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LOS BANDIDOS DEL ARCAISMO: CRIMINALIDAD EN LA ARAUCANIA, 1880-1900 1 por Leonardo León, Universidad de Valparaíso/ Universidad de Chile. 1. INTRODUCCIÓN El bandolerismo surgido en la Araucanía de la época posterior a la „Pacificación‟ (1880 - 1900), tuvo dos características fundamentales: fue llevado a cabo por los mestizos fronterizos y se extendió por toda la región. En otras palabras, sus protagonistas no fueron los mapuches como se podría creer- ni estuvo focalizado a ciertas áreas de la región recién ocupada. Los nuevos bandoleros eran los hijos huachos de la mezcla racial, social y cultural que engendró la sociedad fronteriza, y cuya historia había consistido en deambular por llanos y cordilleras en busca de botín o bienes de subsistencia. Cuando tuvo lugar la ocupación chilena y se produjo la apropiación de las tierras, estos sujetos fueron perseguidos, acorralados y desarraigados, como parte de un proceso general de disciplinamiento social que les convertiría de hombres libres en peones y jornaleros de las estancias e industrias que florecieron en la región. En esas condiciones, los hombres de trazas más rebeldes tomaron el camino de la violencia, dando origen a un tipo de bandolerismo fronterizo que pretendió preservar sus antiguos modos de vida. El bandolerismo de la nueva época también se distinguió por su brutalidad y el escaso apoyo que encontraban sus acciones en el resto de la comunidad. Su despliegue contradice de modo fehaciente el mentado „bandolerismo social‟, que llamó tanto la atenc ión de los historiadores hace algunos años y, por cierto, echa por tierra el mito mismo de la „Pacificación‟ que acuñó la historiografía oficial. 2 En todos sus rasgos, el bandolerismo mestizo de aquel período resume la idiosincracia del chileno convertido en afuerino. 3 1 Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto Fondecyt 1000121 (Tipos humanos y espacios de sociabilidad en la frontera mapuche de Argentina y Chile, 1800-1900). Mis agradecimientos al licenciado Rodrigo Araya por su asistencia profesional en la investigación, y al profesor Luis C. Parentini, quien me facilitó su ríquisima colección de fichas sobre la prensa fronteriza. 2 Eric Hobsbawn, Rebeldes Primitivos (Editorial Ariel, Barcelona, 1976); Gabriel Salazar V., La rebelión del peonaje durante el siglo XIX, (Londres- Santiago, Manuscrito, sin fecha); Andy Daistman, “Bandolerismo, mito y sociedad”, Proposiciones 19 (Sur, Santiago, 1990), pp. 266-267; Una visión crítica de esta postura en Jaime Valenzuela, Bandidaje rural en Chile central. Curicó, 1850-1900, (Centro de Investigaciones Históricas Diego Barros Arana, Santiago, 1991). Sobre el mito de la Pacificación, Jorge Pinto Rodríguez, De la inclusión a la exclusión: la formación del Estado, la nación y el pueblo mapuche (IDEA, Santiago, 2001). 3 Sobre los nuevos tipos humanos que emergieron en la frontera, veáse Luis Carlos Parentini, Araucanos y chilenos: asimilación y penetración espontánea de la Araucanía, 1851-1882, Tesis para optar al Grado de

Leonardo Leon Bandidos

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LOS BANDIDOS DEL ARCAISMO: CRIMINALIDAD EN LA ARAUCANIA, 1880-19001

por

Leonardo León,

Universidad de Valparaíso/ Universidad de Chile.

1. INTRODUCCIÓN

El bandolerismo surgido en la Araucanía de la época posterior a la „Pacificación‟ (1880-

1900), tuvo dos características fundamentales: fue llevado a cabo por los mestizos fronterizos

y se extendió por toda la región. En otras palabras, sus protagonistas no fueron los mapuches

–como se podría creer- ni estuvo focalizado a ciertas áreas de la región recién ocupada. Los

nuevos bandoleros eran los hijos huachos de la mezcla racial, social y cultural que engendró

la sociedad fronteriza, y cuya historia había consistido en deambular por llanos y cordilleras

en busca de botín o bienes de subsistencia. Cuando tuvo lugar la ocupación chilena y se

produjo la apropiación de las tierras, estos sujetos fueron perseguidos, acorralados y

desarraigados, como parte de un proceso general de disciplinamiento social que les

convertiría de hombres libres en peones y jornaleros de las estancias e industrias que

florecieron en la región. En esas condiciones, los hombres de trazas más rebeldes tomaron el

camino de la violencia, dando origen a un tipo de bandolerismo fronterizo que pretendió

preservar sus antiguos modos de vida.

El bandolerismo de la nueva época también se distinguió por su brutalidad y el escaso

apoyo que encontraban sus acciones en el resto de la comunidad. Su despliegue contradice

de modo fehaciente el mentado „bandolerismo social‟, que llamó tanto la atención de los

historiadores hace algunos años y, por cierto, echa por tierra el mito mismo de la

„Pacificación‟ que acuñó la historiografía oficial.2 En todos sus rasgos, el bandolerismo

mestizo de aquel período resume la idiosincracia del chileno convertido en afuerino.3

1 Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto Fondecyt 1000121 (Tipos humanos y espacios de

sociabilidad en la frontera mapuche de Argentina y Chile, 1800-1900). Mis agradecimientos al licenciado Rodrigo Araya por su asistencia profesional en la investigación, y al profesor Luis C. Parentini, quien me facilitó

su ríquisima colección de fichas sobre la prensa fronteriza.

2 Eric Hobsbawn, Rebeldes Primitivos (Editorial Ariel, Barcelona, 1976); Gabriel Salazar V., La rebelión del

peonaje durante el siglo XIX, (Londres- Santiago, Manuscrito, sin fecha); Andy Daistman, “Bandolerismo, mito y sociedad”, Proposiciones 19 (Sur, Santiago, 1990), pp. 266-267; Una visión crítica de esta postura en Jaime

Valenzuela, Bandidaje rural en Chile central. Curicó, 1850-1900, (Centro de Investigaciones Históricas Diego

Barros Arana, Santiago, 1991). Sobre el mito de la Pacificación, Jorge Pinto Rodríguez, De la inclusión a la

exclusión: la formación del Estado, la nación y el pueblo mapuche (IDEA, Santiago, 2001).

3 Sobre los nuevos tipos humanos que emergieron en la frontera, veáse Luis Carlos Parentini, Araucanos y

chilenos: asimilación y penetración espontánea de la Araucanía, 1851-1882, Tesis para optar al Grado de

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Agobiados por la pobreza o sobrecogidos por el afán de enriquecerse con rápidez, los

mestizos fronterizos no trepidaron en cometer los peores abusos y tropelías para conseguir la

elusiva riqueza que les negaban las circunstancias en la Araucanía de la post-Pacificación.

En efecto, nada ponía límite a la violencia, al resentimiento o a la codicia que estos antiguos

habitantes de la frontera desataban contra los propietarios de la tierra, contra los transeúntes

despabilados o contra sus propios vecinos. “El bandolerismo resulta un excelente

testimonio”, escribió Jorge Pinto en 1985, “para demostrar la estrecha relación que existe

entre el medio social y la conducta violenta, porque el bandolero no nace bandolero, sino que

se hace, y todo cuanto realiza lo efectúa a partir de ciertas circunstancias precisas que rodean

su existencia”.4 ¿Cuáles eran las condiciones que prevalecían en la Araucanía de la época?

Crisis económica, desarraigo de importantes masas humanas, desmovilización de los

contingentes militares que participaron en las campañas militares de la Guerra del Pacífico y

de la propia „Pacificación‟, alteración profunda de los patrones sociales, apertura de tierras

nuevas: en general, una profunda crisis que afectaba a la sociedad y cuya magnitud no ha sido

cabalmente evaluada.

“Hacia esa fecha”, escribió Francisco Antonio Encina refiriéndose a Angol durante la década

de 1860, “era un hervidero humano. Los buhoneros que venían del norte con sus pacotillas,

los charlatanes y negociantes en animales, los aventureros en busca de fortuna, los abogados

y tinterillos, los bandidos y cuatreros, se detenían en Angol unos para radicarse a firme en la

ciudad y los más para orientarse y hacer relaciones, antes de proseguir a los demás pueblos,

a los campos en formación o [a] radicarse entre los indios…”5

Durante las dos décadas posteriores, la situación solo empeoró. Una vez que los mapuches

fueron confinados a las reducciones y se consolidó la formación de las grandes estancias que

excluían a las vastas masas de mestizos que, por siglos, habían residido en las tierras tribales,

el „hervidero humano‟ se transformó en una verdadera tragedia social. En esos momentos, el

mundo de los grandes empresarios y de los generales con „visión de país‟, de los dedicados

Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, (Santiago, 1986); del mismo autor, “Bandolerismo en la frontera araucana”, Boletín de Historia y Geografía 4 (Universidad Blas Cañas, Santiago,

1989).

4 Jorge Pinto Rodríguez, “El bandolerismo en la frontera, 1880-1920”, en Sergio Villalobos et al, Araucanía,

Temas de Historia Fronteriza (2da. Edición, Temuco, 1985), p. 102.

5 Francisco A. Encina, Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1920 (18 Vols., Santiago, 1951), Vol. XVIII,

p. 262.

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misoneros y de los astutos burocratas, tuvo que enfrentar el rebrote de la antigua violencia,

cubierta ahora con los ponchos del bandolero rural y urbano.

En las páginas que siguen analizaremos el fenómeno del bandolerismo en la Araucanía en

ese período, prestando atención a su dispersión geográfica, su notoria brutalidad y su aparente

carencia de un proyecto histórico.6 Para conseguir ese propósito revisaremos las noticias e

informes publicados por la prensa fronteriza de la época. Carmen Norambuena calificó a los

diarios como el “cuarto poder” que operó en la región, considerándola como una herramienta

imprescindible, “al momento de examinar los acontecimientos que culminan con la

ocupación de los últimos reductos araucanos y todo el el proceso que posteriormente se

desarrolla en la región de la Araucanía”.7 Para el historiador la prensa escrita tiene una

cualidad metodológica adicional, pues permite incorporar a las grandes mayorías en el

desenvolvimiento de la historia nacional. Se puede decir que con la prensa, termina el

monopolio de la oligarquía sobre la memoria del país. El público lector de la Araucanía, con

el cual la mayoría de las veces los editores y redactores mantuvieron un auténtico diálogo,

constituyó una parte importante de la opinión pública y era un eficiente tamiz de las noticias

que se imprimían; además, contribuían a la formación de un ambiente que daba el tono al

acontecer cotidiano, al esparcir y validar lo que leían en la prensa. Fenómenos como el

bandolerismo, machacado por la prensa, se percibían a partir de la imagen que creaban los

periódicos, en concordancia con los intereses de sus editores y las expectativas del público

lector. Así, a diferencia de la fuente judicial, que proporciona datos absolutos, la fuente

periodística proporciona antecedentes sobre una realidad más intangible, más incierta, pero

de amplia presencia en la sociedad. La prensa fronteriza, que apareció hasta en las villas y

lugarejos más remotos, no sólo transmitía noticias sino también hacía historia en el ámbito de

6 Sobre la situación global que imperaba en la Araucanía, remitimos al lector a las obras clásicas: Mario Góngora,

“Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile, (Siglos XVI a XIX)”, en Estudios de historia de las ideas y de

historia social (Ediciones Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1980), pp. 341-390; Arturo Leiva, El primer avance a la Araucanía. Angol, 1862 (Santiago, 1984); Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios.

Formación y crisis de la sociedad popular chilena (SUR; Santiago, 1985); Sergio Villalobos, Relaciones

Fronterizas en la Araucanía (Editorial Universitaria, Santiago, 1982); Araucanía. Temas de historia fronteriza

(Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco 1985); Los Pehuenches en la vida fronteriza (Ediciones Pontificia Universidad Católica de ChileSantiago, 1989); Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la Guerra de Arauco

(Editorial Andrés Bello, Santiago, 1996); “El avance de la historia fronteriza”, Revista de Historia Indígena 2

(Universidad de Chile, Santiago, 1997), p. 5-20.

7 Carmen Norambuena, “La Araucanía y el proyecto modernizador de la segunda mitad del siglo XIX. ¿Éxito o fracaso?”, en Jorge Pinto Rodríguez, Modernización , inmigración y mundo indígena. Chile y la Araucanía en el

siglo XIX (UFRO; Temuco, 1998), p. 251.

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las masas, imprimiendo en la memoria colectiva los sangrientos incidentes que unían al

territorio en una larga cadena de delitos y trangresiones.

Antes de entrar al tema, es necesario aclarar que no es esta la primera vez que se estudia la

criminalidad en la Araucanía durante el período propuesto por este trabajo. En realidad, los

matices, la magnitud y la complejidad del problema han atraído la atención de los

especialistas que, desde diversos ángulos y con distintos criterios, han procurado dilucidar los

factores estructurales que le dieron origen, han estudiado su evolución en el tiempo y han

tratado de explicar su terca persistencia como fenómeno social. En 1976 las profesoras Edith

Lobos y Teresa Martínez, de la Universidad de Chile con sede en Temuco, incursionaron en

el tema examinando la prensa fronteriza.8 Ocho años más tarde, Gonzalo Chávez, Alberto

Espinoza, Mario Silva y Jorge Wicke examinaron el mismo fenómeno en su trabajo El

bandolerismo en la frontera, 1880-1920.9 En 1990, Juan Contreras Batarce retomó la

problemática criminal en la frontera, analizando la amplia gama de delitos registrados en la

región a partir de un bagaje teórico de índole foucaltiano.

“El tema que nos ocupa consiste en un análisis interdisciplinario del problema de la

conducta delictiva en el contexto de una sociedad fronteriza –la Araucanía-, entendido éste

no tan sólo como un espacio de reciente ocupación, sino también como un espacio en el cual

las estructuras social, cultural, económica e institucional no se han integrado aún en forma

de un continuo normal….hacia 1880-1890, en la Araucanía comienza a operar un doble

proceso de acomodo y transición de carácter gobal que culmina con la formación y

consolidación de un conjunto social, histórico y etno-cultural relativamente más análogo al

existente en la zona central del país. A su vez, este proceso repercute negativamente sobre

las condiciones objetivas que sustentaron las distintas formas históricas singulares que

adquirió la conducta delictiva en esta región durante el período ya estudiado (por ejemplo:

„montoneras‟, „partidas de bandidos‟, „bandolerismo‟).10

Basado en un amplio registro bibliográfico y documental, en el que priman las fuentes

oficiales y los testimonios judiciales, Contreras presentó una informada reflexión de lo que

8 Edith Lobos Franco y Teresa Martínez, Antecedentes para un estudio histórico y bibliográfico de la IX Región:

El bandidaje, una alteración en el desarrollo histórico de los primeros años de la Frontera , Seminario de Título

para optar al Grado de Profesor de Estado en Historia y Geografía y Educación Cívica, Universidad de Chile, Sede

Temuco (Temuco, 1976).

9 Gonzalo Chávez, Alberto Espinoza, Mario Silva y Jorge Wicke, El bandolerismo en la frontera, 1880-1920,

Seminario de Título para optar al Grado de Profesor de Estado en Historia y Geografía y Educación Cívica,

Universidad de al Frontera, (Temuco, 1984).

10 Juan Contreras B., Criminalidad y sociedad fronteriza: La Araucanía en la segunda mitad del siglo XIX (1860-1910), Tesis para Optar al Grado de Magister en Historia, Universidad Católica de Valparaíso, (Valparaíso, 1990),

p. 7.

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denominó las “formas históricas singulares de conducta delictiva en la región.” En la

combinación de lo que conceptúa como estructuras de oportunidad y estructuras de

socialización, el autor califica a la sociedad fronteriza como un espacio que presenta un alto

grado de “conductibilidad” que permite el desarrollo de la prevaricación. Según el autor, el

bandolerismo “surge como fenómeno social resultante de la relacionalidad diacrónica y

sincrónica que se establece entre estas estructuras….y como expresión de las dicotomías

existentes entre medio socio-histórico-cultural, normatividad vigente y expectación de los

individuos.”11

Finalmente, Vilma Retamal, analizó en 1996 la aparición del bandidaje

fronterizo a través de la prensa, centrando su atención en la prensa de la década de 1860.

Refiriéndose al espacio que sirve de contexto a su trabajo, la autora puntualizó: “Es aquí

donde el problema de justicia social se hace latente, es decir, la no aceptación de ciertos tipos

de personas en la sociedad que recién comienza a conformarse; es esta sociedad la que se

estratifica, dejando fuera de ella a una población flotante, que al sentir ese rechazo comienza

a dirigir su atención hacia rumbos que lo alejarán cada vez más de la comunidad.”12

En un

número reciente de la Revista de Historia Indígena, Marco Antonio León ha realizado un

estudio de la cuestión carcelaria en la Araucanía, en el contexto de lo que denomina el

proceso de “chilenización” de los antiguos territorios mapuches. De acuerdo con el autor,

entre 1852 y 1911, “es posible comprobar como se desarrollan una serie de instituciones

destinadas a asumir la función de control de la población y su posible peligrosidad para el

“orden civilizado”, que las autoridades locales y santiaguinas deseaban imponer.”13

Con todo lo escrito por estos autores, ¿Qué cosa nueva se podría decir al respecto? El

estudio que aquí se presenta no pretende teorizar ni establecer conexiones estructurales,

contextuales ni sicológicas, que expliquen el surgimiento del bandolerismo fronterizo, porque

estimamos que las más de las veces esas explicaciones solo existen en la imaginación

creativa del historiador. Se ha preferido, en cambio, presentar los casos que constituyeron

noticia, dando cuenta de algunas nociones principales que permitan entender su historicidad.

Dicho de otra forma, lo que nos interesa es develar los rasgos que asumió el fenómeno del

bandolerismo en la prensa periódica durante un período crucial de la historia de la Araucanía.

11 Id., p. 287.

12 Vilma Retamal Barraza, La criminalidad en la Araucanía a mediados del siglo XIX vista por la prensa, Tesis

para optar al Grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, (Santiago, 1996), p. 1.

13 Marco A. León, “Criminalidad y prisión en la Araucanía chilena, 1852-1911”, Revista de Historia Indígena 5

(Universidad de Chile, Santiago, 2001), p. 138.

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2. LA GEOGRAFÍA DE LA TRANSGRESIÓN

La Araucanía fue ocupada por las fuerzas chilenas, con un movimiento de pinzas que se

inició en Angol y Tolten, para cerrarse con acciones directas sobre las localidades y pasos

cordilleranos; este movimiento de tropas fue seguido – o a veces, precedido- por la

introducción de colonos extranjeros y chilenos, la fundación de villas, la distribución de las

tierras ocupadas y el establecimiento de las instituciones básicas: guarniciones militares,

hospitales, escuelas, cuarteles de policía, juzgados y presidios.

El proyecto central de la elite que gobernaba el país consistía en establecer la presencia del

Estado en toda la Araucanía.14

Con los mapuches confinados a las reducciones, los

especuladores ocupados en la apropiación ilegítima de las tierras, los empresarios dedicados a

a desarrollar la industria y el comercio regional, las autoridades podían pensar que había

llegado la hora del progreso y la modernidad. Sin embargo, su más grave error, y la más

evidente falacia de este plan, fue ignorar a los mestizos fronterizos. Acorralados por el

Estado y abandonados por sus antiguos protectores mapuches, los mestizos se vieron

forzados a iniciar su propio proyecto histórico. Por supuesto, no era ésa la primera vez que

hacían notar su presencia en la historia de la frontera, pues desde la guerra mapuche de 1726

fue un hecho público que tenían la habilidad y los medios para desarticular el aparatoso

sistema de convivencia que se desarrolló entre españoles y mapuches en la cuenca del río

Biobío.15

Diversos incidentes y conflictos demostraron, en las décadas siguientes, que dicha

influencia no menguó.16

A comienzos del siglo XIX, la masa mestiza fronteriza conformaba

un segmento considerable del bajo pueblo chileno, sobre el cual ejercía un liderazgo

indiscutible: bajo el nombre de huasos, gauchos, maulinos o afuerinos, fueron activos

protagonistas en las guerras de la Independencia, durante la Guerra a Muerte, en las guerras

14 Louis C. Faron, The Mapuche Indians of Chile (New York, 1968).; José Bengoa, Historia del pueblo mapuche, (SUR, Santiago 1985); Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sur. La región del Biobio y la Araucanía chilena,

1604-1883 (Temuco, 1996).

15 Leonardo León, “Mestizos e Insubordinacion Social en la frontera mapuche de Chile, 1700-1726”, Estudios

Coloniales 2 (Universidad Nacional Andrés Bello, Santiago, 2002).

16 Leonardo León, “Que la dicha herida se la dió de buena, sin que interviniese traición alguna...: El ordenamiento

del espacio fronterizo mapuche, 1726-1760”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 5 (Universidad de

Santiago, 2001), pp. 129-165. “Bajo pueblo y Cabildo en Santiago de Chile Colonial, 1758-1768”, Revista

Contribuciones Científicas (USACH, Santiago, 2002); “El asesinato del jefe pehuenche Juan Leviant, 1776”, Revista Dimensión Histórica de Chile 15 (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago,

2002).

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civiles de 1851 y 1859, y en las campañas de ocupación de la Araucanía.17

Entre los

mapuches, las normas que regían a las estructuras parentales y de poder, sumados a la natural

desconfianza que despertaban los tránsfugas y renegados, le otorgaron a los mestizos

fronterizos un papel subalterno. En todo caso, ello no impidió que se sumaran a los malones

y participaran en sus empresas bélicas. Su ámbito de acción se expandió hacia las Pampas

trasandinas y su intervención sumó las funciones de secretarios, lenguaraces y, en contadas

ocasiones, de lonkos y líderes militares.18

Cuando se produjo la ocupación chilena y

argentina de los territorios tribales, su respuesta no fue el sometimiento ni la subordinación.

Como contrapartida del proceso de implantación del Estado, los mestizos fronterizos

respondieron violentamente, desplegando las banderas de la rebeldía. El bandolerismo fue

una de sus mejores expresiones.

La expansión del bandolerismo hacia cada rincón de los territorios ocupados permite

entrever la extraordinaria virulencia que adquirió este evento en el entorno regional. Por ese

motivo, para aproximarnos a su estudio, hemos organizado los datos proporcionados por la

prensa siguiendo un criterio geográfico; de ese modo, se ha iniciado su analisis siguiendo su

despliegue desde la región meridional de Nueva Imperial, para remontar desde allí hacia el

norte por la ruta costera. A continuación se examinan los incidentes registrados en la

depresión intermedia, para concluir revisando las noticias publicadas en Concepción y

Temuco, atentos a que ambas ciudades representan dos hitos simbólicos de importancia: eran

la vieja y la nueva frontera que. Ambas ciudades deslindaban los convulsos territorios

interiores, marco y escenario de este estudio.

En el puerto fluvial de Nueva Imperial, cuyo nombre concitaba en esos años diversos

proyectos empresariales, el bandolerismo comenzó a cundir desde el momento mismo de su

17 Leonardo León, “Reclutas forzados y desertores de la patria: el bajo pueblo chileno en la Guerra de la Independencia, 1810-1814”, (En prensa, 2002).

18 Daniel Villar y Juan F. Jimenez, “Don Venancio, Montero y los otros. Mapuches y blancos en el espacio

fronterizo pampeano: estrategias de ingreso e instalación, 1827-1836”, en Primer Encuentro Chileno Argentino de

Historiadores (Mendoza, 1995); “Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de vecino Cihuepan en sus momentos iniciales (1827,

frontera sur argentina), en Jorge Pinto, (Edit.), Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur

(Temuco, 1996), pp. 146-164; “Aindiados, indígenas y política en la frontera bonaerense, 1827-1830”, en Quinto

Sol. Revista de Historia Regional 1 (Santa Rosa, 1997), pp. 103-144. Daniel Villar, Edit., Relaciones interétnicas en el sur bonaerense, 1810-1830 (Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1998). Para el caso chileno,

dirigimos la atención a los trabajos ya citados en este trabajo.

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refundación a orillas del río Cautín.19

“Hemos oído numerosas quejas de los vecinos a

propósito de los frequentes robos en pequeña escala que noche a noche se suceden en nuestra

población”, escribió El Pueblo en 1892, “caballos, cerdos, piezas de ropa, madera, palos de

leña y hasta las tablas de los cercos desaparecen con alarmante frecuencia sin que la policía

se aperciba de ello jamás...”20

Éstos eran, tal vez, crímenes menores, muy frecuentes en los

espacios recién colonizados que carecían de los cercos y alambradas que más tarde definirían

los límites de la propiedad privada; también eran delitos que se cometían cuando sus

ejecutores se encontraban alejados de la presencia del Estado. Lo relevante es que su

reiteración iba creando la sensación de que los sujetos asentados en los territorios distantes

quedaban expuestos a las acciones de los matreros. La prensa local no ignoró el repentino

deterioro de la cuestión delictiva y el crecimiento de los que denominó “vandalaje” a partir de

los primeros años de la década de 1890. “Las depredaciones cometidas por estos hijos de

Caco”, denunció El Orden en 1892, “hacen que los habitantes estén en continuas zozobras o

con el credo en la boca...las alevosas muertes de los señores Barrueto y Ortíz han sido

cometidas con un cinismo sin nombre; el salteo con estupro y rapto de menores en la

vecindad del señor Hernández fue perpetrado con meditación y sangre fría; el salteo con

heridas hecho a los indíjenas vecinos de la colonia; en una palabra, sería materia casi

interminable y penosa si quisiéramos relatar los asaltos a los viajeros; los robos con heridas,

las rapiñas escandalosas, los balazos por todas partes y aun en el pueblo mismo.”21

La irrupción del bandolerismo en la zona costera causaba especial preocupación por el

efecto que tenía en la credibilidad del gobierno y el nexo que se establecía con prácticas

corruptas de las autoridades locales. “El bandolerismo”, apuntó El Constitucional, “ya está

definitivamente exterminado entre el extenso departamento de Temuco [sic], pero no

podemos decir lo mismo del vecino departamento de Nueva Imperial. Allí siempre existe esa

plaga y siempre existirá mientra la autoridad llamada a perseguirlos se deje dominar por el

sopor del egoísmo y de la indiferencia o de la ineptitud.”22

Otro diario que se sumó a la

campaña de denuncia del bandidaje que asolaba el curso inferior del río Cautín fue El

Radical. “El territorio de nuestro departamento sigue plagado de malhechores...constituye

19 Ivan Inostroza, “La agro-exportación del puerto de Carahue y las industrias del Departamento de Nueva

Imperial, 1890-1910”, en Revista Frontera 11 (Archivo Regional de la Araucanía, Temuco, 2001), pp. 20-39.

20 El Pueblo, Nueva Imperial,17 de julio de 1892.

21 El Orden, Nueva Imperial, 25 de mayo de 1892.

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esto una verdadera epidemia y la de la peor especie, que mantiene en perpetua alarma al

vecindario.”23

La multitud de delitos que tenían lugar en la villa y los arrabales teñían de rojo

la crónica diaria de Nueva Imperial. “Ha sido reducido a prisión Manuel Parra por haber

asesinado a garrotazos al indíjena Juan Quimel en el lugar denominado Quilacahuin...”,

informó El Pueblo, el 22 de junio de 1893.. En agosto, el mismo periódico señalaba:

“...sabemos que más de una cuadrilla de bandidos recorre los campos...”, para coronar a

principios de enero de 1894: “fue asesinado a inmediaciones de Bajo Imperial, el indíjena

Basilio Pailacura. Se acusa como autores de este crimen a tres hermanos de apellido

Flores.”24

Los reportajes de El Radical no lo hacían nada distinto. “Crimenes. En los

departamentos del norte están, como en los del sur, a la órden del día. Conatos de fatricidios,

consumados parricidios, cuñadicidios y los demás atentados que puedan terminar en icidios

llenan las columnas de los diarios y periódicos. ¡Que plaga! Y ¿hasta cuando cesará?”

La pregunta resultó bastante vana pues, un año más tarde, la situación de acoso protervo

que experimentaban los habitantes de Nueva Imperial no había cambiado en nada. “Es

verdaderamente grave el estado de desarrollo a que ha llegado la criminalidad en el

departamento”, puntualizó El Radical en 1895, “hasta el extremo de que nadie puede transitar

por los despoblados sin serios peligros, ni vivir con tranquilidad en las poblaciones......una

partida de bandidos, en número de cinco a siete, según se nos dice, hicieron una descarga de

carabina al vapor Río Bueno que hace el servicio de transporte entre esta ciudad y Carahue.”25

Agobiado por la abundancia de crímenes, el redactor retornó al tema con el siguiente titular:

“Bandalaje y Alcahuetes” Manifestando que era un verdadero milagro vivir en esa localidad

sin sufrir los estragos de lo que denominó una plaga, el redactor afirmaba: “En los campos no

hay Dios ni Ley, matar y tapar con ramas ya es una cuestión de simple ejecución. En la

ciudad, todos sabemos a que atenernos. Hay que andar con cuatro ojos. Lo más singular es

que no tienen tanto la culpa los malhechores, sino los que sirven de alcahuete, dentro y fuera

de la población; y a esos, la verdad, daría sus nombres sino fuera por temor a sus

venganzas.”26

De muy poco valían, al fin de cuentas, estas denuncias y encendidas

22 El Constitucional, Temuco, 4 de febrero de 1892.

23 El Radical, 23 de junio de 1894.

24 El Pueblo, Nueva Imperial, 23 de junio de 1893, 18 de enero de 1894.

25 El Radical, 20 de octubre de 1895.

26 El Radical, 8 de diciembre de 1895.

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proclamas, pues el bandolerismo seguía aumentando. “Vuelven nuevamente los campos de la

frontera a llenarse de bandidos”, señaló El progresista en 1896, “con cuya noticia los

habitantes tanto de las poblaciones como de las campañas están alarmadísimos.”27

En Carahue, también de reciente fundación, los delitos y agresiones contra la propiedad y

las personas ocuparon un lugar predominante durante los primeros años de la década de 1890.

“El bandalaje toma cada día mayores proporciones”, escribió un reportero del diario El

Pueblo, “los robos, salteos, violaciones, etc...se repiten con alarmante frecuencia; sin que

pueda ponerse remedio por la falta de policía; enfermedad común a todos los pequeños

centros de población del Departamento. En los campos, sobre todo, es donde se hace sentir

más la funesta plaga; la mayor parte de los pobladores pernoctan en las montañas, pues rara

es la persona que se atreve a dormir en su casa.”28

Relatando los asaltos cometidos por una

partida de bandidos contra las familias mapuches Lefio, Fica, Castro y Namuncura, el

periódico señalaba: “además de robar lo que pudieron, ultrajaron las mujeres. A media

noche, del mismo dia domingo, una partida de bandoleros, llegó hasta las casas del

subdelegado de Carahue, de donde fueron rechazados a balazos por sus moradores.”29

Lebu, que nació mucho antes de que se produjera la ocupación militar de la Araucanía

como puerto de extracción de la producción carbonífera de las minas aledañas, también era

corroída por la delincuencia mestiza. Comparándole por sus estragos con los desastrosos

efectos que tenía la epidemia de cólera que azotó la región en esos días, el periódico La

Justicia señalaba: “Se trata, ni más ni menos que del enemigo de la propiedad, del miembro

gangrenado de nuestra sociedad que emplea su actividad e inteligencia criminalmente en

despojar a su dueño de lo que le cuesta el sudor de su rostro...”30

Tucapel no logró escapar

del flagelo que representaba el bandolerismo. “Continuan los robos de animales en las

subdelegaciones de Reñico y Trupan. Bueno sería escarmentar a esos buenos señores a

quienes gusta pasar vida ociosa y regalada a costa del sudor y trabajo ajenos.”31

En Arauco, uno de los centros más antiguos del mestizaje y presidio de cientos de truhanes

que fueron remitidos hasta aquella guarnición desde el resto del país, no era sorpresa que sus

27 El Progresista, Los Ángeles, 9 de enero de 1896.

28 El Pueblo, Nueva Imperial, 1ro. de febrero de 1894.

29 El Pueblo, Nueva Imperial, 1ro. de febrero de 1894.

30 La Justicia, Lebu, 9 de enero de 1887.

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tierras vieran florecer el bandidaje y la transgresión. “Salteos”, afirmó El Arauco en 1892,

“Estos están ocurriendo con mucha frecuencia en el departamento y ya no andan tras de plata

que puedan pillar sino hasta con carreta para robar legumbres.”32

Cuatro años después, el

diario El Sur titulaba: ““El bandalaje en Arauco. Es algo incomprensible lo que está

ocurriendo en el departamento de Arauco. Se roba, se saltea y se mata de día claro, sin que

los bandidos encuentren el menor tropiezo en sus depredaciones: se pasean por los campos

como verdaderas autoridades. Especialmente han sentado sus reales en Los Puentes, Raqui,

Quebrada Honda y Albarrán.”33

El terreno escarpado, las múltiples quebradas que ofrecía la cordillera de Nahuelbuta y el

aislamiento en que quedaban las estancias de la campaña en las inmediaciones de Cañete,

Lincoya, Lloncao y Paicaví fortalecían una larga tradición bandidesca. En Purén, que

operaba como el paso obligado entre la costa araucana y la vertiente oriental del macizo, los

bandidos encontraron un hospitalario albergue: “Parece que los bandidos han sentado sus

reales por estas cercanías”, escribió La Voz de Traiguén en 1890, “alerta vecinos, evitad el

yugo con que os amenaza el bandalajismo! [sic].”34

La débil presencia estatal y la escasa

operatividad de la policía rural redundaba en terror y angustia. Nunca había sido apacible

vivir en aquellas serranías, pero la presencia de numerosas bandas de delincuentes

transformaba el acaecer cotidiano en pesadilla.

“El bandalaje aumenta”, señalaba en 1892 El Arauco, “es un verdadero suplicio la situación

porque atraviesa el departamento. La vida de los que habitan cerca de la ciudad se hallan a

merced de una horda de facinerosos entregados al pillaje, que con un cinismo horrorizante,

la tranquilidad del inocente pasan durante el día con los suyos celebrando sus pasadas

hazañas en los ranchos que en las cercanias del pueblo se levantan, esperando la noche para

arrojarse, cual hambrientas fieras sobre sus indefensas víctimas.”35

En 1893, La Prensa corroboraba en sus páginas la percepción generalizada de que el

bandolerismo era un hecho en expansión: “El bandolerismo ha sentado nuevamente sus reales

en el departamento; no ya en los campos, sino a las puertas mismas, puede decirse, de la

31 El Deber, Yumbel, 13 de diciembre de 1888.

32 El Arauco, Arauco, 17 de abril de 1892.

33 El Sur, Concepción, 24 de abril de 1896.

34 La Voz de Traiguén, Traiguén, 16 de marzo de 1890.

35 El Arauco, Arauco, 24 de abril de 1892.

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población....”36

A fines de ese año, el fenómeno arreciaba: “Bandolerismo. Muy

visiblemente viene haciéndose sentir el aumento de esta raza devastadora. De Carampangue

nos comunican que en Cerro Colorado y en casa de un individuo de apellido Rivera, se

hospeda un sinnúmero de malhechores perseguidos y correteados de Traiguén, Temuco,

Victoria y Mulchén, y otros pueblos del sur, en donde son conocidos y no pueden asomar las

narices sin correr el riesgo de exponer el cuero.”37

La consolidación del bandolerismo como

un hecho cotidiano, facilitado por la inoperancia policial y la creciente complicidad de los

habitantes pobres de los arrabales con los bandidos, amenazaba con transformar estos sucesos

en una eclosión criminal de magnitud.

“Una horda temible de salvajes sin entrañas”, señaló La Prensa en 1896, “que tienen sus

guaridas en las selvas de Curaquilla, asola a los moradores pacíficos de los campos del

departamento. Excepcional es el día que no se lamenta un asesinato o un asalto sangriento.

La muerte horrible que hace viente días dieron a don Arísitides Friz en el parage llamado

Raqui consternó a todo el vecindario, y hoy sufre el consiguiente sobresalto que produce la

aparición infernal del forajido.”38

Es muy díficil discernir cuáles fueron los factores que hicieron crecer la presión del bandidaje

sobre las estancias y villas y explicar las fluctuaciones que se registran en los periódicos; lo

más probable, es que ambos eventos obedecieran al desplazamiento de cuadrillas que

asolaban los fundos y granjas más prósperas de la región. La estacionalidad laboral, la

posibilidad de capturar un grueso botín, sumados a la deficiencia policial y a la excesiva

confianza con que actuaban los terratenientes cuando decaía el bandalaje, operaban en la

campaña como poderosos incentivos del bandolerismo e influenciaban sus fluctuaciones. Al

fin de cuentas, muchos de estos sujetos no eran criminales de tiempo completo, sino peones y

jornaleros que durante gran parte del año trabajaban en las faenas de los fundos, observando

como crecía la riqueza. También se debe notar que el registro periodístico no es continuo,

motivo por el cual las noticias vertidas por los diarios no permiten reconstituir la curva de

criminalidad. No obstante, de lo que si no cabe duda, es que el fenómeno crecía. A fines de

1896, La Prensa de Arauco reiteraba: “El Bandalaje. Acrecenta día en día en los pueblos del

sur. Los telegramas recién recibidos dan cuenta de que en las montañas de San Jerónimo,

36 La Prensa, Arauco, 13 de agosto de 1893.

37 La Prensa, Arauco, 10 de diciembre de 1893.

38 La Prensa, Arauco, 17 de mayo de 1896.

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subdelegación del departamento y que dista aquí unas seis leguas de Santa Juana, existe un

semillero de bandidos que frecuentemente hace numerosas víctimas y que tiene alarmado al

vecindario de aquel paraje y a los circunvecinos.”39

El viejo fuerte de Arauco era un símbolo

extraño del pasado: después de haber sido usado durante centurias por españoles y chilenos

para reprimir a los renegados y tránsfugas que se alzaban contra la autoridad, sus murallas

yacían arruinadas a los pies del cerro Colo-Colo, como un verdadero signo de los nuevos

tiempos. Empero, el bandolerismo mestizo resurgía con inesperada energía allí donde los

afamados toquis araucanos forjaron sus días de gloria. Quizá ese solo dato retrataen toda su

estatura el fracaso de la modernidad en la Araucanía.

Otra localidad costera que conoció de cerca el fenómeno del bandolerismo fue Colcura,

situada al sur de Lota, en las inmediaciones de donde comienzan las escarpadas laderas de

Nahuelbuta. “Una partida de siete bandoleros armados de rifle Remington y perfectamente

montados”, informó El Lota el 23 de enero de 1887, “asaltaron el viernes a las cuatro de la

tarde la casa de José Espejo, mayordomo del Salto en la hacienda Colcura...No contentos con

esto los audaces bandidos pasaron ya en retirada a la casa de don Fermín Araneda,

arrendatario de la misma hacienda y le arrebataron dos de sus mejores caballos. Araneda

intentó perseguirles armado de una escopeta, pero al ver los bandidos que se les perseguía,

volvieron bridas y dispararon ocho balazos a los peones de Araneda y a éste, sin herir

felizmente a ninguno.”40

Una semana después, el mismo periódico señalaba: “Tuvimos

conocimiento de otro salteo llevado a cabo en la misma hacienda de Colcura, lugar elegido

segun parece por los bandidos para dar sus asaltos.” Coronel, el antiguo asentamiento minero

situado en la costa del golfo de Arauco, un lugar de extrema pobreza e incalculable dolor por

las continuas muertes de sus habitantes en los socavones submarinos de las minas de carbón,

tampoco fue eximido del azote. “No pasa día o noche que no se cometan actos

verdaderamente punibles en las calles de la población,” escribió un corresponsal de El País

en 1898, para luego agregar con un fuerte acento crítico: “generalmente los policías hacen la

vista gorda por la ignorancia en que se mantienen los jefes encargados de instruirlos en la

ordenanza respectiva...”41

Lota, la abigarrada villa de calles ennegrecidas por el carbón,

siempre sumida en esa fría nieblina que le caracteriza, también presenciaba en sus escuálidas

39 La Prensa, Arauco, 22 de noviembre de 1896.

40 El Lota, Lota, 23 de enero de 1887.

41 El País, Concepción, 23 de enero de 1898.

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calles la reverberación de la violencia mestiza. “Desorden. Uno mayúsculo tuvo lugar en la

noche del domingo en la calle de Sotomayor entre mujeres ebrias pelearon allí durante media

hora...”, informó La Semana el 3 de septiembre de 1893. Apenas dos meses después, el

periódico reportaba: “Desorden. Como siempre la subida de Lota Alto es el teatro de

desórdenes y la policía siempre anda desgraciada por ese punto... dos individuos armaron

pendencia, se dieron de mojicones y puntapiés hasta quedar tendidos en el suelo, el victorioso

como por vía de golpe de gracia fué a darle un nuevo puntapie en la boca, dejando a su

contrario exánime y bañado en sangre.”42

La cuesta de Villagrán, que fue escenario de tantas

hazañas y victoria militares de los araucanos, cambiaba su semblante para convertirse en una

peligrosa encrucijada en la cual los caminantes exponían sus vidas y corrían el riesgo de ser

muertos por los asaltantes de caminos.

Angol, uno de los focos más antiguos de la penetración chilena y desde cuyos cuarteles

salieron algunos de los contingentes de las campañas militares de la Pacificación, se vio de

igual forma acosado por los bandoleros mestizos que, desde los lugarejos aledaños, asolaron

la región. “Salteadores... como puntos principales para sus fechorías...han elejido el lugar

denominado Las Piedras y el camino que va por Choque Choque...”43

Otro lugar preferido

por los bandidos fueron los faldeos occidentales de la Cordillera de Nahuelbuta donde, a

mediados de 1885, se instaló “una manga de hijos de Caco...”44

La criminalidad rural en los

llanos situados al sur del río Biobío alcanzaba tales dimensiones que un connotado

editorialista de un periódico de Los Ángeles argumentó que las contribuciones estatales eran

“mucho menores que las que actualmente pagan los agricultores a los bandidos que hoy, casi

libremente, ejercitan sus depredaciones obligando a aquellos hacer un gasto de vigilancia

siempre impotente para evitar los robos.”45

El Roto Angolino, uno de los escasos diarios

satíricos que apareció en la región durante aquellos años, al comentar el creciente desorden

que se apoderaba de la ciudad ironizó: “Angol es pequeño pero alberga en su seno un número

respetable de mandones, cínicos, falcatos etc...Es lo que verdaderamente se llama un Infierno

Grande.”46

42 La Semana, Lota, 3 de septiembre de 1893 y 20 de noviembre de 1893.

43 El Eco del Sur, Angol, 19 de enero de 1885.

44 El Eco del Sur, Angol, 9 de agosto de 1885.

45 El Bío-Bio, Los Ángeles, 5 de enero de 1882.

46 El Roto Angolino, Angol, 3 de abril de 1898.

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Los Ángeles, Santa Fe, Renaico, Collipulli, Traiguén y las demás localidades sentadas en la

depresión intermedia, fueron los nuevos nombres del infierno. “Robos y salteos”, tituló el El

Bio Bio en 1880, “Estamos decididos a dedicar una sección especial a esta industria cuyos

operarios se van haciendo tan numerosos que aún se puede durar del más elegante y zalamero

de los que se dicen hombres honrados y que se codean cotidianamente por nuestras calles.

Los robos y salteos se verifican con tanta frecuencia, que bien podemos calificarlos como el

pan cotidiano....”47

A diferencia de las zonas montañosas, el llano de la Araucanía ofrecía un

cuantioso botín y un amplio espacio cubierto de selvas y quebradas que permitían sobrevivir

sin mayores quebrantos. “En el Pedregal, subdelegación de Quilleco”, informaba El

Progresista en 1895, “pululan los bandoleros. Varios de estos malhechores robaron hace

pocos días, en una hacienda la cantidad de 600 pesos y violaron una chiquilla de corta edad.

Tales depredaciones se deben a la falta de policia rural.”48

En las inmediaciones de la vieja

reducción fronteriza de „indios amigos‟ de Santa Fe, justo cuando cerraba el siglo, se produjo

un salteo contra la casa de Felipe Santiago Beltrán. “Los bandidos, después de maltratar al

señor Beltrán hasta dejarlo casi ultimado, se llevaron cuanto había en la casa y también una

buena suma de dinero en oro.”49

En Mulchén, en las faldas de la cordillera de los Andes, la cronología del bandidaje rural y

las transgresiones comenzó en los mismos días en que concluía la primera fase de la guerra

de ocupación. “Se vive con el credo en la boca, o como en pleno Calabria”, señalaba el

redactor de La Araucanía, “en efecto, los bandidos han entrado al departamento como a

territorio conquistado y de ahí esa serie no interrumpida de robos, puñaladas, salteos y

asesinatos que vienen repitiéndose cada día en más alarmantes proporciones.50

Tres años más

tarde, La Araucanía titulaba: “La semana que termina ha sido de constantes alarmas para los

hacendados del departamento. Los robos y salteos están a la orden día.”51

Nada cambiaba

con el paso de los años, a pesar de los esfuerzos ordenadores que llevaban a cabo los agentes

estatales para establecer el estado de derecho a través del territorio araucano. “Salteos y

Asesinatos. No acabamos de dejar la pluma cuando nos llegan peores y más tristes noticias

47 El Bío Bio, Los Ángeles, 29 de abril de 1880.

48 El Progresista, Los Ángeles, 18 de julio de 1895.

49 El Progresista, Los Ángeles, 2 de septiembre de 1899.

50 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 25 de abril de 1880.

51 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 10 de marzo de 1883.

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de nuevos salteos y asesinatos cometidos por las hordas de bandoleros que cual furias

brotadas del Averno, asolan los campos y atacan las propiedades y la vida tanto de españoles

como de indígenas.”52

Un feroz atraco cometido por bandidos contra una casa situada en los

arrabales de la villa a fines de abril de 1892 llevó al diario El Horizonte a señalar: “Oh.

Nuestro departamento va siendo el teatro obligado de la criminalidad ejercida por algunos

fascinerosos que, prevalidos de que carecemos de policía suficiente que pueda ponerse en el

acto en persecución de sus actos vandálicos, han tenido el increíble desplante de venirse a

robar a los suburbios de esta ciudad.”53

La acelerada transición de la sociedad tribal a la

sociedad estatal adquiría en los territorios fronterizos los rasgos de una catástrofe social, pues

el colapso de la antigua autoridad cacical no era seguido por la designación de agentes del

Estado. En ese vacío institucional, cuando el poder se mostraba más débil, se multiplicaba la

desobediencia mestiza. Al fin de cuentas, ya no había nada que perder para esos hombres,

sobre todo cuando en todas partes aparecían los anuncios que presagiaban que sus días de

libertad estaban contados.

Traiguén, una población que saltó a la palestra en el período de la Pacificación, cobró a

mediados de la década de 1890 la fama de centro del bandolerismo. “Según datos

fidedignos”, afirmó El País de Concepción, “ha aparecido en el departamento de Traiguén

una horda de bandidos cuyo número no baja de veinte hombres bien armados, como ejército

preparado para emprender una próxima campaña. Estos forajidos han fijado su guarida en el

lugar denominado Ruca Traro, quebrada de Cachaltué, subdelegación de Lumaco.”54

Una

portada similar publicó El Comercio: “Es terrible como se están sucediendo los robos y

salteos en nuestra población. Hace cuatro días varios individuos penetraron de guerra a la

casa de un señor Carrasco que vive a orillas del pueblo, robándole y salteándole cuanto

encontraron...”55

La situación de asedio en que vivía el departamento no era nueva. En 1894,

El Lautaro comentó : “El bandalaje avanza en Lautaro. En el corto espacio de tiempo de tres

cuatro días se han repetido dos fuertes golpes de manos dados por los enemigos de la

propiedad ajena, que por haber tenido lugar en las cercanias de la plaza del cuartel, es decir

52 La Araucanía Civilizada, Mulchén, 6 de abril de 1890.

53 El Horizonte, Mulchén, 1ro. de mayo de 1892.

54 El País, Concepción, 2 de abril de 1895.

55 El Comercio, Lautaro, 16 de junio de 1897.

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en las narices de la policia, con razón han estos hechos alarmado al vecindario.”56

La

inflexión ascendente de la transgresión que registraban todoas las ciudades y villas de la

Araucanía, también se notó en esta localidad. “Es increible los crímenes y robos que se

cometen día a día en esta comuna, nuestra policía es completamente insuficiente para

perseguir al bandalaje.”57

En Curacautín, la situación de inseguridad y desorden creada por el bandidaje no era nada

mejor. “Otro salteo”, informó El Victoria el 28 de abril de 1897, “parece que los bandoleros

han sentado sus reales en Cura Cautín.” Justo un año más tarde, el diario La Situación

manifestaba: “Por carta recibida de este pueblo tenemos conocimiento que el bandalaje

alimenta allí de día en día, debido a la deficiencia de la policía....en este momento debido al

bandalaje, el pueblo de Cura-Cautín se encuentra sin pan....”58

Quechereguas, Quino,

Quilquén, Quillem, Galvarino, asentados en el corazón de la antigua Araucanía adquirían

creciente fama de albergue de bandidos y transgresores. “Reclaman un barrido general de la

plaga de bandidos que han invadido sus campos”, señalaba El Traiguén, el 9 de diciembre de

1893. De acuerdo con otro periódico, a fines de 1896, en Carahue, Cholchol y Galvarino, lo

que más crecía era el bandalaje, al punto que “hasta en las mismas poblaciones se introducen

los bandidos a hacer cuanto les dá la gana, válidos de que en estos puntos se cuenta con poca

policía y en algunos ninguna.”59

Victoria, proyectada por las autoridades chilenas como una puerta de entrada hacia el

populoso valle de Lonquimay y la provincia transandina de Neuquén, experimentó hasta fines

de la centuria la calamidad de la coacción. Dando cuenta de dos salteos que ocurrieron en la

campaña de la ciudad, La Voz de Traiguén describía una ola de asaltos y salteos realizados

contra casas y caminantes en los primeros días de enero de 1890. “Sobre estos largos y al

parecer, interminables sucesos, que desde hace días hemos estado dando cuenta, se nos dice

que el principal objeto de la estadía de los bandidos en los alrededores de Victoria y Cura-

Cautin, es porque han tenido noticias de que debía de la Argentina un señor Gómez, trayendo

consigo una gruesa suma de dinero….”60

Refiriéndose a la misma gavilla, el periódico señaló

56 El Lautaro, Lautaro, 27 de mayo de 1894.

57 La Voz Radical, Lautaro, 19 de enero de 1899.

58 La Situación, Angol, 29 de abril de 1898.

59 El Imperial, Nueva Imperial, 29 de diciembre de 1895.

60 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de enero de 1890.

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a mediados de febrero que éstos habían instalado sus aposentos en un paraje denominado El

Maitén.

“Todos guardan silencio por exponerse a perder sus vidas si se atrevieran a delatarlos,

porque la mayor parte son campesinos que viven sin recursos alguno de defensa…los tales

bandidos han hecho ya gran cantidad de robos y salteos en esta Subdelegación, hasta tal

extremo que los vecinos no cuentan con sus intereses seguros…se cree que de los ocho

bandidos de que se compone la partida, aunque se supone que son más, piensan entrar al

pueblo.”61

La tendencia al tremendismo de los periódicos locales era, en cierta medida, balanceada por

la crudeza de los hechos. A principios de marzo, en el paraje de Chanco, a pocos kilómetros

de El Maitén, “fue asaltado Manuel Vidal….se dejó caer a esa hora una partida de bandidos

bien armados y maltratándolo le llevaron cuanto tenía.”62

No obstante, las acciones más

sensacionales que pudiera llevar a cabo una gavilla era siempre acompañada de pequeños

incidentes que enlazaban una sórdida historia criminal. “No se pasa un sólo día”, reportó El

Victoria en su edición del 6 de abril de 1893, “sin que se llegue a nuestros oidos la noticia de

un nuevo intento de asesinato, de un asalto a mano armada no sólo a las propiedades de los

habitantes, sino a la vida de ellos mismos.”

El paisaje cordillerano y la larga tradición de cuatrerismo y arrietaje que caracterizaron al

butalmapu arribano en el pasado, incentivaron el desarrollo del bandidaje rural, especializado

en el robo de animales y en la comisión de asaltos contra los granjeros establecidos. ¿Quién

podía ignorar que esas fueron las tierras que cabalgaron los hombres de Ayllapangui, Mañil y

Quilapan, asolando a sus enemigos y sembrando el terror en los asentamientos vecinos? “El

bandolerismo”, informó La Voz del Pueblo de Collipulli, “va tomando proporciones tales, que

ya no pasa día casi en que los facinerosos no den un nuevo golpe de mano.”63

Dos años más

tarde, otro periódico señalaba: “nos comunican de Victoria que continuan en el pueblo y los

alrededores los robos y salteos.”64

Un mes más tarde, La Voz del Pueblo se quejaba: “Desde

hace un año a que nos invade el bandalaje en todo el país...donde estamos más expuestos a

los ataques de los malvados es aquí en la frontera, donde apenas tenemos policias y donde los

61 La Voz de Traiguén, Traiguén, 19 de febrero de 1890.

62 La Voz de Traiguén, Traiguén, 5 de marzo de 1890.

63 La Voz del Pueblo, Collipulli, 21 de mayo de 1897.

64 El País, Concepción, 25 de abril de 1899.

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campos son tan vastos y desamparados.”65

En Malleco y Cautín el “bandalaje” había

asumido proporciones alarmantes, según lo expresó el Ministerio del Interior en una

comunicación remitida a los intendentes regionales y que fue publicada en El Victoria.

“Estimo que la persecución de los bandidos daría mejores resultados si se lograra tener

conocimiento de los lugares que le sirven de reunión”, señaló el ministro, recomendando la

agrupación de fuerzas de línea y policía para capturar a los bribones.66

Bureu, que en la época previa a la Pacificación fue el territorio donde se desató con más

fuerza el conflicto entre mapuches y renegados, se transformó durante la década de 1890 en

una verdadera cuna del bandolerismo rural. “Por los alrededores de Mininco y Colhue”,

señaló El Bureu de Mulchén en 1897, “los bandidos mantienen a esos moradores en continua

alarma. Hace pocos días se encontró en el río Renaico el cadáver de un hijo del vecino

llamado Guillermo Catalán con la miseria de doce puñaladas...casi todas las noches roban y

saltean impunemente.”67

Un mes más tarde, el periódico afirmaba: “A medida que la escasez

aumenta, los bandidos hacen de las suyas de los campos vecinos. Llega a tal extremo, que

verdaderos piños de animales se roban de los corrales; ya no es un buey o un caballo, ahora a

este paso podrán robarse hasta una hacienda.” Agobiados por el bandalaje, señalaba el

mismo periódico, los vecinos de la región se debatían entre el miedo, la desesperación y la

pobreza. “En los campos circunvecinos hacen de las suyas los amigos del pillaje, sin que

nadie ponga atajo a tan desoladora plaga. La miseria es tan grande que los individuos se ven

en precisión de convertirse en asesinos o ladrones a fin de satisfacer sus necesidades.”68

En Collipulli, a fines de 1891, La Redención se refería a “la serie no interrumpida de

crímenes atroces que vienen cometiéndose y repitiéndose con harta frecuencia en nuestro

departamento y hasta dentro de su ciudad cabecera, desde tiempo atrás , contra las personas y

la propiedad, a la vez que son causa de perturbaciones en los negocios y de intranquilidad

entre los vecinos, por cuanto ello no les permite entregarse de lleno al ejercicio de su

profesión e industria, sin exponerse a perderlo todo, incluido la vida...”69

Casi un lustro más

tarde, Cholchol y Galvarino ingresaban al largo catalogo de villas afectadas por el bandidaje:

65 La Voz del Pueblo, Collipulli, 12 de junio de 1897.

66 El Victoria, Victoria, 7 de julio de 1895.

67 El Bureo, Mulchén, 1 de agosto de 1897.

68 El Bureo, Mulchén, 16 de octubre de 1898.

69 La Redención, Collipulli, 5 de noviembre de 1891.

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“pululan por partidas un gran número de ladrones y salteadores, que ya nadie se atreve a

pasar por ese camino sin estar expuesto a ser víctima de esta plaga.”70

Nacimiento, al pie de

la Cordillera, movilizaba a sus magras fuerzas policiales a principios de 1886. “Este pequeño

cuerpo de nuestro departamento”, declaraba con orgullo El Vergara, “le ha declarado la

guerra a muerte a los ladrones....”71

Un año más tarde, El Nacimiento opinaba: “parece que

ya en nuestro Departamento se quiere seguir la moda santiaguina. Estamos siendo víctimas

de robos y hurtos tanto en la misma población como en los campos. Nuestros jueces se están

portando con muy poco interés para contribuir a la extirpación de esta funesta moda.”72

Poco

se lograba en la lucha contra los bandidos. Un año más tarde, la comunidad expresaba a

través del periódico la necesidad de que se dictaran las más estrictas providencias para

“perseguir y castigar a aquellos animales salvajes de nuestros campos, cubiertos con la careta

del amigo para poder realizar sus planes de bandalaje.”73

En los distritos de más al norte, las trangresiones no disminuían, más bien se diversificaban.

“Al cerrarse mañana el año 1888 y hacer el balance respectivo”, escribió en su editorial Los

Tiempos de Yungay el 31 de enero de 1889, “el público encontrará [que]...la desmoralización

no sólo lo ataca cruelmente al bajo pueblo, sino también entra en las más altas clases sociales,

el mal todo lo invade; ya no respeta nada. Diariamente la prensa esta relatándonos

defraudamientos de los bancos, desfalcos en las oficinas fiscales, falsificaciones de

documentos, robos a mano armada.” En Puchacay, cuna y asilo del mestizaje fronterizo por

más de dos siglos, la situación se hacía insoportable debido al crecimiento de los delitos y

transgresiones. “El regimen de violencia y terror que como sistema de gobierno se ha

implantado en Puchacay y desde hace ya algunos meses”, denunció La Florida, “no imperan

ni la constitución ni las leyes...”74

Yumbel, que por siglos sirvió de nudo y punto de confluencia de las relaciones fronterizas y

que siempre albergó al peonaje fronterizo que transitaba trabajando como temporeros,

también presenció una súbita ola de vandalaje. “A la orden del día están en nuestro

departamento los robos y salteos”, informó El Yumbelino en 1885, “parece que ello es debido

a la idea que se han formado algunos de los hombres del oficio, de que con la nueva ley de

70 El Traiguén, Traiguén, 13 de noviembre de 1897.

71 El Vergara, Nacimiento, 11 de abril de 1886.

72 El Nacimiento, Nacimiento, 25 de agosto de 1887.

73 El Vergara, Nacimiento, 27 de junio de 1888.

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21

garantías individuales, pueden ejercer sin cuidado su profesión.”75

En Cabrero, situado unos

pocos kilometros al norte de Yumbel, se comenzó a experimentar el bandidaje rural a fines de

la década de 1890. “Según informes de personas que nos merecen entera fé”, reportó El

Yumbel en 1897, “se ha desarrollado durante estos últimos días una plaga de bandidos que

han puesto en peligro la vida de los habitantes de aquel pacífico pueblo.”76

Sin embargo, a

diferencia de otras bandas que asolaron la región, los malhechores que llegaron a Cabrero

parecían ser más hábiles y diestros en el uso de las armas de fuego y de la caballería, pues

libraron verdaderos combates cuando fueron rechazados por sus potenciales víctimas. “Más

sobre bandidos”, escribió El Yumbel, “Ayer se nos dijo que el viernes habían sido vistos en el

fundo Cerro Verde, que dista poco más de una legua de esta ciudad, veintiun individuos de la

partida de bandidos que merodean entre los departamentos de Bulnes y Rere. Circula entre la

gente de pueblo que esos buenos señores piensan hacernos una visita, atacar la cárcel pública

y en seguida hacer algunos saqueos.” Dos semanas más tarde, el terror continuaba

sobrecogiendo el ánimo de los vecinos. “Continua la alarma. Se nos asegura que una partida

de bandidos compuesta como de veinte individuos, merodean a la subdelegación de El Salto

y pretenden asaltar a un propietario alemán.”77

Un año después, El progreso de Bulnes

expresaba: “Los bandidos. Una plaga de individuos de esta especie han establecido su hogar

en el departamento. Día a día se oye decir de salteos, crímenes y diversos otros delitos, sin

que la policía de este pueblo tenga noticia alguna de ellos. Últimamente, a inmediaciones de

la subdelegación de San Ignacio, fue ultimado un individuo para quitarle la suma de

setecientos pesos que llevaba...”78

Concepción, vieja y vestuta, veterana ya en las andanzas de cuatreros, montoneros y

bandidos, servía ahora de balaustrada a un crecido número de ladrones urbanos que asolaban

a los residentes más pacíficos de la ciudad. “Sumamente crecida es la plaga de rateros que

parece han venido a establecer su guarida en Concepción”, escribió en 1896 El País, “bien

pocas veces se había tenido noticias de un número tan considerable de robos como son los de

74 La Tribuna, Florida, 30 de septiembre de 1892.

75 El Yumbelino, Yumbel, 12 de mayo de 1885.

76 El Yumbel, Yumbel, 5 de diciembre de 1897.

77 El Yumbel, Yumbel, 19 de diciembre de 1897.

78 El Progreso, Bulnes, 3 de julio de 1898.

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22

que se está dando cuenta ahora diariamente.”79

Refiriendo el degollamiento de un joven en la

calle Carrera, el redactor de El País afirmó: “Concepción se vá viendo convertido ya en

madriguera de malhechores y bandidos. Los asaltos a mano armada y asesinatos que se han

venido perpetrando últimamente, son numerosos y mantienen llenos de justa alarma a los

vecinos de la localidad.”80

Dos años más tarde, el periódico expresaba con alrama: “Es

verdaderamente asombroso el número de rateros que merodean por los alrededores de la

ciudad.”81

Sin duda, a juzgar por estos datos, Concepción comenzaba a sufrir en esos años

los problemas de una urbe, dejando atrás su imagen de aldea grande. La proliferación de

carros, el alumbrado público y el desarrollo de las industrias y el comercio, otorgaban a la

capital penquista el aire de modernidad que hasta allí habían sido el monopolio de Valparaíso

y Santiago. No obstante, más allá de las fachadas y del centro comercial, crecían los

conventillos insalubres, húmedos y miserables, los cuales arrojaban cada día su carga de

hombres infames que merodeaban en la ciudad. Concepción seguía siendo una ciudad

fronteriza, si bien en esos momentos lo era entre el arcaísmo y la modernidad.

Este largo trayecto por la geografía de la violencia mestiza que asoló a la Araucanía entre

1880 y 1900 termina en Temuco, situado en el otro extremo de Penco como el emblema más

potente de la Pacificación. Reconocida por todos como la capital de la nueva Araucanía que

proyectaba fundar el Estado chileno, la suerte de criminalidad que venimos analizando se

hizo sentir en la ciudad y sus arrabales desde muy temprano. “Por aquí no hay día que no se

oiga hablar de robos y salteos”, informó La Revista Católica en 1882, “los indios se muestran

como siempre muy belicosos.”82

Comentando varios asaltos realizados contra granjeros de la

zona, El Cautín manifestaba: “En nuestra provincia y las vecinas estamos en pleno merodeo y

vandalaje. Tome nota el gobierno de estos hechos, y apresúrese unas tropas de caballería que

es la única que puede poner a raya a tanto facineroso que han elegido por teatro nuestros

campos, introduciendo por doquiera el temor y el espanto con sus cotidianas fechorias.”83

La

misma posición fue adoptada por otros periódicos en la medida que coincidían con este

calamitoso diagnóstico: la región del Cautin asistía al nacimiento ominoso del bandolerismo.

79 El País, Concepción, 10 de abril de 1896.

80 El País, Concepción, 22 de mayo de 1896.

81 El País, Concepción, 16 de enero de 1898.

82 La Revista del Sur, Concepción, 18 de noviembre de 1882.

83 El Cautín, Temuco, 9 de enero de 1890.

Page 23: Leonardo Leon Bandidos

23

“Me parece sino que los hijos de Caco han establecidos sus reales en nuestra provincia”,

escribió el redactor del diario La Lealtad de Temuco, “No hay día que no se dé cuenta de

robos y salteos juntos en los campos como en el centro de la ciudad. Los balazos de noche ya

no causan alarma, que la población está habituada a ello.”84

Una semana más tarde, se

describía a la Villa Alegre, situada al otro lado del río Cautín, como uno de los arrabales que

congregaba los peores elementos de la nueva sociedad:

“Un mal que amenaza a la nueva y floreciente ciudad de Temuco que a toda costa conviene

evitar el cual es que con rápidez se ve prolongarse el aumento de un centro de población que

se establece clandestinamente y sin ningún permiso de autoridad competente en Ultra

Cautin, con sumo perjuicio de todos los habitantes y propietarios de la verdadera población

urbana de Temuco...es público y notorio que en aquel punto la mayor parte de sus habitantes

tienen un absoluto expendio de lícores espirituosos principalmente para el foco de

corrupción. Se tiene conocimiento que en el mes de octubre del año pasado, habiendo

venido a esta a pagarse el antiguo soldado de la independencia Juan Matamala, lo siguieron

de aquel punto dándole alcance a las cercanías de Quepe, le quitaron el dinero y lo mataron.

En el mismo mes varios indios y españoles que se pasaron en la bebida en los despachos de

aquella población, se fueron en la noche a casa de Natalio Campos después de haberlo

salteado le dieron muerte.”85

Haciendo un balance de la actividad policial, El Constitucional manifestó en 1893:

“Hará dos años que el bandolerismo más sanguinario y osado de que se tenga memoria en

Chile había hecho de nuestros campos y de nuestros bosques su cuartel general, organizado

y armado como verdaderas montoneras, día a día libraba verdaderas batallas con los

pasajeros, con los habitantes de los campos y hasta con la policia....un matrimonio francés,

dos ancianos fueron muertos y robados en la calle A.Varas, en medio de un barrio populoso.

Osvaldo Gavilán fue muerto y robado en los brazos de sus hijos casi en las puertas del

cuartel de policia en la noche del 9 de mayo de 1892. Asesinatos tan alevosos como esos se

cometían casi diariamente en el departamento hasta hace un año no más. ¡El sólo recuerdo

de esos sombríos y sangrientos dramas de que fueron teatro nuestros campos entonces y

víctimas muchas familias, causa miedo y pavor todavía.”86

Los malhechores, reportaba El Cautín, “anuncian su presencia en las afueras de la población

por medio de tiros de rifles y de revolver.”87

Preocupados por lo que veían como un

fenómeno en constante aumento, los editores de La Ilustración afirmaron en 1895: “A

84 La Lealtad de Temuco, 20 de marzo de 1892.

85 La Lealtad de Temuco, 27 de marzo de 1892.

86 El Constitucional, Temuco, 9 de julio de 1893.

87 El Cautín, Temuco, 17 de diciembre de 1893.

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consecuencia de la escasez de policía, el bandalaje ha tomado mucho incremento en nuestros

campos, sería bueno que aquí se hiciera lo que se ha hecho en Traiguén, donde salió fuerza de

línea a batir los bandoleros.”88

En esos mismos días, El Traiguén sostenía que la provincia

de Cautin,

“en una de las que más ha abundado el vandalaje, se encuentra hoy, más que nunca, azotada

por esa terrible plaga que por todas partes lleva la desolación y el espanto, exterminando y

sembrando de luto los hogares. Los campos entre Cholchol y Temuco, y entre Cholchol,

Nielol y Galvarino, que siempre han sido el foco de bandolerismo, continuamente son teatro

de salteos y asesinatos sin que la acción de la justicia pueda impedirlo…”89

A fines de la centuria, cuando el fenómeno de la delincuencia se creía ya apaciguado, los

cuatreros y bandidos rurales continuaban predominando en la campaña de la ciudad. “La

situación porque atraviesan los campesinos y en general todos los habitantes de la frontera es

desesperada a causa de los muchos bandoleros que merodean por los campos, haciéndose esa

situación cada día más crítica e insoportable por motivo que el bandalaje aumenta a medida

que transcurre el tiempo.”90

Lo más extraordinario de esta denuncia, es que se hizo en 1898,

apenas dos años antes de concluir el siglo: poca mella había hecho la persecución estatal del

„bandalaje‟ en las décadas anteriores.

Los datos proporcionados por los periódicos fronterizos apuntan a una dispersión del

bandolerismo por todos los rincones de la Araucanía; dispersión que alcanzó su apogeo

durante la década de 1890. No obstante, al observar este climax no se debe olvidar que los

propios diarios contribuían a crear una imagen de tensión que se reproducía con efectos

geométricos. Las noticias examinadas proporcionan esta impresión, pero es posible que la

relidad haya sido distinta. Para establecer la verdadera curva histórica del bandidaje habría

que revisar otros registros. Por el momento, se puede concluir que la violencia mestiza, lejos

de amainar, recrudeció en los años posteriores a la Pacificación. El bandidaje abundaba en

cada porción del territorio ocupado por las fuerzas chilenas, sin hacer distinción entre los

viejos establecimientos y los más noveles; también, es necesario destacar que la violencia

seguía teniendo lugar en ambas riberas del Biobío, como en los días de antaño, sin que

experimentara un desplazamiento a consecuencia de las campañas militares o del avance de

88 La Ilustración, Temuco, 9 de junio de 1895.

89 El Traiguén, Traiguén, 31 de agosto de 1895.

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la institucionalidad estatal. Este hecho corrobora una hipotesis central: que la violencia

mestiza era un fenómeno de larga duración, la cual tenía escasa relación con la presencia

mapuche. En otras palabras, la efervescencia criminal fronteriza siguió siendo un hecho

autónomo, marginal y subterráneo, que se producía al margen del conflicto desatado entre el

Estado chileno y el pueblo mapuche, con una dinámica alimentada por su propia tradición.

3. DESCENDIENDO AL AVERNO

El registro de crímenes reportados por la prensa fronteriza es largo y abundante en detalles

escabrosos, que tal vez daban cuenta de un temprano afán sensacionalista, pero que también

demostraban la intensidad y fiereza de las trangresiones cometidas por los mestizos. El

Leviathan había roto sus cadenas y se desplegaba por la nueva Araucanía, cubriendo con su

sangriento manto de crueldad los otrora apacibles territorios del sur. La imaginación popular,

acicateada por la violencia desde tantos y tan diferentes ángulos, no encontraba satisfacción a

su ansiedad y a su afán de saber más detalles sobre las circunstancias en que se cometían los

peores delitos y atentados. “Horrible y cobarde asesinato. El martes en la noche se cometió

en el lugar denominado Los Alamos”, reportó El Araucano de Lebu en 1882, “como a seis

leguas de esta ciudad, el crimen mas horrendo que se ha visto en esta provincia. Como a la

una de la mañana cinco bandidos asaltaron la casa de una señora viuda llamada Beatriz

Villagrán; luego que entraron, todos se fueron sobre ella armados de palos y cuchillos; la

infeliz consiguió salir por otra puerta; pero fue rodeada y alcanzada por los cinco bandidos

como a veinte metros de la casa, y la ultimaron a palos y en seguida la degollaron como a un

cordero.”91

Apenas un mes antes de este atroz atentado, Concepción fue el escenario de un

ataque que la prensa describió con sus más morbosos detalles.

“El ocho de septiembre, a las diez de la noche, se dirijieron diez bandidos a la casa de don

Victorino Saavedra, acaudalado vecino de Vegas de Itata, cuya fortuna se hace subir a medio

millón de pesos...Al penetrar el señor Saavedra hizo fuego con una escopeta de dos

cañones...y uno de los asaltantes, llamado Agurto, rodaba por el suelo y moría pocos

instantes después. El señor Saavedra al querer hacer nuevamente uso de su escopeta, recibió

del jefe de la cuadrilla, Ramón Muñoz, un feroz golpe con un hacha, golpe que hizo saltar

lejos la escopeta. Muñoz, en seguida, descargó sobre la cabeza del señor Saavedra cinco o

seis hachazos despedazándole el cráneo. Entre tanto, otro de los bandidos llamado Grandón,

90 El País, Concepción, 19 de julio de 1898.

91 El Araucano, Lebu, 17 de noviembre de 1882.

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26

en compañía de Vera Roa y de Santos 2º Saavedra apuraban a la señora Salas para que

confesara el lugar donde tenía el dinero. La señora entregó entonces diversas

cantidades...instantes después, de orden del jefe Muñoz, Grandón, muchacho solo de veinte

años de edad, la tomaba de los cabellos y la degollaba hasta el punto de que el cráneo quedó

pendiente del tronco sólo por la parte posterior de la piel. Una hija adoptiva del señor

Saavedra, llamado Flores, era hostilizada para que entregara lo que tuviera y así que lo hubo

hecho, uno de los bandidos llamado Pinto, la tomaba de los cabellos y principiaba a

degollarla con espantosa calma, haciendo notar a sus compañeros lo agradable que era sentir

correr calientita la sangre que se escapaba en negros borbotones del cuello de su víctima...el

jefe Ramón Muñoz es propietario de fundo cuyo valor no baja de 10.000 pesos. Los demás

son hombres mas o menos acomodados y todos ellos tenían su pan seguro. Cuando fueron

sacados de la cárcel de Tome para conducirlos a Concepción, mostraban una indiferencia y

una serenidad que, más que asesinos, parecían inofensivos corderos. Ninguno de los

bandidos tenía resentimiento alguno con las víctimas ni habían recibido jamás daño alguno

de ellas.”92

Los ataques perpetrados contra las aisladas granjas rurales no sólo aumentaban en número

sino que, cada vez, se hacían más notorios por la violencia que desplegaban los bandidos. En

1882, en la subdelegación de Culenco, del departamento de Nacimiento, fue asaltado en su

hogar

“el honrado y pacífico vecino don Manuel Cuevas...en la noche del indicado día dormía

tranquilamente el señor Cuevas, acompañado de dos hijas y un pequeño niño. De repente

sintió un ruido afuera y cree que sería un buey que había amarrado y que se habría soltado.

Acto continuo se levanta con la intención de impedir que el animal se fuese al sembrado;

pero al abrir la puerta recibe instantáneamente dos balazos en el pecho y un hachazo en la

cabeza, quedando muerto en el acto. Los bandidos en seguida ataron las dos hijas y el niño,

habiéndole dado a una de elllas dos puñaladas en la cara porque se resistía a ser

maniatada.”93

Otro asalto, realizado contra la humilde morada de un inquilino de Pellomeco, Angol, a

mediados de noviembre de 1885, tuvo similares perfiles de crueldad. “A falta del dueño de

casa, maltrataron bárbaramente a su esposa e hijos escapando con vida pero con muchas

contusiones y heridas. Los niños tienen varias heridas inferidas al parecer con navaja.”94

En

la noche del 26 de noviembre de 1888, una banda asaltó la casa de Valentín Ceballos, situada

en la subdelegación de Palpal, a orillas del río Diguillín. “Los bandidos aprisionaron primero

la mujer de Zeballos y a una hija de unos nueve a diez años de edad, siendo que la primera la

colgaron del pescuezo atándola a una viga con un cabastro queriendo ahorcarla y a la segunda

92 El Bío-Bio, Los Ángeles, 8 de octubre de 1882.

93 El Vergara, Nacimiento, 25 de marzo de 1882.

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27

la azotaron fuertemente...”95

En Temuco, el mapuche de apellido Sandoval sufrió el brutal

ataque de una gavilla a mediados de mayo de 1889.

“Los bandidos creyeron hacer allí su presa y se trabó un reñido combate entre estos y

Sandoval, que se encontraba solamente con sus mujeres. Sandoval fue muerto de un balazo

que le penetró en la frente y sus mujeres gravemente heridas y cubiertas de contusiones

inferidas por garrotazos que recibieron de los malhechores. Uno de estos fascinerosos fue

herido a cuchillo en un ojo por el occiso.”96

La violencia contra los infantes, una de las formas más crueles de la transgresión delictual,

eran hechos comunes en la Araucanía de la post-Pacificación, como si el asesinato, violación

o ultraje de los pequeños hubiera sido visto por los mestizos como una redención de los

maltratos experimentados en su propia infancia.

“En un lugar llamado Maguidache en idioma araucano, en la ribera sur del río de Quepe, ha

tenido lugar una de esas escenas horripilantes, salvajes y brutales hasta ser increibles: un

individuo llamado Tapia y dos soldados de policía rural violaron una niñita indígena de 11 a

12 años de edad, llamada Guisa, hija del indio Curiñanque. Aquel acto repugnante tuvo

lugar en medio de la familia y mientras uno de los monstruos satisfacía su lascivia, los

soldados sujetaban a los indígenas poniéndoles las carabinas en el pecho; luego iba a otro y

otro lado hasta que el cuerpo de la víctima quedó inanimado en un estado que el pudor y la

decencia impiden describirlo. Y todavia como si el crimen que habían cometido aquellos

infames no hubiera sido suficientemente horrible, mancharon también la inocencia de un

niño de 13 a 14 años de apellido Puentes, lo hicieron cometer el mismo acto de violación en

un cuerpo ya cadáver.!”97

Purén presenció un nuevo y atroz crimen en 1892, fecha en que una gavilla “asaltó la casa

de un señor Aravena a quien, lo mismo que a su anciana esposa, los bandidos asesinaron a

balazos...”98

El año previo, en La Florida, el sirviente Francisco Parra fue asaltado por

desconocidos en el bajo de Dihueno, “dejándole la cabeza completamente destrozada, pues

parte del cráneo saltó en astillas y derramándosele también otra parte de los sesos.”99

En el

fundo Remeregue, en Arauco, el inquilino José Benicio Godoy fue asesinado de un modo

94 El Eco del Sur, Angol, 19 de noviembre de 1885.

95 Los Tiempos, Yungay, 9 de diciembre de 1888.

96 La Voz Libre, Temuco, 11 de mayo de 1889.

97 El Imparcial, Coronel, 2 de octubre de 1890.

98 El País, Concepción, 27 de septiembre de 1892.

99 La Florida, Florida, 3 de abril de 1889.

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similar. Asaltado su rancho por una partida de bandoleros, en medio de garrotazos y golpes

de culatas, los bandidos tomaron a Godoy “de pies y manos y lo colocaron sobre el gran

fogón hasta verlo retorcerse entre el dolor y la agonía, dejándolo caer sobre las llamas cuando

ya se retiraban. La amante esposa aunque dominada por el más cruento dolor, a la vista de

aquella tétrica escena haciendo sobrehumanos esfuerzos pudo sacar de la hoguera a su marido

agonizante.”100

En Nueva Imperial, en marzo de 1894, los vecinos fueron alarmados por un

crimen que superaba anteriores atrocidades.

“En las goteras de nuestro pueblo ha sido ultimada una familia entera, compuesta de tres

personas, inquilinos de la hijuela del señor Cardenio Lavin. Las víctimas son: Jenaro

Ramírez, su esposa en estado avanzado de embarazo y un niñito de siete años de edad...la

esposa de Ramírez se encontró ahorcada en su cama y tenía una profunda herida al lado

izquierdo del cuello. El niñito también fue ahorcado y se notaba un golpe mortal encima del

ojo izquierdo. Parece evidente que este horrible crímen solo se ha llevado a efecto

persiguiéndose una salvaje venganza; pues no se nota que haya habido robo; siendo por lo

demás, las víctimas gente muy menesterosa.”101

En Pillanlelbun, por entonces una mera estación ferrocarrilera, el matrimonio de Pedro

Sepúlveda y Petrona Rodríguez fue asesinado en circunstancias de análoga brutalidad: “La

mujer está degollada”, reportó La Ilustración de Temuco, “y tiene una cuerda al cuello lo que

hace presumir que los bandidos la han martirizado antes de ultimarla con el objeto que

revelara donde estaba el dinero.”102

En la localidad de Reputo, en las inmediaciones de

Traiguén, los matrimonios mapuches, formados por Luis Bailen y María Millamil y Pascual

Huine y Pascuala Gómez, fueron asesinados luego de haber concluido la venta de un terreno

de su propiedad y haber recibido el dinero.

“Este incentivo aguijoneó, sin duda alguna, la perversa avaricia de los hechores y los

determinó a concretar el crimen que narramos. El viernes 25 de diciembre, en la noche, se

dejó caer de improviso a casa de los desgraciados indígenas una cuadrilla de bandidos que

ultimaron a aquellos de manera brutal, según los indicios o apariencias que resultan del

asesinato mismo. Los cuatro desgraciados están completamente degollados, quedándoles

solo unida la cabeza al tronco por la columna vertebral. Además se nota en los hombres,

quienes seguramente quisieron oponer alguna resistencia, fuera de la degolladura, muchas

otras heridas horribles y aún mutilaciones, como sucede con Bailen, a quien se le cortó la

nariz, y se le tajeó y dio de puñaladas en más de diez partes de la cara y parte posterior de la

cabeza. También tiene su cadáver dos heridas a bala, una en el vientre y otra en el muslo.

100 La Prensa, Arauco, 3 de septiembre de 1893.

101 El Pueblo, Nueva Imperial, 3 de marzo de 1894.

102 La Ilustración, Temuco, 14 de octubre de 1894.

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Estos individuos vivían en casas separadas, por lo que se deja ver que, o bien ha sido una

partida algo numerosa la que se ha dejado caer sobre ellos, o el crimen se ha perpetrado con

la calma y premeditación más alevosa que dar se puede....los cadáveres de los cuatro occisos

fueron transportados al hospital de este pueblo para su reconocimiento legal.”103

Igualmente horroroso fue el crimen cometido contra el niño Santiago Rioseco, de catorce

años de edad, cuyo cádaver fue encontrado mutilado en un foso del fundo “La Granja” en

1897. De acuerdo con el informe publicado por La Lealtad de Cañete, “Rioseco fue

ahorcado con un látigo para robarle el caballo en que se retiraba a su casa en el ya indicado

fundo...varios son los casos que se han presentado últimamente parecidos al de que nos

ocupamos.”104

Sin duda, la ola de crímenes cada vez más horripilantes iban extendiendo una sombra de

trágico temor entre los labradores, quienes reaccionaban ante cualquier situación sospechosa,

transformando pequeños o triviales incidentes en dramas de incalculable magnitud. Así

ocurrió con el matrimonio de colonos de apellido Leora, asentados en las riberas del río

Quino. Hasta su residencia llegaron en estado de ebriedad dos hermanos averiguando por el

paradero de una vecina.

“Regresando por tercera vez a casa de Leora, quien alarmado por la insistencia de ellos,

creyó fueran con el propósito de robarle. Enfurecido y seguido por tal creencia, atacó con

una lanza al primero que se le presentó infiriéndole una herida de muerte en la garganta.

Una vez que derribó a este, se dirigió contra el segundo asertándole un lanzazo en el costado

que lo paso de parte a parte. La mujer de Leora con un hacha pequeña, ayudó a su marido a

ultimar al último....cuando se cercioró que los Pineda estaban sin vida, los arrastró ayudado

por su mujer hasta el rio Quino donde arrojó los cadáveres tomando precaución de quitarle

las espuelas, por las señas que dejaban en el trayecto al arrastrar los cadaveres; matando los

caballos que montaban para no dejar rastros del crimen...se dice que uno de los asesinados

por Leora, era un jóven recién venido de Santiago y a poco recibido de abogado; y el otro,

un sujeto honrado y trabajador que tenia su negocio cerca del puente del rio Quino.”105

Nadie parecía estar a salvo. En el camino a Temuco, antes de llegar a la ciudad, informó La

Voz de Traiguén, “fué encontrado el cadáver de una niña como de 10 a 11 años de edad,

horriblemente mutilado, con señales inquívocas de la más brutal violación y, como si aún no

103 El Traiguén, Traiguén, 29 de enero de 1897.

104 La Lealtad, Cañete, 10 de octubre de 1897.

105 La Voz de Traiguén, 26 de junio de 1889.

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fuera bastante: degollada.”106

En Yumbel, en abril de 1896, la familia Rubilar fue visitada por

la muerte.

“El día sabado 18 del actual como a las tres de la tarde, en circunstancia que acababa de

llegar el señor Rubilar de a caballo a su fundo Huepil, subdelegación de Renico, de regreso

de un viaje que había hecho, y cuando se encontraba reunido en una pieza de la casa con su

octogenaria madre y cuatro de sus hermanos, se presentaron en el patio cinco hombres bien

montados, armados de carabinas. Llegar, desmontarse, atar los caballos, quitarse las

mantas, colocarlas sobre las monturas y dirigirse a la puerta con toda calma y serenidad, fue

todo uno. Visto esto por una de las hermanas del señor Rubilar le dijo a éste que cinco

policiales acababan de llegar y que no convenía salir inmediatamente, quien contestó

dirijiéndose a la puerta: más bien debo salir; y tan pronto como llegó a ella fue recibido con

un feroz golpe de carabina que le dieron en la cabeza, que le derribó y privó del

conocimiento por mucho rato. Una de sus hermanas, al ver esto; corre a socorrerle en el

momento mismo en que los bandidos querían ultimarlo a balazos, se abraza de él

cubriéndolo con su cuerpo y gritando: maténme a mi, salven a mi hermano. Esta escena que

duró pocos momentos, terminó disparando uno de los asaltantes un balazo sobre el señor

Rubilar que permanecía en tierra y sin sentido, hiriéndole mortalmente en el bajo vientre,

atravesándolo el proyectil de derecha a izquierda. No llegó hasta aquí la crueldad de los

asesinos, quienes se ensañaron la noble señorita que prefería morir por salvar a su hermano,

infiriéndole heridas muy graves. Y como si esto no fuera bastante, hieren, aunque de un

poco menos grave a una otra hermana y en seguida se dirijen a la señora madre, anciana

como de noventa años de edad, la cuelgan, la golpean y martirizan para que confesase donde

estaba el dinero. ...Los bandidos el día sabado de mañana pasaron por el Pangal del Laja,

camino público que conduce a Tucapel, Tropan y otros puntos y regresaron por el mismo

camino el domingo al amanecer.”107

.

El desplazamiento de las partidas de hombres de poncho anunciaba a los habitantes de la

campaña una inminente desgracia: robos, violaciones, asesinatos, que se cometían en la más

completa impunidad. Una borrachera mal terminada en una chingana, la evasión de los reos

de un presidio o la deserción de un grupo de militares, marcaban el inicio de largas jornadas

de terror y nefastos sucesos en los cuales a los labradores y peones les correspondía pagar un

trágico tributo. La brutalidad, la codicia y el afán cruel de los forajidos, de otra parte, parecía

un abismo sin fondo. Lo más lamentable fue que muchas veces los autores de tantas tropelías

habían sido hasta allí apacibles vecinos, que nunca habían tenido un roce con la justicia.

“Una hiena humana (no puede llamársele de otro modo) que obedece al nombre de Jacinto

Villagra asesinó bárbaramente a Salomé Oñate y cuatro hijos pequeños de ésta y un

muchacho que casualmente se encontraba hospedado en el rancho de la víctima. El asesino

demostró una ferocidad de tigre para consumar su horrendo crímen pues ultimó a hachazos a

106 La Voz de Traiguén, 16 de abril de 1890.

107 El Yumbel, Yumbel, 26 de abril de 1896.

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los desgraciados, hecho lo cual se retiró tranquilamente, llevándose algunas piezas de vestir

y un jamelgo inservible. El móvil que lo impulsó a cometerlo fue ciertas pretenciones

amatorias que fueron desechadas por la Oñate.”108

El horror que rodeó la muerte de Salomé Oñate parecía insuperable, pero aún quedaba una

muerte más horripilante por venir: la de los colonos Bonder, consumada el 5 de julio de 1899.

“El miércoles 5 como a las 9 de la noche se perpetró un crímen con salteo que hará época en

los anales de la criminalidad en los ancianos respetables comerciantes rusos sr.Waldimir

Bonder y su esposa María Bonder...uno de los bandidos le dá un feroz hachazo en la cabeza

a él, en seguida le da otro a ella; y después quisieron rematarlos pegándole a él varios

machetazos en la cara, rasgándole la boca y quebrándole una mandíbula con la cacha del

cuchillo y a ella le picaron la cara por todas partes.”109

Acuchillamientos, garrotazos, hachazos y disparos con armas de fuego, fueron las formas

más comunes con que los bandidos consumaron sus crímenes. El asesino mestizo parecía no

conocer sutilezas: en veinte años de revisión de la prensa no se encuentran, por ejemplo,

casos de envenamiento, desaparición o cautiverio. Cuando se deseaba liquidar a un sujeto, se

usaba el método más elocuente y preciso, un método que no dejara ninguna duda que lo que

se pretendía era matar. A ellos se sumaban los horrores gratuitos que se infligían a los vivos y

a los muertos y que como una sombra tenebrosa cubría las acciones transgresivas más

elementales.

“En la noche del 24 del presente fue asesinado a piedra y cuchillo Ricardo Zuñiga Leal, en

la vecina población de Lautaro..los asesinos que deben haber sido varios por las

demostraciones que dejaron. Parece que pretendieron dejar ignorada la triste suerte de su

victima, pues le desollaron completamente la piel de la cara. Zuñiga hace tiempo que vivía

en Lautaro casado y con familia, un hombre honrado.”110

De modo inexplicable, los asesinos no se conformaban con liquidar a la víctima, pues se

ensañaban con sus cuerpos, como si en ese encarnizamiento pudieran agotar la terrible furia

que guiaba en esos instantes tan cruciales cada uno de sus actos. “Hace dos días ha se

encontró el cadaver de un infeliz indígena en la falda del cerro Conembueno: los huesos del

108 La Situación, Angol, 22 de julio de 1898.

109 El Traiguén, Traiguén, 8 de julio de 1899.

110 El Constitucional, Temuco, 28 de mayo de 1893.

Page 32: Leonardo Leon Bandidos

32

cráneo los tenía triturados a pedradas.”111

Un celador encargado de la vigilancia de la línea

férrea en Lautaro, asesinado en su lugar de trabajo, tuvo un fin similar: “El crímen revela

todos los instintos de una fiera en el asesino, el cual dió de puñaladas al occiso le cortó la

mano derecha y la colocó dentro de una casucha a la cual prendió fuego en seguida.”112

Un

año después, en la localidad de Santa Juana fueron encontrados los cuerpos de Pablo Jérez y

Timoteo Enríquez, “degollados y enterrados próximos a una casucha de piedra, guarida

construida tal vez por los mismos asesinos en el interior de una montaña.”113

La efervescencia delictual que sacudió a la Araucanía entre 1880 y 1900 llegó a tales

límites que provocó discusiones sobre la exactitud de las noticias que publicaban algunos

periódicos regionales. La Voz de Traiguén, acusada en 1890 por El Colono de exagerar las

informaciones relativas al incremento criminal que se registraba en la zona, se defendió

publicando el siguiente artículo:

“¡Más de 20 salteos en una sola noche! Ayer ha tomado la gobernación denuncios de mas

de veinte salteos verificados en los principales pueblos de este departamento y, uno tras de

otros, en la misma noche del dia anterior. Para que no crea que exageramos, como dijo El

Colono respecto de la noticia que dimos de existir 250 salteadores repartidos por los

caminos de Quino, vamos a dar cuenta de los principales denuncios a que hemos aludido.

El día nombrado, se recibió, como primera noticia la de que, en el lugar llamado

Nebelhuan, a menos de una legua de distancia de esta ciudad, habían sido asaltados como

siete casas por otras tantas patrullas de bandidos ricamente armados, que penetraron en

ellas robandose cuanto encontraron, dejando completamente desnudas y amarradas a varias

mujeres y, por último, maltratando a unos niñitos para que no pudiesen salir a pedir auxilio.

En Quilquen, una partida de más de veinte individuos penetró en la ciudad robando y

cometiendo toda clase de tropelías en varias casas de comercio y particulares; en Victoria

hubo varios salteos, en uno de ellos, un soldado de policía, que trató de averiguar el motivo

por que se asaltaba una casa, recibió como contestación una lluvia de balazos que le dejaron

horriblemente herido; en Quilliera tres indios fueron heridos por una turba de asesinos...”114

Pocos podían negar la información que entregaba el periódico sureño. Cuando más, lo que

podían hacer era coincidir con los planteamientos allí formulados. “Una horda de bandoleros

se ha dejado caer a la Frontera”, escribió alarmado Los Tiempos en abril de 1892, “armados

de carabinas y puñal y se han repartido en diferentes puntos…”115

111 El Constitucional, Temuco, 19 de octubre de 1893.

112 Diario Comercial, Concepción, 19 de enero de 1895.

113 El Sur, Concepción, 16 de septiembre de 1896.

114 La Voz de Traiguén, 25 de abril de 1890.

115 Los Tiempos, Collipulli, 14 de abril de 1892.

Page 33: Leonardo Leon Bandidos

33

Es probable que las guerras externas y las conmociones internas, tales como la revolución

del año 1891, hayan redundado en una débil presencia policial en las campañas y que este

factor haya contribuído a un incremento del bandidaje y la violencia, pero esas coyunturas no

logran explicar la persistencia del fenómeno como un hecho histórico de larga duración.

Tampoco justifican la extraordinaria crueldad desplegada en los asaltos ni el descaro con que

operaban los malhechores. Mucho menos logran revelar la magnitud, intensidad y diversidad

de los delitos. “Robos y salteos”, tituló una página editorial El Criterio de Concepción en

1893, “En toda la prensa de la República no se lee otra cosa que robos y salteos al por mayor.

Si desde pequeños le inculcaran al pueblo el amor al trabajo, la moralidad y el temor á Dios,

el pueblo estaría más ilustrado y no pensaría ni en embriagarse ni en saltearse, sino en pasar

la vida cómodamente en unión de su familia é hijos...”116

El redactor del periódico tenía

razón en insistir que gran parte de la tarea del disciplinamiento social pasaba por alterar la

mentalidad de los mestizos que, enfrentados al brutal mundo que sus acciones iban gestando,

no vacilaban en usar los más viles o inesperados dispositivos para consumar sus

trangresiones. “Dos fieras”, tituló el Diario Comercial en 1894, “No podemos dar otro

nombre a dos individuos que ayer más o menos a las doce del día tuvieron una pelea...no

contentos con hacer uso de las manos para vengar a bofetada limpia los agravios que

ventilaban, empezaron a darse de cabezazos...momentos después empezó una de mordiscos

que había que ver...ambos salieron con la cara hecha una lástima...” Ironizando sobre esta

peculiar forma de confrontación, el mismo periódico agregó un tiempo después: “Los

soldados del regimiento Artillería número 1, deben tener el hueso del cráneo muy duro, pues

cada vez que pelean, lo hacen a cabezazos.”117

El saldo que entregó la gestión gubernamental durante su primera década de operación en la

Araucanía fue bastante deficiente, en especial cuando se evaluó su labor en la extirpación del

bandidaje. Ajenos a los proyectos modernizantes y a los grandes discursos que elaboraba la

elite para justificar la ocupación y apropiación de las tierras mapuches, los bandidos y

transgresores realizaban sus actividades con una constancia que no sólo sorprendía a sus

víctimas sino que anulaba los beneficios que podía brindar el estado de derecho.

116 El Criterio, Concepción, 7 de agosto de 1893.

117 Diario Comercial, Concepción, 9 y 23 de enero de 1894.

Page 34: Leonardo Leon Bandidos

34

“Con profundo pesar hemos observado en estos últimos tiempos”, señaló La Voz de

Traiguén en 1890, “que la criminalidad toma las proporciones de una ola gigantesca que

amenaza invadirnos, trastornando estas comarcas donde la civilización había asentado ya su

poderoso imperio esparciendo las luces del progreso entre los salvajes pobladores. Sí, con

profundo pesar, repetimos- por qué: ¿Quién no se aflige y se avergüenza al ver que día a día,

sin interrupción, se suceden toda clase de crímenes? Cuales más sanguinarios y cobardes,

dignos tan sólo del bárbaro pueblo conquistado, que ni aún tan atroces los cuenta en sus

anales. Ya es una horda de asesinos que se deja caer sobre el hogar de un honrado colono

para arrebatarle el fruto de sus trabajos y desvelos, y, no contento con esto, sedientos de

sangre, lo asesinan, mutilándolo horriblemente, como también a su esposa e inocentes hijos;

ya es un salteador que asalta en el camino a un transeúnte, a quien hiere a traición, y lo

despoja de su dinero y aún de sus vestidos, arrojando en seguida desnudo el cadáver; ya una

tropa de ladrones que penetra en las propiedades para robarse cuanto encuentra a su alcance,

dejando muchas veces a familias enteras sumidas en la miseria. En fin, tantos otros

crímenes que la pluma se resiste a enumerarlos siquiera.”118

La Voz de Traiguén, que de todos los periódicos regionales fue el que mayor enfásis puso en

la denuncia del bandidaje, acuñó quizás unos de los titulares más exclusivos en la historia de

la transgresión :

¡¡250 Salteadores!!. Tenemos datos seguros de que en el camino de Quino merodea la

inmensa cifra de doscientos cincuenta salteadores que, en pequeños escuadrones y armados

de ricas armas y montados en mejores caballos, se reparten por los caminos vecinales para

saltear, asesinar y cometer cuanto crimen se les ocurre.”119

4. LOS CRIMENES CONTRA LA MODERNIDAD

La revisión de la prensa fronteriza en las dos décadas que siguieron a la „Pacificación‟ de la

Araucanía permite afirmar que la región fue sumida durante ese período en un ambiente de

caos alimentado por la efervescencia criminal mestiza. Sin embargo, la mayor parte del

territorio chileno de la época fue escenario de una explosión similar de violencia Por eso

corresponde preguntarse: ¿qué tuvo de peculiar el bandolerismo que azotó a la Araucanía

entre 1880 y 1900? Al formular esta interrogante disentimos de la interpretación que

proporciona Marco A. León respecto del tema, porque estimamos que no es la proporción

cuantitativa –número de reos con el total de la población local- lo que permite establecer la

especificidad de la criminalidad, sino la naturaleza de los delitos cometidos.120

En otras

118 La Voz de Traiguén, Traiguén, 1ro. de enero de 1890.

119 La Voz de Traiguén, Traiguén, 9 de abril de 1890.

120 León, “Criminalidad y prisión....”, Ob. Cit., p. 152.

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palabras, no se trata sólo de establecer si la criminalidad es mayor o menor en términos

relativos con el resto del país, sino que corresponde examinar la intencionalidad que subyace

a la transgresión.

En primer lugar, debemos señalar que en la Araucanía del período 1880-1900, la rutina

diaria era marcada e infiltrada por la transgresión que cualquier incidente era interpretado

desde el ángulo delictual. En otras palabras, la sospecha de que se había cometido un crímen

se anteponía ante los incidentes o sucesos más diversos o increíbles. Así ocurrió con el

naufragio de la barcaza del capitán Ernesto Sawerhering, ocurrido en la costa de Arauco a

principios de enero de 1880, que resultó en su muerte y la de otros tres tripulantes; los

sobrevivientes -Adolfo Robles y Domingo Vargas- fueron detenidos e interrogados por las

autoridades. “Se ha obtenido la confesión de los reos del asesinato hecho en la persona del

capitán de la referida goleta, después de lo cual hicieron rumbo a la costa donde la hicieron

chocar hasta echarla a pique, a quince millas de la costa arrojaron al capitán vivo, al agua, y

se vinieron a Lebu...”121

Un hecho mucho más pintoresco fue publicado por el diario El Sur a

comienzos de septiembre de 1897. De acuerdo con las informaciones que llegaron a Cañete,

“el reo Juan de Dios Sarmiento, condenado a tres años de presidio por robo de hostias en la

capilla del Sagrario, intentó asesinar al juez sumariante don José Tomás Matus con un afilado

puñal. El juez con revólver en mano le intimó rendición, mandándolo en seguida a

remacharle una barra.”122

En la misma localidad, el redactor de La Lealtad se refería pocos

días después con duros términos para describir el bandalaje. “Esta horrible plaga social se

incrementa día a día en nuestro departamento. Aquí se asesina a un pobre labrador, por

quitarle cincuenta pesos, con la mayor tranquilidad del mundo...”123

Según se desprende de estos datos, los mestizos fronterizos, de viejo y de nuevo cuño, sin

diferencia de edad ni estatus, sucumbían ante la criminalidad, asumiendo las actitudes,

modalidades de vida y mentalidad de los afuerinos que le imprimieron su matiz a la vida

cotidiana, a espaldas de la nueva institucionalidad estatal. “Fidel Vargas pasó a casa de Felix

Pinilla ubicada a inmedaciones de este pueblo”, reportó La Montaña de Yungay en 1892, “en

donde encontró al cura don Abraham Romero; le dijo, que él sabía a lo que iba y no tenía

porque darle cuenta a nadie, refiriéndose en seguida con varias palabras injuriosas, motivo

121 El Araucano, Lebu, 16 de enero de 1880.

122 La Lealtad, Cañete, 5 de septiembre de 1897.

123 La Lealtad, Cañete, 12 de septiembre de 1897.

Page 36: Leonardo Leon Bandidos

36

por el cual Romero sacó un revolver que andaba trayendo consigo y disparó sobre Vargas dos

balazos...”124

Jueces y curas armados disparando sus revólveres, reos asaltando la autoridad,

marineros improvisados que asesinan a su capitán: ¿dónde más se podrían encontrar estos

casos de insubordinación y arrogancia, que en la Araucanía de la pos-„Pacificación‟?

En segundo lugar, se debe establecer una relación directa entre el bandolerismo y su época.

Crímenes atroces los hubo en todo Chile y, probablemente, con una similar frecuencia. Pero

en el centro y norte del país se trataba de asentamientos, villas o ciudades que arrastraban

tradiciones centenarias y que no habían sido el escenario de, por lo menos, cinco guerras en

menos de un siglo. También habían presenciado el paso paulatino de las antiguas formas de

vida a la modernidad, sin que esta transición adquiriese la forma traumática que asumió en la

Araucanía. Dicho de otra manera, ¿en qué otro lugar del país el arribo de los trenes, el

alumbrado eléctrico y las máquinas de vapor, fue precedido por el tronar de cañones y una

sangrienta carnicería? Por ese motivo, de todos los crímenes que tuvieron lugar en la región

entre 1880 y 1900, los más significativos para el propósito de este trabajo, fueron aquéllos

que se cometieron contra la „modernidad‟ y sus símbolos. Fueron significativos porque

reflejaban el rechazo que sentían importantes segmentos del mundo peonal hacia todo lo que

anunciaban los heraldos del progreso. “El tren expreso fue atacado a balazos por una partida

de bandidos cerca de Coigue”, informó El Yumbelino en 1884, “aquí viene la necesidad de

aumentar la fuerza de caballería para que pueda encargarse de perseguir a muchos bandoleros

que se agrupan por estos alrededores.”125

En Angol, un año más tarde, se registró un

espectacular robo contra la empresa ferrocarrilera.

“Gran asalto en Angol. La empresa del ferrocarril de Angol a Valdivia sufrió en la noche del

24 de julio, un asalto a mano armada, que por lo escandaloso y desvergonzado, no puede

menos que causar profunda sensación entre los vecinos del sur. A las ocho de la noche del

día citado, once bandidos armados de rifle y puñal y cubiertos los rostros con mascarillas de

género blanco, se presentaron a las puertas de la casa, que era objeto del asalto...el bandido

que hacía de cabecilla había penetrado a la oficina del cajero y le había intimidado con la

orden terminante de entregar todo el dinero que había en la caja. Habiéndose negado el

cajero a hacer la entrega que se le exijía, recibió un golpe de cuchillo en la frente y la

intimidación de que sería asesinado sino entregaba el dinero en el término perentorio de tres

minutos. Momentos después el cajero recibió un segundo golpe en la cabeza, último y

124 La Montaña, Yungay, 9 de octubre de 1892.

125 El Yumbelino, Yumbel, 14 de septiembre de 1884.

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37

terminante mandato a que le fue imposible resistir. Los bandidos escaparon disparando

balas al aíre para atemorizar a los vecinos...”126

Las serpenteantes líneas ferrocarrileras, el rosario de estaciones, puentes y viaductos y la

certeza de que transportaban la gente que más aborrecían, estímulaban el vandalismo popular.

En Victoria, a mediados de julio de 1892, el periódico local informaba: “Han cesado los

ataques al tren de pasajeros, que venían repitiéndose desde días atrás en la montaña de Dumo.

La vigilancia de ese lugar, organizada con tropas de los carabineros, ha logrado como se vé

ahuyentar a los forajidos que según parece se habían radicado ahí con intenciones

malévolas.”127

A mediados de julio el tren había sido apedreado en las cercanías de

Pailahueque, a lo que siguió un ataque con armas de fuego. “Inmediatamente fue detenido el

tren, bajando la tropa de carabineros que desde que principiaron los ataques, anda en él para

su resguardo, la que hizo varias descargas en dirección al bosque de donde partieron los

tiros”.128

Tres años después de los apedreamientos en Pailahueque, una gavilla de forajidos

fue sorprendida cuando intentó realizar un audaz ataque contra la estación de Quinquilco.

“Una partida de nueve bandidos bien montados y mejor armados, intentaron asaltar la casa

del jefe de la estación y lo habrían conseguido a no haber recibido el auxilio de tropa armada

que llegó en una locomotora de Victoria. Varios de los malhechores fueron apresados ahí

mismo.”129

Las pesadas y oscuras locomotoras a vapor, que bufaban como animales cruzando los

estrechos senderos que trazaron los carrilanos, fueron un blanco frecuente para los buscavidas

que observaban su paso. “Muchachos perversos”, afirmó La prensa de Arauco el 30 de mayo

de 1897, “Vuelven los canallas a poner en práctica sus instintos perversos....en los momentos

en que la locomotiva daba aviso, tiraron piedras sobre el carro de primera rompiendo un

vidrio de una de las persianas, por suerte no causando daño en persona alguna.”130

Es cierto

que no se registraban asaltos espectaculares -con jinetes enmascarados, que desde sus

monturas se aferraran a las manillas para caminar sobre el techo de los vagones hasta llegar al

carro de los depósitos- pues lo escarpado del terreno, la altura de los terraplenes y el corto

126 La Libertad Católica, Concepción, 28 de julio de 1885.

127 El Victoria, Victoria, 21 de julio de 1892.

128 El Victoria, Victoria, 17 de julio de 1892.

129 El Sur, Concepción, 16 de julio de 1895.

130 La Prensa, Arauco, 30 de mayo de 1897.

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trayecto corto de los convoyes, desalentaron esas prácticas. No obstante, en cuanto a

temeridad y osadía, los bandidos de la Araucanía no eran menos que aquéllos que más tarde

mostró el cine estadounidense.

La construcción misma del ferrocarril fue acompañada por una serie de crímenes y delitos

que ennegrecieron su historia de logros ingenieriles. “Asesinato”, avisó El Arauco en 1888,

“a principio de la semana se ha cometido uno en la persona de José Santos Muñoz, por un

carrilano de la nueva línea, quien no ha podido ser habido hasta hoy....” 131

Y más adelante

agregaba: “Son muy frecuentes los abusos que cometen los carrilanos con la gente pobre que

trafica para Lota entre las cuestas de Laraquete y Villagrán, quitándoles sus pequeños

negocios y con ello acaso el pan de sus familias.” Los obreros migrantes –conocidos entre sí

como ciudadanos de la república carrilana- no dejaban pasar oportunidad para cometer sus

fechorías. A fines de ese mismo año, El Arauco volvía a informar: “Bandidos.- El miércoles,

el subdelegado de la villa de Carampangue, consiguió aprehender a seis carrilanos que se

ocupaban en aquellos alrededores en robar, violar y que sabemos cuantas otras bribonadas

por el estilo y fueron conducidos a la cárcel de esta ciudad.”132

En corto tiempo, los obreros ferrocarrileros cobraron la fama de violentos, de salteadores y

de pendencieros. “Los obreros del ferrocarril eran elementos que provenían de distintas

regiones del país, sobre todo de la zona central…a raíz de ello, llevan una vida „aventurera‟ e

incierta, sin domicilio fijo ni constituyendo familia.”133

Si hasta allí se les temía porque eran

forasteros, su nueva nombradía de criminales aumentó su aislamiento. Describiendo una

disputa surgida entre un alemán, dueño de un restaurante y dos trabajadores extranjeros

empleados en las faenas de construcción de un nuevo puente sobre el río, El Bio Bio expuso

en 1889: “El primero trató de echar fuera a los segundos, que habían ido a su establecimiento

a interponer quejas sobre la mala comida que les daba, y como no es hombre que se ande con

chicas, sacó su revolver y les metió una bala á cada uno de sus porfiados contendores...”134

Con casos como éste se podría decir que, incluso, los extranjeros no escapaban del ethos

infractor acuñado por los mestizos fronterizos durante siglos de existencia en las tierras de

nadie y que afloró con tanta fuerza en los campamentos carrilanos. “Doble asesinato-

131 El Arauco, Arauco, 15 de enero de 1888.

132 El Arauco, Arauco, 16 de diciembre de 1888.

133 Contreras, Ob. Cit., p. 246.

134 El Bío Bio, Los Ángeles, 26 de septiembre de 1889.

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anunció El Cautin en septiembre de 1890- En las ramadas de las fiestas de Lautaro, dos

carrilanos se dieron el placer de acuchillarse. Consiguieron tan lo vivo[sic] su objeto que

ambos resultaron muertos.” Cuatro años después, en Victoria, se acusaba a los carrilanos de

ser los autores del “bárbaro” asesinato de Santiago Lara. “El cadáver...tenía la cara hecha

pedazos a puñaladas. Sus victimarios se ensañaron cual bestias feroces, hasta el extremo de

sacarle los ojos y la lengua.”135

En 1898, fue presentado ante el juez de Traiguén el cadáver

de Adrián Devan Gómez, encontrado muerto en la línea del ferrocarril. “Presentaba varias

heridas a piedra que aún manaban sangre. Es muy probable fue muerto por sus compañeros

de trabajo...”136

Las estaciones, andenes e improvisadas bodegas, que unían la línea férrea, también

albergaron bajo sus techos los nuevos tipos humanos que surgieron durante la fase posterior a

la ocupación de los territorios mapuches. “Hace tiempo al andar dentro de la estación de los

ferrocarriles del Estado”, observó El País de Concepción en 1892, “hacia el lado de las

bodegas de carpa vimos varios muchachos que se entretenían en jugar al naipe y otros a los

dados….ayer tuvimos ocasión de presenciar el mismo espectáculo...”137

La estación de

Quilquén, cercana a Traiguén, situada en la serranía que separaba la región del resto de las

villas, muy pronto se convirtió en antro de juego y tomateras para los peones, jornaleros y

gañanes que trabajaban en las estancias de las inmediaciones. “Es muy sabido que los

trabajadores de los fundos inmediatos a esta estación se reunen ahí, una vez pagados, con el

exclusivo objeto de hacer sus gargaritas y después de estar en brazos de Baco no se atajan

para cometer cuanto desórdenes se les ocurre. Una vez inspirados por Medoc, sigue entre

ellos el pugilato que muchas veces termina a balazos y puñaladas.”138

En Concepción, la

estación ferrocarrilera, punto de reunión del paisanaje rural que acudía a sus mercados y

ferias en busca de pertrechos y provisiones, se transformó también en asilo de

malentretenidos.

“Muchachos vagabundos, y hasta hombres grandes sin arte ni oficio, se situan

frecuentemente en las afueras de la estación de ferrocarril, al lado norte, y se entretienen en

jugar al naipe, a vista y paciencia de cuantos por ahí transitan. Los pasajeros de los trenes

135 El Victoria, Victoria, 4 de enero de 1894.

136 El Traiguén, Traiguén, 2 de febrero de 1898.

137 El País, Concepción, 3 de diciembre de 1892.

138 Los Debates, Traiguén, 8 de febrero de 1895.

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que van a Talcahuano pueden observar ese cuadro desmoralizador en que hacen gran papel

algunos suplementeros que van a dejar ahí en manos de pilastros los pocos centavos que

ganan en la venta de los periódicos.”139

Los cuantiosos bienes transportados por los trenes no tardaron en atraer la atención de los

ladrones y estimular su codicia, como ocurrió con los fuegos artificiales y otras mercaderías

que fueron extraídas de los bultos provenientes de Santiago en la localidad de Victoria a fines

de 1894. “Por lo visto los robos en la empresa del estado”, comentó El Victoria, “se han

hecho ya un mal endémico que no será posible curar entre tanto no se separe del servicio a

los individuos que den muestra depoca seriedad y honradez.”140

Un año más tarde, un nuevo

atentado afectó a la empresa cuando una pandilla de “varios bellacos, capitaneados por un

italiano corso”, saqueó un carro en la estación de Concepción.141

En otra muestra de su

potencia transgresora, ni siquiera el personal ferrocarrilero se escapaba de las trazas y

modalidades de vida del mestizaje. “Precedida de groseros insultos, reportó El País el 7 de

septiembre de 1895, se armó, en las primeras horas de ayer, un tremendo tole-tole, en uno de

los cuartos del conventillo...en donde tienen su vivienda casi todos las conductoras del

ferrocarril urbano.” La frecuencia de incidentes delictuales, robos y agresiones que

experimentaban los pasajeros y usuarios del servicio, llevó a pensar que el propio personal

incentivaba el desorden que se registraba en la empresa estatal. “No hay duda alguna”, opinó

El Victoria en 1892, “que entre los mismos empleados del ferrocarril se hallan los culpables y

que más de alguno de ellos se interesa en mantenerlos ocultos.”142

El transporte urbano, otro elemento novedoso que llevó el Estado chileno a los territorios

araucanos, sirvió asimismo de escenario para que se manifestara allí la alevosía de los pillos.

“Grave desorden en Puchacay”, informó El Sur en 1890, “A las 5 de la tarde de ayer, cuando

se disponía a salir un carro urbano para el centro, se presentaron diez individuos en estado

de ebriedad y algunos de ellos ensangrentados, por lo que se presume que se hubieran

encontrado en alguna pendencia, pretendiendo subir al carro, a lo cual se opuso la

conductora. A esta negativa los individuos se abalanzaron sobre la conductora y dándole de

golpes la hicieron descender del vehículo.”143

139 El Sur, Concepción, 17 de abril de 1895.

140 El Victoria, Victoria, 28 de diciembre de 1894.

141 El País, Concepción, 31 de marzo de 1895.

142 El Victoria, Victoria, 29 de mayo de 1892.

143 El Sur, Concepción, 9 de enero de 1894.

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Pero no eran tan solo los conductores los que se exponían a las truculentas expresiones del

mestizaje que, a poco de haberse desmontado de sus caballos, debía observar los reglamentos

y normas del transporte público. “En el carro número 19”, informó El País de Concepción en

1894, “tuvo lugar antenoche una escena por demás vergonzosa e inmoral, ocasionada por

varios individuos que venían de Puchacay en el más completo estado de ebriedad. Palabras

obsenas, frases hirientes, insultos groseros y ademanes inmorales, tales fueron las escenas

vergonzosas que tuvieron que sufrir desde Puchacay, todas las señoras y personas decentes

que venían de aquel lugar.”144

Por cierto, el desplazamiento de las grandes máquinas a vapor o de los carros de sangre

generaba una atmósfera de cambio irremisible, que derribaba los últimos vestigios de la

abulia campesina que predominó en la región por tantos siglos. La atracción que ejercían

sobre el bajo pueblo les transformaba muy pronto en transitorios espacios de sociabilidad que

agolpaban pequeñas multitudes de vagos y ocisosos; desde ándenes, cobertizos y bodegas

estos hombres veían pasar el tiempo, la lluvia y la historia, con la indolencia que otorga la

carencia de un hogar, una familia o un destino. Las estaciones, trenes y carros no escapaban,

sin embargo, de la violencia, del hurto, ni de la pillería: el crack, el pepito-paga-doble, el

turro y otros trucos de los embaucadores atrapaban a los impávidos transeúntes, explotando

su codicia y sus necesidades. Tampoco podían impedir las autoridades que allí emergieran,

una vez más, los rasgos conductuales más oprobiosos del mestizo: su insolencia crónica, su

carácter hosco cuando se encontraba entre extraños y su vernácula tendencia a resolver sus

problemas a fuerza de puñetes, puñaladas o balazos. Una pregunta fundamental queda sin

respuesta: ¿por qué los mestizos desplegaban lo peor de sí en los espacios públicos y

atacaban con tanta saña los simbolos de la modernidad?

En tercer lugar, se debe señalar que los bandoleros de la Araucanía mezclaban en sus

prácticas delincuentes rasgos de arcaísmo y modernidad. En este último sentido, lo más

notable de los asaltos que se registraron en el período 1880-1900 fue el uso indiscriminado de

armas de fuego. “Estos bandidos se pintarrajean el rostro, visten chamal y tralilonco [sic]”,

escribió El Guía de Arauco en 1865 al describir a los bandas de mestizos y mapuches que

144 El País, Concepción, 4 de enero de 1894.

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asolaban la campaña.145

Veinte años más tarde, los mestizos operaban solos, y sin pretender

pasar por mapuches. Atrás quedaron también las lanzas, laques, cuchillos, machetes y sables:

su lugar lo ocuparon las carabinas Spencer, los rifles Winchester y las pistolas y revólveres de

diversas marcas. Esta disponibilidad de armamentos no debiera extrañar a nadie, pues la

región estuvo expuesta por décadas a guerras, confrontaciones y bandidaje, que llevaron a la

acumulación de un stock bélico de proporciones que pasaba de mano en mano, y de

generación en generación, a través del robo o el conchavo. Lo cierto es que en la frontera, el

monopolio de las armas no lo tenía el ejército ni la policía; como lo demuestran las noticias

publicadas en la prensa local: las armas de fuego eran un bien compartido. En Quechereguas,

durante el asalto cometido contra los colonos de apellido Loosli, el granjero recibió “uno trás

de otro, dos balazos en un brazo; más como vieron los bandidos que aún quedaba en pie se

dirijieron hacia él y comenzaron a darle de palos hasta dejarlo en tierra casi exánime...”146

En

diciembre de 1889, “una partida de salteadores armados de revolveres penetró en la casa del

señor Justo Godoy que vive en un lugarcito llamado Malvoa [Florida]...se encontraba en la

casa a la hora en que esto ocurria don Aniceto Arriagada, que fue muerto a balazos por los

asesinos.”147

Un año más tarde, siempre en La Florida, fue asaltado Juan Ramos, “por ocho

individuos que se decían pertenecer a la policia rural, armados todos de carabina y yatagan.”

En Lumaco, Chanco y Colpi, apareció en 1890 “un veterano cuerpo de bandidos,

perfectamente armados y vestidos como los soldados de policía rural es decir, con su

tradicional sable y un rifle recortado que a primera vista parece carabina. Los vecinos de

esos lugares no se han atrevido a denunciar a estos audaces foragidos por no exponerse a los

resultados de su venganza que, indudablemente, sería sangienta.”148

En los campos de

Lumaco, señaló El Traiguén a fines de 1893, “no hay noche de Dios que no se lleve a cabo un

salteo o un robo y que los malhechores dentren [sic] al mismo pueblo a hacer sus fechorías

sin que sean molestados por la policía.” En la localidad de La Labranza, cerca de Temuco

“diez hombres armados de carabina y sable” asaltaron la casa de “una pobre mujer que había

vendido en Imperial una yunta de bueyes.”149

En 1892, El Pueblo informaba sobre el salteo

145 Citado por Saavedra, Ob. Cit., p. 32.

146 La Voz de Traiguén, 2 de octubre de 1889.

147 La Florida, Florida, 23 de diciembre de 1889.

148 La Voz de Traiguén, 12 de marzo de 1890.

149 La Voz del Pueblo, Concepción, 16 de enero de 1890.

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ocurrido en el fundo Esperanza, manifestando que la partida de asaltantes “se componía de

10 bandidos armados de sables, revolvers, etc...”150

En diciembre de 1898, una partida de

ladrones que fue perseguida hacia el paraje de Nehuelan, Traiguén, dejó en su fuga “tres

puñales, un corvo, dos revólveres y una escopeta...los ladrones eran Juan Espinoza, temucano

y Daniel Garrido de Cholchol, bandidos tal vez de profesión por el hurto que se les encontró.

Habían robado en Los Sauces cuatro bueyes y dos caballos a don Juan Esmirman...”151

Sin duda, la posesión de armamento moderno entre los bandidos amedrentaba a los policías

rurales, que no podían competir contra quienes les superaban en audacia, pericia y tecnología.

Describiendo la persecución del bandido Nicanor Retamal y Landaeta en las inmediaciones

de Victoria, el diario local relataba: “El sargento ordenó que hicieran fuego hacia dentro [de

la guarida], pero la superioridad del arma del bandido, pues era una carabina Winchester,

mantuvo alejado a los soldados por el tiempo que duraron los quince tiros que llevaban

consigo.”152

Más importante aún, el uso de este tipo de armamento elevaba el nivel de la

violencia a un punto de confrontación que se resolvía con la muerte. La rutina de la

transgresión adquiría en esos momentos la magnitud de una pequeña guerra que, a imitación

de las grandes conflagraciones del pasado, reproducía las fórmulas de caudillaje, alevosía y

temeridad que caracterizaron a los montoneros y bandidos de las décadas previas.

En cuarto lugar, el historiador debe prestar atención a los cambios que registró la naturaleza

de los delitos en esos años. Desde la etapa semiinsurrecional que se presenció en los

primeros años de la ocupación –1880-1885- hasta el acentuado raterismo de fines de siglo, es

notorio que el tamaño de las partidas, la audacia que desplegaban en sus acciones, los tipos

de armamentos que se usaban y la calidad de las víctimas, fue variando. En el plano más

cotidiano, el registro periodístico demuestra que estos cambios fueron efectivos y que los

delitos se multiplicaban. En ese sentido, el recuento diario de los presos, entregado por la

policía de Traiguén al juez local, da una buena cuenta de la diversidad de delitos y fechorías

que se cometían a diestra y siniestra en las noveles ciudades fronterizas. “Andres Erises por

ebrio y por andar atropellando con el caballo que montaba; Antonio Palacios, por insolencias

y faltar a la moral pública; José R. Quiroga por ebrio; Vicente F. Vera, por andar a caballo en

la vereda en estado de ebriedad y por cargar armas prohibidas; dos más por sospecharlos

150 El Pueblo, Nueva Imperial, 9 de julio de 1892.

151 El Traiguén, Traiguén, 3 de diciembre de 1898.

152 El Victoria, Victoria, 2 de octubre de 1895.

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cómplices en un robo de un terno de casimir y otras especies, a Galindo Andrade, quien

encontró la puerta de su negocio a las 12 de la noche; dos por hurto; una mujer por abandono

del hogar; y otra por inducirla.” Es probable que este catálogo de felonías tenga un símil en

otras ciudades del país de la época, pero lo que sorprende es el elemento de insubordinación;

en otras palabras, éstos no eran sólo crímenes cotidianos sino expresiones de insolencia frente

a la autoridad. “Ultimamente han sido puestos en prisión los siguientes: José P. Carreras, por

ebrio y por trabar pendencia con José Torres, quien estaba tambien ebrio; José del C.

Hermosilla, por ebrio; Domingo Vergara por idem, por engaño y por insultar groseramente al

cabo Rebolledo; Juan de Dios Manriquez por ebrio; Ismael Rodriguez por atropellar al

soldado de servicio Jacinto Barrientos y acometerle a golpes arrojándolo al suelo; Jerman

Nuñez, por correr a caballo por la vereda.” 153

La criminalidad, en especial aquella que se puede describir como „cotidiana‟, es realizada

por los delincuentes pero, a veces, es inventada por las autoridades. En realidad, es un

producto impreciso, pues allí convergen la tradición, el quebrantamiento de una nueva norma

y, sobre todo, el celo con que las autoridades pretenden hacer cumplir sus reglamentos.

¿Desde cuando correr a caballo por la vereda era un delito? En la Araucanía del período,

cuando se registraba la transición del mundo preestatal hacia la sociedad moderna, el

reglamento se confundía con la autoridad: en consecuencia, siguiendo la lógica de los grupos

dominantes, la transgresión de las normas más triviales era vista como un atentado contra el

Estado. De allí que jueces y policías se esmeraran por perseguir a quienes habían cometido

banalidades. De acuerdo con una lista publicada por El País, de Concepción, en la cual se

daba una relación de los sujetos arrestados los días domingo, lunes y martes previos, los

delitos cometidos eran los siguientes: “22 por ebrios y molestar a terceros; 8 por ebrios y

cometer desórdenes en la calle; 5 por ebrios y armar pendencias; 1 por dormir en la calle; 2

por abuso de confianza y 2 por robo.”154

La categoría de los delitos tampoco varió tres años

después: “La prefectura ha dado cuenta de las siguientes novedades ocurridas durante las

últimas 24 horas: 4 por ebrios y molestar a tercero; 1 por ebrio y desórden; 3 por ebrio y

desórden en la calle; 2 por reclamo de hurto de dos bueyes; 1 por reclamo de hurto de media

docena de sillas; 1 por orden del 2° juzgado; y 2 por hurto de un reloj.”155

En Collipulli, en

153 La Voz de Traiguén, Traiguén, 23 de octubre de 1889.

154 El País, Concepción, 7 de septiembre de 1892.

155 El País, Concepción, 5 de diciembre de 1895.

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1892, la gama de delitos registrados y la lista de reos en aquella villa no se diferenciaban de

Concepción: “3 por encontrarse en una casa de juego y acometer contra la policía; 3 por

atropellar al guardián del viaducto del Malleco; 4 por ebrios y desórdenes; 1 por atacar a su

mujer con navaja; 1 por desorden yendo a caballo; 1 por hurto de varias especies. A este

pájaro se le encontró revólver y puñal.”156

Se podría pensar que las autoridades buscaba

castigar, con mayor preferencia, cierto tipo de delitos o transgresiones, pero es necesario

enfatizar que los mestizos parecían cometer la misma suerte de transgresiones a través de la

Araucanía. Así, en Traiguén, en 1894, la lista de detenidos el 5 de enero incluía “tres por

ebrios; dos por acciones deshonestas; uno por intento de asalto; dos por hurto y asalto; trece

por ebrios; dos por desórdenes; uno por abuso de confianza; uno por acometer a la policía;

dos por sospechas.”157

La insubordinación mestiza abarcaba un amplio espectro de delitos e incluía en sus

objetivos a todo el cuerpo social, sin discriminar a pobres ni ricos, sujetos incautos o a la

propia policía. “Varios individuos medio humorados se juntaron y acometieron contra los

señores guardianes del orden público, pasando a llevar la autoridad y la persona de un

respetable cabo hasta el punto de echarlo por tierra y darle muy cariñosos golpes.”158

Los

casos de atropello y desobediencia contra los agentes del Estado fueron un hecho habitual,

tan repetidos en la prensa, que casi no llamaba la atención pública. Asaltar a un carabinero o

a un policía rural era parte de lo que ocurría por rutina en la Araucanía. “Pedro y Francisco

Casanova”, informó El Sur después de las fiestas patrias de 1893, “después de hacer algunas

libaciones en un restaurant de la calle de Anibal Pinto, salieron a la calle y en la esquina de

Freire la emprendieron a golpes con cuatro transeúntes quienes, debido a la oportuna llegada

de un oficial de policia, escaparon con algunos chichones y cardenales. Reducidos a prisión

los dos asaltantes, fueron llevados al cuartel y allí arremetieron contra el cabo de guardia,

despedazándole el dolman y además contra cinco soldados más....”159

La transgresión mestiza reflejaba en esos años un escaso nivel de reivindicación política

coyuntural y muy poco de conciencia social. Los hechos delictuales caían en el ámbito del

crimen común y en nada se asemejaban, por sus apariencias, al bandidaje reivindicativo. Los

156 Diario Los Tiempos, Collipulli, 24 de abril de 1892.

157 El Traiguén, Traiguén, 6 de enero de 1894.

158 El Lota, Lota, 3 de septiembre de 1882.

159 El Sur, Concepción, 21 de septiembre de 1893.

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así llamados „bandidos tipo Robin Hood‟ sólo abundaron en la imaginación popular y, en

algunos casos, en la mente de los historiadores. ¿Cómo podría confundirse el significado

preciso que tienen los testimonios cuando describen descuartizamientos, balaceras, robos a

mansalva y demás tropelías que infiltraron el acontecer diario en la Araucanía? ¿Quién puede

ignorar el temor real que se sentía en los ranchos más apartados cuando, en medio de la

noche, los queltegües y los perros anunciaban el arribo de desconocidos que, con palabras

groseras y ademanes bruscos, ordenaban que se abriera la puerta para irrumpir con sus armas

en la habitación? Con mucho acierto El Arauco, describía en 1892 este ambiente como “el

tétrico sudario del terror y el sobresalto, a que lo ha sometido la plaga sanguinaria del terror

que ha asolado nuestros campos, dejando sin pan a tantos infelices y cubierto de un

inconsolable luto a tantos hogares.”160

En la Araucanía posterior a la „Pacificación‟, los bandoleros atacaban a los pobres del

campo y de la ciudad o sea, a los que tenían menos medios para defender sus magras

propiedades o sus propias vidas. En realidad, son demasiado numerosos los casos que

demuestran la desfachatez, crueldad, cinismo y falta de consideración de estos sujetos como

para elaborar una imagen romántica de sus actos. “Salteo”, informó El Arauco el 29 de julio

de 1883, “Un viejito que vive en las cercanías del pueblo, Antonio Catalán, fue asaltado en la

noche del 23 por tres individuos a quienes dice conocer, pues se presentaron a robarle sin

embozo alguno y luz encendida.” Nadie escapaba de la furia de los bandidos ni nada salvaba

a sus víctimas de ser tratadas con vileza. Tampoco había nada heroico en asaltar ancianos,

mujeres, hombres de familia: la única fama que ganaban los bandidos era la de infames. “El

martes por la noche, poco más allá de los suburbios de la población, en el camino del

Membrillar, cuatro individuos asaltaron a una india que había venido al pueblo a confirmar su

gueñisito. Después de haber hecho con ella lo que se les ocurrió y de maltratarla atrozmente,

en que el chico tocó también su buena parte, quitarónle tres pesos en dinero que llevaba y las

prendas de plata que acostumbran cargar cuando bajan a los pueblos u ocurren a alguna

fiesta.”161

Apenas un mes más tarde, El Arauco informaba: “Ignacio López, padre de

numerosa familia, ha sido atrozmente asesinado el domingo por la noche, en el camino que

conduce a Colico.”162

Milagro Pacheco, viviente a orillas de Biobío, en las cercanías de Pile,

160 El Arauco, Arauco, 10 de julio de 1892.

161 El Arauco, Arauco, 29 de noviembre de 1885.

162 El Arauco, Arauco, 25 de diciembre de 1885.

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fue asesinada y despojada de sus bienes en 1885. “Pocos días después fue tomado en el

pueblo de Hualqui un hombre que andaba trayendo demostraciones de sangre humana, 25

pesos en plata y además uno de los anillos que tenía la víctima en la epoca del asesinato.”163

En la misma localidad de Hualqui, a mediados de julio de 1889, la sirvienta Malvina Castillo

“concibió el proyecto de asesinar a su patrona para robarle un prendedor con seis escudos de

dos pesos. Penetró a la habitación como a las dos o tres de la mañana, armada de un hacha y

como la señora la reconviniera se avalanzó sobre ella, hacha en mano, trabándose una

lucha,a cuyos gritos acudió la gente y pudo aprehender a la Castillo para ser remitida a esta

ciudad.”164

Los crímenes contra personas indefensas se acumularon con el paso de los años, dejando al

descubierto la ausencia de un código de bandidos, una omerta al estilo siciliano, que

excluyera de las agresiones a los pobres y desválidos, a las viudas y a los niños. En esos

momentos, todos eran víctimas legítimas, dejando al bandolerismo sin héroes ni afanes de

gloria, sólo el afán de sobrevivir a cualquier costa. Poco les importaba a los bandoleros

mestizos contar con el apoyo de la comunidad, o alienar a sus potenciales encubridores o

distanciarse de una norma moral no escrita que regulara el uso de la violencia: por lo

contrario, todo su poder residía en su fuerza bruta y en su capacidad para aterrorizar a todos

los miembros de la comunidad. “Penetraron varios bandidos a la casa de una señora llamada

Rosa Valenzuela que reside a inmediaciones de la aldea de Tucapel”, tituló en 1888 El

derecho de Yungay, “Los forajidos, después de maltratarla a golpes, procedieron a hacer un

minucioso registro de cuanto pudieron encontrar a mano.”165

En Mulchén, en 1885, al

describir al asesino del peón Pedro Cárcamo, La Araucanía señalaba: “El hechor apenas

parece tener de diez y seis a dieziocho años; y ha confesado su crimen con un cinismo que

asusta. Interrogado si acaso no le quedaba algun remordimiento por el crímen que había

cometido, contesta que ni miedo tiene al finado.”166

Alevosía, vileza y ruindad son sinónimos adecuados para relatar la pequeña historia de la

infamia que tuvo lugar en la Araucanía de esos años postrímeros del siglo XIX. Una noticia

que ya representa el colmo de la maldad fue publicada por El Arauco en 1897: “A las goteras

163 El Sur, Concepción 29 de diciembre de 1885.

164 El Sur, Concepción, 13 de julio de 1889.

165 El Derecho, Yungay, 7 de abril de 1888.

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del pueblo se efectuó el miercoles en la noche un salteo que por ser pobre la asaltada,

Agustina Carrillo, de profesión lavandera, ha llamado la atención. Los malhechores que se le

presentaron fueron seis. Después de amarrarla y darle unos cuantos golpes, arriaron con la

ropa que tenía propia y ajena y se mandaron cambiar muy señores.”167

En éste, como en

otros casos, las víctimas eran sujetos indefensos, desválidos, y el botín era escaso. Como si

fuese un plan concertado, los bandoleros exageraban cuando cometían estas acciones, a la

espera de que el temor les protegiera de la sociedad que rechazaban. Lo peor de todo, es que

le robaban a los más pobres, dejando en evidencia su felonía.

Es cierto que cada delito obedece a un contexto específico y que, de todos, el bandolerismo

rural adquiere ciertas connotaciones políticas cuando es una acción llevada a cabo por varios

hombres organizados, se realiza contra la autoridad o despliega algún grado de „nobleza‟ o

„filantropía‟ hacia los pobres o los desamparados. El sujeto que pretende vengar una

injusticia o una humillación, personal o familiar, puede recibir el apoyo silencioso de su

comunidad y, en algunos casos, su admiración. Es el hombre agredido por el Estado o por los

patrones, que encuentra refugio en las redes precapitalistas que persisten en las zonas

fronterizas. Pero es muy distinto el caso cuando las acciones de los bandidos tiene que ver

más con el raterismo, como tendió a ocurrir entre 1880 y 1900. En 1890, La Voz de Traiguén

señalaba que “ni la policía se escapa de los robos. En días pasados alojó en el fuerte de

Quillem una partida de tropa de la rural de Temuco, que traía unos animales para la colonia

de aquel pueblo; resultando que sin saber como, le robaron tres caballos.”168

En la misma

época, dos bandidos armados con carabinas entraron a la ciudad de Collipulli y asesinaron al

sargento y a un soldado de la policía, “llevándose el caballo ensillado del sargento,

retirándose muy tranquilos; y aunque fueron perseguidos parece se les tuvo miedo....”169

En

Traiguén, dos años antes, la audacia de los bandoleros fue aún más lejos: “Fueron asaltados

dos soldados del regimiento cazadores a caballo, Máximo Guzmán y Fabian Orellana, por

varios individuos...”170

José Torres, bebedor empedernido, al ser informado por un oficial de

policía del cierre de la taberna en que se encontraba, “no se conformó con esta orden y para

166 La Araucanía, Mulchén, 27 de septiembre de 1885.

167 El Arauco, Arauco, 25 de julio de 1897.

168 La Voz de Traiguén, 3 de febrero de 1890.

169 El Bío Bio, Los Ángeles, 22 de diciembre de 1889.

170 El Traiguén, Traiguén, 14 de abril de 1887.

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pasarlo de mozo diablo, y a mansalva, le dá un puñetazo en todas las narices al soldado, que

lo dejó fuera de sí por algunos segundos.”171

Insubordinación, desacato, arrogancia y descaro eran elementos constitutivos de la

conducta delictual del mestizaje. Ellos, con completo desenfado, procuraban seguir viviendo

a su manera, en abierto desprecio de las normas y reglamentos estatales. En esos años, los

bandidos de la Araucanía no operaban con motivaciones políticas precisas ni sus acciones

respondían a un plan concertado. Por sobre todo, sus fechorías eran individuales, aisladas,

oportunistas, las más de las veces accidentales. Pero la multiplicación de los casos, la

reiteración de ciertos patrones trangresores, y por sobre todo, la proliferación de acciones

contra la propiedad privada y contra la normativa estatal, permiten señalar que la

criminalidad fronteriza reflejó la voluntad de una comunidad afuerina que no estaba

dispuesta a someterse a los dictados de los hombres del poder. Su objetivo no consistía en

capturar el poder, es cierto, pero apuntaba a deslegitimar en su base el proyecto de

gobernabilidad gestado en la capital de Chile. En ese sentido, los mestizos fronterizos se

esforzaron por defender sus atávicos modos de vida, transformándose en ese proceso en

bandidos del arcaísmo.

La Rioja, 10 de mayo de 2002.

171 Los Debates, Traiguén, 2 de diciembre de 1895.