Las Revoluciones Francesas en El Peru Claudia Rosas Lauro

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    Las revoluciones francesas en el Per: una reinterpretacin (1789-1848)Bulletin de lInstitut Franais dtudes Andines / 2007, 36 (1): 51-65

    Las revoluciones francesas en el Per: unareinterpretacin (1789-1848)

    Claudia Rosas Lauro*

    Jos Ragas Rojas**

    Resumen

    Los movimientos revolucionarios, su origen, influencia y alcance, han sido temas recurrentes en lahistoriografa peruana. En el caso especfico de las revoluciones francesas (la de 1789 sobre todo),existe una serie de imgenes que oscilan entre el sobredimensionamiento de su impacto (al calificarlade suceso clave en la independencia peruana) y un escaso conocimiento de coyunturas posteriores,como la de 1848. El presente artculo tiene como finalidad ofrecer nuevos enfoques sobre el impactode las revoluciones francesas en el Per, en especial de las coyunturas revolucionarias de 1789 y 1848.Para ello, estudia los mecanismos de difusin y circulacin de la informacin, en particular el rol delperiodismo, los espacios de sociabilidad y la opinin pblica; asimismo, aborda la construccin de laimagen ambigua de las revoluciones y la poltica del Estado y las autoridades frente a ellas. Adems, elartculo ofrece una aproximacin a algunas de las transformaciones provocadas en la cultura polticadel periodo estudiado.

    Palabras clave: Revolucin Francesa, opinin pblica, cultura poltica, Per, siglos XVIII-XIX

    Las rvolutions franaises au Prou: une rinterprtation (1789-1848)

    Rsum

    Les mouvements rvolutionnaires, leurs origines, influences et ampleurs ont t depuis longtempsdans lagenda de lhistoriographie pruvienne. Par rapport au cas spcifique des rvolutions franaises(surtout celle de 1789), il existe une srie dimages qui alternent entre la survalorisation de leurimpact (consisre comme vnement cl dans lindpendance pruvienne) et le manque de prise encompte des conjonctures ultrieures telles que la rvolution de 1848. Cet article propose de nouvellesapproches sur limpact des rvolutions franaises, notamment les conjonctures rvolutionnaires de 1789

    * Universidad de Florencia, Pontificia Universidad Catlica del Per (PUCP). E-mail: [email protected]** Pontificia Universidad Catlica del Per (PUCP). E-mail: [email protected]

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    et 1848. Dans ce sens, larticle analyse les mcanismes de diffusion et de circulation de linformation,en particulier le rle de la presse, ainsi que les espaces de sociabilit et lopinion publique. En mmetemps, ce travail examine la construction des images ambivalentes que ces vnements ont dclenchs,

    ainsi que la politique dEtat et la position des autorits vis--vis de ceux-ci. Cette dmarche permetdaborder quelques transformations au sein de la culture politique dans la priode choisie.

    Mots cls : Rvolution Franaise, opinion publique, culture politique, Prou, sicles XVIII-XIX

    The French Revolutions in Peru: a reinterpretation (1789-1848)

    Abstract

    Revolutionary movements, as well as their origin, influence and consequences have been recurring

    topics in Peruvian historiography. Several images exist regarding the specific case of the FrenchRevolutions (1789, mostly). There fluctuate between overemphasizing their impact (being representedas a key event in Peruvian independence) and scarce knowledge of ensuing events, such as 1848. Thisarticle aims to offer new perspectives on the impact of the French Revolutions in Peru, focusing on therevolutionary contexts of 1789 and 1848. In order to do so, the article focuses on the mechanisms ofdissemination and circulation of information, particularly the role of journalism, public opinion andspaces for socialization. It also deals with the construction of the ambiguous imagery of the revolutionsand the policies related to them emanating from the State and its officials. In addition, the articleexamines some of the transformations that took place in the political culture of the studied period.

    Key words: French Revolution, public opinion, political culture, Peru, XVIIIth-XIXth century

    INTRODUCCIN1

    Lima, 14 de julio de 1889. Los Hermanos Mayores han decidido reunirse para celebrar, a sumanera, el primer centenario de la Revolucin Francesa. Se trata de una reunin sencilla, pero deprofundo valor simblico pues la fecha en cuestin conmemora tambin, como lo hace notar elGran Maestre en su discurso, los 100 combates titnicos, representados en la trada hermosade nuestros dogmas fundamentales; donde el azul, smbolo de la esperanza es la libertad; el rojo

    figura la sangre pronta a derramarse por la libertad de los hermanos; el blanco, cndido, puro,con la negacin de matices, proclama la libertad. La ceremonia llega a su clmax cuando uno delos presentes ejecut en el piano el Himno de las Naciones (Moreno Alonso, 1993).

    Si alguno de los Hermanos Mayores, o incluso el propio Gran Maestre, hubiese salido a la calle, sehabra encontrado con un ambiente menos ceremonial y ms festivo, de limeos que celebrabansin percatarse demasiado de la existencia de los masones locales. Y es que la celebracin por

    1 Este artculo se basa en la ponencia presentada en el Coloquio La Presencia Francesa en el Per, organizadopor el Instituto Francs de Estudios Andinos y el Congreso de la Repblica del Per del 4 al 8 de julio del 2005.Sobre la base de este trabajo se escribi un ensayo que gan el Premio Literario 20 ans du CECUPE del CentroCultural Peruano en Pars el 29 de junio del 2006. El ensayo ser publicado prximamente en versin bilinge enPars en la editorial Mare et Martin, bajo el ttulo Marianne en los Andes. El impacto de las Revoluciones Francesas

    en el Per, 1789-1968. Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a Vctor Peralta, Charles Walker yPablo Ortemberg por sus comentarios a una versin previa de este artculo. Tambin queremos agradecer a JorgeBayona por la traduccin de la sumilla al ingls.

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    los cien aos de la Revolucin se llev a cabo a lo largo del da; por la maana, se organizuna pequea reunin en el local de la compaa de bomberos France, para luego proseguiren el Palacio de la Exposicin donde, si seguimos a la prensa, se habran congregado cerca de

    15 000 personas para presenciar el espectculo de juegos, globos aerostticos y discursos queah se desarrollaban. Como no poda ser de otra manera, los smbolos de Francia estuvieronomnipresentes: la Marsellesa fue ejecutada magistralmente, la Torre Eiffel cono por excelenciadel industrialismo estuvo representada por un castillo, y las fachadas de los miembros de lacolonia ondeaban la tricolor. Como una muestra de deferencia o de subyugacin, o ambas elcnsul y el alcalde de Lima pronunciaron sus discursos en la lengua de la nacin homenajeada.

    Esta celebracin hizo que los limeos olvidaran las tristezas de la guerra que haba terminadosolo cinco aos antes. Por ello no llama la atencin que el recuerdo de la derrota termineorientando las ceremonias de este primer centenario. Qu mejor manera de festejar el legadode la revolucin si no es rememorando la fraternidad de la colonia hacia los peruanos que seencontraban luchando? Porque, segn lo hacen saber a los presentes, las tareas de los francesesradicados en la capital no fueron menores: matar chilenos, auxiliar a los heridos y presionar alinvasor para que detenga la ejecucin de sospechosos peruanos2.No todos han recibido a la Revolucin con el mismo entusiasmo. Estos ltimos doscientos aostranscurridos desde la toma de la Bastilla y los ms de ciento cincuenta desde las revueltas de losquarante-huitards, vieron oscilar la interpretacin sobre ambos fenmenos conforme el vaivnpoltico y los historiadores afinaban o descubran elementos que no haban sido consideradoshasta entonces. El bicentenario pareca ofrecer un momento adecuado para realizar un balance(o un ajuste de cuentas?) entre las diversas interpretaciones sobre el 89: desde las jacobinas osocialistas, difundidas al calor de la Revolucin Rusa3, hasta las girondinas o de derecha, quevean en el 89 un peligroso legado que era necesario neutralizar (Furet, 1999). En el medio sepresentaba una historia cultural que haba optado por acercarse a temas como la opinin pblica,los emblemas que se haban establecido, los cambios en las costumbres, las transformaciones en

    la lectura y la circulacin de libros4, etc.El presente texto busca ofrecer nuevos enfoques sobre el impacto de las revoluciones francesasen el Per, en especial la de 1789 y la de 1848. No podemos dejar de mencionar las coyunturasde 1808 con la invasin napolenica de la pennsula ibrica, y las de 1820 y 1830 que si bienno tuvieron una gran influencia en relacin a las anteriores, ameritan estudios ms detallados.Precisamente, esta reflexin se apoya en estudios de largo aliento previamente hechos sobreambas coyunturas revolucionarias5. Hemos dividido el trabajo en tres partes: la primera, trata delos mecanismos de difusin y circulacin de la informacin, en particular el rol del periodismo,los espacios de sociabilidad y la opinin pblica; el segundo punto, aborda la construccin dela imagen de la revolucin, caracterizada por su ambigedad, en cada una de las coyunturassujetas a anlisis, as como la poltica del Estado y las autoridades frente al hecho revolucionario;y, finalmente, el tercer acpite, ofrece una aproximacin a algunas de las transformacionesprovocadas en la cultura poltica del periodo estudiado.

    2 Crnica. Colonia francesa y Las fiestas de ayer. El Comercio(Lima, 15 de julio de 1889).3 No son pocos los que establecieron la ligazn entre el 89 francs y el octubre rojo bolchevique. Deutscher (1970)

    y Carr (1985).4 Cualquier inventario resultara incompleto, pero mencionemos los textos ms conocidos de esta corriente:

    Agulhon (1979); Darnton (1987); Chartier (1995). Para una visin global de este periodo, ver Roche (1998).Tampoco faltaron propuestas como la de Simon Schama (1990) que prefera narrar la Revolucin en clave decrnica, como lo habran hecho los contemporneos.

    5 Este texto se basa en dos investigaciones realizadas anteriormente para las coyunturas de 1789 y 1848. Vaserespectivamente, Rosas Lauro (2006) y Ragas (2003a); cuya versin ampliada y revisada ser editada bajo el ttulode Ciudadanos de lo imposible. Opinin pblica, partidos polticos y corrupcin en el Per (1808-1854) .

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    Claudia Rosas Lauro, Jos Ragas Rojas

    1. PERIODISMO, ESPACIOS DE SOCIABILIDAD Y FORMACIN DE LAOPININ PBLICA

    Un aspecto saltante que nos muestra el impacto de las coyunturas revolucionarias es eldinamismo y la evolucin de los mecanismos de circulacin y difusin de la informacin que,evidentemente, van increcendo del 89 al 486. En este escenario el periodismo va tomandoun rol fundamental, y midiendo el nmero de los peridicos editados, su tiraje y difusin, lospersonajes que estaban detrs de la empresa editorial, el tipo de censura al que fueron sujetos,el tipo de informacin que ofrecan al pblico lector; podemos aproximarnos a un aspecto vitaly dinmico de la prctica poltica y sus transformaciones en este periodo. A fines del siglo XVIIIapareci la prensa moderna y vieron la luz cuatro peridicos, dos de los cuales contenan noticiassobre la Revolucin Francesa; es ms, uno de ellos, la Gaceta de Lima de 1793, estaba dedicadontegramente a informar sobre el hecho revolucionario, lo que lo convierte en el primer peridicode carcter internacional7. Se trataba de un peridico oficial que empez a publicarse a partir

    del aguillotinamiento de Luis XVI y la declaracin de guerra a Francia. Al lado del estilo cronsticoe informativo de la Gaceta, estaba el Mercurio Peruano, publicado por la Sociedad de Amantesdel Pas entre 1790 y 1795, que presentaba otro tipo de textos como los literarios o documentosoficiales8. Editados en Lima, se difundieron tambin a provincias, donde recin se publicarnperidicos en 1821 cuando las tropas realistas se lleven la imprenta a Cuzco9.

    Hacia la dcada de 1840 una serie de factores permitirn la instalacin de imprentas y deeditores dispuestos a publicar peridicos en el interior del pas. Entre estos factores se encontrabala existencia de periodistas, la expectativa por parte de un pblico cada vez en aumento,la facilidad con que el papel llegaba a los puertos limeos, un mayor nmero de espaciospblicos donde comentar las noticias y vender los peridicos y, sobre todo, una permisividadmayor por parte de las autoridades, que no podan censurar las informaciones a la manera delas autoridades metropolitanas porque hubieran ido en contra de los principios liberales queresguardaban (Ragas, 2003b).Gran parte de la informacin contenida en los peridicos provena de Europa. Para el 89 lasnoticias pasaban por la censura del gobierno metropolitano o eran filtradas desde las gacetasmadrileas; mientras que para el 48 el filtro actuaba de forma muy limitada. Este aspecto esinteresante, pues las revoluciones desataron una suerte de globalizacin de la informacin aescala mundial, donde las noticias llegaban distorsionadas por la censura y el tiempo, o eranreelaboradas muchas veces a nivel local, multiplicando al infinito las interpretaciones sobre unmismo acontecimiento. Sin embargo, con el tiempo surgen cada vez ms escritos locales endonde los actores se pronuncian sobre los acontecimientos europeos, lo cual llega al picedurante el 48. Desde la Independencia la propaganda y contrapropaganda marcaron con fuerzael periodismo, al punto que ste se convirti en la arena por excelencia de los debates pblicos

    y polticos vase Macera (1977a) y Martnez Riaza (1985). No solo eso, sino que adems seconvirti en el pilar ms importante de legitimidad dentro de la sociedad, en un proceso que sefue conformando desde inicios del siglo XIX.

    Desde 1790 la lectura de temas polticos fue adquiriendo progresivamente mayor relevanciafrente a la lectura de temas de tipo religioso (Peralta, 1977)10, lo cual se evidencia en lascoyunturas del 1789, 1808 y 1812, en que los acontecimientos polticos de Espaa y Europa

    6 El tema para la coyuntura de 1789 est desarrollado en Rosas Lauro (2006: 53-96), y para el 48 en Ragas(2003a).

    7 Consltese Durand (1983); Rosas Moscoso (1989) y Rosas Lauro (2006).8 Un estudio exhaustivo de este peridico se encuentra en Clment (1997). Tambin Hampe (1982) y Rosas Lauro

    (2006).9 Para el periodismo cuzqueo, entre otros, vase Denegri Luna (1962-1963); Cahuata (1990); Walker (2000);

    Rosas Lauro (2000a); Glave (2004).10Para el caso mexicano, se puede consultar Guerra (1993).

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    tienen repercusiones cada vez ms sentidas en el contexto peruano11. Esta situacin favorecila lectura de los peridicos que contenan noticias de actualidad sobre el acontecer poltico,y podemos pensar que as continu durante la centuria hasta el 48. Al lado de los peridicos,

    estaban los folletos, los pasquines y las cartas que ya en fecha temprana se difundieron conrapidez y facilidad entre los habitantes del Per. Desde la Declaracin de los Derechos delHombre y del Ciudadano12, carta fundamental de la revolucin, hasta escritos de los mismoslderes revolucionarios tales como el Discurso de Petion o de un buen francs13. Algunoscirculaban en francs, otros fueron traducidos al castellano.

    Los pasquines tambin hicieron su aparicin hacia 1794 sobre todo en Lima, pero tambinfueron remitidos por correo a las autoridades de algunas provincias (De la Puente Candamo,1948). Manifestaban una dura crtica al gobierno colonial y una clara alabanza al sistema francs,oponiendo tirana espaola a libertad francesa. Se fijaron en lugares importantes de la ciudadpara que los transentes los leyeran. Aunque no contamos con inventarios tan completos comolos editados por Jos Toribio Medina a partir de las impresiones salidas de la imprenta limea,es posible aventurar que los folletos continuaron con su importancia en contenido y nmero enlas primeras dcadas luego de la independencia, en un espiral iniciado en 1808. Los motivos deeste xito son predecibles: su distribucin amplia (en ocasiones gratuita por quienes deseabanque el contenido fuese conocido por la mayor cantidad posible de personas), un precio bajo, yun formato fcil de llevar.

    Como ya lo mencionamos, la difusin de libros fue ms difcil y lenta en la coyuntura del 89debido a la censura y a que la cultura libresca perteneca a un sector muy restringido de lasociedad colonial por su elevado costo, necesidad de cierto nivel de educacin para sucomprensin, su dificultad de adquisicin por la censura14, etc. Esto no impidi la difusin de loseventos revolucionarios, a travs de libros publicados en Espaa y que penetraron en territorioperuano, sino de traducciones y ediciones como la que hiciera Guillermo del Ro (1805), quientradujo del francs al castellano y edit dos tomos de un Compendio Histrico de la Revolucin

    Francesa desde el ao de 1789 hasta el de 1802. Si bien contaba con la licencia real, al leer lasconclusiones se percibe que la censura dej pasar un texto que a todas luces manifestaba unapostura laudatoria de los sucesos franceses. En cambio, en la coyuntura de 1808 tuvo mayorfuerza la proliferacin de una literatura antinapolenica15. Un buen ejemplo de ello es Centinelacontra francesesde Antonio de Capmany, escrito en Madrid y reimpreso en la Imprenta deNios Expsitos de Lima en 1809 (Capmany, 1809). Pero esta riqueza de informacin sobrela circulacin de libros se pierde con el fin del aparato colonial. Lo que s sabemos es que seabrieron ms libreras, sobre todo extranjeras, que permitieron el acceso a lecturas en otrosidiomas. Paradjicamente, a diferencia de la coyuntura anterior, donde las lecturas polticashaban desplazado a las religiosas, uno de los libros con mayor difusin despus de 1820 sera laBiblia, debido al proyecto sanmartiniano de apoyar el mtodo lancasteriano de lectura16.

    La difusin de la prensa desplaz la abundante publicacin de libros de los aos anteriores, conexcepcin de los folletos, que vieron incrementar su nmero por su valor como arma poltica.Esto dio lugar a una relacin inversa entre ambos movimientos, pues si en el 89 la informacinperiodstica es controlada pero abundan los folletos, en el 48 el principal canal de informacin

    11 Sobre el tema, ver la respuesta de Vctor Peralta (2005) a un artculo de Franois-Xavier Guerra (2002).12 La Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Pars, 1789. Biblioteca Nacional de Lima,

    Manuscritos, c3728.13 Causa seguida contra Carlos Fornier por expresiones sediciosas. Archivo General de la Nacin, Real Audiencia,

    Leg. 78, c. 950. Ao 1794. El texto fue publicado en el Mercurio Peruano.14El trabajo clsico de Pablo Macera (1977b) nos ilustra sobre el ambiente libresco del siglo XVIII mediante una

    revisin de las bibliotecas limeas. Una visin ms actual est en Gonzlez (2005). Son importantes los trabajosde Guibovich (2003) y Gonzlez (1999). Sin embargo, faltara un estudio para las ltimas dcadas del XVIII y las

    primeras del XIX que son las que nos interesan.15Para un estudio de la literatura antinapolenica consltese Nieto Vlez (1960b).16Vase los estudios de Fonseca (2001) y Cubas (2001).

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    es la prensa, pero no merece ningn escrito particular, como s ocurrir con relacin a los sucesosde la Comuna treinta aos despus. La correspondencia complementa el caudal de informacinadems de brindar un aspecto ms ntimo del efecto producido por las revoluciones. Baste

    mencionar el intercambio de cartas entre el presidente Castilla y su ministro de Hacienda acercade los posibles efectos en la economa por los sucesos europeos.

    Esta gama de soportes escritos se articularon con los nacientes y dinmicos espacios pblicosy de sociabilidad Guerra & Lemprire (1998); Gazmuri (1992); Mateus Ventura (2004)configurando una opinin pblica que para el 79 ser embrionaria, pero que para el 48 habrmadurado un poco ms por el desarrollo y ampliacin de una serie de mecanismos de circulacinde la informacin y la participacin de la poblacin en la discusin de temas polticos. Pero sinduda, los aos de 1808 y 1814 en adelante significarn la madurez de los espacios pblicos,como los cafs, las tertulias y las pulperas. Como se puede suponer, la dinmica de cada uno deestos espacios es distinta una del otra, por lo que es necesario, aunque sea brevemente, indicaren qu consistan.

    Los cafs y las pulperas compartan muchos rasgos en comn, acaso el ms importante erael conformar los espacios por excelencia de esta nueva sociabilidad pblica que se presentahacia fines del siglo XVIII. Las pulperas podan remontar su existencia hacia el siglo XVII y seencontraban tanto en Lima como el interior del Virreinato (Garofalo, 2005)17; no as los cafs,cuya instalacin era reciente el primero del que se tienen noticias es de 1771 y es casiseguro que solo existan en Lima18. La escasa informacin de la que disponemos para ambosespacios no permite aventurar afirmaciones concluyentes sobre el rol que jugaron en la polticanacional, pero por diversas informaciones se pueden deslizar algunas ideas. Indiquemos algunasde estas conjeturas para los cafs. Sabemos que estos no se extendieron a nivel nacional, ni enlas postrimeras del Virreinato ni durante la primera mitad del siglo XIX19y su nmero no parecehaber llegado a un nmero significativo (no ms de una docena en su mejor momento) si seguimosa Carlos Forment. Es una cantidad baja o alta? En todo caso, alta baja con respecto a qu?

    Es aqu donde la comparacin con las pulperas viene en auxilio nuestro. Segn se desprendede la detallada investigacin del mismo Forment, la proporcin pulperas/cafs es aplastantea favor de las primeras (Forment, 2003). Pero la informacin sobre los cafs, algo dispersa,permite incidir en una hiptesis ms: la imagen que se tiene de ellos como elementos burgueseso elitistas podra estar muy lejana de la realidad. Diversas informaciones dan cuenta que estoscafs alternaban la venta de esta bebida con juegos de billar o incluso helados en los meses deverano, permitiendo la concurrencia de personas de sectores populares; pero esto no es raro,puesto que los cafs alemanes tenan las mismas caractersticas. Pero an as, las noticias sobrela revolucin circularon en los cafs o al menos las autoridades los consideraron focos peligrososy necesarios de contar con vigilancia. Esta imagen de centro cultural se haba mantenido intactapara mediados del siglo XIX cuando el chileno Victoriano Lastarria se sorprenda de los cafslimeos, indicando que son numerossimos [y] estn llen[o]s a toda hora de toda clase de

    gentes, sin excluir a la ms alta aristocracia (Lastarria, 1967: 89; Legua, 1989).En un mbito a medio camino entre lo privado y lo pblico se hallaban las asociaciones 20.Estas, siguiendo un modelo iniciado en Europa, agrupaban a personas con diversos intereses,como los aspectos econmicos (las primeras en formarse en el siglo XVIII), hasta las patriticas,

    17Un trabajo de largo alcance sobre las pulperas durante las primeras dcadas republicanas lo est desarrollandoArnaldo Mera.

    18Algunos estudios son Mendiburu (1879); Holgun (1998). Tambin hay referencias que da Joseph Rossi y Rub.Rasgo histrico y filosfico sobre los Cafs de Lima, Mercurio Peruano, t. I, N 12, 10 de febrero de 1791.

    19 En 1771, apareci el primer caf en Lima, cuando Francisco Serio, vecino de la ciudad, estableci un local enla calle del Correo Viejo, donde se serva caf y bebidas, adems de otros artculos. En 1776, Serio dej las

    Animas para establecer un local ms amplio y acogedor en la calle de Bodegones, famoso caf que dur hasta

    aproximadamente mediados del siglo XIX.20 Tambin eran conocidas como sociedades o clubs. Nuevamente, el trabajo de Forment es uno de los ms apropiadospara este tema, especialmente en lo referido a la cuantificacin y distribucin geogrfica de las asociaciones.

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    pasando por otras ms. Una de las ms importantes fue la Sociedad Amantes del Pas, encargadade publicar Mercurio Peruano, un peridico patrocinado por el virrey, lo cual explica que atravs de sus pginas se haya querido neutralizar el impacto del 8921. No es que sus redactores

    fuesen activos promonrquicos, pero la tutela de las autoridades para la difusin del peridicoimplicaba hacer algunas concesiones y convertir al Mercurioen poco ms que una suerte devocero oficial.

    En los siguientes aos, las asociaciones se encargarn, indirectamente, de propiciar y difundirel ideal de libre vinculacin en tanto todos son ciudadanos libres. Su nmero se multiplicexponencialmente, tanto como las funciones de las mismas, hasta reemplazar aspectos que undbil Estado post-independencia no poda cubrir. Ya sin el control del Estado, y dentro de laefervescencia de principios liberales, el 48 vi aparecer la Sociedad Patritica de Fraternidad,Igualdad y Unin (antecedente directo de las sociedades de veteranos de guerra), conformadapor militares que esperaban en vano el cumplimiento de sus pensiones y que vieron en unaasociacin una forma de enfrentar la pobreza y la vejez22. El nombre ya permite adivinar uncierto parentesco ideolgico con los eventos parisinos, pero otros elementos pueden brindarnosun mejor acercamiento. Todos ellos insistan en llamarse a s mismos ciudadanos o hermanos,amparados en el principio de fraternizar para amarse, usar de igualdad para tener armona23.Tratndose de militares, el uso de un lenguaje comn pudo haber implicado pasar por encimade las jerarquas castrenses (adems, claro de las sociales y polticas) para establecer un proyectocomn y de proyeccin internacional, como lo demuestra el emblema que adoptan y dondeaparecen los pabellones de las naciones latinoamericanas.

    Las festividades pblicas, los banquetes y las ceremonias cvicas, especialmente en el 48, fuerontambin una ocasin propicia para difundir la Revolucin a travs de proclamas, arengas,discursos y smbolos. Los rituales los llevaba a cabo la monarqua para mantener la lealtad desus sbditos. Esto era importante sobre todo por la extensin de las posesiones, ms an enel caso espaol, donde el virrey deba hacer las veces del soberano y transmitir la sensacin

    de autoridad y poder a una poblacin grafa (Caeque, 2004). Complementariamente, lasimgenes revolucionarias presentes en la iconografa de las monedas (Dargent, 1989), smbolospatrios, pinturas (Mujica, 2003) y dems soportes fueron otro mecanismo de difusin. Para el89no hemos hallado indicios en territorio peruano, si bien sabemos que para otros contextosamericanos estas han podido ser rastreadas24.

    El control de la informacin ser ms fuerte en la coyuntura del 89debido a la presencia delgobierno colonial, que muy rpidamente entendi el peligro de la difusin de las ideas de libertade independencia, y de la Inquisicin, que si bien estaba venido a menos su poder, reactiv suactividad con ocasin del peligro sentido como inminente. Este despliegue no solo se di en elmbito de la vigilancia de los escritos, sino tambin de los lugares pblicos donde se lean lostextos en voz alta, se desarrollaban las conversaciones y se generaban los rumores, y participabanpersonas de distinta procedencia social. Sin embargo, la vigilancia y posterior represin en ladcada de 1790 se orient sobre todo a los franceses residentes en el Virreinato, hecho que serepiti nuevamente en la coyuntura de 1808 con la invasin napolenica de la pennsula.

    Un aspecto menos trabajado es aquel relacionado con la poltica de las autoridades frente a lossbditos franceses que se encontraban en el pas cuando estas revoluciones se produjeron. Entreesas dos fechas la poltica exterior vir de un lado al otro. En el 89 muchos franceses residentesen el pas fueron perseguidos bajo la orden de ser embarcados lo antes posibles a Europa, puesen cada francs se vea un posible conspirador. El caso de Fornier uno de los deportados de los

    21Vase Rosas Lauro (1997, cap. 4.1); Clment (1990) y Alegre (1997).22Para mayor informacin sobre esta institucin, cf. Ragas (2003a, cap. 5.5).

    23El Comercio(Lima, 2986, 16 de junio de 1848).24Hace falta una investigacin en esta direccin como la que est llevando a cabo Pablo Ortemberg (2004) referidaa las celebraciones patrias para confirmar los posibles prstamos.

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    que se tiene mayor informacin es significativo. Para la dcada de 1840, la colonia francesa seencontraba ocupando una notable posicin en la sociedad. Mientras que en 1794 se deport aun par de franceses, en la coyuntura de 1808 el nmero se increment a trece individuos de esta

    nacin. As, en tiempos del virrey Abascal se detuvo a trece franceses domiciliados en el Virreinato,que en junio de 1810 fueron embarcados hacia Cdiz (Nieto Vlez, 1960a: 77-78). Los eventosdel 48 no provocaron ninguna expulsin, sino todo lo contrario. Desde Pars, el rey Luis Felipeorden a los cancilleres de los pases latinoamericanos que levantasen un minucioso registro de lademanda del mercado laboral en las capitales as como las posibilidades que tendran los francesesde poder establecerse en dichas ciudades. El propsito era evidente: el gobierno francs deseabaexpulsar a las clases peligrosas para evitar futuras revueltas. Los cancilleres realizaron su trabajocon bastante cuidado, seleccionando los posibles oficios que podran realizar sus compatriotas,pero no pas de ser solo un proyecto (Prez-Mallana, 1980).

    Como se puede apreciar del panorama trazado sobre el aspecto concerniente a la informacin,podemos ver de qu manera la difusin del 48 fue mayor a la del 89. De este modo, lacoyuntura del 48 result ms favorecida que la del 89 en cuanto a circulacin de noticias,mayor nmero de imprentas, un pblico ms ansioso de conocer noticias debido a que losperidicos incorporaban ahora ms servicios, precios ms accesibles, limitacin de la censura delgobierno (pues ira contra el principio de libertad que tanto pregonaba el republicanismo), puesya muchas provincias contaban con imprenta y sus propios peridicos.

    2. LA IMAGEN AMBIGUA DE LA REVOLUCIN

    Si bien los medios de transmisin de los acontecimientos revolucionarios constituyen unfactor importante para medir el impacto en la sociedad peruana, conviene no olvidar que lasrevoluciones de 1789 y de 1848 generaron como lo haran sus homlogas mexicana, rusa

    y china en su momento un doble significado. Por un lado, proyectaron la imagen de ser unmovimiento liberador, que permita al pueblo retomar una soberana usurpada y deshacerse de laopresin de un rgimen venido a menos como el monrquico, para garantizar la igualdad y unaadecuada redistribucin de bienes. En el otro extremo, se hallaba una lectura menos triunfalista,aquella que estigmatizaba a las revoluciones como hechos violentos que socavaban las basespolticas y religiosas de la sociedad, adems de provocar un sinfn de consecuencias negativas.

    Ambas imgenes convivieron en desigual medida en el medio siglo que analizamos, y ello sedebe al xito o fracaso que tuvieron las autoridades no para restringir sino para orientar quimagen era la que queran que se difundiese en el territorio bajo su control. De esta manera,el Per empieza a formar parte de una escena internacional donde, a partir de la ejecucinde Luis XVI y la declaratoria de guerra de los estados europeos a la Francia revolucionaria,las autoridades metropolitanas y, por ende, las coloniales deben llevar a cabo una serie de

    actividades contrarrevolucionarias.La imagen negativa del evento revolucionario se articul sobre la base de cuatro ejes principales:el regicidio, el ataque a la Iglesia y la religin catlica, el terror y la guerra (Rosas Lauro, 2006:99-156). El primer aspecto, el aguillotinamiento de Luis XVI, fue interpretado como un sacrilegio,debido al carcter sagrado del gobernante; un regicidio, por haberse perpetrado la ejecucin dellegtimo rey; y un parricidio, porque el monarca era considerado padre de la nacin. El segundotpico del discurso contrarrevolucionario, el ataque a la Iglesia y la religin catlica, se presenta travs de la descripcin de escenas impactantes de la persecucin y ejecucin de sacerdotes ymonjas, la destruccin de los smbolos cristianos y la crtica de los principios catlicos. La imagenque se proyect era la de un proceso de carcter irreligioso y ateo. El tercer punto de la imagennegativa de la Revolucin fue el terror, que se asoci a la actividad del Tribunal revolucionario,

    la figura simblica de la guillotina y la omnipresencia de la muerte. El cuarto y ltimo tpico,fue la guerra con sus consecuencias nefastas. Aparte de estos cuatro grandes temas, hay queconsiderar los principios subversivos del orden, en especial la libertad, que propugnaban los

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    Las revoluciones francesas en el Per: una reinterpretacin (1789-1848)

    revolucionarios, identificados con el jacobinismo y el terrorismo, fantasmas muy presentes en elpensamiento poltico del siglo XIX.

    Todo ello gener un miedo en las autoridades y la lite25, que mezcl temores ancestrales con

    otros coyunturales, lo cual debe ser tomado en consideracin, pues hasta aquellos que podansimpatizar con la Revolucin, lo hacan con una parte de su ideario mas no con la violencia ysubversin del orden que haba provocado. El caso de Juan Pablo Viscardo y Guzmn es unbuen ejemplo. Estamos convencidos de que el discurso contrarrevolucionario caracterstico delos escritos peruanos del siglo XIX est ya dado, en lo esencial, en la coyuntura de 1789. Luegose volver a los mismos tpicos y argumentos, aspecto que queda evidenciado cuando se da elimpacto de las revoluciones de 1848 y el debate entre conservadores y liberales.

    Pero en el siglo XIX el trmino revolucin ya tena una carga de por s negativa, y es que hacareferencia a los cambios bruscos y violentos que se operaban en la poltica postindependentista.De modo que la revolucin del 48 ya encontrara un campo frtil para las discusiones sobre suposible impacto tanto en la capital como en las provincias (Legua, 1989; Rosas Lauro, 2000b;

    Sobrevilla, 2002). Esta no podra haber encontrado mejor momento para llegar a nuestrascostas: pues precisamente el tema que se debata en nuestro medio estaba relacionado al dela soberana popular. Para ser ms precisos, habra que sealar que el tema clave era el de laampliacin del sufragio a las clases populares, tema poco agradable a conservadores, que pedanuna serie de requisitos que en ese momento hacan imposible la participacin de la mayorade la poblacin. Los liberales, en cambio, haciendo eco del 89, y anticipando su momentode gloria de 1855, defendan a capa y espada la inclusin de un mayor nmero de votantes.Fueron estos mismos liberales los que reciban con agrado noticias de Francia, especialmente lasque incitaban a actuar: No es posible permanecer quieto cuando todo el mundo se mueve.En Europa se desploman los tronos entre torrentes de sangre [] y nosotros dormimos?26. Otambin aquellas que recordaban que el ejemplo para las jvenes naciones hispanoamericanasse hallaba en Francia, en la medida en que la democracia era una revolucin permanente27.

    La prensa contribuy a incrementar la percepcin negativa de la Revolucin, e incidi en dosaspectos que preocupaban a los peruanos de ese entonces: el desorden y la crisis econmica.Los conflictos entre los caudillos locales haban provocado serias alteraciones en la estabilidadsocial y econmica del pas, y la noticia de un evento del exterior que pudiese ahondar ms lacrisis, puesto que cualquiera que sea la ensea de una revolucin cualesquiera que sean losprincipios que ella proclame, ella no puede dejar de trastornar el orden social y de traer en posde s amargas y dolorosas consecuencias, como mencionaba un peridico cajamarquino28, oel efecto en la industria (Pasan de seis mil los establecimientos de comercio y fbricas que hanquebrado desde la revolucin de febrero), de acuerdo con los redactores cuzqueos29.

    Sin embargo, las autoridades no tenan que temer una revolucin en el sentido estricto dela palabra en 1848, pues no se poda comparar la situacin de opresin que justificaron los

    eventos parisinos con la situacin peruana. Per estaba entrando a una fase de estabilidadpoltica con Castilla merced a la consolidacin de su posicin de primus inter paresrespectoa los dems caudillos regionales junto con el auspicioso futuro econmico que brindara elguano. Amparados en una mal entendida libertad de imprenta, los periodistas de la prensaradical comenzaron a acusar al gobierno de irregularidades como sobornos e, intentando crearuna atmsfera que propiciara un posible levantamiento popular, compararon a Castilla con sumalogrado homlogo francs30.

    25Sobre los temores de las autoridades y la lite entre el siglo XVIII y la Independencia, vase los trabajos de ScarlettOPhelan, Arnaldo Mera, Cristina Mazzeo y Jos Ragas, en Rosas Lauro (2005).

    26El Comercio(Lima, 2853, martes 2 de enero de 1849).27El Demcrata Americano(Cuzco, Tomo I, nmero 76, 25 de mayo de 1847); El Zurriago(Lima, 16, 20 de mayo

    de 1848).28La Aurora(Cajamarca, 38, 17 de marzo de 1849).29Los Intereses del Pas(Lima, 7, 4 de setiembre de 1848).30El Zurriago(Lima, 18, 27 de mayo de 1848).

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    A las medidas de control de los medios de comunicacin y vigilancia de los espacios pblicos, sesumaron otras que tenan como fin lograr la condena de la Revolucin por parte de la poblacin.De este modo, se organizaron las rogativas pblicas y se despleg una campaa de recaudacin

    de donativos para financiar la guerra de Espaa contra Francia. Esta se extendi no solo a lacapital virreinal, sino a las dems provincias del Virreinato, siendo el caso de Arequipa uno delos mejor documentados, donde fue el Obispo quien lider la campaa contrarrevolucionaria(Rosas Lauro, 2002). Este caso muestra como tanto las autoridades civiles como eclesisticasparticiparon de estas acciones, de tal manera que el Estado virreinal, la Inquisicin y la Iglesiatuvieron un papel importante. Estas mismas actividades se desarrollaron ms sistemticamentedurante la coyuntura de 1808 (Nieto Vlez, 1960 a, b; Peralta, 2002). En ambos casos tambinse lleg a adoptar una serie de medidas militares para la defensa del reino por el temor a lallegada de navos franceses. La dificultad para controlar el flujo de informacin en el periodorepublicano hizo imposible que el Estado controlara a la opinin pblica para una demostracinde rechazo a lo ocurrido en Francia, considerando tambin que las relaciones entre Per yFrancia eran de una naturaleza distinta a las del siglo XVIII, donde los intereses de la Corona

    espaola estaban en juego.

    CONCLUSIN: LAS TRANSFORMACIONES DE LA CULTURAPOLTICA

    Es evidente que las revoluciones no generaron un impacto inmediato en la sociedad peruana, nidesencadenaron un proceso similar al francs, bien sea porque los postulados que las respaldabanno sincronizaban con las necesidades locales o bien porque la frrea accin de las autoridadesneutraliz una ya dbil difusin. Despus de todo, la poltica peruana no tendra por que haberreaccionado de manera ni similar ni automtica a los eventos parisinos. Afirmar la correcta e

    inmediata sincronizacin entre Francia y Per sera negar la dinmica propia del contexto andinoy repetir lo sealado por la historiografa tradicional. El impacto de estas revoluciones se puedeobservar en otros aspectos, como la dinmica de los procesos informativos o la cultura poltica,que solo recientemente han llamado la atencin del investigador31. En definitiva, existi unadifusin de informacin sobre el evento revolucionario y un nivel de discusin entre un gruporeducido, primero, que luego con el ensanchamiento de la prensa en provincias, la rapidez delas noticias por el telgrafo y sectores urbanizados y ms politizados, hizo imposible que lasautoridades reaccionaran a tiempo. S consolidaron el periodismo y la difusin de informacin,ensanchando la opinin pblica, bien a favor o en contra de ella. Los mecanismos de censura noresultaron del todo efectivos en un contexto absolutista debilidad de la Inquisicin, porosidaddel control sobre los textos escritos, tolerancia de espacios pblicos de discusin o por lanecesidad de mantener una aparente libertad de prensa en un escenario republicano, siendo

    el gobierno vctima de la trampa de los principios liberales que garantizaban la libre circulacinde las ideas.

    Cul es el saldo que nos queda, suponiendo que fenmenos tan complejos como lasrevoluciones pudiesen ser reducidos a una ecuacin? De todo lo expuesto, es posible sealarotras tres consecuencias directas de la Revolucin en la cultura poltica peruana: la figura deMarianne y la simblica, los banquetes y el socialismo. El primer caso remite inmediatamente al89, mientras los dos ltimos son herencia del 48.

    La Revolucin dot de un lenguaje simblico que permiti la legitimidad de los regmenesrepublicanos. No se trata de una herencia menor: en la necesidad por reemplazar la figura delmonarca, los idelogos franceses del 1789-1793 crearon un repertorio de prcticas y emblemasque fueron adoptados diligentemente por sus homlogos latinoamericanos, y que continuamos

    utilizando hasta el da de hoy en nombre del Estado-Nacin. Aunque Marianne no tuvo una31Un balance historiogrfico sobre la coyuntura de 1789 est en Claudia Rosas Lauro (2000c).

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    Las revoluciones francesas en el Per: una reinterpretacin (1789-1848)

    amplia acogida, su silueta se desliz entre las monedas (Dargent, 1989), los billetes, esculturas32,pinturas (Mujica, 2003) y publicaciones establecindose como la Madre Patria o la Repblica.Ms estudios sobre iconografa podrn dar cuenta de su difusin en otros niveles, pero no se

    puede soslayar que tuvo mucho ms xito que otros smbolos del 1789 como la guillotina oel rbol de la libertad. Incluso es necesario considerar las transformaciones en las ceremoniaspatriticas y festividades cvicas (Lomn, 1991; Ortemberg, 2004; 2006).

    La participacin popular en los debates polticos fue una preocupacin que los quarante-huitardsparisinos y limeos asumieron con bastante diligencia. Pero no se trataba de la solaincorporacin de personas al debate, sino de la logstica en s: cmo lograr que los oradorespudiesen hacer efectivo su mensaje a la mayor cantidad de personas. La solucin que encontraronfue mediante la instalacin de banquetes, que congregaban a multitudes en un ambiente deigualdad y participacin poltica. En el Per, estos banquetes a los que se agreg el adjetivode reformistas funcionaron de manera efectiva en las campaas electorales y merecenestudiarse con mayor profundidad como se ha hecho, por ejemplo, para Chile.

    Tambin por esos mismos aos, aparecieron las primeras referencias al socialismo, el cual seranuestro tercer punto. La mencin ms temprana es de 1846, luego tambin aparecer comoparte del programa de un candidato peruano en 1850 en un peridico poco conocido, al que seagregara la presunta existencia de un establecimiento comunista en 1852. Hacia 1860 ya sehablaba cada vez ms de los rojos y su presencia parece hacerse efectiva pocos aos despusde la celebracin del primer centenario con la casi mtica Comuna de Chalaco en Piura.Pero el socialismo o comunismo, como se les llamaba indistintamente, era percibido como unavariante extrema del liberalismo anticlerical, fuente de desorden y terror.

    Para concluir, mencionemos que la imagen de la Revolucin estuvo presente en las dcadassiguientes, y en algunos casos se realizaban distinciones entre los dos procesos, dejando malparada a la del 8933. Pero esta tendencia era propia de las sociedades occidentales, quereinterpretaban a la Revolucin de acuerdo con los propsitos polticos de grupos determinados,multiplicando al infinito las imgenes que quedaban de ella, y superponiendo la de 48 a ladel 30 y sta a la del 89. En palabras de Eric Hobsbawm: Todo el mundo tuvo su Revolucinfrancesa (Hobsbawm, 1992: 103). El recuerdo de la Revolucin demostr a nivel mundial quepoda adoptar diversas formas. Sin ir muy lejos, retomemos el caso de los masones que abrael presente texto: para ellos, era efectivamente motivo de alegra y celebracin por cuantoconfirmaba la duracin misma de su organizacin; a pocas cuadras de su local, el 89 se vesta deluto y reuna la toma de la Bastilla con la guerra del Pacfico. Ambos eventos no tenan relacinalguna, alejados temtica y temporalmente uno del otro, pero el lenguaje con que se habaimpregnado al legado francs permiti que confluyera en un sentimiento colectivo de libertad(del enemigo chileno, de la tirana), de igualdad(entre todos los que se hallaban reunidos, almargen de las jerarquas sociales) y de fraternidad(entre los peruanos y los franceses residentesen Lima) ese 14 de julio de 1889.

    32Se hicieron alegoras de la patria y la repblica en piedra de Huamanga durante el siglo XIX. Vase Wuffarden &Majluf (1999).

    33El Zurriago(Lima, 15, 17 de mayo de 1848).

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    Claudia Rosas Lauro, Jos Ragas Rojas

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