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La entrañable historia de amor ente dos …...bajo los cabellos, blanco como la leche, la sonrisa forzada y la carcajada resonante, y si bien cierra totalmente, sobre un pecho ausente,

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La entrañable historia de amor ente dos adolescentes queexperimentan el despertar de la sensualidad y las emocionesprofundas.PhilippeAudebertyVincaFerret,losjóvenesprotagonistasdeEl trigo en ciernes, simbolizan los sentimientos más puros y elplacer de la vida en una naturaleza de playas doradas y cardosazulados,espléndidamenteretratada.

Unade lasnovelasmás imperecederasdeColette, lagranescritorafrancesa, maestra insuperable en la captación de los detalles ymaticesmássutilesdelalmahumana.

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Colette

EltrigoenciernesePubr1.0Salay15.09.14

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Títulooriginal:Lebléenherbe

Colette,1923

Traducción:AnaAgudo

Diseñodecubierta:MiguelÁngelPacheco

Editordigital:Salay

ePubbaser1.1

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Capítulo1

—¿VasapescarVinca?

Con un signo de cabeza altivo, Vinca, la de los ojos color de lluviaprimaveral, respondió que, en efecto, iba a pescar. Prueba de ello eran sujerseydecuelloaltozurcidoysusalpargatas resecaspor la sal.Yase sabíaquesufaldadecuadrosazulesyverdesque teníaya tresañosyquedejabaversusrodillas,lausabasólocuandoibaapescarcamaronesycangrejos.Yesasdoscamaronerasalhombro,esaboinadelanaerizadayazulinacomouncardodelasdunas,¿constituíanunapanopliadepesca,síono?

Dejóatrásalquelahabíainterpelado.Bajóendirecciónalasrocasdandograndes zancadas con sus piernas delgadas y bien torneadas, color deterracota.PhilippelamirabacaminarycomparabaalaVincadeesteañoconlaVincadelasúltimasvacaciones.¿Haterminadoyadecrecer?Yavasiendohoradequepare.Notienemáscarnesqueelañopasado.Suscabelloscortosseesparcenamododepajatiesaydorada,quedejacrecerdesdehacecuatromeses,peroconlosqueaúnnopuedehacersenitrenzasnimoños.Tienelasmejillas y lasmanos negras a fuerza de exponerlas al sol; el cuello, ocultobajo los cabellos, blanco como la leche, la sonrisa forzada y la carcajadaresonante, y si bien cierra totalmente, sobre un pecho ausente, blusones yjerséis,parameterseenelaguasearremangalafaldaypantalóntodoloquepuede,conlaserenidaddeunmuchacho…

Elchicoquelaespiaba,echadosobreunadunadelargostallosdehierba,mecíaensusbrazossubarbillahendidaporunhoyuelo.Tienedieciséisañosy medio, puesto que Vinca a cumplido los quince años y medio. Toda suinfancialoshaunido;laadolescencialossepara.Yaelañopasadoempezaronaintercambiarseréplicasagriasypuyassocarronas;ahora,elsilencio,acadamomento,caeentreellostanpesadamentequeprefierenunenfurruñamientoalesfuerzode laconversación.PeroPhilippe,sutil,nacidopara lacazayel

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engaño,disfrazademisteriosusmutismoysearmadetodoloquelemolesta.Esbozagestosdedesencanto,gustaderepetir«¿Yparaqué…?Túnopuedescomprender»,mientrasqueVincasólosabecallar,sufrirporloquecalla,porloquequisieraaprender,y resistirsealprecoze imperioso instintodedarlotodo,al temordequePhilippe, cadavezmáscambiadoyvisiblementemásfuerte,rompalafrágilamarraqueletrae,todoslosaños,dejulioaoctubre,albosque frondoso inclinadohaciaelmar,a las rocaspeludasde fucusnegro.¡Ay!,esamaníaquelehadadoúltimamentedemirarasuamigaconfijeza,sinverla,comosiVincafuesetransparente,fluida,desdeñable…

Quizá sea el próximo año cuando ella se rinda ante él y le diga, conpalabrasdemujer:«¡Phil!Noseasmaloconmigo…Tequiero,Phil,hazdemílo que quieras… Háblame, Phil…». Pero este año guarda aún la dignidadbruscadelosniños,resiste,yaPhilippenolegustaesaresistencia.

Phil no aparta la vista de la delgada y graciosa chica, que a esa horabajabahaciaelmar.Sentíalasmismasganasdeacariciarlaquedeabofetearla;perolaqueríaconfiada,prometidasóloaél,ydisponiblecomoesostesorosque le hacían sonrojarse —pétalos secos, canicas de ágata, conchas ysemillas,imágenes,unpequeñorelojdeplata…

—¡Espérame,Vinca!¡Voyapescarcontigo!—gritó.

Ellaredujoelpasosinvolverse,Éllaalcanzódeunoscuantosbrincosyseapoderódeunadelascamaroneras.

—¿Porquéhascogidodos?

—Hecogidolamangaparalosagujerosestrechosymicamaronera,comodecostumbre.

ÉlclavoenlosojosazulesdeVincasumásdulcemiradaoscura:

—Entonces,¿nohayunoparamí?

Pronuncióestaspalabrasmientras leofrecíaunamanopara franquearelpasodificultosodelasrocas,yaVincalesubiólasangrehastasusbronceadasmejillas.Estegestonuevo,estamiradanueva,bastaronparaconfundirla.Ayermismoseleshabíavistotrotandoporlosacantilados,sondeandolosagujeroscodoacodo—cadaunoporsucuentayriesgo—.Tanatrevidacomoél,norecordabahaberlepedidonuncaayuda…

—¡Séunpocomásdulce,Vinca!—gritósonriendocuandoellaretirósu

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manoconungestodemasiadobrusco—.¿Tienesalgoencontramía?

Ella se mordió los labios, agrietados por las zambullidas cotidianas, yechóaandarporlasrocaserizadasdebálanos.Ibacavilando,embargadaporun sinfín de dudas. Y a él ¿qué le pasa? Se muestra conmigo atento,encantador, y acaba de ofrecerme la mano como a una dama…Vinca fueintroduciendo lentamente la manga en una cavidad donde el agua marina,inmóvil, dejaba ver algas, holoturias, róbalos, rascacios —todo cabeza yaletas—, cangrejos negros con ribetes rojos y camarones… La sombra dePhilippeoscureciólacharcabañadaporelsol.

—¡Apártate! Estás proyectando tu sombra sobre los camarones, y,además,esteagujerograndeesmío.

Élno insistióyVincasiguiópescandosola, impaciente,conmenos tinoquedecostumbre.Al lanzar la redcondemasiadabrusquedad seescaparonquinceoveintecamaronesparaagazaparseenlasgrietas,desdedondepalpanelaguaconsusbarbasfinasyhacenburlaalasredes…

—¡Phil! ¡Ven, Phil! Esto está lleno de camarones, pero no se dejanatrapar.

Élseacercó,indolente,yseinclinósobreelpequeñoabismopululante:

—¡Claro!Esporquetúnosabes…

—¡Losétodomuybien!—gritóVincaagriamente—,sóloquenotengopaciencia.

Philhundiólacamaroneraenelaguaylamantuvoinmóvil.

—En el hueco de la roca—le susurró Vinca por detrás— hay algunoshermosísimos.¿Vessuscuernos?

—No.Bueno,noimporta.Acudiríantardeotemprano.

—¿Túcrees?

—Claro.Mira.

Ella se inclinó un poco más, y su pelo rozó, como un ala corta yprisionera, la mejilla de su compañero. Vinca retrocedió, se acercó con unmovimientoinsensibleyluegovolvióaretroceder.Élpareciónodarsecuenta,perosumanolibreatrajoelbrazodesnudo,morenoysaladodeVinca.

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—Mira,Vinca…Porahívieneelmáshermoso…

El brazo de Vinca, que ella intentó retirar, fue deslizándose hasta lamuñecaporlamanoahuecadayflojadePhil,comoporunbrazalete.

—Nolovasacazar,Phil,sehavueltoair…

Para seguir mejor el movimiento del camarón, Vinca rindió su brazo,hastaelcodo,alamanosemicerradadePhil.Dentrodelaguaverde,ellargocamaróndeágatagristentabaconelextremodelaspatas,conelextremodelasbarbas, elbordede la red.Unsolomovimientodemuñeca,y…Peroelpescadorsehacíaelremolón,saboreandoquizálainmovilidaddelbrazodócilasumano,elpesodeunacabezacubiertaporunvelodecabelloque,vencidapor un momento, se había apoyado en su hombro para, esquiva, apartarseinmediatamentedespués…

—¡Deprisa,Phil, deprisa, levanta la red!…¡Oh!, seha ido. ¿Porqué lohasdejadoescapar?

Phil respiró y dirigió a su amiga una mirada en la que el orgullo,sorprendido,menospreciabaunpocosuvitoria;soltóelbrazodelgado,quenoreclamaba en absoluto libertad, y revolviendo con la camaronera toda lacharca,dijo:

—Yavolverá…Sólohayqueesperar…

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Capítulo2

Ibannadandoelunojuntoalotro;él,másblancodepiel,conlacabezaoscurayredondabajoelpelomojado;ella,quemadacomocualquierrubiaytocadapor un pañuelo azul. El baño cotidiano, alegría silenciosa y completa,devolvíaasuedaddifícillapazylainfancia,ambascosasenpeligro.Vincase lanzócontraunaolay rocióelairedeagua,comounapequeñafoca.Supañuelo,torcido,dejabaaldesnudolasorejasrosasydelicadas,ocultasporelpeloduranteeldía,asícomounosclarosdepielblancaenlassienes,quesóloveíanlaluzalahoradelbaño.SonrióaPhilippey,bajoelsollimpiodelasoncedelamañana,elazuldeliciosodesuspupilasverdecióunpococonelreflejodelmar.Suamigosezambullóbruscamente,agarróunpiedeVincaylaarrastróbajolaola.«Tragaron»juntosyreaparecieronescupiendoagua,yresollandoyriendocomosiolvidasen,ellasusquinceañosatormentadosdeamorporsucompañerodeinfancia,yélsusdieciséisañosdominadores,sudesdéndemuchachoguapoysusexigenciasdepropietarioprecoz.

—¡Hastalaroca!—gritóél,haciendounsurcoenelagua.

PeroVincanolesiguióysedirigióalacalamáspróxima.

—¿Tevasya?

Ellasearrancóelgorrocomosiseescalpaseysacudiósulaciopelorubio.

—Esquevieneunseñoracomer.Papáhadichoquenosarreglemosbien.

Echó a correr, totalmente mojada, grande y con aspecto de muchacho,perofina,conlargosydiscretosmuslos.AloírdenuevoaPhilsedetuvo.

—¿Tevasaarreglar?¿Yyo?¿Nopuedoalmorzarsincorbata,entonces?

—Sí,Phil.Hazloquequieras.Además,estásmuchomejorsincorbata.

Lacaramojadaybronceada,losojosdelaPervincaexpresaronalavezlaangustia, la súplica y un ardiente deseo de aprobación. Él se calló,

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fanfarronamente,yVincasubióelpradodemarfloridodeescabiosas.

Ya solo, Phil refunfuñó y golpeó el agua. Le importabanmuy poco laspreferenciasdeVinca.«Siempreestoymuyguapoparaella…Además,esteañonolaveonuncacontenta».

La aparente contradicciónde estos dospensamientos le hizo sonreír. Searrojódenuevocontraunaola,dejandoqueelaguasaladallenasesusoídosdeunsilencioatronador.Unapequeñanubecubríaelsolenloalto;Philabriólos ojos y vio pasar por encima de él los vientres sombreados, los grandespicosafiladosylaspatasoscuras,replegadasenplenovuelo,deunaparejadechorlitos.

«Qué idea tan ridícula —se dijo Philippe—. ¿Qué bicho le habrápicado?… Parece un mono vestido. Parece una mulata acercándose acomulgar…».

Al ladodeVinca, suhermanapequeña,muyparecida a ella, abría unosojosazulesenmediodeuna redondacara tostada,bajounpelo rubiocomobálago,y teníaapoyadosenelmantel, juntoalplato,suspuñoscerradosdeniña educada. Tanto la mayor como la pequeña llevaban vestidos blancosiguales,planchadosyalmidonados,deorgandíconvolantes.

«UndomingoenTahití—bromeóPhilippeparasusadentros—.Nuncalahevistotanfea».

LamadredeVinca,elpadredeVinca,latíadeVinca,Philysuspadres,yelparisinodepaso formabanen lamesauncuadrovariopintode jerséisdecuello alto verdes, de blazers a rayas, de chaquetas de tusor. La villa,alquiladatodoslosañosporlasdosfamiliasamigas,olíaesamañanaabolloscalientes y a encausto.El hombre entrecano, venido de París, representaba,entre esos bañistas abigarrados y niños renegridos, al forastero delicado,pálidoybienvestido.

—¡Quécambiadaestás,Vinca!—dijoalajovencita.

—Silosabréyo—mascullóPhilcontonoarisco.

ElinvitadoseinclinóhacialamadredeVincaparaconfesarleenvozbaja:

—Cadavezestámásencantadora.Encantadora.Dentrodedosaños…yaveráusted.

Vincalooyóylanzóunamiradafemeninaalforasteroysonrió.Suboca

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púrpuraentreabiertarevelóunaláminadedientesblancos;suspupilas,azulescomolaflordesunombre,sevelarondepestañasrubias,yelpropioPhilippequedóencandilado.«¡Eh!…¡Quécambiadaestá!…».

Enelvestíbulotapizadodetela,Vinca,muytiesa,sirvióelcafédemaneraimpecable,conunaespeciedegraciaacrobática.Unabocanadadeaireacudiólamesa,bastante frágil;Vinca recogióconelpieunasillavolcadaycon labarbillaunmantelillodeencajequeestabaapuntodesalirvolando,almismotiempoquellenabaunatazadecafé.

—¡Mírenla!—dijoextasiadoelforastero.

Éstelatratóde«tanagra»,laobligóatomarunsorbode«chartreuse»,lepreguntólosnombresdelosenamoradosalosquedabacalabazasenelcasinodeCancale…

—¡EnelcasinodeCancale!PerosinohaycasinoenCancale.

Ellasereía,mostrandoelsemicírculosólidodetodossusdientes,ygirabacomounabailarina sobre lapuntade suszapatosblancos.Sepusopícaraycoqueta;ynodirigióniunasolamiradaaPhilippe,quien,ocultodetrásdelpianoyelgranramodecardosplantadoenuncubodecobre,lacontemplaba.

«Me había engañado a mí mismo —se confesó—. Está muy guapa.Siempreseaprendealgo».

Como,alsonarel fonógrafo,el invitadopropusieraaVincaenseñarleelbalancello, Philippe se escabulló, corrió hacia la playa y cayó hecho unapelotaenunhoyodeduna,dondepermanecióconlacabezasobrelosbrazosy los brazos sobre las rodillas. La imagen de una Vinca nueva, llena deinsolencia voluptuosa, siguió viva bajo sus párpados cerrados, una Vincacoqueta, segura de sí, dotada de pronto de una carne redonda, una VincaAsombrosamenteaviesayrebelde.

—¡Phil,Phil!Estababuscándote…¿Quétepasa?

Laseductorallegójadeantehastaélyempezóatirarleingenuamentedelpeloparaobligarlealevantarlafrente.

—Nomepasanada—contestóélconvozronca.

Abriólosojoscontemor.Arrodilladaenlaarena,Vincaestabaarrugandosusdiezvolantesdeorgandíyempezóaarrastrarsecomounacomanche.

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—Phil,porfavor,noteenfades…Tútienesalgocontramí…Phil,sabesperfectamentequetequiero,másqueanadie.Háblame,Phil.

Él buscó en ella el esplendor efímero que lo había irritado. Pero noencontró más que una Vinca consternada, una adolescente afectada,demasiado pronto, por la humildad, las torpezas y la triste obstinación delverdaderoamor…Apartóbruscamentelamanoqueellaleestababesando:

—¡Déjame! ¡No comprendes, tú nunca comprendes nada!… ¡Levántate,venga!

Philippealisóelarrugadovestido,leatólacintaaltalleyatusósuslacioscabellos levantados por el viento, pretendiendo de estemodo remodelar enellalaformadelpequeñoídolovislumbrado…

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Capítulo3

—Asíquenosquedaunmesymediodevacacionessolamente…

—Un mes —dijo Vinca—. Ya sabes que debo estar el veinte deseptiembreenParís.

—¿Por qué? Tu padre está libre todos los años hasta el primero deoctubre.

—Sí,peromamáyyo,yLisette, estaremosocupadísimas,delveintedeseptiembrealcuatrodeoctubre,contodaslascosasquehayqueprepararparaelotoño:unvestidoparairalcolegio,unabrigo,unsombreroparamí,yotrotantoparaLisette…¿Quéquieresquetediga?Nosotras,lasmujeres,enfin…

Phil,tumbadobocaarriba,lanzóalairedospuñadosdearena.

—¡Québarbaridad!«Vosotras,lasmujeres…».¡Miraquearmáisjaleocontodoeso…!

—¡Claro!¡Québien!…Comotúteloencuentrastodopreparadoencimade la cama…Túsólo tepreocupasde tuszapatosyporque loscomprasenunatiendadondetupadreteprohíbeir;perolodemás,telodantodohecho.Esmuycómodoparavosotros,loshombres…

Philabandonósuposturaysesentódispuestoaresponderalaironía.PeroVincanoseburlaba.Estababordandounfestónrosaenunvestidodecrespóndelmismoazulquesusojos.Supelorubio,cortadoaloJuanadeArco,crecíalentamente.Selorecogíaavecessobre lanucaysehacíaconcintasazulesdoscortasescobillasdecolortrigo.Habíaperdidounadelascintasdespuésdel almuerzo, y la mitad de su cabellera iba rozando, a modo de cortinacorrida,lamitaddelrostro.

Philippefrunciólascejas:

—¡Vaya,Vinca,quémalpeinadaestás!

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Lesubieron loscoloresa subronceado rostroveraniegoydirigióaPhilunahumildemiradamientrassecolocabaelpelodetrásdelaoreja:

—Ya lo sé… Irémalpeinadahastaquenomecrezca el pelo.Mehagoestepeinadomientras…

—Bueno,peroatitedaigualesafealdadtemporal…—dijoélduramente.

—Tejuroqueno,Phil…

Desarmadoantetantadulzura,Philsecalló,yVincalevantohaciaélunosojosextrañados,puesnoesperabatantamansedumbre.Élmismocreyóquesetrataba de una tregua pasajera de susceptibilidades y se preparó para losreproches y los sarcasmos infantiles, para lo que él llamaba «el humorlebrero»desujovencompañera.Peroellasonriómelancólicamente,conunasonrisaquevagabadelamarencalmaalcielo,dondeelvientoaltodibujabahelechosdenubes.

—Alcontrario,tengomuchasganasdeestarguapa,teloaseguro.Mamádice que será así, pero que es preciso tener paciencia. —Sus quince añosfierosytorpes,acostumbradosacorrer,salados,endurecidos,flacosysólidos,amenudolaconvertíanenunavarillacimbreanteyquebradiza;perosusojos,deunazul incomparable, suboca sencillay sanaeranobrasacabadasde lagraciafemenina.

—Paciencia,paciencia…

Phil se levantó; escarbó con la punta de la alpargata en la duna seca,perladadecaracolillosvacíos.Estapalabraaborrecidaacababadeenvenenarsusiestafelizdeestudianteenvacaciones,cuyosdieciséisañosgustabandelaociosidadylalanguidezinmóvil,peroalqueexasperabalaideadelaespera,de laevoluciónpasiva.Extendió lospuños,hinchóelpechosemidesnudoydesafióalhorizonte:

—¡Paciencia! ¡Es lo único que sabéis decir todos: tú, mi padre, mis«profes»…!¡Quétostón!…

Vincadejódecoserparaadmirarasuarmoniosocompañero,aquien laadolescencia no había deformado.Moreno, con la piel blanca y de estaturamedia, iba creciendo lentamente y, desde los catorce años, parecía unhombrecitobienhecho,unpocomásaltocadaaño.

—¿Y qué hacer si no, Phil? No hay otro remedio. Tú crees que con

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extenderlosbrazosysoltarunjuramentoalgovaacambiar.Novasasermáslisto que los demás. Empezarás el curso de bachillerato y, si tienes suerteaprobarás…

—¡Cállate!—gritó—.¡Hablascomomimadre!

—Y tú como un niño. ¿Qué crees que vas a ganar siendo impaciente,jovencito?

LosojosnegrosdePhilippelaodiaronporhaberlollamado«jovencito».

—¡Nocreonada!—contestóéltrágicamente—.¡Sobretodo,nocreoquetúpuedascomprenderme!Ahíestás,contufestónrosa,tunuevoañoescolar,tupequeñarutina…Amí,sólomeobsesionalaideadequenotengomásquedieciséisaños…

Los ojos de la Pervinca, centelleantes de lágrimas de humillación,consiguieronesbozarunasonrisa:

—¡Ah!¿Sí?Tecreeselreydelmundoporquetienesdieciséisaños,¿no?¿Eselcineelquetehametidotodoesoenlacabeza?

Phillacogióporelhombroylasacudióconautoridad.

—¡Tedigoquetecalles!Noabreslabocamásqueparadecirtonterías…Me revienta, ¿te enteras?, me revienta la idea de que sólo tengo dieciséisaños.Losañosquemeesperan,esosdebachillerato,deexámenes,deescuelatécnica, esos años de tanteos, de balbuceos, en los que hay que volver aempezarloquesehahechomal,enlosquehayquemasticarotravezloquenosehadigerido;sitesuspenden…Esosañosenlosquehayqueaparentarantemamáypapáquenosgustaunacarreraparatenerloscontentosysentircómo ellos mismos hacen lo imposible por parecer infalibles, cuando enrealidadnosabenmásdeellosqueyodemímismo…¡Ay!¡Vinca,nosabescómo detestó estemomento demi vida! ¿Por qué no tendré ya veinticincoaños?

Philirradiabaintoleranciayunaespeciededesesperacióntradicional.Laprisa por hacerse mayor y el menosprecio por la época en que florece elcuerpoyelalmatornabanenhéroerománticoalhijodeunpequeñoindustrialparisino.CayóalospiesdeVincaycontinuólamentándose:

—¡Tantosañostodavía,Vinca,duranteloscualesnoserémásquemediohombre,mediolibreymedioenamorado!

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Ellaposósumanoenelpelonegroquerevoloteabaalviento,alniveldesus rodillas, y se calló todo lo que su sabiduría demujer le dictaba en esemomento. «¿Medio enamorado? Entonces, ¿se puede estar sólo medioenamorado?…».

Philsevolvióviolentamentehaciasuamiga.

—Ytú,queaceptastodoeso,¿quépiensashacer?

BajolanegramiradadePhil,ellavolvióaparecerpequeñaeincierta:

—Pues,lomismo,Phil…Notengoqueprepararlareválidaesteaño.

—Y¿quévasaser?¿Tehasdecidoya,porfinentreeldiseñoindustrialyfarmacia?

—Mamádice…

Philempezóadarcocesdecóleracomounpotro,sinlevantarse:

—«¡Mamádice…!».¡Oh!¡Quéalmadeesclava!¡Aver!¿Quéesloquedice«tumamá»?

—Dice—repitióVincadócilmente—quecomoellapadecereumatismoyLisette no tienemás que ocho años, no tengo necesidad de ir muy lejos abuscar una ocupación, pues ya hay bastante que hacer en casa; que prontollevaré las cuentas yme encargaré de la educación de Lisette, del serviciodoméstico,enfin,detodasesascosas…

—¡Todasesascosasnosonabsolutamentenada!

—…Quemecasaré…

Vincaenrojeció,retirosumanodeloscabellosdePhilyparecióesperarunapalabra,queélnopronunció.

—…Enfinque,hastaquemecase,tengodequéocuparme…

Philippesevolvióylamiródearribaaabajocondesdén.

—¿Yeso tebastará? ¿Eso tebastapara, qué séyo, lospróximoscinco,seisaños,otalvezmás?

Losojosazulesvacilaronunmomento,peroenseguidavolvieronamirarfijamenteaPhilippe.

—Sí,Phil,hastaquellegueeldía…Comonotenemosmásquequincey

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dieciséisaños…Comoestamosobligadosaesperar…

Encajolapalabraaborrecidacomounabofetadaysesintiódébil.Unavezmáslasimplicidaddesujovencompañeraylasumisiónqueéstaseatrevíaaconfesar,esamanerafemeninadereverenciarloslaresentrañables,ledejaronsin habla, decepcionado, pero vagamente sosegado. ¿Hubiese preferido unaVincaexuberante,dispuestasiemprealaaventura,piafandocomounayeguajovenanteellargoyduropasodelaadolescencia?…

Apoyó la cabeza contra el vestidode su amigade infancia.Las rodillasfinasseestremecieronysejuntaron,yPhilippe,enunarrebatorepentino,seensimismópensando la forma encantadora de estas rodillas.Cerró los ojos,abandonóconfiadoelpesodesucabezaypermanecióallí,esperando…

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Capítulo4

Phil fueelprimeroen llegaralcamino—dosgrandessurcosdearenaseca,móvilcomounaondayuntaludmedianodehierbaescasaycomidaporlasal—porelque lascarretasvanabuscarel fucodespuésde lasmareasvivas.Ibaapoyándoseen lospalosde lasdoscamaronerasy llevabaenbandoleralosdoscestosdecamarones;habíadejadoaVincalasdosdelgadasgafasconcebodepescadocrudoysublazerdepesca,pingajovaliosoconlasmangasamputadas. Se concedió un descanso bien ganado y esperó a su joven yfanáticacompañera,alacualhabíadejadoeneldesiertoderocas,charcasyalgas formado por lamarea viva de agosto. La buscó con la vista antes detumbarse en el lecho cóncavo del camino. En la parte baja de la playa endeclive,entrelosfuegosdecienespejillosdeaguadondesereflejabaelsol,unaboinadelanaazul,descoloridacomouncargodelasdunas,señalabaellugar en el que Vinca, obstinada, seguía buscando camarones y pagurosrosáceos.

—Siesoladivierte…—exhalóPhilippe.

Se dejó caer, y su torso desnudo recibió la deliciosa caricia de la arenafresca del camino. En los cestos colocados cerca de su cabeza oyó elcuchicheohúmedodeunpuñadodecamaronesylosarañazosinteligentesdeuncangrejograndecontralatapa…

Phil suspiró, embargado por una felicidad vaga pero certera a la quecontribuían,en igualmedida,unagradablecansancio,asícomolavibraciónde susmúsculos, todavía tensos por la escalada, el color y el calor de unatarde bretona cargada de vapor salino. Se incorporó; sus ojos estabandeslumbrados por el cielo lechoso que acababa de contemplar. Miró consorpresa el bronce nuevo de sus piernas y brazos —brazos y piernas dedieciséis años, delgados pero bien conformados, en los que aún no habíaemergidoelmúsculoseco,yquepodíanenorgullecer tantoaunamuchacha

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como a un muchacho. Se limpió con la mano un tobillo que sangraba,desollado,ylamiólamezclasaladadesangreyaguamarina.

Labrisa,quesoplabadelinterior,traíaolorarenadíosegado,aestabloyamenta prensada; sobre la superficie marina, un rosa polvoriento ibadesplazandopocoapocoalazulinmutablequereinabadesdelamañana.Philnosupodecirseasímismo:«Haypocashorasenlavidaenlasqueelcuerpocontento, los ojos gratificados y el corazón ligero, resonante, casi vacío,reciben en un momento todo lo que son capaces de contener, y yo meacordaré de ésta»; sin embargo, bastó una esquila rajada y el balido delcabritillo que la llevaba al cuello para que las comisuras de su boca seestremeciesendeangustiayelplacer inundasensusojosdelágrimas.Nosevolvióhacialasrocasmojadasporlasquevagabasuamiga,ydesuemociónpurabrotóelnombredeVinca:aunjovendedieciséisaños,repentinamentepresadeunraptodelicioso,noleestápermitidopedirayudaaotrajovenquetalvezsehallaensumismasituación.

—¡Eh!¡Pequeño!

Lavozquelotrajoalarealidaderajoven,autoritaria.Philsevolviósinlevantarse hacia una señora vestida totalmente de blanco, que, a unos diezpasos de él, hundía sus altos tacones blancos y su bastón en el camino delfuco.

—Dime, pequeño, no puedo seguir conmi automóvil por este camino,¿verdad?

Poreducación,Philippeselevantó,seaproximó,ysólosesonrojóunavezde pie, al sentir sobre su torso el viento fresco y lamirada de la dama deblanco,lacualsonrióycambiódetono.

—Perdón,caballero…estoyseguradequemichófersehaconfundido.Yeso que se lo había advertido. Esta carretera acaba en un sendero que sólollevaalmar,¿verdad?

—Sí,señora.Eselcaminodelfuco.

—¿DeElfuco?¿YaquédistanciaseencuentraElFuco?

Phil no pudo contener una fuerte risotada, que la damade blanco imitócomplacientemente:

—¿He dicho algo gracioso? Tenga cuidado o de lo contrario le voy a

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tutear:pareceunchicodedoceañoscuandoseríe.

Perolemirabaalosojos,comoaunhombre.

—Señora,elfuco,noelcaminodeElFuco,es…elfuco…

—Excelente explicación —aprobó la dama de blanco—, por la que leestoymuyagradecida.

Bromeabademaneraviril,condescendiente,perfectamenteatonoconsumirada tranquila; Philippe se sintió de pronto fatigado, decaído y débil,paralizado por una de esas crisis de femineidad en las que suelen caer losadolescentesdelantedeunamujer.

—¿Selehadadobienlapesca,caballero?

—No,señora,nomuybien…Esdecir…Vincahacogidomáscamaronesqueyo…

—¿QuiénesVinca?¿Suhermana?

—No,señora,esunaamiga.

—¿Vinca…esunnombreextranjero?

—No…Esdecir…SignificaPervinca.

—¿Esunaamigadesuedad?

—Tienequinceañosyyodieciséis.

—Dieciséisaños…—repitióladamablanca.

Nohizoningúncomentario,yunmomentodespuésañadió:

—Tieneustedarenaenlamejilla.

Philippese restregó lamejillacon tantobríoquecasisearrancó lapiel;despuésdejócaerelbrazo.«Yanonotomisbrazos—pensó—.Creoquevaapasaralgo…».

LadamablancaapartódePhilippesumiradareposadaysonrió.

—Allí tieneaVinca—dijo, señalandocon lamano lacurvadelcaminopor la que acababa de aparecer la joven, halando una red con bastidor demaderaylachaquetadePhilippe—.Hastaluego,señor…

—Phil—dijoélmaquinalmente.

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Ellanolealargólamano;sedespidióconunaseñaldecabezaquerepitiódos o tres veces, como unamujer que responde «sí, sí» a un pensamientooculto.AúnnohabíadesaparecidocuandollegóVinca.

—Phil,¿puedosaberquiéneraesaseñora?

Conunmovimientodehombrosacompañadodeungestodelacara,Philledioaentenderquenosabíanada.

—¿Nolaconocesyhablasconella?

Philmiródehitoenhitoasuamigaconunamaliciaquerenacíaenélysacudía un yugo pasajero. Se deleito pensando en la edad de ambos, en suamistadpresentementeturbada,ensupropiodespotismoyladevociónhurañadeVinca.Ésta,rutilante,mostrabaunasrodillaslastimadasaloSanSebastián,perfectas bajo la epidermis llena de cicatrices, y unas manos a la vez deayudantedejardineroydegrumete;unpañueloverdosoleservíadecorbata,ysublusónolíaamejillóncrudo.Laviejaboinapeludayanocompetíaconelazul de sus ojos, y si no se tenían en cuenta estos ojos ansiosos, celosos yelocuentes,parecíaunacolegialaataviadaparaunafiestadedisfraces.Philseechóareír,yVincasepusoapatalear,altiempoquelelanzabasublazeralacara:

—¡Venga,contéstame!

Él pasó indolentemente sus brazos desnudos por lasmangas vacías delchaquetón.

—¡So tonta! Es una señora que ha llegado con su coche y que se haconfundido de carretera.Un pocomás, y el coche se atasca aquí.Yo le heindicadoloqueteníaquehacer.

—Ah…

Vincasesentóysepusoavaciarsusalpargatasdearenillamojada.

—¿Yporquésehamarchadotandeprisa,justocuandoyollegaba?

Philippeaguardóunmomentoantesderesponder.Saboreódenuevo,ensecreto, la majestad sin gestos y la mirada firme de la desconocida, y susonrisa meditativa. Recordó que lo había llamado «caballero» gravemente.También recordó que había dicho «Vinca» con rapidez, de una manerademasiado familiar y un poco ofensiva. Frunció las cejas, y su miradaprotegió el inocente desorden de su amiga. Estuvo un instante pensativo y

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encontró una respuesta ambigua, que satisfacía a su vez su afición porsecretosnovelescosdesupudibundezdejovenburgués:

—Hahechobien—contestó.

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Capítulo5

Philintentósuplicarle:

—¡Vinca,mírame!Damelamano…¡Venga,vamosapensarenotracosa!

Ellasevolvióhacialaventanayretirósuavementelamano:

—Déjame.Estoydesanimada.

Lamareavivadeagosto,que traía lluvia,habíaalcanzadoelnivelde laventana.Latierraterminabaallí,enellímitedelpradoarenoso.Unpocomásdevientoquehubiesearrastradoconsigoel campogris labradodeespumasparalelas, y, probablemente, la casa habría salido nadando como el arca deNoé… Pero Phil y Vinca conocían las mareas de agosto, con sus truenosmonótonos,ylasmareasdeseptiembre,consusdesbocadoscaballosblancos.Sabíanqueelbordedeesapraderaerainfranqueable;desdemuyniñoshabíanvisto,añotrasaño,comolasmadejasjabonosasdanzaban,impotentes,enlalindecarcomidadelimperiodeloshombres.

Philabriólapuertadecristal,lacerrócondificultad,hizofrentealvientoy se dejo empapar por la lluvia fina, aventada por la tempestad, esa suavelluviamarinaunpocosalobrequeviajabaporelairecomoelhumo.Recogióenlaterraza,losbolosclaveteadosdeaceroylosbolichesdeboj,quehabíandejadotiradosporlamañana,lostamborilesylaspelotasdegoma.Guardóenlacochera todosestos juguetes,queyanoledivertían,comoseguardanlasprendas de un disfraz que debe servir para mucho tiempo. Detrás de laventanaleseguíanlosojosdelaPervincayparecíaquelasgotasquebajabaporelcristalfluíandeaquellosojosansiosos,deunazulquenodependíanidelestañojaspeadodelcielonidelplomoverdosodelmar.

Phil plegó los sillones demadera y dio la vuelta a lamesa de rota.Nosonrió a su amiga al pasar junto a ella. Desde hacía tiempo, no tenían yanecesidaddesonreírseparagustarse;además,hoynoeraundíaprecisamente

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alegre.

«Yaquedanpocosdías,sólotressemanas»,sedijoPhil.Limpiólaarenadesusmanosenunmacizodeserpolmojado, repletode floresyavisponessorprendidos por la lluvia que esperaban, entumecidos, los próximos rayos.Respiróenlaspalmasdesusmanoselfrescoycastoperfume,yresistióaunatentacióndedebilidadydulzura,aunatristezadeniñodediezaños.Miróenelcristal, entre las largas lágrimasde la lluviay lascorolasvolublesde losalcoholes deshechos, el rostro de Vinca, ese rostro de mujer que sólo lemostraba a él, y que ocultaba a los demás detrás de sus quince años dejovencitarazonableyalegre.

Unclarocontuvoelchaparrónenlanubeyabrióenelhorizonteunallagaluminosa,pordondeapareció, invertido,unabanicode rayos,deunblancotriste.ElalmadePhilippefuepresadeunarrobomomentáneo,enbuscadelbienestar, del sosiego que sus dieciséis años atormentados reivindicabaningenuamente. Aunque se hallaba mirando al mar, notaba detrás de él laventanacerradayaVincaapoyadaenelcristal.

«Ya quedan pocos días—se repitió—, y luego nos separaremos. ¿Quépuedohacer?».

Norecordósiquieraque,elañoanterior,elfinaldelasvacacioneshabíahechodeélunjovendesgraciado,quedespuéssefuecalmandoconlavueltaaParísyalinstituto,yqueacabóconformándoseconlasvisitasdominicalesaVinca.ElañoanteriorPhilippeteníaquinceaños;cadaaniversariorelegabaaunpasadoturbioymiserabletodoloquenoesVincayél.¿Laamotanto?Noencontróotrarespuestaquelapalabraamor,yseretiróconrabiaelpelodelafrente.

«Puedeserquenolaametodoloqueimagino,peroesmíaynohaymásquehablar».Regresóalacasaygritó:

—¡Vinca!¡Ven!¡Yanollueve!

Ella abrió la puerta y permaneció inmóvil en el umbral, como unaenfermera,apoyandounaorejaenelhombroconungestotemeroso.

—¡Venga,vamos!Lamareaestábajandoylalluviasevaairconella.

Vincasesujetóelpeloconunpañueloblancoatadoenlanuca;parecíaunherido.

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—VenhastaNezalmenos;debajodelasrocasestáseco.

Ellalesiguiósindecirnadaporelsenderodelaaduana,encornisaalladodelacantilado.Ibanaplastandoeloréganopicanteylosúltimosperfumesdelmeliloto.Pordebajodeellos,elmarsehacíamilpedazos,golpeabaylamíauntuosamente las rocas. Su fuerza era tal que lanzaba hacia lo alto delacantilado unas bocanadas tibias que traían olor a mejillones y el aromaterrestredelaspequeñasbrechas,enlasqueelvientoylasavesdepositansussemillas.

Llegaronasuguarida,secaybienprotegidaporunaproaderocas,zonasin reborde desde donde se tenía la sensación de navegar hacia alta mar.Philippesesentó juntoaVinca,queapoyólacabezaensuhombro.Parecíaagotada y cerró pronto los ojos. Sus mejillas morenas, rosas y redondas,salpicadasdegranosdearenabermejosyaterciopeladasporunalevepelusilladesuavidadvegetal,habíanpalidecidodesdelamañana,aligualquesubocafresca,permanentementeentreabierta comoun frutopicadoporel ardordeldía.

Después del almuerzo, en lugar de oponer a los lamentos de su«enamorado de infancia» su sentido común habitual de pequeña burguesainteligente, testaruda y dulce, había roto en lágrimas, en confesionesdesesperadas, enamargas lamentacionesmaldiciendo la juventuddeambos,el futuro inmóvil, la escapatoria imposible, la resignación inaceptable…Había gritado «¡Te quiero!» como se grita «¡Adiós!» y: «¡No puedosepararmede ti!», con losojos llenosdehorror.El amor, crecidoantesqueellos, había hechizado su infancia y preservado su adolescencia de lasamistades equívocas. Philippe, menos ignorante que Daphnis, respetaba yamonestabaaVincacomosifuerahermanosuyo,perolamimabacomosi,alamaneraoriental,loshubiesenprometidoaambosdesdelacuna…

Vincasuspiróyabriólosojossinlevantarlacabeza:

—¿Noestáscansadodemí,Phil?—preguntó.

Él dijo que no con la cabeza y admiró—tan cerca de los suyos—esosojos azules, cuyo azul, cada vezmás dulce a su alma, palpitaba entre unaspestañasrubias.

—¿Ves?—dijoél—,yaseestáalejandolaborrasca.Habrámarejadahastalascuatrodelamañana.Peroahorahayclaros,yestanocheserámuybonita

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lasalidadelalunallena…

Como por instinto hablaba de calma, de paz, conducía a Vinca haciaimágenesserenas.Peroellanorespondiónada.

—¿VasavenirmañanaajugaraltenisconlosJallon?

Vincacontestóquenoconlacabeza,conlosojosentornadosyunfurorrepentino, como si hubiera resuelto no volver a beberlo, a comerlo, avivirlo…

—¡Vinca!—suplicóPhilseveramente—.Espreciso.Tenemosqueir.

Ellaentreabriólabocaypaseóporelmarunamiradadecondenada:

—Bueno,entoncesiremos—repitió—.¿Porquénoir?¿Yporquéir?Novaacambiarnadaporeso.

Ambos pensaron en el jardín de los Jallon, en el tenis, en lamerienda.Pensaron, como amantes puros y enloquecidos, en los juegos que losconvertiríanaldíasiguienteenniñosrisueños,ysesintieronextenuados.

«Unos días más —se dijo Philippe—, y nos separaremos. Ya no nosdespertaremosbajoelmismotecho;sóloveréaVincalosdomingosencasade supadre, en ladelmíoo enel cine.Y tengodieciséis años.Dieciséisycinco,veintiuno.Cientosycientosdedías…Unosmesesdevacaciones, sí,pero cuando se acaban es horroroso… Y, sin embargo, ella es mía… Esmía…».

NotóenesemomentoqueVincaestabadeslizándosehaciaabajo.Conunmovimiento suave, insensible, voluntario, se dejaba caer, con los ojoscerrados,porlapendientedelamesetaderocas,tanangostaquelospiesdeVincaseasomabanyaalvacío…Élsediocuenta,peronotembló:consideróla oportunidad de lo que tentaba a su amiga y la agarró fuertemente por lacintura, para que no se le escapara. Sintió, en toda su viva realidad, laelasticidady lavigorosaperfeccióndeese cuerpodemuchachadispuesta aobedecerleenlavida,dispuestaaarrastrarlehacialamuerte…

«¿Morir?¿Paraqué?…Todavíano.¿Irsealotromundosinhaberposeídoverdaderamentetodoesto,destinadoparamí?».

Sobre esa peña inclinada pensó en la posesión, como puede pensar unadolescente tímido, pero también como un hombre exigente, como unheredero obstinado en gozar de los bienes que le destinan el tiempo y las

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leyes humanas. Fue la primera vez que tomó él solo una decisión sobre lafuturaconvivenciadeambos,dueñodeabandonarlaaloleajeodesujetarlaenelsalientedelpeñón,comolasemillatestarudaque,alimentadaconpoco,allíflorecía…

Philippe, intensificando la presión sobre la cintura de su amiga, izó sugraciosocuerpo,quesehabíavueltopesado,yledijocontonoresuelto:

—¡Vinca,vamos!

Ella se le quedó mirando: lo vio erguido, más alto que ella, decidido,impaciente,ycomprendióquelahorademorirhabíapasado.Conunarrebatoindignado,descubriólosrayosdelsolponienteenlosojosnegrosdePhilippe,supelonegrodesordenado, subocay la sombra,en formadealas,queunapelusillavirildibujabasobresuslabios,ygritó:

—¡NomequiereslosuficientePhil,nomequiereslosuficiente!

Élquisohablar,perosecalló,puesnoteníaningunanobledeclaraciónquehacerle.Se ruborizóybajo la cabeza, culpable—mientras ella sedeslizabahaciaellugardondeelamoryanoatormenta,antesdetiempo,asusvíctimas—dehabertratadoasuamigacomounpeciopreciosoyselladodelquesólointeresaelsecreto,ydehaberlaalejadodelamuerte.

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Capítulo6

Elolor del otoño, desdehacía algunos días, llegabapor lamañanahasta elmar.

Desdeelalbahastalahoraenquelatierra,caliente,permitequeelsoplofrescodelmarrechaceelaroma,menosdenso,delossurcosabiertos,eltrigotrilladoy los abonoshumeantes, esasmañanasde agostoolían a otoño.Unrocío tenaz centelleaba al pie de los setos, y, si Vinca recogía a mediodíaalguna hoja madura y caída antes de tiempo, el envés blanco de la hojatodavíaverdeestabahúmedoyadiamantado.Delsuelobrotabanchampiñoneshúmedosy lasarañasde los jardines, acausade lasnochesmás frescas, seintroducían al atardecer en el desván de los juguetes y buscabanprudentementeeltecho.

Peroelmediodíaescapabaalasredesdelabrumadeotoño,alastelarañasextendidas entre los zarzales repletos de moras, y la estación parecíaretroceder hacia julio. En lo alto del cielo, el sol bebía el rocío, pudría loschampiñones reciénnacidos, acribillabade avispas la viña, yamuyvieja, ysuscanijosracimos;VincayLisettesequitaban,alunísono,elligerospencerdepuntoqueprotegíalapartealtadelosbrazosysuscuellosdesnudos,másmorenosencontrasteconlosvestidosblancos.Sesucedieronasíunaseriededías inmóviles, sinviento, sinnubes, salvo algunos«latiguillos» lechososylentos que aparecían hacia el mediodía y se iban desvaneciendopaulatinamente: unos días tan divinamente semejantes entre sí queVinca yPhilippe, sosegados, podían creer que el año se había detenido en su másdulcemomento,suavementeparalizadoporunmesdeagostoquenoacabaríanunca.

Vencidos por la felicidad física, pensaron menos en la separación deseptiembre y se olvidaron de su humor dramático de adolescentes yaenvejecidos,conquinceydieciséisaños,porelamorprematuro,elsecreto,el

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silencioylaamarguraperiódicadelasseparaciones.

Algunosvecinosjóvenes,suscompañerosdetenisypesca,dejaronelmarporlaTurena;secerraronlasvillasmáspróximas;PhilippeyVincaquedaronsolosenlacosta,enunagrancasa,cuyovestíbulodemaderabarnizadaolíaabarco.Disfrutarondeunasoledadperfecta,enmediodeunosfamiliaresconlos que se rozaban continuamente, pero a los que apenas veían. Vinca,ocupada de Philippe, cumplía, sin embargo, con todas sus obligaciones:recogíaeneljardínviburnosyafelpadasclemátides,paraadornarlamesa;enelhuerto, lasprimerasperasy lasúltimasgrosellas; eraellaquien servíaelcafé, ofrecía fuego a los fumadores—a su padre y al padre de Philippe—,cortaba y cosía los vestidos para Lisette, y vivía, entre estos parientes-fantasmasalosquedistinguíamalyoíapoco,unavidaextraña;padecíalasagradablessemisorderaysemicegueradeunprincipiodemareo.SupequeñahermanaLisetteestaba todavíaalmargende lasuertecomúnybrillabaconcolores limpios y verídicos. Por otra parte, Lisette se parecía a la Pervincacomounchampiñónpequeñosepareceaotromayor.

—Si yo muriese —solía decir Vinca a Philippe—, siempre tendrías aLisette.

PeroPhilippe se encogía de hombros y no se reía, pues los amantes dedieciséisañosnoadmitennielcambio,nilaenfermedad,nilainfidelidad,ysólodejansitioparalamuerteensusplanessilavencomounarecompensaola explotan como un desenlace de fortuna, porque no han encontrado otracosa.

En una de lasmañanasmás bonitas de agosto, Phil yVinca decidieronabandonarlamesafamiliaryllevarenunascestaslacomidaylosbañadores,y también a Lisette. En años anteriores habían almorzado solos, comoexploradores,en lascavidadesde losacantilados;placerahoradesgastadoymalogrado por la inquietud y el escrúpulo. Pero esta preciosa mañanarejuvenecía también a estos dos adolescentes extraviados que se volvían aveces, apesadumbrados, hacia la puerta invisible por la que habíanabandonadolainfancia.Philippeibadelante,porelcaminodelaaduana,conlascamaronerasparalapescadelatardeylared,enlaquetintineabanellitrode sidra espumosa y la botella de agua mineral. Lisette, con un jersey decuelloaltoybañador,llevabaelpan,caliente,atadoenunaservilleta,yVincacerrabalamarcha,vestidaconunsuéterazulypantalonesblancos,cargadade

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cestascomounburrodeÁfrica.Enlosrecodosaccidentados,Philippegritabasinvolverse:

—¡Espera,voyacogertealgunacesta!

—¡Bah,noimporta!—respondíaVinca.

EinclusoencontrabalaformadeguiaraLisettecuandoloshelechosaltossumergíansucabecillapobladadelacioscabellosrubios.

Eligieron su caleta, una falla entre dos peñascos, a la que las mareashabíanllenadodearenafina,yqueseensanchabaencuernodelaabundanciahastaelmar.Lisettesequitólassandaliasysepusoajugarconunasconchasvacías.Vincasebajórozandosusmuslosmorenos,elpantalónblanco,ehizounhoyoenlaarenahúmedabajounarocaparaponeralfrescolasbotellas.

—¿Quieresqueteayude?—propusoPhilippesinmuchoentusiasmo.

Ellanosedignóaresponderylemirómientrassereíaensilencio.Elraroazuldesusojos,susmejillasvivamentecoloreadas—comolosgriñonesenespaldera—yladobleláminacurvadesusdientesbrillaronunmomentoconunaintensidadtalquePhilippesesintiócomoherido.Ellasevolvió,yél lapudovertranquilamenteir,venir,bajarconagilidad,libreydesvestidacomounmuchacho.

—¡Bah,yasabemosquetúnohastraídomásquetubocaparacomer!—exclamóVinca—.¡Ah!¡Estoshombres!

El«hombre»dedieciséisañosaceptólabromayelhomenaje.LlamóconautoridadaLisettecuandolamesaestuvopuesta,comiólosbocadillosquelepreparabasuamiga,bebiósidra,restregóenlasallalechugaylosquesitodegruyereyselamiólosdedostrascomerseunasperasdeagua.Vincacuidabadetodocomounjovencoperoconlafrenteceñidaporunacintaazul.QuitabalaraspadelassardinasdeLisette,dosificabalabebida,pelabalafrutayluegose daba prisa en comer, dando grandes mordiscos con sus dientes bienformados. Las aguas demenguantemurmuraban suavemente a unos pocosmetros; una trilladora zumbaba arriba; en la cuesta, y la roca, barbuda dehierbaydeflorecillasamarillas,destilabacercadeellosunaguasinsalqueolíaatierra.

Philippesetumbóbocaarriba,conlacabezaapoyadaenlapalmadeunamano.

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—¡Québuentiempohace!—murmuró.

Vinca, de pie, con las manos ocupadas en limpiar cuchillos y vasos,proyectósobreélel rayoazuldesumirada.Philnosemovió,ocultandoelplacer que sentía cuando su amiga le admiraba. Se sabía guapo en esemomento,conlasmejillascalientes,labocabrillanteylafrentecobijadabajoundesordenarmoniosodecabellosnegros.

Vincavolvió, sinpronunciarpalabra,asu tareadepequeñacomancheyPhilippe cerró los ojos, acunado por el reflujo, por una lejana campana demediodíayporlacanciónamediavozdeLisette.Unasomnolenciarepentinayligeraseapoderódeél,somnolenciadesiesta,punteadapordistintosruidos,peroqueseservíadeéstosparatornarseenensoñación:tumbadoenesaarenarubia, después de una merienda de niños, se sintió a la vez un Phil muyancianoysalvaje,privadodetodo,yunPhiloriginariamentecolmado,porqueposeíaunamujer…

Ungritomásagudoleobligóaabrirlosparpados:cercadelmar,alqueelresplandor del mediodía y la luz vertical privaban de su color, Vinca,inclinadasobreLisette,lecurabaalgúnrasguño:leestabasacandounaespinadesumanecitalevantadayconfiada…

Esta imagen no perturbó el sueño de Philippe, que cerró de nuevo losojos:

«Unniño…Esoes…Tenemosunniño…».

Su sueño viril, en el que el amor, anticipándose a la edad del amor, sedejaba distanciar por sus fines generosos y simples, se sumió en unassoledadesdelasqueélfueelúnicodueño.Dejóatrásunagruta—unaformadesnudaenunahamacade fibras,un fuego rojizoqueseextinguíaa rasdetierra—yluegoperdióelsentidoadivinatorio,lacapacidaddevuelo,zozobróytocóelfondoblancodeunplúmbeodescanso.

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Capítulo7

—¡Esincreíblecómoseacortanlosdías!

—¿Porquéincreíble?Todoslosañosdicelomismoporestasfechas;peronoporesovaaconseguirquecambieelsolsticio,Marthe.

—¿Quiénhahabladodesolsticio?Yonolepidonadaalsolsticio;queélhagalomismoconmigo.

—Escuriosalaincapacidaddelasmujeresparaentenderciertoshechos.¡Leheexplicadoveinteveceselsistemadelasmareas,yellasequedacomounaparedantelasicigia!

—Estámuyequivocado,Augusto,sicreeque,porsermicuñado,levoyaprestarmásatenciónquealosdemás…

—¡Diosmío!Nomeextrañaquenosehayacasado,Marthe.Alcánzameelcenicero,¿quieres?—sedirigióasumujer.

Sitelodoy,¿dóndepretendesqueAudebertechelacenizadesupipa?

—No se preocupe,madame Ferret. En todas lasmesas hay conchas deorejasdemarquehanidosembrandolosniños.

—Ustedtienelaculpa,Audebert.Eldíaenquelesdijo:«¡Québonitassonestasconchas!», transformósuvagabundeopor las rocasen laejecucióndeunamisiónencomendada,¿verdad,Phil?

—Sí,monsieurFerret.

—Y tambiénpor esamisión suhija ha abandonado suprimera empresacomercial,Ferret.¿SabeloquehabíaproyectadoVinca?PonerseencontactoconCarbonieux,elgrancomerciantedepájarosysemillas,parasuministrarlehuesosdeurraca,conlosqueloscanariosseafilanelpicoenlajaula.¿Aquenomiento,Vinca?

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—No,monsieurAudebert.

—Lapicaruelaesmáscomerciantede loqueparece.Algunasvecesmereprocho…

—¡Oh!¡Augusto!¿Yaempiezasotravez?

Empezaréotravezsimepareceoportuno.Ahítienesaunaniñaalaquepretendes encerrar en casa. ¿Cómo vas a alimentar su actividad moral yfísica?

—Delmismomodoquelamía.Pocasvecesmehabrásvistoestarconlosbrazoscruzados,mepareceamí.Además,piensocasarlaynohaymásquehablar.

—Mihermanaespartidariadelasviejastradiciones.

—Nuncasonlosmaridosquienesselamentandeello.

—Biendicho,madameFerret.Elporvenirdeunahija…Yocreoquenohay ninguna prisa. Quince años…Vinca tiene tiempo aún de descubrir suvocación. ¡Eh, Vinca! ¿Me oyes? ¿Tiene la acusada algo que alegar en sufavor?

—Nada,monsieurAudebert.

—«¡Nada,monsieurAudebert!».¡Bah!Noseatormentetanto.Anuestrohijoslesimportamosunbledo,Ferret.¡Yestándeuntranquiloestatarde!

—Han llevado una vida alocada. Vinca tiene azogue en el culo, pordecirlodealgunamanera.

—¡Marthe!

—¿Quépasa con «Marthe»? ¿Por qué he dicho «culo»?Es una palabraadmitidaporeldiccionario,¿no?

—¡Delantedeunchico!

—Noesunchico,esPhil.¿QuéestádibujandomiviejoamigoPhil?

—Unaturbina,monsieurFerret.

—Mienhorabuenaalfuturoingeniero…Audebert,¿havistolalunasobreGrouin?Hacequinceveranosqueveosalirporelmaresalunadeagosto,ynomecanso.CuandopiensoquehacequinceañoselGrouinestabadesierto,yquehasidoúnicamenteelvientoelquehasembradoesosarbolillos…

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—Mecuentaesocomosiyofueseunturista,Ferret.Hacequinceañosyoandababuscandounrinconcitoenlacostadondeinvertirseiscientosfrancosahorrados…

—¡Quince años ya! Es verdad, Philippe no sabía andar solo todavía…Querida,venamirarlaluna.¿Lahasvistoalgunavezdeesecolorenestosquinceaños?¡Es…,perosiesverde,realmenteverde!

PhilippedirigióhaciaVincaunosojos inquisidores.Acababandeevocaruntiempoenelqueellanoeravisibleparanadie,y,noobstante,vivíayaenparte…Por otro lado, él no guardaba ningún recuerdo preciso de la épocainfantil en que correteaban juntos por esa arena rubia de las vacaciones: lapequeña imagen antigua, muselina blanca y carne bronceada, se habíadisuelto. Pero cuando él decía en lo profundo de su corazón: «¡Vinca!», elnombreevocaba,inseparabledesuamiga,elrecuerdodelaarenacalienteenlasrodillas,yapretujadayfugitivaenlasmanos…

Los ojos azules de la Pervinca se cruzaron con los de Philippe, e,impasiblescomoellos,miraronenseguidaaotraparte.

—Vinca,¿nosubesaacostarte?

—Todavía no, mamá, por favor. Quiero terminar el festón grande deltrajecitodeLisette.

Habló con voz suave; después, alejó de ella y de Philippe a las pálidasSombras,casiausentes,delcírculofamiliar.Philhabíadibujadounaturbina,unahélicedeaviónyelmecanismodeunadesnatadora,yluegoañadióalaspalasdesuhélicelosgrandesojososcurosquesevenenlasalasdealgunasmariposas,asícomounaspatasdelicadasyunasantenas.LuegotrazóunaVmayúsculaylafuedeformando,conayudadeunlápizazul,hastaconseguirunojoazulmarinorodeadodelargaspestañas—elojodeVinca.

—¡Mira,Vinca!

Ellaseinclinó,poniendosobreelpapelsumanosalvaje,morenacomolamaderadura,ysonrió:

—Estáschalado.

—¿Quétrastadahavueltoahacer?—preguntómonsieurAudebert.

Los dos jóvenes se volvieron hacia el que hablaba con un aire deextrañezaunpocoaltivo.

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—Nada,papá—dijoPhilippe—.Tonterías.Lehepuestounaspatasamiturbinaparaquefuncionemejor.

—¡Ah!¡Cuandosienteslacabeza,voyahacerunacruzenlachimenea!¡Envezdedieciséisañosparecequetengasseis!

Vinca yPhilippe sonrieron con educación y de nuevo desterraron de sumundoalosvagosseresquejugabanalascartasobordabancercadeellos.Pero aún oyeron, como un zumbido lejano, algunas bromas sobre la«vocación» de Philippe, inclinado a lamecánica y a las aplicaciones de laelectricidad,ysobreelcasamientodeVinca,temafamiliar.Seoyeronalgunasrisasentornoalagranmesa,porquealguienhabíahabladodeuniraPhilippeconVinca…

—¡Ah!, ¡ah! ¡Eso sería como casar al hermano con la hermana! ¡Seconocendemasiadobien!

—Elamor,madameFerret,significaloimprevisto,elflechazo.

—ElamoreshijodeBohemia…

—¡Marthe!¡Nocantes!¿Novesqueestamosmuycontentosdetenerporfinvientodelnoroesteybuentiempo?

¿Prometidos Vinca y él? Philippe sonrió, lleno de una piedadcondescendiente. Prometidos…, ¿para qué? Vinca le pertenecía, como élpertenecíaaVinca.Congransabiduría,habíandescubiertoqueunnoviazgooficial sería perjudicial para su duradera pasión.Así, daban por descontadolostípicoschistes,lasinsoportablesrisasytambiénladesconfianza.

…Volvieronacerrar,juntos,elventanilloatravésdelcual,atrincheradosenelamor,comunicabanavecescon lavida real.Envidiaron,asimismo, lapuerilidad de sus padres, su facilidad para reír y su fe en un porvenir sinproblemas.

«¡Qué alegres están!—se dijo Philippe. Buscó en la frente gris de supadre el rastro de una luz, de una quemadura al menos—. ¡Ay!—decretosoberbiamente—,elpobrenohaestadonuncaenamorado…».

Vincahizounesfuerzoparaevocar laépocaenquesumadre,de joven,sufrió quizá de amor y silencio. Reparó en sus cabellos prematuramentecanos,ensuslentesdeoroyenesadelgadezquehacíademadameFerretunamujertandistinguida…

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Vinca se ruborizó, reclamo para ella sola la vergüenza de amar, eltormentodelcuerpoyelalma,yabandonóalasSombrasvanasparareunirseconPhilippeenuncaminodondeborrabansushuellasysentíanquepodíanperecer por llevar un botín demasiado pesado, demasiado rico ytempranamenteconquistado.

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Capítulo8

Philsedetuvoenlacurvadelaestrechacarretera,echólabicicletaaunladoysupropiocuerpoalotro,enlahierbagredosadeltalud.

«¡Buff!¡Bastaya!¿Porquémehabréofrecidoallevarestedespacho?».

LosoncekilómetrosdesdelavillahastaSaint-Malonolehabíanparecidodemasiadoduros.Labrisadelmarlehabíaempujado,ydurantelasdoslargasbajadas su pecho semidesnudo había recibido la caricia fresca del aireagitado.

Peroelregresolehacíaaborrecerelverano,labicicletaylacortesía.Losúltimosdíasdeagostoestabansiendoabrasadores.Philippesedejócaersobrelahierbaamarillaynotóensuspropioslabioselpolvofinodelascarreterassilíceas.Quedó tumbadobocaarriba, con losbrazosencruz.Lacongestiónpasajera había ennegrecido la parte baja de sus ojos como si saliera de uncombate de boxeo, y sus piernas de bronce, que los pantalones de deportedejaban ver perfectamente, ofrecían el cómputo en cicatrices blancas yheridasnegrasorojas,desussemanasdevacacionesylosdíasdepescaenlacostarocosa.

«Debería haber traído a Vinca —se dijo con una sonrisa maliciosa—.Habríavistoloqueesbueno».

Perosuotroyo,elPhilippeprendadodeVinca,elPhilippeencerradoensuprecozamorcomounpríncipehuérfanoenunpalaciodemasiadogrande,replicó al Philippe malvado: «La habrías llevado sobre tu espalda hasta lacasa,siellasehubiesequejado…».

«No estoy seguro», protesto el Philippe malo…Y esta vez el Philippeenamoradonoseatrevióadiscutir…

Estaba echado al pie de unmuro coronado por pinos azules y tiemblosblancos. Philippe conocía la costa de memoria, desde que aprendiera a

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caminar y a montar en bicicleta. «Es la fincaKer-Anna. Me parece oír elgenerador de electricidad. Pero no sé quién ha alquilado la propiedad esteverano».Unmotor,detrásdeunmuro,imitabaelchasquidodelalenguadeun perro jadeante; las hojas de los tiemblos plateados se alzaban al vientocomolasolillasdeunriachuelo.Sosegado,Philippecerrólosojos.

—Creo que se ha ganado un vaso de naranjada, Phil —dijo una voztranquila.

Philabriólosojosyvioinclinarsesobreél,invertidocomoenunespejode agua, un rostro femenino.Rostro que, del revés, ofrecía una barbilla unpococarnosa,unabocarealzadaporelrojodelabios,unosorificiosnasalesestrechos, irritables, y dos ojos oscuros que, vistos desde abajo, tomabanformadedosmediaslunas.Todoelrostro,colordeámbarclaro,sonreíaconunafamiliaridadnadaamigable.PhilippereconocióalaDamadeblancocuyocochesehabíaquedadoatascadoenelcaminodelasovas,alaseñoraquesehabía dirigido a él llamándole primero «¡eh, jovencito!», y después«caballero»…Diounbrincoysaludolomejorquepudo.Ellaestabaapoyadasobre sus brazos cruzados, que su vestido blanco sin mangas dejaban aldescubierto,ylemiródelacabezaalospies,comolaprimeravez.

—Caballero —preguntó ella gravemente—, ¿es por alguna promesa osimplementeporgustoporloquellevatanpocaropa?

UngolpedesangrefrescasubióalasorejasyalasmejilladePhilippeysetornóardiente.

—No,madame—gritóélcontonoagrio—,esporquehetenidoquellevarun despacho para un cliente de papá; en casa no había nadie disponible.NaturalmentenoibanaenviaraVincaoaLisetteconestetiempo…

—¡Oh!,nosepongadramático—dijolaDamadeblanco—.Yosoymuyimpresionable.Rompoallorarpornada.

Estas palabras, y su mirada impasible, en la que flotaba una sonrisaburlona,hirieronaPhilippe.Conlarudezaconqueselevantaporelbrazoaunniñoqueacabadecaerse,Philcogiósubicicletaporelmanillardispuestoamontarse.

—TomeunvasodenaranjadamonsieurPhil.Lesentarábien.

Philippeoyóchirriarunaverjaenunángulodelmuro,ysuintentodefuga

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lecondujojustodelantedeunapuertaabierta,deunpaseodehortensiasrosasapopléticasydelaDamadeblanco.

—MellamomadameDalleray—dijoella.

—PhilippeAudebert—dijoPhilippeprecipitadamente.

Ellaesbozóungestodeindiferenciayexhalóun«¡Oh!»quesignificaba:«Esonomeinteresa».

Ellasecolocóasuladoycaminósinquejarsedelsolqueseabatíasobresupelonegro,lacioybrillante.Élempezóasentirdolordecabeza,ysecreyóaquejadodeinsolaciónalnotar,juntoamadameDalleray,esaesperanza,esaaprehensióndeundesmayo,que lohabría libradodepensar,deelegirydeobedecer.

—¡Totote!¡Lanaranjada!—gritómadameDalleray.

Philseestremeció,vueltoensí:«Allíestálatapia—sedijo—.Noesmuyalta.Puedosaltary…».Secontuvoynollegóaterminarmentalmente:«…Yestoy salvado».Mientras subía con esfuerzo, detrás del vestido blanco, unaescalinatadeslumbrante,sintiónuevamentetodalainsolenciadesusdieciséisaños:«¡Bueno!¡Novevaacomer!…Sitienetantoempeñoenofrecermeunanaranjada…».

Creyóqueibaadesplomarsealpenetrarenunahabitaciónoscura,cerradaalosrayosdesolyalasmoscas.Lecortólarespiraciónlabajatemperaturaque mantenían persianas y cortinas echadas. Tropezó contra un muebleblandoycayósobreuncojín;oyóunarisillademoníacaqueproveníadenosesabíadónde,yestuvoapuntode llorardeangustia.Unvasoheladotocósumano.

—Nobebaenseguida—dijolavozdemadameDalleray—.Totote,¿porquélehaspuestohielo?Estásloca.Labodegaestáyabastantefría.

Unamanoblancasumergiótresdedosenelvasoylosretiróalmomento.Brillóelfuegodeundiamante,reflejadoenelcubitodehielosujetoporlostresdedos.Conunnudoenlagargantaycerrandolosojos,Philippebebiódospequeños sorbos de naranjada, cuyo sabor ácido no fue siquiera capaz depercibir; pero cuando abrió los párpados, sus ojos, ya habituados,distinguieronelrojoyelblancodeuntapiz,elnegroyeloroapagadodelascortinas.Unamujer,a laquenohabíavistoantes,desaparecióllevandouna

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bandeja tintineante.Sobresualcándara,unguacamayo rojoyazulabrió lasalasenformadeabanico,paramostrarsuaxilacolordecarneestremecida.

—Esbonito—dijoPhilippeconvozronca.

—Sobre todo si se tiene en cuenta que es mudo —añadió madameDalleray.

EstabasentadalejosdePhilippe,ylosseparabalafraganciaverticaldeunperfumequeardíaenunacopa,despidiendooloraresinayageranio.Philippecruzósuspiernasdesnudas;laDamadeblancosonrió,conloqueaumentólasensación de suntuosa pesadilla, de arresto arbitrario y rapto equívoco queprivabaaPhilippedetodasusangrefría.

—Sus padre vienen todos los años a la costa, ¿verdad? —preguntómadameDallerayconsusuavevozvaronil.

—Sí—suspiróélconabatimiento.

—Es una zona encantadora, que no conocía en absoluto. Una Bretañamoderada,nomuytípica,perotranquila;elcolordelmaresincomparable.

Philippe no respondió. Reservó el resto de su lucidez para su propioagotamiento progresivo; temía que de un momento a otro oiría caer en laalfombra, regulares y amortiguadas, las últimas gotas de una sangre queestabaabandonandosucorazón.

—Austedlegusta,¿verdad?

—¿Qué?¿Quién?—preguntósobresaltado.

—Lacostacancalesa.

—Sí.

—MonsieurPhil,ustednoseencuentrabien,¿verdad?Bueno,yosoyunabuena enfermera, por cierto…Claro que, con el tiempo que está haciendo,tieneustedmilvecesrazón:másvalecallarquehablar.Callémonos,pues.

—Yonohedichoeso…

Desde su entrada en la habitación oscura, ella no había hecho un solomovimiento,nipronunciadounapalabraquenofuesecompletamentetrivial.Sinembargo,elsonidodesuvozproducíaenél,encadaocasión,unaespeciedetraumatismoinexplicable;así,recibióconterrorlaamenazadeunmutuo

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silencio. Tuvo una salida penosa y desesperada. Su vaso chocó contra unamesita fantasma,profirióalgunaspalabrasqueni élmismooyó, sepusodepie,consiguióllegaralapuertasurcandopesadasolasyobstáculosinvisiblesy,finalmente,recibiólaluzconlaaspiracióndeunasfixiado.

—¡Ah!…—dijoamediavoz.

Y,conmanopatética,oprimiólazonadelpechoenlaquelateelcorazón.

Luego volvió a tomar bruscamente conciencia de la realidad, se rió deforma bobalicona, sacudió caballerosamente la mano demadame Dalleray,cogiósubicicletayse fue.En loaltode laúltimacuestaencontróaVinca,queleesperabainquieta.

—Pero¿quéhasestadohaciendodurantetantotiempo,Phil?

A través de los párpados azulados por el color de las pupilas, besó losencantadoresojosazulesdesupequeñaamigayrespondióconexuberancia:

—¿Quequéhehecho?Pues…¡detodo,teloaseguro!Hesidoatacadoenun recodo del camino y encerrado en un sótano, me han dado a bebernarcóticosmuyfuertes,mehanatadodesnudoaunposteymehanazotadoeinterrogado…

Vincasereía,apoyadaensuhombro,mientrasPhilippesacudíalacabezaparadesprenderdesuspestañasdoslágrimasdenerviosismo,ypensaba:

«Sisupiesequeesverdadtodoloqueleestoycontando…».

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Capítulo9

DesdequeMadameDallerayleofrecieraunvasodenaranjada,Philnotabaensuslabios,ycontralasamígdalas,elroce,laquemazóndelabebidahelada.Estabaconvencidodequenuncahabíabebidoantes—nivolveríaabeberenlosucesivo—unanaranjadatanamarga.

«Y, sin embargo, cuando la estaba bebiendo no noté su sabor… Fuedespués…mucho tiempo después…». Esta visita, que ocultaba aVinca, seconvirtió en un recuerdo obsesivo y sensible, cuya fiebre benigna élintensificabaocalmabaasugusto.

LavidadePhilippepertenecíaporcompletoaVinca,alapequeñaamigaentrañable, nacida tan cerca de él meses después; ligada a él como unagemela, y ansiosa como una amante cuyo enamorado va a partir al díasiguiente.Peronilossueñosnilaspesadillaspertenecenalavidareal:unmalsueño,cargadodesombrasglaciares,deunrojoapagado,deterciopelonegroyoro,habíaempezadoaatormentarlavidadePhilippe,eclipsandolashorasnormales del día, desde que en el salón de Ker-Anna bebiera, una tardetórrida,elvasodenaranjadaquelehabíaservidolaimperiosaygraveDamade blanco. El fuego del diamante en el borde del vaso; el cubito de hielocentelleanteentre tresdedospálidos;elguacamayoazuly rojo,mudoensualcándara,conlasalascubiertasdeplumasdeuncolorblancorosadocomolacarnede losmelocotones…Eladolescentedudabaensumemoriaalevocarunayotravezesasimágenesdeuncoloridoardienteyfalso,engendradastalvezporelsueño,queconvierteenazulelverdedelashojasyprestaaciertosmaticeselacentodeunsentimiento…

Esta visita no le había reportado ningún placer. El recuerdomismo delperfumequehumearadeunacopalehizoperderelapetitoduranteuntiempo,produciéndoleaberracionesnerviosas:

—¿Nocrees,Vinca,queloscamaroneshuelenhoyabenjui?

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¿Era placentera la entrada en el salón cerrado, la sensación al tocar losobstáculos blandos y aterciopelados? ¿La fuga precipitada, el bruscoreencuentroconelsolabrasador?No,nadadeestoteníaqueverconelplacer,sinomásbienconelmalestarylaangustiadeunadeuda…

«Tengoquedevolverle lacortesía—sedijoPhilippeunamañana—.Notengoporquésergrosero.Dejaréunasfloresensupuertayluegonovolveréapensarmásenello.Pero¿quéclasedeflores?».

Las margaritas dobles del huerto y los dragones de terciopelo leparecieron poca cosa. A finales de agosto se desfloraban las madreselvassalvajesy lasDorothy-Perkinsenrolladasenel troncode los tiemblos.Perohabíaunhoyodedunaentrelacasayelmar,llenohastalosbordesdecardosde las arenas—de flores azules ymalvas a lo largo de todo su quebradizotallo—,quemerecíallamarse«elespejodelosojosdeVinca».

«Cardos azules…, los vi en un jarrón de cobre en casa de MadameDalleray…; ¿regala uno este tipo de flores? Los dejaré en la verja… y nooiré…».

Con la sagacidad de sus dieciséis años, esperó el día en que Vinca,cansadayunpocoindispuesta,decaídaeirritable,conojerasmalvasbajosusojosazules,seechóalasombrayrechazóelbañoyelpaseo.Cortólosramosensecretoehizounramoconloscardosmásbonitos,hiriéndosemalamentelasmanosconsuhojarascadehierro.Partióensubicicleta,acompañadodeunsuave tiempobretónquecubríadebruma la tierrae imprimíaalmaruntonolechosoeinmaterial.Pedaleó,molestoporsupantalóndetelablancaysu chaqueta de punto inglés, hasta llegar a los muros de Ker-Anna; luegocaminóencorvadohacialaverjaydecidióarrojaraljardínsuramodecardos,comosideesemodosefuesealiberardeunactadeacusación.Ensayóunpardeveceslaoperación,apuntóallugarmáspróximoalacasa,girósubrazoenlahonda,yelramovolóporlosaires.Philippeoyóungrito,unospasosporlagrava y una voz sofocada por la ira, que, no obstante, reconocióperfectamente:

—Comopillealidiotaquehahechoesto…

Alsentirseinsultadorenuncióaescapar,ylaDamadeblanco,irritada,leencontrócercadelaverja;conelceñofruncidoyencogidodehombros.

—Debíhaberloimaginado—dijo—.Tienemuypocagracia.

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Ella esperó una excusa inútilmente, pues Phil, ocupado en mirarla, leagradecía vagamente para sus adentros que estuviera vestida otra vez deblancoyque tuviera los labiosdiscretamentepintadosdecarmín,y losojoscircundadosdeunhalodebistre.Ellasellevólamanoalamejilla:

—¡Miré,estoysangrando!

—Yotambién—dijoPhilippeconaspereza,a lavezquelealargabasusmanosheridas.EllaseinclinóyaplastóconeldedounaperladesangreenlapalmadePhilippe.

—¿Loshacogidoparamí?—preguntóafectandoindiferencia.

Él se limitó a un simple movimiento de cabeza, reprendiéndose en sufuero internopormostrarmalosmodalesanteunamujeramableydeclase.Peroellanoparecióenojadanisorprendida.

—¿Quierepasarunmomento?

Él respondió de la misma manera, y esta muda protesta hizo que suscabellos revolotearan alrededor de la cara, embellecida por una severidadextrañayprivadadecualquierotraexpresión.

—Son de un azul… un azul inefable… Los pondré en mi brasero decobre.

ElrostrodePhilippeserelajóunpoco:

—Esohabíapensadoyo—dijo—.Obienenuncacharrodegresgris.

—Sí,esoestámejor…Enuncacharrodegresgris.

Esta especie de docilidad en la voz deMadame Dalleray maravilló aPhilippe.Ella sedio cuenta, lemiróa losojos,mostródenuevo su sonrisadistendidaycasimasculinaycambiódetono:

—Dígame,monsieurPhil…Unapregunta…Unasimplepregunta…¿Hacogidoestoscardostanbonitosparamí,paradarmegusto?

—Sí.

—Unbello gesto. Para darme gusto. Pero ¿en qué ha pensado conmásardor:enelplacerqueyosentiríaalrecibirlos—entiendabienloquequierodecir—oensuplaceralcogerlosparamíyofrecérmelos?

Élapenaslaescuchaba,absortocomoestabaenlaformadesubocayel

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parpadeodesusojos.Nolacomprendióbienyrespondióalazar:

—Sabía que esto le agradaría… Además, usted me invitó a unanaranjada…

Ellaretirósumano,quehabíaposadoenelbrazodePhilippe,yvolvióaabrirelgranbatientesemicerradodelaverja.

—Bien,jovencito;esprecisoquesevayaynovuelvamásporaquí.

—¿Cómo?

—Nadie le ha pedido que sea agradable conmigo. Así pues, márchesetranquilo:yahacumplidoconlacortésobligaciónquelehatraídohoyhastaaquíparabombardearmeconcardosazules.Adiós,monsieur Phil.Ano serque…

Ellahabíaapoyadosufrenteatrevidaenlaverja,súbitamentecerrada,altiempoquemirabaaPhilippedearribaaabajo, inmóvil enel caminode laentrada.

—A no ser que un día acuda nuevamente a este lugar, pero no parapagarmeconunramoespinosolanaranjada,sinoporotrarazón…

—Porotrarazón…

—¡Cómoseparecesuvozalamía,monsieurPhil!Entoncesveremossisetratadecomplacermeamí,odequedarustedcomplacido.Sólomegustanlosmendigosyloshambrientos,monsieurPhil.Sivuelveotravez,hágaloconlamanotendida…¡Vamos,váyase,monsieurPhil!…

EllaseapartódelaverjayPhilsemarchó.Expulsado,inclusodesterrado,se alejó de lleno, no obstante, de un sentimiento de orgullo varonil; y eserostro femenino, tatuado por unas gotas de sangre fresca, quedó en surecuerdocoronadoporelarabesconegrodelaverja,semejanteaunaramadeviburno.

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Capítulo10

—Tevasacaer,Vinca,setehadesatadounaalpargata…Espera…

Philseinclinórápidamente,cogiólasdoscintasdelanablancaylascruzósobre el tobillo moreno, tembloroso, seco, de una pierna de animal fino,hecho para la carrera y el salto, cuya gracia no se veía menguada por laepidermisendurecidaylasnumerosascicatrices.Casinadadecarnesobreunhueso fino: elmúsculo necesario para formar los contornos; las piernas deVincanodespertabaneldeseo,sinesaespeciedeexaltaciónqueselereservaaunestilopuro.

—¡Qué te esperes, te he dicho! ¡Nopuedo atarte los cordones si siguesandando!

—¡No!¡Déjame!

El pie desnudo, con calzado de tela, se deslizó entre las manos que losujetabany,comosiechaseavolar,pasóporencimadelacabezadePhil,queestaba arrodillado. Él percibió el perfume a lavanda, de ropa interiorplanchadayalgasmarinascaracterísticodeVinca;estabaatrespasosél.Lemirabadearribaabajo,altiempoquederramabasobreéllaluzensombrecidayturbadadesusojos,cuyoazulseresistíaaimitarlosmaticescambiantesdelmar.

—¿Quéteocurre?¿Yaestamosconcaprichitos?¡Supongoqueséatarunasandalia!¡Teseguro,Vinca,queaveceseresinsoportable!

LaposturacaballerescadePhilcasabamalconsurostroofendidodedioslatino, dorado, coronado de cabellos negros y con una gracia apenasamenazadaporlasombra—peloespesomañana,hoypelusadeterciopelo—delfuturobigote.

Vinca no se acercó a él. Parecía extrañada y sofocada, como si Phil lahubieseperseguido.

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—¿Quétepasa?¿Tehehechodaño?¿Tienesalgunaespina?

Ellarespondió«no»conlacabeza,sesuavizó,cayósentadaentrelasalviaylascentinodiasrosas,ysebajoeldobladillodelvestidohasta los tobillos.Gobernabantodossusmovimientosunaceleridadangulosayplacenterayunequilibrio excepcional, como un don coreográfico. Su tierna y exclusivacamaradería con Phil la había formado para los juegos de chicos, para unarivalidadquenocedía todavía ante el amor,nacido, sin embargo, almismotiempoqueaquélla.Apesardelafuerza,monstruosamenteacrecentadadíaadía,quealejabadeellospaulatinamente laconfianzay ladulzura;yapesardelamor,quecambiabalaesenciadesuternuracomoelaguacoloreadaquebebenlasrosascambiasucolor,ellosolvidabanavecessuamor.

PhilippenoresistiódurantemuchotiempolamiradadeVinca,cuyoazuloscurecidonoconteníaningúnreproche.Ellaparecíasolamentesorprendida,yrespirabaconrapidez,comolaciervaquesetropiezaconunpaseanteenelbosque y que titubea, inquieta, en lugar de escapar. Ella interrogaba a supropio instintomásqueal jovenarrodillado,alquehabía retiradosumano;sabíaqueacababadeobedeceraladesconfianza,aunaespeciederepulsión;noalpudor.Nopodíahabercabidaparaelpudortratándosedeunamortangrande.

La pureza vigilante de Vinca percibía, mediante avisos repentinos, unapresenciafemeninacercadePhilippe.Avecesledabaporrespirarconfuerzael aire en torno a él, como si éste, en secreto, hubiese fumado o comidoalguna golosina. Ella interrumpía de pronto su charla con un silencio tanimperiosocomounbrinco,conunamirada,cuyo impactoypesoélnotaba.Ellaacostumbradaahoraa liberarsumanode lamanoamiga,máspequeñaperomenos fina que la suya, en la que sumano había reposado durante elpaseoporlacarreteraantesdecenar…

Phil ocultó a Vinca sin dificultad su tercera y cuarta visitas. Pero ¿quéfuerzatienenladistanciaylasmurallascontralaantenainvisibledeunalmaapasionada, que se lanza, palpa, descubre la herida y se repliega?…Incrustado,comounparásito,enelgransecretodeambos,elpequeñosecretodePhilprodujoenéste,inocentehecho,unadeformaciónmoral.

AhoraVincaloencontrabadulcecuandoél,confiadoensudespotismodeamante fraternal, hubiera debido tratarla como a una esclava. Se habíaintroducidoenélalgodelaamenidaddelosmaridosinfieles,yesolehacía

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sospechoso. Después de haber reprendido a Vinca por su extraño humor,Philippe mantuvo un gesto arrogante y tomó el camino de la casa,esforzándose por no correr. ¿Merendaría dentro de una hora enKer-Anna,como le había rogadoMadameDalleray?Rogado…Ella no sabíamás quedarórdenesyconducir,conunadurezadisimulada,alqueellamismahabíaelevadoalrangodemendigoyhambriento.Mendigorebeldealahumanidad,yquepodía, lejosdeella,pensar singratituden laescanciadoradebebidasfrescas,enlamondadoradefrutascuyasmanosblancasservíanycurabanalpequeñocaminantenovicioybienformado.Pero¿sedebellamarnovicioaunadolescentealqueelamor,desdelainfancia,lehaconsagradocomohombreymantenidopuro?Envezdeencontrarseconunavíctimafácil,contentadesometerse,Madame Dalleray se tropezó con un antagonista deslumbrado ycircunspecto.Conlabocaalteradaylasmanostendidas,elmendigonoteníaaspectodevencido.

«Sedefiende—conjeturabaella—.Seguarda…».Peronohabía llegadotodavíaalpuntodeafirmar:«Ellaloguarda…».

Desde lacasa,PhilippegritóaVinca,quesehabíaquedadoenelpradoarenoso:

—¡Voyabuscarelsegundocorreo!¿Quieresquetehagaalgúnrecado?

Alhacerunaseñalnegativacon lacabeza, todos loscabellos igualesdeVincaseabrieronenruedasoleada,yPhilippeselanzósobresubicicleta.

Madame Dalleray no parecía esperarle: estaba leyendo. Pero la sombraestudiadadel salón, lamesacasi invisiblede laqueprovenía elolorde losmelocotonestardíos,delmelónrojodeChiprecortadoenmediaslunasydelcafévertidosobrehielomachacadolehablabandelocontrario.

MadameDalleray dejo su libro y le tendió unamano sin levantarse. Élveíaenlasombraelvestidoblanco,lamanoblanca;losojosnegros,aisladosensuhalodebistre,semovíanconunalentituddesacostumbrada.

—A lo mejor estaba usted durmiendo—dijo Phil, recurriendo a típicacortesía.

—No…nadadeeso.¿Hacecalor?¿Tienehambre?

—Nosé…

Suspiró, sinceramente indeciso, embargado desde que entrara en

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Ker-Annaporunaespeciedesedyunasensibilidadalosolorescomestiblesque se hubiese parecido al apetito si, al mismo tiempo, una ansiedad sinnombre no le hubiese formado un nudo en la garganta. No obstante, suanfitrionalesirvió—yélaspiró—,sobreunabonitapaletadeplata,lacarnerojadelmelónsalpicadodeazúcareimpregnadodeunlicorsuaveconsaboraanís.

—¿Quétalseencuentransuspadres,monsieurPhil?

Éllamirósorprendido.Ellaparecíadistraída,comosinohubieraoídosupropiavoz.Conelbordedelamangaarrastróunacuchara,quecayósobrelaalfombrasonandounadébilcampana.

—¡Quétorpe!…Espere.

Lecogiólamuñecaconunamanoyconlaotralelevantó,hastaelcodo,lamanga,sujetandofirmementeconsumanoizquierdaelbrazodesnudodePhil.

—¡Déjeme!—gritóPhilconfuerza.

Hizounviolentomovimientoconelbrazo.Asuspiescayóhechopedazosunplatillo.Enmedio del zumbidode sus oídos tintineó el eco del grito deVinca: «¡Déjame!…», y él dirigió aMadameDalleray unamirada llena defuria y de interrogantes. Ella no se había movido, y la mano que él habíarechazado permanecía abierta sobre sus rodillas como una caracola hueca.Philippeponderóduranteunbuenratoestainmovilidadsignificativa.Bajólacabeza y vio pasar ante él dos o tres imágenes incoherentes, ineluctables,volandocomosevuelaenlossueños,cayendocomoelquesetiraalaguadecabeza,eneseinstanteenelqueelrostroinvertidorozalasuperficie;yluego,sin ímpetu, con una lentitudmeditada, con un valor calculado, depositó denuevosubrazodesnudoenlamanoabierta.

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Capítulo11

CuandoPhilippesaliódelacasadelaDamadeblancoseríalaunaymediadelamañana.

Para abandonar la casa familiar, había tenido que esperar a que sehubiesenapagadotodas las lucesyacalladotodoslosruidos:Unapuertadecristal cerrada con cerrojo, una valla demadera abatida por su propio pesoy…,másallá,lacarretera,lalibertad…¿Lalibertad?HabíacaminadohaciaKer-Anna como el que es conducido a prisión, deteniéndose a veces paraaspirarelaire,conlamanoizquierdapuestaenelcorazón,bajandolacabezaylevantándoladespuéscomounperroqueladraalaluna.Sehabíavueltoenlo alto de la cuesta para divisar en la mitad del acantilado la casa, dondedormíansuspadres,lospadresdeVinca—¡yVinca…!Laterceraventana,elbalconcillodemadera…Ellaestaríadurmiendodetrásdeesepardepostigoscerrados.Dormiría,vueltaunpocodelado,conlacarasobreelbrazo,comouna niña que se esconde para llorar, con los cabellos iguales abiertos enabanico,delanucaalasmejillas.Éllahabíavistodormirtantasvecesdesdesu infancia… Conocía bien ese ademan triste y dulce que sólo adoptabaduranteelsueño.

El temor a despertarla telepáticamente hizo que Philippe se volviera enseguidahacialacarretera,blancaenlanochelechosadelcuartocrecientequeguiabasuspasos.Duranteunmomentosesintióinterpeladoporlaansiedadyelamordeestaadolescente,quesemanteníavigilanteenmediodelsueño.Supeso,muchomásqueelmiedofríoquehielaaunmuchachodedieciséisañoscaminodesuprimeraaventura; supeso ibaaconvertir talvez lapruebaentareadifícilyelorgullosodelirioencuriosidadsinvalor…Perosólotitubeóunmomentoantesdecomenzaracorrer,conelmismogestodesofocoydeinvocación a la luna, por la otra vertiente de la cuesta, que, ya de regreso,acababadesubirmáslentamente.

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«Lasdos»,contóPhilippeconeloídopuestoenelrelojdelpueblo.Loscuatrocuartoscristalinos, lasdoshorasgravesviajaronsuavementea travésdelabrumasalinaytibia.Yañadióritualmente:«Hacambiadoladireccióndelviento;seoyeelrelojdelaiglesia.Vaacambiareltiempo…»;elsonidodeestafrasefamiliarlellegódesdemuylejos,comodeotravidapasada…Sesentó sobre lahierbaquebordeabaunarriate, delantede lavilla, empezóallorarbruscamenteyseavergonzódesuslágrimashastaquecomprendióquellorabaconplacer.

Alguien, junto a él, exhaló un suspiro; era el perro del guarda que,agazapado,dormitabaenelpaseodelaarena.Philseinclinó,acaricióelpelodejabalíylanarizsecadelanimalamigo,quenohabíaladrado.

—Fanfare…miviejoamigoFanfare…

Peroelperro,cargadodeañosyconuncarácterbretón,selevantóyfueaacostarseaotraparte,haciendounruidodesacoviejo.

Lamareamuerta,adormecidabajolabrumaenlaparteinteriordelprado,enviaba hacia la playa unas olillas extenuadas que percutían débilmente amodo de ropa mojada, de minuto en minuto. No había ningún pájarodespierto, excepto un mochuelo que imitaba socarronamente al gato, tanprontoen la copade tiemblomásblancoque labruma, comoenel setodehuseras.

Lentamente, el pensamientodePhilippe fue recomponiendoeldecoradofamiliar,queselehabíatornadoajeno.Lapazdelanoche,quesueleliberaralos hombres de todos sus cuidados, le ofrecía el refugio, la transiciónnecesaria entre su antigua vida, su remanso estival de todos los años, y ellugar, el clima donde se arremolina una indiscernible tormenta de colores,perfumesyluces,decuyadisimuladafuentesurgíalomismoundardoagudoqueunacortinadeaguapálidayescasa…Mueblesyfloresparecíanperdersuequilibrio,mostrandoaquellossusdelgadaspiernasdeciervas,éstaselenvésfelposo de sus hojas, sus tallos rígidos en un agua pura. Lugar y clima,elementos traicioneros en los que una mano y una boca de mujer habíandesencadenado a su antojo el aniquilamiento de un universo tranquilo, elcataclismoque—comoelpuenteluminosoqueselevantaenelcielodespuésdelatormenta—habíabendecidoelarcodeunbrazodesnudo.

Almenos, la tempestadyahabíapasado.Sólo lequedóuncansanciodenadador, unamansedumbrevagayuniversal denaufragoque llega a tierra.

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Más favorecido que esos jóvenes que, desgarrados a menudo, acaban detrocarunalargaangustia,fecundadadeensoñacionesilimitadas,porunplacerqueen losucesivo limitarásussueños,él regresabaúnicamenteconelpesodel estupor normal, consciente a la manera del borracho ahíto que sienteoscilar,cuandosemueve,lamasaenfriadadelvino,cuyoespírituardienteyligerosehaevaporado.

Eldíaestaba lejosaún,peroyaunamitadde lanoche,másclaraque laotra,dividíaelcielo.Unanimalillo,unerizoounaratatalvez,arañólatierraalcorretear.Elprimersoploprecursordelaaurorahizorodaralgunospétalosporelpaseo,lesdevolvióasureposo,sedesvanecióytodovolvióaquedarinmóvil. En el lejano reloj se desgranaron ensoñadoramente tres horas; laprimeralímpidaycercana,lasotrasdosapagadasporunabocanadadeviento.UnaparejadechorlitospasóporencimadePhilippe,lobastantebajoparaqueéloyeraelbocinazodesusalasextendidas;ysupíopíosobreelmarllegóenla memoria abierta y sin defensa del adolescente hasta el fondo de unosquinceañospuros,suspendidosdeunaorillarubia;hastaunaniñaquecrecíaasuladoyqueteníalacabezarubiayerguidacomounaespiga.

Selevantóehizounesfuerzofísicoparareconocerse,paraobligaralquehabía estado descansando allí —cerca de la barrera blanca y del perroacostado—aserelmismoqueaquelque, lavíspera, sedirigieracon temorhaciaKer-Annaapoyándoseenlabarrerablancayacariciandodistraídamentealperroacostado.Peronopudo.

Sepasóporlacaralasmanoscalientes,queleparecieronmássuavesquedecostumbre,impregnadasdeunperfumequeseesfumabacuandointentabafijarlo en su nariz, pero que vibraba alrededor suyo, como sucede con elaroma de ciertas plantas olorosas de hojas frágiles. En ese instante, en lahabitacióndeVincabrilló,ysedesvaneciópocodespués,elresplandordeunalámparaentrelashojasdelaventana.

«Estádespierta.Acabademirarlahora.¿Porquénodormirá?».

AtravésdelasparedesviocómoVinca,extendiendounbrazo,encendíala lámpara,mirabaelpequeñorelojcolgadode lacamadecobreyvolvíaaecharsobrelaalmohada,trasapagarlalámpara,sucabezaysupelo,queolíaaniñolimpioyalavanda.Adivinóque,acausadelanochebochornosa,teníaal aire sus hombros morenos, tachonados de blanco en la zona donde lostirantes de bañador la protegían del sol; y la forma del cuerpo largo y

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vigorosodesuamiga—cuerpofamiliar,provistocadaañodebellezasnuevasyprevistas—seleapareció,llenándoledeestupor.

¿Quéteníanencomúnestecuerpo,elempleoqueelamorpodíahacerdeél, sus fines inevitables, y el destino de otro cuerpo de mujer, de unaimplacabilidadapasionadaydeunaencantadoraehipócritapedagogía?

—Novolverémásconella—dijoenvozalta.

Hasta ayer mismo, Philippe no había dejado de medir, con ánimopaciente, el tiempo que faltaba para que Vinca le perteneciera. Hoy,empalidecido por una enseñanza que dejaba en su cuerpo el temblor y lasuavidaddeladerrota,retrocedíacontodosuseranteunaimageninsensata…

—¡Nuncajamás!…

El alba apuntaba con rapidez. Pero ninguna ráfaga de viento venía adisipar la bruma salina, a la que iba ganando terreno el rojo de la aurora.Philippetraspasóelumbraldelacasaysubiósinhacerruidoasuhabitación,cargada todavía del calor sofocante de la noche; abrió los postigos y seapresuróenafrontaranteunespejosunuevorostrodehombre…

En un rostro enflaquecido por el cansancio, vio dos ojos lánguidosagrandadospor lasojeras,unos labiosque,porhaber tocadounaboca roja,conservabanunpocodecarmín,yunpelonegrodesordenadosobrelafrente—rasgoslastimosos,ymenosparecidosalosdeunhombrequealosdeunajovendolorida.

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Capítulo12

Los gritos de los jilgueros, en el momento en que Philippe se durmió,empezaban a reclamar el alpiste que Vinca les echaba a puñados por lasmañanas.El palpitante sueño dePhilippe soportómal sus gritos ligeros; suduermevela losmudaba en pequeñas virutas demetal enrollado, arrancadasdelcascodolorosoquecubríasucráneo.Cuandoestuvototalmentedespierto,elhermosodíaresonabaconelbulliciodelasgallinasponedoras,lasabejasyunatrilladora;elmarestabaverde,rizadoporelvientofrescodelnoroeste,yVincareía,vestidadeblanco,bajolaventana.

—¿Quélepasa?Pero¿quélepasa?Eh,Phil,¿tehapicadolamoscadelsueño?

Y las Sombras familiares, casi invisibles como la antigua mancha delmuro, como la yedra o el liquen; las Sombras desdeñadas por los dosadolescentesrepetíanalrededordeella:

—¿Quélepasa?Pero¿quélepasa?¡Habrátomadoadormideras!

Éllosmirabadesdeloaltodesuventana.Teníalabocaentreabierta,unaespeciedehorroringenuoenlosrasgos,yunapalideztalquelarisadeVincaseapagó,apagandolasotrasrisas:

—¡Oh!…¿Estásenfermodeverdad?

Élseechóhaciaatrás,comosiVincalehubieselanzadounguijarro.

—¿Enfermo?¡Vaisaversiestoyenfermo!Enprimerlugar,¿quéhoraes?

Abajovolvieronaoírselasrisas:

—¡Lasoncemenoscuarto,somarmota!¿Vienesabañarte?

Élasintióconlacabeza,cerrólaventana,yloscristalesrecubiertosdetullosumieronnuevamenteenelabismonocturnoporelquediscurríalaesteladeun recuerdo, negra, untuosa, indolente entre las aristas luminosasque se

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izabanenlaclaridad,adoptandoelcolordeloro,delacarne,elbrillodeunojohumedecido,deunasortijaounauña…

Sequitó el pijama, sepuso rápidamente el bañadory, en lugar debajarsemidesnudo,comotodoslosdías,atócuidadosamentelacuerdadesubata.

Vincaleesperabaenelpradodemar,bronceandoapaciblementealsolsusaltaspiernasysusbrazosfinosdeunmorenobermejodepancampesino.Elazul incomparable de sus ojos, bajo un pañuelo azul desteñido llenó aPhilippedeunaseddeagua fresca,deun fuertedeseodeolassaladasydebrisa.Almismotiempo,constatolaevidenciadeuncuerpofemineizadodíaadía,lasdurasrodillasfinamentecinceladas,loslargosmúsculosdelosmuslosyloscostadosfieros.

«¡Quésólidaes!»,pensóconunaespeciedetemor.

Se zambulleron juntos y, mientras Vinca golpeaba alegremente con laspiernasybrazos lasdébilesolas, y escupía agua al cantar,Philippe, pálido,luchaba contra sus escalofríosynadaba con los labios apretados.Como lospies desnudos de Vinca atrapasen uno de sus pies, Phil dejó de nadar almomento,sefueapiqueyreaparecióunossegundosdespués.Peronotomórepresaliasydespreció losconsabidosgritos, retosycombatesdefocasquehacíandelbañoelmejormomentodeldía.

Lesrecibiólaarenacaliente.Sezurraronaconciencia;Vinca,armadaconuna piedra, apuntó a un pequeño arrecife cornudo y dio en el blanco acincuenta metros, mientras Philippe se maravillaba desconfiado, olvidandoqueélmismohabíaformadoasuamigaenesosjuegosdechicos.Sesentíablando, superior a sí mismo, próximo a desfallecer; ninguna arroganciamasculinarevelabaquelanocheanteriorhabíahuidodelacasadesuinfanciaparacorrersuprimeraaventuraamorosa.

—¡Sonlasdoce!¡Phil!Estándandolasdoceenlaiglesia,¿oyes?

Vinca, de pie, sacudía las puntas húmedas e iguales de sus cabellos.Alcomenzaracaminaraplastóuncangrejo,quecrujiócomounanuez.Philippesintióunacrispaciónterrible.

—¿Quépasa?—dijoVinca.

—Haspisadouncangrejo…

Ellasevolvió,mostróalgransolsusmejillasdemelocotónmoreno,sus

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ojosdeunazuldefinitivo,susdientesblancosyelrojointeriordesuboca.

—¿Y qué? No es el primero. ¿Y cuando tú pones como cebo en lacamaronerauncangrejodescuartizado?

SeadelantóaPhilippeyfranqueódeunsaltounhoyodeduna.Durantelafraccióndeunsegundo,éllaviosuspendida,despegadadelatierra,conlospiesjuntos,inclinadayconlosbrazosarqueadoscomosiestuviesecogiendounabrazadadeaire.

«Creíaqueeramásdulce»,pensóPhilippe.

Elalmuerzo le impidiórememorarsuexperiencianocturna;aesashorasdelmediodíaseencontrabaamodorradoyconpocasfuerzaspararemoverenel fondo de su negro refugio. Tuvo que soportar los comentarios sobre supalidez poética y las críticas por su silencio y su falta de apetito. Vincadevoraba todo e irradiaba una ofensiva alegría. Phil la observaba sinbenevolencia, notaba el vigor de sus manos al cascar los bogavantes y elaltivomovimientodelcuellocuandoseechabahaciaatráselpelo.

«Debería alegrarme—pensó—. Ella no duda de nada». Pero al mismotiempo lemolestabaesa serenidad inexorableypedíacon toda sualmaqueVinca temblase como una gramínea, que estuviese consternada por unatraiciónquedeberíahaberpresentido,comounadeesastormentasindecisasque,duranteelverano,vaganentornoalabahíabretona.

«Ella dice quemequiere.Mequiere. Sin embargo, estabamás inquietaantes…».

Despuésdecomer,VincabailóconLisettealsondelfonógrafo.ObligóaPhilippeabailar también.Consultóel calendariode lasmareas,preparó lasredesparalamareabajadelascuatro,envolvióaPhilippe,yatodalacasa,consusgritosdeestudiantemientrasbuscabaelbramanteylaviejanavaja,ydespedíaasupasoelolorayodoyaalgasdesujerseydepesca,queestabaagujereado. Philippe, cansado, invadido al fin por el sueño que sigue a lascatástrofes y a las grandes dichas, la seguía con una mirada vindicativa,apretandonerviosamentelospuños.

«¡Bastarían tres palabras para cerrarle la boca!»… Pero sabía que nopronunciaríaesastrespalabras,ylanguidecíadeganasdedormirenunhoyodearenacálida,conlacabezasobrelasrodillasdeVinca…

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Alo largode lacostaencontraroncamaronesy trillas,quesehinchabandeaireparaahuyentaralagresorconsusaletasdeabanicoysugargantaarcoiris.PeroPhilseguíaperezosamentealosanimalillosdelasrocasyalosquetraían las olas. Le molestaba el sol reflejado en las charcas y se deslizabacomounnovatoentre lascabellerasviscosasdelmusgomarino.Capturaronunbogavante,yVincahurgóansiosaenel«muelle»dondevivíauncongrio.

—¿Ves cómo lo tengo cogido? —gritó ella mostrando el extremo delganchoteñidodesangrerosa.

Philpalidecióycerrólosojos.

—¡Sueltaaeseanimal!—dijoconvozsofocada.

—¡Qué te crees tú eso! Te aseguró que lograré hacerme con él… Pero¿quétepasa?

—Nada.

Ocultaba lo mejor posible un dolor que no comprendía. ¿Qué habíaconquistado, pues, la noche pasada, en la sombra perfumada, entre unosbrazos deseosos de hacerlo hombre y victorioso? ¿El derecho a sufrir? ¿Elderechoadesfallecerdedebilidadanteunaniñainocenteydura?¿Elderechoatemblarinexplicablementeantelavidadelicadadelosanimalesylasangrequebrotabadesufuente?

Respirósofocadamente,sellevólasmanosalacarayrompióensollozos.Lloró con tal violencia que no tuvo más remedio que sentarse; Vinca semantuvodepie,armadaconsuganchomojadodesangre,comounverdugo.Se inclinó; no hizo ninguna pregunta, pero escuchó como un músico elacento, lamodulaciónnueva e inteligiblede los sollozos.AlargóunamanohacialafrentedePhilippeylaretiróantesdetocarle.Elestupordesaparecióde su rostro, del que se apoderó una expresión de severidad, una muecaamargaytistequecarecíadeedad,yunmenospreciocompletamentevirilporla debilidad sospechosa del muchacho que lloraba. Luego, recogió concuidadoelcabásderafia,enelquesaltabanunospeces,ysucamaronera;seciñó a la cintura el gancho como si fuese una espada y se alejó con pasofirme,sinmiraratrás.

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Capítulo13

Nolavolvióaverhastaunpocoantesdelacena.Ellahabíacambiadosuropadepescaporelvestidodecrespónazul,fielalcolordesusojos,festoneadoderosa.Phil sediocuentadeque llevabamediasblancasyzapatosdeante,yesteatuendodominicalloinquietó.

—¿Hay alguien invitado a cenar? —preguntó a una de las Sombrasfamiliares.

—Cuentacubiertos—respondiólaSombraencogiéndosedehombros.

Agostoyaestabaterminandoyyasecenabaalaluzdelaslámparas,conlas puertas abiertas al poniente verde, donde aún nadaba un huso de cobrerosa.Elmardesierto,deunazul-negrodegolondrina,dormía,ycuando loscomensalescallabanseoíaelpequeñoflujocansinoyregulardelasmareasbajas.Philippebuscó,entre lasSombras, lamiradadeVinca,paraprobar lafuerzadeesehiloinvisiblequelosmanteníaunidosdesdehacíatantosañosyquelospreservaba,exaltadosypuros,delamelancolíaqueagobiaelfinaldelacomida,elfinaldelaestación,elfinaldelajornada.Peroellateníalosojosclavados en su plato, y la luz de la lámpara colgante pulía sus párpadosabombados,susmejillasredondasymorenasylapequeñabarbilla.Entoncesélsesintióabandonadoybuscó—másalládelapenínsulaenformadeleónque avanzaba, coronada de tres estrellas temblorosas, sobre el mar— elcamino,blancoenlanoche,quellevabaaKer-Anna.Unashorasaún,unpocomásdecenizaazulenelcieloteñidodeauroraporelponiente,unascuantasfrasesritualesmás,como:«Eh,eh,queyasonlasdiez.¡Niños,parecequeoshabéis olvidado de que aquí nos acostamos a las diez!». «Fíjese,madameAudebert, que hoy no he hecho nada de extraordinario y, sin embargo,mesientotancansadocomosinohubieraparado…».Lostintineosdelavajilla,elduroclaqueteodelasfichasdedominóenlamesavacía,algúngimoteodeLisette que, aun cayéndose de sueño, no quería ir a acostarse…Un nuevo

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intentoporreconquistarlamirada,lasonrisainterior, laconfianzadeVinca,misteriosamenteherida,ysonaríalahora,lamismahoraque,lavíspera,habíavistoaPhilippemarcharsefurtivamente…Pensóenellosinundeseopreciso,sinplanpreestablecidoycomoobligado,porelhumordeVinca,abatirseenretiradahaciaotrorefugio,otrohombromásdulce,uncaloreficazyurgentepara este convaleciente placer, maltratado, además, por la hostilidadapasionadadeunadolescente…

Unoaunosefueroncumpliendotodos losritos;unasirvientase llevóaLisettelloriqueandoymadameFerretpuso,sobrelamesaespejeante,elseisdoble.

—¿Vienes, Vinca? ¡Qué molestos resultan estos bómbices chocandocontinuamentecontralaslámparas!…

Ellalesiguiósinresponder,yambospudieroncontemplartodavía,cercadelmar,esaclaridadquedejatrasdesídurantetantotiempoelcrepúsculo.

—¿Quieresquevayaabuscartuchal?

—No,gracias.

Caminaronbañadosdeunvahoazulmuy ligero,quesubíadelpradodemaryqueolíaaserpol.Philippeseabstuvodecogerelbrazodesuamigayseasustódesudiscreción.

«Dios mío, ¿qué pasa entre nosotros? ¿Es que ya no nos reconocemosmutuamente? Ya que ella ignora lo que ha pasado allí, tal vez yo debaolvidarlo; ¿volveremos a ser felices como antes, desgraciados como antes,unosolocomoantes?».

Peronoañadióasudeseounafehipnótica,puesVincacaminabaasuladofría y tranquila como si su gran amor la hubiese dejado y no percibiera laangustia de su compañero. Así pues, Phil sintió que se acercaba la hora yexperimentouna trepidación similara la fiebreque tuvodespuésdeldíaenque, picado por un pejearaña, sintió en su brazo vendado la quemazónreavivadaporlamareacreciente…

Sedetuvoyseenjugólafrente:

—Meahogo.Nomeencuentrobien,Vinca.

—Noestásbien,desdeluego—repitióhaciendoecolavozdeVinca.

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Élcreyóquesetratabadeunatreguayseapresuróadecirleconlavozyconelgesto:

—¡Quéamableeres!

—No—cortóella—,nosoyamable.

EstafraseinfantildioesperanzaaPhilippe,queagarróelbrazodesnudodesuamiga.

—Séqueestásenfadadaconmigoporquehelloradocomounamujer…

—No,comounamujer,no…

Élsesonrojóenlaoscuridadeintentóexcusarse…

—Datecuenta.Esecongrioalqueestuvisteatormentandoensuagujero…Susangreentuganchoparabogavantes.Derepente,sentíqueelcorazónmefallaba.

—¡Ah!Sí,elcorazóntefallaba…

FuetaninteligenteelsonidodesuvozquePhilippe,asustado,contuvolarespiración. «Lo sabe todo». Él esperó el consabido rapapolvo y unaexplosióndelágrimasyquejas.PeroVincapermaneciómuda,ytrasunalargapausa, como la calma que sigue a la tormenta, Phil se atrevió a hacer unatímidapregunta:

—¿Y basta esa debilidad mía para que, según parece, hayas dejado dequererme?

Vincavolvióhaciaéllamanchanebulosayclaradesurostro,comprimidoentrelosdossetosrígidosdelpelo:

—Phil,yosigoqueriéndote.Desgraciadamente,esonocambianada.

Él sintió como el corazón, que latía con una fuerza desacostumbrada,chocabacontrasugarganta:

—¿Sí?Entoncesmeperdonaselhabersidotan«niñita»,tanridículo.

Ellasólodudóunsegundo:

—Claroqueteperdono,Phil.Perotampocoesocambialasituación.

—¿Quésituación?

—Ladenosotrosdos.

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Ella hablaba con una suavidad sibilina que él no se atrevió a seguirponiendoapruebayquenoleproporcionabalamásmínimaalegría.SindudaVincacaptósumovimientodereplieguemental,yaqueañadióenseguida:

—¿Teacuerdasde las escenasquemehacíasyqueyo te hacía a ti, nohace ni siquiera tres semanas, porque estábamos impacientes por tener queesperaraúncuatroocincolargosañosparapodercasarnos?…Pueshoy,Phil,creoquemegustaríavolverhaciaatrásyhacermeniña.

Él esperó que ella subrayase, que comentase ese hábil, ese insidioso«hoy»,suspendidoenelairepuroyazuldelanochedeagosto.PeroVincayasabíaarmarsedesilencio.Élinsistió:

—Entonces,¿yanomeguardasrencor?¿MañanavolveremosaserVincayPhil,comosiempre?¿Parasiempre?

—Parasiempre,siquieresPhil…Venga,volvamos,hacefresco.

Ella no había repetido «como siempre». Pero Phil se contentó con estejuramentoincompletoyconlafríamanecitaqueélapretóunmomento,puesenese instante lagarruchadelpozoque sedesenrollaba, el cubovacíoquegolpeaba en las paredes cóncavas, las cortinas de una ventana abierta quechirriabaalcorrerse,losúltimosruidoshumanosdelajornada,recordaronaPhilippelahora,lamismahoraqueélhabíaaguardado,lavíspera,paraabrirlapuertade lavillaysalircorriendoensecreto…¡Ah!, luzsorday rojadeunahabitacióndesconocida… ¡Ah!, el negro bienestar, lamuerte alcanzadaporgrados,lavidarecobradamediantelentosaletazos…

Comosihubieseesperado,desdelavíspera,unaespeciedeabsoluciónporparte de Vinca, absolución ambigua que ella acababa de concederle, tansinceraenlaexpresióncomoreticenteenlaspalabras,Philevaluóderepente,como un hombre, el don que le había entregado un ángel perverso yautoritario.

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Capítulo14

—¿Ya está fijado el día de vuestra salida para París?—preguntóMadameDalleray.

—Solemos volver sobre el veinticinco de septiembre —respondióPhilippe—. Algunas veces la fecha de nuestra salida es el veintitrés, elveinticuatrooelveintiséis.Peronovaríageneralmentemásdedosdías.

—Enresumen,osiréisdentrodequincedías…,haciaestamismahora.

Philippeapartósumiradadelmar—llanoyblancocercadelaarena,yalolejoscolorlomodeatúnbajolasnubesbajas—ysevolvióconextrañezahaciaMadameDalleray.EnvueltaenunatelaampliayblancaalamaneradelasmujeresdeTahití,estabafumandogravemente;supeinadoerasencillo,ylospolvosquesehabíaechadoerandelmismocolorquesupiel.Nadaenellarevelabaqueeljovensentadonomuylejos,belloymorenocomoella,fueseotracosaquesuhermanopequeño.

—Esdecir,dentrodequincedías,¿dóndeestarás,aestamismahora?

—Estaré…enelBois, enel lago.Obien jugandoal tenisenBoulogne,con…conunosamigos.

Sepusocolorado,puesestuvoapuntodeescapárseleelnombredeVinca;Madame Dalleray sonrió, con una sonrisa varonil que le hacía parecer amenudounapuestomuchacho.Philippesevolvióhaciaelmarparaocultaralmenossurostro,quereflejabaunmalhumordediosecilloenojado.Unamanofirmeyaterciopeladaseposósobre la suya.Entonces, sinapartar lamiradadel mar apagado, una expresión de agonía dichosa subió de su bocaentreabierta a sus ojos, cuyo brillo blanco y negro se apagó entre lospárpados…

—Nohayporquéestartriste—dijodulcementeMadameDalleray.

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—No estoy triste —protestó vivamente Philippe—. Usted no puedecomprender…

Ellainclinósucabezadebrillantepelo.

—Escierto,nopuedocomprender.Notodo.

—Oh…

Philippe contemplo, con una desconfianza religiosa, a la que le habíaliberado de un secreto temible. ¿Resonaba aún en esos oídos el grito bajo,sofocado, como el grito de alguien a quien se le corta la garganta? Esosbrazos, llenos demúsculos imperceptibles, lo habían transportado—ligero,desvanecido—deestemundoaotrodistinto; esabocaávidadepalabras sehabíaacercadoparatransmitirasubocaunasolapalabratodopoderosayparamurmurar, indistinto, un canto que provenía como un eco débil, de lasprofundidadesdondelavidaesunaterribleconvulsión…Ellalosabíatodo…

—No todo—repitióellacomosi el silenciodePhilippehubiesepedidounarespuesta—.Séquenolegustaquelehaganpreguntas,yyoavecessoyunpocoindiscreta…

«Sí, como el relámpago—pensó Philippe—.En el instante que dura elzigzagdeunrayo,estamosobligadosaenseñarleloqueelmismomediodíadejaenlasombra…».

—Ymegustaríasabersivaasentirdejarme.

Eljovenbajólosojosylosposóensuspiesdescalzos.Sutúnicadesedabordadalohacíamásbello,alamaneraoriental.

—¿Yusted?—preguntócontorpeza.

LacenizadelcigarrilloqueMadameDallerayteníaentrelosdedoscayóenlaalfombra.

—No estamos hablando de mí. Se trata de Philippe Audebert, no deCamilleDalleray.

Éllevantólosojoshaciaella,mostrandolaextrañezaqueunavezmás,lecausabaesenombreasexuado.«Camille…Esverdad,sellamaCamille.Podíaprescindir de él. Paramí se llamaMadameDalleray, laDamade blanco, oElla…».

Ella fumaba lentamente y contemplaba el mar. ¿Joven? Sí, podía

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afirmarsequeerajoven:unostreintaydosaños.Impenetrablecomolosseressosegados,cuyamayorexpresiónnosobrepasalaironíamoderada,lasonrisay la gravedad. Sin retirar su mirada de la extensión donde se estabapreparandouna tormenta,pusodenuevo sumano sobre ladePhilippey laapretó,indiferenteaélypensandoensupropioplaceregoísta.Conesamanopequeñaypoderossobrelasuya,élhabló,forzadoahacersuconfesióncomoelfrutoexprimidoderramosujugo:

—Sí,losentiré.Peroesperonoserdesgraciado.

—¿Sí?¿Yporquéloespera?

Él lesonriódébilmenteysemostróenternecedor, torpe, talcomoaella,ensecreto,legustabaquefuera.

—Porque pienso que se las ingeniara usted para hacer algo… Sí, ¿hapensadoustedenalgo?

Ella seencogiódehombrosyalzó suscejaspersas.Seesforzóunpocoparaenvolversusonrisaconlaserenidadyeldesdénhabituales.

—Que sihepensadoalgo…—repitió ella—,esdecir, si no comprendomal,sileinvitaréamicasacomohagoahora,siesqueellomeplaceaún,yusted no pensará más que en reunirse conmigo, cuando sus obligacionesescolaresy…familiaresselopermitan,¿noesasí?

Élsemostrósorprendidoporeltono,peroaguantolamiradadeMadameDalleray:

—Sí—contestó—.¿Quéotracosapuedohacer?¿Meloreprocha?Nosoyunvagabundoqueanda suelto.Además,no tengomásquedieciséis añosymedio.

Ellafueruborizándosepaulatinamente.

—Yonolereprochonada.Pero¿noimaginaustedqueunamujer…otramujerdistintaamí,naturalmente,podríaofendersealnotarqueusteddesea,deella,sólounahoradesoledad?

Phillaescuchabaconatenciónlealdeescolar,consusojosabiertosdeparenparyfijosenesabocareticente,enesosojoscelososque,sinembargo,noreivindicabannada.

—No—dijoélsindudar—.Noconciboqueustedpuedasentirseherida

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porello.

«¿Tansóloeso?».Oh…tansóloeso…

Se calló, interrumpido de nuevo por la misma palidez, la mismaconsternación dichosa, la tranquila osadía de Camille Dalleray vació,midiendobienel respetoquedebía a suobra.Comodeslumbrado,Philippedejó caer su cabeza hacia delante, y esemovimiento de sumisión embriagóduranteunmomentoalaconquistadora.

—¿Meama?—dijoellaenvozbaja.

Élseestremecióylamiróasustado.

—¿Porqué…porquémelopregunta?

Ellarecuperósusangrefría,susonrisadubitativa.

—Porjuego,Philippe…

Élpermanecióunrato interrogándolacon losojosycensurándolapor latemeridaddesuspalabras.

«Un hombre maduro me hubiese dicho “sí” —pensó ella—, pero esteniño,sisigoinsistiendo,vaalloraryagritarmeentrelágrimasybesosquenomeama.¿Paraquéinsistir?Nomequedamásopciónque,obienecharlo,obien escucharlo mientras tiembla, y comprender por sus palabras el límiteprecisodemiventaja».

Ellanotóenelcorazónunapequeñacontraccióndolorosayselevantóconindiferenciaparairalaabiertabahía,comosihubieraolvidadolapresenciadePhilippe.Entróelolordelosmejilloncillosazules,descubiertosdesdelascuatrodelamañanaenlapartebajadelasrocasysedientosdeaguademar,junto con el espeso perfume de saúco hervido que exhalaban las alheñas apuntodeflorecer.

AcodadaydistraídaenaparienciaMadameDalleraynotabadetrásdeellala presencia del joven recostadoy soportaba el pesodeundeseoqueno laabandonaba.

«Meaguarda.Calculaelplacerquepuedeesperardemí.Lapasiónqueyohe hecho nacer en él se la podía haber infundido cualquier otra. Pero estepequeño burgués timorato se crispa cuando le hago preguntas sobre sufamilia,seandaconremilgosalhablarmedesucolegioyseencierraenun

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bastióndesilencioypudoralahoradenombraraVinca…Sólohaaprendidodemílomásfácil…Lomásfácil…Siempreigual:trae,depositayvuelveallevarse,comounvestido,su…su…».

Se dio cuenta de que acababa de vacilar ante la palabra «amor», y seapartódelaventana.Philippeviocomoseacercabaconavidezyposabalosbrazossobresushombros:conunempujónalgobruscohizozozobrar,ensubrazodesnudo,lacabezamorenadePhil.Cargadadeesaforma,seprecipitóhaciaelestrechoyoscuroreinodondesuorgullopodíacreerquelaquejaesla confesión de la desesperación y donde las pedigüeñas de su condiciónbebenlailusióndeliberalidad.

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Capítulo15

Durantevariashorasdelanoche,unalluvialigerahabíaevaporadolasalvia,barnizado las alheñas, las hojas inmóviles de lasmagnolias, y adornado deperlas,sinromperlas,lasgasasprotectorasconqueseenvolvía,enunpino,elnido de las orugas procesionarias. El viento dejaba reposar al mar, perocantabapordebajode laspuertasconunavozdébily tentadora,cargadaderecuerdos del año pasado y evocando apagadamente castañas asadas ymanzanasmaduras…InstigadoporélPhilippesepuso,allevantarse,eljerseydecuelloaltoazuloscurodebajodelachaquetadetelaydesayunóelúltimo,comoleveníasucediendodesdequesusueño,menospuroymenostranquilo,empezabamás tarde en la noche. Corrió en busca deVinca como si fuesebuscando,másalládelasombradeunapared,unaterrazaluminosa.Peronola encontró ni en el hall, donde la humedad avivaba el olor del artesonadobarnizadoydeteladecáñamo,nienlaterraza.Unvapordelluviaimpalpableincensaba el aire y se adhería a la piel sin mojarla. Una hoja de tiemblo,amarilla, despegada, se balanceó unmomento delante de Philippe con unagracia intencionada, luego zozobro y cayó enpicado, investida súbitamentede un peso invisible. Philippe aguzó el oído y oyó en la cocina el ruidoinvernal del carbón echado al horno.En una habitación, la pequeñaLisetteprotestóconvozagudaydespuésestuvollorandounrato.

—¡Lisette!—gritóPhilippe—.Lisette,¿dóndeestátuhermana?

—¡Nosé!—gimióunavocecillaresfriadadelágrimas.

Una brusca ráfaga de viento arrancó un trozo de pizarra del tejado y lalanzóenpedazosalospiesdePhilippe,quienlamiróconestupor,comosieldestino hubiese roto delante de él un espejo que augura siete años dedesgracias…Se sintió niño ymuy alejado de la felicidad.No tuvo ningúndeseode llamara laqueen la finca sombreadapor lospinos,unpocomásabajo, al otro lado del cabo en forma de león, hubiese gozado al verlo

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pusilánime y proclive a apoyarse en alguna indomable energía femenina…Dio la vuelta a la casa; no descubrió ni la cabeza rubia de su amiga, ni suvestido azul —color de cardo azul—, ni su vestido blanco de algodónesponjoso de un blanco de champiñón fresco. Las dos piernas morenas deVinca, de rodillas secas y finas, no se apresuraron a su encuentro; sus ojosazules,condosotrestonalidadesdeazulyalgodemalva,noflorecieronporningunaparteparaqueélreposaraallílossuyos…

—¡Vinca!¿Dóndeestás,Vinca?

—Estoyaquí,hombre—respondióunavozsosegadacercadeél.

—¿Enelcuartodelostrastos?

—Sí,aquí.

Agachada, bajo la luz fría de aquel cuarto sin ventana que sólo recibíaclaridadporlapuerta,Vincaestabaremoviendovariastelasextendidasenuntrapousado.

—¿Quéhaces?

—Ya lo ves. Estoy ordenando todo esto un poco y desechando algunascosas.Nosiremospronto;yhayque…,mamámelohadicho…

Miró a Philippe y descansó unmomento con los brazos cruzados sobresusrodillasdobladas.Éljuzgósuposturapobreypaciente,yseirritó.

—¡Nocorretantaprisa!Además,¿porquéloestáshaciendotú?

—¿Quién lo va a hacer si no? Mamá no puede a causa de su reúmacardíaco.

—Perolacriadasipuede.

Vinca se encogió de hombros y reanudo la tarea con el ronroneocaracterísticodelaslaboriosasabejas:

—ÉstossonlosbañadoresdeLisette…elverde…elazul…elderayas…La verdad es que están para tirarlos…Éste esmi vestido de festón rosa…Todavía se le puede dar algún lavado… Un par, dos pares, tres pares dealpargatas mías…Y esto, de Phil… Y esto también…Dos viejas camisascaladasdePhil…Lassisasestánrotas,perolapecheraestábien…

Extendióeltejidocalado,descubriódossietesehizounamueca.Philippe

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la contemplaba con disgusto, sufriendo, con cierta hostilidad. Lemolestabaesta horamatinal, la luz gis del color de las tejas, la humildad de la tarea.Recordó de pronto las de amor escondido allí, en Ker-Anna, einvoluntariamente estableció una comparación, comparaciónque todavía noafectabaalapersonadeVinca;Vinca,lareligióndetodasuinfancia;Vinca,abandonadarespetuosamenteporladramáticaynecesariaembriaguezdeunaprimeraaventura.

La comparación comenzó ahí, entre esos pingajos esparcidos sobre unlienzozurcido,entreesasparedesdeladrillovisto,anteesaniñavestidaconunguardapolvosvioláceo,descoloridoenloshombros.Ellaseguíasutrabajoarrodillada; lo interrumpió para echar hacia atrás su pelo bien cortado,húmedoysuaveporelbañocotidianoyelairesalado.Hacíaquincedíasquesemostrabamenosalegreymáscalmada,conunobstinadoequilibrioensuestadodeánimoqueinquietabaaPhilippe.¿Habríapreferidorealmentemorirconélestajovenhacendosa,peinadaaloJuanadeArco,atenerqueaguardarelmomentodeamarlibremente?Elmuchachodelceñofruncidoponderabaelcambio producido, si bien la contemplaba sin apenas pensar en ello. Altenerlapresentecesabaelpeligrodeperderla,ynoleatormentabalaurgenciade recobrarla. Pero a causa de ella había surgido una comparación. Unafacultad nueva de sentir, de sufrir inopinadamente, y una especialintolerancia, de las que le había dotado recientemente una bella pirata, seinflamaban al menor roce, así como esa leal injusticia y el principio deelevaciónqueconsisteenreprocharalmediocresumediocridadysufilosofía.Estabadescubriendonosóloelmundode lasemocionesque,a la ligera, sedenominanfísicas,sinotambiénlanecesidaddeembellecer,materialmente,elaltardondevibraunaperfeccióninsuficiente.Empezabaaconocerelhambreincipiente de lo que satisface a las manos, a los oídos y a los ojos —elterciopelo,lamúsicaestudiadadeunavoz,losperfumes.Noseloreprochaba,porque se sentía mejor al contacto de una embriagadora superficialidad yporqueciertasropasdesederíaoriental,asociadasconlasombrayelsecretodeKer-Anna,leennoblecíanelalma.

Obedeció, torpemente, a un designio impreciso y generoso. Incapaz derevelarseasímismoquedeseabaaunaVincaincomparable,bienarregladayungidadebálsamos,selimitóaconstatarlapenaqueexperimentabaalverlapostradaeingenuamenteafeada.Seleescaparonalgunaspalabrasduras,alasqueVincano respondió.Sepusounpocoagrio,yella le replicó justopara

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que él le lanzara toda una serie de injurias; luego se avergonzó de suviolencia.Lecostótrabajorecobrarlosbuenosmodalesyexcusarseconunaespeciedecontradicciónbaladí,que le resultoagradable.Entre tanto,Vincaseguíaatandoconsusmanospacienteslassandaliasporparesyvolviendodelrevés los bolsillos de los suéteres usados, llenos de conchas rosas ehipocampossecos…

—Quesepasquelaculpaestuya—concluyóPhilippe—.Túnorespondesnada,entoncesyopierdolosestribos…¿Porquétedejasmaltratar?

Ellaloenvolvióconunamiradademujersagaz,expertaenloscálculosylasconcesionesdelgranamor:

—Porque,mientrasmeatormentas—dijo—,almenosestásahí…

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Capítulo16

«Esteañoseacabalonuestroaquí—pensabaPhilippealgodecaído,mientrasmirabaelmar—.Vincayyo,unarealidadlosuficientementedoblecomoparaserdosvecesmásfelizqueunaindividualidad;unarealidadquefuePhil-y-Vincavaamoriraquíesteaño.¿Noesterrible?¿Yyonopuedoimpedirlo?Aquíestoyconlosbrazoscruzados…yestanoche,despuésdelasdiez,quizávaya una vez más, la última vez de las vacaciones, a casa de MadameDalleray…».

Inclinólacabezaysuscabellosnegros,plañideros,quedaronsuspendidosenelaire.

«Si tuviese que ir ahora, justo en este instante, a casa de MadameDalleray,menegaría.¿Porqué?».

Blanca bajo un sol tristón aprisionado entre dos nubes tormentosas, lacarreteraquellevabaaKer-Anna,pegadaalaladeradelacolina,ascendíayluego ocultaba su final detrás de un grupo de enebros grises de polvo.Philippemiróaotraparte,llenoderepugnanciaquesinembargo,nolehizoperderlucidez.«Sí…Peroestanoche…».

Después de tresmeriendas enKer-Anna había renunciado a esas visitasdiurnas,temiendolainquietuddelossuyosylassospechasdeVinca.Porotraparte, su extrema juventud se cansaba en seguida de inventar coartadas.Recelaba tambiéndel perfume resinosoque impregnaba todaKer-Anna, asícomo del cuerpo, lo mismo desnudo que cubierto, de aquélla a la que élnombraba en voz baja, tan pronto con el orgullo de unmuchacho libertinocomoconelremordimientomelancólicodeunesposoquehaengañadoaunamujerquerida,delaqueesamanteeincluso«amo»…

«Medescubranono,Vincayyohemosdeterminaraquí.¿Porqué?».

Ningún libro, entre todos los que libremente leía, con los codos en la

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arenaoaislado—porpudormásquepormiedo—ensuhabitación,lehabíaenseñadoquedebierapermanecerenunnaufragiotancorriente.Enlasnochessuele haber cientos de páginas como preparación al amor físico; elacontecimientocomotalocupaquincelíneas.Philippebuscabaenvano,ensumemoria, el libro donde estuviera escrito que un joven no se libera de lainfancianide lacastidadporunasolacaída, sinoquesigue tambaleándose,conoscilacionesprofundasycasisísmicas,durantemuchosdías…

Philippe se levantó y camino a lo largo del prado demar desgastado ydesmoronadoenelbordeporlasmareasdelequinoccio.Unamatadealiagas,florecida de nuevo, se asomaba a la playa agarrada y sostenida por unadelgadacabelleraderaíces.«Cuandoyoerapequeño—sedijoPhilippe—,lamatadealiagasnoseasomabaalaplaya.Elmarsehatragadotodoesto—por lomenos unmetro—mientras yo crecía…YVinca asegura que es lamatadealiagaslaquehaavanzado…».

Nolejosdeestamataseabríaesacañadaredonda,alfombradadecardosde luna, la cañada que, a causa del color de los cardos azules, recibía elnombrede«LosOjosdeVinca».Eraallídonde,undía,Philippehabíahechoa escondidas unagavilla de cardos en flor, espinosohomenaje arrojadoporencima delmuro deKer-Anna. Hoy, las flores secas, en los laterales de lacañada,parecíanquemadas…Philippesedetuvoallíunmomento;demasiadojovenpara sonreír anteel sentidomisteriosoconqueel amorenvuelvea laflor muerta, al pájaro herido o a la alianza rota, se limitó a sacudirse lamorriña: ensanchó los hombros y echó hacia atrás sus cabellos con unmovimientoarroganteytradicional,dirigiéndosementalmentereprochesquenohabríandesentonadoenabsolutoenunanovelaparajóvenesprincipiantes.

«¡Vengaya!¡Bastadedebilidades!¡Puedoafirmarcontodalarazóndelmundoqueesteañosoyunhombre!Encuantoamiporvenir…».

Oyósuspropiospensamientosyseruborizó.¿Suporvenir?Unmesantestodavíahabíapensadoenél.Unmesanteshabíavistosuporvenirpintadodedetallesprecisosypuerilessobreungranfondodifuso—suporvenir,consuantesaladeexámenes,deunnuevocursodebachillerato,detrabajosingratosaceptados sin demasiada amargura, porque «no hay más remedio,¿verdad?»— y el porvenir de Vinca enriqueciendo el suyo, el porvenirmalditoobenditoennombredeVinca.

«Alprincipiodelasvacaciones—pensóPhilippe—,yoteníamuchaprisa.

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Yahora…».Esbozóunasonrisa,unamiradadehombredesdichado.Sulabioseibaoscureciendodíaadía;elprimervello,pelusillafina,queesalbigoteloqueelhenoalahierbatiesadeloscampos,ibahinchandopaulatinamentesuboca como la de un niño triste. A esa boca se dirigía una y otra vez,impenetrable,casivengativa,lamiradadeCamilleDalleray.

«Mi porvenir, vamos a ver, mi porvenir… Es muy sencillo… Si noestudioderecho,miporvenirestáenelalmacéndepapá:neverasparahoteles;faros, piezas de recambio y accesorios para coches. La reválida, einmediatamentedespuéslatienda,losclientes,lacorrespondencia…Papánoganaenellaniparamantenerelcoche.¡Ah!,yelserviciomilitar…¿Enquéestabapensando?…Digamosque,unavezquehayaaprobadolareválida…».

Su esfuerzo se vino abajo de pronto, desbaratado por un aturdimientoilimitado,porunaprofundaindiferenciahaciatodoloqueleaguardabaenelfuturo—futuro que, sin embargo, no encerraba demasiados secretos—. «SihaceslamilienlosalrededoresdeParís,entoncesyo,duranteesetiempo…».La vocecilla amante de Vinca murmuró, en la memoria de Philippe, unainfinidad de proyectos concebidos ese mismo verano y que ahora yacían,irrelevantes y pálidos, sobre un fondo de imprenta, carentes de todailuminación.Lazonacoloreadadesusesperanzasnosuperabaelfinaldeldía,lahoradelacena,dejugaralajedrezconVincaoLisette—sobretodoconLisette,cuyosochoañosagresivos,avispadosojosyprecocidadcalculadoraaliviabanaPhilippedesufardosentimental—;nosuperaba,enfin,lahoradeiraentregarsealplacer…

«Aunque tampoco —pensó— es seguro que vaya a ir. Como no soyningún loco contando losminutos ni vuelto continuamente haciaKer-Annacomoungirasolhacialaluz,puedoreivindicarelderechodeseryomismo,deseguirsacandogustoatodoloquemegustabaantes…».

Nosedabacuentadeque,alservirsedeestapalabra,estabadividiendosuexistenciaendospartesnítidamentediferenciadas.Nosabía todavíadurantecuánto tiempo todos losacontecimientosdesuvidadeberían tropezarseconesejalón,referenciamilagrosaytrivial:«¡Ah!,sí,esoeraantes…Recuerdoqueesosucedióunpocodespués…».

Pensó,condesdényenvidia,enesoscompañerosdeclasequetemblabanmientras esperaban su turno en un umbral innoble, que franqueabanfinalmentesilbando,mintiendo,asqueadosyfanfarrones.Luegonovolvíana

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pensarmás en ello, sin necesidadde tener que interrumpir los estudios, losjuegos, los cigarros clandestinos y los debates políticos y deportivos.«Mientrasqueyo…¿seráculpadeEllaqueyonodeseenada,nisiquieraaellamisma?».

Un «tapón» de bruma, venido de alta mar, estaba invadiendo la costa.Habíaempezadoporunacortinilladeshilachadasobreelmar,errante,incapazcasidecubrirunisloterocoso.Despuésungolpedevientolohabíaatrapado,agitadoydepositadovertiginosamenteenlabahía,dondepermanecióespesoyopaco.Philippe,inmersoenlabruma,viodesaparecerenunmomentomar,playay casa, y empezó a toser enunbañodevapor.Familiarizado con losprodigiosdelclimamarino,esperóqueunsegundogolpedevientodisipasealprimero; entretanto, se habituó a esos limbos, a esa ceguera simbólica, encuyofondobrillaronsurostrososegado—recortadosobresuscabelloscomounalunapura—ylasmanosociosasqueapenashacíanningúnmovimiento.«Ellaestáinmóvil…peroquemedevuelvaamíelcursodeltiempo,laprisa,laimpaciencia,lacuriosidad…Noesjusto…Ynoseloperdonaré…».

Jugabaaserrebeldeeingrato.Unniñodedieciséisañosymedioignoraqueunordenimpenetrablecoloca,enelcaminodeaquelloscuyoamolosestáconvirtiendo en amantes apresurados por vivir e impacientes por morir, aalgunaqueotrabellamisioneraportadoradeunevangeliocarnalquedetieneeltiempo,adormeceycontentaelespíritu,yaconsejaalcuerpomadurarasusombra.

El«tapón»debrumasedisolvióderepente,aspiradoenelaire,comolasábana que se retira y deja una franja de agua efímera en cada puñal dehierba,unrocíodeperlasenlashojasafelpadas,yunbarnizhúmedoenlasglabras.

Elsoldeseptiembrevertióunaluzlimpiaamarillarenovadasobreelmar,azuladaalolejosyverdosaenlacostaacausadelasarenassumergidas.

Pasada la brumamarina Philippe respiró de placer, como quien emergebañadodeaireyclaridaddeuntúnelsofocante.Sevolvióhacialatierraparavergotear,entrelasfallasdelospeñascos,elorodelasaliagasflorecidas,yse estremeció al encontrar detrás de él, como un espíritu transportado yolvidadoporlabruma,aunchiquillosilencioso.

—¿Qué quieres, chavalín? ¿No eres tú el hijo de la cancalesa que nosvendeelpescado?

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—Sí—contestó.

—¿Nohaynadieenlacocina?¿Buscasaalguien?

Elchicuelosacudióelpolvodesuscabellospelirrojos.

—Esqueladamamehadicho…

—¿Quédama?

—Mehadicho:«DileamonsieurPhilquemehemarchado».

—¿Quédama?

—Nosé.Ellamehadicho:«DileamonsieurPhilquenohetenidomásremedioqueirmehoy».

—¿Dóndetehadichoeso?¿Enlacarretera?

Sí…Desdesucoche.

Philippe cerró un momento los ojos y se pasó la mano por la frente,parloteandoconénfasis:«Vaya,vaya,vaya…Desde sucoche, ¿eh?…Muybien…Bueno,bueno…».Abriódenuevo losojos,buscóalmensajero,queyanoestabaallí,ycreyóhabertenidounodeesossueñosbreves,esbozadoscrudamenteybrutalmenteborrados,queengendralasiesta.Peroenelsenderodelacantiladovioalniñomaléficoquesealejaba,consumatojodepeloyunremiendoazulinaycuadradoenelpantalón.

Philippe adoptó un aire disimulado y presumido, como si le estuvieraviendoaúnelmuchachodeCancale.

«¡Bah!,elquesehayaidonocambiagrancosa.Undíaantesodespués…,detodasformasteníaqueirse».

Peroempezóanotarunasensaciónextraña,casitotalmentefísica,alniveldelestómago.Dejoqueesasensaciónaumentase,inclinandolacabezaenunademánpensativoycomosihubieseescuchadounconsejomisterioso.

«Con una bicicleta, quizá… Pero ¿y si no está sola? No he caído enpreguntaralchicosiestabasola…».

Seoyóelclaxondeuncochelejano,enlacarreteradelacosta.Sutonograve y sostenido quedó en suspenso durante un rato, como el dolorproducidoporungolpebajo.

«Almenosyanotengonecesidaddepreguntarmesiestanochevoyaira

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sucasa…».

Imaginódepronto lavillaKer-Anna cerradaa la luzde la luna,con lospostigosgrises,laverjanegra,losgeraniosprisioneros,ysintióunescalofrío.Serecostóenunreplieguedelpradoseco,haciéndoseunovilloalamaneradelosperrosdecazaatacadosporalgunaenfermedad,ycomenzóaescarbarenlahierbaarenosaconunmovimientoregulardeambospies.Cerrólosojos,pueselpasodeunasnubesgruesas—consublancuraespesaehinchada—leestaba produciendo ligeras náuseas. Arañaba rítmicamente la hierba,canturreandoalmismotiempo;comolamujerentrancededaraluzquemecesufrutoysequejaprogresivamentehastadarelgrangrito.

Philippeabriólosojos,extrañado,yrecobróplenamenteelsentido.

«Pero… ¿quéme está ocurriendo? Sabía perfectamente que ella se iríaantesquenosotros.TengosudireccióndeParís,sunúmerodeteléfono…y,además, ¿qué pasa con que se vaya? Esmi amante, nomi amor…; puedovivirsinella».

Se incorporó, desgranóde las lanzasdehierba los rosariosde caracolestrepadoresalosquelasvacassontanaficionadas.Sedejóinvadirporlarisaylagrosería.

«Bueno, que se vaya. Probablemente, ésa no vive sola…Nuncame hahabladodesusaventuras…Bueno,solaoacompañada,lociertoesqueseva.¿Quépierdoyo…coneso?Unanoche,estanoche.Unanochemásantesdemimarcha.Unanoche,quenisiquieraestabasegurodedesearhaceunrato.SólopensabaenVinca…¡Bah!Unanochecitadegaudeamusmenos;esoestodo…».

Pero por su mente pasó una ráfaga de viento helado barriendo toda lajergaderecluta,lafalsaprepotencia,laburlainterior,ynodejandomásqueunasuperficiementallisa,unaconciencianítidayfríadeloquerepresentabalamarchadeCamilleDalleray.

«¡Ah!Sehaido…sehaidolejos…lamujerquemehadado…quemehadado…, ¿cómo llamar a lo que me ha dado? No hay ninguna palabra:Simplemente,me ha dado. Desde elmomento que deje de ser el niño quecreíaenPapáNoel,sóloellamehadado.Sóloellapodíaquitármelo,ymelohaquitado…».

Subió un rubor a su cara morena, y sus ojos se llenaron de lágrimas

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amargas.Sedesabotonólacamisa,sepasólosdiezdedosporelpelo,bufóderabia como alguien frenético que acaba de salir de un combate de boxeo,jadeóygritócontodassusfuerzas,conunaroncavozinfantil:

—¡Justoeraestanochecuandoyoquería!

Dirigióelrostro—coneltorsoapoyadoenlospuños—,dirigiólamiradahaciaKer-Anna invisible: unos cuantos nimbos bajos habían cubierto ya lacima de la colina abandonada; y Philippe aceptó que una maliciatodopoderosaarrasarainclusoesepuntodelmundoenelquehabíaconocidoaCamilleDalleray.

Alguien tosióunoscuantosmetrosmásabajodedondeélestaba,enesesendero de arena inconsistente en el que las piedras planas y los troncos,veintevecessujetosenformadeescalerarústica,rodabanveintevecesalañohasta la playa. Philippe vio aparecer a ras del prado de mar —y subirlentamente—unacabezaentrecana;coneltalentosimuladorpropiodetodoslos chicos se tragó su angustia, su furor de hombre traicionado, y aguardó,mudoyapacible,lallegadadesupadre.

—¿Túporaquí,muchacho?

—Sí,papá.

—¿Estássolo?¿YVinca?

—Nosé,papá.

Casi sin esfuerzo, Phil logró conservar impasible sumáscara agradable,avispada demuchachotemoreno. Su padre, delante de él, era elmismo detodos los días: un aspecto humano agradable, un poco algodonoso, decontornosborrososcomotodaslascriaturasterrestresquenosellamabanniVinca ni Philippe ni Camille Dalleray. Phil esperó pacientemente a que supadrerecobraseelaliento.

—¿Nohaspescadonada,papá?

—¡Qué va! Pero he dado un paseo. Lequérec sí que ha pescado unpulpo… ¿Ves mi caña? Pues así de largos son sus tentáculos. Esimpresionante.Lisette,si losviera,gritaríadelsusto.Tenedcuidadocuandoosbañéis.

—¡Bah!¡Yasabesquenoespeligroso!…

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Philippesepercatódequehabíaempleadountonodemasiadoaltoyfalso,propio de un jovencito picajoso. Los ojos grises y ahuevados de su padreinterrogaron a los suyos; resistió con dificultad una mirada que le parecióclara,sintapujos,limpiadelvahoaislanteyprotectorenelqueviven,juntoalospadres,loshijosllenosdesecretos.

—Tedisgustaestapartida,¿verdad?

—¿Estapartida?…Pues…

—Sí.Erescomoyo,tedisgustaráunpocomáscadaaño.Lazona,lacasa.Y,además,losFerret…Yaverásloraroqueesencontrarunosamigosconlosquesepuedapasarelveranotodoslosañossinproblemas…Aprovechalosúltimosmomentos,muchacho.Todavíaquedandosdíasdebuenavida.Loshaymásdesgraciadosquetú.

Mientrasdecíaesto,elpadredePhilvolvióasumirseenlassombrasdedondelohabíasacadounapalabraambigua,unamirada.Philippe leofreciósu brazo para franquear la pendiente resbaladiza, mostrándole esa fríaatenciónpiadosaquesueleprestardeformapaternalelhijoalpadre,siempreque el padre es un hombre tranquilo y maduro y el hijo un adolescentetumultuoso que acaba de inventar el amor, los tormentos de la carne y elorgullodeserelúnico,enmediodelmundo,quesufresinpedirayuda.

Llegadosalazonallanayestrechadondeestabasituadalavilla,Philippesoltóelbrazodesupadreypensóenbajardenuevoa laplaya,aese lugarmarcadoparasiempreenelregistrodelasgrandessoledades.

—¿Adóndevas,muchacho?

—Alláabajo,papá.

—¿Tecorremuchaprisa?…Venunmomento.Quieroexplicartealgunascosasreferentesalafinca.Hemosdecididocomprarla,Ferretyyo.Además,yalosabes:hacetiempoquevenimoshablandodeellodelantedevosotros…

Philnorespondió,noseatrevíaniamentirniaconfesarqueunzumbidosordoloapartabadelasconversacionesfamiliares.

—Ven,quetevoyaexplicar.Primerohepensado—deacuerdoconFerret— en ensanchar la villa, añadiendo dos galerías laterales, cuyos terradosservirándesendasterrazasalashabitacionesprincipalesdelprimero…¿Mesigues?

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Phil movió la cabeza afirmativamente, afectando un gesto sagaz, y seesforzóporescucharatentamente.Apesardesusesfuerzos,perdióelhiloapartir de una palabra, la palabra «saledizo», y descendió mentalmente lapendiente hasta el lugar donde el chavalillo maléfico le había dicho…«saledizo… saledizo… me he quedado en saledizo». Entre tanto seguíamoviendo la cabeza, y sumirada, impregnada de una actividad filial, iba yveníadelacaradesupadrealtejadosuizodelavilla,deltejadoalamanodemonsieur Audebert, que dibujaba ahora en el aire una nueva arquitectura.«Saledizo…».

—¿Comprendes?Todoeso loharemosFerretyyo.Oquizá túysuhijapuestos de acuerdo… ¡Quién nos asegura que no nos habremos muertomañana!

«¡Ah, ya oigo otra vez!», exclamóPhilippe para sus adentros, sacudidoporunaráfagadelibertad.

—¿Eso te hace reír?No veo qué puede haber de gracioso en ello. Losjóvenesnuncapensáisenlamuerte.

—Claroquesí,papá…

«Lamuerte…Porfin,unapalabrafamiliar,comprensible…Unapalabradetodoslosdías…».

—Haymuchasprobabilidadesdeque tecasesconVincadentrodeunosaños. Al menos eso asegura tu madre. Pero también hay muchasprobabilidadesdequenotecasesconella.¿Quéesloquetehacesonreír?

—Loqueestásdiciendo,papá…

«Loqueestásdiciendoyesasimplezadelospadres,delagentemayor,delosque,comoellosdicen,hanvivido,ysucandor,ysuturbadorapurezadepensamiento…».

—Observa que no te estoy pidiendo tu opinión al respecto en estemomento.Podríasdecirme:«QuierocasarmeconVinca»,yesomeproduciríaelmismoefectoquesimeconfesaras:«NoquierocasarmeconVinca».

—¿Ah,sí?

—Sí.Noestáismadurosaún.Túeresunbuenchico,pero…

Los ojos grises, saltones del padre, emergieron una vez más de la

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confusiónuniversalparamiraraPhilippedearribaaabajo.

—Hayqueesperar.LadotedelahijadeFerretnoserámuygrande.Peroesoquéimporta.Alprincipionosepiensaenterciopelo,sedayoro…

«Terciopelo,sedayoro…Ah,elterciopelo,lasedayeloro…rojo,negroy blanco —rojo, negro, blanco—, y el trozo de hielo, tallado como undiamante,enelvasodeagua…Miterciopelo,milujo,miamanteymiamo…¡ah!,cómovivirsinesascosassuperfluas…».

—… Trabajo… Comienzos duros… Serios… Años de pensar en… laépocaenquevivimos…

«Meduele.Aquí, en el estómago.Ymehorroriza ese roquedovioláceosobrefondorojooscuro,blancoynegro,queestoyviendoahoramismo…».

—Vida en familia… regalada… ¡Pardiez!… ¡Buena vida y buenosalimentos!…¿Quéteparece?

La boca, las palabras intermitentes, se apagaron ahogadas por un suaveruidodeaguasinvasoras.Philippenopercibiónadamás;sóloungolpedébilenelhombroyunpinchazodehierbasecaensumejilla.Luego,elruidodevariasvocesatravesódenuevo,comootrostantosislotesacerados,elbramidoigualyagradabledelasaguas,yPhilippeabriólosojos.Sucabezareposabasobrelasrodillasdesumadre,ytodaslasSombrassehabíaninclinadosobreél, formando un círculo de rostros inofensivos. Un pañuelo, empapado encolonia de lavanda, rozó su nariz, y él sonrió a Vinca, que se habíainterpuesto, con tonos de oro, pardo rosado y azul cristalino, entre él y lasSombras…

—¡Mipobreniño!

—¡Yahabíadichoyoquenoteníabuencolor!

—Estábamoscharlandolosdossolos;élestabaaquí,delantedemí,yderepente,¡paff!…

—Comotodosloschicosdesuedad,esincapazdecuidardesuestómago;losbolsillosrepletosdefrutas…

—Ylosprimeroscigarrillos,¿nolostieneencuenta?

—¡Miniñoquerido…!Tienelosojosllenosdelágrimas…

—Claro,eslareacción…

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—Además, ha pasado todo en treinta segundos, justo el tiempo que hetardado en llamaros. Ya os digo, estaba aquí, estábamos charlando y depronto…

Philselevantó,tambaleándose,conlasmejillasfrías.

—¡Notemuevas,hombre!

—Apóyateenmí,muchacho…

ÉlpreferíasujetarlamanodeVincaysonreíasinexpresión.

—Yaestoybien.Gracias,mamá.Yaestoybien.

—Alomejorquieresacostarte…

—No.Prefieroelairelibre…

—¡MiradlacaradeVinca!¡SinosehamuertotuPhil,mujer!Llévatela,venga.Y,aserposible,noosalejéisdelaterraza.

LasSombrasseperdieronformandounpelotónlento,delcualsealzabanunasmanosamigasypalabrasdeestímulo;todavíabrillóunamiradamaternalantesdequePhilippesequedasesoloconVinca,quenosonreía.Él intentóanimarla haciendo muecas con la boca y una señal tranquilizadora con lacabeza;peroella respondióconotraseñal—«no»—,sindejar,noobstante,demirar a Philippe, de observar la palidez que ponía un toque verde a subronceado,susojosnegrosyhumedecidosenlosquereflejabaunrayodesolrojizo, subocaentreabierta, susdientecillosuniformes…«¡Quéguapoeres!¡Yquétristeestoy!»,decíanlosojosazulesdeVinca…Perolapiedadnoseleía en ellos, y lamuchacha le tendió sumano dura de pescadora y tenistacomoquiencumpleuntrámitedetrabajo.

—Ven—le rogó Philippe en voz baja—.Voy a contarte… no es nada.Perovamosmejoraunlugartranquilo.

Ella obedeció; eligieron gravemente, a modo de habitación secreta, unentablamiento de roca,mojado a veces durante lasmareas vivas, las cualestraían una arena de granos grandes que se secaba pronto. Los dos estabanconvencidosdeeraimposibleconfiarunsecretoaunascolgadurasdecretonaclara, a unas paredes de pino dotadas de una resonancia musical capaz detransmitir,durantelanoche,lanoticiadequeunodelosmoradoresdelacasadabaalinterruptor,tosíaodejabacaerunallave.Salvajesasumanera,estosdosniñosparisinossabíanescapardelindiscretohábitathumanoybuscaban

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laseguridaddesuidilioysusdramasenmediodeunpradoalaire libre,albordedeunárearocosaoenlapartecóncavadeunaola.

—Sonlascuatro—dijoPhilippeconsultandoelsol—.¿Quieresquevayaabuscartumeriendaantesdeacomodarnos?

—Notengohambre—replicóVinca—.¿Túsiquieresmerendar?

—No,gracias.Esepequeñodesmayomehaquitadoelapetito.Siéntateenelfondo,yoestoymejorcercadelborde.

Empezaronahablarconsencillez,intuyendopalabrasgravesounsilenciocasiigualmenterevelador.

El sol de septiembre espejeaba las piernas lisas y morenas de Vinca,dobladasalbordedesuvestidoblanco.Debajodeellos,unoleajeinofensivo,lamido y calmado por la bruma pasajera, danzaba con suavidad y adquiríagradualmenteelcolordelbuentiempo.Gritaronlasgaviotas,yunrosariodebarcas fue desgranándose, una vela tras otra, saliendo de la sombra delMeingayalejándosehaciaaltamar.Sepercibióenlabrisauncantoinfantil,agudo, tembloroso; Philippe se volvió, sintió un estremecimiento y exhalóunaespeciedequejido irritado:en lomásaltodelacantilado,conunmonoazulinaycabellospelirrojos,unchavalín…

VincasiguiólamiradadePhilippe.

—Sí—dijoella—,eselchico.

Philrecobrósusangrefría.

—¿Terefieresalchicodelavendedoradepescado?

Vincasacudiólacabeza:

—Elchico—rectificóella—quehahabladocontigohaceunrato.

—Quehahabladoconmigo…

—Elchicoquehavenidoainformartedelamarchadeladama.

Philippeaborrecióderepenteelresplandordeldíaylaarenasobrelaqueestabarecostado,yelvientomoderadolequemólamejilla.

—¿De…dequéestáshablando,Vinca?

Ellanosedignóaresponderyprosiguió:

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—El chico te andaba buscando, se ha encontrado conmigo y me lo hadichoamíprimero.Además…

Terminóconungestofatalista.Phil respiróprofundamente,notandounaespeciedebienestar.

—Ah…Entonces,túsabías…¿Quéesloquesabías?

—Algunascosassobreti…Nodesdehacemucho.Meenterédetodoloqueséalavez,hace…tresocuatrodías;peroyasospechaba…

Ellasecalló,yPhilippepercibióbajosuspupilasazules—en loaltodelas frescasmejillas infantiles de su amiga— el nácar, el surco de lágrimasnocturnasydeinsomnio,esereflejosatinado,colorclarodeluna,quesóloseveenlosparpadosdelasmujeresobligadasasufrirensecreto.

—Bien —dijo Philippe—. Entonces podemos hablar, a menos que túprefieraslocontrario…Harécomoquieras.

Ella reprimióunpequeñomovimientode lascomisurasde laboca,peronolloró.

—No,podemoshablar.Creoqueesmejor.

Ambos experimentaron una amarga e idéntica satisfacción al saber quedesterrabandesuconversaciónlaconsabidapeleaylamentira.Espropiodelos héroes, de los actores y de los adolescentes sentirse a gusto sobre unestrado. Estos niños esperaban obstinadamente que de su amor naciera undolornoble.

—Escucha,Vinca,Cuandomeencontréporprimeravezcon…

—No, no—interrumpióVinca precipitadamente—. Eso no. No te pidoeso.Yalosé.Allí,alfinaldelcaminodelfuco.¿Creesqueloheolvidado?

—Pero—protestóPhilippe—deaqueldíanohabíanadaqueolvidarniquerecordar,porque…

—Nosigas,porfavor.¿Creesquetehetraídoaquíparaquehablemosdeella?

Se dio cuenta, por la aspereza sencilla del tono de Vinca, de que suspalabrashabíancarecidoalmismotiempodenaturalidadydecontrición.

—Vasahacerlaexposicióndevuestrosamores,¿verdad?Notemolestes.

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El miércoles pasado, cuando volviste, yo estaba levantada, con la luzapagada…Te vi… como un ladrón… Era ya casi de día. Vaya pintas quetraías…Fue entonces cuando iniciémis pesquisas, ¡qué te crees! Sabes desobraque lagente se enterade todo loquepasaen la costa.Solamente lospadresestánenBabia.

Philippe, sorprendido, frunció el ceño. La innata brutalidad femenina,realzadaenVincaporloscelos,leofendía.Alentrarenesterefugiocolgantesehabíasentidocapazdeunaconfianzatierna,dederramarlágrimas,deabrir,enfin,sucorazónporentero…

Pero no admitió esa furia de tigresa herida, esta rudeza expeditiva quecerrabacompletamenteelpasoasusdescripcionespintorescasyjactanciosas,yquesóloconducíaa…¿aqué,enrealidad?

«Probablementeahoraestarásintiendoganasdemorir—sedijo—.Yaqueundíadeseómoriraquímismo…».

—Vinca,tienesqueprometerme…

Ellaleprestóoídos,sinmirarle,ytodosucuerpoexpresó,coneseligeromovimiento,suposturadeironíaeindependencia.

—Sí,Vinca…Tienesqueprometermequenienestasrocas,nienningúnotrolugardelatierra,intentarás…intentarásquitartelavida…

—¿Quédices?¿Quitarme…quitarmelavida?

Él puso lasmanos sobre los hombros deVinca ymeneó la cabeza a lamaneradeunhombreexperimentado:

—Te conozco bien, querida. Sin ningún motivo, te quisiste dejar caerdesdeaquímismohaceseissemanas,yahora…

Mientrasélhablaba,lascejasarqueadasdeVincasemanteníantensasdeestupor.ConungirodehombrosseliberódelasmanosdePhilippe.

—¿Ahora?…¿Morir?…¿Porqué?

ÉlsesonrojóaloírestaúltimapalabrayVincainterpretósuruborcomounarespuesta.

—¿Acausadeella?—exclamóVinca—.¡Estásloco!

Phil, abrumado,arrancóunmanojode finahierbayse sintióde repente

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cuatroocincoañosmásjoven.

—¡Siempre se está loco cuando uno pretende saber lo que quiere unamujer,yseimaginaqueellasabeloquequiere!

—Pero yo lo sé, Phil. Lo sé muy bien. ¡Y también lo que no quiero!¡Puedes estar tranquilo, que nomemataré a causa de esamujer!Hace seissemanas… Sí, quise dejarme caer y arrastrarte conmigo. Pero ese día yoqueríamorirportiypormí…pormí…

Cerrólosojos,echólacabezahaciaatrás,acaricióconlavozlasúltimaspalabrasysepareció,conunafidelidadextraña,atodaslasmujeresqueechanlacabezahaciaatrásycierran losojosabrumadasde felicidad.Porprimeravez, Philippe reconoció enVinca a aquella que, con los ojos cerrados y lacabezaabandonada,parecíaestarseparándosedeélenlosprecisosinstantesenqueéllateníaalalcancedesusbrazos…

—¡Vinca!¡Vinca,porfavor!

Ellaabriólosojosyseenderezó.

—¿Qué?

—¡Eh,noteextasíes!¡Vayacaradepasmarote!

—¡Yonoestoypasmada!Esoesmáspropiodeti:¡elfrascodesales,elaguadecoloniaylostemblores!

De vez en cuando se deslizaba entre ellos, misericordiosa, la ferocidadinfantil.Éstalesdabalasfuerzasylesprestabaunalucidezanacrónica,paralanzarlosluegoalalocuradesusmayores…

—Mevoy—dijoPhilippe—.Medasmuchapena.

Vincaserió,conunarisaatropelladlaydesagradable,comocualquierotramujerherida.

—¡Fantástico!Ahoraresultaqueerestúelapenado,¿no?

—Puesclaroquesí.

Ella soltó un grito de pájaro irritado, penetrante, imprevisto, que hizoestremeceraPhilippe.

—¿Quéteocurre?

Sehabíaapoyadosobrelasdosmanosabiertas,casiacuatropatas,como

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unanimal.Éllaviorepentinamentedesenfrenadayenrojecidadecólera.Lacortinadepelo,partidaendos, tendíaa juntarsesobresucara inclinada,nodejaba vermás que su boca roja y seca, su nariz corta ensanchada por unarespiracióncoléricaylosojosdeunazuldellama.

—¡Cállate, Phil! ¡Cállate! ¡Te podría hacer mucho daño! ¡Te quejas,hablasde tupena, tú,quemehasengañado, tú,elembustero,elquemehaabandonado por otramujer! ¡No tienes ni vergüenza, ni sentido común, nipiedad!¡Mehastraídoaquísóloparacontarme,amí,amí,loquehashechoconotramujer!¡Disimeequivoco!¡Vamosdilo!

Ellagritaba,másagustoensufurorfemeninoqueunpetrelenunaráfaga.Volvió a sentarse con violencia; palpando con las manos, encontró unfragmentoderocaquelanzóalmar,conunafuerzaqueconfundióaPhilippe.

—Cállate,Vinca…

—¡No,novoyacallarme!¡Primero,estamostotalmentesolosy,además,quiero gritar! Creo que hay motivos para gritar, ¿no? Me has traído aquíporquequeríascontarmeconpelosyseñalestodoloquehashechoconella,por el placer de ser oído, de decir ciertas palabras… de hablar de ella, depronunciarsunombre,¿eh?,esoes,pronunciarsunombre…

De repente, ella le propinó un puñetazo tan imprevisto y varonil que élestuvoapuntodeabalanzarsesobreellaygolpearlaaplacer.LecontuvieronlaspalabrasqueacababadevociferarVinca,ysumasculinaeinnatadecenciaretrocedióanteloqueellahabíaintuidotanbienymanifestadosinrodeos.

«Piensa,creequeyosentiríaplacerencontarle…¡Oh!,yesVinca,Vincaquienimaginaesascosas…».

Ella se calló un momento y tosió, colorada hasta el nacimiento de lagarganta.Se deslizaronde sus ojos dos pequeñas lágrimas, pero aún estabalejosdeladulzurayelsilenciodelaslágrimas.

«Entonces,¿yonohesabidonuncaloqueellapensaba?—sedijoPhilippe—.Todassuspalabrassontansorprendentescomoesafuerzaqueamenudohe observado en ella, cuando nada, cuando salta, cuando arroja algunapiedra…».

ÉldesconfiabadelosmovimientosdeVincaynolequitabaojo.Elcolorradiantedesu tez,desusojos, laprecisióndesusiluetadelgada,elpliegue

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tensode suvestidoblanco sobre las largaspiernas, relegabanaun segundoplanoelsufrimiento,casidulce,quelahabíallevadoaecharseinmóvilsobrelahierba…

Philippeaprovechólatreguayquisomostrarsumayorsangrefría.

—Hasvisto comoyono te hepegado,Vinca.Tuspalabras lomerecíanmásquetugesto.Peronohequeridopegarte.Habríasidolaprimeravezquemehubiesedejadollevarpor…

—Claroqueno—interrumpió ella conunavoz ronca—.Pegarás a otraantesqueamí.¡Yonoserélaprimeraennada!

Esos voraces celos lo calmaron; habría querido reír, pero la vengativamirada de Vinca le hizo cambiar de opinión. Ambos quedaron silenciosos,vieronelsoldescenderpordetrásdelMeingayunamancharosa,encorvadacomounpétalo,bailarenlacrestadetodaslasolas.

Los cencerros de las vacas tintinearon en lo alto del acantilado. En ellugar donde el fatídico muchachito había estado cantando hacía un ratoaparecióunafiguracornudadecabranegra,quesepusoabalar.

—Vincaquerida…—suspiróPhilippe.

Ellalemiróconindignación.

—¿Esamíaquienteatrevesallamardeesamanera?

Élinclinólacabeza.

—Vincaquerida…—suspiró.

Ella se mordió los labios y reunió todas sus fuerzas para contener elempujedelaslágrimas;notóunnudoenlagarganta,selehincharonlosojos,ynosearriesgóahablar.Philippe,conlanucaapoyadaenunarocabordadade una espuma rasa y violácea, contemplaba el mar y tal vez no la veía.Porque estaba cansado, porque hacía buen tiempo, porque el momento, superfumey sumelancolía lo exigían, suspiraba: «Vincaquerida…», como sihubiese suspirado: «¡Ah, qué felicidad!»… o bien: «¡Cómo estoysufriendo!…». Su nuevo dolor exhalaba las palabras más antiguas, lasprimeraspalabrasnacidasdesuslabios;comoelsoldadoveteranoque,alcaerencombate,gimeelnombredesumadreyaolvidada.

—¡Cállate, malvado, cállate!… ¡Cómo has podido hacerme esto!…

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¡Cómohaspodido!…

Ella dio libre curso a sus lágrimas, que rodaban si dejar surcos por elterciopelo de sus mejillas. El sol jugaba en sus ojos desbordantes,ensanchando el azul de sus pupilas. En la parte alta el rostro de Vincaresplandecía una amante dolida por todo, y lo bastante magnifica paraperdonarlotodo;conbocaybarbillatemblorosas,gesticulabagraciosamenteunajovencitadesolada,unpococómica.

Sindejardeapoyarseenladuraalmohada,Philippedirigióhaciaellasusojosnegros,dulcificadosporlamelodiosidaddesupropiallamada.Lacólerahabíahechoqueestamuchachitaacaloradaexhalaraunolordemujerrubia,emparentadoconlaflordeuñadegatarosayconeltrigoverdeaplastado,unolor alegre y mordiente que contemplaba esa idea de vigor que se habíaformado Philippe a través de todos los gestos de Vinca. Sin embargo, ellalloraba y balbucía: «¡Cómo has podido hacer esto!…».Queriendo contenerlas lágrimas semordió unamano, en la que quedómarcado el semicírculopúrpuradesusjóvenesdientes.

—¡Salvaje!…—dijoPhilippeamediavoz,conlaconsideraciónafectuosaquehubiesemostradoaunadesconocida.

—Másdeloquetúcrees…—añadióellaenelmismotono.

—¡Pero no me lo digas! —exclamó Philippe—. ¡Incluso tus másinsignificantespalabrasparecenunaamenaza!

—Anteshabríasdichoqueparecenunapromesa.

—¡Eslomismo!—protestóélconvehemencia.

—¿Porqué?

—Porquesí.

Élmordisqueóunabriznadehierba,decididoaserprudente;además,eraincapazdeprecisarconpalabraslasvagasreivindicacionesdelibertadmental,dederechoalamentirarelajanteycortés,quefomentabanenélsuedadysuprimeraaventura.

—Mepreguntocómometragarásluego,másadelante,Phil…

Parecíaconsternadayvacíadeargumentos.PeroPhilippesabíaquepodíavolveraencabritarseyrecobrarmágicamentetodasufuerza.

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—Notelopreguntes—lerogóPhilescuetamente.

«Másadelante…másadelante…¡Yaquierehipotecarelporvenir!¡Tienesuertedepoderpensarenelcolordelporvenirenestemomento!Noesella,sinosunecesidaddedejarloscabosbienatadoslaquehabla…Ellaestábienlejosdesentirdeseosdemorir…».

En su egoísmo, Phil se negaba a reconocer la misión de durar,encomendada a todas las especies femeninas, y el augusto instinto deinstalarse en la desgracia, explotándola como una mina de materialespreciosos.Influido,además,porlahoraavanzadadeldíayporelcansancio,nopudoresistirmásaesaniñacombativa,queluchabademaneraprimitivapor salvar del naufragio a su pareja. Se sustrajo con el pensamiento a supresenciayse lanzó trasuncochequerodabasobreunanubehorizontaldepolvo; se asomó, como un mendigo, a la ventanilla del coche en que ibaapoyadaunacabezaadormecidabajounturbantedevelosblancos…Reviviótodos losdetalles; laspestañaspintadasdenegro, la señalnegraal ladodellabio, los orificios nasales palpitantes y apretados; rasgos todos ellos quesiempre había contemplado desde muy cerca, ¡ah!, desde tan cerca…Desorientadoyasustadoselevantó,atemorizadoanteelposiblesufrimientoysorprendidoporhaberdejadodesufrirmientrascharlabaconVinca…

—¡Vinca!

—¿Quétepasa?

—Creo…creoquenomeencuentrobien…

Unbrazoirresistibleagarróelsuyoyleobligóatumbarseenlapartemássegura del nido escarpado, pues estaba tambaleándose cerca del borde.Tanabatidocomoestaba,nopudosacarfuerzasdesímismoydijotansólo:

—Creoquelomássencilloseríaeso…

—Vamos,nodigastonterías.

Ella no intentó convencerlo con palabras de lo absurdo de su trivialdesesperación.Recostócontraellaelcuerpodelmuchachodebilitadoyapretóla cabeza morena en su pecho, redondeado por un poco de carne suave,totalmentenueva.Philippeseabandonóauna relajaday recientecostumbrede pasividad, adquirida en medio de brazos melosos; así buscó, con unaamargura apenas soportable, el perfume resinoso, el cuerpo accesible, al

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tiempoquegemíaexangüeelnombrede«Vincaquerida,Vincaquerida…».

Ellaaceptóacunarleaeseritmoqueimprimen,conlosbrazoscerradosylas rodillas juntas, todas las criaturas femeninas en todo el mundo. Lomaldecíaporestartanapenadoytanmimado.Lehabríagustadoqueperdieralarazónyolvidase,eneldelirio,unnombredemujer.Ellaloregañabaparasus adentros: «Pero ¿por quién me has tomado? Ya verás de qué soycapaz…»,alavezqueleretirabadelafrenteunpelonegro,cualunagrietafinaenmediodeunmármol.Saboreóelpeso,elcontactonuevodeuncuerpodehombrejovenalqueayertodavíallevaba,riendoycorriendo,ahorcajadassobresusespaldas.CuandoPhilippe,entreabriendolosojos,buscósumiradasuplicándolequeledevolvieraloquehabíaperdido,ellagolpeóconsumanolibrelaarenamáspróximayexclamódesdelomásprofundodesuser:«¡Ah!¡Porquéhabrásnacido!»,comolaheroínadeundramaintemporal.

Entretanto, vigilaba con ojo atento las inmediaciones de la villa lejana;medíaeltiempo,alamarinera,porlasituacióndelsol:«sonmásdelasseis»;advirtiólosmovimientos,entrelaplayaylacasa,deLisette,semejanteaunapalomablancaconvestidorevoloteador.«Nodebemosquedarnosaquímásdeuncuartodehora—pensó—;delocontrario,vendránabuscarnos.Tengoquelavarmebienlosojos…»,despuésdelocualvolvióaenfrentarse,encuerpoyalma,alamor,loscelos,elfurorlentoencalmarseylosrefugiosmentales,tanrudosyoriginalescomoelnidodelaroca…

—Levántate—dijoconvozqueda.

Philippesequejóysehizoelremolón.Ellaintuyóqueestabarecurriendoa las quejas y la inercia para esquivar los reproches y las preguntas. Susbrazos, hacía un instante casi maternales, zarandearon su nuca doblada, sutorso caliente, y su fardo, nuevamente libre, volvió a ser el muchachoembustero,desconocido,extrañoycapazdetraicionarlaalqueunasmanosdemujerhabíanmoldeadoycambiado…

«Atarlo,comoalacabranegra,condosmetrosdecuerda…Encerrarloenunahabitación,enmihabitación…Vivirenunpaísdondenohayamásmujerque yo… O que yo fuese tan bella, tan bella… O bien que él estuvieraenfermodeverdadyyolecuidase…».

Lassombrasmóvilesdesuspensamientossesucedíanatropelladamente.

—¿Quévasahacer?—preguntóPhilippe.

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Ellacontempló,desengañada,losrasgosquemásadelanteseríanquizálosdeunhombrepasablementeapuesto,peroquelosdiecisieteaños—paralosqueaúnfaltabanunosmeses—manteníanaúnlejosdelavirilidad.Seextrañódequeaquellabarbillasuaveylanarizregular,hechaparaexpresarlacólera,no hubiesen quedado marcadas por algún estigma horroroso y revelador.«Peroesosojososcuros,tandulces,ysupalidezblancayazul,¡ah!,cómosenotaqueunamujersehamiradoenellos…».Moviólacabeza.

—¿Quévoyahacer?Iracenar.Ytútambién.

—¿Esoestodo?

Ellasepusodepieyseestiróelvestidobajoelelásticocinturóndeseda,mientrasvigilabadiligentementeaPhilippe,lacasayelmarque,adormecido,senegaba,yagrisyfrío,aparticipardelbrillodelsolponiente.

—Esoestodo…anoserquetúhagasalgo.

—¿Aquéllamastúalgo?

—Pues…amarcharte,airenbuscadeesadama…Adecidirqueesaellaaquienamas…Hacerlosaberatuspadres…

Dijo todo esto con un tono duro y pueril, tirandomaquinalmente de suvestidocomosiquisieraaplastarsuspechos.

«Tiene los pechos en forma de conchas de lapas…, o,mejor dicho, enforma de montañitas cónicas, como las que aparecen en las pinturasjaponesas…».

Seruborizóaloírsepronunciarlapalabra«pechos»,yseacusódehaberlefaltadoalrespeto.

—Ya no cometeré ninguna de esas tonterías, Vinca —dijoprecipitadamente—.Peromegustaríasaberloqueharíassiyofuesecapazdetodoesoosolamentedelamitad.

Ella abrió los ojos como platos, más azules por haber llorado, nadaconsiguióPhilippeleerenellos.

—¿Yo?Seguiríahaciendolamismavida.

Mentíayledesafiaba;perobajoesamiradaembusteraélveíaypalpabalatenacidad,laconstanciasinreposoniescrúpulosquepreservaalaamante,ylamantieneunidaasuamadoya lavida,desdeelmomentomismoenque

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acabadedescubriraunarival.

—Temuestrasmássensatadeloqueenrealidaderes.

—Y tú más literario. ¿No has creído acaso, hace un momento, que yodeseabamorir?¡Morirporunaaventuradelseñorito!

Estaspalabraslaspronuncióseñalándoleconlamanoabierta,comohacenlosniñosquesepelean.

—Unaaventura…—repitióPhilippe,heridoyhalagadoalavez—.¡Oiga,señorita!Todosloschicosdemiedad…

—Porlovistotendréquehacermealaidea—interrumpióVinca—dequenoeresmásque«unchicomásdetuedad».

—Vincaquerida,sabesbienqueunachicajovennopuedehablar,nodebeoír…

Bajólosojos,semordióunlabioconairedesuficienciayañadió:

—Puedescreerme.

Ofreció lamanoaVincaparaayudarlaasaltarporencimade los largosbancosesquistososcolocadosalaentradadesurefugioyluegodelasbajasmatas de aligas que los separaban del sendero de la aduana. A unostrescientosmetrosdeallí,enelpradodemar,Lisette,deblanco,girabacomounalboholblancoylesdecíaconsusbracillosmorenos,amododetelégrafo:«¡Venga!¡Oshabéisretrasado!».Vincalevantólosbrazosyrespondió,perosedirigióunavezmásaPhilippeantesdeempezarabajar.

—Phil,precisamentemeocurretodolocontrario:nopuedocreerte.Sino,toda nuestra existencia, hasta hoy, no habría sido más que una de esashistorietas insulsasquehayen los librosquenonosgustan.Medices:«Unchico…unachica…»,refiriéndoteanosotros.Dices:«Unaaventuracomolatienentodoslosmuchachosdemiedad…».Pero¿notedascuenta,Phil,dequeestuyalaculpa?¿Ves?,estoyhablándotetranquilamente…

Él la escuchaba un poco impaciente y perplejo, pues, en ese mismoinstante,estababuscandolostizonesyespinasdesugranpena,quesehabíanesparcido y que no conseguía reunir. El extremo apuro deVinca, visible apesardesuesfuerzoporaparentarlocontrario,losdispersabaaúnmás,estabasoplandoconunabrusquedadmalévola…

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—¡Bueno,yquémásda!

—Repito,Phil,quelaculpaestuyaporqueeraamíaquienseloteníasquehaberpedido…

Él estaba vacío de deseos, cansado, con ganas de estar solo y, sinembargo,llenodeangustiaanteelumbraldeunalarganoche.Ellaesperabaungrito,unamuestradeindignación,olaturbaciónimpura.Philippelamidiódelacabezaalospies,conelceñofruncido,ydijo:

—¡Pobrepequeña!…«Pedirte».Deacuerdo.¿Ytúdarmequé?

Vio como ella se enfadaba y enmudecía.Un reguero púrpura de sangresubióasusmejillasyluegobajóhastasugargantamorena.Leechóunamanoporencimadelhombroycaminóapretadoaellaporelsendero.

—¿Te das cuenta, Vinca, de las bobadas que dices? Bobadas de unajovencitaignorante,¡aDiosgracias!

—Dalegraciasaotracosa,Phil.¿Creesquenosétantocomolaprimeramujerqueélcreó?

Ellanoseapartabadeél;lemirabadereojo,sinvolverlacabeza;despuésechabaunvistazoaldifícilcaminoparamirardenuevoaPhilippe,quehabíafijadosuatencióneneseángulodelojodeVincaalqueelmovimientodelapupila tornaba alternativamente azul pervinca y blanco como el interiornacaradodeunaconcha.

—Dime,Phil.¿Nocreesqueyosétantocomo…?

—¡Calla,Vinca!Túnosabesnada.Nosabesnada.

Éllaobligóadetenerseenlacurvadelsendero.Noquedabaningúnrastrodel azul en elmar, fundido comoestaba enunmetal sólidoygris, casi sinpliegues;elsolapagadohabíadejadoenelhorizontelalargahuelladeunrojotriste,porencimadelacualreinabaunazonapálida,verde,másclaraquelaaurora,dondesebañabalaestrellatempranera.PhilippehizopresiónconunbrazosobrelaespaldadeVincayextendióelotrohaciaelmar.

—¡Calla,Vinca!Túnosabesnada.Es…unsecretotan…tangrande.

—Yosoygrande.

—No,nocomprendesloquequierodecirte…

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—Sí, muy bien. Te pasa como al chico de los Jallon, que hace demonaguillo los domingos. Para darse importancia dice: «¿EL latín?… ¡Ellatínesmuydifícil,sabeusted!»,peroélnosabelatín.

Seechóareír,conlacabezalevantada;aPhilippenolehizograciaquepasaseentanpocotiempoycontantanaturalidad,deldramaalarisa,ydelaconsternación a la ironía. Quizá porque ya estaba cayendo la noche,comenzaba a reclamar una calma labrada de fuego voluptuoso, un silencioduranteelcual lasangre,susurrandoaloído, imitaala lluviaapresurada;élaspiraba al temor, al yugo casi mudo y lleno de peligros, que lo habíadoblegado en un umbral que otros adolescentes franquean titubeando yblasfemando.

—Vamos,cállate.Noseasmalvadaygrosera.Cuandosepas…

—Puesnodeseootracosaquesaber…

Hablabaconvozfalsaysereíaconunarisadecomediantetorpe,conelfin de ocultar que toda ella tiritaba y estaba tan triste como esas niñasdesdeñadas que, exponiéndose a grandes peligros, buscan situaciones cadavezmásdolorosashastaquelogranporfinlarecompensa…

—¡Teloruego,Vinca!Medasunapena…Tevatanpocoesamaneradehablar.

PhilretirólamanodelhombrodeVincayaceleróelpaso.Ellaleseguía,saltando, cuando el sendero se estrechaba, por encimade losmatojos y lospinchos,impregnadosyaderocío;ibapreparándoseparaenfrentarseconlasSombras;peroantesdijoamediavozaPhil:

—¿Mevatanpoco?…¿Mevatanpoco?…Puesahítienesunacosaqueignorarporcompleto,Phil,túquesabestantascosas…

Ambos se sentaron a la mesa dignos de sí mismos y de sus secretos.Philippe se rió de sus «vapores», exigiómimos, llamó la atención sobre síporquetemíaquesedierancuentadelosojosbrillantes,rodeadosdeuncercorosaapagado,queVincacobijababajo lamanta sedosaycortadaenespesafranja sobre sus cejas. Vinca, por su parte, hacía niñerías; pidió champándesdelasopa:«¡EsparaanimaraPhil,mamá!»,ybebiósucopadePomerysinrespirar.

—¡Vinca!—lereprendióunaSombra…

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—Déjala—dijootrasombraindulgente—,¿quédañolepuedehacer?

Alfinaldelacena,VincaviocomolamiradadePhilippebuscaba,sobreelmarnocturno,elMeingainvisible,lacarreterablancafundidaenlanoche,losenebrospetrificadosbajoelpolvodelacarretera…

—¡Lisette!—gritó—,pellizcaaPhilippe,queseestádurmiendo.

—¡Me ha pellizcado con saña! —se quejó Philippe—. ¡So bicho! ¡Hahechoquemesaltenlaslágrimas!

Vinca se reíamientrasél se frotabaelbrazobajo lachaquetade franelablanca;perodistinguíaenlasmejillasdeella,ensusojos, la llamadelvinoespumosoyunaespeciedelocuraprudente,quefuemuydesuagrado.

Algomástarde,unasirenagimióalolejos,sobreeloleajenegro,yunadelasSombrasdejódemover,en lamesade juego,elvientrepunteadode lasfichasdedominó.

—Nieblaenelmar…

—PueselfarodeGranvilleseveíaperfectamentehaceunrato—dijootraSombra.

Pero el sonido de la sirena había evocado la bocina bramadora de unautomóvilquesealejabapor lacarretera,yPhilippediounbrincosobresusilla.

—¡Yalevuelveotravez!—bromeóVinca.

Hábilcomoeraparadisimular,ellahabíavueltolaespaldaalasSombras,ysumiradaseguíaaPhilippecomounalamentación…

—No, nome pasa nada—dijo Philippe—.Pero no puedomás, así quepido permiso para ir a acostarme… Buenas noches mamá, buenas nochespadre…Buenasnoches,madameFerret…Buenasnoches…

—Estanocheteexigimoslaoración,hijomío.

—¿Ysitesubimosunatazadecamomilaligera?

—¡Noteolvidesdeabrirlaventanagrande!

—Vinca,¿hasllevadoasuhabitacióntufrascodesales?

LasvocesdelasSombrasamigaslesiguieronhastalapuerta,amododeguirnaldatutelar,algomustia,desuaveeinsulsoperfumeahojassecas.Phil

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intercambió conVinca el beso cotidiano—siempre en lamejilla ofrecida yqueavecessedeslizabahacialaoreja,elcuelloolacomisuravellosadelaboca—.Luegosecerrólapuerta,laguirnaldaprotectorasedeshizoyPhilseencontrósolo.

Entró deprimido en su habitación, abierta de par en par a la noche sinluna.Depie,bajolabombillaencerradaenmuselinaamarilla,respiró,hostilydelicado, el olor queVinca calificaba de «olor a chico»: libros clásicos, lamaleta de cuero ya preparada para pasado mañana, betún para zapatos decaucho,jabónfinoyalcoholperfumado.

No ledolíanadaenconcreto.Leembargabaesesentimientodeexilioyfatiga total cuyo único remedio es la inconsciencia. Se acostó rápidamente,apagólalámparaybuscóinstintivamenteelsitio,juntoalapared,dondesuspenas de muchacho y sus fiebres de crecimiento habían encontrado laproteccióndelanocheyelcobijodelasábanareciénbordada,delpapeldeflores contra el que iban a romper los sueños traídos por la luna llena, lasmareas vivas o las tormentas de julio. Se durmió en seguida, pero para serasaltado por las pesadillas más intolerantes, precisas y tradicionales. Lomismo aparecía Camille Dalleray con el rostro de Vinca que Vinca,autoritaria,seleimponíaconunafrialdadimpurayprestidigitadora.PeroniCamilleDallerayniVincaqueríanpercatarsedequePhilippenoeramásqueunmuchachotierno,necesitadotansólodeunhombrosobreelquereposarsucabeza,unniñodediezaños…

Se despertó, vio que su reloj marcaba las docemenos cuarto y que suestérilnocheseibaaconsumir,febril,enmediodeunacasadormida;sepusolassandalias,seciñóelcordóndelalbornozybajó.

Laluna,encuartocreciente,rozabaelacantilado.Curvayrojiza,novertíaluz sobre el paisaje, y el faro giratorio de Granville, con su luzalternativamente roja y verde, parecía apagarla. Pero, gracias a la luna, lanochenosumergíalasmasasdevegetaciónyelblanqueadodelacasadabasensacióndeserligeramentefosforescente.Philippedejóabiertalapuertadecristalyentróenesanochesuavecomoenunrefugioseguroytriste.Sesentósobre el piso de la terraza, refractario a la humedad, tornado macizo ycompactopordieciséis añosdevacaciones,dedondeLisettedesenterrabaavecesconsupala,antiguoyoxidado,elrestodealgúnjuguetesepultadodiez,doce,quinceañosantes…

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Sesentíadesconsolado,clarividente,apartadodetodos.

«Tal vez hacerse hombre no seamás que esto», pensó. La inconscientenecesidad de dedicar a alguien su tristeza y su sabiduría lo atormentabavanamente, como a todas las buenas personas ateas a quienes la educaciónlaicanoleshasuministradounDiosespectador.

—¿Erestú,Phil?

Lavozcayósobreélcomounahojamecidaporelviento.Selevantóysedirigiósinhacerruidohacialaventanaconbalcóndemadera.

—Sí—chistóél—.Asíquenoestabasdurmiendo…

—Claroqueno.Ahorabajo.

Sereunióconélsinqueéstelaoyera.Sóloviollegarunrostroclaro,quecoronabaunasiluetaconfundidaconlatonalidadmismadelanoche.

—Vasacogerfrío.

—No.Mehepuestoelkimonoazul.Además,hacebuenanoche.Vamosaotrositio.

—¿Porquénodormías?

—No tenía sueño. Estaba pensando. Venga, vámonos de aquí. Si no,despertaremosaalguien.

—Noquieroquebajesalaplayaaestashoras;teresfriarías.

—No suelo resfriarme. Pero no estaba pensando en la playa. Podemosmásbienirhaciaarriba.

Hablaba con una voz imperceptible; sin embargo, a Philippe no se leescapóniunapalabra.Laausenciadetimbrelecausabaunplacerinfinito.Noera lavozdeVinca,noera lavozdeningunamujer.Tansólounapequeñapresencia casi invisible con un tono familiar, una pequeña presencia sinacrimonia,sinotropropósitoquepaseartranquilamente.

Éltropezócontraunobstáculo,yVincalosujetóconlamano.

—Sonmacetasdegeranios;¿nolasves?

—No.

—Yotampoco.Lasveocomolosciegos,séqueestánahí…Tencuidado;

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alladodebedehaberunajardinera.

—¿Cómolosabes?

—Sé que está ahí. Haría un ruido como el de una pala de carbón…¡Bum!…¿Quétedecía?

EstecuchicheomaliciosoencantabaaPhilippe.Sintióganasde llorardebienestarydeplacer al encontrar aunaVinca tandulce, tanparecida en laoscuridadalaVincadeantaño,alaVincadedoceaños,alaquesolíaasomaren la arena mojada, donde bailaba la luna sobre el vientre de los peces,cuandoibanapescaramedianoche…

—¿Recuerdas, Vinca, la noche en que pescamos, ya pasadas las doce,aquellaenormeacedía…?

—Y tu bronquitis. Por su culpa nos prohibieron pescar de noche.¡Escucha!…¿Hascerradolapuertadecristal?

—No…

—¿Novesqueseestálevantandovientoyvaagolpearlapuerta?¡Ah!,siyonopensaráentodo…

Vincadesaparecióyregresócomounsilfo,sobrelospiestanligerosquePhiladivinósullegadaporelperfumequetraíaelvientodelantedeella…

—¡Quéolordespides,Vinca!¡Cómotehasperfumado!

Hablamásbajo.Teníacalor;mehedadounafriegaantesdebajar.

Élnocontestónada,perosuatenciónvigilantetomónotadecomoVinca,enefecto,pensabaentodo.

—PasaPhil,yosujetolapuerta.Tencuidadoynopiseslostomates.

El incienso hortense que subía de la tierra trabajada hacía olvidar laproximidaddelmar.Philippenotóensuspiernasdesnudaselrocedeunabajamuralla de tomillo compacto y tropezó, igualmente, con los hocicos deterciopelodelosdragones.

—¿Sabes,Vinca,queenelhuertonoseoyenlosruidosdelacasaacausadelavallademadera?

—Perosinohayruidoenlacasa,Phil.Ynosotrosnoestamoshaciendonadamalo.

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Ellaacababaderecogerunaperacaída,maduraantesde tiempoyroídaporungusano.

Éloyócómomordíalafrutaydespuéslatiraba.

—¿Quéhaces?¿Estáscomiendo?

—Esunadeesasperasamarillas.Peronoestababuenatodavíayporesonotehedado.

Esta libertad de espíritu no disipó totalmente la vaga desconfianza dePhilippe.NotabaaVincademasiadodulce,ligerayserenacomounespíritu,yse le antojó de pronto esa alegría extraña como una escapada de la tumba,comoesaamabilidadbobaliconaquetintineaenlarisadelasreligiosas.«Megustaríaversucara»,sedijo.Ytemblóal imaginarquesuvozsin timbreysus palabras de niñita juguetona pudieran salir de la cara convulsa ychispeantedecóleraquesehabíaenfrentadoalasuyaenelnidoderocas…

—Oye,Vinca…Vamosavolver.

—Si quieres. Espera un momento todavía. Concédeme un momento.Estoytanbien.¿Ytú?Estamosbien.¡Quéfácilesvivirdenoche!Peronoenlas habitaciones. Detesto mi habitación desde hace algunos días. Aquí notengo miedo… ¡Una luciérnaga! ¡En estas fechas! No debemos cogerla…¡Tonto!¿Porquétesobresaltas?Esungatoqueacabadepasar,hombre.Porlanochelosgatoscazanalosturones…

Éldistinguióunasonrisita,yelbrazodeVincaleestrechóporlacintura.Prestóoídosatodosloshábitos,atodosloscrujidos,seducido,apesardelainquietud, por ese susurro matizado que no cesaba. Lejos de temer a laoscuridad,Vincasemovíaenellacomoenunpaísamigoyconocido;dabaexplicacionesaPhilippe, lehacía loshonoresde lamedianochey loguiabacomosifueseuninvitadociego.

—Vincaquerida,vuelve…

Ellasoltóunligero«oh»desapo.

—¡Me has llamado Vinca querida! ¡Ah! ¡Por qué no será siempre denoche!Enestemomento, túnoereselmismoquemehaengañadoyyonosoy lamismaqueha sentido tantapena… ¡Ah!Phil, vamos a esperar unosminutosmás,déjameestarunpococontenta,unpocoenamoradayseguradeticomoloestabaenmissueños.Phil…Phil…túnomeconoces.

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—Puedequeno,Vincaquerida…

Tropezaronconalgoparecidoahenoduro,quecrujió.

—Es el trigo sarraceno trillado—dijoVinca—.Lo han estado trillandohoyconelmayal.

—¿Cómolosabes?

—¿No oíste el golpeteo de los dos mayales mientras estábamosdiscutiendo?Yosílooí.Siéntate,Phil.

«Ellalooyó…Estabafueradesí,mediounbofetónenlacara,medijouna serie de palabras incoherentes, pero estaba oyendo el golpeteo de losmayales…».

Involuntariamente,anteestavigilanciadetodoslossentidosfemeninos,leasaltóelrecuerdodeotrahabilidadfemenina…

—¡Notevayas,Phil!Notehedichonadadesagradable;nohelloradonitehecensurado…

La redonda cabezadeVinca, sus cabellos sedosos e iguales rodearon elhombrodePhilippe,yelcalordeunamejillacalentólasuya.

—Bésame,Phil,porfavor,porfavor…

La besó,mezclando a su propio placer la gracia perversa de la primerajuventud, que sólo aspira a colmar sus propios deseos, y el recuerdodemasiadoprecisodeotrobeso,quelehabíandadosinélpedirlo.PeronotóperfectamentesobresuslabioslaformaprecisadelabocadeVinca,elgustoqueconservabade la frutamordidahacíaunrato,elapresuramientodeestabocaparaabrirse,paradescubriryprodigarsusecreto—ysetambaleóenlaoscuridad—. «Supongo —pensó— que estamos perdidos. Perdámonos enseguida, porque tiene que ser así, porque ella no querrá, nunca, que sea deotra manera…Dios mío, la boca de Vinca es inevitablemente profunda, ysabiadesdeelprimerroce…¡Oh!Perdámonoscuantoantes…».

Perolaposesiónesunmilagrolaborioso.PhilippenoconseguíaapartarelbrazodeVincaqueaprisionabasunuca.Sacudiólacabezaparasoltarse,peroVinca,creyendoqueélqueríaterminarelbeso,loestrechóconmásfuerza.Éllogró agarrarla, por fin, por la muñeca —colocada cerca de su oreja— ytumbóaVincasobreellechodesarraceno.Ellagimióbrevementeydejódemoverse;pero,cuandoélseinclinó,avergonzado,sobreVinca,éstalosujetó

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denuevoyloestrechócontrasucuerpo.Allítuvieronunatreguaencantadoraycasi fraternal, en laquecadacualmostró alotrounpocodepiedad,y laafabilidad y discreción propia de los amantes experimentados. PhilippeaguantabaconunbrazoaunaVinca invisible, echadabocaarriba,mientrasque con la otra palpaba ligeramente su piel, cuya suavidad conocíaperfectamente,comotambiénconocíadememoriatodassusseñales,escritasen relieve por alguna espina o algún saliente de roca. Ella intentó reír uninstante,alavezquesuplicabaconvozmuybaja:

—Dejamisrasguños…Quédulceresultaasíelsarracenodesgranado…

Pero él notó que le temblaba la voz; también él estaba temblando. Sinembargo,nodejabadevolver sobre loquemenosconocíadeella: suboca.Mientrastomabanaliento,decidiólevantarsedeunbrincoyregresaralacasa,corriendo. Pero, al separarse de Vinca, tuvo una crisis de despojamientofísico,ysintióunhorrortalanteelairefrescoylosbrazosvacíosquevolvióaellaprecipitadamente,conunimpulsoqueellaimitóehizoquesemezclasensus rodillas. Él tuvo entonces la fuerza suficiente para llamarla «Vincaquerida» con un acento humilde con el que le suplicaba que aceptara yolvidasealmismotiempoloqueintentabaobtenerdeella.Vincacomprendióy no manifestó más que un mutismo exasperado, excesivo quizá, unapresuramiento que le produjo dolor. Philippe oyó un breve quejido derebelión, aguantó un par de patadas involuntarias, pero el cuerpo al que élestabahaciendodañonoselehurtó,rehusandotodaclemencia.

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Capítulo17

Phildurmiópoco,peroprofundamente,yselevantóconlaimpresióndequetodalacasaestabavacía.Peroallíabajoestabaelguardaysuperrotaciturno,sustrastosdepesca,y,enelprimerpiso,seoyólatoscotidianadesupadre.SeescondióentreelsetodehuserasylapareddelaterrazayespiólaventanadeVinca.Viocómo se esfumabaen el cieloungrupodenubes, hostigadasporunabrisaactiva.Volviólacabezaypercibiólasvelasrecostadassobreunoleajebreveyduro.Dormíanaúntodaslasventanasdelacasa.

«Yella,¿estarádurmiendo?Dicenquetodasllorandespués.QuizáVincaestá llorando ahora.Y es ahora cuando debería descansar entremis brazos,comohacíamosenlaarena.Yolediríaentonces:Noesverdad.Nohapasadonada.TúeresmiVincadesiempre.Nomehasdadoeseplacer,quenofueungranplacer.Nada esverdad, ni siquiera ese suspiroo ese canto suspendidonadamás empezar que te han tornado de pronto pesada y larga como unamuertaenmisbrazos.Nadaesverdad.Siesta tardeyodesaparecierapor loaltodelcaminoblanco,endirecciónaKer-Anna,ysiregresarasóloantesdela aurora de la mañana, me escondería tan bien que tú no te enterarías…Vamosapasearporlacosta,yllevemosaLisette».

No imaginaba él que un placer mal dado y mal recibido es una obraperfeccionable. La nobleza de la juventud lo arrastra solamente a salvaraquello que no había que dejar perecer: quince años de vida mágica, deternuraúnica,susquinceañosdegemelosenamoradosypuros.

«Lediré:Sabesdesobraquenuestroamor,elamordePhil-y-Vinca,noseacabaahí,enese lechodesarracenotrillado, llenodeestiércol.Comonoseacabaenlacamadetuhabitación,oenlamía.Esseguroqueno.¡Créeme!Siunamujerquenoconocíamehadadoestaalegríatangrave,queaúnpalpitaen mí, lejos de ella, como el corazón arrancado y depositado lejos de laanguila,¿quénoharápornosotrosnuestroamor?Estoysegurísimo…Pero,si

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meconfundiera,túnodebessaberquemeconfundo…».

«Lediré:Hasidounsueñoprematuro,undelirio,unsuplicioduranteelcual mordías tu mano, mi pobre compañera, auxiliar valerosa de mi crueltarea. Para ti ha sido un sueño quizás horroroso; paramí, una humillaciónpeor,unavoluptuosidadmenosbuenaquelassorpresasdelasoledad.Peronose ha perdido nada, si tú olvidas y si yo mismo borro un recuerdomisericordiosamente cubierto ya por la noche… No, no he apretado tusflexiblescostadosentremisrodillas;perosúbemeacaballoycorramosporlaarena…».

Cuando oyó deslizarse las cortinas por la varilla, se armó de valor yconsiguiónovolverlacabeza…

Vinca apareció, entre las contraventanas que había plegado contra lapared. Parpadeó con fuerza varias veces y miró de frente con una fijezapasiva.Luegohundiólasmanosenlaespesuradesuscabellosdespeinados,buscando probablemente a Philippe. Ya totalmente despierta, cogió de lahabitación un pichel de barro barnizado, y regó cuidadosamente una fucsiapúrpuraque adornaba el balcóndemadera.Consultó el cielo frescoy azul,queprometíabuentiempo,ysepusoacantarunacanciónquesolíaentonartodos losdías.Entre lashuseras,Philippeseguíaespiandocomounhombrequeestuviesetramandounatentado.

«Estácantando…Debocreeramisojosyamisoídos,estácantando.Yacabaderegarlafucsia».

No se le ocurrió que esta aparición, tan conforme a sus más recientesvotos, debería haberle infundido la alegría perdida. Se empeñó en seguirafligidoy,demasiadonovatoparaelanálisis,ledioporcomparar:

«Una noche vine a buscar la calma debajo de esa ventana, porque unafulminante revelación acababa de interponerse entre mi infancia y mi vidapresente.Ella,sinembargo,estácantando…».

ElazuldelosojosdeVincacompetíaconelazuldemardelamañana.Sepeinaba el pelomientras volvía a entonar, con la boca cerrada y una vagasonrisa,sucancioncilla…

«Canta.Estarábonitaeneldesayuno.Ygritará:“¡Lisette,pellízcalehastahacerlesangre!”.Noparecehaberlehechonimuchobiennimuchomal…ahíestá,indemne…».

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Vinca, inclinada, aplastaba su garganta contra la barbilla de maderamirandohacialahabitacióndePhilippe.

«Si yo apareciera en la ventana contigua y saltase la barandilla parareunirmeconella,seguroquemeecharíalosbrazosalcuello…».

«Oh,tú,aquienhellamado“miamo”,¿porquémehasparecidoavecesmáshechizadaqueestamuchachitanueva,consuaspectotannatural?Tehasmarchadosinhabérmelodichotodo.Sisólotehatraídohaciamítuorgullodedonante, estoy segurodeque, en estemomento, sentirías lástimademíporprimeravez…».

De la ventana vacía venían unos sones débiles y felices que loemocionaron.Tampocopensóque,unassemanasdespués,laniñaquecantabapodíaestarllorando,angustiada,condenada,enesamismaventana.Reclinólacabeza en los brazos y consideró su propia pequeñez, su caída, subenevolencia.«Nihéroeniverdugo…Unpocodedoloryunpocodeplacer.Esloúnicoquelehedado…Loúnico…».

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COLETTE, seudónimo de la novelista francesa SidonieGabrielle ClaudineColette(1873-1954).

Hijadeunmilitar,alos20añossetrasladóaParísconsumarido,elnovelistaHenry Gauthier-Villars, que se había hecho popular con el seudónimo deWilly.Sumarido,enbeneficiopropio,laalentóaescribirla«serieClaudine»,que más tarde se hizo famosa y comprende novelas comoClaudina en laescuela (1900) yClaudine à Paris (1901),Claudina en su casa (1902) yfinalmenteClaudinadesaparece (1903).PerofueconDiálogosdeanimales(1904)comenzóverdaderamentelacarreradeescritoradeColette.

Despuésde13añosdedesdichadoméstica,seseparódesumaridoen1906yllevóunavidabastanteagitadaqueprovocóescándalo.BailódesnudaenelMoulinRouge,mantuvo relaciones con la hija de un duque y también conAugusteHériot,almismotiempoqueescribía,dabaconferenciasyactuabaenteatro.Finalmente,ganófamaliterariaconRenée(1910).

En1912secasóconHenrydeJouvenel,dequientuvounahija.

En1913aparecióElobstáculoyen1916LaPaixchez lesbêtes, perogranpartedesuactividadestuvoconsagradaaartículosycrónicasperiodísticas.Apartir de 1917, trabajó en textos en los que se mezclaban relato y teatro:Mitsou ou Comment lesprit vient aux filles (1919) yChéri (1920), novelaconsagradaalamorentreunadolescenteyunaviejacortesana,queconsolidó

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suprestigio.La temáticade iniciación al amor fue retomada enEl trigo enciernes(1923).SiguieronAlrayareldía(1928),LacasadeClaudina(1930)ySido(1930),asícomovariosrelatosintimistas.Haciaelaño1927susobraseranelogiadasporautorestanfamososydiversoscomoMarcelProust,AndréGideyPaulClaudel.Desusnovelas(lamayorpartedelascualesreflejandeun modo apasionado, realista y sardónico los problemas de una mujerenamorada) la más conocida esGigi (1945), adaptada al teatro. Su últimaobrafueEnpaysconnu(1950).

En1953fueascendidaagranoficialenlaLegióndeHonor,gradoquesólootramujerhabíalogradoantesqueella.