propiasideas, las cosas llegarn demasiado lejos. Con la intriga, la violencia, eldestierro, las ejecuciones, la sociedad hablo de la buena sociedad francesaquedar destruida para siempre, y entonces

    Alz los hombros y abri los brazos. Pierre quiso decir algo, porque laconversacin le interesaba, pero la vigilante Anna Pvlovna se lo impidi.

    El emperador Alejandro dijo con la tristeza con que siempreacompaaba sus palabras al hablar de la familia imperial ha declarado quedejar que los franceses elijan su forma de gobierno. Y y o creo sin dudar quetoda la nacin, liberada del usurpador, se echar en brazos del rey legtimoaadi, procurando ser amable con el emigrado realista.

    Lo dudo dijo el prncipe Andri. Monsieur le vicomte cree, y con todarazn, que las cosas han llegado ya demasiado lejos. Pienso que ser difcilvolver al pasado.

    Por cuanto he odo dijo Pierre ruborizndose e interviniendo de nuevo en

  • la conversacin, casi toda la nobleza se ha puesto de parte de Napolen.Son los bonapartistas quienes lo dicen repuso el vizconde, sin mirar a

    Pierre. Ahora es difcil conocer la opinin social de Francia.Buonaparte la dit[43] objet el prncipe Andri con una sonrisa. (Era

    evidente que el vizconde no le gustaba y, aun cuando no lo mirase, sus palabrasiban dirigidas contra l.) Je leur ai montr le chemin de la glorie aadi trasun breve silencio, repitiendo las palabras de Napolen. Ils nen ont pas voulu; jeleur ai ouvert mes antichambres, ils se sont prcipits en foule Je ne sais pas quel point il a eu le droit de le dire.[44]

    Aucun[45] respondi el vizconde. Despus del asesinato del duque,hasta los hombres ms parciales dejaron de ver en l a un hroe. Si mme at un hros pour certaines gens prosigui, volvindose a Anna Pvlovna, depuis lassassinat du duc il y a un marty r de plus dans le ciel, un hros de moinssur la terre.[46]

    Todava no haban tenido tiempo Anna Pvlovna y los dems de apreciar conuna sonrisa las palabras del vizconde cuando Pierre irrumpi de nuevo en laconversacin. Anna Pvlovna, aun previendo que el joven iba a decir algoincorrecto, y a no pudo contenerlo.

    La ejecucin del duque de Enghien dijo Pierre era una necesidad deEstado; donde yo veo grandeza de nimo es precisamente en el hecho de queNapolen no haya tenido el temor de cargar, l solo, con toda la responsabilidad.

    Dieu! Mon Dieu! murmur aterrorizada Anna Pvlovna.Comment, monsieur Pierre, vous trouvez que lassassinat est grandeur

    dme?[47] dijo la pequea princesa sonriendo y acercando hacia s su labor.Ah! Oh! exclamaron varias voces.Capital! dijo en ingls el prncipe Hiplito, dndose unos golpes en la

    rodilla con la palma de la mano. El vizconde se limit a encogerse de hombros.Pierre miraba triunfalmente a los oyentes por encima de sus anteojos.Digo eso prosigui con desesperada decisin porque los Borbones han

    huido de la revolucin dejando al pueblo entregado a la anarqua; slo Napolensupo comprender la revolucin y vencerla. Por eso, y por el bien comn, nopoda detenerse ante la vida de un solo hombre.

    No quiere pasar a esa otra mesa? dijo Anna Pvlovna.Pero, sin contestar, Pierre continu su discurso, cada vez ms animado.S, Napolen es grande porque supo ponerse por encima de la revolucin,

    reprimiendo sus abusos y tomando cuanto tena de bueno: la igualdad de losciudadanos, la libertad de palabra y de prensa, y tan slo por eso conquist elpoder.

    As sera si al tomar el poder, sin valerse del asesinato, lo hubiera devueltoal rey legtimo dijo el vizconde; entonces y o lo llamara gran hombre.

  • No poda hacerlo. El pueblo le dio el poder para que lo librara de losBorbones y porque vea en l a un gran hombre. La revolucin fue una granempresa continu Pierre, mostrando con estos conceptos audaces yprovocadores su extrema juventud y el deseo de expresar lo ms rpidamenteposible todo cuanto pensaba.

    La revolucin y el regicidio una gran empresa? Despus de esto Perono queris pasar a la otra mesa? repiti Anna Pvlovna.

    Contrat social! dijo, con apacible sonrisa, el vizconde.No hablo del regicidio. Hablo de las ideas.S, las ideas de saqueo, de matanzas y regicidio interrumpi de nuevo la

    voz irnica.Excesos fueron, sin duda. Pero la revolucin no consiste slo en eso. Lo

    importante son los derechos del hombre, la desaparicin de los prejuicios, laigualdad de los ciudadanos. Y Napolen ha conservado en su integridad estasideas.

    Libertad e igualdad dijo desdeosamente el vizconde como decidindosepor fin a demostrar al joven la simpleza de sus palabras son palabrasaltisonantes en entredicho desde hace mucho tiempo. Quin no ama la libertad yla igualdad? Nuestro Salvador predicaba la libertad y la igualdad. Es que despusde la revolucin los hombres son ms felices? Al contrario. Nosotros queramosla libertad y Bonaparte la ha destruido.

    El prncipe Andri miraba sonriente, ya a Pierre, ya al vizconde, ya a laduea de la casa. En un principio, Anna Pvlovna, a pesar de sus hbitos sociales,qued aterrada ante las acometidas de Pierre, pero cuando vio que a despecho deesas sacrlegas palabras el vizconde no se enfureca, y cuando se convenci deque no era posible modificar lo dicho, cobr nimos y decidi hacer frentecomn con el vizconde y atacar a Pierre.

    Mais, mon cher monsieur Pierre[48] dijo, cmo califica de grande aun hombre que ha hecho matar al duque, no ya como duque, sino como persona,sin culpa y sin formacin de causa?

    Yo le preguntara aadi el vizconde cmo explica monsieur el 18 deBrumario. No es, acaso, un engao? Cest un escamotage qui ne ressemblenullement la maniere dagir dun grand homme.[49]

    Y los prisioneros de frica a los que hizo matar? dijo la pequeaprincesa. Es horrible! y se encogi de hombros.

    Cest un roturier, vous aurez beau dire[50] sentenci el prncipe Hiplito.Pierre no saba a quin responder; miraba a todos sonriente. Pero su sonrisa

    no era semejante a la de los dems hombres, que se funde con algo distinto de lasonrisa. Por el contrario, cuando l sonrea, desapareca la expresin seria y untanto huraa de su rostro dando lugar a otra infantil y bondadosa, quiz un poco

  • ingenua, que pareca pedir perdn.El vizconde, que lo vea por primera vez, comprendi que aquel jacobino no

    era tan terrible como sus palabras.Todos guardaban silencio.Cmo quieren ustedes que conteste a todos a la vez? coment el prncipe

    Andri. Adems, en los actos de un hombre de Estado hay que diferenciarentre los del hombre privado, los del jefe militar y los del Emperador. As me loparece.

    Desde luego, desde luego dijo Pierre, alegrndose por la ayuda prestada.No puede negarse prosigui el prncipe Andri que Napolen, como

    hombre, fue muy grande en el puente de Arcola y en el hospital de Jaffa, dondeestrech la mano de los apestados, pero hay otros actos que difcilmentepueden justificarse.

    El prncipe Andri, que evidentemente haba querido dulcificar lasimpertinencias de Pierre, se levant para salir e hizo una seal a su esposa.

    En eso, el prncipe Hiplito se puso en pie, detuvo a todos, les rog con unademn que se sentaran y dijo:

    Ah! Aujourdhui on ma racont une charmante anecdote moscovite; il fautque je vous en rgale. Vous mexcusez, vicomte, il faut que je la raconte enrusse. Autrement on ne sentira pas le sel de lhistoire.[51]

    Y el prncipe Hiplito se puso a hablar en ruso, con el acento de los francesesque han pasado un ao en Rusia. Y tanta era la vivacidad e insistencia con quesolicitaba atencin que todos se detuvieron.

    En Mosc hay una seora muy avara, une dame. Tenan que seguirla dosvalets de pied[52] tras la carroza, y ambos de buena estatura; as le gustaba.Tambin tena una femme de chambre todava ms alta. Dijo

    Aqu el prncipe Hiplito se par a pensar; se vea que tropezaba condificultades.

    Dijo s, dijo: Muchacha ( la femme de chambre), ponte la livre ysigue tras la carroza faire des visites.[53]

    El prncipe Hiplito rompi en este punto en una carcajada antes de que susoy entes encontraran motivos de rerse, lo que produjo una impresindesfavorable para el narrador. A pesar de todo, algunas personas y entre ellasla seora de edad y Anna Pvlovna sonrieron.

    Sali la dama. De pronto se alz mucha ventolera y la muchacha perdi susombrero. Sus cabellos largos se despeinaron

    No pudo contenerse ms y termin entre risas convulsas:Y todos lo supieron

  • As concluy la ancdota. Y aun cuando nadie comprenda por qu haba decontarla precisamente en ruso, Anna Pvlovna y los dems apreciaron el tactomundano del prncipe Hiplito, quien puso un final grato a las desagradables ypoco amables opiniones de Pierre. Las conversaciones, despus de la ancdota,se redujeron a breves y dispersos comentarios sobre el baile o espectculopasado y futuro, y sobre el lugar y da en que volveran a verse.

  • V

    Los invitados comenzaron a retirarse, agradeciendo a Anna Pvlovna lacharmante soire.

    Pierre era desmaado, grueso, de una estatura superior a la corriente, ancho,con enormes manos rojas; no saba entrar en un saln y menos salir de l, nosaba decir unas palabras especialmente amables antes de despedirse. Adems,era distrado. Al levantarse tom, confundindolo con su sombrero, elemplumado tricornio de un general y lo retuvo, tirando de las plumas, hasta quesu dueo le rog que se lo devolviera. Pero estas distracciones y el no sabercmo entrar en un saln ni comportarse en l estaban compensados en Pierre porsu expresin de bondad, sencillez y modestia. Anna Pvlovna se volvi hacia lpara expresarle con cristiana dulzura su perdn por las opiniones expresadas y lodespidi diciendo:

    Espero que volvamos a vemos y tambin que modifique sus ideas, queridomonsieur Pierre.

    Pierre no respondi palabra, se inclin y mostr a todos su sonrisa que nadaquera decir, o tal vez expresaba que las opiniones son opiniones, pero todos veisque soy un excelente y simptico muchacho. Y todos, hasta Anna Pvlovna, locomprendieron aun contra su voluntad.

    El prncipe Andri sali al vestbulo. Mientras ofreca los hombros al lacayoque le pona la capa, escuchaba con indiferencia las bromas de su mujer y elprncipe Hiplito, que salan tambin. El prncipe Hiplito estaba junto a la bonitaprincesa encinta y la miraba con insistencia a travs de sus impertinentes.

    Retrese, Annette, que puede resfriarse dijo la pequea princesadespidindose de Anna Pvlovna. Cest arrt[54] aadi en voz baja.

    Anna Pvlovna haba logrado hablar con Lisa de su proyecto de matrimonioentre Anatole y la cuada de la pequea princesa.

    Cuento con usted, querida dijo Anna Pvlovna tambin en voz baja. Escrbale y y a me dir comment le pre envisagera la chose. Au revoir[55] yabandon el vestbulo.

    El prncipe Hiplito se acerc a la pequea princesa, e inclinando el rostrohasta acercarlo al de ella, susurr algunas palabras.

    Dos lacayos, el suyo y el de la princesa, esperaban, con un abrigo y un chal,a que terminaran de hablar y escuchaban la conversacin en francs,incomprensible para ellos, como si la entendieran, pero sin querer demostrarlo.Como siempre, la princesa hablaba sin dejar de sonrer y escuchaba riendo.

    Estoy contento de no haber ido a la fiesta del embajador deca elprncipe Hiplito. Son aburridsimas Brillante velada, verdad?

    Dicen que el baile resultar precioso replic la princesa, alzando su labiosuperior ligeramente sombreado por el vello. Estarn las damas ms bellas de

  • la sociedad.No todas, puesto que no estar usted, no todas dijo el prncipe Hiplito,

    riendo alegremente; despus, tomando el chal de manos del lacayo, se lo puso lmismo a la princesa.

    Por distraccin o voluntariamente (nadie podra saberlo) prolong durantealgn tiempo aquel gesto, sin retirar sus manos despus de colocarle el chal:pareca que la estaba abrazando.

    La princesa se apart con gracia sin dejar de sonrer, se volvi y mir a sumarido. El prncipe Andri tena los ojos entornados: pareca cansado ysomnoliento.

    Ya est usted dispuesta? pregunt a su mujer, envolvindola por enterocon su mirada.

    El prncipe Hiplito se puso rpidamente el abrigo, que segn la moda deentonces le llegaba hasta los talones, entorpecindolo, y baj corriendo laescalera, tras la princesa, a la que un lacayo ayudaba a subir al carruaje.

    Princesse, au revoir grit, tropezando con las palabras lo mismo que conlos pies.

    La princesa, recogiendo el vestido, se perdi en la oscuridad de la carroza; sumarido se ajust el sable. El prncipe Hiplito, con el pretexto de ayudar,molestaba a todos.

    Me permite, seor? dijo con tono desabrido el prncipe Andri,dirigindose en ruso al prncipe Hiplito, que le impeda el paso.

    Te espero, Pierre aadi despus, la misma voz pero afable y cariosa.El cochero tir de las riendas y el carruaje se puso en movimiento. El

    prncipe Hiplito rea convulsionadamente en el zagun esperando al vizconde, aquien haba prometido llevar a su casa.

    Eh bien, mon cher, votre petite princesse est trs bien, trs bien dijo elvizconde, acomodndose en el coche. Mais trs bien y se bes las puntas delos dedos. Et tout fait franaise.[56]

    Hiplito resopl y se ech a rer.Et savez-vous que vous tes terrible avec votre petit air innocent continu

    el vizconde. Je plains le pauvre mari, ce petit officier, qui se donne des airs deprince rgnant.[57]

    Hiplito volvi a resoplar y dijo sin dejar de rer:Et vous disiez que les dames russes ne valaient pas les dames franaises. Il

    faut savoir sy prendre.[58]

  • Pierre, que haba llegado el primero, entr en el despacho del prncipe Andricomo persona de confianza y en seguida, como tena por costumbre, se tumb enel divn, tom de la estantera el primer libro que le vino a mano (eran losComentarios de Csar), lo abri por la mitad y, apoyndose en los codos, se pusoa leer.

    Qu has hecho con mademoiselle Scherer? Seguro que acabar porponerse enferma de veras! dijo el prncipe Andri, entrando en el despacho altiempo que frotaba sus manos blancas y delicadas.

    Pierre se volvi con tanta brusquedad que hizo cruj ir el divn; miralegremente al prncipe Andri, sonri y agit la mano.

    No; el abate era interesantsimo, pero no comprende debidamente lascosas Creo que la paz perpetua es posible, pero no s cmo decirlo, en todocaso, no mediante el equilibrio poltico

    Era evidente que al prncipe Andri no le interesaba demasiado aquellaconversacin abstracta.

    Mon cher, no se puede decir siempre y en todas partes lo que uno piensa.Bien, has decidido algo? Entrars en la caballera o sers diplomtico?pregunt el prncipe tras un instante de silencio.

    Pierre se sent en el divn, sobre sus piernas dobladas.Puede creerme que todava no lo s: ninguna de las dos cosas me gusta.Pero tendrs que decidirte a algo. Tu padre lo espera.Pierre haba sido enviado al extranjero a los diez aos, acompaado de un

    abate como preceptor; all permaneci hasta los veinte; y a su vuelta a Mosc, supadre licenci al abate y dijo al joven: Ahora vete a San Petersburgo, mira bieny escoge: lo aceptar todo; aqu tienes una carta para el prncipe Vasili y dinero;escrbeme con detalle y te ayudar en lo que sea. Pierre llevaba tres meseseligiendo carrera, pero no se decida por ninguna. De esta eleccin le hablabaahora el prncipe Andri. Pierre se paso la mano por la frente.

    Pero seguramente es masn dijo refirindose al abate de la velada.Todo eso son quimeras lo ataj de nuevo el prncipe Andri. Ahora

    hablemos de tus asuntos. Has estado en la caballera?No, no estuve; pero mire lo que he pensado y de ello quiero hablarle: ahora

    estamos en guerra contra Napolen; si se tratara de una guerra por la libertad, locomprendera y sera el primero en alistarme; pero ay udar a Inglaterra yAustria contra el hombre ms grande del mundo no est bien.

    El prncipe Andri se limit a encogerse de hombros ante las infantilespalabras de Pierre; quera darle a entender que a semejante necedad no se podaresponder. En realidad era difcil responder de otra manera a tan ingenua opinin.

    Si todos hicieran las guerras slo por conviccin, no habra guerras.

  • Y eso sera admirable! replic Pierre.El prncipe Andri sonri.S, es posible que fuera admirable, pero no ocurrir jamsDgame pregunt Pierre, por qu va usted a la guerra?Por qu? No lo s. Es necesario. Adems, voy se detuvo un instante y

    prosigui: Voy porque la vida que llevo aqu no me gusta!

  • VI

    En la estancia vecina se oy un roce de ropas femeninas. El prncipe Andri sesobresalt como si acabara de despertarse y su rostro recobr la expresin quetena en casa de Anna Pvlovna. Pierre quit las piernas del divn. La princesaentr en el despacho. Ahora llevaba un vestido de casa, fresco, pero tan elegantecomo el otro. El prncipe Andri se levant y le acerc cortsmente una butaca.

    La princesa habl, como siempre, en francs, mientras se acomodabadiligente y presurosa en el silln.

    Me pregunto con frecuencia por qu no se habr casado Annette. Qutontos son todos ustedes, messieurs, de no haberse casado con ella! Perdonen,pero no tienen ni idea de las mujeres Qu pasin tiene usted por lasdiscusiones, monsieur Pierre!

    S, y hasta con su marido no hago ms que discutir. No entiendo sus deseosde ir a la guerra dijo Pierre, dirigindose a la princesa sin estar cohibido (comosucede de ordinario a los hombres jvenes al hablar a una mujer igualmentejoven).

    La princesa se sobresalt. Las palabras de Pierre, evidentemente, la tocabanen lo ms vivo.

    Yo me pregunto lo mismo! dijo. No puedo comprender por qu loshombres son incapaces de vivir sin guerra. Y por qu nosotras, las mujeres, noqueremos nada ni necesitamos nada? Pues bien, juzgue usted mismo; y o siemprese lo digo Aqu Andri es ayudante de campo del to; tiene una brillanteposicin, como ninguna otra; todos lo conocen y aprecian. Precisamente estosdas, en casa de los Apraksin, o decir a una seora: Es se el famoso prncipeAndri?. Ma parole dhonneur[59] y se ech a rer. Se lo recibe bien entodas partes. Puede llegar, fcilmente, a ser ay udante de campo delEmperador! Su Majestad le habla con mucha deferencia. Annette comentconmigo que sera facilsimo conseguirlo. Qu le parece?

    Pierre mir al prncipe Andri y, comprendiendo que la conversacin no leagradaba, se abstuvo de responder.

    Cundo se va? pregunt.Ah! ne me parlez pas de ce dpart, ne men parlez pas. Je ne veux pas en

    entendre parler[60] dijo la princesa con el tono caprichoso y coquetn con elcual hablaba al prncipe Hiplito en el saln y que desentonaba en aquel crculofamiliar en el que Pierre pareca ser un miembro ms.

    Hoy, pensando que debo interrumpir todas esas relaciones tan agradablesY, adems, sabes, Andri? la princesa hizo una sea significativa a su marido,jai peur, j ai peur murmur, estremecindose.

    El marido la mir como si estuviera asombrado al advertir que, adems dePierre, hubiera otra persona en la estancia, y con fra deferencia pregunt a su

  • mujer:De qu tienes miedo, Lisa? No comprendoQu egostas sois todos los hombres! Todos, todos sois egostas! Me

    abandona por un capricho, Dios sabe por qu, y quiere confinarme sola en elcampo.

    Con mi padre y mi hermana, no lo olvides dijo en voz baja el prncipeAndri.

    Es lo mismo, sola, sin mis amigos Y quiere que no tenga miedo.El tono de su voz se haba hecho grun y el corto labio, al levantarse, no

    comunicaba y a al rostro su acostumbrada expresin sonriente; era ms bien laexpresin de una bestezuela, de una ardilla. La princesa guard silencio, como siencontrara inconveniente hablar de su embarazo delante de Pierre, cuandoprecisamente alrededor de eso giraba todo

    Sigo sin comprender de quoi vous avez peur[61] dijo lentamente elprncipe, sin apartar los ojos de su esposa.

    La princesa enrojeci, agitando desesperadamente los brazos.Non, Andri, je dis que vous avez tellement, tellement chang[62]Tu doctor te tiene ordenado que te acuestes temprano cort el prncipe

    Andri; haras bien en irte a dormir.La princesa no respondi nada; se estremeci de pronto su labio sombreado

    de vello; el prncipe Andri se levant y, encogindose de hombros, se pase porel despacho.

    Pierre, asombrado, miraba con ingenuidad por encima de sus lentes, ya alprncipe, ya a su mujer; a punto estuvo de levantarse, pero reflexion ypermaneci sentado.

    Qu me importa que est aqu monsieur Pierre? dijo de improviso lapequea princesa, y su bonito rostro se contrajo, de pronto, en una muecalacrimosa. Hace mucho tiempo que quera preguntrtelo, Andri: por qu hascambiado tanto conmigo? Qu te hice? Te vas a la guerra y no te compadecesde m. Por qu?

    Lisa! se limit a decir el prncipe Andri. En esa palabra haba a untiempo splica, amenaza y sobre todo la certidumbre de que ella misma searrepentira de lo dicho.

    Pero la princesa prosigui precipitadamente:Me tratas como a un enfermo o a un nio. Lo veo todo. Eras as hace seis

    meses?Lisa, te ruego que no sigas dijo el prncipe con tono an ms expresivo.Pierre, cada vez ms nervioso a lo largo de esa conversacin, se levant y se

    acerc a la princesa. Pareca no poder soportar la vista de las lgrimas yencontrarse a punto de llorar tambin.

  • Clmese, princesa. Le aseguro que estas cosas no son ms que aprensionessuyas, pero yo s porque porque Pero, perdneme: los extraossobran Clmese Adis

    El prncipe Andri lo detuvo, sujetndolo por el brazo.No, espera, Pierre. La princesa es tan amable que no me privar del placer

    de una velada contigo.No piensa ms que en s mismo dijo la princesa sin contener unas

    lgrimas de clera.Lisa! exclam el prncipe Andri secamente; el tono de su voz haca

    comprender que su paciencia se haba agotado.De pronto el enfado, esa semejanza con la ardilla en el lindo rostro de la

    princesa, se transform en una expresin de temor que suscitaba sentimientos depiedad y conmiseracin; con sus bellos ojos mir de reojo a su marido y surostro reflej la humillada y tmida actitud de un perro que agita con rapidez,pero dbilmente, el rabo ende sus patas.

    Mon Dieu, mon Dieu! dijo, y sujetando con una mano el pliegue delvestido se acerc al marido y lo bes en la frente.

    Bonsoir, Lise dijo el prncipe Andri levantndose y besandocortsmente su mano, como a una desconocida.

    Ambos amigos permanecieron silenciosos. Ni uno ni otro comenzaba laconversacin. Pierre miraba al prncipe Andri, que se frotaba la frente con supequea mano.

    Vamos a cenar dijo con un suspiro, levantndose y dirigindose hacia lapuerta.

    Entraron en el comedor, arreglado con muebles nuevos, suntuosos yelegantes. Todo, desde la mantelera hasta el servicio de plata, las porcelanas y lacristalera, tena ese aspecto de nuevo tan frecuente en los hogares de los recincasados. Mediada la cena, el prncipe Andri se apoy con los codos en la mesa;denotaba una nerviosa irritacin que Pierre nunca haba observado en l y, comohombre que desde hace tiempo tiene algo clavado en el corazn y se decide porfin a desahogarse, dijo:

    No te cases nunca, nunca, amigo mo; te lo aconsejo. No te cases antes deque puedas decirte a ti mismo que has hecho todo lo posible por dejar de amar ala mujer escogida antes de verla tal como es; de otro modo, te equivocarscruelmente, sin remedio Csate slo cuando seas un viejo intil De locontrario, morir cuanto en ti hay a de bueno y de noble; todo se dispersar enmenudencias sin importancia. S, s, s! No me mires con tanto asombro. Siambicionas hacer algo en el porvenir, a cada paso te dars cuenta de que todo haterminado para ti, que est cerrado, excepto el saln donde te vers a la altura de

  • un lacayo de corte y de un idiota Pero a qu hablar! y agit la mano conenerga.

    Pierre se quit los anteojos, lo que cambi su rostro, que reflejaba todavams bondad, y mir atnito al amigo.

    Mi esposa continu el prncipe Andri es una mujer excelente: una deesas raras mujeres con las que no peligra el honor de uno; pero, Dios mo, quno dara y o ahora por estar soltero? Eres la primera persona y el nico a quiendigo esto, y lo hago porque te quiero.

    Al hablar as, el prncipe Andri se pareca an menos al Bolkonski de antes,arrellanado en los sillones de Anna Pvlovna, diciendo, entre dientes y con losojos entornados, frases en francs. Ahora cada msculo de su enjuto rostrovibraba de nerviosa agitacin y los ojos, antes apticos e indiferentes, irradiabanvivsima luz. Era evidente que cuanto ms displicente pareca en su vidacotidiana, may or energa mostraba en los momentos de irritacin.

    T no alcanzas a comprender por qu hablo as prosigui, y sinembargo es la historia entera de la vida. Hablabas de Bonaparte y de su carrera aadi, aunque Pierre no se haba referido a Bonaparte. Hablabas deBonaparte, pero cuando Bonaparte trabajaba, cuando avanzaba paso a paso haciasu meta, era libre y no tena delante otra cosa que su objetivo, y lo alcanz. Peroen cuanto te atas a una mujer, entonces pierdes toda libertad, como un presoatado a sus cadenas. Cuanto hay en ti de esperanza y de energa te oprime, y elarrepentimiento te atormenta. Recepciones, chismes, bailes, vanidades, nulidad;he aqu el crculo vicioso del que y o no puedo salir. Ahora parto para la guerra,para la mayor guerra que nunca hay a existido, y no s nada, no sirvo para nada.Je suis trs aimable et tres caustique[63] prosigui el prncipe Andri y encasa de Anna Pvlovna me escuchan. Y esta necia sociedad, sin la cual no puedevivir mi esposa, esas mujeres Si t pudieras saber cmo son toutes lesfemmes distingues y, en general, todas las mujeres! Tiene razn mi padre: elegosmo, la vanidad, la estupidez, la nulidad en todo, aqu tienes a las mujerescuando se muestran como son en realidad. Cuando se las ve en sociedad pareceque valen algo, pero, en verdad, no valen nada, nada, nada. No te cases, amigomo, no te cases concluy el prncipe.

    Me parece absurdo dijo Pierre que usted se considere a s mismo unincapaz y crea fracasada su vida. Todo lo tiene por delante. Y usted

    No termin la frase, pero su voz indicaba en qu consideracin tena al amigoy cunto esperaba de l en el futuro.

    Cmo puede hablar as?, pensaba Pierre. El prncipe Andri era para l unmodelo de todas las perfecciones, precisamente porque en su persona se reunanen su ms alto grado todas las cualidades que le faltaban a l y que podanresumirse en este concepto: fuerza de voluntad. Pierre haba admirado siemprelas aptitudes del prncipe Andri, su tranquila manera de tratar a los hombres de

  • toda condicin, su extraordinaria memoria y lo mucho que haba ledo (lea todo,lo saba todo y tena una idea de todas las cosas) y principalmente su facilidadpara entregarse al trabajo y aprender. Y si en ocasiones llamaba su atencin laincapacidad del prncipe para la filosofa idealista (por la cual senta Pierreespecial inclinacin), eso no le pareca un defecto, sino una fuerza.

    En las mejores relaciones, aun las ms amistosas y sencillas, el halago y laalabanza son tan necesarios como la grasa en el eje de las ruedas para que giren.

    Je suis un homme fini[64] dijo el prncipe Andri. Para qu hablar dem? Hablemos mejor de ti aadi; y qued en silencio, sonriendo a sus propiasconsoladoras ideas.

    Instantneamente, el rostro de Pierre reflej esa sonrisa.Para qu hablar de m? dijo Pierre, ensanchando sus labios en una

    sonrisa despreocupada y alegre. Quin soy yo? Je suis un btard![65]enrojeci al decirlo. Haba hecho, evidentemente, un gran esfuerzo parapronunciar esa palabra. Sans nom, sans fortune En realidad pero notermin la frase. Ahora soy libre y me siento perfectamente, pero no s pordnde empezar. Querra, de verdad, pedirle consejo.

    El prncipe Andri lo mir cariosamente. Pero aun en esa mirada deamistad y afecto prevaleca la conciencia de la propia superioridad.

    Te quiero especialmente porque eres el nico ser vivo en todo nuestromundo. Para ti todo es fcil, puedes escoger lo que quieras, da lo mismo. Entodas partes sers bueno, ests donde ests pero una cosa te digo deja de ircon Kuraguin y de llevar esa vida. Las orgas y francachelas no van contigo y

    Que voulez-vous, mon cher[66] dijo Pierre encogindose de hombros.Les femmes, mon cher, les femmes.

    No comprendo replic Andri. Les femmes comme il faut es otracosa, pero las femmes de Kuraguin, les femmes et le vin[67], no lo comprendo.

    Pierre viva en casa del prncipe Vasili Kuraguin y participaba de la vidadisoluta de su hijo, Anatole, la vida de aquel a quien, para enderezarlo, querancasar con la hermana del prncipe Andri.

    Sabe? dijo Pierre, como si espontneamente le viniera un felizpensamiento. En serio, hace tiempo que lo pienso; con esa vida no puedodecidir nada, no puedo reflexionar; sufro dolores de cabeza, carezco de dineroMe ha invitado hoy, pero no ir.

    Dame tu palabra de honor de que no irs ms.Palabra de honor!

    Pasaba de la una cuando Pierre sali de casa de su amigo. Era una clara nochede junio, tpica de San Petersburgo. Pierre tom un coche de punto con intencin

  • de ir a su casa, pero cuanto ms se acercaba a ella ms senta la imposibilidad dedormir en una noche que antes pareca crepsculo o amanecer. La vistaalcanzaba a lo lejos en las desiertas calles. Ya en el camino, Pierre se acord deque en casa de Anatole Kuraguin deban reunirse aquella noche sus habitualescompaeros de juego, tras lo cual vendra la acostumbrada francachela, queterminaba siempre con una de las diversiones predilectas de Pierre.

    Estara bien ir a casa de Kuraguin, pens. Pero enseguida record lapalabra de honor, dada al prncipe Andri, de no frecuentarlo ms.

    Pero al instante, como les suele pasar a los hombres sin carcter, sinti tanvivos deseos de gozar una vez ms de aquella vida depravada, tan bien conocida,que decidi acudir. Y al momento pens que la palabra empeada no tenavalidez, porque antes de hacer la promesa al prncipe Andri haba dado alprncipe Anatole su palabra de ir con l. En fin de cuentas pens, todasestas palabras de honor son algo convencional, sin sentido preciso alguno, sobretodo si se considera que maana mismo se puede morir uno, o puede ocurrirlealgo tan extraordinario que ya no exista nada, ni honor ni deshonor. Semejantesrazonamientos, que destruan en l todas las decisiones y todas las suposiciones,eran frecuentes en Pierre. Se encamin, pues, a casa de Kuraguin.

    Pierre dej el coche cuando lleg al zagun de la gran casa, con el portaliluminado, donde viva Kuraguin junto al cuartel de la Guardia Montada; lapuerta estaba abierta y sigui adelante. En el vestbulo no haba nadie; todo erauna confusin de botellas vacas, capas y chanclos; ola a vino y, a lo lejos, se oarumor de conversaciones y gritos.

    Haban concluido ya el juego y la cena, pero los invitados no se habanmarchado an. Pierre se quit la capa y entr en la primera sala, donde sehallaban los restos de la cena y un lacayo, creyendo que nadie lo vea, apurabafurtivamente los vasos. De la tercera sala llegaba un gran ruido; risas, gritos devoces conocidas y el gruido de un oso. Ocho jvenes traj inaban preocupadosjunto a la abierta ventana, y otros tres jugaban con un osezno, al que uno de ellosarrastraba con una cadena, atemorizando a los dems.

    Apuesto cien rublos por Stievens! gritaba uno.Ojo, no hay que sujetarlo! exclam otro.Yo apuesto por Dlojov dijo un tercero. Cierra el trato, Kuraguin!Dejad ya al oso. Atencin a la apuesta.Todo de un trago; si no, pierdes grit el cuarto.Ykov, trae una botella, Ykov! grit a su vez el dueo de la casa, un

    joven alto y guapo, quien, con su fina camisa desabrochada, permaneca enmedio del grupo. Seores: ah est nuestro querido amigo Petrusha dijodespus, volvindose hacia Pierre.

    Otra voz, la de un hombre de mediana estatura y claros ojos azules, cuyafirmeza y serenidad eran sorprendentes entre las voces vacilantes por el vino,

  • gritaba desde la ventana:Ven aqu, s el rbitro de la apuesta.Dlojov era un oficial del regimiento Seminovski, conocidsimo jugador y

    espadachn que viva con Anatole. Pierre sonrea, mirando alegremente enderredor.

    No entiendo nada. De qu se trata?Esperad. No est borracho. Venga una botella dijo Anatole; y tomando

    un vaso de encima de la mesa se acerc a Pierre.Lo primero de todo, bebe.Pierre vaci un vaso tras otro; miraba a los beodos que se agrupaban junto a

    la ventana prestando odo a su conversacin. Anatole segua sirvindole vino y lecontaba que Dlojov haba apostado con un ingls, Stievens, oficial de marina allpresente, que era capaz de vaciar una botella de ron sentado en una ventana deltercer piso, con las piernas fuera.

    Bueno! Acaba la botella! dijo Kuraguin, sirvindole el ltimo vaso. Si no, no te dejar en paz.

    No, no quiero ms dijo Pierre apartando a Anatole, y se acerc a laventana.

    Dlojov sujetaba al ingls del brazo y expona claramente las condiciones dela apuesta, dirigindose sobre todo a Anatole y a Pierre.

    Dlojov era un joven de estatura media, cabellos rizados y claros ojos azules.Tendra unos veinticinco aos, no usaba bigote, como todos los oficiales deinfantera, por lo cual su boca el rasgo ms caracterstico de su rostroapareca del todo descubierta. La curvatura sinuosa de sus labios era muynotable; en el centro, el labio superior descenda resueltamente en cono agudosobre el inferior, mas grueso, y en las comisuras se formaba constantementealgo semejante a dos sonrisas, una a cada lado; todo el conjunto, en especial sumirada firme, atrevida e inteligente, produca tal impresin que difcilmentepoda pasar inadvertido su rostro. Dlojov careca de fortuna, de toda relacinsocial con las altas esferas, pero, aunque Anatole derrochaba miles de rublos,supo, pese a vivir con l, hacerse respetar de tal modo que todos los amigosestimaban ms a Dlojov que a Anatole. Dlojov jugaba a todo y ganaba casisiempre. Y aunque beba en abundancia, jams perda la lucidez de su mente.Kuraguin y Dlojov eran entonces dos celebridades en el mundo de losjuerguistas disolutos de San Petersburgo.

    Se trajo una botella de ron; dos lacayos, aturdidos y asustados, ensordecidospor los gritos y consejos de los seores que los rodeaban, desmontaban el marcode la ventana, que impeda sentarse en el alfizar exterior.

    Anatole, con aire imperioso, se acerc a la ventana. Quera romper algo.Apart a los lacay os y tir del marco, que resisti; entonces rompi los cristales.

    A ver t, forzudo dijo a Pierre.

  • Pierre agarr los travesaos de roble, tir de ellos y los desencaj con granestruendo.

    Scalos del todo; si no, pensarn que me sujeto dijo Dlojov.El ingls se jacta Eh est bien eso? deca Anatole.Bien dijo Pierre mirando a Dlojov, quien, con una botella de ron en la

    mano, se acercaba a la ventana, desde la cual se vea el cielo claro fundido conlas luces de la tarde y del amanecer.

    Dlojov, con la botella de ron en la mano, salt a la ventana y grit a los queestaban en la sala:

    Atencin!Todos callaron.Apuesto hablaba en francs para que el ingls lo entendiese, y l no

    dominaba bien aquella lengua, apuesto cincuenta imperiales, y cien si quiereaadi volvindose al ingls.

    No, cincuenta dijo ste.Bien: cincuenta imperiales a que me beber toda la botella sin separarla de

    la boca sentado en la ventana hacia afuera, aqu se inclin e indic un salienteen declive del muro, fuera de la ventana, y sin sujetarme a nada, es as?

    As es dijo el ingls.Anatole se volvi al ingls, lo cogi por un botn del frac y, mirndolo desde

    arriba (el ingls era de baja estatura), le repiti en su idioma las condiciones de laapuesta.

    Espera grit Dlojov, golpeando con la botella en la ventana para llamarla atencin. Espera, Kuraguin. Escuchen: si alguno hace lo mismo, le doy cienimperiales. Entendido?

    El ingls asinti con la cabeza, sin que se pudiera comprender si tena o no laintencin de aceptar la nueva apuesta. Anatole no soltaba al ingls y, por ms queste, asintiendo, quisiera hacerle entender que lo haba comprendido todo, le fuetraduciendo las palabras de Dlojov. Un joven delgado, con uniforme de hsar dela Guardia, que haba perdido todo su dinero aquella noche, se encaram a laventana, se inclin y mir hacia abajo.

    Oh! Oh! Oh! exclam, mirando las losas de la acera.Quietos todos! grit Dlojov; y sac de la ventana al oficial, quien,

    tropezando con las espuelas, salt torpemente al suelo.Dlojov puso la botella en el alfizar, para poder cogerla con facilidad, y

    poco a poco, con prudencia, se subi a la ventana. Baj las piernas y, apoyndosecon las manos en los extremos de la ventana, observ el sitio, solt las manos, sesent, se movi a derecha e izquierda y tom la botella. Anatole trajo doscandelabros y los puso en el alfizar, aunque la noche era clarsima. La espaldade Dlojov, con su camisa blanca y la cabellera ensortijada, apareca iluminadapor ambas partes. Todos se agolparon junto a la ventana. El ingls estaba delante;

  • Pierre sonrea en silencio. Uno de los asistentes, el de ms edad, se adelantcolrico y asustado y quiso sujetar a Dlojov por la camisa.

    Seores, es una locura, va a matarse dijo el hombre, sin duda el mssensato de los reunidos. Anatole lo detuvo.

    No lo toques; puedes asustarlo y caera Y entonces, qu?Dlojov se volvi y se acomod de nuevo, apoyndose en las manos.Si alguno vuelve a intervenir dijo, pronunciando claramente las palabras

    a travs de los labios finos y apretados lo arrojar ah abajo. Entendido?Dicho esto se volvi de nuevo, solt las manos, tom la botella, se la llev a

    los labios, ech hacia atrs la cabeza y levant el brazo libre para hacercontrapeso. Uno de los lacayos, que comenzaba a recoger los cristales, se detuvo,inclinado como estaba, sin apartar los ojos de la ventana y de la espalda deDlojov. Anatole, erguido, tena los ojos muy abiertos. El ingls, alargados loslabios, miraba de lado. El que haba intentado detener a Dlojov prefirirefugiarse en un rincn de la sala y echarse sobre un divn, con el rostro vueltohacia la pared. Pierre se cubri la cara con las manos y en sus labios qued fijauna dbil sonrisa, aunque lo dominase el miedo y el horror. Todos callaban.Pierre separ sus manos de los ojos. Dlojov segua sentado en la mismaposicin aunque tena la cabeza tan echada hacia atrs que los rizados cabellos dela nuca rozaban el cuello de la camisa; la mano que sostena la botella selevantaba ms y ms, estremecida por el esfuerzo. La botella se vaciabasensiblemente, al mismo tiempo que la cabeza se inclinaba cada vez ms haciaatrs. Por qu dura esto tanto?, pens Pierre. Le pareca que haba pasadoms de media hora. De pronto, Dlojov ech hacia atrs la espalda y su manotembl nerviosamente. Aquel temblor poda haber sido bastante paradesequilibrar todo el cuerpo, que descansaba sobre el saliente inclinado de laventana; se desplaz todo su cuerpo, la mano y la cabeza temblaron ms an porel esfuerzo. Alz una mano para asirse al alfizar, pero volvi a bajarla. Pierrecerr los ojos y se hizo el propsito de no mirar ms. En esto sinti que todo seagitaba a su alrededor. Mir: Dlojov estaba sentado en el alfizar, con el rostroplido y alegre.

    Vaca!Y arroj la botella al ingls, que la cogi con destreza.Dlojov salt de la ventana. Exhalaba un fuerte olor a ron.Bravo, magnfico! Vaya apuesta! Que os lleve el diablo! gritaban

    desde diversas partes.El ingls sac la bolsa y cont el dinero. Dlojov, con el ceo fruncido,

    quedaba en silencio. Pierre se subi a la ventana.Seores! Quin quiere jugarse algo conmigo? Har lo mismo que l

    grit. Y sin apuesta tambin. Que me traigan una botella. Yo lo har, que latraigan.

  • Dejadlo, dejadlo sonri Dlojov.Te has vuelto loco? Crees que te vamos a dejar? Te mareas hasta en la

    escalera gritaron desde varios lados.Me la beber! Dadme una botella de ron! grit Pierre; y con el gesto

    resuelto del ebrio, golpe una silla e intent subirse a la ventana.Trataron de sujetarlo por los brazos, pero era tan fuerte que arrojaba a gran

    distancia a todos cuantos pretendan acercrsele.No, as no podremos con l dijo Anatole. Esperad, tratar de

    engaarlo. Escucha: acepto la apuesta, pero para maana, y ahora vmonostodos a

    Vamos! grit Pierre. Vamos y llevmonos a Mishka y diciendoesto, abraz a Mishka, el oso, lo levant y se puso a bailar con l por la sala.

  • VII

    El prncipe Vasili haba cumplido la palabra que dio a la princesa Drubetskaia enla velada de Anna Pvlovna: interceder en favor de su nico hijo, Bors. Seinform al Emperador y como gracia especial se lo convirti en subteniente de laGuardia en el regimiento Seminovski. Pero, a pesar de todos los pasos ysolicitudes de Anna Mijilovna, Bors no fue nombrado ayudante de campo niingres en el Estado Mayor de Kutzov. Poco despus de aquella velada, AnnaMijilovna volvi a Mosc y se dirigi directamente a casa de unos parientesricos, los Rostov, donde sola hospedarse cuando se detena en esa ciudad, y entrelos cuales, desde la infancia, haba vivido y crecido su adorado hijo, que recinpromovido a subteniente de infantera pasaba entonces a la Guardia. El 10 deagosto la Guardia haba salido de San Petersburgo, y Bors, que se qued enMosc para hacerse el equipo, deba incorporarse a su unidad por el caminohacia Radzivlov.

    En el hogar de los Rostov se celebraba el santo de dos Natalias: la madre y lahija menor. Desde la maana, y sin parar, llegaban y partan numerosascarrozas, con visitantes, a la gran casa conocida por todo Mosc de lacondesa Rostova, en la calle Pvarskaia. La condesa, con su bella hija may or,reciba en el saln a los visitantes que se iban sucediendo constantemente.

    Era la condesa una mujer de unos cuarenta y cinco aos, de tipo oriental, conel rostro delgado, visiblemente ajada por los numerosos partos; haba tenido docehijos. La lentitud de sus movimientos, as como su pausado modo de hablar,debidos a la debilidad de sus fuerzas, le conferan un aire grave que inspirabarespeto. La princesa Anna Mijilovna Drubetskaia, como persona de la casa, sehallaba tambin en el saln y ayudaba a recibir a los visitantes y a mantener laconversacin con ellos.

    Los jvenes estaban en las habitaciones posteriores y no juzgaban necesarioparticipar en la recepcin. El conde sala al encuentro de las visitas y lasdespeda, invitando a todos para comer.

    Le estoy muy, muy reconocido, ma chre o mon cher (deca ma chreo mon cher sin distincin ni matiz alguno, ya fueran personas superiores oinferiores a l), le estoy muy reconocido en mi nombre y en nombre de lasqueridas festejadas. No falte a la comida, me ofendera, mon cher. Se lo suplicoen nombre de toda la familia, ma chre. Con idntica expresin en el rostro lleno,risueo, cuidadosamente afeitado, con el mismo fuerte apretn de manos y elmismo saludo brevsimo y siempre igual, repeta esas palabras a todos sinexcepcin y sin cambiar nada. Tras haber acompaado a un visitante, el condevolva hacia los que estaban an en el saln, acercaba su butaca con el aire de unhombre de espritu joven a quien le gusta vivir y que sabe hacerlo; separadas laspiernas y apoyadas las manos en las rodillas, se balanceaba sintindose

  • importante, hablaba del tiempo, intercambiaba consejos de higiene, unas vecesen ruso y otras en un francs muy malo, pero presuntuoso. Y de nuevo, con gestocansino, pero firme en el cumplimiento de sus deberes, acompaaba a otrovisitante, alisndose sobre el crneo los escasos cabellos grises, y de nuevo loinvitaba a comer. A veces, al volver del vestbulo, pasaba por la galera de floresy el office hasta una gran sala de paredes de mrmol, donde se preparaba unamesa para ochenta personas, y, observando a los camareros que llevaban loscubiertos de plata y la porcelana, disponan las mesas y desplegaban losadamascados manteles, llamaba a Dmitri Vaslievich, un noble que se ocupabade todos los asuntos del conde.

    Procura, Mteka le deca, que todo salga bien. Est bien, est bien repeta, mirando con placer la enorme y alargada mesa. Lo msimportante es el servicio. Eso es y con un suspiro de satisfaccin volva a lasala.

    Mara Lvovna Karguina y su hija! anunci el lacayo de la condesa,abriendo la puerta del saln.

    La condesa reflexion mientras tomaba un poco de rap de una tabaquera deoro adornada con un retrato de su marido.

    Las visitas me han dejado rendida dijo. La recibir, pero ser laltima. Es muy orgullosa. Hazlas pasar dijo al criado con triste voz, como sidijese: Mtame!.

    Con rumor de faldas entraron en el saln una seora alta, gruesa, de altaneroporte, y una muchacha de faz redonda y sonriente Chre comtesse, il y a silongtemps Elle a t alite, le pauvre enfant Au bal des Razoumovski Et lacomtesse Apraksine Jai t si heureuse[68]

    Se inici el animado murmullo de voces femeninas que se interrumpanmutuamente, confundidas con el rumor de vestidos y el ruido de sillas. Era unade esas conversaciones que slo se continan en espera de una pausa paralevantarse, con frufr de vestidos y decir: Je suis bien charme La sant demaman Et la comtesse Apraksine[69] y de nuevo, con los mismos rumores,pasar al vestbulo, tomar el abrigo de pieles o la capa y marcharse. Laconversacin giraba sobre la gran novedad del da, la enfermedad del riqusimoy viejo conde Bezjov, uno de los hombres ms atractivos en la poca deCatalina, y sobre su hijo natural, Pierre, el que tan indecentemente se habaportado en la velada de Anna Pvlovna Scherer.

    Compadezco mucho al pobre conde dijo la visitante, su salud es ya tanprecaria y ahora lo acabar matando el disgusto que le proporciona su hijo.

    De qu se trata? pregunt la condesa, como si lo ignorase, aunque ya lehaban contado unas quince veces los motivos de tal disgusto.

    sta es la educacin moderna! El joven vivi abandonado a s mismo en

  • el extranjero y ahora ha cometido tales horrores en San Petersburgo, segndicen, que ha sido expulsado por la polica.

    De veras? inquiri la condesa.Se juntaba con malas compaas intervino la princesa Anna Mijilovna.

    El hijo del conde Vasili, l y cierto Dlojov han hecho, al parecer, Dios sabequ cosas. A los dos se los ha castigado. A Dlojov con la degradacin y el hijode Bezjov fue deportado a Mosc. En cuanto a Anatole Kuraguin su padrepudo echar tierra al asunto, pero, aun as, tambin est expulsado de SanPetersburgo.

    Pero qu han hecho? pregunt la condesa.Son unos perfectos bandoleros, sobre todo ese Dlojov asegur la visita.

    Es hijo de Mara Ivnovna Dlojova, una dama muy respetable, y ah lotienen! Imagnense que los tres consiguieron hacerse con un oso, lo llevaron en elcoche y se fueron a casa de unas actrices. Tuvo que intervenir la polica paracalmarlos. Entonces se apoderaron de un comisario de barrio, lo ataron al oso,espalda contra espalda, y echaron el oso al Moika; el oso empez a nadar con elcomisario encima.

    Ma chre! Sera de ver la cara del pobre hombre! exclam el conde,retorcindose de risa.

    Qu horror! No es para rerse, conde!Pero tambin las seoras rieron a su pesar.Con grandes trabajos lograron salvar al desgraciado continu la visitante.

    Y es el hijo del conde Kiril Vladimrovich Bezjov quien se divierte de esamanera! aadi. Decan que estaba tan bien educado y que era taninteligente Ya ven adonde lleva la educacin en el extranjero. Espero que aquno lo reciba nadie, a pesar de su fortuna. Quisieron presentrmelo, pero menegu en absoluto Tengo hijas!

    Pero por qu dice que ese joven es tan rico? pregunt la condesa,apartndose de las jvenes, que fingieron en el acto no escuchar. El conde slotiene hijos naturales y parece que tambin Pierre es hijo natural.

    La visita hizo un gesto despectivo.Creo que tiene veinte hijos naturales.La princesa Anna Mijilovna terci en la conversacin, deseando,

    visiblemente, hacer notar sus relaciones y su conocimiento de los asuntosmundanos.

    Yo se lo explicar dijo con aire de importancia, tambin a media voz. Ya conoce la reputacin del conde Kiril Vladimrovich Ni l mismo sabe loshijos que tiene, pero este Pierre es su predilecto.

    Era tan guapo todava el ao pasado! asegur la condesa; nunca hevisto un hombre ms apuesto.

    Ahora ha cambiado mucho dijo Anna Mijilovna. Pues quera

  • decirles prosigui que, por parte de su mujer, el prncipe Vasili es herederodirecto de todos los bienes, pero el padre quiere mucho a Pierre, se ha ocupadode su educacin, ha escrito al Emperador de manera que a su muerte (est tanenfermo que se espera ocurra de un momento a otro, y Lorrain ha llegado deSan Petersburgo) nadie sabe a quin ir a parar tan enorme fortuna, a Pierre o alprncipe Vasili. Cuarenta mil siervos y varios millones. Lo s bien, porque me loha dicho el mismo prncipe Vasili. Adems, Kiril Vladimrovich es to segundomo por parte de madre; es el padrino de Bors aadi, como si no dieraimportancia alguna al hecho.

    El prncipe Vasili lleg ayer a Mosc. Me han dicho que viene en viaje deinspeccin dijo la visita.

    S, pero, entre nous aadi la princesa, es un pretexto; en realidad, havenido para estar al lado del prncipe Kiril Vladimrovich, que est muy grave.

    De todos modos, ma chre, es una broma divertida intervino el conde; yviendo que la visita no lo escuchaba se volvi hacia las seoritas: Me imaginola cara del polica.

    Imit los movimientos del polica, agitando los brazos, y estall de nuevo enuna risa sonora y profunda que sacudi su grueso cuerpo; as suelen rer laspersonas que siempre han comido bien y bebido mejor.

    No olviden, por favor, que los esperamos a comer concluy.

  • VIII

    Todos quedaron en silencio. La condesa miraba a la visitante con una amablesonrisa, sin ocultar, no obstante, que no sentira nada si se levanta