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Las teorías contemporáneas Dader, José Luis. (1990) "Las teorías contemporáneas", en: Muñoz Alonso, A. y otros. Opinión pública y comunicación política. Madrid, EUDEMA

Las teorías contemporáneas la «opinión pública» entendida como la opinión vulgar, común o mayoritaria, pasando por la opinión popular de repercusión política , la «voluntad

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Page 1: Las teorías contemporáneas la «opinión pública» entendida como la opinión vulgar, común o mayoritaria, pasando por la opinión popular de repercusión política , la «voluntad

Las teorías contemporáneas

Dader, José Luis. (1990) "Las teorías contemporáneas", en: Muñoz Alonso, A. y

otros. Opinión pública y comunicación política. Madrid, EUDEMA

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Residuos contemporáneos de las concepciones "atómicas" de OP

[Dader llama "atómicas" a las definiciones «de urgencia»] Son átomos aislados de teoría que a menudo han calado en la conciencia popular y que, con independencia de su antigüedad histórica, todavía hoy sirven a muchas personas para improvisar su propia interpretación del término. Podrían denominarse también , por eso, concepciones «intuitivas» o «populares».

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Desde la «opinión pública» entendida como la opinión vulgar, común o mayoritaria, pasando por la opinión popular de repercusión política , la «voluntad general», el «espíritu del pueblo», el conjunto múltiple de las discusiones colectivas en libertad, el conjunto de las opiniones colectivas dotadas de organicidad, la autoridad moral indeterminada de una sociedad, el consenso social básico, la representación institucional de diversas opiniones, los valores sociales indiscutidos, las opinionesconcretas sobre temas controvertidos, la representación estadística de la medición empírica de cualquier tipo de opiniones, o, en fin, el conjunto de de opiniones sociopolíticas divulgadas en los medios masivos de comunicación.

[Se trata de aproximaciones a las nociones trabajadas desde los clásicos griegos, pasando por los racionalistas, hasta autores contemporáneos]

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La "sistematicidad inconsciente" del psicosociologismo positivista

[Parte de la irrupción del cientifismo positivista desde comienzos del S. XX] Su común denominador consiste en la huida de cualquier conceptuación teórica sobre el fenómeno y en la autolimitación a las descripciones pragmáticas de hechos concretos.

[En palabras de Martín López] ...una investigación de la «opinión pública» netamente empírica (...) se mantiene al margen de los problemas conceptuales y sistémicos propios de la teoría sociológica (...) el interés es inmediato, concreto, específico, limitado en el espacio y en el tiempo. Lo que se espera de estos estudios es que proporcionen datos ciertos y fiables sobre comportamientos previsibles (sobre todo) del electorado y en ello se agotan las expectativas de quienes lo hacen y los manejan.

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[Habermas habla entonces de la «disolución psicosociológica» del concepto de OP] Para Habermas la sociología positivista, a lo largo del siglo XX ha pretendido medir directamente manifestaciones diversas de opiniones a costa de olvidarse de los aspectos ético-políticos e institucionales del concepto «opinión pública».

Al desvincularse el análisis empírico-descriptivo de los comportamientos de grupo y de los fenómenos de opinión colectiva, del estudio del marco institucional en el que aquéllos se producen y de la naturaleza política y tipo de fundamentación lógica o ética que aquéllos también pudieran tener, desaparece la capacidad normativa del investigador y su posibilidad de distinguir procesos de opinión justificadores de una sociedad auténticamente democrática, de aquellos otros precisamente contrarios al mantenimiento de ese tipo de sociedad.

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[Doob, en 1948, señala que] «la opinión pública remite a las actitudes de las personas respecto a un problema, si son miembros de un mismo grupos social» [Y esto es lo que cuestiona Habermas] El público, como sujeto de opinión pública, ha sido primero equiparado a la masa y luego ya simplemente al grupo.

Idéntico proceso habría sufrido el término opinión, que de identificarse todavía en un primer momento con «lo que se expresa respecto a argumentos controversiales», pasa a ser sólo «la manifestación de una actitud», o incluso se identifica con la misma actitud, que ni precisa verbalización o expresión pues será detectada por alguna técnica de encuesta.

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[Childs, en 1939, define a la OP como un conjunto de opiniones individuales] «Por opinión píublica nosotros entendemos, por tanto, simplemente cualquier conjunto designado de opiniones individuales. Si estamos estudiando las opiniones de de miembros individuales de una clase en un curso universitario, eso es tan estudio de opinión pública como desde luego lo es la opinión de los votantes de Estados unidos».

[Así, el estudio de la OP es contextualizado políticamente como] una ciencia auxiliar de la Administración: el producto de los técnicos que miden las actitudes.

[Al respecto, Habermas dice que] Tal ciencia auxiliar permite al gobierno y a sus órganos actuar teniendo presente la reacción de los particulares afectados por las medidas políticas. Se intenta, a través de los sondeos, compulsar las coincidencias entre particulares, o manipular hasta obtenerlas, hasta «mostrar aclamación».

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La opinión pública interesa pragmáticamente como una técnica eficaz de gobierno, pero ya no se la vincula ni a unas reglas de la discusión pública, ni debe ocuparse de problemas políticos, ni menos aún ser un auténtico protagonista de la vida política, tal y como decía requerir la teoría de la democracia liberal.

[En resumen, desde esta óptica] cuando hoy día se habla de opinión pública tiende a entenderse como la «opinión media de los individuos» que por más comodidad llamamos «opinión pública», y ello a pesar de que (...) es evidente que en estricto sentido esa «opinión media» no existe. Es sólo una medida artificial.

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Visión sistémico-estructural de la OP

[El estructural-funcionalismo] A diferencia del caso anterior se trata, en cambio, de una potente y compleja teoría sociológica.

[Baumhauer señala que:] [L]a opinión pública no es algo estático, sino un fenómeno sujeto a transformación constante y en diferentes sociedades. (...) [U]n sistema abierto de opiniones publicadas, con mayor o menor peso, intensidades, estabilidades, direcciones y temáticas, al conjunto del cual habrá que llamar Sistema de la Opinión Pública.

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[E]l sistema psicosocial de la OP equivale a un ciclo de:• «Input» de información• transformación de la información introducida; y• «output» de opiniones, compartidas cada una, cuando

menos por ciertos grupos sociales más o menos numerosos y representativos.

[E]l «input» informativo se compone a su vez de la cultura asimilada por los individuos, las experiencias almacenadas por ellos y las capacidades y actitudes presentes en ellos -- saberes, conceptos, valores, creencias, filtros perceptivos y hábitos de comportamiento comunicativo asumidos.

[E]l proceso de transformación no es más que la coctelera o combinación de diversos modos y en diversas proporciones de tales «inputs».

[El] tercer momento o «output», es decir lo producido.

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[Para diferenciar «input» de «output» se distingue «clima de opinión» de «corriente de opinión»] El clima de opinión (...) consistiría en ese conjunto de informaciones e ideas previas e incluso de estados de opinión preexistentes que, con la introducción de algún elemento desencadenante, suscitan una nueva discusión pública y de alguna forma condicionan las nuevas corrientes de opinión o nuevas opiniones elaboradas resultantes.

La corriente de opinión, por su parte, derivaría temporalmente de ese primer momento, y frente al carácter indeterminado del clima de opinión (se palpa que está ahí sin que llegue a precisarse), presenta en cambio una fisonomía altamente reconocible como grupo organizado, expresión manifiesta a través de los principales medios de comunicación o información pública, etc.

Una vez que (...) pierde su carácter de punto climático, pasa a engrosar en mayor o menor grado un clima de opinión resultante, con lo que el ciclo vuelve a reiniciarse.

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«Existe independencia entre las condiciones que ponen en marcha un proceso de opinión pública y su resultante final. Esto quiere decir que condiciones iniciales idénticas pueden desembocar en estados de opinión diferentes, y viceversa», lo que se llama principio de equifinalidad.

[E] de clima de opinión principal de una comunidad no equivale a la mera suma de las opiniones personales privadas, sistemas de valores sumados, etc., sino que es un fenómeno de naturaleza autónoma: Posee su cualidad emergente no explicable por los atributos aislados de sus componentes.

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[Así se entiende] el escepticismo ante las exclusivas mediciones empíricas de la opinión pública: Si ni el clima de opinión equivale directamente a la suma de las opiniones individuales, ni existe una correspondencia segura entre clima de opinión y estados de opinión resultantes, difícilmente se podrá afirmar que se conoce la opinión pública de una comunidad por el hecho de haber contabilizado las opiniones de unos particulares, en representación de la totalidad de la colectividad. La detección empírica, por sondeo de opinión, contribuirá a conocer parcialmente una opinión pública, pero no aporta un conocimiento definitivo sobre ella.

En su fría estructuralidad resulta imprescindible para abordar cualquier descripción general de los procesos de opinión pública, pero no basta por sí sola para explicar los problemas de la misma en ninguna sociedad en concreto.

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El interaccionismo OP-sociedad

Herbert Blumer no pude concebir que la realidad de un ente social, sea éste individual o colectivo, pueda autogenerarse sin una estrecha interdependencia, recíprocamente condicionante, con los restantes entes sociales.

[Según G.H. Mead] «no construimos la conducta del grupo social en términos de la conducta de los distintos individuos que lo componen (...) Antes bien partimos de un todo social dado de compleja actividad grupal, dentro del cual analizamos —como elementos— la conducta de los distintos individuos que lo componen».

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Blumer (...) concibe una yuxtaposición estrecha y recíprocamente moldeadora entre opinión pública y sociedad. (...) [N]o puede entenderse la naturaleza o estructura de una opinión pública sin entender la naturaleza o estructura de la sociedad concreta en que aquélla surge y viceversa.

[Asimismo, el trabajo de Blumer] permite, no sólo corroborar la existencia de una pluralidad de realidades sociales agrupables bajo ese rótulo diferencial de «opinión pública», sino también empezar a comprender el modo de funcionamiento y de interrelación entre ellos y con el resto del marco social.

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La «naturaleza específica» de la opinión pública queda resumida (...) en seis puntos:1. La opinión pública se elabora en una sociedad y es una

función de esa sociedad en acción. La opinión pública se modela a partir de un contexto social en el que ella evoluciona.

2. (...) [U]na sociedad es una organización. No es un simple agregado de individuos dispares. Una sociedad humana está compuesta por el ensamblaje de diversos grupos funcionales. estos individuos tienen campos de acción diferentes, ya que presentan intereses específicos. En tanto que grupos actúan individualmente con espíritu de grupo o unitario, por lo que necesariamente deben plantear una cierta organización, dirección etc., y unos individuos que tomen la iniciativa de actuar en su nombre.

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3. Tal actuación de los grupos funcionales se desarrolla a través de los canales disponibles en la sociedad. (...) en cada sociedad (...) tienen que existir individuos, comités, comisiones, legisladores... que tomen las decisiones que afectan al resultado de las acciones de estos grupos funcionales, tales personajes se convierten en objeto de presión o de influencia directa o indirecta.

4. Estos individuos clave están obligados casi inevitablemente a «evaluar» las diversas influencias que soportan. Tales individuos toman en cuenta lo que ellos consideran que vale la pena tomar en cuenta.

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5. La opinión pública se forma y se expresa en gran medida a través de los canales del funcionamiento societal. Su formación no resulta de una interacción de individuos dispares situados en pie de igualdad a lo largo de este proceso. Bien al contrario, la formación de opinión pública refleja la composición u organización funcional de la sociedad. (...) Ni los individuos ni los grupos están en el seno de la sociedad igualados numéricamente, ni son idénticos en cuanto a su influencia. (...) Por expresión de la opinión pública ha de entenderse la parte de esta opinión global que es conocida o tenida en cuenta por quienes deben actuar en respuesta a ella. Tal expresión no puede asimilarse con la discusión en una tribuna libre, de los juicios de individuos dispares. La expresión de la opinión pública es una forma de influencia directa sobre aquellos que actúan en respuesta a esa opinión. (...)

6. Definida de manera realista, la opinión pública consiste en el ensamblaje de diferentes puntos de vista que son considerados por los individuos antes de actuar en respuesta.

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En la concepción de Blumer merecen (...) destacarse los siguientes aspectos:A. La opinión pública se reconoce por sus efectos, por la

consideración general que recibe, independientemente de la cantidad y calidad de un sujeto portador (...).

B. Esto no significa que esté constituida por una única corriente de opinión, tema de opinión u opinión sustentada por un único grupo portador, sino que «consiste en el ensamblaje de diferentes puntos de vista», de todo aquello que va a ser indefectiblemente tenido en cuenta por cualquier miembro de la sociedad a la hora de intervenir en asuntos públicos.

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C. La opinión pública es un fenómeno social, lo que significa que se genera en una sociedad y se ve afectada por la estructura, canales de relación, etc. de esa sociedad, y se explica por las mismas reglas sociológicas de esta última. (¶) Hay una interacción entre el fenómeno societal global y el fenómeno opinión pública específico. Esto significa que la pluralidad de elementos, complejidad de los mismos, diferentes pesos específicos (grupos de personas con mayor capacidad de presión, movilización, etc.) existentes en la sociedad también se reflejan en el fenómeno opinión pública.

D. La opinión pública es un fenómeno de interacción intragrupal e intergrupal. Es un fenómeno de grupos que al mismo tiempo afecta o es reconocible de algún modo por cualquier particular.

E. (...) [S]i bien la realidad de la opinión pública no puede entenderse al margen de la realidad social, tampoco son exactamente una sola cosa. El estudio de la sociología general y el de la opinión pública estarán relacionados, en consecuencia, pero no confundidos.

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Describir realmente una opinión pública —establece Blumer— es hacerlo en términos de organización funcional de la sociedad, de grupos de influencia, divergencia, de líderes, de masas indiferenciadas. Sólo así podremos saber si aquellos que expresan una opinión la tienen verdaderamente y si pretenden que su opinión tenga consecuencias.

En lugar de tener presente lo anterior, los practicantes del método de encuestas, según Blumer, confunden la utilización de un método auxiliar con el objeto mismo que se pretende estudiar. Faltos de un cuadro conceptual previo, «los resultados sólo son disparatados».

Blumer tiene presente el éxito espectacular de los sondeos, ya en su época, para la predicción de los resultados electorales. Pero objeta que en la actividad política el voto es el único acto estereotipado en que el individuo se comporta como sujeto aislado y sólo importa que se comporte así, valiendo exactamente igual el voto de cada ciudadano.

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Concepción institucionalista de la OP

[E]sta interpretación contemporánea de la opinión pública supone la reedición (...) de la visión intelectualista que sobre el deber ser de la opinión pública tenían, en la primera mitad del siglo XX, tanto el elitismo conservador [Ortega y Gasset] (...) como la «sociología del conocimiento» [Karl Manheim]

En la interpretación contemporánea «intelectualismo» es sustituido por «institucionalismo»

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[L]a visión institucionalista es una de las características comunes al genérico «neoliberalismo» actual y a cierta interpretación en políticos de izquierdas, del control político de la acción política, según la cual, sólo las demandas representadas institucionalmente en el Parlamento son de obligatoria consideración por el gobernante. Las demandas extraparlamentarias llegan a ser tildadas por este tipo de políticos de antidemocráticas o entorpecedoras de la legítima «voluntad popular».

Según esta perspectiva, sin racionalidad en la discusión pública y sin unas vías institucionalizadas de encauzar las diferentes corrientes de opinión en una sociedad, la opinión pública no serviría de hecho como sustento del sistema político democrático. Quedaría reducida a una indeterminada vaguedad referencial y por consiguiente sólo serviría como recurso retórico para apelar a la legitimación abstracta del Gobierno por el hipotético pacto social.

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Las corrientes de opinión sobre los asuntos públicos se reducen, a efectos de ser consideradas por los gobernantes, a aquellas que han obtenido representación parlamentaria. La discusión, por otra parte, y la actividad motora o generadora de las distintas corrientes de opinión es realizada por representantes, que se supone son más «ilustrados» o «expertos», y de este modo se evita la irracionalidad de una democracia demasiado directa.

«Valiéndose del procedimiento de la discusión parlamentaria, —dice Fraenkel— la opinión pública hace llegar al Gobierno sus deseos y, a su vez, el Gobierno pone a la opinión pública en conocimiento de su política».

La opinión pública es reducida así a su aspecto institucional. Se considera que la voluntad de los partidos coincide con el de la mayoría activa, de modo que los partidos representan en conjunto a la opinión pública mayoritaria. La opinión pública sólo adquiere credenciales de «pública» en la elaboración que de ella hacen los partidos.

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Según Luhmann el concepto de legitimidad en las sociedades complejas se basa en el mantenimiento de unas procedimientos y formalidades que aseguren el apoyo público —el rito de las elecciones, por ejemplo—, en lugar de basarse en la comprensión y discusión pormenorizada de las actuaciones y pretensiones públicas de quienes adoptan las decisiones.

La gente común, dice, combate la creciente complejidad de las sociedades modernas simplificando selectivamente tal complejidad y reduciéndola a niveles que le resulten significativos para entenderse en la comunicación que entable con sus iguales.

En consecuencia, para Luhmann, la legitimidad al sistema político no se confiere de hecho mediante un proceso de racionalidad (...) sino que se transmite por el significado positivo que simplificada y simbólicamente le ha concedido la intersubjetividad social.

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Por consiguiente, las estructuras del sistema, como son las instituciones de gobierno, obtienen su legitimación funcional mientras hagan posible ese tipo de comunicación ciudadana de respeto a un conjunto de símbolos de la representación democrática y de la divulgación sumaria de las decisiones de gobierno, en medio de las cuales se mueven con gusto los ciudadanos corrientes, que seguirán otorgando su apoyo tácito al sistema.

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Concepción comparativa y crítica de la OP

[Habermas, con su Historia y crítica de la opinión pública (1962), en el marco de la «Escuela Crítica de frankfurt», ha realizado un] replanteamiento global del estudio de la «opinión pública» y su propuesta de una explicación universalmente válida.

[Habermas] Entiende que el éxito de las mediciones empíricas sobre manifestaciones superficiales de fenómenos grupales aislados conduce «acríticamente» a olvidar la existencia de un significado global de opinión pública, de repercusiones ético-políticas, sobre elque descansa, precisamente la posibilidad de una sociedadplural y democrática.

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Perdidos en contar fenómenos empíricos aislados, sin ninguna teoría sobre el deber ser de la sociedad —conforme a planteamientos democráticos—, y por lo tanto sobre el paradigma o deber ser de la opinión pública, los sociólogos pragmatistas (...) renuncian a la tarea de diferenciar ética y políticamente unas manifestaciones de la opinión pública frente a las otras. Caen en el conformismo de considerar iguales todos los fenómenos o menifestaciones sociales englobabbles bajo la etiqueta de opinión pública.

Habermas no asume simplemente el concepto ideal y mítico de opinión pública elaborado por el liberalismo. Pretende redescubrir un nuevo paradigma de lo público y la opinión pública que sirva como prueba —o como denuncia en caso de ausencia— de que la sociedad es verdaderamente democrática.

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La opinión pública puede significar dos cosas muy distintas. Si se contempla como:• [U]na instancia crítica, de los ciudadanos particulares en

comunicación racional con los representantes de las distintas instituciones, y con una posibilidad real de debate público abierto y democrático; o bien

• [U]na instancia receptiva de los ciudadanos aislados y particularizados, sin posibilidadde comunicación real con los instalados en la «notoriedad pública», ante los que sólo puede se puede reaccionar con aclamación --nunca con diálogo--, ya que losmiembros de la notoriedad pública sólo utilizan una «divulgación manipulativa» de mensajes.

A la primera instancia podría llamársele «opinión pública» ideal o paradigmática, a la segunda sólo opinión pública manipulada.

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[E]n el Espacio Público concurren ambas formas de relación entre los miebros del público y los «representantes» o protagonistas de la «notoriedad pública». (...) lamentablemente en nuestra época (...) tiende a predominar, por múltiples causas, la presencia de esta instancia receptiva, pseudoparticipante y meramente aclamatoria.

[L]a propuesta de análisis comparativo ente «opinión pública» paradigmática —ajustada a los ideales del Estado social- liberal—, y los fenómenos cotidianos, es lo que permite calificarla de «concepción comparativa».

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En su Teoría de la acción comunicativa reconoce expresamente que, en el marco de lo que llama «opinión pública política» de la «democracia de masas», se articulan tanto fenómenos de opinión pública manifestados a través de la medición de sondeos y otros mecanismos de detección empírica, como exigencias normativas de de generación de un consenso racional, base de legitimación de la propia noción de voluntad colectiva.

«Estas dos líneas de interpretación —añade él— se suelen oponer equivocadamente (...) en realidad cada una de esas maneras de ver la misma cosa recoge un aspecto de la sociedad de masas».

[A]unque Habermas reconoce (...) que la voluntad política, cristalizada fundamentalmente en la competencia entre partidos es la resultante de ambs formas de opinión pública, sigue insistiendo en sus tesis clásicas de que el sistema político de la democracia de masas continúa asegurándose el asentimiento de la población mediante «filtros estructurales», «deformaciones burocráticas» y «control manipulativo».

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[Para Habermas] «las opiniones no públicas actúan en nutrido plural, mientras que la opinión pública es, en realidad, una ficción». Este autor llama «no-públicas» a todas las corrientes de opinión que aun siendo representación de algún grupo de, o una suma más o menos fabricada de de opiniones individuales, no pueden ser consideradas como lo público o lo consensuado básica y racionalmente.

Algo público es para este autor lo que tiene interés general, involucra al ciudadano como tal, es decir, afecta al ciudadano como miembro de una sociedad y no sólo como sujeto particular privado o como miembro de un grupo de intereses particulares. (...) lo público (auténticamente público) cada día es menor motivo de preocupación para una sociedad particularizada y esto genera dos movimientos de suplantación: por un lado, al aparato institucional del Estado que acaba considerándose el único guardián e intérprete de lo público y, por otro, los intereses egoistas o particulares de grupos de presión que mediante las «relaciones públicas», etc. camuflan como de interés público lo que es de su exclusivo interés particular (contaminación de las esferas públicas y privada).

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Hay que desarrollar —dice— los criterios que permitan medir empíricamente el carácter más o menos público de las distintas opiniones. El criterio fundamental sería «el principio democrático de la Publicidad», cuyos rasgos esenciales serían, a su vez, diálogo racional, transparente y abierto a la participación de todos los ciudadanos en la búsqueda de soluciones consensuadas para las cuestiones de incumbencia general.

La idea de mantener una comparación constante entre idealidades y realidades de la opinión pública le lleva a Habermas a introducir (...) la noción de «Espacio Público», ámbito de la intercomunicación humana diferenciable de otros ámbitos intergrupales de la vida privada y el resto de la vida social genérica.

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[L]o más significativo (...) de la noción de «Espacio Público» — en un sentido muy similar a la idea estructuralista de «sistema de la opinión pública»— es que lleva a distinguir con toda claridad entre un «espacio» en el que concurren una serie de fenómenos, y los propios fenómenos en sí.

El «Espacio Público» es subdivisible, a su vez (...) en dos ámbitos, a menudo contrapuestos: «el complejo de las opiniones informales, personales y no públicas», por un lado, y por el otro el de «las opiniones formales, reconocidas por las instituciones».

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Dentro del primer ámbito Habermas gradúa la mayor o menor informalidad de las opiniones con los siguientes niveles:A. Las «evidencias culturales indiscutibles», extremadamente

persistentes y extendidas como sustrato creencial o prejuiciado de la mayoría de las opiniones particulares.

B. La «expresión poco discutida de experiencias fundamentales propias de toda biografía personal».

C. «Las evidencias de la cultura de masas», constantemente discutidas y producto pasajero del flujo contante de informaciones o del trabajo propagandístico.

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El segundo ámbito del Espacio Público está constituido por (...) las «opiniones cuasi-públicas», en el sentido que pretenden mostrarse ante la sociedad como «la opinión pública». Este tipo de opiniones tiene a su vez dos niveles.— Las opiniones que circulan por los circuitos relativamente

restringidos de la gran prensa y sobre todo de la prensa intelectual o de élite. Tales opiniones, a pesar de ir destinadas al público general no admiten la participación más que de un reducido número de personas —divulgadores oficiales u oficiosos de las opiniones de diversas instituciones—, y «no responden a los criterios de un uso público de la razón».

— Las opiniones altamente formalizadas en representación oficial o directa de grupos o instituciones de un protagonismo legalmente privilegiado (Gobierno, Parlamento, partidos políticos, etc.)

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Habermas (...) menciona una conexión constante entre los dos ámbitos citados de dicho espacio, a través de los medios de comunicación de masas. Pero esta conexión es manipulante y dirigida propagandísticamente desde las instituciones para obtener aquiescencias plebiscitarias y emocionales, en lugar de procurar el diálogo racional entre todos los miembros de la sociedad:

«El contexto de una comunicación específica entre un público de personas privadas que hacían uso de su raciocinio ha sido desintegrado; la opinión pública que en otros tiempos se formaba de ese modo ha quedado, por una parte, descompuesta en opiniones informales de personas privadas que no forman un público, y por otra parte queda concentrada en opiniones formales de aquellas instituciones que tienen una efiacia periodística real».

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[Para Habermas] sólo puede resultar una «Opinión Pública» en un sentido estricto (o paradigmática) cuando se constituya un espacio público crítico (con conexión comunicativa entre personas raciocinantes). (...) la comunicación pública (que exige entre otros requisitos la apertura de intervención para todos los ciudadanos), ha sido suplantada por la comunicación masiva (que no permite el debate racional y ampliamente participativo).

Ante la evidencia de esa suplantación de la comunicación pública por la comunicación masiva (...) sólo es posible la existencia de una PÚBLICO reducido al pequeño circuito de las opiniones «cuasi públicas» (notoriedades de la gran prensa, etc.) en su relación con los representantes de las opiniones institucionales o formales. Mientras no exista la posibilidad de mayor participación de las personas privadas en los circuitos de comunicación de ese pequeño círculo (...) el Espacio Público resultante será en realidad un mini- espacio.

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Concepción realista y psicosociológica de la opinión pública: la espiral del silencio

[Elizabeth] Noelle-Neumann identifica en síntesis la opinión pública con el control social o censura moral que de una manera efectiva todos los individuos de una sociedad son capaces de reconocer intuitivamente.

Sería por tanto semejante a la idea de «consenso básico» existente en una sociedad, pero sin que ello signifique, como otros autores ha sostenido, una especie de «pacto social» racional o consistentemente acordado para el mejor gobierno o convivencia de la sociedad. Surge al contrario, de manera casi espontánea; y en todo caso lo que realistamente es innegable es su imposición de hecho en el ánimo de todos los individuos, dado que un principio básico de la psicología humana es el miedo a sentirse aislado o rechazado por el resto del cuerpo social.

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A Noelle-Neumann no le preocupan tanto las causas o la legitimación o instrumentalización política de este fenómeno, como sus consecuencias o capacidad de influencia sobre los individuos o los grupos.

Opinión pública no es exactamente opinión mayoritaria, ni tampoco opinión unánime (...) pero sí es «control social», es decir la opinión mejor vista, la que es de buen tono sustentar, la que de antemano se sabe que va a producir mayores simpatías por el hecho de ser expresada. (...) el peso de esta opinión favorablemente aceptada es brutal, por ese mecanismo psicológico básico antes aludido. De ahí la fuerza de ese control social frente a cualquier posibilidad de opiniones particulares enfrentadas a lo bien visto.

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[La definición concreta:] «Opinión pública son aquellas opiniones, pertenecientes al terreno de la controversia, que uno puede expresar en público sin sentirse aislado de los demás».

[O esta otra:] «Opinión pública es utilizada en un sentido que se remite directamente a Rousseau como la expresión que puede manifestarse públicamente en caso de controversia sin querer quedar aislado».

[Para Emile Durkehim existe una] «conciencia colectiva» [que] siempre es vista (...) como un mecanismo de cohesión y control indeterminado que absorbe toda la personalidad de los individuos, lo que constituye el rasgo central, a su vez, del planteamiento de Noelle-Neumann.

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[La diferencia está en que] para Durkehim, de la «conciencia colectiva» como elemento diferenciador de la sociedades tradicionales o tribales, mientras que las sociedades modernas, al evolucionar desde una «solidaridad mecánica» a una «orgánica», se habrían liberado de aquel mecanismo de control. Noelle-Neumann va a sostener, por el contrario, que la sujeción irracional del individuo a esa coerción indeterminada se mantiene exactamente igual en la sociedad contemporánea.

Noelle-Neumann se confiesa sobre todo deudora de los postulados de John Locke. (...) Locke entendía que había tres tipos de leyes fundamentales que gobiernan la sociedad: la Ley Divina, la Ley Civil, y la Ley del Vicio y la Virtud. A esta última se la llamó en otros momentos «ley de la costumbre o la moda» («fashion») o ley de la reputación.

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Tal ley de la reputación o la moda ejerce también, según Locke, una coerción social sobre todos los individuos porque, como escribe en su Tratado sobre el entendimiento humano, «nadie... puede vivir en una sociedad bajo el constante desagrado y la mala opinión de sus familiares y de aquellos que conviven con él. Es una carga demasiado pesada para el sufrimiento humano».

Insiste Noelle-Neumann en que los elementos nucleares de su concepción teórica de la opinión pública han sido ya apuntados, con mayor o menor extensión por Locke, Hume, Madison o Rousseau, pero añade que, mientras estos autores estaban sólo en condiciones de conjeturar o describir teóricamente este fenómeno del control social de los bien visto por el miedo particular a aislamiento, «hoy podemos mostrarlo y comprobarlo» (empíricamente).

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Así (...) esta visión conceptual de la opinión pública en Noelle- Neumann tiene su traducción práctica en su «teoría de la espiral del silencio» empíricamente contrastada.

[La espiral del silencio] puede resumirse en la idea de que las corrientes de opinión mayoritarias presentan una tendencia natural a incrementar el número de sus simpatizantes, mientras que las corrientes minoritarias tienden a disminuir todavía más. Ello se debe a dos fenómenos conjugados: por un lado el número de posibilidades de escuchar en el «mercado de opiniones» las posturas mayoritarias siempre es mayor y por consiguiente su divulgación tiene un alto potencial de progresión. El proceso de las corrientes minoritarias es el inverso.

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Pero lo más importante: quienes se sienten portadores de opiniones discrepantes de las mayoritarias tenderán, por la presión social del miedo a sentirse aislados o en choque con lo mayoritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la impresión de los que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso más extensa de la existente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más aislados de lo que verdaderamente están y esto irá creando un proceso en espiral: las personas de convicciones menos firmes o más indecisas irán adoptando con más facilidad las tesis de moda y la consideración social de las opiniones minoritarias será cada vez más escasa. Tal dinámica tiene asimismo algunos resortes de inversión de la tendencia (...) que permiten comprender el carácter cíclico de muchas modas y hábitos sociales.

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El interés que esta explicación del comportamiento psicosocial tiene para la concepción global de la opinión pública reside en que interpreta el núcleo central del fenómeno como el conjunto de las presiones sociales básicas entendidas y sentidas por todos los individuos de una comunidad, independientemente del grado de sujeción a ellas experimentado por cada particular.

«La gente siente un clima de opinión sin necesidad de una investigación de opinión pública; virtualmente la gente tiene un órgano de opinión capaz de registrar el más mínimo cambio (...) La gente acumula estas observaciones al objeto de vigilar contra un peligro mayor que el causado por la observación del propio ambiente o entorno: el peligro de quedarse aislado sosteniendo una opinión que decrece y que va camino de pasar de moda».

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[L]a autora alemana continúa con la imagen biológica para referirse a la opinión pública, calificándola de «piel social», con las mismas funciones protección hacia afuera y cohesión de todo lo interior que tiene el tejido epidérmico en cualquier ser vivo: «Opinión pública, nuestra piel social (...) de una parte significa que la opinión pública protege a nuestra sociedad como una piel, manteniendo la unidad. De otra, afecta a los individuos particulares, que cuando sufren los ataques de la opinión pública, sienten la sensibilidad de su piel social».

Para ella, la «opinión pública crítica» u opinión racional sobre el bien común, surgida del debate democrático, no es más que una invención intelectual, mientras que la poderosa fuerza de la «ley de la opinión o de la reputación» que condiciona a los individuos comunes es algo que puede ser observado todos los días y que se refleja en los trabajos empíricos de cualquier investigador.

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[También cuestiona la idea de la OP como pilar de legitimación del Estado democrático:] «En los siglos XIX y XX ha ido ganado más y más aceptación internacional un concepto de opinión pública primariamente restringido al tema político. Por supuesto, no es incorrecto pensar en cuestiones políticas conectadas con la opinión pública. Tienen mucho que ver con ella, pero su exclusiva restricción resulta dañina. Nos hace conducir nuestros pensamientos en una dimensión equivocada. Nos lleva a suponer en la opinión pública una capacidad de sabio enjuiciamiento de las cosas, lo cual a veces puede encontrarse y a veces no. (...) Mientras los investigadores continúan preocupados con el producto artificial de una especie de superego del discernimiento político, la cuestión de por qué John Locke explícitamente usaba el término «moda» cuando dirigía su atención al tema de la ley de la opinión, continúa sin respuesta».

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[T]oda su interpretación lleva, entre otras conclusiones, a adoptar un concepto de «público», bien distinto del habermasiano y al mismo tiempo revelador de las enfrentadas acepciones que suelen ofrecerse de dicho término:1. Mucha de la confusión existente sobre la concepción de la opinión

pública (...) se debe a que el término público se ha identificado con «los asuntos públicos». Tal identificación es sólo una parte de una interpretación más global del término «público».

2. «Público» en el contexto de opinión pública no se refiere a una categoría de temas, sino a la esfera en la que operan los procesos de opinión pública: se refiere a una situación del público anónimo.

3. El elemento «público» ha sido analizado en un sentido legal como equivalente a «abierto a todo el mundo», y en un sentido político como «asuntos públicos» o «interés público», equivalente a «lo que es importante para toda la sociedad».

4. Pero nos ha faltado un significado de «público» en la esfera psicosocial, en la línea de un tribunal de enjuiciamiento de lo individual

5. En muchas sociedades, «público», en este sentido, se ha expresado como equivalente a «sanción», y ya Edward Ross, en 1901, llamó a este uso de la opinión pública, «control social».

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[L]o que le critica Aníbal Gómez a Noelle-Neumann [es] (...) que, aun aceptando que la mayoría de los estudios empíricos puedan corroborar el escaso o nulo funcionamiento de la opinión pública como instancia crítica, ello no sólo se debe a la más común presencia de la sujeción a los valores utilitarios, tradicionales o irreflexivos del control social anónimo, sino también a la incapacidad teorética —y por añadidura metodológica—, de Noelle-Neumann para captar ejemplos reales de presencia de instancias críticas de la opinión pública.

En el propio seno de una sociedad competitiva de múltiples grupos de intereses particulares —declara Aníbal Gómez—, aunque las motivaciones de sus tomas de postura sean exclusivamente utilitaristas y egoístas, la propia realidad de la lucha entre corrientes de opinión y el esfuerzo de cada una por influir en la conducción global del espacio público, utilizando para ello las mejores fuentes de argumentación que estén al alcance de cada sector, grupo o clase social, demuestra por sí misma que el fenómeno de la opinión pública tampoco puede ser reducido a la tiranía del control social anónimo en lo que se refiere a mecanismos psicosociales básicos.

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OP como lugar común de la intersubjetividad

[El sociólogo alemán Niklas Luhmann] ha elaborado una teoría específica sobre el concepto de opinión pública que, en su aspecto de descripción técnica del fenómeno participa tanto de algunos rasgos señalados por Habermas, como de otros propuestos por Noelle-Neumann. (...) la perspectiva luhmaniana permite cerrar un triángulo fundamental en las teorizaciones contemporáneas sobre nuestro fenómeno.

La opinión pública, en pocas palabras, es para Luhmann algo tan básico e inmenso como «la estructura temática de la comunicación pública».

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Esto «no significa ya la generalización del contenido de las opiniones individuales, mediante fórmulas generales, aceptables para cualquiera que tenga uso de razón (...) La opinión pública deja de ser para Luhmann el resultado de la libre discusión racional de los temas de interés público, por parte de los individuos integrados en la sociedad civil». Muy al contrario: la opinión pública es tan sólo esa coincidencia social efímera que considera algún asunto más relevante que el resto. El fenómeno se refiere por tanto a la circunstancia de la coincidencia de atención general, no a ningún tema, ni característica sociopolítica del tema ni a ningún portador institucional o social del mismo. No es más que el resultado del proceso de definición de temas relevantes, o (...) el resultado del proceso de «tematización».

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Estructura común de sentido quiere decir que cualquier miembro de una misma sociedad entenderá de qué se está hablando, habrá oído hablar de ello y podrá él mismo referirse a ello sabiendo que los demás entienden lo que él mismo entiende (aunque luego las interpretaciones de detalle puedan ser variadas y polémicas).

Acción intersubjetiva es la acción social propiamente dicha. La que procede de una interacción colectiva y plasma una cooperación igualmente colectiva.

Las consecuencias nocivas para el sistema social de la dispersión biográfica se refieren a la desintegración del propio sistema social que se generaría en el caso de no surgir acciones intersubjetivas. Al mismo tiempo, para que podamos obtener acciones intersubjetivas es preciso disponer antes de estructuras comunes de sentido.

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[Para Luhmann] el sistema social (...) se caracteriza en las sociedades modernas (...) por una complejidad creciente, inherente a la demanda de superespecialización de funciones institucionales, profesionales y personales que el mantenimiento de una sociedad como la nuestra exige.

Pero al mismo tiempo, ninguna institución o persona es capaz de retener y gobernar —o abarcar mentalmente siquiera— tal subespecialización sistémica. Ello implica el riesgo de que cada individuo o institución, a fuerza de especializarse y no comprender ya más que la propia tarea, acabe por desarraigarse afectiva y mentalmente de toda la magnitud sistémica.

Surge así la necesidad de simplificar la complejidad (...). Justamente esa es la función reductora que según Luhmann cumple ese mecanismo psicosocial y de repercusiones políticosistémicas que llamamos «opinión pública».

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Qué más da que la opinión pública no sea el resultado de un consenso racional, que no sea siquiera una coincidencia social de sólida solidaridad, ni puedan detectarse su magnitud, contenido, diversidad interna o dirección valorativa con instrumentos fidedignos. Basta que haya un mecanismo de convergencia total, que permita a todos sentirse parte de un mismo sistema al reconocerse todos involucrados en un tema de conversación común. Para la funcionalidad del sistema basta que haya un lugar común de la intersubjetividad social.

«El sistema social no puede contender con demasiados asuntos o preocupaciones simultáneamente. Por breves periodos la atención general convergerá sobre un tema y dentro de ese corto espacio de tiempo el sistema tendrá que encontrarle alguna solución».

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La opinión pública, esa mera «erupción radical de la sociedad», que converge en ocuparse de unos asuntos en lugar de otros, vuelve a asumir, como en la concepción liberal clásica, la función de mecanismo-guía del subsistema político democrático, pero no ya como el proceso de obtención del consenso racional que legitima la acción de gobierno, sino como los límites temáticos o problemáticos en los que habrá de concentrarse la acción del Gobierno.

[Respecto del modo en que se produce el consenso social] mientras que para Lippmann la clave de unificación está en los «estereotipos», para Luhmann reside en las expresiones hechas o lugares comunes.

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Por otro lado, ambos autores coinciden (...) que son los medios de comunicación social los que normalmente crean y sostienen la atención y del diálogo de la gente en torno a unos temas. Los medios serían responsables, en gran medida, de la fijación de esos lugares comunes de concentración de la atención, mediante el proceso de selección de temas —o tematización—, lo que directamente remite al efecto de «agenda setting» o canalización.

Asimismo, los medios serían responsables para Luhmann de la finalización de un estado de opinión pública: «Cuando todo se ha dicho ya en torno a un tema, tal cuestión se convierte en obsoleta, es sólo un sombrero viejo».

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Según Luhmann (...) el sistema político y el sistema social se convierten transitoria y parcialmente en opinión pública. Pero esta acción no está gobernada, como cabría esperar, por las reglas de la toma de decisiones, sino por las reglas de la atención (psicosociológicas, lo que equivale a decir de la curiosidad). Son las reglas de la atención, y no las de la decisión (o la racionalidad) las que gobiernan qué llega a ser punto de discusión y qué no.

[P]ara Luhmann, existe un orden de acontecimientos muy fijo para ese breve lapso en que un asunto es materia de opinión pública: 1) Un tema presionante irrumpe ante la atención general. 2) Unas posiciones pro y contra se delimitan al respecto. 3) Cuando en lugar de asistirse a una decantación de posiciones pro/contra sólo emerge una versión unilateral (generando una sensación de que nadie en su sano juicio podría discrepar de ella), Luhmann considera que estaríamos en presencia de una variante de opinión pública denominable «moralidad pública».

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Según Luhmann la opinión pública puede interpretarse como un medio, en el sentido de (...) «medio ambiente» o «círculo» en el que se reproducen y se vuelven a descomponer una serie de formas.

El autor alemán emplea en concreto la comparación con el idioma y establece que, así como el idioma (medio) se regenera por la continua formación de frases (formas) que poco después se olvidan o pierden su valor, el medio opinión pública se regenera por acoplamientos y desacoplamientos continuos de las formas (manifestaciones o fenómenos concretos (...)) que dentro de ese medio son posibles.

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Pero ese medio y esas formas de la opinión pública deben construirse a partir de algo, de alguna materia prima. (...¶...) Se trata de la autoobservación de los observadores. El medio y las formas de la opinión pública no son más que la mirada autoreferencial que los protagonistas de la comunicación pública se dirigen a sí mismos o a sus actuaciones.

La opinión pública es un espejo. «El espejo no se ve a sí mismo, sino sólo la cara que uno pone al mirarlo. Y uno ve también a los otros que actúan en el mismo espacio delante del espejo».

[E]sa mirada de autoreferencia que se dirigen los protagonistas de la comunicación pública (...) simplifica y encubre la verdadera complejidad del sistema social y lo reduce a una útil —aunque falsificadora— síntesis para seguir avanzando socialmente. Luhmann califica expresamente a la opinión pública de «evidencia encubridora».

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Se desemboca así en la función concreta que cumple el subsistema «opinión pública» y que según Luhmann es una función eminentemente política o de utilidad para el sistema político.

«la política sólo puede divisarse a sí misma en el "espejo" de la opinión pública, al quedar atrapada en el contexto escogido artificialmente de sus propias posibilidades de movimiento. Por otro lado el espejo cumple la función de reflejar, nada menos, pero tampoco nada más, que al propio observador».

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Como Habermas, concentra casi toda su atención en el sistema político y coincide con aquél en la descripción de la pérdida de la racionalidad dialogante que la concepción liberal suponía en la formación de opinión pública. También como Habermas señala a los modernos medios de comunicación social como los principales directores de orquesta de la construcción del espacio público. Ambos se fijan en el fenómeno de la opinión pública de una sociedad industrializada y con repercusión política. Con Noelle- Neumann coincide en cambio en la detección de mecanismos psicosociales básicos en la generación de procesos de opinión pública; así como en la actitud «realista» de describir unas situaciones de hecho, en lugar de contraponer un idealismo normativo en la línea habermasiana. No llega, sin embargo, como Noelle- Neumann, a interpretar el fenómeno de la opinión pública en una clave psicosocial inherente a la naturaleza humana.