La religión, del Marques de Sade

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  • 7/31/2019 La religin, del Marques de Sade

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    FRANCESES, UN ESFUERZO MS SI QUEREIS SERREPUBLICANOS

    Slo me dirijo a aquellos capaces de entenderme; ellos me leern sin peligroMarqus de Sade

    La religinVengo a ofrecer grandes ideas: se les prestar odo, se reflexionar sobre ellas;

    si no parecieren bien, al menos quedarn algunas de ellas; habr contribuido en algunamedida al progreso de las luces, y con ello estar contento. No lo disimulo, con granpena veo la lentitud con que tratamos de llegar al fin; con inquietud percibo queestamos en vsperas de fallar una vez ms alcanzarlo. Se piensa acaso que se habr

    alcanzado ese fin cuando se nos hayan dado leyes? Nadie se imagine tal cosa. Quharamos con unas leyes, sin una religin? Nos hace falta un culto, y un culto apropiado alcarcter de un republicano, que de nada est ms lejos que de poder volver a adoptar elde Roma. En un siglo en que estamos tan convencidos de que la religin tiene queapoyarse en la moral, y no la moral en la religin, hace falta una religin que vaya conlas reglas de las costumbres, que sea como su desarrollo, como su consecuencianecesaria, y que pueda, elevando el alma, mantenerla perpetuamente a la altura de estalibertad preciosa de la que ella hace hoy su solo dolo. Ahora bien, yo me pregunto sipuede suponerse que la de un esclavo de Tito, la de un vil histrin de Judea, puede

    convenir a una nacin libre y guerrera que acaba de regenerarse. No, compatriotas, no,vosotros no creis tal cosa. Si el francs, por desgracia suya, volviera an a enterrarseen las tinieblas del cristianismo, de un lado el orgullo, la tirana, el despotismo de lossacerdotes, vicios siempre prestos a renacer en esa horda impura, del otro la bajeza,la estrechez de miras, la insipidez de los dogmas y de los misterios de esa indigna yfabulosa religin, al embotar la bravura del alma republicana, pronto le habran vuelto aponer el yugo que su energa acaba de quebrantar.

    No perdamos de vista que esa religin pueril era una de las mejores armas en

    manos de nuestros tiranos: uno de sus primeros dogmas era Dar al Cesar lo que es del Cesar; pero nosotros hemos destronado al Csar y no queremos ya tener que darlenada. Franceses, sera en vano que os hicierais la ilusin de que el espritu de un clerosometido a juramento republicano no tiene ya que ser el de un clero reaccionario; hay

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    vicios de estado de los que no cabe correccin jams. Antes de diez aos, por medio dela religin cristiana, de su supersticin, de sus prejuicios, vuestros sacerdotes, pese asu juramento, pese a su pobreza, recobraran sobre las almas el dominio que habanocupado; volveran a encadenaros a monarcas, porque el poder de stos apoy siempre

    el de aqullos, y vuestro edificio republicano se hundira falto de cimientos.Oh vosotros que tenis la hoz en la mano, asestad el ltimo tajo al rbol de la

    supersticin; no os contentis con podar las ramas: desarraigad del todo una plantacuyos efectos son tan contagiosos; estad perfectamente persuadidos de que vuestrosistema de libertad y de igualdad contrara demasiado abiertamente a los ministros delos altares de Cristo para que pueda haber nunca ni uno solo de ellos que lo adopte debuena fe o que no intente derribarlo, si llega a recobrar algn influjo sobre lasconciencias. Cul ser el sacerdote que, comparando el estado al que se le acaba de

    reducir con aquel del que disfrutaba antao, no haga todo lo que est en su mano pararecuperar as el crdito como la autoridad que se le ha hecho perder? Y cuntos seresdbiles y pusilnimes habr que vengan a ser bien pronto esclavos de ese ambiciosotonsurado! Por qu no vamos a imaginarnos que los inconvenientes que han existidopueden an de nuevo renacer? En la infancia de la Iglesia cristiana, no eran acaso lossacerdotes lo que hoy son entre nosotros? Pues ya veis adnde haban llegado: qufue, a pesar de todo, lo que les hizo subir tan alto? No fueron los medios que lesproporcionaba la religin? Pues bien, s no la prohibs absolutamente esa religin, los quela predican, disponiendo siempre de los mismos medios, no tardarn en llegar a los

    mismos fines. Aniquilad, pues, para siempre todo lo que puede destruir un da vuestraobra. Considerad que, estando el fruto de vuestros trabajos reservado a vuestrosnietos y slo a ellos, es de vuestro deber, toca a vuestra probidad, no dejarles ningunode los grmenes peligrosos que podran volver a sumirlos en el caos del que tanto noscuesta ir saliendo. Ya vuestros prejuicios se disipan, ya el pueblo abjura de lasabsurdideces catlicas; ha suprimido ya los templos, ha derribado los dolos, se haconvenido que el matrimonio no es ya sino un acto civil; los confesionarios desguazadossirven para los muebles de los hogares pblicos; los pretendidos feligreses, desertandodel banquete apostlico, les dejan los dioses de harina a los ratones. Franceses, no os

    detengis un punto: Europa entera, con una mano ya puesta en la venda que fascina susojos, espera de vosotros el esfuerzo que ha de arrancarla de su frente. Apresuraos: nole dejis a 'Roma la santa', que por doquiera se agita para reprimir vuestra energa,ocasin de que conserve acaso algunos proslitos todava. Herid sin duelo sobre sutesta altiva y temblante, y que antes de dos meses el rbol de la libertad, dando sombraa las astillas de la catedral de San Pedro, cubra con el peso de sus ramas victoriosastodos esos dolos despreciables del cristianismo, desvergonzadamente levantadossobre las cenizas de los Catones y los Brutos.

    Franceses, os lo repito, Europa espera de vosotros verse a la vez liberada delcetro y del incensario. Pensad que os es imposible librarla de la tirana real sin hacerlequebrantar al mismo tiempo los frenos de la supersticin religiosa: los vnculos de la unaestn demasiado ntimamente enlazados a la otra para que, dejando subsistir uno de los

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    dos, no recaigis bien pronto bajo el dominio de aquel que os hayis descuidado dedesatar. Nunca ms debe un republicano doblar la rodilla ni ante un ser imaginario niante un vil impostor; sus nicos dioses deben ser ahora la valenta y la libertad. Romadesapareci desde el momento que el cristianismo se predic en ella, y Francia est

    perdida si en ella se le sigue rindiendo adoracin.

    Examnense con atencin los dogmas absurdos, los misterios terrorficos, lasceremonias monstruosas, la moral imposible de esa repugnante religin, y se ver sipuede convenir tal religin a una repblica. Creis de buena fe que iba a dejarme yodominar por la opinin de un hombre a quien acabara de ver a los pies del imbcilsacerdote de Jess? No, no, por cierto! Ese hombre, siempre vil, estar siempreagarrado, por la bajeza de sus miras, a las atrocidades del antiguo rgimen; desde elmomento que ha podido someterse a las estupideces de una religin tan trivial y necia

    como aquella que cometamos la locura de admitir, no puede ya ni dictarme leyes nitransmitirme luces; ya no lo veo ms que como un esclavo de los prejuicios y de lasupersticin.

    Echemos una mirada, para convencernos de esta verdad, a los pocos individuos quesiguen aferrados al culto insensato de nuestros padres; veremos si no es cierto que sontodos enemigos irreconciliables del actual sistema; veremos si no es cierto que es en sunmero donde est enteramente comprendida esa casta, tan justamente despreciada,de los regalistasy los aristcratas. Que el esclavo de un bandido coronado se hinque, si

    quiere, de hinojos a los pies de un dolo de pasta, tal objeto es apropiado para su nimade lodo; quien puede servir a reyes tiene que adorar dioses! Pero nosotros, franceses,pero nosotros, compatriotas, seguir nosotros arrastrndonos an humildemente bajoriendas tan despreciables? Antes morir mil veces que someternos de nuevo a ellas! Yaque estimamos necesario un culto, imitemos el de los romanos: las acciones, laspasiones, los hroes, he ah cules eran sus objetos respetables. dolos tales elevabanel alma, la electrizaban; ms hacan an: le comunicaban las virtudes del ser al que seveneraba. El adorador de Minerva quera ser prudente. La valenta estaba en el coraznde aqul a quien se vea a los pies de Marte. Ni uno solo de los dioses de aquellos

    grandes hombres estaba privado de energa; todos ellos transmitan el fuego de queestaban ellos mismos inflamados al alma de aquel que los veneraba; y, como cada cualtena la esperanza de verse adorado l mismo un da, aspiraba a hacerse tan grande porlo menos como aquel a quien se tomaba por modelo. Pero qu encontramos en cambioen los vanos dioses del cristianismo? Qu os ofrece, decidme, esa religin imbcil?(Cualquiera que examine atentamente esa religin encontrar que las impiedades de que est llena vienenen parte de la ferocidad y de la simplicidad de los judos, y en parte de la indiferencia y de la confusinde los gentiles; en vez de apropiarse lo que los pueblos de la antigedad podan tener de bueno, loscristianos parecen haber formado su religin no ms que con la mezcla de los vicios que por doquierhallaron). El vulgar impostor de Nazareth hace acaso surgir en vosotros alguna ideagrande? Su sucia y repugnante madre, la impdica Mara, os inspira por venturaalgunas virtudes? Y encontris tal vez en los santos de que estn sus Campos Elseosadornados algn modelo de grandeza, o de herosmo, o de virtudes? Tan cierto es que

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    esa estpida religin no se presta para nada a las ideas grandes, que ningn artistapuede emplear sus atributos en los monumentos que levanta; en Roma misma, la mayorade los ornamentos y las galas del palacio de los papas tienen sus modelos en elpaganismo, y, en tanto siga existiendo el mundo, aquel paganismo slo ser el que

    encienda el fuego del ingenio de los grandes hombres.

    Ser en el atesmo puro donde encontremos ms motivos de grandeza y deelevacin? Va a ser la adopcin de una quimera lo que, dndole a nuestra alma el gradode energa esencial a las virtudes republicanas, lleve al hombre a estimarlas y apracticarlas? No imaginemos tal cosa, estamos ya de vuelta de tal fantasma, y elatesmo es hoy el nico sistema de todas las personas que sepan razonar. A medida quela razn nos iluminaba, se ha ido sintiendo que, siendo el movimiento inherente a lamateria, el agente necesario para imprimirle ese movimiento se quedaba en un ser

    ilusorio y que, debiendo por esencia todo lo que exista estar en movimiento, el motorera intil; se ha ido sintiendo que ese dios quimrico, prudentemente inventado por losprimeros legisladores, no era entre sus manos sino un medio ms para encadenarnos, yque, habindose reservado el derecho de hacer hablar slo a aquel fantasma, bien secuidaran de no hacerle decir ms que lo que viniera a apoyar unas leyes ridculas con lasque pretendan esclavizarnos. Licurgo, Numa, Moiss, Jesucristo, Mahoma, todos esosgrandes bribones, todos esos grandes dspotas de nuestras ideas, supieron asociar lasdivinidades que fabricaban a su ambicin desmesurada, y, seguros de cautivar a lospueblos con la sancin de tales dioses, tenan siempre, como es sabido, buen cuidado de

    no interrogarles ms que en los momentos oportunos, o de no hacerles responder sinolo que crean que podra serles til.

    As pues, tengamos hoy en el mismo menosprecio y tanto el dios vano que unosimpostores predicaron como todas las sutilezas religiosas que derivan de su ridculaadopcin; no es ya con esas sonajas con lo que pueden divertirse unos hombres libres.Que entre, pues, la extincin total de los cultos entre los principios que propaguemospor Europa entera. No nos contentemos con quebrar los cetros; pulvericemos los dolospara siempre jams: siempre ha habido nada ms que un paso de la supersticin al

    regalismo (Recorred la historia de los pueblos todos: nunca les veris cambiar el gobierno que tuvieranpor un gobierno monrquico sino en razn del embrutecimiento en que la supersticin los ha sumido;veris siempre a los reyes apoyar a la religin y la religin consagrarlos a los reyes. Ya se sabe el cuentodel mayordomo y el cocinero: Dadme ac la pimienta, ah os paso la mantequilla. Desventurados

    mortales, es que estis para siempre destinados a pareceros al seor de aquellos dos bribones?) .Buenas razones hay, por cierto, para que as sea, pues que uno de los primeros artculosde la consagracin de los reyes era siempre el mantenimiento de la religin dominante,como una de las bases polticas que mejor haban de sostener su trono. Mas desde elmomento que ese trono est abatido, desde el momento que felizmente para siemprejams lo est, no vacilemos un punto en extirpar igualmente lo que constitua su,soporte. S, ciudadanos, la religin es incoherente con el sistema de la libertad; bien lohabis notado. Nunca el hombre libre se doblegar ante los dioses del cristianismo;nunca sus dogmas, nunca sus ritos, sus misterios ni su moral sern propios para un

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    republicano. Un esfuerzo ms todava; pues que os afanis en destruir todos losprejuicios, no dejis subsistir ninguno de ellos, ya que basta con uno solo para hacerlosvolver a todos. Cunto ms ciertos hemos de estar de su retorno si el que dejis vivires positivamente la fuente y cuna de todos los dems! Dejemos de creer que la religin

    pueda serle til al hombre. Tengamos buenas leyes, y podremos prescindir de la religin.Pero al pueblo le hace falta una religin, se afirma; ella le divierte, ella lo sujeta. Seaen buena hora! Dadnos, pues, en ese caso, la que conviene a unos hombres libres.Devolvednos los dioses del paganismo. De buen grado adoraremos a Jpiter, a Hrculeso a Palas; pero no queremos ya nada con el fabuloso autor de un universo que se muevel solo; nada queremos ya saber de un dios sin extensin y que sin embargo llena todocon su inmensidad, de un dios todopoderoso que no ejecuta nunca lo que desea, de unser infinitamente bueno que no produce ms que descontentos, de un ser amigo delorden en cuyo gobierno todo est en desorden. No, no queremos saber ya ms de un

    dios que desconcierta la naturaleza, que es el padre de la confusin, que mueve alhombre en el momento en que el hombre se dedica a hacer atrocidades; semejante diosnos hace crujir los dientes de indignacin, y lo relegamos para siempre jams a aquelolvido de que el infame Robespierre ha querido sacarlo (Todas las religiones coinciden enexaltar a nuestros ojos la sabidura y el podero ntimo de la divinidad; pero en el momento que nosexponen su conducta, no encontramos en ella sino imprudencia, nada ms que debilidad y que locura. Dios,segn se dice, ha creado el mundo para s mismo, y hasta ahora no ha conseguido hacerse en l honrardecentemente; Dios nos ha creado para adorarle, y nos pasamos la vida burlndonos de l! Qu pobrediablo de dios un dios como se!).

    Franceses, ese indigno fantasma reemplacmoslo por los simulacros imponentesque hacan a Roma duea del universo; tratemos todos los dolos cristianos como hemostratado los de nuestros reyes. Hemos vuelto a plantar los emblemas de la libertad sobrelos fundamentos que sostenan otrora a los tiranos; pongamos asimismo la efigie de losgrandes hombres sobre los pedestales de aquellos truhanes adorados por el cristianismo(No se trata aqu sino de aquellos hombres cuya reputacin est establecida de largo tiempo). Dejemosya de temer el efecto que pueda tener en nuestros campos el atesmo: no han sentidoacaso los campesinos mismos la necesidad de la aniquilacin del culto catlico, tancontradictorio con los verdaderos principios de la libertad? No han visto acaso, tan

    ajenos al espanto como al dolor, derribar por tierra sus altares y sus presbiterios? Ah!,estad bien seguros de que han de renunciar a su ridculo dios del mismo modo. Lasestatuas de Marte, de Minerva y de la Libertad se colocarn en los lugares ms visiblesde sus moradas; una fiesta anual se celebrar todos los aos entre ellos; all seconceder la corona cvica al ciudadano que ms bien haya merecido de la patria. A laentrada de un bosque solitario, Venus, Himen y Amor, erigidos bajo agreste capilla,recibirn el homenaje de los amantes; ser all donde por mano de las Gracias la bellezacoronar a la constancia y la firmeza. No bastar slo con amar para ser digno de esacorona, har falta haber merecido ser amado: el herosmo, los talentos, la humanidad,la grandeza de alma, un civismo a toda prueba, tales sern los ttulos que el amantevendr obligado a hacer valer a los pies de su querida, y bien valdrn esos ttulos poraquellos del nacimiento y la riqueza que en otros tiempos exiga un necio orgullo. De tal

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    culto por lo menos algunas virtudes florecern, mientras que slo crmenes nacen deaquel que tuvimos la debilidad de profesar. Tal culto se aliar con la libertad a la queservimos: la animar, la mantendr viva, la har arder, en tanto que el tesmo es poresencia y por naturaleza el enemigo ms mortal de la libertad a la que servimos. Cost

    acaso ni una gota de sangre el cambio cuando los dolos paganos fueron destruidos en elBajo Imperio? Aquella revolucin, preparada por la estupidez de un pueblo que se habavuelto a hacer esclavo, se llev a cabo sin el menor obstculo. Cmo vamos a podertemer que la obra de la filosofa sea ms penosa que la del despotismo? Son tan slolos sacerdotes los que siguen encadenando a los pies de su dios quimrico a ese puebloque tanto miedo tenis de iluminar; alejadlos de l y el velo caer de la manera msnatural. Estad seguros de que ese pueblo, mucho ms prudente y sabio de lo queimaginis, desapresado ya de los hierros de la tirana, bien pronto lo estar de los de lasupersticin. Tenis miedo de l cuando no tenga ya ese freno: que extravo! Ah!,

    convenceos, ciudadanos, a aquel a quien la material espada de las leyes no contiene nolo contendr tampoco el temor moral de los suplicios del infierno, de los que hace mofadesde su infancia. Ese tesmo vuestro, en una palabra, ha hecho cometer muchasatrocidades, pero jams ha impedido ni una sola. Si es cierto que las pasiones ciegan,que su efecto es tender ante nuestros ojos una nube que nos disfraza los peligros quelas rodean, cmo podemos suponer que aquellos que estn lejos de nosotros, como loestn los castigos anunciados por vuestro dios, van a conseguir disipar esa nube que nopuede disolver la espada misma de las leyes suspendida siempre sobre las pasiones? Aspues, si est probado que ese suplemento de frenos impuesto por la idea de un dios

    viene a ser intil, si est demostrado que por sus otros efectos es muy peligroso, mepregunto, pues, de qu provecho puede sernos y en qu motivos podramos apoyarnospara seguir prolongando su existencia. Se me dir que no estamos lo bastantemaduros todava para consolidar nuestra revolucin de una manera tan contundente?Ah! conciudadanos, el camino que hemos recorrido desde el 89 era con mucho msdifcil que el que nos resta por recorrer, y mucho menos tendremos que trabajar laopinin en lo que os propongo que lo que la hemos agitado en todos los sentidos desde lapoca de la cada de la Bastilla. Estemos seguros de que un pueblo lo bastante sabio, lobastante valeroso como para arrastrar a un monarca desvergonzado desde la cumbre

    de las grandezas hasta el pie del cadalso, que supo en tan pocos aos vencer tantosprejuicios, que supo quebrantar tantos frenos ridculos, ser lo bastante valeroso ysabio para inmolar al bien de la causa, a la prosperidad de la repblica, un fantasmamucho ms ilusorio todava de lo que poda serlo el de un monarca.

    Franceses, vosotros asestaris los primeros golpes: vuestra educacin nacional seencargar del resto; pero afanaos con prontitud en tal faena; que ella venga a ser unode vuestros desvelos principales; que tenga sobre todo por fundamento esa moralesencial, tan descuidada en la educacin religiosa. Reemplazad las necedades deficas con

    que fatigabais los tiernos sentidos de vuestros hijos por principios sociales excelentes;que en lugar de aprender a recitar ftiles plegarias que tendrn a gala olvidar encuanto cumplan diecisis aos, se les instruya acerca de sus deberes en la sociedad;enseadles a estimar unas virtudes de las que otrora apenas les hablabais y que, sin

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    necesidad de vuestras fbulas religiosas, bastan para su felicidad individual; hacedlessentir que esta felicidad consiste en hacer a los otros tan afortunados como deseamosserlo nosotros mismos. Si estas verdades las asentis sobre quimeras cristianas, comocometais la locura de hacerlo antao, apenas hayan vuestros alumnos reconocido la

    futilidad de los cimientos cuando harn derrumbarse el edificio, y se harn malvadostan slo porque creern que la religin que han derribado les prohiba serlo.Hacindoles sentir, por el contrario, la necesidad de la virtud nicamente por el hechode que su propia felicidad depende de ella, sern hombres de bien por egosmo, y estaley que rige a todos los hombres ser siempre la ms segura de las leyes. Evtese, pues,con el mayor cuidado mezclar fbula ninguna religiosa en esa educacin nacional. Noperdamos jams de vista que son hombres libres los que queremos formar y no vilesadoradores de ningn dios. Que un filsofo sencillo instruya a esos alumnos nuevos enlas sublimidades incomprensibles de la naturaleza; que les pruebe que el conocimiento

    de un dios, muy peligroso muchas veces para los hombres, nunca sirvi a su felicidad, yque nunca sern ms dichosos admitiendo, como causa de lo que no entienden, algo queentienden todava menos; que es mucho menos esencial comprender la naturaleza quedisfrutar de ella y respetar sus leyes; que esas leyes son tan sabias como simples; queestn escritas en el corazn de todos los hombres, y que no hay ms que interrogar aese corazn para descubrir su impulso. Si quieren que a toda costa les hablis de uncreador, responded que, habiendo las cosas sido siempre lo que son, no habiendo jamstenido comienzo y no debiendo nunca tener fin, resulta tan intil como imposible alhombre querer remontarse a un origen imaginario que no explicara nada y con el que

    nada adelantaramos. Decidles que a los hombres les es imposible tener ideasverdaderas sobre un dios que no acta sobre ninguno de sus sentidos.

    Todas nuestras ideas no son sino representaciones de los objetos que nosimpresionan; qu es lo que puede representarnos la idea de Dios, que evidentementees una idea sin objeto? Tal idea, habris de aadirles, no es tan imposible comoefectos sin causa? Algunos doctores, proseguiris, aseguran que la idea de Dios es unaidea innata, y que esa idea la tienen los hombres desde el vientre de su madre. Peroesto es falso, les seguiris diciendo; todo principio es un juicio, todo juicio es efecto

    de la experiencia, y la experiencia no se adquiere ms que por el ejercicio de lossentidos; de donde se sigue que los principios religiosos no se refieren evidentementea nada y no son en modo alguno innatos. Cmo es que se ha podido, proseguiris,persuadir a seres razonables de que la cosa ms difcil de comprender era la msesencial para ellos? Es que se les ha espantado terriblemente; es que, cuando se tienemiedo, se deja de razonar; es que, sobre todo, se les ha recomendado desconfiar de surazn, y cuando el cerebro est trastornado, se cree todo y no se examina nada. Laignorancia y el miedo, les diris todava, ah estn los dos fundamentos de todas lasreligiones. La incertidumbre en que se encuentra el hombre respecto de su Dios esprecisamente el motivo que le hace aferrarse a su religin. El hombre tiene miedo enlas tinieblas, as en el sentido fsico como en el moral; el miedo se hace habitual en l yse convierte en necesidad: creera que le faltaba algo si dejara de tener nada que

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    esperar o que temer. Volved a continuacin al tema de la utilidad de la moral: dadles apropsito de esta gran cuestin mucha ms cantidad de ejemplos que de lecciones,mucha ms de pruebas que de libros, y haris de ellos unos buenos ciudadanos; harisde ellos buenos guerreros, buenos padres, buenos esposos; haris de ellos unos hombres

    tanto ms encariados con la libertad de su pas cuanto que ninguna idea deservidumbre podr ya nunca ms presentarse a sus espritus, que ningn terror religiosovendr a turbar su genio. Entonces florecer en todas las almas el verdaderopatriotismo; en ellas reinar en toda su fuerza y toda su pureza, puesto que vendr aser en ellas el nico sentimiento dominante, y ninguna idea extraa a l entibiar susenergas; entonces es cuando vuestra segunda generacin est segura, y vuestra obra, porella consolidada, vendr a ser la ley del universo. Ms si, por temor o pusilanimidad, nose siguen estos consejos, si se dejan subsistir los cimientos del edificio que se creahaber destruido, qu suceder? Se volver a reedificar sobre esos cimientos, y sobre

    ellos volvern los mismos colosos a colocarse, con la cruel diferencia de que esta vezestarn cimentados con una fuerza tal que ni vuestra generacin ni las que la siganconseguirn ya derrocarlos.

    No quepa duda alguna de que las religiones, son la fuente y cuna del despotismo; elprimero de todos los dspotas fue un sacerdote; el primer rey y el primer emperadorde Roma, Numa y Augusto estn asociados uno y otro al sacerdocio; Constantino y Clovisfueron clrigos ms bien que soberanos; Heliogbalo fue sacerdote del dios Sol. Entodos los tiempos, en todos los siglos, ha habido entre la religin y el despotismo tal

    conexin, que queda ms que demostrado que, al destruir al uno, hay que socavar al otro,por la sencilla razn de que el segundo le servir siempre de ley a la primera. Nopropongo, sin embargo, ni matanzas ni deportaciones; todos esos horrores estndemasiado lejos de mi nimo para que ni siquiera los conciba por un momento. No, noasesinis a nadie, no hagis deportacin alguna: tales atrocidades son las propias de losreyes o de los depravados que los imitaron; no es por cierto obrando como ellos comohabris de hacer que se mire con horror a los que las practicaban. No usemos deviolencia ms que contra los dolos; para aquellos que estn a su servicio basta con elridculo y las burlas: los sarcasmos de Juliano hicieron ms dao a la religin cristiana

    que todos los suplicios de Nern. S, destruyamos para siempre jams toda idea de Dios yhagamos soldados de sus sacerdotes; algunos ya lo son; que se atengan a ese oficio, tannoble para un republicano, pero que no nos hablen ms ni de su ser quimrico ni de sureligin fabulosa, objeto por excelencia de nuestros desprecios. Condenemos a serabucheado, ridiculizado, cubierto de lodo en todas las encrucijadas de las principalesciudades de Francia al primero de esos charlatanes benditos que venga a hablarnostodava de Dios o de religin: eterna prisin ser la pena del que cayere por dos veces enlas mismas faltas. Despus, que las blasfemias ms insultantes, que las obras ms ateassean sin restriccin alguna autorizadas, para acabar de extirpar en el corazn y la

    memoria de los hombres esos terrorficos juguetes de nuestra infancia; que se anuncieun concurso para la obra ms capaz de esclarecer de una vez a los europeos sobremateria tan importante, y sea un premio considerable, otorgado por la nacin, larecompensa de aquel que, despus de haber dicho todo, demostrado todo acerca de tal

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    materia, no les deje a sus compatriotas otra cosa que una guadaa para arrasar portierra todos esos fantasmas y un recto corazn para aborrecerlos. En seis mesesquedar todo terminado: vuestro infame Dios estar hundido en la nada; y todo ello sinque se deje de ser justo, celoso de la estima de los otros, sin que se deje de temer la

    espada de las leyes ni de ser hombre de bien; porque se habr comprendido que elverdadero amigo, de la patria no debe en modo alguno, como esclavo de los reyes,dejarse conducir por fantasmagoras; que no es, en una palabra, ni la esperanza frvolaen un mundo mejor ni el miedo de mayores males que los que la naturaleza nos haenviado, lo que ha de conducir a un republicano, cuyo solo gua es la virtud, as como essu nico freno el remordimiento.

    El Marques de Sade

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