24
Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006 1. INTRODUCCIÓN La amplia literatura que exis- te sobre el tema de las reducciones es un indicador excelente para compro- bar el interés que desde el siglo XVIII ha despertado su conocimiento y verificar el número importante de estudiosos que en sus investigaciones se han ocupado de esta realidad tan singular. Basta acercarse a publicacio- nes tanto de historia como de antropo- logía, pedagogía o literatura en las cuales, para referirse a las reducciones, se dice que son un “capítulo sin par en la historia”, un “legado cultural único”, una “aportación eficaz a la vida social” y otras muchas, en el mismo sentido. En esta ocasión, intentando limitar el estudio al espacio estableci- do, se aborda el tema desde tres ideas básicas. Por una parte, la considera- ción de las reducciones como un siste- ma de vida comunitario; en segundo lugar, una concepción que permite un rendimiento económico autogestiona- do, y, por último, un espacio que es de todos y para todos. En función de estas ideas, la educación estaba planteada para la comunidad, para la economía y para la propiedad. Para una vida en común con economía suficiente, en la que existía una propiedad sin propietarios y con un rendimiento del trabajo que era de todos y para todos. Para conseguir este modelo de sociedad, los jesuitas, que, al igual que otras órdenes religiosas, llegaron a América en el siglo XVI, imaginaron, soñaron y buscaron alternativas; alter- nativas que, naturalmente, exigían un cambio de mentalidad y nuevas formas de relaciones humanas en los diferen- tes ámbitos, económico, político y social, con importantes implicaciones educativas para las nuevas formas de organización, para otros estilos de con- vivencia y para mejorar las condicio- nes de vida de los nativos americanos. La posibilidad de afrontar estos retos exigía una excelente prepa- ración de los misioneros, además de entrega y capacidad para resolver pro- blemas sociales tan importantes y difí- ciles como eran la antropofagia, la esclavitud y la vida nómada habitual de la población indígena. LAS REDUCCIONES DEL PARAGUAY, UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA SINGULAR Carmen Labrador Herráiz Universidad Complutense de Madrid

LAS REDUCCIONES DEL PARAGUAY, UNA ...“El cautivo que cogen en gue-rra lo engordan, dándole libertad en comidas y mujeres que escoge a su gusto; ya gordo lo matan con mucha solemnidad

  • Upload
    others

  • View
    7

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    1. INTRODUCCIÓN

    La amplia literatura que exis-te sobre el tema de las reducciones esun indicador excelente para compro-bar el interés que desde el sigloXVIII ha despertado su conocimientoy verificar el número importante deestudiosos que en sus investigacionesse han ocupado de esta realidad tansingular.

    Basta acercarse a publicacio-nes tanto de historia como de antropo-logía, pedagogía o literatura en lascuales, para referirse a las reducciones,se dice que son un “capítulo sin par enla historia”, un “legado culturalúnico”, una “aportación eficaz a lavida social” y otras muchas, en elmismo sentido.

    En esta ocasión, intentandolimitar el estudio al espacio estableci-do, se aborda el tema desde tres ideasbásicas. Por una parte, la considera-ción de las reducciones como un siste-ma de vida comunitario; en segundolugar, una concepción que permite unrendimiento económico autogestiona-do, y, por último, un espacio que es detodos y para todos.

    En función de estas ideas, laeducación estaba planteada para lacomunidad, para la economía y para lapropiedad. Para una vida en comúncon economía suficiente, en la queexistía una propiedad sin propietariosy con un rendimiento del trabajo queera de todos y para todos.

    Para conseguir este modelo desociedad, los jesuitas, que, al igual queotras órdenes religiosas, llegaron aAmérica en el siglo XVI, imaginaron,soñaron y buscaron alternativas; alter-nativas que, naturalmente, exigían uncambio de mentalidad y nuevas formasde relaciones humanas en los diferen-tes ámbitos, económico, político ysocial, con importantes implicacioneseducativas para las nuevas formas deorganización, para otros estilos de con-vivencia y para mejorar las condicio-nes de vida de los nativos americanos.

    La posibilidad de afrontarestos retos exigía una excelente prepa-ración de los misioneros, además deentrega y capacidad para resolver pro-blemas sociales tan importantes y difí-ciles como eran la antropofagia, laesclavitud y la vida nómada habitualde la población indígena.

    LAS REDUCCIONES DEL PARAGUAY, UNA EXPERIENCIA EDUCATIVA SINGULAR

    Carmen Labrador HerráizUniversidad Complutense de Madrid

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    Una mirada a los protagonis-tas nos proporciona datos para verifi-car que sus acciones fueron una reali-dad. La nómina de los que vivieronesta experiencia es realmente intere-sante. Los hay de muy distintas nacio-nalidades y profesiones. Médicos,escritores, astrónomos, lingüistas, his-toriadores, matemáticos y cartógrafosque, a la vez, fueron “maestros” capa-ces de preparar a los indios para traba-jar en telares, tornería de madera, fun-dición de campanas y para enseñarleslenguas, curar viruelas y vivir encomún.

    2. UNA SINGULAR EXPE-RIENCIA SOCIOEDUCATIVA

    Las reducciones del Paraguayse presentan como una particular expe-riencia comunitaria entre los siglosXVI y XVIII. En la literatura utópicaocupan un lugar importante, así comoen el debate que ha producido lamisma variedad de términos emplea-dos para definir esta organización. Larelación de conceptos utilizados paradefinir las reducciones es muy amplia.Se habla de reino, de estado cristiano-social, de república, de imperio, deorganización socialista cristiana yotros más.

    Las reducciones constituyenel conjunto de misiones jesuíticas enla zona de Río de la Plata que existie-ron entre 1609 y 1768, año de laexpulsión de los jesuitas de los territo-rios de la Corona española. En la his-

    toria de América ocupan un capítuloimportante y extenso. Probablementees uno de los temas más estudiadosdesde el siglo XVIII y uno de loshechos mejor documentados de todala presencia de los españoles enIberoamérica. Las fuentes documenta-les que pueden consultarse sonamplias y valiosas. Se conservannumerosas cartas de jesuitas, docu-mentos gubernamentales, reales cédu-las y otras disposiciones emanadas delos diferentes gobiernos. Hay miles deartículos, estudios, tratados, libros, sibien es cierto que el valor científico esdesigual y el tema es polémico, concríticos implacables y también conapologetas para quienes la objetividady el rigor están ausentes.

    Los archivos de Sevilla,Asunción, Buenos Aires, Madrid yRoma conservan documentos fiablespara su estudio. En la Universidad deGeorgetown (USA), se encuentraextensa y valiosa documentación sobreel tema, cuidadosamente conservada ysistemáticamente organizada.

    Para este breve trabajo se hanutilizado, sobre todo, los Reglamentosde 1637 y 1689 y el Libro de órdenes(en cada reducción había un ejemplar),además de otra bibliografía útil. En elReglamento de 1637 se establecen lascompetencias del P. Superior en todaslas reducciones con relación a losjesuitas. Próximamente contaremoscon un documento excepcional, enprensa en la actualidad.

    328 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    El objetivo de este artículoconsiste en presentar el punto de vistade los indígenas tal como aparece enla excelente documentación que seconserva de la época y también eninvestigaciones de historiadoresactuales, más sensibles a las cuestio-nes étnicas y a la realidad de los pue-blos colonizados que anteriores gene-raciones, cargadas a veces de prejui-cios y estereotipos, y obligadas ainvestigar con más limitaciones de lasque ahora tenemos.

    En mi opinión, el momentohistórico que vivimos es excelentepara buscar la objetividad en la consi-deración de los datos, de los hechos,de las situaciones y rescatar desde ahíla realidad espléndida de la singularutopía que aquellas comunidades indí-genas realizaron.

    Los jesuitas cuando pensaronen la construcción de las reduccionestuvieron como objetivo fundamentalla evangelización y la promoción inte-gral del aborigen, es decir, la educa-ción. Estaban en un espacio y en untiempo histórico y ellos eran los prota-gonistas que debían afrontar proble-mas verdaderamente importantes.

    El espacio se enmarca en elterritorio que incluía lo que actual-mente es Argentina, Chile, Bolivia,partes del Brasil y Paraguay. Unaextensión aproximada a la de EuropaOccidental. El tiempo transcurreentre 1585 y 1767. En 1604, Romaconstituyó la región del Paraguay

    como una “provincia” aparte para losjesuitas.

    El pueblo guaraní y laCompañía de Jesús protagonizan enesta región, y en poco más de siglo ymedio, una experiencia original devida y de fe, cuya síntesis cultural yrealización de valores son sus indiscu-tibles señas de identidad. En diferentesinvestigaciones se habla de síntesiscultural única cuyos valores y testimo-nios perduran:

    “Llamamos Reducciones a lospueblos de indios que, viviendo a suantigua usanza en montes, sierras yvalles, en escondidos arroyos, en tres,cuatro o seis casas solas, separadas alegua, dos, tres, y más, unos de otros,los redujo la diligencia de los padres apoblaciones grandes y a vida política yhumana, a beneficiar el algodón conque se vistan...” (Ruiz de Montoya,1639).

    El término reducciones seusaba en la época como comunidad, enel sentido de reunir o congregar enasentamientos de misión. Las reduc-ciones del Paraguay fueron la obra demisioneros de la Compañía de Jesús.En esta obra, con una singular organi-zación interna, integran las artes, laslenguas, la religión y crean una nuevacultura.

    En 1549, sólo nueve años des-pués de la fundación de la orden, lle-garon siete jesuitas a Brasil. Se aden-traron en las junglas para evangelizar alos nativos, conocer sus costumbres,

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 329

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    aprender sus lenguas, compartir susritos, participar de su cultura.

    Antes, un 15 de agosto de1537, habían llegado los franciscanoscon los fundadores de Asunción.Comenzaron a organizar a los indiosen asentamientos. Y fue un francisca-no, Luis Bolaños, quien escribió la pri-mera gramática, el primer diccionarioy un libro de oraciones en guaraní.

    Los primeros jesuitas proce-dían de Brasil, eran tres: un portu-gués, un irlandés y un español. Nofue fácil su llegada; tampoco los pri-meros años en las selvas, en situacio-nes adversas de difícil entendimien-to. Se encuentran con problemas deantropofagia, esclavitud y costum-bres de vida nómada de los nativos.Sólo unas citas evidencian la crudezade situaciones que se repetían confrecuencia:

    “El cautivo que cogen en gue-rra lo engordan, dándole libertad encomidas y mujeres que escoge a sugusto; ya gordo lo matan con muchasolemnidad y tocando todos a estecuerpo muerto con la mano, o dándolealgún golpe con un palo, se pone cadacual su nombre; por la comarca repar-ten pedazos de este cuerpo, en el cualpedazo cocido en mucha agua, hacenunas gachas en este cuerpo, de quetomando un bocado toma cada cual sunombre, las mujeres dan a sus hijos deteta un poquito de esta mazamorra ycon eso les ponen el nombre” (Ruiz deMontoya, 1643, p. 15).

    Esta muerte es, sin embargo,gloriosa. Y el prisionero, que hastaentonces goza de toda su libertad enel poblado, en ningún momento pre-tende huir; antes bien, afronta lamuerte con honor y provoca a sus per-seguidores con el número de lossuyos, que los de su tribu ya hanmatado y comido y con la venganzaque estos tomarán por su propiamuerte. Según Haubert:

    “La antropofagia se convierteen algo ritual, propia sólo de los gua-raníes, no se trata sólo de saciar elhambre. El rito exige la reparación; elrapto de energía vital en el grupo vic-torioso, los que matan a un enemigo ole hacen prisionero, el que ejecuta alguerrero cautivo, los que comen de sucarne o simplemente la tocan, aunquesea con un palo. Los niños que abrenel cráneo con pequeñas hachas decobre y empapan sus manos en su san-gre, todos engrandecen, adquierenfuerza y cambian el nombre. La antro-pofagia y la guerra tienen, así pues,una función social esencial” (Haubert,1991, pp. 28-32).

    El mismo P. Ruiz de Montoya,que fue objetivo claro de la antropofa-gia, a su entrada en la provincia deTayaobá, futura Misión de SanNicolás, nos dice:

    “Tenía esta provincia casiinfinita gente y con las costumbresgentiles de observancia muy guerreray en comer carne humana muy ejerci-tada. Dieron muestras de recibirme

    330 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    bien, pero fingidas, porque dandoaviso de mi llegada, toda aquellanoche fue desgalgando gente de aque-llas sierras, con ánimo de comerme y alos que iban en mi compañía, que serí-an como quince personas. Teníandeseo, como después supe, de probarla carne de un sacerdote que juzgabanera diferente y más gustosa que lasdemás” (Ruiz de Montoya, 1643, p.123).

    Y con gran realismo continúala descripción:

    “El que más ardía en furor ydeseos de comerme era un mago lla-mado Guirabera, el cual se hizo lla-mar Dios, y con sus mentiras se habíaapoderado de aquella gente. Sucomer ordinario era carne humana ycuando fabricaba alguna casa o hacíaalguna obra, para regalar a sus obre-ros hacía traer el más gordo indio desu jurisdicción y de aqueste pobrehacía su convite” (Ruiz de Montoya,1643, p. 129).

    Otro tipo de comportamien-tos se manifiestan en el mismo senti-do, según Ruiz de Montoya, puesobserva que en algunas tribus limí-trofes con los guaraníes, tienen lacostumbre de matar a los gemelos y alos niños con malformaciones. Lomismo sucede, según el P. Paucke, siel grupo carece de alimentos, si seprepara para un viaje o si el padresospecha que el niño no es suyo.También según el P. Ruiz deMontoya, los indios dan a sus propios

    hijos a cambio de una placa de cobrepara usar como pectoral.

    Sería erróneo creer que estecomportamiento con los niños res-ponde a cruel indiferencia hacia elniño, muy al contrario, confiando elniño a quien, por su generosidad, hamanifestado la entrega de algo tanquerido, testimonian tanto amor haciael hijo como su diferencia hacia elextranjero.

    La llegada del misionero supo-ne un acontecimiento social con unritual bien definido. Entre los guaraní-es es costumbre que el jefe espere alvisitante en una de las grandes casas.Cuando el jesuita penetra en ella poralguna de las puertas, en un principiose ve sorprendido por el humo de lashogueras. Pero habiendo descubiertoal cacique sentado en su hamaca o biende pie, se sorprende aun más cuandorecibe una acogida que no puede pare-cerle sino lúgubre.

    Ruiz de Montoya la describeasí:

    “Reciben a los huéspedes o alos que vienen de viaje con un forma-do llanto de voces... En entrando en lacasa se sienta y junto a él el que reci-be. Salen luego las dos mujeres y rode-ando al huésped, sin haberse habladopalabra, levantan ellas un formal alari-do, ...los varones cubren el rostro conlas manos, mostrando tristeza y lloran-do juntamente... cuanto mas importan-te es la persona mayores son los alari-dos de tal manera que semejan que

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 331

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    alguien muy querido de la comunidadha muerto. Enjúganse las lágrimas,cesan los gritos y entonces se dan labienvenida y es desdichado el que noes así recibido” (Ruiz de Montoya,1643, pp. 51-52).

    En otros grupos el recibi-miento es diferente, aunque deberelacionarse con el culto a los muer-tos. Entre la tribu de los chiquitos,según el P. Burgués, el viajero esrecibido en la casa común de todoslos jóvenes solteros y su llegada esmotivo de fiestas y borracheras quepodían durar dos o tres días. Esta fueuna realidad compleja, uno de losproblemas más difíciles y con gran-des limitaciones que desde la pers-pectiva más humana y cristiana debí-an resolverse.

    También los colonizadoreseuropeos dificultaron enormemente sutarea de evangelización. Los “enco-menderos”, colonizadores encargadosde las jornadas de trabajo trataban alos indios como esclavos. De talmanera que la esclavitud fue otro delos serios problemas que los misione-ros tuvieron que afrontar decidida-mente. Los “bandeirantes” proceden-tes de Brasil se organizaban en SãoPaulo y penetraban en las posesioneshispanas, con objeto de capturarindios y venderlos después comoesclavos. En sus incursiones llegarona las reducciones jesuíticas de Guayrá.En estos ataques se cometían todo tipode atrocidades que terminaban con la

    muerte o esclavitud de sus pobladoresy la quema y destrucción de los pue-blos. La más desoladora tuvo lugar en1629 bajo el mando de AntonioRaposo Tavares. Con ellas consiguie-ron, además, apoderarse de ampliosterritorios fronterizos.

    Algunos datos hablan de300.000 indios aproximadamenteantes de 1641 que fueron cautivos y60.000 esclavos de los paulistas ensólo dos años. Se dice que cristianosviejos encadenaban a cristianos nue-vos para venderlos como esclavos, yesto, a pesar de que en 1537, el PapaPaulo III había condenado la esclavi-tud de los pueblos indígenas deAmérica y los Reyes de España habí-an promulgado leyes humanitarias ensu defensa. Pero la distancia era ungran obstáculo para lograr que estasnormas se observasen y su trasgresióndesacreditaba la obra de los misione-ros ante los indios.

    La vida nómada de los pueblosindígenas, la falta de sentido de la vidaen común de los indios que nuncahabían vivido en ciudades, añadía otroproblema no pequeño a los ya citados.Ante ellos, y para tratar de resolverlos,se produce la gran intuición de losjesuitas. Comprendieron que para pro-teger a los indios había que hacercomunidades separadas de las zonascolonizadas por los europeos; espaciosen los que pudieran vivir con libertad ydignidad, aunque tuvieran que pagartasas a la Corona.

    332 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    A lo largo del siglo XVI yprincipios del XVII se aprecia un esti-mable esfuerzo por restringir el siste-ma de encomiendas, hasta lograr suextinción y fomentar cada vez más elproyecto de reducciones de los indiosen poblados especiales. El padre jesui-ta José de Acosta fue, a finales delsiglo XVI, uno de los teóricos másrelevantes del proceso de las reduccio-nes. También el jurista Juan deSolórzano Pereira, a mediados delsiglo XVII. La Recopilación de los rei-nos de Indias (1681), recoge ordenan-zas anteriores y dispone: “para que losindios aprovechen más en cristiandady policía se debe ordenar que vivanjuntos y concertadamente”.

    Los asentamientos se protegí-an de tal manera que cuidadosamenteprocuraban “con toda prudencia quelos españoles no entren en el pueblo ysi entraren que no hagan agravio a losindios... y en todo los defiendan comoverdaderos padres y protectores”.

    Con estos planteamientos lle-garon a establecer y administrar trein-ta pueblos de la zona del río Paraná,hasta 1768 en que por Real Orden deCarlos III, todos los religiosos de laCompañía de Jesús fueron expulsados.

    3. ORGANIZACIÓN POLÍTICAY SOCIAL INTERNA

    La organización sociopolíticapor parte misionera fue muy simple; seasentó en dos pilares importantes. Poruna parte, el “rigor de la gestión” y,

    por otra, la “verdad del mensaje”, losdos a su vez potenciados por la exce-lente preparación de los jesuitas y deotro personal que, en definitiva, fueronla clave del éxito.

    La Compañía de Jesús habíaseleccionado cuidadosamente entrenumerosos candidatos europeos losdestinados para la misión que fueronsólidamente preparados en cuanto acuestiones religiosas, en enseñanza, enmedicina, agricultura, artesanía y otrasprofesiones útiles.

    En febrero de 1604 el PadreGeneral de la Compañía de Jesús,Claudio Acquaviva, creó la provinciajesuítica del Paraguay. Pocos años des-pués, por iniciativa del primer provin-cial P. Diego de Torres Bollo y delGobernador Hernando Arias deSaavedra (Hernandarias), parten en1609 desde Asunción los primerosjesuitas para emprender la gran obraevangelizadora entre los guaraníes. Sedirigen hacia el río Paraná, donde lospadres Lorenzana y San Martín fundanla reducción de San Ignacio Guazú yhacia el Guayrá donde los padresMassetta y Cataldino fundan SanIgnacio de Ipaumbucú y NuestraSeñora de Loreto.

    A la vez, otros misioneros ini-cian trabajos en la región de los guay-curúes, pero esta misión no prospera-ría por su proximidad con Asunción ypor la belicosidad de los indígenas queles obligaron a emigrar a la zona delParaná.

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 333

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    Entre 1610 y 1628 los jesuitascitados, y otros más que iban llegando,organizaron numerosos pueblos yreducciones en el Guayrá, en la regióndel Paraná y Uruguay, en el Tape y enel Itatín.

    En el Guayrá se destacó elPadre Antonio Ruiz de Montoya,quien llegó a organizar once pueblos;mientras que en la región del Paraná,Uruguay y Tape trabajó el P. RoqueGonzález de Santa Cruz, a quiendebemos fundaciones como SanNicolás, Candelaria, Concepción,Nuestra Señora de la Anunciación deItapucú (luego Encarnación de Itapúa)y otras. Antonio Ruiz de Montoyadesde 1620 a 1637 dio un gran impul-so a las reducciones. El mismo escri-bió Tesoro de la lengua guaraní yConquista espiritual hecha por losreligiosos de la Compañía de Jesús enlas provincias de Paraguay, Paraná,Uruguay y Tape.

    Mientras Ruiz de Montoyaorganizaba la Reducción de Todos losSantos del Caaró, fue martirizadojunto con el P. Alonso Rodríguez porun grupo de indígenas dirigido porÑezú. Igual suerte corrió el padre Juandel Castillo en la Reducción deAsunción de Iyuí.

    La tarea evangelizadora enestos pueblos se vio dificultada repeti-das veces por los asaltos de bandeiran-tes provenientes de San Paulo que per-seguían a los indígenas para venderloscomo esclavos para las plantaciones de

    azúcar y algodón. Los ataques se ini-ciaron contra los pueblos del Guayráen 1628, destruyendo once de los treceallí fundados; luego se extendieron alTape, donde fueron destruidas lamayoría de las reducciones.

    Ante semejante peligro, losmisioneros y guaraníes deciden trasla-darse a lugares más seguros. Los delGuayrá, dirigidos por el P. Montoya,se trasladan en 1631 hacia el sur(éxodo guayreño), refundándose a ori-llas del Yabebirí (en la actual provinciade Misiones) los pueblos de Loreto ySan Ignacio Miní. Los del Tape busca-ron refugio en las proximidades delUruguay.

    Pero los ataques bandeiranteso paulistas continuaban. En ellos secometían todo tipo de atrocidadesque terminaban con la muerte oesclavitud de sus pobladores y laquema y destrucción de los pueblos.Conociendo que se organizaba enSan Paulo una gran bandeira, lasreducciones deciden preparar sudefensa. Los guaraníes se adiestranmilitarmente bajo la dirección de her-manos coadjutores que anteriormentehabían tenido desempeño militar enEuropa, mientras el P. Montoya ges-tionaba en Madrid la autorización delrey para que los pueblos pudierantener armas de fuego. Una vez obte-nida esta autorización, crean un ejér-cito de indios –cosa excepcionaldurante la colonia–, con la justifica-ción de oponerse a las incursiones de

    334 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    los portugueses, con cuyas posesio-nes lindaban sus dominios. Pero laguerra no sólo se libró entre los ban-deirantes, sino contra la otra provin-cia paraguaya.

    La situación casi permanenteen estado de asedio por los “bandei-rantes” portugueses y los colonizado-res españoles que acechaban cazandoindios para convertirlos en esclavosobligó a crear una fuerza armada gua-raní tan potente que el mismo virreydel Perú, conde de Salvatierra solicitóla defensa de la frontera hispano por-tuguesa deteniendo de esta manera lallegada al Río de la Plata.

    El enfrentamiento más serio seprodujo durante la larga revolucióncomunera (1717-1747), en la que elejército de indios misioneros fue pues-to a las órdenes de las autoridades deBuenos Aires, enviadas para aplastarla rebelión de los comuneros deAsunción.

    En el mes de marzo de 1641en el enfrentamiento de Mbororé, losbandeirantes sufren una aplastantederrota que les obligó a retirarse preci-pitadamente. Esta victoria permitió alas reducciones su emplazamientodefinitivo.

    Treinta eran los pueblos exis-tentes entonces, distribuidos geográfi-camente de la siguiente manera:

    A) En lo que hoy es Argentina (quince):En Misiones (once):

    CorpusSan Ignacio MiníLoretoSanta AnaCandelariaMártiresSanta María la MayorConcepciónSan JavierApóstoles y San José

    En Corrientes (cuatro):YapeyúLa CruzSanto ToméSan Carlos

    B) En lo que hoy es Paraguay (ocho):JesúsItapúaTrinidadSan Cosme y DamiánSanta RosaSanta María de FeSantiago ySan Ignacio Guazú

    C) En lo que hoy es Brasil (siete):San BorjaSan NicolásSan JuanSanto ÁngelSan LuisSan MiguelSan Lorenzo

    Los siguientes mapas expresanla evolución de las fundaciones.

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 335

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    336 Carmen Labrador Herráiz

    Figura 1Localización geográfica de las reducciones

    Figura 2Reducciones en torno al río Paraná

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

    Fuente: www.geocities.com/Athens/Styx/6497/jesuits.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    4. ORGANIZACIÓN DE LOSPUEBLOS Y TRAZADOURBANO

    Las misiones de guaraníesestaban en el ámbito jurisdiccional delas Gobernaciones de Asunción y deBuenos Aires. En su conjunto estabanbajo la efectiva dependencia del gober-nador de Buenos Aires, de la RealAudiencia de Charcas, del virrey delPerú y del rey de España. Los indígenaseran considerados vasallos directos delRey al que debían pagar tributo anual-mente; la tasa del mismo era de un pesopor familia, estando exceptuados deeste impuesto los caciques y sus hijos ylos indios recién convertidos.

    Cada pueblo tenía su cura y uncompañero, que dependían del superiorde las misiones, que residía enCandelaria, y del provincial, que vivíaen Córdoba. El cabildo era la máximaautoridad civil, integrada por caciquesque desempeñaban los diversos cargos.

    La vida de los indios dispersosen selvas, montañas, sabanas y lugaresmuy distantes ofrecía dificultadesserias, a veces insalvables, para suevangelización y educación. Atender auna realidad tan especial exigía, comotarea urgente, plantear un estilo de vidasocial comunitaria en poblados aplican-do la idea positiva de las reducciones.No deben olvidarse los inconvenientes

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 337

    Figura 3Reducciones en torno al río Uruguay

    Fuente: www.geocities.com/Athens/Styx/6497/jesuits.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    que esta planificación suponía; incon-venientes como desarraigar a los indí-genas de sus tierras, de sus costumbres,de su modo de vestir y alimentarse; sinembargo, eran mayores las ventajas.

    La abundante y valiosa docu-mentación de que disponemos, así comolos restos arqueológicos, muestran co-mo se concibieron las reducciones: to-das tenían un trazado urbano rectangu-lar. Para las construcciones, los padresjesuitas intentaron una especie de sínte-sis entre la ciudad española y la vivien-da guaraní. Así, en algunas cartas puedeleerse: “Fue necesario construir estepueblo desde sus fundamentos... me re-solví construirlo a la manera de los pue-blos de los españoles para que cada unotenga su casa, con sus límites determi-nados y su correspondiente cerca paraimpedir el acceso de la una a la otra”.

    Se separaron las grandes piezascomunales con paredes de adobe o pie-dra para formar unidades independien-tes ocupadas cada una por una solafamilia. Estas construcciones se coloca-ban en hileras formando manzanas ocuadras separadas por calles paralelas alos lados de la gran plaza central.

    Esta forma de vida era agrada-ble para los indios:

    “Estaban muy contentos ensus casas nuevas, a las cuales se pasa-ron aun antes de estar acabadas porestar holgados y anchurosos (...) tienentres aposentos, con refectorio, despen-sa y cocina, todo muy bien acomodadoy proporcionado, con sus puertas y

    ventanas de cedro de los que hay abun-dancia en esta región. Y aunque latechumbre es de paja nos ha costadobien cubrirla por haber poca aquí”(Gálvez, 1989, p. 20).

    El trazado urbano de las reduc-ciones estaba dispuesto de modo exce-lente: cada ciudad se organizaba segúnun proyecto urbanístico cuidado en elque se aprecia el núcleo principal, lasviviendas-manzanas, la plaza, lascalles rectas y llanas, la iglesia, la huer-ta y otras estructuras arquitectónicas.

    La plaza rectangular o cuadra-da rodeada de árboles era el centro;constituía el elemento ordenador delespacio urbano, a ella convergían lascalles principales. Era el lugar en quese concentraban las diferentes activi-dades cívicas y religiosas y se conver-tía en el gran escenario de participa-ción en el que tenían lugar juegos, can-tos, danzas, representaciones teatrales,prácticas militares y otros ejerciciosoportunamente preparados.

    En frente se encontraba laIglesia que, generalmente, era de pie-dra en la parte inferior; a un lado deésta, el cementerio y el asilo-orfanato,la casa de viudas, el ayuntamiento y alotro lado la residencia de los padresjesuitas, la escuela y los talleres artesa-nos, almacenes y graneros. Detrás seextendía la huerta y un gran jardínbotánico, importante para la selecciónde semillas y aclimatación de especies.

    En los lados restantes de laplaza se alineaban en bloques las casas

    338 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    de los indígenas unidas por pórticos,como puede apreciarse en la imagen,para protegerlas del sol y de la lluvia;estas construcciones eran paralelas alcostado de la plaza, de tal manera quepermitían el crecimiento ordenado delos pueblos.

    Este modelo de estructura urba-na contribuyó, sin duda, a mejorar laconvivencia en los agrupamientos gua-raníes. Se redactaron recomendacionesprecisas en este sentido para tener encuenta en las sucesivas ampliaciones delos asentamientos. Efectivamente, desdeel comienzo, las instrucciones del padreprovincial Diego de Torres a los misio-neros tuvieron un planteamiento muyclaro, el mismo que se seguirá duranteel siglo y medio de su existencia. Losjesuitas debían elegir bien el pueblo, el

    cacique, las tierras y lugares más conve-nientes. Debían conseguir trabajos agrí-colas y ganaderos que asegurasen elsustento de la población que tendríaentre 800 y 1000 habitantes indios.

    Conviene recordar que elhecho de reunir a grupos diversos enuna misma reducción, los inadecuadosemplazamientos de los primeros tiem-pos, las catástrofes naturales y las inva-siones de los mamelucos obligaron acambios de localización siempre peno-sos que se añadían a las nuevas formasde vida de las tribus, ahora obligadas ahorarios concretos, a disciplina rigurosay a comportamientos inusuales.

    Un modelo de la estructuraurbana se aprecia en los planos siguien-tes de las reducciones de Loreto y deSan Ignacio Miní.

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 339

    Figura 4Plano de la reducción de Loreto

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    En arquitectura, las construc-ciones más notables fueron las igle-sias, que destacaban por su esplendor,grandiosidad y excesiva ornamenta-ción. Corresponden al estilo barroco,conocido como jesuítico o “barrocoamericano”. Un gran arquitecto fueJosé Brasanelli, que trabajó en la cons-

    trucción de las iglesias de San Borja,Santa Ana, San Javier, San IgnacioMiní y Loreto. También destacó el her-mano Juan Primoli, quien trabajó enlas iglesias de San Miguel, Trinidad yConcepción. Las Figuras 6, 7 y 8representan ejemplos de la arquitectu-ra mencionada.

    340 Carmen Labrador Herráiz

    Figura 5Plano de la reducción de San Ignacio Miní

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 341

    Figura 6Reducción Santísima Trinidad

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    342 Carmen Labrador Herráiz

    Figura 7Restos arqueológicos: Iglesia de San Ignacio Miní

    Figura 8Vista frontal de la iglesia de la reducción de San Ignacio Miní

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

    Fuente: http://www.uninet.com.py/paraguay/ruinas_jesuiticas.html

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    5. ORGANIZACIÓNECONÓMICA

    En cuanto a su organizacióneconómica, existía un régimen mixtode propiedad: propiedad privada y pro-piedad colectiva, que tenía como basede la economía la agricultura, espe-cialmente la explotación de los yerba-les. En un principio buscaban la yerbaen la región del Mbaracayú, dondecrecía en estado natural, pero estoimplicaba complicados y sufridos via-jes de los guaraníes a lejanas comar-cas. Por esta razón, los jesuitas sededicaron al cultivo de yerbales en lascercanías de cada uno de los pueblos.Los yerbales producían la yerba nece-saria para el consumo interno y elsobrante se empleaba para el comerciocon Santa Fe, Buenos Aires, Perú,Chile. De este comercio se obtenía eldinero necesario para pagar el tributoal rey. Poseían también vaquerías yestancias, con importante número decabezas de ganado.

    El sistema socioeconómicomisionero se construía sobre la base dela obediencia, el trabajo y el igualita-rismo. La familia era monógama y elmatrimonio obligatorio. La vida de losindios estaba minuciosamente regla-mentada desde el nacimiento hasta lamuerte, así como la actividad diariacon horarios estrictos de trabajo, des-canso, comidas, diversiones bien dosi-ficadas y ejercicios de devoción.

    Los vestidos de tela rústicaeran iguales para todos. Sólo los caci-

    ques en señalados días de fiesta podíanostentar los signos de su dignidad.

    El trabajo era obligatorio. Delo producido, una parte se destinaba asustento familiar, otra a subvenir gastosde la comunidad, del pueblo, como laprovisión de elementos de labranza,carpintería o de otros trabajos, abasteci-miento de asilos, escuelas, hospitales,etc., y la tercera parte a gastos del culto.

    Como puede apreciarse, en elsistema de las reducciones, contraria-mente al resto del sistema colonial, losindios no estaban sometidos a la servi-dumbre de la encomienda y el régimeneconómico era comunitario.

    El ganado y los útiles de tra-bajo pertenecían a la comunidad y encomún se emprendían las labores agro-pecuarias, así como la construcción yreparación de viviendas, templos yobras públicas en general. Tambiéndebían ocuparse de los utensilios yotras herramientas necesarias para cul-tivar el campo y para el cuidado deganados y otros animales.

    Los misioneros tenían queprocurar que cada indio cultivase unaparte suficiente de terreno, que todospudieran cultivar cuanto quisieran y,además, conseguir que los indios tra-bajen por sí solos, “lo lamentable,dicen, es que haya tan pocos que quie-ran” (Haubert, 1991, p. 211).

    Determinados funcionarioseran los encargados de comprobar quelos trabajos del campo se hacían nor-malmente; que cada familia lo hiciera

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 343

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    para sí o que varias familias se uniesenpara hacerlo en común era indiferente.

    Los jesuitas ejercían comotutores porque, si se les dejaba hacer,no hacían nada; es preciso estar conellos. Además, la legislación colonialles confía e impone este papel.Igualmente, tenían que administrar lascosechas, propiedad del campesino,reservando una parte para simiente yguardando lo que sobraba en almace-nes para intercambiar con otros pro-ductos o para años en que las cosechasfueran menos abundantes.

    Se trata, en definitiva, de unaenseñanza y una educación para el tra-bajo agrícola, ganadero, artesano, parala responsabilidad y la comunidad.Suponía adaptación a la nueva vida,sobre todo, de los menores.Oportunamente se aplicaban castigos,porque ayudaban a cumplir el códigosocial impuesto.

    En estas comunidades, loscaciques, en número de 20 ó 30 en cadapoblado, al principio tuvieron numero-sas atribuciones; sin embargo, el siste-ma evolucionó de manera que fueronperdiendo poder y se desarrolló unaorganización electiva de todos los car-gos y ministerios. De hecho, se renova-ban anualmente la mayoría de ellos.

    6. ESCUELAS Y TALLERES

    De lo expuesto anteriormentese deduce que las implicaciones educa-tivas exigidas por el nuevo modelo desociedad eran numerosas, que las res-

    puestas socioeducativas no se hicieronesperar, más bien puede pensarse que,en función de la evolución que experi-mentaban los grupos étnicos afectados,las propuestas educativas se anticipa-ron tratando de resolver los conflictosinherentes a los nuevos comportamien-tos sociales. Efectivamente, los jesui-tas, que procedían generalmente defamilias europeas y criollas ilustres,prepararon a los indios en diferentesoficios y profesiones, tales como arqui-tectura, carpintería, albañilería, tejería,herrería... Esta preparación permitióque, como puede apreciarse en las rui-nas que actualmente existen, las cons-trucciones y su ornamentación fueranespléndidas, la distribución de lasviviendas razonable y armónica y losespacios adecuados a los fines que sepretendían.

    En cada reducción funciona-ban escuelas primarias a las que asistí-an los niños y niñas de 6 a 12 años ytambién talleres que permitían elaprendizaje de determinados oficios ypreparaban para escultores, herreros,pintores, carpinteros y otras profesio-nes necesarias. La asistencia a estasescuelas estaba presidida por la idea deque, cuanto más presto se pudiesehacer, con suavidad y gusto de losindios, se recojan cada mañana sushijos a deprender (sic) la doctrina y deellos se escojan algunos, para quedeprendan (sic) a cantar y leer.

    Los niños gozaban de granlibertad y eran muy disciplinados, a

    344 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    pesar de que no existía el castigo; desdemuy pequeños se les consideraba miem-bros responsables de la comunidad.

    A la escuela asistían aquellosniños que progresaban en la catequesisy se les seleccionaba para enseñarles aleer, escribir, contar, a tocar diferentesinstrumentos musicales, a cantar y bai-lar “siguiendo el compás”. Si los niñosse resistían a ir a la escuela, sus padresdebían obligarles.

    Con frecuencia se advierte enlos escritos de los misioneros la insis-tencia en señalar que “los pequeñosindios aprenden con solicitud, constan-cia y rapidez” (Haubert, 1991, p. 137).

    La enseñanza de la música ydel canto se iniciaba con la flauta quelos mismos misioneros hacían cons-truir. Después, con la llegada de LuisBerger, excelente violinista, fue el vio-lín el instrumento musical más acepta-do. En realidad, estas enseñanzas nofueron difíciles porque los guaraníestenían una inclinación natural por lamúsica, que se cultivó junto con ladanza y el teatro en todas las reduccio-nes. Canto, danza y teatro fueron losrecursos didácticos más utilizados parainiciar la comunicación con los indiosy a partir de ese entendimiento comen-zar con las diferentes enseñanzas y laeducación en general.

    Grandes maestros de la músi-ca fueron los P. Vaisseau, Berger ySepp. Este último instaló un conserva-torio en Yapeyú, donde no sólo se pre-paraba a los músicos, sino que se cons-

    truían los instrumentos musicalesnecesarios. La música, expresióntransformada de su cultura oral, siguiósiendo un vehículo de comunicaciónexcelente entre los indígenas.

    Los talleres de escultura y pin-tura fueron notables, las obras servíangeneralmente para ornamentar las igle-sias. Eran verdaderos motores artesa-nales, en los que se desarrollaban tra-bajos de escultura en piedra, talla demadera, fabricación de instrumentosmusicales, pinturas y construccionesmonumentales que, todavía hoy, pue-den contemplarse en museos e iglesiasde los pueblos de origen jesuítico.

    La fabricación de campanas,forjas, impresos y productos deimprenta fueron otros tantos testimo-nios de tan singular experiencia. Entrelos maestros jesuitas sobresalieronRodríguez, Berger, Brasanelli y, entrelos guaraníes, Ignacio Azurica yCristóbal Pirioby.

    Especial consideración teníala enseñanza de la mujer, y la docu-mentación sobre el tema es abundante.Indicaciones al respecto dicen que alas mujeres que permanecen ociosas, apesar de ser alimentadas por la comu-nidad, “hay que enseñarles a hilar lalana, a teñir y a tejer. Pueden hacermantas para su propio uso”. Y algomás importante, “un año más tarde lasmujeres instalan su propio taller y pro-ducen mantas y alfombras que inter-cambian por mate, tabaco, azúcar yovejas” (Haubert, 1991, p. 180).

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 345

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    En las Cartas Ánuas se diceque a las mujeres les gusta vestirse ele-gantemente y visten así a sus hijos.Saben tejer y bordar y con algodónhacen su propia ropa. Un grupo deniñas se ocupa en desborrar la lana,algunas piden, además, hilar y tejer.Después de unos días de estar en eltaller de aprendizaje y de entrenamien-to “las niñas fabrican alfombras decolores que son la admiración de loscolonos. En poco tiempo el número demujeres que se dedica a estas tareasaumenta considerablemente. Los niñostrabajan en talleres a cambio de unbuen desayuno por la mañana y lacomida de la tarde con fruta. Además,se les facilitan trozos de tela, coral, tije-ras, etc. Se trata de evitar que pasen eldía como vagabundos. A los jóvenes seles distribuye en diferentes talleres, tra-bajan en el huerto, en el jardín, dedica-dos a la agricultura y a la ganadería.Los más hábiles ayudan a tapizar, ahacer cojines y alfombras y hacen todoello como artistas consumados. Entodas las acciones está presente el tra-bajo como medio de enseñanza y comoelemento de desarrollo personal y pro-fesional” (Haubert, 1991, p. 181).

    En ámbito distinto, se puedeañadir el conocimiento de la existenciade un observatorio astronómico en lareducción de los Santos Cosme yDamián, fundada en 1652, que en1703 se convirtió en el principal centrode estudio de astronomía del continen-te sudamericano.

    El tema de la religión se plan-tea en una dimensión diferente a la deotros pueblos y otras culturas. La civi-lización guaraní se caracteriza por laausencia de cultos, razón por la cualqueda excluida del apartado de lasgrandes culturas americanas. Tienenuna cierta idea de la divinidad, personi-ficada a veces en el sol, pero carente deídolos a quien adorar. Por otra parte,sus escasos ritos, danzas y ceremoniasde carácter mágico no tienen otro finque conjurar las fuerzas para el éxito desus cosechas u otras actividades y paradar culto a los muertos. En consecuen-cia y citando de nuevo al profesorMeliá, la religión guaraní no es instru-mentalizada en vistas a la liberación,sino que es la forma que en sí da senti-do al movimiento (de rebeldía). Másque una reacción es una búsqueda delpropio modo de ser. De ahí la gratuidadde la danza ritual como expresión sinmás de un modo de ser irreductible,contrario a la cultura del nuevo domi-nador (Meliá, 1981, p. 31). En la reduc-ción de San Ignacio Guazú, fundada en1610, se exhibe actualmente un intere-sante museo de arte religioso.

    No es preciso insistir en laimportancia y el progreso que supusola imprenta de las reducciones. Dehecho, fue la primera que funcionó enesta parte de América. Fue confeccio-nada por los padres Juan BautistaNeumann y José Serrano con materia-les de la región. Las principales obrasimpresas fueron Vocabulario de la len-

    346 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    gua guaraní, del Padre Ruiz deMontoya; Sermones y ejemplos, deNicolás Yapuguay; Martirologioromano, del P. Rivadeneira. Es ciertoque existieron otras imprentas, todasellas construidas con materiales lleva-dos de Europa, que ayudaron a ladivulgación de la cultura indígena.

    7. A MODO DE REFLEXIÓNFINAL

    Estamos, sin duda, ante untema histórico relevante, sobre todo esrelevante el tratamiento que los jesui-tas aplicaron a la vida comunitariaintentando la promoción social de losindígenas. Una referencia a los datospuede ser elocuente. Hacia 1700, laprovincia jesuítica del Paraguay tenía250 religiosos, de ellos 73 trabajabanen las 30 reducciones ya fundadas: 17en torno al río Uruguay y 13 cerca delParaná. En ellas vivían 90.000 indiosque constituían 23.000 familias. Lasreferencias a los datos son aproxima-das. La información varía de unosdocumentos a otros.

    El sistema de vida político yhumano desarrollado en las reduccio-nes se basó en el de comunidad libre yconstituyó una de las experiencias másimportantes de la época. El serviciodel bien común, la confianza y el pres-tigio del sistema fueron las claves deléxito. La perfecta organización del tra-bajo puede explicar el alto rendimien-to que, junto con las exenciones y fran-quicias fiscales, hicieron posible el

    gran florecimiento económico de lasreducciones.

    Por otra parte, la posibilidadde escapar a la encomienda, así comorazones religiosas, ganó incontablesadeptos para las misiones o las reduc-ciones. Poco a poco la provincia jesuí-tica fue convirtiéndose en potenciaeconómica, sobre todo, desde que laReal Cédula de 1645 autorizó lacomercialización del mate.

    Las reducciones se transfor-maron en un enclave socioculturalcerrado, en el cual no se permitía nin-guna injerencia del poder civil o reli-gioso. Desde el punto de vista ecle-siástico llegaron a depender directa-mente de la autoridad papal a través delos superiores de la Orden. En cuanto alo civil y a lo penal, los jesuitas dicta-ron sus propias leyes, independiente-mente del derecho indiano.

    La discriminación respecto ala provincia civil creó rivalidades entreambas que, en diferentes ocasiones, seexteriorizaron en lucha abierta y arma-da, aunque desde mucho antes, laseparación política, administrativa yeconómica era un hecho consumado.

    Culturalmente, los jesuitashabían actuado con acierto para adap-tar los mitos y creencias aborígenes alas fórmulas cristianas. Para la organi-zación interna contaron con la colabo-ración de los caciques. Antes que naday para evitar ingerencias y heterodo-xias, adoptaron el guaraní como lenguaúnica en las reducciones. Se enseñaba

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 347

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    español, pero se permitía hablar el gua-raní a pesar de que no era aceptado porla Corona española. La valoración delas culturas autóctonas fue un elementopositivo en todo el proceso.

    El idioma de los indios fueestudiado a fondo por los misioneros,especialmente por A. Ruiz de Montoya,autor de una gramática. A él se traduje-ron catecismos, devocionarios, sermo-nes, vidas de santos, todos ellos edita-dos por la imprenta construida en laspropias misiones.

    El mismo Ruiz de Montoyapercibió la riqueza de los medios deexpresión que podía ofrecer una len-gua como el guaraní: cantos, danzas,vestidos, ornamentos, plumas; su metaa corto plazo era el ingreso en la len-gua y cultura indígena (López, 1999).

    En cultura, arquitectura, gra-bado y pintura quedan muestras de unbarroco hispano guaraní, en el cual esinteresante comprobar la presencia delmundo cultural indígena. También cul-tivaron la música, el teatro y la danza,aunque quedan pocos testimonios deello.

    En las reducciones se abolió lapena capital por primera vez en lascolonias de América. Se prohibió elcanibalismo que se practicaba endeterminadas etnias americanas.

    Los jesuitas, además de maes-tros, se ocupaban de los enfermos,vivían codo a codo con los indios.Respetaban la cultura guaraní, almismo tiempo que la enriquecían con

    los elementos positivos de la culturaeuropea.

    Los regalos de ropas y objetosde metal, de alimentos, el trato cerca-no, son imponderables del criticadorégimen paternalista que a la vez atraey ata (MCA, III, pp. 39-40. 76).

    Enseñaban a utilizar instru-mentos de hierro, hachas, puntas, agu-jas, que les permitían construir suscanoas, practicar determinados traba-jos, construir edificios y sustituir losutensilios de piedra que hasta entoncesutilizaban porque “una vez conocido elmetal no se vuelve a la edad de pie-dra”, afirma Métraux, en su excelenteestudio (Métraux, 1973).

    Se ha dicho que las reduccionesfueron un espacio de libertad. Se pre-sentan en un momento histórico en quela libertad de los indios ha sido ya repe-tidamente maltratada y continúa siendoamenazada por varios frentes.Conseguir esa libertad no fue tarea fácil.

    El trabajo era múltiple: cons-truir iglesias, sufrir la desconfianza delos caciques y el odio de los hechice-ros, organizar la escuela de letras ymúsica, cuidar enfermos, erradicarcostumbres peligrosas como era elcanibalismo.

    El libro escrito por Ruiz deMontoya, La Conquista Espiritual delParaguay, editado en 1639, es unaobra cuyo calibre testimonial no hasido valorada en toda su extensión. Elconvivir con indígenas en la selva, enla frondosa selva de aquellos días, era

    348 Carmen Labrador Herráiz

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    peligroso e incierto. Algunos misione-ros murieron de hambre.

    Bartomeu Meliá, gran conoce-dor del pueblo guaraní y de su historia,tiene aportaciones excelentes al res-pecto. La historiografía dominantereprodujo durante años la imagen deun guaraní servicial y servil, de unaliado que en realidad es un dominado.Sin embargo, los documentos que serefieren al primer siglo de la domina-ción española muestran suficiente-mente la resistencia activa de los gua-raníes contra aquellos 1.500 parásitoseuropeos que se habían establecido ensus tierras y luego reclamaban los pro-ductos de la tierra, el servicio personalde los indios, sus mujeres y su libertad(Necker, 1979, p. 23).

    El Paraguay criollo miraba lasreducciones como un cuerpo extrañoque no se dejaba asimilar. Una luchasorda y continua dominó durante déca-das las relaciones entre los españoles,los jesuitas y los guaraníes de lasreducciones.

    La documentación jesuíticarecoge algunos de sus puntos de vistaque es oportuno considerar. “¿Por ven-tura fue otro el patrimonio que nosdejaron nuestros padres, sino la liber-tad? ¿No ha sido hasta ahora comúnvivienda nuestra cuanto rodea estosmontes, sin que adquiera posesión ennosotros más el valle que la selva?”(Blanco, 1929, p. 525).

    La reducción, sin embargo, nopretendía ser una organización econó-

    mica o una protección política. Ladefensa del indio contra el serviciopersonal que exigían los encomende-ros constituía un principio básico delplan jesuítico de reducción. Llegó aarraigarse firmemente la convicción deque “donde los indios reciben a lospadres, no entran los españoles ainquietarlos” (MCA, II, p. 37).

    Los movimientos de liberaciónguaraní fueron numerosos, marcabansu reacción contra el sistema colonial ysus novedades económicas. Cuandofueron dominados, los indios se rindie-ron a servir a sus encomenderos:

    “En las rebeliones de los gua-raní sobresale su carácter profético,pero esta respuesta profética contra losabusos coloniales no es una simplerebelión contra la opresión, y una libe-ración de le esclavitud, sino más bienuna afirmación de la identidad y unavoluntad de autenticidad” (Meliá,1981, p. 31).

    La reducción es un lugar deprotección contra la encomienda ycualquier forma de esclavitud. Al indioencomendado se opone el indio redu-cido. Para los jesuitas esta diferenciaes sustancial y satisfactoria y nuncadejarían de ser un producto –ha escritoBartomeu Meliá– de la norma colo-nial, cuya práctica abusiva queríancorregir.

    La acogida dispensada a losjesuitas por parte de los guaraníespuede explicarse por las normas de lahospitalidad indígena, por la curiosi-

    Las reduciones del Paraguay, una experiencia educativa singular 349

  • Revista Galega do Ensino – Ano 14 – Núm. 48 – Marzo 2006

    dad que despertaba su llegada y por lasimpatía que se establecía con esoshombres amables y desarmados quesabían acariciar a niños y ancianos.

    Si por una parte la reducciónes aceptada y acogida como novedad,protección contra la esclavitud y afir-mación política de algunos caciques,por otra, es su identidad guaraní la quesienten amenazada. Su vida nómada,sus “hechiceros”, que son expulsadoso domesticados, en fin, sus costumbrescambian, se “va perdiendo su ser y seva humanizando” (MCA, I, p. 302).

    Las prevenciones acumuladascontra ellas –se llegó a hablar de “esta-do en el estado”– habían hecho crisiscon motivo de la guerra guaranística(1753-1756), emprendida por losindios para oponerse al Tratado deLímites hispano-portugués de 1750,que cedía siete pueblos a los vecinosportugueses. Si bien es cierto que losjesuitas no tomaron parte directa en laguerra, tampoco se opusieron categóri-camente a la resistencia de los indios.

    Con los años el sistema de lasreducciones se afianzó y se extendió yen la segunda mitad del siglo XVIIcualquier resistencia desaparece. Sefortalece un sentimiento especial por latierra que, incluso, los poetas expresanvivamente. Según Bartomeu Meliá“son en realidad producto de una trans-culturación. No son la añoranza de unmodo de vida anterior, sino la afirma-ción de la vida en reducción y se expre-sa a través de ella” (Meliá, 1981, p. 35).

    En el siglo XVIII, la reducciónrepresenta un modo de vida con venta-jas nada despreciables; es una nuevarealidad sociocultural y religiosa.

    El fin de la presencia jesuíticallegó en 1767, año de la expulsión dela Compañía de todos los dominiosespañoles. La orden de Carlos III obe-dece a diversos factores, por una partelos europeos no toleraban ningún tipode expresión fuera de sus interesescoloniales y por otra, la envidia y elafán de apoderarse de los indios y delos logros que habían obtenido. Tras laexpulsión los indios, que no volvierona la vida selvática, emigraron o se inte-graron en el proceso del mestizaje.

    Termino con la expresión de unjesuita criollo: “Creo que en ningunaparte de la Compañía hubo mayor entu-siasmo, mejor voluntad y más empe-ño”. En el contexto de tales actitudes yvalores, es posible, sin duda, rescatarideas de la experiencia histórica de lasReducciones, de sus planteamientos deeducación y desarrollo comunitario,que sean eficaces para inspirar proyec-tos socioeducativos hoy.

    Tal vez, en este horizonte deutopía, ante este legado de la historia,declarado por la UNESCO Patrimoniode la Humanidad, puedan atisbarsesoluciones semejantes para algunos delos problemas de la educación de nues-tro tiempo.

    8. BIBLIOGRAFÍA

    Véase texto original en la ver-sión gallega.

    350 Carmen Labrador Herráiz