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Academia de Ciencias Administrativas, A.C. Congreso Anual Internacional 5 al 7 de mayo, 2004
La Producción De Café Como Plataforma Para El Desarrollo Sustentable: El Caso De La Unión De Comunidades Indígenas De La Región Del Istmo
(UCIRI)
Héctor Ramón Segura Pacheco Universidad Autónoma de Guerrero
Antonio Hernández Pólito Universidad Autónoma de Guerrero
Se presenta una reseña de las actividades de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) en el estado de Oaxaca, y del desarrollo que la misma ha tenido desde los primeros intentos de campesinos zapotecas por organizarse en 1981, destacándose los diversos proyectos económicos, sociales y de protección ambiental que dicha organización lleva a cabo. En un primer apartado se hace un recuento de los principales efectos que tuvo la crisis de la cafeticultura mundial a partir de 1989. Enseguida se hace una caracterización de la cafeticultura en el estado de Oaxaca, destacándose su desarrollo y su importancia actual. Posteriormente se analiza el proyecto de desarrollo económico y social de UCIRI como una de las principales organizaciones de pequeños productores de café en México, pionera en la producción de café de calidad destinado a los sectores de mercado orgánico y de comercio justo. Al final, se discute sobre las diversas actividades que realiza UCIRI para proteger el entorno natural, como un componente fundamental de su compromiso con el desarrollo sustentable. El presente trabajo es resultado de investigación de campo durante una estancia de varios meses en diversas comunidades donde habitan los campesinos miembros de UCIRI, de la realización de entrevistas con socios, directivos y asesores de la organización, así como de observación participante e investigación documental.
Oaxaca ha sido históricamente, junto con Guerrero y Chiapas, uno de los estados
más severamente excluidos en el esquema de desarrollo nacional. En él, la
mayoría de su población sufre condiciones de extrema pobreza. Al mismo tiempo,
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es la entidad más culturalmente diversa, la que posee la mayor diversidad
biológica en México, y una de las tres principales productoras de café.
Una de las organizaciones de pequeños productores de café más
importantes en México es la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del
Istmo (UCIRI). Fue formada en 1982, después de un proceso de discusión entre
campesinos zapotecas de dos comunidades y misioneros católicos de la diócesis
de Tehuantepec. Los indígenas, agobiados por la extrema pobreza y la
explotación de que eran objeto por parte de los intermediarios que les compraban
su café a precios sumamente bajos lograron, en 1984-85, vender a través de una
organización de productores del vecino estado de Veracruz, 35 toneladas de
grano. El éxito obtenido con la primera venta directa motivó a muchos
cafeticultores de la región del Istmo a sumarse a la nueva iniciativa, y la
membresía de UCIRI creció notablemente con la incorporación de indígenas
zapotecos, mixes, chatinos y chontales. En 1986 UCIRI obtuvo su permiso de
exportación para vender directamente en el mercado europeo. Ese mismo año
inicia la producción de café orgánico, certificado por una organización certificadora
alemana. En 1988, UCIRI impulsa la fundación de la primera iniciativa de comercio
justo, el sello Max Havelaar, en Holanda, que dio origen a un nuevo mercado
mundial de comercio justo (Vanderhoff 2002) y que actualmente se extiende por
prácticamente todos los países desarrollados, así como algunos en desarrollo. A la
fecha, ambos tipos de mercado —el orgánico y el de comercio justo— si bien aún
ocupan un porcentaje muy reducido del mercado total de café, tienen un
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crecimiento muy vigoroso y los productores mexicanos han colocado al país a la
vanguardia mundial en ambos sectores.
La historia de UCIRI ha sido una de constantes luchas por el fortalecimiento
de la identidad indígena y el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo
de los campesinos y sus familias que la integran, a través de la creación de
diversos proyectos de desarrollo económico y social y de protección del ambiente.
El presente trabajo es un breve recuento sobre la contribución de una
organización de campesinos indígenas oaxaqueños al desarrollo sustentable en
las zonas cafetaleras donde tiene presencia. Es el resultado de investigación de
campo realizada en diversas comunidades habitadas por campesinos miembros
de UCIRI, de la realización de entrevistas con socios, directivos y asesores de la
organización, así como de observación participante e investigación documental.
La crisis mundial del café
En 1989 ocurrió una fuerte caída en el precio del café como resultado de no
haberse renovado las cláusulas económicas del Acuerdo Internacional del Café
(AIC) que por más de veinticinco años había regido de manera intermitente las
relaciones comerciales entre los países productores y consumidores. El desplome
del precio disparó la más severa crisis en los últimos 100 años (Osorio 2002a).
Esta crisis tuvo un fuerte impacto sobre los productores de café, siendo los
más pobres los más severamente afectados. En México muchos campesinos
tuvieron que convertir sus cafetales sombreados por árboles nativos1, a pastizales
para la cría de ganado, o a producir otros cultivos. Esto causó grandes fracasos
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financieros (similares a los documentados para los productores de Costa Rica,
muchos de quienes también habían transformado sus plantaciones a otros cultivos
comerciales para escapar de la crisis; Sick 1997) o efectos ambientales negativos
como la erosión del suelo (Rice 2003). Muchos otros productores dejaron de
atender —o aun abandonaron completamente— sus parcelas al tener que emigrar
en busca de empleo en las ciudades o en los Estados Unidos (Osorio 2002b).
La crisis de la cafeticultura ocurrió paralelamente con el establecimiento de
políticas de corte neoliberal introducidas durante la década de los ochenta y
principios de los noventa por todo el mundo. Una de las manifestaciones de la
implantación del neoliberalismo fue la desaparición de las agencias estatales que
estaban a cargo de las políticas nacionales relacionadas con la producción,
industrialización y comercialización de café. En México, el Instituto Mexicano del
Café (Inmecafé) había sido, desde 1958, la agencia gubernamental que rigió
dichas actividades. Fue desmantelado a principios de los años noventa, y ello
empeoró las condiciones económicas de más de 300 mil hogares campesinos
(CMC 2003) en los que el cultivo de café es la actividad más importante.
Especialmente durante los setenta y hasta mediados de los ochenta, el
Inmecafé llevó a cabo una fuerte promoción del cultivo de café con el propósito de
colocar a México en una posición de liderazgo. Durante este período, el país se
convirtió en el cuarto productor, sólo debajo de Brasil, Colombia e Indonesia. Esto
fue logrado con un alto costo ambiental, pues se deforestaron extensas superficies
que fueron convertidas en plantaciones mono-específicas y completamente
expuestas al sol. Hubo un muy importante incremento en el número de
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campesinos que se hicieron productores de café, quienes tuvieron acceso a
créditos con bajo costo, al uso de variedades mejoradas de alto rendimiento,
asistencia técnica gratuita, y un precio garantizado por su cosecha (Nestel 1995).
Los fertilizantes y plaguicidas de síntesis industrial que se utilizaron en abundancia
en los cafetales mexicanos eran fácilmente adquiribles a precios subsidiados.
El peso del café en el sector exportador de México aumentó notablemente
durante esos años, y su valor de exportación lo convirtió en la mercancía más
importante, sólo en segundo lugar detrás del petróleo (Nestel 1995). El café verde2
encabezó desde el inicio de la década de los setenta la lista de las exportaciones
de productos agropecuarios, habiendo sido hasta 1990 la materia prima de ese
origen que más divisas generaba, alcanzando su máximo nivel en 1986, con 825
millones de dólares de esa época (Torres 1997). Muchos campesinos pobres,
especialmente aquellos que viven en las montañas donde se encuentran las
condiciones ecológicas más propicias para producir café y quienes tenían en la
milpa el componente fundamental de su supervivencia, se volvieron cafeticultores,
o destinaron la mayor parte de sus pequeñas parcelas a producir café.
Sin embargo, la bonanza llegó a su fin. El retiro de la participación del
Estado de la cafeticultura ocasionó una caída de 33% en la productividad (Rice
1997), siendo los pequeños productores los más afectados dados sus bajos
rendimientos. El aumento en la incidencia de algunas plagas del cultivo pudo
haber sido otra consecuencia de la crisis. A principios de la década de los
ochenta, los efectos del neoliberalismo en la economía mexicana se comenzaron
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a sentir en el sector rural a través de la desaparición de créditos y subsidios a los
insumos y la eliminación de los precios de garantía de muchos productos.
La volatilidad del precio propicia que ya no sea rentable exportar café3,
pues los productores mexicanos (aún la mayoría) no recuperan ni los costos de
producción. En México, para producir 100 kg de café se requiere una inversión
promedio de $1,595.00, en tanto que el precio de venta de esa misma cantidad de
grano, al 6 de enero de 2004, era de $1,391.00 (56.68 centavos de dólar por libra
de café). La diferencia entre los costos de producción y el ingreso que obtienen
por su café explica porqué muchos cafeticultores han abandonado sus parcelas, y
porqué sus hijos no quieren heredar la actividad cafetalera. En tanto, las
organizaciones que participan en el comercio justo pueden obtener, a precio de
126 centavos de dólar por libra de café (al tipo de cambio de $11.20/dólar), por
100 kg de café producidos, un pago aproximado a $3,090.00.
Algunas organizaciones de pequeños productores habían comenzado a
vislumbrar, varios años antes de que ocurriera la crisis cafetalera, la necesidad de
prepararse para tiempos difíciles. Las organizaciones mexicanas que habían
acumulado alguna experiencia en los años anteriores a través de su lucha por la
propiedad de la tierra, el aumento al precio del café, y la apropiación del proceso
productivo (i.e., las organizaciones mismas tomando el control de todo el proceso,
desde la producción de las plantas en los viveros hasta la comercialización del
grano de café ya tostado y molido), encontraron que tendrían que dar un salto
cualitativo. El “cambio de terreno”, como llamaron a ese salto, fue la diversificación
de sus actividades económicas que les permitiera reducir la sobre-dependencia
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del café, y la creación de empresas asociativas junto con sus propios sistemas de
gestión y financiamiento (Nigh 1997, Hernandez y Nigh 1998, Bray et al. 2002).
Cafeticultura y cafeticultores en Oaxaca
Oaxaca es uno de los tres principales estados productores de café en México. El
café se cultiva en 771 localidades de 124 de los 570 municipios de esa entidad, en
180,239 hectáreas (INEGI 1997). Es también el estado más culturalmente diverso:
allí habitan 16 pueblos indígenas que suman más de un millón de personas
(37.1% de la población total del estado) (INEGI 2000). Sin embargo, esa riqueza
cultural está estrechamente asociada con la pobreza. Pertenecer a algún pueblo
indígena es sinónimo de tener superficies de tierra laborable muy pequeñas, ser
analfabeta, vivir en poblados que carecen de los servicios básicos y en hogares
con ingresos por debajo de los necesarios para la supervivencia. El 95.3% de los
municipios productores de café de Oaxaca muestran un grado de marginación
considerado alto (39.7%) y muy alto (55.5%) (CONAPO 2001).
La mayoría de los 58,660 productores oaxaqueños de café poseen en
promedio 0.37 hectáreas (88.8% de las parcelas tienen 5 hectáreas o menos;
CECAFE 1996). Muchos de ellos producen café como su principal estrategia
económica. Las comunidades indígenas cultivan el café en suelos montañosos
donde prácticamente ningún otro cultivo comercial puede ser establecido.
El café se introdujo a Oaxaca a mediados del siglo XIX y comenzó a
cultivarse durante finales de ese siglo y principios del siglo XX. Negociantes
criollos y mestizos que se habían beneficiado durante más de doscientos años de
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la producción de pigmentos obtenidos de un insecto conocido como grana
cochinilla se fueron a la quiebra cuando esos tintes naturales fueron desplazados
por la introducción de las anilinas y los colores sintéticos (Inmecafé 1988). La
grana cochinilla fue, durante los años del período colonial, la tercera mercancía de
exportación de México hacia España, sólo debajo del oro y la plata (Pérez-Sandi y
Becerra 2001). Los antes prósperos productores de grana cochinilla comenzaron a
fines del siglo XIX un proceso de invasión y despojo violentos de tierras de los
indios. Esas tierras fueron plantadas con café por los nuevos dueños. El cultivo de
café se introdujo al Istmo de Tehuantepec a principios de los 1920s.
Más de la mitad (59%) de los municipios productores de café en Oaxaca
constan de 50% o más de habitantes indígenas (INEGI 1997, 1998, 2000). Estos
campesinos indígenas también adoptaron el café como cultivo comercial, aunque
nunca abandonaron la producción de maíz, frijol, calabaza y chile. La producción
de café fue adoptada gradualmente y adaptada por las diversas culturas
(zapotecos, Mixtecos, Mixes, Chatinos, Chontales, Mazatecos y varios otros
pueblos), haciendo de este estado el productor de café más étnicamente diverso
en México. Actualmente, y a pesar de la crisis por la que atraviesa la cafeticultura,
ésta es un importante componente de las tradiciones de dichos pueblos, además
de su relevancia como proveedor de ingresos para muchos hogares campesinos.
El proyecto económico y social de UCIRI
La Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) se encuentra
en la zona montañosa del Istmo de Tehuantepec, así como en la zona Mixe de la
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Sierra Norte de Oaxaca. En el año 2001, estaba formada por 2,361 socios de
origen Zapoteco, Mixe, Mixteco, Chatino y Chontal que viven en 52 comunidades
(UCIRI 2001a). La principal forma de tenencia de la tierra entre los socios de
UCIRI es la propiedad comunal, aunque hay algunos ejidatarios y pequeños
propietarios. En 1981, cafeticultores de tres comunidades del Istmo iniciaron un
proceso de reflexión y análisis de sus principales problemas; entre ellos, el de los
acaparadores locales de café, la falta de transporte y caminos, la distribución de
productos básicos en la región dominada por los caciques, la falta de escuelas y
de centros de salud, y otros. Este proceso dio nacimiento a UCIRI, que se fundó
en 1982 con el apoyo de misioneros católicos de la Diócesis de Tehuantepec
(UCIRI 2001b) y que forman parte de la corriente de la Teología de la Liberación.
UCIRI fue una de las primeras organizaciones mexicanas formadas por
pequeños productores en exportar café a Europa. Envió su primer embarque en el
ciclo 1985-86 al mercado solidario de Holanda (Vanderhoff 1999), uniendo su
producción con la de otra organización (la Asociación Rural de Interés Colectivo
de Misantla, ARIC) del estado de Veracruz. Esto le permitió asegurar un mejor
precio y entrar al mercado europeo. Ese primer paso permitió posteriormente a
UCIRI apoyar a otras organizaciones de Chiapas (ISMAM) y Guerrero (la Coalición
de Ejidos de la Costa Grande) para que pudieran iniciar la exportación de su café
empleando el registro de UCIRI en tanto conseguían el propio.
Una vez abierto el mercado europeo, en UCIRI se llegó a la conclusión de
que exportar café en forma directa no era suficiente si el precio era determinado
por “la Bolsa”. Más aun, este proceso de comercialización era insatisfactorio, pues
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el precio ni siquiera compensaba los costos de producción. Ello impulsó la
búsqueda de alternativas. Concluyeron que debían buscar la forma de acceder al
mercado de café orgánico certificado y crear las condiciones que permitieran el
establecimiento de relaciones comerciales justas. Pronto, esta decisión sería el
ejemplo para muchos otros cafeticultores pobres en diversos países.
Los mercados de café orgánico y de comercio justo han crecido
rápidamente durante las últimas dos décadas, especialmente en los países
desarrollados, donde debido a su posición geográfica no se puede producir café,
aunque su consumo es alto. UCIRI fue la cooperativa mexicana pionera en la
transformación de su sistema productivo hacia el esquema orgánico para obtener
la certificación necesaria que les permitiera la venta de café a un precio mucho
más competitivo, comparado con el prevaleciente en el mercado convencional.
UCIRI también fue pionera en el acceso del café mexicano al mercado de
comercio justo en Europa. El alto precio que prevalece en estos dos mercados
está relacionado con estrictos requerimientos en cuanto a calidad del producto,
prácticas productivas apropiadas, y responsabilidad social y ambiental, para poder
obtener la certificación necesaria que permitirá la entrada a esos sectores.
El haber entrado en los mercados orgánico y de comercio justo facilitó a
UCIRI el inicio de diversos proyectos, como el Centro de Educación Campesina
(CEC), una escuela de agricultura en las montañas cuyo objetivo es la educación
de jóvenes hijos de campesinos productores de café en los valores tradicionales
indígenas de cooperación, reciprocidad y respeto a la “Madre Tierra” para que se
formen bajo los principios de la agricultura orgánica.
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Desde 1985, entre 15 y 25 jóvenes hombres y mujeres campesinos de entre
15 y 20 años de edad inician cada mes de noviembre su ciclo intensivo de
estudios durante un año en el CEC, donde permanecen internos. UCIRI se hace
cargo de su manutención. Durante su estancia en el CEC, ellos aprenden técnicas
de producción agrícola, pecuaria, acuícola y forestal, el manejo de equipos y
programas de cómputo, la ejecución de algunos instrumentos musicales, la
elaboración de artesanías diversas, así como los fundamentos del cooperativismo
y la reafirmación de los valores, principios e identidad indígenas. Al término de un
año, cada joven retribuye a UCIRI con un año de servicio social en alguna de las
muy diversas áreas que componen a la cooperativa, o en sus propias
comunidades. Algunos de ellos se incorporan al equipo técnico de la organización
para dar asistencia a los socios en sus comunidades en relación con los diversos
problemas que enfrenta la producción de café orgánico o de cualquier otro cultivo
o especies animales. A la fecha el CEC ha graduado a más de 320 estudiantes.
El programa de salud comunitaria de UCIRI combina la medicina moderna
occidental con la herbolaria indígena. La organización ha establecido la Casa de
Salud, donde se ha capacitado a un numeroso grupo de promotores provenientes
de diversas comunidades rurales, para beneficio de muchas familias campesinas
que encuentran en la Casa de Salud apoyo médico y medicamentos. Además,
existe un programa de capacitación continua en las comunidades a través de los
promotores indígenas, quienes apoyados por médicos y odontólogos de la
organización, imparten talleres sobre medicina preventiva y cuidados de la salud.
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Dos acciones emprendidas masivamente en los hogares de los socios de
UCIRI son la instalación de estufas “Lorena”, ahorradoras de leña y conectadas
por un tubo con el exterior de la casa para evitar la concentración de humos de
combustión que durante muchos años ha sido lo común en las cocinas de las
familias campesinas. La instalación de este tipo de estufas tiene como efecto
ambiental la reducción de la tasa de deforestación en la región, a la cual no llegan
los camiones distribuidores de gas licuado a presión. Por otra parte, la instalación
de letrinas secas o “ecológicas”, que prescinden por completo del uso de agua,
además de que se evita la contaminación del manto freático. Estos proyectos,
junto con la construcción de pisos de cemento en las casas, se inscriben en los
esfuerzos que hace la cooperativa para mejorar los hogares campesinos.
UCIRI inició la operación, en 1999, de una fábrica de ropa en la ciudad de
Ixtepec, Oaxaca, a la entrada de la zona cafetalera del Istmo. La confeccionadora
“Xhiiña Guixi”, S.C. de R.L. (“Trabajos del Pueblo”, en lengua zapoteca)
actualmente da empleo a cerca de 100 personas, principalmente mujeres
miembros de familias de socios de la organización.
Esto ha permitido frenar la emigración de jóvenes en edad de trabajar que,
de otra manera, serían forzados a buscar empleo fuera de sus comunidades. La
emigración es común en las áreas rurales de Oaxaca (Cohen 2001). Sin embargo,
en UCIRI ha dejado de ser un problema grave. En tanto que muchos jóvenes hijos
de socios de la organización se están incorporando a la producción de café
orgánico como socios de UCIRI, es común observar en las regiones cafetaleras de
este estado y de los demás en México, que muchos jóvenes salen de sus
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comunidades a trabajar, ante la falta de incentivos que representa la producción
de café. De ahí que pensemos que la actual generación de cafeticultores
mexicanos (cuyas edades fluctúan entre 40 y 80 años o más), podría ser la última,
de seguir la crisis que ha desalentado a la población rural.
UCIRI estableció en 1986 un sistema de transporte público —La Unión de
Pueblos Zapotecos y Mixes del Istmo (UPZMI)— que conecta a la ciudad de
Ixtepec con diversos poblados en lo profundo de la zona montañosa del Istmo de
Tehuantepec, donde viven muchas familias miembros de la organización. A
precios módicos, los habitantes de esa región pueden viajar con cierta comodidad
y seguridad y transportar los productos que adquieren en la zona urbana.
En la ciudad de Ixtepec funciona una ferretería (Lachinavani, S.A. de C.V.)
propiedad de la cooperativa, donde los socios pueden adquirir herramientas para
el trabajo y otros artículos a bajo costo y a crédito. Otro proyecto en marcha es la
existencia en casi todas las comunidades donde hay socios de UCIRI, de tiendas
cooperativas (bajo el esquema del “Trabajo Común Organizado”, TCO)4, donde se
venden a precios bajos alimentos básicos, ropa producida en la planta
confeccionadora de la organización, y otros bienes de uso diario.
Estos proyectos, UPZMI, Lachinavani y TCO —creados al igual que los
demás proyectos extra-cafetaleros, con los ingresos obtenidos con la venta de
café en los sectores de mercado que UCIRI ha penetrado— han sido muy
importantes en la consolidación de la cooperativa en la región: al mismo tiempo
que contribuyen a resolver dos problemas fundamentales en las comunidades
campesinas, como son el transporte de personas y mercancías y el abasto de
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bienes básicos, el haber puesto en operación autobuses de pasajeros y el sistema
de abasto permitió a UCIRI, por un lado, romper el hasta entonces caro, peligroso
e ineficiente sistema de transporte que durante muchos años había estado
controlado por los caciques regionales quienes, con camionetas para trasportar
ganado, daban servicio a la población que tenía que viajar en la zona. Por otro
lado, la organización rompió también el monopolio que los caciques tenían con la
distribución y venta de alimentos y productos de consumo generalizado.
Como una opción más para no depender sólo de la producción de café,
UCIRI ha instalado una planta procesadora de frutas para producción de
mermeladas orgánicas que se venden en el mercado de comercio justo. Hoy en
día, la producción de mermeladas es en pequeña escala, aunque se cuenta ya
con la infraestructura industrial para producir cantidades mayores. Socios de la
organización en diversas comunidades han agregado a la producción de café el
establecimiento de pequeñas parcelas donde producen la materia prima para la
elaboración de las mermeladas, lo cual les reporta un ingreso adicional.
Algunas cooperativas de pequeños productores de café mexicano han
creado sus propios puntos de venta de café en taza (mucho más rentable que
vender el café en grano verde, así sea para la exportación). UCIRI opera
actualmente una cafetería en la ciudad de Ixtepec, con proyectos para ampliar el
número de establecimientos a otras ciudades del país y de Europa.
Como parte de las relaciones que UCIRI ha establecido con otras
organizaciones en México, en el año 2001 UCIRI contribuyó a crear
Agromercados, S.A. de C.V., empresa social mexicana de comercio justo formada
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por organizaciones de pequeños productores mexicanos que a través de ella
comercializan en el mercado nacional y extranjero, bajo esquemas certificados de
comercio justo y de producción orgánica, café, diversos productos basados en el
amaranto como ingrediente principal, productos de fibra de maguey, y otros.
Por último, las mujeres en UCIRI han formado grupos de trabajo colectivo
sujetos de crédito para la adquisición de ganado menor, molinos de nixtamal, o el
establecimiento de tiendas cooperativas en sus comunidades, proyectos todos
concebidos para ser operados mediante el trabajo común organizado. El proyecto
de mujeres beneficia actualmente a 1,200 de ellas. En cuanto a los hijos jóvenes
de los socios, existen 850 organizados en grupos que realizan actividades de
expresión cultural, deportes, y experimentos agrícolas en las parcelas familiares.
UCIRI y la protección del ambiente
Durante los años de bonanza en los que existía el Inmecafé, en la producción del
grano se utilizaban agroquímicos tales como los insecticidas, herbicidas,
fungicidas y fertilizantes. La desaparición de aquél y el incremento de los precios
de los insumos propiciaron que se dejaran de usar esas sustancias en los
cafetales de prácticamente todos los pequeños productores. Así, de manera no
planeada se redujo notablemente la contaminación del suelo y el agua, además
del riesgo de intoxicaciones a personas, animales domésticos y fauna silvestre.
Cuando las primeras organizaciones campesinas mexicanas comenzaron a
vender al mercado de café orgánico, el principal interés era el atractivo económico
que ofrecía el precio muy superior que obtenían por ese tipo de café (Carruthers
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1995, 1997; Bray et al. 2002). Posteriormente, han ido tomando conciencia de que
una ventaja adicional de la transición a la producción orgánica es la conservación
de los recursos naturales, por un lado, y el valor cultural que tiene el vender café
que en las naciones desarrolladas es demandado por sectores con ingresos
medios y altos dispuestos a pagar un precio superior a cambio de tener la
confianza de que están adquiriendo productos más sanos para la salud humana y
ambiental (Carruthers 1995, Moguel y Toledo 1996, Renard 1999).
Hoy, la lucha por la defensa de los recursos naturales patrimonio de las
comunidades es un área de importantes convergencias entre muchos campesinos.
Para Rubio (1998), éstos han agregado a su papel como productores el de
guardianes del ambiente, gracias a su vínculo cultural y religioso con la naturaleza,
especialmente las comunidades indígenas, que valoran a ésta como “dadora de
vida, sustento material y principio de bienestar” y a la tierra como “la madre que
nos nutre y fortalece” (Ruíz 1999). Hernández (2001) señala la importancia que ha
tenido para productores indígenas de café orgánico en Chiapas crear una
estrategia corporativa que recurre a un pasado de armonía con la naturaleza,
utilizándolo como un capital simbólico para aumentar el valor comercial de su
producto en el mercado global. Esto mismo es aplicable en el caso de UCIRI.
El cultivo de café es atacado por algunas especies de insectos y hongos
que merman la producción y la calidad. La broca del café es un diminuto insecto
que se alimenta de los granos, reduciéndolos a polvo y con el potencial de limitar
la producción hasta en un 90% (Murphy y Moore 1990). El 26.2% (47,157
hectáreas) de toda la superficie cafetalera de Oaxaca está afectada por esta plaga
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(250 comunidades de 67 municipios) (Segovia 2000). Durante muchos años, la
lucha contra la broca en el mundo se ha basado en el uso de insecticidas,
sustancias muy tóxicas y persistentes en la naturaleza. Debido a su uso
indiscriminado y masivo, en la década de los noventa se comenzó a reportar el
desarrollo de resistencia de la broca a los insecticidas (Brun et al. 1989).
Durante la existencia del Inmecafé, la recomendación principal (cuando no
la única) para controlar a la broca era aplicar insecticida (Villaseñor, 1987;
Inmecafé-Nestlé, 1990). Sin embargo, la desaparición de aquél, la devaluación de
la moneda mexicana y el encarecimiento de los insumos al quedar los
agroquímicos en el esquema de libre mercado, y la caída del precio del café, se
combinaron para propiciar la inaccesibilidad de esas sustancias para los
cafeticultores que se habían vuelto dependientes de tales productos.
El uso de hongos entomopatógenos (i.e., causantes de enfermedades en
los insectos) para enfrentar a la broca ha representado un avance fundamental en
la cafeticultura. Al tener que prescindir de los insecticidas, los productores de café
disponen de una opción natural para luchar contra la plaga, al mismo tiempo que
contribuyen a mantener la naturaleza libre de sustancias contaminantes, y así
cumplir con uno de los más importantes requerimientos para obtener su
certificación como productores de café orgánico. UCIRI ha creado durante los
últimos años la infraestructura básica para convertirse en una de las pocas
organizaciones campesinas en México que producen y emplean su propio
bioinsecticida para enfrentar a la broca. Actualmente, en las instalaciones del
CEC, UCIRI opera un laboratorio donde se produce el hongo Beauveria bassiana
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en cantidades suficientes para aplicarlo cada año en las distintas zonas donde sus
miembros lo requieren, y a un costo sumamente bajo, si se le compara con lo que
tendrían que pagar por un volumen equivalente de insecticida o del hongo mismo
en caso de que tuvieran que adquirirlo de algún otro proveedor.
La roya es la enfermedad más importante del cultivo de café. Es un hongo
microscópico que se establece en las hojas de los cafetos produciéndoles
infecciones, propiciando su caída y, en casos de ataques severos, puede destruir
totalmente el cultivo (Avelino et al. 1999). En Oaxaca están afectadas por este
hongo 36,164 hectáreas cafetaleras (Santoyo et al. 1995), aunque estimaciones
del Consejo Estatal del Café ubican el problema en 90 mil hectáreas (INEGI 1997).
Esta enfermedad tradicionalmente se ha tratado de controlar con el uso de
fungicidas sintéticos. Sin embargo, UCIRI basa el manejo de este problema en la
regulación periódica de la cantidad de sombra de los árboles asociados a los
cafetos, además de la elaboración de composta que se incorpora a los cafetales.
La regulación de la sombra crea condiciones de aireación, luminosidad y
temperatura ambiental que son inadecuadas para el desarrollo del hongo; la
composta nutre y fortalece a las plantas, que toleran mejor el ataque de la roya.
Hasta hace pocos años, la primera etapa del procesamiento post-cosecha
del grano, —el beneficiado húmedo— utilizaba grandes cantidades de agua para
eliminar la pulpa del fruto y la cubierta mucilaginosa que lo protegen. El agua
usada en el proceso, más los subproductos del beneficio, se vertían a los arroyos.
Posterior al beneficio húmedo, el beneficio seco consiste en que, una vez que los
frutos de café han sido despulpados, desmucilaginados y lavados, se deben secar
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para llevarlos a un contenido de humedad no mayor al 12%, requerido por el
mercado internacional. Esto comúnmente se realiza con máquinas secadoras a
base de gas o de leña, por lo que este proceso tiene un alto costo ambiental. En
UCIRI se están adoptando medidas para reducir al mínimo la cantidad de agua a
usar en la fase húmeda del beneficiado, y para aprovechar los subproductos de
éste (principalmente la pulpa, que se reincorpora al suelo como abono orgánico).
El secado del grano se realiza al sol, en patios de cemento construidos ex profeso
y que existen en todas las casas de los socios de la cooperativa.
Las zonas montañosas de Oaxaca forman parte de los ecosistemas
mexicanos más ricos en diversidad biológica. En varias de ellas, principalmente en
las zonas indígenas, se introdujo el cultivo del café como un componente más de
la riqueza arbórea prevaleciente, sin afectar a ésta. A partir de los primeros años
de la década de los setenta, al llegar el Inmecafé a la zona cafetalera de la región
del Istmo de Tehuantepec, se recomendaba como parte del “paquete tecnológico”
que debían adoptar los cafeticultores para tener acceso a los créditos, insumos y
asistencia técnica, que se derribara toda la diversidad de especies arbóreas
existente5 y en su lugar se introdujeran otros árboles a densidades de no más de
100 individuos por hectárea, preferentemente de una sola especie, para facilitar su
manejo. Sin embargo, los campesinos no lo hicieron y, si bien introdujeron algunas
especies de árboles, la gran mayoría de ellos mantuvo los previamente existentes.
A la larga, la decisión de los campesinos fue un acierto ecológico. Se ha
documentado para otras regiones que una mayor diversidad de especies arbóreas
en los cafetales mejora la calidad del café (Muschler 2001), contribuye a proteger
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a las plantaciones contra diversas plagas (Soto-Pinto et al. 2002), y protege el
suelo contra la erosión (Beer et al. 1998).
Conclusión
Cualquier proyecto de desarrollo sustentable en las zonas rurales debe tener muy
presente la importancia de que sean los propios habitantes de ellas los sujetos,
actores y beneficiarios. No podemos concebir ningún proyecto de desarrollo a
largo plazo que no contenga, como elemento fundamental y principal beneficiario,
a la población marginada.
Los proyectos que desarrolla UCIRI dan evidencia de que esta organización
tiene muy clara la necesidad de diversificar sus actividades económicas, lograr un
trato más equitativo en sus relaciones comerciales con sus clientes en el mercado
nacional e internacional, mejorar las condiciones de vida de sus miembros y de la
sociedad en general, y proteger el ambiente.
A pesar de que UCIRI es una de las organizaciones cafetaleras más
exitosas, aún prevalece la pobreza en la mayoría de sus comunidades, pues
Oaxaca es uno de los estados con menores índices de desarrollo. Sin embargo,
los miembros de UCIRI han comprendido que las acciones colectivas como la que
están llevando a cabo pueden significar la diferencia entre permanecer sin
expectativas de salir de la pobreza y tener una alternativa de sostenibilidad
económica, justicia social y conservación de su entorno natural.
La producción de café, como mercancía de exportación de alta calidad y a
la que se ha agregado el valor de haber sido producida por indígenas que luchan
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por conservar su cultura, tradiciones y su ambiente, se ha convertido en la
plataforma sobre la cual descansa un proyecto de desarrollo de las comunidades
campesinas que han encontrado una vía de solución a la crisis de la que aún hay
muchos miles de cafeticultores que no han logrado salir.
Notas
1 La sombra es un elemento muy importante en la producción de café, pues el grano cosechado de
plantaciones que se encuentran establecidas bajo árboles más altos que les proporcionan
sombra produce una bebida con más cuerpo, aroma y suavidad en su sabor.
2 Llamado así en el mercado internacional; en México es más común el término de café oro. Es el
grano de café listo para ser tostado y molido.
3 Es el café producido con el empleo de agroquímicos sintéticos y el establecimiento de
monocultivos completamente expuestos al sol o con una densidad y diversidad muy reducida de
árboles de sombra en las plantaciones. Este tipo de café se comercializa bajo un esquema de
fijación de su precio internacional por la New York Coffee, Sugar and Cocoa Exchange, “La
Bolsa”, como se le conoce en el mundo cafetalero latinoamericano.
4 El TCO es la visión cooperativista que se transmite a todos los socios, y que se busca permee
todas las actividades de la organización.
5 Soto-Pinto et al. (2000) encontraron 61 especies de árboles y arbustos útiles en un estudio
realizado en cafetales indígenas en Chiapas; Moguel y Toledo (1999) señalan que para las
zonas cafetaleras de la vertiente del Pacífico Mexicano el promedio de especies de árboles en
plantaciones bajo sombra es de 22.9, en tanto que para la del Golfo de México es de 31.7.
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