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La industria del agua en la CAVIngeniería y Patrimonio

José Eugenio VillarBeatriz Herreras MoratinosAntonio Hernández Almaraz

(Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública)

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Usos históricos del agua en la industria vasca. El patrimonio industrial originado.José Eugenio Villar

008 Generalidades

026 La industria siderúrgica.

026 Las aguas de Altos Hornos de Vizcaya.029 Las aguas del Zadorra. De Altos Hornos de Vizcaya

a Iberduero y al Consorcio de aguas de Bilbao.034 Obras e instalaciones del sistema Zadorra-Barazar.038 La refrigeración de los procesos siderúrgicos.

041 Las torres de refrigeración de tiro natural.

050 Fuentes y Bibliografía.

1índice

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Arquitecturas e ingeniería del agua: paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.Beatriz Herreras Moratinos

054 Introducción.

058 El agua, espacio donde desarrollar la actividad industrial.

063 El agua, necesaria para el proceso productivo.

064 El trabajo del hierro.072 La minería.073 El uso del agua en el sector papelero.082 Las salinas.083 La fabricación de cemento. 086 Las curtiderías.088 El textil.

092 El agua como fuerza motriz.

095 Las principales cuencas fluviales.

116 Fuentes y Bibliografía.

Los lavaderos de mineral de hierro en la cuenca minera vizcaína.Antonio Hernández Almaraz

120 Introducción.

124 El lavado del mineral de hierro. Las balsas de decantación.

142 Minas, balsas y lavaderos en el anticlinal de Bizkaia.

142 El gran criadero de mineral de Bizkaia. Minas y lavaderos.

143 Los distritos mineros de Triano y Matamoros.155 Los lavaderos de mineral de la Cía. Orconera Iron Ore.168 Los Distritos mineros de Ollargan-Bilbao.171 El criadero de mineral de las estribaciones de Bizkaia.

Minas y lavaderos. 173 Los Distritos mineros de Galdames, Sopuerta y Alén. 180 Los Distritos mineros de Muskiz – Cotorrio.

182 Los Distritos mineros de la costa vasco-montañesa.

196 Fuentes y Bibliografía.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

El patrimonio industrial originado.

José Eugenio Villar Ibáñez

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Usos históricos del aguaen la industria vasca.El patrimonio industrial originado.José Eugenio Villar Ibáñez

Generalidades

Según el diccionario castellano la importancia del agua queda re-

flejada en más de doscientas locuciones, algunas de las cuales

forman parte del lenguaje de uso común: entre dos aguas, con el

agua al cuello, romper aguas, tan claro como el agua, agua corrien-

te, agua bendita, agua potable, agua viva, agua de colonia, aguas

residuales, aguas bravas, etc.

En la Euskal Herria primitiva el agua servía para determinar la for-

ma de medir el tiempo y para cerrar el ciclo anual como nos indi-

can los vocablos urtea o urtarrilla.

Desde la más remota antigüedad, la imaginación y la técnica han

estado dispuestas a extraer al agua utilidades y beneficios diver-

sos, bien fuera creando artificios que ayudaran a aliviar el trabajo

y el esfuerzo físico, o aprovechando la energía con ella producida,

o como materia prima en la industria alimentaria, en la textil, y en

la de curtidos; también en la fabricación de materiales de cons-

trucción y en la industria papelera. El agua ha sido fundamental

en las operaciones de lavado del mineral y en las de enfriamiento

de la siderurgia. Además, es un bien de consumo directo para la

alimentación y el saneamiento de nuestras ciudades y de gran

utilidad para eliminar residuos urbanos e industriales. Finalmente,

en ocasiones ha sido necesario conseguir su encauzamiento o su

eliminación cuando el agua constituía un estorbo, un elemento del

que había que deshacerse. Ya desde tiempos antiguos, el apro-

vechamiento de los manantiales salados para la obtención de la

muera mediante la evaporación natural ha sido una de las artes

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El patrimonio industrial originado.

tradicionales para conseguir la preciada sal, necesaria para condi-

mentar los alimentos o para las conservas en salazón.

Aunque parece seguro que las salinas ya se explotaran en el Valle

Salado alavés de Añana en época romana, hasta el siglo IX no

aparece documentada la actividad salinera.

Hasta el siglo XIX, esta actividad dio lugar a la formación de un

entramado de plataformas y eras que llegaron a ocupar mas de

100.000 m2. Las eras son plataformas horizontales de unos 20 m2

de superficie, agrupadas en terrazas por niveles, donde se depo-

sita la salmuera.

A partir del siglo XX, con la incorporación del cemento como ma-

terial constructivo y el abandono de las técnicas constructivas tra-

dicionales, se fueron deteriorando los elementos constructivos y

arruinando las estructuras, lo que unido a la pérdida de rentabilidad

económica a partir de los años sesenta del pasado siglo, provo-

có el progresivo abandono de las salinas pasando de las más de

5.000 eras existentes en épocas anteriores a poco más de 100 a

finales del pasado siglo.

No obstante, con la declaración de Bien Cultural Calificado como

Monumento en 1985 por parte del Gobierno Vasco se reconocía

su valor patrimonial. El pasado año 2001 la Diputación Foral de

Alava, a través del Servicio de Patrimonio Histórico-Arquitectónico

puso en marcha el Plan Director de Recuperación Integral del Valle

Salado de Salinas de Añana. (Landa, 2002)

F. 01_ Salinas de Añana.F. 01F. 01

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Desde que a partir de la Baja Edad Media empezaran a utilizarse

los saltos de agua para producir la energía motriz que molinos y ferrerías necesitaban, los recursos hidráulicos han sido durante

siglos aprovechados como fuente de energía, para los sistemas de

refrigeración, como vía de transporte y hasta como materia prima

de muchas de las industrias vascas, tanto de la industria artesanal

como de la que surge en el último cuarto del siglo XIX, con la Re-

volución Industrial. Productos dedicados al aprovechamiento o al

abastecimiento del agua, como tuberías, fuentes, turbinas o calde-

ras son solo una muestra de la infinidad de productos fabricados

por empresas vascas desde entonces.

A partir del s. XIV y hasta el surgimiento de la industria moderna,

los lugares en los que se llevó a cabo esta actividad fueron las

ferrerías hidráulicas. Con éstas surgió una arquitectura que debía

acoger instalaciones mucho más complejas: espacios para car-

boneras, almacenes, martinetes, fraguas y la infraestructura del

salto de agua con su presa, canal, antepara y túnel con la rueda

hidráulica. Hasta el siglo XVIII, la siderúrgica tradicional constituyó

el sector más importante del tejido industrial vizcaino, llegando a

suponer el 50% del P.I.B.

Durante ese mismo siglo aparece la figura singular del vizcaino

Pedro Bernardo Villareal de Berriz, ingeniero hidráulico que pro-

yectó y construyó las primeras presas de contrafuertes de que se

tiene noticia. Publicó además sus trabajos y contribuyó en varios

campos al progreso material del País Vasco.

F. 02_ Martillo de El Pobal. De las 150 ferrerías que existían en Bizkaia a fines del XVIII, ésta de El Pobal es la única que se ha conservado hasta la actualidad. Junto a un molino que aprove-cha la misma presa, forma parte de un conjunto-museo.

F. 02F. 02

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El patrimonio industrial originado.

F. 03_ Central hidroeléctrica de

Nuestra Señora de Angosto.

En el ámbito de la molinería hidráulica, las primeras referencias

en el País Vasco datan del siglo XII. Molinos de río, algunos cuya

rueda era portada por un eje horizontal y otros por eje vertical

que con el tiempo fueron los que mayor aceptación tuvieron en

nuestro entorno.

Los conocidos como “molinos de marea” también utilizaron el

agua para mover sus ruedas, aprovechando el embalse de agua

marina con las pleamares. A finales del XVIII existían en las costas

vizcainas un buen número de ellos: en la ría de Butrón (Plentzia),

otras dos en la de Gernika (Murueta y Arteaga), uno en la del Lea

(Mendexa), y el resto en la del Nervión, El Puerto, Las Junqueras,

San Juan, en Barakaldo, en el casco urbano de Santurtzi, en Mus-

kiz, Leioa, etc. De todos ellos, solo el de Arteaga conserva en la

actualidad buena parte de las instalaciones.

Pero, en el siglo XIX, como en otras partes de Europa el sector fe-

rrón, incapaz de competir con la moderna siderurgia integral, entró

en crisis y con ella se produjo la práctica desaparición de las fe-

rrerías vascas. Sin embargo, no dejaron de utilizarse los saltos de

agua que aquellas habían construido sino que fueron aprovecha-

dos para la producción de hidroelectricidad que iba a dar servicio

a las nuevas industrias surgidas en el último cuarto del siglo. Se

instalaron turbinas y generadores allá donde había habido ruedas

hidráulicas. Los viejos molinos harineros se reconvirtieron en pe-

queñas minicentrales que no requerían grandes desembolsos. Es

paradigmático lo sucedido en el territorio alavés en las primeras

décadas del siglo XX. En Alava se fue creando una importante red

productora y distribuidora de electricidad con la creación de cen-

trales y minicentrales por iniciativa de fábricas harineras como la

del Ancora de Abechuco, la de Gárabo en Villodas, la de Nanclares

y la de Campezo; además, casi todos los molinos y ferrerías de los

cauces de los ríos Omecillo y Húmedo en el valle de Valdegovía

se transforman y reconvierten en fábricas eléctricas. Lo mismo

ocurría en los valles guipuzcoanos y vizcaínos. (Ojeda, 1998.)

F. 03

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

La energía tradicional producida por la fuerza motriz directa podía

ser ya sustituida por la electricidad y por máquinas a vapor que no

dependían de la oscilación de los caudales de los ríos, ni imponían

restricciones a la ubicación de las empresas. En cualquier caso, se

mantuvo en muchos lugares el uso de la energía hidráulica como

fuerza motriz directa (Antolín, 1988.) gracias entre otras causas

al interés de muchas industrias en disponer de varias formas de

energía simultáneamente y al bajo coste de mantenimiento que

precisaban los saltos de agua. El vapor resultaba caro en una zona

no productora de carbón y la electricidad se hallaba en fase de

expansión. Cuando su implantación acabara por desarrollarse se

mostró como el tipo de energía más eficiente. Mientras tanto, en-

tre 1880 y 1930, todavía se procesaban en Bizkaia 126 expedien-

tes de demanda de aguas públicas para el aprovechamiento de

saltos de agua como fuerza motriz directa en industrias situadas

junto a los ríos de los municipios de la cuenca del Bajo Nervión.

Expedientes solicitados por empresas siderometalúrgicas como

La Basconia, Alambres del Cadagua o la Sociedad Santa Agueda;

otras dedicadas a la fabricación de pasta de papel como la Papele-

ra del Cadagua; químicas como La Nitramita de Arbuyo; casi todos

los molinos y fábricas de harinas activas en el periodo reseñado, e

incluso en el sector minero como fuerza motriz para mover tróme-

les de lavado de mineral.

Es cierto que hasta finales del siglo XIX hubo una clara decanta-

ción por la termoelectricidad dado que la electricidad de origen

hidráulico solo podía ser aprovechada en lugares cercanos a su

producción. Las fortísimas pérdidas en el transporte de la electri-

cidad hacían inviable su consumo a largas distancias. La orografía

del Bajo Nervión impedía por otra parte la instalación de saltos

de agua que favorecieran el desarrollo de centrales hidroeléctri-

cas. Además, las industrias intensivas en el consumo de energía,

como Altos Hornos de Vizcaya (A.H.V.), instalaron sus propias cen-

trales autoproductoras.

A partir de 1900 la situación va a cambiar espectacularmente. El

problema del transporte de electricidad va a resolverse con la apli-

cación de la alta tensión, la depuración de la tecnología de los

conductores y la instalación de estaciones transformadoras.

Esto favoreció la separación de las centrales productoras y de los

centros consumidores y orientó la ubicación de las centrales hacia

las zonas de montaña ricas en recursos hidráulicos. Desde 1905

a 1935 se invierte la preponderancia termoeléctrica en favor de la

energía hidráulica. Aparecieron sociedades altamente capitaliza-

das capaces de llevar a cabo las cuantiosas infraestructuras que

requerían su explotación. Son los años de consolidación de las

grandes sociedades productoras, que han durado hasta la actuali-

dad. En nuestra zona aparece la Hidroeléctrica Ibérica (1901) que

fusionada con la Sociedad Saltos del Duero creará IBERDUERO

en 1944.

También durante el primer tercio del siglo XX surgen numerosas

empresas que a partir de instalaciones de pequeña y mediana

potencia van a autoproducir la energía eléctrica que necesitaban,

constituyendo con sus excedentes la base de la electrificación de

las zonas rurales.

Durante los años sesenta muchas centrales se cerraron, debido

a que el bajo precio del petróleo favoreció la sustitución por la

producción termoeléctrica. Tras el paréntesis de los años sesenta,

con la crisis del petróleo vuelven a resurgir las pequeñas centrales

y en la década de los 80, tras la entrada en vigor de la Ley 82/80

sobre Conservación de la Energía que amparaba expresamente la

construcción, ampliación o adaptación de instalaciones de produc-

ción hidroeléctricas con potencia de hasta 5.000 kVA, comienzan

a rehabilitarse numerosas centrales hidroeléctricas que se encon-

traban paradas y a automatizarse otras instalaciones en funciona-

miento. (Minihidráulica en el País Vasco. E.V.E. Bilbao, 1995.)

Cien años después de su puesta en funcionamiento, una buena

colección de centrales hidroeléctricas aun se mantiene activa tras

su puesta a punto y rehabilitación llevada a cabo durante las dos

últimas décadas, que corresponden en su mayor parte al territorio

histórico de Gipuzkoa.

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El patrimonio industrial originado.

Minicentrales en la Comunidad Autónoma Vasca

MINICENTRALES DE ALAVA

Nombre de la central Río Municipio Potencia (kw.)

Molino de Villabezana Bayas Ribera Alta 12

Molino Salezan Aramaio Aramaio 16

Ntra Sra de Ibernalo Ega Campezo 25

Antoñana Izkiz Campezo 440

Assa Errioxa Lanciego 626

Puentelarra Errioxa Lantaron 3.741

Molino Leza Rabialgas Leza 9

Berganzo Inglares Zambrana 600

Ntra Sra de Angosto Húmedo Valdegovía 62

M. Bº puente de Berguenda Omecillo Lantarón 25

Berantevilla Ayuda Berantevilla 20

Lacorzana Zadorra Armiñón 100

Ullibarri Zadorra Arrazua-Ubarrundia 149

MINICENTRALES DE GIPUZKOA

Nombre de la central Río Municipio Potencia (kw.)

Elordi Bidasoa Irun 466

Irugurutzeta Bidasoa Irun 1628

Argi-Errota de Sta. Agueda Aramaio Arrasate-Mondragón 55

Txirrita Aramaio Arrasate-Mondragón 37

Lamiategi Arantzazu Oñati 219

Olate Arantzazu Oñati 4712

Altos Hornos de Bergara Deba Bergara 675

MINICENTRALES DE BIZKAIA

Nombre de la central Río Municipio Potencia (kw.)

Arizmendi Artibai Markina-Xemein 65

Plazakola Artibai Markina-Xemein 248

Arbuyo Kadagua Aonsotegi 460

La Penilla Kadagua Balmaseda 189

Irauregui Kadagua Baracaldo 470

Olakoaga Kadagua Güeñes 373

La Andalucía Kadagua Güeñes 100

Bolumburu Kadagua Zalla 250

La Mella Kadagua Zalla 360

Sollano Ordunte Zalla 731

Olabarri Arratia Igorre 22

Lambreabe Arratia Zeanuri 1.050

Patala Garay Berriz 528

San Antonio Ibaizabal Amorebieta-Etxano 80

Bedia Ibaizabal Bedia 402

Indusi Indusi Dima 305

Ventatxuri Indusi Dima 260

San Lorenzo Mañaria Mañaria 175

Orobio Orobio Iurreta 46

Orobio-Larrañaga Orobio Iurreta 115

Beste aldie Altube Orozko 75

Electra Lekubarri Arnuari Orozko 24

Caserío Ugalde Arnuari Orozko 9

Caserío Usabel Arnuari Orozko 8

Uharka Golako Gernika-Lumo 66

Bolubarri Deba Bergara 95

Aitzetarte Deba Elgoibar 556

Barrena Berri Deba Elgoibar 621

Laupago Deba Elgoibar 295

San Antolín Deba Elgoibar 253

Sologoen Deba Soraluze 400

Electra Basalde Descarga Antzuola 5

Urkulu Oñate Oñati 79

Altuna Hnos. Oñate Oñati 73

Ubao -Tokillo Oñate Oñati 577

Masustanegiko Oiartzun Oiartzun 560

Penadegi Oiartzun Oiartzun 191

Alkiza Alkiza Alkiza 78

Molino Ola Amezketa Amezketa 33

Molino Ugarte Amezketa Amezketa 11

Lizartza Araxes Lizartza 468

Santa Cruz Araxes Orexa 17

Papelera Calparsoro Berastegi Berastegi 355

Errota-zarra / Berrobiko Berastegi Berrobi 28

Leizaran Leizaran Andoain 3.600

Olaberri Leizaran Andoain 200

Ameraun Leizaran Berastegi 1.000

Electra Plazaola nº 1 Leizaran Berastegi 736

Electra Plazaola nº 2 Leizaran Berastegi 430

Olloqui Leizaran Elduain 555

Santolaz Leizaran Elduain 710

Bertxin Leizaran Villabona 808

Abaloz Oria Andoain 1.048

Bazkardo Oria Andoain 344

Aldaba Oria Ikaztegieta 360

Ikaztegieta Oria Ikaztegieta 620

Molino Berostegi Oria Legorreta 16

Usabal Oria Tolosa 250

Agaraitz Oria Villabona 240

Aldaola / San Adrián Oria Zegama 72

Ezpaleo Oria Zegama 500

Molino Otzarain Salubita Tolosa 30

Zaldibia Zaldibia Beasain 2.200

Erdoizta Alzolaras Zestoa 115

Molino Urbieta Errezil Azpeitia 14

Berriki Errezil Errezil 16

Molino Rezusta Urola Aizarnazabal 52

Altuna-txiki Urola Aizarnazabal 146

Androndegi Urola Azkoitia 315

Aizpurutxo Urola Azkoitia 250

Errota-berri Urola Azkoitia 360

Igaran Urola Azkoitia 264

Igaran Urola Azkoitia 25

Badiolegi Urola Azpetia 350

Ibai-eder Urola Azpeitia 90

Alberdikoa Urola Zestoa 110

Berdabio Añarbe Oiartzun 800

Oquillegui Añarbe Oiartzun 368

Papelera de Zikuñaga Urumea Hernani 222

Renteria Urumea Hernani 200

Fagollaga Urumea Hernani 130

Lastaola Urumea Hernani 150

Pikoaga Urumea Hernani 586

Santiago Urumea Hernani 666

Arrambide Urumea Renteria 519

Mendaraz Urumea Renteria 500

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Usos históricos del agua en la industria vasca.Titulo sección

14

Algunas ferrerías y molinos

fueron reconvertidos en mo-

linos papeleros que apro-

vechaban la energía motriz

generada por el salto de agua

para mover los primitivos ba-

tanes que trituraban telas de

deshecho y “trapos” mezcla-

dos con agua hasta obtener la

pasta de papel. El sector pape-

lero, gran consumidor de agua, se

modernizará a partir de 1842, con la instalación

en Tolosa de la fábrica de La Esperanza, primera en

utilizar máquinas de papel continuo. Posteriormente, en

el siglo XX la industria papelera guipuzcoana se convertirá en

la más importante del Estado. Las infraestructuras que se cons-

truirán para dar servicio al sector dejarán una serie de interesan-

tes obras hidráulicas que aun hoy se conservan. No obstante, el

consumo de agua en la industria papelera varía bastante según

las clases de pastas y papeles, procedimientos y materia prima

utilizados así como del grado de modernización de las fábricas.

Se pueden dar cifras aproximadas: la pasta de trapos viejos era

sin duda la que más consumía, entre 400 y 700 m3 por tonelada.

A continuación, seguía la pasta de celulosa cruda que empleaba

de 250 a 350 m3 /Tn de pasta, consumiendo, finalmente, la pasta

mecánica de madera entre 50 y 100 m3 /Tn de pasta. La fabrica-

ción de papeles y cartones precisaba menos cantidad de agua:

de 75 a 200 m3 /Tn. A modo de orientación puede considerarse

que el consumo de agua es de 75 a 120 m3 /Tn de papel pren-

sa, de 60 a 120 m3 /Tn de cartón y bastante menos, de 20 a 60

m3 /Tn de papel fino o especial. De acuerdo con estas cifras, la

demanda total de agua de las empresas papeleras vizcaínas en

1966 se situaba alrededor de los 21 millones de m3, correspon-

diendo a las pastas celulósicas doble cantidad que a los papeles

y cartones.

Aunque las necesidades productivas del

sector papelero contemporáneo han

obligado a la renovación continua del

aparato productivo y consecuentemen-

te a la desaparición de infraestructuras y

útiles de gran valor patrimonial, la tradición

papelera del vizcaino valle del Cadagua nos ha

dejado una historia singular. A finales del siglo XVIII

ya existía en La Mella (Zalla) un molino papelero y a

finales del XIX existían diversas instalaciones papeleras,

como la Papelera de Serrano también en Zalla que se dedica-

ba a la fabricación de papel de fumar a partir de la paja de trigo.

Pero sin duda alguna es la Papelera del Cadagua (Aranguren) la más

importante de las fábricas del sector, sobre todo desde que el in-

geniero guipuzcoano Nicolás Mª Urgoiti asumió la dirección de la

empresa en 1894. Desde la fábrica encartada Urgoiti llevará a cabo

una destacada labor de modernización del sector papelero español.

Dirigió la fusión de diversas empresas del ámbito vasco y castella-

no, fundando en 1901 La Papelera Española con la pretensión de

especializar a las distintas fábricas en la producción de determina-

dos tipos de papel, abaratar la compra de materias primas, afrontar

la producción de pastas, llegando incluso a conseguir que extensas

áreas de montaña se repoblarán de árboles adecuados para la pro-

ducción de pasta como el pino insignis. Organizó la comercializa-

ción mediante el establecimiento de almacenes propios. A la fusión

horizontal incorporó la integración vertical de todo el proceso de

producción de papel, persiguiendo con ello la división del trabajo, su

racionalización y abaratar el precio de venta para incentivar el consu-

mo. Se volcó asimismo en la fundación de proyectos empresariales

consumidores de papel como el periódico El Sol o la editorial Calpe.

(Cabrera, 1989). Por otra parte, la fábrica de Aranguren además de

utilizar el agua del Cadagua como materia prima, se abastecía de

energía hidroeléctrica desde la central que explotaba en el río Gán-

dara en el valle de Soba (Santander) aprovechando un salto de 400

metros de altura.

F. 04_ Papel de fumar. Papelera Serrano.

F. 05_ Cargadero de Orconera.

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15

El patrimonio industrial originado.

Pero el agua ha sido también vía de transporte y espacio de tra-

bajo, especialmente los kilómetros de ría que separan los munici-

pios de Portugalete y Bilbao: la Ría de Bilbao, el territorio que Pio

Baroja describió en 1920 como los quince kilómetros que mayor

impresión de fuerza, de trabajo y de energía ofrecían en toda la

Península Ibérica.

A lo largo de ella se fueron repartiendo sus muelles con el puer-

to comercial y el puerto industrial, para cuya ubicación hubo que

llevar a cabo la adecuación y canalización de la Ría y el Puerto de

Bilbao. Esta fue la más ingente empresa acometida en Bizkaia

durante el último cuarto del siglo XIX. Las necesidades genera-

das sobretodo por la exportación del mineral de hierro, obligó a

la Junta de Obras del Puerto creada en 1877, a acondicionar los

muelles de atraque y fondeaderos, encauzar y dragar su lecho,

suprimir la barra de arena de Portugalete para facilitar la navega-

ción de buques de gran calado e instalar iluminación eléctrica para

hacer hábiles las mareas nocturnas.

Se creó un puerto exterior en el Abra, una zona de abrigo con

calados de hasta 14 m y protegida por el rompeolas de Santurce

y el contramuelle de Algorta. Además se aseguraron 180 ha en el

interior de la Ría, donde se van a configuran dos espacios diferen-

ciados: el puerto comercial, desde San Antón hasta la curva de

Elorrieta, y el puerto industrial hasta Portugalete, donde se esta-

blecieron las industrias siderúrgicas, químicas, astilleros, etc.. y los

cargaderos de mineral más importantes. A éstos se les reservó

el tramo comprendido entre Zorroza y la dársena de la Benedicta

en Sestao, una zona idónea por estar próxima a la zona minera pero

que necesitó ser adaptada al aumento de calado de los buques.

Una veintena de cargaderos se levantaron en el tramo citado, des-

de los cuales se embarcó hacia las siderurgias europeas la mayor

parte del hierro extraído en las minas vizcaínas. Décadas después

de haber abandonado su función, dos de los cargaderos aun se

conservan, al menos parcialmente, habiendo sido el de la Socie-

dad Franco Belga reconstruido y su entorno musealizado hace al-

gunos años por Bilbao Ría 2000. El cargadero de la Compañía de

Orconera, cuya rehabilitación es de esperar que se lleve a cabo

próximamente, es una estructura palafítica construida en 1877 con

vigas y pilares de madera creosotada unidos en hazes con pernos

y cartelas metálicas. La estructura está anclada en estribos de si-

llares y en el fondo de la Ría; dispone de dos pisos; el primero a

2,4 ó 5 m. según pleamar o bajamar contaba con plataforma de

madera inferior destinada al amarre de los buques al cargadero; el

segundo nivel se situaba a una altura entre 8,6 y 11,2 m. sobre el

nivel del mar y disponía de entarimado de madera que soportaba

dos grupos de raíles sobre los que se desplazaban los vagones que

descargaban directamente en las bodegas del barco.

F. 05

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Al mismo tiempo la construcción de diques de abrigo, muelles

de carga y descarga, las labores de dragado para conseguir ma-

yores calados y facilitar la navegabilidad requirió de nuevos tipos

de embarcaciones, destinadas a solucionar las necesidades cons-

tructivas de las infraestructuras portuarias y a resolver el transpor-

te de mercancías a gran escala de las industrias; embarcaciones

concebidas para labores muy concretas, a menudo de escasa ca-

pacidad de movimiento y autonomía; artefactos de dimensiones

estrambóticas que no demandaban formas marineras para mover-

se en aguas tranquilas a refugio de temporales en los reducidos

espacios de los puertos donde la vela no tenía ninguna aplicación.

El vapor que había traído nuevos vientos en la navegación oceá-

nica, con cambios en la estructura y forma de las naves, ayudó a

resolver el sistema de propulsión que estas embarcaciones pre-

cisaban haciendo posible su propio devenir: dragas y gánguiles,

remolcadores y gabarras, cabrias, pontones, grúas de todo tipo...

pasaron a formar parte del tráfico interior y del paisaje de los puer-

tos vascos, particularmente de nuestros dos puertos comerciales:

Bilbao y Pasajes.

De todas estas embarcaciones de tráfico interior, las gabarras

son las que más relevancia adquirieron en tareas de abasteci-

miento a las industrias de la Ría, especialmente a Altos Hornos

de Vizcaya.

Su nombre proviene del vasco kabarra o gabarra con el que se deno-

mina a lanchas de sólida y ancha construcción destinada en la ma-

yoría de los casos a transportar desde tierra a un buque y viceversa

las mercancías de carga o descarga. Generalmente carecen de au-

tonomía precisando de los remolcadores como medio de arrastre.

A finales de XIX, solo en la jurisdicción de Deusto había más de

100 embarcaciones entre gabarras, gabarrones y otras barquichue-

las menores, todas ellas de madera. Con el comienzo del siglo XX

y la implantación de los modernos astilleros de Euskalduna y La

Naval se generaliza el casco de hierro para la navegación comercial

y para la construcción de pontones, gabarras, gánguiles y remol-

cadores. Incluso, durante los años de la Gran Guerra, se utilizó el

hormigón armado en la construcción de gabarras, en los astilleros

que la casa Vallhonrat, Castrillo y Cía. explotó en aguas del Cada-

gua. (Villar, 1998).

Con el desarrollo de los muelles de carga y descarga en los puer-

tos y la incorporación del camión como vehículo distribuidor, las

gabarras fueron perdiendo utilidad y buena parte de ellas fueron

achatarradas. Solo una pequeña colección se conserva, algunas

en pecio, otras con fines museísticos, y la denominada Athletic

de uso casi restringido a festejos deportivos. De las utilizadas por

AHV para el transporte de graneles, carbones y minerales, aun se

conservan una de ellas en la dársena de Udondo. AHV dispuso

además de gánguiles para sacar las escorias producidas en sus

hornos altos a mar abierto. Los gánguiles son barcos con cántara o

depósito central cuyas paredes son estancas respecto al resto del

casco; el depósito lleva en su fondo compuertas que se abren para

dejar caer al mar su mercancía, bien fueran escorias o productos

del dragado de la Ría.

F. 06

F. 06

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El patrimonio industrial originado.

F. 06_ Últimas gabarras en la Ría de Bilbao.

F. 07_ Euskalduna. El dique nº 3 en construcción (1904).

Durante décadas las escorias todavía calientes se descargaban en

la cántara del gánguil produciendo una nube de vapor que era una

imagen característica de la Ría…

Hasta 1891 no se tienen referencias de gánguiles de hierro cons-

truidos en los astilleros vizcaínos. Se trataba de tres embarcacio-

nes de unas 70 Tn. de arqueo que más tarde se reconvirtieron en

gabarras. En 1902 la Compañía Euskalduna, fundada dos años an-

tes, obtenía un contrato con Altos Hornos de Vizcaya para la cons-

trucción del Portu, un gánguil de acero de 180 m3 de capacidad

de cántara y 540 toneladas de desplazamiento que, aunque muy

transformado, aun se conserva en las dependencias del Museo

Marítimo Ría de Bilbao. El Portu fue la primera embarcación que

se construyó en los astilleros Euskalduna. Desde entonces y hasta

su cierre en 1996 Euskalduna se convirtió en uno de los grandes

astilleros de la Ría de Bilbao. De sus instalaciones originales se

conservan sus diques secos 1 y 2, cuyo origen es incluso anterior

a Euskalduna; pertenecieron a la Sociedad Diques Secos de Bilbao

que venía funcionando desde 1868, construyéndose además, de

nueva planta, el dique seco nº 3, considerado en su época el ma-

yor dique existente en España, con sus bombas de achique capa-

ces de desalojar 200 Tn de agua por minuto. Actualmente los tres

diques son aprovechados para alojar el material flotante del Mu-

seo Marítimo que también incluye en sus instalaciones parte del

edificio de bombas de achique, con su maquinaria, del dique seco

nº 3, interesante construcción proyectada en 1902 por el ingeniero

José Eugenio Ribera, pionero en la técnica de construcción con

hormigón armado. El otro elemento que todavía permanece es La

Carola, una grúa de 60 m de altura, construida con perfiles metá-

licos roblonados en los Talleres de Erandio en 1954, primera grúa

de gran potencia construida en España.

F. 07

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Otro elemento de gran valor patrimonial en la Ría, es el Dique

Seco nº 1 de La Naval de Sestao y su caisson de cierre. El caisson

es un casco de chapa de acero roblonado de 20 m. de eslora que

sirve para cerrar el dique seco. Recuerda el casco de un submari-

no, disponiendo en su interior de un nivel inferior con tanques que

se inundan o se vacían según se quiera cerrar o abrir el dique. En

el piso superior se aloja una sala de máquinas con bombas que se

utilizan para el achique de los tanques. Construido entre 1888 y

1891, junto al resto de las instalaciones de Astilleros del Nervión,

es probablemente el más antiguo de los que se conservan en

todo el Estado.

La Naval de Sestao fue producto de la fusión llevada a cabo en

1919 por la citada Astilleros del Nervión y los Astilleros de Sestao

que algunos años antes se había construido en terrenos contiguos

a la primera. La factoría fue desde sus orígenes una de las más im-

portante y técnicamente avanzadas de las instaladas en España.

A partir de los años veinte se diversificó la producción, dedicándo-

se, además de la construcción y reparación de buques, a la cons-

trucción de motores Diessel primero con licencias de Vickers y

Nelseco para submarinos y desde 1934 de las casas Sulzer Freres

y Burmeister. Se implantó también la construcción de material fe-

rroviario: locomotoras eléctricas y vagones para viajeros.

En los años sesenta se transfiere la fabricación de material ferro-

viario a la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles C.A.F.. En esta misma

época se acondiciona la factoría para la construcción de buques

de gran tonelaje, de más de 100.000 t.p.m. y se integra en Astille-

ros Españoles S.A. La factoría ocupaba entonces a más de 4.000

empleados y en sus instalaciones se utilizaban dos gradas, dos

diques secos y un varadero con muelle de 900 m.

La Naval de Sestao es el único de los grandes astilleros construi-

dos en la Ría a finales del siglo XIX que aun se mantiene producti-

vo, aunque con futuro incierto. Durante los últimos años ha estado

integrado en la empresa pública estatal Izar Construcciones Na-

vieras. Gracias a una política basada en la especialización de sus

construcciones y en un desarrollo tecnológico propio, la empresa

fue capaz de fabricar buques como el metanero Iñigo Tapias bo-

tado el año 2002, el primero de sus características construido en

el Estado y el barco más grande fabricado en la factoría, con una

F. 08 F. 09

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El patrimonio industrial originado.

capacidad de 138.000 metros cúbicos de transporte, una eslora

de 284,5 metros y una potencia de 28.000 kw. La Naval es el

único constructor naval europeo que cuenta con un programa de

buques de transporte de gas natural licuado (LNG). También está

especializada en la construcción de buques de alta tecnología, los

denominados “shuttle” (lanzadera), que son buques diseñados

para el transporte de crudos desde los campos petrolíferos sub-

marinos hasta las refinerías de la costa.

Otros astilleros de la Ría han ido desapareciendo a lo largo de las

últimas décadas, algunos sin dejar rastro alguno como el de Celaya

en Erandio, otros como los Astilleros del Cadagua en Barakaldo to-

davía conservan parte de sus gradas y sus naves fundacionales.

F. 08_ Dique seco nº 1 de La Na-val (Sestao)

F. 09_ El metanero “Iñigo Tapias”.

F. 10_ Astilleros del Cadagua.

F. 10

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

F. 11

Aguas y ríos habían sido sin embargo dominios contaminados des-

de el siglo XIX por las explotaciones mineras en los años dorados

de la cuenca minera vizcaina. Allí, y producto del lavado y selección

del mineral, los fondos de los valles se fueron rellenando de lo-

dos sedimentados –balsas de decantación- cuando no descendían

aguas abajo por los arroyos que confluían en los afluentes del bajo

Nervión y en la Ría de Bilbao.

Además, ésta se fue transformando a largo del pasado siglo en

una cloaca de residuos industriales y domésticos. Durante los años

70 la contaminación del aire se hizo irresistible en zonas del Gran

Bilbao y la contaminación del agua alcanzó a la práctica totalidad

de los ríos. Los residuos de la siderurgia integral se depositaban

en el mar, a donde también se conducían otros residuos de forma

incontrolada. A medida que la preocupación por la salud de las per-

sonas y por el medio ambiente comenzó a tomar cuerpo y las auto-

ridades empezaron a extremar el control, se hizo patente la ingente

cantidad de residuos generados por la industria vasca. En 1979, el

97% de la contaminación producida por la industria era originada

por los sectores siderúrgicos, de transformación de metales, de

fabricación de papel y químico. Estos sectores suponían el 60% de

la producción industrial vasca.

La Ría de Bilbao se convirtió en una de las más contaminadas. A los

vertidos industriales había que añadir las aguas residuales de usos

domésticos vertidas que ponían en marcha el proceso denomina-

do eutrófico -alimentación en demasía del sistema- que trajo como

consecuencia la casi desaparición del oxígeno disuelto en el agua,

convirtiéndose en agua sucia y pestilente, los seres vivos mas vul-

nerables fueron desapareciendo.

A finales de los años setenta casi toda la Ría estaba muerta. Evi-

dencias parecidas manifestaban los afluentes que desaguaban en

la ría y en algunos de los ríos guipuzcoanos, sobre todo los afec-

tados por las industrias papeleras. En la década de los ochenta, la

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El patrimonio industrial originado.

F. 11_ Flotador regulador. Pasillo de recogida de agua filtrada en la depuradora de Bolintxu.

mayoría de los 30 m3/s que venían de la cuenca a la ría eran aguas

de mala calidad, la mayoría aportados por el Nervión-Ibaizabal y el

Cadagua. Hubo que acometer entonces el Plan Integral de Sanea-

miento del Bajo Nervión y su sistema. El Plan se concibió para dar

un tratamiento unitario a la contaminación industrial y doméstica

de la Comarca del Gran Bilbao mediante la construcción de una red

de colectores de 170 km de longitud y tres estaciones depuradoras

(Galindo, Muskiz y Lamiako). Las obras, iniciadas en 1984, habrían

de finalizar previsiblemente en el año 2005. Lo cierto es que pasa-

da ya esta fecha y tras una inversión de 700 millones de euros, la

depuradora de Lamiako aun no se ha iniciado, concentrando la prác-

tica total de las aguas a depurar en la EDAR de Galindo, en Sestao,

centro neurálgico de todo el Sistema General de Saneamiento.

Antes, en 1983 la Ría se había amotinado y resarcido de tanta po-

lución. Las lluvias torrenciales de aquel agosto, se llevaron más de

70.000 millones de pesetas en las instalaciones industriales que

ocupaban los bordes del Ibaizabal, del Nervión y de otros ríos vascos.

Había existido no obstante una tradición higienista que cien años

antes había dado origen a otras plantas depuradoras precursoras

en el saneamiento de Bilbao. Desde finales del XIX, Bilbao como

otras ciudades europeas en proceso de industrialización mantiene

un crecimiento sin precedentes, al mismo tiempo empiezan a uti-

lizar tecnologías capaces de resolver el problema de la eliminación

de una cantidad cada vez mayor de aguas residuales. Hasta en-

tonces el tamaño de las ciudades se mantenía por debajo de una

población “crítica”, que no representara un desafío para garantizar

el abastecimiento de agua y la eliminación de sus residuos. (Serra-

tosa, 2006)

A principios del siglo XX se estableció en el barrio bilbaíno de Elo-

rrieta la primera depuradora de aguas residuales y con ella el primer

sistema de saneamiento moderno en España. Bajo la dirección del

ingeniero Recaredo de Uhagón, se construyó el alcantarillado para

recoger las aguas sucias y la eliminación de todos los pozos ne-

gros de la Villa. En Elorrieta se construyó un depósito receptor de

12.000 m3 de capacidad y en un edificio anexo se instaló un sist

ma de bombeo con maquinaria de vapor cuya misión consistía en

enviar las aguas, a través de una cañería de 10 Km., hasta Punta

Galea en término de Getxo. Su puesta en funcionamiento permitió

reducir en pocos años los altos coeficientes de mortalidad que a

fines del siglo XIX asolaban a los habitantes de Bilbao que todavía

se abastecían del agua de la Ría a la cual se vertían también las

aguas sucias.

A partir de la Guerra Civil las instalaciones perdieron parte de su uso

y las máquinas de vapor, únicas en Euskadi, quedaron inutilizadas

aunque permanecieron en perfecto estado de conservación hasta

el saqueo producido en sus instalaciones, propiedad del Ayunta-

miento de Bilbao, en 1996.

Unos años después de la puesta en marcha de Elorrieta, se acome-

tió la construcción de la depuradora de agua potable de Bolintxu,

un proyecto ejemplar que entró en servicio en 1923. Constituyó

una magnífica obra de ingeniería de la depuración de aguas, sien-

do la primera instalación que utilizó la ozonización para la desin-

fección de agua para el consumo humano. Actualmente está sin

uso alguno pero aun dispone de mecanismos como indicadores de

tensión, intensidad, presión, etc., que son auténticas reliquias téc-

nicas. Asimismo se conservan los cuadros eléctricos, contactores,

amperímetros y voltímetros originales. Otros elementos de peque-

ñas dimensiones han sido parcialmente expoliados del interior del

magnífico edificio que alberga todo el conjunto. Este consta de dos

partes bien diferenciadas: por un lado un edificio rectangular con

techo plano que alberga los tres filtros rápidos de arena y baterías

de ozonización capaces de tratar 8.000 m3 al día; y por otro y di-

rectamente unido al anterior, el edificio de servicios auxiliares, que

albergaba todos los mecanismos de desinfección, lavado de filtros

y cuadros eléctricos con cubierta de hormigón.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

para el lavadero de Castaños,

magníficas obras de inspira-

ción modernista de Ricardo

Bastida, han sido actuaciones

desdichadas para el patrimo-

nio de la ciudad, con vergon-

zantes mantenimiento de sus

fachadas – frontispicio tras las

cuales se construyen edificios

de vivienda. La desaparición

del depósito de aguas de Mira-

flores (1886), derribado insen-

satamente hace unos años,

constituyó otra gran pérdida del

patrimonio del agua en la Villa.

Paralelamente en Vitoria-Gasteiz, se llevó a cabo la rehabilitación

del antiguo depósito de aguas de la capital alavesa (1885) para ser

utilizado como sala de exposiciones, un magnífico ejemplo de las

posibilidades de reutilización de los viejos inmuebles industriales

y la obra pública, y excelente exponente de la imaginación que a

veces escasea tanto en los gestores del patrimonio público. (Patri-

monio industrial del País Vasco. Nuevos recursos turísticos. 1997)

Por otra parte, para aprovechar el agua la industria vasca ha fabri-

cado todo tipo de útiles relacionados con su trasporte, almacena-

miento, usos de navegabilidad, calefacción, etc; productos acaba-

dos, de diseño propio, que han pasado a formar parte indisoluble

Se da la paradoja de que esta planta se encuentra a escasos me-

tros de la mayor y más moderna potabilizadora del norte de Espa-

ña: la depuradora del Consorcio de Aguas de Bilbao en Venta Alta.

Cuando la primera fase de esta depuradora entró en servicio en

1968 no incluía la ozonización. En 1984, con la entrada en funcio-

namiento de su segunda fase se incorporaba de nuevo la depura-

ción por ozono.

En cualquier caso los equipamientos urbanos del agua: torres,

depósitos, fuentes públicas, lavaderos, etc, constituyen hoy en

día un paisaje urbano residual. Con la generalización del uso del

“agua corriente” en las viviendas, fueron progresivamente des-

apareciendo los lavaderos y con ellos el recuerdo vinculado al agua

compartida y a la condición femenina. También acabó con el agua

acarreada trabajosamente escaleras arriba y por tanto altamente

valorada. El agua corriente que llega al grifo, que potabilizamos

con gran esfuerzo sin hacer distinción de usos, y que acabamos

en su mayor parte tirando por el inodoro.

Bilbao, contó con una buena red de lavaderos, ejemplos de no-

table calidad arquitectónica que han ido desapareciendo en las

últimas décadas. El último de los cuales, que albergaba oficinas

municipales, ha sido demolido recientemente para la edificación

de viviendas. Por suerte el lavadero de Barrainkua fue transfor-

mado en centro de distrito, con un tratamiento respetuoso de la

arquitectura preexistente. Sin embargo, la intervención realizada

en el antiguo lavadero de San Mamés y la que ahora se pretende

F. 13

F. 12

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El patrimonio industrial originado.

de la historia industrial del País Vasco. Ya en la época preindustrial

aparecen herramientas y productos artesanales relacionados

con el agua de gran importancia en la vida de los vascos. Utiles

para transportarla como la pedarra, un cántaro de barro torneado

y cocido, que por su singular forma se adaptaba a la cabeza sobre

la que se portaba y que Alexander von Humboldt describió como

“una gran tetera achaparrada”.

Otros vascos, como Pedro de Zubiaurre, natural de Errenteria, Ge-

neral de la Armada de Felipe II creó en el siglo XVII un artificio para

elevar agua desde el río Pisuerga, para surtir a Valladolid. Constaba

de cuatro bombas de émbolo, movidas por medio de ruedas, ba-

quetones y cadenas por dos ruedas hidráulicas instaladas en el río.

Zubiaurre se inspiró en el artilugio que Peter Morice había diseña-

do para abastecer con las aguas del Támesis a Londres, ciudad en

cuya Torre el guipuzcoano estuvo encarcelado durante dos años.

Contemporáneo del anterior es el navarro Jerónimo de Ayanz. Per-

sonaje singular, capaz de crear un sinfín de patentes, entre las que

cabe citar el desarrollo de un precedente del submarino con reno-

vación de aire, también confeccionó un traje de buceo operativo.

Además, fue un adelantado en el uso del vapor para la producción

de energía. Cien años antes que Thomas Savery, Thomas Newco-

men o James Watt diseñó una máquina de vapor para desaguar

las minas de plata de Gaudalcanal (Sevilla).

Ayanz pensó también utilizar el vapor para elevar el agua a las

casas, para crear chorros decorativos en fuentes y jardines y más

insólito aun en el siglo XVII, como acondicionador de aire en las

casas. (García Tapia, 2001)

Y además instrumentos relacionados con la navegación como las

anclas de Gilisagasti, ferrón guipuzcoano que aprovechando las

características que tenía el hierro vizcaíno muy moldeable, fabri-

có modelos de anclas muy delgadas y ligeras en el siglo XVIII y

que fueron muy demandadas por los navegantes europeos de la

época.

Nuestra relación con el mar también prosperó con el desarrollo

en las costas vascas de técnicas constructivas de navíos como la

nao cantábrica característica de la Baja Edad Media en las costas

peninsulares, y posteriormente los galeones fabricados por Anto-

nio de Castañeta, nacido en Mutriku a mediados del XVII, que de-

sarrolló nuevas técnicas de ingeniería naval, construyendo navíos

más fuertes y maniobrables que sus predecesores.

A mediados del XIX tiene sus orígenes la trainera, como embarca-

ción destinada a la pesca de sardinas y anchoa. Aunque al principio

portaba dos velas, la competición hizo evolucionar sus caracterís-

ticas hasta las establecidas por el Reglamento de 1919 primero

y finalmente por el de 1971: 12 m de eslora, 1,72 m de manga y

200 kg de peso.

F. 12_ Máquina de vapor de Ayanz.

F. 13_ Fachada modernista del lavadero de la calle Casta-ños (Bilbao), obra de Ricardo Bastida.

F. 14_ Moldes de arena en la fundición de Aranzabal S.A.(1963)

F. 15_ Fuentes. Catálogo de Aurrera.

F. 14

F. 15

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Con el antecedente singular de las Reales Fábricas de municiones

de hierro colado de Eugui y Orbaiceta en la Navarra del siglo XVIII,

la tradición siderúrgica del País Vasco posibilitó el desarrollo de nu-

merosas fundiciones a lo largo de toda nuestra geografía a finales

del siglo XIX. La Aurrerá de Sestao, Ibarra de Ortuella, Molinao-

Luzuriaga de Pasajes, Patricio Echevarría de Legazpia o las alavesas

de San Pedro de Araya y Aranzabal son solo una pequeña muestra

a las que habría que añadir las grandes siderurgias que como Altos

Hornos de Vizcaya reservaron parte de su producción de arrabio

para la elaboración del hierro fundido. Fundiciones dedicadas a la

fabricación de todo tipo de productos acabados de hierro fundido

o colado. Muchos relacionados con el abastecimiento de aguas:

tuberías, válvulas, bocas de riego, fuentes, sumideros, registros

y accesorios para canalizaciones y saneamientos, compuertas,

aliviaderos, depósitos, sifones, etc, elementos cuyas formas se

prestan con facilidad a su fabricación mediante el simple vaciado

de un molde.

Aurrera, una de las empresas pionera de la industrialización vasca,

también diseñó y fabricó calderas “Thermal” de calefacción por

agua. Estas calderas se construían con fundición de ferro-vulcan de

gran poder termo transmisor y resistente al fuego y a la corrosión.

En el mismo municipio de Sestao, Babcock & Wilcox fabricó con

gran éxito calderas industriales acuotubulares comprendidas entre

las 20 y las 450 t/h. y con presiones hasta 100 kg/cm2. En las pri-

meras décadas de historia de la fábrica de Sestao fue especialmen-

te importante el modelo WIF (Wrought Iron Front) en alusión a las

puertas de hierro forjado que protegían exteriormente la caldera.

F. 16_ Publicidad de Caldera Thermal. Aurrera.

F. 17_ Caldera acuotubular, sistema Babcock & Wilcox, patentada, provista de recalen-tador y cargador mecánico. En la imagen se puede apreciar la circulación del agua y el desprendimiento del vapor, así como la alimentación del carbón al cargador mecánico y la salida de escorias.

F. 18_ Babcock & Wilcox. Fabri-cación de cámaras espirales de turbinas hidráulicas.

F. 19_ Vista de la planta de refri-geración de Petronor.

F. 16 F. 17

F. 18

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El patrimonio industrial originado.

Y con el desarrollo de la sociedad de consumo aparecen los elec-trodomésticos y las primeras empresas dedicadas a su produc-

ción. A partir de los años treinta del siglo XX, empresas como

Electrodomésticos Solac, Jata, Edesa y Fagor serán pioneras en

la fabricación de aparatos para calentar agua, marmitas eléctricas,

cafeteras domésticas, ollas o planchas a vapor.

Por último, la gestión del agua siempre ha sido un empeño cons-

tante en las grandes industrias vascas, bien por disponer de ella

o bien por limitar los costes de su uso. Las cantidades inmensas

de agua que industrias como la sidero-metalurgia, el refino de pe-

tróleo o las centrales térmicas necesitaban para la refrigeración de

sus procesos obligaron a reducir su consumo para aminorar sus

costes. Desde los años treinta comenzaron a incorporar instalacio-

nes para refrigerar y recuperar el agua ya utilizada, reintroducién-

dola de nuevo en el circuito y reduciendo así su consumo. Algunas

de estas instalaciones serán sorprendentes obras de ingeniería

por sus dimensiones y monumentalidad, especialmente las torres

de refrigeración de tiro natural que son objeto de estudio en el

próximo apartado.

Mención aparte merece resaltar la gestión que hace del agua la

refinería de Petronor. La mayor de las refinerías del Estado consu-

me grandes cantidades de agua en sus instalaciones de Muskiz

(Bizkaia): agua potable, agua contra incendios, agua para la ge-

neración de vapor, agua para los procesos de refino y agua para

servicio de limpieza.

El 53% del agua consumida se destina a refrigeración, siendo con

diferencia la partida mayor del agua consumida. El agua de refri-

geración circula en grandes volúmenes por un sistema abierto a

través de los cambiadores y condensadores de las diferentes uni-

dades. Esta agua absorbe calor y retorna a una torre de refrigera-

ción de tiro mecánico, donde se enfría al entrar en contacto con un

gran volumen de aire, suministrado por ventiladores. El agua fría

cae a unas piscinas, situadas debajo de la torre, donde de nuevo

es puesta en circulación por medio de bombas. Esta reutilización

del agua permite a la empresa recuperar el 30% de toda el agua

consumida en la refinería.

No obstante, la industrialización vizcaina aparece esencialmente

ligada al sector siderúrgico. Este es sin duda alguna el sector que

más agua ha demandado y consumido a lo largo de la historia de

la industria vasca. A las infraestructuras y arquitecturas generadas

por el consumo de agua de las siderurgias vizcainas nos referimos

en las próximas líneas.

F. 19

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Además de imprescindible, el consumo de agua en la siderurgia

es de gran magnitud, hasta el punto de que las necesidades de

suministro de agua en la historia de Altos Hornos de Vizcaya fue

una continua preocupación desde los orígenes de la empresa,

dando lugar a la realización de grandes obras hidráulicas de em-

balsado y canalización.

Ya en la fecha de su constitución en 1902, la compañía se hacia

con la propiedad y usufructo de las aguas del río Castaños que

dos años antes había sido represado en El Regato con la cons-

trucción de una presa por parte de la Compañía Anónima Aguas

del Regato, adquirida por AHV ese mismo año.

A finales del s. XIX durante los meses de verano las industrias de

la margen izquierda tenían problemas de abastecimiento de agua.

La utilización de algives flotantes, carros y el empleo de agua de

mar en los generadores de vapor no impedía que con demasiada

frecuencia se suspendieran las labores por falta de agua dulce.

En 1885 José de Echevarría y Rotaeche, al cargo de Aguas del Re-

gato, se planteó la necesidad de construir dos presas en los ríos

Castaños y Loyola para satisfacer las crecientes demandas tanto

de la población como de las industrias. Las obras comenzaron

La industria siderúrgica.

en 1888, pero de inmediato surgieron los conflictos que demo-

raron su construcción hasta 1897. La sociedad inglesa Luchana

Mining Company que explotaba las minas de El Regato y el pro-

pio Ayuntamiento de Barakaldo se opusieron a su construcción.

Finalmente tras terciar en la polémica el Gobierno Civil, se redujo

la iniciativa a una sola presa en Castaños, rebajando además la

altura propuesta por Echevarría de 30 m. y a cambio de la cesión

al municipio de 12 litros de agua por segundo. La altura definitiva

quedó reducida a 20 m con una longitud de coronación de 74 m,

una superficie de embalse de 5 Ha y un volumen de 144.000 m3

.

Desde el punto de vista constructivo, la presa de El Regato, sig-

nificó una gran innovación, no solo por su tipología estructural,

con arco de gravedad, sino especialmente por la utilización de

hormigón. Por primera vez se utilizaba en España este material

en la construcción de presas.

El cemento Portland hubo de importarse de Bélgica y los áridos

se extrajeron de una cantera caliza excavada en el mismo vaso del

embalse. El hormigonado se realizó por tongadas sucesivas, im-

permeabilizándose posteriormente el paramento de aguas arriba

mediante capas asfálticas.

F. 20

Las aguas de Altos Hornos de Vizcaya.

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27

El patrimonio industrial originado.

Tiene un curioso sistema de evacuación de excedentes que con-

siste en un aliviadero natural al que llega el agua por una acanala-

dura realizada en la coronación.

En 1898 se cedió la utilización de las aguas a la fábrica de La Ibe-

ria de Sestao y finalmente, pocos años después, la recién creada

Altos Hornos de Vizcaya, de la que formaba parte La Iberia, se

hacía con la propiedad del embalse destinando sus aguas a la

refrigeración de los hornos altos y conservando los compromisos

adquiridos con el Ayuntamiento. Lo cierto es que las disputas

entre Luchana Mining y AHV fueron frecuentes, casi siempre

producidas por la contaminación del Castaños y sus arroyos a

consecuencia de los lavaderos de mineral que la compañía mine-

ra utilizaba aguas arriba y pese a que desde 1900 existía un regla-

mento sobre enturbiamiento de aguas que regulaba la instalación

y funcionamiento de los lavaderos.

Pasada la guerra civil (1945), A.H.V. y su empresa filial Sefanitro

levantaron una nueva presa -la de Gorostiza- aguas abajo del río

Castaños y a cuyo embalse aprovisionará al embalse de El Rega-

to. Además, por tubería suministrará agua al Tren de Bandas en

Caliente de Ansio, pudiendo también abastecer a otras empresas

químicas de Lutxana como Oxinorte y Unión de Explosivos.

F. 20_ Presa del “pantano viejo”, El Regato-Barakaldo. Foto de Iñaki Izquierdo.

F. 21_ Pantano de Gorostiza en construcción. (Sefanitro. 1941-1991. 50 Aniversario).

F. 21

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Las crecidas habituales del Castaños obligaron a realizar en 1965

un reforzamiento de la presa para evitar posibles filtraciones y

deslizamientos y en 1979 se impermeabilizó el paramento de

aguas arriba.

En la actualidad, el estado general de conservación es bueno; no

obstante, el muro de la presa presenta problemas de filtraciones,

especialmente entre tongada y tongada. Por otra parte, la capaci-

dad del embalse se ve sensiblemente disminuida debido al aterra-

miento del vaso.

Desde una perspectiva medioambiental, el conocido como “pan-

tano viejo” constituye un ecosistema húmedo de interesante ve-

getación y fauna, siendo además una zona idónea para actividades

de esparcimiento.

Además de la del Regato y de otras tomas de menor importancia,

como las que procedían de las aguas del arroyo Granada, del Ba-

llonti y del Barbadún, AHV se surtió también del río Cadagua, y del

Consorcio de Aguas de Bilbao.

El agua proveniente del Cadagua se bombeaba desde la estación

de Zubileta (Barakaldo), si bien en algunas ocasiones hubo que

suspender su suministro por la excesiva contaminación del río.

Próxima al bombeo de Zubileta se encontraba la siderurgia de

Echevarría, pionera en la industrialización vizcaína, que se venía

abasteciendo de las aguas del Cadagua desde el siglo XIX. Esta

fábrica, ya desaparecida, conserva sin embargo, aunque con otra

razón social, las baterías de coque en funcionamiento, la única

existente actualmente en Euskadi y para cuyo enfriamiento conti-

nua surtiéndose del río.

Por último, AHV tenía un acuerdo con el Consorcio de Aguas de

Bilbao para disponer de dos captaciones de 1.800 m3/h cada una

de aguas provenientes del sistema Zadorra, de los pantanos de

Urrunaga y Ullibarri-Gamboa, en cuya génesis estuvo AHV como

veremos a continuación.

Los consumos medios diarios (en m3) de agua del año 1990 en Altos Hornos de Vizcaya:Agua Industrial:

Desmineralizada:

Agua salada:

Muñoz Cámara, 2002

Pantano: 11.195, Gran Bilbao: 13.209,

Cadagua: 2.288, Barbadún: 403

Calderas: 587, Acería: 188

y Colada Continua: 136

H.Alto 1: 39.500, H Alto 2 A: 2.911

Central Térmica: 79.500 Soplantes: 90.000

y C.Continua: 31.900

F. 22_ Embalse de Gorostiza (Barakaldo).

F. 22

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El patrimonio industrial originado.

Durante los primeros veinte años de su funcionamiento, el con-

sumo eléctrico de AHV fue bastante contenido. Aunque el pro-

ceso de electrificación de su aparato productivo se inició en los

primeros años del siglo XX, tardaría en generalizarse, justificado

en parte por disponer de una moderna y potente instalación de

generadores de vapor a base de la utilización de los gases de los

hornos altos.

En los años cincuenta, las necesidades energéticas de AHV se

habían ido incrementando. Tras el paréntesis de la crisis económi-

ca de los años treinta, la Guerra Civil y los autárquicos cuarenta, a

partir de 1950 la siderurgia vasca recupera los índices de produc-

ción que había alcanzado en 1929, al mismo tiempo que sus nece-

sidades energéticas se multiplican. La factoría precisaba energía

regulada durante todo el año, con factor de carga muy elevado y a

ser posible energía más segura que la ofertada por Iberduero.

En 1950 la empresa producía 38.332.400 kw pero tenía que adqui-

rir a Iberduero 76.224.501 kw. Ante este considerable aumento de

sus necesidades de energía eléctrica, la Sociedad había adquirido

años antes (1945) la concesión para aprovechamiento de las aguas

del río Zadorra y sus afluentes Zayas, Anguelu y Arlabán con el fin

de producir electricidad y el abastecimiento de poblaciones.

Los recursos hidráulicos de los ríos citados eran relativamente im-

portantes. Recogían precipitaciones considerables que discurrían,

en sus cursos medios, por la meseta alavesa, cuya topografía ofre-

cía la posibilidad de embalsar agua en vasos de gran capacidad

con alturas pequeñas. Eran muy favorables también las condicio-

nes de impermeabilidad de la zona y la resistencia de las rocas

para emplazar presas.

Por otra parte, se ubicaban al borde mismo de la meseta alavesa,

la cual presenta un descenso rápido y pronunciado hacia la ver-

tiente cantábrica, permitiendo el aprovechamiento de un desnivel

de 546 m, en un primer escalón de 350 m, con conducciones

relativamente cortas.

Ya en 1926, Manuel Uribe Echevarría había solicitado al Ministerio

de Obras Públicas la concesión para el aprovechamiento de las

aguas de los ríos Zadorra y sus afluentes Arlaban, Anguelu o Santa

Engracia y Zayas, con objeto de regular sus caudales por medio

de dos embalses, para la producción de energía eléctrica y para

abastecer poblaciones, tanto de la cuenca del Ebro como de la

vertiente cantábrica.

El proyecto estaba suscrito por los Ingenieros de Caminos José G.

de Langarica y Joaquín Guinea.

Dos años después, la Administración del Estado rechazó la soli-

citud al no considerarse oportuno desviar aguas de la cuenca del

río Ebro, en cuyas tierras se pretendía incrementar el regadío. Lo

cierto es que en 1926 había sido otorgada al Ayuntamiento de

Bilbao la concesión de aprovechamientos de los caudales de los

ríos burgaleses Ordunte y Cerneja, éste también de la cuenca del

Ebro, que se pensaba fuera suficiente para satisfacer las necesi-

dades de Bilbao durante un período de 50 años.

Sin embargo, en 1930 Uribe Echevarría solicitó la revisión del

expediente. Esta segunda vez los informes oficiales fueron más

favorables. La Confederación Hidrográfica del Ebro entendió que

las aguas solicitadas del Zadorra y afluentes, sólo eran útiles en

la cuenca del río Ebro durante el estiaje de los meses de verano.

En un posterior informe, y tras acceder el solicitante a entregar

al Ebro 1.000 litros por segundo en los meses de verano, la Con-

federación aprobó el proyecto, entendiendo que ofrecía además

otras ventajas para la cuenca del Zadorra, atenuando las avenidas

del río, mejorando las condiciones sanitarias al aumentar la circu-

lación de las aguas estivales y aumentaba, asimismo, los recursos

hidráulicos disponibles para riegos en la cuenca del Ebro durante

el verano compensando la pérdida de aguas invernales.

El proyecto constructivo inicial contemplaba la construcción de

dos embalses reguladores, sitos, uno sobre el propio río Zado-

rra en Mendizabal (Alava) de 48.000.000 m3 de capacidad y el

otro a emplazar sobre el río Santa Engracia en Urrunaga (Alava)

de 38.000.000 m3, así como el aprovechamiento energético de 3

saltos a ubicar en Zeberio, Santuola y La Peña (Bilbao). En 1935,

se proponía reducir a dos los saltos a instalar en Igorre y Basauri,

donde se crearían sendas centrales subterráneas. Se aumentaba

la capacidad conjunta de los dos embalses, que se elevaba de

86.000.000 a 104.000.000 m3.

Hubo que esperar a que pasara la Guerra Civil y los primeros cua-

renta para que se retomara el proyecto.

Las aguas del Zadorra. De Altos Hornos de Vizcaya a Iberduero y al Consorcio de aguas de Bilbao.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

En 1945 Altos Hornos de Vizcaya adquiría la concesión a Manuel

Uribe Echevarría y dos años después constituía en Bilbao, la so-

ciedad Aguas y Saltos del Zadorra, S. A., a la que Altos Hornos de

Vizcaya aportaba la concesión citada. Además, y junto a su filial

Hulleras del Turón, S. A, la empresa siderúrgica vizcaína suscribía

la totalidad de los 50.000.000 de ptas de su capital fundacional.

La nueva sociedad presentaba además un nuevo proyecto cons-

tructivo, firmado por Antonio del Aguila, ingeniero y consejero de

Aguas y Saltos del Zadorra. En él se variaba nuevamente el empla-

zamiento de los saltos y centrales, aumentando la capacidad de

las embalses, las conducciones y la potencia instalada en las cen-

trales. Se elevó la capacidad de los dos embalses a 220.000.000

m3.; el de Ullivarri Gamboa sobre el río Zadorra y el de Urrunaga

sobre su afluente, el Santa Engracia. Por otra parte, se acortaba

la conducción principal del primer salto, a instalar en Barazar a

12.490 m., a mitad de camino de la proyectada en el anterior tra-

zado.

Se diseñaba un enlace forzado y profundo entre ambos embalses

para aprovechar mejor las capacidades de ambos. La capacidad de

la conducción al salto se elevaba desde 24 a 54 m3 por segundo.

La potencia nominal a instalar en la central de Barazar, estaría re-

presentada por 4 grupos generadores de 42.500 KVA. cada uno,

con un salto bruto máximo de 328,60 m. a embalse lleno.

En 1959 solo se habían instalado dos de los grupos, a la espera

de que se construyan las obras proyectadas para el aprovecha-

miento de las aguas del río Bayas y su conducción al embalse de

Urrunaga. Lo cierto es que los otros dos grupos nunca se llegaron

a instalar.

Estas modificaciones sobre el proyecto original habrían de elevar

sensiblemente el costo de las obras. La solución que se propug-

naba no respondía solo a las necesidades de energía de AHV, para

lo que bastaría una capacidad total de embalse equivalente a un

tercio de la proyectada, con una conducción de mucha menor

F. 23_ Embalse de Urrunaga en construcción. 1956. (BFA/AFB. Foto AHVF 0156/17-18)

F. 24_ Embalse de Ullibarri en construcción. 1956. (BFA/AFB. Foto AHVF 0156/14-15)

F. 23

F. 24

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31

El patrimonio industrial originado.

sección, así como una potencia instalada inferior a la mitad de la

proyectada. Sin prejuzgar la forma de explotación futura, se con-

sideró que convenía proyectar las obras para que pudieran rendir

beneficios al interés general.

Además, se orientaba la central del salto de Barazar hacia la pro-

ducción preponderantemente de energía estival y de puntas a lo

largo del año, valorándose positivamente que este tipo de centra-

les habrían de servir como complemento a las exigencias de la

futuras centrales nucleares, que dado el alto costo de sus instala-

ciones, habrían de trabajar elevado número de horas y en régimen

de base como carga, a fin de que la producción fuera lo menos

costosa posible.

Por otra parte, la proximidad a zonas industriales en creciente de-

sarrollo y expansión demográfica, tanto de Bizkaia como de Alava,

que requerían un consumo cada vez más elevado de energía eléc-

trica y de agua potable, reforzaba el carácter más ambicioso de

la obra proyectada. Hasta entonces, las centrales hidroeléctricas

explotadas por Iberduero que abastecían las provincias vascas se

encontraban a más de 300 km de distancia, en los sistemas del

Cinca y Esla-Duero.

F. 25_ Montaje de las turbinas en la central de Undurraga. 1956. (BFA/AFB. Foto AHVF 0156/0007)

F. 26_ Montaje de una de las turbinas. 1956. (BFA/AFB. Foto AHVF 0156/0006)

F. 25

F. 26

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

La central de Undurraga-Barazar ofrecía la posibilidad de contar

con una central de “socorro” para el abastecimiento de Bilbao,

situada a escasos 30 kms.

Lo cierto es que como Aguas y Saltos del Zadorra, S.A. tenía por

objeto producir energía para Altos Hornos de Vizcaya, y los cam-

bios del proyecto constructivo con el fin de generar energía esti-

val y de puntas habían cambiado fundamentalmente los objetivos

iniciales, y puesto que esta clase de energía no era la que Altos

Hornos de Vizcaya precisaba, se decidió negociar su traspaso con

Iberduero, sociedad dedicada a la producción y distribución de

electricidad con la que se llegó a un acuerdo en 1957 para que

ésta utilizara la producción del salto de Barazar, aunque dando ser-

vicio preferente a AHV en los períodos de restricciones. En 1958,

primer año completo de explotación del salto de Barazar se produ-

jeron 172.000.000 kw.h.

Además, la concesión fue otorgada con la condición de que la so-

ciedad concesionaria llegara a un acuerdo con los ayuntamientos a

quienes pudiera interesar disponer del abastecimiento de agua an-

tes de su vertido al río. La Diputación de Vizcaya y el Ayuntamiento

de Bilbao vieron la solución al problema del abastecimiento de

agua en cantidad abundante que, añadida al suministro del embal-

se de Ordunte, habría de proporcionar la solución al abastecimien-

to de aguas a Bilbao y a la zona industrial de Bizkaia. Las aguas

alavesas multiplicaban por diez a las que procedentes del embalse

de Ordunte venían dando servicio a Bilbao desde los años treinta.

Y, aunque en los cincuenta Bilbao era el municipio vizcaíno mejor

abastecido, el resto de los municipios del Gran Bilbao sufrían con-

tinuas restricciones que comprometían además la instalación de

nuevos proyectos industriales y la ampliación de las ya existentes.

A finales de la década la población de Bilbao y su comarca se

acercaba a los 500.000 habitantes con un consumo medio de 500

litros de agua por persona y día, incluidos los consumos indus-

triales, 100 litros más que los consumidos por los habitantes de

Madrid por esas mismas fechas.

F. 27

F. 27_Turbina en la central de Barazar-Undurraga. 1956(BFA/AFB. Foto AHVF 0156/0003)

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El patrimonio industrial originado.

Sin embargo, Aguas y Saltos del Zadorra dilataba la construcción

del segundo salto que habría de ubicar cerca de Bilbao y a lo que

le obligaba la concesión. Lo cierto es que económicamente no les

era rentable, porque el segundo salto no podría exceder los 220

m. de altura y la conducción que habría que añadir era demasiado

larga, no justificándose tamaña inversión desde el punto de vista

hidroeléctrico, aunque AHV sin embargo necesitaba disponer de

agua para la refrigeración de la nueva acería que a principios de los

sesenta estaba instalándose.

En 1961 representantes de las administraciones vizcaínas acusaban

a la empresa concesionaria de que por no cumplir las condiciones

de la concesión se estaban dificultando la posibilidad de utilizar el

agua que Bilbao y su comarca necesitan urgentemente. Después

de una negociación entre las partes interesadas, en mayo de 1962,

Aguas y Saltos del Zadorra cedía al Ayuntamiento de Bilbao y mu-

nicipios de la Comarca del Gran Bilbao, las concesiones sobre las

aguas procedentes del Zadorra a partir del proyectado embalse de

Undúrraga, donde habría de desaguar la Central de Barázar. Como

compensación Aguas y Saltos del Zadorra percibieron 350 millones

de pesetas, la mitad de las cuales corrieron por cuenta del Estado.

Además AHV tendría derecho preferente en la utilización de dichas

aguas, hasta un límite de mil litros por segundo, sobre los demás

usuarios de la misma categoría y en condiciones económicas no

inferiores al más favorecido de los consumidores.

En 1964 se inició la primera fase de las obras, orientadas a dar la

máxima urgencia a las dirigidas al suministro industrial de AHV, es-

pecialmente a satisfacer las necesidades del TBC (Tren de Bandas

en Caliente) que se estaba instalando en la vega de Ansio (Barakal-

do). No obstante, la depuradora de Venta Alta no entró en funcio-

namiento hasta 1967 y la canalización desde Zeanuri se retrasó

hasta 1971.

Actualmente, del sistema Zadorra se abastece el 43% de la pobla-

ción de la CAV.

F. 28 F. 28_ Tubería de conducción. Aguas y Saltos del Zadorra 1953. (BFA/AFB. Foto AHVF 0156/0053)

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Dos embalses reguladores con sus presas, denominadas: de Urru-

naga (Alava), emplazada sobre el río Santa Engracia, afluente del

Zadorra; de Ullibarri Gamboa (Alava), sobre el río Zadorra. Una ga-

lería forzada de enlace sirvió para unir los dos embalses.

Del embalse de Urrunaga, arranca a su vez la deno-minada ga-

lería forzada principal, a través de la cual se trasvasa el agua por

el denominado Salto de Barazar hasta la Central subterránea de

Undurraga (Bizkaia) que aprovechando su desnivel permite la ge-

neración de energía hidroeléctrica. Estas instalaciones son sub-

te-rráneas, no visibles desde el exterior y presentan una unidad

funcional de cierta complejidad, dada la dispersión y distancia que

hay entre ellas.

Las instalaciones más importantes y características de este con-

junto hidroeléctrico son las siguientes:

La presa de Urrunaga (Alava) que embalsa aguas del río Santa

Engracia, se construyó con planta recta de 455 metros de longitud

y contrafuertes, con una altura de 26 metros desde el lecho del río.

El embalse dispone de una capacidad para embalsar 72.000.000

de m3 pudiendo inundar hasta 800 hectáreas. Se construyó tam-

bién un aliviadero de superficie dispuesto de 5 compuertas metá-

licas capaces de evacuar 406 m3 por segundo.

La presa de Ullibarri Gamboa (Alava), emplazada sobre el pro-

pio río Zadorra. También de planta recta y contrafuertes de cabeza

redonda. Con una longitud de 530 m y 32 m de altura sobre el

lecho del río, puede embalsar 148.000.000 m3 de agua inundando

1.800 hectáreas. Su aliviadero dispone de siete compuertas capa-

ces de evacuar 570 m3 de agua por segundo, emplazadas en la

parte central de las mismas.

Para la construcción de ambas presas se utilizó hormigón en masa

que se revistió con sillares de caliza para garantizar su mejor con-

servación e imprimir cierto porte y nobleza a la obra.

Con el fin de amortiguar la energía del agua vertida por los alivia-

deros durante las avenidas y proteger de la erosión a las propias

presas, se construyeron sendos «contra-azudes» limitados lateral-

mente por muros de fábrica.

El día 20 de abril de 1958, se llenaron totalmente ambos embalses

por primera vez.

Obras e instalaciones del sistema Zadorra - Barazar.

F. 29

F. 30

F. 29_ Viaducto sobre el río Ur-quiola en construcción. Aguas y Saltos del Zadorra ,1948 (BFA/AFB. Foto AHVF 0157/0073)

F. 30_ Galería principal en cons-trucción. 1947. (BFA/AFB. Foto AHVF 0157/0073)

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El patrimonio industrial originado.

Desde entonces, es frecuente que el comienzo de la época llu-

viosa los pantanos estén casi llenos, lo que obliga a verter aguas

sobrantes causando graves problemas ya que la construcción de

la zona industrial de Gamarra, aguas abajo de las presas y próxima

a Gasteiz, limita la libertad de vertido por acusar los efectos de los

caudales superiores a 50 m3/sg.

Ya en los primeros años sesenta los vertidos alcanzaron cauda-

les de 200 m3/sg provocando fuertes protestas de los ribereños

inferiores y especialmente del Ayuntamiento de Vitoria; a conse-

cuencia de ello se produjo a finales de 1961 una intervención de la

Dirección General de Obras Hidráulicas que ordenó bajar el nivel

de los embalses a fin de mantener un resguardo que permitiera

absorber futuras crecidas.

La galería forzada de enlace entre ambos embalses para que

los embalses mantengan el mismo nivel. Se construyó entre am-

bos una galería de enlace con sección circular de 2,50 m de diá-

metro y una longitud de 3.551 m. Dispone de un sifón al exterior,

sobre el arroyo Baguetas.

El dique de contrafuertes ubicado cerca de Legutiano, paralelo

a la carretera de Bilbao a Vitoria-Gasteiz y para cerrar el embalse

de Santa Engracia se construyó un dique de 610 m de longitud y

14 m de altura para el que hubo que fabricar mas de 30.000 m3

de hormigón.

La galería forzada principal, también en las proximidades de Le-

gutiano tiene su origen una galería que sirve para trasvasar el agua

embalsada a la vertiente cantábrica, conduciendo las aguas desde

los embalses a la chimenea de equilibrio. Dispone de tres orificios

situados a diferentes alturas para poder escoger la captación en las

mejores condiciones sanitarias posibles para el abastecimiento.

La galería, que termina en la chimenea de equilibrio ubicada en el

alto de Barazar, tiene una sección circular de 4,25 m. de diámetro

y una longitud de 12.502 m. con una capacidad para transportar

conducción 54 m3 por segundo.

La complejidad de su construcción obligó, además de las dos bo-

cas extremas, a utilizar once pozos verticales provistos de maqui-

naria de extracción, aire comprimido y ventilación. Alguno de los

pozos llegaba a los 100 m de profundidad.

La chimenea de equilibrio y cámara de llaves superior que tie-

ne como función la de reducir las sobrepresiones y depresiones

resultantes del cierre o apertura de las válvulas de las turbinas

F. 31_ Galería de acceso a la central de Barazar. Foto M. A. Nuño.

F. 31

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

instalación de funcionamiento más seguro y económico, habida

cuenta del importante ahorro en las pérdidas de potencia y ener-

gía del salto. Se acortaba la longitud de la tubería forzada (des-

de 1.374 a 431 m.), quedando también protegida de los agentes

atmosféricos exteriores y asegurado el servicio aun en los días

más crudos del invierno. Toda la instalación quedaba también de-

fendida de posibles ataques bélicos.

La caverna que se excavó para alojar la central es de 17,50 de

ancho y 90 m de longitud y una altura de 30 m, todo ello a 200

m. de profundidad. Se instalaron dos grupos generadores, com-

puestos cada uno de una turbina Francis de 48.500 H. P. de po-

tencia nominal a 500 revoluciones por minuto, con un consumo

de agua a plena carga de 11,85 m3 por segundo. También se

montó un grupo auxiliar con una turbina Pelton con alternador

de 1.000 KVA.

F. 32

F. 33

hidráulicas. Es de tipo diferencial, de sección circular, de 16 m.

de diámetro y 68 m. de altura.

Se puede acceder desde el puerto de Barazar a la cúpula exterior

de la chimenea, desde cuyo mirador se divisa una magnífica vista

del vaIle de Arratia.

El pozo blindado en carga que enlaza la chimenea de equilibrio

con las turbinas de la central. Es una galería de 431 m de longitud

y 82% de pendiente, blindada con tubo de acero y con sección

decreciente según se aproxima a la central.

La central subterránea de Undurraga, es sin duda alguna la

obra más compleja.

Para tomar la decisión de soterrar la central de Undurraga, se

valoraron las ventajas que este tipo de centrales ofrecían, una

modalidad constructiva entonces poco conocida y divulgada. En

general, proporcionaban una mayor libertad para emplazar la cen-

tral, al no tener que supeditarse a las condiciones orográficas del

curso del río. Además, la conducción forzada disminuía las pér-

didas de carga. Y, por último, la seguridad estaba garantizada en

caso de avalanchas y desprendimientos en terrenos accidenta-

dos y pendientes, inundaciones exteriores, bajas temperaturas,

bombardeos, etc.

A mediados de los años cincuenta existían 44 centrales subte-

rráneas en Europa, la mitad de las cuales se hallaban en Italia.

En esa misma década funcionaban 7 centrales en España: en la

provincia de Lérida las de Caselles, Puente Montaña, Escales

y Caldas; en Huesca la de La Puebla de Castro; en Asturias la

de Amiela y en Jaén la del Tranco de Beas. Además de la de

Undurraga, tres centrales más se encontraban en construcción;

siendo la que Iberduero construía en Aldeadávila en Salamanca

la más grande de Europa con sus 756.000 KVA de potencia ins-

talada.

En palabras del autor del proyecto, en Undurraga se lograba una

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37

El patrimonio industrial originado.

Las Pelton eran turbinas relativamente parecidas a los molinos

de palas tradicionales aunque muy utilizadas para grandes saltos

de agua, del orden de los 300 m o superiores.

Además, paralela a la anterior se realizó otra caverna menor para

alojar las válvulas, dos por cada grupo. Desde la central arranca el

socaz de evacuación del agua turbinada con 1.024 m de longitud

hasta el río Arratia. En los años setenta se construyó el contra-

embalse de Undurraga en Zeanuri para regular los caudales del

agua turbinada que desde aquí se conduce hasta la depuradora

de Venta Alta en Arrigorriaga, a través de 20 km de canalización.

El acceso a la central se efectúa a través de un túnel cuya cons-

trucción requirió la utilización por vez primera en España de ce-

mento supersulfatado, para preservar la construcción de la in-

fluencia de los yesos, enemigo de la conservación de las obras

hidráulicas, que hubo que atravesar y excavar. En otra galería

independiente, de 484 m. de longitud, se alojan los cables a

132.000 V. que enlazan los transformadores con la subestación

que se encuentra en el exterior de la central, así como los de

30.000 V. para consumos propios.

Finalmente fueron tres los túneles y galerías que se perforaron

para albergar las instalaciones de la central. Embalses y central

fueron inauguradas en agosto de 1958, tras haberse invertido

más de 1.500 millones de pesetas.

Desde la subestación exterior se montó una línea de alta tensión

de 30 km. de longitud hasta la nueva subestación de transforma-

ción de Kareaga (Barakaldo), con derivación a la que ya explotaba

Iberduero en Basauri.

F. 34 F. 32_ Cámara de válvulas de ali-mentación de las turbinas. Foto M. A. Nuño.

F. 33_ Nave de alternadores de Barazar. Foto M. A. Nuño.

F. 34_ Sección de uno de los gru-pos. Central de Barazar.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Las cuantiosas necesidades de agua que los procesos siderúrgi-

cos exigen, obligaron desde sus orígenes a las empresas vizcai-

nas, y especialmente a Altos Hornos de Vizcaya a limitar el gasto

y a procurar su reutilización cuando así fuera posible. Requería sin

embargo la refrigeración de la misma tras su calentamiento en las

funciones de enfriamiento de los procesos producción de acero

-convertidores LD y horno eléctrico- en la refrigeración de los hor-

nos altos, de sus estufas, soplantes y depuradores de gases, del

coque procedente de las baterías, en los trenes blooming y en el

tren continuo. Además, con la instalación de la colada continua

en 1986 aumentó el consumo de agua. La refrigeración de los

planchones exigía abundante cantidad de agua, del orden de 10

kg de agua por kg de acero.

En los hornos altos las elevadas temperaturas que se desarrollan

en su interior y el rozamiento que producen los materiales calien-

tes que descienden a través del etalaje, ocasionan un gran des-

gaste en la cara interna de las paredes de los hornos afectando a

la durabilidad del ladrillo refractario. Por eso, y pese a que puede

perjudicar el balance térmico del horno, es necesario refrigerar la

cuba por medio de cajas de cobre o de acero que se insertaban

en las paredes refractarias del etalaje y de la parte baja de la cuba.

Se regaban con agua salada procedente de depósitos elevados a

los cuales se bombeaba agua desde la ría, dependiendo de la ca-

La refrigeración de los procesos siderúrgicos.

pacidad del horno. El consumo de agua en la refrigeración de los

hornos altos en metros cúbicos por hora venía a equivaler aproxi-

madamente al volumen del horno en metros cúbicos. Para el hor-

no alto 2A, el Mariángeles de AHV se utilizaban sendas bombas

accionadas con vapor y con motor eléctrico que facilitaban que la

presión del agua alcanzara las cotas más altas del horno alto.

Además, para el enfriamiento de los humos y la depuración para

captar el polvo contenido en los hornos se inyectaba agua en la

garganta del Ventura hasta saturar el gas y enfriarlo a 40º C de

temperatura. Por otra parte, para la refrigeración de las estufas

se disponía de un circuito cerrado de agua dulce con torre de

enfriamiento.

En los hornos eléctricos, el horno disponía camisas de agua y

tubos de acero con fuerte refrigeración de agua, en las paredes

y en la bóveda que impedían un calentamiento excesivo de los

refractarios.

En los convertidores LD el agua se destinaba a la refrigeración de

las lanzas utilizadas para el soplado de oxígeno en la colada. La

lanza terminaba en una tobera de cobre refrigerada por agua. Tan-

to para la refrigeración de la lanza como para la de las chimeneas

de captación de humos se dispuso de una sala con tres bombas

F. 35

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39

El patrimonio industrial originado.

para la impulsión del agua por el circuito de refrigeración de la

chimenea y otras tres para la refrigeración de la lanza. El agua,

que abandonaba las chimeneas y las lanzas a una temperatura

aproximada de 60º C, era conducida a una torre de refrigeración

de tiro natural donde su temperatura desciende a unos 20º C.

Ya enfriada, el agua se impulsaba por medio de moto bombas

hasta depósitos reguladores desde donde empezaban de nuevo

el ciclo.

Las chimeneas refrigeradas, de 30 mts de altura y sección rectan-

gular, tenían como misión dirigir los humos hacia el saturador o en

caso de emergencia hacia la atmósfera. Cada chimenea disponía

de 8.245 m. de tubo de acero, formando haces tubulares divididos

en 8 secciones que se unían en un colector común. Los humos

recorrían la chimenea de abajo a arriba, cediendo su calor latente

al agua que circula por los tubos de refrigeración. En el saturador

refrigerador se inyectaba agua de mar pulverizada para conseguir

un descenso en la temperatura de los humos y la captación de

las partículas mayores de polvo. El agua con el polvo captado caía

por gravedad a una balsa de lodos de donde se impulsaba a la

instalación de recuperación de polvos.

En las baterías de coque el agua se utilizaba para las operaciones

de apagado del coque.

F. 36

F. 35_ Vista general de la batería Otto. AHV-Sestao, 1947. (Albumde la siderurgia española).

F. 36_ Torre de apagado de Pro-fusa (Barakaldo). La última bate-ría de coque.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

F. 37 F. 38

Hasta 1931 el apagado del coque de las baterías de AHV se reali-

zaba por medio de chorros de agua dirigidos con mangueras direc-

tamente al bloque o torta de coque. Desde que en los primeros

años treinta se construyera una nueva batería, tipo Otto, y con su

ampliación posterior en los años cincuenta, se dispuso de torres

de apagado bajo la cual penetraba un vagón donde se descarga-

ba el coque incandescente procedente de los hornos a 1.000º C

aprox. Sobre éste se descargaba una verdadera lluvia de agua

bien repartida que enfriaba el coque que se vertía en una cinta

transportadora para conducirlo al taller de clasificación. El polvo de

coque arrastrado por el agua se recogía con ésta en depósitos de

decantación de donde se recuperaba posteriormente. Con el fin

de evitar corrosiones en los diferentes circuitos de refrigeración

se disponía de una planta de tratamiento de agua, a la vez que

de torres Hamon de refrigeración que reducían la temperatura del

agua hasta los 25º C.

Las torres de apagado era una chimeneas de planta rectangular,

construida de hormigón armado, adosada a la torre de carbón y

revestidas interiormente con placas resistentes a los ácidos dada

la naturaleza de los vapores que se desprendían en el apagado.

Disponía de un depósito de 50 m3 de capacidad para el agua de

apagado y la ducha. Además, actuaba como tiro de los vapores

que se producen en el enfriamiento.

La torre de carbón era una estructura cúbica de hormigón de

grandes dimensiones, que alojaba cinco silos desde los cuales

se llenaba una máquina cargadora que distribuía el carbón en las

retortas donde se coquizaba el carbón previamente molido. Tres

grandes contrafuertes soportaban las cargas de estos silos.

La última torre de apagado que permanece aun activa en Euskadi

es la que da servicio a los treinta hornos de la batería de coque

explotada por Profusa en su fábrica de Santa Agueda (Barakaldo),

empresa continuadora de la antigua Echevarria, una de las siderur-

gias pioneras de la industrialización vasca.

F. 37_ Torre de apagado (Profusa).

F. 38_ Batería de coque.(Profusa.)

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El patrimonio industrial originado.

F. 39

F. 39_ Torre de refrigeración de los convertidores LD. AHV-Sestao, 1963. (BFA/AFB. Foto AHVF 0076/0005)

Las torres de refrigeración de tiro natural.

De todos los sistemas de enfriamiento, las torres de refrigeración

de tiro natural son sin duda alguna las estructuras mas espectacu-

lares. AHV dispuso de ellas para dar servicio en las baterías de co-

que, en los convertidores LD y en el tren continuo desbastador.

Las torres de refrigeración de las baterías de coque eran torres de

tiro natural de estructura cilíndrica de hormigón armado, de unos

20 m. de altura y 600 m3 de capacidad. Su parte inferior estaba

compuesta por pisos de listones de madera de planta octogonal.

Soportaba esta estructura en su parte superior una piscina con

el piso agujereado que recibía el agua caliente que goteando, se

pulverizaba y enfriaba al chocar en su caída con los listones de

madera. Con la misma forma octogonal y bajo ella existe a cuatro

metros bajo la rasante un depósito que recoge el agua enfriada;

en él se afianzan dados de hormigón y pilares de madera que so-

portan la estructura.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

42

A partir de la generalización de la electricidad y de las centrales

térmicas productoras fueron creciendo las necesidades de agua

para la condensación en las máquinas de vapor o para el enfria-

miento de los cilindros de los motores de gas. Para enfriar el agua

empleada en estos usos y poder utilizarla de nuevo, se desarrolla-

ron distintos tipos de torres de enfriamiento. Las primeras torres

de tiro natural fueron desarrolladas por la casa alemana Balcke &

Co a partir de 1894. Eran construcciones de madera con chime-

neas de gran sección que cubrían cubas de mampostería donde

se recogía el agua enfriada. La base de la chimenea disponía de

una red de listones formando celosía por los cuales cae el agua

que ha de enfriarse en forma de lluvia. Por la parte inferior, unas

persianas permitían la entrada de aire, inducido a través de la torre

debido a la diferencia de densidades existentes entre el aire hú-

medo y caliente y el aire atmosférico más denso.

F. 40_ Refrigerante del tren contí-nuo en construcción.AHV-Barakaldo, 1952. (BFA/AFB. Foto AHVF 0095/0005)

F. 40

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El patrimonio industrial originado.

43

F. 41_ Refrigerante de las bate-rías de coque en construcción. AHV-Sestao, 1953. (BFA/AFB. Foto AHVF 0057/0062)

F. 41

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

El tiro de la chimenea producía una circulación de aire muy activa a

través de la trama de madera, que dividía el agua en finos hilos de

gotas ofreciendo una gran superficie de evaporación y acelerando

la disipación del calor. El agua, al caer, se fracciona en gotas cada

vez más pequeñas, rompiendo además aquellas de mayor diáme-

tro que se habían formado por unión de otras más pequeñas.

F. 42 F. 43

F. 44

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45

El patrimonio industrial originado.

Se trataba de aumentar el tiempo de contacto entre el agua y el

aire, favoreciendo la presencia de una amplia superficie húmeda

mediante el goteo. El vapor no condensado subía; una parte se

condensaba sobre las paredes de la chimenea y el resto se esca-

paba al aire libre y se perdía. Estas pérdidas se notaban por una

nube de vapor que se escapaba por la chimenea, las cuales se

despreciaban por ser poco importantes.

F. 42_ Refrigerantes de las baterías de coque. AHV-Sestao, 1956. (BFA/AFB. Foto AHVF 0057/0051)

F. 43_ Torre de tiro natural. (Torres de refrigeración. Centro de Estudios de la Energía, Madrid,1983).

F. 44_ Relleno de goteo. ( Torres de refrigeración. Centro de Estudios de la Energía, Madrid,1983).

F. 45_ Modelo de refrigerante con chimenea de madera. (GranEnciclopedia Práctica de la Me-cánica. Barcelona, 1924)

F. 45

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

46

A partir de los años treinta las torres de refrigeración fueron intro-

duciendo el hormigón para las chimeneas aunque se mantuvo el

uso de la madera para la trama interior. A finales de esa misma dé-

cada aparecen en Alemania las primeras chimeneas hiperbólicas

de gran altura (50 metros), precursoras de los enormes refrigeran-

tes hiperbólicos que se construirán después de la Segunda Guerra

Mundial para dar servicio a las centrales térmicas y nucleares en

toda Europa. Su construcción se convirtió en un desafío para el di-

seño ingenieril europeo. En los primeros años setenta se llegaron

a utilizar estructuras de mallas de cables pretensados en la cons-

trucción de refrigerantes, (Central nuclear de Schmehausen) con

la tecnología que por aquellos años se utilizaba en la construcción

de las cubiertas de la villa olímpica de Munich. El continuo desarro-

llo de equipos para centrales eléctricas llegó a su apogeo en 2002

con la entrada en funcionamiento de la torre de refrigeración más

grande del mundo en la central térmica de carbón de Niederau-

bem en Alemania: una enorme hipérbole parabólica de hormigón

armado de 200 m. de altura y 154 m. de diámetro en su base.

F. 46_ Torre de refrigeración de la Central Térmica de Niederau-bem (Alemania).

F. 47_ Los seis refrigerantes de la Central Térmica de Gelsen-kirchen-Scholven (Alemania). La mayor central de carbón del mundo.

F. 48_ Antiguo refrigerante de La Coromina Industrial (Bilbao). Fotografía de Santiago Yaniz. Fondo Deiker.

F. 49(1,2)_ Vista aérea de Sefa-nitro. (Sefanitro. 1941-1991. 50 Aniversario).

F. 50_ Refrigerantes de Sefanitro en construcción. (Sefanitro. 1941-1991. 50 Aniversario).

F. 46

F. 47

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El patrimonio industrial originado.

En Euskadi, además de las torres de la desaparecida AHV, mere-

cen citar las torres de La Coromina Industrial y de Sefanitro.

Hasta finales del siglo XX, La Coromina Industrial dispuso de una

original torre de refrigeración con chimenea de estructura de ma-

dera. Fue construida en 1923 para dar servicio a la empresa que

promovió Luis Quintana Coromina en Zorrozaurre (Bilbao) para fa-

bricar anhídrido carbónico y sulfuroso.

Las de Sefanitro, en el barrio baracaldés de Lutxana, son las últi-

mas torres de tiro natural existentes en Bizkaia tras la desaparición

F. 48 F. 50

F. 49(1) F. 49(2)

de las antiguas instalaciones de AHV. Actualmente forman parte

de la empresa Fertiberia, de pronta desaparición en el municipio

fabril. Surgió en los años cuarenta del siglo XX, con el título de

“Empresa de Interés Nacional”, por iniciativa de Altos Hornos de

Vizcaya, su empresa matriz que además le suministraba el gas

necesario para la producción de ácido sulfúrico, amoniaco, sulfa-

to amónico, ácido nítrico, nitrosulfato amónico y nitrato amónico

cálcico, productos utilizados en la elaboración de fertilizantes. La

importancia de la producción era de tanta trascendencia en los

duros años cuarenta que las instalaciones fueron declaradas de

“Interés Nacional” por el gobierno de Franco.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

Para dar servicio a las necesidades de agua que la nueva fábrica

demandaba, en 1945 se construyó un pantano en el barrio de Go-

rostiza, en Barakaldo, compartido con AHV, que recogería entre

otras las aguas sobrantes del pantano viejo del Regato, construido

aguas arriba en 1899. Se cerrará con una presa de 24 m de altura,

una longitud de coronación de 103 m, una superficie de embalse

de 30 Ha con un volumen de 1.400.000 m3. Bajo sus aguas des-

aparecieron el barrio de Aranguren con su ferrería, molino, casa

solariega y ermita de la Concepción.

Desde el embalse se podía suministrar agua tanto a la fábrica de

Sestao como al TBC de Ansio además de Sefanitro. Tanto a éste

como el “pantano viejo” se podía bombear agua al pantano del

Regato y ambos pantanos podían ser alimentados por agua del

Consorcio de Aguas de Bilbao en caso de necesidad. En los si-

guientes años las riadas crearán frecuentes problemas enturbian-

do las aguas excesivamente y produciendo inundaciones bien en

el pueblo de El Regato bien en la vega de Gorostiza.

También se construyeron sendos refrigerantes, dos torres cilín-

dricas de hormigón, una de 1.600 m3/h y otra de 3.200 m3/h. que

quedaron interconectadas entre sí y que alimentan las fábricas de

ácido nítrico y los de fertilizantes.

La conservación de los refrigerantes y de otras instalaciones de la

fábrica, inscritas en el Registro Docomomo de la arquitectura del

Movimiento Moderno en España, ha sido recientemente solicita-

da al Centro de Patrimonio del Gobierno Vasco por la Asociación

Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública.

Sin duda los refrigerantes son estructuras ingenieriles portado-

ras de belleza y monumentalidad; son el paradigma de la nueva

energía y elementos emblemáticos de las centrales nucleares y

térmicas de última generación. Estructuras en las que el espíritu

de síntesis y la imaginación de los arquitectos ha permitido poner

en valor la capacidad expresiva de la forma; aspecto por otra parte

muy apreciado en la obra de Bernd y Hilla Becher, fotógrafos ale-

manes cuya obra se ha convertido en testimonio del mundo indus-

trial actual y pasado. Un mundo reproducido en tonos grises, de

objetos diferenciados, que descubren conjuntos de altos hornos,

silos, gasómetros, depósitos de agua y torres de refrigeración;

objetos en los que su función puede inferirse a partir de la forma;

testigos de la revolución industrial sublimados por la fotografía de

los Becher. Creaciones que apuestan valientemente por la preser-

vación de los objetos fotografiados y que realzan el valor de los

archivos documentales del mundo industrial.

Por otra parte, los nuevos criterios de valorización del patrimonio

y del patrimonio industrial en particular han animado a empresas,

instituciones públicas y asociaciones de defensa del patrimonio

a tomar medidas de conservación y puesta en valor y reutiliza-

ción de estas torres de refrigeración. Este es el caso de la torre

de la antigua Duro Felguera en Langreo (Asturias); un refrigerante

troncocónico de hormigón armado de 50 m de altura en cuyo in-

terior se pretende alojar parte de las instalaciones de un centro

F. 52

F. 51

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El patrimonio industrial originado.

49

de interpretación de la siderurgia asturiana. Una catedral industrial

convertida en un icono de la cultura. Para ello, la torre se cubrirá

con una gran cúpula central de acero, madera y cristal que permita

contemplar las paredes interiores y la entrada de la luz natural que

se distribuirá por las diferentes estancias del centro.

También en tierras asturianas se encuentra la magnífica chimenea

de refrigeración de la firma Nitrastur, construida como el resto de

la fábrica según proyecto de Carlos Fernandez Casado en los años

cincuenta. El refrigerante, junto a otras instalaciones de la empre-

sa, está también incluido en el registro Docomomo de la arquitec-

tura del Movimiento Moderno en España. Para su construcción se

utilizaron elementos premoldeados unidos mediante armadura y

hormigonado siguiendo la patente Monnoyer. El fuste presenta

una sección transversal en forma de polígono regular constituido

por claves, de 25 cm de altura y de espesor variable, que decrecen

desde la base hasta la coronación, variando el diámetro de cada

hilada para obtener la forma cónica.

En Caen (Francia), siguiendo el proyecto del arquitecto Dominique

Perrault, se ha integrado también un refrigerante en el diseño del

parque de Unimetal.

F. 51_ Refrigerante de Sefanitro. Barakaldo.

F. 52_ Refrigerante de Sefanitro. Barakaldo.

F. 53_ Refrigerantes de Duro Felguera. ( VV.AA.: Patrimonio industrial asturiano: imágenes. Gijón, 1998.)

F. 53

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

paisaje y patrimonioen Gipuzkoa.

Beatriz Herreras Moratinos

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54

Arquitecturas e ingeniería del agua:

Introducción

El agua es hoy día considerado como un bien valioso y cada vez

más escaso. A través de los siglos la noción que la humanidad ha

tenido del agua ha estado relacionada directamente con la idea

de vida y los ríos se han convertido en vías de comunicación y de

transporte.

Se han construido y se siguen construyendo puentes para tras-

pasar el agua, presas y pantanos para contenerla y canales para

transportarla hasta las casas de máquinas donde se convierte en

energía. Así pues el agua es esencial para los seres vivos pero po-

cas veces lo apreciamos en toda su valía como elemento aplicado

a la tecnología desde que el hombre comenzó a intentar domi-

nar la naturaleza. La tecnología de las máquinas a vapor utilizó el

agua como mecanismo de gran importancia durante la Revolución

Industrial e igualmente el agua represada de los ríos se transfor-

maba en electricidad gracias a las múltiples y dispersas centrales

hidroeléctricas. El agua transformada, manipulada crea y a la vez

necesita diferentes estructuras. Todo ello ha ido creando un paisa-

je humanizado donde el agua ha ido impulsando la construcción

de elementos arquitectónicos o de ingeniería fácilmente identifi-

cables a lo largo de las cuencas fluviales.

El ser humano ha modificado este paisaje de forma muy impor-

tante y su relación en nuestro territorio está ligada a los cursos

de agua de una manera decisiva. Los mejores terrenos cultivables

han sido los cercanos a los ríos, al tratarse de los suelos más

fértiles. De la misma manera los asentamientos humanos están

2Arquitecturas e ingeniería del agua: paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.Beatriz Herreras Moratinos

F. 01_ Cubrición del río Ego tras el final de la guerra.

F. 02_ La regata de Molinao en Pasai Antxo, ha iniciado los pri-meros pasos hacia su recupera-ción.

F. 01

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55

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

ligados a los ejes fluviales debido a que cerca de ellos se han

encontrado las superficies llanas necesarias para la edificación. El

grado de incidencia en el territorio ha sido creciente a lo largo de

la historia aunque los cambios más drásticos se han dado en los

últimos años debido a que presentaban las mejores condiciones

para su ocupación.

El agua ha estado presente en todas las fases de la evolución

industrial y ha condicionado de lleno el desarrollo de la indus-

trialización y la ubicación de la industria. Esta industria ha sabido

utilizar para sus propios fines el agua como energía motriz pero

también como materia prima dentro del proceso productivo. Es

difícil encontrar un tramo de cualquier río guipuzcoano en el que

la actividad industrial no sea una realidad. El agua de las cuencas

fluviales fue básica para el desarrollo industrial de Gipuzkoa pero

también ese mismo hecho ha hecho que a pesar de depender

de ese preciado elemento se haya vivido hasta los últimos años

después de la reconversión industrial, de espaldas o incluso igno-

rando que se asentaba sobre el mismo cauce. Ahora es cuando

una vez superados los condicionantes tan estrechos con el me-

dio, los núcleos urbanos guipuzcoanos empiezan a reconocerse

en sus ríos. Municipios como Eibar, Antzuola, Arrasate, Antzuola,

Azkoitia etc por citar solo unos cuantos han iniciado programas de

recuperación medioambiental de sus cauces. La industria ya no

necesita la inmediatez del agua y busca suelos donde lo prioritario

son otros condicionantes: buenos accesos, suelos más baratos.

Muchos cauces fueron cubiertos para aumentar la superficie de

los fondos de los valles, en otras ocasiones un elevado número

de regatas fueron desviadas. El desarrollo del río Ego a su paso

por Eibar es casi imperceptible y el río Urola en las cercanías de

estación de Renfe entre Zumarraga y Urretxu desaparece y así

muchos más. De hecho tras la destrucción de la guerra y el incen-

dio cambió completamente la fisonomía de Eibar. El 8 de octubre

de 1940 la Dirección General de Regiones Devastadas aprobó el

proyecto que incluía la cobertura del río Ego para conseguir más

suelo útil.

Ahora poco a poco van siendo recuperadas algunas regatas como

la de Molinao que tras los fuertes procesos de crisis y reconver-

sión industrial en los que muchas industrias han cerrado sus puer-

tas, estos suelos son rápidamente colonizados por nuevos usos

residenciales, tras los derribos en ocasiones indiscriminados de

autenticas joyas del patrimonio industrial.

F. 02

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

En las riberas de los ríos y en sus desembocaduras se acumula

la mayor parte de la población y los espacios de ribera han sido

ocupados por las instalaciones fabriles. Los corredores de comu-

nicación aprovechan los trazados de los cursos de agua y en gran

medida se apoyan en sus orillas. En muchas ocasiones las zonas

se ven afectadas por crecidas de los ríos debido a que se han

ocupado las vegas inundables y en muchos casos se han cubierto

las regatas.

El paisaje que se observa en Gipuzkoa es fruto de esta interac-

ción, un espacio que ha disfrutado de unas ventajosas condiciones

geoestratégicas y una buena red hidrográfica, abundante y regu-

lar. La disposición de sus recursos naturales, que aunque pobres

fueron bien aprovechados, la laboriosidad y el buen conocimiento

del oficio de sus gentes, propiciaron el desenvolvimiento de las

primeras fórmulas de producción preindustrial y su prolongación

hasta sustituir los viejos modos de producción artesanal por las

nuevas técnicas industriales en las que el vapor, la transmisión

axial de la energía y la electricidad tuvieron una gran importancia.

Gipuzkoa, además, se ha caracterizado por una tradición industrial

puesta de manifiesto en multitud de pequeñas unidades de tra-

bajo que abarcaban una gran diversidad sectorial, con preferencia

de las actividades metalúrgicas. Además, el hierro era abundante

en las montañas de Euskal Herria, lo que posibilitó la temprana

instauración de las ferrerías en nuestro territorio. Sin embargo,

las antiguas manufacturas de hierro, armas, útiles de labranza,

herramientas, puntas, clavos, no fueron las únicas en el mundo

productivo: no debemos olvidar las tejerías, tenerías, pequeños

astilleros, molinos para molturar el grano, molinos papeleros, tex-

tiles etc.

La industrialización en Gipuzkoa, estuvo en manos de una burgue-

sía principalmente autóctona, cuyos capitales provenían del comer-

cio o del simple ahorro, pero que supieron adecuarse a los nuevos

tiempos, provocando la confluencia en un mismo espacio de una

importante diversidad de sectores industriales. A pesar de ello los

dos sectores principales que impulsaron su crecimiento fueron el

papelero y el metalúrgico.

Una de las principales características del proceso industrial gui-

puzcoano ha sido la dispersión territorial. La industria se ha ido

distribuyendo por los diferentes valles fluviales donde cada uno de

ellos cuenta con sus características propias. De todas formas el

desarrollo industrial se extendió principalmente a lo largo del Valle

del Deba, del Urola y del Oria junto con el triángulo formado por

Hernani, Pasaia e Irun.

El Alto Deba contó con un protagonismo absoluto de las industrias

metalúrgicas, destacando los centros de Arrasate y Aretxabaleta;

el textil ha sido la seña de identidad de Bergara, mientras que la tra-

dición armera estuvo presente sobre todo en Eibar y en Soraluze. El

valle del Urola destacó en el sector de los transformados metálicos

de Legazpi y Zumarraga y las fábricas de muebles de Azkoitia, Azpei-

tia y Zarautz, en tanto que Zumaia y Zestoa se caracterizaron por la

producción de cemento natural, sin olvidar las fábricas de yute pre-

sentes en todo el medio y bajo Urola. A lo largo del Oria, nacieron

las papeleras, con un casi monopolio en la comarca de Tolosaldea.

Estamos ante una industria marcada por la atomización de los nú-

cleos fabriles, por la multiplicidad de sectores y por el predominio

de la pequeña y mediana empresa, ligada al ámbito familiar, opción

que en muchas ocasiones era debida a las limitadas disponibilida-

des de capital.

F. 03_ Instalaciones de CAF (Bea-sain) junto al río Oria.

F. 04_ La ya desaparecida Pape-lera de San José de Belauntza apoyada sobre el mismo cauce.

F. 03

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

Después de la decadencia comercial e industrial en la que se sumió

la provincia entre 1800 y 1841, a partir de la Primera Guerra Carlista

se abrió una nueva etapa en el desarrollo económico guipuzcoano.

Esta etapa, en la que se dieron los primeros pasos hacia la indus-

trialización de tipo moderno, fue en gran medida posibilitada por

el traslado de las aduanas interiores a la frontera con el estado

francés y a los puertos de mar en 1841, así como la promulgación

del arancel proteccionista del mismo año. La actividad preindustrial

tradicional continuó su marcha decadente hasta desaparecer total-

mente en este periodo.

En 1864, tan sólo funcionaban 20 ferrerías; era ya un hecho que no

se podía competir con los hornos altos recién instalados en Bea-

sain.

Era evidente, igualmente que la situación de las ferrerías no tenía

marcha atrás, pero éstas se resistían a darse por vencidas e incluso

muy avanzado el siglo XIX, se introdujeron débiles reformas en las

ferrerías de Alzolaras, Carquizano y Olabarria.

La única salida que se ofrecía a las ferrerías era su reconversión y

debido a su óptima localización, se encontraban junto a los cursos

de los ríos, no les faltaron salidas airosas.

En Tolosa se transformaron en papeleras, o en ellas se instalaron

altos hornos como en la ferrería de Amaroz; en Legazpi, en la ferre-

ría de Olazarra, coyunturalmente, se fundió el plomo de las minas

del Aizkorri, Katabera; otras pasaron a albergar la maquinaria ne-

cesaria para la fabricación de un nuevo producto, la cal hidráulica,

tal y como sucedió en la Ferrería de Iraeta en Zestoa, en la de

Alzolaras en Aia, en la de Sarikola en Orio, o Fagollaga en Hernani.

En las páginas siguientes se realizará un recorrido por las prin-

cipales manifestaciones que el uso y aprovechamiento del agua

tuvo en Gipuzkoa: es el caso de las actividades que se realizan

junto al mar, en los puertos o aquellas actividades que necesitan

el agua como parte de su proceso productivo o que necesitan

como fuerza motriz. También hubo actividades tales como ma-

taderos que se alzaban a pie de cauce lo que les facilitaban el

desague de los desechos. En el panorama guipuzcoano destaca

el matadero de Errenteria que data de 1927. Su autor fue Fausto

Gaiztarro y vino a sustituir al antiguo que estaba situado en el

casco urbano. Se halla en un espacio paralelo al río Oiartzun,

en el camino bajo de Capuchinos, ocupando un espacio amplio

y en un espacio que disponía de grandes facilidades para los

desagues y acarreos. Consiste en un edificio de planta poligonal

irregular (30 m x 20 m), en chaflán, con dos alturas, estructura

de hormigón, muros de ladrillo y cubierta a cuatro aguas con teja

curva. Tiene acceso adintelado bajo un pórtico de arcos de me-

dio punto recubiertos de mampostería con tejado a tres aguas y

vanos adintelados en la primera planta y una arquería de medio

punto en la segunda. La parte superior del muro está recubier-

to de ladrillo visto. En las esquinas de la fachada principal se

observa un escudo en el que se señala la fecha de edificación.

Las fachadas laterales, dedicadas a laboratorio y sala de oreo,

sobresalen ligeramente de la línea del lienzo del muro, con un

pequeño tejaroz. Este edificio estaba destinado a laboratorio y

pesaje de reses.

Otros mataderos que reproducen la misma ubicación a pie de

río son por poner algunos ejemplos: el matadero de Irun, el ma-

tadero de Alza o el matadero de Tolosa. En Pasai Doinibane el

matadero está ubicada junto a la bahía.

F. 04

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

El agua, espacio donde desarrollar la actividad industrial.

Las actividades relacionadas con el mar por su propia naturale-

za necesitan desarrollar su actividad junto al agua de mar. Nos

referimos a los astilleros, a los varaderos o a las carpinterías

de ribera. En Gipuzkoa destacan todavía en activo los astilleros

industriales Balenciaga en Zumaia o los que fueron Astilleros

Luzuriaga en Pasaia. En ambas empresas destacan las gradas

cubiertas. Astilleros Luzuriaga estableció unos talleres de cons-

trucción y reparación de buques en Pasai San Pedro en los terre-

nos cercanos al frontón. En el año 1951, la sociedad recibió una

comunicación de la Dirección de Obras y Servicios del puerto de

Pasajes, por la que debía desalojar en breve plazo de tiempo los

terrenos que ocupaba para dar continuidad al muelle pesquero;

a la vez se le otorgaban en concesión terrenos en Bordalaborda

ya en Pasai Donibane donde podían continuar su actividad. En

1979 los citados astilleros daban trabajo a más de 500 obreros.

Posteriormente la empresa sufrió la crisis del sector, y pasó a

denominarse Astilleros Pasaia S.A. En la actualidad han pasado

a formar parte de los Astilleros Zamakona. El complejo edificado

se construyó en los terrenos ganados al mar en la década de

los años 50. En sus naves destaca el uso del hormigón armado

tanto en paramento y pilares siendo la bóveda de medio cañón la

solución elegida para cubrir los diferentes pabellones del astillero

tal y como se observa en las gradas cubiertas y proyectadas en

1955 por el ingeniero Alfredo Bizcarrondo. (Herreras, 1999).

Este astillero desde casi sus inicios decidió orientarse hacia el

trabajo a partir de diques flotantes. Esta solución resume la gran

escasez de suelo que siempre ha tenido Gipuzkoa y que incluso

en la bahía de Pasaia se hace presente. Hacia 1953 hubo intentos

de construir un dique seco pero finalmente debido a su elevado

costo y a las especiales características del puerto no llegó a ser

una realidad. Hubo que seguir confiando en los diques flotantes

aunque ello requiriera reducir el espacio de flotación de la bahía.

El más pequeño de los dos diques es uno de los elementos más

interesantes de patrimonio industrial de la Comunidad Autónoma

Vasca dada su originalidad, antigüedad y características técnicas.

Fue construido en 1925 por los Astilleros Lubecker en Lubeck

Alemania. Antes de recalar en Pasaia hacia 1933 pasó por Cádiz

donde sirvió para la construcción de cajones de hormigón arma-

do del dique seco del astillero de la misma ciudad .Este dique

puede acoger embarcaciones cuya eslora máxima sea de 125,00

m con una manga exterior de 23,25 m y una manga interior de

18 m. El calado máximo entre picaderos a flotación máxima es

de 6,60 m. Los picaderos situados en el centro del dique son de

F. 05_ Dique Flotante en el Puerto de Pasaia.

F. 06 (1)_ Tinglado. Tolosa.

F. 06 (2)_ Tinglado. Tolosa.

F. 07_ Mercado de Azkoitia.

F. 05

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

madera y metálicos, se sitúan en el centro del dique y es donde

se apoya la quilla del barco. Las camas situadas a ambos lados

sirven de apoyo al casco del barco. Existe un segundo dique flo-

tante de 140 m. de eslora máxima, manga interior de 23 m. y

5.200 tn. de fuerza ascensional y 6 m. de calado máximo.

El dique flotante no es el único elemento de patrimonio industrial

que hemos de buscar sobre el agua ya sea salada o dulce. En

ocasiones fueron mercados, mataderos, los que en el primer ter-

cio del siglo XX se construyeron apoyándose en los cauces e in-

cluso algunos fueron más allá edificándose sobre el mismo. Son

elementos tan interesantes como el mercado de Azkoitia o el

tinglado de Tolosa. El tinglado de Tolosa presenta una traza ligera

y luminosa dominada por el desarrollo horizontal, pilotada sobre

el cauce del Oria. Está abierto en tres de sus lados, presenta en

la fachada que avanza sobre el río una serie de 20 arcos de medio

punto acristalados. También el mercado de Azkoitia fue ampliado

y para ello se decidió ocupar el río Urola. En el año 1905 Manuel

Echave proyectó un edificio destinado para mercado, alhóndiga

y escuelas públicas. La ampliación es un añadido pivotado sobre

el río de estilo ecléctico.

F. 06(2)

F. 07

F. 06(1)

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

También fueron muchas las industrias que iniciaron su actividad

ocupando los mejores terrenos en el fondo del valle junto a los

cauces fluviales, luego su intensivo desarrollo les obligó a desviar

regatas o bien a taparlas para poder desarrollar su expansión más

cómodamente. Es el caso de Unión Cerrajera donde el Deba des-

aparecía bajo las naves o lo que en la actualidad ocurre en Legazpi,

el río Urola también se oculta bajo las naves de Patricio Echeverría

y no vuelve a aparecer hasta que abandona la fábrica.

Además de los edificios industriales propiamente dichos, la em-

presa para evitar las dificultades derivadas del abastecimiento de

agua decidió construir en 1954, un embalse en el arroyo Urtaza

con una concesión de 200 litros de agua por segundo. El pequeño

embalse tendría una capacidad de 600.000 metros cúbicos de ca-

pacidad. La presa tenía una altura de 34 metros de altura sobre el

fondo del cauce de la citada regata y una longitud en la coronación

de 165 metros.

Para poder construir el embalse hubo que habilitar una cantera, la

de Aizpuru, de Zerain, construyendo los accesos correspondien-

tes.

En cuanto al abastecimiento de energía eléctrica, la empresa

F. 08_ La ocupación del fondo del valle en Antzuola. Las Curtiderías.

F. 08

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

comenzó comprando a la firma “Segura, Ugalde y Cía” su salto

de Brinkola y a medida que sus instalaciones y necesidades au-

mentaban hubo que buscar nuevas posibilidades: se instaló una

caldera de vapor y se realizó una instalación de gas-pobre para la

producción de energía térmica. Posteriormente, hacia 1922, com-

praba electricidad a la empresa “Hidroeléctrica Ibérica” a la “Elec-

tra Aizkorri” procedente de Zegama a través de J.M. Aguirrezabal

de Brinkola y finalmente la empresa adquirió el salto del Urederra

de Estella así como su red de distribución. Se desprendió de todo

ello cuando quedó resuelto el abastecimiento de energía por parte

de Iberduero.

También hacia 1947, se instalaron dos motores auxiliares Sulzer de

700 HP. de potencia cada uno, para hacer frente a las restricciones

de Iberduero.

Otras industrias crecen a pie de cauce inmediatamente al lado y

en ocasiones a ambos lados del río engullendo como parte de la

empresa el propio cauce del río. En ocasiones deben recurrir a la

construcción de puentes como es el caso de Manufacturas Olaran

de Antzuola. Esta empresa ubicada en el casco urbano de Antzuo-

la tras su derribo ha dado paso a un desarrollo residencial, también

en el fondo del valle.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

Todo esto que venimos señalando llega a su máxima expresión en

Eibar, donde la particular configuración del territorio junto a las di-

ficultades derivadas por la propia topografía, limitan de forma de-

cisiva no solo la formación de solares edificables sino también la

adecuación de los propios edificios al medio natural, situación que

limita cualquier tipo de desarrollo.

En Eibar la propia carretera Bilbao - Donostia y el río Ego se configu-

ran como los de la trama urbana.

El uso del agua como fuerza motriz e igualmente la escasez de sue-

lo obligó en muchas ocasiones a que las arquitecturas industriales

se resolvieran mediante edificios de pisos, donde era mucho más

fácil la transmisión de energía.

F. 09_ Papelera de Zizurkil, antes de las últimas remodelaciones.

F. 09

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

F. 10_ Pequeña central en el fon-do del valle. Tan solo los detalles decorativos que utilizan el ladri-llo delatan su origen industrial.

F. 10

El agua necesaria para el proceso productivo.

Es difícil encontrar aún hoy día algún sector económico que de

una manera u otra no necesite el agua. Se nos presenta como un

elemento básico para el proceso productivo, tanto como materia

prima o como fuerza motriz. En cuanto a un correcto desarrollo de

la técnica el tema de la energía es central. A partir del momento

en el que se abandona la energía humana, móvil, pero de limitada

producción por otra energía natural o fabricada los efectos sobre

la producción y la escala a la que esta se produce son numerosos.

Muchos de los testigos de esta actividad han subsistido y son

testigos de esta actividad diversificada gracias al motor hidráulico.

En ocasiones los vestigios se encuentran salpicando el paisaje. En

los fondos de los valles junto a los cursos de agua se realizaban

los trabajos de más valor añadido gracias al motor hidráulico: fun-

diciones, serrerías, molinos etc.

Así que podemos resumir que debemos al agua y a su utilización

un avance social considerable al mismo tiempo que una relativa

diversificación del paisaje. A lo largo de los cursos de agua, las

presas anuncian que a escasos metros se encuentra un molino,

una ferrería pero también una actividad industrial más extensa:

valles metalúrgicos, valles papeleros, valles textiles si la cantidad

de agua del río lo permite y donde el agua es a la vez fuente de

energía y compuesto en el proceso productivo. Todavía en la épo-

ca de la preindustrialización los valles dependían directamente del

área circundante en el que se encontraba. Con la llegada de la

industrialización precisamente el rol de los valles se acentuó. La

mecanización de la industria provocó la necesidad de la instalación

de grandes edificios movidos por inmensas ruedas hidráulicas, las

cuales gracias a un juego complicado de poleas y embarrados con-

seguían poner en movimiento las máquinas que operan en los di-

ferentes estadios de la producción. Por causas evidentes debidas

a la transmisión del movimiento las fábricas en cuestión se cons-

truían a lo alto. Son tres, cuatro o incluso cinco pisos asociados

lógicamente a un montacargas.

Esta preeminencia del agua está acompañada de una constante

búsqueda de perfeccionamiento en el rendimiento energético. El

problema no residía en el origen de la fuerza del agua sino en con-

seguir que la captación fuera lo más completa posible. Durante

mucho tiempo las ruedas hidráulicas fueron ruedas medievales

donde se producían muchas pérdidas. Poco a poco la rueda hidráu-

lica dio paso a la turbina donde el agua se dirigía hacia el tubo que

venía a golpear los álabes de una rueda. A partir de entonces era

todo el caudal de agua el que trabajaba.

Pero todavía no se había solucionado todo, quedaba lo relaciona-

do con la transmisión y el transporte de la energía proporcionada

por el agua. Con la llegada de la electricidad se demostró que

se sabía producir una energía regular, transportada a lo largo de

grandes distancias. Pronto la fábrica podía instalarse donde se

quisiera.Poco a poco se observa que es mejor ubicar la industria

donde las comunicaciones nos acerquen mano de obra fácil. Se

creía en un principio que era posible transportar la energía, que

esto impulsaría una nueva forma de trabajo a domicilio, una idea

reforzada por las posibilidades que proporcionaba el automóvil y la

informática. La descentralización se nutre de esta ilusión pero las

grandes concentraciones industriales siguen prefiriendo los cen-

tros históricos.

A continuación realizaremos un repaso por los principales secto-

res económicos y su relación con el agua.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

64

El trabajo del hierro.

La industria de la transformación del hierro en el País Vasco ha

sido una actividad económica de primer orden durante siglos, ac-

tividad que vio su máximo desarrollo en el momento en que la

rueda hidráulica se perfeccionó para poder obtener el máximo be-

neficio del agua. El trabajo del hierro, presente desde antiguo en

Euskal Herria, ha sido secularmente uno de los principales pilares

de la economía interna del País; la ferrería se constituyó durante

largos siglos en una verdadera unidad de producción de hierro y

acero en la que se reunían aspectos materiales, técnicos, econó-

micos y sociales. La ferrería no hubiera existido sin agua, sin mi-

neral, sin combustible y sin tecnología (barquines, mazos, y otras

herramientas).

Esta actividad siderúrgica y metalúrgica, hasta la aparición de las

fábricas modernas, estuvo en manos de las unidades de produc-

ción atomizadas conocidas como ferrerías a cuyo frente estaba

el ferrón, mezcla de empresario y maestro artesano. La industria

férrica prosperó mucho durante los siglos centrales de la Edad

Moderna, llegándose a efectuar importantes exportaciones a In-

glaterra a pesar de los derechos prohibitivos que regían en aquel

reino.En 1752, el número de ferrerías en el País era de 72; en 1789

eran ya sólo 64. La actividad de las ferrerías fue languideciendo

durante la primera mitad del siglo XIX, entre 1814 y 1860. En 1845,

Pascual Madoz en su diccionario se refiere a la existencia en activo

de 51 de ellas. El retraso técnico acumulado a lo largo de casi tres

siglos por la siderurgia tradicional acabó resultando económica-

mente insostenible en el primer tercio del siglo XIX. Los cambios

paulatinos y entre ellos el traslado de las aduanas a la costa en

1841, a la vez que se promulgaba el arancel general supusieron de

hecho el fin de la siderurgia tradicional. Ello estimuló el nacimiento

de fábricas modernas con las que aquella no pudo competir. Du-

rante un tiempo, lograron sobrevivir vendiendo tocho a los nuevos

establecimientos, pero su final definitivo no tardaría en llegar.

Estas palabras de Madoz nos hacen pensar que a pesar de la cri-

sis, fueron un gran número las que se resistían a desaparecer.

Son mucha las preguntas que se nos plantean ante la realidad

a la que habían llegado las ferrerías ¿Por qué no se introdujeron

las nuevas técnicas en el País Vasco? ¿Por qué no se dio el salto

como en los países adelantados de Europa en la misma época,

de la ferrería al Alto Horno? Todo parece indicar que existían ver-

daderas dificultades estructurales. Bien es verdad que la ferrería

era una unidad muy importante de producción, que por otro lado

buscaba beneficios, pero a la que le costaba enormemente dar

el paso de simple ferrería a empresa capitalista moderna. En la

mayoría de los casos el propietario no coincidía con el industrial

ferrón, los contratos eran muy breves y todo esto se reflejaba en

un sistema muy fraccionado. Igualmente debido a los importantes

desembolsos que en la unidad de producción se debían realizar, el

fabricante propiamente dicho estaba subordinado a un capitalista

más fuerte, generalmente una empresa de comercio que era la

que podía proporcionarle dinero líquido en préstamo para solucio-

nar el aprovisionamiento del carbón, solucionar las averías etc. y

sobre todo para poder hacer frente al transporte del mineral; pero

indudablemente comercio e industria eran dos sistemas totalmen-

te diferentes que no podían basarse en los mismos parámetros.

Estas nuevas empresas, que fundían mineral de hierro en altos

hornos, pudelaban o afinaban el colado convirtiéndolo en hierro

dulce martilleado o laminado, acabaron con lentitud, entre 1826 y

1860, con aquellas ferrerías que no se modernizaron.

Como consecuencia de lo comentado en las líneas anteriores, el

número de ferrerías guipuzcoanas descendía a medida que en la

provincia vecina, Bizkaia, se acrecentaba más y más la producción

de hierro en industrias de más envergadura. A partir de 1860, el

declive de las ferrerías y la desaparición de las mismas era un he-

cho irremediable. Los nuevos sistemas de obtención de hierro en

alto horno y la evolución de los precios del producto así obtenido

marcaba el final de una industria tradicional en Vasconia. La venta-

ja comparativa que conseguirían otras provincias en la obtención

del metal férrico, a costos más bajos, obligó a Gipuzkoa a abando-

nar gran parte de la producción de este metal.

La única solución era la renovación tecnológica intentando produ-

cir aquello que el arancel protegía suficientemente. Los cauces

de los ríos guipuzcoanos en estos años veían obsoletas sus fe-

rrerías de agua pero estaban ubicadas en lugares excelentes y no

les faltaron salidas airosas. Algunos emplazamientos tradicionales

continuaron dedicándose a la producción del hierro y su estrategia

se orientó hacia el establecimiento de hornos altos para la produc-

ción de hierro colado y a la importación de las tecnologías de afino

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

65

fundamentalmente para su conversión en hierro dulce, todo ello

destinado a abastecer parte del mercado interior. Otras ferrerías

se trasformaron en modernos centros de fabricación de papel, en

empresas textiles y también los hubo que se orientaron hacia la

fabricación de cal hidráulica. Cambió la orientación industrial para

adaptarse a los nuevos tiempos pero el espacio industrial no sufrió

cambios decisivos. Ha sido más recientemente cuando la política

de suelo industrial ha expulsado a la industria de los núcleos urba-

nos y por lo tanto la ha alejado de los cauces fluviales.

Son muchos los casos en los que se observa esta transformación,

a continuación nos detendremos en la transformación a la que

se vio sometida un espacio tradicional productivo del Antiguo Ré-

gimen hasta su conversión en una moderna industria capitalista.

La orientación seguía siendo la misma el trabajo del hierro, pero

como veremos más adelante era mucho lo que se debía hacer

para adaptarse a los nuevos tiempos. Lo que si permanecía era la

ubicación originaria, el uso del agua y las infraestructuras hidráu-

licas.

En Lasarte, en terrenos por aquel entonces pertenecientes al mu-

nicipio de Urnieta, existía una ferrería entre los años 1625 y 1752.

Se levantaba a 20 metros sobre el nivel del mar movida por las

aguas del Oria con un caudal medio que rondaba en ese punto los

25m3/s. Desde comienzos del siglo XVIII, este conjunto estaba

formado por una ferrería mayor, una ferrería menor y un molino.

En concreto en 1752 se afirmaba que la ferrería menor labraba

800 quintales de hierro, es decir, que ambas eran consideradas

ferrerías mayores.

En 1847, recién estrenado el nuevo orden político y las nuevas

fronteras tras la Primera Guerra Carlista, Fermín Lasala, activo y

emprendedor guipuzcoano puso sus ojos en estas instalaciones

productivas ya obsoletas y abandonadas que por aquel entonces

estaban en manos de Luciano de Porcel, Marqués de Villalegre y

de San Millán, vecino de Granada. El citado marqués contaba en-

tre sus muchas propiedades con un entorno industrial de primer

orden, formado como veremos a continuación por una ferrería,

dos molinos y como por la Casa-Torre. Este lugar reproducía como

en otros muchos emplazamientos guipuzcoanos lo que había sido

durante siglos el orden económico y social y donde se habían dado

las relaciones laborales, pero que ya rayando la mitad de la centu-

ria del siglo XIX, su continuación era cuando menos anacrónica.

A Fermín Lasala no le movió en esta adquisición un afán terrate-

niente sino que estaba seguro que éste sería el lugar idóneo don-

de instalar una moderna fábrica de hierro continuando la tradición

productiva del lugar, pero eso sí, introduciendo las mejoras y las

nuevas tendencias del momento.

Junto a la ferrería existían también dos antiguos molinos: Goi-

coerrota y Becoerrota; estos también fueron adquiridos insta-

lándose allí una industria molinera, con los planteamientos más

modernos del momento. Además las modernas máquinas que

empezaron a funcionar allí fueron construidas en la misma fábrica

de Lasarte, siendo uno de los primeros trabajos que el ingeniero

Eduardo Fossey proyectó por encargo de Fermín Lasala.

Fermín Lasala este activo y emprendedor empresario y el verda-

dero impulsor de esta iniciativa, podía haber orientado este es-

pacio industrial, privilegiado como tantos otros en cuanto a las

condiciones espaciales al sector textil, o al sector papelero, pero

seguía creyendo en algo que los guipuzcoanos conocían muy bien

el trabajo del hierro. La manipulación y transformación del hierro

era por lo demás un sector muy amplio y decidió orientar su pro-

yecto hacia la fundición por moldeo y podemos decir que no se

equivocó.

Además se estaba iniciando un momento en el que se comenzaba

poco a poco la mecanización del trabajo y Lasala sabía a ciencia

cierta que las nuevas industrias papeleras, textiles, la nueva mo-

linería necesitaría turbinas y modernas máquinas y que hasta la

fecha llegaban desde muy lejos.

En concreto en el año 1851 Eduardo Fossey escrituró un intere-

sante contrato con el subdirector del Sindicato de Riegos de Taus-

te en Zaragoza. Este sindicato estaba dispuesto a probar la mo-

derna tecnología sustituyendo las antiguas norias que a mediados

del siglo XIX estaban todavía instaladas en las acequias y hacerse

con la maquinaria necesaria para elevar las aguas aprovechando

el salto que existía en el edificio conocido con el nombre de las

Novias.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

66

Dicha máquina estaría formada por una turbina de 12 caballos

con un árbol vertical de hierro dulce y piñón horizontal que en-

granaba con una rueda de ángulo que variaba el movimiento, el

eje de ésta sería horizontal y de hierro colado. Tenía además en

sus dos extremos dos piñones que engranaban así mismo con

las coronas dentadas de las ruedas de cajones que eran las des-

tinadas a subir el agua. La turbina se acomodaba a un salto de 5

pies y medio castellanos, que había fijado el maestro mayor de

las obras de la acequia.

La máquina debía ser construida en los talleres de Lasarte y se

recibiría en su lugar de destino según los siguientes precios: 300

reales de vellón por cada uno de los 140 quintales de 100 libras

castellanas de hierro que pesaba la turbina y 175 reales de vellón

por cada uno de los 240 quintales de 100 libras de hierro que

pesaban las demás partes de la máquina.

Un año más tarde en 1852, Fossey recibió un interesante encar-

go de Fermín Lasala. Nuestro activo Fermín Lasala entre otras

muchas cosas, también participaba en la empresa de las obras

de mejora del muelle del Puerto de la ciudad de San Sebastián,

que por aquel entonces estaba necesitada de una draga para la

ejecución de las citadas obras. La fundición de Lasarte fue la

elegida para llevar a cabo el citado trabajo. La draga diseñada por

Eduardo Fossey se componía de una viga armada con los corres-

pondientes cangilones de hierro fijados a dobles cadenas que se

movían sobre rodillos giratorios.

También en este año de 1852, Fossey se ocupó de la remodela-

ción de la fábrica de Irura. En los años justamente anteriores a

esta fecha en el citado lugar Juan Gregorio Echezarreta y Pedro

José de Aristi eran propietarios de una fábrica de fundición esta-

blecida en ese emplazamiento, fábrica que contaba además con

su casa habitación. Estos además participaban en una fábrica de

papel, hilados y tejidos de algodón y lana que poco a poco iba en

aumento por lo que decidieron arrendar la citada fundición por

la cantidad de 20.000 reales de vellón. Era un momento en que

la producción de papel vivía un momento álgido, dándose una

especialización en el valle del Oria. Estos socios además encar-

garon a Eduardo Fossey la construcción de una turbina de hierro

colado de 12 caballos de fuerza para aprovechar un salto de 4

metros y que en ningún momento podría gastar más de un tercio

de metro cúbico de agua.

Uno de sus principales clientes fue la industria papelera, la cual

estaba viviendo en esos momentos un momento de gran dina-

mismo. La empresa de Lasarte les proporcionaba tanto las turbi-

nas como las ruedas hidráulicas con las que conseguían energía

como las máquinas de producción, sin que para ello tuvieran que

recurrir a empresas extranjeras o lejanas. De hecho la sociedad

fundidora se encontraba en la cuenca del Oria, la misma que

vería crecer un gran número de enclaves papeleros. La lista de

sus clientes es larga: la antigua ferrería de San Miguel de Navarra

donde se iba instalar una fábrica de papel, la empresa “Fagoaga,

Lecuona y Cía” de Mugaire (Navarra, la empresa “Juan Sesé y

Cía” de Tolosa también en 1870 encargó una rueda hidráulica.

Las empresas “Echezarreta y Cía” de Irura y Bonifacio Guibert

de Hernani también le encargaron sus turbinas, “La Tolosana” de

Baldomero Ollo, José Zeberio de Tolosa, el molino de Chiquier-

di en Usurbil se instalaron dos pequeñas turbinas, la empresa

“Arza, Eizmendi y Compañía” de Alegia realizaron el siguiente

convenio: “Garay y Arregui” de Oñati encargó un aparato de ca-

lentar el aire y un ventilador para secar fósforos por 3.800 reales

de vellón.

También desde La Coruña, recibió el encargo de Manuel Fernán-

dez Granas para el diseño, fabricación y montaje de una máquina

de vapor y caldera cuyo precio ascendió a 62.000 reales de ve-

llón. Tradicionalmente se había aceptado que las máquinas que

se montaron en el inicio de la industrialización fueron adquiridas

en su gran mayoría en el extranjero. La empresa que estamos

analizando nos muestra sin embargo una tecnología autóctona

muy importante.

También desde Zaragoza, desde la zona conocida como Ateca

se recibían interesantes encargos. Esta zona como en Gipuzkoa

se estaba propiciando el cambio en el uso de los tradicionales

molinos en los que se instalaban modernas turbinas, que propor-

cionaban energía eléctrica. Éste fue el pedido de Francisco Acero

o la turbina que se construyó para Carlos Moreno de Aguilar del

Río Alhama, turbina que alcanzó el precio de 31.000 reales de

vellón.

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

67

La fundición de Lasarte había permanecido en el mismo lugar,

con altibajos durante 40 años. Desde 1848, había ocupado el

mismo espacio. Tuvo que hacer frente a la escasez de materia

prima de calidad, de hecho el lingote siempre era traído desde

el extranjero, a una escasa capitalización, pero nunca había teni-

do que hacer frente a una dura competencia. Pronto las cosas

cambiarían.

Desconocemos las razones exactas por la que se produjo el tras-

lado a Pasajes, pero en el año 1888 la empresa estaba instalada

en su nuevo emplazamiento, en Molinao. Todo hace suponer que

el cambio de localización vino motivado sin duda, en relación a

la búsqueda de unas mejores condiciones estratégicas. El lugar

elegido, en este caso, no fue como en la década de los 40, un

espacio con tradición industrial, sino que ahora se trasladaron a

un lugar virgen, nuevo que décadas atrás había sido adquirido y

desecado por Fermín Lasala. Era además un lugar más cercano

a la frontera, mejor comunicado con el puerto y con el ferrocarril

a dos pasos.

Por aquel entonces sus clientes seguían siendo aquellas indus-

trias que se estaban dando sus primeros pasos: Romualdo Gar-

cía e hijo, Vda. de Aurrecoechea, Francisco Brunet, J. Olibet e

hijo, Francisco Sarasola, Juan Bautista Laserre, Zulueta e Isasi,

Manuel de Urcola, José L. Corta y Cía, Berasaluce, Barrena y

cía, Juan Iriarte, Ramón de Brunet, Mercader y Vda. de Londaiz,

Moyua, Elorza y Altube, Real Compañía Asturiana, L. Duras y Cía.

La mayoría de las empresas seguían siendo papeleras, pero tam-

bién las había que se dedicaban a las transformaciones metálicas

o industrias textiles.

A comienzos de la década de los años 90 del siglo XIX, la em-

presa fundidora que nos ocupa volvió a vivir momentos de gran

incertidumbre. Fue en estos años cuando comenzaron a instalar-

se modernas fundiciones, que utilizaban ya todos los adelantos

de época, mientras ellos seguían realizando los trabajos con las

máquinas de la época de Fossey y todavía utilizando en el meca-

nizado la lima y el cincel.

Con idea de vencer la fuerte competencia que ya existía en la fa-

bricación de máquinas, el director de la empresa, Antonio Eche-

verría decidió recién iniciada la década de los años 90, comenzar

a fabricar un nuevo artículo: tuberías y fundiciones ligeras, para lo

cual se hizo venir de Hannover (Alemania) un nuevo cubilote.

Hasta esta década, como hemos visto anteriormente disfrutaba

de una situación privilegiada ya que pocas empresas a su alre-

dedor podían hacerle sombra. Pero el sector de la fabricación de

la maquinaria se vio favorecido por el arancel proteccionista de

1891 que supuso una fuerte subida de los derechos de impor-

tación de la maquinaria extranjera e hizo que nuevas iniciativas

se presentaran como prometedoras. Una muestra de ello fue el

surgimiento de una potente empresa La Maquinista Guipuzcoa-

na que instaló sus talleres en Beasain en 1892. Posteriormente

al constituirse en Bilbao la Sociedad Española de Construcciones

Metálicas (1901), la fábrica fue absorbida por esta sociedad y fue

entonces cuando se diseñó una nueva gran factoría. Volvería a

ser independiente bajo el nombre de Fábrica de vagones de Bea-

sain, para integrar a partir de 1917 la Cía Auxiliar de Ferrocarriles

S.A. cuyas siglas la identifican hoy día: C.A.F.

Fundiciones Molinao hacia 1892 trabajaba la llamada “fonte

courante”, todo lo referente a los efectos de cocina, tubería de

bajada aprovechando el desarrollo urbanístico que estaba disfru-

tando la capital guipuzcoana. Además en ese momento, la em-

presa se encontraba en pleno trabajo una vez vencidos los pro-

blemas para la fusión de los tubos. Los datos estadísticos daban

a entender que los beneficios eran mayores cuanto mayor era el

peso total de lo fundido en cada campaña.

Por aquel entonces, recién iniciado el siglo XX, la empresa fun-

cionaba todavía con calderas y máquina de vapor, de hecho tenía

asegurado un abastecimiento fácil de carbón procedente de As-

turias gracias a la cercanía del puerto de Pasaia. Pero paulatina-

mente la energía eléctrica iba ganando terreno y decidió comen-

zar a utilizarla en sus instalaciones.

Consiguieron que la empresa Arditurri de la mano de Mariano

Arrieta les ofreciera una fuerza de 20 caballos de fuerza pagando

por cada caballo de fuerza y año 300 pesetas, con una duración

de 12 horas diarias. Todos los cálculos que efectuaron les con-

vencieron de que esta formula era más económica que el consu-

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

68

mo de carbón en las máquinas de vapor. Una vez más la energía

hidroeléctrica ganaba la batalla. El coste del motor eléctrico era

menor y se economizaban los costes del fogonero y las repara-

ciones de las calderas.

El año 1918, fue una fecha clave para la empresa de Pasaia. La

Casa Brunet y el Duque de Mandas estaban al frente de la ci-

tada sociedad desde 1858, habían sufrido crisis, cambios en la

producción, en el emplazamiento, pero finalmente en esa fecha

decidieron ofrecer la empresa a Javier Luzuriaga.

Javier Luzuriaga nació en Oiartzun a mediados del siglo XIX.

Pronto comenzó a trabajar como aprendiz en la fábrica de Lasar-

te, precisamente objeto de nuestra atención en la época en la

que la dirección estaba en manos de Goicoechea y donde llegó a

ser un buen ajustador montador. Dado su carácter emprendedor

decidió abandonar su trabajo como asalariado y se estableció por

su cuenta en el muelle de San Sebastián y posteriormente en

la calle 31 de Agosto. Enriquecido por su trabajo y gracias a un

premio de lotería adquirió por compra los terrenos de una anti-

gua fábrica de azúcar cerrada que ocupaba un lugar vecino al que

luego sería el Colegio de los Jesuitas en Ategorrieta, parte de la

Avenida de Navarra y las casas de Andonaegui y Mendizabal, a

donde se trasladó en 1898.

Ante el temor de que los terrenos se vieran afectados por los

previsibles y futuros ensanches de San Sebastián, adquirió en

Tolosa unas fundaciones establecidas allí a donde se trasladaba

todos los días, hasta que finalmente accedió al ofrecimiento de

los propietarios de la Fundición Molinao y trasladó allí sus máqui-

nas, elementos y plantillas de Ategorrieta y Tolosa. Bajo la nueva

dirección, los talleres dieron una ocupación a 180 obreros. En

1934 con su hijo y colaborador Victorio Luzuriaga constituyó la

Sociedad Regular Colectiva “Javier Luzuriaga e hijo”.

Posteriormente en 1937 pasó a denominarse “Victorio Luzuriaga

S.L.” En la década de los años 40, su empresa necesitaba exten-

derse al campo del acero moldeado y de laminación y ello le llevó

a interesarse por la empresa de Usurbil “José de Orueta S.A.”

que debido a las restricciones eléctricas del momento trabajaba

a ritmo lento.

En 1958 se transformó en la empresa “Victorio Luzuriaga S.A.” y

en 1960, al fallecer Victorio, se amplió la base de la sociedad. A

finales de los años 60 se instaló una nueva fundición en Tafalla.

Tras los problemas a los que tuvo que enfrentarse en la década de

los años 70 y 80, en la actualidad se encuentra dentro del grupo

cooperativo Fagor, habiéndose cerrado definitivamente la planta

de Pasaia.

Este era, explicado a grandes rasgos, el panorama del sector hasta

bien entrado el siglo XIX. En algunos casos como los dos que ana-

lizaremos a continuación la fandería de Iraeta y la Fábrica de hierro

en Vera de Bidasoa, si se dieron las mejoras tecnológicas necesa-

rias gracias a las cuales dieron el salto hacia nuevas maneras en la

fabricación del hierro, pero eran muchos los vicios estructurales y

muy difícil romperlos; quizá haya que ver en este último aspecto el

principal problema que hizo que las nuevas iniciativas siderúrgicas

no llegaran a consolidarse. A pesar de ello cubrieron un espacio

amplio en los inicios de la moderna siderurgia y metalurgia y fue-

ron el necesario paso antes de que llegaran la consolidación de

nuevos sectores como veremos más adelante.

La preocupación por la mejora tecnológica se hizo presente en el

siglo XVIII de la mano de “Real Sociedad Vascongada de Amigos

del País”, en la que una de sus mayores preocupaciones fue pre-

cisamente la renovación técnica de las ferrerías y el conocimiento

de los nuevos procedimientos en uso en Europa. Por lo tanto es

obligado referirnos a ella, al tratar la industria metalúrgica en el

País Vasco. A lo largo de los diferentes acuerdos y discusiones que

tuvieron lugar, podemos aproximarnos a la situación del sector si-

derúrgico y a la manera a la que se enfrentaron a los nuevos retos

que Europa planteaba.

Uno de los primeros acuerdos que la Sociedad tomó fue el estu-

diar cual de las tres tipos de fuelles, barquines o trompas llama-

das aizearka era el mejor sistema, esta última era precisamente

la que usaba el agua para mejorar el tiro del horno en las ferrerías.

Una de estas fue ensayada por el socio Pablo de Areizaga en la

ferrería Bengolea en Legazpi según las dimensiones publicadas

por la Real Academia de Ciencias de París en los que el producto

obtenido fue de buena calidad y el consumo de carbón parecido

al de los barquines.

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

69

Sin duda las ideas propugnadas por la Bascongada calaron hon-

do. Esta sociedad recomendaba la rápida implantación de fá-

bricas de hoja de lata, tachuelas, alambre y agujas. Y es que

tras el final de las contratas con la liberalización del comercio, la

Fandería de Iraeta orientada a la fabricación de frascos de azo-

gue adoptaría como principal producción la fabricación de hoja

de lata.

Con la llegada del nuevo siglo la preocupación por las mejoras

no decayeron. A principios del siglo XIX, se produce una reac-

tivación de los estudios industriales de perfeccionamiento de

la industria siderúrgica de la mano de la Sociedad de Fomento

dependiente también de la Real Sociedad de Amigos del País.

En la reunión que mantuvieron el 21 de Agosto de 1832, asistie-

ron el Conde de Peñaflorida, el conde de Monterron, el Conde

de Villafuertes, José Ramón de Mendia, Gaspar de Aranguren,

Ignacio de Zavala, Gabriel de Ibarzabal. Excusaron su asisten-

cia Manuel Joaquín de Igueravide y Agustín de Echeverria. Este

nombre volverá a aparecer en varias ocasiones ya que se trata

del industrial ferrón encargado de la Fandería de Iraeta. Su pa-

dre fue el ferrón cuando a Iraeta tan sólo se le podía considerar

ferrería. A esta reunión acudió Francisco Antonio de Elorza, di-

rector de las Ferrerías establecidas en Marbella y en Pedroso en

Andalucía para tratar sobre los medios que podrían adoptarse en

Gipuzkoa, para evitar la ruina de sus ferrerías, que ya sufrían la

competencia de las fábricas de hierro levantadas en Andalucía.

Todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de lograr una re-

ducción en el consumo del combustible, adoptándose en el País

el método seguido en las ferrerías a la catalana existente en el

Condado de Foix y Pirineos Orientales de Francia.

Una figura esencial en todo este movimiento que intentaba fa-

vorecer la siderúrgica en el País fue Francisco Antonio de Elorza,

director de las ferrerías establecidas en Marbella y en el Pe-

droso en la provincia de Málaga. Mantuvo durante los primeros

años del siglo XIX, una interesantísima correspondencia con el

Conde de Zavala, donde le responde a todo tipo de preguntas

sobre los adelantos técnicos y científicos y las posibilidades de

mejora que tenía el sector a la vista de su experiencia por toda

Europa, aconsejándole de manera clara sobre la dirección que

debían tomar los trabajos del hierro para salir de la crisis.

Francisco Elorza y Aguirre (1798-1873) nació en el barrio de Araoz

de Oñati, combatió contra los Cien mil hijos de San Luis. Estuvo

exilado en 1823 y fue impulsor de la Fábrica de armas de Trubia.

También introdujo en España la fabricación de cañones de fusil.

Era constantemente consultado y se le mantenía informado sobre

las iniciativas que se llevaban a cabo; no dudamos que sus opinio-

nes tuvieron mucho que ver en varias de las iniciativas que se lle-

varon a cabo: investigaciones sobre el carbón mineral, instalación

de una fábrica de hojalata.

Gracias a esta interesante correspondencia hemos podido cono-

cer la instalación de un horno alto en Andoain, lo más probable en

la ferrería Lizarkola, en la década de los años 20 del siglo XIX, que

fracasó según su opinión por las dimensiones poco adecuadas del

horno o debido a la inexperiencia de los operarios. Nuevamente

el lugar elegido para las nuevas experiencias siderúrgicas era una

ferrería, junto a un cauce fluvial.

A través de sus cartas podemos apreciar que era un perfecto co-

nocedor de la realidad siderúrgica de Inglaterra, tal y como se re-

fiere en su carta remitida desde la Fábrica del Pedroso el 24 de

Marzo de 1831, en la que contesta sobre la instalación de una

fábrica de cilindros.

Pocos años más tarde en 1869, eran 18 ferrerías las que estaban

activas en Gipuzkoa. Según aclara la Revista Minera en ese mis-

mo año se produjeron 11.200 quintales métricos de hierro dulce y

1.600 de acero cementado. Esta industria ya ocupaba tan solo a

89 hombres. Sin embargo, ese mismo año los dos hornos altos de

Beasain produjeron alternativamente una cifra superior que llegó a

los 22.500 quintales métricos de hierro.

La única salida que tenían las ferrerías era su reconversión y debi-

do a su óptima localización se encontraban junto a los cursos de

los ríos, no les faltaron salidas airosas.

En Tolosa se transformaron en papeleras, o se instalaron altos

hornos como en la ferrería de Amaroz; en Legazpi se fabricaron

cartuchos durante la Segunda Guerra Carlista en la ferrería de Ola-

verria y en la de Olazarra se fundió plomo de las minas del Aizkorri;

otras pasaron a albergar la maquinaria necesaria para la fabricación

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

70

de un nuevo producto la cal hidráulica, tal y como sucedió en

la Fábrica de Iraeta en Zestoa, en la Alzolaras en Aia o en la de

Sarikola en Orio.

Las fanderías eran las factorías dedicadas a la transformación del

tocho de forja en chapa empleando para ello medios mecánicos

que sustituyeron el lento y penoso método de fabricar ésta for-

jándola en el martinete.

Su aparición data del siglo XV, y la maquinaria más significativa en

la fandería eran los ingenios de cilindros empleados para laminar

el hierro y para cortarlo mecánicamente.

La primera fandería está datada en 1591, se trata de la construida

por Juan de Herrera y su sobrino Pedro de Liermo en la ferrería

de Berna, cerca de Durango, en la confluencia de los ríos Ibaiza-

bal y Orobio. Esta ferrería vendía el hierro cortado a los cerrajeros

de Madrid y a los artesanos de Durango

El recelo que estas máquinas crearon entre los artesanos de la

forja, que veían en las fanderías un rápido y eficaz competidor,

unido a la postración técnica de España durante el siglo XVII,

hace que no encontremos posteriormente instalaciones de este

tipo.

En Gipuzkoa se instalaron dos ingenios de estas características:

en Iraeta, Zestoa y en Errenteria.

La instalación de tecnología moderna y máquinas era una idea

minoritaria que intentaba producir hierro competitivo con el eu-

ropeo tanto en la calidad como en precio. El lugar elegido por Si-

món de Aragorri Marques de Iranda fue el ocupado por las tierras

de Renteriola: un lugar muy atractivo ya que estaba ubicado en la

cabecera del Puerto y canal del Pasaje.Junto a esas tierras pasa-

ba el río Oiartzun que garantizaba el agua necesaria para mover

la nueva máquina.

Su impulsor, sabía que el emplazamiento estaba rodeado de mon-

tes con las suficientes maderas y leñas para el abastecimiento de

la fandería, pero también era consciente de que su empresa sería

un éxito si era capaz de encontrar carbón mineral, para lo cual

trajo a un mineralogista alemán quien reconoció Aiako Harria, al

pie del Monte Santa Bárbara, en busca del preciado mineral.

Esta fandería se erigió sobre las obras que en 1750 la Real Hacien-

da había efectuado en la antigua ferrería de Renteriola en su intento

de establecer una Real Fábrica de anclas.

La fandería se mantuvo en activo hasta 1797 y finalmente fue des-

truida por los carlistas; posiblemente porque fabricaban armas para

el ejército liberal. Esta fandería posteriormente fue transformada

en fábrica de harinas manteniendo la infraestructura original con la

que se servían para a través del correspondiente salto hidráulico,

obtener la energía motriz con la que funcionaban los molinos y la

demás maquinaria harinera. De esta fase se conserva una turbina

francis y cuatro pares de piedras accionadas mediante una serie de

engranajes de gran vistosidad. Igualmente con diversos juegos de

poleas se transmitía el movimiento del eje de la turbina a la serie

de elevadores por cangilones y tornillos sin fin. En el año 1999

se hizo una excavación arqueológica que determinó que la sala de

máquinas del molino industrial de hecho aprovechaba la antepara

de la laminación o fandería. Esta es una construcción en sillería de

arenisca en la que se reconoce la acción del incendio que proba-

blemente destruyó la laminación cuando la conquista a manos de

las tropas francesas del territorio guipuzcoano en las Guerras de la

Convención. La laminación contaba con dos ruedas. Una de ellas

movía los engranajes de los rodillos en los que se estiraban los

tochos y luego se cortaban en barras o gabillas. La otra servía a los

fuelles de un alto horno que se construyó al poco de inaugurarse

la laminación para provisión del hierro que se usaba en la misma.

Las ruedas eran de un diámetro considerable unos nueve metros

según cuentan las descripciones de la época. Estaban dispuestas

apoyadas en una estructura que permitía la llegada de agua por un

salto lateral y no vertical como era usual en las ferrerías del país y

que se adaptaba a las gigantescas ruedas, como se puede compro-

bar. (1999, Arkeolan, Boletin informativo semestral 2/99).

Esta no fue la única fandería instalada en suelo guipuzcoano en

el valle del Urola se desarrolló la actividad de la fandería de Iraeta.

El emplazamiento de la ferrería de Iraeta a orillas del río Urola era

un lugar productivo privilegiado, como lo eran la mayoría donde se

había instalado las demás ferrerías, a lo que se sumaba la cercanía

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

71

a la costa lo que favorecería los transportes de materias primas y

productos elaborados por mar.

En el siglo XVIII, hacia 1752, había tres ferrerías en Iraeta, propie-

dad del Duque de Granada que estaban al cuidado del ferrón Anto-

nio de Alzolaras, con una producción de 3.200 quintales.

A principios del siglo XIX, en pleno intento por parte de la Real

Sociedad Bascongada de Amigos del País de favorecer la industria

siderúrgica, se instaló en la ferrería de Iraeta una fandería. Los en-

cargados de llevarlo a cabo eran en concreto muy a principios de

siglo en 1806, Manuel Arambarri vecino de Azkoitia y Antonio Fran-

cisco de Echeverria. La principal ocupación de la citada fandería

era la realización de una contrata con la Real Compañía de Filipinas

para la elaboración de treinta y tres mil vasijas o frascos de hierro

para conducir azogue a América, frascos que posteriormente eran

trasladados a las Reales Atarazadas de Sevilla.

Para alojar a toda la población obrera de la fandería se generó una

autentica colonia rural de 14 casas en renta donde se alojarían los

trabajadores ingleses. Estas casas se alinean a los lados de una

amplia calle y están construidas con el modelo de planta y sección

de la casa rural o caserío pero con la particularidad de que las casas

están unidas entre si por paredes medianeras: casas muy sencillas

sin concesiones decorativas. En la actualidad la colonia está alejada

de las redes de comunicación, tras la construcción de la variante

de Iraeta.

Además de las casas descritas anteriormente el conjunto urbano

se completa con un edificio singular -la casa del administrador- si-

tuada a la entrada del barrio y una serie de edificios de equipamien-

to colectivo, el frontón, la ermita dedicada a Santa Inés y un lavade-

ro. En el entorno próximo a la colonia residencia existen restos de

edificación industrial, ligada a otras épocas de la colonia.

Por otra parte el elemento urbano estructurante del barrio, la calle

central continua en forma de camino rural hacia el espacio rural del

Valle del Urola. Esta vía es a su vez el eje que estructura la explo-

tación agrícola, dando acceso a una serie de grandes parcelas indi-

viduales explotadas por cada uno de los usuarios de las viviendas

de la colonia.

Las viviendas de los obreros son de dos pisos. La planta baja de-

dicada a actividades agropecuarias y el piso principal destinado a

vivienda. Están construidas en mampostería revocada y enlucida.

La cubierta es a dos aguas, con caballete paralelo a la fachada prin-

cipal y teja curva. En la fachada principal se abre una puerta de

amplias dimensiones, adintelada. Las casas son muy sencillas, tan

sólo presentan como elementos decorativo un zócalo corrido. Cada

casa presenta un nombre que aparece en el dintel de la puerta de

ingreso: Dumbax, Daminerokua, Motxa-enea, Zabal-etxe, Akertza,

Lokatza, mañane Karmenenea, Etxebarri, Arrieta, Txema-enera,

Otxua, Amuxkua. La construcción de la casa del administrador es

más elaborada destacando con respecto al grupo de casas, cuya

entrada preside. Está realizada en mampostería enlucida, con te-

jado a cuatro aguas y teja curva con un amplio alero. En la fachada

principal de la vivienda se abre una puerta situada en el segundo

piso; se accede a ésta a partir de una escalera. La puerta de ingre-

so y los vanos presentan recerco con sillares de piedra arenisca. Al

otro lado de la carretera frente a la casa del administrador se halla

el lavadero público que lleva la fecha de 1842.

Excavaciones arqueológicas, sin lugar a dudas nos ayudarían ha in-

terpretar este lugar emblemático de la historia industrial del país.

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72

Arquitecturas e ingeniería del agua:

La minería.

Otro de los sectores económicos que han necesitado tradicional-

mente importantes cantidades de agua ha sido la minería. El agua

era utilizada tanto como fuerza motriz para mover sus ingenios

pero también el agua pasaba a formar parte del proceso producti-

vo. Las compañías mineras instalaban lavaderos de mineral apro-

vechando la infraestructura de los antiguos molinos. Este fue el

caso de las compañías mineras que explotaron las minas de Irun.

En el siglo XIX las ferrerías de Aranzate y Urdanibia eran las únicas

que quedaban en activo. Pero debido a su buena situación el di-

rector de la Compañía de las Minas del Bidasoa decidió establecer

un lavadero para la limpieza de minerales en el molino Urunea y

en la ferrería de Aranzate, aprovechando para ello la infraestructura

hidráulica de la antigua ferrería. Así se explica la imagen que pre-

senta en la actualidad en la que sobresalen ciertos elementos ex-

cepcionales en el panorama de la siderurgia tradicional hidráulica

y que tiene razón de ser en las obras de reconversión de la misma

para otros fines como es el caso del lavado de los minerales.

Tuvieron que excavar la antepara para ubicar la rueda y para que

ésta pudiera girar con comodidad. Cuenta también con un gran

muro de contención en el que se aprecian dos aliviaderos, que

limitan una superficie amplia, hoy ocupada por una plantación de

manzanos. En esta explanada se observan los trazados de los an-

tiguos canales de abastecimiento: uno procedente de la regata

Burutaran y otro de la de Aranzate. Este elemento puede conside-

rarse genuino en sus líneas maestras de la fase final de funciona-

miento de Aranzate. Cuando se abandono el lavadero se convirtió

en caserío y en la actualidad se ha instalado una sidrería. (Arkeo-

lan. Boletin informativo semestral, 1/1998),

También en el coto minero de Mutiloa, en el de Katabera en

Legazpi-Oñati, en Arditurri en Oiartzun se observa en el paisaje

un uso intensivo de las regatas o pequeños cauces. Son visibles

restos de lavaderos de mineral y balsas de decantación de mineral

etc.

F. 11_ Restos de los lavaderos del Coto minero Katabera- Udana.

F. 12_ Molino papelero ubicado en Azpikoetxe. Legazpi.

F. 11

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

73

El uso del agua en el sector papelero

Tradicionalmente el sector papelero ha necesitado el agua de

manera intensiva como fuerza motriz gracias a las numerosas

centrales hidroeléctricas que instalaron las papeleras. Con ello

conseguían el acceso directo a la energía. Igualmente tal y como

veremos a continuación entraba con verdadera carta de naturaleza

en el proceso productivo.

La fabricación de papel por el método tradicional ha sido una labor

manual lenta y costosa. Este trabajo comenzaba con la clasifica-

ción manual de los trapos según cualidades destinándose cada

una de ellos para obtener distintos tipos de producto final. Tras

depositarlo en un pilón o pudridero, añadiéndole agua, se dejaba

fermentar durante cinco o seis semanas hasta que alcanzaba

una temperatura que quemara al me-

ter la mano. Tras esta operación que

producía malos olores los trapos se troceaban a mano y seguida-

mente se vertían a una pila con agua en la que se machacaban y

trituraban hasta reducirlos en una fina pasta o pulpa. Este proceso

de trituración que inicialmente se realizaba manualmente era muy

penoso, posteriormente se mecanizó con los molinos papeleros

movidos por energía hidráulica desmenuzándose los trapos con

grandes martillos o mazos de madera. Terminada esta operación

se pasaba a otras tinas en las que se diluía con agua hasta to-

mar un aspecto lechoso y se añadían diversos productos o colas

y almidones para dar apresto al papel. Se debía cuidar mucho el

porcentaje de dilución de la pasta en agua pues esto era determi-

nante para conseguir la calidad y el tipo de papel deseados. A la

vista de lo expresado anteriormente no

cabe duda de que el agua es básico

en todo el proceso.

F. 12

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74

Arquitecturas e ingeniería del agua:

La tradición papelera del País Vasco que hizo de la comarca de

Tolosaldea el centro de producción más importante de todo el

Estado remonta sus orígenes a las primeras décadas del ocho-

cientos. Nombres como los de Ibar, Olano, Uranga personalizan

la raigambre de uno de los sectores de mayor rendimiento de la

industria guipuzcoana. Según Sebastian Insausti el primer molino

papelero fue establecido por Juan de Ibar natural de Tardets en

1803 en Alegi. El mismo estableció una fábrica de papel en 1805

en Azaldegui, Ibarra. Esta fábrica fue quemada en el año 1813 por

los guerrilleros Longa y Jauregui según Labayen, pero según Go-

rosabel por el titulado Diputado General José de Guerra de Legaz-

pi, Insausti insinúa que quizá éste podría haber tenido intereses en

la fábrica de Azpikoetxea en Legazpi y por lo tanto tenía verdadero

interés en eliminar un competidor. Esta última afirmación se trata

únicamente de una suposición de Sebastián Insausti y que hasta

la fecha no ha sido contrastada por documentación histórica. (In-

sausti, S. 1966)

Los primeros establecimientos papeleros frecuentemente apro-

vechaban antiguos molinos harineros o ferrerías y se inscribían

aún de lleno en el mundo de la la producción artesanal. El autenti-

co proceso de industrialización en el sector no tendrá lugar hasta

los años 40 del siglo XIX, considerándose la fecha de 1842 como

hito iniciador de esta nueva fase y ya de una forma definitiva tras

finalizar la segunda Guerra Carlista cuando por fin concurran las

circunstancias que harían de Tolosa y de su comarca un gran em-

porio papelero. En estos primeros años la fabricación se llevaba

a cabo con técnicas rudimentarias. Como materia prima se utili-

zaban casi invariablemente tejidos de hilo y algodón. Mezclados

estos con agua se trituraba la masa resultante hasta la obtención

de la pasta adecuada. Con moldes y filigranas se daba forma y

dibujo a cada hoja de papel que después se secaba y se encolaba

para pasar finalmente a un nuevo proceso de secado.

F. 13_ Pila holandesa de la des-aparecida Papelera San José.

F. 14_ Restos de la infraestruc-tura hidráulica de la papelera Arzabalza.

F. 13

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75

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

Como hemos dicho antes la fábrica La Esperanza inaugurada en

Tolosa en junio de 1842 marca la ruptura con esta vieja tradición

instalando una máquina de papel continuo que acabó con los pri-

mitivos molinos papeleros cuya producción era lenta, cara y el

tamaño del producto limitado. Con este nuevo invento se fabri-

cará el papel con gran rapidez, elaborando una tira sin fin o del

largo deseado. El paso de un sistema a otro comportó sin duda

un cambio tecnológico importante. Pero no solo porque mecanizó

y abarató el proceso sino porque además revolucionó el mundo

de la cultura y de la comunicación. Después en el año 1843 se

estableció una nueva fábrica de papel continuo en Irura que da

origen a la que más tarde se denominó Echezarreta G. Mendia

S.A, Desde entonces ha sido un continuo crecimiento del sector

en Gipuzkoa. De 1856 data la fábrica de papel de Txarama que se

llamó La Confianza, Papelera del Araxes. Posteriormente le tocaría

el turno a La Providencia sita en Alegria en 1859.

Durante el siglo XX, se desarrolló de manera notable la manufac-

tura del papel en las provincias del norte y Cataluña y ésta au-

mentaba poco a poco la producción de papel continuo incluso los

grandes rollos para las rotativas de los diarios.

Ya en la década de los años 30 la industria del papel en Gipuzkoa

tenía una importancia verdaderamente trascendental pues se ha-

llaban instaladas en ella 22 fábricas con 32 máquinas en la que se

fabrican toda clase de papeles desde el tipo de seda pasando por

el papel para los periódicos hasta los estucados y aquellas calida-

des de características especiales para trabajos finos de imprenta,

litografía de todos sus procedimientos.

Evidentemente esta importancia que a nadie se le escapa sobre

el papel en Gipuzkoa ha provocado la existencia de un conjunto

representativo de restos de la industrialización guipuzcoana.

La mayoría de estos restos se localizan precisamente en la comar-

ca de Tolosa. Al día de hoy ha desaparecido ya un valioso elenco

de las industrias del ramo asentadas en la ribera del Oria pero aún

perviven significativas muestras no tanto mecánicas como arqui-

tectónicas que nos permiten realizar un seguimiento evolutivo del

patrimonio histórico – papelero de Gipuzkoa.

En la mayoría de los casos se trata de grandes complejos fabriles

que integran pabellones de producción y dependencias adminis-

trativas con unidades de suministro energético. También en oca-

siones viviendas para el personal de la fábrica, servicios docentes

y religiosos, configurando auténticas colonias industriales. Su lo-

calización casi siempre junto a los cursos fluviales no era producto

del azar sino la consecuencia derivada del interés de los empre-

sarios por sacar el máximo partido al medio natural. De los ríos

obtenían la fuerza motriz necesaria para accionar sus instalaciones

y una de las principales materias primas. Para la elaboración del

papel se necesitaban nada menos que cien litros de agua para pro-

ducir un kilo de celulosa. Y cuando esto no era posible se llevaron

a cabo espectaculares obras de ingeniería hidráulica.

F. 14

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76

Arquitecturas e ingeniería del agua:

F. 15_ Acueducto de hormigón sobre el río Araxes de la Papele-ra del Araxes.

F. 15También para el transporte la mayoría de las papeleras contaron

con ramales de ferrocarril propios enlazándose con la red viaria

estatal.

No es de extrañar que este sector protagonizase la aparición de

las primeras grandes fábricas porque fue precisamente el pio-

nero en la constitución de la industria moderna, con todas las

peculiaridades que ello conlleva en cuanto a capital, tecnología y

captación de mano de obra.

El agua es básica para la fabricación de papel y en la cuenca del

Oria en tan reducido espacio encontró las características nece-

sarias:

A continuación reproducimos un texto del libro de Antonio M.

Labayen Escenas papeleras que resume la visión que se tenía

del río en la década de los años 40 del siglo XX y la importancia

del agua: “Pobres ríos esquilmados por la alquimila papelera que

convierte su agua en oro”. Cien litros de agua hacen falta según

J.L. Olmaer para producir un kilo de celulosa. Señala “The Story

of News Print paper” refiriéndose al papel de prensa que al de-

positarse sobre la mesa de fabricación el fluido blancuzco se

compone de 99,5 de agua y define realmente la fabricación de

papel como echar agua a la pasta de madera y volvérsela a quitar.

Parte del agua cae a través de la tela metálica por gravedad a pe-

sar de la velocidad que lleva. Luego vienen una serie de prensas

y cilindros de succión. Entran luego en juego la presión y el calor.

Al salir de las matas prensadoras el incipiente papel contiene tan

solo 70% de agua en vez del 99,5% del comienzo. Transportada

la hoja a una serie de cilindros calentados por vapor y en número

de 40 a 80 no dejan en el papel sino un 8% de agua. El resto lo

ha perdido en pocos segundos en un pequeño recorrido.

En otra página añade el mismo autor que el río Oria se deshidra-

ta se agosta y se envilece para dar vida al papel. Esta reflexión

se podía y se puede extrapolar para el caso también de los valles

fluviales del Urumea, del río Oiartzun, del río Urola en su cabe-

cera y del Leizaran. Labayen ya para aquel entonces, 1947, se

hacia eco de los problemas medioambientales que ocasionaba

la producción del papel. Y ya entonces desde aquellas páginas

se exigía a los poderes públicos que evitaran y reglamentaran

los escapes abusivos de ingredientes tóxicos que aniquilaban

los ríos.

Uno de los lugares emblemáticos de la transformación del pai-

saje relacionada con la producción del papel ha sido la regata de

Elduaien o Berastegi que desemboca en el río Oria. Camino de

Tolosa hacia Berastegi cada dos kilómetros río arriba tropezamos

con un conjunto de largos edificios, tejavanas y cobertizos y todo

ello rodeado de tubos que bajan de la montaña, de depósitos de

agua, canales y acueductos, de presas y desagües cuando el líqui-

do elemento sobra.

Junto a esta carretera destaca las instalaciones de la empresa

Papelera Calparsoro, hoy Maooa. En el pequeño espacio que exis-

te entre la carretera y el río se extiende la fábrica adaptándose a

estos condicionantes. También se levantan las casas de obreros

y la casa del empresario. En la zona denominada popularmente

en las papeleras como catacumbas en la década de los años 90

todavía estaban en funcionamiento dos turbinas que databan de

los años 30.

Otro de los ríos papeleros por excelencia es el Araxes, no lejos

de su desembocadura el río da vida a dos barrios netamente pa-

peleros: Amaroz donde en el pasado se encontraba una antigua

ferrería y Txarama donde se ubicaba una fábrica de machetes.

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77

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

Los orígenes de La Papelera del Araxes S. A. podrían encontrarse

en noviembre del año 1846, en el que se concede a José Antonio

de Irazusta y a José María Yeregui, un permiso para abrir un canal

y construir una presa en terrenos de Leaburu. En ese mismo mes,

los anteriormente citados, compraron un terreno sembradío que

existía en las proximidades del segundo puente de Amaroz con el

fin de construir una fábrica. En 1852 se comienza a materializar

el proyecto de la fábrica. El 21 de enero de 1858, construida la

fábrica de papel continuo “La Confianza”, nombre originario de la

Papelera del Araxes, José Antonio de Irazusta entrega en arriendo

la misma a los Señores. Echezarreta, Arizti, y Cía. por el término

de diez años. El 23 de noviembre de 1900 se produce el cambio

de denominación social, pasando a ser Papelera del Araxes S.A.

que, más tarde en 1921, se convertía en Irazusta, Viganu y Cía, S.

L. En el año 1956 Irazusta, Vignau y Cia. S. L. cambia su forma de

Sociedad, pasando a ser S.A. Por último, en junio de 1981 adquie-

re la denominación de: Papelera del Araxes S.A. En la actualidad

se denomina Celulosas del Araxes. En sus inicios, la Sociedad se

constituyó sobre la base industrial de una sola máquina de papel

continuo, con sus correspondientes accesorios y elementos auxi-

liares, con los que se conseguía la fabricación del papel partien-

do del tratamiento de la materia prima. Con el paso del tiempo,

el florecimiento de esta empresa, permitió la instalación de dos

nuevas máquinas de papel continuo. En estas máquinas de pa-

pel continuo se fabricaba papel de fumar, papel higiénico de la

marca Abaca, papeles sedas y manilas, junto con otros papeles

de embalaje. En 1965 se inauguró un nuevo pabellón dotado de

una máquina de 2,60 m de ancho, en la que se incorporaron todos

los adelantos tecnológicos de la época. Teniendo en cuenta que,

en este tiempo, una de las primeras máquinas instaladas era ya

obsoleta, se decide venderla a mercados menos exigentes como,

en aquel momento, era el mejicano. En 1985 fue sustancialmente

modificada la instalación de 1965, disponiendo en la actualidad de

medios para la fabricación de las calidades más sofisticadas del

mercado de embalaje. A comienzos de siglo, la fábrica tenía 150

trabajadores, constituyendo una colonia a la que la empresa pro-

porcionaba casa, luz y otros servicios como una escuela gratuita y

obligatoria para los hijos de los obreros, al igual que una capilla. En

torno a los años 20, la fábrica sufrió un grave incendio que obligó

a una nueva reestructuración de los edificios de producción. La

trayectoria de la Papelera Araxes S.A. fue bastante estable du-

rante el siglo XX. Hacia los años 90 la empresa tuvo que hacer

frente a la crisis que se dio en el sector papelero en toda la zona

de Tolosaldea y se declaró en suspensión de pagos. Se mantuvo

en esta situación durante algunos años pero poco a poco se fue

adaptando a la nueva situación. En la actualidad se dedican a la

transformación de la celulosa, que ya viene fabricada desde otras

empresas. De nuevo parece que se han vuelto a reproducir los

problemas del pasado.

El conjunto presenta una importante infraestructura hidráulica y

en este sentido se conservan las dos presas. La ubicada junto a

la fábrica es de frente curvo construida en mampostería y sillarejo

con una elevación de hormigón de la cumbrera y alzas móviles.

Sus dimensiones son de 35 m de longitud y 1,5 m de altura. De su

estribo derecho parte el canal que cubre el trayecto de 250 m has-

ta la fábrica de manera subterránea. Su anchura media es de 2,5

m y en el tramo visible su fábrica es de mampuesto recubierto de

cemento. El conjunto hidráulico de Mikola en Lizartza está forma-

do por una presa de frente curvo. De la margen izquierda parte un

canal el cual cubre una distancia de 4 Km hasta la fábrica siempre

al aire libre. Destaca el acueducto de 60 m de largo que salva el

desnivel de terreno cruzando la carretera y el río a una altura de 12

m sostenido por cinco parejas de pilares. Todo parece indicar que

el acueducto levantado en 1902 fue obra de Eugenio Ribera y es

considerado como una de las primeras obras en las que se utilizó

el hormigón.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

La fábrica Portu y Cía en Andoain es otra de las instalaciones

papeleras más interesantes desde el punto de vista patrimonial.

Se instaló junto al río Oria, en la primera década del siglo XX. Pos-

teriormente fue utilizada por la Fábrica de explosivos de Soralu-

ce y posteriormente se instaló una marmolería. Junto a la fábrica

destaca la central hidroeléctrica, es un claro ejemplo en el que la

fábrica se instala allí donde puede conseguir agua como energía

motriz y como materia prima. Destaca un gran socaz construido

en mampostería.

De la desaparecida Papelera Olarrain en Tolosa tan solo ha per-

manecido su infraestructura hidráulica. En el siglo XIX existía una

fábrica de papel con el nombre de Azurci situada en la margen iz-

quierda de la regata Albiztur. En año 1889 solicitó permiso para su

traslado y se emprendieron una serie de obras destinadas a dotar

de una buena infraestructura hidráulica a las empresas: prolonga

así el canal de su antigua fábrica por medio de un acueducto hasta

donde erigió la más nueva. Posteriormente pasó a formar parte

de la Papelera Española que absorbió la fábrica de papel Olarrain,

también llamada Laurak Bat y la de Ilarramendi. La fábrica cerró en

la década de los años 50.

F. 16_ Papelera Portu y Cía.

F. 16

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

El conjunto hidráulico que todavía se conserva en el río Oria cons-

ta de presa, canal y socaz. La presa es de frente curvo con sección

de gravedad, labrada en mampostería con cumbrera de losas y

recubierta de cemento. Es de grandes dimensiones y cuenta con

dos contrafuertes. De la margen izquierda de la presa surge el

canal. Su fábrica es de mampostería, sillarejo y losas de la cum-

brera. Cuenta con un socaz de grandes dimensiones de unos 100

metros de longitud.

El conjunto hidráulico sobre el río Albiztur igualmente consta de

presa y canal. La presa es de frente curvo y de la marqen izquierda

de la presa justo delante del molino Otzarain surge el canal. Su

trazado es de unos 700 m de longitud donde se combinan tramos

al aire libre con tramos subterráneos e incluso describe un acue-

ducto para salvar el desnivel. Su fábrica es de mampostería y está

recubierto muy burdamente con cemento.

F. 17_ Central junto a las insta-laciones de la papelera Portu y Cía.

F. 18_ Papelera de Olarrain. Resto de la infraestructura hidráulica.

F. 17 F. 18

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

Fuera del valle del Oria destaca en en el Urola, Legazpi, tanto por

su tradición papelera como por la importancia de los restos patri-

moniales que allí se conservan. (Herreras B., Zaldua J. 1997)

En 1805, Trinidad Antonio de Porcel, Marqués de Villalegre y San

Millán dio en arriendo la recién construida Fábrica de Papel ubica-

da junta a la casa Azpikoetxea a Antonio Cassou natural de Riba-

alta del Departamento de los Bajos Pirineos (Francia). El arrenda-

miento se estableció por nueve años, y en el se incluía el molino

Azpikoetxea.

Parece que Legazpi contaba con las condiciones básicas para que

el trabajo del papel fuera un éxito: tenía un fácil acceso al agua,

como materia prima y como fuerza motriz, no faltaba el trapo viejo

para la pasta, el cual era facilitado por el propietario y carnazas

para el encolado quizá provenientes de las curtiderías cercanas.

Se tuvo acceso también a una mano de obra cualificada en la figu-

ra de los maestros papeleros venidos del otro lado de los Pirineos,

como fue el caso del maestro papelero Cassou. En ese mismo

año, el también francés Pedro de Callebot originario de Pau fue el

encargado de construir para la fábrica de nueva planta, una rueda

hidráulica, con sus mazos y pilas.

Antonio Cassou, no agotó el arrendamiento; desconocemos las

causas, pero al año siguiente en 1806, la fábrica pasó a ser arren-

dada a Ignacio de Arcelus y Miguel Antonio de Galarza. La movi-

lidad y los cambios eran frecuentes lo que provocaría sin lugar a

dudas dificultades en la producción, Poco después en diciembre

del mismo año se firmó un nuevo convenio para la fabricación de

papel con los franceses Juan Bautista Nogues y Juan Lassale, ofi-

ciales papeleros.

No serían los últimos arrendatarios y en 1809 la Fábrica de pa-

pel pasó a Manuel Ignacio de Aguirre. El Marqués de San Millán

quedaba obligado a proporcionarle todo el trapo necesario para

realizar el papel, y se establecía que el maestro papelero a cambio

entregaría por cada 4 arrobas de trapo, cinco resmas de papel

tanto de fino, de entrefino y de estraza.

Tras este arrendamiento, la fábrica estuvo abandonada, hasta que

en 1822, nuevamente se decidió continuar la actividad manufac-

turera, para lo cual hubo que realizar importantes obras de acon-

dicionamiento.

Hacia 1864, el trabajo del papel, presente desde principios de si-

glo, se hizo cada vez más importante y a Alejandro de Aldecoa en

Azpikoetxea le sucedió en el arrendamiento Miguel Ignacio Eche-

verria. Se dedicaban a la producción de cartón, papel y estraza. La

energía necesaria se conseguía a partir de una rueda hidráulica de

7 C.V., con lo que conseguían producir 2.920 arrobas al año.

Por aquel entonces, el papel también se producía en la ferrería de

Olaberria gracias a una rueda hidráulica de 8 C.V, cuya producción

dirigida por José Cruz Apaoloza y socios ascendía a las 3.650 arro-

bas al año de papel.

La manufactura papelera estuvo presente en Legazpi, desde prin-

cipios del siglo XIX, conviviendo con las pocas ferrerías que toda-

vía trabajaban.

En 1823, Azpikoetxea se arrendó a Alejandro de Aldecoa por seis

años con una renta anual que ascendía a los 2.008 reales de ve-

llón.

Alejandro de Aldecoa continuó como maestro papelero hasta me-

diados del siglo XIX, cuando en 1845, le sucedió en la dirección

su hijo político Juan Bautista Unanue, el cual era propietario de la

fábrica de curtidos ubicada a la entrada de la villa de Legazpia. Un

nuevo arrendamiento tuvo lugar en 1852, por seis años, pagando

una cantidad de 1.250 reales de vellón al año. Para hacer frente a

su nueva actividad se vio obligado a hipotecar su curtidería.

Posteriormente en 1865, el arrendamiento pasó a Miguel Ignacio

Echeverria, padre de Patricio Echeverria Elorza.

En 1870, el edificio titulado Azpikoetxea constaba de planta baja,

principal y desván.

“(...)La planta baja se encontraba dividida en zaguán, escalera,

cuartos y un depósito cerrado con losa para majar el trapo, una

rueda hidráulica de 2 m y 75 centímetros que ponía en movimien-

to a otra de menores dimensiones que movía por ruedas el movi-

miento necesario al cilindro que elabora las pastas para las pastas

del cartón, las mismas que después se depositan en 5 huecos

construidos con losas, y dos tinas de madera. También había dos

parrillas para calentar las masas, dos calderas grandes de cobre,

cuatro prensas viejas y una pila para limpiar bayetas.

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En el cuarto principal del piso principal existía dos mesas gran-

des, una fija y la otra con su correspondiente transmisión en la

parte inferior. El resto del primer piso se destinaba a habitación

susceptible de recibir con comodidad inquilinos. En el desván

se destinaba a secadero del cartón que se elabora con 51 pares

de perchas con las cuerdas, dos juegos de mantas para cartón y

cartulina, dos para papel, doce moldes para cartones de distintas

medidas y dos para papel de estraza.(...)

En 1898, la empresa pasó a manos de la viuda e hijos de Ignacio

Echeverria. A principios de siglo la fábrica contaba ya con una

serie de adelantos: un conjunto de ruedas de moler que desha-

cían las primeras materias y las preparaban para la hidratación,

la cual se realizaba en una pila circular que por medio de una

serie de aletas, daba vueltas a la materia prima e iba dándole

un estado pastoso, también era conocida con el nombre de pila

holandesa.

Por aquel entonces la pasta así preparada se conducía a una má-

quina continua que se encargaba de confeccionar el cartón, de

una longitud de 11,35 metros de longitud y una anchura de 2,50

m. Por un extremo penetraba la pasta que iba corriendo a lo largo

de una superficie movible de la máquina y solidificándose más

cada vez hasta llegar al extremo opuesto, donde se enrollaba a

un cilindro, ya convertida en cartón. La máquina llevaba un meca-

nismo que medía el cartón automáticamente e indicaba por me-

dio de un timbre las dimensiones de éste. Los trozos de cartón

ya fabricado iban a parar a los secaderos. Una vez perfectamente

secos pasaban a las máquinas prensadoras y satinadoras.

La producción ascendía a principios de siglo a 1.000 kg diarios de

cartón. Para entonces la fábrica de papel también fabricaba tacos

para cartuchos de caza, con una producción de 40.000 cartuchos

al día. Disponía de una sección de máquinas para forrar y cortar

los tacos, siendo muy apreciados los que elaboraba de imitación

de fieltro.

Excepcionalmente otro departamento de la fábrica se dedicó a la

pulverización de cristal para la fabricación de cerillas.

La fuerza motriz para accionar todos los artefactos de la empre-

sa se conseguía a principios de siglo por medio de dos ruedas

hidráulicas de 30 caballos.

Poco después la fábrica pasó a manos de Patricio Elorza y Olaverria,

tío de Patricio Echeverria Elorza. Con anterioridad, había trabajado

en Madrid, dedicándose al comercio. Posteriormente regresaría

a Gipuzkoa, asociándose con un tratante de ganado, Echezarreta

con el que fundó la Fábrica de papel Echezarreta en Legorreta. Al

poco tiempo, surgieron diferencias y regresó a Legazpi, donde se

hizo cargo de la Fábrica de papel de su familia.

En 1912, la Papelera contaba con una máquina de papel continuo.

Esta máquina fue adquirida a la firma Garay de Oñati. En los mis-

mos años, la fábrica se amplió al sector textil alcanzando un gran

éxito en la década de los años 60-70 fecha en la llegó a emplear

hasta 200 obreros, fabricándose también moquetas.

En la actualidad se dedican a la fabricación de papel para embalaje

a base de recorte.

Ya a mediados del siglo XX utilizaban como fuerza motriz, además

del aprovechamiento del salto de agua de Azpikoetxea, motores

diesel y una turbina.

Una atención especial merece la maquinaria que todavía se puede

observar en su interior. En la planta baja se ubicaban los motores,

hoy desaparecidos, que movían los molinos situados en la primera

planta. Se conservan 4 molinos de piedra con cuba de hormigón

armado de 2,5 metros de diámetro y 0,6 metros de altura con dos

piedras cada uno, uno de ellos casi desmontado en su totalidad.

Los molinos dejaron de utilizarse para la fabricación de la pasta en

1965, fecha en la que el trabajo pasó a ser desempeñado por el

pulper.

También en el mismo edificio, se hallan dos pilas de refino para

250 kgs. de pasta seca, una de ellas casi en su totalidad desmon-

tada de la marca Esteban Gorostidi con cilindro de 1 metro de

diámetro, la pila estaba unida a un motor eléctrico de inducido

bobinado Siemens 40,8 C.V. y 725 r.p.m.

También se puede observar todavía dos tamices vibradores de

1700 x 600 x 200 cm. colgado de 4 hierros con contramarcha,

cada uno de ellos cuenta con motor propio que le imprimía un mo-

vimiento por el que hacía que la pasta de papel se desprendiera

de las impurezas.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

Las salinas.

En Gipuzkoa la producción de sal se relaciona tradicionalmente

con el municipio de Leintz Gatzaga. La sal se obtenía a partir del

agua que con un alto porcentaje de sal disuelta brotaba de un ma-

nantial situado junto a una pequeña regata. Hay constancia de su

existencia partir del año 1331. El agua salada se sacaba del pozo

con cubetas (herradas de madera y por canales se enviaba a cada

una de las dorlas, donde se almacenaba en recipientes situados

junto a la caldera metálica donde se le hacía hervir .durante cuatro

horas cada carga, mediante un fuego inferior alimentado con leña

que funcionaba tanto de día como de noche excepto los domingos

y festivos.

Una vez evaporada el agua, la sal quedaba al fondo del recipiente

siendo recogida en cestos que se colgaban encima del hogar para

que terminara de escurrir con lo que se obtenía un producto de

mejor calidad. La producción estaba muy limitada por la disponi-

bilidad de la leña pues siendo el clima muy húmedo no se podía

secar por la acción del sol lo que obligaba a “cuajar “mediante el

fuego”. Hacia 1920 se produjo la electrificación tanto de la bomba

que extraía el agua del pozo así como el agitador y el molino de

sal. En 1950 se construyó un edificio industrial que albergaba dos

grandes calderas donde se hervía el agua hasta su evaporación.

En el año 1954 y debido a los costes de obtención que cada vez

eran mayores se cerró y terminó con ello más de 600 años de

tradición salinera de Gipuzkoa. (Urdangarin, C. 1984)

En la actualidad el complejo dedicado a la producción de sal ha

sido rehabilitado y en el lugar se encuentra un Museo donde se

acerca a los visitantes la producción de sal y donde destaca la gran

rueda hidráulica.

F. 19_ Rueda de las Salinas de Léniz.

F. 19

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

La fabricación del cemento.

Otro de los sectores en los que se empleó la energía hidráulica fue

la fabricación de cemento natural para lo cual se utilizaron las ins-

talaciones de las ferrerías existentes ya en desuso aunque se tu-

vieron que realizar las adaptaciones necesarias. Desde principios

de los años 60 del siglo XIX se produjeron importantes innovacio-

nes industriales al instalarse fábricas específicas para la obtención

de este producto en las que se continuó utilizando la energía hi-

dráulica junto con la de vapor aplicadas directamente a los molinos

de cemento, tamices y otras máquinas. A finales del siglo XIX y

principios del XX se incorporó la energía eléctrica de las centrales

hidroeléctrica que se iban alzando junto al río Urola y Oria.

La producción de cemento se concentró en el Bajo Urola donde se

encontraban las canteras necesarias y las minas de lignito. Fuera

del Bajo Urola destaca la fábrica que instaló Gracian Alberdi en

Legazpi, río arriba y de la que tendremos ocasión de referirnos a

continuación. Originariamente, Gracián Alberdi obtuvo una conce-

sión por resolución gubernativa con fecha del 2 de Julio de 1908,

para aprovechar 500 litros de agua por segundo derivados de dos

regatas que juntas formaban el origen del río Urola, para conseguir

así un salto de 18 metros.

Este salto estaba formado por los dos siguientes: el de la antigua

ferrería llamada Olazarra que recibía las aguas del río Brinkola y Ba-

rrendiola, y el del molino llamado Igeralde situado inmediatamente

aguas abajo del anterior y que utilizaba las aguas del río Brinkola

y las del desagüe de Olazarra. Ésta fue comprada a Marcelino Ur-

meneta y Alzueta el 12 de Marzo de 1907.

Gracián Alberdi realizó mejoras en las tomas hasta conseguir los

500 litros por segundo que le habían sido concedidos: para ello

elevó la presa a 9,45 m para un aprovechamiento de 180 litros en

el río Brinkola (Urola) y realizó obras en la regata de Iturbeltz, con

una presa de 5,3 m. Estos dos aprovechamientos se unían muy

cerca de la ferrería de Olazarra, el primero conducido por un canal

de 285 m y el segundo por otro de 92 m hasta el depósito cerca-

no a la ferrería de Olazarra. A partir de este depósito las obras de

canalización realizadas por el propio Gracián Alberdi, consistieron

en un acueducto formado por una arcada de 57,5 m y un canal

cubierto de una longitud de 333 metros. Del extremo de este ca-

nal arrancaba una tubería de hierro de 58,80 m que iba a parar a

la turbina. Desde la casa de máquinas, las aguas se reintegraban

al río por un canal de desagüe cubierto cuya longitud era de 295

metros.

Las instalaciones de la fábrica en 1916, consistían en cuatro cuer-

pos escalonados: un primer cuerpo de sótano y terraza, donde se

descargaban los hornos, el segundo cuerpo disponía de sótano,

donde estaban las máquinas de los molinos Morel del piso llano,

donde también se encontraban las trituradoras Aberli, ambos a

la misma altura que el descargadero de los hornos y dos pisos

superiores más. El tercer cuerpo tenía su planta baja al nivel del

segundo del anteriormente citado, el cual era un espacioso silo a

donde iba a parar el cemento en polvo para desde allí ser elevado

a un piso superior donde se verificaba el ensaque y almacena-

je provisional. De aquí se tenía una salida directa al muelle de la

antepuerta. En la conjunción de estos dos cuerpos se elevaba la

chimenea de la caldera de vapor cuya sección era de 1,85 m2 a la

altura del piso superior. El cuarto cuerpo tenía la caldera de vapor,

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

cuyos humos salían a la chimenea por medio de un conducto sub-

terráneo.

La fábrica además de la máquina de vapor, se aprovechaba de un

motor hidráulico o turbina que se hallaba situada al otro lado del

camino al que se accedía por un paso inferior, que arrancaba en

galería por el primer cuerpo del edificio.

Otro elemento básico en la fabricación del cemento era la batería

de hornos. Esta se levantaba al oeste del viaducto y estaba for-

mada por una hilera de cuatro hornos que se elevaban hasta la

altura de la carretera desde donde se cargaban. El conjunto de los

hornos, contaba con otro horno más para cemento especial. Una

vez obtenida la cal se depositaba en un espacio de 180 m2 . Todo

ello estaba cerrado por obra de ladrillo de pilares con entrepaño

a media asta y cubierta por una terraza a la altura de los hornos.

Finalmente el material calcinado se trasladaba, por debajo del via-

ducto a la Fábrica.

Estos hornos tenían mucho que ver, siendo una forma evolucio-

nada, con los tradicionales caleros o pequeños hornos periódicos

donde se obtenía la cal por la combustión de la piedra caliza y el

carbón de leña. Eran utilizados ante la escasez de abonos natu-

rales para regenerar y conseguir suelos más esponjosos y aptos

para el cultivo debido a la alta acidez. Igualmente se empleaban

para el encalado de los edificios.

Además, estas instalaciones contaban con otro edificio destinado

a almacén y casa de obreros, cuya planta baja se dedicaba a alma-

cenes y talleres, un piso a habitaciones y el segundo a desván.

Por supuesto, esta cementera disponía de su cantera, en la ac-

tualidad sus restos se hallan junto a la carretera que se dirige al

pantano de Barrendiola.

En el Barrio de Recalde del municipio de Donostia - San Sebastian

se ubica la fábrica de Cementos Rezola S.A. Aquí se extienden las

instalaciones industriales y la colonia obrera. Esta fábrica nació a

la sombra del pequeño molino de Añorga Txiki de la mano de su

fundador José María Rezola Gaztañaga. En 1858 una rueda hidráu-

lica accionaba un par de muelas verticales para triturar el material

calcinado que provenía de las canteras de marga cercana denomi-

nada Arteagobizkarra. Al principio toda la maquinaria se accionaba

con una máquina de vapor pero en 1902 se introdujeron motores

eléctricos siendo esta fábrica el primer abonado de la Hidroeléctri-

ca Ibérica situada en el Leizaran. En 1909 y debido a su expansión

se puso en servicio en 1911 un salto propio en Goizueta a 20 ki-

lómetros de la fábrica, teniendo en reserva para casos de estiaje

una máquina de vapor de 300 CV.

En la actualidad es una impresionante empresa ubicada en el lugar

original que la vio nacer y donde conviven las instalaciones propia-

mente industriales y las sociales.

Pero donde existió una mayor concentración de este sector eco-

nómico fue como hemos dicho antes en el bajo Urola. En esta

pequeña área geográfica se concentraron las dos materias primas

necesarias a lo que habría que añadir la existencia del puerto de

Zumaia. Se ubicaron fábricas de este tipo en el valle de Arrona,

Iraeta y Aizarnazabal.

Las fábricas contaban con hornos para calcinar las margas y lue-

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

go pasaban a los molinos en los que el material se convertía en

un polvo muy fino. Estos molinos instalados en antiguas ferrerías

como la de Alzolaras o Iraeta consistían en dos grandes piedras

circulares que giraban alrededor de un eje vertical.

En un primer momento estas fábricas utilizaban la energía hidráu-

lica pero posteriormente se fue innovando y en estas fábricas

se instalaron turbinas como en el caso de la Fábrica de Eusebio

Gurruchaga ubicada en Narrondo o bien en la empresa Corta y

Cía que aprovechaba la energía eléctrica procedente de la central

hidroeléctrica Barrena construida en 1893 sobre el río Deba entre

Eibar y Elgoibar propiedad del industrial Arbillaga de Zumaia. (Izaga

Reiner, J.M; Urdangarin, C. 2002)

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

Las curtiderías.

La curtición del cuero es un proceso complejo donde la química

tanto natural como artificial jugaba un papel muy importante, junto

a ella el agua se nos muestra de nuevo como un elemento impres-

cindible. Todas las fábricas tuvieron que hacerse con buenos ma-

nantiales que aprovechaban en forma de saltos de agua. El uso del

agua en este sector trajo problemas por la contaminación de las

aguas y de hecho a la regata de Antzuola se le llamaba la regata de

los mil colores. El uso del agua era tan intensivo en las curtiderías

que estaba prohibido que la industria local lo empleara de siete

de la tarde a las once de la mañana para poder de esta manera

compatibilizar el uso domestico y el uso industrial. Las curtiderías

llegaron a organizar un entramado de canales y depósitos para que

no les faltara el tan preciado elemento.

Podemos afirmar que el sector de las curtiderías ha desaparecido

en Gipuzkoa. Sin embargo su presencia fue intensa en Hernani y

en Antzuola.

Aunque también hubo curtiderías en Oñati y en Tolosa. De este

sector económico solo pervive la Manufacturas Olaran de Bea-

sain.

En Tolosa el edificio ya desaparecido de Curtidos Marquiegi fue

proyectado por Julián Eizaguirre. En el año 1910 contaba con una

rueda hidráulica de 3,50 m de alto movida por agua para batanar y

al mismo tiempo moler corteza para el uso de la industria, 4 me-

sas para planchar cuero con sus artefactos, 38 barricas para curtir

cuero, un molino para triturar corteza con el movimiento de una

rueda hidráulica y 7 pozos para limpiar los cueros.

F. 20_ Noques utilizados tradi-cionalmente en el trabajo de las curtiderías donde se maceraban las pieles. Fotografía de Santia-go Yaniz.

F. 20

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En Antzuola se concentraron varias fábricas de curtidos: Galarza,

Arbulu y Cía, Manufacturas Olaran y Telleria. Todas ellas se ubica-

ban en el fondo del valle en el casco urbano, junto al río. Hoy día

han desaparecido y han dejado paso a nuevas zonas residenciales.

Las empresas utilizaron el fondo del valle como el espacio más

cómodo donde desarrollar la actividad industrial. Igualmente estas

empresas por la lógica necesidad de agua tenían la concesión de

1,5 l/s de la regata de Irimo en la jurisdicción de Antzuola como era

el caso de Galartza, Arbulu y Compañía. En la Curtidería de Ola-

ran las instalaciones se distribuían de la siguiente manera: en la

planta baja estaban los noques y aquí era donde se efectuaban las

operaciones de macerado, limpia, depilación e hinchazón de la piel

mientras que en el superior se planchaban. A través de un paso en

voladizo se llegaba a los secaderos situados justo enfrente al otro

lado del río donde se curaban las pieles.

En Hernani han desaparecido las dos fábricas de curtidos ubicadas

en el barrio de la Florida: la Curtidería Hernani y la Curtidería La

Perfecta. En su interior destacaban los noques grandes depósitos

donde se maceraban las pieles en agua y tanino durante ocho o

diez semanas. Era en un lugar llamado La Ribera donde se rea-

lizaban todas las operaciones preliminares y cuyo objeto no era

otro que limpiar las pieles dejándolas dispuestas para absorber las

materias curtientes. Este nombre pervive en el recuerdo de los

primitivos procesos en los que la necesidad de abundante agua

obligaba a realizar estas tareas a orillas del río.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

El textil.

Este sector tradicional de la industria guipuzcoana se ha visto re-

ducido a la mínima expresión en la actualidad, sin embargo hasta

hace relativamente poco eran muy interesantes los vestigios de

este sector. La histórica firma Brunet y Cía ubicada a orillas del río

Oria en lo que hoy es el municipio de Lasarte - Oria ha perdido sus

edificios industriales y la interesantísima colonia que se levantaba

enfrente, tan solo ha pervivido y muy remodelada la capilla y parte

de la infraestructura hidráulica. La fábrica era movida por la fuer-

za hidráulica del río Oria, mediante una presa de 600 metros de

longitud y un salto de 5,5 m. que conseguía una fuerza motriz de

350 caballos. La maquinaria procedía de una importante casa de

Hamburgo. La fuerza hidráulica se obtenía mediante dos podero-

sas turbinas construidas por los Señores Planes, Flaquer y Cía, de

Gerona. La fábrica no contaba con máquinas de vapor auxiliares.

La instalación industrial principal era un edificio de pisos ubicado

en las cercanías del río Oria donde en la actualidad se ubica un

polígono industrial. Su construcción en altura facilitaba la distribu-

ción de la energía desde un único punto mediante un complejo

sistema de embarrados y poleas hasta que la popularización de

la energía eléctrica posibilitó que cada máquina contara con su

propio motor.

F. 21(1)_ Infraestructura hidráuli-ca de la Textil Brunet y Cía en el río Oria (vista 1).

F. 21(2)_ Infraestructura hidráuli-ca de la Textil Brunet y Cía en el río Oria (vista 2).

F. 21(1)

F. 21(2)

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En Bergara junto al río Deba se alza, también un edificio de pisos

denominado Textil Narvaiza, aunque han desaparecido otras indus-

trias como Textil Lasagabaster y Algodonera San Antonio.

En Azkoitia se concentró una importante industria textil, sobre todo

relacionada con el yute. A orillas del Urola y en pleno casco urbano

se levantó una interesante fábrica de yute, Esteban Alberdi. Esta

fábrica llegó a ocupar las dos márgenes del río Urola. Contaba

desde principios de siglo con una red de centrales hidroeléctricas

que se alzan a los dos lados de la carretera de Zumarraga a Azkoi-

tia: Errotaberri, situada junto a Aizpurutxo, la que se instaló junto

al molino de Aldatxarren y la de Androndegi. El monto principal de

la energía se conducía desde Errotaberri hasta la Yutera Alberdi y

Cía. La fábrica contaba con una instalación supletoria de vapor:

una caldera de vapor de la marca Babcock Wicox que accionaba

un motor de ochenta caballos de fuerza.

F. 22_ Textil Lasagabaster. Seca-dero, apoyado sobre el cauce del río Deba. Fotografía de San-tiago Yaniz.

F. 23_ Central Errotaberri a ori-llas del río Urola.

F. 22

F. 23

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

También la desaparecida fábrica de yute Epelde, Larrañaga y Cía

data del siglo XIX y en al año 1915 contaba con dos saltos de agua

de 400 C.V. además de una máquina de vapor de 250 C.V.

La fábrica de San Francisco todavía permanece en pie en un en-

torno totalmente rural, alejado del casco, conocido como Baliaras.

En el siglo XIX en concreto en 1885 funcionaban cuatro telares

de algodón movidos por agua siendo sus fundadores Narciso y

Antonio Aranbarri. Estas instalaciones pasaron poco más tarde a

formar parte de la empresa Epelde, Larrañaga y Cía.

La fábrica de Boinas Hurtado de Mendoza en Azkoitia utilizó las

instalaciones de la antigua ferrería de Jausoro. Ya fuera de uso

sus instalaciones están desprovistas de su primitiva función y los

edificios que ocupó la citada empresa están muy remodelados.

El testigo más llamativo de la fábrica lo sigue siendo la chimenea.

Esta fábrica también participa de la Central Igaran de la que era so-

cio también la firma industrial Epelde, Larrañaga y Cía. Esta central

hoy en desuso se alza en la carretera de Zumarraga a Azkoitia.

También la yutera José Agustin Arbillaga de Orio se alza en el ba-

rrio Sarikola junto a las ruinas de una antigua ferrería, Saria. Todo

ello presenta un lamentable estado de conservación. Esta em-

presa contaba con un salto de agua. La presa ha desaparecido

debido a la construcción de la autopista Bilbao - Behobia y el tubo

y la turbina fueron desmantelados. También contó con una caldera

de vapor.

En Errenteria también se concentraron importantes fábricas tex-

tiles como la Fabril lanera. Esta ya desaparecida ha dejado paso a

una extensa urbanización. Ocupaba un amplio espacio en la zona

de Pontika cercano a las vías del TOPO y a la fábrica G. Echeverria.

En 1896 la fábrica lanera se hizo con todos los derechos de una

antigua fábrica de curtidos. Añadió a los terrenos de ésta el espa-

cio que ocupaba el cauce de la regata de Pontika desde la presa

construida para servicio de la misma. En 1915 la extensión de sus

instalaciones ocupaba 7.800 m2 con cinco pabellones dedicados a

almacenes, lavaderos, telares y tintorería. En el río Añarbe tenía un

salto que producía en 1915 600 HP y una máquina de vapor para

épocas de estiaje.

Ya en Tolosa destaca dentro del sector textil la empresa Boinas

Elosegui que sigue trabajando en la actualidad. Los orígenes de

esta empresa se remontan a 1859 año en el que Antonio Elosegui

fundó la fábrica de boinas La Casualidad. En 1885 contaba con 8

cardas movidas por agua. Esta fábrica ocupaba en origen un lugar

central en Tolosa hasta que en los años 80 se trasladó al barrio

Usabal. En el casco urbano se conserva remodelado el edificio

que albergaba una de las turbinas de la empresa. En la moderna

empresa se conserva parte de la histórica maquinaria: siete bata-

nes de mazas donde la lana se convierte en paño.

F. 24_ Molino Elosegi antes de su última remodelación junto al río Oria.

F. 24

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En Villabona se alza remodelado lo que fue el edificio que en el

pasado albergó las viviendas y las oficinas de la empresa textil Su-

bijana y Cía. En el año 1858 adquirió la Ferrería de Olaederra a su

propietario José Miguel Mutiozabal, con su maquinaria, la mitad

de la presa, derecho de aguas y demás pertenecidos. Esta ferrería

estaba situada a 60 metros sobre el nivel de mar, y disfrutaba de

un caudal de 17,4 m3/s en el Oria junto a la villa. Fue construida en

1764 cuando se abandonó la de Amasola en el Leizaran ubicada a

110 m sobre el nivel del mar y con un caudal de 3,4 m3/s.

Igualmente adquirieron las 194 partes o porciones de las dos-

cientas en que estaban dividido el molino municipal de Aroa por

92.150 reales de vellón, molino que se levantaba en las proximida-

des de la indicada ferrería, y que compartía con aquella el caudal

de las aguas y la presa. Esta presa fue ejecutada en 1763 por los

maestros peritos Carrera y Belaundia.

A escasos metros de la fábrica textil estaba instalada La Salvadora

fábrica papelera que ya en 1872, recién constituida y preocupada

por el alza del precio del trapo, comenzó a importar del extranjero

pastas de madera y paja. Estas dos industrias ilustran de manera

clara el paso muy común que se fue dando en muchos lugares de

la geografía vasca hacia la industrialización y modernización pro-

ductiva. Es decir el paso desde las ferrerías como la de Olaederra

que habían entrado en una fase de crisis definitiva hasta las mo-

dernas fábricas. Las ferrerías a principios de siglo XIX tenían los

días contados pero dada su excelente ubicación, estaban junto

a los cauces de agua, no les faltaron salidas airosas; en Villabona

se optó por la industria papelera y textil. En la actualidad la in-

dustria papelera La Salvadora ha abandonado definitivamente el

casco urbano en busca de mejores condiciones espaciales donde

desarrollar los modernos procesos industriales que poco tienen

que ver con la industrialización del siglo XIX y que han perdurado

hasta el siglo XXI La fábrica textil ubicada a orillas del río Oria con-

taba a principios de siglo con una turbina de 30 caballos y además

contaba con dos calderas de vapor de 25 caballos cada una, desti-

nadas exclusivamente a la calefacción de los diferentes salas que

hay en el establecimiento para la oxidación y secado de las telas,

así como para la alimentación por medio del vapor de las cubas,

calderas y demás útiles en los que se verifican las operaciones de

blanqueo, tintes y apresto de los géneros.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

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El agua como fuerza motriz.El proceso de industrialización que sufrirá el País Vasco implicó a

nivel general el creciente desarrollo de algunas viejas fuentes de

energía (hidráulicas, eólicas) y la aparición de otras nuevas (va-

por, gas y electricidad). Cualquier actividad industrial por pequeña

que fuera tenía que tener asegurada previamente la obtención

de la energía necesaria para cumplir sus procesos productivos.

En el siglo XIX la energía térmica de las máquinas de vapor vino

en ayuda del trabajo manual y contribuyó a reducir notablemente

las molestias que el hombre debía afrontar en los distintos cam-

pos de la tecnología, desligó a las nacientes fábricas del cauce de

los ríos; pero las hizo depender de un abastecimiento barato de

combustible y en muchas ocasiones era más costoso y difícil esta

dependencia que seguir a pie de cauce del río. Esto solo podía

suceder en la gran industria, es decir en aquellos establecimientos

en los que pudiera resultar rentable la instalación de la costosa

maquinaria.

El uso de la energía hidráulica que el hombre utilizaba desde tiem-

pos remotos continuó por mucho tiempo y en plena Revolución

Industrial confinada a los molinos, aserraderos y otras instalacio-

nes que se levantaban en los mismos lugares de producción, es

decir junto a los cursos de agua. La energía hidráulica y luego la

hidroeléctrica fue simultáneamente utilizada tanto por empresas

que necesitaban una fuente importante de energía como por

pequeñas instalaciones artesanales. Resaltamos dentro de este

grupo dos instalaciones que todavía se conservan en Gipuzkoa

como son la fábrica de hachas en Errezil y el aserradero de Ze-

rain. El primero se conserva aunque abandonado junto al caserío

Etxeaundi Behekoa en el barrio Arzallus. Es un pequeño edificio de

mampostería vista y teja canal de una sola vertiente y para poder

poner en marcha las dos turbinas posee un pequeño salto de unos

2,30 m de desnivel y con una concesión de 1.225 l/s desde 1931.

La mayor de las turbinas acciona por medio de poleas y correas

de cuero la gran piedra de afilar y esta se pone en marcha al abrir

desde el piso superior la válvula de compuerta que hace que el

agua liberada de la presa sea lanzada sobre los álabes de la rueda

y de aquí se pueda mover la pesada piedra de afilar y pulir. Junto a

esta turbina hay otra de menor tamaño que se empleó para mover

el ventilador de la fragua.

El aserradero ha sido restaurado y habilitado como centro visita-

ble a principios de los años 90. Está construido sobre el final del

cauce de la pequeña regata Larraondo y gracias a dos turbinas se

proporciona luz y movimiento a 11 máquinas que se encuentran

en la serrería, todas ellas máquinas y herramientas propias de los

oficios de ebanistería y carpintería.

F. 25

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En Gipuzkoa debido a sus peculiares características geográficas y

a la escasez de carbón, el esfuerzo para la producción de la ener-

gía eléctrica se concentró en el aprovechamiento hidroeléctrico.

La fuerza del agua fue preferida a los motores de gas, diesel,

máquinas y turbinas a vapor. Se vivió a partir de finales del siglo

XIX la progresiva adopción de la turbina que acercará tecnología

y adelantos a la mentalidad de sus empresarios favoreciendo la

adopción de la energía eléctrica en las instalaciones a partir de la

década de los años 90 del siglo XIX. En un primer estadio la pro-

ducción de energía con máquinas térmicas e hidráulica no resolvía

en modo alguno el problema de la transmisión y de la distribución

de aquella que debía ser consumida allí donde se producía. Con la

electricidad se resolvieron los problemas energéticos a gran esca-

la siendo de utilidad tanto a la gran industria como a la modesta

artesanía, y por supuesto se introdujo en los hogares. Poco a poco

la electricidad se convirtió en algo cotidiano, en una necesidad

para la población.

Los saltos hidroeléctricos en Gipuzkoa eran muy numerosos y

muy variadas sus características: en concreto en 1917 se contabi-

lizaron 399 saltos de agua y aunque no todos eran de uso indus-

trial, su número indica las posibilidades de la fuerza hidráulica para

las aplicaciones industriales. Gracias a los saltos de aguas se tuvo

alumbrado público eléctrico, este fue el caso de ayuntamientos

como Donostia, Tolosa, Bergara o Oñati.

En Tolosa se alza aunque ya por poco tiempo la Central de Agua

y Luz. Esta central se instaló con anterioridad a los años 20. En

el año 1929 se dos motores de gasoil. Estos dejaron de funcionar

en los años 70. Esta central después de realizar el abastecimiento

de agua potable proporcionaba la electricidad que provenía de la

central de Amezketa. En un principio producía electricidad con dos

turbinas pero poco después la electricidad se producía a partir de

dos motores de gasoil. La turbina ya desmontada tenía una capa-

cidad de 125 KW.

F. 25_ Marca Voith, muy habitual en las turbinas.

F. 26_La Central de Agua y Luz de Tolosa.

F. 26

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

Además de los ayuntamientos, las empresas, como ya hemos te-

nido ocasión de señalar, antes de la distribución de la electricidad

por parte de Iberduero tuvieron individualmente sus centrales que

les proporcionaban la energía motriz necesaria. Muchas de ellas

fueron abandonadas por las empresas cuando ya no era un proble-

ma contar siempre con la energía necesaria. Posteriormente en la

década de los años 90 se pusieron de nuevo en marcha gracias a

programas del Gobierno Vasco que impulsan las llamadas energías

renovables. Sería excesivamente largo e imposible referirnos a las

centrales hidroeléctricas o saltos de agua que tuvieron las empre-

sas de Gipuzkoa a continuación señalaremos algunos ejemplos.

La emblemática empresa CAF construyó a principios del siglo XX

una central en Zaldibia. Esta central contaba con dos saltos con

sus correspondientes canales: uno en el término municipal de

Ataun de 250 m y el de Eguiluz - Erreka de 100 m. La maquinaria

original fue desmantelada en 1990. El depósito de la central tenía

capacidad para 6.000 m cúbicos, con una tubería de hierro forjado

de 600 m de longitud y de 500 - 600 m de diámetro que alimenta

tres ruedas peltón construidas en los Talleres de Zorroza acopla-

das a tres alternadores trifásicos de 500 CV. En el año 1990 la

maquinaria fue desmontada y se instaló moderna maquinaria.

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

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Las principales cuencas fluviales.A continuación realizaremos un resumen a través de las princi-

pales cuencas fluviales guipuzcoanas y de sus más representati-

vas centrales hidroeléctricas. La mayoría de ellas abastecían a las

principales industrias de la zona.

El río Urumea se nos presenta como uno de los ejes fluviales

más importantes de la cuenca cantábrica, no solo por su longitud,

recorre una distancia de 42,22 Km, sino por la complejidad del es-

pacio que atraviesa. Nace en los montes de San Martín de Arano

en Navarra y continúa hasta desembocar a orillas del cantábrico.

Antes de entrar en Gipuzkoa recoge las aguas de varios ríos, en-

tre los que destacan el Añarbe - Elama, que alimentó las ferrerías

de Errenteria. Aguas abajo, ya en Gipuzkoa, recibe en su margen

derecha el caudal de varios arroyos Latze o Landarbaso y otros en

la izquierda como son Inpernu-erreka, Mezkite, Karabel.

En la época medieval la fuente de energía principal fue el propio

río. Esta fuente de energía constante y barata dio paso a la prime-

ra utilización industrial de la mano de los ingenios tradicionales,

tales como fueron las ferrerías y molinos. Precisamente estas

unidades de producción fueron la primera ocupación del espacio

en el fondo de los ríos. El paisaje humano de la actualidad se reco-

noce todavía en aquellas unidades. De hecho muchos de aquellos

emplazamientos medievales han sido explotados a lo largo del

tiempo.

Aunque muchas de estas estructuras han desaparecido, todavía

nos quedan restos de ellas.

La Ferrería Abillas, situada en el barrio Lasa fue una de las más

antiguas, la Ferrería Errotaran se situaba en las cercanías de los

caseríos Errotaran: Goiko Errotaran, Erdioko Errotaran y Beheko

Errotaran en el barrio Osinaga. La Ferrería Aparrain era la única del

barrio Picoaga, ubicada en el fondo del valle. La Ferrería Epele se

sitúa en las cercanías de los dos caseríos Epele. El molino Epele

estuvo asociado a la ferrería del mismo nombre. Trabajaba con

las aguas del arroyo del mismo nombre. Disponía de dos pares

de piedras que eran accionadas por dos rodetes de hierro. Solían

moler toda clase de grano. A finales del siglo XIX se solicitó la

autorización para rehabilitar el antiguo molino harinero. Para ello

se derivarían del citado arroyo 125 litros de agua por segundo y

utilizarían este caudal mediante un salto de 6,50 m de altura de

caída para dar impulso a dos piedras de molienda que existían en

el edificio que por aquel entonces ya estaba derruido. En la actua-

lidad está desmantelado. La Ferrería Ereñozu, cercana al caserío

del mismo nombre contó con su propia ferrería, molino, lonja y

puerto. Esta fue según la documentación una de los principales

ingenios industriales de la villa de Hernani desde su origen como

ferrería hasta su final como fábrica de anclas. Durante este largo

periodo los cambios y las modificaciones han sido constantes. En

Ereñozu, hasta donde era navegable el río Urumea, se concentra-

ba la producción no sólo de sus ferrerías sino de todas las de la

zona alta del valle (Urruzuno, Pagoaga, Aparrain). Este complejo

de ferrerías fue uno de los puntos principales de la villa del Her-

nani. El molino asociado a la ferrería contaba con dos pares de

piedras. La Ferrería Fagollaga aparece datada en 1627. Las princi-

pales modificaciones llegaron cuando en 1750 se transformó en

fábrica de anclas. La Ferrería Huerratua se sitúa en un meandro

del río entre este y la carretera. Aparece documentada en 1566 y

durante todo el siglo XVII. Es precisamente la ferrería que conser-

va elementos arquitectónicos más claros de su actividad, frente

a otras como la de Abillas de las que solo queda en pie restos de

escoria.

La Ferrería Lasa se ubica justo en la trasera de la abandonada

fábrica química Puig. Esta ferrería aparece documentada ya en el

siglo XIV en un pequeño aterrazamiento en el recodo que forma

la regata Latze. Contra el pie del monte Akola Mendi aparecen

restos de muros, pegantes al río de lo que pudo ser la antigua

ferrería Lasa.

La Ferrería de Urruzuno o las ferrerías de Urruzuno ya que se cita

Urruzuno de Yuso y de Suso son unas de las más antiguas del

valle y parece ser unas de las de mayor producción del valle.

La Ferrería Pagoaga tampoco cuenta con restos de entidad. Tan

solo se conserva un muro inconexo de lo que debió ser la ferrería.

Esta ferrería se halla situada a los pies de los Montes Francos. Lle-

gó a convertirse en Real Fábrica de Anclas en 1750. En el térmi-

no municipal de Errenteria destacamos la ferrería de Arrambide,

ubicada en la muga entre Rentaría y Arano y la ferrería Ascasua.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

96

Esta última se situaba a orillas del caserío Ascatzu, jurisdicción

de San Martín de Arano muy cerca de la divisoria entre Arano,

Hernani y Errenteria, pero su status como perteneciente a la villa

de Errenteria la hacía muy similar a la ferrería de Arrambide. Sus

propietarios fueron los Cruzat, familia de origen navarro pero fir-

memente arraigada en Gipuzkoa desde comienzos del siglo XVI.

Ambas ferrerías se edificaron en la orilla navarra del río. Ambas

precisaban de los montes guipuzcoanos y del acceso a los cen-

tros comerciales de Gipuzkoa. (Diez Salazar, 1996).

Posteriormente ingenios molineros aprovecharon o reutilizaron la

infraestructura hidráulica instalada para una ferrería simultanean-

do o no estas dos dedicaciones. El aumento demográfico permi-

tió que esta reconversión resultase en muchos casos rentable y

no desapareciese buena parte de los restos de la industria ferrona

del Antiguo Régimen.

Con posterioridad muchos de ellos adoptaron turbinas y genera-

dores para su uso como fuerza electromotriz tanto en el alumbra-

do como en el movimiento y mecanización de los instrumentos

de molienda, como es el caso del molino Pagoaga y es que adap-

tados a otros usos, las aplicaciones del molino en el nacimiento

de la moderna industria fueron numerosas.

Algunos de los molinos más importantes del municipio repiten

emplazamiento y son la lógica continuación tecnológica de las

ferrerías: molino Pagoaga, molino Beko errota, molino Pikoaga,

molino Ereñozu, molino Epele, molino Osiñaga, molino Eziago,

molino Karabel, molino Franko.

A orillas del arroyo Sagarreta-erreka se emplazaron los molinos

Pagoaga y Beko errota. El primero se construyó para satisfacer las

necesidades del barrio de Pagoaga. Solo tenía un par de piedras

accionadas por las aguas. También funcionó proporcionando ener-

gía al barrio. El coste variaba según el número de bombillas que

hubiera en cada casa. En la actualidad permanece desmantelado.

El molino Beko errota ha desaparecido por completo.

El molino Pikoaga estaba ubicado junto a la ferrería del mismo

nombre, en el barrio Pikoaga. A principios de siglo era propiedad

de Luis Miner y trabajaba 800 fanegas al año.

El molino Osinaga estaba emplazado en el barrio Osiñaga. En el

año 1556 era propiedad del monasterio de San Agustín. Antigua-

mente poseía una rueda vertical o aceña. En 1909 el molino se

transformó y en él se instaló una turbina francis. Dejó de trabajar

definitivamente en 1968. En el año 1974 sus aguas pasaron a utili-

zarse para la ampliación del abastecimiento de la villa de Hernani,

con lo cual se inutilizó su orientación molinera.

El molino Eziago se encuentra bajo la desaparecida ermita de Ziku-

ñaga. A principios del siglo XX era propiedad de G. Lino Miner.

Sus aguas fueron aprovechadas por la papelera Biyak bat, ya en

ruinas.

El molino Karabel siempre fue un molino de propiedad particular.

Trabajaba con las aguas de la regata Portu erreka. Contaba con un

solo par de piedras que eran accionadas por un rodete de hierro.

Una vez que abandonaron la molienda en 1920 se utilizó por algún

tiempo la maquinaria de moler manzana.

El molino Franko se ubica en el centro del barrio de Puerto en los

solares ocupados por un grupo de viviendas, ya que fue derribado

a principios de siglo. Durante la desamortización de Mendizabal se

vendió el molino cuya propiedad era compartida entre la villa y el

convento de las Agustinas de San Bartolomé de San Sebastián. Se

alimentaba con las aguas del arroyo Igarcitegi.

Uno de los elementos claves para el inicio de la industrialización

de los valles guipuzcoanos fue el paulatino y continuado uso de la

energía hidroeléctrica.

A principios de siglo y a orillas del río Urumea, en el término muni-

cipal de Errenteria La Papelera Española producía energía eléctrica

en la Central Arrambide y en la Mendaraz la concesionaria era La

Compañía eléctrica del Urumea. En el municipio de Hernani, La

Compañía eléctrica del Urumea producía energía y luz eléctrica

en la central Santiago, en la central Pagoaga. La central hidroeléc-

trica en Urruzuna en manos de La Compañía eléctrica de San Se-

bastián. También producían energía eléctrica Graset y Celayeta en

Pikoaga, Larralde y Compañía en Ereñozu, un salto en Fagollaga, el

Ayuntamiento de Hernani en Lastaola, la fábrica de pasta de papel

Sese y cía en Eciago, la fábrica de pastas de Londaiz, Ubarrechena

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

97

y cía en Arbiza Portu. Por aquel entonces todavía estaba en activo

el molino Eciago.

Los afluentes del Urumea también fueron aprovechados. A ori-

llas del Usoko se estableció una fábrica de productos químicos,

Aritzarena en Latze, en el arroyo Epele se instaló una fábrica de

cemento natural y el molino harinero Karabel.

En concreto en el año 1915 funcionaban 10 aprovechamientos di-

rectos del Urumea para producir fuerza motriz o electricidad y tres

más en sus afluentes.

La sustitución de las tradicionales ruedas hidráulicas tanto vertica-

les como de rodezno, por un nuevo tipo de ruedas muy rápidas las

turbinas, permitió en el siglo XIX sobrevivir a los viejos motores

hidráulicos frente a la dura competencia de la máquina de vapor.

El ingeniero americano Francis diseñó en 1849 una turbina que

se ha generalizado en todo el mundo. Era de admisión exterior,

el líquido entra radialmente y saliendo en dirección próxima a la

del eje, se trata de una turbina centrípeta que puede usarse en

una gama de saltos extensa entre 1 y 400 metros y que tiene un

rendimiento elevado alrededor del 90%.

Tal y como se señalaba en la memoria para la construcción de la

central Lastaola a finales del siglo XIX, Hernani era después de To-

losa la villa que disfrutaba de más fuerza motriz propia producida

por agua.

Para finales del siglo XIX, la energía eléctrica empezaba a ser una

realidad cada vez más extendida.

“La luz eléctrica es ya de aplicación general en los pueblos que

tienen fuerza de agua y quizás pudiéramos citar alguno de escaso

vecindario que cuenta con tres saltos de agua que producen luz

eléctrica para el consumo de los particulares y del público. Si hoy

no se aprovecha el salto correrá la Villa el riesgo de carecer de las

ventajas que reporta la electricidad en sus múltiples aplicaciones

o tendrá que someterse a las exigencias de empresas particula-

res”.

Fue precisamente a finales del siglo XIX, cuando las turbinas fue-

ron instalándose en las antiguas instalaciones de los molinos y

ferrerías. Paulatinamente sustituyeron a los rodetes y a las ruedas

hidráulicas.

Central Urruzuno: Sin lugar a dudas esta central aprovechó el em-

plazamiento y la infraestructura hidráulica de la ferrería del mismo

nombre. En 1899 se otorgó a Juan Jamar Leclerq un salto de agua

de 123 m a favor de la sociedad Belgra, Sociedad Limitada. Se

obtuvo una concesión de 160 l/s del arroyo Urruzuna y 34 l/s del

arroyo Mezkite.

En el año 1908 la concesión pasó a manos de La Compañía Eléc-

trica de San Sebastián, momento en el que la concesión aumentó

hasta los 181 l/s.

Las aguas de la regata Urruzuno se detenían gracias a una presa

de 3,50 m y un canal de 3.931 m cubiertos en su mayor parte.

La presa se halla en el punto de confluencia entre las regatas de

Olaberriko erreka y Artolako-erreka y a unos 5 km de la desembo-

cadura de la regata Pikoaga en el río Urumea. El canal terminaba

en un depósito de extremidad de unos 1.300 m3, constituido por

dos partes unidas por una tubería de unos 60 cm de diámetro y

1.837 m de canal.

Las aguas de la regata Mezkite se recogían mediante un canal de

1.500 m situado en Urnieta de sección trapezoidal cubierto con

bóvedas y una anchura en el arranque de la cubierta de 41 cm.

La presa se hallaba en las inmediaciones de la confluencia de los

arroyos Adarra y Zulueta que forman el arroyo Mezkite. La altura

en el citado arroyo es de 123 m.

Esta central Urruzuno era propiedad de Jaime Puig quien utilizaba

la energía obtenida en ella para su curtidería de Hernani. Finalizó

su actividad hacia el año 1965.

Esta ferrería disfrutaba de dos grupos de turbina-alternador geme-

los compuestos por una turbina-pelton de la marca Corcho e hijos

de 150 H.P. que accionaba un alternador de la marca Brown Boveri

de 500 r.p.m.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

98

La Central Lastaola fue la antigua central municipal de Hernani.

Se halla ubicada a orillas del río Urumea, construida sobre los

restos de la antigua ferrería. De esta ferrería todavía se observa

un amplio socaz.

En las últimas décadas del siglo XIX se vivió un movimiento si-

multáneo en el que numerosas poblaciones decidieron abordar

el alumbrado público. En el año 1882 San Sebastián e Irun hicie-

ron sendos intentos de alumbrado público que en el segundo

lugar se abandonó por poco rentable al año siguiente.

Tras algunos ensayos aislados y producciones parciales para el

interior de las fábricas, en la década de los años 90 diferen-

tes poblaciones instalaron o reformaron su alumbrado público

y privado: Bergara (1891), San Sebastián (1893 y 1899), Tolosa

(1892), Eibar (1893) y Ordizia (1893).

En el año 1895, inmerso en el lógico proceso de modernización

del municipio, le tocó el turno a Hernani. Este ayuntamiento

decidió acometer las obras necesarias para traer el agua a la

villa y mejorar el alumbrado público. Un año más tarde en 1896

el consistorio solicitó la debida autorización para derivar del río

Urumea 4.000 l de agua y aprovecharlos en un salto útil de 4,50

m y así poder producir energía eléctrica que transportada a la

población se había de emplear en el alumbrado público y parti-

cular. Se construyó una presa de fábrica de un 1,50 m de altura

máxima sobre el lecho del río emplazada a 180 m aguas abajo

del caserío denominado Epele Echeverri. La forma de la sección

transversal de la presa era un trapecio cuya base tenía 1,50 m,

esto es igual a su altura y el ancho era de 1,10 m. La obra de

la presa era de mampostería hidráulica de buena calidad pero

el paramento de aguas abajo iba revestido de sillarejo de las

canteras cercanas de Epele. La coronación llevaba una hilada de

piedra de sillería de arenisca de Igueldo. En la presa se estable-

ció un portillo de 1,50 metros de ancho que ocupaba un punto

cercano a la embocadura del canal y cuyo objeto era dar paso

a las aguas del río en los casos en que se creyera conveniente

desahogar el canal sirviendo a la par dar salida a las materias

que el agua iba depositando en la entrada del canal. También iba

provista de una rampa salmonera convenientemente construida

para su fácil acceso.

El canal de derivación va trazado en la orilla izquierda y su longitud

era de 742,10 m. A una distancia de 334,10 m de su nacimiento

el canal entra en galería en dirección de Sur a Norte para desem-

bocar cerca del caserío Lastaola después de un recorrido en túnel

de 401 m. Entre el punto donde desemboca el túnel y la casa de

máquinas hay un espacio de 7 m en el cual el canal es más ancho

donde forma un depósito para que las aguas pierdan parte de su

velocidad y entren en la tubería en mejores condiciones. La fuerza

efectiva que podría dar este salto con un artefacto montado en

buenas condiciones era de 88 caballos de vapor en estiaje y el

doble en lo restante del año.

Las obras se ejecutaron en 1897 por la casa Manuel Iceta y com-

pañía por la cantidad de 83.000 pesetas. Ese mismo año se realizó

el concurso para el suministro del material eléctrico. La línea de

transporte eléctrico era aérea con una longitud de 3 km. La ma-

quinaria fue instalada por la Maquinista Guipuzcoana de la casa

Siemens E. Halske cuyo representante en Bilbao era Pablo Hae-

chner. Las turbinas elegidas eran del tipo parciales combinadas de

acción y reacción de modo que pudieran trabajar en agua detenida

aunque pasara la mitad del agua por los álabes.

Ante el auge que estaba tomando la producción de la energía eléc-

trica Hernani no quiso someterse a las exigencias de las empresas

particulares y prefirió instalar su propia central.La energía eléctrica

sobrante se vendería a razón de 300 pesetas al año por caballo y

diez horas diarias de uso de la fuerza.

Se instalaron dos turbinas iguales de 90 CV cada una. Las turbi-

nas eran de las conocidas como parciales combinadas de acción

y de reacción de modo que pudieran trabajar en agua detenida y

aunque solamente pasase la mitad del agua por los álabes. Las

turbinas se instalaron a nivel del río y lo componen dos espacios

abovedados a los que tendrá entrada el agua por dos tubos.

Este sistema disfrutaba de importantes ventajas: las turbinas po-

dían trabajar siempre con el mismo efecto útil, no se perdía la

altura del salto, una avenida de agua no influía en la buena marcha

de las turbinas. Durante el periodo de estiaje solo trabajaría una de

ellas y las dos se accionarían en el período de aguas invernales.

Cada turbina tenía un regulador de mano y uno automático de

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

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acción rápida. En el edificio de máquinas se instalaron dos dína-

mos generatrices iguales cuya potencia útil era superior a 65.000

watios. El rendimiento industrial de las máquinas era inferior al

90% trabajando a plena carga y al 85% a media carga.

Cada dínamo iba provista del aparato necesario para tensar la co-

rrea de transmisión. La línea de transporte de la casa Siemens &

Haalske era aérea cuya longitud alcanzaba los 3 kilómetros.

En 1902 se renovó toda la maquinaria. A principios del siglo XX se

instalaron dos turbinas de la casa suiza Ateliers de Constructions

Mecaniques de Vevey. Una turbina universal francis de una rueda

montada sobre un árbol horizontal para una caída de 5,25 m y un

volumen de 150 a 200 l/s. En la década de los años 20 se instala-

ron compuertas móviles. En 1925-26 para completar la producción

de energía en momentos de estiaje se instaló un motor Diesel de

100 a 125 HP, de la casa Deutz.

Esta central contaba con el tipo de escala para los peces de las

conocidas como de artesas o de depósitos sucesivos. El caudal

necesario para el correcto funcionamiento de la escala era el que

iba entre los 250 y 500 l/s.

El caudal mínimo del río debía ser de 1.600 l/s ya que el tramo

derivado era de 1665 m. La escala debía hallarse correctamente

dimensionada para el peso de las especies y se completaba con

rejillas de protección frente a cuerpos flotantes.

La central Ereñozu se halla ubicada en el Barrio de Ereñozu. La

concesión inicial fue otorgada en 1897 al Sr. Larralde para aprove-

char 4.000 litros del río Urumea con un salto de 6 m, para propor-

cionar fuerza motriz a una fábrica harinera de su propiedad, una

sierra mecánica y a diversas industrias de la villa de Hernani. En

el año 1926 pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Errenteria

que destinó la electricidad para el alumbrado de la villa.

La presa se ubica en Arriurdin y el canal recorre una distancia de

526 m con una anchura de 4 m y una altura de 3 m. Su fábrica es

de mampuesto, hoy totalmente revocado. Ante el resurgimiento

de las llamadas pequeñas centrales hidroeléctricas debido al en-

carecimiento de los restantes recursos y a los avances tecnológi-

cos, el Ayuntamiento de Errenteria y el Ente Vasco de la Energía

como promotor acometieron la recuperación del aprovechamiento

hidroeléctrico. El canal partía de la margen derecha de la presa y

recorría una distancia de 526 m.

De esta manera se potencia la capacidad de producción hidroeléc-

trica en pequeñas centrales. El aprovechamiento de este salto se

ha hecho con una turbina tipo Fygt que formando un bloque com-

pacto con un alterador asíncrono da una potencia en bornes del

generador de 200 Kwh. En el interior de la central se conserva una

turbina fuera de uso de eje horizontal que por medio de un eje de

transmisión excita a dos alternadores de la casa Brown Boveri &

Cía, turnándose uno y otro.

La central con su correspondiente autómata programable y ele-

mentos de protección genera una tensión de 600 v que por un

transformador se eleva a 30.000 v. y se conecta a la red. En el

canal de esta central se construyó un muro rebosadero por el cual

el agua no pasa hasta que en el río no exista más de 2.000 l/s

de caudal, cantidad que debe primero permanecer en el río por

razones ecológicas.

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

La central hidroeléctrica de Santiago

Esta central está ubicada en el Barrio Pagoaga. La concesión gu-

bernativa para derivar un caudal de 4000 l/s del río Urumea fue

otorgada a los Señores Ubarrechena Hnos. con fecha del 30 de

Marzo de 1895. En 1914 se solicitó permiso para la ampliación

del caudal hasta los 7.800 l/s. En la actualidad es propiedad de

Iberdrola.

La presa se construyó 400 metros aguas arriba del caserío Ascaso.

Es una presa de gravedad, de planta recta y construida en sillarejo.

Presenta un gran contrafuerte en su lado izquierdo y una escala

para salmones. Desde la presa de 2,90 m de altura sobre el lecho

del río se conducen las aguas por un canal, parte del cual en lon-

gitud de 520 metros se desarrolla en galería y el resto hasta los

698,50 m de longitud total a cielo abierto hasta el paraje elegido

para el emplazamiento de la casa de máquinas a 33,50 metros de

distancia de la presa, siguiendo el curso del río en cuyo punto y

después de haber actuado en el receptor hidráulico con el salto

indicado de 19,55 metros, las aguas se reincorporan al río en toda

su integridad.

Este salto se aprovechaba como fuerza motriz en un artefacto pro-

ductor de corrientes eléctricas transportables para transformarlas

a su vez en fuerza motriz en las fábricas de cemento y harinas

establecidas en Hernani. El canal parte de la margen izquierda de

la presa, discurre de forma subterránea y al aire libre y recorre una

distancia de 871 m con una pendiente de 8,5%. Junto a la casa

de máquinas deriva en tres tubos de carga de 16 metros de largo

cada uno y un diámetro de 2,10 a 1,10 m.

Las tres turbinas son de tipo francis de eje horizontal y una poten-

cia respectivamente de 240, 452 y 1000 Kw. Están unidas a un al-

ternador de los que solo uno de ellos corresponde a la casa AEG

F. 27_ Central Hidroeléctrica de Santiago.

F. 27

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101

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

La central Pikoaga está ubicada en el Barrio Ugaldetxo - Latxe.

A escasos metros de la casa de máquinas se encuentra la casa

del encargado de la central. El conjunto se completa con la presa

situada en el río Urumea y un canal que deriva las aguas desde

la presa a la sala de máquinas de 2,5 km de longitud. La central

cuenta con dos turbinas, siendo una sola la original. En el año

1899 La Vasco-Navarra S.A. obtuvo la concesión para la utiliza-

ción de las aguas para la central eléctrica Picoaga. En la actuali-

dad Iberdrola es la explotadora de la central. La concesión era de

4.000 l/s del río Urumea y de la regata Urruzuno y otra de 200 l/s

de cada una de las regatas Mezkite y Olazar.

La toma del río Urumea se realiza gracias a una presa de grave-

dad y planta recta con 40 metros de longitud en la coronación y

5 metros de altura. Junto al estribo derecho se sitúa la escala de

peces. En el estribo izquierdo están las instalaciones de toma

del canal consistentes en dos compuertas de entrada al canal

de 1,80 m x 2,25 m. Al comienzo del canal hay un aliviadero

de vertido lateral. Junto a estas instalaciones se encuentra la

compuerta de fondo de la presa. El canal tiene una sección de

3 m x 2 m siendo su longitud total de 2.500 m. Su trazado es

paralelo al cauce del río Urumea y atraviesa 4 túneles a lo largo

del recorrido.

La toma de la regata Urruzuno se realizó con una presa de gra-

vedad de 2 metros de altura y 10 m de longitud de coronación.

En el centro de la presa está la compuerta de fondo siendo sus

dimensiones de 1,10 m x 1 m. La toma del canal se realiza desde

el estribo izquierdo con una compuerta de 0,7 m x 0,9 m Este

canal tiene una longitud de unos 70 m hasta enlazar con el canal

principal y su sección es de 0,8 m x 0,8 m.

La tercera presa está en la regata Mezkite. Tiene una altura de

0,70 m y es de hormigón con planta recta de 10 metros. Su com-

puerta de fondo se ubica en el centro. De la margen derecha parte

el canal principal, también dentro de un túnel.

En las regatas Urruzuno y Mezkite estaban construidas dos escalas

de peces. La cámara de carga es un depósito de unos 15 m de largo

x 8 m de ancho. Tiene un aliviadero que conduce el agua en exceso

al río Urumea a través de una tubería. Desde aquí parten dos tube-

rías forzadas de 120 cm y 150 cm de diámetro respectivamente.

Había dos grupos. Las turbinas eran francis de doble rodete de la

marca Theodor Bell y el alternador de la marca Brown Boveri.

En el año 1970 la Cía eléctrica del Urumea transfirió el salto a nom-

bre de Iberdrola. La concesión abarcaba las aguas del río Urumea-

Urruzuna Beguire.

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Usos históricos del agua en la industria vasca.

La Central Arrambide.

La concesión de esta central figura en 1899 a nombre de Ramón

Elosegi. En el pasado perteneció a La Papelera Española de Ren-

teria. En el año 1996 pasó a ser propiedad de Iberdrola S.A. El

aprovechamiento está constituido por dos presas de gravedad.

La primera se sitúa en el río Urumea en el término municipal de

Goizueta. Tiene una longitud de 32 m en coronación y 4,75 m de

altura. El canal tiene una sección de 3 m x 2 m, siendo su longitud

de 3.740 m. A lo largo de éste se espacian 5 compuertas útiles

para el desagüe del mismo. La presa de la regata Ensilla es de

gravedad con planta recta de 6 m de longitud en coronación y 1,5

m de altura. El canal con sección 0,8 m x 0,8 m tiene una longitud

de 160 m y enlaza con el canal principal. La cámara de carga se

forma mediante un ensanchamiento del mismo. Sus dimensiones

son 4 m x 20 m x 2,50 m. Está dotada de compuerta de fondo,

aliviadero y limpiarrejas. Los transformadores se encuentran en el

exterior de la central, aguas abajo de este y conectan con la línea

de alta tensión de Hernani a Leiza de 30.000 Kw.

La central cuenta con tres grupos, todos turbinas Francis. La turbi-

na construida en el año 1934 es de la marca Voith, y las otras dos

de Escher Wyss y de Charmilles. Los reguladores son de la marca

Voith y los alternadores de la marca ASEA y Brown Boveri.

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El patrimonio industrial originado.

La Central Mendaraz.

Joaquín Arbelaiz vecino de Hernani solicitó la autorización para

derivar del río Urumea 4000 litros por segundo y utilizarlos en un

salto de 3,43 metros y aprovechar la fuerza motriz resultante para

usos industriales. La derivación se realiza mediante una presa de

20 metros de longitud de 180 metros de altura sobre el nivel de

aguas ordinarias en el punto del emplazamiento. El estribo de la

misma está situado en la margen izquierda y se halla sobre terre-

nos pertenecientes a Arano (Navarra).

El canal de derivación es de 470 m. En el año 1900 los Herma-

nos Ubarrechena pidieron permiso para ampliar la concesión que

consistía en prolongar la traza del canal de conducción que figu-

raba en el anterior proyecto aprobado al otorgarles la concesión

indicada de 662 m con el fin de utilizar el desnivel existente en

el tramo del río situado entre el emplazamiento designado para

establecer el salto en aquel proyecto y el remanso de la presa que

es de 3,43 m y de este modo disponer de un salto de 15,18 m en

vez de 11,75 m de la primera concesión. Para emplearlos como

fuerza motriz en un artefacto productor de corrientes eléctricas

transportables por medio de cables aéreos a las fábricas de hari-

nas y cementos que poseían en Hernani así como para alumbrado

eléctrico.

Estos aprovechamientos hidráulicos provocaban efectos negativos

en el cauce como son la modificación del medio físico del propio

cauce, obstáculo a la migración, mortandad de peces en la turbina,

transformación de zonas de corriente en remansos y alteración de

fondos y márgenes.

Para minimizar los efectos negativos se obligaba a construir una

escala salmonera, la toma de agua debía contar con una rejilla

cuya separación entre barrotes era de 20 mm. El extremo final del

canal del desagüe debía estar provisto de una rejilla con separa-

ción máxima entre barrotes de 60 mm.

Además de las centrales hidroeléctricas, también se desarrolla-

ron otras industrias como Puig y Cía. En el mismo emplazamiento

donde se ubicó la Ferrería Lasa, a finales del siglo XIX se estable-

ció la empresa Lecumberri y compañía razón social con la que se

presentó a la Exposición Universal de Barcelona en 1888. En ese

año consumía una media diaria de 2.500 kg. de carbón vegetal

menudo, empleado para la filtración de alcoholes industriales y

alquitrán utilizado en la fábrica como combustible. Producía sobre

todo vinagre y pirolignito En el año 1889 la misma fábrica aparece

con el nombre de Puig y Cía bajo cuya denominación seguirá hasta

su cierre definitivo en 1984. Esta empresa se ubicó en un entorno

plenamente rural. El lugar era el idóneo para el proceso productivo

que desarrollaban. Se obtenía alcohol de la destilación de madera.

En 1901 contaba con 6 hornos de marcha continua y los aparatos

necesarios para destilación de 4.500 tn de leña al año. Contaba

con una caldera de vapor y una turbina para producir energía y

en ellas se llegaron a emplear de 30 a 40 operarios. La fábrica se

cerró definitivamente en 1973

La caldera de vapor lograba la obtención de energía motriz por medio

de vapor y era de la marca Societé de Constructions Mecaniques.

Ya abandonados se pueden observar todavía los restos de lo que

fueron las instalaciones fabriles situadas a un lado de la carretera

hacia Goizueta. Enfrente y separados por dicha carretera se levan-

ta un edificio destinado a vivienda de obreros y una casa chalet

construida en 1919 para vivienda de los propietarios por el arqui-

tecto Antonio Setien. El edificio destinado para vivienda de los

obreros es de dos pisos y ganbara, construido en mampostería.

Destaca un balcón corrido al que se llega por una escalera situada

a cada uno de los lados, gracias a él se puede acceder directamen-

te a las viviendas. La planta baja quedaba destinada a oficinas y

almacenes.

La casa chalet de los propietarios cuenta con dos pisos y ganbara,

destaca un porche de entrada, que sustenta un balcón situado en

el segundo piso. La decoración de la parte superior cercana a la

ganbara se logra a base de falso entramado de madera.

La fábrica era la concesionaria del salto Latxe. El caudal inicial era

de 30 l/s aunque se elevó con posterioridad hasta los 60 l/s, cap-

tado mediante azud de 2 m de altura y 14 m de anchura y con un

canal de 300 m de longitud. El salto bruto era de 31,13 m siendo

el salto útil de 26,34 m medido entre la cámara de carga y el plano

medio del rodete de las turbinas acopladas a las dínamos. Desde

el depósito de carga, mediante tubería, las aguas se conducían a

las 6 turbinas instaladas en el interior de la fábrica. También se em-

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104

Arquitecturas e ingeniería del agua:

pleaban para el movimiento de las bombas. Las otras dos estaban

acopladas a sendos dínamos.

También en el Urumea destaca la cementera Fagollaga, uno de los

enclaves industriales más interesantes de Gipuzkoa donde poder

estudiar y analizar la evolución de la actividad industrial desde sus

orígenes como actividad dedicada al trabajo metalúrgico.

La ferrería de Fagollaga integrante de la fábrica de anclas de la villa

de Hernani data del siglo XVI y continuará con la actividad dedicada

al trabajo del hierro hasta el último tercio del siglo XIX. Pero ya en

1876 se hace mención de una fábrica de papel titulada “Urumea”

en Fagollaga propiedad de Bonifacio Guibert y Arroqui con ocasión

de los destrozos que en ella causó la guerra civil. Esta papelera

parece que desapareció definitivamente en 1888. Posteriormente

a principios de siglo se instaló en el lugar una cementera hidráulica

perteneciente a Victoriano Celaya, el cual vendió el salto de agua al

Ayuntamiento de Hernani en 1920.

La batería de los tres hornos de calcinación con forma de tronco

de pirámide está construida en mampuesto al exterior y ladrillo

refractario al interior. Presenta grandes arbotantes en triple arcada

hacia el W y sillares en los esquinales, así como tres bocas en arco

escarzano uno para cada horno, tanto al E como al W, descarga de

los mismos, recercados de ladrillo.

La concesión de las aguas de Fagollaga pasó definitivamente a

manos de Iberdrola en 1987. El salto es de 5,80 m y 4.500 l/s

siendo el caudal del río 1.600 l/s . La turbina que estaba instalada

era una turbina Voith Heindenheim tipo francis de doble rodete

con una potencia de 299 KW y 30 rpm y el generador de la marca

Siemens Schuket.

F. 28

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105

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

Tal y como se ha analizado las más importantes industrias y cen-

trales hidroeléctricas de Hernani que se suceden a lo largo del río

Urumea; repiten un emplazamiento y unas infraestructuras que

secularmente han estado vinculadas al trabajo. Es en estos luga-

res donde todavía se puede rastrear y reconocer la peculiar ocupa-

ción del espacio rural más allá de los límites de la villa.

En la cuenca del río Urola destacamos la Central Epelde y Larraña-

ga se encuentra en el barrio de Loiola en Azpeitia y proporcionaba

energía a la fábrica textil Epelde, Larrañaga y Cía desde 1904. Al

principio solo tenía una turbina a la que se le añadiría una segunda

tres años más tarde.

Esta central contaba con una presa de frente ligeramente curvo

situada en las inmediaciones del matadero municipal de Azkoitia.

El canal parte del lado derecho de la presa hoy cegado y con unas

dimensiones de 3 m x 3 m. A unos 100 m cruza el río por debajo

del mismo y ya en la orilla izquierda aflora otra vez en un canal y

luego se vuelve subterráneo. Se prolonga así hasta la central unas

veces subterráneo y otras al aire libre completando un recorrido

de 1800 m. Destaca un acueducto que dibuja en la zona conoci-

da como Beristain, formando 11 arcos rebajados que descansan

sobre pilas rectangulares. Los arcos tienen una luz de unos 3 m

mientras el canal en si tiene una dimensiones cercanas a 2 m de

ancho y 2 de profundidad.

F. 28_ Cementera Fagollaga. Hernani. Fotografía de Santiago Yaniz.

F. 29_ Casa de máquinas de la Central Epelde y Larrañaga.

F. 29

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106

Arquitecturas e ingeniería del agua:

En la carretera de Azkoitia a Zumarraga se levanta la Hidroeléctri-

ca Alberdi y Cía a orillas del río Urola para favorecer la salida del

canal del desagüe o socaz. La construcción de la Hidroeléctrica

denominada Errotaberri se realizó en 1914. Se aprovecharon las

instalaciones de un antiguo molino pero realizando las oportunas

reformas en toda la infraestructura hidráulica. Se derivaron hacia

la hidroeléctrica las aguas de la presa de Ezkidi que pertenecía a

un antiguo molino y que antes había reformado su dueño, Esteban

Alberdi para proveer de agua a su primera central de Androndegi

La corriente de este central se enviaba a la Yutera de Alberdi y Cía.

Allí se encontraban dos grandes transformadores que variando el

voltaje, alimentaban los motores eléctricos de que disponía la fá-

brica para accionar la maquinaria. Una parte de la energía eléctrica

era vendida a los caseríos de la zona. La Hidroeléctrica dejó de

funcionar hacia 1970. En la década de los años 80 se comenzó de

nuevo su explotación debido a la puesta en marcha de pequeñas

hidroeléctricas.

El conjunto hidráulico está formado por una presa y un canal que

son los originales del molino. Esteban Alberdi los reformó elevan-

do su altura y cambió el curso del canal para abastecer a sus cen-

trales. Es una presa de frente recto, de fábrica de mampostería

aguas abajo y losas cubiertas de cemento en la cumbrera. En el

lado del canal a la derecha presenta un contrafuerte, también de

mampostería y entre ambos elementos se encuentra el desague,

conserva dos estribos completos. El salto que se alcanza en la

central es de 40,5 m. El canal se encuentra en la parte derecha

de la presa y recorre al descubierto los primeros 270 m de su

trayectoria, midiendo 2,5 m de profundidad en este tramo; al cabo

F. 30_ Central de máquinas de la Central del Leizaran.

F. 30

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107

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

del cual se sumerge para atravesar la carretera y el río, a través

de un sifón de 44 m de largo. Pasa así a la margen izquierda del

río y transcurriendo por encima de la central de Androndegi des-

emboca en un sifón situado en frente de la Central de Errotaberri,

proporcionándole un salto de 40,5 m. En total mide 1800 m y más

de la mitad en galería subterránea.

En el Valle del Leizaran se suceden centrales hidroeléctricas al-

gunas de ellas junto a instalaciones de antiguas ferrerías, algunas

de estas centrales son las más antiguas.

Son la central del Leizaran, las de Plazaola o la de Ameraun esta

última cercana a las instalaciones de la ferrería del mismo nom-

bre. Comenzaremos hablando de la central del Leizaran. En 1899

los hermanos Joaquin y Juan B. Larrate solicitaron el aprovecha-

miento de 1650 l/s para aprovecharlos mediante un salto de agua

de 209 m en la producción de energía para usos industriales. Ya

en 1902 era propiedad de la Sociedad Hidroeléctrica Ibérica do-

miciliada en Bilbao, lo que hacía que la energía se dirigiera a la

capital vizcaína. En el 1911 alimentaba la Central del Tranvía de San

Sebastián - Tolosa. En la actualidad es propiedad de Iberdrola. Se

encuentra a orillas del río Leizaran frente a la central Bertxin. El

edificio de la central generadora está destinado a la sala de máqui-

nas y otro adosado destinado a los transformadores y cuadros de

distribución. Completan el conjunto la presa situada en Ameraun y

un canal de 13,422 km que se verifica en la margen izquierda del

río. El canal termina en un depósito y de aquí arranca la conduc-

ción forzada, una tubería metálica baja por la ladera y atraviesa el

río para entrar en la sala de máquinas.

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108

Arquitecturas e ingeniería del agua:

La central de Ameraun se encuentra en el kilómetro 61 del fe-

rrocarril del Leizaran, junto a los restos de la ferrería del mismo

nombre, era propiedad de Santos Gaztañondo que la vendió a la

Papelera Española de Tolosa. Cuando se cerraron las instalaciones

pasó a manos de la Papelera Sarrio Papelera Uranga que en la

actualidad sigue explotándola. Produce electricidad gracias a tres

grupos con un salto de 54 m y un caudal de 3,8 m3/s sobre la base

de 1185 de potencia conjunta de los tres grupos. La presa de gra-

vedad de 40 m x 3,5 está situada a 5 kilómetros de donde parte el

canal. Para salvar el desnivel se construyó un potente acueducto

de sillería hasta llegar a un depósito de donde parte la conducción

forzada con una tubería metálica hasta la casa de máquinas. Esta,

justo antes de entrar en la casa de máquinas, se bifurca una toma

por cada grupo.

F. 31_ Casa de máquinas de la Central Ameraun. Andoain.

F. 32_ Embalse de regulación de la Central Ameraun. Andoain.

F. 33_ Acueducto de la Central Ameraun. Andoain. Fotografía de Santiago Yaniz.

F. 31

F. 32

F. 33

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

La central de Laborde Hnos está situada en el kilómetro 82,300

a orillas del río Leizaran y aguas abajo de la Central del Leizaran.

Es una central a pie de presa. Destaca la casa de máquinas y un

pequeño cobertizo donde se ubican los mecanismos de las com-

puertas de la zona de la central.

En el año 1905 la Sociedad Hidroeléctrica Ibérica consiguió la con-

cesión de 300 l/s mediante un salto efectivo de 5,5 m. En 1949 la

empresa “Laborde Hnos” adquirió la citada central para afrontar

las restricciones en el suministro de energía en la época de la

autarquía. La central de Bertxin propiedad del Ayuntamiento de

Andoain se halla situada en la margen izquierda del río Leizaran en

el término municipal de Villabona. Su canal atraviesa los términos

de Berastegi y Elduain. La concesión de agua existente actual-

mente fue otorgada en 1908 a Venancio Genua para aprovechar

1000 litros /s del río Leizaran y sus afluentes. Posteriormente se

transfirió a Ramón Elosegi que obtuvo autorización para construir

una presa de regulación de 12,50 m de altura y 300.000 m3 de

capacidad. La sociedad “Electra de Berchin S.A.” compró en 1922

las instalaciones que constituyen el aprovechamiento y dicha so-

ciedad las vendió al Ayuntamiento de Andoain en 1970.

Pertenece a esta central una presa embalse de regulación cons-

truida a principios de siglo. La construcción está hecha en forma

escalonada y es de 60 m de longitud y 12,5 m de altura. A 400 m

aguas debajo de la presa existe un azud de desviación de 35 m de

longitud y 5 m de altura. Su construcción es de gravedad reforzada

con contrafuertes. De este azud y por su margen izquierda se de-

riva un canal de 3.700 m de longitud que discurre a media ladera

del monte y llega hasta la cámara de carga situada a 95 m de altura

del eje de la turbina. Desde la cámara hasta la turbina el agua baja

por una tubería forzada de 152 m de longitud y 0,8 m de diámetro.

La producción tradicional tenía lugar gracias a una turbina francis.

Posteriormente las instalaciones han sido reformadas.

En el valle del Oria se halla la interesante Central Abaloz y Mendia,

la central se sitúa al borde del cauce del río entre los municipios

de Andoain y Lasarte. Se accede a ella a través de un puente. Esta

central ha estado vinculada a la Papelera Mendia S.A. de Hernani.

Esta fábrica disponía en 1913 de un salto en el río Oria para sus

necesidades de 1000 HP y una reserva de dos centrales térmicas

de 600 y 275 HP. La presa es de arco de gravedad de 60 m de an-

chura y un salto de tres metros. El canal tiene aproximadamente

1,5 km de longitud realizado en fábrica de mampostería caliza con

revocos posteriores en cemento. Es de sección cuadrada con ali-

viaderos laterales y arranca del estribo izquierdo de la presa.

F. 34_ Central Hidroléctrica de Abaloz y Mendia. Andoain.

F. 34

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

En el Valle del Deba destaca en Oñati la existencia de interesantes

centrales hidroeléctricas. Destaca entre todas la Central de Olate

y la Central de Jaturabe.

La primera fue instalada por la empresa Unión Cerrajera. Su ubica-

ción primera fue al otro lado del río Arantzazu, donde en la actualidad

se ubica un edificio de viviendas y reaprovechando las instalacio-

nes del molino Lamiategi goikoa. En 1921 se construyó el edificio

que ocupa la central en la actualidad. Hasta 1989 fue propiedad de

la citada empresa, fecha en la que pasó a ser propiedad de la So-

ciedad Oñatiko Ur jauziak S.A. de la que el ayuntamiento de Oñati

es coparticipe. Se ha adquirido con la intención de explotarla para

autoabastecer al municipio de energía eléctrica. El ayuntamiento

de Oñati ha querido continuar con esta actividad que ya inicio en

el año 1928. De las siete turbinas que tenía solo conserva una.

Hasta la última remodelación conseguía fuerza eléctrica gracias a

siete grupos electromotrices que eran activados por cuatro saltos:

Oñati, Nuestra Señora de Aranzazu, Saratxo y Zapata con desnive-

les de 103, 417, 220 y 273. El canal de Olate nace en la presa de

Jaturabe a donde llegan las aguas de los ríos Araoz y Arantzazu

principalmente y cuenta con un depósito de 450.000 m3. De aquí

partía una tubería de carga que daba entrada al cuadal de la central.

El canal de Arantzazu o Itzagain es el más largo y recoge el tributo

de 256 regatas y alcanza una longitud de 11.600 m. El canal de Sa-

ratxo tiene un recorrido de 1674 m de los que 1 km está excavado

F. 35(1)

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

en roca. Por último el canal de Zapata tiene una tubería de carga

más larga sin contar la que desde la central de Jaturabe se une a

ésta en su inicio. Los grupos electromotrices eran siete uno para

Zapata y dos por cada uno de los saltos. Todas las turbinas eran de

la casa alemana Voith de Heindenhiem del tipo Pelton. El panel de

cuadro de mandos era de la marca AEG. Toda la producción de las

centrales de Olate, Lamiategi, Toquillo y Jaturabe se centralizaba

aquí y era trasladada a la empresa Unión Cerrajera. El edificio de la

central propiamente dicho es un edificio construido en la década

de los años 20 de estilo ecléctico. Se divide entre la parte dedicada

a la generación y adosada la parte de la transformación y salida de

líneas en dos torretas que flanquean la construcción. En la fachada

posterior se observan tres tuberías de carga procedentes de los

saltos de Olate, Nuestra Señora de Aranzazu y Saratxo. Para que

pudieran atravesar el río se construyó un puente. La sala de máqui-

nas impresiona por su amplitud y limpieza Se halla perfectamente

iluminada por un doble registro de vanos. El edificio es de planta

rectangular con un piso en el cuerpo central y dos torretas que lo

flanquean. Se labra en mampostería y se cubre a dos aguas con

el caballete paralelo a la fachada principal en el cuerpo central y a

cuatro aguas en las torres.

Conserva una turbina pelton del año 1921 de la marca Voith aco-

plado a un generador de la marca AEG acoplada a su vez a un

generador, fuera de uso.

F. 35(1)_ Central Hidroeléctrica de Olate. Oñati (vista 1)

F. 35(2)_ Central Hidroeléctrica de Olate. Oñati (vista 2)

F. 35(2)

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

La otra central de la que ya hemos hablado, la Central Jaturabe se

halla en el Barrio de Araotz. Aprovecha el canal de Olate que parte

de la presa de Jaturabe para luego continuar hacia la central del

mismo nombre. Las aguas sobrantes se reconducen por una tu-

bería de carga, que atraviesa el barranco hasta el canal de Zapata.

Esta central situada en el Barrio de Araotz era propiedad de Unión

Cerrajera de Arrasate. Estuvo en funcionamiento hasta 1987. En la

actualidad ha pasado a ser propiedad de la Sociedad que gestiona

la Central de Olate. Se conserva una turbina de la marca J.M Voith

Heideinheim que data de 1913.

En el sector industrial fue básica la fuerza motriz eléctrica. Sur-

gieron industrias que crecieron en torno a una previa instalación

hidroeléctrica como es el caso de la Fábrica Altuna Hermanos o

Garay Hermanos, las dos de Oñati. Estas hipotecaban su ubica-

ción a la ventaja de situarse junto al lugar donde se producía la

energía eléctrica.

F. 36_ Vista general de la Central de Jaturabe. Oñati.

F. 36

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paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

En el extremo opuesto se encuentran las empresas que explo-

tan centrales hidroeléctricas alejadas de sus centros de produc-

ción. Este sistema proliferó debido al abaratamiento de la dis-

tribución de la electricidad. Es el caso de la Sociedad Anónima

Electra Irun - Endara constituida en 1902 cuyo objeto era la pro-

ducción de energía eléctrica en la jurisdicción de la villa de Irun,

con el agua procedente de la regata Endara y su transmisión a

los puntos que interesara a la sociedad y a la explotación del

Tranvía de Irun a Hondarribia. Utiliza un salto de 317 m con un

caudal de 500 l /s obtenidas mediante la derivación de la regata

Endara que se halla en Navarra con un canal de 13 kilómetros y

una conducción forzada de 1300 m; en la década de los treinta

contaba con 3 grupos electrógenos de 350 HP más un motor

diesel de 500 HP. En la actualidad funcionan cuatro turbinas, dos

de ellas de la fecha de la instalación de la central, el grupo die-

sel fue desmontado. La Sociedad explotadora de esta Central

Irugurutzeta funcionó desde 1898. En un principio se denominó

Endarerreca y ya en 1902 se constituyó la sociedad Anónima

Electra Irun - Endara para la producción de energía eléctrica en

Irun y su transmisión a los puntos que conviniera a dicha socie-

dad ya fuera en forma de fuerza o de luz y para la explotación del

Tranvía de Irun a Hondarribia. Tenía otras dos centrales una en la

margen izquierda del río Bidasoa en el término de las Nazas en

el Ayuntamiento de Lesaka con un salto de 8,5 m y una tercera

emplazada en el origen de la Regata Endara en Lesaka Navarra

y utiliza las aguas de un embalse regulador construido en dicho

punto.

Utiliza un salto de 317 m con un caudal de 500 l/s obtenidas me-

diante la derivación de la Regata Endara que se halla en Navarra,

con un canal de 13 kilómetros y una conducción forzada de 1300

m. En la década de los años treinta contaba con tres grupos

electrógenos de 350 HP compuestas cada una por una turbina

pelton más un motor diesel de 500 HP.

F. 37_ Central Irugurutzeta. Irun.F. 37

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Arquitecturas e ingeniería del agua:

En Zegama en el año 1926 la Cía Mercantil Electra Aitzgorri S.A.

era la propietaria de dos centrales Ezpaleo y Aldaola las dos unidas

por un complejo sistema de canales y depósitos. Ambas propor-

cionaban energía eléctrica a 7 municipios del Goierri, hasta que en

1969 Iberduero se hizo con el control del abastecimiento de energía

eléctrica de la zona y la Electra pasó a proporcionar energía a la Pa-

pelera de Zegama hasta su cierre definitivo en 1987 año en el que

se paralizaron las dos centrales. A principios de los años 90 tras

realizar numerosas reparaciones, ambas centrales han reanudado

su actividad y la energía obtenida en ellas es vendida a la red de

Iberdrola.

Históricamente también fueron habituales pequeñas asociaciones

de vecinos de zonas rurales o caseríos aislados que deciden realizar

una inversión de capital con objeto de proveerse de electricidad en

la época en la Iberduero S.A. no garantizaba el suministro.

Es el caso del Caserío Kortabarri en el Barrio Olabarrieta de Oñati

que cuenta con una turbina en desuso. Hubo también empresas

que animadas por el mundo de la electricidad se dedicaron a la

fabricación de aparatos eléctricos como la firma Anitua e hijos de

Eibar.

Dispersos por Gipuzkoa se encuentran todavía restos de calidad ex-

cepcional, centrales, conducciones de agua, maquinaria en desuso

con una gran fuerza icónica e imagen insustituible del paisaje guipuz-

coano. Junto a las casas de máquinas se elevan todos los elementos

de la tecnología aplicada: torres de transformación, líneas eléctricas

y últimamente las nuevas presas transformadas para que la vida pis-

cícola sea una realidad.

La mayoría de las centrales que entraron en funcionamiento a finales

del siglo XIX continúan en activo en la actualidad. En los últimos años

y teniendo en cuenta el desarrollo de las pequeñas centrales, éstas

han sido objeto de importantes mejoras. Todavía se conservan sin

embargo algunas de las viejas turbinas a las que se han adaptado

modernos motores y reguladores.

En muchos casos las que habían sido centrales hidroeléctricas muy

productivas se cerraron, tras entrar en una fase de rendimientos de-

crecientes. Servían como hemos ido viendo para producir la ener-

gía que necesitaba la fábrica o pequeños núcleos de población. Al

extenderse la red interpeninsular estas centrales comenzaron a no

ser rentables. En nuestros días asistimos sin embargo a la inversión

de los términos. La crisis energética y la búsqueda de fuentes al-

ternativas incluso ecológicas actualizan el uso de la hulla blanca. Se

actualizan, pero en muchos casos la automatización trae consigo la

eliminación de las viejas turbinas testigos de la tecnología pionera

por otras más potentes y más productivas. También las obras de

ingeniería han sufrido importantes transformaciones con las escalas

para que los peces no vean interrumpido su ciclo vital.

Igualmente el uso del agua tiene mucho que ver con el uso medicinal

e higiénico, por ello se edificaron en muchos de los municipios en

sus principales plazas fuentes y lavaderos. La mayoría son anteriores

a la época de la industrialización en la que nos hemos detenido. Sin

embargo señalamos el lavadero de Irura que data de 1889. Destaca

por la originalidad de la traza: un octógono cubierto sostenido por co-

lumnillas de fundición, con una singular pila o depósito en forma de

estrella de seis puntas junto a las que se sitúan las piedras de lavar.

F. 38

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115

paisaje y patrimonio en Gipuzkoa.

También fueron importantes en el pasado en Gipuzkoa instalación

de balnearios, establecimientos sanitarios con baños medicinales.

Hubo balnearios de este tipo en Gabiria, Ataun, Ormaiztegi, Zestoa,

Alzola en Elgoibar. La importancia de las aguas medicinales de Zes-

toa llevó a la familia Echaide en 1901 a vender el establecimiento

del Balneario a la Sociedad Anónima “Aguas y Balneario de Cesto-

na”, y esta Sociedad será la que en 1904 construya la planta para

embotellado de las aguas, junto a la primitiva Casa de Baños. La

planta embotelladora se amplió en los años 50, y se cerró a finales

de los 60. Hoy en día ha desaparecido el primitivo sistema de cap-

tación de aguas desde el manantial, al igual que la maquinaria de la

propia planta embotelladora.

También en Lizartza ha sido explotado un manantial de agua mine-

ral natural con gas y sin gas desde el año 1888. En julio de 2003

sufrió un grave incendio. En la actualidad está de nuevo en funcio-

namiento.

F. 38_ Lavadero de Irura.

F. 39_ Planta embotelladora de Zestoa.

F. 39

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Los lavaderos de mineral de hierro en la cuenca

minera vizcaína.Antonio Hernández Almaraz

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Los lavaderos de mineral de hierro

Introducción

El agua de los ríos y arroyos de Bizkaia, cuando su uso no iba más

allá de la obtención de energía mediante de saltos de agua, era de

gran calidad. Con la llegada de la industrialización, y especialmen-

te con el boom minero, empezó a utilizarse para usos distintos al

del consumo humano y comenzó su deterioro.

Antes incluso de que el agua se comenzara a usar en el tratamien-

to del mineral, el progresivo vertidos de escombros de mineral de

hierro en los cursos fluviales produjo la alteración de sus cauces,

su contaminación y la destrucción del hábitat, en detrimento de la

agricultura y la salud pública.

Por todo ello, el agua llegará a convertirse en un medio de trans-

misión de enfermedades del aparato digestivo, como el cólera, la

disentería, la gastroenteritis, el tifus, etc., y solo tras continuas

denuncias por parte de los ayuntamientos contra las empresas

mineras, se acabará generalizando la construcción de depósitos

para evitar el anegamiento de los cauces.

Aunque en los comienzos de la minería, el mineral carecía de im-

purezas y se vendía sin ningún tipo de tratamiento, a partir de 1891

su agotamiento obligó al aprovechamiento del mineral mezclado

con arcilla que había que eliminar en los lavaderos. Este tratamien-

to producía gran cantidad de lodos que al depositarse en los ríos

enfangaban los acuíferos utilizados para el consumo humano.

Los lavaderos de mineral de hierro en la cuenca minera vizcaina.Antonio Hernández Almaraz

3

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121

en la cuenca minera vizcaina.

El origen de todos estos problemas, tenemos que situarlo en las

profundas transformaciones que sufrirá Bizkaia por el boom mine-

ro que se producirá entre 1876 y 1914. El fin de la última guerra

carlista traerá consigo la derogación de las disposiciones forales

que pesaban sobre la extracción y el arrastre de mineral, con la

prohibición expresa de su exportación al extranjero. Este hecho

fue favorecido por la introducción de conceptos liberales de pro-

piedad, que permitirá la definitiva intervención de las empresas si-

derúrgicas europeas en el desarrollo del capitalismo vizcaíno, que

optaron por varias vías de inversión.

Por un lado estaban los que buscaban la exportación de lingotes

de mineral ya fabricados. Este fue el caso de la compañía inglesa

The Cantabrian, que tras construir una fábrica siderúrgica en las

marismas de Sestao, registró un conjunto de minas en Galdames

y construyó en 1870 el ferrocarril Bilbao River and Cantabrian Rai-

lway Co. Ltd. para dar servicio a la fábrica. Al fracasar este intento,

Martínez de las Rivas compró la fábrica y la empresa inglesa Bilbao

Iron Ore, constituida en 1871, con la que continuará la explotación

del coto de Galdames y el ferrocarril.

Tras estos intentos, las grandes compañías siderúrgicas europeas

se decantarán por la exportación de mineral, ya que su finalidad

era lograr un abastecimiento regular de óxidos de hierro a precios

inferiores a los del mercado, que les permitiera fabricar aceros

más competitivos. Con este fin estas empresas lograrán acuer-

dos con los grandes propietarios de las minas situadas en la zona

más rica del gran criadero de Triano - Matamoros y entre 1871 y

1876 fundarán en Bizkaia un grupo de empresas mineras filiales.

Estas procederán a un alto grado de integración económica en sus

explotaciones, asociando las actividades de arranque, beneficio y

transporte de minerales. Para ello realizarán grandes inversiones

de capital en la infraestructura técnica que precisaba su explota-

ción intensiva, lo que a su vez les va a convertir en protagonistas

de la gran expansión productiva de Bizkaia.

Así surgirá la Luchana Mining, creada en 1871, por Sir W. Arms-

trong y Bolckow y Cía. Explotará un coto de 516 ha. situado en ba-

rranco del Cuadro, al S-E del criadero de Triano - Matamoros, hasta

1887 en que lo arrendará para atender el ferrocarril del Regato que

uniría sus minas con la ría.

F. 01_ Instalaciones de la mina Josefa en La Peña (Arrigorria-ga), durante la 2ª década del S. XX (Archivo Ortega).

F. 01

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Los lavaderos de mineral de hierro

A continuación se fundará la Orconera Iron Ore, la empresa más im-

portante de todas. Será creada en Londres en 1873 por tres compa-

ñías siderúrgicas europeas e Ibarra Hermanos y Cía. y C. Zubiría para

explotar, en régimen de arrendamiento, parte del coto que los Ibarra

tenían en Matamoros y Triano.

La Société Anonyme Franco Belge des Mines de Somorrostro, será

la última en aparecer y la segunda en importancia de la cuenca vizcaí-

na. Fue fundada en París en 1876 por dos siderurgias francesas, una

belga y José Antonio de Ibarra e Ibarra Hermanos y Cía.

Otros empresarios que también protagonizarán esta expansión pro-

ductiva, se localizarán en el coto minero de Castro - Urdiales, prolon-

gación del vizcaíno.

Allí nos encontramos en 1880 con la empresa del industrial José Mac

Lennan, la principal y más antigua de las creadas en la costa occiden-

tal vizcaína.

En 1880, para explotar las minas de Dícido, se funda Hollway Bro-

thers, que será vendida a John Bailey Davies y Guillermo de Goitia

de Bilbao, quienes crearán en 1883 la Sociedad The Dicido Iron Ore

C.L.T.D.

En 1886 los Sres. Sota y Aznar de Bilbao, crearán la Sociedad de

Minas de Setares, S.A. (Cía. Minera de Setares). Su finalidad será

explotar las zonas mineras de Setares y Saltacaballo.

La llegada de todas estas compañías va a provocar un boom minero

que habría que englobar dentro del proceso de transformación que a

partir de la segunda mitad del S. XIX se va a producir en la industria

europea y española. En el caso vizcaíno estas transformaciones se

sumarán, tanto a la profunda crisis agrícola que atravesaba, como

a su tradición ferrona, para orientar su economía hacia el desarrollo

de la actividad minera que se convertirá en la forma de producción

dominante en el País Vasco.

Esta repentina demanda de los óxidos vizcaínos estará motivada por

el descubrimiento en 1856 del convertidor Bessemer. Este permitía

fabricar acero de calidad a bajo costo, pero precisaba de minerales

no fosfóricos, que las compañías europeas encontraron, tanto en el

F. 02_ Plano de los muelles y cargaderos situados en el fondeadero de San Nicolás, entre los ríos Cadagua y Ga-lindo, realizado por A. Marcos Martínez, ingeniero de la Sdad. Franco-Belga en 1875 (AFB/BFA. Agruminsa 0263/001 [046]).

F. 02

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123

en la cuenca minera vizcaina.

criadero de Bizkaia como en el de Kiruna, en el Norte de Suecia. El

clima y orografía adversa suecos, hicieron que la demanda se decan-

tara por el primero, que ofrecía además una serie de ventajas. Por un

lado, existía un mineral homogéneo, que aparecía en depósitos de

gran potencia y riqueza metálica, hasta tal punto que en proporción a

su superficie, no ha habido ningún distrito ferrífero que haya supera-

do a Bizkaia en riqueza; además, al explotarse las minas a cielo abier-

to y poseer una mano de obra abundante y muy barata, los costes de

producción se redujeron notablemente; por otro las minas estaban

situadas apenas a 14 Km. de la costa, lo que abarataba el transporte

hasta los puertos de embarque, en los que se creará una infraestruc-

tura portuaria y de transportes, que permitirá la explotación y exporta-

ción del mineral por la ría de Bilbao, hecho que permitirá el aumentó

el tonelaje de los buques, lo que junto a la práctica de la navegación

de retorno conseguirán el abaratamiento de la explotación y los fletes

de los barcos, lo que permitirá importantes márgenes de beneficios

que atraerán a las principales siderurgias europeas que, en colabora-

ción con empresarios mineros locales – Ibarra Hnos., Chavarri Hnos.,

etc –, se lanzarán a la explotación de la cuenca minera vizcaína.

Al exportarse casi todo el mineral que producía el distrito mine-

ro, se va a producir un gran crecimiento del tráfico en la ría de

Bilbao que obligará a acondicionar la zona portuaria, sobre todo

en el tramo comprendido entre la desembocadura del Cadagua

en Zorroza y la antigua playa de Sestao, donde la mayoría de las

compañías mineras irá construyendo sus cargaderos.

Con la constitución en 1877 de la Junta de Obras del Puerto de

Bilbao, se afrontará la mejora y adaptación del puerto y ría de Bil-

bao. Será el ingeniero Evaristo Churruca quien entre 1880 y 1903

procederá a encauzar el curso de la ría y a construir el Muelle de

Hierro de Portugalete que eliminará la barra de arena que dificul-

taba el acceso a la embocadura.

Al finalizar el siglo, ya se había completado un nuevo trazado para

el curso de la ría del Nervión, había nuevos muelles y el calado

había aumentado, hasta tal punto que la carga máxima trans-

portada por los cargueros pasará de 1.690 Tm. en el año 1.881 a

5.380 Tm. en 1895 (Hernández, 2002).

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Los lavaderos de mineral de hierro

F. 03

El lavado del mineral de hierro. Las balsas de decantación.Como hemos mencionado, el mineral de hierro que existía en

Bizkaia tenía una serie de cualidades que lo hicieron muy codi-

ciado; veamos algunas de las características de los mineralesque aquí se explotaron:

La vena y el campanil son óxidos

férricos o hematites roja. El pri-

mero tiene una ley metálica de

hasta el 60%. Es un mineral

superficial, de color morado

muy oscuro, de textura blanda

y pulvurenta; es el mineral de

las ferrerías vizcaínas y se ago-

tó rápidamente. El segundo

también es un óxido férrico o

hematites roja con una ley me-

tálica del 55 al 56%; de estructura

cristalina, se presentaba en grandes

masas superficiales que al ser golpea-

das producían un sonido de campana, de

ahí su nombre. Fueron muy abundantes en la

zona de Triano.

El rubio es un óxido de hierro hidratado o hematites

parda, que en Bizkaia por su color se conoció en el merca-

do como rubio; es un óxido de hierro hidratado o hematites parda

que se agrupa en la especie mineralógica goetita (Fe203. H2O),

que contiene en la especie pura 62,9% de hierro y un 14% de

agua de cristalización. Es producto de la oxidación del carbonato

de hierro, verificada de la superficie hacia adentro en forma de

cáscara de nuez; de hecho si vemos una sección de la misma,

encontramos en el centro hueco una goetita pura, que a medida

que nos acercamos hacia la superficie se va volviendo terrosa y

con mayor mezcla de ganga. Cristaliza en el sistema romboédri-

co. Es un mineral con muy poco contenido en fósforo y sin sul-

furo. Su ley metálica oscila entre el 52 y 55%. Su aspecto varía

mucho, es terroso, leñoso, masivo y fibroso.

Abundó en toda la cuenca vizcaína. Prácticamente toda la masa

de Matamoros y Castro-Urdiales pertenecía a esta variedad. (Bal-

zola, 1966).

El carbonato es el hierro espático o siderosa con una ley metáli-

ca en torno al 34 y 40%. Se solía encontrar a cierta profundidad,

debajo del rubio y otras variedades. Tenía muchas impurezas. Era

especialmente abundante en la mina Concha 2 – yacimiento de

Bodovalle – de la Franco - Belga.

Al aparecer las hematites roja (vena y

campanil) y parda (rubio) en los estratos

superficiales, la explotación en el dis-

trito minero de Bizkaia fue de gran

sencillez. El laboreo solía ser a cielo

abierto, mediante el procedimiento

de ‘bancos o testeros’, de alturas

que oscilaban de 15 a 30 m.; solían

estar unidos por planos inclinados

hasta los que se acarreaba mineral

con animales, aún tras la mecaniza-

ción del transporte.

En los casos en que el laboreo se realiza-

ba subterráneamente, se empleaba el mé-

todo de huecos y pilares, pero en general las

labores se solían reducir a un trabajo de cantera

que apenas se precisaba mano de obra cualificada.

La explotación tampoco exigió de grandes inversiones y

cuando se hicieron, estas se concentraron en la creación de un

sistema de transporte que permitiese conectar de una forma efi-

ciente las minas y los cargaderos. Sin embargo, con el paulatino

agotamiento los óxidos de hierro, la preparación de las menas – el

lavado y la calcinación del mineral – concentrarán la mayor parte

de las inversiones realizadas en las explotaciones del anticlinal

vizcaíno.

Las ventajas que ofrecía la cuenca vizcaína para su explotación,

unida a la fuerte demanda de mineral existente, provocará una

explotación tan intensiva que traerá consigo el agotamiento de los

criaderos en un proceso que pasará por cinco períodos: El prime-

ro, coincidiría con la explotación de la vena para las ferrerías y los

comienzos del boom minero. El segundo período, se producirá en-

tre 1875 y 1885 con el empleo del campanil como sustituto de la

vena para la fabricación de acero por el procedimiento Bessemer,

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en la cuenca minera vizcaina.

F. 03_ Muestra de hematites par-da, conocida en Bizkaia como rubio. (Colección Particular).

F. 04_ Paisaje calizo de la Jarilla (Galdames), tras haber sido extraído el mineral (Colección particular).

F. 04

recién descubierto. La tercera etapa tendrá lugar en torno a 1880

- 1885 con el aprovechamiento del rubio, tanto para la exportación

como para abastecer la incipiente siderurgia local. El aumento de

la demanda y el agotamiento de las variedades anteriores, obliga-

rá a partir de 1890, en un cuarto período, a aprovechar las grandes

reservas de carbonato de hierro existentes y que hasta ahora se

despreciaban por su baja ley. La última etapa – objeto de este

estudio – coincidirá con las postrimerías del siglo XIX, en que el

agotamiento paulatino del rubio, obligará a aprovechar las ‘chirtas’

y menudos. Estos se habían ido acumulando en enormes escom-

breras, cuando la abundancia de mineral de calidad, unida a las

dificultades mecánicas que existían para tratarlas en el horno alto,

hizo que fueran desechadas (Hernández, 2002).

En la minería vizcaína se solía llamar escombro a la tierra, rocas y

otros minerales que cubrían el mineral de hierro. Aunque también

solían aparecer el rubio y la chirta mezclados con el escombro, ya

hemos visto que no era económicamente rentable su separación.

Las escombreras formadas por el depósito de estos materiales

se ubicarán en minas abandonadas u otros lugares donde se su-

ponía que no había mineral.

Con el nombre de chirta los mineros de Bizkaia designaban a los

minerales menudos diseminados en la superficie. Consistía en

una mezcla de nódulos de hematites (campanil o rubio) de tama-

ño variable y forma redondeada, que se hallaban generalmente

mezclados con arcillas, rocas u otros materiales, que podían lle-

gar al 50 ó 60%.

Aunque la arcilla podía acompañar al mineral de forma natural,

a menudo su aparición era resultado de la mala explotación de

las minas en el pasado. Al no separarse previamente la capa de

tierra – montera – que cubría el rubio, en el trabajo de descombro

se producía la mezcla de la tierra con el mineral, que acababa en

las escombreras. El resultado era que había que deslodar dos o

tres Tm. de menudos para obtener una de lavado, apto para su

utilización en el horno alto.

El espesor de las chirteras era variable – oscilaba entre 1 y 70

m. de profundidad – y surgían en grandes cavidades dolomíticas

de caliza cretácica, que tras la extracción del mineral, formaba

el característico paisaje de rocas erizadas de agujas y pirámides

corroídas.

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Los lavaderos de mineral de hierro

Su formación es de origen sedimentario y posterior a la de las

rocas sobre las que asoma el mineral. Surgió de dos formas: La

más habitual será la originada por minerales de acarreo, esto es,

por fragmentos desprendidos de yacimientos que han sido arras-

trados por las aguas y depositados en otros lugares. La otra se

forma en el mismo lugar en que aparece y procede de erupciones

geiserianas de aguas ferruginosas ácidas que han sustituido la ca-

liza por el mineral.

La acción humana también interviene de forma determinante en

la formación de estos depósitos. Tanto las voladuras para formar

los bancos de trabajos, como el posterior barrenado para partir

los trozos grandes de mineral antes del escogido, producían gran

cantidad de escombros y detritus, que contenían menas difíciles

de separar a mano.

El despilfarro que caracterizó las tres primeras etapas de la mine-

ría, hizo que se desecharan con el estéril los minerales de baja ley

o llenos de arcilla. De los millones de toneladas que se removie-

ron, solo una pequeña parte salió hacia los cargaderos o las fábri-

cas siderúrgicas, la mayoría se acumuló en las escombreras.

Tal fue la cantidad de estériles y de menudos, que llegaron a plan-

tear problemas para su depósito. Aunque en los comienzos de

la minería se acumulaban en los espacios libres que había entre

las distintas concesiones, como las de la mina Sol, Diana o San

Bernabé, a la larga se acabó recurriendo para su almacenaje inde-

finido a las zonas ya explotadas, como las ubicadas en el Zarzal o

El Escorial (Ortuella), La Peña (Bilbao) o El Casal (Abanto).

Estas enormes masas de escombro, además de acarrear notables

pérdidas económicas, acabaron por convertirse en un elemento

consustancial con el paisaje minero. De esta forma las minas a

cielo abierto y las escombreras acabaron remodelando el relieve

original y formando otro totalmente distinto, lleno de heridas y

hondonadas en el caso vizcaíno y de pilares o agujas dolomíticas,

en las antiguas explotaciones cántabras.

La generalización del lavado del mineral para el aprovechamiento

de las escombreras, se produjo a finales del siglo XIX. Ello se de-

bió al crecimiento de la demanda del mineral vizcaíno en el merca-

do europeo que obligó a su explotación masiva y trajo consigo el

progresivo agotamiento de los campaniles y rubios.

Esto hizo que se produjese una revalorización de las escombreras,

ricas en rubios de baja ley, chirtas y carbonatos, que hasta enton-

ces no tenían valor comercial porque al aparecer el mineral dis-

gregado en pequeños nódulos entre masas arcillosas, había que

someterlo a un tratamiento posterior en los lavaderos.

El desescombreo manual del mineral era una labor que exigía

mucha mano de obra. Éste se realizaba mediante rastrillos y ces-

tos con los que se cargaban las vagonetas; éstas eran arrastradas

por caballerías hasta los planos inclinados o tranvías aéreos que

los transportaban hasta unos depósitos donde, tras un almacena-

miento temporal, se llevaban hasta los cargaderos o la instalación

de lavado en el caso de las chirtas.

F. 05_ Desescombreo con rastri-llo y cestos en las minas de Díci-do (Castro-Urdiales), en 1908 (A short history of the Dícido Iron Ore Company…, 1908).

F. 05

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127

en la cuenca minera vizcaina.

Las primeras formas de aprovechamiento de las chirtas empeza-

ron realizándose en el propio tajo por los mineros mediante un

cribado con el que eliminaban el polvo de arcilla. Era un proceso

lento, pues primero había que hacer una criba con cedazos y pos-

teriormente dos y tres recribas más con garbillos; además como

el cribado era impracticable con la arcilla húmeda y en el anticlinal

vizcaíno llovía un promedio de 150 días al año, a menudo había

que esperar varios días a que las tierras se secaran.

Todo esto aumentaba los costes de producción y reducía la com-

petitividad, por lo que se acabó aprovechando sólo el grueso arran-

cado de los bancos, hasta que se generalizó el lavado del mineral.

Este tratamiento tuvo gran importancia económica y territorial, ya

que, por un lado posibilitará la explotación de los minerales hasta

entonces despreciados por sus impurezas y baja ley, y por otro

lado, al tener que instalarse los lavaderos fuera de las explotacio-

nes mineras – necesitaban agua abundante, que en pocos casos

aparecía junto a los tajos –, se extendió el marco de la actividad

minera.

Los ensayos para encontrar un método que permitiera aprovechar

las tierras mineralizadas de las escombreras, empezarán a finales

de la década de 1880. El lavado de las chirtas comenzó realizán-

dose de forma manual, removiendo los terrones secos en el agua

con un rastrillo, pero el sistema que se acabó generalizando fue el

lavado mecánico, mediante trómeles deslodadores.

El primer precedente se producirá en el año 1889, en los lavade-

ros instalados en Cabarga (Cantabria), para tratar los depósitos de

óxidos é hidróxidos de hierro, que eran muy abundantes, pero con

tanta sílice, que fue imprescindible su utilización.

Pero los primeros ensayos con éxito que animaron a la difusión de

este procedimiento, se produjeron en torno a 1891 en Bizkaia. Allí

los Sres. Larrucea y López construyeron en la mina Marta (Abanto)

el primer lavadero. El proceso consistió en hacer pasar el mineral a

lo largo un cilindro de tela metálica, sumergido en un depósito de

agua, que al girar lo batía y separaba la arcilla que se depositaba

en el fondo, a través de la tela metálica.

Tras este ensayo, el uso de los lavaderos – donde se sustituirá el

cilindro por trómeles – se fue generalizando, hasta el punto de que

era rara la explotación de la cuenca minera que no tuviese uno.

Éste sería el caso del coto de Castro - Urdiales, donde varias em-

presas, tras practicar una serie de ensayos con el mineral de sus

chirteras, montaron una serie de instalaciones. Entre ellas, desta-

caron la Cía de José Mac Lennan, que ya en 1872 realizó algunos

ensayos de lavado, en 1892 decidió instalar cinco trómeles contra-

tados con la casa Humboldt (de Kalk, Alemania), y la Cía. Minera

de Setares, que a mediados de 1891, aprovechando un antiguo

molino cercano a Ontón, instaló un lavadero para desenlodar las

600.000 Tm. de menudos que originaba su explotación.

Posteriormente, en 1897, tenemos constancia de un lavadero ins-

talado en la zona del Regato por la empresa Rivacoba para lavar las

chirtas de las minas Dificultosa y Concepción. Allí, aprovechando

los 5 litros por segundo de un regatillo de Samunde, hicieron una

pequeña presa de fábrica a 80 m. aguas arriba, que mediante una

tubería de hierro fundido conducía el agua al lavadero situado a

una cota 24 m. más baja. Este sistema será el exponente de lo

que los mineros con pocos recursos harán para beneficiar sus mi-

nerales (Álvarez y Simón, 2004).

En el lavado se separaban los nódulos de mineral de las arcillas.

Existen noticias de que ya en épocas remotas se procuraba se-

parar con auxilio del agua corriente o estancada las partículas de

mineral de la arcilla que las envolvía. Cuenta Publio Agrícola en una

de sus obras, que en los tiempos romanos se hacía esa operación

por medios manuales en grandes tanques de agua.

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Los lavaderos de mineral de hierro

F. 06

El funcionamiento de los lavaderos era bastante sencillo en los

dos sistemas de lavado que se emplearon; básicamente se dife-

renciaban en la forma en que se movía el mineral a desenlodar.

Las tierras ferríferas llegaban en vagonetas o baldes a las maseras

que eran grandes depósitos dispuestos en talud y con una forma

tal que permitía la entrada del mineral en el trómel con un mínimo

esfuerzo. Allí el mineral se almacenaba y se clasificaba en dos

tamaños; para ello se aplicará agua a presión sobre el mineral,

dispuesto sobre una parrilla de hierro con perforaciones rectangu-

lares. El material que atravesaba las perforaciones, se deslizaba

y distribuía por los trómeles. La parte que había quedado en la

plancha, se sometía a un escogido posterior.

En el primer sistema, el elemento básico era el trómel (tambor en

alemán) y se derivaba del modelo alemán Humboldt. Este era un

gran cilindro giratorio de chapa metálica que se componía de dos

estructuras unidas entre sí. La primera era cilíndrica, y tenía una

longitud de unos 5 m. de largo por 2 a 2,50 m. de diámetro (los

dos tercios del aparato), donde se situaba la entrada del mineral.

La segunda era cónica y tenía una sección de 1,60 m. de eje y 0,50

m. de diámetro en la base menor (suponía el tercio restante del

aparato); en ella estaba la salida del mineral limpio, donde a veces

se adosaba un cilindro agujereado.

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en la cuenca minera vizcaina.

F. 06_ Restos de un antiguo tró-mel, perteneciente al lavadero de la mina Dolores, del Saúco (Galdames). Actualmente se encuentra en el Museo de la Mi-nería del País Vasco, de Gallarta (Colección particular).

F. 07_ Proyecto de instalación de trómeles en las minas Rubias (Putxeta, Muskiz) (BFA/AFB. Agruminsa 1467/020).

F. 07

En sus paredes interiores, remachadas o soldadas, iban unas ba-

rras rectangulares y una pieza de hierro de forma de helicoidal.

Las barras defendían la chapa de los golpes y permitían – con la

ayuda del agua – el deslodamiento. Las hélices servían para dirigir

el mineral hacia la boca de salida.

El trómel era bastante pesado, por lo que iba encajado en un bas-

tidor. Tenía un movimiento de rotación producido por una rueda

dentada fijada alrededor del aparato y engranada en una corona.

Estaba apoyado en varios rodillos por cada lado, que rotaban en

su mismo sentido para facilitar su movimiento. La corona estaba

engranada en un motor que hasta los años veinte fue una máquina

de vapor y posteriormente un motor eléctrico.

El mineral envuelto en arcilla y ya seleccionado, era arrastrado con

chorros de agua a presión hasta la parte cilíndrica del trómel, des-

de donde ascendía empujado por las hélices de su interior.

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130

Los lavaderos de mineral de hierro

El agua del lavado se introducía por la parte cónica delantera, que

al circular en sentido contrario gracias a la inclinación del aparato,

separaba el mineral de la ganga soluble – fangos e impurezas más

ligeros que el mineral al que acompañaban –, que arrastraba consi-

go hasta la boca de entrada. Por la boca de salida el mineral limpio

caía a un plato o cinta de estrío y el lodo que aún acompañaba al

mineral, se filtraba por el cilindro agujereado. Fue empleado mayo-

ritariamente en la cuenca vizcaína.

El segundo sistema se basaba en la batidera. Apareció poco des-

pués y era un artilugio de hierro, dispuesto horizontalmente en

forma de canal semicilíndrico de 10 a 12 m. de longitud y 1 m. de

diámetro, donde el mineral era impulsado por un árbol de pale-

tas giratorio, situado en su eje longitudinal y que debía librar unos

diques de hierro, dispuestos en cada metro. Con esto el mine-

ral grueso era separado de la arcilla y empujado hacia la boca de

salida, ayudado por la inclinación del aparato. De ahí pasaba a un

pequeño trómel troncocónico donde se completaba el lavado, se-

parando los lodos del mineral fino.

F. 08_ Lavadero de Morero (1925). Estaba situado en la desembocadura del río Pas (Maliaño, Cantabria) y lavaba el mineral procedente de la mina Ciega, de la Cía. Orconera Iron Ore. En la fotografía se pueden apreciar las batideras usadas para el deslodamiento (BFA/AFB. AHVF 0022/029).

F. 09_ Modelo de batidera para el lavado del mineral de hierro, construida en 1909 por la empresa Bernardo Lavín, de El Astillero (Cantabria) (Elaborado a partir de: González Urruela, 2001: 75).

F. 08

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131

en la cuenca minera vizcaina.

Tras el doble proceso, el mineral limpio y clasificado en dos ta-

maños caía en unos depósitos, listo para su transporte hasta los

cargaderos. Los lodos, si contenían finos se sometían a nuevos

procesos de lavado. En caso contrario, hasta que entró en vigor

la obligación de decantarlos, se echaban a los ríos, arroyos o ma-

rismas.

La ventaja de este sistema radicaba en que las batideras traba-

jaban a más revoluciones que los trómeles, ya que las primeras

daban 30 a 40 vueltas por minuto y los trómeles de 7 a 8. Además,

según técnicos de la época, consumía menos energía, usaba me-

nos agua. Los resultados de estos dos métodos iban en función

del tipo de tierras a tratar; las batideras evitaban la formación de

bolas de arcilla por lo que eran más beneficiosas para el tratamien-

to de las tierras arcillosas, los trómeles eran más adecuados para

las tierras sueltas, más propias del mineral vizcaíno, ya que en

ellos sí se solían producir este tipo de bolas (Cueto, 2006).

Otro aspecto favorable al sistema de batideras, era que resultaban

mucho más baratas que el alemán. Esto explicará que lo adop-

tasen preferentemente empresas pequeñas, sobre todo en Can-

tabria; en ello influirá el hecho de que la empresa que las fabricaba

eran los talleres Bernardo Lavín, de El Astillero. (González Urruela,

2001).

F. 09

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132

Los lavaderos de mineral de hierro

Al final, en las empresas que podían permitírselo, se acabó im-

poniendo una combinación de los dos sistemas. Es decir que se

solía usar una batidera o “patuillet” para que emulsionase la arcilla

antes de entrar en los trómeles, con lo que se conseguía un deslo-

damiento más rápido y eficaz. En otros casos, los más habituales,

se utilizó la combinación de batidera - trómel sólo para el lavado

de los finos.

El número de fases que se realizaban en el proceso de lavado,

dependían en gran medida de la cantidad de agua disponible en

las instalaciones. Cuantas más fases de lavado se incluyesen, más

mineral se recuperaba y más limpio salía, con lo que su valor eco-

nómico aumentaba, pero como el proceso también se encarecía,

su límite estaba en los contratos que las compañías acordaban

con su clientela para su comercialización.

Como las aguas fangosas que salían de los trómeles aun conser-

vaban menudos, antes de canalizarse hacia balsas de decantación,

se solían tratar de nuevo en dragas y laberintos.

F. 10_ Proyecto de una instala-ción para aprovechar los resi-duos de mineral, realizado por la Sdad. Franco-Belga en 1904) (BFA/AFB. Agruminsa 1467/027).

F. 11_ Esquema de un trómel con plato clasificador, pertene-ciente al lavadero que José Mac Lennan, tenía en Cobarón (Mus-kiz) en 1906 (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-14/C-365).

F. 10

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en la cuenca minera vizcaina.

En este nuevo proceso, los fangos eran conducidos por un canal

a unos tanques desde los que eran elevados por medio de dragas

de cangilones a otros trómeles de pequeño tamaño, en los que se

volvían a lavar los menudos, de donde salían los primeros finos.

Si se querían conseguir segundos finos, se debía volver a pasar el

agua por otras dragas.

Hubo compañías que para conseguir un aprovechamiento aún me-

jor de los minerales llegaron a utilizar procedimientos como el de

los cajones alemanes, que eran unos laberintos, canales o cajones

donde se aprovechaba la diferencia de densidad entre la arcilla y

el mineral, para lograr que este último se depositase en el fondo

y permitiera su recuperación mediante palas; otras empresas usa-

ron los Spitzkasten de Rittinger o grandes cajas de forma piramidal

de entre 0,50m. y 2 m. de sección y una altura de 4 m. (González

Urruela, 2001).

Los menudos una vez lavados y limpios de arcilla, caían por la boca

del cono, en los platos clasificadores (las variantes dependían del

sistema de lavado empleado). Estos consistían en grandes platos

giratorios de hierro de unos 4 m. de diámetro que se situaban

en edificios iluminados por un gran ventanal, que se abría con el

buen tiempo. Para realizar el escogido, los trabajadores se situa-

ban a alrededor del plato y tras extender el mineral con palas, iban

separando a mano el estéril que acompañaba a la mena y selec-

cionando esta última según su tamaño. Posteriormente, los platos

fueron sustituidos por cintas transportadoras.

El mineral limpio caía por un hueco del plato a una rampa por la

que iba hasta un depósito. Allí se almacenaba a la espera de su

embarque a través de los cargaderos de mineral.

F. 11

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Los lavaderos de mineral de hierro

El número de fases que se realizaban en el proceso de lavado,

dependía en gran medida de la cantidad de agua disponible en las

instalaciones. Cuantas más fases de lavado se incluyesen, más

mineral se recuperaba y más limpio salía, con lo que su valor eco-

nómico aumentaba, pero como el proceso también se encarecía,

su límite estaba en los contratos que para su comercialización

acordaban las compañías con su clientela.

En cada lavadero trabajaban unas catorce personas. Al llegar el

mineral mojado, el ambiente de trabajo era frío y muy húmedo,

sobre todo en invierno. Hacia 1920 - 1930, se generalizó el trabajo

de las mujeres en los lavaderos, la mayoría de ellas eran solteras

o viudas de la zona, que empezaban a trabajar a los 14 años. La

jornada laboral era de ocho horas, con una parada al mediodía de

una hora (dos en verano) para comer. Durante el trabajo no se per-

mitían distracciones y aunque el trabajo no era a destajo, debían

lavar todo el material que llegaba. En su trabajo eran supervisadas

por un encargado y asistidas por un pinche o un minero imposibili-

tado para trabajar en la mina; se encargaba de retirar el estéril, que

ellas iban depositando en cestos, y llevarlo a unas vagonetas para

su traslado a los vertederos (Urdangarín e Izaga, 2001).

El salario era muy bajo; como podemos ver en la tabla adjunta,

las mujeres ganaban el 50% menos que los hombres e incluso

menos que los peones. Hacia 1923 la empresa solía cotizar por un

seguro que les daba derecho a una pensión de jubilación.

Como cada vez escaseaban más los minerales puros, la impor-

tancia de los lavaderos fue creciendo hasta llegar a convertirse en

algo imprescindible para la explotación minera del anticlinal viz-

caíno. La rentabilidad de estas instalaciones dependerá del trata-

miento de grandes cantidades de mineral, lo que exigirá importan-

tes inversiones y costes de explotación, que harán necesaria una

reorganización empresarial que sólo estaba al alcance de grandes

empresarios, que casi llegarán a monopolizar la actividad minera.

F. 12

F. 12_ Mujer trabajando en un lavadero de mineral. Cuadro de Lucas Alcalde, exhibido en el Museo de la Minería del País Vasco, de Gallarta (ACMMG).

AÑO PEONES MUJERES PINCHES

1887 2.75 ptas. / día 1.25 ptas. / día 1.79 ptas. / día1900 3.00 ptas. / día 1.34 ptas. / día 1.98 ptas. / día1913 3.41 ptas. / día 1.45 ptas. / día 2.30 ptas. / día1939 9.75 ptas. / día 6.80 ptas. / día 6.15 ptas. / día

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135

en la cuenca minera vizcaina.

La aparición de los lavaderos exigirá una gran racionalidad técni-

ca, ya que obligará a aumentar la mano de obra, a reestructurar

los sistemas de transporte y a multiplicar, tanto los depósitos,

como las labores de carga y descarga. Además, exigirá la utiliza-

ción de una maquinaria compleja, que provocará la aparición de

talleres e industrias encargados de su fabricación, reparación y

mantenimiento; entre ellas destacarán los talleres de construc-

ción de máquinas de vapor, bombas de agua, vagonetas, tró-

meles, batideras y todo tipo de elementos metálicos, aceites y

combustibles.

Aunque las impulsoras de estas instalaciones solían ser las mis-

mas compañías mineras, a veces se encargarán de cubrir estas

necesidades empresas independientes. Es el caso de la Four-

cade y Gurtubay en Zorroza, que fabricaba aceites para el en-

grase de los engranajes de la maquinaria o los Talleres Bernardo

Lavín de El Astillero que construían grúas, vagonetas, vertederas

o batideras para los lavaderos. En Barakaldo y Sestao también

abundaban las empresas dedicadas a la construcción de caldere-

ría y grandes recipientes para la minería.

En definitiva, estas instalaciones de tratamiento de mineral, des-

de que comenzaron a utilizarse en el último cuarto del S. XIX,

se convirtieron en elementos habituales de los espacios mine-

ros. Eran el punto intermedio entre las minas y los cargaderos;

allí confluirán los ejes fundamentales de las redes de transporte

minero, por lo que se convertirán en las zonas neurálgicas del

sistema de producción minera. En esos puntos se almacenaban

los minerales antes de su tratamiento, y una vez lavados o calci-

nados, eran transportados hasta los cargaderos y fábricas side-

rúrgicas de Barakaldo o Sestao (González Urruela, 2001).

Como ya habíamos adelantado, la disponibilidad de agua para

los lavaderos de mineral fue el principal factor condicionante en

la explotación minera, tanto por necesitar un volumen considera-

ble para el lavado, como por el grave problema que existía para

deshacerse de los fangos producidos por el mismo.

Como las zonas idóneas para la ubicación de los lavaderos es-

taban ya ocupadas por las instalaciones fabriles y portuarias, las

diversas compañías mineras tuvieron que pensar en otras alter-

nativas.

Allí donde el caudal lo permitía, se procedió al aprovechamiento de

ríos y arroyos. Es el caso de las minas de Sopuerta, en las que se

desvió el río Kolitza para su aprovechamiento; en el coto de Arna-

bal se aprovechó que discurría en paralelo al cauce del río Cuadro

para utilizarlo para sus lavaderos; en la zona de Castro - Urdiales, la

Cía. de Dícido aprovechó el río Mioño para su lavadero y la Cía. de

Setares instaló el suyo en un viejo molino y recogió del río Ontón

los 60 litros por segundo que necesitaba.

Otra opción profusamente utilizada fue la de la creación o aprove-

chamiento de distintas infraestructuras, como pozos, pantanos o

embalses. Así, tenemos el caso del pantano de El Escorial en Tria-

no (Ortuella), construido por la Cía Orconera, o el actual “pantano

viejo” (Barakaldo); también fue muy común el aprovechamiento

de los pozos formados tras el abandono de los tajos, como el pozo

de San Benito de la Sdad. Franco Belga en La Barga (Abanto), el

pozo de la mina Mame (pozo Ostión, de La Arboleda) y los que

otras compañías tenían en Memerea, Escachabel, Urioste o So-

puerta. Agruminsa, tras su creación en 1968, aprovechó el agua

de estas captaciones para atender a las necesidades de su planta

de concentración de Bodovalle (Gallarta), tratamiento que acabará

sustituyendo a la calcinación del mineral.

Dado que los yacimientos mineros estaban muy próximos al mar,

algunas compañías optaron por utilizar agua salada, recogida so-

bre todo de las rías. Así en los grupos mineros de Ollargan y Bil-

bao, se utilizó la ría del Nervión para lavar el mineral y la Compañía

Orconera acabó instalando sus lavaderos en Campomar, en la ría

de Somorrostro (Pobeña) (González Urruela, 2001).

Si el abastecimiento de agua era un problema, el derivado de losvertidos provocó todo tipo de denuncias y enfrentamientos entre

los usuarios del agua de los ríos y las empresas mineras. Hay que

tener en cuenta que para obtener una tonelada de mineral comer-

cializable, era preciso lavar de tres a cinco toneladas de tierra, que

acababa siendo vertida con el agua del lavado en forma de lodos.

Al principio los fangos eran arrojados directamente al cauce de

los ríos y arroyos, sin haber sido sometidos a ninguna clarificación

para eliminar la arcilla en suspensión. Como ya hemos anticipado,

estos vertidos dieron lugar a la formación de grandes depósitos

de lodo que obstruirán los cauces de los ríos, provocando graves

problemas medioambientales y sanitarios; la población al beber

las aguas contaminadas, sufrirá todo tipo de afecciones gastroin-

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Los lavaderos de mineral de hierro

testinales, que acabarán convirtiéndose en la enfermedad más

común entre los mineros. Esto ocurrirá, entre otros, con los ríos

Granada, Castaños, Cotorrio y Barbadún, en cuya desembocadu-

ra, la arcilla acumulada podía reducir el canal a la mitad, de forma

que cuando se producían aguaceros, las inundaciones eran muy

frecuentes (Álvarez y Simón, 2004).

Tanto los ayuntamientos, como las autoridades portuarias e in-

cluso los propios usuarios de los servicios públicos, como lava-

deros, fuentes, o abrevaderos, se quejaron de las consecuencias

de los vertidos. Aunque los conflictos entre mineros y agricul-

tores eran antiguos, los problemas producidos por el lavado de

los minerales se agudizaron cuando, haciéndose eco de estas

protestas, se promulgó por un Real Decreto de 1890, el “Regla-

mento provisional para la indemnización de los daños y perjuicios

causados a la agricultura por las industrias mineras”. Este regla-

mento, en lugar de establecer criterios objetivos y concretos,

dejará a la buena fe la resolución de los conflictos “que se pre-

sentan, tanto en Vizcaya como en la provincia de Santander, con

motivo de las turbias de las aguas dulces y saladas, por efecto

del lavado de minerales”.

La prueba de que la aplicación de este reglamento no llegó a

satisfacer las demandas de los dueños de las fincas próximas

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137

en la cuenca minera vizcaina.

a los lavaderos y escombreras, la tenemos en el hecho de que

el Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públi-

cas tuviera que intervenir en el verano de 1900, ordenando una

inspección en Bizkaia y Santander para verificar la forma en que

se procedía al lavado de los minerales ferruginosos y a la evacua-

ción sus lodos en los cauces públicos.

Por fin, y para acabar con los abusos en la emisión de fangos a

los ríos por parte de los mineros, también en 1900 se promulgó

el “Reglamento sobre enturbiamiento e infección de aguas pú-

blicas”. Este, en línea con el de 1890, quería evitar los perjuicios

causados, tanto a los agricultores como a los ayuntamientos, por

la privación o alteración de las aguas de servicio público. Para

ello, prohibirá a los dueños de las minas el vertido a los cauces

de las aguas turbias procedentes del lavado de minerales, espe-

cificando la obligación de devolverlas limpias a su cauce.

También preverá que en los casos de aterramiento de cauces

públicos con fangos o escombros, se obligue a los responsables

a dejarlos en las condiciones originales. Además, en el caso en

que hubiese varios responsables, les obligaba a sindicarse para

resarcir colectivamente a los propietarios del suelo y a los usua-

rios de las aguas, mediante la reparación de los daños y el pago

de indemnizaciones.

F. 13

F. 13_ Draga Euskal Herria en la dársena de Pobeña, en 1935 (Santamaría y Zaldibar, 2003).

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138

Los lavaderos de mineral de hierro

No obstante, el propio reglamento establecerá una serie de espe-

cificaciones que harán dudar de la eficacia de lo enunciado ante-

riormente, ya que este dice textualmente que “cuando el sindica-

to minero de una región cualquiera esté constituido con sujeción a

un reglamento aprobado por la Administración, podrá autorizársele

para que vierta a los cauces públicos el agua turbia procedente del

lavado de minas, mediante las siguientes reglas […]”. En definitiva,

que en la práctica se permitía el libre vertido.

Toda esta reglamentación contará desde el principio con la opo-

sición frontal de los empresarios mineros, ya que entorpecía la

explotación de aquellas minas cuyos minerales exigían un lavado

antes de su puesta a la venta, algo muy común desde principios

del S. XX. A tal fin intervendrán a través del Círculo Minero de

Bizkaia, que tras crear una comisión, redactará un recurso de alza-

da contra el Reglamento de 1900. En ese recurso argumentaban

que los gastos que generarían la limpieza de las aguas usadas

en el lavado de los minerales imposibilitarían la rentabilidad de

las explotaciones mineras “la mayoría de ellas sucumbirían sin

remisión...”; añaden además que, dado lo lluvioso del clima y lo

angosto de los valles vizcaínos, aunque se construyesen los pozos

de decantación y depósitos de fangos a que obligaba el citado

reglamento, no se podría evitar que llegasen a los cauces fluviales

aguas enlodadas.

Mientras tanto, y ante el incumplimiento del reglamento por parte

de los mineros, en 1901 el Gobernador Civil de Bizkaia emitirá dos

circulares por las que obligaba a suspender las operaciones de

lavado de minerales en todos los lavaderos que arrojasen aguas

sucias a los ríos y arroyos. La dureza de las circulares obedece a

las numerosas denuncias hechas por los Ayuntamientos y particu-

lares contra los mineros por atentar contra la salubridad pública.

El recurso de alzada llegará a Madrid en el verano de 1901 y será

estudiado por una comisión que intentará armonizar el Reglamen-

to sobre enturbiamiento e infección de aguas públicas, con los

intereses de los mineros (Villota, 1984).

En línea con el reglamento, en los primeros años del siglo XX aún

se producirán algunas denuncias exigiendo el resarcimiento de

daños provocados por el vertido de lodos. De hecho se llegarán

a efectuar labores de limpieza en los principales ríos de la cuenca

minera vizcaína, como el Cotorrio, el Granada, o la misma ría del

Nervión.

También tenemos constancia de la creación de Juntas de Lavade-

ros, como la de Somorrostro, que establecieron la imposición de

un canon por el depósito de residuos, cuya cuantía era proporcio-

nal a la cantidad lavada en cada instalación. Dichas juntas estarían

F. 14_ Pradera formada por la antigua balsa de decantación de la Luchana Mining, situada en el Barranco del Cuadro (2003) (BFA/DFB. I. I).

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139

en la cuenca minera vizcaina.

compuestas por los ayuntamientos afectados y los propietarios

de los lavaderos.

Pero el progresivo deterioro de los ríos vizcaínos y cántabros por la

contaminación, nos confirma que tras estos primeros conflictos,

los mineros no volverán a tener problemas relacionados con el

asunto del lavado de los minerales, lo que nos puede dar una idea

del poder que llegaron a detentar. (González Urruela, 2001).

El rendimiento de los lavaderos dependerá básicamente del tama-

ño de las instalaciones; estas presentaban notables diferencias de

producción, que llegaban a oscilar entre las 25 y 200 Tm. diarias

de mineral, aunque la media no subía de las 50 Tm. diarias. Estos

datos nos hablan de muchas y pequeñas instalaciones de lavado,

algo que coincidía con el tipo de explotación existente en las mi-

nas vizcaínas, dispersas y de baja producción a excepción de los

cotos mineros de las Cías. Orconera y Franco - Belga.

Ya hemos indicado que el uso de los lavaderos mecánicos fue

creciendo poco a poco. Así, según datos de Echevarría y Grijelmo,

en 1899 existían en la cuenca vizcaína 17 lavaderos con 49 tróme-

les en total y una producción de 318.800 Tm., procedente de 27

minas. Esto suponía más del 5% del total de la producción minera

de Bizkaia.

Si comparamos los datos de 1899 con las que nos suministraba

Julio Lazúrtegui en 1910, podemos constatar que el número de

lavaderos se duplicó en diez años, cifra que refleja cómo el lavado

de minerales se acabará convirtiendo en una de las principales

actividades mineras. Así, vemos que en ese año ya existían 43

lavaderos, con 86 trómeles y tan solo cuatro batideras. Entre to-

das estas instalaciones lavaban el mineral de 65 minas, con una

producción total de 910.681 Tm.

Vemos que la producción de los lavaderos seguía sometida a gran-

des oscilaciones, ya que mientras unos, como los de la Orconera

en Pobeña, lavaban 200 Tm. diarias de mineral, otros no pasaban

de las 25 Tm. No obstante en general eran instalaciones peque-

ñas, ya que su media de producción era de 50 Tm. al día. En 1910

la situación de la minería había cambiado notablemente, ya que

aunque la ley metálica se mantenía entre el 45 y 48%, ello solo

era posible, tras someter el mineral a lavados o calcinaciones, que

llegaban a sumar como mínimo el 30% de la producción total de

Bizkaia.

F. 14

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140

Los lavaderos de mineral de hierro

Dos años después de que Julio Lazúrtegui publicara estas cifras,

ya había 113 trómeles. Para 1917 el 70% de la producción total

de Bizkaia procedía de los lavaderos. Para conseguir una mayor

efectividad, el lavado de minerales fue perfeccionando sus proce-

dimientos con la instalación de trituradoras, cribas, cintas de clasi-

ficación por tamaños, trómeles para menudos, etc. A pesar esto,

en todas las instalaciones – sobre todo en las pequeñas – se man-

tuvo el estrío manual, realizado mayoritariamente por mujeres.

De todos los elementos que han intervenido en el lavado de mi-

nerales, trómeles, maseras y plantas de escogido, quizás sean

las balsas de decantación las que de una forma más clara han

intervenido en la configuración del paisaje minero. Estas han dado

lugar a un paisaje típico de praderas totalmente llanas, en claro

contraste con la naturaleza abrupta y ‘lunar’ del resto de la cuenca

minera.

Las balsas de decantación se comenzarán a construir para paliar

los problemas que causaban los vertidos de los lodos resultantes

del lavado de los minerales a arroyos, ríos, rías y marismas.

Ante la generalización de las protestas se obligará a decantar los

fangos, viéndose las compañías mineras forzadas a adquirir en las

cercanías de sus lavaderos terrenos para instalar balsas de decan-

tación. De hecho, existe constancia de que hacia 1906 práctica-

mente todas las empresas sedimentaban sus lodos. El emplaza-

miento de las balsas será frecuentemente muy problemático, ya

que en la cuenca vizcaína, caracterizada por la existencia de valles

estrechos y laderas de gran pendiente, escaseaba el terreno llano

y estas ocuparán grandes extensiones de terreno, de ahí que mu-

chas se harán aprovechando minas agotadas o barrancos.

La construcción de las balsas comenzaba con el estudio del terre-

no adquirido; a continuación se procedía a acumular escombros

para levantar los muros de cierre del estanque, que iban elevando

a medida que se llenaba la balsa. Su interior se solía dividir en

compartimientos para realizar la sedimentación en las condiciones

previstas. En el centro de la balsa y cerca de un arroyo, se solía

hacer una especie de chimenea por donde el agua salía limpia,

tras haberse sedimentado la arcilla. Había dos formas de realizar

la decantación: el método habitual consistía en utilizar un com-

partimiento diferente para cada día de trabajo, de forma que las

aguas fangosas estuviesen el mayor tiempo posible en reposo, y

F. 15

F. 15_ Balsa de decantación en la que se puede apreciar el sistema de malecones, em-pleado para asentar los fangos. Proyecto de balsa de decanta-ción de fangos del lavadero de Orconera en el barrio de Zaballa (Trapagaran), en 1960 (BFA/AFB. Agruminsa 0119/002 [038]).

F. 16_ Vista aérea de la balsa de Orconera (Ortuella) y las instala-ciones de lavado y calcinado de la Cía. Orconera, en 1961 (Mikel Martínez Vitores).

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141

en la cuenca minera vizcaina.

permitiesen que las aguas devueltas a los cauces de los ríos estu-

viesen lo más limpias posible. La alternativa al método anterior era

usar estanques escalonados, para que los lodos fueran pasando

por distintos compartimientos, cada uno de los cuales permane-

cían reposando un día, para acabar saliendo limpias a través de

unas compuertas dispuestas en el último de ellos (Bacho y otros,

1999).

Las ventajas del primer método sobre el segundo eran que permi-

tía el total aprovechamiento de la capacidad del terreno, la distri-

bución uniforme de los sedimentos por el mismo, el reposo total

de las aguas y la supresión del personal encargado de controlar

la apertura de las compuertas, algo que en el segundo método

resultaba necesario, pese a lo cual resultaba más económico ya

que no precisaba la distribución del canal de aguas fangosas por

toda la balsa.

Ambos métodos se basaban en el hecho de que por su mayor

densidad, los fangos que iban mezclados con el agua, si les daba

el tiempo necesario, tendían a depositarse en el fondo de la balsa,

dejando limpia el agua. El vaciado de las balsas se solía producir

cada dos o tres meses. Cuando llegaba la ocasión, se avisaba a

los vecinos de las zonas situadas junto a los cauces de los ríos y

se procedía a la apertura de las compuertas para liberar el agua

retenida.

Con el fin de asegurar el cumplimiento de estas normas, periódi-

camente se nombraba una comisión vecinal cuya misión era ins-

peccionar los lavaderos de mineral y las balsas de decantación

(Pérez Goikoetxea, 2003).

Con el tiempo se optará por colocar en las mismas balsas unas

torres que permitirá el control del nivel del agua; también se insta-

lará un sistema de alcantarillado subterráneo que permitiese una

evacuación más eficaz del agua.

A veces las balsas se construían en el mismo cauce de los ríos,

transformando radicalmente el paisaje y la orografía. El ejemplo

más claro lo tenemos en el valle del río Granada (Ortuella). Allí, en

1920, la empresa de Luis Núñez Anchústegui, que explotaba la

Escombrera de El Zarzal, utilizó la balsa de decantación de la Sdad.

Franco-Belga, situada junto a su lavadero; años después, en 1939,

la Cía. Orconera decidió construir una gran balsa en una cota un

poco más alta que de la anterior. El efecto combinado de estas

dos balsas, provocará la total invasión del cauce del río Granada y

la necesidad de soterrar su curso en la mayor parte del recorrido.

F. 16

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142

Los lavaderos de mineral de hierro

Minas, balsas y lavaderos en el anticlinal de Bizkaia.

El gran criadero de mineral de Bizkaia. Minas y lavaderos.

El anticlinal de Bizkaia al que pertenecen las explotaciones mi-

neras que estamos estudiando, se extendía longitudinalmente en

dirección NO-SE, pudiéndose encerrar en un perímetro triangular

de una superficie de 500 Km2, con unos 24 Km. de longitud por 4

a 8 de anchura.

La localización y explotación del conjunto del distrito minero de

Bizkaia, estará condicionada por el proceso geológico de formación

del mineral de hierro. La orogenia alpina al actuar sobre materiales

del Cretácico Inferior dio lugar al gran anticlinal de Miravalles cuyo

eje y discurría en paralelo y a unos 8 kilómetros al S-E de la margen

izquierda de la ría de Bilbao. Este eje fue parcialmente desmante-

lado por la erosión y corre en paralelo a la ría de Bilbao, por donde

afloran areniscas calcáreas y calizas. Estas últimas aparecen en los

flancos E-N y S-O en que se divide el anticlinal y forman respectiva-

mente los criaderos de Triano - Matamos y de Galdames-Sopuerta.

En este proceso de formación geológica surgieron numerosas fa-

llas en las que se producirá la mineralización y dando lugar a los

distintos criaderos de mineral de Bizkaia. En el caso del criadero

de Castro-Urdiales, que venía a ser una prolongación del criadero

de Bizkaia, los yacimientos aparecerán en forma de pequeños an-

ticlinales estratificados, que seguían una dirección N–S, con cierta

inclinación hacia el E.

Estas masas formarán la base de la mineralización del criadero, que

se producirá por la acción de emisiones magmáticas hidrotermales

del final de la avenida alpina. Estas corrientes cargadas de iones

ferrosos, surgirán a través de las mencionadas fallas longitudinales

y sustituirán la caliza coralígena por carbonato de hierro. Posterior-

mente, este se irá transformando por oxidación en hematites parda

y roja, que se presentaban en la superficie. (Hernández, 2002).

El primer criadero explotado fue el distrito de Triano, que concen-

traba casi toda la actividad minera; con el boom minero del último

tercio del S. XIX este área se irá e ampliando y dará lugar a los

distritos de Triano-Matamoros, que formarán el área principal. Ha-

cia el E surgirá el distrito de Bilbao - Ollargan y hacia el O el de

Muskiz - Cobarón; la prolongación de este distrito hacia Cantabria

formará el núcleo de Castro - Urdiales. Los últimos distritos serán

los formados por las áreas de Alonsótegi - Güeñes y Galdames –

Sopuerta - Alén, que corren tranzando una línea paralela al núcleo

principal.

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143

en la cuenca minera vizcaina.

F. 17

F. 17_ Plano de situación de las minas pertenecientes a la Cía. Orconera Iron Ore C. L. (1964) (BFA/AFB. Agruminsa 0141/005 [001] fragmento).

Los distritos mineros de Triano y Matamoros .

El grueso de la producción minera se asentará en el área de Tria-no - Matamoros, con los depósitos de mineral más potentes de

Bizkaia. Este área se localizaba al O de la provincia, entre la ría del

Nervión y los ríos Cadagua y Barbadún.

Sus cotos se concentraban en los distritos de Triano y Matamo-

ros, donde Ibarra Hermanos y Cía. tenía la hegemonía absoluta.

Allí había registrado el mayor número de minas, que además eran

las más productivas. Entre todas destacarán las minas Conchas,

de Triano y las Orconeras y Carmenes, de Matamoros; fueron

explotadas por las compañías Orconera y Franco - Belga y en la

etapa álgida de la minería llegarán concentrar el 72% del mineral

extraído por la compañía, que supondrá el 40% de todo el mineral

de Bizkaia. A esta compañía le seguirá en nivel de producción

Chavarri Hermanos y Martínez de las Rivas, con el 20% del total

extraído.

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144

Los lavaderos de mineral de hierro

El distrito de Triano estaba situado en los municipios de Ortuella

y Abanto, prolongándose hacia Muskiz. Su forma era irregular, con

unos 3 Km. de largo, por unos 1.300 m. de anchura máxima en el

extremo SE, que se irá reduciendo en su avance NO hasta unos

10 m.; su profundidad también será muy variable, ya que oscilará

entre unos metros y los 30; esto equivaldrá a unas 120 ha. Sus

yacimientos contenían grandes masas de vena y campanil, abun-

dante carbonato y menos rubio. Eran muy fáciles de explotar y su

producción, que girará entre los 1,7 y 2,1 millones de Tm. anuales,

estuvo durante todo el período álgido de la minería vizcaína a la

cabeza de todos los distritos. Fue explotado de forma tan intensa

que se agotó rápidamente; así, pasó de abastecer el 75% del mer-

cado, a cubrir tan solo la mitad a finales del S. XIX y la cuarta parte

en la segunda década del S. XX.

F. 18

F. 18_ Fotografía aérea de la masa central de Triano, en 1968. En el borde inferior se aprecian, de izquierda a derecha, las instalaciones de F. Cavia y de la Cía. Minas y Explotaciones (FOAT. Ref. 2227/28).

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145

en la cuenca minera vizcaina.

En las minas de este criadero se produjeron las primeras demarca-

ciones, y en ellas se aprecia la hegemonía por parte de Ibarra Her-

manos y Cía. y Chavarri Hermanos y, en menor medida, de Trinidad

Ulacia y Cirilo Mª Ustarán. Vamos a destacar las minas del distrito

que a principios del S. XX ya disponían de lavaderos de mineral:

Ibarra Hermanos y Cía., había registrado en este distrito las mi-

nas Conchas (8 pertenencias), Rubia (2 pertenencias), Bilbao, San

Benito, La Barga, Despreciada, Olvido, San Martín, Alhóndiga, Al-

tura, San Bernabé, Cristina, N. S. Begoña, Magdalena y sus dema-

sías, que sumadas a las que tenía en Matamoros, le convertirán

en la mayor propietaria de toda la cuenca minera vizcaína.

Para su explotación, fundará en París el 8 de mayo de 1876 la

Société Anonyme Franco Belge des Mines de Somorrostro. Esta

Sociedad se fundará para explotar las concesiones mineras que

Ibarra Hermanos y Cía. le había arrendado por 99 años y que se

encontraban en un área bastante concentrada, lo que reducirá

sus gastos al transporte y al tratamiento del mineral. Toda su pro-

ducción minera sería repartida a precios preferenciales entre los

socios mediante un sistema de cupos. Con una producción que

rondará el 10% del total, la Sdad. Franco - Belga alcanzará altos

niveles de producción y productividad que reportará cuantiosos

beneficios a sus socios.

Aunque el grueso del distrito estaba formado por óxidos, a medida

que se fueron agotando, tanto estos como los rubios de calidad,

tuvieron que beneficiar las escombreras en las que se habían ido

acumulando las chirtas. De esta forma, irán surgiendo lavaderos

en la mayoría de las minas del coto, aunque sus cifras de pro-

ducción serán modestas en comparación con las de Matamoros;

estas instalaciones, que siempre figuraron con el nombre de dis-

tintas sociedades concesionarias, serán las siguientes:

La mina La Pobre registrada por Lezama Legizamon; allí se ubica-

rán las instalaciones de lavado para el tratamiento del conjunto de

las minas Conchas (de la 2 a la 8), San Benito, La Barga (dispon-

drá de un lavadero aparte), Despreciada, San Martín, Alhóndiga,

Altura, San Bernabé y sus demasías, que Ibarra Hermanos y Cía.

había cedido en arriendo a la Sociedad Franco - Belga. A pesar

de que las minas que explotaba esta compañía generaban pocas

chirtas, a finales del S. XIX instalará un lavadero de mineral para

beneficiar sus numerosas escombreras. El lavadero se situará

junto al arroyo Granada, cerca de la estación de ferrocarril de Ca-

degal, en que la Sdad. Franco - Belga había centralizado el trans-

porte del mineral. Ello le permitía, por un lado, proveerse de agua

para el lavado y por otro, agilizar el transporte, tanto de las tierras

mineralizadas, como del lavado y el estéril. El edificio del lavadero

tendrá tres niveles: en el superior estaban las maseras en las que

se almacenaban las tierras ferruginosas, que caían al segundo ni-

vel en el que se encontraban dos trómeles, con sendos platos

de estrío para el lavado y posterior clasificación de la chirtas. En

el tercer nivel se habían habilitado dos depósitos en los se vertía

por separado el mineral limpio y el estéril. El primero se llevaba

a la cercana estación de Cadegal, desde donde el mineral era

transportado en el ferrocarril de la compañía hasta los cargaderos

de Réqueta (Barakaldo). El segundo se llevaba por un ramal de su

cadena flotante a las escombreras. Los lodos, producto del lava-

do irán por una conducción hasta una balsa de decantación que la

empresa había construido en el barranco de Granada.

En 1909, esta compañía decidirá modificar el lavadero, trasla-

dándolo a una cota inferior, situada en terrenos de la mina San

Salvador y su demasía, próxima a la estación de Cadegal y al río

Granada. Como parte de las instalaciones, se preverá la instala-

ción en las inmediaciones del lavadero de una balsa para decantar

los lodos resultantes del lavado de mineral. Este proyecto tendrá

que esperar hasta 1912, momento en el que se resolverá el pleito

interpuesto por Cesáreo Garay contra la sociedad por la expropia-

ción de los terrenos de un molino en el que se iba a construir la

balsa.

El lavadero de la mina Olvido, que será uno de los primeros ins-

talados en las minas de Ibarra Hermanos y Cía. Disponía de dos

trómeles en los que se lavaban 100 Tm. diarias de chirtas, con una

producción anual de 20.000 Tm.

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146

Los lavaderos de mineral de hierro

El lavadero de la mina Rubia estuvo ubicado en el barrio de Las

Carreras-Putxeta (Abanto y Ciérvana); la mina Rubia fue registrada

en 1871 por Ibarra Hermanos y Cía., quien creó para su explota-

ción la “Comisión Explotadora de la mina Rubia”. Disponía de seis

tromeles en los que se lavaban 200 Tm. diarias de mineral, con

una producción en 1910 de 45.500 Tm. En los años cincuenta fue

arrendada a Emilio Merodio de la Torre, quien en los años sesenta

construyó un nuevo lavadero de mineral que funcionó hasta su

cierre en 1971, obligado por la crisis del sector. El lavadero fue

construido en una pendiente del terreno para dotarlo de varios

niveles; el superior disponía de una tolva de mampostería, en cuyo

frente se abría una vertedera metálica que se comunica con la

boca trasera del trómel, situado en el nivel inferior; esta vertedera

es regulable por medio de una compuerta metálica con un tornillo

sin fin; tras pasar por el trómel, el mineral lavado caía a una cinta

transportadora que lo conducía hasta un nicho de carga de mam-

postería, situado a unos 6 m. en la zona inferior. La parte trasera

del lavadero estaba destinada a tratar los menudos y se comunica

con el nicho de carga por medio de tres vertederas circulares. La

estructura de hormigón y la mampostería aún se haya en buen

estado de conservación.

El lavadero la mina Rubia. Para su explotación se creará la Comi-

sión Explotadora de la mina ‘Rubia’. Disponía de seis trómeles en

los que se lavaban 200 Tm. diarias de mineral, con una producción

en 1910 de 45.500 Tm. Se siguió explotando de forma permanen-

te hasta hace pocos años.

El lavadero de la mina Bilbao, que explotará Chavarri Hermanos,

aunque había sido demarcada por Ibarra Hermanos y Cía. Disponía

de un trómel en el que se lavaban 80 Tm. diarias de mineral, con

una producción en 1910 de 18.000 Tm.

El lavadero de la demasía San Benito. Dispondrá de un lavadero

de mineral, con dos trómeles en los que se lavaban 80 Tm. diarias

de mineral, tanto de esta mina, como de la Despreciada, con una

producción en 1910 de 13.453 Tm.

En la misma demasía San Benito, dispondrá de un lavadero de

mineral, con un trómel en el que se lavaban las 20 Tm. diarias de

chirtas procedentes de la mina San Benito y la demasía de La Bar-

ga, con una modesta producción, cifrada para 1910 en 936 Tm.

Chavarri Hermanos tenía registradas las minas Diana, Justa, So-

corro, Aurora, San Miguel, Josefita, Pacífico y Buena Estrella. Po-

seía lavaderos en varias de ellas, pero su producción era inferior a

la de Ibarra Hermanos y Cía. Como en el caso anterior, los propie-

tarios no los explotaban directamente:

El lavadero de la escombrera de la mina Diana. Disponía de un

trómel en el que se lavaban 30 Tm. diarias de chirtas, que en 1910

produjeron 7.500 Tm.

El instalado en la escombrera de la mina Justa. Disponía de un

lavadero de mineral, con un trómel en el que se lavaban 70 Tm.

diarias de chirtas, que en 1910 produjeron 5.600 Tm.

El lavadero de la mina Socorro. Disponía de un trómel en el se lava-

ban 40 Tm. diarias de chirtas, que en 1910 produjeron 4.000 Tm.

El instalado en la mina San Miguel. Disponía de un lavadero de mi-

neral, con un trómel en el que se lavaban 25 Tm. diarias de chirtas,

que en 1910 produjeron 4.600 Tm.

F. 19

F. 19_ Restos del lavadero de las minas Rubias, en 1998 (Putxeta, Muskiz) (Colección particular).

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147

en la cuenca minera vizcaina.

El lavadero de la mina Josefita. Tenía un trómel en el que se lava-

ban 40 Tm. diarias de chirtas, que en 1910 produjeron 6.000 Tm.

El lavadero de la escombrera de la mina Josefita. Poseía dos tró-

meles en los que se lavaban 80 Tm. diarias de chirtas, que en 1910

produjeron 12.000 Tm.

También destacaron en este distrito varias minas, que poseían la-

vaderos para tratar el mineral de sus escombreras:

La mina Esperanza, estaba situada en La Florida (Abanto y Ciér-

vana); fue registrada en 1863 por Ibarra Hermanos y Cía., pero

estuvo compartida por Ibarra Hermanos y Cía., Cirilo Mª Ustara y

Juan Durañona hasta su venta a Genoveva de Arisqueta Arteaga-

beitia en 1902 que la explotó hasta su cierre en 1977; la concesión

minera caducó en 1980. En ella habían instalado un lavadero con

un trómel en el que se lavaban 30 Tm. diarias de mineral, proce-

dente tanto de esta mina, como de la Buena Fortuna, que en 1910

produjo 6.300 Tm. Este fue sustituido en los años cincuenta por

otro, construido en varias alturas aprovechando una vertiente; en

la zona superior se localizaba una masera de hormigón, con una

tolva metálica. En la zona intermedia se situaban las cribas que, a

traves de una vertedera metálica, daba paso al trómel del lavadero

que depositaba el mineral lavado en la zona inferior, donde estaba

el nicho de carga para camiones. Aún se conservan restos de las

instalaciones.

La mina Aurora, esta situada en Las Calizas (Abanto y Ciérvana),

fue registrada en 1850 por José Chávarri, compañía que en 1966

arrendará a Altos Hornos de Vizcaya; en 1982 caducó la concesión

minera. En el barrio Fonso que conduce a La Barga, tuvo un lava-

dero, del que queda algún resto; fue construido en mampostería

y a tres alturas, aprovechando un desnivel del terreno; en la zona

superior y junto al lateral izquierdo se localiza un nicho de carga y

una tolva compartimentada que disponía en su frente de una ver-

tedera para llevar las tierras ferríferas a la zona media donde esta-

ba el tómel, que tras el lavado llevaba el mineral a la parte inferior,

donde se almacenaba a la espera de su transporte.

La mina Trinidad de la que eran copartícipes los Ibarra Hermanos

y Cía., Trinidad Ulacia y Eustaquio Olaso y que disponía de un lava-

dero de mineral con cuatro trómeles en los que lavaban 150 Tm.

diarias de las chirtas procedentes, tanto de esta mina como de la

San Fermín, propiedad de C. M. Ustara.

La mina San Fermín, que disponía, además del anterior, de otro

lavadero, con una producción de 40.000 Tm. en 1899, que en 1910

se reducirá a 40 Tm. diarias de mineral, lo que a lo largo del año

supusieron 10.500 Tm.

La mina Inocencia, con dos 2 pertenencias, había sido registrada

por Trinidad Ulacia. En su demasía había instalado un lavadero de

mineral, con un trómel en el que se lavaban 40 Tm. diarias de

mineral, que en 1910 produjeron 10.500 Tm. Los minerales bene-

ficiados procedían, tanto de esta mina, como de la Magdalena, de

Ibarra Hermanos y Cía., que antes eran lavados en el lavadero de la

mina Catalina, propiedad de Chavarri Hermanos y M. Taramona.

La mina Sol, propiedad de Jesusa Bellido, disponía de un lavadero

de mineral, con un trómel en el que se lavaban 90 Tm. diarias de

mineral procedente de esta mina y su demasía, también de su

propiedad, que en 1899 produjeron 34.000 Tm.

La mina San José, propiedad de Jesusa Bellido, que disponía de

un lavadero de mineral con un trómel en el que se lavaban 40 Tm.

diarias de mineral procedente, tanto de esta mina, como de las

minas Sol (de su propiedad), Buena Estrella (compartida por Ibarra

Hnos., Ustara y Goicoechea), y Vigilante (compartida por Amézaga

y Careaga); produjo 10.500 Tm. en 1910.

La mina Catalina, propiedad de Chavarri Hermanos y Manuel Ta-

ramona. En esta mina disponían de un lavadero de mineral, con

cinco trómeles en los que lavaban 120 Tm. diarias de mineral, pro-

cedente, tanto de esta mina, como de la Magdalena, propiedad

de Ibarra Hermanos y Cía., que acabarán siendo tratados en el

lavadero de la mina Inocencia, propiedad de Trinidad Ulacia. Su

producción en 1899 fue de 34.000 Tm.

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Los lavaderos de mineral de hierro

En el barranco del Zarzal, que separaba los montes Cadegal y Va-

lle, existía una escombrera, asentada en terrenos del municipio de

Ortuella (barrio de La Cerrada) y de la mina Concha 3, explotada

por la Sdad. Franco - Belga. Sus escombros mineralizados proce-

dían de las empresas mineras Chavarri Hermanos (que en esos

momentos explotaba la mina Bilbao), la Cía. Orconera (que explo-

taba la mina Concha 1) y la Sdad. Franco - Belga (que explotaba

el resto de las Conchas, entre otras minas). Entre los años 1914 y

1920 surgió una agria disputa entre esas compañías, ya que todas

querían quedarse con los derechos de explotación de la escom-

brera. El Ayuntamiento de Ortuella terminó decantándose por la

primera de las empresas. Al no aceptar las demás esta decisión,

en 1919 se llegó a un acuerdo por el que el ayuntamiento recibiría

el 30% de los beneficios de su explotación, la Sdad. Franco - Belga

el 53% y la Cía. Orconera el 17%; Chávarri Hermanos se queda-

rá sin nada. Posteriormente el industrial Luis Núñez Anchústegui,

propietario desde 1920 de un lavadero de gran capacidad en la la-

dera de Cadegal, en el barrio de Granada (Ortuella), se adjudicaría

en subasta la explotación de la escombrera. Para el tratamiento

de los lodos generados por su explotación, aprovechó la balsa de

decantación que tenía la Sdad. Franco - Belga cerca de sus insta-

laciones (Maqueda, 1995).

F. 20

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en la cuenca minera vizcaina.

La mina San Severino, propiedad de Cirilo Mª Ustarán y Ricardo

Llano. Para el tratamiento del mineral de esta mina, y otras rela-

tivamente apartadas de sus instalaciones, como eran la Lejana

(de L. Ocharan) y Río Cotorrio (de Viuda de Bolinaga), instaló un

lavadero con seis trómeles en los que se lavaban 250 Tm. diarias

de chirtas, que en 1899 produjeron la importante cifra de 40.000

Tm. Los propietarios de la Lejana, acabaron instalando a principios

del S. XX un lavadero en su propia mina.

La mina Carolina que poseía Juan B. Cortés, tenía un lavadero de

mineral, con tres trómeles en los que se lavaban 90 Tm. diarias de

chirtas, que en 1899 produjeron 24.000 Tm.

La mina Confianza, propiedad de Triano Iron Ore. Tras cesar su

actividad, se fue inundando y acabó formando el llamado pozo

Gerente. Tenía un lavadero de mineral, con cuatro trómeles en

los que se lavaban 50 Tm. diarias de mineral, proveniente de esta

mina, como de la Lorenza, de Cotorrio (Muskiz).

La mina El Cerrillo, que poseía la Luchana Mining Co. Ltd. Tenía

un lavadero que disponía de cuatro trómeles en los que se lava-

ban 240 Tm. diarias de mineral, llegándose a tratar 16.800 Tm. en

1899, una cifra importante.

F. 21

F. 20_ Lavadero de la Escom-brera El Zarzal. En el momento en que se tomó la fotografía, estaba siendo explotado por F. Cavia (noviembre de 1964) (FOAT. Ref. 2227/11 fragmento).

F. 21_ Interior del lavadero de Luis Nuñez, en 1928. Explo-taba la Escombrera El Zarzal y se encontraba en el barrio de Granada (Ortuella) (Pérez Goikoetxea, 2003).

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150

Los lavaderos de mineral de hierro

El distrito de Matamoros se encontraba en el S-E del barranco

de Granada, en los municipios de Trapagaran, Barakaldo y Ortue-

lla, y era una prolongación hacia el E de los Montes de Triano. La

zona era más escarpada y su veta principal, formada casi exclusi-

vamente por rubio (llegó a aparecer carbonato en profundidad),

tenía unos 2 Km. de longitud por una anchura de 800 m. y una

profundidad de hasta 70 m.

El criadero se comenzó a explotar tras el agotamiento del campa-

nil y su crecimiento fue rapidísimo. Llegó a producir 1,7 millones

de Tm. anuales de rubio en la última década del XIX, hasta el punto

de que se acabó convirtiendo en el principal productor, aunque

nunca llegó al nivel global del yacimiento de Triano.

A comienzos del S. XX, el agotamiento del rubio de calidad, obligó

a las compañías a proceder al aprovechamiento de los menudos

y escombreras, donde se alcanzaron unos niveles de producción

muy superiores a los de Triano.

En este distrito, aunque había menos concesiones, estas serán

mayores que las de Triano, ya que fueron solicitadas más tarde y

en bloque. Al igual que allí, Ibarra Hermanos y Cía. tenía demarca-

das la mayoría de las minas; otras cuatro compañías poseían más

de una demarcación en Matamoros:

Las minas la Orconera (7 pertenencias), Carmen (8 pertenencias),

Precavida y Previsión pertenecían a Ibarra Hermanos y Cía., pero

eran explotadas por la Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd. Para tratar

los menudos de todas sus concesiones mineras, esta compañía

llegó a disponer de las instalaciones de lavado más importantes

de toda la cuenca minera vizcaína. Estaban ubicadas junto a su

estación de ferrocarril de Ortuella y en 1910 disponía de doce tró-

meles con una capacidad de lavado de 500 Tm. diarias y una pro-

ducción de 150.000 Tm. Más adelante analizaremos los distintos

lavaderos con que llegó a contar esta compañía.

Las minas Unión y Amistosa (o Mora), pertenecían a Martínez de

las Rivas. También disponía de lavadero de gran capacidad. En

1910, mediante seis trómeles, lavaba las 440 Tm. diarias de mine-

ral que salía de sus dos minas; esto equivalía a 120.000 Tm. al año,

una cifra muy considerable. Las antiguas minas Unión y Parcocha

(actual pozo Unión) se utilizaron como balsa de decantación. Ac-

tualmente es uno de los ‘lagos’ de La Arboleda.

Las escombreras de la mina Unión fueron deslodadas en el la-

vadero de la mina Previsión (Larreineta). El lavadero de mineral

se construyó en los años sesenta aprovechando una vertiente del

terreno para conseguir su distribución en diferentes alturas. En la

zona superior, de paredes rectas, escalonadas y convergentes, se

situaba una masera de hormigón con una tolva por cuya vertedera

metálica se introducía el mineral en el trómel, situado en la zona

intermedia, que una vez lavado una cinta transportadora llevaba a

los depósitos ubicados en la parte inferior a la espera de su carga

en camiones. En la década de 1970, Morante, su propietario, tam-

bién instalará en las proximidades del lavadero otro que utilizará el

sistema de líquidos densos –se usaba una mezcla de agua y ferro-

silicio– para separar el mineral y conseguir que flotara el estéril.

Para el transporte del mineral lavado dispuso un plano inclinado

hasta Trapagarán. Aún quedan restos de ambas instalaciones.

Las minas Parcocha, Acrisolada y Una eran propiedad de Parcocha

Iron Ore Co. Ltd. Para aprovechar las escombreras de la primera

de estas minas, en 1953 la Sociedad de Minerales y Metales, de

capital alemán (de ahí que esta mina se acabara llamando ‘de los

alemanes’), instaló en la mina Peña Mora (Trapagaran) un lavadero

mecanizado. La ley del mineral conseguido no fue la prevista y el

lavadero se cerró al poco tiempo, conservándose aún su estruc-

tura de hormigón. También aquí se utilizará el sistema de líquidos

densos; de hecho se hará en la mayoría de los lavaderos de los

años 70 (Pérez Goikoetxea, 2003).

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151

en la cuenca minera vizcaina.

F. 22

F. 22_ Restos del lavadero de Peña Mora (Trapagaran) en 2004. Allí se trataron las es-combreras de la mina Parcocha (Colección particular).

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152

Los lavaderos de mineral de hierro

La mina La Lejana, estaba registrada por Luis de Ocharan. Tras

haber lavado sus chirtas en la mina San Severino (propiedad de C.

M. Ustarán y R. Llano), acabará instalando un lavadero propio en

el que, mediante dos trómeles, lavaba 11 Tm. diarias de mineral,

que en la totalidad del año 1910 solo supuso 3.065 Tm. La Luchana

Mining Co. Ltd, antes de construir dos lavaderos propios, la llegó

a usar temporalmente.

La mina María, era propiedad de A. Fernández y Cía.; contaba

desde antiguo con un lavadero en el que mediante tres trómeles

trataban en 1899 las 60 Tm. diarias de mineral que salían, tanto de

su mina, como de la Vicente, lo que equivalía a 16.000 Tm. al año.

Esta cifra en 1910 se había reducido a 50 Tm. diarias y 12.500 Tm.

anuales, pero lavando solo los menudos de su propiedad y con un

solo trómel.

La mina Ventura, pertenecía a W. Clemente Cazalet; en ella, me-

diante un trómel, trataban 100 Tm. diarias de mineral y 20.000 Tm

en 1899, una cifra respetable para la media de la producción de

estos yacimientos modestos.

La mina Mame, fue registrada en 1891 por J. J. Agueche y otros,

pero fue explotada por la Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd. en régi-

men de arrendamiento; su concesión caducó en 1987. A finales de

la década de los 70 y principios de los 80, tanto esta mina como la

contigua Orconera 3, cesaron su actividad y tras inundarse fueron

utilizadas como balsa para abastecer de agua a los lavaderos de la

Cía. Orconera. Actualmente se han convertido en el llamado ‘pozo

Ostión’, el mayor de los ‘lagos’ de La Arboleda (Trapagaran), con

una extensión de 40.000 m2 y una profundidad de 9 m.

F. 23

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153

en la cuenca minera vizcaina.

F. 23_ Plano de instalación de un trómel para el lavado de mi-nerales. Luchana Mining Co Ltd. Año 1909 (BFA/AFB. Agruminsa 0421/020).

En el Barranco del Cuadro había un conjunto de minas, situadas

en los límites municipales de Trapagaran con Ortuella, y Galdames

con Abanto y corren paralelamente a los criaderos de Matamoros

y Galdames, extendiéndose hacia el este por El Regato, en el mu-

nicipio de Barakaldo. Estas solían ser minas pequeñas y de propie-

dad muy dispersa, aunque la Luchana Mining Co. Ltd, concentró el

mayor número de concesiones:

Luchana Mining Co. Ltd. destacó con luz propia en este distri-

to. Su propiedad estaba extendía a lo largo de la cuenca del río

Cuadro, ocupando una línea de más de 5 Km., que incluían minas

como Capela, Plácido, Pikwik, Manuela, Juliana 1ª, Juliana 2ª y

Paquita, que formaban parte del coto de Arrabal.

Esta dispersión imposibilitará la concentración del lavado en una

sola instalación; para evitar el tener que llevar sus chirtas a lavade-

ros ajenos, como los de las minas la Lejana o la Marta, hacia 1909

emprenderá el proyecto de construcción de dos lavaderos. Con

estas instalaciones preveía el tratamiento de 75.000 Tm. anuales

de mineral, a razón de 835 Tm. diarias. Como para lavar una tone-

lada de chirta (con el 30% de mineral) se precisaban 1.500 litros

de agua, era necesario el suministro de un importante caudal de

agua que la empresa pretendía elevar desde los arroyos del entor-

no hasta un depósito con capacidad para una jornada de trabajo

(Álvarez y Simón, 2004).

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154

Los lavaderos de mineral de hierro

El lavadero constaría de dos trómeles, y otro de repuesto, movidos

por una máquina de vapor horizontal tipo Tangyes, de 12 HP. Sus

características serían las siguientes: la longitud total era de 6,75

m., (4,5 m. la parte cilíndrica y 2,25 m. la cónica); el diámetro era

de 2,25m. (5,5 m. en la boca del cono); los platos clasificadores

para el estrío eran de 3 m. de diámetro. Los trómeles giraban a 4

revoluciones por minuto y cada uno podía tratar 200 Tm. diarias de

chirta. Para la eliminación de los fangos producidos por el lavado

habían previsto la construcción, en antiguas minas, de tres balsas

de decantación (BFA/AFB. Agruminsa 0421/020).

Según datos de J. Lazúrtegui, la Luchana Mining Co. Ltd. en 1910

había instalado un lavadero para tratar las chirtas procedentes de

la mina Plácido y Aumento a Plácido. Su capacidad era de 83 Tm.

diarias y su producción anual de 24.113 Tm., cifra muy inferior a la

prevista.

También instalará otro lavadero en la mina Manuela, presumible-

mente sustituyendo al que se había proyectado construir en la

mina Juliana 2ª. Con el fin de conseguir agua abundante, lo situará

en la vertiente del barranco de El Cuadro que da al pantano de

Loyola, cerca del barrio La Lejana. En él, mediante dos trómeles,

llegará a tratar 5 Tm. diarias de mineral; su producción en 1910

será de 1.526 Tm., una cifra muy modesta.

En 1829, la Luchana Mining Co. Ltd. firmará un contrato con An-

tonio López, para utilizar conjuntamente un lavadero de propiedad

de este último, situado en la mina Javier. Para su funcionamiento

disponía, por concesión, de 100 litros de agua por minuto que ob-

tenía de varios arroyos del nacimiento del río Cotorrio, situados

en la mina San Mateo. Para aumentar su producción sustituirá las

dos cribas giratorias de que disponía por un trómel de una ca-

pacidad de lavado de 30 a 40 Tm. por día (BFA/AFB. Agruminsa

0421/020).

Otras minas que destacaron por poseer instalaciones de lavado

en este distrito fueron:

La mina Marta, propiedad de T. Otaduy. Fue en ella donde en 1891

se hicieron los primeros ensayos de lavado de mineral. Tenía un

lavadero para el tratamiento, tanto de sus chirtas, como las de de

la mina Capela, perteneciente a la Luchana Mining Co. Ltd. Dis-

ponía de seis trómeles y trataba 480 Tm. diarias; en 1899 produjo

24.000 Tm.

La mina Casualidad tenía en 1910 instalado a nombre de Ramón

Torres Vildósola, un lavadero en el que mediante un trómel be-

neficiaba 40 Tm. diarias de mineral, que en la totalidad del año

suponían 12.400 Tm.

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en la cuenca minera vizcaina.

F. 24_ Esquema del lavadero de Campomar (Pobeña, Muskiz) realizado por José Balzola, inge-niero de la Cía. Orconera, en 1928 (Balzola, 1928).

F. 24

Los lavaderos y balsas de decantación de la Cía. Orconera Iron Ore.

Vamos a dedicar este apartado al estudio de las instalaciones de

lavado de la Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd., ya que además de ser

la empresa minera más importante de todo el anticlinal de Bizkaia,

fue la que dispuso de los lavaderos de mineral de mayor capaci-

dad. Ello fue así, tanto por su enorme producción, como por que el

mineral que salía de sus minas era mayoritariamente rubio, cuyas

chirtas precisaban de un tratamiento en instalaciones de lavado.

Aunque esta compañía apenas tenía propiedades, los arrenda-

mientos de las minas de Ibarra Hermanos y Cía. le permitieron

disponer para su explotación de uno de los mejores cotos mine-

ros de Bizkaia. Este arrendamiento se estableció en el convenio

celebrado en Bilbao el 1 de julio de 1873 entre Ibarra Hermanos

y Compañía y la sociedad Orconera Iron Ore Company Limited,

constituida en Londres en el mismo año.

El acuerdo de arrendamiento incluía dos contratos que formarán

la base de la explotación de la compañía. Por un lado se firmará un

contrato de arriendo de minas por el que se facultaba a la Orco-

nera a explotar, en régimen de arrendamiento por 99 años, parte

del coto que Ibarra Hermanos y Cía. tenía en Matamoros y Triano;

este incluía las minas Orconera (7 pertenencias), Carmen (8 perte-

nencias), Concha 1, Previsión, Magdalena, y César (la mitad). De

otros propietarios, explotará las minas Mame, Precavida y Elvira.

La renta a percibir por Ibarra Hermanos y Cía., propietaria de las

minas, sería un tanto por tonelada de mineral extraído, por lo que

sus beneficios dependían de la buena marcha de la explotación.

Por otra parte se firmará un contrato de ferrocarriles que facultará

a la Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd. a explotar la concesión del

ferrocarril de la Orconera, obtenida por Ibarra Hermanos y Cía. en

1872 y que en esa fecha aun estaba por construir. Este, junto con

sus infraestructuras de planos inclinados, cargaderos, etc., resul-

tará imprescindible para la explotación del coto de Matamoros.

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156

Los lavaderos de mineral de hierro

El mineral obtenido de las minas sería vendido en forma de cupos

a los socios fundadores a un precio preferencial; lo que excediese

del cupo se comercializaría a precios de mercado. La Orconera,

con 27,5 millones de Tm., el 21% del total del mineral extraído en

Bizkaia, fue la empresa de la cuenca que contó con los mayores

índices de producción y productividad. En 1879 llegó a concentrar

1/3 de la producción, cifra que fue bajando paulatinamente a partir

de 1896, hasta mantenerse entre el 15 y el 20% del total, descen-

so compensado con la explotación de las minas arrendadas a José

Mac Lennan en el coto de Carbarga (Cantabria).

Ya habíamos visto que la Cía. Orconera Iron Ore disponía de un la-vadero de mineral situado en la estación intermedia del ferrocarril

del barranco de Granada (Ortuella). Lo había situado allí para fa-

cilitar el transporte del mineral desde sus distintas explotaciones

hasta los lavaderos y trasladarlos, una vez lavados, hasta los car-

gaderos que tenía en Lutxana (Barakaldo). En el cuadro publicado

por Julio Lazúrtegui sobre los lavaderos de 1910, podemos ver

que disponía de doce trómeles, con una producción diaria de 500

Tm. y un total anual de 150.000 Tm. de mineral lavado, la mayor

de toda la cuenca.

Pero la Cía. Orconera llegó a tener una cantidad tan grande de

menudos y chirtas en las escombreras de su coto de Matamoros,

que este lavadero acabó resultado insuficiente, por no disponer

ni del agua necesaria para el lavado, ni de balsa de decantación

capaz de eliminar sus vertidos.

Además, al escasear también el agua para los tratamientos indus-

triales, los conflictos de competencia con las empresas siderúr-

gicas fueron permanentes. Estas fábricas necesitaban grandes

cantidades de agua para la elaboración del acero e hicieron pre-

sión para acaparar el suelo y el agua de algunos cauces fluviales e

instalar allí embalses.

La Cía. Orconera, como primera solución estudió la posibilidad de

llevar hasta las minas el agua del mar y devolver allí los fangos,

pero ello complicaba tanto el transporte que optó por construir en

1913 un gran lavadero en la ría de Somorrostro, en Campomar,cerca de Pobeña (Muskiz). Para el transporte del mineral hasta la

planta de lavado, montó un tranvía aéreo ejemplar, que fue consi-

derado en su tiempo el más importante de Europa, tanto por su

perfección técnica como por su gigantismo. Era un tranvía doble,

F. 25_ Restos de lavadero de Campomar, perteneciente a la Cía. Orconera en (Pobeña, Muskiz) (Bargos, 2003).

F. 26_ Vista general de la planta de lavado de la Cía. Orconera, situado en el barrio de Orconera (Ortuella), en 1943 (ACMMG).

F. 25

F. 26

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157

en la cuenca minera vizcaina.

modelo Bleichert de 8.066 m., de longitud, que llevaba el mineral

desde la mina Carmen VII de La Arboleda (Trapagaran), pasando

por la campa de Triano, hasta unas maseras de una capacidad de

3.000 Tm., situados en Campomar (Pobeña), junto a los lavade-

ros.

El lavadero tenía unas dimensiones de 50 m. x 10 m. y estaba

hecho de mampostería, con recercos de ladrillo enfoscado en los

vanos y accesos y con dos contrafuertes en el interior para refor-

zar los muros de carga; la fachada delantera tenía nueve vanos de

arco rebajado y dos adinteladas, todos ellos de diferentes dimen-

siones; la cubierta del edificio era a dos aguas; en el lateral izquier-

do tenía un túnel de carga, de arco rebajado que desembocaba en

la masera adyacente, en la que había tres grandes bocas de arco

rebajado, con sendas cribas para seleccionar el mineral según su

tamaño, y dos rampas inferiores en cada boca que permiten llevar

el mineral hasta los seis trómeles situados en el interior del edifi-

cio. Todo el conjunto estaba rodeado por un muro de mampostería

de 2 m. de altura que aún se conserva, junto con las ruinas del

lavadero que acogía los seis trómeles, el almacén, las oficinas y la

vivienda del listero.

Estas instalaciones podían servir de modelo de las que poseían

las grandes empresas. En ellas se podían lavar unas 180.000 to-

neladas al año de mineral, la mayor capacidad de Bizkaia; la ley

metálica del mineral lavado, giraba en torno al 40%.

El lavadero estaba basado en el sistema de trómeles, modelo

Humbodt. El agua para las operaciones de lavado de las chirtas, se

eleva desde el río Barbadún, ya en su desembocadura al mar. El

proceso del lavado era como sigue: las vagonetas que llegaban en

el tranvía aéreo, se descargan en una masera en la que las chirtas,

mediante 6 mangueras de agua eran empujadas hacia los tróme-

les. Estos estaban organizados en 3 grupos de cuatro cilindros de

5,25 m. de largo por 2,21 m. de diámetro y una parte cónica en el

extremo de salida, con una boca de 0.60 m. En la parte cilíndrica

del trómel, paralelo a sus generatrices había 10 angulares que

permitían desenlodar el mineral. Tanto en la parte central como al

final de la boca había una espiral perforada que iba empujando el

mineral hacia la salida del aparato.

Una máquina de vapor permitía que los trómeles giraran de 7,5 a

8 revoluciones por minuto. Esta energía era transmitida mediante

un eje, accionado por una transmisión de cables, que discurría

en paralelo sobre cada dos trómeles. En la parte inferior, este eje

accionaba mediante correas, un juego de ruedas dentadas, de

las que una servía de piñón a una corona dentada que envolvía

al trómel. Cada trómel se apoyaba en cuatro rodillos que giraban

sobre dos carriles circulares y que hacían que la posición del eje

fuese horizontal.

Los menudos salían por la boca de los trómeles hacia unas cintas

transportadoras en las que se procedía a un último estrío manual.

El proceso, cuando convenía, se completaba con un nuevo lavado

en una batidera y dos pequeños trómeles para los menudos.

Los fangos y aterramientos producto del lavado se escupían por la

boca de entrada y eran llevados por un canal subterráneo hasta la

zona del Aspra, desde donde eran vertidos directamente al mar.

El mineral lavado se almacenaba en unos pequeños depósitos de

500 Tm. desde donde se volvía a cargar en el tranvía aéreo que

F. 27_ Proyecto de Modificación de las instalaciones del lava-dero de minerales en el barrio de Orconera, entre 1963 y 1965 (BFA/AFB. Agruminsa 0120/005 fragmento).

F. 27

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Los lavaderos de mineral de hierro

lo llevaba por una derivación, hasta otros depósitos de 3.500 Tm.,

situados sobre la estación de Gallarta (Putxeta); de aquí partía un

ramal secundario del ferrocarril de la Cía. Orconera, que llevaba

mineral hasta los cargaderos de Lutxana (Barakaldo).

Los elevados costes de transporte que conllevaba la ubicación

del lavadero en Campomar, obligarán a la Cía. Orconera a susti-

tuirlo en 1942 por otro que construirá en la mina Previsión, en el

barrio de Orconera (Ortuella), junto a su batería de hornos de

calcinación.

El mineral, que había sido previamente triturado en machacadoras

instaladas en las propias minas de Matamoros, era transportado

por el Plano General hasta la masera del lavadero, desde la que

pasaba a cuatro trómeles donde se efectúa el desenlodado me-

diante inyecciones de agua.

El mineral lavado en los trómeles era vertido a una cinta lenta de

estrío, desde donde iba al depósito general, en el que una cinta

transportadora lo depositaba en el ferrocarril de la compañía, que

lo llevaba hasta los cargaderos de Lutxana (Barakaldo) para su em-

barque. Su capacidad de producción era de 80.000 Tm. al año.

Con el fin de mejorar, el rendimiento y la ley del mineral lavado,

así como la productividad del personal, José Balzola Menchaca,

ingeniero-director de la Orconera Iron Ore C.L. proyectó en 1963

la modificación de las instalaciones del lavadero de Orconera,instalando ciclones, cribas y variando el sistema de estrío.

Para aumentar el desenlodado preveía la instalación de un nue-

vo trómel semejante a los ya instalados, hasta el que el mineral

llegaría por un sistema de cintas. Una vez lavado, este pasaría a

otra cinta que, sustituyendo a las cintas de estrío, recorría todos

los trómeles recogiendo el mineral lavado y depositándolo en una

criba vibratoria de bandejas, encargada de separarlo en tres ta-

maños.

F. 28_ Restos del lavadero que la Cía. Orconera tenía en el barrio de la Orconera (Ortuella), en 1989 (Colección particular).

F. 29_ Plano general de las balsas de Triano. En rojo apa-rece la proyectada en Zaballa (Trapagaran), en 1964 (BFA/AFB. Agruminsa 0119/002 [048]).

F. 29

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159

en la cuenca minera vizcaina.

El mineral del primer tamaño, de 10 mm., sería tratado en una

criba hidráulica y depositado en un depósito desde el que vol-

vería la criba, por medio de otra cinta transportadora. El mineral

rechazado por la criba iría a otro depósito del que una nueva cinta

lo mandaría a un molino de bolas, y de ahí iría a una criba hidráu-

lica y de ella a un clasificador “Dorr”. El mineral, ya concentrado,

se almacenaría en un depósito de mineral lavado. Para aprove-

char aún mejor los menudos del “Dorr”, se ampliaría el lavado

con un sistema de espirales o flotación. El mineral del segundo

tamaño, de entre 10,25 y 25 mm., iría directamente de la criba

al depósito de lavado. El mineral del tercer tamaño, de 25 mm.,

sería depositado por otra cinta en una zaranda que lo clasificaría

en cuatro tamaños y sometería a un estrío en una cinta pequeña

con alimentación regulada, mucho más eficaz que las de estrío

convencional. El producto resultante caería en una última cinta

que lo llevaría al depósito general. Los estériles, separados con

el estrío, caerían por gravedad en unos depósitos, desde los que

irían en vagones hasta las escombreras. (BFA/AFB. Agruminsa

0120/005).

Los fangos generados por el lavadero de Orconera (Ortuella),

eran depositados desde 1942 en la balsa de decantación de Orconera, situada en ese barrio de Cadegal (Ortuella). Sin em-

bargo, en 1960 estaba prácticamente llena y solo era posible su

utilización recurriendo al bombeo del agua. Para sustituirla, la Cía.

Orconera se planteará la construcción una nueva balsa en unos

terrenos que esta tenía en el kilómetro 7 de su ferrocarril, en el

barranco “Los Canales” del barrio de Zaballa (Trapagaran).

La capacidad total de la balsa sería de 2.132.584 m3 y los fangos

llegarían desde el lavadero a través de un canal de 2.300 m. de

longitud, que seguiría la vía del ferrocarril de Orconera.

La balsa se construiría con malecones de tierra y arena, con una

pendiente del 39%. La primera contención, la formaría un male-

cón con un terraplén de 8 m. de alto, sobre el que se dispondrían

los demás, que estarían hechos con arena y separados de los

fangos con ciclones. El agua, una vez clarificada, se expulsaría

por unas compuertas e irían a parar al arroyo “Camporrío”; donde

se uniría al que bajaba de los lavaderos de Peña Mora (de la mina

Parcocha) y Barrionuevo (de la mina Previsión), y desembocarían

juntas en el arroyo de Granada, en Trapagaran.

F. 28

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160

Los lavaderos de mineral de hierro

La cantidad de lodos a verter en la balsa sería 500 m3 en 8 horas

de jornada (17 litros por segundo), es decir la misma que iba a la

balsa de Orconera; sus aguas, una vez limpias, iban al arroyo Gra-

nada, en Ortuella. El retraso de un año en el llenado de la balsa de

Orconera y la demora de las obras por un conflicto judicial contra

la expropiación de los terrenos en que se estaba construyendo la

balsa, harán que la aprobación de las obras no se produzca hasta

abril de 1965 (BFA/AFB. Agruminsa 0119/002)

Por aquel entonces, ya se había producido la rotura de la balsa de Orconera; este accidente obligará a la Cía. Orconera a reducir

al mínimo la producción del lavadero y tratar el mineral beneficia-

ble en el lavadero de Matamoros, que estaba a punto de ser

inaugurado. Esto hará innecesaria la puesta en práctica de las mo-

dificaciones llevadas a cabo, por lo que la compañía decidirá su

suspensión.

El dique de la balsa de decantación de Orconera reventó en octu-

bre de 1964, provocando una avenida de lodos que arrasó todo lo

que encontró su paso, incluida la balsa de la Sdad. Franco - Belga,

que se encontraba debajo de ella, lo que multiplicó aún más sus

devastadores efectos.

F. 30_ Balsa de decantación de Orconera, tras la rotura. La avalancha de lodos reventó a su vez la balsa de la Sdad. Franco-Belga, anegando sus instala-ciones y el barrio de Granada (noviembre de 1964) (FOAT. Ref. 2227/08).

F. 31_ Proyecto de balsa provi-sional de Orconera, situado en la mina Pobre (octubre de 1964) (BFA/AFB. Agruminsa 0122/002).

F. 30

F. 31

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161

en la cuenca minera vizcaina.

“El Correo Español- El Pueblo Vasco” recogía así la noticia:

“Seis personas resultaron muertas y tres heridas el domingo por

la mañana en Ortuella, al abrirse una brecha de unos cincuen-

ta metros de anchura en la balsa superior destinada al lavadero

de mineral en la empresa “Orconera”, y fluir de ella, de manera

vertiginosa, una gran masa de agua y lodo, que se precipitó con

violencia sobre una pendiente de 100 m. de altura. […]

La zona de la catástrofe ofrece un aspecto desolador. Un área

de 2 km. se encuentra cubierta por el lodo. En algunas zonas, la

altura de barro llega a 5 m. Al descender la gran ola de lodo tuvo

que saltar grandes precipicios. Al caer sobre ellos, el agua botó

a varios metros […]

Según el Director General de Minas, D. Joaquín Targheta, la

causa del siniestro tuvo que ver con una situación climatológica

anormal. Durante el verano se había producido una gran sequía y

como consecuencia se produjeron corrimientos de tierra y grie-

tas en los muros de arcilla. Después, al mojarse repentinamente

por las lluvias de los días anteriores al siniestro, el agua ha pene-

trado en las grietas sin humedecer originando el hundimiento”.

… pero no se habían tomado medidas para solucionarlo, a pesar

de que en los días previos al accidente ya se habían producido

corrimientos de tierra en la balsa. En el juicio que se celebró a

raíz del accidente, fueron inculpados varios miembros de la Di-

rección de la Cía. Orconera, empresa que tuvo que indemnizar

a los distintos afectados por el accidente, sobre todo a la Sdad.

Franco - Belga, cuya balsa de decantación resultó severamente

dañada por la rotura de la anterior.

Para sustituir la balsa de decantación rota, la Cía. Orconera pro-

yectó en el mismo mes de octubre de 1964, la construcción en

los terrenos de la mina Pobre (Ortuella), de una balsa provisio-nal de decantación de fangos, que le permitiera seguir utilizando

el lavadero de Orconera, mientras se terminaba la balsa de Za-balla (Trapagaran), cuyas obras estaban paralizadas por el pleito

judicial. La Jefatura de Minas para normalizar los trabajos de los

lavaderos de la Cía. Orconera y la mina Escombrera del Zarzal (F.

Cavia, su propietario, utilizaba la balsa de la Sdad. Franco-Belga

para decantar sus fangos), paralizados por la rotura de los di-

ques de las balsas de decantación, aprueba este proyecto, tras

imponer ciertas medidas de seguridad (BFA/AFB. Agruminsa

0122/002).

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Los lavaderos de mineral de hierro

José Balzola, ingeniero-director de la Orconera Iron Ore C.L., en

abril de 1964, con el fin de reducir su plantilla de personal, había

procedido a la mecanización de sus explotaciones de La Arboleda

y la construcción de un nuevo lavadero en Matamoros.

Tras estudios realizados, vieron que con la plantilla que tenían el

rendimiento del distrito minero de Matamoros no superaba las 4

Tm. de mineral lavado por jornal, frente a las 14 Tm. de otras explo-

taciones similares, lo que obligaba a realizar una reducción de per-

sonal. Las inversiones que tendrán que realizar se centrarían en la

mecanización del arranque y cargue, la construcción del lavadero y

la reubicación de la nueva cabecera del Plano General; con la intro-

ducción de estos medios mecánicos, también pretendían reducir

el índice de peligrosidad de las labores de extracción y cargue.

Para mecanizar el arranque y la carga del mineral adquirirán dos

excavadoras, una pala cargadora y tres autovolquetes, que susti-

tuirán parcialmente el transporte por ferrocarril. El funcionamiento

al 50% del nuevo lavadero (en cinco meses se podría llegar al

100%) en su nueva ubicación, ya había permitido suprimir los dos

planos inclinados que abastecían al antiguo lavadero de La Arbole-

da y reducir los gastos de trasporte.

El nuevo lavadero estaría equipado con un dispositivo de masera-

artesa de desenlodado previo y un sistema de arrastre por rastri-

llo mecánico que permitía la introducción del mineral de tamaño

grueso para su trituración en la planta de marchaqueo, formada

por un alimentador mecánico de cadenas y una marchadora de

mandíbulas. Esto reducirá el número de barrenadores en canteras

y mecanizará el cargue.

F. 32_ Plano de conjunto del proyecto de ampliación del lavadero de Matamoros (Julio de 1971) (BFA/AFB. Agruminsa 0871/001 [114]).

F. 33_ Plano de 1968 con la situación de la futura balsa de fangos de la Cía. Orconera en la mina Previsión (Matamoros), realizado sobre un plano de noviembre de 1959 (BFA/AFB. Agruminsa 0128/001 [007]).

F. 32

F. 33

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163

en la cuenca minera vizcaina.

Tras el desenlodado final en el trómel, se procedería al estrío, que

será mejorado con la instalación de una criba de clasificación de

mineral, una cinta de estrío estrecha y unas tolvas de recogida

adecuadas, que permitiría reducir el número de estriadores.

El tamaño menor de 10 mm., iría mezclado con los fangos y sería

separado en la cribas Yubas del lavadero de finos de Orconera (Or-

tuella). Con el tamaño intermedio entre 10 y 30 mm., cabrían dos

posibilidades: retriturar el mineral hasta un tamaño inferior a 10

mm y tratarlo en el lavadero de finos de Orconera, o sino - era lo

más económico - pasarlo por cribas que solo permitiesen el paso

de ese tamaño.

Uno de los efectos negativos de la mecanización del cargue sería

que el mineral fino obtenido iría mezclado con carbonato, pero ese

inconveniente se podría subsanar si se trataran todos los finos en

la planta de sinterización de AHV (Sestao). El transporte hasta la

escombrera del estéril resultante del estrío, también se mecaniza-

rá mediante cintas transportadoras. Por último, el mineral lavado

se llevará por cinta transportadora hasta la cabeza del Plano Gene-

ral, que se ha desplazado para reducir las maniobras y, por tanto,

la plantilla de trabajadores.

En conclusión, la mecanización del laboreo y las modificaciones in-

troducidas en el lavadero, supondrán una reducción de 73 trabaja-

dores, que afectarán tanto al personal de arranque y cargue, como

al administrativo y del taller de reparaciones, ya que al reducirse

el transporte por ferrocarril, todas las reparaciones de las locomo-

toras y vagones se efectuarían en el taller de Lutxana (Barakaldo)

(BFA/AFB. Agruminsa 0877/005).

En julio 1.971 en el lavadero de Matamoros, de la antigua empre-

sa Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd., en esos momentos integrada

en Agrupación Minera, S.A. (Agruminsa), se procederá a una am-pliación de las unidades de trituración y lavado, utilizando para

ello la maquinaria procedente de las instalaciones que la empresa

tenía en el lavadero de Orconera (Ortuella).

La primera parte de la ampliación consistiría en la instalación de

un trómel, tipo Santander, reconstruido con material ya existente,

que se alinearía con los actuales. Se alimentaría, como el resto,

por medio del rastrillo mecánico, aunque habría que adaptar la tol-

va de alimentación y las bases de los trómeles.

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164

Los lavaderos de mineral de hierro

En segundo lugar, habría que crear un nuevo circuito de trituración

del mineral de mayor tamaño. Este iría arrastrado por el rastrillo

mecánico hasta las parrillas de las tolvas de los trómeles, o direc-

tamente por un alimentador de cadenas a una machacadora de

mandíbulas de simple efecto, desde donde pasaría a dos tróme-

les, tipo Orconera, para ser sometido al lavado. El producto lavado

en este circuito se uniría al lavado en el primero por medio de dos

cintas transportadoras.

La tercera ampliación obedecería a la adaptación a las necesida-

des de las empresas siderúrgicas; estas demandaban un mineral

más limpio, de un tamaño inferior a 50 mm. y clasificado en dos

granulometrías; para conseguir estos objetivos se instalaría una

nueva criba con ducha de agua, trabajando en circuito cerrado con

una trituradora secundaria, por medio de una cinta transportado-

ra. Para ello se podría aprovechar una machacadora de mandíbu-

las, que hasta ahora funcionaba como trituradora primaria en el

lavadero de Matamoros y una criba vibratoria, perteneciente a la

empresa.

Con la ampliación del número de trómeles, habría que instalar

otros cuatro clasificadores mecánicos, tipo ‘Dorr’, que se traerían

de las instalaciones que tenía la empresa en Santander. También

habría que cambiar la ubicación de las cintas de estrío; a pesar de

todos estos cambios, solo habría que ampliar la plantilla de perso-

nal en un operario.

En diciembre de 1964, dos meses después de la rotura de la balsa

de Orconera (Ortuella), para poder eliminar los fangos proceden-

tes del lavadero de Orconera, la empresa presenta un nuevo pro-

yecto. Este contempla la creación de una balsa que se situará en

los terrenos de la mina Carmen 8, en Triano, cerca del lavadero

que había proyectado en abril del mismo año; este funcionaba par-

cialmente y estaba previsto que también decantase sus lodos en

esa balsa. Estuvo en servicio hasta la puesta en marcha de la balsa

de la mina Previsión (BFA/AFB. Agruminsa 0871/001).

Años más tarde, en enero de 1968, José Ramón Merino, inge-

niero de la Cía. Orconera presentará un proyecto para mejorar los

dispositivos de decantación de lodos del lavadero de Orconera.

Esto lo realizará por indicación de la Jefatura de Minas y será de-

bido a que se habían detectado vertidos de lodos, procedentes de

F. 34

F. 35

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165

en la cuenca minera vizcaina.

la balsa construida provisionalmente en sustitución de la que re-

ventó en octubre de 1964; se había construido cerca del lavadero

de Orconera, en el nivel 170 de la mina Previsión, en el barrio de Matamoros (Trapagaran) y en el momento del informe, su capa-

cidad era de 55 días y debía ser sustituida por otra que se estaba

construyendo un poco más abajo, en el nivel 160 del barrio de Or-conera, con capacidad suficiente como para decantar los fangos

procedentes del lavadero de Orconera hasta el agotamiento de su

producción. (BFA/AFB. Agruminsa 0128/001)

Tras la realización de una serie de ensayos tendentes a mejorar la

ley metálica y las condiciones mecánicas del mineral de hierro que

llegaba a su factoría, Altos Hornos de Vizcaya construirá en 1953 la

primera planta de sinterizado (G-1), que necesitaba la calcinación

previa de los carbonatos de hierro. La segunda (G-2), la construirá

a finales de los 60, con el horno alto nº 2 o Mariángeles, y también

necesitaba que los carbonatos estuviesen calcinados. La tercera

planta (G-3) data de 1976; su instalación se debió a que en 1973,

Agruminsa para evitar los grandes gastos de combustible y los

problemas de contaminación, etc. que suponía la calcinación del

carbonato, decidirá sustituir el proceso de calcinación, molienda

y sinterización por el de sinterización directa del carbonato. Para

llevar a cabo este nuevo proceso, instalará una Planta de Concen-tración y un nuevo sinter. Desde entonces no hará falta calcinar el

carbonato en hornos de calcinación.

F. 34_ Plano de la balsa de de-cantación de fangos de la Cía. Orconera en la mina Carmen 8, de Triano (Ortuella). Diciembre de 1964 (BFA/AFB. Agruminsa 0871/001 [083]).

F. 35_ Plano de la balsa de fan-gos en mina Previsión. Enero de 1968 (Im. 3.25) (BFA/AFB. Agruminsa 0128/001 [006]). Agruminsa 0128/001 [007]).

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166

Los lavaderos de mineral de hierro

F. 37

F. 36Poco antes, en 1970 AHV había creado la empresa la Agrupación

Minera SA (Agruminsa); será el resultado de la fusión de las com-

pañías Cía. Orconera Iron Ore Co. Ltd, la Compañía Minera de

Dícido, S. A y The Alquife Mines Railway; su finalidad será explotar,

hasta su agotamiento definitivo, las minas que aún se mantenían

productivas en Bodovalle, Matamoros y Dícido.

Será la empresa Agruminsa quien en 1975 construya, en Bodo-

valle (Gallarta), la Planta de Concentración. Su finalidad sería la

de aumentar la ley metálica de hierro por procedimientos físico-

mecánicos, antes de que pasara a la planta de sinterización de

AHV (este proceso también se acabará realizando en Bodovalle).

Esas instalaciones estaban diseñadas para tratar 1,5 millones de

Tm. de mineral al año, pero llegarían a alcanzar los 2,2 millones. La

plantilla la compondrán 70 personas.

Allí también se pondrán en marcha diversos métodos para tratar

de minimizar el contenido de los famosos “álcalis” en el mineral,

que tanto perjudicaba a la marcha del horno alto (el mineral con es-

tas características se pegaba a las paredes del horno, reduciendo

su volumen y arruinando el refractario interior).

Para asegurar el suministro de los 100 m3 de agua que necesitaba

la planta para su funcionamiento, la empresa decidió aprovechar

los embalses de Mame y El Escorial que abastecían de agua el

lavadero de Matamoros (La Arboleda). El traslado se realizará por

una tubería compuesta de tres tramos: del embalse de la mina

Mame (Trapagaran) al de El Escorial (Ortuella). De El Escorial a la

mina La Barga (pozo San Benito de Abanto) y de la mina La Barga

a la mina Concha 5 (Planta de Agruminsa de Gallarta). (BFA/AFB.

Agruminsa 0877/005)

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167

en la cuenca minera vizcaina.

F. 36_ Pozo Ostión, formado por la antigua mina Mame inunda-da. La Arboleda (Trapagaran) en 2003. De aquí partirá parte del agua necesaria para abastecer la Planta de Bodovalle (Archivo de Agustín Sagasti).

F. 37_ Plano de las Instalaciones de la Planta de Concentración de Agruminsa. Coto de Bodova-lle. Instalaciones en el exterior. Febrero de 1966 (Colección particular).

F. 38_ Instalaciones de la Planta de Concentración de Agrumin-sa. Febrero de 1976 (FOAT. Ref. 6793/145).

F. 38

El proceso de concentración pasaba por tres fases: En la primera

se sometía el mineral – básicamente carbonato – a una trituración,

que lo reducía a diámetros inferiores a 40 mm. A continuación se

clasificaba por tamaños: El tamaño de 40-17 mm. de diámetro se

concentraba en tambores de medios densos en los que, por gra-

vedad, separa la materia estéril y los carbonatos. El tamaño menor

de 17 mm. no podía ser separado por gravedad, por lo que se uti-

lizaban ciclones verticales que por medio de torbellinos separaban

el estéril del carbonato. Por último, el carbonato ya concentrado

era sometido a una tercera trituración que lo reducía a tamaños de

8 mm. y pasaba a la Planta de Sinterización de AHV.

El sinter es un producto duro y poroso que se emplea en el horno

alto; es la materia prima con la que se carga el horno alto para

producir el arrabio. Es una mezcla de minerales finos de hierro con

combustible sólido rico en carbono (coque) y aditivos finos que

aportan fundamentalmente cal y magnesita. El procedimiento de

la sinterización, consistía en la fusión parcial de la mezcla anterior

para que formasen aglomerados de una ley metálica del 57% de

hierro y con una consistencia y permeabilidad tales que permitie-

sen su utilización en el horno alto (García Tonda, 2002).

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168

Los lavaderos de mineral de hierro

F. 39_ Plano de labores del Coto Minero de Ollargan. En él se pueden apreciar las instalacio-nes de lavado y decantación de las minas del coto (1903) (FOAT. Ref. 2584/013).

F. 40_ Restos del lavadero y horno de calcinación, situados en la mina San Luis (Bilbao), en 1989 (Colección particular).

F. 39

Los distritos mineros de Ollargan - Bilbao.

El distrito de Ollargan - Bilbao se encontraba al E del foco de

Triano - Matamoros y ocupaba los municipios de Arrigorriaga, Ba-

sauri y Bilbao. Su nivel de producción fue muy inferior al anterior,

pero en el S. XX llegó a convertirse en el segundo yacimiento de

Bizkaia en importancia.

En este criadero destacaba el coto de Ollargan que fue el primero

en ser explotado. En él abundaba el rubio y carbonato, para cuyo

tratamiento disponía de instalaciones de lavado y calcinación. A

continuación destacaremos algunas de las minas en las que exis-

tieron lavaderos de mineral:

Las minas San Francisco y San Francisco Segunda, San Esteban,

Ricardo y Carmen, pertenecían a la empresa Coto Minero de Ollar-

gan. La compañía disponía en 1903 de unas completas instalacio-

nes para el lavado de sus chirtas: un lavadero, situado en la mina

Carmen, una balsa de decantación de 41.720,5 m3, escombreras,

chirteras, etc.

Las minas Felicidad, Aurora y San Pedro, propiedad de la Sociedad

Santa Ana de Bolueta. Disponía de un lavadero de mineral, situado

en la mina San Pedro, donde lavaban 200 Tm. diarias de chirtas en

un solo trómel.

La mina San Prudencio, propiedad de Pascual Sagarduy, que tenía

un lavadero de mineral con un trómel en el que trataba 20 Tm. dia-

rias de chirtas. Su producción anual en 1910 era de 2.500 Tm.

La mina Diana, registrada por los Lezama Leguizamón S.A.; lavaba

sus chirtas en el lavadero de la mina Segunda.

La mina Segunda, propiedad de Pedro P. de Gandarias y, tras su

muerte, de la Sociedad ‘Vda. e hijos de D. Pedro P. de Gandarias’;

sus chirtas eran tratadas en un lavadero que contaba a finales del

S. XIX con 3 trómeles, donde también acabó tratando el mine-

ral de las minas Diana, Esperanza, San Francisco y San Francisco

Segunda. Para 1910, este lavadero había sido ampliado con 3 tró-

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169

en la cuenca minera vizcaina.

F. 40meles más, con los que trataban 400 Tm. diarias de tierras ferru-

ginosas, lo que suponía 120.000 Tm. anuales, cifra solo superada

por la Cía. Orconera. También explotó carbonatos, para cuyo trata-

miento construyó dos hornos de calcinación, modelo Orconera, de

los que aun se conservan sus restos, integrados en el parque de

Montefuerte (Arrigorriaga).

La mina Montefuerte, de Chávarri Hermanos, que disponía de un

lavadero de mineral, con 3 trómeles en los que se lavaban 350 Tm.

diarias de chirtas, procedentes de esta mina y de la Sílfide, con

una producción anual de 80.500 Tm. anuales en 1910.

El distrito de Bilbao comenzó a ser explotado después que el de

Ollargan, pero tuvo mayor importancia. Dentro de este distrito mi-

nero, destacaron varios enclaves diferenciados. El más importante

ocupaba el cerro de Mirabilla, que se extendía un km. por encima

de Bilbao La Vieja; a este le seguía en importancia la masa del

Morro, situada en la margen derecha de la ría. Un tercer enclave lo

constituían los focos de Iturrigorri, y de Castrejana, localizados al

SO del área de Bilbao.

Sus explotaciones mineras tuvieron en común la necesidad de tra-

tar sus minerales en instalaciones específicas, ya sean lavaderos

para el tratamiento de los menudos del rubio u hornos de calcina-

ción para la concentración del carbonato. En lo que respecta a los

lavaderos, ya desde el comienzo de su utilización, se planteó el

problema de la eliminación de los fangos, resultado del lavado del

mineral; como todas estas minas estaban situadas en torno a la

ría del Nervión, lo solucionaron instalando pequeñas balsas de de-

cantación o sencillamente vertiéndolos a la misma. Ya hemos visto

en capítulos anteriores que la legislación minera se acabó hacien-

do eco de las numerosas protestas, tanto de los ayuntamientos,

como de los vecinos afectados y prohibieron su vertido mediante

el “Reglamento sobre enturbiamiento e infección de aguas públi-

cas” de 1900, por el que se consiguió incluso que se limpiase la

ría, aunque sus efectos duraron poco tiempo, ya que los vertidos

se siguieron sucediendo a lo largo del tiempo.

El coto de Mirabilla se extendía un km. por encima de Bilbao La

Vieja y comprendía las siguientes minas:

La mina San Luis, registrada por Remigio Goyoaga en 1868; fue

vendida a Luis Levison y Bluckel, que bajo la representación de

Luís Núñez primero extrajo rubio, y después carbonato. Para el

tratamiento de los menudos de rubio, instaló un lavadero junto a

la plaza de los Tres Cantos; cuando fueron cerrados por el agota-

miento de las chirtas, la compañía explotadora vendió los trómeles

a Domingo Sarachaga que los utilizó en su lavadero de la mina

Catalina (Sopuerta). Desde los años 40 del siglo pasado también

llegó a disponer de un horno de calcinación para el tratamiento de

la siderita, cuya construcción se encargó a la empresa “Gracia y

Compañía” de Bilbao; fue un modelo de eficacia, hasta el punto

de que inspiró la construcción de otros, como el de la mina Loren-

za (Abanto). Actualmente es el único vestigio que se conserva de

los más de cien años de actividad minera en la zona de Bilbao.

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170

Los lavaderos de mineral de hierro

La mina Abandonada, registrada por Santiago Aguirre en 1850, fue

explotada por Lezama Leguizamón S.A. Para tratar sus rubios cons-

truyó en 1920 un lavadero en Larrasquitu (San Adrián); disponía de

tres trámeles de 2 m. de diámetro y 4 m. de longitud, y otro especial

para el aprovechamiento de los menudos; todo el conjunto era ac-

cionado por un motor eléctrico de 60 H. P.; a través de un sistema

de tres cintas transportadoras, se vertía el mineral lavado en unos

vagones que lo conducían a un depósito general. El suministro de

agua se garantizaba mediante un depósito de 800 m3 de capacidad.

Su rendimiento era de 300 Tm. diarias de mineral lavado. Este lava-

dero de mineral fue sustituido en los años cincuenta por otro del

que hasta hace poco permanecieron los restos. El mineral lavado

era transportado por el ferrocarril de Bilbao a Portugalete, hasta un

cargadero que tenía en Olabeaga.

La mina Sílfide fue registrada por José María Larrabeitia, en 1857 y

explotada por Chavarri Hermanos. Disponía de un tranvía aéreo, des-

mantelado hace poco y construido para transportar el mineral a los

lavaderos de la mina Montefuerte. Desde allí era llevado en el ramal

del ferrocarril de Azbarren hasta los cargaderos de Zorroza.

La mina Malaespera, registrada en 1864, fue explotada por la socie-

dad Ocharan y Aburto S.L. y tenía rubio, cuyos menudos era tratados

en un lavadero que disponía de 4 batideras (algo insólito en los lava-

deros vizcaínos), con una capacidad de 90 Tm. diarias y una produc-

ción de 25.920 Tm. anuales en 1910. Además disponía de carbonato

subterráneo que calcinaba en unos hornos ya desaparecidos. Dis-

ponía de un tranvía aéreo para el transporte del mineral hasta unos

depósitos situados en la falda sur del monte Arnotegi, desde donde

iba en el ferrocarril de Azbarren hasta los cargaderos de Zorroza.

El otro enclave minero bilbaíno fue la masa del Morro; estaba situada

en la margen derecha de la ría, frente al barrio de La Peña y en ella

destacaron las minas Nuestra Señora de Begoña, Santa Ana y sus

demasías. Eran propiedad de la sociedad la “Compañía Minera del

Morro de Bilbao”, creada en 1887. Hasta hace poco existió en lo alto

del cerro un machón del plano inclinado que subía el rubio desde el

lavadero hasta la cota superior de la explotación.

Al sur del área de Bilbao, se localizaban los cotos de Iturrigorri, y

de Castrejana, con rubio y carbonato. En el primero destacaron

las minas Gustavo, Carmen y Rosita, de Julio C. Levisson y la mina

Juan, propiedad de Tomás de Allende, que disponía de un lavadero

con un trómel con el que lavaba 35 Tm. diarias, lo que equivalía a

7.500 Tm. anuales de mineral en 1910.

En el segundo estaba la mina Primitiva, registrada por la compañía

Wright Buth, Co. Ltd. y explotada por José Mac Lennan desde

1881. Disponía de unas completas instalaciones de las que aún se

conservan los restos de un horno de calcinación; se hallan dentro

del recinto de la planta de tratamiento de Residuos Sólidos Urba-

nos de Zabalgarbi (Bilbao)

Los distritos de Güeñes y Alonsótegui eran una prolongación

por el SW del foco de Ollargan - Bilbao.

El foco de Güeñes, se hallaba a la izquierda del río Cadagua, y

su nivel de producción fue muy modesto, aunque en ella se po-

dían encontrar minas como la San Sebastián (de la Cía. Nª Señora

de Guadalupe), la mina Reloj (de la Cía. Parcocha), la mina Santa

Regina, (de Lezama Legizamon) y la mina Amalia, (de Amalia del

Molino).

En Alonsótegui también extraían rubio, destacando la mina Di-

ficultosa, de Gustavo Cobreros, en la que se había instalado un

lavadero con un trómel en el que se lavaban 60 Tm. diarias de

chirtas, tanto de esta mina, como de la Concepción y la Rosendo

(ambas de la zona de El Regato), que explotaba el industrial Fran-

cisco Martínez Rodas.

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171

en la cuenca minera vizcaina.

El criadero de mineral de las estribaciones de Bizkaia. Minas y lavaderos.

En la prolongación del gran venero de Somorrostro, pero en sus

estribaciones más occidentales y en la zona fronteriza entre las co-

munidades de Bizkaia y Cantabria, se localizaba un criadero que dio

lugar a la aparición de dos áreas diferenciadas: La primera, seguía

la veta principal de Matamoros - Triano y se prolongaba de forma

dispersa por la parte más occidental Bizkaia, casi en la línea diviso-

ria interior con Cantabria. Allí dará lugar a los enclaves mineros de

Galdames, Sopuerta y Alén, que se prolongarán hasta el valle de

Sámano y Castro - Urdiales. La segunda, surgió al oeste de Muskiz

entre el río Barbadún y Castro Urdiales; seguía por la costa del

cantábrico oriental e integraba las zonas mineras de Cobarón y Co-

torrio en Bizkaia, Ontón en la divisoria provincial y Dícido y Setares,

ya en Castro - Urdiales.

Su formación geológica es semejante a la del criadero de mineral

de Somorrostro. Presentaba una extensa zona de caliza de arrecife

y coralífera de Toucasia, que formará una franja de espesor variable

entre los 30 y 160 metros, la cual seguirá en dirección E-O, inte-

rrumpida por una zona de terrenos de aluvión.

Sus yacimientos, aún con distintas estructuras, en general se ca-

racterizaban por que las mineralizaciones estaban cerca de la su-

perficie y cubiertas por capas de roca poco espesas que permitían

una explotación a cielo abierto y sin grandes problemas. A veces

las capas rocosas eran más espesas y obligaban a realizar labores

subterráneas.

Los minerales que predominaban en estos yacimientos eran de

las variedades de rubio – sin sulfuro y con muy poco fósforo – y

siderita. Las masas de mineral solían aparecer con grandes propor-

ciones de estéril. El rubio, tenía una ley metálica media en seco del

54%, lo que lo situaba por encima del 48,5%, la media para esta

variedad. Solía aparecer en superficie, aunque tapado por una capa

de roca caliza; en las masas silíceas surgía en forma concrecionada

y mezclado con pirita. Todo ello obligaba a su lavado y selección.

En conclusión que, desde el punto de vista de la explotación mine-

ra y siderúrgica estos yacimientos ofrecían importantes ventajas,

aunque tenían el inconveniente de que eran pequeños y relativa-

mente aislados. Esto explica que fueran explotados por unas pocas

empresas mineras, que tuvieron que desarrollar infraestructuras in-

dependientes entre sí, aunque vinculadas al espacio geográfico de

Castro - Urdiales, punto idóneo para embarcar el mineral que se

extraía en sus criaderos.

El alto costo de las infraestructuras necesarias para embarcar el

mineral extraído hizo que su explotación solo la pudieran asumir

compañías relativamente grandes. Fue un espacio económico so-

metido a las fluctuaciones de la exportación, destino del mineral

extraído de ambas áreas. Esto hizo que el declive que se produjo

en la minería a partir de los años 20 del pasado siglo, supusiera la

práctica desaparición de todo el distrito minero. En ello influyeron

tanto su producción relativamente pequeña, que impedía la movi-

lización de grandes capitales, como las carencias derivadas de su

ubicación excéntrica con respecto al gran criadero de Somorros-

tro.

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172

Los lavaderos de mineral de hierro

Este conjunto de explotaciones mineras, desde el punto de vista

productivo tuvieron una estructura bastante compleja, que se tra-

dujo en una gran variedad de infraestructuras e instalaciones. Su

desarrollo fue tardío, ya que no se explotó de forma sistemática

hasta finales del S. XIX; ello fue debido, tanto a la menor renta-

bilidad en relación a las zonas de Triano-Matamoros, como a las

dificultades que ofrecía la zona para su explotación.

El principal inconveniente del criadero radicaba en el tipo de mi-

neral que en él abundaban. Las principales reservas de la cuenca

eran de rubios – con gran presencia de arcilla – y siderosa, que

obligaban a su tratamiento mediante el lavado y la calcinación, con

el agravante de que por su lejanía, no se podían aprovechar las

infraestructuras de transporte y embarque de la ría del Nervión.

Estas desventajas pudieron superarse por la coyuntura económi-

ca, que estableció una fuerte y continua demanda de los minera-

les del anticlinal vizcaíno, que añadida a la caída de la producción

de la zona de Triano en la primera década del S. XX, hicieron renta-

bles estos minerales, a pesar de ser menos puros que los óxidos

de Somorrostro. A ello también ayudará la introducción de nuevas

técnicas de tratamiento y la construcción de cargaderos en can-

tilever, que posibilitará el embarque del mineral en mar abierta

(González Urruela, 2001).

Todo este conjunto de factores permitirá que, a pesar de los in-

convenientes, allí florecieran empresas de gran importancia, que

contaron con instalaciones de lavado significativas en este tramo

de las estribaciones más occidentales de Bizkaia.

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173

en la cuenca minera vizcaina.

Los distritos mineros de Galdames, Sopuerta y Alén.

Los distritos mineros de Galdames, Sopuerta y Alén, forman

la primera de las áreas mencionadas. Se situaba al SO del núcleo

de Triano - Matamoros y estaba formada por los cotos del interior

de las Encartaciones. Aunque su explotación empezó tarde, en su

período álgido, a finales de la primera década del siglo XX, llegó a

extraer el 10% del mineral de todo el anticlinal. Los yacimientos

estaban formados por pequeñas bolsas de rubio que surgían entre

la caliza, lo que dificultaba la explotación.

Para el aprovechamiento de los menudos y escombreras, en torno

al siglo XX se comenzaron a instalar lavaderos de mineral, que al te-

ner que ubicarse en zonas escarpadas y sin ríos cercanos, tuvieron

dificultades, tanto para el aprovisionamiento de agua, como para la

eliminación de los lodos producidos por el lavado. Serán continuas

las quejas de los vecinos de la zona por estos motivos; estos enta-

blarán continuos pleitos motivados por la apropiación del agua por

parte de las compañías, que llegaron al punto de dejar sin agua po-

table a los vecinos de algún barrio de Galdames. En los pequeños

valles que se formaban al pie de los montes de Galdames se insta-

laron balsas de decantación, como la de la mina Elvira en el Saúco,

de la que aun quedan restos. Por su localización, muy próximas

unas minas a otras, llegaron a formar una unidad de explotación.

Las minas del distrito minero de Galdames estaban en manos

de grandes sociedades vinculadas a la siderurgia vasca a través

de compañías como la Bilbao River y la Cía. Urallaga - Magdalena,

principales propietarias del mismo. Sus concesiones eran bastan-

te amplias, hecho que explica la casi ausencia de demasías. He

aquí las que disponían de instalaciones para el tratamiento de los

rubios:

Las minas Escarpada, Berango y Tardía, que pertenecían a la Socie-

dad Bilbao River and Cantabrian Railway C.L. Para el tratamiento de

los menudos producidos por la explotación de las minas Berango

y Escarpada, la compañía instaló un lavadero con un trómel, que

amplió a dos en 1910. Su producción era de 100 Tm. al día y 23.000

Tm. anuales.

Las minas Pepita, Dolores, San Juan y Sofía, formaban el coto mi-

nero del Sauco, que se situaba en Galdames, entre los altos de

San Juan y el Cuadro; había sido demarcado por la Cía Urallaga-

Magdalena, y era explotado por los Sres. Viguera y Maestre, bajo

la dirección del ingeniero de minas Enrique García Borreguero. En-

tre 1908 y 1914 fue explotado por la “Sociedad Mina Pepita”, que

en 1910 disponía de un lavadero con dos trómeles para tratar los

menudos de las tres primeras concesiones; su producción diaria

era de 100 Tm. y la anual de 20.000 Tm. En los años previos a la

guerra civil, el coto fue cedido a Eladio Barrena, que lo explotó

hasta 1948. A partir de entonces se sucedieron distintos contra-

tista, como fueron los Sres. Sarachaga, Nocedo, Otaduy, etc. De

esta etapa se conservan los restos del lavadero, la masera, los

depósitos de agua, cargaderos, etc., así como extensas praderas

formadas por las balsas de decantación de los lodos, provenientes

del lavado del mineral.

Las minas Pepita, Dolores y San Juan, que habían sido demarcadas

por la Cía Urallaga - Magdalena. En 1910 disponía de un lavadero,

con dos trómeles para tratar los menudos de las tres concesiones;

su producción diaria era de 100 Tm. y la anual de 20.000 Tm.

La mina Rita y Adelaida, de la Cía. Nuestra Señora de Guadalupe,

que también había instalado en 1910 un pequeño lavadero de un

solo trómel, con el que lavaba 30 Tm. diarias de chirta y 10.500 Tm.

en la totalidad del año.

La mina Rosario, propiedad de Saturnino Echevarria. Tenía un lava-

dero con un trómel para lavar 35 Tm. diarias y 1.500 Tm. anuales,

una cifra bastante modesta, pero la tónica en este tipo de empre-

sas.

La mina Punta, que eran propiedad de Manuel Corral; disponía de

un lavadero con un trómel para lavar 30 Tm. diarias y 2.000 Tm.

anuales.

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174

Los lavaderos de mineral de hierro

La mina Elvira, que había sido registrada por Celestino Aramburu-

zabala. Aunque más tarde que las anteriores, también acabará

contando con instalaciones de lavado para beneficiar sus escom-

breras. De ella aun se puede apreciar la llanura formada por lo que

fue su balsa de decantación, situada en El Saúco (Galdames).

La escombrera de la mina San Antonio para lavar el mineral de

sus escombreras construyó en los años cincuenta un lavadero de

mineral que situó en el barrio del Ventorro y que estaba distribuido

en tres alturas, aprovechando una vertiente del terreno; en la zona

superior se situaba una tolva de mampostería, de paredes rectas y

convergentes, la zona intermedia estaba destinada al trómel, que

tras el lavado, descargaba el mineral en un nicho de carga para ca-

miones, también de mampostería que se hallaba en zona inferior.

El agua del lavadero provenía de un embalse natural de agua, loca-

lizado en un nivel superior; los lodos resultantes del lavado iban a

parar a una balsa de decantación, de la que se conserva la presa

de contención realizada en mampostería recta, de gravedad y con

perfil escalonado de unos 40 m. y un grosor en la zona superior de

2 m.; en la zona central presentaba una abertura, cerrada median-

te una compuerta. Actualmente de las instalaciones solo quedan

las ruinas del lavadero y de la presa de la balsa de decantación

Otro lavadero que tuvo cierta importancia por el volumen de su

producción fue el de Solano en los Castaños (Galdames).

F. 41

F. 42

F. 41_ Restos de la antigua balsa de decantación de la mina Elvira, en el Saúco (Galdames) (2003) (BFA/DFB. I. I)).

F. 42_ Fotografía con los restos de las instalaciones del lavade-ro de Solano, en los Castaños (Galdames) (2003) (BFA/DFB. M. A. N).

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175

en la cuenca minera vizcaina.

Los distritos de Sopuerta y Montellano, surgirán siguiendo el dis-

trito anterior hacia el O, entre La Baluga, Montellano y el Alto de las

Muñecas, ya en la frontera con Cantabria. También allí abundaba el

rubio, y en menor medida, el carbonato. Las minas que disponían

de lavaderos eran:

El Coto Sarachaga se localizaba en el barrio del Castaño, en el paraje

conocido como La Linde y junto al Barrio Galicia, que surgió a raíz

de la actividad minera de la zona. Este criadero de mineral aunque

que inició su explotación en el siglo XIX, hasta 1940 no lo hizo de

forma sistemática; será en 1968 cuando don Pedro María Saracha-

ga Martínez, Director de “Minas de Hierro de Sopuerta S.A.” pida

la agrupación de las concesiones del coto Sarachaga, que estaba

compuesto por las siguientes minas:

- La mina Catalina fue registrada por Ramón Pérez del Molino en

1870 y cedida a perpetuidad a Amalia Juliana Pérez del Molino en

1886, que explotará a través de la “Sociedad Bilbao River and Can-

tabrian Railway C. L.”. Será en los años cincuenta cuando la arrienda

Domingo Sarachaga, que pasará a comprarla en 1977. En esta mina

la ‘Comisión Explotadora de la Safo y Catalina’, construirá un lavade-

ro que aún se conserva.

F. 43

F. 43_ Fotografía de la mina Catalina (Sopuerta) en 2003. El lavadero está delante de los hornos de calcinación. (Im. 3.37) (BFA/DFB. M. A. N).

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176

Los lavaderos de mineral de hierro

La mina Paca fue registrada por Cecilia Geltschel y Charroalde en

1880, pasando en 1893 a Félix Herrero y en 1924 a la “S.A. Mina

Paca”, que su representante Juan Prado y Mathurin acabará arren-

dando a Domingo Sarachaga en 1953.

La mina Safo fue denunciada por Salvador Gutiérrez en 1863 y ce-

dido el 90% a Luis Ocharan y Rivas en 1872. En 1944 es arrendada

a Domingo Sarachaga Aza. Que la comprará en 1970. En los años

veinte construyen un lavadero, distribuido en tres alturas, aprove-

chando un desnivel del terreno; en la zona superior se localizan dos

tolvas, una que da a un nicho inferior, destinado a los materiales

estériles y otra situada en la zona central del lavadero que a través

de una vertedera llevaba el mineral hasta el trómel y de ahí a los

depósitos del mineral ya lavado, situados en la zona inferior. Tam-

bién disponía en la parte superior de un depósito de agua de unas

dimensiones de 5 m. x 5 m.

- La mina Gallinar fue registrada por Félix Aranzadi y Aramburu en

1875 y perteneció a Meñaca, Urízar y Cía hasta su integración en

la mina de José María Zubiria en 1910; en 1974 será arrendada a

Domingo Sarachaga y en 1987 se cerró. Tenía en 1910 instalado un

lavadero, en el que con un trómel trataba 40 Tm. diarias y 2.400 Tm.

anuales de tierras ferruginosas

- La mina Caduca fue registrada por Casimiro Zunzunegui y Eche-

varría en 1933 y arrendada en 1974 a “Minas de Hierro de Sopuerta

S.A”; y clausurada en 1938. En el barrio de Jarralta instaló en los

años cincuenta un lavadero con dos trómeles, que utilizará el siste-

ma de medios densos y del que queda algún resto.

- La mina Ramón fue explotada por la ‘Comisión Explotadora de la

mina Ramón’. Disponía de un lavadero con un trómel con una capa-

cidad de lavado de150 Tm. diarias, pero con una producción anual

de solo 147 Tm.

El criadero se explotó a cielo abierto, salvo las minas Paca y Caduca

que lo hicieron parcialmente en galería. El mineral extraído era en

un 90% rubio; al aparecer carbonato en los años cincuenta, esta

empresa comenzó a beneficiar los carbonatos de las minas Catalina

y Paca, para lo que en 1956 y 1959 construyó, en los terrenos de la

primera, dos hornos de calcinación. Para el transporte se emplearon

los ferrocarriles de Traslaviña-Castro y de Galdames; para embarcar-

lo en el segundo se llevaba el mineral de las minas Safo, Gallinar y

Catalina en un tranvía aéreo hasta la estación del Cerco. En varias

de estas minas se instalaron lavaderos que fueron explotados por

Comisiones Explotadoras. En 1910 la ‘Comisión Explotadora de la

Safo y Catalina’, disponía en esta última mina de un lavadero con

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177

en la cuenca minera vizcaina.

cuatro trómeles en los que trataba el mineral procedente de esta

mina. Su producción diaria era de 130 Tm. y la anual de 28.544 Tm.

Las instalaciones de este lavadero estaban dispuestas en cuatro

niveles, aprovechando un talud del terreno; en los años cincuenta

y bajo la pista de acceso a los hornos de calcinación, se construyó

en la misma mina Catalina un nuevo lavadero, aprovechando una

vertiente del terreno. El mineral era introducido desde el nivel cero

por una tolva de mampostería que desembocaba en los trómeles,

de los que tras ser lavados, pasaba a una cinta de clasificado. El

mineral limpio era pasado por una machacadora, para reducirlo a

un tamaño uniforme, y caía en unos depósitos situados en la cota

inferior de la instalación e integrados en un puerto de mineral en

el que se almacenaba el mineral lavado. Este estaba conectado

con el ferrocarril de Traslaviña, que lo llevaba hasta Castro-Urdiales

para su embarque, aunque en su última etapa de explotación era

transportado en camiones. Los trómeles de la última etapa de su

explotación, en los años 60 del pasado siglo, fueron aprovechados

del lavadero de la mina San Luís, de Bilbao. Tienen de 7 m. de lon-

gitud y un diámetro de 2 m., aunque en su boca se reducía a medio

metro. Actualmente están en el Museo de la Minería del País Vasco.

El agua para alimentar al lavadero de la mina Catalina procedía de

un depósito de mampostería situado junto al lavadero, que se cons-

truyó en 1954; era de planta rectangular, de paredes rectas y de

unas dimensiones de 6 m. x 5 m. Todos los restos materiales que

han sobrevivido de las citadas minas se localizan junto a la vía prin-

cipal del ferrocarril y en la mina Catalina que aún se conservan en

buen estado los dos hornos de calcinación, y el lavadero, aunque ha

perdido los elementos mecánicos. Actualmente en la mina Catalina

aún se trabaja en una planta de molienda, que beneficia un pequeño

tonelaje de carbonato de hierro pulverizado, que se destina al mer-

cado de la alimentación animal.

Las minas San Pedro y San José se localizan en los barrios Alcedo y

La Acilla, junto a la carretera que va de Arcentales a Sopuerta. Am-

bas minas fueron registradas por José Luis y Segundo Echevarria

Olavarrieta, en 1953 y fueron explotadas hasta 1973. El mineral de

hierro, explotado a cielo abierto, se encontraba en un terreno cretá-

cico entre grandes masas de arcilla y caliza que había que eliminar

mediante el lavado del mineral. Ello obligó a construir un lavadero

mecánico, que se instaló cerca del río Kolitza para dar salida a los

lodos resultantes del mismo. El lavadero de mineral de las mina

San Pedro y San José, que fue construido en los años sesenta en

el nivel superior de la explotación minera, con la que se conectaba

a través de un plano inclinado. Para abastecer de agua al lavadero,

se instaló encima de él un depósito de agua de mampostería de 8

m. x 10 m. que se abastecía de agua procedente del río, cuyo cau-

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178

Los lavaderos de mineral de hierro

ce fue desviado ya a principios de siglo XX mediante un muro de

mampostería de grandes dimensiones. El lavadero se construyó en

una vertiente del terreno para poderlo distribuir en tres alturas; en

la superior, realizada en sillar almohadillado, se ubicaba la tolva de

carga y en el nivel central el trómel de lavado, que actualmente se

conserva en el Museo de la Minería del País Vasco; la descarga del

mineral lavado se realizaba por el nivel inferior, que presenta en su

frente un nicho de descarga de hormigón, rectangular y con ocho

bocas de abertura manual para depositar el mineral en camiones.

Aún quedan restos significativos del lavadero. Antes de la utilización

de camiones para el transporte, el mineral lavado se almacenaba

en un puerto situado junto a la vía del ferrocarril Traslaviña-Castro,

del que aún quedan restos y que fue construido en 1898 para alma-

cenar el mineral de la mina José, que era subido hasta el nivel del

ferrocarril mediante un plano inclinado.

Las minas que formaban el distrito de Castro - Alén, se encontraban

en la vertiente E del monte Alén. Era un filón de rubio de un espesor

poco regular, que iba acompañado de areniscas y calizas silíceas,

lo que obligaba a su tratamiento en los lavaderos para aumentar

la calidad. Entre las minas que allí se encontraban destaca el coto

minero de Alen, constituido por las minas Sorpresa y Amalia Juliana

y situadas en el monte de Gerelagua. La explotación de las minas

se realizaba a cielo abierto y para el transporte utilizaban, tanto un

tranvía aéreo que iba desde Alén a Ontón, como del ferrocarril mine-

ro Castro-Alen. A partir de los años cincuenta la mina ambas minas

compartirían el depósito de mineral de la Sorpresa para transportar

el mineral por medio de camiones. El mineral predominante en el

coto fue el rubio, que había que lavar para eliminar la sílice que lo

acompañaba mediante lavaderos.

La mina Sorpresa se encontraba en el paraje “El Polvero” del monte

de Gerelagua y fue registrada en 1871 por Manuel Taramona que la

explotó hasta 1972 en que la arrendó a la empresa “Minas de Las

Encartaciones S.A.” que el la tuvo que cerrar en 1973 por las dificul-

tades del mercado; la concesión caducó en 1990. Junto al depósito

de mineral del tranvía aéreo, existió un antiguo lavadero de mineral

con dos trómeles, que en los años sesenta fue sustituido por uno

nuevo de medios densos, para aprovechar los menudos. En 1972 el

nuevo arrendatario de la mina construyó sobre el lavadero un depó-

sito de agua y otro de mineral, junto a los que instaló una tolva de

hormigón y una machacadora con dos muelas; en el nivel medio se

encontraban, tanto un elevador de canjilones para almacenar el mi-

neral en el depósito, como los dos trómeles que disponían de unas

cintas transportadoras que llevaban el mineral lavado por unas bo-

cas de arco rebajado, hasta la cota inferior donde se almacenaban

para el transporte; para eliminar los fangos, en esa misma cota se

encontraban tres depósitos de decantación construidos mediante

la superposición de muros en la pendiente de la vaguada.

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179

en la cuenca minera vizcaina.

La mina Amalia Juliana, situada junto a la anterior, fue denunciada

en 1869 por Ramón Pérez del Molino, pero la cedió a Amalia Juliana

del Molino en 1884, hasta que en 1903 Casimiro de Zunzunegui y

Echevarria cede a su vez a Ocharan y Cía los derechos adquiridos de

Luis del Olmo. El lavadero de la mina Amalia Juliana se encontraba

en el barrio de Alen (Sopuerta), en la zona superior de la carretera

que une Labarrieta con Alén, se construyó en los años cincuenta,

en sustitución de otro de finales del siglo XIX y se destinaba al la-

vado de las chirtas de sus escombreras; en el nivel superior se en-

contraba un depósito de agua de mampostería y con esquinales de

sillar de finales del siglo XIX, era de planta rectangular de 12 m. x

8 m. y llegó a ser remodelado para su utilización como piscina; en

ese mismo nivel se encontraba el lavadero, de mampostería y con

tres alturas siguiendo el desnivel del terreno; en el nivel superior un

plano inclinado ascendía el mineral hasta un depósito de carga, que

vertía el mineral en una tolva, bajo la que se encontraban las cribas;

en un nivel inferior se situaba el lavadero como tal, donde se hallaba

el trómel que depositaba el mineral en una mesa giratoria por la que

pasaban chorros de agua para eliminar las partículas menos densas

del mineral y una vez clasificado era llevado en una cinta transpor-

tadora hasta la parte inferior en la que había otro depósito de mam-

puesto y hormigón armado donde se almacenaba el mineral ya la-

vado; este disponía de unas vertederas metálicas de boca cuadrada

con base de madera para su carga en camiones. Actualmente sólo

quedan restos de los muros de las instalaciones.

La mina María se localizaba en el monte Alén (Sopuerta), en el pa-

raje conocido como “Fuente de la Canal” y estaba rodeada por las

concesiones mineras “Amalia Juliana” y “Sorpresa”. La mina fue

registrada por Isaac Punjal y Arnaiz en 1873, aunque en 1877 se la

cedió a Ramona Arnaiz e Iguarniza; su concesión venció en 1981.

Su explotación se realizaba a cielo abierto y un plano inclinado de

600 m. bajaba el mineral extraído al lavadero, que una vez lavado,

era depositado en el puerto hasta su embarque en el ferrocarril de

Traslaviña-Castro; ambos se localizaban en la estación de Labarrie-

ta. Allí permanece un muro de ladrillo donde se situaba el trómel del

lavadero y aún se conserva el puerto de mineral, que es de planta

rectangular y presenta un muro delantero de mampostería con tres

bocas de carga perpendiculares al mismo.

La mina Federico, propiedad de Ricardo Palacio fue otra de las mi-

nas destacadas en este distrito. De ella última existe constancia de

que en 1910 había un lavadero con dos trómeles, en los que se tra-

taban 100 Tm. diarias y 18.200 Tm. anuales de tierras ferruginosas.

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180

Los lavaderos de mineral de hierro

Los distritos mineros de Muskiz - Cotorrio.

El criadero de Muskiz (antiguo San Julián de Musques), se en-

cuentra al NO de la Encartaciones, en el límite costero con Can-

tabria, dentro de los municipios de Abanto y Muskiz. Tenía muy

pocas minas y casi todas ellas pertenecían a sociedades extranje-

ras. Sus demarcaciones datan del último tercio del S. XIX, de ahí la

peculiaridad de sus propietarios. Las principales minas del distrito

que tuvieron instalaciones de lavado fueron:

La mina José, que pertenecía a la Comunidad de Partícipes de la

Mina José. En 1910 existía, en sus terrenos, un lavadero en el que

con un solo trómel trataba 30 Tm. diarias y 6.500 Tm. anuales de

chirtas, tanto de esta mina, como de la Rosario.

La mina Lorenza, pertenecían a la compañía Amézaga, Yandiola y

Cía. Tuvo un lavadero de mineral que funcionó hasta los años 50

del pasado siglo; en que la explotación pasó a ser subterránea,

con una producción casi exclusiva de carbonato, que calcinaban

mediante dos hornos, que aún existen.

A principios del siglo XX, estando la mina explotada por la compa-

ñía The Triano Iron Ore Co. Ltd, instaló un lavadero para beneficiar

las chirtas que aparecían en su mina, así como los menudos de la

mina Confianza. Para ello utilizó dos trómeles, con los que conse-

guía tratar 40 Tm. de mineral, con una producción en el año 1910

de 12.500 Tm.

Posteriormente, al aparecer chirtas en la mina, Vicente Elosúa Mi-

quelarena – último empresario que explotó la mina – decidió cons-

truir un nuevo lavadero aprovechando las antiguas instalaciones.

Constaban de un trómel de chapa metálica de 4,75 m. de largo

por 3,5 m. de ancho; la parte cilíndrica tenía 3.50 m. de largo y

la cónica 1,25 m. Estaba movido por un motor eléctrico de 4 HP,

que lo impulsaba a 4,5 vueltas por minuto. El agua se conseguía

de un depósito, situado junto a la estación del ferrocarril de Triano

(actualmente de Muskiz). Las tierras ferruginosas se llevaban en

vagonetas hasta una masera situada en un nivel inferior y el mine-

ral lavado se subía a través de un plano inclinado, habilitado en sus

inmediaciones para el transporte del calcinado del horno. Ya en la

cota superior, el mineral limpio se almacenaba en un depósito has-

ta el momento del transporte, que se realizaba con camiones.

F. 44

F. 45

F. 44_ Plano de situación del lavadero de la mina Lorenza (Muskiz), en 1956 (Colección particular).

F. 45_ Interior del lavadero de la mina Petronila, Santelices (Mus-kiz), en 1998 (BFA/DFB. I. I).

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181

en la cuenca minera vizcaina.

Las minas Petronila, Adelaida y San Antonio, que se encontraban

en el barrio de Santelices (Muskiz), situado en las estribaciones

del distrito de Triano, pertenecían a la compañía “The Triano Iron

Ore C° Ltd”. De las tres, la más importante fue la mina Petronila,

mina que se demarcó en 1865 y en 1900; en 1899 pertenecia a

“The Triano Iron Ore C° Ltd”, cuyo representante era Francisco Ma-

cLennan y White. En 1947 el Banco de Bilbao la embargó a Federi-

co de Uribe y Urioste y se vendió en participaciones. Igancio Men-

dizabal compró en 1955 el 10,9 % de la mina y en 1965 le fueron

cedidos los derechos de arrendamiento a perpetuidad. Será en el

año 1954 cuando los Hermanos Mendizábal, que en ese momento

tenían la explotación de la mina, construyeron un lavadero en la mina Petronila. Es el único de toda la zona minera vizcaína que

hasta 2006, ha mantenido en la propia mina con todos sus ele-

mentos mecánicos intactos, de ahí que su conservación tenga un

alto interés técnico e histórico; desgraciadamente, está sufriendo

un rápido proceso de deterioro, por lo que desde aquí queremos

hacer una llamada de atención para que se evite su desaparición,

ya que la minería del hierro explica en gran medida la historia y el

desarrollo económico propio del País Vasco actual, constituyendo

una de sus primeras señas de identidad.

Para la ubicación de este lavadero se eligió una zona en talud, con

un desnivel del 26%, que permitiera su distribución en tres alturas.

Se halla en la cota intermedia de la mina Petronila, en el barrio de

Santelices, del municipio de Muskiz. El mineral de la mina Petro-

nila era de aluvión formado por el arrastre de los óxidos de hierro,

armados en arenisca y mezclados con arcilla, que formaban menu-

dos de un tamaño máximo de 50 mm., que precisaban un lavado

del mismo para eliminar sus impurezas y aumentar la ley metálica.

La explotación del mineral se realizaba a cielo abierto y en galería y

se trasladaba directamente hasta el lavadero, situado en la propia

mina. Una vez lavado, originariamente se transportaba con carros

de bueyes, a través de un túnel, hasta las inmediaciones del ferro-

carril de Triano, donde se llevaba hasta la Ría de Bilbao.

El edificio es de planta poligonal, con una sola altura y cubierta

aterrazada. En la zona superior se localiza la masera o silo de re-

cepción de las tierras ferruginosas. Para efectuar su carga, existe

una boquilla metálica, que se accionaba por medio de una palanca,

que se movía por el lateral de la masera.

Los muros, de mampostería, van convergiendo hacia la zona inter-

media del lavadero, que tiene el suelo en talud y una compuerta

frontal para alimentar el trómel. Este se encuentra bajo un cuerpo

adintelado que combina el hormigón, con los muros de mampos-

tería. Es de chapa metálica de 10 mm., tiene 7 m. de longitud y 2

de diámetro y estaba accionado por un motor eléctrico de 11 HP.

El mineral, una vez lavado, caía en una cinta clasificadora, accio-

nada por el mismo motor que el del trómel y que se movía a una

velocidad de 10 m. por minuto para permitir las labores de esco-

gido.

Desde esta cinta, el mineral caía a un silo situado en zona inferior

del lavadero. Estaba formado por muros de mampostería, con el

piso de bloques; sobre éste se habían colocado unos carriles que

corrían a lo largo del piso y estaban separados 0,35 m. entre sí. El

estéril que había salido lavado junto con el mineral, se separaba

en la cinta y se arrojaba por un orificio practicado en la pared a

otro silo más pequeño, adosado al anterior, donde se almacenaba

hasta su transporte a la escombrera.

Los menudos que quedaban tras el lavado, se beneficiaban en una

infraestructura metálica que los separaban por ‘concentración de

medios densos’. Este sistema se comenzó a utiliza a principios del

S. XX y se basaba en la utilización de medios de densidad interme-

dia entre el mineral y el estéril para realizar la separación.

El lavadero se completaba con un depósito de agua, construido

con paredes de mampostería de 6 m. x 6 m. x 3 m. El agua llegaba

por desnivel desde otro depósito cilíndrico de 2,10 m. x 3.32 m.

con el que estaba conectado por una tubería (Inventario P. I. y O.

P., 1995).

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Los lavaderos de mineral de hierro

Los distritos mineros de la costa vasco - montañesa.

La actividad desarrollada en la costa, que comprende los distritos mineros de Cobarón y Castro Urdiales, es un buen ejemplo de

la vocación minera que puso los cimientos de la riqueza vizcaí-

na. Además parte de sus restos patrimoniales han llegado hasta

nuestros días y nos permiten evocar las imágenes de un pasado

poblado de esfuerzos, inversiones empresariales y, también, de

cambios radicales en el espacio físico y mental de las gentes que

trabajaron y vivieron en aquellos cotos mineros.

Es por ello que vamos a dedicar este último capítulo al estudio

de las empresas mineras que desarrollaron su actividad en estos

parajes y que dejaron su impronta en unos restos aún hoy per-

ceptibles.

La principal y más antigua de las empresas creadas en la costa oc-

cidental vizcaína fue la Compañía José Mac Lennan de Minas,S.A., fundada por el industrial José Mac Lennan.

El primer Mac Lennan vino de Inverness (Escocia), como contratis-

ta de un tramo del ferrocarril Santander-Alar y se quedó en Santan-

der con su familia. Su hijo mayor, José Mac Lennan y White (1845-

1914) estudió ingeniería de minas y a partir de los años setenta se

dedicó su explotación, tanto en Cantabria como en Bizkaia.

Entre 1880 y 1914 llegó a acumular 1.315 ha., repartidas entre Can-

tabria (11 concesiones) y Bizkaia (5 concesiones), lo que le llevó a

convertirse el mayor propietario de minas de toda Cantabria y uno

de los mayores de Bizkaia, así como uno de los grandes empresa-

rios mineros locales, pese a su apellido escocés.

Entre sus concesiones destacaron la Amalia Vizcaína (Muskiz - Co-

barón), la Primitiva (Bilbao - Castrejana), o las Deseadas (Cabarga,

en Cantabria).

Su caso constituye un claro ejemplo de dispersión económica. Así,

en una primera etapa explotó personalmente sus concesiones de

Bizkaia y Cantabria, pero posteriormente acabó arrendando una

parte importante de las mismas a grandes compañías, de forma

que la mayoría de las que surgieron entre 1896 y 1902, explotaron

minas de Mac Lennan, como la mina Primitiva arrendada a la Cía.

F. 46

F. 46_ Plano del coto minero de José Mac Lennan en Cobarón (Muskiz), en 1916 (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-12/C-316).

F. 47_ Anteproyecto de las instalaciones de lavado, de 1909, perteneciente a José Mac Lennan y utilizado en el coto de Cobarón (Muskiz) (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-14/C-364).

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183

en la cuenca minera vizcaina.

Lander Siemens o las Deseadas que cedió a la Cía. Orconera Iron

Ore. En otro sentido, incluso, fue arrendatario de minas como la

Rubia, de Ibarra Hermanos y Cía. – que acabó comprando – o la

Justa, Socorro y Josefita, de Chavarri Hermanos (González Urrue-

la, 2001).

Tras su muerte, del 1 de marzo de 1914 al 10 de octubre de 1915,

su viuda creó la sociedad Viuda de José Mac Lennan, hasta la

constitución en 1915 de la firma social de Herederos de la viuda

de José Mac Lennan, que nació como sociedad anónima e incluía

por primera vez en la historia de la empresa, estatutos.

Poco después, el 12 de octubre de 1916, se fundará la Compañía

José Mac Lennan de Minas, S.A. Esta incluirá dos grupos de ac-

cionistas: El grupo “Corvilain”, que incluirá la parte principal y que

pertenecía a la viuda (acciones A) y el grupo “Mac Lennan”, con un

número inferior de acciones y que estará integrado por sus hijos

José, Guillermo y Francisco (acciones B y C).

Esta sociedad se mantendrá hasta 1926 en que el grupo familiar

pierde fuerza y las acciones se diversifican. Será entonces cuan-

dose realicen cambios drásticos; se harán nuevos estatutos y las

acciones de ser nominativas, pasarán a ser al portador, lo que pro-

vocará graves tensiones entre los accionistas.

En 1928 se firmarán unos nuevos estatutos; la razón social se do-

miciliará en Bilbao y se procederá a hacer una nueva emisión de

capital, pasando el capital nominal de 12.500.000 a 17.000.000 de

ptas. Se hará además una ampliación del capital social, que que-

dará en 2.200.000 ptas., dividido en 4.400 acciones al portador

de 500 ptas. cada una. El grupo Corvilain de la sociedad (acciones

A), que había dejado de ser mayoritario, quiere que las acciones

sigan siendo nominativas y acabará estableciendo un pleito que

no se resolverá hasta 1940 y en su contra (Inventarios Fondos

Mac Lennan, 1994).

Mac Lennan dispondrá en Cobarón de las siguientes minas: Con-

suelo, Complemento, Amalia Vizcaína, Amalia 3ª, San Julián de

Musques y Santiago, además de sus correspondientes demasías.

El mineral que predominaba en ellas era el rubio y carbonato de

hierro. Su nivel productivo superaba las 150.000 Tm. anuales, algo

que le situaba en la élite de los mineros de Bizkaia.

F. 47

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184

Los lavaderos de mineral de hierro

Para aprovechar la gran cantidad de carbonato que fue aparecien-

do en sus explotaciones, especialmente en la mina Amalia Viz-

caína, en 1882 comenzó a realizar ensayos de calcinado; en 1891

construyó en la mina Complemento de El Hoyo, Cobaron (Muskiz),

dos hornos de calcinación, que sustituyó en 1937. De estos últi-

mos aun se conservan restos. Eran hornos de cuba, con forma

troncocónica invertida, que funcionaban con tiro natural; estaba

hechos de mampostería, aunque revestidos por dentro de ladrillo

refractario y calcinaba 70 Tm. de carbonato al día.

En la mina Complemento y junto a los hornos de calcinación de

la mina Amalia Vizcaina que fue derribado en 1937, se construyó a

finales del siglo XIX un lavadero que funcionó hasta los años 40,

era de planta rectangular y se hizo aprovechando la pendiente na-

tural del terreno para darle tres niveles; en el superior se localizaba

una pequeña tolva, en cuyo muro frontal tenía una vertedera que

llevaba el mineral hasta el lavadero, situado en la zona media; en la

actualidad sólo subsisten la base inferior del edificio, un muro de

contención y el depósito con la vertedera . En la misma mina y jun-

to al antiguo horno de derribado en 1937, se construyó en 1946 un

lavadero moderno de flotación por medios densos de unas dimen-

siones de 15 m. x 10 m. y una sola altura, exceptuando una torreta,

con cubierta a dos aguas. El edificio, del que aún quedan restos,

es de mampostería y estuvo compartimentado en dos crujías.

Las chirtas que aparecían con el rubio se fueron acumulando en

una escombrera situada en la mina Consuelo, junto al mar. Pero ya

en fechas tan tempranas como 1872, en un acantilado cercano a

las escombreras que debía beneficiar, José Mac Lennan comenzó

realizando ensayos de lavado de mineral en un lavadero que dis-

ponía de un trómel de un modelo más rudimentario que el Hum-

boldt, que instalará décadas más tarde.

Su forma era tronco - cónica y giraba en torno a un eje central, im-

pulsado por una correa de transmisión, que estaba conectada a su

vez a una pequeña máquina de vapor. Las paredes eran de chapa

perforada para permitir que el agua lodosa saliera por la misma. El

interior estaba compartimentado longitudinalmente por cuatro pa-

las que batían el contenido y separaban la arcilla del mineral, que

una vez limpio salía por la parte más estrecha del trómel.

El lavadero se fue renovando; existen documentos que hablan de

cambios introducidos en 1904 (lavadero y el trómel), 1906 (trómel

F. 48

F. 49

F. 48_ Plano de un trómel de 1872, perteneciente a José Mac Lennan y utilizado en el coto de Cobarón (Muskiz) (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-12/C-307).

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185

en la cuenca minera vizcaina.

y plato clasificador), 1908 (un nuevo edificio para el lavadero) 1914

(un nuevo trómel) y 1916 (un nuevo lavadero).

A pesar de estos cambios la estructura básica no fue modificada y

las características de los trómeles apenas sufrieron cambios. Mac

Lennan, que fue pionero en la introducción del modelo Humboldt

en las minas de Bizkaia y Cantabria, lo utilizó en sus instalaciones,

tanto en Cobarón como en Cabarga, desde su aparición. Estaba

hecho de chapa de acero remachada y tenía forma cilíndrica, aun-

que acababa en un cono; iba suspendido sobre cuatro rodillos de

acero, que giraban empujados por la rueda dentada que lo abra-

zaba y transmitía a través de una corona la energía motriz proce-

dente de una pequeña máquina de vapor situada junto al en el

bastidor en el que se apoya. Además del trómel principal, en la

década de 1910 se acabó instalando otro trómel de dimensiones

reducidas para volver a lavar los menudos que aun conservaban

mineral aprovechable.

El lavadero disponía de tres niveles diferentes: El superior, provis-

to de una vertedera de 43° de inclinación por la que las tierras fe-

rríferas, que llegaban en vagonetas por un ramal del ferrocarril de

la Compañía, caían hasta un depósito o masera. En ella se mezcla-

ban con el agua procedente de un depósito cercano y eran empu-

jadas hasta la parte trasera del trómel, en el que se procedía a su

lavado. En el segundo nivel, el mineral ya lavado salía por el cono,

situado en la parte delantera del mismo, hasta un plato clasificador

en el que se separaba manualmente el mineral de sus impure-

zas. Tanto el mineral ya lavado, como el estéril desechado, caían

por separado hasta el tercer nivel de las instalaciones, donde eran

cargados en vagones; por otro ramal de ferrocarril, los desechos

iban a otras escombreras y el mineral limpio hasta el voladizo de

Pobeña para su embarque. Los lodos producto del lavado, salían

por la parte trasera del trómel hasta un canal que lo vertía por los

acantilados situados cerca del lavadero. Las instalaciones según

datos de 1910 (J. Lazúrtegui), llegaron a lavar 60 Tm. al día y 15.177

Tm. en ese año.

La conexión entre los tajos, las instalaciones de tratamiento del

mineral y sus embarcaderos, la realizó mediante la construcción

en 1877 de un ferrocarril de 3 km. y 0.60 m. de ancho de vía que

llegaba hasta unos depósitos, que se ampliarán en 1.930 para dar-

les una capacidad de 20.000 Tm. En la Demasía a la mina Com-

plemento Mac Lennan realizaba el lavado y calcinación del mine-

F. 50

F. 49_ Plano de un trómel con sus accesorios (1914). Pertene-ció a la Cía. Mac Lennan y fue utilizado en el coto de Cobarón (Muskiz) (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-12/C-302).

F. 50_ Plano de las instalaciones del lavadero y el trómel con sus accesorios (1906), perteneciente a la Cía. José Mac Lennan y utilizado en el coto de Cobarón (Muskiz) (Archivo BBVA. Cía. Mac Lennan 2.4.6/L-14/C-366).

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186

Los lavaderos de mineral de hierro

que hacia 1931 el coto pasará a manos de la compañía holandesa

Sociedad Española de Explotaciones Mineras, quien en 1970 lo

acabará vendiendo a Vicente Elosúa, arrendatario de las mismas

desde finales de los años 40 y que también explotaba la mina

Lorenza (Abanto).

Aunque tenían en propiedad otras concesiones mineras que les

situaron entre los mayores productores mineros (su volumen as-

cendió a 400.000 Tm. al año), su volumen productivo en este área

concreta será muy inferior al de Mac Lennan, Setares o Dícido. De

todas formas, como el mineral beneficiado era rubio con un alto

componente de arcilla, llegó a disponer de un lavadero de mineral.

Este estaba ubicado en la Demasía Celedonia, junto a los acantila-

dos de Cobarón, para facilitar la eliminación de los lodos en el mar,

una constante en los lavaderos instalados en la costa. Disponía de

dos trómeles, que le permitían lavar 90 Tm. de mineral al día. Su

producción en 1910 fue de 11.500 Tm.

El transporte de mineral procedente tanto de las minas – sobre

todo Josefa y Galerna, las más productivas – como de los lavade-

ral que llegaba en ferrocarril desde la mina San Francisco de El

Carrascal, propiedad de Alfred Edwards, pero arrendada a Mac

Lennan; esta Demasía fue registrada el 26 de marzo de 1881 por

José Mac Lennan, pero posteriormente fue cedida –al igual que el

resto del coto de Mac Lennan– a la Sociedad “Minning Company”,

hasta que en 1956 revirtieron de nuevo a la Compañía Mac Len-

nan. Sus instalaciones, que procedían de finales del siglo pasado,

consistieron en un horno de calcinación de planta cuadrada y un la-

vadero de mampostería, realizado aprovechando una vertiente del

terreno; por su parte superior se vertían las tierras ferríferas y en

la zona inferior del lavadero se localizaban dos bocas, una superior

de arco rebajado donde se ubicaba un trómel y otra inferior de bó-

veda de cañón para canalizar el arroyo de “El Fraile”. El embarque

del mineral de las minas de Cobarón y San Francisco del Carrascal,

lo realizaba a través del voladizo de Pobeña (también llamado del

Castillo), que construyó en 1877 al pie de los depósitos. Fue el

primero y el único cargadero volado de Bizkaia que embarcaba

sus minerales en mar abierta, algo que hacía para soslayar los

gravámenes y esperas que se derivaban de la carga en la ría del

Nervión. Al principio, el cargue se hacía por medio de vagonetas,

lo que limitaba la capacidad a 600 Tm. diarias; en 1908, estas se

sustituyeron por cintas transportadoras, aumentando esta a 1.700

Tm. a la hora, lo que permitirá cargar un vapor de 4.000 Tm. en 4

horas.

Fue un cargadero cuyo fondeadero siempre tuvo problemas de

calado. Estuvo en funcionamiento hasta 1.963, año en el que se

paralizó la actividad minera en la zona. En la actualidad se conserva

la base del cargadero, una gran masa de mampostería abierta al

mar por un gran frente escalonado. Ha desaparecido la planchada

de madera sobre la que circulaban los vagones y la mayor parte

del armazón metálico que la sustentaba.

A continuación del coto minero de Cobarón, se encuentra Ontón,

nombre que antaño designaba a las minas de toda la zona de Cas-

tro - Urdiales, pero que acabó denominando tan solo a las minas

de Ontón. Este coto estaba situado en la divisoria con Bizkaia y

fue explotado por la Compañía Chavarri Hermanos.

La empresa fue creada en 1898 para explotar el coto minero del

Hoyo y Ontón, formado por las minas Josefa, Celedonia, Galerna,

Asunción, Ontón (Aumento), Covadonga, Virgen de los Remedios,

Santo Tomás, Victoria, Plus Ultra… y sus demasías. Es de destacar

F. 51_ Depósito de Baltezana (Ontón), en el que terminaba el tranvía aéreo de la mina Josefa, perteneciente a la compañía Chavarri Hermanos (2003) (BFA/DFB. I. I).

F. 51

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187

en la cuenca minera vizcaina.

ros, se realizaba por medio del ferrocarril de Ontón - El Cobarón,

construido por la compañía en 1896. Tenía 2,6 km. de recorrido

y un ancho de vía de 0,7 m. Desembocaba en el cantilever del

Piquillo - Ontón, embarcadero construido en 1895. Era el mayor de

todos instalados en este tramo de costa, ya que tenía una longitud

de 100 m. y un voladizo de 65 m. que le confería una altura de 17 m.

sobre el nivel del mar. Tenía una capacidad de carga de unas 1.500

Tm. diarias, que aumentó a 2.000 Tm. a la hora, cuando en 1955 se

le instaló una cinta transportadora.

Junto al coto perteneciente a la Compañía Chavarri Hermanos, a

una distancia de 1.780 m. de la costa y a 260 m. de altitud sobre

el nivel del mar, se encontraban los cotos de la Cía. Minera de

Setares y la sociedad The Dicido Iron Ore Co. Ltd.

Estas empresas configurarán el sistema empresarial minero del

hierro de Cantabria a finales del siglo XIX, caracterizado por la

convivencia entre un conjunto de pequeños empresarios locales

y estas dos grandes sociedades, que representaron el conjunto

empresarial más potente del sector de Castro - Urdiales. Se carac-

terizaban por la presencia de capital extranjero – sobre todo inglés

– y vasco – de gran incidencia en el sector – que, con unos niveles

de producción muy altos, obtendrán beneficios millonarios que les

permitirán ejercer un dominio absoluto de la explotación minera

de la zona, que mantuvieron hasta fechas recientes.

El capital regional lo completará un grupo de pequeños y medianos

empresarios mineros particulares que mantendrán unos niveles

de producción que oscilarán entre las 60 y 150.000 Tm. anuales

de las que llegaron a obtener buenos beneficios, gracias a unas re-

ducidas inversiones en infraestructura, que aunque tuvieron cierta

importancia no se pueden comparar con los de los anteriores.

La Compañía Minera de Setares, la primera de estas sociedades,

fue creada por Ramón de la Sota y Eduardo Aznar y de la Sota, de

Bilbao. Éstos, en 1885 efectuaron algunos sondeos en la mina

Ceferina, y tras comprobar su gran riqueza en mineral, decidieron

explotarla con otros cinco socios. La compañía fue fundada en

marzo de 1886 con el nombre de Sociedad de Minas de Setares,

S.A.; su fin declarado fue explotar los criaderos de Saltacaballo y

Setares y se convertirá rápidamente en la compañía minera más

importante de todo Cantabria.

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188

Los lavaderos de mineral de hierro

El criadero de Saltacaballo era una prolongación del criadero viz-

caíno y estaba formada por seis filones de carbonato y óxido de

hierro que cortaban los estratos de la caliza barreniense, que se

introducía en el mar y obligaban a realizar una explotación subte-

rránea de la zona mineralizada. El criadero de Setares estaba ori-

ginado por una transformación de la caliza cenemanense en óxido

de hierro y se explotaba generalmente a cielo abierto, en cantera.

Aunque era muy rica, poseía un mineral muy silíceo, que producía

gran cantidad de arcilla que había que eliminar, obligando a realizar

importantes inversiones en lavaderos, transporte, etc. Las prin-

cipales explotaciones de la compañía se localizaban en Setares;

allí estaban las minas Previsión y, sobre todo, Ceferina, con una

producción diaria de 15 m3 de rubio y 400 m3 de chirtas – el equi-

valente a unas 600.000 Tm. – que precisaban ser lavadas antes de

su comercialización. El nivel de escombro que generaba el laboreo

era de 130 m3.

A la vista de estos datos, podemos deducir la enorme importancia

que tenía el lavado, dentro del sistema de producción minera de

la compañía. Las grandes cantidades de arcilla hacían que el peso

del mineral pasara, tras el lavado, de 1.000 kg. por m3 a 1.565 kg.,

algo más incluso que los rubios limpios que pesaban 1.533 kg. por

m3. Como la ley metálica de las tierras ferruginosas era del 49,21%

de media, el tratamiento de las chirtas resultaba económicamente

rentable. Esto hizo que el mineral extraído por esta compañía fuera

creciendo paulatinamente; así, si en 1890 produjo el 3,62% de lo

conseguido en Bizkaia, esta cifra subió en 1895 al 5,39%.

El lavadero de Setares se construyó en 1891 para tratar las chirtas

procedentes de las escombreras las minas Anita, Menuda, Gui-

llermo y la demasía Actividad, que fueron compradas en 1890 a la

compañía de Dícido. Fue instalado aprovechando un antiguo moli-F. 52_ Instalaciones de lavado de mineral de la Cía. Minera de Setares. (1910) (Homobono, 1994).

F. 52

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en la cuenca minera vizcaina.

no de Baltezana, cerca de Ontón, que aportaba agua abundante a

la instalación, aunque había que subirla desde un arroyo situado en

una cota inferior.

Originariamente disponía de cuatro trómeles desenlodadores – y

otros 2 de reserva – modelo Humboldt, de 3,20 m. de longitud

por 2,18 m. de diámetro. La energía necesaria para mover todo el

conjunto, era suministrada por 2 máquinas de vapor de 40 y 25 HP,

conectadas a las que suministraba una batería de 4 calderas de

25 HP cada una. Aunque podía de tratar 400 Tm. de chirtas al día,

su rendimiento se reducía a la mitad, es decir 200 Tm. diarias de

mineral lavado.

En 1909 consta que esta compañía ya había renovado sus instala-

ciones pasando el número de trómeles de 4 a 8, dejando además

otros 2 en reserva. Todos tendrán las mismas dimensiones que los

de 1891. Dispondrá además de cribas, platos clasificadores, tolvas,

etc.; el agua empleada en el lavado, se elevará hasta su nivel, me-

diante 3 bombas centrífugas (Homobono, 1994).

Con el fin de aprovechar los menudos que aún contenían restos de

mineral aprovechable, dispondrá de 2 batideras de 3 m. de largo

por 0,80 m. de ancho, con sus correspondientes palas de arrastre y

2 dragas de cangilones conectadas con unos pequeños trómeles.

Todo el conjunto será movido por un motor eléctrico de 105 HP,

que sustituirá a las máquinas de vapor, que quedarán en reserva

por si se producía una avería del motor eléctrico. Todo el conjunto

permitía lavar 210 m3 de tierras ferríferas y daba trabajo a 53 peo-

nes y 22 pinches.

En 1924 se lavaba un 80% de chirta y un 20% de menudos o finos.

Esto suponía el 40% del total producido en el coto minero. F. 53_ Interior del lavadero de mineral de la Cía. Minera de Setares. (1910) (Archivo del Nacionalismo Vasco, Fondo Sota-Setares Caja 480 (4).

F. 53

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190

Los lavaderos de mineral de hierro

El mineral lavado era conducido hasta un ferrocarril construido

por la compañía, que a su vez lo llevaba a los depósitos situados

en Saltacaballo, por medio de un plano inclinado de 80 m. y una

pendiente del 24%.

Para transportar el mineral desde los tajos hasta sus instalacio-

nes, la empresa en 1885 inauguró un tendido férreo que partía

de las minas y, tras pasar por los lavaderos, terminaba en un

plano inclinado de 80 m. de longitud y 20% de pendiente, que

conectaba con los depósitos de Saltacaballo. Tenía una longitud

de 2.450 m. y un ancho de vía de de 0,76 m.

En el año 1899, para eliminar el plano inclinado, se inauguró un

nuevo ferrocarril, que partía de la cota inferior de la mina que ha-

bía en este momento, pasaba por los lavaderos y desembocaba

en los depósitos, situados junto al cantilever, ya construido. Es-

tos depósitos constaban de nichos longitudinales y vertederas,

situadas en desnivel para facilitar la carga y descarga.

El embarque se hacía con gabarras, hasta que se hizo evidente

que había que habilitar un sistema más eficaz. Para ello se pro-

cedió a construir en Saltacaballo unos depósitos subterráneos y

un embarcadero en cantilever que se inauguró en 1888. Sirvió

de modelo a todos los construidos con posterioridad; cargaba,

tanto el mineral de su coto situado junto al de Dícido, como el

de las minas Sorpresa y Josefa que llegaban hasta los depósitos

contiguos al cargadero. Era de acero, tenía 62 m. de longitud

total y su vuelo sobresalía 28,90 m., a una altura de 11 m. sobre

el nivel de la pleamar. Poco después de inaugurarse, se le dotó

de una cinta transportadora con la que el cantilever podía cargar

buques de 4.500 Tm. en 10 horas. Fue inutilizado durante la 2ª

Guerra Mundial por un submarino inglés y desguazado en los

años setenta del pasado siglo.

En 1880 se creó la compañía Hollway Brothers para explotar el

coto minero de Dícido, pero lo acabarán vendiendo en 1883 a

dos empresarios, que fundarán la Sociedad The Dícido Iron Ore

Co. Ltd., la otra compañía destacable del distrito minero de Cas-

tro-Urdiales.

El coto está situado al O de la ladera del Pico de Aro, en el monte

cántabro de Setares. La formación del mineral se remonta, como

la del resto de los depósitos de la zona de Castro Urdiales, al pe-

riodo Cretácico Superior. Es de formación metasomática e hidro-

termal, y arma en las calizas del tramo albense.

El yacimiento tenía una longitud de unos 2 km. y seguía una di-

rección N–S, con cierta inclinación hacia el E. Era prácticamente

vertical y los desplazamientos horizontales debidos a las fallas ver-

ticales la dividían en tres masas: Norte, Central y Sur.

El coto minero estaba formado por mineral de la clase rubio, con

un bajo contenido en sílice, una base de arcilla con esquistos cal-

cáreos – cayuela – y paredes compuestas por calizas. El espesor

de la zona mineralizada, cuando se comenzó a explotar, era de una

potencia media de unos 30 metros.

La concesión del yacimiento estaba compuesta por 24 minas y

parte de sus demasías, entre las que destacaban la mina Anita,

con gran diferencia la más rica, la Guillermo, la Menuda y Activi-

dad, que fueron explotadas hasta el final. De todas formas, la gran

mayoría de sus concesiones mineras fueron arrendadas parcial o

totalmente a otras compañías.

La explotación comenzó haciéndose a cielo abierto con el proce-

dimiento de bancos de 14 a 20 m. de altura, mediante picos y

azadas. Este sistema era cómodo y seguro, pero requería fuertes

inversiones, porque para acceder al mineral antes había que elimi-

nar el estéril, que aparecía en grandes proporciones y se acabará

acumulando en unas escombreras situadas al O de la explotación.

Cuando se agotó el mineral superficial fue necesario extraerlo en

labores subterráneas.

El coto minero de Dícido fue explotado entre 1880 y 1988 y du-

rante todo este tiempo atravesó por varios períodos claramente

diferenciados.

El primer periodo fue la llamada Etapa inglesa (1880-1882). Los co-

mienzos se corresponden con la fundación por Hollway Brothers

de Londres, compañía fundada para explotar la mina Anita. Estos

crearán la infraestructura necesaria para su explotación, pero se

arruinaron en 1882. Construyeron un tranvía aéreo, sistema Hodg-

son, que unía la mina Anita con un depósito, que se acabó alar-

gando hasta un pequeño puerto construido en la bahía de Dícido,

que permitía embarcar el mineral, por medio de gabarras, en los

buques. Ante la ineficacia del sistema, los hermanos Hollway en-

F. 54_ Laboreo en la mina Anita (Castro-Urdiales) en 1908. Esta era la mina más productiva del coto de Dícido (A short history of the Dícido Iron Ore Company, 1908).

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191

en la cuenca minera vizcaina.

cargarán a M. Brüll de París, la construcción de un plano inclinado

de cadena flotante, que no verán acabar por la temprana quiebra

de la Sociedad. Esta será comprada en 1883 por los señores John

Bailey Davies, de Londres y Guillermo de Goitia, de Bilbao, que

fundarán la Sociedad The Dicido Iron Ore Co. Ltd, (1883-1911), con

un capital social de 106.000 libras.

En este período toda la producción de las minas se exportará ha-

cia Gran Bretaña, con un ritmo que crecerá hasta 1899. Tuvo una

crisis entre 1890-1895, pero se recuperará cuando la economía in-

ternacional inicie de 1896 a 1908 un nuevo ciclo económico, carac-

terizado por un extraordinario aumento de la demanda de mineral.

Será entonces cuando se construirá el lavadero de la compañía;

será de dimensiones modestas, ya que el mineral que se explo-

taba en el coto era poco arcilloso. También se finalizará la cadena

flotante y se construirá, en 1896, un cargadero - cantilever para

sustituir el muelle destruido por un temporal. Era de estructura

metálica, se sustentaba sobre una pilastra de mampostería y es-

taba anclado en la orilla mediante cuñas. Frente a las 2.500 Tm. del

muelle, el cantilever permitía cargar buques de 4.500 Tm., a razón

de 220 Tm. por hora.

El segundo período es la Etapa Vasca (1911-1930), que se inicia

con la disolución de la Sociedad The Dícido Iron Ore Co. Ltd. y su

posterior compra por capital vasco. Este, en 1911 fundará la Com-

pañía Minera de Dícido, S.A. con un capital social de 11 millones

de pesetas, divididas en 22.000 acciones de 500 pts. cada una,

todas en poder de Altos Hornos de Vizcaya; el Consejo de Admi-

nistración lo integrarán empresarios como Víctor Chavarri, Evaristo

Churruca, Daniel Zubimendi, etc.

Con alguna modificación tecnológica (en 1921 comenzó a utilizar

excavadoras para el arranque del mineral) continuará el método

de explotación del periodo inglés. El mineral producido se seguirá

exportando a Inglaterra, pero como novedad, también a algún otro

país europeo como Alemania y a Altos Hornos de Vizcaya. Con

este último contratarán la entrega de 75.000 Tm. al año entre 1913

y 1922, cifra que se irá incrementando hasta acabar convirtiéndo-

se casi en el único cliente de la Compañía.

F. 54

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192

Los lavaderos de mineral de hierro

F. 55

F. 56

De 1911-1920, la empresa arrendará la explotación de las minas a

los Sres. Iza y Amézola. Como el contrato será por Tm. embarcada

y m3 de estéril trasladado, primará el descombrado y la producción

de rubio, aún al precio de dejar más del 60% del mineral sin explo-

tar y de destrozar el interior de la mina, que acabará con un alto

riesgo de hundimiento.

Este período es especialmente interesante para nosotros, porque

en 1913 los contratistas deciden renovar el lavadero, construido

en la etapa inglesa, para aprovechar las chirtas que se iban acumu-

lando por el desescombro masivo que se estaba produciendo con

el nuevo sistema de explotación.

Tenía una capacidad de trabajo de 50.000 Tm. al año, cifra baja

para los parámetros de producción del coto minero. Aunque se

pretendían aprovechar las tierras mineralizadas de las escombre-

ras, el sistema de lavado será bastante ineficaz, ya que tras el

lavado de las chirtas, los lodos resultantes, que eran vertidos al

mar, aun contenían al menos el 45% de mineral.

La producción durante esta etapa será bastante buena, gracias a

que, a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, el mercado ab-

solverá todo el mineral extraído. Tras la guerra la situación cambia,

tanto por la normalización del mercado europeo, como por las di-

ficultades que para la extracción suponía el exceso de escombros

que cubrían las masas de mineral localizado a cielo abierto.

En 1921, por la crisis económica, los contratistas pedirán un au-

mento del margen de beneficio que obtenían por su explotación,

ante lo cual la Cía. Minera de Dícido tomará la decisión de encar-

garse personalmente de la explotación de las minas. Para incre-

mentar los bajísimos los niveles de productividad y producción,

que en 1921 se situaban en la cifra más baja de su historia, pro-

cederán a reducir la plantilla de obreros e incorporar nueva tecno-

logía. Se intensificará la explotación en galerías y mecanizará la

de cielo abierto, lográndose que la productividad y la producción

aumenten, llegando en 1928 hasta las 227.149 Tm., la mayor cifra

de esta segunda etapa.

Un tercer período comenzará en 1930, cuando el alto nivel produc-

tivo alcanzado por la empresa, decide a los principales accionistas

de la Compañía Minera de Dícido, S.A., a convertirla, conservando

una administración propia, en una empresa filial de Altos Hornos

de Vizcaya. Estos accionistas también pertenecían al Consejo de

Administración de AHV y querían abastecerse de mineral propio,

aprovechando la privilegiada situación de las minas de Dícido.

Como consecuencia de esto, la explotación del coto quedará su-

peditada a las necesidades de mineral de esta factoría.

La nueva dirección, tras comprobar el mal estado de las explo-

taciones, decidirá asegurar las galerías; esto reducirá mucho las

ventas, pero permitirán el descubrimiento de nuevos yacimientos

que supondrán un aumento del 20% en las reservas de mineral

del coto. Hasta los años 40, tanto por la Guerra Civil, como por

a las actividades de fortificación de la zona central de la mina, la

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en la cuenca minera vizcaina.

F. 55_ Plano de situación del conjunto de las instalaciones del lavadero de la Compañía Minera de Dícido, S. A (BFA/AFB. Agruminsa 0463/002 [002]).

F. 56_ Lavadero de la Compañía Minera de Dícido, S. A, en 1958 (BFA/AFB. Agruminsa 0463/002 [003]).

producción fue modesta. En 1937, la voladura del cargadero, reem-

plazado en 1938, paralizará la actividad de la compañía.

A partir de 1940 la producción y productividad subirán algo, pero

su rentabilidad estará condicionada por los vaivenes de la política

económica de AHV que tratara a menudo de enjugar sus pérdidas

en sus empresas filiales. Entre 1946 y 1958 se procederá al des-

escombro de las nuevas masas de mineral; en 1960, para evitar la

acumulación de mineral en sus depósitos, AHV dará preferencia

al mineral de Dícido.

De 1968 a 1971 se producirá la Reconversión del Coto Minero de

Dícido, para convertirlo en una empresa competitiva. Para ello se

mecanizará el laboreo en la mina, se modernizará el lavadero para

aumentar la calidad del mineral, se sustituirá la cadena flotante y

en el cantilever se introducirá un sistema de cintas transportado-

ras que ahorrará mucha mano de obra y permitirá reducir la planti-

lla; además se darán incrementos salariales por productividad. El

plan de reconversión surtirá efecto de inmediatos y la producción

pasará de 49.188 Tm. en 1967 a 146.362 Tm. en 1971.

Este plan tendrá validez hasta 1975, en que se producirá el hun-

dimiento en la sección A, herencia de la falta de medidas de se-

guridad del período de contratación, lo que hará inviables, desde

el punto de vista técnico, los planes de la empresa (Cárcamo y

Hernández, 1988).

En 1970 el Coto de Dícido pasará a la Agrupación Minera, S.A., in-

augurándose el último período de su historia. Agruminsa, empresa

filial de Altos Hornos de Vizcaya, necesitaba mineral por debajo del

costo del mercado; ello solo era posible aumentando la producti-

vidad, que conseguirás acudiendo a contratistas a los que pagará

por metros de galerías avanzados y mecanizando la explotación

subterránea y el transporte. Con todo esto conseguirá una produc-

ción que oscilará en torno a las 100.000 Tm., lo que unido a la gran

riqueza metálica del rubio de Dícido y a su cercanía de AHV, harán

que la explotación siga siendo rentable.

El lavadero de Dícido era muy modesto; fue construido en la

etapa inglesa (hacia 1885) para beneficiar las chirtas que iban apa-

reciendo en la explotación de los rubios. Estará ubicado en la mina

Anita, cerca de las escombreras y del mar, para facilitar el vertido

de los lodos. La instalación dispondrá de 2 trómeles tipo Humbol-

dt, con una longitud de 4 m. en la parte cilíndrica y 2 en la cónica y

un diámetro de 2,20 m. En la parte cilíndrica tenían 20 juegos de 8

paletas de 0,30 m. para facilitar el desenlodado del mineral. En el

cono tenían unas espirales de palastro agujereado para retardar la

salida del mineral al plato de estrío. Estaban hechos de chapa de

hierro remachada (BFA/AFB. Agruminsa 0460/011).

En 1913, la Compañía Minera de Dícido inaugurará unas nuevas

instalaciones de lavado. En ellas sustituirán los antiguos trómeles

por otros nuevos, que para aprovechar las antiguas instalaciones,

harán iguales a los anteriores y dejará un tercer trómel en reserva.

Recibirán la energía de un motor eléctrico de 40 HP. En las opera-

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194

Los lavaderos de mineral de hierro

ciones de lavado utilizan 30.000 litros de agua. Su capacidad de

lavado será 300 a 350 Tm. de chirta diaria, de la que saldrán 100 o

150 Tm. de mineral limpio, con una ley metálica del 47%. La capa-

cidad de trabajo anual será de de 50.000 Tm. Estas cifras indican

que el sistema de lavado era bastante ineficaz, ya que aunque se

pretendían aprovechar las tierras mineralizadas que iban a parar a

las escombreras, se desperdiciaba una buena parte del mineral

que era desechado junto a los lodos resultantes, que aún conte-

nían al menos el 45% de mineral. Este hecho contrastaba con la

eficacia demostrada por el lavadero de Setares, que en la misma

época apenas perdía mineral, ya que utilizaba distintos procesos

de lavado para aprovechar los menudos que salían mezclados con

los fangos.

Para llevar el mineral hasta el lavadero, en 1916 se construirá una

galería emboquillada de una longitud de 1.000 m. que partiendo

F. 57

F. 57_ Plano de las instalaciones del lavadero de la Compañía Minera de Dícido, S. A, en 1958 (BFA/AFB. Agruminsa 0463/002 [004]).

del criadero de mineral, desembocaba en los depósitos de la ca-

dena flotante y terminaba en el lavadero. También se habilitará

una presa desde la que se elevará el agua hasta el lavadero, que

estaba a una altura considerable. La energía de las instalaciones

procederá de un motor eléctrico de 50 HP conectado a la red eléc-

trica, que sustituirá al anterior. Para almacenar el mineral ya lava-

do, también se instalará, junto al lavadero, un depósito de 20.000

Tm. (Homobono, 1994).

En 1931 el lavadero será trasladado junto al cementerio de Mioño.

Dispondrá de dos trómeles, con platos de escogido y un sistema

de cintas para el transporte. Entre 1939 y 1942 se procederá a

renovar las instalaciones, aunque tan solo se sustituirán dos de los

trómeles, que pasarán a ser movidos por un motor eléctrico de 40

HP; se incrementará su capacidad hasta las 350 Tm., pero la pro-

ducción se mantendrá en las misma cifras que en 1911, es decir

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de 150 Tm. por jornada. Habrá que esperar al período de 1968 y

1971 para que se proceda a la modernización de las instalaciones

del lavadero, como parte de un proceso general de reconversión

de todo el coto minero.

Para alcanzar los objetivos del plan de reconversión era preciso,

además de incrementar la producción, mejorar la composición

química y mecánica del mineral vendible, lo que obligaba a su tra-

tamiento. En primer lugar habría que instalar unas unidades de

quebranto para reducir tamaño del mineral a un máximo de 70

mm. En segundo lugar habría que lavar, tanto los menudos como

el mineral de cantera.

Con ciertas mejoras en el lavado, se podría obtener un producto de

51,7% de ley en estado seco y con 8,7% de humedad natural, que

los convertían en un excelente aditivo para los carbonatos que Agru-

minsa obtenía de la mina de Bodovalle (Gallarta, Bizkaia). Con una

pérdida del 11% en la calcinación del carbonato, tras una sinteriza-

ción básica se podría obtener un mineral de una ley mínima del 58%.

Aunque los responsables de la reconversión reconocían que el

lavadero – anticuado y de capacidad reducida – era preciso susti-

tuirlo por otro de gran capacidad y rendimiento, dudan de la con-

veniencia de hacer excesivas modificaciones, ya que podrían no

ser rentables. Esto es debido a que para lavar la totalidad del

mineral, habría que incrementar el consumo de agua, y el gasto

que suponía elevarla a la altura en que se encontraba el lavadero

lo hacía inviable; como opción más económica, se planteará su

reubicación en una cota más baja.

Al final se deciden por la creación de unas nuevas instalaciones,

que constarán de un depósito de tierras ferríferas en la cabecera

del lavadero, hasta el que el mineral accedería mediante una ver-

tedera. Allí se pondrían las machacadoras que reducirían todo el

mineral a un tamaño uniforme. De ahí pasaría a dos trómeles (se

instalará otro de reserva) de características parecidas a las de los

anteriores y que tras lavar el mineral lo depositarían en una cinta

de escogido donde se completaría el tratamiento con un estriado

normal para eliminar las impurezas; en el caso de que este estria-

do no resultase económico, se sustituiría por un método gravi-

métrico. Se habilitará también un lavadero de menudos, junto al

anterior, pero independiente de este. Al pie del lavadero se insta-

larán otros dos depósitos, uno para el mineral lavado y otro para el

grueso. Debajo de ellos también se habilitarán unas escombreras

(BFA/AFB. Agruminsa 01178/014).

Las aguas fangosas, producto del lavado de las chirtas y los menu-

dos, saldrían por sendos canales de desagüe hasta una pequeña

balsa de decantación, algo poco habitual en los lavaderos de la

costa vasco - montañesa (aparece indicada en los planos como la

nº 1); esta balsa estaría situada en una cota inferior del conjunto de

las instalaciones y dispondría de otro canal que llevaría los lodos

decantados hasta el mar, situado al otro lado de la carretera de

Bilbao Castro - Urdiales.

Todo el conjunto estaría conectado entre sí mediante un ramal de

la cadena flotante, que además transportaría el mineral hasta el

cantilever de Dícido, desde donde sería embarcado en la gabarra

de AHV hasta sus instalaciones de Sestao.

En su última etapa de explotación, la Compañía reducirá el trata-

miento del mineral a un simple cribado para separar los menudos

inferiores a 200 mm., que eran llevados a una machacadora desde

la que iban a una cinta en la que se procedía a separar las calizas,

tras lo cual estaba listo para su transporte hacia AHV; allí se com-

pletaría el tratamiento con un secado para del mineral (Homobo-

no, 1994).

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196

Los lavaderos de mineral de hierro

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Fuentes y bibliografía

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