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Libro de Melquisedec Historia de Salem Capítulo 12 Jubilosa proclamación y coronación de Melquisedec. Sellamiento de ciudadanía a los fieles. Samael se presenta y desafía al rey. Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores. 1 Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a todo aquel pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una jubilosa proclamación: 2 Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de reinar en gloria y majestad entre los loores de tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las tinieblas, haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del amanecer. 3 Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la confirmación de todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías, con su cetro redimido, comenzó a sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual una larga fila de fieles exaltados. 4 Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque de aprobación del rey, se colocaban al lado derecho del trono, donde permanecían aguardando por la confirmación de los otros. 5 Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el sellamiento de los últimos justos, se posaron sobre la figura extraña de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era horrible: su semblante había sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció. 6 En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su trono como herido por un gran dolor; De sus labios los súbditos oyeron una dolorosa exclamación: 7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—8 La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a todos de tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que sabían que el destino de Samael y de todos aquellos que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no era el plan del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino, siendo el segundo en honra en aquél reino? 9 Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado cabizbajo hacia el trono, al presenciar toda aquella lamentación, y engañado nuevamente por el orgullo, juzgando que se trataba de una demostración de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su ejército que fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con la certeza de que sería victorioso sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la frente marcada por el odio y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió, desdeñando su autoridad, con la amenaza de quitarle el trono. 10 Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no soportaron la osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después de causar tanto sufrimiento, todavía era capaz de levantarse con tan grande desafío. 11 El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la

Libro 12 de Melquisedec

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El Libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los Rollos del Mar Muertoencontrado en la Cueva 11 en el desierto de Qumrán, al norte del Mar Muerto.

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  • Libro de Melquisedec

    Historia de Salem

    Captulo 12

    Jubilosa proclamacin y coronacin de Melquisedec. Sellamiento de ciudadana a los fieles.

    Samael se presenta y desafa al rey. Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores.

    1 Los sbditos triunfantes que, reverentes, haban sido conducidos a todo aquel pasado de

    felicidad, traicin, dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una jubilosa proclamacin: 2

    Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de reinar en gloria y majestad

    entre los loores de tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de las amenazas de las tinieblas,

    haciendo renacer en nuestro corazn la alegra del amanecer. 3 Ese cntico de exaltacin fue

    seguido por la ceremonia de la confirmacin de todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonas,

    con su cetro redimido, comenz a sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno.

    Se form para lo cual una larga fila de fieles exaltados. 4 Los sbditos confirmados, a medida en

    que iban recibiendo el toque de aprobacin del rey, se colocaban al lado derecho del trono, donde

    permanecan aguardando por la confirmacin de los otros. 5 Las miradas que, iluminadas de

    alegra, haban acompaado el sellamiento de los ltimos justos, se posaron sobre la figura

    extraa de Samael que, dominado por una fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en

    direccin del trono. Su aspecto era horrible: su semblante haba sido deformado por el mal; sus

    vestiduras estaban sucias y mal olientes; todo en l repugnaba, al punto de que nadie lo

    reconoci. 6 En medio del asombro de los sbditos, Melquisedec se levant de su trono como

    herido por un gran dolor; De sus labios los sbditos oyeron una dolorosa exclamacin: 7

    Samael, Samael!!!8 La figura deplorable de aqul que haba sido tan bello, llen a todos de

    tristeza, y comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que saban que el destino de

    Samael y de todos aquellos que lo haban seguido, pudo haber sido muy diferente, si ellos

    hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonas y de su hijo. Acaso no era el plan del rey y

    el sueo de Melquisedec el tenerlo como el protector del pergamino, siendo el segundo en honra

    en aqul reino? 9 Samael que, reconociendo su desventura, se haba aproximado cabizbajo hacia

    el trono, al presenciar toda aquella lamentacin, y engaado nuevamente por el orgullo, juzgando

    que se trataba de una demostracin de debilidad de sus enemigos. Al acordarse de su ejrcito

    que fortificado lo esperaba en la planicie, lo enga con la certeza de que sera victorioso sobre

    Salem. Con este pensamiento, levant la frente marcada por el odio y, mirando al rey, levant el

    puo cerrado y lo desafi, desdeando su autoridad, con la amenaza de quitarle el trono. 10 An

    que condolidos por su perdicin, los sbditos de Salem no soportaron la osada afrenta de aqul

    enloquecido joven que, despus de causar tanto sufrimiento, todava era capaz de levantarse con

    tan grande desafo. 11 El rey victorioso que con tanto placer haba sellado con su cetro la

  • conquista de los fieles, lo levant dolorosamente para el sellamiento de la triste suerte de los

    rebeldes. Inmovilizado por una fuerza extraa, Samael, sin desviar los ojos del cetro, oy de los

    labios del rey la proclamacin de su juicio y de todos sus seguidores: 12 Prisioneros de una

    fuerza invisible, estaran retenidos en sus cavernas por seis aos, siendo despus visitados por el

    fuego del juicio que los destruira juntamente con las ciudades que con ellos se aliaran.