La Casa Encantada - Virginia Woolf

Embed Size (px)

DESCRIPTION

.

Citation preview

  • /DFDVDHQFDQWDGD9LUJLQLD:RROI&LXGDG6HYD

    KWWSZZZFLXGDGVHYDFRPWH[WRVFXHQWRVLQJZRROIODBFDVDBHQFDQWDGDKWP

    Casa digital del escritor Luis Lpez Nieves

    Recibe gratis un cuento clsico semanal por correo electrnico

    La casa encantada[Cuento. Texto completo.]

    Virginia Woolf

    A cualquier hora que una se despertara, una puerta se estaba cerrando. De cuarto encuarto iba, cogida de la mano, levantando aqu, abriendo all, cerciorndose, una parejade duendes.

    Lo dejamos aqu, deca ella. Y l aada: S, pero tambin aqu! Est arriba,murmuraba ella. Y tambin en el jardn, musitaba l. No hagamos ruido, decan, oles despertaremos.

    Pero no era esto lo que nos despertaba. Oh, no. Lo estn buscando; estn corriendo lacortina, poda decir una, para seguir leyendo una o dos pginas ms. Ahora lo hanencontrado, saba una de cierto, quedando con el lpiz quieto en el margen. Y, luego,cansada de leer, quizs una se levantara, y fuera a ver por s misma, la casa toda ellavaca, las puertas quietas y abiertas, y slo las palomas torcaces expresando consonidos de burbuja su contentamiento, y el zumbido de la trilladora sonando all, en lagranja. Por qu he venido aqu? Qu quera encontrar? Tena las manos vacas. Seencontrar acaso arriba? Las manzanas se hallaban en la buhardilla. Y, enconsecuencia, volva a bajar, el jardn estaba quieto y en silencio como siempre, pero ellibro se haba cado al csped.

    Pero lo haban encontrado en la sala de estar. Aun cuando no se les poda ver. Losvidrios de la ventana reflejaban manzanas, reflejaban rosas; todas las hojas eran verdesen el vidrio. Si ellos se movan en la sala de estar, las manzanas se limitaban a mostrarsu cara amarilla. Sin embargo, en el instante siguiente, cuando la puerta se abra,esparcido en el suelo, colgando de las paredes, pendiente del techo... qu? Yo tena lasmanos vacas. La sombra de un tordo cruz la alfombra; de los ms profundos pozos de

  • /DFDVDHQFDQWDGD9LUJLQLD:RROI&LXGDG6HYD

    KWWSZZZFLXGDGVHYDFRPWH[WRVFXHQWRVLQJZRROIODBFDVDBHQFDQWDGDKWP

    silencio la paloma torcaz extrajo su burbuja de sonido. A salvo, a salvo, a salvo...,lata suavemente el pulso de la casa. El tesoro est enterrado; el cuarto..., el pulso sedetuvo bruscamente. Bueno, era esto el tesoro enterrado?

    Un momento despus, la luz se haba debilitado. Afuera, en el jardn quiz? Pero losrboles tejan penumbras para un vagabundo rayo de sol. Tan hermoso, tan raro,frescamente hundido bajo la superficie el rayo que yo buscaba siempre arda detrs delvidrio. Muerte era el vidrio; muerte mediaba entre nosotros; acercndose primero a lamujer, cientos de aos atrs, abandonando la casa, sellando todas las ventanas; lasestancias quedaron oscurecidas. l lo dej all, l la dej a ella, fue al norte, fue al este,vio las estrellas aparecer en el cielo del sur; busc la casa, la encontr hundida bajo laloma. A salvo, a salvo, a salvo, lata alegremente el pulso de la casa. El tesoro estuyo.

    El viento sube rugiendo por la avenida. Los rboles se inclinan y vencen hacia aqu yhacia all. Rayos de luna chapotean y se derraman sin tasa en la lluvia. Rgida y quietaarde la vela. Vagando por la casa, abriendo ventanas, musitando para no despertarnos,la pareja de duendes busca su alegra.

    Aqu dormimos, dice ella. Y l aade: Besos sin nmero. El despertar por lamaana... Plata entre los rboles... Arriba... En el jardn... Cuando lleg elverano... En la nieve invernal... Las puertas siguen cerrndose a lo lejos, distantes,con suave sonido como el latido de un corazn.

    Se acercan ms; cesan en el pasillo. Cae el viento, resbala plateada la lluvia en el vidrio.Nuestros ojos se oscurecen; no omos pasos a nuestro lado; no vemos a seora algunaextendiendo su manto fantasmal. Las manos del caballero forman pantalla ante lalinterna. Con un suspiro, l dice: Mralos, profundamente dormidos, con el amor enlos labios.

    Inclinados, sosteniendo la linterna de plata sobre nosotros, nos miran larga yprofundamente. Larga es su espera. Entra directo el viento; la llama se vencelevemente. Locos rayos de luna cruzan suelo y muro, y, al encontrarse, manchan losrostros inclinados; los rostros que consideran; los rostros que examinan a losdurmientes y buscan su dicha oculta.

    A salvo, a salvo, a salvo, late con orgullo el corazn de la casa. Tantos aos...,suspira l. Me has vuelto a encontrar. Aqu, murmura ella, dormida; en el jardnleyendo; riendo, dndoles la vuelta a las manzanas en la buhardilla. Aqu dejamosnuestro tesoro... Al inclinarse, su luz levanta mis prpados. A salvo! A salvo! Asalvo!, late enloquecido el pulso de la casa. Me despierto y grito: Es este el tesoroenterrado de ustedes? La luz en el corazn.

    FIN