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Los Cuadernos de Asturias TRANSPORTE DE VIAJEROS EN AUTOCAR LINEAS PROVINCIALES, NACIONALES E INTERNACIONALES OVIEDO Plaza Primo Rivera, 1 Teléfono: 985/281200 Télex: 87456 W��m�@�1 �" Gru A•Título3 M EXCURSIONES, RUTAS TURISTICAS, CONGRESOS, CIRCUITOS NACIONALES E INTERNACIONALES UNA ORGANIZACION AL SERVICIO DEL VIAJERO AEROPUERTO DE ASTURIAS OVIEDO MADRID GIJON LEON AVILES BILBAO 86 LA REVOLUCION ASTURIANA DE OCTUBRE DE 1934 Y LA LITERATURA ESPAÑOLA A la memoria de Paco Hoyos Sanchis. Manuel Azoar Soler L a revolución protagonizada en octubre de 1934 por la clase obrera asturiana, ndamentalmente por los mineros, e «una verdadera revolución obrera, la primera revolución socialista en España» (1). No se trata ahora de exponer los antecedentes y desa- rrollo de aquel hecho histórico que, por lo demás, cuenta con una bibliograa abundante (2) sino de valorar su impacto sobre los escritores españoles y de estudiar la literatura de creación directa- mente inspirada por aquel suceso. Recordemos, sin embargo, que la rmación el 4 de octubre de 1934 de un gobieo radical, presidido por Le- rroux y en donde la CEDA de Gil-Robles obtuvo tres carteras ministeriales, e el detonante del descontento obrero y de la radicalización política. Es cierto que desde abril de 1931 se habían inten- sificado por toda la geograa española esporádicas proclamaciones del «comunismo libertario», - cilmente socadas por la República en razón de su carácter local y que sucesos anteriores, como los de Castilblanco o Casas Vias, constituían ya capítulos de una suerte de nuevos y nada galdo- sianos Episodios Nacionales de la revolución es- pañola (3), pero lo insólito del octubre asturiano e que, por vez primera en España, anarquistas, socialistas y comunistas participaron conjunta- mente en una insurrección obrera revolucionaria. Los sucesos del octubre asturiano constituyen, pues, el testimonio objetivo del protagonismo his- tórico del proletariado revolucionario español y, parafraseando a John Reed, eron diez días que estremecieron a la República española. El octubre asturiano demuestra que la lucha de clases no era, en la España de 1934, un tópico retórico de la teoría marxista sino una realidad histórica y social que se cuantificaba trágicamente en una ominosa cia de españoles muertos, heridos o encarcela- dos (4). l. EL OCTUBRE DE 1934 Y LOS ESCRITORES ESPAÑOLES En octubre de 1934 la mayoría de los escritores españoles se solidarizaron emocionalmente con la

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NACIONALES E

INTERNACIONALES

UNA ORGANIZACION AL SERVICIO

DEL VIAJERO

AEROPUERTO DE ASTURIAS

OVIEDO

MADRID

GIJON

LEON

AVILES

BILBAO

86

LA REVOLUCION ASTURIANA DE OCTUBRE DE 1934 Y LA LITERATURA ESPAÑOLA

A la memoria de Paco Hoyos Sanchis.

Manuel Azoar Soler

La revolución protagonizada en octubre de 1934 por la clase obrera asturiana, fundamentalmente por los mineros, fue «una verdadera revolución obrera, la

primera revolución socialista en España» (1). No se trata ahora de exponer los antecedentes y desa­rrollo de aquel hecho histórico que, por lo demás, cuenta con una bibliografía abundante (2) sino de valorar su impacto sobre los escritores españoles y de estudiar la literatura de creación directa­mente inspirada por aquel suceso. Recordemos, sin embargo, que la formación el 4 de octubre de 1934 de un gobierno radical, presidido por Le­rroux y en donde la CEDA de Gil-Robles obtuvo tres carteras ministeriales, fue el detonante del descontento obrero y de la radicalización política. Es cierto que desde abril de 1931 se habían inten­sificado por toda la geografía española esporádicas proclamaciones del «comunismo libertario», fá­cilmente sofocadas por la República en razón de su carácter local y que sucesos anteriores, como los de Castilblanco o Casas Viejas, constituían ya capítulos de una suerte de nuevos y nada galdo­sianos Episodios Nacionales de la revolución es­pañola (3), pero lo insólito del octubre asturiano fue que, por vez primera en España, anarquistas, socialistas y comunistas participaron conjunta­mente en una insurrección obrera revolucionaria. Los sucesos del octubre asturiano constituyen, pues, el testimonio objetivo del protagonismo his­tórico del proletariado revolucionario español y, parafraseando a John Reed, fueron diez días que estremecieron a la República española. El octubre asturiano demuestra que la lucha de clases no era, en la España de 1934, un tópico retórico de la teoría marxista sino una realidad histórica y social que se cuantificaba trágicamente en una ominosa cifra de españoles muertos, heridos o encarcela­dos (4).

l. EL OCTUBRE DE 1934 Y LOSESCRITORES ESPAÑOLES

En octubre de 1934 la mayoría de los escritores españoles se solidarizaron emocionalmente con la

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revolución asturiana por motivos estrictamente éticos, por un talante de humanismo democráti­co-burgués que se traducía en una simpatía senti­mental por el genéricamente denominado «pue­blo» español. Sólo una minoría concretaba enton­ces con conciencia ese genérico «pueblo» en un más preciso «proletariado», al que veían como protagonista histórico de la revolución; sólo una minoría militaba ya en partidos políticos obreros y, por ejemplo, la nómina de escritores afiliados al Partido Comunista de España era, en octubre de 1934, tan exigua como prestigiosa: Rafael Alberti, María Teresa León, Emilio Prados, Joaquín Arde­ríus, Pascual Pla y Beltrán, César Arconada, a los que debemos añadir los nombres de simpatizantes tan cualificados como Arturo Serrano Plaja, Luis Cernuda o Ramón Sender (5). A esa minoría de escritores españoles, militantes o simpatizantes del PCE y de otros partidos obreros revoluciona­rios, es a la única que podemos calificar propia­mente como revolucionaria, porque en octubre de 1934 ya asumían la lucha de clases y el sentido de la revolución asturiana. La inmensa mayoría, desde Antonio Machado a Federico García Lorca, contemplaron los hechos con un mayor o menor grado de simpatía o angustia desde esa actitud que antes caracterizamos como propia del humanismo democrático-burgués, pero lo indudable es que tanto la revolución asturiana como, sobre todo, su posterior y brutal represión, provocaron agudas crisis de conciencia en la mayoría de escritores y artistas españoles, que experimentaron entonces una intensa agudización de su sensibilidad social. En efecto, a aquel «octubre rojo» asturiano siguió el «octubre negro» de la represión y, entre no­viembre de 1934 y febrero de 1936, la revelación progresiva de dramáticos testimonios (encarcela­mientos, torturas, fusilamientos) acentuó el sen­tido colectivo de una solidaridad más racional con las víctimas de la revolución asturiana. Para Víc­tor Fuentes es un hecho indiscutible que «octubre del 34 marca la fecha en que se efectúa el despla­zamiento masivo de nuestros intelectuales hacia la causa popular» (6). Interesa subrayar que ese «desplazamiento» está motivado, mayoritaria­mente, por razones de índole ética, y que ese inicial humanismo democrático-burgués irá evolu­cionando hacia una actitud colectiva que podía­mos caracterizar como actitud propia del «huma­nismo socialista» y que será el fundamento inte­lectual del Frente Popular de la cultura española. El socialista Max Aub, por ejemplo, escribe en su novela Campo de sangre a propósito de su perso­naje Paulino Cuartero, un intelectual católico y republicano, unas palabras que convienen perfec-

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Alejandro Lerroux García, jefe del Gobierno en octubre del año 1934.

tamente para caracterizar las raíces éticas de la creciente politización de los escritores españoles:

Era recto y puro. La represión de octubre le llenó de asco y le interesó más directa­mente por la cosa pública (7).

Las actitudes antifascistas de intelectuales tan prestigiosos entonces como André Gide o André Malraux, expresas en sus respectivos discursos ante el I Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en París durante los días 21 al 25 de junio de 1935, fueron debatidas con sincera pasión en los medios intelectuales es­pañoles (8).

Una actitud colectiva de indignación moral, de asco ante la represión asturiana, unida al horror que inspiraban tanto el nazismo alemán como el fascismo musoliniano o el ascendente fascismo español, contribuyeron decisivamente a la politi­zación de la mayoría de escritores españoles, que apoyarían sucesivamente al Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y que, tras el 18 de julio de 1936, sellarían como escritores «leales» al servicio de la «causa popular» -lema de la revista Hora de España-, su compromiso en defensa de la República, agredida por el fascismo internacio­nal. Manuel Altolaguirre acertó a expresar el pro­fundo impacto colectivo que la represión de la revolución asturiana produjo sobre la evolución política y literaria de la mayoría de escritores es­pañoles:

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Una casa del barrio obrero gijonés de Cimadevilla, deshecha por los cañonazos del crucero gubernamental «Libertad».

Fue necesario que llegara el año de la san­grienta represión de Asturias para que todos, todos los poetas, sintiéramos como un impe­rioso deber adaptar nuestra obra, nuestras vida, al movimiento liberador de España (9).

2. LA PROTESTA INTELECTUAL CONTRA

LA REPRESION: EL «CASO SIRV AL»

El periodista Luis de Sirval, asesinado en una comisaría de Oviedo por el teniente lvanov, un ruso blanco que mandaba las tropas de la Legión, constituyó para los intelectuales españoles la víc­tima simbólica del octubre asturiano; por contra, el tristemente célebre Lisardo Doval, comandante de la guardia civil, se convirtió para la opinión pública en el símbolo negro de la brutal represión. El asesinato de Sirval fue el detonante que aglu­tinó la protesta de los intelectuales españoles con­tra la represión. En diciembre de 1934 el diputado radical-socialista Félix Gordón Ordás realizó una interpelación parlamentaria sobre el tema, que se publicó posteriormente como folleto, en donde in­citaba a los intelectuales españoles para que pre­sionasen sobre el gobierno a fin de que se cono­ciese toda la verdad sobre los crímenes cometidos (10). Por su parte, el 8 de diciembre de 1934, el periódico madrileño El Liberal, visado por la cen­sura, publicaba un escrito dirigido por la junta directiva del Ateneo de Madrid a Alcalá Zamora,

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presidente de la República, en donde exigía «se depure lo que ha acontecido y está aconteciendo en España, en aldeas y ciudades, en cárceles y comisarías» y afirman solicitarlo «en nombre de España, que jamás, para honor suyo, podrá ave­nirse a perder un patrimonio de libertades que, por significar respeto, son las bases morales esen­ciales de la moderna cultura civil» (11).

El conocimiento del asesinato del periodista Luis de Sirval suscitó numerosos artículos necro­lógicos, muy determinados por la censura vigente (12), pero fue la vista de la causa contra el te­niente Ivanov en agosto de 1935 la que produjo una indignación generalizada entre los intelectua­les españoles. En efecto, la sentencia consideraba que el asesino había cometido un delito de «homi­cidio por imprudencia temeraria» por el que se le castigaba a una pena de seis meses y un día de prisión, sentencia que el abogado acusador, don Eduardo Ortega y Gasset, se apresuró a recurrir. En el diario madrileño El Sal se daba noticia de la sentencia acompañada por un titular -«La muerte del periodista Sirval. Si prevalece la sentencia se pedirá la revisión del proceso»-, que introducía un texto, suscrito por relevantes intelectuales españo­les, cuya protesta apoyaba la redacción de El Sol, al encabezar el documento con est� declaración: «Recibimos la siguiente nota, que suscribimos to­talmente». Por su interés documental, transcribo íntegramente el documento:

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No podríamos comentar como es debido la sentencia, absolutoria en realidad, pronun­ciada en la causa por el asesinato del perio­dista Luis de Sirval, ni menos podríamos co­mentar su proceso ni la vista pública de éste.

Esperamos todavía que en última instancia el Tribunal Supremo, saliendo por los fueros de la conciencia, restablezca las normas de la justicia y no deje sin sanción una muerte tan alevosa, ejemplo insuperable de la anarquía desde arriba y de la desmoralización pública que arruinaron al régimen monárquico y son los mayores obstáculos que impiden lograr toda manera de vida civil entre los españoles.

Ante la sentencia recaída en la causa por el asesinato de Luis de Sirval, muchos, sin duda, hemos contraído espontáneamente un compromiso, que para darle forma nosotros quisiéramos hacer público, declarando que nos comprometemos a pedir en su día la revi­sión del proceso si prevalece la sentencia dic­tada.

Madrid, 8 de agosto de 1935.-Miguel de Unamuno, «Azorín», Julián Besteiro, Anto­nio Machado, Juan Ramón Jiménez, José F. Montesinos, José Bergamín, Corpus Barga (13).

Por su parte, Valle-lnclán, que seguía siendo el eximio escritor y extravagante ciudadano de la dictadura primorriverista, aprovechaba un ban­quete en homenaje a los doctores Pío del Río Ortega y Lafora para expresar su solidaridad con los presos del octubre asturiano y, en una carta escrita a Ignacio Hidalgo de Cisneros, ocupante a la sazón de un cargo diplomático, en Roma, ex­presaba inequívocamente su actitud:

( ... ) Anteayer, con la comida ofrecida a Pío del Río Ortega y al doctor Lafora, hemos celebrado el primer acto revolucionario. Era la comida una protesta por la repulsa de la Academia de Medicina a Del Río y la actitud de Lafora devolviendo su medalla de acadé­mico. Desde el primer momento se percibía un aura revolucionaria. Yo no pude excu­sarme de decir algunas palabras y me levanté para solicitar unas pesetas para «nuestros amigos encarcelados». Tomé pretexto de la señalada y levantada actitud quijotesca del doctor Lafora, para señalar que los quijotes son los que dejan la paz de sus casas para perder la libertad y la vida por un ideal. Hubo mucha emoción y se recogió bastante dinero. Ayer se lo llevamos a los presos, que están con el mejor ánimo. Al gobierno le ha sentado

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muy mal el hecho de convertir una comida de personalidades «decentes y burguesas» (esta­ban los médicos y los profesores más califica­dos) en un mitin de simpatía a los que encar­cela, y que hasta ahora nadie se había atre­vido a defender públicamente. Hablan de mi osadía y de que no están dispuestos a tole­rarme lo que me toleró Primo de Rivera. Yo me río, porque esto se lo llevan los mengues en cuanto haya quien se decida a hablar. Pa­sado el primer estupor, la gente reacciona en tal forma que, esta mañana, en plena calle de Alcalá, me dieron la hojilla que les adjunto. Verán ustedes que el caso de Asturias sobre­pasa cuanto pueda suponerse. Solamente la más vil, infecta y mojigata gentuza asturiana osa disculpar los crímenes del gobierno, por­que el cinismo de negarlos a la hora presente, ya no lo tiene ningún canalla burgués. Ma­ñana, si puedo hacerme con una fotografía de los espantos de Asturias, se la enviaré.

Sursum corda. Un abrazo, Valle-Inclán (14).

También Julio Alvarez del Yayo aludía en su discurso ante el I Congreso Internacional de Es­critores, al octubre asturiano (15). La revista va­lenciana Nueva Cultura, por su parte informaba de la celebración de un mitin pro-Sirval en la plaza de Toros de Valencia (16), tras publicar una nota de adhesión al comité Luis de Sirval, redactada en los siguientes términos:

La muerte de Luis de Sirval es la culmina­ción -y hoy ya el símbolo- de la represión contra las fuerzas vivas de la nueva humani­dad española, de un Estado agónico represen­tante de cuanto viejo, muerto y sucio pesa sobre nuestro pueblo. En nombre de la liber­tad de pensamiento, de la defensa de la cul­tura revolucionaria y de todos los caídos en la lucha, Nueva Cultura pide un puesto entre vosotros y se ofrece a colaborar con entu­siasmo en vuestra justa campaña ( 17).

Por último, el 1 de marzo de 1936, con la espe­ranza del reciente triunfo electoral del Frente Po­pular, se realizaba en el Ateneo de Madrid un «Homenaje a la memoria de Luis de Sirval» en donde intervinieron Gabriel Alomar, Eduardo Or­tega y Gasset, Luis de Tapia, Javier Bueno, Al­varo de Albornoz y José L. Benito, homenaje que «era, además, un acto pro responsabilidades del Gobierno de Alejandro Lerroux» (18).

Estos documentos y testimonios prueban la pro­testa colectiva de los intelectuales españoles con­tra la represión del octubre asturiano. Y es que la censura de prensa, la supresión de la autonomía catalana, la clausura de locales sindicales y políti­cos, las interpelaciones parlamentarias, las tortu­ras, detenciones o fusilamientos (ver el relato de Sénder titulado «El guaje», texto número 9 de nuestra antología) fueron hechos objetivos que convirtieron entonces el tema de la represión astu-

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Cañones y un rudimentario carro blindado, requisados por las fuerzas gubernamentales.

riana en columna vertebral de la vida política y en tema candente de la literatura española.

3. LA REVOLUCION ASTURIANA Y LALITERATURA ESPAÑOLA: LITERATURAPROLETARIA, LITERATURAREVOLUCIONARIA

Octubre de 1934 produjo una torrencial avalan­cha literaria de reportajes, ensayos políticos y tes­timonios (19) sobre los sucesos revolucionarios. Sólo nos interesa ahora la literatura de creación y creo útil clarificar previamente las diferencias conceptuales existentes entre «literatura proleta­ria», «literatura proletaria-revolucionaria» y «lite­ratura revolucionaria».

Sender defendía en un artículo publicado en 1932 que el concepto puro de «literatura proleta­ria» carecía de sentido fuera del contexto revolu­cionario de una sociedad socialista como la de la Unión Soviética (20). De acuerdo con su tesis, prefiero hablar de un concepto impuro e híbrido como el de «literatura proletaria-revolucionaria» para referirme a la situación histórico-literaria es­pañola y, así, distinguir entre «literatura proleta­ria-revolucionaria» y «literatura revolucionaria».

Desde este 1984 orwelliano en que el mito de la posmodernidad pretende reducir todo plantea­miento marxista a la categoría de antigualla, apre­surémonos a señalar que la aparición de una litera­tura proletaria revolucionaria en España no fue

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producto de escritores a sueldo del oro de Moscú ni resultado · de una ingenua mímesis de la litera­tura soviética, sino una consecuencia directa de la lucha de clases que, durante los años de la II República, se desarrolló en la sociedad española. La literatura proletaria-revolucionaria fue la ex­presión artística de una clase social, el proleta­riado, en cuyo seno surgían ahora escritores que manifestaban, a través de su obra literaria, la con­ciencia revolucionaria de la clase obrera a la que pertenecían. El escritor proletario no era un escri­tor «de oficio» que pretendiese vivir de la pluma, sino un obrero que, por lo general, escribía sobre su propia experiencia personal desde la perspec­tiva de clase del proletariado y desde la perspec­tiva política del partido obrero revolucionario en el que militaba. La literatura proletaria-revolucio­naria es una literatura de agitación y propaganda, de intención didáctica, que trata de despertar en el lector obrero la conciencia de clase que le incite a luchar contra la alineación capitalista. Fiel a la tesis leninista de que «la literatura proletaria debe ser una literatura de clase y una literatura de par­tido» (21), el escritor proletario aborda una temá­tica histórica, preferentemente de la más rabiosa actualidad, tratándose según las consignas políti­cas de los Partidos Comunistas, que son los parti­dos que, durante los años treinta, representan los intereses revolucionarios de la clase obrera inter­nacional. César Vallejo, en su «libro de pensa­mientos» El arte y la revolución, sostiene que

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«literatura proletaria equivale a literatura bolche­vique» (22) y reafirma la índole «histórica» de su temática:

La obra de arte ha de situarse siempre en la más reciente peripecia de la lucha y debe par­tir de las necesidades e intereses del día de esta lucha. De aquí que el artista o escritor deba seguir íntimamente y de cerca las direc­trices y consignas del Partido Comunista y estar al tanto, hora por hora, de los aconteci­mientos.

Lógicamente, son los comunistas los que impul­san con mayor energía esta literatura y por ejem­plo, tanto desde la revista Octubre (24) como desde la editorial Cénit (25), el PCE estimula la aparición de una literatura proletaria española. Octubre de 1934 era una temática idónea para un escritor proletario-revolucionario español y, así, no debe sorprendernos que Maximiliano Alvarez Suárez, un minero asturiano que era militante del PCE y protagonista de la revolución, publique en la editorial Cénit, ya en 1936, una novela titulada Sangre de octubre: U.H.P., ejemplo perfecto de literatura proletaria-revolucionaria española. No debemos confundir esta literatura proletaria con la literatura revolucionaria, escrita por autores per­tenecientes a la burguesía que, militantes de los partidos obreros, exaltan las luchas y los ideales revolucionarios del proletariado español. Como veremos a continuación, Rafael Alberti o Emilio Prados, que no son obreros sino escritores «de oficio», escriben poesía revolucionaria cuando se expresan como militantes del PCE. Maximiliano Alvarez Suárez, por contra, es un minero comu­nista asturiano que escribe literatura proletaria-re­volucionaria.

«SANGRE DE OCTUBRE: U.H.P.», NOVELA PROLETARIA-REVOLUCIONARIA

Sangre de octubre: U.H.P. es una novela es­crita en primera persona por un narrador, el per­sonaje del minero comunista Tivero, que es el «alter ego» del autor, Maximiliano Alvarez Suá­rez. La narración se inicia a las siete de la mañana del día 5 de octubre de 1934 en Avilés y, con una linealidad temporal apenas quebrada por tres bre­ves retrocesos narrativos (26), concluye con la derrota en Oviedo, el 17 de octubre del mismo año. La escasa complejidad de la técnica narrativa y un lenguaje directo configuran el realismo es­cueto de la narración, característico de la litera­tura proletaria-revolucionaria. El trasfondo auto­biográfico confiere a la novela un valor testimonial

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más prox1mo al reportaje periodístico que a la pura invención narrativa.

La novela está introducida por una breve nota editorial que incluye una sucinta autobiografía del escritor. Maximiliano Alvarez Suárez nos informa que nació en Teverga, un pueblo de la cuenca minera asturiana, en 1902, hijo de un maestro de escuela en una familia compuesta por trece her­manos, datos que le permiten asegurar que «en la casa paterna había más hambre que ortografía» (p. 5). Riosa, La Foz y Mieres son lugares sucesivos de su geografía vital hasta que, hacia 1922, en­cuentra trabajo en la cuenca minera y se integra en sus luchas obreras. A principios de 1926 in­gresa en la Cárcel Modelo y en 1927, tras el fra­caso de la huelga, huye a Madrid, para regresar posteriormente a Avilés, en donde vive en octubre de 1934. Tras el fracaso revolucionario, Maximi­liano Alvarez Suárez se refugió en una aldea del concejo de Tineo, hasta que el peligro de una detención le hizo huir a Madrid y, posteriormente, a Levallois Perret, cerca de París. Tras la amnis­tía, regresa a España y en abril de 1936 la editorial Cénit publica la novela que comentamos. Hasta aquí la corta y oscura biografía de un minero astu­riano, autor de una novela que la editorial Cénit presenta como un ejemplo perfecto de literatura proletaria española:

No vamos a entrar a hacer la crítica del libro; únicamente lo aportamos a la contro­versia planteada sobre la literatura proletaria. Para nosotros Sangre de Octubre: U.H.P. es una manifestación auténtica, cien por cien, de la literatura proletaria española, que surge, en ortodoxia marxista, del movimiento social re­volucionario más intenso producido en la Pe­nínsula, y como tal lo ofrecemos a nuestros lectores (27).

Eusebio García Luengo, que publica una reseña crítica de la novela, coincide también en subrayar ese carácter proletario de la obra:

Rara vez puede decirse que un revoluciona­rio verdadero y verdadero obrero es al mismo tiempo verdadero escritor. Ello es cada vez menos raro( ... ) Sólo en nuestro tiempo, en el tiempo revolucionario por excelencia, escri­tor, revolucionario y obrero habían de com­poner un todo ( ... ), pues cada vez más la literatura va siendo la verdad sencilla y cada vez vemos mejor que los mejores escritores no son aquellos que se llaman hasta ahora literatos de oficio. Porque el sentido de este oficio, su contenido, va cambiando como los de la vida ... (28).

Al margen de la errónea comparación cualita­tiva entre «literatos de oficio» y escritores prole­tarios, lo cierto es que ese contexto político-social explica la aparición de un nuevo tipo de literatura, la proletaria-revolucionaria, todo lo endeble esté­ticamente que se quiera, pero tendencia literaria

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Fusiles procedentes de la Fábrica de Armas de Oviedo recogidas en la cuenca minera.

tan real como significativa en aquella situación histórica.

Sangre de octubre: U.H.P. es una novela que analiza la revolución asturiana de octubre de 1934 desde la perspectiva política del Partido Comu­nista de España. Y conviene decir en voz alta, contra silencios mojigatos y estúpidos prejuicios académicos, que el enfoque que relaciona partidos políticos y literatura parece un enfoque particu­larmente fecundo a la hora de escribir la historia de la literatura española durante la II República. Leemos, pues, una novela comunista en donde personajes como los camaradas Esteban, Ortiz, Combila o el propio Rivero son los héroes positi­vos de una obra adscrita al realismo socialista español, que otros críticos prefieren denominar como romanticismo revolucionario español. Las censuras y críticas no recaen únicamente sobre los personajes que representan a las fuerzas políticas de la burguesía republicana sino, ante todo, sobre los dirigentes socialistas y, secundariamente, los anarquistas. Así, Rivero, el narrador-personaje cuyo punto de vista se identifica con el del autor, valora al inicio de la novela las palabras con que el obrero socialista Fernández anuncia la creación del Comité Revolucionario como palabras de un «delirante discurso» (p. 15). Pero no son los mili­tantes de base, los obreros socialistas como Fer-

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nández, los culpables de haber declarado irres­ponsablemente una huelga general revolucionaria, sino los dirigentes socialistas, entre los cuales se menciona despectivamente a Indalecio Prieto (p. 132). Las acusaciones contra los dirigentes socia­listas se concretan en que la revolución carece de organización y de táctica militar para triunfar (p. 13), que no se ha previsto la inmediata incautación del armamento enemigo y la formación de un ejér­cito rojo (p. 15), que se ha minimizado con un ingenuo optimismo la capacidad de respuesta de la burguesía (p. 18), que han preparado con un secta­rismo incomprensible la insun-ección revoluciona­ria (p. 52) o que, por último, han traicionado la revolución al retirarse del Comité y ordenar el cese de la lucha (p. 123). Para el camarada Este­ban «una revolución es una guen-a en la que dos ejércitos luchan a muerte» (p. 17) y, una vez ini­ciada, la misión de los comunistas es organizar las fuerzas obreras. Ortiz obtiene el asentimiento de Esteban cuando analiza el 5 de octubre de 1934 en estos términos:

El que me diga a mí que la revolución se puede hacer de la noche a la mañana, echán­dose a la calle a la desesperada, como creen los socialistas, le digo que está en un error: error de táctica y de estrategia, error funda-

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mental. Toda revolución, para triunfar, nece­sita, por lo menos, de dos factores imprescin­dibles: organización y ofensiva del proleta­riado. Y ésta, desgraciadamente, carece de ambos. ( ... ) Ahora bien: nuestra misión es imprimir al movimiento un carácter revolu­cionario de masas, ampliándolo lo más posi­ble y organizándolo sobre la marcha, puesto que la organización no existe, para avanzar en seguro. O sea, elevar este «putchs» a la cate­goría de movimiento revolucionario (p. 20).

Pese a estas virulentas críticas contra los diri­gentes socialistas, el narrador saluda la «armonía revolucionaria» que significa en el octubre astu­riano la unidad obrera entre socialistas, comunis­tas y anarquistas, «que hasta la fecha se han deba­tido en luchas fratricidas y asesinatos ideológicos» (p. 47), unidad obrera que se expresa en ese grito de U.H.P., «que quiere decir «Unión de Herma­nos Proletarios» (p. 59) y que da título a la novela. Sin embargo, tampoco la dirección de la F.A.I. escapa a la condena irónica de los mineros comu­nistas:

-La F.A.I. -dice uno al entrar- condena elmovimiento y ordena la vuelta al trabajo, di­ciendo que no se presta a ser juguete de parti­dos políticos y elementos burgueses.

Estalla una carcajada general. Luego hay un silencio reflexivo.

-¿Pero es cierto eso? -preguntó una voz.-Así se rumorea por ahí -contesta el de la

noticia. -Nada de extraño tiene -arguye otro. El

anarquismo es una reminiscencia del viejo li­beralismo del siglo pasado y tiene que res­ponder a su esencia trasnochada. Capituló Companys, capituló la F.A.I. (p. 93).

Los socialistas, Companys y la F.A.I. son para el narrador «el trío de la capitulación» (p. 125), que va a facilitar el triunfo de la burguesía repu­blicana, de ese Pedregal, símbolo del cacique avi­lesino y encarnación de esos políticos burgueses, «artistas de la comedia cotidiana en el teatro de la vida» (p. 78), a los que el narrador detesta. Contra la burguesía, que «es una, haya república o mo­narquía» (p. 145), se pronuncian todos los perso­najes obreros, porque la burguesía española ha condenado al hambre a las clases populares (pp. 74-75), practica la ley de fugas (p. 39), acepta lademocracia siempre que no se cuestione su domi­nación de clase (p. 100) y no vacila en reprimircon dureza cualquier intento revolucionario. Eneste sentido, el narrador denuncia el aprendizaje

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históricamente doloroso de la geografía por parte de la clase obrera española:

Luego más tarde -qué triste es recordarlo-, fuimos aprendiendo geografía, esa geografía de España que se escribe cotidianamente con sangre de nuestra sangre: Monte Arruit y An­nual, Xahuen. Geografía africana, 1921. Des­pués de la República, Arnedo, Salvaleón, Zu­rita, Castilbanco ... ¡Basta, basta! Vale más no recordarlo. ¡Qué triste recordar cómo apren­demos geografía los trabajadores en España! ¡Qué caro nos sale su estudio! (p. 141).

Igualmente se denuncia la complicidad de la Iglesia española, que utiliza la religión como ins­trumento de alienación popular al servicio de la dominación burguesa de clase, y el narrador la­menta que, «a pesar de que el tiempo no transcu­rre en balde, la religión pesa sobre la ignorancia más de lo que nos figuramos» (p. 116). Intelectua­les y escritores, en la medida en que están al servicio de la burguesía, también son censurados:

Toda una epopeya, más grande y real que la Ilíada de Homero. Este es el siglo heroico del proletariado. Y, sin embargo, qué pocas plu­mas -¿ verdad, señores periodistas, escritores e historiadores?- se han preocupado de él (p. 171).

Pero aclaremos que no es un desprecio por la cultura o un prejuicio anti-intelectual lo que ins­pira al narrador-autor, ya que sólo condena la concepción burguesa de la cultura como instru­mento de alienación de la clase obrera. En este sentido resulta muy significativo que sea Fernán­dez, el heroico obrero socialista, quien manifieste un prejuicio anti-intelectual que el camarada Combila, fiel al pensamiento leninista, se apresura a condenar enérgicamente. Los dos personajes dialogan sobre la noticia de que ha sido incendiada la Universidad de Oviedo, a la que Fernández alude clarinianamente como un «vetusto case­rón»:

-( ... ) Para lo que nos ha servido a nosotros, buena pena vamos a tener por sus textos. Nunca han salido de ella más que loros y picapleitos. Y además, ellos nos enseñan con sus procederes. La ley del recíproco, como digo. Cuando van a nuestros sindicatos, que son nuestras queridas universidades, a clau­surarlos o a practicar algún registro, a culata­zos violentan nuestros muebles, si por coinci­dencia no se encuentran las llaves allí. Si per­demos, ¡que se joda la Universidad! Y si ga­namos, ¿para qué queremos sus textos? Uni­camente para reliquia arqueológica. Así, ocu­pan un lugar menos en el museo de estúpidas antigüedades.

-Hablas como un libro antediluviano -le.in­terrumpe Combila-. De la cultura burguesa, hay que aprovechar todo lo aprovechable. Y

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Instituto de Enseñanza Media destruido a consecuencia de la acción de los cañonazos y la dinamita.

no te digo esto por el incendio, que si hay que incendiar, se incendia lo que sea necesario aun cuando sea una Universidad, sino por tu manera de apreciar la Ciencia. Esta ni es bur­guesa ni es proletaria. Es lo mismo que una fábrica, de la cual nos tenemos que apoderar, para que sirva a nuestros fines, y no sea mo­nopolio de nuestros pisaverdes.

-Bueno, hombre; si en algo metí la patarectifico; pero conste, siento cierto odio hacia la ciencia burguesa. (pp. 147-148).

Contra la democracia burguesa, el camarada Or­tiz afirma que «la dictadura del proletariado es más democrática que todas las democracias bur­guesas juntas» (p. 76). Pero la dictadura del prole­tariado es una conquista que la clase obrera sólo puede alcanzar a través de la violencia revolucio­naria, cuyo elogio realiza el autor con contunden­cia:

La fuerza de la razón no existe. Es una engañifa de los filósofos a sueldo de la bur­guesía. Es la razón de la fuerza la que ha imperado, impera e imperará mucho tiempo todavía (p. 102).

Los mineros asturianos, cuya arma fundamental

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es la dinamita, luchan por «un mundo nuevo sin tricornios charolados, burgueses, obispos ni pros­titutas» (p. 95), por una nueva sociedad sin clases que nunca será concesión de la burguesía sino conquista de la clase obrera al triunfar la revolu­ción. Y ese mundo Il'llevo es el que quieren con­quistar los mineros asturianos, un mundo que vale mucho más que la catedral de Oviedo porque «el arte, los artistas, somos nosotros, que vamos a forjar un mundo más bello que cien mil catedra­les» (p. 165). Y si Lenin afirmaba que «un día de revolución enseña más al proletariado que un mi­llar de libros» (p. 12), el narrador asiente por propia experiencia personal:

Se vive más en dos días de revolución, que en veinte años de esta vida estúpida que algu­nos llaman normal. Se suceden ante uno tan­tas cosas. Es uno actor de tantas escenas que, a la vuelta de un sueño, parece que ya ha pasado un siglo (pp. 112-113).

El fracaso de la revolución asturiana exige al proletariado una profunda reflexión, porque la sangre de octubre no ha de ser una sangre obrera derramada en vano, sino una sangre fecunda que conduzca a la victoria. Por ello las páginas finales de la novela analizan las causas de la derrota y

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tratan de extraer lecciones positivas del fracaso revolucionario. Para el optimismo militante del au­tor el fracaso del octubre asturiano es tan sólo el fracaso de la II Internacional, porque el proleta­riado español ha sido derrotado pero no vencido:

Parodiando al otro diremos que esto han sido quince días que han estremecido a Es­paña, y que han desembocado en nuestro 1905. ¡Para lo que va a tardar en venir el otro octubre, el triunfal! Con la experiencia adqui­rida en esta lucha, ¿quién nos va a derrotar en la próxima? (p. 178).

Octubre de 1934 equivale, pues, a la insurrec­ción rusa de 1905, sólo que el 18 de julio de 1936 no fue el octubre de 1917 soviético. Y es que Sangre de octubre: U.H.P. exulta un optimismo revolucionario que, con nuestra perspectiva histó­rica privilegiada, resulta patético. Así, el cama­rada Ortiz, tras exaltar el heroísmo revolucionario de los mineros asturianos, explica el fracaso por tres causas fundamentales:

Que la derrota se debe a la desorganización revolucionaria; que la retirada no significa vencimiento, sino una tregua en la lucha, y que para vencer no hay más que un camino: el que tiene trazado nuestra Internacional (p. 180).

Y para que la ejemplaridad didáctica de la no­vela se cumpla, también el socialista Fernández asiente a la estrategia de la III Internacional, espe­ranza de una futura victoria revolucionaria. El discurso del camarada Esteban en las páginas fina­les de la novela constituye una síntesis de las ideas expuestas a lo largo de la narración y rea­firma que la unidad obrera, bajo la táctica de la III Internacional, hará posible la revolución:

Hoy más que nunca, U.H.P. Lo exige la sangre recién derramada, caliente aún que podemos llamar SANGRE DE OCTUBRE. Todos juntos, adelante (p. 183).

Como hemos visto, Sangre de octubre: U.H.P., la novela del minero asturiano Maximiliano Alva­rez Suárez, resulta un ejemplo arquetípico de no­vela proletaria-revolucionaria porque en ella ha­llamos todas las características que distinguen a esa literatura: escasa complejidad formal, realismo socialista, lenguaje directo, temática histórica, fi­nalidad didáctica, intención de agitación y propa­ganda, ejemplaridad moral, héroes positivos que se identifican con los obreros revolucionarios y condena paralela del capitalismo y de la burguesía

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como clase dominante, interpretación marxista de la Historia, exaltación de la lucha de clases y de la violencia revolucionaria, apología de las consignas políticas del Partido Comunista de España y de la III Internacional (29).

LA POESIA REVOLUCIONARIA

Aunque el teatro sea el arte social por excelen­cia (30), la poesía es la expresión literaria más cultivada por nuestros escritores al tratar el tema de la revolución asturiana. Al margen de ese himno revolucionario, compuesto por un obrero anónimo y que constituye un ejemplo mostrenco de poema proletario (texto número 8 de nuestra antología), al menos tres libros están inspirados directamente en octubre de 1934: Llanto de octu­bre, de Emilio Prados; Voz de la tierra (Poema en rebelión), de Pascual Pla y Beltrán, y La rosa blindada (Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios), del argentino Raúl González Tuñón. Por razones de espacio no puedo referirme a estos tres libros (34), por lo que me limito a presentar al lector la breve antología de poemas que acompaña a este trabajo.

La poesía revolucionaria sobre el octubre astu­riano es una poesía inevitablemente elegíaca, es­crita -y no por casualidad-, por poetas militantes o simpatizantes del PCE. Desde la contenidaemoción elegíaca de Adolfo Sánchez Vázquez(texto número 6), pasando por el popularismo de«El alerta del minero», de Rafael Alberti (textonúmero 1), hasta el imprecatorio y militante «Ho­menaje a los caídos en la lucha», de Pascual Pla yBeltrán (texto número 7), son voces comunistaslas que expresan su solidaridad poética con larevolución. Aída Lafuente, es la protagonista decuatro poemas: Alberti (texto número 2) exalta suheroísmo, mientras Pla y Beltrán (texto número 4)y el argentino Raúl González Tuñón (texto nú­mero 5) coinciden en elevarla míticamente a lacategoría de madre del proletariado español y ma­dre de España, respectivamente. Frente a la cons­trucción anafórica utilizada por ambos poetas, la«Elegía» de Arturo Serrano Plaja (texto número 3)es un poema «difícil» en donde el autor, a la parque expresa su dolor por la muerte de la heroína,se interroga sobre el hombre y la historia, la viday la muerte, a través de una personal y profundameditación reflexiva. Aída Lafuente es el tema deestos cuatro poemas, por lo que parece necesarioreferirnos brevemente a su personalidad y a lascircunstancias heroicas de su muerte.

La figura de Aída Lafuente, una joven militante comunista que murió con las armas en la mano víctima de su propio heroísmo combatiente, se convirtió en símbolo de la epopeya revolucionaria protagonizada por la clase obrera asturiana. En efecto, el 13 de octubre de 1934, en San Pedro de los Arcos y al pie de una ametralladora, murió Aída Lafuente, convertida inmediatamente por los escritores revolucionarios españoles -y muy espe­cialmente por los escritores comunistas-, en la

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En este estado quedó el edificio de la Audiencia de Oviedo.El bombardeo de la capital asturiana comenzó el 6 de octubre de 1934.

heroína roja de la revolución asturiana. Todos los testimonios coinciden en subrayar su extraordina­rio heroísmo, pero comentemos únicamente cua­tro, debidos a autores de ideologías distintas. Au­relio de Llano Roza de Ampudia, historiador de óptica burguesa, escribe escuetamente:

Desde junto a la iglesia de San Pedro de los Arcos, distante de la estación unos trescien­tos metros, los rojos hacen fuego de cañón y fusilería. Los Regulares contestan, y las balas matan a una joven comunista llamada Aída Lafuente. Iba vestida de rojo. Durante la lu­cha, estuvo en la línea de fuego dando vivas a la revolución social» (32).

El socialista Manuel D. Benavides, por su parte, titula « Una heroína de diecisiete años» el capítulo X de su «reportaje» novelado La revolu­ción fue así, y subraya su conciencia revoluciona­ria:

La joven comunista de diecisiete años ha peleado en todos los frentes de Asturias, ves­tida con la blusa azul y la corbata roja. Aída Lafuente tenía una conciencia revolucionaria que, por lo sensible, hacíasele dolorosa. Cuandu· disparaba el fusil, cada disparo le pa­recía que horadaba la noche de una aurora nueva. En la boca de su fusil podía estar el amanecer de los trabajadores del mundo (33).

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Tampoco José Díaz Fernández, que publica su obra con el seudónimo de «José Canel», resiste a la tentación de novelar míticamente la muerte de la heroína revolucionaria:

Parecía imposible que hubieran transcu­rrido varios días de lucha y la «Libertaria» estuviese ilesa; con sus ropas rojas ofrecía un blanco magnífico. Pero allí estaba cuando en­traron las fuerzas coloniales, disparando su fusil en un parapeto, mientras otros camara­das hacían fuego también con fusiles y ame­tralladoras.

El oficial que iba en vanguardia se resistía a creer que fuese una mujer la que disparaba.

-Me gustaría cogerla viva -dijo el teniente.Pero a los pocos momentos una descarga la

derribaba sobre un seto del camino. Rechaza­dos los revolucionarios, los militares estuvie­ron contemplándola, un poco sorprendidos de aquel heroísmo para ellos incomprensible. «Libertaria» quedó allí, como un charco rojo en medio del camino, hasta que el día si­guiente recogieron el cadáver las ambulancias y fue enterrada en la fosa común. Tenía veinte años y era comunista (34).

Por último, Joaquín Maurín, dirigente del POUM, contribuye a su hagiografía roja con otra apologética novelación de su muerte:

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El Tercio va a tomar una de las últimas barricadas. Hay allí una ametralladora que dispara sin parar, despejando el área de su radio de acción. La maneja una muchacha. Moros y Tercio disparan con furia y van acer­cándose. La muchacha sigue, impertérrita, haciendo funcionar la máquina de guerra. Se acaban las municiones. Entonces, la heroína, sola, de pie sobre la barricada, arrancándose el corpiño y ofreciendo su pecho a las balas, grita:

-¡Tirad, canallas! ¡Viva la revolución! Y su sangre es la bandera roja que cubre

aquella barricada (35).

Burgueses, anarquistas, socialistas, comunistas o trotskistas, todos los historiadores, periodistas,ensayistas o políticos contribuyeron a que AídaLafuente se convirtiese en el mito heroico deloctubre asturiano, en la heroína roja de la revolu­ción. Pero fueron los poetas quienes fijaron parala historia el mito de Aída Lafuente en la memoriarevolucionaria del pueblo español.

ANTOLOGIA LITERARIA DE TEXTOS

SOBRE LA REVOLUCION ASTURIANA

DE OCTUBRE DE 1934

l. EL ALERTA DEL MINERO

(ASTURIAS, 5 DE OCTUBRE, 1934)

De la mina salgo, amigo, de la mina, compañero. Soy minero barrenero. Ven conmigo.

Al álamo aquel que baja lento, por el monte, dile que se dé prisa y vigile tu pobre choza de paja. También cuidará del trigo que te hurtaron los señores. Ven conmigo. ¡ Venid todos los pastores!

¡Eh, muchacho! ¡Los corderos! Los apacienten los pinos, ¡y vengan los campesinos, que llegan los ingenieros! ¡ Las mulas, eh, los carreros! ¡Eh, los carros!

¡Eh, eh, eh!

Lope de Vega

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(Quien se interpone lo quita a golpe de dinamita la lumbre de los cigarros.)

De la mina salgo, amigo. Ven conmigo.

Hoy cuide el pez de los remos de la barca pescadora, que ya nos llegó la hora de ser lo que ser debemos. ¡Cargadores, descarguemos de su carga al enemigo! ¡Eh, pescador, ven conmigo!

-¡Voy contigo!

Vengan las mozas viriles y sufra enterrado el miedo, que ya las torres de Oviedo tiemblan de ver los fusiles en manos de nuestra gente. ¡ Corre y vente! ¡ Hasta el viento está conmigo! ¡ Sigue la roja corriente!

-¡Voy contigo! -De la mina salgo, amigo.

R. Alberti, «El alerta del minero», de El poeta en la calle,ob. cit., pp. 44-46.

2. LIBERTARIA LAFUENTE

La quiero desenterrar.

V e el jaramago sangriento y las ortigas quemadas, las tumbas pisoteadas, rotas al agua y al viento.

La quiero desenterrar.

Mis uñas son las piquetas, son los desenterradores, que no fue en campo de flores, fue en campo de bayonetas.

La quiero desenterrar.

Y que no niegue esa gente que estos dos pechos cortados, que estos brazos arrancados son Libertaria Lafuente.

La quiero desenterrar.

¿Habrá quien desmienta ahora que Libertaria Lafuente hizo a un ejército frente con una ametralladora?

La madre

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La quiero desenterrar.

Moja en su sangre la mano y que los muros, minero, repitan este letrero: ¡ Viva el Octubre asturiano!

La quiero desenterrar.

Rafael Alberti, «Libertaria Lafuente», en El poeta en la calle (Obra civil). Madrid, Aguilar, 1978, pp. 46-47. Antonio Jiménez Millán resalta que este poema, un canto «impregnado de romanticismo revolucionario» y concebido como «todo lo contrario a una elegía» no está «encabezado por una cita de Lope de Vega», igual que las demás, sino por un epígrafe, «La madre», referencia indudable a la hemina de Gorlci, que ya había dejado huella en el personaje de la madre de Fermín Galán. (La poesía de Rafael Alberti (1930-1939), Cádiz. Dipu­tación Provincial de Cádiz, 1984, p. 116). Alberti ya había publicado poesía revolucionaria antes de octubre de 1934: Un fantasma recorre Europa (Madrid, Ediciones «La Tentativa Poética», 1933) y Consignas (Madrid, Ediciones Octubre, 1933). Fundó la revista Octubre (número 1, junio-julio de 1933), cuyo último número se publicó en abril de 1934 y que vio suspendida su publicación a consecuencia de la revolución asturiana (según Enrique Montero, «Octubre: revelación de una revista mítica», prólogo a la reedición de la revista por la editorial alemana Topos, «Biblioteca del 36», 1977, p. XVII). Alberti viajó por la Unión Soviética, Francia e Hispanoamé­rica, en donde dio recitales poéticos y conferencias «en soco­rro de las víctimas de la revolución de Asturias» (J. Lechner, El compromiso en la poesía española del siglo XX. Leiden, 1968, p. 68). Según el hispanista holandés, «la revolución de Asturias fue, sin duda, la experiencia más honda, más deter­minante en su actitud posterior, así como lo fue para la mayo­ría de los artistas e intelectuales españoles de aquellos días» (ob. cit., p. 68).

3. ELEGIA

(Aída Lafuente. 13 de octubre de 1934)

Cuando de tiempo en tiempo la tierra se fatiga de tanto acatamiento tan inútil, de tanta pesadumbre abominable, crujen furiosamente sus entrañas y rota en mil pedazos su cáscara podrida, comienza la derrota de horror entre los hombres con duras tempestades de sangre y de castigo.

Mezcladas a una noche de lluvia interminable siniestras campanadas mordidas por el viento, lamentos dolorosos y mortales sonidos, son símbolos vigentes de pánico implacable o signos numerosos de fiebre y agonía.

En esa hora espantosa de redención a sangre, en ese día implacable de fuego desmedido, todo lo preferible desaparece huyendo por tristes alaridos de terror ahuyentado.

Y entonces solamente cuando es dueña la sombra de todo el universo y en el olvido flotan las dulces jerarquías destrozadas y adversas del amor, entonces, sólo entonces y nada más que entonces los corazones puros y labios elegidos pronuncian su palabra, la más honda de todas.

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Porque un clamor oculto de anónima pureza, con números y nombre de llanto por palabras, se anuncia en ese instante de turbio desconsuelo por entre los escombros y desoladas ruinas, solamente a los ojos purísimos y al aire.

Solamente a los ojos ¡ oh muerte prematura! Como señal sincera, sólo a los impecables que con dolor esperan para entregarse al duro destino decretado en el silencio, con vocación de muerte, con sed ingobernable de muerte y sacrificio y de tortura, al más puro prestigio frenético del llanto.

Y tú que has escuchado la más leve palabra del oscuro, difícil mensaje de la muerte ¡ oh joven camarada! tú que fuiste elegida por víctima del fuego, tú, su mejor amiga, tú yaces y reposas en tierra merecida.

Solamente nos quedan de ti cifras sombrías o números horribles que nos muerden el pecho.

Apenas si sabemos que son dieciséis años y once trozos mortales de plomo enfurecido, como pájaros negros de metal insaciable, los que te arrebataron, Aída Lafuente.

Apenas si el recuerdo nos hiere con tu nombre y unidos a una larga cadena de lamentos a coro te llamamos con voz estremecida, Aída Lafuente.

Pero tú ¿dónde? ¿Dónde buscar el aire más puro de tu ejemplo? ¿En qué distrito habita, tu sangre, de la muerte? ¿Dónde la esclarecida fiebre de mirada, Aída Lafuente?

¿Dónde, dónde? ¡ Contesta! Nada. Solamente el silencio responde con su voz irrevocable.

1934

Arturo Serrano Plaja, «Elegía», en Destierro infinito. Ma­drid, Ediciones Héroe, 1936; apud Versos de guerra y paz. Buenos Aires, Editorial Nova, 1945, pp. 17-19. Serrano Plaja publicó en la revista madrileña Hoja literaria un elogio de «este impulso magnífico que lleva a Gide al comunismo» (nú­mero 3, enero de 1933, p. 10) y colaboró en la revista Octubre, que saludó con entusiasmo su incorporación: «Su adhesión trae al proletariado un activo militante» (números 4-5, octu­bre-noviembre de 1933, p. 19). Su «Elegía» a Aída Lafuente, poema fechado en 1934, es la expresión, lejos del sectarismo fácil o del panfletarismo tosco, del dolor emocionado por la heroína muerta. Francisco Caudet ve en el poema la «supera­ción de un realismo «vulgar» ( «Introducción» a la reedición de El hombre y el trabajo. Madrid, Ediciones de la Torre, 1978, p. XXIII), mientras Antonio Jiménez Millán inserta la «Elegía» en «el intento de superación de esa especie de «periodismo poético» que se basaba en la crónica, más o menos romántica, de los hechos, para concluir en la consigna correspondiente» (Sobre una poesía «sin pureza»: notas acerca de «Caballo verde para la poesía». Analecta Malacitana, 1980, vol. III, 2, p. 250).

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Aida Lafuente.

4. ELEGIA A AIDA LAFUENTE

Cuando el frío golpeaba en las calles con impa­[ ciencia;

cuando las balas eran heridas por el sordo disparo [ de la pólvora;

cuando Oviedo era un pájaro o un cadáver ában­[ donado:

entonces fue. Cuando sobre una acera quedó aplastado un

[ arroyo de sangre recientemente derribada; cuando el odio se encaramó en las vallas, subió a

[las torres, rugió en las minas; cuando la muerte acechó impasible, con su pico

[ de acero, en las esquinas y en los tejados; fue entonces. Escuchadme. Eras viento presente con tu sonrisa y con tu

[mano, yo lo recuerdo. Ibas, venías con un agua en la boca, con un

[ aliento en la mirada. Eras aire, cabello, rosa o estallante explosivo. Eras algo que hierve. Corazón o presencia. Escuchadme, escuchadme; yo lo sé y os lo digo. Dominabas las balas y alejabas la muerte. Le vendabas la herida, le apagabas la sed, le ce­

[ rrabas los párpados al muerto sobre la tierra [removida con la cintura reventada,

cuando la fría mano del enemigo arañaba la última [piel de un pecho tumefacto que se hundía,

de un horroroso mundo detenido en la noche [ como un crimen.

Podéis creerme. Nadie gritó más fuerte la injusticia del universo, la

[ alegría de otra existencia.

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Aún las calles de Oviedo se estremecen bajo tu [voz ensangrentada.

Aída Lafunte, camarada, ¡los obreros de España te proclamamos nuestra

[madre!

Pascual Pla y Beltrán, «Elegía a Aida Lafuente». Nueva Cultura, número 11, marzo-abril de 1936, p. 19: Sobre este poeta proletario español, autor del primer libro de poesía proletaria-revolucionaria en España, titulado Narja. (Poemas proletarios (Valencia, Tipografia de Pascual Quiles, 1932), po­drá consultarse en breve mi estudio «La revolución poética de Pascual Pla y Beltrán». Prólogo a una antología poética de su obra que el Ayuntamiento de Valencia publicará próxima­mente.

5. LA LIBERTARIA

(A la memoria de Aída Lafuente, muertaen la cuenca minera de Asturias. Madrid, 1935.)

a Eduardo Ugarte

Estaba toda manchada de sangre, estaba toda matando a los guardias, estaba toda manchada de barro, estaba toda manchada de cielo, estaba toda manchada de España.

Ven, catalán jornalero a su entierro, ven, campesino andaluz a su entierro, ven a su entierro, yuntero extremeño, ven a su entierro, pescador gallego, ven, leñador vizcaíno a su entierro, ven, labrador castellano a su entierro, no dejéis solo al minero asturiano.

Ven, porque estaba manchada de España, ven, porque era la novi_a de Octubre, ven, porque era la rosa 9e Octubre, ven, porque era la novia de España.

No dejéis sola su tumba del campo donde se mezclan el carbón y la sangre, florezca siempre la flor de su sangre sobre su cuerpo vestido de rojo, no dejéis sola su tumba del aire.

Cuando desfilan los guardias de asalto, cuando el obispo revista las tropas, cuando el verdugo tortura al minero, ella, agitando su túnica roja quiere salir y llamaros hermanos y renovaros valor y esperanza y recordaros la fecha de Octubre

cuando caían las frutas de acero y estaba toda manchada de España y estaba toda la novia de Octubre y estaba toda la rosa de Octubre y estaba toda la madre de España.

Raúl González Tuñón, La rosa blindada (1936), apud Anto­logía poética. Buenos Aires, Losada, 1974, pp. 61-62.

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6. ELEGIA ASTURIANA

(A un joven minero, muerto en Octubre)

Te busco inútilmente, entre astillas moribundas por túneles cansados de pólvora y de muerte. Te busco, sin hallarte, por charcos olvidados, ¡ marinero de un mar sin agua y sin orillas!

Te busco en otros mares, ya nadando sin manos entre escollos de párpados helados, por albercas de sangre que han bañado tus ojos por despachos azules que han oído tus gritos.

Te busco por una pared pegada a nuestra carne navegando entre soles moribundos, para encontrar tan sólo tu estampa amaneciendo amortajada en albas de agonía.

Y hoy recuerdo tu fiebre sin consuelo, tu desprecio al desierto de estrangulados llantos

y tus ojos cubiertos de amapolas y tus manos abriendo nuevas tumbas donde enterrar las cenizas del último presidio. Y recuerdo tu sangre regando los rosales, tu corazón cautivo en una esquina y tus sienes vencidas por un sólo naufragio.

Y recuerdo el último descanso de tu mirada ar-[ diente,

los minutos de muerte buscando los relojes, la descarga incesante llamando en tus oídos y de pronto tu cuerpo por un túnel de silencios, secretos y soles anegados.

Después ¡ cuántos lamentos desahuciados! ¡ qué tumbas de miradas y de lenguas ahora niegan tu muerte! ¡qué agrias voces, qué amargos ríos acechan los corazones en ruinas!

Pero atrás esos lamentos•y esas tumbas abiertas y ese llamamiento escondido en los sótanos y ese río de sangre que baja entre jazmines. Sois vosotros, vuestros odios encendidos, vuestro cariño congelado, andando de nuevo por su espalda abriendo nuevos mares de muerte en sus oídos.

Oigo voces que te golpean ya muerto, duros golpes para alzar tu sangre como una bandera helada, para volverla a alzar como una bandera viva. Oigo pulsos helados que ahora queman, oigo muslos heridos que ahora corren sobre iglesias amortajadas, sobre dinastías de ventanas taladas sobre maniatadas hogueras.

Pero oigo también desbordados cuchillos que persiguen el llanto espeso de un hijo sin latido, uria madre enlutada viajando hacia tus labios

100

y una azada cayendo lentamente entre voces que quieren tu derrota.

Yo te recuerdo siempre, camarada, sobre un mapa de tiernos mineros fusilados, sobre un cementerio de trigos y de soles, en el incendio de las palomas cansadas, en el derrumbamiento de los puentes heridos y en los sótanos que albergan lamentos.

Adolfo Sánchez Vázquez, malagueño, uno de los más presti­giosos intelectuales marxistas en lengua castellana, catedrático de Estética en la Universidad Nacional Autónoma de México, es autor de un único libro de poemas, titulado El pulso ar­diendo (Madrid, Molinos de Agua, 1950), cuya primera edición se publicó en la ciudad mexicana de Morelia en 1942. Esta «Elegía asturiana» puede leerse en las páginas 49-51 de la citada edición madrileña.

7. HOMENAJE A LOS CAIDOS EN LA LUCHA

Vosotros, ¡ los que ni el dolor ni las balas pudieron

Vosotros, [dominaros!

¡ los que encendisteis con vuestro ardor la roja pólvora que alzaba el odio, los que luchasteis hasta doblar la muerte, hasta regar la tierra con el milagro de vuestra

[sangre!

Vosotros, ¡los hermanos de Asturias y Cataluña! Vosotros, ¡ camaradas que alzasteis más allá del espacio la bandera de la Unión de Repúblicas Socialistas de

[Iberia, que os batisteis hasta apagar la llama que ardía en

[vuestros ojos, hasta quedar pegados a la tierra por la cual derra-

Vosotros, camaradas, vosotros,

( masteis vuestra sangre.

¡ los que os alzasteis en las aldeas del hambre y la · [ injusticia,

quemando las iglesias, derribando con vuestros puños el poder

[ omnipotente de la usura, los que os alzasteis en las minas, gritando vuestra libertad hasta partir el cielo, hasta asordar el mundo con vuestro grito los que os alzasteis en las ciudades levantando las barricadas de la Revolución.

Vosotros, ¡ los sorprendidos por el sueño insondable los que avanzasteis con paso firme hasta aplastar

[ al enemigo, los que al lado de un muro encontrasteis la muerte

[ sin una lágrima de angustia.

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Los Cuadernos de Asturias

Vosotros, camaradas, ¡vosotros sois vosotros! ¡Podréis estar doblados, pero nunca vencidos! ¿Me oía ... ? ¡Una voz de venganza ilumina la Tierra!

Pascual Play Beltrán, «Homenaje a los caídos en la lucha», en Hogueras en el sur. Poemas campesinos. Valencia, Edicio­nes de la Unión de Escritores y Artistas Proletarios, 1935, pp. 67-69.

8. HIMNO REVOLUCIONARIO ESCRITO ENLA MODELO DE OVIEDO POR

EL OBRERO A. E., en noviembre de 1934

l.º

Cuando en octubre sonó en España, sonó la voz de Revolución, Asturias paria surgió en la calle con energía y gran valor.

Después de días de gran batalla y haber vencido en la Región, noticias llegan de Cataluña con la gran prueba de su traición.

Los catalanes su cobardía nos demostraron con su actuación; aquellas gentes que tanto hablaban y amenazaban a la Nación.

PERDIDO TODO, la retirada Asturias hace con gran dolor, en el momento que era tomada por seis banderas de la Legión.

También los moros con carta blanca nos invadieron nuestra Región; ¡muertes, degüellos, robos y atracos sembrando entraron con gran terror!

2.º

De nuevo en manos del enemigo, nuestros valientes lo pasan mal; ¡ son detenidos, martirizados, por los esbirros del vil Doval!

Preso en la cárcel de la Modelo retumban claros en mi prisión ayes de espanto de camaradas que están prestando declaración.

¡Salud, salud, bravos compañeros! Vengar habremos todo este horror; Asturias clama con puño en alto y amenazando con su valor.

10 l

Tras de las rejas de esta cárcel gritemos todos con emoción ¡Vivan los Soviets! ¡MUERA EL FASCISMO! y venga otra Revolución.

A título de curiosidad transcribo este ejemplo de poesía proletaria que, por su tosca construcción y escasa calidad, denota la procedencia obrera de su anónimo autor, ese A. E., encarcelado en la prisión de Oviedo y voz colectiva de las víctimas asturianas de la represión. Este himno lo reproduce N. Molins i Fabrega en U.H.P. La insurrección proletaria deAsturias. Madrid, Ediciones Júcar, 1977, pp. 230-231.

9. R. SENDER

EL GUAJE

En un viaje a Asturias hemos hecho acopio de anécdotas y de sucedidos. Se podrían llenar con ellos varios tomos. Cerca de Villafría -en las afue­ras de Oviedo- fueron fusilados en varios grupos muchos trabajadores, de quienes se sospechó que hicieron fuego contra la tropa. Al sacar de sus casas a uno de esos grupos, el oficial vio que había entre los jóvenes y hombres maduros un chico de quince años. Hay quien tiene su nombre e incluso su fotografía. Un muchacho delgado, de rostro infantil y perfil agudo. Podía ser un guaje (un auxiliar del picador de carbón), de esos que comienzan temprano a acostumbrarse a las entra­ñas del monte llevando las piquetas y el farol del compañero minero, del maestro. El «guaje» fue maniatado con los demás y arrastrado al lugar del suplicio, una de esas calzadas que marginan los verdes prados. Ya allí, el oficial vio su aspecto infantil, y esa voz que cuida de establecer en todos los casos, dentro del más ruin, las gradacio­nes de la vileza, habló a sus sentimientos.

Cuando las manos de los «regulares» bajaron por el cañón hacia el cerrojo y los fusiles busca­ron la horizontal, el oficial hizo un gesto conte­niéndolos y preguntó al «guaje»:

-¿ Qué hacías allá arriba -señaló su casa­cuando te prendieron?

El chico dijo que estaba cuidando de su her-mano pequeño, de un niño de dos años.

-¿ Y tu madre? -siguió indagando el oficial.-Murió.El chico respondía con esa serenidad que se

tiene a los quince años para lo trágico. El oficial quería saber más:

-¿ Y tu padre?-También lo mataron.Después de un pequeño silencio, el chico añadió

mirando a la casa: -El «neño» está solo.El oficial le dijo que tenía ocho minutos para

volver a su casa y dejar el niño al cuidado de alguna vecina. Alguien, cerca del oficial, vio que las colinas, los barrancos, hacían el terreno muy a

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propósito para escapar. Esos ocho minutos eran más que suficientes para ponerse a salvo y se ofreció a acompañarlo y vigilarlo. El oficial -vol­vía a sentir dentro la gama de lo vil, con todas sus gradaciones- se negó. Había previsto la posibili­dad de que huyera y no le disgustaba. Esto no lo dijo, pero lo pensó otra vez viendo al «guaje» perderse en la comba del primer altozano.

Poco después sonó una descarga. Cayeron la mitad. Delante de los supervivientes dieron a los heridos el tiro de gracia y cortaron luego las ligar­zas de cáñamo que les ataban las manos. Minutos después cayeron los restantes.

Arrastraban los cuerpos a un mismo lugar, amontonándolos. En esa faena se advertía de pronto que alguno vivía aún y volvían a sonar los tiros de gracia, espaciados y como vacilantes.

Entonces apareció bajando por la colina, con el paso seguro y tranquilo, el «guaje». Había oído las descargas, estaba viendo transportar los muertos y rematar los heridos. Y seguía avanzando, impa­sible.

Ocupó el lugar que le indicaron con un gesto. No hicieron falta más que tres disparos. Y no

hubo que rematarlo.

Ayuda, 15 de abril de 1936; apud Christopher Cobb, La cultura y el pueblo. España, 1930-1939. Barcelona, Laia, 1980, pp. 249-250.

ADDENDA

Luctuosa Oviedo (*)

Ciudad que como en códice pintada, nos hiciste hacia ti, volver los ojos, que iluminados ya con tus arrojos, no te olvidan, cruelmente ametrallada.

Otra vez por tu asedio, estás nombrada en millares de labios anhelosos, que el cerco de humo en torno a tus despojos, nos devuelve, aunque exangüe, rescatada.

¿A qué raza de hombres abrigaste? ¿Qué manos de fuerza da tu suelo, que a tus desdichas sirven de consuelo?

¡ Ciudad, ciudad de minas que alumbraste! Los duros hijos, pan de tus desvelos, cercano el día traen, que reclamaste.

Juan Gil-Albert

(*) Nueva Cultura para los que luchan en el frente (4.ª hoja, octubre de 1936). Debo el conocimiento de este soneto inédito de Juan Gil-Albert a la generosidad de Rafael Pérez Contel, que posee varias de estas «hojas», publicadas por la revista Nueva Cultura para los combatientes republicanos en los primeros meses de la guerra civil, desgraciadamente ex­cluidas en la reedición facsímil de la revista realizada en su «Biblioteca del 36» por la editorial alemana Auvermann. Aun­que escrito ya durante la guerra, el «otra vez» del everso quinto constituye una clara alusión al octubre revolucionario de 1934.

102

NOTAS

(1) M. Tuñón de Lara, La JI JJepública. Madrid, SigloXXI, 1976, volumen 11, p. 95.

(2) Entre la bibliograña específica sobre la revolución astu­riana mencionemos los trabajos de Marta Bizcarrondo (Octu­bre del 34. Reflexiones sobre una revolución. Madrid, Ayuso, 1977), Bernardo Díaz Nosty (La comuna asturiana. Revolu­ción de octubre de 1934. Madrid, Zyx, 1974) y David Ruiz («La revolución de Asturias». Tiempo de Historia, número 1, diciembre de 1974, pp. 6-18; «Introducción a octubre de 1934», prólogo a Rebelión en Asturias, de Albert Camus. Salinas, Ayalga, 1978, pp. 10-35, y Asturias contemporánea (1803-1936). Madrid, Siglo XXI, 1975).

(3) Sénder viajó a la aldea gaditana de Casas Viejas y enenero de 1933 .Publicó en una nueva colección de la editorial madrileña Cénit, titulada «Episodios de la lucha de clases», su reportaje novelado Casas Viejas, que luego daría lugar a su novela Viaje a la aldea del crimen (Documental de Casas Viejas). Madrid, Pueyo, 1934. Gérald Brey y Jacques Maurice han antologado en el apéndice VI de su Historia y leyenda de Casas Viejas la literatura escrita sobre el tema (Madrid, Zyx, 1976, pp, 185-209).

(4) Tuñón de Lara menciona estadísticas oficiales de laDirección General de Seguridad que hablan de 1.335 muertos, 2.951 heridos (ob. cit., p. 56) y unas 21.000 personas encarce­ladas (ob. cit., p. 108), balance trágico del octubre asturiano.

(5) El luego furibundo anticomunista Artur Koestler relatasu atracción por el comunismo y sus simpatías por la Unión Soviética en el tomo segundo de su Autobiografía, titulado «El camino hacia Marx. 1930-1931», y su texto sirve para docu­mentar la fascinación que sobre los intelectuales europeos ejerció, frente a los fascismos, la Unión Soviética y la revolu­ción de 1917 (Madrid, Alianza, 1974, tomo 11, especialmente pp, 83-129).

(6) Víctor Fuentes, La marcha al pueblo en las letras es­pañolas. 1917-1936. Madrid, Ediciones de la Torre, 1980, p. 108.

(7) Max Aub, Campo de sangre, tercera novela de El labe­rinto mágico. Madrid, Alfaguara, 1978, p. 140. Intelectuales católicos como José Bergamín reflexionaron sobre el octubre asturiano («El Estado fantasma y ¿En qué país vivimos?». Cruz y Raya, número 20, noviembre de 1934, pp. 127-133; recopilado en Cristal del tiempo, 1933-1983, antología de tex­tos bergaminianos preparada por Gonzalo Santonja. Madrid, Editorial Revolución, 1983, pp. 18-24). Bergamín menciona un artículo del escritor católico Alfredo Mendizábal, testigo del octubre asturiano y colaborador de Cruz y Raya, artículo pu­blicado en la revista francesa La Vie Intellectuelle (noviembre de 1935) que Bergamín cita extensamente. Mendizábal elogia la nobleza de los mineros que lo tuvieron preso durante cinco días, elogia esas «figuras nobles en medio de las figuras crimi­nales de la revolución» y escribe a continuación: «Pero todo debe cambiar también en la actitud de los poderosos hacia los humildes. Y éste es el momento, la coyuntura, para que cam­bie. ( ... ) Si se cree que es sólo cuestión de dura represión y que con eso está todo arreglado, no se adelantará un paso. Cuando se han cometido innumerables crímenes, el rigor de la justicia es dolorosamente necesario. Pero el rigor de !a justicia ha de alcanzar a todos y son demasiado los que creen que sólo ha de aplicarse a los de abajo. La justicia necesita un orden nuevo para reinar. Un orden que debe excluir toda lucha de clases. ( ... )Desarmar la revolución es, más que hacerla impo­sible, hacerla impensable». Bergamín elogia esas «nobles pala­bras, por el íntimo y veraz sentimiento cristiano que las anima» (ob. cit., p. 132).

(8) El discurso de Gide y la polémica entre Bergamín ySerrano Plaja pueden leerse ahora en André Gide, Defensa de la cultura, edición e introducción de Francisco Caudet. Ma­drid, Ediciones de la Torre, 1981.

(9) M. Altolaguirre, prólogo a Llanto en la sangre, de Emi­lio Prados. Madrid-Valencia, Ediciones Españolas, 1937, p. 6.

(10) La participación de intelectuales en los sucesos deoctubre fue una realidad que los convirtió también en víctimas de la posterior represión. Por ejemplo, Javier Bueno, director del periódico socialista Avance, fue juzgado y condenado en consejo de guerra (El Sol, 22-septiembre-1935, p. 10), En

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marzo de 1935 la Junta de Socorros denegó la petición hecha por la Editorial Obrera Asturiana, propietaria del diario Avance, para que le concediera una indemnización de 953.000 pesetas porque, a su juicio, el diario «fue uno de los mayores causantes de los sucesos de octubre» (El Sol, 16-marzo-1935, p. 1). Avance no pudo reaparecer hasta el 26 de junio de 1936 yse convirtió también en otro símbolo intelectual de la repre­sión. También Wenceslao Roces, «catedrático excedente de laUniversidad de Salamanca», fue otro intelectual víctima de larepresión, pues fue detenido en tanto «elemento directivo delpartido comunista español, al que se acusa de haber partici­pado en el movimiento revolucionario, tomando parte directaen él» (El Sol, 20-noviembre-1934, p. 8).

(11) Las proclamaciones de intelectuales e institucionesculturales en favor de clemencia con los condenados a muerte fueron numerosas y constantes. 86 catedráticos de la Universi­dad de Santiago de Compostela (El Sol, 6-marzo-1935, p. 8), la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga (El Sol, 13-marzo-1935, p. 4) o 40 catedráticos de la Universidad de Zaragoza, por ejemplo, (El Sol, 29-marzo-1935, p. 5), dirigie­ron sendas cartas públicas al presidente de la República ins­tándole a ejercer la gracia del indulto.

(12) «El periodista don Luis de Sirva!». El Sol, 30-octu­bre-1934, p. 8; Antonio Espina, « Un periodista moderno». El Sol, 2-noviembre-1934, p. 3.

(13) El Sol, domingo 11 de agosto de 1935, p. l. El diariomadrileño realizó una campaña en favor de la viuda del perio­dista asesinado («Sexta lista de donativos». El Sol, 17-enero-1935, p. 2). Por su parte, Mundo Obrero, órgano del Partido Comunista de España, que estuvo suspendido desde el 3 de octubre de 1934 hasta el 2 de enero de 1936,, desarrolló una enérgica propaganda contra la represión de octubre durante la campaña electoral del Frente Popular y publicó una nota sobre Sirva! en donde recordaban que «hace algún tiempo, figuras intelectuales y políticas de la pequeña burguesía anunciaron su propósito de trabajar por la revisión del proceso» (Mundo Obrero, 9-enero-1936, p. 1). La vista del recurso contra la sentencia se realizó a principios de septiembre de 1935 y el Tribunal Supremo alegó que las irregularidades denunciadas «no caben ser subsanadas dentro de los estrechos moldes del recurso de casación» (El Sol, 11-septiembre-1935, p. 3), por lo que la revisión del proceso de Luis de Sirva! seguía siendo, en vísperas de las elecciones, un compromiso pendiente.

(14) Apud Robert Marrast, «Dos inéditos de Valle-Inclán».Cuadernos del Ruedo Ibérico, números 31-32, junio-septiem­bre de 1971, pp. 113-114. Dru Dougherty reafirma que Valle­Inclán expresó su solidaridad con los mineros asturianos y aduce que «El Sol del 20 de diciembre de 1934 confirma la presencia del escritor gallego en el banquete así como el carác­ter militante de su intervención» (Un Va/le-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias. Madrid, Fundamentos-Espiral, 1982, p. 272, nota 309). Ignacio Hidalgo de Cisneros recuerda en sus Memorias su encuentro en el puerto romano de Ostia con Valle-Inclán y los Alberti, de regreso de la Unión Sovié­tica. Al comentar las noticias del octubre asturiano, escribe: «Recuerdo la violencia con que reaccionó don Ramón contra Lerroux cuando escuchó mi relato» (Cambio de rumbo. Barce­lona, Laia, 1977, tomo 11, p. 124). El futuro jefe de la aviación republicana durante la guerra civil confiesa que ya entonces «se sentía definitivamente y sin la menor reserva al lado de los huelguistas, de los mineros para obtener un mínimo de justicia y de bienestar» (ob. cit., p. 125).

(15) J. Alvarez del Vayo, «La Défense de la Culture».Commune, número 25, septiembre de 1935, pp. 71-74. Alvarez del Vayo afirma que la sangrienta represión ha provocado la protesta de los intelectuales españoles y que «los escritores han comprendido definitivamente su deber», un «deber moral» que les impide identificarse con la burguesía porque comete-

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rían «una doble traición: hacia el espíritu y hacia quienes han muerto en defensa del espíritu». Alvarez del Vayo apuesta por un Frente Popular de la cultura española en sus palabras fina­les: «La amenaza obliga a una acción unánime y rápida. Lo que queremos es que la unidad de acción se extienda al terreno cultural». Sobre el I Congreso Internacional de París-1935 puede consultarse mi trabajo Pensamiento literario y compro­miso antifascista de la inteligencia española republicana. Bar­celona, Laia, 1978, pp. 73-82.

(16) Nueva Cultura, número 9, diciembre de 1935, p. 3.(17) «Al Comité Luis de Sirval». Nueva Cultura, número

6, agosto-septiembre de 1935, p. 10. (18) Apud Antonio Ruiz Salvador, ob. cit., p. 241. En 1935

Ignacio Carral publicó un libro titulado Por qué mataron a Luis de Sirva/ y, en vísperas de la guerra civil, apareció El delito de asesinato (El caso Sirva/), libro escrito por Manuel López Rey y de cuya publicación se hizo eco Mundo Obrero (16-junio-1936, p. 5). La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 abrió las puertas de las cárceles a los presos asturianos, que fueron libertados por la multitud (Mundo Obrero, 21-febrero-1936, p. 4). El 29 de febrero de 1936 se celebró un acto en la Plaza de Toros de Madrid en donde se acordó elevar en Asturias un monumento a las vícti­mas de octubre (Mundo Obrero, 24-marzo-1936, p. 3), mientras el Socorro Rojo Internacional editó un folleto sobre La repre­sión de Asturias (Mundo Obrero, 4-abril-1936, p. 5). Esta exi­gencia popular de justicia se concretó en acciones como la del encarcelamiento del general López Ochoa (Mundo Obrero, 12-marzo-1936, p. 5) y los diputados comunistas electos porAsturias en la candidatura del Frente Popular, Dolores Ibá­rruri, «Pasionaria», y Juan José Manso, desarrollaron una in­tensa actividad encaminada a reparar la injusticia.

(19) Menciono únicamente libros publicados antes de laguerra civil, entre los cuales cabe citar: Manuel D. Benavides (La revolución fue así (Octubre rojo y negro). Reportaje. Bar­celona, Imprenta Industrial, 1935); José Canel, seudónimo de José Díaz Fernández (Octubre rojo en Asturias. Madrid, 1935); Manuel Grossi (La insurrección de Asturias. Quince días de revolución socialista. Barcelona, 1935); Aurelio Llano Roza de Ampudia (Pequeños anales de quince días. La revolución en Asturias. Octubre de 1934. Oviedo, 1935); Joaquín Maurín (Hacia la segunda revolución. El fracaso de la República y la insurrección de octubre. Barcelona, Gráficos Alfa, 1935); M. Molíns i Fa.brega, (UHP: la revolució proletaria d'Astúries. Barcelona, 1935); Reporteros reunidos (Octubre rojo. 8 días que conmovieron a España. Madrid, 1935).

(20) «El concepto de «literatura proletaria» viene de Rusia,y por eso lo referimos a los hechos y polémicas de allá ( ... ) Fuera de Rusia se da muy poco el «escritor proletario» puro, entre otras razones porque la burguesía impide a todo trance su afloramiento. ( ... ). Fuera de la U.R.S.S., la designación «proletaria» pocas veces será exacta». ( «Literatura proleta­ria», Orto, número 3, mayo de 1932, p. 12).

(21) Con la frase de Lenin encabeza Rafael Alberti su librode poesía revolucionaria.Consignas (Madrid, Ediciones Octu­bre, 1933). Una breve antología de su pensamiento estético puede leerse en «Lenin, la literatura y el arte». Octubre, nú­mero 3, agosto-septiembre de 1933, p. l. (Antonio Jiménez Millán es autor de un reciente y documentado estudio sobre La poesía de Rafael Alberti (1930-1939). Cádiz. Diputación Pro­vincial de Cádiz, 1984).

(22) César Vallejo, «Literatura proletaria», en El arte y larevolución. Barcelona, Laia, 1978, p. 67.

(23) César Vallejo, «El arte revolucionario, arte de masas yforma específica de la lucha de clases», en ob. cit., p. 134.

(24) La revista Octubre plantea una encuesta a la que de­ben responder sus lectores obreros señalando el libro que más les ha impresionado y por qué. La sección se titula «Por una literatura proletaria» y viene introducida por las siguientes palabras: «Camaradas obreros y campesinos: la revista Octu­bre no es una revista de minorías. Es una revista para voso­tros. Debéis tomar parte en ella, enviándonos vuestras impre­siones del campo y de la fábrica, críticas, biografías, artículos de lucha, dibujos. La cultura burguesa agoniza, incapaz de crear nuevos valores. Los únicos herederos legítimos de toda la ciencia, la literatura y el arte que han ido acumulando los siglos, son los obreros y campesinos, la clase trabajadora, que, como dice Carlos Marx, es la que lleva en sí el porvenir»

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(número 2, julio-agosto de 1933, p. 32; número 3, agosto-sep­tiembre de 1933, p. 32 y números 4-5, octubre-noviembre de 1933, p. 56).

(25) En una intervención parlamentaria del diputado JoséCalvo Sotelo, éste denuncia «la responsabilidad moral» del ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, en la difusión de la literatura marxista por su condición de accionista de la edito­rial Cénit: «¿Qué es la editorial Cénit señores? Pues es una editorial consagrada a la difusión de la literatura comunista y marxista, pero sobre todo comunista, en España» (en Reporte­ros reunidos, Octubre rojo. 8 días que conmovieron a España. Madrid, 1935, p. 141). Los autores de este reportaje, de obvias simpatías fascistas, transcriben un romance titulado «La trage­dia de Ciaño» , que narra el fusilamiento de un cabo de la guardia civil y su mujer, romance que no me resisto a transcri­bir:

«Era mañana en Ciaño Cuando condenó a morir El minero rojo al cabo, Cabo de Guardia civil. Hubo de morir muy pronto, Sin luchas él y sin lid. El esperaba la muerte; Su mujer estaba allí; ¡ Por la Patria, por la Patria El siempre quiso morir! Su mujer le abrazaba, El lloraba de perlil, Tiros pronto sonarían, Al suelo cae, sin fusil; Su mujer le quiere tanto Que con él quiere morir, Morir con él quería Al minero le dice así: -Morir con éi yo quisiera,Y o con él quiero morir.Y se abraza a su cadáver,Todo lleno de carmín.De nuevo disparos suenan,Ella también va a morir.Juntos, muy juntos han muerto,Después de vida feliz,Sin culpas y sin pecados.¡Oh triste Guardia civil!(ob. cit., pp. 126-127).

(26) Maximiliano Alvarez Suárez, Sangre de Octubre:U.H.P. Madrid, Editorial Cénit, 1936. Los tres flash-back se refieren a recuerdos del servicio militar (pp. 57-58), de la región en su infancia (pp. 115-116) y de la huelga general revolucionaria de 1917, en que el personaje era un guaje en la cuenca hullera del Nalón (pp. 172-173).

(27) Ob. cit.,p. 7. Un grupo de escritores comunistas espa­ñoles saluda la aparición de la novela como ejemplo de litera­tura proletaria-revolucionaria y organiza una cena en honor de Maximiliano Alvarez cuya convocatoria publica Mundo Obrero: «Desde que el minero Maximiliano Alvarez publicó Sangre de octubre: V.H.P. (episodios de la revolución de Asturias) la literatura revolucionaria española cuenta con un buen escritor proletario, nacido de la propia clase obrera. Un grupo de escritores, deseando celebrar este acontecimiento y el rotundo triunfo que Maximiliano Alvarez ha conseguido con U.H.P. -en la Feria del Libro se han vendido mil ejemplares-, le Ófrecen una cena para el sábado, -día 20 del corriente, a las nueve y media de la noche, en casa Pascual, Luna 16.

Las tarjetas, al precio de 4,50 pesetas, podrán adquirirse en Espasa-Calpe, Casa Pascual y Ateneo de Madrid.-Rafael Al­berti, César M. Arconada, Armando Bazán, Burgos Lecea, Carmona Nanclares, Carranque de Ríos, Emilio Delgado, Gar­cía Luengo, Izquierdo Ortega, María Teresa León, Rosario del Olmo, Isaac Pacheco y Ramón J. Sénder».

(Mundo Obrero, 16-junio-1936, p. 5). Independientemente de que la cifra sea o no exacta, la exis­

tencia de mil compradores de la novela confirma la constitu­ción en España de un público para la literatura proletaria-revo­lucionaria.

(28) Nueva Cultura, número 12, mayo-junio de 1936, p. 21.Para César Arconada, crítico literario de Mundo Obrero, la novela de Maximiliano Alvarez es «uno de los mejores libros

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que ha producido la revolución española» (Mundo Obrero, 9-mayo-1936, p. 5).

(29) Alejandro Valdés, autor de un libro titulado ¡Asturias!Relato vivido de la insurrección de octubre (Valencia, Edicio­nes Verdad, 1936), publica dos colaboraciones en la revista Nueva Cultura: una narración, «¡Asturias! » y un análisis polí­tico del fracaso revolucionario, «U.H.P.», que coincide con el de Alvarez Suárez en la defensa de las Alianzas Obreras y Campesinas y en la exaltación del Partido Comunista de la Unión Soviética (números 7-8, octubre-noviembre de 1935, pp. 16-17).

César Arconada publica una reseña crítica del libro enMundo Obrero (28-mayo-1936, p. 5).

(30) A finales de 1933 una Compañía de Teatro Proletariorecorrió Asturias con un repertorio formado por La fuga de Kerensky, de Hans Huss; Al rojo, Carlota O'Neill; Asia, en­tremés anti-imperialista de Vaillant-Couturier; Un invento, de Tom Thomas y, como obra estelar, Hinkeman, de Emst Toler. César Falcón lamenta la inexistencia de un repertorio revolu­cionario español ( «El teatro proletario en Asturias»). La Lu­cha, número 19, 30-enero-1934; apud José Esteban y Gonzalo Santonja, Los novelistas sociales españoles (1928-1936). Anto­logía. Madrid, Ayuso, Libros Hiperión, 1977, pp. 104-107). Recordemos que, entre otros, Miguel Hemández (Los hijos de la piedra) y Alber Camus (Rebelión en Asturias) escribieron obras dramáticas inspiradas en el octubre asturiano de 1934. Mundo Obrero informa de la representación, a cargo de la compañía del Cine Teatro Club, compañía de teatro proletario, de la obra Asturias, «el documental escénico de la insurrección de Octubre, de César Falcón» (9-mayo-1936, p. 5).

(31) Llanto de octubre, de Emilio Prados, fue publicadopor vez primera como segunda parte de Llanto en la sangre (Madrid-Valencia, Ediciones Españolas, 1937) y está escrito «durante la represión y bajo la censura posterior al levanta­miento del año 1934». Puede leerse en Poesías completas, edición y prólogo de Carlos Blanco Aguinaga y Antonio Ca­rreira. Madrid, Aguilar, 1975, tomo I, pp. 515-537. El poeta argentino Raúl González Tuñón, amigo de Neruda y residente en España durante aquellos años, publicó los poemas de La rosa blindada (Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios) en 1936. Voz de la tierra (Poema en rebelión), de Pascual Pla y Beltrán, se publicó en Valencia, 1935, por las Ediciones de la Unión de Escritores y Artistas Proletarios. Los dos mejores estudios sobre la poesía revolucio­naria española siguen siendo los de Juan Cano Ballesta ( La poesía española entre pureza y revolución (1930-1936). Ma­drid, Gredos, 1972, especialmente pp. 142-200) y Juan Lechner (El compromiso en la poesía española del siglo XX. Leiden, Universitaire Pers Leiden, 1968).

(32) Aurelio de Llano Roza de Ampudia, Pequeños analesde quince días. La revolución en Asturias (Octubre 1934). Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1977, 2.ª edición, p. 96. Al heroísmo de las mujeres se refiere explícitamente Ma­nuel Grossi en L'insurrection des Asturies. Paris, E.D.I., 1972,p. 177.

(33) Manuel D. Benavides, ob. cit., p. 338. Víctor Fuentescomenta los libros de Benavides y Díaz Femández al tratar la literatura documental sobre el octubre asturiano en ob. cit., pp. 110-116.

(34) José Canal, ob. cit., pp. 190-191; apud José ManuelLópez de Abiada, José Díaz Fernández: narrador, crítico, periodista y político. Casagrande, Bellinzona, 1980, pp. 220-229. López de Abiada, el mejor conocedor de la obra literariade Díaz Femández, clarifica la relación entre Díaz Fernándezy «José Canal» en ob. cit., pp. 220-233.

(35) Joaquín Maurín, ob. cit., p. 164. También N. Molíns iFabrega relata la muerte de Aída Lafuente en U.H.P. La insurrección proletaria de Asturias. Madrid, Júcar, 1977, pp. 186-187. Mundo Obrero publica una nota dedicada a la he­roína, acompañada por la única foto que conozco de AídaLafuente («Nuestros héroes. Aída Lafuente murió al pie deuna ametralladora» ... Mundo Obrero, 11-enero-1936, p. 1).Posteriormente, reproduce de El Socialista un artículo publi­cado por Matilde de la Torre ( «Cómo mueren las heroínas delproletariado. Aída Lafuente». Mundo Obrero, 13-marzo-1936,p. 1). César Arconada reseña un folleto escrito por los perio­distas L. Barrado y E. Criado y Romero, titulado Aída La­fuente (Mundo Obrero, 16-junio-1936, p. 5).