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7/24/2019 La Invencion de La Guerra de La Independ
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STUDIA HISTORICA-HISTORIA CONTEMPORNEA, Vol. XII (1994) pp. 75-99
La invencin de la Guerra de la Independencia
JOS
A L V A R E Z J U N C O
Universidad Complutense
RESUMEN.-Este artculo estudia el proceso de elaboracin de una ver
sin nacionalista de la guerra que se desarroll en la Pennsula Ibrica entre
1808 y 1814. Simplificndose e incluso falsendose la realidad, desde media
dos del siglo XIX qued definitivamente convertida en guerra de independen
cia nacional un conflicto de races complejas, pero en el que no se dirima en
absoluto la conversin de la monarqua espaola en un territorio dependiente
del imperio francs. El mito de la Guerra de la Independencia pas a ser el eje
retrico fundamental sobre el que girara el emergente nacionalismo espaol
durante todo el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.
ABSTRACT.-This article studies the process of elaborating a nationalist
versin of the war that took place on the Iberian Pennsula between 1808 and
1814.
By simplifying and even falsifying reality, what was a deeply complex
conflict became definitively converted into the War of National Independen-
ce in the middle of the 19th century, even though the conversin of the Spa-
nish monarchy into a territory dependent on the French empire was never in
question. The myth of the War of Independence became the fundamental rhe-
torical axis around which emergent Spanish nationalism would revolve throug-
hout the 19th and the first third of the 20th century.
Oh Es el pue blo Es el pueb lo Cual las
Del hondo mar alborotado brama . /olas
Las esplendentes glorias espaolas,
Su antigua prez, su independencia aclama .
Se ha escr i to mucho recientemente sobre la manipulacin de la memoria his tr ica , o
la invencin del pasado, segn la fe l iz expres in pues ta de moda por Eric Hobsbawm.
La funcin de la historia es ciertamente crucial en la creacin de identidades colectivas,
y la ident idad colect iva de mayores consecuencias pol t icas es , hoy por hoy, la nacional .
Como ha escr i to e l mismo Hobsbawm, los his tor iadores son los suminis t radores de la
mater ia pr ima esencial para e l nacional ismo
2
.
1.
Jos de Espronceda, Al Dos de Mayo, en
Obras Poticas,
I, Espasa-Calpe, p . 145.
2.
Los historiadores son al nacionalismo lo que los cultivadores de opio del Pakistn a los
adictos a la herona: nosotros suministramos la materia prima esencial para el mercado, en Etni-
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Estas reconstrucciones histricas no se hacen slo en los libros acadm icos n i, nece
sariamente, mucho tiempo despus de transcurridos los hechos. Por supuesto, la facili
dad de falseamiento es mayor cuanto ms aumenta la distancia; pero la elaboracin de
versiones nacionalistas sobre acontecimientos recin sucedidos es tambin un fenmeno
frecuente. Estudiar en este artculo uno de estos casos, relacionado con el conflicto b
lico que se desarroll en la Pennsula Ibrica entre 1808 y 1814.
En el momento de iniciarse este conflicto, que coincide aproximadamente con el co
mienzo de la era de los nacionalismos, Espaa era una de las unidades polticas ms
antiguas y establecidas en un contexto regional de tan inmensa fragilidad y movilidad
fronterizas como el europeo. La monarqua espaola, en efecto, cubra un territorio cu
yas fronteras -todava las actuales- haban mantenido una configuracin casi idntica
desde comienzos del siglo XVI. No entrar a discutir aqu las peculiaridades de aquella
unin dinstica, en la que los distintos reinos no slo mantenan diferentes legislaciones
e instituciones autnomas sino incluso fronteras aduaneras entre ellos, lo cual la conver
ta en algo muy distinto a lo que hoy consideramos un Estado-nacin. Pero los subditos
de aquella monarqua compartan una misma religin, se vean embarcados en constan
tes guerras contra enemigos comunes y no faltaban las elaboraciones intelectuales en
torno a una identidad colectiva espaola (con expresiones bien conocidas en Nebrija,
Mariana, Quevedo o, en las dcadas inmediatamente anteriores a la etapa en que se cen
tra este artculo, en Forner) que algunos autores llamaran pre- o proto-nacional, y que
aqu preferira denominar etno-patritica
3
. Podra, desde luego, relativizarse el valor de
tales expresiones, como un fenmeno elitista de escasa penetracin entre las masas. Las
difciles comunicaciones y la inexistencia de m ercados culturales amplios hacen suponer
que,
a nivel popular, el localismo predom inaba sobre cualquier com unidad imaginaria
de base territorial superior a lo comarcal. Y el control que la Iglesia ejerca tanto sobre
las instituciones educativas com o sobre los limitados medios de com unicacin que llega
ban a la poblacin analfabeta (bsicamente, el sermn semanal) tambin permite supo
ner que, de nuevo refirindonos a los medios populares, la identidad religiosa primaba
sobre la etno-patritica. Pero am bas se hallaban ntimam ente fundidas, como la reaccin
anti-napolenica iba a demostrar.
Para resumir esta primera etapa, la identidad etno-patritica espaola que la poca
de la invasin napolenica recibi como herencia del Antiguo Rgimen podra caracte
rizarse por los cuatro rasgos siguientes:
1.
En primer lugar, la fusin de la identidad religiosa con la poltica. Los subditos
del rey de Espaa eran por definicin catlicos, y esto es algo que aceptaban
tanto los propios interesados como quienes los observaban desde el ex terior. To
do el discurso legitimador del poder en el Antiguo Rgimen y la vigilancia de
citat i nacionalisme a l'Europa actual,L'Aveng 158 (Abr 1992): p. 16. Sobre el caso espaol, v.
Justo G. Beramendi A funcin da historia no nacionalismo espaol,
Primer Congreso Interna
cional da CulturaGalega,
1992, pp. 125-132.
3.
Tanto la idea del amor a la patria (patriotismo), como las identidades colectivas basa
das en la raza o la lengua (tnicas), son muy anteriores a la era de los nacionalismos. La palabra
nacin tambin existe, en el sentido de lugar de nacimiento y grupo lingstico, pero no la idea
fundamental del nacionalismo, que consiste en convertir a los nacidos en un territorio y dueos de
determinadas peculiariades tnicas en sujetos de la soberana.
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instituciones como la Inquisicin haban dejado una huella catlica que pareca
indeleble. La contundencia con que lo expres la Constitucin de Cdiz es ini
gualable: la religin catlica, apostlica y romana, nica verdadera,
es y ser
perpetuamente la religin de todos los espaoles.
2. En segundo, una cerrada xenofobia, fundame ntalmente anti-inglesa y anti-fran-
cesa. Espaa se haba aislado del mundo europeo desde los tiempos de Felipe II
y las guerras constantes y las discrepancias religiosas haban contribuido a fo
mentar una actitud de aversin hacia todo lo extranjero. Los primeros y ms l
gicos destinatarios de esta actitud eran los ingleses, enemigos en casi todas las
guerras de los ltimos siglos y competidores por el mercado americano. Pero,
curiosam ente, la xenofobia se diriga tambin, y casi de manera preferente, ha cia
vecinos ms cercanos (y aliados militares durante el ltimo siglo, debido al pa
rentesco entre las casas reinantes), como eran los franceses. La francofobia se
deba al hecho de que el vecino pas haba proporcionado el modelo poltico-ad
ministrativo y cultural del que haban dependido las lites espaolas desde la
llegada de los Borbones. No importaba que su adopcin se debiera a razones
patriticas, es decir, que se tratase de reforzar de esta manera el Estado espa
ol,
de resolver los problemas y superar la decadencia del siglo XVII. Lo cru
cial era que su adopcin requera el desarraigo o la reforma de muchas tradicio
nes heredadas (nacionales, se dira luego), tales como la influencia del clero,
el desprecio hacia los trabajos manuales o la diversidad institucional de los anti
guos reinos. De ah el extendido resentimiento contra todo lo francs entre los
sectores conservadores, y populares en general, que se haba expresado de mu
chas maneras: desde la aparicin de vocablos despectivos (como petimetre), has
ta movilizaciones populares de fuerte contenido xenfobo (como el motn de Es
quiladle, o la guerra de 1793-1795 contra la Francia revolucionaria, que logr
una implicacin popular incomparables con cualquiera de los anteriores conflic
tos dinsticos) o reacciones intelectuales ms elaboradas (como las respuestas al
artculo Espagne de Masson de Morvilliers).
3. En tercer lugar, el eurocentrism o. Un eurocen trismo tan intenso que llevaba a
todos los observadores a aceptar la existencia de una decadencia espaola desde
mediados del siglo XVII, es decir, desde el momento en que se haban perdido
los territorios europeos de los Habsburgo, sin tener que cuenta que durante otro
siglo y m edio la corte de Madrid seguira impartiendo rdenes sobre unos domi
nios americanos que constituan el imperio ms grande de la tierra. Es cierto que
en terrenos como el monopolio comercial el control de la metrpolis era ms
nominal que efectivo, mas no por ello poda ignorarse la enorme influencia po
ltica y cultural de Castilla sobre la mayor parte del Nuevo Mundo. Pese a lo
cual, dentro de la retrica etno-patritica espaolista de la Edad Moderna, el im
perio americano no haba pasado de ser un componente menor .
4. Y continuara sindolo hasta el siglo XX, en que la influencia de Maeztu y el falangismo
incorpora el tema imperial a la retrica nacionalista espaola. Todava entonces podra sostenerse
que la hegemona europea (los Tercios de Flandes, el Gran Capitn) tena prioridad sobre las con
quistas americanas.
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4. Un ltimo rasgo de este etno-patriotismo espaol previo a la era de los naciona
lismos, relacionado con la xenofobia y con la idea de decadencia, era su ca
rcter quejumbroso y auto-conmiserativo. Incluso en los tiempos en que sus
ejrcitos combatan en mltiples frentes europeos, Espaa era presentada por
Quevedo como el sujeto humilde y paciente que sufre las agresiones de sus in
solentes y soberbios enemigos
5
. Espaa raras veces es la matrona triunfante: la
Serenissima y opulenta Venecia, la orgullosa Britannia, la pura, audaz y desa
fiante Marianne. Es ms bien la Mater Dolorosa del imaginario catlico. Vere
mos enseguida cmo en la guerra anti-napolenica reaparecen estas imgenes.
Al comenzar la era contempornea, en efecto, la Pennsula Ibrica se ve embarcada
en un nuevo conflicto blico, que enseguida va a interpretarse como una reaccin contra
una invasin francesa. El hecho de que el enemigo sea Francia confiere gran relevancia
al enfrentamiento porque se trata, no slo de un poder europeo, sino del poder que ha
servido de modelo para las lites reformistas y que suscita tanta animosidad entre am
plios sectores de la poblacin espaola. Ya nos hemos referido a la respuesta popular a
la guerra de 1793-95
6
. Pero es la terrible conflagracin de 1808 a 1814 la que va a servir
de base para el surgimiento de la gran mitologa nacionalista dominante durante todo el
siglo XIX e incluso el primer tercio del XX
7
. Slo ella subir al altar de las glorias pa
trias como guerra de independencia nacional.
Esta mitificacin nacionalista es enormemente simplificadora, por no decir abierta
men te falseadora de la realidad. Napolen no pretenda convertir a la mon arqua espa o
la en un territorio dependiente del imperio francs, sino cambiar la dinasta reinante; al
go ni extraordinario ni repugnante para la tradicin espaola, ya que haba ocurrido tan
slo cien aos antes, con resultados positivos, segn la opinin general, y de ningn m o
do haba originado una situacin de dependencia formal respecto de Francia. Pese a al
gn proyecto anterior de anexionar a Francia el territorio situado al norte del Ebro y
compensar a la monarqua espaola con parte de Portugal
8
, el tratado de Fontainebleau
fue explcito a este respecto, y lo fue por insistencia de los negociadores espaoles, que
consideraron este punto innegociable: el territorio espaol (incluido el imperio america
no) se mantendra unido, con los mismos lmites que posea anteriormente, y desvincu
lado de cualquier otra monarqua exterior. El decreto por el que Napolen nombraba a
su hermano Jos para el trono espaol le garantizaba, en su primera clusula, la inde-
5.
F. de Quevedo,
Espaa defendida
(1609).
6. V. Carlos Seco, en vol. XXI de la Historia de Espaa dir. por Menndez Pidal, Madrid:
Espasa Calpe, cap . II (poltica exterior de Carlos IV), pp . 507 y ss.; y Jean-Rn A ymes La guerra
de Espaa contra la
Revolucin
Francesa (1793-1795),
Alicante: Instituto de Cultura Juan G il-Al-
bert, 1991. La invasin francesa de 1808-14 se halla, por tanto, inserta en una secuencia de tres
momentos en que ejrcitos franceses cruzan los Pirineos, en el breve lapso de treinta aos (1794-
95 ,1808-14 y 1823) y un estudio comparado de los tres casos iluminara, sin duda, grandemente
el significado del conflicto anti-napolenico.
7.
Sobre esta guerra, v. fundamentalmente Miguel Artola
El reinado de Fernando VII,
vol.
XXII de la
Historia de Espaa
dir. por Menndez Pidal, Madrid: Espasa Calpe; y Gabriel Lovett
Napolen and the Birth ofModern Spain,New York Univ. Press, 1965, 2 vols.
8. Proyectos que Napolen resucit en los meses finales de la guerra pero que, precisamente
por su fecha, no pudieron ser los desencadenantes de la movilizacin de 1808.
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pendencia e integridad de sus estados, y as lo ratific el estatuto de Bayona. La guerra
que comenz en mayo de 1808 no fue, pues, una guerra de independencia, puesto que
no se trataba de liberar a un territorio sojuzgado por un poder imperial
9
.
El conflicto iniciado en 1808 fue, en realidad, un fenmeno de enorme complejidad,
que slo puede entenderse distinguiendo en l una serie de niveles o sub-conflictos coin
cidentes en el tiempo y alimentados entre s:
1.
En primer lugar, la guerra de 1808-1814 fue, indiscutibleme nte, una guerra in
ternacional, reida entre las dos grandes potencias europeas del momento: Fran
cia e Inglaterra. El elemento internacional estaba previsto incluso en los planes
de Godoy, aunque su planteamiento inicial, tpico del ltimo siglo (Francia/Es
paa frente a Inglaterra/Portugal), se vio inesperadamente alterado por los acon
tecimientos y Espaa pas a formar parte del frente anglo-portugus contra los
franceses. Pero, en definitiva, todas las grandes batallas de la guerra, excepto
Bailen, consistieron en enfrentamientos entre un ejrcito casi exclusivamente
francs y otro mayoritariamente ingls y mandado por un general ingls. Por es
te lado, por tanto, la lucha no tiene nada que ver con una liberacin o indepen
dencia nacional.
2. En segundo lugar, hay en este conflicto elem entos que permiten clasificarlo co
mo una guerra civil (trmino que us Jovellanos, entre otros, para describirlo
10
).
Aunque a la larga la interpretacin nacionalista acabara difuminando esta esci
sin interna, lo cierto es que la lealtad de las lites espaolas se dividi profun
damente en dos bandos. Podra discutirse, como veremos enseguida, si la causa
del enfrentamiento entre ellos era nicamente la discrepancia sobre la dinasta o
si haba dos proyectos polticos en pugna
11
. La verdad es que en los frentes
opuestos se hallaban almas gemelas, como Cabarrs y Jovellanos o Melndez Val-
ds y Quintana; e incluso que las dos dinastas pretendientes eran, en este caso,
francesas. Lo cual no hace sino subrayar los aspectos fratricidas de la guerra
12
.
9. As lo dice expresamente el folleto ann., obviamente de unafrancesado,Quines seanlos
verdaderos patriotas
en
Espaa,
s.d. (1812, probablemente), s.l., p . 4-5: no hay espaol alguno
tan vil y tan desnaturalizado que se haya vendido al Emperador Napolen para hacer a su patria
esclava de la Francia; los dos partidos contendientes quieren preservar la integridad y la inde
pendencia de Espaa, que es en lo que se ha hecho consistir en todos tiempos la libertadyel honor
de las naciones.
10.
Carta a Mazarredo, 11-VI-1808, cit. en la importante introd. de F. Etienvre a A. de Cap-
many,
Centinela contra
Franceses,Londres: Tamesis Books, p.53;en esa misma pg., otras apa
riciones de la expresin (y la idea) de guerra civil.
11.
Como pareca haber ocurrido en 1700, en que una concepcin ms tradicional, federativa,
del Estado, haba sido apoyada por los reinos aragoneses, y otra que se adivinaba centralizadora
haba atrado a los castellanos.
12. V. foll. cit.Quines sean..., pp. 1: al principio de nuestra revolucin tan patriotas eran los
que fueron a Bayona como los que ahora estn en Cdiz: unos y otros anhelaban por salvar la
Espaa, amenazada de una total disolucin, aunque abrazaron distintos rumbos para llegar al mis
mo trmino; en
pp.
9-10, tras recordar la debilidad a que nos haban reducido los dieciocho aos
anteriores a la revolucin y que los propios Borbones, por debilidad o por otros motivos menos
generosos, se prestaban a desmembrar la monarqua, mientras que Jos Bonaparte garantizaba la
integridad e independencia de Espaa, se pregunta: podr decirse que tuvieron ms amor a la
patria los que hubiesen preferido los reyes Borbones a toda ella?.
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3. Para entender el enfrentamiento tambin hay que considerar su aspecto de pro
testa o reaccin xenfoba, anti-francesa. Segn qued dicho, este tipo de senti
mientos se haban visto alimentados a lo largo de todo el siglo anterior por la
influencia gala sobre la corte espaola, y por tanto la explosin de mayo de 1808
fue la culminacin de todo un siglo de odios
13
. Dado que la xenofobia es un
ingrediente que nunca falta en los fenmenos nacionalistas (ya que en definitiva
de lo que se trata es de marcar fronteras y exclusiones), la guerra de 1808 puede,
desde este punto de vista, considerarse desde el primer momento como pre-na-
cional. Pero es importante subrayar que no es un patriotismo positivo, de exalta
cin de la propia identidad, sino que predomina el elemento negativo, anti-fran-
cs.
Este se exacerba por la indignacin ante un ataque efectuado a traicin,
ante una posible victoria gala no por la fuerza de las armas -lo cual sera le
gtimo, segn la moral blica tradicional- sino por engao, por la perfidia
14
,
gracias a unas tropas que haban entrado al pas como aliadas, para atacar Portu
gal y, segn se crea, tambin para apoyar al prncipe de Asturias frente a Go-
doy. Durante todo el siglo XIX la celebracin del Dos de Mayo mantendr este
aspecto francfobo, con agresiones contra los nacionales del pas vecino resi
dentes en las ciudades espaolas que osaban asomarse a la calle en tal fecha.
4.
Esa xenofobia no afectaba a la casa reinante (pese a ser francesa de origen) y en
particular a uno de sus miembros, Fernando, p orque otro de los sentimientos que
movi de manera decisiva a muchos de los combatientes fue un planteamiento
maniqueo y personalista de los problemas polticos del m ome nto. Segn esta in
terpretacin, Godoy, que haba dirigido los destinos del pas con un poder omn
modo durante los ltimos diecisis aos, era el Mal Valido, el responsable uni
versal de las calamidades patrias; Fernando VII, por su parte, personificaba el
Buen Prncipe, la esperanza de rectificacin y redencin
15
. Sea cual sea la valo
racin de la actuacin poltica de Godoy, y aunque no hay duda de que durante
los ltimos aos de su mandato se haban acumulado los desastres (guerras, epi
demias, hambrunas, prdida de la flota en Trafalgar...),
16
lo seguro es que su
13.
V. la agresiva Descripcin del francs en S. Alvarez Gamero (1919) Libelos del tiempo
de Napolen,
Revue
Hispanique,
XLV (107): 314-322. Obsrvese tambin el curioso adjetivo
con que se denomin a los partidarios de Jos Bonaparte: afrancesados, esto es, imitadores de
las ideas, costumbres o modas francesas (v.
Dice.
Hist. de laLengua Espaola, R.A.E., 1972).
Todava en 1970, el coronel Snchez Daz, en su Evolucinyrazones histricas de la guerrilla en
Espaa
{Revista de Historia
Militar, 1970: 29), explica que por independencia, en aquella gue
rra, se entendi romper y acabar con la influencia extranjera en Espaa, situacin que el pueblo
vena soportando desde 1701 (cit. por C. Drozier
La Guerre
d Indpendence
espagnole
a tra-
versl estampe(1808-1814),Univ. de Toulouse-le-Mirail, 1976, 3 vols).
14.
Proclama de Sevilla a los espaoles, 2-VI-1808, en
Coleccin
de bandos,
proclamas
y de
cretosdela Junta SupremadeSevilla,Cdiz 1808, p. 17. En esta idea insiste la Declaracin de
guerra al emperador de la Francia de 6-VI-1808: y para todo esto se ha valido no de la fuerza
de las armas, sino del pretexto de nuestra felicidad (...) del engao, de la traicin, de la perfidia
ms horrible (id., p. 22).
15. Ver el pionero art. de R. Herr Good, Evil, and Spain's Rising against Napolen, en R.
Herr y H. T. Parker, Eds. (1965)
Ideas inHistory,
Duke Univ. Press, pp.
157-181.
16.
V., p. ej., J. Chastenet (1961)
Manuel Godoy
et
l Espagne
de Goya, Pars: Hachette; H. R.
Madol (1966)Godoy, Madrid: Alianza;o
D.
Hilt 1987)The TroubledTrinity.Godoy and the Spanish
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impopularidad, y la paralela idealizacin de Femando, se deba a juicios ms
morales qu e polticos, ya que se le consideraba amante de la reina y en Fernando
se vea al hijo sufriente, m altratado por un padre db il y una madre desalmada
17
.
5. Por ltimo , la guerra anti-napolenica tiene tambin un carcte r de protes ta anti
revolucionaria, de inspiracin p oltico-religiosa. Este aspecto ha sido largamente
discutido, a lo largo de los casi dos siglos transcurridos, y en general ha sido
rechazado por los historiadores liberales, que desde el principio asociaron la su
blevacin patritica contra los franceses con un deseo de reforma de las institu
ciones del pas, es decir, con una protesta anti-absolutista. Pero resulta difcil
negar el predominio de llamamientos a la defensa de la religin heredada frente
a los invasores ateos, especialmente por parte del clero rural (denun ciado por los
franceses y sus colaboradores desde el primer momento)
18
. Posteriores actitudes
populares, como la entusistica recepcin a Fernando VII incluso despus de ha
ber anulado toda la obra de las Cortes de Cdiz, obligan a reconocer que, al me
nos buena parte de los movilizados contra Jos Bonaparte, lo que defendan era
la religin y la monarqua tradicional y no las reformas liberales.
Un conflicto tan complicado, naturalmente, no fue fcil de bautizar. Incluso ponerle
un nombre era ya una batalla poltica. Al principio se recurri, por tanto, a su localiza-
cin cronolgica o geogrfica: la presente guerra, los sucesos de estos ltimos me
ses
19
,
la guerra de Espaa,la Guerre d'Espagne, the Peninsular War...Pero su conteni
do poltico fue enseguida patente para los observadores y, dado que en la oferta
terminolgica del momento no haba otros modelos, la mayora de ellos optaron por des
cribir los hechos como una revolucin. Los precedentes inmediatos, que venan a la
mente de todos, eran por supuesto las revoluciones americana y francesa, que a su vez
haban tom ado el nombre de la inglesa del siglo anterior. Ya en 1809 hay un aCo leccin
de docum entos para la historia de la revolucin en Espaa. En 1810, Alvaro Flrez Es
trada publica su Introduccin para la historia de la revolucin de Espaa, Tapia y N-
ez de Rendn sus
Apuntes sobre los hechos principales de la Revolucin de Sevilla en
Monarchs, Univ. of Alabama. Para una discusin sobre las culpas de Godoy, comparadas con las
de Escoiquiz, v.
La Floresta Espaola,
Madrid: 1835, nms 11 y ss., Crtica literaria. Anlisis de
la
H istoria (...),
escrita por d. Jos Muoz Maldonado).
17.
A los textos cit. por Herr en
Ideas in History,
cit., podran aadirse las invectivas contra
Godoy que cita F. Entienvre, en la introd. cit. al
Centinela...
de Capmany, p. 37, o J. Herrero, en
(1965)Los orgenes del pensam iento reaccionario enEspaa,Madrid: Edicusa, pp. 243-45: mal
vado, disoluto garzn, traidor y archipirata, el ms ingrato y brutal de todos los mortales,
oprobio del gnero humano, etc. Por contraste, v. la buena fe, sencillez e inocencia de Fer
nando, p . ej. en laQueja oreclamacinde los Espao les a todos los franceses de hon or y
rectitud,
por J. N. A., J. R. L., P. D. C , Mxico 1808, p. 24.
18. J. HerreroPensamiento reaccionario...,cit., pp. 219-256. Para una reciente, y muy equili
brada, discusin de este tema, v. J. Tone (1994)
The Fatal Knot. The Guerrilla War in Navarre
and the Defeat of Napolen in Spain,
Univ. of North Carolina Press, pp. 54-55.
19.
Ni siquiera est claro cundo han comenzado estos sucesos: en la matanza de Madrid el 2
de mayo, en la sublevacin generalizada a fines de ese mes, o en el motn de Aranjuez en marzo,
o en octubre de 1807, al descubrirse la primera conspiracin de Fernando? Todo, incluso las fe
chas,
ha de construirse culturalmente; ver, p. ej., J. N. E.
Historia de la revolucin de Espaa...,
Cdiz: 1811, quien sita el inicio de la revolucin en 1807.
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1808*. En 1811 aparece una nueva Coleccin de documentos para la historia poltica de
nuestra revolucin, publicada en Valencia por Un Miembro del Pueblo as como una
Memoria histrica sobre la revolucin de Valencia,
por Fr. Juan Rico. En 1812 el R.
Maestro Salmn inicia su Resumen histrico de la revolucin en Espaa, que acabar
alcanzando los seis volmenes. En el apndice bibliogrfico pueden encontrarse hasta
una veintena de ttulos anteriores al final de la guerra en que el conflicto se define com o
revolucin. En ninguno de los que conozco aparece la expresin Guerra de la Inde
pendencia.
Al terminar la guerra aparecieron obras de mayor importancia, como la de Jos Cle
mente C arnicero,
Historia razonada de
los
principales sucesos de la gloriosa revolucin
de Espaa, en cuatro volmenes, o La revolucin actual de Espaa de Martnez de la
Rosa. Desde fuera de Espaa, aunque lgicamente predominaba la referencia geogrfica,
se encuentra tambin la expresin revolucin, como en las
Memorias para la historia
de la Revolucin Espaola,publicadas en Pars por Juan Antonio Llrente, en laMmoi-
re historique sur la rvolution d'Espagne,
de Dominique de Pradt, Arzobispo de Mali
nas,o en la obra de un George Elliot de la que slo conozco la traduccin italiana:Storia
della Rivoluzione de Spagna, tradotte dall'inglese .
Un planteamiento de tipo nacionalista, sin embargo, se haba desarrollado con enor
me rapidez durante los primeros aos, e incluso meses, del conflicto. Pese a que al prin
cipio aparecieron interpretaciones de tipo milenario, que intentaron movilizar a los espa
oles con imgenes apocalpticas medievales
22
, los dirigentes anti-bonapartistas de
Cdiz sustituyeron rpidamente esta retrica tradicional por las ms modernas apelacio
nes nacionalistas, y en el terreno propagandstico ganaron, sin la menor duda, la campa
a a los idelogos de Jos I. Numancia y Sagunto, como es bien sabido, fueron resucita
das por doquier para explicar lo que estaba ocurriendo en Zaragoza y Gerona
23
. Esto
repercuti en la denominacin de la guerra, como demuestra la introduccin, junto al
trmino revolucin, de los de levantamiento o alzamiento (a veces nacional), guerra
contra Napolen, guerra con Francia
o
con tra el francs,
la
santa insurreccin espao
la, nuestra sagrada lucha... Se usa tambin abundantemente en Cdiz la vieja referencia
20 .
Cfr.
M anifiesto del Duque de Alburquerque acerca de su conducta con
la
justa de Cdiz...,
Londres: 1810, p. 5: desde el principio de esta revolucin....
21. Tambin en laMemoriade Azanza y O'Farrill justificando su conducta poltica desde 1808
las referencias al conflicto usan siempre el trmino revolucin de Espaa{M emorias del tiempo
de Fernando VII,
B. A. E., vol. XCV II: pp. 27 7, 312, 340...).
22 .
V. el
Despertador Christiano-Poltico
del presbtero Simn Lpez, Valencia: 1809; o
La
Bestia de siete cabezas y diez cuernos o Napolen em perador de los Franceses,
por Un Presbte
ro Andaluz, reimpr. en Mallorca 1809.
23. V., p. ej., el llamamiento a los gallegos, por Pardo de Andrade, en diciembre de 1811: Nu
mancia y Sagunto han renacido en las ruinas de Zaragoza y Gerona (cit. por G. Lovett
Napo
len...,
p. 402). Cfr. la dcima de Valencia que segn el Marqus de Ayerbe fue la primera noticia
que lleg al entorno de Fernando VII en Valeneay sobre el alzamiento nacional: La valenciana
quiere arrogancia / tiene siempre por gran punto / no olvidarse de Sagunto / y acordarse de Nu
mancia / Franceses, idos a Francia / dejadnos con nuestra ley / que en tocando a Dios y al rey / a
nuestra patria y hogares / todos somos militares / y formamos una grey
{Memorias...,
B. A. E.,
vol.
XCVII: p. 232). Referencias a Numancia y Sagunto tambin en J. B. Gallardo (1820)
Alocu
cin
patritica...,
Londres: A. Taylor, p. 10; y en Canga Arguelles (1830)
Observaciones a la His
toria de (...) Napier,
Londres: Impr. D. M. Calero, p. 29 (v. refs. compl. en apnd. bibl.).
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9/25
LA INVENCIN DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 8 3
a lapatria,y se denomina patriotas a quienes se oponen a Napolen, y hasta el trmi
no independencia se desliza en las enumeraciones de los motivos del conflicto, junto
a los de libertad o dignidad de la patria, aunque no aparezca en los ttulos de las
obras
24
.
Patriotismo, independencia, referencias a lo nuestro o lo espaol, co ntraposicio
nes con lo francs, todo ello va formando el arsenal de la retrica nacionalista que al
final acabar culminando en la mitificacin de la guerra de la independe ncia. Pero de
momento son an apelaciones ambiguas. Patriotismo, por ejemplo, segn hemos di
cho,
era un vocablo anterior a la era de los nacionalismos y con la Revolucin Francesa
haba adquirido un significado liberal: patriotes eran quienes se oponan a los aristo-
crates o lgitimistes; de ah tambin su utilizacin por Arguelles en su famoso Es
paoles, ya tenis patria al presentar la Constitucin gaditana
25
. Independencia no era
una idea ligada al principio de las nacionalidades, esto es, a la necesaria correspondencia
entre grupos etno-culturales y unidades polticas (un principio por entonces slo embrio
nario) sino a insumisin, entereza o firmeza de carcter
26
. En todo caso, aunque
estos matices son discutibles, lo cierto, y lo que importa en estas pginas, es que no llega
a acuarse la etiqueta Guerra de la Independencia y que el trmino revolucin do
mina el panorama.
Esta era la situacin al ser restaurado Fernando en el trono en 1814. Con el primer
perodo absolutista, la variedad terminolgica se mantiene e incluso se acenta, ya que
no eran tiempos adecuados para vincular la metfora revolucionaria a un conflicto en el
que la propaganda poltica vea aspectos positivos. La guerra de Espaa contra Napo
len, la dominacin del gobierno intruso, la guerra defensiva contra la invasin del
tirano, la ltima guerra entre Espaa y F rancia, la lucha contra la dom inacin fran
cesa, aparecen, por tanto, entremezcladas con la revolucin, que sigue siendo predo
minante. Es significativo que la primera historia oficial del conflicto blico reciente lle
vase como ttulo
Historia de la Guerra de Espaa contra Napolen Bonaparte
(1818).
Pero en los primeros aos veinte dos fenmenos van a modificar la situacin:
1.
Ante todo, la revolucin -verd ade ra e indiscutible rev oluc in- que sacude a Es
paa durante el perodo 1820-23, y que inaugura un perodo de inestabilidad casi
constante en las dcadas siguientes. El trmino revolucin se convierte, con
ello, en inservible para referirse al conflicto de 1808-1814. Todava se utiliza,
pero para designar todo el proceso (1808-1823) -como hace Schepeler- o en
plural -como Beauchamps o Marliani-: las revoluciones de Espaa (1808-14
y 1820-23).
2.
La rebelin de las colonias americanas, que se agrava y convierte en irreversible.
Los nuevos pases independientes, en general, no se refieren a su conflicto como
24.
V.,p.ej.,Flrez EstradaIntroduccin para
la
historia de
la
revolucin deEspaa, Londres
1810: Los espaoles (...) no podan ver su religin insultada, sus instituciones despreciadas (...) y su
independencianacionalhollada, hastael punto dedarles sin su consulta gobierno, reyesymonarca (B.
A.E., vol. CXH:
p.
260);
o
El Procurador General de la Nacin
y
delRey,
1814, n
108
(p.997):
la
gloriosa luchaqueha sostenido Espaa por su Religin, su Rey y su independencia.
25. Gallardo, en laAlocucin
patritica...,
cit, p. 6, conecta igualmente estas dos ideas: aqu
sois todos liberales, ilustres Patriotas perseguidos por la justa causa (maysc. orig.).
26.
Segn Martn Alonso, en su
Enciclopedia
del
idioma.
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84
JOS LVAREZ JUNCO
una guerra de independencia hasta ms tarde. Al igual que los espaoles, slo
encuentran en el vocabulario disponible el trmino revolucin y se lo aplican,
aunque combinado con expresiones ms creativas, como emancipacin o li
bertadores. Visto desde Europa, sin embargo, hay pocas dudas de que se trata
de la independencia americana
27
.
Es justamente en la fase final del proceso americano de independencia cuando los
espaoles comienzan a aplicar el mismo trmino a los acontecimientos de 1808-1814.
Ya en las discusiones polticas de 1821-22 hace su entrada la expresin guerra de la
independencia
28
. En 1824, Quintana explica a Lord Holland que la indisciplina en el
ejrcito espaol se debe a la manera con que se hizo la guerra de la Independencia
29
.
En 1825, el ex-guerrillero Mina publica en Lon dres una versin extractada y bilinge de
sus futuras memorias y titula el primer captulo Mis principios y campaa de la inde
pendencia
30
. Cinco aos ms tarde, sin embargo, y tambin desde Inglaterra, en las ob
servaciones crticas que Canga Arguelles escribi sobre laHistory ofthe Wa r in the Pe-
ninsule de Napier, ni una sola vez se usa el trmino Guerra de la Independencia . A
juzg ar por m is datos, slo en 1833 aparecen dos libros que usan al fin la expresin en el
ttulo (y ambos necesitan alargarlo para explicar su significado): La Guerra de la Inde
pendencia, o sea, triunfos de la heroica Espaa contra Francia en C atalua,por Cecilio
Lpez; y laHistoria poltica y militar de la Guerra de la Independencia de Espaa con
tra Napolen Bonaparte, de 1808 a 1814,de Jos Muoz M aldonado. Un sntoma de la
escasa implantacin del nuevo trmino en este mom ento es que la primera frase del libro
de Muoz Maldonado -obra publicada bajo el patrocinio real- expresaba que el objetivo
del autor era debatir la gloriosa revolucin de Espaa de 1808 a 1814.
Frente al uso de la nueva denom inacin se resistieron, com o es de imaginar, los pro
pios protagonistas del conflicto, que por aq uel entonces estaban en trance de escribir sus
memorias o relatos histricos con fuerte contenido autobiogrfico. El ejemplo ms im
portante en este sentido fue la merecidamente clebre obra del conde de Toreno, publi
cada en 1835 y convertida enseguida en la historia ms autorizada sobre el aconteci-
27.
Ya en 1814 Llrente se refera a la declaracin d e independencia de los habitantes de las
provincias americanas (Memorias...,p. 168). Cfr., entre otros muchos testimonios, Mgr. de Pradt
(1822)Examen del plan.... O la abierta referencia a la independencia de la Amrica espaola
por Mariano de Sicilia en 1827, cit. por C. Seco Tres actitudes espaolas ante la independencia
de Am rica, Boletn
Am ericanista,
1959 1 (1): p. 49. Sobre la relacin de la idea de la indepen
dencia y el proceso de separacin de las antiguas colonias americanas, obsrvese que la R.A.E.
consider hasta muy tarde incorrecto el uso del verbo independizar, surgido en Amrica (Dic
cionario crtico-etimolgico
J. Coraminas y J. A. Pascual, Madrid: Gredos, 1980).
28 .
V. referencias a la guerra de la independencia en
Diario de Sesiones
de las Cortes de
1822, ll-m-1822 (p. 302) o 19-HI-1822 (p. 418); o M inerva
Espaola,
n 13 (l-V-1 821 ), p. 206.
Estos datos, as como otros relacionados sobre todo con las discusiones en Cortes y la repercusin
del Dos de Mayo en la prensa, me han sido proporcionados por Gregorio de la Fuente Monge, a
quien expreso aqu mi agradecimiento.
29 . Quintana, dcima carta a Lord Holland (12-IV-24) enO bras Completas, B. A. E., vol. XIX:
p.
585.
30. Breve extracto de la vida del General
Mina,
Londres: Taylor y Hassey, 1825, p. 8.
31.
Observaciones... a Napier, cit.: en cap. II se refiere a la insurreccin espaola del ao
1808, en cap. XVI a la guerra de los seis aos...
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LA INVENCIN DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
85
miento, cuyo t tulo es muy expres ivo: Historia del levantamiento, guerra y revolucin
de Espaa
32
. En la cr t ica que public a este l ibro, Alcal Ga liano , protag onista e histo
r iador tambin del per odo, muestra e l completo eclect ic ismo en cuanto a los nombres
que re inaba en e l momento: abre e l ar t culo con un al cabo ha aparecido un his tor iador
espaol que recuerde a la posteridad las glorias de su patria durante la guerra de la Inde
pendencia; pero no vuelve a usar esta expresin sino que se refiere a la revolucin
espaola de 1808, la guerra de la Pennsula, la guerra y revolucin de Espaa, el
alzamiento y defensa (de Espaa), cuando no los tres sustantivos del t tulo de Tore-
no
3 3
. En sus propios re la tos , s in embargo, Alcal Gal iano t iende a mantener la denomi
nacin tradicional. Por ejemplo, en su
ndole de la revolucin de Espaa en 1808,
publ i
cada en la Revista de Madrid en 1839, donde rechaza expl c i tamente que cotejados los
sucesos de Francia. . . con los de Espaa durante el perodo l lamado de la guerra de la
Independencia sean los segundos chicos y poco dignos del t tulo de revolucin
3 4
.
La osci lacin se iba a mantener todava has ta , aproximadamente , mediados de la d
cada siguiente. E. de Tapia en 1840, E. de Kosca Vayo en 1842, J. Daz de Baeza el ao
siguiente y A. Ramrez Arcas tres ms tarde, se muestran an reticentes a aceptar, s in
m s ,
e l nuevo nombre
35
. Pero en la segunda mitad de los aos cuarenta es ya claro que
el trmino se ha impuesto. Aparece por f in la his tor ia de Miguel Agust n Prncipe (La
Guerra de la Independencia,
1844) obra cannica has ta que en 1868 Gm ez Arteche
comience la publ icacin de suHistoria de la Guerra de la Independencia. En 1860 ve la
luz e l tomo XXIII de la
Historia General de Espaa,
de Modesto Lafuente , cuya parte
III,
Libro X, se t i tula La Guerra de la Independencia de Espaa, lo cual supone la
consagracin definit iva de la expresin
36
. Par t icularmente curiosa es la evolucin de Al-
32 .
Toreno haba publicado, ya en 1820, una Noticia... de la insurreccin de 1808, donde no
usa el trmino revolucin ni, por supuesto, guerra de la independencia. En su
Historia
de 1835
se deslizan en ocasiones expresiones como movidos sus habitantes (por el) sentimiento de la hon
ra e independencia nacional... (p. 63), en sentido muy semejante a como se utilizaba la expresin
en los mismos aos de la contienda.
33 . B. A. E. vol. LXXX IV: pp. 447, 454 y 457.
34 .
B. A. E. vol. LXXXIV: pp. 309-325. En otros mom entos en que usa las diferentes expresio
nes lo hace de manera casi indiscriminada: de la revolucin de Espaa en 1808 no ha habido
quien d razn cumplida; la revolucin de nuestra patria... durante su perodo primero, esto es,
pendiente la guerra llamada de la Independencia; empez la memorable guerra de la Indepen
dencia; el terrible y general motn que dio principio a la guerra (pp. 310, 311, 318, 319).
35. E. de Tapia, pese a no etiquetar la guerra como de la independ encia, usa este ltimo ter
mino con profusin: el movimiento de un pueblo que se alza heroicamente para defender su in
dependencia, el vehemente amor a la patria [y la] defensa de su independencia, de su religin y
de sus leyes, esta guerra eminentemente nacional (pp. 202-205). Kosca Vayo, Daz de Baeza o
Ramrez Arcas son an ms anticuados en su terminologa, y rechazan en general la palabra, e
incluso la idea, de independencia: esta guerra memorable de seis aos, emprendida a impulsos
del honor y de la fidelidad (Daz de Baeza, p. 395); ello no significa, sin embargo , que la idea de
una invasin extranjera, y la invocacin de don Pelayo y la reaccin contra los agarenos, no sea
constante. Sin embargo, Florencio Galli, en sus
Memorias sobre la Guerra de Catalua 1822-
1823 (Barcelona: A. Bergnes, 1835), usa con naturalidad la expresin guerra de la independen
cia (pp. 21, 22, 23, 175). Igualmente, Marliani, en su
Historia poltica de la Espaa moderna
(Barcelona: A. Bergnes, 1840), se refiere a la guerra de la independencia en p. 12.
36 . En cam bio, en el apndice de Eduardo Chao a la
Historia General de Espaa
del P. Maria
na, publ. en 1851,titulaba esa parte (T. III, cap. IX y ss.) Reinado de Fernando VII y Gobierno
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86
JOS LVAREZ JUNCO
cala Galiano, en cuyas tardas Memorias abun dan ya las referencias a la guerra de la
Independencia
37
, como trmino indiscutible. La diferencia con sus propios textos, y en
particular con el de 1839, es significativa.
La guerra de 1808-1814 ha sido, pues, definit ivamente bautizada al comenzar la se
gunda mitad del siglo XIX
38
. El triunfo de una expresin creada en los aos veinte y
t re inta -entre una y dos dcadas despus de producidos los hechos- puede decirse que
ha sido fulgurante en los cuarenta y cincuenta.
A part i r de ah , la Guerra de la Independencia se va a convert i r en la piedra
angular de la mitologa con la que pretende aureolarse e l naciente Estado-nacin l i
beral en Espaa. Prueba de e l lo son los monumentos a los mrtires del Do s de M a
yo
3 9
y la conversin de la fecha en fiesta nacional
40
. De nuevo, hay que observar que
se prefiere el dos de mayo al doce de octubre, por ejemplo, es decir, que una gesta frente a
Europa pasa por delante de una gesta en Amrica
41
. Los l ibe ra les , en genera l , fue ron
ms ins i s t en tes en es ta mi to logizac in . Por c i t a r s lo un par de e jemplos , l a s se
r i es de los Episodios
nacionales
de Ga lds se inau gu ran con l a ded icad a a es ta
Nacional (pero en ndice temtico aparece Guerra de la Independencia, lo que prueba la coe
xistencia de nombres en el momento).
37.
Escritas en los primeros aos sesenta, aunque publicadas por su hijo ms tarde (B. A. E.,
vols.LXXXHI y L XXXIV); ver pp. 8, 15, 16, 21, 92, 121,175...En su apndice a la
Historia de
Espaade Dunham, que l m ismo tradujo en 1844-46, tambin titula ya A lcal Galiano el cap . 3
o
del t. VI Principio de la Guerra de la Independencia.
38 . Incluso en el exterior se reconoce tal cambio. VerA
Catechism ofthe History ofSpain and
Portugal,por a Lady, Londres: 1849, p. 77: ... that noble struggle for independence known as
the Peninsular War.... Y L. A. Fe (1842)Souvenirs de la G uerre... dite de l'Independan ce.
39. Primer decreto en tal sentido, 16-IV-1812. V. nuevo debate en Cortes en marzo de 1814
Diariode Sesiones,p. 146); de nuevo, el 14-111-1822 se reconoce que no se ha erigido tal monu
mento y se vuelve a decretar se lleve a efecto cuanto antes lo permitan las urgencias de la na
cin Diariode Sesiones, p. 356). Este ltimo ao, el propio dos de mayo p resenta Canga A rgue
lles la propuesta de erigir un Panten Nacional(ibd., pp. 1246-47).
40 .
Aprobacin de propuesta de solemnizar esta fecha ya en las Cortes del 1 y 2 de Mayo de
1811(D iario de Sesiones
1810-13,
pp. 977 y 994-95). Sin embargo, en enero de 1812 se recorda
ba que ni siquiera se haba cumplido su insercin en los almanaques (ibd., pp. 2696-97). Nueva
discusin y decreto en 1812
(ibd.,
p. 3110), 1813
(ibd.,
p. 5152) y 1814
(Diario de Sesiones,
1814, p. 163, 174, 241-43, 282, 297 y 317); ref. a este ltimo debate enEl ProcuradorGeneralde
la Nacin y del
Rey,nms. 106 y 107 (de acuerdo en conceder un indulto y en dotar a un cierto
nmero de doncellas, pero desacuerdo sobre si es da de luto o de regocijo; carcter todava muy
religioso de la celebracin). Las referencias nacionalistas basadas en el Dos de Mayo se sucedern
a lo largo de todo el siglo, sobre todo en los perodos liberales: v., p. ej., la
Abeja Espaola
de
2-V-1820 (la nacin ms heroica de la tierra, etc.) oLa Iberia,2-V-1870 y 2-V-1871 (la patria
de los Pelayos, el pas de los Viriatos, la tierra de Sagunto, de Numancia y de Covadonga).
41.
Una curiosa prueba emprica de la importancia de la guerra de 1808-14 y del mantenimien
to del eurocentrismo en el nacionalismo espaol del XIX sera elPabellnEspaol,o d iccionario
histrico d escriptivo de las batallas, sitios y acc iones ms notables que han dado las armas espa
olas...,
de I. Calonge (1855), Madrid: Impr. A. Gmez Fuen tenebro, obra en la que se dedica a la
guerra de 1808-1814 un nm ero de pginas aproximadam ente equivalente al que consumen, suma
dos,
la Reconqu ista y las guerras europeas del perodo 1490-1648 (los dos siguientes en orden de
importancia, excluido el carlismo por su carcter inmediato); la conquista de Amrica no merece
ni la mitad de espacio que el dedicado a cada uno de los dos ltimos perodos citados ni, por tanto,
alcanza la cuarta parte de la guerra anti-napolenica.
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87
guerra ; y Ferna ndo G arrido consideraba que el alzamien to del pueb lo espaol contra
los franceses haba sido el acontecimiento pol t ico ms importante de la historia de
4
nue stra patria .
Entre los rasgos de esta elaboracin mitolgica nacionalista en torno a la Guerra de
la Independencia destacar los siguientes:
1. Su esen cial vertien tepopu lista. Es el pueblo el que ha redimid o a la patria cuan
do las l i tes corrompidas, anti-nacionales, ya la haban vendido
4 4
. La verdade
ra fuerza mo ral de la nacin reside, pues, en el pueb lo; slo l es eterno, dotado
de un inst into pol t ico siempre acertado y, en ocasiones extremas, es l , y no de
las instituciones, el que salva a la patria. Lo cual encajaba perfectamente con el
naciente romanticismo y con la idea de volksgeist
45
, pero romp a con toda la tra
dicin el i t ista y pedaggica del reformismo espaol del Antiguo Rgimen. A
part ir de aquel momento, sin embargo, un rasgo caracterst ico del nacionalismo
espaol del siglo XIX, especialmente pero no slo el progresista
4 6
, sera la idea
de que slo del pueblo, de las clases bajas, caba esperar la futura redencin o
regeneracin pol t ica.
2. El carcter quejumbroso d e este patriot ismo , la image n doliente y casi moribun
da de Espaa, heredada del Antiguo Rgimen. Un buen ejemplo sera el que pro
porciona Gabriel Lovett sobre un prroco asturiano que propuso a las Cortes de
42 . V. Gilberto TriviosBenito Prez Ga lds en la jaula de la
epopeya.
Hroes ymonstruosen
laprimera serie de los Episodios Nacionales,
Barcelona: Eds. del Mal, 1987.
43 .
Fernando GarridoLa Espaa contempornea1865, pp. 109 y 113. En el mismo sentido se
pronuncia un autor como Vctor Gebhardt, situado ideolgicamente en las antpodas de Garrido (y
a quien no gusta el trmino guerra de la independencia); en su H istoria Genera l de Espaa...,
vol. VI, p. 465, escribe: de aquel momento data nuestra moderna gloria. Cfr. el ann, de 1835
Observaciones sobre la historia... hasta 1823,p. 3: La guerra de la independencia con que co
mienza para Espaa la historia del siglo XIX es sin duda el acontecimiento ms grande y memo
rable de que ha podido ser teatro pueblo alguno.
44 . Entre los primeros en subrayar esta vertiente, Antonio de Capmany en su Centinela contra
franceses;oElRobespierre
Espaol,
Cdiz 1811, n VI: El mem orable da de nuestra venturosa
insurreccin se debi a sola la plebe (...) sola la plebe levant el furioso grito de libertad (...)
atnitos, los grandes apenas se resolvan a creer lo que estaban viendo. Cfr. otros ejemplos y
consideraciones sobre este aspecto en Lovett
Romantic Spain,
New York: Peter Lang, 1990, pp.
166-67. Para versiones posteriores, cfr. el poema Al Dos de M ayo, de Espronceda, citado como
lema de este artculo; o
La Iberia
del 2-V-1870: Qu contraste entre la conducta observada por
la corte y el pueblo La primera, siempre dbil, egosta y humillada, el segundo siempre grande,
patritico, digno (...) La corte huy, el pueblo luch. Para la interpretacin negativa de la inter
vencin popular en la guerra de 1808, recurdese cmo el anciano y moderado Alcal Galiaho
observaba que haba sido aquella guerra la que ense al pueblo a desobedecer y a estarse conti
nuamente mezclando en los asuntos de estado (cit. por Lovett,
Romantic Spain,
175).
45 .
V. J.L. Talmon (1960)
Political
M essianism.
The Rom antic
Phase,Londres y N. York.
46 . Ver el vocablo Pueblo en el
Diccionario
Crtico-Burlesco de B . J. Gallardo: en el (sen
tido) ms alto y sublime es sinnimo de nacin... Fernando Garrido (1865)
La Espaa Contem
pornea,
Barcelona: Tip . Maero, p. 109: La grandeza, el herosmo del pueblo consuela el alma
de la bajeza de sus m andarines.... En cuanto a Galds, como observa Trivios, en
Hroes y mons
truos...
cit., la primera serie de los
Episodios Nacionales
difundi en Espaa el nuevo mito del
patriotismo de los hroes oscuros (p. 67); en
ibd.,
pgs. sig., distinciones que Galds hace entre
pueblo, populacho, plebe, etc., y que eran bastante comunes (Meson eros, p. ej.) en este tipo
de representacin de las identidades colectivas de las clases bajas.
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Cdiz recorrer los pueblos del pas solicitando limosnas para la patria; llevara
una imagen de Espaa vestida de luto, arrodillada y con sus manos levantadas
hacia el cielo, en cuya base se leera: La Madre Patria pide a sus amantes hijos
la ayuden lo que puedan en el presente conflicto
47
. Es una obvia transposicin
de la tradicin catlica de la Virgen Dolorosa. Del mismo tono es el famoso
poema de Bernardo Lpez Garca Al Dos de Mayo, que se convertir en la
ms po pular de las poesas patriticas:
Oigo, Patria, tu afliccin,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a m uerto,
i ~ 48
la campana y el canon... .
3.
La conexin de la resistencia anti-napolenica con las luchas de liberacin na
cional sostenidas por Espaa contra diversos invasores extranjeros y en particu
lar contra el Islam
49
. Este aspecto se insertaba, por supuesto, dentro de la moda
romntica y del resurgimiento de los estudios medievales. La guerra anti-napo
lenica, segn esta interpretacin, no habra sido sino la culminacin de la larga
lucha del pueblo espaol para l iberarse de invasiones -y de influencias- extran
jeras
5 0
.
4 . La gran aportacin de catalanes y aragoneses a esta mitologa. Gerona, Zarago
za, Tarragona y los Bruchs eran nombres imborrables de la epopeya; un cata
ln tan significativo como Antonio de Capmany, el gran especialista en los ar
chivos de la corona de Aragn, haba sido el redactor de algunos de los ms
sonados discursos anti-franceses
51
. Incluso en el terreno de los smbolos, aparece
Juan Espaol -u n b aturrico, con la cabeza cubierta por un pau elo, a veces espe-
ci de barr etina - y la jota se acepta como representacin del folklore nacional .
5.
El camb io en el estereotipo extranjero. Un cambio influido por el rom anticismo,
y que en conjunto puede considerarse posit ivo, y desde luego muy diferente al
47 .
Lovett
Napolen...,
cit., p. 332 . El nombre del clrigo era D. Jos Romero de Mier.
48. Cfr. el expresivo ttulo del folleto de Jos Gutirrez GarcaAspectos
de
Espaa:
I
o
, Abatida
por
leal
y
engaada
por perfidia. 2
a
,
sublevada
por
amor...,
cit. en
Congreso
Histrico Internacio
nal de la
Guerra
de la
Independencia, Zaragoza, 1910, t. IV: p. 226.
49 .
Gebhardt,
H istoria de
Espaa,cit., vol VI, p. 468: Asturias, renovando los gloriosos tim
bres de la sangre goda, se levant en defensa de la patria. Tambin Gallardo, en la
Alocucin...
de 1820, cit., p. 22, recordaba la actuacin de los Borbones en 1808 a la de D on Rodrigo el 711 ,
cuando dej a Espaa un yugo de ochocientos aos. Recurdese igualmente el famoso artculo
de Castelar El patriotismo espaol, publ. con ocasin de la Guerra de frica de 1859, en que
conecta ese conflicto contra el Sultn de Marruecos con la Guerra de la Independencia.
50.
V. Marliani, en suHistoria poltica...,cit., p. 12: tras tantos dominadores como han ido
desangrando la Pennsula, sobresale todava el tipo nacional, como han demostrado Zaragoza y
Gerona recientemente.
51. Sobre Capmany, v. introd. cit. de F. Etienvre a la reed. del Centinela....Para la idealizacin
catalana de la G uerra de la Independencia, en la segunda mitad del XIX, v. Vctor Gebhardt (1868)
Lo siti de G irona en l'any
1809,o Riera y Ricart (1886)
L a
Renaixenga.
52 .
En particular se hace clebre la jota : La Virgen del Pilar dice / que no qu iere ser francesa;
/ que quiere ser capitana / de la tropa aragonesa. Lo aragons de ningn modo se opone aqu a lo
espaol, sino que es una de sus variantes.
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89
aragonesismo que impera en el estereotipo interior. Los veteranos franceses e
ingleses escriben relatos m agnificados de sus hazaas y de los peligros corridos
en la Pennsula. Desde Alemania o Rusia se han puesto tambin esperanzas en
el herosmo y las guerrillas espaolas como defensa frente a Napolen. A Fran
cia, por la rapia de las tropas, y a Inglaterra, por regalos a Wellington, llegan
obras de arte del Siglo de Oro. En resumen , se descubre la cultura espaola, una
cultura que a finales del XVIII un Masson de Mo rvilliers haba declarado inexis
tente. A los escritos de Lord Byron o de Victor Hugo se aaden, en las dcadas
siguientes, los de Washington Irving, Tophile Gautier y los viajeros y volunta
rios que vienen a la primera Guerra Carlista. Mrime y Bizet terminarn por
completar esta imagen que tipifica a Espaa en sentido andalucista u orien
tal.
Es una personalidad excepcional, pre-moderna, pero en todo caso fuerte,
bien consagrada -una de las ms marcadas- dentro del contexto europeo
53
. Y la
Guerra de la Independencia ha contribuido a su formacin con el tipo del guerri
llero indomable, el paisaje de montaas feroces, el ambiente de fanatismo tradi-
cionalista.
Toda esta tarea de construccin de una mitologa nacionalista no va a alcanzar, sin
emb argo, una fuerza comp arable a la francesa alrededor de la revolucin o a la que Italia
y Alemania estaban construyendo por aquel entonces. De nuevo, las razones de este re
lativo fracaso son complejas y exceden de los lmites de este artculo. nicam ente m en
cionar el papel desempeado por el propio mito de la Guerra de la Independencia que,
en mi opinin, y aunque parezca contradictorio, pudo ser uno de los factores que expli
can aquella dbil construccin nacionalista. El hecho mismo de haber comenzado el si
glo con tan impresionante demostracin de sentimientos patriticos -se g n se interpreta
ba- convenci a los gobernantes espaoles (y a los observadores extranjeros) de que
Espaa era una de esas identidades naturales, eternas, raciales, con las que los habitantes
del pas nacan, y que no haba necesidad alguna de inculcar o de potenciar en la escuela,
o por medio de monumentos, smbolos o arengas. Al menos, los gobernantes italianos
saban bien que la identidad nacional no era innata, y lo reflej el famoso dicho de M as-
simo d'Azeglio: ya tenemos Italia; ahora hay que hacer italianos.
Pero lo que los hombres de la poca no saban, y hoy lo sabemos gracias al avance
de los estudios sobre los nacionalismos, es que todaidentidad colectiva es aprendida, es
creada por lites interesadas en el proyecto poltico anejo a la misma y tiene que ser
inculcada por los medios de comunicacin. Varias de las ms antiguas y slidas unida
des polticas procedentes del Antiguo Rgimen que no supieron adaptarse a la nueva
retrica legitimadora, como los imperios austraco o turco, o la repblica veneciana, de
saparecieron en el curso del choque con la modernidad. Otras, como Francia e Inglate
rra, sobrevivieron sin problemas, gracias a la nueva legitimidad revolucionaria y/o imp e
rial. El espaol fue un caso intermedio. Se crean smbolos, como la bandera rojigualda,
pero demasiado tarde (1843) y teidos de significado partidista; otros, como el himno
nacional, ni siquiera existen durante todo el siglo XIX, y el que finalmente se acepta en
53. V. Jos Alvarez Junco Espaa: el peso del estereotipo, enClaves
de Razn Prctica,
1994 (48): pp. 2-10.
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90
JOS LVAREZ JUNCO
el XX n o tiene letra; la propia fiesta nacional del dos de mayo no pasa de ser celebrada
en Madrid, como fiesta local, y subvencionada con fondos del municipio
54
. El Estado no
apoya canales de socializacin en la identidad colectiva nacional, como escuelas pbli
cas o un servicio militar obligatorio. Pero el refugio en la mitologa de la Guerra de la
Independencia parece compensar todas esas carencias: Espaa no posee la fuerza pol
tica de Francia, ni sus smbolos suscitan el fervor de los franceses, pero... cuando ha sido
necesario, ha derrotado a Francia. El len ibrico duerme, pero cuando despierta es in
vencible. Es todava la retrica que se usar contra los Estados U nidos en 1898. Y de ah
la gran decepcin -la sensacin de desastre- al ver que el pas no slo es un fracaso
diario sino que tampoco reacciona en las grandes ocasiones.
Pese a este ltimo golpe, el mito de la Guerra de la Independencia m antena an una
cierta vitalidad al comenzar el siglo XX
55
. Dos ejemplos servirn para terminar este re
corrido:
1. El centenario de la Guerra de la Independencia, organizado en buena medida
como com pensacin del choque traumtico de 1898. Para entonces, ya nadie du
daba del nombre de aquella guerra. El Ayuntamiento de Madrid convoc una
celebracin especial
56
. Se levantaron, por fin, abundantes monumentos, y se ce
lebraron congresos
57
, se escribieron zarzuelas e incluso peras
58
sobre la epope
ya y cada ciudad o sector social se esforz por recordar y enaltecer su contri
bucin a la gran hazaa nacional.
2. Su utilizacin -po r ambos ba nd os - durante la Guerra Civil. Nacionales y repu
blicanos recurren por igual a la retrica reivindicativa y dolida de la agresin:
Espaa, atacada en su da por los musulmanes y ms tarde por Napolen, se de
fiende ahora contra Hitler y Mussolini (o contra la conjura judeo/masnico/co-
munista, segn la versin)
59
. No se trata sino de una nueva lucha por la supervi
vencia, por ser fieles a nosotros mismo s. Com unistas y anarquistas, por una vez,
coinciden: para Mundo Obrero, el genio heroico de Daoiz y Velarde, del te
niente Ruiz, de Malasaa encarna en los soldados de las trincheras madrileas.
Castaos, el Empecinado, los defensores de Zaragoza y Gerona anteceden hist
ricamente a nuestros jefes militares de hoy. Es la misma causa, puesta en valo-
54. V.
El
Heraldo
25-V-1846: resolucin del ayuntamiento madrileo. Cfr.
La Iberia
3-V-
1871,vicisitudes para construir el monumento del Campo de la Lealtad, ordenado en 1814, pero
no terminado hasta 1840.
55. V. la Enciclopedia Espasa, que dedica cinco densas pginas de dos columnas (1018 a 1023
del t. XXI) a describir lo que denomina la admirable epopeya de los espaoles luchando contra
las tropas del capitn ms grande que han visto los siglos.
56. V.LaCorrespondencia deEspaa 27-IV-1908: asistira el Rey, el Tribunal Supremo, el
Consejo de Estado y las ms altas representaciones del Estado,perojunto a ellas las sociedades y
gremios municipales que desearan participar.
57. Congreso Histrico
Internacional..., cit., 4 vols.
58. V.
Congreso
H istrico..., cit., p. 215-216: dos zarzuelas, escritas por Jos Lambert, Antonio
Soler y Digenes Ferrand, un juguete cmico, de Toms Aznar, y una pera titulada Zaragoza,
de cuyo libreto es autor Benito Prez Galds.
59. V. Tte. Gral. M. Chamorro Martnez 1808/1936.
Dos situaciones histricas
concordantes,
Madrid:
1975.
Y E. Ucelay (1994) Prefigurazione e storia: la guerra civile spagnola del 1936-39
comeriassuntodel passato, en Gabriele Ranzatto (Comp.)Guerre
fratricide. Le
guerre civili
in
etcontempornea,Torino: Bollati Boringhieri.
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LA INVENCIN DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
91
racin de honor por el mismo pueblo.
Solidaridad Obrera
confirma: Durante
la lucha pica por la independencia nacional, las tropas francesas llegaron a
creerse dueas de la pennsula (...) Sin embargo, la lucha continu con la fe su
prema que el pueblo ibrico sabe poner en la defensa de sus libertades (...) La
Historia volver a repetirse en relacin con el fascismo imperialista...
60
. Franco,
por su parte, ofrece un discurso paralelo: No es la primera vez en nuestra His
toria que nuestra juventud trueca los libros por las armas, pues en momento si
milar (...), cuando nuestra otra Guerra de la Independencia...
61
.
Como resumen de estas pginas, el nombre guerra de la independencia es una
creacin cultural, como cualquier otro de los conceptos que utilizamos para interpretar el
mundo. No surgi durante los sucesos de 1808-1814, sino ms tarde, en los primeros
aos veinte y probablemente en relacin con la rebelin de las colonias am ericanas, aun
que no apareci como ttulo de obras hasta los primeros treinta y no lleg a estar consa
grado definitivamente hasta la segunda mitad de los cuarenta. Si la denominacin se to
ma literalmente, es una abierta deformacin de los acontecimientos a los que se refiere.
Y el objetivo de tal deformacin es claro: reforzar una visin de Espaa como pueblo o
nacin que pueda servir de base para el Estado que est en curso de construccin (fun
cin que no hubiera podido cumplir un nombre como la guerra de la usurpacin, por
ejemplo, usado tambin en los primeros momentos y que hubiera sido la perfecta denun
cia de ilegitimidad en el marco ideolgico del Antiguo Rgimen). El mito de la Guerra
de la Independencia se convertira en el eje retrico fundamental sobre el que girara un
nacionalismo espaol emergente aunque, por razones que no son del caso aqu, encon
trara problemas para afianzarse en el siglo XX. Pero su vitalidad era suficiente como
para desempear an un relevante papel en la batalla propagandstica de 1936-39.
No llega mi presuncin hasta el extremo de proponer, para concluir, un cambio en la
denom inacin de la Guerra de la Independen cia. Sera un esfuerzo titnico, sobre todo
si se tiene en cuenta que a sta deberan seguir propuestas de cambiar el nombre de la
Reconquista y tantas otras distorsiones nac ionalistas del pasado ibrico (incluso la ex
presin historia de Espaa en s misma, al menos aplicada a perodos anteriores a los
Reyes C atlicos). Las visiones nacionalistas elaboradas en el siglo XIX son quiz el ms
grueso de los prismas ideolgicos que en este momento dificultan nuestra comprensin
del pasado (y, ciertamente, con nacionalismos alternativos slo rectificaremos esta dis
torsin para caer en otras similares; en lugar de buscadores de la verdad, los historiado
res sern en ese caso los maquilladores del pasado al servicio de proyectos polticos ac
tuales -perfectamente legtimos en s mismos, adems; es decir, no necesitados de
presentarse como culminacin de toda una trayectoria histrica inventada-). No me lle
van, por otra parte, mis gustos a elaborar un vocabulario de political correctness ni en
60 .
Nuestras dos fechas histricas
(Mundo Obrero,
2-V-1937); y Movilizar al pueblo es
asegurar su libertad
(Solidaridad Obrera
10-XI-1936). Cfr. Comit Central del PCE,
Mundo
Obrero 18-VM-1936 (una guerra nacional, una guerra santa (...) La independencia de Espaa
est en peligro). Cits. todos ellos por Jos Baviano M ora Espaa, 1936-1939: la segunda guerra
de la independencia,
Historalo,
n 190 (febrero 1992): pp. 25-34.
61 .
Discurso el 22-VU -1941, en
Diccionario Bibliogrfico de la Guerra de la Independencia
Espaola,
Madrid: Servicio H istrico Militar, 1944, vol. I: p. 136.
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92
JOS LVAREZ JUNCO
historia ni en ningn otro terreno. Y sera, por ltimo, un a ingenuidad objetivista aspirar
a que los nombres reflejen realidades exteriores. Vivimos de convenciones, y es ya
harto inmoderado pretender que todos entendamos a qu se refieren esas convenciones,
aunque sin duda esta debe ser nuestra aspiracin en el terreno cientfico. Por G uerra de
la Independencia, al men os, entendemos que nos referimos al conflicto blico desarro
llado en la Pennsula Ibrica entre 1808 y 1814. Pero no viene mal aadir que la conven
cin utilizada tiene poco que ver con lo que realmente ocurri y mucho con la visin
del mundo y los intereses polticos de unos grupos sociales que, unas d cadas ms tarde,
se hallaban embarcados en la construccin de un Estado nacional.
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19/25
LA INVENCIN DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 9 3
APND ICE BIBLIOGRFICO. CREA CIN D E LA EXPRESIN GUERRA D E LA INDEPENDENCIA
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Ma nifiesto de los procedimientos del Consejo Real en
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o
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3
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