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El mundo digital no sólo ha cambiado nuestra imagen del mundo, sino también nuestro uso de los sentidos, en especial el tacto y la mirada. No nos miramos ni tocamos como en el mundo agrario ni el industrial que nos han precedido y de los que han surgido los códigos morales conocidos hasta hoy. Los educadores y profesionales se esforzarán en vano, pues, si propone la vuelta a una ética que pertenece a un mundo inexistente. La revolución ética estriba en que está cambiando el marco más profundo de percepciones, hábitos y creencias que nos servirán hasta hoy para hablar de la moral. ¿Qué significa para las nuevas generaciones informatizadas tener valor por sí misma? Sólo podrá tenerlo si acertamos a introducir el valor del conocimiento en la ética sensorial del otro.
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