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w w w . m e d i a c i o n e s . n e t La legitimación del campo intelectual de la comunicación: un tema de la agenda para el próximo milenio Ana María Lalinde (en: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín- Barbero, M. C. Laverde y R. Reguillo (eds.) Siglo del Hombre/DUIC, Bogotá, 1998, pp 123-131.) « Estas reflexiones parten del asombro que me produce el hecho de que las facultades de comunicación no sean hoy las interlocutoras naturales de su obra y que, más bien y a pesar de su papel de “centinela” y relator de las transformaciones de la comunicación y de sus prácticas en Colombia y América Latina, la tendencia que encontramos sea la de desplazar la formación profesional hacia la capacitación en oficios, perdiendo la perspectiva integral del comunicador-mediador que supone pensar la relación comunicación/cultura. Para mí, el gran reto y la conformación de esa agenda para el próximo milenio tiene que ver no sólo con las áreas problemáticas de investigación que el pensamiento de Martín-Barbero suscita, sino también con la profunda reflexión y evaluación sobre lo que estamos haciendo en las facultades de comunicación y sobre el tipo de profesionales que estamos formando para este país.»

La legitimacion del campo de la comunicación - A.M. Lalinde

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« Estas reflexiones parten del asombro que me produce el hecho de que las facultades de comunicación no sean hoy las interlocutoras naturales de su obra y que, más bien y a pesar de su papel de “centinela” y relator de las transformaciones de la comunicación y de sus prácticas en Colombia y América Latina, la tendencia que encontramos sea la de desplazar la formación profesional hacia la capacitación en oficios, perdiendo la perspectiva integral del comunicador-mediador que supone pensar la relación comunicación/cultura. Para mí, el gran reto y la conformación de esa agenda para el próximo milenio tiene que ver no sólo con las áreas problemáticas de investigación que el pensamiento de Martín-Barbero suscita, sino también con la profunda reflexión y evaluación sobre lo que estamos haciendo en las facultades de comunicación y sobre el tipo de profesionales que estamos formando para este país.»

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La legitimación del campo

intelectual de la comunicación:

un tema de la agenda para el

próximo milenio

Ana María Lalinde

(en: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín-

Barbero, M. C. Laverde y R. Reguillo (eds.) Siglo del

Hombre/DUIC, Bogotá, 1998, pp 123-131.)

« Estas reflexiones parten del asombro que me produce el hecho de que las facultades de comunicación no sean hoy las interlocutoras naturales de su obra y que, más bien y a pesar de su papel de “centinela” y relator de las transformaciones de la comunicación y de sus prácticas en Colombia y América Latina, la tendencia que encontramos sea la de desplazar la formación profesional hacia la capacitación en oficios, perdiendo la perspectiva integral del comunicador-mediador que supone pensar la relación comunicación/cultura. Para mí, el gran reto y la conformación de esa agenda para el próximo milenio tiene que ver no sólo con las áreas problemáticas de investigación que el pensamiento de Martín-Barbero suscita, sino también con la profunda reflexión y evaluación sobre lo que estamos haciendo en las facultades de comunicación y sobre el tipo de profesionales que estamos formando para este país.»

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El tema que nos convoca en este panel, Agenda para el fin del

milenio, provoca muchas salidas. Entre todas, yo elegí una

que me parece fundamental, entre otras cosas, porque del trabajo de Jesús Martín-Barbero en todos estos años es qui-

zá la menos evaluada y reflexionada. Lo que quiero hacer

en estos pocos minutos es presentar una mirada sobre la

influencia y el papel que el autor y su obra han jugado en la redefinición de la figura del comunicador social, y por ende,

en la conformación de currículos de las carreras de comuni-

cación.

Se trata más bien de una visión personal sobre lo que yo

creo que ha sido el aporte de su obra en este tema, y sobre los retos que para nosotros, docentes de comunicación, su reflexión convoca. Como motivación de estas palabras está el hecho de que coyunturalmente con la celebración de los

diez años de la publicación de De los medios a las mediaciones,

una estudiante de la carrera de comunicación de la Univer-sidad Javeriana se encuentra realizando, bajo mi supervi-sión, su trabajo de grado sobre el uso que de la obra de Je-

sús Martín-Barbero se hace en las Facultades de Comunica-ción de Bogotá. El proyecto partía de una intuición –que es

un poco la que quiero compartir con ustedes– de que los textos del autor y su pensamiento deberían haber permeado de alguna manera la estructura de los currículos, el proyecto que los sustenta y los procesos de enseñanza-aprendizaje de

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la comunicación. Sin embargo, en una recolección prelimi-nar de información en cinco facultades, nos encontramos con que apenas dos de las cinco trabajan textos de Martín-

Barbero en sus asignaturas, prioritariamente en las áreas de

investigación y teorías de la comunicación.

Como él mismo lo ha afirmado en infinidad de ocasiones,

sus textos han corrido la misma suerte que otros muchos: han estado de moda –posiblemente a finales de la década de

los ochenta– y ahora parecería que la moda es otra. De la

misma forma, en esta recolección inicial tratamos de levan-

tar un listado de los profesores que en las facultades co-nocen su obra y que la trabajan en sus materias. El listado,

por ahora, no pasa de diez. Y ni qué decir de los “estrategas

curriculares” que asumen alguna utilidad del pensamiento de Martín-Barbero en la estructuración de los programas

académicos, que por ahora no encontramos. Aunque defini-

tivamente la pregunta no es por el raiting de su obra en las

facultades, resulta sintomático, sin duda, que sea precisa-mente en el espacio en donde su pensamiento debería co-

brar actualidad y utilidad, que su presencia no se sienta, al

menos, explícitamente. Sin embargo, Jesús Martín-Barbero ha estado presente en

casi todos los encuentros académicos de FELAFACS. Igual-

mente, durante los años en los que FELAFACS y AFACOM organizaron los talleres de formación de docentes y de es-

tructuración curricular en la década del ochenta y principios de los noventa, aportó su pensamiento al respecto, no sólo a partir de la experiencia de la Universidad del Valle, sino a través de una reflexión más amplia sobre las implicaciones

que en la formación de comunicadores tiene el desplaza-

miento de las preguntas claves sobre la comunicación. Y finalmente, encontramos cerca de seis o siete textos de po-nencias, artículos y memorias de seminarios en los que se

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expone su pensamiento sobre la profesión del comunicador y sobre el campo intelectual y académico que lo sustenta.

Si no se trata de encontrar textos utilizados en las faculta-

des y “aplicaciones” posibles de sus planteamientos, las im-plicaciones del pensamiento de Jesús Martín-Barbero en las

facultades y carreras de comunicación tendrían entonces

que ver más con otras pistas. Aquellas referidas más hacia la comprensión de su pensamiento en relación con los pro-

yectos político-culturales que sustentan los programas de

comunicación, o con lo que él mismo llamó en alguna opor-

tunidad los “currículos ocultos”. Estas reflexiones parten del asombro que me produce el hecho de que las facultades

de comunicación no sean hoy las interlocutoras naturales de

su obra y que, más bien y a pesar de su papel de “centinela” y relator de las transformaciones de la comunicación y de

sus prácticas en Colombia y América Latina, la tendencia

que encontramos sea la de desplazar la formación profesio-

nal hacia la capacitación en oficios, perdiendo la perspecti-va integral del comunicador-mediador que supone pensar la

relación comunicación/cultura. Para mí, el gran reto y la

conformación de esa agenda para el próximo milenio tiene que ver no sólo con las áreas problemáticas de investigación que el pensamiento de Martín-Barbero suscita, sino también

con la profunda reflexión y evaluación sobre lo que estamos

haciendo en las facultades de Comunicación y sobre el tipo de profesionales que estamos formando para este país.

La comunicación: entre el oficio y la legitimación

intelectual

Por “desviación profesional”, propongo realizar una “lec-

tura a la inversa” del pensamiento de Jesús Martín-Barbero. Para mí resulta evidente que el pensar la comunicación desde la cultura y desde las mediaciones, si bien ha encon-

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trado un desarrollo en los estudios de recepción, uso y con-sumo cultural, por lógica debería igualmente trabajar sobre los procesos de producción de cultura. Una mirada proble-

matizadora sobre los medios y sobre los espacios que se

constituyen en mediaciones del consumo y la recepción, pasa también irremediablemente por una mirada crítica so-

bre las mediaciones que posibilitan las visiones de mundo

que en los medios se construyen. Esto me hace pensar que una reflexión sobre los comunicadores y sobre quienes

trabajan en los medios resultaría una consecuencia natural

de este análisis.

La reflexión que el autor instaura en algunas de sus po-

nencias y textos, desde los ochenta, apunta reiteradamente

a poner en “clave crítica” la concepción “lineal” y la “tram-pa” en las que han caído la mayoría de los currículos de

comunicación. Proveniente de una tradición humanista, la

configuración del profesional comunicador se propuso

formar productores con bagaje humanista como un plus que

legitimaba la profesión como espacio académico sobre el

empirismo reinante en el mercado laboral de lo que comen-

zaba a constituirse en campo. Fue este modelo con el que se iniciaron casi todos los programas actuales. Llegada la dé-

cada de los setenta y la de los ochenta, la perspectiva cam-bió hacia la crítica social y hacia la búsqueda de legiti-mación de la comunicación en el campo de las ciencias sociales. De la legitimación laboral a la legitimación aca-

démica, la comunicación se ha entrampado en estas dos posturas, centrando la discusión dentro de las facultades en la dicotomía teoría/práctica.

Sin embargo, el diagnóstico que realiza Jesús Martín-

Barbero sobre este tema supone una crisis mucho más pro-funda que pone en juego la naturaleza y el lugar estratégico que la comunicación ocupa hoy en nuestras sociedades:

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El debate teoría/práctica ha dejado de ser la lucha entre el

teoricismo y el pragmatismo y se coloca hoy en otro terre-

no: el de la hegemonía teórica del saber tecnológico. La idea de

información –asociada a las innovaciones tecnológicas–

gana operatividad y legitimidad científica mientras la de

comunicación se opaca o se desplaza y aloja en campos

aledaños. Dicho de otra manera, el problema ya no es la

ponderación del peso que en la formación del comunicador

deben tener los diversos saberes y destrezas, sino qué tipo

de reflexión teórica puede articularse al “hacer comunica-

ción” sin quedar absorbida o neutralizada por la razón

tecnológica y la “expansión” de la lógica mercantil a mode-

lo de sociedad1.

Una lógica mediacéntrica, cuyos principios se basan en la

necesidad de los profesionales en formación de saber cómo

funcionan las tecnologías de comunicación y qué producen ellas mismas. Esta lógica imperante en los currículos está

acompañada de una concepción ontológica según la cual la

comunicación es el lugar en el que “lo humano se expresa”; concepción que, sin duda, se ve reforzada desde la estructu-

ra misma de los medios y que en Colombia hemos visto

reflejada recientemente en las discusiones públicas alrede-dor de la formación de periodistas. La relevancia que en el caso colombiano se le da a la “libertad de expresión” por

sobre otros principios constitucionales es interpretada más bien desde la idea de que llegar a los medios es cuestión de capacidades expresivas y de dominio técnico de los aparatos de producción. Y las carreras de Comunicación han optado,

en su mayoría, por seguir esta lógica.

Lo que Martín-Barbero pone pues en evidencia es “una

enorme complicidad entre el desarrollo de la idea de informa-

ción, en términos de desarrollo tecnológico, y la reconver-

1 Martín-Barbero, “Los estudios de comunicación en la encrucijada

actual”, 1995, p. 194.

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sión de la idea de comunicación a algo funcional, cuya mitifi-cación esconde su dominancia instrumental”2.

Quizá la implicación más importante del pensamiento de

Jesús Martín-Barbero respecto a la formación y a la profe-sión de comunicadores sociales sea sin duda la reflexión

que él asume sobre el paso de la razón instrumental, que

por años dominó a la comunicación, a la concepción de la comunicación como “campo intelectual”, es decir, como

lugar estratégico desde el cual pensar y transformar la so-

ciedad3. Existe también en su obra una marcada inclinación

a no olvidar los medios, sino más bien a sacarlos de esa concepción instrumental y tecnologizante y a complejizar

su análisis. Resulta evidente que una mirada cultural sobre

los medios los asume como instituciones sociales por las que cruzan profundas contradicciones y mediaciones. Si

bien en el texto que hoy nos convoca éste es un tema que no

está explícito, quiero retomar algunos elementos que se res-

catan en la segunda parte del libro cuando se introduce el análisis del género como “unidad mínima del contenido de

la comunicación de masas”, como el lugar a través del cual

se accede al sentido latente de los textos massmediáticos. El

género –de ficción, pero no solamente–vendría a ser el lugar de encuentro entre productores y receptores. El género, según palabras de Martín-Barbero, es visto como “una me-

diación fundamental entre las lógicas del sistema produc-tivo y del sistema de consumo”4.

Esta visión del género supone una entrada a las lógicas de producción, es decir, a la estructura y a la dinámica de la producción; a las formas en que las industrias culturales

2 Martín-Barbero, “La comunicación: un campo de problemas a pen-

sar”, p. 147. 3 Entre otros, Martín-Barbero, “Pensar la sociedad desde la comunica-

ción”, 1992. 4 Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, p. 239.

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llenan de sentido y reciclan las demandas de los públicos. Y así, Martín-Barbero plantea la necesidad de abordar los dis-positivos concretos de la producción: la competitividad

industrial que se refiere más a una dinámica estructural de

los medios; los niveles y fases de decisión en donde co-mienza a preguntarse por en qué momentos y quién elige

los criterios de producción; las ideologías profesionales co-

mo campos de tensión entre las exigencias del sistema pro-ductivo, las reglas del género, las demandas sociales y la

iniciativa y la creatividad de los productores; las rutinas pro-

ductivas vistas desde los hábitos de trabajo en relación con

las exigencias de productividad, pero también como esguin-ces por donde el “estilo” se incorpora a las prácticas de tra-

bajo; y finalmente, las estrategias de comercialización.

Estos dispositivos si bien son observables en la producción massmediática y son objeto de estudio, son también el eje

de la transformación. Es en las ideologías profesionales y en

las rutinas productivas donde una utopía política empieza a

ser posible. Y es allí donde los procesos de formación de comunicadores intervienen.

En otro texto5, Jesús Martín-Barbero resume los despla-zamientos a los que se ve abocada la comunicación y que, a mi manera de ver, marcaron un rumbo a los programas aca-

démicos y los procesos de investigación a principios de la

década de los noventa, pero que siguen teniendo vigencia a comienzos de este nuevo milenio:

• La comunicación es cuestión de cultura, de culturas, y no sólo

de ideologías. La comunicación es escenario de transforma-

ción de las sensibilidades y de la percepción social y hace

volver la mirada hacia las industrias culturales en su com-

ponente tecnológico, pero ya no como mero instrumento sino “pensando la tecnología como organizador perceptivo,

5 Martín-Barbero. “La comunicación: un campo de problemas a pen-

sar”, p. 150 y ss.

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como competencia de lenguaje y como ámbito de innova-ción discursiva”6.

• La comunicación no es sólo cuestión de aparatos, de estructu-

ras, sino también de sujetos, de actores. Esto implica volver la

mirada no sólo a los procesos de consumo y al ámbito de

recepción, sino hacia la cotidianidad de los productores, de

los actores de la producción (no hacia los dueños o los me-canismos de manipulación de la gran empresa). El ámbito

de la producción de la comunicación, no es “sólo el ámbito

de la estandarización de las recetas y de las fórmulas, es

también el ámbito de la innovación y de la creación”7. Es-tudiar qué ocurre con las rutinas productivas, los hábitos,

las ideologías y las culturas profesionales, es empezar a

comprender las rupturas por donde se cuela una nueva concepción del trabajo de los medios.

• La comunicación como cuestión de producción y no sólo de

reproducción. Lo que se juega en la producción de comunica-

ción no se reduce a productos que deben llegar a receptores,

sino que éstos se ven atravesados por procesos mucho más

complejos. La producción de comunicación pasa por “los usos sociales de los medios”, que remite, por un lado, a lo que el autor llama “tejido comunicativo de la democracia”

(la comunicación vista como espacio de interpelación y de negociación de los conflictos). Lo que se pone en juego en la producción de comunicación es la constitución de sujetos sociales y como tal, es un asunto de “fines”.

Pienso que, en general, en la formación de comunicado-res y en los programas de estudio de comunicación no se han analizado con profundidad estas implicaciones. Ob-

viamente no puedo hablar por todos los programas, pero

6 Ibíd., p. 150.

7 Ibíd., p. 151.

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haciendo un análisis “grueso” de la situación, la asunción de este desplazamiento o “desterritorialización” de la co-municación por sí misma, a los conflictos culturales y

sociales que articula, ha sido un tema del “afuera” de los

programas. Es decir, ha sido tratado la mayoría de las veces como algo que ocurre en la sociedad y que debe ser anali-

zado y mirado desde las asignaturas, pero no como algo que

debería suscitar la transformación de los perfiles profesiona-les y de la enseñanza misma de la comunicación que se

define en las universidades. La dimensión política, eje clave

de la formación, se diluye en la mayoría de los casos, en

asignaturas de ética en las cuales el compromiso por la transformación no pasa de ser honestos consigo mismos.

La mayoría de los programas de comunicación en Co-lombia continúan estructurándose sobre los quehaceres y

los oficios, alejados de la complejidad que los medios supo-

nen y de la estructuración de los dispositivos que men-

cionamos antes, respondiendo de forma casi automática a las exigencias del mercado laboral. La razón instrumental

centrada en la deificación de los medios y de la tecnología

como fines ha hecho que la preocupación central de los currículos sigan siendo precisamente los medios, por enci-ma de las mediaciones que se articulan a su alrededor. Un

comunicador que finaliza su proceso de aprendizaje “sabe

hacer cosas”: probablemente se expresa bien, conoce algu-nos tópicos sobre los cuales expresarse y reconoce en cierta medida la especificidad de sus funciones. Sin embargo, su

mirada sobre los medios no es una mirada problematizado-ra sino, más bien, la consideración de los medios como

instrumentos al servicio de la expresión de alguien. El con-cepto de “profesión” resulta cojo, en el sentido de apuntalar solamente la dimensión práctica, dejando la valoración de las necesidades humanas y la ideología que subyace al ejer-

cicio profesional.

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Las profundas transformaciones sufridas por los medios y sus lógicas de producción reconfiguran los perfiles de los productores de medios como actores sociales. Un análisis

profundo de dichos cambios coloca a los productores como

actores políticos con lo cual se retoma el carácter político constitutivo de la comunicación. Como el mismo Martín-

Barbero lo menciona, pensar la comunicación desde la

cultura supone tomar conciencia de “que en la comunica-ción se juega de manera decisiva la suerte de lo público, la

supervivencia de la sociedad civil y de la democracia”8.

Pensar la comunicación desde la cultura, en fin, supone no

perder la comunicación sino asumir una mirada comunica-tiva sobre lo social.

El comunicador como “intelectual”

En este sentido, la propuesta de Martín-Barbero fruto del

análisis de estos temas, no se refiere a la superación de los problemas de legitimidad teórica del campo de la comuni-

cación, sino que se dirige a un objetivo más ambicioso: el de

su legitimación intelectual, es decir, a la comprensión de la

comunicación como lugar estratégico desde el cual pensar la sociedad, y a la constitución del comunicador como in-

telectual.

El paradigma de las mediaciones y el análisis cultural que

la comunicación emprende, tiene como fines últimos la re-

definición de las relaciones entre sociedad y comunicación

y el repensar el papel mismo de los comunicadores. Reto-mando el concepto gramsciano de intelectual, Martín-Bar-

bero resuelve la dicotomía teoría/práctica que tanto daño

ha hecho a los programas académicos de comunicación. Remitiéndonos a la fuente, dice Gramsci que a la figura del

8 Martín-Barbero, “Comunicación, campo cultural y proyecto media-

dor”,1990.

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intelectual no se puede oponer el no intelectual. Es decir, la separación entre homo faber y homo sapiens no existe:

Todos los hombres manifiestan alguna actividad intelec-

tual, ya sea como filósofo, artista u hombre de gusto,

participa de una concepción del mundo, observa una con-

secuente línea de conducta moral y, por consiguiente,

contribuye a mantener o a modificar un concepto universal, a suscitar nuevas ideas9.

Y creo interpretar en este sentido la apuesta de Martín-

Barbero, que está en...

[...] que en la medida en que el espacio de la comunicación

se torna cada día más estratégico, decisivo para el desarro-

llo o el bloqueo de nuestras sociedades [...], se hace más

nítida la demanda social de un comunicador capaz de en-

frentar la envergadura de lo que su trabajo pone en juego y

las contradicciones que atraviesan su práctica10.

La figura del comunicador se transformaría así de ser el

intermediario que debe su existencia a la separación entre

productores y consumidores, entre emisores y receptores, a ser mediador en la cultura, haciendo explícita la relación

entre la diferencia cultural y la desigualdad social. El co-municador-mediador...

[...] se sabe socialmente necesario, pero culturalmente pro-

blemático, en un oficio ambiguo y hasta contradictorio:

trabajar por la abolición de las fronteras y las exclusiones es

quitarle peso a su propio oficio, buscar la participación de

las mayorías en la cultura es acrecentar el número de pro-

ductores más que de los consumidores11.

9 Gramsci, La formación de los intelectuales,1967.

10 Martín-Barbero, ‘Comunicación, campo cultural y proyecto media-

dor”, p. 12. 11

Ibíd., p. 14.

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En muchas ocasiones he escuchado a Martín-Barbero

llamar la atención de quienes trabajamos como docentes de

comunicación sobre algo fundamental que a veces olvida-

mos, y es el preguntarnos hasta qué punto en nuestras facultades estamos fomentando un nuevo tipo de monopo-

lio de la información –tan nefasto como el monopolio de las

empresas al contribuir a concentrar el derecho de la palabra pública en manos de los expertos, los comunicadores–, con-

virtiendo el derecho de todos en profesión de unos pocos.

Un proceso de formación sin proyecto social, cultural y

político, “especializa” las capacidades expresivas de quienes estudian y deja de lado la función social de dar la palabra al

otro, de permitir que el otro se construya como sujeto so-

cial, de que se reconozca en el otro y reconozca al otro. Creo que éste resulta un tema fundamental de esa agenda

que estamos construyendo para los próximos años. En una

sociedad cada vez más polarizada, atravesada por conflictos

de toda índole, el papel del comunicador no puede ser el de alguien que se “expresa bien”, sino precisamente el de al-

guien que permite que el otro hable y se exprese.

Bibliografía

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