262
LA PRINCESA DE CLÉVES MME. DE LA FAYETTE Ediciones elaleph.com

LA PRINCESA DE CLÉVES MME. DE LA FAYETTE · PDF fileLA PRINCESA DE CLÈVES 5 grandes princesas y en los más grandes príncipes. Isabel de Francia, que fue después reina de España,

Embed Size (px)

Citation preview

  • L A P R I N C E S A D EC L V E S

    M M E . D E L AF A Y E T T E

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

    Traduccin de Mario

    2000 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

  • L A P R I N C E S A D E C L V E S

    3

    PRIMERA PARTE

    La magnificencia y la galantera no alcanzaronjams en Francia tanto brillo como en los ltimosaos del reinado de Enrique II. Este prncipe eragalante, de buen porte y enamorado. Aunque su pa-sin por Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois,hubiera comenzado haca ms de veinte aos, noera por eso menos violenta y no daba de ella testi-monios menos notorios.

    Siendo muy diestro en todos los ejercicios fsi-cos, stos eran una de sus ms grandes ocupaciones:todos los das haba caceras y partidos de pelota,bailes, corridas de sortija o parecidas distracciones.Los colores y las armas de la duquesa de Valentinoisaparecan en todas partes, y ella misma se presenta-ba con las galas que poda ostentar la seorita de laMarck, su nieta, que era entonces casadera.

  • M M E . D E L A F A Y A T T E

    4

    La presencia de la reina autorizaba la suya. Estaprincesa era bella, aunque ya no fuera muy joven;amaba la grandeza, la magnificencia y los placeres.El rey haba casado con ella cuando era todava du-que de Orlens y a la sazn era Delfn su hermanomayor, que muri en Tournn, prncipe que por sunacimiento y sus grandes cualidades, estaba destina-do a llenar dignamente el sitio del rey Francisco I,su padre.

    El carcter ambicioso de la reina le haca en-contrar muy grato el reinar. Pareca soportar sin pe-na el afecto del rey por la duquesa de Valentinois, yno demostraba tenerle celos; pero era tal su disi-mulo que difcilmente podanse penetrar sus senti-mientos; y la poltica la obligaba a atraer cerca deella a aquella duquesa, porque as tambin atraa alrey. Este prncipe gustaba del trato de las mujeres,an de aqullas de que no estaba enamorado. Per-maneca todos los das en las estancias de la reina ala hora de reunin, a la que no dejaba de asistir todolo ms hermoso y elegante de uno y otro sexo.

    Jams cont una Corte con tantas mujeres bellasy tantos hombres admirablemente bien hechos; pa-reca que la Naturaleza se hubiera complacido encolocar todo lo que da de ms bello en las ms

  • L A P R I N C E S A D E C L V E S

    5

    grandes princesas y en los ms grandes prncipes.Isabel de Francia, que fue despus reina de Espaa,comenzaba a demostrar un ingenio sorprendente yla incomparable belleza que le fue tan funesta. MaraEstuardo, reina de Escocia, que se acababa de casarcon el Delfn, y a quien se llamaba, la Reina Delfina,era una persona perfecta de espritu y cuerpo; habasido educada en la corte de Francia; tena todas lasdistinciones de sta y haba nacido con tantas apti-tudes para las bellas cosas que, a pesar de ser muyjoven, gustaba y entenda de ellas como nadie. Lareina, su suegra y la Seora, hermana del rey, gusta-ban de los versos, la comedia y la msica. La aficinque el rey Francisco I haba tenido por la poesa ypor las letras, reinaba todava en Francia, y amandoel rey, su hijo, los ejercicios del cuerpo, todos losplaceres se reunan en la Corte. Pero lo que haca aesta Corte bella y majestuosa era el nmero infinitode prncipes y de grandes seores de un mrito ex-traordinario. Los que voy a nombrar eran, por dife-rentes conceptos, el ornamento y la admiracin desu siglo.

    El rey de Navarra atraa el respeto de todos porla grandeza de su rango y por la que luca en su per-sona. Descollaba en la guerra, y el duque de Guisa

  • M M E . D E L A F A Y A T T E

    6

    despertaba por tal modo su emulacin que ms deluna vez haba dejado su puesto de general para ir acombatir junto a l, como un simple soldado, en lossitios de mayor peligro. Verdad es que el duque ha-ba dado tales pruebas del valor admirable, y habaobtenido tan bellos xitos, que ningn gran capitnpoda mirarle sin envidia. Su valor era realzado portodas las otras grandes cualidades: tena inteligenciavasta y profunda, alma noble y elevada y capacidadpara la guerra y para los negocios. El cardenal deLorena, su hermano, haba nacido, con una ambi-cin desmesurada, un espritu despierto, una elo-cuencia admirable, y haba adquirido una cienciaprofunda, de la que se serva para hacerse impor-tante defendiendo la religin catlica, que comenza-ba a ser atacada. El caballero de Guisa, a quien sellam despus el Gran Prior, era un prncipe queri-do de todo el mundo, guapo mozo, lleno de inge-nio, de destreza y del un valor clebre en todaEuropa. El prncipe de Cond encerraba en uncuerpo pequeo, poco favorecido por la Naturaleza,un alma grande y altiva, y un ingenio que lo hacaagradable an para los ojos de las ms bellas muje-res.

  • ESTE LIBRO FUE AUTORIZADO POR ELALEPH.COM PARA EL USO EXCLUSIVO DE EMMA NANCY ([email protected])

    L A P R I N C E S A D E C L V E S

    7

    El duque de Nevers, cuya vida era gloriosa porsus hazaas en la guerra y por los grandes cargosque haba desempeado, aunque de edad algo avan-zada, haca las delicias de la Corte. Tena tres hijosmuy bien repartidos. El segundo, al que llamaban elprncipe de Cleves, era digno de soportar la gloriade su nombre; era valiente y magnfico, y tena unaprudencia que no se encuentra en la juventud. Elvidame de Chartres, descendiente de la antiguacasa de Vendme, cuyo nombre no han desdeadollevar prncipes reales, era igualmente distinguido enla gracia y en la galantera; era hermoso, de buenapresencia, valiente, audaz y liberal; todas estas bue-nas cualidades eran en l activas y notorias; en fin,era el nico digno de compararse con el duque deNemours, si es que alguien poda comparrsele. Pe-ro este prncipe era una obra maestra de la Natura-leza; lo que tena de menos admirable era el ser elhombre mejor hecho y ms bello del mundo. Loque lo pona por sobre los dems era un valor in-comparable y tena un encanto en el espritu, elrostro y las acciones que jams se vieron sino en l.Tena una amenidad que gustaba igualmente a loshombres y a las mujeres, una destreza extraordinariaen todos los ejercicios, un modo de vestir que en

  • M M E . D E L A F A Y A T T E

    8

    seguida era copiado por todos, pero que resultabainimitable, y en fin, un aire en toda su persona quehaca que slo se lo mirara a l en los sitios en quese presentaba. No haba una dama en la Corte cuyagloria no fuera haberle agradado; pocas de las que lehaban agradado podan jactarse de haberlo resisti-do, y hasta varias a quienes no haba amado habanestado apasionadas por l. Posea tal suavidad y taldisposicin a la galantera, que no poda dejar detener algunas atenciones con aquellas que tratabande gustarle: de ah que tuviera varias amantes y quefuese difcil saber a cul amaba verdaderamente. Ibacon frecuencia a casa de la Reina Delfina; la bellezade esta princesa, su dulzura, el empeo que pona enagradar a todos y la estimacin particular que de-mostraba a este prncipe, dieron a menudo motivopara creer que alzaba los ojos hasta ella. Los seoresde Guisa, de quienes era sobrino, haban aumentadomucho su crdito y su consideracin con su casa-miento; su ambicin los hacia aspirar a igualarse conles prncipes reales y a compartir el poder con elcondestable de Montmorency. El rey descansaba enl de la mayor parte del manejo de los negocios, ytrataba al duque de Guisa y al mariscal deSaint-Andr como sus favoritos. Pero aquellos que

  • L A P R I N C E S A D E C L V E S

    9

    el favor o los negocios ponan cerca de su persona,no podan mantenerse all sino sometindose a laduquesa de Valentinois, y bien que sta ya no fuerabella ni joven, gobernaba con un imperio tan abso-luto, que se poda decir que era la seora de su per-sona y del Estado.

    El rey haba querido siempre al condestable, yas que comenz a reinar lo hizo volver del destie-rro a que el rey Francisco I lo haba enviado. LaCorte estaba dividida entro los seores de Guisa y elcondestable, que era sostenido por los prncipesreales. Uno y otro partido haban aspirado siemprea conquistar a la duquesa de Valentinois. El duquede Aumale, hermano del duque de Guisa, se habacasado con una de sus hijas. El condestable aspirabaa la misma alianza; no se contentaba con haber ca-sado a su hijo mayor con Diana, hija del rey y deuna dama del Piamonte, que se hizo religiosa cuan-do hubo dado a luz. Este casamiento luch con mu-chos obstculos a causa de las promesas que elseor de Montmorency le haba hecho a la seoritade Piennes, una de las doncellas de honor de la rei-na y bien que el rey los hubiera vencido con una pa-ciencia y una bondad extremas, el condestable no secrea bastante apoyado si no pona de su lado a la

  • M M E . D E L A F A Y A T T E

    10

    duquesa de Valentinois y si no la separaba de losGuisas, cuya grandeza comenzaba a inquietar a laduquesa. Haba retardado cuanto pudo el casa-miento del Delfin con la reina de Escocia. La belle-za y el espritu sagaz y avanzado de esta joven reina,y la elevacin que este casamiento daba a los seo-res de Guisa, le eran insoportables. Odiaba particu-larmente al cardenal de Lorena; ste le habahablado con acritud y hasta con desprecio; y ellavea que se estaba vinculando con la reina, de modoque el condestable la encontr dispuesta a unirsecon l, y a entrar en su alianza por medio del casa-miento de la seorita de la Marck, su nieta, con elseor de Anville, su segundo hijo, que le sucedidespus en su puesto, bajo el reinado de Carlos IX.El condestable no crey encontrar obstculos en elespritu del seor de Anville para el casamiento,corno los haba encontrado en el espritu del seorde Montmorency; pero, aunque las razones le per-manecieran ocultas, las dificultades no fueron me-nores. El seor de Anville estaba perdidamenteenamorado de la Reina Delfina, y, por poca espe-ranza que tuviera en esa pasin, no se resolva acontraer un compromiso que dividi