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La Monarquía del Diablo en la gentilidad del Mundo Americano - Padre Antonio Julian!

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MONARQUíA DEL DIABLO EN LA GENTILIDAD

DEL NUEVO MUNDO AMERICANO

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ANTONIO JULIAN

MONARQUÍA DEL DIABLO EJ.· LA GENTILIDAD

DEL NUEVO fUNDO AMERICANO

TRANSCRIPCIÓN E 1 TRODUCCIÓN

POR

MARIO GERMÁN ROMERO

SANTAFÉ DE BOGOTA

INSTITUTO CARO Y CUERVO

1994

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ES PROPIEDAD

J

A:. NA_ '!JJ n.! LAE2J

IMPRENTA PATRIÓTICA DEL INSTITUTO CARO y CUERVO, YERJlABUENA.

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D

En la Navidad del Año de Gracia de 1994 el

INSTITUTO CARO Y CUERVO

saluda

a sus colaboradores y amzgos

con

fraternales votos de dicha y prosperidad.

Al editar esta obra,

valioso aporte del patrimonio cultural hispánico,

quzere cO'H.tribuir al conocimiento

de la fabulosa historia del Orbe Nuevo.

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A LA MEMORIA

de Don

¡Ost MANUEL RIVAS SACCONI

y del Padre

MANUEL BRICEiVO ¡ÁUREGUl, S. ¡.

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EL PADRE ANTONIO JULIÁN y SU LIBRO

MONARQU[A DEL DIABLO

1

EL CoNDE DE FERNÁN NÚÑEz, fiel servidor y devoto biógrafo de Carlos IlI, al referirse a la expulsión de los je­suitas en 1767, anota una circunstancia que corrobora la posteridad y que no deja de llamarnos la atención: "el celo con que, aunque maltratados y echados de su patria, sin re­curso de legresar a ella, se han empleado en defenderla e ilustrarla con sus escritos, prueba a lo menos que la educación que recibían en este Cuerpo sus individuos no era ni deso­bediente ni ingrata" 1.

En efecto, son muy conocidos los muchos libros publi­cados por los expulsos para vindicar la obra colonizadora de España y refutar los cargos formulados contra ella por de Pauw, Raynal, Robertson y tantos otros que emplearon sU pluma en atacarla.

Con el título La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsas (Madrid, Editorial Gredas, 1966), escribió el emi­nente jesuita Miguel Batllori un libro muy documentado e interesante. En él se estudia la irrupción en Italia de los je-

1 CONDE DE FERNÁN NÚÑEz, Vida de Carlos llI, Colecci6n Cisneros, vol. 49, Madrid, 1943, pág. 132 y sigs.

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suitas expulsos que tuvieron gran resonancia en la literatura hispano-italiana del Setecientos. Enciclopedistas como Loren­zo Hervás y Panduro y Juan Andrés, estetas y músicos como Esteban de Arteaga y Antonio Eximeno, humanistas greco­latinos, arabistas, literatos e historiadores.

Estimulante externo de los expulsos en el campo de los estudios americanistas fueron las Recherches philosophiques sur les Américains del holandés Cornelius de Pauw (Berlín, 1768-69), la Histoire phi­losophique des établissements des Européens dans les deux lndes del abate francés Guillaume Raynal (Amsterdam, 1770) y la History 01 America del escocés William Robertson (London, 1777). Estas tres obras desvalorizaban la empresa colonizadora de España y la labor evangélica de los jesuitas, la misma naturaleza del nuevo con­tinente y las cualidades humanas de las razas indígenas. Precisamente contra estas cuatro posiciones o tesis surgieron en Italia cuatro grupos de obras antitéticas: las apologías de la colonización hispánica en América, las defensas de la obra realizada por la extinta Compañía de Jesús, las poesías y estudios en loa del paisaje y de la natura­leza del nuevo mundo, las obras históricas, etnográficas y lingüísticas sobre América en general y sobre el hombre primitivo amencano en particular 2.

A los nombres de Pauw, Raynal y Robertson, podemos agregar los de Girolamo Benzoni autor de la Historia del Nuevo Mundo yel de Urbano Calveton o Chauveton, autores a quienes se refiere el padre Julián a lo largo del libro que hoy se publica. Dentro del campo de la naturaleza america­na, las obras geográficas y de historia natural publicadas por los expulsas, fueron muy provechosas a los geógrafos poste­riores. Son dignas de mención las del misionero umbro Filippo Salvatore Gilij, Antonio Julián, José Sánchez Labra­dor, José Jolís, Juan Ignacio Malina y Felipe Gómez Vidaurre,

• BATLLORI, op. cit., págs. 44-45.

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INTRODUCCIÓN 9

José Gumilla y Giandoménico Coletti. En materia de historia hay que recordar a Andrés Cavo, Miguel de Olivares, Roque Menchaca y Francisco Javier Clavigero.

Entre los jesuitas que salieron en defensa de sus sobera­nos y de la nación española, se cuenta el padre Antonio Juliá conocido por Julián. Nació en Camprodón, Provincia de Gerona el 3 de mayo de 1722; admitido en la Compañia el 6 de mayo de 1739 3

, enseñó gramática y humanidades.

Oyó la Real piedad del Señor Don Fernando VI el deplorable estado y críticas circunstancias en que se hallaba la nación de los guajiros, y la necesidad urgente que había de mandar nuevos ope­rarios a aquella inculta viña, y mandó luego que se dieran las oportunas providencias, arregladas a los informes que de ambos Jefes habían ido a la Corte [el Obispo Polo y el Virrey Eslava], y a medida de sus súplicas y deseos. Ordenose luego que fueran para Santa Marta, y conquista de los guajiros, siete misioneros jesuitas (que no los había en aquella Provincia), sacerdotes todos, jóvenes robustos, y tales, que pudieran entrar con apostólicos alientos en tan gloriosa empresa, según las instrucciones que llevaba el nuevo Señor Virrey, nombrado entonces, el Señor Don Josef Pizarro, Marqués del Villar [ ... ] Yo tuve la suerte de ser uno de los siete Misioneros [ ... ] Embarcado el Señor Pizarro en la Guaricochea, y nosotros en la Margarita, zarpamos a los 23 de setiembre de 1749 de la bahía de Cádiz, y con navegación favorable, aunque larguita, llegamos a mediado noviembre a Cartagena 4.

Las misiones de La Guajira por aquellos tiempos esta­ban en manos de los capuchinos; era necesario darles a estos religiosos otro destino. Entre tanto esperaban la Real Cédula

3 Sornmervogel dice que el 6 de mayo de 1735. Cfr. BACKER, Au· GUSTIN ET ALPyS, BibliotMque de la Compagnie de ¡ésus, Nouvelle edition par Charles Sornmervogel, S. l., 10 v., Bruxelles-Paris, 1890.1909, tome IV, pág. 868.

• ANTONIO JULlÁN, La perla de la América, Provincia de Santa Marta, reconocida, observada y expuesta en discursos históricos, Madrid, Antonio de Sancha, 1787, págs. 200, 201, 203.

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formal y ejecutiva para entrar en las tierras de los guajiros, de pronto llega una al parecer contraria, que ordenaba que los capuchinos que estaban en Maracaibo y Provincia de Ve­nezuela pasaran a los guajiros, que los que estaban en La Guajira pasaran a los chimilas de la misma Provincia de Santa Marta, los jesuitas debían ir al Darién.

Si me preguntan el por qué, digo que no lo sé, y aunque lo supiera no lo dijera, dice el padre Julián. Basta decir que las inten­ciones y providencias de la Corte eran piadosas, sabias, y convenientes para obtener el éxito feliz de la conquista. El decir por qué no tuvieron efecto, y el deshacer entuertos de particulares sobre este punto, sé que no trae utilidad a la Provincia, ni a las naciones de Santa Marta 5.

El celo misionero del padre Julián no quedó satisfecho con esta medida:

Había en mi corazón abrazado con el deseo el martmo entre los Indios Guajiros, para cuya conquista fui destinado, y no fui digno de derramar mi sangre, ni de dar mi vida entre ellos en obsequio de la Santa Fe, y en obediencia a mi Monarca, que se dignó mandarme. Por fin no pude cooperar al bien de aquella Provincia, y de aquellas naciones estando presente; quiero ver si ausente puedo coadyuvar a la salud de todos. Ya que no pude en vida, puede ser que lo logre después de muerto 6.

Por aquellos días llegó a Santa Marta el nuevo Obispo don José Javier de Aráuz y "me tocó a mí la suerte de ir a acompañar a Su Ilustrísima, y a servir a su amabilísima persona en todos los ministerios espirituales, que a Su Ilustrí­sima en la ciudad y diócesis se ofrecían" 7. No había llegado la esperada Cédula y mientras tanto "tomaba lengua" de las

$ ¡bid., págs. 204-205. • ¡bid., pág. v. 1 ¡bid., pág. 204.

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; INTRODU celoN 11

nacion::s y de la 'Provincia, como preparación para su futuro ministerio entre los guajiros. El padre Julián sería en ade­lante el secretario y compañero del Obispo en sus tareas apostólicas. En 1751 acompaña al Prelado en la visita pastoral y predica en Oc.aña una misión "cuyo copioso fruto ha lle­nado de consuelo a todos los que han logrado ok su doc­trina", según el testimonio del Alcalde y Corregidor de la ciudad. Por espacio de diez añcs ejerció su apostolado en aquellas regiones. Trasladado el señor Aráuz a Santafé, le acompaña el celoso misionero, y en 1759 predic6 en esta ciudad la Cuaresma, como lo consigna Vargas Jurado en su Diario 8.

En el "Informe reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco", rendido por el Mariscal de Campo don Eugenio de Al varado, dice que oyó predicar al padre Julián en la fiesta de San Francisco de Borja, y censura al predicador por haberse referido a la persecución de que era objeto la Compañía en Portugal, y por haber dicho

que la Compañía nunca estaba más triunfante que mientras la perse­guían los herejes, y volviendo la vista a mí, prosigue Alvarado, dijo: persígannos cuanto quieran, que a la religión de la Compañía no se le da nada, y tomó el hilo de su sermón con tan bizarra situación. [ , . ,] El nombre de este padre predicador era el padre Julián, direc­tor de la Escuela de María, y gran promotor de la Congregación y tenido por orador y virtuoso 9.

8 J. A., V A1l.GAS JURADO, Tiempos ColoTúales, La Patria Boba, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, voL 1, 1902, pág. 50.

• ANTONIO B., CUERVO, Colección de documentos inéditos sobre la geografia y la historia de Colombia [ .. . ], t. 1II, Bogotá, Imprenta de Va­por de Zalamea Hermanos, 1893, pág. 159.

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IJA PERL4

DE LA AMERICA, PROVINCIA

DE SANTA MARTA, RECONOCIDA J OBSERVADA,

y EXPUESTA EN DISCURSOS HISTORICOS

POR EL SACERDOTE

DON ¿INTON-IO JULIAN, d 1lli1)'or bien de Ú Católic.r. .A1011artjuia ,j011tWfO del comercio de España, J de todo el }luevo R eJno de

Gr.lIMd.t , J incrc11Jwto de 1.1- Christilll1a Retigion (1ltr~ J,r.s IhEdorlU barbaras, que StlbJ'ÍJtC1l

f.od.w ia, rcbelda m /t:¡, Provillci.l.

MADRID MDCCLXXXVrr.

l ' o R D o N A N T o N lO D E S A N e H A. SI.: IIAL LARA F.N su Lln RI\ RIA ,EN LA ADUANA VJEJA.

Con ¡,u Licencias tuusarías.

LÁM1NA 1, - Facsímile de la portada de La Perla de la Ambica, por Don Antonio J ulián.

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INTI.ODUCCIÓN 13

Profesor de Sagrada Escritura en la Universidad Jave­riana en 1763, ocupó al año siguiente la cátedra de Teología dogmática. Fruto de su magisterio son los tratados teo16gicos D~ Perfectionibus Christi (1764) y De Deo Uno et Trino (1765), que conserva manuscritos la biblioteca de nuestra Academia de Historia.

La expulsión de los jesuitas lo sorprendió en Santafé, de donde salió el 6 de agosto de 1767 con destino a Italia l0.

El padre Lorenzo Hervás de Panduro, citado por el padre Juan Manuel Pacheco, se refiere así a los últimos años del padre J ulián :

En Italia vivió siempre con los libros a la vista y en ejerCICIOS de religión. Los graves achaques que padeció por algunos años an­tes de morir, no le impidieron hacer el estudio que solamente con­vendría al hombre más sano. Deseando siempre volver a emplearse en las misiones de los gentiles, y atormentado de enfermedad penosa y larga, con espíritu plácido pasó al eterno reposo el día 11 de septiembre de 1790. Está sepultado en la iglesia llamada del Jesús, que fue casa profesa de los jesuitas en Roma.

11

BIBLIOGRAFfA DEL PADRE ANTONIO JULIÁ T

La perla de la A m é1'Íca , Provincia de Santa Marta, reconocida, observada y expuesta en dis.ursos históricos por el sacerdote ANTONIO JULIÁN a mayor bien de la Católica Monarquía, fomen­to del comercio de España y de todo el Nuevo Reino de Gra­nada, a incremento de la Christiana religión entre las naciones

,. JosÉ MANUEL GROOT, Hístoria eclesiástica y civil de Nueva Gra­nada, Segunda edición, Bogotá, 1890, t. JI, pág. XXXII del Apéndice.

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MARIO GERMÁN ROMERO

bárbaras, que subsisten todavía rebeldes en la Provincia, Madrid, Amonio de Sancha, 1787.

xxx, 280 págs. Segunda edici6n, en la Biblioteca Popular de Cultura Colom­biana, vol. 123, Bogotá, Prensas del Ministerio de Educaci6n Nacional, 1951. Con notas de Roberto Pineda Giralda. 334 págs.

Tércera edici6n, facsimilar de la primera, con pr61ogo de Luis Duque G6mez, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, vol. CXLI, 1980. XIII, xxx, 280, XIV, págs., 5 h. Trasfonnazione dell'America o Sla Trionfo della S. Chiesa su la rovina della monarchia del Demonio in America dopo la conquista fattane da'monarchi delle Spagne, con rifflesioni apo­logetiche, e coll'aggiunta di una Dissertazione Critico-Espositíva, nella quale spiegandosi le parole di S. Pietro Ep. I, c. 3 Quj increduli fuerant in diebus Noe, cum fabricaretur Arca, vv. 18,

19, 20. Dimostrasi con valide ragioni, essere tutto cio accaduto nell'America. Opera del Sacerdote ANTONIO JULIÁN stato per molti anni rnlssionario in quelle partí, Roma, Casaletti nel Palazzo Massimi, 1790.

XIl, 286 págs.

OBRAS INÉDITAS

A. HI S TO R 1 A

El paraíso terrestre en la América Meridional y Nuevo Reino de Granada. De esta obra escribe Ezequiel Uricoechea: "¡Quién se imaginara ahora cincuenta años, cuando apenas se vislumbraba la existencia de una civilizaci6n dudosa en América, que de allí habían salido los padres del mundo actual, ni qué sorpresa ten­dría nuestro padre Julián al leer hoy su casi profético libro El paraíso en América en el cual con la Biblia en la mano trata de probar que de Colombia salieron Adán y sus descendientes

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INTRODUCCIÓN 15

y cuyo manuscrito original poseemos!". (Los americanistas, en El Americano, París, núm. 12, juma 11 de 1872, pág. 203). En carta de Uricoechea a Juan María Gutiérrez, Madrid, 3 de agos­to de 1872, dice: "A propósito dd Viejo Mundo: ¿ha leído U. mi artículo Los americanistas en El Americano de París, núm. 12, junio 11 de 1872, pág. 203? ¿Qué le parece a U. la idea de tener nosotros en América la cuna de la generación humana actual y ser nuestros inmediatos compatriotas d Adán y Eva de la historia actual? La idea no es nueva, así 10 prueba con el manuscrito que tengo del padre Julián, pero el modo de presentarla merece examen". (Archivo del Departamento de Historia Cultural dd Instituto Caro y Cuervo). Historia geográfica, natural, político-cristiana del río Grande Mag­dale1la, con la demarcación de todos los ríos que en él entran, de las provincias de donde vienen y de las riquezas que acre­ditan el Nuevo Reino de Granada, el más opulento y rico de las Américas. Citada por JuIián en La peda de la América. P edición" pág. 247. Storia apologetica del guasto é pregiudizi cagionati dalle Nazioni straniere alla nazion é monarchia spagnola nella Terra Ferma, ed in rutta l'America meridionale soggeta al Monarca Catolico. Citada por Julián, op. cit., pág. 124.

B. TEOLOGÍA

De pe/1ectionibus Christi, 1764. Ms. en la Biblioteca de la Aca­demia Colombiana de Historia, Bogotá. De Deo Uno et Trino, 1765, ibid. Schola 110vúsima ab occidente veniens in sinum Ecclesiae, Slve

theologia christiano-dogmatica, polemica et scholastica ad formam jurú canonici, y los opúsculos religiosos: La verdadera esposa de ¡emcristo, para uso de las religiosas. Compendio de la vida de la V. Sor Verónica ¡u/iani, capuchina. Effigies S. P. 19natii renovata, sive idea veri et renovati iesuitae.

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TRASFORMAzrO~E DELL' A~lERICA o S 1 Á

'TRIONFO DELtA S.CHIESA Su 1.1 Rov ina deBa !vlonarchla del

Demonio in America ¡;OPO LA CON~yJST.A. F~lTr.A.NE

DA' ~10NARCHr DELLE SPAGNE: co~ RIFtBSSIO N I APOLOGfiTICHE,

.P cO.W aggiunta di una Dissertazione Crici,o-E.· po¡itiva) r:ella qua l\! :ipiegandosi le parore

di S. P,lETRO E-p ¡.I.c~3.

!2.:!i Í!;C1'edflli fiú rant in dicbm NlJc , ttll.:':

flbricaretuf Atca vv. 1,8.19.20.

Dimostrasi con valide -ragioDi, ~ssere tutto ,ió accadllto neU' America.,

O P E R A . , DrlL SACERDOTE t'\NTO~IO ]ULl ;\N

Statú per mohi a ll l~i Mis:.io:lario in qu:Ue p.lrti.

IN ROMA MOCCXC. , .DAL CASALBTTI Na!. P ,n.AZZO MASSUH.

CM /i~eDt" dc' SlIptrior: •

LÁMI.NA U. - Facsímile de la portada de la Trasformazione del!' America, por el sacerdote Antonio Julián.

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INTRODUCCIÓN 17

Saggio delta devozione alta Madre Santissima del Lume, colla novena e sette sabbati in ossequio della gran Madre, citados por el padre Pacheco 11.

I I I

LA TRANSFORMACIÓN DE A~RICA

Hace muchos años encontré en Roma, en una librería de libros viejos, un ejemplar de la Trasformazione dell' Ame­rica del padre Julián, al llegar a Colombia escribí una nota sobre esta curiosidad bibliográfica. Me proponía traducirlo, cuando supe que el doctor José Manuel RÍvas Sacconi (q. d. D. g.) había hecho el hallazgo de una copia española del libro y que se disponía a publicarla próximamente. Hace un tiempo el Instituto Caro y Cuervo obtuvo una copia del manuscrito titulado M anarquía del diablo en la gentilidad del Nuevo Mundo Americano derribada y destruída por los Católicos Monarcas de España: Triunfos de la religión en los dominios conquistados con la fe, valor y armas de los españoles: con reflexiones para confundir a los anticatólicos mat·daces émulos de la nación espalíola benemérita de todas las naciones del orbe en conquista tan gloriosa. Historia inte­resante a la Religión y Monarquía. Compuesta por don An­tonio lulián ex-jesuita. Este precioso manuscrito se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Yale, Estados Unidos de América, quien dio su autorización para publicarlo. XIV

fols., 238 fols., 36 fols. Manuscrito 154.

11 JUAN MANUEL PACHECO, S. ¡., Los juuitas en el Nuevo Reino de Granada expulsos en 1767, en Ecclesiastica Xave,-iana, vol. JII, Bogotá, 1953, pág. 32.

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18 MAJUO GERMÁN ROMERO

El manuscrito admirablemente conservado es de buena letra y fácilmente legible, el amanuense parece ser persona culta que sabía latín.

La Monarquía del diablo está dividida en dos partes; la Monarquía propiamente dicha (XIV, 238 fols .) y una Di­sertaci6n crítica expositiva sobre la primera epístola del Após­tol San Pedro, que nos hace pensar que Cristo visitó y predicó por sí mismo a las gentes americanas antes de su admirable ascensión al cielo, 36 fols.

Antes de comenzar a examinar el problema de la doble versión, conviene recordar una observación del padre Julián sobre su otra obra, La perla de la América. Dice el autor:

Puede ofrecerse a algún crítico el discreto reparo de no dar yo a la pública luz esta obrita en lengua italiana: lengua del país en donde escribo, y lengua que ya se ha hecho familiar desde que in salicibus suspendimus organa nostra. Cierto que otros con aplauso y aceptación universal lo han hecho así, y han sido tan apreciadas aun en España sus obras que se han querido traducidas en el idioma propio de la nación. Lo confieso, y alabo la sabia conducta de los que me han precedido con tan ilustres ejemplos. Pero diré la verdad. He tenido varias instancias acá en Roma, así de literatos italianos, como de eruditos amigos españoles, para que diera a la imprenta esta obrita en lengua italiana, en la cual la tenía compuesta de pri­mera mano. Se me proponían diversos motivos de hacer honor a mi nación, de satisfacer el deseo de los hombres laudablemente codiciosos de nuevas luces, y buenas noticias, y otras varias razones. Pero como yo escribo para utilidad de la Nación, me ha parecido vía más recta para lograr el fin, darla a la pública luz en la lengua de mi nación, a quien más trato de servir, que no de divertir a cuatro curiosos, que leído, o no leído mi libro, lo arrimarán in perpetuum sin más fruto. Esta es la razón legítima. Si vale, pase; si no, vale lector amigo 1.2.

1J ANTONIO JULlÁN, La perla de la A mérica, ed. cit., págs. XXIll-XXIV.

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HISTORIA

NATVRAL y

l\10RAL DELAS 1 N D 1 A 5,

T: N Q..V E $ E T R A T A N L A S e o S A S lIotaulc~ dd ciclo, y clemcntos, mctales, plantas, r ani­

malcs dcllas ; y los ritos, y ccrclllonÍJs J leycs, y gouicrno, y gucrras dt: los Indios.

Comptlrfla por el padre IofcplJ de .Át:ofl'l rJ\sligiofo lid,: COJlpañia de 11M.

DIRIGIDA ALA Sr-RENISSIMA -ln(;ulta Doíulr:lucll.t Clara Eugcni.l de AuHria.

e o N. T 1'l l 1/ 1 [. E G 1 O.

TJll prc tío cn Scuilla ( ' 11 C:lr:l de IU :lI1 dt' 1,('011.

;\Ílo lit: I S 'J o.

LÁMINA 1lI. - Facsímile de la portada de la Historia natural y moral de las Indias, por el padre José de Acosta.

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20 MARIO GERMÁN ROMERO

Tenemos pues, un doble texto de La perla de la Amén'ca: primero la escribe en italiano, luego la vierte al español y en esa lengua se publica.

De la M anarquía del diablo disponemos de una versión española y del texto publicado en italiano. Aquí el proceso pudo ser a la inversa: escrita primero la obra en español, literatos italianos le pudieron pedir que diera a la imprenta la obra en lengua italiana, y así lo hizo, como vimos atrás en la bibliografía del padre Julián.

Los dos textos presentan numerosas diferencias. Si nos atenemos al estilo, la versión española está más de acuerdo con el estilo del autor de La perla de la América: la frase es sencilla, sin tantos incisos en que abunda la versión ita­liana, que hacen a veces pesado el párrafo.

De su obra dice el padre J ulián :

Pensaba antes entretenerme en esta obrilla con el título sola­mente de Historia del diablo antes y después de la Conquista, y divertir el ocio que me da el Señor Nobis haec Deus otia facit, en echar chicolios [sic] y chufletas al diablo para confundirlo, mas des­pués que tropezaron mis ojos en tan serias, injuriosas sátiras contra mis soberanos y toda la nación, juzgué debía comparecer al públi­co mi Historia con otro título en la frente y con otros materiales en el cuerpo (Ocasión de la presente historia). Este es por fin el argu­mento y fin de esta breve historia: demostrar cómo estaba la América antes de la conquista debajo del bárbaro, cruel, impío, despótico dominio del tirano príncipe de las tinieblas Luzbel, y cómo está en nuestros días en lo divino y humano, político y civil, debajo del suave, paternal, sabio y cristiano imperio de nuestro católico monarca de las Españas Carlos III, que Dios guarde (Argumento y fin de esta historia).

La idea primitiva de la Historia del diablo, debió venirle al padre Julián de la lectura de la Historia n!1'tural y moral

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INTRODUCCIÓN 21

de las Indias del padre José de Acosta 13, a quien llama cari­ñosamente nuestro autor en La perla de la América "el buen viejo Acosta" (Discurso VII, parág. V). Bastaría leer el li­bro V de su Historia natural y moral, para encontrar en él la fuente de que se sirvió su hermano en religión el padre Julián para la Monarquía del diablo. Veamos los títulos de algunos capítulos de Acosta:

Cap. XII-XIII - De los templos que se han hallado en las Indias (Cap. V de Julián).

Cap. XV De los monasterios de doncellas que in­ventó el demonio para su servicio (IX de Julián).

Cap. XVI De los monasterios de religiosos que tiene el demonio para su superstición (X de Julián).

Cap. XVIII De los sacrificios que al demonio hacían los indios, y de qué cosas (XIX de Julián).

Cap. XXIV De la manera con que el demonio procuró remedar la fiesta de Corpus Christi, y la comunión que usa la Iglesia (XIII-XIV

de Julián). Cap. XXV De la confesión y confesores que usan los

indios (XVI de Julián).

En cuanto al fondo, el texto en español tiene una más marcada tendencia polémica en defensa de España y de sus monarcas en la conquista de América y contra los detract~ res y fomentadores de la leyenda negra, especialmente contra

11 JosÉ DE ACOSTA, en Obras, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1954, págs. 1·247.

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22 MARIO GERMÁN ROMERO

Girolamo Benzoni y SU comentador Urbano Calvetón o Chau­veton.

La historia de Benzoni es calificada por el padre Julián de fatal y mordaz. Pero los más afilados dardos van contra el comentador Urbano Chauveton, conocido por su traduc­ción de la obra de Benzoni, quien no oculta su anti¡Ycltla por los españoles y a este fin, agrega o suprime lo que le parece para sus fines de polémica religiosa. Para el padre Julián, Chauveton es autor de calumnias y dicterios contra los españoles, lo califica de mordacísimo, de ilustrador oscuro de la obra de Benzoni, su pluma es sangrienta, y en un momento pierde la paciencia, refiriéndose a un epigrama de Cal vetonio escribe:

Merecía ser circuncidado otra vez Calvetonio por la temeridad con que comienza y por la mordaz inconexa consecuencia con que termina su epigrama (Cap. VIII). No sé si diga por fortuna o por desgracia, cayó en mis manos la fatal, mordaz Historia Americana de Benzón, tan adornada en sus cuatro tomos de muchas y finísimas lá­minas, como salpicada y afeada de negrísimos borrones de calumnias y dicterios contra los españoles de que la llenó Urbano Calvetoruo en los brevetes marginales y comentarios que le añade (Ocasi6n de

la presente historia).

GIROLAMO BENZONI nació en Milán en 1519 y murió después de 1565, pero antes de 1572. Cuando contaba apenas 22 años, deseoso de ver el mundo, tuvo noticia de aquellos países de Indias recientemente descubiertos, decidió venir acá y salió de Milán en 1514. Fue por tierra hasta Medina del Campo, luego a Sevilla y por el río Guadalquivir llegó en barco a San-Lúcar de Barrameda. Se embarcó en un navío que estaba a punto de partir con destino a la isla Canaria, a los dos meses fue a la isla de Palma donde estaban car-

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INTRODUCCIÓN 23

gando una carabela con destino a las Indias. En su libro registra la llegada a la primera isla que vio Colón en su segundo viaje, luego a Cubagua, pasa a Tierra Firme y visita la Nueva Toledo.

Los españoles ya casi habían destruído estos países y de tanta multitud de indios como había antes, sólo quedaban unos pocos, pobres caciques, a quienes habían conservado para sus necesidades. Otros se habían retirado a lugares desiertos para huir de la domina­ción de los cristianos 14.

Salieron de Cumaná y se internaron pasando montañas, valles, ríos, bosques y otros lugares abruptos. Siguieron por la costa, regresaron a Cariaco y luego a Cumaná. Días des­pués de llegar a Maracapana, allí enfermó y emprendió viaje a la isla de Margarita. Más tarde, viajaron a la Isla Española, entraron a la ciudad de Santo Domingo; estando allí en 1544 fue testigo del descontento de los españoles por las me­didas tomadas por el presidente de la Real Audiencia Alonso López Cerrato para dar cumplimiento a las Leyes Nuevas de 1542.

Mi peregrinación la cual ha sido de catorce años de experiencias en dichas provincias: primeramente en la Isla de las Perlas, en el Golfo de Paria tanto hacia oriente como hacia occidente, en la Isla de Margarita, en San Juan de Puerto Rico, en la Española y en Cuba. Luego, regresado a Tierra Firme, en la Gobernación de Car­tagena, a lo largo de la costa del Golfo de Urabá, en Ada; de allí atravesando el Mar de Mediodía, a Panamá, que es llamada por los

1< M. GIROLAMO BENZONI, La historia del Nu~tlo Mundo. Traduc­ción y notas de Marisa Vannini de Gerulewicz. Estudio preliminar de León Croizat. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la historia colonial de Venezuda. [1967], vol. 86, págs. 20-21.

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españoles Castilla de Oro; después en Nombre de Dios, en Veragua, en Nueva Cartago, en Costa Rica, en Cabo de Honduras en el Valle de Olancho, en la provincia de Guatemala y Nicaragua; luego de nuevo regresé a Panamá y finalmente fui al reino del Perú y a otras islas, de las cuales, como de todo lugar, daré noticia 15.

Salió de Panamá en el mes de Juma (1546 ?), llegaron a Gorgona, recorrieron parte de la costa, visitaron a Quito y luego al Perú.

Tres años después de mi llegada al Perú, encontrándome con varios miles de ducados, ya cansado de estar en aquellos países [ ... ] estando yo en la ciudad de Guayaquil, llegó a Panamá una embar­cación grande, cargada de mercancías, y decidí regresar a mi patria. Zarpamos cuando el patrón estuvo en regla, el 8 de mayo de 1550 16a.

Cuando llegaron a Manta, la embarcación dio en una roca y se hundió, los pasajeros y marineros se salvaron, con la mayor parte del oro y plata que llevaban. Cincuenta días después llegó de Lima una nave que los condujo a Panamá, pasó a Nicaragua donde enfermó gravemente. Cuatro años más tarde (1554 ó 1555) se encontraba en Guatemala y se embarcó con destino a España. Nuevo naufragio y perma­nencia en Cuba. Diez meses después llegó a las Indias la armada, en treinta y nueve días de viaje, llegaron a una isla de Portugal llamada Madera.

Después de ocho días, el trece de septiembre de 1556, entramos en San Lúcar de Barrameda y luego en Sevilla; arreglados mis asun­tos, me dirigí a Cádizj de allí en una urca, al cabo de dos meses llegué a Génova, de lo que tuve gran regocijo, y pronto estuve en Milán. Siempre alabando la Majestad de Dios, y la omnipotencia

11 [bid., pág. 83. toa 1 bid., pág. 267.

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Suya y de nuestro Salvador, que me ha concedido la gracia de ver tantas novedades, y tanto mundo, y tantos países extraños, librándo­me de innumerables trabajos; cuando yo lo pienso, me parece In­

creíble que un cuerpo humano haya podido soportar tanto 16.

Fruto de esta larga permanencia en América, fue su libro La historia del Mondo Nuovo, impresa por primera vez en Venecia, 1565, reeditada en 1572, fue traducida al latín por Urbano Calveton o Chauveton en 1578, varias veces impresa, con ilustraciones y notas de Calveton.

Se ha dicho que La historia del Nuevo MU1zdo, más que obra de un historiador, es obra de un periodista, un relato de viaje con informaciones históricas, observaciones notables y sugestivas. En cuanto al espíritu con que fue escrita, no se puede negar que contiene numerosas alusiones a la cruel­dad de los españoles, al maltrato a los indios, violencias, insolencias, hurtos, homicidios. Veamos algunas apreciaciones:

En conclusión yo digo, que dondequiera que los españoles han desplegado sus banderas, han dejado recuerdo de grandísima cruel­dad y huella de odio perpetuo entre los naturales 17.

Al hablar de la llegada de Pizarro al Cuzco anota que mató a los guardias, hizo prisioneros, saqueó el territorio y despojó el riquísimo templo del Sol.

Podemos decir, en verdad, ¡cuántos Nerones, cuántos Domicia­nos, cuántos Cómodos, cuántos Basianos, cuántos despiadados Dio­nisios han pasado por estos países! Hubo españoles que mataban a los indios por diversión, y los daban de comer a los perros 18.

11 ¡bid., págs. 267-270. 17 [bid., pág. 94. 11 1 bid., pág. 204.

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Pero la obra de Benzoni entra a formar parte de la Le­yenda Negra con la traducción y notas de Urbano Calveton o Chauveton (1578).

Son pocas las noticias que tenemos del traductor de Benzoru.

URBANO CALVETON (CHAUVETON), nació en La Chatre­en-Berry, fue matriculado en la Universidad de Ginebra en 1559, entró al servicio evangélico y fue pastor de Vendoeuvre, cerca a Ginebra en 1556. Tuvo algunas dificultades con el magistrado por la intemperancia del lenguaje, fue destituído y desterrado de la República en 1571. Volvió a ser admitido como simple particular en 1578. Dejó la Suiza al año siguien­te, fue pastor en Issoudun, en 1598 se encontraba en Bergerac. Por nuevas dificultades con sus colegas pasó a Limeuil donde permaneció hasta 1614 o quizás hasta 1616 de edad muy avanzada.

Chauveton es conocido por su traducción de la obra de Benzoru al latín y al francés a partir de 1578. Interpreta a su manera más que traducir el texto original, agrega o su­pnme a su arbitrio siempre con fines de polémica religiosa, la titula:

Nouae nouÍ orhis historiae, id est, rerum ah hispanis in India Occidentali hactenus gestarum, & acerbo illorum in eas gentes do­minatu, lihri tres, VRBANI CALVETONIS opera industriaque ex Italicis HIERONOMI BENZONIS Mediolanensis, qui eas terras xiiii, annorum peregrinatione ohijt, commentarijs descripti, latini facti, ac perpetuis notis, argumentis & locupleti memorahilium rerum accessione, illus­trati. His ah eodem adjuncta est, De Gallorum in Floridam expedi­tione, & insigni Hispanorum in eos saeuitiae exemplo, hreuis historia. Genevae apud Evstathium Vignon, 1578.

El padre Julián tuvo a la vista la edición de 1594, Im­presa por Teodoro de Bry.

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• • • Hemos visto cuál fue el fin que se propuso el autor de

la Monarquía del diablo: demostrar cómo América estaba antes de la conquista bajo el imperio despótico del demonio, y refutar los cargos que le hacen a la monarquía española escritores como Benzoni y Calveton, ya que el autor ha sido testigo ocular de lo contrario.

El diablo tenía conocimiento de la venida de los con­quistadores españoles. Cuando el invicto Almirante Cristóbal Colón pisó tierra en la Isla Española, felizmente descubierta por él en su primer viaje, tuvo noticias de un oráculo del demonio que tenía alarmadas a aquellas pobres gentes y que se había conservado por tradición, según el cual "de ahí a pocos años vendrá gente que echará por tierra y hará pedazos los simulacros de vuestros dioses". Al cacique Car~onexi y a otro compañero suyo se les reveló por boca del diablo la ruina de su imperio, "para que no se les borrara de la memoria tal oráculo, habían compuesto a manera de elegía una can­ción o romance aquellos indios y la cantaban en los días de lúgubres fiestas a sus dioses con tristes voces y fúnebres acentos". El padre Julián la traduce graciosamente en la versión italiana así: "¡Fra poco (, figli! / gente verra / bianca, e con barba, / e spada al fianco / che i vostri dei / infranti al suolo / calpestera". Despachado el inquieto espíritu ma­ligno, se fue a alborotar en Méjico y poner en consternación al supersticioso Motezuma. Todo esto confirmado con el tes­timonio de Acosta, Herrera y Salís (Cap. 1).

En el capítulo II se hacen algunas reflexiones sobre las predicciones del diablo temeroso de los españoles, para entrar luego en los capítulos siguientes a describir los estableci­mientos de la monarquía diabólica entre los americanos. El

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demonio, en efecto, había mandado construir suntuosas ba­sílicas, levantar soberbios altares, consagrar pontífices, prela­dos y sacerdotes inferiores. Inventó nuevos sacramentos a su modo, diversos sacrificios, fiestas muy solemnes y largas pro­cesiones. Fundó además comunidades religiosas, monasterios y colegios para las vírgenes y para los jóvenes destinados al culto de los ídolos. Estableció la comunión e invitó a recibir el diabólico sacramento; enseñó ritos y ceremonias sacrílegas semejantes a la misa, prescribió el sacramento de la penitencia, la confesión auricular, oraciones públicas y austeras peniten­cias. El diablo había fundado una pequeña colonia inde­pendiente, o una república libre formada por Méjico, Perú, Chile, Paraguay, Quito y Nuevo Reino de Granada y en las dos Américas sin contradicción alguna. Pero todo aquel im­perio debía venirse al suelo con la predicación de la doctrina cristiana y con la conquista llevada a cabo por los monarcas españoles. Defiende el autor a España de las acusaciones que se le hacen, por el fin, los medios y la conducta de los con­quistadores, para ello muestra los piísimos sentimientos y santas intenciones de los monarcas católicos en orden a dicha conquista.

En el capítulo V describe los templos que a honor suyo mandó fabricar el diablo en la América.

En el Nuevo Reino de Granada, o Tierra Firme, que con el

Perú contiguo hace todo un continente y es como la parte septen­trional del Perú, el templo más famoso, a lo que he podido colegir, que tenía el diablo, era el del Sol y estaba entre la naci6n mosca en el valle de Sogamoso, llamado por ese motivo la Tierra Santa 19. Mas

19 "y que por ser aquella tierra santa, otros muchos señores principales,

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aunque este era en opinión de los indios el más sagrado y célebre por la tradición de haber muerto en Sogarnoso el Bochica que llama­ban, y parece haber sido algún apóstol que les enseñó muchas ver­dades evangélicas 20, sin embargo había otros templos y santuarios como en Bogotá y Guatavita muy celebrados. En ellos se hacía adorar el diablo en ídolos de varias figur:¡s, y criaturas como del sol, de la luna formadas de plata y oro, y del mismo metal figuras de hombres y mujeres como tantos Mercurios y Dianas, Apolos y Venus, etc.

La lectura de este pasaje nos hace comprender que está tomado de Fernández de Piedrahita, quien a su turno siguió con fidelidad el relato de Juan de Castellanos.

En el capítulo VI, Reflexiones sobre la destrucción de los templos diabólicos en América, consigna un dato intere­sante, aunque al parecer exagerado:

Por los años de 61 del corriente siglo en solo el arzobispado o diócesis de Santafé de Bogotá, se contaban ochocientas pilas bau­tismales, que son ochocientas iglesias parroquiales, y más de mil otros templos, que no eran parroquias, a más de innumerables ora­torios edificados en casi todos los pueblos hasta de los indios, de suerte que podíamos contar, por lo menos, con dos mil iglesias en sola esta diócesis, cuando no estaba dividida de la de Maracaibo, pocos años ha fundada con obispo particular.

En los capítulos siguientes trata de los monasterios de monjas, conventos de religiosas y seminarios fundados por el demonio para su culto en América; la falsificación de

demás del general, allí tenían también particulares santuarios".

(JUAN DE CASTELLANOS, Historia del Nuevo Reino de Granada, Madrid, 1886, t. 1, pág. 179) .

•• LUCAS FERNÁNDEZ DE PIEDRAHlTA, Historia general dd Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1881, pág. 13 y sigs.

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nuestra fiesta de la Santísima Trinidad. En cuanto a las ffi­

tenciones del demonio, afirma:

Todas esas invenciones suyas no fueron más que un trastorno de la predicación evangélica de algún apóstol o discípulo del Señor, u otro varón apostólico, que entre las otras verdades y dogmas que les enseñó, les instruyó también en los sacramentos de nuestra santa Iglesia, y en este de la penitencia (Cap. XVII).

Es interesante consignar aquí este mismo testimonio tal como se encuentra en la versión italiana:

Mi opinión es que antes de los Santos Apóstoles [San Bartolomé y Santo Tomás], visitó en persona aquellas regiones americanas

Tuestro Señor Jesucristo, y se dejó ver de aquellas gentes, predicó y les dio las primeras noticias de los misterios de la Santísima Tri­nidad y de nuestra redención. ¿Cuándo? En el corto tiempo de los cuarenta días que corrieron desde su resurrección gloriosa hasta el día de su triunfante ascensión al cielo 21.

Esta afirmación ha de desarrollarse en la disertación so­bre un pasaje de la Epístola de San Pedro, que se encuentra al final de la obra.

Trata el padre Julián de la falsificación hecha por el demonio de la institución, fiesta y comunión del Santísimo Sacramento del Altar, de la confesión auricular introducida por el diablo como sacramento de la penitencia, de los sa­crificios humanos y de las bárbaras exequias y ceremonias funerales, de los magos y brujas. y aquí dejemos la palabra al padre J ulián, quien nos va a regalar con un delicioso relato de brujería:

Haciendo mlSlon en cierta parroquia de muchas almas con el fervoroso P. Ignacio Zubimendi mi compañero, que también fue tes-

SI Ed. cit., pág. 122.

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úgo del caso, se descubrieron dos brujas: una vieja, bruja consumada, y una muchacha de trece años, su nieta principiante en la facultad, que le iba enseñando la agüe/ita, como ella decía. El modo de descu­brirse fue este. La nietecita dijo a otra niña amiga suya y casi de la misma edad ¿si quería que le enseñase a volar? Respondió esta inocente que sí. Uevola a su casa cuando la vieja no estaba y sa­cando cierto botecito de ungüento diabólico, descubriendo el brazo comenzó a untárselo, y al refregarse con él, comenzaron a salir plu­mas y más plumas, como de gallinazo. La otra chiquilla inocente que vio tanta pluma, tuvo miedo, se horrorizó y asombrada corrió en derechura al cura a darle cuenta de lo que había sucedido. Este cabalmente era vicario de aquel distrito y comisario del Santo Oficio, hombre respetable, vino a consultar conmigo, arrestó luego a las dos abuela y nieta y les tomó confesión del hecho. Confesaron por fin de plan todo el hechizo y la historia larga del viaje que transo formadas en gallinazo, pájaro feísimo, hacían hasta un dilatado campo donde se juntaban otros muchos cofrades y comadres inteligentes del arte. Añadían cómo después de haber traveseado por aquella lla· nura, comparecía el diablo en forma de chivo, que así llaman allá al cabrón y hadan con él mil travesuras, y por fin antes de partir y desaparecerse, levantaba el rabo y todos y todas iban a darle ósculo de paz en el proprio sitio, por mal nombre llamado bajo la cola.

Tomada la confesión por el párroco, fueron llevadas a la cárcel del Santo Oficio, de donde se escaparon al anoche­cer, en medio de rayos y truenos (Cap. XXI).

IV

La monarquía del diablo en la gentilidtJd del Nuevo Mundo amen·cano, escrita por el padre Julián, termina con una Disertación crítica expositiva sobre la primera epístola del ap6stol S. Pedro que descubre haber Cristo visitado y predicado por sí mismo a las gentes americanas antes de su admirable ascensión al cielo.

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El texto del apóstol es el siguiente :

Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu y en él fue a predicar los espíritus que estaban en la prisión, incrédulos en otro tiempo, cuando en los días de Noé los esperaba la paciencia de Dios, mientras se fabricaba el Arca [ .. . ] (l Epist. de S. Pedro, cap. III, verso 18-20).

Según el padre Julián, el texto de San Pedro ha sido in­terpretado de diversas maneras.

1 opinión: venida y predicación del Verbo de Dios antes de su encarnación, a las gentes incrédulas que vivían en los días de Noé, cuando se fabricaba el arca. Así en Clemente de Alejandría, San Jerónimo, San Agustín, el Venerable Be­da, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, el Carde­nal Hugo, Dionisio el Cartujo.

Il opinión: se trata del descendimiento de Cristo Jesús al limbo, como enseñan San Epifanio, San Atanasio, San Cirilo, San Hilario, San Ambrosio entre otros. Entre los mo­dernos: Cayetano, Castrio, Clario, Salmerón, Belarmrno y Turriano, etc.

111 opinión: predicación a las gentes por los apóstoles y ministros evangélicos en el espíritu de Cristo y aun a la que se hace a los constituídos en el artículo de muerte, según Heselio.

IV opiniótl: la del padre Julián.

Habiéndome por más de cuarenta años aplicado de muchos expositores sagrados, con el ejercicio continuo del púlpito y el de regentar por algunos años la cátedra de Escritura en la que fue Regia U niversidad de Santafé en el Nuevo Reino de Granada, gozo como otros expositores la facultad y libertad de dar según el Concilio Tridentino, y reglas de Santos Padres e intérpretes al divino texto

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el sentido que después de seria meditación, oraClOn y estudio me parece más acomodado a la letra e intento del Espíritu Santo. Lo que me falta de erudición y ciencia en que florecieron otros intér­pretes suplirá lo que me sobra de experiencia, observaciones oculares y noticias del Nuevo Mundo.

Para el padre J ulián, Cristo vino a América y predicó en el corto espacio que corre desde la resurrección a la ascen­sión a los cielos. Y para probarlo, destina la última parte de su Disertación .

Al final de la Disertación expositiva, el lector encontrará una Breve anotación del docto profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor de esta arquidiócesis, Padre Hernan­do Guevara, a quien expresamos nuestra gratitud.

Esta, en substancia, la materia de este libro, que dejamos en manos del curioso lector.

En la transcripción del manuscrito se han tenido en cuenta las normas que ha seguido el Instituto Caro y Cuervo en ediciones similares a esta. En cuanto al uso de las ma­yúsculas, la acentuación y la puntuación, se han acomodado a las reglas de ortografía de la Real Academia Española.

Las ilustraciones que aparecen en el texto han sido to­madas de grabados antiguos que aparecen en diversas obras.

Este libro no se hubiera podido publicar sin la valiosa cooperación de Gloria María Ibarra.

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en la gentilidad del Nuevo Mundo Americano derri­

bada y destruída por los Católicos Monarcas de España.

Triunfos de la Religión en los dominios conquistados

con la fe, valor y armas de los españoles, con reflexio­

nes para confundir a los anti-católicos mordaces ému­

los de la nación española, benemérita de todas las

naciones del orbe en conquista tan gloriosa. Historia

interesante a la Religión y monarquía compuesta por

DON ANTONIO JULIÁN Presbítero ex-jesuita

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Et proiectus est draco ilIe magnus, qui vocatur diabolus et satanas, qui seducit universum or­bem, et proiectus est in terram, et angeli eius cum ilIo missi sunt. Apoc. c. 12.

Pulsus ab orbe novo iacet mc proiectus ab alto H eu Leo praevaluit, subcubuitque Draco! Crux, pietas, virtus, hyspana potentia regum Deiectum templís, expulit imperio.

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OCASIÓN DE LA PRESENTE HISTORIA.

No sé si diga por fortuna o por desgracia, cayó en mis manos la fatal, mordaz Historia Americana de Benzón, tan adornada en sus cuatro tomos de muchas y finísimas láminas, como salpicada y afeada de negrísimos borrones de calum­nias y dicterios contra los españoles de que la llenó Urbano CalvetonÍo en los brevetes marginales y comentarios que le añade. No pueden mostrarse insensibles a tamaños agravios y universal descrédito de la nación, ni el amor a la verdad, ni el afecto patriótico, ni la ternura de la piedad y ardor del celo de la Religión que respira el pecho de un español hon­rado. Dejo para sus oportunos lugares otros envenenados tiros de malignidad que dispara en el decurso de sus notas, basta para mostrar la ocasión o impelente motivo de mi His­toria lo que en la prefación al Benzón dice en soles dos parrafitos. Ex ungue leonem. Después de haber pintado en la margen con un solo rasgo de su mal templada pluma el triste miserable semblante de la América en poder de los reyes de España : Indiae occidentalis facies hodie misera, des­pués de haber asegurado que en los españoles historiadores de la América no halló la verdad que deseaba (para ensan­grentar contra toda la nación su pluma), y que buscando hostem quem feriat, sólo en Benzón había encontrado ma­teria en que cebar su maledicencia, da y publica por sospe­chosos, por aduladores y exagerativos de su gloria los escritores nacionales, a solo Benzón por exactísimo y cum­plidísimo en sus relaciones con admirable brevedad. Hispa12i senptores suorum glonae lenocinantttr, cum eos perlegissem suspectos h~bere coepi, Benzo mis praeferendus qua mira brevitate nihil scitu dignum praetermittam. Luego como ha-

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blando en trípode, comienza a soltar por la pluma el veneno reconcentrado en su pecho, y dice así: "El proceder de los españoles en la conquista de la América no quiero que se conozca tanto por mis palabras, cuanto por sus mismos he­chos. De tal suerte se portaron los españoles en sujetar aquellos pueblos, y se portan hasta ahora en gobernarlos, que haciendo en la realidad todo lo contrario de lo que mostraban e insinuaban con sus palabras, se han acreditado más bien discípulos de Dionisia el tirano o de Maquiavelo, que de Jesucristo": ut Dyonisii aut Machiavelli discípulos venus quam Christi se esse proderent in subigendis illis po­pulís et postquam subegertmt in regendis hactenus maxima ex parte. Para comprobar esto se atreve a confrontar de pro­pósito en varios párrafos los hechos de los españoles monarcas y conquistadores, con las diabólicas máximas de Maquiavelo, corriéndolas y confrontándolas una por una. Entre las máxi­mas que Maquiavelo sugiere para el feliz gobierno de un príncipe, es esta, dice Calvetonio: Vt cum ex animo Deum non colat, pietatis tamen externam specíem prae se ¡eren s eam de se opinionem ac ¡amam apud omnes conciliet. Que no reconociendo ni creyendo internamente en Dios dé mues­tras siempre en lo exterior de gran piedad y religión para conciliarse buena fama de todos en orden a la religión. Id, dice, non pernicíosius docuisse videtur Machiavellus quam hispani praestitisse apud indos. Esta tan perniciosa máxima de Maquiavelo, puntualmente practicaron los españoles entre los indios con no menor daño del que enseñándola acarreó tan impío instructor entre las gentes de Europa. Pusieron, dice, los españoles a sus americanas expediciones el esplen­doroso brillante título de promover la gloria de Dios y del nombre de Jesucristo, se jactaban a cada paso de ser cristianos, hijos del Altísimo Dios, mas poco se cuidaron de la religión y poco han dilatado el reino de Jesucristo. Christianismi ta­men limites, non longe propagarunt. El diablo mantiene allá su monarquía y reina como reinaba, antes bien la ha acre­centado al doble. Regnum suum obtinet, imo duplum aunt. Esta descomunal, notoria impostura exasperó tanto mi ánimo,

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por ser yo mismo ocular testigo de lo contrario, que templé al punto mi pluma contra el falsamente voceado imperio del diablo, y contra tan horrible maldicencia de estos y otros extranjeros modernos, secuaces y compiladores de tales maestros.

Pensaba antes entretenerme en esta obrilla con el título solamente de Historia del diablo antes y después de la con­quista, y divertir el ocio que me da el Señor nobis haec Deus otia fecit, en echar chicolios y chufletas al diablo para confundirlo, mas después que tropezaron mis ojos en tan serias, injuriosas sátiras contra mis soberanos y toda la nación, juzgué debía comparecer al público mi Historia con otro títu­lo en la frente, y con otros materiales en el cuerpo. Con otro título más expresivo de mi idea contra el diablo, y con otros materiales más proprios para confusión y tapaboca de Benzón, Calvetonio y satíricos extranjeros de nuestros días, mordaces émulos de las glorias de España, feas moscas que meten el pico en lo podrido, no mansas abejas que van a chupar las bellas flores. Esta ha sido la ocasión y motivo de la presente Historia, y de su más elevado significante título. Pero dirá alguno, para qué refrescar especies antiguas y avivar centellas de fuego cubiertas con las frías cenizas del olvido y apagadas ya casi con el decurso del tiempo. Si apagadas fueran, y no soplaran del norte vientos impetuosos que las encendieran y renovaran, no las removiera yo con mi pluma, pero esa es la desgracia de la nación española, o por mejor decir suerte feliz, de ser objeto continuo de sa­tíricas extranjeras plumas y lenguas, por ser objeto perpetuo de la ajena emulación, o envidia de sus glorias y riquezas.

Más de ducientos años han pasado desde que escribió el ardiente P. Bartolomé de las Casas, el Benzón audaz y el Calvetonio mordacísimo sobre la entrada y conquistas de los españoles en la América. Podían y debían ya estar arrimadas sus relaciones, memoriales e historias, y borradas de la me­moria de los vivientes sus hipérboles o calumnias; pero no hay en nuestros días forastero escritor sobre la América, que para zaherir nuestra nación no moje la pluma en sus escri-

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tos, y para conciliarse la fama de erudito y la aclamación de critico, no reproduzca los fatales partos de la mente o recalentada fantasía de estos tres adversarios escritores, del Casas ciertamente hijo de francés, del Benzón milanés y del Calvetonio alemán. Otros sabios españoles que desde Italia oyen los ecos, leen nuevas obrillas, conocen la domi­nante p:1sión de muchos extranjeros contra nuestra nación, la han defendido en otros puntos. Yo vengo a defenderla, sin olvidarme de otros, en el punto principal de la religión, piedad y celo que mostraron en la conquista y ejercitan en el gobierno de la conquistada América los monarcas de Es­paña, y a su imperio y órdenes los reales ministros y vasallos. Será contra el diablo la historia, porque mostrará de su in­fernal monarquía la total ruina, y será contra las estrepitosas calumnias de los extranjeros, porque verán en ella verdades que los confundan. Verdades que no reinan ni se ven en sus colonias americanas y aun en sus nativas regiones. A mí me quedará el consuelo de haber confundido y avergonzado por un lado al diablo derribado de su monarquía, y por otra a los mordaces anticatólicos, convencidos con la verdad de estar la religión, la Iglesia santa de Dios y todas las naciones obli­gadas a la nación española por la conquista gloriosa de la América y por las consecuencias ventajosas y felices singu­larmente para toda la Europa.

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ARGUMENTO Y FIN DE ESTA HISTORIA.

Me conformo en esta obrilla con las sabias intenciones y órdenes de nuestros antiguos y aun novísimos católicos mo­narcas. Cierto que yo concebí la idea de esta historia sin la menor noticia de que el objeto fuera ya recomendado por disposiciones regias en los pasados tiempos. Juzgué ser ella conduciente a la gloria de Dios y al honor y crédito de nues­tra nación, para confusión del diablo y tapaboca [d]el mayor de los malédicos extranjeros, y puse mano a la obra. Pero ya comenzada di con mis ojos por accidente en la Década V del exactísimo nuestro coronista Dn. Antonio de Herrera, y al principio del libro V me hallé con estas palabras: "Con­tinúo en las cosas de este gran reino del Perú para que como Su Majestad y su real supremo Consejo de Indias lo mandan, no se pierda la memoria de los antiguos usos y costumbres de aquellos naturales, y se den a Dios las gracias por haber sido servido, que en aquellas provincias se acabase la genti­lidad con la predicación de su Santísimo Nombre", y podía haber añadido lo que ahora añado yo: para que vea todo el mundo la grande y sorprendente mutación en mejor que en lo político, en los usos y costumbres, y singularmente en la religión ha hecho toda la América al impulso, valor, armas, piedad y celo de los españoles monarcas, conquistadores, jefes posteriores, reales ministros, obispos, sacerdotes y aun caba­lleros y particulares vasallos del católico monarca.

Estas eran sin duda las intenciones a que se extendía la sabia mente de nuestros reyes y disposiciones de su real su­premo prudentísimo Consejo. Este fue el fin que el célebre coronista Herrera se propuso y el que yo me prefijé para componer esta Historia. Es verdad que en las memorias, cró-

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nicas e historias de ambas Américas están esparcidas varias noticias que se leerán en esta, bien que llena de otras que no están escritas, pero el lector mismo verá la diversa figura de ellas unidas con buen orden, y cuánto mayor golpe dan coor­denadas y expuestas en particular, de 10 que sonaban ligera­mente tocadas y confusamente esparcidas. Es preciso hacer hincapié en 10 que más importa. Los extranjeros anticatólicos, como no piensan más que en oro, tesoros y comercio, no han podido sufrir con paciencia que España los descubriera en América. La rabiosa envidia les ha ofuscado los ojos, alterado las entrañas y destemplado sus plumas para zaherir con odio­sa mordacidad toda nuestra nación, atribuyendo singularmente a la insaciable avaricia, lo que fue suerte feliz deparada del muy alto para bien de los españoles, y quizás para premiar su piedad y celo de la religión l.

Debían y deben estos espíritus fuertes y satíricos atender a la universal y admirable mutación de las Américas en más feliz estado y venturosa suerte en 10 político, civil y principal­mente en la religión. Y esta portentosa mutación pretendo yo ponerles ante sus ojos, y he aquí el segundo motivo de esta obrilla. El diablo era el primer móvil, o por decir mejor, el primer motor, gobernador y per summum netas el monarca intruso en todos aquellos reinos incógnitos y vastÍsimos. Do­minaba a diestro y siniestro en la religión procurando con horribles idolatrías para sí, los cultos y honores debidos a solo Dios. En 10 político gobernando con mil supersticiones bár­baras y crueldades horrendas aquellas míseras gentes, inspi­rándoles mayores de las que los mismos enemigos de nuestra nación atribuyen y decantan contra los españoles. ¿ Quién lo ha derribado de su trono? El monarca y los monarcas de

1 Así lo decía al señor don Felipe III antes de ser coronado monarca, el secretario regio del senado de Bruselas Comelio Vitytsliet con estas palabras: Veníente plenitudine temporis harum terrarum possesio maiori­bus tuis potissimum delata est tanquam perpetuis verae aviteque religionis propugnatoribus.

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ARGUMENTOS Y FIN DE ESTA HISTORIA 45

España 2. ¿ Quién ha peleado contra él y contra su negra in­fernal tropa hasta desbaratarle y trastornarle su monarquía? El valor español. ¿ Quién le metió en fuga hasta taparle la boca y hacerlo desaparecer de toda la América? La piedad y el celo de la religión, que con las armas en la mano, lle­vaban en el pecho los conquistadores españoles. Pues esto es 10 que por muchos motivos sagrados y políticos quiero hacer ver en esta historia.

Las sombras dan realce a la luz, y campea más un con­trario al lado de su contrario. Quiero que vea todo el mundo las negras sombras, las obscurísimas hazañas, la cruel, insu­frible tiranía de aquel príncipe de las tinieblas entre las gentes de la América antes de la conquista, y vea al mismo tiempo las luces, el esplendor divino, la salud y bien incomparable que la nación española les ha acarreado con la conquista, y que después de ella gozan en paz segura, en civilidad plau­sible y en el gremio de la Santa Madre Iglesia con la religión que les trajo, enseñó, y a despecho del abismo, mantiene floreciente el poderoso brazo y celo ardiente de su piadoso, católico monarca. Tan lejos está de merecer nuestra nación la mordacidad de envidiosos extranjeros, y aun las quejas y resentimientos de aquellas americanas naciones, que antes levantando éstas las manos al cielo pueden decir: gracias al Altísimo que por medio de España exclusus est inimicus a cordibus nostris, como decía el gran P3dre S. Agustín a sus catecúmenos; y aquellos con toda la Europa y aun las tres partes del mundo, han de agradecer a España sus gloriosas hazañas y triunfos por los tesoros de la América que con sobrada liberalidad les ha dado a gozar después de la conquis­ta. Este por fin es el argumento y fin de esta breve historia:

• Nam Ferdinandus el Isabella illius saeculi ¡wnina, defuncti Baetico bello ejectis tota Hispania numidarum reliquiis, auctisque christianorum sacrorum limitibus, tanquam in praemium rei bonae gestae primi in cog­nitionem insularum, continentis indici et aU5tralis pelagi venerunt navisque missis in oceanum clasibus ultra romanas aquilas et no tique orbis terminos progressi, totius fere occidentis penetralia referunt.

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demostrar cómo estaba la América antes de la conquista de­bajo del bárbaro, cruel, impío, despótico dominio del tirano príncipe de las tinieblas Luzbel, y cómo está en nuestros días en lo divino y humano, político y civil debajo del suave, paternal, sabio y cristiano imperio de nuestro católico mo­narca de las Españas Carlos IIr, que Dios guarde.

Quem nova regna colunt armis, virtute potentem Imperio regem, lege et amare patrem.

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CAPITULO I.

PREDICCIONES DEL DIABLO EN LA AMÉRICA SOBRE LA VENIDA DE LOS

CONQUISTADORES ESPAÑOLES.

I.

Antes de las hazañas dignas de todo horror y tedio que obraba con infernal despotismo el diablo dominante entre aquellas miserables gentes de la América, quiero que resue­nen sus oráculos verídicos sobre los españoles que venían a ocupar aquellas tierras y echarlo a él a los infiernos. Consta de las Divinas Escrituras en uno y otro Testamento y de otras historias sagradas y profanas, que a las veces dice ver­dad el padre de la mentira, porque lo constringe Dios a decirla para mayor pena de quien tanto la aborrece y para los altos fines de su divina gloria. Apenas el invicto almi­rante Don Cristóbal Colón llegó a fijar su triunfante pie en la Isla Española descubierta felizmente en su primero crítico viaje, encontrase ya con un oráculo del demonio que había prevenido aquellas indianas gentes prenunciando su venida. El oráculo decía así: "Que de ahí a pocos años vendrá gente que echará por tierra y hará pedazos los simulacros de vues­tros dioses".

Este presagio como por tradición de padres a hijos lo conservaban en la memoria los presentes isleños y lo referían al almirante y a sus conmilitones españoles en esta forma. Al cacique llamado Carionexi padre del entonces viviente caci­que y a otro régulo les entró la gana de preguntar a sus dioses

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y saber lo que después de sus días había de suceder en sus tierras. Para oír de sus ídolos y de la boca del diablo el de­seado vaticinio, se juntaron los infelices y ayunaron cinco días continuos sin probar los mártires del diablo cosa alguna de comida ni bebida, en amargo llanto y perennes gemidos pa­saron aquellos días para hacerse dignos de la respuesta del Cernís ídolo que adoraban. Pasados así en mortificación y penitencia los cinco días, respondioles el diablo patético y sen­tencioso en estos términos: aunque los hados y futuros sucesos están ocultos en la mente de los dioses y conviene más tener­los escondidos que descubiertos a los hombres, sin embargo, movido de vuestra devoción y lágrimas) vengo a manifestaros 10 venidero. Sabed pues que dentro de pocos años vendrán a vuestra isla forasteras gentes, hombres que andarán vestidos, con barba larga, armados de espada y daga de tan penetrante filo, que de un golpe partirán a un hombre de por medio. Ellos echarán por tierra las antiguas estatuas de los dioses y abolirán y desterrarán de vuestros países los sagrados ritus y ceremonias que os dejaron vuestros mayores" l. Para que no se les borrara de la memoria tal oráculo, habían com­puesto a manera de elegía una canción o romance aquellos indios, y la cantaban en los días de lúgubres fiestas a sus dioses con tristes voces y fúnebres acentos.

Todo esto referían los pobres indios al almirante Colón y a los españoles que no cesaban de dar gracias al Señor por haberlos conducido con felicidad a aquellas tierras. Era tam­bién de particular consuelo para todos los nuestros el ver la docilidad de aquellos indios, los cuales desde entonces co­menzaban a imitar la piedad de los cristianos. Cuando estos se arrodillaban, también los indios; y cuando alzaban los ojos al cielo los españoles para alabar a Dios, también los indios; y cuando por la mañana y a la noche se juntaban los pere-

1 Mirabilem insulares illi indi cuiusdam oraculi memoriam tenebant a patribus trawtam qua vera et futura praedicebat: Non multis, videlicet, abhinc annis venturam in eas gentem, simulacra deorum terrae allideret lit.

Benzon 4 P. lib. 4.

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1. EL DIABLO Y LA VENIDA DE LOS CONQUISTADORES 49

grinos cristianos a rezar el A ve María y sus devociones, tam­bién procuraban asistir los indios, dando en estas piadosas acciones felices prenuncios y señales de haber llegado el tiem­po fatal para el diablo en que habían de caer en tierra sus ídolos, supersticiones diabólicas y execrables ceremonias y había de reinar la piedad y fe de nuestro Dios verdadero, cuya noticia les traían los españoles católicos. Ahí pues, a despecho del diablo, enarbolando Colón la señal de la santa cruz, formada de un árbol que hizo derribar aposta, y des­plegando al viento la bandera española, para tomar posesión en honor de Jesucristo y gloria del católico monarca de aque­lla isla y Nuevo Mundo, fabricó y levantó de ladrillo y adobes la primera casa española que se vio en el mundo nuevo americano. Calló el diablo y desde entonces se fue retirando para llorar su desgracia y la pronosticada ruina de su reino.

Ir.

Parece que despechado el inquieto espíritu se fue a albo­rotar en México y poner en consternación al supersticioso reinante Motezuma. Por los mismos diablos que adoraba, dice el padre Acosta, lo confundió y castigó Dios en pena de su idolatría. Con tan claros oráculos y tan horrendos pre­sagios y monstruosas visiones lo perturbaron, y en su trono lo inquietaron los diablos, que no se vieron jamás, por 10 menos en aquel hemisferio, avisos ni portentos más espantosos. Andaba como fuera de sí Motezuma sin acertar a tomar consejo. El diablo era su mayor tormento, en 10 que le anun­ciaba. En el ídolo de Cholola llamado Quezalcoalt, pública­mente clamaba el diablo: Ya viene gente extranjera, que ha de asaltar y ocupar este reino. Peregrint~m populum appellere qui reg1lttm istud i1Jvasurus et occupaturus esto Un reyezuelo mago insigne y de particular familiaridad con el diablo, en hora irregular fue de propósito a visitar a Motezuma para decirle que de sus ídolos había entendido la fatal noticia de que amenazaba y se acercaba ya una grande mutación en

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todo el reino mexicano. Otro vino a la presencia de Mote­zuma con semejantes presagios oídos del diablo que le ha­blaba por sus ídolos, y como era mago, hizo por arte del diablo delante del atónito rey tal maniobra, que de repente se le cayeron todos sus dedos de pies y manos. Enfurecido Motezuma mandó prender a todos los magos y desapareciendo estos a poco rato de las cárceles, viéndose burlado, mandó matar a todas sus mujeres y quemar sus casas. Varias veces fingiendo el diablo la voz de mujer, gritaba como tierna compasiva madre: i Oh hijos míos, y está a la puerta vuestra ruina! ¡Oh hijos míos, dónde os podré esconder, dónde os podré llevar para que no perezcáis todos miserablemente! 2.

Con estos y otros trágicos oráculos y monstruosas visiones que omito, mostraba el diablo la venida de los españoles en tan dilatada jurisdicción del americano mundo, donde como despótico príncipe dominaba. En el P. Acosta, Herrera, Salís y otros podrán los curiosos leer más presagios diabólicos en el Perú, México y diversas islas. Yo por no atediar al lector con funestas memorias del maligno espíritu, me contento con los insinuados, que me bastan para dar principio a esta historia.

• o mei filü, vestrum iaro ante fores exitium! quonaro vos agere o mei filii, quo vos adducere potero, ut non universim pereatis. Acosta, lib. VII, cap. XXIII.

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CAPíTULO 11.

REFLEXIONES SOBRE LAS PREDICCIONES

DEL DIABLO TEMEROSO DE LOS ESPAÑOLES.

I.

Sabía muy bien el diablo que el Hijo de Dios Cristo Jesús había dicho: nunc iudicium est mundi, ahora va a hacer crisis el mundo. Ntmc princeps huius mundi eiicietur foras, ahora será echado del mundo idólatra el príncipe de las tinie­blas que lo domina y tiraniza. Esta infalible sentencia fulmi­nada sobre su cabeza, la veía cumplida en gran parte de sus dominios de su usurpado imperio en las tres partes del mundo. Llegó el siglo décimo quinto en el cual había ya hecho crisis entera y notabilísima la España con la universal expulsión de los moros e inmundicias del mahometismo con que el mismo diablo la había inficionado por centenares de años. En esta expulsión había conocido el valor, la piedad, el vigor de la fe y constancia invencible de los españoles y sus mo­narcas, el favor y auxilio del Omnipotente que con estupen­dos prodigios y victorias les daba la mano, veía en el trono reinando la piedad y celo católico del rey don Fernando y de doña Isabel, deseando dilatar los pabellones de la santa fe y términos del imperio de Jesucristo, entendió que se andaba por fin tratando en la corte de tan píos y magnánimos prín­cipes el proyecto de nuevos descubrimientos y conquistas del nuevo mundo. Viendo el cielo tan propricio a los españoles, a Dios contento y satisfecho de su celo y piedad en haber arrojado de sus términos, los jebuseos moriscos y destruído

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sus abominables mezquitas y que ya se prevenía armada, que la proa se enderezaba al nuevo mundo, remordiéndole al malvado la conciencia, temió, se alborotó y a despecho suyo, obligado del Altísimo, comenzó a decir verdades, a pronunciar oráculos y prenunciar la venida de los españoles, la ruina de su negro imperio y la mutación crítica en todos sus dominios, de la idolatría en la cristiana fe y verdadera religión 1. Semejantes presagios con que fue anunciada la ve­nida del Mesías, la ruina de Jerusalén, destrucción de ídolos, mutación de imperios, refieren las divinas letras, Josefa, Eu­sebio Cesariense, Pablo Orosio y otros.

11.

A los enemigos de la nación española parece que no les han caído en gracia estas predicciones del diablo sobre la venida de los españoles. Hasta de lo que el diablo dice nos tienen envidia. A esa malignante turba aplíquese lo del espa­ñol poeta: rumpatur quisquis, rumpitut· invidia.

No digo esto al aire: a esta reflexión me da motivo lo que leo en extranjeros libros. Dejo aparte otros modernos, cuyos autores como Raynal, Robertson han ensangrentado sus plumas contra la nación española, y vomitando el triste veneno que bebieron de sospechosos o malignos antiguos es­critores. Bástame el Benzón y su comentador Calvetonio, que entre otros han sido y son los conductos por los cuales se ha esparcido el veneno en los novísimos escritores. Es fatal con­tra los españoles la Historia del Benzón con su intérprete, estampada y adornada con finísimas láminas en Francfort año de 1594. Pero toda la fineza de las láminas procurada

1 Lubet istud etiam considerare finem baetici bellí ioitium fuisse huius conditionis quasi bonus et iomensus Deus praeteritos Catholicorum Regum decreverit illa contra mahometanos bello susceptos pro fide chris­riana [ ... ] indorum adiecriooe remunerari eiectisque idolis ilJorum operis indianos ad suum culturo vocare destinaverit. Cornel. Vitsliet ad Philip. III Hisp. Reg. in Prol. suppl.

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LÁMINA IV. - Aparici6n del diablo.

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para conciliar lectores y hacer odiosa la nación española, queda obscurecida. y afeada con el negro humo de tantas o calumnias o exageraciones satíricas que respiran la Historia, los brevetes de las márgenes y las bastardas notas que al fin de los capítulos mete el intérprete.

Dejemos otros puntos para sus oportunos lugares, vamos al presente a la predicción expuesta del diablo en la Isla Española, añade Benzón en su texto (si no es adición de otro) estas palabras y sentencia del diablo: "Vendrá gente bárbara que derribará vuestros ídolos y derramará la sangre de vuestros mismos hijos". Et filiorum vestrorum sanguinem effundent. Y como por epifonema añade: "ciertamente si se hubieran acordado los indios de tal presagio, no hubieran recibido a los españoles con tan festivo triunfo y alegría". Pero su mordacísimo comentador le añade este otro granito de sal, o de pimienta: que vendría gente la cual sacrificaría a sus hijos, o quitándoles la libertad, corrompería la flor de su tierna edad con todo género de vicios y maldades, veZ Ziber­tate sublata, in omne sceZerum genus corrumperent. Con cuál testimonio y autoridad añaden estas palabras o las sacan de la boca del diablo, no 10 dicen. Lo cierto es que el ilus­trador obscuro de Benzón en las demás notas cita varios autores, ya el Gómara, ya Oviedo, ya Pedro Mártir milanés y otros; en esta a ninguno. La maledicencia que gasta el intérprete ya desde el Prólogo, ya en las notas marginales, ya al remate de los capítulos, da fundamento para sospechar que no tuvo escrúpulo de levantar testimonios al pobre diablo, a trUeque de amontonar dicterios contra los españoles. Pero aunque hubiera hablado así el diablo, ¿ quién le quita al pa­dre de la mentira mezclar esta entre verdades? y que como en materias espirituales, aunque comience bien, por fin mues­tra en la cola su malignidad, así comenzando aquí con la verdad, acabará con la mentira. Y demos hablara así y pro­nunciara la verdad en materia de esclavizar los españoles a los indios, ¿ qué sacamos de esa verdad, en la cual hasta nuestros días hacen tanto hincapié los extranjeros para dar contra los españoles? Es cierto que a los principios hacían

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11. EL DIABLO TEMEROSO DE LOS ESPAÑOLES 55

esclavos e iban los españoles a vender los miserables indios, pero también es cierto que entonces esa acción se tenía por lícita y era apoyada sobre título de conquista y guerra justa con el parecer de personas doctas y timoratas, y es constante también, que luego que tuvo visos de tiranía o barbaridad, fue con expresa rigurosa ley prohibido tal comercio por los católicos monarcas.

y finalmente, ¿ qué hicieron los españoles en este punto, que no hicieran los romanos y tantos otros conquistadores antiguos? Mas añadiré, ¿ y que no hagan presentemente aun contra las leyes del Voliio, del Grocio, del Puffendorf, del Montesquieu y universal derecho de las gentes los extranjeros en las costas de África con los pobres negros, congos, cara­balíes y otras naciones? 2. Estos latrocinios no es menester que los pronuncie el diablo, son públicos, y lo que han hecho en sus colonias con los pobres indios, se sabe aunque han procurado ocultarlo. Al diablo despechado por el cristianis­mo que los españoles iban a sembrar, le estaba bien alborotar a los indios con verdades y mentiras. La corrupción de cos­tumbres, que añade Calvetonlo, habían de acarrear los espa­ñoles a estos tiernos hijos de los indios, según el oráculo diabólico, se verá falsificada en el decurso de esta historia, con los ejemplos de piedad y virtud y reparos para conservar la inocencia, que a despecho del diablo han dejado y man­tienen los españoles en la América.

2 Me contaban dos negritos que lavándose ellos con otros en el mar, llegó un barco forastero del cual saltaron en tierra unos hombres con peluca como ingleses, y por más que tiraban ellos a huir, los cogieron desnudos y sin otro motivo a cada uno lo metieron (como gato, decía el negrito) en un saco y así los llevaron a todos al barco, y los hicieron esclavos. Con cuál piedad y justicia, no lo entiendo. Si tal hicieran los es­pañoles, se llenara de clamores extranjeros el aire y de sátiras la Europa, pero no hay un Padre Casas que grite ni con viajes alborote las Cortes representando tales crueldades e injusticias. Los extranjeros que las come­ten las ocultan y pasan en casto silencio. Es común persuasión en la América y general el temor de los prudentes, que la mayor parte de los negros que los extranjeros traen y venden por esclavos, son libres en realidad y vendidos injustamente, por lo menos de primera mano.

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CAPíTULO 111.

MONARQUíA DEL DIABLO EN LA AMÉRICA.

1.

Harto peor que la maliciosamente fingida monarquía del rey Nicolás en Paraguay, fue la del diablo en toda la Amé­rica. Ya soberbio desde sus principios Lucifer contra Dios, ambicioso de su gloria y envidioso de los divinos honores, procuró emposesarse de todo el orbe y esparciendo negras sombras en todas las naciones, ser adorado por dios. Intro­dujo la detestable idolatría y con innumerables supersticiones solicitó para sí los cultos, inciensos y sacrificios debidos sólo a nuestro Dios verdadero. Así reinó por tantos siglos en Asia, Africa y Europa llevando míseramente ciegas y alucinadas las gentes, de suerte que a excepción de la pequeña porción del pueblo escogido de Dios, todas las demás naciones del mundo tributaban adoraciones y culto al demonio, o por ins­tigación y engaño suyo a las criaturas, y no como debían, al Criador. Así encontró Jesucristo al mundo cuando vino. Por eso dijo el Señor: NU12C princeps huius mundi eiicietur toras. Que venía a echar de sus dominios al príncipe de este mundo, a derribar de su usurpado trono al intruso monarca Luzbel con todos sus principillos de las tinieblas. En efecto, subido al cielo el Salvador del mundo, con la predicación del evangelio se fueron disipando sombras, cayeron ídolos y templos destinados al culto del demonio, perdió Satanás su imperio entre las gentes, y con sus dioses y fingidos simula­cros desapareció la idolatría, y los pueblos que habitaban en

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IIl. MONARQuíA DEL DIABLO EN AMÉRICA 57

LÁMINA V. - La tentación del paraíso.

las funestas regiones de la muerte quedaron iluminados con la luz de Jesucristo. Cayeron los oráculos, enmudeció el demo­nio, forzado abandonó su imperio tenebroso en Egipto, en la Grecia, en todo el Romano Imperio, y desapareció de las regiones más cultas, floridas y famosas de las tres partes del mundo conocidas. Tan visible y palpable fue esta destruc­ción del imperio de Luzbel y la decadencia total de su mo­narquía, que le pareció a S. Cirilo Alejandrino poder ya exclamar en honor de la triunfante Santísima Virgen María: Per te omnis creatura, idolorum errare detenta, conversa est ad agnitionem veritatis. Ya gran Madre y Señora, por tu medio todas las gentes envueltas en los errores y sombras de la idolatría se han desengañado, han conocido la verdad y convertido a la adoración del verdadero Dios hijo tuyo.

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y este fue el incontrastable argumento y prueba de su reino que nos dejó Jesucristo, argumento que no han podido jamás soltar ni el diablo ni sus partidarios. Si in digito Dei eiido daemonia, profecto pervenit in vos regnum Dei. Si con la virtud de Dios echo fuera a los demonios, no sólo de los cuerpos sino del mundo, cierta señal es de haber llegado ya a vosotros el reino de Dios. Vio el diablo que no podía estar su reino con el de Dios, ni subsistir ya su monarquía con la que se levantaba y florecía de Jesucristo en estas tres partes del mundo 1. ¿ Qué hizo? Fue a entablarla y promoverla en país donde estuviera escondido y dominara a su salvo y ejer­citara su tiranía, sin que ni Papas, ni obispos, ni sacerdotes de Jesucristo, ni príncipes católicos, ni cristiano alguno lo supiera ni pudiera rastrearlo. Se fue a la América a fundar su imperio, a levantar su monarquía remedando al reino de Jesucristo según le dictó la soberbia, le inspiró la rabia, la crueldad y mortal odio a los hombres tan amados, buscados y beneficiados de su Dios. Ahí mandó fabricar templos, ahí ordenó sacerdotes, ahí consagró pontífices, instituyó sacra­mentos, intimó sacrificios, estableció festividades solemnes, inventó procesiones, fundó religiones y monasterios de vír­genes, convidó a comuniones, prescribió ritus y ceremonias para misas, matrimonios, entierros, rogativas públicas, peni­tencias y por fin, cuanto había en este hemisferio visto en la santa Iglesia de Dios y reino de Cristo, casi tanto, con sacrí­lega imitación y ficciones diabólicas entabló en su monarquía.

Ni se contentó con ser monarca, sino que pretendió con su antigua soberbia ser adorado dios, y colocó en los tem­plos sumptuosísimos su estatua y simulacro, que regularmente era de monstruoso sátiro o de chivo o cabrón, figura suya

1 San Atanasio refiere en la vida de S. Antonio Abad, que se le apareció en agigantada estatura el diablo (ya en tiempo del Gran Cons­tantino) y en tono de despechado le dijo que ya quedaba despojado de sus annas e imperio, después que resonaba el nombre de Jesucristo por estas partes del mundo, de JIIO imperio el armis fuisse spoliatum &. Al­cázar in Apoc. [ ... ] 879.

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IlI. MONARQuíA DEL DIABLO EN AMÉRICA

LÁMINA VI. - Simulacro del diablo que regularmente era de monstruoso sátiro o de chivo o cabrón.

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ordinaria y la que más le agrada y cuadra, como le he ave­riguado yo y entendido de gentes que le trataban y entre quienes dominaba. Así se la pasaba tranquilamente promo­viendo sus intereses ocultos, adelantando su religión perversa, tiranizando aquellas pobres gentes, hecho un monarca des­pótico sin temores ni sospechas de que nadie le quitara su monarquía. Pensaba tener todos sus dominios en paz : cum tortis armatus custodit atrium suum, in pace sunt ea quae possidet. Así por él cabalmente lo había dicho el Salvador, pero no hizo caso el diablo de lo que aquella divina boca había añadido: Si autem tartior ea superveniens vicerit eum, tmiversa arma eius auteret, in quibus confidebat, et spalia eius distribuet. Si viniere otro más fuerte y lo venciere le quitará de las manos todas las armas en que fiaba su defensa y distribuirá todos sus despojos. Así puntualmente le sucedió al pobre diablo. Él no era más que un contrabandista oculto que se había hecho fuerte en la América con su vil cuadrilla. Confiado en que estaba cerrado por mar y tierra en aquellas regiones, había formado no sólo su colonia independiente, su república libre, sino una grandiosa monarquía mayor que ninguna de las cuatro representadas en la estatua de Nabuco.

Dominaba en el gran México, en el Perú, en Chile, en Paraguay, en Quito, en el reino de Cundinamarca ahora Nuevo Reino de Granada, y por fin en ambas Américas sin contradicción alguna hecho un tirano, a quien nadie osaba resistir, un Vol turno, que tomaba diversos nombres y figuras; en México se hacía adorar y respetar con diferentes títulos, con otros en el Perú y con otros en las demás tierras. No contento de ser él venerado, como supremo monarca y dios, abatía aqu !las naciones al culto de otras criaturas que hacía creer diosecillos, al sol, a la luna, a ciertas estrellas y aun a feroces e inmundos animales los presentaba como deidades a quienes tributaran inciensos y sacrificios, y todo lo hacía en oprobrio de nuestro verdadero y único Dios y por emula­ción y venganza contra Jesucristo, que lo había derribado de su trono usurpado en este mundo antiguo. Tales inso­lencias sufrió la pl ciencia del gran Dios por muchos años,

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111. MONARQUÍA DEL DIABLO EN AMtRICA 61

y por sus inescrutables juicios. Deus patie12s est, quía aeternus est dijo Tertuliano. Dejó el Señor que llegara el crítico siglo décimoquinto, después del nacimiento de Cristo Jesús, echó los ojos desde el cielo sobre todas las naciones del orbe y como para la India oriental, escogió la portuguesa fidelísima, para la América escogió la pía y católica nación española para desentronizar de su imperio al intruso monarca, para maniatar al fuerte, para quitarle de las manos las armas y sujetar a Jesucristo los dominios de la mayor parte de la América injustamente ocupados del príncipe de las tinieblas por tan largos siglos.

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CAPíTULO IV.

REFLEXIONES SOBRE LA GENERAL DESTRUCCIÓN DE LA MONARQUíA

AMERICANA DEL DIABLO A IMPULSOS DE LA PIEDAD Y VALOR DE LOS

ESPAÑOLES.

1.

Hasta allá llegó la piedrecita del monte, que derribó la estatua de Nabuco: con la diferencia, que a esta le dio en los píes y a la del diablo en la cabeza o cabezas con que el monstruoso multiforme monarca se aparecía y dominaba. Aquella cmnilla, que simbolizaba la monarquía y reino espi­ritual de Jesucristo, había de crecer y dilatarse hasta ocupar toda la tierra. No podía fácilmente propagarse, sin quedar destruídos los cuatro reinos figurados en la estatua, el de los asirios, de los persas, de los griegos y romanos. Este romano imperio con toda la agigantada estatua quedó por fin arrui­nado también, para que el reino de Jesucristo con la predi­cación evangélica tuviera su curso. En esas cuatro monarquías dominaba libremente el diablo y había levantado y extendido la suya como en la América. La monarquía del diablo era espiritual y no terrena, porque el miserable no tiene un pal­mo de tierra suya. El reino de Jesucristo es también espiritual y no terreno, porque si bien toda la tierra es suya, la cede a los hombres para habitar y reinar en ella. Y así dijo el Señor que su reino no es de este mundo, y dicho está terram autem dedit filiis hominum. Como se contenta Jesucristo de

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IV. DESTRUCCIÓN DE LA MONARQuíA AMERICANA DEL DIABLO 63

reinar por la fe y religión en los corazones de los hombres, así se contentaba el diablo con reinar en la América, exigien­do de aquellas gentes el reconocimiento, la vana creencia, adoraciones, cultos y obediencia; y con las supersticiosas leyes y ceremonias de religión y crueldades terribles las tenía su­jetas a su imperio. Metía y nombraba reyes a su gusto, pero así en lo político como en lo sagrado les sugería y obligaba a tan horrendos sacrificios de carne humana, a tan ridículas, soeces y bárbaras supersticiones y ceremonias, que parecía su monarquía un infierno sobre la tierra y era propriamente un reino de las más densas tinieblas. Ahora entra lo que sabia­mente dijo el Padre Mariana en sus comentarios sobre la Divina Escritura y sobre este sueño de la estatua. "Era nece­saria, dice, la destrucción del romano imperio para que la cristiana Iglesia y el santo Evangelio tu vieran su curso; para que no fuera oprimida la Iglesia de la bárbara tiranía de los romanos emperadores, y para que estos no se apoderaran de los romanos pontífices, prelados santos y pregoneros del Evan­gelio y los quitaran siempre de en medio, sacrificándolos a cuchillo para obsequio de sus ídolos diab6licos" 1,

y esto mismo se requería para el establecimiento y pro­pagación del reino de Jesucristo en las Américas y para destruir la monarquía del diablo. Valiose el Omnipotente de la piedad, armas y valor de los españoles; de la piedad y religión para entablar el reino de Jesucristo contra el de Luzbel; de su valor y armas para destruir los reinos de los príncipes terrenos gobernados por arte y leyes del diablo, porque de otra suerte ni podía la evangélica predicación tener su curso, ni seguridad de sus vidas los obispos, ni sa­cerdotes ni gente católica, ni continuar en paz y tranquilidad el reino de Jesucristo. Con las armas españolas se destruyó 10 temporal y terreno, con la fe y piedad se le dio al diablo

1 Et quidem regnum Christi spirituale est, Don terrenum, et ut suum cursum Ecclesia teneret, et Evangelium, necesse erat ut romanum ever­teretur imperium, ne tyrannide Ecclesiam opprimeret, et romanos subiiceret pontífices. Mariana, in Daniel cap. 2.

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64 MONARQuíA DEL DIABLO

en la cabeza. Cayó su tiránico imperio como el gigante Go­liat con la piedra disparada de la honda y mano de David; las armas de España le dieron en los pies de tierra, la religión en la cabeza, y destruídos aquellos reinos idólatras y bárbaros, quedó desecha la usurpada monarquía de Satanás y se levantó y propagó con firmeza y estabilidad la de Jesucristo.

De suerte que las armas, las batallas, la temporal con­qu :sta de los españoles fue como allá dicen en las escuelas el removens prohibens, el quita embarazos e impedimentos para establecer la fe de Jesucristo, y el sujetar aquellas nacio­nes a la monarquía católica, fue para conservarlas católicas, libres en adelante de la tiranía del diablo y sujetas para su eterna salud al suave yugo y dulce ley y monarquía divina de Cristo. Y ya que tanto han blasfemado y vociferado los extranjeros enemigos de nuestra nación sobre el fin, los me­dios y conducta de los españoles en esta conquista de las Américas (favor en parte y reliquias del buen P. Fr. Bar­tal amé de las Casas) óiganse los sentimientos y sanas inten­ciones que por los años 1535 manifestó de su pecho el católico monarca por su Real Consejo de Indias en el despacho que se dio al adelantado don Pedro de Lugo, nombrado para la conquista de la provincia de Santa Marta. Pondré algunos períodos no más que basten para desengañar y alumbrar extranjeros anticatólicos y apagar de una vez las chispas del fuego encendido en su envidioso pecho y vomitado por sus plumas. Óigase la primera cláusula en la licencia que le da su Real Majestad para los nuevos descubrimientos y preten­dida conquista. "Que lleve consigo las personas eclesiásticas y religiosas que el rey señalase para la instrucción de los indios en nuestra santa fe católica, con cuyo parecer y no de otra manera, había de hacer la dicha conquista". En la instrucción que se le dio, dice así Su Majestad: "Que antes de salir el adelantado de estos reinos, llevase consigo reli­giosos sacerdotes aprobados por el real y supremo Consejo, en vida y costumbres para la predicación y conversión de los indios, y que tuvieran estos gran cuidado en que los in­dIOS fueran bien tratados como prójimos, mirados y favore-

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cidos, no consintiendo que se les hiciese fuerza ni daño. y que no consintiese que nadie tomase por esclavo ningún indio, salvo el caso (ahí entra el removens prohibens) que los indios no consintiesen que los religiosos y clérigos estuviesen entre ellos y los instruyesen en buenos usos y cos­tumbres, y que les pred~casen nuestra santa fe católica y no quisiesen dar la obediencia resistiendo y defendiéndose con mano armada [ ... ] porque en estos casos se permitía que por ello y por la defensa de sus vidas y bienes, los poblado­res pudiesen hacer guerra, con acuerdo y parecer firmado con los nombres de los religiosos y clérigos, y hacer en ella aquello que los derechos y nuestra santa fe y religión cris­tiana permiten, y no en otra manera" & 2. Esta fue la instruc­ción, la mente, el fin de los católicos monarcas y la conducta de los conquistadores fieles y obedientes a las reales leyes para derribar la monarquía del diablo en la América y redu­cir en polvo sus estatuas.

Hagamos ahora otra breve reflexión para tapar las bocas de enemigos extranjeros. El almirante Don Cristóbal Colón después de la repulsa de sus genoveses y de la corte de Por­tugal en orden a sus ideas propuestas sobre el descubrimiento del Nuevo Mundo, mandó a su hermano Bartolomé a En­rique VII rey de Inglaterra para exponerle su proyecto y solicitar su favor y navíos para surcar los mares hasta descu­brir las Indias Occidentales, y en ellas las minas riquísimas de oro y plata que imaginaba, ofreciendo volver a Londres con inmensas riquezas para Su Majestad y reino. Pero como en Génova fue tenido Colón por hombre vano y proyectista temerario, en Portugal por ridículo, así en Inglaterra fue rechazado por delirante. Sólo por fin en la piedad y buen corazón de la gran reina Isabel en España halló benigna aco­gida, y por su medio en el real y magnánimo pecho del rey Don Fernando que dio tres naves a Colón prontas y bien armadas para el logro de tan vasto e interesante proyecto.

~ Herrera, Dec. V.

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66 MONARQuíA DEL DIABLO

Así lo dispuso el Altísimo para favorecer a su amada nación española, y ahí entra la natural y obvia reflexión: ¿ qué tal si entran en tan gloriosa empresa los genoveses y portugue­ses? Prudentísimamente se puede creer que aquellos, a los primeros flechazos de los indios hubieran vuelto la espalda a tomar los aires de la patria más saludables; y estos por falta de gente y otros motivos hubieran abandonado la em­presa comenzada, y se qued3ban los indios entre las mismas tinieblas y en su pie la diabólica monarquía. y si entra en el proyecto de Colón Inglaterra aliada con la Holanda u otras provincias heterodoxas, ¿ qué fuera de la América? ¿ Qué de aquellas pobres gentes? ¿ Qué de la monarquía del diablo? ¿ Qué de la religión católica? Bien pudieran los ven~deros siglos esperar cédulas e instrucciones como las re­feridas, y otras muchas de los reyes católicos, y ver las Amé­ricas como por la gracia de Dios y celo de los españoles y valor de las armas católicas las vemos con la santa fe exten­dida y floreciente en inmensas tierras y naciones y derribada la monarquía del tirano Luzbel. Se hubieran llevado los cis­máticos y sectarios el oro y las riquezas, y sin cuidado alguno de la religión, ni salud eterna de los pobres indios, los hu­bieran dejado con los grillos en los pies, sujetos y esclavos debajo del imperio y monarquía del diablo, como estaban o quizás peor. Entonces podía cantar el extrmjero poeta Calvetonio lo que contra los españoles cantó en este triste epigrama. Para conciliar la envidia y odio de las otras na­ciones contra los españoles conquistadores de la América, mete este título por tema de su epigrama: De aurea aetate apud indos occidentales in ferream mtttata, y concluye con estos dos mordaces dísticos:

lnde aura rediere graves, ferrumque tulere Hispani, et populis imposuere iugum.

Hinc quondarn atque diu, miseris nunc gentibus aetas Aurea quae fuerat, ferrea facta fuit.

Toda la quimera de los ínvidos extranjeros está en el oro que los españoles han sacado de la India y disimulan

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IV. DESTRUCCIÓN DE LA MONARQuíA AMERICANA DEL DIABLO 67

astutos que la mayor porción se ha esparcido entre las extran­jeras naciones de la Europa, de suerte que después de la conquista de la América se le puede cantar a nuestra Europa, gracIas a los españoles:

Aurea facta manet ferrea quae fuerat,

con la civilidad, con la religión, con haber libertado tantas naciones del yugo atroz de la tiranía del diablo y otros bie­nes innumerables que les acarreó la nación española, nada se cuenta. En Dios, en la religión y en que el diablo se lleva idólatras, ateístas, herejes y cismáticos, no se piensa entre gen­tes libertinas y refractarias. Las gentes de la América, las naciones todas del orbe, la Iglesia santa de Dios, la religión y la fe han de dar la gloria y las gracias a Dios primero y después a la nación española de haber a costa de inmensos trabajos, sudores, sangre y valor invicto conquistado las Amé­ricas y haber derribado la diabólica monarquía en el nuevo mundo. 6igase parte de un epigrama de otro más sano y sabio extranjero:

Gens patribus priscis incognita, suetaque nudis Sub dio quovis tempore corporibus:

Quae flavae Cereris, nec Baccru munera novit Cruda sed humana viscera carne repleto

Sola hominem facie referens risu, atque loquela In rdiquis similis vitá, habituque feris.

Divinum numen cognoscere nescia, quamque est Praestigiis sotitus detinuisse Satan.

Nunc Christo assertam maiori ex parte videmus Puraque thuricremis dona adolere foeis.

Nunc passim ingeniis melioribus es se politam Cernimus, et mores non retinere feros.

Artes, el cultum versalae discere terrae, et Marcia, consulta Pallide bdla sequi.

Gloria prima Deo, cibi gens hispana, secunda Hanc cibi victrici tollere nemo po test.

(IANus IACOBUS BOYARDI ad THEODORUM DE BRY, anno 1595).

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CAPíTULO v.

DE LOS TEMPLOS QUE A HONOR SUYO MANDÓ FABRICAR EL DIABLO

EN LA AMÉRICA.

I.

Aquel similis ero Altissimo, seré semejante a Dios no se le desvaneció de la mente a Luzbel con la primera horri­ble caída que dio desde el cielo a los infiernos. Aquel vade retro Satana, aquel princeps huius mltndi eiicietur foms, ha­berlo hecho Jesucristo retirar atrás con desprecio, haberlo hecho enmudecer y abandonar por fuerza el imperio que se había usurpado en las tres partes del mundo, tenra suma­mente picado a Satanás, exasperado con implacable odio y arrestado a vengarse de cualquier modo contra Jesucristo, a ser su antagonista y un anticristo en la otra parte desconocida del mundo. Con este odio, con esta rabiosa envidia se fue a establecer su reino en la América, tirando a remedar al de Jesucristo, y a granjearse los honores y cultos de dios en los templos, sacrificios y ceremonias, y a reinar en los bujíos y cornones de aquellos pobres engañados indios. Registre­mos primero sus templos.

II.

Eran innumerables los templos que por los indios mi­serables se había mandado fabricar el diablo. Fuera nunca acabar si quisiera correrlos todos, me contentaré con ofrecer

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v. TEMPLOS DEL DIABLO EN AMÉRICA 69

a la vista los principales que tenía en ambas Américas en los reinos del Perú y México. En el Perú no había casi pro­vincia en que no tuviera el diablo su templo particular, que llamaban guaca, pero a más de estos había otros generales y magníficos como templos reales, diremos así, en los cuales mostraban los ingas su devoción y liberalidad con los dioses y ofrecían inmensos tesoros y bárbaros sacrificios. Los dos más preciosos y principales estaban el uno a cuatro millas de Lima, el otro en el Cuzco. Al de Lima llamaban Pacha­camak y todavía al tiempo del Padre Acosta se veían los vestigios y fundamentos. y ahí es de lamentar la ceguedad en que tenía el príncipe de las tinieblas engañadas a aquellas naciones, y la malignidad con que les había trastornado la buena idea que tenían de nuestro verdadero Dios. Pachaca­mak es lo mismo que criador, Viracocha criador de todas las cosas, U sapu admirable, y con estos y otros honoríficos títu­los reconocían a Dios, y alzando los ojos al cielo, adoraban a su divina majestad los peruanos. Pero qué hacía el ma­ligno émulo de Dios: se les aparecía varias veces en horren­das visibles figuras y daba en el templo sus respuestas con grandes clamores y confuso estrépito de trompetas y roncos instrumentos, y de este modo se conciliaba el honor y res­peto, que según su idea e innata luz del Criador hubieran los indios tributado a Dios. Así alucinados los infelices en lugar de alguna imagen de su criador, tenían colocada en aquel regio famoso templo de Lima una horrible estatua o ídolo que representaba el demonio feo abominable y tal cual según su genio, suele comparecer y se les presentaba en aquel templo, que era el más sumptuoso, sagrado y el su­premo para los reyes ingas.

11 I.

El otro famoso templo regio estaba en el Cuzco, en el sitio donde presentemente está fabricado un convento de San­to Domingo, y entre sus ruinas se veía, por 10 menos en el siglo pasado, todavía una columna entera, que mostraba la

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grandeza, magnificencia y altitud admirable del edificio. Era este templo como el panteón de los romanos tan ciegos como los indios, porque en él recogían los ingas todos los ídolos de los dioses que veneraban otras provincias a quienes iban sujetando. El principal ídolo de este templo se llamaba Pun­chao, su figura en el semblante era de sol y todo lo demás del cuerpo formado de metales diversos muy pulidos. Estaba cubierto de láminas de oro y plata y de piedras preciosas. Tenía el rostro hacia el oriente, y al salir el sol y al desplegar sus dorados rayos por el horizonte, heridos aquellos lúcidos metales, planchas y piedras preciosas de tan hermosos rayos, parecía llegar y lucir un nuevo sol o muchos soles en el tem­plo. Los reyes ingas lo adoraban por su dios y lo creían criador del cielo 1, A tanta ceguedad, en medio de tantos resplandores, los conducía el tenebroso príncipe de las infer­nales tinieblas. Cuéntase que en el general despojo de tal templo, cogió un soldado una lámina que representaba al sol, y a los naipes o dados lo perdió todo en una noche, y de ahí salió contra los nocturnos jugadores el proverbio "este perdió el sol antes de nacer", hic so/em perdidit priusquam ortus fuit 2.

En el Nuevo Reino de Granada, o Tierra Firme, que con el Perú contiguo hace todo un continente y es como la parte septentrional del Perú, el templo más famoso, a lo que he podido colegir, que tenía el diablo, era el del sol y estaba en la nación mosca en el valle de Sogamoso, llamado por ese motivo la Tierra Santa, Mas aunque este era en opinión de los indios el más sagrado y célebre por la tradición de haber muerto en Sogamoso el Bochica que llamaban, y pare­ce haber sido algún apóstol que les enseñó muchas verdades evangélicas, sin embargo había otros templos y santuarios

1 Acosta, cap. XII y cap. IV . • Un indio muy prudente según Acosta, según Herrera el Inga

Viracocha decía que no podía ser dios el sol porque jamás estaba quieto, siempre precipitadamente corda, y Dios debía gobernar el mundo en suma paz y tranquilidad. . ..

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, V. TEMPLOS DEL DIABLO EN AMERICA 71

como en Bogotá y Guatavita muy celebrados. En ellos se hacía adorar el diablo en ídolos de varias figuras, y criaturas como del sol, de la luna formadas de plata y oro, y del mis­mo metal figuras de hombres y mujeres como tantos Mercu­rios y Dianas, Apolos y Venus, etc. En otras provincias del Nuevo Reino no ví, ni he oído ni leído vestigio alguno de templo particular y famoso; y según las noticias que me dieron dos curas doctrineros de ciertos indios sus feligreses, creo que adoraban y hacían los sacrificios a sus dioses debajo de algún árbol de particular magnitud y belleza, a cuya som­bra se recogían, o a la orilla de alguna laguna o río, o en alguna despreciable casa grande de paja, que llamaban ellos c::mey. Bien que eran cristianos viejos sus indios, díjome un cura que no dejaban de recogerse a escondidas debajo de cierto árbol acordándose de sus antiguos ritus, y el otro cura los encontraba congregados en un caney adorando por su dios una cabeza de mono adornada a las mil maravillas, estos eran indios recién hechos cristianos. Hasta aquí de los templos principales que el diablo se había fundado en el Perú, vámosle a descubrir ahora los que se había levantado en el gran México.

IV.

Dejemos otras provincias y ciudades de la Nueva España, como dejé las de Quito, Chile y Paraguay en el Perú; en sóla la ciudad de México se había mandado fabricar el am­bicioso diablo diez templos, entre los cuales eran dos como catedrales. El mayor, como sede del sumo sacerdote, era el más sagrado y respetable dedicado al ídolo Vitzliputzli y a su diablo compañero que llamaban Tlaloc, y ambos eran adorados en dos figuras o estatuas de primorosa escultura. El otro templo grande, no muy distante del primero, era dedicado al diablo e ídolo que llamaban Tetzcatlipucá, ve­nerado como dios de la penitencia y bondad. Hasta ahí llegó el maligno e impenitente autor de la malicia e incapaz de

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penitencia. A más de estos dos, había ocho contiguos en un gran ámbito en círculo, y en medio estaba una espaciosa plaza, y para comodidad de sus diabólicos sacerdotes había sus celdas aparte en cada templo, como que remedaba el malvado diablo las que en la Santa Iglesia llaman canónicas, las casas para los señores canónigos fabricadas al lado y con­tiguas a los templos respectivos. Pero entremos a reconocer los dos templos mayores: el primero arriba insinuado, fue llamado por los españoles breve y compendiosamente Cu, ya por evitar la molesta y difícil pronunciación de Vitzli­putzli y Tlaloc, ya por la fresca memoria de la isla de Cuba que dejaban. Este templo era fabricado de gruesas y desco­munales piedras, pero colocadas y unidas en forma de ser­pientes o culebras, que nunca ha de faltar serpiente donde reina o se mete el diablo, por eso llamaban los indios aquel sitio Coate Pantli, id est anguibus circumdatus, rodeado de serpientes. Los remates de las capillas o altares de los ídolos eran de piedras negras como un carbón, tal color le convenía al tiznado. Todo el templo alrededor estaba pintado de di­versos colores, y así en lo exterior como en lo interior había tantos primores, que fueran ahora la admiración de los mo­dernos arquitectos y adorno de los museos y galerías de Europa. Pero no quiero ser prolijo en referir primores y grandezas dedicadas al diablo. Sólo, para que se vea que siempre trae consigo el enemigo cruel del hombre cosas fu­nestas y atrocidades, añadiré, que ante el templo había un atrio como una alameda, que servía de paseo, poblado con orden de árboles altos y gruesos, y de árbol a árbol pasaba una pértiga o larga vara de la cual colgaban las cabezas de los hombres infelices ofrecidos en sacrificio al diablo 3. Muer­tos estos y comidas inhumanamente sus carnes, presentaban las cabezas a los sacerdotes, y estos las colgaban en aquellas varas que corrían por toda la alameda desde el primero al último árbol, con horror de los mismos bárbaros, que sólo

3 Acosta, cap. XIII.

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para obedecer y dar gusto al diablo sufrían sus crueldades por temor de no experimentar mayores de su tiranía 4. Con­fusión de muchos cristianos que no adoran a un Dios tan dulce y bueno, y no quieren sujetarse a su ley tan justa y yugo tan suave. A más de eso en otra plaza enfrente del mismo templo había una piedra verde en figura de pirámide, triste tormento en que morían de atrocÍsima muerte los hombres en sacrificio del diablo. Como en Italia se usa el tormento de la veglia a los reos no convencidos plenamente, así aquellos indios mexicanos usaban poner el hombre boca arriba, mantenido sobre aquella punta de la pirámide por el hueso del espinazo, o del hueso sacro, de suerte que hasta que se le quebraba todo el espinazo no lo quitaban del tor­mento, y abierto después el pecho y arrancada la gordura, se le sacaba palpitante el corazón al miserable víctima de la crueldad e impiedad diabólica. i Gran tirano de los que le sirven es el diablo!

v.

El otro sumptuoso templo era dedicado al diablo con el título de dios de la bondad y penitencia llamado T etzca­tlipucá. Era templo muy alto adornado de imágenes o me­dallones de varios colores y figuras. Era menester subir a él por ochenta gradas, y después se llegaba a un atrio de ciento y veinte pies de ancho, a un lado de este había un depar­tamento o conclave secreto cubierto o entapizado de preciosos paños de diversos colores; se entraba en él por una pequeña puerta, tapada siempre con una cortina, y solamente a los sacerdotes era lícito entrar en tal conclave. Las horribles penitencias, sacrificios atrocÍsimos y supersticiones funestas,

4 Eran tantas, que contaron dos españoles curiosos, más de ciento y treinta mil calaveras, sin las que estaban en las torres, que no pudieron contar todas, de hombres muertos en sacrificio a los ídolos del demonio.

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que pudo sugerir el diablo enemigo del alma, cuerpo y vida de los hombres, las veremos después, basta por ahora de templos en que mantenía y promovía su religión, culto y obsequios el infernal monarca truhán, cruel y remedador in­feliz y bárbaro de Jesucristo, Dios de mansedumbre y dulzura.

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CAPíTULO VI.

REFLEXIONES SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE LOS TEMPLOS DIABÓLICOS

EN LA AMÉRICA.

1.

¿ En qué han parado todos estos y cuantos templos del demonio h~bía en la América antes de entrar en ella los con­quistadores españoles? Ni uno siquiera queda para memoria. ¿ y los ídolos? Ni uno respira, ni se halla, ni se oye, ni se ve. En lugar de los templos diabólicos que destruyeron, quemaron y arrasaron los españoles, se ven edificados sin número los templos al vivo y verdadero Dios; y hechos pe­dazos los ídolos, reina, triunfa y es adorado Jesucristo nuestro Salvador en los sagrarios y custodias de las iglesias, y su Purísima y Santísima Madre la Virgen María, con los ánge­les y santos del cielo se llevan la veneración de los fieles indios y no indios en bellísimas estatuas, imágenes y figuras que excitan la memoria y mueven a la veneración de sus originales a quienes representan. La piedad de los Josías, Ezequías y Davides monarcas de España ha destruído tem­plos e ídolos de Baal, de Moloc y Astaroth y cuantos eran sacrílegamente adorados; y la viva fe y devoción de los espa­ñoles conquistadores, presidentes, virreyes, obispos, sacerdotes, caballeros y gente pía y santa de todas clases, han resarcido al gran Dios y a nuestra santa católica religión el debido ho­nor en templos suntuosísimos, que han levantado para el divino culto.

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11.

Sólo una pluma tan sangrienta como la de Urbano C:üvetonio, y otras extranjeras antiguas y modernas teñidas con negro mordaz veneno, pudieran tirar a obscurecer la piedad y honor de los conquistadores españoles en este pun­to. Dice por todos, abrasado en cólera el suspecto judío Cal­vetonio: "Fácil es de entender lo que por sí mismo muestra 12. cosa y los bárbaros con la luz natural y experiencia cono­cieron muy bien, que los españoles de palabra no más, para propagar la religión cristiana entraron en sus tierras, pero en la realidad para gozar de aquellas riquísimas provincias y entablar en ellas perpetuamente su dominio, se valieron del especioso pretexto de la religión para cubrir su avaricia y depravadas pasiones" l. Pues yo digo lo que el efecto y la experiencia muestra, y conocen los indios pacificados que sóla la destrucción total de templos diabólicos e ídolos sacrí­legos, y tantos templos consagrados por la piedad de los españoles en honor del verdadero Dios, son prueba incon­trastable de que no fue mero pretexto, sino realidad y fin muy principal de los españoles monarcas y conquistadores dilatar y plantar en la bárbara América la religión cristiana. Atiéndase al sumo cuidado de cuantos reyes ha habido en España de mandar desde el mismo principio de la conquista hasta ahora sacerdotes de Dios, celosos ministros, hombres apostólicos, obispos que con la voz, ejemplo, fatigas y expen­sas aun proprias adelantaron la religión, fabricaron templos y multiplicaron adornos y monumentos incentivos de la cris­tiana piedad en las iglesias. Los costos imponderables del regio erario de España en todo tiempo hechos y continuados

I Hispanos verbo ad propagandos Christianae Religionis terminos in eas oras navigasse: re ipsa, ut ditissimis iis subactis fruerentur provinciis, et aeternae dominationis sedes ibi figerem. Tam speciosum ti tul um, ava­ritiae et pravis aliis cupiditatibus praetexuisse. In Prado Benz. tomo 4. (Tomada de la edic. italiana, pág. 80).

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sin interrupción en mandar misioneros a aquellas provincias, en levantar, dotar) enriquecer iglesias) es prueba real, y para los extranjeros heterodoxos la mayor (porque es prueba de bolsa e interés) de que no fue pretexto especioso para cubrir avaricia ni otras pasiones, sino motivo y fin principalísimo el de dilatar la cristiana religión. Cuando los filósofos incré­dulos, ateístas, luteranos, calvinistas y toda la chusma de anticatólicos, que poseen (quién sabe cómo) colonias en la América hagan evidencia mayor de haber tenido en realidad fin más santo, y saludable para aquellas pobres naciones, que la nación española, y que ni la avaricia insaciable, ni libertinaje increíble, ni otras desarregladísimas pasiones han sido el fin real y verdadero de navegar y gobernar en aque­llas tierras, sino la verdadera religión cristiana, entonces escri­ban y suelten a borbollones su maledicencia contra los españoles; mientras no prueben mejores sus intenciones y fines con los efectos, pongan freno a su boca y para que ca­llen con mayor confusión ahí va ese tapaboca.

III.

Por los años de 61 del corriente siglo en solo el arzobis­pado o diócesis de Santafé de Bogotá se contaban ochocientas pilas bautismales que son ochocientas iglesias parroquiales y más de mil otros templos que no eran parroquias, a más de innumerables oratorios edificados en casi todos los pueblos hasta de los indios, de suerte que podíamos contar por lo menos con dos mil iglesias en sola esta diócesis, cuando no estaba dividida de la de Maracaibo, pocos años ha fundada con obispo particular. Cuarenta y dos por lo menos, son los arzobispados y obispados de la América entrando los de las Islas Filipinas. Según el cómputo del arzobispado de Santafé, que no es quizá el más dilatado ni poblado de las Américas, y según el gran número de ciudades y villas grandes que hay en aquellas regiones, podemos sin recelo contar en cada diócesis, unas con otras, mil templos ya de parroquias, ya

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de casas de religión fuera de otros independientes que la devoción de los vecinos ha construído en su patria; sáquese la cuenta y montará la suma de templos edificados al ver­dadero Dios y sustituídos por los derribados del diablo, a más de cuarenta mil. Si pretexto sólo de la avaricia, ambi­ción y otros vicios hubiera sido decir los españoles que venían a propagar la cristiana religión en aquellas tierras, no se hubieran los piadosos católicos reyes y conquistadores apu­rado y empeñado así en dilatarla con edificar tantos templos y promover en ellos el culto de Dios para bien de aquellas miserables gentes. ¿ Qué fin, qué pretexto han tenido las de­más naciones en establecer sus colonias en la América? Hablo de los protestantes y sectarios, ¿ qué bien han acarreado a aquellas gentes americanas? ¿ Cómo han propagado en ellas la verdadera religión que los pueda salvar? Ahí no se des­cubre más que avaricia, ambición~ despotismo, libertinaje, comercio para satisfacer a la execrable hambre de oro y plata. Las colonias inglesas hechas ahora independientes, con otras aún dependientes de parlamentos europeos, están hechas una Ingalaterra; Curazado [sic] una Holanda con todos los sec­tarios y mal vivientes de todas sectas que allá se refugian; el Darién una Ginebra fatal mixtura de extranjeros intrusos, herejes y ateístas que han levantado contra Dios y el católico monarca aquella desgraciada provincia del Nuevo Reino. Dejo otras provincias llenas de luteranos, judíos, hugonotes y jansenistas hipócritas que dominan y tienen pervertidas tantas poblaciones americanas. ¿ Qué templos han edificado en honor del verdadero Dios? ¿ Qué religión han propaga­do siquiera por pretexto de su perversidad? ¡Miserables judíos 1, si antes por bárbaros e idólatras se perdían, ahora enseñados e instruídos a voz y con depravados ejemplos de extranjeros anticatólicos, en ninguna o en falsas religiones se van a los infiernos por ateístas, por hombres o sin Dios o sin religión : antes bárbaros ahora civilizados herejes o ateístas igualmente se pierden si la ignoranza o la estupidez no los excusa. Cuánto mayor bien les han acarreado los españoles con el pretexto de la cristiana religión, que ellos sin pretextar

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VI . DESTRUCCI6N DE LOS TEMPLOS AMERICANOS 79

esta, con los fines de su avaricia y ambición. Mas para que se vea que no fue pretexto sólo, sino directa y real intención de los católicos monarcas propagar la cristiana religión en la América, óigase lo que prevenían los reyes católicos a los conquistadores en las instrucciones que les daban : "Que ante todas cosas (mediante fiel intérprete) dijesen y declarasen a los indios que el rey enviaba sus ministros para enseñarles buenas costumbres y apartarles de vicios y de comer carne humana, e instruirles en nuestra santa fe, y predicársela para su salvación y traerlos a su señorío para que fuesen tratados como los otros sus súbditos" 2. Lo primero es el cuidado y celo de la religión, lo segundo es medio para conservarles en ella; el oro y la plata son resultas [sic] y consecuencias que según me parece, ninguna extranjera nación hubiera despreciado ni desechado 3. Espero oír semejantes instruccio­nes de las potencias ant.católicas.

• Herrera Dec. W., lib. 9. • Aún allá dejó escrito Séneca: loter praecipua Principis murria

illud est curam religionis et Dei semper habere, et diligenter quoad divi­nuro cultum et pietatem pertinet perficere. Vayan a Curazado (sic), vayan a Jamaica y a otras provincias americanas independientes, y veráu como está la religión.

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LÁMINA VII. - El sapo, ingrediente para el ungüento infernal.

Con tal ungüento, que era como tinta infernal, les crecían tanto los cabellos que les llegaban a las rodillas, y tan espesos y abundantes que se hacían mil trenzas de ellos, los cuales a modo de la clin de caballos les colgaban por ambos lados. Espectáculo bárbaro e irrisorio, que sólo pudo inventar quien tira a burlarse de la Divinidad y de los hombres. Este un­güento era ordinario y perpetuo en los templos y casas, pero si para sacrificar salían a las selvas o a las cumbres de los montes, o querían meterse en alguna profunda cueva, en­tonces para animarse y depeler todo temor de fieras y ani-

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VII. JERARQUÍA ECLESIÁSTICA LEVANTADA POR EL DIABLO 83

males diversos, usaban otro tan singular como horrible. Este ungüento era compuesto y mixto de varios ingredientes, que eran polvos de ponzoñosos animales como arañas, alacranes, salamandras, víboras y serpientes. A los colegiales o semi­naristas tocaba tener siempre recogidos y prontos tales bichos para cuando los pedía algún sacerdote 2, y eran tan aficionados

LÁMINA VTII. - Preparación del emplastro infernal.

los niños a cogerlos como un cazador a matar fieras y perdi­ces. Andaban a porfía y acostumbrados a tan horrorosa caza, ningún miedo tenían en cogerla. Amistades, respeto y miedo suelen perderse con el uso, comunicación y trato continuado. El modo de preparar este ungüento era el siguiente. Primero llevaban los sacerdotes estos animales al templo y sobre las aras del ídolo los quemaban hasta quedar hechos polvos, los metían después en un mortero y ahí mezclaban la yerba

: Quae veneratissima animalia coUegiorum alumni pueri in paratu semper habebant quoties a sacerdotibus posceretur. Acosta, ibidem.

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nicociana, que es la hoja del tabaco, de la cual usaban mucho los indios, ya para decocción de manjares indigestos y crudos, ya también para quitar mucha parte de fuerza al veneno, como ciertamente la quita según el proverbio de los médicos: nicotiana venenorum vim, non leviter infringere solet, y se experimenta en la América con diversos venenos por lo me­nos. A dichos polvos y tabaco, mientras estaban en el mortero, iban echando también otras arañas, alacranes y salamandras vivas para mayor sainete y gracia, y ahí lo molían todo junto. ¡Qué emplastro tan endiablado! No paraba en esto. Por fin echaban cierta semilla que decían los indios era propria y eficaz para excitar visiones estupendas en sueños y llamaban ololuchi; también añadían unos gusanos pelu­dos y venenosos, y para condimento más sabroso por fin metían porción de hollín negrísimo, lo molían bien todo hasta que se hacía un buen pastel o masa cual se puede considerar. Metida esta en ciertas vasijas de barro, la presen­taban a su dios en el diabólico ídolo para que comiera (a tal puerco tal bellota) y así decían que aquella tan exquisita masa era manjar de los dioses, y la comían y se untaban con ella con gran respeto y muchas ceremonias los mismos sacerdotes, y quedaban después como extáticos y entre dul­ces deliquios y convulsiones a la jansenística, veían y conver~ saban con el demonio y oían sus oráculos y respuestas. Basta de esto, porque me da asco y horror pensar s6lo en tal em­pIastra, y temo lo ha de causar a quien tal leyere. Vamos al oficio y ministerio de los sacerdotes más frecuentes.

III.

El ministerio cuotidiano y más principal de los sacerdotes era el ofrecer y quemar incienso y zahumar al diablo en el ídolo. Esta función devota (para confusión de los que ni siquiera una vez al día se acuerdan de adorar a nuestro Dios verdadero) la hacían cuatro veces cada día los sacerdotes idólatras, al rayar la aurora, a medio día, al ponerse el sol

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y a media noche. Pero la más solemne función era la de media noche. A esta hora se levantaban todos los sacerdotes, y no teniendo campanas para llamar al pueblo, que debía sin falta asistir todo, sonaban las trompetas y roncos cara­coles a veces en tono alegre, otras lúgubre según las circuns­tancias. Convocado y congregado el pueblo salía tiznado y negro el sacerdote vestido de blanco, con el incensario en una mano, la naveta llena de incienso en la otra. El fuego se sacaba del fogón o brasero que ardía siempre ante el ídolo. Así incensaba y zahumaba al diablo con el incienso oloroso, dando con profundas inclinaciones ejemplo de devoción al engañado pueblo. Ladrón, usurpador de los honores y culto de Dios, les dictaba el demonio tales obsequios. Terminada esta función, que por su turno debían hacer los sacerdotes cada noche, el que había oficiado, diremos así, se iba a un atrio pegado al templo donde se juntaban los demás sacer­dotes y ministros, que era como una sala capitular, ahí delante de todos, pedía perdón y hacía penitencia de sus pecados, tomando en mano un duro látigo o azote y dándose sin compasión hasta que chorreaba de su cuerpo la sangre, en testimonio de su arrepentimiento. i A cuanto más les obli­gaba el diablo para perderlos, de lo que nuestro buen Dios nos pide y manda para salvarnos! Sobre esta penitencia diré más después. Concluyo con el oficio de los sacerdotes y sus gajes y rentas. En los días de fiesta uno de ellos debía tam­bién hacer su sermón al pueblo, que estaba colgado de su boca y miraba con grandísimo respeto a los sacerdotes, vene­rándolos como santos y profetas que conversaban con el diablo y escuchaban y publicaban sus respuestas. Tenían los sacerdotes sus rentas fijas, y también cogían limosnas que ofrecían en los templos los devotos infieles, y en el Perú poseían sus haciendas ofrecidas a los ídolos y se llamaban chácaras, nombre que todavía hacia al Quito y Perú, se da a las haciendas de campaña. Por ahora basta de sacerdotes. Después saldrán en procesión, confesonarios, sacrificios y otras diabólicas funciones.

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CAPíTULO VIII.

REFLEXIONES SOBRE LA JERARQUíA ECLESIÁSTICA CRISTIANA, QUE CONTRA LA DIABÓLICA PLANTÓ Y EXTENDIÓ LA

PIEDAD ESPAÑOLA EN LA AMÉRICA.

1.

Toda la jerarquía eclesiástica del diablo dio al través y cayó miserablemente con la entrada de los españoles en la América. Cecidit, cecidit Babylon. Esta Babilonia era la ido­latría que en figura de mujer prostituta vio San Juan sentada sobre la bestia con diez cuernos y siete cabezas dominante en la ciudad de los siete collados Roma, y en todo el vasto romano imperio y sobre las aguas en que estaban simboli­zadas las islas y las gentes y pueblos de la América abun­dantísima de ríos y circundada de dos mares. Como cayó la jerarquía romana eclesiástica idólatra a chorros de sangre de mártires y favor de los Constantinos, celo de los Pontífices y fervor de los primitivos cristianos, así cayó en la América la diabólica jerarquía al impulso del celo de los reyes católicos y piedad de los españoles, los cuales si bien para defender sus vidas de bárbaras manos, vertieron mucha sangre de indios, derramaron también la propria para desterrar la barbarie, echar por tierra la idolatría y sujetar a Jesucristo y a su mo­narca católico naciones tan fieras y tenaces en las supersti­ciones y ritus execrables, en que el diablo las tenía instruídas y engañadas. Cayeron de sus altares los horrendos ídolos, de su solio los sumos sacerdotes, de sus sillas los obispos y

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VIll. SOBRE LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA CRISTIANA 87

ministros de Satanás. Ungüentos pestíferos, unciones envene­nadas infernales se acabaron, y en vez de esta falsa sacrílega jerarquía, introdujeron los españoles la santa jerarquía ecle­siástica de Jesucristo. Hicieron conocer y reconocer al sumo Pontífice verdadero, supremo Pastor y Vicario de Cristo. Les dieron los reyes de España celosísimos obispos, les proveye­ron de venerables sacerdotes en tantas iglesias catedrales, de tantos pastores sagrados en las parroquias y ministros evan­gélicos en tantas misiones y pueblos fundados en verdadera religión y cristiana doctrina, y esto con inmensos costos del real erario, que ya casi por trescientos años continuos, no han faltado para bien de aquellas americanas naciones con sabias y santas providencias del monarca. A la jerarquía diabólica sustituyó el celo español cristiano la de Jesucristo, santa y divina, y en lugar de la religión falsa consagrada a los ídolos o diablos, entró con triunfo inmortal la religión verdadera llevada en palmas y brazos de los españoles in­victos. Calle pues la boca malédica y contenga su estro poético el mordaz Urbano Calvetoruo, que se atrevió a meter en la frente de la Historia del Benzón, entre otros el siguiente satírico epigrama contra toda la nación española:

Captus opum studio, rabieque insanus habendi Tentavit longas impiger Astur aquas.

Ut quondam iuvenes argivae robora pubis Sunt vetitas ausi per maris ire vias;

Occeanum haud aliter penetravit classis ibera Ut raperet, quas fert India ruves opes.

India quam memorant baccis, auroque beatam Auro multa illic splendet arena micans.

Indica gemrniferis sparguntur ¡ittora conchis Et carae e terris effodiuntur opes.

Ergo Hispane audax, lucrum fuit unica causa Tantae rellgio non tibi causa viae.

La prueba de haber atravesado los mares hasta la India el español por avaricia y la consecuencia de no haber sido la religión causa ni motivo de pasar a la América, van fun­dadas solamente en el oro, perlas y riquezas que hay en ella.

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Merecía ser circuncidado otra vez Calvetonio 1 por la teme­ridad con que comienza y por la mordaz inconexa conse­cuencia con que termina su epigrama, y lo hago evidente en prosa para que todos entiendan su mal fundada satírica consecuencia, y digo así: El español, el francés, el portugués, el inglés, el holandés, el alemán, el flamenco, el judío, etc., pasaron a la India, la India es riquísima de oro, piedras preciosas, tesoros, etc., luego puedo llamar a todos ellos ava­rientos, locos y rabiosos por hacerse ricos. ¿ Qué tal conse­cuencia? Pues sin otra prueba, así llama Calvetonio a los españoles en el primer verso. Pasemos al último dístico donde está la consecuencia más clara y temerariamente deducida. La América es tan rica como he dicho, luego la única causa oh español audaz que te movió a pasar a la América fue el lucro y avaricia, no fue la religión el motivo de tan largo viaje. Aplíquelo todo a las demás naciones, y responda Cal­vetonio a cuál le cuadra mejor el T antae ,'eligio non tibi causa mae. Por cierto que a los ingleses, a los holandeses, a los pérfidos judíos escondidos en la América, a los hugo­notes franceses, a los pestíferos luteranos y sectarios del norte, que van inficionando las Américas, no les ha movido la re­ligión cristiana católica a pasar a la India, luego el . lucro, la avaricia, la execrable rabiosa hambre de tener oro y plata ha sido, es y será la única causa de tan largas navegaciones, Vt rapiant, quas fert India dives opes. ¿ Qué responderá el Calvetonio? Solamente la jerarquía eclesiástica tan lucida, tan extendida, tan empleada día y noche en el culto del ver­dadero Dios y de Jesucristo Señor Nuestro, la multitud de los templos, la sagrada riqueza en los altares, la magnificen-

1 Si fue o no judío Calvetonio no lo sé de cierto. ti mismo se hace suspecto en la Prefación, cuando después de haber vomitado horrores contra los españoles y confrontado el proceder de los conquistadores en la América, con las máximas de Maquiavelo recomienda mucho a sus hermanos fratres meos in primis pro Christo indigna multa in Hispania perpetientes ut eos a fornace illa Babilonica liberet hominum ora. Los indios llaman a España Tierra caliente.

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VIII. SOBRE LA JERARQuíA ECLESIÁSTICA CRISTIANA 89

cia devotísima de los divinos oficios, la santidad de los obis­pos, la gravedad y devoción de tan ejemplares sacerdotes y ministros del Altísimo de que constantemente ha proveído aquellas regiones la piedad de los monarcas católicos para mantener y promover, amplificar y adelantar en aquel nuevo americano mundo la cristiana religión, son clara prueba de que podía y debía Calvetonio mudar su último dístico en este otro.

Ergo Hispane fuit lucrum non unica causa Tantae Religio sed tibi causa viae.

No hay duda que en los dominios americanos o colo­nias de su Majestad Cristianísima y de la Fidelísima florece establecida y amplificada con el celo de los respectivos mo­narcas, la jerarquía eclesiástica cristiana, pero en la extensión, en el esplendor, en la magnificencia sagrada, todo el mundo da a la española piedad la primacía. En las colonias de los extranjeros anticatólicos y sectarios, no se piensa ni se trata de otra religión que del aun sacra fames. La jerarquía que tratan de levantar es la de la Diosa Libertad, del intolerable libertinaje y del comercio lucroso, etc. Lucrum vobis unica causa podemos bien decirles, y bien puede Calvetonio a cada una de esas gentes cantarles: Tantae religio non tibi causa viae. Tan contento y satisfecho se halla, creo, el diablo con poca diferencia en la jerarquía de esas colonias extranjeras heterodoxas, como entre la que él había establecido en la América. Yo les aconsejo a todos los dueños de esas colonias anticatólicas que para su gobierno formen, publiquen y en­tablen en ellas esta resolución del Real Consejo de Indias con junta de los teólogos más famosos y principales del reino por los años de 1533, publicada en estos términos: Que pues la guerra que se hacía a los indios, así por concurrir las cosas referidas (de poder el Papa y deber castigar, invocando el brazo seglar, a los infieles e idólatras en caso que no admi­tan la predicación) y ser idólatras los indios, molestos y nocivos a los cristianos, y haber muerto a muchos de ellos,

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y que no dejan libremente predicar ni dilatar nuestra santa religi6n, que es la principal pretensi6n nuestra, se les podía hacer guerra en buena conciencia para continuar la predi­caci6n del santo evangelio, etc. 2. ¿Quomodo vera praedica­bunt en esas colonias anticatólicas, nisi mittantur? Vamos a otro ramo de jerarquía del diablo.

• Herrera, Dec. V, lib. V, cap. VII.

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CAPíTULO IXl.

DE LOS MONASTERIOS DE MONJAS y RELIGIOSOS FUNDADOS EN

LA AMÉRICA POR EL DIABLO PARA SU HONOR y CULTO.

1.

¿ Quién pensara que el diablo, eneffilgo jurado de la pureza y virginidad, hubiera jamás imaginado fundar y eri­gir monasterios de religiosas vírgenes, que le sirvieran en castidad y pureza? Sin embargo se metió a fundador de conventos de monjas. Ya había dado spécimen en la casa con­ventual de las vírgenes vestales en Roma, pero todo el mundo creía que abolida aquella comunidad, no pensara más el diablo en monjas ni en tales fundaciones. Mas no fue así: se fue a fundar en México y en el Pen\ y fundó tantos conventos de estas, singularmente en el Perú, que apenas había fondos para mantener tantas comunidades de sagradas vírgenes. Con todo eso, por reverencia a los ídolos que ado­raban, las mantenían y protegían los Ingas Emperadores, sin que haya en las historias ejemplo de que ningún empera­dor aboliera ningún convento de monjas. El P. Acosta dice que eran tantos en el Perú los conventos de monjas del dia­blo, que a cada paso se encontraban en todas las provincias 2.

1 En el manuscrito aparece por error este capítulo como VIII, vuelve a la numeraci6n normal en el capítulo XII.

• Virginum puellarumque coenobia tan numerosa erant, ut in omni­bus passim provincüs, plurima conspicerentur. In Hist. cap. XV, liber V.

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Tenía cada convento su priora o abadesa, y como en Roma suele tener cada monasterio y conservatorio su protector o vicario superior, así se destinaba un vicario o gobernador de cada convento y lo llamaban con el título campanudo el Appopnaca. Este tenía la autoridad y facultades para escoger de cualquiera familia, fuera de la clase que fuera, las niñas que bien le parecía, con tal que no hubieran cumplido los ocho años de edad, para meterlas en convento. Había dos especies de conventos, unos como casas de noviciado y ju­niorado, otros como colegios para ejercitarse en el culto y ministerio de ídolos y templos. En el noviciado estaban las ancianas, exprioras, abadesas jubiladas, consultoras, etc., y madres graves, y a esas mandaba el prefecto Appo¡maca las niñas para que pasaran su noviciado entre aquellas viejas, que con nombre respetable llamaban Mamaconas. Ahí estas las instruían en los ritus y ceremonias pertenecientes al culto de los ídolos en varias labores de manos, para servir a los templos y sacerdotes, y lo que es más singular, en el modo y medios para conservarse en la pureza y virginidad. Tan santas y celosas eran las mamaconas. Al llegar las niñas a cumplir los catorce años, salían ya de novicias y coristas, y eran trasladadas a la otra especie de conventos, que llamaban Guacas, y eran casas como colegios destinados para el culto de los ídolos y cuidado de los templos inmediatos. Al entrar en estos, como ya capaces de toda discreción, hacían las niñas voto de castidad, voto que duraba hasta que les dis­pensaba el emperador o se lo quitaba algún pío incontinente sacerdote o picarón malvado clandestinamente. Observábase rigorosamente la disciplina religiosa en estas casas, en las cuales presidía también alguna mamacona más venerable y ejemplar, debajo la dirección y gobierno del prefecto Appop­naca. Unas de estas niñas eran destinadas para servir y asistir a los sacrificios ordinarios, otras para los extraordinarios, como en caso de enfermar el Inga o de haber muerto, o de haber salido en campaña con su ejército contra los enemigos. Entonces las más graves oficiaban. Algunas de ellas se edu­caban y trataban con más delicadeza y atención, porque se

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IX. MONASTERIOS FUNDADOS EN AMÉRICA POR EL DIABLO 93

criaban para esposas o concubinas de los Ingas o príncipes de la sangre, o de otros generales o grandes de la corte. Y si el Inga presentaba a estos alguna de tales vírgenes, se estimaba como regalo el mayor. Pero esta distribución de monjitas y dispensa de votos, no se hacía más que una vez al año, entonces el Inga con su real e imperial potestad las sacaba del convento, les dispensaba en la castidad, las secu­larizaba y les permitía o daba esposo. Quid est quod fu,itJ

nisi quod futurum est? Si las venerables mamaconas cogían en fraude alguna que hubiese quebrantado el voto de cas­tidad, como sacrílega era quemada viva, o castigada con otro horrible suplicio. Pena de la vida había impuesto el diablo a la que faltara a la castidad prometida. ¿ Qué tal? Hasta ahí de las monjas diabólicas del Perú, vamos a ver las de México.

11.

Verdaderamente que mostró el diablo talento de funda­dor o fundidor en la América. Para que se viera que sabía fundar religiones e inventar varías institutos, fundó en el Mexicano Imperio monjas de otra profesión, de otro color y ministerios diversos. Las monjitas de México eran todas jóvenes, a excepción de alguna mamacona que presidía como madre abadesa. La profesión, y diremos así, monjío, no du­raba más que un año. Entraban las niñas de doce años y cumplidos los trece salían del convento y acababan de ser monjas. Las llamaban hermanas o hijas de la penitencia y cas­tidad, que ofrecían también al diablo por aquel año no más y habitaban separadas en su convento, junto al templo gran­de de que hablamos arriba. En la espaciosa plaza del templo había dos conventos, uno para religiosos jóvenes y el otro para las monjitas. Estas para demostrar el espíritu de peni­tencia y candor de la pureza iban todas vestidas de blanco, ni se les permitía otro color, y al entrar se les cortaban los cabellos para mayor reverencia y para evitar en el templo profanidades de rizos y peinaduras a la moda. No sé si había

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el diablo aprendido esta ceremonia para remedar la de los apóstoles S. Pedro y S. Pablo, que gritan a las mujeres: Non in tortis crinibus, non sit extrinsecus capillatura &. Es una indecencia intolerable la de las mujeres cristianas ahora, pei­nadas a la última moda, dentro de nuestros santos templos y fuera de ellos. Ni el diablo permitía tal a sus monjas y devo­tas. Vamos a los oficios de estas pobres monjas, eran dos, el primero y principal servir al diablo en su ídolo, barrer y mantener limpio y bien regado con agua el templo. Todas las mañanas h:lcÍan sus p;!stelitos o torticas en varias figuras con el fin de regalar al ídolo y a los padres sacerdotes, para que almorzaran los pobres 3 . Mas para el ídolo labraban tam­bién otras pa~tas especiales como biscochuelos y rosque tillas, y cada día se las presentaban dejándoselas a sus pies, para que se las comiera en paz a sclas y en secreto el Ídolo; pero los bellacos y glotones sacerdotes de Baal se las comían des­pués a escondidas. y todos estos y otros regalitos de dulces y conservas para sus padres confesores y sacristanes los hacían las monjitas de las oblaciones de los simples devotos y de limosn3s varias que diariamente se recogían. Yo estoy pen­sando si el diablo curioso había observado que por acá las pobres monjas a buenos bocados, dulces, biscochuelos y otros regalos mantienen gordos, lúcidos, frescos y lozanos a sus confesores y capellanes, y quiso también remedar en las mon­jas de sus conventos esta caritativa política, aunque no deja él de conocer que hay mucho abuso en eso. Mas para reme­dar, poco le importan al bufón tales reparos.

111.

A media noche se levantaban siempre las devotas monjas para asistir a la misa diabólica que, indispensablemente como

3 Praeter istas placentulas, panern alium commissum pinsebant quem singulis diebus idolo oblatum. Sacerdotes postea vorabant [ ... ] Tum idolo tum eius ministris Gibos ex oblationibus collectos offerebant. Acos­ta, ibid.

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IX. MONASTERIOS FUNDADOS EN AMÉRICA POR EL DIABLO 95

dijimos, celebraban los sacerdotes. Ciertas noches de la se­mana para hacer penitencia después de su maldito sacrificio, tomaban su áspera disciplina y a más de eso, se cortaban o herían en las orejas, hasta que chorreaba bien la sangre, y con esta que corría de las heridas se b3ñaban o teñían bien la cara y mejillas, y después a su tiempo con agua, que a este fin tenían en sus celdas preparada, se lavaban. Qué gana tienen las vanÍsimas madamas en nuestros días de gastar en afeites y colores para su rostro, con que tal vez por amor de Dios y para hacer penitencia, hicieran lo que las mon­jitas indias hacían penitentes por el diablo, tenían sin costos con que teñir de colorado sus mejillas. Pero no te mandaba Dios tanto, decía el otro, les bastaba abstenerse de ficciones y vanidades a estas señoras cristianas. Hasta de las indias gentiles pueden tomar ejemplo. Estas en su retiro o claustro llevaban una vida recomendable y ejemplarísima en la mo­destia singular, y en la pureza y virginidad, que pena de la vida, como las del Perú, habían de conservar 4.

La que se hallaba rea en materia de castidad, aunque fuera en lo más mínimo, sin remedio ni excepción era con­denada a muerte, por haber manchado con torpezas la casa de su dios. La sospecha de alguna impureza cometida, na­cía de estas tres cosas: si algún gato entraba y andaba por el templo, mala señal; si alguna mariposa o morciélago se acercaba al trono del ídolo, otra señal; y por fin, si el velo del ídolo comparecía algo roído o rasgado, mucho peor, porque los escrupulosos sacerdotes decían que ni mariposas, ni gatos ni otro animal se atreviera a roer o maltratar el velo del ídolo, si aquel dios irritado de alguna fea maldad cometida en su casa no les hubiera dado licencia.

Es cosa sabida que aunque al principio pinten bien las invenciones del diablo, por fin no ha de faltar en ellas o uña de gato, o cola de raposa, o espolón de gallo, o barba de

• Si quae secus, vel in mínimo fecisse deprehendebatur, nulla excep­tione mor ti dedebatur, ut quae Dei donum faeda libidine conspurcasset. Acosta, ibid.

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chivo, O cosa ridícula y extravagante. Si entraban o no en la casa de las vírgenes gatos de dos pies, vestidos de sacer­dotes, o sacristanes transformados en morciélagos o maripo­sas, eso debían de haber averiguado. Lo cierto es que hacían las mamaconas y padrazos idólatras diligentísima pesquisa del delito y averiguado, lo pagaba luego con la vida la de­lincuente. En tan rígida distribución pasaban un año aque­llas monjitas y terminado el año, bien instruídas y educadas en sus ritus y en labores de manos, si querían volvían a casa de sus padres y tomaban marido, acabado bien o mal el tér­mino de la profesión de castidad. Si no querían salir que­daban para mamaconas. Miren si tenía el diablo talento para fundador.

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CAPíTULO X.

REFLEXIONES CLAUSTRALES

SOBRE LAS MONJAS DEL DIABLO.

I.

La primera que se viene a los ojos es la mutación en mejor de todas esas fundaciones del diablo, después que con la cristiana religión entraron a dominar los españoles en la América. No sólo vemos abolidos todos esos conventos y comunid3des, libertadas las doncellas del cruel yugo de los idólatras sacerdotes, libres de la supersticiosa fiera sujeción al diablo, sino también en lugar de todo eso, edificadas para buen olor de Cristo y mayor gloria de nuestro Dios verda­dero, tantas caSéis religiosas para las vírgenes, tan diversas religiones para conservarse consagradas a Dios en pureza e inocencia de vida, y tantas niñas y matronas nobilísimas que abandonaron de una vez el mundo para dedicarse entera­mente con el triple vínculo de los votos en clausura perpetua al obsequio y amor de Jesucristo, que escogieron por divino e poso. Esa sí es mutación digna de notar se. ¿ Y quién hizo tal mutación? La religión, la piedad, el celo, la liberalidad y magnificencia de los reyes de España, que fundaron o da­taron muchos de esos conventos y sus iglesias, y de particu­lares caballeros españoles que emplearon santamente sus caudales en fundar otros o fomentarlos como bienhechores insignes. Saquen tales ejemplos y monumentos de religión en sus americanas colonias los malédicos, que como perros incitados de la rabiosa envidia ladran contra los españoles.

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LÁMINA IX. - El diablo.

Aún le duele tal mutación al diablo, ni la ha podido digerir hasta ahora, ni se puede dar paz con estas religiosas, y tira a perturbarlas, a atormentarlas y perseguirlas de mil modos, mas por fin diablo, se queda despreciado de tiernas doncellas y ellas se quedan santas esposas de Dios, a no ser que se dé entrada en el templo a algún gato cimarrón de bigotes y uñas largas, o entre alguna mariposa fingiendo buscar ardo­res de amor de Dios y se abrase en otras llamas. Una vez fui consultado de una de estas vírgenes, ya grande, pero tan simple como inocente, sobre qué quería decir su confe­sor, que al despedirse del confesonario le dijo: Hija, enco­miéndame a Dios, que padezco grandes tentaciones de sensualidad. Respondile pronto: pues qué ¿ no sabe usted la doctrina cristiana?, ¿ cuántos son los sentidos corporales? Dijo luego cinco, ver, oír, &, pues, repliqué yo, de sentido viene sensualidad. Su padre confesor padecerá el pobre algunas tentaciones contra la modestia o la templanza, como de ver cosas nuevas y curiosas, de salir con los coristas a hacer algu-

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X. SOBRE LAS MONJAS DEL DIABLO 99

na meriendita, o de oír músicas y romances al son de la guitarrilla, y por eso le pide que lo encomiende a Dios para que le quite esas tentaciones. Ahora sí, respondió ella, ya 10 he entendido, que me había puesto la especie en confu­sión. Así la dejé tanto o más simple que antes. Pero en esta inocencia, aunque no en tanta simplenza, se conservan mu­chísimas en aquellos santificados claustros, a despecho del diablo que las conturba.

11.

Vamos a otra reflexión. Como el diablo, que por boca del mismo Jesucristo fue calificado de espíritu inmundo, y que le pidió al Señor que por favor le echara con una legión entera en los puercos y que aun en el cristianismo y en nuestro siglo incita a horrendos sacrilegios y violaciones clandestinas de la virginidad conservada de las prudentes vírgenes den­tro los claustros, ¿ cómo este inmundo fue a inventar y fundar sus monasterios de vírgenes en la América? El diablo es tan sabido como maligno y soberbio. Sabía muy bien lo que antes o después dejó escrito el gran Padre S. Cipriano y es universal sentimiento de nuestra Iglesia católica: que las vírgenes (y más las consagradas con voto a Dios en los monasterios) son las flores más hermosas del jardín de Cris­to, la belleza y honor de la Santa Romana Iglesia, la más ilustre porción de la grey de Jesucristo y vivas imágenes de Dios, porque representan su incorrupta pureza. Deus spritus est, y como cantó S. Gregario Nacianceno prima trias vir­go est y para que no faltara en su jerarquía eclesiástica este esplendor, esta hermosura y honor quiso también que hu­biera tales monasterios de vírgenes. La envidia y emulación aun a despecho del mismo, le hizo entrar en esa idea tan impropria de su inmundicia. Pero otro motivo superior fue el que le erizó el negro copete, le levantó la abatida cresta y le armó de trémulos penachos su erguida frente. La rabia de ver a Dios servido en su santa Iglesia católica de tantas

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vírgenes, la soberbia de querer igualdad con Jesucristo en tener puras esposas consagradas a su culto y honor, y la vil hipocresía de cubrir su picardía, sus inmundicias y brutali­dades con el velo de las vírgenes. Eso fue lo que le metió a fundador de monasterios virginales. El P. Acosta pregunta ¿ por qué siendo tan soez y puerco el diablo (digámoslo claramente en sus barbas) cómo se complacía de ser en los ministerios servido de gente tan pura y casta? y responde, porque como émulo perpetuo de Dios en todas las cosas, tiraba a robarle su honor y usurparle su gloria: ut in unif/er­sis foedus et spurcus spiritus Dei hOl1orem praedaretttr. Bien dicho está eso, pero quiero yo hacer otra reflexión sobre el punto.

I1I.

¿ Cómo estos sacerdotes que trataban tanto con estas vír­genes y con las venerables mamaconas se conservaban tan puros, tan castos y tan santos a lo que parece o parecía? y ellas tan vírgenes y tan inmaculadas, que pud"eran unos y otras ser de honor al diablo? Por má que con su apostó­lica sencillez antigua se figure y dé a entender tanta castidad el P. Aco ta, yo discurriendo algo más a la moderna, y según las luces de nuestro siglo iluminado voy sospechando que ahí había gato encerrado, o gatos y que debían de ser un burdel oculto y privado tales monasterios. Sacerdotes avis­pados y sutiles. bárbaros e idólatras, de trato y amistad con el diablo, sacerdotes que entraban y salían frecuentemente del templo, visitaban y gobernaban aquellas vírgenes; sacer­dotes bien cuidados de las pobres monjas, que se confesaban con ellos, sin bula contra sollicitantes, y que les mandaban todos los días sus almuercitos, sus pastelitos, sus biscochue­los y dulces, sacerdotes hipócritas que fingiendo ayunos se comían a escondidas los platos que ellas ofrecían a los ídolos, y tan puros y continentes! No sé que dijeran S. Jerónimo, S. Agustín, San Bernardo y tantos varones y doctores mís­ticos que tenían por especie de milagro tratar los hombres

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X. SOBRE LAS MONJAS DEL DIABLO 101

y sacerdotes santos familiarmente con mujeres y mantenerse en castidad s2.cerdotal y cristiana. Por cierto que el diablo no hace esos milagros. Por otra parte el diablo ha sido siempre filósofo y gran maestro y catedrático contra la virginidad y celibato; y con varios pretextos del bien público, pero favo­rables a su monarquía, ha tirado a desterrar de la Iglesia de Dios, desde sus principios tan laudables estados y gra­dos de la jerarquía eclesiástica. A más de eso, a él le convenía mucho hacer gente y multiplicar tropa por si en algún tiem­po venían españoles o gentes enemigas a despojarlo de sus dominios y mucho más a cuenta le estaba la propagación numerosa para tener más súbditos, más esclavos y más hom­bres que llevarse a los infiernos. ¿ Pues cómo se mostraba tan promotor y protector celoso de la virginidad y suge­ría tantas fcIndaciones de monasterios de vírgenes? Latet angttis in herba y tras la cruz está el diablo. Repárese que en el Perú las niñas escogidas del padre prefecto o vicario para los conventos, entraban de ocho años en el noviciado debajo la dirección de las mamaconas, y cumplidos los ca­torce, en la flor de la mocedad, pasaban a colegialas del templo en donde era ya preciso tratar espiritual y corporal­mente con tan castos sacerdotes. En el México, de doce años entraban en el colegio pegado al templo mayor y eran ins­truídas, educadas y gobernadas también de mamaconas hasta los trece años de edad no más, que es decir por espacio de sólo un año, y unas y otras cumplidos los trece o los catorce años, salían a sus casas, o tomaban esposo, o se quedaban en convento si querían, para ser con el tiempo venerables mamaconas. Con este arreglamento el diablo hipócrita se mostraba por una parte amante de la virginidad y por otra no estorbaba la propagación desde los catorce años de edad; lograba que salieran bien instruídas y aficionadas a la doc­trina de la idolatría, y ponía a los sacerdotes en mil ocasio­nes, de suerte que algunos previniendo o siguiendo la opinión de Orígenes y de otros, se castraban voluntariamente, no para salir c<:ntores tiples, como en Italia, con intolerable abuso, sino por la violencia de las tentaciones que padecían los po-

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bres entre tantas doncellas y mocetonas. Yo sospecho que todo ese instituto era un fermento de malicia diabólica, una hipocresía refinada, y para decir de una vez lo que siento (salvo meliori) digo en suma que temo no fueran todos aquellos conventos solapados serrallos o lupanares del diablo; que las madres mamaconas (perdóneme su modestia) fueran grandes alcahuetas de los sacerdotes, y que de unos y otras era bien servido el diablo en el templo del ídolo y fuera del templo. Puede confirmar y hacer más prudente mi sospecha lo que después de haberla ya expuesta, hallé por accidente insinuado en el coronista Herrera en la Década V, cap. X. Estas son sus palabras: "Y como en tales revueltas (eran contra el inga Viracocha en el Cuzco) suele suceder, cuatro de las vírgenes del templo trataban deshonestamente con los porteros, y el gran sacerdote a ellas y a ellos los castigó muy rigurosamente". Y si los porteros suelen ser de la mayor con­fianza, ¿ qué no se podrá sospechar de sacristanes, de directo­res y confesores idólatras, hechiceros y familiares del diablo? Los impuros, hipócritas molinistas, cuyos estragos hemos visto en nuestro siglo y en varías lugares, pueden confirmar tam­bién mi sospecha. Pero gracias al Señor, que como Luis el Grande derribó y asoló el famoso Port Royal en Francia, los Fernandos, los Carlos, los Felipes han abolido y destruído todos esos conventos del diablo, refugios de la idolatría e hipocresía y con que procuraba Satanás engañar aquellas gentes y hacer honor a sus ídolos y jerarquía. Por ser tan semejantes las fundaciones de conventos de religiosos para los jóvenes y su instituto casi el mismo, como parto proprio del mismo fllndador, no me entretengo. Cosas uniformes suelen acarrear náusea a quien las oye. Pasemos a otras más curlOsas.

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CAPíTULO XI.

COMO TIRÓ EL DIABLO A REMEDAR NUESTRA FIESTA DE LA SANTíSIMA

TRINIDAD EN LA AMÉRICA.

1.

La refinada soberbia y rabiosa emulación de Satanás contra Dios y Nuestro Señor Jesucristo, se ve claramente en las fiestas que había instituído y enseñado entre las gentes americanas. Había fiestas ordinarias y fijas que se celebraban en ciertos días del año y de cada mes. Otras eran extraordi~ narías, como en la coronación de los reyes, en alguna empresa grande que se comenzaba y otras graves circunstancias que ocurrían según los tiempos. Todos los meses tenían su fiesta como anual y ya sabida, y la celebraban en el Perú ofre~ ciendo y sacrificando al sol, que singularmente adoraban por dios, cien ovejas o carneros que debían ser de colores diferentes. Pero la más solemne de todas era la del mes que llamaban Rayme y corresponde a nuestro diciembre. Ellos la llamaban Capac-rayme, esto es, la festividad más solemne de todas, y esta era la de la trinidad que adoraban ellos, pero en realidad bufonada del diablo que tiraba a remedar nue~ tra fiesta de la Augustísima y Santísima Trinidad, venerada por los cristianos, enseñada de Jesucristo. Junto al fuego que ardía siempre en el templo, ponían tres ídolos: al uno lla­maban Apointi padre, o señor del sol; al otro Chununti, sol hijo del sol; al otro Intiquaoqui, hermano del sol. Pater

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et Daminus salis, Filius ipse sol et trater salis 1. i Miren qué invención tan diabólica! En esta fiesta se ofrecían en sacrifi­cio a aquella fingida trinidad ovejas y corderos a centenares, y entre oro y plata que también echaban sobre las víctimas, las quemaban sobre tablas o maderas torneadas y bruñidas con mil primores para mayor culto de los tres ídolos. Lo que mayor admiración causa, es lo que dice el P. Acosta como ocular testigo y lo confirma Herrera: que en Chu­quisaca a él y a otros mostraron todavía los indios un ídolo que llamaban Tangatanga ante quien se postraban devotos y reverentes los miserables y rezaban sus oraciones creyén­dolo trino y uno : credebatur Deus, qui in uno trinus et in trino untes existeret. Es punto este que da lugar a varias reflexiones. Después vendrán estas, vamos acabando con la fiesta. En esta tan célebre festividad del padre del sol, del hijo del sol y del hermano del sol, solía salir como otro sol a coronarse rey el inga nuevo, y en homenaje y señas de reconocimiento y fidelidad, le ofrecían y presentaban varias imágenes y retratos de oro y plata y se horadaban las orejas todos los que no habían practicado antes tal diligencia. Los más ancianos y venerables se daban cruelmente de azotes y se bañaban y teñían todos sus rostros con la sangre que cho­rreaba de las heridas, para dar al inga coronado testimonio y prenda de su fidelidad y sumisión. Entonces se repartían tortas amasadas con la sangre de las víctimas sacrificadas a todos los concurrentes, y las habían de tomar y comer ta­dos en demostración de que mutuamente se unían para ser­vir obsequiosos al inga y quedaban unidos con él como los miembros con su cabeza. Esta fiesta se hacía con pompa singular en el Cuzco. Dejo las demás fiestas del año, llenas también de supersticiones uniformes, por no cansar al lector, y paso a las reflexiones sobre la fiesta expuesta de la Trinidad.

1 Acosta, ¡bid.

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CAPíTULO XII.

REFLEXIONES SOBRE LA FIESTA DE LA TRINIDAD DESPUÉS DE LA CONQUISTA.

1.

Dejo a un lado la soberbia y ambición del diablo en querer asemejarse a Dios y en robarle sus honores, porque esa la conoce luego cualquiera por lerdo que sea, si atiende a la referida fiesta. Lo que merece particular reflexión, no tan obvia para todos, es como estas gentes americanas entre las demás sombras del gentilismo, llegaron a imaginar y adorar a dios sol padre del sol, al hijo sol y al hermano del sol y colocar sobre las ar[ as] 1 el simulacro del pa­dre, del hijo y del hermano todos dios y todos sol. Esta era una sombra del Eterno Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que nosotros adoramos, sombra con que tiró el diablo a obscurecer y cubrir a la vista de aquellas naciones el augusto misterio de la Santísima Trinidad. Y esta obscuridad pro­pria del negro príncipe de las tinieblas se echa de ver más en el ídolo Tangatanga de Chuquisaca, ídolo según parece de tres cabezas en un solo cuerpo, que por eso lo creían y llamaban trino en unidad y uno en trinidad, porque las tres cabezas eran una sola substancia del cuerpo, y esta substan­Cia era de tres. Rara y sutil invención del diablo, y aunque

I En e! original aparecen borradas las últimas letras, pero por e! sentido y e! texto italiano se puede afirmar que allí se leía aras: " .. . e collocar su gl' Altari i simulacri del Padre, del Figlio, e de! Fratello [ .. . ]" edic. cit., pág. 118.

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material y del diablo, no inútil para explicar nosotros en la doctrina cristiana el altísimo misterio de la Santísima Tri~ nidad, como se tira a hacer perceptible con otros ejemplitos. Ni importa que sea símil forjado del espíritu rebelde, por~ que él tuvo y tiene más claro conocimiento de la Trinidad Augusta que nosotros hombres de tierra. Lo que excita t~ davÍa mi curiosidad es el saber c6mo dio en esta especie el diablo. A mi corto entender, la ocasi6n fue el haber algún ap6stol santo o discípulo del Señor sembrado en aquellas regiones el grano evangélico 2 y comunicado a los ameri~ canos las luces del misterio altísimo de la Santísima Trinidad, de la encarnaci6n del Hijo de Dios y de nuestra redempci6n, ne quidquam esset expers triplicis luminis, que dijo el Na~ cianceno, y vino el diablo enemigo de Dios y de la verdad y sembr6 la cizaña de mil embustes y ficciones, para sofocar las divinas verdades y esparci6 sombras y tinieblas de idola~ tría para ofuscar las luces comunicadas a aquellas pobres gentes. Con el tiempo, y con los engaños del diablo, faltando predicador evangélico que le contrarrestara y disipara sus embustes, faltaron las luces verdaderas y quedaron las som­bras y entre estas los ídolos de la fingida trinidad. Y lo mismo sucedi6 con los demás misterios venerados en nuestra santa Iglesia. Esto se confirma mayormente con la común doctrina de los te610gos, que eso de trino en uno y uno en trino, como adoraban los de Chuquisaca en el ídolo T an~ gatanga, esto es trinidad de personas en unidad de natura~ leza y un solo Dios en tres personas, como es sobre los principios naturales, excede al natural conocimiento de los hombres, y por tanto no pudieran aquellas gentes haber concebido semejante idea si no hubiera precedido alguna

• A no ser que como propondré al fin en Disertación separada, el mismo Cristo Jesús, visitando y predicando a las gentes de la América en los cuarenta días antes de su ascención al cielo les dejara ya primero las luces y vestigios de los misterios de su santa religión, que después renovaron los santos apóstoles. (Esta nota está en letra distinta de la del texto).

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XlI. LA FIESTA DE LA TRINIDAD DESPUÉS DE LA CONQUISTA 107

centella o rayo de luz superior sobre tal misterio. El diablo apagó aquella luz y se quedaron en tinieblas los miserables. Se desvaneció la noticia verdadera de la Santísima Trinidad y comparecieron los ídolos de tres cabezas en un solo cuer­po, y por fin los tres soles quedaron eclipsados. Así entre tales soles y monstruosas sombras reinó el diablo bufón y mantuvo su jerarquía eclesiástica por centenares de años, hasta que entrando triunfante la fe de Jesucristo y la piedad y valor de los españoles quedaron disipadas esas sombras, derribados los ídolos y sobre las cabezas de los indios rocia­das santamente con el agua del santo bautismo, resonó el nombre augustísimo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y desapareció el diablo, como cuando del energúmeno lo echó Cristo Jesús en los puercos de Genesaret. Mitte nos in parcos. y ahí se acabó el remedo de la fiesta de aquella tri­nidad inventada del padre de la mentira.

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CAPíTULO XIII.

REMEDA EL DIABLO EN LA AMÉRICA EL SANTíSIMO SACRAMENTO Y CRISTIANA

COMUNIÓN DEL CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR.

l .

Para remedar más al vivo el eclesiástico reino de Jesu­cristo y robarle su divino culto y honores, hasta la institución de sacramentos emprendió el truhán de los infiernos, incita­do de su ambición y soberbia. De todos modos tiró a llevar engañadas aquellas pobres gentes y granjearse las adoracio­nes semejantes a las que a Jesucristo Sacramentado tributa­mos en su santa Iglesia. Sabía el ángel maligno que el Santísimo Sacramento del Altar es entre los cristianos el mis­terio de la fe, el sacramento de paz y unión con Dios mismo y con los fieles entre sí, ¿ y qué hizo el malvado en el Perú y en el México? Inventó una especie de sacramento, que sien­do una confusa masa de supersticiones, fuera un misterio comestible, prenda y señal de fe y de mutua unión con el diablo mismo, con el rey y vasallos entre sí. Así los coligaba como fajos de leña para echarlos al fuego. ¡Desgraciados hombres y perverso diablo! Hablemos ahora del Perú, des­pués hablaremos del México.

Era costumbre en el Perú y singularmente en el Cuzco cida año por el mes de setiembre y diciembre, según nues­tra cuenta, celebrar una fiesta que duraba por muchos días. El diciembre para ellos era el primer mes del año, y lo

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XIII. REMEDA EL DIABLO EL SANTÍSIMO SACRAMENTO 109

LÁMINA x. - El diablo y la bruja.

llamaban Rayme, y a la fiesta orrespondiente Capac-Rayme. El setiembre era el décimo mes dicho Coya-Rayme, y la fiesta respectiva Citua en su lengua peruana, y en una y otra se celebraba y distribuía este sacramento del diablo. Pero ¿ cómo era este sacramento? Ahí entran las venerables mamaconas como sacerdotisas y monjas de velo negro, bea­tas del diablo. Estas madres mamaconas hacían cierta masa de maíz mezclada y rociada con la sangre de los corderos o carneros blancos que en aquella fiesta se ofrecían en sa-

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110 MONARQuíA DEL DIABLO

crificio al ídolo del sol I, y de tal masa ensangrentada labra­ban sus torticas o rosquetes, que por manos de los sacerdotes, como hostia pacífica y agradable sacrificio, se ofrecían al sol, y después como bocado consagrado se repartían a los infinitos concurrentes a la fiesta. Pero había esta circunstancia o rú­brica, que en el día principal de la fiesta ningún forastero debía quedar dentro la ciudad del Cuzco. Los que antes de­moraban debían salir y en aquel día ningún peregrino podía entrar. Pasado este día entraban todos y eran admitidos como a la comunión general y sacrificios que en los siguien­tes días se continuaban. El modo de distribuir tan supersti­ciosa comunión era este: los sacerdotes que debían ser todos y solos los de la generación de Iluqui-Yupang (como si dijéramos de la tribu de Leví) eran los ministros de esta comunión. Hacían, por buen orden y por tandas, sentar pri­mero a los concurrentes que venían de las demás provincias en indecible número, les hacían su exhortación preparatoria diciéndoles que consideraran bien lo que iban a recibir, que aquellos fragmentos estaban consagrados a su dios el sol, que se les distribuían para que los participantes de ellos que­daran unidos con su dios, con su rey del Perú y en alianza y mutua unión todos perseveraran en obedecerle y servirlo. i Qué ceremonias! i Qué confusión nuestra! Añadían que cui­dado de hacer en adelante acción alguna en desagrado del sol, del inga SU rey y de quebrantar la fidelidad; y en este supuesto como prenda y testimonio de su obediencia y amor al rey, recibieran aquel sagrado bocado con la mayor reve­rencia y devoción. Luego en azafates de oro y plata destina­dos a este fin, les iban repartiendo aquellas tortas y ahí entra la simple devoción de aquellos peregrinos. Recibida aquella supersticiosa partícula, se echaban luego quien pecho por tierra, quien de rodillas hacia al sol dándole gracias de tan grande beneficio y dignación. Al cabo de un rato se alzaban dando en las palabras y saltos de placer, señas del

1 Ex farina cum sanguine alborum arietum placen tu las, hostiae vice offerri solitas concinnabant. Acosta, lib. V., cap. 23.

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XIII. REMEDA EL DIABLO EL SANTÍSIMO SACRAMENTO 111

gozo interno que les ocupaba el corazón y repitiendo jura­mentos que jamás ya en toda su vida cometerían la más mínima cosa contra el sol ni contra su rey inga, antes les guardarían perpetua obediencia, fidelidad y amor. j Qué lin­do ejemplo, como quien de tinieblas saca luz, pueden sacar de tales fiestas gentiles los evangélicos catequistas!

Estas mismas ceremonias repetían en las fiestas del se­tiembre, también solemnísimas. Pero en ellas añadían esta particular: no sólo repartían aquellos fragmentos a los con­currentes cuzcanos y forasteros, sino también los mandaban a todos los templos, oratorios e ídolos de todo el reino. Mu­chos devotos de los concurrentes se llevaban porción de aquellas tortas a sus tierras, bien que distantísimas, y las regalaban a sus parientes y amigos, diciéndoles que habían recibido del sol aquel sagrado bocado en prenda y estrecho vínculo de que todo el tiempo de su vida lo reconocerían por su dios y le tributarían su debido culto y honores 2.

Con tal sacramento, o por mejor decir misterio de perver­sidad, tiró el diablo a tener sujetas y unidas a sí y a los ídolos, aquellas miserables gentes, a quienes por altos y adorables juicios del Señor, amaneció más tarde que a nosotros ingra­tos la luz del verdadero Sol de Justicia Cristo Jesús. En el México instituyó también el infernal bufón a su moda tal sacramento, y sugirió mayor solemnidad y cultos para cele­brar sU fiesta, como ya vengo a decir.

• Asole sacramentum sibi traditum in signum fidelitatis , &. Acosta, ¡bid.

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CAPíTULO XIV.

FIESTA Y PROCESIÓN DEL CORPUS DOMINI ESTABLECIDA POR EL DIABLO EN

EL MEXICANO IMPERIO.

I.

Verdaderamente causan asombro y horror las bufonadas inventadas por el espíritu maligno en asuntos tan serios y sagrados de la Iglesia santa de Dios como son estos. ¿ Quién las creyera, si no las viera confirmadas con testimonios de muchos y gravísimos escritores? En México por el mes de mayo celebrábase en honor del ídolo Vitzliputzli la fiesta más solemne de todo el año, y esta con la consiguiente pro­ces:6n, eran un remedo proprio de nuestra solemnísima fiesta y procesi6n del Corpus Domini. Dos días antes de la fiesta se juntaban las vírgenes monjitas con las venerables madres mamaconas, que como ya dijimos, moraban y se criaban en sus conventos, y como las sacristanas hacen y preparan las hostias para nuestro santo sacrificio, ellas preparaban la materia de su ridículo supersticioso sacramento. Cogían una gran porci6n de semillas de yerbas comestibles y junto con maíz bien tostado las molían y para que fuera más sabroso y dulce el sacramento, echaban en aquella harina la corres­pondiente cantidad de miel, como la simple viejecita sacris­tana que al formar las hostias les metía unos polvos de canela para darles más suave olor y sabor. De tal harina o emplas­tro dulcificado formaban las monjas un ídolo, como se usa todavía por lo menos en América, labrar de alfeñique varias

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XIV. FIESTA DEL CORPUS DOMINI ESTABLECIDA POR EL DIABLO 113

figuras que mandan a personas de su cariño las religiosas y aun seglares. Este ídolo era como una estatua de leño grande, y para hermosura y más viva representaci6n le me­tían sus ojitos de coral y los dientes de granos de maíz, al modo que los célebres dentistas y cosmopolitas vagabundos suelen por acá meter dentaduras de hueso a los que desean dientes para mejor hablar y comer. Armado ya con ojos y dientes el ídolo, risueño y hermoso, chorreando de sus labios dulzuras de miel, 10 vestían de finos lienzos y velos, como suelen hacer entre nosotros con las estatuas. Venían después a porfía los magnates más devotos y ricos y por remate de sus adornos echaban sobre el ídolo un preciosÍsi­mo manto labrado y ajustado con mil primores. Cierto que era cosa de ver y más de reír, una masa de miel y maíz tan majestuosamente vestida. ¡A qué abate el diablo con sus engaños al hombre ciego! No era eso lo más ridículo y solemne. Esta estatua o empanada así formada y engala­nada, colocaban las madres sacristanas en una silla respetable cubierta de preciosos lienzos, ponían la silla sobre unas andas y la dejaban así preparada para la fiesta y solemne procesión. Los romanos piensan que la que llaman sella gestatoria del Papa, es noble magnífica invenci6n de su mente iluminada. Esa y aun los ventílabros o los dos abanicos que en la pro­cesión del Corpus van en manos de monsígnores de mante­llone, lisonjeando con dulces céfiros los oídos de Su Santidad y apartándole las moscas, son ceremonias ya usadas entre los reyes y príncipes americanos, como se lee en antiguos libros y memorias de los conquistadores y se ve en láminas de finísimo buril que tengo en mi poder, son antiquísima ceremonia y la usaban en México y en el Perú en esta y otras fiestas y procesiones.

JI.

Las demás rúbricas para el día de la fiesta eran las siguientes. Por la madrugada antes de amanecer la aurora,

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114 MONARQuíA DEL DIABLO

se vestían de blanco las monjitas y mamaconas, se adornaban a su moda y sobre la cabeza se ponían una guirnalda de granos de maíz tostado, y de lo mismo armaban sus collares y brazaletes para llevar sobre sus hombros el ídolo en su preciosa silla o magníficas andas. En aquel día tan festivo las llamaban hermanas de Vitzliputzli, sorores dei Vitzli­putzli, dice el P. Acosta, como por acá Sor Rosalinda del Sacramento, Sor Florida del Espíritu Santo, Sor Cándida de San Simplicio. Con gran modestia y devoción llevaban en procesión aquella mal amasada estatua hasta cierto lugar donde ya estaban esperando los monigotes o colegiales ves­tidos con ropa talar, labrada a manera de red y coronados con las preciosas diademas del maíz tostado. Al ver la vir­ginal procesión y la eminente estatua, se acercaban a ella los devotos monigotes y después de mil gestos y muecas reverenciales, la ponían sobre sus hombros y la llevaban al templo hasta las gradas inferiores donde estaba todo el in­menso pueblo esperando el misterio. Ahí, hincadas las rodi­llas, cubiertas de polvo o ceniza sus cabezas, lo adoraban todos, y los sacerdotes llenos de fingida devoción con varios perfumes zahumaban las almibaradas y chorreantes barbas del diablo metido en aquella infernal estatua. Luego se ar­maba la procesión general con buen orden, y caminando con gran priesa, se enderezaba a cierto monte llamado Chapul­tepec, distante de México como una legua. Ahí uno de los más graves sacerdotes hacía su exhortación al pueblo y se ofrecían sacrificios de carne humana, luego con acceleración grande se encaminaban todos a otro montecito llamado Atla­cuyavaya, y ahí también había su panegírico y sin detenerse más, pasaban a otro donde por fin salía para la ciudad otra vez la procesión y depositaban su ídolo en el templo. Ahora entran las más ridículas ceremonias. A fuerza de gruesas maromas y ayuda de brazos tiraban para arriba el ídolo bien afianzado en la silla y lo colocaban en sublime trono, le­vantado en una capilla o altar para tan solemne fin. Dábanse todos entre tanto de golpes en el pecho y hacía mil summi­siones de reverencia el pueblo, que veía elevar hasta el solio

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XIV. FIESTA DEL CORPUS DOMINI ESTABLECIDA POR EL DIABLO 115

a su dios de maíz dulcificado con miel. i Qué estupidez les infundía el diablo! Lo más célebre es, que colocado en su trono el ídolo, bajaban del santuario los jóvenes colegiales a echar flores por todo el templo, y entonces les salían al encuentro las vírgenes devotísimas con azafates de tortas he­chas de maíz y otras semillas, y tomándolas los monigotes las llevaban al ídolo hasta amontonarlas tanto alrededor del solio, que ya no cabían más. A estas tortas o bollos, labrados a propósito en figura de huesos y costillas, llamaban huesos y carne de Vitzliput.di, i qué ceguedad! Por fin vestidos con festivo hábito sacerdotal y coronados de flores, subían, los sacerdotes con mil ceremonias, como a consagrar aquella masa de la sacrílega estatua, y entre tanto se iban matando hombres y más hombres ofreciéndolos en sacrificio al ídolo, y por remate de todas las monadas, entre cánticos, bailes y sinfonías, al son de roncos tambores y ruidosas quijadas de caballos (instrumento usado en América), cogían los sacer­dotes al ídolo, 10 apeaban de su trono, 10 hacían pedazos y dividían como en partículas, y como damos nosotros la santa comunión, iban distribuyendo a todo el pueblo los viles fragmentos del ídolo descuartizado, después de tantos incien­sos y veneraciones l. Para esta comunión debían estar ayunos todos, ni tomar otro alimento hast~ medio día. Creían fir­memente que en aquel bocado comlan la carne y huesos de su dios, y así lo recibían con tanta devoción y demostracio­nes de reverencia y de penitencia de sus culpas, que les caían a muchos dulces lágrimas de sus ojos 2. Luego un sacerdote de los más doctos y fervorosos idólatras subía al púlpito exhortando al pueblo a dar gracias por tan grande beneficio, y terminado el sermón llenos de compunción fin­gida, satisfechos y saltando bestialmente de gozo, se iban a sus casas a digerir aquella maldita masa del ídolo, brindada por el diablo con irrisión y oprobrio de Cristo Nuestro Se-

I Non secus ac apud nos sacramentalis distributio. Acosta, ibid. • Ut intime contriti lacrymas profunderent. ¡bid. En la versión ita­

liana se lee poclútentes en vez de contriti.

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116 MONARQuíA DEL DiABLO

ñor y del Santísimo Sacramento que veneramos y recibimos nosotros de su infinita liberalidad.

111.

Verdaderamente no me sufre el corazón entretenerme en hacer sobre este triste punto reflexiones que podrá fácil­mente hacer cada uno. Reflexiones sobre la avilantez, malig­n;dad e invidia del diablo. Reflexiones sobre la gran paciencia de nuestro buen Dios. Reflexiones sobre la observancia, de­voción y reverencia de aquellos ciegos y miserables hombres en sus ritus execrables. y por fin, para confusión nuestra, reflexiones sobre la indiferencia, poca devoción y tibieza de los católicos para con Cristo Jesús Sacramentado, y de la fe tan muerta, falta de reverencia, agradecimiento y amor con que las almas cristianas nos acercamos a la participación del Santísimo Sacramento. Los cielos destilaron como lágrimas su rocío a facie Dei Sinai al aparecerse Dios en el monte Sinaí, y nuestros ojos no se derriten en lágrimas a la viva, íntima presencia de nuestro gran Dios hecho hombre para delicias, consuelo y eterna salud del hombre. Los indios idó­latras se llenaban de compunción y se deshacían en muestras de reverencia ante un ídolo de maíz que imaginaban su dios, ofrecíanle en sacrificio sus mismas vidas sacrificándolas al violento cuchillo, y nosotros ni una lágrima, ni un suspiro ardiente, ni el corazón ofrecemos en sacrificio al verdadero Dios que adoramos presente y recibimos sacramentado. ¡Oh indios, oh bárbaros, oh idólatras, si saldréis en juicio contra nosotros los cristianos! Vamos a otras reflexiones, sagradas y políticas, menos obvias a los píos españoles menos erudi­tos y dignas de las mentes de extranjeros anticatólicos, diver­tida entre los tesoros y riquezas que halló y sacó la nación española de la América.

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CAPíTULO XVI.

REFLEXIONES APOLOGÉTICAS SOBRE EL CULTO

DEL SANTíSIMO SACRAMENTO ESTABLECIDO y PROPAGADO POR LOS ESPAÑOLES

EN LA AMÉRICA.

1.

Quien atentamente considera las expuestas superStiCIOnes entabladas por el diablo en la América y ve el presente esta­do de la religión y culto del Señor Sacramentado en aquellas regiones conquistadas, no puede menos de decir esta es mu­tación de la diestra del excelso Dios. El P. Comelio Alápide, que no gozó en su tiempo de las felices noticias que son ya públicas en ambos orbes, entendió cumplidas en el empera­dor Constantino aquellas palabras deprecatorias del salmo 9: Constitue Domine legislatorem super eos, ut sciant gentes quoniam homines sunt. Entendió bien, pero no se extendió bastante. Si tan sabio erudito expositor escribiera ahora sus comentarios y tendiera los ojos sobre las Américas conquis­tadas y pacificadas, tengo por cierto que hubiera tirado los rasgos de su pluma hasta llegar a los reyes de España, legis­ladores, señores y monarcas constituídos con alta, amorosa providencia de Dios sobre las gentes americanas. He aquí lo que dice David en el verso antecedente: Exurge Domine: levantaos, oh Señor, no se gloríe el hombre, sean juzgadas

1 Por equivocación en el manuscrito se lee: XIV.

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118 J MQNARQUIA DEL DIABLo

y castigadas las gentes a vuestros ojos. Poned a un legislador sobre ellas que les dé la ley y los gobierne, de suerte que sepan que son hombres y no fieras, que son racionales y no brutos, ut sciant gentes quoniam homines sunt. Si al gran Constantino, por haber sido el primer emperador romano que abrió campo libre a la religión y dilató la cristiana ley de gracia por su romano imperio, haciendo conocer a sus idólatras vasallos y ciegas gentes que eran hombres y no brutos, se le atribuyen aquellas palabras, porqué no se han de extender a los grandes monarcas de España respecto del nuevo americano mundo. Desde Don Fernando el Católico y la reina Doña Isabel su esposa, en cuyo feliz reinado se descubrió la América, no se ha visto en España monarca sobre el trono que no haya sido animado del celo cristiano de un Constantino para la propagación de la religión y cul­to de Nuestro Señor Jesucristo en ambas Américas. Tantos reyes, tantos Constantinos, podemos decir sin adulación al­guna. y para que se vea confirmada esta verdad con hechos positivos y constantes, basta considerar los cultos y reverentes obsequios dilatados por toda la América al Santísimo Sacra­mento, misterio de nuestra santa fe por antonomasia y mis­terio compendioso de nuestra santa religión.

11.

Primeramente, por reales leyes está prevenido y manda­do que en todos los pueblos de indios reducidos, se funde como realmente se ve fundada una Confraternidad del San­tísimo Sacramento, con su fondo seguro, que suele ser una hacienda de ganado, que llaman el hato del Sacramento, para mantener perpetuo el culto del Señor Sacramentado en las iglesias. Ni puede levantarse parroquia nueva de blan­cos y gente mixta, sin que los vecinos fundadores aseguren en finca constante el debido culto y reverencia al Santísimo. La fiesta solemnísima del Corpus a más de las cotidianas expo-

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xv. EL CULTO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y LOS ESPAÑOLES 119

siciones en particulares iglesias y procesiones dentro la octava, se celebra en las capitales con panegíricos i12ter solemnia todos los días con asistencia de los señores virreyes, presidentes o gobernadores, de todos los regios tribunales y de las religio­nes, expuesto con magnificencia el Santísimo al pueblo, que con devoción y en gran número concurre. No sólo eso, sino que el lunes de la infraoctava real de la Inmaculada Con­cepción de María Santísima, por institución y real cédula del pío y magnánimo Don Felipe V, expuesto el Augustísimo Sacramento imer solemnia, está dedicado a resarcir las irre­verencias que en las guerras del principio de este siglo cometieron los enemigos extranjeros herejes en las iglesias de España, singularmente en Almansa, y llámase el pangi­ruco [sic] y debe ser en aquella solemnidad sermón de desagravios. Tanta es la piedad de los reyes de España y el celo de la religión. y ¿ qué diré de los sagrarios magní­ficos en que se guarda reservado el Santísimo noche y día?, ¿ qué de las custodias preciosísimas en que se expone?, cus­todias en las cuales lo que menos luce es el oro, en que las perlas, los rubíes, los diamantes brillan a porfía con otras mil piedras preciosas? Qué de la magnificencia con que o en procesión o llevado a los enfermos por viático el San­tísimo Sacramento es cortejado y acompañado de la multitud del pueblo. Los caballeros son los primeros a llevar la UID­

brela o quitasol sobre la cabeza del sacerdote, en cuyas manos se digna andar por las calles el Señor. Los señores virreyes y jefes principales muestran de ordinario su piedad en man­dar la carroza para mayor reverencia al Dios Sacramentado. Las exposiciones del Santísimo frecuentísimas, las comunio­nes de muchas almas, cotidianas; hasta en los pueblos de indios un domingo del mes dedicado al culto del Señor Sa­cramentado con exposición devotísima y concurso de los feligreses. Por amorosa providencia del Señor, piedad de nuestros monarcas y fe constante de los españoles, se le aca­baron al diablo las empanadas de miel y maíz, las tristes yerbas, las bufonadas de procesiones y sacrificios, y se ven los pobres indios libertados de tanta esclavitud y bárbaras

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120 MONARQuíA DEL DIABLO

supersticiones en que los llevaba entretenidos el diablo. Cuen­ten los heterodoxos en sus colonias semejantes mutaciones en bien de los indios, a confusión del infierno y a mayor gloria del Gran Dios, y después empleen sus plumas en zahe­rir a los españoles conquistadores y pacificadores de la América.

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CAPíTULO XVI.

DE LA CONFESIÓN AURICULAR ENTABLADA POR EL DIABLO EN LA AMÉRICA

COMO SACRAMENTO DE PENITENCIA.

I.

Uno de los dogmas más arduos y combatidos por los herejes antiguos y modernos y aún por los espíritus fuertes y libres de nuestro siglo, es el de la confesión auricular en el sacramento y tribunal sagrado de la penitencia. y ni ellos para sujetarse humildes a la Iglesia y hacerse leve esta con­fesión sacramental para su bien, ni los doctores dogmáticos o controversistas católicos para defenderla, han reflexionado que el diablo mismo, para remedar sacramentos y ritus de la santa Iglesia de Cristo, la tenía ya entablada entre las gentes bárbaras de la América.

En el Perú había establecido el diablo padres confesores y aun madres confesoras. El truhán todo lo vuelve ridículo. Por todas las provincias del Perú estaba introducida la cere­monia y costumbre de la confesión de boca con algún sacer­dote. Cada pobre pecador debía confesar sus culpas, y se acusaban de ellas los indios mostrando en lágrimas, gestos y golpes de pechos sus afectos de contrición. No todos los sacerdotes eran confesores, solamente gozaban la licencia de oír confesiones y eran aprobados para tal ministerio algunos más graves y más instruídos en su ley, y constituídos en alto

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122 MONARQuíA DEL DIABLO

LÁMINA XI. - Satanás y el rey Salomón.

grado de dignidad 1. No todos los sacerdotes aun aprobados podían absolver de todos los pecados, de estos había también reservados a los que eran como obispos, los cuales, como

1 Dignitatum gradibus insigniti certi confessarii creabantur. Acosta, ¡bid.

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XVI, LA CONFESIÓN ENTABLADA POR EL DIABLO 123

suele decirse, de plenitudíne tempestatis 2 absolvían de cual­quier delito. También algunas mujeres eran aprobadas y destinadas para oír confesiones indiferentemente utn'usque sexus,

Como entre los jansenistas en Francia se usa tal vez que las señoras mujeres sirven la misa a los clérigos llenos de su dulce devoción, y el echarse mutuamente algún re­quiebro en el Lavabo, es natural que entre las madres con­fesoras y penitentes hubiera algunas expresiones de cariño. Se tenía por delito gravísimo no revelar al confesor o callar algún pecado, aunque fuera levísimo 3. Pero los sacerdotes, según la vana opinión del pueblo, tenían por allá la habilidad de adivinar los pecados de cada uno, echaban suertes a su modo privadamente, como les enseñaba el diablo, reconocían y observaban bien las entrañas de los animales que se sacrifi­caban, y así salían (o no salían) adivinos. Con esas vanísimas supersticiones y observaciones, infundían a los delincuentes temor de callar pecados en la confesión. Ya sucede también en nuestra santa Iglesia, que cuando el súbdito o penitente sabe que su prelado o confesor es dotado de espíritu de pro­fecía, o del don de penetrar los corazones, nada se atreve a encubrirles pensando que con la luz del cielo así como así lo saben.

11.

Y aquí, para instrucción de confesores y IllislOneros, bien que me reconozco inferior a todos, sin embargo por la gran práctica que tuve en las misiones, no quiero omitir una cosa, que aunque a primera vista parece alabanza pro­pria, en realidad no es más que golpe de fantasía llena de especies recogidas en los sagrados ministerios. Yo también en las misiones, sin ser profeta ni saber arte del diablo, me

• En la versión italiana se lee: "d~ pl~nittldirll: potutati! (o p~.rtatis, come dir si suole)",

• Ut pro peccato gravissimo habc:atur, si quis vel levissimum dam crimen sacerdotibus non reveler. Acosta, ibid.

km-

quo-

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124 MONARQuíA DEL DIABLO

ponía a adivinar pecados de los penitentes. Es el caso, con el largo y continuo curso y ejercicio de misiones había ob­servado yo dos cosas entre muchas otras. La primera es que de ciertos pecados con ningún otro se confesaba la gente sino con jesuitas, y así cuando yo les preguntaba tal vez, ¿ por qué has callado tanto tiempo este pecado? respondían: esperaba que pasaran los padres santos, que así los llamaban. La otra cosa era el rubor que infundía el diablo y el temor con que de varios modos aterraba a las pobres almas para que no confesaran sus pecados más enormes. Era tan gene­ral este rubor y temor, y por él tan común el abuso de no confesarse enteramente muchos penitentes, que a veces, en un día entero, no oía confesión que no fuera general por haber de mucho tiempo callado los pecados el penitente. No digo más por no insinuar demasiado. Con estas expe­riencias, desde el primer día de la misión, concluído el sermón en tono plácido y familiar, avisaba primero y rogaba a los confesores asistentes, que recibieran con grande amor y en­trañas de misericordia a todos los penitentes (como debemos hacer todos) y que a ninguno echaran de sus pies con aspe­reza; que si no los podían, o no querían absolverlos, me los mandaran a mi, etc. Después decía a todo el pueblo ínter alias que si alguno se hallaba poseído de tal rubor que abso­lutamente no se atreviera a descubrir sus miserias a otro confesor, viniera a mí, que yo le adivinaría el pecado sin que él me lo dijera, que bastaba decirme: Padre, yo tengo vergüenza de confesar mis pecados, y dejara a mi cuenta lo demás. Que sólo respondieran sí o no. Con eso venían los pobres tan animados, que no sólo al confesonario sino fuera a mi cuarto se llegaban y me decían: Padre acá vengo a que sumerced, o Su Reverencia o su santidad (así hablaban los pobres) me adivine mis pecados. Yo por la práctica y complejo de circunstancias del penitente, que atisbaba luego, era tan diestro que al punto le daba como ellos decían en el chíspite, esto es en el pecado que les daba rubor, y así sacaba muchísimos de las garras del diablo. Pruébenlo los misioneros y confesores llenos de caridad con las pobres al-

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XVI. LA CONFESIÓN ENTABLADA POR EL DIABLO 125

mas. Adivinar la especie de pecado es fácil : dar después con el individuo quiere poco trabajo, porque una vez que ya dijo el penitente que tenía vergüenza de confesar un pecado, y que ya ve descubierta la especie, si desde el principio no acierta el confesor, luego, quitado el rubor, se lo dice el mis­mo penitente, si observa entrañas de caridad sacerdotal en su pecho. Sea lo que fuere en otros, a mí siempre me salió bien. Sé que le pesaba al diablo esta tramoya espiritual, pero él hubo de aguantar y aguante ahora la especie que he echa­do para bien quizás de muchas almas, y volvamos a sus con­fesores endiablados.

III.

Estos mostraban en su ministerio la avarICIa, porque a los pobres faltos de medios para dar algo a los sacerdotes, los cargaban de graves penitencias y castigos. A los penitentes suspectos de callarles pecados les sacudían en las espaldas con duras piedras hasta que los vomitaban. No podían los confesores descubrir los pecados oídos en confesión, sino en ciertos casos. Los pecados de los cuales se hacía cuenta eran los homicidios, adulterios, hurtos, brujerías, encantamientos, desprecio de los ídolos, predicciones contra los ingas y rebeliones contra los príncipes. De los pecados internos de pensamientos, deseos y depravados afectos, no se cuidaban. Después que entre la cristiandad han entrado ellos también en la cuenta, el rnga como soberano tenía el privilegio de no haberse de confesar con sacerdotes, sólo al Sol confesaba sus pecados para que este los manifestara al Viracocha como a dios supremo y alcanzara de ellos el perdón. Hecha su confesión con el Sol, el rnga se iba a lavar el cuerpo, cre­yendo que en este baño quedaba ya limpio de todas sus culpas. Los demás, después de la confesión, se lavaban tam­bién, pero añadíase otra ceremonia con ellos, y era que después del baño venía uno que debía por costumbre ser corcobado o estropeado, y con hortigas le daba una valiente

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126 MONARQUÍA DEL DIABLO

disciplina. No era diligencia fuera de propósito; a muchos creo, que fuera saludable. Así entre supersticiones llevaba el diablo engañada aquella pobre gente y remedaba los sa­cramentos de nuestra Santa Igles:a con ciertos rítus y cere­monias que dan materia para reflexiones muy proprias de nuestros tiempos.

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CAPíTULO XVII.

REFLEXIONES CRfTICO-DOGMÁ TICAS SOBRE EL SACRAMENTO

DE LA PENITENCIA.

r.

Que para remedar el reino de Jesucristo introdujera con nuevas invenciones el diablo otras funciones de nuestra santa Iglesia, ceremonias, festividades y aun sacramentos entre las gentes idólatras y bárbaras, no me causa tanta ad­miración, pero esta de la confesión auricular me hace gran­dísima impresión y maravilla. El diablo, que como soberbio aborrece todo acto de humildad, que como enemigo de Dios no puede ver hombre que le pida perdón, que deseoso de que se multipliquen en adelante ofensas contra Dios, aborre­ce remedios preservativos y por fin, tan jurado enemigo de la confesión de las humanas miserias, que donde más lazos pone y donde más aprieta las gargantas y cierra las bocas de los pecadores es el tribunal de la penitencia y confeso­nario, y sin embargo se atreviera a introducir la confesión de boca en su americano reino de tinieblas, esto para mí es un misterio no suyo sino de la Divina Providencia. Misterio para que a aquellas gentes al venir la ley de Jesucristo en ma­nos de los españoles, se les hiciera más fácil y suave el sacra­mento verdadero de la penitencia. Misterio permitido de Dios para que los cristianos abracemos y frecuentemos con más viva fe y buena voluntad el sacramento de la penitencia, instituído por Cristo Nuestro Señor para purificación y con-

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128 MONARQuíA DEL DIABLO

suelo de nuestras almas, y misterio para que los incrédulos abran los ojos y cierren las bocas contra el sacramento de la penitencia y la confesión auricular.

11.

Sin meterme en ventilar controversias contra los que ladran en nuestro siglo todavía contra la confesión usada en la Santa Iglesia, diré lo que se me ofrece sobre la que usaban los indios amaestrados del diablo. El P. Acosta atri­buye también a singular providencia de Dios el uso de la confesión introducida por el enemigo en la América, para que al entrar los españoles cristianos, no tuvieran dificultad los indios en abrazar el sacramento de la penitencia con la confesión de las proprias culpas al sacerdote, como en efecto no la han tenido, y añado yo, que los indios tan voluntaria­mente se sujetan a la confesión sacramental, que apenas se hallará un indio que calle o haya callado pecados en la con­fesión. Ni me acuerdo de haber jamás obligado a indio ni india a reiterar confesiones, por haber en alguna antecedente callado pecado al confesor, al contrario sucede con blancos y cristianos viejos. Y digo más. Si en la China hubiera sido introducida en anteriores siglos esta costumbre de confesar los chineses sus culpas a los sacerdotes, no se hallara ahora tanto horror a esa práctica entre ellos, ni la dificultad gra­vÍsima en admitir este sacramento y ley de Jesucristo. Por sus inescrutables juicios permite el Señor que el mismo demonio batiera para su confusión la estrada y previniera aquellas gentes americanas para admitir su suave ley y sa­cramentos. Pero ciertamente no lo hizo con esa intención el diablo. Ahora descubriré yo sus intenciones malignas.

Todas esas invenciones suyas no fueron más que un trastorno de la predicación evangélica de algún apóstol o discípulo del Señor, u otro varón apostólico, que entre las otras verdades y dogmas que les enseñó, les instruyó tam­bién en los sacramentos de nuestra Santa Iglesia y en este

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XVII. REFLEXIONES SOBRE SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 129

de la penitencia. Desde los primeros siglos de la Iglesia fue creída y practicada la confesión de las proprias culpas con algún sacerdote como el V. P. Cardenal Belarmino asegura con los testimonios de los primeros concilios, de los Santos Padres antiguos S. Ireneo, Tertuliano, Orígenes, San Cipria­no, Lactancio, San Atanasia y otros. Y aun en los primeros siglos era más severa y dura la práctica de la confesión de lo que es ahora, porque de muchos siglos a esta parte basta manifestar los pecados al sacerdote en secreto y con sigilo rigurosÍsimo, pero antiguamente en varias partes, o particu­lares iglesias, a más de la confesión secreta que se requería de los pecados ocultos, era obligado el penitente a confesar públicamente los públicos y hacer la penitencia pública que se le imponía, penitencia que solía ser gravísima; ahora cesa­ron estas públicas penitencias y quedó sólo la obligación de la confesión auricular y en secreto a un confesor de los peca­dos sean ocultos o públicos, y así se ha hecho más suave el sacramento de la penitencia.

El diablo sabiendo lo que pasaba en aquellos primeros siglos entre los cristianos y viendo que los americanos ins­truídos de algún ministro evangélico habían abrazado esta práctica, les ofuscó las buenas luces, les trastornó la idea y para satisfacerles en parte, dejándoles en su uso y devoción, les metió vanas supersticiones, y como enemigo cruel siempre del hombre, les agravó con duro yugo y crueldades su con­fesión y penitencia. Fuera de que lograba en esto el maligno y envidioso que con él hicieran los hombres los actos de humillación, sujeción y rendimiento que hacían los cristia­nos con Jesucristo en su Iglesia. Este es mi parecer, que la confesión auricular y de boca con algún sacerdote entre las gentes americanas, fue tradición de algún ministro evangélico, y el diablo transfigurándose en ángel de luz, la obscureció con sus tinieblas. Sea lo que fuere de esto, que no agradará a los espíritus fuertes paso a decir que después que entraron los victoriosos españoles en la América, y con ellos los dog­mas y sacramentos de la cristiana Iglesia, se han disipado esos humos y nieblas del diablo, y no sólo los indios pu-

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ros, sino también las gentes de sangre mixta han abrazado singularmente el sacramento de la penitencia con tanta devo­ción, que es una bendición de Dios y como una nueva señal de credibilidad lo que se experimenta en todas las provincias en este punto l. Digo se experimenta, así de parte de los penitentes en buscar con ansia y frecuentar este sacramento, como de parte del impenitente diablo en estorbarles la santa confesión. Antes, cuando la confesión sugerida por él mismo no le quitaba de su poder las almas, la promovía amena­zando rigores, ahora que la instituída de Cristo Nuestro Señor en su Iglesia se las arranca de sus garras, la persigue y tira a estorbarla de mil modos. y porque dije yo que juzgo ser signo de credibilidad del sacramento y de la confesión auricular lo que entre aquellas gentes generalmente se expe­rimenta, quiero para edificación de las Iglesias de Europa individualizar un poco esta experiencia. En la provincia de Santa Marta meses enteros me echaba vestido y calzado de no­che en una hamaca a dormir dos o tres horas no más, porque a media noche ya estaba la iglesia rodeada de gente, que anhelando por confesarse, esperaba que se abrieran las puer­tas. En las provincias de Santafé, de Tunja, de Vélez, de Girón y jurisdicciones del Socorro, Chalalá [sic] y otras, al amanecer el día mi compañero el Padre Ignacio Zubi­mendi, operario infatigable de mucho celo y poco sueño, había ya oído a las veces doce o catorce confesiones genera­les, sin contar las que mañana, tarde y noche oíamos conti­nuamente. En las provincias de Oro de Cartagena, Mariquita, Ibagué y Neiva y otras, después de haber confesado todo el santo día en la iglesia hasta media noche, venían hombres a confesarse y a la sombra del techo de pajas, que nos repa­raba algo de la luna y sereno, los confesábamos. La :lnsia, la piedad, el fervor y lágrimas de la pobre gente que nos

1 Hoc potius mirandum, quod ii qui postremi sunt vocatione prum fiant devotione, dum ex orbe nostro pravis dogmatibus exagitata reli­gio tanquam indigllabullda profugii ad ultimas usq;.:e terrae partes, et pau]o ante fabulosos antipodes. Corne!. Vistl.) pág. 97.

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obligaban a tanto trabajo, son evidente señal del espíritu de Dios que mueve, atrae y arrastra suavemente las almas a la confesión y sacramento que instituyó Cristo Jesús para lavar­las y justificarlas. El diablo no mueve a eso.

III.

Más diré. Parece que los ángeles mismos conducen con instinto particular las almas a la confesión. Era constante y universal la experiencia que teníamos, por lo menos los je­suitas, y era que viajando por el Nuevo Reino, aun entre desiertas selvas y montañas, al llegar hacia la noche a pa­sarla en alguna ranchería, o al suave murmullo de algún torrente, solían luego comparecer hombres y mujeres a su­plicarnos por amor de Dios que los confesáramos. Más, de cuatro y cinco jornadas venían gentes desaladas para confe­sarse con alguno de los padres misioneros, y mujer hubo que tres días estuvo permanente junto al confesonario sin comer ni beber, esperando la ocasión de confesarse hasta en la puerta de la iglesia, porque al abrir las puertas, como era tanto el gentío, otras mujeres le pillaban el puesto. Tanta piedad, tanta devoción, tan dulces internas consolaciones que sentían en la confesión las almas, son palmar eficacÍsima prueba de ser de Dios el sacramento y de ser agradable a Cristo Nuestro Señor la confesión humilde de boca, como la instituyó en su santa Iglesia.

Dejémonos de sutiles especulaciones y cavilaciones, los que han manejado almas y se han ejercitado en los sagrados ministerios, tienen otros argumentos de bulto, como dicen, argumentos prácticos, incontrastables a favor y confirmación de los misterios y sacramentos de nuestra santa fe contra los incrédulos y protestantes. Por fin, después de Dios, todo este bien, toda esta suavidad en vivir cristianamente aquellos po­bres, consolados interiormente con las gracias que la miseri­cordia del Señor vierte sobre sus almas, todo se debe a la piedad y celo de los católicos monarcas y de sus vasallos.

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De los monarcas, porque han tenido siempre gran solici­tud del bien espiritual y temporal de los americanos, y de los individuos nacionales, porque unos que son los señores obispos, misioneros y sacerdotes mandados de Su Real Ma­jestad a ese santo fin, lo han promovido con apostólico fervor y predicación, otros enviados con reales empleos o que voluntariamente pasaron a sus negocios, con su buen ejem­plo, conversación y aun con liberalidad piadosa han procu­rado y procuran continuamente mantener la religión, excitar a la frecuencia de sacramentos y obras de eterna salud. Dese ahora una ojeada por las colonias extranjeras, pobladas de protestantes, hugonotes y gentes de varias sectas y véase como están en uso y práctica los sacramentos, con quién se con­fiesan ellos y las gentes de sus dominios. Antes se confesaban con el sol que pensaban que era Dios, ahora con la pared. i Qué linda mutación para bien de aquellas miserables almas!

No de balde corriendo yo las misiones se me apareció un bello hombre extranjero de unos cmcuenta años muy civil, capaz y bien vestido, y me sacó de los ojos las lágri­mas. Como a distancia de seis pasos al verme, desabrochó su pecho y mostrándome un santo crucifijo y llorando díjo­me el pobre: Padre, por amor de Dios, confesión. Tantos años que no me he podido confesar, ni he creído la inmor­talidad del alma, consuéleme por este Señor que llevo en el pecho. De mil amores, le respondí, venga usted conmigo. Lo llevé a lugar retirado y devoto para que se desahogara a su satisfacción. Se confesó lindamente con su lengua extran­jera, le oí con todo amor y con todas las facultades que yo tenía, lo dejé tan consolado que no se saciaba de dar gracias al Señor por sU feliz suerte. Este fue un fruto venido de extranjera colonia que me mandó el Padre de las misericor­dias para ofrecérselo en olor de suavidad. Gracias al Señor que de las tierras americanas sujetas al dominio del rey de España, el diablo se ha huido con todos sus sacramentos y han quedado los de Cristo Nuestro Señor, para su gloria y bien de aquellas gentes.

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CAPíTULO XVIII.

DE LAS BÁRBARAS EXEQUIAS y CEREMONIAS CON LOS DIFUNTOS

INTRODUCIDAS POR EL DIABLO EN LA AMÉRICA.

1.

Una de las invenciones bárbaras en que mostró el demo­nio su implacable odio con los hombres, era la de las exe­quias y entierro de los difuntos. Da horror la barbaridad que en ese punto había sugerido a los indios de ambas Américas el camón enemigo. En el Perú creían los pobres indios que el alma era inmortal y que los buenos pasaban a feliz, eterna vida, los malos a la casa del diablo condena­dos a padecer eternamente. Hasta ahí pueden los espíritus fuertes incrédulos aprender de los indios puntos de sana doc­trina. Lo que ignoraban, como los atenienses cuando a ellos llegó S, Pablo, era la resurrección de nuestros cuerpos. Con esta ignorancia practicaban varias diligencias con los que morían. Unas procedían meramente de la ignorancia de este misterio de la resurrección, como lo llamó el Apóstol, otras de la crueldad del diablo. De la ignorancia provenía el gran cuidado en conservar los cadáveres incorruptos cuanto podían, y causa realmente admiración que los conservasen sin corrup­ción por más de ducientos años, como se hallaron los de los reyes ingas en varios oratorios donde estaban depositados. A estos oratorios dejaban los ingas en legado todos sus bie­nes y tesoros y señalaban un número de sirvientes que asis­tieran a su oratorio. Ni el sucesor en la corona se atrevía a

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tocar tesoro alguno de los depositados. Por eso se hallaron tantos en los sepulcros. No contentos todavía los indios de conservar los cadáveres incorruptos de los reyes y otros mag­nates, les fabricaban sus estatuas, y esta ya por arte y suges­tión del diablo quedaba hecha un ídolo nuevo al cual adoraban y llevaban después en las procesiones y en la gue­rra cuando salían a campaña contra sus enemigos. En honor suyo hacían fiestas y ofrecían sus sacrificios los ciegos indios, esperando con estos cultos la lluvia y el buen éxito de sus empresas. Y aun los mismos reyes viviendo se mandaban labrar estatua de piedra a la cual se tributaba la misma vene­ración y obsequios que a la real persona. Qué lástima no hayan llegado a Roma y a la curiosa Italia tales estatuas o bultos que lucieran ahora entre los Nerones, Calígolas, [sic] Vespasianos, Cleopatras, Lucrecias en las galerías y museos de los príncipes. Pero bastan y sobran las reliquias de la gentilidad que se ven y guardan en estos. Ojalá, mu­dada y transformada Roma en tiempos venideros, no lleguen tales ídolos a ser otra vez colocados sobre las aras y adorados de los impíos precursores y secuaces del anticristo.

11.

Pero otras más bárbaras, inhumanas ceremonias, les ha­bía sugerido a los miserables indios el enemigo capital del hombre. Era ya ritu y costumbre casi universal en la Améri­ca, la impiedad de matar gentes cuando moría algún rey o cacique, para que lo acompañaran en la otra vida. Ya se sabía que muriendo uno de estos, con él iban sacrificados a cuchillo y enterrados juntamente un gran número de concu­binas y sirvientes, oficiales, esclavos y todas las mujeres que le habían servido, para que también le sirvieran en la otra vida 1. Cuando murió Guanacapa, padre del inga que reinaba

1 Un portugués estaba ya sentenciado al cuchillo, para ir con los demás criados a servir en la otra vida a un gran cacique, su amo. Ha-

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XVIII. CEREMONIAS CON LOS DIFUNTOS 135

en la entrada de los españoles, llamado Atagualpa, o como dicen otros Atabalipa, en obsequio suyo se mataron más de mil personas de todas edades y condiciones, y se tenían por muy felices los que perdían así su vida para ir a servir a su monarca o cacique en el otro mundo. Tan míseramente cie­gos y engañados del diablo, que morían cantando ebrios, a fuerza de cierta bebida que se les daba antes de matarlos.

Hasta los hijos proprios del difunto sacrificaban a la muerte algunas naciones, y con la sangre del hijo muerto unta­ban el rostro del padre en el féretro, tirando de oreja a oreja una Hnea transversal en prenda y testimonio de que el hijo iba a serie compañero en la nueva región donde entraha. Esta cruel ceremonia de matar a tantos vivos para que acom­pañaran al muerto, era universal no sólo en el Perú, sino tamhién en el México y Tierra Firme, pero los mexicanos habían aprendido del diablo a celebrar aun con mayor pom­pa las exequias. Mantenían sacerdotes particularmente dest::­nadas para los entierros y solemnes funerales. Los muertos regularmente eran enterrados en el campo junto a su propria casa, a otros llevaban a los montes y les ofrecían allí sus sa­crificios, y muchos solían quemar los cadáveres, cuyas ceni­zas recogidas con cuidado, con las de los vestidos y adornos también dados a las llamas, se metían en ciertas vasijas y estas se llevaban al templo y ante ellas, elevadas en alto túmulo, cantaban sus responsos y celehraban las exequias los sacerdotes. A los magnates difuntos les ofrecían todos sus esclavos, víctimas del cuchillo, para que fueran a servirles en la otra vida, y 10 peor era que también participaban de esta desventurada suerte los sacerdotes ordinarios del difunto, porque cada uno tenía diversos capellanes, diremos así, para su oratorio. Los ministros de palacio, cocineros, reposteros,

liándose en tales angustias, vese que era tuerto. Señores dijo, ¿qué honor será pa.ra mi amo llevar al otro mundo a un criado con un ojo solo? ¿No es más decente que vaya otro con ambos y no un tuerto desgraciado? Agradó la propuesta. La pagó otro por él, pero no bastaban al portugués las piernas para huir de semejante lance. Acosta, ibid.

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eunucos y toda la familia alta y baja, iban muertos con su amo muerto, y cuantos por fin, en vida le habían servido en casa, tantos por fuerza habían de ir a la sepultura con él a prestarle sus servicios en el otro mundo. i Qué barba­ridad tan horrible! Aunque los españoles no hubieran hecho otro beneficio a estas gentes que libertarlas de tan inhumanas ceremonias proprias del espíritu del diablo, siempre tirano con el hombre, tenían los americanos que dar las gracias a Dios por haberles mandado libertadores de yugo tan atroz y bárbaro.

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CAPíTULO XIXl

DE LOS HORRENDOS SACRIFICIOS DE SANGRE HUMANA QUE EN SUS íDOLOS

MANDABA OFRECERSE EL DIABLO PARA SU CULTO EN LA AMÉRICA.

I.

Da horror el considerar la sangre humana que en obsequio del diablo se vertía entre las gentes americanas. Es nada lo que se ha dicho en el antecedente capítulo respecto de lo que nos queda por decir. Los peruanos singularmente, cuando el inga su rey se ponía enfermo de cuidado o querían ellos salir a la guerra, a más de los pajes y criados más estimados, mataban a sus proprios hijos de la edad de cuatro hasta los diez años, y los ofrecían víctimas al diablo en sus ídolos, y en ciertas circunstancias cuando se dejaba ver el inga con sus reales insignias, hasta ducientos niños de la dicha edad ofre­cían en horrendo sangriento sacrificio. A las veces, con los niños degollaban también algunas de aquellas vírgenes que se criaban en los monasterios. Y cuando el mago astrólogo, consultado ya el diablo, decía que sin remedio moría algún enfermo de los principales, entonces degollaban y ofrecían en sacrificio al Viracocha todos los hijos e hijas del doliente, rogando que aplacara sus enojos, y contentándose de aque-

1 Vuelve a incurrir en error en la numeración de los capítulos, este aparece como el XVIII en el original manuscrito, y se extiende al capítulo siguiente.

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llas víctimas, cons::rvara al padre la vida. Tan execrable tiranía inspiraba a los americanos el demonio. Vamos ahora al México.

Ir.

Entre los mexicanos no había podido el demonio intro­ducir la bárbara costumbre de sacrificar los proprios hijos, sin embargo, por la multitud espantosa de humanas víctimas que le sacrificaban, se ve una crueldad increíble e inaudita entre cuantas naciones pisaron este mundo. "Por la muche­dumbre infinita, dice el P. Acosta, de sacrificios humanos, no sólo a los peruanos excedieron los del México, sino tam­bién a todos los pueblos y gentes del universo" 2. Estoy por decir que en pocos años entre mutuas continuas guerras y anuales indispensables sacrificios al demonio, morían más hombres víctimas de las supersticiones de los que a manos de los españoles conquistadores murieron en todo el tiempo que duró la conquista. A las veces más de cinco mil iban al matadero en sola una fiesta o circunstancia de querer ob­sequiar o aplacar al demonio en sus ídolos.

Pero tenían esta observancia los mexicanos y pueblos confinantes de la ciudad: que los destinados a ciertos sacri­ficios debían ser cogidos en guerra y por tanto hechos esclavos, y si estos faltaban, se suspendían los sacrificios. Pa­rece que en eso se conformaban con la costumbre de los antiguos europeos, pues según dicen varios autores a victis llamaban víctimas y ab hostibus llamaban hostia el sacrificio que ofrechn a sus dioses, como que el sacrificio había de ser de los enemigos vencidos. Lo cierto es que para que nunca faltaran sacrificios, armaban continuas guerras mutuamente, y su mayor cuidado era coger vivos los combatientes para después sacrificarlos. Dos modos o ritus tenían en estos sacri­ficios de los infelices esclavos, y uno más cruel y bárbaro

2 Acosta, lib. V, cap. XX.

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XiX. SACRIFICIOS DE SANGRE HUMANA 139

que el otro. A unos ponían sobre la piedra piramidal levan­tada en la misma plaza del templo, como dijimos hablando de los templos, y remataba esta en tan aguda punta, que el mísero esclavo cogido de los sacerdotes desnudo y batido por el espinazo o hueso sacro contra la punta de la verde pirá­mide, con horrendos dolores y gemidos quedaba víctima en el tormento dando los últimos alientos. Depuesto luego de la piedra y botado en el cadahalso, venía entonces el sumo sacerdote o Papa y con rara destreza y bien afilado cuchillo le abría las entrañas y le sacaba el corazón palpitante todavía y se lo presentaba al sol y después de uno, venía otro es­clavo y la misma barbaridad se ejecutaba con todos los que a ese fin y destino, conducidos a la plaza del templo en aquel día esperaban su desventurada suerte. Tristísimo es­pectáculo, que sólo el enemigo del hombre pudo introducir y presentar entre ciegos y brutos hombres. El colmo de la iniquidad y ceguedad de aquellos idólatras gobernados por las leyes del diablo, se ve más claramente en la ceremonia que se añadía a semejantes sacrificios. Llevados y congre­gados todos los miserables esclavos, víctimas destinadas a la pirámide en el atrio del templo, dispuestos por orden y ase­gurados con buena guardia, bajaba del templo un sacerdote vestido con ornamento más ridículo que sagrado, llevaba en sus manos una imagen o ídolo formado de harina de maíz y miel, obra primorosa de las mamaconas conventuales, con los ojos postizos de coral y los dientes de granos de maíz. Venía precipitado y corriendo hacia a los sentenciados escla­vos, y presentando a uno por uno su ídolo, le decía furioso: ecce hic est Deus tuus, he aquí tu dios. i Qué mayor cegue­dad! No se creyera entre los hombres, si el demonio no anduviera en medio de ellos. Ni en eso paraba la ciega bar­baridad. Amontonados después todos los cadáveres de los escla vos sacrificados, venían sus amos y se llevaban cada uno el suyo que había cagido en la guerra como jabalí muerto en la caza, armaban grandes convites y en varios guisos se comían aquellas humanas carnes, como reliquias del sacrifi­cio ofrecido a los demonios. A otros, a más del corazón, les

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quitaban la piel, y con ella toda ensangrentada, iba por las calles el despellejante pidiendo limosna, y a quien se la ne~ gaba, le sacudía con la piel hasta bañarle ojos y narices, y lo que se recogía se empleaba en el culto de los ídolos. Ni cananeos, ni jebuseos, ni moabitas igualaron a estos en la barbaridad. Pero ya dijo el Espíritu Santo: infandorum enim idolorum cultura omnis mali causa est et initium et fi?lis.

III.

La ceguedad mayor y más excecrable abominación por la cual, junta con otras, permitió Dios algunos excesos de particulares españoles con aquellas gentes bárbaras de la América, como positivamente los mandó ejecutar por los is~ raelitas en la tierra y naciones de Canaan, es a mi ver la siguiente. Todos los años se escogía un esclavo víctima de~ tinada al cabo del año al sacrificio, y entre tanto había el miserable de representar y ser figura e imagen viva del mis~ mo ídolo que veneraban por Dios. Los habitadores del pueblo o ciudad presentaban cada año a los sacerdotes un esclavo para que no faltara jamás la viva imagen del ídolo. Las ceremonias que con el pobre esclavo, para hacerlo ídolo vivo y andante se practicaban, parecen increíbles por tan exóticas. Primero le conferían una especie de bautismo y esto era ya ceremonia soplada del demonio para burlarse de nuestro san~ to bautismo. Lo lavaban bien todo de cabeza a pies, y así lavado le ponían el nombre de su dios en que idolatraban, lo vestían y adornaban con el vestido, traje e insignias mismas distintivas del ídolo, y en todo el decurso del año lo venera~ ban y daban los proprios cultos del ídolo, cuyo nombre llevaba. Andaba siempre escoltado de doce guardias de vista para que no se les escapara, y si tal vez sucedía que se les iba de las manos, el principal o caporal de los centinelas lo pagaba entrando él en su lugar para representar al ídolo y ser después víctima como hubiera sido el fugitivo esclavo. Regularmente de día era su habitación y cárcel honrada la

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XIX. SACRIFICIOS DE SANGRE HUMANA 141

pieza mayor y más adornada del templo, y entraban los gran­des a visitarlo, a servirle la comida y a tributarle otros obse­quios, como que representaba a su Dios. Le permitían también algún día de recreación y paseo y lo acompañaban por las calles los magnates.

De cuando en cuando por las esquinas o plazas de la ciudad sonaba el infeliz esclavo una trompeta para dar al pueblo señal de que pasaba su dios, y a los ecos del ronco clarín salían de sus casas hombres y mujeres con sus párvulos en los brazos, y en muestras de veneración se los echaban a los pies y por fin lo iban como en procesión siguiendo toda la turba hasta la noche, acompañándole al calabozo y a la cadena donde lo aseguraban todas las noches. Así por fin pasaba todo el año el miserable esclavo hasta que lle­gando el fatal día destinado para el sacrificio, sin respetar ni atender que era viva imagen de su dios y que lo habían todo el año venerado como tal, lo sacrificaban al mismo ídolo sobre la pirámide, y le arrancaban el corazón como a los demás que solían ofrecer en sacrificio. En esto paraba el mí­sero esclavo después de haber hecho por todo el año el papel y figura de dios. ¿Amici n01Jlle bene personam Caesans egi?, decía al morir aquel emperador romano; así puesto sobre la fatal pirámide podía decir el esclavo a los ciegos idólatras, que a sugestiones del diablo habían en él idolatrado por un año entero. i Qué gracias, amos y esclavos de la América, han de dar a Dios y después a los espafioles por verse libres de tanto engaño y tiranía del demonio! Horrorizado, no me detengo en más reflexiones.

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CAPíTULO XX1.

DE LAS ESCUELAS INFERNALES QUE ABRIÓ EL DIABLO EN LA AMÉRICA.

1.

Vamos entretejiendo esta historia con hazañas más diver­tidas del diablo, porque verdaderamente infunden horror y melancolía (que yo aborrezco) tan horrendos sacrificios y fe­cholías [sic] tan tétricas del espíritu diabólico. Vamos a verlo en otro ministerio más vil y divertido. Para coronar sus hazañas metióse el diablo a maestro de escuela. ¿ Pero de qué escuela? de danzantes? también, pero en eso no tuvo mucha gracia: er:lfi todas sus danzas de pavana como dicen, ni llegaban al primor de las montañas de España. ¿ Sería escuela de músicos? Algo de eso también, pero mos.­tró que tenía infeliz oído y no entendía de compás en todas sus obras. Mal compositor, desentonado músico. Pues, ¿ qué raza de escuela abrió?, de brujos, magos y nigrománticos y en esto salió insigne doctor y maestro sin igual. En tal escuela no quiero meterme mucho por no aprender sobrado, ni enseñar a otros lo que más conviene ignorar que saber. Diré 10 que baste para mostrar el talento del diablo y su escolástica tarea. En todas partes tenía escuelas abiertas y había tantos diablos ocupados en enseñar estas artes diabólicas, que en todas las regiones y naciones se hallaban bachilleres, licenciados y doc­tores consumados en tales facultades. Unos eran aríolos o

1 Por error aparece XIX en el manuscrito.

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XX. LAS ESCUELAS ~FERNALES 143

adivinos, que se metían a adivinar lo futuro registrando o haciendo anatomía [sic] de las entrañas de los animales. Otros echando suertes y con otros modos y juegos de manos, pero los más célebres eran los brujos, magos y nigrománticos que tenían más familiaridad y formal expresa comunicación con el diablo, y estos por lo más eran sacerdotes. Con estos hablaba, a estos daba sus respuestas a veces verdaderas, a veces falsas, ordinariamente equívocas, para que no le pu­dieran coger en mentira. Para ejercitar estas facultades, usa­ban de ciertas unciones, de que hablamos en el capítulo de los sacerdotes. Bien untados con ungüentos pestíferos, asque­rosos y horrendos, se llenaban de infernal bebida de chicha mezclada con tabaco y otras yerbas y fortísimos ingredientes que entre convulsiones los sacaban fuera de sí y los volvían como estáticos. Así dispuestos se metían a preguntar y con­sultar al diablo, unas veces en el templo de su ídolo, otras en el retrete de sus casas, otras en las cuevas y tenebrosas profundidades, y de allá sacaban las respuestas. Les hablaba y respondía el diablo, pero regularmente sin dejarse ver. Sa­naba en la voz, ronca trompeta, la respuesta del diablo, y quedaban contentos e instruídos en lo que habían de anunciar.

Con esta oculta comunicación del diablo, y con otras mil supersticiones y ficciones de su cabeza, proprias de los falsos profetas de Baal, hacían los sacerdotes adivinos y ma­gos lo que querían de la pobre gente y aun de los príncipes, reyes y emperadores, porque se conciliaban con estas artes grande autoridad y mucho temor si no daban crédito a sus vaticinios. A este propósito referiré lo que sucedió con el inga Atabalipa, último emperador del Perú. Entrados ya los espa­ñoles con su jefe Pizarra en el Perú, mandó Atabalipa a uno de sU mayor confianza al famoso templo de Cajamarca, diez jornadas distlnte, a fin de que el sumo sacerdote de aquel templo consultara a su ídolo y le preguntara si saldría de paz a recibir los españoles o si les haría guerra y los echaría de sus dominios. Consult1do el ídolo y oído el oráculo del diablo, mandó el sumo sacerdote al emperador esta respuesta:

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que saliera contra ellos armado y les hiciera guerra ut strenue adversus illos pugnaret, porque los había de acabar a todos sin quedar uno vivo en sus dominios, y que este era el man­dato de su dios: futurum enim erat ut omnes caederet, hoc­que esse mandatum dei sui.

Engañado Atabalipa siguió este consejo y le salió mal, porque fue aprisionado de los españoles. Pasado algún tiempo, mientras estaba arrestado el emperador, vino ese sacerdote, falso profeta, con dos caciques para tratar con Pizarro de la redempción y libertad de su soberano. Súpolo este y pidió luego a Pizarro una cadena para echársela a ese embustero sacerdcte que le había aconsejado de orden de su dios, le saliera al encuentro y le hiciera guerra, prometiéndole vic­toria y acabar con todos los españoles. Decía que lo quería castigar por sus mentiras, que no era esa la primera vez que lo había engañado, que ya cuando su padre adoleció de su última enfermedad, preguntado ese sacerdote si moriría, res­pondió que esperáramos bien, que no moriría de aquella enfermedad y luego se murió. Por fin trajéronle la cadena al inga Atabalipa y a su presencia al sacerdote adivino, luego se la echó al cuello diciéndole: malvado, embustero, ahí te tengo ahora y me las pagarás todas. No te he de soltar de esa cadena hasta que me hagas traer acá todo el tesoro que tienes en el templo de tu dios, porque todo lo quiero dar a los cristianos y nada quiero dejar para ti, ni para tu dios, que es tan embustero como tu. Vamos a ver, ya que di­ces que es tan poderoso tu dios, si te quitará esa cadena. Así desengañado de estos discípulos del diablo, Atabalipa castigó a ese sacerdote; y el emperador Motezuma también castigó a los magos que velan funestas visiones y le venían con fatales vaticinios sobre la mutación y pérdida de su mexicano im­perio, que lo llevaban inquieto y aturdido con sus presagios.

A muchos, fuera del arte de adivinar por varios modos (que no quiero decir) les ensañaba la malvada habilidad de transformarse según la apariencia en varios animales y fan­tasmas, y así untándose con ciertos ungüentos tomaban para diversos fines, la figura de león, de tigre, de gato, de pájaros

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XX. LAS ESCUELAS tNFERNALES 145

y de lo que les parecía. De suerte que herbían aquellas tie­rras (como dice el P. Acosta) 2 de brujos consumados, magos y nigrománticos salidos todos de la escuela del diablo. y ha costado grandísimo trabajo a los señores obispos y ministros de Dios abolir estas escuelas, desterrar estas sectas y borrar de la memoria hierbas, ungüentos y otros medios sugeridos del diablo a sus discípulos. Sin embargo no han dejado de que­dar reliquias en nuestros tiempos como vaya referir para dar materia de reflexiones a los críticos modernos, y excitar la atención de los pastores y ministros evangélicos sobre este punto.

J Acosta, lib. V, cap. XX.

lO

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CAPíTULO XXI.

REFLEXIONES EXPERIMENTALES SOBRE LAS RELIQUIAS Y MALA SEMILLA

DE BRUJOS QUE DEJÓ EL DIABLO EN LA AMÉRICA.

1.

Es indubitable que haya habido magos, adivinos y brujos en el mundo, porque consta de las Divinas Escrituras, que los haya presentemente 10 dudan muchos críticos moder­nos. Los autos públicos del Santo Oficio de la Inquisición prueban sobrado que no faltan. Yo quiero dejar a la posteri­dad la memoria de dos casos que me sucedieron corriendo mis evangélicas excursiones y sobre ellos podrán reflexionar los incrédulos y ver todos que no se han extinguido todavía las maléficas reliquias y perniciosa semilla de supersticiones, brujerías y arte mágica que dejó el diablo en la América. El doctÍsimo monje y antiguo escritor Fr. Andrés Placo en su Lexicón Bíblico dice que esta mala raza de adivinos y brujos vino de la Asia a la Grecia, de la Grecia a la Etruria, de ahí a los aborígenes del Lacio, de estos se comunicó a Roma y con el Imperio Romano se extendi6 por la Europa. ¿ y a las Américas quién la comunic6? Sería el diablo, que de todos modos procur6 engañar y traer a su partido aque­llas pobres gentes. Así lo creo, esparci6 y dej6 tan arraigada esta mala semilla, que por más celo de los ministros evan­gélicos en arrancarla, no se ha logrado jamás enteramente el efecto, y dejando otros voy a referir dos casos indubitables

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XXI. RELIQUIAS y MALA SEMILLA DE BRUJOS 147

de los cuales fui testigo. El primero es de transmutaci6n en ave, el otro de brujería nociva o maleficio contra el pr6jimo. Vamos al primero.

LÁMINA XII. - .•. y todos y todas iban a darle ósculo de paz en el proprio sitio, por mal nombre llamado bajo la cola.

Ir.

Haciendo misi6n en cierta parroquia de muchas almas con el fervoroso P. Ignacio Zubimendi mi compañero, que también fue testigo del caso, se descubrieron dos brujas: una vieja, bruja consumada y una muchacha de trece años su nieta principiante en la facultad que le iba enseñando la agüelita, como ella decía. El modo de descubrirse fue este. La nietecita dijo a otra niña amiga suya y casi de la misma edad ¿ si quería que le enseñase a volar? Respondió esta inocente que sí. Llevo1a a su casa cuando la vieja no es­taba y sacando cierto botecito de ungüento diab61ico, descu*

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briendo el brazo comenzó a untárselo y al refregar se con él comenzaron a salir plumas y más plumas como de gallinazo, la otra chiquilla inocente que vio tanta pluma tuvo miedo, se horrorizó y asombrada corrió en derechura al cura a darle cuenta de lo que le había sucedido. Este cabalmente era vicario de aquel distrito y comisario del Santo Oficio, hom­bre respetable, vino a consultar conmigo, arrestó luego a las dos abuela y nieta y les tomó confesión del hecho. Confe­saron por fin de plan todo el hechizo y la historia larga del viaje que transformadas en gallinazo, pájaro feísimo, hacían hasta un dilatado campo donde se juntaban otros muchos co­frades y comadres inteligentes del arte. Añadían cómo después de haber traveseado por aquella llanura, comparecía el diablo en forma de chivo} que así llaman allá al cabrón y hacían con él mil travesuras y por fin, antes de partir y desapare­cerse, levantaba el rabo y todos y todas iban a darle ósculo de paz en el proprio sitio, por mal nombre llamado bajo la cola. No digo más por no ensuciar el papel con semejan­tes ceremonias proprias del inmundo. Tomada la confesión por el párroco, mientras trataba este de mandarlas a la cárcel del Santo Oficio, que estaba muy distante, se escaparon al anochecer de la cárcel del lugar, y con tal tempestad de true­nos y relámpagos yagua, que la gente bien que ignorante la huída de las dos brujas, no dejó de admirar el orden y circunstancias de la mutación del tiempo. Hacíamos cabal­mente en aquella triste noche la procesión de penitencia y fuera por arte de las dos brujas pactadas con el diablo, o fue­ra por natural alteración de los elementos (en cuya decisión no me meto) lo cierto es que hubo tal concierto y orden en la tempestad que parecía estudiada y conmovida a posta para impedir la procesión y frustrar los santos deseos de aquella devotísima gente. Unas cinco veces comenzó a salir de la iglesia la procesión pasada el agua y otras tantas hubo de retirarse a la iglesia, porque lo mismo era salir que llover otra vez, de suerte que pareció a la gente ser operación dia­bólica lo que se experimentaba. Por fin, conjuradas en

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XXI. RELIQUIAS Y MALA SEMILLA DE BRUJOS 149

nombre del Señor las potestades aéreas, salió la deseada pro­cesión y volvió con tranquilidad a la iglesia. Las brujas se escaparon de la cárcel y oí que las habían cogido otra vez, no se más de ellas. De toda la declaración de las dos mujeres, aunque era confesión de proprios delitos, dudaba yo, pero volví a mi colegio de Santafé y cogiendo un día el tercer tomo recién estampado de las doctrinas del famoso y apostó­lico P. Pedro Calatayud, muerto doce años hace en Bolonia con gran opinión de santidad, me hallé con una doctrina sobre las brujas y con un auto fresco de la Inquisición que fue público o en Pamplona o en Logroño, sobre una o dos brujas, y leyéndolo vi que confrontaba la confesión de estas con la de aquellas de la América en tal conformidad, que parecía una misma y copiada palabra por palabra una de otra. Quedé asombrado y persuadido de ser verdaderas brujas

:U,M:INA XIII. - La casa de la bruja.

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las que habíamos encontrado. Los discretos hagan el juicio que les pareciere de esta uniformidad de los dos casos.

III.

Otra bruja encontré bien lejos del país de las sobredichas. No sé que tuviera ella la habilidad de volar, pero sí de dañar y aun matar con hechizos. Llevaba con estos muertos a dos sacerdotes y tenía presentemente hechizado a otro. Vino a mí al tiempo que estaba yo ya para montar a caballo y pasar a otro lugar distante. Como no era yo solo, no pude suspender el viaje, y así en aquel tiempo perentorio di las providencias ocultas con consentimiento de ella, que me inspiró el Señor para dejar aquella alma asegurada en manos de su pastor y no supe más de ella, pero hasta ahora persevera en mi cora­zón el sentimiento de no haberme detenido muchos más días en aquel pueblo, porque sospecho por ciertos indicios, había mucho que trabajar en él para deshacer entuertos del diablo.

Nadie extrañe estas maléficas reliquias de la escuela y oficina del maligno espíritu, porque como por allá habitan tantas gentes en sitios muy distantes de cura e iglesias, es fácil al lobo inquietar y tragar las ovejas descarriadas de la asistencia del pastor distante. Los referidos casos son raros, y demos gracias al Señor que por la piedad y celo de los católicos monarcas que han inculcado determinadamente so­bre el exterminio de hechiceros, y con la vigilancia de pre­lados y ministros evangélicos, se ha arrancado casi del todo la mala semilla generalmente esparcida del diablo en aque­llas regiones, y se vive en paz sin temor de brujos, de magos y nigrománticos que no comparecen sino en caso rarísimo y se quitan luego de en medio cuando son conocidos. No es de admirar suceda tal vez en América, lo que con más fre­cuencia se experimenta en la Europa, bien que es menester gran discreción y prudencia para dar crédito a todo lo que sobre este punto esparce el vulgo.

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CAPíTULO XXII.

DE LAS INSOLENCIAS Y CRUELDADES QUE OBRABA POR sí MISMO EL DIABLO

CON LAS GENTES DE LA AMÉRICA.

1.

Ahí se descubre más el implacable odio del diablo contra el hombre criado a semejanza de Dios, buscado y redimido con la Sangre de Cristo nuestro Señor. No contento Sata­nás con que en honor y culto suyo se martirizaran por sí mismos los hombres con horribles penitencias y derramamien­to de sangre, él mismo transformado en diversas y horrendas figuras los atormentaba cruelmente como súbditos suyos. In­funde horror la sola memoria de tales crueldades, por eso me detendré poco en referirlas. Pocos años antes de llegar los españoles a la isla de Cuba, llevaba amedrentados aque­llos habitadores con esta bárbara tragedia que referían ellos a los conquistadores en estos términos, según dejó escrito en sus relaciones Álvaro Núñez.

Andaba vagabundo por aquellas tierras uno como hom­bre de pequeña estatura y de barba larga, al cual en su lengua llamaban con término que equivale al Infortunio o Desgracia, pero nunca se dejaba ver claro y por entero. Ya comparecía en una casa, ya en otra pero desde que se iba acercando daba tales muestras de su venida, que aun a los más animo­sos se les erizaban los cabellos y temblaba el corazón en el pecho al pánico terror que infundía. Conocían que estaba cerca, porque ante el umbral de la casa de repente se aparecía

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un tizón encendido que pensaban ser como un paje que le precedía con la antorcha. Venía el malvado dueño, entraba en la casa y cogiendo a quien le parecía de toda la familia, le metía por el vientre un cuchillo de piedra de un palmo de ancho y poco menos de largo, luego metiendo por la abertura de la violenta herida la mano, le sacaba los intesti­nos y cortando algunos pedazos de ellos, los ponía a tostar sobre las vivas ascuas de fuego. Entre tanto que se tostaban estos, con el mismo cuchillo abría herida en uno de los bra­zos de donde chorreaba mucha sangre. Hecha tan bárbara operación, cogía los intestinos tostados y no tostados y los introducía y metía otra vez en el vientre del miserable así atormentado y le curaba las llagas, de suerte que en un mo­mento quedaba el paciente como si nada le hubiera sucedido. Esto era atormentar por atormentar no más. Por eso dicen que es de tan mal genio el diablo y tanta es su rabia y envi­dia contra del hombre, que si pudiera llevárselo a los infier­nos con tormentos en esta vida, no procuraría llevárselo brindándole placeres. A más de esto contaban los indios que este fantasmón se les aparecía frecuentemente cuando estaban ellos divertidos saltando y bailando y se metía con ellos, tomando unas veces forma de mujer y otras de hombre. y que a las veces levantaba por los aires la casa toda con los danzantes y en un momento con grande estrépito la dejaba caer. Varias veces 10 convidaban ofreciéndole de su comida misma, mas nunca quiso tomar un bocado. Dando a entender bien quién era, porque preguntándole tal vez los indios de donde venía y donde habitaba, en un instante hacía abrir la tierra y les mostraba una espantosa profundidad donde tenía su eterno domicilio. Bien pudiera perpetuamente estarse en él y no venir a inquietar ni atormentar a los hombres criados para habitar con Dios en las eternas moradas del cielo.

Quien tal lee, singularmente si es de los filósofos mo­dernos, se reirá de estas historias, o por lo menos no les dará crédito. Tampoco las creyeron al principio los españoles y riéndose las despreciaban como fábula, pero los indios para desengaño, les trajeron a su presencia muchos atormentados

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XXII. INSOLENCIAS Y CRUELDADES CON LAS GENTES DE LA AMÉRICA 153

en quienes había hecho tan diabólica operación aquel tirano, y para más auténtico testimonio mostraban los pobres a los españoles las cicatrices de las llagas que les había hecho. En­tonces certificados los nuestros de la verdad, les decían que aquel que les parecía hombre, no era sino el diablo que venía de los profundos infiernos para ejercitar en ellos sus cruel­dades, pero que si creían en Nuestro Señor Jesucristo, no tendrían para qué temerlo y que podían estar seguros de que no se atrevería más a molestarlos, antes estuvieran cier­tos que mientras en su provincia estuvieran los españoles cristianos, no se les aparecería más aquel infernal verdugo. Añade Álvaro Núñez que este razonamiento de los españoles los consoló, les dio ánimo y quitó en gran parte el miedo que habían cobrado a tal monstruo y a sus apariciones. Un serio, pío y exacto escritor que anduvo por aquellas partes del Brasil, refiere que los indios se quejaban también de semejantes visiones y vejaciones del diablo a quien llamaban Aignan. Contaban que se les aparecía unas veces en figura de feroz animal, otras de hombre y otras de fantasmón es­pantoso, y los azotaba y atormentaba con tanto rigor que temblaban y sudaban la gota mortal al solo referir la trage­dia o traerla a la memoria. Los cristianos les decían que ellos ningún miedo tenían a su Aignan por ser cristianos, y los pobres bárbaros deplorando su miserable condición les respondían: dichosos nosotros si fuera nuestra suerte como la vuestra! Así gimen en la esclavitud del diablo los misera­bles infieles que le sirven.

II.

Mayor horror infunde todavía lo que sucedía hacia el estrecho de Magallanes como al mismo Lerio y a sus com­pañeros refería un indio agigantado que cogieron. Entre otras diabólicas operaciones les contaba que muriendo alguno de los indios, aparecían junto al cadáver diez o doce diablos que bailaban y metían mucha algazara al derredor del difun-

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to, pintados de varios colores y entre ellos uno de descomunal grandeza triunfante y soltando carcajadas a quien llamaban Seteb6s (a los menores Cheleule). Todos como los vence~ dores cogida la presa, se alegraban y celebraban la presa del miserable. Los menores diablos, según los había él visto, lle~ vaban dos cuernos en la cabeza, y los cabellos largos hasta los pies. Es cosa rara que regularmente se aparece el diablo con cuernos, con espolón de gallo en los pies, con una o dos o cuatro colas, a veces dando muestras que es monstruo ve~ nido de los infiernos. Pedro Mártir de Anglería el primero que escribió en Décadas historia de la América y consejero de Indias escribe más abominables apariciones todavía ha­blando de la Isla Española. Un régulo o cacique llamado Gamareto tenía y adoraba un ídolo que llamaban Corocotto formado de algodón y de otra materia, y aunque lo guar­daba en lo más alto de su casa y bien atado, muy frecuen~ temente se desataba y como sátiro y demonio íncubo, en horrible figura, se metía entre las mujeres del palacio y entre otras de la vecindad, y jugaba y bailaba, se divertía y comía con ellas familiarmente, y lo que peor es, como inmundo tenía acceso a ellas constuprándolas y dejándolas encinta. Los hijos que nacían de tales mujeres y comercio diabólico, salían o con dos coronas en la cabeza, o con otra insigne señal o marca tan particular y distintiva, que nadie dudaba ser hijos de C orocotto l. Raros monstruos y abominables sucesos que quizás no creyera si no fuera yo testigo de semejantes, como luego diré. Pero baste de vejaciones e insolencias del diablo con los pobres indios.

1 Nemo ex Corocotti stirpe ortos esse dubitabat Peto Mart. D. I, lib. 9.

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CAPíTULO XXIII.

REFLEXIONES SOBRE LAS ANTIGUAS Y MODERNAS INSOLENCIAS

DEL DIABLO EN LA AMÉRICA.

1.

La primera la tomo de Lerio contra los ateístas y espíri­tus fuertes, que aun con tan visibles testimonios, no quieren creer que hay Dios. Dice primero que nadie piense ser ima­ginarios y fantásticos estos tormentos que daba a los indios el diablo, porque él mismo los oyó muchas veces referir esas vejaciones con tan vivos sentimientos, que sudaban al con­OtarIo y con gestos de manos expresivos del dolor y amarga memoria les gritaban: que era cruel el demonio, que nada temían más en este mundo que a él. Mi socie, Cacodaemonio prac omnibus malis formido. Revuelve después su pluma con­tra los incrédulos y escribe así: refiero estas horribles visiones, estos castigos del diablo con aquellos pobres indios, para que los hombres de nuestros tiempos que, más ciegos que los in­dios, no creen que hay Dios, crean por lo menos que hay diablos, los cuales en esta vida atormentan a los incrédulos dándoles prenuncios de que peor los atormentarán en el otro mundo para siempre.

11.

La segunda reflexión es: cómo estos indios experimen­tando tan malos tratamientos del diablo, sin embargo lo

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adoraban y servían como dios. No lo adoraban ni servían porque lo amasen, sino porque lo temían. Ningún amor tenían al demonio, ni aun a sus ídolos, pero sí un pánico ser­vil temor, ya por esos tormentos que les daba, ya por los sacrificios de sangre humana, a que por los sacerdotes magos los obligaba, ya por las tempestades, ya por el mal éxito de las guerras, ya por la falta de las cosechas y otras calamidades con que les amenazaba, y así los miserables faltándoles más claro conocimiento de nuestro Dios verdadero, no sabían donde volverse. Les sucedía puntualmente lo que dijo el Se­ñor en su evangelio: ninguno puede servir a dos amos, porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o sufrirá y aguantará al uno y no hará caso del otro, aut unum patietur et alterum contemnet. Esto último pasaba con los indios, sufrían al demonio, aguantaban sus crueldades, pero no por amor que le tuvieran, y despreciaban a Dios porque no lle­gaban a conocer claramente su infinita Bondad. Quis est qui amet diabolum, dice S. Agustín, sed tamen patitur. Padecían los infieles bajo la esclavitud del tirano demonio, pero lejos de amarlo lo aborrecían, y no sabiendo a quién acudir contra su tiránico imperio, callaban y sufrían por temor de su cruel­dad. Pero llegaron los españoles con la santa fe, y no s6lo cesaron las vejaciones del diablo, sino también todos los te­mores de su cruel despotismo. Ningún indio bautizado y reducido teme ya al diablo, porque sabe que a la señal de la santa cruz, al invocar los nombres de Jesús y María, con llevar encima el santo rosario o alguna reliquia, o huye o no hace daño. Puede sí, con particular permisi6n del Señor, hacerlo en la América entre los indios y blancos como a las veces lo hace en las demás partes del mundo aun con gran­des siervos de Dios, como leemos en las vidas de varios santos, porque tiene el Señor varios modos de purificar las almas, pero esto sucede raras veces en la Europa y menos en la América.

No obstante quiero referir dos casos que me pasaron en lugares donde hice misi6n: el uno muestra c6mo nos hemos

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LÁMINA XIV. - El demonio y la dama.

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de defender del diablo, el otro cómo hemos de sufrir sus molestias, cuando por sus altos juicios le permite el Señor nos mortifique. Ambos son curiosos y doctrinales, dignos de la especulación de los filósofos del tiempo y de confesores espantadizos.

III.

El primero es de una niña de doce años con quien se la tomó el diablo para inquietarla porfiado. Se le aparecía varias veces ya en la calle, ya en algún tejado y más fre­cuentemente en la huerta de su casa, pero siempre con su cuernecito, con su maldita cola y su espolón de gallo. Le hablaba familiarmente el maligno y le hacía sus propuestas que la niña inocente escuchaba. El asunto y pretensión prin­cipal del enemigo era de que le diera su alma la niña y él por diez años la mantendría de un todo. y en efecto, le daba la plata que ella quería y se la daba en reales de a dos, que quién sabe de donde los hurtaba el malvado, y de ellos tuve yo en mis manos dos que me trajo la chiqu1lla cuando vino acompañada de cierta buena mujer a darme cuenta de ello. En la huerta le tenía el maligno escondida en un rin­concito y cubierta de tierra una vasija como oIlita con esos reales de a dos, venía él saltando por la pared. le descubría la ouita y sin tocar él los reales que tenían en una cara por marca la señal de la santa cruz (porque eran de aquellos antiguos y mal cortados) le decía que tomara los que qui­siera. Sintió mucho el diablo que viniera la muchacha a darme cuenta de lo que sucedía, y al volverse a casa se le apareció en la calle con sañudo y terrible semblante y le dilO que ya sabía de dónde venía, la amenazó si volvía y por fin le inculcó mucho que se quitara el santo rosario que traía del cuello colgado, etc. La niña ni esto ni ofrecerle el alma quiso jamás. Yo visité la huerta, instruí bien la inocente y se remedió todo gracias al Señor. Yo temo que tal comuni-

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XXIII. SOBRE LAS ANTIGUAS Y MODERNAS INSOLENCIAS 159

cación del diablo le había venido a esta criatura por arte y mala gracia de cierta vieja bruja consumada que dentro cierto bosquecillo inmediato a la población, comenzaba a instruirla y criarla bruja. Hablé con el alcalde amigo y penitente mío para que sin preguntarme más ni decirlo a nadie, hiciera cortar los matorrales y limpiar el bosquecillo escuela de la brujería. Con esto, con haber la niña descubierto al bellaco, con traérmela al confesonario aquella buena mujer, con el rosado y devoción a María Santísima, etc .. desapareció el dia­blo y se acabó todo. Si estos medios hubieran tenido antes de la conqui ta, no hubieran experimentado las insolencias que del diablo sufrían los americanos.

El otro caso es más raro y exótico. Encontré dos mu­chachas hermanas, la una de unos 24 años, la otra de unos 20, solas con la madre viuda ya anciana, con quien vivían retiradas en una estancia del campo haciendita suya. Ahí sí por oculta permisión del Señor hacía el diablo de las suyas, basta decir que era íncubo, de suerte que la una llevaba dos partos, la otra cinco, pero todos de monstruos mixtos de puerco y de cabra, figuras del diablo su padre. Ellas a nadie veían, en nada consentían y aun apenas sentían impresión de su cuerpo, pero el diablo de noche, por el patio de la casa, con trompetas publicaba la preñez de entre ambas a su tiempo. A la menor una vez se la llevaba por los aires, pero invocando ella a María Santísima, la soltó y la arrojó en un río. A la pobre madre inquietaba con otras insolencias, y pasando yo a la casa para cerciorarme más de todo, me mas-­tró la vieja cómo le había el diablo cortado una de las dos trenzas. Lo cierto es que me dieron compasión al ver a todas tres tan pálidas, traspilladas y afligidas. Ellas ni limosna, ni otra cosa pretendían de mí y así me parece no había para qué fingir tales versiones. Por fin, con fijar en las puertas del patio y casa en papelitos Sancte Ignati ora pro nobis, se re­medió todo. Porque es protector y eficacÍsimo el santo contra el diablo y sus atentados. Pocos casos de estos suceden, y

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fácilmente con el favor de Dios se halla contra el diablo el alivio que no tenían ni podían encontrar antes de la con­quista los indios en su barbarie l.

1 Observé no sin admiraci6n mía varias veces, que por más que algu­nos desesperados salían al campo a llamar al diablo, no comparecía ni les hacía caso. A otros que en cédula finnada con sangre propria le entregaban su alma para lograr sus depravados fines, no les contestaba. Parece que Deus alligavit Satanam para que en lo externo y visible no perturbe regularmente aquellas gentes.

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CAPíTULO XXIV1.

SE LES HACE A LOS AMERICANOS INSUFRIBLE EL YUGO CRUEL Y BÁRBARO DEL DEMONIO Y RESPIRAN CON LA VENIDA DE LOS ESPAÑOLES.

I.

Nunca se ven los imperios más vecinos a su ruina que cuando llegan a lo sumo de la crueldad, tiranía y despo­tismo. El cruel y despótico imperio del diablo entre las gentes americanas había llegado a tanta barbaridad y tiranía, que ni en las mismas naciones podían ya sufrirlo. Así 10 dispuso Dios cuando llegó el tiempo prefijado en que con su amoro­sa Providencia quería visitar y favorecer a la América por medio de los españoles. La crueldad tan horrorosa y facili­dad tan acostumbrada de vertir sangre humana y sacrificar las vidas de los pobres innumerables indios sin más causa que complacer a sus ídolos, tenía ya exacerbados los ánimos de muchos, y los más cuerdos conocían ser inhumanidad insoportable la que experimentaban sujetos a las tiranas su­persticiosas leyes de sus dioses y ritus que les prescribían los sacerdotes del diablo. Para que con mayor presteza y facilidad se apoderaran en lo temporal los españoles con victoriosas conquistas de aquellos americanos reinos, dispuso Dios y se valió de las mutuas discordias y guerras de los ingas y Mote­zumas en el Perú y en el México, porque dicho estaba que regnum in se divimm desolabitur. Y para introducir con

1 XXIII, por error en el original.

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más suavidad el santo evangelio y divino dulce reino de Jesu­cristo, se valió el Señor de los excesos de barbaridad y crueldad detestable con que trataba el demonio aquellas ciegas, mise­rables gentes. Así que estas en las pláticas y conversaciones de los sacerdotes y conquistadores españoles, empezaron a oír las dulces leyes del cristianismo, decían: ¡esta si es ley, estos si son ritus y ceremonias santas! Gran Dios y Dios suave y plácido debe de ser quien manda ser adorado con tan puro, sencillo y razonable culto. Dicebant doctrinam hanc simul optimam et Deum ipsum placidissimum esse oportere qui cultu tam simplici pttrumque adoran velit 2.

Un sacerdote de la Nueva España preguntó a un indio viejo, ¿ cómo había sido el que tan presto recibieran el santo evangelio y mudaran de religión? Que parecía ligereza y temeridad abandonar la ley de la patria y progenitores luego que se oye otra todavía no probada ni experimentada en sus tierras. Pero con gran juicio le d io el indio viejo esta res­puesta: Padre mío, no pienses que sin razón y maduro juicio (como van diciendo) hemos abrazado luego la doctrina y ley santa de Jesucristo así que se nos predicó y la conocimos. Te juro por el Dios verdadero, que estábamos ya tan hostiga­dos de la ley, ceremonias y cruel yugo que los ídolos por los sacerdotes cada día nos imponían, que ya estábamos muchos para sacudir el yugo, abandonar tan bárbara religión y bus­car otra nueva más dulce, llevadera, justa y santa. En estas circunstancias llegásteis vosotros, comenzamos a escuchar la doctrina que nos predicábais, la conocimos más acomodada para vivir una vida más dulce, feliz y tranquila, entendimos que nuestra ley no pedía, antes reprobaba tanta profusión de inocente sangre humana, nos pareció pura, santa y sua­vísima, por eso no pudimos dejar de abrazarla y sacudir el insoportable yugo de la antigua en que bárbaramente vivía­mos. Certe cttm ingenti desiderio et gaudio n011. acceptare n011. potuimus.

I Acosta, ¡bid.

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XXIV. EL YUGO CRUEL Y BÁRBARO DEL DEMONIO 163

JI.

Con esta sabia respuesta del indio VIeJO concuerda otra que varios indios juntos dieron a otro sacerdote español en esta forma. Les echaba en rostro el sacerdote el poco fervor, la gran indiferencia y somnolencia con que los indios apren­dían y guardaban la ley de Dios que los cristianos les predi­caban. Respondióle por todos un indio anciano y juicioso: Padre, procura tu que los sacerdotes de Cristo que vienen de vuestras tierras se apliquen y empleen en enseñar y convertir a los indios, por lo menos la mitad del trabajo y cuidado que los ministros de los ídolos ponen y gastan en instruirlos en las vanas ceremonias y falsas supersticiones de su bárbara ley, y verás que los mejores y más fervorosos cristianos serán los indios, porque qué tiene que ver la ley del diablo que en horrendos sacrificios y bárbaras ceremonias nos hacen obser­var los sacerdotes idólatras, con la santa ley de Jesucristo tan dulce y suave que nos predicais vosotros. Si nos sujetábamos a la del diablo tan dura e inhumana y la observábamos con pena de la vida, cuánto mejor observaremos todos la de Cristo tanto más llevadera, conforme a la razón natural y mucho más fácil de observar que la del diablo y que todos los ritus, sacrificios y cultos abominables que sus sacerdotes nos hacen tributar a sus ídolos. Iugum enim Christi simulachrorum cultibt..ts multo facilius esto Tú respuesta del cuerdo indio viejo refiere el P. Acosta y concluye el capítulo con estas palabras, que por ser un epifonema digno de imprimirse en la memoria de todos los misioneros y doctrineros de los in­dios, aún en nuestros días, no quiero omitir. "Este indio, dice Acosta, dijo la pura verdad, verdad que puede servir de confu­sión a los sacerdotes que o de España pasan a la América, o nacidos en la América entran a evangelizar a los indios, o a ser párrocos o curas doctrineros de ellos". Temo que con la presunta de que los indios son estúpidos y de pocos alcan­ces, se mezcla mucha indiferencia, poco celo y muy superfi. cial aplicación en instruirlos; rigor demasiado, poca dulzura,

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164 MONARQuÍA DEL DIABLO

paciencia y afabilidad. Yo observé que aun en tierras frías donde parecen menos ágiles, sutiles y capaces los indios, sin embargo cuando son chiquitos son muy vivos y aprenden cualquier~ cosa, y son muy ladinos y advertidos y aptísimos para servIr.

111.

Pero lo que más confirma el horror y odio que habían cobrado ya los indios a la bárbara ley del diablo y cuan buena, recta y suave les parecía la del Divino Legislador nuestro Jesucristo, es la carta que a la Majestad de Carlos V escribió Hernán Cortés sobre este puntos. En ella decía que habiendo ya con armas ocupado la gran ciudad de México, le vinieron embajadores de la ciudad y contiguas provincias de Mechoa­cán pidiéndole en nombre de todas, se dignase mandarles los artículos de nuestra santa fe y preceptos de la cristiana ley que traían a aquellas regiones, y al mismo tiempo varo­nes doctos y aptos para instruirlos en esta nueva religión, porque aburridos ya de las abominables leyes, bárbaras cere­monias y horrendos sacrificios a que los tenían sujetos los ídolos y sus sacerdotes, habían de común acuerdo determi­nado abrazar la ley y doctrina cristiana que les parecía más conforme a la razón natural, más suave y más del gusto y voluntad del supremo y verdadero Dios. Y que luego Cortés les había concedido tan pía, justa y deseada petición, man­dándoles evangélicos ministros a cuyas instrucciones y celo no solamente se deben las primicías de la cristiandad en aquellas provincias, sino también la multiplicación admira­ble de cristianos que con inmenso gozo de los píos y celosos católicos se ve en provincias y regiones tan dilatadas. Tanto rigor, tanta crueldad y tan pesado insoportable yugo del dia­blo no podía durar más. Llegó el tiempo de la misericordia de Dios y se dignó el Señor visitar por medio de los espa-

8 Herrera, Déc. II.

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XXIv. EL YUGO CRUEL Y BÁRBARO DEL DEMONIO 165

ñoles aquellas pobres gentes y libertarlas de tanta barbaridad y tan diabólica tiranía.

Paréceme no ser necesarias más reflexiones sobre estos dos últimos capítulos. Bastará confirmar estas verdades y mis sentimientos con los que hallo después en el juicioso y dis­cretísimo coronista Herrera: "Tu vieron, dice, los indios por inducimiento del demonio otras muchas ceremonias, en algu­nas parecía que imitaban a los judíos, en otras a los moros, en otras a la gentilidad griega y romana, y en algunas ]a ley evangélica. Pero ha permitido Dios que los mismos indios, después que tienen la luz de nuestra santa fe, se burlan de las cosas en que sus falsos dioses los traían ocupados, porque los servían más por temor de no recibir mal, que por amor. El yugo insufrible de las leyes del demonio, los tenía muy cansados y les parece la de Cristo justa y suave. Las mismas cosas más dificultosas que les había platicado el demonio a pesar del enemigo, sirvieron para que recibieran con verdad, lo que tenían con mentira. Llegó el Santísimo Nombre de Jesús y su sagrada cruz y echó al tirano de 10 que tenía USur­pado" 4. Vamos pues a ver en qué paró el pobre diablo.

• Herrera, Déc. TI.

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CAPíTULO XXVl.

AVERGONZADO EL DIABLO CON LA VENIDA DE LOS ESPAÑOLES CONQUISTADORES

y MINISTROS EV ANGÉLICOS DESAPARECE DE LA AMÉRICA Y CESAN

SUS ORÁCULOS HASTA AHORA.

I.

Es historia ya muy sabida que al venir Cristo Nuestro Señor al mundo, desapareció de los ídolos en que se hacía adorar y sentir el diablo y por consiguiente cesaron los orácu­los y respuestas que daba a los infelices idólatras. Así despi­diéndose el diablo venerado por Apolo en el ídolo de Delfos, se lo hizo saber al emperador Augusto pronunciando este oráculo:

Me puer hebraeus divus, Deus ¡pse gubernans Cedere sede jubet, tristemque redire sub orcum.

Sepas que un hebreo niño Dios y señor de este mundo, Arrojándome del trono Me echa otra vez al profundo.

Conmovido en admiración y respeto el emperador con este oráculo al volver a Roma levantó en el capitolio una ara con esta inscripción: Ara primogeniti Dei. Desde enton-

1 XXIV, por error en el originaL

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ces mandó que no lo llamaran señor y sacó nueva moneda en la cual de una parte se leían estas palabras: Augustus Divi fiHus; en la otra se representaba un niño envuelto en fajas. lnfantem fasciis in volutum , altera porrexit facies. y desde aquel tiempo callaron los diablos en sus estatuas y se acaba­ron sus oráculos con los cuales confundía, engañaba y go­bernaba griegos, romanos y bárbaros de este hemisferio. Portento semejante sucedió con el diablo infeliz en la Amé­rica al venir los españoles trayendo a aquellas pobres gentes la evangélica luz del Sol de Justicia Cristo, cuyos rayos son y habían de ser para ellas rayos de salud y eterna vida. Es constante observación de los historiadores de la conquista que así que pisaron los españoles islas y reinos de la América, desapareció y calló el diablo en sus ídolos. Pedro Mártir de Anglería, con la certidumbre adquirida por la propria expe­riencia, asegura que todos los Cemis y todas las ilusiones del demonio (que llamaban Cemis) desaparecieron luego que los españoles pusieron el pie en la Isla Española, y que de esta novedad pronosticaron ya los más cuerdos y ancianos, que venía a parar en poder de otros aquella su isla. Lo mismo refieren los historiadores del México, del Perú y de Tierra Firme, de suerte que en ninguno de tantos templos donde en diversos ídolos era adorado el demonio, ni se vio ya más el maldito, ni se oyó un oráculo ni respuesta de tantas que o falsas o equívocas solía dar a los idólatras sacerdotes. lllico ad christianorum adventum disparuisse nec eum postea cons­pectum. Así por más adverso que sea a los españoles, dice también Urbano Calvetonio en sus notas a Benzón.

11.

Pero no hemos menester Calvetonios ni extranjeros sus­pectos para asegurarnos de la verdad. Tenemos al exactÍsimo Don Antonio Herrera coronista español digno de toda fe el cual respir~do por. la ~luma alie3tos de la verdad y d; su pecho la Pledad y slllcendad espanola, nos dejó este testi-

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monio digno de renovarse en la memoria de todos. "En ninguna cosa importante, dice, se resolvían estos príncipes (así del Perú como del México) antes de hacer grandes sa­crificios y consultas con sus oráculos, porque el demonio los tenía muy sujetos (al cual en todo el Perú llamaban Zopa) y lo veían transfigurado en diversas figuras de hombres muertos, haciéndoles entender que estaba en otro reino ale­gre y apacible de la manera que allí lo veían, y entraba y hablaba con los vivos diciendo cosas tales y respondiendo a sus preguntas. Los sacerdotes por cuya mano pasaba todo, eran tenidos en gran veneración porque eran grandes magos, hechiceros y encantadores con la ayuda del demonio, y al cabo (nótese la piedad española de nuestros escritores) quiso Nuestro Señor que había criado estas gentes cuando llegó su dichosa hora, que los mismos demonios enemigos de los hombres, tenidos por dioses diesen a su pesar testimonio de la venida de la verdadera ley, del poder de Cristo y del triun­fo de su santísima cruz (qué argumento práctico y de bulto, como suele decirse, para los incrédulos y ateístas de nuestros tiempos!) y los mismos magos lo han confesado, y es evi­dente y notorio que adonde se pone la cruz y hay iglesias y se confiesa el nombre de Cristo, no osa chistar el demonio y han cesado sus pláticas, sus oráculos y apariencias visibles, que tan ordinarias eran en toda la infidelidad". Es tanta verdad esa que ni aun energúmenos se ven ni oyen en los reinos de la América. En este punto pudiera yo decir mucho, pero me contentaré con decir poco. Yo he corrido casi todo el Nuevo Reino haciendo misiones, he estado entre tantos otros misioneros de gentiles y sujetos que vivieron en varias provincias del virreinato de Santafé, del Quito, Perú, Méxi­co, de ambas Américas y no he hallado quien me diga haber visto un energúmeno en aquellas regiones, ni yo puedo de­cirlo. En otras partes de Europa suelen chillar en la iglesia muchos mientras se predica, yo he predicado tanto ni jamás he oído un chillido de endemoniado. Cierto que fui dos veces llamado y conducido a echar diablos de dos mujeres, que si en tiempos de Cristo regularmente eran hombres los ener-

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gúmenos, en nuestros días casi todos son mujeres, circunstan­cia digna de reparo y reflexión de los exorcistas. La una mujer la hallé en la provincia de Santa Marta y Valle de Upar, amarrada la pobre con una cadena, hice mis pruebas con la vieja y la declaré loca perdida. La otra en Santafé la hallé rodeada de mujeres conturbadas y curiosas, que espe­raban oír alguna gracia del diabla. Éstas habían llamado a no sé cuántas sacerdotes para exorcisar y echar los diablos, estos la habían mortificado con golpes de estola y otras prue­bas. Yo eché a todos del cuarto, me quedé solo con la pobre mujer, le hablé primero para tantearle el diablo, la confesé a su satisfacción y mía y mandé la llevaran al hospital para que le dieran buen alimento y la cuidaran bien, porque no había más diablo que la hambre y falta de sustento. La li­berté de vejaciones, la llevaron al hospital de San Juan de Dios y no se habló más de diablo.

lII.

A más de eso es fama constante en aquellos reinos, que si por acaso en alguna nave llega algún endemoniado que trai­ga de Europa algún diablo en el cuerpo, lo mismo es desem­barcar y saltar en tierra que dejarlo y huirse el diablo, como que conoce él mismo que es mala mercadería y género que no pasa en aquellos países. Se reconoce este singular efecto y favor debido a la sombra y patrocinio de María Santísima que ha tomado particularmente debajo de su protección aque­llas tierras y gentes, por tantos siglos infestadas y tiranizadas del demonio. Compadecida la Reina Madre de la horrenda esclavitud, ceguedad y crueldades en que las tenía y gober­naba entre las tinieblas de la gentilidad Luzbel, y vengadora de las injurias e insolencias que contra Dios y misterios de Jesucristo y nuestra santa religión había ejecutado el maligno usurpador de aquel imperio, ni le deja fijar el pie, ni le permite chistar por boca ajena, ni menos ocupar el cuerpo de persona que llega a su sombra en aquel nuevo mundo.

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En la Nueva España se atribuye este portentoso fenómeno a la Celestial Reina que en su milagrosa imagen quiso desde la cumbre del monte de Guadalupe presidir, dominar y ta­mar debajo de su protección a todo el mexicano imperio. En Tierra Firme y costa de Cartagena, a Nuestra Señora de la Popa que desde el eminente cerro, como brillante estre­lla del mar, alegra la vista y el corazón de los navegantes y endereza y guía felizmente la proa al seguro puerto de la ciudad.

y en todo el Nuevo Reino a la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que desde el centro del Reino difunde los rayos de su benignidad por toda la cir­cunferencia del virreinato hasta las verdinegras olas del mar Atlántico. Quizás a este fin de lanzar todos los demonios de la nuevamente conquistada América, tuvieron los reyes católicos el piadoso cuidado de mandar a diversas ciudades de las provincias ocupadas, y singularmente de la costa y puertos de mar, imágenes ya de bulto en primorosas estatuas, ya de pincel en delicados lienzos de María Santísima. La conocieron y experimentaron Generala invencible en los ca­tólicos ejércitos de Dios para echar los moros de los dominios de España, y con esta inmortal memoria y experiencia, la constituyeron Generala de las Américas, poderosa para echar al diablo de los templos, de los ídolos y de todos los domi­nios que había usurpado, y para no dejarlo jamás dominar ni chistar en aquellas tierras. La que sola con su Divino Hijo bastó para destruir todas las herejías en todo el mundo an­tiguo, bastó para echar por tierra los ídolos y tapar la boca al infeliz demonio y de una vez arrojarlo del mundo nuevo americano, al cual se dignó tomar particularmente debajo de su protección. y de eso dio ya muestras desde el princi­pio de la conquista la Santísima Madre y las ha ido dando después sucesivamente en todos los dominios de la América.

Para no amontonar ejemplos esparcidos en las particu­lares historias de los reinos, me contento con refrescar la memoria de la prueba que dio la Soberana Reina de su patrocinio en la conquista de México, como la refiere Don

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XXV. EL DIABLO DESAPARECE DE LA AMÉRICA 171

Antonio Herrera para gloria de la Señora y del glorioso patrón de España el apóstol Santiago 2. Qué bueno es exci­tar dulces recuerdos de beneficios recibidos para renovar el amor y agradecimiento a los bienhechores. Para asegurar Hernán Cortés el feliz éxito de la conquista de la ciudad de México dentro de cuyos muros se hallaba guerreando y venciendo contra los impertérritos mexicanos, animado de la devoción y a impusos de la piedad española, llegó y se atre­vió a colocar en el templo mayor una devota imagen de María Santísima en quien tenía afianzada la esperanza como la principal divina conquistadora. Era el combate recio en la plaza mayor del mismo templo, y en el mayor calor de la refriega. Los sacerdotes de los ídolos, dice Herrera, quisieron quitar en este día del altar donde Cortés la había colocado la imagen de la Madre de Dios Nuestra Señora, y se les pegaban las manos no pudiéndolas desasir en gran rato, a otros se les enflaquecían los brazos, a otros se les entumecían las piernas y caían por las gradas deslomados y descalabrados. Sin embargo continuaba tan porfiadamente la batalla que se tuvo por cierto acabaran en aquel día los castellanos, si no fuera por lo que decían los indios, que Nuestra Señora les echaba tierra en los ojos y que Un caba­llero muy grande, vestido de blanco, en un caballo blanco con espada en la mano peleaba sin ser herido, y su caballo con los pies y manos hacía tanto mal "como el caballero con su espada. Respondían los castellanos : ahí veréis que vuestros dioses son falsos. Esa imagen que no pudisteis quitar del altar es de la Virgen Madre de Dios, y ese caballero es el apóstol de Jesucristo, Santiago, a quien los cristianos llaman en las batallas y le hallan siempre favorable".

Por fin ganó Cortés con su española tropa la batalla, dándole María Santísima con el apóstol de España la victoria y la gran ciudad emporio del mexicano imperio. Batallas y conquistas que así favorece el cielo y la Gran Reina María,

2 Herrera, Déc. 4, lib. X, c. IX.

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no pueden dejar de ser justas y del agrado y gloria del Dios de los ejércitos. Desde esta victoria quedaron por tierra los ídolos, huyó de su templo el demonio avergonzado y de una vez enmudeció en sus ídolos y templos de aquel vasto im­perio, como ya había enmudecido en las islas y Tierra Firme conquistada, y dado muestras de abandonar por fuerza los usurpados dominios de la América.

La señal d~ la Santa Cruz, la respetable sombra de María Santísima en sus imágenes, echó de toda la América al dia­blo para que no pronunciara más oráculos, ni levantara la voz, ni atormentara más aquellas gentes y tierras con tan monstruosas visibles apariencias que refieren Herrera y de­más historiadores de América.

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CAPíTULO XXVI·.

REFLEXIONES ANTICAL VETONIAS SOBRE EL SILENCIO

y VISIBLES APARICIONES DEL DIABLO EN LA AMÉRICA.

I.

La rabia o envidia que abrasa las entrañas de algunos extranjeros por la feliz y tan loable conquista de la América, no puede sufrir cosa que resulte en alabanza de las armas, piedad y empresa gloriosa de los españoles, ni que confirme la aprobación del cielo en la conquista. Ni aun paciencia han tenido los malévolos para oír que el diablo enmudeció en sus ídolos y desapareció de aquellas tierras a la entrada de la santa cruz y cristiana religión en las triunfantes ma­nos de los españoles.

Por todos óigase el mordaz Ca1vetonio en sus malédicas notas a Benzón. Dice que los funestos eventos sucedidos de setenta años a esta parte (él escribió poco después del mil quinientos y noventa) bastante dan a entender que no se alejó mucho de aquellas nuevas regiones Satanás, Scttanam non procul recesisse, y que la insaciable avaricia de los espa­ñoles, la desesperación de los indios, el llevarlos esclavos y las guerras civiles que consumieron tantos millares de hom­bres, dan claro testimonio de que no fue echado de las tierras conquistadas el diablo, sino que estuvo escondido por un poco tiempo, Satanam non fuisse eiectum, sed ad tempus

• XXV en el manuscrito.

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latuisse. De suerte que si antes, crasso modo, tenía debajo de su imperio aquellas gentes estúpidas, ahora ha tomado otro medo y camino más sutil y retiene su reino como pri­mero, antes lo ha aumentado al doble, suum regnum tet a1ltea retinet, imo dupltem auxit.

Por fin, después de haber dicho horrores y falsedades contra españoles e indios, concluye desahogando su cólera con este parrafito, que para mostrJ j: la avilantez, malicia e igno­rancia de tal comentador, pongo a la letra: "Para decirlo todo en breve, el príncipe de este mundo Satanás, supo tan bien hacer su negocio, que aunque los españoles han ocu­pado muchas tierras en aquellas regiones, no han dilatado mucho o por largo trecho los términos del cristianismo, y es de temer que el diablo retenga su dominio, si Jesucristo con sU virtud no lo arroja". Vt licet hispani multas ter ras occuparint, christianismi tamen limites non longe propa­gaverint, et verendum est ut Satan dominium SUum retineat nisi lestes e hristus potenter eiiciat. i Habrá maledicencia ma­yor 1 Parece que el diablo mismo le subministraba la negra tinta del infierno para escribir tan negras calumnias. Amon­tona o esparce tantas falsedades y oprobrios contra la nación española, que si quisiera yo notarlos y vindicarlos todos, me saliera la apología más larga que la misma historia del dia­blo. Pero ni tan digno es de aprecio el autor, ni tan dignas de atención sus obras y palabras para que hagamos caso de ellas, ni para que mi pluma se detenga en deshacer todas sus notas malédicas. Basta demostrar al público con la verdad, la falsedad, las inepcias y las calumnias de que ha llenado sus ocho párrafos, en los cuales, como dijimos, sin ton ni son ha desahogado su pasión contra los españoles.

II.

Ni Pedro Mártir, ni peruanas ni mexicanas historias, ni historiadores ni autor alguno español ha dicho hasta ahora que no haiga diablos en las Américas, que no inquieten, no

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XXVI. APARICIONES DEL DIABLO EN LA AMÉruCA 175

tienten, no hagan de las suyas en aquel nuevo mundo como en este antiguo, ni aun que no se lleven a los infiernos tan­tas o más o menos almas de aquellas regiones que de estas 1.

En todas partes es verdadera la sentencia del Apóstol de las Gentes, que tenemos oculta lucha contra las aéreas potestades y contra los príncipes de las tinieblas. Lo que unánimes con­testan los historiadores es que desde que enarbolando el estandarte de la Santa Cruz, predicando el Santo Evangelio, colocando en los altares y capillas imágenes de Cristo Nues­tro Señor y de María Santísima entraron en las Américas los españoles conquistadores, enmudeció el diablo, ni se oyeron de la boca de sus ídolos más oráculos ni respuestas a las consultas de los sacerdotes, y que cesaron las visibles mons­truosas apariciones del diablo con que tenía amedrentadas, sujetas y cruelmente tiranizadas aquellas tierras. Contra esa verdad contestada con la experiencia perpetua y constante hasta ahora, a qué viene sacar a plaza la avaricia, la crueldad y proced~res de los españoles e indios, para inferir que no se fue muy lejos de aquellas regiones el diablo, que se escon­dió por un poco de tiempo, que tomó otra vía y supo hacer su negocio por otro camino, de suerte que no fue echado, SIDO que retiene su dominio como primero y antes lo ha aumentado al doble. Aliam viam ingressus duplttm auxit 2.

1 En cierto librito español impreso en Madrid (título y nombre del autor se me han borrado de la memoria) leí años h3ce, que habiendo cesado de hablar por algunos días el diablo en España por boca de un energúmeno, fue después preguntado del motivo de su quietud y silencios. Respondió ql.!e había estado ocupado en las Indias con un cura moribundo para llevárselo a los infiernos. Otro que había muerto ya y era el primer cura de la América que se le había escapado. No es muy creíble tal caso, sin embargo en el uevo Reino se conserva la memoria del suceso y del pueblo llamado Soracá, inmediato a la ciudad de Tunja, pero no el nombre del cura que ahí murió y dejó burlado al diablo. Hablé con el cura mismo de Soracá por los años de 52 del corriente y no sabía más que 10 que la voz común ha esparcido. El caso es más temible que creible.

2 El camino que tomó después y su nuevo sistema se verá en el último capítulo.

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Si se fue por otro camino y tomó otros medios, luego no comparece ni se deja ver como antes, ni bosteza oráculos sensibles como antes, ni retiene visiblemente su dominio co­mo antes de la conquista, yeso es puntualmente lo que afirman y contestan los historiadores, y así con el prurito de calumniar españoles, echó palabras al aire y sin razón Cal­vetonio. Aquel tantillum boni que confiesa haber acarreado a las americanas naciones los españoles, aquello de poco ha­berse propagado la cristiana religión en aquel Nuevo Mundo después de la conquista, con qué verdad lo dice cuando a costa de inmensos trabajos de los conquistadores, providencia paternal y expensas inmensas de los católicos reyes, apostóli­cos afanes, sudores y celo de prelados y ministros evangélicos por todas las islas y vastísimos reinos descubiertos y con­quistados se ve entablada y floreciente la religión cristiana, hasta para ejemplo de Europa y donde ha llegado a resonar el nombre español, resuena el nombre de Dios y es adorado Jesucristo. Escribía así en Francfort este malédico por los años de 1592, y en el 1597 escribía en Lovaina el exactísimo Cornelio Vuitsliet [sic] secretario regio del senado de Bruse­las en tiempo del señor Don Felipe III y óigase como escribía este a la vista de los mismos extranjeros. H abiendo expuesto la ceguedad, la idolatría, la barbarie de aquellas naciones, dice así: "Pero ya con la luz y gracia de la ley evangélica se ha resfriado o extinguido la crueldad y la incredulidad, y con las piadosas diligencias y cuidado de los reyes católicos, por los ilustrísimos prelados y sacerdotes, con gran fruto se propa­ga en aquellas partes el santo evangelio, erigidos a cada paso templos y arzobispados". Óigase Herrera a quien pue­den y deben creer más los que mojan sus envenenadas plumas en Benzón y Calvetonio: "Cesaron ya, dice, los oráculos y apariencias visibles del demonio y así por la piadosa dili­gencia de nuestros católicos reyes y de su real Supremo Con­sejo de Indias, va creciendo y mejorando la cristiandad en estos indios y dando cada día más fruto, que aunque la pri­mera entrada del evangelio fue en la forma que se ve (con batallas, muertes y raudales de sangre de indianos y españo-

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XXVI. APARICIONES DEL DIABLO EN LA AMÉRICA 177

les) por la bondad de Dios se sacó que la sujeción de los indios fue su entero bien, porque luego los reyes y sus con­sejeros acudieron con muy buenos obreros y fieles ministros, hombres santos y celosos del servicio de Dios".

¿ Qué está diciendo ese Calvetonio de tantillum hani del tantico de bien que a aquellas gentes acarrearon los espa­ñoles? Ninguna nación de cuantas ocupan islas, colonias y tierras de ambas Américas ni mayor, ni aun tanto bien ha hecho a los naturales como la española en 10 espiritual, en lo civil y temporal, como queda ya dicho en los pasados ca­pítulos. ¿ y con qué avilantez se atreve a decir que aunque han ocupado muchas tierras en la América los españoles, christianismi tamen limites non longe prapagartmt, no pro­pagaron mucho la religión cristiana, si no hay tierra con­quistada y ocupada de españoles donde no triunfe la religión y la fe, donde no haya templos, donde no presida obispo, donde no haya ministro evangélico, cura doctrinero y sa­cerdote del Altísimo que enseñe, que promueva la religión cristiana? Que haya tomado o tome otro camino el diablo, que como astuto sepa por otro lado y mil artes que tiene ocultamente hacer su negocio, como dice Calvetonio, ita no­vit rem Sttam agere .. nunc aliam viam ingressus esto Eso prueba y confirma que no permitiéndole Dios, desde la con­quista, ni hablar por los ídolos, ni aparecerse en sus acos­tumbradas horribles figuras, ni visiblemente dominar despótico y cruelísimo tirano entre los súbditos a la Iglesia y a las armas católicas, se contenta con hacer su oficio de tentar interna y ocultamente, de provocar, de enredar en vicios y malas cos­tumbres a los fieles españoles y no españoles, indios y no indios como hace en las otras partes del mundo. Ha tomado varios caminos, pero gracias a Dios, hasta ahora no los tri­llados en las partes del norte, ni en las colonias sujetas a naciones extranjeras, caminos por donde van ateístas, natu­ralistas y herejes consumados y podridos en errores y malda­des, caminos fuera del cercado de la fe e Iglesia santa de Jesucristo. Pero dejemos eso. Lo que no puedo disimular a Calvetonio para resarcir el crédito a los españoles y a los

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indios, es lo que rabiosamente se atrevió a decir en otro párrafo que parece sugerido del diablo. Ahí mismo probando que Satanás retiene el mismo reino que antes, dice así: "Porque en cuanto a los esp:lñoles, los tiene cautivos la ava­ricia, que es especie de idolatría, de suerte que no hay mari­nero que sirva y obedezca más puntual y obsequioso al capitán del navío que ellos a Satanás, y le servirán trastornando montes y violentando las leyes de la naturaleza mientras que haya algún oro en el Perú" 3. Ese oro, esas riquezas que de­paró Dios en la América a los españoles tiene pálidos o amarillos y consumidos de cólera e itericia a los extranjeros envidiosos del bien de la nación española. ¿ A quién tiene esclavo y sujeto a Satanás la avaricia por sacar oro de los montes, ni por trabajar las minas, ni buscar el oro en sus vetas, en los ríos, en las arenas? Ningún soberano, ninguna nación, ningún particular es tenido por avariento, ni menos por esclavo del diablo por aprovecharse de los frutos, de los metales, de los tesoros que la Divina Providencia ha depo­sitado en su tierra, en sus campos, en sus montes y dominios. y si no es eso así, no hay monarca ni príncipe, ni labrador ni dueño de hacienda que no sea esclavo de la avaricia y que no sea cautivo idólatra que sirva a Satanás. No el sacar oro de las minas, sino el uso del oro y riquezas declara y condena a una persona de avaricia o no. Yo aseguro a Cal­vetonio que si avara hubiera sido la nación española y no tan manirrota y liberal para otros y propensa a la piedad y culto de Dios, y a mantener y propacrar la religión en las Américas, no estuvieran tan boyantes otras monarquías, ni la Holanda ni la Alemania hubieran visto jamás tanto oro, ni Roma ni toda la Europa tanta grandeza, ni los templos de ambos he­misferios se vieran en tanto esplendor y magnificencia 4 .

3 Ut nullus remiges, praefecto navis, magis sint obsequentes, quam lpSI Satanae, et illi servient montes evertendo, quamdiu aurum aliquod in Peruana regione reliquum erit .

.. No sé quién sea más esclavo de Satanás por la avaricia, si el que saca y coge el oro y la plata de sus tierras conquistadas, o quien lo roba

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XXVI. APARICIONES DEL DIAllLO EN LA AMÉRICA 179

Cuando pruebe Calvetoruo que las otras naciones no se afa­nan por su interés y riquezas más que la española, tache entonces de avara a esta. Si no puede probarlo, como la expe­riencia muestra ser imposible, calle su boca malédica y oiga­mos lo que dice de los pobres indios para más amontonar oprobrios contra los españoles.

III.

Ad indos quod Clttinet. Por lo que toca a los indios, es de saber, dice, que aunque a los principios simularon o fin­gieron el querese bautizar y ser instruídos en la ley de Dios, después viendo diametralmente opuesta la vida de los espa­ñoles con la doctrina que les predicaban, se irritaron tanto, que contumelias y oprobrios blasfeman y deshonran el nom­bre de Jesucristo y se persuaden que es un avaro, un cruel, un tirano, por lo cual se han vuelto a adorar los ídolos, y en despecho de los españoles adoran y sirven a Satanás peor que antes. Infamias y embustes del igual no sé que las haya forjado escritor alguno. Que entre muchos españoles ejem­plares en sU cristiana vida y costumbres haya algunos de vida relajada, que desdice de la ley que creen y profesan, es ver­dad no sólo en la América sino en Europa y en otras partes del mundo ¡y ojalá no fuera así! Pero que las consecuen­cias de los malos ejemplos sean tales cuales injustamente afirma de los indios este escritor, es una calumnia mani­fiesta. Que a los principios se turbaran y confundieran los indios viendo el proceder de algunos cristianos que no con­formaban sus costumbres con su ley santa y dijeran: ¿qué Dios será este que les manda semejantes excesos?, eso sí es verdad, pero luego explicadas las cosas por los ministros evangélicos y seculares ejemplares, se quietaron y abrazaron

al monarca conquistador clandestinamente y se lo lleva a sus tierras, como hacen todos los días los extranjeros en la América.

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180 MONARQuíA DEL DIABLO

con gusto la cristiana religión y abandonaron a Satanás y a sus ídolos.

Se conoce que no vio jamás indios Calvetonio, ni pue~ bIas de indios reducidos. Vaya a las misiones del Paraguay, tan numerosas cuando las dejaron los jesuitas, que llegaban a más de noventa mil los indios 5 y verá en aquella multi~ tud de pueblos un vivo santo retrato de la primitiva Iglesia. Gire con los ojos leyendo modernas historias por las reduc~ ciones indianas de todas las Américas y verá la paz, tranquili­dad, docilidad y devoción de aquellos pobres, ni un juramento, ni una blasfemia, ni palabra siquiera contra la religión les oirá. Antes pudiéramos dar gracias a Dios si no hubiera en el mundo más pecados que los de los indios, ni los confe­sores hubieran de emplear más tiempo, ni calentarse más los cascos en oír confesiones de blancos, de lo que se gasta en despachar las confesiones de los indios. Acuérdese Cal~ vetonio que según refiere nuestro coronista Herrera, la piadosa reina Isabel trató que se removieran de aquellas tierras y de la conquista ciertos extranjeros alemanes o fla~ meneos que se habían introducido. "Porque le pareció según la experiencia mostraba, no ser a propósito para la conversión de los indios". Lea en la misma Década V de Herrera las providencias que procuró de nuestra corte el presidente y obispo de México el Señor Don Sebastián Ramírez. Una de ellas era la siguiente: "Que había gran necesidad de que se pusiese el Santo Oficio de la Inquisición en aquellas tierras por el comercio de los extranjeros, y por los muchos corsa­rios que platicaban por las costas, los cuales podían introducir malas costumbres en los indios naturales, y en los castellanos mismos, que por la gracia de Dios se conservaban libres de la pésima contagión de la herejía". Esto que como posible

5 De la sola naclon de los guaranís, de suerte que añadiendo acá los indios del Chaco, Chiquitos, Abispones y de otras naciones, dejaron los padres misioneros al salir de su provincia casi ducientos mil indios redu­cidos a la religión, pacificados y sujetos al monarca católico. Infórmense los Calvetonios de las demás provincias.

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XXVI. APARICIONES DEL DIABLO EN LA AMÉRICA 181

temía este celoso prelado, he visto yo prácticamente en algu­nos extranjeros herejes en la América, por los cuales puede ser verdad lo que dijo Calvetonio: "que sabía el diablo hacer su negocio, y que había tomado otro camino (más seguro que el de los españoles) para trastornar y pervertir aquellas gentes". Desgraciado cierto convento de religiosas si continúa a entrar un extranjero por quien el diablo comenzaba a hacer sus diabluras. Por fin cansado ya de rebatir insolencias y maledicencias de este escritor forastero y de otros, quiero que el diablo mismo les tape la boca en este punto con ese precioso bocado de historia que les presenta Herrera. Uno de los motivos que hicieron mudar a Motezuma de opinión, e intimar por fin al diablo que se fuera de aquel mexicano imperio, fue la importunidad del mismo enemigo. Direlo con las mismas palabras de Herrera: "El diablo, que muchas veces le hablaba, le amenazaba a Motezuma, que si no ma­taba aquellos castellanos, o no los echaba de su reino, des­truiría todas las sementeras, nunca tendrían salud y por fin se iría de sus tierras porque le atormentaban las misas, las cruces y el bautismo de los cristianos. Respondía1e Mote­zuma, que siendo sus amigos y buenos hombres, no era bueno matarlos, pero que les rogaría que se fuesen, y cuando no quisiesen los mataría. Replicaba el demonio que 10 ejecutase, porque o él se había de ir o los castellanos, que dos contra­rios no podían vivir en una misma casa". Le salió mal al pobre diablo la disyuntiva por alta y amorosa Providencia del Señor con aquellas gentes. Quedaron para reinar los castellanos, y él se hubo de ir a cajas destempladas; calló, desapareció y lo echaron en hora mala los españoles para su eterna ignominia.

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CAPíTULO ÚLTIMO.

UN ERMITAÑO DE LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA EN UN RAPTO POÉTICO VE PARTIR DESPECHADO

AL DIABLO DE LA AMÉRICA PARA VENGARSE DE LA ESPAÑA

y ALBOROTAR TODA LA EUROPA.

1.

Viéndose Luzbel arrojado con ignollullla de su trono, sin palacios ya destruídos, sin templos ya quemados, sin ído­los ya consumidos entre llamas, sin sacerdotes ya degradados, aborrecido él mismo y todo su infernal partido de los ame­ricanos, y por fin que a la frente de los terribles españoles no podía subsistir su monarquía, determina desaparecer de la América, tomar otro rumbo y venirse a España a vengar agravios y probar mejor fortuna en toda la Europa. Pero an­tes de emprender el viaje, según vio arrebatado de un entusiasmo poético cierto ermitaño de la altísima Sierra Ne­vada de Santa Marta, juntó a los sátrapas de su perdido americano reino, y congregados en pleno consejo les habló así: Caballeros de mi orden y príncipes de mi imperio, ya veis lo que nos ha sucedido en este Nuevo Mundo desde que el español impertérrito fijó su huella en nuestras tierras. Permitidme que aclare los sentimientos de mi pecho y os comunique las nuevas ideas concebidas en mi mente. Hemos errado de sistema. Quisimos meter en este hemisferio mucho ruido, hacer célebre nuestro nombre a despecho del cielo

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CAPÍTuLO ÓLTIMO: UN ERMITAÑO VE PARTIR AL DIABLO 183

y el Altísimo nos ha confundido, ha derribado nuestras má­quinas y por fin quebrada nuestra cítara se volvió en llanto. Nos metimos en fabricar templos, en levantarnos lucidas es­tatuas, en formar ídolos, en pronunciar oráculos, en dar respuestas sin ton ni son por la boca de vanos simulacros, en ordenar sacerdotes y papas, en fundar religiones y con­ventos, en instituir sacramentos, fiestas solemnes, procesiones y otras ceremonias y cultos exteriores que no nos competían. A más de eso, hemos hostigado a estas gentes con los horren­dos sacrificios de sangre humana, con nuestras atrocidades y vejaciones, y por fin con el tirano despótico imperio que sin recelo ejercíamos entre ellos como soberanos. Esos tem­plos, esos ídolos, esos oráculos, ese demasiado hablar, ese dejarnos ver de 105 hombres, esa ambición de honor y externo culto nos ha perdido. Ya por esas exterioridades fuimos echa­dos del mundo antiguo, ahora nos arrojan del nuevo cuatro valientes que han aparecido con sus bigotes y barbas, espada y daga, rodelas y caballos por estas tlerras. No más por ese rumbo. Es menester mudar de ideas, tomar sistema nuevo , sistema a la moderna, pues se han vuelto ya los hombres amigos de nuevos sistemas y curiosas ideas. Están ya muy iluminados los señores hombres. Ya desprecian los ídolos como fragmentos de materia, de nuestros templos blasfeman, abominan de nuestras fiestas, ceremonias y sacrificios, ni quie­ren otra religión que la del Dios verdadero, y aun esta comienzan a mirarla ya con mucha indiferencia. Lo que les va agradando en estos últimos siglos son ideas alegres, invenciones singulares, libertad en el opinar y obrar, filoso­fías sin teología, teologías sin leyes humanas ni divinas, nuevos principios para criarse espíritus fuertes, nuevas sectas para confundir e inficionar el cristianismo, y por fin a lo que aspiran es el libertinaje, la independencia de superior potes­ud secular y eclesiástica, molicie, gustos, diversiones y poco cuidado que les da ya a muchos de Satanás y de los diablos. Por ese rumbo pues hemos de hacer nuestro negocio callada la boca . .Dejémonos de ídolos y de temp~os,. de sacrificios y ceremoruas, de pretender cultos y de fmglInos dioses de ,

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afectar y aun de mentar divinidades. Antes todo lo contrario. Tiremos a promover sistemas nuevos que lisonjeen el gusto, libertad y genio de los hombres modernos. Que no hay Dios, que no hay Jesucristo que valga, que no hay más religión que la que se forma cada uno. Que eso de Iglesia católica y dd Papa vicario de Cristo, absoluciones papales, indulgencias, sacramentos, son todas cavilaciones de papistas, que tantas re­ligiones de frailes son la confusión de los reinos, fomento de haraganes y gente ociosa; tantas monjas son contra el bien y multiplicación de las repúblicas y soldadesca, y por fin que rosarios, cruces, tantos altares en las iglesias, tantas bendiciones y otras ceremonias tenidas hasta ahora por santas y laudables, todas son invenciones de espíritus débiles, hipó­critas y visionarios.

Estas má.'Úmas, dar a conocer que son diabólicas, he­mos de inspirar en adelante, pero sin dejarnos ver jamás, tirar la piedra y esconder la mano y veréis como sin hacer ruido, a la sordina y poco a poco en vez de idolatría tendremos dominante la herejía, nos faltarán idólatras pero nos sobrarán heresiarcas y sectarios. No tendremos indios bár­baros, pero llenaremos el mundo de hombres sin ley y sin religión. Por fin, ya que estos cristianos españoles nos han echado de este Nuevo Mundo americano donde florecía bien extendida nuestra monarquía, unidos todos conmigo en este sistema nuevo, vamos a trastornar monarquías del mundo antiguo. Cada uno vaya donde le pareciere. Los que quisie­ren quedarse en la América esparcidos, pero sin pensar en ídolos, ni templos, ni en bostezar oráculos ni mostrar siquie­ra el hocico. Yo tiro para Europa, y los primeros que me la han de pagar son los atrevidos españoles. Manet alta mente repostum el oprobrio y desprecio que de nosotros han hecho y la suma ignominia con que a vosotros príncipes de las tinieblas y a mí monarca de los infiernos nos han arrojado de la América. Y si tenaces en su religión los españoles no me dan lugar para hacer de las mías y entablar en sus reinos nuestro sistema nuevo Acheronta movebo. Llamaré todas las furias infernales para meter en confusión todo el resto de

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CAPÍTULO ÚLTIMO: UN ERMITAÑO VE PARTIR AL DIABLO 185

la Europa. Bajo mano he de levantar un partido de refrac­tarios, apóstatas, de ateístas y de espíritus fuertes, que tras­tornando los ejes de la religión de arriba abajo perviertan el cristianismo, y sin más ídolos que los que se formen los mis­mos hombres, venga poco a poco a parar la Europa católica en América bárbara y quede así resarcida la pérdida de nues­tro imperio americano que nos han quitado los violentos españoles. Y por fin puede ser que caiga también en nues­tras manos la valiente España.

Dijo y montado en un palón volante elevado por la alta esfera sobre las olas del mar Atlántico al rápido violento torbellino que levantó, en sola una noche se puso sobre la costa de España. Al rayar de la aurora iba a entrar en la fa­mosa Cádiz, cuando se le presenta con terrible semblante, en forma de triunfante reina, aquella misma Señora cuya imagen en el templo y plaza de México le echaba polvo a los ojos a él, a sus ministros infernales y a los indios bárbaros mexicanos, hasta dar a los españoles la victoria. Temblando Luzbel al verla, oyó que le decía la Reina Inmaculada: "Ahí se quebraron las encrespadas olas de tu soberbia, de ahí no pasarás, rebelde espíritu. A mi cuidado y protección está este reino de España, vete fuera malvado, que no hay entrada para tí". Avergonzado el diablo se retiró y viendo cerrada Es­paña por aquella puerta, montó otra vez en su palón volante y tira por la costa hacia el reino de Galicia, sin ser visto ni conocido de los gallegos, ponerse enfrente de la Coruña. Va a entrar disfrazado en la noble ciudad y he aquí que le sale al encuentro montado en su blanco brioso caballo en traje de caballero cruzado el grande apóstol de España, San­tiago, tremolando en su mano siniestra un estandarte blanco y con la diestra vibrando fulminante espada. Turb6se Luzbel, porque conoció ser aquel personaje el mismo que con la es­pada y caballo hizo tanta riza y mortal estrago en la plaza de México contra los indios bárbaros para derribarle de su trono, quitarle su monarquía y coronar monarca al rey de España. Mientras pánico temor ocupaba de Luzbel el pecho, sale cual espantoso rayo de la boca del Santo Apóstol la im-

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periosa VOZ "Santiago cierra Espaiza. Atrás malvado espíritu, que no hay entrada en este mi reino, tira para fuera". Ya iba a vibrar contra él la espada Santiago, cuando en preci­pitada fuga se retira Luzbel, métese en su palón volante y de un vuelo, volviendo atrás, se va a refugiar a la costa de la África a respirar del susto y a llorar despechado su mala suerte de no poder vengar los agravios recibidos de los espa­ñoles en la América. Ahí tuvo noticias por la vía de Marsella que hacia al norte había buena disposición para entablar su maligno, revoltoso sistema y trastornar la Europa por aquella parte.

Déjase ya de palón volante y como mago insigne y maestro de hechiceros, tomando la figura de cierto pájaro negro se remonta por los aires y llega a Alemania a tiempo que se predicaban indulgencias. Comenzando por este punto, dejándose de palones volantes y figuras exteriores, por me­dio de Lutero y sus secuaces alborota y trastorna la Alemania en los dogmas de la cristiana religión 1; pasa a Francia y por medio de Calvino pervierte gran parte de aquel reino cristianísimo; pasa a Ingalaterra y arrimado a Enrique VIII quita a la santa Iglesia aquella tan florida parte del reino de }é.sucristo. Tira por fin a la Holanda, Suecia, Dinamarca y otros países del norte y lo inficiona todo de ateístas, herejes

1 Esta es la otra vía o sistema que conquistada la América tomó el diablo, y no lo conoció el alemán o flamenco Cah-etonio cuando dijo: Aliam viam ingn:sslIs est nOlJis artibtls nOlJit rem HU/m agere. Las trágicas revoluciones de religión y politicas sucedidas en Europa desde la gloriosa conquista muestran sobrado cuánto se resintió Luzbel de ver destruída por los triunfantes españoles su diabólica monarquía en la América, y cómo despechado y enfurecido ha tratado y trata todavía en los reinos de Europa de resarcirse de tan considerable pérdida e irreparable [ ... ] mien­tras el celo de la religión anime el pío, generoso pecho de nuestros católicos monarcas como gracias al Altísimo vemos en el presentemente reinante Carlos II! (que Dios guarde) y el poderoso cetro de su poder dominante en ambos orbes se mantenga invencible y formidable en su real diestra, no tiene que esperar el diablo levantar cabeza, ni restablecer su derribada monarquía en la América. Abeat facere praelitllll el/m reliqtlis.

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CAPÍTuLO ÚLTIMO: UN ERMITAÑO VE PARTIR AL DIABLO 187

y cismáticos de suerte que sacando un c6mputo prudencial respectivo, se ha resarcido en Europa de la pérdida que tuvo en América. Perdi6 innumerables indios id6latras en esta y ha ganado y avasallado innumerables sectarios y partidarios suyos en Europa. Cierto que España le dio fatal golpe en la cabeza, pero la ha levantado por acá. España lo derribó del trono, quitole la monarquía, pero él se ha entronizado en Europa y se ha proclamado monstruoso rey de muchos reinos y príncipe de muchos estados habens capita septem et corntta decem.

II.

¿ Pero ahora d6nde está? Eso no lleg6 a verlo el ermi­taño, diré lo que por buenos Mercur:os y Gacetas se sabe. En las tierras y dominios de Europa que conquistó con ardid y fuerza de cismas, herejías, ateísmo y libertinaje, ha dejado deputados, gobernadores y regentes para mantener seguros sus estados. Él como príncipe travieso y andante va por lo regular girando de inc6gnito, observándolo todo, viendo si puede con disimulo meterse donde vea sin oposición la puer­ta abierta. Sin embargo no deja de tener su asiento fijo para su descanso, desde donde manda emisarios a diversas partes con secret;::s providencias. D6nde esta ahora, propriamente no se sabe. Unos dicen que está en Francia entre Port-Royal y Burgo Fonte, otros en los confines y di6cesis de Pistoia en la Toscana, otros en Roma sin que lo pueda coger infraganti el Santo Padre, ni averiguar de cierto donde celebra sus con­ciliábulos nocturnos y secretísimos, porque como mago toma varios hábitos y figuras. Otros lo hacen en otras partes, pero según los avisos más frescos y seguros, lo más cierto es que está en Utrech. Ahí ha venido a parar el maligno solapado Luzbel después de su derrota en América y de sus averías por mar y tierra y de sus asaltos y conquistas en la Europa para resarcirse de la pérdida de su imperio acarreada en el Nuevo Mundo con la fe, piedad y armas de los invictos españoles. Añaden las últimas gacetas que temblando de

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miedo está preguntando siempre a los canónigos de aquella metrópoli del jansenismo, si viene por allá algún rey de Es­paña, con sable en mano, montado en su caballo blanco para echarlo de aquellos países, o si entró Papa algún pariente de Clemente XI que con las llaves de San Pedro lo encierre en una cárcel condenado a palpables tinieblas y perpetuo silencio. Esto no lo sé de cierto, pero la vcyz común es que está en Utrech.

PARÁGRAFO ÚLTIMO.

Hasta ahí llegó la prometida historia del diablo en la América antes y después de la conquista, que con valor sin igual, con espíritu de religión sin segundo y propagación de la católica romana Iglesia de J esucIÍsto sin ejemplar hicieron los píos, invictos y gloriosos españoles en aquel Nuevo Ame­ricano Mundo. Brame Lucifer, ladren los extranjeros y sea glorificado el Altísimo Dios que se dignó hacer por mano y medio de sus españoles proezas tan gloriosas y conquista tan estupenda, que podemos muy bien decir: Opus factum est a Deo quod quincumque audierit tinnient ambae aures eius.

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DISERTACIÓN CRíTICA EXPOSITIVA SOBRE LA PRIMERA EPíSTOLA DEL APÓSTOL

S. PEDRO QUE DESCUBRE HABER CRISTO VISITADO y PREDICADO POR sí MISMO A LAS

GENTES AMERICANAS ANTES DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN AL CIELO

CAPíTULO ÚNICO

1

Descubierto el Nuevo Mundo Americano, se descubren muchas verdades (y con el tiempo se descubrirán muchas más) escondidas en la Divina Escritura, y hasta ahora igno­radas. Una de ellas es la que ya propongo; y para no tener más suspenso al Lector digo francamente y con fundamento sólido, que Cristo Nuestro Señor en los cuarenta días inter­medios de su Santa Resurrección y admirable Ascensión al cielo visitó y predicó a las gentes de la América, y les dio y dejó noticia de los divinos misterios y verdades católicas en que las hallaron imbuídas los espafíoles conquistadores y ministros evangélicos. El fundamento lo tomo de la tradi­ción y monumentos conservados entre los americanos. La prueb~ mayor de la apostólica autoridad de San Pedro en su primera epístola. La tradición descubrirá la cabal y legí­tima inteligencia del texto del Santo Apóstol y este compro­bará las memorias y vestigios de tan admirable predicación. Oigmos primero al Príncipe de los Apóstoles en los tres ver­sos de su primera epístola al capítulo tercero.

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V. 18 Christus semel pro peccatis nos tris mortuus est, iustus pro iniustis; ut nos offerret Deo mortifica tus quidern carne, vivificatus autem spiritu.

V. 19 In quo et his, qui in caree re erant spiritibus vemens praedicavit.

V. 20 Qui increduli fuerant aliquando in diebus Noe cum fabricaretur arca. &.

La obscuridad de tan misteriosas palabras y la gravísima dificultad en darles su genuina inteligencia ha dividido santos padres, doctores y expositores insignes en diversísimas opinio­nes entre sí contrarias. A mi ver (con la venia y reverencia de todos) solamente en la más obvia, clara y verosímil no han dado hasta ahora, no por falta de ciencia y erudición sagrada, sino por defecto inculpable de novísimas especies del Nuevo Mundo Americano. Vaya insinuar opiniones aje­nas, después propondré la mía a la justa imparcial crítica de los eruditos.

11

Cuatro son las principales opiniones, bien que hay no­table diversidad entre los asertores en el modo de exponer cada uno la suya. La primera es de que en este lugar sagrado no se habla, ni se trata del descendimiento de Cristo Jesús al limbo, ni al purgatorio, ni al infierno, sino de la venida y predicación del Divino Verbo antes de su encarnación, a las gentes incrédulas, que vivían en los días de Noé cuando se fabricaba el arca 1. Así 10 sienten Clemente Alejandrino, S. Jerónimo, S. Agustín, el V. Beda, Alberto Magno, el An­gélico Doctor, Rugo Cardenal, Dionisia Cartusiano y tantos otros, que dice Lirano ser esta la común opinión de los doctores y la traen la glosa ordinaria e interlineal.

1 Prima expositio est non agi in hoc loco de Christi descensione ad inferas, sed de praedicatione quern Dei Sapientia ante Incarnationern pr<!estitit lemporibus . 'oerni. Apud. Alcázar in Apoca!. cap. 21, noto 17.

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CRISTO VISITÓ Y PREDICÓ A LAS GENTES AMERICANAS 191

Sin embargo dice el sabio y modestísimo P. Cardenal Belarmino 2, que no viene al caso, ni al texto de San Pedro la predicación de Cristo en los tiempos de Noé y el doctísi­mo Alcázar afirma, no tener otra cosa dicha opinión, que la facilidad en huir de la gravísima y mayor dificultad del texto. Por fin es reprobada de todos los Santos Padres e intérpretes que llevan otra sentencia, como luego veremos. Yo digo que los patronos de tal opinión levantaron el vuelo de su ingenio y plumas hasta el Divino Verbo porque les faltaron las luces de que gozamos nosotros, descubierta la América, que a te­nerlas, sin huir la dificultad, la hubieran soltado dando al texto, sin la menor violencia, la inteligencia, que descubierto el Nuevo Mundo clara y limpia se viene a la mente.

IJI

La segunda expOSIClOn es del descendimiento de Cristo Jesús a los infiernos. Cuenta por patronos entre los antiguos Santos Padres Epifanía, Atanasia, Cirilo, Hilario, Ambrosio, y otros: entre los modernos a G3etano, Castrio. Clario, Salme­rón, Belarmino, Turriano y tantos otros, que es hoy en día la más corriente entre los expositores sagrados. Pero ¿ cuánta diversidad hay entre ellos en la inteligencia del texto para huir las dificultades que en las de otros ocurren? Algunos entienden haber venido Cristo a predicar a los condenados mismos del infierno para que se reconocieran y se salvaran. Durus est Izic sermo,' pero así parece ]0 supone Evodio, y lo afirma claramente Clemente Alejandrino, Nicetas, comenta­dor de S. Gregario Nacianceno, y aunque con alguna obscu­rid::d G::etano, Isidoro, Clario, y cita el P. Mendoza varios que estaban persuadidos de la salvación de condenados en fuerza de la predicación de Cristo en el triduo de su muerte. Pero este fue el error de Orígenes, entre otros, como notó

• Opponit BeIlarminus contra iSIUffi, mini me esse ad rem In eo loco tractationem de praedicatione sub Toemi temporibus.

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el P. Pineda 3 porque quien allá va de allá no vuelve. Otros exponen el texto de la predicación de Cristo a los que en los días de Noé, y de la fábrica del arca fueron incrédulos al principio; pero comenzando a ver el diluvio, creyeron, y se convirtieron, murieron arrepentidos y fueron al limbo de los Santos Padres Libere dictum sin fundamento en la Divina Escriptura, antes según el P. Serario, Quadros, y la más común sentencia de los intérpretes, cuantos perecieron entre las aguas del diluvio, tantos se condenaron. Ni dijo S. Pedro que pre­dicara Cristo a los penitentes y convertidos, sino a los incré­dulos. Esta inteligencia más arbitraria, que bien fundada, es confutada de los Santos Padres y doctores que van por otra senda. El P. Turriano con otros muchos entienden la predica­ción de Cristo a las Almas del Purgatorio, y con este texto de S. Pedro se esfuerzan en probar que hay purgatorio. Débil prueba cuando tanto Santos Padres y doctores católicos con­tradicen a ella; y tristes las pobres almas a quienes tocó la suerte de esperar en purgatorio desde los días de Noé hasta la muerte de Jesucristo. Y difícil cosa que al purgatorio fueran los incrédulos a la predicación de Noé, cuando habiendo lle­gado a herir el corazón del mismo Dios la muchedumbre y gr:mdeza de sus maldades, murieron náufragos, y sumergidos entre las aguas de un diluvio descargado de la ira de Dios para quitarlos de la superficie de la tierra. Por fin S. Agus­tín dice que desea la solución de las dificultades que se le ofrecen contra esta segunda exposición para adherir a ella, y retirarse de la suya que es la primera. Si San Agustín hu­biera creído antípodas, y logrado la ocasión de leer las his­torias del mundo nuevo descubierto a nuestros tiempos, no hubiera esperado solución de las dificultades sobre las pala­bras de San Pedro, su grande entendimiento fácilmente y más presto que nosotros, las hubiera soltado todas contem­plando a Cristo predicando a los antípodas, según el miste-

s Convineitur error Origenis, quod Christus suo ad inferos deseensu damnatorum animas Iiberaverít. Cum enim quís ilIue vadit, índe non revertitur. Pined. in Job. c. X.

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CRISTO VISITÓ Y PREDICÓ A LAS GENTES AMERICANAS 193

noso texto del Santo Ap6stol. Pero oigamos ya otras expOSICIOnes.

IV

La tercera es de Heselio y de otros que interpretan este lugar sagrado de la predicación a las gentes por los apóstoles y ministros evangélicos en el espíritu de Cristo y aún a la que se hace a los constituídos en el artículo de la muerte. Ni en uno ni en otro se salva la propriedad del apost6lico texto, ni se puede explicar sino con gran violencia c6mo fue de este modo la predicaci6n de Cristo a los incrédulos del tiempo de Noé y de la fábrica del arca. Tanta es la miste­riosa obscuridad del texto, que ha obligado a los doctores a buscar violentos modos para darle inteligencia y a mi corto entender se han apartado todos del sentido legítimo escon­dido entre las antiguas sombras y modernas luces de la Amé­rica. A esta exposición añadiremos la cuarta y es de Zeguero y otros intérpretes, los cuales juzgan hablar aquí San Pedro de la predicación de Cristo en vida mortal cuando andaba con sus ap6stoles y discípulos. Poco han atendido estos expo­sitores a que San Pedro claramente habla de Cristo ya muerto y resucitado; todo su cuidado y trabajo ha sido en buscar los incrédulos del tiempo de Noé y la cárcel en que estaban encerrados, y por fin han dado al sagrado texto la interpre­tación siguiente 4: "Christus adveniens praedicarn.t etiam spiri­tibus conclusis corporis, veZ ignorantiae tenebyz'coso carcere (ahí está la cárcel) iis inqumn, qui ad similitudinem eorum, qui sub Noemi tempore fuerunt, increduli ercmt (he aquí los incrédulos a semejanza no más de los del tiempo de Noé) cum fabricaretur Arca". Esta opinión se extravi6 del sentido legítimo, por no observar todo el contexto de las palabras de los tres versos, ni hacerse cargo de la muerte y resurrecci6n de Cristo, que según San Pedro fueron antes de esta predi-

4 Apud. Alcáz., ¡bid.

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caci6n: {( Christus mortuus [.. ] mortificatus carne, vivificatus autem spiritu [.. ] in quo veniens praedicavit his qui incre­duZi fuerant in diebus Noé". Err6 también en la semejanza y modo: ad eorum modum et similitudinem qui increduZi fuerant. Sin lisonjearme pienso, que con mayor propriedad y más adecuado sentido diré yo (tales quales sumus como decía S. Agustín) la inteligencia cabal a los tres versos pro­puestos. Porque a decir lo que siento, ninguna de las expo­siciones propuestas y son ellas todas cuantas se leen en los intérpretes, ninguna, digo, me satisface. Voy a la mía. Pues habiéndome por más de cuarenta años aplicado al estudio deliciosÍsimo de la Divina Escritura y a la lecci6n de muchos expositores sagrados, con el ejercicio continuo del púlpito, y el de regentar por algunos años la cátedra de Escritura en la que fue regia universidad de Santafé en el Nuevo Reino de Granada, gozo como otros expositores la facultad y libertad de dar según el Concilio Tridentino y reglas de Santos Padres e intérpretes, al Divino texto el sentido que después de seria meditaci6n, oraci6n y estudio me parece más acomodado a la letra e intento del Espíritu Santo. Lo que me falta de erudici6n y ciencia en que florecieron otros intérpretes, suplirá lo que me sobra de experiencia, observaciones oculares y no­ticias del Nuevo Mundo.

v

Esta es mi exposici6n, que clara, y limpia doy en roman­ce primero para que vean todos cuan liso y corriente sin obscuridad va el sentida del texto.

V. 18 Cristo una sola vez muri6 por nuestros pecados, el Justo por los injustos, para ofrecernos a Dios mortificado en la carne, pero vivificado en su resurrecci6n con el espíritu.

V. 19 En el cual viniendo predic6 también a aquellas almas encarceladas en la regi6n de aquellos

V. 20 Que fueron incrédulos en algún tiempo en los días de Noé cuando se fabricaba el arca &.

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De suerte, que aquel Qui increduZt' fuerunt, no se ha de entender secundum identitatem Personarum sed regíonis, sive Patriae eorttm quibus Christus in illam veniens praedicavit. Con sóla la mutación, casi imperceptible de una letra se da clara la inteligencia del texto, como si dijera San Pedro así: "In quo, et his, qui in carcere erant spiritibus veniens, praedi­cavit vbi increduli fuerant aliquando, tOn diebus Noe cum fabricaretur arca". Mudado el Qui en vbi con una sola letra se entiende perfectamente el sentido sin las violencias, ni obs­curidad, ni dificultades que llevan consigo todas las demás interpretaciones. No pretendo invertir las palabras del texto, sino con aquel ttbí dar una breve y clara exposición o para­frasi de todas ellas. El V. Beda en lugar de in carcere lee, y entiende in carne. Heselio con San Agustín por cárcel in­terpretan cárcel del cuerpo, o de la ignorancia e infidelidad. Zeguero, como vimos en la cuarta exposición, interpreta él mismo Qui admodum) et similitudinem eorum qui increduli fuerant t't¡ diebus Noe, Yo comento así ubi, vel in regione eorum, qui increduli fuerant, De suerte que aquellos a quie­nes viniendo predicó Cristo, no fueron en realidad y persona o individuo los mismos del tiempo de Noé, sino los mismos según la región, paisanos o patriotas de los incrédulos a la predicación de Noé cuando se fabricaba el arca. Me explicaré con las palabras del mismo Jesucristo al capítulo 23 de San Mateo a los escribas y fariseos cuando les dijo ut veniat super vos omnis sanguis iustus a sal:[uine Abel usque ad sanguinem Zachariae filii Barachíae quem occidistis inter templum, et (litare, A ninguno de los tres Zacarías, de quienes según los intérpretes, puede hablar aquí el Señor mataron los judíos presentes que escuchaban su sermón, ni cuantos vivían en­tonces en el mundo; sin embargo les dice: quem vos occidis­tís: Vosotros no en persona los mismos, sino según la nación y descendencia: así también digo, se deben entender las pala­bras de San Pedro: veniens Christus praedicavit his) quí increduli, fuerant. Predicó Cristo a aquellos mismos, no en la persona ni en individuo, sino según la región y tierra don­de se fabricó el arca en los tiempos de Noé a cuya predicación

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fueron incrédulos. y esta tierra y esta región digo que es la América, en la cual tanta gente bárbara estaba como en cár­cel de tinieblas de la ignorancia, e infedelidad escondida y cerrada por todas partes del mar occeano en la cual se fa­bricó el Arca, en la cual vivió Noé y todos los antediluvianos y en la cual por fin estuvo el paraíso terrenal de donde fue arrojado Adán con Eva a las vecinas regiones, en las cuales sus descendientes también pasaron su vida hasta el diluvio. Esta es mi exposición, que presento a la imparcial censura de los eruditos y vengo a satisfacer a las dos mayores o únicas dificultades, que pueden ofrecerse y después a comprobar mi inteligencia del texto legítima con monumentos de la historia americana y otros testimonios.

VI

La primera dificultad está en la inteligencia de la cárcel: la segunda en la región de los incrédulos y de la fábrica del arca. y aunque para mí, confieso que ya son ambas de poca monta, quiero sin embargo para satisfacción de los lectores entretenerme en soltarlas. Hay objetos que a primera vista perturban la fantasía, mirados con reflexión la tranquilizan y deleitan. Vamos a ver la cárcel. Primeramente muchos expositores con S. Agustín el nombre de cárcel lo entienden y refieren a las almas de los pecadores, que se hallaban ence­rradas en las tinieblas de la infidelidad o del cuerpo mortal y así solemos decir, cuando uno muere: ya salió de la cárcel del cuerpo. Ad animas quae in carare infidelitatis, sive mor­talis corporis erant detentae. Así Heselio con otros. Spiritibus conclusis corporis vel ignorantiae carcere 5. Así Zeguero con sus secuaces. En ambos sentidos (prescindiendo de que Beda en lugar de in carcere lee in carne) queda mi exposición corriente de haber predicado Cristo a las almas de la Améri­ca encerradas en la cárcel del cuerpo, de la ignorancia y de

5 Alcázar, ibid.

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la infidelidad. Aún en otro sentido, que no ocurrió a la mente de los intérpretes y quizás es el más proprio, puede entenderse por cárcel aquella vasta región de la América cerrada por todas partes del occeano, escondida y privada de toda comu­nicación con hebreos, griegos, romanos y demás gentes de las otras tres partes del mundo. Numquíd mare ego sum, aut cetus quía circundedisti me carCe1·e? decía Job al Señor quejándose amorosamente. Por ventura Dios mío, he sido yo en mi principado y alta fortuna tan soberbio como el encres­pado mar o tan cruel como la ballena, que así me teneis encerrado entre tantas olas de vehementes repetidos dolores y tempestades de tribulación como al mar y ballena en una cárcel: ut dolorum fluctibus, et procellis aerumnarum intra vastisima litora tanquam carcerem meum exagitandus tra­derer? 6. Como el inquieto mar y ballena se hallan entre las orillas encerrados y reclusos en cárcel como un preso entre cuatro paredes de que no puede salir; así las gentes america­nas se hallaban encerradas y circwdas de mar por todas partes como tantas ballenas comedoras de humana carne, sin poder zafar del piélago de la ignorancia, infidelidad y barbarie en que vivían. y a eso aludió, quizás, S. Pedro mentando espí­ritus que estaban en cárcel. Pero yo quiero retener la expresión y palabra formal de S. Pedro in carcere y digo ser ella mis­teriosa al Santo Apóstol inspirada por el Espíritu Santo y con secreta providencia y manutencia particular puesta en el texto, en el cual se habla de los incrédulos del tiempo de Noé y de la fábrica del Arca y me explico así: Supongamos a San Pedro iluminado y enseñado con la unción del Espíritu Santo de que Cristo nuestro Señor resucitado, en los cuarenta días precedentes a su ascensión se dejó ver entre las gentes de la América predicándoles y dándoles noticias de los divinos misterios y que nos quiera el Santo Apóstol dejar en su epís­tola un rayo de luz de tal predicación del Redemptor. Supongamos más: que Dios por sus ocultos fines ha querido

• Veintena ver in Lexic. Bibl., vox carcer.

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hasta ahora, que ni por las divinas escrituras, ni por otros monumentos auténticos se supiera fijamente el sitio del paraÍ~ so terrenal, ni la región donde Noé fabricó el arca, ni la tierra en que vivieron nuestros primeros padres y todos los antediluvianos y de cual nación del orbe fueron los incrédu~ los a la predicación de Noé. Y esta no es mera hipótesis, sino verdad cierta. Solamente nos ha dejado Dios en las Santas Escrituras algún relumbrón para que con el tiempo y hacia la fin del mundo, los hombres entendiéramos los arcanos de su admirable Providencia. Quoniam reposita est gloria Altissimi protegere eas, qui tarde conversati sunt ... ostende~ tur Paradisus 7. En esta suposición pues, que no quería todavía el Altísimo descubrir estos secretos y que por su Vicario y Príncipe de la Iglesia quería dejarnos un rayo de luz y dar noticia de la visita y predicación a las gentes americanas, ¿ con qué término había San Pedro de nombrar la América? En estas tres partes del mundo antiguo, no tenía nombre y si la hubiera mentado con alguno de los que varios reinos tenían entre los indios, nos hubiéramos quedado en la misma obscuridad. Los escritores sagrados gobernados por el Espí~ ritu Santo, tiran y atienden más a lo moral, que a lo material, más al alma, que a lo temporal y corpóreo y así para darnos a entender el estado de las almas y habitantes escondidos en la América puso in carcere, por in tenebris, y por in regione abscondita clausa et circumdata mari, y puso los días de Noé y fábrica del arca, para que cuando se descubriera la que llamaron América y se encontrasen vestigios de la visita y predicación de Cristo supieran los hombres de los últimos siglos, que en esta región estuvo Noé y estuvieron los incré~ dulas y se fabricó la primera nave del mundo. Ese fue el fin de hablar S. Pedro de incrédulos y de todo lo demás, no como dicen los expositores contrarios, y Mariana, y Alcá~ zar con todos ellos: Quoniam de Baptismo agere tluZt para venir luego a tratar del bautismo. Por fin ya dejó notado el

'Esdr. IV.

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doctísimo Pineda, que entre los hebreos y romanos indiferen­temente se usaba el nombre de cárcel por tinieblas y el de tinieblas por cárcel. Non solum apud hebraeos sed apud etiam Romanos tenebrarum appellatione carcer intelligebatur .. . quod carcer esse soleat obscurus, et lugubris. Y absolutamente carcer definitur Locus undecumque erire prohibitum. Ni quiere, según la inteligencia de los antiguos, decir otra cosa cárcel, que lugar de donde por ninguna parte se puede salir. y así con toda propriedad puede decirse de las gentes ame.­ricanas ceñidas por todas partes del occeano, que estaban y vivían en cárcel, privadas de la comunicación con las demás naciones del mundo y de la verdadera luz de la religión, que gozaban las otras. Y tanto me parece basta para satisfacer a la dificultad de la cárcel. Vamos a la otra.

VII

Esta es sobre la región de los incrédulos de la predicación de Noé y fábrica del arca. Ahí está todo el punto de la dificultad. Pero confieso que para mi es ninguna; antes, cuan­to más leo y medito, con mayor firmeza creo que esa región es la América. Y porque 10 tengo probado y confirmado con la Divina Escritura, Santos Padres expositores sagrados, varias razones físicas y morales en la Disertación intitulada El pamí­so en la América, no quiero detenerme en esta breve Diserta­ción en comprobarlo. Apuntaré solamente el testimonio de antiguos padres y doctores desde el cuarto siglo, para que vea el lector discreto, que no es temeraria mi nueva exposición, ni forjada de mi capricho, esta que parece nueva y extrava­gante opinión. Ni quiero decirlo con palabras mías sino del Grande Obispo de la Siria Moisés Bar Cepha varón doctísimo que floreció en el siglo décimo, cuyo excelente tratado sobre el paraíso terrestre se halla in Biblioteca Patrum traducido del idioma siriaco en el latino. Este pues en dicho tratado 8 re-

• Lib. de Parad., c. VIII.

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fien: la sentencia de muchos santos padres y doctores hasta del siglo cuarto, los cuales bien que vivían en la Siria y en la Asia, donde comúnmente pretenden los modernos estuviera el paraíso, sin embargo, más amantes de la verdad, que de su patria, afirmaban, que el sitio del paralso estaba en cierta tierra puesta a la otra parte del occeano, el cual circuye estas tres partes del antiguo mundo. No lo creerá el lector preocu­pado de otras opiniones si no pongo el texto a la letra y en latín: Alii existimant mare occeanum amplecti quidem hunc habitabilem orbem, et tamen ultra extremam illam occeani oram superesse eam terram in qua consitus fuit paradisus. Esta es la América, de la cual alguna luz tuvieron aquellos antiguos padres, pero cuyo nombre antiguo y moderno in­culpablemente ignoraron. Divide luego Moisés Bar Cepha en dos clases a los doctores concordes en que el paraíso estaba a la otra banda del mar occeano. Quidam enim doctorum eorum, qui censent paradisum ultra occeanum esse positum dixere. Unos decían que los hombres antediluvianos vinieron a estas partes del mundo desde aquellas tierras contiguas o vecinas al paraíso, pasando a pie por el ondoso mar, como que eran "hombres de agigantada estatura: Pt·imos homines ex illa affini paradisi terra i1Z hanc nostram per vadosum mare pedibus commeasse cum essent procmssimae staturae"; y citan por esta su opinión a los Santos Atanasio y Cirilo Alejandrino. Mas este pasaje de mar a pie, los que pasan por todo inoffenso pede lo podrán creer. Haciéndose ya cargo Moisés Bar Cepha de paso tan difícil, entra a exponer el pa­recer de los doctores de la otra clase y dice: Sed alii existi­mant, otros con mayor solidez juzgan y dicen: que desde que Adán pecó y fue desterrado del paraíso, hasta el diluvio, todos los mortales y descendientes de Adán quedaron en aquella tierra, que a la otra parte del occeano estaba vecina o junto al paraíso: Omnes mansisse itJ ea !erra, quae trans occeanum circum paradisum extabat. Más todavía. y que toda esta tierra que habitamos nosotros en la Asia, África y Europa estuvo desierta y deshabitada hasta que vino el dilu­vio. Hanc vero quam nos habitamus terram ad id usque

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tempus vacuam prorsus hominum fuisse desertamque óigase ahora estos doctores antiguos como explican el paso o trans­migración de los hombres a las tierras de este hemisferio. y aquí entra la fábrica del Arca; fábrica digna de ob'servarse para conocer donde efluvieron los incrédulos en aquel tiem­po. Caeterum Noam ced1·os, in i!la quae ultra occeanum est terra, sevisse atque ex i!lis Arcam illic struxisse. Noé en aque­lla tierra ultramarina vecina al paraíso, sembró cedros (no de balde hay tantos en la América) y de estos cedros allá fabricó el arca, en la cual solas ocho personas se salvaron, y desde aquella región del paraíso vinieron y pasaron a esta nuestra, no pasando el mar a pie, si no en la nave Noémica. Vectos in Arca ex i!la Paradisi regione in hanc nostram pe1'venisse. ¿ Qué más pudieran decir aquellos antiguos padres doctores si en su tiempo hubiera sido ya descubierta la Amé­rica? y no supiéramos de ¿ cuál maestro o autor aprendieron tal sentencia esos doctores antiguos? Si. Y para que se vea, que ni a ella, ni a mi exposición presente falta el apoyo de respetable autoridad lo diré con el mismo Bar Cepha. El autor y maestro que siguen y celebran los de esta sentencia es el Gran Profeta de la Siria y doctísimo Padre de la Igle­sia San Efrén, que murió en el 379, y fue discípulo y diácono de San Jacobo de Nisibe, que floreció ya en el siglo tercero. Qui hanc sententiam tuentur Ephraem autorem laudant, qui in suis commentariis sic scriptum reliquit. Para mi supone tanto, así para seguir esta opinión, como para apoyar mi exposición del texto de S. Pedro, la autoridad de San Efrén, como la de todos los otros que mentamos en las cuatro inter­pretaciones arriba expuestas, y que llevan contrarias sentencias sobre el sitio del paraíso. S. Efrén por su antigüedad, por la imparcialidad conque habla del paraíso, siendo de aque­llas partes del Asia, por el grande aprecio, que con su doc­trina, y virtud se mereció de S. Basilio y de S. Gregorio Nacianceno, por la energía y aplauso de sus escritos contra los herejes de su tiempo y por el general renombre de doctor y profeta de la Siria que sus libros y santidad le adquirie-

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ron, vale por mil y me basta para la solidez de mi presente sistema.

VI I 1

Es verdad que el universal consentimiento de los Santos Padres y doctores fue que el paraíso estaba en este antiguo mundo; pero como notó bien el docusimo Maluenda, tal persuasión duró mientras nada se sabía del Nuevo Mundo descubierto por los años de 1492. Consensus Patrum 9 et scrip­torum omnium ignorato Novo Orbe ad annum usque 1492 perpetuo docuit paradisum in hoc nostro veten Orbe fuisse. Pe­ro ahora (añado yo) descubierta la América, vista la ameni­dad, delicias, comodidades, temple benignísimo de aquellos países, la siempre verde primavera propria, según los San­tos Padres del paraíso: ubi ver perpetuum sin acudir a milagro continuo, las noches iguales con los días, el sitio en medio del orbe en la Zona Tórrida y debajo la línea, tan admirable, sor­prendente copia de aguas y ríos los mayores del mundo y otras notables circunstancias dignas del paraíso tan lleno de deli­cias, es menester mudar de sistema y concebir otras ideas: con el seguro de que, como dice el mismo Maluenda no puede rechazarse con claros testimonios de la Divina Escri­tura: Non poterit haec sen ten tia perspicuis Scripturae testi­moniis retlÍnci. Y que S. Agustín con todos los sagrados intérpretes asegura no pertenecer a la fe la cuestión U binam paradisus fuerit 10. Quien desea otras pruebas y quisiere ver soltada la dificultad de los cuatro ríos del paraíso que se ven en este mundo antiguo, lea mi Disertación crítica del paraí­so en la América. Y se quiete por ahora con saber dos cosas: la primera que es constante principio entre los expositores sagrados que de los cuatro ríos no puede formarse argu­mento alguno que sea eficaz 11. Certum est nullum ex flumi-

8 De Parad. c. X. 10 Apud Nat. AleJe. Dissert de Parad. u Corne!. Bened. Per., etc.

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nibus parctdisi erui posse efficax argumentum. La otra es, que a excepción del Reverendísimo P. Feijoo, que con un rasgo de su pluma hace desaparecer de la superficie de la tierra los dos ríos Phison y Gehon y del Ilmo. Huecio que renovando la opinión antigua de un río pretende hacer dos, todos, todos los demás que creen el paraíso en este hemis­ferio, abrumados de la dificultad del origen de los cuatro ríos, asientan que el origen o fuentes primeras de ellos están en tierras distantísimas y que por conductos subterráneos y aun por debajo del mar vienen a renacer en donde se ven brotar o salir en este hemisferio y montes Cáucaso, el de la Luna y de la Armenia, de suerte que estas que se ven por acá en la Asia, son segundas fuentes; las primeras están en remotísimos países. Salen del paraíso, pero sorbidos de la tierra después de haber corrido por grandísimo trecho ocul­tos, vienen a renacer en la Asia donde se ven sus fuentes segundas. Prueba clarísima que el paraíso no está en la región donde se ven correr esos cuatro ríos, y se descubre su origen en la Asia, sino en la región en la cual saliendo del sitio del paraíso tienen su primer origen y fuente y de donde por subterráneos canales vienen a resollar o renacer en las se­gundas fuentes que se reconocen en la Asia. Ni sé, ni entiendo como los que pretenden el sitio del paraíso en la Mesopota­mía, Armenia, Palestina y otras region,:::s asiáticas por razón de los cuatro ríos, puedan sostener opinión semejante cuando asientan que tienen sus primeras fuentes en remotísimos países y que efectivamente vienen y son ríos del paraíso. 6i­gase el testimonio y desengaño de tres escritores y patronos del paraíso en la Asia que han ponderado con reflexión y recogido las razones, efugios y modos de los Santos Padres e innumerables autores para sostener el sitio del paraíso en las regiones de la Asia. El uno es el incomparable Tostado que dice aSl: Ista quatuor ilumina de paradiso suam originem trahentia, I01zgo tractu terrarum absorbentur, in aliis rursum exundantia loeis ubi videntur. Luego el sitio del paraíso está donde tienen su primer origen esos cuatro ríos y en donde son tragados de la tierra por largo trecho; no donde se ven

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renacer y corren en la Asia. El segundo, Natal Alexo. Eorum fluminum secundi fontes noscuntur in Armenia, veZ Aethiopia, vel in aliis regionibus, primariam ipsorum scaturiginem latere. Esta según todos y según la Sagrada Escritura la tienen en el sitio del paraíso: luego este no está donde son averiguadas esas fuentes segundas en la Armenia, Etiopía y regiones del Asia, si no en otra regi6n desconocida (antes del descubri­miento del Nuevo Mundo ignorada de los antiguos). El tercero es el P. Menoquio: In paradiso vere extitit fluvius quatuor horum maximorum omníum origo: licet hi nunc in longe dissitis regionibus, diversisque cernantur loeis scaturire. Id enim contigisse potuít quía se alicubí sub terram abdide­rint et postea iis locis emerserint ubi nunc fontes habere creduntur. Luego esas regiones en que se ven sus fuentes son muy distantes y están muy lejos del sitio del paraíso. De este modo expuesto por los tres citados escritores, que hablan por todos, sueltan la dificultad de los ríos, los defensores asiáticos porque ven por allá tan distantes entre si las fuentes visibles de ellos, y la soluci6n que dan es prueba clara de que el sitio del paraíso no está en la Asia sino en muy remotas regiones de donde salidos del paraíso por larguísimo curso, subterráneo vienen a renacer en la Asia. Y esta regi6n por muchas razones digo ser la América Meridional donde están los mayores ríos del mundo como dije en la Disertaci6n del paraíso en la América.

IX

Explanadas las dos dificultades de la cárcel y de la regi6n de los incrédulos del predicador Noé y de la fábrica del arca y desvanecido el espantajo (para el vulgo de los eruditos in prophanis) de los cuatro ríos que corren por la Asia, voy a dar más clara la exposici6n del texto de San Pedro con un hecho positivo de historia americana.

En el día cabalmente de la invenci6n de la Santa Cruz lleg6 nuestro famoso Grijalva descubridor de la provincia

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de Yucatán a una isla casi contigua al continente que en atención al festivo día llamó de la Santa Cruz, ahora llamada Cozumel. En parte muy retirada de esta isla, hallaron los españoles un hermoso templo fabricado todo de piedras cua­dradas, célebre por la común veneración de los isleños y en el centro mismo del templo se veía levantada una cruz de la altura de diez palmos, a la cual adoraban los indios y recurrían con mucha devoción en las necesidades especial­mente para pedir agua en la esterilidad. El punto está en averiguar de dónde provino el culto y reverencia de estas gentes a la Santa Cruz que veneraban en sU templo. Pedro Mártir de Anglería fidelísimo en dejar a la posteridad las memorias que por relaciones originales adquirió siendo Con­sejero de Indias, asegura que los moradores de aquella isla tenían y conservaban de sus antepasados la memoria y tra­dición de que en tiempos anteriores había pasado por aquellas tierras un hombre 12, varón singular y santo más resplande­ciente que el sol, el cual les decía y predicaba que había padecido y muerto en cruz y que por ese motivo había sido entre ellos siempre venerable la memoria de la Santa Cruz y habían edificado aquel templo donde lo adoraban. Detén­gome solamente en este célebre monumento y prescindo de tantos otros vestigios reconocidos por los conquistadores en varias provincias de la América como la Santa Cruz, las ver­dades de la inmortalidad del alma y singularmente de la resurrección y otros que se creen y pudieron muy bien ser memoriales reliquias de los apóstoles que anduvieron por aquellas regiones. y aún quiero dejar aparte la memoria conservada en el Promontorio de Santa Elena y Puerto Viejo de haber venido a visitar a aquellas gentes en antiguos tiem­pos un joven resplandeciente como el sol: Juvenem solis instar rutilalltem venisse coelitus el cual las libertó de las bárbaras

,. Quemdam per has terras virum sole lucidiorem pertransisse qui in cruce passus fuerir ea que de causa crucis memoriam semper ilIis (P. Mártir Angle.).

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crueles vejaciones que recibían de monstruosos gigantes que vivían en aquella región de tan desmedida estatura que equi­valía a la de cuatro hombres, cuyos cuerpos halló después en una cueva Juan Holvio, gobernador de Puerto Viejo. Dejo todo eso y solamente insisto en el monumento de Cozumel, porque en este se ve claramente que Cristo Nuestro Señor mismo dejó ahí su dulce y santa memoria. ¿ Pero de dónde y cuándo vino a visitar esas [¡entes? Paréceme que no había de venir del cielo, ni aparecerse a aquellos isleños como al predestinado apóstol de las gentes S. Pablo y decirles: Ego sum Jesus. Ni antes de padecer y morir, porque les predicó diciéndoles que había padecido y muerto en cruz. Pues ¿ cuán­do se emplearía el Señor en hacer tan cariñosa visita y salu­dable predicación a aquellas gentes ? Yo salvo meliore guiado y alumbrado con el rayo de luz que me da el texto de S. Pe­dro y apoyado en los monumentos de las historias americanas digo que en aquellos cuarenta días después de resucitado y antes de subirse al cielo. Hasta ahora nadie ha dicho y sabido fijamente donde vivía, donde estaba Cristo Jesús en aquellos cuarenta días, cuando S. Pedro lo llama vivificatus autem spiritu. Quién lo contempla en el sol, quién en la luna, quién volando por la región del aire, quién gozando entre Elías y Enoe amenidades y delicias del paraíso, quién en casa de su SSma. Madre, enjugando de sus tiernos ojos las lágrimas y multiplicándole consuelos a medida de sus pasados dolo­res. Cada escritor ingenioso, cada devoto contemplativo ha conjetuf3do a su modo. Pues yo con S. Pedro (si mal no entiendo sus palabras) digo que cuando el Señor resucitado no visitaba a sus apóstoles y discípulos estaba entre las gentes, venía a las regiones aquellas de la América predicaba a los paisanos o patriotas de los incrédulos, a los naturales de aque­llas tierras en las cuales se fabricó el arca, donde predicó Noé y donde reinaron potentes a saect~lo viri famon, los gigantes por sus maldades e incredulidad finalmente sumer­gidos entre las ondas del diluvio. Se dejaba ver misericordio­mente como luz entre aquellos pueblos que andaban envueltos en las tinieblas de la gentilidad y que habitaban en las SOID-

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bras de la muerte y daba noticia de los misterios de la SSma. Trinidad, de su pasión, muerte, resurrección y demás verda­des de la cristiana religión y prometía a las infelices almas metidas y encerradas como en cárcel en la escondida América mandarles sus apóstoles y discípulos para darles mayores lu­ces y abrirles más despacio el camino del cielo. Para discurrir así me dan fundamento las misteriosas palabras de S. Pedro. y todo eso es muy conforme al genio, espíritu, caridad, celo de Cristo Jesús que de si mismo dijo: quamdiu in mundo Sum lux sum mundi. Mientras estoy en este mundo, soy luz del mundo. No estaba en este mundo ocioso el Señor, daba luz de su Eterno Padre y divinos misterios a las gentes más retiradas de la escondida América, tomaba posesión de las naciones innumerables que su Padre le había dado en heren­cia: como Rey ungido y coronado de las gentes que había de regir y gobernar, se dejaba ver y reconocía sus estados, y así antes de subir al cielo, y dejar este mundo, como ya concluída su visita, tomada en propriedad y personal presen­cia la posesión de su reino en el último razonamiento a sus discípulos en la cumbre del monte Olivete les dijo: Data est mi/ti omnis potestas in Coe/o} et in !erra. Y así andad y bautizad ya a todas las gentes. Este modo de pensar es muy conforme a las Divinas Escrituras, pues se ven así cum­plidos a la letra con mayor propriedad muchos lugares sagrados que según los expositores o están para cumplirse o se cumplieron por los santos apóstoles y ministros evangé­licos: Viderunt omnes populi glon'am ejus videbit omnis caro salutare Dei. Dnus. regnavit exultet terra} laetentur in­sulae multae y otros muchos. y por fin voy a cerrar mi tal cual Disertación con esta reflexión que no ocurrió a la mente de quien no vio la Gran América y que hace más que vero­símil mi inteligencia y sentido que doy a las palabras de S. Pedro en el texto propuesto.

ÚLTIMO

¿ Será creíble de la caridad de Cristo Nuestro Señor que se fuera de este mundo sin dejar siquiera un rayo de su divina

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luz a la ciega, desgraciada América? ¿ Que subiera al cielo dejando a todas las naciones de este Viejo Mundo noticia de su venida para salvar al hombre y a obscuras dejara como aban­donadas las innumerables naciones de la América? ¿ Que para mandar al Espíritu Santo a los diez días de haber subido al cielo congregara a todas las naciones de este hemisferio para que a todas llegara y entre ellas se esparciera la noticia del Hijo de Dios y solas las naciones todas del Nuevo Mun­do de la América carecieran de tal noticia? Erant autem in Jerusalem habitantes ex omni natione quae sub codo esto De todas cuantas naciones vivían en este hemisferio debajo el cielo del Asia, del África y de Europa, había en Jerusalén habitantes, testigos oculares, o de oído, no sólo de la venida del Espíritu Santo y consiguientes estupendos prodigios si­no de la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo Nro. Señor al cielo, y de la sola América no había uno que pudiera llevar la noticia a sus patriotas. ¿ Así abandonadas las gentes del otro hemisferio? ¿ Así en tinieblas? ¿ Así como dada en olvido la grande América? ¿ La América igual o mayor que las otras tres partes del orbe juntas? ¿ La América poblada de innumerables naciones, la América parte del mun­do la más vasta, la más rica, la más deliciosa, la más apta y capaz de ser paraíso de comodidades y delicias de nuestros primeros padres; y que al partirse Jesús desde este mundo al cielo la dejara sin un rayo de luz de su venida y divinos misterios? No lo creo. Creo a S. Pedro: creo que vivificado Cristo en espíritu con su santa resurrección, viniendo predicó (aunque de paso por sus adorables ocultos juicios) a las almas de aquellas escondidas regiones habitadas antiguamente y en los tiempos de Noé y de la fábrica del arca por los incrédulos a la predicación de este santo patriarca. Y con esta pía sólida creencia doy a las palabras del Santo Apóstol la explicación insinuada en esta forma o paráfrasi.

Christus mortificatus carne, vivificatus, autem spmtu veniens praedicavit rus spiritibus qui in carcere erant ubi increduli fuerant in diebus Noe cum fabricaretur arca.

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CRISTO VISIT6 y PREDIC6 A LAS GENTES AMERICANAS 209

Coteje el imparcial y crítico lector las cuatro arriba expuestas interpretaciones con esta y juzgue cuál le parece más clara, más obvia, más cristiana y católica. Yo entretanto quedo persuadido que si los demás expositores de las Epísto­las de S. Pedro hubieran tenido las luces del paraíso en la América, las noticias de aquel Nuevo Mundo, que después de Dios debemos a la piedad, religión, armas y valor de los monarcas católicos y fieles o generosos vasallos de España, todos hubieran abrazado mi interpretación expuesta que con toda humildad y rendimiento de juicio sujeto al parecer y juicio de los censores.

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BREVE ANOTACIóN A LA

DISERTACIÓN CRíTICA EXPOSITIVA

que publicó el Padre Antonio Julián (1722-1790) jesuita, profesor que fue de Sagrada Escritura en la Universidad Ja­veriana, como apéndice a sU libro Monarquía del diablo en América.

La tesis del Padre es categórica: La primera epístola de San Pedro descubre que Cristo estuvo predicando personal­mente a las gentes americanas en los días intermedios entre su Resurrección y su Ascensión al cielo.

Para demostrarla el autor aduce el texto de 1 Pedro 3, 18-20, que transcribe así:

v. 8 Cristo una sola vez muri6 por nuestros pecados, el Justo por los injustos, para ofrecernos a Dios mortificado en la carne, pero vivificado en su resurrecci6n con el espíritu.

v. 19 En el cual viniendo predic6 también a aquellas almas encarceladas en la regi6n de aquellos

v. 20 Que fueron incrédulos en algún tiempo en los días de Noé cuando se fabricaba el arca &.

Tres observaciones le bastan al Padre para construir su argumentación :

a) Comienza nuestro Padre J ulián por corregir (!!) el texto aducido para adaptarlo mejor a su peregrina opinión. En el comienzo del versículo 20, Que, debe cambiarse por donde, "Mudado el Qui por ubi con una sola letra se entiende perfectamente el sentido sin las violencias (?), ni obscuridad, pi dificultades que llevan consigo todas las demás interpreta-

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212 MONARQuíA DEL DIABLO

ciones". Aquellos a quienes Cristo predicó no fueron en rea­lidad y persona los mismos del tiempo de Noé sino los mismos según la región, paisanos de los incrédulos a la predicación de Noé.

b) Luego nos dirá que eso de "encarcelados" hace ver que se trata de los habitantes de la América, porque dice, "cárcel según la inteligencia de los antiguos no quiere decir otra cosa que lugar de donde por ninguna parte se puede salir. y así con toda propriedad puede decirse de las gentes americanas ceñidas por todas partes del occeano, que estaban y vivían en cárcel".

c) Lo de Noé es un poco más largo de explicar. Según la opinión del Padre Julián, el paraíso terrenal estaba situado en la América. Antes se pensó que estaría en Asia; pero para el que conoce la feracidad y belleza de estas tierras america­nas no le cabe la menor duda de que el paraíso estaba aquí. En consecuencia, toda la tierra de Asia, Africa y Europa esta­ba desierta y deshabitada; así que "Noé en aquella tierra ultramarina sembró cedros (no de balde hay tantos en la América) y de esos cedros allá fabricó el arca, en la cual solas ocho personas se salvaron, y desde aquella región del paraíso vinieron y pasaron a esta nuestra (i. e. Asia, Europa) no a pie sino en la nave Noémica". Lo de los cuatro ríos del paraí­so, que hace dificultad a algunos, es muy sencillo de resolver. Esos ríos nacidos en el paralso de la América son tragados por la tierra, y por larguísimo trecho subterráneo vienen a renacer en Asia.

Salta a la vista que esta interpretación es completamente subjetiva y arbitraria. No se puede considerar como un es­fuerzo por precisar el sentido del texto sagrado, sino más bien como la utilización del texto para apoyar una opinión capri­chosa, ajena totalmente a lo que dice la Sagrada Escritura.

Lo interesante sería investigar si este escrito es tan sólo un caso aislado y esporádico o si refleja la exégesis que se hacía habitualmente en las Universidades Americanas de esa época. Si resultare cierto esto último, habría que seguir in­vestigando los perjuicios que esta manera de interpretar la

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BREVE ANOTACIÓN 213

Biblia tuvo que causar a la fe de los americanos. Es un estu­dio muy interesante y necesario para la pastoral actual. j Ojalá haya un estudioso que tenga la posibilidad de hacerlo!

HERNANDO GUEVARA

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íNDICES

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íNDICE ONOMÁSTICO

Acosta, José de, 21, 27, 49, 50, 69, 70, 72, 81, 83, 91, 94, 95, ]00, 104, UO, 111,114,115,122,123, 128, 135, 138, 145, 162, 163.

Abel, 195. Adán, 14, 15, 196, 200. Agustín, santo, 32, 45, 100, 156,

190, 192, 194, 195, 196, 202. Alberto Magno, santo, 32, 190. Alcázar, Luis, 58, 190, 191, 193,

196, 198. Alvarado, Eugenio de, 11. Ambrosio, santo, 32, 191. Andrés, Juan, 8. Anglería, Pedro Mártir de, 54,

154, 167, 174, 205. Antonio Abad, santo, 58. Apointi, 103. Aráuz, José Javier de, obispo, 10,

11. Arteaga, Esteban de, 8. Astaroth, 75. Atabalipa = Atahualpa, inga, 135,

143, 144. Atanasio, salIta, 32, 58, 129, 191,

200. Augusto, emperador, 166, 167.

Baal, 75, 94, 143. Backer, A. y A., 9. Bar Cepha, Moisés, obispo, 199,

200, 201. Bartolomé, santo, 30. Basilio, santo, 201.

Batllori, Miguel, 7, 8. Beda el Venerable, 32, 190, 195,

196. Belarmino, Roberto, santo, 32, 129,

191. Benz6n, véase Benzoni, Girolano. Benzoni, Girolano, 8, 22, 26, 27,

39, 41, 42, 48, 52, 54, 76, 87, 167, 173, 176.

Berequías, 195. Bernardo, santo, 100. Bochica, 29, 70. Borja, Francisco de, santo, 11. Boyardi, Ianus Jacobus, 67. Briceño Jáuregui, S. l., Manuel, 5. Bry, Teodoro, 26, 67.

Calatayud, Pedro, 149. Calvino, Juan, 186. Calveton, Urbano, véase Chauve­

ton, Urbano. Calvetonio, véase, Chauveton, Ur-

bano. Carionexi, cacique, 27, 47. Carlos III, 7, 20, 46, 186. Carlos V, 164. Casas, fray Bartolomé de las, 41,

42, 55, 64. Castellanos, Juan de, 29. Castrio, 32, 19l. Cavo, Andrés, 9. Cayetano, Constantino, 32, 191. Cemis, 48, 167.

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218 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Chauveton, Urbano, 8, 22, 25, 26, 27, 39, 40, 41, 42, 52, 55, 66, 76, 87, 88, 89, 167, 173, 176, 177, 178, 179, 180, 181, 186.

Chiquinquirá, Nuestra Señora de, 170.

Cholola llamado Quezalcoalt, 49. Chununti, 103. Cipriano, santo, 99, 129. Cirilo Alejandrino, santo, 32, 57,

191, 200. Clario, Isidoro, 32, 191. Clavigero, Francisco Javier, 9. Clemente XI, papa, 188. Clemente de Alejandría, 32, 190,

191. Coleti, Giandoménico, 9. Col6n, Bartolomé, 65. Col6n, Crist6bal, 23, 27, 47, 48,

49, 65, 66. Constantino, emperador, 58, 117,

118. Cornelio a Lápide, 117. COl'Ocotto, 154. Cortés, Hernán, 164, 171. Croizat, Le6n, 23. Cuervo, Antonio Basilio, 11.

Daniel, profeta, 63. David, rey y profeta, 64, 117. Dionisia, el Cartujo, 32, 190. Dionisio, el Tirano, 40. Duque G6mez, Luis, 14.

Efrén, santo, 201. Elías, profeta, 206. Enoc, patriarca, 206. Enrique VII, rey de Inglaterra, 65. Enrique VIII, 186. Epifanio, santo, 32, 19l. Eslava, Sebastián, virrey, 9. Eusebio de Cesarea, 52. Eva, 15, 196.

Evodio, 191. Eximeno, Antonio, 8. Ezequías, 75.

Feijoo, Jer6nimo, padre, 203. Felipe m, 44, 52, 176. Felipe V, 119. Fernán Núiíez, conde de, 7. Fernández de Oviedo, Gonzalo,

54. Fernández de Piedrahita, Lucas,

29. Fernando VI, 9. Fernando, el Cat6lico, 45, 51, 65,

118.

Gaetano, véase Cayetano, Constan-tino.

Gamareto, cacique, 154. Gilij, Filippo Salvatore, 8. Goliat, 64. G6mara, Francisco L6pez de, 54. G6mez Vidaurre, Felipe, 8. Gregario Nacianceno, santo, 99,

106, 191, 201. Grijalva, Juan de, 204. Grocio, Hugo, 55. Groot, Hugo, véase Gracio, Hugo. Groot, José Manuel, 13. Guadalupe, Nuestra Señora de,

170. Guanacapa, inga, 134. Guevara, Hernando, pbro. 33, 211-

213. Gumilla, José, 9. Gutiérrez, Juan María, 15.

Herrera, Antonio de, 27, 43, 50, 65, 70, 79, 90, 102, 104, 164, 165, 167, 171, 172, 176, 180, 181.

Hervás y Panduro, Lorenzo, 8, 13.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 219

Heselio, véase, Hessel, Pedro. Hessel, Pedro, 32, 193, 195, 196. Hilario, santo, 32, 191. Holvio, Juan, 206. Huecio, véase Huet, Pierre Daniel. Huet, Pierre Daniel, 203. Hugo, cardenal, 32, 190.

Ibarra, Gloria María, 33. Ignacio de Loyola, santo, 159. lntiquaoqui, 103. Ireneo, santo, 129. Isabel la Católica, reina, 45, 51, 65,

118, 180. Isidoro, santo, 191.

Jacabo de Nisibe, santo, 201. Jerónimo, santo, 32, 100, 190. Jesucristo, 18, 30, 31, 32, 33, 40,

49, 51, 56, 57, 58, 60, 61, 62, 63, 64, 68, 74, 75, 80, 81, 87, 88, 97, 99, 100, 103, 106, 107, 108, 111, 116, 118, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 153, 162, 163, 164, 166,169,171,174,175,176, 177, 179,184,186,188 189,190, 192, 195, 206, 207, 208,

Job, 197. Jolís, José, 8. Josefo, Flavio, 52. ]osías, rey, 75. Juan, santo, 86. Juliani, Verónica, sor, 15.

Lactancio, Lucio Cecilio, 129. Lerio, 153, 155. Luano, 190. López Cerrato, Alonso, 23. Lugo, Pedro de, 64. Luis el Grande, 102. Lutero, Martín, 186.

Luzbel, 20, 46, 56, 57, 63, 66, 68, 169, 182, 185, 186, 187.

Madrigal, Alfonso de, 203. Maluenda, Tomás, 202. Maquiavelo, Nicolás, 40, 88. María, virgen santísima, 57, 75,

119,156, 159, 169, 171, 172, 175. Mariana, Juan de, 63, 198. Marqués del Villar, véase Pizarro,

Josef. Mateo, santo, 195. Menchaca, Roque, 9. Mendoza, padre, 191. Menochio, Giovanni Stephano, 204. Menoquio, véase Menochio, Gio-

vanni Stephano. Molina, Juan Ignacio, 8. Moloc, 75. Montesquieu, Charles-Louis, 55. Morezuma, 27, 49, 50, 144, 181.

Nabuco, véase Nabucodonosor. Nabucodonosor, 60, 62.

Tatalis, Alexandre, 202, 204. Nicetas, 191. Nicolás, rey, 56. Noé, patriarca, 14, 32, 190, 191,

192, 193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 201, 204, 206, 208, 212.

Núñez, Álvaro, 151, 153.

Olivares, Miguel de, 9. Orígenes, 101, 129, 191, 192. Orosio, Paulo, 52. Oviedo y Valdés, Gonzalo Fernán­

dez de, véase Fernández de Oviedo, Gonzalo.

Pablo, santo, 94, 133, 206. Pacheco, S. 1., Juan Manuel, 13,

17. Pauw, Cornelius, 7, 8.

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220 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Pedro, santo, 14, 18, 30, 31, 32, 94, 188, 189, 190, 191, 192, 193, 195, 197, 198, 201, 204, 206, 207, 208, 209, 211.

Pineda, Juan de, 192, 199. Pineda Giraldo, Roberto, 14. Pizarra, Francisco, 25, 143, 144. Pizarro, Josef, 9. Placo, fray Andrés, 146. Polo, Salvador, 9. Popa, Nuestra Señora de la, 170. Puffendorf, Samuel, 55. Pttnehao, 70.

Quadros, 192.

Ramírez, Sebastián, obispo, 180. Raynal, Guillaume, 7, 8, 52. Rivas Sacconi, José Manuel, 5, 17. Rivas, Medardo, 29. Robertson, William, 7, 8, 52. Romera, Mario Germán, 7-33.

Salmerón, Alfonso, 32, 191. Salomón, rey, 122. Sancha, Antonio de, impresor, 9,

14. Sánchez Labrador, José, 8. Santiago, ap6stol, 171, 185, 186. Séneca, 79. Serario, padre, 192. Solís, José, 27, 50. Sommervogel, Charles, 9.

Tangatanga, 104, 105, 106. Tertuliano, 61, 129. Tetzeatlipueá, 71, 73. T/aloe, 71, 72.

Tomás, santo, 30. Tomás de Aquino, sallto, 32, 190. Torres, S. L, Francisco de, 32, 191,

192. Tostado, véase Madrigal, Alfon­

so de. Turriano, véase Torres, S. r.,

Francisco de.

Uricoechea, Ezequiel, 14, 15.

Vannini de Gerulewicz, Marisa, 23.

Vargas Jurado, J. A., 11. Vignon, Eustasio, 26. Viracocha, inga, 69, 70, 102, 125,

137. Vitvtsliet, Camelio, 44, 52, 130,

r'76. Vitzliputzli, 71, 72, 112, 114, 115. Volfio, véase Wolf, Friedrich Au­

gusto Val turno, 60.

Wolf, Friedrich August 55.

Zacarías, 195. Zalamca Hermanos, impresores,

11. Zegers, Nicholas Tacitus, 193, 195,

196. Zeguero, véase Zegers, Nicholas

Tacitus. Zuhimendi, S. 1., Ignacio, 30, 130,

147.

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LÁMINA 1

LÁMINA II

íNDICE DE ILUSTRACIONES

Facsímile de la portada de La peda de la América.

F.acsímile de la portada de la Trasformazione dell'Ame­rzca.

LÁMINA 1II Facsímile de la portada de la Historia natural y moral de las Indias.

LÁMrNA IV Aparición del diablo.

LÁMINA v La tentación del paraíso.

LÁMINA VI Simulacro del diablo que regularmente era de monstruo sátiro .. .

LÁMINA VII El sapo, ingrediente para el ungüento infernal.

LÁMINA VIII Preparación del emplastro infernal.

LÁM.TNA IX El diablo.

LÁM.TNA x El d iablo y la bruja.

LÁMINA XI Satanás y el rey Salomón.

LÁMINA XII ... y todos y todas iban a darle ósculo de paz ...

LÁMINA XIII La casa de la bruja.

LÁMINA XIV El demonio y la dama.

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íNDICE GENERAL

Págs.

El padre Antonio Julián y su libro "Monarquía del diablo", por MARIO GERM,\N ROMERO ..... . .............• .. ..... . ... 7

MONARQUJA DEL DIABLO

Ocasi6n de la presente historia ..... . ....................... 39

Argumento y fin de esta historia ........... . ............... 43

CAPÍTULO 1. - Predicciones del diablo en la América sobre la venida de los españoles conquistadores ..... . ..... . ...... 47

CAPÍTULO Il. - Reflexiones sobre las predicciones del diablo te-meroso de los españoles . . ......... . .. . .. . .............. 51

CAPÍTULO III . - Monarquía del diablo en la América .. . .... 56 CAPÍTULO IV. - Reflexiones sobre la general destrucción de la

monarquía americana del diablo a impulsos de la piedad y valor de los españoles ...................... . ........... 62

CAPÍTuLO v. - De los templos que a honor suyo mandó fabri-car el diablo en la América ............................ 68

CAPÍTULO VI. - Reflexiones sobre la destrucción de los templos diabólicos en la América ............................... 75

CAPÍTULO VII. - De la execrable jerarquía eclesiástica levantada por e! diablo en la América . ....... . ................ . .. 80

CAPÍTuLO VIII. - Reflexiones sobre la jerarquía eclesiástica cris­tiana, que contra la diabólica plantó y extendió la piedad española en la América ................................ 86

CAPÍTULO IX. - De los monasterios de monjas y religiosas fun­dados en la América por el diablo para su honor y culto 91

CAPÍTULO x. - Reflexiones claustrales sobre las monjas de! diablo 97 CAPÍTULO XI. - Como tiró e! diablo a remedar nuestra fiesta

de la Santísima Trinidad en la América ................ 103

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224 ÍNDICE GENERAL

Págs.

CAPÍTULO XlI. - Reflexiones sobre la fiesta de la Trinidad des-pués de la Conquista .................................. 105

CAPÍTuLO XIII . - Remeda el diablo en la América el Santísimo Sacramento y cristiana comuni6n del cuerpo y sangre del Señor .. . ...................................... ..... ... 108

CAPÍTULO XlV. - Fiesta y procesi6n del Corpus Domini esta-blecida por el diablo en el mexicano imperio .... ........ 112

CAPÍTULO xv. - Reflexiones apologéticas sobre el culto del San­tísimo Sacramento establecido y propagado por los españoles en la América ........................................ 117

CAPÍTULO XVI. - De la confesi6n auricular entablada por el dia-blo en la América como sacramento de penitencia ....... 121

CAPÍTULO XVII. - Reflexiones crítico-dogmáticas sobre el sacra-mento de la penitencia ................................ 127

CAPÍTULO XVIII. - De las bárbaras exequias y ceremonias con los difuntos introducidas por el diablo en la América .... l33

CAPÍTULO XlX. - De los horrendos sacrificios de sangre humana que en sus ídolos mandaba ofrecerse el diablo para su culto en la América .............. ... ........................ l37

CAPÍTULO xx. - De las escuelas infernales que abri6 el diablo en la América ......................................... 14 2

CAPÍTULO XXI. - Reflexiones experimentales sobre las reliquias y mala semilla de brujos que dej6 el diablo en la América 146

CAPÍTULO XXll. - De las insolencias y crueldades que obraba por sí mismo el diablo con las gentes de la América ........ 151

CAPÍTULO XXIII. - Reflexiones sobre las antiguas y modernas in-solencias del diablo en la América ...................... 155

CAPÍTULO XXIV. - Se les hace a los americanos insufrible el yugo cruel y bárbaro del demonio y respiran con la venida de los españoles ...... .. ....... .. .......................... 161

CAPÍTULO xxv. - Avergonzado el diablo con la venida de los españoles conquistadores y ministros evangélicos desaparece de la América y cesan sus oráculos hasta ahora .......... 166

CAPÍTULO XXVI. - Reflexiones anticalvetoruas sobre el silencio y visibles apariciones del diablo en la América . . .. ....... ... 173

CAPÍTULO ÚLTIMO. - Un ermitaño de la Sierra Nevada de Santa Marta en un rapto poético ve partir despechado al diablo de la América para vengarse de la España y alborotar toda la Europa ............................................. 182

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ÍNDICE GENERAL 225

Págs.

Disertación crítica exposltlva sobre la primera epístola del Após­tol S. Pedro que descubre haber Cristo visitado y predicado por sí. ~ismo . a las gentes americanas antes de su admirable ascenSIOn al CielO ....................................... 189

Breve anotación a la Disertación crítica expositiva, por HER-NANDO GUEVARA •........•••....•....•..•.•...••........ 211

íNDICES

íNDICE ONOllrÁSTICO 217

íNDICE DE ILUSTRACIONES .•...............•..............•... 221

íNDICE GENERAL ......•.......•............................. 223

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SE ACABÓ DE IMPRlMIR ESTA OBRA EL

DÍA 3 O DE SEPTIEMBRE DE 1 9 9 4, EN

LA IMPRENTA PATRlÓTICA DEL INSTITIJ­

TO CARO y CUERVO, EN YERBABUENA.

LAVS DEO

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