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LA GUERRA CIVIL EN MÁLAGA: SEIS HISTORIAS PARA NO OLVIDAR Francisco Miguel González López RESUMEN En el presente artículo vamos a describir el impacto del golpe de estado del 18 de julio de 1936 a través de varios personajes reales: un militar, un alcalde, un juez, un extranjero, un sindicalista y una joven menor de edad de clase humilde. El lector podrá examinar el conflicto desde la perspectiva de cada uno, vislumbrando, en tales casos, seis maneras distintas de observarla y vivirla. De este modo podremos resumir cuál fue la brecha que se abrió en la convivencia española tras los aciagos acontecimientos. LA TARDE DEL 18 DE JULIO Nadie se percató de que aquel sábado, 18 de julio, la Historia de España iba a cambiar para siempre. Un sector del ejército se sublevó contra la República insertándole una terrible estocada que acabaría con los sueños de muchos demócratas. La chispa se encendió en Melilla y, seguidamente, la llama se propagó por todo el país como un incendio incontenible. Poco antes, sería el mes de julio, los militares comprometidos con la insurrección 1 habían recibido la visita de Queipo de Llano en el establecimiento La Alegría para acordar los preparativos. Bastaron dos reuniones para establecer que en cuanto el ejército se sublevara ellos tendrían que proclamar el estado de guerra y esperar a que las fuerzas marroquíes desembarcaran en el puerto, punto éste de vital importancia 1 Algunos de los oficiales que acudieron a la reunión fueron el General Francisco Patxot Madoz, los tenientes Francisco Ruiz Segalerva y Francisco Ramos Díaz de Vila, los capitanes Agustín Huelin Gómez y Julio Hernando Pedrosa (enlace con Sevilla) y el capitán Navarro y el Teniente Treviño y Espejo de la Guardia de Asalto. 1

La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

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LA GUERRA CIVIL EN MÁLAGA:

SEIS HISTORIAS PARA NO OLVIDAR

Francisco Miguel González López

RESUMEN

En el presente artículo vamos a describir el impacto del golpe de estado del 18 de julio de 1936 a través de varios personajes reales: un militar, un alcalde, un juez, un extranjero, un sindicalista y una joven menor de edad de clase humilde. El lector podrá examinar el conflicto desde la perspectiva de cada uno, vislumbrando, en tales casos, seis maneras distintas de observarla y vivirla. De este modo podremos resumir cuál fue la brecha que se abrió en la convivencia española tras los aciagos acontecimientos.

LA TARDE DEL 18 DE JULIO

Nadie se percató de que aquel sábado, 18 de julio, la Historia de España iba a

cambiar para siempre. Un sector del ejército se sublevó contra la República insertándole

una terrible estocada que acabaría con los sueños de muchos demócratas. La chispa se

encendió en Melilla y, seguidamente, la llama se propagó por todo el país como un

incendio incontenible.

Poco antes, sería el mes de julio, los militares comprometidos con la

insurrección1 habían recibido la visita de Queipo de Llano en el establecimiento La

Alegría para acordar los preparativos. Bastaron dos reuniones para establecer que en

cuanto el ejército se sublevara ellos tendrían que proclamar el estado de guerra y esperar

a que las fuerzas marroquíes desembarcaran en el puerto, punto éste de vital importancia

1 Algunos de los oficiales que acudieron a la reunión fueron el General Francisco Patxot Madoz, los tenientes Francisco Ruiz Segalerva y Francisco Ramos Díaz de Vila, los capitanes Agustín Huelin Gómez y Julio Hernando Pedrosa (enlace con Sevilla) y el capitán Navarro y el Teniente Treviño y Espejo de la Guardia de Asalto.

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estratégica. En cambio, desde el principio hubo ciertos titubeos entre los propios

conspiradores.

No cabía duda de que el golpe había sido preparado meses antes por la pluma de

un “Director”, el General Mola, con terribles propósitos. Aunque en un principio no

hubo directrices de futuro, pues no se sabía con claridad cuál sería el desencadenante de

esta acción sediciosa, a posteriori el golpe acarrearía una cruenta guerra civil que

duraría tres largos años.

A primera hora de la mañana el Gobierno Civil recibe la nefasta noticia de que el

Ejército se ha sublevado. Al no haberse producido en la Península, a la mayoría se le

antoja como un intento de sublevación más, de esos que se habían repetido décadas

atrás tantas veces, en cuyo caso, y contando con el aliciente de haberse producido

relativamente lejos del país, el Gobierno lo aplastaría rápidamente.

De todas formas, tanto ediles como funcionarios se mantuvieron expectantes y

se tomaron medidas de emergencias movilizando a la Guardia de Asalto justo delante

del edificio de la Aduana, puesto que todavía no se había solucionado la huelga general

que llevaba ya más de un mes paralizando la ciudad y temían que la noticia provocara

incidencias de las que pudieran arrepentirse. Varios de los oficiales que habían

participado en las reuniones conspirativas alertaron a las autoridades políticas del

peligro de un posible alzamiento aquí y, de rebote, los sindicatos y partidos de

izquierdas recibieron también la nueva con bastante pesar. La movilización fue casi

instantánea.

Francisco Toré Ruiz, de profesión albañil, tenía 22 años y estaba asociado a la

UGT.: “al producirse el Movimiento en Málaga el declarante al igual que todos los

afiliados a dicha sindical (…) se presentaron en los sindicatos respectivos para

ofrecerse, haciéndolo él en el de la UGT donde algunos de dichos afiliados los dotaron

de armas largas y cortas, cuyas armas las traían también del Gobierno Civil”2. Estas

armas provenían de los contactos con la Guardia de Asalto y civiles sindicalistas, según

referencia Ramos Hitos3.

2 Causa nº 5942/1940. Juzgado Militar nº 13 de Málaga. Proceso contra Francisco Toré Ruiz. Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga. 3 Según consta en varias declaraciones de militares conforme a la Causa 93/1936 contra el General Patxot y otros. En RAMOS HITOS, JUAN A.: Guerra Civil en Málaga. 1936-1937. Revisión histórica. Algazara. Málaga, 2003. pags 87-88

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Edward Norton, diplomático americano, caminaba con su mujer por el centro

ignorando por completo la tormenta que se estaba avecinando: “Las calles estaban

tranquilas cuando Nell y yo bajamos en coche al centro de la ciudad la mañana del 18

de julio. Algunos huelguistas habían vuelto al trabajo, había una fila de taxis en la

Alameda y funcionaban los tranvías. Alrededor de la gran estructura que era a la vez

aduana, jefatura de policía, cárcel y sede del Gobierno Civil, estaban apostadas

secciones de la Guardia de Asalto mientras otros entraban y salían por la amplia

entrada a toda prisa. No había nada anormal en un poco de actividad policial, por lo

que no sospechamos nada. Las tiendas estaban abiertas y las amas de casa

abarrotaban los mercados. Los periódicos matutinos no nos ofrecían ninguna noticia.

La censura era estricta, durante semanas no nos habían dado más que noticias falsas

sobre España.

A eso de las once en el mercado, oímos rumores de un sublevación militar en el

norte de África, donde las tropas de una serie de plazas, al mando de no se sabía qué

general, se habían alzado contra el Gobierno. Nadie sabía nada en realidad. De vuelta

a casa, parecía haber mayor actividad en los alrededores de la Aduana, donde grupos

de trabajadores estaban discutiendo con los guardias de Asalto. No le dimos ninguna

importancia”4.

Este ilustre burgués de ideas conservadoras se hospedaba en el Limonar, en una

villa llamada Los Pinos, vecino de numerosas familias de los círculos más altos de la

sociedad malagueña. Nada le hizo sospechar que aquel día se abriría la caja de Pandora.

Mientras, en el cuartel de Capuchinos, siendo las 5 de la tarde, se forma la

compañía (3ª del 1º) reforzada con cuotas de voluntarios. Se les dota de munición al

mismo tiempo que los soldados son arengados:

- Por orden de la Superioridad, vamos a proclamar en Málaga el estado de guerra

¡Viva España! ¡Viva la República! ¡Comportaros como patriotas!

Fueron horas confusas en toda España. Fracciones del ejército se rebelaban en

las grandes ciudades al grito de viva la República, para luego borrar de un plumazo todo

4 NORTON, EDWARD: Muerte en Málaga. Testimonios de un americano sobre la guerra civil española. Publicaciones de la Universidad de Málaga. 2004. pag 103

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aquello que fuese republicano y oliera a Democracia. La mayoría de los soldados

malagueños obedecerían las órdenes, como buenos reclutas, cumpliéndolas sin rechistar

de no ser por el entramado conspirativo que resultaba de los oficiales insurrectos que, a

lo sumo, se les antojaba fortuito.

Sobre las cinco y media la compañía, al mando del capitán Huelin, sale del

Cuartel de Capuchinos seguida por la banda de música al son de la marcha

“Voluntarios”. Era la misma imagen que un pronunciamiento al estilo decimonónico. Se

dirigirían al centro neurálgico de la ciudad para proclamar el estado de guerra y

controlar puntos estratégicos (Aduana, Telégrafos, Ayuntamiento, Telefónica). Hasta

aquí el aspecto corriente de la operación.

Mientras la tropa marchaba los transeúntes los observaban con incredulidad.

Algunos se aventuraban a pensar que se dirigían al puerto para embarcarse rumbo a

Marruecos con la finalidad de sofocar el alzamiento. Por eso el gentío alzaba los puños

y se dieron vivas al Frente Popular y a la República. Sin embargo, los soldados no

respondieron a tales insinuaciones, por lo que comenzaron a sospechar de sus

intenciones.

Esa misma mañana, falangistas y juventudes de Acción Católica acordaron

conjuntamente auxiliar el golpe y se organizaron en tomar posiciones junto a la Casa del

Pueblo, por si al paso de la compañía se encontraban con resistencia obrera. Sin

embargo, se echaron atrás en el último momento.

Josefa Jiménez Arjona tenía 14 años. Vivía en la calle Jaboneros y desde allí iba

todas las tardes con su madre a darse un baño en la playa del Faro. Aquella tarde del 18

de julio recuerda que “llegando al edificio de la Aduana estaba la Guardia de Asalto,

vestidos de gris, y frente a ella una hilera de caballos de la Guardia Civil. Entonces,

escuché decir a uno de los guardias de Asalto señalando a los de enfrente - ¿Qué

estarán tramando los canallas estos? -. Mi madre, al ver este plan, me dijo que hoy nos

íbamos a dar un bañito ligerito. Una vez en la playa, comenzó a pasar un avión. Y

luego otro, y así varias veces. - Esto ya me mosquea a mi -, dijo mi madre.

Entonces, llegando a la Plaza de la Constitución se formó un tiroteo porque uno

que trabajaban en el Tranvía gritó ¡Viva la República!. Mi madre y yo en medio de los

tiros corrimos hacia el Pasaje de Marmolejos y nos metimos en un portal para

protegernos de las balas. Estuvimos así un tiempo hasta que la cosa pareció más

calmada. Salimos y cogimos el puente para ir al Barrio de la Trinidad. Pasando el

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puente se formó otro tiroteo. Por la calle Trinidad, otro tiroteo. Hasta que ya llegamos

a la casa. Desde la ventana escuchábamos los tiros. Entonces, cesó y Málaga quedó

bajo la República”5.

Como si atravesaran un escenario poco habitual, Josefa había presenciado en

pocos minutos el comienzo de un drama. Fue un instante crítico, el preciso momento en

el que las pistolas comenzaron a hablar.

Cuando llegaron a la Plaza de la Marina, la Compañía rebelde fue recibida a

tiros por los Guardias de Asalto y militantes izquierdistas armados, los cuales se

atrincheraban en el edificio de la Aduana, sede del Gobierno Civil. Las fuerzas de

Huelin retrocedieron y, manteniendo posiciones, contestaron al fuego durante varias

horas. Al mismo tiempo, otra sección se encargó de tomar el edificio de la Telefónica y

controlar las principales calles céntricas, mientras 26 unidades a caballo de la Guardia

Civil se pusieron del lado de los insurrectos. Los que se encontraban parapetados en la

Telefónica llamaron a todos los cuarteles de la Guardia Civil que se encontraban en la

provincia informándoles de que el estado de guerra había sido proclamado.

Luís Ramos Díaz de Vila, teniente de Carabineros, tenía conocimiento sobre la

insurrección antes de producirse gracias a su hermano Francisco, nexo entre los

conspiradores y Sevilla. Como la fecha en el que se estimaba dar el golpe se había

adelantado tras el asesinato de Calvo Sotelo, a muchos militares aquello les pilló de

sopetón. Luís, vestido de paisano, enseguida “se incorporó a las fuerzas sublevadas

cooperando a tomar la Telefónica, marchándose después de haber dejado allí una

sección con un sargento”. Momentos después, “el capitán Huelin le encomendó

recogiera su sección y esperara las órdenes del Teniente Coronel de su Comandancia,

marchando entre un diluvio de disparos por el puerto hasta llegar al primer puesto de

la sección, que estaba como a unos cuantos kilómetros de Málaga”6.

Al mismo tiempo, el alcalde de Málaga, Eugenio Entrambasaguas Caracuel, se

hallaba congregado en el Ayuntamiento con la Junta de Festejos. Estaban examinando

5 Entrevista realizada en enero del año 2006. 6 Declaración de Luís Ramos Díaz de Vila, en la Causa 32/1937, Juzgado nº 15 de Málaga. Proceso contra el mismo. Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga.

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los proyectos de iluminación de la feria de agosto cuando “sintió tumulto y ruido de

disparos en la calle, informándole la Guardia Municipal y elementos del Cuerpo de

Bomberos, que eran debidos a un movimiento militar y que estaban declarando el

estado de guerra”. En seguida un gran número de personas que se encontraban en el

Parque y huían del fuego pidieron asilo en el edifico, a lo que el alcalde accedió. A

continuación, “ordenó quedaran cerradas las puertas de la Casa Consistorial y también

ordenó a todas las fuerzas municipales y personal que se encontraba en la casa no

hicieran fuego ni resistencia, disposición que quedó cumplida durante toda la noche”7.

Eugenio, político moderado de Unión Republicana, parecía estar resguardado en

un caparazón de tortuga. Sin embargo, ignorando lo que se iba a despertar a causa de la

intentona facciosa, pronto vería con sus propios ojos el horror que le acechaba.

Corporación del Ayuntamiento de Málaga. Febrero de 1936. Eugenio Entrambasaguas Caracuel en

el centro con la vara de mando.

7 Declaración del procesado Causa 7/1937, Juzgado Militar nº 15 de Málaga. Proceso contra Eugenio Entrambasaguas Caracuel. Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga.

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El choque amainó al asomarse la noche. Rotas las esperanzas de un desembarco

de tropas norteafricanas, el General Patxot, líder de la insurrección en esta Plaza, se vio

en un callejón sin salida aunque no renunciaba en su empeño. Ordenó que la Aduana

fuera cañoneada hasta su rendición pero los oficiales Huelin y Segalerva se negaron a

obedecer las órdenes y se retiraron de la escena. Sería la una de la madrugada cuando la

soldadesca desertaba en masa y los guardias civiles se unían a los republicanos con las

manos en alto. El movimiento subversivo agonizó y llegó a su fin.

Edificio de la Aduana el 19 de julio de 1936

Esa noche calle Larios ardió por sus cuatro costados, cuyas columnas de fuego y

humo preconizaban la “voluntad del pueblo” que en los días sucesivos dejaría su primer

estigma de sed vengativa. Desde el 19 hasta el 22 de julio se desató el caso en la ciudad.

Numerosas personas tachadas de fascistas fueron asesinadas a sangre fría. En el lote

entraron militares, empresarios, propietarios, políticos, farmacéuticos, comerciantes,

jóvenes falangistas, abogados, médicos, etc. Esto fue el principio.

El golpe paralizó todos los mecanismos de coacción del orden público y se abrió,

por así decirlo, un proceso de atomización de estos poderes, mientras que el ejército y

las Guardia Civil permanecían acuarteladas. Poco después se organizan las milicias del

pueblo, quienes se encargaran de la depuración política contra el aparato castrense.

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Guardias civiles, militares, carabineros y guardias de asalto serán fusilados en las

primeras semanas como consecuencia de la desconfianza que se había generado contra

ellos ya que el narcótico de la subversión los había salpicado directa o indirectamente.

El 22 de julio se restablece la normalidad. Aunque ya nada sería igual. Se abren

las tornas de la Revolución y, con ello, un nuevo período en la Historia de Málaga.

Josefa Jiménez, Edward Norton, Francisco Toré, Eugenio Entrambasaguas y

Luís Ramos serán engullidos por toda una serie de contextos nuevos que afectarán a sus

vidas. Sufrirán el acoso y las miserias del hombre; pero también vivirán con euforia

cada instante del acontecer.

EDWARD NORTON

El pueblo se alzó en armas. Una vez que el Gobierno Giral determinó repartir

armamento a las agrupaciones obreras, se resquebrajó el orden existente. En su lugar se

abriría un proceso revolucionario sin precedentes, sumamente profundo pero

improvisado. Se crearon comités de todo tipo: de empresa, de agricultura, de tranviarios,

de trabajo, de guerra, de abasto, de arte y cultura, de instituciones armadas, de bancos,

de milicias, de prensa, del Socorro Rojo.

La clase trabajadora rellenó el vacío de poder que se había producido,

construyendo un mundo nuevo sobre el anterior pues consideraban que tenían una

oportunidad histórica de derrocar al capitalismo. Aunque, para ser sinceros, el

proletariado se encontraba tan dividido y tan falto de preparación técnica con que

enfrentarse a la nueva realidad que sucumbió poco a poco en conflictos intestinos que

nada beneficiaron a la “Revolución Social” que aclamaban con tono eufórico.

Edward Norton era el presidente de una importante empresa de Málaga, Bevan

S.A., exportadora de almendras. Poco después de estallar el conflicto, el 22 de agosto de

1936, y con el objeto de vigilar el capital empresarial previniendo posibles fugas, todas

las empresas malagueñas habrían de estar sujetas a un Comité de Control provincial.

Esto significaba que, al menos, su empresa no sería incautada.

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Entre las disposiciones de la ley de control Edward explica: “leímos la circular

con gran atención y ciertamente íbamos a estar “coordinados” de una forma ridícula y

descabellada. En primer lugar, ningún particular podía tener en su posesión más de

300 pesetas, unos treinta dólares. Todos los depósitos y retiradas de fondos de los

bancos tenían que ser aprobados por el comité. Se iban a establecer niveles de precios

para los artículos. Se investigaría el volumen de producción, que debía mantenerse en

los niveles prerrevolucionarios. Teníamos que enviar al comité una relación semanal

de las ventas y cobros de todo tipo, otra de los fondos depositados en los bancos, otra

de las compras, así como un estado de las existencias. No se podía hacer ningún pago –

ni siquiera para la compra de artículos destinados a la exportación – sin la

autorización del comité que controlaba los artículos en cuestión. No se podía exportar

nada sin la autorización de un comité de exportaciones”8.

Por orden del Comité de Control se eligieron “delegados” quienes supervisarían

directamente las actividades de las empresas. Por encima de estas figuras estaba el

comité, así que muchos empresarios cedieron la potestad de sus sociedades, cuya

política eran continuamente inspeccionada por este personaje y, a lo sumo, cualquier

asunto podía ser aprobado o no. Los delegados no tenían formación técnica en la

mayoría de las veces, como así le ocurrió a Edward, quien tuvo que admitir

obligatoriamente a un telegrafista de barcos con un sueldo impuesto por el propio

comité. Este individuo dejó de asistir a la empresa poco después porque se enroló en un

batallón de milicias.

Málaga tenía como punto fuerte la exportación de pasas, naranjas, higos,

limones, almendras o vino. Estos productos salían a diario del puerto en dirección a

Inglaterra u otros importantes países europeos.

Mientras pasaban los días, la situación se volvía cada vez más embrollada. No

existía consenso entre los partidos políticos y asociaciones obreras en llevar a cabo una

línea común para el comercio regional. Edward nos cuenta: “Hoy han incautado la

Cámara de Comercio (…) la reunión en la Cámara de Comercio fue bastante

lamentable. Convocados para discutir las formas y los medios de mantener la

producción industrial y continuar las actividades exportadoras, ninguno de los

8<<Muerte en Málaga>>, ob cit. Pags 199-200

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miembros del nuevo comité sabían qué decir ni que hacer (…) No obstante, a nuestra

empresa se la ha tratado bien, no nos molestan mucho. Me las he arreglado para

conseguir buenos créditos del Banco Hispano-Americano, y mientras el banco siga

teniendo fondos, podemos seguir comprando existencias. Pero si se cortan las

comunicaciones por ferrocarril con Madrid, las reservas de efectivos se agotarán y no

se podrán recibir envíos”9.

La situación por la que atravesaban los pequeños empresarios tampoco les fue

muy favorable. Se les presionó tanto que fueron literalmente “desplumados”.

Soportando, de este modo, la carga de la “revolución” mediante la exigencia de

donativos para el suministro de los soldados del frente, para los sueldos de las milicias,

para los hospitales de sangre, para los huérfanos de los bombardeos fascistas, para los

refugiados, para la compra de ropa, armas o avituallamiento, para el pago atrasado de

jornales, etc. Ni que decir tiene que se trataban de “impuestos revolucionarios” que

muchos pagaban de mala gana; y si se negaban a entregar el dinero, eran acusados de

“fascistas”, por lo que temían que una noche cualquiera fueran sacados de sus casas y

asesinados.

FRANCISCO TORÉ RUIZ

Aquí entramos en otra materia. Para las cuestiones de orden público, se creó el

Comité de Salud Pública. Porque “Salud”, según muchos extremistas, era lo que faltaba

en Málaga y, con miras de sanar la sociedad, se llevaron a cabo entre agosto y

septiembre una purga sistemática de índole clasista. Tenían que extirpar todo lo que se

relacionara con el enemigo fascista en cuyo saco entraron banqueros, redactores de

periódicos conservadores, ex concejales del bloque nacional, médicos, sacerdotes,

empleados, ingenieros, abogados, comerciales, catedráticos y algún que otro marqués de

rancio abolengo. Exclusivamente todos los que tuvieran en su poder un buen capital o

pertenecieran a la clase burguesa podrían ver peligrar sus vidas. Tener corbata, lucir un

coche Mercedes-Benz o portar un sobrero de copa eran símbolos de prestigio y, por lo

tanto, susceptibles de ser acusados como “traidores” a la República. La clase trabajadora,

9 <<Muerte en Málaga>>. Ob cit, pag 205.

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empapada del narcótico revolucionario, vituperaba que caería sobre los ricos “la Justicia

Histórica”, al mismo tiempo que numerosos trabajadores saldaban antiguas rencillas con

sus patronos o expoliaban sus inmuebles.

Por otro lado, las patrullas de milicianos sembraron el terror por doquier. Al

llegar la noche, iban de aquí para allá registrando domicilios, deteniendo a sospechosos

o dándoles “el paseo”: sistema expeditivo con el que limpiaban la ciudad de elementos

“contrarios al régimen”.

Se organizaban en grupos mixtos de cinco o seis miembros de dispar

procedencia política. A Francisco Toré Ruiz le dieron un viejo mosquetón y cincuenta

cartuchos, “siendo destinado por la UGT para formar parte de la patrulla número

nueve que mandaba un Guardia de Seguridad apellidado Navarro”10. Junto a él habían

dos milicianos de la CNT, Antonio García Jiménez y José Torres, un chofer ugetista

apellidado Castro y un Guardia Civil; numerosos de ellos eran sujetos sin escrúpulos y

delincuentes en libertad por haberse vaciado las cárceles en los días caóticos que

siguieron a la intentona golpista.

Las patrullas se encontraban al servicio de la Comisaría, central del Comité de

Salud Pública, desde donde se despachaban las denuncias de los ciudadanos.

Francisco Toré recuerda que “detuvieron al Director del Banco Central con

domicilio en el mismo Banco, entregándolo en la Comisaría por tener en su domicilio

una pistola; a un señor que vivía en la calle Carretería, ignorando como se llamaba; a

don Manuel Esteves, propietario de un Hotel sito en la calle de Larios; a un Guardia

Municipal retirado que vivía por el Camino de la Estación; a don Fernando Clemente

Galiano, que tenía su residencia en la calle de Garzón Escribano nº seis. Efectuaron

registros entre otros que recuerde uno en la calle de Pozos Dulces, en casa de una

señora que tenía dos monjas escondidas; otro en el Camino de Churriana, de donde se

llevaron una máquina de escribir; otro en una casa en el Campo de la Victoria, de

donde se llevaron papeles de valores del Estado; otro en la Posada de la calle de

Camas, titulada La Corona, por cierto que iban en busca de un señor que estaba

escondido y no le detuvieron por tener los papeles personales en regla; otro en una

casa y tienda de la calle de Aceitería, este establecimiento era de ropas, creyendo que

10 Declaración de Francisco Toré Ruiz en la Causa nº 5942/1940. Juzgado Militar nº 13 de Málaga. Citado anteriormente

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el dueño se apellidaba Robledo, de donde se llevaron una cantidad grande de ropas

confeccionadas y que parte de ellas las entregó el dueño voluntariamente; otro en la

casa de un Guardia Municipal de caballería que vivía en la Cruz de Humilladero y otro

en un convento de monjas en la Goleta, por cierto que aún se encontraban éstas en el

mismo”.

Como vemos, toda una relación de “elementos desafectos”, atrapados en la

maraña revolucionaria, fueron registrados o detenidos. Portar un arma, esconder a un

cura o no tener “los papeles en regla” constituían bastantes motivos para que te llevasen

detenido. A veces, poseer el carnet de algún sindicato le otorgaba al acusado una

garantía de supervivencia. Numerosos perseguidos de muerte se afiliaron a la CNT o a

la UGT para poder, de este modo, salvaguardar sus vidas, pese a que muchos de ellos

tuvieron que pagar dinero a través de chantaje.

Cuando caía la noche, ningún burgués estaba seguro de ver de nuevo el próximo

día. Entonces, al alba las aceras y los callejones se sembraban de cadáveres. Los

chiquillos correteaban de un lado a otro topándose con los cuerpos sin vida, mientras

inocentemente se mofaban de ellos.

Josefa Jiménez, mezclada entre el gentío que solía curiosear, presenció actos

horripilantes: “yo había visto como los milicianos sacaban a gente de sus casas y lo

fusilaban en cualquier lado. Acompañada de mi amiga oíamos decir - ahí han matado

a uno -, y nos acercábamos y veíamos como le hacían perrerías a los cadáveres, le

ponían un pimiento en la boca y cosas que no deberían de hacerse. Y vi yo cerca de mi

casa, en una explanada que había una huerta, quemar a una madre y a un hijo, y veía

que de las piernas le chorreaba la pringue y un peste que no veas. Era un niño ya

mayor que decían que era fascista. A eso tampoco hay derecho”, se queja Josefa con el

rostro horrorizado por los recuerdos, “porque entre medio de los partidos había gente

mala y ya pagaron todos justos por pecadores”.

La chiquilla vislumbró otras horripilantes escenas: “Y vimos a un cura también

por donde está la Rosaleda, y un caballo lo pisoteó, alegrándose el que lo montaba. Mi

hermano que era más chico, ése se escabullía y corría de un lado a otro y lo veía todo.

“Que llevan ahí a un fascista” y corría detrás”.

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No tenían ningún tipo de decoro en dejar los cadáveres a la intemperie. Mataban

en cualquier esquina, en cualquier lugar y, en ocasiones, la multitud formada por niños,

jóvenes y mujeres presenciaba el acto como si se tratara de una obra de teatro.

Especial virulencia adquirió la represión contra el estamento eclesiástico. Los

días que siguieron al 18 de julio se caracterizaron por la quema iconoclasta y el despojo

de casi todas las iglesias de Málaga. Los templos habían estado custodiando en sus

hornacinas un patrimonio artístico centenario que acabó pasto de la “llama de la

revolución”.

Josefa, acompañada de una prima suya, iba a ver “quemar los conventos, porque

aquello parecía algo insólito. Llevaban a la virgen ahí en un coche con un huevo que

le metían en el ojo. Me acuerdo de un convento que quemaron cerca del campo de

fútbol. Iba las gentes entrando y se llevaban trapos, sábanas, ropa y máquinas incluso.

Entonces, cogí un bolillo de lana y por el camino iba con mi prima haciendo una bola,

mientras nos corrimos todos los conventos. Vimos como dejaban en la puerta de los

conventos a niños muertos y decía la gente “¡digo, la poca vergüenza de las monjas

que tienen hijos con los curas y los entierran en los conventos!”. A los pocos días

sacaron una ley que pedía la devolución de lo que las masas habían sustraído y, a

media noche de un día, los portales de las casas se llenaron de cosas que tuvieron que

entregar a las milicias”.

A su vez, cualquier católico que hiciera ostentación de fe podía ser perseguido,

en un momento en que manifestar las creencias equivalía acabar en la cárcel o ser

asesinado. Como así asesinaron a unos 200 eclesiásticos que ejercían en la provincia,

únicamente por el mero hecho de ser sacerdotes, párrocos o novicios. Ni siquiera estaba

permitido alojar a monjas en casas ajenas, quienes después de ser obligadas a abandonar

su pacífico modo de vida, sufrieron penalidades por encontrar asilo.

A veces, el monstruo de la “justicia popular” adquiría el rostro de las masas.

Aparecía cuando los aviones nacionales sobrevolaban el cielo malagueño y descargaban

sus nefastos obuses produciendo bajas civiles. Entonces, grupos de incontrolados,

hipnotizados por una especie de catarsis colectiva, asaltaban las cárceles, que por

entonces estaban abarrotadas de individuos de “dudosa conducta” y los pasaban por la

armas. Hubo varias sacas. Una el 22 de agosto, con 48 víctimas; otra el 30 de agosto,

con 59 muertes. En el mes de septiembre se produjeron tres terroríficas sacas que

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dejaron la cifra de 180 asesinados. Un total de 287 represaliados a consecuencia de los

bombardeos; la mayoría de ellos elegidos al azar por la resentida muchedumbre.

Cualquier encuentro con la aviación nacional hacía brotar la indignación de los

milicianos, en el que a veces se rozaba la psicosis. Un día en el que aviones rebeldes

volvieron hacer acto de presencia, Francisco Toré Ruiz y su patrulla fueron alertados

por los viandantes de que en la calle Alameda, al lado de las oficinas de la Eléctrica

Malagueña, se habían escuchado disparos. El grupo entró en el edificio con los ánimos

efervescentes. Al llegar a los pisos intermedios, entraron en un domicilio y vieron a un

inquilino que, aterrorizado, corría hacia el balcón. Navarro, el jefe de la patrulla, salió

tras él y, cogiéndolo por las piernas, lo tiró por el balcón estrellándose contra el suelo.

Aquel día, otra señora corrió la misma suerte a manos de histéricos milicianos en las

inmediaciones del Puente de Tetuán.

Si bien era cierto que en Málaga se extendió una verdadera obsesión

materializada en la búsqueda de francotiradores y espías, los cuales pretendían sembrar

el caos. Ante estas provocaciones, infundadas mayormente, las milicias respondían con

incontrolable furia. Otro día, por ejemplo, que escucharon disparos en un edificio de la

Plaza de Arriola, sustrajeron cubos de gasolina de un surtidor cercano y prendieron

fuego al piso donde creían esconderse los tiradores.

EUGENIO ESTRAMBASAGUAS CARACUEL

Pero en medio de esta marea de terror se destacaron personajes que lucharon por

salvar tantas vidas como les fue posible. Se trataron de autoridades políticas con un

poco de mano en el asunto, como el alcalde de Málaga Eugenio Entrambasaguas

Caracuel, los cuales tendieron el brazo en la medida de sus posibilidades expidiendo

salvoconductos y ayudaron a sacar de la ciudad a numerosas familias conservadoras

perseguidas. El edil protegió a infinidad de funcionarios que fueron depurados por la

Junta de Depuración del Personal Administrativo, así como a familias enteras que

requerían de su ayuda con el objetivo de embarcarlos en el primer navío que saliera

rumbo a Gibraltar. Incluso los escondía en su propia casa.

El mismo alcalde de Málaga exlpica: “A los pocos días (de la sublevación)

detuvieron al secretario de la Corporación don Pedro Gorgolas y Urdampilleta, al

14

Page 15: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Contador don José Berrocal y Dörrl, a los que consiguió ponerlos en libertad, o mejor

dicho que quedase bajo su custodia en el Municipio, medida que adoptó con el único

deseo de salvarles las vidas ya que estaban perseguidos y amenazados de muerte,

pudiendo tras muchos esfuerzos conseguir salir de Málaga, como así mismo pudo

también conseguir sacar de Málaga al Sr. Miguel López Pelegrin y Belza y a don

Antonio Rosado Sánchez Pastor (…) Recuerdo que cuando ocurrió el derrumbamiento

de la casa de Masó, se personó inmediatamente en ella prestando toda clase de

asistencia a los heridos, y llevándose incluso a su domicilio a Don José Masó Roura

que estaba también perseguido y amenazado de muerte”11.

Y esto no era todo. Veló por José Mensayas, Capitán de infantería; Eduardo

Vargas y el señor Ojeda, dueños de la fábrica de ceras en el cobertizo de Los Martínez;

Leopoldo Werner, Miguel Olmedo, Román Casares, Carlos García García y Antonio

García Morales, sacerdote éste último de la Goleta; Bernabé Fiestas, jefe de Laboratorio

Municipal; y otros más que no llegó a recordar cuando fue procesado más tarde por los

franquistas. Eugenio Entrambasaguas se prestó claramente en contra de la violencia y,

muy a su pesar, sufrió continuas intimidaciones por parte de otros cabecillas debido a su

benevolencia. Estas amenazas no le impidieron actuar aún poniendo en peligro su

propia vida.

Eugenio Entrambasaguas Caracuel. De joven.

11 Declaración del Alcalde de Málaga, procesado Causa 7/1937, Juzgado Militar nº 15 de Málaga. Proceso contra Eugenio Entrambasaguas Caracuel. Citado anteriormente.

15

Page 16: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Un día, a finales de octubre, Entrambasaguas hizo llamar a Edward Norton. Lo

recibió en su despacho, antes antiguo salón de plenos del Ayuntamiento. Su rostro

demacrado denotaba agotamiento. El alcalde de Málaga le suplicó ayuda para él y su

familia. Le dijo que Málaga estaba destinada a caer en manos de Franco pues el

panorama político aquí se desintegraba por momentos.

Norton le contestó de forma cordial, ofreciéndole la posibilidad de embarcar en

un barco británico rumbo a Valencia o a Gibraltar. El alcalde declinó tal proposición,

pues su intención era ocultarse en la casa del americano cuando las tropas nacionales

entraran y esperar a que amigos influyentes respondieran por él. No obstante, no quiso

inmiscuirse, ya que “como extranjero, no me atrevía a comprometer mi futuro

refugiando a uno de los altos cargos del Gobierno rojo en mi casa”, pese a que “el

alcalde no era del todo rojo pero, como muchos otros, se había encontrado atrapado en

la trampa de la revolución”12.

FRANCISCO BERMÚDEZ DEL RÍO

Ante la espiral de violencia, se implantaron métodos para intentar canalizar la

represión y, por tanto, reducir el número de víctimas; iniciativas que no gozaron los de

la zona nacional. Madrid creó los Tribunales Especiales poco después de las sacas de la

Cárcel Modelo, con un carácter de indudable humanismo ante las atrocidades que se

cometían a diario. Desde la capital de la República comprendían que, a causa del

desplome de las instituciones gubernativas, la idea de centralizar de nuevo el poder no

era tarea ni mucho menos fácil. Sobre todo porque existían un gran número de ciudades

que continuaban amparándose en ese estado de “independencia”, dividido el poder en

cientos de comités sin cohesión alguna. En lo referente al orden público con más razón,

pues cuando antaño las fuerzas del orden (guardias civiles, de Asalto o municipales)

personificaban el armazón de la estabilidad social (en los primeros meses de guerra

puestos en tela de juicio) se enfrentaban a otras fuerzas armadas, sin duda más

numerosas, aunque menos disciplinadas: las milicias de agrupaciones políticas y

sindicatos.

12 <<Muerte en Málaga>> ob cit pag 248

16

Page 17: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Esta atomización de los modos de emplear la “Salud Pública” conllevó que nada

ni nadie (ni siquiera las autoridades más moderadas) estuvieran sujetos a los derechos

inherentes del orden; y la vida, entonces, comenzó a valer más bien poco, como así

sucedió. Si las antiguas fuerzas del orden se hubieran enfrentado a los grupos milicianos,

habría estallado un “enfrentamiento civil dentro de la guerra civil” (como ocurrió más

tarde en Barcelona cuando los comunistas, para aglutinar el poder, iniciaron la caza de

los dirigentes del POUM al que se unieron sectores anarquistas). En esos primeros

meses, disuelto el ejército por resolución del Gobierno y envueltas las instituciones del

Orden en una cruenta depuración política, Málaga se hallaba a merced de las milicias.

Francisco Bermúdez del Río ejercía como Juez de 1ª Instancia de Vélez-

Málaga desde el mes de abril de 1933. El estallido de la guerra le sorprende en esta

ciudad, pero poco después, el 28 de agosto del 36, fue recomendado, a petición del

Comité de Enlace y del Comité del Colegio de Abogados, para formar parte como vocal

del “Tribunal Popular”13, ya que necesitaban Jueces de carrera con los que formar la

sección de derecho para los delitos de “rebelión” y “sedición”. Por lo tanto tuvo que

marcharse urgentemente a la capital. Poco después, se entrevistó con el presidente de la

Audiencia malagueña, Mariano Avilés Zapatero, el cual le aconsejó que ni por asomo

rechazara el puesto pues, al hacerlo, lo considerarían “faccioso” y pondría en peligro su

vida.

Así pues, el domingo 6 de septiembre se forma el Tribunal Especial de Málaga,

según decreto del 28 de agosto procedente del Ministerio de Justicia de Madrid. Queda

constituida por los siguientes funcionarios de Derecho: Atilano Lorente González

(presidente), Felipe Varea Viniegras y Francisco Bermúdez del Río (vocales). El

primero, magistrado de la Audiencia y el segundo vicesecretario del mismo.

Primeramente se llevaron a cabo gestiones que repercutían en la misma

seguridad de los presos de la cárcel. Con objeto de frenar las sacas los tres se

entrevistaron con el Gobernador Civil y el Comandante Militar de la Plaza. Le instaron

a que reforzasen la vigilancia de la prisión. Pero sólo consiguieron que el Comandante

Militar les contestase que “únicamente en el caso de que los aeroplanos facciosos no

volviesen a presentarse sobre esta capital, era cuando podía garantizar que la Prisión

no sería asaltada, pues él no podía contener la indignación del pueblo”14. Semanas

13 Apelativo que las organizaciones del Frente Popular dieron a los Tribunales Especiales. 14 Declaración de Francisco Bermúdez del Río señalando la entrevista con ambas autoridades. Causa 10/1937, Juzgado Militar nº 17 de Málaga. Proceso contra Atilano Lorente González, Francisco

17

Page 18: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

más tarde, como las sacas continuaron, pudieron gestionar que los presos fueran

trasladados a dos “barcos-prisión” donde estarían más seguros de las masas. Éstos eran

el J.J. Sister y el Marqués de Chavarri.

Cuando el Tribunal comenzó a funcionar, Francisco Bermúdez del Río y sus

colegas hicieron un trabajo sobresaliente poniéndose de acuerdo en evitar la última pena

con todos los medios disponibles.

Francisco cuenta que “gran número de sumarios en los que se hacían a los

inculpados imputaciones graves, para impedir que se celebrase los juicios y recayesen,

por la imposición de la mayoría de los jurados, condenas a muerte capital, empleaban

el decreto de 25 de agosto en el que prevenía en su artículo 11 que el sumario debía

terminarse dentro de los 5 días siguientes a la primera diligencia; pero de acuerdo el

declarante con los jueces especiales D. Manuel Prieto Delgado y D. Francisco Javier

Ciezar, así como con los abogados fiscales del Tribunal mismo, y con el beneplácito del

Presidente Sr. Lorente, todos identificados en tal hábil como enérgica y humanitaria

labor, dilatábamos meses y más meses la instrucción sumarial, revocándose para

nuevas diligencias los autos de conclusión de sumarios graves, y así íbamos evitando

que llegasen a juicio oral”15.

No contento con esta labor, se les formó un comité de control, de tal modo que

las órdenes de libertad atenuada o cualquier mandamiento que atañera a los detenidos

debía ser aprobado a priori por el comité.

Cuando se celebraban juicios orales, muchos de los Jurados, formados por

representantes de los grupos políticos del Frente Popular16, asistían con las pistolas al

cinto y, bajo amenazas, exigían la pena de muerte. En caso de que los Jueces se

mostraran benevolentes con los acusados, ya se encargarían ellos de “pasearlos” por la

noche, como hicieron con el juez especial Sebastián Jáuregui Briales por “otorgar varias

libertades” y, por consiguiente, hacer una “tarea contrarrevolucionaria”.

Con todo, los jueces que formaban la cúpula del Tribunal hicieron una labor

constante de captación de Jurados y, gracias a sus esfuerzos, se dio el caso de que el

Bermúdez del Río y Felipe Barea Viniegras. Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga. 15 Declaración de Francisco Bermúdez del Río. Causa 10/1937. Citado anteriormente. 16 Los Jurados estaban representados por 2 comunistas, 2 de Izquierda Republicana, 2 socialistas, 2 de Unión Republicana, 2 sindicalista, 2 de la UGT, 2 de la CNT, 1 de las Juventudes Socialistas Unificadas y 1 de los Amigos de la U.R.S.S.

18

Page 19: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Tribunal Especial de Málaga fue el único en toda la España republicana que dictó un

solo caso de pena de muerte “por espionaje”.

En este juicio el acusado se llamaba Juan Ruiz Ramos, afiliado a la UGT, de

Villanueva del Trabuco. El Juicio se celebró el 14 de septiembre ante una nutrida

asistencia, “habiéndonos sido imposible salvarle la vida, pues el Tribunal de Derecho,

el Fiscal y el Defensor nos vimos rodeados por un público de asesinos que a toda costa

querían matar en el acto al acusado y amenazaban con darnos a todos la muerte en el

acto mismo, si no se imponía la triste expresada pena.

Bien puede atestiguar esto el abogado defensor D. Francisco Robles Echecopar,

a quien el jurado sindicalista Francisco Millán López lo amenazó con “darle el

paseo”; y sólo pudo conseguirse que al pobre reo no lo mataran al instante”17.

En resumen, desde el 6 de septiembre hasta el 31 de diciembre de 1936 se

incoaron 268 expediente de las cuales fueron 83 causas sobreseídas, 6 juicios orales

celebrados, 135 inhibiciones del tribunal, 9 declaraciones de extinción de

responsabilidad penal y 35 sumarios pendientes. De los 6 juicios orales, 1 pena de

muerte, 2 privaciones de libertad y 3 sobreseimientos libres. Del 1 de enero al 3 de

febrero de 1937 de los 12 expedientes incoados, 4 fueron juicios orales, 5 inhibiciones

y 2 autos de extinción de responsabilidad. En todos los juicios orales los inculpados

fueron absueltos. El Tribunal Especial fue suprimido con la entrada de los nacionales.

No obstante, el Comité de Salud Pública, que más tarde cambia el nombre por el

de Investigación, continuará funcionando paralelamente. Ambas instituciones, Tribunal

y Comité, representaron un arma de doble filo. Cuando el Tribunal absolvía a un

acusado, los milicianos lo esperaban pacientemente y su cuerpo aparecía sin vida varios

días después en cualquier acera, porque eran individuos “indebidamente” puestos en

libertad. El Tribunal representaba “la ley en un sentido justo y de técnica jurídica”

impuesto por el Gobierno, mientras que el Comité de Investigación encarnaba la “vox

populi” que estimaba limpiar la provincia de derechistas, aunque ni siquiera hubiesen

intervenido para nada en la sublevación militar. Así de crudas estaban las cosas.

17 Declaración de Francisco Bermúdez del Río. Causa 10/1937. Citado anteriormente.

19

Page 20: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

LUÍS RAMOS DÍAZ DE VILA

Luís Ramos Díaz de Vila, foto realizada en 1936 para el Batallón Noy de Sucre

Luís Ramos Díaz de Vila, teniente de Carabineros, conocía a la perfección la

situación de peligro en que se encontraba. Aunque milagrosamente no había sido

depurado en las primeras semanas, pese haber participado en el intento de rebelión,

ahora se enfrentaba con una denuncia del Comité de Enlace de Alora por el tiempo que

estuvo al mando de una sección de Carabineros en este pueblo. Fue acusado de estar “en

continuo contacto con todos los elementos de derechas y enemigos del régimen, sin que

en ninguna ocasión tuviera amistades con los verdaderos hombres de izquierda”18.

El Tribunal, sin pruebas fehacientes con que acusarlo de “sedición”, lo absuelve.

Por el contrario, seguían lloviéndole amenazas. Su hermano había sido fusilado el 18 de

agosto del 36 por rebelde y él parecía que iba a correr la misma suerte.

No encontrándose seguro en Málaga, ayudado por varios amigos militares y

falangistas que se habían “refugiado” en el Batallón Noy de Sucre para salvar sus vidas,

consiguió alistarse en el Regimiento ejerciendo de profesor de gimnasia. Él y sus

compañeros esperaban que el batallón se movilizara al frente, con cuya movilización

buscarían, pues, la menor oportunidad para pasarse a territorio nacional. En cambio, esta

fuerza nunca llegó a moverse hasta que el 8 de enero de 1937 se reorganiza la

Comandancia Militar, quedando el batallón encuadrado en Carabineros.

18 Declaración del alcalde de Alora, Ángel Cabello Mesa. En la Causa 32/1937. Citado anteriormente.

20

Page 21: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

El 21 de ese mes lo envían a Ojén al mando de una compañía. Aquí, sabiendo

que las tropas nacionales estaban a punto de caer sobre Málaga, pues escuchaba con

devoción Radio Sevilla y las charlas de Queipo de Llano, “fue tal el cúmulo de

impedimentos que presentó, que a los cinco días lo evacuaron para Málaga con toda la

fuerza, después de haberle quitado el mando”19 . Quizá, si la entrada de las tropas

franquistas se hubiese retrasado, habría sido juzgado por un Tribunal o por las armas de

las milicias, ya que esta vez no hubiera salido eximido ante las indudables sospechas

que recaían sobre él. Si bien consiguió salir ileso.

ÉXODO Y MUERTE

Las organizaciones del Frente Popular no se aclaraban con el modo de “hacer la

guerra”, mientras que los intentos, por parte de Largo Caballero, de cohesionar a las

milicias, aquí no surtieron efecto. Málaga se convirtió en un “cantón” independiente

sumido en el desorden militar y administrativo. El Gobierno incluso estaba dispuesto a

“sacrificarla”, he ahí la realidad tanto que se desentendió de ella.

En cuanto el ejército nacional concentrara los refuerzos necesarios, se lanzaría

sobre la provincia sin perder un minuto. Desde el comienzo de la guerra el avance había

sido lento, conquistando pueblo tras pueblo, aldea tras aldea, hasta crear un cerco

completo. Tan sólo la carretera de Málaga-Almería quedó como vía de escape para los

asediados.

A comienzos de 1937, las tropas de Queipo de Llano contaban con más de

20.000 unidades, entre las que se destacaban voluntarios italoalemanes, pertrechados de

artillería pesada, tanques oruga, secciones motorizadas y cazas de guerra italianos; en

otras palabras: un experimentado y moderno ejército. Las fuerzas republicanas, en

cambio, no estaban preparadas técnicamente, apenas tenían munición y los fusiles

escaseaban. La artillería brillaba por su ausencia y la aviación se basaba en una docena

de “chatos” rusos sin conexión alguna con las unidades terrestres.

El día 24 de enero de 1937 se inicia la ofensiva final, acabando el 8 de febrero,

día en que los soldados nacionales e italianos desfilan triunfalmente por la calle Larios y

la Alameda.

19 Declaración de Luís Ramos Díaz de Vila, en la Causa 32/1937. Citado anteriormente.

21

Page 22: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Fue una batalla desigual. No hubo resistencia. Solamente en algunos puntos

(como en el Puerto de los Alazores, Boca del Asno o Boquete de Zafarraya) las milicias

contuvieron al enemigo durante menos de un día. Esta resistencia fue rápidamente

barrida por la artillería y la aviación rebelde. El 6 de febrero se rompe el frente, así que

las milicias retroceden en “desbandada” camino de Almería.

En este tropel estaba Francisco Toré Ruiz. Al poco tiempo de ser nombrado

patrullero, “fue destinado al Batallón de Trabajadores que estaba destinado en el frente

de Estepona, donde estaba cuando fue ocupado dicho pueblo por las fuerzas nacionales,

por lo que tuvo que regresar a Málaga y cuando la caída de aquella ciudad, se vino a

Almería”20.

Edward Norton, asomado al balcón de su chalet, relató como el día 7 de febrero

una multitud de civiles emprendieron la marcha: “ancianos débiles y de pelo blanco

avanzaban con los demás. Madres con bebés al pecho les seguían con niños aferrados a

sus faldas. Vimos ancianos y hombres jóvenes y niños pequeños, todos cargados con

fardos que algunos ya entonces abandonaban para avanzar más rápido. También había

burros, carros y antiguos carruajes. Unos cuantos vehículos de motor ocupados por

familias de milicianos se abrían paso a bocinazos por la calle llena de gente. Todos los

que pasaban en ese peregrinaje parecían estar poseídos por un temor ciego e irracional.

Cuando volvíamos a casa, nos tropezamos con más gente que se apiñaba en el

Limonar y en las calles próximas a nuestra casa, en dirección a los arroyos. Cuando les

preguntamos, las mujeres permanecieron en silencio y los hombres nos dijeron en voz

baja, con los rostros extrañamente crispados, que se esperaban masacres en la ciudad.

Iban a incendiar o a volar los edificios. La milicia los había sacado de sus casas, que

iban a ser destruidas. Detrás estaba el miedo – el miedo inexplicable – a los moros del

general Franco. Entonces esa pobre gente subió tambaleándose a las montañas. Nunca

habíamos visto una huida tan desesperada y esperábamos no tener que volver a ver

algo así”21.

Es en esta fecha cuando comienza el mayor éxodo de la historia contemporánea

de Málaga. Avivados por un mensaje catastrofista, el pánico se apodera de las

20 Declaración del inculpado. Causa nº Causa nº 5942/1940. Citado anteriormente. 21 <<Muerte en Málaga>>: ob cit, pag 398

22

Page 23: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

poblaciones. Miles de civiles, sumado a otros tantos miles de refugiados que albergaba

la capital22, emprenderán la huida a través de la costa. Lo hacen de forma desorganizada,

llevando consigo todo lo que pudieron llevarse encima, y en tropel. El porqué lo hacían

no estaba muy claro. Decían que los moros venían “cortando cabezas”, “saqueando” y

“violando a las niñas”. Otros afirmaban, como por ejemplo los refugiados de las

poblaciones de alrededor, que allá donde entraban los fascistas se producían

fusilamientos en masa. Hubo quien lo hizo por haber ostentado algún cargo político o

quien temía ser represaliado mismamente por ser de izquierdas. Lo cierto era que los

pueblos se quedaron desiertos. Los que no tomaron el camino de la costa se refugiaron

en el campo, en alguna finca conocida o abandonada. Aquellos que marcharon hacia la

zona republicana experimentarían en sus propias carnes el horror de la guerra.

A medida que la multitud avanzaba, en las zonas donde la carretera transcurría

paralela al mar, los barcos enemigos descargaron sobre el río humano sus temibles

obuses - blancos idóneos para un ensayo militar -. En el trayecto Caleta de Vélez-

Lagos-Torrox-Nerja-Maro los evadidos corrían despavoridos en todas direcciones,

escondiéndose en cualquier sitio con que resguardarse de los proyectiles.

Un peñasco, debajo de un puente, entre medio de una plantación de cañas de

azúcar, sobre la cuneta, todos eran coberturas insignificantes. El tiempo corría

rápidamente mientras que la aviación los sobrevolaba soltando bombas y ametrallando

sin reservas.

Allí donde las masas se agolpaban más, un obús caía y mataba simultáneamente

a docenas de inocentes. Pero no solo morían a consecuencia de la metralla, sino del

desfallecimiento, la enfermedad, el hambre. Fueron siete días de eterno infierno.

22 No hay que olvidar que la población de Málaga se duplicó por el efecto del torrente de refugiados que se desplazaron de las otras zonas andaluzas en manos nacionales.

23

Page 24: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

JOSEFA JIMÉNEZ ARJONA

Josefa Jiménez Arjona, nació en 1922.

Josefa Jiménez Arjona nos explica que: “mi familia huyó por mi culpa. Mi padre

era panadero y nunca se metió en político. Pero como decían que los moros venían

cortando cabezas, y yo era muy asustona, nos fuimos. El día que huimos yo me acerqué

al Puerto de la Torre porque allí había unas barricadas. Sólo había un hombre con un

fusil, le habían dejado solito. Entonces nos volvimos y por la calle Tacón la gente iba

diciendo que los fascistas estaban ahí en el Puerto de la Torre y ya empezaron a dar

cañonazos.

Salimos de Málaga yo, mi madre, mi padre y mi abuela. Nos llevamos toda la

ropa que teníamos, la cual guardamos en hatillos. Los zapatos nuevos los llevábamos

en la caja y todo. Pero todo lo tiramos por el camino. Llegamos hasta Nerja. A mi

madre se le puso un pie malo y no podía andar. Le pedimos a una camioneta con gente

que huían que nos llevara. Pero sólo dejaban montar a mi madre y ella no quería

separarse de nosotros.

Una noche nos encontramos con una familia conocida de Málaga que eran unos

siete y ya nos unimos todos. Esta familia llevaba el ajuar de un hijo que se iba a casar,

y por la noche para que no nos perdiéramos en la carretera nos pusimos todos una

servilleta en la cabeza. Iba tanta gente que parecía peor que una feria. Se escuchaban

los niños llorar llamando a sus madres porque se perdían.

Dormíamos en cualquier descampado. Al llegar el día, venían los aviones. Nos

metimos en un puente y al salirnos, bombardearon el puente. Nos metimos en las cañas

dulces. Oíamos decir “tocarse el cuerpo a ver si tenéis sangre porque la metralla no se

24

Page 25: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

nota”. Y nosotros veíamos hasta la cara de los pilotos tirando con la ametralladora. Y

nosotros allí escondidos. Cuando pasaban los aviones, otra vez a la carretera. Venga

andar, venga andar. Mucha gente muerta en las cunetas. “¡Que vienen las tropas

fascistas detrás!” gritaban. Y venga correr. Yo ya perdí los zapatos. Mi padre se llevó

una cesta con comida, pero de tanto andar nos lo zampamos todo. Luego estábamos

enmallados el resto del camino.

Entonces, oímos decir que deberíamos andar por el campo través, por los

montes, porque por la carretera venían ya los italianos pisándonos los talones. Y nos

quedamos dormidos por la noche. Luego por la mañana no me podía levantar del

reventón. Tenía los pies reventados llenos de sangre. A mitad de la noche escuchamos

unos pasos y como estrellaban la culata de un fusil en el suelo como aviso de que

alguien había venido. Sentimos un miedo de espanto. “Buenas noches”, dijo una voz.

Ya está. Ya nos han cogido. Y dijo “hola, ¿qué hay, camarada?”. Suspiramos porque

no era un fascista, sino un miliciano. Eso era otra cosa. Eran dos con fusil. Dijeron que

iban a tirar por el monte y se fueron sin más.

El día después mi padre se perdió. Lloramos mucho y creíamos que no lo

volveríamos a ver. La gente nos consolaba diciendo que seguramente estaré más

adelante, así que seguimos. Levantábamos todos los cadáveres con los que nos

tropezábamos para ver si era mi padre. Así pasó otro día.

Al amanecer vimos a lo lejos un cortijo. Estábamos hambrientos y nos

acercamos. Y estaba aquello hasta los topes de gente que huía como nosotros. Estaba

repleto. Le preguntamos a la dueña si tenía algo de leche que vendernos, y nos

respondió que podíamos coger la fruta que quisiéramos. Había naranjas. Nos dijo que

podíamos pasar la noche pero que gastáramos cuidado que no se quería meter en un lío.

Me acuerdo que nos dieron un cazo de puchero con unos garbanzos durísimos, pero

aquello nos supo a gloria, una cucharada a cada uno.

Al día siguiente calentaron una olla con leche en la puerta y bebimos un vaso.

Uno de los milicianos que allí había, dijo - ya han pasado los fascistas. Yo voy a tirar el

fusil y me voy a entregar -.

Nos dijo que en cuanto bajáramos a la carretera que alzáramos el brazo y

dijéramos Arriba España. De este modo andamos hacia la carretera y camión que

veíamos, camión que alzábamos el brazo. Los italianos que iban en esos camiones nos

tiraban higos, pasas o trozos de pan que nosotros, hambrientos, cogíamos y se nos lo

repartíamos.

25

Page 26: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

De regreso vimos muchos muertos, a los cuales le echaban cal viva y los

enterraban en fosas comunes.

En Torre del Mar cogimos un tren de carga y llegamos por fin a Málaga. ¡Allí

estaba mi padre esperándonos!”.

Dicen que hasta hace relativamente poco se habían encontrado restos de huesos

humanos en la costa, - muertos de la guerra – decían. Es la parte triste de esta historia.

Pues nunca se sabrá el número exacto de víctimas caídas como consecuencia de este

atroz ataque sobre la población civil.

Actualmente se está investigando en profundidad23. Pese a no existir registros

que nos den cifras fidedignas, se estima que entre 3 y 5 mil personas murieron en la

carretera de Málaga-Almería.

Siempre se ha resaltado el episodio de Guernica y los bombardeos sobre Madrid

como paradigmas del terror estratégico para reducir la moral del enemigo, pero este

episodio, que hasta ahora había sido ocultado por la memoria colectiva, simbolizó con

creces la crueldad de esa guerra “incivil”.

OCHO AÑOS DE SANGRE

Más incivil fue la situación de Málaga ocupada por los militares. Entre julio de

1936 y febrero de 1937 el paso de la revolución había dejado la escalofriante cifra de

2500 muertos en la provincia, cosa que no iba a pasar impune por las personas que en el

“período marxista” perdieron algún familiar.

En cada pueblo las viudas de los “mártires por Dios y por la Patria”, al amparo

de los aparatos coercitivos del ejército nacional, clamaban la muerte de los asesinos de

sus maridos. Si bien homicida podía ser cualquiera, ya que sospechaban de todos. Si por

ellas fuera, hubiesen acabado con toda la “chusma” del vecindario, pero se

complacieron con mandar a fusilar a cientos de “reos” sin pruebas.

23 Investigaciones llevadas a cabo por Lucía Prieto Borrego, Encarnación Barranquero Texeira, Jesús Majada y mis estudios particulares. Mi opinión se centra en que se abre una vía de estudio en los archivos municipales. Cuando los nacionales se hacen con Málaga, recomponen los Padrones que habían sido, en su mayoría, quemados anteriormente. En estos censos poblacionales aparece siempre la cifra de “Ausentes”. En Colmenar, por ejemplo, y en Periana se conservan susodichos censos. Pero no así en el resto de la provincia por haber desaparecido.

26

Page 27: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

Al mismo tiempo, las denuncias también caían de los empresarios, propietarios y

labradores del bloque conservador que, ya hartos de reivindicaciones obreras, huelgas y

reformas agrarias, quisieron barrer a sus “oponentes de clase”. Y más si en ese período

el Comité se incautó de sus tierras y fábricas o bien requisó sus frutos o su ganado.

Algunos, los que más, se aprovecharon de esta coyuntura y eliminaron a familias

enteras para, acto seguido, apropiarse de sus tierras.

Los primeros en ser eliminados fueron los propios militares que se habían puesto

del lado de la República y los milicianos que hicieron frente a las tropas conquistadoras,

pese a no haber habido resistencia apreciable. Luego, les siguieron alcaldes de izquierda,

concejales del Frente Popular, presidentes de sindicatos obreros, miembros de comités,

delegados de Juntas revolucionarias, políticos republicanos, milicianos locales,

comisarios políticos e ideólogos.

Había que prodigar el correctivo castrense si con ello higienizaban la ciudad de

“indeseables rojos”. Se impusieron, pues, castigos ejemplarizantes, tan “ejemplares”

que machacarían sin piedad durante ocho años.

En los primeros momentos la maquinaria represora militar juzgaba a los

“marxistas” mediante juicios sumarísimos masivos, enjuiciándose entre 60 y 120

personas a la vez.

Eran procesados sin ningún tipo de garantías, cuyos cargos resaltaban con

delitos ambiguos como “adhesión”, “auxilio”, “incitación” o “excitación” a la “rebelión

militar”; términos contradictorios si pensamos que fueron sus inquisidores los que se

rebelaron contra un régimen legal, o sea, el mundo de patas arriba.

Josefa Jiménez Arjona dice que: “Por uno mataron cuarenta. A mi me mataron

un tío con ocho hijas. Era florero y se metió de miliciano porque no tenía dinero y le

daban 10 pesetas al día. El mismo portero de donde vivía le denunció. Le hicieron un

juicio y como la cárcel estaba a reventar, lo recluyeron en un barco. Mi tía cogía una

lanchilla e iba a verlo. Al poco, una mañana que fue a verlo, le vio que lo sacaron y le

gritó - ¡Isabel que me llevan a la cárcel, allí tienes que ir a verme! -. Cuando fue mi tía

a verlo al día siguiente, tenía el petate en la puerta porque lo habían fusilado en el

cementerio. Mi tía pudo ir a reconocer el cadáver y, debido a la rabia, insultó a los

guardias civiles - ¡asesinos, criminales! -, pero ellos no le hicieron nada. Sus ocho hijas

se tuvieron que meter en un convento”.

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Page 28: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

La sed de sangre se hizo notar a partir del 12 de Febrero de 1937 (cuatro días

después de la toma de la Plaza), en cuya fecha empiezan los fusilamientos intensivos en

el cementerio de San Rafael. Fusilan a unos 450 en febrero, 746 en marzo, 234 en abril,

131 en mayo. Y así poco a poco se irán estabilizando los números. Aunque también los

paredones de otros campos santos se tiñeron de igual modo. En Vélez-Málaga se fusilan

en marzo, mes en que dan comienzo las ejecuciones, a 119 personas. A final de año

alcanza la cifra de 172.

En Ronda, Teba, Cártama, Alhaurín se reproducen análogos procesos represivos

llegando a superar el centenar de muertos. Es necesario caracterizar esta primera fase

como parte de un programa de retaguardia, despiadado y brutal, en el que segaron la

vida de más de 3000 personas, período que abarcó 1937; y seguiría ascendiendo hasta

1945. El sentido a toda esta matanza se fundamentaba en la implantación del terror,

abrazada a la sin razón de la venganza.

Los jueces militares tenían como norma general sentenciar a todo aquel que

hubiera participado en los engranajes de la revolución. Haber tenido, por ejemplo, un

cargo responsable en el comité, era materia bastante para ser enjuiciado. Porque, según

estimaban, desde el primero al último de los que integraban aquellas Juntas

revolucionarias eran “responsables directos” de los asesinatos que se cometieron en la

etapa anterior y metieron a todos en el mismo cajón.

Detrás de estas acusaciones se dibujaba un entramado menos superficial, lleno

de tópicos. Se trataba de librar una cruzada contra “el ateismo extranjero” enarbolando

el estandarte de la espada y la cruz; de “anticiparse” a la revolución bolchevique de tipo

soviético que se estaba fraguando en el país.

Sin embargo, la realidad era cien veces más cruel. Había que acabar con el rival

político, es decir, con el conjunto que formaban las izquierdas y, por tanto, entronizar un

Estado netamente católico, conservador y en el que no existiera la lucha de clases.

Desde que Franco tomara la jefatura del nuevo Estado Nacional el 1 de octubre de 1936,

esta idea se hizo más firme, solo que, al final, su nombramiento acabó en dictadura.

El problema de España, valoraba el caudillo, debía ser cortado de raíz y extirpar

ese tumor llamado “Izquierdismo” se hacía, en palabras de Queipo de Llano, con “café,

mucho café”. Ya no solo consistía en enviar al paredón a líderes obreros y milicianos,

sino que muchos republicanos moderados tuvieron que amoldarse al nuevo contexto,

denegando de sus ideologías, o acabar en una fría cárcel. Y, al principio, todo el mundo

creyó que si no se tenía “las manos manchadas de sangre”, la justicia militar iba a ser

28

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benevolente con ellos. Excepto que aquel pregón se convirtió en una patraña. Eso

mismo terminó pensando el alcalde de Málaga, Eugenio Entrambasaguas Caracuel, en

los últimos minutos de su existencia.

El alcalde había pertenecido al Partido Radical de Lerroux hasta que en 1933, a

causa de disidencias políticas, se forma en Málaga Unión Republicana, bajo el ideario

de Martínez Barrio. De espíritu pacífico y moderado, al estalla la guerra, se verá

atrapado entre la espada y la pared. Su actuación en los meses siguiente al golpe militar

se caracterizó por “velar por la marcha de la administración municipal, sin mezclarse

para nada en cuanto rozara apoyo a la rebeldía contra el ejército liberador”24. Aunque

intentó dimitir del cargo tres veces consecutivas, ya que en el fondo deseaba

desembrazarse de tales responsabilidades, fue amenazado de muerte si lo hacía. Sus

humildes sentimientos no iban acorde con aquella oleada de violencia. De hecho, como

se apreció, salvó la vida a muchas personas sin distinción ideológica, pese a sufrir “un

sin número de calamidades” 25 . Censuraba continuamente las atrocidades que se

cometían y “aconsejó a los Guardias Municipales a sus órdenes por todos los medios

impedir crímenes y desmanes”26.

Él no huyó junto a las demás autoridades malagueñas el 8 de febrero de

1937, ”porque le parece más noble quedarse”27, en palabras del teniente Franco, autor

de su detención. Quizá lo hizo por nobleza, pero tenemos la certeza que se quedó

porque en ningún momento creyó ser culpable de crímenes y, de otro modo, pensó que

las familias que salvó, responderían por él, devolviéndoles el favor. Autores como

Ramos Hitos ha juzgado mal a estas personas, que quisieron mantener la República a

flote, aunque se viesen a la deriva en un mar revolucionario.

Sus amigos declararon a su favor y señalaron la enorme labor humanitaria que

hizo, así como que fue en todo momento un <<prisionero del Frente Popular>>, incapaz

de haber atentado contra las personas y guardando respeto a la monjas a las que ayudó

en muchas ocasiones.

En el juicio, celebrado el 2 de marzo de 1937, se acumularon una serie de cargos

que, visto con ojos de ahora, se tratan de menudencias. Fue juzgado por masón de la

“Patria Grande”, a la que sólo perteneció escasamente unos meses en 1930 y 1931. 24 Declaración del Alcalde de Málaga, procesado Causa 7/1937, Juzgado Militar nº 15 de Málaga. Proceso contra Eugenio Entrambasaguas Caracuel. Citado anteriormente. 25 Declaración del Alcalde de Málaga, procesado Causa 7/1937. Citada anteriormente. 26 Declaración del Alcalde de Málaga, procesado Causa 7/1937. Citada anteriormente. 27 Oficio del Teniente Franco, a 10 de febrero de 1937. procesado Causa 7/1937. Citado anteriormente.

29

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También se le acusa de participar en la Junta de Depuración del personal administrativo

del Ayuntamiento, pese a no encontrarse pruebas de ello; de ser el presidente del

Comité de Agricultura, cosa cierta ayudando a la siembra de la patata; de gestionar el

envío de víveres (vino, higos, pasas y naranjas) al frente de Madrid; de escribir una

carta a la Sociedad de Naciones con el objeto de remitir cargamentos de leche

condensada para niños enfermos; de ayudar en la construcción de refugios antiaéreos;

de entregar las llaves de la Catedral de Málaga para hospedar a los refugiados, orden

que tuvo que cumplir por coacción; incluso le achacaron su amistad con el comentarista

de Radio Málaga, Martínez Nieto, el cual expresaba mensajes agitadores a la población.

Todas estas acusaciones contaban como “hechos punibles” y constitutivos de un delito

de colaboración con la “rebeldía”. El fallo fue irrevocable: pena de muerte.

Eugenio Estrambasaguas Caracuel junto al Comité Municipal de Unión Republicana. Enero de

1936

En la noche del 5 de marzo de 1937 El último alcalde republicano de Málaga fue

fusilado en las tapias del cementerio de San Rafael junto con 83. Nunca tuvo las manos

machadas de sangre.

Otros tuvieron la suerte de encontrar el respaldo de gente influyente. Luís Ramos

Díaz de Vila contó con la ayuda del ejército y de la guardia civil y alegó que, aunque

tuvo que presentarse como rojo en un Batallón, lo hizo por motivos de supervivencia.

Además, su hermano se convirtió en uno de los “mártires” de la Causa por haber

perecido como héroe del Movimiento en aquellas primeras jornadas. Luís fue absuelto.

30

Page 31: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

El Tribunal Especial que funcionó en la etapa republicana – y que tanto bien

había hecho – también fue depurado. La sentencia se dio el 27 de febrero de 1937. Los

jueces Manuel Prieto, Francisco Javier Ciezar y el fiscal Aurelio Valenzuela fueron

absueltos. El vocal Felipe Varea Viniegra fue condenado a muerte, ejecutado como

cabeza de turco el 2 de marzo de 1937. Y, por último, el presidente Atilano Lorente

González y el vocal Francisco Bermúdez del Río fueron condenados a reclusión

perpetua, o sea, 29 años y 365 días. Ambos fueron recluidos en al Prisión Provincial de

Málaga ese mismo día.

El 17 de septiembre de 1940 enviaron una propuesta de conmutación, aprobada

y reducida la condena a 6 años y un día de reclusión mayor. Francisco Bermúdez del

Río conseguiría la libertad condicional el 16 de diciembre de 1940, trasladando su

residencia a Alozaina, y alcanza la libertad definitiva el 3 de marzo de 1943. Su

intervención, digamos obligada, en el Tribunal Popular le costó 3 años de cárcel, la

pérdida de la carrera e inhabilitación para desempeñar cargos civiles y profesionales

correspondientes a su oficio. Bermúdez se ganó a partir de entonces la vida haciendo

consultas como abogado. Fueron para la familia años difíciles.

Francisco Bermúdez del Río, segundo por la izquierda. En Alora, 1944.

Francisco Toré Ruiz llegó a Almería tras la desastrosa evacuación. Allí se sacó

el carnet de chofer y quedó emplazado en el Parque de Automovilismo del Ejército

Republicano. Luego pasó a un batallón de transportes en Murcia hasta la terminación de

31

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la guerra. En virtud de orden se presentó en el Gobierno Civil de esa provincia para

pasar dos meses en un campo de concentración hasta ser libertado. Regresó a Málaga

en 1940 y en el mes de abril de ese año marchó a Murcia en busca de trabajo. Visto que

no lo encontró, pasó por Almería donde fue detenido.

La Guardia Civil almeriense le interrogó, empleando métodos de tortura,

procedimiento que habitualmente empleaban. Le obligaron, de este modo, a confesar

delitos que no cometió, incluso se tuvo que inventar crímenes con tal de que cesaran el

maltrato. El 1 de noviembre de 1940 ingresa en la prisión de Málaga a esperas de un

juicio. Se le abre un expediente, pero pasa el tiempo y no lo procesan. En 1942 el Juez

Militar declara su peligrosidad y se le condena por “Auxilio a la Rebelión”. Saldrá en

libertad el 5 de diciembre de 1945 gracias a un indulto.

Francisco Toré se podría considerar como un sujeto pasivo, arrastrado por las

circunstancias, pero que tuvo que sufrir la justicia franquista por el mero hecho de haber

empuñado un arma – aunque no disparara ni un solo tiro –, pertenecido a una patrulla de

registro y, más tarde, haber ingresado en el ejército republicano. Por todo esto fue

considerado un “sujeto peligroso” y había que darle un escarmiento.

Edward Norton, ex diplomático americano afincado en el Limonar, Villa de Los Pinos.

32

Page 33: La Guerra Civil en Málaga: 6 historias

APOLOGÍA DE UN CONFLICTO

Edward Norton siguió escribiendo en su diario hasta el final de la contienda y

los años relativos a la II Guerra Mundial. Durante este tiempo criticó duramente los

asesinatos de los “rojos”.

Sin embargo, no llegó a hablar en sus escritos de los fusilamientos del bando

franquista. Él se cotejaba con las autoridades malagueñas, así que a ciencia cierta debía

conocerlos, aunque estos mecanismos represivos fueran silenciosos, fríos y mecánicos.

En el caso contrario, puede que se asombrara de la barbaridad con que sus

“amigos” militares articulaban la represión, dejando la cifra de más de 6.000 víctimas

desde 1937 a 1945. Los fusilamientos cesaron en 1945 a causa de la derrota de Hitler y

la consiguiente victoria Aliada. Franco deliberó que sería más conveniente mostrar a los

de fuera una impresión menos sanguinaria de su régimen y procedió a rebajar la

represión. Éste fue el año de los indultos.

Edward percibió el triunfo de Franco y la dictadura como la salvación del país.

En su diario, a propósito de una carta escrita por intelectuales británicos a favor de la

causa republicana, formulaba la siguiente pregunta “¿Cómo explicar a los

“intelectuales” el hecho de que la mitad de España simpatizase con los “fascistas”,

sabiendo que España es ingobernable, conscientes de que en España el pueblo no está

preparado para vivir bajo un sistema “democrático” de gobierno y que la dictadura es

para ellos la única forma de gobierno que puede garantizar la estabilidad?”28. La II

República, reprocha él, había tenido la culpa de que la nación llegara a tales extremos.

Sin embargo, como buen conservador, el señor Norton no alcanzó a comprender

que tanto unos como otros tuvieron sus errores: los reaccionarios católicos-

conservadores sumados a los revolucionarios obreros. No hubo consenso ni tregua.

Ambos bloques se embistieron desde el advenimiento de la República. En un país

eminentemente agrario, como era entonces España, los historiadores deberíamos

indagar más en las reformas republicanas y su evolución para poder entender todos los

conflictos que surgieron.

28 <<Muerte en Málaga>>. Ob cit pag 204.

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Cambios como la subida de los jornales de 3 a 5 pesetas, reducción de jornadas

laborales, creación de bolsas de trabajo, instituciones reguladoras en materia de

contratas, desahucios y bases de trabajos (Junta Mixta de Patronos y Obreros), ley de

Laboreo Forzoso, la ley de Fronteras, revisión de los contratos de arrendamiento,

saneamiento de los Repartimientos de Arbitrios, expropiación de los grandes latifundios

pagada por el estado, etc., tuvieron sus errores y sus aciertos, siendo bienintencionadas

en cada caso. Por primera vez en el país se llevan a cabo procesos democráticos

modernizadores. A esto añadiría, en palabras del historiador británico Anthony Beevor

que “la República trataba de llevar a cabo, en pocos años, un proceso de reforma

social y política que, en cualquier otro país, había requerido un siglo”29.

Lo que ocurrió fue que España estaba sumida en aquel entonces en un

hermetismo socio-económico de tipo arcaico, consagrado por un bloque católico

conservador poderoso y cohesionado, quienes obstaculizaron el cumplimiento de las

transformaciones en todos sus caracteres. No sólo lo soslayaron, sino que en el caso de

que pudieran aportar ideas o beneplácitos, no lo hicieron. Primero porque creían que sus

intereses estaban siendo atacados por una especie de “revolución”. Segundo porque no

simpatizaban con el republicanismo en sí.

Por otro lado, “el bajo nivel de las técnicas agrícolas tenía inmovilizada en la

tierra a la mano de obra acuciada por el hambre y ponía en peligro el desarrollo

industrial capaz de absorber productivamente en las ciudades el excedente de mano de

obra”30. En la provincia de Málaga, por ejemplo, las tareas agrícolas tenían un fuerte

nexo con la industria exportadora a manos de empresas locales – Casa de Larios –, y

extranjeras – Bevan S.A. –. El solo hecho de que las lluvias torrenciales (como las que

hubo en los años 35-36, los inviernos más lluviosos del siglo) produjesen una

disminución en la productividad agrícola, afectaba en cadena a las empresas

exportadoras y a las industrias y, por lo tanto, al desempleo. A falta de técnicas

modernas de explotación y de un plan financiero de prevención, los efectos

meteorológicos podían ser nefastos para el jornalero sin tierra.

No hay que obviar los anteriores contextos como parte de un proceso de

gestación. Más claro está si observamos la trayectoria política, donde podemos

vislumbrar un corte en las reformas a consecuencia del bienio conservador. Sin duda

29 BEEVOR, ANTHONY: La Guerra Civil Española. Crítica. Barcelona. 2005. pag 8 30 FRASER, RONALD: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Biblioteca de la Guerra Civil. Planeta DeAgostini. Barcelona, 2005. pag 276-77.

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esta incisión irritó la paciencia del proletariado. Al producirse una metamorfosis en la

mentalidad, una “revolución psicológica de las aspiraciones crecientes”31, en el que las

capas sociales menos favorecidas se sintieron partícipes de los nuevos tiempos que se

antojaban positivos, no cabe duda que esto produjo el viraje hacia posiciones más

extremas por parte de las agrupaciones obreras (sin contar la posición de los

anarcosindicalistas que desde el principio estuvieron en oposición a todo Gobierno).

Vemos aquí que en esta amalgama hubo sus pros y sus contras.

La Guerra Civil Española pudo haberse evitado. No forma parte de la

“Providencia” o del determinismo histórico que un grupo de generales se alzara en

armas contra un régimen legal que vivía en aquellos instantes sumido en conflictos

sociales. Bastaría que estos insurrectos no hubiesen proclamado el estado de guerra, o

que los líderes políticos de la izquierda y de la derecha se hubieran esforzado por hacer

un llamamiento a la calma y la moderación. “hay que encontrarle otros orígenes

distintos a los de la mala combinación ministerial, una buena voluntad frustrada, la

torpeza de un presidente. La España del siglo XX heredó grandes desequilibrios

sociales (…) Regionales (…) Espirituales”32. En otras palabras, “es una larga cadena

de fenómenos intercondicionados los que crearon primero una situación y luego

produjeron la coyuntura de máxima conflictividad a la que bastaron uno o varios

“detonantes” (que otros llaman “factores desencadenantes”) para hacerla saltar en el

verano de 1936”33.

Sí aclarar que la violencia que surgió tras el golpe militar fue “consecuencias de

hondos problemas; de una profunda crisis estructural”34. La transición entre la Edad

Moderna y la Contemporánea, con la caída del Antiguo Régimen, fue anómala en

nuestro caso. Puesto que la peculiar revolución burguesa del siglo XIX se caracterizó

por incesantes guerras, pronunciamientos militares, revueltas y agitaciones populares; o

sea, una historia asentada “sobre un fondo de violencia latente” entre “lo nuevo que

pugnaba por emerger y lo viejo que no quería desaparecer”35.

31 PAYNE, STANLEY.: El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil Española (1933-1936). Biblioteca de la Guerra Civil, Planeta DeAgostini. Barcelona, 2005. pag. 26 32 VILAR, PIERRE: Biblioteca de la Guerra Civil, Planeta DeAgostini. Barcelona, 2005. pag. 11 33 En <<Orígenes lejanos y próximos>> por TUÑÓN DE LARA, MANUEL: La Guerra Civil Española. Labor. Barcelona, 1985. pag 10. 34 REIG TAPIA, ALBERTO: violencia y terror. Akal. Madrid, 1990. pag 6 35 JULIÁ, SANTOS; CASANOVA, JULIÁN; SOLÉ I SABATÉ, JOSEP MARIA; VILLARROYA, JOAN; MORENO, FRANCISCO: Víctimas de la Guerra Civl. Biblioteca de la Guerra Civil. Planeta DeAgostini. Barcelona, 2005. pag. 12

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Este choque persistirá hasta 1936 y no podremos entender la guerra civil sino

como la culminación de un proceso de “pugna” entre distintas dicotomías: progresismo-

conservadurismo, militarismo-antimilitarismo, Clericalismo-anticlericalismo, enseñanza

laica-monopolio de la enseñanza católica, Estado aconfesional-Estado católico,

autonomías-centralización del poder, Reforma Agraria-hermetismo agrario, etc.

Si los militares sublevados, como tradicionalmente venían haciendo, no hubiesen

intervenido, “nunca habría comenzado una guerra entre españoles; habrían ocurrido

otras cosas, pero no una guerra” 36 . Sin embargo, 70 años después, aún nos

preguntamos el por qué de aquello.

36 <<Víctimas de la Guerra Civil>>. Citada anteriormente. Pag 14

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