15
 La geometría y el mito: un ensayo sobre la libertad  José Antonio Agu ila r Rivera Primer l ugar

La geometría y el mito: un ensayo sobre la libertad

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Un ensayo sobre Mexico.

Citation preview

  • La geometra y el mito: un ensayo sobre la libertad

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    Primer lugar

  • 34

    Jos Antonio Aguilar Rivera (ciudad de Mxico, 1968) es acadmico, ensayista y pensador poltico. Entre sus obras se cuentan El sonido y la furia / La persuasin multicultural en Mxico y Estados Unidos (2004), El manto liberal (2001), El fin de la raza csmica / Reflexiones sobre el esplendor y decadencia del liberalismo en Mxico (2001), En pos de la quimera: reflexiones sobre el experimento constitucional atlntico (2000) y Cartas mexicanas de Alexis de Tocqueville (1999).

  • 35

    1 Fareed Zakaria, The future of freedom, Nueva York, Norton, 2003, p. 17.2 Charles A. Hale, Los mitos polticos de la nacin mexicana: el liberalismo y la Revolucin, Historia Mexicana, vol. 46, nm. 4 (abril-junio 1997): 820.

    Cualquier observador atento de la realidad latinoamericana se sorprende por una paradoja: en la mayora de los pases existe un pasado liberal a menudo mitificado que forma parte de la historia oficial pero al mismo tiempo el liberalismo, usualmente denostado como neoliberalismo, es un epteto. En la patria de Benito Jurez hoy muy pocos intelectuales se atreven a reconocerse como liberales. Hay una historiografa liberal, pero no hay filsofos ni tericos polticos liberales. En Mxico la democracia se ha instalado, por fin, pero no as las libertades fundamentales de los individuos. Como afirma Fareed Zakaria: la democracia florece, no as la libertad.1 Por qu? Las pginas que siguen esbozan una respuesta. La historia embruja nuestra comprensin de la tradicin liberal en Mxico y otros pases. Sin embargo, sin ella no hay comprensin posible. Es necesario conjurar la historia del liberalismo para exorcizar su influjo. El camino de la comprensin pasa por tres estaciones: la historia, la democracia y los enemigos actuales de la libertad.

    El embrujo de la historia

    El liberalismo es una ideologa que ve hacia delante, no hacia atrs; cree en el progreso, no en la conservacin del pasado. Sin embargo, en muchos pases latinoamericanos, particularmente en Mxico, el liberalismo es un mito fundador: se encuentra lastrado por la historia patria. Segn el historiador Charles Hale, esa mitificacin distorsion los acontecimientos del siglo xix y obstaculiza la comprensin histrica. En Mxico, afirma, ha habido una fuerte tendencia a hurgar en la tradicin liberal, a menudo fundida con la tradicin revolucionaria, en busca de antecedentes y justificaciones de las polticas actuales. Tambin se suele emplear el mismo pasado liberal para criticar las mismas polticas.2

  • 36

    Caminos de la Libertad

    En el siglo xix hay muchos retos: polticos, filosficos y econmicos, pero muy pocas respuestas liberales. Por qu est tan mal equipada esa tradicin para lidiar con los desafos del presente? La respuesta se encuentra, en parte, en la historia. En Amrica latina, como en Francia, durante el siglo xix la preocupacin central de los amigos de la libertad fue la limitacin efectiva del poder poltico a travs de constituciones escritas. El centro del proyecto liberal fue el constitucionalismo. No quiere decir esto que figuras como Jos Mara Luis Mora no se ocuparan de problemas filosficos o econmicos; sin embargo, el centro de su atencin estaba en el diseo de instituciones. En prcticamente todos los pases, aunque en algunos ms que en otros (Mxico y Colombia), un conflicto poltico consumi buena parte del siglo: la separacin de la Iglesia catlica y el Estado. Constitucin y Reforma sintetizan bien las obsesiones compartidas; las guerras civiles y las discordias, el inicio de la vida independiente.

    A la distancia podemos decir que la necesidad de centrar la atencin en la escritura de constituciones empobreci de una manera singular la tradicin liberal latinoamericana. Puso en segundo lugar o desapareci del todo otras preocupaciones de ndole filosfica y econmica. Hizo que el liberalismo adoptara un carcter excesivamente legalista y formal. La tradicin liberal latinoamericana es rica en constituciones y pobre en ideas. Esa tradicin es nostlgica: aora un pasado de combate ideolgico, pero al mismo tiempo es miope porque no puede articular respuestas coherentes a los retos del siglo xxi. Su arcaica armadura es inadecuada para pelear las batallas del multiculturalismo. Las cartas magnas se volvieron una verdadera obsesin: en ellas se cifraba el destino, la fortuna, de la nacin. Detrs de ese mpetu constitucionalista se hallaba una enorme ingenuidad poltica y econmica. La realidad cambiara tan pronto fuera proclamada la carta magna. Con contadas excepciones, los liberales latinoamericanos fueron lectores, no pensadores. No hubo Hamilitons, ni Madisons ni Jeffersons. Los hispanoamericanos emularon ideas provenientes de Europa y Estados Unidos. Pocas veces produjeron las suyas propias. Eran consumidores de lo que se produca en las metrpolis. Se fascinaron con el Curso de poltica constitucional del francs Benjamn Constant (1814) porque les ofreca un manual, una gua prctica, de cmo hacer sus constituciones.

    En contraste, para mediados del siglo xix el pensamiento liberal ingls se mova ms all de los lmites de los textos constitucionales. En 1859 John Stuart Mill public Sobre la libertad, donde hizo un recuento de las batallas de los amigos de la libertad en su lucha contra el despotismo y la arbitrariedad. El primer objetivo de los patriotas fue poner lmites

  • 37

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    al poder del gobernante, y esa limitacin fue lo que entendieron por libertad. Lograron este propsito a travs de dos vas: el reconocimiento de ciertas inmunidades, llamadas libertades polticas o derechos, y el establecimiento de controles constitucionales por medio de los cuales el gobernante deba obtener el consentimiento de los gobernados para actuar. El segundo momento ocurri cuando los ciudadanos decidieron que sus gobernantes deban, adems, ser producto de la voluntad popular. Los magistrados deban ser delegados del pueblo y sus cargos deban ser revocables. Conforme avanzaba la lucha por hacer que los gobernantes emanaran de la voluntad peridica de los gobernantes algunas personas comenzaron a pensar que se le haba concedido demasiada importancia a las limitaciones del poder mismo. Estas (pareca) eran un recurso contra los gobernantes cuyos intereses estaban habitualmente opuestos a los del pueblo. Lo que ahora se deseaba era que los gobernantes se identificaran con la gente; que sus intereses y deseos fueran los de la nacin. La nacin no tena que ser protegida de su propia voluntad. No exista el temor de que se tiranizara a s misma.3 Mill saba bien que esta era una ilusin. La voluntad popular significaba en realidad la voluntad de la mayora, no de todos. El pueblo bien podra desear oprimir a una parte de sus miembros. La posibilidad de opresin no desapareci con los gobiernos electos. No slo eso; el advenimiento de los tiempos democrticos inaugur un nuevo tipo de frula: la tirana de la mayora. Al principio esta tirana se concibi de manera convencional: como una forma de opresin que tomaba forma a travs de los actos de las autoridades pblicas. Sin embargo, algunos se percataron de que cuando la sociedad misma es el tirano la sociedad actuando colectivamente sobre los individuos aislados que la componen los medios de opresin no se restringan a los actos de los funcionarios. La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios mandatos, y si proclama mandatos equivocados o si interviene en asuntos en los que no debera interferir, practica una forma de tirana ms formidable que muchas formas de opresin poltica. Aunque no pueda decretar penas corporales, la sociedad deja menos vas de escape pues esclaviza el alma misma. De esta manera, no era suficiente la proteccin contra la tirana del magistrado; tambin era necesaria la proteccin contra la tirana de la opinin y los sentimientos prevalecientes.

    Mill abri as el nuevo camino por el que se movera el pensamiento poltico liberal anglosajn en adelante. Abri una frtil veta de reflexin

    3 John Stuart Mill, On Liberty, Chicago, The University of Chicago Press, 1952, p. 268.

  • 38

    Caminos de la Libertad

    que explot temas como la autonoma individual, la eleccin de los propios fines, etc. Este es un punto de quiebre con la tradicin liberal continental. En el mundo influido intelectualmente por Francia el liberalismo sigui preocupado por limitar la autoridad pblica y lograr que los gobernantes surgieran de la voluntad popular. Las instituciones y las elecciones siguieron ocupando el centro de la atencin en nuestra parte del mundo. Si bien el mundo continental europeo no haba logrado pasar la pgina, el atraso en Amrica Latina fue todava ms severo. Mientras que en el resto de Europa los liberales quedaron detenidos en la segunda etapa descrita por Mill, lograr el gobierno democrtico, en Amrica Latina ni siquiera habamos llegado al punto de salida. No slo no habamos dejado atrs el asunto de las limitaciones al poder poltico; en muchos sentidos estbamos atrapados en una situacin que le anteceda: la posibilidad de crear una estructura poltica estable.4 En cierto sentido, muchos pases de Hispanoamrica no haban podido superar la etapa revolucionaria. En Francia, a pesar de que la forma de gobierno segua siendo el asunto capital, surgi por lo menos un gran pensador que no slo se ocupaba de cuestiones formales e institucionales: Alexis de Tocqueville dibuj los contornos del nuevo fenmeno democrtico en Estados Unidos. Fue l quien acu la expresin tirana de la mayora al describir el yugo de la opinin que encontr en Amrica.

    La recepcin de Tocqueville en Mxico es muy significativa. Cuando finalmente fue ledo y empleado en los debates constitucionales de 1842 y 1856-57, los mexicanos encontraron til la parte menos original del libro, la que se ocupaba de describir las instituciones polticas de Estados Unidos. Los argumentos ms importantes sobre el efecto de la igualdad en las sociedades democrticas, la tirana de la mayora, el efecto de las costumbres y los hbitos no suscitaron el inters crtico de los lectores mexicanos de Tocqueville.5

    La historia del liberalismo en Amrica Latina est marcada por la obsesin con las constituciones y por la pobreza filosfica. La colonizacin de teoras sociolgicas positivistas en el ltimo tercio del siglo xix acab por desnaturalizar una tradicin ya de por s precaria. Mi argumento sobre la historia no slo se refiere a las vicisitudes de la tradicin liberal en el siglo xix; tambin tiene que ver con el papel que ha desempeado en

    4 J.G. Merquior, Liberalism Old & New, Boston, 1991, pp. 75-80.5 Jos Antonio Aguilar Rivera, Omisiones del corazn: la recepcin de Tocqueville en Mxico, Revista de Occidente, nm. 289, ( junio 2005): 17-35.

  • 39

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    el pensamiento de importantes autores que son referentes imprescindibles para la reflexin sobre la libertad. En el caso de Mxico, el pensamiento liberal en el siglo xx fue el terreno de historiadores como Daniel Coso Villegas y de un poeta, Octavio Paz.

    Para finales de la dcada de los cuarenta el agotamiento de la Revolucin mexicana era ya evidente. Fue entonces cuando se intent conjugar un pasado disruptivo con un presente civilizado, y se acu el paradjico trmino revolucionario institucional. La Revolucin, como utopa social y poltica, haba dejado de existir. Para muchos, las promesas de regeneracin haban quedado incumplidas. Este agotamiento y desencanto llev a gente como Daniel Coso Villegas a una bsqueda nostlgica de una ideologa y de un periodo ejemplares en la historia poltica de Mxico que sirvieran como un parmetro crtico. Despus de varias dcadas de olvido, el liberalismo apareci a finales de la dcada de los cuarenta como un programa til para exhibir los desvos y las traiciones de la Revolucin hecha gobierno. Al igual que los liberales doctrinarios durante el Porfiriato, Coso Villegas pensaba que la Revolucin haba sido incapaz de cumplir los anhelos de regeneracin poltica y moral que la nacin haba puesto en ella. En qu periodo de la historia se poda hallar una vara que sirviera para medir la situacin actual? La vuelta al siglo xix era ineludible: la etapa idealizada, que servira como punto de comparacin para evaluar el presente, sera la Repblica Restaurada (1867-1876). Aqul haba sido, segn el historiador liberal, un periodo de libertades, divisin de poderes, vigoroso debate y democracia poltica. La obra magna de Coso Villegas, La Historia Moderna de Mxico (1955), fue el resultado de esa bsqueda nostlgica. La constitucin idealizada fue la de 1857. En la Constitucin de 1857 y sus crticos (1957) Coso Villegas hizo una vigorosa defensa del liberalismo constitucional. Ante los gigantes de la Reforma palidecan los cachorros de la Revolucin.

    De la misma manera, fue precisamente durante la era de consenso (1940-1960) que el idelogo Jess Reyes Heroles escribi El liberalismo mexicano. Revolucin y liberalismo haban sido institucionalizados. El liberalismo adquiri dos caras distintas y hasta contradictorias, aunque igualmente mticas. La primera, epitomizada por Coso Villegas, vea en el pasado liberal un parmetro crtico para juzgar negativamente la realidad de los regmenes posrevolucionarios. La herencia liberal era un programa a futuro que deba construirse sobre el fracaso de la Revolucin. La segunda (Reyes Heroles) no vea traicin sino cumplimiento y continuidad en el programa revolucionario. La Revolucin haba recuperado y actualizado el anhelo liberal decimonnico interrumpido por el Porfiriato. El liberalismo

  • 40

    Caminos de la Libertad

    6 Justo Sierra, La Libertad, 6 de marzo 1883, citado por Hale, Los mitos polticos, 825.7 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Postdata, Vuelta al Laberinto de la soledad, Mxico, FCE, 1994, p. 134.

    se convirti as, como seala Hale, en uno ms de los mitos nacionales que conformaran el panten oficial del nacionalismo mexicano.

    El concepto de la continuidad del liberalismo, afirma Hale, ya sea construido apologticamente por Jess Reyes Heroles o incluso construido crticamente por Coso Villegas, tiende a impedir nuestro entendimiento de ese largo intervalo entre la heroica Reforma y la heroica Revolucin, la era en la cual se forj el mito liberal, y de esa forma contribuye a ignorar o a distorsionar otras importantes continuidades liberales que pueden ser relevantes para una visin ms clara de la poltica mexicana de hoy. El discurso liberal ha estado, por ejemplo, ligado a una obsesin muy poco liberal: la unin, la cohesin del organismo poltico. As, una caracterstica central del liberalismo la tolerancia a la diferencia y el papel benfico del pluralismo fue distorsionada en Mxico. Lo mismo ocurri con la preocupacin por la preservacin cultural, por conservar el espritu latino de nuestra nacionalidad, en palabras de Justo Sierra.6

    La historia anima, pero no nutre, a la tradicin liberal en el siglo xxi. Es un manantial de ensueos romnticos. Si los historiadores idealizan o desnaturalizan el pasado liberal, los poetas descreen de l. La Historia es una fuerza que el liberalismo combate, pero a la que no podr derrotar. En Octavio Paz se muestra con claridad el embrujo de la historia. En El laberinto de la soledad escribi: Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro da de la Independencia, una constitucin ms o menos (casi siempre menos que ms) liberal y democrtica. En Europa y en los Estados Unidos esas leyes correspondan a una realidad histrica en Hispanoamrica slo servan para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideologa liberal y democrtica, lejos de expresar nuestra situacin histrica concreta, la ocultaba. La mentira poltica se instal en nuestros pueblos casi constitucionalmente.7 As, pensaba Paz, durante ms de cien aos hemos sufrido regmenes de fuerza, al servicio de las oligarquas feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad.

    Paz comprende el objetivo de los liberales: consumar la ruptura con la tradicin colonial. Sin embargo, le parece que ese objetivo est ms all de sus fuerzas. La Historia derrota las ilusiones de un puado de ilustrados optimistas. Paz apunta con agudeza la ingenuidad constitucional de la que hemos hablado. La crtica de los liberales no se dirige tanto a cambiar la realidad como la legislacin. Casi todos piensan, con un

  • 41

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    8 Ibid. p. 138.9 Ibid. pp. 139-40.

    optimismo heredado de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas leyes para que la realidad se transforme. La obra de la generacin de 1857 no consisti solamente en la ruptura con el mundo colonial; fue un proyecto tendiente a fundar una nueva sociedad. Es decir, el proyecto histrico de los liberales aspiraba a sustituir la tradicin colonial basada en la doctrina del catolicismo, por una afirmacin igualmente universal: la libertad de la persona humana.8 Paz no se equivoc cuando afirmaba que la Reforma fund a Mxico negando su pasado: rechaza la tradicin y busca justificarse en el futuro. Ese es el espritu del liberalismo. Para Paz los lmites de la libertad estn determinados por la Historia y su legado: El liberalismo es una crtica del orden antiguo y un proyecto de pacto social. No es una religin, sino una ideologa utpica; no consuela, combate; sustituye la nocin del ms all por la de un futuro terrestre. Afirma al hombre pero ignora una mitad del hombre: esa que se expresa en los mitos, la comunin, el festn, el sueo, el erotismo. La Reforma es, ante todo, una negacin y en ella reside su grandeza. Pero lo que afirmaba esa negacin los principios del liberalismo europeo eran ideas de una hermosura precisa, estril y, a la postre, vaca. La geometra no sustituye a los mitos. Para que el esquema liberal se convirtiese en verdad en un proyecto nacional necesitaba lograr la adhesin de todo el pas a las nuevas formas polticas. Pero la Reforma opona a una afirmacin muy concreta y particular: todos los hombres son hijos de Dios, afirmacin que permita una relacin entraable y verdaderamente filial entre el Cosmos y la criatura, un postulado abstracto: la igualdad de los hombres ante la ley. La libertad y la igualdad eran, y son, conceptos vacos, ideas sin ms contenido histrico concreto que el que le prestan las relaciones sociales El corolario de esta reflexin romntica era: al fundar a Mxico sobre una nocin general del Hombre y no sobre la situacin real de los habitantes de nuestro territorio, se sacrificaba la realidad a las palabras y se entregaba a los hombres de carne a la voracidad de los ms fuertes.9

    A pesar de que El laberinto de la soledad fue escrito a mediados del siglo pasado, esta visin de la historia todava goza de cabal salud. Creo que las ideas de Paz ilustran una de las debilidades crticas de la tradicin liberal en Mxico y Amrica Latina: su vulnerabilidad ante los ataques romnticos. Y ello se debe a que su historia no est armada con argumentos que le sirvan para defenderse de alegatos como los de

  • 42

    Caminos de la Libertad

    Paz. Si el liberalismo histrico hubiera abrevado no slo en Constant sino en Tocqueville, la acusacin de Paz a la libertad como una idea estril habra resultado muchos menos convincente. Para los hombres, descubri Tocqueville en Estados Unidos, la igualdad no era una abstraccin de los enciclopedistas sino una verdadera pasin. Ms an: el observador francs haba demostrado que la dicotoma entre libertad y religin era falsa. Los norteamericanos eran religiosos y eran libres; no a pesar de la religin sino en gran medida gracias a ella. La versin filosfica del argumento de Paz es el comunitarismo contemporneo: la sociedad precede al individuo. Sin embargo, las vigorosas refutaciones que los liberales han hecho a los comunitaristas en el mundo anglosajn brillan por su ausencia en nuestros pases. No es, pues, una sorpresa que el multiculturalismo antiliberal goce de gran popularidad en Mxico hoy en da.

    Democracia vs. libertad

    Otro de los rasgos anmalos de la tradicin liberal en nuestros pases es el divorcio entre liberalismo poltico que comprende a la democracia y el liberalismo econmico, que defiende el libre mercado. Si durante el siglo xix fue hegemnica la vertiente constitucional del liberalismo, lo que ocurri en el xx fue que el liberalismo poltico fue eclipsado por diferentes autoritarismos. Aunque las libertades individuales y la democracia son por principio incompatibles con las dictaduras, no lo fue el libre mercado. As, en los pases del cono sur el liberalismo se redujo a uno de sus componentes, el econmico. Amputado de su componente poltico, el libre mercado qued asociado a gobiernos que coartaban las libertades civiles y polticas, pero permitan el libre juego de los agentes econmicos. Sin embargo, el liberalismo naci histricamente como una ideologa poltica. Nunca fue solamente laissez faire. Probablemente hoy el reto ms importante para los latinoamericanos sea restaurar la integridad poltica y econmica del liberalismo. El resultado del divorcio existente es la democracia antiliberal descrita por Zakaria. Si el liberalismo no recupera a la democracia como una parte constitutiva de su legado poltico, corre el riesgo de que los avances democrticos se conviertan en prdidas de libertades, tal y como ocurre en Venezuela. La reduccin del liberalismo al libre mercado le allana el camino a los lderes populistas antiliberales que no solamente se oponen a la economa abierta sino tambin a los derechos civiles y polticos de los ciudadanos. No creen que su mandato pueda ser acotado por instituciones como los tribunales, la divisin de poderes o las constituciones. As, la

  • 43

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    10 Francis Fukuyama, La construccin del estado, Barcelona, Ediciones B, 2004.

    reintroduccin del liberalismo poltico en buena parte de Amrica Latina es una tarea pendiente.

    El liberalismo econmico es necesario pero no es suficiente. As como resalta la pobreza filosfica de muchos liberales decimonnicos, es notable que muy pocos de los tecncratas que en los aos ochenta implementaron reformas estructurales en las economas de sus pases tuvieran una visin integral de una sociedad liberal. De ah, por ejemplo, que descuidaran las reas institucionales como el Estado de derecho y la independencia de la judicatura, sin las cuales simplemente no puede operar de manera correcta una economa de mercado. Una vez ms, una versin deformada y parcial de la tradicin liberal barri el continente; fue adoptada y copiada de manera acrtica por los gobernantes de nuestros pases. Si el libro de texto en el siglo xix fue el manual de Constant, en los aos ochenta lo fueron los textos de los economistas norteamericanos que aconsejaban la desregulacin y la reduccin drstica del Estado. Cualquier profundizacin de las reformas estructurales, que en muchos pases no han concluido, pasa por restaurar la integridad poltica del liberalismo. Francis Fukuyama ha reconocido la importancia del Estado y las instituciones para el futuro de la prosperidad econmica.10 No ser a travs de la tecnocracia autoritaria como ello ocurra sino a travs de la democracia y la persuasin en un contexto de pluralismo poltico.

    La libertad y sus enemigos

    El enemigo principal de la libertad en el siglo xxi, en las sociedades occidentales, es el multiculturalismo. Los crticos marxistas del liberalismo de ayer se han metamorfoseado en los multiculturalistas de hoy. Sin embargo, a diferencia de los antiguos marxistas que atacaban de frente a la democracia y el capitalismo, los nuevos crticos no dan una batalla frontal; lo hacen de manera oblicua, proponiendo derechos colectivos de las minoras culturales.

    Una forma de introducir de manera embozada la nocin de derechos culturales es presentarlos como una condicin necesaria para ejercer los individuales. Por ejemplo, el filsofo Luis Villoro seala que: entre los derechos que garantizan al individuo la capacidad de eleccin de vida, es necesario considerar derechos que aseguren a las diferentes comunidades culturales la autonoma que hace posible la eleccin de vida

  • 44

    Caminos de la Libertad

    de los individuos. Y afirma: para que un purpecha o un tzotzil pueda ejercer realmente el derecho de elegir su propio plan de vida, tienen que respetarse las formas de vida purpecha y tzotzil. Si le quieren imponer por fuerza una cultura que no es la suya, no podr elegir su plan de vida ni ejercerlo.11 La conclusin es, por supuesto, que el derecho de los pueblos no puede verse como contradictorio ni opuesto a los derechos individuales, sino como condicin para el ejercicio de esos derechos.

    Esta visin tiene el mrito de reconocer la primaca ontolgica de los individuos. Pero maosamente le pone condiciones culturales. Quien ha elaborado ms sistemticamente esta tesis es el filsofo poltico canadiense Will Kymlicka. Los problemas de la diversidad cultural, afirma Kymlicka, son muchos y muy importantes. Las mayoras y las minoras de un pas a menudo chocan a causa de asuntos tales como el idioma, la autonoma regional, la representacin poltica, los derechos de propiedad sobre la tierra y las polticas de inmigracin y naturalizacin. Encontrar respuestas a estos problemas que sean a la vez moralmente defendibles y polticamente viables es el reto ms grande que en la actualidad enfrentan las democracias.12 La solucin, afirma Kymlicka, pasa por la reformulacin de la teora liberal para reconocer la existencia de los derechos de las minoras. Segn Kymlicka, los liberales deberan preocuparse por el futuro de las estructuras culturales, no porque estas tengan algn status moral en s mismas, sino porque slo cuando la gente tiene una estructura cultural rica y segura puede percatarse, vvidamente, de las opciones a su disposicin y es capaz de examinar de manera inteligente su valor.13 La cultura, piensa Kymlicka, es un bien primario que es condicin para la eleccin significativa de opciones de vida. La traduccin en la prctica es la ciudadana multicultural.

    Esta lnea argumentativa le permite afirmar a los multiculturalistas que los derechos de los pueblos indgenas no se oponen a los derechos individuales ni tienen un fundamento distinto; son una condicin de posibilidad de stos. Sin embargo, el argumento no se sostiene, ni en la teora ni en la prctica. La posibilidad de conflicto entre derechos colectivos e individuales no es hipottica. Tericamente, como seala Jeremy Waldron, la pretensin de que siempre hemos pertenecido a pueblos especficos y culturalmente homogneos tiene que ser tratada con la misma precaucin

    11 Luis Villoro, Estado plural, pluralidad de ulturas, Mxico, Paids, 1998. P. 93.12 Will Kymlicka, Multicultural Citizenship, Oxford, Oxford University Press, 1995, p. 1.13 Will Kymlicka, Liberalism, Community and Culture, Oxford, Oxford University Press, 1989, p.165.

  • 45

    Jos Antonio Aguilar Rivera

    que las fantasas individualistas sobre el estado de naturaleza: til, tal vez, para algn propsito terico, pero completamente errada para otros.14 Aunque es cierto que nuestras decisiones y elecciones no ocurren en el vaco, de ah no se sigue que exista, ni que requiramos, un marco cultural en el cual a cada alternativa disponible le corresponda un significado. La cultura est compuesta por innumerables componentes que nos vienen de muchos sitios.

    La desafortunada aversin marxista a los derechos individuales no se ha ido del multiculturalismo. Aunque ya no es posible retricamente negarlos, ahora la estrategia consiste en adicionarlos con derechos colectivos. Por eso en la formulacin de muchos multiculturalistas los derechos individuales y colectivos aparecen como jerrquicamente iguales. Debido a las mismas razones, buscan una teora de la justicia que no sea liberal. Marx tena una. Como afirma Brian Barry, en lo que que Marx fue caracterstico fue en su posicin sobre los derechos civiles y polticos: no se content con sealar sus limitaciones en lo referente a las grandes desigualdades econmicas, antes bien, los denunci como adecuados nicamente para el hombre egosta. La solucin no consista en complementar los derechos universales con otros, sino en abolir completamente los derechos. En la sociedad del futuro la solidaridad social y la cooperacin espontnea obviaran la necesidad de los derechos burgueses.15 Obviamente, los derechos indgenas son derechos supuestamente no egostas. El menosprecio del potencial de estos para violar los derechos individuales es perfectamente consistente con el historial del marxismo. No es necesario hacer reponsable a Marx de todos los crmenes en contra de la humanidad cometidos por Lenin, Stalin y Mao, afirma Barry, para reconocer que su despectiva actitud hacia los derechos liberales normales proporcion un apuntalamiento a los monstruosos abusos del sistema legal perpretados por los regmenes que gobernaron y por otros regmenes moldeados a su semejanza.16 Lo sigue proporcionado hoy todava.

    Quienes estn a favor de la diversidad en abstracto deberan recordar, como lo hace Sartori, que una sociedad fragmentada no por ello es una sociedad pluralista. Y si es verdad, como lo es, que el pluralismo postula una sociedad de asociaciones mltiples, esta no es una determinacin

    14 Jeremy Waldron, Minority Cultures and the Cosmopolitan Alternative, en Will Kymlicka, ed. The Rights of Minority Cultures, Oxford, Oxford University Press, 1995, pp. 93-123.15 Brian Barry, Culture and Equality. An Egalitarian Critique of Multiculturalism, Cambridge, Harvard University Press, 2001, p. 54.16 Ibid.

  • 46

    Caminos de la Libertad

    suficiente. En efecto, estas asociaciones deben ser, en primer lugar, voluntarias (no obligatorias o dentro de las cuales se nace) y, en segundo lugar, no exclusivas, abiertas a afiliaciones mltiples. Y este ltimo es el rasgo distintivo. Por tanto, una sociedad multigrupos es pluralista si, y slo si, los grupos en cuestin no son grupos tradicionales y, segundo, slo si se desarrollan naturalmente sin ser impuestos de alguna manera.17 Las demandas de los empresarios tnicos son antipluralistas porque buscan que una identidad la tnica domine sobre todas las dems. Por el contrario, el pluralismo funciona cuando las lneas de divisin se neutralizan y frenan por mltiples afiliaciones (y tambin lealtades), mientras que disfunciona, por as decirlo, cuando las lneas de fractura econmico-sociales coinciden, sumndose y reforzndose unas a otras (por ejemplo, en grupos cuya identidad es a la vez tnica, religiosa y lingstica). El proyecto multicultural, afirma Sartori, slo puede desembocar en un sistema de tribu, en separaciones culturales desintegrantes, no integrantes. No es cuestin de concebirlo bien o mal: el mal es innato a la concepcin del proyecto.

    17 Giovanni Sartori, La sociedad multitnica, Madrid, Taurus, 2001.