Lechner Norbert Nuevas Ciudadanias

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    horizontales de coordinacin. Es precisamente lo queofrece el mercado como un mecanismo decoordinacin descentralizada entre las personas.Pero, como nos recuerdan diversas experienciasrecientes, el mercado presupone ciertos factores

    (como reglas de juego y relaciones de confianza ycooperacin), que l mismo no produce. La vida socialsigue exigiendo la coordinacin poltica, pero basadaen otro instrumental, ms adecuado al nuevocontexto.

    La restriccin de la soberana popular esacompaada de una redefinicin de la soberananacional. Los procesos de globalizacin rompen con elmarco nacional de la poltica y el monopolio delEstado. Existe una especie de "soberana compartida"entre diversos actores. En realidad, el campo deaccin de la poltica se encuentra redimensionado porprocesos transnacionales (p.ej. las turbulencias

    financieras, pero tambin Internet), que escapan alcontrol del gobierno nacional, o por normativasinternacionales (p.ej. normas del comercio o deproteccin medioambiental), que obligan a unaadaptacin de la legislacin nacional. A la par con estadesterritorializacin y tal vez ms importante an queel redimensionamiento del espacio es la redefinicindel tiempo. La globalizacin relativiza tambin eldominio del Estado nacional sobre el tiempo, desde lahora hasta la historia. Se aprende a vivir a la hora deotros pases y a anticipar el futuro fuera del marconacional.

    Todo ello no hace desaparecer a la poltica, perole da otro cariz. La poltica desborda los lmites delsistema poltico y abarca un amplio "sector informal".Buena parte de la poltica realmente existente ocurreen unas tramas de redes formales e informales,nacionales y transnacionales. Se trata de unmecanismo gil y flexible para responder a lacreciente complejidad de los problemas del pas.Cuando ni el Estado ni los actores

    "...La poltica desborda los limites del sistema poltico y abarca un

    amplio 'sector informal'"

    econmicos disponen por s solos de los recursospara enfrentar los retos, la articulacin ad hoc de lasinstancias pertinentes favorece la negociacin yejecucin de las eventuales soluciones. En cambio,la red no asegura que sean tomados en cuenta los

    intereses no organizados, que los acuerdos seanfiscalizados polticamente y que sean publicitadosdebidamente. A la complejidad de la poltica sesuma as una creciente opacidad, fomentandosuspicacias (reales o imaginarias) acerca de losllamados "poderes tcticos"

    Cambios del discurso poltico

    En los ltimos aos se ha debilitado la dimensinsimblica de la poltica. Particularmente notorio es eldesperfilamiento de las ideologas. El fenmeno tieneque ver con el colapso del sistema comunista, pero

    especialmente con las profundas transformacionesque caracterizan este cambio de poca. De cara atales procesos a la vez complejos y viscosos, lallamada "desideologizacin" refleja la erosin de lasclaves interpretativas que anteriormente otorgabaninteligibilidad a la realidad social. Carecemos decdigos mentales para dar cuenta de los cambiossociales y ello se expresa en las dificultades quetiene la poltica para "dar sentido" al desarrollo social.

    El discurso poltico pierde poder de convocatoriaporque ya no logra ofrecer cdigos interpretativos niseas de identidad fuertes. en la medida en que las

    identidades de clase se diferencian y dan lugar a unamultiplicacin de agrupaciones tenuementeperfiladas, se diluyen los "intereses representabas"polticamente. Pierden perfil los grandes clivajessociales que eran escenificados por la lucha poltica.El resultado es una "neutralizacin" de los conflictospolticos. Enfriar la poltica como arena institucionalde los conflictos tiene, sin embargo, unaconsecuencia inesperada: la brecha entre el sistemapoltico y la ciudadana aumenta. Las luchas polticasya no logran representar a la diversidad de interesesfocalizados y, a la inversa, los ciudadanos tienden aconsiderar aquellas pugnas como meras rencillas

    entre polticos.Est a la vista lo difcil que es para la poltica

    simbolizar la unidad de una sociedad cada vez msdiferenciada y compleja. En un mundo globalizado yen constante reestructuracin, qu smbolos deintegracin social puede ofrecer la poltica?

    Un ejemplo ilustrativo son las polticas sociales:la lucha contra la pobreza y las inversiones en saludy educacin suelen representar los esfuerzosprioritarios del

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    Estado. Sin embargo, dichas medidas no estnacompaadas de discursos pblicos que tematicen yexpliciten el sentido de las mejoras materiales,vinculndolas a la subjetividad de la gente. Ella nobusca solamente una atencin mdica oportuna, unaeducacin de calidad para sus hijos; exige serreconocida en su dignidad individual, protegidacomo un miembro de la comunidad, valorada porsus esfuerzos y sacrificios. Mas la poltica tiende adesaprovechar tales oportunidades para otorgarsentido a la convivencia social. Y las personas a suvez, difcilmente se reconocen en una poltica queno les brinda reconocimiento social, un sentimientode seguridad colectiva y de pertenencia a una"comunidad".

    El desvanecimiento de la dimensin simblicade la poltica tiene su contraparte en laindividualizacin de los ciudadanos. Este procesotpico de la modernizacin, muchas veces toma laforma de una privatizacin. Las personas tienden a

    abandonar el espacio social y a encerrarse en lacasa. Es una individualizacin de espaldas a lasociedad y la poltica. Sin abordar las posibles

    justificaciones, cabe constatar el resultado: unasubjetividad fuertemente privatizada. Dicharetraccin parece potenciada por elredimensionamiento del mbito pblico comoespacio meditico. Gracias a la televisin, existe unacceso privado y selectivo (segn las preferenciaspersonales) a lo compartido. Y ello modifica la cargasubjetiva de la poltica. Prevalece una poltica des-subjetivizada. Comparado con dcadas anteriores,las personas ya no suelen invertir sus afectos y

    emociones en la poltica.La privatizacin refleja asimismo las

    decepciones de una subjetividad vulnerada. Paramuchos el compromiso poltico se revela como unengao que los indujo a sacrificar sus vnculosfamiliares y de amistad. Y la transmisin de talmemoria a las generaciones jvenes confirma susaprehensiones: la poltica no cambia nada y suspromesas son vanas ilusiones.

    En resumidas cuentas, crece la desafeccin porla poltica. Salvo en perodos "calientes", la polticano es algo relevante en la vida cotidiana de losciudadanos. No sabemos lo que fue la democracia

    en la polis griega, pero en los tiempos modernos lagente suele estar ms preocupada del empleo y delsexo, de la familia y de la salud. El desinters resultaplausible considerando la limitada influencia de lapoltica respecto al protagonismo de la economa yla ausencia de un discurso pblico en el cual lasubjetividad pueda reconocerse. Entonces nosorprende una doble reaccin. Por una parte, laspersonas tienden a exigir del sistema polticopor sobre todo eficiencia. Asumiendo el discursoeconmico, se "mide" a la poltica por su capacidadde

    resolver los problemas concretos de la gente.Simultneamente empero, por otra parte, lasubjetividad hurfana reclama una instancia que dvoz y visibilidad a las demandas de reconocimiento,seguridad y pertenencia. De all esa mezcla detecnocracia y populismo que caracterizaactualmente buena parte de la regin.

    La resignificacin de la ciudadana

    Por lo general, se concibe a la ciudadana porreferencia al Estado y el sistema poltico. Ha sido elmbito poltico-estatal quien otorga reconocimientoa los ciudadanos, los integra como miembros de lacomunidad y les asegura la seguridad debida. Y laspersonas se han pensado y sentido comociudadanos en esa esfera poltico-estatal.Participando de ella construyen sus identidadescolectivas, defienden sus intereses y manifiestansus opiniones. Ahora, el redimensionamiento del

    referente poltico-estatal altera la nocin deciudadana.

    Cuando el sistema poltico pierde su centralidady su jerarqua vertical, cuando la accin polticadesborda, tanto el marco nacional como el marcoinstitucional, cuando el discurso poltico ya noescenifica una verdad autoevidente, cuando lasbases del "contrato clientelista" se diluyen; en fin,cuando el Estado pierde su aura de podersacrosanto, tambin cambia el papel del ciudadano.La erosin de la "poltica institucional" obliga a laspersonas a concebir de manera nueva su rol deciudadanos. El orden poltico ha perdido su halo de

    naturalidad inamovible y, por tanto, los procesos deidentificacin y adhesin se vuelven reflexivos. Laindividualidad reclama su autonoma y desconfa delas deas e identidades heredadas. En ausencia delas grandes ideologas, las personas estn forzadasa formarse su propia idea acerca de los problemas yprioridades del pas. Los "electorados cautivos" sedispersan y los ciudadanos comienzan a hacer unuso selectivo y reflexivo de su relacin con losactores polticos.

    En este contexto parece tener lugar unaredefinicin de la ciudadana. Propongo distinguir entrminos analticos al menos dos tipos deciudadana. Por un lado, una ciudadana que puededenominarse instrumental por cuanto considera a lapoltica como algo ajeno y, no obstante, se dirige alsistema poltico en tanto solucin a los problemassociales. No pretende participar en la toma dedecisiones ni moldear la marcha del pas. Aldiscurso

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    abstracto opone su mundo concreto y reclama unagestin eficiente en favor del bienestar de la gente. Loque cuenta son los servicios tangibles que presta.Dicho de modo esquemtico: la "ciudadanainstrumental" descree de la poltica y cree en laadministracin (particularmente la municipal).

    Por otro lado, parece emerger lo que puede

    llamarse una "ciudadana poltica". El segundo tipo deciudadana se refiere no tanto a la "polticainstitucionalizada" en el sistema poltico como a laaccin colectiva de los propios ciudadanos. Analizarel fenmeno en dos pasos. A partir de la encuestarealizada por el PNUD pretendo mostrar para el casode Chile: 1) la relevancia del "capital social" para laparticipacin ciudadana y 2) la presencia de unaciudadana volcada precisamente a ese vnculo social.

    Capital social y ciudadana

    "Ser difcil construir capital social, pero es la clavepara hacer funcionar la democracia". La frase final deMaking Democracy Work resume la tesis con la queRobert Putnam (1993) actualiz el debate sobre lascondiciones sociales de la democracia. Si la tesisencontr eco de inmediato en los debates acadmicosy polticos, ello se debe a la constatacin que lasustentabilidad de cualquier "modelo de desarrollo"depende en buena medida de la relacin entre polticay vida social. En las sociedades de alta complejidad ycontingencia, como la de los grandes paseslatinoamericanos, de poco sirve implementar desdearriba grandes reformas de la estructura econmica si

    no involucra la creatividad y concertacin de laspersonas. Y dicha participacin es requerida no sloen el mercado sino muy especialmente en lasinstituciones sociales y polticas -desde la confianza ylas normas morales hasta la institucionalidaddemocrtica-, en las cuales se inserta elfuncionamiento del mercado.

    Mientras

    La tesis de Putnam afirma que el buenfuncionamiento de las instituciones democrticasdepende del capital social existente. Y entiende porcapital social ciertos rasgos de la organizacin socialcomo la confianza social, las normas de reciprocidady las redes de cooperacin cvica que puedenmejorar la accin colectiva. Numerosos autores

    sealaron con razn que el enfoque carece deprecisin conceptual, que rinde tributo excesivo auna visin romntica (tocquevilliana) de laasociatividad cvica a la vez que deja poco espacio ala construccin deliberada de ese capital social

    2.

    Estas y muchas otras crticas son ciertas y, noobstante, conviene prestar atencin al tema.Obviando las connotaciones economicistas de lanocin de capital social, cabe preguntarse por lasformas de vnculo social existentes en una sociedady sus relaciones con las estructuras macrosociales.

    En el mrito del concepto radica tambin suprincipal dificultad: cmo cuantificar el capital socialde un grupo o de una sociedad? La medicin ha decombinar criterios individuales (pertenencia aorganizaciones, confianza en los dems) conindicadores sociales (existencia de normas dereciprocidad y de compromiso con fines cvicos).Una aproximacin prctica ofrece el World ValuesSurvey de 1990/91

    3aplicado en varios pases

    latinoamericanos. Replicando las variablespertinentes de dicho cuestionario, la encuestarealizada por el PNUD en Chile brinda una primeraevaluacin. Junto con un ndice de capital social seconstruye un ndice de participacin poltica y un

    ndice de desafeccin poltica.Los resultados empricos parecen confirmar la

    tesis de Putnam: a mayor disposicin de capitalsocial las personas entrevistadas suelen tenermayor participacin ciudadana. Y a la inversa,cuanto menor sea su capital social mayor tiende aser su desafeccin poltica.

    La relacin plantea una serie de interrogantes.En primer lugar, la acumulacin desigual del capitalsocial. Mientras que los entrevistados del gruposocioeconmico alto disponen de un alto nivel decapital social, los encuestados del gruposocioeconmico bajo muestran grandes carencias.

    Ello confirmara una experiencia conocida: lapobreza tiene que ver no slo con

    2 Alejandro Portes,"Capital social: sus orgenes y aplicaciones enla sociologa moderna", en J. Carpio e I. Novakowsky (comp.),De igual a igual. El desafi del Estado ante los nuevosproblemas sociales, Mxico, FLACS0, 1998; ChristianGrooteert, "Social Capital: The Missing Link?", Social CapitalInitiative Working Paper 3, World Bank, 1998; Stefan De Vylder,"Sustainable Human Development and Macroeconomics",UNDP Discussion Paper, New York, 1995; entre otros. 3 RonaldInglehart, Modernization and Postmodernization, PrincetonUniversity Press.1997

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    condiciones econmicas sino igualmente con lafalta de redes sociales. Y puede ser precisamenteesa carencia de vnculo social lo que impide a lagente aprovechar eventuales oportunidades.

    De lo anterior se desprende, en segundolugar, el desafo de construir capital social. Elloimplica contrarrestar dos condicionantes negativas.

    Por un lado, la escasa confianza social. LosLatinobarmetros de 1996,1997 y 1998 indicanque, en general, en los pases latinoamericanoslas personas tienden a desconfiar de los dems. Elotro, especialmente cuando es un desconocido,suele ser considerado ms como eventual agresorque como posible colaborador. En talescircunstancias resulta difcil establecer lazos decooperacin. A ello se agrega, por otro lado, lapercepcin de los entrevistados de que no existereciprocidad. Tanto en sus relaciones de trabajo (oestudio) como, por sobre todo, en las relacionescon el Estado, las personas tienden a pensar que

    ellas no reciben a cambio lo mismo que entregan.Esta percepcin tiene que ver con la opininmayoritaria de la gente encuestada de que existediscriminacin y desigualdad en las relacionessociales. Tales opiniones parecen prevalecertambin en los otros pases de la regin. Valedecir, la "constructibilidad" dependera de factoresmacrosociales como la igualdad social y un trato

    justo que no son favorecidos por las actualesestrategias de desarrollo.

    Putnam enfoca el capital social como un stockacumulado a lo largo de siglos (Italia) o, al menos,de varias dcadas (Estados Unidos). Como l

    mismo reconoce, tal perspectiva es desalentadorapara quienes impulsan reformas institucionales. Ennuestras sociedades, un dbil capital socialinhibira el funcionamiento de la democracia y, a lainversa, las reformas polticas no podran modificaren el corto plazo un proceso secular. Dichadesazn crece an ms cuando Putnam constatala disminucin del capital social en aosrecientes

    4.

    Mas el fenmeno puede ser interpretado demanera diferente. El capital social -en tantoconstelacin especfica del vnculo social en mirasde promover la accin colectiva- puede servisualizado como un proceso social y, como tal,sometido a cambios. Es decir, no se tratara de unstock, sino de un flujo. Visto as, lo que puedeestar ocurriendo no sera una erosin del capitalsocial, sino su transformacin.

    La transformacin del capital social estaraimpulsada

    4 Robert Bowling Putnam, "Alone America's Declining Social

    Capital", en Journal of Democracy, Vol. 6, No. 1,1995; "The

    Strange Disappearance of Civic America", en The American

    Prospect24,1996.

    por las dinmicas de individualizacin y la definicinde las identidades colectivas que se observan pordoquier Considerando el "clima posmoderno" quereina en algunos sectores de nuestras sociedades,es plausible suponer que las personas rehsen laasociatividad formal, muchas veces basada enorganizaciones burocrticas y pesadas, y busquen

    formas ms flexibles y espontneas de asociarse.En consecuencia, estimo oportuno reemplazar elenfoque de Putnam centrado en un stock de capitalsocial. Parece ms fructfera la hiptesis quepresume un desplazamiento desde el capital socialformal hacia un capital social informal.

    En el caso de Chile, no se dispone de datoshistricos que permitan averiguar y cuantificar lapresencia de un capital social informal en el pasado.Por ende, no se puede constatar si ha tenido lugar elsupuesto desplazamiento. Pero al menos cabe unaaproximacin al grado de capital social informalactualmente existente. Usando los mismos

    indicadores-confianza, reciprocidad y compromisocvico- se pueden disear variables que den cuentadel carcter informal de las redes sociales (p.ej.confianza para conversar con familiares y personascercanas y annimas; percepcin de reciprocidad enel trabajo). Dado que las exigencias del capital socialinformal son menores, no sorprende que puedaconstatarse una disposicin superior.Particularmente los entrevistados jvenes y delgrupo socioeconmico medio -cuyas identidadescolectivas se encuentran sometidas a una profundareformulacin-.poseen bastante ms capital socialinformal que formal. En cambio, los encuestados

    del grupo socioeconmico bajo tienden a estar tandesposedos de capital social informal como delformal. As y todo, es dable constatar que existenms lazos de confianza y cooperacin social que loque insina el nivel de asociatividad formal.

    De modo similar al capital social formal, seobserva que la disposicin de capital social informalest asociada con grados mayores de participacinciudadana. A la inversa, quienes poseen menoscapital social informal tienden a exhibir gradosmayores de desafeccin poltica.

    De lo anterior se desprenden dos conclusionesde relevancia prctica. Primero, la ciudadana tieneque ver con la fortaleza del vnculo social. Y, por elcontrario, la desafeccin poltica est vinculada a ladebilidad del vnculo social. De ser as, elfortalecimiento de la ciudadana pasara por unfortalecimiento de la vida social. Vale decir, el vigorde la accin ciudadana en nuestros pases parecedepender no slo (y no tanto) del mbito de lapoltica institucionalizada (sistema poltico), sinotambin de la vitalidad de la sociedad. En suma,sera

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    mediante el fortalecimiento de la vida social quepodra impulsarse la democratizacin. Ello implica, entrminos concretos, que la llamada "crisis de lospartidos" no debera ser un obstculo insalvable paraavanzar en el proceso democrtico.

    Segundo, el anlisis de los procesos polticos nopuede restringirse al sistema poltico, a lasinstituciones y los procedimientos democrticos.Hemos visto que la poltica depende de condiciones -el vnculo social- que ella misma no produce. Sinembargo, ella puede crear un entorno favorable a laaccin colectiva. En consecuencia, es menesterindagar acerca de las medidas polticas quefavorezcan el despliegue de lazos de confianza ycooperacin cvica. Es dable suponer que los vnculossociales se fortalecen en la medida en que laspersonas dispongan de ms mbitos de conversaciny de encuentro, de ms "zonas de contacto" y de

    experiencias compartidas. Se requiere, en suma, deun mbito pblico de mejor calidad.

    Adems de espacio pblico, la formacin decapital social exige tiempo. Difcilmente hay accincolectiva si no hay un horizonte de futuro, laexpectativa de un "maana mejor". Una de las tareasfundamentales de la poltica consiste precisamente engenerar tales horizontes temporales que permitan"poner en perspectiva" las opciones del presente. Ycabe agregar un tercer momento indispensable: ellenguaje. No hay vnculo de confianza y cooperacin,no hay accin colectiva sin comunicacin. Ello es undesafo mayor en nuestras sociedades multitnicas ypluriculturales que exigen una continua labor detraduccin o conversin entre los diferentes cdigos.

    En suma, la creacin de este "entorno favorable"

    "Se requiere, en suma, de un mbito pblicode mejor calidad..."

    plantea un vasto campo a la accin poltica, siempre ycuando ella logre trascender sus interesesinmediatos. Dicha exigencia, sin embargo, pareceineludible porque -y ello representa otro resultadosugerente de la investigacin- el restablecimiento de

    la confianza en las instituciones representativaspodra ser la consecuencia de la confianza aprendidaen las relaciones cotidianas. Ahora bien, laproduccin de espacios, temporalidades y lenguajesadecuados no es una responsabilidad exclusiva de lapoltica institucional. Es tambin una tarea ciudadana.

    La ciudadana activa

    Constatar las condiciones sociales de la ciudadanano parece novedoso. Es evidente que el debateciudadano se nutre de las experiencias y los hbitosque adquieren dichos ciudadanos en su diario

    quehacer. Pero al mismo tiempo la ciudadanaestablece un doble corte respecto a ese mundosocial. Por un lado, consagra el principio de igualdadentre los ciudadanos ("una persona, un voto"),neutralizando las desigualdades socioeconmicas ylas diferencias culturales entre los individuos. Y esevnculo entre iguales crea una responsabilidadcompartida por lo comn. Se supone, por otro lado,que el ciudadano puede hacer abstraccin de susintereses privados y formarse un juicio acerca delbien comn. Cuando los ciudadanos participan en latoma de decisiones colectivas (mediante su voto uotra manifestacin de opinin) no slo defienden susintereses personales o corporativos; tambin decidensobre el tipo de sociedad que desean. Vale decir, hayuna relacin circular entre sociedad y poltica. Laconvivencia social es el supuesto del ejerciciociudadano a la vez que su finalidad.

    Quiero hacer hincapi sobre esta doble cara: lacalidad de la vida social condiciona las basesefectivas de la ciudadana al mismo tiempo querepresenta un objetivo de la accin ciudadana. Enefecto, parece tener lugar una resignificacin de loque es un ciudadano. Este abarca distintasdimensiones igualmente relevantes, pero que pueden

    ser enfatizadas de manera distinta, segn elmomento histrico. Tampoco en este caso, sedispone de series temporales de encuestas quepermitan explorar posibles desplazamientos. An as,son interesantes los resultados de la encuesta delPNUD.

    Un tercio de los entrevistados estima que esciudadano quien cumple las leyes del pas. Estaconcepcin legal sera acorde a la tradicin legalistade Chile. Poco ms de diez por ciento de laspersonas encuestadas identifica al ciudadano con laeleccin de

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    autoridades. En cambio, el dato significativo meparece ser el valor atribuido a las opciones "participaactivamente en los asuntos de la comunidad" o "sesiente responsable por el rumbo que tome el pas".Cuatro de cada diez personas comparten estaconcepcin. La preferencia por estas dimensiones del"ser ciudadano" representa, a mi entender, unaconcepcin novedosa de lo que puede denominarseuna "ciudadana activa".

    En el contexto chileno, esta "ciudadana activa"es innovadora en tanto guarda ms relacin con elvnculo social que con el sistema poltico. Quienesadhieren a esa "ciudadana activa" expresan unaadhesin mayor a la democracia, pero no tiene msinters poltico ni mayor auto-identificacin ideolgicaque la media de los entrevistados. La diferenciaradica en otro punto. El ciudadano activo est msdispuesto a organizarse con otras personas y no

    retrotraerse a la vida privada. La preferencia por laciudadana activa suele estar asociada a una mayorparticipacin en organizaciones sociales, mayorconfianza interpersonal y social y una mayorpercepcin de la reciprocidad.

    Probablemente la relacin entre dicha"ciudadana activa" y la fortaleza del vnculo socialopere en doble sentido. La calidad de la vida socialsera el requisito de una concepcin ms activa de laciudadana y, a la inversa, el ejercicio activo de laciudadana apuntara al fortalecimiento del vnculosocial.

    El hecho de que los ciudadanos ms activos no

    manifiesten ms inters poltico ni mayoridentificacin poltica sugiere que no tienen al sistemapoltico por referente principal. El mbito de la"ciudadana activa" parece ser menos la polticainstitucional que el desarrollo societal; estaramotivada por la convivencia social. En tal direccinapunta la relacin existente entre ciudadana activa yvalores postmaterialistas. Quienes se pronuncianms favorablemente por una ciudadana activa sonigualmente quienes mayor importancia otorgan a unasociedad ms humana y donde las ideas cuentenms que el dinero. En cambio, quienes estn menospreocupados por los asuntos de la comunidad

    tienden a privilegiar valores materialistas: unaeconoma estable y la lucha contra la delincuencia.

    En sntesis, una proporcin significativa de"ciudadanos activos" estara prestando mayoratencin al modo de vida social que al sistemapoltico. En la medida en que la poltica institucionalve disminuido su campo de accin, la sociedad -lasformas de convivencia social-devienen objeto de laaccin colectiva de los ciudadanos. Podra estarocurriendo un desplazamiento (por cierto,

    parcial) del inters ciudadano desde el sistemapoltico hacia la trama social.

    Dicha transferencia no debe ser confundida conuna despolitizacin. Ms que un desinters por temaspolticos parece tener lugar una socializacin de lapoltica. Posiblemente sea una reformulacin de lasubjetividad poltica similar a la ocurrida en otraslatitudes.

    Lo que aparentaba ser una retirada poltica a lavida privada, una nueva intimidad o la cura de lasheridas emocionales, en la antigua interpretacin dela poltica, puede representar, cuando es contempladodesde el otro punto de vista, la lucha por una nuevadimensin de lo poltico

    5.

    Son las personas en su interaccin cotidiana lasque deben generar y cuidar los vnculos sociales. Elloimplica empero, que el quehacer diario adquiere unadimensin poltica. La poltica no residira nicamente

    en las instituciones formales sino tambin en la tramasocial al alcance de la experiencia concreta de cadacual. En este sentido puede hablarse de unaciudadanizacin de la poltica: la recuperacin de lapoltica como una capacidad propia de losciudadanos.

    Sera fatal que tal ciudadanizacin de la polticaavance por oposicin a la institucionalidaddemocrtica. Como expuse en otras ocasiones

    6, a

    veces la invocacin de la "sociedad civil" tiende aapoyarse en un rechazo a las institucionesrepresentativas, privndose de su interlocutorprivilegiado. No hay, por el contrario, sociedad fuerte

    sin Estado fuerte. La ciudadanizacin lograrpotenciarse slo en la medida en que existan partidospolticos capaces de procesar y proyectar la accinciudadana. Al mismo tiempo cabe recalcar que lavitalidad de las instituciones democrticas presuponembitos pblicos que estimulen, dinamicen yfiscalicen a los actores polticos.

    "se pronuncian ms favorablemente por unaciudadana activa

    5 Ulrich Beck, A.Giddens, Lash, Modernizacin reflexiva,

    Madrid, Alianza Universidad, 1997, pg.36.6 Norbert Lechner, "La problemtica invocacin de la sociedad

    civil" en Perfiles Latinoamericanos, No. 5, Mxico, FLACSO,diciembre 1994.