8
157 8. La ilusión urbanística Podemos ahora definir de manera objetiva el urbanismo, cuya definición oficial es la siguiente: actividad que "traza en el territorio la disposición de los establecimientos huma- nos, en rasgos de .piedra, cemento o metal". A lo largo de nuestra investigación, hemos adquirido los elementos con- ceptuales que permiten llevar a cabo la crítica radical (en el plan teórico) de esta actividad, que pretende dominar y someter a su orden el proceso de urbanización y la práctica urbana. No se nos aparece exactamente de la misma forma que se presenta a sí misma: arte y ciencia a la vez, técnica y conocimiento. Precisamente es en este carácter tmitario que reside la ilusión. En realidad, visto de cerca el urbanis- mo se disocia. Existen varios urbanismos, el de los humanis- tas, el de los promotores, el del Estado y de los tecnócratas. Los primeros proponen utopías abstractas; los segundos venden urbanismo, es decir, felicidad, "estilo de vida", standing; y los últimos tienen una actividad que se disocia ella misma, como la del Estado, en voluntad y representa- ción, en instituciones e ideologías. Las presiones que simul- táneamente ejercen los dos aspectos del urbanismo estatal 156 La ilusión urbanística no le dan, ni mucho menos, el carácter unitario y la disposi- ción coherente que se atribuye. Se puede objetar: "Si no estuvieran los urbanistas, sería el caos". Pero precisamente es el caos bajo un orden impuesto. El pensamiento urbanís- tico, por carecer de un método apropiado (dialéctico), no ha logrado dominar el doble proceso, tan complejo y con- flictual: industrialización-urbanización. Apenas si ayudó a que los urbanistas percibieran las urgencias y los problemas derivados de las nuevas escaseces, espacio, tiempo, lugares y "elementos" naturales. Conviene denunciar en la estrategia del conocimiento, tan- to la ilusión urbanística como otras ilusiones que están vinculadas a ella. Este término "ilusión" no es en absoluto despreciativo. No es un insulto hacia las personas, no impli- ca un argumento ad bominem, ni trata de alcanzar a éste o aquél. Si alguien lo toma corno insulto es que no tiene la conciencia tranquila. ¿Quién no conoce la ilusión? En cuan- to a las ilusiones más tenaces, más eficaces, las ilusiones de clase, su origen es más lejano y profundo que el de los erro- res intelectuales e individuales. Su trayecto pasa por encima de las cabezas, aunque emerge y aterriza a nivel de estas cabezas. ': '.. La ilusión filosófica consiste en que el filOsofo cree en- cerrar el mundo entero en un sistema: el suyo. Piensa que su sistema va más allá que los precedentes, porque no deja escapar nada y cierra de forma más hermética. Pero siem- pre hay más cosas en el mundo que en una filosofía. La ac- tividad filosófica no ha sido solamente respetable, durante mucho tiempo pudo competir con el arte por el carácter incomparable de la obra: única, infinitamente preciosa e irreemplazable. ¿Y no es también una ilusión el hecho que se siga construyendo sistemas, siempre decepcionantes y siempre mejorables? La ilusión filosófica penetra en la con- ciencia a partir del momento en que la idea de una p61"fec- tibilidad indefinida de la sistematización entra en conflicto con la idea de la perfección inmanente al sistema cama tal. En lo que concierne a la iluJión estatal, es un proyecto a la vez colosal e insignificante. El Estado tendría que saber

Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

157

",...

r (\

f ('

('

e (

f f f ( (,

('" ('\

'..".'·C)

',"C

e,.&

.'• C" t#i t

'i'••1,

"ti •'iL.! •1:

8. La ilusión urbanística

Podemos ahora definir de manera objetiva el urbanismo, cuya definición oficial es la siguiente: actividad que "traza en el territorio la disposición de los establecimientos huma­nos, en rasgos de .piedra, cemento o metal". A lo largo de nuestra investigación, hemos adquirido los elementos con­ceptuales que permiten llevar a cabo la crítica radical (en el plan teórico) de esta actividad, que pretende dominar y someter a su orden el proceso de urbanización y la práctica urbana. No se nos aparece exactamente de la misma forma que se presenta a sí misma: arte y ciencia a la vez, técnica y conocimiento. Precisamente es en este carácter tmitario que reside la ilusión. En realidad, visto de cerca el urbanis­mo se disocia. Existen varios urbanismos, el de los humanis­tas, el de los promotores, el del Estado y de los tecnócratas. Los primeros proponen utopías abstractas; los segundos venden urbanismo, es decir, felicidad, "estilo de vida", standing; y los últimos tienen una actividad que se disocia ella misma, como la del Estado, en voluntad y representa­ción, en instituciones e ideologías. Las presiones que simul­táneamente ejercen los dos aspectos del urbanismo estatal

156

La ilusión urbanística

no le dan, ni mucho menos, el carácter unitario y la disposi­ción coherente que se atribuye. Se puede objetar: "Si no estuvieran los urbanistas, sería el caos". Pero precisamente es el caos bajo un orden impuesto. El pensamiento urbanís­tico, por carecer de un método apropiado (dialéctico), no ha logrado dominar el doble proceso, tan complejo y con­flictual: industrialización-urbanización. Apenas si ayudó a que los urbanistas percibieran las urgencias y los problemas derivados de las nuevas escaseces, espacio, tiempo, lugares y "elementos" naturales.

Conviene denunciar en la estrategia del conocimiento, tan­to la ilusión urbanística como otras ilusiones que están vinculadas a ella. Este término "ilusión" no es en absoluto despreciativo. No es un insulto hacia las personas, no impli­ca un argumento ad bominem, ni trata de alcanzar a éste o aquél. Si alguien lo toma corno insulto es que no tiene la conciencia tranquila. ¿Quién no conoce la ilusión? En cuan­to a las ilusiones más tenaces, más eficaces, las ilusiones de clase, su origen es más lejano y profundo que el de los erro­res intelectuales e individuales. Su trayecto pasa por encima de las cabezas, aunque emerge y aterriza a nivel de estas cabezas. ': '..

La ilusión filosófica consiste en que el filOsofo cree en­cerrar el mundo entero en un sistema: el suyo. Piensa que su sistema va más allá que los precedentes, porque no deja escapar nada y cierra de forma más hermética. Pero siem­pre hay más cosas en el mundo que en una filosofía. La ac­tividad filosófica no ha sido solamente respetable, durante mucho tiempo pudo competir con el arte por el carácter incomparable de la obra: única, infinitamente preciosa e irreemplazable. ¿Y no es también una ilusión el hecho que se siga construyendo sistemas, siempre decepcionantes y siempre mejorables? La ilusión filosófica penetra en la con­ciencia a partir del momento en que la idea de una p61"fec­tibilidad indefinida de la sistematización entra en conflicto con la idea de la perfección inmanente al sistema cama tal.

En lo que concierne a la iluJión estatal, es un proyecto a la vez colosal e insignificante. El Estado tendría que saber

Page 2: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

• •••

158 La revolución urbana

y administrar los asuntos de varias decenas de millones de sujetos. Se erigiría en director de conciencia y adminis­trador superior. Providencial, dios personificado, el Estado seria el r~r:.::o de las COS;lS y de las conciencias terrestres. Podría pensarse que una ilusión tal se derrumba en el mo­mento en que se formula. En realidad, no es así. Parece que es inherente a los proyectos y a las ambiciones de los que quieren ser y se dicen hombres de Estado, administra. dores grandes o pequeños, dirigentes políticos. La sola idea de Estado implica este proyecto, revelado en secreto. En cuanto se pierde fe en el proyecto y en Cuanto le abandonan el pensamiento y/o la voluntad, el Estado empieza a decaer.

La ilusión urbanística está estrechamente vinculada a las dos ilusiones precedentes. Al igual que la filosofía clásica, el urbanismo se considera un sistema. Pretende abarcar, abrazar, poseer una nueva totalidad. Pretende ser filosofía moderna de ~ ciudad, justificada por el humanismo (libe­ral) al justificar una utopía (tecnocrárica),

Ni la buena voluntad, ni las buenas intenciones ideológi­cas. son excusas; al contrario, El tener buena conciencia y alma: recta agravan la situación. ¿Cómo podríamos definir el vacío fundamental del urbanismo, privado o público, na­cido en 'el intelecto de unos o secreteado por las oficinas donde viven Otros? En qué pretende reemplazar y suplantar la práctica urbana. No la estudia, pues precisamente esta práctica es para el urbanista un campo ciego. Vive en él, en él se encuentra, pero no lo ve, y menos aún lo puede captar como tal. Con la conciencia tranquila, Sustituye a la praxis en sus representaciones del espacio, de la vida social, de los grupos y de sus relaciones. No sabe de dónde recibe estas re. presentaciones ni lo que implican, es decir, las lógicas y las estrategias que sirven. Si lo sabe, es imperdonable, y su co­bertura ideológica se desgarra, manifestando una extraña desnudez.

los planificadores y distribuidores desconocen casi total. mente la actividad productiva en el c:lpiralismo de organi­zación. Se invita a los técnicos y tecnócraras a dar su opi­

~

La ilusión urbanística 159

nión; se les escucha atentamente (aunque no siempre), pero no deciden. Pese a sus esfuerzos por erigirse en clase, no lo­gran salir del stattls que se les ha impuesto, el de un grupo de presión o el de una casta. Pasa lo mismo en los países llamados socialistas. Para estos tecnócratas, el espacio como tal parece ser el lugar de sus futuras hazañas, el campo de sus victorias, si se puede hablar de esta forma. El espacio está a su disposición. ¿Por qué? Porque está casi vacío, o por lo menos así parece. las empresas, las unidades produc­tivas, se esparcen en el espacio sin llenarlo. Las redes esta­blecidas tampoco lo llenan. Así, pues, este espacio libre pertenece al pensamiento, a la acción. Observamos que el pensamiento de los tecnócratas oscila entre la representa­ción de un espacio vacío, casi geométrico, ocupado sólo por los conceptos, las lógicas y estrategias al nivel racional más alto y la representación de un espacio por fin llenado, ocupado por los resultados de estas lógicas y estrategias. En primer lugar, no se dan cuenta de que todo espacio es producto] y, luego, de que este producto no proviene del pensamiento conceptual, el cual no es inmediatamente fuerza productiva. El espacio, considerado como producto, resulta de las relaciones de producción dirigidas por un grupo acti­vo. Los urbanistas parecen ignorar o desconocer que ellos mismos forman parte de las relaciones de producción que acatan las órdenes. Creen dominar el espacio y únicamente ejecutan. Obedecen una orden social, que no concierne a tal objeto ni a tal producto (mercancía), sino a un objeto glo­bal, este supremo producto, este último objeto de intercam­bio: el espacio. La extensión del mundo de la mercancía alcanza al contenido de los objetos. Ya no se conforma sólo con los contenidos, con los objetos en el espacio. Des­de hace poco, el mismo espacio se vende y se compra. No sólo la tierra o el suelo, sino el espacio social como tal, pro­ducido como tal, es decir, con este objetivo, con esta finali­dad (como se suele decir). El espacio ya no es el medio indio ferente, la suma de los lugares donde se forma, se realiza y se reparte la plus-valía. Se vuelve producto del trabajo so­cial, es decir, objeto muy general de la producción y, por

1

••

i.•••• ••

•'.•• .•....

• o••

~

(-()

c.)-l.

•'.¡'.•:

•'.

,.,>1

•••

•'.'.

Page 3: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

••

"

t" t", ('

(

('

r ('

t' t ( (

(

{. f\ (,

C' C)

•ee, c~

1,' c; le'

e•

•t

" .,;.'."•

1(i0 La revolución urbana

consiguiente, de la formación de plus-valía. De esta forma y ;l lo largo de este proceso, la producción se hace social den­tro de los mismos marcos del capitalismo. Este recorrido era imprevisto e imprevisible hace varios años, cuando todavía se consideraba la producción y su carácter social basándose únicamente en las empresas y en el trabajo productivo en las empresas. Hoy, en día, el carácter social (global) del tra­bajo productivo, es decir, de las fuerzas productoras se vis­lumbra en la producción social del espacio. Hace poco tiem­po, no se podía imaginar otra "producción" que la de un objeto, localizado aquí o allí en el espacio: un objeto usual, una máquina, un libro, un cuadro. Hoy, todo el espacio en: rra en la producción como un producto en función de su compra, venta e intercambio de las partes del espacio. Ayer, el espacio localizable y designable, el suelo, pertenecía toda­vía a esta entidad sagrada: la tierra. Pertenecía, pues, a este personaje maldito y por lo tanto sagrado, el propietario (no de los medios de producción, sino de la casa), resto de los tiempos feudales. Hoy, esta ideología y su correspondiente práctica se derrumban. Surge algo nuevo.

La producción del espacio no es nueva en sí. Los grupos dominantes siempre han creado uno u otro espacio particu­lar, el de las antiguas ciudades, el del campo (inclusive los paisajes que luego parece "naturales"). La novedad es la producción global y total del espacio social. Esta enorme extensión de la actividad productora se realiza en función de los intereses de aquellos que la inventan, la .adminisrran y la aprovechan (ampliamente). El capitalismo parece agotar­se. Ha encontrado una nueva inspiración en la conquista del espacio, en términos vulgares, en la especulación inmobilia­ria en las grandes obras (dentro y fuera de las ciudades), en la compra y la venta del espacio: y esto a escala mundial. Tal es el camino (imprevisto) de la socialización de las fuer­zas productivas, de la producción del mismo espacio. ¿Cabe añadir que el capitalismo, con objeto de asegurar su propia supervivencia, ha tomado la iniciativa en este terreno? La estrategia tiene mucho más alcance que la sola venta del espacio, parcela por parcela. No se limita a introducir el es-

La ilusión urbanística 161

pacio en la producción de la plus-valía; pretende operar una completa reorganización de la producción subordinada a los centros de información y de decisión. , '

El urbanismo oculta esta gigantesca operación. Disimula :1 sus rasgos fundamentales, su sentido y su finalidad. Bajo una apariencia positiva, humanista y tecnológica esconde la estrategia capitalista: el dominio del espacio, la lucha contra la disminución progresiva de los beneficios, etc,

Esta estrategia oprime "al usuario", "al participante" o al simple "habitante". Se le reduce no sólo a la función de habitar (a la habitación como función), sino también a la función de comprador de espacio que realiza la plus-valía. El espacio se vuelve lugar de funciones, de las cuales la más importante y más oculta es la siguiente: formar, realizar, repartir de forma nueva el excedente de toda la sociedad (es decir, en el modo de producción capitalista, la plus-valía global).

La ideología urbanística exagera la importancia' de las ac­ciones llamadas "concertadas", cuya realización autoriza. 'Da la impresión a los .que utilizan estas representaciones de manejar igualmente las personas y las cosas y de una forma innovadora y positiva. Con gran ingenuidad, lingida o no, mucha gente cree decid;" y crear. ¿Qué? Vida· social, rela­ciones sociales (humanas). En este punto, la ilusión urba­nística despierta, la mitología del arquitecto un poco soño­lienta. En la nueva ideología, los nuevos mitos se ajustan' y se sostienen. Así se explica el surgimiento de toda úna serie de excrecencias, a veces cancerosas, en los conocimien­tos reales, en la práctica concreta (la de los usuarios apega­dos todavía al1Jalor de U10).

La ideología y su aplicación (por las correspondientes ins­tituciones) abruman la práctica real. El uso (el valor de uso), aislado ya por la extensión del valor de cambio (del mundo de la mercancía con su lógica y su lenguaje, con su siste­ma de signos y significados adscritos a cada objeto), se ve oprimido por las representaciones urbanísticas, por las inci­taciones y motivaciones que se le proporciona en abundan­cia. Entonces desaparece su práctica, cae en el silencio y la

I

l~,

Page 4: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

• •

• •••••

162 La revolución urbana

pasividad. Aparece una asombrosa paradoja: la pasividad de los interesados. Las razones son múltiples. Una de ellas, y una de las más importantes, es la ideología ttrba1Jística como reductora de la práctica (del babitar de la realidad urbana). Pero como toda ideología, no se conforma con reducir. Ex­trapola y concluye sistemáticamente COmo si poseyera y conservara todos los elementos del problema, como si resol­viera la problemática urbana en/y por una teoría total in­mediatamente aplicable.

La extrapolación pa~a los límites cuando tiende hacia una especie de ideología médica. A veces el urbanista se imagina que atiende y cura a una sociedad enferma, un es­pacio patológico. Considera que existen enfermedades del espacio, primero concebido de forma abstracta como un va­cjo disponible, y luego fragmentado en contenidos parciales. Termina siendo un sujeto. Sufre, padece, hay que aten­derle para devolverle la salud (moral). Al final de la ilu­sión urbanístjsa se halla el delirio. El espacio y la idea del espacio llevan" alspensador por una vía fatal. En efecto, el pensador se vuelve esquizofrénico e imagina una enferme­dad mental -una esquizofrenia de la sociedad- en la cual proyecta su propia enfermedad, la del espacio, el vértigomental. _

Si ahora examinamos las propuestas urbanísticas, obser­vamos que no tienen mucho alcance. Se limitan a dibujar cuadrículas y mallas en el espacio. A veces los tecnócratas llegan a organizar con minuciosidad el espacio represivo, porque ignoran lo que sucede en su propia mente y en sus conceptos operatorios y desconocen por esencia lo que ocu­rre (y lo que no ocurre) en su campo ciego. Pero no pier­den su buena conciencia. No saben que el espacio oculta una ideología (más exactamente una ideo-lógica). Ignoran o simulan ignorar que el urbanismo, en apariencia objetivo (por ser estatal, alimentado por competencias y saberes), es un urbanismo de clase y oculta una estrategia de clase (una lógica particular). Cabe aquí preguntarse si la "recnoestruc­tura" es tan eficaz en este caso (al servicio de las relaciones de producción existentes, de su mantenimiento y supervi-

La ilusión urbanística 163

vencia, de su extensión y acondicionamiento) como en el marco de la empresa. Contestaríamos que precisamente en este sector la tecnoestructura y el "poder compensador" frente a las grandes potencias económicas y políticas (Gal­braith) alcanzan su máxima eficacia. ¿De qué forma? Per­mitiendo que la lógica y la estrategia se oculten: que la es­trategia parezca lógica, es decir, necesaria.

Tal y como es, es decir, funcional (aunque de manera no revelada y tal vez no revelable) en los marcos existentes, el urbanismo no logra salir de una crisis permanente ya des­crita y estigmatizada; no logra encontrar un estatuto si el urbanista define su papel. El urbanismo se ve preso entre los intereses particulares y los intereses políticos, entre los que deciden en nombre de lo "privado" y los que deciden en nombre de las instancias superiores y de los poderes. Vi­ve del compromiso entre el neo-liberalismo (que deja que participen la programación y las acciones llamadas "volun­tarias" o "concertadas") y el neo-dirigisrno (que deja un campo de acción a la "libre empresa"). Entre los dos, en la fisura entre promotores y poderes cuando existe tal fisura, se introduce el urbanista. Para él, la coyuntura más propicia es el conflicto (inconsciente) entre las representaciones y las voluntades, incluso entre los hombres de Estado. Por una parte, la realidad urbana y su problemática se fragmentan indefinidamente en la teoría y en la práctica, en represen­taciones dispersas (el "medio" y el "medio ambiente", los "equipamientos"), en competencias (las oficinas de investi­gación, los organismos oficiales, las instituciones a todo ni­vel). El urbanismo y el urbanista no pueden sino aceptar esta fragmentación y hasta contribuyen a que se lleve a ca­bo. Cuando actúan es porque existe en alguna paree una "ofi­cina" suya. Al mismo tiempo, el urbanismo pretende ser doctrina. Tiende hacia la unidad: teoría, lógica, estrategia. Pero cuando aparece una función unitaria y cuando se re­vela eficaz, no es creación del urbanismo. Es la estrategia del beneficio o la lógica del espacio industrial o bien la de los intercambios del "mundo de la mercancía".

Como representación, el urbanismo no es sino una ideo­

fLACSO . Blbllot@CA

#

••'.

'.'.•'.•".•••

':1•a ..)

;.)

.)

i~

ola..,••... ~¡

,

.,.•

Page 5: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

'\

("

r: ('

(

r (~

f' f f f" ('

('

f'" f~

C' t?'

•••C1

.'.".~...,.~¡

l,C"

&; C' ..••.' "7,

••;\,1•...'

La revoluci6n urbana164

logía que quiere y dice ser "arte", "técnica", "ciencia", se­gún los casos y las coyunturas. Además esta ideología cree y pretende ser clara, pero contiene algo oculto, no revelado, que es precisamente aquello que esconde, aquello que con­tiene en tanto que voluntad tendente a lo eficaz. El urba­nismo implica un doble fetichismo. En primer lugar, está el fetichismo de la satisfacción. ¿Los interesados? Hay que satisfacerles y, por consiguiente, conocer sus necesidades y darles una respuesta adecuada. A veces, para permitirles adaptarse es preciso modificar estas necesidades. Hipótesis implícita: es posible conocer estas necesidades bien por­que los interesados las declaren, bien porque unos peritos las estudien. Las necesidades pueden ser clasificadas y a cada una de ellas se les proporcionará un objeto. Esta hipó­tesis es falsa desde e! principio y además desprecia las necesidades sociales. En segundo lugar está e! fechitismo del espacio. El espacio es creación. Quien crea el espacio, crea lo que va a ocuparlo. El lugar suscita la cosa y el buen lugar la buena cosa. De ahí una ambigüedad, una equivoca­ción, una extraña oscilación.

O bien la enfermedad del espacio excusa a las personas y acusa a la competencia; o bien la enfermedad de las perso­nas en un buen espacio es imperdonable. Vemos que el feti­chismo de! espacio supone varias contradicciones. No logra

. resolver el conflicto entre el uso y el intercambio, incluso cuando oprime al uso y al usuario.

¿Es este el momento de analizar más detenidamente las contradicciones del espacio? No. Lo importante es subrayar el pape! de! urbanismo y más generalmente de lo "inmobi­liario" (especulación, construcción) en la sociedad neo-capi­talista. Lo "inmobiliario", como se suele llamar, desempeña el papel de un segundo sector, de un circuito paralelo al de la producción industrial que trabaja para e! mercado de "bienes" no duraderos o menos duraderos que los "in­muebles". Este segundo sector absorbe los choques. En caso de depresión, el capital afluye hacia él, pero si bien empie­za por sacar beneficios fabulosos, termina por hundirse. Porque en este sector, los efectos "multiplicadores" son débi-

I

I

La ilusi6n urbanística 165

les: hay pocas actividades inducidas. El capital se inmoviliza en lo inmobiliario y la economía general (llamada nacional) sufre entonces las consecuencias. Sin embargo; el papel y la función de este sector no cesa de crecer. En la medida en que e! circuito principal, es decir, el de la producción indus­trial de bienes "mobiliarios", detiene su crecimiento, los capitales se invierten en e! segundo sector, el de! inmobilia­rio. Incluso puede ocurrir que la especulación de los bienes rafees se convierta en la fuente principal, lugar casi exclu­sivo de "formación de capital", es decir, de realización de plus-valía. Mientras que baja el grado de plus-valía global formada y realizada en la industria, crece e! grado de plus­valía formada y realizada en la especulación y mediante la construcción inmobiliaria. El segundo' circuito suplanta al principal. De accidental pasa a ser esencial. Pero, como di­cen los economistas, esta situación es malsana. Todavía es poco conocido este papel de lo inmobiliario en los distintos países (especialmente en España, en Grecia, ets.) y bastante mal situado en los mecanismos generales de la economía capitalista. Crea un problema. ¿No· será en este momento y de esta forma que actúa el "poder compensador" antes mencionado? Sin embargo, e! urbanismocen tanto que ideo­logía e institución (como representación y ~luntad), ocul­ta estos problemas. Parece llevar en sí una contestación; por esta razón no permite plantear estos problemas en e! plano teórico. El urbanismo situado en el punto de unión de los dos sectores (producción de bienes "muebles" el "in­muebles") oculta este punto de unión.

Vemos que e! urbanismo, inconscientemente, es un urba­nismo de clase. Cuando lo sabe el urbanista, cuando alcanza este grado de conocimiento se vueive cínico o bien dimite. En el primer caso, es decir, cínico, el urbanista puede llegar a vender libertad, felicidad, "estilo de vida", vida social y hasta vida comunitaria en falansterios para uso de los sá­trapas modernos.

El urbanismo se funda en una crítica radical. Ocul­ta. ¿Qué? La situación. Alberga. ¿Qué? Operaciones. Tapa. ¿Qué? Un horizonte. Una vía, la del conocimiento y la de

"--~---~~~

Page 6: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

• ••

i.• ,

• . . ' j ••'.•

166 La revolución urbana i6iLa ilusión urbanística

práctica urbana. Acompaña una decadencia, la de la ciudad espontánea y la de la urbe histórica. Implica la intervención de un poder más que la de un conocimiento. Cuando alcan­za una coherencia e impone una lógica, éstas son las del Estado. Es decir, la coherencia y la lógica del vacío. El Es­tado sólo sabe separar, esparcir, cavar inmensos vacíos, pla­zas, avenidas, que son su reflejo, el de la fuerza y el de la opresión.

El urbanismo no permite que el pensamiento se convierta en estudio de lo posible, imagen del porvenir. Origina una situación en la que se afrontan tres conceptos: la refle­xión crítica, la ideología reformista y la contestación "iz­quierdista". Situación de la que sería necesario salir, pero que ellos (el urbanismo y el urbanista) impiden que se salga.

Sin 'embargo, todo no es "negativo", como se suele decir, en el urbanismo. Mejor dicho, sólo es cegador-cegado en la medida en que el urbanista cree serlo todo: hombre de síntesis, última....palabra de lo interdisciplinario, creador de espacio y de"''reljciones humanas. Además, el urbanista amontona datos e informaciones. El urbanismo aporta el presentimiento y a veces la exploración de nuevas escaseces: el espacio, el tiempo, el deseo, los elementos (el agua, el aire, la' tierra, el sol). Es cierto que los urbanistas procuran eludir el problema concreto y fundamental, el de la gestión (social) de las nuevas escaseces que suplantan a las antiguas (en los países llamados "adelantados"). Muy a menudo, el urbanista percibe la importancia del problema planteado al hombre por "la naturaleza" y a la naturaleza por el hombre. La lectura del espacio le obliga a leer la naturaleza, es de­cir, a concebir la devastación y el fin de la naturaleza. Quizá convendría leer de esta manera, es decir, "sinromáticamenre" (y ya no literalmente) algunos textos de Le Corbusier, o al­gunas obras llamadas urbanísticas menos famosas pero importantes por su mensaje ideológico. A veces el discurso

ces ocultado por técnicas y por el abuso del tecnicismo) no carece de interés en tanto que síntoma precursor que anuncia la problemática sin explicarla. Lo cual no quiere decir que exista una epistemología del urbanismo, un nú­cleo teórico virtualmente generador de una práctica urba­na. Ni mucho menos. La argumentación aquí desarrollada tiende más bien a afirmar lo contrario. Por el momento, y probablemente durante largo tiempo aún, la problemática es más importante que lo ya adquirido. Conviene esencial­mente tematizar, proporcionar conceptos (categorías) y com­probarlos, explorar lo posible-imposible mediante la trans­ducción.

Cabe preguntarse aquí si el urbanismo no tiene actual­mente el mismo papel que la ideología (filosofía, más eco­nomía política, más socialismo utópico) hacia 1845, cuando se estaba formando el pensamiento marxista y la reflexión crítica (revolucionaria) sobre los fenómenos industriales. Esta apreciación, a primera vista severa, contiene en reali­dad un elogio exagerado. En efecto. ¿Podemos atribuir a los doctrinarios del urbanismo la amplitud de miras de He­gel, de Fourier, de Saint-Simon, de Adam Smith y de Ri­cardo? Y aun pensando en los ideólogos menores como Bauer o Stirner, ¿no sería incluso concederles demasiada importancia? El urbanismo se acercaría más a la economía política, pero entiéndase el análisis vulgar, diferenciándolo así del de la economía marxista. Para estos economistas, el aspecto crítico desaparece, no les interesa. A veces dicen lo mismo que los marxistas, pero con un lenguaje distinto. Por ejemplo, Rostow llama "despegue" (take off) a lo que los marxistas denominan "acumulación primitiva". Sus es­quemas contienen a menudo una táctica y entonces es cuan­do se llaman "operacionales". Los rasgos de esta técnica se revelan pronto o en el análisis o en la aplicación cuando lo­gran llegar a ella. En efecto, los modelos abstractos .que crean

urbanístico se articula con el discurso de la práctica urbana. los economistas casi siempre terminan en los cajones. Los Una imagen deformada del futuro y de lo posible revela 1 hombres de negocios y los políticos que están en el poder sin embargo algunas huellas y ciertos indicios de este dis­ hacen lo que se les antoja. ¿No sucede lo mismo con los curso. Lo utópico en los proyectos urbanísticos (muchas ve­ urbanistas?

•• ••'.••'. •~.

••3 ~)

)

~)'.t·..•,;,1

•~'.••,'. ,., •'.'.

Page 7: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

"

" r ~

t' r (' r fe t: f'l

-.",f " (

f~

(t;

e

•••

."

•w:>

e\ ." ~, e,~~

~.i

, ••'i!6:

i' ,• ::.~

,~

•.'

168 La revolución urbana

Es cierto que el urbanismo corta la vía al poner en el camino el obstáculo de sus modelos. Pues, otra vez, se trata aquí de uno de los conflictos inherentes al pensamiento político y científico contemporáneo, el conflicto entre vía y modelo. Pata despejar la vía es preciso destruir los modelos.

Con el fin de no perderse en la confusión mantenida pOt la ideología, cabe recordar que la crítica del urbanismo que se está llevando a cabo aquí es una crítica de izquierda (hecha pOt la izquierda), La crítica de derecha, liberal o neoliberal, combate el urbanismo en tanto que institución para mejor alabat las iniciativas de los promotores. Se tra­ta, para ella, de dejar paso libre a los promotores capitalis­tas capaces ahora de ocuparse provechosamente del sector inmobiliario, porque han podido adaptarse durante la épo­ca en que dominaba la ilusión urbanística. La crítica radical de la ilusión urbanística abre camino a la práctica urbana y a la teoría de esta práctica, destinadas a desarrollarse jun­tas a lo largo del desarrollo general (si éste adelanta al creci­miento, a sus ideologías y estrategias).

Esta crítica "por la izquierda" es más profunda que un simple rechazo del liberalismo o del neoliberalismo, en­frentado únicamente el EStado a la empresa privada, el pa­ternalismo político a la iniciativa individual. Una crítica de este tipo sólo llega a ser radical negando el Estado, el papel del Estado, la estrategia del Estado, la política del espacio. En consecuencia, mostrando que la promocián de lo urbano está vinculada al rechazo del crecimiento económico (cuan­titativo) tomado como fin en sí, a la orientación de la pro­ducción hacia otros fines, a la primacía del desarrollo (cua­litativo) sobre el crecimiento, a la reducción del Estado (este reductor por excelencia) a una función subordinada; en resumen, a la crítica radical del Estado y de la política.

La peor utopía es la que no revela su nombre. La ilusión urbanística es propia del Estado. Es la utopía estatal: una nube que corta el camino en la montaña. Es la anri-teorfa y la anti-prácrica a la vez.

¿Qué es, pues, el urbanismo? Una superestructura de la sociedad neocapitalista, es decir, del "capitalismo de organi­

,--------'­I

~

169La ilusión urbanística

zación", lo que significa "capitalismo organizado". Dicho de otra forma, es una superestructura de la sociedad burocrá­:

tica de consumo dirigido. El urbanismo organiza un sector que parece libre y disponible, abierto a la acción racional: el espacio habitado. Dirige el consumo del espacio y de la zona de habitación. En tanto que superestructura se diferen­cia y es necesario diferenciarlo claramente de la práctica, de las relaciones sociales y de la misma sociedad. ¿No se con­funde a veces el urbanismo con "lo urbano", la práctica ur­bana con el fenómeno urbano? Esta confusión puede explicar la tesis seudomarxista, en apariencia vigorosa y ri­gurosamente crítica, según la cual el fenómeno urbano no es más que una superestructura. Estas ideologías confunden la práctica con la ideología, las relaciones sociales con lo ins­titucional. Es únicamente gracias a este doble aspecto, ideo­lógico e institucional lo que al análisis crítico revela las ilusiones que el urbanismo contiene y que permite sus apli­caciones. El urbanismo se manifiesta, pues, como el vehículo de una racionalidad limitada y tendenciosa, cuyo espacio, ilusoriamente neutro y no político, constituye el objeto (ob­jetivo).

' .... ...... :11

'1

~",'.

Page 8: Lefebvre Henry La Ilusion Urbanistica La Revolucion Urbana

.~

168 La revolución urbana

Es cierto que el urbanismo corta la vía al poner en e! camino el obstáculo de sus modelos. Pues, otra vez, se trata aquí de uno de los conflictos inherentes al pensamiento político y científico contemporáneo, e! conflicto entre vía y modelo. Pata despejar la vía es preciso destruir los modelos.

Con el fin de no perderse en la confusión mantenida por la ideología, cabe recordar que la crítica de! urbanismo qne se está llevando a cabo aquí es una crítica de izquierda (hecha por la izquierda). La crítica de derecha, liberal o neoliberal, combate e! urbanismo en tanto que institución para mejor alabar las iniciativas de los promotores. Se tra­ta, para ella, de dejar paso libre a los promotores capitalis­tas capaces ahora de ocuparse provechosamente del sector inmobiliario, porque han podido adaptarse durante la épo­ca en que dominaba la ilusión urbanística. La crítica radical de la ilusión urbanística abre camino a la práctica urbana y a la teoría de esta práctica, destinadas a desarrollarse jun­tas a lo largo del desarrollo general (si éste adelanta al creci­miento, a sus ideologías y estrategias).

Esta crítica "por la izquierda" es más profunda que un simple rechazo del liberalismo o del neoliberalismo, en­frentado únicamente el Estado a la empresa privada, el pa­ternalismo político a la iniciativa individual. Una crítica de este tipo sólo llega a ser radical negando e! Estado, el papel del Estado, la estrategia del Estado, la política del espacio. En consecuencia, mostrando que la promoción de lo ttrbano está vinculada al rechazo del crecimiento económico (cuan­titativo) tomado como fin en sí, a la orientación de la pro­ducción hacia otros fines, a la primada del desarrollo (cua­litativo) sobre el crecimiento, a la reducción del Estado (este reductor por excelencia) a una función subordinada; en resumen, a la crítica radical de! Estado y de la política.

La peor utopía es la que no revela su nombre. La ilusión urbanística es propia del Estado. Es la utopía estatal: una nube que corta el camino en la montaña. Es la anri-teor ía y la anti-práctica a la vez.

¿Qué es, pues, el urbanismo? Una superestructura de la sociedad neocapítalisra, es decir, del "capitalismo de organi­

.--T--------­

La ilusión urbanística 169

zación", lo que significa "capitalismo organizado". Dicho de otra forma, es una superestructura de la sociedad burocrá­tica de consumo dirigido. El urbanismo organiza un sector que parece libre y disponible, abierto a la acción racional: el espacio habitado. Dirige el consumo del espacio y de la zona de habitación. En tanto que superestructura se diferen­cia y es necesario diferenciarlo claramente de la práctica, de las relaciones sociales y de la misma sociedad. ¿No se con­funde a veces el urbanismo con "lo urbano", la práctica ur­bana con el fenómeno urbano? Esta confusión puede explicar la tesis seudornarxista, en apariencia vigorosa y ri­gurosamente crítica, según la cual el fenómeno urbano no es más que una superestructura. Estas ideologías confunden la práctica con la ideología, las relaciones sociales con lo ins­titucional. Es únicamente gracias a este doble aspecto, ideo­lógico e institucional lo que al análisis crítico revela las ilusiones que el urbanismo contiene y que permite sus apli­caciones. El urbanismo se manifiesta, pues, como'el vehículo de una racionalidad limitada y tendenciosa, cuyo espacio, ilusoriamente neutro y no político, constituye el objeto (ob­jetivo). ,,;,1

I::il " ",1:::

I

J~.