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 La cruzada de los niños, Marcel Schwob Abocados a un milenio que aún no sabemos muy bien cuándo empieza, la recuperación de un texto como La cruzada de los niños  puede lanzar algo más de leña al f uego apocalíptico de estos tiempos. Allá por el siglo XIII, unos siete mil niños se dirigen hacia Jerusalén para liberar el Santo Sepulcro de las manos infieles. La mirada de varios personajes se revela en forma de monólogos aislados que dan cuenta del fracaso de la expedición. A la vista del texto, no podemos decir que la intención de Marcel Schwob fuera atemorizar a sus coetáneos con historias de niños inocentes que vagan por un mundo donde siempre triunfa el Mal, aunque sí existe una voluntad de sembrar en el lector una especie de incertidumbre vital, ofreciendo un mundo que ha sacrificado vanamente su futuro, personificado en la inocencia de los niños. Schwob se sitúa así a medio camino entre el vitalismo de los románticos y el descrédito del decadentismo finisecular. En el relato, el goliardo y el leproso ejemplifican ambos extremos: si el primero dice muy claro, "el fin de todas las cosas santas se encuentra en el placer", el segundo dirá, "estoy olvidado hasta la resurrección". En cuanto a los niños, la elección de un personaje colectivo, heterogéneo, y con su primitivo simbo lismo , se expli ca fáci lment e por el propi o cont exto cultural de la époc a. Apag ada la chis pa revolucionaria del romanticismo liberal, y desbaratados los intentos positivistas por ordenar la realidad, no caben héroes individuales al estilo de Guillermo el Mariscal, con quién hubiera contado por ejempl o Wal te r Scott, ni lo s roes de l su bmun do -u na femme fat ale, un mi llo na ri o desheredado- que hubiera empleado cualquiera de los vanguardistas posteriores; los niños son el símbolo de una época que confía más en un espiritualismo refundido que en el racionalismo exacerbado que lo precede, y esto supone, como dice Giraud, " une sympathie respecteuse et croissante pour la religion en géneral et pour le catholicisme en particulier". No olvidemos que el debate filosófico en la Francia de finales del XIX se gana en favor del impulso vital bergsoniano, que básicamente se resume en una primacía del mundo interior frente a la materialidad externa tan exaltada por el naturalismo. Las voces que oyen los niños nadie más puede oírlas porque salen de dentro: almas blancas, voces blancas. Schwob no escribe ex nihilo; no lo hace nadie, y menos un autor con gran competencia literaria, estudioso de Villon, probablemente conocedor Dante, de Milton, de Marino y su poema  Le estrage degli Innocenti , inmerso además en un círculo intelectual innovador, tanto en las ideas como en las técnicas de expresión. Por un lado Schwob se puede asimilar, por los símbolos, el neogoticismo, o la caracterización sinestésica -hay una blancura que fluye por toda la narración-, a corrientes estéticas como el simbolismo decadentista -y así aparece en el interesante estudio de Mario Praz  La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica -. Por otro lado, y sobre todo en cuanto a la técnica, encontraremos elementos plenamente vanguardistas, como la diversificación del punto de vista o la disolución de la instancia narradora. Decía Gómez de Serna que el principal deber de de un novelista era ser un poco "desgalichado" y conseguir dar unidad a la novela desunida del mundo; Schwob conjuga dos hilos para conseguir este orden: los pequeños cruzados, como nexo entre un universo humano sin continuidad -dos Papas, un goliardo, un leproso, un funcionario, un musulmán-, y la blancura, como expresión de un valor que mueve a los personajes más allá de su propia voluntad. Respecto a las relaciones entre ficción y realidad, nos encontramos muy lejos de la novela histórica romántica, que tan bien definió Lukács, y la obra de Schwob nos acerca más a la re-creación conscientemente ficticia de un mundo antiguo, que a la reconstrucción fiel sobre los escombros del pasado. Volviendo a Gómez de Serna, que teoriza sobre la novela en 1931, más de treinta años después de nuestra obra, escuchamos unas palabras que parecen adecuadas a aquello que decíamos hace poco: No debe asustarnos que no sea de la realidad lo escrito , pues preferible es pintar lo que debía suceder, lo que debió suceder, que lo que sólo sucede". En verdad, ¿no existieron esos siete mil niños? ¿Murió Inocente III con el remordimiento de un sacrificio en vano? Si aparece el monumento expiatorio del cual habla Gregorio IX, ¿tendremos que reescribir la Historia?

La cruzada de los niños. Reseña

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Traducción de la reseña original de la edición en valenciano de 1999. SCHWOB, Marcel: La croada dels infantsCol·lecció Academia dels Nocturns, nº26Universitat de València, 1999

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  • La cruzada de los nios, Marcel Schwob

    Abocados a un milenio que an no sabemos muy bien cundo empieza, la recuperacin de un textocomo La cruzada de los nios puede lanzar algo ms de lea al fuego apocalptico de estos tiempos.All por el siglo XIII, unos siete mil nios se dirigen hacia Jerusaln para liberar el Santo Sepulcrode las manos infieles. La mirada de varios personajes se revela en forma de monlogos aislados quedan cuenta del fracaso de la expedicin.A la vista del texto, no podemos decir que la intencin de Marcel Schwob fuera atemorizar a suscoetneos con historias de nios inocentes que vagan por un mundo donde siempre triunfa el Mal,aunque s existe una voluntad de sembrar en el lector una especie de incertidumbre vital, ofreciendoun mundo que ha sacrificado vanamente su futuro, personificado en la inocencia de los nios.Schwob se sita as a medio camino entre el vitalismo de los romnticos y el descrdito deldecadentismo finisecular. En el relato, el goliardo y el leproso ejemplifican ambos extremos: si elprimero dice muy claro, "el fin de todas las cosas santas se encuentra en el placer", el segundo dir,"estoy olvidado hasta la resurreccin".En cuanto a los nios, la eleccin de un personaje colectivo, heterogneo, y con su primitivosimbolismo, se explica fcilmente por el propio contexto cultural de la poca. Apagada la chisparevolucionaria del romanticismo liberal, y desbaratados los intentos positivistas por ordenar larealidad, no caben hroes individuales al estilo de Guillermo el Mariscal, con quin hubiera contadopor ejemplo Walter Scott, ni los hroes del submundo -una femme fatale, un millonariodesheredado- que hubiera empleado cualquiera de los vanguardistas posteriores; los nios son elsmbolo de una poca que confa ms en un espiritualismo refundido que en el racionalismoexacerbado que lo precede, y esto supone, como dice Giraud, " une sympathie respecteuse etcroissante pour la religion en gneral et pour le catholicisme en particulier".No olvidemos que el debate filosfico en la Francia de finales del XIX se gana en favor del impulsovital bergsoniano, que bsicamente se resume en una primaca del mundo interior frente a lamaterialidad externa tan exaltada por el naturalismo. Las voces que oyen los nios nadie ms puedeorlas porque salen de dentro: almas blancas, voces blancas.Schwob no escribe ex nihilo; no lo hace nadie, y menos un autor con gran competencia literaria,estudioso de Villon, probablemente conocedor Dante, de Milton, de Marino y su poema Le estragedegli Innocenti, inmerso adems en un crculo intelectual innovador, tanto en las ideas como en lastcnicas de expresin. Por un lado Schwob se puede asimilar, por los smbolos, el neogoticismo, ola caracterizacin sinestsica -hay una blancura que fluye por toda la narracin-, a corrientesestticas como el simbolismo decadentista -y as aparece en el interesante estudio de Mario Praz Lacarne, la muerte y el diablo en la literatura romntica-. Por otro lado, y sobre todo en cuanto a latcnica, encontraremos elementos plenamente vanguardistas, como la diversificacin del punto devista o la disolucin de la instancia narradora.Deca Gmez de Serna que el principal deber de de un novelista era ser un poco "desgalichado" yconseguir dar unidad a la novela desunida del mundo; Schwob conjuga dos hilos para conseguireste orden: los pequeos cruzados, como nexo entre un universo humano sin continuidad -dosPapas, un goliardo, un leproso, un funcionario, un musulmn-, y la blancura, como expresin de unvalor que mueve a los personajes ms all de su propia voluntad.Respecto a las relaciones entre ficcin y realidad, nos encontramos muy lejos de la novela histricaromntica, que tan bien defini Lukcs, y la obra de Schwob nos acerca ms a la re-creacinconscientemente ficticia de un mundo antiguo, que a la reconstruccin fiel sobre los escombros delpasado. Volviendo a Gmez de Serna, que teoriza sobre la novela en 1931, ms de treinta aosdespus de nuestra obra, escuchamos unas palabras que parecen adecuadas a aquello que decamoshace poco: No debe asustarnos que no sea de la realidad lo escrito, pues preferible es pintar lo quedeba suceder, lo que debi suceder, que lo que slo sucede". En verdad, no existieron esos sietemil nios? Muri Inocente III con el remordimiento de un sacrificio en vano? Si aparece elmonumento expiatorio del cual habla Gregorio IX, tendremos que reescribir la Historia?

  • SCHWOB, Marcel: La croada dels infantsCollecci Academia dels Nocturns, n26Universitat de Valncia, 1999

    Nota de la edicin en valenciano:

    La recent aparici de La croada dels infants de Marcel Schwob, en una traducci a crrec de VicentJosep Escart, i amb un lcid prleg d'Antoni Tordera, aporta al panorama literari un text defascinant vigncia temtica i artstica. Es tracta de una esmerada traducci de Vicent-Josep Escart,escriptor i professor universitari, molt acostumat als registres literaris histrics, i que en aquestaocasi ha transvasat amb gran percia un llenguatge carregat de smbols i connotacions. Pel que faal prleg de Antoni Tordera, la seua visi teatral de l'obra obri nous horitzons de interpretaci, sensedubte molt ms moderns d'all que podia esperarse d'un conte fantstic qualsevol de l'poca. Larepresentaci de l'obra com una successi de monlegs dramtics, amb la desfilada dels infants coma leit motiv, podria cobrar hui, gaireb sense adaptacions, plena vigncia en una funci de teatre. Talvolta aquesta obra esdev actual perqu encara seguim enviant els nostres innocents per saldardeutes amb un orient -i un sud- que roman ali i desconegut.

    Antonio SolanoUniversitat de Valncia

    Marzo del 2000