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La Vuelta de Martín Fierro

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Page 1: La Vuelta de Martín Fierro

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La Vuelta de Martín Fierro

José Hernández

textos.infoLibros gratis - biblioteca digital abierta

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Texto núm. 4188

Título: La Vuelta de Martín FierroAutor: José HernándezEtiquetas: Poesía, poema épico

Editor: Edu RobsyFecha de creación: 14 de enero de 2019Fecha de modificación: 14 de enero de 2019

Edita textos.info

Maison Carréec/ Ramal, 4807730 Alayor - MenorcaIslas BalearesEspaña

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Cuatro palabras de conversación con los lectores

Entrego a la benevolencia pública, con el título LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO, la segunda parte de una obra que ha tenido una acogida tan generosa, que en sus seis años se han repetido once ediciones con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares.

Esto no es vanidad de autor, porque no rindo tributo a esa falsa diosa; ni bombo de Editor, porque no lo he sido nunca de mis humildes producciones.

Es un recuerdo oportuno y necesario, para esplicar por qué el primer tiraje del presente libro consta de 20 mil ejemplares, divididos en cinco secciones o ediciones de 4 mil números cada una —y agregaré, que confío en que el acreditado Establecimiento Tipográfico del Sr. Coni, hará una impresión esmerada, como la tienen todos los libros que salen de sus talleres.

Lleva también diez ilustraciones incorporadas en el testo, y creo que en los dominios de la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora.

Así se empieza.

Las láminas han sido dibujadas y calcadas en la piedra por D. Carlos Clerice, artista compatriota que llegará a ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela, sentimiento artístico, y amor al trabajo.

El grabado ha sido ejecutado por el Sr. Supot, que posee el arte, nuevo y poco generalizado todavía entre nosotros, de fijar en láminas metálicas lo que la habilidad del litógrafo ha calcado en el piedra, creando o imaginando posiciones que interpreten con claridad y sentimiento la escena descrita en el verso.

No se ha omitido, pues, ningún sacrificio a fin de hacer una publicación en

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las más aventajadas condiciones artísticas.

En cuanto a su parte literaria, sólo diré que no se debe perder de vista al juzgar los defectos del libro, que es copia fiel de un original que los tiene, y repetiré, que muchos defectos están allí con el objeto de hacer más evidente y clara la imitación de los que lo son en realidad.

Un libro destinado a despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una población casi primitiva, a servir de provechoso recreo, después de las fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente a los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e interpretar sus sentimientos en su mismo lenguaje, en sus frases más usuales, en su forma más general, aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros más característicos, a fin de que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima, que su lectura no sea sino una continuación natural de su existencia.

Sólo así pasan sin violencia del trabajo al libro; y sólo así, esa lectura puede serles amena, interesante y útil.

¡Ojalá hubiera un libro que gozara del dichoso privilegio de circular incesantemente de mano en mano en esa inmensa población diseminada en nuestras vastas campañas, y que bajo una forma que lo hiciera agradable, que asegurara su popularidad, sirviera de ameno pasatiempo a sus lectores! pero:

Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda mejora y bienestar.

Enalteciendo las virtudes morales que nacen de la ley natural y que sirven de base a todas las virtudes sociales.

Inculcando en los hombres el sentimiento de veneración hacia su Creador, inclinándolos a obrar bien.

Afeando las supersticiones ridículas y generalizadas que nacen de una deplorable ignorancia.

Tendiendo a regularizar y dulcificar las costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos, la moderación y el aprecio de sí mismo; el respeto

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a los demás; estimulando la fortaleza por el espectáculo del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignación en los trabajos.

Recordando a los Padres los deberes que la naturaleza les impone para con sus hijos, poniendo ante sus ojos los males que produce su olvido, induciéndolos por ese medio a que mediten y calculen por sí mismos todos los beneficios de su cumplimiento.

Enseñando a los hijos cómo deben respetar y honrar a los autores de sus días.

Fomentando en el esposo el amor a su esposa, recordando a esta los santos deberes de su estado; encareciendo la felicidad del hogar, enseñando a todos a tratarse con respeto recíproco, robusteciendo por todos estos medios los vínculos de la familia y de la sociabilidad.

Afirmando en los ciudadanos el amor a la libertad, sin apartarse del respeto que es debido a los superiores y magistrados.

Enseñando a hombres con escasas nociones morales, que deben ser humanos y clementes, caritativos con el huérfano y con el desvalido; fieles a la amistad; gratos a los favores recibidos; enemigos de la holgazanería y del vicio; conformes con los cambios de fortuna; amantes de la verdad, tolerantes, justos y prudentes siempre.

Un libro que todo esto, más que esto, o parte de esto enseñara sin decirlo, sin revelar su pretensión, sin dejarla conocer siquiera, sería indudablemente un buen libro, y por cierto; que levantaría el nivel moral e intelectual de sus lectores aunque dijera naides por nadie, resertor por desertor, mesmo por mismo, u otros barbarismos semejantes; cuya enmienda le está reservada a la escuela, llamada a llenar un vacío que el poema debe respetar, y a corregir vicios y defectos de fraseología, que son también elementos de que se debe apoderar el arte para combatir y estirpar males morales más fundamentales y trascendentes, examinándolos bajo el punto de vista de una filosofía más elevada y pura.

El progreso de la locución no es la base del progreso social, y un libro que se propusiera tan elevados fines, debería prescindir por completo de las delicadas formas de la cultura de la frase, subordinándose a las imperiosas exigencias de sus propósitos moralizadores, que serían en tal

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caso el éxito buscado.

Los personajes colocados en escena deberían hablar en su lenguaje peculiar y propio, con su originalidad, su gracia y sus defectos naturales, porque despojados de ese ropaje, lo serían igualmente de su carácter típico, que es lo único que los hace simpáticos, conservando la imitación y la verosimilitud en el fondo y en la forma.

Entra también en esta parte la elección del prisma a través del cual le es permitido a cada uno estudiar sus tiempos. Y aceptando esos defectos como un elemento, se idealiza también, se piensa, se inclina a los demás a que piensen igualmente, y se agrupan, se preparan y conservan pequeños monumentos de arte, para los que han de estudiarnos mañana y levantar el grande monumento de la historia de nuestra civilización.

El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio idioma, y sería una impropiedad cuando menos, y una falta de verdad muy censurable, que quien no ha abierto jamás un libro, siga las reglas de arte de Blair, Hermosilla o la Academia.

El gaucho no aprende a cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y majestuosos panoramas se estiende delante de sus ojos.

Canta porque hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de rítmico que domina en su organización, y que lo lleva hasta el estraordinario estremo de que, todos sus refranes, sus dichos agudos, sus proverbios comunes son espresados en dos versos octosílabos perfectamente medidos, acentuados con inflexible regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intención.

Eso mismo hace muy difícil, sino de todo punto imposible, distinguir y separar cuáles son los pensamientos originales del autor, y cuáles los que son recogidos de las fuentes populares.

No tengo noticia que exista ni que haya existido una raza de hombre aproximados a la naturaleza, cuya sabiduría proverbial llene todas las condiciones rítmicas de nuestros proverbios gauchos.

Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos más incultos, espresar en dos versos claros y sencillos, máximas y

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pensamientos morales que las naciones más antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban con veneración de boca de sus sabios más profundos, de Sócrates, fundador de la moral, de Platón y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Séneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civilización moderna repite por medio de sus moralistas más esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.

Indudablemente, que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las razas del globo que sólo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues que de él deducen, y vienen deduciendo desde hace más de tres mil años, la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, espresadas en prosa por todos los hombres del globo, y en verso por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se extienden a las dos márgenes del Plata.

El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.

Las civilizaciones difieren esencialmente. «Jamás se hará, dice el doctor Don V. F. López en su prólogo a LAS NEUROSIS, un profesor o un catedrático Europeo, de un Bracma; « así debe ser: pero no ofrecería la misma dificultad el hacer de un gaucho un Bracma lleno de sabiduría; si es que los Bracmas hacen consistir toda su ciencia en su sabiduría proverbial, según los pinta el sabio conservador de la Biblioteca Nacional de París, en «La sabiduría popular de todas las Naciones» que difundió en el nuevo mundo el americano Pazos Kanki.

Saturados de ese espíritu gaucho hay entre nosotros algunos poetas de formas muy cultas y correctas, y no ha de escasear el género, porque es una producción legítima y espontánea del país, y que en verdad; no se manifiesta únicamente en el terreno florido de la literatura.

Concluyo aquí, dejando a la consideración de los benévolos lectores, lo que yo no puedo decir sin estender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto.

¡Sea el público, indulgente con él! y acepte esta humilde producción, que le dedicamos como que es nuestro mejor y más antiguo amigo.

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La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.

Nadie se sorprenda por lo tanto, ni de la forma ni de los objetos que este abraza; y debemos terminarlo haciendo público nuestro agradecimiento hacia los distinguidos escritores que acaban de honrarnos con su fallo, como el Señor D. José Tomás Guido, en una bellísima carta que acogieron deferentes La Tribuna y La Prensa, y que reprodujeron en sus columnas varios periódicos de la República. —El Dr. D. Adolfo Saldias, en un meditado trabajo sobre el tipo histórico y social del gaucho. —El Dr. D. Miguel Navarro Viola, en la última entrega de la Biblioteca Popular, estimulándonos, con honrosos términos, a continuar en la tarea empezada.

Diversos periódicos de la ciudad y campaña, como El Heraldo, del Azul, La Patria, de Dolores, El Oeste, de Mercedes, y otros, han adquirido también justos títulos a nuestra gratitud, que conservamos como una deuda sagrada.

Terminamos esta breve reseña con La Capital, del Rosario, que ha anunciado LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO, haciendo concebir esperanzas que Dios sabe si van a ser satisfechas.

Ciérrase este prólogo, diciendo que se llama este libro LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO, porque ese título le dio el público, antes, mucho antes de haber yo pensado en escribirlo; y allá va a correr tierras con mi bendición paternal.

JOSÉ HERNÁNDEZ.

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Martín Fierro

Atención pido al silencioy silencio a la atención,que voy en esta ocasión,si me ayuda la memoria,a mostrarles que a mi historiale faltaba lo mejor.

Viene uno como dormidocuando vuelve del desierto,veré si a explicarme aciertoentre gente tan bizarra,y si al sentir la guitarrade mi sueño me dispierto.

Siento que mi pecho tiembla,que se turba mi razón,y de la vigüela al sonimploro a la alma de un sabioque venga a mover mi labioy alentar mi corazón.

Si no llego a treinta y unade fijo en treinta me planto,y esta confianza adelantoporque recebí en mí mismo,con el agua del bautismo,la facultá para el canto.

Tanto el pobre como el ricola razón me la han de dar;y si llegan a escucharlo que esplicaré a mi modo,

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digo que no han de reír todos,algunos han de llorar.

Mucho tiene que contarel que tuvo que sufrir,y empezaré por pedir,no duden de cuanto digo;pues debe crerse al testigosi no pagan por mentir.

Gracias le doy a la Virgen,gracias le doy al Señor,porque entre tanto rigory habiendo perdido tanto,no perdí mi amor al cantoni mi voz como cantor.

Que cante todo vivienteotorgó el Eterno Padre,cante todo el que le cuadrecomo lo hacemos los dos,pues sólo no tiene vozel ser que no tiene sangre.

Canta el pueblero... y es pueta;canta el gaucho... y ¡ay Jesús!lo miran como avestruzsu inorancia los asombra;mas siempre sirven las sombraspara distinguir la luz.

El campo es del inorante,el pueblo del hombre estruido;yo que en el campo he nacidodigo que mis cantos sonpara los unos... sonidos,y para otros... intención.

Yo he conocido cantoresque era un gusto el escuchar;mas no quieren opinar

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y se divierten cantando;pero yo canto opinandoque es mi modo de cantar.

El que va por esta sendacuanto sabe desembucha,y aunque mi cencia no es mucha,esto en mi favor previene;yo sé el corazón que tieneel que con gusto me escucha.

Lo que pinta este pincelni el tiempo lo ha de borrar,ninguno se ha de animara corregirme la plana;no pinta quien tiene ganasino quien sabe pintar.

Y no piensen los oyentesque del saber hago alarde;he conocido aunque tarde,sin haberme arrepentido,que es pecado cometidoel decir ciertas verdades.

Pero voy en mi caminoy nada me ladiará,he de decir la verdá,de naides soy adulón,aquí no hay imitaciónesta es pura realidá.

Y el que me quiera enmendarmucho tiene que saber.Tiene mucho que aprenderel que me sepa escuchar.Tiene mucho que rumiarel que me quiera entender.

Más que yo y cuantos me oiganmás que las cosas que tratan

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más que lo que ellos relatanmis cantos han de durar.Mucho ha habido que mascarpara echar esta bravata.

Brotan quejas de mi pecho,brota un lamento sentido;y es tanto lo que he sufridoy males de tal tamaño,que reto a todos los añosa que traigan el olvido.

Ya verán si me dispiertocómo se compone el baile.Y no se sorprenda naidessi mayor fuego me anima;porque quiero alzar la primacomo pa tocar al aire.

Y con la cuerda tirantedende que ese tono elija,yo no he de aflojar manijamientras que la voz no pierda;si no se corta la cuerdao no cede la clavija.

Aunque rompí el estrumentopor no volverme a tentar,tengo tanto que contary cosas de tal calibreque Dios quiera que se libreel que me enseñó a templar.

De naides sigo el ejemplo,naide a dirigirme viene,yo digo cuanto conviene,y el que en tal güeya se plantadebe cantar cuando cantacon toda la voz que tiene.

He visto rodar la bola

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y no se quiere parar,Al fin de tanto rodarme he decidido a venir,a ver si puedo viviry me dejan trabajar.

Sé dirigir la manseray también echar un pial,sé correr en un rodeo,trabajar en un corral,me sé sentar en un pértigolo mesmo que en un bagual.

Y empriéstenme su atenciónsi ansí me quieren honrar,de no, tendré que callar,pues el pájaro cantorjamás se para a cantaren árbol que no da flor.

Hay trapitos que golpiar.Y de aquí no me levanto;escúchenme cuando cantosi quieren que desembuchetengo que decirles tantoque les mando que me escuchen.

Déjenme tomar un trago,estas son otras cuarenta,mi garganta está sedientay de esto no me abochorno.Pues el viejo como el hornopor la boca se calienta.

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Triste suena mi guitarray el asunto lo requiere.Ninguno alegrías esperesino sentidos lamentos,de aquel que en duros tormentosnace, crece, vive y muere.

Es triste dejar sus pagosy largarse a tierra agenallevándose la alma llenade tormentos y dolores,mas nos llevan los rigorescomo el pampero a la arena.

Irse a cruzar el desiertolo mesmo que un foragido,dejando aquí en el olvido,como dejamos nosotros,su mujer en brazos de otroy sus hijitos perdidos.

¡Cuántas veces al cruzaren esa inmensa llanura,al verse en tal desventuray tan lejos de los suyosse tira uno entre los yuyosa llorar con amargura!

En la orilla de un arroyosolitario lo pasaba,en mil cosas cavilaba,y a una güelta repentinase me hacía ver a mi chinao escuchar que me llamaba.

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Y las aguas serenitasbebe el pingo trago a trago,mientras sin ningún halagopasa uno hasta sin comer,por pensar en su mujer,en sus hijos y en su pago.

Recordarán que con Cruzpara el desierto tiramos,en la pampa nos entramos,cayendo por fin del viagea unos toldos de salvajes,los primeros que encontramos.

La desgracia nos seguía,llegamos en mal momento;estaban en parlamentotratando de una invasión,y el indio en tal ocasiónrecela hasta de su aliento.

Se armó un tremendo alborotocuando nos vieron llegar,no podíamos aplacartan peligroso hervidero;nos tomaron por bomberosy nos quisieron lanciar.

Nos quitaron los caballosa los muy pocos minutos;estaban irresolutos,quién sabe qué pretendían,por los ojos nos metíanlas lanzas aquellos brutos.

Y dele en su lengüeteohacer gestos y cabriolas;uno desató las bolasy se nos vino en seguida;ya no creíamos con vida

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salvar ni por carambola.

Allá no hay misericordiani esperanza que tener.El indio es de parecerque siempre matarse debe.Pues la sangre que no bebele gusta verla correr.

Cruz se dispuso a morirpeliando y me convidó.Aguantemos, dije yo,el fuego hasta que nos queme.Menos los peligros temequien más veces los venció.

Se debe ser más prudentecuanto el peligro es mayor;siempre se salva mejorandando con alvertencia,porque no está la prudenciareñida con el valor.

Vino al fin el lenguarazcomo a trairnos el perdón,nos dijo: —«La salvaciónse la deben a un cacique,me manda que les espliqueque se trata de un malón.

»Les ha dicho a los demásque ustedes queden cautivos,por si cain algunos vivosen poder de los cristianosrescatar a sus hermanoscon estos dos fugitivos.»

Volvieron al parlamentoa tratar de sus alianzas,o tal vez de las matanzas,y conforme les detallo,

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hicieron cerco a caballorecostándose en las lanzas.

Dentra al centro un indio viejoy allí a lengüetiar se larga.Quién sabe qué les encarga,pero toda la riuniónlo escuchó con atenciónlo menos tres horas largas.

Pegó al fin tres alaridosy ya principia otra danza;para mostrar su pujanzay dar pruebas de ginetedio riendas rayando el fletey revoliando la lanza.

Recorre luego la fila,frente a cada indio se para,lo amenaza cara a caray en su juria aquel malditoacompaña con su gritoel cimbrar de la tacuara.

Se vuelve aquello un incendiomás feo que la mesma guerra.Entre una nube de tierrase hizo allí una mescolanza,de potros, indios y lanzascon alaridos que aterran.

Parece un baile de fieras,sigún yo me lo imagino;era inmenso el remolino,las voces aterradoras,hasta que al fin de dos horasse aplacó aquel torbellino.

De noche formaban cercoy en el centro nos ponían.Para mostrar que querían

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quitarnos toda esperanzaocho o diez filas de lanzasal rededor nos hacían.

Allí estaban vigilantescuidándonos a porfía,cuando roncar parecían«Huaincá», gritaba cualquiera,y toda la fila entera«Huaincá», «Huaincá» repetía.

Pero el indio es dormilóny tiene un sueño projundo.Es roncador sin segundoy en tal confianza es su vida,que ronca a pata tendidaaunque se dé güelta el mundo.

Nos aviriguaban todocomo aquel que se previene,porque siempre les convienesaber las juerzas que andan,dónde están, quiénes las mandan,qué caballos y armas tienen.

A cada respuesta nuestrauno hace una esclamación,y luego en continuaciónaquellos indios ferocescientos y cientos de vocesrepiten el mesmo son.

Y aquella voz de uno soloque empieza por un gruñido,llega hasta ser alaridode toda la muchedumbre,y ansí alquieren la costumbre

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de pegar esos bramidos.

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De ese modo nos hallamosempeñaos en la partida.No hay que darla por perdidapor dura que sea la suerte;ni que pensar en la muerte,sino en soportar la vida.

Se endurece el corazón,no teme peligro alguno.Por encontrarlo oportunoallí juramos los dos:respetar tan sólo a Diosde Dios abajo, a ninguno.

El mal es árbol que crecey que cortado retoña.La gente esperta o visoñasufre de infinitos modos.La tierra es madre de todos,pero también da ponzoña.

Mas todo varón prudentesufre tranquilo sus males.Yo siempre los hallo igualesen cualquier senda que elijo.La desgracia tiene hijoaunque ella no tiene madre.

Y al que le toca la herenciadonde quiera halla su ruina.Lo que la suerte destinano puede el hombre evitar.Porque el cardo ha de pinchares que nace con espina.

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Es el destino del pobreun continuo safarrancho,y pasa como el caranchoporque el mal nunca se sacia,si el viento de la desgraciavuela las pajas del rancho.

Mas quien manda los pesaresmanda también el consuelo.La luz que baja del cieloalumbra al más encumbrao,y hasta el pelo más delgaohace su sombra en el suelo.

Pero por más que uno sufraun rigor que lo atormenteno debe bajar la frentenunca, por ningún motivo.El álamo es más altivoy gime costantemente.

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El indio pasa la vidarobando o echao de panza.La única ley es la lanzaa que se ha de someter.Lo que le falta en saberlo suple con desconfianza.

Fuera cosa de engarzarloa un indio caritativo.Es duro con el cautivo,le dan un trato horroroso.Es astuto y receloso,

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es audaz y vengativo.

No hay que pedirle favorni que aguardar tolerancia.Movidos por su inoranciay de puro desconfiaos,nos pusieron separaosbajo sutil vigilancia.

No pude tener con Cruzninguna conversación.No nos daban ocasión,nos trataban como agenos.Como dos años lo menosduró esta separación.

Relatar nuestras penuriasfuera alargar el asunto.Les diré sobre este puntoque a los dos años reciénnos hizo el cacique el biende dejarnos vivir juntos.

Nos retiramos con Cruza la orilla de un pajal.Por no pasarlo tan malen el desierto infinito,hicimos como un benditocon dos cueros de bagual.

Fuimos a esconder allínuestra pobre situaciónaliviando con la uniónaquel duro cautiverio,tristes como un cementerioal toque de la oración.

Debe el hombre ser valientesi a rodar se determina,primero, cuando camina;segundo, cuando descansa,

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pues en aquellas andanzasperece el que se acoquina.

Cuando es manso el terneritoen cualquier vaca se priende.El que es gaucho esto lo entiendey ha de entender si le digo,que andábamos con mi amigocomo pan que no se vende.

Guarecidos en el toldocharlábamos, mano a mano.Éramos dos veteranosmansos pa las sabandijas,arrumbaos como cubijascuando calienta el verano.

El alimento no abundapor más empeño que se haga;lo pasa uno como plaga,egercitando la industria,y siempre como la nutriaviviendo a orillas del agua.

En semejante ejerciciose hace diestro el cazador.Cai el piche engordador,cai el pájaro que trina.Todo vicho que caminava a parar al asador.

Pues allí a los cuatro vientosla persecución se lleva,naide escapa de la levay dende que la alba asomaya recorre uno la loma,el bajo, el nido, y la cueva.

El que vive de la cazaa cualquier vicho se atreve.Que pluma o cáscara lleve,

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pues cuando la hambre se sienteel hombre le clava el dientea todo lo que se mueve.

En las sagradas alturasestá el maestro principal,que enseña a cada animala procurarse el sustentoy le brinda el alimentoa todo ser racional.

Y aves, y vichos y pejes,se mantienen de mil modos;pero el hombre en su acomodoes curioso de oservar:es el que sabe llorar,y es el que los come a todos.

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Antes de aclarar el díaempieza el indio a aturdirla pampa con su rugir,y en alguna madrugada,sin que sintiéramos nadase largaban a invadir.

Primero entierran las prendasen cuevas como peludos;y aquellos indios cerdudossiempre llenos de recelos,en los caballos en pelosse vienen medio desnudos.

Para pegar el malónel mejor flete procuran.Y como es su arma seguravienen con la lanza sola,y varios pares de bolasatados a la cintura.

De ese modo anda liviano,no fatiga el mancarrón;es su espuela en el malón,después de bien afilaoun cuernito de venaoque se amarra en el garrón.

El indio que tiene un pingoque se llega a distinguir,lo cuida hasta pa dormir;de ese cuidado es esclavose lo alquila a otro indio bravocuando vienen a invadir.

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Por vigilarlo no comey ni aun el sueño concilia.Sólo en eso no hay decidia,de noche, les asiguro,para tenerlo segurole hace cerco la familia.

Por eso habrán visto ustedes,si en el caso se han hallao,y si no lo han oservaoténgalo dende hoy presente,que todo pampa valienteanda siempre bien montao.

Marcha el indio a trote largopaso que rinde y que dura;viene en direción siguray jamás a su capricho.No se les escapa vichoen la noche más escura.

Caminan entre tinieblascon un cerco bien formao;lo estrechan con gran cuidaoy agarran al aclararñanduces, gamas, venaos,cuanto ha podido dentrar.

Su señal es un humitoque se eleva muy arribay no hay quien no lo apercibacon esa vista que tienen;de todas partes se vienena engrosar la comitiva.

Ansina se van juntando,hasta hacer esas riunionesque cain en las invasionesen número tan crecido.Para formarla han salido

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de los últimos rincones.

Es guerra cruel la del indioporque viene como fiera;atropella donde quieray de asolar no se cansa.De su pingo y de su lanzatoda salvación espera.

Debe atarse bien la fajaquien aguardarlo se atreva;siempre mala intención lleva,y como tiene alma grandeno hay plegaria que lo ablandeni dolor que lo conmueva.

Odia de muerte al cristiano,hace guerra sin cuartel.Para matar es sin yel,es fiero de condición.No golpea la compasiónen el pecho del infiel.

Tiene la vista del águila,del león la temeridá.En el desierto no habráanimal que él no lo entienda,ni fiera de que no apriendaun istinto de crueldá.

Es tenaz en su barbarie,no esperen verlo cambiar,el deseo de mejoraren su rudeza no cabe.El bárbaro sólo sabeemborracharse y peliar.

El indio nunca se ríey el pretenderlo es en vano,ni cuando festeja ufanoel triunfo en sus correrías.

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La risa en sus alegríasle pertenece al cristiano.

Se cruzan por el desiertocomo un animal feroz.Dan cada alarido atrozque hace erizar los cabellos,parece que a todos elloslos ha maldecido Dios.

Todo el peso del trabajolo dejan a las mujeres.El indio es indio y no quiereapiar de su condición,ha nacido indio ladróny como indio ladrón muere.

El que envenenen sus armasles mandan sus hechiceras.Y como ni a Dios venerannada a los pampas contiene.Hasta los nombres que tienenson de animales y fieras.

Y son, por ¡Cristo bendito!,lo más desaciaos del mundo.Esos indios vagabundos,con repunancia me acuerdo,viven lo mesmo que el cerdoen esos toldos inmundos.

Naides puede imaginaruna miseria mayor,su pobreza causa horror.No sabe aquel indio brutoque la tierra no da frutosi no la riega el sudor.

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Aquel desierto se agitacuando la invasión regresa.Llevan miles de cabezasde vacuno y yeguarizo,pa no aflijirse es precisotener bastante firmeza.

Aquello es un herviderode pampas, un celemín.Cuando riunen el botínjuntando toda la hacienda,es cantidá tan tremendaque no alcanza a verse el fin.

Vuelven las chinas cargadascon las prendas en montón;aflije esa destrución.Acomodaos en carguerosllevan negocios enterosque han saquiado en la invasión.

Su pretensión es robar,no quedar en el pantano.Viene a tierra de cristianoscomo furia del infierno;no se llevan al gobiernoporque no lo hallan a mano.

Vuelven locos de contentoscuando han venido a la fija.Antes que ninguno elijaempiezan con todo empeño,como dijo un santiagueño,a hacerse la repartija.

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Se reparten el botíncon igualdá, sin malicia;no muestra el indio codicia,ninguna falta comete.Solo en esto se sometea una regla de justicia.

Y cada cual con lo suyoa sus toldos enderiesa.Luego la matanza empiezatan sin razón ni motivo,que no queda animal vivode esos miles de cabezas.

Y satifecho el salvagede que su oficio ha cumplidolo pasa por ay tendidovolviendo a su haraganiar.Y entra la china a cueriarcon un afán desmedido.

A veces a tierra adentroalgunas puntas se llevan,pero hay pocos que se atrevana hacer esas incursiones,porque otros indios ladronesles suelen pelar la breva.

Pero pienso que los pampasdeben de ser los más rudos.Aunque andan medio desnudosni su convenencia entienden,por una vaca que vendenquinientas matan al ñudo.

Estas cosas y otras pioreslas he visto muchos años;pero si yo no me engañoconcluyó ese bandalage,y esos bárbaros salvages

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no podrán hacer más daño.

Las tribus están desechas;los caciques más altivosestán muertos o cautivosprivaos de toda esperanza,y de la chusma y de lanza,ya muy pocos quedan vivos.

Son salvages por completohasta pa su diversión.Pues hacen una junciónque naides se la imagina;recién le toca a la chinael hacer su papelón.

Cuanto el hombre es más salvagetrata pior a la muger.Yo no sé que pueda habersin ella dicha ni goce.¡Feliz el que la conocey logra hacerse querer!

Todo el que entiende la vidabusca a su lao los placeres.Justo es que las considereel hombre de corazón;sólo los cobardes sonvalientes con sus mugeres.

Pa servir a un desgraciaopronta la muger está.Cuando en su camino vano hay peligro que la asuste;ni hay una a quien no le gusteuna obra de caridá.

No se hallará una mugera la que esto no le cuadre.Yo alabo al Eterno Padre,no porque las hizo bellas,

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sino porque a todas ellasles dio corazón de madre.

Es piadosa y deligentey sufrida en los trabajos:tal vez su valer rebajoaunque la estimo bastante;lías los indios inorantesla tratan al estropajo.

Echan la alma trabajandobajo el más duro rigorel marido es su señor,como tirano la mandaporque el indio no se ablandani siquiera en el amor.

No tiene cariño a naidesni sabe lo que es amar,¡ni qué se puede esperarde aquellos pechos de bronce!Yo los conocí al llegary los calé dende entonces.

Mientras tiene que comerpermanece sosegao.Yo, que en sus toldos he estaoy sus costumbres oservo,digo que es como aquel cuervoque no volvió del mandao.

Es para él como jugueteescupir un crucifijo.Pienso que Dios los maldijoy ansina el ñudo desato;el indio, el cerdo y el gato,redaman sangre del hijo.

Mas ya con cuentos de pampasno ocuparé su atención.Debo pedirles perdón,

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pues sin querer me distraje,por hablar de los salvagesme olvidé de la junción.

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Hacen un cerco de lanzas,los indios quedan ajuera.Dentra la china ligeracomo yeguada en la trilla,y empieza allí la cuadrillaa dar güeltas en la era.

A un lao están los caciquescapitanejos y el trompa;tocando con toda pompacomo un toque de fagina,adentro muere la chinasin que aquel círculo rompa.

Muchas veces se les oyena las pobres los quejidos;mas son lamentos perdidos.Al rededor del cercaoen el suelo están mamaoslos indios dando alaridos.

Su canto es una palabray de ay no salen jamás.Llevan todas el compás«ioká-ioká» repitiendo.Me parece estarlas viendomás fieras que satanás.

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Al trote dentro del cerco,sudando, hambrientas, juriosas,desgreñadas y rotosasde sol a sol se lo llevan.Bailan, aunque truene o llueva,cantando la mesma cosa.

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El tiempo sigue en su giroy nosotros solitarios,de los indios sanguinariosno teníamos qué esperar.El que nos salvó al llegarera el más hospitalario.

Mostró noble corazón,cristiano anelaba ser.La justicia es un deber,y sus méritos no callo,nos regaló unos caballosy a veces nos vino a ver.

A la voluntá de Diosni con la intención resisto.Él nos salvó... pero ¡ah, Cristo!muchas veces he deseadono nos hubieran salvadoni jamás haberlo visto.

Quien recibe beneficiosjamás los debe olvidar;y al que tiene que rodaren su vida trabajosa,le pasan a veces cosasque son duras de pelar.

Voy dentrando poco a pocoen lo triste del pasage.Cuando es amargo el brebageel corazón no se alegra,dentró una virgüela negraque los diezmó a los salvages.

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Al sentir tal mortandálos indios desesperaosgritaban alborotados:«cristiano echando gualicho».No quedó en los toldos vichoque no salió redotao.

Sus remedios son secretos,los tienen las adivinas.No los conocen las chinassino alguna ya muy vieja,y es la que los aconsejacon mil embustes la indina.

Allí soporta el pacientelas terribles curaciones.Pues a golpes y estrujonesson los remedios aquellos,lo agarran de los cabellosy le arrancan los mechones.

Les hacen mil heregíasque el presenciarlas da horror.Brama el indio de dolorpor los tormentos que pasa;y untándolo todo en grasalo ponen a hervir al sol.

Y puesto allí boca arribaal rededor le hacen fuego.Una china viene luegoy al oído le da de gritos.Hay algunos tan malditosque sanan con este juego.

A otros les cuecen la bocaaunque de dolores cruja.Lo agarran allí y lo estrujan,labios le queman y dientescon un güevo bien caliente

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de alguna gallina bruja.

Conoce el indio el peligroy pierde toda esperanza.Si a escapárseles alcanzadispara como una liebre.Le da delirios la fiebrey ya le cain con la lanza.

Esas fiebres son terribles,y aunque de esto no disputo,ni de saber me reputo,será, decíamos nosotros,de tanta carne de potrocomo comen estos brutos.

Había un gringuito cautivoque siempre hablaba del barcoy lo augaron en un charcopor causante de la peste.Tenía los ojos celestescomo potrillito zarco.

Que le dieran esa muertedispuso una china vieja;y aunque se aflije y se queja,es inútil que resista.Ponía el infeliz la vistacomo la pone la oveja.

Nosotros nos alejamospara no ver tanto estrago.Cruz sentía los amagosde la peste que reinaba,y la idea nos acosabade volver a nuestros pagos.

Pero contra el plan mejorel destino se revela.¡La sangre se me congela!El que nos había salvado,

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cayó también atacadode la fiebre y la virgüela.

No podíamos dudaral verlo en tal padecerel fin que había de tener,y Cruz que era tan humano:«Vamos, —me dijo—, paisano,a cumplir con un deber».

Fuimos a estar a su ladopara ayudarlo a curar.Lo vinieron a buscary hacerle como a los otros;lo defendimos nosotros,no lo dejamos lanciar.

Iba creciendo la plagay la mortandá seguía;a su lado nos tenía.Cuidándolo con pacencia.Pero acabó su esistenciaal fin de unos pocos días.

El recuerdo me atormenta,se renueva mi pesar.Me dan ganas de llorarnada a mis penas igualo;Cruz también cayó muy maloya para no levantar.

Todos pueden figurarsecuánto tuve que sufrir;yo no hacía sino gemiry aumentaba mi aflición,no saber una oraciónpa ayudarlo a bien morir.

Se le pasmó la virgüela,y el pobre estaba en un grito.Me recomendó un hijito

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que en su pago había dejado,«ha quedado abandonado—me dijo—, aquel pobrecito.»

«Si vuelve, busquemeló,—me repetía a media voz—,en el mundo éramos dospues él ya no tiene madre:que sepa el fin de su Padrey encomiende mi alma a Dios.»

Lo apretaba contra el pechodominao por el dolor.Era su pena mayorel morir allá entre infieles,sufriendo dolores cruelesentregó su alma al Criador.

De rodillas a su lado¡yo lo encomendé a Jesús!Faltó a mis ojos la luz.Tube un terrible desmayo.Cai como herido del rayocuando lo vi muerto a Cruz.

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Aquel bravo compañeroen mis brazos espiró;hombre que tanto sirvió,varón que fue tan prudente,por humano y por valienteen el desierto murió.

Y yo, con mis propias manosyo mesmo lo sepulté.A Dios por su alma roguéde dolor el pecho lleno.Y humedeció aquel terrenoel llanto que redamé.

Cumplí con mi obligación,no hay falta de que me acuse,ni deber de que me escuseaunque de dolor sucumba.Allá señala su tumbauna cruz que yo lo puse.

Andaba de toldo en toldoy todo me fastidiaba.El pesar me dominabay entregao al sentimiento,se me hacía cada momentooír a Cruz que me llamaba.

Cual más, cual menos los criollossaben lo que es amargura.En mi triste desventurano encontraba otro consueloque ir a tirarme en el sueloal lao de su sepoltura.

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Allí pasaba las horassin haber naides conmigo.Teniendo a Dios por testigoy mis pensamientos fijosen mi muger y mis hijos,en mi pago y en mi amigo.

Privado de tantos bienesy perdido en tierra agena,parece que se encadenael tiempo y que no pasara,como si el sol se pararaa contemplar tanta pena.

Sin saber qué hacer de míy entregado a mi aflición,estando allí una ocasión,del lado que venía el vientooí unos tristes lamentosque llamaron mi atención.

No son raros los quejidosen los toldos del salvage,pues aquel es vandalagedonde no se arregla nadasino a lanza y puñaladaa bolazos y a corage.

No preciso juramento,deben creerle a Martín Fierro.He visto en ese destierroa un salvage que se irrita,degollar una chinitay tirársela a los perros.

He presenciado martirioshe visto muchas crueldades,crímenes y atrocidadesque el cristiano no imagina;pues ni el indio ni la china

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sabe lo que son piedades.

Quise curiosiar los llantosque llegaban hasta mí,al punto me dirigíal lugar de ande venían.¡Me horrorisa todavíael cuadro que descubrí!

Era una infeliz mugerque estaba de sangre llena,y como una Madalenalloraba con toda gana.Conocí que era cristianay esto me dio mayor pena.

Cauteloso me acerquéa un indio que estaba al lao;porque el pampa es desconfiaosiempre de todo cristiano,y vi que tenía en la manoel rebenque ensangrentao.

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Más tarde supe por ella,de manera positiva,que dentró una comitivade pampas a su partido,mataron a su maridoy la llevaron cautiva.

En tan dura servidumbrehacía dos años que estaba.Un hijito que llevabaa su lado lo tenía.La china la aborrecíatratándola como esclava.

Deseaba para escaparsehacer una tentativa.Pues a la infeliz cautivanaides la va a redimir,y allí tiene que sufrirel tormento mientras viva.

Aquella china perversadende el punto que llegó,crueldá y orgullo mostróporque el indio era valiente.Usaba un collar de dientesde cristianos que él mató.

La mandaba trabajar,poniendo cerca a su hijitotiritando y dando gritospor la mañana temprano,atado de pies y manoslo mesmo que un corderito.

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Ansí le imponía tareade juntar leña y sembrarviendo a su hijito llorar,y hasta que no terminaba,la china no la dejabaque le diera de mamar.

Cuando no tenían trabajola emprestaban a otra china.Naides, decía, se imagina,ni es capaz de presumircuánto tiene que sufrirla infeliz que está cautiva.

Si ven crecido a su hijitocomo de piedá no entienden,y a súplicas nunca atienden,cuando no es este es el otro,se lo quitan y lo vendeno lo cambian por un potro.

En la crianza de los suyosson bárbaros por demás,no lo había visto jamás;en una tabla los atan,los crían ansí, y les achatanla cabeza por detrás.

Aunque esto parezca estrañoninguno lo ponga en duda:entre aquella gente ruda,en su bárbara torpeza,es gala que la cabezase les forme puntiaguda.

Aquella china malvadaque tanto la aborrecía,empezó a decir un díapor qué falleció una hermana,que sin duda la cristiana

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le había echado brugería.

El indio la sacó al campoy la empezó a amenazarque le había de confesarsi la brugería era cierta;o que la iba a castigarhasta que quedara muerta.

Llora la pobre aflijida,pero el indio en su rigorle arrebató con furoral hijo de entre sus brazos,y del primer rebencazola hizo crugir de dolor.

Que aquel salvage tan cruelazotándola seguía,más y más se enfurecíacuanto más la castigaba,y la infeliz se atajabalos golpes como podía.

Que le gritó muy furioso:«Confechando no querés»la dio vuelta de un revésy por colmar su amargura,a su tierna criaturase la degolló a los pies.

Es increíble, —me decía—,que tanta fiereza esistao habrá madre que resista;aquel salvage inclementecometió tranquilamenteaquel crimen a mi vista.

Esos horrores tremendos

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no los inventa el cristiano.«Ese bárbaro inhumano,—sollozando me lo dijo—,me amarró luego las manoscon las tripitas de mi hijo.»

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De ella fueron los lamentosque en mi soledá escuché.En cuanto al punto lleguéquedé enterado de todo.Al mirarla de aquel modoni un instante tutubié.

Toda cubierta de sangreaquella infeliz cautivatenía dende abajo arribala marca de los lazazos.Sus trapos hechos pedazosmostraban la carne viva.

Alzó los ojos al cieloen sus lágrimas bañada,tenía las manos atadas,su tormento estaba claro;y me clavó una miradacomo pidiéndome amparo.

Yo no sé lo que pasóen mi pecho en ese istante,estaba el indio arrogantecon una cara feroz;para entendernos los dos,la mirada fue bastante.

Pegó un brinco como gatoy me ganó la distancia.Aprovechó esa gananciacomo fiera cazadora.Desató las boliadorasy aguardó con vigilancia.

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Aunque yo iba de curiosoy no por buscar contienda,al pingo le até la rienda,eché mano dende luego,a éste que no yerra fuego,y ya se armó la tremenda.

El peligro en que me hallabaal momento conocí.Nos mantubimos ansí,me miraba y lo miraba;yo, al indio le desconfiabay él me desconfiaba a mí.

Se debe ser precabidocuando el indio se agasape.En esa postura el tapevale por cuatro o por cinco.Como tigre es para el brincoy fácil que a uno lo atrape.

Peligro era atropellary era peligro el jüir;y más peligro seguiresperando de este modo,pues otros podían veniry carniarme allí entre todos.

A juerza de precauciónmuchas veces he salvado,pues en un trance apuradoes mortal cualquier descuido.Si Cruz hubiera vividono habría tenido cuidado.

Un hombre junto con otroen valor y en juerza crece.El temor desaparece,escapa de cualquier trampa.Entre dos, no digo a un pampa,

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a la tribu si se ofrece.

En tamaña incertidumbre,en trance tan apurado,no podía por decontadoescaparme de otra suerte,sino dando al indio muerteo quedando allí estirado.

Y como el tiempo pasabay aquel asunto me urgía,viendo que él no se movía,me fui medio de soslayocomo a agarrarle el caballoa ver si se me venía.

Ansí fue, no aguardó másy me atropelló el salvage.Es preciso que se atajequien con el indio peleé.El miedo de verse a pieaumentaba su corage.

En la dentrada no másme largó un par de bolazos.Uno me tocó en un brazo,si me da bien me lo quiebra.Pues las bolas son de piedray vienen como balazo.

A la primer puñaladael pampa se hizo un ovillo.Era el salvage más pilloque he visto en mis correrías,y a más de las picardíasarisco para el cuchillo.

Las bolas las manejabaaquel bruto con destreza,las recogía con prestezay me las volvía a largar,

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haciéndomelas silvararriba de la cabeza.

Aquel indio, como todos,era cauteloso... ¡ay juna!Ay me valió la fortunade que peliando se apotra.Me amenazaba con una,y me largaba con otra.

Me sucedió una desgraciaen aquel percance amargo,en momentos que lo cargoy que él reculando va.Me enredé en el chiripáy cai tirao largo a largo.

Ni pa encomendarme a Diostiempo el salvage me dio;cuanto en el suelo me viome saltó con ligereza.Juntito de la cabezael bolazo retumbó.

Ni por respeto al cuchillodejó el indio de apretarme.Allí pretende ultimarmesin dejarme levantar.Y no me daba lugarni siquiera a enderezarme.

Devalde quiero movermeaquel indio no me suelta.Como persona resueltatoda mi juerza ejecuto.Pero abajo de aquel brutono podía ni darme güelta.

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¡Bendito Dios poderoso,quién te puede comprender!Cuando a una débil mugerle diste en esa ocasiónla juerza que en un varóntal vez no pudiera haber.

Esa infeliz tan llorosaviendo el peligro se anima.Como una flecha se arrimay olvidando su aflición,le pegó al indio un tirónque me lo sacó de encima.

Ausilio tan generosome libertó del apuro.Si no es ella, de siguroque el indio me sacrifica.Y mi valor se duplicacon un ejemplo tan puro.

En cuanto me enderecénos volvimos a topar.No se podía descansary me chorriaba el sudor.En un apuro mayorjamás me he vuelto a encontrar.

Tampoco yo le daba alcecomo deben suponer.Se había aumentao mi quehacerpara impedir que el brutazole pegara algún bolazode rabia a aquella muger.

La bola en manos del indioes terrible y muy ligera.

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Hace de ella lo que quierasaltando como una cabra.Mudos, sin decir palabra,peliábamos como fieras.

Aquel duelo en el desiertonunca, jamás se me olvida,iba jugando la vidacon tan terrible enemigo,teniendo allí de testigoa una muger afligida.

Cuanto él más se enfurecíayo más me empiezo a calmar;mientras no logra matarel indio no se desfoga;al fin le corté una sogay lo empecé aventajar.

Me hizo sonar las costillasde un bolazo aquel maldito;y al tiempo que le di un gritoy le dentró como bala,pisa el indio, y se refalaen el cuerpo del chiquito.

Para esplicar el misterioes muy escasa mi cencia.Lo castigó, en mi concencia,su Divina Magestá.Donde no hay casualidásuele estar la Providencia.

En cuanto trastrabillómás de firme lo cargué,y aunque de nuevo hizo pielo perdió aquella pisada;pues en esa atropelladaen dos partes lo corté.

Al sentirse lastimao

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se puso medio afligido.Pero era indio decidido,su valor no se quebranta.Le salían de la gargantacomo una especie de aullidos.

Lastimao en la cabezala sangre lo enceguecía;de otra herida le salíahaciendo un charco ande estaba.Con los pies la chapaliabasin aflojar todavía.

Tres figuras imponentesformábamos aquel terno:ella en su dolor materno,yo con la lengua dejuera,y el salvage como fieradisparada del infierno.

Iba conociendo el indioque tocaban a degüello.Se le erizaba el cabelloy los ojos revolvía,los labios se le perdíancuando iba a tomar resuello.

En una nueva dentradale pegué un golpe sentido,y al verse ya mal herido,aquel indio furibundolanzó un terrible alaridoque retumbó como un ruidosi se sacudiera el mundo.

Al fin de tanto lidiaren el cuchillo lo alcé.En peso lo levantéaquel hijo del desierto.Ensartado lo llevé,y allá recién lo largué

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cuando ya lo sentí muerto.

Me persiné dando graciasde haber salvado la vida.Aquella pobre afligida,de rodillas en el suelo,alzó sus ojos al Cielosollozando dolorida.

Me hinqué también a su ladoa dar gracias a mi Santo.En su dolor y quebrantoella, a la Madre de Dios,le pide en su triste llantoque nos ampare a los dos.

Se alzó con pausa de leonacuando acabó de implorar,y sin dejar de llorarenvolvió en unos trapitoslos pedazos de su hijitoque yo le ayudé a juntar.

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Dende ese punto era juerzaabandonar el desierto,pues me hubieran descubierto,y aunque lo maté en pelea,de fijo que me lanceanpor vengar al indio muerto.

A la aflijida cautivami caballo le ofrecí.Era un pingo que alquirí,y donde quiera que estabaen cuanto yo lo silvabavenía a refregarse en mí.

Yo me le senté al del pampa;era un escuro tapao.Cuando me hallo bien montaode mis casillas me salgo.Y era un pingo como galgoque sabía correr boliao.

Para correr en el campono hallaba ningún tropiezo.Los egercitan en eso,y los ponen como luz,de dentrarle a un avestruzy boliar bajo el pescuezo.

El pampa educa al caballocomo para un entrevero.Como rayo es de ligeroen cuanto el indio lo toca.Y como trompo en la boca,da güeltas sobre de un enero.

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Lo barea en la madrugada,jamás falta a este deber.Luego lo enseña a correrentre fangos y guadales.Ansina esos animales¡es cuanto se puede ver!

En el caballo de un pampano hay peligro de rodar.Jue pucha, y pa disparares pingo que no se cansa.Con proligidá lo amansasin dejarlo corcobiar.

Pa quitarle las cosquillascon cuidao lo manosea,horas enteras emplea,y por fin, solo lo deja,cuando agacha las orejasy ya el potro ni cocea.

Jamás le sacude un golpeporque lo trata al bagualcon pacencia sin igual,al domarlo no le pega,hasta que al fin se le entregaya dócil el animal.

Y aunque yo sobre los bastosme sé sacudir el polvo,a esa costumbre me amoldo.Con pacencia lo manejany al día siguiente lo dejanrienda arriba junto al toldo.

Ansí todo el que procuretener un pingo modelolo ha de cuidar con desvelo,y debe impedir también,el que de golpes le den

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o tironén en el suelo.

Muchos quieren dominarlocon el rigor y el azote,y si ven al chafaloteque tiene trazas de malo,lo embraman en algún palohasta que se descogote.

Todos se vuelven pretextosy güeltas para ensillarlo.Dicen que es por quebrantarlo,mas compriende cualquier bobo,que es de miedo del corcoboy no quieren confesarlo.

El animal yeguarizo,perdónenme esta alvertencia,es de mucha conocenciay tiene mucho sentido.Es animal consentidolo cautiva la pacencia.

Aventaja a los demásel que estas cosas entiendaes bueno que el hombre aprienda,pues hay pocos domadores,y muchos frangoyadoresque andan de bozal y rienda.

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Me vine como les digotrayendo esa compañera.Marchamos la noche enterahaciendo nuestro camino

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sin más rumbo que el destinoque nos llevara ande quiera.

Al muerto, en un pajonalhabía tratao de enterrarlo,y después de maniobrarlolo tapé bien con las pajas,para llevar de ventajalo que emplearan en hallarlo.

En notando nuestra ausiencianos habían de perseguir.Y al decidirme a venir,con todo mi corazónhice la resoluciónde peliar hasta morir.

Es un peligro muy seriocruzar juyendo el desierto.Muchísimos de hambre han muerto,pues en tal desasosiegono se puede ni hacer fuegopara no ser descubierto.

Sólo el albitrio del hombrepuede ayudarlo a salvar.No hay auxilio que esperar,sólo de Dios hay amparo.En el desierto es muy raroque uno se pueda escapar.

¡Todo es cielo y horizonteen inmenso campo verde!¡Pobre de aquel que se pierdeo que su rumbo estravea!Si alguien cruzarlo deseaeste consejo recuerde.

Marque su rumbo de díacon toda fidelidá.Marche con puntualidá

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siguiéndolo con fijeza,y si duerme, la cabezaponga para el lao que va.

Oserve con todo esmeroadonde el sol aparece,si hay ñeblina y le entorpecey no lo puede oservar,guardesé de caminarpues quien se pierde perece.

Dios les dio istintos sutilesa toditos los mortales.El hombre es uno de talesy en las llanuras aquellaslo guían el sol, las estrellas,el viento y los animales.

Para ocultarnos de díaa la vista del salvage,ganábamos un parageen que algún abrigo hubiera,a esperar que anochecierapara seguir nuestro viage.

Penurias de toda clasey miserias padecimos,varias veces no comimoso comimos carne cruda.Y en otras, no tengan duda,con reices nos mantubimos.

Después de mucho sufrirtan peligrosa inquietú,alcanzamos con salúa divisar una sierra,y al fin pisamos la tierraen donde crece el Ombú.

Nueva pena sintió el pechopor Cruz, en aquel parage.

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Y en humilde vasallagea la magestá infinita,besé esta tierra benditaque ya no pisa el salvage.

Al fin la misericordiade Dios, nos quiso amparar;es preciso soportarlos trabajos con costancia.Alcanzamos a una Estanciadespués de tanto penar.

Ay mesmo me despedíde mi infeliz compañera.«Me voy, —le dije—, ande quiera,aunque me agarre el gobierno,pues infierno por infiernoprefiero el de la frontera.»

Concluyo esta relación,ya no puedo continuar,permítanme descansar:están mis hijos presentes,y yo ansioso porque cuentenlo que tengan que contar.

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Y mientras que tomo un tragopa refrescar el garguero,y mientras tiempla el muchachoy prepara su estrumento,les contaré de qué modotuvo lugar el encuentro.Me acerqué a algunas Estanciaspor saber algo de cierto,creyendo que en tantos añosesto se hubiera compuesto;pero cuanto saqué en limpiofue, que estábamos lo mesmo,ansí me dejaba andarhaciéndome el chancho rengo,porque no me conveníarevolver el avispero;pues no inorarán ustedesque en cuentas con el gobiernotarde o temprano lo llamanal pobre a hacer el arreglo.Pero al fin tuve la suertede hallar un amigo viejo,que de todo me informó,y por él supe al momento,que el Juez que me perseguíahacía tiempo que era muerto:por culpa suya he pasadodiez años de sufrimiento,y no son pocos diez añospara quien ya llega a viejo.

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Y los he pasado ansí,si en mi cuenta no me yerrotres años en la frontera,dos como gaucho matrero,y cinco allá entre los Indioshacen los diez que yo cuento.Me dijo, a más, ese amigoque andubiera sin recelo,que todo estaba tranquilo,que no perseguía el Gobierno;que ya naides se acordabade la muerte del moreno,aunque si yo lo maté,mucha culpa tuvo el negro.Estube un poco imprudente,puede ser, yo lo confieso, pero él me precipitóporque me cortó primero.Y amás, me cortó en la caraque es un asunto muy serio.Me asiguró el mesmo amigoque ya no había ni el recuerdode aquel que en la pulperíalo dejé mostrando el sebo.Él, de engreído, me buscóyo ninguna culpa tengo;él mesmo vino a peliarme,y tal vez me hubiera muertosi le tengo más confianzao soy un poco más lerdo.Fue suya toda la culpaporque ocasionó el suceso.Que ya no hablaban tampoco,me lo dijo muy de cierto,de cuando con la partidallegué a tener el encuentro.Esa vez me defendícomo estaba en mi derecho,

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porque fueron a prendermede noche y en campo abierto.Se me acercaron con armas,y sin darme voz de presome amenazaron a gritosde un modo que daba miedo.Que iban arreglar mis cuentastratándome de matrero,y no era el gefe el que hablabasino un cualquiera de entre ellos.Y ese, me parece a mí,no es modo de hacer arreglos,ni con el que es inocente,ni con el culpable menos.Con semejantes noticiasyo me puse muy contentoy me presenté ande quieracomo otros pueden hacerlo.De mis hijos he encontradosólo a dos hasta el momentoy de ese encuentro felizle doy las gracias al cielo.A todos cuantos hablabales preguntaba por ellos,mas no me daba ningunorazón de su paradero;casualmente el otro díallegó a mi conocimiento,de una carrera muy grandeentre varios estancieros,y fui como uno de tantosaunque no llevaba un medio.No faltaban, ya se entiendeen aquel gauchage inmenso,muchos que ya conocíanla historia de Martín Fierro;y allí estaban los muchachos

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cuidando unos paregeros.Cuanto me oyeron nombrarse vinieron al momento,diciéndome quiénes eranaunque no me conocieron,porque venía muy aindiaoy me encontraban muy viejo.La junción de los abrazosde los llantos y los besosse deja pa las mugerescomo que entienden el juego.Pero el hombre que compriendeque todos hacen lo mesmo,en público canta y bailaabraza y llora en secreto.Lo único que me han contadoes que mi muger ha muerto.Que en procuras de un muchachose fue la infeliz al pueblo,donde infinitas miseriashabrá sufrido por cierto.Que por fin a un hospitalfue a parar medio muriendo,y en ese abismo de malesfalleció al muy poco tiempo.Les juro que de esa pérdidajamás he de hallar consuelo;muchas lágrimas me cuestadende que supe el suceso.Mas dejemos cosas tristesaunque alegrías no tengo;me parece que el muchachoha templao y está dispuesto.Vamos a ver qué tal lo hace,y juzgar su desempeño.Ustedes no los conocen,yo tengo confianza en ellos.

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No porque lleven mi sangre,eso fuera lo de menos,sino porque dende chicoshan vivido padeciendo.Los dos son aficionados,les gusta jugar con fuego.Vamos a verlos correr.Son cojos... hijos de rengo.

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El hijo mayor de Martín Fierro

La penitenciaría<

Aunque el gajo se pareceal árbol de donde sale,solía decirlo mi madrey en su razón estoy fijo:«Jamás puede hablar el hijocon la autoridá del padre.»

Recordarán que quedamossin tener donde abrigarnos;ni ramada ande ganarnosni rincón ande meternosni camisa que ponernosni poncho con que taparnos.

Dichoso aquel que no sabelo que es vivir sin amparo;yo con verdá les declaro,aunque es por demás sabido.Dende chiquito he vividoen el mayor desamparo.

No le merman el rigorlos mesmos que lo socorren.Tal vez porque no se borrenlos decretos del destino,de todas partes lo correncomo ternero dañino.

Y vive como los vichosbuscando alguna rendija

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el güérfano es sabandijaque no encuentra compasión,y el que anda sin direciónes guitarra sin clavija.

Sentiré que cuanto digoa algún oyente le cuadreni casa tenía, ni madre,ni parentela, ni hermanos;y todos limpian sus manosen el que vive sin padre.

Lo cruza este de un lazazo,lo abomba aquel de un moquete,otro le busca el cachetey entre tanto soportar,suele a veces no encontrarni quien le arroje un soquete.

Si lo recogen lo tratancon la mayor rigidezpiensan que es mucho tal vezcuando ya muestra el pellejosi le dan un trapo viejopa cubrir su desnudez.

Me crié, pues, como les digo,desnudo a veces y hambriento,me ganaba mi sustento,y ansí los años pasaban.Al ser hombre me esperabanotra clase de tormentos.

Pido a todos que no olviden,lo que les voy a decir;en la escuela del sufrirhe tomado mis leciones;y hecho muchas reflecionesdende que empecé a vivir.

Si alguna falta cometo

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la motiva mi inorancia,no vengo con arrogancia;y les diré en conclusiónque trabajando de piónme encontraba en una estancia.

El que manda siempre puedehacerle al pobre un calvario;a un vecino propietarioun boyero le mataron,y aunque a mí me lo achacaronsalió cierto en el sumario.

Piensen los hombres honradosen la vergüenza y la penade que tendría la alma llenaal verme ya tan tempranoigual a los que sus manoscon el crimen envenenan.

Declararon otros dossobre el caso del dijunto;mas no se aclaró el asunto,y el Juez por darlas de listo,«Amarrados como un Cristo,—nos dijo—, irán todos juntos.

»A la Justicia Ordinariavoy a mandar a los tres.»Tenía razón aquel Juez,y cuantos ansí amenacen;ordinaria,... es como la hacenlo he conocido después.

Nos remitió como digoa esa Justicia Ordinaria,y fuimos con la sumariaa esa cárcel de malevos,que por un bautismo nuevole llaman Penitenciaria.

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El porqué tiene ese nombrenaides me lo dijo a mímas yo me lo esplico ansí:le dirán Penitenciariapor la penitencia diariaque se sufre estando allí.

Criollo que cai en desgraciatiene que sufrir no poco.Naides lo ampara tampocosi no cuenta con recursos.El gringo es de más discurso,cuando mata, se hace el loco.

No sé el tiempo que corrióen aquella sepoltura;si de ajuera no lo apuran,el asunto va con pausa;tienen la presa siguray dejan dormir la causa.

Inora el preso a qué ladose inclinará la balanza.Pero es tanta la tardanzaque yo les digo por mí:el hombre que dentre allídeje afuera la esperanza.

Sin perfecionar las leyesperfecionan el rigor.Sospecho que el inventorhabrá sido algún maldito.Por grave que sea un delitoaquella pena es mayor.

Eso es para quebrantarel corazón más altivo.Los llaveros son pasivos,pero más secos y durostal vez que los mesmos murosen que uno gime cautivo.

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No es en grillos ni en cadenasen lo que usté penará,sino en una soledáy un silencio tan projundo,que parece que en el mundoes el único que está.

El más altivo varóny de cormillo gastao,allí se vería agoviaoy su corazón marchito,al encontrarse encerraoa solas con su delito.

En esa cárcel no hay toros,allí todos son corderos;no puede el más altanero,al verse entre aquellas rejas,sino amujar las orejasy sufrir callao su encierro.

Y digo a cuantos inoranel rigor de aquellas penas,yo que sufrí las cadenasdel destino y su inclemencia,que aprovechen la esperencia,del mal en cabeza agena.

¡Ay!, madres, las que dirigenal hijo de sus entrañas,no piensen que las engaña,ni que las habla un falsario;lo que es el ser presidariono lo sabe la campaña.

Hijas, esposas, hermanas,cuantas quieren a un varón,díganles que esa prisiónes un infierno temido,donde no se oye más ruido

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que el latir del corazón.

Allá el día no tiene sol,la noche no tiene estrellas.Sin que le valgan querellasencerrao lo purifican;y sus lágrimas salpicanen las paredes aquellas.

En soledá tan terriblede su pecho oye el latido,lo sé porque lo he sufridoy creanmeló el aulitorio,tal vez en el purgatoriolas almas hagan más ruido.

Cuenta esas horas eternaspara más atormentarse,su lágrima al redamarsecalcula en sus afliciones,contando en sus pulsaciones,lo que dilata en secarse.

Allí se amansa el más bravo,allí se duebla el más juerte.El silencio es de tal suerteque cuando llegue a venir,hasta se le han de sentirlas pisadas a la muerte.

Adentro mesmo del hombrese hace una revolución.Metido en esa prisiónde tanto no mirar nada,le nace y queda gravadala idea de la perfeción.

En mi madre, en mis hermanos,en todo pensaba yo.Al hombre que allí dentróde memoria más ingrata,

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fielmente se le retratatodo cuanto ajuera vio.

Aquel ha vivido librede cruzar por donde quiera,se aflige y se desesperade encontrarse allí cautivo;es un tormento muy vivoque abate la alma más fiera.

En esa estrecha prisiónsin poderme conformar,no cesaba de esclamar¡qué diera yo por tenerun caballo en que montary una pampa en que correr!

En un lamento costantese encuentra siempre embretao.El castigo han inventaode encerrarlo en las tinieblas,y allí está como amarraoa un fierro que no se duebla.

No hay un pensamiento tristeque al preso no lo atormente.Bajo un dolor permanenteagacha al fin la cabeza,porque siempre es la tristezahermana de un mal presente.

Vierten lágrimas sus ojospero su pena no alivia;en esa costante lidiasin un momento de calma,contempla con los del almafelicidades que envidia.

Ningún consuelo penetradetrás de aquellas murallas.El varón de más agallas,

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aunque más duro que un perno,metido en aquel infiernosufre, gime, llora y calla.

De furor el corazónse le quiere reventar,pero no hay sino aguantaraunque sosiego no alcance.¡Dichoso en tan duro tranceaquel que sabe rezar!

¡Dirige a Dios su plegariael que sabe una oración!En esa tribulacióngime olvidado del mundo,y el dolor es más projundocuando no halla compasión.

En tan crueles pesadumbre,en tan duro padecer,empezaba a encanecerdespués de muy pocos meses.Allí lamenté mil vecesno haber aprendido a ler.

Viene primero el furor,después la melancolía,en mi angustia no teníaotro alivio ni consuelo,sino regar aquel suelocon lágrimas noche y día.

¡A visitar otros presossus familias solían ir!Naides me visitó a mímientras estube encerrado.¡Quién iba a costiarse allía ver un desamparado!

¡Bendito sea el carceleroque tiene buen corazón!

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Yo sé que esta bendiciónpocos pueden alcanzarla,pues si tienen compasiónsu deber es ocultarla.

Jamás mi lengua podráespresar cuánto he sufrido;en ese encierro metido,llaves, paredes, cerrojos,se graban tanto en los ojosque uno los ve hasta dormido.

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El mate no se permite.No le permiten hablar,no le permiten cantarpara aliviar su dolor.Y hasta el terrible rigorde no dejarlo fumar.

La justicia muy severasuele rayar en crueldá:sufre el pobre que allí estácalenturas y delirios,pues no esiste pior martirioque esa eterna soledá.

Conversamos con las rejaspor sólo el gusto de hablar.Pero nos mandan callary es preciso conformarnos;pues no se debe irritara quien puede castigarnos.

Sin poder decir palabra

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sufre en silencio sus males.Y uno en condicionestales se convierte en animal,privao del don principalque Dios hizo a los mortales.

Yo no alcanzo a comprenderpor qué motivo será,que el preso privado estáde los dones más preciososque el justo Dios bondadosootorgó a la humanidá.

Pues que de todos los bienes,en mi inorancia lo infiero,que le dio al hombre altanerosu Divina Magestá;la palabra es el primero,el segundo es la amistá.

Y es muy severa la leyque por un crimen o un vicio,somete al hombre a un suplicioel más tremendo y atroz,privado de un beneficioque ha recebido de Dios.

La soledá causa espanto,el silencio causa horror.Ese continuo terrores el tormento más duro,y en un presidio siguroestá de más tal rigor.

Inora uno si de allísaldrá pa la sepoltura.El que se halla en desventurabusca a su lado otro ser;pues siempre es bueno tenercompañeros de amargura.

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Otro más sabio podráencontrar razón mejor,yo no soy rebuscador,y esta me sirve de luz;se los dieron al Señoral clavarlo en una cruz.

Y en las projundas tinieblasen que mi razón esiste,mi corazón se resistea ese tormento sin nombre,pues el hombre alegra al hombre,y el hablar consuela al triste.

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Grábenlo como en la piedracuanto he dicho en este canto;y aunque yo he sufrido tantodebo confesarlo aquí;el hombre que manda allíes poco menos que un santo.

Y son buenos los demás,a su ejemplo se manejan;pero por eso no dejanlas cosas de ser tremendas;piensen todos y compriendanel sentido de mis quejas.

Y guarden en su memoriacon toda puntualidá,lo que con tal claridáles acabo de decir.Mucho tendrán que sufrirsi no cren en mi verdá.

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Y si atienden mis palabrasno habrá calabozos llenos.Manéjense como buenos;no olviden esto jamás:aquí no hay razón de más;más bien las puse de menos.

Y con esto me despido.Todos han de perdonar,ninguno debe olvidarla historia de un desgraciado.Quien ha vivido encerradopoco tiene que contar.

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Lo que les voy a decirninguno lo ponga en duda,y aunque la cosa es peludaharé la resolución,es ladino el corazónpero la lengua no ayuda.

El rigor de las desdichashemos soportao diez años,pelegrinando entre estrañossin tener dónde vivir;y obligados a sufriruna máquina de daños.

El que vive de ese modode todos es tributario;falta el cabeza primarioy los hijos que él sustentase dispersan como cuentascuando se corta el rosario.

Yo andube ansí como todos,hasta que al fin de sus díassupo mi suerte una tíay me recogió a su lado,allí viví sosegadoy de nada carecía.

No tenía cuidado algunoni que trabajar tampoco.Y como muchacho locolo pasaba de holgazán;con razón dice el refránque lo bueno dura poco.

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En mí todo sus cuidadoy su cariño ponía,como a un hijo me queríacon cariño verdadero,y me nombró de herederode los bienes que tenía.

El Juez vino sin tardanzacuanto falleció la vieja.«De los bienes que te deja,—me dijo— yo he de cuidar;es un rodeo regulary dos majadas de ovejas.»

Era hombre de mucha labia,con más leyes que un dotor,me dijo: «vos sos menory por los años que tienesno podes manejar bienes,voy a nombrarle un tutor.»

Tomó un recuento de todoporque entendía su papel,y después que aquel pastello tuvo bien amasao,puso al frente un encargao,y a mí me llevó con él.

Muy pronto estubo mi poncholo mesmo que cernidor.El chiripá estaba pior,y aunque para el frío soy guapo,ya no me quedaba un traponi pa el frío, ni pa el calor.

En tan triste desabrigotras de un mes, iba otro mes.Guardaba silencio el Juezla miseria me invadía.Me acordaba de mi tía

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al verme en tal desnudes.

No sé decir con fijezael tiempo que pasé allí.Y después de andar ansícomo moro sin señor,pasé a poder del tutorque debía cuidar de mí.

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Me llevó consigo un viejoque pronto mostró la hilacha,dejaba ver por la fachaque era medio cimarrón,muy renegao, muy ladrón,y le llamaban Viscacha.

Lo que el Juez iba buscandosospecho y no me equivoco.Pero este punto no toconi su secreto averiguo.Mi tutor era un antiguode los que ya quedan pocos.

Viejo lleno de camándulas,como un empaque a lo toro,andaba siempre en un morometido no sé en qué enriedos,con las patas como loro,de estribar entre los dedos.

Andaba rodiao de perrosque eran todo su placer,jamás dejó de tenermenos de media docena,mataba vacas agenaspara darles de comer.

Carniábamos noche a nochealguna res en el pago;y dejando allí el resagoalzaba en ancas el cuero,que se lo vendía a un pulperopor yerba, tabaco y trago.

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¡Ah! Viejo más comercianteen mi vida lo he encontrao.Con ese cuero robaoél arreglaba el pastel,y allí entre el pulpero y élse estendía el certificao.

La echaba de comedido;en las trasquilas, lo viera,se ponía como una fierasi cortaban una oveja;pero de alzarse no dejaun vellón o unas tijeras.

Una vez me dio una sobaque me hizo pedir socorro,porque lastimé un cachorroen el rancho de unas vascas,y al irse se alzó unas guascas,para eso era como zorro.

¡Ay juna!, dije entre mí,me has dao esta pesadumbre,ya verás cuanto vislumbreuna ocasión medio güena,te he de quitar la costumbrede cerdiar yeguas agenas.

Porque maté una viscachaotra vez me reprendió.Se lo vine a contar yo,y no bien se lo hube dicho;«ni me nuembres ese vicho»,me dijo, y se me enojó.

Al verlo tan irritaohallé prudente callar.Este me va a castigar,dige entre mí, si se agravia.Ya vi que les tenía rabia

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y no las volví a nombrar.

Una tarde halló una puntade yeguas medio vichocas,después que voltió unas pocaslas cerdiaba con empeño.Yo vide venir al dueñopero me callé la boca.

El hombre venía juriosoy nos cayó como un rayo;se descolgó del caballorevoliando el arriador,y lo cruzó de un lazasoay no más a mi tutor.

No atinaba don Viscachaa qué lado disparar,hasta que logró montary de miedo del chicote,se lo apretó hasta el cogotesin pararse a contestar.

Ustedes crerán tal vezque el viejo se curaría;no señores, lo que hacía,con más cuidao dende entonces,era maniarlas de díapara cerdiar a la noche.

Ése fue el hombre que estuboencargao de mi destino;siempre andubo en mal caminoy todo aquel vecinariodecía que era un perdulario,insufrible de dañino.

Cuando el Juez me lo nombróal dármelo de tutor,me dijo que era un señorel que me debía cuidar,

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enseñarme a trabajary darme la educación.

Pero qué había de aprenderal lao de ese viejo paco;que vivía como el chuncacoen los bañaos, como el tero,un haragán, un ratero,y más chillón que un barraco.

Tampoco tenía más bienesni propiedá conocidaque una carreta podrida,y las paredes sin techode un rancho medio desechoque le servía de guarida.

Después de las trasnochadasallí venía a descansar.Yo desiaba aviriguarlo que tubiera escondido,pero nunca había podidopues no me dejaba entrar.

Yo tenía unas jergas viejasque habían sido más peludasy con mis carnes desnudas,el viejo que era una fiera,me echaba a dormir ajuera,con unas heladas crudas.

Cuando mozo fue casaoaunque yo lo desconfío.Y decía un amigo míoque de arrebatao y malo,mató a su muger de un paloporque le dio un mate frío.

Y viudo por tal motivonunca se volvió a casar;no era fácil encontrar

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ninguna que lo quisiera,todas temerían llevarla suerte de la primera.

Soñaba siempre con ellasin duda por su delito,y decía el viejo malditoel tiempo que estubo enfermo,que ella dende el mesmo infiernolo estaba llamando a gritos.

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Siempre andaba retobao,con ninguno solía hablar;se divertía en escarbary hacer marcas con el dedo;y cuanto se ponía en pedome empezaba aconsejar.

Me parece que lo veocon su poncho calamaco.Después de echar un buen tacoansí principiaba a hablar:«Jamás llegués a parara donde veas perros flacos.»

«El primer cuidao del hombrees defender el pellejo.Lleváte de mi consejo,fijáte bien en lo que hablo:el diablo sabe por diablopero más sabe por viejo.»

«Hacéte amigo del Juezno le des de qué quejarse;y cuando quiera enojarsevos te debes encojer,pues siempre es güeno tenerpalenque ande ir a rascarse.»

«Nunca le llevés la contraporque él manda la gavilla.Allí sentao en su sillaningún güey le sale bravo.A uno le da con el clavoy a otro con la cantramilla.»

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«El hombre, hasta el más soberbio,con más espinas que un tala,aflueja andando en la malay es blando como manteca;hasta la hacienda bagualacai al jagüel en la seca.»

«No andés cambiando de cueva,hacé las que hace el ratón,conserváte en el rincónen que empesó tu esistencia,vaca que cambia querenciase atrasa en la parición.»

Y menudiando los tragosaquel viejo como cerro«no olvidés, —me decía— Fierro,que el hombre no debe creren lágrimas de mujerni en la renguera del perro.»

«No te debés afligiraunque el mundo se desplome.Lo que más precisa el hombretener, según yo discurro,es la memoria del borroque nunca olvida ande come.»

«Dejá que caliente el hornoel dueño del amasijo.Lo que es yo, nunca me aflijoy a todito me hago el sordo.El cerdo vive tan gordoy se come hasta los hijos...»

«El zorro que ya es corridodende lejos la olfatea.No se apure quien deseahacer lo que le aproveche.La vaca que más rumea

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es la que da mejor leche.»

«El que gana su comidabueno es que en silencio coma.Ansina, vos ni por broma,querrás llamar la atención.Nunca escapa el cimarrónsi dispara por la loma.»

«Yo voy donde me convieney jamás me descarrío,lleváte el ejemplo míoy llenarás la barriga;aprendé de las hormigas,no van a un noque vacío.»

«A naides tengás envidia,es muy triste el envidiar.Cuando veas a otro ganara estorbarlo no te metas;cada lechón en su tetaes el modo de mamar.

Ansí se alimentan muchosmientras los pobres lo pagan.Como el cordero hay quien lo hagaen la puntita, no niego,pero otros, como el borrego,toda entera se la tragan.

Si buscás vivir tranquilodedicáte a solteriar.Mas si te querés casar,con esta alvertencia sea,que es muy difícil guardarprenda que otros codicean.»

Es un vicho la mugerque yo aquí no lo destapo,siempre quiere al hombre guapo,mas fijáte en la eleción;

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porque tiene el corazóncomo barriga de zapo.»

Y gangoso con la tranca,me solía decir, «potrillo,reciente apunta el cormillo,mas te lo dice un toruno,no dejés que hombre ningunote gane el lao del cuchillo.»

«Las armas son necesariaspero naides sabe cuándo;ansina si andás pasiando,y de noche sobre todo,debés llevarlo de modoque al salir, salga cortando.»

«Los que no saben guardarson pobres aunque trabajen;nunca por más que se atajense librarán del cimbrón,al que nace barrigónes al ñudo que lo fagen.»

«Donde los vientos me llevanallí estoy como en mi centro.Cuando una tristeza encuentrotomo un trago pa alegrarme;a mí me gusta mojarmepor ajuera y por adentro.»

«Vos sos pollo, y te convienentoditas estas razones,mis consejos y lecionesno echés nunca en el olvido;en las riñas he aprendidoa no peliar sin puyones.»

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Con estos consejos y otrosque yo en mi memoria encierro,y que aquí no se desentierroeducándome seguía,hasta que al fin se dormíamesturao entre los perros.

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Cuando el viejo cayó enfermoviendo yo que se empioraba,y que esperanza no dabade mejorarse siquiera,le truje una culandreraa ver si lo mejoraba.

En cuanto lo vio me dijo:«este no aguanta el sogazo,muy poco le doy de plazo,nos va a dar un espetáculo,porque debajo del brazole ha salido un tabernáculo.»

Dice el refrán que en la tropanunca falta un güey corneta.Uno que estaba en la puertale pegó el grito ay no más:«Tabernáculo... qué bruto,un tubérculo dirás.»

Al verse ansí interrumpido,al punto dijo el cantor:«No me parece ocasiónde meterse los de ajuera.Tabernáculo, señor,le decía la culandrera.»

El de ajuera repitiódándole otro chaguarazo:«Allá va un nuevo bolazocopo y se la gano en puerta:a las mugeres que curanse les llama curanderas.»

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No es bueno, dijo el cantor,muchas manos en un plato,y diré al que ese baratoha tomao de entremetido,que no creía haber venidoa hablar entre liberatos.

Y para seguir contandola historia de mi tutor,le pediré a ese dotorque en mi inorancia me deje,pues siempre encuentra el que tejeotro mejor tejedor.

Seguía enfermo como digocada vez más emperrao.Yo estaba ya acobardaoy lo espiaba dende lejos:era la boca del viejo,la boca de un condenao.

Allá pasamos los dosnoches terribles de invierno.Él maldecía al Padre Eterno,como a los santos benditos,pidiéndole al diablo a gritosque lo llevara al infierno.

Debe ser grande la culpaque a tal punto mortifica.Cuando vía una reliquiase ponía como azogado,como si a un endemoniadole echaran agua bendita.

Nunca me le puse a tiro,pues era de mala entraña;y viendo heregía tamañasi alguna cosa le daba,de lejos se la alcanzaba

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en la punta de una caña.

Será mejor, decía ya,que abandonado lo dejeque blasfeme y que se queje;y que siga de esta suerte,hasta que venga la muertey cargue con este hereje.

Cuando ya no pudo hablarle até en la mano un cencerro,y al ver cercano su entierro,arañando las paredesespiró allí entre los perrosy este servidor de ustedes.

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Le cobré un miedo terribledespués que lo vi dijunto.Llamé al Alcalde, y al punto,acompañado se vinode tres o cuatro vecinosa arreglar aquel asunto.

«Ánima bendita, —dijoun viejo medio ladiao—,que Dios lo haiga perdonaoes todo cuanto deseo.Le conocí un pastoreode terneritos robaos.»

«Ansina es, —dijo el Alcalde—,con eso empezó a poblar.Yo nunca podré olvidarlas travesuras que hizo;hasta que al fin fue precisoque le privasen carniar.»

«De mozo fue muy gineteno lo bajaba un bagüal.Pa ensillar un animalsin necesitar de otro,se encerraba en el corraly allí galopiaba el potro.»

«Se llevaba mal con todos.Era su costumbre viejael mesturar las ovejas,pues al hacer el apartesacaba la mejor partey después venía con quejas.»

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«Dios lo ampare al pobresito—dijo en seguida un tercero—,siempre robaba carneros,en eso tenía destreza,enterraba las cabezas,y después vendía los cueros.»

«Y qué costumbre teníacuando en el jogón estaba,con el mate se agarrabaestando los piones juntos,yo tayo, decía, y apunto,y a ninguno convidaba.»

«Si ensartaba algún asao,¡pobre!, como si lo viese.Poco antes de que estubiese,primero lo maldecía,luego después lo escupíapara que naides comiese.»

«Quien le quitó esa costumbrede escupir el asadorfue un mulato resertorque andaba de amigo suyo,un diablo muy peliadorque le llamaban barullo.

«Una noche que les hizocomo estaba acostumbrao,se alzó el mulato enojao,y le gritó: —viejo indino,yo te he de enseñar, cochino,a echar saliva al asao.»

«Lo saltó por sobre el juegocon el cuchillo en la mano;¡la pucha el pardo liviano!En la mesma atropelladale largó una puñalada

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que la quitó otro paisano.»

«Y ya caliente Barullo,quizo seguir la chacota,se le había erizao la motalo que empezó la reyerta:el viejo ganó la puertay apeló a las de gaviota.»

«De esa costumbre malditadende entonces se curó,a las casas no volvió,se metió en un cicutal;y allí escondido pasóesa noche sin cenar.»

Esto hablaban los presentes,y yo que estaba a su laoal oír lo que he relatao,aunque él era un perdulario,dije entre mí: «qué rosariole están resando al finao.»

Luego empezó el alcaldea registrar cuanto había,sacando mil chucheríasy guascas y trapos viejos,temeridá de trevejosque para nada servían.

Salieron lazos, cabrestos,coyundas y maniadores.Una punta de arriadores,cinchones, maneas, torzales,una porción de bozalesy un montón de tiradores.

Había riendas de domar,frenos y estribos quebraos;bolas, espuelas, recaos,unas pavas, unas ollas,

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y un gran manojo de argollasde cinchas que había cortao.

Salieron varios cencerros,alesnas, lonjas, cuchillos,unos cuantos coginillos,un alto de gergas viejas,muchas botas desparejasy una infinidá de anillos.

Había tarros de sardinas,unos cueros de venao,unos ponchos augeriaos,y en tan tremendo entreveroapareció hasta un tinteroque se perdió en el Juzgao.

Decía el alcalde muy serio:«es poco cuanto se diga,había sido como hormiga,he de darle parte al Juez,y que me venga despuéscon que no se los persiga.»

Yo estaba medio azoraode ver lo que sucedía.Entre ellos mesmos decíanque unas prendas eran suyas,pero a mí me parecíaque esas eran aleluyas.

Y cuando ya no tubieronrincón donde registrar,cansaos de tanto huroniary de trabajar de valde,«vamosnos, —dijo el alcalde—luego lo haré sepultar.»

«Se ha de arreglar este asuntocomo es preciso que sea;voy a nombrar albacea

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uno de los circustantes.Las cosas no son como antes,tan enredadas y feas.»

¡Bendito Dios! pensé yo,ando como un pordiosero,y me nuembran herederode toditas estas guascas.¡Quisiera saber primerolo que se han hecho mis vacas!

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Se largaron como he dichoa disponer el entierro.Cuando me acuerdo me aterro,me puse a llorar a gritosal verme allí tan solitocon el finao y los perros.

Me saqué el escapulariose lo colgué al pecador,y como hay en el Señormisericordia infinita,rogué por la alma benditadel que antes jué mi tutor.

No se calmaba mi duelode verme tan solitario.Ay le champurrié un rosariocomo si juera mi padre,besando el escapularioque me había puesto mi madre.

Madre mía, gritaba yo,dónde andarás padeciendo.El llanto que estoy virtiendolo redamarías por mísi vieras a tu hijo aquítodo lo que está sufriendo.

Y mientras ansí clamabasin poderme consolar,los perros para aumentarmás mi miedo y mi tormentoen aquel mesmo momentose pusieron a llorar.

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Libre Dios a los presentesde que sufran otro tanto;con el muerto y esos llantosles juro que falta pocopara que me vuelva locoen medio de tanto espanto.

Decían entonces las viejascomo que eran sabedoras,que los perros cuando lloranes porque ven al demonio;yo creía en el testimoniocomo cre siempre el que inora.

Ay dejé que los ratonescomieran el guasquerío.Y como anda a su albedríotodo el que güérfano queda,alzando lo que era míoabandoné aquella cueva.

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Supe después que esa tardevino un pión y lo enterró,ninguno lo acompañóni lo velaron siquiera,y al otro día amaneciócon una mano dejuera.

Y me ha contado ademásel gaucho que hizo el entierro,al recordarlo me aterro,me da pavor este asunto,que la mano del dijunto

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se la había comido un perro.

Tal vez yo tuve la culpaporque de asustao me fui.Supe después que volví,y asigurárselos puedo,que los vecinos de miedono pasaban por allí.

Hizo del rancho guaridala sabandija más sucia;el cuerpo se despeluzay hasta la razón se altera,pasaba la noche enterachillando allí una lechuza.

Por mucho tiempo no pudesaber lo que me pasaba.Los trapitos con que andabaeran puras hojarascas,todas las noches soñabacon viejos, perros y guascas.

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Andube a mi voluntácomo moro sin señor.Ese fue el tiempo mejorque yo he pasado tal vez,de miedo de otro tutor,ni aporté por lo del Juez.

«Yo cuidaré, —me había dicho—de lo de tu propiedá.Todo se conservará,el vacuno y los rebañoshasta que cumplás 30 añosen que seas mayor de edá.»

Y aguardando que llegaseel tiempo que la ley fija,pobre como lagartijay sin respetar a naides,andube cruzando al airecomo bola sin manija.

Me hice hombre de esa manerabajo el más duro rigor.Sufriendo tanto dolormuchas cosas aprendí:y por fin, vítima fuidel más desdichado amor.

De tantas alternativasesta es la parte peluda.Fue estremado mi delirio,y causaban mi martiriolos desdenes de una viuda.

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Llora el hombre ingratitudessin tener un jundamento,acusa sin miramientoa la que el mal le ocasiona,y tal vez en su personano hay ningún merecimiento.

Cuando yo más padecíala crueldá de mi destino,rogando al poder divinoque del dolor me separe,me hablaron de un adivinoque curaba esos pesares.

Tuve recelos y miedospero al fin me disolví.Hice corage y me fuidonde el adivino estaba,y por ver si me curabacuanto llevaba le di.

Me puse al contar mis penasmás colorao que un tomate,y se me añudó el gaznatecuando dijo el hermitaño:«hermano, le han hecho dañoy se lo han hecho en un mate.»

«Por verse libre de ustélo habrán querido embrujar.»Después me empezó a pasaruna pluma de avestruz,y me dijo: «de la Cruzrecebí el don de curar.»

«Debés maldecir, —me dijo—,a todos tus conocidos,ansina el que te ha ofendidopronto estará descubierto,y deben ser maldecidostanto vivos como muertos.»

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Y me recetó que hincaoen un trapo de la viudafrente a una planta de rudahiciera mis oraciones,diciendo: «no tengás dudaeso cura las pasiones.»

A la viuda en cuanto pudeun trapo le manotié;busqué la ruda y al piepuesto en cruz hice mi reso;pero, amigos, ni por esode mis males me curé.

Me recetó otra ocasiónque comiera abrojo chico,el remedio no me esplico,mas por desechar el mal,al ñudo en un abrojalfi a ensangrentarme el hocico.

Y con tanta medeciname parecía que sanaba;por momentos se aliviabaun poco mi padecer,mas si a la viuda encontrabavolvía la pasión a arder.

Otra vez que consultésu saber estrordinario,recibió bien su salario,y me recetó aquel pilloque me colgase tres grillos,ensartaos como rosario.

Por fin la última ocasiónque por mi mal lo fi a ver.Me dijo: «no, mi saberno ha perdido su virtú,yo te daré la salú,

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no triunfará esa muger.»

«Y tené fe en el remediopues la cencia no es chacota,de esto no entendés ni jota,sin que ninguno sospeche:cortale a un negro tres motasy hacelas hervir en leche.»

Yo andaba ya desconfiandode la curación malditay dije «este no me quitala pasión que me domina;pues que viva la gallinaaunque sea con la pepita.»

Ansí me dejaba andarhasta que en una ocasión,el cura me echó un sermón,para curarme sin duda;diciendo que aquella viudaera hija de confisión.

Y me dijo estas palabrasque nunca las he olvidao:«Has de saber que el finaoordenó en su testamentoque naides de casamientole hablara en lo sucesivo,y ella prestó el juramentomientras él estaba vivo.

Y es preciso que lo cumplaporque ansí lo manda Dios,es necesario que vosno la vuelvas a buscar,porque si llega a faltarse condenarán los dos.»

Con semejante alvertenciase completó mi redota;

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le vi los pies a la sota,y me le alejé a la viudamás curao que con la rudacon los grillos y las motas.

Después me contó un amigoque al Juez le había dicho el cura,«que yo era un cabeza duray que era un mozo perdido,que me echaran del partidoque no tenía compostura.»

Tal vez por ese consejoy sin que más causa hubiera,ni que otro motivo diera,me agarraron redepentey en el primer contingenteme echaron a la frontera.

De andar persiguiendo viudasme he curado del deseo,en mil penurias me veo,mas pienso volver tal vez,a ver si sabe aquel Juezlo que se ha hecho mi rodeo.

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Martín Fierro y sus dos hijosentre tanta concurrenciasiguieron con alegríacelebrando aquella fiesta.Diez años, los más terribles,había durado la ausenciay al hallarse nuevamenteera su alegría completa.En ese mesmo momentouno que vino de afuera,a tomar parte con ellossuplicó que lo almitieran.Era un mozo forasterode muy regular presencia,y hacía poco que en el pagoandaba dando sus güeltas.Aseguraban algunosque venía de la frontera,que había pelao a un pulperoen las últimas carreras,pero andaba despilchao,no traía una prenda buena,un recadito cantordaba fe de sus pobrezas.Le pidió la bendiciónal que causaba la fiestay sin decirles su nombreles declaró con franquezaque el nombre de Picardíaes el único que lleva.

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Y para contar su historiaa todos pide licencia,diciéndoles que en seguidaiban a saber quién era.Tomó al punto la guitarra,la gente se puso atenta,y ansí cantó Picardíaen cuanto templó las cuerdas.

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Picardía

Voy a contarles mi historia,perdónenme tanta charlay les diré al principiarla,aunque es triste hacerlo así,a mi madre la perdíantes de saber llorarla.

Me quedó en el desamparo,y al hombre que me dio el serno lo pude conocer,ansí, pues, dende chiquito,volé como el pajaritoen busca de qué comer.

O por causa del servicioque tanta gente destierra,o por causa de la guerra,que es causa bastante seria,los hijos de la miseriason muchos en esta tierra.

Ansí, por ella empujadono sé las cosas que haría,y aunque con vergüenza mía,debo hacer esta alvertencia,siendo mi madre Inocenciame llamaban Picardía.

Me llevó a su lado un hombrepara cuidar las ovejaspero todo el día eran quejasy guazcazos a lo loco,

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y no me daba tampocosiquiera unas jergas viejas.

Dende la alba hasta la noche,en el campo me tenía.Cordero que se moría,mil veces me sucedió,los caranchos lo comíanpero lo pagaba yo.

De trato tan rigorosomuy pronto me acobardé,el bonete me apretébuscando mejores fines,y con unos bolantinesme fui para Santa-Fe.

El pruebista principala enseñarme me tomóy ya iba aprendiendo yoa bailar en la maroma,mas me hicieron una bromay aquello me indijustó.

Una vez que iba bailando,porque estaba el calzón roto,armaron tanto alborotoque me hicieron perder pie;de la cuerda me larguéy casi me descogoto.

Ansí me encontré de nuevosin saber dónde meterme,y ya pensaba volvermecuando, por fortuna mía,me salieron unas tíasque quisieron recogerme.

Con aquella parentela,para mí desconocida,me acomodé ya en seguida,

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y eran muy buenas señoras;pero las más rezadorasque he visto en toda mi vida.

Con el toque de oraciónya principiaba el rosario;noche a noche un calendariotenían ellas que decir,y a rezar solían venirmuchas de aquel vecinario.

Lo que allí me aconteciósiempre lo he de recordar,pues me empiezo a equivocary a cada paso refalocomo si me entrara el malocuanto me hincaba a resar.

Era como tentaciónlo que yo esperimentéy jamás olvidarécuánto tuve que sufrir,porque no podía decir«artículos de la Fe».

Tenía al lao una mulataque era nativa de allí,se hincaba cerca de mícomo el ángel de la guarda,pícara, y era la pardala que me tentaba ansí.

«Resá, me dijo mi tía,artículos de la Fe.»Quise hablar y me atoré,la dificultá me afiije,miré a la parda, y ya dije«artículos de Santa Fe.»

Me acomodó el coscorrónque estaba viendo venir,

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yo me quise corregir,a la mulata miréy otra vez volví a decir«artículos de Santa Fe.»

Sin dificultá ningunarezaba todito el día,y a la noche no podíani con un trabajo inmenso;es por eso que yo piensoque alguno me tentaría.

Una noche de tormenta,vi a la parda y me entró chucho.Los ojos, me asusté mucho,eran como refocilo:al nombrar a San Camilo,le dije San Camilucho.

Esta me da con el pie,aquella otra con el codo.¡Ah! viejas, por ese modo,aunque de corazón tierno,yo las mandaba al infiernocon oraciones y todo.

Otra vez, que como siemprela parda me perseguía,cuando yo acordé, mis tíasme habían sacao un mechónal pedir la estirpaciónde todas las heregías.

Aquella parda malditame tenía medio afligido,y ansí, me había sucedidoque al decir estirpaciónle acomodé entripacióny me cayeron sin ruido.

El recuerdo y el dolor

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me duraron muchos días.Soñé con las heregíasque andaban por estirpary pedía siempre al resarla estirpación de mis tías.

Y dale siempre rosarios,noche a noche y sin cesar,dale siempre barajarsalves, trisagios y credos.Me aburrí de esos enriedosy al fin me mandé mudar.

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Andube como pelota,y más pobre que una rata.Cuando empecé a ganar platase armó no sé qué barullo.Yo dije: a tu tierra grulloaunque sea con una pata.

Eran duros y bastanteslos años que allá pasaron.Con lo que ellos me enseñaronformaba mi capital.Cuanto vine me enrolaronen la Guardia Nacional.

Me había egercitao al naipe,el juego era mi carrera;hice alianza verdaderay arreglé una trapisondacon el dueño de una fondaque entraba en la peladera.

Me ocupaba con esmeroen floriar una baraja,él la guardaba en la cajaen paquetes como nueva;y la media arroba llevaquien conoce la ventaja.

Comete un error inmensoquien de la suerte presuma,otro más hábil lo fuma,en un dos por tres, lo pela;y lo larga que no vuelaporque le falta una pluma.

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Con un socio que lo entiendese arman partidas muy buenas,queda allí la plata agena.,quedan prendas y botones;siempre cain a esas riunionessonzos con las manos llenas.

Hay muchas trampas legales,recursos del jugador.No cualquiera es sabedora lo que un naipe se presta.Con una cincha bien puestase la pega uno al mejor.

Deja a veces ver la bocahaciendo el que se descuida.Juega el otro hasta la viday es siguro que se ensarta,porque uno muestra una cartay tiene otra prevenida.

Al monte, las precaucionesno han de olvidarse jamás.Debe afirnarse a demáslos dedos para el trabajoy buscar asiento bajoque le dé la luz de atrás.

Pa tayar, tome la luz,dé la sombra al alversario,acomódese al contrarioen todo juego cartiao;tener ojo egercitaoes siempre muy necesario.

El contrario abre los suyos,pero nada ve el que es ciego.Dándole soga, muy luegose deja pezcar el tonto.Todo chapetón cree pronto

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que sabe mucho en el juego.

Hay hombres muy inocentesy que a las carpetas van.Cuando asariados están,les pasa infinitas veces,pierden en puertas y en treses,y dándoles mamarán.

El que no sabe, no ganaaunque ruegue a Santa Rita.En la carpeta a un mulitase le conoce al sentarse.Y conmigo, era matarse,no podían ni a la manchita.

En el nueve y otros juegosllevo ventaja no poca,y siempre que dar me tocael mal no tiene remedio,porque sé sacar del medioy sentar la de la boca.

En el truco, al más pintaosolía ponerlo en apuro;cuando aventajar procuro,sé tener, como fajadas,tiro a tiro el as de espadas,o flor, o envite seguro.

Yo sé defender mi platay lo hago como el primero.El que ha de jugar dineropreciso es que no se atonte.Si se armaba una de monte,tomaba parte el fondero.

Un pastel, como un paquete,sé llevarlo con limpieza;dende que a salir empiezanno hay carta que no recuerde;

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Sé cuál se gana o se pierdeen cuanto cain a la mesa.

También por estas jugadassuele uno verse en aprietos;mas yo no me comprometoporque sé hacerlo con arte,y aunque les corra el descarteno se descubre el secreto.

Si me llamaban al daonunca me solía faltarun cargado que largar,un cruzao para el más vivo;y hasta atracarles un chivosin dejarlos maliciar.

Cargaba bien una tabaporque la sé manejar;no era manco en el billar,y por fin de lo que esplico,digo que, hasta con pichicos,era capaz de jugar.

Es un vicio de mal fin,el de jugar, no lo niego;todo el que vive del juegoanda a la pezca de un bobo,y es sabido que es un roboponerse a jugarle a un ciego.

Y esto digo claramenteporque he dejao de jugar;y les puedo asigurarcomo que fui del oficio:más cuesta aprender un vicioque aprender a trabajar.

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Un nápoles mercachifleque andaba con un arpista,cayó también en la listasin dificultá ninguna:lo agarré a la treinta y unay le daba bola vista.

Se vino haciendo el chiquito,por sacarme esa ventaja;en el pantano se encajaaunque robo se le hacía,lo cegó Santa Lucíay desocupó las cajas.

Lo hubieran visto afligidollorar por las chucherías.«Ma gañao con picardía»decía el gringo y lagrimiaba,mientras yo en un poncho alzabatodita su merchería.

Quedó allí aliviao del pesosollozando sin consuelo,había caído en el anzuelotal vez porque era domingo,y esa calidá de gringono tiene santo en el cielo.

Pero poco aprovechéde fatura tan lucida:el diablo no se descuida,y a mí me seguía la pistaun ñato muy enredistaque era Oficial de partida.

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Se me presentó a esigirla multa en que había incurrido,que el juego estaba prohibidoque iba a llevarme al cuartel.Tube que partir con éltodo lo que había alquirido.

Empezó a tomarlo entre ojospor esa albitrariedá;yo había ganao, es verdá,con recursos, eso sí;pero él me ganaba a mífundao en su autoridá.

Decían que por un delitomucho tiempo andubo mal;un amigo serviciallo compuso con el Juez,y poco tiempo despuéslo pusieron de Oficial.

En recorrer el partidocontinuamente se empleaba.Ningún malevo agarrabapero traía en un carguero,gallinas, pavos, corderosque por ay recoletaba.

No se debía permitirel abuso a tal estremo:mes a mes hacía lo mesmo,y ansí decía el vecindario,«este ñato perdularioha resucitao el diezmo.»

La echaba de guitarreroy hasta de concertador:sentao en el mostradorlo hallé una noche cantando,y le dije —co... mo... quiando

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con ganas de oír un cantor.

Me echó el ñato una miradaque me quiso devorar,mas no dejó de cantary se hizo el desentendido,pero ya había conocidoque no lo podía pasar.

Una tarde que me hallabade visita... vino el ñato,y para darle un mal ratodije fuerte... «Ña... to... ribiano cebe con la agua tibia.»Y me la entendió el mulato.

Era el todo en el Juzgao,y como que se achocóay nomás me contestó:«cuanto el caso se presientete he de hacer tomar calientey has de saber quién soy yo.»

Por causa de una mugerse enredó más la cuestión;le tenía el ñato afición,ella era muger de ley,moza con cuerpo de güeymuy blanda de corazón.

La hallé una vez de amasijo,estaba hecha un embeleso:y le dije... «Me interesoen aliviar sus quehaceres,y ansí, señora, si quiereyo le arrimaré los güesos.»

Estaba el ñato presentesentado como de adorno.Por evitar un trastornoella al ver que se dijusta,

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me contestó... «si usté gustaarrímelos junto al horno.»

Ay se enredó la madejay su enemistá conmigo;se declaró mi enemigo,y por aquel cumplimientoya sólo buscó el momentode hacerme dar un castigo.

Yo veía que aquel malditome miraba con rencorbuscando el caso mejorde poderme echar el pial;y no vive más el lialque lo que quiere el traidor.

No hay matrero que no caiga,ni arisco que no se amanse.Ansí, yo, dende aquel lanceno salía de algún rincóntirao como el San Ramóndespués que se pasa el trance.

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Me le escapé con trabajoen diversas ocasiones;era de los adulones,me puso mal con el Juez;hasta que al fin, una vezme agarró en las eleciones.

Ricuerdo que esa ocasiónandaban listas diversas;las opiniones dispersasno se podían arreglar.Decían que el Juez por triunfarhacía cosas muy perversas.

Cuando se riunió la gentevino a ploclamarla el ñato;diciendo con aparato«que todo andaría muy mal;si pretendía cada cualvotar por un candilato.»

Y quiso al punto quitarmela lista que yo llevé,mas yo se la mesquinéy ya me gritó... «Anarquistahas de votar por la listaque ha mandao el Comiqué.»

Me dio vergüenza de vermetratado de esa manera;y como si uno se alteraya no es fácil de que ablande,le dije... «Mande el que mandeyo he de votar por quien quiera».

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«En las carpetas de juegoy en la mesa eletoral,a todo hombre soy igual,respeto al que me respeta;pero el naipe y la boletanaides me lo ha de tocar.»

Ay no más ya me cayóa sable la polecía,aunque era una picardíame decidí a soportary no los quise peliarpor no perderme ese día.

Atravesao me agarróy se aprovechó aquel ñato;dende que sufrí ese tratono dentro donde no quepo;fi a ginetiar en el cepopor cuestión de candilatos.

Injusticia tan notoriano la soporté de flojo.Una venda de mis ojosvino el suceso a valtiar.Vi que teníamos que andarcomo perro con tramojo.

Dende aquellas elecionesse siguió el batiburrillo;aquel se volvió un ovillodel que no había ni noticia;¡Es Señora la justicia...y anda en ancas del más pillo!

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Después de muy pocos días,tal vez por no dar esperay que alguno no se fuera,hicieron citar la gente,pa riunir un contingentey mandar a la frontera.

Se puso arisco el gauchage,la gente está acobardada,salió la partida armada,y trujo como perdicesunos cuantos infelicesque entraron en la voltiada.

Decía el ñato con soberbia:«esta es una gente indina;yo los rodié a la sordinano pudieron escapar;y llevaba orden de arriartodito lo que camina.»

Cuando vino el Comendantedijieron: «Dios nos asista.»Llegó, y les clavó la vistayo estaba haciéndome el sonzo.Le echó a cada uno un responsoy ya lo plantó en la lista.

«Cuádrate, le dijo a un negro,te estás haciendo el chiquito,cuando sos el más malditoque se encuentra en todo el pago.Un servicio es el que te hagoy por eso te remito.»

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A otro

«Vos no cuidás tu familiani le das los menesteres;visitás otras mugeresy es preciso calabera,que aprendás en la fronteraa cumplir con tus deberes. A otro

Vos también sos trabajoso;cuando es preciso votarhay que mandarte llamary siempre andas medio alzao;sos un desubordinaoy yo te voy a filiar. A otro

¿Cuánto tiempo hace que vosandás en este partido?¿Cuántas veces has venidoa la citación del Juez?No te he visto ni una vezhas de ser algún perdido. A otro

Este es otro barulleroque pasa en la pulperíapredicando noche y díay anarquizando a la gente.Irás en el contingentepor tamaña picardía. Dende la anterior remesavos andas medio perdido;la autoridá no ha podidojamás hacerte votar.Cuando te mandan llamarte pasás a otro partido.

A otro

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Vos siempre andás de florcita,no tenés renta ni oficio;no has hecho ningún servicio,no has votado ni una ves.Marchá... para que dejésde andar haciendo perjuicio. A otro

Dame vos tu papeletayo te la voy a tener.Ésta queda en mi poderdespués la recogerás.Y ansí si te resertástodos te pueden prender. A otro

«Vos porque sos ecetuaoa te queres sulevar;no vinistes a votarcuando hubieron eleciones.No te valdrán eseciones.yo te voy a enderezar.» Y a este por este motivoy a otro por otra razón,toditos, en conclusión,sin que escapara ninguno,fueron pasando uno a unoa juntarse en un rincón.

Y allí las pobres hermanas,las madres y las esposasredamaban cariñosassus lágrimas de dolor;pero gemidos de amorno remedian estas cosas.

Nada importa que una madrese desespere o se queje,que un hombre a su mujer dejeen el mayor desamparo;hay que callarse, o es claro,

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que lo quiebran por el eje.

Dentran después a empeñarse,con este o aquel vecino;y como en el masculino,el que menos corre, vuela.Deben andar con cautelalas pobres me lo imagino.

Muchas al Juez acudieron,por salvar de la jugada;él les hizo una cuerpiada,y por mostrar su inocencia,les dijo: «tengan pacenciapues yo no puedo hacer nada.»

Ante aquella autoridápermanecían suplicantes.Y después de hablar bastante«yo me lavo, —dijo el Juez—,como Pilatos los pies,esto lo hace el Comendante.»

De ver tanto desamparoel corazón se partía.Había madre que salíacon dos, tres hijos o más,por delante y por detrás,y las maletas vacías.

Dónde irán, pensaba yo,a perecer de miseria.Las pobres si de esta feriahablan mal, tienen razón;pues hay bastante materiapara tan justa aflición.

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Cuando me llegó mi turnodige entre mí «ya me toca.»Y aunque mi falta era pocano sé por qué me asustaba,les asiguro que estabacon el Jesús en la boca.

Me dijo que yo era un vagoun jugador, un perdido,que dende que fi al partidoandaba de picaflor,que había de ser un bandidocomo mi ante sucesor.

Puede que uno tenga un vicio,y que de él no se reforme,mas naides está conformecon recebir ese trato.Yo conocí que era el ñatoquien le había dao los informes.

Me dentró curiosidá,al ver que de esa maneratan siguro me dijieraque fue mi padre un bandido.Luego lo había conocido,y yo inoraba quién era.

Me empeñé en aviriguarlo,promesas hice a Jesús.Tube por fin una luz,y supe con alegríaque era el autor de mis días,el guapo sargento Cruz.

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Yo conocía bien su historiay la tenía muy presente.Sabía que Cruz bravamente,yendo con una partida,había jugado la vidapor defender a un valiente.

Y hoy ruego a mi Dios piadosoque lo mantenga en su gloria;se ha de conservar su historiaen el corazón del hijo:él al morir me bendijoyo bendigo su memoria.

Yo juré tener enmienday lo conseguí deveras;puedo decir ande quieraque si faltas he tenidode todas me he corregidodende que supe quién era.

El que sabe ser buen hijoa los suyos se parece;y aquel que a su lado crecey a su padre no hace honorcomo castigo merecede la desdicha el rigor.

Con un empeño costantemis faltas supe enmendar.Todo conseguí olvidar,pero por desgracia mía,el hombre de Picardíano me lo pude quitar.

Aquel que tiene buen nombremuchos dijustos ahorra.

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Y entre tanta mazamorrano olviden esta alvertencia:aprendí por esperenciaque el mal nombre no se borra.

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He servido en la fronteraen un cuerpo de milicias;no por razón de justiciacomo sirve cualesquiera.

La bolilla me tocóde ir a pasar malos ratospor la facultá del ñato;que tanto me persiguió.

Y sufrí en aquel infiernoesa dura penitencia,por una malaquerenciade un oficial subalterno.

No repetiré las quejasde lo que se sufre allá,son cosas muy dichas yay hasta olvidadas de viejas.

Siempre el mesmo trabajarsiempre el mesmo sacrificioes siempre el mesmo servicio,y el mesmo nunca pagar.

Siempre cubiertos de harapossiempre desnudos y pobres,nunca le pagan un cobreni le dan jamás un trapo.

Sin sueldo y sin uniformelo pasa uno aunque sucumba,conformesé con la tumbay si no... no se conforme.

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Pues si uste se ensoberbeceo no anda muy voluntario,le aplican un novenariode estacas... que lo enloquecen.

Andan como pordioserossin que un peso los alumbreporque han tomao la costumbrede deberle años enteros.

Siempre hablan de lo que cuestaque allá se gasta un platal.Pues yo no he visto ni un rialen lo que duró la fiesta.

Es servicio estraordinariobajo el fusil y la varasin que sepamos qué carale ha dao Dios al comisario.

Pues si va a hacer la revistase vuelve como una bala,es lo mesmo que luz malapara perderse de vista.

Y de yapa cuando va,todo parece estudiao.Va con meses atrasaosde gente que ya no está.

Pues ni adrede que lo haganpodrán hacerlo mejor,cuando cai, cai con la pagadel contingente anterior.

Porque son como sentenciapara buscar al ausente,y el pobre que está presenteque perezca en la endigencia.

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Hasta que tanto aguantarel rigor con que lo tratan,o se resierta, o lo matan,o lo largan sin pagar.

De ese modo es el pastelporque el gaucho... ya es un hechono tiene ningún derechoni naides vuelve por él.

¡La gente vive marchita!Si viera cuando echan tropa,les vuela a todos la ropaque parecen banderitas.

De todos modos lo cargany al cabo de tanto andar,cuando lo largan, lo largancomo pa echarse a la mar.

Si alguna prenda le han daose la vuelven a quitar,poncho, caballo, recao,todo tiene que dejar.

Y esos pobres infelicesal volver a su destinosalen como unos Longinossin tener con qué cubrirse.

A mí me daba congojasel mirarlos de ese modopues el más avino de todoses un peregil sin hojas.

Aora poco ha sucedido,con un invierno tan crudo,largarlos a pie y desnudospa volver a su partido.

Y tan duro es lo que pasa

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que en aquella situación,les niegan un mancarrónpara volver a su casa.

¡Lo tratan como a un infiel!Completan su sacrificiono dandolé ni un papelque acredite su servicio.

Y tiene que regresarmás pobre de lo que jué,por supuesto a la mercédel que lo quiere agarrar.

Y no avirigüe despuésde los bienes que dejó;de hambre, su muger vendiópor dos lo que vale diez.

Y como están convenidosa jugarle manganetaa reclamar no se metaporque ese es tiempo perdido.

Y luego, si a alguna Estanciaa pedir carne se arrimaal punto le cain encimacon la ley de la vagancia.

Y ya es tiempo, pienso yo,de no dar más contingente.Si el Gobierno quiere gente,que la pague y se acabó.

Y saco ansí en conclusión,en media de mi inorancia,que aquí el nacer en Estanciaes como una maldición.

Y digo, aunque no me cuadredecir lo que naides dijo:

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La Provincia es una madreque no defiende a sus hijos.

Mueren en alguna lomaen defensa de la ley,o andan lo mesmo que el güey,arando pa que otros coman.

Y he decir ansí mismo,porque de adentro me brota,que no tiene patriotismoquien no cuida al compatriota.

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Se me va por donde quieraesta lengua del demonio.Voy a darles testimoniode lo que vi en la frontera.

Yo sé que el único modoa fin de pasarlo bien,es decir a todo amény jugarle risa a todo.

El que no tiene colchónen cualquier parte se tiende.El gato busca el jogóny ese es mozo que lo entiende.

De aquí comprenderse debe,aunque yo hable de este modo;que uno busca su acomodosiempre lo mejor que puede.

Lo pasaba como todoseste pobre penitente,pero salí de asistentey mejoré en cierto modo.

—Pues aunque esas privacionescausen desesperación,siempre es mejor el jogónde aquel que carga galones.

De entonces en adelantealgo logré mejorar,pues supe hacerme lugaral lado del Ayudante.

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Él se daba muchos aires,pasaba siempre leyendo,decían que estaba aprendiendopa recebirse de fraile.

Aunque lo pillaban tantojamás lo vi dijustao;tenía los ojos paraoscomo los ojos de un Santo.

Muy delicao, dormía en cuja,y no sé por qué seríala gente lo aborrecíay le llamaban LA BRUJA.

Jamás hizo otro servicioni tubo más comisiones,que recebir las racionesde víveres y de vicios.

Yo me pasé a su jogónal punto que me sacó,y ya con él me llevóa cumplir su comisión.

Estos diablos de milicosde todo sacan partido.Cuando nos vían reunidosse limpiaban los hocicos.

Y decían en los jogonescomo por chocarrería,«con la Bruja y Picardía,van a andar bien las raciones.»

A mí no me jué tan malpues mi oficial se arreglaba;les diré lo que pasabasobre este particular.

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Decían que estaban de acuerdola Bruja y el provedor,y que recebía lo pior...Puede ser, pues no era lerdo.

Que a más en la cantidápegaba otro dentellón,y que por cada raciónle entregaban la mitá.

Y que esto, lo hacía del modocomo lo hace un hombre vivo:firmando luego el recibo,ya se sabe, por el todo.

Pero esas murmuracionesno faltan en campamento.Déjenme seguir mi cuento,o historia de las raciones.

La Bruja las recebía,como se ha dicho, a su modo;las cargábamos, y todose entriega en la mayoría.

Sacan allí en abundancialo que les toca sacar.Y es justo que han de dejarotro tanto de ganancia.

Van luego a la compañía,las recibe el comendante;el que de un modo abundantesacaba cuanto quería.

Ansí la cosa liviana,va mermada por su puesto.Luego se le entrega el restoal oficial de semana.

—Araña, ¿quién te arañó?

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—Otra araña como yo.

Este le pasa al sargentoaquello tan reducido,y como hombre prevenidosaca siempre con aumento.

Esta relación no acabosi otra menudencia ensarto;el sargento llama al cabopara encargarle el reparto.

Él también saca primeroy no se sabe turbar;naides le va a aviriguarsi ha sacado mas o menos.

Y sufren tanto bocaoy hacen tantas estaciones,que ya casi no hay racionescuando llegan al soldado.

¡Todo es como pan bendito!Y sucede de ordinariotener que juntarse variospara hacer un pucherito.

Dicen que las cosas vancon arreglo a la ordenanza.¡Puede ser! pero no alcanzan,¡tan poquito es lo que dan!

Algunas veces, yo pienso,y es muy justo que lo diga,sólo llegaban las migasque habían quedao en los lienzos.

Y esplican aquel infiernoen que uno está medio loco,diciendo que dan tan poco

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porque no paga el gobierno.

Pero eso yo no lo entiendo,ni a aviriguarlo me meto;soy inorante completonada olvido, y nada apriendo.

Tiene uno que soportarel tratamiento más vil:a palos en lo civil,a sable en lo militar

El vestuario es otro infierno;si lo dan, llega a sus manos,en invierno el de veranoy en el verano el de invierno.

Y yo el motivo no encuentro,ni la razón que esto tiene,mas dicen que eso ya vienearreglado dende adentro.

Y es necesario aguantarel rigor de su destino;el gaucho no es argentinosino pa hacerlo matar.

Ansí ha de ser, no lo dudo.Y por eso decía un tonto:«Si los han de matar pronto,mejor es que estén desnudos.»

Pues esa miseria viejano se remedia jamás;todo el que viene detráscomo la encuentra la deja.

Y se hallan hombres tan malosque dicen de buena gana:«el gaucho es como la lanase limpia y compone a palos.»

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Y es forzoso el soportaraunque la copa se enllene;parece que el gaucho tienealgún pecao que pagar.

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Esto contó Picardíay después guardó silencio,mientras todos celebrabancon placer aquel encuentro.Mas una casualidá,como que nunca anda lejos,entre tanta gente blancallevó también a un moreno,presumido de cantory que se tenía por bueno.Y, como quien no hace nada,o se descuida de intento,pues, siempre es muy conocidotodo aquel que busca pleito,se sentó con toda calmaechó mano al estrumentoy ya le pegó un rajido.Era fantástico el negro,y para no dejar dudasmedio se compuso el pecho.Todo el mundo conocióla intención de aquel moreno.Era claro el desafíodirijido a Martín Fierro,hecho con toda arrogancia,de un modo muy altanero.Tomó Fierro la guitarra,pues siempre se halla dispuestoy ansí cantaron los dosen medio de un gran silencio.

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Martín Fierro

MARTÍN FIERRO

Mientras suene el encordao,mientras encuentre el compaz,yo no he de quedarme atrássin defender la parada.Y he jurado que jamásme la han de llevar robada.

Atiendan pues los oyentesy cayensen los mirones.A todos pido perdones,pues a la vista resaltaque no está libre de faltaquien no está de tentaciones.

A un cantor le llaman buenocuando es mejor que los piores,y sin ser de los mejores,encontrándose dos juntoses deber de los cantoresel cantar de contra punto.

El hombre debe mostrarsecuando la ocasión le llegue.Hace mal el que se nieguedende que lo sabe hacer,y muchos suelen tenervanagloria en que los rueguen.

Cuando mozo fui cantores una cosa muy dicha.

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Mas la suerte se encaprichay me persigue costante.De ese tiempo en adelantecanté mis propias desdichas.

Y aquellos años dichosostrataré de recordar.Veré si puedo olvidartan desgraciada mudanza,y quien se tenga confianzatiemple y vamos a cantar.

Tiemple y cantaremos juntos,trasnochadas no acobardan.Los concurrentes aguardan,y porque el tiempo no pierdan,haremos gemir las cuerdashasta que las velas no ardan.

Y el cantor que se presiente,que tenga o no quien lo ampare,no espere que yo dispareaunque su saber sea mucho.Vamos en el mesuro puchoa prenderle hasta que aclare.

Y seguiremos si gustahasta que se vaya el día.Era la costumbre míacantar las noches enteras.Había entonces, donde quiera,cantores de fantasía.

Y si alguno no se atrevea seguir la caravana,o si cantando no ganase lo digo sin lisonja:haga sonar una esponjao ponga cuerdas de lana.

EL MORENO

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Yo no soy señores míossino un pobre guitarrero.Pero doy gracias al cieloporque puedo en la ocasióntoparme con un cantorque experimente a este negro. Yo también tengo algo blanco,pues tengo blancos los dientes.Sé vivir entre las gentessin que me tengan en menos.Quien anda en pagos agenosdebe ser manso y prudente.

Mi madre tuvo diez hijos,los nueve muy regulares.Tal vez por eso me amparela Providencia divina:en los güevos de gallinael décimo es el más grande.

El negro es muy amoroso,aunque de esto no hace gala,nada a su cariño igualani a su tierna voluntá.Es lo mesmo que el macácría los hijos bajo el ala.

Pero yo he vivido librey sin depender de naides.Siempre he cruzado a los airescomo el pájaro sin nido.Cuanto sé lo he aprendidoporque me lo enseñó un flaire.

Y sé como cualquier otroel por qué retumba el trueno,por qué son las estacionesdel verano y del invierno.Sé también de dónde salenlas aguas que cain del Cielo.

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Yo sé lo que hay en la tierraen llegando al mesmo centro,en donde se encuentra el oro,en donde se encuentra el fierro,y en donde viven bramandolos volcanes que echan juego.

Yo sé del fondo del mardónde los pejes nacieron.Yo sé por qué crece el árbol,y por qué silvan los vientos.Cosas que inoran los blancoslas sabe este pobre negro.

Yo tiro cuando me tiran,cuando me aflojan, aflojo;no se ha de morir de antojoquien me convide a cantar.Para conocer a un cojolo mejor es verlo andar.

Y si una falta cometoen venir a esta riuniónechándolá de cantorpido perdón en voz alta,pues nunca se halla una faltaque no esista otra mayor.

De lo que un cantor esplicano falta qué aprovechar,y se le debe escucharaunque sea negro el que cante.Apriende el que es inorante,y el que es sabio apriende más.

Bajo la frente más negrahay pensamiento y hay vidala gente escuche tranquilano me haga ningún reproche.También es negra la nochey tiene estrellas que brillan.

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Estoy pues a su mandao,empiece a echarme la sondasi gusta que le responda,aunque con lenguaje tosco,en leturas no conozcola jota por ser redonda.

MARTÍN FIERRO

¡Ah! negro, si sos tan sabiono tengás ningún recelo;pero has tragao el anzueloy al compás del estrumentohas de decirme al momentocuál es el canto del cielo.

EL MORENO

Cuentan que de mi colorDios hizo al hombre primero.Mas los blancos altaneros,los mesmos que lo convidan,hasta de nombrarlo olvidany sólo le llaman negro.

Pinta el blanco negro al diablo,y el negro blanco lo pinta.Blanca la cara o retintano habla en contra ni en favor.De los hombres el Criadorno hizo dos clases distintas.

Y después de esta alvertencia,que al presente viene a pelo,veré, señores, si puedo,sigún mi escaso saber,con claridá respondercuál es el canto del cielo.

Los cielos lloran y cantan

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hasta en el mayor silencio;lloran al cair el rocío,cantan al silvar los vientos,lloran cuando cain las aguas,cantan cuando brama el trueno.

MARTÍN FIERRO

Dios hizo al blanco y al negrosin declarar los mejores,les mandó iguales doloresbajo de una mesma cruz;mas también hizo la luzpa distinguir los colores.

Ansí ninguno se agravie,no se trata de ofender;a todo se ha de ponerel nombre con que se llama,y a naides le quita famalo que recibió al nacer.

Y ansí me gusta un cantorque no se turba ni yerra.Y si en tu saber se encierrael de los sabios projundos,decime cuál en el mundoes el canto de la tierra.

EL MORENO

Es pobre mi pensamiento,es escasa mi razón,mas pa dar contestaciónmi inorancia no me arredra.También da chispas la piedrasi la golpea el eslabón. Y le daré una respuestasigún mis pocos alcances,forman un canto en la tierrael dolor de tanta madre,

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el gemir de los que muereny el llorar de los que nacen.

MARTÍN FIERRO

Moreno, alvierto que traisbien dispuesta la garganta,sos varón, y no me espantaverte hacer esos primores.En los pájaros cantores,sólo el macho es el que canta.

Y ya que al mundo vinistescon el sino de cantar,no te vayas a turbarno te agrandes ni te achiques.Es preciso que me espliquescuál es el canto del mar.

EL MORENO

A los pájaros cantoresninguno imitar pretiende.De un don que de otro dependenaides se debe alabar,pues la urraca apriende hablarpero sólo la hembra apriende. Y ayúdame ingenio míopara ganar esta apuesta.Mucho el contestar me cuestapero debo contestar.Voy a decirle en respuestacuál es el canto del mar.

Cuando la tormenta brama,el mar que todo lo encierracanta de un modo que aterra,como si el mundo temblara,parece que se quejarade que lo estreche la tierra.

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MARTÍN FIERRO

Toda tu sabiduríahas de mostrar esta vez.Ganarás sólo que estésen vaca con algún santo.La noche tiene su cantoy me has de decir cuál es.

EL MORENO

No galope que hay augeros,le dijo a un guapo un prudente.Le contesto humildemente,la noche por cantos tieneesos ruidos que uno sientesin saber de dónde vienen.

Son los secretos misteriosque las tinieblas esconden.Son los ecos que respondena la voz del que da un grito,como un lamento infinitoque viene no sé de dónde.

A las sombras sólo el Sollas penetra y las impone.En distintas direcionesse oyen rumores inciertos,son almas de los que han muertoque nos piden oraciones.

MARTÍN FIERRO

Moreno, por tus respuestasya te aplico el cartabón,pues tenés desposicióny sos estruido de yapa.Ni las sombras se te escapanpara dar esplicación.

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Pero cumple su deberel leal diciendo lo cierto.Y por lo tanto te alviertoque hemos de cantar los dos,dejando en la paz de Dioslas almas de los que han muerto.

Y el consejo del prudenteno hace falta en la partida.Siempre ha de ser comedidala palabra de un cantor.Y aura quiero que me digasde dónde nace el amor.

EL MORENO

A pregunta tan escuratrataré de responder,aunque es mucho pretenderde un pobre negro de Estancia,mas conocer su inoranciaes principio del saber. Ama el pájaro en los airesque cruza por donde quiera,y si al fin de su carrerase asienta en alguna rama,con su alegre canto llamaa su amante compañera.

La fiera ama en su guarida,de la que es rey y señor,allí lanza con furoresos bramidos que espantan,porque las fieras no cantan,las fieras braman de amor.

Ama en el fondo del marel pez de lindo color.Ama el hombre con ardor,ama todo cuanto vive.

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De Dios vida se recibey donde hay vida, hay amor.

MARTÍN FIERRO

Me gusta negro ladinolo que acabás de esplicar.Ya te empiezo a respetaraunque al principio me rey.Y te quiero preguntarlo que entendés por la ley.

EL MORENO

Hay muchas dotoreríasque yo no puedo alcanzar.Dende que aprendí a inorarde ningún saber me asombro.Mas no ha de llevarme al hombroquien me convide a cantar. Yo no soy cantor ladinoy mi habilidad es muy poca.Mas cuando cantar me tocame defiendo en el combateporque soy como los mates,sirvo si me abren la boca.

Dende que elige a su gustolo más espinoso elige.Pero esto poco me afligey le contesto a mi modo.La ley se hace para todosmas sólo al pobre le rige.

La ley es tela de arañaen mi inorancia lo esplico,no la tema el hombre rico,nunca la tema el que mande,pues la ruempe el vicho grandey sólo enrieda a los chicos.

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Es la ley como la lluvianunca puede ser pareja,el que la aguanta se queja.Pero el asunto es sencillo,la ley es como el cuchillono ofiende a quien lo maneja.

Le suelen llamar espaday el nombre le viene bien.Los que la gobiernan vena dónde han de dar el tajo.Le cai al que se halla abajoy corta sin ver a quién.

Hay muchos que son dotoresy de su cencia no dudo.Mas yo soy un negro rudoy, aunque de esto poco entiendo,estoy diariamente viendoque aplican la del embudo.

MARTÍN FIERRO

Moreno, vuelvo a decirte:ya conozco tu medidahas aprovechao la viday me alegro de este encuentro.Ya veo que tenes adentrocapital pa esta partida.

Y aura te voy decir,porque en mi deber estáy hace honor a la verdá,quién a la verdá se duebla,que sos por juera tinieblasy por dentro claridá.

No ha de decirse jamásque abusé de tu pacencia.Y en justa correspondencia,si algo queres preguntar

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podes al punto empezar,pues ya tenes mi licencia.

EL MORENO

No te trabes lengua mía,no te vayas a turbar.Nadie acierta antes de errar,y aunque la fama se juegael que por gusto navegano debe temerle al mar. Voy a hacerle mis preguntasya que a tanto me convida,y vencerá en la partidasi una esplicación me dasobre el tiempo y la medida,el peso y la cantidá.

Suya será la vitoriasi es que sabe contestar.Se lo debo declararcon claridá, no se asombre,pues hasta aura ningún hombreme lo ha sabido esplicar.

Quiero saber y lo inoro,pues en mis libros no está,y su repuesta vendráa servirme de gobierno,para qué fin el Eternoha criado la cantidá.

MARTÍN FIERRO

Moreno te dejás caircomo carancho en su nido;ya veo que sos prevenido,mas también estoy dispuesto.Veremos si te contestoy si te das por vencido.

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Uno es el sol, uno el mundo,sola y única es la luna,ansí han de saber que Diosno crió cantidá ninguna.El ser de todos los seressólo formó la unidá,lo demás lo ha criado el hombredespués que aprendió a contar.

EL MORENO

Veremos si a otra preguntada una respuesta cumplida.El ser que ha criado la vidalo ha de tener en su archivo,ma yo inoro qué motivotuvo al formar la medida. MARTÍN FIERRO

Escuchá con atenciónlo que en mi inorancia arguyo:la medida la inventóel hombre, para bien suyo.Y la razón no te asombre,pues es fácil presumir.

Dios no tenía que medirsino la vida del hombre.

EL MORENO

Si no falla su saberpor vencedor lo confieso.Debe aprender todo esoquien a cantar se dedique.Y aura quiero que me espliquelo que sinifica el peso. MARTÍN FIERRO

Dios guarda entre sus secretosel secreto que eso encierra,

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y mandó que todo pesocayera siempre a la tierra.Y sigún compriendo yo,dende que hay bienes y males,fue el peso para pesarlas culpas de los mortales.

EL MORENO

Si responde a esta preguntatengasé por vencedor.Doy la derecha al mejor,y respóndame al momento:¿Cuándo formó Dios el tiempoy por qué lo dividió? MARTÍN FIERRO

Moreno, voy a decir,sigún mi saber alcanza:el tiempo sólo es tardanzade lo que está por venir.No tuvo nunca principioni jamás acabará,porque el tiempo es una rueda,y rueda es eternidá,y si el hombre lo dividesólo lo hace en mi sentir,por saber lo que ha vividoo le resta que vivir.

Ya te he dado mis respuestas,mas no gana quien despunta,si tenés otra preguntao de algo te has olvidaosiempre estoy a tu mandaopara sacarte de dudas.

No procedo por soberbiani tampoco por jactancia,mas no ha de faltar costanciacuando es preciso luchar,

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y te convido a cantarsobre cosas de la Estancia

Ansí prepará morenocuanto tu saber encierre.Y sin que tu lengua yerre,me has de decir lo que empriendeel que del tiempo dependeen los meses que train erre.

EL MORENO

De la inorancia de naidesninguno debe abusar.Y aunque me puede doblartodo el que tenga más arte,no voy a ninguna partea dejarme machetiar. He reclarao que en leturassoy redondo como jota.No avergüenze mi redota,pues con claridá le digo:no me gusta que conmigonaides juegue a la pelota.

Es buena ley que el más lerdodebe perder la carrera,ansí le pasa a cualquieracuando en competencia se hallaun cantor de media tallacon otro de talla entera.

¿No han visto en medio del campoal hombre que anda perdido,dando güeltas aflijidosin saber dónde rumbiar?Ansí le suele pasara un pobre cantor vencido.

También los árboles crugensi el ventarrón los azota.

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Y si aquí mi queja brotacon amargura, consisteen que es muy larga y muy tristela noche de la redota.

Y dende hoy en adelante,pongo de testigo al cielopara decir sin receloque si mi pecho se inflamano cantaré por la famasino por buscar consuelo.

Vive ya desesperadoquien no tiene qué esperar.A lo que no ha de durarningún cariño se cobre:alegrías en un pobreson anuncios de un pesar.

Y este triste desengañome durará mientras viva.Aunque un consuelo recibajamás he de alzar el vuelo,quien no nace para el cielode valde es que mire arriba.

Y suplico a cuantos me oiganque me permitan decir,que al decidirme a venirno sólo jué por cantar,sino porque tengo a másotro deber que cumplir.

Ya saben que de mi madrefueron diez los que nacieron.Mas ya no esiste el primeroy más querido de todos,murió por injustos modosa manos de un pendenciero.

Los nueve hermanos restantes

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como güérfanos quedamos.Dende entonces lo lloramossin consuelo, creanmenló,y al hombre que lo matónunca jamás lo encontramos.

Y queden en paz los güesosde aquel hermano querido,a moverlos no he venido,mas si el caso se presienta,espero en Dios que esta cuentase arregle como es debido.

Y si otra ocasión payamospara que esto se complete,por mucho que lo respetecantaremos si le gustasobre las muertes injustasque algunos hombres cometen.

Y aquí pues, señores míos,diré, como en despedida,que todavía andan con vidalos hermanos del dijunto,que recuerdan este asuntoy aquella muerte no olvidan.

Y es misterio tan projundolo que está por suceder,que no me debo metera echarla aquí de adivino;lo que decida el destinodespués lo habrán de saber.

MARTÍN FIERRO

Al fin cerrastes el picodespués de tanto charlar.Ya empesaba a maliciaral verte tan entonao,que traías un embuchao

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y no lo querías largar.

Y ya que nos conocemosbasta de conversación;para encontrar la ocasiónno tienen que darse priesa,ya conozco yo que empiesaotra clase de junción.

Yo no sé lo que vendrá,tampoco soy adivino.Pero firme en mi caminohasta el fin he de seguirtodos tienen que cumplircon la ley de su destino.

Primero fue la fronterapor persecución de un juez.Los indios fueron después,y para nuevos estrenosahora son estos morenospa alivio de mi vejez.

La madre echó diez al mundo,lo que cualquiera no hace,y tal vez de los diez pasecon iguales condiciones.La mulita pare nonestodos de la mesma clase.

A hombre de humilde colornunca sé facilitar,cuando se llega a enojarsuele ser de mala entraña,se vuelve como la araña,siempre dispuesta a picar.

Yo he conocido a toditoslos negros más peliadores.Había algunos superioresde cuerpo y de vista... ¡ay juna!

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si vivo, les daré una...historia de los mejores.

Mas cada uno ha de tiraren el yugo en que se vea.Yo ya no busco peleas,las contiendas no me gustan,pero ni sombra me asustanni bultos que se menean.

La creía ya desolladamas todavía falta el rabo,y por lo visto no acabode salir de esta jarana.Pues esto es lo que se llamaremachársele a uno el clavo.

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Y después de estas palabrasque ya la intención revelan,procurando los presentesque no se armara pendencia,se pusieron de por medioy la cosa quedó quieta.Martín Fierro y los muchachosevitando la contienda,montaron y, paso a pasocomo el que miedo no llevaa la costa de un arroyo,llegarán a echar pie a tierra.Desencillaron los pingosy se sentaron en rueda,refiriéndose entre síinfinitas menudencias;porque tiene muchos cuentosy muchos hijos la ausencia.Allí pasaron la nochea la luz de las estrellas,porque ese es un cortinaoque lo halla uno donde quiera,y el gaucho sabe arreglarsecomo ninguno se arregla.El colchón son las caronas,el lomillo es cabecera,el coginillo es blanduray con el poncho o la gergapara salvar del rocíose cubre hasta la cabeza.

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Tiene su cuchillo al lado,pues la precaución es buena;freno y rebenque a la mano,y teniendo el pingo cerca,que pa asigurarlo bienla argolla del lazo entierra.Aunque el atar con el lazoda del hombre mala idea,se duerme ansí muy tranquilotodita la noche entera.Y si es lejos del camino,como manda la prudencia,más siguro que en su ranchouno ronca a pierna suelta.Pues en el suelo no hay chinches,y es una cuja cameraque no ocasiona disputasy que naides se la niega.Además de eso, una nochela pasa uno como quiera,y las va pasando todashaciendo la mesma cuenta.Y luego los pajaritosal aclarar lo dispiertan.Porque el sueño no lo agarraa quien sin cenar se acuesta.Ansí, pues, aquella nochejué para ellos una fiesta,pues todo parece alegrecuando el corazón se alegra.No pudiendo vivir juntospor su estado de pobreza,resolvieron separarse,y que cada cual se jueraa procurarse un refujioque aliviara su miseria.Y antes de desparramarse

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para empezar vida nueva,en aquella soledáMartín Fierro, con prudencia,a sus hijos y al de Cruzles habló de esta manera.

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Un padre que da consejosmás que padre es un amigo.Ansí como tal les digoque vivan con precaución.Naides sabe en qué rincónse oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuelaque una vida desgraciada.No estrañen si en la jugadaalguna vez me equivoco.Pues debe saber muy pocoaquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cenciatienen la cabeza llena;hay sabios de todas menas,mas digo, sin ser muy ducho,es mejor que aprender muchoel aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajossi no han de enseñarnos nada.El hombre, de una mirada,todo ha de verlo al momento.El primer conocimientoes conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifrennunca en corazón alguno.En el mayor infortuniopongan su confianza en Dios,de los hombres, sólo en uno,con gran precaución en dos.

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Las faltas no tienen límitescomo tienen los terrenos,se encuentran en los más buenos,y es justo que les prevenga;aquel que defetos tenga,disimule los agenos.

Al que es amigo, jamáslo dejen en la estacada,pero no le pidan nadani lo aguarden todo de él.Siempre el amigo más fieles una conduta honrada.

Ni el miedo ni la codiciaes bueno que a uno lo asalten.Ansí no se sobresaltenpor los bienes que perezcan.Al rico nunca le ofrezcany al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa hasta entre Pampasel que respeta a la gente.El hombre ha de ser prudentepara librarse de enojos,cauteloso entre los flojos,moderado entre valientes.

El trabajar es la leyporque es preciso alquirir.No se espongan a sufriruna triste situación,sangra mucho el corazóndel que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombrepara ganarse su pan;pues la miseria en su afánde perseguir de mil modosllama en la puerta de todos

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y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacenporque naides se acobarda,poco en conocerlo tardaquien amenaza imprudente,que hay un peligro presentey otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,salvar de cualquier abismo,por esperencia lo afirmo,más que el sable y que la lanzasuele servir la confianzaque el hombre tiene en sí mismo.

Nace el hombre con la astuciaque ha de servirle de guía,sin ella sucumbiría,pero, sigún mi esperencia,se vuelve en unos prudenciay en los otros picardía.

Aprovecha la ocasiónel hombre que es diligente,y tenganló bien presentesi al compararla no yerro,la ocasión es como el fierrose ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombreque a veces las vuelve a hallar.Pero les debo enseñary, es bueno que lo recuerden,si la vergüenza se pierdejamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,porque esa es la ley primera;tengan unión verdaderaen cualquier tiempo que sea,

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porque si entre ellos peleanlos devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos,el burlarlos no es hazaña.Si andan entre gente estrañadeben ser muy precabidos,pues por igual es tenidoquien con malos se acompaña.

La cigüeña cuando es viejapierde la vista, y procurancuidarla en su edá maduratodas sus hijas pequeñas.Apriendan de las cigüeñaseste ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,aunque la echen en olvido,vivan siempre prevenidos;pues ciertamente sucedeque hablará muy mal de ustedesaquel que los ha ofendido.

El que obedeciendo vivenunca tiene suerte blanda,mas con su soberbia agrandael rigor en que padece.Obedezca el que obedecey será bueno el que manda.

Procuren de no perderni el tiempo, ni la vergüenza.Como todo hombre que piensaprocedan siempre con juicioy sepan que ningún vicioacaba donde comienza.

Ave de pico encorvadole tiene al robo afición.Pero el hombre de razón

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no roba jamás un cobre,pues no es vergüenza ser pobrey es vergüenza ser ladrón

El hombre no mate al hombreni pelee por fantasía,tiene en la desgracia míaun espejo en que mirarse.Saber el hombre guardarsees la gran sabiduría.

La sangre que se redamano se olvida hasta la muerte.La impresión es de tal suerte,que a mi pesar, no lo niego.Cai como gotas de fuegoen la alma del que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,el trago el pior enemigo.Con cariño se los digo,recuerdenló con cuidado,aquel que ofiende embriagadomerece doble castigo.

Si se arma algún revolutissiempre han de ser los primeros,no se muestren altanerosaunque la razón les sobre.En la barba de los pobresaprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazóna alguna muger querida,no le hagan una partidaque la ofienda a la muger,siempre los ha de perderuna muger ofendida.

Procuren, si son cantores,el cantar con sentimiento,

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no tiemplen el estrumentopor sólo el gusto de hablar,y acostúmbrense a cantaren cosas de jundamento.

Y les doy estos consejosque me ha costado alquirirlos,porque deseo dirijirlos;pero no alcanza mi cenciahasta darles la prudenciaque precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchasmedité en mis soledades.Sepan que no hay falsedadesni error en estos consejos.Es de la boca del viejode ande salen las verdades.

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Después a los cuatro vientoslos cuatro se dirijieron.Una promesa se hicieronque todos debían cumplir,mas no la puedo decir,pues secreto prometieron.

Les alvierto solamente,y esto a ninguno le asombre,pues muchas veces el hombretiene que hacer de ese modo.Convinieron entre todosen mudar allí de nombre.

Sin ninguna intención malalo hicieron, no tengo duda,pero es la verdá desnuda,siempre suele suceder;aquel que su nombre mudatiene culpas que esconder.

Y ya dejo el estrumentocon que he divertido a ustedes.Todos conocerlo puedenque tuve costancia suma,este es un botón de plumaque no hay quien lo desenriede.

Con mi deber he cumplidoy ya he salido del paso,pero diré, por si acaso,pa que me entiendan los criollos,todavía me quedan rollospor si se ofrece dar lazo.

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Y con esto me despidosin espresar hasta cuándo.Siempre corta por lo blandoel que busca lo siguro.Mas yo corto por lo duro,y ansí he de seguir cortando.

Vive el águila en su nido,el tigre vive en la selva,el zorro en la cueva agena,y en su destino incostante,sólo el gaucho vive errantedonde la suerte lo lleva.

Es el pobre en su horfandáde la fortuna el desecho,porque naides toma a pechosel defender a su raza.Debe el gaucho tener casa,escuela, iglesia y derechos.

Y han de concluir algún díaestos enriedos malditos.La obra no la facilitoporque aumentan el fandangolos que están como el chimangosobre el cuero y dando gritos.

Mas Dios ha de permitirque esto llegue a mejorar,pero se ha de recordar,para hacer bien el trabajo,que el fuego pa calentardebe ir siempre por abajo.

En su ley está el de arriba,si hace lo que le aproveche,de sus favores sospeche,hasta el mesmo que lo nombra.Siempre es dañosa la sombra

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del árbol que tiene leche.

Al pobre al menor descuidolo levantan de un sogazo,pero yo compriendo el casoy esta consecuencia saco:el gaucho es el cuero flacoda los tientos para el lazo

Y en lo que esplica mi lenguatodos deben tener fe.Ansí, pues, entiéndanmé,con codicias no me mancho,no se ha de llover el ranchoen donde este libro esté.

Permítanme descansar,¡pues he trabajado tanto!En este punto me plantoy a continuar me resisto.Estos son treinta y tres cantos,que es la mesma edá de Cristo.

Y guarden estas palabrasque les digo al terminar.En mi obra he de continuarhasta dárselas concluida,si el ingenio o si la vidano me llegan a faltar.

Y si la vida me falta,tenganló todos por cierto,que el gaucho, hasta en el desierto,sentirá en tal ocasióntristeza en el corazónal saber que yo estoy muerto.

Pues son mis dichas desdichaslas de todos mis hermanos,ellos guardarán ufanosen su corazón mi historia,

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me tendrán en su memoriapara siempre mis paisanos.

Es la memoria un gran don,calidá muy meritoria.Y aquellos que en esta historiasospechen que les doy palosepan que olvidar lo malotambién es tener memoria.

Mas naides se crea ofendidopues a ninguno incomodo,y si canto de este modopor encontrarlo oportunoNO ES PARA MAL DE NINGUNOSINO PARA BIEN DE TODOS.

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José Hernández

José Rafael Hernández y Pueyrredón (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886) fue un militar, periodista, poeta y político argentino, especialmente conocido como el autor del Martín Fierro, obra máxima de la literatura gauchesca. En su homenaje, el 10 de noviembre —aniversario de su nacimiento— se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.

Tras iniciarse como militar en defensa de la autonomía del Estado de Buenos Aires, entre 1852 y 1872 desarrolló una intensa actividad

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periodística, enfrentado al predominio de la ciudad de Buenos Aires en la organización de su país. En una época de gran agitación política, sostuvo que las provincias no debían permanecer ligadas al gobierno de Buenos Aires.

Participó en una de las últimas rebeliones federales, dirigida por Ricardo López Jordán, cuyo primer intento de acción finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández en el Brasil. Después de esta revolución continuó siendo durante un tiempo asesor del general revolucionario, pero con el tiempo se distanció de él.

A su regreso a la Argentina, en 1872, continuó su lucha por medio del periodismo y publicó la primera parte de su obra maestra, El gaucho Martín Fierro. Fue a través de su poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas y la más valiosa contribución a la causa de los gauchos. Junto con la continuación de la obra, La vuelta de Martín Fierro (1879), forman un poema épico popular. Es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina. Posteriormente desempeñó los cargos de diputado y senador de la provincia de Buenos Aires. Ocupando este último cargo, defendió la federalización de Buenos Aires en un memorable discurso, enfrentándose a Leandro N. Alem.

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