30
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano (nota)(472) Una estructura es constituyente de la praxis llamada psicoanálisis. Esta estructura no podría ser indiferente a un auditorio como éste al que se supone filosóficamente enterado. Que ser filósofo quiere decir interesarse en aquello en lo que se interesa todo el mundo sin saberlo, es una afirmación interesante por ofrecer la particularidad de que su pertinencia no implica que sea decidible. Puesto que sólo puede resolverse a condición de que todo el mundo se convierta en filósofo. Digo: su pertinencia filosófica, puesto que tal es a fin de cuentas el esquema que Hegel nos ha dado de la Historia en la Fenomenología del espíritu. Resumirlo así tiene el interés de presentarnos una mediación fácil para situar al sujeto: en una relación con el saber. Fácil tambien de demostrar la ambigüedad de semejante relación. la misma ambiguedad que manifiestan los efectos de la ciencia en el universo contemporáneo. El sabio que hace la ciencia es sin duda un sujeto él también, e incluso particularmente calificado en su constitución, como lo demuestra el que la ciencia no haya venido al mundo sola (que el parto no haya carecido de vicisitudes, y que haya sido precedido de algunos fracasos: aborto o prematuración). Ahora bien, ese sujeto que debe saber lo que hace, o por lo menos es lo que se supone, no sabe lo que de hecho en los efectos de la ciencia interesa ya a todo el mundo. Por lo menos tal parece en el universo contemporáneo: donde todo el mundo se encuentra pues a su nivel sobre este punto de ignorancia. Ya sólo esto merece que se hable de un sujeto de la ciencia. Tema al que pretende igualarse una epistemología de la que puede decirse que muestra en ello más pretensión que éxito. De donde, sépase aquí, la referencia totalmente didáctica que hemos tomado de Hegel para dar a entender para las finalidades de formación que son las nuestras, lo que hay en cuanto a la cuestión del sujeto tal como el psicoanálisis la subvierte propiamente. Lo que nos califica para proceder en este camino es evidentemente nuestra experiencia de esa praxis, lo que nos ha decidido a esto, aquellos que nos siguen darán fe de ello, es una carencia de la teoría sumada a un número de abusos en su transmisión, que, por no carecer de peligro para la praxis misma, resultan tanto la una como los otros en una

LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Subversión del sujeto y dialéctica del deseoen el inconsciente freudiano(nota)(472)Una estructura es constituyente de la praxis llamada psicoanálisis. Esta estructura nopodría ser indiferente a un auditorio como éste al que se supone filosóficamente enterado.Que ser filósofo quiere decir interesarse en aquello en lo que se interesa todo el mundo sinsaberlo, es una afirmación interesante por ofrecer la particularidad de que su pertinenciano implica que sea decidible. Puesto que sólo puede resolverse a condición de que todo elmundo se convierta en filósofo.Digo: su pertinencia filosófica, puesto que tal es a fin de cuentas el esquema que Hegelnos ha dado de la Historia en la Fenomenología del espíritu.Resumirlo así tiene el interés de presentarnos una mediación fácil para situar al sujeto: enuna relación con el saber.Fácil tambien de demostrar la ambigüedad de semejante relación. la misma ambiguedadque manifiestan los efectos de la ciencia en el universo contemporáneo.El sabio que hace la ciencia es sin duda un sujeto él también, e incluso particularmentecalificado en su constitución, como lo demuestra el que la ciencia no haya venido al mundosola (que el parto no haya carecido de vicisitudes, y que haya sido precedido de algunosfracasos: aborto o prematuración).Ahora bien, ese sujeto que debe saber lo que hace, o por lo menos es lo que se supone,no sabe lo que de hecho en los efectos de la ciencia interesa ya a todo el mundo. Por lomenos tal parece en el universo contemporáneo: donde todo el mundo se encuentra puesa su nivel sobre este punto de ignorancia.Ya sólo esto merece que se hable de un sujeto de la ciencia. Tema al que pretendeigualarse una epistemología de la que puede decirse que muestra en ello más pretensiónque éxito.De donde, sépase aquí, la referencia totalmente didáctica que hemos tomado de Hegelpara dar a entender para las finalidades de formación que son las nuestras, lo que hay encuanto a la cuestión del sujeto tal como el psicoanálisis la subvierte propiamente.Lo que nos califica para proceder en este camino es evidentemente nuestra experiencia deesa praxis, lo que nos ha decidido a esto, aquellos que nos siguen darán fe de ello, es unacarencia de la teoría sumada a un número de abusos en su transmisión, que, por nocarecer de peligro para la praxis misma, resultan tanto la una como los otros en unaausencia total de estatuto científico. Plantear la cuestión de las condiciones mínimasexigibles para semejante estatuto no era tal vez un punto de partida deshonesto. Se hademostrado que lleva lejos.No nos remitimos aquí a la amplitud de un alegato social: para ser precisos, a laconstancia de las conclusiones que hemos debido adoptar contra las desviaciones notoriasen Inglaterra y América de la praxis que se autoriza en el nombre de psicoanálisis.Es propiamente la subversión lo que vamos a intentar definir, excusándonos ante estaasamblea cuya calidad acabamos de invocar de no poder hacer más en su presencia quefuera de ella, a saber tomarla en cuanto tal como pivote de nuestra demostración, tomandoa nuestra cuenta justificarnos aquí de lo exiguo de ese margen respecto de ella.Recurriendo sin embargo a su favor para considerar como concedido que las condicionesde una ciencia no podrían ser el empirismo.Encontrándose en un segundo tiempo lo que de etiqueta científica se ha constituido yabajo el nombre de psicología.Que nosotros recusamos. Precisamente porque, como vamos a demostrar, la función delsujeto tal como la instaura la experiencia freudiana descalifica desde su raíz lo que bajoeste título, cuaIquiera que sea la forma en que se vistan sus premisas, no hace sino perpetuar un cuadro académico.Su criterio es la unidad del sujeto que es, sobre presupuestos de esa clase de psicología, ydebe incluso considerarse como sintomático el hecho de que su tema se aísle cada vezmás enfáticamente, como si se tratase del retorno de cierto sujeto del conocimiento ocomo si lo psíquico tuviese que hacerse valer como revistiendo el organismo.Hay que tomar aquí como patrón la idea en que confluye todo un pensamiento tradicionalde habilitar el término no sin fundamento de estado del conocimiento. Ya se trate de losestados de entusiasmo en Platón, de los grados del samadhi en el budismo, o del Erlebnis,experiencia vivida de lo alucinógeno, conviene saber lo que autentifica de ello una teoríacualquiera.Autentifica de ello en el registro de lo que el conocimiento supone de connaturalidad.Es claro que el saber hegeliano, en la Aufhebung logicizante sobre la que se funda, hacetan poco caso de esos estados en cuanto tales como la ciencia moderna, que puedereconocer en ellos un objeto de experiencia en cuanto ocasión de definir ciertascoordenadas, pero en ningún caso una ascesis que sería, digamos, epistemógena onoófora.En eso por cierto es en lo que su referencia es para nosotros pertinente.

Page 2: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Pues suponemos que se está bastante informado de la praxis freudiana para darse cuentade que semejantes estados no desempeñan en ella ningún papel; pero una cosa cuyaimportancia no es apreciada, es el hecho de que esa pretendida psicología. de lasprofundidades no piensa en obtener de ellas una iluminación por ejemplo, ni siquiera lesafecta una cotización en la parte de recorrido que dibuja.Pues tal es el sentido, sobre el cual no se hace insistencia, de ese apartamiento al queprecede Freud con respecto a los estados hipnoides, cuando se trata de explicar asíincluso únicamente los fenómenos de la histeria. Este es el hecho enorme: que les p refiereel discurso de la histérica. Lo que hemos llamado "momentos fecundos" en nuestraubicación del conocimiento paranoico no es una referencia freudiana.Nos topamos con algunas dificultades para hacer entender en un medio infatuado del másincreíble ilogismo lo que supone el hecho de interrogar al inconsciente como lo hacemos,es decir hasta que dé una respuesta que no sea del orden del arrebato, o delderribamiento, sino que más bien "diga por qué".Si llevamos al sujeto a alguna parte, es a un desciframiento que supone ya en elinconsciente esta clase de lógica: donde se reconoce por ejemplo una voz interrogativa, oincluso la marcha de una argumentación.Toda la tradición psicoanalítica está ahí para sostener que la nuestra no podría intervenirsino entrando por la buena entrada, y que de adelantarse a allá, no obtiene sino suclausura.En otros términos, el psicoanálisis que se apoya en su filiación freudiana no podría enningún caso hacerse pasar por un rito de paso a una experiencia arquetípica o de algunamanera inefable: el día en que alguien dé a entender algo de ese orden que no sea unminus, será que todo límite ha sido abolido. De lo cual estamos todavía lejos(473).Esto no es sino acercarnos a nuestro tema. Pues se trata de estrechar de más cerca loque Freud mismo en su doctrina articula de constituir un paso "copernicano".¿Basta para ello que un privilegio sea relegado, en este caso el que pone a la tierra en ellugar central? la destitución subsecuente del hombre de un lugar análogo por el triunfo dela idea de la evolución, da el sentimiento de que habría en ello una ganancia que seconfirmaría por su constancia.¿Pero es tan seguro que sea ésta una ganancia o un progreso esencial? ¿Algo acasohace aparecer que la otra verdad, si llamamos así a la verdad revelada, haya sufridoseriamente por ello? ¿No creeremos que el heliocentrismo no es, por exaltar el centro,menos ilusorio que ver en él a la tierra, y que el hecho de la eclíptica daba sin duda unmodelo más estimulante de nuestras relaciones con lo verdadero, antes de perder muchode su interés por no ser ya sino tierra que dice sí a todo?En todo caso, no por causa de Darwin los hombres se juzgan menos en lo alto de laescalera entre las criaturas, puesto que es precisamente de eso de lo que los convence.El empleo del nombre de Copérnico para una sugestión de lenguaje tiene recursos másocultos que tocan justamente a lo que acaba de deslizársenos de la pluma como relacióncon lo verdadero : a saber el surgimiento de la elipse como no indigno del lugar del quetoman su nombre las verdades llamadas superiores. La revolución no es menor poralcanzar solamente a las "revoluciones celestes".Desde ese momento detenerse en ella no tiene únicamente el sentido de revocar unatontería de la tradición religiosa que, cómo se ve claramente, sigue tan campante, sino elde anudar más íntimamente el régimen del saber con el de la verdadPues si la obra de Copérnico, como otros lo han hecho observar antes que nosotros, no estan copernicana como suele creerse, es por el hecho de que la doctrina de la doble verdadsigue dando en ella abrigo a un saber que hasta entonces, preciso es decirlo, tenía todaslas apariencias de contentarse con elloHenos aquí pues interesados en esa frontera sensible de la verdad y del saber de la quepuede decirse después de todo que nuestra ciencia, a primera vista, parece ciertamentehaber regresado a la solución de cerrarla.Si no obstante la historia de la Ciencia al entrar en el mundo es todavía para nosotros lobastante abrasadora como para que sepamos que en esa frontera algo se ha movido, estal vez allí donde el psicoanálisis se señala por representar un nuevo sismo al sobreveniren ella.Volvamos a tomar en efecto por este sesgo el favor que esperamos de la fenomenología de Hegel. Es el de señalar una solución ideal, la de un revisionismo permanente, si asípuede decirse, en que la verdad está en reabsorción constante en lo que tiene deperturbador, no siendo en sí misma sino lo que falta para la realización del saber. Laantinomia que la tradición escolástica planteaba como principal, aquí se la supone resueltapor ser imaginaria. La verdad no es otra cosa sino aquello de lo cual el saber no puedeenterarse de que lo sabe sino haciendo actuar su ignorancia. Crisis real en la que loimaginario se resuelve, para emplear nuestras categorías, engendrando una nueva formasimbólica. Esta dialéctica es convergente y va a la coyuntura definida como saberabsoluto. Tal como es deducida, no puede ser sino la conjunción de lo simbólico con un

Page 3: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

real del que ya no hay nada que esperar. ¿Qué es esto sino un sujeto acabado en suidentidad consigo mismo? En lo cual se lee que ese sujeto esté ya perfecto allí y que es lahipótesis fundamental de todo este proceso. Es nombrado en efecto como su sustrato, sellama el Selbstbewusstsein, el ser de sí consciente, omniconsciente.Ojalá fuese así, pero la historía misma de la ciencia, queremos decir de la nuestra y desdeque nació, si colocamos su primer nacimiento en las matemáticas griegas, se presentamás bien en desviaciones que satisfacen muy poco ese inmanentismo, y las teorías, nonos dejemos engañar sobre eso por la reabsorción de la teoría restringida en la teoríageneralizada, de hecho no embonan en absoluto según la dialéctica tesis, antítesis ysíntesis.Por lo demás, algunos crujidos expresándose muy confusamente en las grandesconciencias responsables de algunos cambios cardinales en la física, no dejan derecordarnos que después de todo, para este saber como para los otros, es en otro sitiodonde debe s onar la hora de la verdad.¿Y por qué no habríamos de ver que los asombrosos miramientos de que goza lacharlatanería psicoanalítica en la ciencia puede deberse a lo que indica de una esperanzateórica que no sea únicamente de desaliento?No nos referimos por supuesto a esa extraordinaria transferencia lateral, gracias a la cualregresan a bañarse en el psicoanálisis las categorías de una psicología que revigoriza conello sus bajos empleos de explotación social. Por la razón que hemos expresado,consideramos que la suerte de la psicología está sellada sin remisión.Sea como sea, nuestra doble referencia al sujeto absoluto de Hegel y al sujeto abolido dela ciencia da la iluminación necesaria para formular en su verdadera medida el dramatismode Freud: regreso de la verdad al campo de la ciencia, con el mismo movimiento con quese impone en el campo de su praxis: reprimida, retorna.¿Quién no ve la distancia que separa la desgracia de la conciencia de la cual, por muypoderoso que sea su burilamiento en Hegel, puede decirse que sigue siendo suspensiónde un saber -del malestar de la civilización en Freud, aun cuando sólo sea en el soplo deuna frase como desautorizada donde nos señala lo que, leyéndolo, no puede articularsesino como la relación oblicua (en inglés se diría: skew) que separa al sujeto del sexo?En nuestro sesgo para situar a Freud, nada pues que se ordene por la astrología judiciariaen que está sumida la psicología. Nada que proceda de la calidad, o incluso de lointensivo, ni de ninguna fenomenología con la que pueda tranquilizarse el idealismo. En elcampo freudiano, a pesar de las palabras, la conciencia es un rasgo tan caduco parafundar el inconsciente sobre su negación (ese inconsciente data de santo Tomás) como esinadecuado el afecto para desempeñar el papel del sujetoprotopático, puesto que es un servicio que no tiene allí titular. El inconsciente, a partir deFreud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro escenario escribe él) serepite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitaciónque él informa.En esta fórmula, que sólo es nuestra por conformarse tanto al texto freudiano como a laexperiencia que él abrió, el término decisivo es el significante, reanimado de la retóricaantigua por la lingüística moderna, en una doctrina cuyas etapas no podemos señalar aquí,pero en la que los nombres de Ferdinand de Saussure y de Roman Jakobson indicarán suaurora y su actual culminación, recordando que la ciencia piloto del estructuralismo enOccidente tiene sus raíces en Rusia donde floreció el formalismo. Ginebra 1910,Petrogrado 1920 dicen suficientemente por qué su instrumento faltó a Freud. Pero estafalta de la historia no hace sino más instructivo el hecho de que los mecanismos descritospor Freud como los del proceso primario, en que el inconsciente encuentra su régimen,recubran exactamente las funciones que esa escuela considera para determinar lasvertientes más radicales de los efectos del lenguaje, concretamente la metáfora y lametonimia, dicho de otra manera Ios efectos de sustitución y de combinación delsignificante en las dimensiones respectivamente sincrónica y diacrónica donde aparecenen el discurso.Una vez reconocida en el inconsciente la estructura del lenguaje, ¿qué clase de sujetopodemos concebirle?Puede intentarse aquí por un prurito de método, partir de la definición estrictamentelingüística del Yo [Je] como significante: en la que no es nada sino el shifter o indicativoque en el sujeto del enunciado designa al sujeto en cuanto que habla actualmente.Es decir que designa al sujeto de la enunciación, pero que no lo significa. Como resultaevidente por el hecho de que todo significante del sujeto de la enunciación puede faltar enel enunciado, aparte de que los hay que difieren del Yo [Je], y no únicamente Io quellamamos insuficientemente los casos de la primera persona del singular, aunque seadjuntase su alojamiento en la invocación plural, incluso en el Sí Mismo de laautosugestión.Pensamos por ejemplo haber reconocido al sujeto de la enunciación en el significante quees el ne francés que los gramáticos llaman ne expletivo, término en el que se anuncia ya la

Page 4: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

opinión increíble de algunos entre los mejores que consideran su forma como entregadaal capricho. Ojalá que la carga que le damos los haga retractarse, antes de que severifique [qu'il ne soit avéré] que no comprenden nada ([en francés], si retiramos ese ne, elenunciado pierde su valor de ataque pues Yo [Je] me elide en lo impersonal). Pero temoasí que acaben [qu'ils n'en viennent] por excluirme ([en francés] deslicémonos sobre esa n'y su ausencia, reduciendo el temor alegado por la opinión de mi repugnancia a unaaseveración tímida, reduce el acento de mi enunciación a situarme en el enunciado). Pero si empleando [en francés] el verbo matar, digo "tue", puesto que me apabullan,¿dónde me sitúa sino en el tú con el cual los mido? (nota(474))No lo tomen a mal, evoco al sesgo lo que me resisto a cubrir con el mapa forzado de laclínica.A saber, la manera justa de contestar a la pregunta: ¿Quién habla? cuando se trata delsujeto del inconsciente. Pues esta respuesta no podría venir de él, si él no sabe lo quedice, ni siquiera que habla, como la experiencia del análisis entera nos lo enseña.Por lo cual eI lugar del inter-dicto, que es lo intra-dicho de un entre-dos-sujetos, es elmismo donde se divide la transparencia del sujeto clásico para pasar a los efectos defading que especifican al sujeto freudiano con su ocultación por un significante cada vezmás puro: que estos efectos nos llevan a los confines donde lapsus y chiste en su colusiónse confunden, o incluso adonde la elisión es hasta tal punto la más alusiva para reducir asu reducto a la presencia, que se asombra uno de que la caza del Dasein no la hayaaprovechado más.Para que no sea vana nuestra caza, la de los analistas, necesitamos reducirlo todo a lafunción de corte en el discurso; el más fuerte es el que forma una barra entre elsignificante y el significado. Aquí se sorprende al sujeto que nos interesa, puesto que alanudarse en la significación, lo tenemos ya alojado bajo la égida del preconsciente. Pordonde se llegaría a la paradoja de concebir que el discurso en la sesión analítica no valesino porque da traspiés o incluso se interrumpe: si la sesión misma no se instituyese comouna ruptura en un falso discurso, digamos en lo que el discurso realiza al vaciarse comopalabra, al no ser ya sino la moneda de cuño desgastado de que habla MaIlarmé, que lagente se pasa de mano en mano "en silencio".Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del sujeto comodiscontinuidad en lo real. Si la lingüística nos promueve el significante al ver en él eldeterminante del significado, el análisis revela la verdad de esta relación al hacer de loshuecos del sentido los determinantes de su discurso.Es la vía donde se cumple el imperativo que Freud aplica a lo sublime de la gnómicapresocrática: Wo Es war, soll Ich werden, que hemos comentado más de una vez y quedentro de un momento daremos a entender de otra manera.Contentándonos con dar un paso en gramática: allí donde eso estuvo... ¿qué quiere decir?Si no fuese sino "ello" que hubiese estado (en aoristo), ¿cómo llegar allí mismo parahacerme ser allí, por el hecho de enunciarlo ahora?Pero el francés dice: Là oú c'était... [allí donde estaba]. Utilicemos el favor que nos ofrecede un imperfecto distinto. Allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por pocoestaba, entre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se estrella, Yo [Je] puedovenir al ser desapareciendo de mi dicho.Enunciación que se denuncia, enunciado que se renuncia, ignorancia que se disipa,ocasión que se pierde, ¿qué queda aquí sino el rastro de lo que es precise que sea paracaer del ser?Un sueño referido por Freud en su artículo: Los dos principios del suceder psíquico(475),nos entrega, unida al patetismo con que se sostiene la figura de un padre difunto por ser lade un fantasma, la frase: El no sabía que estaba muerto.La cual nos ha servido ya de pretexto para ilustrar la relación del sujeto con el significante,por una enunciación cuyo ser tiembla con la vacilación que recibe de su propio enunciado.Si la figura sólo subsiste porque no se le diga la verdad que ignora, ¿qué sucede pues conel Yo [je] del que depende esa subsistencia?EI no sabía. .. Un poco más y sabía, ¡ah!, ¡que esto no suceda nunca! Antes que él losepa, que Yo [Je] muera. Sí, así es como Yo [Je] vengo allí, allí donde eso estaba: ¿quiénsabía pues que Yo [Je] estaba muerto?Ser de no-ente, es así como adviene Yo [Je] como sujeto que se conjuga por la dobleaporía de una subsistencia verdadera que queda abolida por su saber y de un discursodonde es la muerte la que sostiene a la existencia.¿Pondremos a este ser como contrapartida del que Hegel forjó como sujeto, por ser elsujeto que sostiene sobre la historia del discurso del saber absoluto? Recuérdese que élnos da fe de haber experimentado con eso la tentación de la locura. ¿Y no es acasonuestra vía la que la supera, por ir hasta la verdad de la vanidad de este discurso?No adelantemos aquí nuestra doctrina de la locura. Pues esta excursión escatológica sóloestá aquí para señalar la hiancia que separa a esas dos relaciones, la freudiana y lahegeliana, del sujeto con el saber.

Page 5: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Y que no hay raíz suya más segura que los modos con que se distingue allí la dialécticadel deseo.Pues en Hegel, es al deseo, a la Begierde, a quien se remite la carga de ese mínimo denexo que es preciso que el sujeto conserve con el antiguo conocimiento para que laverdad sea inmanente a la realización del saber. La astucia de la razón quiere decir que elsujeto desde el origen y hasta el final sabe lo que quiere.Es aquí donde Freud vuelve a abrir, a la movilidad de donde salen las revoluciones, lajuntura entre verdad y saber.En el siguiente punto: que el deseo se anuda en ella al deseo del Otro, pero que en eselazo se aloja el deseo de saber.El biologismo de Freud no tiene nada que ver con esa abyección sermoneadora que nosllega por bocanadas de la oficina psicoanalítica.Y era necesario hacerles vivir el instinto de muerte que allí abominan, para ponerlos a tono con la biología de Freud. Pues eludir el instinto de muerte de su doctrina es desconocerlaabsolutamente.Desde el enfoque que hemos dispuesto en ella, reconozcan en la metáfora del retorno a loinanimado con que Freud afecta a todo cuerpo vivo ese margen más allá de la vida que ellenguaje asegura al ser por el hecho de que habla, y que es justamente aquel donde eseser compromete en posición de significante no sólo lo que de su cuerpo se presta a ellopor ser intercambiable, sino ese cuerpo mismo. En donde aparece pues que la relación delobjeto con el cuerpo no se define en absoluto como una identificación parcial que tuvieseque totalizarse en ella, pues lo que, por el contrario, ese objeto es el prototipo de lasignificancia del cuerpo como lo que está en juego del ser.Recogemos aquí el guante del desafío que se nos dirige al traducir con el nombre deinstinto lo que Freud llama Trieb: lo cual se traduciría bastante bien por drive en inglés,cosa que se evita, y por ello la palabra dérive ("deriva") sería en francés nuestra solucióndesesperada, en caso de que no lográsemos dar a la bastardía de la palabra pulsión supunto de acuñación.Y de ahí que insistamos en promover que, dado o no en la observación biológica, elinstinto, entre los modos de conocimiento que la naturaleza exige de lo vivo para quesatisfaga sus necesidades, se define como aquel conocimiento en el que admiramos el nopoder ser un saber. Pero de lo que se trata en Freud es de otra cosa, que es ciertamenteun saber, pero un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto que estáinscrito en un discurso del cual, a la manera del esclavo-mensajero del uso antiguo, elsujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que le condena a muerte no sabe ni susentido ni su texto, ni en qué lengua está escrito, ni siquiera que lo han tatuado en sucuero cabelludo rasurado mientras dormía.Este apólogo fuerza apenas la nota de lo poco de fisiología interesada por el inconsciente.Ello se apreciará por la contraprueba de la contribución que el psicoanálisis ha aportado ala fisiología desde que existe: esta contribución es nula, ni siquiera en lo que se refiere alos órganos sexuales. Ninguna fabulación prevalecerá contra este balance.Pues el psicoanálisis implica por supuesto lo real del cuerpo y de lo imaginario de suesquema mental. Pero para reconocer el alcance en la perspectiva que se autoriza en élpor el desarrollo, hay que darse cuenta primero de que las integraciones más o menosparcelarías que parecen constituir su ordenación, funcionan allí ante todo como loselementos de una heráldica, de un blasón del cuerpo. Como se confirma por el uso que sehace de ellas para leer los dibujos infantiles.Aquí se encuentra el principio, volveremos sobre ello, del privilegio paradójico, que siguesiendo el del falo en la dialéctica inconsciente, sin que baste para explicarlo la teoríaproducida del objeto parcial.Tendremos que decir ahora que si se concibe qué clase de apoyo hemos buscado enHegel para criticar una degradación del psicoanálisis tan inepta que no encuentra otromotivo para interesar sino el de ser el de hoy, es inadmisible que se nos impute estarengañados por un agotamiento puramente dialéctico del ser. y que no podríamosconsiderar a cierto filósofo(476) como irresponsable cuando autoriza este malentendido.Pues lejos de ceder a una reducción logicizante, allí donde se trata del deseo,encontramos en su irreductibilidad a la demanda el resorte mismo de lo que impideigualmente reducirlo a la necesidad. Para decirlo elípticamente: que el deseo seaarticulado, es precisamente la razón de que no sea articulable. Entendemos: en eI discursoque le conviene, ético y no psicológico.Tenemos entonces que llevar mucho más allá ante nosotros la topología que hemoselaborado para nuestra enseñanza durante este ultimo lustro, o sea introducir cierto grafoa propósito del cual avisamos que no garantiza sino el empleo entre otros que vamos adarle, habiendo sido construido y perfeccionado a los cuatro vientos para ubicar en sunivelación la estructura más ampliamente práctica de los datos de nuestra experiencia.Nos serviría aquí para presentar dónde se sitúa el deseo en relación con un sujeto definidoa través de su articulación por el significante.

Page 6: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

He aquí lo que podría decirse que es su célula elemental (cf. grafo 1). Se articula allí lo quehemos llamado el punto de basta por el cual el significante detiene el deslizamiento,indefinido si no, de la significación .Se supone que la cadena significante está soportadapor el vector S. S'. Sin entrar siquiera en la fineza de la dirección retrógada en que seproduce su cruzamiento redoblarlo por el vector A. S/ véase únicamente en este último elpez que engancha, menos propio para figurar lo que hurta a la captación en su nado vivoque la intención que se esfuerza en ahogarlo en la onda del pre-texto a saber la realidadque se imagina en el esquema etológico del retorno de la necesidadLa función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medidaen que no cierra su significación sino con su último término, ya que cada término estáanticipado en la construcción de los otros, e inversamente sella su sentido por su efectoretroactivo.Pero la estructura sincrónica está más escondida, y es ella la que nos lleva al origen. Es lametáfora en cuanto que en ella se constituye la atribución primera, la que promulga "elperro hacer miau, el gato hacer gua gua", con lo cual el niño de golpe, desconectando a lacosa de su grito, eleva el signo a la función del significante, y a la realidad a la sofística dela significación, y, por medio del desprecio de la verosimilitud, abre la diversidad de lasobjetivaciones por verificarse de la misma cosa.¿Exige esa posibilidad la topología de un juego de las cuatro esquinas? He aquí el tipo depregunta que no parece gran cosa y que sin embargo puede dar alguna zozobra si de elladebe depender la construcción subsecuente.Les ahorraremos a ustedes sus etapas dándoles de buenas a primeras la función de losdos puntos de cruzamiento en este grafo primario. Uno connotado A, es el lugar del tesorodel significante, lo cual no quiere decir del código, pues no es que se conserve en él lacorrespondencia unívoca de un signo con aIgo, sino que el significante no se constituyesino de una reunión sincrónica y numerable donde ninguno se sostiene sino por el principiode su oposición a coda uno de los otros. El otro, connotado s (A), es lo que puede llamarse la puntuación donde la significación se constituye como producto terminado.Observemos la disimetría del uno que es un lugar (sitio más bien que espacio) conrespecto al otro que es un momento (escansión más bien que duración).Los dos participan de esa oferta al significante que constituye el agujero en lo real, unocomo hueco de recelo, el otro como perforación para la salida.La sumisión del sujeto al significante, que se produce en el circuito que va de s (A) a Apara regresar de A a s (A), es propiamente un círculo en la medida en que el aserto que seinstaura en él, a falta de cerrarse sobre nada sino su propia escansión, dicho de otramanera a falta de un acto en que encontrase su certidumbre, no remite sino a su propiaanticipación en la composición del significante, en sí misma insignificante.La cuadratura de ese círculo, para ser posible, no exige sino la "completud" de la bateríasignificante instalada en A simbolizando desde ese momento el lugar del Otro. En lo cualse ve que ese Otro no es nada sino el puro sujeto de la moderna estrategia de los juegos.como tal perfectamente accesible al cálculo de la conjetura, en la medida en que el sujetoreal, para regular el suyo, no tiene que tener en cuenta para nada ninguna aberraciónllamada subjetiva en el sentido común, es decir psicológica, sino la solo inscripción de unacombinatoria cuyo agotamiento es posible.Esa cuadratura es sin embargo imposible, pero sólo por el hecho de que el sujeto no seconstituye sino sustrayéndose a ella y descompletándola esencialmente por deber a la vezcontenerse en ella y no llenar en ella otra función que la de falta.El Otro como sede previa del puro sujeto del significante ocupa allí la posición maestra,incluso antes de venir allí a la existencia, para decirlo con Hegel y contra él, como Amoabsoluto. Pues lo que se omite en la chatura de la moderna teoría de la información es queno se puede ni siquiera hablar de código si no es ya el código del Otro, pero esciertamente de otra cosa de lo que se trata en el mensaje, puesto que es por él como elsujeto se constituye, por lo cual es del Otro de quien el sujeto recibe incIuso el mensajeque emite. Y están justificadas las notaciones A y s (A).Mensajes de código y códigos de mensaje se distinguirán en formas puras en el sujeto dela psicosis, el que se basta por ese Otro previo.Observemos entre paréntesis que ese Otro distinguido como Iugar de la Palabra no seimpone menos como testigo de la Verdad. Sin la dimensión que constituye, el engaño dela Palabra no se distinguiría del fingimiento que, en la lucha combativa o la ceremoniasexual, es sin embargo bien diferente. Desligándose en la captura imaginaria, elfingimiento se integra en el juego de acercamiento y de ruptura que constituye la danzaoriginaria, en que esas dos situaciones vitales encuentran su escansión, y los participantesque ordenan según ella lo que nos atreveremos a llamar su dancidad. El animal por lodemás se muestra capaz de esto cuando está acosado; llega a despistar iniciando unacarrera que es de engaño. Esto puede ir tan lejos como para sugerir en las presas lanobleza de honrar lo que hay de ceremonia en la caza. Pero un animal no finge fingir. Noproduce huellas cuyo engaño consistiría en hacerse pasar por falsas siendo las

Page 7: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

verdaderas, es decir las que darían la buena pista. Como tampoco borra sus huellas, locual sería ya para él hacerse sujeto del significante.Todo esto no ha sido articulado sino de manera confusa por filósofos sin embargoprofesionales. Pero es claro que la Palabra no comienza sino con el paso de la ficción alorden del significante y que el significante exige otro lugar -el lugar del Otro, el Otrotestigo, el testigo Otro que cualquiera de los participantes- para que la Palabra que soportapueda mentir, es decir plantearse como Verdad.Así, es de un lugar otro que la Realidad a la que concierne de donde la Verdad saca sugarantía: es de la palabra. Como es también de ella de quien recibe esa marca que lainstituye en una estructura de ficción.Lo dicho primero decreta, legisla, "aforiza", es oráculo, confiere al otro real su oscuraautoridad.Tomemos solamente un significante como insignia de esa omnipotencia, lo cual quieredecir de ese poder todo en potencia, de ese nacimiento de la posibilidad, y tendremos eltrazo unario que, por colmar la marca invisible que el sujeto recibe del significante, enajenaa ese sujeto en la identificación primera que forma el ideal del yo.Lo cual queda inscrito por la notación I (A) que debemos sustituir en este estadio a la S/, Stachada del vector retrógrado, haciéndonosla trasladar de su punta a su punto de partida(cf. grafo 2).

Efecto de retroversión por el cual el sujeto en cada etapa se convierte en lo que era comoantes y no se anuncia: habrá sido, sino en el futuro anterior.Aquí se inserta la ambigüedad de un desconocer [méconnaître]. esencial al conocerme[me connaître]. Pues todo lo que el sujeto puede dar por seguro, en esa retrovisión, es,viniendo a su encuentro, la imagen, anticipada, que tomó de sí mismo en su espejo. Novolveremos aquí a la función de nuestro "estadio del espejo", punto estratégico primeroalzado por nosotros como objeción al favor concedido en la teoría al pretendido yoautónomo, cuya restauración académica justificaba el contrasentido propuesto de sureforzamiento en una cura desviada ya hacia un éxito adaptativo: fenómeno de abdicaciónmental, conectado con el envejecimiento del grupo en la diáspora de la guerra, y reducciónde una practica eminente a una etiqueta adecuada para la explotación del American wayof life. (Nota(477))

Sea como sea, lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo es elparadigma de todas las formas del parecido que van a aplicar sobre el mundo de losobjetos un tinte de hostilidad proyectando en él el avatar de la imagen narcisista, que, porel efecto jubilatorio de su encuentro en el espejo, se convierte, en el enfrentamiento con elsemejante, en el desahogo de la más íntima agresividad.Es esta imagen, yo ideal, la que se fija desde el punto en que el sujeto se detiene comoideal del yo. El yo es desde ese momento función de dominio, juego de prestancia,rivalidad constituida. En la captura que experimenta de su naturaleza imaginaria, enmascara su duplicidad, a saber que la conciencia en que se asegura de una existenciainnegable (ingenuidad que se muestra en la meditación de un Fénelon) no le es enabsoluto inmanente, sino trascendente puesto que se apoya en el trazo unario del ideal delyo (cosa que el cogito cartesiano no desconoce(478)). Por lo cual el ego trascendentalmismo se encuentra reIativizado, implicado como lo está en el desconocimiento en que seinauguran las identificaciones del yo.Este proceso imaginario que de la imagen especular [i (a)] va a la constitución del yo por elcamino de la subjetivación por el significante, está significado en nuestro grafo, por elvector i (a). m de sentido único, pero articulado doblemente, una primera vez encortocircuito sobre S/ I (A), una segunda vez en la vía de regreso sobre S.s(A). lo cualdemuestra que el yo sólo se acaba al articularse no como Yo [Je] del discurso, sino comometonimia de su significación (lo que Damourette y Pichón toman por la persona "densa"[étoffée] que oponen a la persona sutil; está última no es otra cosa que la función másarriba designada como shifter) .La promoción de la conciencia como esencial al sujeto en la secuela histórica del cogitocartesiano es para nosotros la acentuación engañosa de la transparencia del Yo [Je] enacto a expensas de la opacidad del significante que lo determine, y el deslizamiento por elcual el Bewusstsein sirve para cubrir la confusión del Selbst, viene precisamente ademostrar, en la Fenomenología del espíritu, por el rigor de Hegel, la razón de su error.El movimiento mismo que saca de su eje al fenómeno del espíritu hacia la relaciónimaginaría con el otro (con el otro [autre] es decir con el semejante que debe connotarsecon una a minúscula), saca a luz su efecto: a saber la agresividad que se convierte en elfiel de la balanza alrededor del cual va a descomponerse el equilibrio del semejante con elsemejante en esa relación del Amo con el Esclavo, preñada de todas las astucias por lasque la razón va a poner en marcha su reino impersonal.Esta servidumbre inaugural de los caminos de la libertad, mito sin duda más que génesis

Page 8: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

efectiva, podemos mostrar aquí lo que esconde precisamente por haberlo revelado comonunca antes.La lucha que la instaura es llamada con razón de puro prestigio, y lo que está en juego,pues va en ello la vida, apropiado para hacer eco a ese peligro de la prematuracióngenérica del nacimiento, ignorado por Hegel y del que hemos hecho el resorte dinámico dela captura especular.Pero la muerte, justamente por ser arrastrada a la función de la puesta en juego -apuestamás honesta que la de Pascal aunque se trate también de un póker, puesto que aquí lapuja es limitada- muestra a la vez lo que queda eludido de una regla previa tanto como delreglamento conclusivo. Pues a fin de cuentas es preciso que el vencido no perezca paraque se convierta en esclavo. Dicho de otra manera, el pacto es siempre previo a laviolencia antes de perpetuarla, y lo que llamamos lo simbólico domina lo imaginario, en locual puede uno preguntarse si el asesinato es efectivamente el Amo absoluto.Pues no basta decidirlo por su efecto: la Muerte. Se trata además de saber quémuerte(479), la que la vida lleva o la que lleva a ésta.Sin querer achacar a la dialéctica hegeliana un veredicto de insolvencia, discutido desdehace mucho tiempo sobre la cuestión del nexo de la sociedad de los amos, sólo queremossubrayar aquí lo que, a partir de nuestra experiencia, salta a la vista como sintomático, esdecir como instalación en la represión. Es propiamente el tema de la Astucia de la razóncuyo error designado más arriba no aminora su aIcance de seducción. El trabajo, nos dice,al que se ha sometido el esclavo renunciando al goce por temor de la muerte, serájustamente la vía por la que realizará la libertad. No hay engaño más manifiestopolíticamente, y por ello mismo psicológicamente. El goce es fácil aI esclavo y dejará alesclavo en servidumbre.La astucia de la razón seduce por lo que en ella resuena de un mito individual bienconocido del obsesivo, cuya estructura, como es sabido, no es rara en la intelligentsia.Pero por poco que éste escape a la mala fe del profesor, difícilmente se engañarácreyendo que es su trabajo el que habrá de volver a abrirle la puerta del goce. Rindiendoun homenaje propiamente inconsciente a la historia escrita por Hegel, encuentra a menudosu coartada en la muerte del Amo, ¿Pero qué hay de esa muerte? Simplemente él laespera.De hecho, es desde el lugar del Otro donde se instala, de donde sigue el juego, haciendoinoperante todo riesgo, especialmente el de cualquier justa, en una "conciencia-de-sí" parala cual sólo esté muerto de mentiritas.Así pues, que los filósofos no crean poder deshacerse fácilmente de la irrupción que fue lapalabra de Freud referente al deseo.Y esto bajo el pretexto de que la demanda, con los efectos de la frustración, ha sumergidotodo lo que les llega de una práctica caída en una banalidad educativa que ni siquiera susblanduras levantan ya.Sl, los traumatismos enigmáticos del descubrimiento freudiano ya no son más que ganasaguantadas. El psicoanálisis se alimenta de la observación del niño y de la niñería de lasobservaciónes. Ahorrémonos sus reseñas, cuantas son, tan edificantes.Y tales que el humorismo ya está siempre mal visto.Sus autores se preocupan ahora demasiado de una posición honorable para seguirconcediendo el menor lugar al lado irremediablemente estrafalario que el inconscientemantiene por sus raíces lingüísticas.Imposible sin embargo, para los que pretenden que es por la acogida dada a la demandapor donde se introduce la discordancia en las necesidades que se suponen en el origendel sujeto, descuidar el hecho de que no hay demanda que no pase de una manera o deotra por los desfiladeros del significante.Y si la ananké somática de la impotencia del hombre para moverse, a fortiori para valerse,algún tiempo después de su nacimiento, le asegura su suelo a una psicología de ladependencia, ¿cómo eludirá el hecho de que esa dependencia se mantiene por un universo de lenguaje, justamente en el hecho de que por él y a través de él, lasnecesidades se han diversificado y desmultiplicado hasta el punto de que su alcanceaparece como de un orden totalmente diferente, según que se le refiera al sujeto o a lapolítica? Para decirlo todo: hasta el punto de que esas necesidades han pasado al registrodel deseo, con todo lo que nos impone confrontar a nuestra nueva experiencia, de susparadojas de siempre para el moralista, de esa marca de infinitud que señalan en él losteólogos, incluso de la precariedad de su estatuto, tal como se enuncia en el último gritode su fórmula, lanzado por Sartre: el deseo, pasión inútil.Lo que el psicoanálisis nos demuestra referente al deseo en su función que podemosllamar más natural puesto que es de ella de la que depende el mantenimiento de laespecie, no es únicamente que está sometido en su instancia, su apropiación, sunormalidad para decirlo todo, a los accidentes de la historia del sujeto (noción deltraumatismo como contingencia), es además que todo esto exige el concurso deelementos estructurales que, para intervenir, prescinden perfectamente de esos

Page 9: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

accidentes, y cuya incidencia inarmónica, inesperada, difícil de reducir, parece sin dudadejar a la experiencia un residuo que pudo arrancar a Freud la confesión de que lasexualidad debía de llevar el rastro de alguna rajadura poco natural.Haríamos mal en creer que el mito freudiano del Edipo dé eI golpe de gracia sobre estepunto a la teología. Pues no se basta por el hecho de agitar el guiñol de la rivalidad sexual.Y convendría más bien leer en él lo que en sus coordenadas Freud impone a nuestrareflexión; pues regresan a la cuestión de donde él mismo partió: ¿qué es un Padre?-Es el Padre muerto, responde Freud, pero nadie lo escucha, y en la medida en que Lacanlo prosigue bajo el capítulo de Nombre-del-Padre, puede lamentarse que una situaciónpoco científica le deje siempre privado de su auditorio normal. (Nota(480))La reflexión analítica ha girado sin embargo vagamente alrededor del desconocimientoproblemático entre algunos primitivos de la función del genitor, incluso se ha polemizado,bajo la bandera de contrabando del "culturalismo", sobre las formas de una autoridad encuanto a la cual ni siquiera puede decirse que ningún sector de la antropología hayaaportado una definición de alguna amplitud.¿Deberá alcanzarnos la práctica, que tal vez algún día tendrá la fuerza de la costumbre, deinseminar artificialmente a las mujeres en sedición fálica con el esperma de un granhombre, para que saquemos de nosotros mismos sobre la función paternal un veredicto?El Edipo sin embargo no podría conservar indefinidamente el estrellato en unas formas desociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia.Partamos de la concepción del Otro como lugar del significante. Todo enunciado deautoridad no tiene allí más garantía que su enunciación misma, pues es inútil que lobusque en otro significante, el cual de ninguna manera podría aparecer fuera de ese lugar.Lo que formulamos al decir que no hay metalenguaje que pueda ser hablado, o másaforísticamente: que no hay un Otro del Otro. Es como impostor como se presenta parasuplirlo el legislador (el que pretende erigir la ley).Pero no la ley misma, como tampoco el que se autoriza en ella.Que el Padre pueda ser considerado como el representante original de esa autoridad de laley, es algo que exige especificar bajo que modo privilegiado de presencia se sostiene másallá del sujeto que se ve arrastrado a ocupar realmente el lugar del Otro, a saber de laMadre. Se hace pues retroceder la cuestión.Parecerá extraño que, abriéndose allí el espacio desmesurado que implica toda demanda:el ser petición del amor, no dejemos más libre juego a dicha cuestión.Sino que la concentremos sobre lo que se cierra más acá, por el efecto mismo de lademanda, para dar propiamente su lugar al deseo.Es en efecto de un modo muy simple, y vamos a decir en que sentido, en cuanto deseo delOtro, como el deseo del hombre encuentra forma, pero en primer lugar no conservandosino una opacidad subjetiva para representar en ella la necesidad.Opacidad de la que vamos a decir gracias a qué sesgo constituye en cierta forma lasustancia del deseo.El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad: margenque es eI que la demanda, cuyo llamado no puede ser incondicional sino dirigido al Otro,abre bajo la forma de la falla posible que puede aportarle la necesidad, por no tenersatisfacción universal (lo que suele llamarse: angustia). Margen que, por más lineal quesea, deja aparecer su vértigo, por poco que no esté recubierto por el pisoteo de elefantedel capricho del Otro. Es ese capricho sin embargo el que introduce el fantasma de laOmnipotencia no del sujeto, sino del Otro donde se instala su demanda (sería hora de queese cliché imbécil fuese, de una vez por todas, y para todos, colocado en su lugar), y conese fantasma la necesidad de su refrenamiento por la ley.Pero nos detenemos aquí también para regresar al estatuto del deseo que se presentacomo autónomo con relación a esa mediación de la ley, por la razón de que es por eldeseo por el que se origina, en el hecho de que por una simetría singular, invierte loincondicional de la demanda de amor, donde el sujeto permanece en la sujeción del Otro,para llevarlo a la potencia de la condición absoluta (donde lo absoluto quiere decir tambiéndesasimiento).Por la ganancia obtenida sobre la angustia para con la necesidad, este desasimiento es unlogro ya desde su modo más humilde, aquél bajo el cual lo entrevió cierto psicoanalista ensu práctica del niño, nombrándolo: el objeto transicional, dicho de otra manera: la hilachade pañal, el trozo de cacharro amado que no se separan ya del labio, ni de la mano.Digámoslo, esto no es más que emblema; el representante de la representación en lacondición absoluta está en su lugar en el inconsciente, donde causa el deseo según laestructura de la fantasía que vamos a extraer de él.Pues aquí se ve que la nesciencia en que queda el hombre respecto de su deseo esmenos nesciencia de lo que pide [demande], que puede después de todo cernirse, que

nesciencia de dónde desea.Y a esto es a Io que responde nuestra fórmula de que el inconsciente es el discurso del

Page 10: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Otro, en la que hay que entender el "de" en el sentido del de latino (determinaciónobjetiva): de Alio in oratione (complétese: tua res agitur).Pero también añadiendo que el deseo del hombre es el deseo del Otro, donde el "de" da ladeterminación llamada por los gramáticos subjetiva, a saber la de que es en cuanto Otrocomo desea (lo cual da el verdadero alcance de la pasión humana).Por eso la cuestión de el Otro que regresa al sujeto desde el lugar de donde espera unoráculo, bajo la etiqueta de un Che vuoi? ¿qué quieres?, es la que conduce mejor alcamino de su propio deseo, si se pone a reanudar, gracias al savoir-faire de un compañerollamado psicoanalista, aunque fuese sin saberlo bien, en el sentido de un: ¿Qué mequiere?Es este piso sobreimpuesto de la estructura el que va a empujar a nuestro grafo (cf. grafo3) hacia su forma completada, por introducirse en ella en primer lugar como el dibujo de unpunto de interrogación plantado en el círculo de la A mayúscula del Otro [Autre],simbolizando con una homografía desalentadora la pregunta que significa.¿De qué fresco es éste el abridor? ¿De qué respuesta el significante, clave universal?Observemos que puede encontrarse un indicio en la clara enajenación que deja al sujetoel favor de tropezar sobre la cuestión de su esencia, en la medida en que puede nodesconocer que lo que desea se presenta a él como lo que no quiere, forma asumida de l anegación donde se inserta singularmente el desconocimiento de sí mismo ignorado, por elcual transfiere la permanencia de su deseo a un yo sin embargo evidentementeintermitente, e inversamente se protege de su deseo atribuyéndole esas intermitenciasmismas.Claro que puede uno sorprenderse de la extensión de lo que es accesible a laconciencia-de-sí, a condición de que se haya sabido por otros caminos. Lo cual es sinduda el caso aquí.Pues para volver a encontrar la pertinencia de todo esto, es preciso que un estudiobastante profundizado, y que no puede situarse sino en la experiencia analitica, nospermita completar la estructura de la fantasía ligando esencialmente en ella, cualesquieraque sean sus elisiones ocasionales, a la condición de un objeto (respecto del cual nohemos hecho más arriba sino rozar por la diacronía su privilegio), el momento de un fadingo eclipse del sujeto, estrechamente ligado a la Spaltung o escisión que sufre por susubordinación al significante.Es lo que simboliza la sigla (S/ (a) que hemos introducido a título de algorirmo que no porcasualidad rompe el elemento fonemático que constituye la unidad significante hasta suátomo literal. Pues está hecho para permitir veinte y cien lecturas diferentes, multiplicidadadmisible hasta el límite en que lo hablado permanece tomado en su álgebra.Este algoritmo y sus análogos utilizados en el grafo no desmienten en efecto en modoalguno lo que hemos dicho de la imposibilidad de un metalenguaje. No son significantestrascendentes; son los índices de una significación absoluta, noción que, sin otrocomentario, aparecerá, así lo esperamos, adecuada a la condición de la fantasía.El grafo inscribe que el deseo se regula sobre la fantasía así establecida, homólogo a loque sucede con el yo con respecto a la imagen del cuerpo, con la salvedad de que señalaademás la inversión de los desconocimientos en que se fundan respectivamente uno yotro. Así se cierra la vía imaginaria, por la que debo advenir en el análisis, allí donde elinconsciente se estaba.Digamos, para proseguir la metáfora de Damourette y Pichon sobre el yo gramatical,aplicándola a un sujeto al que está mejor destinada, que la fantasía es propiamente "paño"de ese Yo [Je] que se encuentra primordialmente reprimido, por no ser indicable sino en elfading de la enunciación.He aquí ahora en efecto nuestra atención solicitada por el estatuto subjetivo de la cadenasignificante en el inconsciente, o mejor en la represión primordial (Urverdrängung).Se concibe mejor en nuestra deducción que haya habido que interrogarse sobre la funciónque sostiene al sujeto del inconsciente, al observar que es difícil designarlo en ningunaparte como sujeto de un enunciado, por consiguiente como articuliándolo, cuando no sabeni siquiera que habla. De donde el concepto de la pulsión donde se le designa por unaubicación orgánica, oral, anal, etc., que satisface esa exigencia de estar tanto más lejosdel hablar cuanto más habla.Pero si nuestra gráfica completa nos permite situar a la pulsión como tesoro de lossignificantes, su notación como (S/ ( D) mantiene su estructura ligándola a la dincronía. EsIo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella.Que la demanda desaparece también, es cosa que se sobreentiende, con la salvedad deque queda el corte, pues éste permanece presente en lo que distingue a la pulsión de lafunción orgánica que habita: a saber su artificio gramatical, tan manifiesto en lasreversiones de su articulación con la fuente tanto como con el objeto (Freud en este puntoes inagotable).La delimitación misma de la "zona erógena" que la pulsión aísla del metabolismo de lafunción (el acto de la devoración interesa a otros órganos aparte de la boca, pregúntenselo

Page 11: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

al perro de Pavlov) es el hecho de un corte favorecido por el rasgo anatómico de unmargen o de un borde: labios, "cercado de los dientes", margen del ano, surco peniano,vagina, hendidura palpebral, incluso cornete de la oreja (evitamos aquí las precisionesembriológicas). La erogeneidad respiratoria está mal estudiada, pero es evidentemente porel espasmo como entra en juego.Observemos que este rasgo del corte prevalece con no menos claridad en el objeto quedescribe la teoría analítica: pezón, escíbalos, falo (como objeto imaginario), flujo urinario.(lista impensable si no se le añade con nosotros el fonema, la mirada, la voz -el nada).

Pues ¿no se ve acaso que el rasgo: parcial, subrayado con justicia en los objetos, no seaplica al hecho de que formen parte de un objeto total que sería el cuerpo, sino al de queno representan sino parcialmente la función que los produce?Un rasgo común a esos objetos en nuestra elaboración: no tienen imagen especular(481),dicho de otra manera, de alteridad. Es lo que les permite ser "el paño", o para ser másprecisos el forro, sin ser por ello su envés, del sujeto mismo que se considera sujeto de laconciencia. Pues el sujeto que cree poder tener acceso a sí mismo designándose en elenunciado no es otra cosa que un objeto tal. Interrogad al angustiado de la página blanca,os dirá quién es la boñiga de su fantasma.Es a ese objeto inasible en el espejo al que la imagen especular da su vestimenta. Presacapturada en las redes de la sombra, que, robada de su volumen que hincha la sombra,vuelve a tender el señuelo fatigado de ésta con un aire de presa.Lo que el grafo nos propone ahora se sitúa en el punto en que toda cadena significante sehonra en cerrar el círculo de su significación. Si hay que esperar semejante efecto de laenunciación inconsciente, aquí será en S (A/), y se leerá: significante de una falta en elOtro, inherente a su función misma de ser el tesoro del significante: Esto en la medida enque al Otro se le pide (che vuoi) que responda del valor de ese tesoro, es decir queresponda sin duda desde su lugar en la cadena inferior, pero en los significantesconstituyentes de la cadena superior, dicho de otra manera en términos de pulsión.La falta de que se trata es ciertamente lo que hemos formulado ya: que no hay un Otro delOtro. Pero este rasgo de la No-Fe de la verdad, ¿es en efecto la última palabra válida paradar a la pregunta?: ¿qué me quiere el Otro? ¿.Su respuesta, cuando nosotros, analistas,somos su portavoz? -Seguro que no, y justamente en la medida en que nuestro oficio notiene nada de doctrinal. No tenemos que responder de ninguna verdad última,especialmente ni pro ni contra ninguna religión.Ya es mucho que tengamos que colocar aquí, en el mito freudiano, al Padre muerto. Peroun mito no se basta por no sostener ningún rito, y el psicoanálisis no es el rito del Edipo,observación que habrá de desarrollarse más tarde.Sin duda el cadáver es por cierto un significante, pero la tumba de Moisés está tan vacíapara Freud como la de Cristo para Hegel. Abraham no ha entregado su misterio a ningunode los dos.En cuanto a nosotros, partiremos de lo que articula la sigla S (A/): ser en primer lugar unsignificante. Nuestra definición del significante (no hay otra) es: un significante es lo querepresenta aI sujeto para otro significante Este significante será pues el significante por elcual todos lo otros significantes representan al sujeto: es decir que a falta de estesignificante todos los otros no representarían nada. Puesto que nada es representado sinopara.Ahora bien puesto que la batería de los significantes, en cuanto que es, está por esomismo completa, este significante no puede ser sino un trazo que se traza de su círculo sinpoder contarse en él. Simbolizable por la inherencia de un ( -1) al conjunto de lossignificantes.Es como tal impronunciable, pero no su operación, pues esta es lo que se produce cadavez que un nombre propio es pronunciado. Su enunciado se iguala a su significación.De donde resulta que al calcular ésta, según el álgebra que utilizamos, a saber:S (significante)------------------ = s (el enunciado), con S= ( - 1),s (significado)tenemos:s= (raíz cuadrada de)? - 1.Es lo que falta al sujeto para pensarse agotado por su cogito, a saber lo que esimpensable. ¿Pero de dónde proviene ese ser que aparece como faltando en el mar de losnombres propios?No podemos preguntárselo a ese sujeto en cuanto Yo [Je]. Para saberlo le falta todo,puesto que si ese sujeto, Yo estuviese muerto, ya lo hemos dicho, no lo sabría. Y que porconsiguiente no me sabe vivo. ¿Cómo pues me lo probaré Yo [Je]?Pues puedo en rigor probar al Otro que existe, no por cierto con las pruebas de laexistencia de Dios cuyos siglos lo matan, sino amándolo, solución aportada por el kerigmacristiano.

Page 12: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

Por lo demás, es una solución demasiado precaria para que pensemos siquiera en fundarsobre ella un camino desviado hacia lo que es nuestro problema, a saber: ¿Qué soy Yo[Je]?Soy en el lugar desde donde se vocifera que "el universo es un defecto en la pureza delNo Ser(482)".Y esto no sin razón, pues de conservarse, ese lugar hace languidecer al Ser mismo. Sellamael Goce, y es aquello cuya falta haría vano el universo.¿Está pues a mi cargo? -Sin duda que sí. Ese goce cuya falta hace inconsistente al Otro,¿es pues el mío? la experiencia prueba que ordinariamente me está prohibido, y esto noúnicamente, como lo creerían los imbéciles, por un mal arreglo de la sociedad, sino, diríayo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro no existe, no me queda más remedioque tomar la culpa sobre Yo [Je], es decir creer en aquello a lo que la experiencia nosarrastra a todos, y a Freud el primero: al pecado original. Pues incluso si no tuviésemos laconfesión de Freud tan expresa como desolada, quedaría el hecho de que el mito, elúltimo que ha nacido en la historia, que debemos a su pluma, no puede servir a nada másque el de la manzana maldita, con la salvedad, que no se inscribe en su activo de mito, de que, más sucinto, es sensiblemente menos cretinizante.Pero lo que no es un mito, y lo que Freud formuló sin embargo tan pronto como el Edipo,es el complejo de castración.Encontramos en este complejo el resorte mayor de la subversión misma que intentamosarticular aquí con su dialéctica. Pues, propiamente desconocido hasta Freud, que lointrodujo en la formación del deseo, el complejo de castración no puede ya ser ignoradopor ningún pensamiento sobre el sujeto.En el psicoanálisis sin duda, lejos de haberse intentado llevar más allá su articulación, esmuy precisamente a no dar explicaciones a lo que se ha dedicado mucho esfuerzo. Poreso ese gran cuerpo, exactamente como Sansón, se ve reducido a mover la rueda demolino para los filisteos de la psicología general.Sin duda alguna hay aquí lo que se llama un hueso. Por ser justamente lo queadelantamos aquí: estructural del sujeto, constituye esencialmente ese margen que todopensamiento ha evitado, saltado, rodeado o taponado a la vez que logra aparentementesostenerse con un círculo: ya sea dialéctico o matemático.Por eso llevamos de buen grado a los que nos siguen a los lugares donde la lógica sedesconcierta por la disyunción que estalla de lo imaginario a lo simbólico, no paracomplacernos en las paradojas que allí se engendran, ni en ninguna pretendida crisis delpensamiento, sino para reducir por el contrario su falso brillo a la hiancia que designan,siempre para nosotros muy simplemente edificante, y sobre todo para tratar de forjar enellos el método de una especie de cálculo cuyo secreto sería revelado por la inadecuacióncomo tal.Así ese fantasma de la causa, que hemos perseguido en la más pura simbolización de loimaginario por la alternancia de lo semejante con lo desemejante. (Nota(483))Observemos bien por consiguiente lo que se opone a que se confiera a nuestrosignificante S (A/) el sentido del Mana o de cualquiera de sus congéneres. Es que nopodemos contentarnos con articularlo por la miseria del hecho social aunque fueseacosado hasta un pretendido hecho totalSin duda Claude Lévi-Strauss, comentando a Mauss ha querido reconocer en él el efectode un símbolo cero. Pero en nuestro caso nos parece que se trata más bien delsignificante de la falta de ese símbolo cero. Y por eso hemos indicado a reserva de incurriren alguna desgracia hasta donde hemos podido llevar la desviación del algoritmomatemático para nuestro uso:el símbolo ? (raíz cuadrada) de -1 que también se escribe i en la teoría de los númeroscomplejos, sólo se justifica evidentemente no aspirado a ningún automatismo en suempleo subsiguiente.A lo que hay que atenerse es a que el goce está prohibido a quién habla como tal, otambién que no puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la ley,puesto que la Iey se funda en esa prohibición misma.En efecto, aun si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría contestar con un: Oigo(484),donde el goce ya no estaría sino sobreentendido.Pero no es la ley misma la que le cierra al sujeto el paso hacia el goce, ella hacesolamente de una barrera casi natural un sujeto tachado. Pues es el placer el que aporta algoce sus límites, el placer como nexo de la vida, incoherente, hasta que otra prohibición,ésta no impugnable, se eleve de esa regulación descubierta por Freud como procesoprimario y ley pertinente del placer.Se ha dicho que Freud en este punto no hizo sino seguir la vía por la que avanzaba ya laciencia de su tiempo, o incluso la tradición de un largo pasado. Para medir la verdaderaaudacia de su paso, baste con considerar su recompensa, que no se hizo esperar: la caídasobre lo heteróclito del complejo de castración.Es la mera indicación de ese goce en su infinitud la que implica la marca de su prohibición,

Page 13: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

y, por constituir esa marca, implica un sacrificio: el que cubre en un único y mismo acto conla elección de su símbolo: el falo.Esta elección es permitida por el hecho de que el falo, o sea la imagen del pene, esnegatividad en su lugar en la imagen especular. Esto es lo que predestina al falo a darcuerpo al goce, en la dialéctica del deseo.Hay que distinguir pues del principio del sacrificio, que es simbólico, la función imaginariaque se consagra a él, pero que lo vela al mismo tiempo que le da su instrumento.La función imaginaria es la que Freud ha formulado que preside a la carga del objeto comonarcisista. Es sobre este punto sobre el que hemos vuelto por nuestra parte, demostrandoque la imagen especular es el canal que toma la transfusión de la libido del cuerpo hacia elobjeto. Pero en la medida en que queda preservada una parte de esta inmersión,concentrando en ella lo más íntimo del autoerotismo, su posición "en punta" en la forma lapredispone a la fantasía de caducidad en el que viene a acabarse la exclusión en que seencuentra de la imagen especular y del prototipo que constituye para el mundo de losobjetos.Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el sitio del goce, no en cuanto él mismo, nisiquiera en cuanto imagen, sino en cuanto parte faltante de la imagen deseada: por eso esigualable al Ö-1 de la significación más arriba producida, del goce al que restituye por elcoeficiente de su enunciado a la función de falta de significante: (-1).Si le es dada anular así la interdicción del goce, no por ello es debido a esas razones deforma, sino que es ciertamente que su rebasamiento significa lo que reduce todo gocecodiciado a la brevedad del autoerotismo: las vías perfectamente trazadas por laconformación anatómica del ser hablante, a saber la mano del mono perfeccionada aun,no han sido desdeñadas en efecto en cierta ascesis filosófica como vías de una sabiduríaabusivamente calificada de cínica. Algunos(485) en nuestros días, obsesionados sin dudapor ese recuerdo, han creído, hablando a nuestra persona, poder hacer descender a Freud mismo de esta tradición: técnica del cuerpo, como dice Mauss. Queda el hecho de que laexperiencia analítica nos enseña el carácter original de la culpabilidad que engendra supráctica.Culpabilidad ligada al recordatorio del goce de que falta el oficio devuelto al órgano real, yconsagración de la función del significante imaginario para imponer a los objetos laprohibición.Tal es en efecto la función radical para la que una época más salvaje del análisisencontraba causas más accidentales (educativas), del mismo modo que inclinaba hacia eltraumatismo las otras formas en las que tenía el mérito de interesarse, de sacralización delórgano (circuncisición).El paso de la (-j) (fi minúscula) de la imagen fálica de uno a otro lado de la ecuación de loimaginario a lo simbólico, lo hace positivo en todo caso, incluso si viene a colmar una falta.Por muy sostén que sea del (-1), se convierte allí en F (Fi mayúscula), el falo simbólicoimposible de hacer negativo, significante del goce. Y es este carácter de la F el que explicatanto las particularidades del abordamiento de la sexualidad por la mujer, como lo quehace del sexo masculino el sexo débil respecto de la perversión.No abordaremos aquí la perversión en la medida en que apenas acentúa la función deldeseo en el hombre, en cuanto que instituye la dominancia, en el sitio privilegiado delgoce, del objeto a del fantasma que sustituye al A. La perversión añade una recuperaciónde la j que apenas parecería original si no interesase al Otro como tal de manera muyparticular. Solo nuestra fórmula de la fantasía permite hacer aparecer que el sujeto aquí sehace instrumento del goce del Otro.Interesa más a los filósofos captar la pertinencia de esta fórmula en el neurótico,justamente porque él la falsea.El neurótico en efecto, histérico, obsesivo o más radicalmente fóbico, es aquel queidentifica la falta del Otro con su demanda, F con D.Resulta de ello que la demanda del Otro toma función de objeto en su fantasma, es decirque su fantasma (nuestras fórmulas permiten saberlo inmediatamente) se reduce a lapulsión: (S/ (D). Por eso el catálogo de las pulsiones ha podido establecerse en elneurótico.Pero esta preeminencia dada por el neurótico a la demanda, que para un análisis que caeen la facilidad ha hecho deslizarse a toda la cura hacia el manejo de la frustración, ocultasu angustia del deseo del Otro, imposible de desconocer cuando sólo está cubierta por elobjeto fóbico, más difícil de comprender para los otros dos neuróticos, cuando no se tieneel hilo que permite establecer la fantasía como deseo del Otro. Se encuentran entoncessus dos términos como hendidos: uno en el obsesivo en la medida en que niega el deseodel Otro al formar su fantasma acentuando lo imposible del desvanecimiento del sujeto, elotro en el histérico en la medida en que el deseo sólo se mantiene por la insatisfacción queaporta allí escabulléndose como objeto.Estos rasgos se confirman por la necesidad, fundamental, que tiene el obsesivo depresentarse como aval del Otro, así como por el lado de No-Fe de la intriga histérica.

Page 14: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

De hecho la imagen del Padre ideal es una fantasía de neurótico. Más allá de la Madre,Otro real de la demanda que se quisiera que calmase el deseo (es decir su deseo), seperfila la imagen de un padre que cerrase los ojos sobre los deseos. Con lo cual quedamarcada, más aun que revelada, la verdadera función del Padre que en el fondo es la deunir (y no la de oponer) un deseo a la ley.El Padre deseado por el neurótico es claramente, como se ve, el Padre muerto. Peroigualmente un Padre que fuese perfectamente dueño de su deseo, lo cual valdría otrotanto para el sujeto.Se ve aquí uno de los escollos que debe evitar el analista, y el principio de la transferenciaen lo que tiene de interminable.Por eso una vacilación calculada de la "neutralidad" del analista puede valer para unahistérica más que todas las interpretaciones, a riesgo del alocamiento que puede resultarde ello. Claro que a condición de que ese alocamiento no acarree la ruptura y de que eldesarrollo ulterior convenza al sujeto de que el deseo del analista no entraba para nada enel asunto. Esta observación no es por supuesto un consejo técnico, sino un punto de vistaabierto sobre la cuestión del deseo del analista para aquellos que no podrían de otro modotener idea de él: cómo debe preservar el analista para el otro la dimensión imaginaria desu no dominio, de su necesaria imperfección, es algo que resulta tan importante regularcomo la consolidación en él voluntaria de su nesciencia en cuanto a cada sujeto que vienea él en análisis, de su ignorancia siempre nueva para que ninguno sea un caso.Para volver a la fantasía, digamos que eI perverso se imagina ser el Otro para asegurar sugoce, y que esto es lo que revela el neurótico imaginando ser un perverso: él paraasegurarse del Otro.Lo cual da el sentido de la pretendida perversión colocada como principio de la neurosis.Está en el inconsciente del neurótico en cuanto fantasía del Otro. Pero esto no quiere decirque en el perverso el inconsciente esté a cielo abierto. El también se defiende a su maneracon su deseo. Pues el deseo es una defensa, prohibición [défense] de rebasar un límite enel goce,El fantasma, en su estructura definida por nosotros, contiene el ( - ? ), función imaginariade la castración bajo una forma oculta y reversible de uno de sus términos al otro. Es decirque a la manera de un número complejo, imaginariza (si se nos permite este término)aIternativamente uno de esos términos en relación con el otro.Incluido en el objeto a, es el ?????? el tesoro inestimable que Alcibíades proclama estarencerrado en la caja rústica que forma para él el rostro de Sócrates. Pero observemos quelo es afectado del signo ( - ). Es porque no ha vista la cola de Sócrates, se nos permitirádecirlo después de Platón que no nos escatima los detalles, por lo que Alcibíades elseductor exalta en el ?????? , Ia maravilla que hubiese querido que Sócrates le cediese confesando su deseo: confesándose abiertamente con esta ocasión la división del sujetoque lleva en sí mismo.Tal es la mujer detrás de su velo: es la ausencia de pene la que la hace falo, objeto deldeseo. Evocad esa ausencia de una manera más precisa haciéndole llevar un lindo postizobajo un disfraz de baile, y me diréis qué tal, o más bien me lo dirá ella: el efecto estágarantizado 100 %, queremos decir ante hombres sin ambages.Así es como al mostrar su objeto como castrado, Alcibiades se ostenta como deseante -lacosa no se le escapa a Sócrates- para otro presente entre los asistentes, Agathón, queSócrates precursor del análisis, y también seguro de su negocio en este bello mundo, novacila en nombrar como objeto de la transferencia, sacando a la luz de una interpretaciónel hecho que muchos analistas ignoran todavía: que el efecto amor-odio en la situaciónpsicoanalítica se encuentra fuera.Pero Alcibiades no es en modo alguno un neurótico. Es incluso por ser el deseante porexcelencia, y el hombre que va tan lejos como se puede en el goce, por lo que puede así(salvo el apresto de una embriaguez instrumental) producir ante la mirada de todos laarticulación central de la transferencia, pues en presencia de objeto adornado con susreflejos.No por ello es menos cierto que ha proyectado a Sócrates en el ideal del Maestro perfecto,que, por la acción de (-? ), lo ha imaginarizado completamente.En el neurótico. el (-? ) .se desliza bajo Ia S/ del fantasma favoreciendo la imaginación quele es propia, la del yo. Pues la castración imaginaria el neurótico la ha sufrido en el puntode partida, es ella la que sostiene ese yo fuerte, que es el suyo, tan fuerte, puede decirse,que su nombre propio lo importuna, el neurótico es en el fondo un Sin-NombreSí, ese yo que algunos analistas escogen reforzar todavía más, es aquello bajo lo cual elneurótico encubre la castración que niega.Pero a esa castración, contra esa apariencia, se aferra.Lo que el neurótico no quiere, y lo que rechaza con encarnizamiento hasta el final delanálisis, es sacrificar su castración al goce del Otro, dejándola servir para ello.Y claro que no está errado, pues aun cuando sienta en el fondo de sí lo mis vano que hay

Page 15: LACAN Escritos 2 - Subversión Del Sujeto y Dialéctica Del Deseo

en existir, una Carencia de ser o un De-Más, ¿por qué sacrificaría su diferencia (todomenos eso) al goce de Otro que, no lo olvidemos, no existe? Si, pero si por azar existiese,gozaría de ello. Y a eso lo que el neurótico no quiere. Pues se figura que el Otro pide sucastración.Lo que la experiencia analítica atestigua es que la castración es en todo caso lo que regulael deseo, en el normal y en el anormal.A condición de que oscile en alternar de S/ a a en la fantasía la castración hace de lafantasía esa cadena flexible e inextensible a la vez por la cual la detención de la cargaobjetal, que no puede rebasar ciertos límites naturales, toma la función trascendental deasegurar el goce del Otro que me pone esa cadena en la ley.A quien quiere verdaderamente enfrentarse a ese Otro, se le abre la via de experimentarno su demanda, sino su voluntad. Y entonces: o de realizarse como objeto, hacerse lamomia de tal iniciación budista, o de satisfacer la voluntad de castración inscrita en el Otro,lo cuál desemboca en el narcisismo supremode la Causa perdida (es la vía de lo trágicogriego, que Claudel vuelve a encontrar en un cristianismo de desesperación).La castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado, para que pueda seralcanzado en la escala invertida de la ley del deseo.No iremos más lejos aquí.Este artícuo aparece por primera vez: una penuria inesperada de los fondos queordinaríamente se prodigan para la publicación, y por entero, de estas clases de coloquios,lo dejó en la estacada con el conjunto de bellas cosas que fueron de éste el ornato.Anotemos para el buen gobierno que el desarrollo "copernicano" es un añadido, y que elfinal sobre la castración no tuvo tiempo de ser dicho, sustituido además por algunos rasgossobre la máquina en el sentido moderno, con que puede materializarse la relación delsujeto con el significante.De la simpatía natural a toda discusión no queremos excluir la que nos inspiró undesacorde. No habiéndonos afligido en modo alguno el término de ahumano con quealguien quiso señalar nuestras ideas, sintiéndonos más bien halagados por lo que importade novedad en la categoría por haberle dado ocasión de nacer, no registramos con menorinterés el chisporroteo, que le siguió prestamente, de la palabra "infierno", puesto que lavez que lo llevaba, declarándose marxista, le daba cierto relieve. Hay que confesar quesomos sensibles al humanismo cuando viene de un lado donde, aunque su uso no esmenos astuto que en cualquier otro, por lo menos resuena con una nota cándida: "Cuandoel minero regresa a la casa, su mujer le da fricciones..." En este punto nos mostramos sindefensa.Fue durante una conversación personal cuando una de las personas que nos soncercanas nos preguntó (ésta fue la forma de su pregunta) si hablar para la pizarraimplicaba una fe en un escriba eterno. No es necesario, Ie fue contestado, a quienquieraque sepa que todo discurso toma sus efectos del inconsciente