28
Los ojos de Judas Abraham Valdelomar Exportado de Wikisource el 1 de noviembre de 2021

LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

  • Upload
    others

  • View
    4

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Los ojos de Judas

Abraham Valdelomar

Exportado de Wikisource el 1 de noviembrede 2021

Page 2: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

1I

El puerto de Pisco aparece en mis recuerdos comouna mansísima aldea, cuya belleza serena y extrañaacrecentaba el mar. Tenía tres plazas. Una, laprincipal, enarenada, con una suerte de pequeñomalecón, barandado de madera, frente al cual sedetenía el carro que hacía viajes "al pueblo"; otra, ladesolada plazoleta donde estaba mi casa, que teníapor el lado de oriente una valla de toñuces; y latercera, al sur de la población, en la que había derealizarse esta tragedia de mis primeros años.

En el puerto yo lo amaba todo y todo lo recuerdoporque allí todo era bello y memorable. Tenía nueveaños, empezaba el camino sinuoso de la vida, yestas primeras visiones de las cosas, que no seborran nunca, marcaron de manera tan dulcemente

Page 3: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

dolorosa y fantástica el recuerdo de mis primerosaños que así formóse el fondo de mi vida triste. A laorilla del mar se piensa siempre; el continuo ir y venirde olas; la perenne visión del horizonte; los barcosque cruzan el mar a lo lejos sin que nadie sepa suorigen o rumbo; las neblinas matinales durante lascuales los buques perdidos pitean clamorosamente,como buscándose unos a otros en la bruma, cualánimas desconsoladas en un mundo de sombras; las"paracas", aquellos vientos que arrojan a la

2orilla a los frágiles botes y levantan columnas depolvo monstruosas y livianas; el ruido cotidiano delmar, de tan extraños tonos, cambiantes como lashoras; y a veces, en la apacible serenidad marina, elsurgir de rugidores animales extraños, tritonespujantes, hinchados, de pequeños ojos y viscosacolor, cuyos cuerpos chasquean las aguas alcubrirlos desordenadamente.

En las tardes, a la caída del sol, el viaje de lospájaros marinos que vuelven del norte, en largoscordones, en múltiples líneas, escribiendo en el cielono sé qué extrañas palabras. Ejércitos inmensos deviajeros de ignotas regiones, de inciertos parajes quevan hacia el sur agitando rítmicamente sus alasnegras, hasta esfumarse, azules, en el orocrepuscular. En la noche, en la profunda oscuridadmisteriosa, en el arrullo solemne de las aguas, vanasluces que surgen y se pierden a lo lejos como vidas

Page 4: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

estériles... En mi casa, mi dormitorio tenía unaventana que daba hacia el jardín cuya única viddesmedrada y raquítica, de hojas carcomidas por elsalitre, serpenteaba agarrándose en los barrotesoxidados. Al despertar abría yo los ojos ycontemplaba, tras el jardín, el mar. Por allí cruzabanlos vapores con su plomiza cabellera de humo que sediluía en el cielo azul. Otros llegaban al puerto,creciendo poco a poco, rodeados de gaviotas queflotaban a su lado como copos de espuma y, yafondeados, los rodeaban pequeños botecillos ágiles.Eran entonces los barcos como cadáveres deinsectos, acosados por hormigas hambrientas.

3Levantábame después del beso de mi madre,apuraba el café humeante en la taza familiar, tomabami cartilla e íbame a la escuela por la ribera. Ya en elpuerto, todo era luz y movimiento. La pesadalocomotora, crepitante, recorría el muelle. Chirriabancomo desperezándose los rieles enmohecidos,alistaban los pescadores sus botes, los fleterosempujaban sus carros en los cuales los fardos dealgodón hacían pirámide, sonaba la alegre campanadel "cochecito"; cruzaban en sus asnos pacientes ylanudos, sobre los hatos de alfalfa, verde y florecidaen azul, las mozas del pueblo; llevaban otras encestos de caña brava la pesca de la víspera, y losempleados, con sus gorritas blancas de viserasnegras, entraban al resguardo, a la capitanía, a laaduana y a la estación del ferrocarril. Volvía yo antes

Page 5: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

del mediodía de la escuela por la orilla cogiendoconchas, huesos de aves marinas, piedras de raracolor, plumas de gaviotas y yuyos que eran cintasmulticolores y transparentes como vidrios ahumados,que arrojaba el mar.

II

Mi padre que era empleado en la Aduana tenía unhermoso tipo moreno. Faz tranquila, brillante mirada,bigote pródigo. Los días de llegada de algún vaporvestíase de blanco y en la falúa rápida, brillante yliviana, en cuya popa agitada por el viento ondeaba labandera, iba mar afuera a recibirlo. Mi

4madre era dulcemente triste. Acostumbraba llevarnostodas las tardes a mi hermanita y a mí a la orilla a vermorir el sol. Desde allí se veía el muelle, largo consus aspas monótonas,sobre las que se elevaban las efes de suscolumnas, que en los cuadernos, en la escuela,nosotros pintábamos así:

Pues de los ganchitos de las efes pendían los farolespor las noches. Mi padre volvía por el muelle, alatardecer, nos buscaba desde lejos, hacíamosseñales con los pañuelos y él perdíase un momentotras de las oficinas al llegar a tierra para reaparecer a

Page 6: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

nuestro lado. Juntos veíamos entonces "la procesiónde las luces" cuando el sol se había puesto y el marsonaba ya con el canto nocturno muy distinto delcanto del día. Después de la procesión regresábamosa casa y durante la comida papá nos contaba todo loque había hecho en la tarde.

Aquel día, como de costumbre, habíamos ido a ver lacaída del sol y a esperar a papá. Mientras mi madresobre la orilla contemplaba silenciosa el horizonte,nosotros jugábamos asu lado, con los zapatos enarenados, fabricandofortalezas de arena y piedras, que destruían lasolas al desmayarse junto a sus muros, dejandoentre ellos su blanquísima espuma. Lentamentecaía la tarde. De pronto mamá descubrió un puntoen el lejano límite del mar.

–¿Ven ustedes? -nos dijo preocupada- ¿no parece un

barco? –Sí, mamá, respondí. Parece un barco...

5–¿Vendrá papá? -interrogó mi hermana.

–Él no comerá hoy con nosotros, seguramente,agregó mi madre. Tendrá que recibir ese barco.Vendrá de noche. El mar está muy bravo. Y suspiróentristecida...

El sol se ahogó en sangre en el horizonte. El barco sedivisó perfectamente recortado en el fondo ocre.

Page 7: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Sobre el puerto cayó la noche. En silencioemprendimos la vuelta a casa, mientras encendían elfaro del muelle y desfilaba "la procesión de las luces".

Así decíamos a un carro lleno de faroles que salía dela capitanía y era conducido sobre el muelle por unmarinero, quien a cada cincuenta metros se detenía,colocando sobre cada poste un farol hasta llegar alextremo del muelle extendido y lineal; mas, como estaoperación hacíase entrada la noche, sólo se veíanavanzando sobre el mar, las luces, sin que el hombreni el carro ni el muelle se viesen, lo que daba a esefanal un aspecto extraño y quimérico en la profundaoscuridad de esas horas.

Parecía aquel carro un buque fantasma que flotarasobre las aguas muertas. A cada cincuenta metrosse detenía, y una luz suspendida por invisible manoiba a colgarse en lo alto de un poste, invisibletambién. Así, a medida que el carro avanzaba, lasluces iban quedando inmóviles en el espacio comoestrellas sangrientas; y el fanal iba disminuyendo subrillor y dejando sus luces a lo largo del muelle, comouna

6familia cuyos miembros fueran muriendosucesivamente de una misma enfermedad. Por fin laúltima luz se quedaba oscilando al viento, muy lejos,sobre el mar que rugía en las profundas tinieblas dela noche.

Page 8: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Cuando se colgó el último farol, nosotros, cogidos dela mano de mi madre, abandonamos la playatornando al hogar. La criada nos puso los delantalesblancos. La comida fue en silencio. Mamá no tomónada. Y en el mutismo de esa noche triste, yo veíaque mamá no quitaba la vista del lugar que debíaocupar mi padre, que estaba intacto con su servilletadoblada en el aro, su cubierto reluciente y su invertidacopa. Todo inmóvil. Sólo se oía el chocar de loscubiertos con los platos o los pasos apagados de lasirviente, o el rumor que producía el viento al doblarlos árboles del jardín. Mamá sólo dijo dos veces consu voz dulce y triste:

–Niño, no se toma así la cuchara...

–Niña, no se come tan de prisa...

III

Papá debió volver muy tarde, porque cuando yodesperté en mi cama, sobresaltado al oír unaexclamación, sonaron frías, lejanas, las dos de lamadrugada. Yo no oí en detalle la conversación, demis padres; pero no puedo olvidar

7algunas frases que se me han quedadograbadas profundamente.

Page 9: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

–¡Quién lo hubiera creído! -decía papá-. Túconoces a Luisa, sabes cuán honorable y

correcto es su marido...

–¡No es posible, no es posible! -respondió mimadre, con voz medrosa.

–Ojalá no lo fuese. Lo cierto es que Fernando estápreso; el juez cogió al niño y amenazó a Luisa condetenerlo si ella no decía la verdad, y ya ves, la pobremujer lo ha declarado todo. Dijo que Fernando habíavenido a Pisco con el exclusivo objeto de perseguir aKerr, pues había jurado matarlo por una viejacuestión de honor...

–¿Y ella ha delatado a su marido? ¡Qué horribletraición, qué horrible!

–¿Y qué cuestión ha sido esa?...

–No ha querido decirlo. Pero, admírate. Esto haocurrido a las cuatro de la tarde; Kerr ha muerto a lascinco a consecuencia de la herida, y cuandotrasladaban su cadáver se promovió en la calle ungran tumulto, oímos gritos y exclamaciones terribles,fuimos hacia allí y hemos visto a Luisa gritar,mesarse los cabellos y, como loca, llamar a su hijo.¡Se lo habían robado!

–¿Le han robado a su hijo?

8

Page 10: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Sentí los sollozos de mi madre. Asustado me cubrí lacabeza con la sábana y me puse a rezar,inconsciente y temeroso, por todos esos desdichadosa quienes no conocía.

–Dios te salve María, llena eres de gracia, elSeñor es contigo, Bendita eres...

Al día siguiente, de mañana, trajeron una carta conun margen de luto muy grande y papá salió a lacalle vestido de negro.

IVRecuerdo que al salir de la población, pasé por laplazuela que está al fin del barrio "del Castillo" yempecé a alejarme en la curva de la costa hacia SanAndrés, entretenido en coger caracoles, plumas yyerbas marinas. Anduve largo rato y pronto meencontré en la mitad del camino. Al norte, el puerto yalejano de Pisco aparecía envuelto en un vaporvibrante, veíanse las casas muy pequeñas, y lospinos, casi borrados por la distancia, elevábanseapenas. Los barcos del puerto tenían un aspecto deabandono, cual si estuvieran varados por el viento delSur. El Muelle parecía entrar apenas en el mar.Recorrí con la mirada la curva de la costa queterminaba en San Andrés. Ante la soledad delpaisaje, sentí cierto temor que me detuvo. El mar

Page 11: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

sonaba apenas. El

9sol era tibio y acariciador. Una ave marina apareció alo lejos, la vi venir muy alto, muy alto, bajo el cielo,sola y serena como una alma; volaba sin agitar lasalas, deslizándose suavemente, arriba, arriba. Laseguí con la mirada, alzando la cabeza, y el cielo mepareció abovedado, azul e inmenso, como si fueramás grande y más hondo y mis ojos lo miraran másprofundamente.

El ave se acercaba, volví la cara y vi la campiña tierraadentro, pobre, alargándose en una faja angosta,detrás de la cual comenzaba el desierto vasto,amarillo, monótono, como otro mar de pena ydesolación. Una ráfaga ardiente vino de él hacia elmar.

En medio de esa hora me sentí solo, aislado, y tuvela idea de haberme perdido en una de esas playasdesconocidas y remotas, blancas y solitarias dondevan las aves a morir. Entonces sentí el divino prodigiodel silencio; poco a poco se fue callando el rumor delas olas, yo estaba inmóvil en la curva de la playa y alapagarse el último ruido del mar, el ave se perdió a lolejos. Nada acusaba ya a la Humanidad ni a la vida.Todo era mudo y muerto. Sólo quedaba un zumbidoen mi cerebro que fue extinguiéndose, hasta quesentí el silencio, claro, instantáneo, preciso. Pero sólofue un segundo. Un extraño sopor me invadió luego,

Page 12: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

me acosté en la arena, llevé mi vista hacia el sur, viuna silueta de mujer que aparecía a lo lejos, ymansamente, dulcemente, como una sonrisa, se fueborrando todo, todo, y me quedé dormido.

10

VDesperté con la idea de la mujer que había visto aldormirme, pero en vano la buscaron mis ojos, noestaba por ninguna parte. Seguramente habíadormido mucho, y durante mi sueño, la desconocida,que tenía un vestido blanco, había podido recorrertoda la playa. Observé, sin embargo, los pasos quevenían por la orilla. Menudos rastros de mujer que elmar había borrado en algunos sitios, circundaban ellugar donde yo me había dormido y seguían hacia elpuerto.

Pensativo y medroso no quise avanzar a SanAndrés. El sol iba a ponerse ya, y restregándome losojos, siguiendo los rastros de la desconocida,emprendí la vuelta por la orilla. En algunos puntos elmar había borrado las huellas, buscábalas yo,adivinándolas casi, y por fin las veía aparecer sobrela arena húmeda. Recogí una conchita rara, la echéen mi bolsillo y mi mano tropezó con un extrañoobjeto. ¿Qué era? Una medalla de la Purísima, de

Page 13: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

plata, pendiendo de una cadena delgada, larga y fría.Examiné mucho el objeto y me convencí de quealguien lo había puesto en mi bolsillo. Tuve unasospecha, la mujer; quise arrojarle, pero me detuve.

11Guardé la medalla y cavilando en el hallazgo, llegué acasa cuando el sol se ponía. Mi curiosidad hizo quecallara y ocultara el objeto; y al día siguiente, martesde Semana Santa, a la misma hora, volví. El mardurante la noche había borrado las huellas donde meacostara la víspera, pero aproximadamente elegí unsitio y me recosté. No tardó en aparecer la siluetablanca. Sentí un violento golpe en el corazón y unindecible temor. Y sin embargo tenía una gransimpatía por la desconocida que vestida de blanco seacercaba.

El miedo me vencía, quería correr y luchaba porquedarme. La mujer se acercaba cada vez más. Memiró desde lejos, quise irme aún; pero ya era tarde. Elmiedo y luego la apacible mirada de aquella mujer melo impedían. Acercóse la señora. Yo, de pie,quitándome la gorra le dije:

–Buenas tardes, señora...

–¿Me conoces?...

–Mamá me ha dicho que se debe saludar a laspersonas mayores... La señora me acariciósonriendo tristemente y me preguntó:

Page 14: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

–¿Te gusta mucho el mar?

–Sí, señora. Vengo todas las tardes.

–¿Y te quedas dormido?...

12–¿Usted vino ayer señora?...

–No; pero cuando los niños se quedan dormidos ala orilla del mar, y son buenos, viene un ángel y lesregala una medalla. ¿A ti te ha regalado el ángel?...

Yo sonreí incrédulo; la dama lo comprendió, yconversando, perdido el temor hacia la señora vestidade blanco, cogido de su mano, emprendí la vuelta a lapoblación.

Al llegar a la plazuela del Castillo, vimos unoshombres que levantaban una especie de torre decañas.

–¿Qué hacen esos hombres? -me preguntó la señora.

–Papá nos ha dicho que están preparando elcastillo para quemar a Judas el sábado de gloria.

–¿A Judas? ¿Quién te ha dicho eso? Y abriódesmesuradamente los ojos.

–Papá dice que Judas tiene que venir el sábado por lanoche y que todos los hombres del pueblo, los

Page 15: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

marineros, los trabajadores del muelle, los cargadoresde la Estación, van a quemarlo, porque Judas es muymalo... Papá nos traerá para que lo veamos...

–¿Y tú sabes por qué lo queman?...

13–Sí, señora. Mamá dice que lo queman porquetraicionó al Señor... – ¿Y no te da pena que loquemen?...

–No, señora. Que lo quemen. Por él los judíosmataron a nuestro Señor Jesucristo. Si él no lohubiese vendido, ¿cómo habrían sabido quién eralos judíos?...

La señora no contestó. Seguimos en silencio hastala población. Los hombres se quedaron trabajando yal despedirse la señora blanca me dio un beso y mepreguntó:

–Dime, ¿tú no perdonarías a Judas?...

–No, señora blanca; no lo perdonaría.

La dama se marchó por la orilla oscura y yo tomé elcamino de mi casa. Después de la comida me acosté.

VI

Page 16: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Estuve varios días sin volver a la playa, pero elsábado de gloria en que debían quemar a Judas, salía la playa para dar un paseo y ver en la plaza elcuerpo del criminal, pues según papá, ya estaba allíesperando su castigo el traidor, rodeado demarineros, cargadores, hombres del pueblo ypescadores de San Andrés. Salí a las cuatro de latarde y me fui caminando por la orilla. Llegué al sitiodonde Judas, en

14medio del pueblo, se elevaba, pero le tenían cubiertocon una tela y sólo se le veía la cabeza. Tenía dosojos enormes, abiertos, iracundos, pero sin pupilas yla inexpresiva mirada se tendía sobre la inmensidaddel mar. Seguí caminando y al llegar a la mitad de lacurva, distinguí a la señora blanca que venía del ladode San Andrés. Pronto llegó hasta mí. Estaba pálida yme pareció enferma. Sobre su vestido blanco y bajo elsombrero alón, su rostro tenía una palidez de marfil.¡Era tan blanca! Sus facciones afiladas parecían notener sangre; su mirada era húmeda, amorosa ypenetrante. Hablamos largo rato.

–¿Has visto a Judas?

–Lo he visto, señora blanca...

–¿Te da miedo?...

Page 17: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

–Es horrible... A mí me da mucho miedo...

–¿Y ya le has perdonado?...

–No, señora, yo no lo perdono. Dios se resentiríaconmigo si le perdonase... ¿Usted viene esta noche averlo quemar?...

–Sí.

–¿A qué hora?...

15–Un poco tarde. ¿Tú me reconocerías de noche?...¿No te olvidarías de mi cara? Fíjate bien -y me miróextrañamente Fíjate bien en mi cara... Yo vendré unpoco tarde... Dime, ¿le has visto tú los ojos aJudas?...

–Sí, señora. Son inmensos, blancos, muy

blancos... –¿Dónde miran?...

–Al mar...

–¿Estás seguro? ¿Miran al mar? ¿Te has fijado

bien?... –Sí, señora blanca, miran al mar...

Sobre la arena donde nos habíamos sentado, la

Page 18: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

señora miró largamente el océano. Un momentopermaneció silenciosa y luego ocultó su cara entre lasmanos. Aún me pareció más pálida.

–Vamos -me dijo.

Yo la seguí. Caminamos en silencio a través de laplaya, pero al acercarnos a la plazuela dondeestaba el cuerpo de Judas, la señora se detuvo ymirando al suelo, me dijo:

–Fíjate bien en él... Me vas a contar adónde mira.Fíjate bien... Fíjate bien.

16Y al pasar ante el cuerpo, ella volvió la cara hacia elmar, para no ver la cara de Judas. Parecía temblarsu mano, que me tenía cogido por el brazo, y alalejarnos me decía:

–Fíjate adónde mira, de qué color son sus ojos,fíjate, fíjate...

Pasamos. Yo tenía miedo. Sentí temblarfuertemente a la señora, que me preguntónuevamente:

–¿Dónde miran los ojos?

–Al mar, señora blanca... Bien lejos, bien lejos...

Page 19: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Ya era tarde. La noche empezó a caer y las luces delos barcos se anunciaron débilmente en la bahía. Alllegar a la altura de mi casa, la señora me dio unbeso en la frente, un beso muy largo, y me dijo:

–¡Adiós!

La noche tenía un color brumoso, pero no tan negrocomo otras veces. Avancé hasta mi casa pensativo, yencontré a mi madre llorando, porque debía salir unbarco a esa hora y papá debía ir a despacharlo. Nossentamos a la mesa. Allí se oía rugir el mar, poderosoy amenazador. Madre no tomó nada y me atreví apreguntarle:

–Mamá, ¿no vamos a ver quemar a Judas?...

17

–Si papá vuelve pronto. Ahora vamos arezar...

Nos levantamos de la mesa. Atravesarnos el patiecillo. Mihermana se había dormido y la criada la llevaba enbrazos. La luna se dibujaba opacamente en el cielo.Llegamos al dormitorio de mi madre y ante el altar, dondehabía una virgen del Carmen muy linda, nos arrodillamos.Iniciamos el rezo. Mamá decía en su oración:

–Por los caminantes, navegantes, cautivos

Page 20: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

cristianos y encarcelados...

Sentimos, inusitadamente, ruidos, carreras, voces ylamentaciones. Las gentes corrían gritando y de prontooímos un sonido estridente, característico, como el pitearde un buque perdido. Una voz gritó cerca de la puerta:

–¡Un naufragio!

Salimos despavoridos, en carrera loca, hacia la calle. Elpueblo corría hacia la ribera. Mamá empezó a llorar. Enese momento apareció mi padre y nos dijo:

–Un naufragio. Hace una hora que he despachado elbuque. Seguramente ha encallado...

El buque llamaba con un silbido doloroso, como si sequejara de un agudo dolor, implorante, solemne, frío. Laluna seguía opacada. Salimos todos a la playa y pudimos

18ver que el barco hacía girar un reflector y que delmuelle salían unos botes en su ayuda.

El pueblo se preparaba. Estaba reunido alrededorde la orilla, alistaba febrilmente susembarcaciones, algunos habían sacado linternas yfarolillos y auscultaban el aire. Una voz roncarecorría la playa como una ola, pasaba de boca enboca y estallaba:

Page 21: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

–¡Un naufragio!

Era el eterno enemigo de la gente del mar, de lospescadores, que se lanzaban en los frágiles botes,de las mujeres que los esperaban temerosas, a lacaída de la tarde; el eterno enemigo de todos los queviven a la orilla... El terrible enemigo contra el queluchan todas las creencias y supersticiones de lospueblos costaneros; que surge de repente, que aveces es el molino desconocido y siniestro que llevaa los pescadores hacia un vórtice extraño y no losdeja volver más a la costa; otras veces el peligrosurge en forma de viento que aleja de la costa lasembarcaciones para perderlas en la inmensidad azuly verde del mar. Y siempre que aparece este espíritudesconocido y sorpresivo las gentes sencillas vibrany oran al apóstol pescador, su patrón y guía, porqueseguramente alguna vida ha sido sacrificada.

Aún oímos el rumor de las gentes del mar. Cuandoempezó a retirarse, se apagaron los reflectores y elpiteo cesó. Nadie

19comprendía por qué el barco se alejaba; pero cuandoéste se perdía hacia el sur, todo el pueblo, pensativo,silencioso e inmenso, regresó por las calles y seencaminó a la plaza en la que Judas iba a sersacrificado. Mamá no quiso ir, pero papá y yo fuimosa verle.

Page 22: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

Caminamos todo el barrio del Castillo y al terminarloy entrar a la plazoleta, la fiesta se anunció con unaviva luz sangrienta. A los pies de Judas ardía unaenorme y roja llamarada que hacía nubes de humo yque iluminaba por dentro el deforme cuerpo delcondenado, a quien yo quería ver de frente.

Pero al verlo tuve miedo. Miedo de sus grandes ojosque se iluminaban de un tono casi rosado. Busquéentre los que nos rodeaban a la señora blanca, perono la vi. La plaza estaba llena, el pueblo la ocupabatoda y de pronto, de la casa que estaba a la espaldade Judas y que daba frente al mar, salieron varioshombres con hachones encendidos y avanzaronentre la multitud hacia Judas.

–¡Ya lo van a quemar! -gritó el pueblo. Los hombresllegaron. Los hachones besaron los pies del traidor yuna llama inmensa apareció violentamente.Acercaron un barril de alquitrán y la llamaradaaumentó.

Entonces fue el prodigio. Al encenderse el cuerpo deJudas, los ojos con el reflejo de la luz tornáronserojos, con un rojo iracundo y amenazador; y como sitoda aquella gente semi-

20perdida en la oscuridad y en las llamas, hubierapensado en los ojos del ajusticiado, siguió la miradasangrienta de éste que fue a detenerse en el mar. Un

Page 23: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

punto negro había al finalde la mirada que casi todo el pueblo señaló. Un golpede luz de la luna iluminó el punto lejano y el pueblo,que aquella noche estaba como poseído de unaextraña preocupación, gritó abandonando la plaza ylanzándose a la orilla:

–¡Un ahogado, un ahogado!...

Se produjo un tumulto horrible. Un clamor general quetenía algo de plegaria y de oración, de maldiciónpavorosa y de tragedia, se elevó hacia el mar, en esanoche sangrienta.

–¡Un ahogado!

El punto era traído mansamente por las olas hacia laplaya. Al grito unánime siguió un silencio absoluto enel que podía percibirse el nudo manso del mar. Cadauno de los allí presentes esperaba la llegada deldesconocido cadáver, con un presentimiento dolorosoy silente. La luna empezó a clarear. Debía ser muytarde y por fin se distinguió un cadáver ya muy cercade la orilla, que parecía tener encima una blancasábana. La luna tuvo una coloración violeta y alumbróaún el cadáver que poco a poco iba acercándose.

–¡Un marinero!, gritaron algunos.

–¡Un niño!, dijeron otros.

21

Page 24: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

–¡Una mujer!, exclamaron todos. Algunos se lanzaronal mar y sacaron el cadáver a la orilla. El pueblo seagrupó al derredor. Le clavaban las luces de laslinternas, se peleaban por verle, pero como allí en laorilla no hubiese luz bastante, lo cargaron y lo llevaronhacia los pies de Judas que aún ardía en el centro dela plaza. Todo el pueblo volvía a ella y con él yo-cogido siempre de la mano de papá-. Llegaron,colocaron en tierra el cadáver y ardió el último restodel cuerpo de Judas quedando sólo la cabeza, cuyosdos ojos ya no miraban a ningún lugar sino a todos.Yo tenía una extraña curiosidad por ver el cadáver. Mipadre seguramente no deseaba otra cosa, hizo abrirsitio y como las gentes de mar lo conocían yrespetaban, le hicieron pasar y llegarnos hasta él.

Vi un grupo de hombres todos mojados, con la cabezainclinada teniendo en la mano sus sombreros,silenciosos, rodeando el cadáver, vestido de blanco,que estaba en el suelo. Vi las telas destrozadas y elcuerpo casi desnudo de una mujer. Fue una horriblevisión que no olvido nunca. La cabeza echada haciaatrás, cubierto el rostro con el cabello desgreñado. Unhombre de esos se inclinó, descubrió la cara yentonces tuve la más horrible sensación de mi vida. Diun grito extraño, inconsciente, y me abracé a laspiernas de mi padre.

–¡Papá, papá, si es la señora blanca! ¡La señorablanca, papá!...

Page 25: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

22Creí que el cadáver me miraba, que mereconocía; que Judas ponía sus ojos sobre él y diun segundo grito más fuerte y terrible que elprimero.

–¡Sí; perdono a Judas, señora blanca, sí, lo perdono!...

Padre me cogió como loco, me apretó contra supecho, y yo, con los ojos muy abiertos, vi mientrasque mi padre me llevaba, rojos y sangrientos,acusadores, siniestros y terribles, los ojos de Judasque miraban por última vez, mientras el pueblo sedesgranaba silencioso y unos cuantos hombres seinclinaban sobre el cadáver blanco.

Ocultábase la luna...

Page 26: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

23

Sobre esta ediciónelectrónicaEste libro electrónico proviene de la versión enespañol de la biblioteca digital Wikisource[1]. Estabiblioteca digital multilingüe, realizada porvoluntarios, tiene el objetivo de poner a disposiciónde todo el mundo el mayor número posible dedocumentos públicos de todo tipo (novelas, poesías,revistas, cartas, etc.).

Lo proporcionamos de manera gratuita gracias a quelos textos utilizados son libres de derechos o estánbajo licencia libre. Puede utilizar nuestros libros

Page 27: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

electrónicos de manera totalmente libre, confinalidades comerciales o no, respetando lascláusulas de la licencia Creative Commons BY-SA3.0[2] o, según sea, de la licencia GNU FDL[3].

Wikisource está constantemente buscando nuevoscolaboradores. No dude en colaborar con nosotros. Apesar de nuestro cuidado puede ser que se escapealgún error en la transcripción del texto a partir delfacsímil. Puede avisar de errores en esta dirección[4].

Los siguientes contribuidores han permitido larealización de este libro:

24Alvaro ArditiMathoniusLadyBotsKazjakoRadiX

1. ↑ https://es.wikisource.org2. ↑

https://creativecommons.org/licenses/by sa/3.0/deed.es

3. ↑ https://www.gnu.org/copyleft/fdl.html4. ↑

Page 28: LAobsra oh aj oms V daled eJl oumdaars

https://es.wikisource.org/wiki/Ayuda:Informar_de_un_ error

25