La casa del poder

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Atherton es un pequeño mundo dividido en tres partes, situadas en distintos niveles: la más alta se denomina las Tierras altas, en cuyo punto más céntrico y elevado, la casa del poder, viven los gobernantes de Atherton, la intermedia es el Altiplano, que aloja tres aldeas de agricultores y ganaderos, la más bajase conoce como las tierras llanas, un páramo rocoso poblado por voraces monstruos llamados limpiadores. Estas tres partes están separadas por altísimos acantilados que nadie puede escalar… excepto Edgar, un huérfano de once años residente en el Altiplano que asciende a las tierras altas intrigado por el contenido de un libro que le legó su tutor, el doctor Luther Kincaid. A cada paso que da, el solitario Edgar empieza a hacer amistades que le ayudan en su búsqueda de respuestas. Samuel, un chico de las tierras altas, lee al analfabeto huérfano las revelaciones del libro: Atherton fue creado artificialmente por un enigmático científico llamado Máximus Harding; sus pobladores proceden del planeta oscuro, un mundo contaminado, y se han sometido a un proceso que les ha borrado los recuerdos de su mundo natal. Edgar también empieza a hacer amigos en el Altiplano, como la ingeniosa chica llamada Isabel y varios aldeanos que, gracias a la información de Edgar, se organizan para defenderse de los soldados de las tierras altas. Además, el doctor Kincaid prevé una serie de cataclismos, siendo el primero de ellos el descenso de las tierras altas. Cuando el nivel superior se desploma hasta el Altiplano, el choque entre los habitantes de los dos niveles superiores no se hace esperar

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    ~~22~~

    PPAATTRRIICCKK CCAARRMMAANN

    LLAA CCAASSAA DDEELL

    PPOODDEERR 11 AAtthheerrttoonn

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    ~~55~~

    NNDDIICCEE

    AARRGGUUMMEENNTTOO ............................................................................. 7

    CCaappttuulloo 11 ................................................................................ 12

    CCaappttuulloo 22 ................................................................................ 17

    CCaappttuulloo 33 ................................................................................ 22

    CCaappttuulloo 44 ................................................................................ 27

    CCaappttuulloo 55 ................................................................................ 34

    CCaappttuulloo 66 ................................................................................ 40

    CCaappttuulloo 77 ................................................................................ 50

    CCaappttuulloo 88 ................................................................................ 57

    CCaappttuulloo 99 ................................................................................ 66

    CCaappttuulloo 1100 .............................................................................. 72

    CCaappttuulloo 1111 .............................................................................. 78

    CCaappttuulloo 1122 .............................................................................. 90

    CCaappttuulloo 1133 .............................................................................. 97

    CCaappttuulloo 1144 ............................................................................ 105

    CCaappttuulloo 1155 ............................................................................ 110

    CCaappttuulloo 1166 ............................................................................ 118

    CCaappttuulloo 1177 ............................................................................ 123

    CCaappttuulloo 1188 ............................................................................ 130

    CCaappttuulloo 1199 ............................................................................ 135

    CCaappttuulloo 2200 ............................................................................ 140

    CCaappttuulloo 2211 ........................................................................... 145

    CCaappttuulloo 2222 ............................................................................ 151

    CCaappttuulloo 2233 ............................................................................ 156

    CCaappttuulloo 2244 ............................................................................ 166

    CCaappttuulloo 2255 ............................................................................ 175

    CCaappttuulloo 2266 ............................................................................ 184

    CCaappttuulloo 2277 ............................................................................ 190

    CCaappttuulloo 2288 ............................................................................ 196

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    CCaappttuulloo 2299 ............................................................................ 201

    CCaappttuulloo 3300 ............................................................................ 206

    CCaappttuulloo 3311 ............................................................................ 214

    CCaappttuulloo 3322 ............................................................................ 220

    CCaappttuulloo 3333 ............................................................................ 225

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    ~~77~~

    AARRGGUUMMEENNTTOO

    Atherton es un pequeo mundo dividido en tres

    partes, situadas en distintos niveles: la ms alta se

    denomina las Tierras Altas, en cuyo punto ms

    cntrico y elevado, la casa del poder, viven los

    gobernantes de Atherton, la intermedia es el

    Altiplano, que aloja tres aldeas de agricultores y

    ganaderos, la ms bajase conoce como las tierras

    llanas, un pramo rocoso poblado por voraces

    monstruos llamados limpiadores.

    Estas tres partes estn separadas por altsimos

    acantilados que nadie puede escalar... excepto Edgar,

    un hurfano de once aos residente en el Altiplano

    que asciende a las tierras altas intrigado por el un

    recuerdo de su niez temprana, en el que alguien le

    anuncia que un da Atherton cambiar, y llegar el

    momento de actuar.

    Un mundo y una sociedad se desintegra y Edgar

    tiene que averiguar qu es Atherton y como salvarlo.

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    ~~88~~

    Tras noches y das de increble labor y fatiga, consegu descubrir el origen de la

    generacin y la vida, es ms, yo mismo estaba capacitado para infundir vida de la

    materia inerte.

    Frankenstein, 1818,

    de Mary Shelley

    Coleccin Clsicos Juveniles,

    (Grupo Editorial Bruo,

    Edicin de 2008)

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    ~~99~~

    PRIMERA

    PARTE

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    ~~1100~~

    Ya no queda mucho. Las cosas estn empezando a cambiar.

    Se produjo un silencio lleno de esttica, seguido de una respuesta lejana:

    Ya lo s, ya lo s. Solo espero que no nos hayamos trasladado demasiado pronto.

    No estoy seguro de que la gente est preparada.

    Porqu siempre tienes que decir esas idioteces? Ya hemos esperado ms de la

    cuenta.

    Tienes razn. Lo que pasa es que... no podemos prever lo que va a ocurrir.

    Ese es tu problema, Luther, que eres demasiado indeciso.

    Siempre ests dudando. A veces me pregunto por qu te he mantenido a mi lado

    durante tantos aos.

    Una cosa es segura: hay gente que va a sufrir mucho por esto.

    Del otro lado de la lnea lleg un extrao sonido, como de risa contenida.

    En efecto, habr personas que lo pasen mal. Y no me cabe duda de que t sers

    una de ellas.

    Por qu lo dices?

    Luther, no habrs pensado en serio que te permitira usar mi creacin en tu

    propio beneficio?

    La voz se perdi, sustituida por el crujido y el chisporroteo de la

    electricidad en el aire. Luego volvi:

    Sabes mejor que nadie que este lugar es mo. Yo lo form. Y no voy a compartirlo.

    No permitir que te entrometas ms en mis asuntos.

    Doctor Harding, se puede saber de qu ests hablando?

    Me pertenece. Es mi creacin y har con ella lo que me plazca. Ya he aguantado

    demasiado que me digan lo que puedo y lo que no puedo hacer. Ese tiempo ha

    llegado a su fin, Luther.

    Qu piensas hacer, Maximus? No puedes aislarte del resto del mundo!

    Hubo un silencio, seguido de una respiracin dificultosa y del sonido de

    objetos pesados movindose.

    Adis, Luther.

    Maximus? Maximus!!!

    Un chorro de esttica brot del auricular. Y entonces la lnea se cort del

    todo.

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    ~~1111~~

    Qu pretenda? Se haba vuelto loco?

    El doctor Luther Kincaid alz la vista y susurr al cielo nocturno:

    Que Dios perdone nuestra insensata idea de crear un nuevo mundo.

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    ~~1122~~

    CCaappttuulloo 11

    UUNN CCHHIICCOO CCOONN UUNN SSEECCRREETTOO

    EN LA PLANTACIN del seor Ratikan viva un chico. Su existencia no era

    holgada, pero sus necesidades estaban cubiertas y en general era feliz.

    Se llamaba Edgar.

    Hay quien dira que era delgado como todos los dems chicos que trabajaban en la

    plantacin, pero solo acertara a medias, ya que, como todo el mundo sabe, hay dos

    tipos de nios delgados: los que son frgiles como el papel y los resistentes como el

    alambre. Edgar era de estos ltimos, fuerte y gil como una liebre.

    En el denso corazn de la plantacin, el cielo estaba cubierto por un espeso follaje

    que penda a poca altura, y en aquella hora calurosa era un lugar fresco y tranquilo

    para tumbarse en la hierba a echar una siesta. Pero Edgar no sola escaparse a dormir

    bajo los rboles como hacan otros. Era mucho ms probable encontrarle cometiendo

    alguna travesura...

    En una de las partes ms silenciosas de la plantacin, Edgar llevaba un rato

    balancendose con fuerza adelante y atrs en la rama de un rbol, tratando de ganar

    la velocidad necesaria para saltar por encima del verde sendero hasta una rama que

    haba al otro lado, aproximadamente a un metro y medio de distancia. En los dos

    intentos anteriores, Edgar se haba soltado demasiado tarde y haba volado por los

    aires, con los pies por delante, hasta caer de espaldas en medio del sendero con un

    tremendo golpe seco.

    Lejos de desanimarse, Edgar hizo un tercer intento, que le catapult por los aires a

    tanta velocidad que se estamp contra el tronco del otro rbol y termin con la nariz

    ensangrentada.

    Aquel alboroto atrajo la atencin del dueo de la plantacin, el seor Ratikan. Era

    un hombre alto y jorobado que siempre pareca empeado en impedir que la gente se

    divirtiera.

    Edgar estaba ya en plena preparacin de su mayor salto, rozando las hojas del

    rbol con sus brazos al proyectarse hacia delante. Y justo cuando se balanceaba hacia

    atrs, el seor Ratikan le golpe los pies descalzos con su bastn.

    Baja de ah ahora mismo! le grit, furioso.

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    ~~1133~~

    El seor Ratikan tena la tez blanca y porosa como la tiza, y un gesto agrio le

    encorvaba perpetuamente la boca, de modo que sus finos labios y su largo bigote

    parecan poco ms que arrugas rojas y marrones en torno a una expresin

    disgustada.

    El bastonazo no haba hecho caer a Edgar. Tras impulsarse hacia arriba con los

    pies, el chico se solt y, agitando brazos y piernas, esta vez logr agarrarse a la rama

    del otro lado. Pero en ese preciso instante, la rama se parti y Edgar se estrell

    contra el suelo.

    Aquel fue un golpe de especial mala suerte, ya que lo que ms irritaba al seor

    Ratikan era que alguien daara uno de los valiosos rboles de su plantacin.

    Esta vez s que te la has ganado! bram, clavando la punta de su bastn en las

    costillas de Edgar.

    Solo estaba jugando un rato antes de ir a buscarle! se justific el muchacho

    con la voz quebrada mientras intentaba esquivar el bastn.

    Se puso en pie apresuradamente y corri a protegerse detrs del tronco al tiempo

    que se enjugaba una gota de sangre de la nariz.

    El bastn del seor Ratikan golpe el rbol y casi acert a Edgar en la cabeza.

    Vete a trabajar en los pimpollos y no pares hasta que hayas acabado con veinte!

    le orden, azotando de nuevo el tronco con el bastn. Edgar se apart de un

    salto. Y si te vuelvo a pillar jugando en los rboles, te quedars una semana sin

    cena!

    Edgar calcul el espacio que haba atravesado por los aires. Aunque tendra que

    trabajar una hora ms como castigo, haba valido la pena.

    Andando! chill el seor Ratikan, dando un bastonazo tras otro al rbol con

    la esperanza de pillar algn dedo del chico.

    Edgar ech a correr por un sendero que serpenteaba a la sombra de los rboles

    hasta quedar fuera del alcance visual del seor Ratikan.

    Lo que he hecho ha sido una imprudencia, admiti para s, a pesar de lo bien

    que se lo haba pasado. No sirve de nada atraer miradas indiscretas. Alguien podra

    descubrir a lo que me he estado dedicando....

    Redujo el paso y camin hasta llegar a la zona de los rboles ms maduros, de

    denso y largo ramaje. Entre sus hojas se filtraban pequeas franjas de luz, y al pasar

    por debajo intentaba atraparlas con la mano. Edgar se diverta con cualquier cosa y

    habra sido un gran amigo para otros nios, pero pasaba mucho tiempo a solas. Era

    un chico con un secreto, y lo guardaba bien.

    Avanz por el sinuoso camino hasta que el follaje se dispers sobre l. Estaba a

    plena luz del da, en un punto donde se alzaba la pared de un acantilado tan alto que

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    no se vea el final. A un lado, una cascada se precipitaba contra el suelo con un

    potente rugido, y Edgar observ a poca distancia una escena conocida: en torno a la

    balsa de agua, al pie de la cascada, algunos hombres vigilaban que nadie se acercara

    a ella antes de que le llegase el turno. Mientras tres de ellos montaban guardia, otros

    distribuan agua en pequeos cubos de madera a una fila de gente procedente de la

    aldea. Desde la cima del acantilado caan tres cascadas similares, pero esta era la

    nica cercana a la plantacin. Las dems estaban lejos, en lugares que Edgar nunca

    haba visitado.

    El racionamiento del agua era uno de los problemas de la vida en el Altiplano,

    pero Edgar pens que deba de ser mejor que habitar en las Tierras Llanas situadas

    debajo de l, donde el suministro de agua se limitaba a lo poco que se verta por los

    confines del nivel superior. Era difcil imaginar que alguien pudiera sobrevivir all

    abajo durante mucho tiempo. En el mundo de Atherton, los que vivan arriba, en las

    Tierras Altas, controlaban el flujo del agua y podan hacer con ella lo que quisieran.

    De pronto se oy el chasquido de una rama muy cerca, en la plantacin. Edgar se

    qued inmvil, preguntndose qu hara si el seor Ratikan volva a aparecer entre

    las sombras blandiendo su bastn.

    Deb imaginar que me seguira, pens desalentado.

    Tienes ramitas y hojas enganchadas en el pelo... oy decir a una vocecilla.

    Edgar sinti cierto alivio al comprobar que no se trataba del seor Ratikan, pero

    tampoco le alegr demasiado descubrir quin le estaba hablando.

    Sal de ah, Isabel.

    Por detrs de un rbol surgi una mata de pelo sucio y enmaraado, luego una

    frente morena, y al fin asom un ojo oscuro sobre el que se arqueaba una espesa ceja

    negra.

    Te ha vuelto a dar una paliza el seor Ratikan? Ha sido con ese horrible

    bastn?

    Como de costumbre, Edgar hizo caso omiso a sus preguntas:

    Por qu siempre tienes que seguirme, Isabel?

    Edgar sacudi la cabeza para limpiarse el pelo, pero las ramitas y las hojas no

    hicieron ms que columpiarse de un lado a otro como animalillos colgando de un

    nido.

    Si quieres, te las quito dijo Isabel mientras sala de un salto de detrs del

    rbol.

    Comparada con Edgar era menuda, ms joven y delgada, hasta el punto de que a

    l le pareca que, si quisiera, podra partirla por la mitad.

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    ~~1155~~

    Edgar termin limpindose con la mano las greas de pelo negro y luego se dio la

    vuelta para irse. No tena ganas de perder el tiempo contndole a aquella pesada por

    qu le haban castigado.

    Eh, no te vayas! protest Isabel. Tienes que contarme qu ha pasado. Te

    ha tirado al suelo el seor Ratikan? Por eso tienes hojas en el pelo?

    Edgar estaba a punto de regaar a la chica como lo hara un hermano mayor

    cuando sinti un leve retumbar bajo los pies. Isabel tambin lo not, y los dos se

    quedaron en silencio, tratando de comprender qu era. Un ligero temblor de tierra en

    la plantacin no era precisamente una novedad, por lo que no sorprendi a ninguno

    de los dos. Aun as, aquel era un poco ms fuerte, como si alguien estuviera haciendo

    redoblar un tambor bajo el suelo que pisaban para llamar su atencin.

    Mi padre dice que no pasa nada coment Isabel, pero es una sensacin muy

    rara, verdad?

    El movimiento ces y Edgar ech a andar sin mediar palabra. Se estaba haciendo

    tarde y todava tena veinte rboles que podar.

    Ya hablaremos esta noche en la cena resolvi Isabel. Sea lo que sea lo que te

    ha hecho el seor Ratikan, ser nuestro secreto.

    Dicho esto, volvi corriendo a la plantacin, contentndose de momento con dar

    rienda suelta a su imaginacin en cuanto a la forma en que el seor Ratikan haba

    apaleado al muchacho.

    Edgar se lami los labios resecos mientras tomaba el ltimo sendero que conduca

    al campo de pimpollos. Tendra que esperar hasta la cena para que le dieran un vaso

    de agua, pero ya se haba acostumbrado a aquella rutina (como todos), y al poco rato

    su mente ya estaba ocupada en otras cosas.

    Fij la mirada en lo que haba ms all de la plantacin. Muchas veces fantaseaba

    sobre cmo se vera su mundo desde lejos, y en su mente se haba formado una

    imagen bastante precisa.

    Atherton estaba compuesto por tres niveles circulares, cada uno de ellos ms

    extenso que el inmediatamente superior. Las vastas Tierras Llanas estaban en el ms

    bajo y lejano. A Edgar le daba la impresin de que una persona que se precipitara

    por el borde de las Tierras Llanas nunca dejara de caer. El Altiplano, donde viva

    Edgar, era una gran planicie situada en lo alto de un escarpado muro de piedra que

    se elevaba desde el centro de las Tierras Llanas. Por ltimo, estaban las Tierras Altas,

    el lugar ms misterioso de todos. Reposaba en lo ms alto del imponente acantilado

    cuya base estaba en el centro del Altiplano. Los habitantes de este ltimo se

    preguntaban a menudo qu habra en las Tierras Altas. Corran rumores acerca de

    animales gigantescos y agua en abundancia, de gentes poderosas y hermosos parajes.

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    ~~1166~~

    Edgar tambin senta curiosidad por las Tierras Altas, pero nunca haba estado en

    ellas.

    Viajar entre los tres niveles estaba estrictamente prohibido. Nadie en el Altiplano

    saba qu haba en lo alto del acantilado, porque jams se haba invitado a nadie a ir

    all.

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    ~~1177~~

    CCaappttuulloo 22

    AATTHHEERRTTOONN TTEE LLOO DDAARR

    PARA CUANDO EDGAR EMPEZ A PODAR el vigsimo pimpollo, la tarde

    haba cado en la plantacin.

    La poda era una de las tareas ms lentas, pero por suerte para Edgar no resultaba

    muy difcil, ya que iba a tener que conservar su energa para cuando llegara el

    anochecer.

    En cuanto termin con los pimpollos, se dirigi hacia la casa del seor Ratikan a

    buscar su racin vespertina de agua y comida.

    Cuando lleg, los dems trabajadores de la plantacin ya estaban haciendo cola

    para la cena. No todos los de la aldea trabajaban en la plantacin, porque haba otras

    muchas tareas que hacer. Haba ovejas y conejos que cuidar e higos que procesar. Los

    huesos y dems despojos de animales que no se coman ni se aprovechaban para

    crear artculos de utilidad se llevaban al borde y se arrojaban a las Tierras Llanas

    junto con otros desperdicios del Altiplano. Pero los trabajos se detenan cuando

    llegaba la hora de cenar en la plantacin, y todos acudan a la casa del seor Ratikan.

    Isabel vio a Edgar casi al instante y le hizo una seal para que se acercara a su

    puesto en la fila. El no le hizo caso, pero ella no tard en separarse de sus padres y

    retroceder hasta el final de la cola, donde empez a incordiar a Edgar con una

    retahla de preguntas que l no quera contestar.

    El seor Ratikan es horrible, no crees? Has bebido algo de agua hoy? Yo un

    poco, casi nada... Me pregunto qu tendremos que hacer maana. Crees que iremos

    al campo de rboles de tercer ao? A m es el que ms me gusta...

    Isabel sigui parloteando hasta que llegaron al principio de la fila, y tambin

    dirigi algunas de sus preguntas al seor Ratikan cuando este, con cara de

    exasperacin, le llen el cuenco y el vaso e hizo ademn de apartarla hacia otro lado.

    Entrar en la casa del seor Ratikan estaba terminantemente prohibido, y l ni

    siquiera permita subir los escalones que conducan al pequeo porche frente a su

    puerta, as que no tena otra forma de deshacerse de Isabel que coger el bastn y

    amenazarla con l.

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    ~~1188~~

    Por qu siempre quiere pegar a la gente con ese bastn? le pregunt la nia

    con sus oscuras cejas fruncidas.

    El rostro del seor Ratikan se crisp en una expresin tan horrenda que Isabel

    agarr su cuenco y su vaso y se alej a toda prisa de la casa.

    Cuando le toc el turno a Edgar, la atencin del seor Ratikan se haba desviado

    hacia otra parte. En la direccin hacia donde estaba mirando se oa un extrao ruido,

    y Edgar se volvi para ver de qu se trataba.

    Un hombre que pareca encontrarse mal se haba apoyado en un rbol y estaba

    inclinado como si fuera a vomitar, pero no le sala nada de la boca.

    Presta atencin, muchacho! Edgar volvi la vista hacia el porche y se encontr

    con que su guardin le estaba mirando directamente. Al parecer, el seor Ratikan ya

    haba perdido el inters por el hombre enfermo de la plantacin. Entorn un ojo,

    como si evaluara cunto alimento poda escatimarle al chico sin que bajara su

    rendimiento al da siguiente.

    Has terminado con todos los pimpollos? le pregunt, rascndose la punta del

    grasiento bigote con una mano y dirigiendo el bastn hacia el muchacho con la otra.

    Veintiuno contest Edgar.

    Era muy rpido, probablemente el mejor trabajador que haba tenido el dueo de

    la plantacin.

    Bien dijo el seor Ratikan, y baj el bastn que apuntaba a la cara de Edgar.

    Maana puedes volver all y ocuparte de treinta ms.

    Edgar le acerc un pequeo vaso de madera y el seor Ratikan lo sumergi

    cuidadosamente en un cubo de agua que tena al lado, en el porche. Devolvi el vaso

    a Edgar junto con una porcin de una especie de pur espeso y una tajada de carne

    de oveja seca y pasada, la nica forma de prepararla que conoca. Nueve de cada

    diez veces, Edgar cenaba oveja inspida. La dcima, ni siquiera coma carne.

    El muchacho se sent bajo un rbol, apartado de los dems, como era su

    costumbre. El pur era lo mejor de la comida y Edgar lo sabore, separndolo en

    partes pequeas y comindolas una por una con sus manos sucias.

    Al igual que otros muchos artculos importantes del Altiplano, el pur proceda de

    las higueras de la plantacin. Si se talaban los rboles despus de la tercera recolecta

    y se cortaban en vertical, poda extraerse su corazn anaranjado y esponjoso. Y si esta

    sustancia se mezclaba con agua, se obtena una pasta que saba a cacao dulce.

    Cuando se termin el pur, Edgar bebi a sorbos lo que quedaba en el vaso de

    madera y se alej discretamente de la casa del seor Ratikan.

    Ya fuera de la vista de los dems, Edgar meti la mano en un bolsillo grande de su

    camisa y sac un higo, no uno normal, sino uno muerto que haba cado de un rbol.

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    ~~1199~~

    Estos higos eran suaves, negros y pesados, del tamao de su palma. La mayora de

    ellos se recogan y se aprovechaban para quemar, ya que calentaban mucho y

    durante bastante rato en las noches fras y no producan demasiado humo. A algunos

    nios les gustaba inventar juegos con ellos, pero a Edgar se le haban ocurrido

    mejores aplicaciones para los higos muertos.

    Del bolsillo de la camisa sac tambin una honda hecha con largas y finas hebras

    trenzadas de la corteza de rboles de dos aos, que iban atadas a cada lado de un

    trozo cuadrado de piel de conejo. No crea que el seor Ratikan le dejara tener una

    honda, ya que ni siquiera se le permita arrancar la corteza de los rboles, as que

    nunca se la haba enseado a nadie por miedo a que se la quitaran y le castigasen por

    utilizarla.

    Edgar ech un vistazo a su alrededor para asegurarse de que estaba solo.

    Entonces eligi como blanco un tronco que haba a lo lejos, carg la honda con el

    voluminoso higo y apoy una rodilla en el suelo. A continuacin hizo girar la pesada

    carga sobre la cabeza. La honda iba cada vez ms rpido, produciendo un potente

    zumbido, hasta que... zas!, Edgar solt un extremo de la cuerda.

    El higo negro vol como una flecha entre los rboles, golpe el tronco al que iba

    dirigido y desapareci de la vista al rebotar en l.

    Edgar corri hacia el rbol y examin la marca que haba dejado mientras se

    guardaba de nuevo la honda. Encontr el higo muerto y se lo meti en el bolsillo late-

    ral del pantaln. Aunque tena una docena ms escondidos por la plantacin, la

    mayora de los higos cados se los llevaba la gente de la aldea.

    A veces, a Edgar le habra gustado practicar su puntera junto a los otros chicos,

    pero no pasaba mucho tiempo con ellos. Los dems tenan familia en la aldea, y

    cuando terminaban el trabajo al hacerse de noche en la plantacin, se iban

    rpidamente y le dejaban solo. Era como si Edgar se hubiera vuelto invisible para la

    gente que le rodeaba. Le habra gustado hacer ms amigos, pero le preocupaba que

    alguien descubriera lo que haca por las noches.

    Al cabo de una hora, Edgar haba cruzado la plantacin hasta llegar al otro

    extremo, una apartada zona del acantilado que separaba el Altiplano de las Tierras

    Altas. Se trataba de un lugar tranquilo, lejos de la gente, la aldea y la cascada.

    Era bastante tarde, pero Edgar sigui caminando mientras deslizaba por la pared

    del acantilado su curtida mano, que saltaba al seguir la superficie irregular. Haca

    aos que Edgar acuda a aquel lugar para practicar con la honda cuando nadie le

    vea. Pero todas las noches iba all tambin por otro motivo: buscaba un objeto, un

    objeto escondido, y para encontrarlo tena que escalar la pared del acantilado, cosa

    que estaba prohibida.

    A esa hora, los acantilados de Atherton se difuminaban bajo una capa de luz

    griscea. Aquel resplandor mortecino duraba muchas horas, y ocultara a Edgar

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2200~~

    mientras se ocupaba de sus asuntos. De noche haba guardias rondando al pie del

    acantilado, atentos a la aparicin de infractores, pero Edgar era experto en moverse

    de ac para all sin llamar la atencin.

    Los habitantes de las Tierras Altas haban prohibido terminantemente la escalada,

    sobre todo en los alrededores de las cascadas, y las consecuencias seran terribles si

    se descubra el secreto de Edgar. Corran rumores de que al que se pillara escalando

    se le romperan las dos piernas o se le arrojara a las Tierras Llanas por el borde del

    Altiplano.

    Edgar no tard mucho en ascender quince metros por la pared, reptando como

    una araa.

    El acantilado era totalmente vertical, pero estaba lleno de salientes a los que poda

    agarrarse con facilidad. Tambin le ayudaba el plido brillo del anochecer, que le

    permita ver la superficie de piedra que tena delante. La luz se retiraba por los

    contornos del mundo de Atherton al apartarse el sol, y solo se haca una breve

    oscuridad total en lo ms profundo de la noche.

    Edgar escal an ms alto, con el cuerpo encaramado a treinta metros del suelo,

    sin cuerda que lo detuviera si caa.

    Y al acercarse a una parte a la que nunca haba llegado antes, hizo un esfuerzo por

    recordar...

    Edgar se haba criado en la plantacin, pero no siempre estuvo solo en el mundo.

    Conservaba recuerdos fragmentados de una poca anterior, de antes de la

    plantacin.

    Tena un padre, de eso s que se acordaba. Pero ya era casi un adolescente, y cada

    da que pasaba sus recuerdos se debilitaban ms. Todo lo que quedaba en su

    memoria giraba en torno a una conversacin que tuvo con un hombre.

    Estaba all, en el acantilado, y era un nio de tres o cuatro aos cuando escuch

    aquellas palabras. El hombre tena una rodilla apoyada en el suelo y miraba

    fijamente al nio.

    No haba cara en los recuerdos de Edgar, solo una mirada dulce de ojos castaos,

    un olor a brasas en el aire y unas palabras que recordara siempre:

    Ves esta pared de piedra, Edgar?

    S.

    Recuerda este sitio. Lo hars?

    Si.

    He escondido algo muy arriba, en las rocas, para que nadie lo encuentre.

    Ah arriba?

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2211~~

    S, Edgar, muy arriba.

    Y qu has escondido?

    Vendr a ti, si tienes paciencia. Atherton te lo dar.

    Pero... qu has escondido?

    Edgar reviva aquella escena un poco peor cada da, a pesar de que no dejaba de

    recrearla una y otra vez en su mente. Pero de algo estaba seguro, y era de que poco

    despus de aquel recuerdo se encontr al cuidado del seor Ratikan.

    Vendr a ti, si tienes paciencia. Atherton te lo dar.

    Llevaba aos reflexionando sobre el significado de aquella afirmacin mientras

    ascenda por la pared del acantilado. Cuanto mayor se haca, ms le confundan

    aquellas palabras, y empez a preguntarse si las recordaba bien.

    Atherton te lo dar.

    Ya estaba en Atherton, o eso tena entendido, y solo poda interpretarlo en el

    sentido de que deba buscar en todas partes. No era una informacin demasiado til.

    Aquella noche, Edgar subi hasta un punto al que jams haba llegado, ms alto

    que nunca. Escalaba con ansia, ya que el seor Ratikan le reprenda cada vez con ms

    frecuencia y el muchacho tema que le descubrieran pronto. Escudriaba con los

    dedos cada grieta, cada fisura de las rocas, hasta que, tras mil noches de bsqueda, al

    fin ocurri.

    A sesenta metros de altura sobre el suelo, con la oscuridad envolvindole por

    momentos, Edgar encontr algo.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2222~~

    CCaappttuulloo 33

    HHEECCHHAA LLAA LLEEYY,, HHEECCHHAA LLAA TTRRAAMMPPAA

    LA NOCHE SE CERRABA y solo quedaba un resquicio de luz. Bajar iba a ser una

    tarea ms peliaguda de lo habitual.

    Edgar estaba temblando, no de miedo ni de fro, sino de emocin. Siempre haba

    sido un muchacho valiente, y notar cmo le temblaban las piernas le resultaba

    turbador.

    Haba encontrado una abertura cavernosa del tamao de su mano abierta. Al

    principio se haba apartado de ella, temiendo que algn animal desconocido saliera

    disparado, le agarrase por el brazo y ya no lo soltara. Pero gracias a la tenue luz,

    Edgar pudo ver que haba encontrado lo que llevaba tanto tiempo buscando.

    Justo debajo del agujero haba un smbolo grabado en la piedra, como si alguien

    hubiera subido hasta all con un objeto punzante para dejar una apresurada marca en

    el acantilado. Edgar supuso que, si fuera posible mirar Atherton desde fuera, a cierta

    distancia, se vera bastante parecido al smbolo que tena delante.

    Atherton te lo dar.

    Al fin haba encontrado lo que el hombre de su recuerdo dej para l.

    Se estremeci al pensarlo.

    Edgar introdujo la mano en el agujero y se dio cuenta de que no era muy

    profundo. Tena el brazo metido solo hasta el codo y ya poda tocar piedra al fondo.

    Palp a su alrededor, sujetndose con el otro brazo para no caer, y not que el hueco

    se curvaba hacia abajo.

    Un escalofro le recorri al pensar una vez ms en la presencia de algo vivo dentro

    del agujero.

    El hecho de que hubiera un secreto all guardado no impeda que pudiera

    utilizarlo de guarida un monstruo devora hombres.

    Algo con garras y dientes afilados.

    Edgar palp con precaucin, moviendo lentamente la mano de un lado a otro,

    pero no haba nada.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2233~~

    Acerc el cuerpo a la roca y, girando un poco ms el hombro, consigui cubrir

    todo el espacio del hueco con el brazo.

    Ahora tocaba algo distinto con la punta de los dedos. No era piedra, sino algo ms

    blando.

    Al mover la mano, el objeto se desplaz a un lado y a otro, y Edgar confi en que

    no estuviera vivo.

    Entonces pas lo que le pareci una eternidad mientras manoseaba a tientas el

    objeto escondido para apresarlo entre los dedos.

    Se arriesg a soltarse de la pared con la otra mano y se puso de puntillas para

    introducir al mximo el brazo en el agujero, de modo que acab con la mejilla

    aplastada contra el acantilado.

    Aquello result ser suficiente.

    Al fin haba logrado agarrar el objeto misterioso que llevaba aos buscando, y lo

    extrajo de su escondite.

    Al contemplarlo, Edgar se vio invadido a la vez por la alegra y el abatimiento.

    Era un objeto bello, de cuero marrn por fuera y de papel por dentro: un libro.

    No tena muchas pginas, pero estaba repleto de palabras que le llenaron de

    desesperacin, no por su contenido sincero, nostlgico o triste...

    Las palabras le desesperaron porque Edgar no saba leer.

    Ni l, ni ninguno de los que vivan en el Altiplano.

    Pasaron las semanas y Edgar no volvi al acantilado. No recordaba haber estado

    ms de un da o dos sin hacerlo. Aunque era muy joven, senta que el propsito de su

    vida, aprender a escalar y encontrar aquello que dejaron para l, haba alcanzado un

    doloroso fin.

    No exista consuelo para l.

    Da tras da, contemplaba con pesar aquel libro, y de noche, cuando todos se

    haban marchado de la plantacin, lo hojeaba a la luz menguante, intentando

    comprender algo.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2244~~

    El libro estaba lleno de palabras escritas con una letra poco cuidadosa. Quien

    hubiera trazado aquellas lneas no haba aprendido a escribir bien, o quiz tena

    prisa...

    Cmo poda aquel hombre haberle dejado algo tan intil? Edgar haba hecho un

    gran esfuerzo, haba corrido un tremendo riesgo, para encontrarse al final con una

    terrible realidad: el tesoro que persegua estaba fuera de su alcance, y no en un

    sentido material que pudiera remediar escalando ms alto...

    Edgar dudaba constantemente sobre lo que deba hacer con el libro.

    Las normas del Altiplano eran claras, y las haba odo muchas veces:

    1) Si mandas comida a las Tierras Altas,

    te darn agua a cambio.

    2) no derroches agua.

    3) Est prohibido escalar los acantilados

    y acercarse a ellos.

    4) si encuentras un libro, dselo a uno

    de los guardias para que lo mande de

    inmediato a las tierras altas.

    no lo quemes ni lo destruyas.

    no te lo quedes. no mires sus pginas.

    Si lo haces, hay gente en el Altiplano

    QUE INFORMAR DE ELLO.

    Esta ltima norma siempre haba desconcertado a Edgar.

    Para empezar, cmo poda llegar un libro al Altiplano?

    Nadie en el mundo de Atherton saba leer, aparte de los que vivan en las Tierras

    Altas.

    Eso hizo que se preguntara si l era el nico que haba estado buscando el libro

    escondido en el acantilado.

    Reflexionando, supuso que podra ser que un libro cayera de las manos de alguien

    que estuviese caminando por el borde de las Tierras Altas y, al precipitarse,

    revoloteara por los aires como un pjaro con un ala rota, perdiendo las hojas en el

    descenso. O, por motivos que Edgar no poda ni imaginar, tal vez alguien hubiera

    introducido en secreto un libro en uno de los cestos.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2255~~

    Hasta donde le llegaba la memoria, de las Tierras Altas bajaban cuerdas y cestos

    por el acantilado de forma peridica. Las gentes del Altiplano llenaban esos cestos de

    higos, de carne de oveja o de conejo y de lana. Entonces los guardias hacan una seal

    a las Tierras Altas tirando de las cuerdas, y los cestos volvan a subir por los aires.

    Pero... por qu alguien de arriba iba a esconder un libro en el acantilado?

    Al final, Edgar decidi esconder el libro en la plantacin.

    Primero cont con los dedos de las manos y los pies los rboles de una hilera hasta

    que se le acabaron los dedos. Entonces cav un agujero estrecho, envolvi el libro con

    hojas de higuera y lo coloc en su interior.

    Por ltimo, tap el hueco con una pesada roca que apenas poda levantar.

    Al da siguiente hizo lo mismo, pero avanzando en otra direccin mientras

    contaba con los dedos de manos y pies hasta llegar a la base de otro rbol, y all

    enterr de nuevo el libro.

    Le daba tanto miedo perderlo, o que alguien lo encontrase, que no pensaba en otra

    cosa.

    Deja de poner morros, atontado! bramaba el seor Ratikan siempre que le

    vea sumido en sus pensamientos o caminando por la plantacin con aire decado.

    Por regla general, Edgar renda ms en una hora de lo que casi todos los dems

    llegaban a hacer en dos, pero ahora se haba vuelto lento y despistado, incapaz de

    concentrarse en las tareas que se le encomendaban.

    Nada enfureca ms al seor Ratikan que ver cmo un buen trabajador se echaba a

    perder, y criticaba sin cesar los resultados del muchacho, temiendo una visita de lord

    Phineus.

    Muy de tarde en tarde, cuando los gobernantes de las Tierras Altas no estaban

    satisfechos con los productos que se les enviaban, uno de los grandes cestos traa una

    visita de alguien de las Tierras Altas, a menudo el propio lord Phineus.

    Este no bajaba del todo al Altiplano, pero se acercaba lo suficiente como para que

    todos los que se agrupaban a su alrededor oyeran su voz severa, y por lo general lo

    que tena que decir no era agradable:

    No trabajis lo bastante rpido!, o necesitamos ms conejo!, o qu ha

    pasado con los higos que nos prometisteis?.

    En todos los casos, el castigo era el mismo: Durante un tiempo, hasta que las

    cosas mejoren, habr menos agua.

    Edgar se preguntaba si alguna vez conocera a lord Phineus en persona, y esta idea

    fue la que un da le sac de su sombro estado de nimo.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2266~~

    Sentado en la plantacin, de pronto se irgui y mir el libro que tena entre las

    manos mientras sus pensamientos se convertan en palabras:

    Si llevo este libro a las Tierras Altas, encontrar a alguien que me lo lea?

    Era una idea escandalosa, y aun as, Edgar se aferr a ella.

    Los cestos no eran una opcin realista, puesto que estaban vigilados da y noche.

    En cambio, y si escalaba hasta arriba del todo?

    Sera una altura diez veces mayor de la que haba alcanzado hasta entonces, pero

    eso no quera decir que no pudiera hacerlo.

    Si le pillaban, seguramente le arrojaran por el borde del Altiplano, pero... acaso

    no haba una posibilidad de que all arriba hubiera alguien que le ayudara?

    No le preocupaba que lo encerraran, lo esclavizaran o lo mataran lanzndolo al

    vaco. Renunciara gustoso a la vida que tena en la plantacin con tal de or solo

    unas pocas palabras sobre aquel tesoro que haba pasado tanto tiempo buscando.

    Edgar enterr el libro una vez ms y luego se qued sentado con la espalda

    apoyada en una higuera y la mirada perdida en la plantacin.

    Dej vagar sus pensamientos hasta el acantilado y se pregunt si sus dotes de

    escalador bastaran para ascender hasta las Tierras Altas, aquel lugar al que tena

    terminantemente prohibido ir.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2277~~

    CCaappttuulloo 44

    LLLLEEGGAA EELL CCAAMMBBIIOO

    A LA MAANA SIGUIENTE, Edgar empez a trabajar a primera hora en una

    parte de la plantacin donde los rboles ya haban comenzado a dar higos. Dedicara

    el da a juntar los finos tallos que brotaban de las ramas y a atarlos con un cordel en

    fardos ms resistentes que colgaran del rbol como racimos de huevos verdes. Unas

    semanas despus volvera para arrancar los higos ya maduros y quitar el cordel de

    los tallos sin fruto.

    La monotona del trabajo de atar fardos de higos ayud a Edgar a pensar mejor, ya

    que tena la mente ms clara cuando sus manos estaban ocupadas en tareas

    repetitivas.

    Necesitaba encontrar una manera de escabullirse temprano de la plantacin para

    poder llevar a cabo su escapada a las Tierras Altas, lo que le obligara a saltarse la

    cena. Pero solo haba una forma de conseguirlo sin despertar sospechas sobre su

    paradero: tendra que cometer alguna fechora para que el seor Ratikan lo castigara

    sin cenar. Por una vez, Edgar quera que le pillaran haciendo algo que no deba.

    Le dio vueltas a esta idea durante casi todo el da mientras sacaba un cordel tras

    otro del cinturn y ataba los higos verdes en racimos. Para cuando sac el ltimo cor-

    del, Edgar ya haba decidido lo que iba a hacer.

    Era media tarde y recorri el breve trecho que le separaba de la parte vieja de la

    plantacin, donde se rajaban y vaciaban los rboles moribundos antes de que se

    volvieran venenosos.

    Era un paraje extrao, distinto del resto de la plantacin, donde las higueras

    haban llegado al trmino de sus cortas vidas. Muchos de los rboles seguan en pie

    esperando su fin, pero haba ya numerosas ramas cortadas y troncos arrancados.

    Aquel lugar daba una escalofriante sensacin de cementerio cubierto de huesos

    desparramados mientras el resto de los rboles observaban la escena con tristeza, sin

    poder apartar la vista.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2288~~

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~2299~~

    El seor Ratikan estaba all, en el extremo ms alejado, blandiendo su bastn y

    diciendo algo a un grupo de trabajadores que haba en torno a un rbol cado. Edgar

    deba reunirse all con l cuando terminara de atar tallos para que le encargara ms

    trabajo, pero lo que hizo fue coger la rama cada ms grande con la que pudo cargar

    y poner en marcha su plan.

    Examin dos rboles viejos que an estaban en pie uno junto al otro, trep a uno

    de ellos arrastrando tras de s la rama y luego la hizo caer contra el otro rbol para

    que quedara firmemente sostenida entre las dos copas, a unos dos metros del suelo.

    El seor Ratikan no tard mucho en ver a Edgar all subido y al parecer dispuesto

    a caminar de un extremo al otro de aquella rama.

    Qu haces ah, chico? chill, avanzando con paso decidido hacia Edgar

    mientras su crispado rostro se encenda. Baja inmediatamente de ese rbol!

    entonces se dirigi a los otros trabajadores, que observaban el altercado con

    curiosidad: Seguid trabajando y vaciad esas ramas!

    Edgar se dio cuenta de que el seor Ratikan estaba incluso de peor humor de lo

    habitual, y empez a preguntarse si, despus de todo, no habra tenido una mala

    idea...

    Se le pas por la cabeza bajar del rbol de un salto y correr como si le fuera la vida

    en ello, pero, si lo haca, el seor Ratikan pondra a todo el mundo a buscarle.

    As pues, mientras el hombre se acercaba, Edgar tom aire, sonri y apoy un pie

    en la rama que haba colocado entre los rboles.

    Solo quiero ver si puedo cruzar al otro lado dijo. Ser un momento nada

    ms...

    Baja de ah, botarate!

    Edgar dio un paso sobre la rama y replic:

    Y si nos apostamos algo?

    Sers idiota! grit el seor Ratikan. Estaba claro que el muchacho haba

    recuperado su buen nimo de siempre, y eso le sacaba de quicio.

    Si me caigo, esta noche puede quedarse con mi cena le propuso Edgar.

    Como sigas ah arriba, te vas a quedar sin cenar hagas lo que hagas!

    Haba unos tres metros hasta el otro rbol, y Edgar no estaba del todo seguro de

    poder llegar all. Avanz por la inestable rama y not que esta se combaba bajo su

    peso, cabeceando arriba y abajo. Aun as, logr caminar con paso firme hasta la

    mitad. Entonces el seor Ratikan dio un bastonazo a la rama, que se zarande

    peligrosamente, y como el muchacho no se cay, trat de azotarle las pantorrillas con

    el bastn.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3300~~

    Edgar fue esquivndole con giles saltos hasta el final, de modo que el seor

    Ratikan no logr acertarle de lleno, y cuando lleg al otro lado, baj del rbol y se

    plant sobre la hierba sonriendo de oreja a oreja.

    Ha visto cmo soy capaz? dijo.

    Al seor Ratikan no le haca ninguna gracia:

    Te quedas sin cena... y sin agua hasta maana! Y si veo que te acercas a mi casa

    en busca de comida, puedes saltarte tambin el desayuno! Contento?

    El seor Ratikan dio media vuelta dispuesto a irse cuando el suelo empez a

    temblar como la vez anterior. En esta ocasin lo hizo con mayor intensidad, o eso fue

    lo que pareci dentro de la parte vieja de la plantacin. Los rboles no estaban sanos,

    y algunos se desplomaron con gran estruendo.

    Cuando ces el ruido, Edgar mir al seor Ratikan y pens que quiz l supiera

    por qu el suelo temblaba de aquel modo.

    Qu ests mirando? Vuelve al campo y ve atando fardos hasta que oscurezca!

    Y no te acerques a mi casa hasta maana!

    El hombre se dirigi con paso vacilante pero rpido hacia los trabajadores y les

    orden que se reunieran con l junto a los rboles cados y que empezaran a abrirlos.

    Aunque nadie dijo nada, daba la sensacin de que muchos estaban asustados por el

    temblor de tierra y los rboles recin cados. Pero el seor Ratikan haba dado una

    orden y no iba a permitir que nadie la cuestionara.

    Edgar notaba una sensacin difcil de definir en el estmago mientras se alejaba.

    Tena hambre y sed, y la seguridad de no poder saciarlas en un futuro prximo. Esto

    hizo que se preguntara si tendra fuerzas suficientes para trepar hasta lo alto del

    acantilado. Y por qu el suelo no haca ms que temblar? Adems, pareca cada vez

    peor...

    Trag saliva al pensar en lo que podra ocurrir si aquel movimiento se repeta

    mientras escalaba a una altura mayor de lo que alcanzaba la vista.

    Esto no es normal... murmur.

    La tarde empezaba a caer, y Edgar ya se encontraba al pie del acantilado mientras

    todos los dems estaban ocupados con la cena.

    Haba ms luz que las otras veces que haba ido all, y al principio pens que tal

    vez por eso las cosas le parecan distintas.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3311~~

    Apoy las manos en la superficie de intenso color rojo y marrn que tena ante s y

    empez a escalar los primeros palmos, sin bajar la guardia por si alguien apareca de

    improviso. Al haber ms luz, tena que extremar las precauciones. Pero entonces se

    dej caer al suelo, se desplaz unos diez pasos a su izquierda y apoy las manos en la

    roca una vez ms, meneando la cabeza mientras se preguntaba qu poda estar

    pasando.

    La pared pareca ms baja de lo que estaba tres semanas antes, unos cinco

    centmetros ms hundida. Todos los puntos de sujecin de Edgar, los lugares donde

    haba apoyado incontables veces las manos y los pies en el pasado, ahora estaban

    ms cerca del suelo.

    Poda ser que Edgar hubiese crecido tanto desde la ltima vez que haba estado

    all?

    Estir los brazos pensando que tal vez fueran ms largos, pero parecan iguales

    que antes. Sin embargo, no haba duda: los asideros se encontraban ms bajos que

    nunca.

    Algo haba cambiado.

    Debera dormir ms... murmur Edgar, convencido de que estaba

    imaginndose cosas.

    Intent apartar de su mente todo lo que vea distinto y hurg con dedos nerviosos

    en el interior del bolsillo lateral de sus pantalones. Toc dos higos negros y la honda,

    y confi en no tener que utilizarlos.

    Tom aire una ltima vez, se frot las manos e inici la escalada. Una vez hubo

    encontrado los asideros conocidos, se concentr de nuevo y ascendi con rapidez por

    la pared de piedra.

    Se puso a pensar en el aspecto que tendra el hombre que le haba dejado el libro.

    Si pudieras verme ahora, seguro que me mandaras a la cama sin postre!. Edgar se

    ri de su propia ocurrencia: no se haba dado el lujo de comer postre de higos con la

    cena en toda su vida.

    Alz la vista y reflexion sobre la distancia que le separaba de las Tierras Altas.

    Haba pensado mucho en eso en los ltimos das, y una vez ms asumi que tendra

    que realizar la mayor parte del ascenso en plena noche, algo que no haba hecho

    hasta entonces. Pero la hora de volverse atrs ya haba pasado, y nada ganaba

    dudando de s mismo en aquel momento.

    Cuando ya haba ascendido unos treinta metros, mir hacia abajo por primera vez.

    El Altiplano, su llano hogar formado por higuerales, pastos y aldeas, se extenda a

    sus pies. Si una persona recorriera el borde exterior, tardara una semana en dar toda

    la vuelta. Si se caminaba cerca de los acantilados bajo las Tierras Altas, se ganaba

    unos das, y la distancia entre una aldea y otra poda recorrerse a paso rpido en

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3322~~

    medio da o menos. El seor Ratikan nunca haba dado a Edgar la oportunidad de

    explorar el mundo que haba ms all de la plantacin, por lo que el muchacho solo

    saba estas cosas por lo que le haban contado los dems.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3333~~

    Sujetndose con fuerza mientras recuperaba el aliento con el aire fresco de la

    cercana noche, atisbo el mundo que haba ms all del Altiplano. Mucho ms abajo,

    al parecer a kilmetros de distancia, haba otra tierra, un lugar vasto y desolado.

    Las Tierras Llanas, mucho ms grandes que el Altiplano, eran un misterio oscuro y

    de lmites desconocidos que pocos comprendan y ninguno mencionaba.

    Desde donde Edgar estaba agarrado a las rocas, solo poda divisar una porcin del

    nivel inferior de Atherton. La vista haba sido mucho mejor cuando un da se alej a

    hurtadillas de la plantacin y se tumb en los mismos confines del Altiplano, donde

    un vertiginoso precipicio desembocaba en las Tierras Llanas. Asom la cabeza por el

    borde una sola vez y ya no volvi ms. Poda haber gente viviendo en aquel

    pramo? O all haba algo distinto, algo que ni siquiera era humano...?

    Edgar no estaba seguro de querer saberlo.

    Reanud la escalada, esta vez con ms mpetu. Haba tenido un da muy duro en

    la plantacin, y era de esperar que se cansara rpido. Pero Edgar tena grandes dosis

    de destreza y resistencia. Era como si el acantilado fuese horizontal y l se limitara a

    avanzar a gatas todo lo rpido que le permitan sus brazos y piernas.

    Entonces, de improviso, se detuvo.

    Not una extraa sensacin que parta de sus pies e iba inundando todo su

    cuerpo. Se encontraba a medio camino de la cima, mucho ms arriba de lo que haba

    llegado a estar nunca, cuando el acantilado empez a temblar en sus manos. Se sujet

    con ms fuerza, preguntndose si no habra cometido un desastroso error al

    pretender escalar hasta las Tierras Altas.

    El temblor se increment y roci a Edgar de polvo y piedrecillas

    El muchacho colgaba de la pared como una rama rota de un rbol muerto.

    Sigui escalando por lugares desconocidos, y al desplazarse por la pared de roca

    no distingua ms que sombras. A gran distancia bajo l, en el Altiplano, empezaban

    a arder las primeras hogueras nocturnas, y lo poco que vea en la elevacin vertical

    sobre l eran escarpadas rocas con pocos asideros.

    Un tenue olor a humo procedente de las fogatas de abajo flot hasta l cuando un

    pie le resbal y proyect guijarros hacia la oscuridad de la noche. La idea de caerse

    invadi su mente por primera vez.

    Con un estremecimiento, Edgar empez a dudar si algn da volvera a casa.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3344~~

    CCaappttuulloo 55

    SSAAMMUUEELL

    ESPACIO DE TIEMPO que mediaba entre la cena y la hora de acostarse resultaba

    tranquilo si eras un chico que viva en las Tierras Altas, ya que los padres eran muy

    estrictos en lo que respectaba a no permitir que sus hijos se acercaran al peligroso

    despeadero en la larga y gris penumbra del anochecer.

    Pero Samuel era un nio que viva en la Casa del Poder, un complejo palaciego de

    patios, salones, escaleras y pasillos ideales para la exploracin, y su vida era muy

    diferente.

    Samuel pasaba gustosamente das enteros (a veces incluso semanas) sin hacer otra

    cosa que leer libros. Esto le daba un aspecto plido, como si acabara de salir de una

    panadera con la cara y los brazos cubiertos de una fina capa de harina.

    Samuel era tan delgado como Edgar, aunque por motivos completamente

    distintos. Su madre trabajaba en la cocina de la Casa del Poder, de modo que l tena

    acceso a toda la comida que quisiera, aunque sus gustos se centraban ms que nada

    en los dulces.

    Su madre trabajaba da y noche, y por lo general no volva hasta muy tarde al

    apartamento donde vivan, al lado del patio principal, as que, despus de la cena,

    Samuel sola vagar por los pasillos de la Casa del Poder cuando se cansaba de leer

    tumbado en la cama.

    La planta principal del palacio pareca estar a la vez en el exterior y en el interior.

    Algunos de los pasillos se extendan bajo unos arcos que rodeaban los patios, cuyos

    rboles estaban envueltos por mil brotes de enredaderas. La abundante vegetacin

    de los patios se desparramaba sin control sobre los muros y los suelos empedrados,

    como si tratara de derribarlo todo para prevalecer, y en aquel lugar reinaba un

    silencio antinatural que incitaba a la gente a hablar en susurros.

    A veces, despus de haber rondado por los innumerables pasillos, Samuel visitaba

    a su madre en la cocina y le peda un dulce o un t, pero lo que consegua en muchas

    ocasiones era que ella le mandara a hacer algn recado.

    Precisamente una de esas noches en las que daba vueltas y ms vueltas por los

    corredores iluminados, Samuel subi la estrecha escalera situada junto a su

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3355~~

    apartamento hasta llegar a una puerta que siempre encontraba cerrada. Volvi a

    bajar los escalones y sigui recorriendo pasillos hasta que ya no pudo aguantar ms

    sin ir a pedirle una golosina a su madre.

    A lo mejor me da un vaso de leche dulce si me ofrezco a ayudarla... reflexion

    en voz alta.

    Entonces oy el eco de unos pasos acercndose, y como no tena ganas de hablar

    con nadie, sali a un patio abierto a travs de un prtico abovedado.

    Cuando lleg a la cocina, no estuvo seguro de querer entrar por si su madre le

    encargaba demasiado trabajo, as que primero se asom por una rendija de la puerta

    para ver qu estaba haciendo.

    Su madre tena un aspecto frgil pero agradable, aunque Samuel se dio cuenta

    enseguida de que algo le preocupaba. Se mova a toda prisa de un armario a otro de

    la cocina buscando alguna cosa. Un mechn de pelo negro le colgaba del moo y

    ondeaba a su espalda a cada paso.

    Su mirada pronto dio con Samuel, escondido en la entrada.

    Quieren higos y tostadas en la cmara principal dijo, casi sin aliento.

    Siempre que la madre de Samuel se alteraba, le brotaba una erupcin roja bajo el

    labio inferior que no desapareca hasta pasadas varias horas. Se frot la mancha de la

    piel con aire nervioso mientras buscaba algo detrs de la amasadera donde realizaba

    la mayor parte de su trabajo.

    Por qu tienen que pedir cosas que saben que no tenemos? sigui diciendo

    . No puedo hacer aparecer higos por arte de magia! Hace semanas que se nos han

    acabado, pero ellos siguen pidindolos todas las noches, solo para martirizarme...

    La mujer sigui frotndose la erupcin bajo el labio hasta que Samuel entr en la

    cocina y se puso a su lado:

    No se va a ir si no dejas de tocrtela.

    Senta lstima por su madre, pero solo un poco, porque saba lo que ella iba a

    decirle a continuacin:

    Por qu no subes y les dices que no tenemos higos, Samuel? Te dar algo para

    llevarles, algo dulce. Podras hacer eso?

    La madre de Samuel no siempre haba sido tan frgil. Hubo una poca en la que

    ocupaba una mejor posicin social y mostraba un mayor aplomo, pero entonces el

    padre de Samuel falleci en un horrible accidente. Tras esto, su fina coraza de

    confianza se debilit y pareci romperse de pronto en mil pedazos. Su puesto en la

    cocina fue consecuencia de la muerte del padre de Samuel, que haba sido un hombre

    de gran importancia antes del accidente. Sin su autoridad, ella se vio relegada a una

    vida de servidumbre.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3366~~

    Puedes poner en la bandeja algo dulce para m tambin? pregunt Samuel.

    Su madre ya estaba concentrada en la preparacin de una bandeja con tostadas

    rociadas con higo en polvo, unas tazas y t caliente en un cuenco tapado.

    Te dar algo cuando vuelvas. Y ten cuidado, no se te vaya a caer por el camino...

    dijo con expresin preocupada mientras le pasaba la bandeja. Puedes con ella?

    La bandeja no era demasiado grande ni pesada, pero l gimi de todos modos al

    cogerla.

    S, mam, puedo perfectamente.

    Samuel atraves el patio para entrar en la Casa del Poder. El sendero que llevaba a

    la entrada estaba formado por muchas losas grandes. Aqu y all se abran espacios

    en el suelo de los que brotaban arbolillos con el tronco envuelto de enredaderas. El

    camino terminaba en un prtico abierto. Al otro lado haba una sala circular con tres

    salidas que daban a dos pasillos a izquierda y derecha, ya una empinada escalera al

    frente.

    Samuel se dirigi a la escalera sosteniendo la bandeja y, al llegar arriba, se

    encontr frente a un hombre de mejillas redondas, cejas grises y pobladas y sin pelo

    en la coronilla.

    Qu llevas ah, muchacho?

    Era Horace, cuyo trabajo consista en no dejar que nadie viera a lord Phineus

    cuando no quera ser molestado. Y como se daba el hecho de que nunca quera ser

    molestado, Horace era una presencia constante en lo alto de la escalera.

    Un tentempi para la cmara principal contest Samuel.

    Horace examin detenidamente la bandeja y se qued con una de las tostadas

    antes de anunciar:

    Puedes pasar.

    Dicho esto, devor la tostada de un solo bocado y extendi el brazo hacia la

    cmara principal en un exagerado gesto de invitacin que hizo sonrer a Samuel.

    Aunque no tenan muchas oportunidades de verse, senta simpata por Horace y sus

    formas teatrales.

    Deseoso de cumplir el recado y volver a la cocina para reclamar el dulce

    prometido, Samuel se dio prisa en recorrer el fro pasillo de la planta superior hasta

    la enorme puerta que haba al final. Dej la bandeja en el suelo y llam a la puerta,

    que se abri mientras l esperaba a un paso de distancia.

    Frente a Samuel se alz la figura de sir Philip, vestido con una toga roja como la

    que haba llevado su padre.

    Tras echar una mirada furibunda a la bandeja del suelo, el hombre pregunt:

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3377~~

    Horace te ha quitado los higos, o es que la nueva remesa de la plantacin se

    est haciendo esperar?

    Mientras se agachaba para recoger la bandeja, Samuel se arrepinti de haber ido a

    visitar a su madre a la cocina aquella noche.

    Lo siento, pero sigue sin haber higos, excelencia dijo. Todava no ha llegado

    la cosecha.

    A Samuel le temblaban las manos al sostener la bandeja, y las tazas empezaron a

    tintinear.

    Desde la entrada vio una amplia mesa en el interior de la cmara, tras la cual se

    sentaba lord Phineus. Tambin llevaba una toga roja, pero era ms oscura que la de

    sir Philip y tena las mangas y la capucha ribeteadas con una amplia banda negra.

    Deje pasar al nio, sir Philip. No es culpa suya que tengamos que esperar por

    las cosas que queremos. La cosecha llega cuando est lista, no cuando la exigimos.

    Samuel titube todava en la puerta. Un aire siniestro envolva a lord Phineus, y el

    chico estuvo tentado de dejar la bandeja all mismo y volver corriendo a su

    habitacin.

    Bien, veamos qu tienes ah antes de que se enfre, sea lo que sea...

    Samuel entr en la sala con precaucin y dej la bandeja sobre la mesa.

    Al mirar a su derecha, vio que haba otro hombre con los ojos fijos en una de las

    ventanas por donde se colaban las enredaderas que invadan las paredes y el suelo.

    Era sir Emerik, el ltimo de los tres hombres que lo controlaban prcticamente todo

    en las Tierras Altas y en el Altiplano que se extenda por debajo.

    No haca mucho que sir William, el padre de Samuel, haba sido el cuarto de esos

    poderosos hombres.

    A su izquierda, el muchacho se fij en un solitario pilar de piedra blanca que tena

    su misma altura. Sobre l reposaba el busto de un hombre esculpido tambin en

    piedra.

    Veo que sientes curiosidad por la cabeza de Vega... dijo entonces lord

    Phineus.

    Samuel se volvi bruscamente para centrar la atencin en su interlocutor:

    Solo estaba mirando.

    Lord Phineus sonri e hizo un gesto al muchacho para que se acercara.

    Es una de mis posesiones ms preciadas... dijo y prefiero que no la toques.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3388~~

    Sir Emerik avanz hasta la mesa y se inclin para susurrar algo al odo de lord

    Phineus con una voz que recordaba el papel al arrugarse, aunque no pareci

    despertar su inters.

    Lord Phineus levant la tapa del cuenco de t con aire distrado y una nube de

    vapor de dulce aroma se alz por el aire glido de la sala.

    Todava echamos en falta a tu padre en el Consejo de Sabios coment sir

    Emerik con una voz tan spera que a Samuel le dieron ganas de taparse los odos.

    Era una persona muy cultivada, pero hacemos lo que podemos sin l.

    Deja que te pregunte una cosa intervino de pronto lord Phineus, extendiendo

    el brazo para coger una tostada de la mesa. Echas de menos a tu padre? Quiero

    decir..., estabais muy unidos, o eres ms bien un nio pegado a las faldas de su

    madre?

    Samuel not que se sonrojaba y baj la cabeza. Su nico pensamiento era salir de

    aquella horrible cmara y correr de vuelta a la cocina para reprender a su madre a

    gritos por haberle obligado a ir all.

    Lord Phineus dej la tostada y extendi la mano sobre la mesa.

    Cuando puso un dedo bajo la barbilla de Samuel y se la levant, el muchacho

    intent sin xito apartar la mirada.

    Lord Phineus tena una expresin cruel, como si hubiera herido al chico a

    propsito mencionndole a su padre:

    S bueno y dile a tu madre que por la maana me traiga manteca de higo con el

    pan, quieres?

    Pero si no quedan higos, excelencia.

    Ya lo s, pero quiero que se lo digas de todos modos. Me gusta verle esa

    manchita roja bajo el labio cuando paso por el patio.

    Lord Phineus volvi a coger la tostada que haba dejado y la examin, como

    decidiendo si quera darle un bocado o no.

    Puedes irte, Samuel dijo.

    Al darse la vuelta, el muchacho se top de frente con sir Philip y permaneci

    inmvil, incapaz de levantar la mirada. No vea ms que la toga roja que tan bien

    conoca y que le hizo desear que su padre estuviera all para expulsar toda la

    crueldad de aquella habitacin.

    Djele pasar, sir Philip orden lord Phineus. Pronto pondremos a trabajar a

    este jovencito. Seguro que encontraremos una tarea que haga de l un hombre...

    Cuando Samuel estuvo al otro lado de la puerta, corri a lo largo del pasillo, pas

    frente a Horace sin decir palabra y baj la escalera a trompicones de vuelta al patio.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~3399~~

    Para cuando dej de correr, Samuel se haba quedado sin aliento.

    Mir hacia atrs y vio lo lejos que estaba de la Casa del Poder, en los descampados

    que haba junto al borde de las Tierras Altas.

    No haba sido una carrera muy larga, pero l no estaba habituado al ejercicio.

    Por el campo abierto lleg hasta un prado de hierba que le llegaba hasta el pecho y

    sigui andando a travs de un grupo de arbolillos retorcidos.

    Al fin lleg a un lugar donde la vegetacin dejaba paso a un terreno pedregoso y

    los rboles se volvan escasos.

    All, a travs de la noche gris, vio que haba una lnea donde el suelo se volva

    negro: los confines de las Tierras Altas.

    Era un lugar peligroso. Bastara un tropiezo repentino, un simple empujn

    propinado desde atrs, para acabar con su vida.

    Se tumb en el suelo y asom la cabeza por el borde de las Tierras Altas, perdido

    en el recuerdo de su vida pasada, cuando su padre todava estaba vivo y su madre

    era una persona distinta.

    Por debajo de l divis el fulgor del fuego y el olor de un leve pero denso aroma

    de madera e higos negros tostndose.

    Se encontraba justo encima de la plantacin y a un lado de la cascada ms cercana,

    que naca cerca de la Casa del Poder.

    All tumbado, se pregunt qu haran las gentes del Altiplano al terminar la

    jornada de trabajo en la plantacin.

    Se qued pensando un buen rato al borde del precipicio hasta que empez a

    sentirse cansado y fue quedndose dormido, cosa muy poco recomendable cuando

    uno est en los confines del mundo...

    Samuel no habra sabido decir cunto llevaba dormido cuando se despert de

    repente, sobresaltado por un ruido.

    Al principio no pudo distinguir de dnde proceda, pero al sentarse y frotarse los

    ojos lo comprendi.

    Vena de debajo de l.

    Asom la cabeza lentamente por el borde del precipicio para escrutar la oscuridad.

    Y all, para su sorpresa, descubri algo que ningn otro habitante de las Tierras

    Altas haba visto jams.

    Alguien estaba subiendo por el acantilado.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4400~~

    CCaappttuulloo 66

    UUNN LLIIBBRROO DDEE SSEECCRREETTOOSS

    SE ACERCABA LA PARTE MS OSCURA de la noche, y Samuel empez a

    preguntarse si solo haba soado que alguien escalaba por el precipicio. Estaba

    seguro de que, fuera lo que fuera, tena brazos y piernas, aunque quiz pareca ms

    pequeo de lo que debera por la distancia a la que se encontraba. Tal vez no era una

    persona, sino algn tipo de criatura que llegaba para raptar nios y llevrselos a

    alguna parte del acantilado donde tena su caverna...

    Samuel ech una mirada de alarma a su espalda, hacia la Casa del Poder, y se

    pregunt si deba avisar a todos de una posible invasin.

    Pero entonces oy una tos y una vocecilla mascullando, y volvi a girarse para

    mirar hacia abajo, a la figura que se acercaba.

    En ese instante se convenci de que no era ningn monstruo, sino un nio.

    Un nio! Cmo poda ser eso?

    Tras ponerse en pie, Samuel camin en silencio por el filo del acantilado hasta

    quedar justo encima del nio escalador, y a continuacin se tumb de nuevo.

    Mirando por el borde, empez a sopesar sus opciones. Seguro que lord Phineus y

    los otros de la Casa del Poder querran saber que haba una persona intentando

    invadir las Tierras Altas. Tal vez habra incluso una recompensa por el valiente acto

    de Samuel.

    Pero, por otra parte, no se sentira tranquilo dejando all solo al escalador. Y si

    cuando volviese ya no estaba? Si eso ocurra, lord Phineus se enfurecera...

    Cuanto ms esperaba Samuel, ms se convenca de que tena que quedarse.

    Un nio de mi edad escalando hasta las Tierras Altas... Cmo puede ser?.

    Samuel mir sus brazos esmirriados y se avergonz. Mejor dicho, tuvo envidia de

    aquel chico que ya estaba solo a cinco metros por debajo de l. Cmo poda ser que

    un muchacho pudiera escalar tan alto, y por qu arriesgaba su vida al hacerlo?

    Cmo se atreve?.

    Eh, t! Te he visto subiendo por el precipicio! solt de pronto con su tono

    ms amenazante.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4411~~

    Tras un breve instante de puro miedo, Edgar alz la vista y vio la cabecita de

    Samuel asomando por el borde bajo el cielo nocturno. La voz no poda ser de un

    adulto, y el tamao de la cabeza de Samuel lo corroboraba para su tranquilidad.

    Qu haces aqu a estas horas de la noche? Parece como si estuvieras

    esperndome! pregunt Edgar en el tono ms amistoso que pudo.

    Samuel reflexion un instante, intentando encontrar una respuesta. Qu

    Clase de nio era aquel?

    No puedes escalar hasta aqu por las buenas! protest. No es normal...

    Adems, est prohibido! No te lo han dicho tus padres? Pero a Samuel le costaba

    esconder su inters, y por mucho que se esforzara en amedrentar a aquel chico que

    invada su mundo, lo nico que deseaba era saber ms de l.

    No tengo padres contest Edgar.

    Estaba ya a pocos palmos de las Tierras Altas, y los dos nios podan verse a la

    dbil luz nocturna.

    Edgar sonri y alz una mano hacia el otro chico, pero Samuel no la cogi, sino

    que retrocedi con los codos haciendo caer una lluvia de tierra. No fue consciente de

    la inseguridad que le produca aquel desconocido hasta que tuvo su mano tan cerca.

    Le haban enseado a ver a los de abajo como a gente sucia y peligrosa.

    Todos tenis esos modales en las Tierras Altas? pregunt Edgar. Su voz tena

    un tono desenfadado, lo que tranquiliz a Samuel cuando volvi para mirar por el

    borde del precipicio. Venga, hombre sigui diciendo, no piensas echarme una

    mano?

    Cmo te llamas?

    Edgar.

    Transcurri un instante en el silencio de la noche, y los dos chicos se miraron,

    nerviosos.

    Ojal no me arrepienta de esto... murmur Samuel, y tras mucho dudarlo

    le alarg el brazo. Al agarrar la mano del otro chico, Edgar la not muy pequea.

    No haba ni rastro de fuerza en ella, y temi acabar precipitndose al abismo.

    Para alivio de Samuel, Edgar le solt la mano y escal rpidamente por su cuenta

    lo que quedaba del acantilado. Ya en la cima, se separ del borde y dio un suspiro de

    alivio al notar tierra firme bajo sus pies.

    Despus de presentarse tmidamente, Samuel ya no supo qu ms decir.

    As que estas son las Tierras Altas... observ Edgar, tomando una gran

    bocanada de aire fresco. Huele bien aqu arriba.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4422~~

    Mir a su alrededor y dese poder admirar todo aquel nuevo mundo, pero

    apenas distingua ms all de las sombras de unos rboles a lo lejos.

    Yo vivo en una plantacin como esa dijo, sealando aquellas oscuras siluetas.

    Eso no es una plantacin, es solo un grupo de rboles. No los ha plantado nadie.

    Lo nico que hacen es esconder lo que hay detrs de ellos.

    Y qu hay detrs de ellos? pregunt Edgar, y su curiosidad lo impuls a

    avanzar hacia los rboles.

    No! No vayas! Te vern... y no les gustar que hayas venido. Vas a meterte en

    un lo!

    Edgar volvi atrs, se detuvo junto a Samuel y los dos chicos se sentaron en los

    confines de las Tierras Altas sin saber muy bien qu hacer ni qu decir.

    As que estas son las Tierras Altas... observ Edgar, tomando una gran

    bocanada de aire fresco. Huele bien aqu arriba.

    Mir a su alrededor y dese poder admirar todo aquel nuevo mundo, pero

    apenas distingua ms all de las sombras de unos rboles a lo lejos.

    Yo vivo en una plantacin como esa dijo, sealando aquellas oscuras siluetas.

    Eso no es una plantacin, es solo un grupo de rboles. No los ha plantado nadie.

    Lo nico que hacen es esconder lo que hay detrs de ellos.

    Y qu hay detrs de ellos? pregunt Edgar, y su curiosidad lo impuls a

    avanzar hacia los rboles.

    No! No vayas! Te vern... y no les gustar que hayas venido. Vas a meterte en

    un lo!

    Edgar volvi atrs, se detuvo junto a Samuel y los dos chicos se sentaron en los

    confines de las Tierras Altas sin saber muy bien qu hacer ni qu decir.

    Samuel llevaba toda la vida oyendo que la gente como Edgar solo serva para una

    cosa: satisfacer las necesidades de las Tierras Altas. Por su parte, Edgar solo saba

    que la gente de arriba tena poder absoluto en el Altiplano, y que se llevaba de l

    todo lo que quera. Edgar andaba muy corto de tiempo y no estaba seguro de poder

    confiar en aquel muchacho de las Tierras Altas. A los dos les haban enseado a

    desconfiar el uno del otro aunque no hubieran tenido ocasin de conocerse hasta

    entonces.

    Por qu has venido? pregunt Samuel, y su voz no son a acusacin, sino a

    sincero inters.

    Al fin sentado tras horas de dura escalada, Edgar se dio cuenta del cansancio y el

    hambre que senta. Apenas se haca a la idea de que pronto iba a tener que bajar otra

    vez..., y no saba cundo podra regresar.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4433~~

    No s si puedo confiar en ti... empez a decir, pero tampoco tengo mucho

    tiempo. Debo volver a la plantacin o me echarn de menos, y entonces el seor

    Ratikan me castigar.

    No ests armado ni me pareces peligroso replic Samuel. No veo qu

    ganara entregndote... Nadie tiene por qu saber que nos hemos visto.

    Edgar not la curiosidad que despertaba en aquel chico.

    No s qu decirte... murmur. Quiero confiar en ti, pero te acabo de

    conocer...

    Samuel reflexion un momento antes de hacer un nuevo intento de convencer a un

    chico del Altiplano de que se poda confiar en un chico de las Tierras Altas.

    No es como t crees dijo entonces. La vida en las Tierras Altas no me gusta,

    y no pienso decirle a nadie que has venido. Lo entiendes? Quiero que sea un secreto

    entre nosotros.

    Edgar sigui sopesndolo. Quiz aquel muchacho acabara traicionndole, pero l

    haba llegado hasta all para que le leyeran el libro, y haba encontrado a alguien que

    tal vez poda hacerlo, alguien que pareca de fiar.

    Con ciertas reservas, Edgar habl a Samuel del hombre que pensaba que poda ser

    su padre, de los aos que llevaba escalando solo y de aquello que haba estado tanto

    tiempo buscando, sin revelarle an de qu se trataba.

    Samuel lo escuch todo con atencin antes de preguntar:

    Entonces, te has pasado la vida saltndote las normas en secreto y ponindote

    en peligro para buscar eso que alguien dej para ti?

    Edgar asinti con energa.

    Pero... por qu has venido hasta aqu? quiso saber Samuel.

    Edgar no le respondi enseguida. Deba confiar en aquel chico enclenque que no

    durara ni un da en la plantacin del seor Ratikan? No poda estar seguro, pero se

    daba cuenta de que haba tenido mucha suerte al ser descubierto por alguien casi de

    su misma edad y no por un guardia. Entonces decidi que era un riesgo que estaba

    dispuesto a correr.

    Encontr lo que ese hombre haba dejado para m confes mientras meta la

    mano en el gran bolsillo de su camisa.

    No hace falta que me lo ensees si no quieres... lo contuvo Samuel. Senta una

    enorme curiosidad, pero no quera que Edgar desconfiara y se marchase. Si deci-

    des volver, fingir no conocerte, de acuerdo?

    Edgar sac el libro del bolsillo y lo sujet muy cerca de s en la oscuridad de la

    noche.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4444~~

    Samuel se qued fascinado de inmediato al verlo. Los libros le encantaban, y aquel

    pareca distinto de cualquiera que hubiese visto antes. No era como los de las Tierras

    Altas, grandes, pesados y con tapas duras. Aquel era pequeo y con cubiertas de

    cuero. Pareca viejo y rado.

    De dnde lo has sacado? pregunt con una voz que delataba su emocin, y

    cuando apart la vista del libro para observar a Edgar, de pronto cay en la cuenta:

    No sabes leer! exclam. Por eso has venido... Para encontrar a alguien que te lo

    lea!

    Edgar guard silencio y desvi la mirada hacia la oscuridad con expresin dolida.

    No tienes por qu avergonzarte dijo Samuel. No es culpa tuya.

    Pero Edgar no pareca muy convencido:

    No sabes la suerte que tienes de vivir aqu. Debe de ser como un paraso.

    No es as, ni mucho menos... replic Samuel, y tras un momento de vacilacin,

    aadi: Te contar un secreto de mi vida y lo entenders.

    Siguiendo la lnea del acantilado, seal un punto a lo lejos y dijo:

    Hace un ao, mi padre se cay por all... Desde entonces, mi madre no ha vuelto

    a ser la misma Samuel se frot bajo el labio inferior al notar un picor en la piel.

    Ahora paso mucho tiempo solo en mi habitacin. No me gusta salir.

    Aquel fue un momento importante para Edgar, porque se dio cuenta de algo en lo

    que nunca haba pensado: viva en soledad. Dorma solo en la plantacin, guardaba

    sus secretos y se mantena alejado de los dems chicos. En cierto modo, siempre

    haba sido consciente de aquel sentimiento, pero nunca lleg a darle nombre. Y haba

    algo ms...

    Edgar comprendi de pronto que haba dos tipos de soledad. Una surga porque

    as lo decidas, y durante un tiempo no era mala. La otra se decida por ti, y siempre

    era mala. Samuel sufra el segundo tipo de soledad, y Edgar sinti lstima por l.

    Sin embargo, en la historia de aquel chico haba algo que no acababa de encajar, y

    Edgar se pregunt si no estara engandole.

    Qu extrao... musit con aire pensativo.

    Samuel se qued perplejo ante aquellas palabras. A l le pareca mucho ms

    trgico que extrao que su padre muriera de una cada.

    En el Altiplano son todos tan sensibles como t? pregunt con tono

    resentido. Cuando se senta herido, arremeta contra la gente con facilidad.

    Es que..., en fin..., si te soy sincero, es una historia un poco difcil de creer.

    Qu quieres decir?

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4455~~

    Quiero decir que, si alguien cayera desde aqu hasta el Altiplano, creo que me

    habra enterado. No es algo que la gente se callara...

    Aquel argumento pill por sorpresa a Samuel, y lo consider un momento.

    Podra ser que aquella versin fuera falsa? Quin inventara una historia tan

    horrible?

    De pronto, no saba qu pensar.

    Siento mucho lo de tu padre dijo Edgar, sacndole de su ensimismamiento.

    Samuel intent apartar de su mente aquel torbellino de pensamientos confusos.

    Echamos un vistazo a ese libro? propuso.

    Esta vez, Edgar no tuvo dudas. Se lo tendi a Samuel y este lo cogi con cuidado.

    No tenemos mucho tiempo... dijo Edgar mientras el otro chico examinaba la

    cubierta. Trabajo en la plantacin del seor Ratikan, justo ah abajo, y por la

    maana me buscar. Me arrancar la piel a tiras si no estoy all a primera hora, y voy

    a tardar bastante en bajar... aadi, mirando con aire abatido hacia el borde del

    acantilado.

    Es un libro muy extrao, Edgar.

    Por qu lo dices? Es diferente de los dems que has visto?

    Samuel busc la mejor manera de describirlo:

    El papel es muy fino y blanco. Todos los libros de las Tierras Altas tienen

    pginas gruesas y amarillentas, y tapas duras. Nunca haba visto algo as. Me

    pregunto de dnde habr salido...

    Hace un ao, mi padre se cay por all... Desde entonces, mi madre no ha vuelto

    a ser la misma Samuel se frot bajo el labio inferior al notar un picor en la piel.

    Ahora paso mucho tiempo solo en mi habitacin. No me gusta salir.

    Aquel fue un momento importante para Edgar, porque se dio cuenta de algo en lo

    que nunca haba pensado: viva en soledad. Dorma solo en la plantacin, guardaba

    sus secretos y se mantena alejado de los dems chicos. En cierto modo, siempre

    haba sido consciente de aquel sentimiento, pero nunca lleg a darle nombre. Y haba

    algo ms...

    Edgar comprendi de pronto que haba dos tipos de soledad. Una surga porque

    as lo decidas, y durante un tiempo no era mala. La otra se decida por ti, y siempre

    era mala. Samuel sufra el segundo tipo de soledad, y Edgar sinti lstima por l.

    Sin embargo, en la historia de aquel chico haba algo que no acababa de encajar, y

    Edgar se pregunt si no estara engandole.

    Qu extrao... musit con aire pensativo.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4466~~

    Samuel se qued perplejo ante aquellas palabras. A l le pareca mucho ms

    trgico que extrao que su padre muriera de una cada.

    En el Altiplano son todos tan sensibles como t? pregunt con tono

    resentido. Cuando se senta herido, arremeta contra la gente con facilidad.

    Es que..., en fin..., si te soy sincero, es una historia un poco difcil de creer.

    Qu quieres decir?

    Quiero decir que, si alguien cayera desde aqu hasta el Altiplano, creo que me

    habra enterado. No es algo que la gente se callara...

    Aquel argumento pill por sorpresa a Samuel, y lo consider un momento.

    Podra ser que aquella versin fuera falsa? Quin inventara una historia tan

    horrible?

    De pronto, no saba qu pensar.

    Siento mucho lo de tu padre dijo Edgar, sacndole de su ensimismamiento.

    Samuel intent apartar de su mente aquel torbellino de pensamientos confusos.

    Echamos un vistazo a ese libro? propuso.

    Esta vez, Edgar no tuvo dudas. Se lo tendi a Samuel y este lo cogi con cuidado.

    No tenemos mucho tiempo... dijo Edgar mientras el otro chico examinaba la

    cubierta. Trabajo en la plantacin del seor Ratikan, justo ah abajo, y por la

    maana me buscar. Me arrancar la piel a tiras si no estoy all a primera hora, y voy

    a tardar bastante en bajar... aadi, mirando con aire abatido hacia el borde del

    acantilado.

    Es un libro muy extrao, Edgar.

    Por qu lo dices? Es diferente de los dems que has visto?

    Samuel busc la mejor manera de describirlo:

    El papel es muy fino y blanco. Todos los libros de las Tierras Altas tienen

    pginas gruesas y amarillentas, y tapas duras. Nunca haba visto algo as. Me

    pregunto de dnde habr salido...

    Al abrirlo por la primera pgina, Samuel se encontr una letra tan descuidada que

    apenas poda entenderla.

    Qu dice? pregunt Edgar.

    No estoy seguro contest Samuel.

    Pero sabes leer, no? insisti Edgar con un deje de pnico en la voz.

    Pues claro que s! le espet Samuel. Es que la letra es espantosa y casi no

    hay luz. No puedo distinguir bien las palabras.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4477~~

    Un pensamiento muy poco amistoso cruz por su cabeza: Con quin se cree que

    est hablando este chico del Altiplano?, pero enseguida rectific: Puede que haya

    encontrado un amigo, y no debera pensar as de l.

    La primera lnea es la nica que est escrita con letra clara anunci por fin.

    Dice: Libro de secretos. Para Edgar.

    Un escalofro de emocin recorri la espalda de Edgar. El libro era para l. Para

    l! Aquellas simples palabras valan con creces todos sus esfuerzos por llegar a las

    Tierras Altas.

    Qu ms dice? Solo la primera pgina... Puedes leer las lneas del principio?

    Durante los siguientes veinte minutos, Samuel escudri las palabras de la

    primera pgina e intent desesperadamente darles algn sentido. Lea con enormes

    dificultades, y Edgar se mora de impaciencia al tener que esperar las siguientes

    frases.

    En esencia, lo que Samuel ley a Edgar aquella noche se pareca mucho a esto:

    Tengo poco tiempo y debo escribir a toda prisa.

    Solo dispongo de esta noche para dejarte lo que pueda y esconderlo

    bien.

    No s si lo encontrars algn da pero es una buena precaucin,

    y por eso me tomar el tiempo de escribirlo. Utilizar el cesto para

    esconder este libro de secretos en lo Alto tampoco va a ser fcil, pero

    creo que podr hacerlo sin que nadie me descubra. Ya veremos.

    Edgar: te dejo esto sabiendo que no podrs entender la mayor

    parte de lo que te escriba. Si de milagro te encuentras con este

    mensaje, no creo que sepas leerlo (a menos que se produzca un

    cambio inesperado). Calculo que ya sers un muchacho cuando te

    llegue este librito, si es que te llega. Mi esperanza es que puedas

    esconderlo hasta que encuentres a alguien que pueda leerlo para ti.

    No des este libro a nadie de las Tierras Altas sin asegurarte antes

    de que puedes confiar en l. En esa parte del mundo hay muchas

    personas que te haran dao.

  • PPaattrriicckk CCaarrmmaann LLaa ccaassaa ddeell ppooddeerr

    ~~4488~~

    Mi nombre es Luther. Algunos me llaman doctor Kincaid. Fui yo

    quien te trajo hasta aqu Edgar.

    Te contar ms si hay tiempo, pero de momento quiero que sepas

    que hice lo que consider mejor para ti.

    Esto es lo primero que debes saber y es algo difcil de explicar:

    Atherton no es lo crees.

    Intentar contarte la verdad en las pginas siguientes.

    Los dos chicos se quedaron mudos de asombro. Pasaron unos momentos en

    silencio, sentados al borde de las Tierras Altas.

    La noche se haba cerrado del todo durante la lectura de aquellas palabras,

    borrando el ltimo resquicio de luz griscea. La oscuridad era total, y de pronto

    Edgar se dio cuenta de lo avanzado de la