20
18 de octubre de 2014 • Número 85 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada TEMA DEL MES Afro descendientes

La Jornada Del Campo 85 Web

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La jornada del Campo

Citation preview

  • 18 de octubre de 2014 Nmero 85

    Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payn Velver

    Suplemento informativo de La Jornada

    TEMA DEL MES

    Afrodescendientes

  • 18 de octubre de 20142

    LO QUE VA DEL NEGRITO POETA A MEMN PINGN

    Todos somos negros porque todos somos esclavos*

    Memn Pingn

    Al igual que otros pases demorados, Mxico ingres a la modernidad repu-blicana endosando el racismo impe-rante aqu en la poca colonial. Y es que el discurso sobre la igualdad entre los hom-bres era un lujo metropolitano que las naciones perifricas no podan darse pues, como seal Ren Depestre, el fetichismo de la epidermis es un hijo poltico del capital, de modo que negros, amarillos y cobrizos fueron el com-bustible biolgico de ultramar que aliment a distancia la segunda revolucin industrial. Sin mano de obra forzada el capi-talismo orillero no marchaba y la presunta minusvala ra-cial de la gente de color fue coartada perfecta para impo-ner la esclavitud en nombre del progreso.

    En un folleto de la Secreta-ra de Fomento publicado en 1911 y posiblemente escrito por el alemn Otto Peust, entonces funcionario del go-bierno porfirista, leemos:

    Las razas se dividen desde el punto de vista econmico en tres grupos. El primero compren-de los pueblos de raza caucsica, de la cual ha salido la industria transformadora. El segundo, la raza amarilla, slo ha formado el gremio agr-cola y manufacturero, pero parece capaz de imi-tar el rgimen industrial capitalista. El tercero, la mayora de los pueblos indgenas del frica, de Amrica y de gran parte de Asia, dispone de un grupo tan reducido de hombres enrgicos y per-severantes que slo ha logrado formar el gremio agrcola. Los individuos de este grupo parecen incapaces de imitar la produccin capitalista. En relacin con el grado de inferioridad de una raza, los individuos que la forman resultan por su propia naturaleza trabajadores libres, obliga-dos o esclavizados.

    Como se ve, segn el gobierno del mixteco talqueado en que el poder convirti a Porfirio Daz, los nicos dotados para la civilizacin son los caucsicos y entre los incapacitados: amarillos, cobrizos y negros, la diferencia es slo de grado.

    Este es el racismo argumentado de los tecn-cratas de hace un siglo importados de Euro-pa por don Porfirio, hombres blancos que metan en un mismo saco a todos los que no fueran deslavados como ellos. Semejantes pero ms rsticas eran las actitudes discriminatorias del resto de los mexicanos, miembros de una sociedad casi de castas que de antiguo distin-gua por su grado de civilidad entre criollos, mestizos e indios. A los afrodescendientes trados a fuerza desde los primeros aos de la Colonia, se les vea como inferiores no tan-to como los indios pues ya para el siglo XIX muchos desempeaban funciones de capataz- pero tambin como exticos.

    El negrito poeta. Los primeros esclavos afri-canos llegan a la nueva Espaa en 1528, y para los siglos XVIII y XIX negros y mulatos representan algo ms del diez por ciento de la

    poblacin, unas 640 mil personas en 1810. El estereotipo de la negritud, que seguir vigente hasta el arranque del tercer milenio, comienza a formarse en ese entonces, de modo que no es arbitrario sostener que El negrito poeta es antecedente remoto de Memn Pingn.

    Agudo epigramista del siglo XVIII, que alfi-lereteaba a quienes hacan la corte al virrey conde de Casafuerte, con el tiempo El negrito poeta devino personaje ficticio y a mediados del siglo XIX Salvador Ayacardo lo transforma en mueco de titiritero. As, durante dos siglos al pcaro de piel morena se le atribuyen innu-merables versos burlescos.

    Al Negrito poeta le restregaban con frecuencia su estigma epidrmico. La Margarita: Ne-gro, el color te agravia. El negrito poeta: No tengo la culpa yo: / una mano oculta y sabia

    / sta piel negra me dio / cual si naciera en Arabia. En otro epi-grama el moreno revira: Ser negro no es culpa ma. / A todos doy alegra / y con esto me rein-tegro. As, al pagar su derecho de admisin mediante el humor, el repentista satrico reconoce la doble suerte del diferente: ser vis-to como menos y al mismo tiem-po como ms que los comunes y corrientes.

    El versificador se reivindica por-que en su caso la negritud va acompaada de filosa socarrone-

    ra. Y es que ser extrao entre normales es una suerte de patente de corso que permite decir impunemente lo que a los de-ms costara la libertad si no es que el pellejo. Ventajas del otro: del que nos habla desde el lado oscuro del espejo, desde el inframundo del que los disformes son espantables cuanto seductores personeros.

    La otredad de la que segn los blan-cos son portadores los negros pero tambin los enanos, los contrahe-chos, los albinos y dems freaks, puede trivializarse y caricaturizarse. Pero detrs de los estereotipos ms risueos y discriminatorios estar siempre el vrtigo que suscita lo distinto, lo extrao, lo sobrenatural.

    Memn Pingn. En un pas racista la negri-tud es handicap y la gente de color tiene que hacer un esfuerzo adicional para ganarse el derecho de alinear con los dems, a pesar de El negrito poeta se reivindica por llevado, so-carrn y certero epigramista, mientras que los mritos legitimadores de Memn Pingn son la ingenuidad, la empalagosa ternura y por sobre todo- un enorme Edipo.

    La cultura industrial-popular es por definicin mimtica y en el siglo XX sus modelos fueron los estadounidenses, de modo que es ah y no en el humus patrio donde primero hay que buscar los orgenes de una historieta hecha en Mxico.

    Almas de nio, que as se llam inicialmente la serie protagonizada por Memn, empieza a pu-blicarse en 1944 en la revista Pepn, escrita por Yolanda Vargas Dulch y dibujada por Alberto Cabrera. Por esos aos se editaba en Estados Unidos el cmic Our Gang, realizado por Walt Kelly, que a su vez renda tributo a los corto-metrajes humorsticos del mismo nombre que

    a partir de 1922 produjo Hal Roch con gags ge-nerados por Frank Capra. Uno de los siete per-sonajes de la pandilla protagnica que incluye un perro- es el negrito Farina, que por cierto era interpretado por una nia, y del que es in-dudable remedo fisonmico nuestro Memn.

    Pero ah terminan las semejanzas, porque el nimo de Farina y sus compaeros de Our Gang es alborotador e iconoclasta como el del guionista Capra, mientras que Memn y sus amigos son modositos y bien portados. Actitud consecuente con el talante melodramtico y sensiblero de la extensa obra historietil de Yo-landa Vargas, y que conecta a Memo el pingo con Too el negro, personaje de la melcochosa pelcula Madre querida, realizada en 1935 por el inefable Juan Orol.

    Todo corazn, Memn no es para nada un mi-nusvlido. Su representacin grfica, que en la primera poca de la serie corre por cuenta de Alberto Cabrera y despus de Sixto Valencia, prolonga el estereotipo de la negritud pero tam-bin le debe algo al look simptico y carcter aguerrido que el comiquero Will Eisner le dio a Ebony White, el pequeo ayudante del detec-tive enmascarado de la serie The Spirit.

    En cuanto al guin, la intensidad de los senti-mientos materno-filiales atribuida a los negros nos llega posiblemente de Cuba por medio de los culebrones radiofnicos y folletinescos de Flix B. Caignet, y sobre todo de la exitossima radionovela El derecho de nacer, que se difun-di primero en la XEX interpretada por Dolores del Ro, y ms tarde por la XEW, con Eusebia Conde. Y es que el rebosante amor que une

    a Memo con su madre Eufrosina malinda- no es dolido y lloroso, como otros, sino gozosamente edpi-co. Es que as de fajosos son los ne-gros, habrn pensado los lectores.

    En Memn Pingn hay mucho de m deca Yolanda Vargas- La adora-cin que Memn tiene por Eufrosina yo la tuve por mi madre. Y aqu co-menzamos a encontrar un elemento identitario. Porque para un pueblo siempre a la intemperie, como ha sido el mexicano, la familia y en su cen-

    tro la madre es ancla que protege del vendaval. Tonantzin, Guadalupe, Eufrosina el refugio ltimo, el tibio abrazo que nos regresa al origen.

    Nada peor para un mexicano que no tener madre o que tener poca. Pero si algo tiene Memn es mucha madre. Y esto lo compensa de ser feo, prieto, torpe y pobre; lo compensa de ser una criatura desvalida como en el fondo somos todos.

    Memn racista? No sean estpidos. La cosa es exactamente al revs. Que el personaje de la historieta sea negro importa, claro, pero porque los smbolos que apelan a nuestras pulsiones ms profundas tienen que ser morenos. Por eso la seora del Tepeyac tiene ms rating que la descolorida Virgen de los Remedios. Por eso a casi 70 aos de su primera aparicin no impre-sa en la tilma de Juan Diego sino en las pginas del Pepn- la de Memo y malinda es la nica historieta mexicana que se sigue reeditando.

    *Citado (o atribuido) en el fanzine Malaletra. Resistencia global, Mxico, agosto, 2005.

    La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtmoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegacin Benito Jurez, Mxico, Distrito Federal. Telfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitlhuac 3353, colonia Ampliacin Cosmopolita, delegacin Azcapotzalco, Mxico, DF, telfono: 5355-6702. Prohibida la reproduccin total o parcial del contenido de esta publicacin, por cualquier medio, sin la autorizacin expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del ttulo La Jornada del Campo nmero 04-2008-121817381700-107.

    Suplemento informativo de La Jornada 18 de octubre de 2014 Nmero 85 Ao VIII

    PORT

    ADA:

    Ant

    onio

    Saa

    vedr

    a / D

    esca

    nso

    / 201

    1

    COMIT EDITORIAL

    Armando Bartra Coordinador

    Luciano Concheiro Subcoordinador

    Enrique Prez S.Lourdes E. RudioHernn Garca Crespo

    CONSEJO EDITORIAL

    Elena lvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Brquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damin, Plutarco Emilio Garca, Francisco Lpez Brcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Par, Enrique Prez S., Vctor Quintana S., Alfonso Ramrez Cuellar, Jess Ramrez Cuevas, Hctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudio, Adelita San Vicente Tello, Vctor Surez, Carlos Toledo, Vctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

    Publicidad Rosibel Cueto FloresCel. 55 2775 8010 Tel. (55) 2978 [email protected]

    Diseo Hernn Garca Crespo

    BUZN DEL CAMPOTe invitamos a que nos enves tus opiniones, comentarios y dudas a

    [email protected]/jornadadelcampofacebook.com/La Jornada del Campoissuu.com/la_jornada_del_campo

    Claudia Reyes Bobadilla y Mauricio Gonzlez Gonzlez (ENAH) fueron coeditores en este nmero del suplemento.

  • 18 de octubre de 2014 3

    Estimada seora Carmen Lira SaadeDirectora General de La Jornada Estimados editores de La Jornada del Campo: El Colegio de Etnlogos y Antroplogos Socia-les A.C. (CEAS) rechaza categricamente y en todos sus trminos las acusaciones vertidas en la nota publicada el 20 de septiembre de 2014 en La Jornada del Campo, firmada por Miguel Muoz y Mauricio Gonzlez, quienes preten-den dolosamente involucrar al CEAS con el Centro de Investigacin y Seguridad Nacional (CISEN). En la nota se acusa al CEAS de di-fundir las oportunidades de trabajo de con-sultoras que harn el trabajo de inteligencia sociocultural a las secretaras de Energa y de Gobernacin. En esa nota, por dems confu-sa, no se dan los nombres ni direcciones donde supuestamente son contratados los antroplo-gos y socilogos. Con ello se pretende desca-lificar al nico Colegio de Antroplogos que en Mxico ha propuesto un Cdigo de tica para el ejercicio de la antropologa en el pas, propuesta que actualmente est siendo anali-zada y discutida en las ms de 30 instituciones educativas formadoras de antroplogos.

    El Cdigo de tica propuesto por el CEAS plantea el rechazo absoluto a todo tipo de ac-ciones encubiertas por parte de antroplogos y el uso que del conocimiento antropolgico que pudiera efectuar en contra de las comuni-dades, grupos, organizaciones y personas con quienes los antroplogos entran en relacin. Ciertamente el Colegio difunde a travs de su rgano de difusin, el VOCEAS, temas de inte-rs para sus socios, tales como informacin so-bre eventos acadmicos, publicaciones y becas. A su correo llegan continuamente anuncios de ofertas de trabajo por parte de instituciones de reconocido prestigio, como la UIA, la UNAM, El Colegio de San Luis y otras. La publicacin de una oferta de trabajo de una consultora a travs del VOCEAS, no significa que el CEAS est involucrado en prcticas ocultas y no ti-cas como pretende la nota. Llama la atencin que se pretenda golpear por este medio a un colegio profesional que ha mantenido una actitud crtica frente a los pro-blemas econmicos, polticos y sociales que se viven en el pas.

    El CEAS siempre ha actuado de una manera transparente y tica. Siempre hemos tenido una postura poltica clara, independiente y crtica, la cual refrenda en su revista, sus co-municados y en sus presentaciones pblicas. El 24 de septiembre, por ejemplo, en la ceremonia de inauguracin del III Congreso Mexicano de Antropologa Social y Etnologa que se llev a cabo en la ciudad de Mxico, la presidenta del CEAS se refiri a la lucha que los antroplogos han llevado a cabo en contra del uso no tico de la profesin, por ejemplo, cuando se invo-lucra a antroplogos en acciones militares. En Mxico, la posicin de la comunidad antropo-lgica y del CEAS ha sido siempre muy clara: rechazar todo tipo de utilizacin no tica que se pretenda hacer de nuestra profesin.

    AtentamentePOR EL CONSEJO

    DIRECTIVO DEL CEAS

    Dra. Cristina Oehmichen, Dra. Laura Valladares de la Cruz,

    Mtro. Ricardo Fagoaga, Dra. Citlali Quecha, Lic. Guadalupe Escamilla

    RESPUESTA DE LOS AUTORES: Ante la rplica del Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales A.C. (CEAS), a nuestro artculo publicado en La Jornada del Campo No. 84, del 20 de septiembre de 2014, queremos ratificar lo que la pro-pia rplica reconoce: que el CEAS difunde opciones laborales de consultoras que rea-lizarn los manifiestos de impacto social que la Ley de Hidrocarburos considera en su Captulo V, art. 119, donde se mandata la coordinacin que debe haber entre la Se-cretaria de Energa y la de Gobernacin y dems dependencias y entidades competen-tes. Es importante subrayar que esto resulta preocupante, pues tales estudios podran contravenir el Cdigo de tica que el CEAS propone. Por supuesto, el artculo de ningu-na forma cuestiona el prestigio del CEAS, espacio donde participan no pocos de nues-tros profesores y compaeros de lucha.

    AtentamenteMauricio Gonzlez y Miguel Muoz

    RACES AFRICANAS DEL BLUESJosafat Cuevas

    Blues is life, and life is bluesWillie Dixon

    Es un hecho bastante co-nocido que los orgenes de gran parte de la m-sica popular del siglo XX se remontan a las plantaciones de algodn, tabaco y azcar de los estados sureos de la Unin Americana. Durante tres siglos (XVII, XVIII y XIX), los pobla-dores negros de frica fueron lle-vados como esclavos para trabajar en ellos. Se calcula que en ese tiempo, entre 35 y 40 millones de personas fueron arrastradas a los barcos; se estima tambin que slo 15 millones sobrevivieron la trave-sa: la mayora mora por la desnu-tricin, enfermedades diversas e incluso por asfixia en las entraas de las naves.

    Las races de lo que ms tarde se conocera como la msica de blues son, por un lado, las can-ciones de trabajo, rtmicas gutu-ralizaciones que los esclavos ha-can mientras tiraban de la mula o pizcaban el algodn durante las interminables jornadas a que eran sometidos; por otro, canciones espirituales (gospels) que haban trado con ellos desde su tierra nativa. Eran plegarias a los dioses, cantadas en lengua bant, yoruba y fon, principalmente. Aunque las lenguas fueron varias, de acuerdo con las diversas procedencias de la poblacin negra, el trmino grio-ts design genricamente a esos cantadores. Posteriormente surgi el verbo holler, gritar, aullar. Esos cantos a capela derivaron, con la posterior incorporacin de diver-sos instrumentos, a la expresiones del blues, el jazz, el soul, y un poco despus, del rock and roll. La incorporacin de instrumentos

    y armonas europeas que se fun-dieron con los ritmos africanos fue posible por la gradual integracin de la poblacin negra a la vida en la Unin Americana, a pesar de -o quiz por ello mismo- la profunda discriminacin de que fue objeto.

    La estructura bsica de los prime-ros cantos era la de voz principal, y respuesta del coro. Esa forma permanece incluso en el fraseo ca-racterstico de la guitarra, incorpo-rada mucho despus. A esos prime-ros cantos rtmicos se sumaba con frecuencia el acompaamiento de

    rudimentarios instrumentos de percusin, fabricados con troncos y pieles, huesos, etctera. Una sim-ple cuerda atada a un poste poda producir los sonidos bajos que pro-porcionaban la base para el canto.

    Un instrumento decisivo en los orgenes musicales del blues fue el halam, especie de banjo primitivo fabricado con una calabaza seca a la que se aada un brazo o mstil de madera y cuatro o cinco cuer-das de hilo de pescar. Gradual-mente se fue sofisticando su fabri-cacin: aro de metal, resonador de

    piel, mstil con trastes y llaves de afinacin, etctera. Pero su uso en la msica de blues fue perdindo-se. Una razn no menor fue que empez a ser muy utilizado por los blancos en sus espectculos Mins-trel, en los que con frecuencia ha-ba parodias y ridiculizaciones de las costumbres y modo de vida de la poblacin negra. Es por enton-ces que se incorporan la guitarra, de procedencia europea, y las ar-mnicas, de origen chino.

    La enorme capacidad de impro-visacin y la falta de recursos hicieron que se incorporaran tam-bin la tabla de lavar ropa y otros objetos domsticos como instru-mentos de percusin. La incorpo-racin de la guitarra contribuy enormemente al desarrollo mel-dico y armnico del blues. Char-ley Patton, Robert Johnson, Son House y una autntica mirada de bluesmen de leyenda surgieron por doquier: Alabama, Georgia, Loui-siana, Texas el delta del Missis-sippi. Un personaje central de esta saga es W.C. Handy, quien mucho antes de los distintos padres, reyes y padrinos del blues que luego poblaron la escena, fue lla-mado precisamente as: padre del blues, por 1903. Tena formacin musical, tocaba la guitarra, pero sobre todo quiz fue el primero en percibir la potencialidad comer-cial del blues, y sus posibilidades expresivas ms all de las planta-ciones. A pesar de que su lugar en la historia del blues no es como ejecutante o compositor, sino como difusor de este gnero, es de destacar la tcnica del knife song usada por l: un cuchillo rasgaba las cuerdas de la guitarra, en vez del plectro o plumilla. Tambin un cuello de botella (bottleneck).

    Esta tcnica definitoria del sonido blues se conoce ahora como slide. Otros componentes de ese sonido son el uso constante de vibratos, notas sostenidas y bendings.

    Adems de los lamentos por las duras condiciones de trabajo, las miserables condiciones en las ba-rracas de los campos y de las ple-garias a los dioses, otra fuente in-agotable del blues fue y ha sido la directa referencia ertica, sexual. A la tristeza, la plegaria, se suma el gozo de vivir: blues is a felling.

    De cualquier modo, la raz de tristeza del blues es su color de-finitorio. La poblacin negra pas de la esclavitud a las duras condi-ciones de la recesin y la gran de-presin econmica de los 30 s en la Unin Americana. El desem-pleo afect a todos los ciudadanos, al margen de su origen tnico. Es la poca de los hobos, vagabun-dos por necesidad, quienes, en ocasiones armados de guitarras, banjos y armnicas se trepaban a los trenes (cuyos rieles tambin haban sido construidos antes por esclavos negros) y salan de sus lu-gares de origen en busca de pan y trabajo. Muchos de ellos subieron tambin por el ro Mississippi, has-ta las ciudades del norte, Chicago y Detroit, en primer lugar. As se difundi el blues por gran parte del territorio estadounidense. El etnomusiclogo Gehard Kubik encuentra una relacin directa entre la tcnica del cuchillo de que se ha hablado y algunas tcni-cas usadas por varias culturas del frica central y occidental, de ra-ces islmicas. Una seal ms de la profunda, ntima relacin del blues con los cantos andaluces? Todo un tema a investigar.

    Charley Patton

    CARTAS DEL LECTOR

  • 18 de octubre de 20144

    LA NEGRITUD EN FANONHelena Maldonado Goti

    Frantz Fanon fue un cr-tico y activo pensador muy comprometido con los movimientos socia-les de su poca que supo dar voz al silencio colonial, tantas veces soslayado por la Historia. Fa-non naci en Fort-de-France, en La Martinica, en 1925 y ejerci como siquiatra en Argelia, convir-tindose en director del hospital Blida-Joinville.

    Su experiencia en ese pas, donde colabor con el Frente de Libera-cin Argelino, lo llev a sealar que la siquiatra sistemticamente omite la importancia del contex-to cultural, al mismo tiempo que desconoce su eurocentrismo y de esta manera reafirma un cierto dominio discursivo. Frente a esto, Fanon construy como forma de combate, un estilo narrativo dife-rente. La potencia de su escritura radica en que no vacila en descri-bir a fondo la vigencia del colo-nialismo como colonialidad, pero tambin en que consigue dar voz y cuerpo al dolor de las colonias y a la esclavitud del negro encap-sulado en el discurso del blanco.

    Fanon muri joven, en Bethesda, Maryland, en 1961 de leucemia. Su produccin fue breve, pero contundente. Los dos libros ms conocidos son Piel negra, mscaras blancas y Los condenados de la tie-rra. Este ltimo, que para algunos es el ms acabado, lo escribi poco antes de morir y es un trabajo que desarrolla las estrategias neocolo-nialistas como las guerras de inde-pendencia de los pueblos, la crea-cin del Estado-nacin, la idea de la democratizacin y la fundacin de los derechos humanos, las cuales permiten bajo el velo del discurso progresista, cientfico y democrtico, sostener el dominio sobre los pueblos y as perpetuar la

    relacin colonizado-colonizador, slo que ahora en trminos de pa-ses desarrollados y tercermundis-tas con la herramienta intelectual perfecta: la Ilustracin.

    Piel negra, mscaras blancas es un texto nada desdeable. En l encontramos una contunden-te respuesta a Octave Mannoni, quien en Psicologa de la coloni-zacin, haba concludo que si bien colonizado y colonizador se encuentran bajo el yugo del sig-nificante colonizacin, el colo-nizado padece un complejo de inferioridad y dependencia hacia el colonizador.

    La crtica a Mannoni le sirve a Fanon para localizar y combatir la gnesis de la colonialidad y de esta manera introducir el trmino de negritud, el cual toma de Ai-me Cesaire y que tambin utiliza Sartre, pero, mientras que negritud para Cesaire era una forma de prc-tica cultural e histrica y para Sar-tre era un momento histrico de la dialctica, para Fanon, en cambio, negritud es bsqueda y es supera-cin de la dualidad negro-blanco.

    Con la negritud, Fanon intro-duce la historia con minscula, a diferencia de Sartre, que rein-troduce la negritud en la Historia con mayscula. Negritud para Sartre es un punto de negatividad inmerso en la dialctica, mientras que para Fanon se trata de la me-moria del racismo que permite la transformacin de los cuerpos y que sirve como antdoto contra la inmovilidad de las identidades y la alienacin de los discursos.

    Contra el devenir histrico, ha-bra de oponer lo imprevisible, dice Fanon en Piel negra como respuesta a Sartre cuando dice en Orfeo negro: Extrao y decisivo

    viraje, la raza se ha mudado en his-toricidad. El presente negro esta-lla y se temporaliza, la negritud se inserta con su Pasado y su Futuro en la Historia Universal. Ya no es un estado, ni siquiera una actitud existencial: es un Devenir.

    Para Fanon es necesario crear un lugar de enunciacin que no sea el

    del silencio, pero s el de la irona, construida, no sin cierta violencia, a partir de la tensin entre lo local y lo universal, y por eso Fanon se ubica en un punto de indefinicin y yuxtapone las voces y las personas con el relato crtico, y por eso, su es-critura es una que se localiza en los bordes, es decir, en la frontera. La negritud en la escritura de Fanon

    es uno de esos legados que lejos de definir un camino, abre brecha y por eso mismo, hoy ms que nunca, los escritos de Fanon son eficaces herramientas para de una vez por todas, acabar con la colonialidad que trae consigo este tipo de silen-cio que recorre los pases llamados tercermundistas y as poder cons-truir un mundo mejor.

    ILUS

    TRAC

    IN

    : Clau

    de C

    auqu

    il

    ILUS

    TRAC

    IN

    : Roc

    o P

    adilla

    ILUS

    TRAC

    IN

    : Mick

    al C

    arug

    e

  • 18 de octubre de 2014 5

    En el Centro de Investi-gaciones sobre Amri-ca Latina y el Caribe (CIALC) de la Univer-sidad Nacional Autnoma de M-xico (UNAM), un grupo confor-mado por estudiantes y el que esto escribe (como responsable) estamos impulsando el proyecto Afroindianidad. Para nosotros, el latinoamericanismo tiene como objetivos fundamentales la inte-gracin de Amrica Latina como una aspiracin estratgica de nuestros pueblos; asimismo, las

    posibilidades de una descoloniza-cin mental de nuestros intelec-tuales y acadmicos que ayude a una mayor conciencia de nuestra identidad propia frente a las vi-siones eurocntricas o frente a la disolucin o devaluacin de lo propio en relacin con lo que nos llega del extranjero.

    Los estudios afroamericanos, por su parte, han surgido del desarro-llo de diversas disciplinas como la sociologa, la historia, la antro-pologa, la demografa y dems

    ciencias sociales y disciplinas hu-mansticas. Sobre los indgenas, la enorme cantidad de estudios y di-versidad de enfoques no obsta, sin embargo, para que, en muy conta-das ocasiones, en ellos se estudie a los indgenas en relacin con los afrodescendientes. Nosotros parti-mos de la diversidad tnica y racial en Amrica Latina para estudiar, en un solo proyecto, las complejas relaciones entre indgenas y afro-descendientes que, por lo general, viven en contextos rurales.

    En cuanto a la integracin, no es lo mismo integracin como uni-dad de lo homogneo, que inte-gracin como unidad de lo diver-so. De ah que la creencia de que una Latinoamrica integrada ser una Latinoamrica mestiza, por-que una sociedad mestiza es una sociedad ms homognea, es una idea equivocada; primero, porque el mestizaje no homogeneiza, porque hay de mestizajes a mes-tizajes. Y, en segundo, porque el integracionismo homogeneizante ha probado hasta la saciedad que, en la prctica, se convierte en et-nocida o etnfago. Una Latinoa-mrica diversa no tiene que ser ne-cesariamente una Latinoamrica segmentada.

    Aunque partimos de la antro-pologa (y la utilizacin de la etnografa vista no slo como su herramienta fundamental, sino como una rica y valiosa tradi-cin cientfica de la antropologa mexicana y latinoamericana en general), nuestro enfoque terico-metodolgico es interdisciplina-rio. As, nos interesa comprender cmo se han llevado a cabo hist-

    ricamente y cmo se llevan actual-mente las relaciones intertnicas e interculturales entre indgenas y afrodescendientes en Mxico y en nuestra Amrica, a partir de anali-zar el proceso de indigenizacin del africano y la africanizacin del indgena, lo que Luz Ma-ra Martnez Montiel denomina Afroindianidad.

    Para poder abordar est compleja temtica, consideramos necesa-rio plantear algunos supuestos de los cuales partimos. En trminos generales, podramos hablar de tres variantes etnoraciales de este mestizaje: una primera varian-te: cuando la participacin de la componente etnoracial espaola, portuguesa, o europea en general, fue nula o poco significativa, una segunda, cuando se da en un con-texto en el que tambin hubo, de manera abundante, un mestizaje con la componente europea y, por lo tanto, es ms difcil de distin-guir plenamente una poblacin

    africana indigenizada o indgena africanizada y, por ltimo, una ter-cera variante de afrodescendientes no mestizados o poco mestizados.

    Los ejemplos que se ubicaran, quiz, en la primera variante los tendramos en los garfunas y los mascogos. La segunda variante de mestizaje de origen africano e indgena la tendramos en los caboclos, los afrobolivianos de los yungas, los afromexicanos, los afrocolombianos, los afroecua-torianos y los afroperuanos. Por ltimo, en la tercera variante, ten-dramos la relacin entre indge-nas y otros grupos de negros no necesariamente mestizados como los llamados creoles. Slo mencio-namos los que consideramos ms representativos segn el supuesto desde el cual partimos; es posi-ble que esta primera clasificacin hipottica que aqu adelantamos se modifique en parte o en su totalidad.

    Partimos de la idea de que ind-genas y afrodescendientes se han mestizado y se han relacionado de diversas maneras a pesar de todas las prohibiciones y de los mltiples obstculos que han tenido que enfrentar durante el desarrollo histrico y aun en la actualidad. Estas relaciones intertnicas han producido diversos grados de inter-culturalidad, aunque tambin des-encuentros y rivalidades. En todo caso, este es el tipo de aspectos que trataremos de dilucidar con nuestras investigaciones.

    AFROINDIANIDAD: HACIA UN ENFOQUE LATINOAMERICANISTA DE LOS ESTUDIOS AFROAMERICANOS

    J. Jess Mara Serna Moreno CIALC-UNAM

    Sobre los indgenas, la enorme cantidad de

    estudios y diversidad de enfoques no obsta, sin embargo, para que, en

    muy contadas ocasiones, en ellos se estudie a los

    indgenas en relacin con los afrodescendientes

    ILUS

    TRAC

    IN

    : Aug

    ustin

    Bru

    nias

  • 18 de octubre de 20146

    PARA ACALLAR EL SILENCIO: NOMBRAR, NOMBRARSE: UNA LUCHA CONTRA LA EXCLUSINClaudia Reyes Bobadilla y Mauricio Gonzlez Gonzlez ENAH

    El sol arreciaba en Ca-calote, Oaxaca; Sonia se levant de su asiento, altiva, y con voz firme comenz a decir: Nos asumimos como negros y es con cario. Nos pueden decir negros pero depende quin y el tono con que lo digan. Esta aclaracin no sobra cuando la palabra negro ha sido privile-giada por el racismo y la discrimi-nacin, mas Sonia nos hace ver que no todo lo negro es obscuro. En Mxico se ha impulsado el uso del trmino afrodescendiente para referirse a personas de origen africano con la intencin de visi-bilizar su antecedente histrico de esclavitud y sus aportes culturales, dejando de lado cualquier impli-cacin racial como el fenotipo y color de piel. Hoy da afrodescen-diente es usado por numerosos acadmicos e instituciones guber-namentales, as como por algunas organizaciones de la sociedad civil, tanto en foros de carcter cvico-poltico, como para la ges-tin de proyectos o emblema de autoadscripcin identitaria.

    Por otro lado, hay quienes reivin-dican una mayor especificidad en la nominacin, promoviendo el trmino afromexicano para dar cuenta de que no slo tienen ascen-dencia africana, sino que tambin se participa del Estado-nacin. Este trmino, si bien es utilizado por al-gunos acadmicos e investigadores, mayormente se registra entre algu-nas organizaciones sociales.

    Dar nombre es ocupar un lugar, existir. Este pueblo ha revindicado su pertenencia a la nacin desde una diferencia que no es tnica, aunque tambin implica un ba-gaje y aporte cultural que ha en-riquecido la diversidad de Mxico. No son pocos los esfuerzos por visibilizarse y con ello negar la ex-clusin a la que han sido sujetos. Las estrategias van desde la crea-cin de organizaciones de base, hasta produccin de conocimien-to e investigacin, pasando por foros y eventos locales, regionales e internacionales, as como la par-ticipacin en espacios de gobierno local y municipal.

    En las dos dcadas recientes la auto adscripcin ha sido uno de los elementos que acompaan el paradigma de autodeterminacin de los pueblos. Quin nombra, cmo se nombra y dnde se ocupa dicha nominacin deja de ser una cualidad cultural ms para revelar un proyecto poltico donde se re-vindica la diferencia y el ejercicio de derechos colectivos.

    Hace unos meses, en un foro lati-noamericano celebrado en Uru-guay, un connotado investigador recibi una pregunta que lo dej perplejo: usted cree que deter-minar un porcentaje de negros en el gobierno sera una diferencia concreta sobre las formas euro-cntricas de exclusin o podra reinstaurar una forma racista de inclusin?. El ponente, cauteloso,

    respondi: cmo? No entend su pregunta, me puede ayudar un poco ms?. La persona que hizo la intervencin ahond un poco sobre la discriminacin positiva y la dificultad de cmo integrar a la poblacin negra adecuadamente en los gobiernos latinoamericanos. La respuesta fue enrgica: Si us-ted cree que yo soy racista, pongo a su disposicin toda mi obra para que haga el escrutinio necesario y encuentre una sola ocasin el uso del trmino negro. Yo no soy un racista, si usted piensa lo contrario le suplico que vaya con uno de los psicoanalistas aqu presentes. La audiencia se qued estupefacta.

    De inmediato comenzaron los rumores; uno de los asistentes se levant evidentemente molesto y dijo con voz firme: si el ponente

    no pide una disculpa pblica aho-ra mismo, se tiene que retirar. En el momento nadie tena presente que el interpelado en cuestin ha-ba producido toda su obra en los Estados Unidos, un pas que ha combatido el trmino negro (ni-ger) por su uso racista. La situacin evidenci el corto circuito en la comunicacin cuando el racismo es an una forma de relacin cuya sombra se arrastra histricamente. Si bien el evento no revent las aspiraciones decoloniales de todos los presentes, dej a corazn abier-to la dificultad de cmo hablar del otro sin que ello sea, incluso invo-luntariamente, una nueva forma de negacin.

    En antropologa es comn ocu-par los trminos vernculos para dar a ver cmo los propios pueblos

    se identifican. Esta frmula se ve limitada cuando en comunidad se escucha nosotros los coste-os, morenos, qu pas, mi negra?, ven, negra choca; s, somos negros pero tambin mexi-canos Convencionalmente, la identidad suele pensarse a partir de una sola nominacin, los pue-blos afros lo que nos muestran es que ese principio no pueden regir las formas de convivencia cotidiana y mucho menos de ac-cin poltica, pues mantienen estrategias diversas. La bsqueda del reconocimiento no es slo por la exclusin histrica en la que fueron sumergidos, tiene que ver con las condiciones actuales en las que viven, en progresiva pau-perizacin, al margen de una so-ciedad que ha abrevado de ellos y que hoy les debe reciprocidad.

    FOTO

    : fri

    ca A

    .C.

    FOTO

    : Fot

    osim

    agen

    es o

    rgFO

    TO: F

    otos

    imag

    enes

    org

  • 18 de octubre de 2014 7

    AFRODESCENDIENTES EN MXICOMara Elisa Velzquez Gutirrez

    Investigadora del INAH, y pre-sidenta del Comit Cientfico del Proyecto Internacional La Ruta del Eslcavo: Resistencia, Libertad y Patrimonio, UNESCO

    En casi todo el territorio mexi-cano podemos identificar la pre-sencia de la poblacin de origen africano; incluso en ciudades tan grandes y complejas como la ca-pital de Mxico podramos distin-guir, si mirramos con atencin, rasgos fsicos que recuerdan que en el pasado miles de africanos y africanas formaron parte de nues-tra sociedad. Sin embargo, pobla-ciones en regiones de Guerrero, Oaxaca, Morelos, Michoacn, Guanajuato, Tabasco y Veracruz, por diversas causas histricas, con-servan rasgos fsicos y culturales de origen africano mucho ms notables que en otros territorios de Mxico. La historia de las personas africanas y afrodescendientes que formaron parte y contribuyeron econmica, social y culturalmente a la construccin de la sociedad mexicana ha sido negada y menos-preciada por la historia oficial.

    En 1946 el antroplogo Gonzalo Aguirre Beltrn realiz el primer estudio sistemtico de la poblacin afrodescendiente en Mxico. A partir de entonces y en particular en los 20 aos recientes, investiga-ciones histricas y antropolgicas han demostrado la importancia de la poblacin de origen africano en Mxico, especialmente en el pe-riodo virreinal, pero tambin en los siglos XIX y XX.

    Los estudios dan testimonio de que un nmero significativo de hombres, mujeres y nios de dife-rentes culturas de frica, alrede-dor de 250 mil, arribaron de ma-nera forzada a la Nueva Espaa. Trabajaron, como esclavos y libres, en la minera, las haciendas agr-colas y ganaderas, los talleres arte-sanales, las actividades de los puer-tos y el servicio domstico. Estas investigaciones han ofrecido datos sobre las culturas de origen de las y los africanos, de las caractersti-cas de las relaciones familiares y domsticas que establecieron, de la convivencia y el mestizaje con otros grupos, de las posibilidades de movilidad econmica y social a las que tuvieron acceso, de las for-mas en que obtuvieron la libertad, de los movimientos de resistencia, as como de la destacada participa-cin y contribucin de las mujeres y las y los nios de origen africano en el Mxico virreinal.

    Durante varios periodos y en muchas regiones, las personas africanas y afrodescendientes fue-ron el segundo grupo numrico despus de las poblaciones ind-genas; es importante hacer notar que en muchas ciudades como la

    de Mxico, las mujeres de origen africano fueron numricamente ms significativas que los varo-nes, desempeando trabajos en el servicio domstico, talleres artesa-nales y el comercio. En muchas ocasiones fueron ellas las que lu-charon por conseguir la libertad de sus hijos haciendo uso de los derechos que la ley les otorgaba en aquella poca ante los tribu-nales. Es importante sealar que la esclavitud se heredaba por me-dio del vientre materno, as que los hombres esclavizados podan unirse con mujeres libres y tener hijos libres, mientras que las mu-jeres esclavizadas heredaban a sus hijos la condicin de esclavitud.

    A lo largo del siglo XIX los y las afrodescendientes siguieron for-mando parte sustantiva de la so-ciedad mexicana en la mayora de los estados del territorio, sobre todo en Guerrero, Oaxaca, Mi-choacn, Morelos, Veracruz, Gua-najuato, San Luis Potos, Tamauli-pas, Zacatecas, Jalisco y la Ciudad de Mxico. Sobre su situacin en este periodo existen menos traba-jos histricos, entre otras razones porque al abolirse la esclavitud y el uso de distinciones por castas o calidades a partir de la Indepen-dencia, ha sido difcil para las y los historiadores identificarlos en las fuentes documentales. Sin embar-go, sabemos que durante este siglo las ideologas racistas se desarro-llaron en Mxico y las poblaciones afrodescendientes comenzaron a ser invisiblizadas de una manera importante en la historia. Algunos estudios han hecho nfasis en la vida de afrodescendientes desta-cados en la historia de Mxico como Juan Correa, Yanga, Jos Mara Morelos y Pavn y Vicen-te Guerrero, entre otros, aunque

    falta mucho por investigar sobre biografas de mujeres y nios afrodescendientes.

    Por su parte, los estudios antropol-gicos han subrayado las caracters-ticas singulares y especficas de las comunidades afrodescendientes contemporneas en los estados de Guerrero y Oaxaca, de los masco-gos en Coahuila y de poblaciones de origen africano de Veracruz. No obstante, son necesarias inves-tigaciones etnogrficas sobre estas regiones y que adems de observar las manifestaciones culturales y la organizacin social, realicen anli-sis y diagnsticos sobre problemti-cas de racismo, de la situacin de las mujeres afrodescendientes, del impacto de la migracin, las caren-

    cias de servicios de salud y educa-cin y la relacin entre racismo y pobreza, entre otras muchas.

    A pesar de avances en la investi-gacin, la historia oficial no ha reconocido la presencia, partici-pacin y las contribuciones de los africanos y afrodescendientes en Mxico. En los libros de texto slo aparecen algunas menciones sobre el tema, en los museos nacionales y regionales no existen exposicio-nes o alusiones a la importancia de los africanos y afrodescendien-tes en la formacin de la sociedad en Mxico, y en general existe una ignorancia total sobre el tema.

    Negar la historia de las personas provenientes de frica y por ende,

    de las y los afrodescendientes en Mxico, es negar la pluricultu-ralidad que caracteriza a las y los mexicanos y que ha sido re-conocida por el Estado; adems, atenta contra el derecho de stos a conocer y entender su pasado, lo que repercute en problemas de identidad cultural. La ignorancia y el desconocimiento de sus or-genes se traducen en situaciones de marginacin, discriminacin y violencia, ya que el rechazo por expresiones de racismo, la falta de programas destinados a su mejora-miento econmico y ser excluidos de la historia mexicana ha orilla-do a buscar alternativas de reivin-dicacin social y econmica.

    Es importante recordar que el reconocimiento de la historia y de la identidad cultural coadyu-va en la coexistencia pacfica entre grupos y el respeto a las diferencias. En los aos recien-tes, instituciones del Estado han comenzado a poner atencin en el tema y deben reconocerse los esfuerzos de organismos como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminacin (Conapred) y del Instituto Nacional de Antro-pologa e Historia (INAH), as como las iniciativas de los gobier-nos de los estados de Guerrero y Oaxaca que los han reconocido en sus Constituciones. Sin em-bargo, queda mucho por hacer; esperamos que el Decenio In-ternacional de las Personas Afro-descendientes, promulgado por la ONU, que comienza en enero de 2015, sirva como marco para la realizacin de programas, estrate-gias y acciones concretas para el reconocimiento y la elaboracin de polticas pblicas en favor de las poblaciones y comunidades afrodescendientes de Mxico.

  • 18 de octubre de 20148

    UN TRO DE AFRODESCENDIENTES EN MICHOACN*lvaro Ochoa Serrano El Colegio de Michoacn. Centro de Estudios de las Tradiciones [email protected]

    La escuela pblica mexi-cana, aparato del Estado, ha dejado en el tintero el tema afro sin termi-nar, casi grafo en los programas oficiales de enseanza. Desde el siglo XIX se han exaltado los ves-tigios materiales antiguos en los libros de historia, sin tomar a los indgenas vivos en cuenta; menos a los actuales. Esta discriminacin afecta al afrodescendiente, pen-diente, sin presente ni pasado con-tinuo en las pginas de los textos escolares.

    Tampoco se comprende a los afrodescendientes en los conteos de poblacin. Y an ms, la omi-sin niega la raz transterrada de frica en personajes notorios de la historia patria. La Secretara de Educacin Pblica olvida las con-tribuciones de hombres y mujeres de piel oscura a la cultura vern-cula, las aportaciones en torno al habla popular, a la comida, a la curacin mdica, a la msica y a la charrera; todas ocultas bajo el manto restringido del mestizaje.

    Jos Mara Morelos y Pavn. El ejemplo ms familiar, cercano al

    final del periodo colonial, es el del insurrecto Jos Mara Morelos y Pavn, quien naci en Vallado-lid, Michoacn, en 1765, si bien en la partida bautismal se asienta que es criollo, retoo de europeos. El historiador conservador Lucas Alamn manifest sus prejuicios en Morelos, quien por ambos orgenes proceda de una de las castas mezcladas de indio y negro, aunque en sus declaraciones se ca-lifica l mismo de espaol.

    En el proceso montado al prisio-nero Morelos en 1815, el fiscal dej entrever el ascendiente del acusado, atendiendo a su baja extraccin. Pedro Prez Pavn, bisabuelo materno del combatien-te al rgimen de Espaa, en su testamento despeja esa oscuridad al haber nombrado a Jos Antonio Prez Pavn, su hijo habido en mujer libre, como beneficiario de una capellana (un beneficio eclesistico) que fund. Beneficio que su bisnieto haba aspirado a disfrutar con el fin de ingresar en el seminario para ser sacerdote.

    Morelos libr el requisito de de-mostrar pureza de sangre en el

    seminario de su natal Vallado-lid, pero la partida bautismal del abuelo matero sera la clave para aclarar la baja extraccin men-cionada por el fiscal. Ese es el an hipottico nexo al parentesco afri-cano de quien intent terminar las distinciones de castas en su pro-yecto de nacin independiente, plasmado en la Constitucin de Apatzingn en 1814.

    No est de ms traer la imagen hu-mana del generalsimo en el baile y festn de la jura constitucional que recuerda el cronista Carlos Mara de Bustamante: El grave y circunspecto Morelos, aquel hombre cuyas miradas aterroriza-ban a sus enemigos () dispuso su natural mesura, y cual otro Epa-minondas que en el dulce solaz de sus amigos toca la flauta y los recrea con su sonido, ste, vestido de grande uniforme, danza en el convite ().

    Melchor Ocampo. Para 1861 los conservadores agredan al refor-mador Melchor Ocampo, quien particip en los debates de la Constitucin de 1857, carta laica y liberal que encendi la ira con-

    servadora. Ocampo elabor leyes en 1859 que terminaban con el predominio poltico del clero cat-lico, amn de que ste perdiera el control de panteones y la matrcu-la de nacimientos, matrimonios y defunciones.

    Vale repasar la biografa del refor-mista. El mdico y antroplogo Nicols Len asegur que Ocam-po haba visto la luz primera por una verdadera casualidad en la Ciudad de Mxico en enero de 1814. Sustent su dicho al encon-trar el registro bautismal de un criollo expsito, Jos Telsforo Juan Nepomuceno, Melchor de la Santsima Trinidad, en la Pa-rroquia del Seor San Miguel Arcngel. De ah que, agregando una paternidad misteriosa, siguie-ran la conseja varios historiado-res; cobijada tal incgnita en una adopcin por parte de la duea de una propiedad rstica en Pateo, en el oriente michoacano, Francisca Javiera Tapia.

    Fernando Iglesias Caldern, deudo muy cercano de Tapia, sostuvo que Ocampo no fue hijo de ella, sino ahijado, infante que ella recogi

    en su hacienda. En Obras comple-tas de don Melchor Ocampo (1985, tomo primero), en una nota a pie de pgina, el editor Ral Arrreola Corts revel que Ramn Alonso Prez Escutia haba encontrado en el archivo parroquial de Maravato el acta afn a un retoo de indio y mulata, nombrado Jos Telsforo Melchor, nacido el 5 de enero de 1810. Todos, vecinos de Pateo.

    Este testimonio coincide con la descripcin que hiciera de Ocam-po un prisionero estadounidense, Corydon Donnavan, quien, cap-turado en Camargo, estuvo en Morelia desde diciembre de 1846 hasta principios de mayo de 1847. Escribi: Durante los primeros dos meses de confinamiento, se nos ocup en la (composicin) de la Reimpresin de ordenanzas de la ciudad de Valladolid (More-lia), durante los cuales tuvimos la fortuna de ser visitados por el gobernador (Melchor Ocampo), quien supervis la publicacin. Destaca entre los mejores hom-bres de Mxico y fue candidato a la Presidencia en las ltimas elec-ciones. Ocampo tiene alrededor de 38 aos, un poco bajo de

  • 18 de octubre de 2014 9

    la estatura promedio, aun-que robusto. Su fina faccin acei-tunada pareciera ms oscura de lo que en realidad es, debido a la negrura de su cabellera, de la cual caen rizos alrededor de su cara y de sus expresivos y chispeantes ojos negros.

    Ocampo estudi derecho en la Universidad de Mxico en 1831. Pero abandon la carrera en 1835 para administrar la parte de Pateo, herencia de la seora Tapia, que transform en la finca Pomoca.

    Entre 1841 y 1844 Ocampo ela-bor un Idioticn (vocabulario, diccionario). All nombra y subraya cambujo: Aplicado antes al hijo de negro y mulata o mulato y ne-gra; era la casta ms despreciada./ Cuando se aplica a las mulas o a las gallinas, significa, de las primeras, color obscuro uniforme, y de stas, pellejo negro. El mismo Ocampo en otra obra, en un relato de la poca insurgente, Aventuras, ma-nifiesta desprecio a los criollos y discriminacin a los indios.

    Ocampo fue electo diputado por el distrito de Maravato en 1842 y 1845. Gobern Michoacn duran-te la guerra Mxico-Estados Uni-dos (1846-1848). Desempe otras responsabilidades en el Senado

    1848-1850; fue secretario de Ha-cienda (1850-1852), y gobernador de nuevo en 1852. Desterrado por el gobierno tirano y central, parti por el muelle al norte, en diciem-bre de 1853. De puo y letra:

    Ya me voy, pues me lleva el destinocomo la hoja que el viento arrebata,

    de una patria, aunque a varios ingrata,

    bien querida de mi corazn.Ya me voy a una tierra distante,

    a un lugar donde nadie me espera,donde no sentirn que me muera,

    ni tampoco por m llorarn.

    Se mantuvo atento a las circuns-tancias mundiales y del pas. En condiciones adversas, sobrevivi a su exilio en Nueva Orleans. Y no permaneci indiferente a la escla-vitud en la tierra del To Sam. En 1854 fue benefactor del Institut DAfrique, Societ internationale fonde pour labolition de la traite et de lesclavage. Fue miembro de ese instituto el tambin mexicano Juan N. Almonte, hijo de Morelos.

    Ocampo regres del destierro a Mxico en 1855 y apoy el movi-miento en contra del dictador L-pez de Santa Ana. Fue secretario de Relaciones Exteriores en el go-bierno de Benito Jurez y, siendo jefe de gabinete en 1859, redact leyes que favorecieron a la socie-dad mexicana. Retirado de la vida pblica, Ocampo fue asesinado por resentidos conservadores en junio de 1861.

    Tras la intervencin francesa y el imperio de Maximiliano, en los gobiernos republicanos de Jurez y Lerdo, durante la administracin de Porfirio Daz Mori (1876-1911) continu la apologa del pasado prehispnico en los textos escola-res. Guillermo Prieto en Lecciones de historia patria, refera la con-quista espaola y los estragos de la viruela entre los aztecas o mexi-cas, importada a nuestro suelo por un negro.

    Lzaro Crdenas del Ro. En pos del tema afro, acudimos a una escuela pblica de Jiquilpan, Michoacn, en el primer decenio de 1900. Ah asista Lzaro Cr-denas (cro apapachado en 1895) quien recuerda que la hermana de su pap le vio leer la biografa de Benito Jurez y al reconocer la imagen en el libro, ella exclam: Ese indito es de los nuestros. Crdenas seal en sus Apuntes que la ta ngela haba heredado del abuelo paterno la sangre y la fisonoma indgena, en tanto que su padre Dmaso revel ms las caractersticas del origen criollo de nuestra abuela Rafaela Pinedo de Crdenas.

    Al parecer, en el hogar de los Cr-denas, como en la mayora del entorno social michoacano, per-maneca slo la distincin entre blanco, criollo, indio y no indio. La alusin a negro o prieto era de

    quien se expone mucho al sol, no del esclavo trado de frica. Tal discurso blanqueado corra en la nacin por medio del registro civil y de la escuela.

    En la era colonial novohispana, Jiquilpan tuvo habitantes indios, mulatos, mestizos y espaoles ocupados en la agricultura, gana-dera, en tejer una pequea indus-tria textil y en comerciar en tien-das mestizas y tendejones. Rastros de dicha sobrevivencia los propor-cion el funcionario Ramn Sn-chez en el Bosquejo estadstico e histrico del distrito de Jiquilpan, resaltando an la presencia africa-na hacia 1896, esparcida en toda la regin.

    y particularmente en la hacienda de Guaracha, hombres de raza ne-gra, aunque ya muy mezclada con indgena y blanca, sabindose que a fines del siglo pasado fue trada una colonia del Congo. Entre las mujeres hay bonitas cuarteronas.

    A finales del siglo XVIII despunta informacin de Mariano Crde-nas, cuya existencia documenta el archivo parroquial de Jiquilpan. El mulato Mariano Crdenas, pequeo comerciante, encabez una familia que sufri sobresaltos por la guerra de independencia

    en medio de ataques dirigidos a la hacienda de Guaracha. No se sabe mucho de Mariano, slo que, al enviudar, sepult a su mujer Ma-nuela Bautista en primer tramo con misa, vigilia, cruz alta, ciriales y dobles solemnes el 14 de agos-to de 1813. Su hijo, Jos de Jess Eluogio se matrimoni en 1828 con Mara Gertrudis Meja, mula-ta, hija del mestizo Luciano Mexa y de la morena Juana Morales.

    Elulogio y Mara Gertrudis pro-crearon a los mulatos Francisco Matilde, Mara Victorina de la Soledad, Jos Antonio y Eulogio.

    Francisco Matilde Crdenas Me-ja trabaj tierra ajena, teji rebo-zos y comerci textiles en los po-blados vecinos. Cas en abril de 1856 con Rafaela Pinedo. La boda ocurri cuando haba tocado fin la distincin de ciudadano, indio y mulato en los libros eclesisticos. Eulogio, el hermano, particip en el imperio de Maximiliano, combati a Jurez en 1870; en el bando cristero estuvo contra el rgimen de Lerdo. Por su tono de piel, a Eulogio se le crey oriundo de Guaracha.

    El primognito de Francisco Cr-denas y Rafaela Pinedo despunt a la vida en 1857, pero muri a

    los pocos das. No as Guadalupe Francisco, nacido en 1858, el da 11 de diciembre da de San D-maso-. Jos Sstenes no perdur ni cuatro das en 1860. Dos aos ms tarde, naci Juana Mara de los ngeles, la ta ngela, y Lzaro vio la luz en 1866, quien muerto trgicamente heredara el nombre al futuro sobrino.

    Jos Lzaro naci en mayo de 1895, criatura de Dmaso; su ma-dre, Felcitas del Ro, originaria de Guarachita. El sostn de los Cr-denas del Ro descans en el pe-queo comercio y en la artesana lugarea. Lzaro Crdenas del Ro gobern provisional y cons-titucionalmente Michoacn, fue presidente de la Repblica de 1934 a 1940, y manifest dignidad a la tradicin mariachera.

    El Hombre de Jiquilpan muri en la Ciudad de Mxico en 1970. Su nieto homnimo, gobernador de la tierra de Juan Colorado en 2002-2008, va pa delante con la senda afro casado con una caribea.

    *Resumen de ponencia presentada en el X Coloquio de Africanas, realizado el 26 de septiembre en el Museo Nacional de Antropologa.

  • 18 de octubre de 201410

    Lo de Candela Las fotogra as que aparecen en estas pginas centrales, as como la publicada en la portada, son parte de un conjunto de 20 integran-tes de la exposicin Lo de Candela: afrodescendientes en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, Mxico. Los autores son Paulina Garca Hubard, Jos Luis Mar nez Maldonado y Antonio Saavedra. Esta ex-posicin ha sido presentada ya en el evento Hay Fes val, realizado en Cartagena, Colombia, este ao, y tambin en el marco del X Coloquio de Africanas, el 26 de sep embre en el Museo Nacional de Antropo-loga e Historia. Ser expuesta tambin en otras sedes, como parte de las ac vidades del Proyecto Internacional La Ruta del Esclavo: Resistencia, Libertad y Patrimonio, que este 2014 cumple 20 aos de haberse fundado en la UNESCO.

    FOTO

    : Pau

    lina

    Gar

    ca H

    ubar

    d, 2

    009

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    2012

    FOTO

    : Pau

    lina

    Gar

    ca H

    ubar

    d, 2

    009

    FOTO

    : Pau

    lina

    Gar

    ca H

    ubar

    d, 2

    006

    FOTO

    : Pau

    lina

    Gar

    ca H

    ubar

    d, 2

    007

    Miradas

    Diablo de Comaltepec

    El Ciruelo

    Descansando

    Espejos

    Diablos esperando

  • 18 de octubre de 2014 11

    FOTO

    : Ant

    onio

    Saa

    vedr

    a, 20

    11

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    2013

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    2013

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    2013

    FOTO

    : Ant

    onio

    Saa

    vedr

    a, 20

    12

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    2012

    FOTO

    : Jos

    Lu

    is M

    artn

    ez M

    aldon

    ado,

    201

    3

    Juntas a la escuela

    Lo de Lagunillas

    Lo de Lagunillas

    San Marquitos

    Nieta asomndose

    Lo de Santo Domingo

  • 18 de octubre de 201412

    SER PARTE DE LAS ESTADSTICAS Y SER RECONOCIDOS LEGALMENTE: ASPIRACIN DE LOS AFROMEXICANOSLourdes Rudio

    Los afrodescendientes en Mxico aspiran a que la Encuesta Intercensal que realizar en 2015 el Instituto Nacional de Estadstica y Geografa (INEGI) derive por lo menos en el diseo de polticas pblicas especficas para esta po-blacin, a la cual se le ha escati-mado por aos su conteo oficial, y por tanto su reconocimiento constitucional y ser considerada en programas, presupuestos e ins-tituciones de carcter pblico.

    En entrevista, Sergio Pealoza, presidente de Mxico Negro aso-ciacin civil con presencia en la Costa Chica de Guerrero y Oaxa-ca- remarca el compromiso que tiene el INEGI de realizar la En-cuesta Intercensal, la cual, dice, dar cumplimiento a medias a recomendaciones hechas por la Organizacin de las Naciones Unidas en 2011 (Ao Internacio-nal de los Afrodescendientes) y a demandas insistentes de organiza-ciones de afromexicanos, y quiero pensar que para el 2020 (el INE-GI) dejar de tener excusas y nos incluya en el Censo de Poblacin.

    Cabe sealar que en 2010 organi-zaciones de afrodescendientes pi-dieron al INEGI que integrara en el Censo de Poblacin la pregunta: Usted se siente afrodescendien-te?. El INEGI se rehus y ofreci a cambio aplicar un programa pilo-to, mismo que finalmente desech con el argumento de que muchas personas no comprendan la pre-gunta y que en Mxico el censo no hace distinciones raciales.

    Posteriormente, por la recomen-dacin de la ONU en 2011, el INEGI ofreci realizar un Conteo Intercensal de los Afrodescendien-

    tes en 2015, y luego cambi y de-termin que aplicar la Encuesta Intercensal. En una declaratoria del 14 de junio de 2014, firmada en Cajinuicuilapa, Guerrero, re-presentantes de varias agrupacio-nes (frica, AC; Colectivo Las Morenas; Colectivo de Artistas Visuales de la Costa de Oaxaca; Prpura, AC; Red de Mujeres de la Costa Chica; Grupo Cultural Costa Chica, AC, de Oaxaca, y ODEPA, AC, de Guerrero) as como por Nemesio Rodrguez, de la UNAM y la diputada federal Teresa Mojica, de Guerrero, mani-festaron inconformidad por la de-cisin del INEGI, pues el modelo de encuesta, en lo que respecta a

    la poblacin negra afromexicana, no tendra la especificidad que esta poblacin requiere para su reconocimiento constitucional () el Conteo tiene mayor espe-cificidad en el conocimiento de la dimensin, las condiciones y situa-ciones de esta poblacin; mientras que el modelo de encuesta, si bien til para otros grupos sociales, no es conveniente de aplicar a la po-blacin negra afromexicana, ya que se carecen de referentes ofi-ciales previos.

    Y deplora: Despus de un largo tiempo de relacin entre las organi-zaciones con el INEGI, no encon-tramos a la fecha rasgos de voluntad

    poltica del Estado para avanzar en el reconocimiento estadstico y ju-rdico de la poblacin negra. Esta situacin se hace de conocimiento pblico con el objeto de alertar a la poblacin nacional de que, pese a los compromisos internacionales contrados por el Estado nacional, la estructura del mismo dilata los procedimientos para el reconoci-miento pleno de derechos de una poblacin marginada e invisibili-zada histricamente.

    Pealoza comenta que la invisibi-lidad estadstica de los afrodescen-dientes permite que las institucio-nes los ignoren. Hemos acudido a la Comisin Nacional para el De-sarrollo de los Pueblos Indgenas (CDI) a solicitar apoyos econmi-cos, pero nos los niegan, con el ar-gumento de que no pertenecemos a ningn grupo indgena.

    Asimismo, los negros mexicanos enfrentan el racismo y la discri-minacin en todas sus formas. Es frecuente que nos detenga la poli-ca con la acusacin de que somos extranjeros que estamos aqu de manera ilegal.

    De acuerdo con declaraciones he-chas a la prensa en fechas recientes por Nemesio Rodrguez, investi-gador en Oaxaca del Programa Universitario Mxico Nacin Mul-ticultural PUMC, de la UNAM (hoy denominado Programa Uni-versitario de Estudios de la Diversi-dad Cultural y la Interculturalidad, PUIC-UNAM), se estima que en Mxico hay 450 mil afrodescen-dientes, pero es indispensable que el INEGI realice el conteo adecuado.

    Dice Pealoza: He visto algunas cifras que dicen que somos como el uno por ciento o el 1.2 o 1.3 (de la poblacin de Mxico), pero no me atrevo a afirmar nada. El INEGI no nos ha contado y no tenemos una referencia bsica, seala Pealoza, quien considera que indgenas y negros mexicanos enfrentan condi-ciones de discriminacin similares. Vivimos en las zonas ms margina-das del pas. Se dice que los negros, por vivir en lugares costeros, tene-mos mayores oportunidades que los indgenas porque nuestras activida-des principales son la ganadera, la pesca y la agricultura, con un poco ms de extensin que los indgenas, por la ubicacin geogrfica, pero en trminos de inversin del gobierno para las actividades econmicas de los indgenas y los negros estamos en la misma situacin.

    En trminos del reconocimien-to constitucional, los indgenas estn mejor: ya estn reconocidos, tienen una institucin que los atiende, la CDI, tienen un presu-

    puesto para el desarrollo de comu-nidades. Pero en la prctica, la rea-lidad de los indgenas es la misma que tenan hace ms de 20 aos. El presupuesto que se les asigna para su desarrollo aterriza en pocos espacios y en pocas personas. Los afrodescendientes esperamos que cuando nos reconozcan, no nos ocurra eso. Que cuando nos den presupuesto vaya verdaderamente al desarrollo de las comunidades.

    Pealoza explica que los afrodes-cendientes se dedican a la agricul-tura y la ganadera, pero no forman parte de los grandes productores. Desde que trajeron de frica a los negros como esclavos, durante la Colonia, se les emple en esas acti-vidades fue como una escuela para las generaciones siguientes y fue el legado de actividades productivas que se qued y no ha habido ms oportunidades. Hoy el abandono econmico, la falta de inversin gubernamental se observan pre-cisamente en el campo y por eso muchos estn yndose a Estados Unidos. En mi comunidad, Cua-jinicuilapa, antes era muy conta-da la poblacin afromexicana que emigraba, pero desde hace unos 20 aos la emigracin es muy mar-cada. Hay un alto porcentaje de la poblacin que se va en busca del sueo americano y regresa siendo nociva para la poblacin porque ha perdido sus tradiciones y trae otras costumbres, vienen iniciados en ac-tividades de narcotrfico.

    Cabe sealar que en 2012 el PUMC (hoy PUIC) levant un censo de poblacin negra en la Costa Chica de Oaxaca, y los re-sultados los entreg al INEGI y a comisiones de la Cmara de Dipu-tados, a fin de incidir en ellos para que se agilice el reconocimiento legal de esta poblacin.

    El trabajo implic mil 519 encuestas aplicadas en 22 localidades, donde se contabilizaron mil 924 viviendas, con 6 mil 400 habitantes afrodes-cendientes. Segn los resultados, los hogares son ocupados en promedio por cuatro personas, de las cuales trabajan tres pero slo una obtiene el salario mnimo. La sobrevivencia de la poblacin es gracias a su traba-jo en pesca, agricultura y ganadera. De los encuestados 58 por ciento tiene familiares migrantes, 90 por ciento de ellos en Estados Unidos y el resto en diversas partes de la Repblica. El 18 por ciento report haber sido discriminado fuera de su regin pero dentro del territorio nacional, porque se piensa que no son mexicanos, por lo tanto hay un problema de conciencia nacional, segn coment a la prensa en su momento el responsable de la en-cuesta, Nemesio Rodrguez.

    FOTO

    : pow

    erfu

    lking

    1FO

    TO: L

    ourd

    es R

    udi

    o

    Sergio Pealoza, presidente de Mxico Negro, AC

  • 18 de octubre de 2014 13

    NECESARIO Y URGENTE, EL RECONOCIMIENTO JURDICOJuan Pablo P. Vienteo

    En Mxico, la poblacin afrodescendientes se localiza, principalmente, en los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Yucatn, Coahui-la, Veracruz y Tabasco. Slo en los dos pri-meros existen organizaciones civiles que luchan por un reconocimiento constitucional y dan a conocer que en este pas existe poblacin de origen africano con su pro-pia cultura. Denuncian que durante ms de 500 aos han sido invisibilizados en la historia sin reconocer su participacin en la construccin del Estado.

    Al respecto, es importante entender por qu estos pue-blos requieren y exigen su inclusin en la Constitucin. Especficamente solicitan la reforma al artculo segun-do en donde se incluya a los afromexicanos como parte de la multiculturalidad que existe en el pas.

    A diferencia de la poblacin indgena, los negros o afromexicanos no estn reconocidos en ese artculo pues ni los gobiernos independentistas, ni los refor-mistas, ni siquiera los revolucionarios reconocieron a estas sociedades afrodescendientes. A partir de 1542, con las llamadas Leyes Nuevas, la Corona espaola re-conoci jurdicamente a los indgenas como sujetos de derechos, otorgando mercedes, donde se les reconoca sus territorios y la creacin de sus propios cabildos. En

    tiempos contemporneos fue apenas el 14 de agosto de 2011 cuando se reconoci a los indgenas como sujetos de derechos, en el Diario Oficial de la Federacin.

    Por otro lado, las organizaciones afromexicanas que lu-chan por su reconocimiento constitucional, han ganado varios espacios en las administraciones gubernamen-tales. En el caso de Oaxaca, se cre el Departamento de Atencin a las Comunidades Afrodescendientes, el cual es parte de la Secretara de Asuntos Indgenas. En el estado de Guerrero, en el ao 2012 se cre la Sub-secretara de Desarrollo del Pueblo Afromexicano, la cual se encuentra integrada en la Secretara de Asuntos Indgenas de ese estado. Sin embargo, no es suficiente que se tengan espacios administrativos donde estn re-presentados los pueblos afromexicanos, pues al carecer del reconocimiento jurdico, no se pueden implementar las polticas pblicas y mucho menos tener una propia partida presupuestal.

    En entrevista con el subsecretario del Pueblo Afromexi-cano del estado de Guerrero, Bulmaro Garca Zavaleta, indica que no se han podido bajar recursos para los diversos proyectos (productivos y culturales) que han presentado a esta Subsecretara las diversas organizacio-nes de la regin de la Costa Chica. El motivo es que los

    afromexicanos an no son sujetos de derecho y por tanto no hay presupuesto asignado para ellos.

    Desde abril del presente ao, el gobierno guerrerense anunci la Nueva Constitucin del estado de Guerrero, en donde se incluye al pueblo afromexicano como suje-to de derecho, especficamente en el capitulo referente a indgenas y afromexicanos. Sin embargo, hasta la fecha no se ha publicado en el Diario Oficial de esa entidad.

    Hoy la Comisin Nacional para la Prevencin de la Discriminacin (Conapred) est haciendo un esfuerzo para combatir el racismo hacia los afromexicanos, la Comisin Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indgenas (CDI) ya tiene representantes afromexica-nos y el Instituto Nacional de Geografa y Estadstica (Inegi) hace una encuesta para determinar cuntos afromexicanos se reconocen as. Sin embargo mien-tras no exista un reconocimiento federal, y los reco-nocimientos estatales estn detenidos, las poblacio-nes afromexicanas de Guerrero y Oaxaca seguirn al margen de las polticas pblicas. De cualquier forma, muchas organizaciones civiles no esperan este recono-cimiento y trabajan desde sus trincheras y posibilidades para lograr ser visibles ante los gobiernos y ante la poblacin mexicana en general.

    FOTO

    : Fot

    osim

    agen

    es o

    rg

    FOTO

    : Gob

    iern

    o de

    Oax

    aca

    FOTO

    : Om

    owale

    Sta

    rchi

    ld

    FOTO

    : fri

    ca A

    .C.

  • 18 de octubre de 201414

    TAREAS LEGISLATIVAS PENDIENTESGabriela Iturralde Nieto Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM

    A pocos meses de que inicie formalmente el Decenio Internacional de los Afro-descendientes, es necesa-rio reflexionar acerca de las tareas que tiene pendientes el Estado mexicano en relacin con las po-blaciones afromexicanas y el reco-nocimiento de sus derechos. Es por todos bien sabido que, tal como lo reconoce el artculo 2 de la Consti-tucin, Mxico es un pas pluricul-tural. Las prcticas de la vida coti-diana: las formas de comer, hablar y vestir, las de festejar y las de hacer familia; los saberes tradicionales, y la apariencia de las y los mexicanos dan cuenta del rico y complejo mo-saico que es este pas.

    No obstante, las personas afromexi-canas coloquialmente llamadas negras o morenas- siguen siendo las grandes ausentes de este cono-cimiento popular y sobre todo del

    reconocimiento constitucional y legal por parte del Estado. Las y los afromexicanos son descendientes de hombres, mujeres, nias y nios provenientes de diversas regiones de frica que llegaron de manera forza-da al territorio de lo que hoy es Mxi-co en el periodo virreinal (1521-1822), que se asentaron aqu, que trabajaron la gran mayora en condiciones de esclavitud- en las diversas empresas coloniales y produjeron riqueza con su trabajo, convivieron con los otros grupos sociales, hicieron familias y con sus saberes crearon nuevas for-mas de comprender el mundo.

    A pesar de que las investigaciones de historiadores y antroplogos han constatado la innegable importancia de su participacin en la formacin del pas, la poblacin afromexicana ha sido borrada de nuestro pasado. Poco sabemos de sus contribuciones econmicas, de su participacin en

    la creacin de las expresiones cul-turales nacionales y del papel que han jugado en los grandes aconte-cimientos de la historia, como la Independencia: Morelos y Guerrero eran lo que hoy llamamos afrodes-cendientes. Tampoco sabemos mu-cho de la presencia actual de estas comunidades, de sus formas de vida y de las situaciones de vulnerabili-dad que enfrentan.

    Es por eso que desde hace ms de 15 aos las personas y comunida-des afromexicanas, sobre todo de la Costa Chica de Guerrero y Oaxa-ca, han emprendido un importan-te proceso de organizacin social y poltica cuyo principal objetivo ha sido visibilizar la presencia pasada y presente de las personas afromexicanas, as como tambin llamar la atencin sobre las condi-ciones de exclusin y marginalidad en la que se encuentran la mayora de sus comunidades y de manera muy especial denunciar el racis-mo que deben enfrentar cotidia-namente. Hoy en da la principal demanda de estas comunidades y organizaciones es su inclusin en la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos y su reconocimiento como titulares de derechos que les garanticen la posi-bilidad de ser parte de la nacin sin dejar de existir como comunidades culturalmente diferenciadas.

    Las Constituciones de los esta-dos de Guerrero y Oaxaca ya han incluido en su clusula de recono-cimiento de la diversidad cultural a la poblacin afromexicana y por lo menos de manera formal les ga-rantizan derechos especficos. El reconocimiento constitucional a nivel federal sigue siendo una ta-rea pendiente, desde hace por lo menos tres aos se han presentado en el Poder Legislativo iniciativas de reforma constitucional para in-cluir a la poblacin afromexicana en el artculo 2. stas siguen espe-rando en un cajn o en una pila de expedientes a ser atendidas, aun cuando el Comit para la Elimina-cin de la Discriminacin Racial (CERD) ha recomendado al Esta-do mexicano emprender acciones en este sentido como medida para eliminar la discriminacin racial.

    La inclusin explicita de la pobla-cin afromexicana en la Constitu-cin es sin duda un primer paso en un largo camino orientado a sub-sanar la deuda que el Estado tiene con este grupo de poblacin. Ob-viamente como ya lo hemos po-dido ver en el caso de los derechos de los pueblos indgenas- la sola mencin no basta. Este acto decla-rativo debe servir como base para el desarrollo de un conjunto de polticas pblicas que garanticen el pleno ejercicio de los derechos de las personas y comunidades afromexicanas y que contribuyan con la construccin de una socie-dad libre de racismo. Es necesario emprender acciones que restitu-yan la dignidad a este grupo de poblacin, incluirlos en los censos y otras estadsticas oficiales, dise-ar programas de atencin social especialmente dirigidos y empren-der acciones orientadas a la elimi-nacin del racismo en todas sus formas de expresin.

    Las Constituciones de los estados de Guerrero y Oaxaca ya han incluido

    en su clusula de reconocimiento de la

    diversidad cultural a la poblacin afromexicana

    FOTO

    S: B

    astie

    n De

    ves

  • 18 de octubre de 2014 15

    EL RACISMO EN CONTEXTOS ESCOLARES DE MXICOCristina V. Masferrer Len INAH - Afrodescendencias en Mxico. Investigacin e Incidencia, AC

    Nadie nace con ideas racistas. El racismo se aprende. Se aprende cuando vemos progra-mas de televisin que reproducen estereotipos que histricamente se han impuesto sobre las poblacio-nes indgenas o afrodescendientes. Aprendimos estereotipos racistas mientras nos remos de personajes como la India Mara o el Negrito To-ms; o durante el Mundial de Ft-bol de 2010 en Sudfrica, cuando la televisin mexicana represent a los africanos como canbales. Y segui-mos aprendindolos cuando en la radio escuchamos que los africanos estn contaminados con bola y que esta enfermedad lleg a Estados Unidos por un negro grandote.

    El racismo tambin se aprende en la escuela, donde debera privar un ambiente de respeto igualitario para todas y todos, no slo porque se trata de un espacio proporcionado por el Estado, sino tambin porque la educacin es uno de los Dere-

    chos de la Infancia. Acaso el Es-tado no debera asegurar que todos los nios gocen del mismo respeto en el aula, sin importar su origen tnico o su apariencia fsica? No debera la Secretara de Educacin Pblica (SEP) mostrar los aportes de los miles de afrodescendientes que han sido parte de Mxico des-de antes de su Independencia?

    La enseanza del racismo en contextos escolares implica la reproduccin de relaciones des-iguales e injustas, y se traduce en la perpetuacin de cotos de poder que lastiman profundamente a la sociedad en su conjunto. A par-tir de investigaciones realizadas en Mxico, se han identificado distintos actos de discriminacin tnico-racial en la escuela, que se expresan de mltiples maneras. Una de ellas es el bullying entre compaeros, cuando se insultan con frases como: mono, negro, india patarrajada o negrito Bim-bo. Este tipo de acoso escolar ha

    obligado a algunos nios a cam-biarse de escuela. No obstante, los propios estudiantes tambin son conscientes acerca de la importan-cia de eliminar la discriminacin. Tan slo, como ejemplo, retomo lo dicho por una alumna de quinto grado de primaria: la discrimina-cin es mala porque as demues-tras que no tienes valores ni igual-dad (Frida Tejada, 2013).

    La discriminacin racial tambin se expresa en un trato diferenciado por parte de los docentes hacia sus alumnos. Con lgrimas en los ojos y la voz entrecortada, varias perso-nas de la Costa Chica de Guerre-ro y Oaxaca (donde se encuentra una considerable concentracin de poblacin afromexicana) han sealado que no les han permitido ser parte de la escolta por su feno-tipo, en particular su tono de piel, a pesar de tener el mejor promedio de su grupo. Directores y maestros han afirmado frente a nosotros que los nios negros o morenos son menos inteligentes y ms flojos que los dems estudiantes. Docen-tes de varias partes del pas com-prenden la diversidad humana de manera racializada, mientras que otros emiten opiniones francamen-te racistas sobre estas poblaciones, al repetir estereotipos sobre su inte-ligencia, fuerza o sexualidad.

    Paradjicamente, quienes estn in-teresados en solucionar este tipo de problemas tambin son maestros, algunos de los cuales no tienen los recursos suficientes para hacerlo. En la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, suelen ser los propios docentes quienes emprenden im-portantes acciones en contra de la discriminacin, muchas veces de la mano de las asociaciones civiles ne-

    gras o afromexicanas de la regin.

    En cambio, el Estado mexicano ha mostrado poco inters en erradicar la discriminacin racial de los con-textos escolares. Los libros de texto que la SEP edita y obliga a utilizar en todas las escuelas primarias del pas continan explicando la di-versidad humana en trminos de razas, en lugar de insistir en que las razas humanas no existen. Adems, reproducen una visin parcial de la historia que no muestra la contri-bucin de los miles de africanos y afrodescendientes que colaboraron en la construccin de Mxico, y de los afromexicanos que son parte de este pas en la actualidad. Acaso esta exclusin no es, tambin, un acto de discriminacin? Urge revi-sar y corregir los libros de texto, pero tambin es imprescindible aumen-tar la cantidad de horas dedicadas a Historia y emprender campaas de concientizacin entre directores, maestros y alumnos de todo el pas.

    La historia de los afrodescendien-tes es la historia de todos nosotros, porque slo cuando la conozcamos sabremos cmo se construy el M-xico contemporneo. La exclusin, marginacin y discriminacin que enfrentan hoy las personas y los pueblos afromexicanos nos ataen a todos, porque estas problemti-cas no slo afectan a quienes las padecen, sino que perturban la convivencia de la sociedad en su conjunto. A meses de que inicie el Decenio Internacional de las Personas Afrodescendientes pro-clamado por la ONU (2015-2024), el reconocimiento constitucional de los afromexicanos y la creacin de leyes secundarias efectivas que atiendan a dicha poblacin an si-guen pareciendo sueos lejanos.

    FOTO

    S: B

    astie

    n De

    ves

  • 18 de octubre de 201416

    Colombia

    RE-PENSANDO A LA MUJER AFROJuliana Gmez

    La historia latinoamericana ha sido escrita y construida desde una mirada hegem-nica que ha invisibilizado, entre otros, los procesos de las co-munidades afrodescendientes. Este ha sido el caso de las comunidades negras que se ubican en la costa atlntica colombiana. Su proceso de reivindicacin no slo se enfren-ta con el dominio tradicional, es decir el poder estatal y los intereses de las trasnacionales; tambin se inscribe en dinmicas y conflictos intertnicos, con grupos que han reafirmado sus derechos ancestrales va procesos polticos y organizati-vos de larga trayectoria como los in-dgenas y los consejos comunitarios de la costa pacfica colombiana.

    El Consejo Comunitario de la Sie-rra, el Cruce y la Estacin (Conesi-ce), ubicado en el departamento del Cesar, en el municipio de Chirigua-n, Colombia, ha emprendido una lucha por la defensa del territorio, es-pecficamente contra la minera que ubica parte del territorio en uno de los ms importantes corredores para la explotacin en el pas. Esta coyun-tura ha permitido fortalecer el pro-ceso organizativo del Conesice y con ello se ha dado espacio para repensar

    las relaciones de gnero y cuestionar comportamientos propios de una so-ciedad radicalmente patriarcal.

    As entonces, en octubre del 2013 surgen las cajas de ahorro de muje-res y, posteriormente, el Comit de Mujeres del Conesice como iniciati-va que deviene del intercambio cul-tural con algunas mujeres indgenas inza, en el Cauca colombiano. Esta experiencia ha permitido construir estrategias fundamentadas en la economa solidaria. Las cajas de ahorro nacen con la idea de cons-truir espacios colectivos que gene-ren, de alguna manera, un ingreso

    para la contribucin de las mujeres con los gastos de la economa fami-liar, mejorar sus condiciones de vida y responder a los intereses particula-res de cada una de ellas.

    Sin embargo, ms all del ejercicio de pensar en otras formas de subsis-tencia y subvertir el orden impuesto por la economa capitalista, funda-mentada en los principios de acu-mulacin y competencia, las cajas de ahorro se han construido como un espacio femenino que se inscri-be en una cotidianidad particular. All no slo se tejen relaciones ba-sadas en la vecindad, en el mirarse

    diario y en la confianza que genera la circulacin transparente del re-curso econmico, sino que adems transforma la rutina de cada una de las mujeres que asiste a un espacio propio, en el que, por medio de la palabra y el compartir, se genera la posibilidad de pensarse a s mismas, a las otras, a los otros y al nosotros.

    Actualmente hay 60 mujeres par-ticipando de manera activa en seis cajas. Algunas de ellas son lderes que hacen parte de la junta directiva del Consejo Comunitario, otras son madres cabeza de familia, otras son amas de casa y otras son mujeres solteras. Son mujeres con persona-lidades, roles sociales y experiencias diversas que, al encontrarse quince-nalmente, construyen un espacio autnomo de dilogo y confianza en el que comparten experiencias, donde pueden reflexionar sobre s mismas como agentes de la toma de decisiones de la vida familiar y del proceso de organizacin poltica que implica el Consejo Comunitario.

    En este sentido es importante re-saltar que, aunque la experiencia de las cajas de ahorro lleva apenas un ao, es uno de los trabajos ms importantes dentro del proceso

    organizativo del Consejo Comu-nitario. Ha visibilizado a las muje-res que hacen parte de la comuni-dad, les ha permitido reafirmar su auto reconocimiento como muje-res afro y las ha llevado a partici-par de manera ms o menos activa en los espacios pblicos; bien sea a partir de asambleas, comits, cargos polticos o en el desarrollo de tareas que buscan el bienestar colectivo de la comunidad.

    Lo que en principio fue interpreta-do por los compaeros de las muje-res como una postura amenazante, ya que la independencia econmi-ca representaba un factor de cam-bio en las relaciones de gnero, hoy es una iniciativa reconocida no solamente por las mujeres, sino por sus compaeros y la comunidad. finalmente, la experiencia de las cajas de ahorro de mujeres ha trans-formado la manera de tomar deci-siones y distribuir funciones, tanto en el espacio domstico como en los pblicos. Ha contribuido de manera importante al reconoci-miento de las mujeres no slo por su condicin de gnero, sino tam-bin por su negritud, dos elementos fundamentales en la construccin de su subjetividad.

    Colombia

    SABANAS DE VIDA Y LIBERTAD: LUCHAS DE LA GENTE NEGRA POR LAS TIERRAS COMUNESNadia Umaa

    Pum Pum Pum. Una tambora Pueblo, pueblo!: Un grito, que se multiplica como la luz que ya ama-nece en las sabanas, inmensas y libres, del Csar, en el caribe colombiano. Machetes, hachas y rulas se confunden entre los rostros negros de mujeres, hombres y nios que corren y juegan en actitud carnavalera: Afilen las hachas que ya son las ocho. Vamos a tumbarle la lnea a Mo-rroco, corean las mujeres, animan al pueblo para evitar, una vez ms, que los terratenientes se apropien de las tierras co-munes alambrndolas con cercas o lneas. Rostros de dicha, casi burlona, manos acostumbradas al pastoreo de chivos y el cultivo en el monte, pies de tierra y baile se hacen verso, tambora y consigna: Pueblo unido jams ser vencido. Palante mi gente. Ah viene la polica, se inventa, slo para responder, retadoramente Pues qu venga la polica!.

    Y empieza la pica: pim pim pra para, cae la madera y el alambre de las cercas que los ricos haban tendido durante das para apropiarse de las sabanas comunales. Con qu gusto se regresa al pueblo de La Sierra despus de una pica! Un momentico, y n m: no vale cerca ni ttulo fraudulen-to de los ricos, porque la tierra es comn, es de la gente que la defiende machete en mano, y sonrisa amplia en el rostro. Y es que el pueblo negro de La Sierra ha caminado, tra-bajado y vivido esas tierras de inmensidad una generacin tras otra, hasta donde alcanza la memoria y la palabra para hacerla verso de tambora. Y por eso, cmo nos bamos a dejar robar las tierras por unos tipos, slo porque son ricos y fuereos?, diga usted? Uno tiene que darse a respetar en su casa, aqu, diga a ver? pregunta la seo Elsa Snchez, cuando recuerda con la emocin viva en la mirada, la lu-cha por las sabanas que iniciaran en los aos 70s.

    Es que en las sabanas se aprende a vivir: se camina con los chivos y carneros en el pastoreo, se consigue la lea para cocinar y hacer las casas, se obtiene la palma para los empajes de los techos y las esteras, se encuentra la uvita de lata, el maran, el icaco y la guayabita sabanera para jugos y dulces Y como se trata de la vida, las sabanas deben permanecer as, libres y comunes, como lo explica Nubia Florin: Es que a nosotros nos identifica y nos une nuestra cultura, que es nuestra forma de vivir, de pensar, de cultivar, de producir. Nuestro territorio es la vida nues-tra, la vida completa, es parte nuestra, y sin territorio so-mos nada, no existiramos. O sea que la lucha por las saba-nas es una pelea por la vida, por la vida productiva, la vida cotidiana, por la vida cultural, por la vida misma nuestra y de nuestros hijos: por nuestra prevalencia y nuestra super-vivencia como pueblo negro, como pueblo serrano.

    En la vida y la lucha por las sabanas, no slo se defien-den las tierras, sino que se aprende lo ms importante: la libertad que caracteriza el territorio y sus gentes. Para entender aquello que hace de estas sabanas comunales un territorio, lo ms importante no son los lmites espa-ciales, sino la accin; no es el sustantivo, sino el verbo: en el movimiento libre de gentes y cosechas, de animales y saberes de la cultura en su vitalidad- las sabanas comu-nes son el territorio de la libertad como accin cotidiana, colectiva y concreta.

    As lo explica Narlys Guzmn: Eso como que va en nues-tra cultura, eso de querer ver todo libre, por qu la gente no alambra las sabanas? Por las costumbres nuestras, que son negras. Yo creo que las nicas sabanas que quedan por

    aqu son las nuestras, ya todo el resto se acab. Tambin en nuestras casas, aunque estn cercadas, son espacios gran-des para que uno sienta que eso no acaba nunca A la gente aqu no le gusta que las sabanas estn cercadas, les gusta as, libre: para ellos poder entrar, y no tener que estar abriendo portn, que puedan cortar lea para all tranqui-lamente. Ya es costumbre de eso as, libre.

    Esa misma libertad est en las identidades negras de la gente que habita y defiende las sabanas. Ms que los ras-gos fsicos o la historia compartida de la esclavizacin, la discriminacin y el racismo, la gente serrana se autorre-conoce negra por la lucha, por la bsqueda vital de la li-bertad por la cual se es rebelde y solidaria, se es peleonera y hasta revolucionaria. En palabras de Nstor Martnez: Yo digo que dentro de su rebelda, uno siempre quie-re ser libre. Libre en todos los sentidos, porque si a ti te presionan para hacer algo t, eche!, te quieres liberar Entonces eso lo tenemos nosotros en nuestras races, en nuestras ideas, en nuestras mentes y en nuestro corazn. Por eso nos tratan aqu de negros revolucionarios. Y es que los serranos nos caracterizamos por ser rebeldes, revolu-cionarios, echados padelante.

    Pum Pum Pum. Pueblo, pueblo! Y los corazones de la gente serrana se hacen tambora de nuevo, porque la lucha por su tierra, por su libertad, autonoma y vida si-gue vigente. Ayer eran las picas contra los terratenientes, hoy es la necesidad de evitar que las minas de carbn concesionadas a Drummondt y el monocultivo de palma aceitera devoren los suelos y los cielos, las aguas y las comunidades.

  • 18 de octubre de 2014 17

    Per

    LA ESCLAVITUD AFRICANAMaribel Arrelucea Barrantes Historiadora peruana, autora del libro Replanteando la esclavitud. Estudios de etnicidad y gnero en Lima borbnica, Lima, CEDET, ed. 2009

    Las historias locales de la esclavitud en Amrica Latina forman parte de la expansin y transfor-macin del capitalismo. En espa-cios densamente poblados por in-dgenas como los Andes centrales y Mxico se organiz la produc-cin bajo diversas modalidades de mano de obra, como la encomien-da, la mita y el trabajo libre. De all que la esclavitud no tuvo una presencia importante, excepto en algunas regiones donde existan plantaciones, haciendas y, espe-cialmente, en las ciudades donde fue usada ms como mano de obra domstica, jornalera y smbo-lo de prestigio. En otros espacios, en cambio, la mano de obra afri-cana fue preponderante como en Brasil y el Caribe mientras que en zonas como Chile tuvo un peso mucho menor.

    En sociedades esclavistas como Cuba y Brasil, importaron grandes cantidades de africanos esclaviza-dos hasta la ltima dcada del siglo XIX. En cambio, en Chile y Argen-tina para el siglo XIX eran pocos, la esclavitud haba perdido peso como mano de obra y como grupo demogrfico. La esclavitud tuvo un auge temprano en la regin latinoa-mericana, pero para el siglo XVIII disminuy notoriamente. En ese mismo siglo, en Per fue una mano de obra importante en la costa del Pacifico y su capital Lima para dis-minuir en el siglo siguiente. Estas oscilaciones temporales desde el si-glo XVI hasta el XIX evidencian los ritmos diferentes de la esclavitud y la trata negrera, las evoluciones en los modelos econmicos y el peso demogrfico social y cultural que fueron adquiriendo los africanos y sus descendientes.

    Per es ms conocido por su poblacin indgena