La Dimension Politica Del Desarrollo Local

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    Quórum Académico

    ISSN: 1690-7582

    [email protected]

    Universidad del Zulia

    Venezuela

    Bravo, Olga

    La dimensión política del desarrollo local

    Quórum Académico, vol. 4, núm. 1, enero-junio, 2007, pp. 13-30

    Universidad del Zulia

    Maracaibo, Venezuela

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=199016808002

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    Sistema de Información Científica

    Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

    Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    Q U Ó R U M C D É M I C O

    Vo l . 4 N° 1 enero - jun io 2007 pp . 13 - 30

    U n ive rs id a d d e l Z u l ia • I SSN 1 6 9 0 -7 5 8 2

    La dimensión política del desarrollo local

    Olga ravo *

    Resumen

    El propósito de este trabajo es analizar, a través de una revisión biblio-

    gráfica y documental, algunos eleme ntos polít icos que constituyen la

    guía de la estrategia de desarrollo local , y que terminan configurando

    los procesos de part icipación ciudadana. Se concluye que para atender

    las demand as sociales internas y los desafíos de la globalización, los

    países de Amé rica Latina requieren redefinir el papel del Estado en ac-

    tor del desarrol lo local y profund izar la part ic ipación ciudada na, la

    cual no debe circunscribirse a la esfera política, sino expan dirse a to-

    dos los ámbitos de la sociedad capaces de genera r riqueza y bienestar.

    La part icipación se revela como una pieza clave para lograr los objeti-

    vos de l desarrollo local, cuya estrategia puede con tribuir al fortaleci-

    miento de la democracia.

    Palabras clave:

    Participación, ciudadanía, desarrollo local.

    Recibido: 02/02/07 • Aceptado: 04/06/07

    Cursante del D octorado en Planificación y G estión del Desarrollo Regional, Universidad del

    Zulia, Núcleo D ecana( Punto Fijo, estado Falcón, Venezuela.

    Correo electrónico: [email protected]

     

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    T h e p o l iti c a l d i m e n s io n o f l o c a l

    d e v e l o p m e n t

    Abstract

    The purpose of this study is to analyze, using a bibliographic and

    docum entary review, some po litical elemen ts that guide local devel-

    opment strategy and structure ci t izen part icipation processes. Co nclu-

    s ions are that to take care of internal social dema nds and the chal-

    lenges of globalization, Latin American countries need to redefine the

    role of the State as actor in local developme nt and to increase ci t izen

    participation, which shou ld not be l imited to the polit ical sphere, but

    rather expand to all the areas of society able to generate wealth and

    well-being. Part icipation is shown to be a key factor in achieving local

    developmen t objectives and a strategy that can contribute to strength-

    ening democracy.

    Key words:

    Participation, cit izenship, local develop ment.

    1. Introducción

    Los países de América Latina han transitado de manera desigual

    la modernización del Estado -procesos de descentralización, reformas

    del poder judicial y consolidación de las instituciones democráticas-

    pero la política neoliberal, aplicada en la década de 1980, acentuó en

    todos las inequidades sociales y generó crisis de gobernabilidad. La

    CE PAL en su informe Panorama Soc ia l de Am ér ica La t ina 2001-2002 ,

    señala que en la última década el número de personas pobres aumentó

    en cerca de 11 millones (43,8%) de personas, para un total de 211 mi-

    llones, evidenciando la necesidad de interconectar los objetivos socia-

    les de crecimiento económico, equidad social, democracia y goberna-

    bilidad, mediante estrategias de desarrollo que impliquen una mejoría

    de los grupos más pob res , la reducción de las des igualdades y la expan-

    sión de las oportunidades.

    En el marco de la globalización, que disuelve las fronteras naciona-

    les y complej iza el orden social , e l Estado es la única ins tancia capaz de

    art icular a los diversos fac tores y ac tores del proceso económico, de pro-

    curar la inclus ión de la ma yoría de los ciudadanos y de rescatar de la so-

    N

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    ciedad civi l su carácter de espacio de lo pr ivado, esto es , el lugar donde

    diferentes intereses se asocian en tomo al colectivo, trascendiendo a la

    esfera públ ica.

    La e strategia de d esarrol lo local acerca y vincula al ciudadano a la

    toma de decis iones sobre su prop io des t ino, por lo cual s i bien la part ic i-

    pación emerge como una de sus premisas fundamentales -a través de la

    cual las comunidades pueden lograr su empoderamiento social, econó-

    mico y político- el proceso está profundamente vinculado con la visión

    que la propia sociedad tenga sobre la dem ocracia y el papel del Estado y

    los ciudadanos.

    Co nsecuentemente, e l propósi to de es te t rabajo es anal izar , a t ravés

    de una revisión bibl iográfica y docume ntal , algunos elementos polí t icos

    que const i tuyen la guía de la estrategia de desarrol lo local , y que termi-

    nan configurando las caracterís ticas de los p rocesos de part ic ipación ciu-

    dadana . A tal fm, se comienza abordan do la conceptual ización del desa-

    rrollo local desde varias matrices de origen, así como, el papel del Estado

    y de los ciudadanos en esta estrategia de desarrollo, para luego discutir

    sobre las formas, modalidades y p olí ticas de par t icipación para el desa-

    rrollo local.

    2 ¿Por qué el desarrollo local?

    Boisier (1999), reconoce al menos tres matrices de origen para el

    concepto de desarrollo local: Primero, es la expresión de una lógica de

    regulación horizontal que refleja la dialéctica centro/periferia, en coexis-

    tencia con la lógica de regulación vertical propia de la modernización.

    Segundo, el desarrollo local como respuesta, considerado como una

    reacción a la cr is is macroeconó mica y a l ajuste. Y tercero, el desarrol lo

    local es es timulado en todo el mundo por la g lobal ización y por la dialéc-

    t ica global- local que ésta conlleva.

    El primer enfoque considera que, en sociedades tradicionales, el

    territorio es el factor estructurante de la identidad de las comunidades

    humana s, es decir , son fundam entales los valores ter r i tor iales de identi-

    dad, diversidad y flexibilidad que ya han existido en las formas de pro-

    ducción basadas no sólo en la gran industria, sino en las características

    propias de un territorio determinado. En América Latina, por ejemplo,

    el desarrol lo local ser ia alentado por las crecientes dif icul tades de la re-

    gulación vertical de arriba hacia abajo , por las deficiencias del Esta-

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    do central para enca rar las exigencias de competi t ividad global y por la

    necesidad de enfrentar los problemas económicos de las comunidades,

    municipios o ciudades.

    En contraste , la concepción predom inante en Europa es la del desa-

    rrollo local, que surgió en la décad a de 1980 com o una rea cción a la crisis

    macroeconómica y al ajuste, incluido el ajuste polít ico supranacional de-

    rivado de la conformación de la Unión Europea. Así, la OCDE (2002)

    ent iende el desarrol lo local como un esfuerzo de abajo hacia arr iba de

    los ac tores locales por mejorar los ingresos, las oportunidades de em pleo

    y la calidad de vida, en respuesta a las fal las de los mercados y de las polí-

    t icas de los gobiernos nacionales , par t icularmente e n áreas subdesarro-

    l ladas o que exper imentan ajustes estructurales de sus economías.

    La tercera m atriz del concepto, considera el desarrol lo local como

    un proceso que involucra la t ransformación de la economía y la sociedad

    de un determinado territorio en el actual contexto de creciente competit i-

    vidad y global ización econó mica. Su t rasfondo lo const i tuye la emergen-

    cia, hacia el final del siglo XX, de la dimensión espacial del desarrollo a

    escala nacional y mun dial , es decir, e l carácter cada vez más local izado

    de los procesos de acumulación de capi ta l, de innovación y de formación

    de capital social. En esta realidad el

    territorio'

    deja de ser percibido, por

    los gobiernos y organismos internacionales , como me ro espacio pasivo

    para las inversiones e infraestructuras y comienza a ser considerado

    como u na es tructura act iva del desarrol lo, agente de t ransformación so-

    cial y producto sociocul tural .

    La valorización de lo local se produce, según Mo ncayo (2002 ) , en

    relación d ialéct ica con lo g lobal , ya que los profundo s procesos de cam-

    bio en los planos tecnológico, económico, cultural y político a escala

    mundial impactan inevitablemente los territorios subnacionales. Esta

    re-espacial ización se en contrar ía vinculada a elementos, tales como, la

    cris is del Estado -nación, la idea de que el desarrol lo y la com pet i t ividad

     

    erritorio no es equivalente a espacio, porque incorpora una dimensión política

    ciudadana expresándose como civitas, lugar de l iber tad, segur idad y autonomía de

    los ciudadanos. El ter r i tor io de los civitas

    es el compren dido dentro del t r iángulo

    producción-social ización-conocimiento, cuyo conjunto de relaciones const i tuyen

    el capi tal social y es uno de los pr incipales factores de desar rol lo (Fermín R odr í-

    guez y Rober t Vi l leneuve, 2004) .

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    t ienen un carácter local izado, la tes is neoinst i tucional del cap i tal social y

    la consideración del territorio como capital natural.

    Tales imperativos de carácter político, social, económico y am-

    biental del desarrollo apuntan, de acuerdo con A rocena (2004 ) , a una ar-

    t iculación en tre lo local-global , s iendo la globalización una opor tunidad

    y un de saf io a explotar en beneficio del desarrol lo local , apoyándose -de

    manera act iva- en las peculiar idades de los ter r i tor ios que otorgan com-

    petitividad distintiva. En esta visión se asume que el desarrollo local es

    est imulado por la globalización, al requer ir la producción de bienes con

    caracter ís ticas par t iculares , s ingulares de ca da ter r itor io , para sat isfacer

    la diversificación de la demanda que ahora es global .

    Interesa destacar que si bien el enfoque economicista tradicional

    t iende a asociar el desarrol lo local con la mejora de la

    oferta

    de bienes y

    servicios desde el territorio, al presumir una relación lineal entre creci-

    miento econó mico y bienestar social , ot ros autores lo ubican del lado de

    la demanda,

    otorgando mayor relevancia a su vinculación con los dere-

    chos de la ciudadanía, es decir , con las oportunidades de acceso a bienes

    y servicios , y colocando el acento en la importancia pol í t ica de la organi-

    zación y par t icipación ciudadana y en el carácter democrát ico del desa-

    rrollo (Balbín, 1998).

    Este aspecto reviste suma trascendencia puesto que la globaliza-

    ción, le jos de gen erar una red is t ribución armó nica de act ividades , pobla-

    ción y r iqueza, ha provocado desequi l ibrios sociales, económ icos y terr i -

    tor iales en la sociedad contemporánea, par t icularmente en Am érica La-

    t ina. Como resul tado, se torna necesaria la regulación d el desarrol lo des-

    de d iferentes escalas geográficas (municipios, regiones) , lo cual implica

    tanto la redefinición del Estado-nación en un actor del desarrollo local,

    como la profundización de la p art icipación de la po blación en las es t rate-

    gias, decisiones y acciones sobre el desarrollo.

    Al respecto, la es t rategia de desarrol lo local involucra a actores pú-

    blicos -autor idades locales y regionales y algunas instancias del gobier-

    no central- y actores sociales , tales como empresas de cualquier tamaño

    y dimensión, organizaciones e instituciones de la sociedad civil (comu-

    ni tarias y voluntarias , nacionales e internacionales) , univers idades , ins t i-

    tuciones financieras locales, nacionales o internacionales y la coopera-

    ción internacional .

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    Pero, ¿A quién corresponde promover, financiar o liderizar el

    proceso? Las visiones son contrastantes en cuanto al grado de partici-

    pación de los agentes del desarrollo local, situándose en un extremo el

    enfoque estatista, que remite a la gestión centralizada del desarrollo,

    y en el otro, el enfoque liberal que otorga el protagonismo a las fuer-

    zas del libre mercado. Además, debe clarificarse la procedencia de los

    recursos o factores del desarrollo, puesto que éste puede ser promovi-

    do externamente, bajo gestión nacional y centralizada ( de arriba ha-

    cia abajo ), puede movilizar tanto los recursos endógenos como los

    recursos y oportunidades externas, o puede ser un proceso endógeno

    asentado en recursos locales.

    En realidad los diversos territorios se sitúan en un

    continum

    en-

    tre estas posiciones, según sus niveles previos de desarrollo y la

    existencia o no de una masa crítica de capacidades estratégicas y

    proyectos. En el caso de América Latina, donde la debilidad institu-

    cional es uno de los obstáculos principales para cualquier plan de

    desarrollo, ha ganado terreno la opinión de que el Estado debe asu-

    mir el liderazgo y la promoción de los procesos de desarrollo local,

    convirtiéndose en un agente económico que debe articularse con los

    actores privados.

    N uestra tesis es que el desarrollo local se revela como concepto y

    práct ica com plejos , cuya planif icación requiere de un enfoque s is témico

    y mult idimensional , es to es , mirar e intervenir sobre el conjunto de rela-

    ciones sociales , polí t icas , económicas, inst i tucionales , cul turales y am-

    bientales propias del ámbito territorial, las cuales presentan un recorrido

    evolutivo dificil de prever, generando incertidumbre para la acción; den-

    tro de lo cua l,

    l a p a r ti c i p a c i ó n c i u d a d a n a c o n s t it u y e u n e l e m e n t o p o l í ti -

    co esencial de sostenibilidad

    En referencia a este último aspecto, debe resaltarse la naturaleza

    multiactoral de la estrategia de desarrollo local que implica la concer-

    tación, la negociación y la formación de alianzas entre los agentes

    económicos, los ciudadanos y las autoridades locales, es decir, la ade-

    cuada resolución de los intereses en conflicto del mercado, la socie-

    dad y el Estado.

    Dad o que lo social const ituye el es labón m ás débi l de es te t r iángu-

    lo, la formulación y construcción de un desarrol lo sos tenible deviene un

    proceso en el cual los ciudadanos part ic ipen como sujetos individuales o

     T

     

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    colect ivos , incrementen su

    capital relacional

    2

     

    y se perc iban como verda-

    deros actores locales , capaces de defend er sus diversos intereses y pers-

    pectivas, y su cultura, frente a los pod eres const i tuidos del Estado y del

    mercado.

    Atendiendo a estas consideraciones, es útil reflexionar acerca de

    cómo las concepciones d ominantes , en una sociedad d ada, sobre polí t i-

    ca, Estado, democracia y ciudadanía, son determinantes del modo en que

    los ciudadanos se relacionarán,

    a t ra v é s d e l a p a r t ic ip a c ió n ,

    con el poder

    del Estado y las fuerzas del mercado, por lo que tales concepciones ter -

    minarán configurando la naturaleza de los procesos y mode los de desa-

    rrollo que esa sociedad es capaz de imponerse.

    2 1 El papel del Estado

    Aun que es fáci l advert i r que la g lobal ización y su forma esp ecíf ica

    -el mercado- imponen crecientes dificultades a la coordinación política

    de la econo mía nacional vía E stado, en la práct ica no es tarea senci lla re-

    definir su papel en un actor del desarrol lo local , en un en te de coordina-

    ción polí t ica t ransversal , que perm ita la regulación del desarrol lo desde

    las diferentes escalas geográficas donde se encuentra el ciudadano.

    La dificultad podría estar en que desde la configuración del proyec-

    to de los E stados-nación, se pen só y pract icó la pol í t ica terr itorialmente,

    entendido el territorio como espacio político-administrativo que brinda

    identidad y protección social a los ciudada nos. Según Beck (1999), esta

    visión, consolidada durante los últimos 200 arios, ha impuesto una pre-

    misa terr i torial en la comprensión de los conceptos de Estado, demo cra-

    cia, política, sociedad civil y ciudadanía, entre otros. A lo cual -decimos-

    puede añadirse la concepción del desarrollo.

    Pero la creciente complej idad social aparejada al proceso de g loba-

    lización, con la alta movilidad transnacional de gente, economía y ries-

    gos, desintegra los espacios de los Estados-nación, formando lo que

    2

     

    oberto Camagni (2003), enfatiza el carácter de capital de relación del capital

    social , const ituido por las redes d e relaciones entre individuos y , sobre todo, en tre

    organizaciones (em presas, asociaciones em presar iales, sindicatos, administ racio-

    nes públ icas. . .) , que forman una predisposición a favor de la coop eración, la con-

    fianza, la cohesión y el sent ido de per tenencia, contribuyendo de m anera eficaz a la

    construcción de sistemas productivos locales innovadores.

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    Beck (1999) l lama la sociedad po stnacional , donde p ueblos y terr i torios

    af lojan sus organizadas relaciones nacional-es tatales , porque han d ejado

    de responde r sat isfactor iamente, tanto a las dem andas sociales internas

    como a las fuerzas competi t ivas g lobales . Empero, no m uere la pol í t ica,

    sino la mane ra ter r i tor ial de en tender la.

    Lechner (1992), contextualiza la relación Estado-mercado en Améri-

    ca Latina, donde el capital ismo de mercad o no es un dato histórico que pre-

    cede a la regulación e statal , sino que ha sido el Estado quien se ha arrogado

    la tarea de instaurar una sociedad moderna. A sí , durante e l período 1930-

    1970, asume un rol activo bajo el modelo desarrollista o de sustitución de

    importaciones , cuyo agotamiento -evidenciado en el desbord amiento del

    gasto fiscal , el proteccionismo, la burocratización y el populismo- pone en

    marcha un a dinámica que socava a la vez el desarrollo y la democracia.

    Durante la década de 1980, la crisis económica de ese Estado en

    Amé rica Lat ina, junto con la cris is pol í t ica mu ndial que produjo la caída

    del muro de Be rl ín -s imbo lizando el f in del mun do bipolar- hacen posi-

    ble el llamado consenso de Washington , consistente en la aplicación

    del modelo neoliberal que preconiza la coordinación descentralizada y

    espontánea vía me rcado, pr incipalmente a t ravés de p rocesos de desre-

    gulación y privat ización.

    Este marco po l ítico-económico ayudó a configurar lo que más tar-

    de la crí t ica europea designó como la ideología del pensamiento único

    p e n s é e u n i q u e )

    3

      que viene a ser una visión social que se pretende exclu-

    siva , natura l e incuestionable , fundamentada sobre la tesis de la hegemo-

    nía absoluta de la econom ía sobre el resto de los dominios sociales, es de-

    cir , e l mercado como mano invis ible , la g lobal ización (en su acepción

    económ ico-financiera) , la desregulación y la pr ivat ización, en la cono-

    cida fórmula: Menos Estado, más mercado .

    Tales reflexiones otorgan significación y sentido a l desarrol lo lo-

    cal , ya que la d octr ina neoliberal -al concebir el desarrol lo en términos

    puramente económicos- acentuó en América Lat ina las inequidades so-

    ciales (fragmentación social) y generó crisis de gobernabilidad. En el

    3 a frase es de Ignacio Ramonet en un a r t ículo publ icado en Le Monde D iplomat i-

    que en 1995, del cual es di rector (c i tado por C ar los Álvarez de Sotomayor R eina,

    1999).

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    1

    trasfondo de la situación, se encuentra el olvido de que la racionalidad

    del mercado -com o categoría social- opera en determinadas condiciones ,

    al inscribirse en un orden social con sus ins t ituciones pol í t icas , es tructu-

    ras sociales y procesos culturales. Este olvido devino, al decir de Le-

    chner (1999), en una modernización sin modernidad

    4 , que limita las

    posibilidades de un desarrollo humano sustentable en nuestros países.

    Para el autor citado, si bien en la actualidad la coord inación polít ica

    vía Estado es insuficiente, su papel es i rremplazable porque es el garante

    del bien común , por lo cual debe ser redimensionado en aras de integrar

    la progresiva diferenciación de la sociedad, que conforma internamente

    sistemas funcionales y externamente sistemas transnacionales. El Esta-

    do debe, entonces, asumir la coordinación transversal de los diferentes

    sistemas y la mediación política entre los sujetos y esos sistemas.

    Beck (2001) también cuestiona la postura neoliberal de una economía

    mundial sepa rada de la polít ica, porque sin Estado no hay seguridad social ,

    educación, opinión pública, sociedad civil, democracia, ni legitimidad.

    Tampoco viejos esquemas de proteccionismo nacional son la alternativa al

    neoliberalismo, sino una con cepción amp lia de la polít ica, capaz de regular

    el potencial de crisis y conflictos inherentes a la economía mundial.

    El reposicionamiento del Estado en su papel de garante del bien co-

    mún -pero alejado de pasadas visiones populistas- le permitiría, entre

    otras cosas, integrar y coordinar los intereses plurales de una sociedad

    cada vez más compleja, debido a los fenóme nos del mult icul tural ismo y

    mult ietnicidad; regular ho rizontalmente las iniciat ivas de desarrol lo sur-

    gidas en los diversos municipios y regiones; y servir de intermediario

    privilegiado entre los espacios nacionales y los procesos transnaciona-

    les, promoviendo las ventajas de la globalización al tiempo que evita o

    repara sus consecuencias negativas.

    l autor concibe la modernidad vinculada a una racional idad normat iva, a t ravés

    de la institución de valores, normas y representaciones del orden social, cuya ex-

    presión máxima es la democracia; mientras que vincula la modernización con la

    racional idad inst rumental , o sea del cálculo medio-fines, cuyas expresiones m áxi-

    mas son el me rcado y la burocracia. La tensión aparece porque si bien la moderni-

    dad es la expresión de pr incipios universal istas de legi timación - la democracia- en

    la modernización aparece como la gran fuerza universalista.

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    En sum a, ante e l aumento y dispersión de las demandas socia les in-

    ternas, es decir, la desnacionalización producida por la individualización,

    y el desafio de la aldea global , esto es, la desnacionalización producida po r

    la mundialización, el Estado debe configurar una arquitectura de gobierno

    de múltiples niveles, que promueva la

    gobernanza

    5  

    y asegure la goberna-

    bi l idad, de m anera de fom entar un desarrol lo endógeno que sea sustenta-

    ble en el nuevo marco po stnacional . Esta gobernabi l idad t iene sus raíces

    en la capacidad de los gobernantes para combinar crecimiento económico,

    equidad, igualdad y protección social , as í como, p art icipación ciudadana

    en las decisiones polít icas; consti tuyendo el puente de dob le vía, efectivo y

    legít imo, entre el c iudadano y el poder del E stado.

    2.2. El papel de los ciudadanos

    La noción de c iudadanía -surgida como un conjunto de mecanismos

    ins t itucionales para regular las relaciones entre el E stado y la población-

    dif iere según la postura ideológica de la sociedad y d etermina, en úl t ima

    instancia, el grado de implicación y movilidail que tendrán los ciudadanos

    en la formulación, articulación y ejecución de acciones tendentes a cons-

    t ruir e l desarrollo de sus comunidades , m unicipios o regiones .

    En un extremo se encuentra la visión liberal del Estado, como

    guardián de una sociedad centrada en el subsistema económico, en la

    cual los ciudadanos son portadores de derechos subjetivos de cara al

    poder estatal, y la política tiene la tarea de amarrar e impulsar los inte-

    reses sociales privados; en el otro, la concepción republicana del Es-

    tado como una comunidad ética, donde los ciudadanos son portadores

    de derechos cívicos que garantizan su participación solidaria, mien-

    tras que la política atiende a una comunicación pública orientada al

    entendimiento (Habermas, 1999).

    Maestre (1994), coloca el acento en el reconocimiento de lo pol í t i-

    co como esfera autóno ma de actuación de los individuos en relación di-

    recta con la dem ocracia, es decir, su teoría polít ica es una teoría de la de-

    5

     

    l término alude al proceso y a la estructura de actores y reglas formales e informa-

    les que han de permitirnos alcanzar el desarrollo sostenible, viene a ser la variable

    independiente que expl icar ía por qué unas sociedades se autoorganizan y t ransitan

    con m ás eficacia que otras hacia la sostenibi l idad (Inst itut Internacional de la Go-

    vernabi l i tat de Catalunya, 2002) .

    14 4 

    44

    s II

    44444444

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    La d im ensión pol ít ica del desarrol lo local

     

    3

    mocracia, al considerar que el pr incipio polít ico clave de la m odernidad

    es el principio democrát ico. Así, la pol í t ica es tanto un m edio para alcan-

    zar intereses definidos, por ejemplo económicos, como un fin capaz de

    construir y delimitar valores e intereses conformadores de identidades

    individuales y, por supue sto, colect ivas.

    Para es te autor el legado más importante del pensam iento revolu-

    cionario a uno y a otro lado del Atlántico, desde el siglo XVIII hasta hoy,

    ha s ido la posibi lidad de que los hom bres puedan construir conjuntamen-

    te su libertad y su felicidad , las cuales deben ser concebidas pública-

    mente, es decir , e l espír i tu pú bl ico conforma y d efine cualquier ideal hu-

    mano y es el inspirador úl timo de esa búsqueda d e bienes en común que

    es la polí t ica (M aestre, 1994:18).

    Tal posibi l idad de construcción conjunta de valores com o la l iber-

    tad y la fel ic idad, pref igura la impo rtancia de la part ic ipación ciudadana

    -individual u organizada- en los com plejos procesos pol í t icos , económ i-

    cos, ambientales y socioculturales involucrados en el desarrollo de una

    comunidad, localidad, región o país.

    Si, como se señalaba arr iba, la desnacional ización producida por la

    individual ización y p or la g lobal ización dif iculta la regulación de la eco -

    nomía nacional por parte del Estado, cabe preguntarse cómo han sido afec-

    tadas las re lac iones de producción, los deberes y derechos c iudadanos, así

    como tam bién, las formas del ejercicio ciudadano, a través de la configura-

    ción de una sociedad civil que organiza su participación polít ica y econó-

    mica. Si de construir el desarrollo se trata, entonces este triángulo de pode-

    res (polit ico, económico y cívico) debe articular esfuerzos y hacerlo aten-

    diendo a las bases po pulares , es decir, desde el empo deramiento de quie-

    nes , por ser los afectado s , deberían ser los au tént icos protagonis tas .

    En lo que conc ie rne a l poder polí t ico , e l PNU D en su Informe La

    democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y

    ciudadanos (2004 ), propone -en una vis ión innovadora, alejada del es-

    trecho enfoque e conómico- dir igir la m irada hacia las polí t icas públicas

    y la participación ciudadana, como fórmula para corregir las profundas

    desigualdades sociales ; es to es , t ransitar de un a dem ocracia de votantes a

    una dem ocracia de ciudadanos , mediante la t ransferencia del poder hacia

    la gente. En síntesis, se apuesta por el renacimiento de la política, en la

    cual la democracia es una forma de desarrollo humano, o sea, la demo-

    cracia es el desarrollo humano en la esfera de lo público.

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    uórum A cadémico , V o l . 4 , N ° 1 , enero - jun io 2007 , pp . 13 - 30

    Pero el protagonismo de los ciudadan os no deb iera circunscribirse

    a la par t icipación polí t ica, s ino expand irse a todos los ám bitos de la so-

    ciedad capaces de generar capital fisico, capital humano y capital social,

    y en consecuencia, capaces de gene rar desarrol lo. Por lo tanto, debe in-

    centivarse el ámbito de la llamada sociedad civil, el cual es preciso defi-

    nir para del imitar sus relaciones con el E stado y con el m ercado.

    Nuevamente, tal definición dependerá del enfoque ideológico.

    Para los l iberales la sociedad civil se compone de una p lural idad econ ó-

    mica, polí t ica e ideo lógica de inst i tuciones que contrar restan al Estado,

    pero que no imp iden que garantice la paz y sea árbitro de intereses funda-

    mentales ; mientras que para los social- l iberales es una vía para expan dir

    la l iber tad e igualdad sociales y reestructurar las inst i tuciones e statales

    (Can sino y Ort iz , 1997) .

    En posiciones crít icas, se ubica a la sociedad civi l como una esfera

    pública autónoma, en peligro por la lógica del Estado y del mercado,

    pero fuente últ ima de legitimación del poder del Estado (Maestre, 1994);

    si tuada más a l lá del Estado y del mercado, en e l ámbi to de la opinión pú-

    blica, y atravesada por las redes del lenguaje que generan solidaridad

    (Habermas, 1999); o como un tercer sector que incluye a las organiza-

    ciones no estatales ni mercantiles, surgidas por la crisis del Estado provi-

    dencia en los países centrales y por el cambio en la estrategia de coopera-

    ción internacional , que pasó a contar con actores no es tatales en los paí-

    ses periféricos (Santos , 2003) .

    Es obligatorio añadir que las características de la actual era

      p ost-moderna determinan la aparición de novedosas formas de ejerci-

    cio ciudadano, puesto que la globalización ha producido la transición ha-

    cia nuevos roles estatales y hacia un nuevo tipo de sociedad (sociedad

    post- industr ial, sociedad red o sociedad de l conocimiento) , caracteriza-

    da por n uevas formas y relaciones de prod ucción a part i r de las tecnolo-

    gías de la información.

    Estas t ransformaciones al teran las formas del ejercicio ciudadano,

    al no res t r ingirse a los derechos y deberes const i tucionales , y expandirse

    a prácticasTelacionadas con la interlocución a distancia, el acceso a la in-

    formación, la redefinición del consumidor (de bienes y de símbolos) y

    sus derechos, y el uso del espacio m ediát ico para devenir actor frente a

    otros actores (Hopenhayn, 2001) .

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    La dim ensión pol ít ica del desarrol lo local

     

    5

    Puede inferirse que el ejercicio ciudadano cristaliza a través de la

    formación de un a sociedad civi l fuerte , plural, generadora de o pinión pú-

    blica, que reconoce un conjunto de valores ético-políticos, y cuyos ciu-

    dadanos son ca paces de asociarse en torno al bienestar colect ivo, gene-

    rando capital fisico, capital humano y capital social, es decir, riqueza y

    desarrol lo. Ello en el marco d e la complej idad de la sociedad del cono ci-

    miento, en la cual, junto con la creciente dificultad de los ciudadanos

    para materializar sus demandas sociales, se abren nuevos espacios para

    la información y la interlocución, en suma, para la participación.

    3.

    La participación como variable del desarrollo local

    La idea de p art ic ipación se encuen tra es t rechamente vinculada a la

    concepción de dem ocracia. Según Méndez (20 04) , la def inición ofrecida

    por Abraham Lincoln en 1863:

    Gobierno del pueblo, por el pueblo y

    para el pueblo ,

    compren de t res dimensiones: Pol ít ica o formal (gobier-

    no del pueblo), participativa o directa (por el pueblo) y social o sustantiva

    (para el pueblo) , y const i tuye la s íntes is de las cuatro concepciones con -

    temporáneas: R epresentat iva, const i tucional , d irecta y sustantiva.

    Las diferentes naciones se s i túan en algún pun to de una escala que

    va desde la democracia formal (por procedimientos) a la democracia sus-

    tancial (por resul tados) , desde el cual le otorgan u n preciso sent ido y al-

    cance a la part ic ipación ciudadana, de terminando, a su vez, la mo dal idad

    de art iculación entre E stado y sociedad, es to es , e l grado en el que el po-

    der puede ser transferido desde la sociedad política a la sociedad civil.

    Restrepo (1998) considera que, desde la década de 1970 , han apa-

    recido en Am érica Lat ina dos es t rategias antagónicas dentro del conjun-

    to de prácticas políticas reconocidas bajo el calificativo de democracia

    participativa, en oposición a las características de la democracia repre-

    sentativa: Una proveniente de la ideología neoliberal (la imitación del

    mercado) y la otra que se nu tre de los nuevos m ovimientos sociales ; pero

    amba s s imilares en el reclamo de un m ayor protagonismo de la sociedad

    sobre el Estado en asuntos económicos y políticos.

    Esta emergencia de procesos part ic ipat ivos , a contracorriente de un

    t ipo de dem ocracia representat iva que ha l imitado la par t icipación a los

    procesos electorales , navega entre dos modalidades, no necesa r iamente

    contradictorias : a) como fortalecimiento de la sociedad civil y b) como

    socialización de la política.

    La primera pretende una redistribución del

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    poder

     

    a favor de los sujetos que his tóricamente han es tado excluidos de

    su control y la autonomía de las organizaciones, y la segunda un n uevo

    modo de relación entre el Estado y la sociedad, basada en la ef iciencia y

    legi t imidad de la administración pública (Castro , 2000 ).

    El pr imer mod o podría inscr ibirse en lo que Rest repo (1997) deno-

    mina

    e s ta t iz a c ió n d e l a s o c ie d a d , referida a la transferencia a la sociedad

    del capital estatal representado e n emp resas, funciones y act ivos públi-

    cos , materializada en los p rocesos de p rivat ización y en la incorporación

    dentro del Estado de las reglas de funcionam iento del mercado. El segun-

    do correspond ería a la socialización del Estado, es decir , la apertura de

    las compuertas de las ins ti tuciones a la part ic ipación ciudadana y comu-

    nitaria, en donde la sociedad disputa el monopolio burocrático y partidis-

    ta en los asuntos de interés colect ivo.

    Es claro que en las experiencias concretas de procesos part ic ipat i -

    vos , pueden exis ti r diferencias no sólo en las m odal idades , s ino también

    en cuanto a los sujetos de la participación social (actores), los niveles (al-

    cances) y el ámbito o espa cio en el cual se ejercen. Los niveles de pa rtici-

    pación puede n abarcar la información, la consulta y la toma de de cisio-

    nes . Por ejemplo, la escalera de la part ic ipación ciudada na de Ars tein

    (1971) , dis t ingue t res planos de la part ic ipación prom ovida po r los pro-

    pios gobiernos , con un total de nuev e peldaños: Plano de la no part ic ipa-

    ción (manipulación y terapia); plano de la participación simbólica (in-

    formación, consulta y apaciguamiento); y plano del poder ciudadano

    (consenso, poder delegado y co ntrol ciudadano).

    Restrepo (1997), enfoca las fases y dimensiones del proceso de for-

    mación de po lí ticas e identifica nueve mo dalidades de involucramiento

    ciudadano, ubicadas en tres grandes momentos: a) información, consulta y

    concertación; b) co-decisión, planeación participativa y control estratégi-

    co, y c) control de ejecución, co-adminis tración y ejecución de legada.

    Aunque ambos autores destacan e l efecto l imi tado de la mayoría de

    experiencias de part ic ipación ciudadana sobre las decis iones de gobier-

    no, nu estra tes is es que inclus ive los n iveles iniciales de la part ic ipación

    ste es el concepto de par t ic ipación de Arstein (1971), entendida como poder c iu-

    dadano, esto es, la redistribución del poder hacia los ciudadanos que al presente es-

    tán excluidos de los procesos po l í t icos y económ icos.

    s414414.,,,,

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    La dim ensión pol ít ica del desarrol lo local

     7

    son importantes, porque pueden brindar oportunidades para el aprendi-

    zaje colect ivo, tanto de la ciudadanía com o de los organismos y funcio-

    narios públ icos , lo cual const i tuye una de las variables esenciales del de-

    sarrollo local.

    A este respecto, debe destacarse que el ámbito local ofrece nuevos

    espacios privilegiados para la participación, dado que la relación de cerca-

    nía a la cuest ión públ ica-es tatal es t imula el involucramiento de los ciuda-

    danos. V isto de esta manera, la estrategia de desarrollo local puede contri-

    buir al fortalecimiento de la democracia, porque la participación social

    que conl leva puede ayudar a alcanzar una relación m ás es trecha entre las

    autonom ías locales , las l ibertades individuales y la capacidad de cambio

    de la sociedad, contr ibuyendo con la recuperación de la gobernabil idad.

    Todo e l lo mientras los gobiernos locales no reproduzcan las mismas re la-

    ciones clientelares que tienden a suscitarse en el ámbito central y existan

    las necesarias interrelaciones entre los distintos niveles de gobierno.

    En los países latinoamericanos aquejados por la pobreza de las gran-

    des mayo rías, la estrategia de desarrollo local puede form ularse en función

    de los objet ivos de e levar sus tancialmente el acceso de la pob lación a los

    servicios básicos e infraestructura social y econó mica, fortalecer la gober-

    nabi l idad demo crát ica a nivel local y aumen tar la cohesión social .

    Un a pieza clave para lograr es tos objet ivos lo const i tuye, s in duda,

    la promoción de la organización y part icipación ciudadana en la tom a de

    decis iones y en la ejecución de las mismas. Esto imp lica, metodo lógica-

    mente, herramientas de planificación participativa que incorporen a la

    población en la discusión, decisión, sostenimiento, real ización y control

    de los proyectos para el desarrollo local, especialmente en aquellos en

    los que, como segmento específico (género, etnia, grupos sociales), se

    encuentren más directamente implicados.

    Una est ra tegia de desarrol lo local enunciada b ajo estas condic iones,

    puede ser un a vía para que la democracia se realice, no sólo en el plano de

    los principios sino en el de los resultados, superando las insuficiencias de

    la democracia polít ica para producir una s ociedad justa, a través de la pro-

    fundización del ejercicio de la ciudadanía med iante la part ic ipación.

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    4. Consideraciones finales

    Para atender s imultáneamente las de mandas sociales internas y los

    desaf ios de la g lobal ización, nuestros países requieren red efinir e l papel

    del Estado en actor agente del desarrollo local y profundizar la participa-

    ción de la población en las estrategias, decisiones y acciones sobre el de-

    sarrollo.

    En e l m arco de la am pl iac ión de la dem ocracia , a t ravés de la par t i -

    cipación, el protagonismo d e los ciudadanos no de be circunscribirse a la

    esfera pol í t ica, s ino expandirse a todos los ám bitos de la sociedad capa-

    ces de gen erar capital fisico, capital human o y capital social, y en conse-

    cuencia, r iqueza y desarrol lo.

    La part ic ipación se revela como una pieza c lave para lograr los ob-

    je t ivos d el desarrol lo local , cuya es trategia puede contribuir al fortaleci-

    miento de la demo cracia, a l acercar al c iudadano al diagnóst ico, planif i -

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