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LOS TECNICOS DE LOS
SON UNIVERSITARIOS MEXICANOS
Laboratorios "MYN",
Hacia una Biblioteca delCastellano en América
el Instituto de las Esp'añas, deNueva York, el Instituto Caro yCuervo, los centros de estudios lingüísticos de las universidades y lassociedades folklóricas.
El área de tales indagaciones nopuede ser más estimulante. Los trabajos de Rafael Angel de la Peñay Victoriano Salado Alvarez, enMéxico; Antonio José de Irisarri,Carlos <;agini, Alberto Membreñoy Lisandro Sandoval en Centroamérica; Rufino J. Cuervo, Emilio Isaza y otros; 'en Colombia; Ricardo Palma y Pedro Paz Soldá~
en el Perú; Augusto Malaret, enPuerto Rico; José Toribio Medinay Miguel Luis Amunátegui enChile -cito solamente a los muertos-., serían invitación suficiente para poner manos en es, obra.Y no hablemos de Andrés Bello,porque su pensamiento de' humanista educador domina, de modoimpar, el espléndido panorama enque nuestro idioma está configurado. Habría también que acudira otras fuentes de consulta imprescindible: las que ofrecen algunos libros de viajeros, que puntualmente iban apuntando palabrasque, por no ser las de su idioma,les, llamaban' poderosamente laatención, y aunque muchas deellas no las usamos ya, cumplieronsu destino.
Podría adelantarse, a guisa desugestión, una lista' de temas:
GeneralBibliografíaAmericanismosBiográfíaDidácticaDivulgación 'y críticaFolkloreFonéticaGramáticaGeografía .Lengua y LiteraturaLexicografíaO,rtQgrafíaOrtología y métricaRevistas lingüJsticas
. Relaciones indigenistasVocablos. .Vo~abularios literarios.
N o creo necesario encarecer laimportancia que tendría esta labor para trabajar- con 'más eficacia por la unidad de nuestro idioma y la. defensa' de su tradicióninsigne. Bastaría ~onsiderar cuánnutrida y dispersa está la. producción de estudios'meritísimos quesobresalieron por su celo y buengusto, sin cerrar la puerta al vientode la renovación ni desentendersede un hecho ya reconocido; sobretodo, por quienes tienen al Quijotecomo confidente y señor: que elpueblo y lós hombres de letras sonlos que construyen el idioma yqueéste sigue siendo.poderoso estímulode la conciencia histórica. .
W áshington, D. c., 1951. .
s.· A.
Rico' inclusive y laszorias ae losEstados Unidos en que antes se habló el castellano. Habría que trazarse un programa para la recolección de los datos bibliográficos ysu ordenamiento homogéneo. Habría que rastrear de pr~ferencia
esas informaciones más allá de1935, año en que apareció la primera edición del Handbook 01American Studies, porque en cadauna de ellas hay mat~riales bienseleccionados que aparecen en susección "Lengua y literatura". Pero habría que trabajar con mayoramplitud que la de esa sección,porque hay, mucho que se puederecoger en periódicos de. provincia;sobre todo en algunos países, como Colombia, en donde ya va siendo costumbre la de mantener losfueros de una columna diaria enla que se señalan gazapos y se presentan sugestiones inspiradas en citas de clásicos.
El campo de esa investigación.sería vasto, pero mucho podría esperarse de la diligencia de quienesse comprometieran en ella. Dentrodel temario del Primer Congresode Academias de la Lengua, la "Bibliografía del Castellano en América" puede justificarse en el numeral 5 del punto IV, que se refiere a la "Colaboración interacadémica", ya que tales labores corresponderían a la "Difusión de los estudios lingüísticos", yendo másallá de los "expuestos en los discursos de recepción de los acadé- •
. " .mICOS.
'Para tal empresa sería indispensable revisar las revistas que documentan la historia literaria decada país hispanoparlante - desdeEl Perú Ilustrado y Revista Azuly El Mercurio Peruano y 'RevistaModerna de México, hasta El CojoIlustrado de Caracas, El Fígaro deLa Habana, Repertorio Americanode San José de Costa Rica, N osotros de Buenos Aires; y, a todotrance, los diarios calificados porsu estilo ejemplar: La 'Prensa bonaerense, El Tiempo bogotano. Seguramente se tendría la cooperación de los Institutos de Filología,
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validez; pero hasta la fecha no hayun itinerario bibliográfico que nospermita 'contar con guía eficaz para ubicar los trabajos en que se hantratado cuestiones filológicas ylingiiísticas, se 'ha seguido ~nda
gando sobre los orígenes de ciertos vocablos (o voquibles, comoalguien quiere que digamos) o sehan librado animosas batallas paraimpedir la invasión de 'palabras ode locuciones que no son ni máshermosas ni más adecuadas que lasque tiene en su haber nuestro iclioma.
Viajar a lo largo de nuestraAmérica no sólo es un deleite por.el número de las emociones quenos salen al paso,' sino porque ensus diversos países el castellano sufre transformaciones sorpresivas;y otras veces oímos palabras quesólo se hallan en los textos originales de El Periquillo Sarniento o enla prosa cálida y fina de RicardoPalma. Desde' Nuevo México hasta la Araucaniahay un mundo demagia verbal, en el que no solamente los· folkloristas, también losbuscadores de poesía escondida, encuentran enigmas de semántica oalteraciones fonéticas que deslumbran.
Acaso ésta sea la ocasión propicia para formular una esperanza:la de que se formule el compromiso de recoger ese. dco caudal denoticias, que están palpitando enmonografías y en libros -muchosde ellos de difícil obtención- yque ofrecen motivos de anáJisis,para adentrarse en los viejos hontanares de nuestra expresión. Nada más apropiado sería que se fundara una comisión de bibliógrafos,en las que estuvieran representados todos nuestros países, Puerto
POR RAFAEL HELIOpORO VALLE
Ninguna riqueza vale más, paraun pueblo, que la de su idioma.En él arden la sangre, la tradición,todo lo más caro para la conciencia colectiva. Los monumentos sederrumban, las instituciones sémodifican, el clima de la sensibilidad se modifica; pero el idioma-a pesar de sus vicisitudes- ligay religa, infunde al genio de cadapueblo el hálito vital. Conocer esetesoro, estudiarlo, enriquecerlo, esun deber común e individual. Poreso hay que hacer su inventario,porque sobrepasa en grandeza alde los bienes materiales.
Todavía en nuestra América está disperso ese vasto conocimiento, a pesar de que a él ha contribuído una muchedumbre de trabajadores que ponen su inteligencia al servicio del porvenir y al mejor entendimiento del pasado. Humanistas, educadores, hombres deletras, periodistas, todos utilizan elcastellana para transferir la emoción pura o animar el movimientohistórico o discurrir en torno aproblemas que embargan la' aten~ción del lego y el docto. La llamaancestral que nos vino de España ya través de ella de otros pueblos quetrabajaron para la cultura y el engrandecimiento del hombre, estáencendida -hoy como nuncaen el ensayo y el poema, la disquisición programada y el diálogoCon ideas. Pero cuando contemplamos este paisaje en que alzansus frentes y sus obras los, próceresde nuestro idioma -Bello, Cuervo, Montalvo, Martí, Hostos, Rodó, Sierra, Darío- y tantos otros,no podemos disimular la sorpresaal ver que en más de cien años devida emancipada, esos materialesimpresos no siempre están en lasbibliotecas y aquellos que lo estánnecesitan ser ubicados para que no .se perpetren repeticiones o se insista sobre asuntos que están ventilados. Al crítico literario le' faltan elementos de juicio, a veces; alque prepara una tesis doctoral, leescasean las fuentes; al que educadesde la cátedra periodística nosiempre le es dado encontrar información precisa para recrear sustemas y seguir la conversación consus interlocutores invisibles.
N adie puede negarlo. Algunoslibros -novelas, sobre todoofrecen al término de sus páginasalgún vocabulario; se han editadolibros de texto que, como la Gram4.tica de Bello, sfgu~!1 .. ~~piendQ
4 * UNIVERSIDAD DE MEXICO