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Hª Descartes, 1 Curso 2013-2014 LA FILOSOFÍA DE DESCARTES (1596-1650) 0. Introducción 1. Biografía y obras 2. El conocimiento y la realidad 2.1. El conocimiento 2.2. La realidad a. La metafísica: el yo, Dios y el mundo b. La física 3. El ser humano 4. La moral 0. INTRODUCCIÓN: En la filosofía griega y medieval encontramos una metafísica en la que la realidad tiene un carácter esencialista y ordenado. En la primera, ese orden se explica desde la propia naturaleza y en la segunda, proviene de Dios; pero en ambos casos se considera que la esencia es lo que constituye el ser de las cosas y que hay una ley que determina el dinamismo de la naturaleza. Además, tanto en una filosofía como en la otra, el ser

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LA FILOSOFÍA CRISTIANA : TOMÁS DE AQUINO

Hª Descartes, 1

Curso 2013-2014

LA FILOSOFÍA DE DESCARTES

(1596-1650)

0. Introducción

1. Biografía y obras

2. El conocimiento y la realidad

2.1. El conocimiento

2.2. La realidad

a. La metafísica: el yo, Dios y el mundo

b. La física

3. El ser humano

4. La moral

0. INTRODUCCIÓN:

En la filosofía griega y medieval encontramos una metafísica en la que la realidad tiene un carácter esencialista y ordenado. En la primera, ese orden se explica desde la propia naturaleza y en la segunda, proviene de Dios; pero en ambos casos se considera que la esencia es lo que constituye el ser de las cosas y que hay una ley que determina el dinamismo de la naturaleza. Además, tanto en una filosofía como en la otra, el ser humano es un elemento más de la naturaleza y está dotado de un alma intelectiva que le capacita para alcanzar un conocimiento verdadero de la misma.

El nominalismo, corriente filosófica que se desarrolla en el siglo XIV, lleva a cabo una crítica demoledora de esta concepción esencialista y ordenada de la realidad y de la posibilidad de obtener un conocimiento verdadero de la misma, entendiendo por conocimiento verdadero un conocimiento de lo que las cosas son.

Ante esta situación, el racionalismo, corriente filosófica a la que pertenece la filosofía de Descartes, opta por construir una nueva metafísica, pero esta no se fundamentará ya en la naturaleza, sino en el sujeto. Será la razón del sujeto el punto de referencia y fundamento de la nueva filosofía y la que guiada por el método adecuado nos proporcionará un conocimiento riguroso y verdadero de la realidad.

El racionalismo se caracterizará por la afirmación de que la certeza del conocimiento procede de la razón, lo que va asociado a la afirmación de la existencia de ideas innatas. Ello supondrá la desvalorización del conocimiento sensible, en el que no se podrá fundamentar el saber, quedando la razón como única fuente de conocimiento.

“En el momento en que el nominalismo ha reducido la razón a ser una cosa de puertas adentro del hombre, una determinación suya, puramente humana, y no esencia de la divinidad -que es libre albedrío); en este momento queda el espíritu humano segregado también de ésta. Solo, pues, sin mundo y sin Dios, el espíritu humano comienza a sentirse inseguro en el universo y lo que Descartes pide a la filosofía es un punto de apoyo, una seguridad. El último reducto seguro es aquel en que aún subsiste la necesidad racional . De esta manera llega el yo, el sujeto, a ser el centro de la filosofía, pero a ser el centro de la filosofía de una manera peculiar. En última instancia, el yo funciona en filosofía porque lo que pide a la filosofía es una verdad segura, por tanto, su certeza y no su realidad.

En segundo lugar, el sujeto cartesiano no se halla simplemente colocado de cualquier manera en el centro del universo, sino en cuanto el resto del universo está sabido por él: todo lo que del universo ha dicho Grecia, el ser absoluto del la naturaleza queda, en cierto modo, envuelto por el sujeto; pero, envuelto por el sujeto en una forma también peculiar: en tanto que es sabido seguramente por él. En la seguridad del saber, del yo, encuentra el hombre lo consistente de la naturaleza misma.”

(X. Zubiri, Naturaleza, historia y Dios, Editorial Nacional, p. 226-230)

1. BIOGRAFIA Y OBRAS

René Descartes nació en 1596 en el seno de una familia noble y acomodada de Francia, desde 1604 y hasta 1614 estudió en el colegio de la Flèche en Anjou, escuela regida por los jesuitas y de una apertura intelectual poco usual para la época.

En 1616 se graduó en derecho por la Universidad de Poitiers. Sin embargo, no se encontraba realmente satisfecho de la enseñanza que había recibido. Descartes se interesó pronto por las matemáticas, única disciplina que puede considerarse un "auténtico saber" porque es la que nos aporta "certeza" o imposibilidad de dudar.

Posteriormente abandona sus estudios y se dedica al esparcimiento y a viajar: “ a estudiar en el gran libro del mundo”.

Comienza su época creadora; en 1628 termina su obra fundamental Reglas para la dirección del espíritu que, escritas en latín, se publicarán después de su muerte. Esta obra plasma su intención de crear una ciencia universal de carácter matemático. Pero, en ella, también, se subrayan los aspectos metodológicos de su pensamiento.

Entre 1629 y 1649 vive en Holanda dedicado exclusivamente a la filosofía. Este país se convirtió en el refugio de numerosos filósofos y científicos debido a su tolerancia.

En 1633-4 escribe Descartes su "Tratado del Mundo", obra que no se atrevió publicar cuando recibió la noticia de la condena que sufrió Galileo en Roma. Su tratado contenía también tesis heliocentristas, así como afirmaciones sobre el movimiento de la tierra. Parte de esta obra será incorporada más tarde en trabajos posteriores.

Descartes mantuvo siempre una postura conciliadora y precavida que evitó el enfrentamiento con la Iglesia. Quizás debido a que pretendía no quedar fuera de los círculos "oficiales".

En 1637 publicó el "Discurso del método" acompañada de tres pequeños tratados, uno de ellos, de geometría, escritos en francés, lo cual suponía una novedad y un intento de que su obra se extendiera entre los círculos menos dogmáticos y academicistas.

En 1641 se publican en París sus "Meditaciones de filosofía primera", considerada, junto con las Reglas para la dirección del espíritu, la obra fundamental de Descartes, también escrita en latín. Esta obra se denomina comúnmente Meditaciones metafísicas. Las Meditaciones se publicaron pronto al francés junto con un grupo de Objeciones de varios autores y Respuestas del propio Descartes.

Descartes no se librará de los ataques eclesiásticos. En 1644 publica su obra Principios de la filosofía, que dedica a la princesa Isabel de Bohemia y que se presenta en forma de libro de texto. Descartes deseaba que pudiera ser utilizado en la enseñanza "oficial" aunque se apartara de muchos de los preceptos aristotélicos aceptados.

En 1649 Descartes es invitado por la reina de Suecia a Estocolmo con el fin de instruirla en su filosofía. Al partir deja su obra "Las pasiones del alma" en la imprenta. En este escrito desarrolla el tema de las pasiones y la relación entre el alma y el cuerpo.

En 1650 muere Descartes de una neumonía. El duro invierno sueco así como el hábito de la reina de reunirse con él en la biblioteca a las cinco de la mañana, debilitaron la salud de nuestro filósofo, que estaba acostumbrado a una vida más reposada: Descartes pasaba muchas horas reflexionando y escribiendo en la cama hasta las once de la mañana. Enterrado en Estocolmo, su cuerpo fue trasladado a París en 1666. En la iglesia de Saint-Germain-des-Prés descansan sus restos.

ANÁLISIS DE “LAS MEDITACIONES METAFÍSICAS”

(La meditación tercera es el texto de Descartes seleccionado para la PAU)

Las Meditaciones metafísicas fueron publicada en 1641, en ellas Descartes desarrolla el sistema filosófico esbozado en el Discurso del método que escribió unos años antes.

Las Meditaciones metafísicas son un total de seis, en las cuales va tratando los siguientes temas:

1. Las razones por las que podemos dudar de nuestros conocimientos. Se deshace de todas las opiniones que hasta el momento había tenido por ciertas y lleva a cabo la duda metódica describiendo el sentido y el porqué de dicha duda: el engaño y el error de los sentidos; la dificultad de diferenciar el sueño y la vigilia, o la posibilidad de que exista un «genio maligno» empeñado en confundirnos.

2. El espíritu no puede dudar, sin embargo, de su propia existencia. Una vez que a Descartes no le es posible dudar de nada más, afirma la existencia de algo de lo que no pueda dudar: el yo o res cogitans, a la que distingue del cuerpo o res extensa.

3. La demostración de la existencia de Dios. Para destruir todo motivo de duda, demuestra la existencia de dios a través de dos argumentos: el de la contingencia y el que parte de la idea que hay en nosotros de ser perfecto, la causa de esta idea exige la existencia de un ser perfecto. En la quinta meditación encontraremos una tercera demostración. La existencia de Dios le servirá de fundamento para hablar con certeza de la res extensa. Pues, Dios es la garantía de certeza de las ideas innatas y fundamento del conocimiento.

4. Establece la claridad y distinción como criterio de certeza de una idea y define y clasifica las ideas.

5. La existencia de los cuerpos y otra demostración de la existencia de Dios (el argumento ontológico).

6. La unión de las dos sustancias distintas que componen al ser humano: el cuerpo y el alma.

Los temas fundamentales de la filosofía cartesiana que aparecen en la Meditación tercera son los siguientes:

· Presentación del criterio de certeza: Se debe dudar de todo lo que no se perciba de manera clara y distinta.

· Necesidad de la demostración de la existencia de Dios.

· Tipos de ideas y las razones para dudar de ellas. Diferencia las ideas innatas, las adventicias y las facticias.

· Plantea el problema del origen de las ideas: Dios, el yo y el mundo corpóreo.

· Demostración de la verdad de las ideas del mundo exterior, del sujeto pensante y de Dios.

· La idea de Dios. Exposición de dos de las pruebas de la existencia de Dios: indica la presencia de la idea de dios en la razón humana y aporta el argumento de la contingencia.

· Explicación del origen de la idea de Dios.

2. EL CONOCIMIENTO Y LA REALIDAD

2.1. EL CONOCIMIENTO

LAS REGLAS DEL MÉTODO

Tras el hundimiento de la filosofía aristotélico-tomista, el objetivo fundamental de Descartes es encontrar un método que, partiendo de una serie de reglas, garantice el razonamiento correcto y la reconstrucción de todo el saber humano. Este saber estará integrado en una única ciencia que podemos representar como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, su tronco, la física o filosofía natural y las ramas, las ciencias prácticas (medicina, mecánica, moral, etc.). Así las ciencias se fundan en la física y ésta, a su vez, en la metafísica.

La descripción del método, común a los distintos saberes, es sencilla, consiste en partir de una primera verdad de absoluta evidencia de la cual se deriven sucesivamente otras verdades, de tal manera que cada una de ellas se apoye en la anterior, y se constituya un encadenado de verdades.

Las reglas del método son las siguientes:

· La primera regla es la de la evidencia intelectual: “No admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era…. Es evidente lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ocasión alguna para ponerlo en duda...” La idea será distinta cuando aparezca claramente diferenciada de las demás, de tal manera que no podamos confundirla con ninguna otra idea (se opone a idea confusa).

Este precepto excluye cualquier fuente de conocimiento distinta de la de la razón. Ya no es la experiencia, sino la razón la referencia desde la cual se establece la verdad. La verdad no se identifica con la manifestación del ser, ni con la correspondencia entre el pensamiento y la realidad; sino con la certeza, y es cierto lo que se nos presenta a nuestra mente como evidente.

· La segunda es la regla del análisis; prescribe reducir un problema a los aspectos más simples; consiste en descomponer los múltiples datos del conocimiento en sus elementos básicos. Estos elementos, a los que llama “naturalezas simples” pueden conocerse intuitivamente y no son “algo” de la realidad, sino ideas; se trata de ideas innatas.

Las ideas innatas son poseídas por todos los hombres por el hecho de ser racionales. No son ideas que se adquieran a través de la experiencia o el aprendizaje. Son verdades evidentes que se hallan en nuestras mentes, independientemente del tiempo, el lugar y la persona que las piense. Este postulado era necesario para poder garantizar un conocimiento evidente o cierto. Las ideas innatas garantizan la veracidad de nuestros conocimientos al convertirse en su verdadero y único sostén. Ellas mismas no necesitan (ni pueden) ser demostradas ya que caen fuera de la cadena de deducciones.

· La tercera es la regla de la síntesis, por la cual se pasa de los simple a lo complejo. Se trata de un proceso ordenado de deducción, en el que unas ideas se encadenan a otras necesariamente. En el proceso deductivo no sólo reconstruimos lo complejo a partir de sus elementos simples y verdaderos, sino que ampliamos nuestros conocimientos con nuevas verdades: de lo conocido (los elementos simples) accedemos a lo desconocido mediante un proceso ordenado y riguroso de concatenación de ideas.

· La cuarta regla es la de comprobación o revisión prescribe hacer enumeraciones de los pasos que se van dando. Con ello Se trata de comprobar y revisar que no haya habido error alguno en todo el proceso analítico-sintético desarrollado.

“Por método entiendo aquellas reglas ciertas y fáciles cuya rigurosa observación impide que se suponga verdadero lo falso, y hace que sin consumirse en esfuerzos inútiles y aumentando gradualmente su ciencia el espíritu llegue al verdadero conocimiento de todas las cosas accesibles a la inteligencia humana” (Descartes, Reglas para la dirección del espíritu)

APLICACIÓN DEL MÉTODO A LAS MATEMÁTICAS

Descartes aplica, en primer lugar, el método a la geometría y elabora lo que se conoce con el nombre de geometría analítica. Con ello se obtiene una simplificación de la geometría y una matematización del espacio físico. Esta última idea se sitúa en línea con el desarrollo que se está llevando a cabo en la ciencia moderna que inicia Galileo, donde no interesa conocer lo que las cosas son, sino explicar cuantitativamente la relación entre los fenómenos. Lo físico, lo empírico se ha reducido a sus aspectos matematizables. De esta forma, la matemática crea una naturaleza nueva, en la cual sólo se tienen en cuenta las cualidades primarias, aquellas que dependen de la extensión, la figura y el movimiento. Pero si todo ente es susceptible de este tratamiento, es porque se le ha despojado de aquello que en principio no es cuantificable o geometrizable; del ser se han suprimido las cualidades estimadas como secundarias y sólo se tienen en cuenta las ya citadas.

Animado por los resultados que ha tenido la aplicación de método a las matemáticas, decide generalizarlo a los demás saberes.

2.2. LA REALIDAD

a. LA METAFÍSICA: El yo (el alma: sustancia pensante), Dios (sustancia infinita) y el mundo (los cuerpos: sustancia extensa)

Descartes aplica el método a la metafísica, raíz del “árbol de las ciencias”, para averiguar si existe una primera verdad absolutamente cierta, sobre la que elevar el edificio del conocimiento. A partir de esa primera verdad -“pienso, luego existo”- alcanzará otras verdades como la existencia de Dios y la existencia de los cuerpos. Los pasos que va a seguir en este proceso son los siguientes:

Planteamiento de la duda metódica

Descubrimiento del “pienso, luego existo” como primera evidencia

Demostración de la existencia de Dios

Dios es el garante de la veracidad de las ideas claras y distintas

La certeza de que la esencia del yo es el pensamiento y de los cuerpos es la extensión

La certeza de la existencia de las cosas materiales

La primera verdad : "Pienso, luego existo"

Para ello plantea la duda metódica, que consiste en cuestionar todos nuestros conocimientos a fin de hallar alguno que sea seguro e indubitable, es decir, no admitirá como verdadero conocimiento alguno, a no ser que tenga la certeza del mismo. Aplica la duda como recurso metodológico para descubrir los fundamentos del conocimiento; no es un escéptico, todo lo contrario, confía plenamente en la razón para alcanzar un conocimiento fiable.

Aplicación de la duda metódica:

Descartes dedicará la primera meditación a examinar los principales motivos de duda que pueden afectar a todos sus conocimientos.

· Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; ahora bien, muchas veces he constatado que los sentidos me engañaban, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejantes. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado en alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto, poner en suspenso (asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de los sentidos. Puedo considerar, pues, que no hay certeza alguna en esos conocimientos.

· Sin embargo, podría parecerme exagerado dudar de todo lo que percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí y cosas por el estilo; pero, dice Descartes, esta seguridad en los datos sensibles inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre cuando creemos estar despiertos o cuando estamos dormidos). ¿Cuántas veces he soñado situaciones muy reales que, al despertarme, he comprendido que eran un sueño? Como los sueños no se distinguen a veces de la realidad, de manera que toda la realidad muy bien pudiera ser ilusoria.

· Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente no puedo dudar, como los conocimientos matemáticos. Sin embargo Descartes plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4 me esté equivocando; de hecho permite que a veces me equivoque, por lo que podría permitir que me equivocara siempre, incluso cuando juzgo de verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas. En ese caso todos mis conocimientos serían dudosos y, por lo tanto, según el criterio establecido, no tengo la garantía de que sean verdaderos.

· Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer ofensiva a los creyentes, Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre me engañe. En este caso, dado que soy incapaz de eliminar tal posibilidad, puesto que realmente me engaño a veces, he de considerar que todos mis conocimientos son dudosos. Así, la duda ha de extenderse también a todos los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia.

La duda progresa, tal como se ha visto, de lo sensible a lo inteligible, abarcando la totalidad de los conocimientos, a través de los cuatro momentos señalados anteriormente. No sólo debo dudar de todos los conocimientos que proceden de los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos, ya que es incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea.

Fragmentos de la primera meditación en los que se muestra el proceso anterior:

Duda de la información que le ofrecen los sentidos:

“Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer seriamente, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.

…..voy a aplicarme seriamente y con libertad a destruir en general todas mis opiniones antiguas. Y para esto no será necesario que demuestre que todas son falsas, lo que acaso no podría conseguir, sino que —por cuanto la razón me convence de que a las cosas, que no sean enteramente ciertas e indudables, debo negarles crédito con tanto cuidado como a las que me parecen manifiestamente falsas—, bastará, pues, para rechazarlas todas, que encuentre, en cada una razones para ponerla en duda. ….

Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien: he experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez.

Dificultad para diferenciar los sueños de la vigilia:

Pero aunque los sentidos nos engañen, a veces, acerca de cosas muy poco sensibles o muy remotas, acaso haya otras muchas, sin embargo, de las que no pueda razonablemente dudarse, aunque las conozcamos por medio de ellos; como son, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, vestido con una bata, teniendo este papel en las manos, y otras por el estilo. Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, a no ser que me empareje a algunos insensatos, cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que afirman de continuo ser reyes, siendo muy pobres, estar vestidos de oro y púrpura, estando en realidad desnudos, o se imaginan que son cacharros, o que tienen el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos; y no menos extravagante fuera yo si me rigiera por sus ejemplos.

Sin embargo, he de considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas y aun a veces cosas menos verosímiles que esos insensatos cuando velan. ¡Cuántas veces me ha sucedido soñar de noche que estaba en este mismo sitio, vestido, sentado junto al fuego, estando en realidad desnudo y metido en la cama! Bien me parece ahora que, al mirar este papel, no lo hago con ojos dormidos; que esta cabeza, que muevo, no está somnolienta; que si alargo la mano y la siento, es de propósito y a sabiendas; lo que en sueños sucede no parece tan claro y tan distinto como todo esto. Pero si pienso en ello con atención, me acuerdo de que, muchas veces, ilusiones semejantes me han burlado mientras dormía; y, al detenerme en este pensamiento, veo tan claramente que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, que me quedo atónito, y es tal mi extrañeza, que casi es bastante a persuadirme de que estoy durmiendo.

Supongamos, pues, ahora, que estamos dormidos y que todas estas particularidades, a saber: que las manos y otras por el estilo, no son sino engañosas ilusiones; y pensemos que, acaso, nuestras manos y nuestro cuerpo todo no son tales como los vemos. ….

Duda de los conocimientos matemáticos:

…, pero que la aritmética, la geometría y demás ciencias de esta naturaleza, que no tratan sino de cosas muy simples y generales, sin preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen algo cierto e ¡indudable, pues duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres sumarán cinco y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; y no parece posible que unas verdades tan claras y tan aparentes puedan ser sospechosas de falsedad o de incertidumbre.

Sin embargo, tiempo ha que tengo en el espíritu cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido hecho y creado como soy. Y ¿qué sé yo si no habrá querido que no haya tierra, ni cielo, ni cuerpo extenso, ni figura, ni magnitud, ni lugar, y que yo, sin embargo, tenga el sentimiento de todas estas cosas, y que todo ello no me parezca existir de distinta manera de la que yo lo veo? Y es más aún: como yo pienso, a las veces, que los demás se engañan en las cosas que mejor creen saber, ¿qué sé yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando adiciono dos y tres, o enumero los lados de un cuadrado, …

Supondré, pues, no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme; pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños de que hace uso, como cebos, para captar mi credulidad; me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre; creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas esas cosas; ….”

(Descartes, Meditaciones metafísicas, primera meditación)

En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que se encuentra al final de la primera y viéndose obligado a dudar de todo, Descartes se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de existir, por lo que percibe que la siguiente proposición: "pienso, luego existo", ("cogito, sum"), ha de ser cierta, al menos mientras está pensando: "De modo que luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir, y tener por seguro, que esta proposición: pienso, existo, es necesariamente verdadera, cada vez que la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición supera todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y 2 son cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque, exista. Esta proposición, "pienso, existo" se presenta con total claridad y distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y goza de absoluta certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar seguro, de la que puedo decir que es evidente. (Aplicación de la primera regla del método)

Ha demostrado intuitivamente la existencia del yo, del alma como sustancia pensante, pero ¿cómo recuperar la realidad? Si existe un genio maligno, el conocimiento intuitivo y evidente puede estar distorsionado. El paso siguiente del proceso deductivo en el que está inmerso será eliminar la posibilidad de que exista ese genio maligno y lo hará demostrando la existencia de Dios. Pues si Dios existe y es omnipotente y bondad absoluta no toleraría que el genio maligno me confundiera.

Demostración de la existencia de Dios

Descartes define el yo como una sustancia pensante, en la que hay ideas, voluntades y juicios (que son los que pueden conducirnos al error). A su vez, las ideas son de tres clases: adventicias, facticias e innatas. Son adventicias aquellas ideas que parecen provenir de los objetos exteriores; las facticias, las crea nuestra imaginación, y las innatas, en cambio, parecen ser connaturales al sujeto (por ejemplo, el yo)

Entre las ideas innatas encontramos una muy especial: la de un ser infinitamente perfecto (Dios), que no puede haber sido creada por el yo, ya que este es finito e imperfecto, de manera que esa idea ha tenido que ser puesta en el sujeto por un ser realmente infinito, con lo que queda demostrado que Dios existe.

Descartes añade otras dos demostraciones de la existencia de Dios. La primera es una variante del argumento ontológico de Anselmo de Canterbury: dado que el yo tiene en su mente la idea de un ser infinitamente perfecto, ese ser tiene que incluir entre sus perfecciones la de existir necesariamente. La segunda es una variante de la vía tomista de la contingencia: puesto que soy un ser imperfecto y contingente, dependo de otro para existir, este otro puede ser contingente (los padres) o necesario. La cadena de contingentes no puede ser infinita, sino que tiene que tener un primer elemento. Este primer elemento es un ser necesario, Dios, que me ha creado y me mantiene en la existencia.

Dios, como ser absolutamente perfecto, tiene que ser bondadoso y no puede engañarnos: él es el garante de la verdad de nuestro conocimiento, siendo el error el resultado de un uso incorrecto de nuestras facultades mentales. Garantiza, pues, que todas las intuiciones claras y distintas son verdaderas.

La realidad exterior al sujeto: la idea de cuerpo

“Consideremos, pues, ahora las cosas que vulgarmente se tienen por las más fáciles de conocer y pasan también por ser las más distintamente conocidas, a saber: los cuerpos que tocamos y vemos; …. Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera; acaba de salir de la colmena; no ha perdido aún la dulzura de la miel que contenía; conserva algo del olor de las flores, de que ha sido hecho; su color, su figura, su tamaño son aparentes; es duro, frío, manejable y, si se le golpea, producirá un sonido. En fin, en él se encuentra todo lo que puede dar a conocer distintamente un cuerpo. Mas he aquí que, mientras estoy hablando, lo acercan al fuego; lo que quedaba de sabor se exhala, el olor se evapora, el color cambia, la figura se pierde, el tamaño aumenta, se hace líquido, se calienta, apenas si puede ya manejarse y, si lo golpeo, ya no dará sonido alguno. ¿Sigue siendo la misma cera después de tales cambios? Hay que confesar que sigue siendo la misma; nadie lo duda, nadie juzga de distinto modo. ¿Qué es, pues, lo que en este trozo de cera se conocía con tanta distinción? Ciertamente no puede ser nada de lo que he notado por medio de los sentidos, puesto que todas las cosas percibidas por el gusto, el olfato, la vista, el tacto y el oído han cambiado y, sin embargo, la misma cera permanece. Acaso sea lo que ahora pienso, a saber: que esa cera no era ni la dulzura de la miel, ni el agradable olor de las flores, ni la blandura, ni la figura, ni el sonido, sino sólo un cuerpo que poco antes me parecía sensible bajo esas formas y ahora se hace sentir bajo otras. Pero ¿qué es, hablando con precisión, lo que yo imagino cuando lo concibo de esta suerte? Considerémosle atentamente y, separando todas las cosas que no pertenecen a la cera, veamos lo que queda. No queda ciertamente más que algo extenso, flexible y mudable

…Pero en fin, heme aquí insensiblemente en el punto a que quería llegar; pues ya que es cosa, para mí manifiesta ahora, que los cuerpos no son propiamente conocidos por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino por el entendimiento solo, y que no son conocidos porque los vemos y los tocamos, sino porque los entendemos o comprendemos por el pensamiento, veo claramente que nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio espíritu. (Descartes, Meditaciones metafísicas, segunda meditación)

Para Descartes la idea de cuerpo no procede de la imaginación, ni de los sentidos; sino del entendimiento, pero ¿qué es lo que concibe el entendimiento como esencial al cuerpo? El filósofo racionalista nos responderá que es la extensión con figura y movimiento lo que caracteriza a los cuerpos. Así, lo corpóreo queda reducido a la magnitud espacial, a extensión cuantificable. Todo cuerpo no es otra cosa que una extensión en longitud, anchura y profundidad que puede adoptar distintas formas o figuras y que puede moverse.

De la idea de cuerpo dará el paso a la existencia de los cuerpos utilizando como argumento la existencia de Dios. Dios aparece también como garante último de la existencia de una realidad extramental: el mundo. Dios es infinitamente bueno y no puede permitir que me engañe cuando poseo la idea clara y distinta de cuerpo y a la vez la convicción de que existen los cuerpos. Esta convicción parece proceder de fuera de mi y sería un engaño que proviniera de cosas que no fueran cuerpos.

“No siendo Dios capaz de engañar, es patente que no me envía esas ideas inmediatamente por sí mismo, ni tampoco por medio de una criatura que no posea la realidad de esas ideas formalmente… habiéndome dado Dios… una poderosa inclinación a creer que las ideas parten de las cosas corporales, no veo cómo podría disculparse el engaño si, en efecto, esas ideas partieran de otro punto o fueren producto de otras causas y no de las cosas corporales”

En la filosofía cartesiana las ideas innatas poseen un contenido objetivo, es decir, la idea requiere una causa real que posea tal contenido. Así la idea de perfección nos lleva a la existencia de un ser perfecto y la idea de cuerpo requiere la existencia de cuerpos.

Tres tipos de sustancia

La metafísica cartesiana, al igual que ocurría con la griega y la medieval descansa sobre le concepto de sustancia, que define como “una cosa que existe de tal modo que no necesita ninguna otra para existir”. La sustancia es entendida como aquello que existe por sí, como el elemento estable y permanente de la realidad, que es soporte de los accidentes y subyace a todos los cambios.

«Por sustancia no podemos entender ninguna otra cosa sino la que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Y, en verdad, substancia que no necesite en absoluto de ninguna otra sólo puede concebirse una: Dios....Ahora bien, la sustancia corpórea y la mente, o sea, la sustancia pensante creada, pueden entenderse bajo este concepto común de sustancia: porque son cosas que solo necesitan del concurso de Dios para existir.»

Descartes habla de tres tipos de sustancia, una infinita -Dios- y dos finitas: la sustancia pensante -el yo o el alma- y la sustancia extensa -los cuerpos materiales-. Cada una de estas sustancia se define por sus atributos fundamentales: la infinitud para la sustancia divina, el pensamiento para el yo, y la extensión en el caso de la materia.

LA SUSTANCIA EN DESCARTES

TIPOS

ATRIBUTO

Infinita

Dios

La perfección

Finita

Pensante: yo o el alma

El pensamiento pensar, imaginar, sentir, afirmar, dudar,…

Extensa: los cuerpos

La extensión tamaño, figura y movimiento

b. LA FÍSICA

Concepción del universo: el mecanicismo

La metafísica constituye las raíces del árbol de la ciencia, cuyo tronco está formado por la física. Ahora bien, ¿cómo es el mundo que pretende explicar la física cartesiana? En el mundo físico todo lo que hay son cuerpos y sólo hay cuerpos. No existe el vacío y tampoco existen los átomos, pues la materia es infinitamente divisible. Considera tres tipos de cuerpos en función de los respectivos tipos de materia: luminosa, opaca y transparente. El universo está lleno de fragmentos de materia y cualquier movimiento de un cuerpo origina el movimiento de los demás.

Los cuerpos se reducen a masas puntuales en movimiento. Y el tiempo mide los desplazamientos. Se habla de masas, velocidades, aceleraciones, trayectorias, etc.; todos estos aspectos son medibles y cuantificables. Así la física queda geometrizada y el movimiento se traduce a ecuaciones matemáticas. Quedan excluidas en esta teoría la acciones a distancia y la existencia de “fuerzas ocultas”, considerando como tales los fenómenos gravitatorios, el magnetismo, la electricidad, etc., para explicar los fenómenos. Tampoco están presentes las llamadas cualidades secundarias de los cuerpos, como son los colores, olores, sabores, …que dependen de la percepción de los sentidos y en función de esta dependencia se consideran cualidades subjetivas.

El mundo queda convertido en una gran máquina llena de fragmentos de materia, donde el movimiento de una “pieza” se explica desde el choque de otra pieza sobre la primera. Esta concepción del mundo constituye lo que se ha llamado mecanicismo cartesiano.

“La sola diferencia que veo entre las máquinas y los objetos naturales es que los trabajos de las máquinas, en su mayor parte, son ejecutados por aparatos lo suficientemente grandes para ser perceptibles por los sentidos; mientras los procesos naturales casi siempre dependen de partes tan pequeñas que eluden por completo nuestros sentidos...

Y es exactamente tan 'natural' para un reloj compuesto de tales y tales ruedas el marcar el tiempo como para un árbol el nacer de tal semilla y producir tales frutos….”. (Descartes, Principios de filosofía)

Los principios de la física

Descartes aplica “el método” para desarrollar la física, y como principios básicos (verdades evidentes) a partir de las cuales se deducirán las distintas leyes físicas encontramos los siguientes:

· Dios es el creador de esta admirable máquina que es el mundo y el que la pone en movimiento.

· Los cuerpos se caracterizan por su extensión, tienen una determinada figura y pueden estar en movimiento.

· Principio de conservación de la cantidad de movimiento. Como Dios es inmutable, no cambia y tampoco modifica su obra: el mundo y, además, el mundo es un sistema cerrado de masas puntuales mi; entonces Σ mivi será constante.

· Principio de inercia: cualquier cuerpo en movimiento ha de seguir en movimiento salvo que otro cuerpo choque con él y lo detenga.

La física aparece como una larga serie de ordenadas cadenas deductivas que parten de estos principios y estos actúan como causas de unos efectos. Pero la deducción, según Descartes, tiene un límite, llega un momento en que los efectos son contingentes y ya no pueden se deducidos de las causas. Es entontes cuando interviene la experiencia para saber cuales de los posibles efectos se llevan a cabo.

“… primero he procurado hallar, en general, los principios o primeras causas de todo lo que en el mundo es o puede ser, sin considerar para este efecto nada más que Dios solo, que lo ha creado, ni sacarlas de otro origen, sino de ciertas semillas de verdades, que están naturalmente en nuestras almas; después he examinado cuáles sean los primeros y más ordinarios efectos que de esas causas pueden derivarse, …. Luego, cuando quise descender a las más particulares, se me presentaron tantas y tan varias, que no he creído que fuese posible al espíritu humano distinguir las formas o especies de cuerpos, que están en la tierra, de muchísimas otras que pudieran estar en ella, si la voluntad de Dios hubiere sido ponerlas, y, por consiguiente, que no es posible tampoco referirlas a nuestro servicio, a no ser que … hagamos uso de varias experiencias particulares. En consecuencia, hube de repasar en mi espíritu todos los objetos que se habían presentado ya a mis sentidos, y no vacilo en afirmar que nada vi en ellos que no pueda explicarse, con bastante comodidad, por medio de los principios hallados por mí.” ( Descarte, Discurso del método)

3. EL SER HUMANO

En el ser humano coexisten alma y cuerpo, pensamiento y extensión. Tal como se ha señalado, cuerpo y alma son dos sustancias distintas y, por ello, no se necesitan mutuamente para existir. Para explicar esta coexistencia que funciona como si fuera una única realidad, Descartes acude a Dios, último responsable del orden del universo, que ha decidido que funcionen de esa manera.

El alma es una sustancia pensante de naturaleza espiritual y además es inmortal. En ella reside la esencia del ser humano –soy algo que piensa-, por tanto es superior al cuerpo. Sentir, dudar, imaginar, percibir, desear, ...son funciones propias del alma. La libertad y la voluntad estarían ligadas a esta parte espiritual del ser humano, al igual que las sensaciones y las pasiones. Quien siente es el alma y, el alma es también la que sufre las pasiones: odio, alegría, tristeza,…; sin embargo, estas últimas dependen del cuerpo y son, por ello involuntarias.

Pero, el alma no es principio de vida porque ésta se reduce a movimiento mecánico, sobre todo en los animales, que, al no tener alma, no tienen pensamiento.

“¿Qué soy? Una cosa que piensa. ¿Qué significa esto? Una cosa que duda, que conoce, que afirma, que niega, que quiere, que rechaza, y que imagina y siente.

No son pocas, ciertamente, estas cosas si me atañen todas. Pero ¿por qué no han de referirse a mí? ¿No dudo acaso de casi todas las cosas; no conozco algo, sin embargo, y afirmo que esto es lo único cierto y niego lo demás; no deseo saber algo, aunque no quiero engañarme; no imagino muchas cosas aun sin querer, y no advierto que muchas otras proceden como de los sentidos? ¿Qué hay entre estas cosas, aunque siempre esté dormido, y a pesar de que el que me ha creado me haga engañarme en cuanto pueda, que no sea igualmente cierto que el hecho de que existo? ¿Qué es lo que se puede separar de mi pensamiento? ¿Qué es lo que puede separarse de mí mismo? Tan manifiesto es que yo soy el que dudo, el que conozco y el que quiero, que no se me ocurre nada para explicarlo más claramente. Por otra parte, yo soy también el que imagino, dado que, aunque ninguna cosa imaginada sea cierta, existe con todo el poder de imaginar, que es una parte de mi pensamiento. Yo soy igualmente el que pienso, es decir, advierto las cosas corpóreas como por medio de los sentidos, como, por ejemplo, veo la luz, oigo un ruido y percibo el calor. Todo esto es falso, puesto que duermo; sin embargo, me parece que veo, que oigo y que siento, lo cual no puede ser falso, y es lo que se llama en mí propiamente sentir; y esto, tomado en un sentido estricto, no es otra cosa que pensar.” Descartes. “Meditaciones metafísicas”. Segunda meditación

El cuerpo es una sustancia material de naturaleza extensa. El funcionamiento del cuerpo puede ser explicado de la misma forma que el funcionamiento de una máquina. Las leyes de la biología y de la física determinan su funcionamiento, por lo tanto, puede realizar las funciones que le son propias sin recurrir al alma.

“…quiero llamar la atención sobre el hecho de que el movimiento que acabo de explicar -la circulación de la sangre- se sigue tan necesariamente de la disposición misma de las partes, …. como el movimiento de un reloj se sigue de la situación y la forma de los contrapesos y ruedas” (Descartes, Principios de filosofía)

La unión del cuerpo con el alma se realiza a través de la glándula pineal que está situada en el cerebro, este es la base biológica de las funciones del alma, pero es ésta la que controla y dirige al cuerpo. Por su parte, el cuerpo a través del cerebro transmite la información sensible al alma.

4. LA MORAL

Descartes nunca llegó a desarrollar la teoría moral que formaría parte de esa ciencia universal y, pero escribió sobre cuestiones morales al ocuparse del estudio de las pasiones, o del tema de la felicidad.

En el Discurso del método propone un programa personal de moral, que considera provisional hasta que someta a nuevo examen todos los campos del saber. Este programa contiene tres máximas:

· La primera exige el respeto a las leyes y costumbres de su país, así como a la práctica de la religión en la que le han educado. Teniendo como guía de conducta en sus acciones las opiniones de las personas más sensatas. Sorprende esta posición de Descartes ante las leyes y la religión cuando se ha mostrado tan crítico con los conocimientos recibidos.

· La segunda pide que una vez tomada una determinación, se siga con decisión, aunque inicialmente se hubieran tenido dudas.

· La tercera ordena practicar el control de los propios deseos antes que tratar de imponerlos a los demás y cambiar antes las propias opiniones que el orden del mundo. Parece que el ser humano debe regirse por su razón ocupándose de aquello que está en su mano y desentendiéndose de lo que le sobrepasa.

Por otra parte, considera, siguiendo la tradición. que la felicidad es el fin de la vida humana. La entiende como tranquilidad de espíritu, que es posible alcanzar en esta vida sin tener que esperar a la contemplación divina. El control de las pasiones y deseos junto con la propia virtud y la sabiduría es lo que conducirá a dicha serenidad del alma. En esta última idea se muestra la influencia del estoicismo.

Texto de Descartes

"[...] Puesto que existo y puesto que la idea de un ser sumamente perfecto, esto es, de Dios, está en mí, la existencia de Dios queda muy evidentemente demostrada.

Sólo me resta examinar de qué modo he adquirido esta idea; pues no la he recibido por los sentidos y nunca se ha presentado a mí inopinadamente, como las ideas de las cosas sensibles, cuando estas cosas se presentan o parecen presentarse a los órganos exteriores de los sentidos; tampoco es una pura producción o ficción de mi espíritu, pues no está en mí el poder de disminuirle ni aumentarle cosa alguna; y, por consiguiente, no queda más que decir que esta idea ha nacido y ha sido producida conmigo, al ser yo creado, como también le ocurre a la idea de mí mismo". (DESCARTES, Meditaciones metafísicas)

Algunas fuentes que se han utilizado:

· http://cibernous.com/index.html

· http://www.webdianoia.com/index.html

· Libro de texto de Hª de la Filosofía de la editorial Vicens Vives

· Libro de texto de Hª de la Filosofía de la editorial Laberinto

· Libro de textos de filosofía para la PAU de Anaya

· Otros