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Las Sombras Del Imperio - Ricardo Ramos

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Novela.

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  • LAS SOMBRAS DEL IMPERIO

    Ricardo Ramos Rodrguez

  • Las Sombras del Imperio Ricardo Ramos Rodrguezwww.ricardoramosrodriguez.comcontacto@ricardoramosrodriguez.com

    Maquetacin: Ricardo Ramos RodrguezFotografa de portada: Fotolia.esDiseo de portada: Antonio Lpez GaldeanoDibujo de mapa: Javier Ortn Terrazas

  • A Emilia, a Ricardo,y a Sara

  • NDICE DE CONTENIDO

    SINOPSISMAPANOTA DEL AUTOREL PRINCIPIOPRIMERA PARTE: EL ENIGMASEGUNDA PARTE: LA REBELINTERCERA PARTE: EL DESTINOEL FINALOTRA NOTA DEL AUTOR

  • SINOPSIS

    En Las Sombras del Imperio se mezclan en un solo libro lo mejor de la novela histrica costumbrista con la emocin y el suspense de las mayores sagas deintriga.

    Real Alczar de Madrid, 19 de enero del ao 1568. El Prncipe Don Carlos, heredero al trono de un Imperio sobre el que nunca se pona el sol, es detenido por supropio padre en sospechosas circunstancias. Se le acusa de crmenes terribles, y muchos en la corte piensan que est completamente loco, pero en una situacin delicadapara el Reino su proceso bien podra hacer temblar los propios cimientos de Espaa.

    Por otro lado, no muy lejos de all, un nio de tan solo siete aos se ver obligado a enfrentarse a la aventura de una vida y un nombre nuevos, un carismticohidalgo llegar a Sevilla huyendo de las oscuras maquinaciones de la capital, y un clebre preso recibir una visita que le har volver los ojos a un pasado que crea yaolvidado para siempre.

    En esta apasionante novela histrica, ambientada en la Espaa del Siglo de Oro, los relatos se entrelazan en el tiempo y sus tramas te arrastran a travs de picasbatallas, amores imposibles, traiciones, engaos, episodios de corrupcin e intrigas palaciegas.

    All aparecern personajes como el bastardo Don Juan de Austria, el escritor Miguel de Cervantes, el Rey Felipe II junto a su tercera esposa, la Reina Isabel deValois, la siempre polmica Princesa de boli o el misterioso Caballero del Trbol.

    De la mano de todos ellos, y sorpresa tras sorpresa, descubrirs como nunca antes lo que se esconde entre Las Sombras del Imperio.

  • Mapa basado en original de 1570

  • NOTA DEL AUTOR

    Cuando conoces por primera vez a una persona, nunca te cuenta su vida ordenada cronolgicamente desde el mismo da en que naci hasta ese preciso instante enel que est sentada frente a ti sorbiendo una taza de caf. Sera muy aburrido. Lo ms probable es que, a lo largo de los minutos, de los das, o de toda una vida, te vayadescubriendo su historia personal poco a poco, tal vez empezando por los hechos ms relevantes, o por los que le hacen sentir ms orgulloso, saltando hacia delante yhaca atrs en un caos desordenado pero con mucho sentido, aadiendo captulos por cada nueva vivencia. Si el tiempo pasa y aumenta la confianza, entonces tambinsuelen crecer la nitidez de los detalles y la presencia de relatos comprometidos; pero, aun con todo, por mucho que se intente y se desee, salvo a uno mismo, jams sellega a conocer a nadie del todo.

    Y si esto es as con las personas, por qu no habra de serlo tambin con los libros? Si las historias en la vida real nunca respetan el orden, y nunca son completas,y retroceden al recordar un matiz, y saltan para hacer un vaticinio, y se callan para guardar un secreto, por qu deberan quedar grabadas sobre el papel en fila y sincolarse, contrarias a su naturaleza?

    En este libro, las historias, los hechos, las mentiras y las verdades, los pensamientos, los actos, las palabras y los silencios se barajan en el tiempo y fluyen enrgimen turbulento. El vestido se teje a base de retazos, y a veces se olvida algn agujero para que lo remiendes t mismo. Por eso te recomiendo que te fijes bien en loslugares y en las fechas que se indican al inicio de cada captulo, por eso de que la manga coincida con el brazo; o tal vez que no te esfuerces demasiado en ello.

    La presente es una novela histrica en la que se narran muchas cosas que fueron, otras que pudieron haber sido, y algunas que posiblemente nunca fueron; pero esque, aunque nunca se ponga el sol, a veces la realidad y la ficcin se confunden entre Las Sombras del Imperio.

  • EL PRINCIPIO

    [] una crcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitacin. Miguel de Cervantes Saavedra

    Sevilla, ao 1569

    En el centro de la ciudad, all donde tiempo atrs el Guadalquivir extendiera su brazo al pueblo hispalense, y donde se forj el metal que empuara Fernando IIIpara el bautismo cristiano de aquellas tierras, discurre la calle Sierpes, antigua calle Espaderos por haber dado sitio al hospital y a la hermandad de los fabricantes desemejante arma.

    Sin embargo, dice la leyenda que unos doscientos aos despus de su reconquista, entrado ya el siglo XV, comenzaron a desaparecer por decenas los nios en laciudad de Sevilla, y muy especialmente en las inmediaciones de aquella calle. Muchos fueron entonces los acusados de su robo: religiosos judos, bandidos moros,mercaderes turcos pero ninguno de ellos pudo ser nunca probado culpable. As, el tiempo pasaba sin que nadie pusiera fin al drama, y el eco del misterio no dejaba deatronar en cada preocupado hogar sevillano.

    Mientras todo esto suceda, Melchor de Quintana y Argeso, un bachiller en letras por los estudios de Osuna y por lo dems hombre de tez morena y deestmago grueso desgastaba sus nudillos en la excavacin de un tnel que pudiera al fin sacarle de la Crcel Real. En esta haba ingresado el caballero tras un fallidolevantamiento en armas contra el Rey orquestado por su seor el Duque de Arcos, quien a la sazn poco haba querido saber del pobre Melchor tras el fracaso de latentativa.

    As las cosas, quiso en aquel momento la suerte que justo bajo la celda de Melchor de Quintana y Argeso cruzara un ramal de las alcantarillas que primeroromanos y despus moros haban horadado en el subsuelo de la urbe; y as, siguiendo el laberntico trazado de aquellas cloacas putrefactas logr el hombre clavarbandera ms all de los muros del presidio. No obstante, no cometi entonces el error de pensar que aquella hazaa era sinnima de haber conquistado su libertad.

    De otro modo, dirigi sus pasos aquel mismo da a presencia de Alonso de Crdenas, el comendador de Len y regidor de la ciudad, un varn elegante y aguerridoal que hall en puertas de su propio hogar. Cuando el forastero le present a aquella autoridad sus seas y su caso, a punto estuvo este de llamar de inmediato a laguardia para que se encargara de poner sus huesos de nuevo entre barrotes; pero antes de que pudiera llegar a hacerlo, Melchor de Quintana y Argeso le propuso alotro un trato que por fuerza para ambos habra de ser provechoso: l mostrara al regidor quin era el autor de los robos de nios, cuyo paradero deca conocer, y acambio este firmara para l una carta de indulto ante escribano.

    En estas circunstancias, Alonso de Crdenas, deseoso de poner fin de una vez por todas al clamor de la ciudad, tuvo que dar por bueno el acuerdo, y le prometi aMelchor de Quintana y Argeso que le concedera el solicitado indulto si efectivamente le conduca ante el autor de los crmenes. El regidor organiz rpidamente unacomitiva formada por l mismo, el escribano y dos soldados de guardia, y todos juntos partieron de inmediato siguiendo el rumbo que el forastero les marcaba, que noles condujo a otro sitio que a la entrada de la pestilente cloaca que para este haba servido antes de escapatoria. Alonso de Crdenas tap entonces su nariz con unpauelo, el escribano compuso un gesto de nausea, y despus todos se adentraron a un tiempo en aquel inframundo.

    Tras doblar un par de recodos y salvar otros tantos desniveles, los hombres llegaron al punto que Melchor de Quintana y Argeso buscaba. All, tendida sobre elsuelo embarrado y con una daga clavada entre los ojos yaca muerta una serpiente de seis pasos de largo y el grosor de un ser humano. A su alrededor, decenas de estelasde pequeos huesos confirmaban el pesar y el llanto contenido. Melchor relat entonces que se haba encontrado con aquella criatura durante su huida, y que al atacarleesta le haba dado muerte con el cuchillo que siempre portaba escondido entre sus ropas.

    As fue como Melchor de Quintana y Argeso obtuvo su anhelado indulto y qued libre para siempre, y tambin cmo por orden de Alonso de Crdenas, elcadver de la titnica serpiente acab siendo expuesto durante das en la calle que cruzaba sobre la galera en la que fue encontrada. Esta, como era de esperar, era lamisma calle Espaderos, que desde entonces nunca ms lo fue, rebautizada por voz popular como calle de la Sierpe.

    Pues bien, casi al final de esta calle, rozando ya la plaza de San Francisco, en lo mejor de Sevilla, junto a las Audiencias superiores e inferiores, un mozo dabalustre el da de autos a una inscripcin sita en la portada de un vasto edificio mientras una pequea multitud compuesta por diversas personalidades locales locontemplaba con aire solemne.

    El ilustrsimo Senado y Pueblo de Sevilla con inspiracin de Jesucristo, atendiendo con gran providencia a la sana quietud de la repblica, que el atrevimientode los malos suele turbar, cuid de levantar desde los cimientos y magnficamente restaurar y ampliar a expensas pblicas esta crcel, reynando el Catlico, muy alto ymuy poderoso Felipe II, y siendo prudentsimo Asistente de esta ciudad el Ilustrsimo seor don Francisco de Mendoza, conde de Monteagudo, de que cuid con sumoestudio y singular fidelidad el magnfico varn Bartolom Surez, Veinticuatro de esta ciudad y su Obrero Mayor en el ao del Seor de 1569. La guarda guarda lapaz.

    Al fin susurr entonces Don Francisco Hurtado de Mendoza, el Asistente de la ciudad, al hombre que tena justo a su lado.Y es que alcanzar aquel momento, concluir aquella obra, haba supuesto para muchos de los all presentes un camino largo, embarrado y no exento de peligros.La Crcel Real de Sevilla se haba levantado por primera vez en tiempos del Repartimiento de la ciudad, reinado glorioso de Fernando III El Santo, restaurador

    de la cristiandad en buena parte del Sur de Espaa; y tras su inauguracin haba servido durante un tiempo con dudoso decoro al fin para el que haba sido concebida. Sinembargo, menos de doscientos aos despus el edificio se haba convertido ya en una ruina del pasado. Entonces Doa Guiomar Manuel, principal seora y filntropasevillana que ya costeara parte de la construccin de la catedral en la que an hoy reposan sus restos, decidi impulsar su reconstruccin, abastecindola entre otrascosas de agua para calmar la sed de los reclusos en los ardientes das del verano hispalense.

    Aun con ello, a mediados del siguiente siglo la crcel haba vuelto a quedar obsoleta, y apenas si poda contener a medias las oleadas de presos que a ella eranregularmente destinados. As las cosas, no mucho despus de ocupar su cargo, en 1560, el Asistente Don Francisco Chacn haba promovido una nueva ampliacin deledificio por la que se le aadiran una cruja de fachada y una nueva portada.

    Sin embargo, mientras el mozo terminaba de sacar lustre a la inscripcin, Don Francisco Chacn contemplaba la ceremonia desde un segundo plano, huyendo detodo protagonismo. Tan solo un par de saludos de cortesa alcanzaron a quebrar entonces el silencio de sus labios carnosos. Adems, a cada rato intercambiaba miradasde desdn con un grupo de clrigos vestidos con sotana que se encontraban algo ms a la izquierda acompaados por el Caballero del Trbol, un ilustre personaje de laciudad. Estos a su vez murmuraban latinajos con rabia y fruncan el ceo observando al antiguo Asistente de la ciudad.

    Aquella hostilidad, por supuesto, tena su explicacin, y es que para poder cumplir con lo proyectado haca entonces nueve aos haba resultado ser necesariodemoler dos parejas de viejas casas colindantes con la crcel y a saber propiedad de la Santa Madre Iglesia. De este modo, en su da se haba ofrecido a la institucin unintercambio de bienes inmuebles que pudiera compensar el agravio planeado; pero en el trmite de las interminables negociaciones, cansado de los caprichos de la otraparte, Francisco Chacn haba acabado por ordenar que se iniciara sin previo aviso la demolicin de las casas. Como resultado, poco despus las obras estaban yaparalizadas, el Asistente excomulgado, y la propia ciudad de Sevilla nombrada cessatio a divinis el 2 de diciembre de 1563.

    Tendra que ser bajo el mandato del siguiente Asistente, el canoso Don Francisco Hurtado de Mendoza, cuando se normalizaran de nuevo las relaciones con elestamento eclesistico, pudiendo reanudarse la remodelacin del edificio all por los inicios de 1566. La construccin comenz entonces bajo la firme direccin delarquitecto Hernn Ruiz II, quien fallecera escasos tres meses despus, siendo sustituido en el cargo por el Maestro Mayor del Cabildo de la ciudad, el napolitanoBenvenuto Tortello, que era el hombre que en primera fila ocupaba un puesto de honor junto al Asistente Don Francisco Hurtado de Mendoza.

    Al fin suspir de esta guisa Benvenuto Tortello, caballero de anchos hombros y no escaso de vello. Entonces el viento portaba consigo el rumor de lascampanas de la catedral, el mozo haba terminado ya su faena con la inscripcin y el sol proyectaba la silueta de una imponente fachada contra los espectadores.

    Frente a ellos se alzaba la Crcel Real de Sevilla, un edificio de tres plantas presidido por una portada de cantera de dintel adovelado de sesenta y cinco pies de

  • alto, enmarcada con pilastras toscanas. En lo ms alto hacan honor a la construccin las armas de la ciudad, y tambin tenan sitio los blasones del Conde deMonteagudo y del Marqus de Almazn, las armas Reales portadas por dos leones rampantes, las representaciones de la Justicia, la Fortaleza y la Templanza, y porsupuesto la lustrosa inscripcin.

    La estructura de la crcel orbitaba en torno a un patio principal al que daba eje una fuente de mar octogonal de la que manaba el agua de los Caos de Carmona. Aeste lo rodeaban los calabozos, de tres pasos de profundidad, y el edificio contaba tambin con una capilla, una enfermera, una sala de visitas para los presos y la nuevacruja de fachada apuntando hacia la calle Sierpes. Exista del mismo modo un sector reservado al encierro de mujeres, pero la frontera que lo separaba del resto erapocas veces guardada y s muchas traspasada.

    Cualquier otro da, del otro lado del muro hubiesen brotado las voces de un coro de gritos de locura y lamento, pero aquel da se guardaba silencio; cualquier otroda, un torrente fecal hubiese resbalado por las canaletas de piedra desnuda, pero aquel da todo pareca aceptablemente limpio; y cualquier otro da el olor de lapodredumbre hubiese araado la piel, pero aquel da el mucho incienso lo tapaba. La ocasin lo mereca.

    Y es que como alguien dijo alguna vez, todas las plagas de Egipto, todas las penas del infierno se cifran en aquel asqueroso albergue, donde se hallancorrompidos casi todos los elementos.

  • PRIMERA PARTE:

    EL ENIGMA

  • 1.1 LA CORTE (I)

    Dos de la cmara ponen la mesa, y los mayordomos salen al patio por la comida. No hay cuchillo, todo va partido. No le dicen misa, ni la ha odo desde queest preso. Ujier de cmara del Prncipe Don Carlos

    Real Alczar de Madrid, 19 de enero del ao 1568

    Reunido en el Patio del Rey, junto a la puerta por la que se accede desde este a la Capilla Real, un grupo de hombres conversaba agitadamente bajo un cielo debruma estanca que no dejaba ver las estrellas. El ambiente era tenso, las voces inquietas, y las palabras en ocasiones bordeaban lo prudente.

    Todo aquello suceda en el corazn del Real Alczar de Madrid, una construccin que haba sido levantada como fortaleza musulmana siete siglos atrs, y queahora serva de residencia palaciega en la recin estrenada capital del Imperio espaol. La fachada occidental se alzaba al pie del barranco que cae en picado al valle delManzanares, apuntando hacia el puente segoviana y hacia la Casa de Campo, mientras que la oriental miraba a los ojos al casco histrico. Sin embargo, las obrasnecesarias para adaptar el lugar a su renovado propsito parecan no acabar nunca, y la edificacin cambiaba de cara ao tras ao en un desfile eterno de entalladores,carpinteros, pintores, vidrieros y escultores venidos para tal fin de los Pases Bajos, de Italia y de Francia.

    Adems, la llegada de la corte no solo estaba transformando el Real Alczar, sino toda la villa de Madrid. As, tan pronto se proyectaba la construccin de unnuevo hospital como la de un orfanato, la adecuacin de la plaza del Arrabal o la construccin de ms viviendas en torno al camino de Alcal de Henares en el Este, obien junto al de Toledo en el Sur, dando lugar a oscuros barrios de estrechas callejuelas. La poblacin tambin creci con brusquedad, pasando en un abrir y cerrar deojos de los veinte mil habitantes que hasta haca poco haba acostumbrado a albergar la villa a ms de treinta mil, o eso decan algunos, y pareca que en aquella retorcidaurbe ya no caba, ni deba caber tampoco, ni una sola alma ms.

    Tanto es as, que solo para poder alojar al enjambre de funcionarios que acompaaron al monarca a su llegada, este tuvo que acordar con las autoridades locales elestablecimiento de una carga de aposento por la cual todo propietario de una casa de ms de una planta tendra que ceder al menos una de ellas para alojar a estostrabajadores; y as fue como surgieron en Madrid las famosas casas a la malicia, construidas en una sola altura, y que inevitablemente acabaron por desparramar enhorizontal el casco urbano.

    El Real Alczar, por su parte, era un edificio irregular, desordenado, de fachadas torcidas y dependencias en forma de laberinto. El Patio del Rey perteneca a laparte ms antigua del mismo, y era por ello ms pequeo y asimtrico que el equivalente Patio de la Reina, situado al otro lado de la Capilla Real. Adems, muchas delas ventanas de su permetro estaban cerradas con celosas para disimular la ausencia de vidrio, que en aquel ao de gracia era todava escaso, y en el aire poda sentirsetodava muy latente el aroma de un tiempo anterior.

    Mientras aquellos hombres charlaban, las bestias nocturnas iniciaban su ronda silenciosa sin que ninguno de los presentes pudiera reparar en ellas. Deban ser cercade las once, era domingo, y en una hora ms temprana los caballeros haban asistido segn mandaba su posicin a la misa de la Capilla Real, a la que tambin habanacudido el Rey Felipe II y la que era su tercera esposa, la joven Isabel de Valois. Ms tarde tambin haban cenado con ellos en el palacio, y ahora, cuando ms de unodeseara haber vuelto ya a su casa, aguardaban por misma orden del monarca al desenlace de un acontecimiento que habra de hacer temblar los cimientos de la propiaCorona.

    Todava no puedo creer que esto haya llegado tan lejos se lament apenado Alejandro Farnesio, pellizcndose la frente con los dedos. Este era un caballerode veintids aos de cabello oscuro, orejas algo picudas y barba abundante, hijo de Octavio Farnesio, Duque de Parma y Piacenza, y de Margarita de Parma, hijailegtima de Carlos V, lo que lo converta en sobrino del Rey.

    No os preocupis trat de consolarlo el hombre que se encontraba a su lado, colocndole una mano tras la espalda Estoy convencido de que pronto seaclarar todo este disparate. Algo malo debe haber ocurrido con el entendimiento del Prncipe estos das.

    El que hablaba era Don Luis de Quijada, un caballero ya algo entrado en aos, lampio en la cabeza pero de barba cerrada y que en tiempos haba sido mayordomodel padre del presente Rey en sus viajes por Europa. Aquel da vesta un sobrio jubn negro de cuello alto pero sin adornos que le cubra el cuerpo hasta la cintura,calzas atacadas unidas a este mediante agujetas y gregescos pardos poco voluminosos.

    El Prncipe perdi el entendimiento hace ya aos! exclam bruscamente otro de los hombres presentes en la escena, que se llamaba Diego de Espinosa Vos os alarmis ahora que le ha sacado la espada a vuestro querido Don Juan de Austria, pero habris de saber qu hace ya casi cosa de un ao que se atrevi a sacarlaante el mismo Duque de Alba; si bien es cierto que Don Fernando lo desarm sin apenas tener que mover un brazo

    Diego de Espinosa se haba ordenado sacerdote menos de un lustro atrs, y sin embargo, ostentaba desde haca ya tres aos el cargo de Presidente del Consejo deCastilla, desde haca dos el de Inquisidor General, y ahora aguardaba su capelo cardenalicio solicitado por el propio Rey al Papa Po V. La barba le cerraba el rostro conel cabello lacio, y ocultaba tras su vieja sotana y su manteo una figura rechoncha.

    En lo de sacar la espada apunt con sorna Antonio Prez, dibujando una media sonrisa tengo entendido que es todo un experto. Cmo decs? pregunt el otro sacerdote presente, este mucho ms joven, esbelto, y ayudante del anterior, que responda al nombre de Mateo Vzquez. Se dice que eso cuenta nuestra dulce Reina contest jocoso el primero arrancando los susurros acelerados de los labios de algunos y las risas contenidas de

    los de otros pocos. Antonio Prez era un caballero de ascendencia aragonesa, an menor de treinta aos, que combinaba una presencia elegante con una soltura depalabra tan valiosa como en ocasiones aventurada. Adems, desde la muerte de su padre, Gonzalo Prez, ostentaba los cargos de este como secretario Real y miembrodel Consejo de Estado.

    En aquellos momentos el viento soplaba imponente entre las sombras, y haca silbar a cada racha a las copas de los rboles all plantados. La noche era fra, dignadel invierno madrileo, pero el calor de la tensin no dejaba a ninguno de los varones percibir su castigo invisible.

    Deberais cuidar vuestras palabras le recrimin entonces Don Mauro Pardo Aguilar, un hombre menudo que se haca llamar el Caballero del Trbol y quemostraba siempre un aspecto dbil rematado por una cojera que le haca apoyarse todo el tiempo en un bastn Vuestras insinuaciones son malintencionadas, y comobien sabis vos, las palabras son muchas veces ms peligrosas que las espadas. Todo depende de quin las empue o de quin las oiga.

    La advertencia de este hidalgo de tez plida, nariz ganchuda y penetrante olor a perfume de especias no sent nada bien al talante de Antonio Prez, que de uninstante al siguiente pas a fulminarlo con una mirada rebosante de rabia.

    Creo que mi fidelidad al Rey y a su esposa estn fuera de toda discusin repuso el hombre airado, acompaando la voz con ostensibles giros de la mano y no entiendo que nadie pueda haber hallado en mi comentario algo ms que una simple broma fundada en los perniciosos rumores, que por desgracia circulan por lacorte. No creis Don Mauro?

    No albergo la menor duda Don Antonio le respondi el Caballero del Trbol con una sonrisa complaciente. En cualquier caso, Don Antonio intervino Ruy Gmez, a la sazn Prncipe de boli, Duque de Estremera y Grande de Espaa, y que ejerca tambin el

    cargo de consejero de Estado es cierto que la mofa ha sido inadecuada, y coincido con Don Mauro en que deberais medir mejor vuestras palabras.El Caballero del Trbol inclin seguidamente la cabeza hacia el portugus agradecindole la opinin y se removi sobre sus dbiles piernas tratando de redistribuir

    su peso hacia el bastn. En tal caso afirm Antonio Prez rebajando el tono, aunque no sin cierto aire de resignacin me retracto y pido disculpas. Adems, caballeros intervino repentinamente el nico hombre que hasta aquel momento haba permanecido en silencio hoy ms que nunca debemos

    guardar calma y buen talante. La situacin lo requiere.Los murmullos de aprobacin resonaron entre el grupo ante el prudente consejo. El que lo haba ofrecido no era otro que Gabriel de Zayas, otro de los miembros

    del Consejo de Estado que aquella noche se encontraban en el Real Alczar, y que comparta la Secretara Real con Antonio Prez, de cuyo difunto progenitor haba sidoun gran devoto.

  • Debe de ser terrible para un padre tener que prender as a su propio hijo aadi entonces Ruy Gmez con la voz grave mientras los dems observaban sucara larga, su nariz estirada, su plida tez y su barba puntiaguda.

    Vos lo sabris mejor que nadie, que habis tenido cinco indic Gabriel de Zayas haciendo gala de su habitual mesura. Seis le corrigi el Prncipe de boli marcando el nmero con los dedos Mas ha querido el Seor que ya no me queden ms que cuatro.Tras esta afirmacin varios de los caballeros desviaron rpidamente la mirada al suelo, pues la muerte de los vstagos, aunque habitual, era siempre un tema

    delicado. Sin embargo, el portugus se dio cuenta pronto del efecto que haban tenido sus palabras, y decidi volver sin ms rodeos al asunto principal. Graves tienen que haber sido las razones que han llevado a Su Majestad a arrestar a su propio heredero afirm con tono profundo y solemne Ruy Gmez,

    alcanzando la aprobacin de todos. En aquellos momentos los ms afectados parecan Alejandro Farnesio y Don Luis de Quijada. Y graves han sido! exclam Diego de Espinosa, el Inquisidor General, un hombre recto, de ortodoxa religiosidad y de plena confianza del Rey Mucho se

    haban prolongado ya sus insolencias; y de no ser quien es, y de no tener la sangre que tiene, algo ms grave se hubiera hecho tiempo atrs. Las palabras del sacerdote impusieron un silencio sepulcral en la congregacin, y le granjearon de inmediato la mirada despectiva de Alejandro Farnesio; pero lejos

    de sentirse reprimido, el presidente del Consejo de Castilla continu acto seguido con su incisivo discurso. No creis que Su Majestad ha tomado tamaa decisin a la ligera apunt el hombre recolocndose las vestiduras pues se me ha comunicado que

    recientemente lo haba consultado ya con los mejores juristas y telogos a su disposicin: Gallo, Melchor Cano y Martn de Azpilicueta. Y bien? inquiri Antonio Prez, que siempre disfrutaba escuchando los incendiarios mensajes del religioso. Pues que sin duda el Prncipe ha incurrido esta vez en alta traicin! proclam Diego de Espinosa alzando la voz entre las murmuraciones de los dems

    Y que adems ha sido su amigo, Don Juan de Austria, quien lo ha delatado! Don Carlos pretenda huir a los Pases Bajos, a reunirse con sus adictos nobles flamencos,y con ellos urdir un plan de rebelda contra la Corona! Le confi sus planes a Don Juan, y le pidi ayuda para que lo llevase a Italia, desde donde pensaba tomar elCamino Espaol hasta Flandes. Pero en esta ocasin Don Juan dio muestra de buen sentido, y el pasado da de Navidad acudi al Escorial a informar al Rey.

    Lo cierto es que siempre fue buen amigo de los Condes de Egmont y de Hornes indic Gabriel de Zayas, que escuchaba atento y sin perder detalle de laspalabras del presidente del Consejo de Castilla Intimaron en su visita a Madrid. Si no recuerdo mal, hace de esto ya casi tres aos.

    Los vocablos del secretario Real sentaron bien al nimo del enrgico Inquisidor General, que viendo su tesis apoyada continu solvente su alegato. Por suerte Egmont y Hornes estn ahora bajo custodia del Duque de Alba, pero no son ni mucho menos los nicos enemigos en aquellas tierras explic

    entonces Diego de Espinosa en tono magistral Y el ms peligroso de todos, el Prncipe de Orange, se ha escapado al Sacro Imperio. Obviamente Su Majestad recibicon profundo pesar la noticia de la traicin de su hijo, y fue en inicio reacio por lcito amor de padre a tomar las medidas que la gravedad del asunto requera Peroafortunadamente recibi sabio consejo aadi el sacerdote colocando una mano sobre su propio pecho.

    Y qu sera lo sabio en vuestra opinin? le pregunt en aquel momento Antonio Prez, que desde su puesto de secretario Real se haca cargo de los asuntosatlnticos, incluyendo estos los de Francia, Inglaterra, el Sacro Imperio, y tambin los Pases Bajos.

    Estaris conmigo en que la situacin en Flandes ya es suficientemente compleja adujo Diego de Espinosa clarividente Don Fernando est dando lo mejorde s para aplacar los atropellos cometidos, y al Reino le est costando mucha sangre y mucho oro acabar con toda aquella hereja. Y si la desavenencia entre padre e hijotrascendiera, si los planes del Prncipe Don Carlos llegaran a odos de Egmont, de Hornes, o peor an, de Orange eso dara alas a los nimos de los rebeldes. Por esono sera de ninguna prudencia permitir al Prncipe salir de Espaa Y debern tomarse las medidas necesarias para garantizar que ello no suceda, y para apartarlo desus peligrosas intenciones.

    Segn tengo entendido aadi a esto Gabriel de Zayas, dando un pequeo paso al frente Don Carlos quiso en su da ser elegido para dirigir la campaa deFlandes. Dicen que se crea el nico capaz de resolver el problema all. As que el nombramiento del Duque de Alba debi precipitar su conspiracin.

    No habris de ir a Flandes, u os tengo que matar intervino solemne Don Mauro Pardo Aguilar, empuando su bastn como si se tratara de un estoque. Los pies de los caballeros se arrastraban inquietos por el suelo polvoriento del patio del Rey, teniendo buen cuidado de salvar los charcos de barro y los

    excrementos de los animales. Las Caballerizas Reales estaban cerca, y el trnsito equino poda convertir a veces aquella explanada en un recorrido peligroso. Qu decs? pregunt entonces Gabriel de Zayas con palpable sorpresa. Eso fue exactamente lo que Don Carlos le dijo al Duque cuando le comunic su destino respondi el Caballero del Trbol todava agitando su bastn Con

    un pual en la mano. Maldito loco! rio la ocurrencia Antonio Prez, llevndose las manos al estmago Pero por poco cuerdo que estuviera, no muy diferentes marcharan las

    cosas por aquellas tierras. Cmo osis! exclam el Inquisidor General con gran escndalo y los ojos hirviendo de pura ira. Ninguno de los aqu presentes dudamos de la vala, del honor, ni del buen hacer de nuestro Duque de Alba intervino en aquel momento el Prncipe de boli

    tratando de poner paz No es cierto Don Antonio? Es cierto contest Antonio Prez sin terminar de perder la sonrisa, frunciendo el ceo con sarcasmo. La rebelin de los nobles flamencos no es asunto que deba tomarse a la ligera prosigui con severidad el caballero portugus y el alzamiento del Prncipe

    de Orange deba ser aplacado sin vacilaciones. Doa Margarita de Parma, vuestra madre Don Alejandro, careca de los apoyos necesarios para sofocarlo. Y ha llegado amis odos que el Duque, como gran general que es, y con toda la fuerza que a su disposicin se ha puesto, se ha encargado como l sabe de imponer su autoridad all.

    El rostro de Diego de Espinosa fue tornando de enardecido a complaciente segn el Prncipe de boli expona sus razones. El aire arrastraba entonces consigopequeas gotas de lluvia que poco a poco iban calando los ropajes de todos los caballeros; y mientras la espera se prolongaba, las voces no dejaban de sonar.

    Sin embargo continu argumentando el Prncipe de boli una vez restaurada la soberana, los mtodos empleados para imponer el orden y castigar larebelin pueden haber sido un tanto bruscos. Su Tribunal de los Tumultos, que sea dicho all llaman Tribunal de la Sangre, ha ejecutado ya segn las ltimas noticiasque tengo a cerca de un millar de personas, incluidos caballeros notables, nobles y miembros de la Orden del Toisn de Oro. El Prncipe de Orange volver a cargar encuanto rena el poder suficiente; y su xito depender del apoyo que tenga. As que si Alba ejecuta a los Condes Egmont y Hornes como es su intencin Elcalvinismo no necesita mrtires.

    Si se me permite la opinin intervino entonces Antonio Prez tras un breve silencio la rebelin de los nobles ha tomado como base las anterioresrevueltas populares. Y creedme cuando os digo que estas poco han tenido que ver con religin, ni con poder, ni con soberana; sino con pan. Los ltimos aos han sidofros en sus tierras, las cosechas se han arruinado, y el precio del trigo est por las nubes. Los conflictos en el Bltico y con Inglaterra les impiden importar cereal; ycuando los hombres pasan hambre, y sus mujeres, y sus hijos, y sus viejos pasan hambre, se unen a cualquier causa que les prometa pan. No es sangre lo que senecesita en Flandes para ganarlo para el Imperio, ni Tercios, ni tribunales. Lo que se necesita es pan.

    No andis muy equivocado Don Antonio le respondi Mateo Vzquez, el sagaz ayudante de Diego de Espinosa Casi dais en el clavo esta vez, puescomo bien decs, lo que necesitan en el Norte es el cuerpo de Cristo. Pan bendito y entregado con la ceremonia y la ortodoxia que su valor merecen.

    Finalmente, todo el mundo call y se dio por cerrado un tema del que podran haber discutido hasta el alba sin hallar acuerdo. El tiempo segua pasando sinnovedades, y no haba duda de que el mismo asunto bulla en las mentes de todos los caballeros.

    Por cierto indic Diego de Espinosa fingiendo una repentina ocurrencia el caballero Don Juan de Austria no se ha presentado esta noche. Don Juan se encuentra muy afectado por todo lo sucedido, y ha preferido mantenerse al margen de momento explic Don Luis de Quijada rascndose la

    calva nervioso Os ruego que lo comprendis. De hecho aadi Alejandro Farnesio portando gran sentimiento en la voz tal es su pena que ha prometido vestir de luto por lo acontecido. Los murmullos de sorpresa volvieron a alzarse entre los presentes ante tal revelacin, y todos comenzaron a notar en aquel momento la ausencia del joven

    caballero de un modo mucho ms fuerte que hasta haca apenas unos instantes. El Rey no se lo permitir apunt al fin con convencimiento el Caballero del Trbol. Y por qu no habra de hacerlo? le pregunt Alejandro Farnesio entre atnito e indignado.

  • Sera contradecir pblicamente su voluntad, y desafiar su decisin aclar Don Mauro Pardo Aguilar arrastrando por el suelo la punta de su bastn. Pero no es esa la intencin de Don Juan trat de rebatirle Alejandro Farnesio. Poco importa cul sea su intencin lo interrumpi Don Mauro sin darle ocasin a mayor explicacin sino el mensaje que el resto reciba. El poder requiere

    de apariencia, igual que el amor a Dios de ceremonia. Y si Don Juan se tie de negro, alguien podra entenderlo como una debilidad.En aquel momento, las voces de los caballeros se vieron interrumpidas por los maullidos de un gato pardo que haba saltado desde un tejadillo, probablemente en

    persecucin de uno de los muchos roedores que hasta en aquel principal lugar se entrometan. Adems indic Diego de Espinosa encogiendo los hombros Don Juan no tiene de qu lamentarse. Su actitud ha sido en esta ocasin de gran vala para el

    Reino, y no hay culpa alguna en su accin. Pero en ocasiones, aunque os cueste creerlo matiz Alejandro Farnesio desafiante lo correcto entra en conflicto con lo deseado. Los actos cometidos por el Prncipe Don Carlos son de sobra punibles! exclam con renovada rabia Diego de Espinosa, torciendo el gesto

    estrambticamente Y el deseo comn debera ser que pague por ellos. La integridad del Imperio ha estado en peligro por su culpa Y nunca dejar de estarlo trat de interrumpirlo Antonio Prez sin conseguir captar su atencin. Su traicin y sus amenazas al Duque de Alba y a Don Juan de Austria merecen ser castigadas concluy Diego de Espinosa y no tengo duda de que as

    ser.El eco de estas palabras qued suspendido por un tiempo en el aire, entrelazndose con la humedad, hasta que otro sonido capt la atencin general; aquella era la

    voz misteriosa de Don Mauro Pardo Aguilar, que con su cadencia embelesaba hasta a la bestia ms esquiva. Y hay algo ms sugiri entonces en tono susurrante el Caballero del Trbol. Algo ms? le pregunt Mateo Vzquez hacindose eco de la intriga de todos los presentes. En efecto. Otra razn, y pienso que la definitiva, por la que Su Majestad se ha decidido a encerrar al Prncipe afirm revelador Don Mauro Pardo Aguilar,

    deslizando la mirada de rostro en rostro Rumores infundados aparte. Don Mauro, sois siempre una caja de sorpresas apunt Gabriel de Zayas con los ojos claros muy abiertos y mesndose el fino bigote Parece que tengis

    odos en el mismo infierno. Sorprendednos pues, una vez ms. En aquel momento un trueno quebr el cielo en dos y la lluvia comenz a arreciar sobre el Patio del Rey. Amenazaba tormenta, y el riesgo de que comenzase a

    diluviar de un instante a otro era considerable, pero la atencin de todos los presentes estaba tan absorbida por lo que el intrigante Caballero del Trbol estaba a puntode contar que ninguno de los varones amag con ponerse a cubierto.

    Resulta que esta tarde he tenido oportunidad de hablar con un ujier de cmara del Prncipe Don Carlos comenz diciendo Don Mauro Pardo Aguilar,acariciando cada slaba con pulcritud y este me ha dado cuenta de una serie de acontecimientos que me han resultado ciertamente reveladores

    El mozo ha empezado relatndome que el Prncipe llevaba ya varios das estando inquieto y repitiendo que haba una persona con la que estaba mal y a la quetena que matar. Por lo visto, haba dado parte de ello a su amigo Don Juan de Austria, pero al preguntarle este, se haba negado a revelarle la identidad de la tal persona;y por lo que tengo entendido, Don Juan no tard en comunicarle este hecho al Rey.

    Diego de Espinosa trag entonces saliva y asinti para sus adentros. El caso es que llegado el pasado sbado en la noche continu narrando sin que nadie perdiera la atencin el Caballero del Trbol y en vistas de la misa del

    domingo, el Prncipe Don Carlos fue a buscar confesin a San Jernimo, y relatando all su pecado no hall confesor que le quisiera absolver por su mala intencin. ElPrncipe entr entonces en clera y mand su coche a buscar a los telogos de Atocha, de los que vinieron hasta catorce frailes contados, y tambin a por Alvarado elagustiniano. Con todos comparti bajo sagrado secreto su plan homicida, y tampoco ninguno quiso darle el perdn divino. As las cosas, solicit que, para guardar laapariencia, se le diese en la misa del da siguiente una hostia sin consagrar, para gran escndalo de los telogos presentes; y la mocin, por supuesto, fue rechazada. Atodo esto segua sin revelar el Prncipe quin era esa persona a la que quera matar.

    Don Carlos se entrevist finalmente con el prior de Atocha, rondaran ya para entonces las dos de la madrugada, y este comenz a otorgarle el sacramento deconfesin. El ujier de cmara que digo, que esa noche estaba de guardia, los sigui en la oscuridad y escuch lo que entonces conversaron. As, el prior le pregunt encierto punto por la calidad del hombre a quien quera matar, y el Prncipe contest que este era de muy alta condicin. De este modo, tuvo que decirle el prior que paraoptar a perdn era necesario que revelara antes de quin se trataba, a lo que Don Carlos, agotado, finalmente contest que no era otro que a su propio padre, el Rey, aquien quera matar.

    En este instante de la historia, los dems caballeros, que hasta entonces haban guardado un ensimismado silencio, rompieron en una algaraba de exclamaciones,suspiros, lamentos y manos en la boca. Don Mauro se detuvo un momento esperando a que el rumor disminuyera, y despus continu pausadamente con su relato.

    Tras la revelacin, lgicamente prosigui el Caballero del Trbol, moviendo el bastn en crculos el Prncipe qued sin absolucin y su confesor igual dedesolado que todos los anteriores. Pero el caso es que segn he averiguado, al da siguiente, con gran culpa y pesar, el prior acudi al Escorial a informar al Rey delpeligro en el que se hallaba; y debi de ser a raz de esto cuando Su Majestad decidi poner al caso solucin.

    Por ltimo, el ujier me refiri lo que ya sabis. Que esta tarde el Prncipe vio a su padre y a su to hablando en privado, y las sospechas debieron de despertar ensu mente atormentada. As que cuando ms tarde Don Juan, que haba notado a su sobrino triste durante el da, fue a verlo para preocuparse por su estado, este mandcerrar las puertas de su cmara y le interrog acerca de su conversacin con el Rey. Don Juan le debi decir entonces que haban tratado sobre las galeras, y como larespuesta no le satisfizo le sac la espada y lo amenaz por ms informacin. Creo que Don Juan en aquel momento trat de huir, mas hallando las puertas cerradas sevio obligado a empuar su espada tambin.

    Entonces los de fuera, oyendo el alboroto, entraron al cuarto y de inmediato separaron a los dos hombres armados. Despus Don Juan se march del palacio, yDon Carlos dijo sentirse enfermo y se acost hasta la cena.

    Con estas palabras concluy el Caballero del Trbol su historia, y el silencio volvi a apoderarse del grupo de caballeros. De fondo se escucharon entonces losgritos de un grupo de mendigos que, probablemente borrachos, se peleaban por el mejor soportal en el que pasar la noche. Aquello no era nada inusual, pues en aquellavilla desbordada eran muchos los que carecan de un techo bajo el que poder resguardarse.

    Algo ms? pregunt al fin con irona Antonio Prez, que como todos se encontraba asombrado por el lujo de detalles ofrecido por Don Mauro. Segn el ujier de cmara le respondi habilidoso el Caballero del Trbol, que haba captado perfectamente el tono de la pregunta el Prncipe ha cenado un

    capn cocido. Si lo que decs es cierto intervino finalmente el Prncipe de boli, con el rostro pensativo, cuando las risas de algunos de los otros hombres remitieron las

    repercusiones de lo ocurrido seran gravsimas. Desde luego no debemos tomar este asunto a la ligera. Yo me niego a creerlo apunt seguidamente Alejandro Farnesio para gran sorpresa de todos Soy quien mejor conoce a Don Carlos, y s que no sera

    capaz de algo as.Las miradas se dirigieron entonces a Don Mauro Pardo Aguilar, pues todos esperaban una resuelta respuesta de este. Pero en esta ocasin, el Caballero del Trbol

    guard un intrigante silencio acompaado nicamente de una sonrisa difuminada. Lo prudente sera tratar la historia con cautela intervino Gabriel de Zayas y poner en tela de juicio la imaginacin de vuestro ujier y las revelaciones de

    ese supuesto confesor. En este preciso momento irrumpieron en el patio dos miembros de la Guardia de la Cuchilla, vistiendo jubones y gregescos amarillos y rojos, calzas amarillas,

    parlotas negras, capotillos y zapatos negros con exagerados lazos rojos, portando cada uno un archa y caminando con paso firme hacia el grupo de notables caballeros. Su Majestad reclama la presencia de Don Luis de Quijada anunci con voz solemne el que marchaba a la derecha nada ms llegar a su altura. De este modo, el caballero aludido, con palpable sorpresa, mir primero desconfiado a la pareja de guardias, luego a todos los dems, y por ltimo una vez ms a

    los hombres armados antes de emprender timorato el paso y acompaarlos rumbo al interior del Real Alczar mientras el resto permaneca esttico sobre la explanadadel Patio del Rey.

  • Los acontecimientos se precipitan afirm al fin Mateo Vzquez, apretando los labios tras la marcha del Don Luis de Quijada. Me pregunto para que querr Su Majestad al bueno de Don Luis coment con falsa inocencia Antonio Prez. No lo s le respondi Ruy Gmez con el ceo fruncido y aspecto de estar perdiendo la paciencia pero confo en que pronto seamos informados. De esto

    y de todo lo dems. Pero no solo nosotros aadi rpidamente Gabriel de Zayas, mostrando su preocupacin Las noticias pronto corrern por la corte, y por mucho celo

    que se ponga en evitarlo acabarn llegando tambin a los Pases Bajos, donde sus efectos sern impredecibles Si Su Majestad escucha mi consejo le interrumpi soberbio Diego de Espinosa ms tropas partirn de Italia hacia Flandes muy pronto. Muerto Solimn,

    la paz en el Mediterrneo se mantendr sola por el momento

    * * * *

    Mientras aquellos hombres conversaban al margen, en el interior del Real Alczar se haban ido materializando los graves sucesos por los que se preocupaban.Todo haba comenzado cuando el Rey, luciendo armas y casco militar, y acompaado del Duque de Feria, del prior Don Antonio de Toledo, del teniente de la guardia yde doce guardias ms, haba bajado por la escalera que conduca hasta las dependencias personales del Prncipe Don Carlos.

    Una vez en el recinto, la comitiva haba asaltado la cmara del Prncipe sin ruego ni previo aviso, entrando primero los guardias, que desposeyeron al joven de suespada y de su daga, y el Duque de Feria, que le retir un arcabuz que tena cargado con dos balas. De este modo, mientras Don Carlos se retorca, gritaba, e intentabarecuperar sus armas para plantar batalla, otros dos guardias haban requisado todas las llaves de sus escritorios y cofres y comenzado a extraer de ellos todos lospapeles que encontraban.

    En ltimo lugar haba entrado el Rey, al que nada ms poner un pie en el interior el Prncipe haba increpado con todo tipo de voces y al menos cinco veces le habagritado qu me quiere Vuestra Majestad?, a lo que este otras tantas le haba respondido que ahora lo veris. Entretanto los guardias haban comenzado a enclavarlas ventanas y las puertas de la cmara, cuidndose de sellar uno por uno todos los accesos. As estaban las cosas cuando el monarca encarg de viva voz al Duque deFeria que guardase al Prncipe, y que se encargase de que no saliera de la estancia hasta que no se dispusiese lo contrario.

    Para aquel entonces en la antecmara esperaban ya el Conde de Lerma, Don Rodrigo de Mendoza y Don Luis de Quijada, que acababa de llegar a la escenaacompaado de los dos guardias que lo haban ido a buscar al patio. Al poco tiempo apareci all tambin el Rey, que con el rostro muy severo volva ya de haberencerrado a su hijo.

    Yo os encargo, caballeros, que sirvis y regalis al Prncipe anunci entonces Felipe II con gran solemnidad, ocultando tras su barba cerrada cualquier tipo deemocin con tal de que no hagis nada que l os mande sin que lo sepa yo primero. Guardadlo todos con gran lealtad, si no queris ser dados por traidores.

    Los tres caballeros escucharon atnitos aquellas palabras, que apenas si llegaban a terminar de entender, y pudieron entonces poco ms que asentir sin atreverse aabrir la boca por miedo a decir algo improcedente. En aquel momento, un grito desgarrador atraves las oscuras puertas de la cmara, y todos pudieron reconocer sin lamenor duda en l la voz del Prncipe.

    Mteme Vuestra Majestad y no me prenda, o si no lo har yo, y as se ahorrar escndalo el Reino! bram Don Carlos rasgndose la propia garganta entretartamudeos.

    Ni el uno ni el otro lo har! respondi para asombro de todos el Rey, tambin gritando desaforadamente y sin moverse un palmo de donde estaba Seracosa de locos!

    A continuacin Felipe II mand al Duque de Feria cerrar con llave la entrada principal de la cmara, echar del recinto a todo el servicio, y poner guardias en cadauno de los accesos. El Prncipe continu gritando, pero sus palabras se difuminaban ya entonces entre los portones atrancados. Aquella noche velaron su puerta elDuque de Feria, el Conde de Lerma y Don Rodrigo, que mil veces se arrepintieron de haber dado con sus pasos en aquel lugar y a aquella hora. El Rey se marchfinalmente a sus aposentos sin cruzar otra palabra con nadie, y Don Luis de Quijada, junto con el prior Don Antonio de Toledo, fue escoltado por la Guardia de laCuchilla de nuevo al Patio del Rey con un mensaje para el resto de caballeros.

    * * * *

    Entretanto, los siete hombres restantes en el patio haban proseguido con su pltica, que tras la atrevida afirmacin de Diego de Espinosa versaba repentinamentesobre la seguridad en el Mediterrneo.

    Es cierto que la muerte del Magnfico ha aplacado en algo el mpetu otomano concedi no sin ciertas reticencias el Prncipe de boli, que se sujetaba labarbilla con la palma de la mano pero sera un error pensar que el problema Mediterrneo se acaba con l. Las costas del Levante siguen azotadas por la piratera ypor el corso, igual que los barcos que siguen la ruta hacia el Oriente.

    Minucias ataj Diego de Espinosa con desprecio, apretndose el cinto para que el viento no le removiese la sotana Minucias comparadas con losverdaderos problemas del Imperio. La cuestin turca queda cerrada con el adis del Sultn, y la morisca con la aplicacin de la Pragmtica Sancin. La verdaderaamenaza para la fe sin duda es ahora la osada protestante.

    Tal vez sean minucias para vos, que no las sufrs comenz diciendo Antonio Prez con arrogancia pero en Catalua y en Valencia el acoso no cesa. Y encuanto a la Pragmtica Antimorisca

    Sin embargo, el atrevido discurso del caballero se vio bruscamente interrumpido por la sbita aparicin de Don Luis de Quijada y Don Antonio de Toledo, esteltimo prior de la Orden de San Juan y caballerizo mayor del Rey, un religioso de cara ancha, labios gruesos y vigorosos brazos llenos de pelo. De este modo, lasmiradas de todos los varones se volvieron rpidamente a los dos hombres, que con el rostro serio y el paso rgido caminaban hacia donde el grupo se hallaba congregado.Finalmente fue Don Luis quien se atrevi a tomar la palabra, y dedicando antes una mirada compasiva a Alejandro Farnesio, lanz su voz contra el viento.

    Su Majestad os comunica el arresto del Prncipe Don Carlos.

  • 1.2 EL DELIRIO (I)

    Y no pudiendo esto guiar ans, y queriendo l ms seguir la vida y estado seglar, es mi voluntad y mando que se le den de renta, por va ordinaria, en cada ao,de veynte a treinta mil ducados en el reyno de Npoles, sealndole lugares y vasallos con la dicha renta. Carlos V, clusula secreta de su testamento

    Tumbado en un camastro improvisado, en una alcoba de emergencia que siempre haba sido un palomar, un hombre agonizaba entre fuertes dolores. La estanciahaba sido limpiada con urgencia pocos das atrs, y se haba disimulado su original condicin colocando en las paredes algunos tapices y cerrando la entrada concortinas. El varn, aquejado desde haca unas semanas de tabardillo exantemtico, o eso decan entonces los mdicos, haba sufrido en las ltimas jornadas de fuertesfiebres y violentos vmitos y diarreas. Haba perdido mucho peso, y desde haca un da, tambin la consciencia.

    Ahora se remova en su lecho, navegando entre profundos delirios que le hacan revivir a fogonazos algunos de sus recuerdos ms trascendentales. Algunos de elloslos haba vivido, otros los haba escuchado de los labios de grandes hombres y mujeres, y algunos probablemente solo los haba imaginado. Escuchaba tambores, comolos que anuncian la guerra, pero tambin trompetas, como las que esperaba que lo recibieran en el cielo.

    Si se pudiera, de algn modo, extraer todos estos recuerdos; copiar las imgenes, transcribir las palabras, capturar las esencias. Si se pudieran ordenar en el espacioy en el tiempo aquellas alucinaciones atormentadas, siendo siempre conscientes de lo nebuloso del pensamiento humano y del estado de la mente del sujeto en aquelmomento. Si se pudiera, al fin y al cabo, escribir una historia, probablemente empezara as.

    Legans, ao 1554

    En un campo de cereal, un grupo de nios del pueblo correteaba con el pelo oliendo a vinagre de limpiar piojos tratando de dar caza a alguno de los pjaros que allse posaban para comerse el grano. En cierto momento, una piedra vol desde la mano de uno de los chiquillos e impact contra el cuerpo de una diminuta ave quepicoteaba entre las espigas. El prvulo corri entonces entusiasmado a recoger su trofeo: haba abatido a un gorrin moruno, y por ello los dems pequeos lo aclamabancomo campen de la jornada.

    El nio, de siete aos, se llamaba Jernimo, aunque muchos en la aldea se referan a l como el bastardo de Francisco Massy, por habrselo trado este a su vueltade Bruselas haca entonces tres primaveras. Sin embargo, como aquel caballero haba muerto al poco de regresar a Espaa, al mozuelo lo cuidaba ahora sin rechistar laesposa de este, Ana de Medina, una dama analfabeta que le ofreca poco ms que cama, comida y sencillo vestir.

    De su educacin estaba tericamente a cargo el cura Bautista Vela, un religioso anciano y respetable que, dando mayor importancia a otros asuntos, haba delegadoesta responsabilidad en el sacristn Francisco Fernndez, ms humilde y de menor edad. Este le enseaba al infante unos pocos rudimentos de lectura y escritura, y lollevaba muy de vez en cuando a la escuela del vecino pueblo de Getafe para completar sus lecciones, de modo que para aquel entonces el chico apenas si poda deletrearel alfabeto con correccin. Por otro lado, lo cierto es que el muchacho era bonito y tena las facciones delicadas: sus labios estaban bien perfilados, sus ojos y su narizeran grandes, y su cara era redondeada y de tez clara. Adems, de cuerpo era esbelto y sus extremidades estaban bien proporcionadas.

    As, mientras el grupo de nios segua sumido en su cruzada contra los pjaros, una inesperada irrupcin en el paisaje aledao hubo de captar por completo suatencin y hacerles olvidar el fragor de la batalla. Un elegante carruaje tirado por cuatro mulas y con cortinas negras en las ventanas haba entrado en el pueblo y se habadetenido frente a la casa de Ana de Medina. Del mismo se haba bajado entonces un engalanado caballero con aires de alta cuna, y que para sorpresa de todos deca venira entrevistarse con la dama leganense.

    El hombre se present a ella como Charles Prevost y como mensajero de Adrian Dubois, quien segn deca l, era el autntico padre del nio Jernimo. El citadoseor era por lo visto un belga ayuda de cmara del emperador, el cual supuestamente en el curso de una aventura adltera haba engendrado al agraciado muchacho allpor sus tierras y que para evitar el escndalo lo haba mandado a Espaa en secreto con su amigo Francisco Massy. Dijo entonces tambin Charles Prevost que eraahora el deseo del padre que el chico fuese recogido de all y que fuese puesto a cargo de un hombre llamado Don Luis de Quijada que viva en Villagarca de Campos, yque era justamente para ello por lo que a l se le haba enviado.

    Ante el recelo de Ana de Medina a que aquel caballero se llevase tan fcilmente al pequeo Jernimo de su lado, Charles Prevost le mostr una carta firmada porsu difunto esposo cuatro aos atrs en la que atestiguaba la paternidad de Adrian Dubois, y despus otra reciente con el sello del belga que ordenaba el traslado urgentedel nio junto al tal Don Luis de Quijada. De esta guisa, y puesto que en realidad a la dama nada ms que la costumbre la una al infante, el caballero flamenco pudo alfin partir al da siguiente llevando en su carruaje a un atnito Jernimo que no comprenda, como nadie en el pueblo, el motivo de aquel extraordinario suceso.

    Despus de aquello, la primera parada del inesperado viaje lleg en Valladolid, en aquel tiempo bulliciosa sede de la corte, donde Charles Prevost compr para elmuchacho un nuevo vestuario de mejor factura que el que llevaba puesto entonces; y solo tres das ms tarde, caballero e infante llegaron juntos a Villagarca de Campos,situada a solo nueve leguas de la capital, y de la que inoportunamente el seor Don Luis de Quijada se encontraba en aquel momento ausente. S les esperaba all sinembargo su mujer, Magdalena de Ulloa, a la que Don Luis haba dejado orden por escrito de cuidar del mejor modo posible de aquel nio, al que a la sazn presentaba enel escrito como hijo de uno de sus mejores amigos. Especificaba tambin que debera ser educado como el hijo de un noble, pero que de otro modo su padre deseaba quevistiera con sencillez y que no se le estimularan el orgullo ni la ambicin.

    As pues, Magdalena de Ulloa, que no tena hijos naturales ni nunca los lleg a tener, qued rpidamente prendada del encanto de aquel nio, en cuya educacindeposit grandes dosis de amor y cario. Aquella era una mujer de cara larga y plana, de la que nicamente sobresalan unos ojos saltones y una nariz rectilnea. Solavestir con sayas negras adornadas en dorado, con mangas prietas y cuellos de lechuguilla, y casi siempre luca largos collares sobre el pecho y se peinaba el pelo oscurohacia atrs.

    Sin ms tardanza, al da siguiente de que Charles Prevost lo dejara a su cargo, la dama contrat a dos capellanes para que le ensearan lectura y escritura, algo dematemticas, y buenos fundamentos de religin. Ms tarde trataron tambin de ensearle el latn, mas no hallaron xito ante el desinters del chico, ms aficionado porsu parte a la retrica, la astronoma, y sobre todo, a la historia.

    Jernimo, al que cariosamente se empez a llamar entonces Jeromn, asista con Doa Magdalena, mujer religiosa y algo aficionada a las reliquias, a misa diaria, yesta se encargaba all de despertarle los valores de caridad y compasin que crea necesarios para su adecuada educacin. Adems, en cierto punto se contrat tambin alantiguo escudero de Don Luis de Quijada, Juan Galarza, para que enseara al chico equitacin y el manejo de las armas, y muy pronto se pudieron comprobar el intersy las grandes aptitudes de Jeromn para las artes militares, el combate y la tctica.

    Finalmente, Don Luis de Quijada, cuyo cabello para aquel entonces comenzaba ya a escasear y que portaba en el rostro una gigantesca nariz, regres a su morada ycomenz a involucrarse tambin en la formacin del muchacho. Juntos pasaron as veladas enteras rememorando las historias que, como mayordomo del emperador,Don Luis haba conocido: los problemas en los Pases Bajos, el acoso de Solimn el Magnfico en el Mediterrneo, la rivalidad con Francia, las victorias de las tropasespaolas crnicas que fascinaban al nio y le hacan soar con poder participar algn da de todo aquel trajn; y tan ntima lleg a ser la relacin entre los dosvarones, que Magdalena de Ulloa acab por sospechar que el nio pudiese tratarse en realidad de un bastardo de su propio marido.

    Sin embargo, en agosto de 1557, cuando Jeromn haba comenzado ya a acostumbrarse a su nueva vida en Villagarca de Campos, esta hubo de sufrir un nuevo ysorprendente viraje. Por lo visto, el emperador Carlos V, tras haber abdicado el trono en su hijo Felipe, se haba retirado a pasar la vejez al monasterio de Yuste, unbuclico paraje cerca de la ciudad de Cceres; y as, queriendo tener a mano a su mayordomo personal de mayor confianza, haba instado a Don Luis de Quijada atrasladarse a Cuacos, una pequea y poco poblada aldea en las proximidades del conjunto monstico. De modo que a la familia al completo no le qued entonces msremedio que emprender viaje al Sur.

    Adems, por si aquella novedad no resultara suficiente, al poco tiempo de que Don Luis de Quijada y los suyos llegaran a su singular destino, Carlos V fue ainvitar a su presencia en el monasterio a Magdalena de Ulloa y al pequeo Jeromn. Aquel primer encuentro se desarroll entre los nervios de unos y la extraeza deotros, y las palabras rara vez alcanzaron a sobrepasar la ceremonia y la oficialidad. El emperador, insatisfecho por la frialdad consumada, procur entonces que las citas

  • se sucedieran una y otra vez a lo largo de los meses hasta que todos se hubieran acostumbrado al extraordinario suceso. Durante aquellas veladas Carlos V prestabasiempre especial atencin al nio, quien por su parte escuchaba fascinado de los mismos labios del hroe de sus cuentos variopintos relatos sobre intrigas y batallas.An no haba cumplido los doce aos, y departir las tardes con el que haba sido el hombre ms poderoso del mundo era para l como una escena sacada de un sueo.

    Sin embargo, aquellas fabulosas visitas empezaron a suspenderse cuando la salud del emperador, ya dbil y aquejado de paludismo, acab por empeorardefinitivamente hasta que el 21 de septiembre de 1558 exhalara su ltimo aliento. Para aquel entonces las frecuentes entrevistas del nio Jeromn en Yuste no habanpasado desapercibidas para nadie en la corte, y haban ocasionado el despertar de todo tipo de oscuros rumores a los que Don Luis de Quijada haba tratado que el chicofuera siempre ajeno.

    Mientras tanto, la familia haba regresado a Villagarca de Campos, donde Jeromn habra de continuar con su educacin y donde Don Luis de Quijada buscabaprocurarle la mayor tranquilidad posible. No obstante, las murmuraciones en la capital no dejaban de crecer y finalmente Don Luis fue llamado a comparecer ante DoaJuana de Portugal, la hija de Carlos V que fuera Princesa regente de Espaa durante cinco aos. En esta entrevista Don Luis desminti todos los rumores surgidos ytrat de quitar importancia al asunto, pero la voz le temblaba al hablar y cuando el hombre se march del palacio, Doa Juana no se senta en absoluto convencida.

    As siguieron las cosas, entre el murmullo y la calma, hasta que un ao despus de la muerte del emperador, su hijo, el ya monarca Felipe II, regres a Espaa.Entonces este convoc una cacera en el monasterio de La Espina, cerca de Villagarca de Campos, a la que de inmediato fueron invitados Don Luis de Quijada y suprotegido Jeromn; y cuando los dos llegaron al paraje indicado, antes de que nadie los pudiera haber visto, Don Luis se arrodill junto al nio y ceremoniosamente lebes en la mano.

    Pronto sabrs por el propio Rey por qu hago esto le dijo entonces Don Luis de Quijada con cario al muchacho, mientras poco a poco llegaba a su alturaun palafrenero con un majestuoso caballo nuevo Ahora monta, y partamos a la cacera.

    De este modo, y tras una breve y simblica participacin en la montera, Don Luis se llev al chico hasta un bosquecillo apartado, al que al poco tiempo llegarontambin el propio Rey y Don Fernando lvarez de Toledo, el Duque de Alba. Don Luis le indic entonces a Jeromn que se acercara al monarca y le besara tambin lamano.

    Sabis quin fue vuestro padre? le pregunt en aquel momento Felipe II al muchacho, luciendo una sonrisa en la cara. Jeromn no contest, de modo que elmonarca se ape del caballo, abraz efusivamente al nio y volvi a dirigirse a l Bien. Pues sois el hijo de un gran hombre. El emperador Carlos V, que ahoradescansa junto al Seor, es el padre de ambos.

    Esta revelacin, que al infante dej entonces al borde de desmayarse del asombro, haba sido descubierta por el propio Rey no mucho tiempo atrs. Fue solo trasla muerte del emperador, cuando se procedi como era costumbre a la lectura del testamento, cuando se descubri un pliego que acompaaba al documento principal yque iba sellado con la siguiente inscripcin:

    No ha de abrir esta cdula otro que el Prncipe mi hijo, y en defecto dl, mi nieto, Don Carlos; y en su defecto l o la que fuere mi heredero o heredera, conformea este mi testamento al tiempo que se abriese.

    En su interior se encontr entonces un escueto documento en el que el emperador reconoca la existencia de un hijo bastardo suyo, de nombre Jernimo, al quehaba concebido en el Sacro Imperio con una mujer soltera tras enviudar. Del mismo modo, mostraba en el escrito su deseo de que llegado el momento su vstago sehiciera religioso regular, siempre y cuando este compartiera tambin la aspiracin. En caso contrario, indicaba que se le honrara como a seor de vasallos y se leproporcionara una cuantiosa renta anual. Y poco ms.

    El resto de detalles sobre el origen de Jeromn solo los conoca Don Luis de Quijada, quien entonces recordaba cmo el 10 de abril de 1546, el emperador Carlos Vhaba llegado a la ciudad alemana de Ratisbona para participar en un coloquio entre telogos catlicos y protestantes. As, algn mes despus de haber llegado a aquellaurbe, en el trascurso de una amena velada cortesana, se haba fijado el emperador en una hermosa joven que pona msica a la noche con su cantar. Esta result ser unahumilde lavandera llamada Barbara, lo cual no supuso impedimento alguno para despertar el deseo de Carlos V, quien al acabar el espectculo no tard en invitarla aacompaarlo a sus aposentos.

    No es seguro si fue en este o en alguno de los sucesivos encuentros que ambos mantuvieron, pero el caso es que en el vientre de Barbara acab por engendrarse elfruto de una pasin que de repente se convirti en un inesperado problema. Cuando tres estaciones despus la joven dio a luz a un varn, este le fue quitadoinmediatamente del pecho, y su tutela le fue encargada al mayordomo del Rey, Don Luis de Quijada, quien sabiamente lo puso al cuidado de una nodriza de confianza,con la que el infante se crio hasta la edad de tres aos y medio.

    Sin embargo, llegado cierto momento, un taedor de viola al servicio del emperador, el espaol Francisco de Massy, mostr su deseo de retirarse tras una largacarrera a la modesta finca que su mujer, Ana de Medina, posea en Legans. Carlos V vio en este acontecimiento la ocasin perfecta para alejar de su lado a aquel nioque con tanto esfuerzo haba conseguido mantener en secreto, y de apartarlo por un tiempo del foco de atencin.

    As fue como se urdi la mentira de la paternidad de Adrian Dubois, tomando de otro modo todas las precauciones, reales y ficticias, para que la mujer de este nollegara a enterarse nunca. Bajo tal pretexto se le encomend el nio a Francisco Massy, quien debera llevarlo en secreto a Espaa y guardarlo con la mayor discrecin,pues la honra del belga, se le dijo, podra verse muy afectada si aquello llegara a trascender. Francisco Massy, que nunca lleg a conocer la verdad oculta en el asunto, selo llev entonces a Legans, y all lo crio su esposa como a cualquier otro nio del pueblo hasta que le fue arrebatado.

    Sin embargo, ahora la verdad estaba sobre la mesa, y lo cierto es que no tard en hacerse pblica. Aquel muchacho fue reconocido como hermano del Rey, y cincoaos despus de haber abatido a aquel gorrin en los campos de trigo, dej de ser Jeromn para convertirse a todos los efectos en Don Juan de Austria.

  • 1.3 EL TRBOL (I)

    Use siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma. Santa Teresa de Jess

    Sevilla, agosto del ao 1568

    En una casona oscura y resguardada en el borde Norte de la ciudad, sencilla pero bien equipada y con suficiente comida en la despensa, un nio de pelo rubio ypoco ms de cinco inviernos se encaramaba sobre las afiladas rodillas de su padre. El hombre, mientras tanto, mascaba compulsivamente un pedazo de barro deEstremoz, que era famoso por ser muy fino y de un color rojo intenso. A su lado descansaba contra la pared un bastn de madera de caoba de primera calidad, acabadoen punta metlica y con una empuadura de bronce fundido que representaba la silueta de un dragn.

    El caballero tena los ojos negros como la obsidiana, su cuerpo era esculido, y su nariz se doblaba en la punta como el pico de una rapaz. Su piel era de un blancocasi enfermizo, en el rostro apenas le crecan barba ni bigote, y la finura de sus manos delataba que nunca se haba dado al trabajo fsico. Vesta con un jubn de cuelloalto y estrecho confeccionado en terciopelo muy oscuro que cubra con una ropilla del mismo tejido y color bien ceida a los hombros, y en los pies portaba zapatosanchos de punta cuadrada. Por su parte, la madre, una joven sevillana de aspecto nrdico, facciones bonitas, talle esbelto y corazn caliente, que en otros tiempos habasido bailarina, observaba la escena sin perder detalle de pie junto al quicio de la puerta.

    En aquellas fechas el aire de la ciudad hispalense era de puro fuego, y el sol infliga su castigo desde muy temprano en la maana. Las noches eran largas y sepasaban en vela dando vueltas sobre el colchn sudado, pero sin duda alguna los das eran peores. Para combatir el calor, la fmina, que se llamaba Margarita, bataentonces sin piedad un abanico con el que consegua poco ms que remover la sopa; y las ventanas de la casa, por supuesto, estaban cerradas.

    A fray Juan de las cadenetas! haba exclamado recientemente el nio, cogiendo a su padre de las manos y agitndole los brazos mientras comenzaba acanturrear el conocido corro.

    Qu mandis Seor? le respondi animoso el hombre, adivinando de inmediato lo que su hijo pretenda. Cuntos panes hay en el rea? prosigui el nio chillando con la voz aguda y rebosante de energa, apretando las facciones de su rostro redondo y claro a la

    par que agitaba su menudo torso. Veinte, y un quemado contest el padre teatralizando su respuesta haciendo seas con los dedos. Quin los quem? le interrog el nio acusndole con el ndice de la mano derecha. Ese ladrn que est cabe vos respondi entonces el padre divertido, agitando suavemente el cuerpo del infante en el aire. Pues pase las penas que nunca pas! exclamaron los tres al unsono, poniendo final al soniquete y haciendo estallar al nio en carcajadas.El hombre que sostena al muchacho no era otro que Don Mauro Pardo Aguilar, el Caballero del Trbol, cuyo huesudo cuerpo pareca aquel da especialmente

    encorvado, adems de que unas ojeras morceas enmarcaban hinchadas sus ojos cansados. El viaje desde Madrid haba sido largo e incmodo bajo las inclemencias delverano.

    Pap cuntame otra vez la historia del tatarabuelo Inocencio! profiri en aquel momento el nio, dando golpecitos en la delicada pierna de su progenitor. Cario deja descansar a tu padre le orden Margarita con ternura, dando un paso al frente para recogerlo del regazo del caballero Tiene que estar agotado

    despus de tanto viaje. Yo quiero la historia de! comenz a gritar de nuevo el infante, pero su frase se vio interrumpida por una sonora interjeccin de la madre, que ya se haba

    agachado para tomarlo entre sus brazos. No, no! intervino incisivo el Caballero del Trbol, girando el cuerpo para retener al nio en su poder Tranquila, se la contar. No estoy tan cansado.De este modo, el nio se calm instantneamente de su rabieta y volvi entusiasmado los ojos hacia su padre, moviendo los labios como si dibujara en el aire un

    cuenta, cuenta pap. Para entonces Margarita ya se haba retirado un par de pasos de la escena y se haba apoyado en la pared profiriendo un disimulado suspiro. El tatarabuelo Inocencio Pardo era un hidalgo castellano, igual que lo haba sido antes su padre e igual que lo fue su hijo despus de l, y es su linaje el que ha

    llegado ahora hasta m comenz su relato el Caballero del Trbol. Y yo de mayor tambin ser un hidalgo? le pregunt el nio ilusionado, mordindose el meique con una sonrisa en la cara.Don Mauro Pardo Aguilar y la madre del muchacho cruzaron entonces una mirada difcil de descifrar, de esas que solo pueden captar al completo aquellos que las

    empuan, pero que sin lugar a dudas mezclaba algo de lstima, de culpa y de reproche. Claro, hijo contest el Caballero del Trbol, pasando una mano por la espalda del pequeo Claro que lo sers. Y tambin alto, fuerte y buen cristiano.El nio respondi a esto estirando su cuerpo al mximo sobre las rodillas de su padre para simular as que haba crecido unos cuntos dedos. Tu tatarabuelo combati en la guerra de Granada, en la Reconquista, el ltimo lugar en el que los moros resistan el avance cristiano, y como era de los ms

    valientes, siempre se colocaba en primera lnea, el sitio ms peligroso prosigui diciendo Don Mauro Pardo Aguilar mientras su hijo se llevaba ambas manos a la boca Un da, lo golpearon con un mazo en la cabeza, y cay inconsciente sobre el suelo. Como no se mova, y respiraba muy flojito, todos lo dieron por muerto; tanto losmoros, que no lo remataron, como los cristianos, que no lo recogieron.

    Pero no estaba muerto dijo entonces el nio, que en gran medida se saba la historia de memoria, susurrando contra los dedos que le tapaban los labios. No, no lo estaba le contest su padre acercndose a su odo Pero el golpe lo dej inconsciente durante muchas horas, y cuando despert, la batalla ya

    haba terminado y se encontr solo sobre el terreno, rodeado de sangre y de cadveres. Le dola mucho la cabeza, y estaba mareado; pero lo peor era el Caballerodel Trbol hizo una pausa en su relato que aprovech para coger aire que no recordaba nada!

    A todo esto la madre se haba ido a la cocina y haba vuelto con una infusin de manzanilla, que se deca que era buena para los nervios, y ahora la degustaba apequeos sorbos mientras observaba con el rostro serio la charla de los otros dos.

    Ni su nombre? pregunt el nio, emocionado con el transcurso de la historia. Ni su nombre, ni su casa, ni su Dios le respondi Don Mauro dando nfasis a cada palabra De hecho, incluso haba olvidado muchas palabras del

    castellano, y apenas era capaz de articular una frase entera. As que se puso a caminar sin rumbo alejndose de la escena del combate, pero no saba ni a dnde ir ni porquin preguntar.

    Y qu hizo? le interrog en este punto el pequeo, aunque probablemente recordase a la perfeccin la respuesta. Tuvo suerte, y lo encontr un pastor que por sus ropas se imagin de dnde vendra y lo llev al campamento de su tropa contest el padre entrecerrando

    los prpados como si se estuviese esforzando por recordar los detalles All lo recibieron sus compaeros con mucha alegra, pero cuando se dieron cuenta de en questado regresaba lo dieron por perdido y al cabo de un tiempo decidieron llevarlo de vuelta a casa con su esposa.

    Y su mujer le sigui queriendo, aunque no la recordara? pregunt con inocente curiosidad el muchacho, estirando la mirada con los ojos brillantes y muyabiertos.

    S que le sigui queriendo le explic entonces el Caballero del Trbol con un camuflado deje de melancola y mucho, porque era una buena mujer. Conmucha paciencia, le volvi a ensear a hablar, a recordar a sus antepasados, a usar el cuchillo y a caminar por su aldea. Y dicen que hasta aprendi a tocar el lad!

    Eso no me lo creo! rio el nio alargando las palabras, conocedor de que el cuento se haba terminado. La madre, que haba esperado con cara de circunstancias a la conclusin de la historia, se acerc entonces a los dos varones e insisti en su pretensin de recuperar

    al pequeo de los brazos del caballero. Anda, cario, por qu no te sales a jugar un rato? le indic as al infante mientras este aun apuraba las ltimas carcajadas.Entonces el nio asinti obediente, y tras propinarle al padre un beso en la mejilla sali corriendo hacia la puerta trasera de la casa, tropezndose en su camino con

    una baca llena de agua que haba en mitad del pasillo. De este modo, una vez los adultos se quedaron a solas, el Caballero del Trbol se aclar la garganta y sac de sus

  • bolsillos una bolsita de tela morada, atada con un cordelillo y repleta de reales de plata. Con esto tendris suficiente hasta la prxima vez dijo acto seguido Don Mauro, depositando el saquito en las speras y plidas manos de la mujer. S, supongo que ser suficiente le respondi la otra deslizando las palabras tras examinar brevemente el contenido y guardar la bolsa satisfecha en un arcn

    de madera ribeteada. Voy a pasar algn tiempo en Sevilla esta vez anunci el Caballero del Trbol apretando fuerte los labios Las cosas andan revueltas por all arriba; as que

    vendr a veros de vez en cuando. Nicols se alegrar mucho contest brevemente Margarita, descargando la voz de cualquier emocin. Qu tal se est portando? le pregunt Don Mauro Pardo Aguilar luciendo una sonrisa triste. Bien respondi la madre mientras haca como que ordenaba unos platos sobre una estantera, sin siquiera cruzar la mirada con el hombre Algn ojo

    morado de vez en cuando; se pelea con los nios del barrio, pero son cosas de muchachos Le gusta mucho el caballito de madera que le trajiste la ltima vez. El Caballero del Trbol asinti entonces complacido, deslizando en el gesto tenues briznas de alegra. Despus tom su bastn, se levant de la silla en la que haba

    estado reposando, y comenz a recorrer a pequeos pasos la estancia, deteniendo la mirada en cada detalle, como comprobando que todo estuviese bien. Est sano? pregunt al fin el hombre adoptando un tono de inquietud. Est perfectamente, no te preocupes le respondi Margarita con frialdad, volvindose esta vez s hacia donde el otro estaba Dime, por qu le mientes al

    nio? Mentirle? respondi el Caballero del Trbol notablemente indignado, colocando una mano sobre su propio pecho Cundo le he mentido yo a Nicols? Cada vez que lo tratas como a tu heredero en vez de como a tu bastardo escondido le contest a esto Margarita con extrema dureza Cada vez que le

    cuentas la historia del dichoso tatarabuelo, y le dices que ser un hidalgo y no un cualquiera. Cada vez que le prometes cosas que no puedes cumplir y le ilusionas convidas que no va a tener concluy la madre al tiempo que sus ojos se humedecan.

    Te he dicho cientos de veces que lo reconocer cuando llegue el momento! respondi exaltado Don Mauro Pardo Aguilar, golpeando el suelo con su bastn Sabes de sobras lo mucho que me importa ese nio! Pero tambin lo que me comprometera ante determinados ojos que su existencia trascendiera

    El Caballero del Trbol caminaba en crculos alrededor de la sala, mostrando ostensiblemente su cojera. Su respiracin se haba acelerado, y el sudor que desdehaca mucho se haba mezclado en su cuello con el perfume de especias comenzaba ahora a condensarse en grandes goterones.

    Llegar el da en que no tenga que preocuparme por lo que piensen algunos! continu diciendo Don Mauro con la voz muy afectada Llegar el da enque pueda mostrar a mi hijo al mundo sin vergenza! Y hasta que llegue ese da, quiero que sea lo ms feliz que pueda.

    Pero olvidas que mientras esperas al momento apropiado, el nio se hace mayor indic con doloroso aplomo la madre, a quien no intimidaban los exaltadosgestos del caballero Y hace preguntas, y se da cuenta de cada vez ms cosas.

    Pues sigue contndole las historias que inventamos! proclam el Caballero del Trbol haciendo temblar sus extremidades Representa el papel que te hatocado! No creo que puedas quejarte de tus condiciones Os doy dinero de sobras para vivir holgadamente, os doy este hogar, y lo ms importante, os doy seguridad.

    Seguridad? pregunt visiblemente irritada Margarita, haciendo aspavientos con los brazos en alto. Seguridad contest firme el hidalgo, tragando saliva para recuperar el control sobre sus palabras Aunque no lo creas, las sombras son muchas veces ms

    seguras que la luz.Margarita y Don Mauro se batieron entonces en un cruce de miradas hostiles que a duras penas permita adivinar los buenos ratos que antao haban llegado a

    pasar juntos. El silencio era afilado y solo roto por la algaraba de unos nios que jugaban juntos en el patio trasero, y los recuerdos y las culpas se lanzaban directos depupila a pupila.

    Puedes inventar las historias que quieras sentenci en aquel momento Margarita con la voz helada pero la nica verdad que existe es que yo soy una putaa la que te follaste demasiado borracho como para pensar en las consecuencias.

    El eco de aquellas palabras reson por largo rato entre los muros de la pequea casona sin que nadie ms que los interesados pudieran escucharlos. El solcentelleaba por una ranura junto al quicio de la ventana, haciendo gala de su poder abrasador; y sin dar tiempo a que la mujer pudiera decir algo peor, el Caballero delTrbol se apret el cinto y se acerc cojeando hasta la puerta principal.

    Despdeme de Nicols dijo entonces con frialdad Don Mauro Pardo Aguilar, y despus cruz el umbral y se march rumbo al Guadalquivir, donde leesperaban un barco, algunos hombres y muchos negocios que cerrar.

  • 1.4 EL PRESO (I)

    La libertad, Sancho, es uno de los ms preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y elmar: por la libertad, as como por la honra, se puede y debe aventurar la vida. Don Quijote de la Mancha

    Crcel Real de Sevilla, octubre del ao 1597

    En un cuartucho raqutico, mustio, y a la vez selecto, un hombre contemplaba distrado el rtmico comps de una gotera en el techo. Pagaba por el privilegio deaquella estancia quince reales al mes, siendo la alternativa una celda comn en la que compartir espacio y letrina con otros trescientos reclusos ms.

    Aquello suceda en los pisos inferiores, donde un ruidoso tropel de desgraciados sin rostro malviva hacinado y en constante amenaza. l lo haba visto con suspropios ojos, pues haba pasado all la primera noche. Los ms fuertes montaban guardia frente al aliviadero y cobraban al resto tributo por poder usarlo, o incluso porpisar las piedras que permitan esquivar los excrementos; otros en cambio se zambullan en el pozo fecal, que se limpiaba cada dos meses, huyendo de los castigosfsicos que sin remilgo los guardias les propinaban. Las reyertas eran constantes, las ms de las veces con armas de por medio, que los carceleros permitan conservar aquienes pagasen el proporcional soborno; y los ms pobres y dbiles llegaban a morir de hambre, pues no era responsabilidad del presidio el proporcionar sustento.Adems, noche tras noche se repetan los culebrones, por los que se arropaba a la fuerza a los recin llegados con una manta de palos.

    En cambio, a l de todo aquello no le llegaban ms que el estrpito de los gritos y el peso de los recuerdos. En su celda individual de la tercera planta reciba cadada un plato de gachas de trigo y una jarra de agua limpia. Contaba tambin, para su uso exclusivo, con un camastro de paja rado, un pupitre de madera estrecho y unasilla coja; y por un ventanuco enrejado poda disfrutar tranquilo de las vistas del patio principal. En el extremo opuesto, una puerta forjada de barrotes oxidadosseparaba el estrecho camarote de un tortuoso corredor y al melanclico caballero de su preciada libertad. Una capa de polvo cubra de olvido cada rincn del habitculo,y siendo el aislamiento un privilegio en aquel antro, tambin conllevaba una angustiosa sensacin de soledad. La luz era tenue, escasa, pero suficiente para delatar lasuciedad. El aire era pesado, como de fermentar. El olor, rancio, y los movimientos, por fuerza, cortos.

    En este estanco lugar pasaba los das y las noches el citado sujeto. No era nuevo para l el cautiverio, ni mucho menos. Ya haba pasado en otro tiempo largos aosa la sombra. Mas no era esto en absoluto consuelo, sino tormento, pues tal experiencia solo haba servido para hacerle comprender el autntico valor de la libertad, y eltremendo mal que sufre el hombre que de ella se ve privado. La libertad es libre albedro del tiempo, y el tiempo es el nico bien que no puede ser repuesto.

    Ahora se encontraba sentado en la ajada silla que para l haba sido dispuesta, frente a un pupitre rebosante de hojas de papel extendidas, algunas emborronadas detinta, otras arrugadas, y muchas otras, rotas. Se trataba de un caballero castellano, de edad no distante de los cincuenta aos, y cuya cara quedaba enmarcada por unbigote bien crecido y por una barba nevada que en un tiempo de mayor energa se dice que haba sido rubia. El cabello, por el contrario, resista castao a la invasin.

    Cabalgaban en su menuda boca seis dientes con ms aptitud para el trote que para el galope. El rostro era rapaz, la frente plana, los ojos alegres y la nariz corva. Elcuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeo, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Adems, haca yaveintisis aos que no poda utilizar la mano izquierda, merced de un arcabuz con el que se encontr en mitad de la mar.

    El sol superaba ya los tres cuartos de su ronda cuando un ruido metlico cercano rompi el trance en el que aquel hombre se encontraba. Junto a la verja, uncarcelero retorca su flamante manojo de llaves junto a la herrumbrosa cerradura.

    Tenis visita espet el cancerbero con un gesto abrupto y a la vez burln. El hombre, de gran altura y ms anchura, combinaba un aspecto tosco y mundanocon un ademn principesco y arrogante.

    Girando entre quejidos y chirridos, el cerramiento cedi, y la cancela se abri dejando al caballero va franca camino al pasillo. Aun as, el hombre permaneci unosinstantes callado e impasible, sin siquiera dedicar una mirada al fortachn.

    Vamos, afuera! insisti el carcelero. Que me place contest calmado el recluso, levantndose despacio de la silla y poniendo rumbo al exterior de la celda. El caballero castellano sigui al celador a lo largo del pasillo del tercer piso. All se encontraban alojados los presos que por privilegio econmico o de otra ndole se

    haban granjeado una estancia privada. La planta baja estaba reservada para los reclusos ms peligrosos, reducindose el grado de la pena con la altura en el edificio. Sin necesidad de cambiar de nivel, llegaron directos a la sala de visitas. Esta era una habitacin desnuda con no ms que dos sillas de forja para poblarla. Tena en

    cada extremo una puerta enrejada con su guardia custodio cruzado de brazos. La primera, destinada al acceso de los presos, y por la que se dispona a entrar ahora elreo, comunicaba con un pequeo recibidor que anteceda al pasillo de los calabozos. La segunda, para los visitantes, conduca a la cruja de fachada, junto al acceso a laescalera principal.

    Desde su posicin, pudo apreciar el caballero castellano como una de las dos sillas se encontraba ya ocupada por un joven moreno al que jams crea haber visto enel pasado. El mozo, de cabellos negros y enredados, retorcidos como la raz de un olmo, aguardaba alterado el suceso de algn acontecimiento. Vesta al uso de losestudiantes, con loba, manteo y bonete negros, y sus pequeas manos temblaban aferradas a un pedazo de papel arrugado. La oscura tez de su rostro parecaemborronada de enjugar lgrimas, y sus ojos avellanados perfilaban una expresin afligida y pesarosa.

    El carcelero que acompaaba al caballero prisionero cruz miradas con el guardia de la puerta, y no fue necesaria mayor interaccin para que el segundo sacara surespectivo manojo de llaves, abriese la puerta y empujase al preso al interior de la estancia. Acto seguido torn a sellar la cancela y se retir unos pasos del lacradoumbral.

    Cuando el afectado joven, que deba rondar los veinticinco aos, y que era imberbe y de considerable esbeltez, recal en el advenimiento del caballero, se levantdando un brinco de la silla en la que se hallaba sentado y asalt su figura con la mirada como si ante una aparicin divina se encontrase. En un impulso de entusiasmodesatado se atrevi incluso a coger al interno de las manos, aunque rpidamente se retir avergonzado y temeroso de haberle causado ofensa. Al final, y tras un primertartamudeo nervioso, el mancebo acert a mediar palabra.

    Don Miguel de Cervantes Saavedra? inquiri marcando mucho el tono interrogativo, casi tanto como el de sorpresa, dirigindose al caballero que conintrigada mirada lo observaba.

    Comnmente llamado como tal le respondi este sin demasiado entusiasmo mientras exprima su entendimiento buscando en sus recuerdos un captulo enque incluir a aquel joven atezado.

    El mozo tard algn instante en asimilar la informacin recibida. Aguard callado y con los ojos muy abiertos por si aquel hombre tuviera algo ms que decir; y sinembargo, poco despus su remilgado silencio explot sin miramientos en una desbordada verborrea.

    Primero de todo quisiera disculpar mi atrevimiento y la molestia que mi venida le pueda haber causado seor comenz diciendo el joven, titubeante pero agran velocidad. Se le notaba exaltado, excitado, y sus palabras se atropellaban las unas a las otras rabiando por ser las primeras Pero si gusta Vuestra Merced deescuchar las razones que vengo a referirle, pronto podr ver que no ha sido el capricho, sino la necesidad del espritu, la que me ha trado hasta aqu.

    Cuntame entonces quin eres, y cules son esas razones que tan gravemente parecen concernirme le respondi Miguel de Cervantes, a quien la introduccindel joven le haba despertado una cierta curiosidad en el caso Pues te dir que hasta este momento no he conseguido reconocer tu rostro ni recordar tu historia.

    Que me place asever el mozo con la voz temblorosa, sin poder ocultar su nerviosismo Mi nombre es, o al menos siempre haba sido, Gonzalo GarcaNez, y mi patria es la villa de Ledesma, cerca de Salamanca, donde hasta hace poco estudiaba para bachiller en letras. Mi madre era una buena mujer llamada IsabelNez Corts, cristiana vieja y de buen linaje, nacida en la misma localidad. A mi padre nunca lo conoc, pero me cont mi madre que haba sido un valeroso y muyhonrado hombre de armas al que conoci en un viaje suyo a la ciudad de Npoles.

    Pintoresca ciudad coment entonces Miguel de Cervantes evocador, llevndose una mano a la mejilla.Gonzalo Garca Nez haba dado as comienzo a la que prometa ser una gran historia. Despus se tom una larga pausa para ordenar sus ideas, durante la cual el

    vigilante estall repentinamente en un ruidoso ataque de tos; y justo a continuacin, siempre bajo la atenta mirada de Miguel de Cervantes, el joven sigui relatando con

  • angustia lo que al parecer tiempo atrs su madre le haba contado. Pues resulta que estando ella an en su edad de gracia y de tomar estado dijo Gonzalo Garca Nez retomando el hilo acompa mi madre a su padre,

    que era un muy principal hidalgo castellano llamado Fernando Nez Castillo, en su marcha al otro lado del Mar Mediterrneo, al Sur de la pennsula de las Italias.All deba mi abuelo reunirse con otra ristra de altos hombres para poner por obra una serie de intereses de la Corona en aquellas tierras que mi madre no me lleg

    nunca a detallar. El caso es que la estancia, que no hubiese debido de prolongarse por ms de dos meses segn lo que mi abuelo haba prometido, se fue alargando deexcusa en excusa y de asunto en asunto para perpetuo lamento de mi madre, que por precaucin de mi abuelo pasaba las noches y los das encerrada y escondida en unap