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1 La Buena Nueva del Trabajo Humano Material de Animación para la Pastoral del Trabajo Índice 1. Presentación 2. Introducción: La nueva cuestión social 3. Fichas de Trabajo Pastoral El Antiguo Testamento y el Trabajo Jesús y el Trabajo Los Padres de la Iglesia y el Trabajo Las Encíclicas Sociales y el Trabajo Aparecida y el Trabajo El Padre Hurtado y Sentido Social del Trabajo 4. Material de Animación Pastoral Oraciones sobre el Trabajo Humano Cantos para la Fiesta de San José Obrero

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La Buena Nueva del Trabajo Humano

Material de Animación para la Pastoral del

Trabajo

Índice

1. Presentación 2. Introducción: La nueva cuestión social 3. Fichas de Trabajo Pastoral

El Antiguo Testamento y el Trabajo Jesús y el Trabajo Los Padres de la Iglesia y el Trabajo Las Encíclicas Sociales y el Trabajo Aparecida y el Trabajo El Padre Hurtado y Sentido Social del Trabajo

4. Material de Animación Pastoral

Oraciones sobre el Trabajo Humano Cantos para la Fiesta de San José Obrero

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1. Presentación

Las Vicarías de Pastoral Social y del Trabajo en conjunto con el Instituto Nacional de Pastoral Apóstol Santiago (INPAS) han unido sus esfuerzos para ofrecer a la comunidad pastoral de la Arquidiócesis de Santiago un material de animación para la pastoral del trabajo. Esta acción se inscribe en cumplimiento de las Líneas Pastorales del 2008 donde se explicita la responsabilidad de animar una pastoral social integral en toda la arquidiócesis de Santiago. Es la invitación a encarnar, fortalecer más decididamente una pastoral de la misericordia con el mundo del trabajo. Sin lugar a dudas, tal como lo afirma la Encíclica Laborem Exercens, el trabajo constituye “la clave esencial de toda la cuestión social”. Por eso es tan central para el cristiano, discípulo de Jesucristo, reflexionar, profundizar y compartir con otros, acerca de las realidades del tema del trabajo en nuestro país. La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, rescata la actividad humana como una Buena Nueva. Sin duda, el trabajo constituye una buena nueva en la medida que el hombre y la mujer realizan su vocación originaria de co-creadores, hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra. El ser humano está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. Junto con lo anterior, desde la reafirmación de su opción por los más pobres y excluidos, invita a la toma de conciencia de las múltiples situaciones, alejadas del proyecto de Dios, que se viven en el mundo del trabajo, y especialmente de aquellos que no lo tienen. Por otra lado, sitúa al mundo del trabajo, como parte de las preocupaciones del discípulo/misionero que, unido a la realidad fundante de Dios, está llamado a ser testimonio y fermento para que “todos tengan vida y la tengan en abundancia”, en especial en el mundo de la actividad humana, desde las múltiples realidades pastorales. Este esfuerzo se enmarca, en la necesidad de impulsar una renovada pastoral social para la promoción humana integral1, que anime y oriente los distintos esfuerzos por la promoción de la dignidad humana, reflejo indudable del Reino de Dios, en especial en el mundo del trabajo. La Conferencia Episcopal Chilena, y en específico su presidente, Monseñor Alejandro Goic, ha colocado en el tapete de la discusión pública, la realidad del trabajo en general, y el salario ético en particular. Según la última Encuensta CASEN (Caracterización Socioeconómica Nacional) del 2006 cerca de 1 millón de los ocupados del país gana hasta 1 salario mínimo, y la mayor parte de ellos, menos que el salario mínimo. Se hace necesario entonces, una discusión profunda, y un llamado a la conversión del corazón. Es necesaria una pastoral del trabajo que invite desde la parroquia, las comunidades educativas, las comunidades cristianas de trabajadores, los sindicatos, las empresas, las 1 Cf. Documento de Aparecida N° 401 y ss.

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organizaciones de empresarios, los movimientos eclesiales, etc. a reflexionar y transformar nuestra sociedad hacia un orden más justo y fraterno. El compromiso con las realidades temporales y con las problemáticas sociales está en el código genético de nuestra fe y de nuestra historia eclesial como Iglesia Católica Chilena. Somos herederos de una rica y contundente tradición. Esperamos que este material sirva de reflexión personal y comunitaria en parroquias, colegios, empresas, sindicatos, comunidades cristianas, partidos políticos, etc. Y posibilite una apertura al diálogo desde la fe, para humanizar y dignificar el trabajo humano. Está en nosotros traducir en el hoy, el compromiso perenne del Dios de la Vida, en la nueva realidad laboral.

Pbro. Rodrigo Tupper Altamirano Vicario de la Pastoral Social y de los

Trabajadores

Pbro. Cristián Precht Bañados Director

Instituto Nacional de Pastoral Apóstol Santiago

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2. Introducción: La Nueva Cuestión Social

El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre. En el se manifiesta un atributo fundamental de su divinidad: es co creador pues Dios ha plasmado al hombre a su imagen y semejanza y lo invita a trabajar la tierra (cf. Gn 2,5-6), y a custodiar el Jardín del Edén en donde lo ha puesto (cf. Gn 2,15). Sin duda, “el curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y las grandes conquistas del trabajo, pero también por la explotación de tantos trabajadores y las ofensas a su dignidad”.2 Por ello, hoy se vuelve imprescindible una pastoral del trabajo que se haga cargo de la nueva cuestión social del trabajo. Me permito esbozar algunos de los desafíos centrales para una pastoral del trabajo integral y orgánica para nuestra arquidiócesis. No pretendo agotar ni abarcar todas las dimensiones posibles de nuestra acción pastoral; sino más bien, provocar una discusión conjunta que nos permita asumir con audacia y urgencia las múltiples realidades que se alejan del proyecto de Dios en el campo de la actividad humana. Anunciar y afirmar la primacía de la persona Desde la profética encíclica Rerum Novarum promulgada en 1891 hasta nuestros días, ha habido profundas transformaciones económicas, políticas y sociales. El contexto socioeconómico actual, caracterizado por procesos de de globalización económico-financiera cada vez más rápidos, ha generado una nueva organización del trabajo. Sin embargo, “el factor decisivo y el “arbitro” de esta compleja fase de cambio es una vez más el hombre, que debe seguir siendo el verdadero protagonista de su trabajo”3. Hay una realidad que permanece inmutable, y es que a pesar de todas las transformaciones “la persona es la medida de la dignidad del trabajo”. Por lo tanto, la primacía de la persona debe seguir siendo el criterio esencial para construir las relaciones laborales. El cristiano se debe dejar interpelar por la realidad, el diagnóstico es claro cuando miramos la realidad de la actividad humana, “la población económicamente activa de la región está afectada por el subempleo (42%) y el desempleo (9%), y casi la mitad está empleada en trabajo informal. El trabajo formal, por su parte, se ve sometido a la precariedad de las condiciones de empleo y a la presión constante de subcontratación, lo que trae consigo salarios más bajos y desprotección en el campo de seguridad social, no permitiendo a muchos el desarrollo de una vida digna. En este contexto, los sindicatos pierden la posibilidad de defender los derechos de los trabajadores. Por otro lado, se pueden destacar fenómenos positivos y creativos para enfrentar esta situación de parte de los afectados, quienes vienen impulsando diversas experiencias, como por ejemplo, micro finanzas, economía local y solidaria, y comercio justo”4.

2 Compendio de la Doctrina Social de la IglesiaI, N° 267. 3 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 317. 4 Documento de Aparecida, Nº 71

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Redescubrir el sentido del trabajo Cada uno de nosotros dedica muchas horas del día al trabajo. Si a eso agregamos los tiempos de desplazamiento; nos encontramos con una actividad que estructura fuertemente nuestra experiencia vital. Sin embargo, aunque ocupe muchas de nuestras horas podemos perder de vista el verdadero sentido del trabajo. Revitalizar el sentido del trabajo y ubicarlo de manera justa entre nuestras preocupaciones es hoy más esencial que nunca. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin del hombre, afirma categóricamente la Doctrina Social de la Iglesia. Esto implica no sólo evitar el vivir para trabajar sino trabajar para vivir. Sino que implica ampliar la conciencia personal de que en el acto de trabajar participamos del acto creador de Dios, y que los frutos de él son para construir la fraternidad del reino, y no la escala consumista y materialista en la cuál a veces nos vemos envueltos. Crear nuevas formas de solidaridad El trabajo constituye un derecho fundamental. Es por eso que la cesantía es tan devastadora desde el punto de vista económico, psicológico y familiar. En cualquier sociedad es difícil llegar al “pleno empleo”, pero aliviar los tiempos de desocupación y vislumbrar las solidaridades posibles es imprescindible para hacer carne el camino del Buen Samaritano, para vivir la espiritualidad de la solidaridad. Rezar por los enfermos, cuidar a los más débiles, preocuparse por aquellos que han sido desvinculados de su trabajo, apoyar en la enfermedad directa o de algún familiar, denunciar las injusticias, buscar formas de organización, generar comunidades de fe, asumir compromisos políticos, anunciar las buenas noticias, etc. Constituyen aspectos esenciales de un cristianismo activo en el campo de la actividad humana. El trabajo implica una “razón colectiva”. El ser humano es una ser social porque trabaja socialmente y viceversa. Cultivar el diálogo social El diálogo es el instrumento esencial para el progreso de la humanidad. La capacidad de diálogo y negociación debiera ser la piedra angular de la construcción de nuestras relaciones laborales. Sólo en caso de prosperar el entendimiento, deberá usarse las medidas de presión que existen en el marco jurídico-laboral. La empresa “comunidad de personas” Es indispensable que, dentro de la empresa, la legítima búsqueda del beneficio se armonice con la irrenunciable tutela de la dignidad de las personas que a título diverso trabajan en la misma, afirma la Doctrina Social de la Iglesia. Puede parecer ingenuo pensar así. Pero es más ingenuo pensar que esto no representa una responsabilidad de todos. Tal como lo afirman los Obispo de América Latina y el Caribe, “Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta

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la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia”5 Humanizar el trabajo No podemos escindir nuestro cristianismo. Nuestra opción creyente atraviesa todas las dimensiones de nuestra existencia. Nuestro lugar de trabajo es una aspecto esencial en la cual debemos dar testimonio de nuestra opción creyente, debemos humanizar el trabajo. El desafío es grande, pero el discípulo/misionero sabe que debemos llevar “nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros que la Providencia de Dios nos depara grandes sorpresas”6. Fraternalmente, Pbro. Rodrigo Tupper Altamirano Vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores Abril del 2008

5 Documento de Aparecida, Nº 122. 6 Documento de Aparecida, Nº 451.

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3. Fichas de Trabajo Pastoral

A continuación presentamos seis fichas de trabajo para profundizar la reflexión en torno a los temas del trabajo humano. Estas fichas toman en primer un texto de motivación que pretende apoyar la reflexión y la oración personal y comunitaria. Posteriormente se entrega una lectura bíblica para abrir un espacio a la lectio divina. Y finalmente, un conjunto de preguntas para la reflexión personal y comunitaria. El Antiguo Testamento y el Trabajo: la tarea de cultivar y custodiar la tierra

Motivación

El Antiguo Testamento presenta a Dios como Creador omnipotente (cf. Gn 2,2; Jb 38-41; Sal 104; Sal 147), que plasma al hombre a su imagen y lo invita a trabajar la tierra (cf. Gn 2,5-6), y a custodiar el jardín del Edén en donde lo ha puesto (cf. Gn 2,15). Dios confía a la primera pareja humana la tarea de someter la tierra y de dominar todo ser viviente (cf. Gn 1,28). El dominio del hombre sobre los demás seres vivos, sin embargo, no debe ser despótico e irracional; al contrario, él debe « cultivar y custodiar » (cf. Gn 2,15) los bienes creados por Dios: bienes que el hombre no ha creado sino que ha recibido como un don precioso, confiado a su responsabilidad por el Creador. Cultivar la tierra significa no abandonarla a sí misma; dominarla es tener cuidado de ella, así como un rey sabio cuida de su pueblo y un pastor de su grey.

En el designio del Creador, las realidades creadas, buenas en sí mismas, existen en función del hombre. El asombro ante el misterio de la grandeza del hombre hace exclamar al salmista: « ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies » (Sal 8,5-7).

El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre y precede a su caída; no es, por ello, ni un castigo ni una maldición. Se convierte en fatiga y pena a causa del pecado de Adán y Eva, que rompen su relación confiada y armoniosa con Dios (cf. Gn 3, 6-8). La prohibición de comer « del árbol de la ciencia del bien y del mal » (Gn 2,17) recuerda al hombre que ha recibido todo como don y que sigue siendo una criatura y no el Creador. El pecado de Adán y Eva fue provocado precisamente por esta tentación: « seréis como dioses » (Gn 3,5). Quisieron tener el dominio absoluto sobre todas las cosas, sin someterse a la voluntad del Creador. Desde entonces, el suelo se ha vuelto avaro, ingrato, sordamente hostil (cf. Gn 4,12); sólo con el sudor de la frente será posible obtener el alimento (cf. Gn 3,17.19). Sin embargo, a pesar del pecado de los primeros padres, el designio del Creador, el sentido de sus criaturas y, entre estas, del hombre, llamado a ser cultivador y custodio de la creación, permanecen inalterados.

El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida decorosa, y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza (cf. Pr 10,4). Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrarlo, porque en él no se puede encontrar el sentido último y definitivo de la vida. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin del hombre. El principio fundamental de la sabiduría es el temor

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del Señor; la exigencia de justicia, que de él deriva, precede a la del beneficio: « Mejor es poco con temor de Yahvéh, que gran tesoro con inquietud » (Pr 15,16); « Más vale poco, con justicia, que mucha renta sin equidad » (Pr 16,8).

(Extraído del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 255-256-257)

Lectio Divina “Y dijo Dios: -Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creo; varón y mujer los creó. Y les bendijo Dios y les dijo: - Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 26-28)

Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 1. ¿Qué significa para mi hoy, haber sido creado a imagen y semejanza de Dios? 2. ¿Que implica el mandato de “cultivar y custodiar la tierra” en el mundo de hoy?

¿Cómo podemos cuidar más la “casa de la humanidad” como lo llamada Pablo VI?

3. Desde mi lugar de trabajo ¿cómo he colaborado en la obra creadora de Dios

aún no completada?

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Jesús y el Trabajo

Motivación

En su predicación, Jesús enseña a apreciar el trabajo. Él mismo «se hizo semejante a nosotros en todo, dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero »,7 en el taller de José (cf. Mt 13,55; Mc 6,3), al cual estaba sometido (cf. Lc 2,51). Jesús condena el comportamiento del siervo perezoso, que esconde bajo tierra el talento (cf. Mt 25,14-30) y alaba al siervo fiel y prudente a quien el patrón encuentra realizando las tareas que se le han confiado (cf. Mt 24,46). Él describe su misma misión como un trabajar: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo » (Jn 5,17); y a sus discípulos como obreros en la mies del Señor, que representa a la humanidad por evangelizar (cf. Mt 9,37-38). Para estos obreros vale el principio general según el cual «el obrero tiene derecho a su salario» (Lc 10,7); están autorizados a hospedarse en las casas donde los reciban, a comer y beber lo que les ofrezcan (cf. ibídem).

En su predicación, Jesús enseña a los hombres a no dejarse dominar por el trabajo. Deben, ante todo, preocuparse por su alma; ganar el mundo entero no es el objetivo de su vida (cf. Mc 8,36). Los tesoros de la tierra se consumen, mientras los del cielo son imperecederos: a estos debe apegar el hombre su corazón (cf. Mt 6,19-21). El trabajo no debe afanar (cf. Mt 6,25.31.34): el hombre preocupado y agitado por muchas cosas, corre el peligro de descuidar el Reino de Dios y su justicia (cf. Mt 6,33), del que tiene verdadera necesidad; todo lo demás, incluido el trabajo, encuentra su lugar, su sentido y su valor, sólo si está orientado a la única cosa necesaria, que no se le arrebatará jamás (cf. Lc 10,40-42).

Durante su ministerio terreno, Jesús trabaja incansablemente, realizando obras poderosas para liberar al hombre de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte. El sábado, que el Antiguo Testamento había puesto como día de liberación y que, observado sólo formalmente, se había vaciado de su significado auténtico, es reafirmado por Jesús en su valor originario: « ¡El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado! » (Mc 2,27). Con las curaciones, realizadas en este día de descanso (cf. Mt 12,9-14; Mc 3,1-6; Lc 6,6-11; 13,10-17; 14,1-6), Jesús quiere demostrar que es Señor del sábado, porque Él es verdaderamente el Hijo de Dios, y que es el día en que el hombre debe dedicarse a Dios y a los demás. Liberar del mal, practicar la fraternidad y compartir, significa conferir al trabajo su significado más noble, es decir, lo que permite a la humanidad encaminarse hacia el Sábado eterno, en el cual, el descanso se transforma en la fiesta a la que el hombre aspira interiormente. Precisamente, en la medida en que orienta la humanidad a la experiencia del sábado de Dios y de su vida de comunión, el trabajo inaugura sobre la tierra la nueva creación.

El trabajo representa una dimensión fundamental de la existencia humana no sólo como participación en la obra de la creación, sino también de la redención. Quien soporta la penosa fatiga del trabajo en unión con Jesús coopera, en cierto sentido, con el Hijo de Dios en su obra redentora y se muestra como discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a cumplir. Desde esta perspectiva, el trabajo puede ser considerado como un medio de santificación y una animación de las realidades

7 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 6: AAS 73 (1981) 591.

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terrenas en el Espíritu de Cristo.8 El trabajo, así presentado, es expresión de la plena humanidad del hombre, en su condición histórica y en su orientación escatológica: su acción libre y responsable muestra su íntima relación con el Creador y su potencial creativo, mientras combate día a día la deformación del pecado, también al ganarse el pan con el sudor de su frente.

(Extraído del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 259-260-261-263)

Lectio Divina “Un sábado mientras atravesaba unos campos de trigo, los discípulos se pusieron a arrancar espigas. Los fariseos les dijeron:

- Mira lo que hacen en sábado: ¡Algo prohibido! Jesús les respondió: - ¿No han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad

y estaban hambrientos? Entró en la casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes consagrados, que pueden comer sólo los sacerdotes, y los compartió con sus compañeros.

Y añadió: - El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado”. (Mc 2,23-27)

8 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2427; Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 27: AAS 73 (1981) 644-647.

Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 1. ¿Qué “leyes” vivimos formalmente pero que a veces las vaciamos de sentido

más profundo de “liberar del mal, practicar la fraternidad y compartir”? 2. ¿Cómo podemos hacer del trabajo un medio “para inaugurar la nueva

creación”, y no un fin en sí mismo? 3. Preocupados y agitados por muchas cosas, a veces ¿descuidamos el Reino y

su Justicia?

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Los Padres de la Iglesia y el Trabajo

Motivación

Los Padres de la Iglesia jamás consideran el trabajo como «opus servile», —como era considerado, en cambio, en la cultura de su tiempo—, sino siempre como «opus humanum», y tratan de honrarlo en todas sus expresiones. Mediante el trabajo, el hombre gobierna el mundo colaborando con Dios; junto a Él, es señor y realiza obras buenas para sí mismo y para los demás. El ocio perjudica el ser del hombre, mientras que la actividad es provechosa para su cuerpo y su espíritu.9 El cristiano está obligado a trabajar no sólo para ganarse el pan, sino también para atender al prójimo más pobre, a quien el Señor manda dar de comer, de beber, vestirlo, acogerlo, cuidarlo y acompañarlo (cf. Mt 25,35-36).10 Cada trabajador, afirma San Ambrosio, es la mano de Cristo que continúa creando y haciendo el bien.11

Con el trabajo y la laboriosidad, el hombre, partícipe del arte y de la sabiduría divina, embellece la creación, el cosmos ya ordenado por el Padre; 12 suscita las energías sociales y comunitarias que alimentan el bien común,13 en beneficio sobre todo de los más necesitados. El trabajo humano, orientado hacia la caridad, se convierte en medio de contemplación, se transforma en oración devota, en vigilante ascesis y en anhelante esperanza del día que no tiene ocaso. « En esta visión superior, el trabajo, castigo y al mismo tiempo premio de la actividad humana, comporta otra relación, esencialmente religiosa, que ha expresado felizmente la fórmula benedictina: ¡Ora et labora! El hecho religioso confiere al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y religión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial de Dios ».14

(Extraído del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 265-266)

Lectio Divina “Un letrado que oyó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó:

- ¿Cuál es el precepto más importante? Jesús le respondió: - El más importante es: Escucha Israel, El Señor nuestro Dios es uno solo. amarás a Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con toda tu mente con todas tus fuerzas.

9 Cf. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, en Acta Apostolorum Homiliae 35,3:PG 60,258 10 Cf. San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae, 42:PG31, 1023-1027; San Atanasio de Alejandría, Vita S. Antonii, c.3: PG 26,846. 11 Cf. San Ambrosio, De obitu Valentiniani consolatio, 62:PL 16, 1438. 12Cf. San Irineo, Adversus haereses, 5,322:PG 7,1210-1211. 13 Cf. Teodoreto de Ciro, De Providentia, Oraciones 5-7: PG 83,625-686. 14 Juan Pablo II, Discurso durante la visita a Pomezia (14 de septiembre de 1979), 3:L’Osservatore Romano, edición española, 23 de septiembre de 1979, p.9.

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El segundo: Amarás al prójimo Como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”. (Mc 12,28-31)

Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 1. ¿Cómo podemos vivir el mandamiento del amor en nuestro lugar de trabajo? 2. ¿Cómo puedo dar testimonio de nuestra opción creyente en nuestro lugar de

trabajo? 3. ¿Cómo enfrento mi trabajo: con desgano, indiferencia, apatia, ¿Lo considero cómo

un servicio a los demás?

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Las encíclicas sociales y el trabajo

Motivación

A partir de la « Rerum novarum », la Iglesia no ha dejado de considerar los problemas del trabajo como parte de una cuestión social que ha adquirido progresivamente dimensiones mundiales.15 La encíclica «Laborem exercens» enriquece la visión personalista del trabajo, característica de los precedentes documentos sociales, indicando la necesidad de profundizar en los significados y los compromisos que el trabajo comporta, poniendo de relieve el hecho que «surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen también temores y amenazas relacionados con esta dimensión fundamental de la existencia humana, de la que la vida del hombre está hecha cada día, de la que deriva la propia dignidad específica y en la que a la vez, está contenida la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento, y también del daño y de la injusticia que invaden profundamente la vida social, dentro de cada Nación y a escala internacional ».16 En efecto, el trabajo, «clave esencial»17 de toda la cuestión social, condiciona el desarrollo no sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano.

El trabajo humano tiene una doble dimensión: objetiva y subjetiva. En sentido objetivo, es el conjunto de actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra, según las palabras del libro del Génesis. El trabajo en sentido subjetivo, es el actuar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar diversas acciones que pertenecen al proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal: «El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque, como “imagen de Dios”, es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo ».18

La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor. Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más importantes que el hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad.

(Extraído del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, N° 269-270-271)

Lectio Divina “El espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos 15 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 2: AAS 73 (1981) 580-583. 16 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 1: AAS 73 (1981) 579. 17 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3: AAS 73 (1981) 584. 18 Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 6: AAS 73 (1981) 589-590.

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y la vista a los ciegos, para poner libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19)

Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 1. Discierne en oración cuál es tu trabajo en este momento, cómo lo vives, a

quién beneficia, cómo desde él se pude dar una opción por los pobres y qué haría Cristo si estuviera en tu lugar.

2. ¿Cómo es posible que la dimensión subjetiva tenga preeminencia por sobre la

dimensión objetiva del trabajo? 3. ¿Cómo doy cuenta de la Buena Noticia a los pobres en mi lugar de trabajo?

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Aparecida y el Trabajo La Buena Nueva de la Actividad Humana Motivación Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que “constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra”19, por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismo como seres humanos20. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente “la clave esencial de toda la ‘cuestión social’”21 Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración sirve, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios22. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajo y del trabajador, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrolla una cultura del trabajo y denuncia toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusválidas según sus posibilidades23. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.

(Extraído del Documento de Aparecida, N° 120 - 122)

Lectio Divina “Saliendo de allí, se dirigió a una ciudad acompañado de sus discípulos. Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga y la multitud que lo escuchaba comentaba asombrada: - ¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado, que tamaños milagros realiza con sus manos? ¿No es éste el hijo del carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí entre nosotros, sus hermanos?” (Mc 6, 1-3)

19 LE 4. 20 Cf. LE 9. 21 Cf. Ibíd.. 3. 22 Cf. Ibíd.., 27; 2 Ts 3,10. 23 Ibíd.., 22

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Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 6. ¿Qué implica, para nuestra fe, que Jesús sea “hijo del carpintero”? 7. Aparecida afirma que: “el trabajo garantiza la dignidad y la libertad del

hombre”. ¿Cómo podemos ayudar a aquellos que están sin trabajo? 8. ¿Somos capaces de equilibrar trabajo y reposo? ¿Guardamos un tiempo para

el Señor?

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El Padre Hurtado y el sentido Social del Trabajo

Hacer comprender la dignidad del trabajo humano es tarea fundamental de la educación social. Durante siglos se despreció el trabajo, sobre todo el trabajo manual, propio de los esclavos. Hay obras -se ha afirmado- que no hace un caballero, idea reforzada por la educación demasiado libresca que se ha dado hasta ahora sobre todo en los países latinos. Una fuerte reacción felizmente se ha hecho sentir. El comunismo, el nacismo, el fascismo y no menos los movimientos de auténtica acción católica obrera han creado una mística de trabajo y del respeto a la persona del trabajador y han encontrado profundo eco en las masas obreras. La guerra contribuyó mucho a crear esta mística. Los jefes políticos y militares reforzaron, aún en los países democráticos, la idea de que el trabajo del obrero era tan necesario como la acción de los generales para ganar la victoria: el obrero lo comprendió y trabajó con denuedo. Para el progreso humano en la época de paz el trabajo es tan necesario como para ganar la guerra. Los más altos escalones de la pirámide social se levantan sobe una base creada por el trabajo. Hermosamente reconoce Pío XI en “Quadragessimo Anno” este valor del trabajo, cuando dice: “¿No vemos acaso con nuestros propios ojos cómo los obreros, ya directamente ya por medio de máquinas e instrumentos que aumentan su eficacia de manera tan admirable? No hay nadie que desconozca que los pueblos han labrado su fortuna y han subido de la pobreza a la cumbre de la riqueza sino por medio del trabajo acumulado de todos los ciudadanos, trabajo de los directores y trabajo de los operarios”. La palabra “trabajo” debería sugerirnos a todos no sólo un medio para ganar la vida sino una colaboración social. Según esta concepción del trabajo podría ser definido: “El esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad; esfuerzo personal en su origen, fraternal en sus fines, santificador en sus efectos”. Por el trabajo el hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo; no su dinero, sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma. Con razón los trabajadores se ofenden ante la benévola condescendencia de quienes consideran su tarea como algo sin valor. Trabajar en condiciones humanas es bello y produce alegría, pero esta alegría es echada a perder por los que altaneramente desprecian el esfuerzo del obrero, no obstante de que se aprovechan de sus resultados. …La sociedad debería vivir en un acto continuo de acción de gracias a todos los que laboran su grandeza espiritual, intelectual, manual y consiguientemente de respeto a todo trabajador, de gratitud por sus esfuerzos que no se pagan con dinero. Siempre el que recibe el esfuerzo de un hombre recibe más que lo que le da al entregarle en cambio billetes de banco o monedas, aunque fueran de oro legítimo. Es misión del educador caer en la cuenta a sus alumnos de los beneficios inmensos que nos proporciona cada día el trabajo de los demás.

(Extraído del libro el Humanismo Social)

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Lectio Divina “Los desvelos del rico acaban con su salud, la preocupación por las riquezas aleja el sueño. Las preocupaciones no lo dejan dormir Lo perturban más que grave enfermedad. El rico trabaja por montar una fortuna, Y si descansa es para entregarse a los lujos El pobre trabaja, y le faltan fuerzas, Y si descansa, pasa necesidad. El que codicia el oro no quedará sin castigo, El que ama el dinero se extraviará por él” (Ecl, 31,1-5)

Preguntas para la reflexión personal y comunitaria: 1. ¿Cuánto me cuesta vivir con desapego mi relación con los bienes materiales? 2. ¿Vivencio mi trabajo como una “colaboración social” o simplemente un medio

para ganarme el pan? 4. ¿Qué pienso de la afirmación del Padre Hurtado de que: “Por el trabajo el

hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo; no su dinero, sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma”?

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4. Material de Animación Pastoral

Oraciones sobre el trabajo Humano Salmo del Trabajador Dijo el trabajador en su corazón: he trabajado el pan con el sudor de mi frente, siguiendo tus mandatos, Señor. He trabajado la tierra con mis manos de hombre he trabajado el mundo que Tú creaste con todo mi corazón humano con toda mi alma con todas mis fuerzas. Con cuanto amor cogí en mis manos el primer martillo; con cuanta esperanza llevé a mi madre mi primer salario. Aprendieron mis hábiles dedos la precisa medida del milímetro y mis ojos, la penetrante mirada que domestica el acero y lo convierte en máquina. Señor, por tu nombre y por el amor de mis hijos fui carpintero, como tu hijo Jesús; por tu nombre, recorrí los mares: fogonero, marinero, pescador; Señor, por tu nombre, recorrí los largos caminos de mi patria, camionero, caminante vendedor, caminero de pala y azadón; y te daremos gracias y contaremos a nuestros hijos cómo fue tu auxilio, cantaremos tu justicia y tu misericordia. Los trabajadores del mundo entero diremos: "nos han hecho pasar por peligros muchos y graves, estuvimos en hambre y en cárcel, fuimos humillados, divididos, enmudecidos; pero tú de nuevo nos darás la vida, nos harás subir de lo hondo de la tierra". Tú acrecentarás nuestra dignidad, de nuevo nos consolarás; y te daremos gracias, Dios mío, con la alegría de nuestras esposas y de nuestros hijos. Te aclamarán nuestros labios, Señor, nuestros corazones que Tú has liberado.

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Y seremos un solo pueblo bien plantado, que no baja los brazos, caminante de la aurora; un pueblo de un solo corazón que busca cada día la parte de su pan en libertad.

Amén. Esteban Gumucio Te Alaba Señor, La Patria Entera. De norte a sur te alaba Señor la Patria entera. Los mineros de manos curtidas los hombres que dejaron su vida en el salitre, los que lloran sangre en la Pampa triste. Los rostros pobres de cobre y acero, los hombres de máquina ausentes las calaminas que sufren las balas del Desierto. Te alabamos Dios de los hombres. Tú que luchas junto al obrero y al cesante. Tú que caminas junto al dolor de fábricas y gredas. Señor de albañiles y de andamios, de mujeres lavanderas. Señor del futuro que florece hoy te bendice la clase obrera Señor de las calles mortecinas del barrio hecho hambre y tristezas mira a tu pueblo sumergidos, mira a tus niños de ojos tristes al joven drogadicto penitente a la mujer de calles solitarias. Mira el pecado de tantas injusticias Te alaba Señor el sindicato reunido de mar a cordillera. Señor, alabado seas desde el campo y sus sectores, desde el petróleo y las ovejas. Dios de la eterna primavera Señor resucitador y resucitado. Dios de la esperanza

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los pueblos te aclaman por siempre. Oración del Trabajo Señor, te pedimos por todos nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos. Ayúdanos a estar atentos a sus necesidades, A responder fielmente en los momentos de conflicto y Dolor Ayúdanos a entregarnos siempre con alegría Y solidaridad, siguiendo el ejemplo de Tu Hijo. Amén. Vicaría de Pastoral Obrera Oraciones para ofrecer el Trabajo Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, Para que nuestro trabajo comienza en Ti, Como en su fuente Y tienda siempre a Ti, como a su fin Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén Ó Te ofrezco, Señor, este mi trabajo. Ayúdame a hacerlo bien, por amor a Ti y a los demás. Santa María, Ángel de mi Guarda, intercede por mí. Amén. Himno Alfarero del hombre, mano trabajadora Alfarero del hombre, mano trabajadora que, de los hondos limos iniciales, convocas a los pájaros a la primera aurora, al pasto, los primeros animales. De mañana te busco, hecho de luz concreta, de espacio puro y tierra amanecida. De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta, de los sonoros ríos de la vida. El árbol toma cuerpo, y el agua melodía; tus manos son recientes en la rosa; se espesa la abundancia del mundo a mediodía, y estás de corazón en cada cosa.

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No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro, ni soledad en que te hagas fuerte. Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro: Tú, por la luz, el hombre, por la muerte. ¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte} dejar tanto hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llevas de la tierra. Amén Breviario

PENSAMIENTO DEL ALFARERO

No eres Tú el que forma a Dios; es Dios quien te forma a Ti. Entonces, si eres tú el trabajo de Dios, espera la mano del artista que hace todo a su tiempo. Ofrécele tu corazón suave y dócil y mantén la forma en que el artista te ha moldeado. Deja que tu greda esté húmeda y permite que crezca en ti, fuerte y libre, la huella de sus dedos.

San Ireneo (S. IV)

BENDICE MI TRABAJO

Te doy gracias, Señor, porque puedo trabajar. Bendice mis labores y las de mis compañeros. Danos la gracia de conocerte a través del trabajo de todos los días. Ayúdanos a ser servidores incansables de los demás. Ayúdanos a hacer de nuestro trabajo una oración. Ayúdanos a descubrir en el trabajo

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una posibilidad de construir un mundo mejor. Maestro, como el único que puede saciar nuestra sed de justicia. Concédenos la gracia de liberarnos de toda vanidad y de ser humildes. Te doy gracias, Señor, porque puedo trabajar. Amén

BUSCARE TU ROSTRO Deja un momento Tus preocupaciones habituales, Hombre insignificante. Entra un instante En ti mismo Apartándote del tumulto De tus pensamientos. Arroja lejos de ti Las preocupaciones agobiantes Y aparta de ti las inquietudes que te oprimen. Reposa en Dios un momento. Descansa siquiera un momento en él. Entra en lo más profunda de tu alma. Aparta de ti todo, Excepto Dios Y lo que te puede ayudar A alcanzar. Cierra la puerta de tu habitación Y búscalo en el silencio. Di con todas las fuerzas, Di al Señor: “Busco tu rostro Busco tu rostro, Señor” San Anselmo Arzobispo de Cantorbery del s. XI

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MISA DE LOS TRABAJADORES – FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO

Canto de Entrada: BENDITO EL SUDOR

BENDITO EL SUDOR

QUE HACE BRILLAR TU ROSTRO CON EL RESPLANDOR DEL TRABAJO,

QUE ES LA GLORIA DE DIOS.

SUBAN HASTA EL CIELO LAS CANCIONES Y LOS ESFUERZOS

DE QUIENES CONSTRUYEN AL HOMBRE, QUE ES LA GLORIA DE DIOS.

DIOS ABRE SU MANO,

RESUENA EL TRABAJO EN EL MUNDO SE TRAZAN CAMINOS, CASAS, CIUDADES,

ES LA GLORIA DE DIOS.

Soy el hombre del campo y de la ciudad, del carbón, del cobre y el desierto nortino,

en mi rostro curtido se puede saborear la sal de nuestra costa interminable,

y más adentro descubrir al hombre que ama a su mujer

y a sus hijos y a su pueblo.

BENDITO EL SUDOR…

Canto del Perdón KYRIE

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

No he estado pronto A tu llamado.

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Oh Cristo, ten piedad de nosotros Oh Cristo, ten piedad de nosotros

No he estado atento Al humillado.

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

Vuelve tu rostro De mi pecado.

Gloria

Gloria a Dios en el cielo Y en la tierra paz a los hombres

Que ama el Señor. (bis) Te alabamos, te bendecimos Te adoramos, te glorificamos

Te damos gracias por tu inmensa gloria.

Tú Señor Dios, Rey Celestial Dios Padre Todopoderoso Tú Señor Unico, Jesucristo

Señor, Cordero de Dios Tú que quitas el pecado del mundo

Ten piedad de nosotros

Tú que reinas al lado del Padre Atiende nuestra súplica

Solo Tú eres Santo, Sólo Tú Señor Sólo Tú el Altísimo, Tú Jesucristo

Con el Espíritu Santo En la gloria de Dios Padre.

Amén. Salmo del Trabajador

Este canto es la voz del trabajador: “yo hice el pan con el sudor de mi frente,

arranqué de la tierra el alimento con la fuerza de mi brazo y de mi mente.

Con amor agarré el primer martillo,

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llevé a mi madre mi primer salario, aprendí la precisión de la herramienta,

la eficacia de la máquina en mis manos”

Seremos caminantes de la aurora, tras tus pasos, Señor, de cara al sol;

gracias te darán mis compañeros y este canto será el eco de su voz.

Por amor de mis hijos y en tu nombre

como tú, fui maestro y carpintero, y en tu nombre recorrí infinitos mares,

fui lanchero, pescador y marinero. Por los largos caminos de mi patria vendedor ambulante y camionero,

familiar del azadón y de la pala en el norte de Chile fui minero.

Trabajadores, al mundo le diremos: nos vimos divididos y humillados, mas, Dios mío, tú renovarás la fe

y seremos un pueblo bien plantado. Comeremos el pan con dignidad,

lucharemos por un mundo de hermanos, haremos de esta tierra nuestro hogar,

un jardín de malezas liberado.

ACLAMACIÓN DEL EVANGELIO

Jesús es la Buena Noticia Feliz quien camina tras El

CREDO

Creo en Dios Padre Todopoderoso

Creador del cielo y de la tierra Y en Jesucristo su Unico Hijo

Nuestro Señor

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Que fue concebido por obra y gracia Del Espíritu de amor.

Creo en que nació de María Virgen Que padeció bajo Poncio Pilato

Fue crucificado, muerto y sepultado Y al tercer día resucitó.

Ascendió a los cielos y está sentado A la derecha de su Padre Amado

Y vendrá a juzgar a vivos y muertos Su familia humana de ayer, mañana y hoy

Creo en el Espíritu Santo En la Santa Iglesia Católica

En la comunión de los santos El perdón de los pecados

La resurrección de los muertos Y la vida eterna.

Amén.

OFERTORIO

Toma, Señor, este pan Trigo sembrado Pan amasado

Con el sudor de la frente. Sea trigo transparente

De tu cuerpo en el altar. Toma, Señor, este pan.

Toma, Señor, esta copa.

Vino de gozo Don generoso

De nuestro campo soleado. Sea signo consagrado

De tu sangre redentora. Toma, Señor, esta copa.

Toma, Señor, lo que tengo.

Hoy me lo das Hoy te lo entrego.

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Y recibe la canción De profunda adoración, Homenaje de tu pueblo.

Toma, Señor, lo que tengo.

Santo Santo, Santo, Santo Santo es el Señor, Dios del Universo.

El cielo y la tierra Están llenos de su gloria

Hosanna en lo más alto de los cielos Bendito el que viene en el nombre del Señor

Hosanna en lo más alto de los cielos. Santo, Santo, Santo Santo es el Señor Dios del Universo.

Cordero de Dios

Cordero de Dios Que quitas el pecado del mundo

Ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios Que quitas el pecado del mundo

Ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios Que quitas el pecado del mundo

Danos la paz. Canto de la Paz

Señor, haz de mí Un instrumento de tu paz Señor, danos la paz. (bis)

Donde haya odio, yo ponga el amor

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Donde haya ofensa, yo ponga el perdón Donde haya discordia, yo ponga la unión

Donde haya error, yo ponga verdad.

Donde haya duda, yo ponga la fe Donde haya angustia, yo ponga esperanza

Donde haya tinieblas, yo ponga la luz Donde haya tristeza, yo ponga alegría.

Señor, haz de mí...

Oh Maestro, no me empeñe tanto

En ser consolado como en consolar En ser comprendido como en comprender

En ser amado como en amar.

Porque dando, se recibe Olvidando, se encuentra

Perdonando se es perdonado Y muriendo, se resucita a la vida eterna.

Señor, haz de mí...

Canto de Comunión

JESÚS, PAN VIVO

Todo es poco en su alabanza, todo es nada en comparar lo que Cristo aquí prepara y a sus hijos da a cenar. El pan vivo que da vida

a los Doce convidó en la Cena en despedida

de aquel Jueves de Pasión. Hoy la fiesta se repite en la Santa Reunión

que renueva en el banquete su señal de comunión.

Canten pueblos de la tierra,

canta tú Jerusalén.

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Hoy Jesús Pastor de Vida, hoy su pan nos dio a comer.

Lo que Cristo hizo en la Cena

repetirlo lo mandó, consagrando el pan y el vino

en memoria de su amor. Pan de vida, pan divino,

nutre al hombre con su amor; pan del hombre peregrino,

fortaleza y salvación. Buen Pastor, Jesús, Pan vivo,

danos fuerza para amar a los otros como hermanos

y vivir en unidad.

Canten pueblos de la tierra, canta tú Jerusalén,

hoy Jesús, Pastor de Vida, hoy su pan nos dio a comer.

Gloria al Padre Poderoso, gloria a Cristo el Redentor,

gloria al Espíritu Santo, gloria al Uno y Solo Dios.

Canto de Meditación

ORACIÓN CON TODOS

Señor, es tiempo de pedir perdón; perdón por los mineros heridos,

sus mujeres, sus padres y sus niños, los abuelos temprano envejecidos; perdónanos, Señor, por el olvido.

Perdón por las viviendas de mal pasar, por el olvido de los pioneros,

perdona por los hombres que cayeron; por el brillo del oro mal habido,

por el hambre y el pan mal repartido.

Y gracias, pues todo el hombre te da gloria, el duro mármol y el golpe del martillo,

la larga historia de antiguos constructores, los edificios de hoy, sus ascensores, y la destreza de los computadores. Gracias por la aventura creadora,

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por el trabajo que enaltece al humano; gracias te damos por todo el ingenio

de algunos grandes y muchos pequeños desde la aurora del hombre hasta ahora.

Y gracias por todo gesto de amor,

por el beso de los niños en la escuela, por el trigo, la lana y por el fuego,

por tantas madres y por sus desvelos, por el cansancio del trabajador. Gracias a ti te damos, Señor,

por el don de la vida y de la muerte; nos creaste cual llama temblorosa,

a fin de que la vida y toda cosa vuelva a ti enriquecida en su valor.

Y gracias al fin, Señor,

que nos mueves a esperar nuestro esfuerzo y tu bondad

harán la vida mejor. Canto a la Virgen María MADRE DE LOS CANSADOS Reina de los pañales Las escobas y los panes Y el trajín de la cocina Todos los pobres la miran Señora de la pobreza Hoy le golpeamos la puerta Para pedir por favor Que la tenga siempre abierta Porque es mucha la aflicción. Señora de San José Tejedora de chalecos Para ayudar a su sueldo Madre de los brazos firmes Tan animosa y humilde Consejera de humillados Tiene los pies cansados De tanto buscar carbón Va nuestro pueblo a su lado Aprendiendo su lección.

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Material de Animación de la Pastoral del Trabajo

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Mujer llena de fe Compañera de la ruta Madrina de la ternura Que muestra Dios a sus hijos Educadora de Cristo Socia de nuestras penas Amiga dulce y discreta Ya no se puede vivir Con el sueldo recortado Ayúdeme a discurrir. Y usted Virgen María Fue la mamá del Señor Yo sé que lo acompañó Hasta el destierro de Egipto No lo dejó en el camino Lo siguió por todas partes Discípula y escuchante Lo acompañó hasta la muerte Con esperanza gigante Madre de toda la gente. Madre de los cansados Madre de toda la gente.