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Coches y c a M o i i t s
CHEVROLET 6 C I L I N D R O S ]
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U H A L I I A I». A^ Maieridles para íeehar y revestir. Tuberías.-Depósiíos.-
Canaloaes. «tc>
P / d z a tfe D. Pedro Poa MS
A N O X V I N Ú M E R O 4 4 6 9 ÓRGANO DE LA FEDERACIÓN AGRARIA E INSTRUCTIVA DE LEVANTE MURCIA MARTES 1 ABRIL 1930
LA FIESTA CULTURáL DEL DOMINGO
ín el teatro Romea se celebró coo grao éxito el Certameo orgaoizado por la Asoclaclóo de Estodiaotes Doii Ramón Pérez de Ayala glosó primorosamente las bellezas de Murcia
Aspecto del T e a t r o El pasado domingo se cele
bró en nuestro primer coliseo el Cerfamen literario musical organizado por la Asociación Profesional de Estudiantes de Comercio de esta capital y la Federación Murciana de Estudiantes.
La sala del teaíro ofrecía un brillante aspccfo, estando bellísimamente adornada con flores naturales.
Bellísimas mujeres de la buena sociedad murciana ocu paron las localidades principales, dando con su encanfa-dora belleza realce a esíe hermoso acto.
Después de ejecutar la banda del Regimiento de Sevilla la bonita composición musical «Sitios reales» se alzó el telón y comenzó el acto.
Los que ocuparon la presidencia
En el escenario tomaron asiento, todos los elementos de la Comisión organizadora los cuales acompañaban a don Carlos Bosch, secretarlo del jurado, a la izquierda, y a la derecha el señor alcalde, don José Lostau, don José Viñas, vicerrector de la Universidad, don Emilio Diez de Revenga, don Salvador Martínez-Moya, don Andrés Sobejano, y los señores Villar y Sánchez Ayala.
En lugar aparte se encontraba el mantenedor de la fies *a el ¡lustre novelista don Ra món Pérez de Ayala.
L a Cor te de A m o r A los acordes de una mar
cha triunfal hizo su entrada en la sala la bellísima señorita María Luisa Gómez-Ac.ebo que daba el brazo al alcalde.
La seguían las encantadoras señoritas Mercedes Pozuelo Barnuevo, Barbarita Ayuso Ayuso, Pepita Hernán dez Angosto, María Luisa Quercop, Pilar Pastor Sala, Carmen Garcia-Villalba y Caries, Socorro Salas Rublo Emilia Jiménez Belmar, todas elegantísimas.
La aparición de estas lindas señoritas fué acogida con una calurosa ovación.
El ac ta del Jurado Don Carlos Bosch leyó el
acta del jurado, que estaba compuesta por los señores don Wenceslao Fernández Flores, don Eduardo Marqui-quina y don Carlos Bosch, secretario.
El resultado del fallo es el siguiente:
Premio de honor, señor López Mateo. Accésit, don Aníonio Ríos. Tema 2 .° , don Agustín Iniesía. Accesií. don Mariano Lorente. Tema 3.°, don José Molina. Tema 4 . ° , señorita C a r m e n Conde. Accésit, don Miguel de Castro. Tema 5 . ° , don José Alemán. Tema 6 . ° , don Pmllio Castaño. Tema 6 .° , don José Ú4 v.^iJiv.ei3o y lema 8 .° , don -griisif;, ^•a.
Unas cuarti l las del presidente y la can
ción de Ardav in y Alonso
El presidente de la comisión don Mariano Izquierdo Manresa, dio lecíura a unas cuartillas explicando el motivo del acto.
Seguidamente el barítono don Jesús Gómez, acompañado al piano por el señor Massotti cantó el inspirado poema musical de los señores Alonso y Ardavin «Paja-Hco Triguero», siendo muy acertada su interpretación por Parte de aquel.
L a s cuarti l las de don Jacinto Benavente Don Rafael García leyó las
^iffuientes cuarlillas de don iflclnto Benavente:
«Achaques, natural comitiva de los aflos, me han impedido asistir personalmente a |sta Fiesta de juventud y de '^rte, pero no quiero que falte
ella mi saludo a los Estudiantes de Murcia y a esla hermosa Ciudad, para mí lan qwerida, con amor enlazada
a iodos mis recuerdos de niño.
Y ahora, después de mi saludo, ¿qué palabras puede traeros la desengañada expe-: riencia de un vicio, propias de una Fiesta en que solo pa labras de juvenil ilusión y es-i peranza deben oírse? ¿Consejos? jDios me librel Nadd más enfadoso que los conse-sejos. ¿Lisonjas y adulaciones? Menos.
Dígase lo que se quiera y a pesar del socorrido tópico, de que el Mundo ha padecido un gran trastorno después de la Gran Guerra, la verdad para los que hemos vivido ya mucho y por lo mismo abar camos más amplia perspectiva, es, que el Mundo no ha cambiado tanto como parece, si solo a lo superficial se atiende. jUjala hubiera cambiado mucho! jOjalá cambie más y más de prisa!
Estudíanfes de España, vosotros sois su porvenir y su esperanza. Pero, tened en cuenta que solo son eficaces las revoluciones cspiriluales, laB de dentro afuera, no ias que solo cambian apariencias sin modificar nada esencial en costumbre ni en leyes.
No es en bullangas callejeras donde ha de encontrarse nada fundamental ni duradero. En el laboratorio del hombre de ciencia, en la biblioteca del esludioso, en el taller y en la fábrica, y sobre todo en la meditación augusta del pensador, frente a frente su espíritu con el espíritu del Universo todo, es donde se elabora, se crea, se revoluciona: sin gritos, sin programas, sin palabrería.
Todas las palabras de Jesús, en qué pequeños libros quedaron: Pero loda su vida fué palabra de luz, y ella sola bastó a revoluc¡,onar el Mundo. Y el silencio de los Santos y de sabios, será siempre más eflcaz que toda la palabrería de los fáíuos y vocingleros por muy elocueníes quesean.
Estudiantes de Murcia, juventud de España, cuando yo era muchacho y estudianfe como ^vosotros, huí siempre de los lumultos estudianliles. Dejaba a mis compañeros que gritaran: jViva esto! jViva lo ofro! Y yo, muy contento, porque en aquellos días de agilación escolar— como dicen los comunicados oficiales—no se entraba en clase, me iba a pasear al Retiro o a la Moncloa
Pues bien, de iodos aquellos compañeros de loa gri-!os, no he sabido que en su vida hayan revolucionado nada. El único que, cloro es en cosas de poca importancia, en el teatro, el único que ha revolucionado algo, he sido yo; porque este viejo, del que ahora se reirán muchos jóvenes,—y yo lo celebro, porque es la mejor señal de que son jóvenes—este escritor, hoy anticuado y rancio, fué algún
• o v . ( i K a üc vanguardia, y i que en aque
l e s ÑÑCS costriba mayor trabajo ser escritor de vanguardia que ahora...
Pero sin falsa modesfia por mi parte, habéis de concederme, que de las antiguas pie-cecitas del Teatro de Lara a «Los ¡ntereses creados», hay mayor disíancia que de «La noche iluminada» a «Los medios seres». |Y han pasado cuarenía años!
Y basía de vejeces impropias de esta Fiesta de Juventud, tan generosa, que tuvo un cariñoso recuerdo para mí al invitarme; y a esa cariñosa invitación he querido corresponder con mí saludo».
Grandes aplausos.
Imposición de la medalla al S r . Los tau Seguidamente se llevó a,
efecto la imposición de la me-; dalla de oro de la Federación'' murciana a su presidenle ho-; norario don José Lostau. ^
El señor Sánchez Ayala dio lectura a unas cuartillas elogiando la labor que realizó el señor Lostau como catedrático y como rector de la Universidad.
Entre una clamorosa ova ,
ción se le impuso la medalla. El señor Lostau pronunció
las siguientes frases: No es ésta la primera vez
que recibo muestras de cariño de los esludiantes. Hace unos dos años, en una fiesta semejante a esta, recibí una prueba que alcanzaba a iodo el profesorado, a cuyo frenfe esíaba. 1
Hoy, aunque mi situacióo es otra, no puedo creer que este homenaje vaya única-( mente dirigido a mí, sino más bien a iodo el profesora<^ do de todos los Centros yj grados de enseñanza, quoj sienten profundamente la mi« sión que tienen encomendada.-!
Porque estos profesores nol olvidan los principios que son la base sobre los que se: sostiene la civilización. Pala?! bras que fienen una significa-J ción complementaria y liga-« das una a otra con ínfima 1ra-bazón.
Y para terminar, solo os diré que así como hasta hoy he lucido con orgullo, y creo que con digniJad, la insignia de catedrático de la Universidad española, de hoy en adelante luciré no con mayor orgullo pero sí con más safisfacción esta medalla q u e acaban de imponerme los esludiantes.
Al terminar el señor Lostau fué ovacionadísimo.
Un concierto y una bella poesía de
Marquina Los eminentes arlistas que
pertenecen a la orquesta Filarmónica, los señores Cas-filio y Hernández, pianista y violinista, respectivamente, ejecutaron, con un dominio absoluto, la «Reverie», de Schumann, «serenata», de Schubert, «La danza del fuego», de Falla, el «Vals en mi mayor»,de Chopín,y la «Rapsodia número 6» , de Listz.
Los aríisías fueron aplaudi-dísimos.
El señor Sobejano dió lecíura a una bella composición de Eduardo Marquina.
Esta la publicaremos en nuestra próxima edición
Uno de los elementos de la Comisión manifestó que don Gregorio Marañón no había podido enviar las cuarfillas que ofreció, por tener que marchar a Granada.
Discurso del señor Pé rez de A y a l a
Ante una gran espectación levantóse don Rjmón Pérez de Ayala siendo saluJado por el público con una gran ovación que dura largo rato
Hecho el silencio da lectu ra a su disertación.
Excusa su presencia en este acto. Dice que ocupa un puesto que no le estaba desig nado, ya que se había escogido a una persona que alrae hacia sí el sufragio universal de la simpatía, la admiración y el respeto; el doctor Mará ñon. Por ser ían amigos, quizá pensasteis en mí. Grande dtbc ser vuestra contrariedad y no es menor la mía, pero mayor que esías es la del doc tor Marañón. Y esíe senfimiento me ha hecho emisario cerca de vosolros, con la comisión de que os exprese su cariño y su añoranza por no hallarse aquí.
En su compañía hace íres años que vine a Murcia. Desde entonces he vuelto muchas veces, pero no me visteis porque eran viajes en espíritu. Verdad que este es el turismo de más lujo y más pía centero. En reciprocidad, durante esos tres afios Murcia ha acudido a menudo a viii-far mi imaginación con el hechizo de luz, policromía y per fume. La claridad y el aroma de Murcia es como el almizcle de perfinaz y duradera.
No necesiío recordar mi primer viaje a Murcia. Vine por carrelera. Ir en Iren, y más si es de noche, no se puede decir propiameníe viajar. Así viajan las mercancías, o mejor dicho, no viajan, sino que son trasladadas desde c! lugar de producción al lugar de consumo. Viajar, la misma palabra lo declara,
es hacer vía, recorrer camino, pero libremente, así en la elección del derrotero como en la distribución de la jorna-da .
Es común entre todos los pueblos y edades la comparación y semblanza entre vivir y viajar Berceo condenó esía idea en una locución humilde «somos romeros, que camino andamos». Y Dante comienza su Divina Comedia diciendo «en mitad del camino de mi vida». Viajar es la perfecta imagen de la vida.
Quisiéramos llegar, pero a la vez nos damos cuenta de que en llegando ha concluido el viaje. Quisiéramos que nunca concluyese, pero a la vez nos damos cuenta de que nunca llegaríamos y carecería de finalidad. Otro tanto ocurre con el viaje de la vida.
No menos importante para alcanzjr las cosas es el cómo las hemos alcanzado. Y no lo es menos el camino que nos condujo a ellas El vivir como el viajares un proceso, cuyos dos elementos son la confinuidad y la sorpresa o, en otras palabras, la perma nencia y el cambio.
Por estas razones que juzgo bastante suasorias y prácficas acostumbro viajar en automóvil, cuando la ocasión se me depara, con propósito de recorrer, ver y conocer direcíamente toda España, en sus dos elementos vitales de confinuidad y sorpresa. He visto y conocido en mis viajes cómo España, a pesar de su inmutabilidad, de su fidelidad para consigo misma, está en período de cambio, crecimiento y progreso, aunque por indiferencia e ignorancia se la moteje de quietismo e Indiferencia. Hay qje fijar los ojos en la juventud. Esta es primavera de las naciones. Lo que acontece es que España no se atropella. Lleva en los redaños un fuerte motor pero lleva también un fuerte freno en su carácter que se define por la conservación de lo pasado.
Como español así vivo y asi viajo, usando del fiempo a la par que el tiempo me desusa, tomándolo de colaborador en vez de enemigo y teniendo siempre presente aquella sentencia de un rey de España: el fiempo y yo contra otros dos. Así vine por vez primera a Murcia, en primavera, cuando el tiempo en un verdadero senfido de duración, comienza a ser colaborador de la luz y adversa rio de la tiniebla. Vine no so lo gozando de la esperanza de llegar, sino también de la realidad de ir llegando.
Primero la plana manche-ga. el alto altar donde Cervantes, oficiando un rito nacional y castellano, dió al mundo un símbolo universal. Allí, en el centro físico y es-píriíual de aquel horizonte perfecto se comprende como don Quijote y Caucho no pudieron ser coiicebidos sino en la matriz de la Mancha y del Ayuntamiento entre el cielo desnudo y la fierra desnuda.
Sancho se alimentaba ha-biíualmente de pan y vino. Eso da la fierra manchega: írigo y vid. pero pan y vino no son solo alimentos maíeriales, sino también del espíritu: son los corporales de la eucarisfia.
Más adelante, hacia el Mediodía, comienza el reinado del olivo, cl árbol helénico, dilecto y emblemático de Palas Atenca,diosa de la subidit-ria y rectora de las vigilias meditafivas' porque es el único árbol cuyo fruto sirve pa ra dar luz. El fruto intelectual del oHvo es la lámpara, y el signo de sapiencia y prudencia, la lámpara encendida.
España es más helénica aun por tres rasgos disfinli vos del carácler, comunes entre griegos y españoles: la propensión a la disidencia mutua, el prurito y el regodeo en maldecir, hablar mal de la propia patria y el último, el más grave, merece que me detenga con mayor delalie. En los epitafios, en la redacción que eun $e conserva de
insignes varones griegos se viene a decir en casi todos ellos que la patria fué ingrata, que los ciudadanos no supieron servirse de él, que vivió y murió en el ostracismo.
No diré yo que España haya impuesto pena capital a sus hombres más buenos, más sabios y más justos, pero sf que los sacrificó, en ge ral, imponiéndoles el ostracismo. En otras palab'as, que que los hombres mejores rara vez ban intervenido en la deliberación aúfica ni en el desfino oficial de España. Esto ha ocurrido así por culpa del Estado casi siempre, pero el pueblo no está exento de culpa. Las ingentes figuras procreantes de España, en todos los órdenes, en el de la acciódí como en el del espíriíu, fue- ron por lo regular ciudada-' nos parficulares y hubieron de llevar a cabo sus hazañas por cuenta propia, y en ocasiones en franco ostracismo por parte del pueblo.
El Cid, que salva a Espa fia y quizás a Europa, para la cultura occidental. Cervantes, que redacta una segunda Biblia'. El primero fué desterrado y perseguido por su rey. El segundo, según la leyenda no tenfa que comer la noche que dió fin a su Ingenioso H dalgo. Y no es lo peor la falta de pan comestible, sino el abandono, el ostracismo, ausencia de comunión con los ciudadanos.
Los griegos eran envidiosos. Más aún, glorificaban la envidia, y le rendían culto externo. ¿Somos así los españoles? El querido y respe-lado Unamuno sosfiene que sf y añade que la envidia es el cáncer nacional. Prefiero creer, más que en la envidia, en que España ha padecido y aun padece, de invidencia. El problema consiste en abrir le a España los ojos. Y no es otra ia obligación moral de los hombres mejores.
Después de la zona helénica, pródiga de aceite.que ade^, más la luz es mantenimiento, y unción y suavidad en lá energía, se nos presenta el páramo, ese epitome del desierto. El páramo es una sugestión mísfica. Así el páramo yermo nos prepara espi ritualmente pera el advenimiento de la gran visión, maravillada y cxiáfica de los divinos jardines de Murcia.
De Archena a la ciudad de Murcia se prolonga el paraíso, un paraíso que vosolros plantáis y mantenéis dfa por día, en superlafivo esplendor. He aquf como llegué por primera vez a Murcia, haciendo camino, viviendo: y por lo tanto, desde entonces, Murcia forma parte de mi vida. Pero la vida se va desenvolví ¿ndo en una doble función. De un lado, la vida es sin cesar fecundidad y en cuanto pierde esta apiitud ya no es vida. Por otro lado, la vida t cu u . a e^i.nuuo. Las vi i \ t V'das fatefas-TIBIÍ-.», r n primera partí» se ha cumplido en mí. No sé si acertaré a cumplir la segunda. Mi simiente es la palabra, os doy la que tengo, un a s cuantas emociones, ideas y palabras, la m yor parte de ellas concebidas al contacto deleitoso y fecundo con Murcia, región, y con Murcia, la ciudad en cuyo es -cudo campean siete coronas. Vuestra soberanía heráldica es una soberanía heptagonal.
Esas siete coronas de que Ós enorgullecéis, no basta que campeen en el escudo, debéis ceñirlas al alma. De ellas, dos, os las han conce dido pródigamente los dioses propicios. La primera corona que nunca os será arrebatada es la de la belleza. Cuantos extranjeros llegaron hasta aquí hubieron al punto de quedar suspendidos ante tanta hermosura. Los cartagineses compararon Murcia con Sicilia, el pensil dórico, de la isla dilecta de los griegos. Los árabes apellidaron a Murcia El Bostan, que signi fica jardín, y también Mirs, nombre arábigo de Egipto. Pero este parangón con el valle del JSilo proUf^ro ya co
rresponde a la segunda soberanía, cuya corona représenla la riqueza.
Un viajero inglés de prin cipios del siglo pasado, ha nada complaciente para los murcianos, opina que la gente del campo es alternativamente holgazana y laboriosa. El mero espectáculo de la huerta murciana nos persuade de la falsedad actual de aquel jui cío. Si es indispensable la riqueza natural, no lo es menos la diligencia del murciano re conpen^iada con el bienestar. Y ya estamos fronterizos con los dominios de la soberanía
' voluntaria, pues cae bajo ella el amor al trabajo.
La tercera corona es \á cultura. Este es trabajo más: dificultoso que cl corporal v» ipeor recompensado, cuando menos para el trabajador, pero esto mismo lo sublima porque es desinteresado. En la historia no se le concede a Murcia fama de muy inclinada a las letras. Rechazo por injusta esta disfamia o. fama equívoca. Es suficiente rememorar dos nombres, entre otros: Cáscales, el gran humanista y Saavedra Fajardo, el primer traíadisla español.
Allonso, el sabio, en su testamento dejó como legado, sus iníesfinos al deán y ca bildo de Murcia. Dádiva sar-prendente, pero saturada de inleneionalí d a d entrañable como enraizada en las pro pias entrañas de tan sabio rey. Vuelvo a recordar el proverbio de Sancho: Tripas llevan corazón. Ahora bien; en la edad de Alfonso se consi deraba el corazón como la sede del alma y por tanto de la memoria. De un hombre que sabía tres lenguas, se decía que tenía tres corazo nes, eslo es, que tenía tres almas. Y puesto que tripas llevan corazón y el adiestramiento del alma requiere de antemano la satisfacción de las entrañas, el rey sabio os quiso dar a entender que, más que ningún otro, estáis en la obligación de ceñir a vuestra alma la corona de la cultura.
La cuarta corona es la de la independencia. El español es independiente irreducfible por temperamento sustanfivo. En esto el murciano quizás saca ventaja al resto de sus compalriotas. Vuestro valer y espírilu de independencia son legendarios. Los trance ses no consiguieron domeñarnos. Pero cl cxiremo o espíritu de independencia se ría nocivo y ha de estimarse vitando si no va acompañado del espíritu de solidaridad. Solo el derecho hace a los hombres solidarios, unos con oíros. El derecho es el camino más corto de hombre a hombre, por eso en todas las hablas se designa con el mismo vocablo: direcho. Por el derecho los hombres hacen comunidad.
E insensiblemente nos he mos trasladado al imperio de la quinta corona, la de la justicia. Los murcianos tenéis nombradia, no sé si bien fundada, de vengafivos. La venganza implica un hondo senti-niitnto jurídico; es la jusficia que uno se toma por la mano, la ejecut da en Meco, !a de Fuenfeovejuna y la del alcalde Zalamea. Pero la justicia es acción bienhechora y aspi ra a ser serena e impcrsonel.
Hemos de entender, por iende, la justicia como lo más derecho, lo más derecho como castigo legal y cl casfigo
kComo depuración, mejora in-fafigable esfimulo de propeso. A esta región los latinos la llamaron can.pus spartarius, terreno de esparlo.
El nombre de esparto es griego, los latinos la tradujeron CONSEREIE, juntar, reunir, ordenar, y no otra es la mi sión de la justicia. El esparto es el acero vegetal; sirve de atadura, como atadura es el derecho; puede servir de látigo, como de látigo puede ser vir la justicia; y sirve por la industria Infinita de la inteli genci.i humana, para fabricar papel, donde la majestad de la ley conste paladiciamente.
En definitiva, la vigencia
de la jusficia no puede separarse de la exigencia de responsabilidad.
Solo en un caso es admisible que la colecfividad ejerza una acción vengafiva, cuando no se l« hace jusficia. Y este sería caso de salud púbHca, ya que no un pueblo vive de la justicia y por la injusficia perece.
Y la sexta y sépfima coro-S ñas son la liberlad y el amor. Todas las oirás soberanías, belleza, riqueza, cultura, independencia y justicia, sin libertad se degradan o son nulas. La libertad por si sola compensa todos los bienes deficientes.
Hasta que no se obsfiene no se vive realmente, no se hace camino, no se progresa.
Insensiblemente, casi sin echarlo de ver, advierto que se va cerrando sobre si el viaje circular d^ mi díserla-ción y me aproximo al punto de donde salí: la idea y el hecho de que vivir es hacer vía, viajar. Si he de cerrar lógica y efecfivamente este círculo, fuerza es que repita algo de lo que comencé diciendo. Me dirijo con preferencia a los mozos, que se hallan en las etapas primerizas del viaje de la vida. Vivir y viajar no es dejarse ir, sino proceder libremente.
Sírvaos de brújula en concepto previo e indestructible de que los dos factores de la vida son la permanencia y el cambio, la confinuidad y la sorpresa- y de esta suerte jamás sufriréis desilusión.
Está en boga lisonjear descomunalmente a la juventud. A mis años desconozco el diccionario de la lisonja. Por su pártela juventud intoxicada y ofuscada con tanto incienso ha adoptado ante la vida, una postura Insólita e inaudita en toda la historia precedente. Se pretende sentar la doctrina de que la juventud es la suma de lodas las virtudes y la edad madura o senescente muestrario de toda inutilidad.
Cuando Pili hacía su primera campaña parlamentaria un viejo polífico le motejó de joven, a lo cual PItt replicó: «confieso el crimen atroz de ser joven, pero espero que de este vicio me iré corrigiendo día por día». Prudenle respuesta. Eníre que la juventud sea un defecto y vicio, que por J í propio, se ha de corre-yi', o que sea viríud única y
Á ida que necesariamente esiá prcdesfinada a desgastar-^•e,r^e parece preferible y más s. ludóble lo primero.
De ahí ese criterio peligro-f-ísin o de que la juventud está (xe te de responsabilidad, puesto que ella no ha fabricarlo el mundo tal como está. Iiiniiíado es el perímetro de la esperanza; incalculables e infi nitds las exigencias que giramos centra ella como una le-Ira de cambio.
La ¡uvenlud es la esperanza; la ancianidad es el recuerdo.
La genuin^i juventud está en razón directa con el mayor número di oblgaciones a que se siente cii az de responder y que ella conscientemente a si propia se impone. En tal sentido,un hombre de más de sesenta años puede ser más joven, que muchos jóvenes de veinte años; que no es solo j iV3nludla fisiológica. Y sin embt.rgo la juventud no tiene sino un üc-echo,quc también corresponde a los viejos: e| de e.nprender o 5cguir el camino de la vida libremente. Lo cual lo lograrán siguiendo'» rtl par con «intelecto de amo'e«, amorosamente, amando p.\rú compiender.
(Continúa en 4.° plana)
2 « PLAÑA Crónica barcelonesa
La fiesta nacional. Novilladas , en Madrid
Al margen de los libros nuevos
tn Madrid. El Real Madrid derrota al Barcelona F. G. por
cinco tantos a uno
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