La Oracion

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La oracion

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  • Autor de Gracia divina vs. condena humana

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  • Contenido

    PRIMERA PARTE

    En la compaa de Dios

    1. Nuestro anhelo ms profundo 11

    2. Una mirada desde lo alto 19

    3. Tal como somos 33

    4. El Dios que es 50

    5. Reunidos 63

    SEGUNDA PARTE

    Aclaremos los misterios

    6. Por qu orar? 81

    7. Una pelea cuerpo a cuerpo 99

    8. La alianza 113

    9. Sirve de algo? 129

    10. Cambia la oracin a Dios? 147

    11. Pidan, busquen, llamen 163

    TERCERA PARTE

    El lenguaje de la oracin

    12. Anhelo de fluidez 179

    13. Gramtica de la oracin 194

    14. Sin saber qu decir 210

    15. El sonido del silencio 226

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  • CUARTA PARTE

    Los dilemas de la oracin

    16. Las oraciones no contestadas: De quin es la culpa? 245

    17. Las oraciones no contestadas: Vivir con el misterio 265

    18. La oracin y la sanidad fsica 284

    19. Por qu cosas orar 306

    QUINTA PARTE

    La prctica de la oracin

    20. La oracin y yo 327

    21. La oracin y los dems 345

    22. La oracin y Dios 359

    Eplogo 377

    Recursos sobre la oracin 387

    Agradecimientos 391

    Fuentes 393

    Crditos 411

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  • PRIMERA PARTE

    En la compaa de Dios

    RLa oracin existe; no hay duda al respecto.

    Es la respuesta peculiarmente humana a este interminable misterio de bendicin y brutalidad,

    poder impersonal e intimidad lrica que componen nuestra experiencia de la vida.

    Patricia HamPl

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  • 11

    CAPTULO 1

    Nuestro anhelo ms profundo

    Cuando un estudiante de doctorado de Princeton pregunt: Qu queda en el mundo en lo que podamos basar una investigacin para

    una tesis original?, Alberto Einstein le respondi: Investiga acerca de la oracin. Alguien tiene que hallar algo acerca de la oracin.

    Escog un mal momento para visitar San Petersburgo, en Rusia. Fui en noviem-bre del 2002, justo cuando la ciudad estaba en plena reconstruccin prepa-rndose para su tricentenario al ao siguiente. Todos los edificios destacados estaban cubiertos por andamios, y los escombros se amontonaban en las calles adoquinadas, lo que convirti mi salida matutina a trotar en toda una aven-tura. Sala a correr cuando an estaba oscuro (el sol se levanta a media maana en esa latitud) con la cabeza agachada, esquivando los montones de ladrillos y arena de los trabajadores, mientras echaba vistazos hacia delante, tratando de atisbar el tenue brillo que delataba la presencia del hielo.

    Una maana, debo haber perdido la concentracin, porque de repente me hall dando con la cara en el suelo, aturdido y tiritando. Me sent. Poda recordar que haba movido con rapidez la cabeza hacia un lado cuando caa, para evitar una varilla de acero que sobresala del borde de la acera en un ngulo perverso. Me quit los guantes, me toqu el ojo derecho y sent san-gre. Tena todo el lado derecho de la cara empapado de sangre. Me levant, me quit del traje de correr la tierra y la nieve y me palp el cuerpo en busca de ms daos. Camin lentamente, tocndome las rodillas y los codos adolo-ridos. En la boca sent el sabor de la sangre, y como un par de calles ms all me di cuenta de que me faltaba uno de los dientes del frente. Volv a buscarlo en la oscuridad, pero fue en vano.

    Cuando llegu a Nevsky Prospekt, un traficado bulevar, not que la gente se me quedaba mirando. Los rusos rara vez miran a los extraos a los ojos, as que debo haber sido todo un espectculo. Llegu al hotel cojeando y logr convencer a los escpticos guardias de seguridad para que me permitieran

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    llegar a mi habitacin. Llam a la puerta y dije: Janet, breme, que estoy herido.

    Ambos habamos odo historias de horror sobre la atencin mdica en Rusia, en donde se puede llegar con una herida superficial y salir con SIDA o hepatitis. Decid curarme yo mismo. Despus de rebuscar en el minibar todas las diminutas botellas de vodka, empezamos a limpiar los araazos que tena en la cara. El labio superior lo tena abierto en dos. Apret los dientes, vert el alcohol sobre las cortadas y me restregu la cara con una toallita facial de un paquete que me haba sobrado del vuelo en Lufthansa. Luego unimos lo mejor posible los bordes de la herida del labio superior con una venda adhesiva, en la esperanza de que se sanara bien. Ya para entonces la zona de la cara que me rodea el ojo se haba hinchado y se haba convertido en un moretn espectacular, pero felizmente, mi vista no haba sufrido dao.

    Me tom unas cuantas aspirinas y descans un rato. Luego regres a Nevsky Prospekt y busqu un caf con Internet. Sub escaleras arriba hasta el tercer piso, usando lenguaje de seas para negociar el precio en rublos, y me sent ante una terminal de computadora. Mis dedos se apoyaron en un teclado extrao, y me vi frente a las letras del alfabeto cirlico en la pantalla. Despus de diez minutos de intentos fallidos, al final logr abrirme paso hasta mi pantalla de AOL en ingls. Ah... conectado al fin. Les escrib una nota a un grupo de oracin de mi iglesia local en Colorado y a unos pocos amigos y familiares. La red inalmbrica se interrumpa y se volva a conectar, y cada vez tena que encontrar AOL de nuevo para volver a escribir el mensaje.

    El mensaje era sencillo, unos pocos detalles sobre lo sucedido, y des-pus: Necesitamos ayuda. Por favor, oren. No saba hasta qu punto eran serias mis lesiones. En los das siguientes se supona que deba hablar en una convencin de libreros de San Petersburgo, y despus ir a Mosc para dar ms conferencias. La banda de noticias de AOL me deca que unos rebeldes armados chechenos acababan de apoderarse de un teatro lleno de espectado-res, y que Mosc estaba bajo control militar. Termin mi mensaje y oprim la tecla de enviar justamente cuando sali a la pantalla una advertencia para informarme que mi tiempo se estaba acabando.

    Es as cmo funciona la oracin?, me preguntaba al regresar al hotel. Enviamos seales desde un mundo visible hasta otro invisible, con la espe-ranza de que Alguien las reciba. Y cmo lo sabremos?

    Con todo, por vez primera en el da, sent que el nudo de temor y ansie-dad que senta en el estmago se empezaba a aflojar. En unas pocas horas,

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    * Todo san bien. Y la peticin de oracin tuvo un beneficio muy prctico. La esposa de mi dentista, que estaba en el equipo de oracin, recibi el mensaje, y de inmediato hizo una reservacin para m de modo que al da siguiente de mi regreso de Rusia me hicieron una operacin de conducto radicular.

    Las citas de otras fuentes, incluyendo la Biblia, se compilan en una lista en la parte de atrs del libro.

    mis amigos y familiares, las personas que se interesaban por m, encenderan sus computadoras, leeran el mensaje, y oraran a mi favor. No estaba solo.*

    Un clamor universalToda religin tiene alguna forma de oracin. Las tribus remotas presen-tan sus ofrendas y luego oran por cosas de todos los das, como la salud, la comida, la lluvia, los hijos y la victoria en las batallas. Los incas y los aztecas llegaron al extremo de sacrificar seres humanos para atraer la atencin de los dioses. Los musulmanes de hoy detienen cinco veces al da lo que estn haciendo conduciendo, tomando caf, jugando ftbol cuando oyen el llamado a la oracin.

    Hasta los ateos hallan maneras de orar. Durante los das victoriosos del comunismo en Rusia, los fanticos del partido mantenan una esquina roja, colocando un retrato de Lenin donde los cristianos haban puesto antes sus imgenes. Dejndose llevar por aquel fervor, Pravda public este anuncio para sus lectores en 1950:

    Si enfrentas dificultades en tu trabajo, o de repente dudas de tus capaci-dades, piensa en l, en Stalin, y hallars la confianza que necesitas. Si te sientes cansado cuando no deberas estarlo, piensa en l, en Stalin, y tu trabajo marchar bien. Si necesitas tomar una decisin correcta, piensa en l, en Stalin, y hallars esa decisin.

    Oramos porque le queremos agradecer a alguien o algo las bellezas y las glorias de la vida, y tambin porque nos sentimos pequeos, impotentes, y a veces temerosos. Oramos para pedir perdn, para pedir fuerza, para pedir un contacto con Aquel que es; para tener la seguridad de que no estamos solos. En los grupos de AA son millones los que dirigen a diario sus oraciones a un Poder Supremo, suplicndole que los ayude a controlar sus adicciones. Oramos porque no podemos evitarlo. La palabra inglesa prayer y la palabra espaola plegaria se relacionan ambas con la palabra latina precarius, de la

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    que se deriva nuestra palabra precario. En San Petersburgo, or movido por la desesperacin. No tena nadie ms a quin acudir.

    La oracin es universal, porque tiene que ver con alguna necesidad humana bsica. Toms Merton dice: La oracin es una expresin de quie-nes somos... Algo incompleto con vida. Somos una brecha, un vaco que necesita que lo llenen. En la oracin rompemos el silencio, y a veces esas palabras fluyen de lo ms profundo de nuestro ser. Recuerdo que en los das posteriores al 11 de septiembre de 2001 repet una y otra vez la oracin: Dios mo, bendice a Estados Unidos. Lo que quera decir era: Salva a Estados Unidos. Slvanos. Permtenos vivir. Danos otra oportunidad.

    Segn las encuestas Gallup, sern ms estadounidenses los que orarn esta semana, que los que harn ejercicio, conducirn un auto, tendrn rela-ciones sexuales, o irn a su trabajo. Nueve de cada diez de nosotros oramos con regularidad, y tres de cada cuatro afirman que oran todos los das. Para tener una idea del inters en la oracin, escribe oracin u orar en una mquina de bsqueda de la Internet, como Google, y vers cuntos millones de enlaces aparecen. Sin embargo, detrs de esos impresionantes nmeros se halla un enigma.

    Cuando yo empec a explorar el tema de la oracin cristiana, fui primero a las bibliotecas y le relatos acerca de algunos de los grandes personajes de oracin de la historia. George Mller empezaba cada da con varias horas de oracin, implorndole a Dios que atendiera las necesidades prcticas de su orfanato. El obispo Lancelot Andrewes dedicaba cinco horas diarias a la oracin, y Charles Simeon se levantaba a las cuatro de la maana para empezar su rgimen de cuatro horas de oracin. Las monjas de una orden conocida como Las que no duermen oran todava por turnos a todas las horas del da y de la noche. Susannah Wesley, madre atareada sin privacidad alguna, se sentaba en una mecedora con el delantal puesto sobre la cabeza, orando por John, por Charles y por el resto de sus hijos. Martn Lutero, que dedicaba dos o tres horas diarias a la oracin, dijo que deberamos hacerlo tan naturalmente como el zapatero hace un zapato o el sastre hace un traje. Jonathan Edwards escribi sobre las dulces horas pasadas en las riberas del ro Hudson, en rapto y ensimismado en Dios.

    Mi siguiente paso fue entrevistar a personas comunes y corrientes sobre el tema de la oracin. Lo tpico era que el resultado fuera ms o menos este: es importante la oracin para usted? S, claro. Con cunta frecuencia ora? Todos los das. Por cunto tiempo aproximadamente? Cinco minutos; bueno, tal vez siete. Se siente satisfecho con la oracin? En realidad, no. Siente

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    usted la presencia de Dios cuando ora? En ocasiones; no a menudo. Para muchas de las personas con las que habl, la oracin era ms una carga que un placer. La consideraban importante, incluso esencial, y se sentan culpa-bles de su fracaso, echndose la culpa a s mismos.

    Una lucha modernaCuando escuchaba las oraciones pblicas en las iglesias evanglicas, oa per-sonas que le decan a Dios lo que deba hacer, combinado con sugerencias tenuemente veladas sobre la forma en que otros deban comportarse. Cuando escuchaba las oraciones en las iglesias de teologa ms liberal, oa llamados a la accin, como si la oracin fuera algo que haba que dejar detrs para poder hacer la verdadera obra del reino de Dios. El libro teolgico de Hans Kng titulado Ser cristiano, un tomo de ms de setecientas pginas, no incluye un captulo; ni siquiera una entrada del ndice temtico sobre la oracin. Cuando se lo preguntaron ms tarde, Kng dijo que lamentaba aquel olvido. Se senta tan hostigado por los censores del Vaticano y por las fechas lmite impuestas por su casa editorial, que sencillamente, se olvid de la oracin.

    Por qu la oracin ocupa un lugar tan alto en las encuestas sobre su importancia terica, y tan bajo en las encuestas sobre la satisfaccin real que produce? Qu explica la disparidad entre Lutero y Simeon, que pasaban varias horas de rodillas a diario, y el hombre moderno que cuando ora, al cabo de diez minutos se revuelve incmodo en su silla?

    Encontr por todas partes una brecha entre la oracin en la teora y la oracin en la prctica. En la teora, la oracin es el acto esencial humano; un punto de contacto de un valor incalculable con el Dios del universo. En la prctica, la oracin suele ser confusa y plagada de frustraciones. Mi casa editora realiz una encuesta en su sitio de la web, y de las seiscientas setenta y ocho personas que respondieron, solo veintitrs se sentan satisfechas con el tiempo que pasaban en oracin. Esa misma discrepancia fue la que hizo que quisiera escribir este libro.

    Sin duda alguna, los avances de la ciencia y la tecnologa contribuyen a nuestra confusin en cuanto a la oracin. En el pasado, los agricultores alzaban la vista y les suplicaban a los cielos que terminara la sequa. Ahora estudiamos los frentes de baja presin, excavamos canales de irrigacin y sembramos las nubes con partculas metlicas. En el pasado, cuando un nio se enfermaba, los padres clamaban a Dios; ahora llaman una ambulancia o telefonean al mdico.

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    En un gran sector del mundo, el escepticismo moderno contamina la oracin. Respiramos una atmsfera de dudas. Por qu permite Dios que la historia marche dando tumbos, y no interviene? De qu sirve la oracin ante una amenaza nuclear, ante el terrorismo, los huracanes y los cambios en el clima global? La oracin les parece a algunos, como dice George Buttrick, un espasmo de palabras perdido en medio de una indiferencia csmica... y esas palabras las escribi en 1942.

    La prosperidad tambin puede debilitar la oracin. En mis viajes, he notado que los creyentes de los pases en desarrollo dedican menos tiempo a meditar en la eficacia de la oracin y ms tiempo a orar de verdad. Los ricos se apoyan en sus talentos y recursos para resolver los problemas inmediatos, y en las plizas de seguros y los planes de jubilacin para asegurarse el futuro. Apenas podemos orar con sinceridad diciendo Danos hoy nuestro pan de cada da cuando nuestra alacena est repleta de provisiones para un mes.

    Las presiones en el uso del tiempo desplazan de forma creciente el paso tranquilo que la oracin parece necesitar. La comunicacin con otras perso-nas sigue hacindose ms breve y ms codificada: mensajes de texto, correos electrnicos, mensajes instantneos. Tenemos cada vez menos tiempo para la conversacin, y mucho menos para la contemplacin. Tenemos la sensacin constante de no tener lo suficiente: no hay suficiente tiempo; no hay suficiente descanso; no hay suficiente ejercicio; no hay suficiente esparcimiento. Dnde cabe Dios en una vida que ya parece andar atrasada con respecto a su agenda?

    Si decidimos mirar hacia adentro y desnudar nuestra alma, los terapistas y los grupos de respaldo nos ofrecen actualmente unas soluciones que en otros tiempos estaban reservadas solo a Dios. Orar ante un Dios invisible no nos proporciona la misma respuesta que recibimos de un asesor, o de unos amigos que por lo menos asienten con la cabeza para indicar que nos comprenden. Ser cierto que hay alguien escuchndonos? Como Ernestine, la operadora telefnica de voz nasal que representaba la comediante Lily Tomlin, sola preguntar: Me he comunicado con la persona con la que estoy hablando?.

    Para el escptico, la oracin es un engao; un desperdicio de tiempo. Para el creyente, representa tal vez el uso ms importante que se le puede dar al tiempo. Como creyente, estoy convencido de esto ltimo. Entonces, por qu es tan problemtico orar? El pastor britnico Martyn Lloyd-Jones resume esta confusin: Entre todas las actividades a las que se dedica el creyente, y que forman parte de la vida cristiana, ciertamente no hay ninguna que cause ms perplejidad y suscite tantos problemas, como esa actividad a la que llamamos oracin.

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    Una bsqueda de peregrinoEscribo sobre la oracin como peregrino, no como experto. Tengo las mis-mas preguntas que se les ocurren a casi todos en algn momento. Est Dios oyendo? Por qu se va a preocupar Dios por m? Si Dios lo sabe todo, de qu sirve orar? Por qu las respuestas a la oracin parecen tan inconstantes, y hasta caprichosas? Tiene mayor posibilidad de sanidad fsica alguien que tiene muchos amigos que oran por l, que otra persona que tambin tiene cncer, pero por la cual solo oran unos cuantos? Por qu Dios a veces parece tan cercano y a veces tan distante? Cambia la oracin a Dios o me cambia a m?

    Antes de empezar este libro, mayormente evada el tema de la oracin debido a la culpabilidad y a una sensacin de inferioridad. Me abochorna admitir que no llevo un diario, no hablo con un director espiritual ni perte-nezco a ningn grupo regular de oracin. No tengo reparos en confesar que tiendo a ver la oracin por el lente de un escptico, ms obsesionado con las oraciones no contestadas, que en el regocijo por las contestadas. En resumen, mi principal cualificacin para escribir sobre la oracin es que no me siento no cualificado... y tengo un genuino deseo de aprender.

    Por encima de cualquier otra cosa en mi vida, quiero conocer a Dios. El psiquiatra Gerald C. May observa: Despus de veinte aos de escuchar los anhelos de los corazones de las personas, estoy convencido de que los seres humanos tenemos un deseo innato de Dios. Tanto si somos conscientemente religiosos, como si no, este deseo es nuestro anhelo ms profundo y nuestro tesoro ms preciado. Seguramente, si hemos sido hechos a imagen de Dios, l hallar una manera de satisfacer esos anhelos tan profundos. Esa manera es la oracin.

    Movido por mis instintos de periodista, interrogu a muchos otros con respecto a la oracin: a mis vecinos, a otros autores, a los miembros de mi iglesia, a mentores espirituales y a personas comunes y corrientes. He incluido algunas de sus reflexiones en recuadros insertados por todo el libro como ejemplos de encuentros con la oracin en la vida real, y tambin como un recordatorio para m mismo de que no deba alejarme demasiado de sus preguntas. En su mayora, uso nombres de pila, aunque algunos de ellos son bien conocidos en los crculos evanglicos, para evitar todo tipo de jerar-quas. Cuando de la oracin se trata, todos somos principiantes.

    No he intentado producir una gua que detalle tcnicas como el ayuno, los retiros de oracin y la direccin espiritual. Investigo el tema de la oracin como un peregrino que da una caminata, contemplando los monumentos,

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    haciendo preguntas, meditando las cosas, probando las aguas. Admito un desequilibrio, una reaccin desmedida al tiempo pasado entre creyentes que han prometido demasiado y meditado muy poco, y como resultado, trato de errar del lado de la sinceridad y no del fingimiento.

    Sin embargo, mientras iba escribiendo, llegu a ver la oracin como un privilegio, y no como una obligacin. Como todo lo bueno, la oracin exige cierta disciplina. No obstante, pienso que la vida con Dios debe parecerse ms a una amistad que a un deber. La oracin tiene sus momentos de xtasis y tambin de tedio, sus momentos de distraccin con la mente ausente y sus momentos de fuerte concentracin, sus destellos de alegra y sus arranques de irritacin. En otras palabras, la oracin tiene rasgos en comn con todas las relaciones personales que realmente importan.

    Si la oracin se destaca como el sitio donde se renen Dios y los seres humanos, entonces debo aprender lo que es. La mayora de mis luchas en la vida cristiana giran siempre alrededor de dos temas: por qu Dios no acta de la manera que nosotros queremos que acte, y por qu yo no acto de la manera que Dios quiere acte. La oracin es el punto preciso en el cual se encuentran esos dos temas.

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