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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 241-258 Las imágenes monetales Hispánicas como emblemas de Estado 1 Alicia Arévalo González Universidad de Cádiz Resumen El propósito principal de este artículo es valorar las imágenes monetales hispánicas en su condición de emble- mas políticos y étnicos para aquellas comunidades que las adoptan. Se analizan primero algunos de los focos ini- ciales de amonedación, Emporion y Gadir. La Segunda Guerra Púnica y la romanización de la Península abrirán otra etapa, en la que destaca la clara diferencia en las imágenes que proyectan, a través de las monedas, cada una de de las dos provincias hispanas. Palabras claves: Moneda hispánica, Iconografía, Emblemas políticos, Emblemas étnicos. Abstract The main purpose of this paper is to stress some aspects about the selection mechanism of the monetary types. The choice of the type and its iconography is deeply realet to the political and the etnical ambience of each mint. We analyse some of the first mints, Emporion and Gadir. The secornd Punic war and the romanization of the Peninsula opened a new period in which the monetary types have been differently motivated. Keywords: Hispanic coinage, Iconography, Political and ethnic emblems. INTRODUCCIÓN La cuestión que nos ocupa, las imágenes monetales hispánicas no necesita de argumenta- ciones para tener conciencia de su interés, un interés que reclama de los investigadores de la antigüedad una atención creciente, al ser, ade- más, una cuestión difícil, con muchas implicacio- nes y facetas aún no resueltas. Es sabido que en la puesta en marcha de una emisión monetaria son decisorios varios factores y de ellos es lógicamente reflejo y consecuencia dicha emisión: la autoridad que decide cómo, qué y cuándo amonedar, los receptores inmedia- tos de las monedas y la finalidad pretendida al poner en circulación las piezas. Es evidente que la autoridad emisora realiza una labor selectiva entre la amplia gama de posibilidades tipológicas influida por sus propios criterios culturales, pero también pensando en la facilidad de ser aceptada por los receptores y en el grado en que se ade- cuan a la función originaria para la que se han previsto. Pero además, la moneda se convierte pronto para todos, propios y ajenos, en emblema iconográfico de los habitantes y de su territorio. Pues la moneda, tanto por sus tipos iconográficos cuanto por sus sistemas gráficos y códigos lin- güísticos, es quizás, más que cualquier otro ele- mento que podamos considerar, la exhibición palpable de la identidad que la comunidad res- ponsable de su acuñación desea proyectar. Poco tiempo después de la aparición de la moneda en las costas de Jonia, y coincidiendo con el imparable y rápido proceso de adopción de esta forma peculiar de dinero metálico, la ico- nografía monetal será muy pronto empleada 1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto BHA2001-0187, subvencionado por la DGCYT.

Las imágenes monetales Hispánicas como emblemas de Estado 1

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 241-258

Las imágenes monetales Hispánicas como emblemas de Estado1

Alicia Arévalo GonzálezUniversidad de Cádiz

Resumen

El propósito principal de este artículo es valorar las imágenes monetales hispánicas en su condición de emble-mas políticos y étnicos para aquellas comunidades que las adoptan. Se analizan primero algunos de los focos ini-ciales de amonedación, Emporion y Gadir. La Segunda Guerra Púnica y la romanización de la Península abrirán otraetapa, en la que destaca la clara diferencia en las imágenes que proyectan, a través de las monedas, cada una dede las dos provincias hispanas.

Palabras claves: Moneda hispánica, Iconografía, Emblemas políticos, Emblemas étnicos.

Abstract

The main purpose of this paper is to stress some aspects about the selection mechanism of the monetary types.The choice of the type and its iconography is deeply realet to the political and the etnical ambience of each mint. Weanalyse some of the first mints, Emporion and Gadir. The secornd Punic war and the romanization of the Peninsulaopened a new period in which the monetary types have been differently motivated.

Keywords: Hispanic coinage, Iconography, Political and ethnic emblems.

INTRODUCCIÓN

La cuestión que nos ocupa, las imágenesmonetales hispánicas no necesita de argumenta-ciones para tener conciencia de su interés, uninterés que reclama de los investigadores de laantigüedad una atención creciente, al ser, ade-más, una cuestión difícil, con muchas implicacio-nes y facetas aún no resueltas.

Es sabido que en la puesta en marcha de unaemisión monetaria son decisorios varios factoresy de ellos es lógicamente reflejo y consecuenciadicha emisión: la autoridad que decide cómo,qué y cuándo amonedar, los receptores inmedia-tos de las monedas y la finalidad pretendida alponer en circulación las piezas. Es evidente quela autoridad emisora realiza una labor selectivaentre la amplia gama de posibilidades tipológicas

influida por sus propios criterios culturales, perotambién pensando en la facilidad de ser aceptadapor los receptores y en el grado en que se ade-cuan a la función originaria para la que se hanprevisto. Pero además, la moneda se conviertepronto para todos, propios y ajenos, en emblemaiconográfico de los habitantes y de su territorio.Pues la moneda, tanto por sus tipos iconográficoscuanto por sus sistemas gráficos y códigos lin-güísticos, es quizás, más que cualquier otro ele-mento que podamos considerar, la exhibiciónpalpable de la identidad que la comunidad res-ponsable de su acuñación desea proyectar.

Poco tiempo después de la aparición de lamoneda en las costas de Jonia, y coincidiendocon el imparable y rápido proceso de adopciónde esta forma peculiar de dinero metálico, la ico-nografía monetal será muy pronto empleada

1 Este trabajo se ha realizado en el marco del ProyectoBHA2001-0187, subvencionado por la DGCYT.

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como símbolo de autonomía política de las ciu-dades que la adoptan, convirtiéndose así en ver-dadero distintivo de las mismas. Con la moneda,los griegos enseñan el valor de los emblemasnacionales. Las ciudades buscan las imágenes desus divinidades patronas, protectoras de sus pro-ductos económicos o los emblemas parlantes deltopónimo como en el caso de Egina, primer tipocívico bien documentado (Kraay, 1976: 43).Pronto esas imágenes locales se convierten en losemblemas políticos de sus ciudadanos. Es más,aunque existen cecas griegas que comenzaroncon una preferencia hacia un sistema iconográfi-co de tipos múltiples, como el caso de los talleresde Asia Menor o de la propia Atenas, con lasconocidas monedas blasones o Wappenmünzen(Kroll, 1981: 1-32), cuando captan que la imagentiene un valor nacional, la fijan y la convierten enemblema. En el caso de Atenas, este hecho seproducirá hacia el c.525-520 a.C., momento en elque la ciudad adopta su tipo cívico, que en ade-lante va a permitir identificar claramente susemisiones: la efigie de la diosa Atenea y la lechu-za (Kraay, 1976: 56-61).

Tal esquema será exportado con éxito, juntocon la moneda misma, a los más alejados puntosdel Mediterráneo central y occidental comoRoma y Cartago, a través de la influencia directade Magna Grecia y Sicilia. A este proceso mone-tario, y desde luego también cultural de integra-ción en la koiné helenística mediterránea acce-derá la Península Ibérica. La diversidad de pue-

blos y culturas que la habitan en los inicios de laaceptación del fenómeno monetario hacen pre-visible unas reacciones diversas y naturalmenteuna distinta codificación de los mensajes a travésde las imágenes presentes en las monedas.

Si en líneas generales puede afirmarse queconocemos bien el código iconográfico grecorro-mano, no ocurre lo mismo con los de las otrasculturas hispánicas; por si fuera poco, con la sig-nificativa excepción de los focos iniciales de laamonedación hispana -Emporion, Arse, Ebusus,Gadir- la documentación numismática que mane-jamos es, para el caso hispano, de carácter tardío,pues el grueso de las emisiones deben datarse apartir del siglo II a.C. Ello justifica en buenamedida la adopción del lenguaje monetariogreco-helenístico en muchas de estas acuñacio-nes que sirvieron al mismo tiempo para describirdivinidades que eran indígenas.

LAS PRIMERAS ICONOGRAFÍAS MONETALESDE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Antes de analizar como se comporta el grue-so de las emisiones hispánicas, conviene antesexaminar algunos de esos focos iniciales y, paraello, hemos escogido el caso de Emporion y el deGadir.

Entre la opción de acuñar tipos múltiplos oadoptar un tipo cívico, Emporion, el primer focopeninsular en emitir moneda a mediados del s. Va.C., va a elegir inicialmente frabricar pequeñas

Fig. 1: 1. Fraccionaria de Emporion (Ampliada. GNC/MNAC); 2. Fraccionaria de Emporion (Ampliada. GNC/MNAC);3. Dracma de Emporion (GNC/MNAC); 4. Dracma de Emporion (GNC/MNAC)

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fracciones de plata con una gran diversidad deiconografías (Ripollès, 1989: 303-317; Campo,1994: 75-79; idem, 2003: 25-45; Villaronga, 1997).En esta elección fue decisiva la fuerte conexióncon Massalia, la cual va influir de manera muysignificativa en las primeras acuñaciones deltaller. Emporion elige de entre los muchos mode-los massaliotas, la cabeza de carnero y la cruzincusa (CNH, 3, nº 1-2), y acuña sin leyenda quela identifique cultural ni territorialmente (Fig.1.1).Ni si quiera después de rotos los vínculos conMassalia valorará las posibilidades políticas desus acuñaciones, ya que ahora se inspirará en losnuevos tipos de las ciudades del Mediterráneocentral con las que comercia. No será hasta elúltimo cuarto del s. V y el primero del IV a.C.,en un momento en que Emporion comercia conAtenas directamente, cuando comienza a dejarconstancia de polis al marcar las monedas con lasiniciales del topónimo, a pesar de copiar lostipos. Un claro ejemplo de cuanto venimosdiciendo es la emisión de Atenea y lechuza rode-ada de dos ramas de olivo (Fig.1.2), entre las ini-ciales EM (CNH, 4, nº 6), recientemente analiza-da por Campo (1993: 31-38). Esta tipología esuna copia de los trióbolos de Atenas del siglo Va.C., la uniformidad del tipo apoya, a juicio deGarcía-Bellido (1993a: 117-149) la hipótesis deque su acuñación sea una respuesta a una necesi-dad económica fija y en relación con el Ática.Además, la marca de su topónimo en el reverso,y con dos letras al igual que Atenas, implica

indudablemente una copia, pero también unadecisión de constar como entidad política distin-ta a la ciudad cuyas monedas reproduce, volun-tad política que hasta ahora Emporion no habíamostrado. Estamos ante el preludio de lo queconstituirá la moneda emblemática de la ciudad,las dracmas con el nombre completo y el Pegaso,si bien éstas fueron precedidas de las dracmas delcaballo parado.

En efecto, entre finales del siglo IV e iniciosdel III a.C. Emporion empieza a acuñar dracmas,donde consta por primera vez la leyenda griegacompleta EMPORITON junto a nuevos tipos,en el anverso la imagen de una “Aretusa” siracu-sana para efigiar a Artemis (Pena, 1973: 109-134)y, en el reverso encontramos un caballo parado,coronado por una Niké volando (CNH, 17, nº 1-2, 18, nº 3-4), imagen típicamente cartaginesaque nos indica el ámbito comercial al que la ciu-dad quiere sumarse (Fig.1.3). Pero será ya amediados del siglo III a.C. cuando Emporion fijesus tipos emblemáticos (CNH, 20, nº 12-13, 15-17), una cabeza femenina coronada de zarzillos yrodeada de delfines que describe a Artemis deEfeso, divinidad patria de focenses y massaliotas,cuyo culto lo tenemos atestiguado en Ampuriaspor las fuentes literarias y, la arqueología parecemostrar alguna señal, ya que según Sanmartí(1989: 395-397) existen indicios de que la ciudadcontaba con un santuario dedicado a esta divini-dad, cuyo culto estaría establecido en un temploarcaico, situado en donde hoy se encuentra la

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Fig. 2: 1. Mitad de Gadir (Torre Alta, San Fernando, Cádiz); 2. Cuarto de Gadir (Torre Alta, San Fernando, Cádiz); 3.Unidad de Gadir (MAN)

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iglesia de San Martí, en cuyos cimientos se haencontrado cerámica griega de comienzos delsiglo VI a.C., siendo posible que a este temploperteneciera, según el citado autor, los restos deun friso jónico arcaico con representación de dosesfinges, descubiertos en los primeros años delsiglo pasado, no lejos de la iglesia. En el reversose graba un Pegaso y la inscripción griegaEMPORITON (Fig.1.4). Este caballo alado, queen la siguiente emisión se presenta con la varian-te de su cabeza transformada en el cuerpo de unniño (CNH, 26, nº 61), podría aludir, como hadefendido Olmos (1992: 107-108), a la fuente quebrota en el lecho del amor de un dios marino conuna ninfa local. Ambas imágenes tenían un con-tenido mítico para los habitantes de la coloniagriega y por ello son escogidas y fijadas parasiempre como emblemas de la ciudad.

Otro foco inicial de la amonedación hispánica,ahora trasladándonos al mediodía peninsular, esGadir que comienza sus emisiones2 en el inicio delsiglo III a.C. (Alfaro, 1988). Es de todos sabidoque esta ciudad es una de las más tempranas enadoptar una iconografía griega, un Heracles paraefigiar su divinidad fenicia, en los anversos(Fig.2.1). En efecto, la representación de la divini-dad fenicia con leonté e imberbe reproduce aquíuna de las facetas de la variada naturaleza deldios, aquella que lo aproxima al Heracles griegoque populariza y enriquece en contenido la amo-nedación alejandrina, y que también ha dejadohuella en aspectos relacionados con el culto ydeterminados elementos escultóricos o de otrotipo a los que se refieren las fuentes. Una relación,no sólo iconográfica, que a pesar de sus antiguosprecedentes orientales adquiere un particular des-arrollo cuando, ya desde el siglo VI a.C., almenos, la región del Estrecho había pasado a for-mar parte del espacio mítico griego del extremoOccidente; si bien habrá que esperar a la épocahelenística y romana para asumir una mayorhelenización de los cultos gaditanos que, no obs-tante, debieron mantener durante mucho tiemposu esencia oriental. En cuanto a los reversos, éstosgeneralizan una imagen propia y personal, losatunes (CNH, 83, nº 8), que han tenido diversasinterpretaciones, pero antes de analizar las razo-nes que llevaron a la elección de estos tipos resul-ta interesante señalar, por las implicaciones reli-giosas, económicas y políticas que conlleva estaelección, que estas imágenes se alejan de la tipo-logía tradicional cartaginesa.

Conviene recordar en este sentido que estamisma independencia o alejamiento se refleja enel sistema metrológico usado por Gadir, aunqueno vamos a entrar en detalles pues se apartaría dela temática de este Seminario, decir que estasmonedas tienen su mejor paralelo en las primerasdracmas ampuritanas y fueron acuñadas, comoha analizado García-Bellido (2000, 127-144;García-Bellido y Blázquez, 2001, 83-87), siguien-do un patrón monetal independiente del deCartago y que se vincula con un antiguo patrónponderal fenicio-tartésico documentado gracias aun juego de ponderales del siglo V a.C. encontra-do en Cancho Roano (Zalamea de la Serena,Badajoz), que testimonia la existencia de unmetrología siria (García-Bellido, 2002b: 127-155).Según la citada autora, la primera moneda deGadir, habría venido simplemente a acuñar elvalor de cuenta del dinero premonetal, nacidodel sistema metrológico usado en la región desdequizás los siglos VII-VI a.C. Estos datos, en otroorden de cosas, podrían también avalar la hipóte-sis de aquellos investigadores que consideran queno fue necesaria la intervención de Cartago paracanalizar la distribucción de los productos pes-queros gaditanos y proponen que ésta se organi-zaba desde la misma ciudad, hipótesis queencuentra refrendo en la ausencia de numerariocartaginés y la exlusividad de numerario de Gadirconstatado en las factorías de salazón y en losalfares destinados a elaborar los contenedores deestos productos (Arévalo, 2004). Un tipo de cir-culación monetaria que quizás nos esté dandouna valiosa información sobre en manos de quiénestá el control de estas actividades. Lo que almismo tiempo puede conducir a ver a Gadircomo polis aliada y no como súbdita de Cartago,en la línea defendida por Arteaga (1994: 25-58).

La elección de los tipos gaditanos se explicapor parte de unos autores por la combinación delimportante culto a Melkart, centrado en el másantiguo y prestigioso santuario del dios enOccidente, y la principal fuente de riqueza de laciudad, basada en la fabricación y comercializa-ción de las salsas y salazones de pescado. Mientrasque otros autores consideran que los atunes hansido elegidos por estar asociados a la divinidad,por ser el producto procurado por Melkart, el diosdel comercio, en cuyo santuario los comerciantesconsagraban a la divinidad una victima para pro-piciar los beneficios que se espera recibir comofrutos del mar. No conviene olvidar que los feni-cios admitieron al pez como ofrenda votiva, pero

2 Vamos a dejar a un lado las interesantes piezas dadas aconocer recientemente por García-Bellido (2002a: 104-

106) por la inseguridad de su atribución.

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sabemos que mientras ciertas especies estabanprohibidas, el atún era unos de los peces religiosa-mente lícitos; este uso pasó a Cartago y a las colo-nias occidentales, como muestra la representaciónde peces en ofrendas figurativas (Fernández Nieto,2002: 253). Es esta idea, del atún asociado a ladivinidad, como producto procurado por Melkart,la que creemos que ha sido la razón de la elección,sí se acepta la hipótesis de una vinculación entreesta divinidad y las atalayas atuneras, es decir quelos thynoskopeia estuvieran puestos bajo la protec-ción de Melkart. Así, y como ha expuestoFernández Nieto al referirse a Hemoroskopeion “sudoble condición de observatorio y de lugar consa-grado puede ser consecuencia de que la tarea delvigía no está lejos de representar un ritual secretoy religioso, y de que es capaz de interpretar comoun profeta o adivino las señales que desde el marremite la divinidad en forma de banco de atunes”.De esta forma, el buscado nexo de unión en laimagen que se intentaba transmitir a través de lasdos caras de la moneda resultaba plenamente con-seguido.

Por otra parte, se ha puesto en relación estaiconografía con la posibilidad de que radicase enel templo dedicado a Melkart el inicio de las acu-ñaciones de Gadir (Chaves y García Vargas,1991: 158-160; Alfaro, 1993: 27-28), e incluso seha llegado a plantear que estas emisiones pudie-ran ser la colaboración financiera del santuario ala red comercial de la que formaba parte y a laque protegía. Hipótesis que, aunque en un prin-cipio fue planteada fundamentalmente en base ala iconografía y a la ausencia del nombre delemisor de estos primeros bronces (Manfredi,1985: 3-8; 1987-88: 81-87; 1987: 67-88), se ha que-rido reforzar a través de los hallazgos de estasprimeras monedas en la factoría de salazones deLas Redes (Puerto de Santa María, Cádiz) y losdocumentados en ambientes industriales relacio-nados con estas actividades (Chaves Tristán,2000: 117-126), como son los alfares de Torre Alta(San Fernando, Cádiz).

No obstante, creemos que no se puede olvi-dar que después de estas primeras monedas,Gadir siempre hizo constar no sólo el topónimosino también una fórmula administrativa p’ltinterpretada como “acuñación u obra de Gadir”(CNH, 82, nº 1). Esta novedad epigráfica podríatratarse, como han señalado García-Bellido yBlázquez (2001: 146), de una constatación de quelas monedas son acuñaciones de la ciudad y nodel santuario; sin duda esta leyenda monetalinvita a reflexionar acerca de las razones quemotivaron su inclusión y, creemos también quepor extensión, de la función que tuvieron en ori-gen una y otra emisión (Fig.2.3). Al hablar de

esta primera serie de Gadir, García-Bellido yBlázquez (2001: vol. I. 24 y vol. II, 146) se refie-ren a ella como “óbolos votivos” para el santua-rio, pero al mismo tiempo reconocen desconocersu función, sin duda por la falta de testimoniosarqueológicos. Sin embargo, muy recientementehemos tenido ocasión de estudiar un hallazgo dedos de estos pequeños bronces anepígrafos for-mando parte de un acto de abandono ritualizado(Arévalo, 2004), hallazgo que, como a continua-ción veremos, puede ser testimonio de que estosbronces fueron realizados por y para el templo;aunque en un momento posterior a su fabrica-ción pasaron a circular con valor monetal y sevincularon a la actividad económica de la ciu-dad, que giraba en torno a la producción de con-servas marinas y de los contenedores destinadosa exportarla, de ahí que las encontremos en LasRedes y en Torre Alta.

El citado hallazgo monetal se documentódurante las últimas intervenciones arqueológicasacometidas en el año 2003 en el conocido yaci-miento alfarero de Torre Alta (San Fernando,Cádiz). En efecto en los niveles de colmatacióndel horno nº 4 se halló (Sáez, 2004), casi sobre elsuelo de la estructura fornacea, además de lasdos monedas de la primera serie de Gadir –unamitad (Fig. 2.1) y un cuarto (Fig. 2.2)–, variasollas, urnas, un ánfora grecoitálica de imitaciónde reducidas dimensiones, una pequeña jarradentro de un vaso de perfil en S, protegido conel cuello de un ánfora del tipo T.8.2.1.1.; todosestos recipientes aparecieron prácticamentecompletos y depositados junto a la pared Este yla columna de la estructura fornacea, con unadisposición claramente intencionada. Este tipode abandono, según sus excavadores, denota unaplanificación a la hora de su sustitución, median-te la realización de un acto de abandono rituali-zado, y no una ruina súbita, que ellos sitúan enlos primeros años de la presencia bárcida, entreel 240-230 a.C. En este hallazgo monetal cree-mos que podemos tener un recuerdo de la fun-ción votiva que en origen tuvieron estos bron-ces. Y hablamos de recuerdo, porque pensamosque en el momento en que se hizo este abando-no ritualizado, el numerario de Gadir podríaestar ya vinculado, como comentábamos antes, ala actividad económica de la ciudad. Pero estenumerario sería ya las monedas con la leyenda“acuñación u obra de Gadir”, constatando que apartir de ahora son acuñaciones de la ciudad, nodel santuario, y que fueron fabricadas para reali-zar ciertos pagos relacionados con la produccióny el transporte de las mercancías de ahí que lasencontremos en contextos industriales. Es posi-ble que estas nuevas monedas tomaran como

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modelo iconográfico esos pequeños primerosbronces, por la facilidad de ser aceptada por losreceptores, al ser una iconografía claramenteconocida, y por el grado en que se adecuaba a lafunción para la que se había previsto. Esos anti-guos bronces pudieron seguir usándose, pero yacon una función claramente distinta para los quefueron fabricados y, de ahí que los encontremosen factorías de salazones y alfares.

Recientemente, García Vargas y FerrerAlbelda (2001: 33) han insistido en el hecho deque “cabe insertar la emergencia de la industriade conservas marinas en un amplio proceso his-tórico que converge en la constitución de auténti-cas polis occidentales cuyo rasgo más relevante esla transformación o la sustitución de las élitescoloniales por una oligarquía ciudadana de nuevocuño bajo cuyo control, ..., se hallaría el procesoeconómico de las salazones”. Así mismo, GarcíaVargas (2000: 39) ha argumentado que es proba-ble que “como consecuencia de la constitución delas entidades ciudadanas, los símbolos religiosos,asociados a la aristocracia relacionada con la casareal tiria, que era la que surtía de personal rectora los diferentes templos, hayan sido asumidos porlas nuevas oligarquías como signos de identidadpolítica capaz de atraer hacia sí las voluntades dela comunidad ciudadana, pues no ha de olvidarseque el proceso de “desacralización” que preside laconformación de éstas ha de llevar aparejada unalabor “ideológica” que aísle, asuma y legitime lossímbolos religiosos propios de la aristocracia“regia”, lo que nos pone ante un proceso intuidode “democratización” y ampliación de la basesocial oligárquica...”. Es en este momento de“desacralización” y en este proceso de cambiosocial en el que creemos que se insertan sin pro-blemas estas monedas, en ellas queda reflejada laaceptación de esos antiguos símbolos religiosos,quizás ya como signos de identidad política, perotambién la plasmación de esta oligarquía ciuda-dana a través de la leyenda monetal.

Con la iconografía de Gadir hemos compren-dido que cuando se eligió esa imagen deHeracles para el anverso se efectuó una interpre-tatio Graeca de Melkart, y para el reverso se fijaya de modo emblemático, el atún; pero al mismotiempo estas imágenes evidencian una estrecharelación con los poderes fácticos: religioso y polí-tico, son pues estas imágenes monetales clarosejemplos de emblemas político-religiosos.

LAS IMÁGENES MONETALES DE LAHISPANIA REPUBLICANA

Analizados dos de los precedentes monetalesveamos a continuación las imágenes que proyecta

la Península Ibérica, una vez que fermenta en losdistintos pueblos y culturas el fenómeno moneta-rio, hecho que como se sabe tendrá lugar a partirde la Segunda Guerra Púnica.

Tan sólo una rápida ojeada sobre la tipología delas cecas de la Citerior y las de la Ulterior marca dosmundos diferentes en cuanto a la selección de tiposse refiere. La Citerior tendrá toda ella una homoge-neidad tipológica, con variantes en los símbolosmonetales; mientras que en la Ulterior existe unafuerte tendencia a la personalización de los tiposde manera que las individualidades ciudadanasqueden bien marcadas, acompañándolas tambiéndel tópico ciudadano. La diferenciación de cadaciudad a través de los tipos monetales refleja unaclara conciencia de diversidad tanto entre ellascomo respecto a la Citerior.

LAS IMÁGENES DE LA CITERIOR

La monotonía iconográfica de la Citeriorencuentra un llamativo aunque parcial contrasteen la región costera levantina. Aquí, junto a la hue-lla que también dejará la tipología del jinete ibéri-co, la diferente realidad social, política y culturalcon una notoria tradición urbana podría ayudar aexplicar el talante iconográfico diferente que aquíofrecen algunas de sus amonedaciones, como es elcaso de Arse (Ripollès y Llorens, 2002: 63-120), laprimera ciudad ibérica en acuñar moneda.

Salvo estas excepciones de la costa levantina,los tipos del denario y de las unidades de broncede la Citerior son una cabeza masculina en anversocon diferentes símbolos en campo, y en reverso unjinete lancero, o con palma, o diferente armamen-to. Para las mitades, la misma cabeza en anverso yun caballo suelto en reverso. Para los divisores máspequeños un prótomo de pegaso o hipocampo.

El análisis de tales tipos plantea numerosasdudas (Almagro, 1995: 53-64; Arévalo, 2003: 63-74), pero lo que nos interesa ahora es resaltar queantes de que se emitieran estas monedas, los íberoshabían copiado la moneda de más prestigio de lazona, nos referimos a las dracmas ibéricas de imi-tación ampuritana, sin importarles el hecho de quela iconografía se escapase de su comprensión o,aunque fuese comprendida se entendía que perte-necía a otra sociedad y no a la propia. Hasta esemomento parece que no interesaba integrar en lasociedad la ideología que expresa los tipos icono-gráficos de la moneda emporitana; sin embargo, síinteresaba integrar la moneda físicamente puesimplicaba integrarse en los circuitos comercialesde la potencia económica predominante. La copiade la tipología y de la metrología de la monedaeconómicamente más fuerte no implica el dominiopolítico de las zonas que copian, sino la adaptaciónde éstas, por propia iniciativa, a las redes comer-

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ciales mediterráneas más dinámicas.El hecho de que se sustituya Emporion por

Tarraco como base operativa de Roma en laPenínsula Ibérica contra Cartago en la SegundaGuerra Púnica, habría potenciado la inclusión delsistema monetario de Kese en el circuito económi-co de Roma, convirtiéndose en la moneda a copiaren adelante, y es precisamente esta ceca la prime-ra que utiliza el tipo del jinete, en este caso portan-do palma; previamente y, según Villaronga (1983)había emitido una primera serie con sólo un valor,una mitad con cabeza varonil imberbe en anverso,y un caballo al galope en el reverso (CNH, 158, nº1), lo que demuestra una determinante influencia

del numerario hispano-cartaginés en el tipo elegi-do (Fig. 3.1). Será a partir de la segunda serie cuan-do en ciertos valores -unidad (Fig.3.2) y media yunidad- aparezca en el reverso el tipo del jinete,aunque con palma (CNH, 159, nº 3, 4). Todas sonmonedas de bronce con metrología púnica yleyenda ibérica, emitidas, según Villaronga (1983;1984: 205-215; 1994: 158), ya antes del 211 a.C.,durante la Segunda Guerra Púnica. Esta cronolo-gía ha sido aceptada por la mayoría de los investi-gadores; aunque hay autores que han retrasado lasfechas3, situándolas hacia el 195 a.C., otros investi-gadores se inclinan por una fecha un poco anterior,así García-Bellido y Ripollès (1998: 208) conside-ran que su emisión es anterior al desembarco

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Fig. 3: 1. Mitad de Kese (CNH, 158, nº 1); 2. Unidad de Kese (MAN); 3. Dracma de Iltirkesalir (CNH, 36, nº 1); 4.Denario de Kese (MAN); 5. Denario de Ausesken (MAN); 6. Denario de Iltirta; 7. As de Arketurki (CNH, 182, nº 1)

3 Knapp (1977: 1-18) las fecha en el 195 a.C. y Crawford(1985: 95) un poco antes de la emisión del denario ibé-

rico, para el que defiende una cronología de mediadosdel siglo II a.C.

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romano del 218 a.C. y vinculan estas piezas a loscartagineses4.

En plata, el tipo del jinete lo encontramos,por vez primera, en unas interesantes piezas: unadracma con leyenda en reverso Iltirkesalir (Fig.3.3) y en anverso ban (CNH, 36, nº 1), y unosdivisores con los signos ibéricos ban en anverso yreverso (CNH, 36-37, nº 2 y 3). Monedas que,como han visto diversos investigadores(Villaronga, 1980: 43-56; 1998; García-Bellido,1993b: 114; Pérez Almoguera, 1996: 42), fueronacuñadas, muy posiblemente, en la misma cecaque emitió los bronces ibéricos con leyendaIltirkesken (CNH, 200) a partir de la primeramitad del siglo II a.C. El modelo de jinete conlanza y escudo colgando a la espalda que vemosen estas piezas, fue puesto en relación porVillaronga (1980: 43-56) con las estateras tarenti-nas de fines del siglo III a.C. Y el nuevo estudiode conjunto de todas estas emisiones ibéricas(Villaronga, 1998), le ha llevado a defender lacoetaneidad de las dracmas con leyendaIltirkesalir con las primeras emisiones de dracmasibéricas; así como a defender la fecha del 218a.C. para el inicio de las dracmas ibéricas. Sinembargo, García-Bellido (1993b: 114) ha opina-do que estas piezas unen las dracmas ibéricas deimitación y el denario ibérico, fechándolas entrelos años 195-180 a.C., al considerar que el estiloy la factura de la cabeza masculina del anverso yla disposición de ataque del jinete del reverso enlas dracmas de Iltirkesalir es idéntico a los dena-rios ibéricos más antiguos, que son los acuñadosen Kese (CNH, 160, nº 17-19), Ausesken (CNH, 185,nº 4) e Iltirta (CNH, 176, nº 4-5); así como porpresentar la misma marca -ban- que los últimosdenarios citados (Fig.3.4,5 y 6).

Hay, no obstante, que hacer una serie dematizaciones respecto a los tipos de estos prime-ros denarios; pues, aunque en todos se observauna disposición parecida en el jinete, las piezasde Kese, Ausesken e Iltirta llevan un jinete conpalma, además de estar en Kese acompañado deun segundo caballo, abandonando la tradiciónde los bronces emitidos en las últimas décadasdel siglo III a.C., en los que tan sólo figura unjinete; mientras que en las monedas de Iltirkesaliraparece el jinete sólo y portando lanza, en unaactitud algo más clara de ataque que en estos pri-meros denarios. Será en los bronces de Arketurki(CNH, 182, nº 1), Ilturo (CNH, 193, nº 1) y Kelse

(CNH, 222, nº 1-2), ya de la primera mitad delsiglo II a.C., donde de nuevo encontremos unjinete con lanza, aunque ahora en ristre (Fig.3.7).

Hay que tener por tanto en cuenta que las pri-meras monedas ibéricas, como comentábamossupra, no son las que presentan jinete con lanza,sino las del jinete con palma emitidas por Kese,antes del 211 a.C., según Villaronga, o quizáshacia el 218 a.C., como proponen García-Bellidoy Ripollès. Por tanto, estas piezas nos proporcio-nan valiosos indicios para conocer el origen de latipología del jinete en la moneda ibérica. Es evi-dente, como veíamos antes, que la metrología noresponde a un patrón romano, y tampoco lo es latipología, pues hasta el 212-209 a.C. no se crea eldenario, con los dióscuros como tipo característi-co en reverso. Por otra parte, no parece del todoadecuado considerar las acuñaciones de HierónII como el modelo más inmediato para estas pri-meras acuñaciones de Kese con jinete portandopalma, pues aquel acuñó moneda con jinete conlanza. De ahí que Villaronga (1983) calificara eltipo del jinete con palma como una innovaciónautóctona, que evidentemente debió tener unpeso simbólico específico en la sociedad en quese crea.

Las últimas hipótesis sobre el modelo del jine-te ibérico han sido las de García-Bellido (1992:246; 1993b: 101), quien admite la posibilidad queel modelo procediera, en última instancia, de losbronces de Hierón II y propone que las monedasde Kese acuñadas durante la Segunda GuerraPúnica, en cuyas emisiones están fijados los tipospara los diferentes valores, serían el prototipomás inmediato del jinete ibérico. Mientras queAlmagro (1995: 58) opina, al igual que los ante-riores autores, que los primeros jinetes aparecenen Kese, siendo una innovación frente a la tradi-ción púnica seguida en sus monedas con caballoa derecha y la metrología púnica de estas prime-ras acuñaciones. Y que el modelo originario fue-ron los jinetes macedónicos repetidamente ilus-trados en la moneda helenística como símbolodel héroe ecuestre; idea que en los últimos traba-jos García-Bellido (1999: 211) parece tambiénaceptar.

Después de todo lo expuesto creemos que laiconografía del jinete ibérico surge de formaautónoma en la ciudad de Kese, pero trasladandoal ámbito propio ideas que circulan por todo elámbito mediterráneo. No debemos olvidar,

4 Estas primeras emisiones de Kese vinculadas a los car-tagineses podría encontrar un refrendo arqueológicocon los datos aportados por Bendala y Blánquez refe-

ridos a la arquitectura militar púnico-helenística cons-tatada en Tarragona, publicados en este mismo volu-men.

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como muy bien ha analizado Almagro, que eltipo del jinete portando palma aparece antes uti-lizado con profusión por la dinastía Macedonia,especialmente en piezas acuñadas por Filipo deMacedonia, de donde pasará el tipo a Tarento yBruttium, y que aparecerá después en el tipo delos Dióscuros. En consecuencia, estamos antetipos iconográficos sobradamente conocidos entodo el ámbito Mediterráneo, un mundo muydinámico donde las ideas tardan relativamentepoco tiempo en llegar desde las áreas más des-arrolladas del Próximo Oriente y del Egeo hastaOccidente. Estos tipos iconográficos creados enlas áreas culturalmente más dinámicas serían rea-daptados por otras sociedades, como por ejem-plo la ibérica, que las incorporan a su propio sis-tema socio-ideológico y los dotan de un signifi-cado pleno y comprensible.

En cuanto a la adopción de este tipo en todala Citerior, como comentábamos supra, el hechode que se sustituya Emporion por Tarraco comobase operativa de Roma en la Península Ibéricacontra Cartago en la Segunda Guerra Púnica,habría potenciado la inclusión del sistema mone-tario de Kese en el circuito económico de Roma,convirtiéndose en la moneda a copiar en adelan-te. Es decir, se empezaría copiando esta icono-grafía porque, desde las acuñaciones autóctonasde Kese, es la moneda de mayor prestigio quepermite incorporar las emisiones de los oppidaque sucesivamente acuñan moneda dentro de uncomplejo económico mucho más vasto, al que seaccede a partir de la intervención romana en laPenínsula. Pero, también, habría sido copiado eltipo porque resultaría bien conocido, fácilmenteasimilable y con unas connotaciones que seadaptan a las características socio-ideológicas delos oppida ibéricos. Parece que la idea de estascecas es la de resaltar su pertenencia a unaamplia comunidad, pero marcando al mismotiempo su individualidad, de ahí los diversos sím-bolos. Lo que no cabe duda es que esta imagenacaba convirtiéndose en emblema de toda la pro-vincia Citerior, las largas rebeliones contra Roma,en la que muchas veces estos distintos pueblos seunieron para defenderse, la unidad de escritura yde imagen monetal acabó por convertirse en unclaro reflejo de identidad colectiva.

En cuanto al significado de esta imagenmonetal, la propuesta que hizo al respectoAlmagro (1995: 240) ha sido hasta el momentobastante aceptada. Estaríamos en el caso de lacabeza varonil, ante la representación de unadivinidad local, posiblemente con carácter etno-poliádico de la ciudad o pueblo que acuña y quepone su nombre en la moneda, identificada conla autoridad local de origen divino, y en cuanto

al jinete del reverso queda identificado con lafigura del heros equitans, correspondiendo ambostipos al universo ideológico de unas élites ecues-tres, que serían las mismas en usar, como símbo-los de estatus, atributos materiales externos talescomo joyas, fíbulas; de ahí que las cabezas mas-culinas de los anversos lleven según los pueblosestos distintos símbolos. Sin duda estos elemen-tos simbólicos y materiales definidores de unasuperioridad social están en relación con los gru-pos dirigentes de las comunidades hispanas, gru-pos oligárquicos que dominaron con relativaindependencia los asuntos públicos locales.

LAS IMÁGENES DE LA ULTERIOR

En claro contraste con lo anteriormenteexpuesto se nos muestra el panorama iconográfi-co de la Ulterior, en cuyas monedas existe unafuerte tendencia a la personalización de los tiposde manera que las individualidades ciudadanasqueden bien marcadas, acompañándolas tam-bién del tópico ciudadano. La diferenciación decada ciudad a través de los tipos monetales refle-ja una clara conciencia de diversidad tanto entreellas como respecto a la Citerior. Tanto su sistemapolítico de polis, como étnico al ser ellas cobijode diferentes pueblos, ajenos en ocasiones alterritorio peninsular, habían favorecido la inde-pendencia política y cultural de unas urbes fren-te a otras, siendo la variedad de la tipologíamonetal su mejor testimonio (Chaves, 2003: 18-20).

El tema de la personalización de los tipos dela Ulterior, lo que al mismo tiempo no quita quese marquen también analogías con otras, se pres-ta a un estudio profundo que evidentemente nopodemos abordar aquí, sí diremos que la princi-pal característica de la tipología de estas acuña-ciones es la combinación de imágenes antropo-morfas, zoomorfas o vegetales y símbolos astra-les. Por otra parte estos tipos fueron efigiados conun lenguaje clásico, que unido al hecho de queuna gran parte de las acuñaciones monetales deesta zona presentan epígrafes latinos, llevó ahablar de una fuerte romanización frente a otrasáreas que acuñan conservando su alfabeto y sustipos tradicionales. Sin embargo, la profundiza-ción en aspectos como la iconografía y la metro-logía de las emisiones apunta a que el sustratopúnico sigue siendo muy potente, al menos enlas elites encargadas de la acuñación monetal.

Los recientes estudios arqueológicos tanto enla región de Cádiz como en el valle delGuadalquivir vienen aportando importantesdatos sobre la presencia púnica (Bendala, 1994:59-74; 2000: 75-88), que está permitiendo ir acep-

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tando la llegada de nuevos contingentes delmundo púnico norteafricano a partir del siglo IVa.C., sin duda ello reforzó los elementos feniciosen ciudades en las que este componente étnico-cultural era mayoritario, pero también dejaronsentir su acción en el mundo turdetano circunve-cino, en absoluto ajeno a este importante com-ponente cultural como sabemos. Será sobre esteimportante trasfondo cultural sobre el que se des-arrollará más tarde la nueva política que introdu-cirán los Barca a partir del 237 a.C., materializa-do en la llegada de nuevos grupos humanos queparticiparan en las fundaciones coloniales pro-movidas por ellos o que serán asentados o esta-blecidos en determinados lugares de lo que luegoserá la provincia Ulterior. A ello debemos sumarla llegada de tropas que participaron en las dife-rentes campañas que los cartagineses sostuvieronen Hispania antes de su derrota, tropas que comoha expuesto Domínguez Monedero (1987: 129-138; 1995: 111- 116) debieron ser en algunoscasos asentados en la península, según se deducede un pasaje de Apiano (Iber., 56) referido a lasublevación del cabecilla lusitano Púnico. Sinquerer entrar de lleno en las implicaciones queéstos y otros datos arqueológicos y textuales tie-nen para ir conociendo el peso del componenteétnico-cultural vinculado al mundo púnico norte-africano en la conformación de la realidad indí-gena del sur peninsular, lo que si parece es que

este trasfondo es cada vez más seguro. Si pasamos de nuevo al terreno de la icono-

grafía monetal del sur peninsular, este compo-nente parece también obvio, no sólo en aquellascecas claramente fenicio-púnicas, o en las deno-minadas libiofencias, o en las que aún situadas enel interior utilizan rótulos púnicos, sino tambiénen aquellas que a través de la iconografía sehacen eco de una adopción pública de una iden-tidad cívica púnica. En efecto, nos referimos aaquellas acuñaciones del área del Alto, Medio yBajo Guadalquivir, así como de la serranía gadi-tana, que aunque utilizan en sus leyendas el alfa-beto latino, emplean una iconografía helenísticallegada a través de las colonias fenicio-púnicas ouna iconografía claramente vinculada con elmundo púnico norteafricano, y de ahí que mues-tren esquemas compositivos y tipos semejantes aaquellas cecas con rótulos púnicos, neopúnicos olos denominados libiofenicios.

Vamos a utilizar como ejemplo de lo dicho laceca de Obulco, en la alta Andalucía, y la deCarisa, en la serranía gaditana, pero los datosextraídos del estudio de sus amonedaciones pue-den extrapolarse a otros talleres béticos.

Obulco (Porcuna, Jaén), ciudad bien conocidaliteraria y arqueológicamente, y de la que reali-zamos un análisis interno de sus emisiones(Arévalo 1999), tiene como característica cons-tante de en sus unidades (CNH, 341-347), salvo

Fig. 4: 1. Duplo de Obulco (MAN); 2. Unidad de Obulco (MAN); 3. Unidad de Obulco (MAN); 4. Unidad de Obulco (Col.Particular)

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en la última emisión (Fig. 4.4), el efigiar en suanverso una cabeza femenina con un peinadomuy característico –una trenza rodea la cabezapara terminar en un moño a la altura de lanuca–; en ocasiones se rodea de una corona depequeñas hojas, y a veces le acompaña un cre-ciente (Fig. 4). La personalidad estilística de losanversos se refuerza con la singularidad del tipode los reversos que ayuda a caracterizar el conte-nido principal de la divinidad, la espiga, tanrepetida en todo el Mediterráneo, cobra un saborespecial al combinarla en original composicióncon arado e incluso en algunas emisiones con unyugo. Es por tanto una divinidad astral, frugíferay protectora de los trabajos agrícolas, sin dudauna divinidad acorde por otra parte con la reali-dad económica de la ciudad, se trata de unimportante centro de explotación y redistribu-ción agraria, como han puesto de manifiesto losenormes silos excavados.

En la efigie del anverso se ha querido ver larepresentación de diferentes divinidades; sin

embargo, como ya defendimos en el estudiomonográfico que realizamos de esta ceca, no hayduda que para estas unidades se elige la imagende una divinidad femenina fructífera y astral,descrita con un lenguaje similar al que Tanitmuestra en las estelas africanas de los siglos III-Ia. C.5, como la estela del santuario de El-Hofraen Constantina (Berthier y Charlier, 1955, 193,lám. XXX, d) donde figura un yugo, similar al deestas acuñaciones, debajo el “signo de Tanit” y ala derecha un caduceo. En otras ocasiones, elarado se encuentra acompañado del símbolo dela mano (Hours-Median, 1951, 66, lám.XXXVII,f).

El criterio selectivo de la tipología de estaceca se mueve entre un particularismo indígenaque propugna tipos cívicos que abarcan a la vezel matiz religioso y el económico, y una icono-grafía de raigambre púnica. Pero Obulco mantuvoparalelamente una tipología monetal autóctonacon un uso del alfabeto latino desde el comienzo,hacia finales del siglo III a.C., aunque enseguida

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Fig. 5: 1. Mitad de Carisa (Subastas Cayón 2000); 2. Mitad de Carisa (Col. Particular); 3. Mitad de Carisa (MAN); 4.Divisor de Ituci (MAN)

5 Chaves Tristán y Marín Ceballos (1979: 669-670) consi-deran que debe tratarse de una diosa local con un cultoprincipal en la Alta Andalucía extendido por la cabe-cera y el valle medio del Guadalquivir, debido a queesta imagen la encontramos parcial o fielmente repeti-da en las cecas de Abra, Ulia y Carbula. Y confieren aesta divinidad el carácter lunar y de fertilidad por apa-

recer en las monedas el creciente y la espiga, acepcio-nes quizás asimilables a divinidades foráneas, bien delmundo púnico, Tanit, o griego, Artemis; aunque tam-bién opinan que ni los que seleccionaron el tipo ni lamayoría de los usuarios veían más que la divinidadadorada desde la cabecera del Betis.

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encontraremos una tendencia a la inclusión delalfabeto ibérico, primero en el propio topónimode forma bilingüe, luego en los nombres indíge-nas de magistrados (Fig.4.2), para terminar connombres de magistrados latinos que son llama-dos aediles, en pleno siglo II a.C. (Fig.4.3). Es difí-cil pensar que en una ciudad estipendiaria comoera Obulco existiera en fecha tan temprana talmagistratura, más bien debemos ver, como hanindicado Rodríguez Neila (1995: 261-274; 2000,149-181) y García-Bellido junto a Blázquez (1995:381-387; 2001: 49), una latinización del títuloindígena que poco tiene que ver con la adminis-tración romana. Como ha estudiado RodríguezNeila existían muchas comunidades prerroma-nas de Hipania que contaban con unas bases ins-titucionales antes de la llegada de los romanos, ypudieron ser utilizadas por el gobierno de laRepública para sus propósitos de descentraliza-ción administrativa. Por su parte, las élites loca-les, interesadas en ofrecer al dominador la mejorimagen de una positiva predisposición a colabo-rar, podían reforzar su “facies” romana, tanto entitulaciones y competencias, como en procedi-mientos, utilizando en este caso el alfabeto latino.Al mismo tiempo, no es sólo el componente localel único interesado en la puesta en marcha de lasamonedaciones, aunque quizás los intereses porparte de Roma debieron tener sólo una vertientepráctica, disponer de monedas asequibles en lazona; lo que no cabe duda es que el control de lasemisiones estaba en manos de las élites locales,que a la manera helenística colocan su propionombre y eligen como emblema una divinidadfemenina agraria y astral.

La otra ceca objeto de análisis es la de Carisa,localizada en el cortijo de Carija (entre Bornos yEspera, Cádiz), que al ser menos conocida que laanterior la dedicaremos aquí una mayor aten-ción. Esta ciudad está enclavada en las estriba-ciones de la sierra de Gamaza y sierra delCalvario, en un área de cerros o colinas.Precisamente la ocupación de altas colinas leconfiere unas características geoestratégicas devital importancia para el establecimiento depoblación ya que domina el curso medio delvalle del Guadalete, además de las fértiles tierrasque riega éste, y el acceso que conecta con lassierras Sudbéticas. En ella destacan tanto la mag-

nitud de los vestigios arqueológicos que aún aflo-ran en el lugar, fundamentalmente funerarios6,como las interesantes acuñaciones que la ciudademitió en un momento, aún impreciso, del sigloI a.C.

El estudio monográfico que estamos realizan-do sobre esta ceca, nos está permitiendo conocerla organización de su producción y las caracte-rísticas de su fabricación; así hemos comprobadoque es una ceca que recurre frecuentemente a lareacuñación, salvo en una emisión que nosotroshemos considerado la primera (CNH, 409, Nº 6)7

por presentar una serie de características ausen-tes en el resto de las acuñaciones, tales como eltopónimo escrito con dos S, la combinación deuna tipología diferente al resto de las series, cabe-za de Hércules–Melkart para el anverso, y jinetecon escudo redondo en el reverso (Fig.5.1), tipoconstante en todas las emisiones al contrario queel del anverso, amén de la no recurrencia a lareacuñación (Arévalo, en prensa-a). Es precisa-mente en estas monedas, consideradas por nos-otros como las primeras emitidas por el taller,donde se hace más palpable la procedencia desus habitantes, pues se escoge una iconografíaclaramente parangonable con otras cecas púni-cas. En efecto, para el anverso se selecciona unaiconografía helenística llegada a través de Gadiry que encontramos en otras muchas cecas púni-cas y con leyendas latinas, lo que no sabemos essí el uso de esta tipología significa la expansióndel culto a Melkart gaditano. Lo cierto es que,salvo el argumento numismático, contamos conescasos indicios de tal hecho (Oria Segura, 1996;2002: 219-244), lo que ha llevado a algunos auto-res a buscar explicaciones alternativas. La másreciente para estas acuñaciones, propuesta porChaves y García Vargas (1991: 139-168, 1994:375-392), es de carácter económico, relacionadacon el control gaditano de la industria pesqueray de los lugares que directa o indirectamenteparticipan en la misma, sin excluir que la imagenresultara significativa para la minoría semíticaque dirige el comercio. Por otra parte, MarínCeballos (2002, 21-22) considera probable que eltipo numismático del Melkart gaditano constitu-yera, ya bajo la dominación romana, una especiede “marca” de identidad de una comunidad étni-ca, cultural y económica que, de este modo, tra-

6 Es de destacar la existencia de hipogeos en la necrópo-lis sur, a modo de grandes mausoleos familiares exca-vados en la misma arenisca, con una clara huella púni-ca y una datación del siglo I a.C. (Perdigones Moreno,Molina Carrión y Rojo Corrales, 1987: 67-74; LavadoFlorido, Perdigones Moreno, Aguilera Rodríguez y

Jiménez Pérez, 1990, 117-125; Lavado Florido yPerdigones Moreno,1990, 113-119).

7 Tanto Villaronga (CNH, 409, nº 6) como García-Bellidoy Blázquez (2001: 84, 3a emisión) sitúan esta serie entrelas emisiones intermedias del taller.

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taba de resaltar su individualidad. Personalmente pensamos que para el caso de

Carisa, aunque como veremos hay otros elemen-tos que han llevado a vincularla con la industriapesquera, la lectura étnico-cultural de su icono-grafía se hace más palpable en los reversos, quepermanecen invariables a lo largo de toda la vidade la ceca, mientras que los anversos son cam-biantes y además, salvo la excepción del tipo deMelkart de esta primera serie (Fig. 5.1), y la cabe-za galeada (Fig.5.3) de otra emisión (CNH, 409,nº 3-5), el tipo más habitual es una cabeza mas-culina tan pobremente descrita, sin iconografíapropia, que necesita del reverso para caracterizarel contenido principal de la divinidad (Fig. 5.2):una divinidad de contenido guerrero. En efecto,el reverso utiliza una iconografía similar a la cecapúnica de Ituci (Campo de Tejada, Escacena,Huelva), donde se representa un jinete con elcaracterístico escudo (CNH, 108, nº 1-4, 108, nº7 y 109, nº 8-9) (Fig. 5.4) que se ha vinculado conlos jinetes númidas (Quesada y García-Bellido,1995: 71), que entrarían como mercenariosdurante la ocupación bárquida y que fueronpagados con tierras, permaneciendo en ellas trasla victoria romana.

En cuanto al patrón monetal usado, recorde-mos monedas de pequeño tamaño en bronce, seha puesto en relación con el empleado en ambasorillas del Estrecho de Gibraltar (Chaves yGarcía Vargas, 1991: 139-168), un patrón queademás de estar relacionado con Gadir, seencuentra en función de una misma red deexplotación comercial vinculada con la explota-ción de las salazones de pescado. De ahí que loencontremos en cecas como Asido, Bailo, Lacipo,pero también al otro lado del Estrecho, como enLixus, Tamuda, Tingi, etc.; monedas de pequeñomódulo, que como han visto Chaves, GarcíaVargas y Ferrer (1998: 1317), resultaban útilespara el uso que, en la zona del Estrecho y en elárea de relaciones con ella, se les quería dar.

Por tanto, Carisa aunque hace uso de la escri-tura latina, su iconografía y su metrología permi-ten identificar esas emisiones, y con ello la ciu-dad, como de índole púnica, al mantener a travésde las imágenes monetales sus emblemas étnicos;de esta forma sus monedas hacen alarde, comodocumento oficial emblemático, de la indepen-dencia cultural respecto a Roma. Al tiempo queevidencian la tolerancia de la administraciónromana con respecto a esta ciudad que habíaquedado integrada en su provincia, así como dela aceptación, por parte de esa misma adminis-tración, de la manifestación externa de la identi-dad cívica de esa ciudad.

La posible explicación para esta actuaciónpor parte de la administración romana creemosque ha sido magníficamente tratada porDomínguez Monedero (2000: 59-74), al exponerque uno de los argumentos para determinar laafloración de esta identidad cultural se encuentravinculado con los hechos acaecidos en el contex-to bélico de las guerras lusitanas que afectaron ala Ulterior y que llevaron al propio Viriato a lasproximidades de Gades, así y según el citadoautor “no parece improbable que muchas de esascomunidades, cuyos círculos dirigentes se identi-ficaban con esa cultura de impronta púnica, semostrarán absolutamente leales a Roma; ello jus-tificaría que los romanos autorizasen (o, almenos, no impidiesen) que pudieran expresar alas claras su vinculación a ese mundo semitizan-te”; por otra parte, la exhibición de los elemen-tos más distintivos de su etnicidad fueron almismo tiempo un medio de expresar su aleja-miento de los sublevados. Junto a estos hechosDomínguez Monedero también valora otro ele-mento clave para el afloramiento de este panora-ma étnico-cultural, cuál es el surgimiento enestos mismos momentos de un poderoso estadonúmida en el norte de África, más o menos afína Roma, que sin duda debió de influir sobre laspoblaciones de ese origen que existían enHispania que llevó a la revitalización de este com-ponente étnico-cultural púnico.

Otro hecho que creemos que se debe destacaren la iconografía de Carisa, en relación a su simi-litud con la ceca de Ituci, es su posible ligazóncon los beneficios de la comercialización delmineral. García-Bellido (2000, 136-144) ha defen-dido que en la acuñación bética hay que aceptarque fueron los púnicos quienes pusieron en mar-cha la monetización de la Turdetania, aunqueello fuera ya bajo auspicios romanos, y ello ocu-rre en las regiones donde se concentran ciudadespúnicas de valor portuario o minero. Una de esasciudades púnicas fue Ituci, donde la arqueologíaha documentado sus explotaciones metalúrgicas,pero las monedas no hacen ninguna alusiónemblemática a los trabajos mineros, por lo que lacitada autora señala que el silencio iconográficopuede estar impidiendo la identificación de algu-nas otras ciudades involucradas en la minería.Acabamos de ver que Carisa es una ciudad quepodría responder a los mismos orígenes militaresque Ituci, de ahí su semejanza iconográfica, perosu emplazamiento no está vinculado con ningu-na explotación minera, aunque si está próxima aexplotaciones salineras, lo que ha llevadoChaves y García Vargas (1991: 139-168) a incluiresta ciudad dentro de la red económica controla-da por Gades y vinculada con la explotación de

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las salazones de pescado; sin embargo creemosque también pudo estar ligada a otra red comer-cial, la de los metales.

En el estudio de las monedas Carisa hemospodido constatar un alto número de reacuña-ciones sobre monedas de Castulo, cerca de 30ejemplares, pero también sobre acuñacionesObulco y Corduba, aunque en menor número.Por otra parte, en el estudio que acabamos derealizar sobre la circulación monetaria de estazona de la serranía gaditana, a través de los fon-dos del Museo Municipal de Villamartín(Arévalo, Bernal y Gutiérrez, en prensa), hemospodido comprobar que el numerario más fre-cuente en esta área vuelve a ser el procedentede estas cecas, junto al de Carteia, que es el másnumerosos. Un buen argumento para estos doshechos, reacuñaciones y circulación monetaria,es postular una relación económica estrechaentre estas áreas en relación a la exportación delos metales de la alta Andalucía hacia la costadel Estrecho.

Recientemente, Melchor (1999: 314-322) hadefendido que el plomo y la plata producida enel distrito minero de Castulo saldría por la rutaCastulo-Malaca. Así mismo, considera que alpuerto malacitano también pudo llegar el metalextraído en el distrito minero de Corduba, quesería transportado por otra vieja ruta ibéricaacondicionada como calzada en época romana:la vía Corduba-Malaca. La confirmación del usode estas rutas vendría dada por la circulaciónmonetaria de Castulo, Obulco, Corduba y Malaca,cuyas monedas aparecen con cierta frecuenciaen diversos puntos del recorrido de estas vías.Los transportistas necesitarían abundante nume-rario para pagar las pequeñas transacciones rea-lizadas durante sus desplazamientos a Malaca, yjunto a la moneda de plata llevarían bronces deestas cecas. Por tanto, el transporte del metal delalto Guadalquivir ayudaría a explicar la frecuen-cia de los hallazgos de monedas de Castulo,Obulco y Corduba en la zona costera malagueña oen el valle medio del Betis.

Esta propuesta nos parece del todo acertada,pero existen otra serie de evidencias numismáti-cas que permiten defender la posible existencia

de otros itinerarios alternativos para exportar losmetales de los distritos mineros cordubense ycastulonense, como la ruta Corduba-Carteia, cuyotrazado describió Sillières (1990: 422-430), y queMora (1999: 344-348) ha confirmado a través delanálisis de la circulación monetaria en la ciudadde Acinipo (Ronda, Malaga), donde destaca laalta presencia tanto de numerario de Carteiacomo de Obulco, así como por las frecuentes rea-cuñaciones de Acinipo sobre moneda de Obulco.En este punto resulta particularmente interesantela propuesta defendida por Corzo y Toscano(1992: 150-154) sobre el diferente trazado paraesta vía, lo que no impide aceptar la existencia deotras rutas que, como la propuesta por Sillières,comunicarían el Estrecho con el interior bético.Según Corzo y Toscanos, esta vía discurría porAstigi, Urso y Acinipo, y se internaba en las serra-nías gaditanas a la altura del actual pueblo dePuerto Serrano, descendiendo a Iptuci (Cabezode Hortales, Prado del Rey, Cádiz) y la llanurade Hortales8. La identificación o no de esta rutacon la vía que refiere el Bellum Hispaniense noimpide aceptar la existencia de rutas alternativas,de carácter secundario si se quiere comunicandola densa trama urbana de la Hispania meridional.La existencia de tal vía que pone en comunica-ción los asentamientos púnicos del Estrecho conla zonas mineras de Sierra Morena, parece con-firmarse por la información que proporcionantanto las reacuñaciones de Carisa sobre monedade Castulo, Obulco y Corduba, como por la circu-lación monetaria en la serranía gaditana, dondees frecuente este tipo de numerario junto con elde Carteia. Por otra parte, hay que indicar que enla ciudad de Carteia se han recogido en las dis-tintas campañas de excavación realizadas duran-te los años 1971-75 piezas de Obulco, Carisa,Lascuta (Presedo et alii, 1982: 287-309) que vuel-ven a indicar, como venimos diciendo, una rela-ción tanto con la serranía gaditana9 como con laalta Andalucía, a través de la vía que desdeCorduba llevaba a Carteia.

La situación de la ciudad de Carisa, en lasinmediaciones de esta vía, y su paralelo icono-gráfico con la ceca de Ituci pueden ser dos bue-nos argumentos para vincular esta ciudad con la

8 En este sentido, resulta interesante la noticia recogidapor Corzo y Toscanos (1992: 150-154) al estudiar elrecorrido de esta vía, donde señalan que “la únicamención de un miliario que se conoce en la vía corres-ponde a este trayecto inmediato a Villamartín, dondese encontró uno a fines del pasado siglo, que se rompióal intentar trasladarlo a Arcos de la Frontera, sin que

nadie transmitiera la información sobre su texto”.9 Una relación que se pone también de manifiesto a tra-

vés del hallazgo de una reacuñación de Lascuta (Alcaláde los Gazules, Cádiz) sobre Carteia (Arévalo, en pren-sa-b) recuperada durante las excavaciones arqueológi-cas efectuadas en la Avda. Pery Junquera (SanFernando, Cádiz).

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red de comercialización del mineral10. Por otraparte, recientemente García-Bellido (2001: 146)ha defendido que la presencia en la Beturia túr-dula de cecas libiofenicias y de un circulante pro-cedente de Asido, Vesci, Gades, Carteia y del Nortede África puede indicar que allí existían intensasrelaciones económicas con los libiofenicios gadi-tanos. Considera que la Beturia túrdula pudo serrepoblada por las gentes del interior de Gades,quienes vieron en el rico mineral de esta zona(Estr., 3, 2, 3) un valor que podía comercializarserentablemente, dándole salida a través primerode la vía terrestre que desde Metellinum por Artigiy Mellaria llevaba a Córdoba, donde un impor-tante nudo de caminos les permitía, bien embar-car las mercancías por el Guadalquivir bienhacer uso de las otras vías terrestres que penetra-ban en Oretania para llegar a Castulo, la que des-cendía hasta Malaca y la que llegaba al puerto deCarteia (García-Bellido, 1995: 285).

Todos estos datos creemos que permitendefender que de nuevo, en el caso de Carisa, esta-mos ante una ciudad de raigambre púnica invo-lucrada en la gestión de la exportación del mine-ral, aunque quizás también, como defiendenChaves y García Vargas, con la red controladapor Gades vinculada con la producción, comer-cialización y distribucción de productos relacio-nados con las conservas en sal. Más esencial,para lo que venimos tratando aquí, es que pro-bable tengamos en las monedas de Carisa unnuevo testimonio de la procedencia númida ymilitar de sus habitantes, mercenarios que duran-te la ocupación bárquida son pagados con tierrasy, tras la victoria romana, permanecen en la ciu-dad manteniendo sus emblemas étnicos perointroduciendo tempranamente, al igual que lamayor parte de las ciudades de la Ulterior, ellatín.

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10También de esta zona de la serranía gaditana proce-

den dos tesoros monetales, el de Carisa, hallado en1920 y publicado por primera vez por Villaronga(1985: 569-583), y el tesoro de Puerto Serrano, recupe-rado este último con anterioridad al año 1947 y cuyasmonedas fueron dadas a conocer por FernandezChicarro (1947: 156); ambos tesoros han sido de nuevoanalizados por Chaves (1996: 61-65 y 374-377) en suestudio sobre los tesoros monetales del sur de Hispania,y los pone conexión con las explotaciones de sal exis-tentes en la zona. Sin embargo, es posible que estos dostesoros estuvieran relacionados, al igual que las nume-

rosas ocultaciones existentes en el sur peninsular, conlas minas, según la propuesta que venimos realizando.Así, y como opina Chaves al referise a los tesoros delsur peninsular, la gran eclosión de itálicos para explo-tar las minas en los últimos decenios del siglo II a.C.debió suponer un cambio en el papel que hasta enton-ces había mantenido la población indígena en la explo-tación y comercialización, y relaciona esta desestabili-zación con importantes movimientos de tropas, condestrucciones en zonas mineras y con este tipo de teso-ros ocultados por problemas sociales.

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