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Andamios. Revista de Investigación Social Universidad Autónoma de la Ciudad de México [email protected] ISSN (Versión impresa): 1870-0063 MÉXICO 2006 María Antonia Muñoz LACLAU Y RANCIÈRE: ALGUNAS COORDENADAS PARA LA LECTURA DE LO POLÍTICO Andamios. Revista de Investigación Social, junio, año/vol. 2, número 004 Universidad Autónoma de la Ciudad de México Distrito Federal, México pp. 119-144 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México

Laclau y Ranciere, Algunas Coordenadas Para La Lectura de Lo Político

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  • Andamios. Revista de Investigacin SocialUniversidad Autnoma de la Ciudad de [email protected] ISSN (Versin impresa): 1870-0063MXICO

    2006 Mara Antonia Muoz

    LACLAU Y RANCIRE: ALGUNAS COORDENADAS PARA LA LECTURA DE LO POLTICO

    Andamios. Revista de Investigacin Social, junio, ao/vol. 2, nmero 004 Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico

    Distrito Federal, Mxico pp. 119-144

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    mailto:[email protected]://redalyc.uaemex.mx/

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    LACLAU Y RANCIRE: ALGUNAS COORDENADASPARA LA LECTURA DE LO POLTICO

    Mara Antonia Muoz*

    RESUMEN. El concepto de lo poltico como momento de cues-tionamiento del orden, reactivacin y reinscripcin de losocial representa ciertas ventajas para el anlisis de losprocesos polticos contemporneos. Los desarrollos teri-cos de Ernesto Laclau y Jacques Rancire prestan especialatencin a dicho concepto, aunque existe una importantediferencia en el punto de partida ontolgico que elige elprimero frente al rechazo explcito de una explicacin delas formas del ser por parte del segundo. La eleccin en-tre diferentes estrategias posee ventajas y desventajas porquemientras el primero gana terreno en el campo de explicartodo tipo de prcticas polticas pero introduce ciertasambigedades, el segundo avanza sobre las precisiones pe-ro pierde de vista un conjunto de actividades que podranser consideradas como polticas.

    PALABRAS CLAVE: Rancire, Laclau, lo poltico, antagonismo,desacuerdo.

    * Programa de posgrado de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UniversidadNacional Autnoma de Mxico. Correos electrnicos: y .

    INTRODUCCIN

    A fines de la dcada de los setenta y durante la dcada de los ochenta, lacrisis del marxismo terico y la deslegitimacin de los socialismosrealmente existentes convocaron a un debate en torno a cules eran las

    Volumen 2, nmero 4, junio, 2006, pp. 119-144

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    posibilidades y las formas que podra asumir la emancipacin polti-ca. La preocupacin ontolgica y el litigio sobre la naturaleza del ordensocial no fueron ociosos en relacin con estos debates en torno a lopoltico. En otras palabras, el problema de la constitucin del ordensocial y la manera de tratarlo tuvo un impacto directo sobre cmo sepensaron las prcticas polticas, sobre todo las democrticas y populares.

    Un punto de partida es una concepcin del orden social como tareaineludible pero imposible e infinita. A diferencia de las totalidadesfundantes del modelo esencialista, la unidad ya no puede ser constitu-tiva, sino ms bien constituida o instituida como resultado de un esfuer-zo por estructurar la diversidad fenomnica del mundo, imprimindo-le una forma o unidad especfica (Arditi, 1991: 112). Esta concepcines heredera de la lgica posfundamento inaugurada por FriedrichNietzsche que representa un intento exitoso de romper con la lgica deque existe un elemento esencial o ltimo que explicara lo social. Estefilsofo propone pensar la materia social como un magma de diferen-cias, un devenir constante que slo puede ser fijado parcialmente por lavoluntad de podero que se impone como pulsin sistmica para proveerde sentidos al mundo. Esta postura acerca de la constitucin de lasidentidades y totalidades se reflej y renov por la tradicin psicoanal-tica y, en particular, por la idea de sujeto como falta y de lo real como lapresencia de un elemento imposible de significar. Otras formas de pen-samiento posfundamento son la extendida nocin de Lefort de que larevolucin democrtica ha sido exitosa en disolver los indicadores decertidumbre que estructuraban los rdenes premodernos (Lefort, 1990)y la idea de la modernidad reflexiva o de mltiples modernidades (Beck,Giddens, Scott, 1997). Tambin el anlisis acerca del capitalismo des-organizado como forma rizomtica y flexible del modo de produccinactual, responde a una concepcin que da cuenta de la generalizadapercepcin del carcter contingente y de la apertura a la que est someti-do el orden social.

    La ventaja de esta lgica es que ha tenido mayor capacidad explicati-va sobre aquellas teoras que atan la aparicin de un sujeto de cambio aalgn punto de la estructura social. El movimiento estudiantil de mayodel 68, las luchas por la democracia y la guerrilla urbana en Amrica

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    Latina, los movimientos sociales feministas y ecologistas, entre otros,ponen en evidencia que las transformaciones pueden aparecer encualquier espacio del orden, inclusive por fuera de las instituciones tra-dicionales del sistema poltico. Adems, la consecuencia que posee unpensamiento de estas caractersticas es la aceptacin del conflicto comoalgo imposible de eliminar e, incluso, como un objeto deseable ya querepresenta la aparicin del sujeto y la libertad. No obstante, la aperturaconstitutiva a la que est sometida lo social es un punto de inicio necesa-rio pero no suficiente para encontrar las coordenadas de lo poltico.

    Ernesto Laclau y Jacques Rancire son herederos de esta lgica, aunqueparten de concepciones diferentes en torno al orden social ya que elprimero se apoya en una reflexin ontolgica que el primero rechaza.Pero ms all de las diferencias, ambos autores comparten posicionescompatibles y similares en el tratamiento que realizan de lo poltico. Acontinuacin se discutir la relacin entre el concepto de antagonismode Laclau y el de desacuerdo de Rancire, como operadores que po-sibilitan el cambio social. No obstante, mientras el primero quiere cap-tar las formas generales de lo poltico, incluyendo las prcticas polticasemancipadoras y las que responden a un ejercicio de dominacin, elsegundo intenta describir una lucha especfica que aqu se denominardemocrtica popular.

    El artculo consta de tres partes. La primera corresponde al desarro-llo de los conceptos tericos de Ernesto Laclau, tratando de reflexionaren torno a sus lmites internos y las consecuencias polticas de su pen-samiento. La principal preocupacin de Laclau es romper con todoprincipio de necesidad en la lectura de lo social pero sin renunciar a en-contrar en el capitalismo una oportunidad para una poltica radicaliza-da. En la segunda seccin se hace referencia a Jacques Rancire, susdefiniciones y algunas comparaciones con la teora de la hegemona. Lareflexin sobre este autor se guiar a travs de la idea de que, a diferenciadel anterior, este autor reduce lo poltico a las luchas de tipo democrti-cas y populares. Finalmente, la tercera parte concierne a las consecuen-cias que poseen los desarrollos tericos de ambos autores para el anlisisde los procesos polticos concretos.

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    LO POLTICO COMO LA CONVIVENCIA DE LOS OPUESTOS: CONSTRUCCIN Y SUBVERSIN

    La obra de Ernesto Laclau pretende ser un arma conceptual que tienedos frentes de batalla. Por un lado, realiza un ataque sistemtico e in-genioso contra toda posicin determinista en torno a la poltica. Porotro lado, emprende una defensa de la democracia radicalizada comomejor forma de organizacin poltica de una sociedad.1 En otras pala-bras, si bien se declara contra cualquier principio de necesidad hist-rica, no renuncia a la posibilidad de alcanzar una poltica radicalizada.En repetidas publicaciones (1984; 1985; 2000) su reflexin en torno alo poltico y al antagonismo se estructura como crtica al esencialismode clase y al economicismo marxista partiendo de un punto de vistaontolgico. Este consiste en afirmar, luego de un desarrollo de inferen-cias causales tericas, que la negatividad es constitutiva de todaobjetividad, con lo cual es imposible fijar el momento del conflicto pol-tico a ningn punto de la estructura social debido al carcter abierto deesta ltima. Dicho de otra manera: es imposible predecir qu sujeto po-ltico ser fuente de transformaciones sociales. Esta contingencia a laque estn sometidas las estructuras sociales se hacen ms visibles en elcapitalismo contemporneo, lo que aumenta la posibilidad de una pol-tica radicalizada (Laclau, 2000). Se pueden deducir algunos corolariosque impactan sobre el anlisis de las prcticas polticas; los sujetos decambio son mltiples e impredecibles, los espacios de aparicin de lopoltico se expanden, los caminos revolucionarios se vuelven contingen-tes y sus posibilidades se amplan, etctera.

    Para Laclau, lo poltico est asociado al momento de subversin delo instituido, de aparicin del antagonismo que muestra el carcter con-tingente del orden social y de la superacin de esta dislocacin a travsde relaciones de poder. Lo poltico es, entonces, una experiencia ubi-cua, lo que representa una posicin terica alternativa frente a aquellasteoras que confinan estas prcticas a un subsistema social. Esta des-cripcin no puede comprenderse sin asociarla a precedentes tericoscomo la idea de exterior constitutivo de Henry Staten (1984), el mto-

    1 En conjunto con Chantal Mouffe, en el libro Hegemona y estrategia socialista (1985),desarrollan la defensa de la democracia radical y plural.

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    do de la deconstruccin propuesto por Jacques Derrida y, como desta-ca en sus ltimos trabajos, el descubrimiento que hizo Sigmund Freuden torno al inconsciente y los desarrollos de Jacques Lacan (Laclau, 2005).Desde diversas lgicas explicativas, estos cuerpos tericos coinciden enque toda identidad, sistema u orden social se enfrenta a una apertu-ra constitutiva o una indeterminacin. Las consecuencias tericas de laaceptacin de una negatividad constitutiva de todo objeto son varias.En primer lugar, elimina cualquier fundamento de lo social que privi-legie algn elemento o lugar dentro del orden para explicar su consti-tucin, aunque s pueden existir centros que deben ser explicados atravs del anlisis de casos concretos. La segunda consecuencia es quedeclara las identidades como diferenciales, es decir, slo se las puede de-finir a partir de las relaciones que mantienen entre s, desterrando deellas cualquier inmanencia o determinacin necesaria. Finalmente, y loms destacable para el presente trabajo, lo poltico2 se convierte en unelemento indispensable para explicar la formacin y cambio del ordensocial y, por lo tanto, se superpone la forma hegemnica a la forma de lopoltico.3

    Para Laclau hay poltica cuando hay, de un lado, dislocacin, y delotro lado, reinscripcin, es decir, espacializacin o hegemonizacin deesa dislocacin (Laclau, 1997: 140). Para poder entender estas asercio-nes ser necesario profundizar, explicar los conceptos que las hacen po-sibles. Retomando una primera definicin a la que haba llegado Fer-dinand de Saussure (1945), Laclau define las identidades como unconjunto de elementos que adquieren su significacin, funcin o lugar a

    2 Laclau no distingue entre lo poltico y la poltica como otros autores, entre ellosClaude Lefort, que distinguen entre el momento de cuestionamiento y puesta en marchadel orden y el subsistema donde los conflictos polticos estn domesticados. Para Laclau,la diferencia se marca entre institucionalizacin y reactivacin, es decir lo social y lopoltico.

    3 Laclau genera una especie de superposicin entre la forma de la poltica y lateora de la hegemona, lo que parece un nuevo argumento de la necesidad que, paral, la nica forma que puede asumir la poltica es la forma hegemnica. Esto se puedeobservar en el supuesto muchas veces repetido en que a una situacin de anomia le si-gue una necesidad de orden a travs de la bsqueda de un punto nodal que articuleuna explicacin a la dislocacin, ms all del contenido ntico que ste asuma.

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    partir de sus posiciones diferenciales, esquivando cualquier posicinsustancialista. Desde este esquema no existen elementos que se puedandefinir a partir de s mismos (por su positividad), sino a partir de lasrelaciones que mantienen con otros elementos. El exterior constitutivoviene a jugar un rol central en la explicacin. Si el sistema (de ahora enms sinnimo de identidad, estructura u orden social) es un conjuntodiferencial, es necesario imponer una frontera que permita mostrar quest dentro y qu no pertenece a ste. Por ello, es necesario un elemen-to excluido para definir las fronteras de la estructura. La naturaleza deesta exclusin reside en que, a la vez que hace posible la estructura-cin, la amenaza, representando una negacin que no puede serestabilizada dentro del sistema de diferencias. Se observa entonces queeste objeto es a la vez necesario puesto que representa la sistematicidaddel sistema pero, tambin, imposible porque contiene dos lgicasinconmensurables. Por un lado, representa la lgica de la diferencia alpermitir la estructuracin y la definicin de los elementos dentro de ellapero, por otro, hace que en relacin consigo las diferencias se articulenen una cadena de equivalencias. Como se dijo, para Laclau esta apertu-ra es constitutiva de toda estructura y, si bien es posible e incluso ne-cesario cerrar o suturar para que sta pueda existir, siempre esta opera-cin est destinada al fracaso: la presencia de la negatividad inherentea un exterior constitutivo significa que lo social nunca logra constituir-se plenamente como orden objetivo (Laclau, 2000: 35).4

    4 Esta lgica es contenida por la relacin hegemnica que es, segn este autor, lacategora fundamental de lo poltico. Este trabajo no desarrollar la idea de los signi-ficantes vacos o puntos nodales ya que sera extenderse demasiado mientras que en elargumento del presente artculo estos conceptos no son imprescindibles. No obstante,es necesario aclarar que para Laclau los puntos nodales son centrales en la constitucinde las identidades ya que permiten la construccin de cadenas de equivalencias entresujetos. En otras palabras, stos posibilitan la relacin hegemnica al generar la operacinpor la cual un significante particular intenta encarnar una universalidad siempre demanera imposible. Propongamos el ejemplo de la justicia social y el peronismo. Estafunciona como punto nodal porque permite articular una diversidad de actores tras lapromesa de plenitud que la justicia peronista plantea; para algunos representa la inclusinsocial, para otros la emancipacin revolucionaria, para otros mejores condiciones pa-ra la produccin nacional y para las mujeres la aceptacin de su identidad dentro de lapoltica. Se observa cmo el punto nodal hace las veces de dedo en el colchn al per-mitir acercar a diferentes posiciones polticas para actuar de manera compartida.

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    Una vez hecha esta explicacin, se comprende porqu para Laclau el ex-terior constitutivo se vuelve un concepto necesario para mostrar el ca-rcter ontolgico de lo poltico. Debido a que el orden est siempreamenazado por esta exclusin radical, es imposible de erradicar elmomento de vaco o dislocacin en el orden y su reconstitucin slopuede ser a travs de una eleccin contingente de las alternativas quereconstruyen la trama social. Esta idea no abandona la idea de totalidad,ya que un nivel de cierre o sutura es necesario para la constitucin delos sentidos y de un orden, de otra forma lo que queda es un devenir ytransformacin constante que no permitira realizar ninguna definicinu observar alguna diferencia. Por ello, la estructura social sigue siendouna categora vlida aunque no puede determinar exhaustivamente lasidentidades que contiene debido a esa fuga de sentidos, lugar vaco odislocacin que condena la sutura al fracaso inevitable. La consecuen-cia de anunciar esta falla o dislocacin es la declaracin de la plenitudinalcanzable, es decir, renunciar a la posibilidad de una sociedad en-teramente transparente y enteramente emancipada.

    Esta reflexin en torno a la forma de ser de las cosas tiende un lazoinseparable entre poltica y constitucin de los rdenes sociales. Debi-do a que la apertura es constitutiva pero a la vez toda estructura nece-sita reprimir u olvidar aquello que la amenaza (Laclau, 2000: 48), lopoltico es como la tarea de Ssifo; impotente, necesaria y eterna. Lo po-ltico no puede entenderse sino a travs de dos momentos simultneos,el orden y el conflicto. La lucha por el poder, la toma de decisiones y lasalternativas propuestas siempre son parciales e histricas.5

    5 Esta fue la intuicin incluso de los primeros pensadores modernos de la poltica.Por ejemplo, la preocupacin por el orden en Hobbes surge de la percepcin de que losconflictos son imposibles de erradicar. La percepcin y reflexin en torno al ordensocial solamente se hizo posible cuando, ante los ojos de aquel espectador, ste no eraalgo dado por la naturaleza sino que era una construccin social. El error de Hobbesfueron dos. En el plano terico, considerar que un orden podra ser construido sin laexistencia de amenazas constitutivas es imposible por las observaciones apuntadasms arriba. En el plano de la prctica poltica, pretender ocultar ante los ojos de loshombres modernos este magma de diferencias que desfondaba cada vez ms la vidasocial y la dejaba sin referencias de certeza. No hay rdenes que no estn atravesadospor la indeterminacin por lo que la estrategia podra ser considerar al Leviatin comouna promesa de orden, al igual que las ideologas de derecha ms contemporneas. No

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    El exterior constitutivo permiti introducir el concepto de disloca-cin. El primero representa una herramienta conceptual para entenderporqu los sistemas sociales se encuentran en el punto de interseccinentre las lgicas imposibilidad / amenaza y posibilidad / sistemati-cidad. El segundo concepto, en cambio, sita las miradas en el momen-to de imposibilidad o fracaso de la estructura. Como tal, la dislocacines un quiebre en la capacidad de dar sentido, de dar explicacioneslgicas dentro de la estructura. Es entonces, la interrupcin del discurso,la imposibilidad de simbolizacin dentro del marco de referencia delmismo. Representa el momento de pura eventualidad, puesto que nopuede ser contenida por ningn discurso que d sentido al tiempo. Es laforma misma de la posibilidad, en tanto los procesos y las opciones pue-den tomar cualquier direccin. Finalmente, es el nombre designado a lalibertad, ya que constituye el momento de la decisin real (Laclau, 1997).En otras palabras, la eleccin que se realice para reconstruir la estructu-ra no est determinada por la propia estructura, lo que deja a ladislocacin en el elemento necesario para la aparicin del sujeto (en-tendido como aquel que toma una decisin no determinada por laestructura).

    Ahora bien, se dijo hasta ahora que lo poltico es el momento dedislocacin y reinscripcin, es decir, que al momento de apertura, le si-gue un intento de dominacin discursiva de la misma. Esto da paso aotro concepto central en esta teora acerca de la poltica: el antagonis-mo. ste es una de las formas de ese seoro sobre la pura locura oausencia de sentidos (Laclau, 1997) pero la construccin del mismo serealiza a partir de una relacin de negatividad, esto es, la presenciade un otro que niega a mi identidad. La nocin de antagonismo nohace referencia a relaciones dentro de una estructura objetiva sino aexperiencias en las que se manifiesta el lmite de la objetividad de lo

    obstante, las experiencias culturales occidentales, ms an las democrticas, educan oensean a los hombres a percibir este juego entre la necesidad de un orden pero la au-sencia de fundamentos. Aqu cabra hacer un sealamiento, si bien es posible afirmarque la falta de fundamento conlleva a una comprensin del carcter construido de todaobjetividad, esto no implica que las propuestas normativas de orden tengan que serdemocrticas o progresistas. Sobre esto se volver en el desarrollo del texto.

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    social, a saber, representa dos objetividades o estructuras significati-vas que se enfrentan y que no comparten ningn sistema comn dereglas entre la identidad de uno y de otro (Laclau, 2000). Este es el mo-mento de des-sedimentacin y reactivacin de lo social.

    Los antagonismos presuponen la total exterioridad entrela fuerza antagnica y la fuerza antagonizada; sino hubierarelacin de total exterioridad entre las dos, habra algo enla objetividad social que explicara el antagonismo comotal, y en este caso, el antagonismo podra ser reducido auna relacin objetiva. (Laclau, 1997: 130)

    Con este argumento, Laclau encuentra una herramienta efectiva paraenfrentarse con la necesidad introducida en el marxismo de que la cla-se obrera sea el sujeto de cambio:

    [...] no es la objetividad social, la relacin de produccin,por ejemplo, la que explica el antagonismo, sino la rela-cin entre una objetividad social y otra objetividad socialexterior a ella. El antagonismo realmente est representan-do los lmites de la objetividad social, y sin embargo, no secierra en, ni expresa una subjetividad social como tal.(Laclau, 1997: 130)

    La fuerza del argumento es que no hay un lenguaje compartido entrelas posiciones enfrentadas, sino que se trata de una exterioridad mu-tua que no permite fijar ningn sentido y, por ello, se provoca la reac-tivacin de lo social o, lo que es lo mismo, se abre una oportunidad parael cambio.

    El antagonismo, desde este punto de vista, representa un intento dedominacin discursiva de la dislocacin, es una va de explicacin de laapertura y de la imposibilidad de lo social.6 Pero si bien existe un intento

    6 Haciendo la traduccin a un lenguaje coloquial: un otro que no deja concretarnuestro proyecto social, que impide nuestra plenitud y emancipacin.

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    de fijacin de los sentidos, lo social no logra estabilizarse porque estaoperacin expresa simultneamente el lmite de la objetividad social almostrar una polaridad que seala una frontera interna en la comuni-dad. Aqu es necesario introducir un parntesis. La referencia a laexternalidad de las posiciones antagnicas permite concluir que no haynada en la estructura, es decir, una lgica superior que asegure qu fuer-zas se confrontarn. Pero stas no comparten ningn elemento, ningunaregla o discurso, cmo es posible que exista el mnimo reconocimientode un otro antagnico? Es decir, la radicalidad de la exclusin o incon-mensurabilidad de los polos no puede ser tal porque entonces no habraforma de reconocer o significar a ese otro. Si un sujeto no puede introdu-cir a otro en un discurso, significarlo, no hay forma ni siquiera de verlo,lo que implica que debe existir un mnimo de reconocimiento social en-tre las partes enfrentadas. La inconmensurabilidad entre los antago-nismos no debe entenderse ms que como una crtica a aquellas visio-nes que quieren dar una explicacin lgica que deriva los conflictospolticos de las posiciones en el orden social que ocupan los sujetos.Una va para sortear esto es plantear que hay algo comn entre ellos, asaber, el objeto de disputa o el pblico o comunidad por la cual seenfrentan. Para Carl Schmitt (1998) el criterio de demarcacin de lopoltico es la relacin de tipo amigo-enemigo, esto es cuando un co-lectivo distingue pblicamente entre amigos y enemigos y est dispues-to a enfrentar a su enemigo en una lucha. El antagonismo, por tanto,slo puede resultar significativo en el escenario pblico comparti-do, donde se disputan los sentidos y los objetos polticos que definen elpoder (el consenso, el apoyo del pblico, el Estado, un territorio,etctera). Para Laclau, este argumento no es lejano, si el antagonismo esun intento de dominacin discursiva de la dislocacin, est claro que lafuente de sentidos que utilizar un colectivo para constituirse enantagnico ser el espacio simblico fracturado que lo rodea.

    La idea de construir, de vivir esa experiencia de la dislo-cacin como antagnica, sobre la base de la construccin deun enemigo, ya presupone un momento de construccindiscursiva de la dislocacin, que permite dominarla, de

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    alguna manera, en un sistema conceptual que est en labase de cierta experiencia. (Laclau, 1997: 126)

    Esto conduce a una conclusin, el concepto de dislocacin es fun-damental para comprender la constitucin de los antagonismos, pero ala hora de estudiarlos es fundamental dar cuenta de los significantesque existan en el espacio social-cultural que permitieron la constitu-cin de stos. Una estructura es dislocada por definicin pero esto noalcanza para entender cmo aparecen los antagonismos y porqu se en-frentan. No es lo mismo decir que una estructura es dislocada que unacomunidad est atravesada por antagonismos. Entonces, si bien el con-cepto de exterior constitutivo y dislocacin es necesario como expli-cacin lgica de la aparicin de los conflictos, no es suficiente para en-tender porqu aparecen los antagonismos. La dislocacin mantiene unaprioridad lgica ya que es un concepto que refiere a la estructura mis-ma de la objetividad social, mientras que el antagonismo, como intentode dominacin discursiva de la dislocacin, es secundario ya que el an-tagonismo tiene una funcin revelatoria, ya que a travs de l se mues-tra el carcter en ltima instancia contingente de toda objetividad(Laclau, 2000: 35). Pero, de nuevo, no todas las dislocaciones se procesancomo antagonismos, ni todas las identidades asumen una estructuraantagnica. Lo que Laclau llama el lmite de la objetividad social puedeser simbolizado de diversas formas.7

    Incluso la visibilidad de la dislocacin puede ser procesada por eldiscurso hegemnico de tal forma de que no se cristalice en ningnenfrentamiento poltico, es decir, se procese institucionalmente. Laexistencia de una amenaza externa puede ser procesada sin la necesi-

    7 Un mito centrado en ubicar un culpable de la ausencia de plenitud (lo queconstituye la unidad de la repblica es la destruccin total de aquello que se opone aella) no necesariamente lleva a dos fuerzas a enfrentarse violentamente (por ejemploel enfrentamiento peronismo-antiperonismo, o lo que se ha dado a llamar empate defuerzas hegemnicas). Tampoco es igual que la aparicin de una demanda concreta ypuntual sea resuelta por el poder gubernamental a que se construya una articulacinextensa de demandas que simbolizan al otro como el poder dominante e injusto. Todasstas son manifestaciones de la apertura de lo social pero implican diferentes fenmenospolticos que en cada caso es necesario relevar.

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    dad de que aparezca un antagonismo entendido como conflicto pblicoentre colectivos que se niegan mutuamente y no como sinnimo deexterior constitutivo. La identidad de un grupo social, por ejemplo, unacomunidad originaria en Amrica Latina, puede estar sometida a pro-fundas dislocaciones provocadas por la introduccin de procesosmodernizadores y, sin embargo, no procesarlas a travs de la detec-cin de una fuerza antagnica. En vez de resignificar al gobierno, alcapitalismo o a los empresarios como los causantes de su propia im-posibilidad o lmite, es decir, de manera pblica y con disposicin alenfrentamiento, puede procesarlo no colectivamente, en el mbitoprivado, pensarlo como un evento sin conexiones con el mundo so-cial, o, simplemente, adaptarse al cambio. Un ejemplo que utiliza Laclau(2005: 94) sobre lo que es un exterior constitutivo podr aclarar mejorla diferencia. La demonizacin que adquiere algn sector de la pobla-cin, como los inmigrantes ilegales, permite cohesionar a la sociedad ala vez que se representa como una amenaza. Pero sera bastante diferen-te si estos inmigrantes se organizaran con un discurso antagnico res-pondiendo al primer discurso. Aqu la diferencia es que mientras unopermite el cierre del orden social, en el otro caso se introduce un elemen-to que genera una ruptura en el espacio comunitario. En otras palabras,si bien la dislocacin indica la imposibilidad de plenitud de la tota-lidad, su manifestacin puede ser mltiple, y no necesariamente a tra-vs de un sujeto antagnico.8 La dominacin discursiva puede ser pro-cesada por una fuerza hegemnica que no necesariamente antagonicecon otra, por ejemplo, a travs de un discurso religioso (sucedi porla ira de dios), o secular que simplemente suministra nuevos sentidosa la experiencia dislocada (lo que sucedi fue porque se generaron cam-bios en la estructura productiva a la cual debemos adaptarnos). Enresumen, si bien el antagonismo es la positivizacin de nuestra rela-cin negativa respecto de nosotros mismos, la encarnacin positiva de

    8 An ms, existen rdenes que tienen la capacidad de reducir al mnimo el momentode reactivacin de los sentidos. Surge al momento una pregunta: por qu ciertasarticulaciones hegemnicas poseen la capacidad de que, a pesar de la imparableiterabilidad o desedimentacin a la que estn sometidos los procesos significativos,pueden recomponerse constantemente sin que esto signifique una amenaza?

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    nuestro propio autobloqueo (Zizek, 2000: 261), no existe necesidadde que esa positivizacin se procese por la va del antagonismo.9 Denuevo, la obvia conclusin es que a una dislocacin no le correspon-de necesariamente la aparicin de un antagonismo.

    Se observan, entonces, tres formas de abordar el concepto de lo po-ltico. La primera resulta de una explicacin ontolgica a travs de laexistencia de un exterior constitutivo que permite comprender porqutoda estructura est dislocada, lo que slo alcanza a explicar porqu losantagonismos son posibles aunque no necesarios. La segunda es pensarlo poltico y la dislocacin, como un momento efectivo de interrupcinde los discursos y la formulacin de otros que le permiten explicar esainterrupcin, ese es el momento del cambio, de la visibilidad de la quetodo orden es construido, el momento en que la estructura manifiestasu imposibilidad. Pero aqu la negatividad evidente de la objetividadpuede ser reabsorbida por la hegemona a travs de un discursoinstitucional. Aqu es donde intervienen las conductas cnicas odesesperanzadas, pues si bien la dislocacin dio oportunidad paracomprender que todo orden social es construido, la eleccin de los suje-tos no pas por la accin colectiva o la intervencin con discursosdemocrticos. Por ltimo, lo poltico puede ser comprendido como ladominacin discursiva de la dislocacin a travs de un enfrentamientoentre dos rdenes simblicos que atan su identidad al momento de lanegatividad, es decir, lo poltico como la conformacin de los sujetosantagnicos.

    Por ello, para lograr mayores precisiones explicativas de los fenme-nos sociales y polticos es necesario que el investigador haga explcito elsentido que adquiere para el anlisis el concepto de dislocacin y lopoltico. Es muy diferente decir que toda totalidad se instituye pa-radjicamente sobre un afuera o exclusin que amenaza su plena cons-titucin, o hacer referencia al momento de reactivacin y una domina-cin a travs de un discurso institucionalista o, por ltimo, definir lo

    9 Otra va es el discurso institucionalista, es decir, aquel que atiende las demandascada uno por separado sin explotar su dimensin metafrica. Si esto no fuera as todoel discurso acerca de la ontologa de lo social sera en vano. Toda identidad est sometidaa una negatividad ltima que puede ser resuelta de diversas maneras.

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    poltico como el momento donde esta imposibilidad del cierre se efec-ta por la presencia de sujetos antagnicos. Una consecuencia de estaconfusin o superposicin conceptual es, por ejemplo, la defensa delas condiciones de posibilidad de la democracia radical en el contextodel capitalismo desorganizado.

    Para nosotros, por el contrario, la posibilidad de una trans-formacin socialista y democrtica de la sociedad dependede la proliferacin de nuevos sujetos de cambio, lo cualslo es posible si hay algo realmente en el capitalismocontemporneo que tiende a multiplicar las dislocacionesy a crear, en consecuencia, una pluralidad de nuevos an-tagonismos. (Laclau, 2000: 57)

    Si no hay necesidad de una secuencia entre la multiplicacin de lasdislocaciones y la pluralidad de los antagonismos no es suficiente nom-brar los cambios del capitalismo contemporneo como causa de la mayorconciencia de la historicidad del ser, ni a sta como responsable deuna maximizacin en las posibilidades de la democracia radical. Msbien, no son las dislocaciones en s mismas, sino los significantes quequedan circulando en el espacio simblico quebrado o discontinuolos que permiten la aparicin de los antagonismos.10 En otras palabras,no es el capitalismo desorganizado el que debe ser la fuente de optimis-mo poltico, porque en realidad as como han proliferado los an-tagonismos tambin lo que se ha visto es el aumento de las conductascnicas y desesperanzadas respecto del cambio. La dislocacin no es su-ficiente para entender las posibilidades de una poltica radicalizada sinola extensin de los significantes nacidos de las experiencias democrti-cas o simplemente de las ideas de igualdad/libertad dispersas en la tra-ma social y la creencia en la posibilidad de xito ganada en las experien-cias de lucha de los colectivos. Para continuar con esta reflexin ser

    10 Para Laclau este carcter finalmente incompleto de lo social es la fuente principalde nuestra esperanza poltica en el mundo contemporneo: slo l es el que asegura lascondiciones de una democracia radical (Laclau, 2000: 97).

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    interesante desarrollar otro cuerpo terico que no parte de un punto devista ontolgico para definir a la poltica.

    LA POLTICA COMO REVANCHA DE LOS SILENCIADOS

    Para Rancire (2003), la poltica no est basada en una teora del lengua-je, ni en un fundamento lingstico comunitario o en una disposicinantropolgica hacia lo comn. Por una va que no describe una ontolo-ga acerca del orden,11 Rancire tambin arriba a una concepcin queexcluye la necesidad de una ley en la historia o algn lugar en la estructurapara pensar a los sujetos.

    Como Laclau, el filsofo francs parte su reflexin tratando de sacarcualquier astilla esencialista de la poltica. Por un lado, se posiciona con-tra la concepcin de que la poltica se define por la existencia de un biencomn encarnado en el Estado o por la permanencia negociada del con-junto de los intereses individuales. Por otro lado, embiste contra lafilosofa poltica que, desde su perspectiva, se funda en la incongruen-cia de sus trminos (Rancire, 1995). Mientras que la primera trata debuscar un camino para encontrar, dentro de la comunidad, la justiciageomtrica que permita consolidar un orden perfecto donde no existenvacos, la poltica es posible justamente por su opuesto, por la cuentaerrnea, por la incongruencia entre lgicas irreconciliables. Si la filoso-fa se orienta en la pretensin de encontrar los caminos apropiados parala comunidad, la poltica se resume en la accin impropia, inexacta. Lapoltica no est hecha de socios que representan grupos efectivos sinoque se refiere a la cuenta en s de un sujeto excedente respecto a todadistribucin social. Y pasa as por un proceso de subjetivacin de aquelque toma la palabra y adopta un nombre para designarse (Rancire,1999: 251).

    11 [...] trato de mantener la conceptualizacin de la excepcin, dao o excesoseparado de cualquier tipo de ontologa. Hay una tendencia comn de que no se puedepensar poltica, a menos que uno conecte sus principios con un principio ontolgico;la diferencia heideggeriana, la infinitud espinoziana del ser en la concepcin de Negri, lapolaridad del ser y el evento en el pensamiento de Badiu, la rearticulacin de la relacinentre potencia y acto en la teora de Agamben (Rancire, 2003: 8).

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    Debido a que el ncleo del argumento est dirigido a detectar qu eslo especfico que define a la poltica, la caracterizacin en torno al ordeny a cmo ste se produce y reproduce, se comprime al concepto depolicy. Este es el conjunto de procesos mediante los cuales se efec-tan la agregacin y el consentimiento de las colectividades, lasorganizaciones de los poderes, la distribucin de los lugares y funcio-nes y los sistemas de legitimacin de esa distribucin (Rancire, 1996:43). Rancire detalla cmo opera este conjunto de procesos,12 aunquese resume en la operacin de gobernar y crear el asentamiento de lacomunidad (Rancire, 2000: 145). Describe el orden policial como r-gimen de visibilidad que configura el lugar y la distancia entre lasdiferentes partes pero, para que exista un visible, tiene que existir pordefinicin un invisible, por lo que tambin representa un dispositivoque se estructura sobre una exclusin. La diferencia con Laclau es quehasta que esos excluidos no hacen pblico un argumento que operacomo verificador del principio de igualdad, no representan una amena-za hacia el orden policial. Justamente, la policy se funda sobre unaignorancia u olvido acerca de esa exclusin, de esos invisibles. La par-te de los que no tienen parte es un supuesto que no tiene lugar en laconfiguracin sensible del orden policial (Rancire, 1996: 45). Estadistribucin de las partes, o en otras palabras, la dimensin ntica queasume el orden es contingente, aunque slo se muestra como tal cuan-do hace aparicin la parte de los sin parte (Rancire, 1996: 45). La ideade que el orden se constituya sin una categora como un exteriorconstitutivo (an con todos sus lmites) puede derivar en que puedaexistir un orden social sin que haga aparicin en ningn momento lapoltica.

    12 La teora de la Hegemona posee un desarrollo mayor en torno a este punto. Elsignificante vaco, la apertura constitutiva de lo social, la cadena de equivalencias y lade diferencia son conceptos que permiten explicar mejor, o con ms detalle, el proce-so de institucin de un orden. Es importante agregar que al darle un carcter ontolgicoa lo poltico por el fracaso inevitable del intento de cierre de cualquier estructura, stees precisamente la fuente que permite la constitucin de la estructura. El orden policialen Rancire podra asimilarse a los momentos de mayor estabilidad de una hegemona.La diferencia est en que para Laclau la amenaza de la disrupcin est flotando comoun fantasma que condiciona la accin del sujeto hegemnico.

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    Justamente, aquella visibilidad o aparicin pblica de la parte de lossin parte, marca el inicio de la poltica en el corazn del orden policial,al introducir un dispositivo que subvierte la divisin de los lugares y lasfunciones. Este disturbio en el rgimen de lo visible se provoca a travsde la irrupcin de una lgica heterognea a la de la policy; la puesta enmarcha de verificadores especficos de la igualdad de cualquiera concualquiera. Igual que muchos posmarxistas y postestructuralistas,Rancire hace fugar la poltica ms all del subsistema de intercam-bios institucionalizados del conflicto poltico que para l slo es unaparte ms del orden policial. Al convertirla en un objeto ubicuo, puestoque se trata de un dispositivo que puede aparecer en cualquier rincnde lo social, desanuda al sujeto poltico de una funcin social pre-determinada o de un lugar especfico dentro de la estructura social. Sibien, la mayora de los ejemplos que utiliza para caracterizar al sujetopoltico nacen de su lectura en torno a la experiencia del movimien-to obrero durante el siglo XX, el filsofo lo destaca por la posicinestructural como agente desclasificado y desclasificador. El movi-miento obrero es el nombre que seala una relacin de alteridadparticular, en otras palabras, es un sujeto poltico que no es ms queuna categora temporal que genera una universalizacin del dao, unencadenamiento entre aquellos que se reconocen como oprimidos(Rancire, 2001b). Es el operador de la lgica de la poltica, la mani-festacin o revelacin de la parte de los sin parte que genera el encuen-tro de dos lgicas heterogneas. Por un lado, la lgica policial quedaa la igualdad cuando busca el asentimiento de la comunidad y poneen marcha mecanismos de distribucin y particin de lo sensible o visi-ble y, por otro, las prcticas que se guan por la suposicin de que somostodos iguales y, por ello, reactiva o pone en marcha un dispositivoparticular verificador de esa igualdad. Esta posicin permite superar lacrtica anteriormente hecha a la idea de total exterioridad entre anta-gonismos. En el desacuerdo, el principio de la igualdad funciona comoun elemento ausente pero comn (porque a la vez que est daado setrata de verificar su existencia) que opera para que los sujetos entien-dan y simultneamente no entienden lo que dice el otro. En el caso delantagonismo, la total exterioridad entre ambas fuerzas no puede ser talporque si no hay nada comn no hay forma de que se reconozcan ni

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    siquiera como antagnicos. Sin una mediacin que permita untratamiento del conflicto entre las partes (aunque sea un objeto litigioso)la guerra o la eliminacin fsica del otro sera inevitable.

    Este encuentro existe gracias a dispositivos especficos de sub-jetivacin.

    Por subjetivacin se entender la produccin mediante unaserie de actos de una instancia y una capacidad de enun-ciacin que no eran identificables en un campo de ex-periencia dado, cuya identificacin, por lo tanto, corre pare-ja con la nueva representacin del campo de la experiencia.(Rancire, 1996: 52)

    Cualquier sujeto poltico, por ejemplo el movimiento obrero, es aquelque mide la distancia entre la parte del trabajo como funcin social y laausencia de parte de quienes lo ejecutan en la definicin de lo comn dela comunidad (Rancire, 1996: 53). La subjetivacin poltica implica,por lo tanto, la aparicin de un sujeto que se mide por un in between,es decir, se encuentra entre la funcin social asignada a la parte y laausencia de la parte, es el camino entre la desclasificacin como algoque eran y lo que todava no son. Entonces, se puede comprender me-jor porqu la poltica es el resultado de la puesta en escena de una si-tuacin paradjica. sta resulta del proceso por el cual, una parte de lacomunidad que no est autorizada a hablar, usurpa la palabra parademostrar que se la han negado, de que no tienen parte, constituyendoun escenario comn a partir de ese litigio.

    Los dos mundos alojados en uno (concepto anlogo al de la pro-duccin de una frontera interna a lo social efectuada por los anta-gonismos) hacen aparicin a travs de un proceso de argumentacinque no se reduce a actos de habla sino que se extiende a todo tipo deactos pblicos. Pero a diferencia de la teora de la hegemona, Rancireno necesita recurrir al exterior constitutivo que disloca las identidadespara explicar este equvoco. El momento de indecibilidad y de po-sibilidad, de libertad y de contingencia, que en Laclau se resume en ladislocacin, se opera en el desacuerdo por el encuentro de dos lgicasincompatibles que crean un mundo comn sobre la base del conflicto.

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    Esta concepcin permite superar una duda que antes quedaba abiertaacerca de la exterioridad de los antagonismos. En esta propuesta, existeun tercer objeto en disputa, la comunidad y el argumento en torno a laigualdad.

    Hay poltica porque quienes no tienen derecho a sercontados como seres parlantes se hacen contar entre stose instituyen una comunidad por el hecho de poner encomn la distorsin, que no es otra cosa que el en-frentamiento mismo, la contradiccin de dos mundosalojados en uno solo; el mundo en que son y aquel en queno son, el mundo donde hay algo entre ellos y quienes nolos conocen como seres parlantes y contabilizables y elmundo donde no hay nada. (Rancire, 1996: 42)

    Tras la aparicin de la poltica, la comunidad existe de un modo particu-lar, como comunidad del conflicto y los sujetos existen en el procesode anunciarse en ese conflicto. Si el antagonismo representa el lmite detoda objetividad social, el encuentro entre dos lgicas heterogneastambin expresa la apertura del orden y la presencia de sujetos irreducti-bles a una lgica de la necesidad. La parte de los sin parte constituyeuna diferencia radical con respecto al resto de las partes de la sociedad.No son partes reales de la comunidad porque su palabra slo cuenta atravs del litigio.

    La poltica se instituye entonces sobre una lgica donde un universalse vuelve posible siempre de manera distorsionada e incompleta ya quees, a travs de los dispositivos particulares del discurso pblico de lossujetos polticos, que la igualdad se pone a prueba. No obstante, la con-cepcin de una comunidad fundada a partir del litigio dirigido poraquellos que revelan un mundo comn de habla, donde la disputa no esacerca del argumento, sino que ste pueda contar como tal, reduce lopoltico a una forma particular de enfrentamiento. Es necesario para elanlisis social distinguir los procesos por los cuales se gobierna y segenera asentimiento en la comunidad de aquellos en que opera unadisrupcin, donde aparecen sujetos polticos que discuten que existeuna forma determinada para la comunidad y que disienten con que hay

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    leyes naturales del orden. Esta diferenciacin no queda muy clara en eldesarrollo de Laclau, donde lo poltico es algunas veces superado porun discurso institucionalista y otras es operado por un antagonismo.Pero en Rancire, el universal que pone a prueba es slo el de la igual-dad. Qu sucede entonces con aquellos actores polticos que puedenirrumpir en un orden policial justamente proponiendo un opuesto a laigualdad, como pueden ser los movimientos neonazis? O simplemen-te aquellos movimientos que sin apelar a la exclusin estn promovien-do un orden policial diferente, o en otras palabras, disputan la hegemo-na existente? Por qu lo nico universal en la poltica es la igualdad(Rancire, 2000: 147) y no otro? (incluso dentro de los parmetros delas democracias occidentales la libertad es otro universal).

    A diferencia del antagonismo de Laclau, donde la fundacin del su-jeto poltico es a partir de una identidad negativa (la existencia del otroes el reflejo del lmite de mi propia identidad y revela toda contigen-cia), la parte de los sin parte y la revelacin de ese excedente conrespecto a toda distribucin social es la fundacin de un sujeto a partirde un dao, que no se reduce a la negatividad, sino que pone en prcti-ca otro mecanismo ms, el argumento de la igualdad. Este argumentotiene un contexto histrico especfico, ya que contiene un valor quenace en la modernidad, reduciendo la poltica a aquellos movimientosdemocrticos populares, donde se identifica una relacin especfica dedominacin que se pretende disolver o emancipar.13

    Hasta aqu se puede deducir que Rancire reduce o deflaciona lopoltico a un tipo especfico de luchas, las cuales se podran denominardemocrticas-populares. stas despliegan una serie de argumentosestructurados alrededor de universal particular (la igualdad) y sostie-

    13 No es casual que el ejemplo que propone para entender la operacin policial esla frase que un patrn le puede decir a su empleado, luego de indicarle una orden mecomprendi?. Aqu, la relacin de dominacin es clara, a pesar de que se funda sobreuna especie de contenido oculto de la igualdad. En el lenguaje de las rdenes existendos posiciones, aquella que da la orden y la que la recibe. Esto marca un rgimen devisibilidad donde cada uno tiene su lugar y, por tanto, lo que reina es la diferencia. Peropara que el que recibe la orden la ejecute bien, ste debe entender lo que dice, compartirun lenguaje comn. Lo que se oculta en el corazn del lenguaje de las rdenes es unprincipio de igualdad.

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    nen una relacin de antemano asimtrica con el contradestinatario yaque se trata de un olvidado o negado frente a una comunidad queolvida o niega cules son las consecuencias de esta reduccin? Si enLaclau se observa una inflacin del concepto de lo poltico, la teora deldesacuerdo produce el efecto contrario. Acaso no existen sujetos queno operan sobre la verificacin del principio de la igualdad y lademostracin de que se ha ejercido un dao y que a la vez provocan unainterrupcin en el rgimen de lo sensible?

    DOS EXPLICACIONES COMPLEMENTARIAS?

    Como se puede deducir del desarrollo anterior, el antagonismo y eldesacuerdo son concepciones compatibles en algunos niveles; la polti-ca se funda sobre un litigio y no sobre un arch de la comunidad, lossujetos polticos no estn asociados a ningn lugar preestablecido en laestructura y ninguno de los dos propone una emancipacin ltima ydefinitiva que derive en la eliminacin del poder o en una sociedadtrasparente y reconciliada. Tampoco se renuncia a las prcticas eman-cipatorias, ms bien las confinan a un terreno de lo infinito.

    Para poder sortear una preocupacin relacionada con eliminarcualquier rastro esencialista en el pensamiento crtico, Laclau proponepartir de una reflexin ontolgica, estrategia que pareciera introduciralgunas superposiciones entre conceptos. La dimensin ontolgica seexplica va la dislocacin, pero esto no determina la aparicin de losantagonismos, por qu entonces los antagonismos adquieren un sta-tus ontolgico? Si lo poltico se define como el momento de disloca-cin, y toda estructura est dislocada, cmo es posible que exista losocial? Esta teora general es muy productiva como herramienta para elanlisis concreto de gran diversidad de procesos polticos, pero tam-bin deja ciertos vacos en torno a la especificidad de las luchas polticas,oquedades que el investigador debe llenar en cada caso de estudio. Lateora sobre el populismo, como modo particular de un antagonismo,intenta cerrar esta brecha. Laclau propone el populismo como unaidentidad ms entre otras lgicas que operan dentro de lo social (Laclau,2000: 98). Es decir, si bien lo poltico constituye el momento de

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    reactivacin de lo social como fenmeno general, es relevante estudiarlas estructuras especficas que asumen las diversas luchas. No obstante,su definicin genera nuevamente imprecisiones.

    Algunas caractersticas del populismo como, por ejemplo, la vague-dad e indeterminacin como inscripciones de la realidad social como talo el papel de la representacin en la constitucin de las identidadessociales, daran cuenta de que el populismo es la va real para com-prender algo relativo a la constitucin ontolgica de lo poltico comotal (Laclau, 2000: 9). La pregunta que surge frente a esta cita es si hayidentidades ms consustanciales con la forma de ser de lo poltico queotras. Si todo fenmeno poltico y social responde a una ontologa porqu en particular el populismo es la va real para comprender laestructura de lo poltico? La duda que se abre, si es que existen fenme-nos ms polticos que otros, es que existe una especie de telos de laintensidad y eso genera un problema de vaguedad que obliga a generarescalas o indicadores que no seran compatibles con la teora de lahegemona. Ser que detrs de este argumento sobre populismo hayun intento de mostrar la especificidad de sujetos polticos que generanms dislocaciones en lo social que otros? En otras palabras, sujetos quegeneran ms efectos emancipadores que otros?

    Tal vez la preocupacin deba dirigirse ms a la especificidad de lopoltico como el momento de confrontacin entre colectivos que a lareflexin ontolgica. Si bien Rancire se aleja de los problemas deimprecisin al fijar drsticamente lo poltico a la lgica de un principioen particular, esta rigidez lo acerca a otras dificultades en materia deanlisis de los procesos concretos. Lo obvio es que reduce el momentode lo poltico a aquellas prcticas que ponen a prueba un mecanismoparticular de verificacin de la igualdad, excluyendo muchas otrasprcticas que tambin podran considerarse polticas porque deses-tabilizan las partes y los lugares de la comunidad. Muchos litigios que sefundan sobre la existencia misma del sujeto, del objeto y del terrenodonde se desarrolla la polmica, no necesariamente se asientan sobre laverificacin del principio de igualdad y, an as, stos abren una brechadentro del orden, aliando dos mundos en uno. La subjetivacin comoun entremedio entre lo que se quiere ser y un nosotros que todava

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    no se es, no necesariamente est atada a las lgicas de verificacin de laigualdad.

    Un ejemplo podra ayudar. La irrupcin de un movimiento de dere-cha que plantea un aumento niveles de seguridad policial y demandamayor concentracin de las decisiones en sus representantes polticos,puede irrumpir en un orden policial desestabilizando los lugares y lasposiciones, abriendo una brecha en la forma de ser de la comunidad. Alrespecto Rancire podra decir que a l le interesa definir estrictamentelo poltico como ese encuentro entre la lgica policial y la que intentaverificar el principio de la igualdad de cualquiera con cualquiera. Esdecir, lo que le interesa es ligar la poltica a las luchas democrticas yemancipadoras. Pero la reduccin del campo de lo poltico es demasia-do estricto porque podra pensarse que la dislocacin introducida porun movimiento de derecha puede provocar la organizacin de otromovimiento como reaccin que active los principios de igualdad, so-bre todo si cualquier identidad se construye como distancia o diferen-cia de las posiciones polticas en un escenario comn.

    Es necesario preguntarse acerca de esa zona gris entre la poltica y lapolicy, y si efectivamente no hay algo en el funcionamiento de staltima que permite la aparicin de lo poltico. En primer trmino, separte del supuesto que toda policy daa a la igualdad, lo que es con-dicin de las prcticas polticas. Si no hubiera un dao no habra porqu poner a prueba verificadores de la igualdad y la denuncia de unaexclusin. Agregado a ello, la aparicin de la poltica tiene como ante-cedente la suposicin de que somos todos iguales y de que ste sea unvalor compartido. Apelando a un caso extremo, seguramente desde es-ta perspectiva en la Edad Media la poltica tena poco y casi nada depresencia. En relacin con ello, Rancire niega al orden policial como lanoche en donde todo vale (Rancire, 1996: 46). Existen rdenes mejoresy peores y la diferencia se encuentra en que las fracturas de la lgicaigualitaria los llegaron a apartar las ms de las veces de su lgica natural(Rancire, 1996: 46). Haciendo de stos los ms preferibles. Para confir-mar la bondad de uno y de otros, el filsofo apela a un ejemplo: ladiferencia entre los rdenes modernos y el de los escitas que vaciabanlos ojos de sus esclavos para castigarlos. Pero ms all de la opcin tica

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    de rechazar los castigos fsicos, el ejemplo de Rancire deja entrever queexisten tcnicas de gobierno que permiten u obstaculizan las prcticas po-lticas. En otras palabras, la zona gris entre las policy y las prcticasemancipatorias parecera ser ms compleja que el simple encuentro en-tre ambas. Tal vez la explicacin de Lefort acerca del advenimiento dellugar vaco del poder como resultado de la revolucin democrtica estil. Las sociedades que han consolidado un marco simblico basado enun principio democrtico que se inscribe de alguna manera en las tc-nicas de gobierno, pareceran favorecer an ms la aparicin de la polti-ca (aunque de ninguna manera estara de acuerdo con que su existen-cia deriva en una garanta de la puesta en marcha de verificadores de laigualdad).

    Laclau pareciera querer incluir esta imbricacin entre el ejercicio dela construccin del orden y su cambio o disrupcin. Al basar su desarro-llo en una explicacin ontolgica acerca de la imposibilidad del cierrede lo social, asienta la tarea del poder como una constante, es decir, ansin la aparicin de antagonismos que generen amplias articulaciones dedemandas, el sujeto hegemnico debe abocarse a una incansable ta-rea de creacin, articulacin y estabilizacin que siempre est amenaza-da por el fantasma de lo poltico. Desde este punto de vista, la polti-ca existe porque la produccin del orden es una tarea perpetua y estaapertura generara mayores posibilidades de aparicin de luchasemancipadoras. Para el argentino la poltica es una categora ontolgica;hay poltica porque hay subversin y dislocacin de lo social (Laclau,2000: 77). Es decir, hay poltica porque todo orden es incompleto, sefundamenta sobre una falta y, por tanto, es necesaria la introduccinde una decisin (poltica) que permita dar un cierre que, aunque siemprees imposible, es necesario. Ahora bien, ac se introducen nuevamen-te las dudas ya planteadas. Desde la interpretacin que se realiz aqu,Rancire seguramente le respondera que si bien existe una exclusin y,por lo tanto, una falta dentro del orden, esto no necesariamente se resuel-ve con un proceso de subjetivacin donde un colectivo confronta eirrumpe el orden. El antagonismo es una forma de dar sentido o dedominar la dislocacin a travs de la espacializacin. Pero no ne-cesariamente toda dislocacin deriva en un antagonismo. Entonces, si

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    bien un orden est condenado siempre a fracasar, ese suplemento o vacono determina la creacin de sujetos polticos que se enfrentan.

    En conclusin, ambas posiciones poseen ventajas y desventajas parael anlisis social y poltico. Lo relevante de estos autores es que, sin que-dar encarcelado en concepciones esencialistas o evolucionistas de lahistoria, permiten seguir pensando en las posibilidades de la eman-cipacin o, ms bien, de las emancipaciones en sociedades como lasnuestras, tan daadas en la dimensin de la igualdad.

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