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REVISTA EUROPEA.- DE NOVIEMBRE DE 1875. 90 ñedos de las islas Canarias han desaparecido casi de) lodo por faltar en las tierras este álcali, que es indis- pensable para la nutrición de esta planta; las cañas de azúcar de Andalucía se resienten ya igualmente de la falta de esto alimento; el culLivo del tabaco en algunos puntos de América empieza también á dar á conocer la necesidad de abonar estas tierras con abono potá- sico, y, por último, la pérdida casi total de los noga- les, de ios almendros y de las leguminosas en las pro- vincias de Murcia, Alicante y Csetellon, son indicios seguros de la falta de este precioso y quizás el más importante principio nutritivo de la vegetación. Tamto el abono de pescado como el guano son materias fertilizantes de gran importancia, que po- drían convertirse en abonos completos agregándoles bs sales potásicas y magnesianas que les faltan, en cuyo caso se prestaría el mayor beneficio á la Agricul- tura. Nunca insistiremos bastante en este punto, á ver si algún dia Jos labradores, comprendiendo estas verdades, que no llamaremos ya teóricas, sino ente- ramente prácticas, obligan á los expendedores del guano y á los fabricantes de abonos orgánicos á com- pletarlos, agregándoles las sales que les faltan para elaborar un producto que no sea esquilmador, con lo que se: evitaría la ruina de muchos labradores que desconocen las necesidades de sus tierras. Hay algunos otros despojos de animales, como la lana, la sangre desecada, y la carne muscular de ani- males muertos, después de desecada, que se emplean igualmente para la fertilización de los campos. La cantidad de amoniaco y de fosfatos que contienen de- ben utilizarse como materia fertilizante, sobre todo si se agregan las sales minerales que necesita para con- vertirse en abonos completos. Entre los despojos de animales que tienen más im- portancia para la Agricultura, se encuentran los hue- sos do animales que son muy ricos en fosfatos y que contienen también algunas centésimas de ázoe: redu- cidos á polvo, se han empleado con ventaja en al- gunas tierras, y reducidos á cenizas y después ata- cados por el ácido sulfúrico, han servido para la ob- tención del superfosfato de cal, base de los abonos minerales que serán el objeto del siguiente artículo. Las consecuencias que sacamos de lo expuesto en el siguiente artículo son: 1. a Que el guano ha producido grandes resulta- dos en bien de la Agricultura, empleado para abonar las tierras en las que no ha faltado la potasa. 2." Q>ue este abono empleado exclusivamente para fertilizar los campos en que se cultiven plantas que requieren mucha potasa, como la vid, la remolacha, la caña de azúcar, el nogal, el almendro, y casi todos los árboles frutales, las leguminosas, plantas-raíces, etcétera, produce el esquilmo ó empobrecimiento del suelo, y por lo tanto la ruina del labrador. 3." Que habiendo concluido la provisión de guano de las islas Chinchas, de Guañape y de Macabit, la Agricultura ha perdido un importantísimo recurso, máxime cuando las guaneras que ahora se empiezan á explotar son monos abundantes y dan un producto menos rico en fosfatos y en amoniaco. 4." Que la nueva industria de abonos de pescados, aún en la infancia, puede ser muy favorable al pro- greso de la Agricultura, sobre todo si se le incorpo- ran los principios nutritivos que le faltan para cons- tituir un abono completo. Luis MABÍA UTOR. LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA. tOS ORÍGENES Y EL DESENVOLVIMIENTO DE LOS ALFABETOS. (Conclusión.) * II. Los mejicanos, los chinos y los asiríos quedaron detenidos en los diversos grados del fonetismo; no se elevaron más allá de la idea do una imagen de la sílaba. Los egipcios habían llegado al mismo punto desde la más remota antigüedad; mas muy anterior- mente habían dado un paso de avance y concebido la noción de las letras, representando no sólo la vo- cal sino también la consonante, haciendo abstracción del sonido vocal que permite articular aquella más claramente y le sirve, como dicen los gramáticos, de motion. La misma naturaleza de la lengua egip- cia pudo conducir á los que la hablaban á esta disec- ción de la sílaba. El idioma divulgado en las orillas del Nilo, de que el copto es la última trasformacion, tenía de común con las lenguas semíticas el que las vocales no ofrecían allí la plenitud y la sonoridad que tienen en los idiomas europeos, sino que afectaban un sonido sordo que se prestaba con más facilidad á los cambios en su pronunciación, variable según el papel gramatical de la palabra: el número, el tiempo, etc.; en suma, eran lo que se llaman vagas. Tal pronunciación debió, en la lectura de los signos silábicos, atenuar la importancia de la vocal y hacer insistir por más tiempo sobre la articulación de la consonante. Esta es, pues, la que tendió, cada vez más, á expresar el carácter fonético, que en un prin- cipio expresaba una sílaba, y al fin, en muchos ca- racteres el signo no respondía en realidad más que á la consonante, mientras que en los caracteres que representaban una sílaba formada sólo de una vocal ó de un diptongo, se llegaba á tener signos re- presentativos de vocales. Estas dos clases de repre- sentaciones del sonido suministraban todos los ele- (*) Véase el número anterior, pág. 24,

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REVISTA EUROPEA.- DE NOVIEMBRE DE 1875. 90

ñedos de las islas Canarias han desaparecido casi de)lodo por faltar en las tierras este álcali, que es indis-pensable para la nutrición de esta planta; las cañas deazúcar de Andalucía se resienten ya igualmente de lafalta de esto alimento; el culLivo del tabaco en algunospuntos de América empieza también á dar á conocerla necesidad de abonar estas tierras con abono potá-sico, y, por último, la pérdida casi total de los noga-les, de ios almendros y de las leguminosas en las pro-vincias de Murcia, Alicante y Csetellon, son indiciosseguros de la falta de este precioso y quizás el másimportante principio nutritivo de la vegetación.

Tamto el abono de pescado como el guano sonmaterias fertilizantes de gran importancia, que po-drían convertirse en abonos completos agregándolesbs sales potásicas y magnesianas que les faltan, encuyo caso se prestaría el mayor beneficio á la Agricul-tura. Nunca insistiremos bastante en este punto, áver si algún dia Jos labradores, comprendiendo estasverdades, que no llamaremos ya teóricas, sino ente-ramente prácticas, obligan á los expendedores delguano y á los fabricantes de abonos orgánicos á com-pletarlos, agregándoles las sales que les faltan paraelaborar un producto que no sea esquilmador, con loque se: evitaría la ruina de muchos labradores quedesconocen las necesidades de sus tierras.

Hay algunos otros despojos de animales, como lalana, la sangre desecada, y la carne muscular de ani-males muertos, después de desecada, que se empleanigualmente para la fertilización de los campos. Lacantidad de amoniaco y de fosfatos que contienen de-ben utilizarse como materia fertilizante, sobre todo sise agregan las sales minerales que necesita para con-vertirse en abonos completos.

Entre los despojos de animales que tienen más im-portancia para la Agricultura, se encuentran los hue-sos do animales que son muy ricos en fosfatos y quecontienen también algunas centésimas de ázoe: redu-cidos á polvo, se han empleado con ventaja en al-gunas tierras, y reducidos á cenizas y después ata-cados por el ácido sulfúrico, han servido para la ob-tención del superfosfato de cal, base de los abonosminerales que serán el objeto del siguiente artículo.

Las consecuencias que sacamos de lo expuesto enel siguiente artículo son:

1.a Que el guano ha producido grandes resulta-dos en bien de la Agricultura, empleado para abonarlas tierras en las que no ha faltado la potasa.

2." Q>ue este abono empleado exclusivamente parafertilizar los campos en que se cultiven plantas querequieren mucha potasa, como la vid, la remolacha,la caña de azúcar, el nogal, el almendro, y casi todoslos árboles frutales, las leguminosas, plantas-raíces,etcétera, produce el esquilmo ó empobrecimiento delsuelo, y por lo tanto la ruina del labrador.

3." Que habiendo concluido la provisión de guano

de las islas Chinchas, de Guañape y de Macabit, laAgricultura ha perdido un importantísimo recurso,máxime cuando las guaneras que ahora se empiezaná explotar son monos abundantes y dan un productomenos rico en fosfatos y en amoniaco.

4." Que la nueva industria de abonos de pescados,aún en la infancia, puede ser muy favorable al pro-greso de la Agricultura, sobre todo si se le incorpo-ran los principios nutritivos que le faltan para cons-tituir un abono completo.

Luis MABÍA UTOR.

LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA.tOS ORÍGENES Y EL DESENVOLVIMIENTO DE LOS ALFABETOS.

(Conclusión.) *

II.

Los mejicanos, los chinos y los asiríos quedarondetenidos en los diversos grados del fonetismo; nose elevaron más allá de la idea do una imagen de lasílaba. Los egipcios habían llegado al mismo puntodesde la más remota antigüedad; mas muy anterior-mente habían dado un paso de avance y concebidola noción de las letras, representando no sólo la vo-cal sino también la consonante, haciendo abstraccióndel sonido vocal que permite articular aquella másclaramente y le sirve, como dicen los gramáticos,de motion. La misma naturaleza de la lengua egip-cia pudo conducir á los que la hablaban á esta disec-ción de la sílaba. El idioma divulgado en las orillasdel Nilo, de que el copto es la última trasformacion,tenía de común con las lenguas semíticas el que lasvocales no ofrecían allí la plenitud y la sonoridad quetienen en los idiomas europeos, sino que afectabanun sonido sordo que se prestaba con más facilidadá los cambios en su pronunciación, variable segúnel papel gramatical de la palabra: el número, eltiempo, etc.; en suma, eran lo que se llaman vagas.Tal pronunciación debió, en la lectura de los signossilábicos, atenuar la importancia de la vocal y hacerinsistir por más tiempo sobre la articulación de laconsonante. Esta es, pues, la que tendió, cada vezmás, á expresar el carácter fonético, que en un prin-cipio expresaba una sílaba, y al fin, en muchos ca-racteres el signo no respondía en realidad más queá la consonante, mientras que en los caracteres querepresentaban una sílaba formada sólo de una vocaló de un diptongo, se llegaba á tener signos re-presentativos de vocales. Estas dos clases de repre-sentaciones del sonido suministraban todos los ele-

(*) Véase el número anterior, pág. 24,

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N.° 90 A. MAüBY.—LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA.

mentos del alfabeto; verdaderas letras eran arran-cadas, por vía de reducción ó disminución, de estevasto aparato ideográfico que se denomina «los ge-roglíflcos egipcios». Los signos habían pasado delestado de figuras al de ideogrammas y del de ídeo-grammas al de sílabas, y vinieron a expresar la ar-ticulación inicial de la silaba, ya fuese vocal, ya con-sonante. Entonces se produjo el fenómeno de queantes he hablado á propósito de la escritura japone-sa: muchos signos respondieron á la misma letraporque procedían de palabras que comenzaban porla misma articulación.

La escritura egipcia se plaga, pues, de una mul-titud de caracteres homófonos, cuyo empleo velaba,por decirlo así, el alfabetismo; pero el principio deeste estaba, sin embargo, descubierto y fue aplicadoen las riberas del Nilo desde la más remota antigüe-dad, juntamente con ol procedimiento ideográfico.Los fenicios separaron ambos procedimientos, re-chazando uno y adoptando el otro. Los antiguos es-tán de acuerdo, en efecto, en atribuirles el honorde la invención del alfabeto, del que muchos auto-res, como Platón, Diodoro de Sicilia, Plutarco yTácito, añaden que los fenicios lo tomaron del Egip-to. Los trabajos de los egiptólogos han confirmadoplenamente este hecho; y en una notable Memoria,estableció M. Emmanuel de Rongó el origen egipciodel alfabeto fenicio; encontrando su prototipo enlos caracteres alfabéticos de la escritura hieráticausada en tiempos del antiguo imperio, más de dosmil años antes de nuestra era, y principalmente enlos delpapyrus Prisse. De las veintidós letras del al-fabeto fenicio, una docena, próximamente, están re-conocidascomoimitacionesligeramente alteradas delos antiguos signos hieráticos que corresponden álas mismas articulaciones. Tal vez hayan sido sumi-nistrados los prototipos para otros caracteres feni-cios por los mismos caracteres geroglíficos. Sea loque quiera, los cananeos estaban cercanos á latierra de los faraones, en la que más de una vez seestablecieron, y debieron tomar de la escritura egip-cia (y esto en una época muy anterior á la invasiónde los pastores) los caracteres de que usaron paratraducir los sonidos; y como no tuvieron las mis-mas razones que los egipcios para respetar el valorideográfico de estos antiguos ideogrammas, toma-ron solamente los que podían expresar las articula-ciones de su propio idioma, imaginando algunossignos nuevos para representar los sonidos que noposeía la lengua egipcia. El alfabeto así constituidofue colocado en un cierto orden, cuyo origen nos esdesconocido; pero que data, ciertamente, de mu-chos siglos antes de nuestra era, pues este ordense encuentra en el alfabeto griego, siendo anterioren consecuencia, á la introducción de las letras enGrecia. No sólo el orden y los nombres de las letras

fenicias que nos ha conservado el hebreo no se en-cuentran en Egipto, sino que además están en des-acuerdo con la primitiva significación ideográficade los caracteres. Los nombres semíticos de lasletras aleph, beth, ghimel, daleth, etc., tienen en fe-nicio y en hebreo un sentido que no responde enningún concepto á las figuras que recordaban lossignos hierátieos. Así, la primera letra del alfabetofenicio, déla cual se deriva la A de los griegos y delos latinos, no es más que la alteración del signoque representaba un águila en el sistema gero-glífico; pero este nombre de aleph, que se ha con-vertido en alpha en el griego, quiere decir buey enhebreo. Evidentemente, los fenicios no han podidoatribuir semejantes nombres á sus caracteres, másque cuando hubieron olvidado la significación de lasfiguras que tomaron del Egipto. Debía, pues, habertrascurrido un gran lapso de tiempo entre la in-vención primera y la adopción de estas denomina-ciones, ya de suyo muy antiguas, lo cual confirmala remota antigüedad del alfabeto fenicio.

Todos los alfabetos modernos, salvo acaso el queusan los coreos (que lo han sacado de los caracte-res chinos, pero todavía bajo la influencia del cono-cimiento de un sistema alfabético derivado del feni-cio), proceden de la creación cananea. Las indaga-ciones proseguidas desde hace más de medio siglo,sobre la historia del alfabeto, han establecido que elfenicio es el progenitor de todos los que existen enEuropa y en Asia, habiéndose separado de la fuenteprimera de esta gran concepción, diversas corrien-tes que han avanzado en diferentes direcciones,constituyendo ramas multiplicadas. Modificacionesgradualmente introducidas en la configuración delos caracteres y la adición de nuevos signos desti-nados á representar articulaciones que el alfabetotipo no traducía, han dado origen á multitud de al-fabeto^ particulares. Los griegos, que designabancon el nombre de letras fenicias las formas másarcaicas de su alfabeto y que hacían remontar suinvención á un personaje fabuloso llamado Cadmo,los habían recibido manifiestamente de la Fenicia.El nombre mismo y el orden que ciaban á las letraslo prueban; pero al apropiárselo, asignaron á algu-nas de esas letras un valor vocal más marcado queel que tenían entre los pueblos de la Palestina,donde usando caracteres especiales para las letras,se olvidaba, como acontece todavía hoy en el árabe,indicar las vocales interiores de las palabras. Lanotación gráfica no ofrecía más que la armazónestable y más fija de las consonantes y la vocalquedaba, por lo tanto, unida, en cierto modo, á laconsonante escrita, aunque su sonido pudiera mo-dificarse en la palabra. Así, más tarde, cuando seadquirió el hábito de anotar la vocal y tendía á per-derse el recuerdo de la que había que suplir, debióle

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56 REVISTA EUROPEA. 1 4 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90

recurrir á un conjunto de signos colocados encima,debajo ó dentro de las letras para señalar las voca-les. Tal es el sistema cuya invención se ha atribui-do erróneamente á los masoretas, y que habla sidoprecedido de otros más sencillos, pero menos pre-cisos, de los cuales puedo dar una idea la acentua-ción árabe y siriaca.

El alfabeto griego más antiguo que ha I-legadohasta nosotros, es el que suministran las inscripcio-nes de la isla de Théra, el cual se remonta, segúntodas las apariencias, al siglo IX ú VIII antes deJesucristo. Las letras tienen allí un aspecto entera-mente fenicio. En los siglos siguientes se modificóla configuración de los caracteres, y la direcciónadoptada en el tratado de los mismos cambió total-mente. Los griegos habían escrito en un principio,a la manera de los fenicios, de derecha á izquierda,y la costumbre que tenían de inscribir alrededor delas figuras el nombre de los personajes, de trazarcircularmente en un vaso, ó en algún otro objeto, lainscripción que daba á conocer el nombre del ar-tista ó del poseedor del objeto, generalizó la cos-Imnbre de esos trazados denominados bustrofedon,en el cual alternaba la dirección de las líneas, demodo que si la primera era escrita do derecha á iz-quierda, según el método semítico, la segunda loora de izquierda á derecha. Esta última direcciónconcluyó por prevalecer, y es la que habían adop-tado con mucha anterioridad los asirios. Los cam-bios que en sus formas sufrieron los caracteresgriegos, engendraron diferentes alfabetos, que sedistinguen á la vez por la fisonomía y el número delas letras, de las que sólo tiene 23 el alfabetode las inscripciones de Théra. M. Kirchhoff, á quiense debe un trabajo muy interesante sobre la historiadel alfabeto griego, admite que en una época ya le-jana, se operó una división en el modo de escrituraentre los pueblos griegos, quedando los unos fielesá los tipos del Oriente, mientras que los otros, losque estaban establecidos en Occidente, alteraronnotablemente sus formas. De aquí dos alfabetos ar-caicos: el Oriental, que cuenta 26 letras, y el Occi-dental, que sólo tiene 25; mas los arqueólogos re-conocen generalmente en la antigua Grecia, cuatroalfabetos que tienen formas esencialmente distintas,ofrece cada uno leti as particulares y encierran unnúmero diferente de caracteres: 4.° el alfabeto eolo-dórico, que comprende diversas variedades y tiene28 letiras; 2." el ático, que sólo tiene 21 de éstas;?>." el jjónico, que tiene 24, y 4." el de las islas, quecucnlai 27. El primero de estos alfabetos, usado enla Tlieisalia, en la Beocia, en la Eubea y en una granparto del Peloponeso, fue llevado á Italia por lascolonias helénicas de la Sicilia y de la Campania, yda origen: primero, al alfabeto etrusco, cuyas va-riedades aparecen en el que usaron para su idio-

ma otras poblaciones del cenlro de Italia, como loshabitantes de la Umbría, los óseos y las tribus deno-minadas sabéücas; y segundo, al alfabeto latino, alcual estaba reservado ser el prototipo de los alfa-betos de la Europa occidental. De los cuatro alfabe-tos griegos, el de las islas fue el que menos se ex-tendió, y en cuanto al ateniense no estuvo en usoen el Ática más que hasta últimos del siglo V, antesde nuestra era. Durante el arcontado de Euclides,los atenienses lo abandonaron por el alfabeto jónicode 24 letras, y su ejemplo fue bien pronto seguidopor todos los pueblos do la Grecia propiamente di-cha, que en adelante no conoció más que un soloalfabeto, que todavía se usa para escribir el griego.Sabemos muy poco de la historia de la escritura enel Asia Menor. El corto número de inscripcioneslicias, frigias y carias que se han encontrado, nosofrecen letras bastante distintas de las de los he-lenos. Los licios, sobre todo, usaban ciertos carac-teres extraños al alfabeto griego, si bien la formade la mayoría de sus letras recuerda á este mucho.A juzgar por la fisonomía exterior de los caracteres,los pueblos de las provincias occidentales del AsiaMenor debieron recibir de los griegos, más bien quode los cananeos, el beneficio de la escritura.

Las naciones que hablaban lenguas pertenecien-tes á la misma familia que la fenicia, no tuvieron quehacer experimentar al valor de los caracteres pri-mitivos, los cambios que eran indispensables paraadaptarlo á determinados idiomas, pues la pronun-ciación se aproximaba entre ellos á la de los feni-cios. Se comprende, pues, que en los alfabetos de lamayoría de las lenguas semíticas se halle menos al-terado el tipo fenicio. En todos esos idiomas las vo-cales tenían un carácter vago, y no ha sido necesa-rio representarlas, como entre los griegos, por le-tras tomadas de lo que no era entre los feniciosmás que guturales dulces ó aspiraciones; poro no to-das las lenguas semíticas contaban el mismo nú-mero de articulaciones, y fue necesario recurrir ásignos nuevos para el alfabeto de muchas de ellas.Por otra parte, las configuraciones no permanecie-ron las mismas, y cada alfabeto ha pasado, como elfenicio, por diversas formas.

La cronología de los monumentos escritos en elidioma de los fenicios, presenta todavía algunas os-curidades que no permiten establecer con enteracertidumbre la sucesión de las formas que han atra-vesado los caracteres que usaba aquel pueblo. Seposeen desde muy antiguo textos de la lengua cana-nea, tales como la gran inscripción de Mesa ó Mes-cha, rey de Moab; la de los pesos de bronce, enforma de león, encontrados en las excavaciones deNímrud; las de Malta, de Nora y de muchas piedrasgrabadas; en fin, la inscripción del célebre sarcófagode Eschmunasar, que actualmente se halla en el

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N.°90 A. MAURY. LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA. 57

Louvre. Este último presenta un tipo gráfico, quediversos epigrafistas creen mas moderno y que pa-rece referirse al de los monumentos mucho másnumerosos y menos antiguos, descubiertos tanto enFenicia como en Chipre y en otros puntos. A la es-critura de estos últimos monumentos se unen tam-bién los caracteres empleados en las leyendas de lasmonedas y de las piezas grabadas. La stela de Mesay los pesos de Nímrud nos ofrecen el estado delalfabeto semítico en el siglo IX próximamente, antesde nuestra era. Sería menester todo un libro paradesenvolver la genealogía de los diversos alfabetosasiáticos derivado del tronco fenicio, ya directamen-te, ya por el intermedio de otros alfabetos; pero medebo limitar á indicar los grandes lineamientos deesta larga emigración gráfica. El alfabeto hebreo esincontestablemente uno de los primeros que so handesprendido de este tronco fecundo; pero este alfa-beto no es el hebx'eo cuadrado, cuyo tipo nos sumi-nistran muchas biblias hebraicas, y sobre cuya fechaoriginaria se ha discutido mucho en estos últimostiempos.

El alfabeto hebreo de forma cuadrada so encuen-tra en la Palestina en monumentos, tales como elsepulcro llamado de Santiago y el denominado delos Reyes, cuyas fechas han sido igualmente muydiscutidas, sin embargo do lo cual son tenidos ge-neralmente como pertenecientes al siglo I de nues-tra era. Los judíos designan esta escritura con elnombre de asiría, porque el pueblo de Israel la ha-bía traido, según dicen, de las riberas del Eufrates,á su vuelta del cautiverio. La tradición talmúdicaconforma con el testimonio de muchos padres de laIglesia, para representarla como habiendo sido in-troducida en Palestina por Esdras. Es cierto que elhebreo cuadrado no pertenece á la misma rama quela primitiva escritura de los judíos, sino que se re-fiere á otra de la que brotan numerosos vastagos:la rama aramea ó siria, cuya descendencia indicarémás adelante. De la primitiva escritura hebraica seencuentran las formas, si bien ligeramente altera-das, en las monedas judías de la dinastía do los as-moneos. Gracias á los monumentos descubiertos enAsiria y en Chipre, y á las piedras grabadas que con-tienen antiguos caracteres fenicios, se ha podidollegar hasta el más antiguo tipo de las letras en estaparte del Asia, lo que ha permitido encontrar elvínculo que existe entre la primera escritura de losisraelitas y los antiguos caracteres de los fenicios.El alfabeto hebreo primitivo reproduce la fisonomíageneral de estos caracteres, sólo que los trazos sehan redondeado y simplificado, los palotes que ex-ceden por la parte superior del cuerpo de la letra yque son propios del fenicio arcaico, se encorvan yse doblan. Esta antigua escritura judía, cuyas for-mas se han conservado con ligeras alteraciones en

TOMO V I .

el alfabeto empleado por los samaritanos, entra enla categoría do las escrituras llamadas oncia les. Es-taba manifiestamente destinada á ser trazada conuna caña en el papiro ó en las pieles que se prepa-raban para escribir, mientras que los caracteres fe-nicios arcaicos que nosotros conocemos más, pare-cen especialmente concebidos para ser grabados enplanchas. Esto no quiere decir que los mercaderescananeos no hayan usado desde do el principio deuna escritura cursiva, que debió serles muy nece-saria por sus hábitos mercantiles; pero los monu-mentos de esta escritura no han llegado hasta'nos-otros. Todos los demás alfabetos, que pueden cali-ficarse de semíticos, así como los de las diversaslenguas, á las cuales no podría convenir este epíte-to, han nacido de una rama diferente que brotó enun principio del tronco primitivo: tal es la ramaaramea que, una vez implantada en países comióla Asiria y la Babilonia, que por su situación cen-tral estaban en relación con una multitud de pue-blos, se propagó rápidamente y proyectó ramifi-caciones en todas direcciones. La escritura arameaestaba ya formada en el siglo VII antes de nuestraora, y sus más antiguas formas nos fueron suminis-tradas por monumentos descubiertos en Asiria, porfirmas que so leen en contratos escritos en barrococido con caracteres cuneiformes, en ladrillos,piedras preciosas y monedas.

Basta comparar las letras arameas más antiguascon el primitivo alfabeto fenicio, para convencersede que se derivaron de él en la época en que co-menzaba este alfabeto á emplear un segundo tipo;mas los mismos caracteres árameos se modificangradualmente, como lo prueban las monedas de Si-licia, de Capadoeia, de Ilierápolis de Siria y diversasinscripciones, resultando de aquí una escritura quese ha denominado aramea secundaria, la cual hechaen k>s papiros, sufrió una nueva modilicacion que seencuentra en ciertas inscripciones. Durante esta se-gunda fase de la escritura aramea se manifiesta,por la vez primera, una tendencia por la cual sedistinguen la mayoría de las escrituras nacidas délasderivaciones posteriores, la tendencia á ligar entresí las letras. «Esta disposición, hace notar M. Fran-cisco Lenormant, se debe á la naturaleza esencial-mente cursiva de la escritura, y antes de conver-tirse en una regla de adorno caligráfico, es el resul-tado de la facilidad con que el pincel ó la caña, des-lizándose sobre el papiro, pasa del trazado de unaletra al de otra, sin que el escriba tenga necesidadde corregir á cada vez. La tercera fase del alfabetoarameo se nos presenta en un alfabeto de trazosgruesos y cuadrados que se encuentra empleado enlos monumentos de Palmira: de aquí el nombre díepalmirense que se le ha dado. Comparado al arameoprecedente, se distingue este alfabeto, sobre todo,

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58 REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90

por ciertos rasgueos, por ciertas formas finales,f/is monedas de la ciudad de Sidé, en Paufllia, nospresentan todavía otra variedad de alfabeto quedebe referirse al tipo araweo por el palmirense, yque está á la cabeza de un conjunto de generacio-nes que tienen por ascendiente ei arameo en suI creerá forma. A esta posteridad pertenece el alfa-beto uuranítico que nos suministran las inscripcio-nes descubiertas en el Hauran, por dos sabios viaje-ros, convertidos hoy dia en dos hombres políticosdistinguidos, M. II. Waddington y el conde Melchorde Vogüé. lina de estas inscripciones, la del sepul-cro de Suéídeh, en que la traducción griega acom-paña al texto, debe ser referida, si ha de juzgarsepor el estilo, á la época de Herodes el Grande, y hadado la clave del alfabeto, que no es más que unadegeneración del palmirense. En la misma catego-ría que el auranítico, se clasifican los alfabetos sa-lioo y estrangel, el más antiguo de los que ofrecenlos manuscritos siriacos. El auranítico engendró eliiíibaleo, cuyos caracteres han servido para compo-ner las numerosas inscripciones descubiertas en elSin:ií, y del cual parece haber salido el alfabetoárabe, del que existen dos variedades: una usadatodavía en los manuscritos, denominada neskhy óescritura de los copistas, y llamada la otra Kufy,de una ciudad del Irak apellidada Kufa, en donde,segun la tradición, se comienza á hacer uso de él.üajo la forma lapidaria, en que los trazos ofrecenmás dureza y terminan con una especie de gancho,el kúfico ha sido utilizado desde los primeros siglosde la Egira para la decoración de los mosaicos y lade las mezquitas y palacios. Por su agrupamiento,las letras kúíicas constituyen verdaderos dibujos,figuras de mil clases, que nosotros llamamos ara-bescos, del nombre mismo del pueblo que las hausado. Distínguense en Oriente diversos géneros deneskliy más ó menos elegantes. La escritura árabedebe á los progresos del islamismo una gran fuerzade expansión. Mientras que el kúfico producía alNorte de África el maghreb, el neskhi daba origen ála escritura de los persas, que han añadido ciertasletras al alfabeto árabe á fin de expresar sonidos,falos como la p y la g, que la lengua árabe no tiene,y á la escritura de que hacen uso los madecasos, deMadagascar, convertidos al islamismo. La escriturapersa engendró á su vez la escritura turca y lade urdía, el idioma de los musulmanes del Indos-lan, em el que se introdujeron modificaciones paraexpresar con menos imperfección la vocalizaciónpropia de las lenguas á las cuales se aplicaba estealfabeto. Por su parte, el antiguo estrangel, des-pués de haber pasado por diferentes formas, pro-dujo dos vastagos: engendró el alfabeto siriaco,propiamente dicho, ó preschito; y llevado á las po-blaciones tártaras, á las cuales comunicó la ciencia

de la escritura, da origen, entre los uígures ó turcosoccidentales, á un alfabeto particular que por largotiempo estuvo ignorado de los europeos, y que nose conoce más que por un reducido número de ma-nuscritos y por algunas monedas. Misioneros nesto-rianos lo llevaron á los uígures, y esos apóstoles dela fe cristiana, que se adelantaban hasta la China enlos siglos VII y VIII de nuestra era, hicieron pene-trar en el corazón del Asia la luz del Evangelio. Lanoción que estas comarcas recibieron del alfabetosirio está atestiguada por la famosa inscripción siro-china de Si-"ngan-fu, cuya autenticidad, por muchotiempo discutida, ha sido definitivamente probadapor M. G. Pauthier. Ya se ha visto que los tártarosse servían anteriormente de los khe'-mou ó palillosentallados.

Los uigures, cuya escritura sólo hizo sufrir á lasde los nestorianos modificaciones poco pronuncia-das, cambiaron; sin embargo, la dirección del tra-zado de los caracteres. Los sirios escribían el es-trangel, como se escribió el peschito, de derecha áizquierda, según la costumbre semítica: los tártarosprefirieron la disposición vertical, que es la de laescritura china. De esta manera está escrita la ins-cripción de Si-'ngan-fu. De la escritura uigur hansalido las escrituras mongola, kalmucay mandehú.El alfabeto de origen arameo es , pues, el que haproporcionado al Asia Central el beneficio de la es-critura. Este alfabeto, penetrando en las comarcasdonde continuaba usándose el sistema cuneiformepara escribir en la roca y en el ladrillo, se convierteen la escritura cursiva de los habitantes, y da orí-gen á una escritura nueva que concluye por despo-seer completamente al antiguo cuneiforme. Esa esla escritura peM, así llamada del nombre de la len-gua á la cual fue adaptada, lengua que predominabaen la corte de los reyes parthos arsacidas. La es-critura pelví continuó siendo empleada en Asia y enPersia durante muchos siglos, sobreviviendo aún ála caida de los sassanidas , pues se la encuentrausada todavía bajo los primeros califas y bajo losregentes ó ispehabedes del Taberistan.

Las formas del alfabeto pelví, cuyo origen ara-meo ha establecido Silvestre de Sacy , han variadosegún las épocas: no son las mismas en las incrip-eiones y en las monedas sassanidas, encontrándoseotro tipo en los manuscritos. Del alfabeto pelví seha derivado, según todas las apariencias , el alfa-beto zendo, con cuya ayuda fueron escritos muchosde los libros de Zoroastro, que conservan los parsis.Reemplazó, así como el pelví, á una escritura queprevaleció entre los persas en tiempos de la dinas-tía de los Achemenidos , y que se ve empleada enlas inscripciones de Penépolis de Hamadan , y enuna de las tres columnas de la célebre inscripcióntrilingüe de Bisutun, cuyo desciframiento se debe á

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N.°90 A. MAÜRY. LA INVENCIÓN DE LA ESCRITURA. 59las indagaciones de E. Burnouf, de H. Rawlinson,de J. Oppert y de otros orientalistas, y que es alfa-bética, por más que los caracteres estén compues-tos con el auxilio de elementos cuneiformes. Tal vezhaya tenido origen bajo la influencia de la escrituraaramea de Asiría; más su alfabetismo conserva to-davia huellas del silabismo anario, y aun del uso delos ideogrammas. Esta escritura, nacida en la Su-siana, desapareció después de la caida de los Ache-menidos, y la influencia de las conquistas de Ale-jandro hizo penetrar hasta las orillas del Eufratesel alfabeto griego, al mismo tiempo que la lenguahelénica se hacia lengua oficial del imperio de losSeleucidas. En cuanto al antiguo cuneiforme asirio,depositario de la ciencia caldea, resistió más tiempo,siendo todavía aplicado algunas veces en la épocade los Arsacides. Las conquistas del Islam debieronconducirle á su completo aniquilamiento, y no dejóotro recuerdo en Mossul que el de una escritura enla que cada carácter podía tener muchos sentidosdiferentes. Las poblaciones musulmanas le tomaronen su ignorancia por un conjunto de signos mági-cos, mientras que en Persia pasaban las inscripcio-nes persepolitanas por obra de los héroes fabulososdel país do Djemschid ó de Fesidun. Si el alfabetozendo vivió poco, tuvo en cambio una descenden-cia que ha dado pruebas de más longevidad, puesque parece haber engendrado al que reemplazó enla Armenia al sistema cuneiforme particular, delque nosotros conocemos algunos monumentos. Alcomienzo del siglo V de nuestra era, un prelado ar-menio llamado Mesrob, tomando por modelo las le-tras zondas, inventó, si ha de creerse la tradición,los alfabetos armenio y georgiano.

El alfabeto fenicio no se extendió solamente alNorte y al Este de la Siria para llamar á la vida unacantidad de escrituras; se propagó también al Sud,en la Arabia, donde se formó un alfabeto de fisono-mía particular que debió ser á su vez tronco de unaposteridad poderosa. Este alfabeto es el himiarí-tico, que nos han hecho conocer numerosas inscrip-ciones, en cuya interpretación se ejercita desde hacemás de un cuarto do siglo la sagacidad de los filó-logos. La lengua á que estas inscripciones pertene-cen, aunque semítica, es muy diferente de la árabeque la reemplaza al presente; en ciertos puntosse aproxima al hebreo, y vestigios suyos pareceque se han conservado en el dialecto ehkili. La es-critura himiarítica es, según todas las apariencias,la que los historiadores árabes mencionan con elnombre de musnad. Ignoramos á qué fecha debereferirse la institución de este alfabeto, ciertamenteanterior al islamismo, y cuya forma arcaica pareceremontarse á una época muy antigua. «Puede ser,dice M. E. Renán en su Historia general de las len-guas semíticas, que la tradición de la estancia de

los fenicios en la Arabia, en las orillas del MarRojo, encontrara aquí su confirmación. Esperamosque los estudios comparativos, á que no dejará dedar lugar el corpus de inscripciones semíticas queprepara la Academia de las Inscripciones, y que hamotivado ya importantes descubrimientos, esclare-cerán un dia este problema. El alfabeto himiarítieo,usado en el Yemen, se aloja ya notablemente de suprototipo fenicio; pero sus derivados se separantodavía más, pues del alfabeto citado ha salido elalfabeto ghez ó etiópico, más rico en letras que suprogenitor: la vocal se une en él á la consonantebajo la forma de un signo particular, ó está indicadapor la modificación ligera que experimenta la confi-guración de la misma consonante; de manera queol alfabeto etiópico conserva el carácter de un ver-dadero silabario. Cuando la lengua ainliarica ocupóenAbisinia el lugar del antiguo etíope, adoptó el alfa-beto de éste, añadiéndole siete nuevas letras para ex-presar articulaciones que le eran propias. ¿Por quéintermediario el antiguo alfabeto del Yemen,—quesuministraba á la Etiopía su escritura, en la que lasletras se dispusieron, como en el griego, de izquierdaá derecha,—fue llevado á la extremidad del Áfricaseptentrional, á la Libia y hasta la Nuniidia? Lo igno-ramos. Todo lo que ha podido hacerse constar esuna conexión entre las letras himiaríticas y las dela escritura llamada tijinag, de que se han encon-trado monumentos en Argelia y en el país de losTuareg. El desciframiento de estas inscripcionesocupa todavía la sagacidad de los eruditos. Ese fueya en todo caso un vastago estéril, pues la inven-ción del alfabeto árabe hirió de muerte al iiftnag.

No se sabe tampoco de un modo preciso cómo elalfabeto himiarítieo fue á implantarse en el Indostanseptentrional. La escritura magadhi, que conoce-mos por antiguas inscripciones todavía subsisten-tes en el Norte de la península gangótica, ha sidoreconocida en estos últimos tiempos como deriva-ción de la antigua escritura del Yemen; estos carao-teres, que deben su nombre á la provincia de Ma-gádha, cuyos reyes extendieron su poder al Nortede la India, en el siglo IV antes de nuestra era,revelan en su forma algo de rigidez y pesadez quenos lleva completamente al himiarítieo, y son 36 quese leen de izquierdaá derecha. La escritura magádhies el tronco de todos los sistemas gráficos usadosposteriormente en la India: los que han nacido deella por vía de modificaciones, pueden dividirse endos grupos principales. El primero afecta formascuadradas ó redondas, que tienen más de ancho quede alto: tales son los alfabetos tamul y birmano. Elsegundo presenta caracteres más altos que anchos:á este grupo pertenece la escritura devanagasi, lla-mada por otro nombre escritura divina de las ciuda-des, que es por excelencia la de los libros sánscritos,

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60 REVISTA EUROPEA.—14 DE NOVIEMBRE DE 1 8 7 5 . N.° 90y que apenas data, al menos bajo su forma actualregular, más que del siglo VII al X de nuestra era:<!8 elegante y clara, y todas sus letras tienen por en-cima una barrita horizontal que las cierra como enun cuadro y permite alinearlas exactamente por laparte superior. Se diría que las letras están dispues-tas sobre un pentagrama de música; pero existeotra forma más cursiva en que la barra horizontalha desaparecido y en que el trazado es menos ele-gante. El alfabeto devanagasi ha sido distribuidopor los gramáticos indios, en categorías de letras,segun su pronunciación, de manera que suministretoda una escala vocal. El devanagasi, como el ma-gadhi y el persopolitano, ofrece un último vestigiodel silabismo primitivo, pues la «breve se pronunciaen él con toda consonante simple que no se liguedirectamente á otra vocal.

No enumeraré aqui todos los alfabetos que se de-rivan inmediata ó mediamente del magadhi, porquetendría que formar una genealogía demasiado larga,pues su descendencia ha avanzado hasta Macasar. Elalfabeto se hubiera tal vez remontado hasta el Ja-pon, si no hubiese sido detenido en Cochinchinapor la escritura china que los annamitas usaban, yque se levantó ante él cual otra muralla de laChina. La ola de la invasión alfabética vino á moriraqui; más tarde el mismo viento debía impulsaruna segunda ola que partiera de la misma ribera,pero que no se extendió por espacio tan vasto. Elislamismo trajo consigo la escritura árabe, que seintrodujo así en el Indostan y se apoderó en seguidadel idioma malayo.

Al Occidente de Europa una nueva corriente, cuyadirección seguimos mal en las profundidades cro-nológicas en que se ha operado, trasportó hastaIberia el alfabeto fenicio, dando origen allí á unaescritura especial que conocemos por las monedasy las inscripciones, y dotando así á España de susprimeros monumentos escritos. Sin duda que estofue resultado de las colonias fenicias y cartaginesas:¿llegaron acaso más lejos y, no limitándose á aven-turarse en el Océano para ir á buscar el estaño á lasislas Cassitéridas, han llevado estos dos puebloscongéneres á lejanos parajes la maravillosa inven-ción de la escritura? Es cierto que los rímicos,representados por la tradición de los pueblos delNorte! como una revelación de Odin, y que se em-pleabian entre los germanos y en la Escandinaviaantes; del Cristianismo, presentan ciertos carac-teres que recuerdan muchas letras fenicias deltipo siidonio. Puede ser que estas analogías seanengañosas; mas, sea lo que quiera, las runas llama-das alemanas, mencionadas ya en el siglo VI por elpoeta Fortunato, y que se trazaban en tablillas ó enla corteza de los árboles, tienen sus prototipos enlos caracteres rúnicos escandinavos, que tal ve¿

no eran en su origen más que signos puramentemágicos, ó, cuando menos, meros dibujos conmemo-rativos. Otro tanto es preciso decir acerca de loscaracteres oghámicos de Irlanda, cuya invención seatribuía en la Edad Media á un pretendido Ogma,hijo de Elathan. Estos caracteres oghámicos se tras-formaron en un alfabeto, cuyo origen latino es di •ficil de desconocer, por más que el orden de susletras no sea el del alfabeto latino. Los anglo-sajo-nes, á los cuales pidieron los irlandeses más tardosu alfabeto, tenían también caracteres rúnicos queprocedían de los escandinavos, y cuyas formas, aso-ciadas con las letras latinas, han suministrado loselementos del alfabeto anglo-sajon. Hubo, pues, alNorte de Europa, entre las ramas diversas del troncográfico, especies de anastomosis: así, combinandolas runas germánicas con las letras griegas, Ulfilas,obispo de los godos de Mesía en la segunda mitaddel siglo IV, formaba el alfabeto llamado meso-góti-co, que se encuentra empleado en el famoso codexArgentéis, que contiene en lengua gótica la versiónde los cuatro Evangelios. Los vindos ó eslavosseptentrionales, tenían igualmente caracteres rúni -eos que, sin duda, habían recibido de los escandi-navos, y no es imposible que algunos de estos sig-nos suministraran al apóstol de los eslavos, Cirilo,las letras que juntó á los caracteres griegos paracomponer el alfabeto que ha tomado su nombre yque data del siglo IX. Todos los eslavos del ritogriego adoptaron el alfabeto cirilense, cuya confi-guración primitiva nos han conservado numerososmonumentos, y del que no son más que modifica-ciones los alfabetos ruso y servio. Hacia el si-glo XII, los eslavos de la Dalmacia, que seguían laliturgia latina, recibieron de uno de sus sacerdotesotro alfabeto, imitado en parte de las letras cirilen-ses, y en parte de las latinas, y cuyo origen se haquerido hacer remontar hasta San Jerónimo. Estealfabeto es conocido con el nombre de bukvitüanoó glogolítico, nombre que debe á la denominaciónque tienen en el alfabeto eslavo las letras B y G, ysus formas se separan sensiblemente do las figurascirilenses, siendo más habitual en ellas la disposi-ción rectangular ó circular; por eso se percibe me-nos, al primer golpe de vista, el origen griego demuchas de estas letras.

Tal es, rápidamente bosquejado, el conjunto deescrituras que tienen por antecesor común el alfa-beto que imaginaron los fenicios bajo la influenciadel Egipto. Estos alfabetos constituyen como unaserie de generaciones que se reparten por familias,por ramificaciones y por ramas, que habiéndose se-parado á diferentes alturas de un mismo tronco, hanproyectado sobre espacios más ó menos extensossu follaje, destinado, no á impedir el que la luz pe-netre, sino á asegurar su difusión.

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m.Los alfabetos de que acabamos de ocuparnos, no

difieren solamente, comparados los unos con losotros, por la naturaleza y el número de las letras,sino que todavía varía en un mismo alfabeto la con-figuración de los caracteres, según las épocas y elgénero de escritos á que se han aplicado. Cadaalfabeto tiene su historia, y ha pasado por trasfor-maciones unas veces ligeras, y otras muy pronun-ciadas. Las letras han tenido las aplicaciones másdiversas, y su existencia está ligada á las costum-bres de los escribas y á los procedimientos emplea-dos para el trazado. Mientras que ciertos alfabetosno tuvieron más que una corta carrera, otros handurado siglos, han realizado incesantes conquistas,pues la nación que ejercía sobre sus vecinos la pre-ponderancia intelectual, imponía su lengua y su li-teratura, y al propio tiempo su escritura. Así puededecirse con alguna verdad, que el grado de exten-sión de un sistema gráfico es proporcionado al po-der del pueblo á que pertenece. Las religiones hansido también grandes medios de propagación grá-fica, pues que, difundiendo su enseñanza, han difun-dido la escritura de sus libros. Bel mismo modoque la preponderancia de una nación ó de una reli-gión ha hecho lugar á la de otras, así esciiturasdesde un principio usadas, han sido desposeídaspor un modo diferente traido por un pueblo con-quistador ó por un culto nuevo. De esta maneralos establecimientos focenses hicieron penetraren la Galia el conocimiento y el uso de los caracte-res griegos, que más tarde debía suplantar el alfa-beto latino llevado por los romanos. Los griegosdesposeyeron en las riberas del Nilo á la antigua es-critura sagrada cuando la predicación del Evange-lio proscribió los geroglíficos, tan profundamenteimpregnados del antiguo paganismo faraónico. Estoque debía suceder á los eslavos convertidos porCirilo y Melhodius, acaeció también á los egipcios,iluminados por la luz del Evangelio. El alfabeto grie-go , aumentado con algunas letras suministradaspor la escritura hicrática, reemplazó á los geroglífi-cos, y desde entonces los libros sólo fueron escritosen ese alfabeto que apellidamos copto. Y así comono hay nación alguna de la antigüedad que hayaextendido más allá que los romanos sus conquistas,del mismo modo no existe alfabeto alguno cuyapropagación haya sido tan grande como la del alfa-beto latino. Penetrando por todas partes donde losapóstoles de la fe católica llevaron la liturgia latina,se hizo aceptar por pueblos de idiomas de otras fa-milias que la latina; mas si el imperio de este alfa-beto fue vasto, también fue el más expuesto á va-riaciones, según los países y las edades, de modoque concluyó, siempre guardando la misma compo-

sición, por dividirse en una multitud de trazadosque constituyeron variedades gráficas particulares.Las letras latinas fueron, pues, como las obras lite-rarias de los romanos, más bien modelos que se imi-taron de lejos, que tipos que se reproducían servil-mente. La ignorancia de unos, el capricho de otros,conveniencias particulares, predilecciones locales,modificaron poco á poco la forma de las letras y lamanera de unirlas. La escritura tomó gradualmenteen cada comarca principal una fisonomía originalque dio ocasión, cuando se mulljplicaron los monu-mentos de las lenguas nacionales, á configuracionesde todo punto distintas. El alfabeto latino ha pasadopor trasformaciones casi tan numerosas, como lasque sufrió el antiguo alfabeto fenicio, para llegar álas bellas versales que so encuentran grabadas enlos ediíicios del reinado de Augusto.

El conocimiento de la historia de esta escrituraes objeto de una ciencia especial que se denominapaleografía; cada país tiene la suya; y en Francia,gracias á los trabajos de los benedictinos, comple-tados por los de muchos eruditos contemporáneos,sobre todo por los que fundaron ó ios que han con-tinuado la enseñanza de la escuela de diplomática,la paleografía, como su hermana la diplomática, hallegado á sor uno de los conocimientos más segurosy más positivos, prestando á la historia serviciosinapreciables. La sucesión de las formas, y, estoypor decir, de los modos que se han adoptado paralas letras, es por sí misma una historia de las másinteresantes, que puede leerse en tratados talescomo los de MM. Natalis de Wailly, W. Wallen-hach y C. Lupi. El museo de los archivos naciona-les ofrece al público una curiosa colección de do-cumentos de todo género; que comprende desde elsiglo VII hasta el comienzo del nuestro, y que dauna idea completa de las innumerables trasforma-ciones de la escritura latina. Semejante variedad eneb$razado hace difícil una clasificación algo rigu-rosa, tanto más, cuanto que en estas metamorfosisel hombre ha procedido como la naturaleza, no porcambios bruscos, sino por modificaciones insensi-bles. Se pueden, sin embargo, distinguir tres gran-des épocas, y en cada una de ellas cierto númerode matices. La primera época se extiende desde elestablecimiento de los bárbaros hasta el siglo X1I1;la segunda desde éste al comienzo del XVI, y latercera desde esta fecha hasta nuestros días.

Para las dos primeras, las dimensiones y la formade las letras nos suministran tres clases bastanteclaramente definidas: las mayúsculas, usadas en lasinscripciones y en las monedas y para ciertos títu-los y ciertas iniciales; las minúsculas, generalmenteempleadas para las obras literarias, y las cursivas,adoptadas para las actas: á veces se reconocíanmuchas variedades de cada una de estas especies

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de escrituras. Durante el primer periodo de la EdadMedia, la escritura de mayúsculas, heredera directadel antiguo alfabeto latino, no tiene ya esas formasmajestuosas y regulares que admiramos en los fron-tones de los lemplos, en el zócalo de las estatuas yen los postes miliarios, elevados por los romanos du-rante los primeros siglos del Imperio. Las mayús-culas pierden mucha de su elegancia, y concluyenpor no ser más que torpemente dibujadas y por cons-tituir lo que se ha llamado las mayúsculas rústicas.En los manuscritos*principalmente, se prefirieroncaracteres cuyo trazado exigía menos cuidado yseguridad en la mano, y cuyos rasgos requeríanmenos ligereza y flexibilidad; los copistas adoptaronmayúsculas de una forma más pesada, que era, pordecirlo asi, una especie de cursiva, en la que seliabian forzado las dimensiones y engrosado los ca-racteres, al punto de darles una pulgada de longi-tud, ó, como decían los romanos, un onza (uncia),pues que la onza era la duodécima parte de su pié:de aquí el nombre de escritura oncial dado á estadase de mayúsculas, que, por tanto, no teníansiempre más que una onza de altura, próximamente.Como lo que en la mayúscula exigía tiempo y des-treza eran especialmente el trazado de las líneasrectas y la regularidad de los ángulos, se redon-dearon en la oncial las lineas, se encorvaron lospalotes y se redondearon muchas veces las curvas.La oncial fue, como juiciosamente la apellida Scho-ncmann, la cursiva de la mayúscula. Los antiguosromanos emplearon para el uso diario caracteresmás fáciles de trazar y menos separados unos deotros que lo están las mayúsculas: este tipo cursivose había modificado grandemente bajo la influenciade diversas causas, entre las cuales debe mencio-narse la sustitución por la pluma de ganso, de gru-lla ó de otra ave, del calamus, ó caña, de que hastaentonces se había usado con preferencia, y cuyasustitución se operó desde el siglo V al VII. Losbárbaros recibieron la cursiva romana bajo su últi-ma forma; pero ésta no podía menos de sufrir entreellos nuevas alteraciones, pues es propiedad de lasescrituras cursivas el estar expuestas á separarsemás del tipo de que proceden. Cuanto más rápida-mente se quería trazar los caracteres, tanto más secaminaba á multiplicar los ligamentos, á íin de tenerque levantar cada vez menos la mano. Así, en lacursiva que nos ofrece el período de la Edad Media,se ve frecuentemente enlazarse las letras unas conotras, al punto que casi no se las puede distinguir.La limpieza, las formas fijas que presentaba la on-cial han desaparecido, y la cursiva merovingia nosofrece á veces un extraño conjunto de garabatos,en que las letras engarabitadas y contorneadas noremediaban con sus grandes dimensiones la oscu-ridad que resultaba de su deformidad. Otra cosa

sucede en la especie de taquigrafía, empleada fre-cuentemente en los diplomas merovingios y carlo-vingios por los refrendarios, en las notas tironenses,así llamadas porque se hacía remontar su inven-ción á un liberto de Cicerón llamado Julio Tirón.Recurríase á esta estenografía para proteger lasactas contra la habilidad de los falsificadores. Laescritura llamada minúscula, intermediaria entrela mayúscula y la cursiva, proviene de ésta, de lacual ha tomado muchas de las formas y de los tra-zos, siguiendo todavía los procedimientos de lamayúscula. Las letras están en ella más redondea-das que en la oncial y son de menos dimensiones,mirándose, sobre todo, á ganar espacio y á abreviarel trazado, haciéndole más rápido, por lo que sesuprimieron panzas y travesanos, sustituyéndose áveces por sencillos trazos lineas más señaladas yenroscándose las barras y los finales; pero aunsimplificando en esta minúscula las formas de laoncial, se conservaron sin cambio los caracteresmenos complicados de ésta. Semejante modo deproceder no excluye cierta elegancia, ni aun loscaprichos y adornos, que se observan sobre todoen la especie de minúscula llamada diplomática,cuya aparición data del siglo XI. En ella los pa-lotes y los finales se prolongan con frecuenciatan desmesuradamente, que se diría que el copistano ha podido detener el impulso de su mano.' Estaminúscula diplomática, que toma de la cursiva mu-chas letras, concluye, al declinar la primera época,por reemplazarla casi por completo. También seempleó anteriormente otra escritura, en la que lospalotes adquirieron dimensiones aún más exagera-das: ésta es la semi-oncial ó escritura mixta, en laque las letras pertenecían, ya á la muyúscula, yaá la minúscula, y cuya desaparición de los diplomasse refiere al siglo IX.

Las modificaciones graduales que sufre la escri-tura en los últimos siglos de la primera época, acu-mulándose, por decirlo así, terminaron en un estilográfico verdaderamente nuevo, la escritura que tanimpropiamente se ha denominado gótica, que algu-nos llaman ludoviciense, porque data principalmentede la época de San Luis, y para la cual se ha pro-puesto, con mucho acierto, el epíteto de escolástica.Las formas que hizo prevalecer operaron una ver-dadera revolución en el trazado gráfico. La Italiaabandonó su escritura llamada lombarda , usadahasta los comienzos del siglo XIII, por esta nuevamoda, de la que no se cansa hasta el siglo XV, que-dando todavía en la corte de Roma, que frecuente-mente recurría á ella para trascribir sus Breves.Hacia la misma época obraba España del mismomodo repecto de su escritura visigoda, una de cu-yas formas persistió hasta el final del siglo XVI. Sepueden distinguir en la escritura gótica las mismas

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cuatro variedades señaladas en el período prece-dente: la mayúscula, la minúscula, la cursiva y lamixta; pero hay subdivisiones esenciales que esta-blecer, según que se tome la escritura de los ma-nuscritos, de los diplomas, de los sellos ó de lasmonedas. Además de los caracteres generales queofrecen las diversas especies de escritura gótica ensus diferentes épocas, cada provincia tiene en sumanera de escribir un carácter propio, que es á laescritura lo que el acento es á la lengua. En el Me-diodía, las letras son más cuadradas; en las provin-cias de) Oeste, más agudas; en Champaña, más re-dondas; en Flandes, más finas, etc. En Italia lasdiferencias son todavía más pronunciadas, según lasprovincias.

La caligrafía de los manuscritos, que había llegadoen el siglo XV á constituir un verdadero arte, ycuyo empleo estaba realzado por la mezcla de loscolores, las orlas de miniaturas, flores y adornos domil clases, recibió un golpe mortal con el descu-brimiento de la imprenta, que data de mediados delsiglo XV. Al desaparecer los confeccionadores demanuscritos, dejaron sin principios y sin guía á loscopistas de cartas y actos públicos, y la tradicióngótica se perdió gradualmente. Con todo eso, loscaracteres tipográficos trajeron modelos que lasobras maestras ehirográficas no suministraban. Lasprimeras impresiones en madera habían imitadoantes la escritura; pero más tarde se observa confrecuencia en esta una imitación de la impresión encaracteres móviles. Las letras, que en los documen-tos públicos del fln del siglo XV vuelven algo á lasformas de lo oncial, se aproximan en tiempo deLuis XII á los caracteres llamados romanos, de losque las prensas de Venecia habían dado perfectosmodelos. Mas no es solamente á la invención deG-uttenberg á lo que se debe la decadencia del artede escribir caligráficamente, sino también á la mul-tiplicidad de las escrituras, á lo que pudiera lia?-marse el progreso de la papelería, que data princi-palmente del tiempo en que el papel sustituyó alpergamino. Una de las causas que contribuyeron áque se abandonara la minúscula por la escrituramixta gótica, es la de que las actas se habían hechomuy numerosas y no había tiempo, como en el pa-sado, para pintar las palabras. Así, la caligrafía delos diplomas de los siglos XII y XIII, cuya tinta haconservado tan sorprendente negrura, se perdió enel siglo siguiente. La rapidez de la ejecución: héaquí á lo que aspiraban los notarios, los procurado-res y los cartularios; solamente los frailes, en suvida pacífica, no contaban con el tiempo, y hé aquípor qué en el siglo XVI sólo se encuentran las be-llas formas góticas de la época precedente en losescritos que proceden de algunas comunidades yestablecimientos religiosos; pero esto no es ya más

que un arcaísmo. Sin embargo, la escritura de lasactas públicas guarda por más tiempo las tradicio-nes y vuelve aún para la minúsculaá las costumbresdel siglo IX. Como el conocimiento de la lectura segeneralizaba; como las actas se dirigían desde en-tonces á mayor número, se miraba más á la clari-dad, y las abreviaturas ineesantes de la época pre-cedente se hicieron raras en el siglo XVI y recaíancasi exclusivamente sobre el final de las palabras.Más tarde se hizo sentir la influencia de las canci-llerías italianas en las actas de nuestro país; loscaracteres se enderezan y se adelgazan, recordandoesa escritura llamada itálica, que había imitadoAldo en su Virgilio, impreso en 1500, según sedice, de la escritura de Petrarca, y que se apellidaaldina. Sin embargo, la cursiva, ya cuadrada, yaredonda, ha continuado usándose; en esta cursiva,en donde la alteración de la forma antigua se ob-serva más, se individualiza, porque cada cual obe-dece en sus escritos á su capricho y á su comodidad.La necesidad de escribir con rapidez modifica suce-sivamente su fisonomía y hace que la escritura cor-riente todavía casi gótica en tiempo de Luis XII,cuadrada ó redonda bajo Francisco I, se incline óse prolongue á medida que se aproxima la conclu-sión del siglo XVI. Los principios de !a buena cali-grafía se abandonan cada vez más.

En la época de Enrique IV la cursiva se usa exclu-sivamente; pero las letras, muy juntas las unas álas otras y por lo general muy regulares, conser-ban frecuentemente restos de las formas angulosasde la gótica. Estas no tardan en desaparecer porcompleto en tiempo de Luis XIII, en cuya épocatomaron las letras mayores dimensiones; cuandotienen formas elegantes, es la redondilla, no la gó-tica, la que se ofrece á la vista; pero cuando se miraante todo á la rapidez de la ejecución, lejos de ha-cerse más clara y más limpia, la escritura parecequé"*exagera los garabatos menos legibles de lasépocas más antiguas. En las minutas de los nota-rios, en los instrumentos de escribanía, se confun-den unas con otras las palabras y apenas dejan dis-cernir las letras. Abreviaturas sinnúmero y excesi-vas aumentan aún la oscuridad, y lo que se producíaya en los comienzos del siglo XVI, se continúa enlas cortes de los soberanos y en los tribunales enel siglo siguiente.

La uniformidad desapareció cada vez más en lossiglos XVII y XVIII. Cuando se hojea una colecciónde autógrafos de esta época, se observa que no reinóen ella un estilo susceptible de ser claramente defi-nido, por más que ciertas configuraciones de letrasafecten aún en tal ó cual período una fisonomía quepueda servir para averiguar su fecha. La escrituravaría bastante sensiblemente de una persona á otra,teniendo en los individuos de una clase determinada

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un aspecto distinto que en los de otra; pues mien-tras que generalmente guarda en manos de gentesde calidad sus caracteres prolongados, se acorta,hiciéndose más recogida ó más menuda, en la clasemedia. Los escritores de profesión, los eruditos, losamanuenses que tienen necesidad de escribir muchoy de prisa, no daban ya á las letras estos aires degentiles-hombres que conservaron en los escritos deun Bossuet, de un Racine ó de un Fenelon. Ya enel siglo precedente había sufrido la escritura entrealalinos esta modificación por las causas que debíanobrar mas poderosamente en el siglo XVIII. La es-critura del célebre erudito üu Cange, que escribióen la mitad del siglo XVII, es casi menuda; la deColbert, menos regular, es menuda también; y esque el gran ministro había sido en un principio meroempleado y tenía que escribir á cada instante. Com-parad su escritura á la del marqués de Torcy, susobrino, y veréis cómo en éste las letras se prolon-gan y cómo los palotes han ganado en altlira: esque el marqués de Torcy se sentía ya de noble raza,y ha tomado los hábitos de los gentiles-hombres,que daban á sus caracteres mayor amplitud. Peroal aproximarse la revolución, la escritura tiende,aun entre las gentes do calidad, á reducirse, vi-niendo á ser la imagen de lo que pasó, y a mostrar-nos el abatimiento de los grandes. Comparad losescritos de Luis XVI con los de Luis XIV, y podréisdecir, sólo con aquellos caracteres, que el infortu-nado monarca no debía ser más que el herederomuy empequeñecido del gran rey. Y. aún parece quesu escritura era todavía más menuda después de latorna de la Bastilla, en cuya época escribía como unburgués: es que los acontecimientos le obligaron áescribir con más frecuencia, á anotar marginal-mente una multitud de documentos, y á escribir deprisa, mientras que los reyes sus antecesores y losantiguos gentiles-hombres escribían poco y se to-maban tiempo.

A contar de la segunda mitad'del siglo XVIII, nohay disciplina á que se sujete la mano; ya se ha sa-cudido la tradición, se está en plena anarquía, ó,mejor dicho, en pleno individualismo. Cada uno es-cribe á su manera: unos guardando más ó menoslas antiguas formas, y otros siguiendo en el trazadosu comodidad persenal; y esta divergencia crecien-te en los estilos gráficos, se aumenta cada vez másen el período subsiguiente. Así, la configuración delas leitras revela no tanto la fecha como la fisono-mía diel escritor. El carácter del que escribía segrabai de tal manera en la escritura, que muchasgentes pretendían entonces reconocer el tempera-mento del hombre por su mano, y su pretensión noera siempre quimérica: en muchos escritos se dis-cierne algo que responde al carácter de la persona.Pasad la vista, por ejemplo, por los registros de ac-

tas de la Asamblea nacional, donde constan losnombres de los que en la sesión del 20 de Juniode 1789 suscribieron el famoso juramento del Jue-go de pelota, y comparad esas firmas con el ca-rácter de los que las trazaron. ¡Qué de curiosasconformidades atestiguadas por autógrafos más ex-tensos de otras piezas emanadas de personajes nomenos conocidos en nuestra historia contemporá-nea! ¿No aparece Robespierre, tal como la revolu-ción nos lo ha mostrado, en esa escritura pequeña,seca y sin ligadura? Su nombre está inscrito en elacta de la sesión del 20 de Junio muy próximo al doBoissy-d'Anglas, cuya escritura grande y francacontrasta con la de aquél. No lejos de estas se hallala firma pesadamente pretensiosa del fundador de lasecta de los Teofilántropos, uno de los directoresde la república francesa, L. M. De la Revelliere deLépeaux, como él lo escribía. El carácter resueltoy tenaz de Lanjuinais se lee bien en esas letrasachatadas hechas por una mano pesada. Igualmenteatrevida, es monos firme la escritura de Rabaut-Saint-Etienne. La de Talleyrand es tortuosa, y lade Mirabeau recuerda la grande escritura de losgentiles-hombres del siglo XVII, que es una espe-cie de oncial, pero más apretada, en la que la arro-gancia se mezcla con la impaciencia. La firma deISarnave descubre la emoción, y la de Merlin deDouai la obstinación. Comparad la escritura de Fou-quier-Tinville con la del verdugo Sansón, y ¡cuántaanalogía en la brutalidad del trazado! En fin, paramencionar las víctimas después de los verdugos,¿no se siente el observador impresionado de la no-ble firmeza qne revela la escritura de María Anto-nieta escribiendo á madame Élisabeth después desu condenación á muerte? La mano no ha temblado,y los caracteres permanecen siendo por su aspectolo mismo que cuando la mujer era reina: no se des-cubre en ellos ni afectación ni cólera. Esta escritu-ra pertenece á la misma familia que la de CarlotaCorday al ir á comparecer ante sus jueces, y seaproxima, aunque de más lejos, á la de madameRoland.

En materia de escritura no se atiende ya á la ca-ligrafía, sino que nos contentamos con copias cla-ras y legibles. El oficio de escribir, que era un artecuando se necesitaba hacer trascribir un libro tan-tas veces como ejemplares querían poseerse, ycuando era moda agregar á las letras iniciales gra-ciosos y caprichosos adornos para hacer resaltar suforma, no es al presente más que un mísero oficio.Cuanto más adelantamos, remitimos á procedimien-tos mecánicos el cuidado de las trascripciones:cuando no se imprime, se autografía. La litografía yel foto-grabado se prefieren hoy á los mejores co-pistas, porque son más exactos; y hasta la mismafotografía eléctrica encarga á un aparato escribir el

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despacho que recibe. Sin embargo, si se busca larapidez, se manifiesta cada vez más la necesidad declaridad que se hacía sentir ya en el siglo XVI. Enla escritura cursiva la imperfección y la arbitrarie-dad en el trazado ponen á veces bastante a pruebanuestra perspicacia para que no se añada allí la di-ficultad de las abreviaturas, que, salvo un corto nú-mero, han sido destorradas totalmente. No obstan-te, á pesar de las alteraciones que hasta en nues-tros dias ha hecho sufrir á la escritura usual elcapricho ó la falta de destreza, la cursiva conservaen Francia más claridad que entre los alemanes,que han conservado ligaduras abreviativas que nos-otros rechazamos, y prolongado el cuerpo de lasletras de modo que vienen á resultar meros trazos.Más apegados que nosotros á las tradiciones de laEdad Media, nuestros vecinos han conservado en laimpresión el uso de los caracteres góticos, cuyosángulos han suavizado, sin embargo, desde hacedos siglos: antes servíanse aún de una gótica quela Inglaterra y la Francia habían abandonado muchotiempo hacía. Entre muchos pueblos en que la in-fluencia germánica se ha hecho sentir, ha prevale-cido la escritura alemana, al menos en la tipogra-fía; pero la claridad, la pureza, y, como dirían lostipógrafos, el bello ojo de nuestro alfabeto romano yde nuestra itálica, tales como han salido de los pro-gresos del arte, les hacen preferibles al alfabetoalemán. Desde hace algún tiempo se han adoptadopara un gran número de libros impresos on lenguaalemana las letras latinas; y los rumanos, que bajola influencia eslava se sirvieron en un principio delas letras cirilenses, que abanbonaron en seguidapor un alfabeto formado del ruso enriquecido conalgunas letras, han concluido por sustituirle con elalfabeto latino, cuyos derechos sobre su idioma sonseguramente muy fundados, pues que pertenece á lafamilia de las lenguas romanas.

La invención de la imprenta tiene la ventaja dehacer la escritura menos variable que era cuandose trazaba á mano; ha hecho, respecto de la escritu-ra, algo de lo que había verificado por lo que toca allenguaje. Uniformando los estilos, ha dado más uni-dad al modo do formar las letras, y ha facilitado poreste medio las comunicaciones intelectuales. ¿Debecreerse, por esto, que haya hecho imposibles parasiempre nuevas y profundas modificaciones en laescritura, que haya fijado irrevocablemente el alfa-beto é impuesto un trazado cursivo del que seráimposible deshacernos? Al considerar lo generali-zada que se halla la escritura, la multiplicidad de lacorrespondencia, la necesidad para los pueblos ci-vilizados de ponerse cada vez más en relación es-crita unos con otros, seguramente que dan inten-ciones de admitir que llegará un dia en que todoslos pueblos adopten un solo y mismo alfabeto, y

TOMO V.

consecuentemente, un procedimiento uniforme deescritura. Esta unificación gráfica, de la que pudieraconsiderarse como precursora la unificación de losposos y medidas y de las monedas, presenta, sinembargo, grandes dificultades; pero si es apeteciday no imposible, exige al menos la solución previaque muchos otros problemas del mismo género ymuy dificultosos de resolver. Un alfabeto único,sería ya tenor andado la mitad del camino para lle-gar á una lengua universal, pues semejante unifica-ción entrañaría para cada idioma cambios de orto-grafías, y, por consiguiente, de pronunciaciones, quedarían por resultado borrar muchas diferencias en-tre las diversas lenguas. Puede juzgarse de esta di-ficultad por la que ofrece un problema seguramentemenos complejo, cual es la adopción de un mismosistema de transcripciones para representar las pa-labras pertenecientes á las lenguas orientales. Cadapueblo, y casi cada autor, ha adquirido el hábito derepresentar á su manera, y según la ortografía desu lengua, los sonidos que traduce tal ó cual pala-bra de uno de esos idiomas, de representar tal letradel alfabeto árabe ó tibetan, tal sonido chino ó ja-ponés, por una letra ó un conjunto de ellas; reinan-do á este respecto una singular confusión, cuyo re-sultado ha sido desnaturalizar los nombres orienta-les cuando pasan de una á otra población europea.Esto es precisamente lo que sucede con todos esosnombres geográficos que nos suministran los ingle-ses y los anglo-americanos, traídos por ellos de laIndia ó del far-west, bajo el disfraz de su propiapronunciación; nosotros adoptamos su ortografía, yfrecuentemente formamos la idea más falsa de loque son en realidad esas palabras. El problema dela transcripción de los nombres ha ocupado mucho áciertos sabios. El célebre viajero Volney, que, des-pués de Maimieux y de Brosses, intentó componerun alfabeto armónico á propósito para representarto^os los elementos posibles de la palabra, vio fra-casar su empresa.

La solución del problema exigiría que quien la in-tentara se pusiese primero de acuerdo sobre el nú-mero de esos mismos elementos; lo que todavía no seha hecho. Así, mientras que, según un filólogo fran-cés recientemente arrebatado á la ciencia, Mr. Ei-chhoff, el número de las articulaciones simples sereduce á 50, Büttner cuenta más de 300. El des-acuerdo que reina á este respecto ha concluido porhacer abandonar hasta el estudio de la cuestión; yel premio fundado en el Instituto por Volney en fa-vor de quien la resolviera, ha tenido que ser tras-formado en un premio de filología comparada, cuyainstitución ha dado mucho mejores frutos. Se ha lle-gado, no obstante, á un acuerdo respecto de diver-sas clases de sonido ; algunos de los sistemas pro-puestos responden en cierta medida al fin que se

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REVISTA EUROPEA.- -U DE NOVIEMBRE DE 1875. N.° 90fispira alcanzar. Citaré el de un célebre egiptólogoaloman, Mr. Lepsius, al que muchos filólogos conti-núan conformándose, y el de un orientalista francés,Mr. León de Rosny, autor de un erudito trabajo so-bre los alfabetos. Así se ha llegado para la trascrip-ción del alfabeto devanagasi á cierto acuerdo, mer-ced al cual se pueden reproducir bastante fielmentetextos sánscritos, sin tener que recurrir á los carac-teres originales. La unificación de las escrituras cur-sivas ofrece todavía más dificultades que la de los ca-racteres tipográficos, y nos veríamos reducidos, sise tratara de hacer una escritura universal, á mediosartificiales y medianamente arbitrarios; muchos im-plican la adopción de un sistema de trasmisión fo-nética común, que no es menos embarazoso que launificación de los signos gráficos, y para el cualhasta se llega, como tiene lugar en el procedimientode Mr. Sudre, áhacerintervenirel elemento musical.

La unidad de las notaciones para la música pare-ce, en efecto, suministrarnos la prueba de que unsistema común de notaciones fonológicas no es unaquimera; pero la generalización de un método queexige una educación delicada del oido es todavíamás difícil que la de un procedimiento como la es-tenografía, que requiere una gran destreza de lamano. La estenografía, á la cual recurrimos parareproducir los debates de nuestras Asambleas deli-berantes, se halla, por otra parte, muy lejos de adap-tarse á todas las lenguas. Precisamente porque larapidez del trazado exige que se prescinda de la or-tografía, que se limite á representar estrictamenteel sonido, el acuerdo debo ser muy completo en loque toca á la pronunciación de las letras, lo que noes posible entre idiomas de genio fonético muy di-ferente. Seguramente que nuestra estenografía esmuy superior á ciertas taquigrafías usadas en laantigüedad y en la Edad Media. Se podrá simplificarnotablemente los medios de ejecución, llegar áreemplazar, como recientemente se ha propuesto,la mano armada de la pluma por el acto de tocaren un teclado ó por pedales que escribirán en vezdel estenógrafo, y permitirán reproducir un dis-curso con tanta prontitud como se ejecuta un trozode música; mas es muy de temer que se pierda enlal caso en claridad lo que se gane en rapidez, pueshágase lo que se quiera, se tropezará siempre conla dificultad de inventar un sistema de signos quepueda s.er adoptado para todas las lenguas y todaslas pronunciaciones.

Para resolver el problema de una escritura co-mún, parece que se debe volver á lo que era la es-crilura en el principio, á un conjunto de ideogram-mas, en los cuales el sentido fuera independientedel valor fonético que pudiera dárseles; pero el usode estos signos universales de ideas conduciría álos hombres á no servirse más que de una lengua

tan infantil, tan tosca como la que nosotros llama-mos lengua de negros, á la que nos conduce untanto, es preciso convenir en ello, la redacción delos telegramas. Un sistema semejante sería á lo su-mo aplicable á ciertas correspondencias muy ele-mentales y á ciertos cambios muy limitados de ideas;pero no podría prestarse á la composición de lasobras literarias, ni sería aceptable en parte algunadonde importe expresar los matices del pensamientocon claridad, precisión y elegancia.

Como se ve, estamos bastante lejos de una escri-tura universal, tanto, acaso, como de una lenguaúnica; pero si al presente no puede operarse la uni-ficación entre alfabetos radicalmente diferentes ydesde largo tiempo en uso, se puede al menos redu-cir el número de los que existen; se producirá, sinduda alguna, para los sistemas gráficos lo que ya seha producido respecto de las lenguas. Muchos idio-mas tienden á desaparecer para no dejar en la su-perficie del globo sino unos cuantos que concluiránpor dividirse su posesión. Los alfabetos particula-res de ciertas lenguas morirán con estos mismos,y no se contarán en la tierra más que un númeromuy reducido de escrituras. El alfabeto latino haocupado ya el lugar de muchos otros, por la sustitu-ción del uso de una lengua europea á un antiguoidioma nacional.

La historia de la escritura da lugar todavía á unacuestión. ¿El sistema alfabético es la última palabrade los procedimientos gráficos? ¿Hará lugar un (lia áun sistema más sencillo? No lo pensamos, y hé aquílos motivos de esta opinión. No todas las invencioneshumanas son susceptibles de un progreso indefinido,pues encuentran límites en la esencia misma denuestras facultades, cuyo ejercicio facilitan exten-diendo su aplicación, pero sin poder cambiar su na-turaleza. Una vez que una invención ha hecho pro-ducir á la idea sobre que se funda todo lo que estapuede entrañar, debe detenerse, asolutamente comoen geometría sucede, donde una vez descubierto elmodo de evaluación de una superficie ó del conte-nido de un volumen, ya no se puede imaginar otromedio de hacerlo completamente diferente. Muchohemos perfeccionado nuestros procedimientos, enverdad: la industria humana ha hecho en nuestrosdias prodigios; pero hay artes que agotan todos susrecursos, y, pasado cierto término, no se acrecientasu dominio, por más que pueda ser cada dia mejorcultivado. Cuanto más sencillo es por naturaleza unprocedimiento ó un arte, más cerca está del términoque no puede traspasar. Así, en muchas de esascosas que no exigen ni grandes combinaciones ni ungasto siempre nuevo de inteligencia, nos hemosquedado detenidos en el punto en que estaban nues-tros abuelos, y aun la antigüedad. ¿No habían alcan-zado las bellas artes, en tiempo de los griegos, ma-

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yor altura todavía que tienen entre nosotros? ¿Novemos producirse el mismo hecho en otro orden detrabajos?

La fabricación de una multitud de objetos muysencillos no ha variado, desde hace siglos, más quelo ha hecho la manera de ejecutar las cuatro reglas.El espíritu de invención se aplica á actos más com-plejos, lo cual nos explica por qué las sociedadesen que las necesidades intelectuales y físicas per-manecen poco desenvueltas, en que casi no se co-nocen más que métodos elementales, se detienenpronto en el camino del progreso, pues es precisoque las necesidades del hombre se extiendan, se di-versifiquen y se refinen para que su inventiva sesutilice-y se ejercite. Esta observación nos hacecomprender, dicho sea de paso, por qué los anima-les aparecen estacionarios en sus costumbres, quedesde hace mucho tiempo han sido miradas, nocomo el resultado de conocimientos adquiridos ytrasmitidos por la educación, sino como el efectode un instinto expontáneo, aunque baste observar-les en el ejercicio de su industria para convencersede que á ella aportan inventiva é inteligencia, y mo-difican ciertos pequeños detalles de sus procedi-mientos, según las necesidades del momento. Sien-do las necesidades de los animales, como sus facul-tades, mucho más restringidas que las nuestras, suinteligencia ha hallado pronto sus límites, y no sehan necesitado muchas generaciones para traerlosal punto en que hoy los observamos, que apenaspodrán ya traspasar, por lo que no hay razón paraque veamos en esto una prueba de la expontanei-dad de sus aptitudes.

El hombre ha llegado ya en ciertas cosas á estelímite infranqueable, pero en muchas otras tienetodavía un largo camino que andar. Así como la va-riedad infinita de las formas de actividad de nuestroser intelectual y moral engendra sin cesar necesi-dades nuevas, del mismo modo nuestro genio in-ventor encuentra sin cesar móviles nuevos. La pa-labra en sus diferentes modos de expresión, y la es-critura, que es su manifestación visible, deben en suevolución alcanzar un término final, un estado másallá del que será imposible avanzar, como llegaráun tiempo en que no nos será dado descubrir ennuestro globo comarcas desconocidas. Esas grandesinvenciones, frutos precoces y primaverales denuestra inteligencia, han llegado desde un principioá constituirse con lo que tenían de más esencial, nohabiendo sufrido, en consecuencia, más que lentasmodificaciones, que no son otra cosa que mejora-mientos de detalles, perfeccionamientos secunda-rios, que más se refieren á los instrumentos emplea-dos que al fondo mismo del procedimiento. La es-critura ha atravesado ya las grandes fases de suexistencia, y no le es posible operar metamorfosis

tan profundas como las que lian señalado el pasodel ideogramma al silabismo y de este al alfabetis-mo; y los escasos progresos que todavía puede rea-lizar, parece que no deberán cambiar ni sus elemen-tos ni su sistema.

ALFREDO MAURY.

(Rev%e de deux mondas.)

NAPOLEÓN I Y EL REY LUIS.

M. Félix Rocqiiain acaba de publicar, con el títuloque sirve de epígrafe á estas líneas, la correspon-dencia auténtica, y por esta vez completa, cambiadaentre los dos hermanos desde el 6 de Junio de 1806hasta el 23 de Mayo de 1810. «lisia última carta queos escribo en mi vida», decía el 23 de Mayo de 1810Napoleón á su hermano; y ha cumplido su palabra.Después de lo que había pasado entre ellos, Napo-león y el rey Luis no podían mantener relacionescordiales: vivieron sin verse y sin tratar de encon-trarse; sin embargo, se encontraron una vez todavíaen los dias dé las últimas desgracias, pero su entre-vista fue seca y fria; el lazo que los había unidolargo tiempo se había rolo definitivamente. Napo-león, sin embargo, había amado á su hermano Luis,y quizá había sentido por él, entre todos los demás,un afecto particular.—«Yo os he educado; os hehecho lo que sois.»—Y, en efecto, Napoleón, demás edad que su hermano, se había encargado desu educación y había consagrado á ella sus cuida-dos durante aquellos primeros años en que él mismobuscaba el camino de la fortuna. En Paris, el 6 deSetiembre de 1795, un mes antes del 13 Vendimia-rio, Napoleón escribía á José: «Estoy muy contentocon Luis; responde perfectamente á mis esperanzasy albricio que de él había formado. Es un buen mu-chacho. Entusiasmo, gracia, salud, talento, puntua-lidad, bondad; todo lo reúne. Tú ya lo sabes, amigomió, yo no vivo sino por el bienestar que puedoproporcionar á los mios. Si mis esperanzas son se-cundadas por esa felicidad que no me abandonanunca en mis empresas, podría haceros felices ycumplir todos vuestros deseos.»

Esto es lo que escribía Napoleón á los veintiséisaños, es decir, antes de la gloria. Esta carta escuriosa, sobre todo si se la compara á la larga cor-respondencia que M. Félix Rocquain acaba de pu-blicar.

Se encuentra en la correspondencia publicadapor orden de Napoleón 111; pero no estaban todas, nicon mucho, y M. Rocquain ha descubierto un grannúmero de las más preciosas, que se hallaban com-pletamente inéditas. En estas últimas cartas, Napo-león retira sucesivamente á su hermano todas las