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Textos de la Historia de la literatura 1º de Bachillerato LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Eurípides Amigas, resuelta está mi acción: matar lo antes posible a mis hijos y marcharme de este país; y no, por demorarme, entregar mis hijos a otra mano más hostil para que los mate. De todas formas es forzoso que ellos mueran, y, ya que es preciso, los mataré yo que les di la vida. ¡Ea! ¡Ármate, corazón! ¿Por qué tardamos en cometer un mal terrible, pero necesario? ¡Ea! ¡Oh, desgraciada mano mía! ¡Coge la espada! ¡Cógela! ¡Marcha hacia la barrera de una vida triste! ¡No te acobardes ni te acuerdes de tus hijos: de que te son queridísimos; de que los has tenido! Mas, durante este corto día, ¡olvídate de tus hijos, y, después, gime! Pues, aunque los mates, sin embargo, te eran queridos; y yo, una mujer desgraciada. Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575) “Sátira a una alcahueta” Hay una (quien quisiere saber Della, oiga), que Dipsas dicen que se llama y es vieja que holgaréis de conocella; sabe todas las artes de Medea; las yerbas y las piedras más potentes sabe mudar en lo que más desea; volver hace a sus fuentes las corrientes, y hace el sereno cielo estar nublado y el nublado con rayos refulgentes. Yo vi, si me creéis, el estrellado cielo gotas de sangre destilando y el orbe de la luna ensangrentado. pienso que esta noche anda volando entre nocturnas sombras, bruja hecha, con pluma el viejo cuerpo cobijando. Apolo y Dafne en la literatura Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) 1

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Textos de la Historia de la literatura1º de Bachillerato

LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

Eurípides Amigas, resuelta está mi acción: matar lo antes posible a mis hijos y marcharme de este país; y no, por demorarme, entregar mis hijos a otra mano más hostil para que los mate. De todas formas es forzoso que ellos mueran, y, ya que es preciso, los mataré yo que les di la vida. ¡Ea! ¡Ármate, corazón! ¿Por qué tardamos en cometer un mal terrible, pero necesario? ¡Ea! ¡Oh, desgraciada mano mía! ¡Coge la espada! ¡Cógela! ¡Marcha hacia la barrera de una vida triste! ¡No te acobardes ni te acuerdes de tus hijos: de que te son queridísimos; de que los has tenido! Mas, durante este corto día, ¡olvídate de tus hijos, y, después, gime! Pues, aunque los mates, sin embargo, te eran queridos; y yo, una mujer desgraciada.

Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575) “Sátira a una alcahueta”Hay una (quien quisiere saber Della,oiga), que Dipsas dicen que se llamay es vieja que holgaréis de conocella;sabe todas las artes de Medea;las yerbas y las piedras más potentessabe mudar en lo que más desea;volver hace a sus fuentes las corrientes,y hace el sereno cielo estar nubladoy el nublado con rayos refulgentes.Yo vi, si me creéis, el estrelladocielo gotas de sangre destilandoy el orbe de la luna ensangrentado.pienso que esta noche anda volandoentre nocturnas sombras, bruja hecha,con pluma el viejo cuerpo cobijando.

Apolo y Dafne en la literaturaOvidio (43 a.C.-17 d.C.)

Cuenta el mito que Apolo quiso competir con Cupido en el arte de lanzar flechas. Cupido, molesto por la arrogancia de Apolo, ideó vengarse de él. Para ello lanzó una flecha de oro, que causa un amor inmediato a quien hiere; por el contrario, hirió a la ninfa Dafne con una flecha de plomo que causa el rechazo amoroso. Así que cuando Apolo vio un día a Dafne se sintió herido de amor y se lanzó en su persecución. Pero Dafne, que sufría el efecto contrario, huyó de el. Y la ninfa corrió y corrió hasta que agotada pidió ayuda a su madre, la cual determino convertir a Dafne en laurel. Cuando Apolo alcanzó a Dafne, ésta iniciaba la transformación: su cuerpo se cubrió de dura corteza, sus pies fueron raíces que se hincaban en el suelo y su cabello se llenó de hojas. Apolo se abrazo al árbol y se echó a llorar. Y dijo: “Puesto que no puedes ser mi mujer serás mi árbol predilecto y tus hojas, siempre verdes, coronaran las cabezas de las gentes en señal de victoria”

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Garcilaso de la Vega (1503-1536)

“A Dafne los brazos ya le crecíany en luengos ramos vueltos se mostrabanen verdes hojas vi que se tornabanlos cabellos que el ojo oscurecían

de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros aun bullendo estaban los blancos pies en tierra se hincabany en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal dañoa fuerza de llorar crecer hacía este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!”

Petrarca, CancioneroFue el día en que del sol palidecieronlos rayos, de su autor compadecido,cuando, hallándome yo desprevenido,vuestros ojos, señora, me prendieron.En tal tiempo, los míos no entendierondefenderse de Amor: que protegidome juzgaba; y mi pena y mi gemidoprincipio en el común dolor tuvieron.Amor me halló del todo desarmadoy abierto al corazón encontró el pasode mis ojos, del llanto puerta y barco,pero a mi parecer, no quedó honradohiriéndome de flecha en aquel casoy a vos, armada, no mostrando el arco.

Meléndez Valdés, “El amor mariposa”Viendo el amor un día

que mil lindas zagalashuían de él medrosaspor mirarle con armas,

dicen que de picadoles juró la venganzay una burla les hizo,como suya extremada.

Tornose en mariposa,los bracitos en alasy los pies ternezuelos

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en patitas doradas.¡Oh! ¡qué bien que parece!

¡Oh! ¡qué suelto que vaga,y ante el sol hace alardede su púrpura y nácar!

Ya en el valle se pierde,ya en una flor se para,ya otra besa festivo,y otra ronda y halaga.Las zagalas, al verle,por sus vuelos y graciamariposa le juzgany en seguirle no tardan.

Una a cogerle llega,y él la burla y se escapa;otra en pos va corriendo,y otra simple le llama,

despertando el bulliciode tan loca algazaraen sus pechos incautosla ternura más grata.

Ya que juntas las mira,dando alegres risadassúbito Amor se muestra,y a todas las abrasa.

Mas las alas ligerasen los hombros por galaSe guardó el fementido,y así a todos alcanza.

También de mariposale quedó la inconstancia:llega, hiere, y de un pechoa herir otro se pasa.

MachadoLas ascuas de un crepúsculo moradodetrás del negro cipresal humean.En la glorieta en sombra está la fuentecon su alado y desnudo Amor de piedra,que sueña mudo. En la marmórea tazareposa el agua muerta.

El mito clásico Las sirenas en la literaturaHomero, La OdiseaLa nave, bien construida, llegó muy presto a la isla de las sirenas, pues la empujaba favorable viento. Desde aquel instante echose el viento y reinó sosegada calma, pues algún numen adormeció las olas. Levantáronse mis compañeros, amainaron las velas y pusiéronlas en la cóncava nave y,

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habiéndose sentado nuevamente en los bancos, emblanquecían el agua, agitándola con los remos de pulimentado abeto. Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Sol Hiperiónida, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Atáronme estos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo y, sentándose en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no se les encubrió a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia, y empezaron un sonoro canto (...).

Sintiose mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que desatasen, pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perímedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban reciamente

Lope de Vega Ir y quedarse, y con quedar partirse,partir sin alma, e ir con alma ajena,oír la dulce voz de una sirenay no poder del árbol desasirse,arder como la vela y consumirsehaciendo torres sobre tierna arena,caer de un cielo, y ser demonio en pena,y de serlo jamás arrepentirse;hablar entre las mudas soledades,pedir prestada, sobre fe, paciencia,y lo que es temporal llamar eterno;creer sospechas y negar verdades,es lo que llaman en el mundo ausencia,fuego en el alma y en la vida infierno

LA EDAD MEDIA

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La Divina ComediaEntonces me volví como el hombre que ansía ver aquello de que le conviene huir y a quien le asalta un temor tan grande y repentino, que ira sin detener su fuga, y vi detrás de nosotros un negro diablo, que venía corriendo por el puente.¡Oh! ¡Cuán feroz era su aspecto y qué amenazador me parecía con sus alas abiertas y sus ligeros pies! Sobre sus hombros, altos y angulosos, llevaba a cuestas un pecador, a quien tenía agarrado por ambos jarretes.El CidTanta lanza allí veríais hundir, y bien pronto alzar;tanta adarga en aquel casco romper y agujereartanta loriga deshecha de parte a parte pasar,y tanto blanco pendón rojo de sangre quedar;y tantos caballos buenos sin sus dueños allí andar.Los moros gritan: ¡Mahoma! ¡Santiago!, la cristiandad.por el campo derribados en un poco de lugar,mil trescientos moros muertos más o menos allí están.A Alvar Fáñez el Minaya le mataron el caballo.Muy bien que en su ayuda van las mesnadas de cristianos.La lanza tiene quebrada, y la espada metió mano;Aunque a pie ha de combatir, muy buenos golpes va dando.Cuando lo vio nuestro Cid Ruy Díaz, el Castellano,se acercó a un justicia moro que montaba buen caballo;diole tal golpe de espada con la diestra braceandoque le partió la cintura, y la mitad rodó al campo.El Cantar de RoldánEl conde Roldán cabalga por todo el campo. Enarbola a Durandarte, afilada y tajante. Gran matanza provoca entre los sarracenos. ¡Si lo hubierais visto arrojar muerto sobre muerto y derramar en charcos la clara sangre! Cubiertos de ella están sus dos brazos y su cota, y su buen corcel tiene rojos el pescuezo y el lomo. No le va en zaga Oliveros, ni los doce pares, ni los francos que hieren con redoblado ardor.

Mueren los infieles, algunos desfallecen. Y el arzobispo exclama: -¡Benditos sean nuestros barones! ¡Montjoie! Es el grito de guerra de

Carlomagno.Oliveros cabalga a través del caos reinante en el campo. El asta de su

lanza se ha quebrado y sólo le queda un pedazo. Va a herir a un infiel, Malón. Le rompe el escudo, guarnecido de oro y de florones, fuera de la cabeza le hace saltar los dos ojos y se le derraman los sesos hasta los pies. Y entre los innumerables cadáveres lo derriba muerto. Después mata a Turgis y Esturgoz. Pero el asta se le ha roto y la madera se astilla hasta sus puños.Romance- ¿Cuál será aquel caballero de los míos más preciado,que me traiga la cabeza de aquel moro señaladoque delante de mis ojos a cuatro ha lanceado,pues que las cabezas trae en el pretal del caballo?

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Oídolo ha don Manuel, que andaba allí paseando,que unas viejas heridas no estaba del todo sano.Apriesa pide las armas, y en un punto fue armado,y por delante el corredor va arremetiendo el caballo.Con la gran fuerza que puso, la sangre le ha reventado,gran lástima le han las damas de verle que va tan flaco.Ruéganle todos que vuelva, mas él no quiere aceptarlo.Derecho va para el moro, que está en la plaza parado.El moro, desque lo vido, de esta manera ha hablado:-Bien sé yo, don Manuel, que vienes determinado,y es la causa conocerme por las nuevas que te han dado;mas, porque logres tus días, vuélvete y deja el caballo,que yo soy el moro Muza, ese moro tan nombrado,soy de los Amnoradíes, -de quien el Cid ha temblado.-Yo te lo agradezco, moro, que de mí tengas cuidado,Que pues las damas me envian, no volveré sin recaudo.Y sin hablar más razones, entrambos se han apartado,y a los primeros encuentros el moro deja el caballo,y puso mano a un alfanje, como valiente soldado.Fuese para don Manuel, que ya le estaba aguardando,mas don Manuel, como diestro, la lanza le había terciado,vara y media queda fuera, que le queda blandeando,y desque muerto lo vido, apeóse del caballo.Cortado ha la cabeza, y en la lanza la ha hincado,Y por delante las damas al buen rey la ha presentado.

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Cómo Geofre mató al gigante Guedón que señoreava la tierra de GuerandaComo vos avemos dicho, estava Geofre ante el gigante a pie, el cual tenía su hacha en la mano; e Geofre, su espada. E pensóse el gigante de herir a Geofre malamente de su hacha. Mas Geofre, que se supo mejor guardar que el otro ferir, falsó el golpe del gigante e saltó del otro costado. E le dio tan grand golpe de su espada sobre la manga de el hacha de armas que la partió en dos partes. E luego tomó el gigante su porra que avía tres muy agudos picos e vino contra Geofre que avía su espada en la mano. E como lo vio Geofre venrir ...- Espera -dixo- un poco. Para contigo no quiero abantaja.E dexó caer su espada a tierra. E corrió a su cavallo e tomó su maça de azero que colgava en el arçón de la silla. E con aquella vino contra el gigante, que le quiso dar un grand golpe de su porra. Mas Geofre saltó del otro costado, mas no pudo escapar que el gigante no le diesse un grand golpe sobre el yelmo, tanto que era casi atordido. Mas tornando en sí, hirió Geofre al gigante de un grand golpe sobre el mango de la porra, tanto que se la hizo saltar de las manos. E, visto esto, el gigante echó mano a su seno do continuamente traía tres martillos de hierro. E tomó el uno e lo tiró contra Geofre con grand ira que avía. E acertóle eso mesmo en el mango de la maça tan valientemente que se la hizo volar de las manos. E tornó Geofre, que esto vio, a tomar su espada. E vino al gigante, que le pensava herir otra vez del otro martillo, mas Geofre falsó. E era tan grande la fuerça con que el gigante lo arrojó que se fundió bien un pie dentro de tierra. E luego saltó Geofre muy ligeramente del otro costado e lo hirió de su espada de un grand golpe sobre el braço, que le hizo caer la mitad del braço a tierra. E cuando el gigante se vio así herido, pensad que fue bien maravillado ca avía ya perdido su principal defendimiento. E otra vez tiró el gigante a Geofre el otro martillo, mas deste golpe se guardó muy bien Geofre. E tornó sobre el gigante e diole un tan grand golpe sobre la pierna que, como la espada era muy buena e dura, se la cortó toda de parte a parte. E luego cayó el gigante a tierra. E vino Geofre. Quitada la babera que el gigante avía, cortóle la cabeça.

Romance del prisioneroQue por mayo era por mayo,cuando hace el calor,cuando los trigos encañany están los campos en flor,cuando canta la calandriay responde el ruiseñor,cuando los enamoradosvan a servir al amor;sino yo, triste, cuitado,que vivo en esta prisión;que ni sé cuándo es de díani cuándo las noches son,sino por una avecillaque me cantaba al albor.

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Matómela un ballestero;déle Dios mal galardón.

La lírica tradicional (siglos XV y VXI)Quiero dormir y no puedo,

Qu´el amor me quita el sueño.Manda pregonar el rey

Por Granada y por SevillaQue todo hombre enamoradoQue se case con su amiga:Qu´el amor me quita el sueño.

Que se case con su amiga.¿Qué haré, triste, cuitado,Que era casada la mía?Qu´el amor me quita el sueño.

Quiero dormir y no puedo,Qu´el amor me quita el sueño.

Rodrigo Cota (1435-1505)Cerrada estaba mi puerta:

¿a qué vienes? ¿por dó entraste?¿Di, ladrón, por qué saltastelas paredes de mi huerta?La edad y la razónya de ti m´han libertado;¡dexa el pobre coraçonretraído en su rincóncontemplar cuál l´has parado! […]

El tiempo en la Edad Media: Jorge Manrique (1440-1479) Recuerde el alma dormida,avive el seso y despierte,contemplandocómo se passa la vida,cómo se viene la muertetan callando;cuán presto se va el placer,cómo después, de acordado,da dolor;cómo, a nuestro parescer,cualquier tiempo pasadofue mejor

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EL SIGO DE ORO

EL RENACIMIENTO

Garcilaso de la Vega En tanto que de rosa y de azucena

se muestra la color en vuestro gesto,y que vuestro mirar ardiente, honesto,con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la venadel oro se escogió, con vuelo presto,por el hermoso cuello blanco, enhiesto,el viento mueve, esparece y desordena:

coged de vuestra alegre primaverael dulce fruto, antes que el tiempo airadocubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,todo lo mudará la edad ligerapor no hacer mudanza en su costumbre.

EL BARROCO

Francisco de Quevedo (1580-1645)Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió“¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?¡Aquí de los antaños que he vivido!La Fortuna mis tiempos ha mordido;las Horas mi locura las esconde.¡Que sin poder saber cómo ni adóndela salud y la edad se hayan huido!Falta la vida, asiste lo vivido,y no hay calamidad que no me ronde.Ayer se fue; mañana no ha llegado;hoy se está yendo sin parar en un punto:soy un fue, y un será, y un es cansado.En el hoy y mañana y ayer, juntopañales y mortaja, y he quedadopresentes sucesiones de difunto.

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Luis de Góngora Aprended, flores, en mí

lo que va de ayer a hoy,que ayer maravilla fui,y sombra mía aun no soy.

Mientras por competir con tu cabellooro bruñido al sol relumbra en vano;mientras con menosprecio en medio el llanomira tu blanca frente el lilio bello;mientras a cada labio, por cogello,siguen más ojos que al clavel temprano,y mientras triunfa con desdén lozanodel luciente cristal tu gentil cuello,goza cuello, cabello, labio y frente,antes que lo que fue en tu edad doradaoro, lilio, clavel, cristal luciente,no sólo en plata o víola troncadase vuelva, más tú y ello juntamenteen tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Lope de Vega A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,porque para andar conmigome bastan mis pensamientos.

Entiendo lo que me basta,y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismoun ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,fácilmente me defiendo;pero no puedo guardarmede los peligros de un necio.

Desmayarse, atreverse, estar furioso,áspero, tierno, liberal, esquivo,alentado, mortal, difunto, vivo,leal, traidor, cobarde y animoso;no hallar fuera del bien centro y reposo,mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,enojado, valiente, fugitivo,satisfecho, ofendido, receloso;

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huir el rostro al claro desengaño,beber veneno por licor suave,olvidar el provecho, amar el daño;creer que un cielo en un infierno cabe,dar la vida y el alma a un desengaño:esto es amor: quien lo probó lo sabe.

EL NEOCLASICISMO

J. Meléndez Valdés, Oda anacreóntica a Dorila ¡Cómo se van las horas,

y tras ellas los días,y los floridos añosde nuestra frágil vida!

La vejez luego viene,del amor enemiga,y entre fúnebres sombrasla muerte se avecina,

que escuálida y temablando,fea, informe, amarilla,nos aterra, y apaganuestros fuegos y dichas.

El cuerpo se entorpece,los ayes nos fatigan,nos huyen los placeresy deja la alegría.

Si esto, pues, nos aguarda,¿para qué, mi Dorila,son los floridos añosde nuestra frágil vida?

Para juegos y bailesy cantares y risasnos los dieron los cielos,las Gracias los destinan.

Ven ¡ay! ¿qué me detienes?Ven, ven, paloma mía,debajo de estas parrasdo lene el vieno aspira,

y entre brindis suavesy mimosas deliciasde la niñez gocemos,pues vuela tan aprisa.

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El ROMANTICISMO

LARRA

¿Tendrá razón, perezoso lector (si es que has llegado ya a esto que estoy escribiendo), tendrá razón el buen Monsieur Sans-délai en hablar mal de nosotros y de nuestra pereza? ¿Será cosa de que vuelva el día de mañana con gusto a visitar nuestros hogares? Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy; si mañana u otro día no tienes, como sueles, pereza de volver a la librería, pereza de sacar tu bolsillo y pereza de abrir los ojos para hojear las hojas que tengo que darte […], te referiré que me levanto a las once y duermo la siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen batueco, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas noches no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto; en fin, lector de mi alma, te declararé que tantas veces como estuve en esta vida desesperado, ninguna me ahorqué y siempre fue de pereza…

ESPRONCEDA, A Jarifa en una orgíaMuere, infeliz: la vida es un tormento,un engaño el placer; no hay en la tierrapaz para ti, ni dicha, ni contento,sino eterna ambición y eterna guerra.Que así castiga Dios el alma osadaque aspira loca, en su delirio insano,de la verdad para el mortal veladaa descubrir el insondable arcano”.

¡Oh!, cesa; yo no quiero ver más, ni saber ya nada:harta mi alma y postrada,sólo anhela descansar.En mí muera el sentimiento,pues ya murió mi ventura,ni el placer ni la tristuravuelvan mi pecho a turbar.

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Pasad, pasad en óptica ilusoriay otras jóvenes almas engañad:nacaradas imágenes de gloria,coronas de oro y de laurel, pasad.Pasad, pasad, mujeres voluptuosas,con danza y algazara en confusión;pasad como visiones vaporosassin conmover ni herir mi corazón.

El diablo mundo

¿Por qué volvéis a la memoria mía,Tristes recuerdos del placer perdido,a aumentar la ansiedad y la agoníade este desierto corazón herido?¡Ay! que de aquellas horas de alegría,le quedó al corazón sólo un gemido,¡y el llanto que al dolor los ojos niegan,lágrimas son de hiel que el alma anegan!¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horasde juventud, de amor y de ventura,regaladas de músicas sonoras,adornadas de luz y de hermosura?Imágenes de oro bullidoras,sus alas de carmín y nieve pura,al sol de mi esperanza desplegando,pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.

Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873)No existe lazo ya: todo está roto:Plúglole al cielo así: ¡bendito sea!Amargo caliz con placer agoto:Mi alma reposa al fin: nada desea.Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:¡nunca, si fuere error, la verdad mire!Que tantos años de amarguras llenosTrague el olvido; el corazón respire.Lo has destrozado sin piedad: mi orgulloUna vez y otra pisaste insano…Mas nunca el labio exhalará un murmulloPara acusar tu proceder tirano.¡Quísolo Dios y fue: gloria a su nombre!Todo se terminó: recobro aliento:¡ángel de las venganzas! y eres hombre…Ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Isaacs, María“Mientras están de sobremesa en el comedor, después de la cena, me he venido a tu cuarto para escribirte.

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Aquí es donde puedo llorar sin que nadie venga a consolarme; aquí donde me figuro que puedo verte y hablar contigo. Todo está como lo dejaste, porque mamá y yo hemos querido que esté así: las últimas flores que puse en tu mesa han ido cayendo marchitas ya al fondo del florero: ya no se ve una sola: los asientos en los mismos sitios: los libros como estaban, y abierto sobre la mesa el último en que leíste: tu traje de caza, donde lo colgaste al volver de la montaña la última vez: el almanaque del estante mostrando siempre ese 30 de enero, ¡ay! ¡tan temido, tan espantoso, y ya pasado! Ahora mismo las ramas florecidas de los rosales de tu ventana entran como a buscarte, y tiemblan al abrazarlas yo diciéndoles que volverás.

“¿Dónde estarás? ¿Qué harás en este momento? De nada me sirve el haberte exigido tantas veces me mostraras en el mapa cómo ibas a hacer el viaje, porque no puedo figurarme nada. Me da miedo pensar en ese mar que todos admiran, y para mi tormento, te veo siempre en medio de él”.

VICTOR HUGO, Los miserables, Una tempestad bajo el cráneoEl lector ha adivinado, sin duda, que el señor Magdalena no era otro que Juan Valjean.

Hemos ya sondeado en otra ocasión las profundidades de aquella conciencia; ha llegado el momento de examinarlas de nuevo. No lo haremos sin cerciorarnos y sin temblar. No existe nada más terrible que esta clase de consideraciones. Los ojos del espíritu no pueden encontrar en ninguna parte más luz ni más tinieblas que en las interioridades del hombre; ni pueden fijarse en cosa alguna que se más formidable, más complicado, más misterioso y más infinito. Existe un espectáculo más grande que el del mar, y es el del cielo; pero hay otro más grande que el del cielo, y es el del interior del alma.Escribir el poema de la conciencia humana, aunque no sea más que a propósito de un solo hombre, a propósito del más insignificante de los hombres, sería fundir todas las epopeyas en una sola epopeya, grandiosa y definitiva.

La conciencia es el caos de todas las quimeras, de todas las ambiciones, y de las tentaciones todas; el horno de los delirios, el antro de las ideas; es el pandemónium del sofisma, el campo de batalla de las pasiones. Penetrad a ciertas horas al través del lívido semblante de un ser humano que reflexiona, y mirad detrás, mirad en el interior de aquella alma, en el fondo de aquella oscuridad. Hay allí, bajo el silencio exterior,

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combates de gigantes como los de Homero, luchas de hidras y dragones y nubes de fantasmas como en Milton, y espirales ilusorias como en Dante. Nada tan sombrío como el infinito que lleva todo hombre dentro de sí mismo, y al cual somete con desesperación, y a su pesar, las voluntades de su cerebro y las acciones de su vida.

GOETHE, Werther ¿Es preciso que lo que constituye la felicidad del hombre sea también la fuente de su miseria? Aquel sentimiento cálido y pleno de mi corazón ante la vivaz naturaleza, que inundaba mi alma con torrentes de delicias y convertía en un paraíso el mundo que me rodea, ha llegado a ser para mí un insoportable verdugo, un espíritu que me atormenta y que me persigue por todas partes. Cuando contemplaba otras veces desde las crestas de las rocas, más allá del río, hasta las lejanas colinas, el fértil valle, y veía que todo germinaba con lozanía en torno mío; cuando veía estas montañas bordadas, desde la falda hasta la cima, de espersos y corpulento árboles; estos valles salpicados de risueña floresta en todos sus contornos; el arroyo apacible que se deslizaba, adormecido, por el murmullo de los cañaverales, reflejando las matizadas nubes, que la brisa suave de la tarde mecía en el cielo; cuando escuchaba a los pájaros, animando con sus gorjeos la enramada, mientas el copiosísimo enjambre de insectillos jugueteaba alegremente en los últimos rayos de sol, a cuyo postrer destello el escarabajo, oculto antes debajo de la hierba, abandonaba, zumbando, su prisión; cuando el ruido y la vida llamaban mi atención hacia la tierra, y el musgo que arranca su alimento a la dura roca, y las retamas que crecen en la pendiente de la árida colina areniza, me descubría la íntima, ardiente y santa vida de la naturaleza, ¡con qué júbilo abrazaba todos estos objetos mi encendido corazón!

Parece que se ha levantado un velo delante de mi alma, y el escenario de la vida infinita se transforma a mis ojos en el abismo de la tumba, eternamente abierta. ¿Puedes decir “esto existe” cuando todo pasa, cuando todo se precipita con la rapidez del rayo, sin conservar casi nunca sus fuerzas, y se ve, ¡ay!, encadenado, tragado por el torrente, y despedazado contra las rocas? No hay un momento que no te consuma, que no consuma los tuyos; no hay un momento en que no seas, en que no debas ser destructor; tu paseo más inocente cuesta la vida a millares de pobres insectos; uno solo de tus paseos destruye los laboriosos edificios de las

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hormigas, y sumerge todo un pequeño mundo en un sepulcro.

La literatura vampíricaBRAM STOKER, DráculaEl Castillo“La clara silueta del castillo de Drácula recortada sobre el cielo (…) encaramado a unos novecientos metros, en lo alto de un precipicio, con un abismo enorme entre él y la pronunciada ladera de las montañas adyacentes de uno y otro lado. Había algo extraño y misterioso en toda la región. Podíamos oír aullar a los lobos en la lejanía. Estaban muy distantes, pero sus aullidos, aunque nos llegaban amortiguados por la espesa nevada, eran aterradores.“ (página 526)“Tenía un rostro fuertemente aguileño, con el puente de su delgada nariz muy alto y las aletas arqueadas de forma peculiar, la frente alta y abombada, y el pelo ralo en las sienes, aunque abundante en el resto de la cabeza. Sus cejas, muy espesas, casi se juntaban en el ceño y estaban formadas por un pelo tupido que parecía curvarse por su misma profusión. La boca, o lo que se veía de ella por debajo del bigote, era firme y algo cruel, con unos dientes singularmente afilados y blancos; le salían por encima del labio, cuyo notable color rojo denotaba una vitalidad asombrosa en un hombre de sus años. Por lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; tenía la barbilla ancha y fuerte y las mejillas firmes, aunque delgadas. La impresión general que producía era de una extraordinaria palidez.” (página 33)Espejo“Me sobresalté, asombrado de no haberle visto, dado que el espejo reflejaba toda la habitación que tenía detrás. (…) No cabía error posible; el hombre estaba cerca de mí, y podía verle por encima del hombro. ¡Pero su imagen no se reflejaba en absoluto en el espejo! Se veía toda la habitación que tenía detrás; sin embargo, no había signo de hombre alguno, excepto yo.” (página 44)Encerrado“Después de ver el paisaje, seguí explorando: puertas, puertas por todas partes; todas cerradas con llave y cerrojo. No hay salida posible salvo las ventanas que se abren en los muros del castillo.El castillo es un auténtico presidio, ¡y yo soy su prisionero!”(página 45)Drácula reptando“Vi la cabeza del Conde asomada por la ventana. (…) mis sentimientos se convirtieron en repugnancia y terror cuando le vi emerger todo entero por la ventana y

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empezar a reptar por el muro del castillo hacia el tremendo precipicio, cabeza abajo, con la capa extendida a modo de grandes alas. (…) Vic cómo se agarraban los dedos de sus manos y de sus pies a los bordes de las piedras, ya sin mortero por el paso de los años, utilizando de este modo los salientes e irregularidades para descender con bastante rapidez, del mismo modo que andan los lagartos por los muros.” (página 56)“Iluminadas por la luna, frente a mí, había tres mujeres jóvenes. (…) No proyectaban ninguna sombra en el suelo. Se acercaron a mí, me miraron durante un rato y luego cuchichearon entre sí. Las tres tenían unos dientes brillantes y blancos que resplandecían como perlas y contrastaban con el rubí de sus labios voluptuosos. Había en ellas algo que me hacía sentir inquieto y a la vez anhelante y mortalmente asustado. Sentía en mi corazón un deseo ardiente y perverso de que me besaran sus rojos labios. La joven rubia se acercó y se inclinó sobre mí hasta el punto de que noté la agitación de su aliento. Se arrodilló y se inclinó sobre mí, regodeándose manifiestamente. Mostraba una deliberada voluptuosidad, a la vez emocionante y repulsiva; al curvar el cuello, se lamió los labios como un animal. Bajó más la cabeza, hasta que sus labios descendieron por debajo de mi barbilla, como a punto de pegarse a mi garganta. Entonces se detuvo, y pude oír la impaciente agitación de su lengua al lamerse los dientes y los labios, y noté su aliento cálido sobre el cuello.” (página 61)Espíritus“Yo tenía los ojos fijos en la ventana, y una miríada de puntitos luminosos parecían penetrar por el roto, girando y formando remolinos como esa columna de polvo que describen los viajeros que levanta el simún en el desierto. Traté de moverme, pero me sentía como hechizada (…) El aire parece lleno de minúsculas notas que flotan y se arremolinan en la corriente que entra por la ventana, y las luces se vuelven azulencas y difusas. ¿Qué voy a hacer? ¡Dios mío, protégeme del peligro esta noche!” (páginas 209 y 210)Habitación del conde“¡En uno de los cajones, yacía el Conde! O estaba muerto o dormido, no lo sé _tenía los ojos abiertos y petrificados, aunque sin esas calidad vidriosa de la muerte_, se le notaba en las mejillas el calor de la vida, en medio de su extrema palidez, y tenía los labios tan rojos como siempre. Pero no había en él signo alguno de movimiento: ni pulso, ni aliento, ni latido del corazón.” (página 75)

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“…el horrísono chillido, al penetrar la estaca; el hundimiento del cuerpo, que no paraba de retorcerse, los labios cubiertos de espuma sanguinolenta. (…) tan pronto como mi chuchillo le seccionó la cabeza, el cuerpo entero empezó a desintegrarse, reduciéndose a su polvo primordial, como si la muerte que debía haber acontecido hace siglos hubiese hecho valer finalmente sus derechos, exclamando al mismo tiempo, muy alto: “Soy suya”. (Página 524)Los espiritus Empezaba a extenderse la niebla. Incluso en la oscuridad había cierta luz, Parecía como si los remolinos y los flecos de niebla adoptasen figuras de mujeres con largos vestidos. Todo estaba inmerso en un silencio siniestro y mortal, solo los caballos relinchaban y retrocedían, presos de un indecible terror. Empecé a sentir miedo… mucho miedo. La niebla empezaba a girar en remolinos, hasta el punto de que me pareció percibir fugazmente las vagas siluetas de las mujeres. Las figuras se fueron acercando más y más. Reconocí sus formas redondas y ondulantes, sus ojos relucientes y duros, sus dientes blancos, su color sonrosado, sus labios voluptuosos. Con esas voces dulces y estremecidas dijeroNVen, hermana, ven con nosotras. ¡Ven, ven!

EL REALISMO

VALERA, Pepita Jiménez

Soy un vil gusano, y no un hombre; soy el oprobio y la abyección de la humanidad; soy un hipócrita. Me han circundado dolores de muerte, y torrentes de iniquidad me han conturbado. Vergüenza tengo de escribir a V., y no obstante le escribo. Quiero confesárselo todo.No logro enmendarme. Lejos de dejar de ira casa de Pepita, voy más temprano todas las noches. Se diría que los demonios me agarran de los pies y me llevan allí sin que yo quiera.Por dicha, no hallo sola nunca a Pepita. No quisiera hallarla sola. Casi siempre se me adelante el excelente padre Vicario, que atribuye nuestra amistad a la semejanza de gustos piadosos, y la funda en la devoción, como la amistad inocentísima que él la profesa.El progreso de mi mal es rápido. Como piedra que se desprende de lo alto del templo y va aumentando su velocidad en la caída, así va mi espíritu ahora.

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Cuando Pepita y yo nos damos la mano, no es ya como al principio. Ambos hacemos un esfuerzo de voluntad y nos transmitimos, por nuestras diestras entrelazadas, todas las palpitaciones del corazón. Se diría que, por arte diabólico, obramos una transfusión y mezcla de lo más sutil de nuestra sangre. Ella debe de sentir circular mi vida por sus venas, como yo siento en las mías la suya.

Si estoy cerca de ella, la amo; si estoy lejos, la odio. A su vista, en su presencia, me enamora, me atrae, me rinde con suavidad, me pone un yugo dulcísimo.Su recuerdo me mata. Soñando con ella, sueño que me divide la garganta, como Judith al capitán de los asirios, o que me atraviesa las sienes con un claro, como Jael a Sisara; pero a su lado, me parece la esposa del Cantar de los Cantares, y la llamo con voz interior, la bendigo, y la juzgo fuente sellada, huerto cerrado, flor del valle, lirio de los campos, paloma mía y hermana.

Quiero liberarme de esta mujer y no puedo. La aborrezco y casi la adoro. Su espíritu se infunde en mí al punto que la veo, y me posee, y me domina, y me humilla.Todas las noches salgo de su casa diciendo: “Esta será la última noche que vuelvo aquí”, y vuelvo a la noche siguiente.

TOLSTOI, Ana Karenina

Alejo Alejandrovitch no había encontrado extraño que su esposa sostuviera con Wronsky un coloquio un tanto animado; pero le pareció que a los otros invitados sí les había parecido extraño tal hecho, y resolvió hacérselo observar a Ana.Como solía hacer después de regresar a su casa, Alejo Alejandrovitch pasó a su despacho, se instaló en su sillón, abrió el libro que leía en la página señalada por una plegadera, y estuvo leyendo un artículo sobre el Papado hasta la una de la madrugada.De vez en cuando se pasaba la mano por la frente, como para alejar un pensamiento inoportuno.

Ana no había vuelto aún.Con el libro bajo el brazo, subió a las habitaciones

del piso superior.Aquella noche, en vez de sus preocupaciones

habituales sobre los asuntos de su cargo, pensaba en su mujer y en la desagradable impresión que por su ligereza había experimentado. No se acostó, sino que, cruzados los brazos a la espalda, comenzó a pasear por la habitación; no quería acostarse sin haber reflexionado

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seriamente en los incidentes de la velada que podían ser el prólogo de una complicación peligrosa.

Alejo Alejandrovitch no era un hombre celoso. Opinaba que los celos constituyen una ofensa para la esposa y que se debe tener confianza en ella. Pero, ¿por qué esa ilimitada confianza, esa convicción de que su esposa le había de amar siempre? He aquí una pregunta que no se atrevía siquiera a formular. No habiendo sentido hasta entonces ni sospechas ni dudas se había prometido conservar siempre una confianza absoluta, y sin embargo, a pesar de opinar que los celos son un sentimiento despreciable, se enfrentaba, sin saber qué hacer, con una situación ilógica y absurda e incomprensible porque era la vida misma. Hasta aquel día no había tenido que luchar con las dificultades de la vida, en la esfera doméstica al menos. La impresión que experimentaba, pues, era la de un hombre que al pasar por un puente tendido sobre un precipicio, nota de repente que el puente está roto y que el abismo se encuentra allí, abierto bajo sus pies.

DOSTOIEVSKI, Los hermanos Karamazov

DICKENS, David Coperfield ¡Oh, Inés de mi alma! En aquel momento en tus

claros ojos vi brillar el espíritu de la niña que tuve por esposa, aprobando mi conducta y despertando en mi mente los más tiernos recuerdos de aquella florecilla que se había agotado en su primer albor!- Siento tal bendición, querido Trotwood; mi corazón está tan henchido de gozo… Pero hay una cosa que necesito decirte.- ¿Cuál, amada de mi alma?Colocó sus manos sobre mis hombros, me miró con serena expresión clavando sus ojos en los míos, y añadió:- ¿No puedes figurarte lo que es?- Temo hacer juicios equivocados: dímelo tú.- ¡Que te he amado durante toda mi vida!………………………………………………………………………………………………………………………………………………¡Qué felices fuimos! Nuestras lágrimas no corrieron en memoria de los dolores que habían producido tal bendición, sino por la satisfacción de no tener ya que separarnos nunca.Aquella tarde de invierno paseamos juntos por el campo aspirando el aire helado, y cuando aparecieron las primeras estrellas dimos gracias a Dios por haberos llevado al fin a aquella tranquilidad.

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Por la noche, cuando la luna brillaba, nos asomamos a una ventana. Inés fijó en el astro sus hermosísimos ojos, yo seguí su mirada, y allá a lo lejos, al fin de una extensa carretera abierta ante mis ojos, vi un niño andrajoso, cansado, descuidado y abandonado de todos, que venía acercándose para llamar suyo al corazón que palpitaba a mi lado.

EL MODERNISMO

Rubén Darío, Canción de otoño en primaveraJuventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!Cuando quiero llorar, no lloro…y a veces lloro sin querer…Machado, Proverbios y cantaresXXIX

Caminante, son tus huellasel camino, y nada más;caminante, no hay camino,se hace camino al andar.Al andar se hace camino,y al volver la vista atrásse ve la senda que nuncase ha de volver a pisar.Caminante, no hay camino,sino estelas en el mar.XLIV

Todo pasa y todo queda,pero lo nuestro es pasar,pasar haciendo caminos,caminos sobre la mar.

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EL NOVECENTISMOJuan Ramón Jiménez

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaroscantando;y se quedará mi huerto, con su verde árbol,y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;y tocarán, como esta tarde están tocando,las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;y el pueblo se hará nuevo cada año;y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,mi espíritu errará, nostáljico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbolverde, sin pozo blanco,sin cielo azul y plácido…y se quedarán los pájaros cantando.

CARACTERÍSTICAS DE LA GENERACIÓN DEL 27Amor eterno en Cernuda, Quevedo y Bécquer

Quevedo, AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTECerrar podrán mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,y podrá desatar esta alma mía,hora, a su afán ansioso, lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,dejará la memoria, en donde ardía:nadar sabe mi alma el agua fría,y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,venas que humor a tanto fuego han dado,medulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará, no su cuidado;serán ceniza, mas tendrá sentido;polvo serán, mas polvo enamorado.

BÉCQUERLXVI (67)

¿De dónde vengo?... El más horrible y ásperode los senderos busca;las huellas de unos pies ensangrentadossobre la roca dura,

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los despojos de un alma hecha jironesen las zarzas agudas,te dirán el caminoque conduce a mi cuna.

¿Adónde voy? El más sombrío y tristede los páramos cruza,valle de eternas nieves y de eternas melancólicas brumas.En donde esté una piedra solitariasin inscripción alguna, donde habite el olvido,allí estará mi tumba.

Cernuda, Te quieroTe quiero.

Te lo he dicho con el viento,jugueteando como animalillo en la arenao iracundo como órgano tempestuoso;

te lo he dicho con el sol,que dora desnudos cuerpos juvenilesy sonríe en todas las cosas inocentes;

te lo he dicho con las nubes,frentes melancólicas que sostienen el cielo,tristezas fugitivas;

te lo he dicho con las plantas,leves criaturas transparentesque se cubren de rubor repentino;

te lo he dicho con el agua,vida luminosa que vela un fondo de sombra;

te lo he dicho con el miedo,te lo he dicho con la alegría,con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:más allá de la vida,quiero decírtelo con la muerte;más allá del amor,quiero decírtelo con el olvido.

Cernuda

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PRIMAVERA VIEJAAhora, al poniente morado de la tarde,

En flor ya los magnolios mojados de rocío,Pasar aquellas calles, mientras creceLa luna por el aire, será soñar despierto.

El cielo con su queja harán más vastoBandos de golondrinas; el agua en una fuenteLibrará puramente la honda voz de la tierra;Luego el cielo y la tierra quedarán silenciosos.

En el rincón de algún compás, a solasCon la frente en la mano, un fantasmaQue vuelve, llorarías pensandoCuán bella fue la vida y cuán inútil.Guillén De senectute(1)Sale el sol otra vez para el anciano.¿Cuántas veces aún? Inútil cómputoDe condenado a muerte. La luz seaSin predicción precisa de adivino:Vital incertidumbre. Sale el sol(5)Viejo, viejo, viejo.Alegres los ojos,Ávido el deseo.Viejo, viejo, viejo.Ligeras las barbasY sabios los huesos.Viejo, viejo, viejo.Parlanchín aúnCerca del silencio,Final.(11)…Y me siento envejecerEntre esas gentes lejanas Que apenas tienen ayer.

SalinasNo preguntarte me salva.Si llegase a preguntarAntes de decir tú nada,¡qué claro estaría todo,todo qué acabado ya!Sería cambiar tus brazos,

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tus auroras, indecisasde hacia quién,sería cambiar la dudadonde vives, donde vivocomo en un gran mundo a oscuras,por una moneda fríay clara: lo que es verdad.Te marchitarías, entonces.Donde está tu cuerpo ahora,vacilante, todo trémulode besarme o no, estaríala certidumbre: tu ausenciasin labios. Y donde estáahora la angustia, el tormento,cielos negros, estrelladosde puede ser, de quizás,no habría más que ella sola.Mi única amante ya siempre,y yo a tu lado, sin ti.Yo solo con la verdad.

Dámaso Alonso, InsomnioMadrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres

(según las últimas estadísticas).A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,Por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredum- bre?¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

LITERATURA EUROPEA EN EL SIGLO XX

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BECKET, Esperando a Godot (Camino en el campo, con árbol)(Anochecer)(Estragón, sentado en el suelo, intenta descalzarse. Se esfuerza haciéndolo con ambas manos, fatigosamente. Se detiene, agotado, descansa, jadea, vuelve a empezar. Repite los mismos gestos.)(Entra Vladimir)ESTRAGÓN (renunciando de nuevo): No hay nada que hacer.VLADIMIR (se acerca a pasitos rígidos, las piernas separadas): Empiezo a creerlo. (Se queda inmóvil.) Durante mucho tiempo me he resistido a pensarlo, diciéndome, Vladimir, sé razonable, aún no lo has intentado todo. Y volvía a la lucha. (Se concentra, pensando en la lucha. A Estragón.) Vaya, ya estás ahí otra vez.ESTRAGÓN: ¿Tú crees?VLADIMIR: Me alegra volver a verte. Creí que te habías ido para siempre.ESTRAGÓN: Yo también.VLADIMIR: ¿Qué podemos hacer para celebrar este encuentro? (Reflexiona.) Levántate, deja que te abrace. (Tiende la mano a Estragón)ESTRAGÓN (irritado): En seguida, en seguida.(Silencio)VLADIMIR (ofendido, con frialdad): ¿Se puede saber dónde ha pasado la nochel el señor?ESTRAGÓN: En un foso.VLADIMIR (estupefacto): ¡Un foso! ¿Dónde?ESTRAGÓN (sin gesticular): Por ahí.VLADIMIR: ¿Y no te han pegado?ESTRAGÓN: Sí… No demasiado.VLADIMIR: ¿Los de siempre? ESTRAGÓN: ¿Los de siempre? No sé.(Silencio.)VLADIMIR: Cuando lo pienso… desde entonces… me pregunto… qué hubiera sido de ti… sin mí… (Decidido.) Sin duda, a estas horas, serías ya un montoncito de huesos.ESTRAGÓN (profundamente enojado): ¿Algo más?VLADIMIR (agobiado): Es demasiado para un hombre solo (Pausa. Con vivacidad.) Por otra parte, es lo que me digo, para qué desanimarse ahora. Hubiera sido necesario pensarlo hace una eternidad, hacia 1900ESTRAGÓN: Basta. Ayúdame a quitarme esa porquería.VLADIMIR: Hubiéramos sido de los primeros en arrojarnos juntos, cogidos de la mano, desde la Torre Eiffel. Entonces valíamos algo. Ahora es demasiado tarde. Ni siquiera nos permitirían subir.(Estragón se encarniza con su calzado.) ¿Qué haces?ESTRAGÓN: Descalzarme. ¿NO lo has hecho nunca?

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VLADIMIR: Desde hace tiempo vengo diciéndote que hay que descalzarse todos los días. Más te valdría hacerme caso.

SAINT EXUPERY, El principito El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Esta visita fue muy

breve, pero sumió al principito en una gran melancolía.- ¿Qué haces ahí?- preguntó al bebedor, a quien encontró instalado en

silencio, ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.

- Bebo- respondió el bebedor, con aire lúgubre.- ¿Por qué bebes? –preguntóle el principito.- Para olvidar –respondió el bebedor.- ¿Para olvidar qué? –inquirió el principito, que deseaba socorrerle.- Para olvidar que tengo vergüenza –confesó el bebedor bajando la

cabeza.- ¿Vergüenza de qué? –indagó el principito, que deseaba socorrerle.- ¡Vergüenza de beber! –terminó el bebedor, que se encerró

definitivamente en el silencio.Y el principito se alejó, perplejo.Las personas mayores son decididamente my pero muy extrañas, se decía

a sí mismo durante el viaje.

PROUST, En busca del tiempo perdido “Solitarios, surgiendo de la línea horizontal de la llanura, como perdidos en campo raso, se elevaban hacia los cielos las dos torres de los campanarios de Martinville. Pronto se vieron tres: porque un campanario rezagado, el de Vieuxvicq, los alcanzó y con una atrevida vuelta se plantó frente a ellos. Los minutos pasaban; íbamos a prisa y, sin embargo, los tres campanarios estaban allá lejos, delante de nosotros, como tres pájaros al sol, inmóviles, en la llanura. Luego, la torre de Veiuxvicq se apartó, fue alejándose, y los campanarios de Martinville se quedaron solos, iluminados por la luz del poniente, que, a pesar de la distancia, veía yo jugar y sonreír en el declive de su tejado. Tanto habíamos tardado en acercarnos, que estaba yo pensando en lo que aún nos faltaría para llegar, cuando de pronto el coche dobló un recodo y nos depositó al pie de las torres, las cuales se habían lanzado tan bruscamente hacia el carruaje, que tuvimos el tiempo justo para parar y no toparnos con el pórtico. Seguimos el camino; ya hacía rato que habíamos salido de Martinville, después que el pueblecillo nos había acompañado unos minutos, y, aún solitarios en el horizonte, sus campanarios y el de Vieuxvicq nos miraban huir, agitando en señal de despedida sus soleados remates.

Kafka, La metamorfosis

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Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaña, le vibraban desamparadas ante los ojos.

“¿Qué me ha ocurrido?”, pensó.No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación

humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados –Samsa era viajante de comercio-, estaba colgado aquel cuadro, que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había desaparecido su antebrazo.

La mirada de Gregor se dirigió después hacia la ventana, y el tiempo lluvioso –se oían caer gotas de lluvia sobre la chapa del alféizar de la ventana- le ponía muy melancólico. “¿Qué pasaría –pensó- si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?”

Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de este lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentó cien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que pataleaban, y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido.

“¡Dios mío!, pensó. “¡Qué profesión tan dura he elegido! Un día sí y otro también de viaje. Los esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el mismo almacén de la ciudad, y además se me ha endosado este ajetreo de viajar, el estar al tanto de los empalmes de tren, la comida mala y a deshora, una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás llega a ser cordial. ¡Que se vaya todo al diablo!”

Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso p Se deslizó de nuevo a su posición inicial.

“Esto de levantarse pronto”, pensó, “le hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros viajantes viven como pachás. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio los pedidos que he conseguido, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno. Eso podría intentar yo con mi jefe, en ese momento iría a parar a la calle. Quién sabe, por lo demás, si no sería lo mejor para mí. Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría presentado ante mi jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. ¡Se habría caído de la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el

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empleado que, además, por culpa de la sordera del jefe, tiene que acercarse mucho. Bueno, la esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él –puedo tardar todavía entre cinco y seis años- lo hago con toda seguridad. Entonces habrá llegado el gran momento, ahora por lo pronto, tengo que levantarme porque el tren sale a las cinco”. Y miró hacia el despertador que hacía tic-tac sobre el armario.

“¡Dios del cielo!”, pensó palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos.Eran las seis y media y las manecillas seguían tranquilamente hacia delante, ya había pasado incluso la media, eran ya casi las menos cuarto. “¿Es que no habría sonado el despertador?” Desde la cama se veía que estaba correctamente puesto a las cuatro, seguro que también había sonado. Sí, pero... ¿era posible seguir durmiendo tan tranquilo con ese ruido que hacía temblar los muebles? Bueno, tampoco había dormido tranquilo, pero quizá tanto más profundamente. ¿Qué iba a hacer ahora?

El siguiente tren salía a las siete, para cogerlo tendría que haberse dado una prisa loca, el muestrario todavía no estaba empaquetado, y él mismo no se encontraba especialmente espabilado y ágil; e incluso si consiguiese coger el tren, no se podía evitar una reprimenda del jefe, porque el mozo de los recados habría esperado en el tren de las cinco y ya hacía tiempo que habría dado parte de su descuido. Era un esclavo del jefe, sin agallas ni juicio. ¿Qué pasaría si dijese que estaba enfermo? Pero esto sería sumamente desagradable y sospechoso, porque Gregor no había estado enfermo ni una sola vez durante los cinco años de servicio. Seguramente aparecería el jefe con el médico del seguro, haría reproches a sus padres por tener un hijo tan vago y se salvaría de todas las objeciones remitiéndose al médico del seguro, para el que sólo existen hombres totalmente sanos, pero con aversión al trabajo. ¿Y es que en este caso no tendría un poco de razón? Gregor, a excepción de una modorra realmente superflua después del largo sueño, se encontraba bastante bien e incluso tenía mucha hambre.

Mientras reflexionaba sobre todo esto con gran rapidez, sin poderse decidir a abandonar la cama –en este mismo instante el despertador daba las siete menos cuarto-, llamaron cautelosamente a la puerta que estaba a la cabecera de su cama.

-Gegor- dijeron (era la madre)-, son las siete menos cuarto. ¿No vas a salir de viaje?

¡Qué dulce voz! Gregor se asustó, al contestar, escuchó una voz que, evidentemente, era la suya, pero en la cual, como desde lo profundo, se mezclaba un doloroso e incontenible piar, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sabía si se había oído bien. Gregor querría haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limitó a decir:

-Sí, sí, gracias madre, ya me levanto. Posiblemente a causa de la puerta de madera no se notaba desde

fuera el cambio en la voz de Gregor, porque la madre se tranquilizó con esta respuesta y se marchó de allí. Pero merced a la breve conversación, los otros miembros de la familia se habían dado cuenta de que Gregor, en contra de

Page 30: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA€¦  · Web viewSAINT EXUPERY, El principito . El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Esta visita fue muy breve, pero sumió al principito

todo lo esperado, estaba todavía en casa, y ya el padre llamaba suavemente, pero con el puño, a una de las puertas laterales.-¡Gregor, Gregor! –gritó-. ¿Qué ocurre? –tras unos instantes insistió de nuevo con voz más grave-. ¡Gregor, Gregor!

Desde la otra puerta lateral se lamentaba en voz baja la hermana.-Gregor, ¿no te encuentras bien?, ¿necesitas algo?Gregor contestó hacia ambos lados:-Ya estoy preparado –y, con una pronunciación lo más cuidadosa

posible, y haciendo largas pausas entre las palabras, se esforzó por despojar a su voz de todo lo que pudiese llamar la atención. El padre volvió a su desayuno, pero la hermana susurró:

-Gregor, abre, te lo suplico –pero Gregor no tenía ni la menor intención de abrir, más bien elogió la precaución de cerrar las puertas que había adquirido durante sus viajes, y esto incluso en casa.