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DIECINUEVE La cuestión del valor. Utilidad, riqueza y valor. Lauderdale: la riqueza y los medios para su crecimiento En el Primer Diálogo de sus Dialogues of Tbree Templars on Political Economy, Thomas De Quincey pone en labios de uno de sus personajes la siguiente pregunta, "¿Hay algún principio en la Economía Política a partir del cual todos los restantes puedan deducirse?". Y la respuesta de su interlocutor, en quien se encarna el mismo autor, y que al final regresa a la condición de volver a preguntarse, reza así:"Sí lo hay. Tal principio existe en la Doctrina del valor, verdaderamente explicada. La cuestión sobre cuyas bases se mueve la Economía Política; la cuestión a la cual se reducen todas sus dificultades, es ésta: ¿cuál eselfun- damento del valor de cambioi'" Los años que siguen a la muerte de Smith, así como a la del propio Ricardo, y, en general, el proceso por el cual la Economía Política llega a alcanzar su plena madurez, en un sentido muy estricto puede decirse que están dominados por esta cuestión primordial. No debe causar sorpresa que así suceda, si se piensa por un instante que lo que yace de por medio no es otra cosa que la definición originaria del ámbito de lo económico, o lo que viene a decir lo mismo, que la

La cuestión del valor. Utilidad, riqueza y valor ...ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/libros/BA.1996.a.8.1.pdf · to de la Economía Política. Con todo, ésa esuna corriente, si

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DIECINUEVE

La cuestión del valor.Utilidad, riqueza y valor.Lauderdale: la riquezay los medios para sucrecimiento

En el Primer Diálogo de sus Dialogues of Tbree Templars onPoliticalEconomy, Thomas De Quincey pone en labios de unode sus personajes la siguiente pregunta, "¿Hay algún principioen la Economía Política a partir del cual todos los restantespuedan deducirse?". Y la respuesta de su interlocutor, en quiense encarna el mismo autor, y que al final regresa a la condiciónde volver a preguntarse, reza así:"Sí lo hay. Tal principio existeen la Doctrina del valor, verdaderamente explicada. La cuestiónsobre cuyas bases se mueve la Economía Política; la cuestión ala cual se reducen todas sus dificultades, es ésta: ¿cuál eselfun­damento del valor de cambioi'"

Los años que siguen a la muerte de Smith, así como a ladel propio Ricardo, y, en general, el proceso por el cual laEconomía Política llega a alcanzar su plena madurez, en unsentido muy estricto puede decirse que están dominados poresta cuestión primordial. No debe causar sorpresa que asísuceda, si se piensa por un instante que lo que yace de pormedio no es otra cosa que la definición originaria del ámbitode lo económico, o lo que viene a decir lo mismo, que la

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constitución de la realidad a la cual el conocimiento de la Eco­nomía Política pretende allegársele científicamente. De maneraque es justo decir que lo expresado, por De Quincey se mueveen la dirección más atinada, toda vez que la mayor parte de lostemas importantes que le conciernen a lo económico, en efecto,tienen que ver, y de forma decisiva, con esa definición que sepostule.

Lauderdale: la riqueza y los medios para sucrecimiento. Riqueza y valor

Es de este modo como Lauderdale, tempranamente, tomará eltema al igual que algunos otros importantes que de él se siguen.En su obra, con el variable grado de profundidad que exhibensus páginas, de alguna manera se recrean o prefiguran lascontroversias de las que es testigo el primer cuarto del sigloXIX, y que tienen a David Ricardo como su pivote y princi­pal contendiente.

En breve, el centro del interés de Lauderdale es la cuestiónde la riqueza y de los medios para su crecimiento. Antes se viocómo en las manos de Smith, la riqueza y el valor de cambioconcurrían del todo en cuanto realidades y conceptos. Lau­derda1e, y más adelante se verá la postura de Ricardo y deotros en torno a la materia, expondrá unos puntos de vista nosiempre afines o similares con éste antes anotado. Por ejemplo,en 10 particular participará del criterio de que la riqueza y elvalor no expresan una y la misma cosa, y sin que sea justodecir que las razones se elaboran consistentemente, terminarápor afirmar que "la riqueza consiste en la mayor abundanciaposible de aquellos objetos que los hombres desean", y no,como se sostiene, "que el valor es la base de todas las riquezas".'

El tratamiento que este autor dispensa a la materia delvalor, así, se aparta significativamente del adelantádo porSmith. En 10 esencial cabe decir que Lauderda1e avanza una

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concepción en la que el valor depende de 10 que en el vocabu­lario usual del presente se nombra en general como la oferta yla demanda, esto es, que el mismo depende de la presenciasimultánea del objeto "que se desea" junto con "la circunstanciade que (ese objeto) exista en escasez"; o más en rigor, "de laproporción entre la demanda (por el objeto) y su cantidad".'De esta forma, al autor no le es dado sino concluir en que elcriterio de Smith relativo "al trabajo como medida del valor...es infundado". Y, en su abono, adelanta el argumento, queencontrará eco y resonancia en algunos círculos posteriores,de que esta noción contradice la idea de que el valor de por síes relativo, esto es, "que no se puede expresar el valor sin unacomparación de dos mercancías".4

En otro sentido, y de nuevo en contra de 10 que estima esel juicio de Smith, Lauderdale acumulará a 10 anterior la opi­nión de que "las fuentes originales de toda riqueza son la tierra,el capital y el trabajo". En el argumento que de seguida seexpone, como ha de discernirse, se muestra sin equívocos elgénero de razones que se utilizará a lo largo de las décadas quevienen para disputar las materias contenidas en la cuestión delvalor. Por ejemplo, en relación con los beneficios sobre el capi­tal, dirá Lauderdale que "el autor de Tbe Wealth ofNationsparece considerar el beneficio del stock como si se pagara ocomo si se derivara del valor agregado por el trabajador a losmateriales primos". Afirmando de inmediato que "si ésta fuerauna idea justa y certera del beneficio sobre el capital, de ello seseguiría que ese beneficio es un (ingreso) derivado, y no unafuente original de ingresos; ya que el capital no puede consi­derarse entonces como una fuente de riquezas, puesto que subeneficio es sólo una transferencia desde el bolsillo del trabaja­dor en favor del propietario del stock","

Un argumento similar habrá de esgrimir en relación conlos ingresos del dueño de las tierras y de las propiedades inmue­bles en general, el cual, según lo expuesto por Smith en uno desus criterios al respecto y comentado previamente, tambiénparticipa del carácter de ingreso derivado. Más adelante, cuando

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se dirija la mirada a las controversias que se erigirán en tornoa la naturaleza de la renta de la tierra y de sus repercusionessobre el proceso de acumulación y crecimiento económico,donde además se envuelven consecuencias políticas de la mayortrascendencia, habrá de regresarse a este punto en lo particu­lar.

Aquí no concluyen lasopiniones de Lauderdale que tienensu significación. Sin embargo, de lo anterior resulta un esbozode los grandes temas que ocuparán el centro de la discusióncientífica en la Economía Política, y en torno a los cuales.porconsiguiente, habrá de fijarse la mejor atención en lo que sigue.

La cuestión de la utilidad y el valor de las cosas

La discusión en la obra de Lauderdale de la materia del valor,a pesar de que en sus propios términos tenga aún un largocamino por recorrer para adquirir consistencia y solidez, señalaorientaciones acerca de las cuales existen numerosos anteceden­tes. Los mismos, hablando en rigor, apenas si se mencionaronde pasada por la sola razón de que sus fundamentos, estricta­mente, no le pertenecen a la matriz conceptual delconocimien­to de la Economía Política. Con todo, ésa es una corriente, sicabe así expresarse, que no dejó de tener sus adherentes, y queahora también habrá de manifestarse.

No ha de considerarse ocioso, por lo tanto, que con ladebida concisión se haga una vez más presente el reiteradocriterio de la Economía Política en relación con la materia delvalor y la cuestión de la utilidad de lo bienes, o del uso yaprovechamiento que de los mismos pueda hacerse. Por ejem­plo, Le Trosne, a quien se le citó ya antes en el mismo respecto,dice brevemente y sin equívocos posibles, que "la utilidad noes la medida del valor", y que "aunque el valor supone unautilidad cualquiera, no se sigue que él es proporcional al gradode utilidad, porque son otras causas las que lo determinan". Y,según se ha visto también, Adam Smith expresará un juicio en

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similares términos, tanto en sus Lectures como en Tbe WealthofNations.

Es decir, la relaci6n que se establece entre la cosa mismay el individuo que llega a poseerla cosa para su uso, y a la cualse asocia esencialmente estacuesti6n de la utilidad, no está enel centro del interés científico de la Economía Política. Lanoci6n de la utilidad, en cuanto resulta de la ponderación in­dividual de las condiciones de un objeto para proveer algúnuso particular, no dejó por un instante de estar presente en laconsideración de quienes sobre la materia del valor pensarony escribieron con el rigor debido. Sin embargo, su papel, fun­damental como habrá de apreciarse en un momento, no podíaser el de servir como elemento unificador del espacio globalde 10 económico.

Aquí entraban diversas consideraciones que sólo debenmencionarse. En primer lugar, la relativa al asunto de la ideamás básica acerca de lo que conforma el objeto de la EconomíaPolítica. Lo que se hallaba de por medio, dicho en los términosmás generales posibles, no era otra cosa que la gran cuestiónde 'La Riqueza de las Naciones'. Pues bien, de acuerdo con lasconcepciones primordiales de la época, hechas manifiesta delos más distintos modos, la perspectiva desde la cual cabíaaproximarse al tema no era la del individuo con sus apetenciasy deseos más personales, sino la del agregado social, o la deesas entidades nacionales que comenzaban poderosamente aemerger y a plenar la realidad. La noci6n del ser humano indi­vidualizado, que se planta como tal frente a las cosas y lasvalora desde elpunto de vista que él mismo crea o constituye,aún debe recorrer su camino antes de reclamar un puesto en lapráctica del acontecer social. Marx, por ejemplo, todavía ha­blará de la "insipidez" de la concepción que le atribuye alindividuo moderno la suficiente independencia de criteriofrente a la presión de la masa de la cual forma parte. Y preferirásustituir la palabra 'independencia' por la palabra 'indiferencia',para dar cuenta de la manera típica de las relaciones interperso­nales normales en la sociedad moderna.

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En segundo lugar, cabe añadir el significativo punto deque la vía de la homogeneización del espacio de la realidadeconómica, por la intermediación de la utilidad resultante dela relación psicológica entre el individuo y la cosa, clausura demanera absoluta toda posibilidad de apreciar el contenido delo económico en la dimensión histórica donde por necesidadse manifiesta o aparece. En efecto, una vez que la experienciaeconómica se define a la luz de la consideración que en el in­dividuo -en cualquier individuo- despierta su relación conuna cosa que le resulta útil o que le provee utilidad, en esemomento se hace desaparecer la urgencia por esa dimensiónhistórica de que se ha hablado. No se trata ya del posible de­sarrollo que los objetos han experimentado, o de la emergenciade nuevos objetos que sustituyen otros antiguos, y acerca delo cual bien cabría concebir un interesante anecdotario, sinode una relación que como tal carece de historia en el rectosentido de que no presupone ningún marco particular de condi­ciones o circunstancias para poder hacerse presente.

Por último, resta la decisiva cuestión del carácter cuantita­tivo que por necesidad sedemanda de lo que aquí se ha llamadoel elemento unificador de la realidad económica y, a través delcual, esa realidad y la experiencia que la misma envuelve seconstituyen como tales. La Economía Política rechaza todaposibilidad de referir la mensuración del valor a la apreciaciónsubjetiva de lo útil o de la utilidad que una cosa presta, y enello se evidencia laconvicción sostenida acerca de la dificultadde naturaleza presente en la cuantificación de los estados-deánimo."

Pues bien, cuando Ricardo se plantea la cuestión de lautilidad en relación con la materia del valor, y dados los nume­rosos antecedentes al respecto existentes, se ve obligado aexpresar sus criterios de una manera donde no hay equívocos.posibles. Los términos precisos en que se expresa, que la Eco­nomía Política en general adoptará como su perspectiva, sonlos siguientes: "La utilidad no es la medida del valor dé cambio,aunque le es absolutamente esencial. Siuna mercancía no fuera

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en alguna forma útil, es decir, si no pudiera de alguna maneracontribuir a nuestra gratificación, estaría desprovista de valorde cambio, sin que importe cuán escasasea, o cuál es la cantidadde trabajo necesaria para procurarla".'

Malthus, por su parte, no hará sino repetir el criterio encuestión, y del mismo lo harán otros escritores de la épocaque vale citar en este sentido.' De manera que cuando Marxaparece en la escena para fijar los límites y establecer lasposibilidades científicas íntegras de la Economía Política, estospuntos de vista le estarán presentes y le serán familiares. Suspalabras en ElCapital, efectivamente, suenan del todo similaresa las que antes se han citado de Ricardo. Así, "nada puedetener valor sin ser un objeto de utilidad. Si la cosa no es útil,del mismo modo no lo es el trabajo en él contenido, y el mismono cuenta como tal trabajo y, por lo tanto, no crea valor"."

En suma, aun si la cuestión de la materia del valor, lo quevale decir, la cuestión de la definición misma del ámbito de loeconómico, lo resuelve el conocimiento de la Economía Políti­ca por un camino conceptual donde la utilidad de los bienesobjeto del intercambio mercantil no constituye ni la sustanciacausal ni tampoco la medida de su valor de cambio, no significaque no cumpla ella papel alguno dentro del esquema generalde dicho conocimiento. Esto es, no hay ninguna necesidad demirar las cosas desde el ventajoso punto de vista que ofrecenlas reflexiones de Marx sobre el tema, para percatarse de queel asunto del uso y aprovechamiento de los objetos porintercambiarse no se puede dejar sin más de lado. O puesto deotro modo, la indicación de Ricardo de que la utilidad le es"absolutamente esencial" a la cuestión del valor, no es unseñalamiento más que pueda tomarse a la ligera.

Pues bien, el criterio que apenas se insinúa en Lauder­dale, tendrá en Say una manifestación mucho más explícita yreiterada. Con las evidentes deficiencias en su forma de ex­presión que le llevan por fuerza a ser ambiguo, las orientacionesdel pensamiento de este autor, sin ningún género de dudas,intentan ser distintas respecto de las que guían elnúcleo matriz

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de la Economía Política. Es así como en su citado Catechismed'Économie Politique, frente a la pregunta que se autoformulade "¿cómo se le da valor a una cosa?", responde entonces: "Dán­dole utilidad", o lo que es igual, "que si a una cosa cualquieraque no tiene valor se le da utilidad, al unísono se le da valor;esto es, se la convierte en un producto creándose riqueza" .10 Ycon quizás más fuerza expositiva todavía, dice en su Traitéd'Économie Politique: "Es universalmente cierto que donde loshombres le atribuyen valor a una cosa es en consideración desus propiedades útiles: lo que no sirve para nada no tiene pre­cio... El precio es la medida del valor de las cosas, y su valor lamedida de su utilidad...El valor de cambio, o el precio, es uníndice de la utilidad reconocida de una cosa".11

Bailey, en su turno, pasará por sobre el punto y 10soslayará, dado su muy específico propósito de atacar las con­cepciones sobre el valor de la Economía Política desde unángulo distinto al presente. En Senior, sin embargo, el temade la utilidad y de su relación con el valor de cambio que llevan,se plantea en un nivel conceptual de otra índole. Para empezar,la riqueza y el valor son términos concurrentes: "Bajo la palabrariqueza se comprenden todas las cosas que tienen valor". Enrelación con el valor de esas cosas, a su vez, dirá el autor queentre "las cualidades que hacen a una cosa un artículo de rique­za, o que le dan valor, la más sobresaliente es el poder, directoo indirecto, de producir placer" .12 Lo que vale decir, "su utili­dad". A esta condición de ser útil añadirá Senior dos otroselementos, a saber, la posibilidad de que el bien sea transferible,y lo que llamará "la limitación de la oferta", que es su manerade llamar el grado de escasez del bien en cuestión.

En todo caso, y según lo que más o menos ya se repiteautor tras autor sin demasiado discernimiento ni criterio, lanoción misma del valor supone, dirá Senior, una relación entrebienes: "Es imposible predicar el valor de un objeto sin refe­rirse, expresa o tácitamente, a algún otro objeto en el cual suvalor ha de estimarse". O dicho de un modo que resulta deltodo familiar para un contemporáneo: "El valor recíproco se

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determina por dos conjuntos de causas: las que determinan laoferta y demanda del primero, y las que determinan la ofertay demanda del segundo».

Así se va allanando el camino que lentamente aleja lacomprensión de lo económico de la matriz conceptual primi­genia de la Economía Política. CuandoJohn Stuart MilI publicasus Principles o[Political Economy, que en gran medida domi­narán la escena académica y profesional durante las décadasque siguen hasta finales del siglo, ya allí se han cumplido unoscuantos pasos importantes en esa dirección.

Con todo, esa matriz llega a constituirse de manera defi­nitiva por un proceso constructivo que todavía debe elaborarse.Antes se ha visto, con la concisión más extrema y por la vía decomentar más bien en sentido negativo algunas consideracio­nes, cuál es e] género de planteamientos relativos a la cuestióndel valor. Ahora hay que proceder a mirar con algún detallelos elementos sobre los cuales la Economía Política hacedescansar sus concepciones acerca de esa decisiva materia delvalor de las cosas.

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NOTAS

1 En TheCollected Writings ofThomasDe Quincey, Vol. 9, op. cit., p. 54(énfasis del autor). John Stuart Míll, en su oportunidad, escribirá losiguiente, "casi cualquier especulaci6n relativa a los intereses econ6mi­cos de una sociedad constituida sobre la compraventa, implica algunateoría del valor", Principies ofPolitical Economy with Some of theirApplicationtoSocial Philosophy, op. cit.,Vol. TI, Book ID, chapo I, p. 456.

2 An Inquiry into the Natureand Origin ofPublic Wealth and into theMeans and Causes ofits Increase, 2nd. Edition (Edinburgh, 1819),p. 137.

3 Ibid., pp. 11, 15. Cf David Ricardo, Principies ofPoliticalEconomyandTaxation,op. cit., Chapter XXX, pp. 384-385.

4 Ibid., pp. 19,24. Cf Samuel Bailey, A Critical Dissertation on the Na­ture, Measures, and Causes ofValue, Chiefly in Reference to theWritings ofMr. Ricardo and His Followers (London, 1825),p. 4.

5 Ibid., pp. 151-152.

6 "No hay ciertamente medida de la utilidad", Letter from Malthus toRicardo dated September 13th, 1821, en Works ofDavid Ricardo, Vol.IX, op. cit., p. 64. No puede dejar de elaborarse un comentario sobreesta materia de tanta significaci6n. Vista con los ojos del presente, esasunto cierto que la ciencia moderna ha logrado matematizar, por víadirecta o indirecta, todos los espacios importantes de la realidad de laexperiencia, incluyendo, desde luego, los que se refieren a la materiabajo consideraci6n. Lo que no debe tomarse, sin embargo, como si losfundamentos de esa matematizaci6n en el caso que ahora o>:upa laatenci6n, sean todo lo incontrovertibles que de ellos se espera, o quedebieran ser idealmente.

Si hubiera que precisar la naturaleza de ese fundamento, cabríadecir lo siguiente. A tenor de lo sostenido por Frank Knight, quien esuno de los muy pocos escritores econ6micos que conoce de las comple­jidades que se hallan aquí presentes, la utilidad "no es una cantidad enun sentido simple, sino que es una cualidad que posee intensidades ogrados (rates), Risk, Uncertainty and Profit (1921), Pan TI, Chapter ID,p. 61. Aquí se reconoce, sin ninguna duda, la noci6n kantiana de la'magnitud intensiva' , CritiqueofPureReason, op. cit., B208-B224, quepara todos los fines le sirve de sustento filosófico.

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Ahora bien, a esta noción de la utilidad vino a sustituirla, en lateorización acerca del valor, la noción de 'preferencia', con la cual seevitaban, presuntamente, algunos de los problemas de la primera no­ción. Lo que vino a quedar, así, como base del valor, es entonces unaexpresión subjetiva en la cual se muestra el juicio del individuo respectode una situación particular dentro de un marco donde varias situacio­nes comparables coexisten. Esto es, la teoría se detiene en elpunto don­de se externaliza la preferencia o indiferencia de esa situación respectode cualquiera otra. Para todos los fines perseguidos, por consiguiente,se admite que ello es suficiente. Es decir, se suprime toda referencia a lacomparación de estados de ánimo o de sensaciones interiores, comoantecedentes del acto de preferir o escoger, en favor de la simple revela­ción de la preferencia.

No puede ser el caso entrar a mirar con más detalle estas materias.La cuestión de las 'magnitudes intensivas' de Kant no dejó decontrovertirla Bergson, "puesto que envuelve un punto muy oscuro yun problema mucho más importante de lo que se supone usualmente",Time and Free Will. An Essay on the lnmediate Data 01Consciousness,transo by F. L. Pogson (New York, 1914), p. 1. Más aún, la teoría de lapreferencia ignora el problema y se conforma con la matematización,sin preocuparse por el contenido de lo matematizado y, con todo, "allíhay problemas"; cf G. H. von Wright, "Utility and Probability", enTheNew Palgrave (New York, 1990).

En otro sentido, cabe agregar lo siguiente. La idea de la utilidad, afalta de una caracterización subjetiva más precisa, se presenta en generalen estos términos empleados por lrving Fisher, "el plano de contactoentre la psicología y la economía es el deseo...Nos contentamos, por lotanto, con el siguiente postulado psico-económico: cada individuo ac­túa según susdeseos", Mathematicallnvestigations in the Theory 01Valueand Prices (1892), (New York, 1965), p. 11 (énfasis del autor). Esta iden­tificación entre deseo y utilidad como recurso final para darle conteni­do a las proposiciones adelantadas, tan llena de dificultades y, por lotanto, tan dudosa, mereció el siguiente comentario de Alfred Marshall:"Nos confinamos a la medición que la Economía hace del motivo o dela fuerza que pone en marcha la acción, y la hacemos servir con todassus debilidades tanto para los deseos que incitan a la actividad comoparalas satisfacciones que de ella resultan", PrincipIes 01Economics, op. cit.,p. 92, n. 1 (énfasis del autor).

7 Principies 01PoliticalEconomy and Taxation, op. cit., Chapter I, Sec­tion I, p. 11. En respuesta al contenido del Catechisme d'Économie

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Politique de Jean Baptiste Say, Ricardo le escribirá en estos términos,"la utilidad es ciertamente el fundamento del valor; pero el grado deutilidad no puede ser nunca la medida por la cual estimar el valor...Unamercancía debe ser útil para tener valor...", Letter to Say, 18th August1815, en Works ofDavid Ricardo,Vol. VI, op. cit., p. 247.

8 "Se concede generalmente que la palabra valor, en el lenguaje común,posee dos diferentes significados; el primero, como valor de uso, y, elsegundo, como valor de cambio...Es obvio que la Economía Políticatrata con el valor en el último sentido, y no con el primero de losmismos", TheMeasure ofValue Statedand Illustrated with anApplicationofIt to the Alterations in the Value of the Englísh Currency since 1790(London, 1823), p. 1. C¡ también susDefinitions ofPoliticalEconomy(London, 1827)chapo IV. James Mill, en su manual ElementsofPoliticalEconomy, op. cit. esp. Sect. TI, chapo III, pasa a tratar las concepcionesbásicas de la Economía Política sobre la materia sin ni siquiera detenerseen el punto bajo consideraci6n. Una similar actitud adoptará McCulloch,ThePrincipies ofPolitical Economy (Edinburgh, 1825), Part I1I, SeetionI. C¡ también Longfield, "es del valor de las cosas y no de su utilidadacerca de lo cual trata la Economía Política", Lectures on PoliticalEconomy (Dublin, 1834), p. 26.

9 Capital, op. cit., Vol. 1, pp. 41,202. C¡ Critique ofPoliticalEconomy,op. cit., p. 28. No puede ser éste el lugar para detenerse a mirar lasignificaci6n qúe tiene la cuesti6n del valor de uso en las concepcionesglobales de Marx, y las profundas diferencias que entonces se marcanentre su juicio y el que le antecede. Se reservan así para su momento lasconsideraciones del caso.

10 A Catechism cfPoliticalEconomy, transo by John Richter (Lorrdon,1821), chapter II (énfasis del autor).

11 Traité d'ÉconomiePolitique, op. cit., pp. 3-4. T;mbién "el valor y lacantidaddeutilidadson así los términos iguales de una misma ecuación",Letter from Say to Ricardo en Works ofDavid Ricardo, op. cit., Vol.VIll, pp. 280-281. Henry Storch, en el mismo sentido en que se mueveSay, pero con mayor precisi6n de juicio, escribirá como sigue: "No essuficiente que una cosa exista, o que pueda ser útil, para que tenga valor.De donde se desprende esta consecuencia importante: que el valor no sederiva de causas que se encuentran existentes entre las cosas, sino del

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juicio de las personas que las hacen servir para sus necesidades", Coursd'&onomie Politique, op. cit., Tome Premier, pp. 49, 53.

Las ambigüedades en la expresi6n de Say se hacen notorias en suréplica a Ricardo por los comentarios críticos de este último en relaci6ncon las tesis vertidas en el Catechisme. "Usted ha llegado a creer que yoconsidero a lautilidadcomo el único fundamento del valorde las cosas...La utilidad no es la únicasino la primeracausa del valor, puesto que unacosa que no tenga ningún uso no será demandada, ni se le fijará precio,ni tendrá valor. Pero es necesario que el precio, determinado por lautilidad que la gente le atribuye, baste para costear sus gastos de pro­ducci6n (lo que usted llama ladificultaddeproducción), y es lo que haceque su precio no pueda ser inferior a esa tasa. Por lo tanto digo, comousted, que los gastos de producci6n de una cosa determinan el límitemás bajo de su precio, pero no constituyen la causaprimordial del preciode oferta", Letter fom Say to Ricardo, September 10th 1815, Works01David Ricardo, op. cit.,Vol. VI, p. 271. En el Traité, por otra parte, diráen sucesi6n, "los objetos de la riqueza social poseen valor por la necesidadde dar algo para conseguirlos, y ese algo es el esfuerzo productivo"; yun poco más abajo, "el valor de los productos no se funda en el esfuerzoproductivo... y puesto que el deseo de un objeto, y consiguientementesu valor, se originan en la utilidad, es la habilidad de crear la utilidadque origina el deseo 10 que le da valor al esfuerzo productivo", Livre Il,chapo I.

12 An Outline 01theScience 01Political Economy, op. cit., p. 131.

13 Ibid., pp. 135, 168.

14 Desde muy tempranamente, MilI controvertirá la tesis primordial dela Economía Política en relaci6n con la materia del valor. Así, ya en1822, sostendrá criterios opuestos a los que provienen de Ricardo, ypara esemomento más bien alineará su forma de pensar con la de Torrensen el sentido de que "las circunstancias que determinan el valor deintercambio de las mercancías es la cantidad de capital requerida paratraerlas al mercado", Two Letters on the Measure 01 Value, Edited byJacob Hollander (Baltimore, 1936), p. 10.

VEINTE

David Ricardo y lacuestión del valor

Producción y competencia. La producción y lahistoricidad de la Economía Política. Precionatural y precio de mercado

En una carta que dirige Ricardo a Malthus el 30 de enero de1818, le expresa el siguiente juicio: "Confieso que me llena desorpresa encontrar que U. piensa que la medida del valor noes lo que he representado que es; que tanto el precio naturalcomo el precio de mercado se determinan por la oferta y lademanda, donde la única diferencia es que en el primer caso segobierna por la oferta y la demanda promedio y permanente,mientras que en elsegundo caso por la oferta y demanda acci­dental y temporal". Más todavía, "al decir esto, ¿quiere U.negar que la facilidad de producción bajará elprecio natural yla dificultad de producción lo subirá?" Para concluir entoncesen estos términos: "Si de hecho esta doctrina fundamental míase probara que es falsa, he de admitir que toda mi teoría caecon ella".'

En otra parte, y entre las incontables que se hallan en sucorrespondencia, le dice de nuevo a Malthus con mucha másfuerza aún, "Usted dice que la oferta y la demanda regulan elvalor. Yo creo queesta afirmaciónno dice nada... Es la oferta la

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que regula el valor". Y allí mismo, al comentarle a Malthusacerca de las tesis de Say sobre el valor, le afirma lo siguiente:"Él (Say) ciertamente no posee una noción correcta de lo quesignifica el valor cuando argumentaque una mercancía es valio­sa en proporción a su utilidad. Tendría él razón si sólo loscompradores regularan el valor...pero el hecho que me aparecea mí es que los compradores tiene el menor papel del mundoen la regulación del precio. Todo ello es hecho por lacompetenciaentre losvendedores"?

En estos párrafos citados se contienen algunas de lasproposiciones principales que habrán de resultar de las laborescientíficas de David Ricardo, y sobre las cuales mucho de laEconomía Política habrá de fundarse. El orden general de lacausalidad, como se discierne con facilidad, toma como puntode partida las condiciones bajo las que ocurre la producciónde las mercancías que se intercambian en el mercado. Y alhacerlo en estos términos, a lo que no puede dejar de añadirsesiempre la firme insistencia con la que presenta su argumen­tación, señala Ricardo inequívocamente la naturaleza históricaque de suyo acompaña al conocimiento científico de laEconomía Política. He aquí, sin ningún margen para la duda,una de 'sus mayores contribuciones al entendimiento econó­mico, con prescindencia de que entre sus comentaristas laimportancia del punto con frecuencia no se advierta. Es decir,al adoptarse esas condiciones de la producción como el origencausal de la secuencia para la comprensión de lo que es la reali­dad económica, se constriñe a esta última a colocar la expe­riencia de esarealidad contra elfondo de la necesaria dimensiónhistórica en la cual emerge, se desarrolla y madura. Porque, enefecto, otra forma de proceder, dada esa premisa fundamen­tal, sólo conduciría a los mayores errores.

Más todavía, la competencia que el mercado -en cuantogran suceso histórico- trae consigo, y que se proclamará comouno de los rasgos dominantes de la modernidad, se coloca, nomenos, .en una posición de gran relevancia pero ac~rde contodo lo que le antecede. Es decir, ante los ojos de la Economía

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 409

Política la competencia no es más que la manera como la pro­ducción y el mercado para esa producción se organizan ydividen entre los diversos productores. Es en estos últimosdonde yace la iniciativa primigenia para lo que la competenciaentraña, a saber, la determinación del valor de las cosas, y noen la 'armoniosa' concurrencia de compradores y vendedoressegún lo proclamará ad nauseaum el conocimiento que sigue ala Economía Política.' Más aún, sostener que la competenciaasociada al mercado es cuestión inseparable de las condicionesconcretas bajo las cuales se desenvuelve la producción, es re­mitir ese hecho de nuevo a la dimensión de 10 histórico, contracuyo fondo es sólo posible entender de 10 que se trata.

En el centro de la visión que posee Ricardo de la realidadde la experiencia económica se encuentra, por 10 tanto, aquellafundamental diferenciación que hará Smith entre el precio na­tural de las cosas y su precio de mercado. El primero de éstos,que se corresponde con el valor real de las mercancías y en talsentido es el elemento fundamental en el que echa anclas y seafinca todo el proceso de intercambio, se establece en el ámbitode la producción. Por tal razón se 10 vincula con "las condi­ciones permanentes" bajo las cuales ocurren la producción yel intercambio. El segundo, por el contrario, es asunto de lasfluctuaciones circunstanciales o temporales que experimentade manera normal el comercio, y a cuenta de tal carácter sólole atañen esas"condiciones transitorias y accidentales" propiasde la marcha diaria de los negocios, y que se reflejan en eljuego de las llamadas fuerzas de la oferta y la demanda.

En Smith, sin embargo, ya se ha visto cómo se conjugany sobreponen las posturas más contradictorias sobre tan deci­siva materia. A Ricardo, por su parte, habrá de correspon­derle, entre otras tareas, la de buscar hacer consistente la teoríaque propone la Economía Política para dar cuenta de la realidaddel valor. Y al conseguirlo, o creer conseguirlo, sentará lasbases sobre las que será posible -únicamente posible en suentender- explicar las reglas por las cuales se distribuyen losfrutos de la producción en la sociedad moderna. Y más, sólo

410 • LÍMITES DE LA ECONOMÍA POúTICA

así podrá dársele plena cabida al gran tema del crecimiento dela riqueza o de la capacidad de acumular capital productiva­mente, que pende de modo decisivo de la cabal resolución delproblema interpuesto por la distribución de lo producido entresalarios, beneficios y renta. En suma, no hay otra alternativaabierta sino la de tornar una vez más la mirada hacia el valorde las cosas, donde se halla el centro de lo que le conciernecomo importante al conocimiento científico de la EconomíaPolítica.

La cuestión del valor. El trabajo y lahomogeneización del espacio económico:la superación de las contradicciones en TbeWealtb ofNations

En el entorno semántico donde se localiza la noción del valorconcurren, como esdel todo natural, otros vocablos y expresio­nes que se le asocian. Aparecen así, por referir las más usuales,el precio y el costo. De la pluma de Smith, según hubo ocasiónde constatarlo, se posee la distinción, que le fue tan cara, entrevalor de uso y valor de cambio, así como la ya referida entreprecio natural y precio de mercado. Ricardo, en su turno, aña­dirá a esta lista las nociones del valor relativo y del valor abso­luto, así como también del valor comparativo, del valor positi­vo y del valor real de las cosas.'

Pues bien, una vez que Ricardo, con el solo propósito deprecisar el ámbito de la Economía Política qt!e en su entenderes el de la continua producción de bienes para el intercambioen el mercado, se ve obligado a dejar de lado toda consideraciónatinente a aquellos bienes objeto de comercio que no puedenreproducirse de manera natural e ilimitada, puede adelantar laproposición que conforma la piedra angular de su concepcióneconómica. A saber, "que todas lasmercancías que tienen valorson producidas por el trabajo"; y de modo concomitante,

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 411

primero, "que el valor de cambio es regulado por la cantidadde trabajo gastada (para producir la mercancía en cuestión)", ysegundo, "que elvalor difiere de manera esencialde las riquezas,puesto que no depende de la abundancia, sino de la facilidad odificultad de producción","

Esto es, el peso íntegro va a recaer, en última instancia,sobre esapostulaci6n primigenia por medio de la cual elcampode la experiencia propia de lo económico se constituye comoun objeto adecuado para el conocimiento científico, valga decir,que todo es trabajo y nada más que trabajo. Dicho de otromodo, que el universo de las mercancías y de su intercambio,tanto como el de las relaciones que se establecen entre losindividuos con ocasión de la producci6n de esas mercancías yde la distribución de su valor, puede reducirse a la cantidad detrabajo requerida para producirlas, si es que la intención quemotiva las consideraciones tiene que ver con los fines del co­nocimiento científico. Y así, una vez adelantada aquella definí­ción primordial, lo que viene de seguida es precisar su conte­nido y explorar las consecuencias significativas en relación conlas materias por entenderse..

Sin embargo, ya se ha visto páginas arriba cómo, en lasmanos de Adam Smith, un intento de similar orientación porhomogeneizar la realidad de la experiencia económica enfrentódificultades que él mismo estimó en su momento como insal­vables, y que resultaron ser, cuando se las discernió debida­mente, la expresión de la necesaria dimensión histórica en laque se inscriben los hechos de la economía. Es decir, por esasuerte de presunta incompatibilidad que Smith puso de relieve,comenzará Ricardo su labor madura de echar las basesdel cono­cimiento de la Economía Política.

Ricardo y Smith sobre el trabajo como fundamentodel valor

En Tbe Wealth 01Nations, brevemente, la emergencia de lascondiciones estructurales que identifican la sociedad moderna

412 • LÍMITES DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

o comercial, y que tienen que ver con la apropiación privadade la tierra y de los instrumentos de producción, obligan prontoa abandonar la regla del intercambio que descansa en la compa­ración de las cantidades relativas de trabajo requeridas paraproducir los bienes o mercancías. De allí que Smith se decidapor admitir un principio, en el lugar de aquella regla, que auncuando se refiere también a la cantidad de trabajo, ya no es aesa cantidad que se necesita en la producción de la mercancíasino más bien a la que la mercancía en cuestión compra o puedecomprar. Por esta vía, pues, se desemboca en una concepcióndonde al valor lo determina la suma de los costos que se pagancon la ocasión de la producción.

La posición de Ricardo en relación con este cambio deposturas conceptuales, y de una manera más general, en rela­ción con las tesis de Smith en su globalidad, posee diferentesángulos, o lo que es igual, puede verse desde diferentes pers­pectivas. En todo caso, el planteamiento central es que el autorde The Wealth ofNations cometió un serio error al abandonarla primera y fundamental regla del intercambio por razón deuna presunta falla hecha manifiesta al intentar aplicarla en lascondiciones específicas de la sociedad moderna. "Adam Smith",escribirá Ricardo, "que reconoció plenamente el principio deque la proporción entre las cantidades de trabajo necesariaspara adquirir diferentes objetos es la única circunstancia queofrece una regla para su intercambio recíproco, la limita en suaplicación a ese 'estado de la sociedad que precede la acumula­ción de capital y la apropiación de la tierra'. Como si cuandose pagan beneficios y renta estos últimos ejercieran algunainfluencia sobre el valor relativo de las mercancías, con inde­pendencia de la mera cantidad de trabajo que fue necesariapara su producción"."

La argumentación de Ricardo se moverá en dos planosfundamentales. El primero de ellos se refiere a lo que el autordefine como la falsa equivalencia entre las dos medidas delvalor. En efecto, y con la necesaria advertencia de que carecede sustento atribuirle a Smith, tal y como lo hace Ricardo,

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 413

haber planteado alguna vez que esasdos medidas se equivalíanentre sí, esta primera línea de crítica se dirige así a puntualizarun punto formal de indudable significación, pero que por ellono deja de ser 10 que es, a saber, un mero punto formal. De 10que se trata 10 expresa Ricardo en los siguientes términos: "Sila remuneración del trabajador se hallara siempre en propor­ción con 10 que ha producido, serían iguales la cantidad detrabajo gastada (bestowed) en la mercancía y la cantidad de tra­bajo que esa mercancía puede comprar, y cualquiera de ellaspodría medir con precisión las variaciones de otras cosas".'

Aparte la cuestión -nada trivial, por 10 demás- de queno se trata verdaderamente de igualdad entre ambas magni­tudes, sino de la igualdad en sus proporciones, el punto tienetres aspectos por resaltar. En primer lugar, su naturaleza másbien empírica, en el sentido de que es materia de la experienciade los hechos económicos evidenciarlo o no. Esto es, de si elincremento de la remuneración real de los trabajadores sigueo no en realidad a los incrementos en la productividad. Ricardoargumentará con prolijidad en favor de su convicción de quetal incremento no sucede así," pero al final de las cuentas, hade repetirse, es de los hechos establecer el contenido de 10 quese halla bajo controversia. Además, la relevancia de esta cues­tión es limitada, como muy bien 10 apreció el mismo Ricardo.En segundo lugar, se halla la cuestión de la mayor o menorinvariabilidad del patrón de medida que una u otra cantidadrepresentan. La cuestión se reduce entonces, de nuevo, a unadiferencia si se quiere de grado, esto es, de si la cantidad detrabajo que se requiere para producir un bien es más o menosinvariable que la cantidad de trabajo que puede comprarse conun bien, 10 que vale decir, que la tasa de salarios. Una vez más,Ricardo se dirige aquí a sostener que la primera medida es"bajo muchas circunstancias un estándar invariable", mientrasque el valor del trabajo es antes bien "variable."

Resta, por último, el aspecto quizás más importante. Asaber, que con prescindencia de la significación formal que sele pueda prestar al uso indistinto o no de ambas medidas bajo

414 • LÍMITESDE LA EcONOMÍA POÚTICA

ciertas condiciones; o de la mayor o menor aproximación a la'verdad' empírica de la que sería menester disponer para encon­trarse en un terreno seguro al momento de elucidar la bondadde las teorías rivales, 10 realmenteimportante es que mientrasla primera concepción del valor de las cosas pareciera estar en10 esencial libre de inconsistencias, la segunda, por el contrario,se enfrenta en el inicio mismo a un cúmulo de dificultades quela hacen del todo inadecuada para cumplir la delicada misión

, que le está encomendada. En otras palabras, no se trata de quepuedan o no ser equivalentes desde un punto de vista formal;o que la una se acerque en un porcentaje mayor de los casosobservados a 10 que se espera de ella, sino que la concepciónque se sustenta sobre la determinación del valor por la tasa desalarios que se paga al trabajo, adolece de gravesdefectos sustan­tivos y materiales.

En todo caso, no será Ricardo quien haga del todo evi­dentes estas dificultades y las lleve hasta sus últimas consecuen­cias. Esa tarea, en efecto, le estará reservada a Karl Marx. Sinembargo, no dejará aquél de hacer algunas puntualizacionesen este respecto que poseen la mayor relevancia. Su consi­deración, empero, mueve la exposición hacia el segundo delos planos en el que discurre su pensamiento.

Esta segunda dimensión es de una naturaleza diferente.Se trata de tomar como objeto de particular consideración laconcepción del valor según la cantidad de trabajo que la mer­cancía en cuestión pueda comprar, y poner allí de manifiestoque al menos un resultado fundamental, que debiera seguírsede la integración de su estructura interna, simplemente no sesigue. Por consiguiente, el autor concluye en que dicha con­cepción está en 10 esencial equivocada, de 10 que desprende,además, que es la primera concepción la que se asienta sobreun terreno firme.

Más aún, Ricardo se traza como propósito demostrar queelhecho de que los frutos de la producción ya no pertenezcanen su integridad al trabajador, toda vez que ahora debecompartirlos con el propietario de los medios de capital, no

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 415

viola el principio según el cual los precios comparativos de lasmercancías obedecen a las proporciones relativas de trabajoincorporadas en su producción, tanto en 10 que se refiere altrabajo directo como al acumulado en los instrumentos conlos cuales se asiste el trabajador. De esta manera se constituyeun extraordinario contra-argumento dirigido a las tesis deSmith, que se sostenían en la idea de que la emergencia históricade la apropiación privada de los medios de producción teníacomo consecuencia fundamental el daño irremediable a losprincipios de la llamada teoría del valor-trabajo."

En esta encrucijada, se le plantean a Ricardo ciertas dificul­tades con los presupuestos y resultados de su concepción relati­va a la medida del valor, que lo obligan a introducir importantesenmiendas o calificaciones que en la opinión de algunos de suscontemporáneos significaron su abandono de las tesis por élmantenidas. Desde luego, no hay necesidad ninguna de pararel curso de la exposición para detenerse a considerar estos alega­tos, puesto que la sustancia de los mismos ha sido ya extensame­nte revisada por otros. 10 En todo caso, téngase muy presenteque uno de los postulados de mayores consecuencias en la vi­sión económica de Smith, era el referido a la relación causalentre los salarios y los precios para la determinación de estosúltimos. En este respecto, cuando discute Ricardo en sus Prin­cipies la cuestión de los incentivos o bonos para la exportaciónde productos domésticos, brinda abundantes testimonios acercadel pensamiento de Smith sobre la materia, y no hay porquérepetir aquí los detalles respectivos.

Sin embargo, y por no dejar de indicarlo, de 10 que setrata es de la influencia directa y permanente de los salariosnominales sobre el precio de las cosas. Esto es,el juicio deSmith era el de que un aumento o disminución en la remunera­ción del trabajo iría siempre acompañado por un aumento odisminución en los precios respectivos. El criterio de Ricardo,bien se sabe, corría en una dirección muy distinta: "yo nodigo", le escribe a Say, "que el valor del trabajo es el que regulael valor de las mercancías, puesto que ésa es una opinión acerca

416 • LíMITEs DE LA ECONOMÍA POúnCA

de la cual hago todo en mi poder para destruirla, sino que digoque es la cantidad comparativa de trabajo necesaria para laproducción de las mercancías la que regula su valor relativo".11

En el curso de su argumento relativo a la materia de lamedida del valor, empero, se cruza Ricardo pronto con unimportante obstáculo conceptual. Es así como en sendas cartasenviadas a McCulloch con fechas 18 de diciembre de 1819 y 2de mayo de 1820 respectivamente, escribe "que no se hallasatisfecho con la explicación que ha dado de los principios queregulan el valor", y lo que es más, que a la explicación de lamedida del valor de acuerdo con las cantidades relativas detrabajo incorporadas, debe añadi~se "una segunda causa", aso­ciada a la cuestión de las proporciones del capital fijo y el capi­tal circulante. El importante hallazgo de Ricardo es que cuandola producción de las mercancías -cuyos precios relativosdesean compararse antes y después de cambios en la distribu­ción del producto entre beneficios y salarios- ocurre en cir­cunstancias tales que las proporciones entre el capital fijo ycirculante empleado en las respectivas producciones no sonidénticas, los principios de la teoría del valor-trabajo sufrenmodificaciones."

La puesta de manifiesto de las alteraciones que experi­menta la concepción del valor por razón de la causa señalada,revela así al unísono un "curioso efecto", acerca del cual ya leescribía Ricardo a James Mill hacia los meses finales del año1816. Como resulta fácil de verificar en el ejemplo dado en lacita precedente, no se sigue necesariamente de un aumentó odisminución de la tasa de salarios que el precio de los bienessiempre crezca o decrezca. Más aún, se evidencia que bajociertas condiciones el precio de un bien particular -en elejemplo dado se trata del bien A- puede permanecer inmodi­ficado aun cuando se susciten cambios en las tasas relativas de. /

remuneracion.La conclusión derivada no puede ser más significativa."

La concepción del valor según la cual las cosas son más o menosvaliosas de acuerdo con la mayor cantidad de trabajo que

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 417

puedan comprar, esto es, de acuerdo con la tasa de salarios porla que se remunera al trabajo, precisa de una relación directaentre los salarios y los precios. La contra-evidencia presentadapor Ricardo, a tenor del ejemplo empleado, asestade este modoun severo golpe a las pretensiones de tal concepción, y, si sequiere, da por eliminación sustento a su propia tesis.

La medida invariable del valor: el trabajo como causay medida del valor

Las cosas atinentes a esta decisiva cuestión del valor, sin em­bargo, no dejaron de bullir en el pensamiento de Ricardo hastavirtualmente unos pocos días anteriores a su muerte. Con laenorme ventaja de la publicación de sus obras completas, dondese incluyen entre otros relevantes materiales algunos ensayosen borrador donde se considera de modo específico el temadel valor, hoyes posible hacerse una idea cabal de las direc­ciones de reflexión que lo ocuparon durante esosúltimos mesesde su vida. Sin embargo, aquí no es el caso detenerse en demasíapara dar cuenta de estas consideraciones adicionales, puestoque en la edición tercera y definitiva de sus Principies ya Ri­cardo brinda inequívoco testimonio de las nuevas orientacionesque lo ocupaban.

Brevemente, en el inicio de la Sección VI del Capítulo 1de los Principies, que se añade en la edición tercera, y cuyaintitulación misma sugiere de por sí la búsqueda en la que elautor se mueve, Ricardo escribe acerca de lo deseable que seríapoder discernir de modo inequívoco cuando el valor relativode dos bienes.cambia, en cuál de ellos -o bien pudiera ser elcaso de que el cambio se dio en ambos- se produjo la alza o labaja "en su valor real". 14 De forma similar se expresa al finalde esta sección, cuando acota que su argumento se refiere alvalor relativo de las mercancías, mas no a lo que llama su valorabsoluto.15

418 • LfMrrEsDELAECONOMíAPOÚI1CA

La búsqueda afanosapor esa'medida invariable del valor',en consecuencia, da la oportunidad al autor de aclararse o desugerir algunas cosas que tienen aquí su significación, peroque en general permanecerán apenas planteadas a la espera desu culminación en las manos de Marx. Sepiensa, en 10 particu­lar, en cierta adicional precisión que Ricardo sesiente obligadoa brindar, en la cual se denotan al mismo tiempo de los límitesde su pensamiento.

Así, aun cuando vagamente se discierne que Ricardointenta diferenciar la naturaleza del valor de 10 que atañe a suexpresión empírica o a su medida, ambas realidades, con todo,no son el objeto de una inequívoca distinción. Considérese,por ejemplo, este trozo tomado de su último ensayo AbsoluteValueand Exchangeable Value, y que resulta típico de su modode expresarse: "Puede preguntárseme qué entiendo por la pa­labra valor, y por qué criterio he de juzgar si una mercancíaha cambiado o no de valor. Respondería yo que no conozcootro criterio sobre si una cosa es cara o barata que el sacrificiode trabajo hecho para obtenerla"." Lo que sigue, desde luego,sólo es estrictamente relevante para la segunda cuestión; y, sinembargo, su comprensión no resulta posible si la primera delas cuestiones no se plantea en sus propios términos y se re­suelve a satisfacción.

Es decir, allí se asoma la doble y fundamental vertiente ala que constriñe el tema mismo del que se trata, pero luego deque la misma se insinúa o, a 10 más, se la bosqueja, se deja delado en aras de encarar aquello que resalta en 10 más inmedia­tO.17 Y no debe caber duda de que las dificultades que enfrentaRicardo con la exposición de su propio pensamiento, tienenque ver con esta ausencia de claridad esencial sobre la necesariaprelación entre el planteamiento y resolución de la cuestiónde la naturaleza del valor y el planteamiento y resolución dela cuestión de su medida.

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 419

NOTAS

1 En WorksofDavidRicardo, Vol. VII, op. cit., pp. 250-251. "Laopini6nde que el precio de las mercancías depende solamente de la proporci6nentre la oferta y la demanda se ha convertido en un axioma de laEconomía Política, y ha sido la fuente de mucho error en esta ciencia",Principles ofPolitical Economy and Taxation, op. cit., chapter XXX, p.382; también, Notes on Malthus, Works of David Ricardo, Vol. Il,Note 15, p. 40.

2 Letter to Malthus dated October 9th 1820, en Works ofDavidRicardo,Vol. vrn, op. cit., pp. 276-279 (mi énfasis).

3 Esta idea reaparecerá en Marx con todo su vigor y en otro marco dedimensiones conceptuales: "La competencia es la conducta real del ca­pital como capital ...No son los individuos a quienes la libre competen­cia libera; es el capital, antes bien, el que se libera...La libre competenciaes el desarrollo real del capital", Grundrisse, op. cit., p. 650 (mi énfasis).Cf. El Capital, op. cit., Vol. 1, p. 538; Vol. ID, pp. 173 ss; pp. 355-356;part VII, chapter L.

4 Letter to Trower dated July 4th 1821, en Works ofDavid Ricardo,Vol. IX, pp. 1-2. También, Absolute Value and Exchangeable Value, enWorks ofDavid Ricardo, Vol. IV, pp. 357-398. Cf. Letter to Trowerdated September 18th 1818, en Works of David Ricardo, Vol. VII, p.297. También, Notes on Malthus, en Works ofDeoid Ricardo, Vol. Il,n. 11, p. 35.

s Exchangeable Value(Draft), en Works ofDavid Ricardo, op. cit.,Vol.IV, p. 379; Letterto McCulloch dated[une 13th 1820, Vol. VID, p. 192.También, Letterto TrowerdatedJuly 4th 1821, op. cit.,pp. 1-2, así comoPrinciples of Political Economy and Taxation, op. cit., Chapter XX, p.271.

6 Principles of Political Economy and Taxation, op. cit., pp. 22-23, n. 3.Las controversias entre Ricardo y Malthus en torno a la materia delvalor, donde este último dice que propone unas tesis "que son las mis­mas que las de Adam Smith" ( cf. The Measure of Value Stated andIllus­tratedwithanApplication ofit tothe Alterations in theValue oftheEnglishCurrency since 1790, op. cit.,p. ID) deben por fuerza confinarse a unosbreves comentarios. Así, luego de la "segunda lectura" que ha hecho delos Principles de Malthus, que se habían publicado a comienzos de 1820,aquél le escribe a McCulloch diciéndole: "La segunda lectura me deja

420 • LíMITEs DE LA EcoNOMÍA POÚllCA

menos complacido que la primera". Y le rubrica, "no hay casi una pági­na donde no secontenga una falacia",Letter to McCulloch dated August2nd, 1820,en WorksolDavidRicardo,op. cit.,Vol. vrn, p. 215.Torrens,a su vez, había escrito este párrafo grandemente incriminatorio: "Esunhecho singular, que no debe dejarse de informar al público, que en lascuestiones fundamentales de la Ciencia Económica Malthus muy rarasveces ha adoptado un principio que más adelante no haya abandona­do", An Essay on tbeInfluence 01theExterna! Corn Trade, 2nd. Edition(London, 1820), pp. viii-ix.

Pues bien, la tesis de Malthus es que "el trabajo que las mercancías. pueden adquirir debe considerarse como una medida estándar de su

valor natural y de cambio", TbeMeasure ofValue...op. cit., p.v. Pero, deinmediato, adelanta él una proposición de la que dice "que sin demoradebe concederse", y sin la cual no resulta posible hacer algún sentido de10 que viene luego. A saber, "que cualquier cantidad dada de trabajodebe ser del mismo valor que los salarios que ella compra, o por loscuales en realidad se intercambia", ibid., p. 5. Este postulado, desdeluego, no solo tiene a Ricardo como objetivo (cf. Letter to Say datedJanuary 11th 1820, en Works 01David Ricardo, op. cit., Vol. vrn, p.149), sino que envuelve complicaciones que al autor se le escapan deltodo. De hecho, la proposición en cuestión, como es fácil demostrarlo,o simplemente no dice nada o es falsaen sus propios términos, cf.Marx,Theories olSurplus Value,op. cit., Vol. ID, pp. 25-26. También, DavidRicardo: Notes on Malthus's Measure 01 Value, Ed. Pier Luigi Porta(Cambridge, 1992), p. 19, n. 17.

En todo caso, de allíse desprenderá, y descontando las influenciasque sobre el valor ejercen los gustos y las necesidades a través de lademanda (e[. Definitionsin PoliticalEconomy, op. cit.,p. 204;Letter fromMalthus to Ricardo dated November 13th 1815, en Works 01DavidRicardo,op. cit., Vol. VI, p. 323), que "las condiciones naturales de laoferta", que envuelven "los rendimientos suficientes para pagar lossala­rios, los beneficios y la renta", constituyen el "valor natural" de lasmercancías, TheMeasure oIValue...op. cit., pp. 8-9.

En suma, el valor de intercambio de las cosas viene determinadopor 10 que se denomina "el costo elemental de la producción". A su vez,este último, y no sin ambigüedad en la manera de expresión, 10 defineMalthus como "el adelanto (advances) de la cantidad de trabajo acumu­lado e inmediato que es necesario para la producción, junto con unporcentaje equivalente a los beneficios ordinarios sobre el total de losadelantos (advances) por el tiempo cuando se han empleado".(Definitionsin Politica!Economy, op. cit.,p. 242; también, TheMeasure oIValue... op.cit., pp. 15-16). O dicho de un modo más directo, y conservando en la

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 421

mente lo dicho acerca de la identidad entre cantidad y valor del trabajo,ese valor de cambio es igual a la suma de los salarios y los beneficios.Además, dirá Malthus que si hubiera alguna 'condición de oferta' adi­cional, esto es, un costo extra, por ejemplo "impuestos", simplementeel mismo se añadiría. En este último respecto se incluye también todolo relativo a la renta de la tierra (cf. Definitions in Politica! Economy, op.cit., p. 238, Y The Measure oIValue... op. cit.,p. 4).

No es posible dejar de indicar el extravío de Malthus en relacióncon la dimensión histórica envuelta en las concepciones de Smith, ypuesta de relieve en el contraste sobre el que éste tanto insiste entre lascondiciones propias de la sociedad comercial y "el estado rudo y primi­tivo de la sociedad". En efecto, Malthus también se permite hacer suscomparaciones 'históricas', y al hacerlo sostiene que los salarios y losbeneficios se encuentran en los estadios primarios de la sociedad, "antesde que la apropiación de la tierra haya tomado lugar"; y lo que es más,que los beneficios son muy altos en esos estadios primeros "porque lasacumulaciones de capital son muy raras", The MeasureoIValue... op. cit.,pp. 4, 9.

7 PrincipIes 01Politica!Economy and Taxation, op. cit.,Chapter 1, Sect. 1,p. 14. Lo que se halla de por medio puede verse a la luz de un ejercicionumérico, en el cual muchas cosas se simplifican en aras de poner derelieve el punto bajo consideraci6n. Sea una situaci6n en la cual se re­quiere de una jornada de trabajo de un hombre para producir una uni­dad del bien A. Sea, además, que el trabajador recibe por jornada 1/2unidad de ese bien A como salario. De allí se siguen, por lo tanto, algu­nas relaciones. En primer lugar, la relaci6n productividad-salarios esigual a 2. Del mismo modo, la participaci6n de los salarios en el pro­ducto es igual a 0.5. Y, por último, la proporci6n entre la cantidad detrabajo que con el bien A puede comprarse y la cantidad de trabajoincorporada en dicho bien A es igual a 2.

Si esa situaci6n se alterara a causa de un incremento en la produc­tividad, por ejemplo, que en lugar de producir el mismo trabajador unaunidad, produjera dos unidades del bien en cuestión, se tendría el si­guiente resultado general. La proporci6n, y sólo laproporción, entre lasdos cantidades de trabajo según las dos diferentes medidas bajo escruti­nio, se conserva únicamente si también la remuneración que percibe eltrabajador se incrementa en un porcentaje idéntico al del crecimientode la productividad. En este caso, esa remuneración tendría que ser deuna unidad de A por jornada, con lo cual, además, se preservarían lasotras dos proporciones señaladas en sus valores de 2 y 0.5 respectiva­mente.

422 • LíMITEs DE LA ECONOMÍA POúrICA

Sin embargo, debe notarse que lo que se guarda entre las dos dis­tintas medidas es su proporción. De hecho, en el primer caso la propor­ci6n entre cantidad comprable e incorporada para cada unidad del bienA es 2:1; en el segundo caso es 1:0.5. "

8 "Es muy raro que la totalidad del producto adicional con la mismacantidad de trabajo vaya a las manos de los trabajadores que lo produ­cen", Letter to Malthus dated August 9th 1816, en Works ofDauidRi­cardo,op. cit., Vol. VII, p. 57; también Principies o/Political Economyand Taxation, op. cit., Chapter 1, Sect. 1,passim.

9 De nuevo puede resultar útil verter los argumentos de Ricardo en lostérminos de un ejemplo numérico donde fácilmente se pone de relieveel punto por remarcar. Sean, en efecto, tres bienes A, By C, cuyascondiciones de producción ocurren en dos momentos separados porun cambio hacia un estado de cosas donde prevalecen esas circunstan­cias por las que se ha tipificado a la sociedad moderna. En el Estadio 1,así, todo el resultado de la producción lo apropian los trabajadores,mientras que, en el Estadio 2, participan también en ese resultado losdueños de los medios de producción,

ESTADIO 1

BIENESMedios de

Salarios Beneficios Preciosproducción

A 100 50 O 150B 200 100 O 300C 300 150 O 450

En este primer marco de cosas, cuando el trabajador recibe latotalidad de lo producido, los precios relativos guardan entonces laproporción siguiente: 1:2:3. ,.

ESTADIO 2

Medios deTasa de

BIENES Salarios Beneficios Beneficios Preciosproducción (%)

A 100 30 52 40 182B 200 60 104 40 364C 300 90 156 40 546

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 423

Como se puede constatar, la concurrencia en el acto de producci6nde trabajadores sin propiedad y de propietarios de los medios deproducción, no altera las magnitudes previas de los precios relativos,que continúan siendo 1:2:3. Cf.Ricardo, Principies o/PoliticalEconomyand Taxation, op. ca., Chapter 1, Sect. m, passsim.

10 En general, cf. Piero Sraffa, Introduction to the Works o/DavidRicar­do, Vol. 1,op. cit.

11 Letter to Say dated January 11th 1820, en Works o/DavidRicardo, op.cit., veivm, p. 149.

12 Cf.Ricardo, Exchangeable Value (Draft), op. cit.,pp. 365-370. De nue­vo, la mejor forma de proceder es por intermedio de un sencillo ejem­plo numérico. Sup6ngase una situaci6n en la cual las mercancías A, B YC se producen en un marco tal que las cantidades relativas de medios deproducci6n y de salarios pagados difieren entre sí. Con una tasa de be­neficios del 20%, así, los precios relativos guardarían una proporci6nigual a 1:2.57:2.71.

ESTADIO 1

Medios deTasa de

BIENES Salarios Beneficios Beneficios Preciosproducci6n (%)

A 100 40 28 20 168B 200 160 72 20 432C 300 80 76 20 456

Si se diera una alteraci6n en la distribuci6n entre salarios ybeneficios, es decir, un aumento de los salarios en 10% y un decrementosimultáneo de los beneficios desde20hasta 16.4 %, se tendría la situaci6nque se describe a continuaci6n:

ESTADIO 2

Medios deTasa de

BIENES Salarios Beneficios Beneficios Preciosproducci6n (%)

A 100 44 24 16.3 168B 200 176 62 16.3 439C 300 88 64 16.3 452

424 • LÍMITES DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

En estas circunstancias, los precios relativos de las mercancías sonahora 1:2.61:2.69, difiriendo de los originales que eran 1:2.57:2.71. Dedonde se sigue la conclusión de que "la división del capital en diferentesproporciones de fijo y circulante, empleado en distintas industrias, in­troduce una considerable modificación a la regla ...de que las mercancíasnunca varían en valor a menos que una mayor o menor cantidad detrabajo se invierta en su producción", Principles ofPolitical Economyand Taxation, op. cit., Chapter 1, Sect. IV, pp. 37-38.

Sin embargo, debe caerse en la cuenta de que el precio 'absoluto'del bien A permanece idéntico a lo largo de las diferentes situacionesplanteadas. Pues bien, de la comprensión de las condiciones bajo lascuales se cumple esta invariabilidad, habrán de desprenderse significativasconsecuencias.

13 C¡' Ricardo, Principles of Political Economy and Taxation, op. cit.,Appendix to Chapter 1, Text of Edition 1, with variants of Edition 2.

14 PrincipIes ofPolitical Economyand Taxation, op. cit., Cap. 1, Sect, VI,

p.43.

15 La significación, o mejor, la carencia de significación de esta distin­ción, será la materia que habrá de ocupar a Samuel Bailey en su obra ACriticalDissertation on theNature, Measures, and Causes ofValue, Chieflyin Reference to the WritingsofMr. Ricardo and His Pollouers, op. cito Laguisa de su argumentación en contra de Ricardo puede leerse en lo quea continuación se cita, y que se refiere en lo particular a la referenciaantes transcrita: "El error específico de Ricardo sobre la cuestión delvalor invariable consiste en suponer que si las causas del valor que afec­tan una mercancía permanecieran sin modificación, el valor de esa mer­cancía no podría variar. Así pasa (Ricardo) por alto la circunstancia deque el valor denota una relación entre dos objetos, que debe por necesi­dad alterarse con una alteración en las causas que afectan a cualquiera deellos", ibid., pp. 120-121.

No hay necesidad de comentar mayormente esta crítica de senti­do común que Bailey elabora. El verdadero punto que aquí se hacepresente, sin embargo, y que será la tarea de Marx argumentarlo conespecial fuerza, tiene, por así decirlo, dos vertientes. La primera de ellas,que regresa al planteamiento primigenio de Aristóteles, es el de laconmensurabilidad de los bienes que han de intercambiarse. En las pa-

DAVID RICARDO y LA CUESTIÓN DEL VALOR • 425

labras de Marx, "la tasa a la cual dos mercancías se intercambian nodetermina su valor, sino que su valor determina la tasa a la cual seintercambian", 7heoriesofSurplus Value, op. cit.,Vol. ID, p. 132. Lo quelleva a la segunda vertiente. En efecto, la noción misma del valor decambio o, si se quiere, del valor relativo, envuelve de suyo la compara­ción entre la magnitud de una mercancía en particular y la de cualquie­ra otra mercancía. En tal sentido tiene razón Marx cuando acota que laidea contraria del valor absoluto, o la del valor relativo expresado entérminos absolutos, se refiere a las innúmeras comparaciones entre lacantidad de esa mercancía en concreto y las cantidades de las muchasmercancías que coexisten con la anterior.

Sin embargo, hay otro sentido en el cual también cabe hablar delvalor absoluto, y que es ése en el cual quiere Ricardo expresarse, a sa­ber, el de la condición o calidad de poseer valor que tienen o no lasmercancías; de lo que se trata, pues, es de la naturaleza del valor. Ahorabien, y a diferencia de lo que sucede en el lenguaje común, este sentidoabsoluto no se opone al sentido relativo del.cual se ha hablado, sino quees más bien su antecedente.

Cabe decir que la discusión que el propio Bailey plantea entre lasmaterias atinentes a la "causa del valor" y las relativas a la "medida devalor", y que atraen la atención de muchos comentaristas contemporá­neos, guarda su relación con esta cuestión del valor relativo y el valorabsoluto según se ha explicado. Y más, la intensa búsqueda de Ricardopor "una medida invariable del valor" no es sino expresión de su afánpor comprender a cabalidad ese asunto previo y fundamental de la rea­lidad del valor como tal.

16 Op. cit., p. 397. En este otro párrafo también se contiene la doblevertiente de que se habla: "Todas las mercancías que tienen valor son elresultado o del trabajo inmediato, o del trabajo inmediato y acumuladojuntos", ibid., p. 379; Cf. Letter to MacCulloch dated[une 13th 1820, op.cit., p. 192.

17 De Quincey, entre los contemporáneos de Ricardo, es acaso uno delos muy pocos que percibe la existencia de dos realidades en el puntoacerca del que se habla. En la oportunidad de su recensión de la obra deMalthus, The Measure 01 Value, escribe ese autor que bajo la palabravalor se significan dos nociones, que denomina "subjetiva" y "objeti­va". Sin entrar a calificar los presupuestos que sostienen esta distinción

426 • LíMITEs DE LA EcoNOMÍA POLÍTICA

así propuesta, la segunda de ellas, dirá, se refiere a "la relación de la cosaconsigo misma", y en tal respecto es "el fundamento (ground) del va­lor". Mientras que la primera, o subjetiva, se refiere al valor en relación"con nuestro conocimiento del mismo", es decir, se trata entonces del"criterio del valor", en Malthus on the Measure of Value, en The CollectedWritings ofThomasDe Quincey, Vol. 9, op. cit.,pp. 35-36.

VEINTIUNO

Renta de la tierray distribucióndel excedente

El tratamiento del valor tiene en las manos de Ricardo la misiónde posibilitar el análisis de la distribución del ingreso, siemprey cuando se satisfaga la condición de que por tal análisis no sealtere la cuantía misma del ingreso por distribuir. Y es que deno ser así, ha de entenderse, todo terminaría por convertirseen un simple movimiento circular que impediría la compren­sión científica del tema, el cual, por lo demás, ocupa el centrodel interés de la Economía Política.

Más todavía, en la consideración de "las proporciones enlas que el producto entero de la tierra se asigna a cada una delas clases bajo los nombres de renta, beneficio y salarios", sehalla muy especialmente el primero de esos ingresos, a saber,el que perciben los terratenientes con cargo a su propiedadinmobiliaria. La razón detrás de tal interés ya se ha adelantadoantes y no es menester insistir sobre ella. Baste sólo recordarque, cuando Ricardo enfrenta la cuestión de la renta territo-

.rial, lo que termina por plantear es la viabilidad económica dela sociedad moderna. Es decir, entre eldesarrollo de la sociedadcomercial y la presencia continua o creciente de la renta de losterratenientes, hay, de hecho, puntos esenciales de conflicto.Lo que no puede sino traducirse, por la fuerza misma de larealidad, en la necesaria controversia política que trae consigola realineación de los poderes en juego.

428 • Lfi.mr.s DE LA ECONOMÍA POúnCA

La cuestión de la renta de la tierra: la diferenciade fertilidad de los suelos. La posición socialy política de los terratenientes: la contradicciónentre sus intereses y los de la sociedad

En la pluma de Srnith, la cuestión de la renta, se dijo páginasarriba, lleva a una cierta ambivalencia de criterio que no hacesino expresar las consecuencias del desenvolvimiento históricoen el que necesariamente se halla inmersa toda su exposición.Sin embargo, para los fines más inmediatos de la discusiónpolítica, era imposible que pasara inadvertida aquella afirma­ción suya, tan bien lograda en lo estrictamente literario, y porla que se arrojaba sobre los terratenientes la dura incriminaciónde que "gustan de cosechar donde nunca sembraron". Losfisiócratas y Turgot, en su turno, habían hecho no menos enuna similar dirección; y, cuando arranca el nuevo siglo, talconclusión general no podía sino estar en la mitad del ambiente,ahora sujeto a nuevos embates y controversias.'

Entre los meses de febrero y marzo de 1815, así, el temade la renta de la tierra brota a la palestra con renovada fuerzaen la forma de ensayos y panfletos. Es de entonces cuandodata el Essay on Profits de Ricardo, al igual que las publica­ciones de Malthus, West y Torrens sobre la materia.

Los puntos sobresalientes que de este ensayo surgen, aligual que de la correspondencia de la época, pueden entendersea la luz de las siguientes ideas. Fundamentalmente, y con1aspuntillosas calificaciones que introducirá Ricardo en relacióncon la idea misma de la "causa de la renta" / ernerje la elabora­ción sistemática del principio, ya sugerido por el propio Smithy presentado con rigor porJames Anderson,' de que el ingresode los terratenientes o renta territorial es un efecto de los preciosaltos en los productos de la tierra o de las minas, mas no sucausa. De donde se siguen, en estricta consecuencia, la natura­leza misma de la renta y el carácter de los terrateniéntes; losfactores determinantes de la tasa de beneficios sobre el capital

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 429

y de sus tendencias empíricas y, por lo tanto, la materia másgeneral de la dinámica del sistema económico en su conjunto.

La cuestión central de la emergencia de la renta y de lascausas que a tal hecho concurren se entiende, por lo tanto, a laluz del principio claramente indicado por Anderson, yexpues­to por Ricardo de la manera siguiente: "Si en el progreso delos países en riqueza y población, nuevas porciones de tierrafértil pudieran añadirse a tales países por cada incremento decapital, los beneficios nunca decrecerían y las rentas no subi­rían ... Si el capital pudiera emplearse indefinidamente sin unrendimiento decreciente de la tierra, no habría aumentos de larenta, porque la renta de manera invariable resulta del empleode una cantidad adicional de trabajo con un rendimiento menosque proporcional". 4

En breve, la diferencia de fertilidad de los suelos apareceasí como el factor por excelencia para causar la aparición ymovimiento de la renta. La situación bajo la cual ocurre laproducción en la tierra menos fértil, o lo que es igual, el peormarco productivo de una mercancía cualquiera para el cualexiste demanda no obstante esasituación, determina las condi­ciones económicas con las que dicha mercancía se presentaráal mercado. Es decir, allí se determina su valor, y, por consi­guiente, la tasa a la cual se remunera el capital.

Pero puesto que hay otras situaciones productivas másfavorables para esa mercancía, lo que quiere decir, donde laproductividad es mayor, de allí se sigue que, para una tasa desalarios que puede tomarse como un dato," aquí se tendría unatasa de beneficios mayor silos precios que rigen el intercambiodeben ser suficientes como para permitir la producción en lapeor de las condiciones. Sin embargo, toda vez que se admitela imposibilidad de que coexistan por un tiempo prolongadodiferentes tasas de beneficio, el estado de cosas resultante de lasituación antes descrita es económicamente insostenible. 0,visto de otra manera, estas diferencias de fertilidad son las quehacen posible que el terrateniente reclame su participación enla producción, exigiendo para sí hasta el total de la diferencia

430 • LíMITES DELAECONOMÍA POúnCA

entre la tasa de beneficios conseguida en cada situación pro­ductiva particular y la tasa de beneficios normal que es aquellaque se da y prevalece en el peor marco de condiciones.

Esta última conclusión, valga decir, que en la peor de lassituaciones de cultivo la renta diferencial de la tierra es nula,toda vez que el precio del bien apenas alcanza allí para cubrirlos gastos de producción que incluyen la tasa normal deremuneración del capital, provocará una natural reacción enmuchos círculos. Por ejemplo, Say, que en esta materia engeneral no se las trae todas consigo, le reprochará a Ricardo sutratamiento de la materia en cuestión, "porque en un país,donde la totalidad de la tierra es apropiada (a título privado,A. B.), ninguna parte de esa tierra se cultiva sin pagar alguna uotra renta"." Este punto de Say, por lo demás, no puede pasarsepor alto sin más, y ya se verá como en las manos de Marx elmismo reaparece con nueva fuerza.

La posición social y política de los terratenientes: lacontradicción entre sus intereses y los de la sociedad

La renta que Ricardo discierne, pues, no puede disociarse delas controversias en torno a la significación política de los terra­tenientes, o lo que viene a ser igual, de las controversias entorno a la significación económica de la propiedad territorialen el estado de cosas de la sociedad moderna. Su emergencia,por lo visto, es la resulta de la conjunción entre el mero hechofísico de la diferencia de fertilidad de los diversos suelos, lademanda real por tierras de inferior calidad, y el principio deque la tasa de beneficios sobre el capital tiende a ser una sola.En tal marco de cosas, por lo tanto, la posición del propietarioterritorial es simplemente reactiva. Con todo, ha de ser evi­dente que en la concepción de Ricardo acerca del juego de lasrelaciones políticas, que son uno y lo mismo con lo económico,la propiedad territorial ocupa ya un lugar subsidiario' frente ala realidad del capital.

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 431

Ricardo replicará no obstante a Say, argumentándole queasí como hay tierras en las cuales no se paga renta, tambiénhay capitales donde igualmente "tampoco se paga renta", con10 cual se pone de relieve la futilidad de su crítica, y le exigirá,de otra manera, poner en evidencia 10 contrario, esto es, "queno hay capitales empleados (en la agricultura) a los cuales nose les pague una renta".' En estos términos formales planteadospor Ricardo, ha de decirse, el criterio esgrimido tiene visos deverdad. Aun así, queda sin resolverse la cuesti6n material defondo relativa a las consecuencias econ6micas del ejerciciopleno de la propiedad territorial, puesto que aun no recibiendorenta el capital, que como tal no es de su naturaleza recibirla,sí se le remunera siempre y en toda circunstancia con su tasade beneficios.' Pero sería de una extrema simplicidad endilgarlea Ricardo que esas consecuencias no están en su mente, aunquesea cierto que no pudo reconciliarlas con su esquema concep­tual general. Si hiciera falta alguna suerte de testimonio eneste respecto, la Nota 45 de sus Notes on Maltbus's PrincipIeso[Political Economy es una buena evidencia: "¿puede alguiendudar que, si una persona pudiera apropiarse para sí el vientoy el sol, no sería capaz de exigir una renta por los usos de ellosderivados?"

Con todo, una de las más importantes consecuencias quese desprende de todo 10 anterior tiene que ver con el carácterde la renta, y, por 10 tanto, con la situación de los terratenientesen el entorno social. De 10 que se trata, así, es que si la renta esun efecto de los precios altos pero no su causa, según se havisto, la renta, entonces, "no es una creaci6n sino una transfe­rencia de riqueza", porque como 10 dice Ricardo en otra parte,"antes de pagársele a los terratenientes como renta (dicho in­greso) constituía parte de los beneficios del capital, y una partede los mismos s6lo se le entrega al propietario de la tierraporque las tierras de peor calidad deben traerse bajo cultivo"."

Más todavía, puesto que la renta es una deducci6n de 10que, de no existir ella, serían beneficios, se sigue por consi­guiente que "los intereses de los terratenientes se oponen

432 • LíMITEs DE LA ECONOMÍA POÚI1CA

siempre a las intereses de todas lasotras clasesen la comunidad",lo que vale decir, se oponen a la dirección en la cual se mueveel progreso económico de la sociedad comercial, toda vez quela acumulación de capital-que es la razón dinámica de la so­ciedad moderna- depende de los beneficios, y cualquier cosaque los obstaculice o disminuya lo frena y paraliza. Esta afir­mación de Ricardo, que se lee en su Essay on Profits, pero queen los mismos o similares términos se halla en toda su obra, esde la más trascendente consecuencia, y va muy al fondo de laposición reservada para la Economía Política en las contiendasque en su momento sacudieron en especial a la Gran Bretaña,a la sazón el país más desarrollado capitalistamente en elmundo. Al exponer los terratenientes a algo menos que a lavindicta pública, se hace del todo manifiesto, así, el carácter'revolucionario' con el que este conocimiento será señaladopor algunos en su momento y en la posteridad. En las luchaspor el poder y la dominación que son concomitantes a la suertede transformaciones que la Europa Occidental vivió entre lossiglos XVII al XIX, la propiedad territorial es desplazada desdesu posición otrora preeminente, y en esa compleja transferenciade preeminencias nunca fue insignificante el papel desem­peñado por la Economía Política.

Es preciso decir, en aras de que la posición deRicardo nose malentienda, que las consideraciones en relación con laposición de los terratenientes son la natural consecuencia delas concepciones más fundamentales del conocimiento de laEconomía Política. Y aunque el lenguaje y la forma en que lasideas aparecen no dejan de ser, sin duda, directos y violentos,jamás debe pensarse que de lo que se trata es de un ataqueinfundado y alevoso propio de la opinión y de la mera diatriba.Muy por el contrario. La misión puesta sobre este conoci­miento, precisamente, será la de facilitar los 'mejores y máselaborados análisis científicos', de modo que los argumentosy razones con los cuales las posiciones políticas se delimitan,vayan presididas por la indudable autoridad que presta en estecaso la ciencia.

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 433

Al tomar Ricardo la contribución de Adam Smith sobrela renta como materia para la crítica, coloca una vez más losintereses de los terratenientes en una situación de radical opo­sición frente a "los intereses de los consumidores y de los indus­triales (manufacturers)." Y a Trower le repetirá, avanzados yalos años de controversia sobre el punto, "que habla él con pro­piedad del terrateniente cuando lo señala como un ser intere­sado en buscar injustamente pechar las otras clasesde la comu­nidad con su carga de gravámenes públicos".10

Tamaña acusación, resulta casi trivial decirlo, no podíapasar sin despertar las más profundas reacciones y posturas encontrario. Pero apenas una década luego, cuando ya las nuevasposiciones políticas han encontrado su acomodo en elemergen­te estado de cosas, Senior podrá decir, sin que nadie de algunasignificación pueda replicarle, "que bajo la expresión renta debeincluirse todo aquello que se consigue sin ningún sacrificio".y unos pocos años más tarde, John Stuart Mill, con sus mejoreshabilidades para hacerlo, podrá echar a dormir el tema con loque en el sentimiento de muchos era la reconciliación 'teórica'de la que se precisaba.

Sin embargo, el punto que se desea remarcar es que laprédica de Ricardo, certera como sin duda lo fue para todoslos fines de la discusión pública, en elpuro plano conceptualrequería en cierto modo de atenuaciones al momento deexpresarla. Se quiere decir que la acusación interpuesta contralos propietarios de las tierras de oponerse a los intereses de losconsumidores, hasta donde cabe hablar de estos últimos comouna suerte de homogéneo agregado, estrictamente hablandono se sigue de los principios que sostienen la llamada rentadiferencial cuyos temas Ricardo elabora.

Esto es, y nadie menos que el propio Ricardo concurrirápara hacerle espacio a esta importante calificación, no es ciertoque los compradores de productos agrícolas o mineros derivenperjuicios porque la renta diferencial se paga. De hecho, y pararepetirlo de nuevo, los precios altos no son la consecuencia deque los terratenientes cobren una renta por su propiedad. Pero

434 • LíMITFs DE LAECONOMÍA POúnCA

tampoco son esos precios, por decirlo con rigor, la causa de larenta. Como lo expresa Ricardo en su crítica de Malthus, "elprecio alto... no puede llamarse.una causa de la renta." Estoes, "no puede indicarse", como sí lo hace Malthus, "que lainmediata causa de la renta es el exceso'del precio por sobre elcosto de la producción...porque dicho exceso es por sí mismola renta"." Esos precios altos, antes bien, son la consecuenciade la creciente acumulación de capital, de la demanda de trabajoy del aumento de la población, que se enfrentan más prontoque tarde a la inexorable limitación física de una predeter­minada disponibilidad de tierras fértiles y aptas para el cultivo.De manera que tales precios altos, como bien lo reconoceMalthus en su Inquiry into the Nature and Progress o[ Rent,habrán de prevalecer aun si la renta no llegare a pagarse, omejor, a cobrarse. Lo que termina por confirmar, vista desdeotra perspectiva, la posición simplemente reactiva que le corres­ponde jugar a los terratenientes en este nuevo concierto so­cial.

Renta de la tierra y acumulación de capital

No es necesario, por lo tanto, que los dueños de las tierrasreclamen y apropien su participación rentística para que losprecios lleguen a alcanzar aquel nivel que sólo "las dificultadesde la producción" determinan en el largo plazo. Y, en conse­cuencia, que sea hacia la renta, muy en lo particular, a dondepor fuerza hayan de dirigirse las incriminaciones de los consu­midores por los precios altos que tienen que pagar. Sin em­bargo, ya pesar de que ninguna otra ha debido ser la conclusiónque de este orden de ideas se desprende, no es menos ciertoque la forma de Ricardo de expresar su pensamiento dejó unmargen muy amplio para otras interpretaciones, sin duda demayor impacto ideológico, pero, al unísono, más alejadas dela verdad derivada de los postulados sostenidos.

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 435

En todo caso, es al propio Ricardo a quien le correspon­derá hacer las calificaciones que proceden para situar el argu­mento en la posición debida. Y, al hacerlo, puntualizará conun rigor todavía más exigente el carácter de los terratenientesy de su papel político dentro de las circunstancias concretas dela época. Dirá él, así: "Todo lo que he querido significar es quela ventaja de los propietarios yace en que sus medios (léase sustierras, A. B.) para producir maíz, hallen demanda -puestoque su renta depende de ello-; mientras que, por el contrario,el interés del consumidor se dirige a usar los medios extranjeros,si es que hacen el trabajo más barato" .12

De este modo puestas lascosas, la argumentación adquiereotra configuración. Es decir, los terratenientes, a tenor de losprincipios que sostienen la denominada renta ricardiana, tienenun único papel económico. A saber, el de medrar, al amparode su propiedad, para captar cualesquiera diferencias que resul­ten entre el costo de la producción que determina el precio ylos costos prevalecientes en otras condiciones productivas másfavorables, de manera que la tasa de beneficios sobre las inver­siones de capital pueda equilibrarse en el sentido de hacerseuna sola. Pero tal aprovecharse, si se lo entiende rectamente,jamás podrá pasar por un proceso en verdad activo. Medrarno es actuar, aun cuando la laxitud del lenguaje pueda insinuarlo contrario. Desde luego, al así calificar las cosas, no dejará desocavarse igualmente la posición de la claseterrateniente, dadoslos valores y convicciones sobre los cuales se sostiene lasociedad moderna.

Con todo, síyace bajo elpoder de los terratenientes actuaren otra dirección, más bien propia de los asuntos políticos enla conducción del Estado. Se quiere significar, como bien lohace Ricardo, y como la propia práctica de la época lo evidenciafehacientemente, que su presencia política aún contaba al ex­tremo de impedir el accesode los "consumidores" a los produc­tos agrícolas extranjeros producidos bajo condiciones muchomás favorables que las correspondientes a la producciónnacio­nal, y, por ende, comercializados a un precio inferior que el

436 • LÍMITES DE LA ECONOMÍA POÚ11CA

prevaleciente en el mercado interno. Y es que sólo así era po­sible, para decirlo de nuevo, mantener el privilegio de la apro­piación rentística de la que se aprovechaban, Más todavía, bajola égida de su influencia política, aún se encontraba frenar oretardar la introducción de avances tecnológicos en la mecánicaproductiva, de modo que al mantenerse invariables los nivelesde productividad en la producción agrícola, se hiciera posibleindefinidamente la captación de renta. Los terratenientes, porconsiguiente, aparecían también como contrarios al progresoy desarrollo que la evolución económica traía consigo.

En suma, aunque no es del todo riguroso concurrir sinmás en que el interés de los terratenientes corre en contra delos intereses de los'consumidores', lo cierto esque aquel interésresulta indisociable de la situación general bajo la cual estosúltimos deben enfrentar unas condiciones más desfavorablesde las que podrían ser de otra manera posibles. Pero en laconformación de estas condiciones, hablando con el debidocuidado, hay que abstenerse de distinguir lo que termina porser expresión del desenvolvimiento económico y de la estruc­tura productiva nacional, por cuya sola razón los propietariosde las tierras son apenas aventajados aprovechadores, de loatinente a las circunstancias más concretas del estado de cosaspolítico que transitoriamente puede impedir u obstaculizaruna situación diferente para los privilegios rentísticos. Y essólo respecto de estas últimas, que en todo caso son de natu­raleza precaria, que los terratenientes pueden ejercer algunainiciativa de importancia. '

Hay, sin embargo, un poderoso argumento adicional. Setrata de que al medrar la renta de la tierra en tos beneficios, seafecta la relación más decisiva de la dinámica económica de lasociedad moderna, a saber, "que unos beneficios altos sonfavorables para la acumulación de capital"." Así, el financia­miento de la inversión, que sólo puede provenir de los bene­ficios convertidos en ahorro -puesto que los ahorros de losasalariados son nulos o insignificantes," y los terratenientes,por su parte, en cuanto rentistas no ahorran- se ve afectado

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 437

en la misma medida en que la renta crezca. Los perjuicios deri­vados de la presencia de la renta, por consiguiente, tocanentonces una dimensión muy diferente de lascosaseconómicas.y ya no cabe, además, hacer uso de la calificación arribaintroducida para salvaguardar los propietarios territoriales delos ataques causados por estatuirse en enemigos del progreso:en cuanto los terratenientes captan su porción rentística delos frutos de la producción, simplemente detienen el ritmo dela acumulación y del avance económico.

Este juego de relaciones que aquí se ha puesto de relieve,tanto como lo que del mismo se desprende, habrá de consti­tuirse en el centro de una controversia de enorme importanciaacerca de la naturaleza más general de la realidad económicamoderna. En efecto, lo que se disputa es la viabilidad mismade acumulación, valgadecir, la capacidadde la estructura econó­mica de asegurar que cada paso dado encuentra en sí mismo larazón del siguiente paso por darse.

Así, en un ensayo de James Mill publicado en 1808, laidea de la viabilidad ilimitada de la acumulación de capital esla materia de una consideración argumentativa que se expresaen los siguientes términos: "La producción de mercancías crea,y es la única y universal causa que lo hace, un mercado paralas mercancías producidas". Y de un modo más explícito aún,"cualquiera sea la cantidad adicional de bienes que se producenen un país en cierto momento, al unísono se crea un adicionalpoder de compra del todo equivalente, de manera que unanación nunca puede estar sobreacumulada (overstocked) de capi­tal o de mercancías, puesto que la misma operación de laacumulación hace la salidapara el producto... Una nación puedetener más de una mercancía cualquiera, pero nunca puede tenermás que lo suficiente del conjunto de las mercancías en gene­ral" .15

De esta idea decisiva hasta lo más, pero sin ninguna dudasusceptible de convertirse en un mero movimiento circular dedefiniciones según bien lo atestigua su desarrollo posterior,participará Ricardo a plenitud. Por lo demás, habrá de expo-

438 • LÍMITES DE LA ECONOMÍA POúnCA

nerla con su usual vigor frente a la postura en contrario deMalthus. Sobra decir que lo que se halla de por medio en estaencrucijada no es un simple asunto de conceptos más o menosprecisos, sino de algo mucho más sustantivo en lo cual se hallapresente, entre otras cosas, la materia de la disposici6n consun­tiva de la renta, y, por lo tanto, la cuesti6n más general delpapel de los terratenientes en la estructura económica.

De nuevo, el punto bajo escrutinio es el de si puedesostenerse que la demanda tiene algún límite previsible, porrazón del cual la producci6n misma haya de encontrar, así,también su propio techo. El juicio de Ricardo es que "la de­manda no tiene más límites que la carencia de medios de poderde pago (para adquirir) las mercancías demandadas", que en suturno viene determinado por laproducción; o como lo expresaen otra parte, que "no hay cantidad de capital que no puedaemplearse en un país, puesto que a la demanda s6lo la limita laproducci6n". Esto es, "que no hay capital acumulado en unpaís que no pueda emplearse productivamente, salvo que lossalarios suban tan alto a consecuencia del aumento de los bienesde consumo para los trabajadores, que como remanente quedemuy poco para los beneficios sobre el capital y cese, porconsiguiente, el motivo de la acumulaci6n" .16

La réplica de Malthus, como sucede normalmente consus argumentos, tiene varias facetas que es menester elaborary unir a los fines de presentarla de forma coherente. En breve,la primera de ellas, que contiene un punto que tomará Ricardocomo suyo propio, es que "la demanda efectiva (effectual de­mand) consiste en el poder tanto como en la voluntad de com­prar", y que ese "poder de comprar no significa por necesidaduna voluntad proporcional para hacerlo"." La segunda, a suvez, y según se expresa en la primera edici6n de su obra queRicardo comenta, es "que para justificar el empleo de capitaldebe haber una demanda por su producci6n más allá de la quepuede crearse por la demanda de los trabajadores empleados".18

A pesar, pues, de que la posesi6n de medios para comprarbienes no siempre implica su efectiva disposici6n hacia tal

RENTA DE LA TIERRA Y DISTRIBUCIÓN DEL EXCEDENTE • 439

propósito, también es cierto que esos medios, aun si se gastaren,resultarían insuficientes como para colmar la producción resul­tante de un proceso adicional de inversión. De todo ello nopuede sino seguirse, en consecuencia, que ese sistema econó­mico, "donde elderecho de propiedad privada se ha establecido,y donde las necesidades de la sociedad se suplen a través de laindustria y el comercio", lleva en su estructura una grave incon­sistencia entre las potencialidades productivas y la posibilidadreal de utilizarlas a plenitud."

Es aquí donde viene a engranar la cuestión del gasto con­suntivo de la renta, y a adquirir su razón de ser el papel socialque le está encomendado a los propietarios de las tierras. Porquees precisamente con dicho gasto, argüirá Malthus así, comohabrá de suplirse ese vacío de consumo y de demanda que creael uso de recursos para la acumulación: "Ninguna nación puedeposiblemente enriquecerse por una acumulación de capital queresulta de una disminución permanente del consumo, puestoque al extenderse dicha acumulación más allá de lo que se nece­sita para satisfacer la demanda efectiva por elproducto, prontouna parte suya pierde tanto su uso como su valor, y cesa deposeer el carácter de riqueza".20

La cuestión que se escapará del entorno argumentativode Malthus, pero que Ricardo prontamente puntualizará a sumanera, es que la acumulación de capital no sólo envuelveadiciones a la capacidad de producir de la sociedad, sino que,en su turno, representa también exigencias de demanda sobreel aparato productivo. Y es en esa doble condición que llevaconsigo y satisface la inversión, a saber, la de ser oferta po­tencial al par de demanda efectiva, donde reposa, entre otrosmecanismos, la posibilidad de una viabilidad sostenida de laactividad económica.

Pero los puntos que ahora de verdad importan, en el me­dio de estas fascinantes controversias intelectuales, poseen otrasdimensiones, quizás más importantes en lo inmediato, y vincu­ladas por lo visto a las luchas en curso por las posiciones depoder en el nuevo estado de cosas. Y como debe de haberse

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apreciado en las páginas que anteceden, no de poca valía hasido la misión del conocimiento de la Economía Política enprestar a la facción victoriosa poderosos y autoritativos argu­mentos.

Los grandes temas de la Ciencia de la Economía Políticaquedan así planteados en todo 10 que precede. Pero no sonpocos los hilos sueltos e inconsistencias que permanecen a 10largo del camino; o la carencia de alguna distinción precisa sinla cual las bases mismas de toda la armazón conceptual apareceinnecesariamente endeble, o 10 que puede ser aún más drástico,insostenible. En particular, debe mencionarse la naturalezamisma del objeto que toma para sí esta ciencia, acerca de 10cual sólo ha habido, en 10 esencial, esbozos y agudaspinceladas,aunque nada que pueda en rigor aproximar la rigurosa exigenciaque plantea la cuestión misma del conocimiento científico.

Es decir, el discernimiento de los límites mismos de laEconomía Política, que significan su acabamiento como tal y,por ende, la clarificación de sus íntegras posibilidades, restacomo gran tarea por cumplir. Ese es el estricto sentido en elque debe entenderse elesfuerzo de Karl Marx. Esto es, la Críticade la Producción Capitalista, o dicho de otra manera, la Críticade la Economía Política, jamás ha de entenderse como el meroponer de entero relieve 10 insatisfactorio, 10 insuficiente, 10negativo.

Es de otra índole esa tarea. Se trata, de acuerdo con 10dicho, de establecer los límites por los cuales la Economía Polí­tica se precisa como ciencia. Por 10 que debe decirse que nin­guna labor más positiva es posible imaginar dentro del ámbitodel conocimiento. La exposición se mueve, pues, en pos deesos límites. O 10 que viene a decir 10 mismo, en pos de 10 queconstituye la Ciencia Histórica de la Economía Política.

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NOTAS

1 CI Thomas R.Malthus, An Inquiry into tbeNatureand Progress ofRentand the Principies bywhich it isRegulated(London, 1815), esp. pp. 3-7.También, David Buchanan, Editor, An Inquiry into theNatureand Causesof the Wealth of Nations by Adam Smith, Second Edition, Vol. I(Edinburgh, 1817), note (d), p. 80. Así como Say, Traité d'ÉconomiePolitique,op. cit., chapter IX.

2 CI Principies ofPoliticalEconomyand Taxation, op. cit.,Chapter XXXII,p.401.

3 "En todo país hay distintos suelos dotados con diferentes grados defertilidad. Sucede entonces que al agricultor que cultiva el más fértil deellos puede traer maíz al mercado con un precio mucho más bajo que elde quienes cultivan los peores suelos. Pero si el maíz que crece en estossuelos fértiles no es suficiente de por sí para suplir el mercado, el precionaturalmente aumentará para indemnizar a quienes cultivan esos suelospeores. El agricultor que cultiva lo suelos ricos, sin embargo, podrávender su maíz a la misma tasa a la que venden los agricultores de lossuelos pobres. Por lo tanto, él recibirá mucho más que el valor intrinse­coque su maíz lleva. Muchas pcrsonas, por lo tanto, estarán deseosas deobtener la posesión de estas tierras fértiles, y se mostrarían dispuestas adar una cierta remuneración (premium) por el exclusivo privilegio decultivarlas. Es esta remuneración (premium) lo que denominamos ren­ta, y que es un medio por el cual los gastos de cultivar suelos de muydistintos grados de fertilidad pueden reducirse a una perfecta igualdad",Observations on theMeans ofExcitinga Spirit ofNational Industry (Edin­burgh, 1777) p. 376 (énfasis del autor).

4 An Essay on the Influenceofa Low PriceofCom on theProfitsofStock,en Works ofDavid Ricardo,op.cit., Vol. IV, p. 18; Principies ofPoliticalEconomy and Taxation, op. cit., Chapter Il, p. 72. CI Edward West,Essay on the Application ofCapital to Land (London, 1815), pp. 19-20.Por ignorancia de todo lo que antecede a su Essay on Profits, y que sehace evidente en la correspondencia ahora disponible, West le endilgaráa Ricardo, en una publicación posterior, haber adoptado sus principiossin reconocer su autoría, al par que reclamará el 'descubrimiento' dedichos principios, PriceofCom and Wages ofLabourwith Observationsupon Dr. Smith's, Mr. Ricardo'sand Mr. Malthus's Doctrinesupon thoseSubjects (London, 1826), p. vii.

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5 La concepción que ofrece Ricardo en relación con los salarios, similaren los términos a la propuesta en su momento por Smith, distinguepara el trabajo su precio natural de su precio de mercado. El primero deellos, que es el aquí importante, 10 precisa el autor en los siguientestérminos: "Es aquel precio necesario para permitir a los trabajadoressubsistir y perpetuar su raza, sin incremento ni disminución...Depende,por 10 tanto, del precio de los alimentos y de las cosas necesarias yconvenientes requeridas para el sustento del trabajador y de su familia".Principies cfPolitical Economy and Taxation, op. cit., Chapter V, p. 93;además, Letter to Malthus dated August 9th 1816, en Works ofDavidRicsrdo.op. cit., Vol. VIL p. 57. Más todavía, dicho precio natural po­see un componente "esencial" asociado "a los hábitos y costumbres" delentorno social particular acerca del cual se trata, 10 cual hace que sudeterminación empírica sea aún más compleja.

Esta concepción de las cosas relativas al 'valor del trabajo' no dejóde enfrentar prontas resistencias. West, a quien ya se le ha citado antesen otro sentido, la criticará por la mentada idea de que el precio naturalse coloca al margen del principio de universal vigencia de la oferta y lademanda. Y, en otro sentido, menos relevante todavía, porque Ricardosupone que "ese valor del trabajo será siempre el mismo", PriceofCornand Wages ofLabour..., op. cit., chapter IV. Bailey, en su turno, con unnivel muy distinto de criticismo, le dirigirá la acusación de incurrir enuna afirmación absurda si, adhiriéndose a su concepción primigenia delvalor, admite "que el valor del trabajo depende de la cantidad de trabajonecesariapara producirlo", A Critical Dissertation ontheNature, Measures,and Causes ofValue..., op. cit., p. 51. Esta última crítica de Bailey dará unsustento adicional a la incriminación general de Marx contra Ricardopor su falta de claridad en relación con ciertas distinciones fundamenta­les que es menester hacer cuando de 10 que se trata es del 'objeto' quelleva al mercado el trabajador que sólo posee, como bien 10 escribióTurgot, "sus manos y su industria", cl Marx, Capital, op. cit., Ve-l. 1,Pan VI, Chapter XIX, pp. 535-537;también, Theories ofSurplus Value,op. cit., Vol. Ill, Chapter XV, pp. 399 ss. En relación con la distinciónentre la tasa real y nominal de salarios, eJ, Ricardo, 'Principies ofPoliticalEconomy and Taxation, op.cit., Chapter 1, Sect. VII, p. 50, así comoLetter to Malthus dated October 14th 1816, en Works ofDavidRicardo,op. cit., Vol. VII, pp. 80-81. También, Malthus, Definitionsin PoliticalEconomy.op. cit.,pp. 28-29.

6 A Treatise onPolitical Economy, transo by C. R. Prinsep (Philadelphia,1834) Book 11, Chapo IX, Note (a)of the translator, p. 365. En relación

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con el criterio de Say sobre la naturaleza de la renta, cf. también ACatechism cfPolitical Economy, op. cit., pp. 39-40.

7 Letter to Say dated January 11th 1820, en Works o/David Ricardo, op.cit.,Vol. VID, pp. 149-150; también, Principles o/Political Economy andTaxation, op. cit., Chapo XXXII, pp. 412-413.

8 Antes de Marx, uno de los muy pocos autores de alguna significaciónque encararon la cuestión de las consecuencias económicas de la propie­dad sobre la tierra fue Richard Jones, a quien ya se le ha citado en otrocontexto. Un indudable logro de Jones, que el propio Marx no deja deponderar, es el de haber percibido con entera claridad que la cuestiónde la renta, tal y como se la plantea el conocimiento de la EconomíaPolítica, pertenece a un estadio de desarrollo de la sociedad cuando yala propiedad territorial ha perdido mayor significación política, o ensus propias palabras, "cuando las más importantes relaciones de las dife­rentes clases de la sociedad han cesado de originarse en la propiedad yocupación de la tierra", An Essay on theDistribution o/Wealth and ontheSources ofTaxation, op. cit., Chapter VII, Sect, L, p. 185. En general,cf Marx, Theories o/ Surplus Value,op. cit., Vol. ID, Chapter XXIV,passim. George Ramsay, a quien sólo vale la pena citarlo en passant,concede a la propiedad territorial su lugar destacado en el proceso cau­sal tras la renta: "A menos que el derecho de propiedad se reconozcageneralmente, no se pagaría a nadie una renta como (un ingreso) distin­to de los beneficios", An Essay on the Distribution ofWealth (Edinburgh,1836), Part TI, Chapter VII, pp. 260-263.

Sobra decir que la materia de los beneficios ocupa un lugar pre­eminente en toda la obra ricardiana. La proposición central de Ricardo,tal y como se la expresa a Malthus en un carta de fecha 5 de octubre de1816, es que "los beneficios dependen de los salarios"; y es esta mismaidea la que domina el capítulo VI en los Principies y, esencialmente, elconjunto desu obra. Lo que se envuelve en esta proposición lo percibióDe Quincey, por ejemplo, con claridad. A saber, que los beneficios sonlo que resta después de deducidos los salarios o, en sus palabras, "quetanto serán los beneficios en cualquier actividad de producción, agríco­la o manufacturera, cuanto lo permitan y dejen los salarios". The LogiccfPolitical Economy, op. cit., Chapter V, p. 257. Pero es menester acotarde inmediato, que la magnitud de lo que se va a distribuir no se determi­na por el agregado de los beneficios y los salarios, o lo que es igual, queel valor no depende del costo de la producción entendido como la sumade las remuneraciones pagadas, puesto que de ser éste el caso se caería enla banalidad de un simple juego circular.

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La determinación de los beneficios, por consiguiente, se hará dedepender de los salarios reales, entendidos éstos a la manera de Ricardo,como "la cantidad de trabajo necesaria para proveer las cosas que le sonnecesarias a los trabajadores en aquella tierra o con aquel capital que nopaga renta" , Principies ofPoliticdlEconomyand Taxation,op. cit.,ChapterVI, p. 126, Chapter 1,p. 50. Este postulado, en su turno, es la expresiónmás general de aquella proposición, limitada en su ámbito de validez alsimple esquema presente en el Essay onProfits, de que "la tasa de benefi­cios depende de la proporción entre la producción y el consumo que esnecesario para conseguirla", Letter to Malthus dated june 26th 1814, enWorks ofDavid Ricardo, op. cit. Vol. VI, p. 108; cf. Piero Sraffa, Intro­duction to tbe Works ofDavid Ricardo, Vol. 1, op. cit., pp. XXX-XXX1ll.

La materia de los beneficios, por su obvia y decisiva importancia",será el centro de las más agudas controversias en todo lo que sigue. C¡:Letter from Malthus to Ricardo dated May 5th 1815, en Works ofDa­vidRicardo,op. cit.,Vol. VI, pp. 224-225,así como DefinitionsinPoliticalEconomy,op. cit., Chapter V. Mountifort Longfield, en su turno, argu­mentará, como antes lo hizo Lauderdale pero con ciertas calificacionesque los economistas modernos apreciarán como importantes, que elcapital como tal es productivo, y que los beneficios, por lo tanto, resul­tan de la "diferencia entre la cantidad de trabajo que el trabajador puedehacer con y sin la asistencia de capital", Lectures on PoliticalEconomy,op. cit., Lecture IX, p. 191. Nassau Senior, por su parte, adelantará unapropuesta conceptual que, a pesar del lenguaje familiar en el que seexpresa, ya no guarda vinculación con las orientaciones primordialesde la Economía Política. Su criterio es que los beneficios son la remune­ración por el sacrificio en el que incurren los "capitalistas" con ocasiónde la producción, y en tal sentido corren paralelos a los salarios que sonla contrapartida del sacrificio de los trabajadores en la prestación de sutrabajo. Dicho sacrificio lo precisa el autor como el acto de "abstencióndel consumo inmediato" que se implica al dedicar recursos ...y fondospara poner en marcha un proceso de producción, An Outline of tbeScience ofPolítical Economy, op. cit., p. 167.

9 Letters to Malthus datedJanuary 24th 1817 and August 20th 1818, enWorksofDavidRicardo,op. cit.,Vol. VII, pp. 120, 282-283. Igualmente,Principies ofPolíticalEconomy and Taxation, op. cit., Chapter xxxn,passim, esp. p. 400.

10LetterdatedMarch 2nd 1821, en WorksofDavidRicardo, op. cit., Vol.VIII, p. 350.

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11Principies ofPolitical Economy and Taxation, op. cit., Chapter xxxn,p. 401. Habría que calificar lo dicho por Ricardo en el sentido de que talexceso es de por sí la renta, sólo en cuanto la apropia el terrateniente. Deotro modo, será normalmente beneficios, o remuneración para los pro­pietarios del capital.

12 Notes onMalthus's PrincipIes ofPoliticalEconomy, op. cit., Note (58) p.118.

13 Principies ofPolitical Economy and Taxation, op. cit., Chapter XXN,p.334.

141bid, Chapter XXVI, pp. 347-348; sin embargo, véase la nota en lapágina 348.

15 Commerce Defended, en Selected Economic Writings, op. cit., pp. 135­137. Una similar idea, aunque expuesta con más elaboración y detalle,se debe a Say, y ha sido lo frecuente entre los popularizadores de lahistoriografía económica convertirla en una ley científica y darle sunombre. C¡' Traitéd'Économie Politique, op. cu., chapo XV; tambiénLetter1,en Letters toMr. Malthus onSeveral Subjects ofPoliticalEconomy...op. cit., pp. 1-4; A Catechism ofPoliticalEconomy, op. cit., Chapter XX,passim. "Excepto por el Capítulo sobre la Demanda, (el libro de Say) nocontiene ninguna disquisición que pueda considerarse original o inge­niosa", Letter from McCulloch to Ricardo dated November 28th 1820,en Works ofDavid Ricardo, op. cit.,Vol. VIII, pp. 312-313. Ricardo alu­dirá a la noción bajo escrutinio como "El Principio de Say", PrincipiesofPolítical Economy and Taxation, op. cit., Chapter XXI, nota, p. 290.

16 Ibid., Chapter XXI, p. 290; también Letter to Malthus dated June26th 1814, en WorksofDavidRicardo, op. cit., Vol. VI, p. 108. Comobien se ve, el énfasis de Ricardo se coloca sobre la motivación para lainversión y no tanto sobre el monto efectivo de recursos disponiblespara encararla. Ese es un eslabón débil de su argumentación, que reflejamás de sus preconcepciones de lo que se está dispuesto a admitir.

17 Letterfrom Malthus toRicardo datedSeptember 11th1814, en WorksofDavid Ricardo, op. cit., Vol. VI, p. 131 (énfasis del autor). La posición

.de Ricardo al respecto, concordante con la de Malthus en relación conla naturaleza dOble de la demanda efectiva, es sin embargo que la acu-mulación también significa una demanda, "aunque sobre distintos obje-

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tos", por lo que la proporcionalidad entre poder y voluntad de deman­da no debe romperse, Letter to Malthus dated September 16th 1814,ibid., p. 133.

18 Notes on Malthus's Principies... op. cit., Chapter VII, Section n, pp.300-301.

19 Ricardo, como es de esperarse, dedicará una larga reflexión a estecorolario que se desprende de la cadena argumental de Malthus. Y suconclusión, donde se contienen antecedentes significativos de lo queserán posturas contemporáneas muy persuasivas acerca de la viabilidadeconómica de la sociedad moderna, es que de estar Malthus en lo ciertono hay otra alternativa "sino la de obligar el Gobierno a suplir la defi­ciencia de la gente", ibid., nota (196) p. 307.

20 Malthus, Principies 01PoliticalEconorny, Second Edition (London,1836), Book n, Chapter l, Section III, pp. 326-327 (énfasis del autor).Cf. Ricardo, Noteson Maltbus, op. cit., N. (215) pp. 326-327.