La Angustia Critica

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  • Jacques Lacan Seminario 10 1962-1963 LA ANGUSTIA (Versin Crtica) 10 Mircoles 30 de ENERO de 19631, 2

    1 Para los criterios que rigieron la confeccin de la presente Versin Crtica, con-sultar nuestro Prefacio: Sobre una Versin Crtica del Seminario 10 de Jacques Lacan, Langoisse, y nuestra traduccin. Para las abreviaturas que remiten a los diferentes textos-fuente de esta Versin Crtica, vase, al final de esta clase, nues-tra nota sobre las FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUC-CIN Y NOTAS DE ESTA 10 SESIN DEL SEMINARIO. 2 Esta 10 sesin del seminario ocupa el captulo X de JAM/S, y quien estableci dicho texto lo titul: DUNE MANQUE IRRDUCTIBLE AU SIGNIFIANT {DE UNA FALTA IRREDUCTIBLE AL SIGNIFICANTE}, antecedindolo con el siguiente ndice temtico: Topologa diferencial de los agujeros / Una falta a la cual el smbolo no suple / El objeto en la transferencia / Margaret Little y su R mayscula / Interpre-tacin-corte.

  • Seminario 10: La angustia Clase 10: 30 de Enero de 1963

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    La angustia, se nos ensea desde siempre, es un temor sin obje-

    to. Cancin!, ya podramos decir aqu, donde se ha enunciado otro discurso. Cancin que, por cientfica que sea, se aproxima a la del ni-o que se tranquiliza. Pues, en verdad, lo que yo enuncio para ustedes, lo formulo as: Ella no es sin objeto.3 Lo que no equivale a decir, por eso, que este objeto sea accesible por la misma va que todos los dems. En el momento de decirlo, subray que sera todava otra ma-nera de desembarazarse de la angustia decir que un discurso homlo-go, semejante en cualquier otra parte del discurso cientfico, pueda simbolizar este objeto, ponernos con l en esa relacin del smbolo so-bre lo cual, a su propsito, vamos a volver.

    La angustia sostiene esa relacin de no ser sin objeto a condi-cin de que quede reservado que esto no es ah decir ni poder decir, como para otro, de qu objeto se trata.

    Dicho de otro modo, la angustia nos introduce, con el mximo acento de comunicabilidad, a la funcin de la falta {la fonction du manque}, en tanto que ella es, para nuestro campo, radical. Esta rela-cin con la falta es tan fundamental en la constitucin de toda lgica, y de una manera tal, que podemos decir que la historia de la lgica es la de sus xitos en enmascararla. Por lo cual ella aparece como parien-te de una suerte de vasto acto fallido {acte manqu}, si damos a este trmino su sentido positivo.

    Es precisamente por esto que ustedes me ven, por mil caminos, volver siempre a esas paradojas de la lgica, destinadas a sugerirles los caminos, las puertas de entrada por donde se regula, se impone a nosotros cierto estilo por donde podramos, este acto fallido, lograrlo, no fallar a la falta {ne pas manquer au manque}.

    3 Salvo casos cuya fuente indicar en su lugar, tomo como fuente-gua de este es-tablecimiento y traduccin la versin que nombro ROU, limitndome en adelante a sealar slo las variantes ms significativas, sea por su sentido y/o valor concep-tual, sea por lo indicativas de las dificultades del establecimiento de un texto acep-tablemente confiable.

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    Y es por eso que yo pensaba introducir una vez ms mi discur-so, hoy, por medio de algo que, por cierto, no es ms que un aplogo y donde ustedes no pueden fundarse en ninguna analoga, hablando con propiedad, para encontrar en l lo que sera el soporte de una situacin de esa falta, pero que, sin embargo, es til para reabrir de alguna ma-nera esta dimensin que de alguna manera todo discurso todo dis-curso de la literatura analtica misma, les hace en los intervalos, dir, de aquel donde, aqu, semanalmente, los vuelvo a atrapar vol-ver a encontrar forzosamente el camino trillado; algo que cerrara en nuestra experiencia y, por alguna hiancia que ella entiende designar esta falta, encontrara all algo que este discurso podra colmar.

    Entonces, pequeo aplogo, el primero que se me ocurri habra otros, y despus de todo, aqu slo deseo ir rpido, no? Les he dicho, en suma, que no hay falta, en un tiempo en lo real la falta no es captable ms que por intermedio de lo simblico. Es en el nivel de la biblioteca que se puede decir: aqu, el volumen tanto falta en su lu-gar; este lugar que es un lugar designado, ya, por la introduccin, en lo real, de lo simblico. Y esto, esta falta aqu de la que yo hablo, esta falta que el smbolo de alguna manera colma fcilmente, designa el lu-gar, designa la ausencia, presentifica lo que no est ah. Pero obser-ven: el volumen en cuestin, en la primera pgina lleva como uno que adquir esta semana, y es eso lo que me inspir este pequeo ap-logo en la primera pgina, la nota: los cuatro grabados de tanto a tanto faltan. Esto quiere decir sin embargo que, segn la funcin de la doble negacin, porque el volumen falta en su lugar, la falta de los cuatro grabados quede levantada, que los grabados vuelven a l? Salta a la vista que no hay nada de eso.

    Esto puede parecerles un poquito tonto, pero les har observar que est ah toda la cuestin de la lgica, de la lgica transpuesta en esos trminos intuitivos del esquema euleriano, de la falta incluida. Cul es la posicin de la familia dentro del gnero, del individuo dentro de la especie? Qu es lo que constituye, en el interior de un crculo planificado, el agujero?

    Versin ROU 2008, p. 102

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    Si les he hecho hacer, el ao pasado, tanta topologa, fue preci-

    samente para sugerirles que la funcin del agujero no es unvoca. Y es precisamente as que hay que entender que, siempre, se introduce en esta va del pensamiento que llamamos bajo diversas formas meta-fricas, pero siempre justamente refirindose a algo: planificacin esta implicacin del plano tan simple, como constituyendo bsicamen-te el soporte intuitivo de la superficie. Ahora bien, esta relacin con la superficie es infinitamente ms compleja y, desde luego, con simple-mente introducirles el anillo, el toro, ustedes han podido ver que basta con elaborar esta superficie, la ms simple, en apariencia, de imaginar para ver, con simplemente referirse a ella a condicin de que la consideremos precisamente como ella es como superficie, ver que all se diversifica extraamente la funcin del agujero.

    Versin JL, clase 10, p. 64

    Les hago observar, una vez ms, cmo hay que entenderlo, pues todo lo que se trata en efecto de saber, es cmo un agujero puede lle-narse, puede colmarse. Vern ustedes que no cualquier crculo dibuja-do sobre esta superficie del toro puede pues est ah el problema estrecharse hasta ya no ser ms que este lmite desvaneciente, el pun-to, y desaparecer.

    Pues, desde luego, hay agujeros que podrn sobre los cuales podremos operar as, y basta con que dibujemos nuestro crculo de la manera siguiente [a] si yo dibujo, es para no expresarme de otro

    4 1. Crculo de Euler; 2. cross-cap; 3. toro.

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    modo o de sta [b], para ver que no pueden llegar a cero. Hay es-tructuras que no comportan el colmamiento del agujero.

    Versin ROU 2008, p. 102

    Versin STF

    La esencia del cross-cap [aqu, plano proyectivo], tal como se los

    he mostrado el ao pasado, es sta, es que, aparentemente, cualquier corte que ustedes dibujen sobre su superficie no me extender ms al respecto, les pido que ustedes mismos hagan la prueba no ten-dremos aparentemente esa diversidad: sea que lo dibujemos, a ese corte, as [d]

    que es lo homlogo, a nivel del cross-cap, del corte que, sobre el toro, se repite as [c], es decir que participa de los otros dos ti-pos de crculo, que los rene en s mismo, a los dos primeros que acabo de dibujar, que ustedes los dibujen, aqu sobre el cross-cap, as;

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    sea que ustedes lo dibujen, a este corte, as [e], pasando por este punto terminal privilegiado sobre el cual atraje vuestra atencin el ao pasado,5 ustedes tendrn siempre algo que, en apariencia, podr redu-cirse a la superficie mnima pero no sin que se los hice observar reste finalmente se los repito: cualquiera que sea la variedad del corte reste al final algo que se simboliza no como una reduccin concntrica sino irreductiblemente bajo esta forma [f] o bajo sta [g], que es la misma, **6 y que no se puede, como tal, no diferenciar de lo que he llamado recin la puntificacin concntrica.

    Versin ROU 2008, p. 102

    Versin JAM/S, p. 158

    Es en esto que el cross-cap ha sido, para nosotros, una diferente va de abordaje a lo que concierne a la posibilidad de un tipo irreducti-ble de falta. La falta es radical. Es radical en la constitucin misma de la subjetividad tal como sta se nos presenta por la va de la experien-cia analtica, lo que, si ustedes quieren, me gustara enunciar en esta frmula: Desde que eso se sabe, *que algo llega al saber, en lo real*7, hay algo perdido, y la manera ms segura de aproximarse a ese algo perdido, es concebirlo como un pedazo de cuerpo. 5 Jacques LACAN, Seminario 9, La identificacin, 1961-1962, Versin Crtica de Ricardo E. Rodrguez Ponte para circulacin interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Cf. las clases 21, 23, 24 y 26, sesiones del 23 de Mayo y del 6, 13 y 27 de Junio de 1962. 6 JAM/S: [la llamada ocho interior] 7 JL: *que algo se sostiene en el saber* / *que algo viene al saber real* / ROU 2003: *que algo de lo real viene al saber* / JAM/S: [que algo llega al saber]

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    Tal es la verdad que, bajo esta forma opaca, masiva, es la que la experiencia analtica nos proporciona y que introduce, en su carcter irreductible en toda reflexin posible, desde entonces, sobre toda for-ma concebible de nuestra condicin. Este punto, hay que decirlo, com-porta algo lo bastante insostenible como para que sin cesar tratemos de contornearlo, lo que es sin duda de dos caras, a saber, que en este esfuerzo mismo no hacemos ms que dibujar ms sus contornos, y que estamos siempre tentados, en la medida misma que nos aproximamos a ese contorno, a olvidarlo, en funcin misma de la estructura que re-presenta esa falta.

    De donde resulta otra verdad que podramos decir que to-do *el giro*8 de nuestra experiencia reposa sobre esto: que la relacin con el Otro, en tanto que es aquello donde se sita toda posibilidad de simbolizacin y de lugar del discurso, confluye con un vicio de estruc-tura, y que nos es preciso es el paso ms concebir que ah toca-mos lo que vuelve posible esa relacin con el Otro, es decir aquello de donde surge que hay significante. Este punto de donde surge que hay significante es aquel que, en un sentido, no podra ser significado. Es-to es lo que quiere decir lo que yo llamo el punto falta de significante.

    Y recientemente, yo escuchaba a alguien, que verdaderamente no me entiende para nada mal, responderme, interrogarme, si esto no equivale ah a decir que nos referimos a lo que, de todo significante, es de alguna manera su materia imaginaria la forma del vocablo, o la del carcter chino, si ustedes quieren lo que hay de irreductible en cuanto que es preciso que todo significante tenga un soporte intuiti-vo como los otros, como todo lo dems.

    Y bien, justamente, no! Pues desde luego, est ah lo que se ofrece de tentacin, a este propsito: no est ah aquello de lo que se trata, en lo que concierne a esta falta. Y para hacrselos sentir, me re-ferir a algunas definiciones que ya les he dado y que deben servir. Les he dicho: Nada falta que no sea del orden simblico, pero la pri-vacin, es algo real.9

    8 JL, ROU, CHO, AFI: {le tournant} / JAM/S: [le tourment] / JAM/P: [el tor-mento]

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    Esto de lo que hablamos por el momento, es algo real. Aquello

    alrededor de lo cual gira mi discurso, cuando trato de volver a presen-tificar para ustedes este punto decisivo que no obstante olvidamos siempre, no solamente en nuestra teora, sino en nuestra prctica de la experiencia analtica, es una privacin que se manifiesta tanto en la teora como en la prctica. Es una privacin real y que, como tal, puede ser reducida.

    Acaso basta con designarla para levantarla? Si llegamos a cer-nirla cientficamente, esto es perfectamente concebible: nos basta con trabajar la literatura analtica, como en seguida les dar un ejemplo de ello, a saber, un botn de muestra para comenzar, eso no puede ha-cerse de otro modo: he tomado el primer nmero que me cay en las manos del International Journal y les mostrar que ms o menos en cualquier parte podemos encontrar los problemas de los que se tra-ta, sea que se hable de la ansiedad, del acting-out o de como es el ttulo del artculo al cual aludir en seguida de R no slo yo me sirvo de letras la respuesta total, The total response, del analista en la situacin analtica de alguien que resulta que volvemos a en-contrar, de quien he hablado en el segundo ao de mi seminario, la lla-mada Margaret Little10 volveremos a encontrar, muy centrado, este

    9 Jacques LACAN, EL SEMINARIO, libro 4, La relacin de objeto, 1956-1957, cap. II, Las tres formas de la falta de objeto, Ediciones Paids, pp. 27 y ss. Vase tambin: Seminario 6, El deseo y su interpretacin, 1958-1959, sesin del 29 de abril de 1959, y Seminario 9, La identificacin, 1961-1962, Versin Crtica de Ri-cardo E. Rodrguez Ponte, sesin del 28 de febrero de 1962. 10 En verdad, fue durante el segundo ao de su primer seminario, en la sesin del 7 de Febrero de 1954, que Lacan se refiri a un caso de esta autora (Counter-Transference and the Patients Response to it, in I.J.P., Vol. 32, 1951, pp. 32-40), atribuyndoselo, errneamente, a Annie Reich, quien haba publicado otro artculo en el mismo volumen de la revista (On Counter-Transference, I.J.P., Vol. 32, 1951, pp 25-31) Vase, pues este caso ser evocado ms adelante en esta mis-ma clase del Seminario sobre La angustia: Jacques LACAN, EL SEMINARIO, libro 1, Los escritos tcnicos de Freud, 1953-1954, captulo III, La resistencia y las defensas, Ediciones Paids, pp. 54 y ss. Jacques-Alain Miller, quien estable-ci la versin publicada por Seuil del que la edicin de Paids es traduccin, no atin a corregir el error de atribucin, ni a sealarlo. En cuanto al artculo de Margaret Little al que ahora efectivamente remite Lacan, vase: Margaret LITTLE, R - the Analysts Total Response to his Patients Needs, in International Jour-nal of Psycho-Analysis, Vol. 38, 1958, pp. 240-254, del que hay versin castella-

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    problema, y podemos definirlo: Dnde es que se sita la privacin? Dnde es que, manifiestamente, se desliza ella, y a medida que en-tiende ceir ms apretadamente el problema que le plantea cierto tipo de pacientes?

    No es esto, la reduccin de la privacin, la simbolizacin, su ar-ticulacin aqu, lo que levantar la falta. Esto es lo que ante todo es preciso que nos metamos bien en la cabeza, y aunque ms no fuera pa-ra comprender *lo que significa, bajo una faz, un modo de aparicin de esta falta*11, les he dicho: la privacin, es algo real. Est claro que una mujer no tiene pene, pero si ustedes no simbolizan el pene como el elemento esencial a tener o no tener, ella no sabr nada de eso. La falta, es simblica: S.

    La castracin aparece en el curso del anlisis, en tanto que esa relacin con el Otro, que por otra parte no ha esperado al anlisis para constituirse, es fundamental. La castracin, les he dicho, es simblica, es decir que se relaciona con cierto fenmeno de falta, y en el nivel de esta simbolizacin, es decir en la relacin con el Otro, en tanto que el sujeto tiene que constituirse en el discurso analtico, una de las formas posibles de la aparicin de la falta es aqu el (-), el soporte imagina-rio, que no es ms que una de las traducciones posibles de la falta ori-ginal, del vicio de estructura inscripto en el ser en el mundo del sujeto de quien nos ocupamos. Y es, en estas condiciones, concebible, nor-mal, preguntarse: por qu llevar hasta un cierto punto y no ms all la experiencia analtica? Este trmino, que Freud nos da como ltimo, del complejo de castracin en el hombre, nos dice l, o del Penisneid en la mujer, puede ser cuestionado. Que sea ltimo no es necesario.

    Es precisamente por esto que es un camino de una aproxima-cin esencial de nuestra experiencia concebir, en su estructura origi-nal, esta funcin de la falta {manque}. Y es preciso volver a ella mu-chas veces para no fallarla {la manquer}.

    na: R La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente, tra-duccin de A. Gasparino y J. Castelo para el colectivo GRITA. 11 JAM/S: [lo que significa ese modo de aparicin de la falta en la experiencia analtica que se llama la castracin]

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    Otra fbula: el insecto que se pasea por la superficie de la banda de Moebius ahora, pienso, he hablado suficientemente de ella para que ustedes sepan inmediatamente lo que quiero decir ese insecto puede creer en todo momento, si ese insecto tiene la representacin de lo que es una superficie, que hay una cara: aquella, siempre en el re-verso de aquella sobre la cual l se pasea, que l no ha explorado. El puede creer en ese reverso, ahora bien, no lo hay, como ustedes lo sa-ben. El, sin saberlo, explora lo que no es las dos caras, explora la ni-ca cara que haya. Y sin embargo, en cada momento, hay justamente un reverso. Lo que le falta, para darse cuenta de esto, de que ha pasado al reverso, es la pequea pieza faltante, la que les dibuja esta manera de cortar el cross-cap y que un da materialic para ponrselas en la mano, construida, esta pequea pieza faltante, es una manera de girar aqu en cortocircuito alrededor del punto que lo reconduce, por el ca-mino ms corto, al reverso del punto en el que estaba el instante an-terior.12

    Versin ROU 2008, p. 104 Esta pequea pieza faltante, el a minscula, en este caso, esto quiere decir que, porque nosotros la describimos bajo esta forma para-digmtica {arriba, a la izquierda}, est por ello resuelto el asunto? Abso-lutamente no, pues es que ella falta lo que constituye toda la realidad del mundo por donde se pasea el insecto. El pequeo ocho interior {a-rriba a la derecha} es perfectamente irreductible: es una falta a la cual el smbolo no suple. No es una ausencia, por lo tanto, en primer trmino, a la cual el smbolo puede remediar.

    No es tampoco una anulacin, ni una denegacin, pues anula-cin y denegacin

    12 Cf. la clase 7 de este Seminario, sesin del 9 de Enero de 1963.

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    formas constitudas de esa relacin que el smbolo permite in-troducir en lo real, a saber, la definicin de la ausencia

    anulacin y denegacin, es tentativa de deshacer lo que, en el signi-ficante, nos aparta del origen y de ese vicio de estructura. Es intentar alcanzar su funcin de signo. Es en eso que sin embargo se esfuerza, se extena el obsesivo. Anulacin y denegacin apuntan por lo tanto a ese punto de falta, pero no por eso lo alcanzan, pues no hacen, como Freud lo explica, ms que redoblar la funcin del significante aplicn-dosela a s mismas. Y cuanto ms digo que eso no est ah, ms est eso ah.

    La mancha de sangre, intelectual o no que sea aquella en la cual se extena Lady Macbeth13 o aquella que designa bajo este trmi-no, intelectual, Lautramont14 es imposible de borrar, porque la na-turaleza del significante es justamente esta, esforzarse por borrar una huella {trace}. Y cuanto ms se busca borrarlo para volver a encontrar la huella, ms la huella insiste como significante.15

    De donde resulta que nos las vemos, en lo que concierne a la re-lacin con aquello como lo cual se manifiesta el a minscula causa del deseo, con una problemtica siempre ambigua.

    En efecto, cuando lo escribimos en nuestro esquema, siempre a renovar, hay dos modos bajo los cuales, en la relacin con el Otro, el a minscula puede aparecer. Si podemos reunirlos, es justamente por medio de la funcin de la angustia, en tanto que la angustia, donde sea que se produzca, es su seal, y que no hay otra manera de poder inter-pretar lo que, en la literatura analtica, se nos dice de la angustia.

    13 William SHAKESPEARE, La tragedia de Macbeth, Acto Quinto, Escena Primera, en Obras Completas, tomo II, M. Aguilar Editor, Mxico, 1991, p. 535. 14 Los sentimientos constituyen la forma de razonamiento ms incompleta que se pueda imaginar. / Toda el agua del mar no bastara para lavar una mancha de san-gre intelectual. cf. CONDE DE LAUTRAMONT (Isidore Ducasse), Poesas I, en Obras Completas. Los Cantos de Maldoror Poesas Cartas, Editorial Argo-nauta, Barcelona,1979, p. 269. 15 Jacques LACAN, Seminario 9, La identificacin, 1961-1962, Versin Crtica de Ricardo E. Rodrguez Ponte para circulacin interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Cf. la clase 9, sesin del 24 de Enero de 1962.

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    Pues, en fin, observen cun extrao es aproximar estas dos caras del discurso analtico: por una parte, que la angustia es la defensa ma-yor, la ms radical, y que es preciso aqu que el discurso a su respecto se divida en dos referencias, una a lo real, en tanto que la angustia es la respuesta al peligro ms original, al insuperable Hilflosigkeit, al desvalimiento absoluto de la entrada en el mundo, y que por otra par-te, ella va a poder, a continuacin, ser retomada por el yo como seal de peligros infinitamente ms leves, de peligros, nos dice en alguna parte Jones16 quien en este punto da prueba de un tacto y de una mesura que a menudo faltan bastante en el nfasis del discurso analti-co sobre lo que se llama *las amenazas del Id, del Ello {a}, del Es*17, que simplemente Jones llama a eso un buried desire, un deseo enterrado. Como l lo seala: acaso, despus de todo, es tan peligro-so, el retorno de un deseo enterrado, y eso justifica la movilizacin de una seal tan capital como esa seal ltima, final, que sera la angus-tia, si estamos obligados, para explicarla, a recurrir al peligro vital ms absoluto?

    16 Ernest JONES, La pesadilla, Editorial Paids, Buenos Aires, 1967, pp. 343 y ss. Cf. tambin, en Thorie et pratique de la psychanalyse, XIII Psychopathologie de langoisse et XIV La peur, la culpabilit et la haine, Paris, Payot, 1969. 17 JAM/S: [las amenazas del Ich y del Es] obviamente, se trata de un contra-sentido, o una inadvertencia, de la transcripcin, que se reitera en la traduccin.

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    Y esta paradoja se vuelve a encontrar un poco ms adelante, pues no hay discurso analtico que, tras haber hecho de la angustia el cuerpo ltimo de toda defensa, no nos hable de defensa contra la an-gustia. Entonces, este instrumento tan til para advertirnos del peligro, es contra l que tendramos que defendernos, y es por ah que se expli-can todo tipo de reacciones, de construcciones, de formaciones en el campo psicopatolgico. Acaso no hay ah alguna paradoja, y que exi-ge formular las cosas de otro modo?, a saber, que la defensa no es contra la angustia, sino contra aquello de lo cual la angustia es la se-al, y que de lo que se trata, no es de defensa contra la angustia, sino de cierta falta, salvo que nosotros sabemos que hay, de esta falta, es-tructuras diferentes y definibles como tales; que la falta del borde sim-ple de aquella de la relacin con la imagen narcisista [a], no es la mis-ma que aquella de ese borde redoblado del que les hablo [b], y que se relaciona con el corte llevado ms lejos**18, con aquel que concierne al a minscula como tal, en tanto que aparece, que se manifiesta, que es con l que tenemos, que podemos, que debemos vrnoslas, en cierto nivel del manejo de la transferencia.

    Aqu aparecer, me parece que mejor que en otra parte, que la falta de manejo no es el manejo de la falta, y que lo que conviene si-tuar y lo que ustedes encuentran siempre 18 JAM/S: [sobre el cross-cap]

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    cada vez que un discurso se lleva suficientemente lejos sobre la relacin que tenemos como Otro con aquel que tenemos en an-lisis

    que se plantea la cuestin de lo que debe ser nuestra relacin con ese a minscula.

    Es manifiesta la hiancia del cuestionamiento permanente, pro-fundo, que sera en s misma la experiencia analtica, remitiendo siem-pre al sujeto a algo diferente, por relacin a lo que l nos manifiesta sea cual fuere sea su naturaleza La transferencia no sera

    como me deca, no hace mucho tiempo, una de mis pacientes: Si yo estuviera segura de que fuera nicamente transferen-cia! [risas] La funcin del no ms que {ne que} Esto no es ms que transferencia {Ce nest que du transfert} reverso de: El no tiene ms que hacer as {Il na qu faire ainsi}, esta forma del verbo que se conjuga, pero no como ustedes lo creen, aquella que hace decir: El no ms que tena {Il na quavait}19, que vemos espontneamente florecer en un discurso espontneo

    es la otra cara de lo que se nos explica como siendo, parece, la car-ga, el fardo del hroe analista, tener que interiorizarlo, a ese a mins-cula, tomarlo en l {lui}, objeto bueno o malo, pero como objeto inter-no, y que es de ah que surgira toda la creatividad por donde l debe restaurar el acceso del sujeto al mundo.

    Las dos cosas son verdaderas, aunque no estn juntas pero que, por no juntarlas, es justamente por eso que se las confunde, y que al confundirlas, nada claro se dice sobre lo que concierne al manejo de esta relacin transferencial, la que gira alrededor del a minscula. Pe-ro esto es lo que explica suficientemente la observacin que les he he-cho en cuanto a que lo que distingue la posicin del sujeto por rela-cin a este a minscula y la constitucin misma como tal de su deseo es que, para decir las cosas sumariamente:

    si se trata del perverso o del psictico, la relacin del fantasma

    [S mayscula barrado deseo de a minscula] se instituye *as*20:

    19 Invierte la expresin usual: il navait qu: no tena ms que.

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    y que es ah que, para manejar la relacin transferencial, tenemos, en efecto, que tomar en nosotros, a la manera de un cuerpo extrao, una incorporacin cuyo paciente somos, el a minscula del que se trata, esto es, a saber, el objeto absolutamente extrao al sujeto que nos ha-bla en tanto que es la causa de su falta.

    En el caso de la neurosis, la posicin es diferente, *en tanto que, se los he dicho, aqu aparece algo que distingue la funcin del fantas-ma en el neurtico. Aqu

    20 JAM/S: [de tal suerte que a est en su lugar del lado de i(a).] esta aclaracin no existe en la dactilografa, como tampoco en las dems fuentes.

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    aparece {en X} algo de su fantasma que es un a minscula, y que sola-mente lo parece*21, y que solamente lo parece porque este a minscula no es especularizable, y no podra aparecer aqu, si puedo decir, en persona, sino solamente un sustituto. Y ah solamente se aplica lo que hay de profundo cuestionamiento de toda autenticidad en el anlisis clsico de la transferencia.

    Pero esto no equivale a decir *que sea ah que se encuentre*22 la causa de la transferencia, y nos las vemos siempre con ese a minscu-la que, por su parte, no est sobre la escena, pero que no demanda a cada instante ms que subir a ella para introducir all su discurso, as fuese para arrojar, en aquel que contina sostenindose sobre la esce-na, que arrojar all el despelote, el desorden, decir: Basta de trage-dias!, como as tambin: basta de comedias!, aunque esto sea un poco mejor. No hay drama. Por qu es que ese Ayax se pone, como se dice, a arrancarse los cabellos? cuando, despus de todo, si no hizo ms que exterminar unas ovejas, esto es tanto mejor, es a pesar de to-do menos grave que si hubiera exterminado a todos los griegos. Puesto que no extermin a todos los griegos, l est tanto menos deshonrado, y si se entreg a esa manifestacin ridcula, todo el mundo sabe que es porque Minerva le arroj un hechizo.23

    La comedia es menos fcil de exorcizar. Como todos sabemos, es ms alegre y, aunque se la exorcice, lo que ocurre sobre la escena puede muy bien continuar; se vuelve a comenzar con la cancin del pie de macho cabro, con la verdadera historia de la que se trata desde el principio, en el origen del deseo, y es precisamente por eso, adems, que la tragedia lleva en s misma, en su trmino, en su nombre, su de-signacin, esa referencia al macho cabro y al stiro cuyo lugar por otra parte estaba siempre reservado al final de las trilogas.24

    21 JAM/S: [en tanto que algo aparece de su fantasma del lado de la imagen i(a). En x, aparece algo que es un a, y que solamente lo parece] 22 JL: {que ce soit l quil y ait, corregido en forma manuscrita por quin?: que ce soit la qui est} / AFI: *{que ce soit la qui est}* / ROU y CHO: {que ce soit l quil y ait} / STF: *que sea el (a) el que es {que soit l(a) qui est} / JAM/S: [que sea/est ah {que ce soit l}] 23 La referencia es al Ayax de Sfocles.

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    El macho cabro que brinca sobre la escena, es el acting-out. Y

    el acting-out del que hablo, a saber, ese movimiento inverso de aque-llo hacia lo cual el teatro moderno aspira, a saber, que los actores des-ciendan a la sala, es que los espectadores suban a la escena y digan en ella lo que tienen para decir.

    Y he ah por qu alguien como Margaret Little tomada entre otros, y se los he dicho, verdaderamente a la ma-nera en que uno puede vendarse los ojos y meter un cuchillo en-tre las pginas **25, para hacer la adivinacin

    Margaret Little, en su artculo sobre La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente, de mayo-agosto de 1957, parte III-IV del volumen 38 del International Journal of Psychoanalysis, prosi-gue el discurso en el cual yo me haba ya detenido en un punto de mi seminario, cuando este artculo no haba todava aparecido. Los que estaban ah se acuerdan de las observaciones que hice, a propsito de cierto discurso angustiado, en ella, a la vez e intentando dominarlo, a propsito de la contratransferencia.26 Ellos, sin duda, se acuerdan de que yo no me detuve en la apariencia primera del problema, a saber los efectos de una interpretacin inexacta, a saber que un da, un ana-lista, a uno de sus pacientes que vuelve de hacer un broadcast,27 un broadcast sobre un asunto que interesa al propio analista vemos ms o menos en qu medio ha podido suceder esto le dice: Usted habl muy bien ayer, pero hoy lo veo muy deprimido. Es seguramente por el temor que usted tiene por eso, de haberme herido al invadir mi terreno. Fueron necesarios dos aos para que el sujeto se percatara, a propsito del retorno de un aniversario, de que lo que haba producido su tristeza estaba ligado al sentimiento que tena, al haber hecho ese

    24 Cf. PLATN, Cratilo, 408c-d. 25 JAM/S: [de un libro] 26 Como recordamos en una nota anterior, Lacan se haba referido a un caso rela-tado por Margaret Little atribuyndoselo errneamente a Annie Reich duran-te el primer ao de su Seminario en Sainte-Anne (Los escritos tcnicos de Freud, 1953-1954). Este es el caso que Lacan retoma a continuacin: Margaret LITTLE, Contratransferencia y respuesta del paciente, publicado en Acheronta, Revista de Psicoanlisis y Cultura, Nmero 8 Diciembre 1998. 27 audicin radial.

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    broadcast, por haber reavivado en l el sentimiento de duelo que tena por la muerte muy reciente de su madre, quien, dice, no poda ver as el xito que representaba, para su hijo, ser as promovido a una posi-cin momentnea de vedette.

    Margaret Little est sorprendida, puesto que es un paciente que ella ha retomado de ese analista, por esto: que efectivamente el analis-ta no haba hecho, en su interpretacin, ms que interpretar lo que su-ceda en su propio inconsciente, el de l, el analista, a saber que efecti-vamente, l estaba muy apesadumbrado por el xito de su paciente.

    Aquello de lo que se trata, sin embargo, est muy en otra parte. A saber, que no basta hablar de duelo, y ver incluso la repeticin del duelo en el que estaba entonces el sujeto de aquel que dos aos despus haca por su analista sino de percatarse de qu se trata en la funcin del duelo mismo, y aqu, de paso, llevar un poco ms lejos lo que Freud nos dice del duelo, en tanto que identificacin con el ob-jeto perdido.28 No es, sa, definicin suficiente del duelo. No estamos en duelo sino por alguien de quien podemos decirnos: yo era su falta. Estamos en duelo por personas que hemos tratado bien o mal, pero respecto de quienes no sabamos que llenbamos esta funcin de estar en el lugar de su falta.

    Lo que damos, en el amor, es esencialmente lo que no tenemos, y cuando lo que no tenemos vuelve a nosotros, hay regresin segu-ramente, y al mismo tiempo revelacin de aquello en lo cual hemos faltado a la persona para representar esa falta.

    Pero aqu, en razn del carcter irreductible del desconocimien-to, en lo concerniente a la falta, este desconocimiento simplemente se invierte y a saber, que esta funcin que tenamos de ser su falta, creemos poder traducirla ahora en esto, que nosotros le hemos faltado, mientras que era justamente en eso que le ramos valiosos e indispen-sables.

    Esto es lo que les pedir, si es posible esto y un cierto nme-ro de otros puntos de referencia que localicen, si aceptan ponerse a 28 Sigmund FREUD, Duelo y melancola (1917 [1915]), en Obras Completas, Volumen 14, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979.

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    ello, en el artculo de Margaret Little.29 Es una fase ulterior de su re-flexin, y seguramente considerablemente profundizada, si no mejora-da, pues, mejorada, no lo est. La definicin tan problemtica de la contratransferencia no es absolutamente propuesta y dir, hasta cierto punto, que podemos estarle reconocidos por ello, pues si estuviera all propuesta estara, matemticamente, en el error. Ella no quiere, uste-des lo vern, considerar ms que, en consecuencia, ms que la res-puesta total del analista, es decir todo: tanto el hecho de que est ah como analista, que algunas cosas, a l, analista como el ejemplo que est ah promovido pueden, de su propio inconsciente, escapar-le, como el hecho de que, como todo ser vivo, ella experimenta senti-mientos en el curso del anlisis, y que, en fin ella no lo dice as, pe-ro es de eso que se trata siendo el Otro, ella est en la posicin que les he dicho la ltima vez, a saber, en el punto de partida, de entera responsabilidad.

    Es por lo tanto con esta clase, ese immense total, como ella dice, de su posicin de analista, que ella entiende, ante nosotros, responder, y responder honestamente sobre lo que ella concibe que es la respues-ta del analista. De ello resulta de ello resulta que ella va a llegar hasta tomar algunas posiciones que son las ms contrarias lo que no quiere decir que sean falsas a las formulaciones clsicas, a saber que, lejos de permanecer fuera del juego, es preciso que el analista se suponga en l, al principio, comprometido hasta el fondo, se considere dado el caso efectivamente responsable y, en todo caso, no rehusndo-se nunca a testimoniar si, en lo que concierne a lo que sucede en el anlisis, ella es, por ejemplo, llamada a responder por su sujeto ante una corte de justicia!

    No digo que esto no sea ah una actitud sostenible, digo que evocarla, situar en el interior de esta perspectiva la funcin del analista es algo que, seguramente, les parecer de una originalidad que se pres-ta a problemas; que los sentimientos, entiendo todos los sentimientos del analista, pueden ser en alguna ocasin intimados, si puedo decir, a justificarse: no solamente en el propio tribunal del analista, lo que cualquiera admitir, sino incluso respecto del sujeto, y que el peso de todos los sentimientos que puede experimentar el analista por relacin 29 Margaret LITTLE, La respuesta total del analista a las necesidades de su pa-ciente, op. cit.

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    a tal o cual sujeto, comprometido con l en la empresa analtica, puede tener, no solamente que ser invocado, sino ser promovido dentro de algo que no ser una interpretacin, sino una confesin, entrando por ah en una va cuya primera introduccin en el anlisis por medio de Ferenczi sabemos que fue el objeto, por parte de los analistas clsicos, de las ms extremas reservas.

    Seguramente, nuestro autor divide en tres partes los pacientes de los que se ocupa. Como ella parece admitir el ms amplio abanico, de los casos de los que se encarga, tenemos: por una parte, las psico-sis, donde es preciso justamente que ella admita que aunque no sea ms que para, algunas veces, la hospitalizacin necesaria es preciso justamente que ella se descargue de una parte de sus responsabilidades sobre otros soportes; las neurosis, de las que ella nos dice que la ma-yor parte de la responsabilidad de la que nos descargamos tambin en las neurosis, es para ponerla sobre los hombros del sujeto. Prueba de notable lucidez. Pero entre las dos, los sujetos que ella define como una tercera clase: neurosis de carcter o personalidades reactivas, co-mo se quiera, lo que Alexander define tambin como neurotic charac-ter;30 en resumen, todo aquello alrededor de lo cual se elaboran tan problemticas *delimitaciones clasificatorias*31, mientras que en reali-dad no se trata de una especie de sujeto sino de *una zona de la rela-cin*32, la que yo defino aqu como acting-out.

    Y es precisamente de esto, en efecto, que se trata, en el caso que ella va a desarrollarnos, que es el caso de un sujeto **33 que ha llegado a ella porque comete actos que se clasifican en el cuadro de la clepto-mana, quien, durante un ao, por otra parte, no hace la menor alusin a esos robos, y que desarrolla todo un largo momento del anlisis bajo el fuego graneado y encarnizado, por parte de nuestra analista, de las interpretaciones actuales de transferencia ms repetidas en el senti- 30 Franz ALEXANDER, The neurotic character, International Journal of Psycho-analysis, 1939, vol. 11, n 3,pp. 292-311. 31 JL, STF y ROU: {imitations classificatoires} / CHO y AFI: *imitaciones o clasificaciones* / JAM/S: *tentativas clasificatorias* 32 CHO y AFI: *una zona de relacin* / JAM/S: [una zona donde prevalece] 33 JAM/S: [femenino]

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    do, considerado actualmente, dentro de la va generalmente adoptada, como aquello que debe, a partir de cierto momento, ser aplacado, en-jugado, sin detencin, en todo el curso del anlisis. Ninguna de las in-terpretaciones, por sutiles, por variadas, que ella las elabore, roza si-quiera por un instante la defensa de este sujeto.

    Si alguien voy a terminar con esto quiere hacerme el fa-vor, en una fecha que vamos a fijar, de entrar en la exposicin detalla-da de este caso, hacer algo que yo no puedo hacer ante ustedes porque es demasiado largo y tengo otras cosas para decirles, vern, en todos sus detalles, manifestarse la pertinencia de las observaciones que les estoy formulando ahora.

    El anlisis no comienza a moverse, nos dice ella, ms que en el momento en que, un da, su paciente llega con el rostro tumefacto por los llantos, y los llantos que ella derrama por la prdida, la muerte en un pas que ella haba abandonado haca mucho tiempo, con sus pa-dres, a saber, la Alemania de entonces, la Alemania nazi de una persona que no se distingua por otra cosa, entre los que haban velado sobre su infancia, sino porque era una amiga de sus padres, y sin duda, una amiga con quien ella tena unas relaciones muy diferentes que sus relaciones con sus padres, pues es un hecho que ella nunca, por nadie, llev un duelo parecido.

    Ante esta reaccin desencadenada, sorprendente, cul es la re-accin de nuestra analista? Seguramente, la de interpretar, como ella hace siempre. Ella las vara, ah tambin, cuestin de ver la que an-da

    la interpretacin clsica, a saber que ese duelo es una necesidad de retorsin contra el objeto; que ese duelo, est quiz dirigido a ella, la analista; que es una manera, a travs de la pantalla de la persona por quien ella lleva el duelo, de hacerle llegar a ella, la analista, todos los reproches que tiene para hacerle

    nada funciona.

    Algo muy pequeito comienza a desencadenarse cuando la ana-lista, literalmente, ustedes lo vern, es muy sensible en el texto, con-fiesa ante el sujeto que ella ah no comprende nada y que, verla as, le produce pena a ella, la analista. E inmediatamente, nuestra analista de-duce de esto que ah est lo positivo, lo real, lo vivo de un sentimien-

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    to, que ha dado al anlisis su movimiento. Todo el texto testimonia su-ficientemente de ello, y el asunto elegido y el estilo y el orden de su desarrollo para que podamos decir: de lo que se trata

    y que afecta seguramente al sujeto, lo que hace, para l lo que le permite transferir, para hablar con propiedad, en su relacin con la analista, la reaccin de la que se trataba en ese duelo, a saber, la aparicin de esto: que haba una persona para quien ella poda ser una falta

    es que la intervencin de la analista le hace aparecer, en la analista, esto que se llama angustia. Es en funcin de que hemos llegado al l-mite de algo, que designa en el anlisis el lugar de la falta, que esa in-sercin, ese injerto, si puedo decir, ese vstago

    que permite a un sujeto cuya relacin con los padres est defini-da totalmente ustedes lo vern en la observacin que bajo ninguna relacin ha podido aprehenderse, este sujeto femenino, como una falta

    consigue aqu abrirse.

    No es en tanto que sentimiento positivo que la interpretacin si podemos llamarla as, puesto que, se nos lo describe bien en la observacin, el sujeto abre los brazos y se afloja, en este punto que esta interpretacin, si queremos llamarla as, ha sido efectiva, es en tanto que introduccin, por una va involuntaria, de algo que es lo que est en cuestin, y que debe siempre llegar como pregunta en el punto que sea, as fuese a su trmino, en el anlisis, a saber: la funcin del corte.

    Y lo que va a permitirles localizarlo, designarlo, es que los pun-tos de viraje que seguirn, los decisivos, del anlisis son dos momen-tos: el momento en que la analista, armndose de coraje en nombre de la ideologa, de la vida, de lo real y de todo lo que ustedes quieran, ha-ce de todos modos la intervencin ms singular, a situar como decisi-va por relacin a esta perspectiva que yo llamar sentimental: un buen da, que el sujeto le vuelve con la cantinela de todas sus historias de disputas a propsito de dinero, si no recuerdo mal, con su madre ella vuelve sobre eso sin cesar la analista le dice en estos propios trminos: Escuche: termnela con eso, porque, literalmente, no pue-do escucharla ms! Usted me duerme. La segunda vez

    yo no les doy esto como un modelo de tcnica [risas], les pido que lean una observacin, que sigan los problemas que se plan-

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    tean a una analista manifiestamente tan experimentada como ar-diente de autenticidad

    la segunda vez, se trata de ligeras modificaciones que han sido he-chas, en lo de la analista, en lo que ella llama la decoracin de su con-sultorio si al respecto creemos lo que es la decoracin trmino me-dio, en lo de nuestras colegas, eso debe ser lindo. Ya, nuestra Marga-ret Little estaba hinchada por las observaciones de sus pacientes du-rante toda la jornada Eso est bien, eso est mal ese marrn es asqueroso ese verde es admirable y he aqu a nuestra paciente quien vuelve hacia el fin de la jornada, nos dice ella, y que vuelve so-bre eso, en trminos, digamos, un poquitito ms agresivos que los otros, y ella le dice textualmente: Escuche, me importa un carajo lo que usted pueda pensar al respecto!. La paciente, debo decir, como la primera vez, queda profundamente conmocionada, pasmada. Tras lo cual, sale de su silencio con gritos de entusiasmo: Lo que usted ha hecho aqu, en fin, es formidable!.

    Les ahorro los progresos de este anlisis. Lo que yo quisiera simplemente, aqu, designar, es que a propsito de un caso favorable y, si ustedes quieren, escogido, en una parte del campo particular-mente favorable a esta problemtica lo que es decisivo, en este fac-tor de progreso que consiste en introducir esencialmente la funcin del corte, es en tanto que ella le ha dicho, en su primera interpretacin de-cisiva: Usted me produce el efecto, literalmente, del tapn de garrafa, usted me duerme;34 que, en el otro caso, ella la remiti literalmente a su lugar: piense lo que quiera de mi decoracin de mi consultorio, a m, me importa un pito, que algo decisivo ha sido, en la relacin transferencial aqu en cuestin, movilizado.

    Esto nos permite designar de qu se trata en este sujeto: el pro-blema para ella uno de sus problemas es que nunca haba podi-do producir el menor esbozo de sentimiento de duelo respecto de un padre al que admiraba. Pero las historias, lo vern ustedes, que nos son relatadas, nos muestran que si hay algo acentuado en sus relacio-nes con su padre, esto era lisa y llanamente que en ningn caso podra

    34 Recordar una anterior alusin, en el Seminario, a este tapn de garrafa. Se tra-ta de uno de los medios de los que se vale el hipnotizador para hacer entrar en trance a su sujeto.

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    tratarse, respecto de l, de ninguna manera de representar algo que pu-diera, bajo el ngulo que fuera, para su padre, faltar.

    Hay un breve paseo con l y una escena muy significativa a pro-psito de un bastoncito de madera, bien simblico del pene, puesto que, la enferma misma lo seala, y de manera, parece, bastante ino-cente: el padre le tira ese bastoncillo al agua, de la manera menos co-mentada. No estamos en Les dimanches de Ville dAvray, en esta his-toria!35

    Y en cuanto a la madre, aquella de la que se trata de la que se trata de la manera ms cercana en el determinismo de los robos es que, seguramente, ella nunca pudo hacer, de esta hija, otra cosa que una suerte de prolongacin de s misma, de mueble, de instrumento de instrumento de amenaza y de chantaje dado el caso pero en nin-gn caso algo que, por relacin a su propio deseo, con el deseo del su-jeto, hubiera podido tener una relacin causal.

    Es para designar esto, a saber que su deseo ella no sabe cul, desde luego podra ser tomado en consideracin, que cada vez que la madre se aproxima, entra en el campo de induccin donde puede te-ner algn efecto, el sujeto se entrega muy regularmente a un robo; a un robo que, como todos los robos de cleptmanos, no tiene ninguna significacin de inters particular, que simplemente quiere decir: yo les muestro un objeto, un objeto que ah he arrebatado por la fuerza o por la astucia, un objeto que quiere decir que hay en alguna parte otro objeto, el mo, el a minscula, el que yo no s, que merecera que se lo considere, que se lo deje un instante aislarse. Esta funcin del aisla-miento, del estar solo, tiene la relacin ms estrecha y es de alguna manera *el polo correlativo*36 de esta funcin de la angustia, ustedes

    35 Les dimanches de Ville dAvray, film de Serge Bourguignon, 1962. Pierre, un antiguo piloto, se volvi amnsico a continuacin de un accidente de avin en el Extremo Oriente. Madeleine, una amiga, le consagra toda su vida y su ternura de mujer sola. Un da, acompandola a la estacin de Ville-dAvray, Pierre encuen-tra a Franoise, una hurfana de diez aos, que vive con las hermanas. Se encaria con la pequea. Luego, hacindose pasar por su padre, la visita todos los domin-gos. Una tierna y pura complicidad se establece entre ambos. Pero esta relacin produce escndalo muy pronto en el pueblo.

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    lo vern en lo que sigue. La vida, nos dice en alguna parte, alguien que no es analista, tienne Gilson, la existencia es un poder ininte-rrumpido de activas separaciones.

    Pienso que ustedes no confundirn, despus del discurso de hoy, esta observacin con la que habitualmente se hace, sobre las frustra-ciones. Se trata de otra cosa: se trata de la frontera, del lmite donde se instaura el lugar de la falta.

    Una reflexin continua, quiero decir variada, con las formas di-versas, metonmicas, donde aparecen en la clnica, los puntos focales de esa falta, constituir la continuacin de nuestro discurso. Pero no podemos no tratarlo sin cesar con el cuestionamiento de lo que pode-mos llamar los objetivos del anlisis.

    Las posiciones tomadas a este respecto son tan instructivas, en-seantes, que yo quisiera, en el punto al que hemos llegado, que, ade-ms de este artculo, sobre el cual habr lugar, para seguirlo en los de-talles, de volver, lean ustedes otro artculo, de un tal Szasz, sobre los objetivos del tratamiento analtico, On the Theory of psychanalytic treatment,37 en el cual ustedes vern que se propone lo siguiente: que los objetivos del anlisis estn dados en su regla, y que su regla al mismo tiempo sus objetivos no pueden definirse ms que promo-viendo, como meta ltima del anlisis de todo anlisis, sea ste di-dctico o no la iniciacin del paciente a un punto de vista cientfi-co, es as que se expresa el autor, en lo que concierne a sus propios movimientos.

    Es esto una definicin? No digo que podamos aceptarla o re-chazarla: es una de las posiciones extremas, es una posicin segura-mente muy singular y especializada Yo no digo: Es sta una defi-nicin que podamos aceptar?, digo: Qu puede ensearnos, esta 36 JL: *el pobre correlativo {le pauvre corrlatif}*, pero arriba de *pobre {pau-vre}*, en letra manuscrita: *polo {ple}*; todas las versiones, menos JAM/S, in-corporan la correccin 37 Thomas SZASZ, On the theory of psychoanalytic treatment, in Annual Meeting of the American Psychoanalytic Association, en Atlantic-City, New Jersey, 7 de marzo de 1955. De la thorie du traitement psychanalytique, Int. Journ. of Psy-cho-Analysis, vol. XXXVIII, p. 166-182, 1957. [Cf. tambin Lacan En memoria de Ernest Jones: Sobre su teora del simbolismo, Escritos 2].

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    definicin?. Ustedes han escuchado, aqu, lo bastante para saber que seguramente, si hay algo que he cuestionado muchas veces, es justamente la relacin del punto de vista cientfico en tanto que su mira es siempre considerar la falta como colmable, en todo caso con la problemtica de una experiencia que incluye en s, tener en cuenta la falta como tal.

    Esto no impide que sea til poner de relieve tal punto de vista, sobre todo si se lo pone en relacin, si se lo aproxima a un artculo de otra analista, artculo ms antiguo, de Barbara Low, concerniente a lo que ella llama las Entschdigungen, las compensaciones de la posi-cin del analista.38 Vern producida all una referencia totalmente o-puesta que es, no a la del sabio, sino a la del artista. Y que tambin, de lo que se trata en el anlisis, es algo totalmente comparable, nos dice ella no es, ciertamente, una analista menos notable por la firmeza de sus concepciones totalmente comparable, nos dice, a la sublima-cin que preside a la creacin artstica.

    Es que, con estos tres textos... el tercero, que est en el Internazionale Zeitschrift, del ao 20 en fin, del vigsimo ao del Internazionale Zeitschrift {fr Psy-choanalyse}, en alemn. Yo lo tengo, a pesar de su rareza, a dis-posicin de quien quisiera encargarse de l

    es que, no podramos decidir decidir que el 20 de febrero que es el da de mi regreso puesto que voy a ausentarme aho-ra39 es posible, pero no seguro

    es que no podramos decidir que dos o tres personas... dos personas que estn aqu, y que he interrogado recin, podr-an, haciendo, repartiendo entre ellas los roles, como les parezca bien, una exponer, la otra criticar o comentar, o por el contrario, alternando, como el coro, las dos partes que constituiran esas dos exposiciones, oponindose

    38 Barbara LOW, The Psychological compensations of the analyst, in the Interna-tional Journal of Psychoanalysis, vol. 16, Enero de 1935 Las compensaciones psicolgicas del analista, Serie Referencias, Ficha N V, Biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. 39 Lacan viaja a Japn.

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    es que esas dos personas, aadindose a ellas, dado el caso, una ter-cera para el tercer artculo esto no es impensable no podran comprometerse a no dejar demasiado tiempo aqu, esta tribuna vaca y a retomarla en mi lugar si no estoy aqu, conmigo en la asistencia si vuelvo este problema, a saber: ocuparse exactamente de los tres ar-tculos de los que acabo de hablar?

    Creo haber obtenido de ellos se trata, respectivamente, de Granoff y de Perrier su consentimiento hace un momento. Los cito a ustedes, por lo tanto, para escucharlos, el 20 de febrero, aqu, es de-cir, exactamente dentro de tres semanas *despus de lo cual retomar, el 27, la continuacin de mis enunciados*40. establecimiento del texto traduccin y notas: RICARDO E. RODRGUEZ PONTE para circulacin interna de la ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES

    40 JAM/S: [(Lacan no estar de regreso sino el 27 de febrero).]

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    FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIN Y NOTAS DE ESTA 10 SESIN DEL SEMINARIO JL Jacques LACAN, Langoisse, Sminaire 1962-1963. Lo que Lacan hablaba era recogido

    por una taqugrafa, luego decodificado y dactilografiado, y el texto volva a Lacan, quien a veces lo revisaba y correga. De dicho texto se hacan copias en papel carbnico y luego foto-copias. La versin dactilografiada que utilizamos como fuente para esta Versin Crtica se encuentra reproducida en http://www.ecole-lacanienne.net/index.php3, pgina web de lcole lacanienne de psychanalyse.

    ROU Jacques LACAN, Langoisse, dit Sminaire X, Prononce Ste. Anne en 1962-

    1963, Paris, 2003. Versin de Michel Roussan, quien efectu un notable trabajo de transcrip-cin y aparato crtico a partir de varios textos-fuente, entre ellos la dactilografa y notas de asistentes al Seminario, como Claude Cont, Franoise Dolt, Ginette Michaud, Jean Oury, Marie-Claire Boons-Graf, y probablemente Wladimir Granoff, Piera Aulagnier y Franois Perrier. Esta transcripcin crtica destaca tambin que en la versin dactilografiada de este Se-minario La angustia encontramos, entre los muchos aadidos manuscritos sobre y en los mr-genes de la dactilografa que tras muchas copias y copias de copias llamamos JL, y con algu-na posibilidad de identificarlas, las anotaciones manuscritas y correcciones del propio Lacan. La versin fue actualizada en 2008 a partir de los registros sonoros del seminario proporciona-dos por Monique Chollet al autor de esta versin. En la revisin final de esta Versin Crtica en castellano nos guiaremos privilegiadamente por la versin 2008.

    AFI Jacques LACAN, Langoisse, Sminaire 1962-1963. Publication hors commerce.

    Document interne lAssociation freudienne internationale et destin a ses membres. Paris, 1998.

    CHO Jacques LACAN, Langoisse, Sminaire 1962-1963. Fuente fotocopiada atribuda a

    M. Chollet, se encuentra en la Biblioteca de la E.F.B.A. codificada como CG-181/1 y CG-181/2.

    JAM/S Jacques LACAN, LE SMINAIRE livre X, Langoisse, 1962-1963, texte tabli par

    Jacques-Alain Miller, ditions du Seuil, Paris, 2004. STF LACAN, Langoisse, 1962-1963. Versin establecida a partir de la versin JL que se

    encuentra en el sitio E.L.P., y de la versin crtica de Michel Rossan (ROU). Aade algunas referencias bibliogrficas y mejora la presentacin de algunos esquemas. Se la encuentra en el sitio http://staferla.free.fr/

    IA Jacques LACAN, Seminario 10, La angustia, impreso exclusivamente para circulacin

    interna de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, Traduccin: Irene M. Agoff, Revisin Tc-nica: Equipo de Traductores de la E.F.B.A. y la colaboracin de Isidoro Vegh y Juan Carlos Cosentino. Esta versin publicada originalmente en fichas, cuya fuente francesa es presunta-mente CHO, se encuentra en la Biblioteca de la E.F.B.A. codificada como C-0698/01.

    JAM/P Jacques LACAN, EL SEMINARIO libro 10, La angustia, 1962-1963, texto establecido

    por Jacques-Alain Miller, Editorial Paids, Buenos Aires, 2006.