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LA PLAZA MAYOR DE SEGOVI A (APUNTES PARA UN RETRATO ) PO R JOSE MONTERO PADILL A Texto leído por su autor en el acto d e apertura del Curso 1970-71, en l a Academia de Historia y Arte de Sa n Quirce, el 6 de noviembre de 1970 . Cuando mis compañeros de esta Academia de Historia y Arte de San Quírce me indicaron que, de acuerdo con el turn o establecido, me correspondía este año la conferencia de apertur a de Curso, mi primera inquietud fue la de elección de terna . Entre los que consideré, uno se me impuso finalmente, y fue el de la Plaza Mayor de Segovia . Esta Plaza ofrece, sin duda , diversas posibilidades de enfoque y acercamiento y desde mu y distintos puntos de vista : histórico, urbanístico, literario, artís- tico . ., sin embargo—y aquí comienza mi declaración de propósi- tos—no he pretendido en ningún momento hacer un tratado o resumen histórico, ní una guía de arte, ni un comentario sobr e aspectos de urbanismo . . . aunque elementos de todo ello surja n o, al menos, queden sugeridos con frecuencia . Más bien he tra - tado de iniciar o insinuar, con toda sencillez, un retrato, o apuntes para un retrato, a través del tiempo, retrato subjetivo y cordial, de la Plaza Mayor de Segovia . Las plazas mayores «Las plazas mayores regulares—ha escrito Fernando Chue- ca—merecen una consideración especial en la historia de l urbanismo español . Sus precedentes se pierden en las innume- rables plazas medievales de espacio cerrado . Plazas catalana s y levantinas generalmente con soportales formados con arco s de piedra, tienen relación con las del otro lado de los Pirineos , -- 275

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LA PLAZA MAYOR DE SEGOVIA(APUNTES PARA UN RETRATO )

POR

JOSE MONTERO PADILLA

Texto leído por su autor en el acto deapertura del Curso 1970-71, en l aAcademia de Historia y Arte de Sa nQuirce, el 6 de noviembre de 1970 .

Cuando mis compañeros de esta Academia de Historia yArte de San Quírce me indicaron que, de acuerdo con el turn oestablecido, me correspondía este año la conferencia de apertur ade Curso, mi primera inquietud fue la de elección de terna.

Entre los que consideré, uno se me impuso finalmente, yfue el de la Plaza Mayor de Segovia . Esta Plaza ofrece, sin duda ,diversas posibilidades de enfoque y acercamiento y desde mu ydistintos puntos de vista : histórico, urbanístico, literario, artís-tico . ., sin embargo—y aquí comienza mi declaración de propósi-tos—no he pretendido en ningún momento hacer un tratado oresumen histórico, ní una guía de arte, ni un comentario sobr easpectos de urbanismo . . . aunque elementos de todo ello surja no, al menos, queden sugeridos con frecuencia. Más bien he tra -tado de iniciar o insinuar, con toda sencillez, un retrato, oapuntes para un retrato, a través del tiempo, retrato subjetivo ycordial, de la Plaza Mayor de Segovia .

Las plazas mayores

«Las plazas mayores regulares—ha escrito Fernando Chue-ca—merecen una consideración especial en la historia de lurbanismo español. Sus precedentes se pierden en las innume-rables plazas medievales de espacio cerrado. Plazas catalana sy levantinas generalmente con soportales formados con arco sde piedra, tienen relación con las del otro lado de los Pirineos ,

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con las bastidas francesas, con plazas como fa de Montauban(reconstruida el siglo xvii) . Las plazas castellanas sustituyen lo ssoportales pétreos por pórticos de pies derechos de madera ,generalmente rollizos que soportaban dinteles de madera» (1) .

La geografía española ofrece ilustres ejemplos de plaza smayores: en Valladolid—una de las más antiguas—, en Toledo ,en Madrid, en León, en Salamanca . . . y, junto a estos casos tanconocidos, las plazas mayores de las pequeñas localidades ,poseedoras de especial encanto, y que con tanta frecuenciahallamos en la provincia de Segovia: plazas mayores de Pedra -za, de Turégano, de Martín Muñoz de las Posadas, de Ayllón ,de Plaza. . . lugares de fiesta y de reunión y coloquio ciudadano sy donde, también, la vida se remansa y se hace familiar, íntima .

Y la Plaza Mayor de Segovia

Denominada en la actualidad Plaza de Franco, de l aConstitución en otros tiempos, de San Miguel antes aún, ysiempre, a partir del siglo xvi, Plaza Mayor o, simplemente, l aPlaza, como la llaman los habitantes de la ciudad, sin necesida dde mayores precisiones, señoreada por la sombra venerable d ela Catedral .

En esta gran plaza, abierta y espaciosa, en sus soportale sampliamente acogedores, se reúnen gentes de la más variacondición, charlan, comentan, critican a veces . . ., pasean, aunque ,en nuestros días, el paseo se haya disgregado por muy distinto slugares de la ciudad . . . y las idas, venidas, vueltas y revueltas ,marchas, retornos, de personas de toda edad y estado, dibuja nuna danza, entre rigodón y ye-yé, ya risueña, ya monótona.. .

Conversaciones apenas iniciadas o insinuadas, mirada sinconfesas—y traidoras o mártires palabras entreoídas ,ponen un fondo sonoro a este bullicio amable . . . :

-¿Sabes que .. . ?—Sí, ya me han dicho . . .—Por cierto, que he oído que . ..—Ahora—IPor fínl—parece que va de veras . ..

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—¿Te fijaste cómo se hizo la desentendida al pasar? . . .—Hoy, no han venido. . .

Palabras, palabras, palabras, y, en ocasiones, el silencio ,las miradas al pasar—esos ojos que buscan o que rehúyen— ,la expresión tan sólo, pero más elocuentes que cuanto se pudie-ra decir . . . apuntes de cuento con final feliz o de historia cómic ao—a veces—de dramas escondidos . . . nostalgias, insinuaciones ,recuerdos, como en el «Poema con tiempo», de Jaime Delgado :

« Voy por la calle . Veo gente, rostro so sombras de una edad antepasadadonde comienzo, tiempo paseadoentre una y otra esquina de la plaza ,reunido en la piel, en la sonrisa ,el niño de la mano, la palabra .

Piso el recuerdo, toco la memoriaen. la acera y la mano—ladiósl—alzada .

O en el titulado «Soportales de la Plaza», de Luis MartínMarcos :

«Vaivén de miradas viejas,bastidor de madrigales ,enredaderade suspiros y de risas ,mirador de novias . . .

Soportales de la plaza :clerical puente de piedrapara las horas de coroy las horas de novena .. .

Soportales de la plaza :buzón de las citas, rueca

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para hilar conversaciones ,telescopio de impaciencias ,almacén de los paraguas,papel secante de esperas .

Lugar donde los serenosmueren fusilando estrellas .

La Plaza Mayor de Segovia ha perdido, acaso, en nuestro sdías—¡como tantas otras cosasl—carácter, peculiaridad ; se hahecho menos provinciana y más turística ; y, probablemente, notiene el color y abigarramiento, propicios para una estamp acostumbrista, que debió de poseer en los primeros años del siglo .

Pero, hasta llegar a la configuración actual de la Plaza Ma-yor, hay una larga historia . Esa configuración tiene como pun-tos de referencia, fundamentalmente, la Catedral, la iglesia d eSan Miguel, el Ayuntamiento, empezado a construir a principio sdel siglo xvi por el arquitecto Pedro de Brizuela ; los diferente sfrentes de casas, el Teatro Juan Bravo y los soportales .

El espacio abierto de la Plaza Mayor surge de la unión d ela antigua plaza de San Miguel con las plazuelas que se llama -ron del Caño y de la Panadería . Esa unión la originó inicial-mente el derrumbamiento, en el año 1532, de la primitiva iglesi ade San Miguel, derrumbamiento que fue aprovechado paraampliar entonces la Plaza, reconstruyendo la iglesia en el luga rdonde hoy la contemplamos . «En 26 de febrero del año siguien-te, 1532—relata Colmenares—, lunes de la semana de Cuaresma ,se hundió el templo de San Miguel de nuestra ciudad, al ano-checer, estando mucha gente en la salve : pero con las señalesde la ruina se salvó toda, sino un muchacho que después halla -ron muerto con una aceitera en la mano . Estaba este templo e nmedio de la plaza, nombrada por eso de San Miguel: compró laciudad el sitio a la parroquia para ensanchar la plaza, que des -de entonces se nombra Plaza Mayor» (4) .

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La Iglesia de San Miguel

Pocos lugares tan cargados de sugestión y resonancia his-tóricas como éste . Ya antes de penetrar en la iglesia, una senci-lla y algo borrosa lápida recuerda, en la fachada principal, l aproclamación de Isabel I como Reina de Castilla .

Se encontraba entonces situada la iglesia—la primitiva ,claro es—en el centro, aproximadamente de lo que hoy llama-mos Plaza Mayor. La escena de la coronación ha sido relatad amúltiples veces . El escribano Pedro García de la Torre, testig opresencial del acto, da puntual referencia sobre él en un intere-santísimo y extenso documento publicado, hace años, po rMariano Grau (5) .

Según García de la Torre, la proclamación se Ilevó a caboel martes y 13—buena advertencia, sin duda, para los supersticio -sos—dei año 1474, en un cadalso o tablado que se instaló « en—escribe—el portal de la iglesia de San Miguel», o sea, en e latrio. Por tanto, hacía el centro actual de la Plaza Mayor ha yque situar, aproximadamente, el lugar donde fue proclamada l aprincesa Isabel como Reina de Castilla .

Ya en el interior del templo actual, encontramos, en la segun -da capilla de la derecha, el sepulcro de Andrés Laguna, el insignemédico segoviano del siglo xvI, citado por Cervantes enEl Quijote y personaje de un romance del duque de Rivas . Enesa misma capilla, la presencia de una pila bautismal aproxim alos dos extremos de la existencia humana .

Viajó Laguna por casi toda Europa—el fue uno de esos es-pañoles universales que han llevado el nombre de su patria po rel mundo entero—y estuvo cerca de muchos de los más famoso spersonajes de aquel tiempo . Fue médico de papas y del Empe-rador Carlos V. Asistió en su última enfermedad—inútil en estecaso su ciencia—a la Emperatriz Isabel, la que nos mira, perpe-tuamente hermosa desde el retrato de Tiziano, ese retrato que e lEmperador Carlos contemplaba, cada atardecer, en su retiro d eYuste, mientras sus dedos acariciaban dos esmeraldas quehabían pertenecido a la Emperatriz y que acaso le traían el re -cuerdo de los ojos—«Vivas esmeraldas»—de la mujer que, par a

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muchos, fue la más bella de su tiempo, la que determinó a lduque de Gandía, impresionado por la contemplación de s ucadáver presa de gusanos, a entrar en religión («no más servi ra señor que puede morir») .

Fantasmas históricos que renacen unidos a la evocación deAndrés Laguna, definitivamente inmóvil en su último descanso ,en una capilla de la iglesia segoviana de San Miguel .

En esta iglesia se reunió, largo tiempo, el Concejo de l aCiudad—no existía aún la Casa Consistorial—=a campana tañi -da», para tratar del gobierno de la Ciudad. Aquí comenzó ellinchamiento de Rodrigo de Tordesíllas . Aquí celebraron Junta slas Comunidades en los años 1520 y 1521 . . .

A la sombra de los muros de San Miguel cabe recorda rmucha de la más noble, más insigne, más entrañable, má spatética—también—historia segoviana . ..

Como cuando un pregonero, llamado Alonso Gómez, voceó ,junto al álamo que se erguía en la Plaza, inmediato a San Mi-guel, la protesta del pueblo segovíano ante los Reyes Católicos ,por las donaciones que éstos habían hecho a los marqueses d eMoya con atropello de los derechos de la Ciudad, y las madre sabofetearon a sus hijos para que éstos nunca olvidasen la amar -gura de Segovia en aquellos momentos. . . (6) .

Desfile de personajes en la Plaza Mayo r

Son muchos los grandes personajes que han pasado, a tra -vés de los siglos, por esta Plaza Mayor . En ella vagan acaso sussombras ilustres . Recordemos ahora tan sólo la venida, en 1527 ,de la Emperatriz Isabel, en cuyo séquito acaso figurase IsabelFreire, la dama portuguesa que inspiró a Garcilaso algunos d esus más bellos versos de amor :

«No me podrán quitar el dolorid osentir, sí ya del todoprimero no me quitan el sentido . »

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.Evoquemos aún la entrada triunfal de Ana de Austria a lllegar para su boda con Felipe II, en el Alcázar segoviano .

La Catedral

Al lado de poniente de la Plaza, cerrándola, se alza l aCatedral . Esta Catedral, grandiosa y frágil a la vez, que ha sid ollamada, por su femenina delicadeza, Dama de las Catedra l es» .

Contemplémosla despaciosamente desde la Plaza, observe-mos cómo cambia conforme avanza el día, según se aproxim ala noche, como varía con los distintos colores que traen la shoras en su paso: pardo, amarillo, dorado, gris, rosa, rojizo ,violeta, morado . . . y cómo sus torres, orgullosamente altiva sbajo el sol, se transforman al atardecer, en la noche, hasta se-mejar graves, ensimismados, místicos cipreses, ya no fantasmaromántico sino recta geometría empinada hacia el cielo .

El elogio de este templo se ha reiterado desde antiguo . YaJerónimo de Alcalá, en su novela Alonso, mozo de mucho samos, lo consideró «otro segundo Escorial en su fábrica» . Unaatractiva antología literaria cabría formar con los textos—des-cripciones, comentarlos, alabanzas, simbólicas interpretacio-nes—que sobre ella se han escrito . «Piedra de fe» la considera ,en un delicado soneto, Rafael Matesanz ; y el marqués de Lozo-ya la concibe, en su novela El Regidor, como un símbolo defervores y tensiones espirituales; el perfil—característico, incon-fundible—de su torre, sugiere ágiles metáforas : palo mayor de lbarco que es la Ciudad, chopo, ciprés . . . Una Catedral «de gre-guerías» es creada por Ramón Gómez de la Serna . . . Descripcio-nes certeras, minuciosas, realiza «Azorín», quien sabe captar l adiversidad colorista de las piedras sagradas . Y no falta, incluso,la visión anecdótica y bienhumorada, jocosa, como en algú npoema de José Rodao .

Esta Catedral—eruditamente estudiada, desde diferente spuntos de vista, por mis compañeros de Academia, HilarloSanz (7), Manuela Villalpando (8) y Juan de Vera (9)—se co-menzó a construir en el siglo xvt, el 8 de junio de 1525, exacta-mente. Su emplazamiento supuso una de las claves esenciale s

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para la caracterización de la Ciudad y de la Plaza Mayor. Yaantes se había tenido la idea de edificar en ese lugar. El reyEnrique IV, de tanta significación en la historia segoviana ,pensó en levantar una Catedral en «La placa de Sant Migue lporque fuese muy suntuosa y estoviese en más eminent elugar (10) .

Sin embargo, diversas razones, ya detalladas por los estu-diosos del tema (11), impedirían que ese proyecto enriqueflo s econvirtiese en realidad, hasta que la destrucción de la Catedra lvieja, situada en la explanada que se extiende hoy delante delAlcázar, cuando la guerra de las Comunidades, obligó a replan-tear la necesidad de una Catedral nueva .

En la fecha ya citada del 8 de junio de 1525, se colocó l aprimera piedra del edificio, por el obispo de la ciudad, don Die-go de Rivera, quien, con ese motivo, concedió perdón «A todoslos que avían delinquido en el derribo de la otra Iglesia y abso-lución de todas las censuras e sacrilegios que en ello se oviesencometido» (12) .

Segovia entera aportaría su mejor esfuerzo a la construc-ción de la nueva Catedral . «Esta fue—ha escrito el Marqués d eLozoya—la última empresa de la vieja Segovia, que resumió e nella todas sus energías y compendió todas sus grandezas . Lamole bien labrada de exótica mazonería, se yergue sobre el ca-serío mudéjar y es como la áurea cumbre del peñón histórico .

«A su amparo duerme la ciudad, como descansando d eaquel gran esfuerzo, que ya nunca ha de superar, y en el cualse complace todavía» (13) .

Acerca de esta entrañable participación, abnegada y entu-siasta, del pueblo de Segovia en la construcción, posee profun-do sentido y certera expresividad el texto siguiente, debido a u nolvidado escritor, Ramón Jaén :

«La Catedral de Segovia es joven aún : es la última que s eerigió en tierras de Castilla ; pero es sin duda la más castiza ; losGil de Hontañón intentaron dejar indeleble en ella el sentir dela tierra, combinando la grandeza con la austeridad . En estaCatedral, el devoto no tiene ocasión de distraer su espíritu co nampulosidades artísticas ni en primorosos ensueños tallados enpiedra. En ella parece todo subordinado a una idea que ha que -

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ríele volar, dejando las ligaduras terrenales . Como en el paisaje ,es la línea severa, recta sin vacilaciones, que sube a lo alto si nentretenerse en los bellos juegos góticos . Gentil torre la suya ,rebajada hoy, pero soberbia, reinando en la ciudad . Felizmente ,los arquitectos realizaron sus ideales contando con lo que enEspaña ha integrado todo el arte : el sentimiento popular . Cons-tructores también estos arquitectos de la salamanquina, a la sdos han identificado con el suelo donde han de vivir : aquélla ,en la región de la tierra dorada y de los risueños sotos del Tor-mes; a ésta, en la serenidad de la meseta . No en balde fue aqu ítan profundo el sentir de las gentes, que ofrecieron no sólo s udinero, sino su corazón . La iglesia es del pueblo, dijeron en unafecha memorable y del pueblo ha sido . En los días cuando seemprendieron las obras de la edificación, se esperaban las fies-tas con ansia, porque en ellas, oficiales, maestros, gente princi-pal, hombres y mujeres, corrían a los bosques de Valsaín a traermaderas, los labriegos enguirnaldaban sus yuntas, como parauna fiesta geórgica, y al paso tardo de los bueyes acarreaban d elas vecinas canteras de Revenga o la Madrona, cuanta piedr aera posible. Todo el pueblo « para muestra del contento y goz ocon que acudían a semejante trabajo (que lo era grande), lleva-ban las angarillas adornadas y cubiertas de seda» . Tal refiere e lpícaro Alonso, testigo de los hechos e hijo de Segovia, como s ucompinche Pablillos . Así, esta Catedral es pura expresión popu-lar en que las almas de los artistas y la del pueblo, fundidas a lmismo fuego, lograron dar justa medida del genio de la tierra .Todos pusieron su esfuerzo o su afán en esta obra del santuario :la más noble en la empresa, porque no sería hija del tempera -mento de un hombre a quien se confiaba el propósito, sino de lamor de la villa entera, que, sin saberlo, pretendía sobrevivirse .En la gran plazuela frontera a la puerta mayor, centenares d elosas sepulcrales separadas por el cesped, dicen los nombres d eotros tantos linajes humildes o nobles, pero que fueron, com oestuvieron en vida, a reposar unidos» (14) .

Treinta y tres años más tarde, el 15 de agosto de 1558, en -traba el Santísimo en la Catedral y se iniciaba el culto . Las fies-tas y regocijos por ello alcanzaron esplendor máximo. Fueentonces cuando vino a Segovia, Lope de Rueda (15), y en tal

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ocasión, probablemente, le vió representar Cervantes, quienescribirá :

«Yo dije que me acordaba de haber visto representar a lgran Lope de Rueda, varón insigne en la representación yel entendimiento» .

Largo tiempo después, en 1768, se consagrará solemnemen-te la Catedral .

Y ésta, eje máximo, a través de los siglos, de la fe religiosade Segovia, ampara, día tras día, a nuestra Plaza Mayor, un aplaza que parece aniñarse bajo la sombra tutelar de la torre—gran árbol místico—del templo .

Autos sacramentales en la Plaza Mayor

Durante largo tiempo, la Plaza Mayor fue escenario, en l afestividad del Corpus, de Autos sacramentales . En medio de l aPlaza se alzaba, por cuenta del Ayuntamiento, un tablado, don-de, una vez concluido el desfile procesional, comenzaban las re -presentaciones . Todo el pueblo—«ayuntamiento de los mayore set de los menores», según la definición del Rey Sabio—se con-gregaba allí : los grandes señores, la gente humilde, los niños ,los ancianos, la gente moza,los doctos,los analfabetos . . . personasde toda condición y procedencia que veían entonces ocasión par aexteriorizar su fundamental sentimiento religioso y aun teológi-co, porque como afirmó Menéndez Pelayo, «el carácter que des -de luego salta a la vista de aquella sociedad española de lsiglo xvi, continuada en el siglo xvn ( . . .j, la nota fundamental ycaracterística es el fervor religioso que se sobrepone al senti-miento del honor, al sentimiento monárquico y a todos los qu eimpropiamente se han tenido por fundamentales y primeros :Ante todo, la España del siglo xvi es un pueblo católico; másdiremos, un pueblo de teólogos» .

En los días de representación, toda la plaza se transforma-ba en un gran teatro, multiforme, abigarrado y colorista, en e lque los balcones y ventanas—alquilados a diversidad de pre-cios—constituían otras tantas localidades .

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Los teatrosEl primer cine

En la actualidad, uno de los perfiles característicos de laPlaza Mayor lo proporciona el Teatro Juan Bravo . Su existenciacomienza el 26 de octubre de 1918, con el estreno de La Alcal-desa de Hontanares por la compañía de una destacada actriz ,Ana Adamuz. El local llega hasta nuestros días, con diversidadde usos—teatro, cinematógrafo, sala de conciertos, de conferen-cias—, de todos conocida . Resulta curioso saber que desde suescenario habló, en 1922, don Miguel de Unamuno . El goberna-dor civil de la provincia en aquel entonces, don Juan Díaz-Ca-neja, como no juzgó oportuno acudir a la conferencia, pero, ala vez, no quería dejar de escucharla, la oyó entre bastidores (16).

Antes del Teatro Juan Bravo, sobre su mismo solar, existió ,desde 1883 hasta 1892, otro que recibió el nombre de La Zar-zuela . A éste sucedió todavía el Reina Victoria .

En un café de los soportales hubo asimismo un pequeñoescenario al que se denominó Teatro Manzanares, por el nom-bre del dueño del local.

El primer ensayo cinematográfico presenciado en Segovi afue, según Mariano Grau—buen conocedor de estos temas—, .akinematógrafo, fotografías animadas», dado a conocer en e lTeatro Principal, muy próximo a la Plaza Mayor (17) .

Sin embargo, según afirma Carlos Martín en su curios olibrito Crónicas del Segovia viejo, el primer cinematógrafo d eSegovia estuvo en la Plaza Mayor, junto a las verjas de la Ca-tedral y la calle de San Frutos . «Era un barracón—relata—d ebastante capacidad, donde se exhibían algunas películas ino-centes, pero otras—afirma—demasiado subidas de color . En lo sentreactos—añade—actuaba «La mariposa fantástica», una lin-da muchacha envuelta en capa de armiño que agradaba a l agente con sus bailes voluptuosos» (18) . ¿Cómo serían, nos pre-guntamos, aquellas películas demasiado subidas de color yaquellas danzas a las que el cronista califica de voluptuosas?

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Corridas de toro sy otras fiestas en la Plaza Mayo r

En muchas ocasiones, una vez realizado el ensanchamientode la plaza de San Miguel, quedó convertida ésta, de maner atemporal, en coso taurino; normalmente, en los días de San Jua ny de Santiago, aunque con frecuencia aumentase el número d ecorridas celebradas cada año .

Convenientemente cerradas las bocacalles de la Plaza, s einstalaban tablados para los espectadores, los cuales podía nsituarse también en ventanas y balcones, al igual que en las re -presentaciones de Autos sacramentales . Los toros eran encerra-dos antes de la corrida en una calle que, por eso precisamente ,se llamó del Toril, hoy de San Frutos . Se toreaba a pie y a ca-ballo. Para herir y matar al toro se utilizaba profusión dearmas: banderillas, garrochas, rejones, lanzas .. . Mariano Grau(19), que ha exhumado curiosos documentos al respecto, indicaque en cada corrida se venía a utilizar unas veinte lanzas y una smil garrochas . . . ¡Cuántas veces se harían realidad los versos deRafael Morales en su poema «Agonía del toro»! :

«Tú ves cerca de tí a quien te ha herid oy tiendes tu mirada sosegad asin comprender ¡Oh, torol cómo ha sido . »

Gran parte de las fiestas celebradas en la ciudad han teni-do como fondo la Plaza Mayor: en ella danzas, representacio-nes teatrales, fuegos de artificio, cañas, desfiles de gigantones ,puestos, noria, barracas, tío-vivos para los juegos infantiles . . .

Emocionante fue sin duda la travesía de la Plaza por lo saires, sobre un alambre extendido desde un balcón de la fond a«La Burgalesa» (instalada en un piso del edificio donde hoy seencuentra el Banco Español de Crédito) hasta las torres de lAyuntamiento, con una carretilla como balancín, que realizó unequilibrista varias veces (20) .

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El mercado de los jueves .

LA PLAZA MAYOR DE SEGOVIA

El mercado de los jueves

Un escritor, apenas citado hoy, León Roch, afirma en sulibro Vistas de Segovia, publicado en 1921 :

«La Plaza Mayor ofrece los días de mercado un cuadro pin-toresco y alegre, todo luz y color, digno del pincel de un Zuloag a[. . .] . El coro vocinglero de vendedores nos aturde con su pinto-resca algarabía . . . La gente brujulea por entre los tenderetes de lmercado como un hormiguero, buscando sus provisiones . .. Nopuede imaginarse cuadro más luminoso, ni más animado, ni má srico en color y simpatía ; la pluma no puede sustituir al pince len la descripción, ya que el principal encanto está en la magi adel color y de la luz» (21).

Abundante diversidad de cuadros y fotografías da testimo-nio gráfico de la gracia vitalísima y animada del mercado de lo sjueves. Porque este mercado, desaparecido de la Plaza hace y amuchos años, constituyó en ella, durante siglos, una estamp aruidosa, colorista, plena de sabor pintoresco . De su antigüeda dda idea el hecho de que existía ya en 1448, fecha en la que e lentonces príncipe de Asturias, luego Enrique IV de Castilla ,otorga un privilegio en el que, entre otras cosas, dice :

s .. . es mi merced quel mercado que sea acostumbrado hast aaquí y se acostumbra facer en la Plaza de San Myguel de la di -cha my ciudad e de los ganados en el mercado del arrabal de l adicha ciudad en cada juebes de cada semana, que de oy dia dela data desta mi carta en adelante sean francos de alcabalas, eportazgos, emynas e todos otros derechos . . .» (22) .

Expresiva descripción de lo que era este mercado a princi-pios de siglo, ofrece Carlos Martín en sus Crónicas del Segoviaviejo:

«El mercado comenzaba muy de mañana . Los hortelanosde San Lorenzo y San Marcos tomaban posiciones en la part enorte de lo que ahora es elipse de la Plaza Mayor . Por las cues-tas que dan acceso a la ciudad veíamos subir las cargas de hor-talizas sobre las cuales llevaban el tenderete que levantaba npara librarse de las inclemencias del tiempo . Los puestos era nservidos por las mujeres, que en la época de frío tenían a lo s

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pies un hornillo con carbón y en verano burlaban los rayos d esol con grandes paraguas color marrón, circundados por visto-sa cenefa azulada .

«Alrededor del quiosco de la música, instalado en 1896, sesituaban los vendedores de jarros de hojalata, aceiteras, sarte-nes, cazos, etc . Frente a lo que fue fonda de «La Burgalesa» ,estaban los queseros de Portillo, hueveros, polleros e industria ssimilares. En la entrada de la calle del Toril (hoy de San Fru-tos), se levantaban los puestos de pescados y escabeches, la smorcilleras y tocineros . Junto al Mesón Grande, los vendedoresde tomates, pimientos y pepinos de Martín Muñoz y Juarros, lo spatateros y cebolleros de Caballar, los uveros de Cebreros yHoyo de Pinares, los de judías de La Granja y los de sandías ymelones de la tierra ; y ante la fachada del Ayuntamiento los gar-banceros de Valverde y los vendedores de pimentón para la smatanzas .

«Los pañeros y chocolateros de Bernardos, con sus típica smantas, que transportaban a lomos de soberbias cabalgaduras ,tenían su sitio predilecto en los soportales de la Plaza Mayor,frente a lo que hoy es Hotel Victoria, y a su lado los zapaterosde Peñafiel, especializados en el calzado tosco y fuerte, que noperdían un mercado . El resto de los soportales y la acera de lo sarcos sin cubrir frente al Mesón, como asimismo del Café Mon-tañés, lo tornaban por asalto baratijos y quincalleros de Madri dy Segovia, haciendo casi imposible el tránsito por aquello slugares .

«El furor del mercado era en las últimas horas de la mañan ay servía para muchos de alegre distracción ír a contemplar a la smujeres de todas clases sociales, ataviadas como en día de fies-ta, unas acompañadas de sus correspondientes sirvientas yotras portando la imprescindible cesta, que en aquellos tiempo s—¿oh qué tiempos!—se colmaba por medio duro» (23) .

De la importancia que tuvo el mercado da idea también u ncurioso libro, anónimo, publicado en 1849, Recuerdos de unviaje por España, en el que se llega a afirmar: « . . .lo que más tie-ne que ver en Segovia [ . . .1 es un día de mercado» (24) .

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Mesones, cafés

Si no con la proliferación actual, la Plaza Mayor ha sid osiempre lugar propicio para la existencia de mesones, cafés ,restoranes y otros establecimientos de análogo carácter . Balta-sar del Alcázar tenía, sin duda, razón :

«Si es o no invención moderna ,vive Dios, que no lo sé ,pero delicada fuela invención de la taberna . »

Una Guía y Plano de Segovia, del año 1906, presenta lo ssiguientes datos :

Fondas y Paradores

«La Burgalesa», Plaza Mayor, 31, segundo y tercer piso .Viajeros de buena sociedad . Servicio de carruajes .

Restaurants

Fondas mencionadas .Café del Montañés, Plaza Mayor, 31 .

Fiambres

«La Suiza» . Confitería y repostería, Plaza Mayor, 42 (25) .

Muchos más, sin duda, eran los que abrían sus puerta sal cliente .

Famoso fue el Mesón Grande, situado donde hoy s eencuentra el Teatro Juan Bravo y al que hace referencia, en 1849 ,el siguiente texto:

« . . . nos alojamos en un mesón de la plaza, que Sandía no saseguró que era el mejor, y aunque indudablemente nuestro ca-lesero dijo en esto la verdad, declaro aquí, que la tal posada e suna de las peores, entre las muchísimas detestables de que abun-da nuestra España. Mala habitación, pésima cena, infame s

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camas, y luego tal abundancia de asquerosos huéspedes enellas, que tuvimos que adoptar el partido de pasar la noche ves-tidos en una silla» (26) .

No debía de exagerar demasiado el anónimo autor de tale safirmaciones, ya que también el pintor—y escritor a veces—Jos éGutiérrez Solana, nos dice, en su libro La España negra : «enestas fondas y casas de la plaza, aunque estén sus comedores yalcobas empapelados siete veces con papeles gruesos de ramos ,tienen la ventaja que por el mucho frío que hace en el inviern oen Segovia, las chinches en verano, aunque estén hambrientas ,saldrán sin fuerza» (27) .

Algunos de los bares o cafés existentes hoy (como «Jua nBravo» o «La Suiza», por ejemplo), pertenecen ya a la pequeñ ahistoria de la Plaza Mayor. Los cambios y remozamientos d esus fisonomías, impuestos por el paso de los años, no nos hacenolvidar que en ellos—reuniones, tertulias, grupos de amigos—se ha comentado mucho del acontecer ciudadano de cada día .La tendencia, tan frecuente entre nosotros, al despilfarro verbal ,al coloquial juego y alarde de ingenio, ha encontrado ambient epropicio en algunos de esos viejos cafés, que para el observa-dor atento pueden alcanzar el encanto de una pieza de museo .

Adiós, «Canelo»

Así se titulaba un artículo, un bello artículo, publicado hac ealgunos años en «El Adelantado de Segovia» en su sección«Crónica de la Ciudad» .

«Canelo» era un perro, uno de esos perros vagabundos que ,con tanta frecuencia, nos muestran su ocio desamparado . Elllegó a ser personaje conocido y habitual de la Plaza . Iba y ve-nía por delante de los cafés y restaurantes a la espera, con pa-ciente, correcta perseverancia, de algún resto de comida . Parecíaintuir con rara astucia a los turistas extranjeros . Sus actuacione shacían pensar en un pícaro con buen corazón, en un filósofo aras del suelo. Su alegría dócil, su mirada humilde y afable a untiempo, su rabo =riente, le hi7n ser queriâo de m_chos .

Un día, «Canelo» desaparccic, víctima de la crueldad cobar-

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LA PLAZA MAYOR DE SEGOVIA

de de unos gamberros . El suceso encontró su epitafio en es eartículo de «El Adelantado de Segovia», también en alguno sdespachos de Agencia aparecidos en la Prensa nacional .

Permítanme ustedes que, desde la rinconada de estas pala-bras dedique mi recuerdo a «Canelo», a su corta y trist ehistoria .

Vivir es ver volver

«Vivir es ver volver», afirmó «Azorín», en páginas ya inmor-tales, corrigiendo al poeta Campoamor, para quien vivir era«ver pasar» . El transcurrir de la vida en la Plaza Mayor ha se-mejado, durante largos años de nuestro siglo, una aseveraciónde la idea azoriniana : una vida en la que todo, o casi todo, s ereiteraba con monótona uniformidad sobre el fondo o escenari ode unos soportales, de unas acacias, del quiosco de la música ,de los cafés, de los casinos y los círculos, de las aceras para e lpaseo, de los miradores—nunca con tanta propiedad llamado sasí— . . . Todo un inundo, superficialmente cursi para algunos ,tedioso quizá en ocasiones, siempre entrañable . Tal vez sobreesta base se ha acuñado un cierto valor de la palabra «provin-ciano», con su carga de sueños, acaso nunca confesados, acuestas. El poema «Un niño provinciano», de Agustín de Foxá ,recoje y expresa mucha de esta temática que en nuestros día sempieza a ser un recuerdo tan sólo, añorante recuerdo tal vez :

«Un niño provinciano de familia modesta .Aulas del Instituto, charlas del profesor .Los jueves un mal cine, y los días de fiesta ,banda del Regimiento en la Plaza Mayor .

Un preludio de novia en las tardes lluviosas ,y en la casa de enfrente, mirador de cristal ,mientras ríen las gárgolas, y relucen las losas ,y las viejas marchitas van a la Catedral .

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JOSE MONTERO PADILLA

Album de terciopelo azul ; fotografía sdel abuelo o de la abuela, sobre un turbio telónde Venecias o lagos, mientras hablan las tía sdel manto de la Virgen para la procesión .

Paseos familiares por la muralla nueva .Gris la ciudad y el campo, donde labrando están .Gris el tren que en la lluvia su corazón se lleva ,y grises los consejos que da el señor deán .

Adolescencia casta; en el cine han cortad oa todas las películas las escenas de amor .Anocheceres largos y se duerme arropad oen bronce de campanas y ruidos de reloj .

Y, sin embargo, tiene un alma de poeta ,hambrienta de horizontes y de islas de cristal .Las acacias marchitas de la plazuela quieta ,cuando el sol que declina dora la Catedral .

Le han visto sobre el bello atlas de Geografí asu dedo azul de mares mil rutas recorrer .Por los mapas extraños, capitán-fantasía ,Robinsón de esa nube rosa de atardecer .

Yo sé tu sueño estéril ; después de algunos año ste vencerá el gris triste de esa vieja ciudad .Y morirás sin sueños, envuelto en desengaños ,y dejarás un hijo, un hijo que será . . .

Un niño provinciano, de familia modesta .Aulas del Instituto, charlas del profesor ;los jueves un mal cine, y los días de fiesta ,banda del Regimiento en la Plaza Mayor» .

Las campanas

Campanas de la Catedral, de San Miguel, de las iglesia scercanas—La Trinidad, San Andrés . . .— . . . Ellas presiden yacompasan, con su sonido, la vida de la Plaza Mayor de Sego -

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LA PLAZA MAT'OR DE SEGOVI A

vía. Los hombres desaparecen ; cambian los edificios, se trans-forman; mueren todas las cosas, heridas por el transcurso ine-xorable del tiempo. Sólo permanece, Inmutable, el sonido de la scampanas . Es como si ellas mismas fuesen el tiempo y su me-dida. Risueñas y frágiles unas veces, como muchachas en pri-mavera; graves, solemnes, pausadas, cuando la ocasión lo re -quiere ; arrebatadas o plácidas, fugaces pero eternas, persevera ndesde siempre, son lo único inalterable en la fugacidad de tod olo humano . En ellas se une el pasado con el presente y podemo sintuir el futuro .

Las campanas dicen en la Plaza Mayor, para quien sab eescucharlas, la más hermosa sinfonía . Suenan ya, parecen tem-blar en el aire, se funden—mágico prodigio—con la luz de Se-govia, y, entonces, es como sí todas las campanas hablaran e nla luz, y ésta, a su vez, fuese también sonido, y—en la luz, en e laire—semejan iniciar un vuelo ; y se alzan, más allá de los edifi-cios que contornean la plaza, más allá, van hacia donde la ar-quitectura y la tierra desaparecen para transmutarse en cielo ,más lejos aún, más alto, como un latido definitivamente eterno .

Sé, señores académicos, señoras y señores, que he abusadocon exceso de su tiempo . Sé, también, que este recorrido por l aPlaza Mayor apenas si ha dado principio . Ojalá que a él le su-ceda como a los amores auténticos, que tienen siempre un des-pués. Esta noche me sentiría satisfecho si hubiese acertado ,sencillamente, humildemente, a ser cronista de algunos recuer-dos, sí hubiera sabido dar fe de algunas nostalgias .

NOTAS

(1) Fernando Chueca Coila : Breve historia del urbanismo. AlianzaEditorial, s . a . Madrid, 1968, págs . 122-24.

(2) Revista «Manantial», Pliego Literario de ESTUDIOS SEGOVIANOS ,núm . 14, 1963.

(3) Poema publicado en «El Adelantado de Segovia», en febrero de 1930.(4) Colmenares, Diego de : Historia de la Ciudad de Segovia . Segovia,

1921, t. 1II, capít . XXXIX, pág.29.

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TOSE MONTERO PADILLA

(5) Mariano Grau : Polvo de Archivos. Primera serie . Segovia, 1951, pá-gina 13 y sigs.

(6) Vid . Mariano Grau : Polvo de Archivos . Primera serie. Edic . cit., pá-gina 145 y sigs.

(7) Bosquejo histórico de dos Catedrales, en ESTUDIOS SEGOVIANOS ,t. XIX, págs . 161-204 .

(8) Orígenes y construcción de la Catedral de Segovia, en E . S ., t . XIV,págs. 391-408 .

(9) Aportaciones al estudio de nuestra Catedral, en E. S ., t. XV, página s133-258.

(10) Vid . Hilarlo Sanz y Sanz : Op. cit., pág . 194 .(1 :.) Hílario Sanz y Sanz: Ibídem; vid ., asimismo, Manuela Villalpando :

Noticia sobre casas que se derribaron para construir la Catedral, en E. S . ,t . XX, pág. 183.

(12) Hilarlo Sanz y Sanz : Ibídem .(13) Marqués de Lozoya : El Regidor . Novela de tierras de Segovia .

Madrid, s . a ., pág . 291 .(14) Ramón Jaén: Guía sentimental de España . Segovia. Artículo en l a

Revista «Arquitectura», Madrid, mayo de 1919 ; reproducido en E. S ., t . XVII,págs . 396-97 .

(15) Vid . Colmenares, Diego de: Historia dala Ciudad de Segovia . Sego-via, 1921, t . III, cap . XLI, pág. 109.

(16) Vid . Mariano Quintanilla : Segovia y la generación del 98, en E . S . ,t. XVII, pág. 126.

(17) Vid . Mariano Grau : El teatro en Segovia, en E . S., t . X, págs . 5-98 .(18) Carlos Martín Crespo : Crónicas del Segovia viejo . Segovia, 1952, pá-

gina 142. Sobre estos temas, en general, nos remitimos al trabajo, ya citado ,de M. Grau : El teatro en Segovia . . . Vid., asimismo, Luis Larios : Calderón dela Barca y las fiestas de la Fuencisla en 1662, en E. S ., t. XXII, págs . 55-60 .

(19) Vid . Mariano Grau: Polvo de Archivos . Segunda serie. Segovia, 1967 ,págs . 81-85.

(20) Carlos Martín: Crónicas del Segovia viejo, edíc . cit ., pág . 142 .(21) León Roch : Vistas de Segovia (apuntes e impresiones de viaje) . Ma-

drid, 1921, pág . 13 .(22) Mariano Grau : Polvo de Archivos. Primera serie, edic. cit, pág . 34.(23) Carlos Martín : Crónicas del Segovia viejo, edic. cit ., págs. 32-33 .(24) Recuerdos de un viaje por España . Primera y segunda parte. Casti-

lla, León, Oviedo, Provincias vascongadas, Asturias . Madrid, 1849 . Estable -cimiento tipográfico de Mellado, calle de Santa Teresa, 8 . Pág . 98 .

(25) Félix Gila y Fidalgo : Guía y plano de Segovia . Segovia, 1906, pági -nas X1-XII . Cfr. Carlos Martín: Crónicas del Segovia viejo, edic . cit., pág. 84.

(26) Recuerdos de un viaje por España ..., edic . cit ., págs. 97-98.(27) José Gutiérrez Solana : Obra literaria . Taurus, Madrid, 1961, pág . 369.

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