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LA TELA MAGICA índice de cuentos, leyendas y tradiciones Aquella tarde, Aníbal caminaba por las calles de Bangkok como un turista más, como uno de los muchos que se pueden ver pasear por esta ciudad. Ya sólo le quedaban unas horas de estancia en Tailandia, puesto que al día siguiente muy temprano debería tomar el avión para retornar a su país. Había visitado durante dos semanas lugares que le habían resultado interesantes y no había podido resistirse, al igual que otros turistas, a comprar diversos objetos que posiblemente adornarían su casa, dormirían en una caja, o irían a parar a la casa de algún amigo. Sentía una cierta pena por tener que irse, pero sus obligaciones no le permitían permanecer allí más tiempo. Pero no estaba triste, más bien podríamos decir que se sentía feliz y afortunado por haber podido cumplir el sueño que había estado albergando durante varios años. Caminando sin rumbo fijo por Chakrawat, en la zona denominada como China Town, pasó junto a un escaparate, en el que vio algunos objetos que llamaron su atención. - ¡Ya he comprado demasiadas cosas! No sé como voy a poder meter en las maletas todo lo que he comprado. - pensó. Y decidió pasar de largo. Pero apenas había recorrido unos pocos metros, cuando cambió de opinión. - ¡No pasa nada por mirar! ¡No compraré nada! - se dijo, y dio media vuelta y volvió para poder mirar con detalle los objetos que había en el escaparate. Ciertamente eran interesantes (o al menos a él se lo parecían). Se fijó en algunas joyas que parecían de plata, juegos de té, estatuillas que parecían bailar, tocar instrumentos, etc. sin saber por qué miró hacia el interior de la tienda. Vio estanterías repletas de objetos, vestidos, telas y cuadros colgados de las paredes. Después de unos segundos se dio cuenta de que muchos de aquellos objetos no eran tailandeses, sino chinos... Estaba pensando en ello cuando al girar la vista se encontró con una joven mujer china

La Tela Magica

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  • LA TELA MAGICA

    ndice de cuentos, leyendas y tradiciones

    Aquella tarde, Anbal caminaba por las calles de Bangkok como un turista ms, como

    uno de los muchos que se pueden ver pasear por esta ciudad.

    Ya slo le quedaban unas horas de estancia en Tailandia, puesto que al da siguiente muy temprano debera tomar el avin para retornar a su pas.

    Haba visitado durante dos semanas lugares que le haban resultado interesantes y no

    haba podido resistirse, al igual que otros turistas, a comprar diversos objetos que

    posiblemente adornaran su casa, dormiran en una caja, o iran a parar a la casa de

    algn amigo.

    Senta una cierta pena por tener que irse, pero sus obligaciones no le permitan permanecer all ms tiempo.

    Pero no estaba triste, ms bien podramos decir que se senta feliz y afortunado por haber podido cumplir el sueo que haba estado albergando durante varios aos.

    Caminando sin rumbo fijo por Chakrawat, en la zona denominada como China Town, pas junto a un escaparate, en el que vio algunos objetos que llamaron su atencin.

    - Ya he comprado demasiadas cosas! No s como voy a poder meter en las maletas

    todo lo que he comprado. - pens. Y decidi pasar de largo. Pero apenas haba recorrido unos pocos metros, cuando cambi de opinin.

    - No pasa nada por mirar! No comprar nada! - se dijo, y dio media vuelta y volvi para poder mirar con detalle los objetos que haba en el escaparate.

    Ciertamente eran interesantes (o al menos a l se lo parecan). Se fij en algunas joyas

    que parecan de plata, juegos de t, estatuillas que parecan bailar, tocar instrumentos,

    etc. sin saber por qu mir hacia el interior de la tienda. Vio estanteras repletas de

    objetos, vestidos, telas y cuadros colgados de las paredes. Despus de unos segundos

    se dio cuenta de que muchos de aquellos objetos no eran tailandeses, sino chinos...

    Estaba pensando en ello cuando al girar la vista se encontr con una joven mujer china

    http://www.mazulagia.com/articulos/indice_cuentos.htm
  • que le miraba sonriendo desde el interior de la tienda.

    El, por cortesa, tambin sonri. La mujer se acerc a la puerta y le sugiri:

    - Pase, pase! Dentro puede ver muchas cosas. Tmese el tiempo que necesite.

    Tenemos muchas cosas bonitas que puede llevar a su pas.

    Sin saber decir que no ante la extrema amabilidad de la mujer, entr en la tienda.

    - Muchas gracias, pero ya he comprado muchas cosas - se disculp. - De todas formas

    mirar. Su tienda es muy bonita.

    - Mire con tranquilidad. Si desea algo, avseme. - dijo la mujer y se dirigi a atender a una pareja joven, aparentemente americanos, que acababan de entrar.

    Anbal no pudo dejar de mirar a la mujer mientras se alejaba.

    Volvi la vista para ver si encontraba algo que comprar. Y se encontr con la mirada de

    otra persona, un hombre chino del que resultara difcil decir la edad, pero que era evidentemente un anciano.

    - Es muy bonita! - dijo el anciano.

    - Qu? - pregunt Anbal desconcertado.

    - Es muy bonita...! Mi hija, es muy bonita! - repiti y seal hacia donde estaba ella.

    - Oh, s! Es muy guapa!

    - Todos los turistas se fijan en ella!

    Anbal estaba algo incmodo con esa situacin y no entenda el sentido de aquella observacin. As que pregunt:

    - Cunto cuesta aquel cuadro? - y seal hacia uno cualquiera.

    - Cul? Aquel de los pjaros?

    - S, ese - asinti a pesar de que el anciano haba sealado a otro.

    - Por qu le interesa ese cuadro? - pregunt el anciano.

    Esa pregunta aument el desconcierto de Anbal. Y dijo lo primero que se le ocurri.

    - Porque es bonito. Los pjaros estn muy bien dibujados. Y... adems los colores son muy vivos.

    - Quiere comprarlo?

    - Bueno, no lo s... - y apresuradamente continu - Voy a seguir mirando un poco ms

  • si no le molesta.

    - El cliente nunca molesta - dijo el anciano mientras le sonrea.

    Aquella sonrisa franca, le calm. Todava no saba por qu se haba puesto tan nervioso.

    Bueno... quiz s.

    Mirando los cuadros que colgaban de una de las paredes, vio una tela rectangular que tena dibujado algo, pero que no poda distinguir muy bien desde donde estaba.

    -Puedo ver esa tela? - pregunt sealando claramente hacia ella.

    - Est interesado en ella? - volvi a preguntar el anciano.

    - Si, por supuesto.

    - Por qu est interesado precisamente en esa tela?

    Anbal empezaba a dudar de la salud mental de aquel anciano chino. Por qu cada vez que manifestaba inters por algo, le preguntaba si estaba interesado?

    - Se lo pregunto porque esa tela no tiene ningn dibujo - dijo el anciano sin que Anbal hubiera dicho nada.

    - Me pareci ver algn dibujo desde all, pero es cierto, desde aqu no se ve nada...

    Anbal estaba convencido de que haba visto algo, pero pens que sera algn reflejo.

    - Es una tela mgica. Pero no est en venta - dijo el anciano sonriendo.

    Anbal pens que aquel anciano bromeaba o que simplemente deseaba venderle aquella tela. Decidi seguirle la corriente:

    - En qu consiste la magia de esta tela?

    - No se lo puedo decir, pero cada persona ve en ella algo distinto.

    - Si eso debe ser - brome Anbal - yo mismo ya he visto dos cosas diferentes. Algo desde all y nada desde aqu. Debe ser magia.

    El anciano cambi de expresin. Pareca enfadado.

    - No he querido ofenderle - dijo Anbal para calmar la tensin.

    - Usted piensa que este chino no sabe lo que dice... Bien, se lo demostrar.

    - No es necesario - dijo Anbal que se senta cada vez ms extrao. Aquel anciano le inquietaba, pero no saba por qu, puesto que pareca ms bien inofensivo.

    - Desea comprar algo? - Interrumpi la mujer china que ya haba terminado de atender

  • a la pareja americana.

    - Su padre quiere mostrarme esa tela.

    - Ah, bien! Le debe haber cado usted muy bien, si desea ensersela. Es una tela

    mgica, pero no est en venta. Pertenece a mi padre desde hace ms de treinta aos.

    Ahora s que Anibal estaba convencido de que aquel padre y su hija deseaban engaarle.

    - Por qu no me ensean en qu consiste la magia de la tela? Saben, muchos

    occidentales no creemos en la magia...

    - Es cierto, los occidentales no conocen bien la magia. - asinti la mujer.

    El anciano descolg la tela de la pared y le pidi a Anbal que le siguiera hasta la trastienda.

    - Padre, yo me quedo aqu para atender a los clientes - dijo la joven.

    Una vez que Anbal y el anciano estuvieron en la tienda este extendi la tela delante de l y le pregunt:

    - Qu dibujo ve en la tela?

    Anbal mir a la tela y respondi:

    - Ninguno, slo veo la tela, pero no tiene ningn dibujo.

    - Muy bien - dijo el anciano.

    Y encendi un potente foco. Volvi a extender la tela delante Anbal, de forma que la potente luz del foco pudiese atravesarla.

    - Qu dibujo ve ahora? - volvi a preguntar el anciano.

    Y como si de autntica magia se tratase, Anbal vio un dibujo dentro de la tela.

    - S, veo un dibujo. No est muy claro... Cul es el truco? Seguro que tiene dibujado algo detrs.

    El anciano insisti.

    - Qu dibujo ve? Detrs no hay nada pintado, luego se lo mostrar.

    - Veo... s, veo una mujer. Tiene las formas de una mujer china... Dira que se parece a su hija...

    - Justo lo que pensaba. Muy bien - Enroll la tela y apag el foco. Y prosigui:

  • - Ya ha visto la magia de la tela.

    Anbal senta que aquel anciano le estaba engaando.

    - Djeme ver la tela. Si me gusta se la comprar - minti para intentar conseguir

    examinarla.

    - Ya le he dicho que la tela no est en venta. De todos modos no tengo ningn inconveniente en ensersela.

    Y permiti que Anbal la examinara.

    Anbal estaba convencido de que al mirar el revs de la tela encontrara un dibujo. Pero

    su sorpresa fue grande cuando comprob que la tela tampoco estaba pintada por ese lado.

    - Es muy curioso. Dnde est el dibujo? En el interior de la tela? Puedo verla otra vez?

    - No, no puede verla otra vez. Ya la ha visto.

    - Insisto, deseo verla. Se la comprar. Esta vez Anbal no menta. Pensaba que el truco,

    fuera cual fuera, resultaba fascinante.

    El anciano le dijo:

    - No hay ningn truco. Pero no puede verla de nuevo, ya la ha visto. Y no est en venta, ya se lo he dicho varias veces.

    Anbal segua sin entender toda aquella situacin, pero senta una gran curiosidad por

    aquella tela y su "magia". Estaba llegando a pensar que de verdad ese hombre no quera venderla.

    - Si no desea venderla, por qu la tiene expuesta en su tienda?

    - No est expuesta para la venta. Slo est colgada en la pared.

    - No pensar que me voy a creer que todo lo que tiene colgado en la pared no es para vender.

    - No me importa lo que usted crea. Me he equivocado al ensersela. No debera haberlo

    hecho.

    - De verdad que no quiere vender la tela? Le pagara bien por ella.

    - S que lo hara. Usted piensa que yo estoy tratando de venderle la tela con un engao, pero no es cierto. La tela no est en venta. Es muy especial para m.

    Aquellas palabras sonaron ciertas en el corazn de Anbal, que empez a cuestionarse

    por qu tena que presionar a aquel hombre de esa forma. Si no deseaba venderla,

  • estaba en su derecho.

    - Lo siento, seor. Creo que es cierto lo que dice. Le pido disculpas por haber insistido

    tanto. Nunca he visto algo as y senta mucha curiosidad. Pero creo que me he sobrepasado.

    - No tiene importancia. Usted parece un buen hombre - dijo el anciano - Yo me he equivocado al ensersela. Eso es todo.

    - Creo que lo mejor es que me vaya - dijo Anbal.

    - Si, creo que es lo mejor.

    - Una ltima pregunta, si me lo permite.

    - Si, puede usted hacerla.

    - Es cierto que cada persona ve algo distinto?

    - No debera responderle a esa pregunta, pero s, cada persona ve algo distinto.

    - Y tiene algn significado? Quiero decir, si cada persona ve algo diferente no es

    posible que de alguna forma algn significado, algn mensaje que transmitir, un cierto sentido?

    Al anciano le sorprendi esta reflexin. Esto le anim a no interrumpir por el momento la

    conversacin:

    - Lo que ve cada persona tiene que ver con su interior...

    - Ahora entiendo por qu vi la mujer china... la sonrisa de su hija me deslumbr. Pero

    durante un instante me pareci ver algo ms, la silueta de un hombre qu puede significar?

    El anciano pareci recobrar repentinamente inters por la conversacin.

    - Un hombre? Cmo era? Era anciano, joven, tena cabello, era occidental?

    - Por qu le interesa tanto? No lo s, fue slo un instante. Enseguida apareci la otra imagen.

    - Acompeme de nuevo a la trastienda, debe ver la tela de nuevo.

    - No entiendo nada. Me dice que no desea ensearme la tela y de repente s. Qu es lo que ha cambiado? Qu he dicho?

    El anciano no respondi.

    La mujer china, aunque desde una respetuosa distancia y un no menos respetuoso

  • silencio, segua toda la escena con inters.

    Sonri y dirigindose a su padre dijo:

    - Tena la impresin de que este extranjero....

    - Calla! Todava no lo sabemos...

    Anbal estaba cada vez ms perplejo por todo aquello y estas palabras que cruzaron padre e hija le inquietaron an ms.

    - No tiene nada que temer, - dijo el anciano - Somos buena gente.

    Por tercera vez, Anbal tuvo la impresin de que aquel anciano de alguna forma, conoca

    sus pensamientos.

    Volvieron a la trastienda, el anciano encendi el foco y despleg la tela ante de Anbal...

    Durante el viaje de vuelta a Italia y, debido a las nueve horas que deba estar en el

    reducido espacio del avin, Anbal pudo repasar varias veces la escena del da anterior en la tienda y especialmente en la trastienda de aquel anciano chino y su hija.

    Recordaba lo ocurrido y no saba qu pensar sobre aquello. La perspectiva sobre su

    montona pero tranquila y segura vida, haba cambiado radicalmente. No poda poner

    en duda lo que haba visto, aunque tena sus reservas sobre lo que el hombre chino le

    haba contado despus de ver la tela por segunda vez en la trastienda. Le haban

    gastado una broma? Le haban engaado? Era posible que fuese real lo que haba

    odo? Estas preguntas y otras muchas formaban parte del constante esfuerzo por

  • comprender...

    En todo caso suponiendo que todo fuese real Qu sera de su vida? Cul sera su

    futuro? Lo nico que saba a ciencia cierta era que dispona de treinta das para pensar... todo un mes para reflexionar y tomar una decisin sobre el resto de su vida.

    Rememor lo sucedido en la trastienda.

    Al entrar por segunda vez, Anbal estaba desconcertado y recelaba de todo, incluso

    senta escalofros, aunque no miedo. El anciano chino estaba nervioso, con cierta

    ansiedad. An as recuper la calma antes de colocar la tela delante del foco y se

    present:

    - Mis amigos me llaman Lao Chang, tengo ochenta y ocho aos y nac en Pekn. He

    vivido en diez pases antes de venir a Tailandia. He tenido dos esposas que murieron

    hace ya mucho tiempo. Vivo aqu desde hace treinta aos. Mi hija tiene tambin treinta

    aos... Ah! Ya s lo que piensa cmo un hombre de tanta edad tiene una hija tan

    joven? Mara es mi hija adoptiva. Su padre era ingls y su madre china. Fueron las

    primeras personas que conoc cuando vine a vivir a Bangkok. Ellos murieron en un accidente... Bueno quiz despus le cuente otras cosas.

    Anbal de nuevo no saba qu decir, as que decidi presentarse tambin:

    - Me llamo Anbal y....

    El anciano le interrumpi:

    Ya, ya s eres del norte de Italia y tienes treinta y cinco aos. Tu vida es tranquila y cmoda... ya, ya hablaremos luego.

    Tampoco en esta ocasin Anbal supo cmo responder. La sorpresa se lo impeda.

    - Bien, - dijo el anciano - vamos a ver la tela. - Encendi el foco y coloc la tela delante de l. - Qu es lo que ves?

    - Estoy muy nervioso. Se supone que tengo que ver algo. Me siento igual que en el

    ltimo examen de mi carrera... Querra acertar y ver lo que usted espera.

    - Yo no espero que veas nada en particular, slo que me digas lo que ves - corrigi el anciano.

    - Bien. Veo una sonrisa preciosa... Bueno... s que usted espera que vea algo diferente a lo que vi hace unos minutos.

    - Por favor, slo observa, elimina de ti todo ese nerviosismo, no hay nada que acertar,

    slo mira, mira en el interior de la tela mgica... deja que la magia llegue hasta tu

    interior.

    - Ahora ya no veo nada, slo la tela y la luz que casi ciega mis ojos. - dijo Anbal con desnimo.

  • - No s por qu, pero creo que puedes verlo. Pon ms atencin.

    - Seor, yo no quiero defraudarle, pero ahora no veo nada.

    - Bien, prueba esto. Trata de recordar la otra imagen, la que viste primero. Intenta

    recordarla y trata de proyectarla sobre la tela.

    - Lo siento, cuanto ms lo intento, peor. Creo que nunca ver nada ms.

    De pronto la cara de Anbal cambi de expresin.

    - S, veo algo. Veo una casa y un paisaje. Hay un seor que est saliendo de la casa.

    Parece un chino, un anciano chino.... Antes vi a su hija y ahora a usted - brome.

    - Pon ms atencin - orden el viejo con vehemencia.

    - No, no es usted. Es una anciano chino, pero no es usted. Esta cara me resulta familiar,

    como si ya la hubiera visto... dnde la he visto? Ah, ya s! La he visto en su tienda,

    usted tiene en una pared de su tienda un retrato de este seor pintado con trazos negros.... Es eso lo que tena que ver? He acertado?

    Mir hacia el anciano y vio que ste estaba profundamente emocionado. El hombre que

    haba llegado a intimidarle y hacerle sentir confuso y nervioso, estaba tan conmovido que una lgrima caa de cada uno de sus ojos.

    Eran lgrimas perfectas... lgrimas que recorran su rostro hacia abajo, marcando con nitidez el camino que haban seguido.

    - Qu le pasa? Se encuentra bien?

    Antes de que el anciano pudiera responderle, oy una voz conocida a su espalda.

    - Padre, desde que vi a este extranjero supe que era l.

    - Si. - Fue lo nico que dijo el anciano. Enroll la tela, cogi una pequea caja de madera alargada y la guard dentro.

    - Ya no hace falta exponerla ms. - Dijo la mujer china.

    Su padre asinti con la cabeza.

    Cuando Anbal recordaba esta escena se estremeca. Ahora en el avin, sentado,

    inmvil, con los ojos cerrados se senta conmovido, casi tanto como lo estuvo el anciano.

    Durante la noche anterior haba recordado en la habitacin de su hotel esta escena

    tantas veces, que no podra decir cuntas haban sido. En toda la noche no haba conseguido dormir ni un minuto.

    Pero las explicaciones que recibi sobre la tela, su historia, lo que se esperaba de l, etc. eran todava mucho ms enigmticas e inquietantes.

  • La mujer china, Mara, cerr la tienda y pidi a Anbal que permaneciera con ellos en la

    trastienda. Su padre le explicara todo lo necesario.

    Anbal senta todava mucha desconfianza y no saba qu significaba todo aquello.

    Principalmente por curiosidad decidi quedarse y escuchar lo que el anciano tuviera que decirle.

    - Quieres un t, Anbal? Pregunt Mara con familiaridad y su bella sonrisa. - Padre voy a preparar el t.

    Anbal pens que aquella mujer deba tener un odo muy fino. El solamente haba

    pronunciado su nombre una vez y ella no estaba presente o quiz s? Anbal tena cada

    vez ms preguntas y menos respuestas. Sin embargo no se senta en peligro, slo inquieto y ansioso por recibir alguna informacin.

    Cuando Mara hubo preparado y servido el t, los tres se sentaron alrededor de una

    pequea mesa circular. En anciano Lao Chang, repuesto ya de la emocin y recuperando

    su habitual tono firme y seguro, comenz a contar la historia de la tela...

    Lo primero que sali de la boca del anciano fue una peticin:

    - Por favor, por muy extrao que te parezca cualquier cosa que te cuente, no me interrumpas, djame hablar hasta que termine.

    Y comenz a relatar su historia y la de la tela mgica:

    - Como te dije, vine a Tailandia hace algo ms de treinta aos. Haba pasado en mi vida

    por muchas penurias, hambre, necesidades, guerras... Siempre haba conseguido salir adelante, pero nunca pude vivir con tranquilidad por demasiado tiempo.

    Cuando llegu a este pas era completamente distinto a como se ve ahora... pero eso es

    otra historia. Tena algo de dinero y en lugar de buscar trabajo, intent hacer pequeos

    negocios comprando cosas en un sitio para venderlas despus en otro. No me fue mal,

    pero sufr un robo y la prdida de casi todo mi dinero, el dinero que tanto esfuerzo me

    haba costado ahorrar, volvi a ser un nuevo golpe en mi vida. Hay que tener en cuenta

    que yo ya tena cincuenta y siete aos... Ya entonces me senta como un anciano.

    Tuve que buscar trabajo... Bueno no quiero aburrirte con los detalles. Fue entonces

    cuando conoc a los padres de Mara. Como te dije su padre era ingls y su madre, china. Tiene la belleza de su madre y el carcter agradable y bondadoso de su padre...

    Trabaj para ellos durante varios meses. Me trataban bien y me pagaban cada semana

    puntualmente y siempre algo ms de lo convenido. Al principio me pareci extrao por

    qu estas personas son tan amables conmigo si casi no me conocen? Por qu me pagan

    ms de lo que me pagaran en otro lugar y siempre ms de lo que deberan? Me hice

    preguntas de este tipo muchas veces, hasta que un da, despus de varios meses, no pude menos que preguntarles.

    No me respondieron, o al menos con una respuesta directa. Walt, as se llamaba el

    padre de Mara, me sonri con compasin e hizo una reflexin en voz alta. Tienen que

  • haberte tratado muy mal para que te sorprendas de que alguien lo haga con humanidad.

    Esa palabra "humanidad" estuvo dndome vueltas en la cabeza desde ese da. Incluso

    en la actualidad de vez en cuando viene a mi mente sin ser llamada.

    Hice una gran amistad con ellos. Walt y yo hablbamos mucho. El me ayud a

    comprender la autntica naturaleza de los seres humanos e incluso la ma, mi propia

    forma de ser, mis posibilidades, las habilidades que tena y que no haba sabido

    reconocer, y tambin mis defectos, aquello que debera pulir si realmente tena el deseo

    de mejorar.

    Un da estando en su casa, me propuso hacer negocios para l. Me dio dinero y me dijo

    que fuera a otra ciudad a comprarle telas. El comerciaba con muchas mercancas. Le

    pregunt por qu confiaba en mi. Podra marcharme con el dinero y no regresar. El

    sonriendo me dijo que poda hacerlo si lo deseaba, pero que en ningn sitio estara

    como all.

    Antes de partir me dio un consejo. "Ten en cuenta que para poder vender bien, primero hay que comprar bien". Quiz no necesitaba esa leccin, pero le escuch.

    Durante seis meses estuve comprando y vendiendo para l. De los beneficios que

    obtenamos me daba el cincuenta por ciento. Yo me hubiera conformado con un diez, e incluso con un cinco. Pero l era as.

    Creo que te estoy contando mi vida y no te hablo de la tela... Perdname.

    El tena una tela en su casa, colgada en una pared del saln. A veces venan amigos

    suyos y l haca la magia. Les enseaba la tela con una suave luz detrs, ellos le decan lo que vean y l les aconsejaba sobre decisiones importantes o sobre su futuro.

    Nunca asist a ninguna de esas reuniones. Pero en varias ocasiones, s pude ver las

    caras de las personas cuando las abandonaban. Unos marchaban preocupados,

    pensativos, otros alegres, contentos. Nadie se iba indiferente. Y todos volvan al cabo de

    unos das o de algunas semanas con un regalo y con un profundo agradecimiento.

    Un da, casi en broma, Walt me pregunt por qu no estaba interesado en mi futuro, si

    acaso no me preocupaba. Yo le respond que desde que le conoc, nunca volv a sentir

    miedo o angustia. Y adems ahora tena algn dinero y estaba a punto de comprar una casa...

    An as, casi sin saber por qu me vi delante de aquella tela, como t hoy. Al principio vi

    mi vida pasada, mi pasado poco venturoso. Pero se lo ocult, no le dije nada de aquello.

    Despus vi... - el anciano volvi a emocionarse - ... vi al anciano que tu viste. Y se lo

    dije sin darle ninguna importancia... "He visto un anciano chino, se parece al de un

    retrato que tienes con trazos negros".

    Walt se qued mudo. Poco das despus supe por qu. Estuvo casi una semana sin

    hablarme. No estaba enfadado, solo ensimismado, como preocupado y no deseaba hablar con nadie.

    No te lo he dicho pero tres meses antes de aquello naci Mara. Ellos estaban muy

  • contentos, la haban estado esperando durante aos y por fin haba llegado... Le

    pusieron ese nombre porque Walt tena un especial aprecio por una anciana de origen hispano que haba conocido aos atrs, de la que te hablar despus.

    Debo seguir con el relato. Unos diez das despus de que viera al anciano en la tela

    mgica, Walt me habl sobre ella y lo que me dijo me sorprendi tanto como te va a sorprender a ti.

    La tela tiene ms de dos mil aos. En todo este tiempo ha pertenecido a ms de cien

    personas. O debera decir ms bien que ha sido cuidada por ellos. Nadie sabe su origen,

    slo que es del oeste de China. Esta tela debe ser cuidada con respeto, pero no debe ser encerrada, sino estar a la vista.

    Cada persona que la cuida debe ser de corazn limpio. Aunque esto no es un

    problema... la tela elige por quien desea ser cuidada. A cambio da al que la cuida suerte,

    seguridad y algunos otros dones que l mismo debe saber descubrir.

    A Walt se la cedi una mujer ecuatoriana que la cuid por casi cincuenta aos. Se

    llamaba Mara. Ella le apreciaba tanto que le pidi que si algn da tena una hija le pusiera su nombre.

    Ahora te toca a ti, t debes cuidar de la tela, si es ese tu deseo.

    Anbal escuch todo el relato con atencin, pero ahora estaba lleno de dudas. No saba

    que se esperaba de l, incluso dudaba que todo aquello fuese cierto. Tal vez el anciano

    lo creyera, pero qu significaba todo aquello?

    - Seor Chang. Estoy seguro de que usted cree todo lo que me dice. Incluso a m me

    gustara poder creer esta historia tan fantstica, tan mgica. Pero debe tener en cuenta

    que tengo una vida en Italia. Apenas he estado aqu quince das y maana me voy,

    dentro de unas pocas horas coger un avin y volver a mi pas. Adems suponiendo

    que todo esto sea cierto cmo sabe que debo ser yo quien cuide de esa tela?

    - Cuidar de la tela - respondi el anciano - no es un deber, es slo un privilegio que se

    te ofrece, un compromiso que no te crear ningn problema y que te reportar solamente beneficios.

    - Bien, suponiendo que aceptase, - "Debo estar volvindome loco por decir esto", pens

    Anbal - a qu me compromete? Cules son las reglas? Cul es el precio que debo

    pagar por este, que usted ha denominado, privilegio?

    - Slo hay tres reglas. Debes cuidar que la tela no sufra dao alguno, aunque eso

    difcilmente suceder. Y debes tenerla expuesta para que su prximo cuidador pueda verla y reconocerla.

    - Eso son slo dos. Cul es la tercera?

    - No debes retenerla, si alguien ve en ella al anciano que t mismo vistes, entonces

    debes cedrsela, pues es la tela la que le ha elegido. Tan slo si esta persona rehusa el

    compromiso, en ese caso s debes retenerla. Aunque creo que nunca ha sucedido.

  • - Creo que esta vez s va a suceder. No estoy seguro de querer vincular mi vida a esta

    tela mgica, que usted considera casi inteligente.

    - Tienes derecho a dudar. Todos lo hicimos en su momento. Pero en tu caso, en estas

    circunstancias, hay algo ms. Existe otro compromiso que no tiene nada que ver con la

    tela. Este compromiso es personal y ests en tu derecho de aceptarlo o no. Sin embargo

    quiero que sepas que lo que te voy a pedir es importante para m, para Mara y tambin

    para ti. No puedo garantizarte que pueda ayudarte o perjudicarte, ni siquiera yo s qu efecto tendr sobre tu vida.

    - A ver si lo entiendo. Me ha dicho que si me comprometo a cuidar de la tela mgica todo me ir bien.

    - As es - dijo el anciano.

    - Y adems desea pedirme algo personal, algo que no sabe si aceptar, pero que

    deseara que lo hiciese, y si embargo no sabe qu efecto tendr sobre mi vida, que

    podra tanto beneficiarme como perjudicarme...

    - Si, eso es, lo has entendido bien.

    - Y por qu piensa que si acepto el primer compromiso que va a ser positivo para mi

    vida voy a aceptar este otro que nada tiene que ver con la tela? No lo entiendo. Por qu debera aceptarlo?

    - Porque eres una buena persona. Si la tela te ha escogido, eres una persona con el corazn limpio y justo eso es lo que necesito.

    - Bien, veamos qu es lo que quiere, dgamelo. No puedo imaginarlo. Si todo le ha ido

    bien en la vida desde que cuida de la tela mgica, no entiendo qu es lo que puede necesitar.

    - Mara por favor - dijo el anciano dirigindose hacia su hija - ve a casa y prepara la cena. Yo enseguida ir.

    Mara sonri a su padre y luego a Anbal y le dijo:

    - Es una pena que te vayas maana, pero estoy segura de que regresars. No s lo que mi padre va a pedirte, pero escchale con respeto y cario. Gracias.

    Una vez que Mara abandon la tienda el anciano se dispuso a revelar a Anbal qu es lo que esperaba de l...

    - Anbal, voy a intentar ser lo ms directo y claro que pueda, pero debes tener en cuenta

    que tan slo nos conocemos desde hace un par de horas. Adems provenimos de

    culturas distintas, tenemos edades muy diferentes y nuestras formas de pensamiento

    tambin lo son.

  • - Por favor dgame lo que desea proponerme. Hable abiertamente, que yo le escuchar

    con atencin.

    - Mira, desde que la Tela Mgica entr en mi vida he vivido bien. He pasado dificultades

    como cualquier persona, pero todas se solucionaron. En estos ltimos aos, slo he tenido una preocupacin...

    El anciano suspir y prosigui:

    - Se trata de Mara...

    Anbal se sorprendi.

    - Parecen ustedes felices. Cul es el problema?

    - No existe ningn problema, al menos en el presente. Yo ya soy anciano, me quedan

    quiz dos o tres aos de vida, quiz tan slo meses. Pero Mara, qu ser de Mara

    ahora que ya no dispondr de la proteccin de la que disfrutbamos? Qu pasar

    cuando yo desaparezca? Yo estaba pensando que si ahora vas a ser t el cuidador de la

    tela mgica, quiz Mara estara bien contigo. Es educada, amable, de buen carcter... Bueno tu ya la has visto.

    - Qu es lo que intenta decirme?

    - Ya s que siendo un occidental, esto te resultar extrao.

    - Quiere usted decir que si fuese chino como usted, no me resultara absurdo lo que me est sugiriendo? Cree realmente eso?

    - Nuestros antepasados durante muchos siglos concertaron la boda de sus hijos. Los

  • compromisos entre familias se acordaban muchas veces cuando an eran nios.

    - Bien, como usted mismo reconoce, eso es de su cultura y adems incluso en oriente ya

    no se practica demasiado por lo que yo s. Las personas ahora prefieren enamorarse...

    El anciano no quiso que la conversacin se desviara a otro tema distinto del de su inters.

    - No vamos a discutir por ello ahora. Yo entiendo que para ti es difcil entender esta situacin. No quiero que te sientas obligado a tomar una decisin en este momento.

    Anbal hizo un ademn de querer decir algo, pero el anciano le interrumpi antes de que pudiera empezar.

    - Por favor, djame hablar. Slo te pido eso. Escucha mi proposicin y luego decide

    como quieras.

    - Bien le escuchar, Seor Chang.

    - Anbal, no me considero un hombre demasiado rico. Poseo cuatro apartamentos aqu

    en Bangkok. En uno de ellos, cerca de aqu, vivimos Mara y yo. Los otras tres estn

    alquilados y percibo por ellos una buena renta. Adems tengo varios terrenos en

    diferentes zonas de este pas. Estos terrenos se cultivan y recibo cada ao la mitad de lo

    que producen. Tambin tenemos esta tienda que, aunque humilde, vende mucho,

    puesto que est en una zona donde son frecuentes los turistas. En los bancos tengo una

    buena suma. Ms o menos calculo que mi patrimonio puede llegar en la actualidad a ser de casi milln y medio de dlares.

    El anciano mir fijamente a los ojos de Anbal, que ya no poda sorprenderse ms, y

    prosigui:

    - Puede parecerte que soy un hombre rico por lo que poseo, pero en este momento me siento pobre... pobre e indefenso puesto que no puedo comprar un futuro para Mara.

    Anbal no pudo resistir la tentacin de intervenir:

    - Mara podra vivir bien con el patrimonio que poseen. Parece inteligente y estoy seguro de que podra manejarse bien en cualquier negocio.

    - No estoy preocupado por el futuro econmico de Mara. Pero reflexiona un poco, a lo

    largo de mi vida he conocido muchas personas: ricas, de clase media y pobres, yo

    mismo he pertenecido a las tres clases. He visto personas ricas felices y personas ricas

    muy desgraciadas en un porcentaje similar a las de las otras clases sociales. El dinero ni

    da ni quita la felicidad, es la calidad humana la que hace a las personas felices. Mara es

    inteligente, pero ingenua, puesto que nunca ha tenido dificultades. Siempre la he

    protegido. Por otra parte, ha tenido pretendientes, pero siempre los rechaz. No s bien por qu, pero presumo que ella no ha querido comprometerse para poder cuidar de m.

    - Qu es lo que desea exactamente de m? - Pregunt Anbal.

    - Ahora que vas a cuidar de la Tela Mgica, me gustara que considerases la posibilidad

  • de conocer a Mara. Estoy convencido de que haris una buena pareja. Creo que podras

    venir a vivir aqu a Bangkok, yo te ayudara con el permiso de residencia y te cedera uno de los apartamentos provisionalmente.

    - Seor Chang, con todos los respetos. Hace dos horas no le conoca a usted ni a Mara.

    No saba nada de la Tela Mgica, es ms, no saba que pudiera existir tal cosa. Usted me

    cuenta una extraa historia sobre ella y me dice que yo debo ser el prximo que la

    cuide, que la Tela Mgica me ha elegido. Por ltimo me sugiere que debo establecer una

    relacin afectiva estable con su hija. Cree que voy a aceptar? Adems est ella de

    acuerdo en lo que me est proponiendo? Es que ella no tiene nada que decir con

    respecto a esto?

    - Mi hija no sabe nada y t no debes decrselo. - Respondi tajante el anciano chino.

    - Mire Seor Chang, toda esta historia mgica es muy bonita, pero yo tengo una vida en

    Italia. Tengo un empleo estable, una casa, una hipoteca, tengo familiares, amigos, etc.

    Simplemente no puedo aceptar lo que me propone. Todo esto es demasiado extrao y precipitado para m.

    - Anbal, no ests enfocando esta situacin adecuadamente. Tanto cuidar de la Tela

    Mgica como de Mara no son obligaciones, sino oportunidades que se te presentan y

    que puedes aceptar o no, nadie te obliga. Mara es una persona muy especial, capaz de

    hacer feliz a cualquier hombre. Vuelve a Italia, piensa sobre esto y decide. Tienes treinta das, despus debers darme una respuesta.

    - Muy bien Seor Chang, le responder antes de un mes. - Dijo Anbal, ms por sentirse

    libre de abandonar la conversacin y la tienda, que por convencimiento.

    - Un ltimo favor, djame por favor tu direccin y tu telfono por si hiciera falta llamarte... Aqu tienes mi tarjeta.

    De vuelta a Italia, Anbal volvi a reencontrarse con las situaciones que le resultaban

    conocidas. Durante la primera semana estuvo tranquilo, puesto que en ningn momento dud que rechazara la propuesta de aquel anciano.

    Pero pasados unos das comenz a sentir que su vida estaba realmente vaca. Tena un

    buen empleo que muchas personas en el paro desearan, pero le satisfaca realmente?

    Sus padres ya no vivan y no tena hermanos. Sus familiares le caan bien, pero casi no

    tena contacto con ellos. Tena amigos, lo pasaba bien con ellos, pero poda recordar

    tambin muchos momentos de soledad. No tena aficiones especiales, ni proyectos, ni

    nada que no fuera trabajar y poco ms, ver la televisin, alguna cita, etc. Quiz necesitaba un cambio, algo que llenara y diera sentido a su vida.

    Por otra parte, nunca hasta ahora haba pensado que fuese necesario darle un sentido a la vida.

    Acudi a uno de sus amigos, en busca de consejo. Le relat con todos los detalles lo ocurrido en la tienda del anciano chino y su hija.

    - No sers el primero que va a uno de esos pases y se enamora perdidamente de la

    sonrisa de una cara bonita. - Fue el primer comentario que le hizo su amigo sonriendo,

  • una vez acabado el relato.

    Sobre lo de la Tela Mgica, su amigo sugiri dos opciones, o haba bebido ms de la

    cuenta o le haban gastado una broma. Era imposible que pudiera ser real.

    Anbal decidi no volver a contar a nadie ms lo sucedido en la tienda de Bangkok.

    Despus de dos semanas en Italia, los conflictos internos se acentuaron. Por una parte,

    senta que su vida careca completamente de sentido. Toda la rutina diaria le resultaba

    cada vez ms pesada y vaca. Por otro lado, deseaba creer que todo lo que escuch de

    labios del anciano chino en la tienda de Bangkok era cierto y que su vida sera mejor si

    aceptaba el compromiso de cuidar la Tela Mgica. Sin embargo no terminaba de poder aceptar aquello como una realidad.

    En los das siguientes las dudas fueron creciendo. Por la maana crea que aceptara y

    por la tarde pensaba que lo mejor era lo contrario. Un da estaba convencido de algo, y al da siguiente crea que eso era un completo error.

    Cuando faltaban tan slo siete das para la fecha lmite, Anbal crey que ya poda tomar

    una decisin. Ira a Bangkok y aceptara ambos compromisos. Pens que ya era hora de

    comportarse como una persona mayor. La vida le estaba proporcionando buenas

    oportunidades, sin pedir apenas nada a cambio, y l no haca ms que poner pegas.

    Pens que quiz debera reservar ya su plaza de avin, avisar en su trabajo, despedirse

    de sus amigos y preparar un sinfn de cosas. Inmediatamente llam a la agencia para

    reservar el billete a Bangkok va Roma. Despus llam a su jefe y le inform que dejaba

    el trabajo, que preparase los papeles necesarios para el da siguiente, llam a sus

    principales amigos y familiares ms cercanos. Todo el da estuvo desplegando una

    actividad intensa de preparativos para su marcha. Adems se senta seguro, senta que

    estaba haciendo lo mejor para l, para Mara, para la Tela Mgica e incluso para el

    anciano seor Chang.

    Lo que no pudo imaginar es que por la noche, durante la cena en su casa, solo consigo

    mismo, el miedo volvi a apoderarse de l. Intent controlarlo, pero cada vez era ms

    intenso. Senta que se estaba equivocando. S, estaba seguro de que todo era una

    equivocacin. Deba cancelar el billete de avin. Le constara una penalizacin... la

    pagara. Su trabajo, su jefe, eso s le preocupaba. No haba firmado nada, pero qu le

    dira al da siguiente. No se haba presentado en su trabajo sin justificacin y adems le

    haba pedido la baja. Aunque su jefe fuera comprensivo, su imagen quedara daada por

    aquello. Sus amigos, sus familiares qu les dira? Eso era fcil, les dira que todo haba

  • sido una broma. Ojal pudiera salir de todo aquello sin demasiados perjuicios!

    Bueno deba dormir y al da siguiente deshara todo lo hecho en el da de hoy.

    Se despert a las diez de la maana. Se dio cuenta de que tampoco aquel da podra ir a

    trabajar, era ya demasiado tarde. Cmo es posible que se hubiera visto arrastrado hasta este lo?

    En ese momento son el telfono. Pens que le llamaran de su trabajo o quiz alguien

    preocupado por l. En los ltimos das haba notado que sus amigos le miraban de forma extraa. Descolg el auricular y escuch una voz que reconoci inmediatamente.

    - Hola Anbal, soy Mara. Espero que no te hayas olvidado ya de m. - Brome.

    A pesar de las dudas anteriores, Anbal se sinti agradablemente sorprendido.

    - Mara! Qu alegra me da escuchar tu voz!

    - Gracias. Mira tengo que hablarte de un tema delicado y no s muy bien cmo decrtelo.

    - Ya s, Mara. Llamas para saber cul es mi decisin. Todava...

    Pero Mara le interrumpi.

    - No, llamo porque hoy por fin he sabido cul era la peticin que mi padre te hizo. Todos

    estos das he estado intentando que me dijera qu te haba propuesto. El se negaba a

    revelrmelo, pero yo tena la determinacin de saberlo y hoy l cedi.

    - Yo estaba convencido de que lo sabas.

    - Nunca le hubiera permitido que intentase comprometerte de aquel modo, si lo hubiera

    sabido.

    - Por qu?

    - A pesar de que nos llevamos bien, mi padre tiene una forma de pensar y yo otra

    completamente distinta. Quiero pedirte disculpas y adems deseo que sepas que puedes

    aceptar la Tela Mgica sin ms compromisos. Si lo haces, ser bueno para tu vida.

    Adems, puedes vivir en Italia si lo deseas. Cuidar de la Tela Mgica no te obliga a nada

    ms.

    - Yo tambin deseo decirte algo. Sabes? Todos estos das he estado recordando

    aquellas dos horas que pas en la tienda con vosotros. Tu y yo casi no cruzamos palabras, pero recuerdo cmo me senta cada vez que te miraba...

    - Bueno, a m tambin me agradaba tu presencia.

    - Me hubiera gustado tener tiempo para conocerte. Es una lstima que tuviera que marcharme al da siguiente. Lo hubiramos pasado bien...

  • - Seguramente... Anbal, tengo que colgar. Tengo clientes que me esperan en la tienda.

    Adis.

    - Adis. - Pudo apenas decir Anbal.

    De repente se sinti mal. Si Mara haba llamado era seguramente porque ella no

    deseaba que cumpliera el segundo compromiso. Significaba que quiz no le agradaba, o

    tambin podra querer decir que ella estaba ya comprometida con otra persona y lo haba ocultado a su padre.

    Haba estado tan preocupado por todo aquello, que no se haba dado cuenta de que

    tena un cierto sentimiento hacia Mara. S, le agradaba estar con ella. Pero... no era

    posible Cmo puede alguien enamorarse en tan poco tiempo y en esa situacin tan

    extraa? Y enamorarse, no es siempre extrao? Qu sucede cuando alguien se

    enamora? Qu conjunto de inexplicables transformaciones fsicas, qumicas y mentales

    se producen en el interior de una persona cuando se "despiertan" los sentimientos hacia otra?

    Deba hablar con Mara y ver si ella comparta los mismos sentimientos. Dicho y hecho cogi el telfono y marc el nmero de la tienda.

    - Hola Mara!

    - Hola Anbal! No pensaba que hablaramos de nuevo tan pronto. Quieres hablar con mi padre?

    - No, he llamado para hablar contigo.

    - S? Y de qu quieres hablar?

    - Mara... en realidad no s que decirte. Simplemente me he sentido mal cuando has

    colgado el telfono.

    - Tena clientes esperndome, tena que atenderles...

    - No, no me senta mal por eso.

    - Qu era entonces lo que te suceda?

    - Cuando has colgado he empezado a sentir que te echaba de menos...

    - Pero si apenas me conoces...

    - Eso mismo me he dicho yo.

    - Anbal, creo sinceramente que toda esta situacin te ha confundido. Todo ha sido tan

    rpido... Acepta la Tela Mgica y vive una nueva vida. Del segundo compromiso ya te he

    dicho que ests liberado.

    - Mara, para m la Tela Mgica no significa nada en este momento. No puedo desear lo

  • que no conozco. Casi estoy convencido de que lo que me dijo tu padre es cierto, pero a

    mi no me importa demasiado.

    - Tampoco ests obligado a aceptar ese compromiso.

    - Si desease... si desease ir a Bangkok y conocerte, salir contigo durante un tiempo hasta saber si... Bueno, si...

    - Mira Anbal. Me complace que te hayas fijado en m. T tambin me agradas. Pero si

    realmente te interesaba por qu has permitido que pasen ms de tres semanas sin llamar?

    - No lo s. Bueno quiz hasta hoy, hasta hace un momento, no he sido consciente de

    que se haban despertado en m determinados sentimientos. No es que no los tuviera, slo que no me daba cuenta.

    - Cules son esos sentimientos?

    - Ya s que no es posible porque apenas nos conocemos, pero creo que tengo un

    sentimiento de amor hacia ti... creo... creo que te echo de menos. Todos estos das mi

    mente ha estado dando vueltas y vueltas a todo esto de la Tela Mgica. He estado

    creyendo que todas las dudas y el desorden mental se deban a la presin de aceptarla o

    no. Pero cuando hace unos minutos has colgado el telfono, he sentido soledad... he sentido que me faltaba algo...

    - T lo has dicho, apenas nos conocemos...

    - Si hubiramos tenido ms tiempo... - Dijo Anbal con cierta melancola.

    - Tienes todo el tiempo que necesites.

    - Pero tu padre me dijo que slo tenia treinta das.

    - Pensaba que estbamos hablando de m. - Brome Mara.

    - No entiendo lo que quieres decir.

    - Mi padre te dijo que tenas treinta das para decidir sobre la Tela Mgica. Pero sobre

    mis asuntos decido yo. No s si eres el hombre de mi vida, pero estoy completamente

    convencida de que me gustara tener la oportunidad de conocerte. Decidas lo que

    decidas sobre la Tela Mgica, yo estar aqu, al menos durante un tiempo.

    - Quieres decir que si voy a vivir a Bangkok saldras conmigo?

    - No quiero comprometerte, ni tampoco prometerte nada. No s lo que va a pasar con

    nosotros... no s si alguna vez existir un nosotros... por el momento es tan slo una posibilidad...

    Dos das despus Anbal tom el avin y vol a Bangkok. Haba decidido aceptar la Tela

    Mgica. Sin embargo, lo que realmente le ilusionaba y en lo que pens durante todo el

    viaje, era en volver a encontrarse con Mara y tener la POSIBILIDAD de descubrir el

  • amor junto a ella.

    Sus amigos de Italia dicen que le va bien, que ahora lleva un negocio de telas en

    Tailandia y que vive con una mujer china.