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La clínica vincular ante el desamparo social

La clínica vincular ante el desamparo socialº1.pdf · Emilce Dio Bleichmar, Madrid, España. Dr. Joao Antonio d’Arriaga, Porto Alegre, Brasil. Dr. Rafael Cruz Roche, Madrid, España

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La clínicavincular anteel desamparosocial

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Número 1 - 2003Afiliada a la Federación Latinoamericanade Psicoterapia Analítica de Grupo,a la American Group Psycotherapy Association,y a la International Associationof Group Psychotherapy

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Corresponsales en el exterior:

Lic. Myriam Alarcón de Soler,Bogotá, Colombia.Prof. Massimo Ammaniti, Roma, Italia.Prof. Dr. Raymond Battegay, Basilea, Suiza.Dra. Emilce Dio Bleichmar, Madrid, España.Dr. Joao Antonio d’Arriaga, Porto Alegre, Brasil.Dr. Rafael Cruz Roche, Madrid, España.Dr. Alberto Eiguer, París, Francia.Dr. Marco A. Fernández Velloso, San Pablo, Brasil.Dr. Arnaldo Guiter, Madrid, España.Dr. Max Hernández, Lima, Perú.Lic. Gloria Holguín, Madrid, España.Dra. Liliana Huberman, Roma, Italia.Lic. Rosa Jaitin, Lyon, Francia.Prof. Dr. René Kaës, Lyon, Francia.Prof. Dr. Karl König, Gottingen, Alemania.Dr. Mario Marrone, Londres, Inglaterra.Prof. Menenghini, Florencia, Italia.Prof. Claudio Neri, Roma, Italia.Dra. Elvira Nicolini, Bologna, Italia.Lic. Teresa Palm, Estocolmo, Suecia.Dr. Saúl Peña, Lima, Perú.Lic. Martha Satne, Pekin, China.Dr. Alejandro Scherzer, Montevideo, Uruguay.Dr. Alberto Serrano, Honolulu, Hawaii.Dra. Estela Welldon, Londres, Inglaterra.

TOMO XXVI

Lic. Elina AguiarDr. Isidoro Berenstein

Dr. Marcos BernardLic. Susana Matus

Lic. Gloria MendilaharzuDra. Janine Puget

Lic. Rosa María ReyLic. Mirta Segoviano

Dra. Graciela Ventrici

COMISIÓN DIRECTIVA

Presidente:

Lic. Susana Sternbach

Vicepresidente 1º:

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Vicepresidente 2º:

Lic. Ombretta Velati

Secretaria:

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Pro-Secretaria:

Lic. Mirta Ungierowicz

Secretaria de Prensa:

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Vocal 1º:

Lic. Beatriz Bernath

Dr. Manuel D’Onofrio

Lic. Marta Farhi

Tesorera:

Lic. Rosa Chagel

Pro-Tesorera:

Vocal 2º:

SUMARIO

• Presente en nosotros

• La clínica situacional

• Modificaciones en la técnicaen la Argentina 2002. Mesaredonda

• La clínica psicoanalíticaentre el sobresalto y la creación

• Devastaciones selectivasancladas en el kairós y en laspolíticas del apego

• Editorial11

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19

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Marcos Bernard

Hugo Bianchi

Carlos Pachuk

Graciela Bianchi

Silvia Gomel

Eva Giberti

Diana Blumenthal

Susana Palonsky

Adriana Zadunaisky

• 77 • Los grupos de contención:un dispositivo de latransicionalidad

• 89

Milagros Díaz Martínez

Adriana García Leichmann

Gabriela Ruy

Silvia Ruffini

Barbara Van Domselaar

Carlos Emilio Antar

Humberto Gurman

• Una clínica de trinchera.Acerca de las crisis y lasredes sociales

115•Susana Matus

• Lazos de horizontalidad129Sara L. de Moscona •

• Discurso hegemónico:vaciamiento de la subjetividad.Crisis, descomposición yrecomposición de los vínculos

Susana Neuhaus 147•

• Interrogaciones:Preguntas a René Kaës

René Kaës

Sara E. Amores

INFORMACIONES

169

187 • Tener un hermano discapacitado.Acerca de la discapacidady los vínculos familiares

• Adopción: imaginario socialy legitimación del vínculo.Desafíos en nuestra prácticaclínica

203Alicia Graciela Beramendi

PASANDO REVISTA

• La alienación del analista.Efectos de la institución delpsicoanálisis en su subjetividad.Daniel Waisbrot

Graciela K. de Bianchi 221

• Discurso hegemónico en la des-construcción del espacio públicoy la subjetividadSusana Neuhaus (compiladora)

225Luis Hornstein

• Clínica del textoJosé Edgardo Milmaniene

Pablo Dreizik

• 233

• Psicoanalistas. Un autorretratoimposibleSusana Mauer, Sara Moscona ySilvia Resnizky

235Leonardo Peskin •

Editorial

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A un año de la crisis, transcurrido el momento de laruptura de la ilusión que generaba la convertibilidad, y enplena incertidumbre, aparecen los primeros dispositivos enel pasaje de lo traumático a lo transformador, como formasde vida que brotan de manera impensable en este tiempodel Kairós (al decir de Eva Giberti). Se trata pues, comoplantea otro autor, de asumirnos como náufragos, es decirmetabolizar las pérdidas y organizar la indeterminación.Esta actitud nos permite «sujetar la oportunidad por loscabellos» (Nietzsche) y se encuentra reflejada en este nú-mero en los originales trabajos que presentamos, basta conleer algunos títulos: las clínicas de situación, de sobresaltoy creación, de trincheras y redes sociales, los grupos decontención, las políticas del apego y los lazos horizontales,etc.

Surgen preguntas acerca de las categorías metapsicoló-gicas y técnicas del cambio ¿las hubo? ¿Cómo evaluarlas yqué camino siguieron? En la Mesa Redonda observamosdistintas perspectivas: la intervención de Marcos Bernardseñala que no practicó modificaciones en su técnica, quehay una mayor irrupción del mundo externo y aumento delas patologías narcisistas, sin embargo, en dicho encuentro,se presenta un material clínico de otro integrante dondesurgen situaciones imprevistas que requieren alguna res-puesta. El tercer participante, Hugo Bianchi, plantea lacaída de la desmentida en el imaginario social y el pasaje alo autoconservativo que acentúa el rol del analista comosoporte.

El lado positivo de la crisis actualiza las ideas dePrygogine y Morin respecto al azar, la indeterminación y lacomplejidad que constituyen la vida y la historia, y que noson meros accidentes. Sobre estas bases, Susana Matusdispara la búsqueda de una metapsicología transubjetiva yotras analistas proponen incluir la novedad del devenirtratando de no saturar con los conceptos clásicos.

Una advertencia que transmiten los escritos presentadossobre la crisis, que no fue igual para todos (devastaciones

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selectivas), es el riesgoso camino hacia la unidad a cual-quier precio a través del discurso hegemónico y la búsque-da de una causa única, explicación de todos los males;frente a esto Kaës (cuya segunda parte de la Conferencia sepublica en «Interrogaciones») postula el trabajo de la cul-tura y de la intersubjetividad, para sostener la diversidad yel relato polifónico. Sendero bifronte entre Dictadura yDemocracia como nos enseña la Historia.

Subyace como telón de fondo el rol activo del analista ylos agrupamientos: el artículo sobre grupos de contención,de Blumenthal, Palonsky y Zadunaisky, equipara la frag-mentación social con la patología de borde y propone unamodalidad transicional de soporte subjetivo que pivoteasobre el conjunto y el coordinador; planteo similar realizaSara Moscona mediante el apuntalamiento entre pares,otra creadora ya mencionada, que cuestiona a los profe-sionales-diet (sinónimo de neutralidad) apuesta a la inter-subjetividad en los vínculos de apego, y Carlos Antar yHumberto Gurman nos refieren que si el analista no seconstituye como parte de un contexto, queda excluido dela situación.

En relación al sujeto existen puntos de encuentro y di-vergencia: desde la destitución subjetiva o ausencia de su-jeto, atribuida a autores que no participan de este número,a la idea de «lo sujeto», es decir una subjetividad en forma-ción de Graciela Bianchi y Silvia Gomel (en la misma línease encuentra «la clínica situacional»), y la reconstruccióndel sujeto de Susana Neuhaus en abierta crítica hacia laprimera postura. También Kaës plantea que si bien la iden-tidad es generativa y transformadora, hay un núcleo quesostiene el deseo e inscribe una historia. Curiosamente «elpensamiento estructuralista duro y el deconstructivismo ra-dical coinciden en la evaporación de sujeto».

Los artículos no temáticos abordan la problemática de lodiferente: adopción, de Alicia Beramendi, y discapacidad,de Sara Amores, quizás para superar el concepto mismo,resulta distinto desde la estadística (minoría); aunque, sin

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negar las especificidades, puede ser tan diferente como loes un ser humano de otro.

Finalizamos esta Editorial con incógnitas de dos autoresque se complementan en sus desarrollos:

Eva Giberti interroga ¿podremos refundar un nuevoKairós sintónico con el registro de los hechos y aconteci-mientos actuales en nuestro país, deseamos hacerlo o no?

A su vez Hugo Bianchi nos pregunta… El levantamientode la desmentida ¿será capaz de permitir una reconcilia-ción con la realidad o impulsará la creación de una nuevacomplicidad de la población en el engaño? Agregado nues-tro: Dictadura-Malvinas-Convertibilidad.

Transitamos entre la fijación traumática –defensa contrala incertidumbre– y la transformación de las huellas, diffé-rance incesante.

Podríamos también agregar la esperanza.

Dirección de Publicaciones

Eran fines de noviembre del 2001, el grupo llegaba alfinal del I.P.C.V. (Instituto de Psicoanálisis de las Confi-guraciones Vinculares, de la A.A.P.P.G.) y Ulises dijo algoasí como que uno promete verse, pero que finalmente no locumple. Pareciera un presagio, pues así sucedió. Hace casiun año de ese final y esa frase. Hoy nos encontramos algu-nas compañeras, en un bar, para recordarlo. Múltiples imá-genes se presentan en la charla: Ulises discutiendo, Ulisesconfrontando, Ulises quejándose, pero sobre todo, Ulisespresente, amenazando con su partida, pero volviendo a lasiguiente clase.

Histriónico, versátil, un verdadero placer escucharlo re-citar un poema o interpretar personajes. Se ponía en la pielde ellos y cobraban vida frente a nosotros.

Ávido lector y cinéfilo, pronto a recomendar películas ylibros.

Poseía un gran sentido de humor, irónico, a veces mor-daz, ocurrente y divertido, jugaba con las palabras buscan-do la complicidad de algún compañero.

¿Quién no ha discutido con Ulises? Es más, parecieraque esa era su carta de presentación, discutía con todos,por todo; pero disfrutaba más con un oponente sólido teóri-camente, de respuestas inteligentes y nada antojadizas.

Presente en nosotros

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Inteligente, observador agudo y reflexivo, le enfurecíanlos clisés y lo esquemático.

El grupo estaba presente en él y él estaba presente en elgrupo. Muchas veces fue su portavoz y otras se subía enese rol para marcar posiciones.

Generaba un vínculo de cercanía y calidez, y fue por elloque aprendimos entre todos a regular sus extremos, quenunca dejaron de estar en tensión, tan creativa como cues-tionadora.

Sabíamos y sabemos poco de la historia de Ulises antesde nuestro encuentro en la A.A.P.P.G., sólo algunos jiro-nes de su historia y sus afectos.

Ulises murió abruptamente, su enfermedad se anunció yno le dejó tiempo para la lucha y la confrontación, casi nillegamos a enterarnos y menos a despedirnos.

Nos reunimos a escribir estas líneas entre los que hoynos sentimos convocados a hacerlo. Que cada uno guardesu recuerdo personal, el que quiera, el que seguramentemás lo represente en su vínculo con nuestro querido com-pañero Ulises.

Milagros Díaz Martínez, Adriana García Leichmann,Gabriela Ruy, Silvia Ruffini, Barbara Van Domselaar

La clínica situacional

Carlos Emilio Antar *Humberto Gurman **

(*) Médico Psicoanalista. Titular Didacta de A.P.A. Miembro Adhe-rente de la A.A.P.P.G.Migueletes 1203 8º 60, Ciudad de Bs. As., Argentina.Tel. 4775-5202. E-mail: [email protected]

(**)Médico Psicoanalista. Adherente de A.P.A.Sarmiento 4533 PB B, Ciudad de Bs. As., Argentina.Tel. 4863-4756. E-mail: [email protected]

«La vida cotidiana es un instante deotro instante que es la vida total delhombre, pero a su vez cuántos instan-tes no ha de tener ese instante delinstante mayor».

Mario Benedetti (1995)

Nuestra intención es presentar algunas ideas, productode nuestra experiencia clínica. A medida que pasamos deuna presentación singular1 a una de mayor complejidad»,2

adquiere otro sentido aquello que puede resultar poco inte-ligible. En este sentido nos pareció gráfica la idea de con-texto: del latín contextere, significa tejer, entrelazar, entre-tejer. Si contexto es lo que constituye la textura del tejido,el texto son los hilos de la misma. Estos aisladamente nodan idea del tejido producido.

Remarcar la articulación entre el individuo y su contex-to, puede ser considerada «obvia», sin embargo, como diceLaing (1969), «aquello que es obvio para uno, puede noserlo para otro... en ese sentido... lo obvio puede ser peli-groso. El hombre engañado frecuentemente considera tanobvios sus engaños que mal puede dar crédito a la buena fede quienes no lo comparten»... «Lo obvio literalmente ha-blando, es lo que se levanta en el camino de uno enfrentede uno, contra uno».

Cuando nos referimos a una clínica situacional, vamosmas allá de la idea recién mencionada, porque: «en el con-cepto de articulación no está incluida la relación dialécti-ca...» (Luchina, I., 1982); por lo tanto nos acerca más a unaconcepción sumatoria que de producción.

Cada sujeto es «producido» como tal en la interrelacióncon otro. La intersubjetividad implica, no sólo la repetición,

1 En tanto forma o expresión que contiene una única variable libre. N.Abbagnano, 1961.

2 Tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados:presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. E. Morin, 1990.

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sino la producción de significados inéditos. Producción noes repetición (Gurman, H. y Kleiman, S., 2000).

La clínica es situacional porque la producción de subje-tividad y sus vicisitudes transcurren dentro de un contexto,de un devenir en situación.

Dos ideas a pensar

Freud, producto de su época, construye su teoría pregna-do por la cultura que lo envuelve. Atravesado por múltiplesdiscursos epistemológicos (tales como el mito, la literatu-ra, la filosofía, la antropología, la medicina), constituye elcuerpo teórico del psicoanálisis.

Las condiciones de posibilidad de un determinado campo,en una determinada época, deben ser pensadas constantemente.

En el artículo «Las resistencias contra el psicoanálisis»,Freud sitúa al psicoanálisis en una posición media entre lafilosofía y la medicina. La primera como el ámbito de lasmás puras abstracciones y la segunda como el ejemplo delestatuto físico del objeto.

Hemos intentado suplementar nuestros referentes teóri-cos con desarrollos de distintas disciplinas y así poderconceptualizar nuestra práctica como una clínica situacio-nal. Pensamos la palabra suplementar en el doble sentidode agregar «algo» a «algo» para completarlo; como el deagregar «algo» a «algo», ya completo en sí mismo. Paradesarrollar este concepto de suplementar, Derrida recurreal hecho de que en francés, suppléer (suplir), no sólo signi-fica suplementar, sino que además es tomar el lugar dealgo, es decir sustituir (Derrida, J. 1968).

En este trabajo planteamos dos ideas:1- La idea de situación propone una clínica diferente a la

estructural.2- No hay producción psíquica fuera de lo contextual.

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1) La teoría estructural tiende a ubicar al sujeto dentrode un modelo que dificulta considerar lo nuevo en el mis-mo. El intento de atenuar el impacto de este modo depensar puede dar lugar a adjetivaciones como «estructuraabierta», «estructura en situación», etc. Aunque se planteeque no existe repetición textual, la lógica estructuralistapuede dejar saturado el espacio posible de pensamiento ycomo tal condicionar nuestra praxis. Una de las tareas ana-líticas es pensar la diferencia en la repetición.

El estructuralismo despliega las ideas de: causa, origen,determinismo, repetición, y una cierta concepción del tiempoorganizado-desplegado secuencialmente en un antes, ahora ydespués. Puede dar la ilusión de un conocimiento totalizante,que propone develar lo oculto y preexistente. El desprender-nos de esta lógica de pensamiento nos ubicaría en el descono-cimiento y la incertidumbre. Pensar en situación no descartalo oculto e incluye la posibilidad de lo aún no advenido.

El pasado ha dejado de ser la única clave del presente ycon frecuencia, ha sido utilizado en la clínica como unverdadero obstáculo para pensar el presente.

Sería compatible a la antinomia Parménides-Heráclito,donde el primero decía «todo lo que hay existe desde siem-pre»; en tanto que el segundo despliega la idea de «unpermanente devenir», permitiendo la emergencia de lo nue-vo. Se conecta en la actualidad con las ideas de Prigogine,que en su desarrollo sobre el caos y las estructuras disipati-vas, da lugar al azar. Éste posibilitaría el establecimientode un nuevo orden, de manera que la indeterminación nopuede dejar de ser incluida. Así es que, el pasado y elfuturo no están siempre incluidos en el hoy.

2) Si bien situación, refiere a la acción y el efecto desituar, designa además, la disposición de una cosa conrelación al lugar que ocupa, el conjunto de las circunstan-cias que predominan en un momento dado y el estado ocondición de una persona con respecto a su categoría, inte-reses y posición social.

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El término situación no designa un solo objeto o aconte-cimiento, ya que nunca experimentamos o formamos jui-cios sobre ellos aisladamente, sino sólo en relación con uncontexto. Tiene la cualidad de unir los elementos constitu-tivos, dando a ésta todo su carácter único, formando unasituación individual, indivisible e induplicable. Ningún pro-blema puede plantearse o siquiera adquirir sentido, si no esen forma situacional. Una situación en principio se definedesde un punto problemático, porque éste asigna la perte-nencia o no de los términos de la misma.

Ocupar un sitio sería lo opuesto de estar en situación,pues refiere a la existencia de un lugar asignado que va aser ocupado, mientras que estar en ella implica el deveniren el cual el sujeto se constituye.

La noción de situación es situacional, es decir que nohay un exterior desde el cual uno pueda dar una definicióngeneral. El sujeto se define en la misma y en un contexto;ambos se producen e instituyen simultáneamente.

Si se considera que la situación es constitutiva, pensa-mos que hay otros fenómenos que ingresan en la misma.No hay un sistema cerrado que se desenvuelve según supropia lógica sino que hay agregados de cualidades nuevas,que entran a constituir la trama misma. No es un escenariodonde se desenvuelven los personajes, sino que es desdelos mismos, que queda entretejida la situación. De estamanera la situación se presenta «con los rasgos inquietan-tes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, laambigüedad, la incertidumbre...», de lo complejo (Morin,E., 1990).

Subjetividad

El devenir de la subjetividad se va logrando entre lospuntos de contacto y entramados de distintas vertientes. Elsujeto se va produciendo en situaciones, no hay esenciaconstituida, en tanto coagulada.

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El sujeto no es el que controla una situación, no es elque se sustrae al contexto, sino que él también es parte delmismo. Por lo tanto, el analista y el paciente forman partede la situación analítica, modificando la subjetividad deambos.

Si la novedad es siempre impensada, toda novedad sepresenta y no se representa, se representa lo que se sabe.Cuando algo insólito irrumpe, es nuevo porque perturbatodo el conjunto de representaciones pertenecientes al senode esa situación. Cuando se sobredetermina la representa-ción, se diluye la singularidad del otro.

Un acontecimiento es tal, si altera la dinámica de unasituación dada. Ésta es generadora de vínculos que a su vezson determinantes de la misma, siendo interdependientesentre sí.

Ejercicio teórico-clínico situacional

«La lectura de un problema en clave de síntoma requiereestablecer en qué figuras del discurso se manifiesta. Talesfiguras, si es que remiten a un síntoma, presentan unainconsistencia del discurso que se manifiesta como desaco-ple entre el enunciado y la enunciación» (Corea, C., 1999).

La diferencia entre lo conciente y lo inconciente es aque-lla que se manifiesta entre lo que se muestra y se sustrae.No tenemos acceso al inconciente, sino por sus efectos,éste no tiene estatuto de sustancia. El inconciente es unadiferencia y no un estatuto objetivo.

Ariel, de 7 años, es derivado por el colegio, por presen-tar conductas de distracción durante las horas de aprendi-zaje. Sus padres, nuevamente se han separado hace seismeses. La casa donde vivían, fue embargada hace dosmeses; por lo tanto, debieron mudarse con su madre yhermano a un departamento más pequeño. En la actuali-dad el padre trabaja como taxista y la madre está desocu-

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pada. Hace diez meses falleció su abuelo materno. Haceun año debieron cerrar dos locales comerciales, propiedadde sus padres, por estar quebrada la cadena de pagos.

Esta consulta nos permite desplegar una serie de interro-gantes: ¿es el pedido de diagnóstico por un niño; es lacaída melancólica de sus padres; es la compulsión a larepetición; es la imposibilidad de elaborar el duelo por lamuerte del abuelo materno; es un quiebre narcisístico en lapareja de los padres?

Si desplegáramos el caso podríamos describir distintostipos de funcionamiento con probables consecuencias psico-patológicas en cada uno de los integrantes y en la familia,pero pensamos que no alcanzarían para realizar una com-prensión necesaria y establecer una estrategia terapéutica.Deberíamos agregar diferentes elementos que componen lasituación, tales como: quiebre familiar, duelos recientes,desocupación, modificación del nivel socioeconómico.

Este tipo de consulta nos invita a pensar el concepto dediagnóstico situacional, éste, más que ubicar nosográfica-mente a la familia o a sus integrantes, es el diagnóstico delmomento en el cual se encuentran; y no solamente aquellorelacionado con los aspectos individuales, familiares o delderivante, en este caso la institución escolar.

Desde este modelo cualquier hipótesis histórica anteriora la situación no alcanzaría a esclarecer sobre la misma. Enese sentido, Primo Levi, sobreviviente de un campo deexterminio, al relatar cómo se organizaban cada uno de losprisioneros, comentaba que esto no dependía exclusiva-mente de cómo eran antes, sino de aquello que acontecía enel campo. Es decir, en situaciones límites el sujeto ademásde desplegarse como lo que era, tiene que volver a consti-tuirse. Incluso si el analista no se constituye como parte deesa situación, queda excluido de la misma.

Este tipo de diagnóstico es predominantemente operato-rio y se relaciona con el modo en que se puede operar sobre

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el padecimiento. Este es causado por una situación que esdestituyente, por eso la tarea del conjunto analista-pacienteestá relacionado con la idea de componer algo, en la queambos son términos de la misma.

La clínica situacional, si bien incluye la historia libidi-nal, además opera con la producción de inconciente que segenera en la tarea misma de composición. La operatoriaconsistiría en ligar aquellos elementos que han quedadodisgregados.

Concurre a la consulta un señor de 62 años quien estáangustiado, dice que se siente deprimido. No sabe quéhacer con su tiempo libre ya que no ha podido conseguirtrabajo en los últimos seis meses. Aunque su situacióneconómica no corre peligro, no puede dejar de pensar enesto. Se siente «inútil» cuando se encuentra solo caminan-do en el parque de su barrio. Relata que si bien concilia elsueño, a las pocas horas se despierta. No siente deseosexual desde hace unos meses.

Tuvo tres hijos, dos de los cuales emigraron al casarse,residiendo uno en el exterior y otro en el interior del país.Tiene una nieta de dos años de edad que es motivo dealegría, y al mismo tiempo lo entristece la imposibilidadde verla con frecuencia.

Hace dos años su hija mayor falleció en un accidente enla ruta junto con amigos mientras ella conducía a altavelocidad.

Está separado de su primer matrimonio con quien tuvosus hijos. Vive con su actual pareja desde hace cuatro años.

En este caso, la línea interpretativa de la causalidad enla generación de síntomas puede desplegarse tentadora-mente en la mente del analista y paciente. Por ejemplo, ésterelaciona la muerte de su hija como consecuencia de laseparación matrimonial.

Es decir, este relato despliega una secuencia de elemen-tos determinantes, que nos aportan para pensar las distintasproblemáticas presentes.

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Asimismo, los elementos presentes en esta viñeta po-drían ser factibles de relacionar con: la separación matri-monial; emigración de hijos; muerte de uno de ellos; difi-cultades en la convivencia con la pareja actual; el estar sintrabajo y la consecuente condición de desocupado que élrelaciona con su edad y la situación social.

Por otra parte, pensamos que, aquello que desorganiza alpaciente es, no sólo las pérdidas sino la indeterminación,producto de su momento vital, en tanto etapa que no esaccesible por la experiencia. No sólo sufre por lo que ya notiene sino también por la dificultad de «vivir» lo que ahora«sí» tiene.

Desde una lógica situacional suplementamos la línea dela causalidad y los duelos con la dificultad de este pacientede «habitar» su momento actual.

El interrogante es, además de aquello que ocurrió, ¿quées lo que hay, qué es lo que está? Lo situacional sería loque se compone con los elementos nuevos que remiten a unpasado y además dan lugar a un devenir.

Esto nos pone en contacto con la literatura de náufragos:«cuando el naufrago se declara como tal, cuando piensaque ya no vienen a buscarlo y tiene que habitar la isla y verqué hay en ella, es el punto en que deja de lamentarse porlo perdido y empieza a investigar las posibilidades nuevas.Cuando la isla deja de ser lo que queda y pasa a ser lo quehay» (Lewkowicz, I. 2002).

No es la sumatoria de todas estas hipótesis las queconcluyen en los síntomas de un miembro emergente delgrupo, sino, que constituyen una situación que losinvolucra a todos en un contexto. Abarca tanto la historiacomo el tiempo presente, respetando la heterogeneidad decada uno de los elementos en juego.

Lo que otorga un sesgo particular a una consulta clínica,más allá del factor histórico de cada uno de los integrantes

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y del conjunto, es la singularidad presente en cada situa-ción; ésta es efecto y causa al mismo tiempo. Propuestaque nos independiza de aquello predeterminado.

Los diferentes sucesos relatados por una familia podríanser pensados como una dispersión en el entretejido vital y nocomo clave para entender el suceso siguiente. Una consulta,desde una lógica situacional nos independiza de una lecturaexclusivamente cronológica. Tanto el pasado como el futuroson seleccionados por la situación en un contexto que dasostén y no desde una superposición u ordenamiento.

En un relato puede estar presente: lo infantil, lo contex-tual, lo transgeneracional y lo inédito. Es decir, lo múltipleque es la presencia operatoria de diferentes textos y con-textos. Heterogeneidad y multiplicidad son soportes decada situación.

Lo situacional es múltiple y no colectivo, entendemospor colectivo a una suma de individuos, en tanto que múlti-ple, según lo plantea Deleuze (1977), son singularidades yentrecruzamientos.

Consideramos la clínica como situacional, independien-temente de la gravedad y/o características de la consulta.

Pensar en situación implica hacerlo desde una lógicadiferente, propone que no hay conocimientos totalizantes ynos enfrenta a la posibilidad de descubrir-producir sus pro-pios saberes situados.

Esto no implica ni la plena indeterminación ni la apolo-gía de la contingencia.

Ideas finales

La lógica situacional implica preexistencia a develar,espacio de la representación, pasado reactualizado, presen-te resignificado, y se suplementa con existencia a devenir,

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espacio de la presentación, futuro a producir. No essumatoria de diferentes elementos en juego, tampoco laarticulación de los mismos, ni la intención de entender unhecho psíquico desde diversos abordajes. La clínica situa-cional implica la lectura de la subjetividad como resultadode la multiplicidad y heterogeneidad 3 en la constituciónmisma del psiquismo.

«Aquel cuya mente este aprisionadaen la metáfora no la puede ver comometáfora. Es simplemente algo ob-vio».

R. D. Laing (1969)

3 Heterogéneo: «compuesto de partes de diversa naturaleza». Lo hete-rogéneo, a través de los puntos de contacto, constituirá la trama, quees el producto de fuerzas que no arrojan una resultante sino queproducen un campo de multiplicidad de sentidos (Carlos EmilioAntar, 2001).

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Comunicación personal.

Resumen

Nuestra intención es presentar algunas ideas, productode nuestra experiencia clínica.

Cada sujeto es «producido» como tal en la interrelacióncon otro.

La clínica es situacional porque la producción de subje-tividad y sus vicisitudes transcurren dentro de un contexto,de un devenir en situación.

El término situación no designa un solo objeto o aconte-cimiento ya que nunca experimentamos o formamos juiciossobre ellos aisladamente, sino sólo en relación con uncontexto.

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Ocupar un sitio sería lo opuesto de estar en situación,pues refiere a la existencia de un lugar asignado que va aser ocupado, mientras que estar en ella implica el deveniren el cual el sujeto se constituye.

La noción de situación es situacional, es decir que nohay un exterior desde el cual uno pueda dar una definicióngeneral. El sujeto se define en la misma y en un contexto;ambos se producen e instituyen simultáneamente.

La clínica situacional implica la lectura de la subjetivi-dad como resultado de la multiplicidad y heterogeneidaden la constitución misma del psiquismo.

Summary

We intend to present some ideas which are product ofour clinical experience.

Each subject, as such, is produced in interaction withanother one.

We say clinic is situational because the subjectivity pro-duction and its vicissitudes elapse within a context, a pro-cess of development in situation.

The term situation does not design just an object or anevent, for we never experience nor make statements onthem in isolation but only in relation to a context.

To occupy a place would be opposite of being in situa-tion, for it refers to the existence of an assignated place tobe occupied, while being in situation implies the evolutionin which the subject is constituted.

The notion of situation is situational since there is notan outside from where a general definition could be given.The subject is defined in it and in a context; they bothproduce and institute themselves simultaneously.

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Situational clinic implies a comprehension of subjectiv-ity as a result of multiplicity and heterogeneity in thepsychism.

Résumé

Nous souhaitons transmettre quelques idées quisurgissent de notre expérience clinique.

Chaque sujet est «produit» en tant que tel dans uneinterrelation avec un autre.

La clinique est situationnelle car la production desubjectivité et ses vicissitudes se passe à l’intérieur d’uncontexte, d’un devenir en situation.

Le terme situation ne désigne pas un seul objet ouévénement puisque nous ne faisons jamais l’expérience nin’émettons de jugement sur eux de manière isolée, maispar rapport à un contexte.

Occuper une place serait l’opposé de se trouver ensituation, puisque cela fait référence à l’existence d’unplace assignée qui va être occupée, tandis que se trouveren situation implique le devenir à l’intérieur duquel seconstitue le sujet.

La notion de situation est situationnelle, c’est-à-direqu’il n’existe pas d’extérieur à partir duquel l’on puissedonner une définition générale. Le sujet se définit en elleet dans un contexte; les deux se produisent et s’instituentsimultanément.

La clinique situationnelle implique la compréhension dela subjectivité comme le résultat de la multiplicité et del’hétérogénéité dans la constitution même du psychisme.

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Modificaciones en la técnicaen la Argentina 2002.

Mesa redonda

Marcos Bernard *Hugo Bianchi **

Carlos Pachuk ***

(*) Miembro Titular Honorario de la A.A.P.P.G. Miembro fundadorde la Sociedad Psicoanalítica del Sur (S.P.S.).Arenales 1242 PB «B» (1061), Ciudad de Buenos Aires, Argentina.E-mail: [email protected]

(**) Miembro Plenario y Coordinador Científico del Área de Familia yPareja de la Asociación Escuela de Psicoterapia para Graduados.Miembro Titular de A.P.A. y de la Sociedad Psicoanalítica delSur (S.P.S.)José L. Pagano 2601 5º, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.Tel.: 4802-4780. E-mail: [email protected]

(***)Médico Psicoanalista. Miembro Adherente de la A.A.P.P.G. Di-rector de la Revista de la A.A.P.P.G. Supervisor del Departamen-to de Parejas.S. de Bustamante 1017, 2º A (1173), Ciudad de Buenos Aires,Argentina.Tel.: 4865-5081. E-mail: [email protected]

Esta mesa redonda fue propuesta por la Comisión Cien-tífica de la A.A.P.P.G., donde se llevó a cabo, el 30 deagosto de 2002. A los disertantes se les propusieron dospreguntas, a las cuales Marcos Bernard respondió puntual-mente, Hugo Bianchi desde una serie de reflexiones, yCarlos Pachuk desde la clínica. Las preguntas fueron:

1. «¿Qué modificaciones técnicas tuvo que introduciren su clínica actual en función del tipo de demanda querecibe?»

2. «¿Cómo trabaja actualmente la transferencia y laimplicación, la regresión y la realidad, el encuadre y losdispositivos?»

Marcos Bernard

1. El primer planteo propuesto a la mesa, lleva implícitauna respuesta en algo manifiestamente planteado como unapregunta: «qué modificaciones técnicas tuvo que introdu-cir...»

Pero... ¿tuve que introducir alguna modificación técni-ca? ¿Surge aquí una duda acerca de cuál demanda estamosaludiendo? ¿La del «mercado» psi, tan desarticulado enestos difíciles tiempos que vivimos? ¿La que se produce apartir de algún cambio en el tipo de pacientes que trata-mos? En este caso (y suponiendo que lo hubiera) ¿cuálcambio?

2. ¿Cómo trabaja actualmente la transferencia y la im-plicación, la regresión y la realidad, el encuadre y los dis-positivos? Prácticamente todo el psicoanálisis queda abar-cado en estos ítems.

3. Desmenucemos la problemática.La demanda. Algo en esto no ha cambiado: siempre se

respeta la demanda del paciente. Toda demanda lleva im-plícita una pregunta, por parte de quien consulta, dirigidaal analista (de allí la problemática del Sujeto Supuesto

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Saber que propusiera Lacan, origen de la transferencia; lade los significados enigmáticos de Laplanche, etc.).

Frente a esta demanda, caben dos respuestas posibles,presentes ya como disyuntiva desde los tiempos de comien-zo de nuestra disciplina, que dieran lugar a la vieja historiadel oro y el cobre. Grinberg, Langer y Rodrigué la sinteti-zaron, en lo que hace a las terapias grupales, en una clasifi-cación que todavía tiene vigencia: cura por el vínculo ocura del vínculo. En la primera, se utiliza la transferencia(especialmente la adhesión idealizada) del paciente al vín-culo para proponer una respuesta a su pregunta-demanda.Estamos aquí en el terreno de la sugestión, donde el analis-ta se arroga la capacidad de saber más del analizado que elanalizado mismo. En la segunda, se elabora, se trabaja lapregunta, partiendo de una premisa que parece casi unjuego de palabras: la respuesta que ha dado a sus proble-mas es tal vez correcta, la pregunta puede estar equivoca-da. ¿Entonces? Abramos la pregunta, ampliemos eso quetiende permanentemente a cerrarse. Pienso que ésta es laactitud legítima –la única posible– desde un abordaje psi-coanalítico, y esto no ha cambiado en tiempos recientes.Por supuesto, no todos los pacientes son pasibles de sertratados desde un enfoque psicoanalítico: esto también haocurrido siempre.

La transferencia y la implicación. Estoy escribiendo, enestas últimas semanas, algunas reflexiones sobre este tema,y me consta, a partir de esta experiencia, que incluye unarevisión bibliográfica, que no es una cuestión que puedaliquidarse en un par de frases. Intentaré hacer algún aporte,de todos modos.

Todos los pacientes nos implican; somos el instrumentoespecializado incluido en una escena que permite el des-pliegue espacial –me refiero aquí a los tratamientos vincu-lares cara a cara– de fantasías, en que están implícitas lasalternativas que pone en juego la problemática del deseo,la defensa frente a ésta, la historia de los protagonistas y elcomplejo juego de proyectos correspondiente. Hay diferen-

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cias significativas entre el despliegue de una transferencianeurótica y una narcisista; entre lo que ocurre en una parejade sujetos perversos o entre los integrantes de una familiacon miembros psicóticos, además de la combinación posi-ble entre pacientes y terapeuta, o equipo terapéutico.

Por otra parte, no se puede hablar actualmente de trans-ferencia sin tener en cuenta el despliegue, en el contextode un encuadre psicoanalítico, de un campo contra-transfero-transferencial. Entiendo que la problemática dela implicación surge de la participación del terapeuta eneste campo.

Un hecho que se nos hace evidente, cuando encaramosla clínica de las personalidades de límite y, por otra parte,trabajamos con encuadres vinculares, es la estrecha rela-ción entre ambas vertientes de trabajo. Es una característi-ca común a ambos el despliegue de transferencias en quepredomina un remanente significativo de narcisismo pri-mario, no resuelto y jugado en un contexto vincular (elconflicto, en una patología de límite, tiende a desbordar elmarco de la subjetividad singular, derramándose hacia losvínculos significativos del sujeto: rápidamente se transfor-ma en una cuestión vincular). En pacientes que padecenpatologías de límite, la cuestión de la implicación del ana-lista en el campo contratransfero-transferencial adquierecaracterísticas especiales, en lo que hace a intensidad ymodalidad. Esto, por cierto, no es nuevo: ya había sidoplanteado como problema técnico por H. Racker, J. Blegery L. Grinberg en las décadas del ’60 y ’70. Por otra parte,el impacto contratransferencial producido por un grupo,una pareja o una familia con rasgos de enfermedad grave,es bien conocido por quienes nos dedicamos a este tipo detrabajo. Tampoco encuentro aquí nada que se haya modifi-cado en los últimos años (salvo, una vez más, el incremen-to estadístico de consultas con este tipo de patologías). Loque deseo subrayar es que, a mi juicio, no ha cambiado lateoría o la técnica, sino la frecuencia mayor con que sepresenta cierto tipo de patologías a la consulta.

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La regresión. Entiendo por regresión la pérdida, mo-mentánea o permanente, de algún grado de integración al-canzado por el aparato psíquico, ya sea previa a la demandadel tratamiento (en este caso formando parte habitualmentede la crisis que suele determinarla), o como efecto delencuadre psicoanalítico incluido en la propuesta terapéuti-ca. Los aportes de Freud concernientes al après-coup en laelaboración de los contenidos y estímulos, permiten pensaren progresiones y regresiones en la historia de este aparato,que de ninguna manera son lineales, sino que deben serpensadas con el modelo de los organizadores propuesto porR. Spitz: estructuras alcanzadas, en las que elementos sesistematizan en grados de complejización creciente o de-creciente, en ningún caso lineal.

J. Bergeret ha postulado que el grado de complejizaciónen la organización de las personalidades de límite es relati-vamente aleatorio, especialmente si se lo compara con ellogrado por estructuras neuróticas o psicóticas. Esto nosplantea un problema: puesto que se ha descrito en pacien-tes borderline grados de regresión particularmente inten-sos, en algunos casos llegando a una desintegración pro-funda, debemos preguntarnos si en esta nueva y aún discu-tida nomenclatura estamos hablando de sujetos con unaestructura de base psicótica compensada (sería una posi-ción próxima a la de O. Kernberg, por ejemplo), o desituaciones en que la precariedad de los límites del self, enpacientes que mantienen un remanente significativo de nar-cisismo primario enquistado o difuso en el psiquismo, pro-duce una difuminación de estos bordes, en ocasión de larelativa deprivación sensorial aportada por el encuadre psi-coanalítico (estaríamos aquí dentro de la propuesta de laescuela francesa).

No es un problema simple, y extendernos en la cuestiónnos alejaría de la síntesis que exige este encuentro: pero laforma como lo encaremos, el modelo teórico que utilice-mos para evaluar esta problemática, hace a la misma posi-bilidad de indicación de un tratamiento psicoanalítico.

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La realidad. ¿Cuál realidad? ¿La del país? ¿El juicio derealidad de los pacientes que golpean a la puerta de nues-tros consultorios? ¿El problema de la realidad en la teoríapsicoanalítica? Pongámonos de acuerdo antes de encarareste ítem. Salvo este último punto (el acuerdo difícil acercade cuál sentido del concepto realidad privilegiar, que unmundo cambiando demasiado rápido ha hecho entrar porasalto en nuestra capacidad de pensar), nada ha variado, ami juicio, acerca de la consideración de «la realidad», en loque hace a su enfoque teórico: realidad histórica, física,psíquica, etc. Pero deberíamos tener en cuenta un hechoque escuché en la década del sesenta de quien fuera uno demis maestros, F. Ulloa. Decía que en determinadas circuns-tancias, el mundo exterior (aquello que es distinto del psi-quismo) irrumpe en él avasallando toda posibilidad deintermediación de las estructuras de transcripción que sonfunción de este aparato. Fenómenos de transubjetividadtoman el espacio que debería habitar el pensamiento, y encasos extremos toda la subjetividad singular queda avasa-llada, como el famoso caso del ejército disperso luego de lamuerte de su jefe. Estos son momentos puntuales; ¿lo si-guen siendo en la actualidad de la globalización y la mass-media?

El encuadre. Hace bastante que sabemos que el encua-dre aplicable a un paciente neurótico no es el mismo que elque se adecua a una patología de límite o a un sujetopsicótico. No creo que tenga connotaciones psicoanalíticasdirectas el problema que plantea acomodarse a las posibili-dades económica de los pacientes en estas tan difícilessituaciones de crisis (tal vez haya que pensar ya de empo-brecimiento permanente) de nuestra sociedad. Y esto noslleva naturalmente a la cuestión de

Los dispositivos. La cantidad, duración, características,etc., de las sesiones y otros parámetros del tratamiento pue-den discutirse en función de puntos de vista teóricos o técni-cos, dependientes de las características del paciente, o delcampo a encarar desde nuestra disciplina.

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Encontramos aquí algunas interferencias: todavía escu-chamos discutir si lo vincular es un conjunto de técnicas oun nuevo campo de trabajo del psicoanálisis. La diferenciano es banal: en el primer caso, nada vuelve desde la prácti-ca a la teoría que sirva de referencia –se aplica un modeloque no se discute, no se interroga desde la praxis que seestá realizando. En el segundo caso, el que considera laapertura de un campo nuevo, se establece una ida-y-vuelta;la experiencia clínica ejerce, como retorno, una resisten-cia, una violencia sobre el modelo, que debe entonces po-nerse en cuestión.

Freud estableció un cuerpo de teoría y una técnica, quees habitualmente nuestro referente. También nos dejó comoherencia valiosísima una actitud frente al campo en queaplicaba su experiencia: fue éste, en todos los casos, elmotor de sus investigaciones; el creador del psicoanálisisestuvo siempre dispuesto a modificar, a veces radicalmen-te, sus puntos de vista acerca de aquello que entraba en elfoco de su mirada escrutadora. Lamentablemente, prácticascorporativas rompieron este equilibrio entre saber institui-do y espíritu instituyente de nuevos conocimientos: encua-dres y dispositivos se deslizaron demasiadas veces haciauna transformación en liturgias rigurosas, dejando de serinstrumentos al servicio del conocimiento para transfor-marse en emblemas identificatorios, contraseñas que ayu-dan a reconocerse entre sí a los miembros de un conjuntoque tiende al cierre sobre sí mismo. Pertenecer tiene susprivilegios, enuncia un slogan publicitario; encuadres ydispositivos aparecen con demasiada frecuencia pegados aesta problemática.

En resumen

a) Pienso que no he debido introducir ninguna modifica-ción técnica en relación con el tipo de demanda que recibo.Sí, he notado un aumento estadístico en lo que hace apacientes con patologías narcisistas, que considero depen-diente del cambio de mentalidades propio de estos tiemposde profundos cambios sociales y económicos. Pero no es lo

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mismo hacer esta comprobación, que proponer inmediata-mente un cambio de técnicas al respecto: la teoría de latécnica hace ya mucho tiempo que reconoce la necesidadde elaborar formas de aproximación específicas respectode estas patologías, y existe bastante material bibliográficoal respecto.

b) No creo que haya variado mi forma de encarar laimplicación, la regresión, la realidad, los encuadres y losdispositivos. Sí, y vale la pena subrayarlo una vez más,cierto cambio estadístico en lo que hace a la frecuencia delas patologías por la que consultan los pacientes, lleva aque mi implementación de ciertas técnicas se haya incre-mentado respecto de otras.

c) La situación económica de nuestros pacientes, coyun-turalmente crítica, plantea problemas que no eran, por cier-to, tan conspicuos en otro tiempos. No creo que sea pro-ductivo confundir esta realidad, con la que proponen loscambios de las mentalidades contemporáneas: es indispen-sable distinguir la crisis de nuestro país, el incrementocuantitativo de ciertos modelos mentales en el seno de lapoblación, la situación económica de nuestros consulto-rios, la irrupción de fenómenos que trae a la rastra el pro-ceso de globalización, etc. Todo esto está relacionado entresí, por supuesto, pero cada uno de estos ítems tiene reglasde juego específicas, y establecen entre sí procesos com-plejos de transcripción.

Hugo Bianchi

Quizá la pregunta nos conduzca, en primer lugar a pen-sar cuáles pueden ser las razones para que hayamos tenidoque introducir cambios, y sobre todo, ¿cuáles son los tiposde demanda producidos en la actualidad en la Argentina2002?

En primer lugar me parece que los cambios en la técnicavienen ocurriendo por diversos motivos desde mucho tiem-

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po atrás, podemos entonces preguntarnos ¿cuáles han sidoy cuáles son las causas de dichos cambios?

Desde el ya lejano momento en que las institucionespsicoanalíticas comenzaron a multiplicarse, empezó un pro-ceso de adaptación de los modos de operar en relación anuestra práctica terapéutica.

Muchos colegas de mi generación han formado parte demás de una institución, no los voy a aburrir con el relato delos percances atravesados por aquellos pioneros que seatrevían a desafiar la unicidad psicoanalítica de moda en-tonces. Pero esa diversidad sirvió para poder observar cómoel enfoque de analistas ubicados en distintas instituciones(que podían tener o no teorías diversas), iban separándoseen cuanto a su práctica.

De lo dicho podrían desprenderse dos consecuencias:a) Que los cambios en la práctica han ocurrido lo largo

de muchos años (aunque debo reconocer que la velocidadha estado lejos de ser una constante, en especial en estosúltimos tiempos).

b) Que la influencia de los colegas más cercanos, asícomo las instituciones a las que pertenecemos, han sidodeterminantes en esos cambios.

La transferencia quizá sea la dimensión práctica menosinfluida por las variaciones presentes en la «Argentina2002». En mi práctica, la cuestión transferencial es el ejedesde el cual la historia deviene actualidad presente, lugarde las prácticas capaces de cambio. ¿Qué es cambio en elmomento actual?

Entender la transferencia como remisión del vínculo te-rapéutico a un punto distante en el pasado del paciente essólo una de las formas de pensar la cuestión, pero no es unaforma sin consecuencias. La repetición se vuelve, en talcaso, soberana, y sus efectos de una identidad inmutable.La verbalización de la transferencia sumada a esta formade pensarla no hace sino cristalizarla. En mi caso tiendo a

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pensar la transferencia como la oportunidad de desplazar elhecho originario inscripto, como una reedición a ser retra-bajada o reinscripta en la relación con el analista; en estecaso la historia no es un remontarse al pasado para encon-trar allá la explicación última y precisa de los sentimientosy actos del paciente, sino que es en el presente que esosefectos se despliegan y actualizan. No es necesario poner-les nombre ni cristalizarlos como parte de la identidad odel destino, sino que es preciso saber escuchar la transfe-rencia como guía para reconducir la experiencia por loscarriles que el deseo –y no sólo el deseo infantil– impulseesa vida por los senderos posibles, y no por ninguna clasede determinación. Ahora bien, ¿qué es lo nuevo en relacióna la cuestión del deseo y la transferencia?

La demanda a la que se enfrenta el psicoanálisis en elpresente argentino –y es posible que en muchos otros luga-res del mundo en este tercer milenio tan distante de lasilusiones y tan cercano a los terrores de los años que loprecedieron–, es una demanda que junta al piso pulsional ysexual que le era característico, otro componente, el de laspulsiones de autoconservación en las que la demanda pare-ciera no satisfacerse con las palabras del amor. Demandapara la que el psicoanalista está mucho menos preparado.Esta última afirmación no debe ser tomada como generali-zable a todos los analistas en la Argentina; hay muchoscapaces de tomar esa demanda en cuenta y cada día es deesperar que sean más. Tomarla en cuenta no implica proce-der a la satisfacción, ni a la sutura de la demanda, sino quese debe proceder a una operación de soporte, la mínimanecesaria para poder escuchar y operar en este nuevo campo,en el que lo que se debe poder explicar es más del orden dela amenaza, del odio o, aún peor, de la indiferencia.

El contrato que une a los ocupantes –digo ocupantes yaque habitantes incluye una dimensión que no siempre essatisfecha– de nuestro país, de nuestra ciudad, presenta unaextraña situación; se asiste a la caída de una desmentida,que deja una sensación de catástrofe junto a una ciertaañoranza de ser engañados nuevamente, mejor dicho de

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construir entre todos, de nuevo, la misma desmentida. Quelos sucesos de diciembre de 2001 han tenido un efectotraumático, es algo que se escucha en diversos ámbitos. Laparticipación que toda la población ha tenido en asumir elengaño es menos compartida, y eso quizás impida una másrápida recuperación. Los dispositivos generados por lossucesivos funcionarios encargados del manejo económicodel país instalaron, en el discurso del conjunto, enunciadosque parecían destinados a pensar la convertibilidad comoun paisaje «natural» de los intercambios. Este «1 a 1» eraindependiente de que se produjera o se consumiera, seviajara o se permaneciera; claro que estas reglas tuvieroncierta vigencia para aquellos a los que la constitución na-cional refiere como «consumidores», y cuyos derechos pro-tege. En ninguna parte del dispositivo legal se decía que«consumidores» y «ciudadanos», no eran los mismos.

En la constitución del psiquismo humano la participa-ción del otro se piensa como esencial, sin embargo la acep-tación de este otro como «otro sujeto» no nos resulta tansencilla. La teoría analítica privilegió en forma marcada lanoción de objeto, construcción que subraya la posibilidadde que el otro sea pensado como maleable y pasivo. Elespacio de la sesión analítica permitió el despliegue defantasmas en los que la percepción de alteridad se hacíamás borrosa a medida de que «los otros» de los que sehablaba estaban más distantes. Si los otros importantes delpaciente podían presentar bordes más o menos definidos,aun pensados como «objetos», esa definición se hizo mu-cho más borrosa a medida que aumentaba la distancia, ydisminuía la importancia. Así en todo el mundo el sufri-miento del otro es pasible de ser olvidado, o desmentido.En nuestro país, la experiencia de la represión, la lejanaguerra de Malvinas y el crecimiento de la desocupación,pueden servir para pensar esta cuestión en los materialesclínicos y en el desempeño de las mismas instituciones queagrupan a los psicoanalistas.

Freud (1913) nos aconseja acerca de que «puntos impor-tantes… son las estipulaciones sobre tiempo y dinero», y

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propone ciertos consejos acerca de las ausencias a sesión,los cambios de hora y las reglas que deben regir el pago dehonorarios. Quizás debiéramos escribir en el margen dellibro el contexto histórico en el que el artículo fue escrito:antes de la primera guerra mundial, de la depresión mun-dial de los 30’ y de la hiperinflación en Austria. El impedi-mento para los viajes a consecuencia de la guerra, la pérdi-da de valor del dinero, y la desocupación bien podríanhaber resultado el origen de cambios en la técnica, talescomo los introducidos por el mismo Freud en relación aalgunos pacientes («El hombre de los lobos»).

Dicen Graciela Bianchi y Silvia Gomel: «La “converti-bilidad” cumplió, en ciertos medios sociales de la Argenti-na, la función de un significante estructurador de un cam-po. Fue una suerte de sostén del lazo social, creando esce-nas donde se desplegaba la red intersubjetiva. Ficción en laque tanto se cree como se sabe que no es creíble. Ya lo sé,pero aun así... marca la colosal operación de desmentidaconstruida en el país entre cierta clase política al serviciodel establishment y una parte mayoritaria de la población,que aún sin compartir en muchos casos la misma ideologíapolítica, creyó sin embargo en una convertibilidad basadaen la mentira, montando sutiles lazos de complicidad».

Dentro del sistema capitalista la propiedad privada sesupone respetada. El Banco es un símbolo de confianza y laruptura de los bienes pertenecientes a estas instituciones,constituye un delito. ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Esta-mos frente a otro sistema económico y legal?

Los bienes de individuos y empresas perdieron valor enforma brusca, aquellos que vivieron en épocas de inflaciónse convirtieron en expertos y sus reacciones rápidas com-plicaron más la situación.

Sin embargo la experiencia de lo pasado en otras épocas,afortunadamente, no alcanza para suponer una repeticiónidéntica. Diversos grupos de ciudadanos comenzaron a po-ner en práctica diversos dispositivos: piqueteros y cacero-

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lazos1 se mostraron como marcos eficaces para la reuniónde la gente, y ese acercamiento no deja de producir efectos.

Respecto de la regresión diría que en mi práctica, laexperiencia va en dirección inversa a generar regresiones.Sin generalizar creo que aumentaron los pacientes que pi-dieron ocupar un lugar frente a frente. En los últimos me-ses, por diferentes motivos, pareciera que el crédito dado ala percepción supera al traído por la rememoración, comosi hubiera un retorno de la operación que Freud proponíahasta 1912: «inhibir la acción para dar paso a la rememora-ción».

Creo, por mi parte, que la inhibición de la acción puedeser uno de los modelos que el psicoanálisis debería reexa-minar, considerando los efectos que es capaz de causar entanto modelo que promueve la reflexión frente a la activi-dad.

¿Es posible hacer un paralelo entre las operaciones so-ciales y la técnica analítica? También podríamos pregun-tarnos si es posible descartar esa consideración.

1 Ignacio Lewkowicz y Asociados: Sucesos Argentinos, p. 24. «…la aúnclase media, antes que la constitución del ’94 la consagrara comoconsumidores» (¿sólo la clase media?). «Se podría pensar, a la inver-sa, en la vía de la subjetividad propia de la clase media del ’89 quehoy, con De La Rua, la gente tenía una de cal y una de arena. Por elcontrario, la gente sale a la calle a los cacerolazos y ese acto ponecondiciones (¿se o-pone, se com-pone?) para que el caos supuestamen-te tan temido se multiplique, para que los saqueos se multipliquen, queel descontrol social se multiplique. Ya vimos que espontaneidad puedesignificar sin conspiradores, que puede significar en exceso sobre lomediáticamente representable; ahora también puede significar efectoincomprensible, paradojal, inanticipable, de una causa que buscabaotro efecto. Esta inversión es uno de los movimientos más activos denuestra circunstancia. El consumidor es una figura subjetiva compati-ble con la hegemonía del capital financiero hasta cierto punto. Noshemos topado con el punto de incompatibilidad, pero no hemos com-prendido nada, aún tenemos que comprenderlo».

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De acuerdo al fragmento de realidad en que se encuen-tren paciente o analista, va a variar tanto la demanda comola escucha. Cabe preguntar a nuestra vez: ¿se la deja entraral consultorio y al mundo interno del paciente, o se laconsidera un fragmento del mismo que, siempre, alude aotra cosa?2

El efecto de la desmentida que permitió pensar la exis-tencia de depósitos en dólares en una cantidad inexistenteen el sistema bancario argentino, cuyos datos eran publica-dos diariamente, permitió una estabilidad apoyada en elsufrimiento de muchos. El levantamiento de la misma des-mentida ¿será capaz de permitir una reconciliación con larealidad o impulsará a la creación de una nueva complici-dad con apariencia de opulencia? Aquí, deberíamos de sercapaces de recordar y, al mismo tiempo de actuar para queel recuerdo no se repita.

Carlos Pachuk

Estaba allí en un rincón, pálido y silencioso como du-rante toda la sesión grupal, esperando mientras sus cincocompañeros se despedían, luego se acercó y me dijo con suvoz baja y educada: «Carlos quería solicitarle veinte pesosporque hace dos días que no como nada». Mi sorpresa fuetan grande que sólo atiné a buscar en mis bolsillos esasuma para dársela. «Gracias, no esperaba menos de usted,

2 Ignacio Lewkowicz y Asociados: Sucesos Argentinos, p 25. «Lagente produjo un modo de subjetivación»… «El punto de partida yano son las clases o el pueblo sino la gente. Siendo así habrá quepensar cuáles son los modos de subjetivación que inventa la gente.Seguir buscando al pueblo donde no lo hay complica la cosa y niegala alteridad de lo que se ha presentado. Porque gente hasta aquí noera más que un nombre neoliberal inactivo, desactivante, destinadoa cubrir mediáticamente la sombra gloriosa del pueblo. Y según loque aquí vemos también puede conver t i rse en un nombresubjetivable. El devenir vecino de la mera gente impone una digni-dad subjetiva que hasta aquí no tenía».

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soy de cumplir la palabra, se los devolveré», y se retiróconservando su porte de elegante con ropa vieja.

Debo agregar que M. adeudaba en ese momento dosmeses de su terapia de grupo y que la suma pedida por élequivale al costo de una sesión.

El paciente M., era un representante de la ex-clase me-dia acomodada, ejecutivo que al cumplir los cincuenta añosfue despedido recibiendo una pequeña fortuna que perdióen cinco años de malos negocios; entonces, como suelesuceder, la crisis se trasladó a la familia, terminando estavez en un divorcio. Actualmente M. realiza trabajos oca-sionales, vive solo, en forma precaria y aislada, pues con-serva escasos amigos, y un único hijo (a quien no puedemantener) que lo visita con poca frecuencia, pese a habersido «un gran papá».

El grupo está integrado por otros dos hombres: O., mé-dico, y C., comerciante; junto a tres mujeres: G., abogada,A., secretaria y F., profesora de idiomas de 45 años (todoslos demás superan la quinta década de sus vidas). Se re-únen una vez por semana durante dos horas.

Luego de esta situación pensé ¿qué hacer? Debía trans-mitir estos hechos al grupo, ¿en qué forma?, ¿era necesarioconvocar a una reunión extra o bien esperar a la próximasemana? Me decidí por la segunda opción, pero avisando eldía anterior a cada uno de los miembros lo ocurrido condos consignas: centrarnos en ese tema y que nadie falte.

En la sesión siguiente sucede entonces el gran escánda-lo: la aparición del «mendigo». Interpelado por sus compa-ñeros M. dice, en forma tranquila, que efectivamente haydías que come y pocos que no, depende del trabajo queconsiga, que esa vez había llegado a una situación límite,pero que no es lo habitual, no hay que preocuparse, no sabesi podrá continuar en el grupo pues necesita ese dinero parasostenerse, pero al mismo tiempo le da mucha pena dejar,pues este grupo donde lleva cuatro años es casi su único

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contacto afectivo y social. Luego comienzan las otras in-tervenciones: F. dice que «es inaceptable que uno de noso-tros esté pasando por una situación así, hay que brindarayuda material»; A., que M. le avise cuando no tenga comi-da para llevarle un pollo; G. que «frente a tan grave proble-ma no tengo ganas de hablar de mis cosas, casi me dapudor»; C. agrega, «coincido, es como comer en un restau-rante mientras te miran los que piden, ¿cómo podemosseguir hablando de lo nuestro? En estas condiciones ¿tieneque seguir el grupo?». Y O. dice: «perdoná M. pero ¿tieneque seguir M. si no puede pagar? Acá hay que defender elterritorio, yo vine a curarme, no a hacer ayuda social, acáse rompió una barrera con la realidad, ¿saben a cuántostengo para ayudar de mi familia antes que a M.? Tengo unalista así de grande».

Entonces interpreto que efectivamente se rompió unafrontera: «Lo que pasa afuera, gente pidiendo desposeída,pasa adentro y esto produce terror y angustia por M. perotambién por cada uno de nosotros (me incluyo). ¿Quiénserá el próximo? Se presenta algo que no se puedemetabolizar. Imprevistamente se rompió la piel del grupoque protegía a todos y frente a esto aparece la fantasía delsacrificio a través de eliminar al grupo o a M. Quizáspodamos hacer alguna otra cosa, recorrer nuevos caminos,inventar alternativas».

Así quedó planteado el conflicto.

Para contestar las preguntas formuladas realizaré unalectura del material desde dos líneas: la representación yla presentación, que no se complementan ni se contrapo-nen.

Sucede que las bases filosóficas freudianas no son lasactuales, ni la patología es la misma, esto implica pensarqué conceptos siguen vigentes, en qué psicoanálisis y cuá-les son las intermediaciones entre aspectos de la filosofía,la teoría y la clínica. Agreguemos el aporte específico de lovincular (el entre y lo múltiple), y una crisis sin preceden-

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tes en nuestra historia que significa la ruptura del contratonarcisista desde el conjunto.

Si bien algo de esto estaba prenunciado en Freud quienya en 1920 concluye con el positivismo y en la segundatópica describe dos elementos heterogéneos: la fragmenta-ción representada por la pulsión de muerte y la organiza-ción estructural del aparato (ello-yo-superyó).

Trabajar el material desde la presentación, apoyado enlos filósofos que desde Nietzsche en adelante cuestionan lamodernidad, a saber: Dios, Bien, Sustancia, Razón, etc.,implica ciertos riesgos, pues en el mundo actual vemos,por un lado la globalización y el discurso hegemónico y,por otro, la fragmentación social y del Estado, que conllevaa un psiquismo disgregado. ¿Estaremos sin darnos cuentaconvalidando un encolado imaginario de época? Sin em-bargo la crisis está del lado de la presentación y por tantodebemos abordarla. Me reservo de todos modos el pasoatrás y la sospecha.

Primero analizaremos el material desde la representa-ción:

Los elementos claves son: la pérdida de los límitesentre fantasma y realidad (que fragmenta la piel del gru-po) y el pasaje del «como si» al «en sí». El encuadre semueve, el grupo también. Surge la figura del desposeído,en el paciente M. que se convierte en el Jinn (en términoskaësianos): portador y portavoz de todas las representa-ciones negativas e inaceptables y que también produce laruptura del encuadre a través del flujo invertido de dinero,M. no paga y pide.

¿Cuál es el sentido del préstamo? ¿Transferencia arcaicao implicación?

Recordamos la definición de implicación: conjunto derelaciones entre el actor (terapeuta), el sistema institucio-nal (comunidad) y las técnicas utilizadas. El terapeuta, que

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también es sujeto social, forma parte de dos colectivos: elgrupal y el social. ¿Desde dónde le responde al paciente?

Observamos también el juego de identificaciones de losotros miembros del grupo: edípica (con el rival) en O.,narcisista entre G. y C., identificación oral en A.

Y, por último, la fantasía «de la solución final»: o bienla ruptura del grupo, cataclismo debido a que la ambigüe-dad entre lo que ocurre afuera y adentro resulta insoporta-ble, o el sacrificio de M. a través de un pacto sobre lonegativo que consiste en repudiar a M. para que el conjuntopersista. A su vez el correlato transferencial sobre el tera-peuta lo ubica como un padre impotente en el primer caso oun padre terrible que convalide la expulsión en el segundo.

¿Cuál será el devenir de este grupo, un pacto narcisistacomo pax impuesta de violencia contenida? Según Kaës opara decirlo en lenguaje nietzscheano, cómo evitar que M.encarne al camello sufriente, O. al león que defiende suterritorio, cómo hacer para que la imagen-niño aparezca enel grupo como la salida creativa.

M., diría Janine Puget, amenaza convertirse en un des-existente (arrojado al vacío) si además convalida la ideolo-gía del sistema, o sea sentirse fuera del circuito laboral ydel consumo. Esto conlleva a la caída de la autoestima conpura desligadura, expresado en cuadros depresivos o psico-somáticos, y una demanda transferencial muy desesperan-zada o muy arcaica.

Quizás a través del concepto heideggeriano de sujetoque ex-siste (arrojado a lo abierto) pensaríamos que ser enel mundo es ser con los otros, sus compañeros de grupo.

Desde la presentación, lo que está en cuestión es la ideade sujeto otro y vínculo en términos binarios, entendidoscomo sustancia, (por ejemplo: M. es un mendigo), comojuego de diferencias entre plenitudes. Planteamos la críticaa la idea del Uno, por eso utilizamos la fórmula imperso-

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nal: «se da sujeto», «se da vínculo» junto al gerundial«siendo» como prácticas que instituyen subjetividad. Si elsujeto va a ser otro en cada vínculo, aludimos a un sujetomúltiple y a un vínculo entre otredades donde el yo es sedede una identidad diferida (significaciones simultáneas) noplena, pero singular que corresponde a los límites corpora-les como las huellas dactilares. En cambio el sujeto múlti-ple y el entre del vínculo indican aquella parte del psiquis-mo que es compartida con los otros, por fuera de las fronte-ras orgánicas.

La presentación es como los senderos de bosque: se vanabriendo ligados a ajenidad, a alteridad radical que es tam-bién el inconciente originario, zona del psiquismo dondeno hay sujeto ni representación, es decir lo ajeno del otro olo ajeno propio, pero cada ajeno es un infinito. La presen-tación marca una temporalidad asociada a presencia queindica un tiempo tridimensional, el sido y el porvenir de laausencia junto al presente de la presencia.

En el grupo el momento de la presentación se da con laruptura del encuadre, surge lo otro de M. o lo otro deafuera (la miseria). Se da sujeto: M., este mendigo, formaextrema de subjetivación que no estaba antes en el grupo,se da vínculo reacción del terapeuta a pura percepción(omega) o afecto sin representación (respuesta automáti-ca).

Se da grupo, conducta ambivalente del conjunto contendencia al puro goce, de la pulsión de muerte: ejecuciónde M. o muerte del grupo. Tanto la percepción como ladesligadura son otras formas de la presentación.

Es posible que esto se prenunciaba en Bion y su concep-to de valencia, combinación instantánea (que no se repre-senta) y en Bleger con la idea de mutación, el sujeto es otropero no solamente por la parte psicótica de la personalidad.

Se plantea en el grupo un juego de diferencias entreplenitudes: no mendigo-mendigo, siguiendo a Derrida se

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puede trabajar la diferencia como traza y operar en el entre,que conlleva a romper esta ecuación o bien que cada miem-bro asuma ambas partes, por ejemplo: el deseo de M. deproducir o el miedo de O. de ser el próximo mendigo.

En Kaës los términos sujeto del grupo y sujeto del in-consciente tienen el inconveniente de parecer plenos ybinarios. Resulta más cercano a esta postura el Kaës de laheterotopia, multiplicidad de espacios y el pluripsiquismo.

Al final encontramos dos líneas de trabajo pensadasambas desde un sujeto múltiple y un yo diferido: por unlado inconciente reprimido, representación sujeto-yo; porotro, inconciente originario, goce, pulsión de muerte, aje-nidad, presentación.

La crisis impone la presentación (como M. al grupo).¿Acaso este cotidiano caótico de nuestro país resulta repre-sentable? Convergen en la presentación el exceso de reali-dad (si bien toda presentación es exceso), la percepciónsaturada que transmiten los medios y que paradojalmenteincrementa la ajenidad, la desligadura de la violencia y elpuro goce frente al otro hambriento, que significa tambiénel desmadre o muerte de la madre.

Como sujetos sociales cada uno hará su elección, comoterapeuta me defino por una ética de situación del caso porcaso. En ese sentido lo que aconteció en este grupo no esequiparable a otros.

Epílogo

El grupo continuó y M. también. Con el siguiente con-trato, que acordamos delante del conjunto: tomar un lapsode tiempo para reintegrar el préstamo, y que M. abonarasesión por sesión cuando pudiera, en el momento. Creamosentonces un lugar especial con estas características: estarsostenido por mí (que podía no cobrarle), y por los compa-ñeros que pagaban cada uno su respectivo tratamiento. Esto

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garantizaría a su vez que yo pudiera seguir trabajando conel grupo. Además instaurar este lugar como rotativo y sólopara uno, es decir hoy era M., mañana podría ser otro oninguno, y así pudimos preservar el espacio terapéutico.

La clínica psicoanalíticaentre el sobresalto

y la creación

Graciela Bianchi *Silvia Gomel **

(*) Lic. en Psicología. Miembro Titular de la A.A.P.P.G. MiembroTitular de la Sociedad Psicoanalítica del Sur (S.P.S.). Directoradel Centro Asistencial de la A.A.P.P.G. «Dra. Andree Cuissard».José león Pagano 2601 5º (1425), Ciudad de Buenos Aires, Argentina.Tel.: 4802- 4780. E-mail: [email protected]

(**)Lic. en Psicología y Sociología. Miembro Titular de la A.A.P.P.G.Coordinadora de la Secretaría Científica de la A.A.P.P.G.Pico 1805 (1429), Ciudad de Buenos Aires, Argentina.Tel.: 4701-5328. E-mail: [email protected]

1 Actas Jornadas.

Introducción

Durante el curso del año 2002 comenzó a insistir unapalabra para describir el estado de cosas: catástrofe. En elámbito de las instituciones psicoanalíticas se realizaronnumerosos encuentros que giraron sobre este término y surepercusión en la tarea clínica. En las palabras de aperturade las «Jornadas 2002: Clínica psicoanalítica ante las ca-tástrofes sociales», D. Waisbrot decía: «Sabíamos de laexistencia de una gran masa de trabajo psicoanalítico reali-zado los últimos veinticinco años en nuestro país en rela-ción a las catástrofes sociales...»1

Los últimos veinticinco años acumulan la Guerra deMalvinas, el terrorismo de Estado, la explosión del arsenalde Río III, la voladura de la embajada de Israel, el atentadoa la Amia, los «desaparecidos» del circuito del trabajo, losnuevos pobres, los emigrados...

Muchas de estas catástrofes ya habían sucedido: sin em-bargo, la idea de catástrofe no estaba demasiado extendidaentre los practicantes del psicoanálisis.

¿Qué sucedió? O, para formularlo más ajustadamente,¿qué nos sucedió?

Haciendo historia

La década de los 90 fue bautizada en Argentina como la«era menemista». Carlos Menem asciende al poder congran parte de la liturgia y el discurso peronista tradicional;sin embargo, sorpresivamente para muchos y no tanto paralos grupos de poder que lo habían apoyado, instala unaeconomía de corte neo-liberal. Dos años después, según lasencuestas, la popularidad de Menem –distribuida entre to-das las capas sociales– llegaba al 87%.

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En el año 1991 se decretó la Ley de Convertibilidad quefijaba la paridad 1 peso = 1 dólar. Con este recurso selogró la estabilidad de la moneda, el fin de los procesosinflacionarios y la introducción de una serie de noveda-des. Llegaron al país decenas de artistas, se multiplicaronlas posibilidades de los viajes al exterior e ingresó unacantidad extraordinaria de productos importados. En para-lelo, las mediciones sobre desocupación comenzaron acrecer en forma alarmante como consecuencia de la pérdi-da de competitividad de la industria argentina frente a lafuerza arrasadora del tipo de cambio, mientras estallabanescándalos de corrupción y la Justicia avalaba la impuni-dad. En ese clima se acuña una expresión: «la fiestamenemista».

En 1995 Menem es reelecto. Uno de los pilares de sutriunfo fue la advertencia sobre el supuesto riesgo «fatal»de una salida de la convertibilidad. Son bien conocidos losefectos desestabilizantes que un proceso hiperinflacionarioprovoca en el imaginario social: recordemos que la hiper-inflación alemana de los 30 ha sido considerada uno de losdisparadores de la ascensión al poder del Partido NacionalSocialista en ese país. En Argentina, la experiencia deldescontrol inflacionario convirtió la estabilidad de la mo-neda en axioma fuera de todo cuestionamiento y así conti-nuó siéndolo para el gobierno siguiente.

La convertibilidad cumplió en el imaginario social lafunción de significante de pertenencia al Primer Mundo,(Couso, 2002), operando como sostén del lazo social aunpara quienes no disfrutaban de sus beneficios.

Percibíamos hacía tiempo la transformación del ciuda-dano en consumidor, propia del avance de la economía demercado por sobre el rol del Estado, con la consiguienteapatía e indiferencia hacia lo político y/o la exclusión enaquellos casos en que el consumo no era posible. Perodiciembre de 2001 produjo la ruptura de ese equilibrioilusorio forzando a repensar el fundamento mismo de laslegalidades consensuadas en que nos movíamos, pues a

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partir de ese momento se expandió por el tejido social unaamenaza generalizada de expulsión del circuito económicoregulado por la lógica del mercado. Los sucesos del veranohicieron trastabillar dicho equilibrio en dos sentidos dife-rentes: el primero como caída de una creencia, el segundocomo derrumbe de una desmentida.

En cuanto al primer sentido, la expropiación de los aho-rros generó una sensación masiva de perplejidad e incerti-dumbre pues socavó la certeza hasta allí supuestamenteuniversal acerca de la propiedad privada como pilar de laeconomía capitalista, despertando furiosas reacciones co-lectivas de protesta ante la evidencia del despojo. Además,las representaciones sociales ligadas al «1 a 1» se devalua-ron, vaciándose de significación y desubicando a quieneshabían organizado su identidad en función de las prácticasde consumo.

En referencia al segundo, se hicieron visibles las conse-cuencias largo tiempo descalificadas de la convertibilidady de las políticas económicas en curso: crecimiento aloca-do de la deuda externa, estallidos sociales y empobreci-miento abrupto de enormes grupos de población.

Mentiras, desmentidas y creencias

P. Legendre (1979) responde la pregunta acerca de ladifusión de la sumisión transformada en deseo de sumi-sión, enunciando que la gran obra del Poder es hacerseamar a través del hacer-creer. Entramos así en el terreno delas formas del dogmatismo, de los inventos discursivospara desear ser sometido, procedimientos llevados a cabocon el objetivo de velar el conflicto y enmascarar la verdada través del fenómeno de la creencia.

En el discurso del presidente apareció una nueva mane-ra de dirigirse a la ciudadanía: «Hermanos y hermanas»,marcando un vértice semántico proveniente del discursoreligioso. Como la comunicación entre el Líder y la masa

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en concentraciones públicas había ido perdiendo fuerza,Menem decidió movilizarse hacia los posibles votantes,generando una inmensa corriente de adhesión a su per-sona.

La inevitable referencia al Padre en las caravanas multi-tudinarias fue también un efecto buscado; el carisma tienela causa de su eficacia en la fe de los dominados y en sufelicidad a partir de la dominación por el líder.

La creencia es aquí por tanto un término clave comohecho vincular: «...donde se dan fenómenos de creenciasiempre debiéramos buscar al fetichizador, aquél que poseeel arte de inventar las palabras tranquilizadoras e indicarun objeto de amor manipulando las amenazas primordia-les» (Legendre, 1979). Especie de teología del jefe políti-co, que aparece como un Mediador entre el Poder Divino yla Masa, y ocupa el lugar de la Verdad. El Poder llega así alos lugares más íntimos, a la cotidianeidad más trivial,infiltrando el deseo.

El cruce entre el concepto de lo ideológico como discur-sividad cultural que designa la relación entre el discurso ysus condiciones sociales de producción y el posicionamien-to subjetivo que remite al plano de la falta en relación alsaber, permite pensar la posibilidad de ese enigmático goceproducido por la sujeción (Sternbach, 1998). El interjuegoentre poder, deseo de sometimiento, condiciones de pro-ducción del discurso y estrategias frente a la castraciónaparece configurando la escena social.

La creencia mitiga la angustia frente a la incertidumbrey otorga puntos de certeza necesarios para el anclaje de lasubjetividad; sin embargo, si dichas certezas no pueden serpuestas en duda nos encontraremos con los fenómenos defe ciega, que impiden el surgimiento de esa angustia yllevan al peligroso borde de los fundamentalismos.

Quizá estas ideas nos permitan comprender por qué nosólo aquéllos que resultaron beneficiados por la política

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económica abusando de las ventajas del poder, aceptaronde modo complaciente los estilos, métodos y códigos de la«fiesta menemista». La mentira y el ocultamiento formaronparte de una estrategia, gracias a la cual se iban producien-do lentamente formas de subjetividad acordes con el «todovale». Las palabras dejaron de tener valor y la desmentidade lo dicho alcanzó el lugar de norma.

La mentira se apoyó en el dogmatismo, en el hacer-creerun discurso del Poder llevado a la categoría de «pensa-miento único», que sostenía la teoría económica del libera-lismo y la globalización como posibilidad excluyente parael logro del bien común. El menemismo no fue un movi-miento dictatorial, no se apoderó del Poder a sangre yfuego: ejerció en cambio una sutil censura basada en ladescalificación de lo diferente.

El fenómeno de la creencia se apoyó asimismo en laconstrucción de la figura de un Jefe que no reconocía lími-te alguno, y las permanentes transgresiones poco a pocofueron siendo valoradas como rasgo de excepcionalidad deun sujeto frente a la Ley. La creencia, cercana a la fereligiosa, justificó todos y cada uno de los actos delictivos,convirtiéndolos en festivas ocurrencias «trasgresoras».Todo merecía una sonrisa, todo se convirtió en banal: elPoder había logrado un sometimiento sonriente. Los con-sumidores y los excluidos desmienten el rechazo avaladospor la creencia en el Padre transgresor y en una culturamediática encargada de mostrar la cara desprejuiciada delamor a los objetos y el goce feroz por el poder, el sexo y lavelocidad, creando asimismo la ilusión de ser también po-seedores a través de la inmediatez de la imagen.

Vastas capas de la clase media acomodada que no sedeclaraba seguidora de Menem e incluso criticaba sus actosde corrupción y desmesura, desmintieron áreas de la reali-dad que podían hacer trastabillar el dogma del «1 a 1»,dejando de percibir las consecuencias de la convertibilidadpero no las de la transgresión.

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Así como la nominación de un acontecimiento (A.Badiou) no consiste en interpretar lo que ya fue sino enproponer un nombre a lo nunca sido, creemos que poneruna palabra a lo que viene siendo escindido en el procesode la desmentida, posee el mismo valor.

La «declaración» de una verdad se convierte por ende enpieza clave para el desmantelamiento de la desmentida.«Default», «devaluación» y «salida de la convertibilidad»,fueron los significantes que sostuvieron esa dimensión denominación de lo excluido, poniendo de relieve la potenciade un discurso encubridor en tanto generador de realidad yde subjetividad. Fue necesario el reconocimiento de la caí-da de formas de representación y pertenencia sociales parapoder valorar objetos y personas en forma diferente; conse-cuencia de la extinción de prácticas y de formaciones ima-ginarias que sostenían el orden anterior y se creían vigen-tes cuando en realidad ya no lo eran más.

A nuestro parecer, una dimensión significativa del senti-miento de catástrofe surgido a partir de diciembre de 2001estuvo dada, entre otras razones, por la aparición de una Ver-dad que señalaba el vacío de la situación. Este proceso susten-tado en la fetichización del «1 a 1» como consigna cuasinaturalizada e ineludible, produjo una certeza legitimada en lapretensión del borramiento de su huella histórica.

Apuntes acerca del concepto de subjetividad

Los modos en los cuales cada sujeto se posiciona yposiciona al otro no son singulares sino producto del en-cuentro vincular. La subjetividad, instalada como resultadode una serie de prácticas individuales y colectivas en elcampo del pensamiento y de la corporalidad, establece unmodo de funcionar y de concebir el mundo para cada sujetosingular.

Si bien la renuncia a la descarga pulsional directa esnecesaria para la constitución del lazo social y de la subje-

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tividad, las formas mismas de la represión son variables,así como impredecibles los efectos de los entrecruzamien-tos intersubjetivos donde tienen lugar. Nos preguntamosincluso si el concepto de represión resulta suficiente paracaptar con fineza la diversidad de los mecanismos funda-dores del psiquismo en relación a las lógicas prevalecien-tes en cada época, donde se pondrían a la vez en juegoerotismo e interdicción, desamparo y poder, como produc-to de la complejización intersubjetiva en contextos reales yvariables. De ahí surge una pregunta casi obligada, en rela-ción a si sería o no adecuado seguir considerando a larepresión como una invariable transcultural.

Por otra parte, la subjetividad entendida únicamentecomo participación en una lógica epocal puede conducir auna concepción homogeneizante de los sujetos. En ese sen-tido es posible hacer una diferencia entre subjetividad ymomentos de subjetivación, entendiendo estos últimoscomo «operación capaz de intervenir sobre la subjetividady el lazo social instituidos» (Grupo doce, 2001). De ahí quepodamos pensar que distintas situaciones lograrán haceremerger diferentes fenómenos de subjetivación y, a su vez,éstos podrán decantar como subjetividad más o menos es-tabilizada.

Proceso complejo y situacional donde confluyen múlti-ples marcas iniciales: las coacciones del sistema de la len-gua y de parentesco; las motivaciones libidinales y desean-tes de los actores en juego, vía Edipo y castración; lasvicisitudes de la transmisión generacional; el imaginariosocio-económico e histórico y otras tantas marcas imposi-bles de nominar. Se nos presenta como un caleidoscopiodonde ninguna de dichas marcas opera como único funda-mento, aun cuando en determinados momentos alguna deellas se destaque con un perfil hegemónico en el seno de ladiversidad de legalidades.

Si acordamos en que la singularidad subjetiva es unaorganización compleja, será imposible aislar las relacionesentre las múltiples condiciones de inicio operantes en el

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presente. Lejos entonces de la homogeneización que su-pondría pensar una especie de prototipo epocal único ytambién del atomismo de un sujeto del inconciente asépti-co, proponemos una perspectiva que intente rescatar lasingularidad en su carácter múltiple, insistiendo en la des-alienación de los discursos dogmáticos.

Creencias, desmentidas y psicoanálisis

En nuestra tarea cotidiana, los tiempos actuales se hanconvertido en dura prueba. ¿Cómo discriminar y trabajar losingular de los pacientes cuando la realidad cotidiana irrum-pe violentamente en su discurso, produciendo un efecto deexceso que perfila el horizonte de lo traumático? Situaciónque provisoriamente podemos denominar «exceso de reali-dad», plantea fuertes interrogantes en torno a nuestra posi-ción como analistas, enfrentándonos con –al menos– dosriesgos diferentes. El primero sería «sociologizar» el análi-sis, trasladando hipótesis propias del campo de la sociolo-gía, de la economía o de las ciencias políticas sin darespacio a los procesos de subjetivación que marcan la sin-gularidad. El segundo pasaría por centrar la escucha sóloen aquellos lugares tradicionalmente considerados vía re-gia para la apertura de lo inconciente, sin calibrar que laemergencia de sujeto se puede producir en el interior deuna cura psicoanalítica o en espacios colectivos, según setrate de recuperar la autonomía del propio deseo o la auto-nomía en la participación de los destinos de la comunidad yde las instituciones donde se habita.

Si bien la presencia preponderante de la realidad externaen los discursos pone en tensión el lugar de los saberes ylas prácticas centradas en la realidad psíquica, tambiénbrinda la oportunidad de pensar cuáles son los conceptosque centralmente hacen a la marcha de un análisis y cuáleslos que, apareciendo como rupturas de encuadre, revelansus ataduras socio-históricas. El proceso analítico estuvomodelado desde el inicio en base a la relación asimétricaentre paciente y analista, siendo este último el responsable

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de la implementación y sostenimiento del encuadre. Lavacilación actual de la asimetría, lejos de obstaculizar laeficacia de la tarea, revela haber estado más al servicio deuna particular distribución del poder –entendido como ex-ceso– que a facilitar el despliegue del discurso inconciente.

Tanto la crisis colectiva, como la subjetiva y la del psi-coanálisis se encuentran atravesadas por la caída de los ga-rantes de creencias y verdades, con la particularidad de quepara algunos ya no se trata de reemplazar esos garantes sinode rever la operatoria misma de su montaje. Aparecen así enel horizonte del psicoanálisis otras estrategias clínicas yfundamentaciones teóricas, que acentúan más la idea de di-ferencia que la de asimetría. Sabemos que la ruptura delencuadre pone en evidencia aspectos mudos, hasta ese mo-mento, de la patología del paciente (Bleger, J., 1967). Agre-gamos que no se trata sólo de una problemática del pacientesino también de los analistas, en relación a qué éstos «depo-sitan», a su vez, en el encuadre: se trataría centralmente, anuestro parecer, de cuestiones mudas en relación al poder ya la incuestionabilidad de ciertas reglas técnicas. Las crisismarcan también oportunidades: deconstruir las cuestionesdel encuadre terapéutico para llegar a las redes de podersubyacentes; lo que nos parece una buena cosa.

Detengámonos en el manejo del tiempo, el espacio y eldinero. Ha sido clásicamente una de las funciones del ana-lista el montaje de un dispositivo que marcara frecuencias,horarios y honorarios, recortados sobre el horizonte de unproceso analítico sin límite de tiempo. Hoy vale la penapreguntarse con qué concepciones del tiempo y el espaciofueron diseñados estos dispositivos, o también cuál es elsentido del dinero como valor de intercambio y significan-te narcisista, en una sociedad que simultáneamente gira enfunción de los flujos del mercado y de una economía detrueque cada vez más extendida.

«El hecho de que el dinero proporcione un equivalentegeneral indujo una correspondencia entre el dinero y el faloen la teoría psicoanalítica. Tanto el dinero como el falo

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poseen la capacidad de funcionar como condición de signi-ficación general. Ahora bien, ese dinero no es aquel dinero.El dinero en el circuito productivo es ontológicamente otroque el dinero en el circuito financiero» (Lewkowicz &Asociados, 2002).

Ni circula UNA moneda como patrón que unifique–circulan muchas–, ni el dinero, como producto escaso, eshoy un medio que permita sostener los narcisismos. Vivi-mos en una sociedad en que no tiene el mismo valor eldinero que una persona debe a un banco que el que dichobanco le debe a esa misma persona.

Otro factor a considerar consiste en la desacralizacióncreciente del psicoanálisis. Tanto porque la vía que facilitasometerse gustosamente al arbitrio del analista y sus reglasse diluye, como por la caída de la ilusión acerca de unateoría que pudiera incursionar sobre todos los otros territo-rios en posición de superioridad, a la manera de un saberomnisciente.

La entronización de las reglas de encuadre como catego-rías axiomáticas abre a los riesgos de una «ortodoxia» psi-coanalítica más que a formular un trabajo de análisis. Porel contrario, si las reglas surgen de «los posibles de lasituación», pensados en el caso por caso, cuando algo dife-rente e imprevisible excede el vínculo terapéutico abarcan-do tanto a pacientes como a analistas, se devela que elencuadre pensado como standard es generalizante y correel riesgo de eludir responsabilidades, llevando así al terre-no de las problemáticas éticas.

María plantea la separación pero Pedro no quiere irsede su casa. Finalmente deciden venderla para que ambospuedan tener una vivienda propia. Pero la casa no sevende: recordemos la situación que se generó en el merca-do inmobiliario en los últimos años. Acuerdan entoncesseguir conviviendo en piezas separadas hasta tanto se pue-da vender la casa y, por lo tanto, Pedro pasa a dormir enel dormitorio del hijo.

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Nos encontramos frente a dos hechos diferenciales: Pe-dro no quiere irse de su casa, Pedro no tiene recursos paratener otra casa. Situación difícil para los terapeutas, pueslos modos de pensar y actuar apropiados para la situaciónanterior se conmueven ante este planteo y abren múltiplesinterrogantes. Entre otros: ¿hasta dónde interpretar las re-sistencias? ¿Cómo reflexionar sobre la cotidianeidad deuna familia cuando los padres han decidido separarse ycontinúan viviendo juntos? Pareciera que los publicitadosvínculos light resultan funcionales a un modelo de socie-dad en que también los bienes circulan con facilidad yfluidez. En cambio, las ataduras impuestas por las dificul-tades económicas actuales se acercan más al modelo vincu-lar de la modernidad: «Hasta que la muerte los separe».

Veamos otra situación clínica. Mientras se propiciaba ladesmentida de la crisis económica en la creencia del «1 a1», en muchas parejas y familias surgían situaciones depérdidas económicas, inestabilidad laboral o riesgo de ban-carrota, que llevaban a una situación violenta de reprocheshacia el padre o madre imposibilitado de cumplir con suhabitual función de proveedor (Rojas, 2002), sin compren-der que se trataba del retorno de lo desmentido a nivelsocial golpeando sobre los sujetos singulares. Cuando lascuestiones de lo arrojado fuera se hicieron visibles, lasinterpretaciones que giraban exclusivamente en torno a losaspectos de personalidad fueron mostrando su costado in-suficiente e ineficaz.

La incertidumbre que se desprende de la complejidad decada situación hace necesario que nuestras intervencionessean revisadas para evitar convertirlas en enunciados va-cíos, desarraigados del espacio y lugar donde nos toca ha-bitar. Nos referimos a sensibilizar la escucha para incluirla novedad del devenir, tratando de no suturarla rápida-mente con los conceptos teóricos habituales con que hubié-ramos trabajado en otras circunstancias: análisis de lasresistencias, repetición de modos de vincularidad, pactosinconcientes de la pareja, repetición de los modelos vincu-lares en el vínculo transferencial y otros. En todo caso, la

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verdad de esta novedad deberá suplementarse a nuestrobagaje teórico anterior, transformándolo.

Los posibles e imposibles del vínculo paciente-analista,sostenidos en la transferencia recíproca, harán surgir lasintervenciones. Intervenir supondrá entonces abrir múltiplesposibilidades: inaugurar un espacio amplio como el de una«charla» que permita escuchar respetuosamente el discursocatártico del paciente frente a las múltiples situaciones trau-máticas del día a día, o aparecer como un prójimo implica-do-afectado por sucesos semejantes, en una relación de hori-zontalidad sostenida en la abstinencia. También habrá mo-mentos para la escucha de una palabra, un gesto, un olvido,que entreabran una puerta para la interpretación de lo incon-ciente, sin suponer empero que allí se encuentra el «oro» delpsicoanálisis frente al «cobre» de la psicoterapia. La fuerzade la propuesta del psicoanálisis radica en la posibilidad deavanzar más allá de sus propias fronteras, y no en la adhe-sión burocrática a reglas inmovilizantes.

Los encuadres resultan funcionales a las épocas para loscuales fueron diseñados; es preciso por lo tanto idear unmarco de trabajo acorde a nuestras circunstancias. La orto-doxia y fijeza del dispositivo, pensado a la manera de undiscurso dogmático, requiere a su vez del paciente creyen-te, aquél que se considera exhaustivamente representadopor su analista y se somete gozosamente a cambio de unapromesa de felicidad.

La crisis de representación a nivel político instalada ennuestro país, donde los representantes ya no son reconoci-dos como tales y en ese no reconocimiento se pone encuestión el mismo proceso de representación, no ha dejadoindemne al psicoanálisis. Quién representa a quien, qué decada quien puede ser representado, cuál es la fidelidadposible del representante: cuestiones todas ellas que apun-tan al corazón mismo de la relación transferencial. La cri-sis de la representación torna visible la imposibilidad dedelegar totalmente en otro las propias decisiones y deseos;será preciso entonces sostener la tensión de la imposibili-

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dad de la representatividad absoluta para que alguna repre-sentatividad pueda plasmarse. Saberse no del todo repre-sentado y nunca del todo representante perfila una de lasdimensiones de la castración en lo vincular.

Abstinencia y neutralidad también se vuelven tema dereflexión cuando los principios reguladores de la subjetivi-dad de época se desquician y muchas de las intervencionesdel analista no encuentran un parámetro teórico preciso. Sidicho analista se suponía sin deseo y sin memoria, absti-nente y neutral, con un trabajo centrado en la interpreta-ción de las producciones inconcientes y en el vínculo trans-ferencial, nos atrevemos a decir que ninguna de estas di-mensiones ha quedado intocada.

Vale preguntarse, por ejemplo, si la neutralidad es acasola mejor herramienta frente a los despidos injustificados, laemigración cuasi forzosa, la corrupción, la violencia. Cuan-do la supervivencia está en juego, el gesto analítico puedeestar más cerca de producir alguna articulación simbólicageneradora de recursos que permitan el acceso a la satis-facción de una necesidad, que de la interpretación de loinconciente reprimido. La intervención apuntaría en estoscasos al procesamiento de la presentificación traumática dela realidad, reconociendo el sufrimiento y haciéndole unlugar en el espacio terapéutico.

¿Es posible imaginar un encuadre como producción con-junta analista-paciente y no como imposición arbitraria dealguno de ellos sobre el otro? Para ello será necesaria la co-construcción de nuevas significaciones. El analista se en-cuentra, quiéralo o no, comprometido con la situación socio–histórica que le ha tocado en suerte y asume ineludible-mente alguna posición frente a ésta. Tan afectado por laincertidumbre como el paciente, se ve especialmente ex-puesto a la angustia al enfrentarse con aquellas escenas don-de se vuelca la realidad que conmueve por igual a ambos.

Diagnóstico y tratamiento se llevan a cabo, como diji-mos antes, en un tiempo y lugar y en ejercicio de un cierto

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acuerdo con el discurso del conjunto. Si el lazo transferen-cial exhibe como uno de sus fundamentos suponer un saberprevio al analista, es también parte de su eficacia abrir laposibilidad de producción de imaginario allí donde la ajeni-dad se presenta al desnudo y la trama social deja caer alsujeto, incluyendo en la dirección de la cura los sucesossociales a la manera de co-condicionantes del sufrimientopsíquico subjetivo y vincular, saliendo del fundamentalismode un discurso individualista. Desafío de instalar un marcode trabajo en que el analizado sea reconocido como sujeto, yel analista encarne a su vez un otro que pueda soportar laemergencia de lo nuevo y desconocido sin aferrarse a larepetición como causa única. Lugar del analista que, comosoporte de las subjetividades y vínculos amenazados, deli-nearía otro de los nombres posibles de la diferencia.

Probablemente el trabajo con familias y parejas obligódesde un principio a reflexionar acerca de problemáticasdel encuadre de la cura-tipo, debido a la exigencia de podermontar un dispositivo acorde con la nueva situación clíni-ca. También nos enfrentó con el papel de los vínculospresentes y actuales en el armado de la subjetividad. Lasconcepciones valorativas, la transmisión generacional, lasimprontas de pertenencia a distintos grupos sociales o losideales y mandatos familiares tan crudamente puestos demanifiesto en este campo clínico, llevaron tempranamentea considerar la dimensión de lo social como variable siem-pre presente y eficaz en todo proceso de análisis. Cadasujeto aparece armado por tantas versiones como vínculosen los cuales se halla inmerso, sin un centro absoluto delcual los otros fueran sólo retoños subsidiarios, y esa multi-plicidad de versiones constituye precisamente su única ma-nera de estar en el mundo.

A modo de cierre: el psicoanálisis, tanto en sus aspectosteóricos como clínicos, se encuentra claramente enraizadoen la realidad social. Resulta pues crucial superar la barre-ra antinómica de una «realidad externa» opuesta a una «rea-lidad intrapsíquica», así como la de una situación analíticainmune a los imaginarios de época. Nuestra tarea habrá de

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transitar por ese borde de interioridad-exterioridad, estre-cho desfiladero en que no habremos de omitir el incesantecuestionamiento de creencias, desmentidas y dogmas, pro-pios y ajenos, en cada recodo del camino.

Bibliografía

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Resumen

Las autoras parten de los sucesos de diciembre de 2001para analizar los efectos subjetivos de la ruptura del equi-librio ilusorio sostenido por la convertibilidad. Se anali-zan dichos efectos desde una doble vertiente: la caída deuna creencia y el derrumbe de una desmentida, procesosque posibilitaron el reconocimiento de la caída de formas

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de representación y pertenencia sociales que habíanperimido.

Tanto la crisis colectiva, como la subjetiva y la delpsicoanálisis se encuentran atravesadas por la caída delos garantes de creencias y verdades, con la particulari-dad de que para algunos ya no se trata de reemplazar esosgarantes sino de rever la operatoria misma de su montaje.

Estas reflexiones conducen finalmente a considerar lastensiones generadas en la práctica psicoanalítica, brin-dando la oportunidad de pensar cuáles son los conceptosque hacen centralmente a la marcha de un análisis y cuá-les los que, apareciendo como rupturas de encuadre, reve-lan sus ataduras socio-históricas.

Summary

At the point of December 2001 events, the authors startto analyze the subjective effects of the break up of theillusory balance based on convertibility. Such effects areanalyzed from a double perspective: the downfall of a creedand a disavowal collapse, which allowed recognition ofcertain passed over representational and social appurte-nance forms.

Collective crisis, as well as subjective and psychoanaly-sis crisis are crossed by the falling of credence and truthguarantors, with the peculiarity that some people thinkthese ones should be no longer replaced, but the wholesetting should be reviewed.

These reflections finally drive us to taking into accounttension aroused in psychoanalytical practice, and give usthe opportunity to think which the central concepts arewhich make an analysis work and which those are thatappear under the shape of setting rupture and show theirsocio-historical links.

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Résumé

Les auteurs partent des événements qui se sont déroulésen décembre 2001 pour analyser les effets subjectifs de larupture de l’équilibre illusoire maintenu par la conver-t ibi l i té . Ces ef fe ts sont analysés dans une doubleperspective: la tombée d’une croyance et l’effondrementd’un désaveu, processus qui ont rendu possible lareconnaissance de la tombée de formes de représentationet d’appartenance sociales qui étaient périmées.

La crise collective, ainsi que la subjective et celle de lapsychanalyse, se trouvent traversées par la chute desgarants de croyances et de vérités, avec la particularitécependant que pour certains il ne s’agit plus de remplacerces garants mais de revoir l’opération du montage elle-même.

Ces réflexions conduisent finalement à considérer lestensions engendrées à l’intérieur de la pratique psych-analytique, en offrant l’occasion de penser quels sont lesconcepts qui sont essentiels pour le déroulement d’uneanalyse et quels sont ceux qui sont apparus comme desruptures de cadre, en mettant en évidence leurs assujet-tissements socio-historiques.

Los grupos de contención:un dispositivo de la transicionalidad

Diana Blumenthal *Susana Palonsky **

Adriana Zadunaisky ***

–Qué hago? Quién soy ahora que perdí todo? –dice unamujer llorando.

–Vine porque mis hijos están averiguando para irse delpaís, me muero de angustia... –dice otra mujer de medianaedad.

–Me quedé sin trabajo, perdí todo, ahora alquilo un de-partamento de un ambiente. Les dimos educación universi-taria a nuestros 4 hijos y ahora ninguno puede ayudarnos –agrega un señor de casi 70 años.

–Nosotros todavía tenemos trabajo, pero nos preocupa lainseguridad del país, la falta de proyectos, nuestros hijosson pequeños, vemos un futuro demasiado incierto –co-menta una pareja mas joven.

–Estamos en el ojo de la tormenta. Es como un embudoque te va chupando: perdés el trabajo, se desquicia la fami-lia, te separás de tu mujer, y cada vez podés menos, y cadavez renuncias a más cosas –dice un profesional desemplea-

(*) Lic. en Psicología. Miembro adherente de la A.A.P.P.G.Moldes 4151, (1429) Buenos AiresTel.: 4701-8221. E-mail: [email protected]

(**) Lic. en Psicología. Miembro adherente de la A.A.P.P.G.Soler 4929, (1425) Buenos AiresTel.: 4774-0031. E-mail: [email protected]

(***) Lic. en Psicología. Miembro adherente de la A.A.P.P.G.Armenia 2445. 1º C, (1425) Buenos AiresTel.: 4831-7748. E-mail: [email protected]

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do que trabajaba en relación de dependencia en una granempresa, hace de esto 10 años.

La experiencia

En el mes de enero del 2002, aletargados y aturdidos porla crisis en la que quedó sumido nuestro país, en el marcode una Institución Comunitaria1 se invitó a un encuentroreflexivo al que concurrieron más de 500 personas. Lademanda expresada por los participantes en aquel momen-to, nos motivó a crear los primeros grupos de contención.

Esta actividad fue anunciada como una respuesta ante laincertidumbre, la angustia, y el acorralamiento tanáticoque era percibido como un sin salida.

Se comenzó con tres grupos de veinte personas cada uno,dispuestos a albergar a todo aquel que lo necesitara. Suconformación fue aleatoria ya que los concurrentes se in-cluían por conveniencia horaria. En un principio estaban co-coordinados por un psicólogo y un referente comunitario.

Se propuso el siguiente encuadre: los grupos serían abier-tos, pero con módulos de tiempo limitado a seis reuniones,con posibilidad de re-contrato. Los encuentros duraríanuna hora y media y los coordinadores acompañarían a sugrupo durante ese módulo. La consigna fue la siguiente:«Estando todos atravesados por la misma realidad, abrimoseste espacio para hablar, escuchar y ser escuchados, recu-perar la capacidad de pensar creativamente».

1 Se trató de un acuerdo entre Emanuel N.C.I., institución pertene-ciente a la colectividad judía de en Bs. As. C.I.P.A.L., instituciónprofesional interdisciplinaria. Ambas se unieron para constituir laRed de Asistencia en Salud Mental, dirigida por la Lic. DianaBlumenthal.

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Complejización de la perspectiva: el trabajo en red

Sabemos que la fuerte incertidumbre, imprevisibilidad yfalta de control de las situaciones vitales sostenidas por untiempo prolongado, son generadoras de riesgo para la saludmental y física. Por eso, cualquier análisis e intervenciónque se intente en el campo de la salud mental, debe hacersedesde la perspectiva amplia de comprensión de lasmacrovariables socioeconómicas y culturales. El examende tales problemas requiere del uso de modelos abarcativose interdisciplinarios que permitan el análisis de esta com-plejidad. El pensamiento de la complejidad en la cienciarequiere soportar la ausencia de certezas, la diversidad,la causalidad aleatoria, la indeterminación, a la vez queabre nuevas perspectivas para el cambio y la transfor-mación.

La Sociología distingue distintos tipos de pobreza: po-breza estructural caracterizada por carencias básicas enrelación a alimentación, vivienda, salud y educación; nue-vos pobres son personas con parámetros de clase media encuanto a educación y composición familiar, que tras añosde desempleo o subempleo han ido perdiendo esta posi-ción; a las dos categorías anteriores se agrega, a raíz de lacrisis actual, la de los pobres emergentes, que son aquellaspersonas que padecen un empobrecimiento súbito.

En cuanto a las dos últimas categorías, la mayoría deellos están afectados por la drástica disminución o desapa-rición del ingreso de dinero, que tiene como consecuenciala pérdida de la vivienda, ya que no pueden seguir pagandocréditos hipotecarios o expensas y servicios. Se ven obliga-dos a volver a convivir con otros familiares, dando lugar aconflictos de convivencia y hacinamiento, aumento de laviolencia o disolución familiar. A todo esto se agregan losproblemas de salud concomitantes, la imposibilidad decomprar medicamentos, la deserción escolar sobre todo enla escuela media y en la universidad, y el aislamiento ypérdida de lazos comunitarios y sociales. En un trabajoanterior analizamos el valor del trabajo y el efecto que

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produce el desempleo sobre la psique individual y los vín-culos familiares: se trata de la pérdida de los lugares realesy simbólicos, y el deterioro de los referentes de toda lavida. Si de faltas se trata, es de falta de legalidad, deproyectos, falta de instituciones e ideales colectivos queregulen la vida del conjunto.

En cuanto al área de la Economía, se ha instalado eldebate sobre una dimensión nueva: el valor del «capitalsocial», término que designa aquellos aspectos propios dela cultura de cada comunidad que pueden favorecer sudesarrollo y que es preciso descubrir y potenciar. Se tratade fortalecer la capacidad de las personas para mejorar susituación formando redes asociativas basadas en la coope-ración y la confianza.

El «capital social» se incrementa cuando se preserva lacultura de una comunidad. De ese modo las personas pue-den reconocerse mutuamente, cultivarse, crecer en conjun-to y desarrollar la autoestima colectiva. Las experienciasrealizadas en distintos países para lograr el aumento del«capital social» no logran solucionar las cuestiones de fon-do causantes de la pobreza, que tienen que ver con factoresque exceden totalmente a dichas experiencias y formanparte de problemas generales de cada país. Sin embargo seobtienen avances considerables ya que se modifican mu-chos factores no visibles que actúan silenciosamente sobreel tejido social.

En el campo de la Psicología se están desarrollandoestudios sobre «resiliencia». Este es un concepto prove-niente de la Física que designa la capacidad que tienen losmetales de transformarse sin destruirse. En nuestra disci-plina el término apunta a rescatar los recursos que permi-ten a un sujeto superar situaciones potencialmente traumá-ticas.

La experiencia de la «Red de Salud Mental» integradapor profesionales voluntarios, convocados en su origen apartir de una institución de antigua raigambre comunitaria,

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posibilita el logro de muchos de los objetivos citados. Elprimer factor organizador fue la confianza inspirada por lainstitución convocante, junto a una tradición de sostén mu-tuo entre las instituciones de esta comunidad. La eficaciade la Red se basa en la puesta en acción de fuerzas latentesen el grupo social y su apoyo en una ética solidaria encontraste con una ética mercantilista que resalta el indivi-dualismo.

Pensamos a los «grupos de contención» como un espacioprivilegiado para el encuentro entre sujetos que, atravesa-dos por la crisis, necesitan de los otros para recuperarrecursos, rescatar potencialidades, pensar y sentir en unentramado, en una red tejida en la intersubjetividad; unlugar con los otros frente a la ausencia de lugar en unasociedad colapsada; una escucha compartida para signifi-car el sin sentido.

Los «grupos de contención» aportan un importante gra-do de asociatividad. El hecho de estar afectados por unaproblemática común opera fomentando lazos de coopera-ción para poder pensar juntos, fortaleciendo la autoestimay la seguridad de los participantes, ayudándolos a enfrentarla vivencia de ruptura. Esto mismo les permite salir de suaislamiento y depresión para realizar actividades nuevas,algunas tendientes a lograr herramienntas de supervivenciaeconómica, otras al placer de estar juntos y el desarrollo dela creatividad.

Clínica de la crisis

Para comprender y operar de un modo más amplio sobrelas problemáticas que atravesamos en la actualidad, se pre-cisa la revalorización de algunos aspectos no suficiente-mente incluidos en el pensamiento tradicional.

La ampliación de la perspectiva clínica en tiempos decrisis, conduce a la reflexión sobre la diversificación de losdispositivos a implementar, y a pensar acerca de qué es

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aquello que permanece y qué se transforma de nuestrasteorías y de nuestra escucha.

La clínica de la crisis pide ser pensada en sus puntos deurgencia. Dichos puntos de urgencia se relacionan con lasdificultades en los procesos de apuntalamiento psíquicoque provienen de la modificación de los metaencuadres dela identidad.2 El abordaje psicoanalítico debe enfrentarsecon dos grandes cuestiones:

a) cómo se sigue pensando el sufrimiento actual desde elcampo de la multideterminación.

b) cómo sostener la cualidad de lo psíquico, sus apunta-lamientos (cuerpo, vínculo, grupo y cultura), cuando lafragmentación social amenaza con el derrumbe de ciertasinvestiduras y produce fenómenos semejantes a los de bor-de: vaciamiento de la fantasía, precarización del procesosecundario, fragilización del yo, confusión de referentesespacio-temporales, fenómenos de pánico, aumento de en-fermedades somáticas, pasaje al acto.

Según Piera Aulagnier, el registro sociocultural cumpleuna función metapsicológica. Las modificaciones en el ni-vel de los metaencuadres producen efectos en el régimende las investiduras narcisistas y objetales, en las represen-taciones de sí, en las certezas indispensables. Tiene lugarun debilitamiento de los garantes sociales y una alteraciónde las funciones de encuadramiento, de creencias compar-tidas y de representaciones comunes. Se generan trastornosen el apuntalamiento de la pulsión, en las identificaciones,en los vínculos, en la organización de los referentes identi-ficatorios y en las fronteras del yo.

El «contrato narcisista» es un concepto forjado por PieraAulagnier para dar cuenta de la relación del sujeto y elconjunto. Es una relación transnarcisística, un contrato deapuntalamiento que actualmente está quebrado. Es en estecontexto que desarrollamos la idea de crear dispositivos

2 El prefijo «meta» designa la función de soporte, un orden «másallá».

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grupales de apuntalamiento a los que denominamos gruposde contención.

Los «grupos de contención» pertenecen al linaje teóricode una clínica de la transicionalidad, clínica de la crisis.«Las condiciones que hacen posible la creación, es uno delos temas mayores del análisis transicional. Es necesariocrear no sólo los dispositivos aptos para superar la crisis,sino también los conceptos específicos para pensarla»(Kaës, R., 1976).

En un trabajo anterior nos referimos a los grupos homo-géneos como posibilitadores de un re-contrato narcisístico.Estos grupos son dispositivos ligados a un tema específico,un padecimiento común o un síntoma compartido. Se sos-tienen bajo la dominancia de una relativa isomorfia entre elSujeto y el Grupo. Los sujetos encuentran claramente algoen común y la investidura del ‘objeto grupo’ funciona comoacople psicosocial de reemplazo ante el déficit psíquico, ladepresión, el sufrimiento, la privación, el trauma.

Los «grupos de contención» forman parte de una se-rie de estrategias de subjetivación en condiciones defragmentación social y psíquica, son contratos de apun-talamiento provisorios, modalidades transicionales desoporte subjetivo. La transicionalidad es una dimensiónque acontece en un espacio potencial, un espacio hallado-creado que sustenta la anticipación creadora.

Pensamos que los grupos de contención, siendo disposi-tivos propios del análisis transicional promueven la consti-tución de un vínculo grupal entre sujetos bajo el comúndenominador de ser argentinos hoy, estar confundidos, asus-tados, perplejos, de no saber cómo se sigue de aquí en más.Decimos también que pertenecen al análisis transicionalporque articulan la problemática del sujeto singular con ladel grupo, pudiendo utilizar dicha articulación para trans-formar un fragmento en situación.3

3 Entendemos el pasaje del fragmento a la situación como la creación

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El análisis transicional es un concepto desarrollado porRené Kaës y se refiere a la capacidad que pueden desarro-llar los grupos para funcionar como aparatos de conten-ción, producción y transformación del psiquismo. La perte-nencia al grupo promueve vínculos que generan procesosde puesta en sentido, de deconstrucción de significaciones,de escucha y palabra y de puesta en figurabilidad de loimpensable.4

Las condiciones actuales de asistencia y el sostén denuestra propia existencia nos desafían más que nunca aconsiderar la complejidad. Por complejidad nos referimosa una clínica de redes, a la que concebimos como multia-puntalada sobre el grupo, sobre nuestra red de salud ysobre la comunidad.

Redes sobre redes nos llevan a desarrollar un pensa-miento que intenta doblarle la apuesta a la certidumbretanática, al desaliento y a las utopías negativas, sostenidoen la provisionalidad de lo aleatorio y de la capacidad deinvención clínica y social.

Bibliografía

de recursos objetivos o subjetivos que permiten modificar la modali-dad vincular víctima victimario («Del fragmento a la situación»,notas sobre la subjetividad contemporánea, Grupo doce).

4 Para Freud, el cuidado por la figurabilidad, propio del trabajo delsueño, apunta a facilitar los procesos representacionales.

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Resumen

El trabajo se centra en experiencias hechas en «gruposde contención», creados como una respuesta posible antela profunda angustia causada por los sucesos del año 2002,en la Argentina.

Estos constituyen un dispositivo grupal de abordaje per-tinente para una clínica de la crisis.

Desde un pensamiento que se ubica en la complejidad yen el desafío de nuestros días, concebimos al apuntala-miento bajo la modalidad del trabajo en Red.

La transicionalidad es el trabajo en el «entre» y en el«mientras tanto», habilitando las apuestas que sostienen

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los procesos de invención y de creación teórica, clínica ysocial.

Summary

This work is centered in experiences done in «contain-ing groups» created as a possible response in front of theprofound anguish caused by the events in Argentina in theyear 2002.

This constitutes a group devices in a relevant approach-ing for a crisis clinic from a complexity thought and innowadays challenge we conceive in the net modality,anaclisis. Transition is the work «in the between» and «inthe meanwhile» that supports invention and theoreticalcreation processes from clinics and from social, they arequalifying bets.

Résumé

Le travail est centré sur des expériences faites dans des«groupes de contention», crées comme une réponsepossible face à la profonde angoisse causée par lesévénements de l’année 2002 en Argentine.

Ces groupes constituent un dispositif de groupe,abordage pertinent pour une clinique de la crise.

Dans une perspective qui se situe dans la complexité etle défi de nos jours, nous concevons l’étayage dans lamodalité du travail en Réseau.

La transitionalité est le travail dans l’ «entre» et le«pendant ce temps», permettant les paris qui soutiennentles processus d’invention et de création théorique, cliniqueet sociale.

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Devastaciones selectivasancladas en el kairós

y en las políticasdel apego *

Eva Giberti **

(*) Agradezco a la licenciada Gloria Barros la cuidadosa y generosalectura de este artículo, así como sus observaciones.

(**)Lic. en Psicología. Miembro adherente de la A.A.P.P.G. Codirec-tora de la Maestría en Ciencias de la Familia (Univ. Nac. SanMartín). Docente en los posgrados de Violencia Familiar y Dere-cho de Familia (UBA) y en la Facultad de Ciencias Empresarialesy Sociales (UCES). Entre sus libros: Políticas y niñez, Incestopaterno filial, Los hijos de la fertilización asistida (con GloriaBarros y Carlos Pachuk).E-mail: www.evagiberti.com

Este artículo consta de tres niveles de análisis. Durantesu desarrollo se describe, se contrasta, se interpreta y seincorporan contenidos referidos al tema propuesto por ladirección de la Revista. Incluye una Addenda.

1) Primer nivel de análisis

En la actualidad se utilizan discursos y expresiones queincorporan palabras como catástrofe, devastación, aniqui-lación, desfondamiento, arrasamientos y otras semejantes;sin ser equivalentes, el uso extiende sus significados comosi fuesen sinónimos (ver Notas). Actúan como descriptoresútiles en cuanto depositarios de vivencias adultas, resulta-dos de la desesperación que aquejó y aqueja a innumera-bles ciudadanos y ciudadanas. Constituyen figuras que tien-den a calificar y clasificar la potencia del daño, su ampli-tud, y las vivencias de quienes lo sufren; a los hechos seañaden las descripciones y las nominaciones de lo ocurridoen la versión de quien evalúa, ya sea como observador ocomo víctima.

El paradigma internacional de dichas expresiones es Hi-roshima; allí se definieron víctimas localizadas en la po-blación total de una ciudad y victimarios provenientes deuna nación enemiga. Entre nosotros no hubo dos nacionesen pugna, ni cataclismos que abarcaran, en totalidad, lasregiones del país; hubo economistas, nacionales e interna-cionales, asociados en la creación de políticas que, instala-das desde 1976, contaron con los avales del terrorismo deEstado y posteriormente de los partidos políticos a cargodel gobierno. También con la complacencia de la comuni-dad, particularmente de las clases medias. Rescato las dife-rencias notorias entre quienes eran personas informadas oilustradas en materia económica y la ciudadanía sin dudaengañada, pero que también disfrutaba del bienestar co-yuntural que, desde el individualismo exacerbado, desco-noció activamente otras dimensiones de la realidad nacio-nal sumergida en la exclusión y resignada en la pobreza.Durante aquellos años se sostuvo una denigración colecti-

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va que impregnó, con significativas excepciones, la vidacotidiana. La que actualmente se denomina devastacióndesactivó la ilusión que permitió vivir con un modelo falsode país.

Cuando se habla de arrasamiento, se deja pendiente lapregunta ¿qué fue lo arrasado? La respuesta está a la vistasi seleccionamos determinadas perspectivas; pero dado quela realidad es heterogénea, no todo fue arrasado.

Las crónicas que avalan la historia de nuestro país nosindican que estamos transcurriendo un proceso con antece-dentes, y que no cabe circunscribirse al año 2001. Más aún:es preciso reconocer la heterogeneidad de los ámbitos socia-les sobre los que recayó esta denominada devastación; susconsecuencias no se asemejan a los efectos totalizadores queproduce el estallido de una bomba atómica, un terremotodifundido. O sea, recurrimos a determinadas palabras parainaugurar una narrativa que represente y/o simbolice un ci-clo histórico en el que quedaron arrasadas vidas y futuros deun segmento representativo de la población. Pero es unadevastación Clase B, que no funcionó como un hongo atómi-co ni como un cataclismo, avanzando contra todo y contratodos, sin salvaciones posibles, como sucede en las devasta-ciones Clase A. La devastación Clase B transcurre como unciclón discriminante que autoriza la sobrevida de quienesresultaron menos involucrados económicamente, muy gol-peados quizás o apenas escorados; si bien la vida psíquicade los testigos escasamente comprometidos resultó sacudi-da, apesadumbrada y también conducente a acciones solida-rias. Estos testigos y cronistas, a veces están empobrecidos yasustados por lo que todavía podrían perder.

La devastación Clase B se la reconoce si se la observadesde una visión macro, pero si topológicamente recurri-mos a los descriptores zonales, la cartografía que distribu-ye a quienes perdieron todo nos muestra a personas devas-tadas según el modelo de la Clase A. Sin saber cuándo va aamainar el ciclón, o si podrán sobrevivir a los estragoscotidianos.

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2) Segundo nivel de análisis: Kairós en la trama dehistorias y de políticas

Cercenados los contenidos vanguardistas de la ReformaUniversitaria (Universidad de Córdoba, 1918), nuestra for-mación se afincó en el oscurantismo político y educacionalque durante décadas omitió la historia de la conquista delcontinente, de los etnocidios sobrevividos por las culturasindoamericanas y del empobrecimiento derivado de las po-líticas saqueadoras provenientes de los países centrales.Oscurantismo que imprimió su perspectiva negadora en laconstrucción de las subjetividades de aquellos para quienesestas realidades no existían o no merecían un análisis con-ducente a cuestionar las políticas de los países desarrolla-dos. Me refiero particularmente a quienes tuvieron a sucargo los diseños de currícula en nuestra formación; res-ponsables por la selección ideológica con que incorporaronlos cánones psicoanalíticos de la época, escindidos de unaapreciación que dimensionara, por lo menos como referen-te de pertenencia identitaria nativa, el contexto socio-eco-nómico y cultural del país. Sin que ello implicase la preten-sión de un psicoanálisis nacional.

Cada generación propone acerca de qué tema y de quésituación habrá de debatir (qué líneas teóricas querrá cues-tionar y cuáles preservará), según sea lo que en cada épocase admita como inamovible o canjeable, sustituible y des-echable. Esta relación epocal suscita vinculaciones que sonanalizables desde la transubjetividad.

La pulsión de saber de algunos psicoanalistas contem-poráneos se esfuerza rumbo a los orígenes de las nuevassubjetividades –que incluyen las subjetividades de quienesformamos el mundo psi– rastreando las irradiaciones polí-ticas existentes. Las metas y objetos de esa pulsión sediferencian e identifican según sea la generación que laspulse. Afirmación que no presume de original, pero con-viene reiterarla dado el potencial autorreferencial –deriva-do del déficit de pensamiento crítico– que dificulta la per-cepción de los efectos del campo sociopolítico y económi-

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co en la gestión de las subjetividades con las que hoytrabajamos.

Dadas las circunstancias actuales, será prudente revisarel kairós –tal como los griegos lo describieron–, es decir eltiempo ajeno a la cronología, el que se define según elmomento adecuado, el momento oportuno «para sujetar ala oportunidad por los cabellos», como diría Nietzsche; eltiempo que marca el «momento presente determinado poruna calidad y un estado de conciencia que le imprimen uncontenido y no otro».1 Un tiempo que ahora surge, todavíatitubeante, tratando de adecuarse a las circunstancias denuestro país, ya sea refinando las concepciones acerca de lasubjetividad o potenciando las producciones de innumera-bles colegas que comenzaron a intervenir en reuniones co-munitarias o a dictar conferencias en instituciones barria-les. Arriban a las que son nuevas prácticas para ellos, vo-luntariosos y creativos, y acceden a las comarcas de ladivulgación, del trabajo de campo y de las denuncias po-bladas desde antiguo por las producciones de los hetero-doxos y de los transgresores del discurso psicoanalíticooficial (Giberti, E., 2002, f).

1 Kairós significaba tiempo en el sentido específico de momento opor-tuno, de coyuntura favorable, de ocasión. Kairós es el momentopresente determinado por una calidad y un estado de conciencia quele imprimen un contenido y no otro. Kairós, corresponde al momen-to adecuado, el momento justo.Chronos, el tiempo entendido como transformación permanente delo concreto. Era el cambio permanente, como el período dinámico,el paso de la existencia, el transcurso del tiempo que todo lo devoradespués de haber pasado algún tiempo.Aiôn designaba la duración de la vida y también la idea de genera-ción, en tanto que tiempo específico que da sentido y acoge la vidahumana.Nietzsche, en el aforismo 274 de Más allá del bien y del mal, remite«A los que aguardan. En todos los rincones de la tierra hállansesentadas gentes que aguardan y que apenas saben hasta qué puntoaguardan, y menos aún que aguardan en vano». De allí su apelaciónal kairós, para mencionar a quienes en su interior cuentan con unasolución pero incapaces de actuar en «un tiempo aún oportuno». Elkairós «‘momento oportuno’, ¡para coger el azar por los pelos!»

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El kairós, que se instituyó durante una época regida porpolíticas de mercado y por intereses personales, ajenos acualquier compromiso comunitario, adhirió a la oportuni-dad que el éxito y la difusión de las prácticas psicoanalíti-cas lograban en nuestro país. (La Diosa Oportunidad sólopadece calvicie en la nuca, razón por la cual no hay quedejarla pasar cuando aparece, por lo tanto conviene atajarlaprendiéndose de su mecha frontal). Ese fue el momentoadecuado, desde mediados de la década del 60, hasta paradefinir las prácticas psicoanalíticas y la elaboración deteorías, localizándolas en las interpretaciones e interesesindividuales. Fue y continúa siendo el estilo de aquellosque Mirta Clara (2002) denominó «los profesionales diet».Se exceptúan quienes formaban –forman– parte de las ins-tituciones que desde sus inicios se ocuparon de trabajosgrupales, del análisis de lo institucional y de los DerechosHumanos.

El transcurrir generacional (que involucra la doble di-mensión temporal del kairós y de Chronos) también inclu-ye las convicciones de los y de las psicoanalistas que incor-poraron las nuevas lecturas de los mismos textos freudia-nos utilizando conocimientos e informaciones de la antro-pología, la biotecnología, la sociología y las ciencias polí-ticas. Lecturas que se instituyeron como entorno discursivocapaz de retomar algunas líneas teóricas del psicoanálisispara rehacer su recorrido y conducirlas hacia una desembo-cadura sintónica con los paradigmas y los temas actuales.¿Podremos refundar un nuevo kairós sintónico con el re-gistro de los hechos y aconteceres actuales en nuestro país?¿Deseamos hacerlo? ¿O no?

La semejanza del concepto de kairós con la calidad deltiempo en la técnica interpretativa del psicoanálisis es sig-nificativa: la escucha, la aprehensión del momento justo yla elección de la palabra adecuada son claves en el psicoa-nalizar.

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2.1) La socialización subjetiva

En el momento actual la ontologización de determinadoscontenidos del psicoanálisis propone, como inevitable, lapresencia de un corpus político-económico incorporadocomo fundamento de la subjetividad, a partir de un virajeético que jaquea la preocupación por la que se denominó laética del psicoanálisis así como la ética del psicoanalista,si éstas se abroquelan en la ética del deseo (Giberti, E.,2002, a).

Los primeros avances que focalizaron conductas «nue-vas» en quienes consultaban, se afincaron en la prolifera-ción de descripciones acerca de las «nuevas patologías»,intentando un aggiornamento que traccionaba los datos ycuadros clínicos aportados por la cotidianidad hacia losparámetros diseñados por las teorías de uso habitual.

La clínica nos informa acerca de la posible persistenciade los estados de ansiedad de los adultos, así como losestados depresivos que ahora responden al proceso de sub-jetivación socializada en situación de crisis destructiva. Enlos fundamentos de tales patologías, ahora estudiados comoepidemiología social, encontramos una dimensión relacio-nal entablada con miembros del campo político. Esos miem-bros constituyen «otros» no sólo responsables por la imple-mentación de políticas neoliberales sino responsables porel engaño discursivo del cual se valieron durante décadas.Las condiciones de producción de lo que Ehremberg (2000)denominó el ethos depresivo se incluyen en los análisis queaporta la crítica social cuando analiza la socialización sub-jetiva. Los procesos de subjetivación son formaciones mó-viles, históricas y suplementarias respecto de otras anterio-res o bien supletorias de las mismas; en la exploración deeste campo precisamos incorporar variables que incluyanel entorno «necesario aunque no determinante».

Diversas corrientes del campo psi, anudadas con losaportes de la Sociología y de la Psicología Social, enfatiza-ron, priorizándolos, los efectos de «lo social» en la organi-

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zación del psiquismo, de la mente, según fuese la corrienteteórica a la que adhería. El riesgo de tales posturas –queintento eludir en este artículo– reside, más allá de losreduccionismos posibles, en la neutralización de la com-plejidad del psiquismo que interactúa con el medio externodesde la multiplicidad de resortes, defensas, juicios, de-seos y procesamientos de las calidades cognitivas (con elcompromiso de las funciones cerebrales correspondientes)de los sujetos, incluyendo las reacciones corporales.

Cabe entonces una lectura cuyo horizonte también mar-ca la unión-diferencia entre los procesos del psiquismo ylos que abarcan los cánones de la política como avatarespropios de la subversión del sujeto. Sabemos que ésta seinicia en el tramo inicial de la vida del niño y de la niña,rumbo al sujeto político que se organiza a medida que seintegran el lenguaje y la sexuación. Sujeto político que estáallí desde el inicio, transitando paulatinamente por la ad-quisición de la conciencia moral que, a medida que seorganizan las relaciones vinculares grupales, instalan a lossujetos en la aceptación –o rechazo– de las pautas de con-vivencia social, urbana, política. De donde deriva la fun-ción del significante, perentoria, en la constitución del su-jeto político; perentoria, porque se impone más allá de ladecisión del sujeto de reconocerse como tal. Recordemosque política también es la elección de determinada manerade ejercer la profesión, según sea su compromiso o des-compromiso con los otros.

2.2) Si el entorno es indisociable, ¿por qué intentar diso-ciarlo?

A partir de este planteo advertimos que el campo psicoa-nalítico, fecundo en argumentos y descripciones asociadascon la Ley, no avanzó, sin embargo, en el estudio de lo queel Estado –en tanto matriz de leyes y de Ley– significa enla fundación identitaria del sujeto, tal como el documentode identidad lo consagra. Documento esencial que posicionaal sujeto en su nacionalidad como localización inicial delser, simbólicamente anudado al suelo natal. Y acoplado,

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desde la educación inicial a la organización social y políti-ca de su país: en décadas anteriores, desde el jardín deinfantes, niños y niñas crecieron oyendo hablar de EvaPerón. Hoy, otros y otras preescolares, en la «Salita Azul»,hablan de los piqueteros2 y dibujan al policía que mató aMaxi Santillan3 (Diario Página 12, 7 de julio 2002). Algu-nas de esas criaturas experimentaron personalmente esaíndole de realidades y sus respuestas oscilan entre las vi-vencias y la representación de las escenas vividas, en espe-ra de las transformaciones que derivarán en testimoniosorganizadores de las narrativas incluidas en la construc-ción de sus subjetividades. Omito enunciar la pléyade deejemplos que podrían ilustrar los registros del orden de lasviolencias cotidianas que niños y niñas protagonizan comoacompañantes de sus familiares –piqueteros, cartoneros,desocupados– o como público de la televisión.

¿Cómo desagregar del corpus holístico del sujeto esadimensión fundadora de la construcción de la subjetividadque no/toda/es engendrada por el reconocimiento de lospropios procesos psíquicos? Ese sujeto demanda paráme-tros fijadores (semejantes y diferentes de los pointsd’ancrage y de los points de capiton); entonces, la laterali-zación de ese entorno sociopolítico por parte de quienes nolo sintonizan ¿funcionará como una falla en la constitu-ción de sus procesos concientes lúcidos cuando se trata dela caracterización de dicho entorno que impregna los testi-monios de pacientes, consultantes y alumnos? Pareceríaque la calidad de conciencia que es propia de la vitalidadanímica resultase aislada de los análisis de las vinculacio-nes familiares, grupales e institucionales insertas en el en-torno indisociable del sujeto. Quizás el escaso protagonis-mo de los datos sociohistóricos en la construcción de histo-

2 Grupos que surgieron en la Argentina como nuevas formas de pro-testa social, frente al desempleo y a la desnutrición, cuya metodolo-gía consiste en cortar las rutas, tanto las rutas provinciales como lasavenidas urbanas.

3 Piquetero asesinado por la policía el 26-6-2002, en ocasión de unaprotesta masiva.

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riales y presentación de trabajos teóricos y técnicos no seaajeno a la eficacia de una coraza con entidad propia, delorden de la pertenencia psicoanalítica, utilizado como an-tiestímulo frente a todo aquello que no avale la aplicacióndogmática de las teorías preferidas (Giberti, E., 2002, b).

2.3) Agenda

¿Por qué «instalar Agenda»? En un trabajo anterior (Gi-berti, E., 2002, c) mencioné esta necesidad de posicionarlas perspectivas socioeconómicas como un horizonte im-prescindible para el abordaje psicoanalítico y psicotera-péutico. La Agenda, concepto desarrollado por las Cien-cias Sociales,4 destaca la importancia de revisar las lectu-ras de los sucesos y de las prácticas sociales incorporandotemas y enfoques vinculados con el poder, las medidas conlas que se lo ejerce y las agrupaciones y/o grupos queintervienen. Así como las contradicciones y enfrentamien-tos que se suscitan entre los nuevos puntos que se analizan,por ejemplo el contraste entre la categoría competición y lacategoría cooperación. La categoría competición podríaejemplificarse con el pueblo reunido en Plaza de Mayogritando «que se vayan todos», compitiendo desde la auto-ridad que le otorgaba la propia presencia multitudinaria,contra la autoridad de un gobierno legal aunque descalifi-cado. La categoría cooperación, sistematizada por las re-

4 Según la enunciación de Rodríguez de Rivera J. en «Agendas» –defi-nición y programación de prioridades en sistemas sociales– (http://www2.uah.es/estudios_ de_organizacion/epistemologia/agenda.htm):La «agenda» es el mecanismo que precisamente regula la forma enque una comunidad (orientada al saber u orientada a la praxis) vaestableciendo sus relevancias «temáticas».Por lo demás, el «tema» de la «Agenda» es básico también paraentender la forma en que la comunidad científica desarrolla susconocimientos según planes, proyectos de investigación, desarrollode tesis, etc.Esta interpretación puede asociarse con una lectura de Kairós comodivinidad griega de la Ocasión, que huye si no se la atrapa por unamecha de cabello.

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uniones de las asambleas barriales, produciendo nuevosordenamientos políticos y/o solidarios. La misma genteque compitió con el poder ejecutivo y le ganó (se fueron«esos» que estaban del otro lado de la Plaza, en la casa deGobierno) procedió a organizar su «estar juntos para…» eintrodujo fines destinados a reclamar, protestar y también acooperar en otra dimensión: no sólo con los Centros deGestión Participativa (C.G.P.), para corregir pautas exis-tentes y demandar el cumplimiento de otras, sino cooperarpara construir aportes solidarios. Esta contradicción, pro-pia de las democracias pluralistas, se conoce como zero-sum principle.

La discusión técnico/teórica conduce a las dudas acercade la legitimidad que la introducción de estos temas podríagarantizar en las prácticas psicoanalíticas y en las psicotera-péuticas. Sin embargo, desde la creación de Plataforma,5 lalegitimación quedaba reconocida; al mismo tiempo que, pa-radojalmente, excluida por el mandarinato que organizabanel poder hegemónico de las instituciones psicoanalíticas. Lacombinatoria de esta ruptura con el obligado exilio de algu-nos de los componentes de Plataforma postergó la evalua-ción y difusión informativa acerca del momento en el cualesta fractura se produjo, así como postergó el ejercicio siste-mático de un pensamiento crítico que rechazase la repeti-ción didáctica de los contenidos del psicoanálisis, asumidoscomo indiscutibles. Fue la época en la cual brilló en elfirmamento del mundo psi la frase que surgía ante cualquierdeslizamiento respecto de las canónicas à la page y que sepretendió matricial y orientadora: «Eso no es psicoanálisis»,con la cual se defenestraba cualquier originalidad o autono-mía que asomase en boca de quienes trabajaban en hospita-les, ausente el diván, relevado el encuadre tradicional ydedicando horas a la atención de consultas gratuitas.

5 Escisión de la A.P.A. en los años 1970/71, junto con otro grupo quepresentaba una propuesta similar, que se llamaba Documento, y quese escindió al año siguiente. En general criticaban el sistema jerár-quico del saber y poder, que se había instaurado en la comunidadpsicoanalítica.

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En este punto, indiciario de una época, se articula elkairós como registro de la oportunidad para aprovechar laocasión que los hechos históricos y la sensibilidad ciuda-dana posibilitan. Ahora se trata de evaluar la elasticidaddel contexto que incluye el corpus psicoanalítico nacionale internacional, así como la necesidad de pertenencia aelites hegemónicas.

La introducción de una Agenda depende del surgimientode crisis sociales, del valor que social y comunitariamentese le otorgue a las prácticas que ensayen incluirla, de laestima y respeto hacia quienes la promueven y de las difi-cultades en la comunicación entre aquellos involucrados enla discusión. Las estrategias para asumir la inclusión deuna Agenda distinguen entre la formación e información delos profesionales en política y economía, y la aplicación detales contenidos en las intervenciones con quienes consul-tan, se analizan o estudian. Los vínculos posibles entrepromotores de Agenda y quienes la desdeñan han comenza-do a evidenciarse mediante cortocircuitos teóricos prome-tedores. Un problema que se impuso al irrumpir en lasconsultorios, o bien agitado por la docencia, es el queposiciona a niños y niñas «en la crisis» y hoy es imprescin-dible incorporarlo como Agenda.

Tercer nivel de análisis:El retorno a los vínculos de apego: una narración privaday sin palabras

La caracterización «niños» (Giberti, E., 1994, e) en rela-ción con la crisis omite el registro de edades, de género,situación social y económica de esos protagonistas. Si ope-ramos generalizando es pertinente señalar esos riesgos.

La actual espectacularidad de criaturas muertas por des-nutrición repica en historias pasadas y conocidas por quie-nes llevamos décadas de práctica hospitalaria. Asumimosel tema en el Hospital de Niños, desde los años 60 durantela internación de distróficos por desnutrición. Las fallas en

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la producción de estadísticas, derivadas de la falta de datosrelevados de manera confiable, impidieron evaluar este pa-norama nacional.

El nuevo déficit que comenzará a cobrarse la deuda polí-tico-económica en una dimensión socializada, será aquelque surja cuando nuestros interlocutores en la calle, en lasinstituciones, o en las múltiples vertientes de la vida socialsean parte de las generaciones de débiles mentales o daña-dos neurológicamente, productos de la desnutrición cróni-ca, destinados a ser servidores de quienes hoy disponen dealimento, acompañamiento emocional y acceso a una com-putadora.

Cuando se llega a Bolivia para trabajar en alguna activi-dad universitaria, nos advierten: «Este país no avanza por-que los indios…». Lo mismo en Ecuador: «Porque los nati-vos son lentos». Nosotros estamos inscriptos en un proyec-to de deterioro que nos dificultará avanzar como naciónpero no por las etnias indígenas, sino por las generacionesde sujetos crónicamente desnutridos, patología que, entreotras derivaciones fractales, deforma y altera la fuente pul-sional en su dependencia de proteínas y oxigenación.

Los efectos del fenómeno actual podrán advertirse aposteriori distinguiendo entre quienes atravesaron de unmodo o de otro por este avatar; es decir, diagnosticar lascaracterísticas de una realidad dispersa, heterogénea, convariables que no se pueden desconsiderar, puesto que nocorresponde uniformar lo que es diverso.

Para refinar los análisis de la situación actual y su rela-ción con «la niñez» podemos crear principios psicológicos.Contamos con criterios sociales, políticos, económicos, sa-nitarios, y existe otro criterio de índole «interno» para lapsicología relacionado con el grado de creatividad –ya seapor parte de quienes trabajamos como por parte de losniños y de las niñas– y su articulación con los recursosdisponibles. Algunos de ellos, ya provistos por los prees-colares (ver párrafos anteriores) corresponden a los recur-

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sos expresivos con los que cuentan niños y niñas. Intentaranalizarlos desde la Teoría Pulsional de la Mente, la TeoríaRepresentacional de la Mente y las Teorías Sexuales Infan-tiles sin prescindir del nivel histórico-social que, desde laconcepción de Castoriadis se organiza como condición in-evitable «para ser» (el sujeto), pero sin determinarlo, cons-tituye uno de nuestros recursos. Con los que se articulanlas perspectivas aportadas por el análisis de las organiza-ciones familiares evaluado desde sus modalidades vincula-res. Sabemos que ese entorno familiar puede actuar demanera continente o abrumadora. Ha sido demostrado quesi en esa organización familiar se gestaron vínculos deapego aseguradores, incluyentes de significaciones socia-les capaces de integrarse en la intersubjetividad de losvínculos, los efectos de la realidad, aunque acuciantes, nonecesariamente afectarán de manera traumática el psiquis-mo de los más pequeños. Dado que el apego está sostenidopor la certeza de sus calidades recuperatorias ante los des-acoples que pueden suscitarse en los vínculos originales y/o tempranos (Giberti, E., 2002, d).

3.1) Evocación del apego y eficacia de la función reflectiva

Dependerá también del momento en que el desencadena-miento de «la crisis» actúe sobre cada uno: si abarca a unafamilia en la que acaba de nacer un bebe o si corresponde aaquellas en las que viven niños y niñas en etapa escolar. Unejemplo elemental: en un grupo familiar con un hijo de dosaños y otro de seis, en el que el padre ha sido despedido yla madre trabaja en actividades extradomésticas, es posibleque el hijo de dos años encuentre más dificultades para sucontrol de esfínteres. La situación familiar lo intercepta enun momento temprano respecto del desarrollo del lenguajey está psíquicamente menos provisto que el de seis. Elhermano mayor podrá ayudarlo, pero entonces incluirá unaresponsabilidad que en otro momento no hubiese asumido.Por ejemplo, pegarle; soportará tal vez sus ganas de gol-pearlo porque el padre –en busca continua de trabajo– noestará psíquicamente disponible para intervenir limitándolo.Tampoco la madre. Tendrá que hacer esfuerzos adicionales

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en lo que se refiere a desarrollar su ambivalencia hacia elmenor. Esta rudimentaria modelización intenta enunciarmatices que encontramos en la tarea clínica.

Si pensamos en el nivel inicial, jardín de infantes y enlos primeros grados de la escuela, es posible ensayar unatesis que se sustenta en la concepción del apego originalcomo evocación,6 y resignificación, reordenamiento, re-transcripción en lenguaje del primer Freud (1896). Dichaevocación del apego sería la que permite preservar unadimensión del deseo capaz de inventar una exterioridad, un«fuera de» lo que el niño o la niña registran como enrareci-miento en los comportamientos de los Otros (referentes delcuidado) y como miedo o dolor internos en tanto resultadosde su interacción vincular con esos adultos cultores y re-presentantes de la sexualidad y de los deseos. Esta tesis seapoya en la concepción desarrollada por los teóricos de lafunción reflectiva, en particular P. Fonagy (2002), quieninvestigó la «mentalización» o «función reflectiva», quedenota por parte de niños y niñas la comprensión de loscomportamientos propios así como ajenos en términos deestados mentales. El concepto deriva, tal como este autorlo registra, de la tesis freudiana acerca del bindung o liga-zón. La hipótesis inicial propuesta por estas investigacio-nes sostuvo lo que habría de concluirse: el reconocimientode los estados mentales del otro puede ser peligroso parael self en desarrollo.

Los estados mentales del Otro, como son aquellos aso-ciados con los efectos de la crisis o devastación que imagi-namos, son registrados por niños y niñas, ante los cuales

6 Utilizo evocación, que deviene de voz y vocatio, como extensión desu etimología y significado en la primera acepción: hacer salir alotro o a la otra llamándola. La aplico como recurso nominal querecurre a una instancia preexistente, referente hacia el cual se dirigeel llamado silencioso, resignificando ese lugar conocido desde lasprácticas del apego original. Lo mismo que la narrativa privada, sinvoz, evocación accede a la misma característica, más forzada, dadasu etimología.

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una de las respuestas consistiría en la invención de unrefugio diseñado a partir de la evocación del apego inicialcontinente. Se trataría de una evocación vivencial del ape-go, en algunas circunstancias quizás carente de palabraspero secuencialmente narrativa, como estado de alertaacompañado por el sufrimiento e impulsado por la tenden-cia a huir o neutralizar el peligro.

Este recurso preconciente de niños y niñas estaría soste-nido por fantasías que se narrarían a sí mismos, asemeján-dose a lo que Gazzaniga (1993) describiría como narraciónprivada, distante del mundo externo peligroso y defensivarespecto del estado de ánimo de esos padres. A posteriorideberán retornar a la relación de intimidad propia del ape-go con los padres conocidos antes de la catástrofe.

Podría interpretarse como negación, regresión o desdecualquier otra defensa; lo que subrayo como tesis es elcomponente histórico (posicionar el apego inicial comosegmento histórico de la propia experiencia), como recursopsíquico, para reencontrar una zona experimentada comoaseguradora. Que puede contar con lenguaje verbal o no.Las defensas conocidas, comprometidas en esta evocación,funcionarían, además, al servicio de la construcción de otrarespuesta que, sin eludir el contacto vincular con los pa-dres, aportase un sostén para sobrellevar los cambios quelos procedimientos y pensamientos adultos incorporan enla crisis. La desconexión, la irritabilidad, el llanto, losgritos, los ataques de ira protagonizados por padres, ma-dres y abuelos, probablemente sean percibidos y vivencia-dos como ajenos y no asimilables por el yo temprano. Elrecurso a las defensas conocidas es una alternativa a la quepodría aditarse esta versión de la narración privada, gestadacon el apoyo del apego, proyectada hacia la exterioridad yredistribuida temporalmente en el circuito sensorial y cog-nitivo de los chicos.

La evocación del apego, estaría siendo pensada teórica-mente como proyección transcripta en exterioridad, resul-tante de un recurso interno, un refugio contra el miedo, el

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displacer, la sorpresa y el suspenso. Ese recurso al apego,fogoneado por el deseo, incorporaría, merced a la exterio-ridad transitoria, un plus de subjetividad «de emergencia».Quizás semejante a la construcción de una teoría por partede niños y niñas, asociada –dicha construcción– con elplacer por escuchar la narración de cuentos, reiterados ysin modificaciones, como exterioridad que si bien provienedesde un afuera real, se cotiza en la recreación de la escu-cha que permite la interiorización de los contenidos delcuento, transformados, por quienes escuchan, en aportesfantásticos, nutrientes de la propia fantasía.

Una perspectiva metapsicológica y evolutiva supone quea partir de los tres o cuatro años se incorporan y organizanlas identificaciones secundarias, las estructuras preconcien-tes y componentes personales. Según Maldavsky (2002), esposible imaginar una periferia del psiquismo limitada a lasidentificaciones secundarias, a los procesos preconcientes,que no incluye los núcleos defensivos y tampoco comprome-ten la adquisición de funciones superyoicas (ver Addenda).

Está permitido suponer que en situaciones críticas pue-den alterarse aspectos del preconciente y algunas identifi-caciones secundarias; corresponderá diagnosticar presunti-vamente si se trata de procesos transitorios o duraderos.Como fenómeno inicial e indiciario respecto del efectotraumático, los padres antes idealizados ahora aparecencaídos. O sea: algunas criaturas, más allá de la evocacióndel apego, pero enlazándolo en la creación de algún discur-so propositivo, quedan afectadas en la construcción de lasidentificaciones secundarias y/o el funcionamiento precon-ciente. Entonces parecería que enfatizaran más ciertas fan-tasías embellecedoras, propias del preconciente, frente a larealidad: le dicen a su padre que «cuando sean grandes vana ser gerentes», asociando dicho rango con un triunfo queel padre mencionó como frustro.

Este es el nivel de análisis que me permite plantear latesis que se refiere a la relación entre apego y efectos deuna crisis social (para innumerables familias, con carácter

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catastrófico), que resonaría activamente en el ámbito delpreconciente de algunos niños y niñas.

La interpretación de las conductas de quienes recurren alapego como recurso asegurador podría asociarse con laidea de resiliencia, que excede los términos de este artículoy que estimo no es pertinente en el modelo propuesto.

3.2) Dominio compartido por niños y niñas

Frente al aspecto formal de la identidad, avalado por elDNI (Documento Nacional de Identidad), la docencia es-colar sostendrá: Argentina es un país rico. Entonces so-brevendrá un tropezón del orden de lo paradojal: somosriquísimos en calidad de los suelos, en agua, minerales,etc., «Pero como no hay trabajo, mi hermano se fue aEspaña…». Experiencia que arrastra la información acer-ca del modo en que estamos siendo reconocidos en elmundo. Así como la soberbia nacional describía la situa-ción de bolivianos y paraguayos: «Esos son bolitas o pa-raguas que vienen a matarse el hambre en Argentina»,será pertinente informarse cómo se nos califica interna-cionalmente. La grandeza de la identidad nacional soste-nida por la ilusión de ser el granero del mundo, comparti-da con la invención del bolígrafo, del dulce de leche, deldescubrimiento de las impresiones digitales, de San Mar-tín liberando pueblos, y de varios premios Nóbel, salva-guardada además por la popularidad de Gardel primero yde Evita después, todas ellas funcionales en la creación deidentificaciones secundarias, se recortan en la apreciacióninternacional para describir el país de Maradona y de lamiseria incomprensible. La pulsión de poder, que caracte-rizó los contenidos de aquellos discursos ensoberbecidos,está encogida en su meta, en su objeto y en su esforzarse.Apreciación doliente que apunta a la impostergable nece-sidad de incluir una ética del sujeto político capaz declausurar el individualismo complaciente que no es ajenoa la devastación que nos ocupa.

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Estos fenómenos constituyen un dominio compartido porlas niñas y los niños actuales: están aprendiendo qué signi-fica ser argentino cuando la palabra arrastra el ultraje de ladescalificación generalizada. Ultraje que incorpora a medi-da que comprende, o bien podrá negar o desestimar, mien-tras recuerda las afirmaciones que los Otros del cuidado yde la sexualidad repetían: «En este país no hay ley nijusticia». O bien: «Ya no tenemos país». La toxicidad deestas apreciaciones se inscribe en el mito fundacional de laArgentina: vinieron a fundarnos desde Europa porque Ar-gentina era la solución. Es el mismo mito cambiado dedirección.

Este es un fenómeno identitario compartido: niños yniñas que ingresan progresivamente en una identificacióncon el propio origen nacional en el cual se incorporará laceremonia de ser humillado; uno mismo, los padres y loshermanos.

Ser marcado como argentino, en el extranjero, corres-ponderá a lo que en otra época significaba ser el «rusito»de la otra cuadra, hijo de inmigrantes. Posición identitariaque no es definitiva ni paralizante, pero que incluye unavariable para el futuro.

Aplicamos las prácticas psicoanalíticas en un continentecuyas características demandan el ejercicio del pensamien-to crítico y renovador acorde con el transcurrir de las histo-rias epocales. Desde las coincidencias y disidencias con lasneurociencias surgió, tanto en los países centrales cuantoen los denominados periféricos, la búsqueda de articula-ción entre ambas disciplinas. También surgió la necesidadde articulación entre los Derechos Humanos y el psicoaná-lisis; parecería que el kairós que acompasa la focalizaciónde las políticas y la economía con el psicoanálisis encuen-tra obstáculos para plenificarse.

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Notas

Acerca de sinonimias y equivalencias:1) En algunos párrafos utilizo, sabiendo que no son equi-

valentes o canjeables, las palabras psicoanálisis y psicote-rapias. Estimo que las distinciones y aplicaciones quedan acargo de quien lea. Del mismo modo, generalizo «psicoa-nálisis» sin distinguir entre corrientes ya que ése no es elcampo en el que se focaliza el desarrollo de este artículo.

2) Aniquilar del latín annikilare, reducir a la nada, con-siderar como nada, derivado de nihil, nada.

Catástrofe: del griego ruina, desenlace dramático; tras-torno, derivado de subvertir, dar vuelta.

Devastar: del latín vastare, arruinar por el fuego (quodigne vasotatur). Asolación, saqueo, tala, desolación, ruina.Despoblar. Gastar (desperdiciado). Desgastar, desgastamiento.

Devastado es palabra indoeuropea que se encuentra entodas las lenguas. Germánica: vacío, desértico (desertumfacio). Irlandés: vacío, tierra yerma. En céltico, el prefijode evolucionó como partícula privativa. La raíz céltica dedevasso se encuentra en diversos autores, transformado enadjetivo: devasso, echado a perder; devassa: prostituta.

Arrasar: del latín radere, afeitar, pulir, raspar. Dejarlisa una superficie.

Desfondar: de fondo = hondo (inicialmente per-fondo).Origen: del sustantivo fundus.

Addenda

El procesamiento de las nuevas experiencias en niños yniñas sin disponibilidad de apego garantista.

A partir de la tesis que introduce evocación del apego¿qué rudimento complementario sería posible enunciar?Sucintamente, y como pródromo de un desarrollo poste-rior, solamente citaré, de acuerdo con una categorizaciónde D. Maldavsky (2002), ejemplificadas con mi propia prác-tica, algunas variantes:

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Alteraciones del superyo: cuando la televisión devuelvelas imágenes de adultos que emprenden a puntapiés laspuertas de los bancos o ilustran con escenas semejantes, enlas que pueden estar involucrados los Otros del cuidado,abuelos y otros familiares y conocidos (tal vez acompaña-das dichas situaciones por rencillas familiares), la cons-trucción de los contenidos superyoicos queda jaqueada.Dicha alteración cuenta con la alternativa de generar lega-lidades transgresivas (Giberti, 1994) por parte de niños yniñas, en el intento de compaginar los derechos a la protes-ta y a la reacción popular con los procedimientos parenta-les. Los datos para la construcción de dichas legalidadesdemandan tiempo cronológico e información. Que no nece-sariamente está disponible en el ámbito doméstico. Lo quesurge, como componente elemental y reactivo es el senti-miento de injusticia personal, no suficientemente sociali-zado. A lo que sería posible aditar las respectivas deforma-ciones superyoicas estudiadas en las descripciones clásicasasociadas con la introyección de las leyes y de la autoridad.

Alteraciones de defensas nucleares: ¿hasta dónde puedeincidir una realidad traumática que lesiona a los padres?Niños y niñas que arriesgan identificaciones con padresenceguecidos, atrapados sin salida por la devastación, sinpoder construir proyectos.

Los frenos pulsionales fracasan: en esta respuesta lasituación es más compleja. Aparecen abusos sobre y contraotras criaturas más pequeñas y, en oportunidades, transgre-siones dramatizadas mediante ensayos homosexuales. Enesta alternativa se transparenta la escasa posibilidad derepresión: niños y niñas no ingresan en estado de latencia yse los encuentra hipersexualizados. No concurren a la es-cuela y responden mediante lenguajes de acción.

Alteración de fuentes pulsionales: corresponde a la re-acción más extrema: niños y niñas resultan intoxicadosdebido al consumo de pegamentos, alcohol u otros tóxicos,ingresan en enfermedades orgánicas severas, se lastiman ydramatizan diversos accidentes.

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Otras alteraciones graves

Se abren interrogantes acerca de las organizaciones fa-miliares cuyos miembros están atrapados no sólo por vio-lencias socioeconómicas sino por violencias internas, paralas que no encuentran tratamiento ni solución y que, com-binada con la devastación, conduce a la vivencia de calle-jón sin salida. En estas circunstancias, niñas y niños pue-den desatar picos de afán de venganza, identificados conlos padres. Algunos de los actos vengativos solitarios o enbanda (destrucción de escuelas modestas en los cordonesdel Gran Buenos Aires) suelen reconocerse como ensayosque reproducen la destrucción de los vínculos familiares.Identificaciones con los ímpetus vengativos parentales queno los satisface y que, en oportunidades, «les salen tanmal» como a los padres.

Estas clasificaciones no corresponden a la que mencionémerced al predominio de la vida de fantasía o de los que sedefienden mediante conductas desafiantes o transgresoras,asociables con la evocación del apego. Son los protagonis-tas de las otras agrupaciones, las que tienden a la promis-cuidad, a la alteración somática, y de las fuentes pulsiona-les. Es difícil construir algo con ellos y la tarea privilegiael acompañamiento, sostén y consuelo, conjuntamente conel trabajo en red. Apoyo básicamente paliativo y reparato-rio, intentando evitar males mayores.

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Maldavsky D. (2002) Comuni-cación personal.

Resumen

Se interpreta la utilización de vocablos como devasta-ción, catástrofe, y otros que se utilizan como equivalentes,y se los clasifica como descriptores. Se introduce el con-cepto del Kairós griego como tiempo que marca el momen-to presente determinado por una calidad y un estado deconciencia que le imprimen un contenido y no otro. Untiempo, que ahora surge, tratando de adecuarse a las cir-cunstancias de nuestro país, ya sea refinando las concep-ciones acerca de la subjetividad o potenciando las produc-c iones de innumerables colegas que comenzarona intervenir en reuniones comunitarias.

La actual ontologización de determinados contenidosdel psicoanálisis, propone la presencia de un corpus polí-

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tico-económico incorporado como fundamento de la subje-tividad; sin arriesgar la neutralización del psiquismo. Sediscute la legitimidad de incluir una nueva Agenda, y sepropone e l anál i s i s de los v ínculos de l apegoanalizados como narración privada y sin palabras, unaevocación del mismo como recurso utilizado por aquellosniños que lo recrean como defensa caracterizada comocomponente histórico.

Summary

The use of terms, such as devastation, catastrophe andtheir equivalents, all of them classified as descriptors, isinterpreted. The Greek concept of Kairós is introduced asthe time which signals the present moment as determinedby a kind of quality and a state of consciousness whichprint a specific content, and not other one. A time whichsprouts as trying to adapt to our national circumstances,either by refining the concepts of subjectivity or by empow-ering the production of uncountable colleagues that startedto participate in community meetings.

Present ontologization of certain contents of psycho-analysis proposes the presence of a political- economicalcorpus incorporated as the basis to subjectivity; with norisk to the neutalization of psychism. Legitimacy to includea new memorandum book is discussed and the analysis ofattachment bounds as a private narration without words,–an evoking of children´s resource to recreate as a defensecharacterized by a historical component–, is proposed.

Résumé

Dans ce texte l´on interprète l´utilisation de mots telsque dévastations, catastrophe, et d´autres, qui sont utiliséscomme équivalents , e t on les c lasse comme desdescripteurs. Le concept du Kairós grec est introduit, entant que temps qui marque le moment présent déterminépar une qualité et un étât de conscience qui lui impriment

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un contenu et pas un autre. Un temps qui surgit maintenant,en essayant de s´accomoder aux circonstances de notrepays, en polissant les conceptions sur la subjectivité ou enrendant possible les productions d´innombrables collèguesqui ont commencé à intervenir dans des réunions de lacommunauté.

L´actuelle ontologisation de certains contenus de lapsychanalyse propose la présence d´un corpus politico-économique incorporé comme fondement de la subjectivité,sans risquer la neutralisation du psychisme. L´on discutela légitimité d´inclure un nouvel Agenda, et l´on proposel´analyse des liens de l´attachement analysés comme unrécit privé et sans paroles, une évocation de celui-ci entant que ressource utilisée par ces enfants qui le récreentcomme une défense caractérisée comme composantehistorique.

Una clínica de trinchera.Acerca de las crisis

y las redes sociales 1

Susana Matus *

1 Parte del presente trabajo fue presentado en las 3ras. Jornadas deFamilia y Pareja, del Centro Oro, y el Círculo Psicoanalítico Freu-diano, Bs. As., junio de 2002.

(*) Licenciada en Psicología. Miembro Titular de la A.A.P.P.G. Direc-tora del Centro Oro.Mendoza 4625 (1431), Ciudad de Buenos Aires, Argentina.Tel.: 4521-6429. E-mail: [email protected]

Introducción

Desde hace ya mucho tiempo, pero hoy más que nunca,se nos hace necesario a los psicoanalistas dar cuenta delentramado constitutivo y constituyente entre el sujeto, susvínculos y el lazo social.

Es por ello que tratar de pensar las crisis actuales a lasque deben enfrentarse nuestras familias y parejas en laArgentina de hoy, me ha llevado a rescatar, por una parte,aquellas formaciones y procesos intermediarios que dancuenta de una metapsicología transubjetiva –como la co-munidad de derecho, el contrato narcisista y el pacto de-negativo–, y por otra parte, aquellas modelizaciones prove-nientes de disciplinas como la física, la historia o la socio-logía, que proponen la utilización de nuevas metáforas parasignificar la realidad, como por ejemplo la «metáfora de lared».

Quisiera iniciar este trabajo relatando una selección defrases rescatadas de un grupo de reflexión abierto a lacomunidad que, con Beatriz Davidson, coordino en el Cen-tro Oro. Este grupo, al que hemos titulado: «Saliendo delcorralito del miedo» –parafraseando al corralito bancario–,funciona semanalmente y comenzó en enero de este año–2002– como un intento de dar respuesta al creciente climade pánico, depresión e incertidumbre que detectábamosentre nuestros pacientes, nuestros colegas, nuestros fami-liares, nuestros vecinos y nosotros mismos.

«No estábamos preparados para esto. A la defraudaciónla llaman corralito. Soy ex todo. Con la palabra de losdemás se me abre un panorama. El corralito familiar y elcorralito afectivo social se influyen uno a otro. Siento queno pertenezco al sistema productivo, no recibo un pago pormi trabajo. Me siento estafada, ultrajada, tengo muchosmiedos. Juntos somos más. Me siento sola, tengo miedo deenfrentarme a la vida. Planifico una cosa y después no lahago. No hay credibilidad en este país. Se va terminando lacreatividad. Ni siquiera sé, si sé hacer lo que antes sabía.

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Una cosa es cotejar con la realidad y otra cosa es perder lacreatividad. La realidad es que uno se siente inútil. Ahorano hay resultados para nadie o para pocos. Tal vez ahoralos emprendimientos son a corto plazo. Lo que no nossacan es la capacidad de soñar. Me da miedo perder micasa. Hoy en día uno se asocia. Caminos hay, lo que seacabaron son las cosas fáciles. El que hace monedas, hacemonedas, y el que hace pesos, hace pesos. Necesitamoshacer tormenta de ideas. Tenés recursos, pero no sabésconectarte. Buscar nuevas alternativas con lo que uno sabe.Surgieron redes hoy. Hay nuevas formas para entrar en elsistema productivo. La desesperación es un obstáculo parapensar y es signo de quedarse pegado a lo anterior. Alduelo general se agregan los duelos personales. Se necesi-tan cambios en la posición mental para pensar y crear.Volver a arriesgarse. No quedarse solo con lo que no va aandar».

Como se ve, no sólo no están diferenciados los interlo-cutores, sino que también es difícil discernir en el relatocuándo hablan de sí mismos y cuándo del entramado so-cial.

Así la frase de inicio: «no estábamos preparados paraeso», ¿se refiere al sujeto incluido en su grupo de pares, ensu familia, en su pareja, en su grupo social?

Creo que, como sostiene H. Arendt, el mundo modernose ha caracterizado por la desaparición de la separaciónradical entre el espacio de lo privado y de lo público,reemplazándose por una interpenetración disolvente. Des-aparición que –según ella– el totalitarismo utiliza apuntan-do a la destrucción tanto del espacio compartido «entre»los hombres, como a la destrucción de la pluralidad de lossujetos.

Es que justamente –para esta autora– la pluralidad hu-mana y la existencia de un mundo estable y compartidoentre los hombres, son las condiciones de posibilidad de laexistencia humana.

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Las formaciones intermediarias

Me pregunto entonces: ¿cuáles serán los recursos quenos permitirían rescatar estas condiciones de vida del suje-to humano y que, a diferencia de la salida totalitaria, pue-dan promover una respuesta creativa frente a esta disolu-ción entre lo privado y lo público?

Quisiera en este camino retomar aquellos conceptos –quemencioné al inicio– apropiados en el espacio teórico delpsicoanálisis, que dan cuenta de procesos inconcientes cuyaorganización y funcionamiento conciernen –al modo de unapuntalamiento constitutivo mutuo– a cada psique singulary a los conjuntos transubjetivos en los que se entraman.

René Kaës destaca, en este sentido, tres formacionesintermediarias básicas en la constitución de las alianzasinconcientes que sostienen los vínculos y la cultura:

1) la primera es la descrita por S. Freud en el «Malestaren la cultura»: la noción de comunidad de derecho, conse-cutiva al «renunciamiento» impuesto por el contrato sociala la violencia pulsional. El «poder» de la comunidad secontrapone como «derecho» al poder del individuo que escondenado como «violencia bruta». La comunidad en tantoderecho protege contra la violencia al individuo y haceposible el lazo de amor.

2) La segunda es la que define Piera Aulagnier y cuyaspremisas pueden encontrarse ya en las ideas de S. Freudsobre el narcisismo: el contrato narcisista. Esta autorasostiene que cada sujeto viene al mundo de la sociedad y dela sucesión de generaciones siendo portador de la misiónde tener que asegurar la continuidad de las generacionesdel conjunto social. Así el sujeto es portador de una posi-ción en el conjunto y, para asegurar dicha continuidad, elconjunto debe a su vez investir narcisísticamente este ele-mento nuevo.

3) La tercera es el pacto denegativo formulado por R.Kaës, según el cual: todo conjunto transubjetivo está

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signado por un acuerdo común e inconciente con relaciónal destino de la denegación para que un vínculo se organicey se mantenga. Así este pacto se construye positivamente,sobre la base de investiduras mutuas; y negativamente,sobre la base de una comunidad de renunciamientos, sobreun «dejar de lado».

Como vemos, el concepto de pacto denegativo implica asu vez al del contrato narcisista y al de la comunidad dederecho. En otros términos, investidura mutua, renuncia-miento pulsional y denegación o velamiento de la ajenidaddel otro, constituyen la materia prima del contrato socialentre los sujetos.

Pero ¿qué sucede en las situaciones de crisis socialesque por su envergadura pueden considerarse catástrofessociales? Sucede que justamente aparecen atacadas estasformaciones intermediarias que son las que aseguran lascondiciones de vida subjetivas, sociales y culturales.

Así correlativamente –como sostiene R. Kaës– las catás-trofes psíquicas sobrevienen cuando el sujeto no está másen condición de tomar el lugar al cual lo llama el conjunto,y por lo tanto de encontrar las condiciones narcisistas fun-damentales según las cuales le sea posible el mantenimien-to de la vida psíquica.

Volvamos a la viñeta del grupo de reflexión: «soy extodo, ...ni siquiera sé, si sé lo que antes sabía, ...la realidades que uno se siente inútil, ...siento que no pertenezco alsistema productivo». Frases todas que dan cuenta de cómola fragilidad y desorganización social ha implicado a lossujetos de un modo intempestivo, reinstalando para ellos lasensación de desamparo y consecuentemente el efecto desiniestro en la psique de cada uno.

Según A. Stolkiner, elaborar traumas en un contextotraumático crónico no permite la necesaria vuelta sobre símismo a los sujetos; razón por la cual, el ineludible proce-so de resignificación y religamiento, pasa por el diálogo, la

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concreción de estrategias colectivas y la construcción dediscursos alternativos; fase que sólo es posible en el lazosocial.

En este sentido, el agrupamiento constituye para los su-jetos un recurso y una fuente de apuntalamiento, de defen-sa y de apoyo narcisista compartido.

Si retomamos nuestra viñeta, observamos que frente acada caída de los sujetos, el grupo sostiene e ilusiona unasalida: «me siento sola, tengo miedo de enfrentarme a lavida; ahora no hay resultados para nadie o para pocos; talvez ahora los emprendimientos son a corto plazo; tenésrecursos pero no sabés conectarte; caminos hay, lo que seacabó son las cosas fáciles».

Crisis y desempleo

Ahora bien, ¿de qué manera estas reflexiones acerca delsujeto y lo social se entraman con la dinámica de las fami-lias y parejas?

Creo que un elemento paradigmático de este tiempo, eldesempleo, nos permitirá ver de qué modo cada una deestas dimensiones –subjetiva, vincular y social– hacen bor-de, en un efecto de construcción y deconstrucción mutuapermanente.

Freud nos habla de tres fuentes de malestar para el suje-to: el propio cuerpo, el mundo exterior y los vínculos conotras personas. Y propone como formas de procesamientode este malestar al trabajo, la religión y el amor, siendo elúltimo recurso la huida hacia la enfermedad.

Por otra parte, Feijóo, sostiene que los años noventatrazan una línea divisoria entre un viejo y un nuevo país. Elviejo país se caracterizaba porque la gente era fundamen-talmente lo que hacían en el mundo del trabajo, y ese hacerera el organizador estable de la vida cotidiana. En cambio

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el nuevo país, a partir de la desocupación, establece unescenario de inestabilidad e imprevisibilidad, donde loslugares se redefinen y las identidades se ven cuestionadas.

Así, una de las angustias básicas en la familia y la parejade hoy es la que remite al jefe de familia desocupado o endecadencia económica. Muchas situaciones de violenciaintrafamiliar han sido desencadenadas a partir de lo que M.C. Rojas denomina el «abuso social», del que han sidovíctimas los miembros de una familia como consecuenciade la corrupción, la pobreza, la desocupación o la impuni-dad.

También las depresiones resultantes de autorreproches yculpabilización por la falta de trabajo, constituyen signosde la impronta que la fragilidad social produce en los suje-tos y en el funcionamiento vincular.

Otra consecuencia de la desocupación que observamosen nuestra clínica, es una cierta parentalización de los hijosrespecto de los adultos, ya sea por las expectativas a lasque son sometidos, o por la asunción de responsabilidadesexcesivas para su edad.

Vemos, entonces, que cuando se pierde un recurso parala elaboración del malestar tan importante como el trabajo,muchas veces surge la «huida hacia la enfermedad».

La confraternidad social

Sabemos, sin embargo, que toda situación crítica es tam-bién una oportunidad para crear nuevas e inéditas alternati-vas. En este sentido y siguiendo a H. Arendt, habría unadimensión de igualdad de los miembros del espacio públi-co, un asentamiento humano, autónomo y libremente regla-mentado por una deliberación dueña de sí misma; diferentede otra dimensión donde el lazo social se funda en la inte-riorización de una violencia inaugural, que determina ellugar de la ley –siguiendo la teorización freudiana– en

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relación al lugar del «padre muerto». Así cuando la familiao la pareja logran funcionar como un agrupamiento, desar-mando el aislamiento y la marginación, no sólo pueden serrecuperadas las dos funciones básicas de sostén y diferen-ciación, sino que queda al descubierto una posibilidad deauto-organización propia de los grupos de pares y paradig-mática de la confraternidad social: un nivel de horizontali-dad que permite la construcción de la solidaridad más alláde los lugares asignados.

Veamos una viñeta: la familia A –integrada por la madrey dos hijos de 21 y 16 años– está procesando el duelo por lamuerte del padre. La madre se angustia porque siente queen este momento de crisis económica está doblemente sola:no está su marido y no le pagan la pensión, aunque ya estáterminado el trámite. Ella piensa que los hijos no tienenporqué hacerse cargo de esta preocupación. En el transcur-so de la sesión surge que, si bien es cierto que los lugaresno son intercambiables (los duelos son diferentes desde ellugar de esposa que desde el lugar de los hijos), sin embar-go esta situación social los ubica a cada uno con sus posi-bilidades, pero a los tres como responsables de aportar unasalida a la situación. Contrariamente a lo que la madresuponía, esta interpretación alivia a los hijos sacándolos deun lugar de dependencia y libera a la madre de una cargainnecesaria.

Tratando de pensar los recursos con que disponemoscomo analistas para promover el pasaje de lo traumático alo transformador, creo que el dispositivo multipersonal –defamilia, pareja o grupo– permite procesar y construir en lassituaciones de crisis y de catástrofes sociales, la mayoríade las funciones metapsíquicas necesarias para el sosteni-miento subjetivo, vincular y social. En otros términos, eldispositivo multipersonal facilita la aparición de las for-maciones y procesos intermediarios que dichas crisis hanatacado y debilitado, en la medida en que permite recrearen un espacio de intimidad y de confianza, la comunidadde derecho, el contrato narcisista y el pacto denegativoentre sus miembros.

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Las redes sociales

Decía al comienzo de esta exposición que las crisis ac-tuales me llevaron a rescatar la «metáfora de la red» parapensar la realidad.

En este sentido, con M. C. Rojas, hace un tiempo defini-mos nuestra práctica como una «clínica de las redes», unaclínica pensada como abordaje de redes fluidas en constan-te devenir, de tramas que implican a los sujetos o a losgrupos que consultan. Esto supone entre otras cosas, lacirculación por diferentes encuadres, pertinentes a cadacaso, así como el valor del trabajo interdisciplinario.

Pero la complejidad de las situaciones sociales por lasque estamos atravesando, me ha llevado a la necesidad depensar la cuestión de las redes en relación a la construcciónde redes sociales, es decir, a pensar cómo hacer interven-ciones en el armado de tramas sociales que sean producto-ras de subjetividad.

M. Rovere plantea que el «dispositivo de redes», suponeel concepto de «encuentro significativo», esto es, de unencuentro que permita hacer circular los vínculos. Y pro-pone cinco niveles de encuentro en el armado de una red,que van desde el reconocimiento y el conocimiento delotro, hasta las sucesivas maneras de colaboración, coope-ración y asociatividad con el otro.

Todo esto –dice– va construyendo situaciones de cadavez mayor complejidad relacionadas con la aceptación, elinterés, la reciprocidad, la solidaridad y la confianza.

Si analizamos la experiencia del grupo de reflexiónabierto a la comunidad, a partir de estos niveles de encuen-tro, vemos que la primera etapa de reconocimiento de laexistencia del otro, ha sido claramente la más importante.Hallo que la función subjetivante de estos encuentros esjustamente la de permitir reparar una herida fundamentalque hoy padecemos: esta suerte de caída del sistema pro-

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ductivo, lo cual supone la ruptura del contrato social paralos sujetos, y como consecuencia, la sensación de inexis-tencia para los otros y a veces para nosotros mismos.

En una oportunidad una integrante del grupo dijo: «yoacá soy más familia que con mi familia». Es que hoy lasfamilias están tan atravesadas por esta sensación de caída ypérdida, que no pueden cumplir con las funciones básicasde sostén y diferenciación, por lo cual cuando estas últimaspueden ser restablecidas a partir de estos dispositivos deredes sociales, algo de lo familiar se recupera.

Por otra parte, los otros niveles de encuentro –de coope-ración, solidaridad y asociatividad– necesitan un tiempo deestabilidad y elaboración, que tal vez puedan ofrecer algu-nas instituciones sociales como, por ejemplo, las escuelas,los centros de salud o las parroquias. Instituciones quedeberán a su vez dar prueba de una confiabilidad que enprincipio hoy está perdida.

Finalmente, y a pesar de todo, creo que estos momentosde crisis donde una «clínica de trinchera» se nos impone,son aquellos en los que se producen las intervenciones máscreativas, y donde la implicación subjetiva del analista y laincompletud de nuestro campo se ponen de manifiesto.

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Resumen

La autora propone que las familias, a partir de la crisissocial actual, se hallan tan atravesadas por una sensaciónde caída y pérdida que no logran cumplir con las funcionesbásicas de sostén y diferenciación. Sostiene que cuandoestas últimas pueden ser restablecidas a partir de los dispo-sitivos de redes sociales, algo de lo familiar se recupera.

Redes que, por otra parte, facilitan el procesamiento delas formaciones y procesos intermediarios que dichas cri-sis han atacado y debilitado, en tanto permiten recrear, enun espacio de intimidad y de confianza, la comunidad dederecho, el contrato narcisista y el pacto denegativo entresus miembros.

Summary

The author states that, since the present crisis, familiesare so much pierced by fall and loss feelings that theycannot afford to fulfill basic functions such as support anddifferentiation. She sustains that something of the familiarspirit is recovered when these functions are restablishedthroughout social net devices.

At the same time these nets are the ones that expeditethe elaboration of the intermediary formations and pro-

des», Conferencia en Foro deInstituciones Privadas en Sa-lud Mental, Bs. As., 2001.

Stolkiner, A. «Subjetividad deépoca y prácticas en saludmental», Actualidad Psicoló-gica, Bs. As., Diciembre de2001.

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cesses which have been attacked and weakened by suchcrisis, as long as they allow, in an intimate and reliablespace, recreation of civil law, narcisistic contract and dene-gative pact among their members.

Résumé

L’auteur propose l’idée que les familles, à partir de lacrise sociale actuelle, se trouvent tellement traversées parune sensation de chute et de perte qu’elles n’arrivent pas àaccomplir leurs fonctions fondamentales de soutien et dedifférenciation. Elle souligne que lorsque celles-ci peuventêtre rétablies à partir des dispositifs de réseaux sociaux,quelque chose de l’ordre du familial se récupère.

Des réseaux qui, par ailleurs, facilitent le traitementdes formations et des processus intermédiaires que cescrises ont attaqué et affaibli, puisqu’ils permettent derecréer, dans un espace d’intimité et de confiance, lacommunauté de droit, le contrat narcissique et le pactedénégatif entre ses membres.

Lazos de horizontalidad

Sara L. de Moscona *

«...tendría que haber alguien que nosapoye, que nos aliente, que a vecesnos oponga algo; alguien que compar-ta con nosotros...; alguien que no seani nuestra sombra, ni nuestro reflejo,ni siquiera nuestro complemento, sinoalguien por sí mismo; alguien que nosdeje en completa libertad y que nosobligue sin embargo a ser plenamentelo que somos».

Marguerite Yourcenar

El epígrafe de Marguerite Yourcenar, remite a un con-cepto de paridad en torno al cual quisiera desarrollar algu-nas ideas.

En coincidencia con la autora, concibo la paridad, comouna tensión rica y productiva. Dicha tensión tiene lugarentre el apuntalamiento y la subjetivación que hace de so-porte al vínculo. Este vínculo es posibilitador de una opera-

(*) Miembro Titular y Vicepresidenta de la A.A.P.P.G Socio Activo,Coordinadora y Docente del Area de Pareja y Familia, AsociaciónEscuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (A.E.A.P.G.).Miembro Titular de APdeBA. Bacacay 3251 (1406), Ciudad deBuenos Aires, Argentina.Tel. 4612-9981. E-mail: [email protected]

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ción que puede poner en primer plano la diferenciación, enun ritmo de estar-siendo-entre que acontece cada vez.

Sostener una diferencia consiste en un vínculo que gene-ra la diferencia de sus términos, asimismo que el vínculono se componga sólo a partir de términos diferenciados.Los pares cumplen una función sustentadora, y ello por serreferentes válidos, por estar y por compartir. Y por eseespecial intercambio que, aunque parezca paradojal, es ca-paz de soportar la diversidad y a su vez, la singularidad.

El proceso de devenir sujeto en un grupo de pares, esuna experiencia inédita que emana de esa misma grupali-dad. La paridad es una modalidad de funcionamiento de lahorizontalidad en lo vincular. A partir de estas nociones,me pareció interesante interrogar las distintas formas enque se organizan y se constituyen, en los grupos, los víncu-los basados en este eje. Esta constitución atañe a las for-mas organizativas de pertenencia y participación que semanifiestan mediante una lógica diferente de aquellas quese configuran bajo la égida de la verticalidad, ya que éstase halla siempre ordenada alrededor de la figura de un jefeo líder. Desde esta perspectiva, considero lo horizontalcomo constitutivo de la vincularidad, así como también loson las organizaciones jerárquicas más o menos rígidas,propias del orden vertical, si bien estas últimas han sidomás estudiadas que las primeras.

Considero la horizontalidad1 como nudo problemáticoexistencial. Concepto muy diferente de aquel otro que con-sidera la horizontalidad como ideológica, en una suerte dedemocratismo basado en la premisa que afirma que «todossomos iguales».

En la primera acepción, las prácticas horizontalesdevelan la existencia de investiduras y vínculos significati-

1 Provisoriamente utilizo los conceptos de paridad y de horizontali-dad como sinónimos. No obstante lo cuál son términos que podríandiferenciarse.

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vos en cualquier momento de la vida. Las marcas e impron-tas de estos vínculos no son necesariamente duplicación delo originario y siempre posibilitan el fundar con otros,espacios que habiliten el devenir sujetos.

Sin embargo, la modalidad horizontal, en la medida quese mantiene en el tiempo, por su mismo funcionamiento,puede generar su propia verticalidad.

La captura por parte de lo vertical se produce merced ala fuerza que ejerce la instucionalización aun cuando sub-yace la posibilidad de rescatar la dimensión instituyente dela paridad. Como un interjuego dinámico instituido-institu-yente, esta dimensión puede permanecer vigente y desple-garse en toda su potencia; o bien quedar cristalizada yaplastada, pero igualmente así, deja inscripta alguna marcade su presencia. De últimas, podría considerarse la hori-zontalidad como un espacio transicional en tanto facultati-vo de diferencias.

Verticalidad y horizontalidad forman parte de un ordensimbólico que habilita la construcción de un lugar tercero.Apuntan a un «más allá» de los miembros que se liganentre sí. Motorizan ligaduras y enlaces eróticos propiciato-rios de las condiciones de posibilidad sublimatoria del lazosocial.

Siguiendo estos lineamientos, me pareció que plantearla paridad como una herramienta conceptual que se pone enjuego en diferentes dominios experienciales, podría darlugar a un concepto útil a fin de pensar ciertos temas desdeotros enfoques. El énfasis está puesto en la paridad comoinstituyente de un ordenamiento acorde con la regulaciónmutua capaz de convocar y de garantizar la multiplicidad ylas diferencias.

Dentro de los vínculos que se sustentan en el eje par,incluyo también el vínculo de hermandad. Lo fraterno, des-de este enfoque no es considerado ni el vínculo originarioni el fundamento, sino un caso particular de la relación

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horizontal dado que, como ya dijimos, no son todas lashorizontalidades iguales.

Distintas formas de agrupamiento entre pares propicianmodos de producción de subjetividad y de configuracionesvinculares propias de los lazos horizontales y distintas en-tre sí.

Ante la concepción tradicional que consideraba comoúnico eje de diferenciación el eje paterno-filial, podríamospensar en la actualidad, en otras diferenciaciones que noprovengan solamente de un eje vertical, de jerarquía o deautoridad, sino investigar cómo pueden producirse diferen-cias a partir de la presencia del otro como semejante-con-génere y a su vez como ajeno-diferente. Esta presencia quetal vez podría ligarse con el concepto de René Kaës acercade la multiapoyatura, en el sentido de los sostenes recípro-cos que los sujetos se pueden proporcionar entre sí, dondelo que apoya a su vez sostiene.

Es en este sentido que la identidad generacional hace desoporte a la pertenencia como una forma de incorporar lacultura que nos toca vivir y habilitar ese otro espacio, el dela paridad, que como ya dijimos no es una transformaciónde lo anterior. Por ende, si la paridad es con diferenciaciónnos hallamos ante una organización simbólica donde co-mienzan a significarse las diferencias por efecto de losencuentros vinculares. Esto enfatiza la fuerza de la perte-nencia como productora de diferenciación en el eje de laparidad.

Resulta muy ilustrativo al respecto lo que expresaMarguerite Yourcenar en las apostillas de la novela Memo-rias de Adriano: «... tendría que haber alguien que nosapoye, que nos aliente, que a veces nos oponga algo; al-guien que comparta con nosotros...; alguien que no sea ninuestra sombra, ni nuestro reflejo, ni siquiera nuestro com-plemento, sino alguien por sí mismo; alguien que nos dejeen completa libertad y que nos obligue sin embargo, a serplenamente lo que somos».

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Esto significa, tal como lo señalara al comienzo, produ-cir un ámbito a partir del cual se generan diferencias. Espa-cio donde el otro del grupo de pares, además de proporcio-nar un espejo donde mirarse, proporciona su propia alteri-dad para diferenciarse.

Encontré una idea similar, plasmada en dos enunciadosfilosóficos. El primero corresponde a Santiago Kovadloff.Refiriéndose al Deuteronomio como patrimonio literario yexpresión metafórica de dilemas contemporáneos, expresa:«El hombre es relación. Cuando Dios le propone a Moisésque vaya a hablar con el faraón, Moisés pregunta: ¿peroquién soy yo para ir a hablar con él? La respuesta inme-diata de Dios a la pregunta “¿quién soy yo?» es: Estarécontigo».

El autor nos propone pensar la identidad como un estarconmigo. «Ser quienes somos, es estar tanto con nosotrosmismos, como con el otro.»

El núcleo de la idea implícita en el «estar conmigo»consiste en que tal estar sería imposible sin que a la vezincluyera al otro. Presencia, apoyatura, apuntalamiento ypertenencia son lo que en última instancia producen dife-renciación y ésta diferenciación será la que va a armar elnúcleo del ser en el sentido de devenirse con y entreotros.

El segundo pensamiento pertenece a María AlejandraTortorelli. Ella nos invita a «no tratar de pensar los víncu-los sino a pensar desde los vínculos. Como un borde, comoun «entre» sin dos unidades que lo precedan.

La identidad, la unidad, la presencia de uno consigomismo no precede a la llegada de lo otro. La constituciónde lo uno remite a lo otro, y sólo este ir y venir de lo uno alo otro sin resolución, sin detención y sin origen simple,insiste. Es esa indecibilidad de lo vincular lo que viene aexigir otra lógica.

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Los pares sostienen por ser referentes, por estar, porcompartir y por ese especial intercambio que soporta lasdiferencias y la diversidad.

Sostener una diferencia significa que el vínculo segre-gue2 la diferencia de sus términos y no que se compongasólo a partir de términos diferenciados.

Las agrupaciones pares, proveen horizontes de relacio-nes inéditas. Algunas pueden dar lugar al nacimiento dealgo muy preciado y caro en la vida de las personas: comolo es el don de la amistad.

Acerca de la amistad.Relaciones de intimidad y solidaridad

Hay cierto compartir en la relación íntima entre amigosdonde se pueden recrear zonas directamente ligadas a laconstrucción de la identidad. Se trata de proveerse recípro-camente afecto, valoración, protección, confianza y hastaalguna marca de incondicionalidad. Esta marca con la com-plejización del vínculo, se irá transformando y quedarácomo pretensión de disponibilidad. Se irá borrando o des-dibujando, así, la propensión a los absolutos en aras de ladesidealización y de la desmitificación.

2 Utilizo una metáfora arbórea en vez del término producir o generardiferencia, por referencia y asociación con un ejemplo que E. Morínaporta respecto al modo de funcionamiento de un grupo de árboles,que al ser uno de ellos invadido por un parásito, el resto comenzó asecretar abundante savia no sólo por sufrir lo mismo, sino paraacompañarse mutuamente. Considero la denominación en su sentidoafirmativo, como producción de una secreción y no de una segrega-ción o separación. Por otra parte, G. Deleuze, propone la denomina-ción activo-reactivo para señalar a aquellas fuerzas que no son «ensí» sino que de la relación y del encuentro entre ellas se deriva queuna se llame de un modo y la otra de otro. Las fuerzas no estánespecificadas antes del encuentro sino que sólo a partir del mismo,poseen entidad diferenciada.

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Recordamos, al rastrear la etimología del término amis-tad, que ésta acepción remite a compañerismo, y que com-pañero significa a su vez compartir el pan. Proviene dellatín ‘companius’: de cum y panis (pan); lo que significaacompañarse empática y solidariamente. «La amistad notiene otra meta que su propio cultivo. No brinda mejorservicio que el de su misma existencia. Para ser lo quedebe, le basta con ser lo que es.» (Santiago Kovadloff)

Volviendo a las apostillas, y con relación a la amistad,dice M. Yourcenar: «No he dedicado a nadie este libro.Tendría que habérselo dedicado a... Pero aún una dedica-toria más extensa es una manera bastante incompleta ytrivial de honrar una amistad fuera de lo común. Cuandotrato de definir ese bien que me ha sido dado desde haceaños, advierto que un privilegio semejante por raro quesea no puede ser único...» Debería existir alguien.» que,como dice J. Cortázar, en La vuelta al día en ochentamundos, «Con los amigos cambiaremos la relojería delcielo».

La cita de Cortázar alude a ese estar con otro donde secrea otra temporalidad, la de pasar y compartir tiemposvitales, divertirse, acompañarse. La amistad constituye unaauténtica suplementación donde el peso afectivo del otro esimprescindible para la identidad.

Según Ignacio Lewcowicz «los amigos sirven para pensarla vida». Y uno tiene que ubicarse en qué hacer cotidiana-mente y no sólo establecer qué verdades sostener. Para ésteautor, las asambleas barriales, por ejemplo, podrían acercarla categoría de vecinos a la de amigos. «El devenir vecino-amigo, a diferencia de masa o gente, «impone al nombregente, una dignidad subjetiva que hasta aquí no tenía.»

Dardo Scavino, en su artículo «La amistad versus elpoder», plantea que a partir de la modernidad la amistadquedó relegada a la dimensión de lo íntimo y de lo privado,excluyéndola de las relaciones públicas a las que se lesasignó carácter contractual, jurídico e institucional. «Se

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nos enseñó que nuestra libertad termina donde comienzala del otro. Como si la libertad nuestra de hacer o crear noaumentara, por el contrario, cuando nos asociamos a losdemás». La amistad, para Scavino, sería una forma particu-lar de alteración del orden jerárquico, en tanto tiende afacilitar la existencia de prácticas basadas en la dimensiónde la horizontalidad.

Coincido con Jean Baudrillard en pensar el espacio de lohorizontal como un lugar de producción de reglas diferentedel que corresponde a la ley. En el primer caso, se trata deuna modalidad de funcionamiento de la paridad, que poseeuna potencialidad instituyente importante. En ella lo que seopone a la ley no es la ausencia de la ley sino la regla quetrabaja con un encadenamiento inmanente de signos. La leyen cambio, se juega en un encadenamiento trascendente designos.

Regla es el nombre que damos a las interacciones soste-nidas. Estas interacciones se manifiestan como tales en elámbito del intercambio social. Pueden llegar a ser paraciertos grupos, altamente taxativas por la fuerza del con-senso. A su vez, la noción misma de regla exige una eluci-dación que nos llevará a sutilizar el uso del término y aconcebir reglas de diferente consistencia.

Los pares al estar vinculados, se hallan, digámoslo así,en la inmediaciones uno del otro, para asumir la responsa-bilidad ética que les concierne. Ésta atañe al cuidado y alrespeto del semejante en tanto prójimo, ajeno y diferente.También atañe a la preservación de todo aquello que cons-tituye el hábitat y la morada compartidos con los otrosseres vivientes.

«La solidaridad es una producción vincular específicaque surge del hacer junto con otro/otros y del operar en unespacio público que da lugar a la transformación de un“ellos”, en un “nosotros” (Janine Puget).

Se trata de la aspiración a un compartir democrático,

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equitativo, de participación y de cooperación solidaria3 en-tre los congéneres.

La experiencia de la paridad en los grupos de profesiona-les-pares

Como miembro integrante de algunas instituciones, enreiteradas ocasiones focalicé mi interés en las característi-cas específicas de los grupos de pares en la adultez, engeneral, y en particular sobre la formación de profesionalespsicoanalistas que se agrupan por intereses, inquietudes yobjetivos comunes.

Se trata de grupos que sostienen ideas distintas a las deaquellas concepciones; donde el aprendizaje y la investiga-ción no están a cargo de un jefe-líder a quien se le atribuyala posesión del saber, sino que éste circula como una pro-ducción grupal emergente del mismo colectivo. Saber quecada uno puede a su vez adquirir y desarrollar en un inter-cambio estimulante que consolida la identidad profesionaly posibilita vertebrarse desde otro lugar.

El objetivo surge a partir del posicionamiento que gene-ra la vivencia de un genuino vacío compartido. Dicho obje-tivo es el eje central alrededor del cual el grupo se nuclea,siendo éste quien deberá marcar los límites dentro de loscuales se podrá o no desarrollar la tarea.

Al no estar estructurados desde un a priori específico, loque se genera dentro de la paridad son cierto tipo de distin-ciones que la mayoría de las veces tienen que ver conpertenencias institucionales.4 Cuando se enmarcan en lo

3 Cabe recordar que etimológicamente ‘solidario’ proviene del latín in«solidum» –sólido–, o sea por el lado común a varios sujetos, de talmanera que cada uno podría responder por el conjunto, en algúnaspecto. Los liga intereses, ideas, proyectos, bajo la forma de unaresponsabilidad compartida.

4 Los equipos interdisciplinarios constituyen un ejemplo de aquellos

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institucional, la participación par se estructura alrededorde roles donde horizontalidad y verticalidad se entraman.En estos casos, la diferencia de roles asienta sobre necesi-dades funcionales y no suprime las heterarquías que surgendel reconocimiento de las diferencias personales. Cuandoesto ocurre, el intercambio en la vincularidad se complejizafavorablemente ya que en su basamento subyacen normaséticas y valores aceptados que cuando se trasgreden, lapresión del grupo puede constituirse en una fuente de regu-lación recíproca.

El liderazgo entre pares parece una contradicción, peroexiste una figura para el liderazgo en los grupos de pares,tradicional en la historia de la cultura medieval y antiguaque es la del «primus inter pares»5 que significa el primeroentre los semejantes, que no suprime la paridad y tampocoes un eje vertical que irrumpe en el grupo. El primero entrelos semejantes es el que tiene mayor experiencia en deter-minados temas y en general es una categoría rotativa yfuncional. A su vez, son los pares quienes designan alsucesor. Pero de últimas, la transferencia no es con el lidersino con la tarea, y es por eso que no constituye un lugarfijo sino que el saber circula. Esto marca una diferenciaimportante en lo referente a la transferencia simbólica quese diferencia de la transferencia imaginaria, ya que en éstaúltima se postula la existencia de un Otro del saber.

agrupamientos que cuando no poseen el factor cohesionante de loinstitucional, son difíciles de sostener. Aún así resulta estimulantecuando logran perdurar, ya que se trata de varios discursos queencaran lo inabordable a partir de encuentros entre las disciplinas.

5 Los señores feudales elegían entre si al «primus inter pares», o seaa aquel que entre ellos debía convertirse en rey. Este señor pertene-cía al conjunto y no estaba por encima del resto ni era un cargootorgado a través de la herencia. Algo similar se halla narrado en lahistoria antigua donde, por ejemplo, no será Telémaco hijo de Ulisesrey de Itaca, heredero directo al trono por ley natural, sino que laregla era de primus inter pares. Precisamente, la treta de Penélopeconsistió en demorar la elección de un pretendiente y sucesor; locual marca la diferencia entre sucesor y heredero.

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Podría decirse que los profesionales pares inauguran unamodalidad de funcionamiento, donde se trata de producirdiferencia sin una figura de saber instituido.

Como es de suponer esto no excluye rivalidades, compe-tencias y luchas por el poder, así como tampoco sentimien-tos de parálisis y de impotencia.

Existen ciertos grupos de pares que se constituyen confines conspiradores ya sea para entronizarse en el poder opara destruir a alguien o algo, donde el secretear, más queexpresión de intimidad adquiere una connotación de poder.

En la esfera específica del psicoanálisis, tanto en losgrupos de supervisión como de investigación temática, sise logra superar las dificultades, nace una inter-visión,donde lo creativo y lo lúdico da a paso a nuevos descubri-mientos creando al mismo tiempo un lazo social.

El modo en que cada integrante puede reflexionar sobreel material clínico o el trabajo efectuado sobre las concep-ciones teóricas permite, por un lado, una semantizaciónampliada en la tarea con los pacientes, que gracias a estamodalidad, pueden ser abordados desde múltiples vertien-tes. Por otro lado, posibilita la aparición de versiones quese entrecruzan, se suplementan y que también pueden opo-nerse en un clima de juego y placer, si el grado de competi-tividad no es muy elevado.

Desde una posición simétrica es justamente lo multifa-cético –grupal–, lo que nos muestra que ninguna versión esacabada sino que permite poner de relieve las opacidades,las inconsistencias, y las verdades en tránsito.

Dentro del abanico de posibilidades de abordaje y desdelas múltiples perspectivas que ofrece este particular víncu-lo par, lo que emerge es la diferencia entre los distintospuntos de vista y no cantidades o realidades de saber. Aque-llo que cada uno produce en estos grupos, denota una espe-cificidad que pone de relieve lo que suele denominarse

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«estilo personal», conjuntamente con los desarrollos teóri-cos propios.

El estilo, a modo del nombre propio, es la diferenciaciónque puede surgir como un efecto posible de producción delagrupamiento par de los profesionales. Es una manera no-vedosa de poder dar cuenta de la diversidad en medio de laparidad.

El compartir inquietudes e intereses ayuda a afinar elinstrumento. Es la receptividad del par lo que permite pro-ducir el estilo personal. Dada la reciprocidad, un par puedecolaborar, o sea trabajar con, para que el otro desarrollesus propios conceptos o teorías o, en conjunto, realizar unaproducción en común, pero que a su vez es diferenciada.

Podría parecer una paradoja pero en realidad no lo es,dado que se trata de una creación vincular y al mismotiempo singularizada. En el mejor de los casos, lograríaatravesar las barreras de las jergas y de las «parroquias»que obedecen más a las pertenencias institucionales que alas producciones científicas, y dar lugar al estilo y a lasteorizaciones personales independientemente de que lospares las compartan o las suscriban. La cuestión no estásólo en el resultado sino en el sendero que cada uno tieneque ir abriendo para producirlo.

Los pares no muestran el camino, sino que ofrecen con-diciones que obligan a cada uno a buscar el camino propio.Cuando digo obligan, me refiero nuevamente a la frase delepígrafe «... tendría que haber alguien que nos apoye, quenos aliente, que a veces nos oponga algo; alguien quecomparta con nosotros...; que nos deje en completa liber-tad y que nos obligue sin embargo, a ser plenamente lo quesomos».

En el grupo de pares, la diversidad se produce desdedentro del mismo, a partir de lo que se genera por efecto dela presencia del otro.

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Por ende, la especificidad de la tarea de estas agrupacio-nes sostenidas sobre lo horizontal es el trabajo que debehacer el grupo para legitimar su producción y autorizarse.

Dicho trabajo es el de producir diferenciación y recono-cer al mismo tiempo la diversidad6 que se va a despejando,y que es posible observar a partir del estilo de cada inte-grante que devela cuan peculiar puede ser el punto de vistapropio con relación al punto de vista singular de los otrosintegrantes.

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6 Es Jean Laplanche quien plantea la distinción entre diferencia querefiere a polaridad entre dos términos y diversidad como conceptoque, al contener más de dos elementos, admite la multiplicidad.

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Resumen

Considero la horizontalidad como nudo problemáticoexistencial. Concepto muy diferente de aquel otro que con-sidera la horizontalidad como ideológica, en una suerte dedemocratismo basado en la premisa que afirma que « to-dos somos iguales».

En la primera acepción, las prácticas horizontalesdevelan la existencia de investiduras y vínculos significati-vos en cualquier momento de la vida. Las marcas e im-prontas de estos vínculos no son necesariamente duplica-ción de lo originario y siempre posibilitan el fundar conotros, espacios que habiliten el devenir sujetos.

Sin embargo, la modalidad horizontal, en la medida quese mantiene en el tiempo, por su mismo funcionamiento,puede generar su propia verticalidad.

Entre los diversos lazos que se sustentan en el eje de laparidad analizo los vínculos amistosos y las relacionesentre profesionales-colegas.

Summary

I consider horizontality as an existential problematicknot. Quite different concept from that other that considershorizontality as ideological in a sort of a democracy basedin the affirmation «that everyone is equal».

In the first sense horizontal practices show investituresexistence and significant bonds in anytime of life. Thescars and inputs from these links are most necessarily aduplication from originary and always make possible thefoundation in another spaces where subjects come become.

Nevertheless, the horizontal modality, if it is maintainedin a near time can generate its own verticality. In thedifferent bonds that support the axis of parity I analyze thefriendship bonds and the professional links.

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Résumé

Je considère l’horizontalité comme noeud problématiqueexistentiel. Concept très différent de celui qui considèrel’horizontalité comme idéologique, en une sorte dedémocratisme fondé sur la prémisse qui affirme que «noussommes tous égaux».

Dans la première acception, les pratiques horizontalesmettent en évidence l’existence d’investissements et de lienssignificatifs à n’importe quel moment de la vie. Les mar-ques de ces liens ne sont pas forcément une duplication del’originaire et rendent toujours possible le fait de fonderavec d’autres des espaces qui habilitent la possibilité dedevenir sujets.

Cependant, la modalité horizontale, si elle se maintientdans le temps, par son fonctionnement même, peutengendrer sa propre verticalité.

Parmi les liens divers qui se soutiennent dans l’axe dela parité, j’analyse les liens d’amitié et les relations entreprofessionnels.

Discurso hegemónico:vaciamiento de la subjetividad.

Crisis, descomposición yrecomposición de los vínculos 1

Susana Neuhaus *

1 Este trabajo forma parte de las hipótesis y los argumentos plantea-dos en un proyecto interdisciplinario de investigación de la Uni-versidad de Buenos Aires (UBACYT), dirigido por la autora, titu-lado «Hegemonía y discurso: trabajo, universidad pública y espa-cio urbano», 2001-2002.

(*) Profesora Titular de la Universidad de Buenos Aires, MiembroAdherente de la A.A.P.P.G., Argentina.Scalabrini Ortiz 3184, 1° Piso, Capital FederalTe: 4802–3837. E-mail: [email protected]

Corre 1989. Un rumor se extiende por la ciudad de Cara-cas: las masas pauperizadas han bajado de los cerros y estánsaqueando lo que encuentran a su paso. Los medios extien-den este rumor, multiplicando sin saber los saqueos, que sesuceden por contagio. Son saqueados comercios de todotipo, mostrándose imágenes dantescas por la televisión. Estenuevo tipo de lucha desconcierta. El presidente no aparecepor ningún lado, el mismo cuya asunción fuera llamada «lacoronación», por su fastuosidad en medio de planes de ajus-te económico. Aparecen, eso sí, los tanques, y la represiónes a mansalva. Los medios internacionales se contradicencon los locales, en cuanto al número de muertos.

Una sesión de grupo en la universidad, a los pocos díasdel «Caracazo»: nadie habla del asunto. Pregunto cómovivieron los sucesos. Cuesta hablar. Un alumno chino llo-ra. Unos lo miran con cierto interés, los demás no. Variosse burlan. Otro cuenta: «...es que saquearon el abasto (al-macén en Argentina, abarrotes en México) de la familia, ylo destrozaron», otro dice: «...eso le pasa por no fiar...».Nadie se compadece, es una especie de revancha socialcontra el diverso, el extranjero que «se enriquece». Estosucede en un barrio humilde. El alumno chino también eshumilde; no importa, tiene un almacén y es extranjero. Semanifiesta el comienzo de la violencia de todos contratodos.

Venezuela. 1993. En mi consultorio, un adolescente decatorce años, clase media, fantasea insistentemente conlograr que el padre le compre unas zapatillas muy caras,que están de moda, de una determinada marca. Esto sucedeen una época en que la mayor parte de los asesinatos calle-jeros eran para despojar de los zapatos (de esa marca, deese modelo, no cualquier zapato) a quien los portara. Pre-gunto porqué le da tanta importancia al asunto y me confie-sa, con tono confidencial: «...es que yo quiero ser sifrino...»(«cheto» en Buenos Aires, «fresa» en México), «los sifrinosson bellos, se dan importancia, todos los miran». Él mis-mo, que vivía en un barrio semi-marginal a pesar de su

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pertenencia de clase, me había explicado cómo «los malan-dros» robaban específicamente a los que llevaban el últimomodelo de esos zapatos, mostrando cierta ingenuidad de miparte cuando sugerí que lo hacían por necesidad, porque notenían zapatos. En la misma época, en un reportaje, se lespreguntaba a varios jóvenes por qué insistían en ponerseesos zapatos sabiendo que era un factor de riesgo de vidaimportante. La respuesta no variaba demasiado: «...si unono se los pone no es nadie, además si no me doy los gustos¿vale la pena vivir?».

Buenos Aires, 1996. En uno de los talleres de formaciónde investigadores interdisciplinarios que dictamos un gru-po de psicólogos, antropólogos y algún físico, se planteaun tema de investigación relacionado con problemas edu-cativos. Después del diluvio de ideas generan una hipótesisrica, compleja, interesante en campos de indagación socia-les, políticos, psicológicos, incidiendo sobre la educación.

Satisfecha con los resultados, no retorno a supervisar eltrabajo de ese equipo por dos semanas, dejo que trabajensolos sobre lo que habían ya elaborado. Cuando vuelvo arevisar cómo había evolucionado el proyecto, encuentro untrabajo débil, poco sustentable, superficial. Me siento atrabajar con ellos y se va develando lentamente cómo fue-ron eliminando los factores de «compromiso» que implica-ba relacionar ciertos fenómenos con factores sociales ypolíticos. Quede claro que éste era un ejercicio en un taller,y que sólo si ellos querían continuar el trabajo podíanhacerlo, institucionalizarlo o no. La pregunta fue: «¿Quépasó?». La respuesta, inferida de lo hablado allí, era mie-do, y no se habían dado cuenta. Miedo a que rechazaran elproyecto (en la fantasía, puesto que era un ejercicio detaller), miedo a la censura, a las consecuencias...

Habían pasado trece años desde el fin de la dictadura enArgentina, y todavía perduraba el miedo paralizante a pen-sar, a expresarse libremente. Y lo peor, no existiendo losfactores externos, esto se había convertido en autocensura.

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1997, plena era menemista. Privatizaciones, fantasíasde pertenecer al «primer mundo», consumismo a granel.La Universidad de Buenos Aires, universidad pública ygratuita, con acceso irrestricto a sus aulas, es atacadaviolentamente a través de su canal de acceso más amplio ydemocrático: el Ciclo Básico Común, primer año de lascarreras y que obligatoriamente incluye materias de análi-sis social y formación en pensamiento científico para to-das las carreras. Recibe cien mil alumnos anuales en unpaís donde hay desigualdad de oportunidades y falta detrabajo. Esto es, contiene a una masa de jóvenes desocu-pados y recupera sectores de alumnos de nivel intelectualmedio-bajo dándoles la oportunidad de ingresar, sociali-zar, ser orientados y pertenecer a un sector universitario.Se difunde a nivel de los medios, rumores y campañasorquestadas, que «es un filtro» (?) y una pérdida de tiem-po: en las universidades privadas (pagas), se dice: «seingresa directamente».

Creemos que se conforma subjetividad e instituye ima-ginario desde el discurso político hegemónico. Cuando ha-blamos de discurso político hegemónico nos referimos aldiscurso (configuraciones de sentido) que circula, sobretodo, a través de los medios de comunicación de masas, enla sociedad globalizada. Es político en tanto es el discursodel poder, y hegemónico en tanto logra su aceptación através del consenso; de otro modo, si lo lograra a través dela coerción, sería el discurso de la dominación. Intervieneno sólo a través de los medios, sino del «sentido común»(lo pensado por otros y aceptado acríticamente como ver-dad y pensamiento propio) y a través del papel que desem-peñan todos aquellos especialistas que ocupan algún lugarsocial de organización e influencia –profesionales, educa-dores, periodistas y otros– (Gramsci, A., 1936).

Sin embargo, a pesar de esta distinción entre coerción ylogro de consenso, creemos que el discurso hegemónico esveladamente autoritario, ya que induce a la alienación delpensamiento e impide, con múltiples y sutiles estrategias,la decodificación del doble discurso que se ofrece en socie-

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dades altamente desiguales, reputadas, a pesar de esto, deser democráticas.

El otro aspecto de este doble discurso es que la propiaidea de globalización encierra una engañosa faz de iguala-ción a nivel planetario, que ha resultado en la realidadhistórica una profundización de la brecha entre países po-bres y países ricos, con una hegemonía de los últimos sobrelos primeros.

Hay que tener en cuenta que en América Latina, herede-ra del pacto colonial, la figura del caudillo tuvo una in-fluencia determinante en el destino posterior de los pue-blos. La concentración del poder en unos pocos, la adjudi-cación y el efectivo ejercicio del mismo a una figura desco-llante, con cualidades supraindividuales de tipo mesiánico,fue de la mano del nacimiento de una clase política queperduró en el tiempo, eliminando históricamente poco apoco todas las luchas por la igualdad, el ejercicio de lajusticia y todas las formas de organización social que vul-neraran los intereses de esta clase hegemónica, que fuecambiando de bandera y estrategias, pero que condujo fi-nalmente al sofocamiento de la lucha por los derechos delhombre y a la posibilidad de una transformación social.

Esta sofocación comenzó con la entrega del poder dedecisión, en términos de un pacto del individuo con el Esta-do, a gobernantes que en realidad respondieron más a losintereses de un mercado internacional que a los interesessociales de su propio país. Numerosos son los ejemplos enlos que quienes se percataron y denunciaron estas maniobrasfueron recompensados con genocidio, exilio y prisión.

El delito de poder pensar las contradicciones del discur-so fue llamado «subversión», más allá de que esta luchafuese con o sin armas. En algunos casos la lucha por esosderechos se convirtió realmente en lucha armada, en otros,fueron batallas simbólicas que también se pagaron con lavida, con la destrucción de las familias, a veces con lairrecuperable pérdida de la propia dignidad y futuro. Dura-

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mente reprimida, el terror ocupó vastos espacios de la his-toria, aniquilando subjetividades a futuro y borrando físi-camente a aquellos que no se sometieran al orden estable-cido.

Décadas más tarde, la economía neoliberal y su oferta deborramiento de las diferencias y las fronteras, dio lugar auna nueva forma de dominio internacional con una filosofíabasada en la pérdida efectiva de las fronteras entre la fanta-sía y la realidad, de la mano del avance de la tecnología depunta (Vattimo, 1986), un debilitamiento del sentido de rea-lidad, que se vuelve «oscilante» (shwingend). Una estrategiamás sutil se puso en marcha, ya no de aniquilación sino devaciamiento de la subjetividad. El ciberespacio contribuyen-do a una nueva forma de ocio no creativo y a un compromisode los vínculos con la ilusión de estar hiperconectado con elmundo entero, reforzó esta ilusión, creando una «nueva»realidad y otra manera de moverse respecto del otro.

En el neoliberalismo la idea de un Estado ausente de lasdecisiones a nivel de mercado, no se verifica, en tanto enlos temas de fronteras, control de cambio y de políticaseconómicas siempre interviene a través del uso del poderde la clase política, que concretiza esa idea abstracta deEstado a través de sus decisiones. Una sujeción total a lasleyes del mercado, guiadas, naturalmente, por los interesesde las multinacionales, entes plurales y anónimos que in-trodujeron una nueva forma de vida, de percepción de larealidad, de la visión del otro como semejante o comodiverso, como competidor o colaborador, como amigo opotencial peligro.

El aparente multiculturalismo en realidad carece de unaética que fomente el respeto y la responsabilidad por elotro diverso, colocado en general en posición discriminaday subalterna. Importante consideración sobre todo en unmundo en el que el tema migratorio se ha vuelto central,como consecuencia de la desigualdad a nivel mundial. Estefenómeno ha conmovido además la vincularidad familiar,ya que los jóvenes emigran buscando mejores destinos ha-

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cia los países centrales, sin comprender muchas veces lamagnitud del duelo que implica esto, tanto para los que sevan como para los que se quedan.

Todo esto contribuye a la fragmentación de subjetivida-des, de vínculos, de proyectos. Ciertas posturas filosóficasactuales se complacen en hablar de «las identidades» y de«las realidades», apoyándose en la idea de un devenir onto-lógicamente múltiple (Deleuze, 1989), que ha generado enla actualidad una parálisis del hacer en aras de una «mira-da» resignada, convaleciente y rebasadora (Verwindung),«única huella de la tensión hacia lo otro» (Heidegger, 1964),y múltiples fragmentaciones, tanto subjetivas como vincu-lares y regionales.

Este «devenir» es naturalizado, ya que descriptivamentese puede observar una progresiva pulverización de las iden-tidades y un debilitamiento del principio de realidad. Peroésta es una construcción histórica, que encuentra su razónde ser en un nuevo imperialismo a nivel mundial.

Este estilo de no-pensamiento, junto con la imposibili-dad de decodificar el doble discurso y la sujeción a unaiconografía estudiada para impactar los sentidos, un énfa-sis en el goce en lo banal, en la uniformización y masifica-ción de los gustos, de los hábitos, la privatización delespacio público, la destrucción del mismo por el énfasis delos medios en el miedo al otro como potencial enemigo,son una forma de violencia psíquica (Neuhaus, S., Terro-rismo de Estado y violencia psíquica, 1986).

La violencia que se ejerce al comprometer a una socie-dad en un no-proyecto social de estas características, tieneconsecuencias: 1) en la constitución intrapsíquica, 2) en lovincular, 3) en la concepción del trabajo y el compromisodel cuerpo, y 4) en el propio proyecto social.

Podríamos decir que este mito, sostenido hasta hace pocoen países como Argentina, «implotó». Se sostuvo en tantose pudo sostener la ficción de consumo que proporciona un

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goce ilimitado, un compromiso «light» con el mundo cir-cundante, donde nada es lo suficientemente grave comopara merecer el esfuerzo de acabar con la ilusión. Queda-ban ocultas la miseria creciente, la exclusión social de losdesocupados y la incomunicación progresiva.

La nueva forma de prestigio, ser ejecutivos de una granempresa o ganar en dólares, bastaba para vestir narcisísti-camente de triunfadores a aquellos que ocupaban esos lu-gares, sin apercibirse de la desocupación creciente y de laexplotación que significaba, aun para las clases acomoda-das, trabajar dieciséis horas para una empresa, para soste-ner el prestigioso lugar o simplemente el salario, conti-nuando la noción de omnipotencia con más trabajo para lasmultinacionales y no para el país, a través de los misterio-samente prestigiosos teléfonos celulares, prolongación dela nueva esclavitud pintada de colores.

Pocos fueron capaces de salir del encandilamiento de laparidad peso-dólar para denunciar las abusivas privatiza-ciones que comprometían el futuro. Y cuando algún lúci-do vocero se permitió enunciarlo, fue escuchado con inte-rés. Pero esto no fue suficiente como para aunar la volun-tad colectiva en un pueblo seducido y masificado, e impe-dirlo. El pensamiento individual no pudo con el no-pensa-miento colectivo. Hoy en día, fue necesario el robo masi-vo de capitales, la devaluación del peso y el bloqueo decuentas bancarias personales para que la gente descubrie-ra el engaño.

Las protestas sociales mudaron de ser luchas por la dig-nidad del hombre, por medio de su inserción creativa através del trabajo, a reclamos por ser incluidos en el campode trabajo, luchas por la supervivencia. Se degrada el valorde la libertad y de la propia autovaloración.

En Venezuela, el camino hacia la expropiación de losbienes nacionales (léase privatización) fue impedido por laaparición de un líder, también mesiánico, que denunció lacausa de la pobreza crítica (un 80% desde hace casi una

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década, en un país supuestamente rico) en el ejercicio co-rrupto de una clase política llamada democrática porquefue elegida por el pueblo.

No nos vamos a detener especialmente en el ejerciciodel poder por este nuevo líder, muy controversial, pero síseñalaremos que un líder de una masa embrutecida poraños de vaciamiento sistemático, no puede lograr que éstase convierta en un grupo autodeterminado y pensante, sos-teniendo su liderazgo carismático y sin que la masa deje deser tal y se transforme en voluntad colectiva.

Vamos a recalcar la índole similar de los efectos deldiscurso hegemónico en la subjetividad, efecto que llama-mos de vaciamiento ya en trabajos anteriores (Neuhaus, S.,«La subjetividad de las masas en la sociedad globalizada»,1998). Y también en el efecto de descomposición de losvínculos donde el otro es un ser dotado de verdades ycertezas (el líder), en quien se aliena el pensamiento (Freud,S., 1921; Aulagnier, P., 1980), o un enemigo potencial(cualquiera puede ser el delincuente que nos espera agaza-pado), o un rival que pone en riesgo el propio lugar (cole-gas o compañeros de trabajo). Los valores, ligados más auna ética de los bienes que a una ética de los valores,mudan rápidamente hacia el consumismo ciego, las fiestasorgiásticas, la ausencia de construcción conjunta en arasdel placer. Aun las clases subalternas, incluyendo desdelos marginales, las desposeídas, hasta los empleados y pro-fesionales mal o bien pagados, participan de esta fiesta yde estos valores. Es más importante parecer rico en unasociedad desigual o ser blanco en una sociedad mestiza,que incorporarse a una defensa del bienestar general.

Por eso, un cambio en la subjetividad que permita pen-sarse a sí mismo y al otro en un proyecto de voluntadcolectiva, pasa por una reforma ético-política desde la pro-pia práctica en relación al momento histórico y al resto delas prácticas sociales. Pensarse a sí mismo colectivamente,permite crear espacios de sociabilidad en los que la vincu-laridad se torna un hacer-con-el otro en términos sociales y

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en términos de proyecto futuro que significa una recons-trucción de la subjetividad individual y colectiva. Y estoalude también al papel social del psicoanalista, a su prácti-ca, que puede devenir praxis transformadora en tanto tomeeste carácter de reflexión social complejizante.

Una subjetividad que no historiza, en que el presente esun momento que pasa, el pasado algo cerrado o sólo «hue-lla» que no es posible volver a narrar para resignificarlo yreconstruirlo, donde no hay memoria que ayude a construirun presente complejo e historizado y proyectar un futuro,es una subjetividad vacía de significados. Un yo que nohistoriza, no puede elaborar los conflictos y no puede repa-rar, por lo mismo, no puede imaginar utopías.

La catástrofe o la crisis, la emergencia o el colapso

Desde la depredación sistemática que el neoliberalismo,como fase tardía del capitalismo, fue realizando a nivelmundial con el consenso de las masas vaciadas ya de pen-samiento historizante, tanto en lo económico-social comoen lo interpersonal y subjetivo, la «implosión» del modelono significó en Argentina, sin embargo, su destrucción.

El consenso rutinario, logrado a través de la creación deun «sentido común» que sostiene a la hegemonía (Gramsci,A., 1936) o instituyendo un «imaginario instituido» quecrea personalidades acordes con el poder (Castoriadis, C.,1986), se consolidó con la ilusión de un bienestar globali-zado, de una oferta de goce ilimitado, igualador de diferen-cias a nivel planetario.

A partir de diciembre de 2001, junto con la ilusión deconsumismo, se resquebrajó también la confiabilidad en elsistema democrático y en la representabilidad de los gober-nantes. El rol del Estado como sociedad política (aparatojurídico y político), ya jaqueado con la idea del EstadoMínimo del neoliberalismo económico, demostró no sólono estar ausente de las decisiones económicas y de seguri-

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dad, sino ser manejado por la clase política, que se turna enel poder representando los mismos intereses a nivel inter-nacional.

El Estado como concepción ampliada de sociedad políti-ca y sociedad civil, como equilibrio entre fuerza y consen-so desde la hegemonía de un grupo social sobre otro, entróen crisis orgánica, esto es, hubo una puesta en cuestión dela dirección ideológica y cultural, crisis de autoridad delgrupo social dirigente (Gramsci, 1936).

Esto implica actualmente una desvinculación de los go-bernantes respecto de los gobernados, una crisis, no de co-yuntura sino orgánica, porque afecta los consensos y por lotanto la hegemonía. Esta crisis, si bien parte de lo económi-co, va mucho más allá cuando entran en crisis los valores,las creencias y las formas de vida prevalecientes hasta elmomento. Pueden conducir a una revolución, cambio estruc-tural, como pueden ser la ocasión de volver a dejar el poderen manos de los que ya estaban. Sin embargo, al perder elconsenso activo que la sostenía, genera luchas sociales queparten inicialmente de la problemática económica.

Si esta fase de la lucha no es superada, este «momentoproductivo» no va a dar lugar al «momento político», don-de lo que es cuestionado y tema de lucha es la problemáticadel Estado y la construcción de una nueva hegemonía acor-de con los intereses sociales más genuinos. Se torna claroque la resolución de la problemática económica pasa por ladel poder.

En un tercer momento, que supera a los dos anteriores,es necesario plantearse la «reformulación ético política»como foco central de la lucha social, y lo que interesa es laconcepción de una nueva hegemonía, superadora y a la vezabarcativa de las dos anteriores, ya que el limitarse a lasluchas por la supervivencia o el logro de mejores salarios,no permite una reformulación de los valores y principiosque sostienen un estado de cosas. No habría mutación en lasubjetividad social del «sentido común», sostenedor del

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antiguo consenso, al pensamiento reflexivo y crítico quefavorece la elaboración de nuevos proyectos.

En los movimientos sociales juegan las identidades y lasdiferencias. En las reivindicaciones económicas prevale-cen las diferencias de intereses en la sociedad, y las identi-dades se dan por intereses económicos comunes a los dife-rentes grupos sociales, que acentúan las diferencias entregrupos. En las luchas políticas, donde se juega la proble-mática del Estado, priva la identidad sobre la diferencia, entanto lo que se discute es el tema de la hegemonía culturaly política, es el tema del poder.

En el momento ético político se da una toma de concien-cia de la condición de grupo subalterno en un sentido so-cial más amplio, que abarca más sectores, más allá de lasdiferencias, y que permite unificar la lucha en torno a unanueva hegemonía intelectual y moral. Se busca un nuevoconsenso sobre otra base ético-social.

Es importante ver cómo juega el elemento temporal eneste planteamiento, tanto para entender cómo se fuegestando la situación actual, como para apreciar que sonnecesarias diversas etapas de acción para conseguir unatransformación. Si, siguiendo uno de los planteos catastró-ficos, «...la catástrofe vino para quedarse... produce undesmantelamiento sin armar otra lógica...» (Lewkowicz,I., 2002), vemos en esta afirmación una propuesta fijista,ahistórica, presentista ad eternum, que no considera la his-toricidad, niega la dinámica tanto de la realidad social,como del aparato psíquico y la subjetividad social, la histo-ria en este caso es sólo huella que permanece inmutable.Además la así llamada catástrofe no «vino» sola, sino de lamano de la globalización, es aún más: una condición delejercicio hegemónico de la globalización. Considerarla asíno hace sino confirmar la intención paralizante del discur-so prevaleciente.

La crisis, que es permanente en América Latina, ha sidodevelada en su crudeza real. Los mecanismos de ocultación

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de un sistema salvaje que venía operando desde hace déca-das, no podemos decir que fracasaron, sino que ante laposibilidad de pérdida de rentabilidad, los grandes capita-les de las multinacionales decidieron arrasar con todo des-embozadamente, siguiendo el mismo principio de máximaganancia que ya había hecho desaparecer los logros históri-cos de reducción de jornadas de trabajo y seguridad social.Se hicieron visibles entonces, los lados oscuros de esafantasía, sostenida a través de la renegación de buena partede los aspectos de la realidad por parte de los distintossectores sociales.

Lo que aparece ahora no son fenómenos nuevos: la pau-latina desigualdad e injusticia, el hambre, no son emergen-tes inéditos. Tampoco es una catástrofe, porque el derrum-bamiento de lo que estaba no implica la ruptura súbita deuna plataforma estable, ni que no quede piedra sobre pie-dra. Significa el desenmascaramiento de un estilo de vidabasado en la naturalización de la injusticia y en la desesta-bilización permanente, en la exportación de la violencia yla pobreza de los países ricos, que lo son a costa de haberconvertido a los países de menos recursos en exportadoresde talentos, materia prima y mano de obra baratas, recepto-res de la pobreza y la violencia del mundo.

Los medios de comunicación de masas, que recién hoyse afanan en señalar y exaltar los casos de violencia indivi-dual y de muertes por desnutrición, no señalan las causas,exhiben los resultados como trofeo negativo y autodenigra-torio para la población cada vez más descorazonada y orien-tada a idealizar el afuera (se oyen frases como ésta: «estopasa solamente aquí» o «éste es el único país donde seviolan las luces rojas de los semáforos...» y trivialidadespor el estilo), que inducen a la población calificada a bus-car destinos idealizados en el exterior.

La autodegradación y el miedo inducido ante la violen-cia de la delincuencia anónima, son nuevas formas de te-rrorismo psicológico que se difunde de maneras múltiplesy que paralizan toda iniciativa de acuerdo colectivo.

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La misma idea de catástrofe lleva implícita la de unadestrucción total e irreversible (sus sinónimos son heca-tombe, castigo, cataclismo, calamidad, desastre, devasta-ción: esta última significando, a su vez, arrasamiento, ex-terminio y aniquilación). También se crea una nueva yfalaz antinomia: estabilidad, prosperidad o bienestar ver-sus desastre.

Pensamos que esta crisis es vivida de esta manera por losque no supieron ver cómo se iba generando poco a poco elsocavamiento de los recursos materiales y psicológicos, y seiba naturalizando la violencia y la miseria. Y son ahora«profetas de la aniquilación» aquellos que llamaban «apo-calípticos» o «profetas del desastre» a los que atinaban atener un pensamiento crítico frente a lo que iba sucediendo.

En ese enfoque catastrófico, toda esperanza como afectoindividual o colectivo es desalentada como tiempo de pos-tergación, de ingenua creencia en la restitución de lo perdi-do. Esperanza es tiempo también de espera, pero en tantoespera pasiva, convierte en objeto o en sujeto contemplati-vo de lo que adviene al sujeto histórico, aguardando elhiato por el cual se colará el acontecimiento que todo locambie, en medio del caos azaroso en que transcurre lo realinabarcable y ajeno.

Espera, creemos, es tiempo también de resistencia y dereconstrucción sobre otras bases diferentes. En la dialécti-ca construcción-desconstrucción-reconstrucción, la terceraimplica la superación crítica de lo anterior, la eliminaciónde los puntos ciegos de la memoria censurada y la ejercita-ción del pensamiento crítico que permita dilucidar el re-duccionismo individualista para la creación de un pensa-miento colectivo.

Es en este sentido en que pensamos que, dentro de unafilosofía no nihilista, sino negativa, esto es, una reflexiónque considera los aspectos contradictorios, negativos y quemantiene una visión crítica del estado de cosas, hay unaspecto de la subjetividad, como elemento en constante

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reformulación y rehistorización, que representa una reser-va simbólica potencialmente transformadora. Esta reservatiene su razón de ser en la historia de los movimientossociales en Argentina, historia de luchas sindicales y polí-ticas que representaron la base de la educación pública quetodavía hoy se cotiza como un valor de exportación: no sonpocos los casos de logros científicos, literarios, técnicos,deportivos y artísticos de nuestros emigrantes en el exte-rior, valores que se forman en su mayor parte en nuestrasescuelas y universidades públicas.

La capacidad de reconstrucción, de sublimación y delucha en momentos de crisis se ven hoy en los movimientossociales, culturales, económicos y políticos, y en la bús-queda activa de nuevas formas de autorrepresentación, tan-to en lo político como en lo laboral.

La visión catastrófica desalienta la acción transformado-ra y conduce a una actitud nihilista donde nada es recons-truible. Como enfermos terminales, como víctimas conva-lecientes, los sujetos sociales devienen pálidas criaturasdesvalidas, hojas en la tormenta, candidatas a ser rescata-das por alguna entidad benéfica o salvadas por un revés delazar.

No es lo que vemos actualmente en nuestro golpeadopaís. El espacio público, que había sido progresivamenteinvadido y privatizado hasta cambiar la concepción de larelación entre lo público y lo privado, es recuperado pro-gresivamente por las asambleas de vecinos, representativasde los reclamos de las clases media y media-alta, los pique-tes, llevados adelante por los excluidos y los más pauperi-zados, ejercita sus reclamos en puentes y carreteras, espa-cios que pertenecen a todos; un ejército de «cartoneros»,nuevo sector social organizado, recorre las calles y se asien-ta en las plazas (se devela tétricamente tanto la condiciónmísera de un sector de la población como el verdaderocarácter de mercancía disputada de la basura como grannegocio que favorece a unos pocos, a la vez que se acentúafrente al mundo y frente a nosotros mismos, la imagen de

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autodenigración). Se crean comedores públicos, apoyadosen la solidaridad como valor rescatado proyectado haciauna ética colectiva en construcción. Y lo que es todavíamás llamativo, se busca reactivar la economía desde ángu-los insospechados: desde la iniciativa familiar hasta la tomade fábricas abandonadas.

Este último fenómeno es de una importancia capitalcomo elemento de transformación. No sólo se continúa unaactividad productiva: se afirma el derecho al trabajo, a lavez que éste es redefinido desde su condición de actividadalienante, fragmentaria y asalariada como una actividadautónoma, autodirigida y donde los beneficios económicosson distribuidos equitativamente. Esta reapropiación deltrabajo tiene consecuencias sorprendentes: la progresivaorganización en cooperativas y la legalización de la tomade fábricas abandonadas por sus dueños, en cooperativas.El re-posicionamiento de los trabajadores, enfrentados conuna tarea de organización que estuvo siempre en otras ma-nos, cambia tanto la idea de trabajo como la de identidadsubjetiva y muda la idea de vincularidad social.

Todo esto habla de una capacidad de simbolizar, decambiar y proyectar a futuro que contrarresta el paulatinovaciamiento de memoria histórica y significaciones colec-tivas que bombardeó, saqueó, mas no logró arrasar con lareserva simbólica históricamente construida. Es cierto queel terrorismo psicológico y material puede acabar con estosproyectos, como también lo es que los aparatos del poderestán en el mismo lugar y el modelo económico sigue ope-rando a nivel mundial. Dependerá de la organicidad de lasluchas sociales que se puedan seguir llevando adelante.

Encarnando a los profetas del fin de la historia y delsujeto, de la nada, de la imposibilidad, dice uno de ellos:«la catástrofe... supone no la institución de nuevas mar-cas, s ino la dest i tución general de todas el las. . .»(Lewkowicz, I. 2002, citado en Waisbrot, D., «Sujeto de lacatástrofe»).

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¿A qué preguntarse entonces cuál es el papel de la inter-vención psicológica o psicoanalítica cuando no hay nadaque rescatar ni reconstruir? Si la desobjetivación es total,no hay subjetividad abierta a nuevas marcas ni posibilidadde intervención que genere cambio alguno, ni siquiera haysujeto. Se hace estéril todo intento de reconstrucción. ¿Quéqueda entonces para un Hiroshima o una guerra mundial?La respuesta es previsible: esto que sucede es radicalmentenuevo, acontecimental, desprendido de la historia.

La incorporación de una temporalidad en estos procesos,no de la historia como pasado, sino de la constitución de unpresente que es síntesis de lo acaecido, de un futuro que seencuentra en el presente como proyecto, redefine el papeldel psicoanalista en esta situación concreta, pero no locambia radicalmente ni lo destituye.

La intervención del analista sigue siendo la reconstruc-ción de la subjetividad a través del trabajo con el pacienteen la recuperación de la memoria censurada, de su historici-dad, para dejar fluir creativamente las nuevas producciones.

Significa considerar el elemento temporal donde la sim-bolización se reconstruye permanentemente, en la relacióncon otro. Ese otro puede ser otro analista o vecino o com-pañero de trabajo, un connacional o un amigo. Lo impor-tante es que ese vínculo siga siendo un «construyendo per-manente» (Neuhaus, S., 2001) de la subjetivación.

Lo nuevo aparece entonces como negación de lo ante-rior, que implica reflexión crítica no sólo de la propiahistoria, sino de la inserción de la propia práctica en elconjunto de las prácticas sociales y su modificación cuali-tativa.

Proponer una práctica sin teoría, un hacer sin pensar–puesto que ha sido destituido el pensamiento, desubjeti-vados el analista y el paciente (¿o acaso son sólo los pa-cientes los que sufren la destitución subjetiva en la catás-trofe?)– es proponer un accionalismo sin cabeza. Lo que

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quedaría destituido en ese tipo de pensamiento es el psi-coanálisis y toda intervención transformadora. La rehisto-rización permite abrir nuevos caminos subjetivantes, nue-vas identificaciones y nuevos lazos sociales. Lo nuevo esuna reconstrucción estructurante.

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Resumen

Se trata de analizar el papel general del discurso hege-mónico en la constitución de subjetividad, en América La-tina, en particular en Venezuela y Argentina, evaluados apartir del trabajo clínico y del trabajo con alumnos de launiversidad.

El doble discurso del goce y la banalidad por un lado, yla presencia creciente de la violencia en todos los ámbitospor el otro; de la apariencia de democracia versus ladesigualdad creciente; de la oferta de consumo como llavehacia la felicidad y la desocupación cada vez más impor-tante a nivel planetario, lleva a la búsqueda de salidasindividualistas paradojales donde el pensamiento se vacíade contenidos significativos y se aliena en ideas o en per-sonas que ilusoriamente poseen certezas. Con esto se lo-gra el consenso necesario para el sostenimiento de la he-gemonía.

Se afecta la vincularidad, en la medida en que el otro noes otro social con el cual se construye un proyecto, sino unotro ajeno, sumido en su propia búsqueda de goce o en supropia desgracia; o un reflejo narcisista que acompaña enel goce; o un ser poseedor de la verdad al cual hay quesometerse. La soledad e impotencia del hombre de la so-ciedad globalizada se basa en esta triple circunstancia:exacerbación del narcisismo y la banalidad; masificacióny pérdida de la capacidad simbólica; y sometimiento a lapalabra vacía de un no-discurso, con imposibilidad dedecodificarlo.

Se utilizarán ejemplos de la clínica en ambos países yde la coordinación de grupos en la Universidad Central deVenezuela y en la Universidad de Buenos Aires.

Summary

It deals with the action of hegemonic speech on theconstitution of subjectivity in Latin America, particularly

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Venezuela and Argentina, observed through clinical prac-tice and work with universitary pupils.

The double speech of enjoyment and banality on oneside, and the increasing presence of everywhere violenceon the other; of the appearance of democracy opposite tothe increasing inequality; of consumption offered as thekey to happiness and an unemployment which is more andmore important in the whole planet, lead towards search-ing paradoxical individual exits where thought is emptiedof significant contents and alienates itself in ideas andpersons who illusory owe certainties. This is the way howthe necessary general assent is achieved, in order to sup-port hegemony.

Linking is affected the moment the other one is not asocial other one with whom a project is built, but an alienplunged into his own search of enjoyment or into his ownunhappiness; a narcissistic reflection to accompany in joy-fulness; or the owner of a truth to be submitted to. Loneli-ness and human impotence in global society is based onthis triple circumstance: exacerbation of narcissism andbanality; massification and loss of symbolic capacity;submition to the empty word of a non-speech, incapable ofdecodification.

Samples of clinical cases from both countries, and ofgroup coordination in the Central University of Venezuelaand in the Buenos Aires University will be used.

Résumé

I l s’agit d’analyser le rôle général du discourshégémonique dans la constitution de la subjectivité enAmérique Latine, en particulier au Venezuela et enArgentine, évalués à partir du travail clinique et du travailavec des élèves universitaires.

Le double discours de la jouissance et de la banalitéd’une part, et la présence croissante de la violence dans

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tous les domaines, d’autre part; de l’apparence dedémocratie contre l’inégalité croissante; de l’offre deconsommation avec clé au bonheur et le chômage chaquefois plus important que l’on détecte sur toute la planète,mène à la recherche d’issues individualistes paradoxalesoù la pensée se vide de contenus significatifs et s’aliènedans des idées ou des personnes qui possèdent des certitu-des de manière illusoire. Avec cela l’on obtient le consensusnécessaire pour maintenir l’hégémonie.

Les liens sont affectés, puisque l’autre n’est pas un autresocial avec lequel construire un projet, mais un autreétranger, plongé dans sa propre recherche de jouissanceou dans son propre malheur; ou un reflet narcissique quiaccompagne dans la jouissance; ou un être qui possède lavéri té auquel i l faut se soumettre . La sol i tude etl’impuissance de l’homme de la société globalisée se fondesur cette triple circonstance: exacerbation du narcissismeet de la banalité; massification et perte de la capacitésymbolique; et soumission à la parole vide d’un non-discours, avec impossibilité de la décoder.

L’on utilisera des exemples de la clinique des deux paysainsi que de la coordination de groupes à l’Universitécentrale du Venezuela et à l’Université de Buenos Aires.

Interrogaciones

Preguntas a René Kaës * 1, 2,

1 Conferencia titulada «Polifonía del relato y trabajo de la intersub-jetividad en la elaboración de la experiencia traumática», presenta-da en la A.A.P.P.G., 2002, y publicada en la Revista de laA.A.P.P.G., «Asistencia y condiciones de existencia en la Argenti-na actual», Tomo XXV, Nº 2, 2002.

2 Traducción: Mirta Segoviano.(*) Psicoanalista. Presidente del C.E.F.F.R.A.P. Profesor emérito de la

Université de Lumière, Lyon-2.

Decidimos presentar las preguntas al Dr. Kaës en estasección, ya que luego de la Conferencia publicada en elnúmero anterior, se originó un espontáneo intercambiocon el colectivo institucional que interrogó a Kaës en múl-tiples direcciones: la clínica, el psicodrama, la metapsico-logía vincular y desde luego la situación de la Argentina.Dada la complejidad temática, el Dr. Kaës nos envió desdeFrancia sus respuestas a cada una de ellas.

1. ¿El pacto narcisista y el pacto denegativo, seríanmodificados a través de estos dispositivos polifónicos?

La noción de polifonía del discurso, que tomé de lostrabajos de Bakhtine, implica una concepción del sujetoformado y trabajado por la interdiscursividad. Esta concep-ción de un sujeto atravesado por una red de voces, depalabras y de palabras habladas que lo constituyen, me hasido valiosa cuando quise avanzar en el análisis de losprocesos asociativos en los grupos. Partí de esta proposi-ción, que en Bakhtine define la relación del sujeto socialcon los discursos que recibe y con los discursos que enun-cia, pero debí transformarla poniéndola a trabajar en elcampo del psicoanálisis. Mi hipótesis central es que elsujeto del inconciente es simultáneamente sujeto del gru-po, o, más ampliamente, sujeto de los vínculos en los cua-les se constituye como sujeto del inconciente. Este sujetose constituye en los puntos de anudamiento de las voces, delas palabras y de las palabras habladas de los otros, de másde un otro, y en ese espacio, está en relación directa con losprocesos y las formaciones del inconciente de los otros.Para advenir en un espacio psíquico a la vez común, com-partido y singular, se ve llevado a consumar, sin saberlo,alianzas inconcientes, unas estructurantes, otras alienan-tes. Estas alianzas están en el núcleo mismo de la represiónque ejerce en él su entorno inmediato, por lo tanto sonestructurantes, y esta represión organiza en él sus propiosprocesos de represión. Es diferente cuando estas alianzasse llevan a cabo en el registro de la renegación, de laforclusión o de la desmentida. El sujeto del inconciente essiempre un sujeto dividido, y yo intento sostener que estádoblemente dividido. Dividido entre el cumplimiento de supropio deseo inconciente y las defensas inconcientes quese le oponen; y dividido también entre las exigencias deconsumar esas alianzas (a causa de su inscripción en la redde sus vínculos intersubjetivos) y de ser «para sí mismo supropio fin».

Cuando en un vínculo prevalecen el pacto denegativo oel pacto narcisista alienante, el discurso deviene «monofó-

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nico», tiende a hacer escuchar solamente una voz, que repi-te siempre el mismo discurso, no autoriza más que lasmismas representaciones y sólo reconoce el mismo senti-do. Exige que cada uno hable y experimente con una solavoz. El sujeto deviene «sordo» a sus divisiones y a susconflictos. Lo que prevalece es algo que he descrito comola posición ideológica, que sólo obedece a la omnipotenciade la Idea, a las exigencias de los Ideales arcaicos y, enúltima instancia, al imperativo de mantener el discurso comoun Ídolo o un fetiche. La polifonía es ahí evidentementenula o muy reducida. El trabajo que intentamos emprendercon esos sujetos de un vínculo alienante es restablecer alsujeto en su propia polifonía, ésta restablece la pluralidad delas voces y de los enunciados, más precisamente la polise-mia del discurso y restablece al sujeto en sus divisiones y ensu conflictividad interna e intersubjetiva.

El advenimiento o el restablecimiento de la polifoníaintroducen en el sujeto una experiencia de incertidumbre;se ve confrontado con preguntas como: ¿quién habla, quiénsueña, quién es albergado en él, a quién se dirigen susdiscursos, sus deseos, qué lugares ocupa en las fantasías yqué lugares asigna al otro? La polisemia no sigue unalógica lineal, en esto se acerca a la de la poesía y del sueño,está organizada por los procesos primarios en sus relacio-nes con los procesos secundarios. Esto quiere decir que laactividad del preconciente está movilizada y que el sujetopuede nuevamente jugar con toda la gama de sus afectos,de sus imágenes y de sus palabras, y escuchar en el otro laresonancia y la disonancia de su propio discurso.

2. ¿Se podría pensar en el trabajo de la polifonía parael trabajo psíquico del apuntalamiento en la Argentinaactual?

La polifonía es lo que distiende los pensamientos sim-plificadores, está abolida en los regímenes del pensamientoúnico y en todas las diversas formas del populismo, queapunta precisamente a designar una causa única de todos

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los males que conoce una sociedad, al mismo tiempo queacaba por propagarla. Los clivajes entre el bien y el malson entonces la regla del pensamiento y de las relacionessociales, y para esto es preciso estigmatizar chivos emisa-rios, atacar los pensamientos que restituyen la compleji-dad. Conocemos demasiados ejemplos de esto en la histo-ria de los fascismos europeos y en las dictaduras que su-frieron los países de América Latina. La ideología de launión sagrada es la forma de la ilusión que quisiera hacerdesaparecer bajo una falaz exigencia de Eros los recursosvivificantes de Eris (del conflicto, de la discordia) cuandose mantiene en su relación con Eros.

Lo que mantiene la polifonía es el trabajo de la cultura,en el fondo es la democracia, porque la democracia es lapluralidad de las voces, el reconocimiento en uno mismode la diversidad de los discursos. La concordia y la discor-dia son no sólo toleradas, son recibidas en la plaza pública,tienen derecho de ciudadanía. Si se puede pensar en estosprocesos en términos de apuntalamiento, esto quiere decirque los apoyos del pensamiento y de los vínculos socialesson plurales, y que es preciso prestar oídos a esta plurali-dad, para que se produzca el sentido, más allá de las impo-siciones reductoras del sentido.

3. ¿Se podría pensar que este trabajo se pudiera hacerno sólo sobre un pasado traumático, sino también sobre unporvenir que hoy parece imposible, imposible de pensar,imposible de investir?

El pasado traumático es el pasado que no pasa, que no setransforma. Evidentemente, el pasado que no pasa se repitepara que el sujeto no recuerde su angustia, pero tambiénpara que realice, mágicamente, el dominio de lo que le fueimpuesto, gracias a los únicos medios psíquicos del retornoa lo mismo o de la inversión en lo contrario: lo que hasufrido pasivamente, trata de repetirlo activamente, y así seinstala un círculo que, diabólicamente, nos ata al trauma-tismo. Es una solución sin salida creativa. A menudo he

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hablado de este apego al trauma, de esta pegadura que noshace reproducir esta repetición y al mismo tiempo buscaruna salida mágica del lado de un salvador. En ambos casos,el sujeto se ausenta de su subjetividad, está en interacciónmecánica, porque, cuando el tiempo se detiene y se fija en larepetición del pasado, no existen o ya no existen los medioso los recursos para pensar y para preservar un espacio psí-quico subjetivo. Para que haya un porvenir, es necesario quesea posible, y sobre todo que sea buscado, otro espacio depensamiento, y que el entorno funcione como el espaciocultural del que habla Winnicott: ese espacio es un espa-cio intersubjetivo, un «espacio donde poner lo que encon-tramos».

El traumatismo crea una especie de garantía contra laincertidumbre que se instala con los hallazgos del pensa-miento y con el por-venir/sin-venir [l’a-venir]. Investir elpor-venir/sin-venir como no idéntico al pasado, es un actode expectativa creyente en sí mismo y en los otros, en loque sobrevendrá y nos sorprenderá. No es una creenciaingenua, exige a veces silencio y siempre atención a lasformas de la vida que surgen de una manera imprevisible, yque sólo pueden devenir pensables en la memoria del pasa-do y en el trabajo de la intersubjetividad. La vida es polifo-nía, la muerte es su reducción. La polifonía implica unaalteridad, incluso si no la conoce, se funda sobre un audito-rio que no es autos, no es auto-referida.

4. ¿Podría ampliar su idea acerca de un «espacio decreación que no estaba disponible antes de la experienciatraumática»?

Debo efectivamente matizar mi pensamiento sobre estepunto: cuando un espacio de creación o un espacio transi-cional no están ya suficientemente constituidos antes deltraumatismo, los efectos de éste son tanto más devastado-res, porque para poder ser metabolizado y transformarse enexperiencia subjetiva y en experiencia compartida conotros, el traumatismo que paraliza o destruye este espacio

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debe poder inscribirse nuevamente en este espacio. Recien-temente escuché algunos hombres y mujeres que hablabande las torturas que habían sufrido durante la dictadura enChile: habían podido escapar a la muerte por razones di-versas, pero todas y todos habían logrado conservar unvínculo con sus «bienes culturales», con las voces que enellos eran los porta-palabra de esos bienes, en su cabeza yen su corazón mantenían un diálogo con ellas. Ahí hay unproceso de supervivencia que se asimila a las identificacio-nes en urgencia descritas por Missenard. Uno de esos chi-lenos, decía que, vuelto del dolor que lo aniquilaba tras latortura, se esforzaba en pensar que sus verdugos tambiénhabían estado alguna vez en la misma escuela que suscompañeros, que si sobrevivía debería combatirlos y luegocomprender lo que los había llevado a este desastre. Mu-chos de los que pudieron sobrevivir a los campos de exter-minio tenían en reserva un espacio donde podía subsistiruna parte de creación. Lo que puede ser preservado antesdel traumatismo es también lo que contribuye a asegurar laelaboración postraumática. En la conferencia que escucha-ron, me he referido a los escritos de Janine Altounian: ellateje su texto en los que han testimoniado del genocidio, ymuestra que el recurso a otras voces es necesario paraasegurar nuevamente la de aquellos que vuelven del infier-no. Ella restablece la polifonía a través de este recorridopluri-referencial: su trabajo no es el de la cita, sino el de laconvocación de varias voces, de varias palabras habladas.Por eso el trabajo de la cultura y el acceso a las obras decreación son tan importantes para sobrevivir al traumatis-mo y a la catástrofe.

5. Cuando usted habla de «sujeto» en el discurso polifóni-co, ¿cómo quedan los conceptos de «sujeto del inconciente» y«sujeto del grupo»? ¿Sostiene estos conceptos? Por ejemplo,en el discurso polifónico, ¿se expresa el sujeto del inconcien-te?, ¿o ahí se trata siempre del «sujeto del grupo»?

Comencé a responder sobre este punto desde la primerapregunta, pero ahora ustedes me dan ocasión de precisar

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ciertos puntos. Voy a tomar otro ejemplo, el de la polifoníadel sueño: es una cuestión sobre la que acabo de terminarun libro. Me he interesado en los sueños comunes y com-partidos por varios sujetos, en la cura, en los grupos, en lasfamilias, en las instituciones asistenciales y en la pareja.Puse así en debate que el sueño –sobre cuyo modelo Freudconstruyó su concepción del aparato psíquico–, se consti-tuya únicamente en el espacio intrapsíquico, aunque seasiempre un sujeto singular quien produce el sueño. Pero¿cómo, con qué materiales y en qué espacio encuentra elsueño su valor de experiencia? Es evidente que de estaexperiencia nada podemos saber como no sea a través delrelato que de ella se hace a otro o a más de un otro. Y esteotro (estos otros) está(n) ya presente(s) en la matriz delsueño. He supuesto varias matrices del sueño, correspon-dientes a tres ombligos: el que Freud descubrió («el lugardonde el sueño se apoya en lo desconocido del cuerpobiológico»); el ombligo intersubjetivo (ahí donde se apoyaen los sueños de los otros, se nutre de ellos, les responde,en los lugares secretos que nos ligan a éstos); y el ombligosocial (que garantiza los vínculos entre las relaciones so-ciales, los mitos y los sueños). El sujeto que sueña essimultáneamente el sujeto del inconciente y el sujeto del«grupo». Desde este punto de vista, se evidencia que elsueño está organizado según una estructura polifónica. Elsueño se elabora en el cruce de varias fuentes, de variasemociones, de varios pensamientos y de varios discursos.Esta polifonía del sueño trabaja antes, durante y despuésdel sueño. Antes del sueño, está presente en las condicio-nes preoníricas en los materiales de la vigilia y en losresiduos de los sueños de los otros, tanto como en lo queellos no han podido soñar. Durante el sueño, se manifiestaen los procesos y las prefiguraciones surgidas del trabajodel sueño: condensación de las personas reunidas y mez-cladas (como «Irma»), en el desplazamiento, la multiplica-ción del elemento similar, la difracción de los objetos in-ternos. Después del sueño, en el relato del sueño donde elsujeto encuentra, de manera manifiesta, su o sus destinata-rio/s latente/s y su inscripción en el lenguaje y en la cultu-ra. Esta sobredeterminación de los tejidos germinativos del

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sueño y de su trabajo polifónico lleva a preguntarse quiénpiensa, quién experimenta, y finalmente quién sueña en elsueño. Para retomar la pregunta, diría que, en el discursopolifónico en el sentido en que lo entiendo, y hasta en lossueños, el sujeto del inconciente es siempre el sujeto delgrupo.

6. En las dos formas de identidad, ¿«autos» remite alsujeto del inconciente, e «ídem» al sujeto del grupo?

Se podría efectivamente pensar que el inconciente sóloconoce autos, en cuanto a que, originariamente «clivado»(gespaltene) de los otros espacios intrapsíquicos o constitui-do por la represión secundaria, sólo se refiere a sí mismo yexcluye la alteridad. Por el contrario, ídem implica la ideade un comparativo: lo mismo que yo, lo que sólo puedeadvenir en una relación con el otro. Se podría entoncespensar que autos remite al sujeto del inconciente, e ídem alsujeto del grupo, y adhiero en parte a esta proposición. Peropienso, por otro lado, que si el concepto de identidad contie-ne estas dos dimensiones, digamos, inventando un neologis-mo, la de «autotidad» y la de «idemtidad» (he intentadoprecisar en qué y cómo en la conferencia), en todo caso, elsujeto del grupo es también sujeto del inconciente, del in-conciente del otro/s, y que primitivamente se constituye enla autotidad de la díada madre-hijo, cuyo paradigma es a lavez la unidad narcisista y la inclusión del infans en el incon-ciente materno. La idemtidad implica una separación, undesprendimiento, una diferenciación de este espacio.

7. El trabajo de la polifonía enunciativa, ¿implicaría untrabajo contra la creencia en una identidad como punto departida... dado que, justamente, somos dichos por otros yque los otros obtienen significación a partir de mí? (Elconcepto de identidad fija como trampa).

La distinción que acabo de señalar lleva efectivamente apensar que la polifonía sobreviene cuando autos cede un

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lugar suficiente a ídem. Pero también es necesario alter. Lapolifonía es el «concierto» de esos tres componentes, in-cluso autos, porque si efectivamente somos «dichos» porlos otros, si, como pienso, somos varios y somos grupo,para que podamos a nuestra vez decir y soñar en nombrepropio, es necesario un núcleo estable. Toda la tensión demi trabajo es reconstruir la cuestión del sujeto sin hacerlodesaparecer en el grupo o en los conjuntos más vastos. Estatentación de evaporación del sujeto es una herencia delpensamiento estructuralista duro y del deconstructivismoradical. Estos pensamientos han jugado un papel críticoeminente, han denunciado la trampa de la que ustedes ha-blan. Pero pienso que la deconstrucción post-moderna delsujeto, representado como idéntico al yo [moi] y al indivi-duo (indiviso), con su identidad supuesta fija, tal vez nosha llevado a esfumar la cuestión de la «consistencia» y dela «resistencia» del núcleo identitario sin el cual el sujetono es más que una zona de turbulencia incapaz de sostenerun deseo y de inscribirlo en la historia. El discurso sobre ladiseminación del sujeto contribuye a esta representación,pero también da cauce a la deserción del Yo [Je] y delNosotros del escenario intersubjetivo y de la historia. Nues-tras investigaciones, organizadas a partir del psicoanálisisy de la teoría psicoanalítica de los grupos, nos condujeronsobre esta vía, y también la vimos en acción en la literaturay la filosofía. Pero hay que comprender que esas investiga-ciones también tienen un contexto cultural, técnico y socialbastante preciso. La identidad, seguramente, ya no puedeser ni vivida ni concebida como fija, es generativa y trans-formacional, pero a condición de que el núcleo exista yfuncione. ¿Debemos admitir que los estados-límite son elporvenir de la humanidad? La polifonía supone, como enmúsica, una pluralidad de las voces, una forma continentey un principio de transformación que genere los sonidos ylos haga mantener juntos gracias a vínculos internos sufi-cientemente estables.

8. El tema a dramatizar en el psicodrama, ¿es en todoslos casos propuesto por el grupo, o el terapeuta puede,

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también él, y a partir del clima creado en el grupo, pro-poner el tema? ¿Los terapeutas participan activamente enla dramatización, puesto que se trata de «otras voces»,con experiencias diferentes a las de los miembros delgrupo?

En mi experiencia de este tipo de psicodrama, el o lospsicodramatistas sostienen el proceso elaborativo del grupoy de las personas, pueden efectivamente proponer un temade juego a partir del clima creado en el grupo, en resonanciacon las emociones y los pensamientos que buscan su vía defiguración. Pero lo más a menudo, puntúan las resistenciasque surgen en la transferencia. Puntúan principalmente ladificultad, de tinte paradójico, para imaginar un tema mien-tras que precisamente la evocación de la situación traumáti-ca vuelve a poner a los participantes en contacto con lainsuficiencia de lo imaginario y del preconciente.

El trabajo de los psicodramatistas es estar a la escuchade lo que hace obstáculo a la transformación del aconteci-miento en un pensamiento polifónico. Es precisamente ladiversidad de las voces y de las versiones lo que hay quebuscar sostener en una escena que pueda, en un momentodado del proceso de trabajo, movilizar a varios participan-tes y comprometerlos en el juego.

9. ¿Cómo conceptualiza usted la repetición que se poneen juego en la escenificación psicodramática y, sobre todo,cómo se relaciona ésta con el hecho de que «se repite parano recordar»?

En la técnica que utilizo, la dramatización psicodramáti-ca parte de un escenario traumático primitivamente fijadosobre el cual el principio de repetición ejerce un dominio, yque el proyecto de juego, luego el juego mismo, tiene porobjetivo transformar en un argumento dinámico. En estatransformación, hay un encuentro con lo desconocido, y aveces ocurre que el argumento imaginado o representado sefija en el juego y el escenario se repite. Esto ocurre cuando

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el núcleo caliente del traumatismo es reactivado. Entoncesse repite para recordar en el tiempo del traumatismo ypara permanecer pegado a este recuerdo. El psicodramaintroduce una separación con relación al acontecimientotraumático al proponer un desplazamiento metafórico: ésees el principio mismo del juego. Es el motor de la elabora-ción del traumatismo.

10. ¿Utilizaría el dispositivo de psicodrama psicoanalí-tico para casos de grupos familiares que han vivido situa-ciones traumáticas como conjunto?

Personalmente, no tengo la experiencia del psicodramapsicoanalítico con familias. Lo que puedo decir, y quetiene un alcance más general, es que el dispositivo de tra-bajo que propongo no debe ser utilizado «en caliente». Paraque el deseo de jugar, con sus riesgos, se pueda constituir,es necesario que se respete una puesta en latencia.

11. ¿Qué diferencias encuentra entre las «pequeñas»catástrofes (individuales, familiares y microsociales) y lasque son masivas como los genocidios?

Para el sujeto que la vive, no hay «pequeña» catástrofe.Lo más a menudo, es sólo après-coup que el sujeto y elconjunto al que éste pertenece pueden pensar las dimensio-nes de la catástrofe, entonces la catástrofe puede ser resti-tuida a su contexto. Cuando sobreviene la catástrofe, laspersonas, ustedes y yo, se dicen: ¿por qué yo? ¿qué meocurre? Es también por esta razón que es tan importanteque el pensamiento de la catástrofe y de sus dimensionessea sostenido por el trabajo de la cultura y por el trabajo dela intersubjetividad. La mayoría de los sujetos, en una ca-tástrofe masiva, no comprenden por qué y cómo les pasaeso. Pueden tener una intuición, pero quisieran no creer enella. Los más lúcidos no son escuchados, sobre todo si elpensamiento colectivo ya no circula, y se hace todo paraque ya no circule, eso es una precondición. A veces, antes

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de la catástrofe, se representan ya como víctimas que nadapueden contra lo que va a ocurrir.

Las catástrofes de masa, tales como los genocidios, des-mantelan a sus víctimas, porque es extremadamente difícilluchar contra un emprendimiento que apunta a aniquilar supropia pertenencia a la humanidad, y más precisamente a unconjunto que es destruido en su contrato narcisista básico.

12. Los argentinos estamos viviendo en estado de catás-trofe social, y surgieron algunos dispositivos, como lasAsambleas barriales y otras asambleas, como la de losprofesionales de la salud mental. Estas asambleas tienenuna función de resistencia y se dan en un alto nivel deincertidumbre con relación a su subjetividad. ¿Se podríapensar esto como un dispositivo posible de elaboración delduelo?

Según lo que he podido comprender estando aquí y dis-cutiendo con algunos colegas, pero también leyendo la pren-sa en Francia, las Asambleas barriales y los dispositivos detrueque son ocasión de una vuelta a poner en trabajo cues-tiones sociales y políticas, principalmente por las genera-ciones jóvenes. Es ocasión de escuchar varias voces yrelanzar el proceso de historización. No estoy en condicio-nes de saber por experiencia cómo funcionan estos disposi-tivos, pero puedo seguirlos perfectamente si ustedes pien-san que participan en el trabajo de duelo. El duelo permiteapropiarse algo de la transmisión en el modo creativo: crea-ción de recuerdos, remodelaciones identificatorias, creacio-nes de nuevos pensamientos, crítica a lo que ha sido ideali-zado.

La creatividad del duelo sume en la fase depresiva. Estasupone que las fases precedentes hayan sido superadas. Laprimera fase es una fase de supervivencia, está focalizadaen el presente y efectúa un congelamiento del duelo. Lacolectividad y el grupo preceden al individuo, suele ocurrirque se utilicen mecanismos sacrificiales o chivos emisarios

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para garantizar la supervivencia de la comunidad; es vitalpara ella. Uno de mis colegas, que trabajó mucho tiempoen Bosnia durante y después de la guerra, observa que losexilados son los encargados de hacer sobrevivir a la comu-nidad de la que han emigrado. Durante la segunda faseprevalecen los mecanismos de defensa donde la renegacióny el clivaje cumplen una función capital, la de cerrar lacomunidad sobre su dolor en un pacto de silencio. Duranteesta fase, puede ser intolerable, incluso para los que su-fren, que los otros hablen de la catástrofe.

La fase depresiva y la reactivación de los procesos deduelo son momentos de gran fragilidad para la comunidad,para las familias. El duelo de cada uno no va al mismoritmo, unos están en la elaboración, mientras que otrosestán aún en la renegación y los clivajes funcionales parapoder seguir viviendo. Los grupos naturales pueden frenarla elaboración del duelo individual o sostener la creativi-dad de la depresión.

13. Usted habló especialmente de la supervivencia des-pués del trauma. ¿Podría decirnos algo acerca del «sobre-vivir durante», proceso que está teniendo lugar hoy enArgentina?

Ciertamente, son ustedes quienes están mejor situadospara hablar de esto. La capacidad de resistencia que uste-des acaban de evocar, es la resistencia a la destructividadinterna y a la que viene del «afuera». No es una resistenciapasiva, porque ustedes deben sobrevivir y tienen para uste-des esa energía creadora que se manifiesta por el manteni-miento de la vida cultural, sin duda a un alto precio, por lainvención de las Asambleas, por la reactivación del cues-tionamiento político, fuera de los establishments. Mantie-nen la palabra y la escucha polifónicas. Reflexionando so-bre esto, y luego de mi regreso a Francia, me parece que lacatástrofe económica, social y política en la que ustedesestán «condenados a investir» (según la expresión de PieraAulagnier) para sobrevivir, funciona como el segundo tiem-

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po del traumatismo. El primer tiempo, si verdaderamenteexiste un «primer» tiempo, ha sido la dictadura que sufrie-ron, pero también todo lo que la precedió. Como ustedes, yde un modo diferente al de ustedes, tuvimos y tenemos aúnen Francia y en Europa que pensar, con los populismos deextrema derecha que se levantan hoy, los après-coups delas guerras coloniales y los après-coups de la SegundaGuerra Mundial, y éste ha sido simultáneamente el tiempode la primera mundialización. Los 35 o 40% de sus compa-triotas que viven bajo el umbral de pobreza no pueden sinodifícilmente pensar esto si ante todo deben literalmentesobrevivir. Nuestro oído de «grupalistas» puede volverseatento a lo que se dice en otra parte y que no escuchamoscuando tenemos que vivir en el desastre. Podemos ser losporta-palabra de eso, hasta que la palabra de cada uno sedesanude y se diga.

14. ¿Qué ocurre en la transmisión de la vida psíquicaentre generaciones cuando esta polifonía no se produce?

Se producen agujeros impensables y que permanecenimpensados. Que resurgen en lo real de los sobrevivientesy de las generaciones sucesivas como objetos bizarros,objetos brutos, enquistados, enigmáticos. Cuando la poli-fonía es muda, el cuerpo «habla», y escuché mucho hablarde accidentes psicosomáticos que a ustedes les preocupanen sus pacientes. El pensamiento de la historia se calla, larenegación y su forma negacionista impone la idea delundoing, «eso no ha ocurrido». Llega un momento en quenos vemos tentados a querer creerlo.

15. En castellano, existe la palabra «reminiscencia»,que tiene una significación diferente a la de «recuerdo»(representación). La primera integra el recuerdo propia-mente dicho con la experiencia corporal, que singularizalo específico del afecto para cada sujeto.

Si, según Freud, las histéricas sufrían de reminiscen-cias (1895), las desestructuraciones actuales, las neurosis

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traumáticas ¿podrían precisamente necesitarlas, siendo elestablecimiento de esas ligazones imposibles para el suje-to singular?

Más que reminiscencia, lo que necesitamos es memoria.La memoria es una transformación de las huellas, su re-composición incesante, sus versiones sucesivas y a vecescontradictorias. La memoria es una organización polifónica,se construye en la intersubjetividad, con la cultura.

¿Explicaría esto la superioridad de los procesos grupa-les?

En esto, efectivamente, los dispositivos de grupo, porlos procesos que ponen en marcha en el cruce de lo intrap-síquico, de lo intersubjetivo y de lo social, tienen unapertinencia notable. Cuando se desprende de la ilusión gru-pal, el grupo puede escuchar y producir la polifonía.

16. ¿Podría conceptualizar cómo utiliza la palabra «ela-boración», y diferenciarla de «repetición»? ¿Hay «elabo-ración» con otros para construir una memoria colectivacon síntesis-creación individual?

Acabo de responder parcialmente a esta pregunta, por-que todas las que ustedes me plantearon contenían estadistinción entre repetición y elaboración. Soy muy clásicoacerca de esta distinción: la repetición es un proceso in-conciente que actualiza activamente una experiencia deintenso sufrimiento, cuyo prototipo es desconocido por elsujeto, y que le hace buscar permanentemente en el afuera,en lo actual, para reproducirlo sin transformarlo. «Lo quepermanece incomprendido retorna sin descanso», escribeFreud, y debemos permanecer atentos al hecho de que enesta repetición hay una realización de deseo: el deseo de nosaber, el deseo de ya no tener deseo. La elaboración psíqui-ca es un proceso de trabajo psíquico que se aparta de estemodelo de conducta y lo integra en nuevas ligazonesasociativas. Consiste en ese despegue respecto de la expe-

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riencia dolorosa, con las excitaciones que le están asocia-das, y en un renunciamiento a los beneficios demoníacosde la repetición. El concepto de elaboración (Verarbeitungen Freud) es traducido en francés como perlaboración, loque indica que la reintegración de las fuentes patógenasque sostienen la repetición se efectúa atravesando lo actualpara encontrar el prototipo: esa es la transformación. Estosignifica también que las ligazones asociativas se activan através de la reconstitución del conjunto de la psique.

Agrego que esta concepción estrictamente intrapsíquicade la repetición y de la elaboración sólo atañe a las modifi-caciones internas de las relaciones entre lo económico y losimbólico. En la perspectiva que creo poder compartir conustedes, las condiciones intersubjetivas de estas transfor-maciones de la energía en representación son determinan-tes: es lo que llamo el trabajo de la intersubjetividad, ypodemos observar sus procesos en el trabajo asociativo enlos grupos. Esta última pregunta introduce un nivel decomplejidad superior, porque no son absolutamente los mis-mos procesos los que rigen la repetición en el colectivo yen el sujeto. Lo que se repite en los grupos pone casisiempre sobre el tapete una falla muy importante en elencuadre; el trauma y el dolor están a este nivel. Esta ideapuede tener un interés para pensar la política y la culturacuyas instituciones forman el encuadre de lo social. Enrealidad, la respuesta está incluida en su pregunta: sí, laconstrucción de una memoria colectiva supera la repeticiónde lo que ha sido transformado en pura energía por el hechode la insuficiencia o de la ruptura del encuadre. Esa cons-trucción es la transformación de las huellas y de las ener-gías que las han producido y que, demasiado intensas, hanquedado en estasis. La elaboración psíquica es aquí indi-sociable de la restauración del encuadre, que permite religarlas energías disociadas a representaciones significantes com-partibles, y convertirlas en pensamientos. Esta perlabora-ción supone, para devenir memoria colectiva viva, el traba-jo de la intersubjetividad, el trabajo de la política y eltrabajo de la cultura.

Tener un hermanodiscapacitado.

Acerca de la discapacidady los vínculos familiares

Sara E. Amores *

(*) Especialista Consultor en Psiquiatría y Psicología Pediátrica. Psi-coterapeuta de Niños y Familias. Presidente del Capítulo Familia ySalud Mental (Asociación de Psiquiatras Argentinos). Coord. delGrupo Interdisciplinario de Trabajo en Familia y Pediatría (Socie-dad Argentina de Pediatría - Filial La Plata)Calle 13 Nº 857 Dpto. 121 (1900), La Plata.Tel. (0221) 4820374. E-mail [email protected]

Introducción

Este trabajo parte de la clínica de familias con un hijodiscapacitado. Si bien es cierto que cada familia tramitaesta problemática de manera particular, observé algunascaracterísticas comunes en dicho procesamiento, con inde-pendencia del tipo de discapacidad de que se trate.

Me referiré a ellas, dando especial importancia al víncu-lo fraterno.

Tener un hijo discapacitado enfrenta a la pareja de pa-dres, a la familia, con una situación de crisis.

El nacimiento de un niño discapacitado marca un puntode inconsistencia, una ruptura en la organización de laconfiguración familiar. Implica un doloroso y esforzadoproceso para hacer un lugar para algo no pensado, pero noimpensable, para esa configuración.

Cuando una pareja espera un hijo, imagina cómo seráese hijo. Fantasías, ideas, proyectos, deseos, temores, vanconstituyendo un representante psíquico, conformando unNiño Ideal, imaginado, que tendrá que transformarse, lue-go del nacimiento, según las características del Niño Real.

Cuanta mayor distancia exista entre el representante psí-quico (Niño Ideal) de la presentación (Niño Real), mayoresfuerzo y trabajo psíquico demandará a la pareja de pa-dres.

Esto sucede cuando nace un niño discapacitado. Puedeser homologado a lo que Piera Aulagnier denominó «trau-matismo del encuentro», al referirse a «ciertas mujeres que,al enfrentarse al niño, no pueden establecer una relaciónentre la representación psíquica del niño que esperaban y elniño real que está ante ellas. Sabemos que todo investi-miento de un objeto real presupone el investimiento de larepresentación psíquica de ese objeto» (Hornstein, L., 1991).

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Acerca de la Discapacidad

Empleo el término discapacidad por ser el más usado enla actualidad, a sabiendas que implica una valoración: dis(partícula que significa defecto), capacidad (inteligencia,aptitud, suficiencia).

Otros términos usados tampoco escapan a esta desvalo-rización: minusválidos, deficientes, débiles, retrasados...

Quizás la denominación niños con capacidades diferen-tes sea la más adecuada, por ahora, porque además permitepensar en la posibilidad de desarrollar otras capacidadescomo compensación.

La discapacidad es tan antigua como el hombre, lo queha variado es la manera de considerarla: desde la elimina-ción (sacrificio del niño discapacitado, por ejemplo, enEsparta, por entender que no podrían llegar a ser ciudada-nos), el encierro, el ocultamiento, hasta los intentos actua-les de integración familiar y social.

A pesar de ello y de la Promulgación del Año Internacio-nal del Discapacitado, en países como el nuestro, son toda-vía escasas las posibilidades de que los discapacitados en-cuentren salidas laborales.

Vínculos familiares y discapacidad

El intento de explicar el origen y el porqué de la disca-pacidad no fue ajeno al relato mítico.

El mito griego de la «Caída de Hefestos» (Kokkinou, S.,1989), dios del Fuego y de las Herrerías (Vulcano para losromanos), muestra no sólo las hipótesis que surgen en lafamilia como intentos explicativos del porqué de la disca-pacidad, sino también las emociones y sentimientos contra-dictorios que experimenta la familia frente al nacimientode un hijo discapacitado.

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Una de las versiones del mito dice: Hera lo engendrósola, sin unirse con Zeus, un día que estaba disgustada eirritada con su esposo. Hefestos, el hijo, era feo y deforme,por lo que provocaba la risa de los dioses del Olimpo.

Su madre se avergonzaba de él y lo odiaba a tal extremo,que procuraba por todos los medios posibles alejarlo de supresencia. El hijo, en cambio, la adoraba y se desvivía porserle útil y complacerla.

Hera, para ocultarlo de la vista de los inmortales, loarrojó del Olimpo. Cayó en la isla de Lemnos y fue recogi-do y cuidado por una pareja de labradores.

Están dramáticamente expresados los temores, los de-seos, las vivencias: el odio, la vergüenza, el rechazo quesiente una pareja de padres, una familia, ante el nacimientode un hijo discapacitado.

El autoengendramiento suele dominar en los primerosmomentos (Hera lo engendró sola). Decía una madre: «Se-guramente esto viene de mi familia. Yo lo siento así. Él(refiriéndose al padre) no tiene que ver. Me haré el examengenético», aunque era una discapacidad que no tenía quever con la genética.

Palabras de un padre: «Ella quería tanto un hijo y lesalió mal».

Una madre conjeturaba: «¿Podría ser que la noche enque lo engendramos hubiéramos bebido (alcohol) de más?».El padre agrega: «Era una época en que andábamos mal yella muy conflictuada». (Hera, disgustada con su esposo...)

Otra madre decía: «¿Qué habrá pasado? Siento que tieneque ver con algo malo que hice (en singular), como un castigo».

La incertidumbre es peor que el pensar que uno tiene laculpa. Culpa y castigo son vivencias habituales en unafamilia frente a un hijo discapacitado.

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Freud describió dos tipos de defensa frente a la realidad:la desestima, que es el rechazo, el «no ha lugar» para elregistro de algo de la realidad. Se desestima; eso no existe.Se produce algo así como una no-representación de eso queestá, como un agujero, un vacío representacional.

El otro mecanismo es la desmentida; sería el sí, pero no.Sí, está, pero me parece que no es tan así. Una parte del yoacepta, acoge la realidad, pero otra parte la distorsiona, laniega. Hay un registro, pero inmediatamente es distorsio-nado, negado.

Frente a la realidad del hijo discapacitado surgen dichasdefensas: la traducción de la desestima es la indiferencia,como si el hijo no hubiese nacido. «No es mío. Lo cambia-ron como otras veces ha sucedido». «Para mí es como sino hubiera nacido. Lo voy a enviar a una institución».

La desmentida se traduce en una serie de procesos yrecubrimientos para suavizar, para mitigar la dolorosa si-tuación. «Se equivocaron los médicos. Vamos a hacer otraconsulta. Si fuera así, no sé si podré quererlo».

«No puede ser nuestro, no se parece a nadie». «Lo miroy no lo puedo creer». La sensación de extrañamiento frenteal hijo, frente al producto, provoca en los padres la viven-cia de lo siniestro: algo que es familiar se vuelve extraño.Opera como un retorno de lo desmentido.

Winnicott plantea que la primera noticia que tiene unniño de su discapacidad es a través de la mirada maternacuyo rostro es el primer espejo en el que el niño se mira.«Me despierto pensando que tuve un mal sueño, pero loencuentro a mi lado. Lo miro, él me mira y quiero volver adormir».

El deseo inconciente de muerte de la madre hacia el hijoque, habitualmente, está reprimido, puede hacerse presente(perder su velo) bajo múltiples formas. (Hera se avergon-zaba, lo odiaba y lo arrojó del Olimpo).

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Decía una madre: «Deseo que se me caiga, sin querer, yterminar esta pesadilla».

Otra madre: «Mandé llamar a mi hermano, que es médi-co, para ver si encontramos una solución definitiva (euta-nasia)».

A una madre adolescente el hijo se le cayó repetidasveces de los brazos, hasta que se hizo cargo del bebé laabuela materna.

Una madre planteaba: «No sé si podré criarlo. Lo envia-ré a una institución. Sabrán atenderlo mejor que yo». (Fuerecogido y cuidado por una pareja de labradores).

Estas palabras ilustran el impacto emocional, los senti-mientos encontrados, mezcla de desilusión y frustraciónque, si pueden ser canalizados, permitirán que la energíapsíquica pueda ser empleada en habilitar un lugar para elhijo discapacitado. Elaborar la conmoción que produce,hacer el duelo por el hijo que deseaban y no fue, y evitar lacronificación.

Pasar del odio al amor, a la atención, a la protección, noserá tan difícil como cuando lo que invade a la familia es laindiferencia. Como dice Freud, lo contrario del amor no esel odio sino la indiferencia (Freud, S., 1915).

El mito de la venganza de Hefestos (Lezama, O., 1988)

Cuando Hefestos fue arrojado del Olimpo, aprendió eldifícil arte de la herrería y la orfebrería, con la pareja delabradores que lo recogió.

Hacía maravillas con la herrería e intentaba que su ma-dre lo reconociera, lo valorizara, sin lograrlo.

Decidió para ello, hacerle un hermoso trono de oro yllevárselo como obsequio. No fue muy bien recibido, aun-

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que Hera aceptó el regalo. Pero ni bien ésta se sentó en eltrono, fue sujetada por unas correas invisibles que Hefestoshabía ideado a tal fin.

Sólo él podía liberarla. Finalmente lo hizo, luego queella lo hubo reconocido y valorizado.

La habilidad de Hefestos suponía una compensación porsu minusvalía física. Además del trono de oro para sumadre, fabricó otras creaciones mágicas.

Este segundo momento del mito de Hefestos relata laespecial relación del hijo discapacitado con su madre. Susesfuerzos continuos por complacerla, por ser valorizado.Se puede observar lo que metafóricamente relata el mito, lanecesidad de sujetar a la madre y tenerla junto a él, queésta lo valorice y que al mismo tiempo, permita su autono-mía.

Nos muestra además, la difícil inclusión del padre y latendencia a los vínculos diádicos: madre-hijo con exclu-sión del padre.

Nos habla también de la importancia de que el niño concapacidades diferentes pueda desarrollar algunas de ellascomo compensación, lo que contribuirá a la posibilidad deencontrar un lugar en el mundo, que se jugará en la adoles-cencia. Esto nos introduce a:

El mito de Enki (Willis, R., 1996)

Enki era un dios oriental, el señor de la sabiduría. Elrelato nos cuenta que los dioses están hartos de trabajar,por lo que piden a Enki que haga algo. Enki manda a ladiosa de la tierra a que modele la forma de los dioses, conbarro.

Éstos celebran el feliz acontecimiento y en la fiesta seemborrachan.

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La diosa entonces modela otras seis criaturas más, perodisparatadas y defectuosas, y desafía a Enki a que les otor-gue un lugar en el mundo y un destino a cada uno, y éste lologra.

Enki, a su vez, hace el mismo desafío a la diosa. Perohace una creación tan defectuosa que la diosa no puedeencontrarle ninguna utilidad.

Este mito oriental nos ilustra el difícil momento por elque pasa una familia en la adolescencia del hijo discapaci-tado.

Ayudar a que el hijo encuentre un proyecto propio im-plica, para los padres, el reconocimiento de que algunosproyectos propios (de los padres respecto a sí mismos) nopodrán realizarse. Habitualmente la crisis adolescente delhijo coincide con la crisis de la edad media de los padres.Momento en que éstos se preguntan, ¿qué pasará con nues-tros hijos cuando nosotros no estemos? Pregunta que, en elcaso de padres con hijos discapacitados, es acuciante.

La familia se encuentra enfrentada a una paradoja: poruna parte hay un mayor reconocimiento sociocultural, sepromulgan los Derechos del Niño, se instituye el Año In-ternacional del Discapacitado, con el avance de la medici-na es cada vez mayor el número de discapacitados queacceden a la adolescencia y a la adultez, pero por otra partelas posibilidades de salida laboral son escasas.

A ello hay que agregar, reforzando la paradoja, que des-de lo sociocultural se promueve el ideal de belleza enrelación al cuerpo joven y delgado, y valores como elexitismo, la rapidez en el accionar, la eficacia, logros difí-ciles de alcanzar para los discapacitados.

La familia debe apelar a la sabiduría, como Enki, paraproyectar y pensar un futuro aceptable y posible para que elhijo encuentre un lugar en el mundo.

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La adolescencia del discapacitado suele ser el momentode la consulta psicológica, en relación a lo anteriormenteplanteado o por el desborde de la sexualidad.

En ocasiones la consulta es por la sintomatología de unhermano del discapacitado; portavoz de la problemáticafamiliar.

Tener un hermano discapacitado

El lugar que ocupa el discapacitado en la fratría puedemarcar el destino del hermano. Algunos padres deciden notener más descendencia, aunque se les asegure que el tras-torno no es genético. Una pareja decidió tener otro hijo,rápidamente, con el fin de que se haga cargo del hermanodiscapacitado.

El hermano no discapacitado suele ser el encargado de«reparar» la herida narcisista parental, «compensando» conlogros precoces, con independencia del tipo de discapaci-dad que padece su hermano.

Los padres de María Florencia, de 15 años (hermana me-nor de un discapacitado motor), quien había ingresado a laescuela a los 5 años y tenía un rendimiento escolar excelen-te, consultan porque la adolescente había decidido abando-nar los estudios, aduciendo que no le gustaba estudiar.

En otros casos sucede lo inverso. Manuela de 6 años,hermana menor de un discapacitado mental, fracasa en suprimer grado escolar. Había sido «homologada» a su her-mano mayor, trabando su desarrollo. Usaba chupete y ma-madera, y no había concurrido al Jardín, pues consideraronque «era chiquita».

Algunos desarrollan características de sobreadaptación,en detrimento de sus necesidades corporales. Presentan, aldecir de Liberman (1982), un self corporal sojuzgado enrelación a un self ambiental sobreadaptado.

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Los padres de Analía, de 16 años, consultan porque éstapresenta frecuentes estados de malhumor (sólo en el ho-gar), disconformidad consigo misma y con su cuerpo, apesar de ser una adolescente agraciada, delgada, excelentealumna y con buenas relaciones sociales.

Analía estaba «a cargo» de su hermana mayor, discapa-citada mental, funcionando como asistente. Era una adoles-cente «brillante» con algunas características «perfeccionis-tas», siempre debía rendir al máximo, no podía equivocar-se. Integraba a su hermana a su grupo de amigos, a sussalidas, lo que le significaba un enorme y sostenido esfuer-zo.

Kancyper (2000) plantea la metáfora de los vasos comu-nicantes en relación a la ausencia de fronteras precisas delsentimiento yoico entre los hermanos. Está basada en elmodelo físico de un sistema hidrostático compuesto de doso más recipientes comunicados por su parte inferior, demodo que cualquier líquido vertido en uno de ellos, alcan-zará el mismo nivel en todos los demás.

Esta metáfora es especialmente válida en el vínculo conun hermano discapacitado. El sistema de vasos comunican-tes premia la nivelación y condena la diferencia, debe man-tenerse en un perfecto equilibrio, generándose sentimien-tos de culpa y necesidad de castigo cuando se quiebra lahomeostasis del sistema.

El hermano no discapacitado se homologa, repara, asis-te, compensa, evitando las diferencias.

Lucía, de 7 años, padecía una severa hipoacusia. Suhermana melliza Lucrecia funcionaba como traductora eintérprete, de tal modo que ninguna de las dos tenía vidaautónoma.

Lucía había fracasado en el intento de integración a laescuela diferenciada correspondiente y concurría como«oyente» (valga la paradoja) a una escuela común con

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Lucrecia, quedando a cargo de la misma la enseñanza, yaque tampoco aceptaba a la maestra integradora.

La herencia, para los hermanos, se juega en un doblesentido: como posibilidad de tener un hijo discapacitado(herencia para su propia descendencia) y como posibilidadde «heredar» (hacerse cargo del hermano discapacitado)cuando los padres no estén.

Juan, de 20 años, hermano mayor de un discapacitadomental, «elige» como pareja a Jessica, quien también «por-ta» un hermano discapacitado, pensando que estaría enmejores condiciones para entender «su» problema. Pensa-ban en la posibilidad de vivir con ambos cuando tuvieranque hacerse cargo de ellos. Jessica había decidido estudiarmagisterio especializado en discapacitados.

Freud, en el artículo «Sobre la psicogénesis de un casode homosexualidad femenina» (1920), sostiene la impor-tancia del complejo fraterno en la determinación de la elec-ción del objeto sexual. Plantea además que no sólo inter-viene en la elección amorosa, sino que se extiende al ámbi-to de la elección vocacional.

Estas viñetas clínicas no pretenden una explicación cau-sal determinista, sino reflexionar sobre el difícil y contra-dictorio lugar del hermano del discapacitado.

Se habla del impacto en los padres. Me interesa señalarel impacto en los hermanos. El vínculo fraterno tiene supropia especificidad, sus propios conflictos y sus propiosefectos, que pueden llegar a ser tan intensos que influyanen el destino del sujeto y sus descendientes.

Del cómo la familia pueda tramitar este impacto, «signi-ficar» la discapacidad, dependerá, en parte, el destino delhermano.

Evitar que se «cristalice», «coagule» en su rol de asis-tente, de intérprete, de compensador-reparador, de homólo-

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go del hermano discapacitado, permitiéndole una mayorlibertad.

Esto no significa que no participe en la asistencia alhermano discapacitado. La función de sostén, en relación ala constitución psíquica del hijo, ligada a la función mater-na, suele ser una función ampliada en la que participa elhermano.

La función de corte, de diferenciación, está obstaculiza-da, ya que por la propia discapacidad las posibilidades deautonomía y salida al «afuera» familiar son dificultosas.

Czernikowski, Gaspari y Matus (1991) proponen trestiempos lógicos en la configuración del vínculo fraterno.

Un primer momento lógico, connotado por lo especular.La relación entre hermanos se define por la disyunción, ouno o el otro. El hermano es un «puro» rival frente a lamónada narcisista madre-hijo, donde el lugar del padre noestá diferenciado.

El segundo momento está marcado por la conjunción,donde la operatoria paterna marca un corte con lo maternoy crea las condiciones para la fratría. El «espejo» ya no sejuega primordialmente entre madre-hijo, sino entre pares.Esto deberá caer para dar lugar a la muerte simbólica delpadre y al pasaje al tercer momento lógico, marcado por ladiferenciación, por pactar diferencias entre ellos.

En el vínculo con un hermano discapacitado el primermomento es particularmente intenso. El deseo inconcientede supresión del rival genera intensos sentimientos de culpay necesidad de castigo, que a veces lleva al hermano a posi-cionarse como «víctima privilegiada». La culpa puede tenerun doble origen: por haber sido «favorecido» y ser capacita-do, y por el deseo de suprimir al hermano discapacitado.

El pasaje del segundo al tercer momento es especial-mente difícil; ya que la posibilidad de diferenciación y

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autonomía del discapacitado, necesarias para la circulaciónen la cultura, están obstaculizadas.

Hay una tendencia a la coagulación de este segundotiempo lógico, en que predomina la alianza y especularidadfraterna, dando lugar a fenómenos de homologación, repa-ración y compensación constantes, al estilo de los vasoscomunicantes ya planteado.

Para finalizar, la familia que ha experimentado la con-moción del nacimiento de un hijo con discapacidad, tendráque tramitarlo, significarlo, habilitar un lugar para algo nopensado, pero no impensable. Significar la discapacidad,no que la discapacidad signifique a la familia, impregnan-do sus vínculos.

Bibliografía

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Hornstein, L. «Diálogo con Pie-ra Aulagnier», Cuerpo, His-toria, Interpretación, Edito-

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Kancyper, L. «Complejo frater-no y complejo de Edipo»,Gemelos - Narcisismo y do-b les , Eduardo Bra ie r(comp.), Editorial Paidós,Buenos Aires, 2000, pág.43a 53.

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Lezama, H. Hefestos, Dicciona-rio de Mitología, EditorialCla r idad , Buenos Ai res ,1988, pág. 161.

Liberman, D. «Los pacientespsicosomáticos vistos desdela clínica psicoanalítica», enCuerpo y Psicoanálisis, Re-

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Willis, R. Enki, Mitología-GuíaIlustrada de los Mitos delMundo , Edi tor ia l DebateS.A., Madrid, 1996, pág. 161.

Resumen

Este trabajo parte de la clínica de familias con un hijodiscapacitado. Si bien es cierto que cada familia tramitaesta problemática de manera particular, se observaron al-gunas características comunes en dicho procesamiento, conindependencia del tipo de discapacidad de que se trate.

Se describirán dichas características, dando especialimportancia al vínculo fraterno.

El nacimiento de un niño discapacitado implica para lafamilia un doloroso y esforzado proceso. Surgen defensasfrente a la realidad del hijo discapacitado: la desestima, quees el rechazo, el «no ha lugar» para el registro de algo de larealidad. Se desestima, eso no existe. Y la desmentida, quesería el sí, pero no. Sí está, pero me parece que no es tan así.

Se ilustran ambos mecanismos con viñetas clínicas.

A través de relatos míticos se darán ejemplos del cómodesde la antigüedad hasta nuestros días se intenta explicarel origen de la discapacidad.

Summary

This paper has its source in clinical practice with fami-lies having a handicapped child. Even if it is true that eachfamily undergoes this problem differently, some commonfeatures among these families have been observed, regard-less of the disability in question.

Such features will be described and special importancewill be given to fraternal bonds.

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The birth of a handicapped child implies a painful andstressful process for the family. Reactions arise due to thisnew reality: the disesteem, that is, rejection, no place toincorporate something from life. The disesteem means thatthere is not such problem. Another reaction is the denial,when it is said that something is fine but it is not, when it isthought that something is not exactly as it is.

Both mechanisms will be illustrated by clinical cases.

Examples will be given through myths showing how theorigin of disability has been subsequently explained sinceancient times till today.

Résumé

Ce texte prend comme point de départ le travail avecdes familles ayant un enfant handicapé. Bien que chaquefamille traverse cette problématique d’une manièreparticulière, certaines caractéristiques communes ont puêtre observées dans la façon de traiter la problématique,indépendamment du type d’handicap dont il s’agisse.

Ces caractéristiques seront donc décrites, on soulignanttout particulièrement le lien fraternel.

La naissance d’un enfant handicapé implique pour lafamille un processus douloureux et plein d’effort. Face àla réalité de l’enfant handicapé, des défenses surgissent:la forclusion, qui est le rejet, le «cela n’existe pas» pour leregistre de quelque chose de la réalité. Et le désaveu, quiserait le «oui, mais non». Cela existe, mais je crois que cen’est pas tellement vrai.

Les deux mécanismes sont illustrés au moyen de quelquesvignettes cliniques.

A travers certains récits mythiques l’on montreracomment, depuis l’Antiquité jusqu’à nos jours, l’on a tentéd’expliquer l’origine de l’handicap.

Adopción: imaginario socialy legitimación del vínculo.Desafíos en nuestra práctica clínica

Alicia Graciela Beramendi *

(*) Psicóloga.Coordinadora del Departamento de trastornos de la ferti-lidad y adopción del Centro Oro. Docente de la Escuela de Posgrado:Especialización en Clínica Psicoanalítica.Medrano 1670, 8º C, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.Tel.: 4822-4534. E-mail: [email protected]

Marcos tiene 17 años y Matías 19. Ambos son hijosadoptivos. Cristina y Héctor, sus padres, habían decididoconsultar por las dificultades que tienen con ambos en estaetapa: son reiteradamente repitentes en la escuela, «hacenlo que quieren», y Marcos tiene una conducta extremada-mente agresiva y es consumidor ocasional de drogas. Laconsulta se precipita, porque la policía descubre a Marcoscon marihuana y se abre una causa judicial. El Juez indicaentonces, la necesidad de que intervenga un psicólogo.

Cito a la familia. Al llegar, todos me saludan menosMarcos. La madre plantea su preocupación centrada funda-mentalmente en él, aunque por momentos habla de «ellos»de manera indiscriminada o confunde los nombres de am-bos hijos. El padre, callado, rompe su silencio para ironizarsobre la actitud de Marcos o para hablar de las normas de lamoral, del «respeto», diciendo que a los hijos «no les im-porta nada de nada». Habla poco y en voz muy baja. Lamadre habla mucho y con anécdotas, esforzándose en darexplicaciones a los hijos.

Marcos empieza a gritar de manera desaforada: «¡¡Uste-des no son mi familia… Mi familia es la calle!!», y demanera desafiante le grita a la madre: «¡Sos vos la quenecesitás ayuda, no yo!... Por qué tienen que necesitar alJuez, ¿eh?!... ¡¿Por qué?!... ¡¿No pueden ustedes?!».

Matías permanece callado. Cuando le pregunto qué pien-sa, dice: «Muchas veces he sentido que ellos no son mispadres», y se le llenan los ojos de lágrimas.

Si bien indiqué terapia de familia, Marcos asistió sólo ados sesiones y Matías a cinco.1

1 Matías trabaja y cursa tercer año como repitente. Sueña con «indepen-dizarse», pero a la vez se mete en «negocios» (como la compra de unauto sin papeles), frente a lo cual, los padres tienen que «correr asalvarlo». Matías y Marcos conviven en la misma casa y duermen en elmismo cuarto, pero casi se ignoran.

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En la sexta sesión, a la que Cristina y Héctor vienensolos, Héctor cuenta que Marcos los enfrenta con violen-cia, rompiendo vidrios y muebles en arranques de furia.Explicita entonces su hipótesis de que el problema de Mar-cos debe tener que ver con que en él hay una «genética dedelincuente».

Las sesiones pasaron a ser de pareja y en ellas se trabajóde manera central en: la desilusión como padres, que co-menzó con la adolescencia de Matías y Marcos; la sobre-protección de Cristina (con hijos y marido); y las dificulta-des de Héctor para poner límites y establecer un vínculo«fecundo» con los hijos,2 por lo que Cristina queda sola,«poniendo el cuerpo».3

En la medida que Cristina cedió en la sobreprotección yHéctor, a su vez, empezó a enfrentar el miedo al hijo (edí-pico) que lo puede «matar» y a encontrar alternativas deentendimiento con los hijos, los síntomas de éstos comen-zaron a ceder.

Marcos ya no tiene reacciones de furia y ha aprobado lasmaterias que llevó a examen. Alguien le preguntó hacepoco: «¿Qué pasa Marcos, que ahora no hay gritos nividrios rotos en esta casa?». El comenta a la manera derespuesta: «¿Sabés que ahora le entiendo todo a papi?», yle cuenta que ha preparado el examen de matemática conél. Matías les planteó con preocupación a sus padres quequiere levantar sus «deudas», dejar de «hacer negocios» yterminar el secundario.

Empiezan a compartir algunas actividades entre herma-nos y permanecen más tiempo en la casa, cuando antespodían desaparecer durante uno o más días.

2 Su oligospermia fue la causa que motivó las adopciones.3 Cristina es hipertensa. Sufrió descompensaciones en este tiempo. Elexponer el cuerpo frente a la violencia de Marcos (a la que Héctor nopone límites), será lo que llevó a Marcos a decir a su madre: «¡Sos vosla que necesitás ayuda, no yo!»

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¿Es que dejar de tratarlos como «pobrecitos» (sobrepro-tección de la madre) y como «ajenos», «enemigo-delin-cuente» (fantasma de la genética en el padre), los ‘curó’?

En Matías y Marcos ceden los síntomas cuando Cristinadeja el lugar de proveedora ilimitada, para pasar a ser lamadre que contiene desde reglas de juego claras, y Héctorasume su protagonismo como padre más allá de la genéti-ca.4 Entonces ya no es necesario buscar la familia en lacalle ni sentir que éstos no son sus padres.

Me pregunto entonces: ¿Matías y Marcos hacen síntomapor ser hijos adoptivos o frente a los adoptantes a quienesno «sienten» asumiendo con firmeza las funciones padre ymadre? Acaso esto se conecte con un hecho muy frecuenteen los hijos adoptivos: en algún momento dicen a sus pa-dres «Vos no sos mi padre/madre...», a la espera que ellos,desde una actitud contenedora, le permitan completar lafrase: «Vos no sos mi padre/madre... hasta que no me de-muestres lo contrario».

¿Pero cuáles son las variables que intervienen para quelos adoptantes legitimen su pater/maternidad? Si los adop-tantes no se sienten padres, ¿desde dónde podrá el niñosentirse hijo y no meramente el adoptado? Porque si lospadres por adopción no se sienten legitimados como pa-dres, el hijo estará condenado a quedar adherido a imagosparentales con fuertes connotaciones tanáticas, ya que se-rían sus padres aquellos que renunciaron a serlo o, en sudefecto, a sostenerse en la fantasía de «auto-engendrado».Ambos caminos comprometen severamente la constituciónsubjetiva.

Es dable suponer que un niño entregado en adopción hapadecido carencias tempranas. ¿Cuáles son las variablesque intervienen para que los adoptantes legitimen su pater/maternidad? Si los adoptantes no se sienten padres, ¿desde

4 ¿No será el miedo a su propia genética, lo que incidió en su esterilidad?

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dónde podrá el niño sentirse hijo y no meramente el adopta-do? Y es allí donde planteo: ¿cuáles son los ideales queoperan en los adoptantes para enfrentar esta tarea? ¿Quélugar asignan a los progenitores en la historia, siendo que ellugar dependerá no sólo de sus fantasmáticas singulares y depareja, sino de la articulación de las mismas, con una mayoro menor pregnancia a determinados instituidos sociales?

Si el sujeto se inserta en un orden simbólico que loprecede y anticipa asignándole un lugar (Contrato narcisis-ta, P. Aulagnier, 1975), ese mundo oficia de contexto parael proceso de simbolización. En ese sentido propongo ana-lizar algunas significaciones imaginarias sociales que ins-tituyen discursos, que a la vez sustentan prácticas y con-ceptualizaciones en relación a la temática de la adopción.Nos preguntaremos entonces, en qué medida facilitan uobturan el proceso de legitimación de la pater/maternidad/filiación adoptivas, ya que son las significaciones del ima-ginario social las que dan (o quitan) soporte transubjetivo,para la constitución vincular.

En este sentido, considero necesario que quienes actúancomo mediadores en el proceso de adopción (Institucionesjurídicas, Instituciones de Menores, etc.) y en nuestro caso,psicólogos y psicoanalistas, nos interroguemos sobre lassignificaciones que operan en nosotros, sea nuestro objetode trabajo: adoptantes, adoptados, hombres y/o mujeresque entregan a sus hijos en adopción. Y con este objetivodesde hace más de diez años, vengo realizando una expe-riencia de taller teórico-vivencial. Se trata de un dispositi-vo con el que inauguro cursos y seminarios de formaciónde colegas y profesionales de otras disciplinas que abordanla problemática de la adopción. Se trata de cuatro escenasdramáticas, de complejidad creciente, que propongo a losparticipantes, en el doble intento de hacer conciente elatravesamiento de significaciones imaginarias que hacenobstáculo para la legitimación del vínculo adoptivo y parafavorecer la tramitación de un nuevo contexto de significa-ción, que permita simbolizar esta manera de ser familia.Las reflexiones que deseo compartir con ustedes en este

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trabajo, surgen del resultado de estas experiencias y de mipráctica clínica.

El abordaje de la adopción se mueve en un eje de signi-ficaciones imaginarias que van desde:a) concebir a la adopción como ideal de paternidad, hasta…z) considerarla un intento loable que remite a un imposiblevincular.

Y aparecen las voces sociales que sustentan ese eje designificaciones: «Es admirable adoptar un hijo»... «Yo nosé si podría»... «Quererlo como si fuera mi hijo»... «Québuena obra!»... «Le pasa porque es adoptivo»... «le faltansus verdaderos padres», etc., etc.

¿De qué dan cuenta esas voces que se anulan mutuamen-te? ¿No será que la adopción agrede al ideal de familia quesustenta la «natural» integración de lo biológico/psicológi-co/social del acto de filiación?5

«Natural» entonces para el modelo de familia nuclearco-sanguínea, donde procreación e investimiento del niñocomo hijo, se identifican. Sucede que, desde la racionali-dad propuesta por este modelo, no hay soporte transubjeti-vo para la legitimación del vínculo, y es el hijo el queconvoca a un proceso de articulación simbólica, desde lacreación de un contexto de significación que permita arti-cular lo que aparece escindido.6

5 Aprendí de C. Castoriadis que en una sociedad nada es «natural» nidepende de ninguna fuerza trascendente. Todo es producto de lo social,que auto-instituye el pensar/decir/hacer social, articulando un universode significaciones que hacen al ser de una sociedad, a sus prácticas ysaberes. Pero sucede que ningún sujeto, ni grupo social, puede represen-tarse la totalidad de las significaciones del imaginario social, sino quese identificará con ciertos decires/haceres y saberes según su historia ysu mayor o menor fijación a ciertos instituidos sociales.6 Angustia de Marcos cuando grita: «¡¿Por qué tienen que buscar aotros?!... ¡¿ustedes no pueden?!», y de Matías cuando dice: «Muchasveces siento que ellos no son mis padres».

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De manera que, si se idealiza el vínculo psicológico ysocial con los padres adoptivos, o se sobrevalora el vínculobiológico con los progenitores (los dos polos del eje designificaciones de los que hablábamos antes), esto operacomo contexto transubjetivo endeble para la elaboracióndel duelo por la «infertilidad» en los padres adoptivos (queaunque no sean estériles, no engendraron a este hijo), quees condición necesaria para que ellos sean soporte en laelaboración del duelo por la adopción, en el hijo.

Recrear un contexto de significación para legitimar estamanera de vincularidad familiar, hace necesario violentarlas certezas de los discursos ideológicos. Decía Cristina enuna sesión: «Yo no puedo decir que no voy a robar o matarsi me siento acosada por la necesidad, pero lo que sí puedoasegurar es que no dejaría a mis hijos bajo ningún concep-to... ¡No puedo entender por más que quiera!... ¡No puedoubicarme en la situación de las madres biológicas de mishijos!».

Es cierto, no puede entenderlas a ellas por más quequiere hacerlo, como quizá ellas no pudieron por más quequisieran, ser las madres de sus hijos.

Entiendo que la Ley de Adopción surgió para legalizarel vínculo de crianza entre adultos y niños que, por distin-tos motivos, perdieron a sus progenitores. Es una ley surgi-da en una organización socio-cultural en la que el Estadotiene la obligación de preservar la vida del niño. De allísurge el derecho a tener una familia. Derecho que sustentaotros derechos, como el de aquellos que quieren hacer deeste niño un hijo y el derecho olvidado –y esto no esingenuo–, que tienen quienes han concebido un niño y nopueden hacerse cargo de él, de entregarlo en adopción.Pero esto escandaliza a una moral apoyada en el supuestode que la mujer debe poder siempre investir al niño pro-creado como hijo. Si no puede narcisizarlo: ¿retenerlo seráquererlo?

Desde el acorazarse en las certezas de los propios dis-

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cursos que no toleran lo diferente, muchas veces, desdelas instituciones de mediación: a) se condena la entregade un niño en adopción a un trámite meramente burocrá-tico, sin ningún trabajo con las familias o madres solas,que permita favorecer alguna posibilidad de elaboraciónpara que, de ser posible se resignifique este acto comodelegación más que como abandono; o b) de manera másflagrante, se coacciona a estos hombres/mujeres paraque entreguen al niño a los fines de satisfacer un «mer-cado» que necesita niños para ser adoptados. Me refieroa que generalmente son los sectores más pobres y/o mar-ginados, los que «proveen» de hijos a los sectores socio-económicos más privilegiados. Esto se incrementa cuan-do faltan políticas de promoción de sectores carenciadosy de protección familiar. Convivir familiarmente con lonegado, lleva a afirmaciones del tipo: «Es lo mejor quele pudo suceder (ser adoptado), vaya a saber de qué sesalvó».

Quizá se pregunten por qué hicimos este recorrido. Esque, como planteaba al principio, creo importante interro-garnos sobre el contexto de significaciones que atraviesa laproblemática, y que instituyen discursos, que a la vez sus-tentan prácticas y conceptualizaciones para preguntarnosen qué medida facilitan u obturan el proceso de legitima-ción de esta configuración familiar y cómo operan en noso-tros, que acompañamos en la elaboración de sus problemá-ticas a padres e hijos adoptivos, hombres/mujeres que en-tregan sus hijos en adopción. Es que de lo contrario corre-mos el riesgo de quedar entrampados en «acomodar» estavincularidad a los valores que connota el modelo de fami-lia nuclear co-sanguínea. En definitiva: a presionar paraque la adopción sea lo que no es; a «ser» aunque le falte loque tiene que ser.

Hace mucho tiempo que en distintos contextos de for-mación de colegas sobre la clínica de la adopción, vengorealizando la siguiente pregunta: «Adopción: ¿qué les su-giere?». Puedo afirmar que en el 90% de las respuestas, seconnota exclusivamente el vínculo entre padres e hijos

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adoptivos. ¿Es que se desconoce (¿se desmiente?), que éstese apoya en la renuncia de «otros»?7

Sucede que sin estos tres términos (progenitores-niño-adoptantes), no existiría la institución de la adopción.Entonces: ¿por qué tan alto porcentaje connota sólo dostérminos? Y no me estoy refiriendo a una pregunta formu-lada a padres adoptivos, sino a quienes abordan esta expe-riencia desde sus prácticas profesionales. Pienso que setrata, entonces, de asignaciones provenientes del imagina-rio social. Pero a la vez me planteo: si en nuestra culturaexiste la institución de la adopción, es porque en el imagi-nario también existen significaciones que le dan sustento.De manera que es posible simbolizar esta vincularidadfamiliar, pero para ello habrá que poner en cuestionamien-to una excesiva pregnancia a significaciones que hacenobstáculo.

La experiencia de taller teórico-vivencial que vengoinstrumentando, me abrió caminos de respuesta a estosinterrogantes. Cuando en las dramatizaciones introduzco laexistencia de los progenitores, esto angustia. ¿La desmen-tida de este existente, entonces, será una defensa socialpara poder sostener los sentidos provenientes de una racio-nalidad para la cual, la entrega de un hijo en adopciónresulta siniestra? De ser así, ¿habría contexto para histori-zar y elaborar duelos? ¿existiría otro destino posible, quela inevitable e insuperable escisión del yo en el hijo adopti-vo?

Será necesario, entonces, deconstruir sentidos para arri-bar a nuevos sentidos, desde otro contexto de significación(distinto al modelo de familia nuclear co-sanguínea), quepermita hacer «familiar», lo que en otra racionalidad seríasiniestro. Me refiero a:

7 Progenitores... padres biológicos... ¡qué difícil es nombrarlos! Si darnombre es incluir en un universo simbólico, ¿será que ellos no terminande tener un lugar?

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– Ser padres/hijos, desde una historia que comienza conotros y en otro lugar.

– Hijo que con su presencia denuncia lo que falta.– Corte con la línea genética de los adoptantes, en rela-

ción a sus respectivas familias de origen.– Inclusión de otra biología.

Uno de los últimos juegos que propongo en el taller, esel armado de una escena muda, una «estatua» en la queestén representados todos los protagonistas de la adopción.Es habitual que aparezcan quienes se propongan para serpadre adoptivo, madre adoptiva, hijo, progenitora y, a ve-ces, quien representa al estado, la ley o las institución demediación. El padre genético, en la mayoría de los casos,no aparece.

Rápidamente encuentran ubicación los adoptantes: sos-teniendo o abrazando al hijo, pero la mayor dificultad apa-rece en relación a cómo ubicar a la madre biológica: ¿to-cando al niño?... ¿más lejos?... ¿cómo? Es habitual quedurante los soliloquios los adoptantes expresen su bienes-tar, pero generalmente el hijo manifiesta sentirse «tironea-do», «ahogado», aun en los casos en que la progenitorahaya encontrado su lugar y no esté en contacto físico con elniño. Quiero subrayar que habitualmente, es el hijo el queconvoca con su incomodidad, a buscar otra alternativa yesto lo considero altamente significativo.

Entonces propongo corregir la estatua, invitando a inter-venir a protagonistas y observadores hasta lograr un arma-do que sea «mejor para todos». Generalmente surge algunamanera de sostén para la madre biológica («el psicólogo»,«la institución», etc.) y, en todos los casos, una manera deligazón entre todos los protagonistas, que a veces se repre-senta por «el estado», «la Ley» o «la comunidad», quecontiene a progenitora y padres adoptivos. En ningún casose da, en este momento, un contacto de los cuerpos de lamadre biológica con el niño. Una frase bastante frecuenteentonces es: «así está mejor».

214

¿Qué metaforiza ese sostén que articula a progenitora yadoptantes, desde una tercerización que saca del ahogo ydel tironeo al hijo?

Doble metáfora de sostén, que religa simbólicamente elvínculo biológico y la vincularidad por adopción, y haceposible tolerar el corte. Entonces: «así está mejor». Consi-dero que la angustia que denuncia la escisión que reclamaun proceso de ligadura, es la que orienta en el proceso depasaje, desde una racionalidad que empuja a la desmentida,hasta la creación de un contexto de significación que per-mite articular la delegación y la asunción de las funcionesparentales.

Porque: ¿acaso no existe una función materna incipienteen el hecho de que este embarazo haya llegado a término,aun habiendo existido maniobras abortivas? ¿Y no hay unaincipiente función paterna en el «No» («no puedo/no quieroser la madre de este niño»)? En este sentido, los adoptantesson continuadores en el ejercicio de una función, asumidaantes por otros que, habiendo podido concebir y gestar, nopudieron (¿no quisieron?) ser padres de este niño y delega-ron esta función en ellos que quieren (¿pueden?) hacer deeste niño un hijo.

Si no existe la posibilidad de acceder a otro contexto designificación que permita simbolizar el hecho de la entregay asunción de parentalidad, como indisolublemente articu-lados, el niño podría ser vivido como un «ajeno», al que noes posible hacer «propio», fallando los soportes identifica-torios para la constitución de su yo y el anclaje que permitaatenuar los efectos que sobre él provocaría la ferocidad deun superyó tanático.8 Es que los progenitores se transfor-marían en una ausencia presente, que interfiere en la cons-titución vincular.

8 Ya que como decíamos antes, serían sus padres, aquellos que renun-ciaron a serlo.

215

Armar la historia familiar, en el vínculo por adopción,implica armar un «rompe-cabezas»,9 un entramado en elque es necesario dar un lugar a otros –los progenitores–que si bien son el «afuera» familiar, tienen que ver con laexistencia de esta familia.

Y será desde la elaboración del duelo por la «infertili-dad»,10 que los adoptantes podrán legitimar su funciónpadre y madre delegada por otros, que pasarían así, aformar parte de la prehistoria familiar. Los padres adopti-vos podrán, entonces, sostener y acompañar al hijo en laelaboración del duelo por la adopción.

El intento, al proponer el taller teórico-vivencial, es quenosotros (psicólogos y psicoanalistas) enfrentemos prime-ro el «rompecabezas» (sabiendo que en cada situaciónsingular, las piezas van a ser diferentes), porque acompa-ñar a los protagonistas de la adopción desde nuestro rolprofesional, implicará poner en juego nuestros mitos y pre-juicios, como sujetos de esta cultura.

Bibliografía

9 Giberti E., 1981.10 En cuanto ausencia de vínculo biológico, con todos los sentidos queeste hecho connote, desde la singularidad de los adoptantes.

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Garma, E.; Aberasturi, C. G. de;Greco, N.; Lopez Moreno, C.(1983) “El desarrollo del yo yel complejo de Edipo en el niño

Resumen

¿Cuáles son las variables que intervienen para que losadoptantes legitimen su pater/maternidad, condición nece-saria para que el niño se sienta «hijo» y no meramente eladoptado? Se propone revisar algunas significaciones ima-ginarias sociales predominantes que «naturalizan» el vín-culo parento filial por cosanguineidad, y que obstaculizanel proceso de legitimación de la pater/maternidad/filia-ción adoptiva, oficiando de soporte transubjetivo endeblepara la constitución vincular por adopción.

Dado que ese imaginario predominante opera tambiénen los terapeutas que acompañan en la elaboración de susproblemáticas a padres, madres, hijos adoptivos, hombresy mujeres que entregan al niño procreado en adopción, sepropone investigar las significaciones que operan en losmismos en el doble intento de hacer conciente el atravesa-miento de significaciones imaginarias que hacen obstáculopara la legitimación del vínculo adoptivo, y para favorecerla tramitación de un nuevo contexto de significación, quepermita simbolizar esta manera de ser familia; de lo con-trario, la excesiva pregnancia a significaciones predomi-nantes oficiarían en el terapeuta, a la manera de puntosciegos.

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Summary

Which variables should take part to legitimate adoptiveparents their pater/maternity, that necessary condition forthe child to feel being a son and not merely an adoptedchild? The proposal in this article is checking some pre-dominant imaginary social meanings that «naturalize» thefather-son bond of consanguinity and obstacle the legiti-mation process of pater/maternity-adoptive filiation. Thesemeanings are a weak transubjective stand for the constitu-tion throughout adoption.

Due to the fact that this predominant imaginary doesalso operate on therapists helping fathers, mothers,adopted children and people who procreate and give outtheir children in adoption in working out their problems,this written paper intends to look into the meanings oper-ating in themselves, both in the effort of taking conscious-ness over being crossed by imaginary meanings that turndifficult the legitimation of the adoptive bond, as well as inthe promotion of working out a new context of significantsthat allows symbolizing this way of being a family; other-wise, excessive presence of predominant meanings will of-ficiate in therapists as blind spots.

Résumé

Quelles sont les variables qui interviennent pour que lesadoptants légitiment leur pater/maternité, condition quiest nécessaire pour que l’enfant se sente «fils» et nonsimplement l’adopté? L’on propose de revoir certainessignifications imaginaires sociales prédominantes qui«naturalisent» le lien parento-filial par consanguinité, etfont obstacle au processus de légitimation de la pater/maternité/filiation adoptive en fonctionnant comme unsupport transubjectif fragile pour la constitution du lienpar adoption.

Puisque cet imaginaire prédominant opère égalementsur les thérapeutes qui accompagnent les pères, mères,

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enfants adoptifs, les hommes et les femmes qui donnentl’enfant procrée en adoption, dans l’élaboration de leursproblématiques, l’on propose d’étudier les significationsqui opèrent à leur niveau dans la double tentative de rendreconscientes les significations imaginaires qui font obstacleà la légitimation du lien adoptif, et de favoriser lapossibilité de gérer un nouveau contexte de significationqui permette de symboliser cette manière d’être une famille;sinon, le fait d’être excessivement pris par les significationsprédominantes fonctionnera chez le thérapeute à la manièredes scotomisations.

PASANDOREVISTA

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En su libro, Daniel Waisbrotdespeja las vicisitudes de quie-nes desean ser un instrumento deliberación del sufrimiento huma-no por medio del método queinventó Freud. Así como la teo-ría sostiene que el padecer pro-viene del atrapamiento, fijaciónen esquemas repetitivos que pier-den su vigencia para resolvernuevas situaciones, se puede pen-sar el trabajo de un análisis enestos mismos términos.

El autor va recorriendo loslugares en que se puede quedaratrapado y, por ende, perder laposibilidad de liberar al otro desu padecer. Daniel trabaja espe-cíficamente estos riesgos de unanalista como los Vasallajes delpsicoanalista:.

1º - La teoría y su transmisión2º - Superyó epocal analítico3º - Campo social4º - La práctica clínica

Tal como frente al legadopaterno de la teoría edípica, fren-te a estas cuestiones se puedetomar una posición alienada ocreadora.

Vasallaje es un término vin-cular: relación entre un vasallo ysu señor. Implica dependencia(en una sociedad feudal), y seríabueno distinguirlo de la esclavi-tud en tanto ésta implica una pér-dida más radical de la condiciónde sujeto humano. Me parece quehablar de vasallaje incluye unadimensión de conflicto, de unsujeto que en un punto aún aspi-ra a su autonomía. Pero en tantorelación cabe incluir en el análi-sis, también, a ese amo que de-sea la dominación; encarnado enla teoría, en una institución, enlos apremios sociales o los de laclínica. Por suerte en algún pun-to estos vasallajes se contradi-cen y contrarrestan sus mismosefectos, dado que difícilmentehaya una coincidencia perfectaentre ellos.

Por ejemplo, desde la expe-riencia clínica Daniel Waisbrotva revisando distintos puntos dela teoría o de las pertenenciasinstitucionales. Como en el tra-bajo con los afectados por elatentado, pone en tensión losconceptos de trauma, síntoma,

La alienación del analista.Efectos de la institución del psicoanálisis en su subjetividad

Daniel WaisbrotEditorial Paidós, Psicología Profunda, 2002

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duelo y el tipo de intervencionesconsideradas analíticas; o el tra-bajo con enfermos de SIDA lolleva a replantear conceptos li-gados al determinismo y al azar,al conflicto pulsional y al atra-vesamiento de esta problemáticapor el campo social; o desde unaconsulta de pareja, la dificultadpara pensar las prácticas y teo-rías vinculares no sólo desde losinterrogantes en relación al sta-tus de lo nuevo dentro de la teo-ría «clásica», sino también des-de el interior de la propia teoríavincular, cuando el dogma de «lovincular» le prohibía citar a losmiembros de la pareja por sepa-rado.

La memorable pregunta: ¿quées lo negociable y lo no negocia-ble del encuadre analítico? Elnúmero de sesiones, cuántos con-curren a la sesión… Estas cues-tiones se enlazan con su otro grantema: diferenciar neutralidad deabstinencia.

Neutralidad de la escuchaabierta de prejuicios, como sus-pensión de los juicios del analis-ta, pero sin anulación de su sub-jetividad inscripta en coordena-das históricas precisas. El pa-ciente no le habla a «nadie», loque pasa es que el analista seabstiene de poner en juego supropia individualidad y de ocu-par el lugar de amo que la asime-

tría del vínculo transferencialfavorece.

Esta idea de rehusamiento aexplotar el lugar del poder de-biera aplicarse a aquellos queencarnan el lugar de los maes-tros y de los funcionarios insti-tucionales. Se ve claro en el li-bro la oscilación que se puedeproducir entre la transmisión deuna teoría y su transformaciónen saber instituido, y de ahí encontraseña de pertenencia insti-tucional. De este modo nos aler-ta en la discriminación entre lainstitución como lugar de perte-nencia y cuando la teoría, trans-formada en eslogan, da la perte-nencia institucional.

Pensamos que la propuestacientífica debe articularse al fun-cionamiento de la institución detal manera que generen las con-diciones que permitan pensar. Nocrear eslóganes que den perte-nencia sino pertenecer a unaagrupación que pueda pensar.

Retomo entonces el tema delvasallaje como vínculo, paraaplicar la idea del rehusamientoa los excesos en el ejercicio delpoder institucional, más aúncuando el lugar del Amo y Señorpuede estar sostenido teórica-mente. Por el contrario, una delas funciones de la instituciónsería la de moderar esos excesos

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e instar a los miembros a romperlas relaciones alienantes. Estadimensión del vasallaje se des-cubre en los capítulos en queFreud y sus discípulos juegan elrol protagónico.

«Lo que intento interrogar sonlos efectos de subjetividad quese producen en los analistas apartir de la incidencia de la di-mensión institucional en su for-mación. Si el analista en cuantosujeto es en una doble dimensióncomo fin para sí mismo pero tam-bién como eslabón de una cade-na; si lo que liga esos eslabonestiene que ver con los «sueñosirrealizados» de las generacio-nes anteriores; si además ese su-jeto es instituido en su dimen-sión analítica y, por tanto, devie-ne instituyente, se hace impres-cindible comprender lo que su-cede en esa cadena. Para ello,pensar la dialéctica entre el con-trato narcisista y el pacto dene-gativo se torna indispensable.»

Voy a incluir en este comen-tario la dedicatoria que escribióDaniel en el ejemplar que meregaló, donde recuerda mi invi-tación a participar de la Comi-sión Directiva que yo iba a presi-dir. Tumultuosa Comisión Direc-tiva, en donde el poder de poderhacer, era la marca. Y el temafue la pertenencia. Trabajamossobre la pertenencia, porque es-

taba en crisis, tanto sus soportescomo el reconocimiento que po-día brindar. Trabajamos parapasar de una posición pasiva auna activa dentro de la institu-ción, convencidos que de esamanera también los esquemasteóricos se iban a movilizar.

Esa invitación operó como unverdadero contrato narcisista, lebrindó un lugar y lo obligó agarantizar la continuidad en elpropio ejercicio de la presiden-cia. Continuidad en hacerle unlugar en la comunidad psicoana-lítica al psicoanálisis de los vín-culos, pero sin repetir eslóganesencerrantes y en una convocato-ria a una pertenencia activa.

Daniel Waisbrot nos mostrócómo el humor puede ser un granrecurso para desbaratar los cir-cuitos alienantes en una institu-ción, a través de la zaga que es-cribió sobre un famoso antropó-logo franco brasileño, Eros KaesBianyi, quien había viajado has-ta Buenos Aires aconsejado porsu analista, para descifrar algu-nos enigmas que lo torturabandesde pequeño.

Le agradecemos su ayuda adesmitificar personas, teorías, po-líticas, tanto en estos cuentos comoen el libro que hoy presentamos.

Graciela Kasitzky de Bianchi

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Lograr un psicoanálisis aptopara el nuevo siglo. El psicoaná-lisis no se consolidó haciendooídos sordos a su época. Y aho-ra, en que se advierten signos deagotamiento de cierto discursopsicoanalítico que pretendió sen-tarse en sus laureles, el inter-cambio es más necesario quenunca. Sin debate intra e inter-disciplinario el psicoanálisis estámuerto. El psicoanálisis es unsaber instituido e instituyente.Lo instituido impulsa lo institu-yente pero también lo expulsa.

Un psicoanalista hereda unatradición, cuyo núcleo es unaidentificación con Freud, con eseinvestigador que dice: «No creomás en mi neurótica». Ese nocreer, ese no quedar fijado a loya dicho-ya escrito, no anunciaapatía sino creación, fantaseo,teorización. Releamos la «Pre-sentación autobiográfica» y ve-remos la desconfianza de Freudfrente a los cómodos consensos.

Si Freud deja de ser su obra,incluso si su obra deja de serobra abierta, es decir, una refe-rencia al origen o a la historia,entonces su obra o su figura de-viene soporte de un yo ideal ycualquier cuestionamiento es vi-vido como un ataque a referen-cias identificatorias que cumplenfunciones narcisistas. Llamamos«autor» a aquella persona cuyodecir nos marca, hace huella ennosotros. Sus escritos a vecesnos remiten a una filiación sim-bólica y a veces se convierten enracionalizaciones que parecenpensamientos. Ser heredero: ¿esadministrar un patrimonio inal-terable o ponerlo a producir?Toda lectura se hace desde elhorizonte de una historia con elalcance que la contemporanei-dad permite. El psicoanálisisdebe despojarse de sus rémoras:epistemológicas, teóricas, técni-cas y, sobre todo, corporativas.Entonces no es seguro, pero síprobable que se logren formula-

Discurso hegemónico en la des-construccióndel espacio público y la subjetividad

Susana Neuhaus (compiladora y autora)Hugo Colello, Ricardo Conde, Juan C. Frid,

Roberto Gigliotti, Eduardo Grassetti,Estela Marconi, Susana Neuhaus,

Graciela Martínez, Elena SprovieriGrupo Editor Altamira, 2002

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ciones que modifiquen el plan-teamiento del problema. La lec-tura retroactiva permite revisarcategorías vigentes en la épocade Freud y compararlas con ca-tegorías actuales.

La constitución subjetiva espsicogénesis y sociogénesis.¿Cuáles son las condiciones deproducción socio-histórica de lasubjetividad? Los autores alertanante ciertos reduccionismos: elbiologista, el «familiarista», elsociologista y el estructuralista.La psique no es pensable fuerade lo socio-histórico, entraman-do prácticas o discursos (hege-mónicos o no), sexualidad, idea-les, valores, ideología, poder,identidad, prohibiciones. Desar-ticular su producción de lo polí-tico, económico e ideológico esun reduccionismo. Reduccionis-mo presente en cierta tradiciónsolipsista que propició el «mitode la mente aislada», conside-rando la subjetividad como uncóctel de pulsiones endógenas.

Hasta hace pocas décadas pre-dominó en la ciencia la aspira-ción de simplicidad. Lo simpleestaba oculto por las «aparien-cias» cambiantes. Pero ese para-digma implica una lógica queextiende sobre la sociedad y lasrelaciones humanas restriccionesy funciones propias de la máqui-na artificial y de la visión deter-

minista y mecanicista que la má-quina origina. Ese paradigmaoculta o disuelve todo lo que essubjetivo y creador. Hay com-plejidad cuando son inseparableslos elementos diferentes queconstituyen un todo (como eleconómico, el político, el socio-lógico, el psicológico, el afecti-vo, el mitológico) y existe untejido interdependiente entre elobjeto de conocimiento y su con-texto, las partes y el todo.

Los paradigmas controlan yrigen el conocimiento científico.No hay una cientificidad sinomuchas, sucesivas o simultáneasy no hay ninguna que no sea untejido de teorías, de ideas y deparadigmas. Veamos lo más sen-cillo: la observación. Parece ob-jetiva, neutral, inocente pero nodeja de ser tributaria de los ins-trumentos ¡y de la mirada! deuna sociedad y de una época.

En Discurso hegemónico...los autores postulan que el dis-curso político hegemónico ope-ra restando deseo e imponiendovalores, restando historicidad yexaltando perentoriedad, restan-do solidaridad y enalteciendo elindividualismo. El discurso po-lítico hegemónico es una simbo-lización restrictiva que unifor-miza obedeciendo a las necesi-dades del mercado. Se interro-gan acerca de la función de un

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intelectual: ¿apuntala la cons-trucción del consenso?, ¿es por-tador de un pensamiento crítico?

Los autores diferencian entreel discurso crítico, el adaptativoy el ilusorio (que no cuestionalos núcleos de poder). Se alar-man ante la desintegración delpensamiento (dominación y ata-que a la autonomía). El hombresiempre lucha contra lo desco-nocido, el miedo lo hace refu-giarse en certezas. En ese beatí-fico estado de certeza, el pensa-miento es devorado por una en-tropía mortífera. Quizá ningúnsujeto renuncia para siempre a lailusión de encontrar un otro queencarne su imagen idealizada. Enla sublimación –a diferencia dela idealización– el yo renunciaal anhelo de hallar lo ideal en elexterior, aceptando la castraciónen el Otro. La idealización pre-serva un vínculo regresivo conimagos objetales arcaicas gene-rando inhibiciones o, peor aún,alienación. La alienación es unasituación relacional en la que elsujeto somete sus pensamientosal juicio exclusivo de otro. Con-creta esa tentación: volver a ha-llar la certeza excluyendo tantodudas como conflictos.

Freud equipara la fase ani-mista con el narcisismo; la fasereligiosa (en la que la omnipo-tencia se desplaza en beneficio

del objeto) con el narcisismoproyectado sobre los padres; y lafase científica (que difícilmentese alcanza y que, si se alcanza,difícilmente se sostiene) con elmomento en que el individuoacepta las exigencias de la reali-dad.1

Los autores diferencian elpensamiento crítico del fragmen-tario. Los sistemas simbólicosconstituyen la realidad, no la re-flejan. El imaginario social arti-cula la práctica social intentan-do generar consenso (ideología),que reemplaza a la represión.Definen una alternativa: actoressociales o sujetos autónomos. Loque mantiene unida a una socie-dad es su institución, que inclu-ye normas, valores, lenguajes,herramientas, procedimientos ymétodos de hacer frente a lascosas y hacer cosas. ¿Cómo seimpone ese consenso? Mediantela adhesión, el apoyo, la creen-cia. La sociedad produce indivi-duos que la producen y la repro-ducen, fabricando «sujetos» quepiensan como se les ha enseñadoa pensar, evalúan del mismomodo, dan sentido a lo que lasociedad les enseñó que tienesentido, y para quienes estas

1 Desarrollé estas cuestiones enNarcisismo, Paidós, 2002 y en In-tersubjetividad y Clínica, Paidós,2003.

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maneras de pensar, de evaluar,de significar son incuestionables.

La producción de subjetivi-dad es un proceso por el cual lapsiquis abandona (aunque nuncatotalmente) sus objetos y su mun-do inicial. La vertiente social deeste proceso es el conjunto delas instituciones que impregnanconstantemente al ser humanodesde el nacimiento. ¿Cómo darcuenta de la historia libidinal eidentificatoria, de los buclesrecursivos, del Edipo como tra-ma y sus efectos constitutivos?Los deseos y discursos provistospor los padres –portavoces de lacultura y de su realidad históricasingular– son una proyecciónestructurante y no sólo alienan-te. Identidad y diferencia, deseoy prohibición, yo y alteridad, co-rrientes pulsionales y destinosidentificatorios participan de laconstitución subjetiva.

El amor materno, además defavorecer el surgimiento de lavida pulsional, tiene que darlehospedaje, un lugar con límites.Para que esa contención sea po-sible, un «yo debe devenir».Como no basta la maduración, serequiere la tarea de ligadura delotro primordial, al cuidar y a lavez propiciar la identificación.La paradoja materna es que ellaestá al servicio de su bebé (de laautoconservación de éste) pero

no puede hacerlo sino «sembrán-dole» sexualidad.

El infans depende de los cui-dados de la madre o sustituto,quien estimula la actividad pul-sional, ofreciéndose y rehusán-dose como objeto de placer. Elpecho que amamanta es un pe-cho deseante, historizante e his-torizado. Cuando el niño alucinaal pecho, alucina lo que repre-sentan el pecho y esa boca parala realidad psíquica materna. Esepecho lo transmite casi todo:palabras, caricias, gestos, cuida-dos, placeres, deseos.

Una revisión radical del modode constitución de la psique, dela sociedad y del modo de enten-der la creación de subjetividadesen diferentes momentos y cir-cunstancias de lo histórico-so-cial, tiene para el psicoanálisisconsecuencias teóricas y prácti-cas. Son eternas las controver-sias acerca de si el análisis pro-duce o no modificaciones de «es-tructura». Eternas e inconducen-tes si no se aclara de qué se estáhablando. Hay cambio de estruc-tura cuando se produce una trans-formación dinámica y económi-ca de las relaciones del yo con elello, superyó y realidad exterior.El trabajo analítico pretende unanueva organización de los inves-timientos para que éstos seanfuentes de placer que no impli-

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quen que se desconozca o que sereniegue tal o cual exigencia dela realidad, sea la realidad delcuerpo, de la sexualidad o la rea-lidad social.

En una psique totalmente de-terminada no podría suceder nadanuevo y una psique abandonadaal azar no constituiría organiza-ción y no accedería a la histori-cidad. La crítica al determinis-mo nos libra de prejuicios fata-listas. Postular un determinismoabsoluto implica postular quetodo fenómeno puede ser predi-cho. Ese determinismo suponeque el azar no es más que unailusión debida a nuestra ignoran-cia de un determinismo escondi-do. La historia no es mera repe-tición, ni despliegue de lo yacontenido en el pasado; incluyeacontecimientos no predetermi-nados: el ruido, el azar, el otro,lo distinto son las fuentes de no-vedad radical y vías para el au-mento de complejidad. Una his-toria que articula repetición ydiferencia y conoce turbulencias,bifurcaciones, fases inmóviles,progresiones, regresiones, rup-turas.

«Fin de la historia», «Fin delas ideologías» son los sloganspropiciados por la restauraciónneoconservadora. Respondió elpostmodernismo, que se encerróen sus acrobacias retóricas, y

anunció « las caídas de losmetarrelatos». «La imaginaciónal poder» fue suplantada porotras consignas: «Muerte del su-jeto», «muerte del yo», «crisisde la razón», «derrota del pen-samiento». La desconstrucciónposmodernista de la subjetivi-dad fue mera astucia ideológi-ca, que enmascaró diversos in-tentos críticos, que hoy emergen.La psique está descentrada porsu inserción traumática en el or-den socio-simbólico. Pero estedescentramiento del sujeto notiene por qué impedir un com-promiso reflexivo con los otros ycon las diversas prácticas co-lectivas.

Los autores proponen revita-l izar el «utopismo crí t ico».«Utopismo» no es sólo una fogo-sa e inconducente actitud juvenilsino la única manera de investirel futuro. Ese «utopismo crítico»debe elaborar proyectos infor-mados por los procesos que seintentan transformar. Se oponetanto al voluntarismo sin respal-do teórico como al «fatalismo debanquero» que no puede pensarun mundo diferente al de sus in-tereses.

La autonomía es alcanzadapor el hombre cuando devieneun sujeto reflexivo que está encondiciones de cuestionar las sig-nificaciones imaginarias socia-

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les, dándose a sí mismos sus le-yes. El sujeto tiene a su disposi-ción una capacidad de fantaseo yde invención de nuevas formas sipuede soslayar una identidadcompacta, una cultura que aplas-ta lo instituyente con el peso delpensamiento heredado.

Es un libro que propone vol-ver a pensar y pensar de nuevo larelación entre el sujeto y lo so-cial. Lo social constituye a lossujetos. Pero sería un error en-tender que el influjo subjetivadordel campo social fuera omnia-barcador y unificante. Si setransforma lo imaginario en ununiversal ideológico vacío, nohay espacio para estudiar la inci-dencia de los fenómenos cultu-rales en las transformaciones his-tóricas de la subjetividad. Loimaginario creador desempeñaun papel significativo en la cul-tura.

Reflexionan los autores acer-ca del postmodernismo y sus pro-puestas: el goce en lo banal, laabolición del referente, el «girolingüístico» y la prevalencia dela imagen. Proponen recuperarla capacidad instituyente median-te el pensamiento crítico. Esasubjetividad vaciada de historiay de conexión con la realidadgenera un «vale todo», una eter-nización del presente, una aboli-ción de la imaginación creadora.

La ética de los valores es susti-tuida por la de los bienes. Cadasociedad tiene su propio régi-men de verdad. El discurso he-gemónico penetra en los intersti-cios de la vida cotidiana, natura-lizando lo histórico social. Losespacios públicos son interroga-dos en sus condiciones de pro-ducción, en su genealogía, en susdeterminaciones simbólicas ypolíticas. Su anulación apunta ala abolición de lazos sociales.

Proponen nuevos espaciosdemocráticos en los cuales seconstruye un discurso contra-hegemónico. El discurso hege-mónico tiene dos sostenes: ladegradación del compromiso yel vaciamiento de la subjetivi-dad (memoria, historicidad y re-lación con el otro y la realidad).Genera apatía: el devenir socialno puede ser modificado por laacción colectiva coartando lareflexión histórica e historizante.La anulación de la utopía y elproyecto, y la exaltación de lafragmentación, son recursosideológicos. Una libertad sin fu-turo paraliza la acción. Las des-construcciones postmodernasson aparentemente contra-hege-mónicas pero aseguran la convi-vencia entre los diversos frag-mentos.

Son retomadas, en este libro,temáticas esbozadas por Freud

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pero silenciadas en el postfreu-dismo. Para Freud la cultura«comprende todas las normasnecesarias para regular los vín-culos recíprocos entre los hom-bres y, en particular, la distri-bución de los bienes asequibles».Tenemos bastante que decir so-bre la diferencia entre cuestio-nar la tradición y destruir repa-

ros identificatorios. Los «siem-pre se hizo así», «siempre sepensó así», pueden ser puestosen tela de juicio, pero el «siem-pre sentí así» es algo más quenostalgia por el pasado. Es testi-monio de continuidad... y basepara cualquier cambio. Abolirloes deshistorizar, desubjetivizar.

Luis Hornstein

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Hace ya algunos años, en unapequeña librería de Belgrano,consulté por la existencia de unlibro de filosofía, un texto de E.Levinas. Antes que se me infor-mara acerca del texto, ya cono-cía a José Milmaniene. Antesque me hubiera dirigido a él,como se intenciona un objetoplenificando sus escorzos aúnvacíos, antes de girar hacia él,ya respondía a un ¿estudiás Le-vinas? Después ya no dejamosde hablar.

Al comienzo cada una de misintervenciones permanecía cau-ta y prevenidamente recelosafrente a la poderosa máquinahermenéutica que pone a funcio-nar el psicoanálisis, sobre avisofrente a la orientación que enocasiones exhibe el discursoanalítico a subsumir todo dis-curso otro –en este caso el dis-curso filosófico– a través de unelenco de conceptos o reperto-rio de términos bien dispuestos.En todo caso, José, en nuestrasconversaciones –y más tardecomprobaría también en su es-critura– nunca habría de tomarrecurso de una figura que cerra-

ra en una interpretación el mo-mento de un pensamiento, notendió nunca aquel lecho deProcusto al que temía. Cuentotodo esto, no a los fines de ex-plotar el tropos retórico del co-mienzo de un encuentro y asídar curso a un discurso de ala-banza. Más bien, me ocupa aquídecir la époje, la suspensión deun rumbo natural, al que se obli-ga José, respecto de la propen-sión al desciframiento, a decirsu propia contracción (su tzim-zun, dirían los cabalistas) res-pecto a leer como se interpreta.Leer sin interpretar, suspenderel momento hermenéutico, car-ga con toda la interdicción deOccidente, de Agustín a Nietzs-che. Leer de manera judía, conatención preocupada, sin redu-cir el término al que me dirijo amis propios términos, sin anularel noema de una noesis, sin re-ducir lo Otro al Mismo, signifi-ca de otro modo que la orienta-ción interpretativa que presideel curso del pensamiento de Oc-cidente. En ese sentido, la pre-sencia de Levinas en el texto noes la ocasión de un tema sino elrecibimiento de un magisterio

Clínica del TextoJosé Edgardo Milmaniene

Editorial Biblos, Buenos Aires, 2002

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instruyendo la escritura. Toda laempresa de Levinas puede figu-rarse en la crítica a la donaciónde sentido (Sinngebung) comonota saliente de la tarea inter-pretativa. ¿Cómo acercarse aalgo otro sin donar el propiosentido, cómo detener la proyec-ción de nuestras ideacionesfrente a lo que se nos presenta?Si en todo pensamiento de algo,algo me es presente en la inma-nencia de mi espíritu bajo la ca-racterística pasiva del ‘estarmedado’ (gegebenheit), esto mis-mo supone, en el otro polo de larelación, un sujeto activo apro-piante, que pregna con su senti-do la alteridad del objeto, es de-cir que comprende con toda laraíz prensil de toma que arras-t ra e l prender de la «com-prehensión». En este sentido, lacuestión con la interpretaciónno descansa tanto en los peli-

gros de la semiosis infinita o dela errancia del sentido sino enuna instancia ética, el respeto ala alteridad.

Creo, por otra parte, que aClínica del Texto le acompañan,todo el tiempo, los horizontesno explicitados de la presenciade El Holocausto. Una LecturaPsicoanalítica, un libro de Joséque le precede. Al tema de laalteridad, de la irreductible pre-sencia del Otro, de su resisten-cia a mis poderes, a mi «ichkänn» –yo puedo–, le son con-geniables las dimensiones delgenocidio y la Shoá. Después dela Shoá ninguna intersubjetivi-dad puede, como en Husserl, darcomienzo en mi ego, para lue-go, por empatía analógica, ir ha-cia el Otro. Es el Otro, en cam-bio, el que me emplaza, antesde que yo lo reconozca.

Pablo Dreizik

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Ante todo agradezco a lasautoras por la invitación a lapresentación de este libro titu-lado: Psicoanalistas. Un auto-rretrato imposible.

Voy a intentar, en estos bre-ves diez minutos, dar cuenta dealgunas impresiones, motivadaspor la lectura de este entrelaza-miento de textos escritos por lasautoras y las entrevistas a modode diálogos con psicoanalistasnotables, lo que compone unatrama muy original.

Para ir situándonos en lo queconsidero la esencia de este es-crito, afirmaría algo que es ob-vio pero remarcable: un mismotexto significa algo diferentepara cada lector, según desdedónde haga su lectura, por con-siguiente la impresión que a míme produjo leerlo, fue en algúnsentido similar y a la vez nece-sariamente distinta de la que ex-presan otros que lo han leído.De igual modo que el ser psi-coanalista es parecido, pero to-talmente diferente para cadauno. En este caso podemos veruna manera de afrontar estacuestión de lo igual pero al mis-

mo tiempo distinto, y es diversi-ficando discursos, sean los enfo-ques teóricos, concepciones clí-nicas, historias testimoniales,etc., de modo que cada uno en-cuentre su lugar en este conjunto.

En cuanto a las similitudescon lo que otros puedan leer,voy a destacar algunos comen-tarios de Rafael Paz y SantiagoKovadloff, que son los que in-troducen y prologan el texto.Quizás dicho por mí suene dife-rente aunque se refiera a lo mis-mo, ya que voy a comentar eltema del sujeto implicado enaquello de lo que quiere darcuenta, siendo que yo mismo yapaso a estar implicado. Surge laalusión a Escher cuando dibujalas manos que se dibujan a símismas, y en esa línea podríamencionar un clásico de Borges,«La Biblioteca de Babel», don-de emerge el hecho de que nopodría haber un catálogo que in-cluya todos los libros, porqueese catálogo faltaría como unode esos libros.

Esta introducción apunta alhecho de intentar caracterizar unautorretrato de los psicoanalis-

Psicoanalistas. Un autorretrato imposibleSusana Mauer, Sara Moscona y Silvia Resnizky

Lugar Editorial, 2002

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tas, considerando que todo au-torretrato cae en esta paradojaque es incluir en la descripciónal mismo sujeto que se está des-cribiendo.

Estos hechos los vemos re-presentados de un modo muy lo-grado en la ilustración de la tapay en el título. El dibujo muestrauna figura del rostro de Freudpero desdoblada en varias imá-genes superpues tas , qu izáscomo un giro que sugiere unFreud multifacético. Esto me re-cordó el texto «La interpreta-ción de los sueños», cuandoFreud se refiere a la condensa-ción citando las fotografías mix-tas de Galton. Este último, paradeterminar los parecidos de fa-milia, fotografiaba varios ros-tros en la misma placa, así seborraban las diferencias en lasimágenes de los diversos perso-najes que constituían una fami-lia, unificándolas en una solafotografía. Sabemos que la con-densación como mecanismo in-conciente, cuya versión discur-siva es la metáfora, es un modode presentar algo que se prestaa muchos significados posibles;la metáfora es una, pero decómo se la comprenda dependeel significado que emerja decada lectura.

Esto nos lleva a la conse-cuencia lógica del título si lo

analizamos en cada uno de sustérminos. Comienza con unaafirmación Psicoanalistas… ,donde menciona el universo delo múltiple dado por el plural.Luego tenemos la tentativa uni-ficadora y singularizante: Unautorretrato…, donde los psi-coanalistas (autoras y entrevis-tados) se describirían a sí mis-mos desde diferentes ángulos,con la intención de borrar dife-rencias para agruparse en esteUn…, que pasa de lo plural a losingular; y aparece como un ali-vio lo de: …imposible. No dejade ser un logro en sí mismo, quese inicie con una consigna quecrea un suspenso y por fin apa-rezca ese remate conclusivo.Entonces tenemos lo múltipleque no es unificable y que setopa con lo real de esa dificul-tad como imposible.

A su vez mencionan estascuestiones imposibles referidasa la misma tarea de escribir,donde el «Escribir es dar a ver»de Juarroz se contrapone al«Hay un silencio que es irreduc-tible a la enunciación» de Ko-vadloff. Es como si dijesen quepor más que se escriba, no sepuede terminar de describir.

Una línea que se puede to-mar como ejemplo, que insiste alo largo del texto, es precisa-mente el sentido de la escritura

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en psicoanálisis. Vemos que elescrito interroga el propio sen-tido de la escritura y que así seconfigura uno de los mensajesque de este libro se extrae. Yodiría que un escrito es un men-saje al o del Otro, pero es unmensaje que no se puede termi-nar de decir, y eso es lo quedice.

En la escritura, necesaria-mente, según se evidencia en eltexto que voy a fragmentar comoilustración, aparece: de un «en-tusiasmo inicial» se cae en«balbuceos», «tartamudeos» yentonces culmina en una aseve-ración: «escribir implica ser pa-ciente, elaborar la fecunda po-breza inicial». Estamos en quela escritura y cualquier discursobordean la falta, y que cuandose logra el escrito, como creoque pasa en este caso, de la fal-ta se hace una obra, una produc-ción, una creación.

Tal como afirma Lacan en unmomento: «una carta siemprellega a su destinatario», ya queel destinatario es el propio suje-to y la carta la escribe el incon-ciente. Pero más tarde veremosque, para que esto acontezca enun sentido pleno, la carta hayque escribirla; y eso es lo quehace valioso a este libro, al lo-grar transmitir en el escrito quelo vincular es posible. Las tres

hacen un libro, pero más allá delo vincular y lo múltiple, está elsujeto, ese es el dilema que locaracteriza: tiene que sujetarsea otros y a la vez está solo. Sur-gen las preguntas: ¿cada una es-cribió aparte?, ¿escribieron lastres juntas?, y la respuesta es,siguiendo a Juarroz, lo que seda a ver. Aunque estas pregun-tas no pueden ser respondidasporque lo que se ve es, que es-cribieron más que cada una yque las tres juntas.

La claridad de los límitesfrente a la imposibilidad creóotro de los méritos mayores dellibro, reúne un universo de opi-niones pero casi como una es-trategia, para demostrar hastaqué punto no son superponiblesni necesariamente coincidentes,aunque en alguna medida reco-noceremos puntos en común enel hecho de que se trata de ununiverso de psicoanalistas.

Nos encont ramos con loinexpresable por el decir o elescribir, y un sujeto que puedaconstituirse ahí para dar cuentade esta limitación del signifi-cante. Pero ese sujeto, en estecaso sustancialmente diferente,por ser psicoanalista, se dedicaa expresar teórica y clínicamen-te este borde. Este libro notransgrede ese límite en ningúnmomento, lo cual le da el valor

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de ser un libro auténticamentepsicoanalítico, ya que las auto-ras lograron por muchos cami-nos caracterizar esta cuestión.

En definitiva estamos frentea una apertura de un diálogo quese debería ir ampliando, es unlibro abierto donde una genera-ción interroga a otra, con el ob-jetivo de buscar alguna identi-dad, la que saludablemente per-manece en suspenso porque nohay una identidad única. Así escomo recibo yo otro de los men-sajes del texto, como una invi-tación a continuar con este diá-logo que se abrió.

Es interesante el modo queeligieron para sortear la necesi-dad de caracterizar cierto uni-verso de psicoanalistas en la te-sis del autorretrato, y como bue-nas analistas «hicieron hablar aotros», a un conjunto –concuer-dan, restringido– de analistasargentinos que relatan en las en-trevistas quiénes son, sus histo-rias, trayectorias, opiniones, etc.Esto lo considero como acierto,porque donde quizás se impon-dría una opinión, abren en losdiálogos estos testimonios y lle-

van así a que cada lector extrai-ga su conclusión. Es obvio queno todos estos analistas coinci-den, e incluso no concuerdanforzosamente con el decir de lasautoras, lo cual enriquece el plu-ralismo y retorna al punto de queno hay un agrupamiento homogé-neo posible de los analistas.

Por último, además de reco-mendar la lectura activa de estaobra, les agradezco la aperturaasí como el estilo ampliamenteconvocante, tanto de los entre-vistados, como del resto de lopartícipes que se entretejen enesta experiencia.

Para terminar, les quiero ex-presar que me gustó mucho, tan-to por su originalidad y estilo,como por la franqueza de la po-sición de las autoras. Sincera-mente las felicito y lamento nodisponer de más tiempo parapuntuar una cantidad de logrosexpresivos, significativos por sucalidad literaria y por la pro-fundidad conceptual, así comola sutileza de la conducción delas entrevistas donde vemos psi-coanalistas en acto.

Leonardo Peskin