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. . } LA PRIMERA VEZ QUE SUPE QUE EL MUNDO ERA PEQUENO* Juari Carlos Francisco Estrella R. MANECIA. Los rayos del sol sol se colaban por las cortinas de las ventanas, llegando hasta mf y despertandome. Esto no ocurria siempre, todo dependfa de mf, pero era sabado y . todo era especial. Hoy no tendria que soportar a mis maestros, tendria mas tiempo para hacer las tareas; en :6.n, hoy es mejor. Entre todos estos pensamientos, me quede semidormido de nuevo, ya los rayos de sol :6.ltrados formaban figuras de incomprensible significad- o. De repente, fui despertado de nuevo por el ruido de camiones y trabajadores que pasaban siempre a sus labores por las calles de mi pueblo natal. Siempre iban comentando con gran alboroto sus hazafias del viernes por la noche. Yo no tenfa nada que contarle a nadie, excepto de i,ma cena con mi familia, una broma de mi abuelo, ofr las conversaciones de los demas. La vida en un pueblo, para un nifio, no tiene mucho que contar. Mi casa de nifiez siempre era tranquila; hoy, buscando paz, todavia cierro los ojos y trato de respirar el aire de aquel pequefio patio donde habfa una generosa mata de cerezas. Hoy, el ambiente se notaba especial. Habfa mas limpieza de lo normal, la mesa estaba puesta de una manera especial. Esto era raro para mf, porque todavfa no sabfa que significaba esto, con que lo podia relaciona r. Pero lo aprendf todo en un *Cue nt o qu e o btu vo el Pre mio de Hum anid ad es "Joa quin Sa laz ar". 3 33

LA PRIMERA VEZ QUE SUPE QUE EL MUNDO MANECIA. Los rayos

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Page 1: LA PRIMERA VEZ QUE SUPE QUE EL MUNDO MANECIA. Los rayos

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LA PRIMERA VEZ QUE SUPE QUE EL MUNDO ERA PEQUENO*

Juari Carlos Francisco Estrella R.

MANECIA. Los rayos del sol sol se colaban por las ~ cortinas de las ventanas, llegando hasta mf y

~~=!'!5!!!'!!!B. despertandome. Esto no ocurria siempre, todo dependfa de mf, pero era sabado y .todo era especial. Hoy no tendria que soportar a mis maestros, tendria mas tiempo para hacer las tareas; en :6.n, hoy es mejor.

Entre todos estos pensamientos, me quede semidormido de nuevo, ya los rayos de sol :6.ltrados formaban figuras de incomprensible significad-o. De repente, fui despertado de nuevo por el ruido de camiones y trabajadores que pasaban siempre a sus labores por las calles de mi pueblo natal. Siempre iban comentando con gran alboroto sus hazafias del viernes por la noche. Yo no tenfa nada que contarle a nadie, excepto de i,ma cena con mi familia, una broma de mi abuelo, ofr las conversaciones de los demas. La vida en un pueblo, para un nifio, no tiene mucho que contar.

Mi casa de nifiez siempre era tranquila; hoy, buscando paz, todavia cierro los ojos y trato de respirar el aire de aquel pequefio patio donde habfa una generosa mata de cerezas.

Hoy, el ambiente se notaba especial. Habfa mas limpieza de lo normal, la mesa estaba puesta de una manera especial. Esto era raro para mf, porque todavfa no sabfa que significaba esto, con que lo podia relacionar. Pero lo aprendf todo en un

*Cue nto que o btuvo e l Premio de Hum anid ades "Joaquin Salazar".

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. d . b• l t:· I t'' . d ' l mstante, cuan o mi a .ue a ec1a a mt ma re como era e plate favorite de Agustina. ri segundo comprendf cual era el significado de aquellos c bias: Era gue Agustina, la amig~ de mi madre, vendrfa a comer hoy a nuestra casa.

Agustina era alga diferente de las otras amigas de mi madre. Era un poco, bastante quiza, mayor. que ella ; tenfa una hijita muy hermosa; tambien su marido era alguien muy culto e inteligente que desde hada muches a.fies habfa abandonado el p!teblo para desempefi.ar tm cargo diplomatico en el ex terior.

Ademas de esa nifia hermosa, que qttiza fue mi primer amor sin ella ni yo saberlo, Agustina tenfa un hijo de 17 .6 18 a.fies que habfa muerto. Quiza Agustina era especial para mi por eso; a veces· la miraba de arriba a abajo no se con gue intenci6n, quiza queriendo encontrar una marca, alguna cosa que dijera el destine de SU pobre hijo. A nadie mas conoda que se le hubiera muerto un hijo que pudo ser amigo mfo. Mi madre tarnbien tenfa un hijo, que era yo, ~y si yo, hubiera sido el hijo de Agustina? Todo esto lo pensaba . mientras me imaginaba a Agustina, hasta que al go me trafa de nuevo a la realidad.

En eso, coma de costumbre, volvfa a caer en la realidad, luego de pensar tanto. Mi madre, al verme despierto, me cogi6 entre sus brazos, me daba un beso, mientras me deda que me bafiad a y ivestiria bien, porque vendda a comer Agustina.

Sen tfa al air esto cierta satisfacci6n. Aparte de que comed a alga especial, me dejadan comer mas postre de lo normal y Cl veces mi abuelo hasta me da.ba un trago de su cafe, y disfrutarfa de la compafi. fa de Marfa, la hijita de Agustina. Pensaba que volverfa a ver a Agustina; hoy tendda largos momentos para buscar aquella senal, aquella clave que me dijera todo de Agustina, esa clave que quiza no exisda, porque todo estaba en m {, porque to do era, tal vez, subjetivo.

Ya estaba vestido, otra' vez; no habfa s.entido pasar el tiempo que sal taba vertiginosamente por sabre mi pequefia wda y por eso quiza encontraba yo tan largo el aii o que ttanscurrfa entre la entrega de regales del nifio Jesus, entre una Navidad y otra.

De re pen te mi madre me depositaba en el suelo.

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' l~ \\ ' I · I

Inm~diatamente comprendi qtl~ ds invitados llegaban. S{, era eso; habian llegado Agustina, s} .~s~~so y Marfa, mi tierno am or.

Hada mucho tiempo que nd los vefa. Desde aquella vez que cumpll mis seis afi.os no hiMfa vuelto a estar con Maria, ni con. su madre Agustina. Recuerdo dulcemente cuando, antes de soplar las velitas de mi pastel, habfa agarrado la manita de Marfa y juntos soplamos las velas al compas de una canci6n que en tonaban los demas invitados.

Todo eso lo pensaba mientras me dirigfa hacia la puerta, detras de mami Sorpresivamente con quien me tope fue con Marfa y por primera vez en mi vida me send hipnotizado, paralizado. Por primera vez send que era otro, que todos los objetos que me rodeaban y todo lo que podfa percibir, pensar, opinar se transfiguraba, adquida otro sentido. Momentaneamente nos habfamos convertido cada uno de los dos en un cupido diferente, disparando sobre nosotros mismos unas miradas como flechas que nos habfan dejado congelados y como totalmente inm6viles en el tiempo que transcurda en ese memento.

Todo esto para un nifi.o de seis afi.os era muy cx trafi o, cosas nunca sentidas, pero sin embargo recuerdo que en aguclla epoca me hablan producido lo que hoy se llama deja vu.

Ese memento de mi existencia se interrumpi? con el saludo de Agustina, quien me bes6 la mejilla y me deda que estaba muy grande. Recuerdo sus palabras pero no les di ninguna importancia, porque desde que vf . su rostro me lance a la busqueda de esa sefi.al, de esa marca en su cara o en sus manos, que me dijera lo de su hijo.

Me pregunto ahora por que buscaba yo esa marca en la cara o en las manos de Agustina, por que no las busque en sus brazos, su espalda, su manera de hablar, pero era exactamente en una de esas dos partes de su cuerpo.

Luego del saludo de Agustina, recuerdo que Maria me pidi6 que le ensefi.ara mis juguetes nuevos ; y ah 1 precisam en te radicaba lo especial de ella. Mis juguetes todos eran juguetes muv masculines, es decir, guantes y pelo tas, pistolas , trc nes. Me refiero a masculinos, a juguetes que verdaderam en te se;111 para

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un nmo var6n. Pues lo peculiar en ella era que podfamos jugar con mis juguetes "masculinos'', sumergidos en una especie de olvido, de indiferencia de que Y.O fuera var6n y ella hembra. Como si no existieron las sexos, coma si fueramos hermafroditas o una especie de seres sin diferenciaci6n sexual que se reprodujeron par partenogenesis; ademas, sin que ella perdiera su condici6n de nifia, de mujer.

Toda eso lo recuerdo ahora y tambien recuerdo las tardes que pasamos jugando al polida y al ladr6n, corriendo par el patio horas enteras. Me viene la imagen de un dfa que ella cay6 de cansancio en el suelo, justo debajo de la mata de cerezas; hab 1a varias cerezas en el suelo, ella tom6 una, la mas roja, hermosa y madura, y la mordi6 coma una pequefia manzana, y me la present6 delante de mi cara coma ofreciendome; yo asend con el gesto y ella con sus sanas manitas la deposit6 en mi boca, corrto si asumiera el papel de Eva, una Eva ideal, sublime, universal. Una Eva que podda morder mil cerezas mas y que tantas veces tambien seda perdonada par Dias, porque entre nosotros no exisda sexo, no habfa diferencia alguna, ni pecado ni moral.

Al instante mi nana nos llam_aba para decirnos que fueramos a tomar nuestro alimento. Al llegar a la casa note que Agustina y mi abuela hablaban de alga importante, apartadas de todo el grupo en un rinc6n de la casa. A pesar de mi edad, ya yo, par las gestos de Agustina, sabia que se trataba de alga importante; sab1a intuir par la expresi6n de la cara, las gestos de las manos y las plegaduras del rostro, el matiz o la envergadura de una conversac1on, olvidandome momentaneamen te de Marfa.

La conversaci6n no la recuerdo al pie de la letra; solo me viene a la mente la historia de uno de las cuadros que habfa pintado el hijo de Agustina.

No se par que yo habfa manifestado tanto interes en el hijo de Agustina. Entre las cosas que mas sobresalian para mf del pobre muchacho era su condici6n de pintor. Desde pequefio, en mis primeros afios escolares, me habfan enseiiado a dibujar o meJor dicho "colorear" libros que ya venfan previamente para

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eso. Yo admiraba a algunos de mis compafi.eros gue, ademas de elegir colores adecuados y casi perfectas, no se sali'.an de las lfmites del dibujo cuando usaban lo~ lapices para colorear las espacios. Pero senda particular interes en aquellos condiscipulos que sabian escoger el color perfecta para darlo a las partes anatomicas del dibujo, porque era muy dificil y casi ninguno de nosotros sabi'.a dar el color "carne", ode la piel, par decirlo asf.

Quiza de es as experiencias ven fa mi curiosidad, mi atraccion hacia las pintores. El primer pintor que conoci u oi nombrar fue el hijo de Agustina. Se trataba de un tipo introvertido, introspectivo, peculiar, raro, y aparentemente dif:i'.cil de establecer una amistad con el. En el fondo, ade­mas de ser el hijo de Agustina y el hermano de Marfa, queria conocerlo para que me ensefiara a dar el color "carne" y ser asi admirado y querido par mis compafieros.

Habia oido yo hablar de un cuadro pintado par el. Un cuadro que nunca quiso vender ni regalar; inclusive lo guardaba solo para ciertas personas coma el poeta que escribe cosas muy 1ntimas y las reserva para quienes fueron escritas o para personas muy queridas par el.

El asunto es que en uno de las viajes de la familia drJ Agustina al exterior, la- casa foe asaltada. Ademas de muchas cosas valiosas de la casa, tambien el cuadro del joven pin tor foe rob ado.

Al llegar del viaje y darse cuenta de la catastrofe, el hijo de Agustina entr6 en un estado de depresion tan intenso que le fue muy dificil superar la crisis y estuvo al pun to de una neuro­sis. Nuestro pintor era un joven de vida espiritual, era delgado, alto, nariz perfilada y una mirada profunda que pareda llegar a lo mas fntimo.

Uno de las temas preferidos para sus obras era el mar, del cual unos meses mas tarde fue victima. Al hacer memoria me day cuenta de lo extrafio de su tragico accidente. Agustina decia que pudo haberse salvado porque la corriente que lo arrastr6 no era tan fuerte, y con un esfuerzo, una persona cualquiera hubiera logrado salir.

A mi me parece que el no se suicid6, sino que en un

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momenta asi no puede haber indecision: el guerfa salvarse, pero a la vez se senda atraido par el fondo del mar, coma si a traves de el pudiera encontrarse de nuevo con su obra perdida.

Agustina sospechaba alga de esto; se daba cuenta de lo deprimido que estaba su hijo unos di.as antes de la tragedia, pero no se le ocurri6 hacer alga y esto la hada sentirse alga culpable.

Pasaron las a.ii.as y Agustina se recuper6. Solo habfa alga que la tenfa un poco alterada y desgastada; ella habfa hecho lo imposible par recobrar el cuadro de su hijo, pero todo era en vano. Yo me acuerdo de las suefios de Agustina; ella esa tarde se las contaba en el rinc6n de la casa a mi madre ya mi abuela; yo me encon traba alH oyendo a Agustina ensimismado y profundamen te concen tr ado en sus palabras, su gesto, todo lo de ella, tratando de encontrar alga que me lo dijera todo, me lo explicara todo acerca de esa mujer tan llena de inc6gnitas, tan particular para mf coma era Agustina. .

Mi abuela y mi madre escuch'aban atentamente las . profundas penas de Agustina; tanto as! que tuvo que acudir a un

psicoanalista a quien le confi6 sus tristezas y sus suefios. Con much a in tensidad me acuerdo de uno de las suefios

que con taba aquella tarde nuestra querida amiga. El suefio consisda en que ella caminaba par la playa pensando en su hijo, en aquel cuadro perdido, en su culpa. Ese era uno de las suefios que mas Se repetlan noche tras noche, pero para sorpresa de todos y de ella, descubri6 que el paisaje de la playa donde ella se veia camirtando no era mas que el paisaje de aquel cuadro per dido.

El suefio continuaba noche tras noche, y un dfa Agustina se viu ;;.i-rojandose al mar sin quitarse las ropas, sumergiendose en el m~n . o paisaje del cuadro. Ella admiti6 que eso le pasaba en las noches posteriores al descubrimiento de que ese litoral no era mas que el mismo del Cuadro de SU hijo.

Mi madre interrnmpi6 la conversaci6n y le pregunt6 a su amiga la opinion del psicoanalista. Agustina dijo que ella se sumergfa en el mar, en el paisaje del cuadro de su hijo porque crefa que a traves de esas aguas encontrarfa aquel cuadro tan buscado y aun mas, ella Cre fa que en las aguas del cuadro

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encontrada a su {mico hijo var6n. Tan profunda era la pena de Agustina, que su mente tuvo que recurrir a esos mecanismos para poder asf atenuar, canalizar la ansiedad y la tristeza.

Agustina segufa con el relato diciendo que, despues de todo aquello, habfan pasado dos afios y que ella pensaba que el mundo, aparentemente, a veces nos resultaba grande, pero que verdaderamente era pequefio y aun asf diflcil de veneer y sobrevivir en el.

Respecto a mf, no se que clase de frase fue aquella, pero a mf tambien, en mi vida, produjo grandes cambios y avances. Esa frase sobre la pequefiez del mundo, a medida que fui creciendo, se convirti6 en la oraci6n o la proposici6n mas importante de mi vida, y fui concibiendola de diferentes maneras a medida que pasaban los dfas. Al principio me imaginaba, a traves de mis clases de geograffa, que el mundo tal vez cabfa en mi mano, y hasta una de las cosas que llegue a pensar con un poco de preocupaci6n (y esto solo cabe en la mente de un nifio ), era que el mundo al ser tan pe-qufio tal vez podfa perderse como se pierde una canica o un centavo.

"El mundo sf es pequefio", era la frase de Agustina, y ella lo deda con mas raz6n que nadie. Nuestra amiga relat6 esa misma . tarde que luego de mover cielos y montafias para recuperar el cuadro de su hijo, todo habfa resultado, en vano. Pas6 el tiempo y Agustina se resign6 totalmente a una vida sin su hijo, sin cuadro y sin suefios con mares. Y en esos dfas, en que todo habfa terminado, fue invitada a una cena benefica que ademas era una subasta. Cuando iban a subastar el Ultimo objeto que estaba cubierto por un lienzo, nadie querfa ofrecer nada. El publico mand6 a descubrir el objeto para ver hasta cuanto pocHan llegar sus ofrecimientos. Los organizadores accedieron y destaparon el objeto.

Yo era muy pequefio aun cuando oi el relato por primera vez, pero supe que habfa una posibilidad muy grande de que ese objeto fuera el cuadro perdido.

Efectivamente, al quitar el lienzo de arriba del objeto, Agustina se estremeci6 al ver el cuadro y sinti6 en un pequefio segundo que de nuevo volveda a vivir, a ver todo igual que

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antes, que ya no necesitaba suefios, mientras dormfa, para ser feliz. y yo comprendfa aun mas lo que era la peguefiez del mundo y por que Agustina deda aquello del mundo.

Desde aquel momenta yo empece aver en Agustina alga muy conocido, como una cosa totalmente transparente y gue no tiene secretos. Ya se hab fa atenuado mi busgueda en la persona de Agustina.

Luego del relato, todo el mundo qued6 sorprendido pero no porque todavfa no habfan aprendido que el mundo era pequefio (ellos lo comprendfan), sino porqu'e en realidad lo que le ocurri6 a Agustina era verdaderamente peculiar y especial.

En aquel gru po tan querido, Marfa y yo eramos los {micas que no tenfamos nada que con tar gue avalara el concepto de la pequefiez del mundo. Todos habfan hecho un relato acerca de ellos o ~e alguien en que las distancias del globo terraqueo hab ian quedado muy pequefias en comparaci6n con la casualidad, la coinddencia o el azar.

Ahora yo pienso en lo rapido que pas6 el tiempo sabre mi vida y aquella intensa busqueda que yo desarrollaba para encontrar aquella experiencia o vivencia del destino que me eligiera a m{ para demostrarme gue el mundo era pequefio.

Sf, yo podfa comprender 16gica y frfamente que el mundo era pequefio, pero eso no era alga para mf, no significaba nada en mi vida.

Yo pod fa deducir que a medida que pasaba el tiem po en mi vida, como sabre el mundo, este iba siendo cada vez mas pequefio para ml. Tanto comprendi'.a esto, que sabfa que mientras el tiempo pasaba por mi vida, yo aprendia mas, y por lo tanto, el mundo ya no era tan misterioso. Yo se por que llueve, por que las plantas son verdes, por gue el dfa, por que la noche. Mis conocimientos y mi madurez me ponfan al ritmo del mundo y su evoluci6n. Ademas el tiempo pasaba sabre el mundo. La ciencia y la tecnologia acortaban la distancia entre dos puntos con los avances en comunicaciones coma la radio, el telHono, los aviones supers6nicos, etc. Toda eso se mezclaba y . el mundo se iba hacienda mucho mas pequefio debajo de mis pies.

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Asf pas6 mi vida. Al llegar a los quince afios aproximadamente, otra idea me

empez6 a ocupar mi mente y esta vez no solo ella, sino tambien mi coraz6n. Practicamente estaba obsesionado con la idea de encontrar una mujer, una Eva perfecta, y hasta ese entonces no la habfa encontrado. En ese sentido el mundo no habfa sido pequefio para m1; al contrario, tal vez era mas grande de lo que era en verdad. Tal vez porno encontrar mi otro yo en el cuerpo de una mujer, yo no podfa aceptar la pequefiez del mundo, aunque yo comprendfa esto muy bien, pero vivencialmente no me hada sentir nada.

Paso el tiempo, deje de pensar en mi Eva no encontrada y hasta llegue a dudar de que el mundo fuera pequefio. Toda aquello qued6 sepultado como si enterraran un vivo; aquel pasado estaba latente en mf, aprisionado como un resorte que en cualquier momenta estallaria; pero, como quiera, y a estaba en el pasado.

Marfa sigui6 siendo muy bella y credo asi, nos seguimos tratando sin perder aquella relaci6n tan particular que habfa entre los dos.

Recuerdo que yo nunca le hable de amor, ni de establecer relaciones, y a pesar de que no habfa ninglin compromiso nos guardamos respeto mutuamente.

Los dfas pasaron y yo al fin le plantee a Marfa si querfa ser mi compafiera de toda la vida. Marfa y yo nos casamos. Una de esas tardes hogarefias, en que yo llegaba de un dfa de trabajo intenso en el hospital, Marfa me llam6 para darme una sorpresa. Me habia preparado de cena mi plato favorito, y me daba a cager el gusto de lo que cocinaba para mf, con su propia mano. Yo me quede paralizado coma aquella vez frente a la puerta de mi casa, cu an do la v1 llegar y pense que la his tori~ se repetfa. Sf, pense que se repeda aquella escena de comuni6n, de amor entre Maria y yo aquella tarde cuando eramos nifios y ella me daba a morder una cereza como si fuera Eva. lEva? jSf! jEso es! Eva, la he encontrado; Marfa era mi Eva, aquella mujer perfecta que yo habfa esperado, hasta habfa vivido con ella, era mi mujer y yo no lo h abfa descubierto.

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En ese hello momenta al fin se habfa consumado la frase mas importante de mi vida: "El mundo si es pequefio". Ahora sf lo comprend!a, lo vivia, lo senda en lo mas profundo de mi ser.

Despues de explicarle todo a Maria y decide que ella era mi yo hecho en carne de mujer, que era mi compafiera, nos recostamos juntas en un sofa que teniamos frente a un ventanal. AlH, e:a un tenue sopor, nuestras mentes se alejaron en nuestros pensamientos muy lejos de alli, y estallaron varios besos, mientras afuera empezaba allover fuertemente ya relampaguear.

A mi'. siempre me gustaron las lluvias y mientras mas fuertes mas me gustaban, pero aquel sentido de las cosas del mundo que yo tenia habia cambiado.

Ya la lluvia no era tan misteriosa coma parte en sf del mundo, para ml. Ya yo habia descubierto el mundo, ya no era el para m1, sino yo para el. Me sentia \'.encedor y tambien me send.a coma si hubiera cumplido con un gran deber. La lluvia ahora me hada sentir as!, un vencedori

En ese momenta la lluvia era coma un arma, un instrumento del mundo para detener el tiempo y asi'. nadie pudiera descifrar sus misterios y sus acertijos. La lluvia nos recoge en la paz del hogar y paraliza el tiempo, coma para que este no pasara y asi proteger el mundo. Lo {mico es que la lluvia para mi Fiabia llegado tarde, porque yo ya lo sabia todo.

No se si despues de la primera vez que supe y que vivf que el mundo era pequefio, llegara una segunda vez, pero la primera ya estaba ahi, a pesar de todo y de la lluvia.

Maria segufa acostada en mi pecho y yo la tenia a ella, y a mi nuevo conocimiento.

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