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C U R I O S I D A D E S H I S T Ó R I C A S

INÉDITAS DE

Z A M O R A 'VVS^VWWVWAA/V*

P U B L I C Ó L A S

UN CURIOSO EN

H E R A L D O D E Z A M O R A í V W W W W V W V W l

— 1 9 2 6 — Es t . Tip. Vda. de E. Ca lami ta

Santa C l a r a , 55, Z A M O R A

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P R Ó L O G O

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Queremos que conste, que al publicar H e r a l d o de Zamora, las presentes cuartillas de historia— ¡quién sabe!—de nuestro pueblo, lo hace únicamen­te con un fin de ameno y vago pasatiempo, sin trans­cendencias de ninguna clase y mucho menos pen­sando en el alto interés histórico, osea en la aporta­ción o en el alumbramiento de nuevas fuentes y ve­neros para los eruditos. No.

L a Erudición y la Censura—así, con mayúscula —nos parece el sarampión y las viruelas de la Pren­sa. ¡Que el Señor nos tenga de su mano en las epide­mias! Y que los epidemiólogos—vulgo historiadores académicos—nos perdonen esta intromisión que nos vamos a permitir en la casa de Cl io, con la salvedad honrada, de que lo que va a publicarse, es hijo de padres desconocidos.

Una tarde E n una tienda de libros viejos Un manuscrito del año 1856 '

E l l ibrero.—Veinticinco pesetas. E l periodista, dubitativo y quizás pensando que

antes del 13 de septiembre era el nuevo calendario

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histórico de España, la historia, general y parti -ular de las cuarenta y nueve provincias, no vale siquiera la pena de recordarla y que merece perderse, no se atreve a ofrecer, pero al fin dice:—Trece pesetas.

Y con los papeles debajo del brazo salí del zan-quizamí; para enfrascarme en seguida en la obra pia de poner en claro aquel manuscrito, que es por lo visto la obra truncada de Egidio de Zamora, fraile del siglo X V , de Gerónimo Martínez de Vega , cura de Roales en 1615; de Manuel de Novoa, cura de San Vicente a principios del siglo X V i l , de F ray Alonso Vázquez de Miranda que escribió también en igual siglo y labor toda ella inédita, excepto de la de este último, que desde luego, es casi desconocida.

Y el manuscrito era una recopilación loable y meritísima, hecha por un anónimo curioso—¡quién supiera su nombre!—en 1856, y seguida de unos da­tos interesantes en relación con cosas de Zamora de aquella fecha.

¿Queréis mayor honradez histórica? Después de ello, solo resta una salvedad: que i n ­

sistir en desear que los eruditos no se enmarañen en la ordimbre del tejido histórico, de cuya fábrica no fío, ni la tela ni los colores.

He querido decir: que yo no difundo—aunque otras cosas menos difundiblos esté acostumbrado a difundir—que Zamora sea Numancia, ni garantizo siquiera la verdad de las citas que más adelante se hagan.

Para la curiosidad del lector, ávido, no importa que Numancia no estuviese en Zamora. L o impor­tante es la novedad, aunque esta sea añeja.

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7 —

Zamora no fué Nomancia, que estuvo en c:oria j en el sitio de Garay, pero..... mereció serlo, para dar satisfacción siquiera al nobilísimo empeño de esos cruzados del ideal que en el siglo X V I , y antes y des­pués se esforzaban por el pasado de Zamora, que a través de los días en el siglo X X ha devenido a esta modorra insigne que se traduce en guerra santa al pasado, a la tradición y de la cual quedarán peren­nes los devastadores atentados arbitrarios—vandá­licos en las murallas—a la estética, al arte y al buen sentido, que a diario perpetran en nuestros monu­mentos los que estaban llamados a velar por ellos.

De la fiebre de los constructores de casonas, fal­sificadores de mansiones pseudo-señoriales, rastacue ros ilustres, no queremos hablar.La fiebre de marras, como la de Malta tiene su trayectoria. Y si nues­tros dias son los del periodo álgido de la calentura, Gompadezcamos a los pacientes y huyamos de su contacto.

Quizás el espíritu romano—enteliquia foraste­ra—que arrasó a Numancia, tenga puesto cerco a Zamora para destruirla, aunque sea con ánimo de reedificarla, en cuyo caso, Zamora será Numancia en plazo próximo.

Y entonces, esos ilustres autores, no escribieron la historia sobre los hechos pasados, se adelantaron a la época y presintieron el porvenir.

Para escribir la historia—hechos , de nuestros días, ahita de romanticismo, empachada de ordina­riez, famélica de dulces y doradas leyendas, está Sancho Panza preparado con la stilográfica en ristre para glosar las fechorías de Cronos, autor, per­sonaje y protagonista principal y de sus cómplices y encubridores los secundarios personajillos y perso-

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najetes con acción en el tablado de ]a íarsa que diría Crispín, si por casualidad en sus aventuras y corre­rías llegase hasta las riberas de las Pallas o a los ale­daños de los Palacios de los Sanabrias y Sotelos y considerara la balumba de Pelliteros—no equivocar­se, cajistas: Pelliteros y no Pilleteros—que a bragas enjutas pescan truchas en secano y en la pócima del río, que dícese que es caldo de pollo, las fantasías medioevales y que debe de serlo por lo bien que le sienta a los sitiadores.

UN C U R I O S O

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¿Zamora fué Nnmancia?

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De los Pueblos que pretenden haber sido Numancia en España.

E l gran Casidoro que después de haber sido se­nador y chanciller del rey Teodorico de Italia, fué monje muy ejemplar, como de él escribe San Ánto-nio,dijo; que: Numancia fué tan famosa por su valor que los españoles iodos, ansiosos siempre habían apetecido apropiarse el nombre de numantinos y que deseosos algunos de tal excelencia y timbre, para poder gozarlo se lo disputaban y discutían entre otras las ciudades de Zamora y Soria y el pueblo contiguo a ésta llamado Garray.

L a opinión más antigua ^ más autorizada asienta el lugar de Numancia en Zamora, difundiendo tal parecer los Sagrados Concilios; diferentes Privi le legios Reales; instrumentos públicos antiquísimos; el rey don Alfonso el Sabio; el Arzobispo don Roüri •

&

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f o de Toledo; Jul ián Pérez, Arcipreste de Toledo; •aulo Orosio; don Alonso de Cartegena, Arzobispo

de Burgos; la Historia Compostelana; la Historia Ge­neral; el Obispo de Tuy, el Abulense; el Obispo de Pamplona, Fray Prudencio de Sandoval; el Obispo de Orense, F ray Juan G i l Guisol ; F ray Atanasio de Lovera; don Lorenzo Ramírez de Prado; F ray A lon­so Vázquez de Miranda; el maestro F ray Alonso Miguel; el doctoral de Sigüenza; Obispo de Cartage­na don Francisco Valcarcel ; Mosen Diego de Va lo­ra, Consejero de la reina católica doña Isabel I; el doctor don José López de Quirós, doctoral de Osma; don Manuel González Téllez; Diego de Nogueral; el doctor Gerónimo de Vega y la tradición antigua.

Otra opinión es, que el sitio de Numancia verda­dero está donde al presente se halla la ciudad de So­r ia, aunque tal opinión no hay estable ni segura en­tre los autores que la difunden, por que algunos di ­cen que ni fué donde tiene su planta, sino que se hallaba situada en sitio distinto.

Otros aseguran que la antigua Numancia, estuvo situada a legua y media de distancia de Sor ia, en el lugar llamado Garray, junto a su puente.

Y a en Soria, ya en Garray, defienden tal opinión autores modernos muy graves, puesto que en los an­tiguos fueron pocos lo que favorecieron por los ines­tables fundamentos para su defensa hasta queFlorián de Ocampo, natural de Zamora precisamente, escribió en ella, allá por el año 1553 su Crónica General de Fspaña, sosteniendo la misma la tesis de que N u ­mancia fué en Garray (Soria) y asegurándolo con tal ardid que con ese patrocinio, no tuvo duda Ambro­sio de Morales en 1574, al continuarla obra de aquel en Córdoba, dar por buena la especie y reforzar la

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opinión que después siguieron Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo; el Padre Juan de Mariana; Miguel de Vi l lanueva; el Bachil ler Rúa, natural de Soria; Alonso García Matamoros; F ray Juan de la Fuente; algunos autores extranjeros que cita A lde-rete, según aíirman Fray Gregorio Argaes y Vasco, y finalmente cuantos han escrito desde Ocampo has­ta hoy.

L a base en que se fundan estos autores es en la correspondencia que hoy tiene el sitio de Soria o Garray con las señales que los autores antiguos dicen tenía el sitio o suelo numantino.

San Agustín, Paulo Orosio, Luc io F loro , Apiano y otros autores, dicen que Numancia era una ciudad no muy grande y que estaba en un lugar alto, que no tenía muros que la fortaleciesen sino solamente el Duero y grandes asperezas de peñas que la cercaban por todas partes, dejándola abierta solamente por un llano de la vega, al oriente, lo cual unos dicen que conviene a la ciudad de Soria y otros al sitio de Garray.

Sin embargo, el fundamento más fuerte en que se escudan los autores que defienden esta opinión es en la autoridad de Plinio, que dice, por lo visto, que la ciudad de Numancia estaba fundada cerca del na­cimiento del rio Duero, lo que aprovecha a Soria y a Garray, y todavía en lo afirmado por Estrabón que asegura que entre Zaragoza de Aragón y Numancia solo había veinticinco leguas que son las mismas qu^ dista el lugar de Garray o la ciudad de Soria; asi como Ptolomeo señala en su Cosmografía, los Arevacos (en cuyo término se asentaba Numancia) junto a los Pelendoneo, los cuales estaban muy dis

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tantes de los Varieos, que vivían donde hoy está fun­dada Zamora.

Apesar de estas y otras razones que Florián de Ooampo, capitán de los autores que le siguen en su defensa, procuraremos dar razones y pruebas claras, que evidencien el que la antigua Numancia gtuvo su asiento en el lugar de Zamora y en el sitio que hoy llaman el Temblajo.

Numanc ia fué en Zamora

San Agustín, Paulo Orosio, Lucio F loro , Apiano y los demás autores que dicen que Numancia era una ciudad no muy grande y que estaba situada en alto, sin muros ni torres que la fortaleciesen, sino so­lamente el Duero y grandes asperezas de peñas que la cercaban por todas partes, dejándola abierta sola­mente por un lado de la vega al monte, afirman con criterio unánime, de manera expresa que N u ­mancia estuvo situada en Zamo a.

Las referidas señales convienen solo a nuestro pueblo y son propias de Zamora, en el sitio' que l la­man el Temblajo, de la otra parte del Duero, junto al arrabal de San Frontis, que es el lugar que corres­ponde al de la verdadera Numancia, según las sefla-les y circunstancias expresadas.

Allí se ven en efecto, ruinas y vestigios de edifi­cios antiguos, sepulcros y piedras atrasadas que con frecuencia se han hallado.

Pero aún hay más. Convieae el Temblajo en Za ­mora a la posición de la antigua Numancia porque

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tal sitio coincide con lo que dijo el poeta de los nu-mantinos: .

al revés cojen el agua, no con la derecha mano.

Y con lo expresado por Apiano que afirma, que, el Duero lava parte de sus murallas. L o que en ma-i iera alguna viene bien a la ciudad de Soria ni al sitio de Garray,

Además, otros autores antiguos, afirman, que el rio Duero junto a Numancia se navegaba con remos y velas; queScipión no pudo hacer puentes por lo ancho y arrebatado del rio y que fabricó en cada r i ­bera castillos y con maromas puso vigas atadas de unos a otro*!, para impedir que las naves se acerca­sen a Numancia y el socorro de esta, todo lo cual no se acomoda ni a Soria, ni a Garray, echando por tie­rra el que allí pudiera estar Numancia.

Ambrosio de Morales, en su Crónica de España, hablando de las guei tas de Numancia, refiere esos mismos particulares, afirmando, como en el año 131 antes de Jesucristo, eran Cónsules en Roma, Publ io Mancio Scivola y Luc io Calpurnio Pissón y manda­ron a Scipión, que se quedase en España con título y mando de Procónsul.

Scipión repartió su gente que era mucha en el campo de Numancia, hasta que cercasen del todo la ciudad, dando encargo a los tribunos y centuriones que comenzaran y continuasen un gran foso que cer­caría toda la ciudad con un vallado muy alto que hi­ciera imposible salir ni entrar nadie en Numancia.

Este baluarte, era necesario que tuviera cerca de dos millas, porque poco menos tenía en torno la ciu­dad y de esta suerte, los que andaban en tal trabajo

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estaban por algunas partes lejos unos de otros y para que todos fuesen fácilmente socorridos, cuando salie­sen los de dentro a estorbarles la obra, (como lo ha­cían muchas veces)Scipión tenía mandado que de día al ¡salir los numantinos, los sitiadores hiciesen señales levantando una bandera roja y de noche con fuego.

Acabada la cerca con que quedaron encerrados los numantinos, mandó Scipión hacer otra con ma­dera y terraplenos a manera de muro perfecto, de diez pies en alto y cinco en grueso y como ro podía cercar de la misma manera el Duero, mandó echar al l i un vallado que bastaba tanto como la cerca y así fué Scipión el primer capitán que cercó de muros la ciudad que tenía sitiada con ejército y esto no en manera alguna porque los cercados no quisieran pe­lear, cosa que siempre que les era posible procura­ban, sino porque los sitiadores recelaban siempre la pelea.

Todas estas cosas tan extrañas y nunca vistas, ni oidas, que Scipión hacía, eran manifiestos testimonios de que confesaba el no querer pelear con los nu­mantinos, pues estaba convencido de que no podría vencerlos con las armas.

Apesar de aquel apremio, algunos numantinos rompían el cerco, saliendo de la ciudad por el rio Duero que bañaba los muros y mucho les ayudaba para no estar del todo encerrado y que por esa par­te les entrasen aprovisionamientos.

Salían y entraban los numantinos zambulléndose en las aguas y en barcos con grande furia de remos o esperando otros que el viento soplnse recio e iban en sus barcos a meter mantenimientos en la ciudad.

No podía hacer Scipión puente, por la anchura y furia del río, pero hizo en cada ribera un castillo y

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con grandes maromas puso atadas de uno a otro, t í -gas muy gruesas, metidas en el agua, clavadas en lo alto y al través con muy largos clavos y puntas de hierro que estorbasen el paso a barcos y a los nada­dores.

Todo ello lo hacía Scipión, como dicen Apiano y otros escritores, por no verse ©n ©1 trance de pelear con los numantinos y reducirlos por el hambre qui­tándoles hasta la esperanza de recibir socorros y lle­vando al cerco cuantos medios eran posibles para rendirlos, como dice Begecio, que asegura que Sci­pión tenía 60.000 hombres en el cerco, entre zamora-nos, númidas y españoles.

Salian los numantinos a pelear con las huestes de Roma, pero por cargar tanta gente sobre ellos, se re­tiraban por no morir y no permitía Scipión que se les persiguiera, diciendo: que cuantos más fuesen, se co­merían antes los víveres que en la Ciudad tuvieran.

L a opinión de Pl in io relativa a estar fundada N u -manoia cerca del nacimiento del rio Duero, que con­viene a Sor ia y Garray, pero no a Zamora, no pasa de ser una afirmación gratuita. Numancia, no tenia esa posición, sino que estaba situada junto al rio Duero.

L a autoridad de Pl in io y sus palabras, son éstas «Darías annis ex-maxims Hispanis

Ortas inpelendonibus et nista Numantian lapsas Deinde per arevacos que-».

De ello se deduce que lo que quiere decir Pl inio, es que el rio Duero, uno de los mayores de España, nace a los Pelendonesy da vuelta junto a Numancia y de allí l leva su corriente por los Arevacos y Vacceos. --

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Y sin embargo, se aprovecha la cita de Pl inio, para fortalecer la teoría de que Numancia fué en Soria, aunque para ello ¡os que tal defienden inter­pretan el texto vulnerando la intención del autor.

E l mipmo Plinio dice, que la etimología de lapa-labra Duero, se puede tomar de su origen en las sie­rras de Soria; si bien aanqne nace de dos fuentes, su origen está en la sierra d« Urbión a ocho loguas de la ciudad de Soria, por cuyo motivo le llaman Due­ro, o bien de los Duracos, que dicen vinieron por aquella parte; o bien de la palabra latina Durit iés, que es lo mismo que dureza, por los peñascales que tiene la sierra donde na^e. Llamándose en latín Do-ris o Dorius y en romance Duero.

Otros dicen que esta palabra Durius, se toma por congregación de aguas y que Pl in io habla de ríos fa­mosos de España y que por no ser el Duero rio cuan­do pasa por Soria o Garray, sino arroyo, añadió la palabra Amnis y puso su nacimiento por bajo de Simancas, en el Convento de Aniaga de la Cartuja, porque allí se juntan con el Duero ríos famosos (sitio que llaman el salto del Pellejero, donde se le une el Pisuerga) y hacen al Duero caudaloso, perdiendo to­dos los afluentes sus nombres para confundirse en el Duero, según los adagios que dicen: Soy Duero, que de todas las aguas bebo, etc ; el Duero lleva la fama y el Pisuerga le da el agua.

Donde se prueba ser Zamora Id ant igua Numancia : : : :

No estuvo Numancia, ni en Soria, ni en Garray, E l asiento numantino corresponde a Zamora. Y

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favorece esta op in ión y sentencia el Sag rado C o n c i l i o Undéc imo de T o l e d o .

E n d icho C o n c i l i o se h izo l a demarcación de las Met rópo l is y sus sufragáneas, en t iempo del rey W a m b a , siendo A r z o b i s p o de To ledo , Q u i r i c o , suce­sor de S a n I ldeíonso.

L a declaración o demarcación de l ímites y té rmi ­nos que en este C o n c i l i o se señaló al Ob ispado de Z a m o r a , como sufragáneo de l de Mér ida , a l a sazón, según ref iere el ob ispo don L u c a s de T u y , a l p ié de la le t ra es l a siguiente: Numancia a quien nuestros go­dos l laman Zamora, tenga desde Peña-Ausende hasta el Tormes, por la parte superior de los baños de Valle Rey, hasta Duero, y de Vdlalar hasta Otero de Vinos, y por Junto a Arwyuelo Seco hasta Bretó, y de Tábara hasta volver a Duero. T a l es la demarcación del O b i s ­pado de Z a m o r a y donde consta que en aquel los si­g los los godos mudaron e l nombre a N u m a n c i a .

E l C o n c i l i o a que se hace referencia, fué p r o v i n ­c ia l y se celebró en t iempo del P a p a Adeoda to , ha­ciéndose en el como se ha d icho la legí t ima d iv i s ión de los obispados.

D e este C o n c i l i o hay c lara not ic ia en dos códices manuscr i tos que se guardan en el a rch ivo de l a S a n ­ta Ig lesia Ca ted ra l de Ov iedo y que se t i tu lan: M e ­mor ia de las c iudades de España en que se const i tu­yeron S i l l as Ep iscopa les , sacada de los or ig ina les an­t iquís imos de la Ig lesia de O v i e d o , según los t r á m i ­tes que les puso el R e y W a m b a .

C o m o se ve, el ob ispado de Z a m o r a correspondía al de l a ant igua N u m a n c i a y se demarcaba en aque­l los t iempos con l ímites y términos que cor respon­den a nuestra C i u d a d .

E s d e c r , que en e l C o n c i l i o ind icado l l amaron a

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Zamora, Numanoia, todos los Arzobispos y Obispos de España y el rey a la cabeza y no incidentalmente y al acaso sino con advertencia y reiteración.

Pero no es eso solo. E n tiempo más antiguo, Za­mora siempre tuvo el nombre de Numancia y no la ciudad de Soria ni la aldea de Garray.

E n otro Concil io celebrado en Mérida en seis de noviembre de 666, en tiempo del rey Ricesvinto, al que asistieron doce obispos, también indistintamen­te se dice, Zamora y Numancia.

En otro Concil io más antiguo, que se celebró en Braga, según Brito, autor lusitano, asistió a él Pedro, Obispo de Numanoia. Este Concil io fué el primero de Braga y se celebró el primero de mayo del año 561, presidido por el Metropolitano Lucrecio, asis­tiendo ocho obispos, los presbíteros ministros y todo el clero.

E n una palabra, que la sagrada autoridad de la Iglesia publica el numantino timbre de la ciudad de Zamora, cosa que también robustece la autoridad de los reyes, declarando el glorioso nombre de Numan­cia por el de nuestra ciudad y no por el de otra algu­na de las de la Monarquía.

E l rey don Bermundo, dio privilegio ala muerte de Santo Domingo Yañez Sarracino por e cual se hace donaciónji la S. I. Arzobispal de Santiago, de los bienes raices que este Santo Mártir gozaba en la ciu­dad de Numancia, la que ahora se llama Zamora, de donde era natural el Santo y consistían sus bienes, apareciendo ellos, los bienes en el Privi legio, con los mismos nombres que tiene hoy (1617).

Y por entonces el propio cura de la iglesia de Santiago tenía para su congrua, entre otros bienes, una heredad de tierras en el término comunmente

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llamado de Santo Domingo del Vado, contiguo a su ermita. Esta ermita, es la que hoy (1926) se conoce bajo la advocación de Nuestra Señora de la Peña de Francia en las márgenes del Duero. Y próximo a ella en mil ochocientos cincuenta y cinco se mante­nía el cimiento de la aceña llamada de don García, la cual se descubre en tiempo de verano.

En el monasterio de San Benito el Real , de Saha-gún, se guarda un privilegio del rey don Fernando I, por el cual hace donación a este convento de las ter­cias de los lugares de Belver y Lenguar y otros que están en el Obispado de Numancia. Belver y Len ­guar bien conocidos son de los zamoranos y con los mismos nombres los vemos dentro del obispado de Zamora.

Belver es una vi l la del marqués de Alcañices, que lo tué antes del Obispado de Zamora, en cuyo cam­bio el rey don Alfonso V I H , dio al Obispo de Zamo­ra llamado don Martín, la V i l l a de Vi l lalcampo (po-blacióu que dista de Zamora cuatro leguas y media) en recompensa de los crecidos gastos que había teni­do el Obispo en sus murallas y fortaleza.

Los Padres de Sahagún, gozaban en mil seiscien­tos diez y siete, de las tercias reales en virtud de aquella donación

También en dicho Monasterio se guarda otro Privi legio firmado por el rey Ramiro III, confirman­do la donación que al Monasterio hizo de mucha ha­cienda, un caballero en el año mi l catorce, y entre las firmas de confirmación del Privi legio está una que dice: Juan, OMspo de Numancia.

Alfonso V i l fundó la Catedral de Zamora, en el sitio que hoy está emplazada y para su dotación

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la dio una heredad llamada de Fonsellas, que estaba situada en las riberas del rio Duero.

Dicho Alfonso V i l , dio a la Catedral el nombre de Iglesia de San Salvador de Numancia que man­tiene, conservando a la vez en 1855 la misma here­dad a que el Privi legio se refería.

E n otro Privi legio del mismo monarca Al fon­so V I I , se hace donación a la Iglesia de San Salva­dor de Numancia, entre otros bienes, del dominio y jurisdicción temporal en la ribera del río Duero, de las aceñas de Olivares, concediéndola esta profunda y dilatada playa del rio donde estuvo el puente V ie ­jo, desde el que San Ati lano arrojó el anillo al pasar por él y Dios se lo restituyó al abrir el pez, hecho inmemorialmente celebrado por la Iglesia y motivo por el cual Alfonso V I I hizo exentas de la seglar ju­risdicción las aguas del j ue ro en esaparte y se las adjudicó al Cabildo de la Iglesia de San Salvador de Numancia, que hoy es nuestra Catedral.

Del Obispo Esteban, que sucedió a Bernardo, se hace mención en dicho Privi legio; siendo aquel el Prelado a quién Dios comunicó las luces para des­cubrir el venerable lugar donde yacía el cuerpo y sa­gradas reliquias del Capellán de María Santísima, San Ildefonso, Arzobispo de Toledo y a quien como titular tributa la provincia de Zamora los debidos cultos con la mayor devoción, como las historias lo manifiestan y así el rey don Alfonso V I I para ex­presar al Santo su devoción, con cuyo glorioso nom­bre se decoraba y honraba, fundó, alargó y adornó con la mayor amplitud, nuestro magnífico Templo Catedral.

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Que prosiguen las ra­zones e n f a v o r de Zamora : : : : :

Alfonso X el Sabio, en su Crónica General de Es­paña, habla de la guerra y sitio de Numancia y más particularmente en el Capítulo X I I , en el que trata de la historia de Vi r ia to y refiere las correrías del pastare robador de camim s, lusitano.

E n el Capítulo X L I I trata de cómo se levantaron ¡os numantinos, a lo que llaman ahora Zamora, con­tra los romanos y de la muerte de Vir iato.

E n el Capítulo XLITI , de como los de Zamora se levantaron otra vez contra los romanos.

En el X L I V , vuelve el rey Sabio a referir, cómo los de Zamora se alzaron otra vez contra los ro­manos.

E n el Capítulo X L V I , se refiere lo que Scipión hizo en España, después que destruyó a Zamora y de como se volvió a Roma. Y en este capítulo, Alfonso X hace clara demosíración de cómo los zamoranos o numantinos, al ver destruida su ciudad por los romanos, se quedaron fuera de ella y volvie­ron a reedificarla en el sitio en que hoy está empla­zada Zamora, declarando de nuevo la guerra a los romanos y volviendo otra vez Scipión el Afr icano, a destruir a Zamora o Numancia.

Asimismo, el rey Sabio en el Capítulo L I , habla del rey Wamba y de sus heroicos hechos, dando ra­zón exacta del onceno Concil io de Toledo, en el que se fijó la demarcación eclesiástica de España y entre ellas la del Obispado de Numancia, que es Zamora,

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con sus límites que recuerdan términos y lugares que hoy conocemos.

E n una palabra, que en todos los siglos, la ciudad de Numanoia, ha sido Zamora y no Soria, ni Garray.

E n las correrías y conquistas de Alfonso, el Cató­lico, se conoce a Zamora con el nombre de Numancia.

E s decir, que a través de la historia, se publica siempre, que Zamora es la verdadera Numancia, sin que se llegue a mentar, ni la ciudad de Soria, ni el lugar de Garray.

Que prosiguen igua­les razones en, favor de Zamora : : : :

Reinando don Ramiro III, de León, en el año 976, en un Privi legio que se guarda en el Monasterio de Sahagún, aparece que entre los Obispos que con el rey lo firmaron estaba Juan, Obispo de Numancia.

Y en igual tiempo, de ese mismo monarca, próxi­mamente alrededor de aquel año se dio otro Pr iv i le­gio que firma también Juan, Obispo de Zamora. Y de ello se deduce que indistintamente los Prelados se decían de Numancia y de Zamora según les placía.

También en Ja Iglesia de León se guardan dos Privilegios de pertenen ias de sus haciendas, ambos otorgados en el año 873 y entre los confirmantes se ve otro Juan, Obispo de Numancia, que en ese año regía la 'Diócesis de Zamora.

F ray Atanasio de Lobera, afirma haber leído ©n los archivos de las Iglesias Catedrales de Santiago, León, Astorga, Oviedo, Tuy , Orense, Lugo, Zamora y algunos de los monasterios Padres Benitos y Ber-

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.— 25 "—'

nardos, muchas más de cien escrituras y pr-ivileg'os reales, en los cuales se llama a Zamora. Numancia, y que solo el archivo de la Catedral de Zamora tie­ne más de cincuenta escrituras, las que vio y que de­cían estar fundadas en la ciudad de Numancia, que es Zamora. . Fray Antonio de Yepes, dice que ha visto más de

oien firmas de Obispos de Zamora en archivos, donde para decir; Juan o Pedro, Obispos de Zamora, se decía; Juan o Podro, Obispos de Numancia o N u -mantinos.

E n una palabra, que Zamora en tienpos de nues­tros mayores, se llamó Numancia, por muchos siglos.

Fray Alonso Vázquez de Ndiranda, defiende doc-tísimamente esa sentencia y dice que el archivo de la Catedral de Zamora, lo registró muchas veces el maestro F lor ian de Ocampo (que nació en Zamora a principios del siglo X V I y escribió los cinco libros primeros de la Crónica General de España, impresos en Zamora en 1544. José Pellicer y Gabr ie l de Henso, tratan de plagiario a Ocampo, pues dicen que publi­có bajo su nombre, los manuscritos que Lorenzo de Padil la, su predecesor había dejado inéditos) y que puso en él papeles de su letra, siendo el primero que introdujo en España, la opinión de que Numancia fué en Soria, omitiendo de paso lo que en el archivo Catedral de Zamora habia visto.

No estará de más decir, que en el año 1548, el maestro Ocampo estaba aún en Zamora, gozando prebenda de gracia 3'- a su inteligencia encomendado el empleo de archivero, en que se ejercitaba y ha­biendo vacado en el mismo Cabildo una de sus dig­nidades, a ella se mostró parte con eficaz preseníLr. miento, si bien no se la confirió el Cabildo, Ic^IqIIí^

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sirvió al maestro Ocampo de LanaCard ina, de que le sobrevino un dolor vitalice, con aumento de náusea y con voluntaria pérdida de memoria de lo que ha­bía visto y de su letra escrito en el Arch ivo de Z a ­mora, pasando a residir a Córdoba con su médico y heredero Ambrosio de Morales.

U n hijo de este Morales, llamado también Arn-brosio, nació en Córdoba en 1513, estudiando en Sa ­lamanca y a los 19 años de edad tomó el hábito de religioso en el Convento de San Jerónimo de V a l ­paraíso, junto a Córdoba, continuando allí la Cróni ca General de España, que Ocampo había empeza­do, imprimiendo tres tomos en Alcalá en 1574 y lue­go en Córdoba en 1586.

F ray Prudencio de Sandoval, Obispo de Pamplo­na, habla de u«< libro de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, que estaba en la librería del Monasterio de Sahagún, cuyo libro trataba de la Vi rg in idad de la V i rgen y en su portada decía: «lo compuso San Ildefonso, Arzobispo de Toledo después de San E u ­genio, lo trasladó de su letra San Ati lano, monje de Sahagún y después Obispo de Numancia».

Este libro, lo vieron y lo registraron muchos, en­tre otros Ambrosio de Morales, que dijo que era dig­no de veneración y de ponerse en el Sagrario. Pero en el año 1590, se quemó la librería de aquel Monas­terio, pereciendo en el siniestro prenda tan excelente.

Eso mismo refiere Fray Antonio Yepes en su. Crónica de San Benito en que da cuenta de la fatali­dad de ese museo, lamentándose de tal pérdida.

E n el Monasterio de San Benito de Ooaña, está enterrado el rey de Castil la y León don Sancho II, en cuyo sepulcro, se lee, la siguiente inscripción: «Aquí yace el rey don Sancho; en la gracia un París,

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en las armas un Héctor y que fué muerto en el albo­roto con su hermana en el campo Numantino.»

Y es sabido, que ese rey murió en el cerco de Za­mora, de la lanzada que le dio con su venablo, .Be­llido Dolfo o Ataúlfo, natural de Tordehumos de Campos en 1073, por vengar la prisión de su señor don García de Gal ic ia.

E n aquella inscripción se evidencia también, que Zamora se llamó Nemancia y que tenía esos dos nombres el año de la inscripción, que fué el 1073.

Los oñcios públicos de Notarios y Escribanos de Za­mora, desde sus antiguas fundaciones mantienen pro­tocolados inmenso número de instrumentos y escritu­ras de las heredades y posesiones contiguas al terri­torio Numantino, en favor de sus dueños que dan testimonio de vida y sirven de fuerte muro a la opi­nión de que Zamora es la antigua Numancia.

En que prosiguen los fundamentos de N u ­mancia e n favor de Zamora : : : : :

No es fácil averiguar quién fué el fundador déla antigua Zamora o Numancia, ni cual su primera fun­dación y población.

Algunos aseguran que la fundó Numa Pompil io, secundo rey de Roma por el año 714 antes de Jesu­cristo.

F ray Juan de Marieta, en su Historia Eclesiásti­ca dice, que: Zamora es fundación antiquísima de Hebreos, naturales de Palestina. Que Nabucodono-

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sor J l llamado también Nabapalasar, segundo rey de Babilonia y de Nínive, empezó a reinar 605 años an­tes de Jesucristo y que allá por el año 600 trajo a España a los Hebreos que fundaron Zamora.

De ese mismo sentir, es también Rodrigo Méndez de Si lva en su Descripción de España, donde dice que en Zamora tuvieron los Hebreos suntuosa Sina­goga, vanagloriándose aquellos de que San Pabloy les hubiera escrito la Epístola al Hebreo,

Y cosa parecida escribe, Fray Juan de San A n ­tonio, en su Crónica, diciendo: que Zamora es fun­dación de los Hebreos, que Nabuoodonosor tra-'o a España, quinientos noventa años antes de Jesucris­to y que a su Sinagoga escribió San Pablo la Carta ad Hebreos. Y asimismo asegura que los Hebreos de Jerusalen consultaron sobre la muerte de Tesu-cristo con la Sinagoga de Zamora, que se componía de judíos muy sabios y rabinos doctísimos.

Y esto mismo escribe F ray Francisco de Torre-joncillo en su Cantinela contra los judíos, donde cita al Padre Rodrigo Yepes, el cual afirma que ia de Zamora, era la principal Sinagoga de Casti l la, reve­renciada por todos los judíos.

Y afirman la tradición y las historias, que los Hebreos después de fundar Toledo y su Sinagoga, en el suelo donde se halla la Iglesia de Santa María la Blanca, pasaron adelante, llegando al lugar donde hoy está Zamora y reconociendo las constelaciones, el planeta, sus flujos y fecundidad del suelo y las r i ­beras del hermoso Duero, acordaron edificar, o aca­so aumentaran solo la población de Zamora, el año 600 antes de Jesucristo; poco más o menos y luego edificaron la Sinagoga que se conservó hasta los tiempos de los reyes Católicos. Siendo cierto que han

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durado los vestigios de Sinagogas en una calle l la­mada Moreno y en otra llamada de Balborraz hasta los años de nuestros abuelos a principios del si­glo X V I .

Las sinagogas de Toledo y Zamora tuvieron un gran blasón y extraordinario ascendiente, siendo siem­pre muy estimadas por los judíos de Jerusalén, de ral manera, que cuando en tiempos del rey Ci ro de Persia (536 años antes de J . C.) se empezó a reparar el templo de Salomón, fueron avisadas estas dos S i ­nagogas para que se volviesen a su natural. L o que no quisieron hacer, dando por respuesta, que halla­ban que otra vez hablan de tener el templo de Salo­món y la ciudad destruida y que para volver de nue­vo con las mochilas a cuestas a emprender el éxodo, se querían estar quietos por ser tal el Cielo que los judíos de Toledo y Zamora habían elegido.

Además, la Sinagoga de Zamora cuanJo fué con­sultada sobre quitar la vida a Nuestro Señor Jesu­cristo, no consintió a ello, antes bien, lo contradijo, siendo como madre y cabeza de las otras Sinagogas de España.

Y los judíos de la Sinagoga de Zamora, decían haber hallado el mismo clima de cielo e influjo de los planetas que en Jerusalén, lo que confirma Anto­nio Najera, matemático lusitano en su Astrología Su ­ma, tratando de los Signos del Zodiaco.

Y es de opinar, que ciudades tan esclarecidas co­mo Toledo v Zamora fueron fundadas por gente se­mejante y que procuraron desde la vecindad mayor (aunque bien infame) de que por la misericordia de Dios nos vemos libres. Y ahí tenemos como vestigios indelebles los nombres propios que los hebreos deja­ron en las calles de Zamora, algunos de los cuales

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han llegado hasta nuestros días, como la Alcazaba, Careaba, Balborraz y otros.

Pero apartados del asunto de que Zamora es Nu -mancia, volveremos al tema, indicando, que tal ver­dad la publica F ray Juan G i l , en su Paralipomenan, afirmando, que después de la segunda destrucción de Numancia por Scipión, concertóse la paz, con la condición de que Numancia dejaría este nombre tan odioso a los romanos y que en esa capitulación in ­tervino Zara, hija de Pompeyo, la cual mandó que Numancia, de allí en adelante se llamase Roma Y agradecidos los numantinos, añadieron al nombre de Roma, el de la dama que se lo dio y así llamaron a su ciudad Zararoma; luego Zaroma y últimamente Za­mora.

E l obispo don Lucas de Tuy, asegura que los godos, pusieron el nombre a Zamora, quitándole el de Numancia.

Esteban de Garibay, Zamolloa y Ambrosio de Morales, son de sentir que los moros, dieron este nombre a Zamora, por el gran numero de piedras turquesas que se hallaban sobre las peñas en que es­tá fundada la ciudad a cuyas piedras llamaban los moros Zamatras.

Velez, refiere que Zamora, es la antigua ciudad de Numancia y asegura que la funvó Tubal , hijo de Jafet y nieto de Noe, por haberse hallado en los ci­mientos de ella, un depósito labrado de piedra que guardaba gran cantidad en monedas del tiempo de aquél.

Gregorio de Argaiz, en su Historia Eclesiástica de España habla de éstas monedas.

Siendo de notar que el paso de Tubal por Espa­ña, quedó indeleble con la fundación de Setubal, en.

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Portugal y que es casi seguro que de allí vino a Za­mora.

Nuestro paisano Flor ián de Ooampo, se ve preci­sado a declarar y manifestar eso mismo, pero poco legal en sus escritos, desvirtúa la realidad y así habla de dos monedas de Túbal, que a sus manos llegaron de las encontradas en Zamora, pero cuida mucho de no hacer mención del depósito labrado en piedra en que se hallaron y pone silencio al nombre del sitio donde se encontraron, aunque todo le constaba, cre­yendo encontrar con ello alivio al dolor que padecía y activa medicina para sus achaques en no acordar­se de cosas de Zamora, y haciendo más todavía, echándoles tierra y consolándose con extrañarse del común consorcio y compañía de los historiadores más graves, apeteciendo y estimando la soledad de hacer­se entre ellos singular.

Por otra parte, la palabra Numancia, se compone de estas dos dicciones: Numen, que quiere decir gra­cia o idea que es propia de nacimiento y Manda cosa de adivinación, es decir, gracia de adivino, que tenían los numantinos, los cuales, es sabido que previeron la venida de Nuestro Señor Jesucristo.

Esta gracia es de todos los tiempos y así hay pue­blos que proveen el futuro, como los vecinos de Belo-rado, que avisaron al rey Don Sancho, que se guar­dase de Bell ido Doifos.

Y por eso mismo, don Fernando I aconseje a su hija doña Urraca que tomase los consejos que Za mora le daba, y como el romance dice:

Por tuya dejo a Zamora bien guarnecida y torreada. Ornes buenos hay en ella

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por servirla y guardarla de mis consejos de fía y de mis tesoros gasta.

Siendo una verdad, que son tan frecuentes los consejos en el numen de los zamoranos, que bien co­nocida es la gracia de los que nacen en sus recintos.

E n las tierras de Zamora, se han descubierto ves­tigios del sitio de Numancia, habiéndose encontrado láminas de bronce, mármol y barro cocido, proce­dentes de las abrasadas cenizas de la epopeya, ha­biéndose encontrado algunos ladrillos de singular hechura y caracteres, conservándose uno en las Casai Consistoriales, para memoria perpetua de todos, fijo en la pared al lado del oratorio.

Algunas piedras de mármol ha sacado a la luz el tiempo, en los cimientos de los antiguos recintos o murallas que tuvo la primitiva Zamora y de las cua­les se conserva una a la entrada de las mismas C a ­sas Consistoriales con la inscripción siguiente:

D E O M E N I U M V I A C O M. A T I L I U S S I L O N IS . F . Q. V I R S I L O E X V O T T O ,

Que traducida quiere decir: Que es el Dios de las murallas y también el Dios Viaco, Mar io At i lo hijo de Silón, con Silón Quir ino por haberles hecho voto, quisieron esta memoria.

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Varias curiosidades

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Var ias curiosidades Algunos autores escriben, que el puente que fi­

gura en el escudo de armaá de Zamora, representa la defensa valerosa de los zamoranos contra el rey de Portugal; pero como quiera que antes de ello ya fi­guraba en el escudo, otros dicen que representa el puente de Mérida el cual fué tomado por los zamora­nos para ei rey de León Alfonso I X en 118S en gue­rra con los moros. Otros autores aseguran que dicho escudo lo gozan por su puente maravilíoso, pues apesar de ser tan profundo y arrebatado eí río, los za­moranos o numantinos, hicieron lo que no pudo ha­cer Roma, domar el Duero.

—Sobre el arco de la torre del puente (donde está la veleta que llaman la Gobierna) hay una piedra la-tirada que dice así: E ra de M C C L X V y en la bata­lla que el rey don Alonso de León tuvo con Ave-nueve, rey de los moroá, los zamoranos de vanguar-veirite ni i l moros de a caballo y C X de a pió. Y en dia rompieron este año tomaron a Cáoeres, Montan-ohez, Mérida y Badajoz. L a memoria de lo cual de la pedra y ant;güa Zamora trasladó aquí siendo Corre­gidor el Conde de Ripalda. Año de 1717.»

E l original de la copia que cita esta piedra esta encima de la Puerta que llaman del Obispo.

— E n la parroquia de San Torcuato, iglesia muy antigua, se encuentra el sepulcro de San Boal, Mar-; tir, y en el cual fué hallada una piedra o lámina an­tigua con un epitafio que decía que allí estaba sepul­tado el cuerpo de San Boal, que padeció martirio con sus compañeros en el monte Conceji l , cerca de los muros de Numancia.

Esto lo he oido a personas fidedignas que leye­ron el epitafio y lo refiere Lobera.

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E l monte que hoy se llama de Concejo está a le­gua y media de Zamora.

Y de ese santo varón hay tradición que estando de rodillas, haciendo oración, Je alcanzaron sus ene­migos, los cuales al pretender detenerlo le ocasiona­ron la muerte, poniendo su cuerpo sobre una carreta tirada por bueyes, los cuales huyeron sin poderlos detener, caminando hasta Zamora y llegando has­ta la Iglesia de San Torcuato, a cuya puerta pa­raron, tocando las campanas ellas solas y derra­mándose por la ciudad suavísimo olor que delataba lo que el carro traía.

Fué enterrado San Boal en dicha iglesia y quedó como hoy (1624) se vé, cercado el espacio que ocu­paba la carreta.

E l año que sucedió esto no lo sé, pero testifícalo una pintura antiquísima que se ve en el lienzo del al­tar donde está el Santo Cuerpo.

— Ordoño l í l falleció en Zamora el año 955, suce-diéndole Sancho I el Gordo, hijo de Ramiro II y her­mano de aquel y en tiempo de dicho Sancho pade­ció Zamora dos gravísimas calamidades.

L a una el año 965, que casi fué destruida por los moros. L a segunda fué de notables llamas de fuego, que desde el Océano hasta Zamora talaron los pue­blos y los campos.

Con este motivo se conserva extramuros de Za ­mora la fuente que se llama de las Llamas, la cual da la mejor agua que se bebe en la ciudad (?)

— E n la crecida que tuvo el río Duero los dias 20, 21 y 22 de febrero de 1855, se descubrieron junto a la ermita de la Peña de Francia, las aceñas que fueron propiedad de Santo Domingo Yañez Sarracino y que se llamaron aceñas del Bado.

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Felipe III adora el cuerpo

.'. de San Ildefonso / .

al

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Felipe III adora el cuerpo de San Ildefonso

Felipe I I I adora el Cuerpo de San Ilde­fonso : : : : : :

E n el año 1602, visitó Zamora el rey Fel ipe III, hacia fines de enero.

E r a a la sazón Obispo de Zamora, don Fernando Suarez de Figueroa, religioso de la Orden de Cala-trava, quién dio a adorar las Santas Reliquias al mo­narca acompañando al Prelado el doctor Perceval de Grimaldo, Principe de Palermo y el doctor don Lo ­renzo Estavi l i de Salazar, arcediano de la S. 1. C.

Y aunque yo no me hallé en esta ocasión, por contar entonces ocho años de edad, he consultado con personas de crédito, que me han informado del acto, que presenció también el Notario Apostólico y Secretario, doctor don Diego del V a l , que dio fé del mismo y con el cual he hablado.

Se abrió con gran solemnidad la Iglesia y en ella las personas que concurrían al acto, subió el Obispo al altar y abrió la reja que cerraba el nicho, que es­taba en medio del retablo, de donde sacó un cofre vestido de láminas de plata dobles, labradas de labor antigua con episodios de la vida y unos milagros de San Ildefonso, cuyo cofre tiene cuatro palmos y me­dio de largo; palmo y medio y casi dos dedos de an­cho, el cual se hallaba asentado en un piéde plata, de ancho asiento y levantado en forma piramidal algo poco más de un palmo.

Probó el obispo, el levantar la tapa del cofre y co-

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mo por estar algo apretada de encajes por el largo tiempo encontrase dificultad, mandó al Chantre que probase, el cual la abrió y en el mismo punto, salió del interior del cofre un olor suavísimo, que derra­mado y esparcido llenó el aire de tan notable fragan­cia y los ánimos de tanta dulzura y devoción, que apenas hubo persona de las que allí se hallaron, cu­yos ojos arrasados de lágrimas, no testificaren la ter­nura de los corazones y no siendo menos tierna la demostración que hizo el Rey.

L a primera cosa que se encontró, fueron cuatro escrituras.

U n a era una tarjeta de pergamino, como una ma­no, escrita en caracteres góticos, mal formados y con el tiempo tan consumido, que por más diligencia que se puso, no fué posible leer. Eran cinco versos o ren­glones.

L a segunda escritura contenía el discurso de la Invención de las Santas Reliquias.

Las otras, eran dos testimonios de cómo se había abierto la Santa Arca el año 1427 en presencia del rey don Juan II y el año 1522 en la del emperador y rey de España, don Carlos.

L o que contenía la segunda escritura, fldelísima-mente extractado de lo que dijo Perceval, así como de lo que me refirieron testigos presenciales, era lo siguiente:

Que en el año de 1298, que fué año de Cristo de 1270, Nuestra Señora del V iso , (que es una imagen de mármol, con quién toda la tierra de Zamora tiene singular devoción y a quien acuden en todas sus ne­cesidades, en especial en tiempo de sequía, la cual se halla en una ermita, antiguamente de templarios, en un monte a la parte meridional del río Duero, a una

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legua de él y a tres de Zamora, entre levante y me­diodía, en tierra que llaman del V i n o , junto a la v i ­l la de Bamba) que dicha V i rgen del V iso , se le apa­reció en sueños a un pastor llamado Pascual, vecino del lugar de la Mañana, a una legua del sitio de la ermita y le mandó que se fuese a confesar con el cu­ra de la Parroquia de San Pedro, de Zamora y diese noticia de parte de la Santísima V i r g e n del Cuerpo de San Ildefonso, que estaba enterrado en su Iglesia hacía muchos siglos, sin recibir honores.

V i n o el pastor a. Zamora, como le fué mandado y confe¡-ándose con el cura (que era natural de Torre de Gamones, aldea de Sayago a seis leguas de Za­mora) le descubrió el secreto señalándole el lugar donde el Santo Cuerpo estaba, que es el mismo don­de se ve hoy (1624) una reja dorada no muy alta y cuadrada que encierra una piedra grande, que ocu­pa el lugar que en la tierra tenía el arca donde esta­ba el Santo Cuerpo. Está casi a la mitad de la Igle­sia, algo más cerca de la guarda de la Capi l la mayor a la parte de la Epístola y no lejos del lugar adonde estuvo sepultado el santo cuerpo del glorioso San Ati lano.

Oidas las palabras del pastor, el cura, con gran celo y devoción, le mandó tuviera en silencio lo que le había confesado y se fué a don Suero Pérez, Obis­po de Zamora, a quién dio cuenta de lo sucedido.

E l Obispo, con gran secreto, deseando certificarse primero de la verdad del caso, que divulgarle, sien­do tan grave, se hizo acompañar de poca gente a la Iglesia de San Pedro y dijo Misa, acabada la cual, mandó que unos oficiales de albañll, cavaran en la parte donde el pastor indicó, romo con intenci

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querer hacer alguna obra en aquella Iglesia que a la sazón se estaba reeditioando y mejorando.

Llegaron los albañiles a descubrir un arca de pie­dra y viendo el Obispo conflrmadas las palabras del pastor, mandó que no continuasen y dejando muy buena guarda en el lugar, ordenó que se reuniera la Clerecía, convocando también al pueblo e invitando a los magnates y personas más señaladas del contor­no, y en el día señalado, 26 de mayo, revestido de Pontif ical el Obispo y acompañado de sacerdotes, con luces en las manos y a presencia del pueblo, to­mó el Prelado un azadón y empezó a cavar y en esta forma y figura se ven hoy algunas pinturas de aquel tiempo.

Y ayudaron al Obispo en la obra, las personas más graves, con devoción y piedad y al poco rato descu­brieron de nuevo un arca—la que había ya visto el Prelado—de piedra antigua y tosca, con una inscrip­ción que decía: Corpus Patris Ildefonsi ArchLopiscopi Toledani y dentro de ella hallaron otra de madera de ciprés, no muy grande, cerrada, en cuya orla en ca­racteres antiguos estaba escrito: Hic iacet corpas Sán-ti Patris Ildefonsi Archiopiscopi Toledani. Y de cuya arca se derramó por la Iglesia un olor suave y deli­cioso,

K l obispo don Suero, fundó una Cofradía bajo el título y advocación de San Ildefonso, de los caballe­ros y gente más noble de Zamora, a los cuales en­comendó la defensa, guarda y custodia del Santo Cuerpo.

Dicha Cofradía guardó las Reliquias hasta el año 1496, que se puso el Santo Cuerpo en el lugar donde hoy está, del cual la misma Cofradía, conservando su derecho tiene una llave.

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Llamóse esta Cofradía al principio de los Camare­ros de San Ildefonso, pero después mudó el nombre o lo mudó el uso y el tiempo, llamándose Cofradía de los Caballeros de San Ildefonso, teniendo estre­chas constitucciones y leyes de limpieza y nobleza que se guardan con todo rigor, habiendo sido cofra­des los Reyes Juan 11, Carlos I, Fel ipe II, Fel ipe III y su mujer doña Margarita.

Los caballeros cofrades a quienes se encomendó la guarda del Santo Cuerpo de San Ildefonso, con tal rigor tomaron el encargo, que se levantaron Con él, pues después de venerarlo, lo escondieron, de ma­nera, que solo el cura de la Iglesia y los cofrades sa­bían en qué parte estaba del aposento que en la Igle­sia llamaban del Tesoro.

E n el año 1415, o sea 155 años después de la In­vención, recurrió el clero y pueblo de Zamora, al Papa Benedicto XII I , significándole la fuerza que hacían los caballeros cofrades de San Ildefonso, para no sacar el Santo Cuerpo a lugar público.

Entonces el Papa, en 13 de Mayo de 1415 ordenó al Deán de la S. I. de Zamora, al Abad de Sahagún, y al Pr io r de Nuestra Señora de Montamarta, de la Orden de San Jerónimo (que después se trasladó a Zamora) que sacasen el Santo Cuerpo a lugar públi­co, lo que se efectuó, trasladándolo a un nicho o ca­bana a la parte derecha del altar mayor de San Pe­dro; lo cual consta en la Bula original plomada, que he visto y leido y que me enseñó Lu is Pérez de R i ­vera, notario de número de la audiencia episcopal de Zamora, cuyo padre, abuelo y bisabuelo también lo fueron.

Después de las cuatro escrituras desenvolvió el obispo unos cendales colorados, en que fué hallada

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la santa y venerable cabeza, que aunque descubierta y desnuda de la piel, conservaba hasta aquel día, que hacía 935 años que San Ildefonso había muerto, alguna cantidad de cabellos adheridos la cráneo.

Después descubrió ei Obispo, un paño de broca­do y se contemplaron los santos huesos mayores y menores, refiriendo Perceval de Grimaldo que San Ildefonso debió haber sido de gran estatura, de cuer­po alto y bien dispuesto. Que el color de las Santas Reliquias, es algo quebrado, entre amarillo y pardo y el tacto tan duro y tan entero como de cuerpo vi­vo; y el olor y la fragancia admirables en extremo, porque junto con ser novísimo, era muy vivo y pe­netrante, pareciendo como de una mixtura de mu­chos y varios olores confortativos.

Tradición hay en nuestra ciudad, que al tiempo de cavarse para descubrir la Santa Arca , el olor que salió de aquel lugar, fué tan excesivo, que por más de quince días, en gran distancia y en contorno de la Iglesia se extendía y derramaba con rara viveza y suavidad, que parecía bien ser cosa más que huma­na, celestial.

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Colocacióe del Cuerpo de San I ldefonso, donde

hoy está.

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Colocación del Cuerpo de San Ildefonso, donde

hoy está. Estuvo el Cuerpo de San Ildefonso en el logar

donde lo colocaron los emisarios del Papa Benedic­to XI I I hasta el año 1496.

E l obispo don Diego Melendez Valdés, natural de Zamora, mandó que el Templo de San Pedro se pusiese en la forma que hoy está.

E ra antes de tres naves oscuras y estrechas ' y se hizo de una muy fuerte con hermosos arcos de pie­dra, de cuyo material es toda la Iglesia, quedando una de las mayores, fuertes y hermosas de Zamora.

Dicho obispo Melendez Valdés, no se hallaba en España cuando las obras, sino en Roma; ni en seis años que fué Obispo de Zamora, vino a ella, pero con gran gloria suya no le enviaron a Roma, canti­dad grande ni pequeña de las guerras santas de su Obispado, gastándose todas en edificios suntuosos y reparaciones de Iglesias.

E l Vicar io del Obispo, el Cabildo, la Nobleza, el Clero y el Pueblo, concurrieron a una procesión so­lemne en ' ó de mayo de 1496, sacando el Cuerpo del Santo del lugar en que se hallaba y le pusieron en un altar portátil en la Capi l la mayor, en el cual le tuvieron ocho días, con buena guarda y cuidado; siendo exhibida al pueblo la santa y venerable cabe-

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za y el dedo pulgar; asi lo dice un l ibro manuscrito de la Iglesia de San Pedro y a cuyo tacto se renova­ron los milagros en número extraordinario y cuyos testimonios auténticos se guardan en el archivo de la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso; siendo tan­tos que afirma Francisco Alvarez que lo vio, que no se pasó hora del día, ni de la noche, sin milagros, ya que no habiéndose recibido testimonio de muchos, pasan de cincuenta los que constan en el archivo, en­tre ellos resucitar un muerto.

Pasados los ocho días, con la mayor pompa posible fueron reintegradas las reliquias a la caja de plata y ésta colocada en la capilla alta sobre el altar mayor poniéndose en la orla del arco un rótulo que dice: Aquí se elevaron los cuerpos de San Ildefonso y San Ati lano a 26 de Mayo de 1496; quedando la Santa Arca en medio del retablo.

Y en vasos mayores y menores se puso también tierra olorosa de la que tantos años hab'a dado en si aposento a las sagradas reliquias.

Y luego se cerró la capilla con una reja de hierro fuerte, con seis llaves, las cuales se repartieron, entre el Obispo, Cabildo, Ciudad, Cofradía de los Caba­lleros de >an Ildefonso, Mayordomo de aquella Igle­sia y el Cura de ella, que después fué Arcipreste.

E l año 1623, siendo obispo de Zamora Fray Juan de Peralta, de la Orden de San Gerónimo, se coloca­ron los Santos Cuerpo» en el mismo lugar en que se hallaban y se hallan, pero con más adorno y primor, debiéndose ello a la devoción dé la ciudad, y a la piedad de don juán Pérez de la Sorna, arzobispo de Méjico, canónigo magistral de Zamora, que ayudó liberalmente a los gastos, lo mismo que Antonio de

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Sotelo y Mel la, caballero cofrade de San Ildefonso^ de í-avgre noble y conocidísimo en España.

Para ello se ademó y hermoseó la iglesia, des­pués de haberla blanqueado, poniendo unes rosones grandes dorados, a trechos, matizados de diferentes colores.

También se hicieron claraboyas para dar más luz al recinto. Y se aríesonó la iglesia. Se hicieron unos óvalos grandes, juntamente con el cuerpo de la capi­l la mayor y capillas colaterales y se doró hasta el suelo y asimismo se doraron las rejas del santuario, poniendo en el altar mayor principal un nuevo reta­blo de paineles de pincel y columnas doradas con frisos, conteniendo la historia de San Ildefonso y San AtilanOi.

E n la clave de la iglesia, encima del santuario, está San Pedro, vestido de pontifical y a un lado in­ferior San Ildefonso y Santa Leocadia y al de la Epístola San Ati lano y Santa Catalina, dorados to-. dos los cuerpos y ropajes.

Corre todo lo alto una cornisa bien puesta y or­denada, con otras dos que hacen quiebias más pe­queñas.

Dentro de la reja del santuario se puso un taber­náculo, fundado sobre un pedestal largo, en cuyo frente que mira a la iglesia, está la historia de la ca­sulla de San Ildefonso, todo ello de valiente talla.

Levántanse del pedestal, seis columnas dóricas^ sobre las que caiga una cornisa también dórica, con metopas y una media naranja por cimborrio, de ven» tanas caladas que hacen rtmate.

E n el hueco de este tabernáculo se colocaron dos urnas de alto de dos varas acucharadas y grabadas y los bajos con pedestal, cada uno de dos gradas,

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50 Kstán las urnas, el tabernáculo, las co lumnas y la

Coronación de é l , todo dorado como la re ja de l san­tuario.

Y en la pared, así enfrente como a los lados, i m i ­tados de p ince l en oro, unos brocados que son de gran hermosura y grac ia .

E n estas urnas y tabernáculo fueron colocadas las arcas de las Santas Re l iqu ias , do esta suerte: E l 1.° de mayo de 1623, el señor Ob ispo , vest ido de P o n ­t i f ical, con dignidades y canónigos y los d iputados que tenían las l laves, subieron al santuar io y ba ja ron los Santos Cuerpos , l levándolos en procesión a un aposento que l iaman 11 sacristía del Teso ro , e l cua l estaba adornado y en un altar debajo de un dosel se colocaron las re l iqu ias.

L a venerada cabeza, fué envuel ta en un tafetán, dándose a adorar a los presentes. N o se descubr ieron los santos huesos, que quedaron envuel tos en los pa ­ños de brocados y telas que tenían.

Y all í estuvieron los restos venerados, hasta el 25 de mayo, en que se sacaron a la Iglesia, adornada con g ran pompa y en el A l t a r se colocó e l Santís imo Sacramento y a los lados los C u e r p o s de S a n Ilde­fonso y S a n A t i l ano .

E l obispo celebró Vísperas y a l día siguiente se d i jo la M isa , predicando el Pad re Es teban de Pe ra l ­ta, sobr ino de l Pre lado .

A l siguiente día 27, tocó a l Cab i l do de l a Catedra l y di jo l a M i sa don Lo renzo Vforán, P r i o r y canóni­go y predicó el doctor don Bal tasar Rodríguez, P e n i ­tenciar io.

E l día 26, se celebró solemnísima procesión de l a c iudad, con pendones, cruces e imágenes. S iendo en especial s ingulares los pendones de las aldeas, b lan -

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eos de tafetán o de holanda, tan altos que parecían grandes árboles de navio y los cuales eran llevados por tres hombres fuertes cada uno. Dichos pendones, no se usan en otra parte de España y en Zamora, desde tiempos muy antiguos. No tenían insignia, ni figura alguna, sino todos blancos con ramos o flores que coronaban el asta.

E n la procesión, iba el Obispo; y llevaron los Cuerpos Santos, en andas de plata, preciosamente aderezadas, hasta la Iglesia mayor, con ejemplo nun­ca visto, pues aunque el Cuerpo de San Ati lano, ha salido cuatro veces de la Iglesia de San Pedro por las calles, por miserables calamidades de pestes, las tres que fueron, la primera el año 1507, cuando doña Inés de Ul loa, tía del conde de Monterrey, religiosa de San Bernabé de Zamora, vio a San Ati lano abraza­do con un Ángel, que tenía una espada desnuda pa­ra ejecución de la ira de Dios en esta Ciudad; la se­gunda, en otra peste el año 1523; la tercera, en el año 1588, por mandato de Fel ipe II, en ocasión de una de las armadas contra Inglaterra; la Santa Rel iquia de San Ildefonso, no la vieron ojos humanos por las calles, hasta lo que escribimos.

E n una palabra, lleváronse a la Iglesia Mayor donde se dijo Misa y predicó el Magistral Doctor Espino.

Y salió la procesión de la Catedral, acompañán­dola la Ciudad, la cofradía de los Caballeros y la de los Cien Clérigos con velas.

Los Caballeros, cercaban los Santos Cuerpos co­mo custodiándoles y gentío inmenso y muchas dan­zas, de entre ellas, una muy señalada que llamaban de Vir iato, llevando el que representaba al guerrero zamorano encadenados a los cónsules romanos que

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venció, siguiéndole 200 soldados, vestidos de pasto­res, con mazas de encina a la usanza antigua.

Anduvo la procesión las calles que suele recorrer ía del día de Corpus.

Llevaban las arcas: la de San Ildefonso, las dig~ nidades de la Iglesia y la de San Atilano, los monjes de San Bernardo, del Convento de Moreruela, don­de lo fué San Ati lano.

E l pórtico de la Iglesia Mayor, es obra romana (?) y estaba rica y curiosamente aderezado, y adorna­do con un cuadro formado de dos órdenes de colum­nas, con cornisas y remates muy hermosos, en cuyos pedestales estaban escritos versos en loor de los San­tos.

E n el segundo alto, estaba San Pedro y a los la­dos San Ildefonso y San Atilano, con ricas capas de tela de oro y mitras de pedrería.

Las religiosas Franciscas Descalzas, por cuya Iglesia pasaba la procesión hicieron un altar de la historia de la Casulla, fabricado con singular primor.

Hubo infinidad de arcos de triunfo que proseguían hasta la plaza Mayor, donde había un altar con el suceso de Santa Leocadia y fabricado de tal suerte, que cuando los Santos Cuerpos pasaron, se levantó de un sepulcro la piedra de él y apareció una donce­lla hermosísima y preciosamente adornada, que diri­gió la palabra diciendo: así caminaron los Santos te­niendo a cortos espacios altares, arcos y triunfos ad mirables de las virtudes.

De retorno la procesión en la Iglesia de San Pe­dro, se quitaron las Arcas de las Reliquias de las an­das por los que las llevaron y las subieron con el Obispo y comisarios al Santuario y las entraron en las urnas que estaban en el Tabernáculo, y se cerra-

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ron. L a urna de San Ildefonso, el Obispo con una llave; la ciudad, el cabildo y la cofradía de los Caba­lleros otras tres, reservando el Obispo para sí, otras dos que tenía el arca de plata que está dentro de la urna.

L a urna de San Ati lano, tiene las mismas llaves y otra más, que se dio al Abad de Moreruela, y la del arca de plata, que está dentro de la urna, la tiene so­lo el Obispo.

Salieron todos del Santuario y cerróse la reja fuerte de hierro con otras seis llaves, en esta torma: el Obispo, la Iglesia, la Ciudad, la Cofradía de los Caballeros, el Arcipreste de San Pedro y San Ilde­fonso y el mayordomo de la iglesia; y éstos dos úl t i ­mos no tienen llaves de las urnas, porque no la tu­vieron de la reja interior que antes guardaba las arcas.

—Durante tres días se dieron a adorar la Santa Cabeza y el Dedo Pulgar de San Ildefonso y reliquia de San Ati lano, mandándose con excomunión que ninguno las besase más de dos veces, porque querían dos mil.

— Y hubo infinidad de regocijos y de fiestas para seglares, principalmente figuras de fuego.

— E l cuerpo del glorioso padre San At i lano, está intacto, si no es la cabeza, que maliciosamente nos hurtaron.

—De l glorioso San Ildefonso, afirma Blas OrtÍ2í que hav un hueso en Toledo, en una imagen suya de plata. Y otra reliquia de San Ildefonso, se dice que está en León, la cual se llevó a aquella Santa Iglesia, cuando San Isidoro pasó por Zamora a León, desde Sevil la. Una y otra cosa no deben ser ciertas, porque no tenemos noticia de cómo ni cuándo hayan &alido

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esas reliquias de este Obispado; y en el archivo de la Iglesia de San Pedro, se afirma expresamente, que cuando en tiempo de don Diego Meléndez se colocó en la capilla alta estaba entero y sin faltar cosa al­guna.

L o que se dice de León, no lo tengo por cierto, porque hubo desde la venida de San Isidoro a León, a la Invención de San Ildefonso, doscientos años.

— E n cambio, es cierto, que un fulano Quader-nica, natural de Torre de Gamones, en Sayago, sa­cristán de San Pedro al tiempo de la traslación del afío 1496, hurtó un colmillo, el cual puso y adornó con todo lujo Francisco González, cura de aquel pueblo.

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VARIAS NOTICIAS

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Varias noticias

Desde el día de la Invención mudóse el nombre de la Iglesia de San Pedro, llamándose en lo sucesi­vo de San Pedro y San Ildefonso. Y asimismo, una puerta de la ciudad, bien antigua, que se llamaba Arco de San Pedro, se llama desde entonces, Arco de San Ildefonso.

—Hay tradición, de que el Monasterio de Santo Domingo de Zamora, cuando fué hallado el Santo Cuerpo de San Ildefonso, fué tanta la devoción que los religiosos le mostraron, que mudaron el nombre que antes tenía el Convento y le pusieron el del San­to, el cual le duró por muchos días, hasta que des­pués cambiaron por el antiguo que s el mismo que hoy, en 1624 tienen y que conservaron hasta 1820 en que se suprimió. E te Convento ocupaba el terreno que hay fuera de la Puerta de San Martín, entre la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios y el ba­rrio de San Lázaro.

— E n 1825, establecieron en Zamora un convento con el nombre de Santo Domingo, dentro de la C iu ­dad, entre la iglesia de San Ildefonso v la Ca^tedral,

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cerca del Palacio de los marqueses de V i l l ago i io , sobre la peña tajada que da al río Duero, durando hasta que fué excluido con los demás Monasterios por la Ley de 29 de julio de 1837, si bien, el 16 d© ese mes apareció ardiendo, en tal estado, que en po­co tiempo fué reducido a escombros. La historia del primitivo Convento consta en un Manual antiguo de una Cofradía muy grave de Zamora, llamada de los Racioneros.

—Las Iglesias de todo el obispado de Zamora, en retablos y otras pinturas reconocen a San Ilde­fonso por principal Patrón y Ti tular y otras le dan el lugar inmediato al Ti tular desde la fecha de la In­vención.

— L a ciudad de Zamora, en su Ayuntamiento re­cibe juramento en forma al Regidor, de que mirará con todas sus fuerzas, voto e industria, por la custo­dia, defensa y mayor honor del glorioso Doctor San Ildefonso, su Patrón. Y esto desde la primera trasla­ción en 1415, en tiempos de don Diego Meléndez Valdós.

— E n la Clerecía de la ciudad de Zamora hay una cofradía antiquísima, que por su igual número de co­frades se llama de los Cien Clérigos, debajo de la ad­vocación y nombre de San Ildefonso. Siendo una de las cofradias más señaladas de España, por hacerse para entrar en ella rigurosas informaciones de l im­pieza de sangre, que la conservan con gran autori­dad.

— L a nobilísima familia de los caballeros Valen­cia, de Zamora,fundó una capilla muy suntuosaen la Catedral a honor de San Ildefonso y San Ber­nardo.

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L a piedra de un sepulcro que hay en ella, muestra Ja grandeza de la fundación y la calidad de los ñm-< adores, que dice así: Aquí yace el muy honrado ( bispo, que fué de Zamora don Alfonso, nieto del muy noble señor infante Don juán , señor que fué de Valencia y biznieto del rey don Sancho de Casti l la. Este sobredicho señor Obispo mandó hacer esta ca­pil la. De la cual son patronos, don Felipe de Va len ­cia, caballero del hábito de Santiago y don Gonzalo de Valencia y sus sucesores, caballeros a quienes lo ilustre de su sangre y heroicos hechos de sus mayo­res con su prudencia y agrado han hecho dignos de gran estimación,

— L a misma piedad y devoción mostró con San Ildefonso el ilustre señor don juán de Mella, Carde­nal y obispo diez y ocho de la ciudad y caballero muy caUHeado, natural de Zamora, fundan io a honor del Santo y con su título una suntuosa Capi l la, (la mis­ma que hoy se conoce con el no'nbre de capilla del Cardenal) en cuyo techo existe colgado el capelo que usó el referido Cardenal, teniendo numerosos cape­llanes y grandes rentas.

•—El noble y honrado caballero, don Alonso de Mera, fundó un ilustre convento para religiosas de la Orden de Santo Domingo, con el título de San Pa­blo y San Ildefonso. Esta convento existía en 1856, junto a la puerta de San Pablo y en él se veía en su Iglesia y a la parte del Evangelio un hermoso sepul­cro cuyo epitafio decía así: Aquí yace el honrado ca­ballero, A l omo de Mera que fundó y dotó esta Igle­sia y Monasterio de Monjas. Falleció año de 1593.

— E l anillo, el báculo y el peine que usaba San Ati lano existen, toda vez que dichas tres alhajas, me

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las dio a adorar don Antolín de Arr ibas, actual A r ­cipreste de San Pedro y San Ildefonso, en unión de don Francisco Toro Agui ló, regalándonos a cada uno un diente del peine el día 23 de junio de 1855.

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L a calle de la Rúa Fué empedrada según el plano y las condiciones

que presentó Francisco de Castelloíe, maestro A rqu i ­tecto del Ayuntamiento de Zamora, quién presentó el plano en 17 de julio de 1774, a la Junta de Fro^ píos, siendo aprobado por el Consejo en Madr id a 14 de septiembre del mismo año con la firma de don Manuel Becerra.

E l siete de octubre del indicado año se sacó a pii* blica subasta por el í:índico Procurador, don Anto> nio Monroy y asistencia de Simón Fonseoa, Escr i ­bano de número y el más antiguo del Ayuntamiento^ en la suma de 15.600 reales vellón, adjudicándose la subasta a favor de José Carrera, el cual presentó en el mismo día un memorial a la Junta de Propios pa­ra que le aumentasen la cantidad del precio del re­mate, porque había sufrido una equivocación, ya que creía que sólo tenía que hacer diez y seis cajones o cuadros de guijarros, cuando tenía que hacer para cumplir con la contrata más de ciento.

L a Junta de Propios, se reunió para acordar y decretó que quedase sin ehcto el remate, pagando ei Carrera los gastos del mismo.

Y otra vez; el veinte de octubre de aquel año, porque la obra urgía, se volvió a celebrar remate con asistencia del mismo Síndico y Escribano, que* dando entonces la obra a favor del Arquitecto Fran­cisco Castellote en 22.500 reales vellón y siendo tes*

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tigos Francisco Pérez, Marcos Fernández y Antonio Montero.

Y se hizo la obra, siendo Gobernador político y militar de la ciudad el seaor don Francisco Croix , CondedeCro ix , Brigadier y arreglándose por virtud de ella la calle de la R a a de los Francos, tres varas antes del ángulo que con esta calle forma, la casa de la Rea l Tesorería, hasta el principio de las Casas Consistoriales, que es donde da principio la calle de la Alcazaba, en una distancia de ciento setenta y ocho varas castellanas.

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Algunas not ic ias con -temporáneas

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Puente Cro ix

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Puente Cro ix Este puente se hizo compuesto de mi l novecien­

tas setenta y seis varas cuadradas, con la obligación de que aprovechara el maestro, el guijarro que exis­tía al pié de la obra y siendo de su cuenta el que fal­tase, dejando la obra—esto se dice después de las de­más condiciones que se exigían—según arte, a vista y revista del maestro, a quien los señores del Concejo dieron comisión.

Hizo el presupuesto Francisco Castellote, maestro Arquitecto del ayuntamiento de Zamora, quién se ofrecía a hacerla en dos mil trescientos cuatro reales vellón.

Fué hecho el presupuesto en 11 de mayo de 1774 y aprobado en Madrid a 14 de septiembre de igual año, por Manuel Becerra.

E n 27 de septiembre de 1774, se sacó la obra a pública subasta, quedándose con ella, Manuel Her­nández (a) Salamanca, en mil novecientos reales ve­llón, a favor del cual se remató por Antonio Mon-roy, ante el Escribano Simón de Fonseca.

Con fecha 16 de noviembre de aquel año fué re­conocida la obra por Pedro Castellote, maestro de obras de Zamora, el cual informó, que faltaba cum­plir con algunas condiciones del proyecto.

Como se ve este Puente existía y lo único que se hizo en aquel año fué atender a su reparación en la forma que hoy está.

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Paseo de la Glor ieta

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Paseo de la Glor ieta Con motivo de construirse la carretera desde Za­

mora a Val ladol id y Madrid que se empezó el año 1850, desde la Puerta de Santa Clara en direción al Puente de Vi l lagodio y Toro, acordó el Ayuntamien­to, que de sus fondos se costease la construcción de un recreo público y cómodo para la ciudad, con cuyo fin dispuso que se hiciese el paseo, conocido con el nombre de la Glorieta y que se encontraba a ciento cincuenta varas saliendo de la Ciudad por la Puerta de Santa Clara.

Este paseo se componía de cuarenta y dos asien­tos, habiendo diez dobles por tener al medio respal­do de hierro, los cuales servían de cómodo asiento y capaces para doscientas veinticuatro personas.

E l muro exterior y circular del paseo, cogía una extensión de ciento cuarenta y siete varas y tenía seis faroles reverberos que servían para las noches de verano.

Había cuatro redondeles en los cuatro extremos del paseo, sembrados de flores con árboles q"e le ro­deaban, sin contar los árboles que estaban por el ex­terior del paseo, de tal suerte, que venía a ser el me­jor recreó que la ciudad tenía en el verano.

Esta obra fué hecha al concluirse el verano del año 1851.

Desde la Puerta de Santa Clara hasta la altura que dá vista al puente de Vi i lagodio hay mil cuatro­cientas setenta varas de carretera, la cual tiene a ca­da lado formando calle dos hileras de árboles, los

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cuales componen en conjunto el número de nove­cientos treinta y seis árboles y además en la parte que hay desde la Puerta de Santa C la ra a la Glo­rieta existen rosales en el intermedio de árbol a ár­bol de los exteriores de la carretera.

Reciente está la fecha en que desapareció la Glo­rieta, siendo sustituida por el paseo actual o Aven i ­da de Requejo.

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Paseo de San Mart ín

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Paseo de San Mar t ín

Dentro de la ciudad e inmediato a la Puerta de San Martín, hay un paseo que se llama de San Mar­tín, por haber estado en este sitio la parroquia de di ­cho nombre, la cual, fué demolida en el siglo X V I I I apovechándose el material de la demolición para hacer parte de la Iglesia del Hospital de Hombres (vulgo de Sotelo).

Dicho paseo de San Martín, se compone de varias calles transversales, de naciente a poniente, sembra­das de árboles, rosales y algunas flores, pero la más principales la del medio, que llaman Paseo del Sa­lón, con asientos corridos colaterales a toda su ex­tensión, cuya longitud es de sesenta varas con seis de ancho.

Ti^ne además, veintidós asientos, en diferentes direcciones, compuestos cada uno de dos varas y medio de largo.

Este paseu lo mandó hacer el Gobernador polít i­co y militar que era entonces, padre del que hay hoy (quince de julio de 1856) y que es Presidente del Onse jo de Ministros y Ministro de la Guerra, Capi ­tán General don Leopoldo O'Donel l , Conde de L u -cena.

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Otro paseo extra-

muros de la Ciudad

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Otro paseo extra­muros de la Ciudad

Extra-muros de la ciudad y hacia la parte norte de ella, hay un paseo que si estuviese cuidado cual merece, no solo sería el mejor de Zamora, sino que podría ser uno de los primeros de España, por su po­sición y por ser factible, de todas las mejoras que se introdujeran en él.

Está formado de siete calles a lo largo de los mu­ros de la Ciudad, extramuros de ella, y a la distan­cia de cincuenta varas, extendiéndose desde cerca de la salida de la Puerta de la Fer ia , hasta frente la de la Traición, que antes se llamó del Mercadillo (y que hoy no se llama de ninguna forma, porque ha sido derruida a mansalva) y que algunos conocían con el nombre de Bell ido Dolfos, en donde hay un peque­ño asiento con gradas, de veinte varas de largo, todo de piedra, y que llaman el asiento de la Concha.

ste paseo, tenía por lo visto, trescientas treinta y cuatro varas de largo, con un total de mil cuarenta ár­boles de negrillo y rosales interpolados, en las dos hi­leras de las dos primeras calles colaterales, de modo, que podía decirse que tenía quinientos veinte rosales.

L a calle del medio tenia ocho varas de ancha, có­moda y propia para carruajes y las tres colaterah s de cada lado cuatro varas cada una.

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E n el centro del paseo y a un lado de él y cerca de la Puerta de San Martín estaba la fuente de este nombre, formada de^un pilar con cuatro caños, que depositaban el aguacen un hermoso recipiente.

Rodeando la fuente, había un gran anfiteatro, compuesto todo de gradas y cuya fuente podrá juz­garse el año que se hizo por el letrero que tenía en la faja superior del pi lar que decía así: Reinando la Magestad del señor don Carlos, tercero y siendo In­tendente corregidor de esta ciudad el señor don Pe dro Rano de Goyenere, caballero de^la orden de San­tiago y Comisario el señor don Fernando López A l -tamirano y Escalante; y luego en otra faja: Se hizo esta obra

m . P.A« DL* Cn.° P.R EL RRTEZEBR Yhñ S.R B.R D.L R ° 1767

A cada extremo de este gran paseo había una fuente o surtidor, que con la de San Martín recibían el agua del acueducto que está entre la ciudad y el pa­seo que la conduce.

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Carretera de V igo

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Carretera de V igo

Hay una carretera que pone en comunicación a Zamora con Madrid, por Salamanca y luego con la sosta de Cantabria pasando por las Porti l las, Orense hasta llegar al puerto de V igo .

Pasa esta carretera, empezando en el puente Mayor por la oril la del río Duero y la ciudad y sigue por el Espíritu-Santo, hasta la altura de Va lor io .

E l primer trozo de esta carretera, en la provincia, se empezó en Mayo de 1842, (según el Boletín Oficial del 13 de Junio de aquel año). L a arboleda que tiene se puso en 1844 y la puerta del Pescado se construyó a los cuatro años.

L a continuación de esta carretera de V i g o a Ma­drid, se empezó en 1850, desde el Puente Mayor, pa­sando por Cabañales, Morales y el Cubo en dirección a Salamanca.

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Casas Cons is tor ia les

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Casas Cons is tor ia les

Tiene Zamora su casa Ayuntamiento o Consisto­rial, en la parte sur de la Plaza Mayor, de dos órde­nes de arcos.

Indicada casa, está entre las calles de Balborráz y la de los Herreros y en linea recta de las calles de la Rúa y de la Renova, cuya fachada principal mi­ra al Norte.

E l primer piso o sea el bajo lo forman unos por­tales de cuatro arcos y otros dos más estrechos cola­terales. Encima de aquellos y estos hay un corredor con balcones y con igual número de arcos que el pr i ­mero, rematando la fachada dos torres (una en cada extremo), y habienoo en la que está esquina de la ca­lle de Balborráz una campana que llaman la Queda y que sirve para tocar en ciertos actos del Ayunta­miento y en casos tristes, sola, como cuando muere alguna perdona real, algún individuo del Ayunta­miento, el Obispo, Gobernador, para los actos de quintas, alborotos, fuegos y otros por el estilo, y las noches de verano a las diez y en el invierno a las nueve, con doce campanadas para que se cierren to­das las tiendas.

Pero cuando toca la Queda para algún acto ale­gre, le acompaña el reloj público, que está sobre la torre de la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva, co­mo para tiestas reales, entrada de Monarcas, pa^so de

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procesiones por la Plaza, salida y entrada del Ayun­tamiento , etc. etc.

E n la fachada del Ayuntamiento, encima del pilar central del primer piso está la lápida de la Constitu­ción, que dice así:

Plaza de Isabel Segunda por la Constitución. Y luego en una faja que hay encima de esa lápida

y por bajo del balcón se ve un letrero que dice: Reinando la católica majestad de don Felipe cuar­

to, esta noble y leal ciudad de Zamora, reedificó es­tas casas, siendo Regidor don Lu i s Baeza y Mendo­za, año de mi l seiscientos setenta y cuatro.

Encima de la columna del centro, segundo orden, hay un escudo con las armas reales; en el de la de­recha, otro, con el puente de Mérida y en el de la iz­quierda, hay otro, con el brazo de Vi r ia to.

Hay otro escudo en la fachada que cae a la calle de Balburraz y frente a la de San Andrés, y que pa­rece es el del señor de Baeza, a cuyos lados hay otros dos, que representan las armas de Zamora.

E n estas Casas Consistoriales hay un oratorio, en el cual se venera el Cuerpo Santo de San Fulgencio, al que se le dice Misa el día del Corpus, cuando hay algún reo en capilla, cuando se va a celebrar el sor­teo de los mozos para el reemplazo del Ejercito y con otros motivos.

E l 26 de junio de 1856 tuve el gusto de adorar el Cuerpo Santo de San Fulgencio, con motivo de la visita que hizo al oratorio el Ilustrísimo señor don Rafael Manso, Obispo de la Diócesis.

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Carretera de Vi l lagodio

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Carretera de Vi l lagodio Hay otra carretera vecinal que empezando en el

puente Mayor pasa por la Puerta de las Ollas, atra­viesa la Plaza del Cuartel de Caballería y continuan­do por frente de la Iglesia de la Hor tay del es-con­vento de monjas de San Juan de Jerusalen, va a salir por la Puerta Nueva.

Se empezó a construir el 14 de Mayo de 1856, siendo Gobernador militar don José Ramón Sauz; don Nicolás Calvo y Guayt i , Gobernador civi l y don Jacobo Martín Braones, Alcalde primero del A y u n -miento.

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Carretera vecinal de

Sayago

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Carretera vecinal de Sayago

Se llama así la que sale por el Puente Mayor y por la oril la del Duero, pasa por la calle Mayor del barrio de San Frontis.

Concluye el'primer trozo en el alto que llaman la Cruz Bendita, con dirección a Sayago.

E n 1853, se hizo la parte que hay desde el prin-cipio^de dicho barrio hasta la indicada altura, inclu­so el murallón, que está junto al río; pero la parte que está entre San Frontis y el Puente se construyó en 1855, plantándose 224 árboles, que en dos hileras tie­ne, en los día 14 y 15 de Enero de 1856, y aunque la última noche arrancaron cuarenta y siete, sin que se supiese quién, se repusieron al día siguiente, ponién­dose a la disposición del público la mencionada ca­rretera el día de 17 de Enero de aquel año 1856, por ser de romería en dicho barrio.

A lo largo del murallón, junto al río, hay asientos de piedra corridos.

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Plaza Mayor

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Plaza Mayor Entre las diversas plazas que tiene Zamora, la

principal y mejor es la que se llama Mayor o de la Constitución, que está frente a las Casas Consis-riales, de figura cuadrilonga./

E n el verano de 1850, se empedró y pusieron las aceras de esta Plaza, cuya piedra perteneció al pa­vimento que tenía el Puente Mayor.

L a Plaza Mayor, está toda muy bien empedrada, de guijarro con sus fajas de piedra para mayor se­guridad.

E l orden de las casas que están de norte a sur, es casi uniforme, por ser de tres pisos, pero las que están entre el este y oeste y que caen frente a las Casas Consistoriales, aunque son de nueva construcción, varían en su hechura, por tener solo dos pisos y son de piedra sillería.

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Var i os apuntes

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Var i os apuntes E n 15 de noviembre de 1599, hubo necesidad de

suprimir la Iglesia o priorato de San Miguel de la Cabana, que por otro lado conoce el vulgo con el nombre de Iglesia de San Salvador de la V i d , por haber llegado a tal pobreza, que no tenía para alumbrar la lámpara del Santísimo Sacramento y Santísima Cruz de Carne.

E l señor Obispo, visitando dicha Iglesia y recono­ciendo la poca renta que tenía, así como que los ve­cinos y parroquianos eran pocos, aunque de mucha nobleza por estar en aquel territorio las principales casas originarias de Zamora, pero careciendo de ren­tas la fábrica, determinó el Prelado que se anejase. Y viendo esto el Padre F ray Alonso Canal, Abad de San Benito, que llaman el V ie jo , extramuros de la Puerta de San Pablo, junto a la ermita de Santo Domingo del Bado, que hoy se intitula de Nuestra Señora de la Peña de Francia, se llevó para su Con­vento las reliquias de aquella Iglesia.

E l Cabildo como protector de las obras pías, se querelló y más al considerar que la Bendita Cruz de Carne, dejaba de estar con la custodia y guardia que antes tenía, dentro de una reja, con sus llaves, que una tenía la ciudad y otra el cabildo y la otra el abad y los monjes de aquel convento.

— E n la vi l ia de Tábara, cerca de Zamora, se ha­lló una cabeza, que hablaba y que decía: Judíos den­tro de Tábara, ludios fuera de Tábara. Esto lo cuen-

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ta F ray ferónimo Román al folio 240 cU las Repúbli­cas del mundo, segunda parte.

— E n el año 1561, en la vida que escribió el licen­ciado Lu is Muñoz de Fray Bartolomé de los Márt i­res, al folio 186, capítulo tercero, dice: Que despi diéndose F ray Bartolomé del clero de su arzobispa­do de Braga, para i r al Concil io de Trente, vino por Castil la y llegó al convento de Santo Domingo de Zamora, en cuya casa entró con el engaño de que no ío conocieran.

E ra el Domingo de Ramos y asistió a los oficios. V i o algunas memorias antiguas del glorioso San V i ­cente Ferrer, visitó el Crucifi jo que está en el Capi­tulo y en amaneciendo el día siguiente, tomó la ben­dición del Pr ior y asaz consolado tué a buscar a sus compañeros, prosiguiendo su camino.

— E n la V i d a que compuso Andrés Ferrer de Valdecelso, de San Vicente Ferrer, en el folio 76, primera columna, habla de un prodigio y es que San Vicente llevaba un campanero con su campana, que le guiaba siempre que entraban en los lugares, con mucho orden y concierto y en forma de procesión, los hombres a un lado y las mujeres a otro.

L a dicha campana le servía para llamar con ella a hacer milagros.

San Vicente, fundó el convento de Zamora, de nuestro padre Santo Domingo, con pobreza, como todos cuantos conventos fundó, de tal manera que no tenían los frailes campana competente, para tocar a silencio y a los demás ejercicios de la Orden y al ofi­cio de Difuntos.

Enterado San Vicente, dióles con mucho amor y voluntad la campana diciéndoles: H a de servir para cosa de más transcendencia que el coro y el silencio.

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Y asi sucedió, pues después que salió de Zamora, San Vicente, se comenzó a tocar sola y en tocándo­se, moría un religioso.

Tocóse muchos años y a los ecos de su triste so­nido, se disponían todos los religiosos a morir, por­que a todos amenazaba y avisaba, así sanos como en­fermos.

Llegó un huésped al convento a tiempo que ha­biéndose tocado la campana, estaban muertos de miedo los religiosos. Preguntó la causa y se la dige-ron y sin querer esperar a córner, volvió a montar en su muía, pero al tratar de hacerlo, cayó de ella y murió. <•

Dicha campana está en el claustro en una esqui­na, empotrada con dos barras de hierro.

Sucedió que un pajecillo del O ñspo de la ciudad que era del Conde de la Bentosa, andaba por el claus­tro con una varita, dando golpes en las paredes, co­mo pegando y llegó a dar cerca de la campana.

Avisáronle, que no diese en ella, que era de los muertos. Pero el chico burlándose de lo que le de­cían, dio con la vara en la campana. Y aquella mis­ma tarde se fué a bañar al río y se ahogó.

Y d u r ó la singular misericordia de la campana hasta el año 1550, como lo refiere el Obispo de Mo-nopoli; en la tercera parte de la Historia de Santo Domingo, Capítulo 37, que fué la última vez que mi­lagrosamente se tañó a la muerte de F ray Juan de Santo Domingo.

— E n dicho convento de Santo Donrngo, extra­muros de la Ciudad, se conserva en oratorio la celda donde moró San Vicente Ferrer. En la capilla de los Caballeros Guadalajaras, se guarda como precio-

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sa reliquia un escapulario del Santo. V i d a del após­tol valenciano San Vicente Ferrer, Capítulo veinti­cuatro y folio 195.

—Estando San Vicente Ferrer predicando en la Plaza Mayor, hizo que con su palabra quedasen abrasados dos r^os que aquel día debían ser quema­dos por delito nefando y que el Santo había suplica­do al Juez que se los llevasen en frente de él y los cua­les fueron cubiertos con una capa mientras predica­ba San Vicente, pero al terminar, cuando pretendie­ron retirarlos, los hallaron carbonizados. Esto se re­fiere en la vida del apóstol valenciano San Vicente Ferrer, capítulo veinticuatro, folio 191.

—San Vicente Ferrer, instituyó la procesión de disciplina de las Angustias.

—Predicó en el pulpito que hoy se ve (¿1850?) en la Iglesia de San Vicente Ferrer forrado de tabla.

— E n la Iglesia del Santo Sepulcro que está situa­da extramuros de la Ciudad de Zamora, en el barrio de Cabañales, a la entrada de la Iglesia, también pre­dicó San Vicente Ferrer, porque como era tanta la gente que concurría a su doctrina no cabían en las Plazas de Zamora, lo que le forzaba a salir a predi­car a despoblado.

—También predicó en la Iglesia de Santo Domin­go, en su atrio; por cierto, que el Sermón versaba sobre el Juicio F ina l , y dicho sermón fué oído por un religioso que estaba asomado a la ventana de su celda, desde su convento situado en el lugar de Mon-tamarta.

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—Hijo tué de Zamora, F ray Juan G i l , fraile de San Francisco, que siendo persona sin letras, tuvo al Cielo por Maestro y su ciencia fué infusa, mediante la oración que hacía ante una pequeña imagen de Nuestra Señora, cuya efigie, se ve hoy (?) en el claus­tro mayor de dicho convento F ray Juan G i l , era persona muy sabida que dejó muchos cuerpos de l i ­bros, grandes escritos, que hoy se conservan en la l i ­brería de dicho Monasterio, escritos de mano y letra gruesa por él y en pergamino. De este ilustre varón, valiéndose de su autoridad, hizo especial mención Ambrosio de Morales, diciendo así: F ray Juan G i l , de Zamora, autoridad grave y antigua, pues fué el maestro que enseñó al rey don Sancho el Bravo, etcétera, etc.

También se valió de su autoridad el maestro Alonso de Vi l legas, en la V i d a de San Fausto y sus hermanos para citarle con elogio.

Y es muy de notar que con no andar sus obras impresas y estar encerradas en dicha librería, la au­toridad de F ray Juan G i l es tanta que le buscan y elogian graves historiadores; tesoro escondido y no conocido, ni estimado en Zamora,

—De Zamora fué también Fray Juan Pobre, frai­le descalzo de San Francisco, que en el Japón y par­tes occidentales de las Indias, hizo cosas insignes y se ofreció algunas veces al martirio con fervoroso espíritu. Reservóle Dios sus santos juicios para bien de muchos y está aún por hacer su historia.

—También era de Zamora, V i r ia to , de Torrefra-des% donde tenía una cueva y torre de la que salía pa­ra dar qué hacer a los romanos. Dicha cueva se ve en un monte o promontorio llamado Cabeza de

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Várate, que es donde afirma la tradición haber viví-do Vi r ia to.

— E l que no era de Zamora y ello está probado, es Bellido-Dolfos el cual vino de Tordehumos.

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Í N D I C E =-00(00—-

PAGINAS

Prólogo .'. 3 De los pueblos que pretenden haber sido Numan-

cia en España 9 Numancia fué en Zamora Í4 Donde se prueba ser Zamora la antigua Numancia. 18 Que prosiguen las razones en favor de Zamora. . , 23 Que prosiguen iguales razones en favor de Za­

mora 24 En que prosiguen los fundamentos de Numancia

en favor de Zamora 27 Varias curiosidades 33 Felipe III adora el Cuerpo de San Ildefonso 37 Colocación del Cuerpo de San Ildefonso donde

hoy está 45 Varias noticias 55 La calle de la Rúa 63 Puente Croix 6_5 Paseo de la Glorieta 69 Paseo de San Maitín. . . 73 Otro paseo extramuros de la ciudad 77 Carretera de Vigo 81 Casas Consistoriales 85 Carretera de Villagodio 89 Carretera vecinal de Sayago 93 Plaza Mayor 97 Varios apuntes lOi

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este l ibro se publico en; e l f o l l e t í n

DE

Heraldo de Zamora E N EL AÑO

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