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Fecha de recepci6n: rnarzo de 2002 Fecha de aceptaci6n: julio de 2002 Palabras clave: Libro, biblioteca, imprenta, siglo XVIII, Nueva Espana. Keywords: Book, library, press, XVIII century, New Spain. Resumen T Abstract Este artfculo plantea, con base en los inventarios I Using the inventories of two Episcopal libraries de dos bibliotecas episcopales del siglo xvnr, of the XVIII century, private libraries become una serie de problematicas acerca del estudio the object of study of this work. The sources as de las bibliotecas particulares, que abordan tanto well as production and editorial circulation are las fuentes como la cuestion de la producci6n considered. Emphasis is placed on the impor- y la circulaci6n editorial. Hace enfasis en la irn- ranee of this subject to understand the cultural portancia de este campo de investigaci6n para environment of the time, which has been little emender el ambito cultural de un periodo capi- studied. tal, y sin embargo poco estudiado. Cristina G6mez Alvarez. Doctora en Historia por la UNAM. Profesora de tiempo completo de la Faculrad de Filosoffa y Letras de la UNAM. Entre sus publicaciones se encuentran: El alto clero poblano y la 1-evo/11ci6n de lndependencia, 1808-1821, UNAMIBUAP, Mexico, 1997; "Lecturas perseguidas: el caso del padre Mier" en Laura Beatriz Suarez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Instituro Mora/UNAM, Mexico, 2001, pp. 297-313; en coautorfa con Francisco Tellez, Una biblioteca obispal. Antonio Bergosa y Jordan 1802, BUAP, Puebla, 1997, y Un hombre de Estado y Sits lihros. El obispo Campillo, 1740-1813, BUAi', Puebla, 1997. Miembro de! Sistema Nacional de Invesrigadores, nivel II. Laurence Coudart. Doctora en Historia por la Universidad de Paris 1. Profesora-investigadora de ciempo completo en la Facultad de Humanidades de la Universidad Aut6noma del Estado de Morelos (UAEM). Entre sus publicaciones se encuentran: La Gazette de Paris, un journal royaliste pendant la Revolution franfaiJe (I 7 89- 1792), L'Harmattan, Parfs, 1995; "Nacirnienro de la prensa poblana. Una cultura periodistica en los albores .de la independencia (1820-1828)" en Miguel Angel Castro (coord.), Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855), IIB-UNAM, Mexico, 2001, pp. 119-135; "Difusi6n y lectura de la prensa: el ejemplo poblano (1820-1850)" en Laura Beatriz Suarez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Institute Mora!UNAM, Mexico, 2001, pp. 343-355. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Laurence Coudart I Cristina Gomez Alvarez Secuencia (2003), 56, mayo-agosto, 173-192 ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464 DOI: http://dx.doi.org/10.18234/secuencia.v0i56.816

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Fecha de recepci6n: rnarzo de 2002

Fecha de aceptaci6n: julio de 2002

Palabras clave: Libro, biblioteca, imprenta, siglo XVIII, Nueva Espana.

Keywords: Book, library, press, XVIII century, New Spain.

Resumen T Abstract Este artfculo plantea, con base en los inventarios I Using the inventories of two Episcopal libraries de dos bibliotecas episcopales del siglo xvnr, of the XVIII century, private libraries become una serie de problematicas acerca del estudio the object of study of this work. The sources as de las bibliotecas particulares, que abordan tanto well as production and editorial circulation are las fuentes como la cuestion de la producci6n considered. Emphasis is placed on the impor- y la circulaci6n editorial. Hace enfasis en la irn- ranee of this subject to understand the cultural portancia de este campo de investigaci6n para environment of the time, which has been little emender el ambito cultural de un periodo capi- studied. tal, y sin embargo poco estudiado.

Cristina G6mez Alvarez. Doctora en Historia por la UNAM. Profesora de tiempo completo de la Faculrad de Filosoffa y Letras de la UNAM. Entre sus publicaciones se encuentran: El alto clero poblano y la 1-evo/11ci6n de lndependencia, 1808-1821, UNAMIBUAP, Mexico, 1997; "Lecturas perseguidas: el caso del padre Mier" en Laura Beatriz Suarez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Instituro Mora/UNAM, Mexico, 2001, pp. 297-313; en coautorfa con Francisco Tellez, Una biblioteca obispal. Antonio Bergosa y Jordan 1802, BUAP, Puebla, 1997, y Un hombre de Estado y Sits lihros. El obispo Campillo, 1740-1813, BUAi', Puebla, 1997. Miembro de! Sistema Nacional de Invesrigadores, nivel II.

Laurence Coudart. Doctora en Historia por la Universidad de Paris 1. Profesora-investigadora de ciempo completo en la Facultad de Humanidades de la Universidad Aut6noma del Estado de Morelos (UAEM). Entre sus publicaciones se encuentran: La Gazette de Paris, un journal royaliste pendant la Revolution franfaiJe (I 7 89- 1792), L'Harmattan, Parfs, 1995; "Nacirnienro de la prensa poblana. Una cultura periodistica en los albores

.de la independencia (1820-1828)" en Miguel Angel Castro (coord.), Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855), IIB-UNAM, Mexico, 2001, pp. 119-135; "Difusi6n y lectura de la prensa: el ejemplo poblano (1820-1850)" en Laura Beatriz Suarez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Institute Mora!UNAM, Mexico, 2001, pp. 343-355. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.

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Secuencia (2003), 56, mayo-agosto, 173-192ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464

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nurn. 56, mayo-agosto 2003 [173]

2 Este tipo de analisis ha sido aplicado por nu- merosos hisroriadores, especialrnente franceses, enrre los que se encuentran: Chartier, Lecturas, 1994; Ro- che, Peuple, 1998. Para el caso espafiol, vease Berger, Libra, 1987, 2 vols.

; V ease Herrej6n, "Benito", 1988, pp. 149-189.

rniento son los mas importantes; por el caracter serial que esros documentos tie- nen, consriruyen en efecto una vfa privi- legiada, en especial para el analisis macro. 2

En esta docurnenracion notarial se regis- tran los bienes, incluyendo los libros que un individuo posefa al rnomento de fa- llecer. Tambien existen inventarios que se levantan por otros motivos y que pue- den ser utilizados especialmente para los estudios microanalfticos. Ejemplo de ello son los inventarios de bienes de los miern- bros del alto clero que se tenfan que reali- zar antes de ser consagrados como obispos o arzobispos. El registro de los impresos en estas fuentes tienen las mismas caracte- rf sticas que, por su importancia para iden- tificar y reconstruir los libros, las comen- taremos detenidarnente mas ade1ante.

En Mexico, el estudio de bibliotecas particulares dieciochescas ha llamado poco la atenci6n de los historiadores del libro. Los trabajos existentes analizan bibliotecas de hombres distinguidos de la sociedad colonial, en especial de la elite del siglo XVIII como el filipense Benito Dfaz de Garnarra,3 el cientffico Joaqufn Velazquez

Secuencia

* Una version preliminar de esre artfculo fue publicada en la revista Histoire et Socittis de !'Amirique latine, mun. 8, 1998, Paris.

1 Veise Darnton, "Historia", 1999, pp. 177-208.

L as bibliotecas particulares como fuente para el hisroriador encierran una gran riqueza. En efecto, a tra-

ves de ellas podemos reconstruir la co- munidad de lecrores y hacer una relaci6n entre quienes lefan y que lefan. Son al mismo tiempo un reflejo de lo que se pu- blica, lo que circula, las preocupaciones de una profesi6n, de un individuo, de una epoca y, en cierta medida, clan testimonio de la formaci6n de un espacio piiblico. Adernas nos permiten observar los inter- cambios culturales internacionales, el mo- vimiento de las ideas, las influencias tanro en el fondo corno en la forma de los Ii- bros, la historia de las casas editoriales, ya que el libro no solo es un objeto cul- tural, sino rambien una rnercanda.

El estudio de las bibliorecas particula- res puede ser de dos tipos: el macroanalf- tico y el microanalftico.1 El primero posi- bilita reconstruir la comunidad de lectores para un lugar y epoca determinada; el Se- gundo perrnite conocer y analizar en de- talle la biblioteca de un individuo para profundizar en su personalidad, en el am- biente cultural que lo rodeo y las influen- cias intelectuales que recibi6. Las fuentes son diversas. Los inventarios por falleci-

Laurence C oudart Cristina Gomez Alvarez

Las bibliotecas particulares del siglo XVIII: una fuente para el historiador*

SECOENClfi Revistadehistorjaycienciassociales

Secuencia (2003), 56, mayo-agosto, 173-192ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464

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fueron heredados a la Biblioteca Nacional y al Colegio del Estado de Puebla, hoy U niversidad Aut6noma de Puebla. De esta manera, los libros que fueron inicial- mente utilizados para uso privado se des- tinaron al servicio de instituciones publi- cas. Asf, las bibliotecas instirucionales en buena medida se constituyen por biblio- tecas particulares. De ahf la importancia de estudiar el origen de las primeras y c6mo las segundas -reflejos de su duefic-- las disefian o por lo menos dejan una hue- lla significativa.

El hecho de que se muestre interes por analizar las colecciones formadas du- rante lel siglo XVIII, se explica por la preocupaci6n que se tiene de investigar las influencias .culturales del Sig lo de las Luces en Nueva Espafia. Esta epoca, como se sabe, fue de intensos cambios, de gran- des cransformaciones que se expresaron en todos los terrenos de la accividad hu- mana. Uno de ellos es el pensamiento, la circulaci6n de nuevas ideas, lo que trajo como consecuencia nuevos valores y creencias, en donde la producci6n y circu- laci6n del libro jug6 un papel central. Es precisamente en ese memento cuando irrumpe de manera notable la producci6n editorial europea. En nuestra historiogra- ffa se asienta que en Mexico se conocieroo y circularon las ideas principales de la Ilustraci6n. Mas aiin, esra se relaciona con el origen cultural de nuescra revoluci6n de independencia. Una de las vfas para confirmar, corregir o rnatizar esa asevera- ci6n es precisamente el estudio de biblio- tecas de esa epoca.

El presente trabajo tiene como pro- posito abrir vetas en distintas direcciones, comando como pretexco dos bibliotecas inventariadas entre 1802 y 1803 que per- tenecieron a miembros de la elite eclesias-

LAS BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO XVIII

4 Flores "Arnantes", 1994, pp. 181-192. 5 Por ejemplo, Roberto Moreno, interesado por

la bibliograffa, da a conocer y reconstruye la biblio- teca de Antonio de Le6n y Gama en su libro Ensayos, 1986; y Zapata publica una serie de bibliotecas de personajes regiomontanos en Bibliotecas, 1996.

6 Una buena rnuesrra son los quince catalogos publicados bajo el tfrulo general de Pando, 1991.

7 V ease Torre Villar, Breve, 1987. Para el siglo XVI contamos con dos textos: Fernandez del Castillo, Libras, 1974, y Leonard, Libras, 1996.

8 Vease Flores, Minerfa, 2000.

de Le6n4 y algunos obispos que citaremos mas tarde. En otros, simplemente se da a conocer el inventario de los libros que po- seyeron algunos personajes, sin analizar su contenido. 5 Por otra parte, en la hisro- riograffa se observa un cierto esfuerzo por publicar los caralogos de bibliotecas insti- tucionales coloniales, las cuales eran acer- vos que se formaron durante varios dece- nios y que perrenecieron a colegios y conventos. 6 Estos catalogos son muy uti- les y constiruyen, junto con los escasos trabajos generales7 que sobre la produc- ci6n, circulaci6n y recepci6n de libros se han realizado para el periodo colonial y las primeras decades del Mexico indepen- dienre, una base de primera importancia para abordar el esrudio de bibliotecas par- ticulares.

No debemos perder de vista que algu- nos acervos institucionales se formaron o se enriquecieron, ya sea por la vfa de la donaci6n u orros motivos, por colecciones parriculares. En esre caso se encuentra, por citar un ejemplo del siglo XVIII, el fondo del Colegio de Minerfa, a cuyos es- tantes fueron a parar los libros de Joaquin Velazquez de Leon y de Juan Eugenio Santelices.8 Otro caso, para el siglo XIX, es el de Jose Marfa Lafragua, cuyos impresos

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13 Vease el artfcuJo 226 de .la Real Ordenanza de Inrendenres del 4 de diciembre de 1776. fa ley 39, rftulo 7 del libro de las Municipalidades regla- menta todo lo relacionado con los arzobispos y obis- pos de las Indias. Vease Recopilacidn, 1943, pp. 53-72.

zaban por las autoridades civiles al mo- menta de que el rey de Espana designaba a un eclesiasrico para ocupar esa alta investidura. Sin ese requisito, marcaba la legislaci6n es~afiola, no se podfa gozar de la prebenda. 1 El prop6sito de este docu- mento era registrar y tasar detalladamente la fortuna del interesado. Dentro de esta no podfa faltar la colecci6n de libros, ya que los miembros de la jerarqufa ecle- siastica se distingufan por poseer grandes "librerfas". Se escogfa a expertos para eva- luar cada conjunto de bienes. As! por ejemplo, para los libros, se designaba a un perito que tuviera alguna relaci6n con impresos. En el mejor de los casos se es- cogfa a un librero o duefio de imprenta. Este criterio y la forma de registrar los li- bros se segufa tambien para los inventa- rios por fallecimiento, los males, hay que insistir, es una fuente similar, por lo que corresponde a las libros, a la que estamos comentando.

La estructura general que guardan los manuscritos es la siguiente: se abre un registro para cada libro, el cual se inicia, coma hoy en dfa, anotando el nombre del autor y despues se sefiala el tftulo del li- bro. En arnbos casos los datos casi siempre son incornpletos. Esta situacion presenta, como es obvio, gran dificultad para iden- tificar la obra en cuesti6n. Cabe sefialar que estas dos referencias no siempre son asentadas, pues frecuentemente se rnen- ciona solamente una de ellas. Los datos que rnetodicamente se precisan son el nu- mero de tomos que contiene cada tftulo

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9 Archivo General de la Nacion, Arzobispos y obispos, vol. 9, fs. 258-342.

10 Ibid,vol. 3, fs. 339-380. 1 1 El inventario y la reconstrucci6n bibliografi-

ca de estas bibJiotecas se dieron a conocer en los si- guientes libros: Gomez y Tellez, Biblioteca, 1997; de los mismos autores, Hombre, 1997.

12 Tarnbien se han localizado invenrarios por fa- llecimienro de algunos obispos. Esta fuente es igual- mente uril para estudiar sus bibliotecas, ya gue los dos tipos de inventarios son muy parecidos. Por otra parte, otras fuentes posibles se pueden consultar, por ejemplo, en los fondos deJ archivo judicial y de aduanas.

Una fuente para estudiar las bibliotecas episcopales de la epoca colonial, como ya lo mencionamos, son los inventarios de bienes de los prelados,12 los cuales se reali-

LA FUENTE Y SU RECONSTRUCCI6N

tica de Nueva Espana: Antonio Bergosa y Jordan (1746-1820), obispo de Oaxaca, y Manuel Ignacio Gonzalez del Campillo (1740-1813). Ambas bibliotecas fueron particularmente ricas, la del primero con- t6 con 569 tftulos y 1 424 volurnenes,? y la del segundo sum6 684 tftulos y 1 850 vohimenes. 10 No se trata de realizar un analisis detallado de ellas, analisis ya pre- sentado en otro lugar. 11 Mas bien tene- mos como objetivo plantear una serie de cuestiones relativas al estudio de biblio- tecas particulares: la reconstrucci6n de es- tas fuentes y las interrogantes y proble- rnaticas que proporcionan y suscitan. En otras palabras, se trata aquf de invitar a multiplicar los estudios en este campo, asf como de proponer vfas para realizarlos, disefiando al mismo tiempo un panorama de la producci6n y de la circulaci6n edi- torial en el siglo XVIII.

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conjunro bibliografico que debe exami- narse son los catalogos de colegios y con- ventos del Instituto Nacional de Antro- pologfa e Historia. Despues es necesario consultar los acervos piiblicos que conser- van fondos importantes de la epoca colo- nial. El Fondo de Origen y Reservado de la Biblioteca Nacional de Mexico, que contiene alrededor de 90 000 volumenes, es de inmensa utilidad. Los Fondos Con- ventuales de la Biblioteca de Mexico guardan una gran riqueza bibliografica; sin embargo han sido poco explorados por los historiadores. En algunas ciudades de provincia se encuentran ricos repositorios, como es el caso, por cirar solo uno, de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla. Por otro lado, los avances tecnicos ban perrnirido consultar en la red de internet catalogos de acervos extranjeros, en particular los espafioles, estadunidenses y franceses resultan de gran utilidad.

A pesar de las dificultades que pre- senra la fuenre, los resultados que se obtu- vieron para la reconstrucci6n de las biblio- tecas fueron ampliamente satisfacrorios: en el caso de Bergosa se identific6 el 90% de los libros y en el de Campillo un poco mas de 80%. De aqui se puede afirmar que en gran parte el exiro alcanzado en un trabajo de reconstrucci6n bibliogra- fica, cuando esre se realiza tomando como base la fuenre que venimos comentando, depende del cuidado que tuvo el periro al mornento de realizar su tarea. Aunque esta tambien subordinado a las habilida- des del investigador para rastrear, con los pocos datos proporcionados por los ma- nuscritos, las obras tanto en la bibliogmffa especializada como en los acervos seleccio- nados.

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14 Enrre las mas uriles se encuentran: Aguilar, Bib!iograf!a, 1981-1993, 8 vols., y Palau, Manual, 1923-1927, 7 vols.

15 National, 1968, 753 vols.

y SU precio; esros no podfan faltar, pues como ya sefialamos, el objetivo del inven- tario era evaluar la fortuna del obispo.

Al depender esros inventarios del es- mero del evaluador, resulta que este tipo de fuente es muy desigual en la informa- ci6n que contiene. As{, de las dos biblio- tecas estudiadas, la de Bergosa fue la que proporcion6 mayores datos, pues Antonio Delgado, el perito, dedic6 tres meses en registrar los libros. Ello le permitio anotar de manera sistematica, adernas del titulo y nombre del auror (con las caracrerfsticas sefialadas anteriormente), el formato, fo- rro, lugar y afio de edici6n. Mientras que el inventario del obispo Campillo, reali- zado solo en dos dfas, tiene grandes omi- siones que dificultaron la identificaci6n de las obras. Por ejernplo: en 278 casos nose registr6 el nombre del autor, en 50 se olvid6 asentar el tirulo, en 23 7 no se mencion6 el formato, solo en 263 se se- fial6 la lengua en que se encontraban es- cri tos los textos y desafortunadamente siempre se ornitio el afio y lugar de edi- ci6n. Por lo que corresponde a la encua- dernaci6n, con mucha frecuencia se regis- tr6 el dato.

Una prim era tarea para lograr la re- construcci6n bibliografica de las coleccio- nes parriculares es consultar las biblio- graffas especializadas, 14 pues facili tan ubicar el nombre completo del auror y el tftulo correcto de la obra. Lo mismo se puede decir del National Union Catalog que cuenta con 753 vohimenes.'? Otro

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El Liceo Mexicano, "Modas".

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17 En Nueva Espana el espafiol se convierre en lengua dominante al finalizar el siglo XVJJJ. En Fran- cia, par ejemplo, el frances se impone desde el siglo xvn: un libro sobre cuarro se publica en larfn a princi- pios del siglo contra un libro sabre diez a la rnitad de la misma centuria, Otro ejemplo, en Alemania el la- tfn domina durante el siglo XVII (dos libros contra uno en alernan), pero ya no representa mas que dos !ibros sobre diez a la mirad de] siglo xvnr.

Por lo que respecta a la lengua, po- demos afirmar que la biblioteca de Bergo- sa fue espafiola. En esta lengua se encuen- tran escritas 314 obras, cifra que supera en mucho al tradicional latfn que suma 149 tftulos. Estos datos corresponden a la evo- luci6n de la edici6n moderna occidental, cuando en el siglo XVIII el libro publica<lo en lengua vernacula se impone definiti- vamente frente al latfn. 17 Por su parte, el frances tiene relativa importancia con 16 rextos, y el italiano llega solamente a seis. En la de Campillo es dificil precisar con exactitud que lengua predomin6 en su biblioteca, pues en pocos casos, el perito asento este dato. Por ejernplo, solamente se mencion6 que 119 tftulos estaban en larfn, 79 en frances y cinco en iraliano. Esta simaci6n combinada con la omisi6n en todos los casos del lugar y afio de edici6n explica las dificultades para reconstruir plenamente la lengua en que se encontra- ban escritos los libros. No obsrante cree- mos estar frente a una biblioteca espafiola que tiene fuerre presencia latina y en la que el frances guarda cierta relevancia.

Otra diferencia importante de las co- lecciones estudiadas, es la relacionada con el lugar en donde se formaron. En el caso de Campillo no cabe duda de que fue en N ueva Espana, pues nacido en estas tie- rras, nunca viaj6 al exterior. Probable- mente gran parte de sus libros los adqui-

LAS BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO XVIII

16 Esta situaci6n esta basrante clara en el caso de Bergosa; en Campi11o no se puede precisar con exactirud debido a gue el perito no escribi6 el data en 237 tftulos. No obstante se seii.al6 queen cuarto se enconrraban 148 obras, en octavo 192, yen folio 101. De ahf nuestra afirmaci6n de gue el libro pe- quefio predomin6 en esta biblioteca.

La formaci6n de una biblioteca se asocia con varios factores; uno de ellos es, sin duda, las posibilidades econ6micas de su propietario, ya que es conocido que los precios de los libros eran altos. En el caso que nos ocupa, las estimaciones del valor de los impresos representaron una alta inversion, ya que para Bergosa fueron de 4 000 pesos y para Campillo de 5 000 pesos. Estas cantidades representaron res- pectivamente 10 y 6% del total de la for- tuna de nuesrros obispos. Ello nos expre- sa elocuenternente el lugar que el libro tenia en la vida de estos diocesanos.

Por lo que concierne a un rasgo gene- ral de ambas bibliotecas, sefialemos que en ellas predomina el formato tf pico del siglo XVIII: el libro pequefio (en cuarto y en octavo).16 Por lo que corresponde alos forros en que se encontraban encuaderna- dos los libros, existe una diferencia. Mien- tras que los de Campillo van mas a tono con la epoca al haber una clara tendencia de predominio de la pasta moderna -<le trapo- sabre el tradicional pergarnino, en el acervo bergosiano todavfa sigue siendo mayoritario el pergamino, aunque por es- caso margen. En conjunro se observa que existe todavfa una presencia tenaz de lo tradicional en unas bibliotecas de princi- pios del siglo XIX en Mexico.

CARACTERfSTICAS GENERALES DE LAS BIBLIOTECAS

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21 Por lo que concierne a los tftulos compartidos en escas dos bibliotecas, vease un analisis derallado en G6mez, "Bibliorecas", 1998, pp. 386-392.

Realizar la clasificaci6n de una biblio- teca colonial no es un asunto sencillo y cualquier propuesta en este sentido no esta exenta de errores. Aceptando lo an- terior, la division sigui6 dos criterios cen- trales: la funci6n gue el libro desernpe- fi.aba en la formaci6n academics y en el trabajo profesional del propietario. Des- pues se distinguieron las obras gue ex- presan distintos gustos e inclinaciones intelectuales de su duefi.o y se agruparon segun la materia o disciplina a la gue se consider6 correspondfan.

Asf, un primer grupo fue el integrado por los libros de derecho, civil y can6nico. El hecho de gue los dos obispos obtuvie- ran el doctorado en canones, reflej6 que esta materia tuviera alta presencia en sus respectivas bibliotecas. Posreriorrnenre, se agrup6 bajo el nombre de libro reli- gioso los textos utilizados para el ejercicio del trabajo sacerdotal, tales como homi- lerica, liturgia, catequesis, espiritualidad y literatura piadosa. Este conjunto riene gran relevancia en las dos bibliotecas. Una tercera division la conforman los libros de teologfa, la cual en la epoca es diflcil estudiarla separada de la filosoffa.

El resto de las obras se agruparon en las siguientes materias: lireratura, clasica, espafiola y francesa; hisroria y geografia (incluye la historia eclesiasrica); polfrica y economfa; ciencias, exactas y naturales; pedagogfa y educaci6n; artes y recnicas. Finalmente, bajo el tirulo de diccionarios y vocabularios se incluy6 una serie de obras de esta naturaleza gue abarcan distintas disciplinas, entre ellas la eclesiastica.:"

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18 Campillo era oriundo de Veta Grande, Zaca- tecas. Estudi6 en el Seminario de Guadalajara y obtuvo el doctorado en canones en la ciudad de Me- xico.

19 Este dato se calcul6 sumando las ediciones que adquiri6 a partir de 1779, pues para entonces Bergosa se encontraba viviendo en la ciudad de Me- xico. Esta cifra podria aumentar si consideramos que algunos libros editados antes de 1779 pudo haberlos comprado en Nueva Espana. Nacido en la ciudad de Jaca, relativamente joven -a los 31 afios de edad- Bergosa lleg6 a la ciudad de Mexico para ocupar el cargo de fiscal de la Inquisici6n. Fue alumna de la Universidad de Salamanca y se docror6 en canones en Valencia.

20 Vease Chevalier, Lectura, 1976, p. 39.

ri6 en Puebla, ya gue lleg6 a esa ciudad cuando tenfa 3 S afios de edad. 18 En Ber- gosa esta cuesti6n no se puede dilucidar, debido a gue desconocemos cuantos libros trajo consigo cuando en 1779, procedente de Espana, lleg6 a la ciudad de Mexico. Seguramente fueron muchos, pues en esa epoca era frecuente gue al llegar un pe- ninsular al nuevo conrinente para ocupar un cargo civil o eclesiastico trasladara a su nuevo destine toda o parte de su bi- blioteca. No obstante, con certeza sabe- mos gue en Mexico por lo menos compr6 165 obras, que corresponderfan a 29% del total de su biblioteca.19

Un aspecto que se observa es la diver- sidad de ternas de las colecciones de Ber- gosa y Campillo. Esta es una caracterfstica que deben guardar los acervos dignos de analizarse. Maxime Chevalier ha sefialado gue una biblioteca se puede considerar rica cuando cuenta con mas de 500 obras y posee variedad como "libros de devo- ci6n, obras maestras de la antigiiedad, tratados cientfficos, tomos de poesfa y no- velas". 2° Condiciones gue reunieron las colecciones de nuestros obispos.

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tos y las practicas de los intercambios -de las influencias- culturales nos hablan, entonces, de una formaci6n 0 mas bien de una conguista: la del espacio del libro. Desgraciadamente, ya lo mencionamos, no es posible comparar la biblioteca del criollo Campillo con la del espafiol Ber- gosa, cuyo invenrario es el iinico que re- gistra el afio y el lugar de edici6n de las obras. Por otra parte, en lo que se refiere al origen de compra de los libros del es- pafiol, ya sea en la metr6poli o en N ueva Espana, s6lo tenemos una certeza: las obras publicadas despues de 1779-cuan- do llega el obispo a la colonia- fueron ad- quiridas en Nueva Espana, o sea, al menos 29% (165 libros) de su biblioteca. Ape- sar de estar incompleto, el inventario de la biblioteca de Bergosa permite, sin em- bargo, hacer varios comentarios bajo la forma de advertencias sugerentes para el investigador.

En primer lugar, las fechas y los lu- gares de edici6n inscritos en el inventario perrniten hacer conteos generales, cuyos resultados deben tomarse con mucha pre- cauci6n y bajo una crf tica sistematica, ya que los datos disponibles no indican si se trata de ediciones originales, de reedicio- nes o de reimpresiones. Por otro lado, este inventario no especifica ni fecha, ni lugar de edici6n para mas de una quinta parte de las obras (21 %), lo que limita la fiabi- lidad relativa de las esradfsricas de esa biblioteca. Con esras previsiones podemos asegurar, sin embargo, que al menos seis libros sobre diez (64%) datan del siglo XVIII y cinco sobre diez (54%) de la se- gunda mitad de ese siglo. Si tomamos en cuenra solamente los libros cuya fecha de edici6n conocemos, esas proporciones as- cienden a 83% para el siglo XVIII y a 71. % para el periodo 1750-1799. Se trata, pues,

LAS BIBLIOTECAS PARTICULARES DEL SIGLO XVIII

22 Este autor fue un desracado ilustrado espafiol, su libro mas difundido y a rnenudo reeditado fue el Teatro critico universal.

Las bibliotecas particulates testifican lo que se produce en un espacio dado, pero sabre todo ilustran un aspecto todavfa muy descuidado por numerosos estudios sobre el impreso en Mexico: la circula- ci6n. La difusi6n de la edici6n, los circui-

PRODUCCI6N Y CIRCULACI6N DEL LIBRO

Fueron pocos los tf tulos en los cuales no se pudo establecer su tema.

Del analisis de las dos bibliorecas esru- diadas se desprende que las obras de de- recho y de libro religioso predominaron desde el punto de vista cuantitativo. Pero el interes del historiador debe dirigirse rarnbien al analisis cualitativo para exa- minar, entre otros aspectos, los autores tradicionales y modemos que llamaron la atenci6n de los duefios de las bibliotecas; las corrientes jurfdicas y filos6ficas que predominaron en ellas. Este esfuerzo posi- bilita contribuir al estudio de la cultura eclesiastica de Nueva Espana en un pe- riodo crucial: cuando ya se dejan ver clara- mente las influencias del Siglo de las Lu- ces. En este sentido pensamos que las dos colecciones ruvieron distintos grados de ilustraci6n: la de Bergosa acoge de manera discreta las novedades de la epoca, aunque lo tradicional continua ampliamente pre- dominando; en la de Campillo se observa un interes mayor por los fil6sofos moder- nos, las lecturas de Montesquieu, Voltaire y Rousseau, asf como la de los grandes difusores de la ciencia moderna, como el espafiol Benito Jeronimo Feijoo22 y el trances Fontenelle, lo sugieren.

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23 Vease la carta del librero citada por Lescaze, "Commerce", 1990, vol. 2, p. 419.

24 Citado en el artfculo de Chartier y Roche, "Li- bro", 1978, vol. 3, nora 4, p. 132.

25 Sobre la crisis de la edici6n espafiolu y su re- nacimienro durante el siglo XVIII, vease Peligry, "Mar-

Sin embargo, cuando el librero trances escribe esas lineas, las cosas empiezan a cambiar gracias a unas cedulas reales que tratan de proteger y desarrollar la irn- prenta espafiola. Asf, a partir de la segun- da mitad del siglo XVIII, esta conocera una expansion prodigiosa; una expansion que se conjuga con el desarrollo de las traduc- ciones de obras extranjeras y con la adop- ci6n progresiva de las lenguas vernaculas "nacionales", que se imponen frente al la- tfn, Los talleres se multiplican, especial- mente en Madrid -donde fueron impresas las tres cuarras partes (75%) de los libros editados en Espana de la biblioteca de Bergosa-, ciudad que, en 1788, cuenta ya con 193 prensas, cuando en 1640 ape- nas tenfa 38.25 Asf es como 75% de los Ii-

Espana en relaci6n con los libros, como se sabe, se halla en relaci6n con todas las pro- ducciones y fabricas, es aprovisionada espe- cialmeme por el extranjero. Los libros en larfn e incluso en castellano (unos y orros casi rodos de teologfa y derecho) le vienen de Italia, Suiza Ginebra y Li6n. 24

Italia, en Suiza o en Francia. Asi, en 1758, durante su viaje por Espana, el librero suizo F rancois Grasset sefiala que se le ha recomendado mucho imprimir breviaries y misales que se consumen "anualrnente en Espana, Portugal y todas las Indias por sumas considerables". 23 Por su parte, el librero parisino Antoine Boudet escribe en 1763:

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de una biblioteca reciente, creada en la epoca del propietario; lo que no es sor- prendente al ver que, por la funci6n del prelado, su contenido es basicamenre "profesional",

Esa biblioteca se nutrio esencialmente con ediciones europeas, al menos dos ter- ceras partes (64%) de los libros (366 obras sobre 569), mientras que 14% (82 obras) son de fabricaci6n americana. En lo que se refiere a America, los libros se publicaron sob re todo en la ciudad de Mexico (7 4 obras), y el resto (ocho obras) provienen de Guatemala, Lima y Puebla; un conjunto americano al que se suma un libro im- preso en Manila (Filipinas). En cuanto a las ediciones europeas: 69% provienen de Espana, 13% de ciudades italianas, 10% de Francia, 2% de los paises germanos, 2% de Suiza, 1.5% de Holanda y 1.5% de los Paises Bajos austriacos (Belgica). Por ultimo, en lo que toca a los libros re- lacionados con el periodo 1780-1799, una tercera parte de los identificados, mas de la mitad (56%) fueron manufacturados en Espana, mas de la tercera parte (3 7. 5 % ) en America espafiola y "solarnenre" 6.5% en la Europa no espafiola. Asi la pro- ducci6n "hispanica" aparece como domi- nante, de manera 16gica, podriamos decir. No obstante, las cifras pueden engafiar y requieren ser tomadas con precauci6n.

En cuanto a Espana, hay que subrayar que la actividad de Bergosa se inscribe precisamente en un periodo en el que la edici6n iberica vive un importante rena- cimiento. En efecro, desde el siglo XVII, la imprenta espafiola conoci6 una larga crisis debida a la censura y la Inquisici6n, asi como a la escasez de papel y la presi6n fiscal; una crisis que oblig6 a los autores a dirigirse con frecuencia al extranjero y forz6 a los libreros a buscar proveedores en

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26 La Librerfa en Francia era un ministerio que autorizaba o prohibfa las publicaciones y otorgaba los privilegios (monopolios de edici6n).

27 Citado Lescaze, "Commerce", 1990, p. 421.

Mas discrete que el suizo (de religion protestante), el al6broge (nombre de un antiguo pueblo celta de Suiza) logra bur- lar en efecto la inteligencia de Antonio Delgado, quien realiz6 el inventario de la biblioteca de Bergosa. Asf, cada vez que vela palabra "Coloniae" -que sere- fiere entonces a la colonizaci6n romana-, el perito apunta: "impreso en Colonia" (Alemania), cuando sabemos bien que el nombre en Iarin de esta ciudad es "Co- lonia Agrippinensis" o "Agrippinae", la locuci6n latina "Coloniae Allobrogum" (o sea "de la colonia alobr6gica)-muy fre-

Nuestras casas de Ginebra y de Lausana po- nen siempre al pie de las portadas Coloniae Allobrogwn, porque sin esas palabras, aun- que el libro fuese bueno, seguramente no se venderfa en Espana con la palabra Ginebra o Lausana por el gran prejuicio espafiol.:"

les", protestantes y/o especializados en el libro llamado "filosofico" -de filosoffa pura o pornografico, por lo regular prohi- bido-, emplean corrientemente esta es- tratagema; a semejanza de las ciudades suizas que predominan en el mercado de la Ilustraci6n y que en Espana "huelen particularmente a azufre". las direcciones extravagantes, con frecuencia traduccio- nes del nombre en latfn o del de la anti- gua colonia romana, permiten al editor escapar a las persecuciones y al libro cru- zar las fronteras y venderse. Asf lo relata Grasser en una carta escrita en 1754 a Males-herbes, director de la librerfa Fran- cesa:26

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che", 1990, pp. 481-492; arrfculo al cual nos refe- rimos y cuyas cifras citamos.

En cuanto a las ediciones procedentes de la Europa no espafiola (20% de la biblio- teca bergosiana), recordemos al historia- dor de libros antiguos que debe descon- fiar de manera imperativa y sisternatica de las indicaciones consignadas en las por- tadas como en los inventarios de librerfas o de bibliotecas. En efecto, numerosas son las trampas urdidas por los editores desti- nadas a engafiar a las autoridades civiles o religiosas, a la policfa o al aduanero. Asf, es practica corriente anotar en los li- bros, tanro civiles como religiosos, tfrulos ficticios y direcciones tipograficas falsas. Una practica que concierne a los libros "corrientes", pero tambien a los prohibi- dos y, sobre todo, a los piratas; toda una producci6n ilfcira que alimenta el comer- cio clandestino y de contrabando, un mer- cado de una vitalidad y de una amplitud tan importances durante el siglo XVIII que se le considera dominance en Europa.

Asf, un libro impreso en Parfs, por ejemplo, puede proponer una falsa di- recci6n de Venecia, Landres, Filadelfia o Pequfn. Se trata tarnbien de engafiar y burlar la sospecha de compradores y de censores. Los centros de edici6n "libera-

Vueltas y rodeos de la producci6n europea

bros "espafioles" de Bergosa ban sido editados durance la segunda mitad del si- glo XVIII, contra solarnente 54% de los proveniences de la Europa no espafiola. En otras palabras, si la edici6n espafiola domina en la biblioteca de nuestro obis- po, esa dominaci6n es tarnbien el reflejo de su renacimiento.

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.io Diderot, Lettre, 2001, p. 78.

Censura ineficiente, fuerza y vitalidad de la edici6n pirata, falsas direcciones ti-

Borde usred, senor, todas sus fronreras con soldados, armelos con bayonetas para re- chazar todos los libros peligrosos que se pre- senraran y estos libros, perd6neme la expre- si6n, pasaran entre sus piernas y saltaran por encima de sus cabezas, y nos llegaran. (Cfteme, por favor, una de estas obras peli- grosas, proscritas, que, irnpresa clandesti- narnenre en el extranjero o en el reino, no fuese en menos de cuatro meses tan cormin como un libro privilegiado? [ ... ] (Acaso nuestros tip6grafos franceses no hubiesen impreso al pie de la primera pagina: En la ca.ra de Merkus, en Amsterdam, de la rnisma manera que el obrero de Merkusr"

cia- editan a profusion y son rambien, en el siglo XVIII, irnportantes centros de re- distribuci6n de la fabricaci6n europea -principalmente de la suiza (Ginebra, Neuchatel, Lausana) y francesa (Paris, Le6n)- que va rumbo a Espana. Nume- rosas obras (en espafiol o en otro idioma) son iniciadas, "maquiladas", en Suiza o en Francia y terminadas en Leon y sabre todo en Italia: un transiro del proceso de manufactura de un lugar "con mala repu- taci6n" a otro aparentemente "inocente" que imprime finalmente su estampilla (por ejemplo, "made in Italy", por decirlo asf).

A manera de sfnresis citamos al escri- tor y fil6sofo trances Denis Diderot quien, en un opusculo redactado en 1763 solici- tado por los libreros parisinos y destinado al director de la Librerfa, lanz6 a proposito de las obras prohibidas y publicadas clan- destinamente:

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28 Se puede consultar a Mantecon, lndice, 1973. 29 En 1812, Jose Joaqufo Fernandez de Lizardi

cita una enciclopedia francesa que dice de Espana: "El libro de un protestante es proscrito de derecho, trare de la materia gue quiera, solo porque el autor es protestame. Toda obra exrranjera es detenida, se la hace su proceso, y se la juzga". Vease Jose Joaquin Fernandez de Lizardi, "Pensamienro I. Sobre la li- bertad de la imprenta", El Pensador Mexicano, nurn. 1, 1812, p. 4.

cuente-- no corresponde a ninguna ciudad particular, sino al de una antigua zona celta de la region de Ginebra. Sin em- bargo, otras direcciones tipograficas pue- den identificarse con mas precision como, por ejemplo, "Antuerpiae" (Antwerpen en flamenco) para Amberes (Belgica) o "Augusta Vindelicurn" (o "Vindelico- rum") para Augsburgo (Alemania); tantos terminos con los cuales el historiador del libro debe aprender a familiarizarse. 28

Las trampas del mundo editorial tie- nen otras sutilezas. Enrre ellas, las direc- ciones tipograficas dobles, como, por ejemplo, "Coloniae Allobrogum & Lug- duni" (Suiza y Leon, Francia) o "Dilinga et Venetiis" (Universidad de Dilligen, Alemania, y Venecia, Italia). Esa practica evidencia acuerdos inrernacionales entre casas editoriales e irnprentas, por rnotivos materiales o "politicos", la segunda proce- dencia (tierra cat61ica) moderando asf a veces la primera (tierra protestante).29 Por otra parte, la direcci6n unica en la portada puede ocultar su verdadera procedencia. Este es en particular el caso de Leon -cen- tro intermediario de distribuci6n durante la segunda mitad del siglo xvm-y, sobre todo, de la producci6n italiana que desde el siglo XVI surte al mercado espafiol del libro. las ciudades italianas -especialmen- te las del norte yen primer lugar Vene-

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cencia u autorizacion previa es cormin a todo el mun- do occidental y desaparece progresivarnenre a partir de las revoluciones de finales dcl siglo xv111.

Excepcional foe Inglaterra cuando en l (194-1695 aboli6 definitivamente dicha censura, despues de su "Gloriosa" revo1uci6n.

po, de mano de obra especializada y de papel, importado principalrnente de Eu- ropa. No obstante, de los nueve centros de impresores aparecidos en el continente americano durante los siglos XVI y xvn, dos son mexicanos: Mexico y Puebla. En el orden cronol6gico, esos centres son: Mexico (1539), Lima (1583), Cambridge en el Massachusetts (1639), Puebla (1642), Guatemala (1660), Boston (1674), Filadelfia (1681), Jamestown (1682) y Nueva York (1693). En fin, para el siglo XVIII, s6lo tres centros nacen en Nueva Espana: Oaxaca (1720), Guadalajara (1793) y Veracruz (1794). No obstante Mexico es la ciudad predorninante, un centro de edici6n que produjo 89% de las libros de Bergosa publicados en Ame- rica. Si en el siglo xvi· la capital cuenta con diez impresores, para el XVI l ya son una treintena, a los cuales se suman quin- ce en el siglo xvm que, con los nuevos equipos importados de Francia y Alema- nia, multiplican y diversifican considera- blemente su producci6n. Asf, la bihlioteca de Bergosa tiene solamente dos obras editadas en Puebla, donde parad6jica- mente la producci6n se ha mulriplicado por 30 enrre 1670 y 1770, y conoce un fuerte crecimiento en la segunda mitad del siglo.

Subrayemos que el historiador puede estar tentado en sobrevalorar el control del libro ejercido por la Inquisicion, que desaparece en Mexico hasta 1820. No obstante, en Nueva Espana, como en Es-

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31 Vease Torre Revello, Libro, 1991, y Torre Vi- llar, Breve, 1987.

32 Por lo que concierne a Nueva Espana, cabe recordar que la censura previa, ranto civil como ecle- siastica, rigi6 la produccion impresa desde su apari- ci6n hasra principios de! siglo XJX. El regimen de Ii-

Un libro sabre diez de la biblioteca de Bergosa es de manufactura novohispana; origen que representa adernas casi una tercera parte (38%) de las publicaciones realizadas entre 1780 y 1801. Esas pro- porciones son 16gicas -debidas a la fecha de llegada del obispo a Nueva Espana (1 779}- y hubieran ido en aumento si el inventario hubiera sido mas tardfo. Como lo indica el hecho de gue de las ocho obras editadas de 1800 a 1801, seis sean novo- hispanas. Sin embargo, durante el siglo XVIII, este mercado colonial se nutre fun- darnentalrnenre de las producciones euro- peas, particularmente en lo que concierne a las publicaciones cientfficas, de derecho, de medicina o de filosoffa. Y si hay nume- rosas ediciones novohispanas en esre campo, estas son minoritarias frente a una producci6n dominada por el libro reli- gioso (catequesis, homiletics, liturgia o literatura piadosa ... ).31

En America, el desarrollo de la irn- prenta es por lo dernas tardio debido a su estatuto de colonia, al sistema de privile- gios, al control gue ejercen las auroridades civiles y religiosas -la rfgida Inquisi- ci6n-,32 y sobre todo a la escasez de equi-

En N ueva Espana

pograficas ... En fin, no debemos dejar de poner en guardia al investigador sabre las multiples astucias de las editores queen- cubren las buenas y verdaderas pistas.

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publicado en 1690 y prohibido en 1804, o las Canas j)ersas de Montesquieu, publicadas en 1720 y prohi- bidas en 1797.

36 Ningun peri6dico aparece en el inventario de la biblioreca de Campillo, lo que no quiere decir que no los lefa, Algunas hojas volantes pudieron esconder- se, al menos, detras de la vaga mencicn "Colecci6n importante en Frances".

37 Todos los pafses europeos (a excepci6n notable de Espana) y tambien las colonias inglesas de America produjeron una o varias gacetas internacionales, Cir- culando en todo el mundo occidental, estas gacetas -parcicularmente las hojas holandesas- escapan de la censura interna de cada pals. Elias forman, enton- ces, un complemento indispensable de la informa- ci6n interior, rfgidamente controlada. Asf, conrarnos para los siglos xvn y xvm de 173 tftulos disrincos de estas publicaciones. Vease al respecto: Duranron, Labrosse y Retat Gazettes, 1993.

ningun edicto ni frontera han impedido su circulaci6n, aun cuando las barreras sean reales. En realidad, uno de los obs- raculos mas serios para la lectura foe, ade- mas del alto nivel de analfabetismo, el de los elevados precios.

Bergosa posee pocas novedades, pero es un gran lector de peri6dicos.36 Algunos cienros de Mercurio y de Gazetas, en su mayorfa de los afios 1780-1790, fueron asf registrados en el inventario; un genero que propane esencialmente, adernas de las "noticias" diplomaticas y polfticas lo- cales y extranjeras, profusas informaciones y debates literarios, cientfficos y tecnicos. El inventario no precisa los tirulos, pu- diendo tratarse de hojas publicadas en Nueva Espana, en America coma en Eu- ropa donde se sabe que las numerosas gacetas internacionales, redactadas en frances -idioma universal de la epoca-, tienen gran difusi6n y juegan un papel de primer rango en el sistema de informa- ci6n del antiguo regimen.37 Los peri6di-

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33 El control es mucho mas eficaz en lo que toca a la prensa peri6dica.

34 Vease Ramos, "Inquisicion", 2001, pp. 84- 108. La inguisici6n espafiola public6 nueve fndices entre 1551y1790. Las prohibiciones son de tres ripos: In toism -condena del conjunto de la obra, pero sujeta a autorizaci6n especial o licencias-, las versiones expurgadas y las prohibiciones, excluyendo rambien a los poseedores de licencias.

35 Unos ejemplos ilustran este desfase, como el Ensayo sobre el entendimiento bumano de John Locke,

pafia, ella no siempre fue el pulpo gigante que generalmente se le imagina.33 En pri- mer lugar, el Santo Oficio no era una adrninistracion infalible, ni disponfa de suficientes censores para hacer frente al extraordinario crecimiento de la edici6n del siglo XVIII y ni contaba con una poli- cfa que le permitiera actuar de manera eficaz contra el mercado clandestino. En- tre 1615 y 1809, la Inguisici6n novohis- pana, que utiliza los Indices del Santo Oficio espafiol, prohibe 1 756 obras, pro- hibiciones de las cuales 87% (casi nueve tftulos de diez) datan de entre 1740 y 1809.34 De hecho, esta actividad inquisi- torial concentrada en la segunda mitad del siglo XVIII testifica no forzosamente un incremento en el rigor y eficiencia de la censura, sino mas bien el crecimiento de la producci6n y circulaci6n del libro durante este periodo. Por otra parte, el Santo Oficio multiplic6 las licencias indi- viduales que autorizaban a los particu- lares --entre los cuales se encuentran mu- chos eclesiasticos- a poseer libros prohibidos. En consecuencia, aun cuando la Inquisici6n conden6 miles de libros durante el periodo colonial, lo hizo muy a menudo con cierto retraso -la prohibi- ci6n se anuncia cuando el libro ya se en- cuentra en el mercado-,35 rnientras que

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cuales un gran ruirnero son extranjeros rnayoritaria- rnente impresos en Francia. Vease Freire, "Prensa", 1995, vol. XI, pp. 207-222.

-1 i A ese respecto vease Defourneaux, Inquisition, 1963.

Los obispos Bergosa y Campillo poseen numerosas obras de autores franceses que leen en version original o en traducciones castellanas. En ese sentido, ellas son repre- sentativas de la importance difusi6n de libros franceses en el mercado americano que se desarrolla durante los iiltirnos de- cenios del siglo XVIII, y esto a pesar de los truenos de la Inquisici6n espafiola, 11 La biblioteca de Bergosa cuenta asf con una cincuentena -un titulo sobre once- de los cuales un poco menos de la mi tad es tan en frances, contra mas de 100 -sea un sexro del total- para la de Campillo, de los cuales al menos dos terceras partes es- tan en frances. Campillo posee rarnbien nada menos que siete diccionarios, "artes" y otros "tesoros", de la lengua francesa, como el diccionario de la Academia fran- cesa.

Las obras religiosas, de teologfa o de moral, dominan 16gicamente y, temas de la epoca, tambien las que tratan sabre los debates de la Iglesia anglicana y los problemas jansenistas. Asf, la biblioteca de Campillo contiene, por ejernplo, las Rijlexions morales sur le Nouveau Testament de Pasquier Quesnel -jefe de fila del par- tido jansenista- condenado en 1 713 por la bula U nigenitus, o rambien los Essais de morale del jansenista Pierre Nicole. No debe sorprendernos el observar que, en ese terreno, nuestros obispos comparten los "clasicos", como los Pensees de Pascal, las obras de Bossuet y de Fenelon. Sin

El ejemplo de los libros franceses

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38 Sobre la prensa cientffica, vease Saladino, Ciencia, 1996.

39 De Bartolache, Bergosa riene la obra: ManifieJ- to Satisfactorio anunaado en fa Gazeta de Mexico ... , irn- preso en Mexico, en 1790.

40 La Gaceta de Madrid, por ejemplo, anuncia muchos libros (1 200 entre 1784 y 1788), entre los

cos europeos =espafioles o no (Gaceta de Madrid, constantemente reimpresa en Mexico; Courrier de Landres, hoja interna- cional inglesa, Journal des Savants ... )- son tarnbien citados como fuentes por los peri6dicos novohispanos. 38 En cuanto a la prensa "iberoamericana", que se desa- rrolla verdaderamente en el siglo XVIII, conoce un sensible crecimiento en los ul- timos decenios del siglo. Se pueden citar, sin contar las numerosas hojas volantes, la Gazeta de La Habana, el Mercurio Peruano, la Gazeta de Lima o rambien la Gazeta de Guatemala. Durante ese siglo, Nueva Es- pana cuenra con nueve peri6dicos, de vida breve, cierramenre, de los cuales seis apa- recen entre 1768 y 1795. Ellos son: El Diario Literario (1768) de Jose Antonio de Alzate y Ramfrez, los Asuntos Varios sobre Ciencias y Artes (1772-1773) del mis- mo, el Mercurio Volante (1772-1773) de Jose Ignacio Bartolache,39 la Gazeta de Mexico (1784-1809) de Manuel Antonio Valdes, las Observaciones sobre la Ffsica, Historia Natural y Artes Utiles (1787) de Alzate -quien retoma el tftulo frances Ob- servations Periodiques sur la Physique, sur l'Histoire Nature/le et !es Arts o]ournal des Sciences et Arts (1752-1757, 1771-1793)- y la Gaceta de Literatura de Mexico (1788- 1 795) tambien de Alzate. He aquf algu- nos medias de informaci6n y vulgarizaci6n, asf coma de una cierta cultura crftica, que son complementos de primera impor- tancia para la producci6n edirorial.t"

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42 Estos hermanos eran poetas dramaticos, Pierre era el mas famoso. Sefialamos que Thomas pub!ic6 rarnbien un Dictionnaire des termes d'arts et de sciences (1694), asf como un Dictionnaire geographique et his- toriqee (1708).

4.i Sobre Campillo, lease Gomez, Alto, 19')7. 44 Acerca de la Ilusrraci6n, Immanuel Kam oire-

ce una de las sfntesis mas luminosas en su arrfculo "2Que es la Ilusrracion?", publicado en 1784 en la re- vista Berliner MonatJJcbrift. Escribe lo siguienre: "Para

si se trata de Pierre ode Thomas.42 Y si aparenternente nuestro prelado no cuenra con obras filosoficas de Voltaire, posee no obstante La Henriade, poema epico y sa- tfrico. Al contemplar el conjunto de la biblioteca de este religioso criollo, pode- mos decir que si rechaza con fuerza la independencia, siendo el unico obispo de N ueva Espana que debate con los insur- gentes,43 es precisamente porque, como hombre de la Ilustracion y gran lecror, conoce sus implicaciones y consecuencias.

Y claro lo que se entiende por "JI us- tracion" -heredera del movimiento cien- tffico y literario del siglo XVII- no implica forzosamente un espiritu "liberal" en el sentido moderno del termino. Se trata an- tes de todo de raz6n y espiritu crftico; es decir, de la facultad de razonar la crftica, refiriendose no necesariamente a una eventual condena, sino en primer lugar al uso propio de la raz6n y a la capaci- dad de forjarse una opinion. Se trata tam- bien de la aperrura de un debate =publi- co- y de la propagaci6n impresa de obras originales y de divulgacion. Se trata en fin -y en consecuencia- de la idea occidental de "progreso", a la vez por y para el co- nocimiento (recordamos que el siglo XVIII europeo es el siglo de los diccionarios), un conocimiento declarado "universal". 1'1

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embargo, los prelados tambien son hom- bres de la Ilusrracion y esran versados en historia y geograffa, en ciencias y artes, disciplinas en boga durante el siglo XVIII, de las que clan cuenta numerosos libros traducidos al castellano. En ese sentido, Bergosa posee algunos atlas y trarados de geograffa "rnoderna'', pero tambien obras de medicina, de botanica, de qufmica -el Traite e!ementaire de chimie de Lavoisier, pu- blicado en Mexico en 1797-, de ciencias y ademas seis tomos de la L'Encyclopedie methodique (editada en Castellano en Ma- drid, en 1 792). En suma, este religioso, aun cuando cuenta con muy pocas nove- dades y clasicos, nose puede negar gue en cierta medida esta impregnado del enciclopedismo del siglo.

En cuanto a Campillo, mucho mas in- teresado por la historia, es un atento y vo- raz lector del derecho natural y de la filosoffa moderna. Si posee obras en fran- ces gue denuncian los "errores" de la ma- terialista Encyclopedic de Diderot y d'Alembert --condenada por la Inquisi- ci6n en 1762- ode Voltaire -su obra fue censurada por el Santo Oficio en 1762- entre otros tratados filos6ficos, el obispo lee, sin embargo, los textos de Montes- quieu, del moderno Fontenelle, asf como de Rousseau, cuyas obras "pasadas, pre- sentes y por venir" fueron prohibidas en 1764. Resurge asf una cierta francofilia -al menos un cierro gusto por la literatu- ra francesa- en Campillo. En efecto, en su biblioteca se registra un diccionario de literatura en tres volumenes, otros de poesfa y de cuentos en cuatro vohimenes, De la maniere d'enseigner et d'etudier les belles lettres de Charles Rollin, asf como dos to- mos de las obras de Corneille, de las que ignoramos =imprecision del inventario-

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esta ilusrracion nose reguiere mas gue una cosa, li- bertad; y la mas inocente enrre codas las gue llevan ese nombre, a saber: Iiberrad de hacer uso publico de SU razon Integramente."

Adernas del sistema editorial, de la circu- 1aci6n del libro y de los incercarnbios cul- turales, las bibliotecas particulares son tambien el reflejo de los que las constitu- yen. Sin embargo, ellas levantan varias interrogantes en cuanro a la lectura y a la recepci6n de los libros, o sea, a las practi- cas sociales del impreso. Cada libro posei- do, lo sabemos, no necesariamente es un libro Ieido o adquirido de forma volunta- ria, mientras que puede rambien ocurrir que las obras mas incongruentes, 0 en apariencia menos representativos de una biblioteca, sean las mas importances 0 las mas reveladoras de una personalidad. Por lo dernas, todos las libros leidos por un individuo diff cilmente se encuentran en su biblioteca, donde raramente hay rastros de los prestarnos o libros consultados al exterior. La biblioteca es, en fin, una hue- lla palpable pero poco profunda que habla de manera parcial del uso que hace su propietario. Los investigadores que desean lanzarse en el arte peligroso de la biograffa no deben contentarse con las cifras, las cuentas y las descuentos, y estar conscien- ces de que no hay nada mas diffcil que descubrir la "verdad" o intirnidad de un hombre con muchas zonas oscuras. Uno de esos libros inesperados y reveladores, encontrado en la biblioteca del espafiol Bergosa -exilado noscalgico o pragmarico, epicureo o esteta-, podrfa ser, por ejem- plo, el Arte de Cocina, impreso en Madrid en 1778.

DEL USO DE LAS BIBLIOTECAS

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Page 20: Laurence Coudart I Cristina Gomez Alvarez

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