46
La génesis del paisaje medieval en Álava: la formación de la red aldeana Juan Antonio Quirós Castillo 1 1 Área de Arqueología. Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibert- sitatea, C/ F. Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria-Gasteiz. El presente trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de inves- tigación BHA2002-04170-C05-05 financiado por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia. La realización de este texto ha sido posible gracias al apoyo, la colaboración y la disponibilidad de numerosos arqueólogos e investi- gadores. En primer lugar quiero agradecer al Museo de Arqueología de Álava, y en particular a su directora, Amelia Baldeón, y a Elisa García Retes, el apoyo que están prestando al desarrollo de esta investigación y las facilidades que me han prestado para acce- der a los datos de otras excavaciones. En segundo lugar debo agradecer al colega Javier Fernández Eraso que me facilitase el acce- so a los materiales y a las cronologías radiocarbónicas, aún inéditas, de sus excavaciones realizadas en Los Husos. Igualmente con B. Bengoetxea Rementeria, F. Sáenz de Urturi, L. Gil Zubillaga, J. Fernández Bordegaray, F. Javier Ajamil Baños y todos los miem- RESUMEN En este trabajo se realiza una síntesis sobre la evolu- ción del territorio de Álava en la Alta Edad Media. En particular se defiende que la formación de una red de aldeas estables a partir del siglo VIII ha represen- tado una cesura significativa en la evolución social del poblamiento alavés. Por este motivo se analiza, de forma sintética, los antecedentes de las aldeas, evi- denciando como en torno al 450 se ha producido una profunda transformación de las formas de ocu- pación del espacio a favor de áreas marginales y en torno a nuevas pautas de jerarquización del territo- rio. La consolidación de nuevos poderes territoriales comporta la creación en torno al 750 ca. de una red de aldeas económicamente muy complejas, que han perdurado en su mayoría hasta nuestros días. Igual- mente se detecta la existencia de formas de dife- renciación social interna a partir de los siglos IX-X. PALABRAS CLAVE: Aldea, Élites, Campesinos, Poblamiento, Alta Edad Media, castra. ABSTRACT In this paper it is made a synthesis about the deve- lopment of the territory of Alava in the High Midd- le Ages. In special, it is defended that the formation of a stable villages net from the VIII century on, has meant a meaningful cut in the social development of the settlement of Alava. For that reason it is analy- zed, in a synthetic way, the antecedents of the villa- ges, making clear that around the 450 it has been pro- duced a deep transformation of the ways of space occupation in favour of the marginal areas and around new guidelines of territory hierarchies. The consoli- dation of new territorial powers involves the crea- tion around the 750 of a net of economically very complex villages, that have remained in their majo- rity until nowadays. Likewise it is detected the exis- tence of inner social differentiation forms from the IX-X centuries on. KEY WORDS: Village, Elites, Peasants, Settlement, High Middle Ages, Castra INTRODUCCION El presente texto no pretende ser sino una primera reflexión global sobre el territorio ala- vés en la Alta Edad Media en el marco de las investigaciones que está realizando en este terri- torio el Área de Arqueología de la Universi- dad del País Vasco. Las líneas básicas de las que parte este trabajo están directamente relacio- nadas con las importantes aportaciones que, en los últimos años, algunos arqueólogos euro- peos están realizando en el análisis de la géne- 49 AyTM 13.1, 2006

La génesis del paisaje medieval en Álava: la formación de la … · centra su atención en la génesis de los castillos, Fossier se focaliza en el surgimiento de las alde-as. Para

Embed Size (px)

Citation preview

La génesis del paisaje medieval en Álava:la formación de la red aldeana

Juan Antonio Quirós Castillo 1

1 Área de Arqueología. Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibert-sitatea, C/ F. Tomás y Valiente s/n, 01006 Vitoria-Gasteiz. El presente trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de inves-tigación BHA2002-04170-C05-05 financiado por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia. Larealización de este texto ha sido posible gracias al apoyo, la colaboración y la disponibilidad de numerosos arqueólogos e investi-gadores. En primer lugar quiero agradecer al Museo de Arqueología de Álava, y en particular a su directora, Amelia Baldeón, y aElisa García Retes, el apoyo que están prestando al desarrollo de esta investigación y las facilidades que me han prestado para acce-der a los datos de otras excavaciones. En segundo lugar debo agradecer al colega Javier Fernández Eraso que me facilitase el acce-so a los materiales y a las cronologías radiocarbónicas, aún inéditas, de sus excavaciones realizadas en Los Husos. Igualmente conB. Bengoetxea Rementeria, F. Sáenz de Urturi, L. Gil Zubillaga, J. Fernández Bordegaray, F. Javier Ajamil Baños y todos los miem-

RESUMEN

En este trabajo se realiza una síntesis sobre la evolu-ción del territorio de Álava en la Alta Edad Media.En particular se defiende que la formación de una redde aldeas estables a partir del siglo VIII ha represen-tado una cesura significativa en la evolución social delpoblamiento alavés. Por este motivo se analiza, deforma sintética, los antecedentes de las aldeas, evi-denciando como en torno al 450 se ha producidouna profunda transformación de las formas de ocu-pación del espacio a favor de áreas marginales y entorno a nuevas pautas de jerarquización del territo-rio. La consolidación de nuevos poderes territorialescomporta la creación en torno al 750 ca. de una redde aldeas económicamente muy complejas, que hanperdurado en su mayoría hasta nuestros días. Igual-mente se detecta la existencia de formas de dife-renciación social interna a partir de los siglos IX-X.

PALABRAS CLAVE: Aldea, Élites, Campesinos,Poblamiento, Alta Edad Media, castra.

ABSTRACT

In this paper it is made a synthesis about the deve-lopment of the territory of Alava in the High Midd-le Ages. In special, it is defended that the formationof a stable villages net from the VIII century on, hasmeant a meaningful cut in the social development ofthe settlement of Alava. For that reason it is analy-zed, in a synthetic way, the antecedents of the villa-ges, making clear that around the 450 it has been pro-duced a deep transformation of the ways of spaceoccupation in favour of the marginal areas and aroundnew guidelines of territory hierarchies. The consoli-dation of new territorial powers involves the crea-tion around the 750 of a net of economically verycomplex villages, that have remained in their majo-rity until nowadays. Likewise it is detected the exis-tence of inner social differentiation forms from theIX-X centuries on.

KEY WORDS: Village, Elites, Peasants, Settlement,High Middle Ages, Castra

INTRODUCCION

El presente texto no pretende ser sino unaprimera reflexión global sobre el territorio ala-vés en la Alta Edad Media en el marco de lasinvestigaciones que está realizando en este terri-

torio el Área de Arqueología de la Universi-dad del País Vasco. Las líneas básicas de las queparte este trabajo están directamente relacio-nadas con las importantes aportaciones que,en los últimos años, algunos arqueólogos euro-peos están realizando en el análisis de la géne-

49AyTM 13.1, 2006

50 AyTM 13.1, 2006

sis de los paisajes medievales a partir de la sis-tematización del registro arqueológico (ZADO-RA RIO 2003; FRANCOVICH, HODGES 2003,VALENTI 2005; CHAVARRIA, BROGIOLO 2005;VIGIL ESCALERA 2006).

Esta renovación, que está articulando nume-rosos debates en los últimos años, descansaen la capacidad que han tenido estos autoresen digerir y elaborar un volumen muy notablede registros materiales generados en el ámbi-to de la Arqueología de intervención y de inves-tigación durante los últimos lustros, y en la cla-rividencia de haber formulado problemáticas ymodelos explicativos autónomos y desvincula-dos de las producciones historiográficas. Tantola cantidad como la calidad del registro arque-ológico relativo a la Alta Edad Media europeaestá permitiendo proponer nuevos plantea-mientos historiográficos y cuestionar temáticasy modelos hasta el momento basados única-mente desde la documentación escrita 2. Esta-mos, pues, ante una situación sin retorno demanera que la Historia de la Alta Edad Mediano podrá hacerse sin recurrir de forma siste-mática a la arqueología.

Una de las principales consecuencias de estaprofunda renovación de los estudios sobre laAlta Edad Media ha sido sacar a la luz la exis-tencia de formas de ocupación y explotacióndel espacio por parte de grupos de campesi-nos organizados en aldeas. Se trata de un regis-tro material complejo, difícil de sistematizar yelaborar, pero aún más difícil de historiar yaque, como ha señalado E. Zadora Rio, el hábi-tat rural altomedieval difícilmente encuentra sulugar en los paradigmas históricos (ZADORA RIO2003: 8).

En esta ocasión nuestro objetivo será el depresentar, de forma sintética, los resultados delestudio de un conjunto de aldeas altomedie-vales excavadas en el territorio alavés en los últi-mos diez años, que probablemente constituyenel conjunto numéricamente más significativocon el que contamos en la actualidad en elnorte de la Península Ibérica, excluida Catalu-ña para los siglos VIII y X. La casi totalidad deestas excavaciones han sido realizadas por pro-fesionales y empresas de arqueología en el con-texto de la “Arqueología de intervención”, demanera que aún no contamos con ningunamemoria definitiva de excavación. Sin embar-go, gracias a las noticias recogidas en noticia-rios arqueológicos como “Arkeoikuska” edita-do por el Gobierno Vasco y a las propias noticiasproporcionadas por los arqueólogos profesio-nales, podemos realizar una primera caracteri-zación e interpretación de este registro mate-rial. En un trabajo monográfico, actualmente enpreparación, se pretende editar de forma ampliay adecuada estas intervenciones arqueológicas.

Como hemos dicho nuestro ámbito deobservación será el territorio alavés, un espa-cio de 3.037,26 km2 enclavado en el sur delPaís Vasco, entre el Cantábrico y el Valle delEbro. La artificiosidad que comporta elegir un“territorio histórico” actual ha de entenderseúnicamente como un criterio práctico y decomodidad, aunque hay que ser consciente deque se trata de un espacio compartimentadoy complejo que agrupa realidades distintas. Entérminos geográficos podemos diferenciar almenos cinco espacios; la tierra de Ayala, corres-pondiente al alto valle del Nervión, que es unacomarca cantábrica; el territorio montañosooriental; la Llanada central y sus rebordes mon-tañosos; Treviño y la Rioja alavesa.

bros de Ondare he podido discutir aspectos básicos tratados en este trabajo, poniéndome a disposición datos y materiales inédi-tos. En la actualidad se prepara con estos últimos una obra de síntesis sobre las aldeas alavesas de los siglos VIII-XI. Agradezco aA. Vigil Escalera, I. Martín Viso, E. Pastor, J. J. Larrea, A. Alonso y E. Alfaro sus comentarios que han contribuido a mejorar el texto.

2 “Alla luce di tale stato di cose, è utile tornare ad una lettura delle fonti scritte attraverso i modelli elaborati sulla base di quelle arche-ologiche, capovolgendo quando è stato proposto in sede storiografica, vale a dire che “le poche fonti materiali” relative al periodocompreso tra la fine del VII e l’inizio del S secolo debbano “ancora essere lette attraverso le fonti scritte”, a causa dell’esiguità delleconoscenze conseguite su base archeologica. Quindi dobbiamo verificare se un sistema insediativo fondato sul villaggio, che emer-ge chiaramente dalle indagini sul campo, risulti o meno compatibili con i documenti disponibili per l’alto medioevo” (FRANCOVICH2004, p. XX).

Se trata de un territorio que cuenta con unaimportante tradición de estudios históricos, yaque en el conjunto del País Vasco es un espa-cio privilegiado para el estudio de la Alta EdadMedia. Los cartularios de instituciones religio-sas como San Millán de la Cogolla, Valpuesta,Oña, etc. documentan, en ocasiones de formadetallada, la sociedad alavesa de los siglos VIII-X (GARCÍA DE CORTAZAR 1983).

Sin embargo, el registro arqueológico aúnno ha sido utilizado en toda su potencialidadpara historiar este período. No obstante, lasaportaciones recientes que están realizandotanto los arqueólogos profesionales ya men-cionados, así como investigadores entre losque hay que mencionar el Grupo de Arqueo-logía de la Arquitectura de la Universidad delPaís Vasco, están cambiando rápidamente estepanorama. Entre los principales indicadores hayque señalar la existencia de un conjunto nota-ble de dataciones radiocarbónicas de yaci-mientos tardoantiguos y altomedievales relati-vos al territorio alavés y su entorno másinmediato (fig. 1).

El presente trabajo se estructurará esen-cialmente en tres partes; en primer lugar se ana-lizará brevemente la temática de la arqueolo-gía de las aldeas; a continuación se trazarán laslíneas básicas de las transformaciones del espa-cio alavés en el período comprendido entre lacaída del Imperio Romano y la formación delas aldeas; para concluir se analizarán las alde-as altomedievales excavadas hasta el momen-to y se planteará una interpretación generaldel fenómeno.

Antes de concluir esta introducción querrí-amos señalar que nuestro análisis se ha basa-do esencialmente en el estudio de las estruc-turas de poblamiento, ya que desde nuestropunto de vista constituyen los principales indi-cadores de los que disponemos en la actuali-dad para realizar una historia social del terri-torio alavés en la Alta Edad Media. Por estemotivo se ha preferido en esta ocasión noabordar de forma específica los poblados delos muertos, teniendo en cuenta que cuentacon excelentes síntesis recientes (AZKARATE2004).

LAS ALDEAS DE LOS HISTORIADORESY DE LOS ARQUEOLOGOS

Con este sugestivo título hace diez años E.Zadora Rio planteaba, en el contexto de la his-toriografía francesa, la contradicción que sehabía venido a crear entre el concepto de aldeaque había construido la historiografía, frente alos resultados de las excavaciones de los asen-tamientos concentrados altomedievales (ZADO-RA RIO 1995).

Efectivamente, durante los años 70 y 80 lahistoriografía francesa había logrado situar enel centro del debate sobre la formación de lasociedad feudal las transformaciones que sehabían producido en los paisajes y las estruc-turas de poblamiento. Tanto a través de análi-sis territoriales específicos, como el realizado porP. Toubert en el Lacio (TOUBERT 1973), comoa través de síntesis más globales, como las rea-lizadas por O. Chapelot y R. Fossier (1980) inte-grando el registro material y documental a lahora de analizar las estructuras del poblamien-to en el centro y norte europeo, o la firmadapor este último autor (FOSSIER 1984) en tornoa la formación de Europa, el análisis social delas transformaciones del poblamiento constitu-yeron un eje fundamental para la creación denuevos paradigmas interpretativos. Si Toubertcentra su atención en la génesis de los castillos,Fossier se focaliza en el surgimiento de las alde-as. Para este último autor la Alta Edad Mediase caracterizaría por un poblamiento dispersoformado por “pueblos efímeros” caracteriza-dos por una “sedentarización imperfecta” aso-ciados a un sistema productivo basado en unaagricultura itinerante e inestable. Solamente entorno al año mil se habría producido la forma-ción de las aldeas en el marco del “encelda-miento” o “revolución feudal” que habría com-portado la sujeción del campesinado a lospoderes señoriales y la reordenación autorita-ria de la producción y de las formas de pobla-miento. Es en el siglo XI cuando nacen las alde-as en torno al cementerio, la parroquia, loscastillos y los señoríos, que constituyen los mar-cos de sociabilidad en torno a los cuales sereorganiza la sociedad medieval como resulta-do de la afirmación del feudalismo (FOSSIER1982: 190 ss; FOSSIER 1996: 210 ss). De esta

51AyTM 13.1, 2006

52 AyTM 13.1, 2006

manera Fossier dota al concepto de aldea deun significado sociológico, que va más allá delcarácter agrupado del poblamiento y se dotade contenido político e ideológico muy concreto.

Esta propuesta interpretativa, que va a influirnotablemente en el desarrollo de la Arqueo-logía Medieval francesa (PEYTREMANN 2003, p.25-102), va asimismo a trascender a otrascorrientes historiográficas europeas, y concre-tamente en el caso de la Península Ibérica suinfluencia, adecuadamente filtrada y releída a laluz de las “obsesiones historiográficas” locales,ha sido muy notable.

Ya en la misma formulación de la propues-ta de “organización social del espacio” que rea-liza García de Cortazar en el año 1985 se atri-buye a la historia del poblamiento un papelcentral a la hora de historiar la sociedad alto-medieval, de tal manera que aún en ausenciade documentación arqueológica adecuada, seanaliza en la documentación escrita la historiadel poblamiento. Más concretamente, la crea-ción de una red de aldeas en torno al año milconstituye un elemento significativo a la horade comprender la organización social del espa-cio entre el Cantábrico y el Duero (GARCÍADE CORTAZAR 1985: 70-71). Es cierto que esteautor subraya asimismo las particularidades delespacio peninsular, señalando posteriormenteque no estaríamos en presencia de una con-centración autoritaria del poblamiento en lossiglos X-XII, ya que el proceso de afirmaciónde la aldea como modelo hegemónico de orga-nización social se habría producido en el perí-odo comprendido entre el 850-950 (GARCÍADE CORTAZAR 1988, p. 22).

Esta propuesta interpretativa ha influidonotablemente en el medievalismo español, tantoa través de la creación de una escuela propia(p.e. PEÑA BOCOS 1995), como a través delreconocimiento de una estrategia de análisissocial del paisaje que ha incidido notablemen-te en la evolución reciente de la historiografía.Este mismo autor, en uno de sus trabajos desíntesis historiográfica realizados en los últimosaños ha subrayado cómo el debate en tornoa la transición entre el mundo antiguo y elmedieval ha pasado sucesivamente de analizar

primero la población, después la sociedad ypor último el poblamiento, de tal manera queeste último se ha convertido en el “fósil direc-tor” de una organización social del espacio(GARCÍA DE CORTAZAR 1999: 506 ss).

A este propósito no puede dejar de seña-larse la notable aportación en términos teóri-cos que supuso el trabajo de M. Barceló a fina-les de los años 80, cuando publica su “reflexiónmétodica” sobre la Arqueología Medieval. Esteautor analiza desde un sólido aparato concep-tual, temáticas y aspectos claves que permitencomprender el significado último del procesode concentración campesina en términos deorganización autoritaria de la producción y decaptura de excedentes en términos señoriales(BARCELÓ 1988: 197-202). Propone para ello lanecesidad de realizar una arqueología “refun-dada” de las sociedades medievales, que pres-te una atención prioritaria a los espacios de cul-tivo que no ha tenido, sin embargo, la atenciónque habría merecido (BARCELÓ 1995).

Pero ha sido en los años 90 cuando el pobla-miento se ha convertido decididamente en lahistoriografía del norte peninsular en el indi-cador básico para comprender el tránsito entreel mundo antiguo al medieval. Toda una seriede trabajos atribuidos a distintas “escuelas” hanincorporado durante estos años la génesis delos paisajes medievales y de las estructurasaldeanas en las agendas de investigaciones. Algu-nos autores han abrazado explícitamente(MARTÍN VISO 2000: 137-139) o implícitamen-te (ESCALONA 2002: 223, GARCÍA CAMINO2002: 335) el concepto de aldea trazado por lahistoriografía francesa, aunque desde plantea-mientos distintos; en cambio, otras propuestasaceptan la existencia de una red aldeana entorno al año mil como resultado de la existenciade un largo proceso de “crecimiento agrario”que se desarrollaría entre los siglos VIII, IX y X(PASTOR 1996: 64 ss; LARREA 1998: 323-326),desplazando de esta manera al período visigodoel modelo de poblamiento inestable y disper-so que otros atribuyen a los siglos posteriores.Otros autores, por su parte, identifican la cre-ación de las aldeas como un momento funda-mental en la formación del paisaje medieval, aun-que en ausencia de intervenciones arqueológicas

no se les pueda atribuir la fecha de nacimien-to (FERNÁNDEZ MIER 1999), mientras que enel caso de Galicia no se ha dado la prioridadal fenómeno de las aldeas sino más bien a“comunidades pseudos-monásticas” como agen-tes de transformación social (LÓPEZ QUIRO-GA 2004: 296) 3.

En la base de estas diferencias tan significa-tivas coexisten tanto aproximaciones teóricasdiferentes del análisis social del paisaje, la ausen-cia de un registro arqueológico sistematizadoy de calidad que permita abordar con claridadaquello que los documentos conservados nodicen, así como la dificultad en digerir y asumirlo que las propias excavaciones arqueológicasdicen (AZKARATE, QUIRÓS CASTILLO 2001: 26).

Este no es, en todo caso, un problema úni-camente exclusivo de la historiografía españo-la, sino que se puede generalizar a otros sec-tores europeos. De hecho, a partir de los años80 el desarrollo de la arqueología altomedie-val francesa ha permitido reconocer la exis-tencia de aldeas fechables antes del año milque cuestionaban abiertamente el modelo pro-puesto de Fossier, como en el caso de Villiers-le-Sec, Baillet-en-France, etc. Para resolver estacontradicción se acuña el concepto de proto-village, en un intento de armonizar el paradig-ma de Fossier con la existencia de aldeas ante-riores al año mil (CUISINIER, GUADAGNIN 1988;COLARDELLE, VERDEL 1993: 379-382). Peroresulta evidente que esta contradicción no podíamantenerse, más aún cuando las sucesivas sín-tesis arqueológicas realizadas ya en los años 90no solo planteaban la existencia de una densared aldeana en amplios sectores franceses, sinoque también sugerían la complejidad social queera posible leer en el seno de estas aldeas(LORREN, PÉRIN 1995, SCHNEIDER 1992). Enlos últimos años, mientras que los arqueólogoshan desarrollo nuevas propuestas de análisiscomplejos de la sociedad altomedieval a tra-vés del estudio de las aldeas (BONIN 2000;

CATTEDDU 2001; PEYTREMANN 2003), en partede la historiografía francesa siguen radicadoslos planteamientos de R. Fossier, más aún trasel debate sobre la “mutación” feudal de losúltimos años.

En estos mismos años la arqueología medie-val italiana ponía en discusión el modelo deincastellamento de Toubert, al reconocer laexistencia de una red aldeana altomedievalsobre la que se implantaban los castillos, de talmanera que estos últimos constituirían única-mente un episodio más –el más visible en losdocumentos- de una larga historia que se habíainiciado siglos antes (FRANCOVICH, MILANESE1989). Más recientemente la arqueología de lasaldeas altomedievales en Italia se ha converti-do en una temática fundamental en el análisisde la génesis de los paisajes medievales (BRO-GIOLO 2005), hasta el punto de convertirsepara algunos autores en una indicador del ini-cio de la Edad Media, marcando una rupturadefinitiva con el pasado romano (FRANCO-VICH, HODGES 2003; VALENTI 2005).

Asimismo en el norte de Europa las sínte-sis recientes de autores como H. Hamerow(2002) han reconocido una compleja evolu-ción social a partir de la arqueología de lasaldeas, en la que se han podido identificar trans-formaciones muy significativas en torno al sigloVIII como resultado de la reorganización y pla-nificación de los espacios residenciales, la trans-formación de las prácticas agrarias y ganaderasy la creación de nuevas redes de intercambiosque modificaron sustancialmente la estructuraeconómica de las aldeas. Estas transformacio-nes en los espacios rurales se relacionan conuna importante reordenación de las estructu-ras políticas y de la propiedad. Concluye laautora citada, subrayando que las comunidadesrurales altomedievales organizadas en aldeasno eran simples, ni estaban aisladas económi-camente, como se había planteado con ante-rioridad (HAMEROW 2002: 156-190).

3 Por brevedad, en esta ocasión no se han citado otras investigaciones recientes realizadas en torno al poblamiento altomedieval enel N Peninsular (ver en particular AA. VV., 1998; BARRIOS, MARTÍN VISO 2000-2001,…), ya que se pretende volver sobre elargumento en otra sede.

53AyTM 13.1, 2006

54 AyTM 13.1, 2006

Podríamos finalizar por lo tanto afirmandoque, mientras el modelo historiográfico traza-do a finales de los años 70 e inicios de los 80que asocia la génesis de las aldeas a la afirma-ción del feudalismo y al encuadramiento delcampesinado en rígidos marcos señoriales siguedominando, con variaciones sobre el tema, eldiscurso de los historiadores, la Arqueologíaha desarrollado un registro complejo que aúnno ha sido digerido ni asumido en las síntesisgenerales sobre la Alta Edad Media.

En el caso de la Península Ibérica la situa-ción es aún más problemática debido, por unlado, a la dependencia de modelos interpreta-tivos esculpidos a partir de influencias exter-nas viciadas por la situación apenas descrita y,por otro, a la carencia de un registro arqueo-lógico adecuado.

A esto hay que añadir que la arqueologíade las aldeas y de los despoblados, base a par-tir de la cual se ha desarrollado en los últimosdecenios la reciente Arqueología Medieval entoda Europa, no han tenido una buena acogi-da en la historia reciente de la ArqueologíaMedieval Española. En particular en el Nortede la Península Ibérica esta temática no ha sidoprácticamente desarrollada, de tal manera queson muy escasos los ejemplos de despobladosy de aldeas medievales en los que se han ana-lizado los espacios residenciales, privilegiandosustancialmente otras temáticas de caráctermonumental, como las iglesias, las necrópoliso los centros fortificados. De hecho, salvo casospuntuales no se ha desarrollado una verdade-ra arqueología de las aldeas medievales. Laausencia de esta “desmonumentalización” dela Arqueología Medieval del Norte peninsularen los últimos 30 años ha tenido, desde nues-tro punto de vista, efectos muy notables a lahora de avanzar en el desarrollo de modelosy propuestas teóricas de calado sobre el pro-ceso de formación de los paisajes medievaleso las sociedades feudales y de superar las con-tradicciones que existen entre los modelos his-tóricos y el registro material. Con frecuenciaeste conflicto se ha resuelto leyendo el regis-tro arqueológico con fórmulas deudoras delos modelos interpretativos generados desdela historiografía.

Urge, por ello, desde nuestro punto de vista,una revisión de las prioridades de investigaciónseguidas por la Arqueología Medieval en elnorte peninsular, evitando seguir generandoregistros redundantes y poco significativos afavor de intervenciones de calidad que pongansu atención en el estudio de las aldeas medie-vales y de sus espacios productivos.

Este paso ya se ha dado en el caso de lasaldeas de época visigoda de la meseta (VIGILESCALERA 2006), de tal manera que la siste-matización de este registro está obligando arevisar aspectos básicos de la sociedad de lossiglos VI y VII en este sector peninsular. Es nece-sario, por lo tanto, ampliar nuestro ámbito deobservación, tanto en términos espaciales comocronológicos, con el fin de poder superar elimpasse en el que actualmente nos encontra-mos tras las últimas aportaciones realizadas entorno al tránsito de la Antigüedad a la EdadMedia en el norte peninsular (QUIRÓS CASTI-LLO, VIGIL ESCALERA 2006).

LOS ANTECEDENTESDE LAS ALDEAS ALAVESAS

Como hemos señalado con anterioridad,en esta ocasión se pretende abordar el pro-ceso de formación de las aldeas alavesas a par-tir del siglo VIII, momento en el que se creaun paisaje plenamente medieval que práctica-mente ha llegado hasta nuestros días (fig. 2).

Ante la ausencia de una síntesis orgánicasobre la historia social del poblamiento alavésque precede a la formación de las aldeas, seha creído oportuno en esta ocasión plantearalgunas de las principales problemáticas quecaracterizan el período comprendido entre lossiglos V y VIII como antecedente necesario paraentender el proceso de formación de la redaldeana. Las siguientes notas, por lo tanto, nopretenden ni mucho menos agotar el tema,puesto que son muchos los yacimientos queaún están inéditos o de los que se conocen bre-ves noticias publicadas en revistas como “Arke-oikuska”, y son muchos los datos que aún nohan sido procesados. Teniendo en cuenta estascautelas, creo que es posible hacer una relec-

55AyTM 13.1, 2006

tura original de algunas temáticas y problemasrelativos a este territorio y confrontarlos conotros territorios peninsulares y europeos. Tén-gase en cuenta que no se pretende realizarmás que una aproximación a cuestiones muycomplejas que habrán de ser tratadas de formamás analítica en estudios de detalle.

Nuestro punto de partida habrá de ser elanálisis del territorio alavés en época romana,período para el que contamos con síntesisrecientes (GIL 1996; FILLOY, GIL 2000: 39-58).

Estas investigaciones muestran cómo es entorno al siglo I d. C. cuando se va a produciruna verdadera transformación de las estructu-ras de poblamiento como resultado de la afir-mación de un nuevo orden social. La primeraordenación ortogonal reconocida en la ciudadde Iruña, situada en la llanada occidental ala-vesa, se ha fechado en época julio-claudia, mien-tras que es en época flavia cuando se detectala existencia de una densa red de asentamien-tos rurales. El centenar de asentamientos rura-les altoimperiales conocidos en la actualidad seubican en las llanuras y en los fondos de valle,y diseñan una estructura de hábitat dispersosy jerarquizada que pivota en torno a pocosnúcleos centrales, siendo en cambio muy abun-dantes las pequeñas granjas y asentamientosmenores. A pesar de que los especialistas haninsistido en la centralidad del patrón viario a lahora de explicar esta jerarquía (GIL 1996: 29),resulta asimismo evidente que coexisten otraslógicas organizativas del espacio basados en laexistencia de centros dirigentes de percepciónde excedentes (con frecuencia identificadoscon mansiones 4), de los que dependen o entorno a los cuales se articulan otras redes deasentamientos menores. Este tipo de estructurajerárquica se reconoce con mayor claridad enla llanada central alavesa, en la que se localizala ciudad de Veleia. Es menos aprehensible, encambio, en el sector occidental y en las zonas

de montaña, donde la profundidad jerárquicaestá menos marcada (fig. 3).

Tras una profunda crisis del poblamientorural y urbano, que parece que hay que situaren el siglo III d. C., se va a producir una pro-funda reestructuración de los asentamientostardorromanos en el período tetrárquico (fig.4). Por un lado se asiste a una contracción delpoblamiento, de manera que se produce elabandono de más de un 40 % de los asenta-mientos altoimperiales. Asimismo se detectauna profunda reestructuración en términos jerár-quicos, de manera que los asentamientos rura-les menores parecen ser los más penalizados afavor de los centros intermedios, mientras quese funda media docena de nuevos pequeñosasentamientos en el sector oriental alavés. Estatransformación se puede relacionar con la ten-dencia a la concentración de las propiedades,y quizás del poblamiento, que se documenta enamplios sectores del imperio en época tardo-rromana (VERA 1986), lo que va a tener con-secuencias muy notables en la reestructuraciónde las jerarquías creadas en el altoimperio.

A diferencia del sector meseteño no se hadocumentado una monumentalización de losnúcleos jerárquicos principales (Albeiurmendi,Salbatierrabide, Las Ermitas, etc.), salvo en elcaso de la uilla de Cabriana (Comunión) 5, queha sido remodelada en la primera mitad del sigloIV y se ha dotado de un rico aparato decora-tivo. No parece casual que este asentamientose encuentre en la periferia alavesa, a orillas delEbro, en la cuenca de Miranda. Se trataría, porlo tanto de una de las muchas haciendas de gran-des dimensiones en manos de funcionarios yaristócratas que encontramos en algunos sec-tores peninsulares, generalmente residentes encentros urbanos (CHAVARRIA 2004: 70-74).

Por último, y por lo que se refiere a la pro-pia ciudad de Veleia, el siglo III representa un

4 Sobre esta temática específica, véanse los importantes trabajos realizados en Mariturri (Vitoria-Gasteiz), donde se ha reconocidotanto una mansio como un vicus (NÚÑEZ MARCÉN, SAÉNZ DE URTURI 2005).

5 I. Filloy, E. Gil (2000: 127) cuestionan que se trate de una uilla, ya que suponen que se trate de una mansio.

56 AyTM 13.1, 2006

momento de reestructuración, que dará pasoa un nuevo modelo urbanístico en época tetrár-quica mediante la construcción de un recien-to amurallado y la reorganización de los espa-cios domésticos (GIL 2000: 49-51).

Pero si el paisaje alavés se va a transformarde forma profunda durante finales del siglo IIIy el siglo IV, en el siglo V observamos una pro-funda cesura, ya que se asiste a la desarticula-ción final de las jerarquías del poblamientoromano y al abandono masivo de asentamien-tos rurales. Las tres pautas principales que pare-cen caracterizar la conformación del paisajealavés a partir del 400 aproximadamente sonlas siguientes:

1. Se produce la transformación y el abando-no de numerosos asentamientos, lo quecomporta el fin de las jerárquicas anterio-res.

2. Se produce la ocupación de espacios “mar-ginales” y periféricos respecto al períodoanterior.

3. Se crean nuevos centros jerárquicos quesiguen una nueva lógica y reflejan la existenciade una estructura de poder aún radicada enel territorio.

Trataremos a continuación cada una de estastemáticas de forma más detallada.

La desarticulaciónde las jerarquías anteriores

Los datos de los que disponemos en laactualidad son aún parciales, puesto que salvocasos puntuales, carecemos de un número rele-vante de yacimientos excavados en extensión.En todo caso, durante el período comprendi-do entre finales del siglo IV y el siglo V asisti-mos al abandono de los asentamientos rura-les principales, mientras que el centro urbanode Iruña muestra una continuidad de ocupa-ción hasta al menos el siglo VI.

Por lo que se refiere a la ciudad de Iruñalos datos disponibles aun son fragmentarios.No obstante, el proyecto de investigación IRUÑA-

VELEIA III. Milenioa está proporcionando nue-vas informaciones de gran relevancia para ana-lizar la evolución de este yacimiento. A la espe-ra de una síntesis global, los datos de los quedisponemos nos muestran que la transforma-ción de la ciudad altoimperial tuvo lugar a par-tir del siglo III, cuando se produjo una profun-da redefinición de la ciudad. Se produjo a partirde entonces la reducción del área ocupada (sepasa de 80 a 11 Ha), y se dotó la urbe de unrecinto amurallado. Las estructuras bajoimpe-riales, en ocasiones realizadas sobre construc-ciones anteriores como en el caso de la deno-minada Domus de Pompeia Valentina, seamortizan en el curso del siglo V. Asimismo lasocupaciones que se han detectado en la exca-vación de la muralla, correspondientes a ocu-paciones domésticas adosadas al propio recin-to, enterramientos y ocupaciones extramuros,parecen igualmente amortizarse en el curso delsiglo V. Se ha reconocido del mismo modo unaocupación medieval, como encomienda de laOrden de San Juan, pero la discontinuidad esevidente respecto a las fases romanas (GIL ZUBI-LLAGA 2003-2005). Arqueológicamente no seconocen restos que se puedan fechar en lossiglos VII y VIII, a pesar de que una de las cró-nicas del ciclo de Alfonso III hace referencia aUelegia Alabense como una de las localidadesque fue asolada por el rey asturiano Alfonso I.

El análisis del territorio rural muestra reali-dades más articuladas y complejas. Un casoparadigmático está representado por la ya men-cionada uilla de Cabriana (FILLOY, GIL 2000:102-104). En proximidad de las estructuras resi-denciales excavadas, que parecen perdurar hastael siglo V, se ha excavado una mínima parte deuna amplia necrópolis fechada entre el últimocuarto del siglo IV y mediados del siglo V. Las54 inhumaciones halladas han sido encuadra-das dentro del fenómeno de las denominadas“necrópolis del Duero”, caracterizadas por lapresencia de ricos ajuares. En todo caso, laexistencia de necrópolis que amortizan las pro-pias estructuras de las villae o se ubican en suproximidad es un fenómeno recurrente enmuchos establecimientos tardorromanos deloccidente mediterráneo, que ha sido explica-do tanto en términos ideológicos y simbólicoscomo de continuidad en la explotación del fun-

dus más allá del abandono del sector residen-cial (CHAVARRIA 2001; 2004: 82-83). En el casode Cabriana la contemporaneidad entre la ocu-pación del espacio residencial y la necrópolispodría estar indicando la existencia de espaciosdomésticos de rustici que explotan el fundus yque se entierran en proximidad del centro dela uilla.

También en el caso de Salbatierrabide (Vito-ria-Gasteiz) parece que el asentamiento, que per-dura hasta mediados del siglo V, ha sido pos-teriormente ocupado por una necrópolis quese fecha hasta el siglo VII (GIL 1990). Sin embar-go, se trata de excavaciones realizadas a iniciosdel siglo XX y de las que carecemos de unadocumentación adecuada (UGARTECHEA 1967).

En síntesis, salvo excepciones puntualespodemos afirmar que en torno al 450 se haproducido la desarticulación de la estructurajerárquica de los asentamientos tardorroma-nos alaveses y el abandono de la mayor partede los mismos. Tras esa fecha se mantienenalgunos núcleos centrales, y en primer lugarIruña, aunque progresivamente pierde su carác-ter urbano. Otros núcleos rurales principalesse transforman radicalmente, de manera quese mantienen como centros de referencia, inclu-so una vez que se han abandonado sus espa-cios residenciales.

La ocupación de espacios “marginales”

Un fenómeno documentado cada vez conmayor frecuencia en los últimos años en Euro-pa y en el Mediterráneo occidental es el de queen época tardorromana y altomedieval se ocu-pan espacios y nichos ecológicos consideradosdurante los siglos anteriores como absoluta-mente periféricos o “marginales”. Se trata, entodo caso, de una marginalidad relativa, ya queeste proceso debe entenderse como el resul-tado del desarrollo de nuevas formas de explo-tación económica del espacio por parte de

comunidades campesinas que siguen nuevaslógicas productivas (GUTIÉRREZ LLORET 1996:311). Tradicionalmente la ocupación de estosespacios se ha relacionado con fenómenos deinestabilidad política o como resultado de ladecadencia del paisaje agrario romano. No obs-tante, el hallazgo en los contextos de los siglosV y VI de cerámica importada nos señalaríacómo estos asentamientos estaban inmersos enlos principales circuitos comerciales.

El abandono parcial de los espacios llanosy los fondos de valle nos indicaría por un ladouna cesura social y económica, que se refleja-ría en los modelos de gestión de estas pro-piedades. A su vez, la ocupación de espacios“improductivos” por parte de pequeños gru-pos de campesinos -ya que hasta el momentosolamente se han detectado ocupaciones depequeñas dimensiones- mostraría una multipli-cidad de situaciones y de estrategias producti-vas cualitativamente diferentes y destinadas atener un protagonismo sustancial desde media-dos del siglo V hasta finales del siglo VII.

Más concretamente en el territorio alavésse ha reconocido tres tendencias principales:

LAS OCUPACIONES RUPESTRES

La temática de las ocupaciones rupestresreferida a los siglos tardoantiguos y altomedie-vales en el territorio alavés ha merecido la aten-ción de un número importante de estudiosos;de hecho, varias de ellas han sido objeto deexcavaciones a lo largo de los años (El Monti-co, los Goros, Corro, Marquínez, Laño, LosHusos, etc.). Se trata de una cuestión que, indu-dablemente, requiere de una profunda y urgen-te revisión y reinterpretación (p.e. BARRIOS,MARTÍN VISO 2000-2001: 75), ya que se confi-gura como una de las piezas claves a la horade analizar las formas de ocupación del espa-cio durante los siglos V-VII en este territorio 6.Como resulta obvio, no es nuestra intenciónrealizar esta revisión en esta ocasión, ya que

6 Asimismo en otros territorios cercanos, como Guipúzcoa, se han reconocido ocupaciones tardorromanas en cuevas como IruaxpeIII, Amalda, Antón Koba, Iritegi, etc.

57AyTM 13.1, 2006

58 AyTM 13.1, 2006

excedería con mucho los objetivos que ahoranos hemos planteado.

En todo caso, y de forma extremadamen-te sucinta, se puede señalar cómo los trabajosmás recientes han interpretado desde variosparámetros este tipo de ocupaciones. Así porejemplo L. A. Monreal (1989), en su síntesisdedicada al alto valle del Ebro, tiende a agru-par la práctica totalidad de este tipo de cue-vas en términos de “colonias semieremíticas”,de iglesias o, en el caso de cuevas de mayoresdimensiones, en centros para “reuniones comu-nitarias”, siempre desde una óptica religiosa(MONREAL 1989, 311).

En cambio, en su tesis doctoral, A. Azkara-te ha relativizado estas conclusiones para elterritorio alavés en cuanto que de las 118 cue-vas que analiza (fig. 5), únicamente reconoceen los grupos de Faido, Albaina y Laño unafuncionalidad eclesiástica (45 cavidades) y lossitúa de forma indiscutible en el siglo VI-VII(AZKARATE 1988: 479-480). Según este autor,nos encontraríamos en presencia de una ocu-pación rupestre tardoantigua de carácter ere-mítico, aunque no hace extensibles estas con-clusiones para el resto de las cavidades alavesas.Recientemente ha vuelto sobre el argumento(AZKARATE, SOLAUN 2003: 38) reafirmán-dose en estas conclusiones y sugiriendo que apartir del siglo VII y VIII estos centros eremíti-cos se habrían convertido en núcleos de atrac-ción, de cristianización y de “desarrollo agrícola”,de tal manera que se vinculan con la presen-cia de las aldeas de Laño y Faido documenta-das en el siglo XI.

Por otro lado, excavaciones realizadas enuna decena de cuevas alavesas han mostradola existencia de distintos tipos de ocupaciónfechadas ya desde el período tardorromano(FILLOY, GIL 2000, p. 52-54).

Resulta indudable que las mayores dificulta-des que plantea la interpretación de este tipode ocupaciones residen en la necesidad de esta-blecer su cronología y conocer su funcionalidad.Indudablemente los epígrafes conservados ensiete cavidades alavesas, que han permitidosituar su ocupación en los siglos VI-VII (AZKA-

RATE 1988: 386-422), constituyen un importan-te punto de partida a la hora de comprenderel momento ocupacional de algunas de las igle-sias rupestres. Pero la ausencia de contextos deexcavación limita notablemente la posibilidadde comprender en su complejidad la naturale-za de estas ocupaciones.

En todo caso, las síntesis más recientes rea-lizadas en otros contextos europeos (p.e. RAY-NAUD 2001) coinciden en señalar que se tratade un fenómeno complejo y heterogéneo, demanera que no todos los abrigos responderí-an a los mismos patrones.

Sin pretender ni mucho menos agotar latemática, se pueden aportar algunos datos quecontribuyan a replantear en su complejidad laproblemática en Álava y su entorno.

Así por ejemplo la cueva de Iruaxpe III, situa-da en el macizo de Orkatzategi (Guipúzcoa),en el límite entre Álava y Guipúzcoa, se haconstatado la existencia de una ocupación tar-dorromana fechada en el siglo V y la primeramitad del VI (AZKARATE, NUÑEZ, SOLAÚN2003: 327-342). En este caso las excavacionesrealizadas han llevado a sugerir que se trata deuna ocupación estacional de carácter ganade-ro (LÓPEZ COLOM, GEREÑU, URTEAGA 1997:154-156). Quizás esta misma función podríaaplicarse a otros abrigos excavados en Gui-púzcoa en la proximidad de la divisoria de aguascon Álava, como podría ser el caso de las cue-vas de Iritegi (URIBARRI 1994) o Antón Koba(ARMENDÁRIZ 1985-1993).

En cambio, en otros abrigos se ha podidodocumentar la existencia de una ocupaciónestable de carácter doméstico, como el casode Kobairada, Solacueva de Lacozmonte, PeñaParda o los abrigos de Los Husos (FILLOY, GIL2000, 53). En estos últimos, enclavados en la Sie-rra de Cantabria, las excavaciones recientesrealizadas por J. Fernández Eraso han permiti-do recuperar elementos significativos para esta-blecer la naturaleza y la cronología de su ocu-pación. Más concretamente en Los Husos II seha reconocido la existencia de una ocupacióndoméstica caracterizada como cabaña o choza(FERNÁNDEZ ERASO 2006: 62), en la que se han

59AyTM 13.1, 2006

hallado algunas cerámicas fechables en los siglosV-mediados del VI. Más concretamente se tratade formas 37 de TSHT y de un bol de DSP(lám 1), que podría fecharse entre el siglo V yel primer cuarto del siglo VI (FERNÁNDEZERASO 2005: 66). No obstante, las datacionesradiocarbonicas realizadas a partir de carboneshallados en estos niveles de ocupación han per-mitido fechar en los siglos III-VII el uso de esteabrigo.

También en Los Husos I se ha podido docu-mentar una ocupación fechada radiocarbóni-camente en los siglos III-VI así como residuosde carácter doméstico (fauna, vidrio, cerámicatardorromana) que nos muestran la naturale-za de la misma (FERNÁNDEZ ERASO 1999: 46).

Se han fechado, en cambio, con cronologíasmás avanzadas otro conjunto de cavidades yabrigos en los que se reconocen otras funcio-nalidades diferentes, tanto de carácter funera-rio como religioso.

Entre ellas se pueden situar el caso de LosGoros (PALOL 1970), abrigo situado en la lla-nada occidental alavesa, y en la que se ha docu-mentado la existencia de dos sepulturas conajuares fechables en los siglos VI y VII. Asimis-mo en el conjunto de la Cueva de los Moros(Corro), situado en el occidente alavés, se hanrealizado hace algunos años unas excavacionesen el exterior del abrigo denominado los MorosII (SÁENZ DE URTURI 1990). En estos sondeosse reconoció la existencia de un cementerio enel exterior de la cueva, recuperándose un totalde cinco esqueletos. La datación radiocarbóni-ca de uno de éstos, una vez calibrada, permi-te situar en el curso de los siglos VII-VIII eldeceso del individuo. Se puede plantear comohipótesis que se trate de un centro eclesiásti-co vinculado a una posible aldea cercana, másque como un centro de carácter eremítico.

En el caso de los conjuntos de treviñesesde Faido, Albaina y Laño (lám 2), para los quese ha propuesto una cronología entre los siglosVI-VII (AZKARATE 1988: 480), podría sugerirseuna funcionalidad similar a la de los Moros,excluyendo su carácter eremítico y relacio-nándolos con las pautas de ocupación social de

los espacios “marginales” a los que venimoshaciendo referencia.

LA OCUPACION DE ALTURAS

Otro fenómeno que se documenta con cier-ta frecuencia en amplios sectores europeosdurante el período tardoantiguo y altomedie-val es la ocupación de zonas de altura (per-chement), tratándose con frecuencia de reo-cupaciones de asentamientos prerromanos.

En el caso alavés solamente se han reco-nocido, hasta el momento, ocupaciones de estanaturaleza en un sector muy concreto del terri-torio, el suroeste, aunque es probable que setrate de un fenómeno que haya tenido un mayordesarrollo. Más concretamente dos son los asen-tamientos en los que se han reconocido ocu-paciones tardorromanas de pequeña entidad.

En el caso del castillo de Ocio (Zambrana),las prospecciones y las recientes excavacionesrealizadas con ocasión de la restauración del con-junto han mostrado la existencia de una largasecuencia ocupacional que se extiende entre elHierro I, la época romana y Alta Edad Media.No obstante, la entidad de los sondeos reali-zados no ha permitido caracterizar de formaadecuada más que las fases de ocupación alto-medievales. Se puede fechar con anterioridadal año mil una torre cuadrada exenta, dotadaprobablemente de un aljibe y de un recintoamurallado, y posteriormente integrada en laestructura castellana actual (SOLAÚN, SÁNCHEZ2003: 218). Los materiales tardorromanos sehan hallado en prospecciones, pero no ha sidoposible reconocer o establecer con precisión lanaturaleza de la ocupación de este período.

El segundo ejemplo es el del castillo de Por-tilla (lám 3), situado en proximidad del anterioren las estribaciones del monte Txulato, a 750m. de altura (FERNÁNDEZ BORDEGARAY 1992-1995). Se trata de un yacimiento igualmenteocupado desde el Hierro I, que cuenta con unaocupación tardorromana y que al parecer vuel-ve a ocuparse a partir de la fase final de la AltaEdad Media. Las excavaciones realizadas en lasterrazas situadas al sur del castillo han permi-tido reconocer la existencia de un asentamiento

60 AyTM 13.1, 2006

tardorromano de carácter doméstico en el quese han hallado dos pequeños hogares, un moli-no de mano circular, algunos metales y TSHT(FERNÁNDEZ BORDEGARY 1995: 102).

A la hora de explicar este tipo de yaci-mientos tradicionalmente se ha recurrido comocriterio básico a la inestabilidad del períodoaunque, como hemos señalado, es posible quetengamos que ubicar su naturaleza en el marcode las transformaciones socioeconómicas quecaracterizan este momento. En todo caso, y ala espera de la edición final de las intervencio-nes en estos yacimientos, parece que nos encon-tramos en presencia de ocupaciones tardo-rromanas breves y que no perduran en la AltaEdad Media.

LOS ESPACIOS GANADEROS

Investigaciones recientes sobre la evoluciónpaleoclimática realizadas en Cataluña, la Mese-ta, los Pirineos, el sur de la Galia o los Apeni-nos italianos han mostrado como la Alta EdadMedia se caracteriza por una profunda trans-formación paisajística y de los espacios pro-ductivos. Estas transformaciones se habrían pro-ducido como resultado de la interacción entrelos cambios paleoambientales y la acción antró-pica con lógicas productivas radicalmente dife-rentes a las documentadas en el período roma-no y a las que se impondrán en época medieval.Sin pretender ser exhaustivos se puede seña-lar cómo los datos arqueobotánicos, arqueo-zoológicos y arqueológicos indican que duran-te los siglos V-VIII se han producido unaimportante degradación hidroclimática de lasllanuras del sureste francés (BERGER 2001:379-384) que favorecieron el desarrollo dehumedales y de espacios ganaderos. En Cata-luña se ha detectado en el entorno de Barce-lona la existencia de una extensa deforestaciónque favoreció una intensa erosión y la forma-ción de prados húmedos aprovechados para eldesarrollo de una actividad ganadera trashu-mante a partir del siglo VI-VII (PALET, RIERA1994). Esta actividad trashumante se detecta enel Rosellón y los Pirineos catalanes, donde sonevidentes las transformaciones del paisaje comoresultado de la actividad ganadera (GALOP 1998:82-83). Este fenómeno se ha reconocido asi-

mismo en las alturas de Prato Spilla (Parma, Ita-lia), donde se ha podido documentar cómodurante los siglos VI-VII el bosque extensivo deépoca romana ha sido sustituido por un nuevosistema de prados con pastos arbolados resul-tado de la deforestación y la producción de heno(DAVITE, MORENO 1996). En el Apenino tos-cano se ha documentado a partir de los siglosV-VI la existencia de una profunda transfor-mación de los espacios forestales mediante lasustitución del bosque mixto mediterráneo porextensiones de pastos arbolados en los que elcastañedo de fruto se ha convertido en la espe-cie dominante (QUIRÓS CASTILLO 1998). Igual-mente en Salamanca los datos arqueobotáni-cos muestran el desarrollo a partir del siglo Vde una atención preferente a la ganadería yuna mayor presión sobre el bosque. En cam-bio a partir del siglo VIII se observa una menorpresión sobre el medio forestal que ha sidointerpretada como un retroceso de la actividadganadera y el desarrollo de una importanteactividad cerealícola (ARIÑO GIL, RIERA MORA,RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ 2002: 296-302).

Aunque las cronologías y los procesos pre-sentan variantes muy significativas en cada terri-torio europeo, resulta indudable que en épocaaltomedieval las lógicas productivas que habíancaracterizado el mundo romano van a ser sus-tituidas por un nuevo modelo económico,menos especializado y dependiente de la expor-tación. Nichos ecológicos y productivos quehasta el momento habían tenido un papel secun-dario o periférico van a adquirir un renovadoprotagonismo, y actividades como la ganaderíacomercial basada en la trashumancia a largadistancia documentada en época romana va aser sustituida por una ganadería de ámbito localque sigue lógicas productivas propias de peque-ñas comunidades rurales.

En el País Vasco aún no contamos con datospaleoclimáticos y arqueobotánicos suficiente-mente significativos para los siglos V-X. Los aná-lisis paleobotánicos realizados en la turbera deSaldropo (Vizcaya) o en la ferrería de Oiola (Tra-pagaran, Vizcaya) muestran una importantedeforestación en torno al año mil, pero care-cemos de datos para los siglos anteriores. Noobstante, es importante señalar que se han

61AyTM 13.1, 2006

documentado en varios cordales del País Vascola existencia de ocupaciones de carácter pas-toril que han sido fechadas mediante el empleode dataciones radiocarbónicas en época roma-na, pero sobre todo altomedieval, que han per-mitido constatar la existencia de una reactiva-ción de la explotación ganadera durante la AltaEdad Media.

Un primer conjunto de ocupaciones se hanreconocido en la sierra de Urbía (Guipúzcoa-Álava), dominando la llanada alavesa oriental.En las prospecciones realizadas en los años 80en este entorno se han reconocido una seriede estructuras de carácter ganadero fechadasen los siglos altomedievales. Más concretamentedos construcciones sondeadas en el lugar deno-minado Kalparmuño se han fechado entre lossiglos IV-VII y entre los siglos IX-XII (URTEA-GA, UGALDE, GANDIAGA 1992-1993: 79).

Igualmente en Guipúzcoa se han realizadorecientemente varias prospecciones en la Sie-rra de Aralar (MORAZA BAREA, MÚJICA ALUS-TIZA 2006) que han permitido documentarvarios “fondos de chabola tumulares”. Un totalde diecinueve de estas estructuras han sidosondeadas y fechadas mediante el análisis radio-carbónico de sedimentos, lo que ha permitidoubicar cronológicamente su ocupación entrelos siglos VI y XVII. Es cierto que se observauna mayor concentración de dataciones entrefinales del siglo IX y finales del siglo XIII, cuan-do es posible que se produjera una ulteriorpotenciación de la ganadería trashumante acorta distancia en relación con el desarrollo dela red aldeana, de los mercados y las ciudades.Por otro lado los autores apuntan cómo en estasierra se ha desarrollado en estos siglos unaganadería vacuna, tal y como han mostrado losdatos arqueozoológicos recogidos en los son-deos, de tal manera que la introducción de losovinos sería muy reciente.

Por último es importante subrayar que estetipo de ocupaciones de altura han sido reco-nocidas en la comarca pirenaica de la Cerda-ña, donde las excavaciones de construccionesy espacios ganaderos han mostrado igualmen-te la reactivación de los espacios de montañaen la Alta Edad Media (RENDU 2003: 430 ss).

En síntesis, aunque los datos de los que dis-ponemos sobre los espacios de montaña delPaís Vasco son aún parciales, permiten pensarque el desmantelamiento del sistema produc-tivo romano favoreció la ocupación de espa-cios productivos marginales de monte y debosque en los que se desarrolla un nuevomodelo económico de carácter silvo-pastoril.

Resulta evidente, por tanto, que será pre-ciso realizar en los próximos años excavacio-nes en extensión en estas estructuras paraconocer la naturaleza de las ocupaciones, asícomo disponer de registros botánicos que per-mitan comprender las formas de ocupación yexplotación de estos paisajes.

La jerarquía del poblamientoen los siglos VI-VII

Este es seguramente uno de las temáticasmás complejas de identificar en el estado actualde nuestros conocimientos, no solamente enÁlava, sino en general en toda la Península Ibé-rica durante los siglos V-VII. Mientras las sínte-sis más recientes de los historiadores tiendena señalar la existencia de fuertes poderes terri-toriales radicados en la península ibérica duran-te los siglos V y VII (ARCE 2005; CASTELLANOS,MARTÍN VISO 2005; WICKHAM 2005), el regis-tro material encuentra grandes dificultades a lahora de reconocer tanto los asentamientos deestos poderosos, como los efectos y las for-mas en que ejercieron este poder.

Varios autores han señalado el papel cen-tral que habrían jugado los castella tardoanti-guos como centros de poder y de articulaciónterritorial, aún reconociendo la variabilidad deestos asentamientos (ESCALONA 2002, CHA-VARRIA 2005: 267-269). Aparentemente estoscastra habrían tenido un papel relevante en laestructura fiscal del reino visigodo, o bien habrí-an constituido las cabeceras de nuevas jerarquíasdel poblamiento alternativas a los modelos ante-riores (CASTELLANOS, MARTÍN VISO 2005).

Estas fortificaciones parecen ser más fre-cuentes en aquellos espacios en los que esca-sean las ciudades o donde su capacidad de arti-cular el territorio es menor. Y no debemos

62 AyTM 13.1, 2006

olvidar que en la Meseta aproximadamente un70 % de las ciudades parece que se han aban-donado o perdido su carácter urbano hacia el550 (QUIRÓS CASTILLO, BENGOETXEA 2006).

En el territorio alavés contamos con unúnico yacimiento que se puede identificar conun castellum, el castro de Buradón, a pesar deque se ha excavado únicamente una porcióndel mismo y de que ocupa una posición peri-férica dentro del territorio alavés.

El castro de Buradón se ubica en las Con-chas de Haro, un estrecho desfiladero atra-vesado por el río Ebro en el límite de La Riojay Álava. Se trata de un risco calizo presididopor una torre, en cuya ladera sur, caracteri-zada por una fuerte pendiente, se han halla-do materiales y restos arqueológicos perte-necientes a varios períodos históricos. El castillode Buradón está documentado al menos desdeel año 964 como una de las tenencias de loscondes castellanos, de tal manera que cons-tituirá un centro de poder relevante en elespacio alavés, al menos bajo el dominio cas-tellano.

Las prospecciones realizadas en el yacimientohan permitido reconocer la existencia de unaocupación protohistórica y medieval, aunque nofue hasta los años 90 cuando se realizaron lasexcavaciones de la ladera meridional con oca-sión de la realización de un túnel en el desfila-dero. En esta excavación, que recuperó nue-vos restos protohistóricos, se pudo detectar laexistencia de una ocupación ininterrumpidafechada entre el siglo IV y la plena edad media(UNZUETA, MARTINEZ 1994).

A partir del siglo IV el yacimiento fue reo-cupado mediante el acondicionamiento de laladera sur con un sistema de terrazas escalo-nadas sobre las que se dispusieron una seriede estructuras de carácter doméstico de lasque se han excavado nueve viviendas, y la rea-lización de una iglesia en su sector inferior.

La primera fase de la iglesia de Buradónpresenta una planta rectangular orientada alSureste, con unas dimensiones interiores de

17 x 5 m y con cabecera tripartita. En la navese ha hallado una piscina bautismal cuadrada,y el edificio ha sido realizado con paramentosde mampostería reforzados en las esquinasrevestidos con estucos pintados.

Mientras que las viviendas se han fechadoen los siglos IV-VI, la iglesia se ha atribuido alsiglo V. En cambio, la necrópolis asociada a laiglesia, formada por enterramientos realizadosen fosa simple, se ha fechado por datacionesradiocarbónicas en los siglos VI-VII.

Sobre esta necrópolis se ha documentadola reconstrucción y ampliación del templo tar-doantiguo mediante el añadido de un ábsidede herradura (fig. 6) que rompe el testero tri-partito anterior. La iglesia se orienta al Este, pre-senta una nave de unos 12 m, y tiene un pres-biterio que sobresale de la planta. La cubiertadel ábside debió ser realizada con cúpula depiedra, si atendemos a la cantidad de toba reco-gida en el derrumbe interior. Su cronología,determinada por criterios morfológicos y esti-lísticos, se ha establecido en el siglo X.

Asociada a esta iglesia se ha excavado unanecrópolis formada por más de 200 enterra-mientos de lajas, que denotan la existencia deuna comunidad campesina que no ha podidoser identificada. Los niveles de destrucción dela iglesia y del conjunto permiten pensar quefue en el siglo XII cuando se abandonó defini-tivamente el yacimiento.

Se trata, por lo tanto, de un yacimientocomplejo y difícil de interpretar con los datoscon los que contamos actualmente. La pre-sencia o ausencia de un recinto amurallado ola propia organización urbanística del asenta-miento tras el siglo VI son aún desconocidas.Sin embargo, es el único yacimiento alavés enel que aparentemente se puede constar la exis-tencia de una continuidad ocupacional entrelos siglos IV y XII. Asimismo el urbanismo com-pacto que se observa en las fases de los siglosIV-VI (UNZUETA, SALCEDO 1994: 54), recuer-da el de otros asentamientos fortificados coe-táneos como el de Bernardos (Segovia) o elde Puig Rom (Gerona).

En todo caso el paralelo más cercano estárepresentado por el conjunto del Vallejo deSantillán (Traspaderne, Burgos), excavado haceunos años a los pies del castro tardoantiguo yaltomedieval de Tedeja (LECANDA 2000: 197-199). También en este caso se ha hallado un cen-tro de culto asociado a varios enterramientosy otras construcciones que se han fechado entreel período tardorromano y altomedieval.

Por lo tanto podríamos considerar la igle-sia de Buradón, no tanto como la expresiónde élites locales, sino como una iglesia vin-culada a un asentamiento concentrado queconstituye un centro de poder territorial decarácter subregional, quizás alternativo o com-plementario a la propia ciudad de Iruña. Lapresencia de iglesias asociadas a estos castra,promovidos por el propio estado, se ha docu-mentado asimismo en otros sectores europe-os (BROGIOLO, CHAVARRIA 2005: 140-141;WICKHAM 2005: 479). Nuestro desconocimientomás detallado del asentamiento en los siglos VII-IX no permite reconocer hasta qué punto semantiene como centro jerárquico superior enel momento en que se produce la formacióndel paisaje medieval articulado en aldeas. Entodo caso, al menos desde el siglo X, y den-tro del marco de las estructuras de poder cas-tellanas, Buradón se presenta como un centrode poder principal en el suroeste alavés.

En síntesis, aunque la interpretación globaldel asentamiento sigue planteando algunosproblemas, los elementos con los que conta-mos sugieren que estamos en presencia deun castellum tardoantiguo y altomedieval, cuyosignificado en términos de centros de poderterritorial ha sido evidenciado por las investi-gaciones realizadas en Galia, Italia y otros sec-tores peninsulares (BROGIOLO, CHAVARRIA2005: 69 ss).

Reflexión final

Como ha señalado recientemente C. Wick-ham (2005: 493-494), si se pretende reconoceren el registro arqueológico altomedieval la exis-tencia de diferenciaciones sociales, el análisisde la complejidad de los intercambios y la arti-culación de las jerarquías de poblamiento cons-tituyen dos guías muy importantes. Por lo quese refiere al primer criterio, la existencia degrupos sociales lo suficientemente ricos comopara poder generar una demanda que susten-te una producción de calidad o su inexistenciaen un contexto socialmente más homogéneo,se podría reconocer en el registro material. Encambio, la presencia de una estructura jerár-quica del poblamiento reflejaría el peso de losgrandes propietarios.

Los estudios más recientes realizados sobrela circulación de la cerámica en el País Vascohan mostrado cómo es entre finales del sigloV y el siglo VI cuando se pueden documentarlas últimas importaciones de cerámica de mesa,consistente esencialmente en DSP. Para el terri-torio alavés, contextos como los de Los Husosson bastante significativos de estas últimas fases.A partir de mediados del siglo VI los datos delos que disponemos nos muestran la existen-cia de producciones cerámicas realizadas contecnologías elementales en ámbitos domésticos,lo que sugiere la carencia de una demandasocialmente diferenciada (AZKARATE, NÚÑEZ,SOLAUN 2003). Igualmente en las necrópolis delos siglos VI-VII dotadas de ajuares metálicos yvítreos, que han dado pie a sugerir la existen-cia de poderes locales fuertes que coyuntural-mente se apoyarían en poderes centrales(GARCÍA CAMINO 2002: 328), se han halladoformas cerámicas realizadas con tecnologíaselementales. Sin querer entrar ahora en losproblemas interpretativos de estas necrópolis 7,

7 Temática, por otro lado, compleja y espinosa. Entre las síntesis más recientes hay que señalar los trabajos de AZKARATE 2004, queparece reconocer en estas necrópolis un proceso de “etnogénesis” y de formación de una “identidad franca”, cuyos planteamien-tos han sido cuestionados por autores como COLLINS 2005, pp. 191-193, que en cambio reconoce en estas necrópolis pobla-ciones militarizadas, sin otorgarles connotaciones étnicas. Como se ha señalado, I. GARCÍA CAMINO (2002) apuesta en cambiopor una lectura en términos de poderes territoriales en el contexto de la frontera. Asimismo han propuesto distintas interpreta-ciones autores como A. Besga, A. Iriarte Kortazar, H. W. Böhme, etc. Hay que señalar que los análisis antropológicos realizados enalgunas necrópolis peninsulares (Goges, Castiltierra), han mostrado que se trata de necrópolis de campesinos, mientras que en la

63AyTM 13.1, 2006

64 AyTM 13.1, 2006

no parece que estos datos arqueológicos debanser leídos necesariamente en términos de pode-res fuertes en el País Vasco durante estos siglos,al menos a nivel supralocal, y probablementesolo el reconocimiento y la excavación de lospoblados de los vivos y de sus espacios pro-ductivos permitirá interpretar desde nuevasbases los propios poblados de los muertos.

Por lo que se refiere, en cambio, a la estruc-turación social que se puede detectar en lajerarquía poblacional, con los datos actualmentedisponibles se puede afirmar que el territorioalavés conoce tras el 450 la quiebra del paisa-je antiguo que habría dado paso a una multi-plicidad de soluciones y de realidades -que enparte aún se nos escapan- caracterizados porla ocupación de espacios “marginales” y por lacreación de centros de poder alternativos.

Como hemos visto con anterioridad, el sigloV constituye un punto sin retorno en la dimen-sión urbana de Veleia. Es cierto que el asenta-miento perdura aún hasta el siglo VI, pero apa-rentemente pierde su dimensión urbana.Asimismo los asentamientos principales tipouillae languidecen en el curso del siglo V. Fren-te a la quiebra de estos sistemas, el castellumde Buradón parece indicarnos la creación deun nuevo orden jerárquico alternativo, quedenota la presencia de élites que siguen tenien-do una capacidad de ordenación del territorio,aunque su efectividad es menor que en el perío-do anterior (WICKHAM 2005: 255-258). Noparece posible, por lo tanto, hablar en Álavade paisajes desestructurados o “caóticos” duran-te los siglos V-VII (VALENTI 2004: 65-77), a pesarde que se haya producido un reequilibrio delas jerarquías poblacionales.

Por otro lado, las investigaciones realizadasen los últimos años han mostrado como laocupación de zonas “marginales” o periféricas,constituye una de las características más signi-

ficativas de los nuevos asentamientos ocupa-dos en la Alta Edad Media. Espacios ocupadosde forma marginal dentro del contexto socialy económico vigente durante la época roma-na cobran ahora un nuevo protagonismo enuna coyuntura económica y social diversa. Nose debe olvidar, en todo caso, que en las cue-vas y en los yacimientos de altura con ocupa-ciones fechadas en el siglo V o inicios del sigloVI es posible encontrar materiales cerámicosimportados y de calidad semejantes a los halla-dos en otros asentamientos coetáneos. Resul-ta, por lo tanto, improbable pensar que nosencontramos en presencia de ocupacionesesporádicas, socialmente marginales o relacio-nadas con situaciones de inestabilidad política.Estos asentamientos participan de circuitoscomerciales complejos, y por lo tanto la razónbásica que puede explicar este tipo de ocu-pación se relaciona únicamente con la deci-sión voluntaria de los residentes de desplazar-se a un nuevo nicho ecológico más favorableal desarrollo de actividades productivas dife-rentes a las que se desempeñaban en las lla-nura y en los fondos de valle donde se ubicanla gran mayoría de los asentamientos alto ymedio imperiales.

En todo caso, lo que resulta indudable esque el paisaje alavés en torno al 500 era muydiferente al romano, de tal manera que la frac-tura de las jerarquías de asentamientos cons-tituye un indicador precioso de las transfor-maciones que han tenido lugar a nivel social.

Son muchos los puntos oscuros que que-dan por resolver, especialmente en lo que serefiere a las formas de ocupación y explotacióndel espacio durante los siglos VI y VII antes deque se formasen las nuevas aldeas medievales.Las investigaciones de los próximos años debe-rían incidir en la comprensión del siglo com-prendido entre el 550-650, que actualmente sepresenta como una fase muy compleja.

Meseta cada vez aparece con mayor claridad su asociación con las aldeas campesinas. En este contexto resulta sugestivo pensar enque los diferentes rituales y la riqueza de los ajuares reflejaría diferencias sociales internas en el seno de los mismos asentamientoscampesinos, más que élites y poderes sopralocales. ¿Puede aplicarse esta idea a las necrópolis alavesas? (QUIROS CASTILLO, VIGILESCALERA, 2006)

LAS ALDEAS DE LOS ARQUEOLOGOS:EL CASO DE ÁLAVA

En los últimos diez años distintas interven-ciones arqueológicas realizadas esencialmentecomo fruto de actuaciones preventivas o “degestión” han permitido recuperar los restos decasi dos decenas de aldeas altomedievales enÁlava que presentan distintos grados de con-servación (fig. 7). A pesar de que únicamentesiete de estos yacimientos han podido ser fecha-dos, estamos en condiciones de defender quees en torno al 750 cuando se ha creado unared de aldeas y un paisaje que ha perduradoprácticamente hasta nuestros días. La cesuraque ha supuesto la creación de estas aldeas entérminos de historia social nos permite situaren este momento el inicio de la Edad Mediaen Álava.

Es cierto que la entidad material de estasaldeas complica notablemente el reconoci-miento de sus restos y el estudio de los mis-mos. Se trata de asentamientos caracterizadospor una cultura material muy poco sofisticada,formada por estructuras domésticas de tierra,madera, barro y, en ocasiones, zócalos de pie-dra; silos excavados directamente en la roca;pocas cerámicas, puesto que se empleaban for-mas de madera, etc. Esta “invisibilidad” del regis-tro ha causado que, hasta hace pocos años, lasintervenciones arqueológicas realizadas en losdespoblados y aldeas alavesas medievales nohayan permitido reconocer más que necrópo-lis y ermitas.

Ello ha provocado que el registro con elque contamos sea parcial, de difícil ordenacióny en buena parte inédito, por lo que en estaocasión solo se pretende realizar una sistema-tización de las aldeas excavadas y proponeruna primera lectura de las mismas. Asimismo,hay que señalar que contamos con excavacio-nes realizadas en extensiones muy limitadas 8,

lo que dificulta ulteriormente su interpretación.En todo caso, se ha aplicado un cuestionariode investigación similar al que se está desarro-llando en otros contextos europeos (en parti-cular, FRANCOVICH, HODGES 2003), lo que nospermite reconocer las analogías y las diferen-cias que presenta el territorio alavés respectoa otros espacios.

Hasta el momento se han excavado unmayor número de yacimientos en la Llanada,en la Rioja Alavesa y en la cuenca de Miranda,por lo que hay sectores alaveses aún descu-biertos. Por este motivo se intuye la existen-cia de diferencias subregionales, aunque aún espronto para poder establecer una geografía delas aldeas alavesas.

En esta ocasión, nos limitaremos a analizartres aspectos principales; la estructura de estasaldeas; sus cronologías y la estructura social delas mismas.

La estructura de las aldeas

Las aldeas alavesas altomedievales que hansido excavadas hasta el momento se suelen ubi-car, salvo casos puntuales, en espacios fértilesde fondo de valle, en colinas y en espacios lla-nos, donde se encuentran la red de aldeas aúnen la actualidad. Incluso en aquellos casos enlos que las aldeas ocupan pequeñas lomas o coli-nas (Gasteiz, Zornoztegi, Alto de Santo Domin-go, Mavilla, etc.), dominan amplios espacios lla-nos. Únicamente en el sector occidental alavés,donde se localizan asentamientos como LosCastros de Lastra, las aldeas se disponen enaltas colinas que dominan amplias porciones devalle. Frente a las ocupaciones “marginales” quehan caracterizado los siglos anteriores, nosencontramos pues, frente a un nuevo patrónde ocupación y de explotación del territorio,reflejo de una nueva estructura social.

8 Así por ejemplo, 160 m2 en Las Sepulturas; 140 m2 en Estavillo; 98 m2 en Zornoztegi. El mayor yacimiento excavado en extensiónhasta el momento es el de Gasteiz, en el que se han realizado varias intervenciones en los últimos años que han sacado a la luzevidencias de la aldea altomedieval. Sin duda la intervención más importante hasta el momento es la que se está realizando en laCatedral de Santa María (AZKARATE, SOLAUN 2003), donde se han excavado varios miles de metros cuadrados.

65AyTM 13.1, 2006

66 AyTM 13.1, 2006

En términos materiales, la arquitecturadoméstica de estas aldeas se caracteriza por unacultura material muy poco sofisticada, al estarconstituida por construcciones de madera, tie-rra y piedra, no siempre fáciles de detectar yde difícil conservación. Al momento actual losúnicos yacimientos en los que se han halladoconstrucciones domésticas atribuibles a esteperíodo son los de Zornoztegi, Gasteiz, Rei-navilla, Las Sepulturas, Eskide, Legardagutxi, LosCastros de Lastra y quizás el de Valparaíso deValdegobía.

LOS SILOS

Indudablemente el registro material quepresenta una mayor visibilidad y que ha sidoreconocido con mayor frecuencia son losnumerosos silos destinados al almacenaje decereales, de manera que en Álava se han exca-vado y hallado más de 150 de cronología alto-medieval (fig. 9) 9. A diferencia de otros res-tos materiales más frágiles, como las huellasde poste, construcciones de tierra o edificiospoco consistentes, resulta evidente que lossilos excavados en las arcillas o en la rocanatural son bien reconocibles, especialmentecuando quedan expuestos en sección debidoa obras recientes. De hecho, en muy pocoscasos ha sido posible excavar contemporáne-amente los silos y las estructuras domésticasa las que están asociadas, por lo que no seha podido realizar un análisis contextual de estetipo de estructuras. Son frecuentes, en cam-bio, los casos en los que únicamente se hanexcavado conjuntos de silos, a veces en núme-ro muy reducido (Landatxo, Ansoleta, Armi-ñón, La Llana, etc.). Algunos autores piensan,incluso, que los campos de silos estarían ais-lados respecto a los espacios residenciales oen los espacios de producción, aunque losdatos de los que disponemos excluyen estaposibilidad (CENICEROS, CLAVIJO 1993, p. 73;GIL 2004, p. 290).

A la hora de analizar este tipo de estruc-turas hay que evitar identificar de forma mecá-nica el hallazgo de silos y la existencia dealdeas altomedievales. Este sistema de almace-namiento constituye un recurso utilizado congran frecuencia en Álava en varios ámbitosterritoriales y cronológicos (p.e. BALDEÓN,SÁNCHEZ SIERRA 2003). Sin embargo, los tra-bajos más recientes han mostrado igualmenteque el recurso a silos de notable capacidad, apa-rentemente mayores respecto a los de la Edaddel Bronce y del Hierro alaveses, constituyeuna de las características más marcadas de lasaldeas de los siglos VIII-XI.

Otro aspecto que plantea el análisis de estetipo de estructuras es que a través de su exca-vación no se puede analizar, fechar e interpre-tar el momento de su construcción, sino elabandono y la reutilización del silo como basu-rero de actividades domésticas (lám 4). Y aun-que es cierto que estos silos se rellenan conlos deshechos domésticos de las viviendas cer-canas, y por lo tanto podemos reconocer deforma indirecta la naturaleza de la ocupación,es prioritario lograr excavar la asociación entrelas viviendas, los espacios domésticos y las áreasde almacenaje.

Entre los deshechos más abundantes queaparecen en el interior de estos silos hay queseñalar la presencia de materiales constructivos,de objetos muebles y de restos de comida.Entre los primeros suelen ser frecuentes la pre-sencia de pequeñas piedras o mampuestos, quegeneralmente se disponen en el fondo de lossilos, que podrían indicarnos la presencia dezócalos o de pequeñas construcciones realiza-das en piedra. Estos mampuestos han apareci-do en el relleno de silos fechados en el sigloVIII (Zornoztegi, Estavillo, La Llana), por lo quehemos de pensar que ya en los primeros com-pases de estas aldeas se contaría con arquitec-turas realizadas en técnicas mixtas. Asimismo se

9 Se trata de un cálculo por defecto, y es probable que su número se deba situar en torno a los dos centenares. La presencia desilos como indicadores de aldeas altomedievales no es fenómeno exclusivo de Álava, sino que se detecta en numerosos territorioscastellanos, como por ejemplo en Monzón de Campos, Palencia (DE LA CRUZ, LAMALFA 1994), o navarros (JUSUÉ 1988: 304-305). Ver asimismo FERNÁNDEZ UGALDE 1997.

han hallado maderas carbonizadas, manteadoso revocos de adobe (Las Sepulturas, Zornoz-tegui) y, en el caso de rellenos plenomedieva-les, también tejas (p.e. en Vitoria-Gasteiz, Sali-nillas de Buradón).

Suelen ser asimismo muy abundantes loshallazgos de materiales muebles, entre los quedestacan la cerámica rota que se ha arrojadoa estos basureros. Sin entrar ahora a analizarestos materiales, hay que señalar que en elrelleno de varios silos se han recuperado mate-riales de época romana o incluso prerromana(Landatxo, La Llana, Vitoria-Gasteiz, Mavilla,etc.). La presencia de estos materiales resi-duales nos muestra la existencia en proximidadde estas aldeas de asentamientos más antiguoscuyos materiales se habrían incorporados resi-dualmente a la basura que finalmente acaba enel relleno del silo como resultado de la limpiezade la superficie circundante al área residencial.

De forma más esporádica se hallan en estosrellenos materiales metálicos de carácter domés-tico o constructivo (carpintería de armar) yalgunos vidrios.

Representan una constante en la excava-ción de los rellenos de los silos el hallazgo derestos de fauna. Aunque aún no han sido estu-diados de forma unitaria y completa estos mate-riales, constituyen en el momento actual elmejor registro arqueofaunístico disponible paracomprender aspectos básicos de la estructuraeconómica de estas aldeas.

Hasta el momento no parece que se hayanrecogido cereales residuales en el interior delos silos, como ha ocurrido en otros yacimientos(DE LA CRUZ, LAMALFA 1994: 605), aunquesería necesario flotar los sedimentos siguiendouna estrategia global de análisis de este tipo decontextos cerrados.

Por lo que se refiere a la capacidad de lossilos hay que señalar que, aquellos que no hansido alterados por las tareas agrícolas posterioresy en los que la medición ha sido posible, pue-den agruparse en dos categorías principales.Un primer grupo de silos de pequeñas dimen-siones (lám. 5) que cuenta con capacidades de

2-12 Hl, podrían estar destinados al almacena-je de la simiente para la próxima siembra. Elsegundo grupo (lám. 6) está formado por silosde gran capacidad de almacenaje de cereales(20-40 Hl) o incluso de capacidad muy gran-de (50-60 Hl). Las fuentes históricas indicanque para alimentar anualmente una familia de8-10 personas son necesarios unos 32 Hl decereal aproximadamente (FERNÁNDEZ UGAL-DE 1993: 615), por lo que este segundo grupoparece corresponder al almacenaje tipo de ungrupo familiar. Por otro lado hay que tener encuenta que los silos han de mantener un ambien-te anaeróbico en su interior (GAST, SIGAUT1971), lo que condicionaba su utilización y lossistemas de cierre y mantenimiento del cere-al. En el curso de estudios etnoarqueológicosrealizadas en Marruecos se ha podido obser-var que lo silos se abrían cada cierto tiempo(3-4 semanas) de manera que germinaba lacapa superior de cereales que era desechada(PEÑA et alii 2000: 411).

Para concluir hay que señalar que con fre-cuencia los silos están muy cercanos entre sí,aunque raramente llegan a superponerse en losdespoblados y en los asentamientos rurales,debido a que se carece de una estratigrafíahorizontal compleja. Solamente en las aldeasque han perdurado hasta nuestros días se detec-ta esta complejidad, o en casos particulares,como Mavilla. Esta multiplicación de los silosnos indica que probablemente ha sido fre-cuente la renovación de este tipo de estruc-turas de almacenaje y su sustitución por otrasfosas similares.

LAS ESTRUCTURAS DOMÉSTICAS

Por lo que se refiere a las estructuras domés-ticas, ya hemos señalado que contamos conun muestreo aún muy reducido como parapoder realizar una caracterización adecuada deestas construcciones. Por eso, en esta ocasión,solamente se mencionarán algunos de los con-textos más significativos.

El yacimiento más destacado es el de laaldea de Gasteiz, donde se ha reconocido laexistencia de una longhouse asociada a variosfondos de cabaña y espacios abiertos delimi-

67AyTM 13.1, 2006

68 AyTM 13.1, 2006

tados por una zanja, definiendo un modelo deocupación del espacio ampliamente documen-tado en otros contextos europeos (AZKARA-TE, SOLAUN 2003). Se ha atribuido a los siglosVIII-IX una primera fase, en el que las cons-trucciones se realizan únicamente con made-ra, tanto a nivel de suelo como semienterra-do, con un entramado urdido revestido porarcilla y cubierta vegetal (AZKARATE, QUIRÓS2001). En un segundo momento, atribuido alsiglo X, se observa el empleo de zócalos depiedra y alzados de tierra. Igualmente en laPlaza de Santa María se han hallado construc-ciones domésticas realizadas en adobe (GILZUBILLAGA 1998).

Asimismo el empleo de construcciones rea-lizadas en tierra se ha reconocido en la aldeade Zornoztegi, aunque aún no se han excava-do en extensión. En Los Castros de Lastra, encambio, las estructuras domésticas atribuidas alos siglos IX y X han sido realizadas en piedra,mientras que en Valparaíso de Valdegobía, unaaldea atribuida a la Alta Edad Media pero queno cuenta con indicadores cronológicos preci-sos, se ha reconocido una serie de orificios yagujeros de poste destinados al alojamiento deuna cubierta (SÁENZ DE URTURI 1982-1998;ALONSO, CASTELLET, FERNÁNDEZ 1992-1993:159). También en Las Sepulturas (San Vicentede la Sonsierra), se ha hallado el ángulo de unaestructura de carácter doméstico realizado conmampuestos aparejados a seco (GIL ZUBI-LLAGA 2001: 97), aunque tampoco en este casoha podido ser fechado con precisión.

En síntesis, los datos disponibles son aúnmuy parcos, por lo que será necesario en lospróximos años realizar nuevas excavaciones enextensión que permitan estudiar contextosdomésticos, así como reconocer las culturasconstructivas presentes en Álava en la AltaEdad Media 10. Es cierto que se empiezan adetectar diferencias territoriales y cronológicas

en las técnicas de construcción y en las tipo-logías edilicias, pero deberemos evitar simplifi-caciones excesivas a la hora de interpretar entérminos sociales los distintos ciclos de pro-ducción y la estructura del artesanado.

EL MODELO URBANISTICO

Teniendo en cuenta las extensiones exca-vadas, es muy prematuro trazar una primerapropuesta de organización urbanística de estasaldeas. Las futuras intervenciones deberán abor-dar este problema, aunque resulta evidente quese ha producido una transformación profundaentre las “aldeas agregadas” altomedievales ylas “aldeas compactas” actuales.

No se puede olvidar, a este propósito quela lectura realizada desde las fuentes escritas encasos paradigmáticos como el de Alcedo en elsiglo X ha llevado a J. A. García de Cortazar adefinir un modelo de compactación y articula-ción del caserío altomedieval muy diferente res-pecto al actual. Tomando como ejemplo una delas aldeas alavesas mejor conocidas documen-talmente, Alcedo (Lantarón), este autor ha esta-blecido una comparación entre la morfologíacompacta que presenta en la actualidad res-pecto al urbanismo que debería presentar enla segunda mitad del siglo X (fig. 8, lám. 7), yque este autor describe como una agregaciónde pequeñas unidades domésticas autónomasseparadas con eras, próximas a una ermita(GARCÍA DE CORTAZAR 1981, p. 152) 11. Igual-mente E. Pastor ha propuesto recientemente unmodelo aldeano poco compacto en la llanadaalavesa aún para el siglo XI (PASTOR 2006).

Aunque no es demasiado fácil reconocerarqueológicamente las transformaciones urba-nísticas y sociales que conlleva el tránsito entreambos modelos de aldeas, los indicadores conlos que contamos si parecen confirmar en casitodos los casos una evolución similar a la des-

10 Igualmente la documentación escrita altomedieval nos proporciona algunas indicaciones importantes sobre la naturaleza de las cons-trucciones domésticas de este período (p.e. RUIZ DE LOIZAGA 1995, p. 103-104).

11 Para el caso navarro se puede consultar LARREA 1998, p. 504-507.

crita en el caso de Alcedo, aunque con dos dife-rencias sustanciales; en primer lugar las unida-des domésticas y productivas individuales quese sugieren para el caso de Alcedo están pro-bablemente más separadas físicamente; ensegundo lugar, el modelo que refleja la docu-mentación en el siglo X se ha gestado ya en elsiglo VIII.

Nuevamente en el caso de Gasteiz, si bienel urbanismo altomedieval se caracteriza por laexistencia de amplios espacios abiertos y porla presencia de unidades productivas indivi-duales, en torno al siglo XI se produce unaprofunda reordenación del espacio aldeanomediante la replanificación y lotificación de algu-nos sectores construidos en relación con laconstrucción de un recinto amurallado (AZKA-RATE, SOLAUN 2003).

En Zornoztegi se ha podido asimismo docu-mentar que el asentamiento altomedieval cubreuna amplia extensión articulándose en torno aviviendas y campos de silos, y en un segundomomento se produce la reordenación y agru-pación del caserío en torno a la iglesia de SantaMaría.

Otro caso de gran interés es la aldea de Esta-villo (lám. 8). Está documentada desde el año871, cuando una serie de señores donan almonasterio de San Vicente de Acosta las igle-sias de Santa Gracia y San Martín in villa Sta-bellu, de illo Fresnu usque Salone, incluyendonumerosos bienes (UBIETO 194, n. 10, p. 20-21).La iglesia de San Martín sigue siendo, aún enla actualidad, el eje en torno al cual se organi-za de forma compacta el pueblo de Estavillo,mientras que Santa Engracia es una de las ermi-tas que han desaparecido (LÓPEZ DE GEREÑU1962: 525). Asimismo el documento recoge unamicrotoponimia que denota la existencia deuna clara estructuración interna de la aldea.Hace casi diez años, con ocasión de la cons-trucción de unas viviendas en finca Mavilla situa-da a unos 200 m de las últimas viviendas deEstavillo, se excavaron un total de diecisietesilos que habían sido parcialmente amortizadospor la construcción de una ermita dedicada aSan Sebastián (APELLANIZ, AJAMIL 1998). Cro-nológicamente los silos se pueden fechar en la

Alta Edad Media, mientras que su amortizacióntuvo lugar en el siglo X-XII, cuando se cons-truyó la ermita mencionada. Podríamos, a tra-vés de este ejemplo, reconocer nuevamente laexistencia de un modelo aldeano laxo y agre-gado en la Alta Edad Media, como el de Alce-do, mientras que en torno al año mil se habríaproducido un proceso de compactación y con-centración de las unidades domésticas en tornoa una sola iglesia, convertida en esta ocasiónen centro parroquial.

Para otros centros aún habitados, comoRivabellosa y Nanclares de la Oca, los datos sonmás limitados, aunque no se contradicen conel modelo trazado. Por lo que se refiere al pri-mer caso, se han realizado varias intervencio-nes en torno a la primitiva iglesia de San Mar-tín, transformada en casa consistorial tras eldesplazamiento del centro parroquial. En lossolares cercanos se han hallado varios conjun-tos de silos, conservados en algún caso única-mente en sección, lo que permiten pensar enla existencia de una densa ocupación altome-dieval sobre la que posteriormente se construirála iglesia (APELLANIZ GONZÁLEZ 2001; AJAMILBAÑOS 2003, 2005). También en este caso sepuede intuir que fue en el siglo XI cuando seproduce una verdadera renovación del urba-nismo aldeano. En la redacción del Fuero deMiranda de Ebro, fechado en el año 1099, sedescriben las villas e iglesias que dependen deMiranda, y entre ellas se menciona “in rippauellosa quatuordecim solares iuxta ecclesiam sanc-ti martini: sex sub calle superiori et octo intercallem de medio et callem inferiorem et medie-tatem ecclesie” (CANTERA Y BURGOS 1998: 64).

Probablemente sea similar el pueblo de Nan-clares de la Oca, puesto que en proximidad dela iglesia de la Asunción se excavaron un con-junto de nueve silos con ocasión de la realiza-ción de varias viviendas (LLANOS 1987, n. 6009,p. 345; GIL 1999). Sin embargo los datos son muyparciales.

Se diferencia del modelo urbanístico pro-puesto el despoblado de Reinavilla (Laguardia),que ha sido estudiado por L. Gil (GIL ZUBI-LLAGA 1997). De este despoblado proviene unepígrafe, quizás de carácter funerario, fechado

69AyTM 13.1, 2006

70 AyTM 13.1, 2006

en el año 762 (ELORZA 1970: 283-284), aunqueno se ha podido establecer hasta el momentola existencia de una necrópolis o de un centrode culto coetáneo al mismo. Los sondeos rea-lizados en el altozano han reconocido la exis-tencia de una primera fase de ocupación en laladera suroeste atribuida a la Alta Edad Mediaque se correspondería con un pequeño asen-tamiento de 0,3 Ha. En un segundo momento,posterior al año mil, el asentamiento se habríaexpandido hacia el norte, donde se construyóla ermita del poblado y una necrópolis que seha mantenido en uso hasta el siglo XIV.

En todo caso parece que el proceso de“compactación” (GARCÍA DE CORTAZAR 1985:83) debe situarse en torno a los siglos XI y XII,cuando las numerosas iglesias altomedievales seconvierten en parroquias en torno a las cua-les se agrupa el caserío.

LA ESTRUCTURA ECONOMICADE LAS ALDEAS

Aunque resulta claro que los elementos dis-ponibles son aún parciales, podemos afirmarsin ninguna duda que la aparición de estas alde-as supone una profunda cesura en la morfolo-gía de los paisajes altomedievales alaveses.

Es cierto que nuestro conocimiento sobrelas estrategias de producción que caracterizanlos asentamientos campesinos precedentes a lasaldeas es muy parcial, aunque parecen indicarmodelos productivos poco especializados, enel que la explotación de espacios “marginales”y ganaderos adquiere un notable protagonis-mo. En cambio, en yacimientos como el casti-llo de Buradón se detecta la existencia de unaestructura más especializada.

Como acabamos de ver, uno de los indica-dores más significativos de las aldeas altome-dievales alavesas es la presencia de numerosossilos, la mayor parte de los cuales cuenta conuna capacidad de 20-40 Hl, lo que permitiríaalmacenar de forma aproximada la produccióncerealícola correspondiente a 10-20 Ha (GIL2004: 290). Resulta indudable, pues, que nosencontramos en presencia de una producciónagrícola extensiva especializada, que no obs-

tante se va a integrar con una importante acti-vidad ganadera, tal y como aparece en las ocu-paciones de altura reconocidas en las Sierrasde Urbía y Aralar, o en la documentación escri-ta. La integración entre ambos sectores pro-ductivos, que implica necesariamente un gradode coordinación y ordenación social de losespacios productivos en el seno de las aldeasasí como la existencia de territorios aldeanos(FERNÁNDEZ MIER 1999), es por lo tanto unapráctica que se puede documentar a partir delos siglos VIII y IX en el territorio alavés.

Quedan aún por conocer aspectos básicossobre los cultivos, las estrategias productivas ylas formas de gestión y producción de exce-dentes. En el caso de los análisis arqueobotá-nicos realizados en la aldea de Gasteiz se hapodido reconocer el predominio de trigocomún, cebada vestida y el panizo, cereal deprimavera de consumo en el seno de las pro-pias aldeas puesto que nunca aparece en ladocumentación como pago realizado a los pro-pietarios de la tierra (AZKARATE, ZAPATA 2006).

Otro aspecto importante que caracterizala estructura económica de las aldeas es laordenación, ubicación y la naturaleza de laestructura artesanal que se va a gestar en elseno de estas aldeas. ¿Hasta qué punto es posi-ble detectar la presencia de polos productivosespecializados, y cómo hemos de interpretar-los socialmente? ¿Hay que relacionarlos conuna demanda sostenida por parte de grupospudientes o reflejan un sistema de intercam-bios complejos entre las distintas aldeas? (verp.e. HAMEROW 2002: 156 ss.).

A través de la documentación altomedievaldel monasterio de San Millán de la Cogolla (LaRioja) sabemos que las escasas estructuras arte-sanales documentadas en Álava se encontra-ban ubicadas en contextos rurales, aunque noes posible reconocer un patrón jerárquico defi-nido. Así, en el año 871 se menciona una víade los Olleros, y también desde el siglo IX seconoce la presencia en el territorio rural devarios herreros. Pero será a partir del siglo XIcuando se documenta la existencia de polos pro-ductivos especializados organizados por partedel propio monasterio en su entorno más inme-

71AyTM 13.1, 2006

diato. En particular en el pueblo de Santurde,contiguo al monasterio, se sitúan en torno alaño mil tejeros y, en la primera mitad del sigloXI torneros, molineros, pellejeros, herreros ytambién olleros (GARCÍA DE CORTAZAR 1969).

Los principales indicadores arqueológicosdisponibles para el estudio de las estructurasartesanales son, por un lado el estudio de laspautas de producción, circulación y consumode los materiales arqueológicos; el análisis delas arquitecturas, y el reconocimiento de los cen-tros de producción. Mientras que sobre la cerá-mica altomedieval alavesa es inminente la publi-cación de una investigación reciente (SOLAUNen prensa), y sobre la arquitectura aún conta-mos con datos parciales, sí se han podido reco-nocer en casos puntuales centros artesanales.

Los estudios cerámicos nos muestran como,a partir del siglo XI, los modelos de produc-ción doméstica van a ser sustituidos por polosproductivos más especializados, que generanmercados de ámbito microregional (AZKARA-TE, NÚÑEZ, SOLAÚN 2003: 367-368). Esta trans-formación refleja la consolidación de una jerar-quía aldeana, así como de diferencias de caráctersocial que se plasman en la creación de unademanda más articulada y ordenada en tornoa sistemas comerciales. De hecho, es precisa-mente a partir del siglo XI cuando se generenlas pautas de jerarquización social de la redaldeana que preanuncia el desarrollo posteriorde las villas (QUIRÓS, BENGOETXEA 2006).

En el caso de la aldea de Gasteiz contamoscon indicadores concretos que muestran laexistencia de una estructura artesanal más desa-rrollada. Aunque no se han podido fechar entérminos absolutos las estructuras halladas enel sector de excavación 3 de las manzanas decasas I y IV del Casco Histórico (FERNÁNDEZBORDEGARAY 1998: 225), el tipo de evidenciasarqueológicas permite relacionarlas con las ocu-paciones domésticas altomedievales halladasbajo la cercana Catedral de Santa María (AZKA-RATE, SOLAUN 2003). Agujeros de poste, pozos,hogares, silos, etc. orientan hacia una ocupa-ción cronológicamente similar en el Campillo.En el mencionado sector de excavación se hahallado un horno de fundición metalúrgico que,

aunque no cuenta con una datación absoluta,constituye el primer indicio arqueológico del quedisponemos en la actualidad sobre la importanteactividad metalúrgica que sugieren las fuentesque se desarrollaba en Álava en torno al añomil (GARCÍA DE CORTAZAR 1978). Otro indi-cio que permitiría pensar en una datación tem-prana de esta estructura sería la propia pre-sencia de estructuras artesanales en el interiorde una aldea que se ha ido densificando, y quedesde el siglo XI cuenta con un recinto amu-rallado. A este propósito hay que señalar quees precisamente a partir de este período cuan-do se documenta en otras ciudades la segre-gación de los sectores artesanales más peli-grosos y contaminantes, así como su polarizaciónen los suburbios.

Las cronologías de las aldeas

Uno de los problemas más complejos queplantea en la actualidad el estudio de estasaldeas está representado por la necesidad decontar con una serie de dataciones precisasque permitan ubicar el momento en que se pro-dujo su formación. De hecho, varios autoreshan reflexionado sobre la complejidad que plan-tea atribuir una datación precisa a los contex-tos domésticos altomedievales, puesto que setrata –no lo olvidemos- de un registro com-plejo y difícil de sistematizar.

La documentación escrita, que ha sido hastael momento el instrumento principal que se hautilizado para fechar, muestra la existencia úni-camente de pocas decenas de aldeas, núcleos,villae, ecclesia, monasteria en el período alto-medieval. Solamente tras el año mil esta docu-mentación nos indica la presencia de una densared de aldeas en el territorio alavés. Un impor-tante documento del año 1025 redactado porlos monjes del monasterio de San Millán de laCogolla (La Rioja) y conocido con el nombrede “Reja de San Millán”, recoge la lista de 307pueblos que estaban obligados a pagar al men-cionado monasterio “rejas” de hierro (293 pue-blos) y cabezas de ganado (14 pueblos). Curio-samente la autenticidad de este documento hasido cuestionada, no tanto por criterios pale-ográficos o documentales, cuanto por el hecho

72 AyTM 13.1, 2006

de que no resultaba fácilmente asumible queen esta fecha pudiesen existir tantas aldeas yuna actividad metalúrgica tan desarrollada (verla crítica de GARCÍA DE CORTAZAR 1981: 143).

Volviendo al registro material, únicamente ensiete aldeas excavadas contamos con datacio-nes arqueológicas precisas, aunque su númerose puede ampliar si consideramos otros indi-cadores, como la cerámica hallada en los relle-nos de los silos reutilizados como basureros. Noobstante, en este último caso contamos con unmargen de precisión amplio, debido a las pro-pias características de la producción cerámicade la Alta Edad Media en Álava (AZKARATE,NÚÑEZ, SOLAUN 2003). Una parte sustancialde estas cerámicas han sido producidas en elseno de pequeñas comunidades campesinascon un alto grado de autosuficiencia. Son cerá-micas realizadas con sistemas de cocción pocosofisticados, con un repertorio formal reduci-do y poco estandardizado en ausencia de mer-cados estructurados.

Para cuatro yacimientos contamos con data-ciones radiocarbónicas (La Llana, Gasteiz, Zor-noztegi, Mavilla). Mientras que los primeros tresyacimientos permiten situar en el siglo VIII laformación de las aldeas, en el último caso elrelleno de los silos se ha podido situar entrelos siglos X-XII.

Por otro lado la aldea de Reinavilla podríaigualmente situarse en el curso del siglo VIII debi-do al hallazgo de una lápida fechada en el año762. Es cierto que desconocemos el contextoarqueológico del que proviene, pero esta cro-nología es coherente con los materiales arque-ológicos hallados (GIL ZUBILLAGA 1997).

El cambio, el yacimiento de Los Castros deLastra se puede fechar en el siglo IX a partirde los materiales arqueológicos y las estructu-ras identificadas (SÁENZ DE URTURI 1982-1998).

Por último hay que señalar que la iglesia deSan Martín en Rivabellosa, fechada en el sigloXI constituye un término ante quem para fecharlas ocupaciones domésticas anteriores. No obs-tante, nuevos análisis radiocarbónicos deberánperfilar y precisar estas dataciones.

Iglesias y poderes locales

Aunque el número de excavaciones y lanaturaleza de las mismas no permiten más quesugerir algunas interpretaciones, los datos delos que vamos disponiendo llevan a pensar queen el seno de las propias aldeas es posibledetectar a partir del siglo X la presencia depoderes locales. Con anterioridad, las arqui-tecturas domésticas reconocidas no permiten,hasta el momento, detectar diferenciacionessociales netas entre los habitantes de las alde-as. Tampoco otros indicadores materiales, comoel registro faunístico, arqueobotánico o cerá-mico, permiten intuir este tipo de diferencias.En todo caso hay que tener en cuenta que úni-camente cuando contemos con un registroarqueológico de mayor calidad, en términosextensivos y cualitativos, podremos reconocercon mayor precisión la configuración social deestas aldeas en sus fases iniciales (p.e. HAME-ROW 2002: 9-11).

Uno de los indicadores más significativos deeste tipo de procesos está representado porla construcción de iglesias en el interior de laspropias aldeas. En el cercano territorio vizcaí-no I. García Camino se preguntaba reciente-mente si la iglesia precedía a las aldeas y media-tizaba su génesis, o si en cambio las iglesiasnacían dentro de las aldeas. Este autor apos-taba por la última posibilidad (GARCÍA CAMI-NO 2002: 336).

Los datos con los que contamos para elterritorio alavés nos muestran que el proce-so de fundación de iglesias rurales está cons-tatado al menos desde el siglo VIII, especial-mente en el sector occidental, que cuenta conuna importante documentación escrita. Noobstante no sabemos aún si las primeras igle-sias o monasteria, como por ejemplo SanRomán de Tobillas (AZKARATE, FERNÁNDEZDE JÁUREGUI, NÚÑEZ 1995: 71-74), están vin-culadas a núcleos aldeanos o están topográfi-camente aisladas.

Hay que tener en cuenta que se trata deun tema complejo y que precisaría de nuevasexcavaciones y estudios. La documentaciónescrita recoge la existencia de un mayor núme-

73AyTM 13.1, 2006

ro de iglesias que de aldeas en los siglos IX yX (PEÑA BOCOS 1995: 127). Es cierto que sonsobre todo las iglesias los objetos de las dona-ciones y cesiones que aparecen en los docu-mentos, pero también es cierto que son muyfrecuentes los casos de aldeas documentadasa partir del siglo XI que cuentan con variasiglesias.

Sin embargo se trata de una temática dedifícil estudio debido a que son muy pocos losconjuntos arquitectónicos altomedievales quese han conservado en alzado hasta nuestros días.Un reciente estudio sistemático del patrimo-nio eclesiástico alavés ha mostrado que única-mente se conservan 24 edificios que puedenser fechados antes del año mil cien (SÁNCHEZZUFIARRE, en prensa). En cambio son muy abun-dantes las noticias de ermitas desaparecidas yde topónimos, de tal manera que en los másde 500 pueblos y localidades alavesas actualescontamos con noticias de más de dos mil igle-sias, ermitas desaparecidas o hagiotopónimos(LÓPEZ DE GEREÑU 1962: 517-537). Resulta evi-dente que no todas las iglesias se han funda-do en la Alta Edad Media, y de hecho son muyfrecuentes las fundaciones de ermitas en épocamoderna. Pero por otro lado sabemos que enlos últimos siglos de la Alta Edad Media ha sidomuy numerosa la edificación de iglesias propiaspor parte de determinadas élites.

En términos globales los datos arqueológi-cos con los que contamos nos muestran que,salvo el caso de la iglesia de Los Castros deLastra, fechada en el siglo IX, y consideradacomo coetánea a la formación de la aldea alto-medieval (SÁENZ DE URTURI 1982-1998), elresto de los templos analizados se habrían cons-truido en el seno de las aldeas siglos despuésde su creación. Este es un fenómeno que confrecuencia se está constatando en otros con-textos europeos, como en el caso italiano, enel que las iglesias no han jugado un papel rele-vante en la formación de las aldeas y en la cre-ación de identidades locales (FRANCOVICH2004: XVII).

Asimismo se ha observado que la fundaciónde estas iglesias en el interior de las aldeas pro-

dujo una profunda reordenación urbanística, ycon frecuencia supuso la amortización de espa-cios domésticos. Este fenómeno se puede docu-mentar en Mavilla, Rivabellosa o Gasteiz.

En esta última aldea la excavación de la igle-sia hallada en la Catedral de Santa María ha mos-trado que su realización tuvo lugar en el cursodel siglo XI-XII, adosándose a un recinto amu-rallado y amortizando espacios de uso domés-tico (AZKARATE, SOLAÚN 2003).

Igualmente la construcción en el siglo XI dela iglesia de San Martín de Rivabellosa supusola amortización de silos y áreas domésticas alto-medievales (AJAMIL 2005). También en Mavilla(Estavillo) ya se ha señalado que la ermita deSan Sebastián comportó el abandono del campode silos allí excavado (APELLANIZ, AJAMIL 1998).

En otros casos en los que carecemos deexcavaciones en extensión se ha podido obser-var cómo lo silos se han hallado en proximi-dad de iglesias y sus cementerios. Esto ocurreen los dos tercios de las aldeas excavadas,teniendo en cuenta que en el tercio restanteaún no ha sido identificado el templo que confrecuencia está documentado (p.e. Landatxo,Nanclares de Oca, Las Sepulturas, etc.).

Teniendo en cuenta estos datos podemospensar que es al menos desde los siglos X-XIcuando se hace patente la presencia de nue-vos poderes en el interior de las aldeas. Aúnno tenemos criterios para saber cómo incidenestos poderes en la reorientación de las estra-tegias productivas, en la captura de exceden-tes (BARCELÓ 1995) y si son poderes que segestan desde dentro de las aldeas o desde elexterior de las mismas.

Resulta evidente que el espacio aldeano vaa sufrir una profunda modificación y una nuevaordenación, de tal manera que las iglesias arti-culan con nuevos criterios el urbanismo ante-rior. Aparentemente aún durante el siglo XI eincluso el XII observamos cómo en las aldeaspueden pervivir varias iglesias, aunque proba-blemente varias de ellas se hayan fundado siglosantes. Solamente en un tercer momento, ya a

74 AyTM 13.1, 2006

partir del siglo XII, es cuando una de estas igle-sias termina adquiriendo un carácter parroquial,degradando al papel de simples ermitas otrasfundaciones propias (QUIRÓS CASTILLO 2003).

Asimismo, en el caso de Gasteiz resulta muysignificativo señalar que el mismo espacio domés-tico podría estar marcando la existencia de unpatrón de apropiación y fijación del espacioque podría ser interpretado en términos dediferenciación social. Nos referimos en parti-cular a la longhouse identificada en el curso delas excavaciones de la catedral de Santa María,y fechada en el siglo IX (AZKARATE, QUIRÓSCASTILLO 2001: 34-39; AZKARATE, SOLAUN2003). Su permanente reconstrucción durantelos siglos en el marco de un urbanismo cam-biante nos muestra la existencia de un proce-so de apropiación y fijación de determinadosespacios residenciales. Por otro lado, las inves-tigaciones más recientes han permitido reco-nocer el significado de las longhouse precisa-mente a par tir del 800 ca. como centrosdiferenciados de poder en el seno de las alde-as europeas (HAMEROW 2002: 14-26; VALEN-TI 2004: 100 ss.), aunque será preciso definircon precisión estos indicadores del poder.

No debemos olvidar, no obstante, que laconstrucción de iglesias, la apropiación establede espacios residenciales o la construcción degrandes construcciones no nos permitirán obser-var más que de forma refleja las jerarquíassociales. Solamente cuando contemos con regis-tros arqueológicos adecuados podremos expli-car las transformaciones de las produccionescampesinas, las formas de apropiación de losexcedentes (BARCELÓ 1995) y las formas deconstrucción de los poderes locales.

Para concluir hay que señalar que nuestromuestreo es aún parcial y no permite más queevienciar la existencia de varios tipos de pode-res que inciden en la formación y la articula-ción de las aldeas en los siglos VIII-X. Mientraslos historiadores señalan la existencia de “dosálavas”, una más estratificada a partir del sigloX al oeste del río Bayas y otra menos jerar-quizada socialmente al este del mismo río(GARCÍA DE CORTAZAR 1983: 87), la arqueo-logía de las aldeas es capaz de evidenciar la pre-

sencia de estos poderes a través de la lecturade las iglesias únicamente en el sector este.Esta aparente paradoja ha de obligarnos a refle-xionar sobre la parcialidad de los registros quemanejamos y la dificultad que supone estable-cer generalizaciones en una fase aún inicial deconstrucción del documento arqueológico.

CONCLUSIONES

Como se ha señalado al inicio, en esta oca-sión se ha querido exclusivamente realizar unaprimera sistematización de una serie de inter-venciones arqueológicas que proporcionanimportantes informaciones para repensar laAlta Edad Media alavesa. Muchas son las temá-ticas que solamente se han sugerido o queplantean problemas tales que harán necesariovolver sobre ellas.

Para concluir este texto se ha creído opor-tuno abordar únicamente dos cuestiones; lasupuesta continuidad existente en algunos yaci-mientos alaveses entre el período antiguo ymedieval, y proponer algunas ideas básicas paraexplicar por qué es en el siglo VIII cuando seforman las aldeas.

La continuidad entre el períodoantiguo y el medieval

Como se ha defendido en este texto, elsiglo VIII representa una verdadera cesura enla historia del mundo rural alavés. Siguiendo aotros arqueólogos, podríamos plantear que esen este momento cuando se inicia la EdadMedia y se agota un período y un modelo socialque se había gestado en el curso de los siglosV-VII. A partir del siglo VIII vemos como los espa-cios “marginales” y periféricos se abandonan ose transforman y se crean nuevos marcos desociabilidad aldeana que, con notables cambios,han llegado hasta nuestros días.

No obstante, hay que señalar que algunosarqueólogos han señalado la existencia de unacontinuidad entre las ocupaciones romanas ymedievales en el territorio alavés. Se trata deun fenómeno que se ha detectado con una

75AyTM 13.1, 2006

cierta frecuencia en otros espacios peninsula-res y europeos en los que se ha observado unapresunta continuidad espacial de ocupaciónentre los yacimientos romanos y medievales.

Sin pretender abordar en toda su comple-jidad este fenómeno, en el caso alavés se hareconocido la existencia de materiales de épocaromana y de numerosas lápidas reutilizadas enlas iglesias medievales en varios despoblados yaldeas 12.

Así por ejemplo E. García Retes (1987: 485)no duda en indicar que las aldeas medievalesde Aistra y de Amamio se asentaron en luga-res ya ocupados en época romana, debido ala abundante presencia de materiales arqueo-lógicos romanos hallados, o a la utilización delápidas romanas en la iglesia de Aistra.

En el caso del valle de Urraul Bajo, en Nava-rra, C. Jusue ha constatado la presencia demateriales protohistóricos y romanos en cua-tro de las seis aldeas medievales que ha exca-vado (Apardués, Ascoz, Muru y Puyo). Pru-dentemente esta autora sugiere que a la luz deestos hallazgos habría que pensar que en pro-ximidad de las aldeas medievales ha existidoalgún tipo de pequeño asentamiento de épocaromana, sin proponer la existencia de una con-tinuidad de forma explicita. No obstante, laexistencia de materiales antiguos en cuatro deseis aldeas lleva a esta estudiosa a firmar que“el último asentamiento, es decir, el corres-pondiente a la Edad Media, corresponde a unesquema de organización del territorio ante-rior a dicha época” (JUSUE 1988: 289-291).

Desde nuestro punto de vista es absoluta-mente necesario diferenciar la continuidad deocupación espacial de la continuidad social y delas formas de explotación del territorio. Dehecho, hay que señalar que en ningún yaci-miento excavado en la actualidad en todo elterritorio alavés se ha podido demostrar la

existencia de esta continuidad ocupacional (salvoquizás el castellum de Buradón). Así por ejem-plo, la existencia de un hiato ocupacional seconstata en lugares como Arkaia, donde elpoblado medieval y actual se implanta sobre elyacimiento romano, o en centros como LosCastros de Lastra, Henayo o Berbeia, caracte-rizados por una importante ocupación pre-rromana y medieval.

En ocasiones contamos con indicios quepodrían sugerir una cierta continuidad ocupa-cional, pero son difíciles de interpretar en ausen-cia de excavaciones sistemáticas. Solo por plan-tear algunos ejemplos conocidos a través deprospecciones y hallazgos casuales en la llana-da alavesa se podría citar el caso de Ozabal,situado entre Guereñu y Alaiza. Se trata de unyacimiento complejo en el que se ha docu-mentado una ocupación romana y tardorro-mana, en el que se ha hallado un ajuar fune-rario atribuido a una tumba fechada en lossiglos VI-VII, y sobre el que se instala la aldeade Aba, despoblado situado en proximidad delde Luzkando, donde se han hallado numero-sas lápidas romanas (IRIARTE 1991; AZKARATE2004).

Otro ejemplo problemático estaría repre-sentado por el complejo de Henayo (Alegria-Dulantzi). Se trata de un yacimiento de alturaque cuenta con una importante ocupación enla Edad del Hierro (LLANOS et alii 1975) en elque ha sido hallada una lápida romana y en cuyaproximidad se ubicó la aldea de Henayo conla iglesia de San Miguel de Henayo (lám. 9). Alos pies de este asentamiento se encuentraAngostina, otro importante asentamiento deépoca romana y que podría constituir un enla-ce intermedio entre las dos fases de ocupación(LLANOS et alii 1975).

Estos casos podrían multiplicarse, pero nopermitirían plantear la existencia de una con-tinuidad ocupacional.

12 De hecho, dos tercios de todas las lápidas romanas alavesas se han hallado en ermitas e iglesias medievales. Actualmente esta temá-tica está siendo objeto de una investigación específica por parte de E. Alfaro.

76 AyTM 13.1, 2006

Hay que tener en cuenta que los asenta-mientos romanos son yacimientos que gene-ran un gran volumen de residuos que son fácil-mente detectables y reconocibles, que seidentifican con frecuencia en asentamientosposteriores. Tal como hemos dicho, en casi lamitad de las aldeas excavadas se han halladocerámicas romanas en el relleno de silos o deviviendas. Desde nuestro punto de vista, la pre-sencia de este “ruido de fondo”, resultado delmovimiento de tierras y de escombros, dejanentrever una realidad quizás más articulada delpoblamiento romano menor de la que se hasupuesto hasta el momento. Es posible quehaya existido un amplio número de pequeñosasentamientos rurales dispersos romanos quehayan proporcionado parcialmente los sedi-mentos y los rellenos necesarios para amorti-zar algunos silos.

¿Por qué se crean las aldeas?

El estudio de la génesis de la red aldeanamedieval ha constituido uno de los principalesobjetivos de las investigaciones realizadas porlos historiadores que en los últimos años hanestudiado las sociedades altomedievales. Con-cretamente en la Península Ibérica han sidovarios los autores que han relacionado de formanecesaria e inevitable -bajo la influencia de auto-res franceses fundamentalmente- la formaciónde las aldeas con el denominado “crecimientoagrario altomedieval”.

Durante los años 80 la historiografía fran-cesa llevó a cabo una profunda revisión en tér-minos cronológicos del proceso de crecimien-to que habría caracterizado la sociedad medieval.Frente a las formulaciones que sostenían la exis-tencia de un crecimiento agrario en el perío-do comprendido entre los siglos XI-XIII, seplanteó que este crecimiento se habría pro-ducido con anterioridad, ya en la Alta EdadMedia, como se detectaba en varios análisis

territoriales (Flaran 10). Este crecimiento habríaimplicado un desarrollo económico como con-secuencia del aumento de la superficie cultiva-da y como consecuencia del empleo de nue-vas técnicas agrarias. De forma casi unánime,los historiadores asocian la formación de lasaldeas medievales a este proceso de creci-miento agrario (LARREA 1994: 163 ss, PASTOR1996: 76 ss; MARTÍN VISO 2000: 138). Incluso algu-nos arqueólogos han hecho suya esta propuesta(GARCÍA CAMINO 2002: 335; AZKARATE,SOLAÚN 2003: 39; ARIÑO et alii 2004), validan-do de esta manera propuestas realizadas desdeuna documentación escrita escasa, parcial ypoco representativa.

Sin agotar el tema, creo que son tres las prin-cipales observaciones que se pueden hacer aesta propuesta interpretativa por lo que serefiere al Norte peninsular :

1. En primer lugar, la existencia de un creci-miento agrario altomedieval se basa en unaminusvaloración de la economía agraria pre-cedente. Así por ejemplo se ha caracteri-zado la estructura agraria de época visigo-da en términos de “predominio del bosque,del espacio no humanizado y de cultivos iti-nerantes” (PASTOR 1996: 92), que habríadado paso en cambio a una economía agrí-cola a partir del siglo VIII, y se sigue defen-diendo la existencia de asentamientos fluc-tuantes y efímeros (AZKARATE 2004: 39). Laarqueología de las aldeas medievales (VIGILESCALERA 2006), hasta hace poco margi-nalizada y olvidada por su carácter no monu-mental, cuestiona abiertamente este mode-lo y plantea la existencia de una estructuraeconómica mucho más compleja y articu-lada (VIGIL ESCALERA 2003). De hecho, resul-ta muy difícil establecer en términos cuan-titativos si la producción agraria de la Mesetade los siglos VI-VII es inferior a la de los siglosVIII-X 13. Indudablemente se produce unatransformación en términos cualitativos, aun-

13 “De nuevo, poco o nada parece variar en la situación campesina desde la caída del Imperio hasta la fundación de los nuevos cen-tros de poder islámicos entre los siglos IX y X d. C., embriones de villas que cambiarán por vez primera la configuración del terri-torio medieval madrileño” (VIGIL ESCALERA 2003: 65).

que no tiene por qué representar un cam-bio radical en términos cuantitativos.

2. En segundo lugar, los trabajos que argu-mentan la existencia de un crecimiento agra-rio altomedieval tienden a describir más quea explicar este crecimiento. De hecho, esun proceso que parece no tener sujeto his-tórico (BARRIOS, MARTÍN VISO 2000-2001:76 ss.).

Solamente en algunos textos se intuye queeste crecimiento ha debido de ser espon-táneo y realizado por los propios campesi-nos presionados por el hambre (Salrach) obien siguiendo una estrategia opuesta a lade la aristocracia, que se ha orientado haciala ganadería (Pastor). Como ha sostenido M.Barceló (1994: 131), resulta evidente que“la hipótesis del hambre es perfectamentecontradictoria con el aumento demográfi-co, ¿Cómo va a crecer una población ham-brienta en els limits de la pura subsistencia?”.

3. En tercer lugar, un análisis riguroso de ladocumentación escrita realizado por M. Bar-celó ha llevado a concluir que difícilmentees posible sostener la existencia de un cre-cimiento agrario generalizado como resul-tado de roturaciones. En el caso catalán,que cuenta con una rica documentaciónaltomedieval, se ha podido constatar que lasmenciones documentales son parciales ydispersas geográficamente, de manera quese concentran en torno al centro emisor dedocumentos (BARCELÓ 1994: 133). Para elcaso alavés son aún más problemáticas, pues-to que hasta el siglo XI, cuando el docu-mento conocido como la Reja de San Millánrecoge la existencia de un amplísimo núme-ro de aldeas, la documentación es muy par-cial, a pesar de que se ha sostenido igual-mente la existencia de una importante seriede roturaciones durante los siglos IX-XI(PASTOR 1988: 515).

¿Se puede proponer otro modelo explica-tivo diferente al denominado “crecimiento agra-rio altomedieval”? ¿Es posible cuestionar estemodelo, construido a partir de un registrodocumental parcial y problemático, surgido por

la necesidad de explicar la “revolución del añomil” en términos de acaparación de forma brus-ca de excedentes que se habrían generado conanterioridad de forma espontánea, sin la par-ticipación de poderes? ¿Las roturaciones y pre-suras equivalen a crecimiento? ¿Es necesariorecurrir a la existencia de un “crecimiento agra-rio” para explicar la creación del paisaje medie-val? ¿Con el registro arqueológico disponible,podemos proponer otra solución?. No pre-tendemos en estas notas abordar este complejoproblema, aunque si se quieren aportar algu-nas sugerencias para el debate.

Los datos con los que contamos sobre losasentamientos anteriores no permiten sostenerla existencia de un modelo económico “empo-brecido”, aunque si parece que sigue lógicas pro-ductivas diferentes. Por lo tanto no se trataríade una transformación de carácter cuantitati-vo sino cualitativo, y utilizar categorías actualescomo “crecimiento” puede ser confuso. Desdenuestro punto de vista es más relevante expli-car y analizar qué transformaciones de las estra-tegias y de las orientaciones productivas se hanproducido en este período, así como periodi-zar y reconocer los ciclos de transformación dela actividad agraria en los siglos VIII-X, algo quesolamente la Arqueología podrá revelar en lospróximos años.

En todo caso, los datos con los que conta-mos para analizar los procesos de configura-ción de los paisajes medievales alaveses permitenrealizar una propuesta que deberá ser discuti-da en los próximos años.

En primer lugar las excavaciones arqueoló-gicas nos muestran que el proceso de forma-ción de las aldeas se desarrolla con total clari-dad ya en el siglo VIII, y por lo tanto de formaprevia a la aparición documental de las mismasa partir de los siglos IX-XI. A priori no debe-mos excluir que se puedan hallar en los pró-ximos años aldeas más tempranas, como seobserva en otros contextos europeos (WICK-HAM 2005: 516 ss.) o peninsulares (VIGIL ESCA-LERA 2006), pero con los datos actualmente dis-ponibles parece indudable que el siglo VIIIconstituye un momento clave en la configura-ción de los paisajes medievales.

77AyTM 13.1, 2006

78 AyTM 13.1, 2006

En segundo lugar resulta indudable que elpaisaje que se construye en torno al 750 apro-ximadamente es cualitativamente diferente res-pecto al de los siglos anteriores, creando nue-vos marcos de sociabilidad aldeana en cuyoseno se gesta una red de relaciones sociales yde formas de poder que caracterizan la EdadMedia. Son, por otro lado, aldeas que aparen-temente cuentan ya desde su formación conuna estructura económica compleja y diversi-ficada, basada en la integración agrícola y gana-dera, resultado de una transformación cualita-tivamente significativa respecto a los marcosde poblamiento anteriores.

En tercer lugar es necesario comprenderquién promueve este cambio en la organiza-ción social del espacio. Esto es más difícil decontestar, y está generando un debate muy sig-nificativo a nivel europeo. Solo por referirnosal caso italiano, mientras que autores como M.Valenti sostienen que “le origini del popola-mento accentrato altomedievale sono spessoda riconoscere nella scelta spontanea delle fami-glie rurali di vivere raccolte oppure, forse nelladecisione di un proprietario” (VALENTI 2004:88), G. P. Brogiolo en cambio ha subrayado elpapel de las élites territoriales, las iglesias y lospoderes locales en la configuración de la redaldeana (BROGIOLO 2005).

En el caso alavés los datos arqueológicosprobablemente no permiten aún resolver ade-cuadamente el problema en ausencia de exca-vaciones en extensión de un número mayorde aldeas. Pero los datos disponibles nos lle-van a dudar de la “espontaneidad” del fenó-meno. Probablemente sea la definitiva instau-ración de poderes a nivel supralocal (a mediaescala) lo que permita la reorganización delespacio rural en aldeas. Hasta que no se pro-duce la constitución efectiva de esos poderesy que se alcanza un grado de consenso y legi-timidad reconocida de esas jerarquías dentrode un marco territorial amplio es impensablela existencia de una red de aldeas estable. Pro-bablemente deberíamos insertar este procesoen el marco de la construcción y consolida-ción de poderes supralocales o regionales qui-zás vinculados a la naciente monarquía astu-riana (QUIRÓS CASTILLO, VIGIL ESCALERA, 2006).

En cuarto lugar, otra constatación que sepuede realizar es que a partir del siglo IX-X esevidente la presencia en el seno de las aldeas depoderes locales que han condicionado la estruc-tura social de las mismas. La introducción de lasiglesias a partir del IX-XI o fenómenos como laprivatización y fijación de determinados espaciosresidenciales en el marco de un urbanismo cam-biante nos muestran la presencia pero no la natu-raleza de estos poderes locales. Este dato es deuna importancia central a la hora de compren-der fenómenos como el de la “feudalización” ola formación de poderes señoriales. Es a partirde este período cuando comienzan a manifes-tarse desequilibrios propios de la competenciapor un territorio ya completamente ocupado yparcelado, de manera que surgen disputas porunos recursos finitos. Sería por lo tanto un pro-ceso de capilarización del poder, en el que sur-gen las facciones locales a nivel aldeano comoconsecuencia de la rivalidad o competencia entreelites bien asentadas.

Un ulterior momento de reorganización deestas aldeas tuvo lugar tras el año mil, median-te la promoción de algunos templos al estatu-to parroquial, y la reordenación de los espa-cios domésticos, que ahora se hacen máscompactos y estables (QUIRÓS CASTILLO 2003).

En síntesis, aunque los datos arqueológicosson aún parciales, sugieren la existencia de unarealidad muy estructurada y articulada que cues-tionan la existencia y el significado del pobla-miento disperso en la Alta Edad Media. El papelde distintos tipos de poderes locales ha sidomuy relevante probablemente en la ordena-ción del espacio en el siglo VIII; en la propiaevolución de las aldeas en los siglos IX-XI conla aparición en el seno de las mismas de estospoderes, y en la reordenación del urbanismoaldeano durante los siglos XI-XII cuando sepasa de un urbanismo alveolar a un urbanismocompacto en el marco de estructuras señorialesmucho más orgánicas.

En todo caso, las nuevas excavaciones enextensión que se han programado para los pró-ximos años en aldeas y despoblados alavesesdeberán perfilar y matizar muchas de las com-plejas implicaciones que plantea su estudio.

BIBLIOGRAFIA

AA.VV., 1983, Museo de Arqueología de Álava, Vitoria-Gasteiz

AA. VV., 1998, El poblamiento altomedieval galaico-astur-leonés: herencia prerromana, romana y visigoda, StudiaHistorica. Historia Medieval 16, pp. 11-197

AGORRETA J. A., LLANOS A., APELLÁNIZ J. M., FARIÑAJ., 1975, Castro de Berbeia (Barrio-Álava). Memoria deexcavaciones de 1972, Estudio de Arqueología Alavesa 8,pp. 221-292

AJAMIL BAÑOS F. J., 2003, Lope López de Ayala, en Riva-bellosa (Ribera Baja), Arkeoikuska 2002, pp. 301-303

AJAMIL BAÑOS F. J., 2005, Iglesia y necrópolis de SanMartín de Rivabellosa (Ribera Baja); Arkeoikuska 2004, pp.195-201

ALONSO J. F., CASTELLET S., FERNÁNDEZ E., 1992-1993, La necrópolis de San Martín de Valparaíso (Villa-nueva de Valdegobia, Álava), Kobie XX, pp. 157-186

APELLANIZ GONZÁLEZ J. A., 1999, Convento de PadresCapuchinos (Laguardia), Arkeoikuska 98, pp. 200-208

APELLANIZ GONZÁLEZ J. A., 2001, Enrique IV, 1 deRivabellosa (Ribera Baja), Arkeoikuska 00, pp. 147-153

APELLANIZ GONZÁLEZ J. A., AJAMIL BAÑOS F. J.,1998, Finca Mavilla (Estavillo. Armiñón), Arkeoikuska 97,pp. 209-213

ARMENDÁRIZ A., 1986-1994, Antón Kaboa (Oñate,Guipúzcoa), Arkeoikuska 85, pp. 44-46; 86, p.40; 87, pp.34-36; 88, pp. 40-41; 89, pp. 98-99; 90, pp. 76-80; 91,pp. 98-100; 92, pp. 190-193; 93, pp. 172-178

ARIÑO GIL E. , RIERA MORA S., RODRÍGUEZHERNÁNDEZ J., 2002, De Roma al Medievo. Estructu-ras de hábitat y evolución del paisaje vegetal en el terri-torio de Salamanca, Zephyrus 55, pp. 283-309

ARIÑO GIL E., GURT ESPARRAGUERA J. M., PALETMARTÍNEZ J. M., 2004, El pasado presente. Arqueologíade los paisajes en la Hispania romana, Barcelona

AZKARATE GARAI OLAUN A., 1988, Arqueología Cris-tiana de la Antigüedad Tardía en Álava, Guipúzcoa y Viz-caya, Vitoria-Gasteiz

AZKARATE GARAI OLAUN A., 2000-2005, Catedralde Santa María (Vitoria-Gasteiz), Arkeoikuska 01, pp. 179-187; 02, pp. 197-203; 04, pp. 206-210

AZKARATE GARAI OLAUN A., 2004, El País Vasco enlos siglos inmediatos a la desaparición del Imperio Roma-no, en Historia del País Vasco. Edad Media (siglos V-XV),San Sebastián, pp. 23-50

AZKARATE GARAI OLAUN A., FERNÁNDEZ DEJÁUREGUI A., NUÑEZ J., 1995, Documentación y aná-lisis arquitectónico en el País Vasco. Algunas experienciasllevadas a cabo en Álava-España, Informes de la Construc-ción 46, n. 435, pp. 65-78

AZKARATE GARAI OLAUN A., SOLAÚN J. L., 2003,Después del Imperio Romano y antes del año mil: mor-fología urbana, técnicas constructivas y producciones cerá-micas, Arqueología de la Arquitectura 2, pp. 37-46

AZKARATE GARAI-OLAUN A., NUÑEZ J., SOLAUNJ., 2003, Materiales y contextos cerámicos de los siglosVI al X en el País Vasco, en L. CABALLERO, P. MATE-OS, M. RETUERCE (eds.), Cerámicas tardorromanas y alto-medievales en la Península Ibérica. Ruptura y continuidad,Madrid, pp. 321-370

AZKARATE GARAI-OLAUN A., QUIRÓS CASTILLO J.A., 2001, Arquitectura doméstica altomedieval en la Penín-sula Ibérica. Reflexiones a partir de las excavaciones arque-ológicas de la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz,Archeologia Medievale XXVII, pp. 25-60.

AZKARATE GARAI-OLAUN A., ZAPATA L., 2006, Agri-cultura altomedieval en Vitoria-Gasteiz: la aportación dela arqueobotánica, en Jornades sobre Sistemas Agraris, Orga-nització Social i Poder Local, Lleida, en prensa

BALDEÓN A. GARCÍA E. (coord), 1994, Arqueología deurgencia en Álava, 1989-1993, Vitoria-Gasteiz

BALDEÓN A., SÁNCHEZ SIERRA M. J., 2003, En tornoa los depósitos de hoyos: avance al estudio de SantaMaría de Estarrona, Estudios de Arqueología Alavesa 20,pp. 42-52

BARCELÓ M., 1988, La arqueología extensiva y el estu-dio de la creación del espacio rural, en Arqueología Medie-val. En las afueras del “medievalismo”, Barcelona, pp. 196-202

BARCELÓ M., 1994, Rigor y “milongueras pretensiones”.¿Es posible historiar el feudalismo sin la Arqueología? Elcaso catalán, Arqueología y territorio medieval 1, pp. 129-139

BARCELÓ M., 1995, Crear, disciplinar y dirigir el desor-den. La renta feudal y el control del proceso de trabajocampesino: una propuesta sobre su articulación, Tallerd’Història VI, 2, Valencia, pp. 61-72.

BARRIOS GARCÍA A., MARTÍN VISO I., 2000-2001,Reflexiones sobre el poblamiento rural altomedieval enel Norte de la Península Ibérica, Studia Historica. HistoriaMedieval 18-19, pp. 53-83

BENGOETXEA REMENTERIA B., SOLAÚN BUSTIN-ZA J. L., 2000, Estudio Histórico-Arqueológico de la villade Salinillas de Buradón (Labastida), Arkeoikuska 99, pp.1-29

BERGER J.-F., 2001, Évolution des agro-et des hydrosystè-mes dans la Région Médio-Rhodanienne, en P. OUZOU-LIAS, C. PELLECUER, C. RAYNAUD, P. GARMY (dir.),Les campagnes de la Gaule à la fin de l’Antiquité, Antibes,pp. 369-403

BONIN T., 2000, Le site de Chessy et l’occupation dusol en Île-de-France (Vie-Xe siècles). Archéologie Médié-vale XXIX, pp. 1-68

79AyTM 13.1, 2006

80 AyTM 13.1, 2006

BROGIOLO G. P., 2005, Risultati e prospettive della ricer-ca archeologica sulle campagne altomedievali italiane, enG. P. BROGIOLO, A. CHAVARRIA, M. VALENTI (eds.),Dopo la fine delle ville. Le campagne dal VI al IX secolo,Mantova, pp. 7-16

BROGIOLO G. P., CHAVARRÍA A., 2005, Aristocrazie ecampagna nell’Occidente da Costantino a Carlo Magno,Firenze.

CANTERA Y BURGOS F., 1998, Fuero de Miranda de Ebro.Edición crítica, versión y estudio, Miranda de Ebro

CASTELLANOS S., VISO I. M., 2005, The local articula-tion of central power in the north of the Iberian Penin-sula (500–1000), Early Medieval Europe 13 (1), pp. 1-42.

CATTEDDU I., 2001, Les habitats carolingiens de Mon-tours et la Chapelle-Saint-Aubert (Ille-et-Vilaire). Archéo-logie preventive-Autoroute A84, Paris

CHAPELOT J., FOSSIER R., 1980, Le village et la maisonau Moyen Âge, Paris

CHAVARRIA A., 2001, Villae y necrópolis en Hispaniadurante la Antigüedad tardía, Bulletin de l’Association pourl’Antiquité tardive 10, pp. 44-57

CHAVARRIA A., 2004, Interpreting the transformation ofLate Roman Villas. The case of Hispania, en N. CHRIS-TIE, Landscape of change. Rural evolutions in Late Antiquityand the Early Middle Ages, Cornwall, pp. 67-102

COLARDELLE M., VERDEL E., 1993, Les habitats du lacde Paladru (Isère) dans leur environnement : la formationd'un terroir au XIe siècle, Paris

COLLINS R., 2005, La España visigoda, 409-711, Historiade España IV, Barcelona

CONTE P., 1995, L’archéologie des silos médiévaux :Apports, limites et perspectives, Histoire et Sociétés Rura-les 3, pp. 190-201

CUISINIER J., GUADAGNIN R. (eds.), 1988, Un villageau temps de Charlemagne. Moines et paysans de l’abbayede Saint-Denis du VII siècle à l’An Mil, Paris

DAVITE C., MORENO D., 1996, Des “Saltus” aux “Alpes”dans les Apennins du Nord (Italie). Una hypothèse sur laphase du Haut Moyen Age (560-680 AP J.-C.) dans lediagramme pollinique du site de Prato Spilla, en L’hommeet la nature au Moyen Age. Paléoenvironnement dessociétés occidentales, Actes du Ve congrès internationald’Archéologie Médiévale, Grenoble 1993, Paris, pp. 138-142

ELORZA J. C., 1970, De epigrafía cristiana alavesa, Estu-dios de Arqueología Alavesa 4, pp. 283-291

FERNÁNDEZ BORDEGARAY F. J., 1992-1995, El Cas-tillo de Portilla (Zambrana), Arkeoikuska 91, pp. 62-64, 92,pp. 100-106; 93, pp. 84-91; 94, pp. 99-107

FERNÁNDEZ BORDEGARAY F. J., 1998, Manzanas decasas I y IV del Casco Histórico de Vitoria-Gasteiz, Arke-oikuska 97, pp. 221-228

FERNÁNDEZ BORDEGARAY F. J., 2005, Cuchillería, 54B/ Tintorería s/n y 33 (Vitoria-Gasteiz), Arkeoikuska 2004,pp. 219-223

FERNÁNDEZ ERASO J., 2000-2002, Abrigo de Los HusosI (Elvillar), Arkeoikuska 99, pp. 44-48; 00, p. 39-45; 01, pp.68-73

FERNÁNDEZ ERASO J., 2005-2006, Abrigo de Los Husos-II (Elvillar), Arkeoikuska 01, pp. 73-76; 04 pp. 65-68; 05pp. 59-62

FERNÁNDEZ MIER M., 1999, Génesis del territorio en laedad Media. Arqueología del paisaje y evolución histórica enla montaña asturiana, Oviedo

FERNÁNDEZ UGALDE A., 1993, El relleno de silos y laimplantación del feudalismo en Madrid y en el Reino deToledo, en IV Congreso de Arqueología Medieval Españo-la, vol. 3, pp. 611-618

FERNÁNDEZ UGALDE A., 1997, El almacenamientosubterráneo y la conquista feudal en la Península Ibérica:aportaciones de la arqueología, en Rural Settlements inMedieval Europe, Papers of the Medieval Europe Brugge1997, Brujas, Vol. 6, pp. 283-289

FILLOY NIEVA I., 1999, Construcción de balsas y red deriego para 1.000 Ha. (Peñacerrada-Urizaharra), Arkeoi-kuska 98, pp. 304-311

FILLOY NIEVA I., GIL ZUBILLAGA E., 2000, La romani-zación en Álava. Catálogo de la exposición permanentesobre Álava en época romana en el Museo de Arqueologíade Álava, Vitoria-Gasteiz

FOSSIER R., 1984, La infancia de Europa. Aspectos eco-nómicos y sociales. 2 vols. Barcelona

FOSSIER R., 1996, La sociedad medieval, Barcelona

FRANCOVICH R., 2004, Villaggi dell’altomedievo: invisi-bilità sociale e labilità archeologica, en M. VALENTI, L’inse-diamento altomedievale nelle campagne toscane, Florencia,pp. IX-XXII

FRANCOVICH R., HODGES R., 2003, Villa to villages.The transformation of the Roman Countryside in Italy, c. 400-1000, London

FRANCOVICH R., HODGES R., 2004, Campionando unvillaggio medievale: Montarrenti fra storia e archeologia, enF. CANTINI, Il castello di Montarrenti, Florencia, pp. 9-22

FRANCOVICH R., MILANESE M., 1989, Lo scavo arche-ologico di Montarrenti e i problema dell’incastellamentomedievale. Esperienze a confronto, Florencia

GARCÍA CAMINO I., 2002, Arqueología y poblamiento enBizkaia, siglos VI-XII. La configuración de la sociedad feudal,Diputación Foral de Bizkaia, Bilbao

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1981, La organización delterritorio en la formación de Álava y Vizcaya en los siglosVIII a fines del XI, en El hábitat en la historia de Euskadi,Bilbao, pp. 133-155 (ahora en Investigaciones sobre la His-toria Medieval del País Vasco (1965-2005), Bilbao, pp. 203-236)

81AyTM 13.1, 2006

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1982, La sociedad alave-sa medieval antes de la concesión del fuero de Vitoria, enVitoria en la Edad Media, Vitoria, pp. 89-116 (ahora enInvestigaciones sobre la Historia Medieval del País Vasco(1965-2005), Bilbao, pp. 313-362)

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1983, Los oscuros comien-zos. La Alta Edad Media, en Álava en sus manos, fasc. 20,tomo III, Vitoria, pp. 73-104

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1985, Del cantábrico alDuero, en J. GARCÍA DE CORTAZAR et alii, Organiza-ción social del espacio en la España medieval. La Coronade Castilla en los siglos VIII al XV, Barcelona, pp. 43-83

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1988, La sociedad ruralen la España Medieval, Madrid

GARCÍA DE CORTAZAR J. A., 1999, Poblamiento ymodelos de sociedad en la transición de la Antigüedadal feudalismo entre el Cantábrico y el Duero, Sautuola VI,pp. 501-511

GARCÍA RETES E., 1987, El camino de San Adrián (Gui-púzcoa-Álava) en la ruta jacobea. Análisis documental yarqueológico, Estudios de Arqueología Alavesa 15, pp. 355-497.

GAST M., SIGAUT F., 1979, Les techniques de conserva-tion de grains à long terme. Leur rôle dans la dynamiquedes systèmes de cultures et des sociétés, Paris

GIL ZUBILLAGA E., 1997, El poblamiento en el territo-rio alavés en época romana, Isturitz 8, pp. 23-52

GIL ZUBILLAGA E., 1998, Plaza de Santa María 1, (Vito-ria-Gasteiz), Arkeoikuska 99, pp. 175-181

GIL ZUBILLAGA E., 1999, C/Álava en Nanclares de laOca (Iruña de Oca), Arkeoikuska 1998, pp. 299-301

GIL ZUBILLAGA E., 2003, Ciudad de Iruña/Veleia (Iruñade Oca), Arkeoikuska 2002, pp. 239-242

GIL ZUBILLAGA E., 2003-2004, Ciudad de Iruña/Veleia.Domus del impluvium A (Iruña de Oca), Arkeoikuska2002, pp. 54-61; 2003, pp. 69-73

GIL ZUBILLAGA E., 2005, Ciudad de Iruña / Veleia (Iruñade Oca), Arkeoikuska 2004, pp. 63-67

GIL ZUBILLAGA L., 1997, Despoblado de Reñanilla (Elvi-llar), Arkeoikuska 96, pp. 67-70

GIL ZUBILLAGA L., 1997, Hábitat tardorromano en cue-vas de la Rioja Alavesa: los casos de Peña Parda y LosHusos I (Laguardia, Álava), Isturitz 8, pp. 23-52

GIL ZUBILLAGA L., 1998-1999, Yacimiento del Pago deEskide (Yécora), Arkeoikuska 97, pp. 108-111; 98, pp. 80-81

GIL ZUBILLAGA L., 1999, Poblamiento romano y medie-val en la Sonsierra de la Rioja: Prospecciones y catasarqueológicas (1997-1998), Estrato. Revista riojana dearqueología 10, pp. 73-79.

GIL ZUBILLAGA L., 2001, Necrópolis de San Roque deAcebedo (Valdegobía), Arkeoikuska 00, pp. 153-155

GIL ZUBILLAGA L., 2001, Seguimiento arqueológico delas obras del regadío de la Sonsierra: Excavación de losyacimientos de Las Sepulturas y San Pablo, Estrato. Revis-ta riojana de arqueología 13, pp. 93-101.

GIL ZUBILLAGA L., 2005, Los silos de La Llana (Labas-tida, Álava): Memoria de las campañas de excavación de1995, 1996 y 1997, en Estudios de Arqueología Alavesa 21,pp. 281-309

GIL ZUBILLAGA L., SÁENZ DE URTURI P., 2001, SanMiguele. La necrópolis tardoantigua y altomedieval de SanMiguele (Molinilla, Álava). Memoria de las excavacionesarqueológicas de 1998 y de la intervención de urgencia de1981, Vitoria-Gasteiz

HAMEROW H., 2002, Early Medieval Settlements. TheArchaeology of Rural Communities in Northest Europe, AD400-900, Oxford

JUSUÉ SIMONENA C., 1998, Poblamiento rural en Nava-rra en la Edad Media. Bases arqueológicas. Valle de UrraulBajo, Pamplona

LARREA J. J., 1998, La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peu-plement et société, Bruxelles

LECANDA J. A., 2000, Mijangos : la aportación de la epi-grafía y el análisis arqueológico al conocimiento de la tran-sición a la Alta Edad Media en Castilla, en L. CABALLE-RO, P. MATEOS (eds.), Visigodos y Omeyas. Un debate entrela Antigüedad y la Alta Edad Media, Madrid, pp. 181-206

LLANOS A. (dir), 1987, Carta Arqueológica de Álava (hasta1984), Vitoria-Gasteiz

LLANOS A., APELLANIZ J. M., AGORRETA J. A.,FARIÑAS J., 1975, El castro del Castillo de Henayo (Ale-gria-Alava). Memorias de excavaciones. Campaña de exca-vaciones 1969-1970, Estudios de Arqueología Alavesa 5, pp.87-212

LLANOS A., FERNÁNDEZ DE MEDRANO D., 1968,Necrópolis de hoyos de incineración en Álava, Estudiosde Arqueología Alavesa III, pp. 45-72

LÓPEZ DE GUEREÑU GALÁRRAGA G., 1962, Alava,solar de arte y fé, Vitoria

LÓPEZ DE GUEREÑU GALÁRRAGA G., 1989, Toponi-mia alavesa seguido de Mortuorios o despoblados y Pue-blos alaveses, Bilbao

LÓPEZ QUIROGA J., 2004, El final de la Antigüedad enla Gallaecia. La transformación de las estructuras de pobla-miento entre Miño y Duero (siglos V al X), Santiago

LORREN C., PERIN P. (eds.), 1995, L’habitat rural du HautMoyen Âge (France, Pays-Bas. Danemark et Grande-Bre-tagne), Saint-Germain-en-Laye.

MARINA LÓPEZ R., 1996, Análisis tipológico y funcionaldel entramado subterráneo –cueva de Laguardia (Álava),informe inédito

MONREAL JIMENO L. A., 1989, Eremitorios rupestres alto-medievales (el alto valle del Ebro), Universidad de Deusto

MORAZA BAREA A., MÚJICA ALUSTIZA J. A., 2006, Esta-blecimientos de habitación al aire libre. Los fondos de caba-ña de morfología tumular: características, proceso de for-mación y cronología, Veleia (en prensa)

NÚÑEZ MARCÉN J., SAÉNZ DE URTURI P., 2005, Unamutatio de la vía Ab Asturica Burdigalam en Mariturri(Vitoria / Álava), Archivo Español de Arqueología 78, pp.189-207

PALET MARTÍNEZ J. M., RIERA MORA S., 1994, Lands-cape dynamics from Iberian-Roman (2nd-1st centuriesBC) to Early Medieval times (12th century) in the Mont-juïc-El Port Sector (Plain of Barcelona, NE Iberian Penin-sula), Archeologia Medievale XXI, pp. 517-540

PALOL P., 1971, Los objetos visigodos de la cueva deLos Goros (Hueto de Arriba- Álava), en InvestigacionesArqueológicas en Álava (1957-1968), Vitoria, pp. 25-32

PASTOR DÍAZ DE GARAYO E., 1986, Salvatierra y lallanada oriental alavesa (siglos XIII-XV), Vitoria-Gasteiz.

PASTOR DÍAZ DE GARAYO E., 1988, Aproximación ala estructura del poblamiento alavés a finales del siglo XIII,en II Congreso Mundial Vasco. Congreso de Historia de Eus-kal Herria, tomo II Antigüedad y Edad Media, pp. 277-295

PASTOR DÍAZ DE GARAYO E., 1996, Castilla en el trán-sito de la Antigüedad al Feudalismo. Poblamiento, poderpolítico y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII-XI), Valladolid

PASTOR DÍAZ DE GARAYO E., 2006, La Llanada orien-tal hace mil años ¿qué hay del crecimiento agrario alto-medieval?, en Actas del Congreso 750 aniversario de la fun-dación de la villa de Salvatierra, San Sebastián (en prensa)

PEÑA BOCOS E., 1995, La atribución social de espacioen la Castilla Altomedieval. Una nueva aproximación al feu-dalismo peninsular, Santander

PEÑA CHOCARRO L., ZAPATA L., GONZÁLEZURQUIJO J. E., IBÁÑEZ ESTEVEZ J. J., 2000, Agricultura,alimentación y uso de combustible: aplicación de mode-los etnográficos en arqueobotánica, Saguntum Extra 3”,pp. 403-420

PEYTREMANN E., 2003, Archéologie de l’habitat rural dansle nord de la France du IVe au XIIe siècle, Saint-Germain-en-Laye.

QUIROS CASTILLO J. A., 1998, Cambios y transforma-ciones en el territorio del Apenino Toscano entre la Anti-güedad Tardía y la Edad Media. El castaño, ArcheologiaMedievale. Cultura Materiale, Insediamenti, Territorio XXV,pp. 177-197.

QUIRÓS CASTILLO J. A., 2003, La Llanada oriental entrela tardoantiguedad y el año mil: las transformaciones enla estructura del hábitat y del poblamiento rural, en E. PAS-TOR DÍAZ DE GARAYO (coord.), La llanada oriental através de la historia: claves desde el presente para comprendernuestro pasado, Diputación Foral de Álava, Vitoria, 2003,pp. 43-51

QUIRÓS CASTILLO J. A., 2006, De la aldea a la villa:Arqueología de los despoblados en la llanada oriental ala-vesa. El caso de Zornoztegi, en Actas del Congreso 750aniversario de la fundación de la villa de Salvatierra, San Sebas-tián (en prensa)

QUIRÓS CASTILLO J. A., BENGOETXEA REMENTERIAB., 2005, Las villas vascas antes de las villas vascas. Laperspectiva arqueológica sobre la génesis de las villas enel País Vasco, en B. ARIZAGA (ed.), El espacio urbano enla Europa medieval, Nájera, pp. 147-165

QUIRÓS CASTILLO J. A., BENGOETXEA REMENTERIAB., 2006, Arqueología (III) (Arqueología postclásica), Unida-des Didácticas, UNED, Madrid

QUIRÓS CASTILLO J. A., VIGIL ESCALERA A., 2006, Net-work of peasant villages between Toledo and Uelegia Ala-bense, Northwestern Spain (V-Xth centuries), Archeolo-gia Medievale XXXIII, en prensa

RENDU C., 2003, La montagne d’Enveig. Une estive pyré-néenne sans la longue durée. Canet.

RIAÑO PÉREZ E., 1995, Eremitorios rupestres y coloni-zación altomedieval, Studia Historica. Historia Medieval 13,pp. 47-58

RIGOIR J., RIGOIR Y., MEFFRE J. F., 1973, Les dérivés dessigillés paléochrétiennes du groupe atlantique, Gallia. Foui-lles et monuments archéologiques en France métropolitaine31, 1, pp. 207-263

SAENZ DE URTURI F., 1982-1998, Poblado de Los Cas-tros de Lastra (Caranca, Valdegobía), Arkeoikuska 81-82,pp. 16-17; 83, pp. 18-19; 84, pp. 24-26; 85, pp. 28-30;86, pp. 28-31; 87, pp. 24-27; 88, pp. 24-27; 89, pp. 35-38; 90, pp. 22-26; 91, pp. 39-44; 92, pp. 52-57; 93, pp.53-62; 94, pp. 93-98; 97, pp. 90-95

SÁENZ DE URTURI F., 1993, Ansoleta-Olarizu (Vitoria-Gasteiz), Arkeoikuska 1992, pp. 289-291

SAÉNZ DE URTURI F., 1994, Urbanización del polígonoindustrial de Ansoleta, en Arqueología de urgencia en Álava,1989-1993, Vitoria-Gasteiz, pp. 25-28

SÁENZ DE URTURI RODRÍGUEZ F., 1990, Memoria delos sondeos estratigráficos realizados en las inmediacio-nes de las “Cuevas de los Moros” (Corro-Álava), Estu-dios de Arqueología Alavesa 17, pp. 179-219

SÁENZ DE URTURI RODRÍGUEZ F., 1997, El Despo-blado de Legardagutxi (Lermanda, Álava). Aproximacióna su estudio ceramológico, en XXIV Congreso Nacional deArqueología, vol.5., Cartagena, 1997.

SCHNEIDER L., 1992, Habitat et genèse villageoise duHaut Moyen Age. L’exemple d’un terroir du Biterroisnord-oriental, Archéologie du Midi Médiéval X, pp. 3-37

SOLAUN BUSTINZA J. L., SÁNCHEZ PINTO I., 2003,Castillo de Ocio (Zambrana), Arkeoikuska 2002, pp. 209-221

SOLAUN BUSTINZA J. L., 2006, La cerámica medieval enel País Vasco (siglos VIII-XIII), Vitoria-Gasteiz (en prensa)

82 AyTM 13.1, 2006

UGARTECHEA J. M., 1967, Notas sobre el yacimientode Salbatierrabide (Vitoria), Estudios de Arqueología Ala-vesa 2, pp. 101-118

UNZUETA M., MARTÍNEZ A., 1994, Proyecto de varian-te y túnel entre las Conchas de Haro y el cruce de Bri-ñas, en Arqueología de urgencia en Álava, 1989-1993, Vito-ria-Gasteiz, pp. 43-60

URIBARRI E., 1994, Dataciones de época histórica del yaci-miento en Cueva de Iritegi (Oñate, Gipuzkoa), Munibe(Antropología. Arkeologia) 46, pp. 147-152

URTEAGA M., UGALDE TX., GANDIAGA B., 1989,Prospecciones arqueológicas en Urbia: yacimientos cata-logados en las campañas de 1988 y 1989, Kobie 18, pp.123-166

URTEAGA M., UGALDE TX., GANDIAGA B., 1992-1993, Prospecciones arqueológicas en Urbia: yacimientoscatalogados en las campañas de 1990 y 1991, Kobie 20,pp. 57-85

VALENTI M., 2004, L’insediamento altomedievale nelle cam-pagne toscane. Paesaggi, popolamento e villaggi tra VI e Xsecolo, Florencia

VERA D., 1986, Forme e funzioni della rendita fondiarianella tarda antichità, en A. GIARDINA (ed.), Società Roma-na e Impero Tardoantico, III, Roma, pp. 367-447

VIGIL ESCALERA A., 2003, Los poblados de época visi-goda del Sur de Madrid: algunos aspectos económicos ysociales, en I Congreso del Instituto de Estudios Históricosdel Sur de Madrid, Alcorcón, pp. 51-68

VIGIL ESCALERA A., 2006, El modelo de poblamientorural en la Meseta y algunas cuestiones de visibilidad arque-ológica, en Galia e Hispania en el contexto de la presen-cia “Germánica” (s. V-VII). Balance y perspectivas, Madrid,en prensa

WICKHAM C., 2005, Framing the Early Middle Ages. Euro-pe and the Mediterranean, 400-800, Oxford

ZADORA RIO E., 1995, Le village des historiens et levillage des archéologues, en R. MORNET (ed.), Cam-pagnes Médiévales : l’homme et son espace. Étude offer-tes à Robert Fossier, Paris, pp. 143-153

ZADORA RIO E., 2003, L’habitat rural au Moyen Age,Les nouvelles de l’archéologie 92, 2º trimestre, pp. 5-34

83AyTM 13.1, 2006

84 AyTM 13.1, 2006

Los Husos I, nivel I

MUESTRA YAC. DATAC. B.P.

Los Husos I, nivel I

Los Husos I, nivel I

Los Husos I, nivel II

Los Husos I, nivel II

Aralar, Arrubi 3

Aralar, Zain 3

Aralar, Esnaurreta 21

Aralar, Esnaurreta 22

Aralar, Egurral 1

Aralar, Urrain 1

Aralar, Bilingaratz 34

Sierra de Urbia, Elola II

Sierra de Urbia, Elola II

Aralar, Uela Iparra 31

Zornoztegi, silo 1

Necrópolis Los Moros

Gasteiz, UE 18446

Gasteiz, UE 18293

La Llana 2

La Llana 1

Cueva de Iritegi, nivel VI

Cueva de Iritegi, nivel IV

Cueva de Iritegi, nivel V

Cueva de Iritegi, nivel V

Los Husos II, nivel I

Los Husos II, nivel I

Los Husos II, nivel II

Los Husos II, nivel II inf

Cueva

Braña

Braña

Braña

Braña

Braña

Braña

Braña

Braña

Braña

Despoblado

Braña

Despoblado

Cueva

Villa

Villa

Braña

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

Cueva

1818±50 120-250 (68,2%) 70-340 (95,4%)

CAL 95,4%CAL 68,2%

130-390 (95,4%)

130-390 (95,4%)

340-550 (95,4%)

380-560 (95,4%)

400-580 (95,4%)

380-640 (95,4%)

400-610 (95,4%)

390-780 (95,4%)

530-880 (95,4%)

630-780 (95,4%)

540-900 (95,4%)

660-890 (95,4%)

770-900 (95,4%)

770-980 (95,4%)

680-1020 (95,4%)

680-1030 (95,4%)

880-1030 (95,4%)

860-1050 (94,3%)

810-1060 (88,7%)

890-1040 (95,4%)

880-1050 (86,3%)

890-1160 (95,4%)

890-1160 (95,4%)

890-1160 (95,4%)

760-1050 (89,1%)

660-820 (93,6%)

650-900 (90,7%)

590-720 (90,1%)

210-350 (63%)

210-350 (65,2%)

400-470 (34,8%)

480-540 (36,9%)

430-540 (68,2%)

420-560 (68,2%)

430-560 (68,2%)

530-680 (58,7%)

590-720 (58,5%)

630-685 (68,2%)

640-700 (57,3%)

610-780 (66,8%)

680-730 (38,3%)

680-870 (68,2%)

680-830 (60,1%)

775-830 (39,9%)

910-900 (39,6%)

770-980 (68,2%)

800-990 (65,3%)

890-1030 (65,7%)

890-1030 (68,2%)

960-1030 (59,7%)

950-1040 (58,1%)

990-1160 (68,2%)

990-1160 (68,2%)

990-1160 (68,2%)

940-1020 (51%)

940-1020 (53,1%)

1770±50

1760±50

1610±40

1600±40

1570±40

1560±40

1550±40

1440±100

1370±80

1370±40

1340±40

1330±90

1275±34

1250±70

1240±50

1205±21

1155±35

1150±80

1140±80

1100±80

1080±40

1070±50

1060±50

1050±40

1040±50

990±80

990±80

990±80

Fig. 1. Dataciones radiocarbónicas calibradas del territorio alavés y su entornode época altomedieval ya editadas o en prensa.

Fig. 2. Yacimientos tardoantiguos alaveses citados en el texto.

85AyTM 13.1, 2006

86 AyTM 13.1, 2006

IRUÑA

795

33

751148

65 40

3

13

15

23

1772

2

50

56

8

68

2761

1824

57

4555

2276

77

32

58

4625

74

64 63

69

73 4 807

1

30477878

944

5954

70

53

31 67 6

26

43

60

66

29

0

51

20

1049

3937

1452

3538

2819

16 71

2141

36 4234

62

12

ÁLAVAAsentamientos de época altoimperial

Tipo 1Tipo 2Tipo 3Tipo 4

0 10

Km

Fig. 3. Álava en el período altoimperial, según I. Filloy, E. Gil (2000).

37

44

32

21

22

19

44 0

53

59

4

735

28

3139 2

48

11

9 16

45

1

17

8

20

13

57

34

54 52

10

24

12

15

6

1840

43

33

50

41

29

30

25

IRUÑA

ÁLAVAAsentamientos de época

romana tardía

Tipo 1

Tipo 2

Tipo 3

Tipo 4

Continúan habitados De nueva creación

Ya abandonados

En cuevas

Al aire libre

0 10

Km

Fig. 4. Álava en el período tardorromano, según I. Filloy, E. Gil (2000).

ARGOTE

FUIDIOALBAINA

PARIZIA

URARTEMARQUINEZ

BAJAURI

LAÑO

FAIDO

San Julián Kruzia

Nª Sra.de la Peña

Sarracho

Las Gobas

Ermita de Nª Sra.de Granado

Monticode Charratu

Santokaria

Venta

Lezea

San Cristóbal

Uriatxa

Peña Hueca

EskorreranaLa Lucia

San Salvador

Txarronda

Askana - El Bosque

Ermitade San Juan

Larrea

Loma de Avellaneda956 m.

Belabia971 m.

Portillo de Larraurena943 m.

Cuevas

Iglesias rupestres

1.000 1.000 2.000 3.000500 0

N

ÁLAVA

Treviño

Fig. 5. Distribución de las cuevas artificiales de Álava (Treviño-Marquinez), según A. Azkarate (1988).

Fig. 6. Planta de la iglesia del castro de Buradón, según M. Unzueta, A. Martínez (1994).

87AyTM 13.1, 2006

88 AyTM 13.1, 2006

Fig. 7. Ubicación de las aldeasaltomedievales estudiadas en Álava. ALCEDO

a)

b)

Fig. 8. Evolución del urbanismo aldeanoen Álava: Alcedo en la actualidad (A)y en el siglo X (B), según J. A. García

de Cortazar (1978).

YACIMIENTOS

Ansoleta (Vitoria-Gasteiz)

Armiñón, San Andrés

Carasta

Castros de Lastra (Valdegobia)

Esquide (Yécora)

Alto de Santo Domingo (Haro)

La Llana (Labastida)

La Madura (Hijona)

Laguardia

Legardagutxi

Mavilla (Estabillo)

Landatxo (Vitoria-Gasteiz)

Laren de Panadero (Nanclares de Oca)

Nanclares de Oca

Peña Hueca (Peñacerrada)

Presaburu (Maturana)

Reñanilla (Elvillar)

Ribavellosa

Salinillas de Buradón

Vitoria-Gasteiz

Zornoztegi (Salvatierra-Agurain)

San Andrés (Armiñón)

San Roque de Acebedo (Valdegobia)

Necrópolis de Las Sepulturas(San Vicente de Sonsierra)

Necrópolis de San Pablo(San Vicente de Sonsierra)

TIPO DE YACIMIENTO

Despoblado

Poblado

Despoblado

Despoblado

Despoblado

Poblado

Despoblado

Despoblado

Villa

Despoblado

Poblado

Poblado

Aldea

Poblado

Despoblado

Despoblado

Despoblado

Poblado

Villa

Villa

Despoblado

Poblado

Despoblado

Despoblado

Despoblado

Nº DE SILOS

2

1

1

1

0

+32

16

1

23

5

17

3

8

1

varios

1

0

16

1

+5

29

1

3

16

12

Fig. 9. Número de silos excavados en aldeas alavesas con ocupaciones altomedievales.

89AyTM 13.1, 2006

90 AyTM 13.1, 2006

Lam. 1. DSP hallada en las cuevas de los Husos (Laguardia), fechadas en la segunda mitaddel siglo V-inicios VI, según J. Fernández Eraso.

Lam. 2. Cueva de Las Gobas 6 (Laño), en Treviño.

Lam. 3. Ubicación del castillo de Portilla (Zambrana, Álava).

Lam. 4. Silos altomedievales excavados en Mendiola (Vitoria-Gasteiz), por P. Sáenz de Urturi.

91AyTM 13.1, 2006

92 AyTM 13.1, 2006

Lam. 5. Excavación de uno de los silos de Mendiola (Vitoria-Gasteiz), por P. Sáenz de Urturi.

Lam. 6. Silo excavado en proximidad de la iglesia de Salinillas de Buradón, por B. Bengoetxea Rementeria.

Lam. 7. Pueblo de Alcedo en la actualidad.

Lam. 8. Pueblo de Estavillo, documentado en el siglo IX. El conjunto de silos de Mavillase encuentra en el extremo oriental del mismo.

93AyTM 13.1, 2006

Lam. 9. Castillo de Henayo (Alegria-Dulantzi), donde se ha localizado los restosde una ocupación prerromana y altomedieval. A sus pies se localiza el yacimiento romano de Angostina.

AyTM 13.1, 200694