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katejon-aguilar-hernandez
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Escritos publicados en redes sociales y sobre lo que considero son ensen anzas que percibo a partir de la experiencia que tuve
I. Publicaciones que hice en Facebook
30 de julio: Algo de lo que sentí en ese instante dentro de la luz de la nube: tuve que salir de lo
temporal para experimentar lo eterno del amor absoluto. En el instante que vivo ahora confluyen
lo temporal y lo eterno. El amor trasciende al tiempo, lo detiene y se hace todo en un instante y
para siempre. Así como no puedes aferrar el fluir del tiempo tampoco puedes aferrar el amor
increado que viene a ti cada instante. El que es la Vida habita en ti y ahí te espera, pero cuando
entras en ti y lo buscas, lo puedes sentir mas no aferrar. Esa nube era más grandiosa que todo, su
luz era un baño de paz, un abrazo de amor incondicional que me recibía en su seno, a pesar de mis
fallas en mi historia personal. El amor que me hizo sentir fue el más grande que jamás he recibido.
Sentí mi indigencia, mi poquedad, pero a la vez sentí agradecimiento por sentirme acogido por esa
luz. No se si algo haya impregnado en mí, que soy tan limitado e incapaz de ahondar los misterios,
pero me fío de esa luz, de esa nube, símbolo de la presencia del Eterno. Espero que mi vida o lo
que quede de ella sea agradecimiento, sosiego, entrega devota a Aquel que es la Belleza tan
antigua y tan nueva, a la que tardé en amar. Que mis decisiones surjan de ese encuentro que no
fue puntual, sino que se sigue dando en cada momento que respiro, en cada latido de mi herido
corazón.
03 de agosto: La ECM que sufrí el sábado 26 de Julio me ha ayudado a valorar más cada instante
de la vida, la belleza de cada momento; tengo un sentimiento de admiración ante cada vivencia;
me ha ayudado a aceptarme más como soy, en mi realidad limitada; me ha hecho más compasivo,
comprensivo y servicial con los demás; todo lo material me parece vacío, sin sentido; ya no tengo
deseo de competir por nada, ni buscar quedar bien con la gente; siento más deseos de estar en
paz, meditar, orar; el miedo a la muerte se ha ido porque se ya lo que me espera aunque conservo
cierto temor por el proceso que me pueda llevar a la muerte; tengo mayor conciencia de mí
mismo y del momento que vivo; siento que voy sanando interiormente aunque eso incluye un
duelo por patrones antiguos de comportamiento y voy rompiendo paradigmas que por años me
sirvieron pero ya no más. También vivo una sensación distinta del fluir de los eventos, del trato
con la gente. Todo me parece nuevo, como si hubiese llegado de otro país a instalarme por
primera vez aquí y necesito adaptarme de nuevo a todo lo que hacía antes, pero ahora tengo otra
perspectiva de la vida. Es algo raro. Siento que mi vida tiene un nuevo sentido, un nuevo
propósito, una necesidad de terminar algo encomendado. Hay muchas cosas que voy aprendiendo
aún de esa experiencia. No se asimila todo de golpe, se requiere tiempo.
II. Escrito privado: Las tres fases de la visión dentro de la ECM
tienen enseñanzas (04 Ag/14)
Las siguientes enseñanzas de la ECM son reales, independientemente de que haya padecido una
situación crítica, clínicamente hablando. En dado caso, toda ECM pudo haber sido producto de mi
mente inconsciente, la cual activa las endorfinas como reforzadores. Aquí lo determinante para la
vida no es el cómo se produjo la ECM, sino el significado le asigno para mi situación actual.
Al irme:
- La muerte llega en cualquier momento, sin previo aviso.
- Es imposible sustraerse a la luz y a la sensación de caída al vacío: el ser humano es
impotente ante el misterio de la muerte.
En la carretera:
- Sensación de desprendimiento total, desapego absoluto respecto a todo lo pasado,
respecto a todas las personas con que uno se relacionó en vida. Sensación de tranquilidad.
- En el camino soy conducido, pero me siento seguro a pesar de la velocidad.
- Fuera del camino hacia la nube, todo es semidesértico, casi sin vida.
- El panorama suscita una sensación de tranquilidad.
En la nube:
- La nube puede simbolizar la presencia del Espíritu Divino
- El resplandor de la nube viene hacia mí y me envuelve antes de llegar a la cordillera.
- Sensación de ser recibido en la luz: amor incondicional, ternura, paz, gozo, seguridad, ser
perdonado, vivir en sosiego. Ya nada más es necesario, ya nada anhelo. Felicidad plena, sin
añoranzas, sin recuerdos de la vida que tuve, sin preocupaciones por los que se quedaron.
En el lago congelado:
- Soy responsable de mi propia vida: he de hacerme cargo de ella, sin pretender resolverle
la vida a nadie.
- Sólo yo puedo luchar por salir y renacer. El Señor me ha dado la fortaleza y sabiduría para
ello.
- El hielo de la superficie puede simbolizar los esquemas y creencias previas que he roto
para surgir de la fuente de vida (agua), llenarme del Espíritu de vida (aire inhalado) y
recomenzar mi existencia, fortalecido por la experiencia de la luz.
Al volver:
- Sensación de ser arrojado al mundo.
- Sensación de novedad absoluta ante todo lo que percibo.
- Nueva percepción del flujo del tiempo.
- Sensación de sufrir un “reset” en la forma de ver la vida, en el modo de apreciar cada
instante.
- Necesidad emocional de hacer duelo por todo lo perdido. Es un duelo sin dolor, sin
añoranzas… simplemente, siento como que mi pasado ha muerto, le rindo honor por todo
lo que me enseñó, pero lo dejo ir agradecido con Dios por todo lo vivido. Siento haber
muerto y vuelto a nacer. (Quizá esto explique la tristeza que sentí en misa de mediodía del
domingo 3 de agosto, la cual vinculo con la ECM).
- Siento la necesidad de tener que adaptarme a un mundo que no conoce mi experiencia, ni
la imagina. Un mundo al que veo con nuevos ojos, pero que aún no se describir.
Solamente sé que es el mismo mundo de antes, pero ya no lo veo con la perspectiva
anterior. Todo es nuevo. Me cuesta relacionarme con la gente, con el mundo, con mis
actividades de antes.
- Mis anteriores hábitos los tiendo a reproducir, pero ya no les veo sentido. Tengo que
detenerme y hacer las cosas lentamente (caminar, respirar, hablar en modo que no me
sienta estropeado por mis propias costumbres) y crear una nueva existencia a partir de lo
vivido en la ECM.
- Todo lo que estudié desde que entré al seminario hasta ahora me parecen meros
señalamientos que indican por dónde está la Verdad, pero siento la certeza de haber
estado ya en el Seno de la Verdad, en el Seno del Padre y todo lo que he estudiado es
nada respecto a esta experiencia. Vivo con la certeza de haber estado ya en el Misterio de
Dios, de haber vivido dentro de Él. Pero no sé cómo encarnarlo. Siento el primado de la
humildad que viene a mí como una necesidad y me envuelve. Como no sé cómo
formularlo en palabras, callo, medito, respiro, pienso, camino con lentitud, vivo e presente
a fondo, pero no sé cómo expresar el misterio. Tal es un misterio inefable. Siento cierta
tristeza de no poder comunicarlo, pero sé que es parte del regalo de Dios, es un regalo
personal. Me da la impresión de que los demás no me entenderán o no darán importancia
a mi testimonio y yo mismo pienso: “puedo contarlo, pero jamás podré comunicar mi
experiencia. Lo sé, lo admito. Esta limitación es parte del camino de la fe”.
- Veo a los demás con compasión y preguntándome si ellos se harán una idea de la esencia
de la existencia, que el Señor me concedió experimentar. Me da la impresión de que no se
dan cuenta y por eso viven distraídos, arrojados a los intereses del mundo. La gente que
hace el mal me parece extraviada porque no han sentido el Amor.
- Siento que incluso los actos litúrgicos son sólo indicadores que señalan por dónde está el
Reino de Dios, pero no llegan al mismo, sólo preparan el corazón. El Reino de Dios viene a
los suyos en los ritos litúrgicos, pero como la gente no alimenta su relación con Dios, no
sienten nada, los ritos no les dicen nada.
- El Reino de Dios vino a mí, no lo alcancé, ni sabría cómo alcanzarlo. El silencio, la
meditación, la oración me disponen pero no reproducen la sensación que viví en la ECM.
Sólo puedo concluir que todo fue Don de Dios, en medio de una situación tal vez
fisiológicamente crítica. Quizá así Dios diseñó el cerebro humano.
- El hecho de volver lo siento como un renacimiento, pero ahora todo es distinto. Mucho de
lo que antes me importaba y me desvivía por ello ahora no tiene sentido, tanto temas de
interés como relaciones con ciertas personas que me eran casi indispensables y con
quienes tuve un vínculo de apego. Ahora siento que ya no tiene sentido ni siquiera añorar
tales relaciones ni tales temas. Lo que viví en la nube de luz en la ECM es un valor absoluto
ante el cual todo lo demás carece de valor.
- Vivo con el deseo de agradecer a Dios con mi vida y mi entrega silenciosa, paciente y
devota, partiendo más de esa espiritualidad de la experiencia, que de un camino ofrecido
por alguna tradición aún dentro de las corrientes espirituales conocidas de antaño.
- Me siento elegido por Dios para darme este regalo; me siento indigno de tal regalo y a la
vez, agradecido infinitamente con Dios por este don. Como no sé qué decir o como
encarnar tal misterio, me reconozco pobre, limitado, necesitado de la guía divina. Me
abandono a las manos de Dios, mi Padre, y le suplico que su Espíritu me conduzca y pueda
yo vivir lo que Dios espera de mí, pues me permitió volver a la vida, en cierto modo,
renovado en mi interioridad. El Señor hizo nuevas todas las cosas en mi más profunda
identidad y en mi forma de relacionarme con Él, conmigo mismo, con el mundo y con la
gente.
- Supongo que el camino para encarnar el misterio es el silencio, el ayuno de apetencias
innecesarias, la oración de acción de gracias y de disposición absoluta a Él, meditar la
Escritura con la sabiduría que Él me concedió en la ECM, respirar atentamente, caminar
con plena atención, tratar todo con suma delicadeza, amar a la gente con el corazón, pero
sin involucrarme en la solución de sus vidas, etc.