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1 Desafíos de la inculturación en la fe. 68. El substrato cristiano de algunos pueblos es una realidad viva. Allí, en los más necesitados, encontramos una reserva moral que guarda valores de un auténtico humanismo cristiano. No conviene ignorar la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe.

La alegría del evangelio 4

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Desafíos de la inculturación en la fe.

68. El substrato cristiano de algunos pueblos es una realidad viva.

Allí, en los más necesitados, encontramos una reserva moral que guarda valores de un auténtico humanismo cristiano.

No conviene ignorar la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe.

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No. 69

Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio.

En los países de tradición cristiana, acompañar lo que ya existe; y en países de cultura secularizada, procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura.

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Veces hay en las que el acento de la piedad cristiana se pone en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en ciertas revelaciones privadas que se absolutizan.

Hay cristianismo propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que no responde a una “piedad popular”.

Hay quienes promueven estas devociones sin preocuparse por una promoción social; en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos.

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Mientras tanto, muchos dejan de identificarse con la tradición católica; son más los padres que no bautizan a sus hijos

Causas: • falta de espacio de diálogo familiar, • influencia de los MCS., • el relativismo, • el consumismo, • la falta de acompañamiento pastoral.

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La nueva Jerusalén (Ap. 21, 2-4), es el destino hacia donde peregrina toda la humanidad.

La revelación nos dice que la plenitud de la humanidad y de la historia se realiza en la ciudad

Desafíos de las culturas urbanas.

La ciudad desde una mirada contemplativa nos descubre a Dios que habita en los hogares, en las calles, en las plazas.

Dios vive en los ciudadanos promoviendo la paz, la fraternidad, el deseo de bien, la verdad, la justicia.

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En la ciudad, lo religioso está mediado por los diferentes estilos de vida.

En sus vidas cotidianas los ciudadanos muchas veces luchan por sobrevivir; y, en esas luchas se esconde el sentido profundo de su vida.

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Nuevas culturas continúan gestándose en las que el cristiano ya no suele ser promotor o generador de sentido.

De ellas recibe leguaje, símbolos, mensajes, paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida en contraste con el Evangelio.

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Una cultura inédita nace y se elabora en la ciudad; ésta es lugar privilegiado para la evangelización.

Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas.

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Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos para relacionarse con Dios, con nosotros mismos y con los espacios, que suscite valores fundamentales.

La ciudad es un ámbito multicultural. Ahí se comparten formas de soñar la vida y similares imaginarios.

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Ahí, la Iglesia está llamada a ejercer un difícil diálgo, entre ciudadanos que tienen lo necesario para vivir, entre muchísimas familias que son “no ciudadanos”, “ciudadanos a medias” o “sobrantes urbanos”.

Muchas ciudades del mundo son escenarios de protestas masivas, que reclaman libertad, participación, justicia, que deben ser interpretadas, y no acalladas por la fuerza.

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En las ciudades se desarrolla el tráfico de drogas y de personas, abuso y explotación de menores, abandono de ancianos, menores y crimen organizado.

La ciudad, frecuentemente se convierte en el lugar de la huida y de la desconfianza mutua.

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Las casas y los barrios se construyen más para proteger que para conectar e integrar.

La evangelización servirá más para restaurar la vida humana en esos contextos, como el mejor remedio para esos males urbanos.

Es imperativo vivir a fondo lo humano e introducirse en el corazón de los desafíos de la ciudad.

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76. Como deber de justicia, hay que reconocer que el aporte de la Iglesia en el mundo actual, es enorme.

Nuestro dolor y vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, pero esto no debe hacer olvidar cuantos cristianos dan la vida por amor.

77. Como hijos de ésta época, todos nos vemos afectados por la cultura globalizada actual.

Hay que crear espacios motivadores para los agentes de pastoral

II. LAS TENTACIONES DE LOS AGENTES PASTORALES.

Sí al desafío de una espiritualidad misionera.

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78. Hay en algunos agentes de pastoral una preocupación exacerbada por espacios personales de autonomía y distensión,

que llevan a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida,como si no fuera parte de la propia identidad.

La vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que dan cierto alivio.

PERO no alimentan - el encuentro con los demás, - el compromiso en el mundo,- la pasión evangelizadora.

Aunque oren, hay mucho

individualismo, una crisis de identidad,

una caída del fervor

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79. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales, transmiten un cierto desencanto hacia el mensaje de la Iglesia.

Aunque recen mucho, desarrollan un complejo de inferioridad que les lleva a ocultar la identidad cristiana.

Así no son felices ni con lo que son ni con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora.

Terminan ahogando su obsesión misionera por ser como todos y tener lo que otros tienen.

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80. Se desarrolla en los agentes de pastoral un relativismo todavía más peligroso que el doctrinal.

Se da un relativismo práctico:

actuar como si Dios no existiera, soñar como si los demás no existieran, como si quienes no recibieron el anuncio no

existieran.

No a la acedia egoísta.

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81. Muchos laicos sienten temor a que alguien les invite al

apostolado, cuando más se les necesita. Algo semejante sucede con los sacerdotes que cuidan

con obsesión su tiempo personal.

Esto sucede cuando se ve como un veneno una tarea evangelizadora,

no como una respuesta de discípulo misionero.

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82. El problema no es el exceso de actividades, sino el de actividades mal vividas, sin una espiritualidad que impregne la acción.

De ahí que las tareas cansen más de lo razonable y a

veces enfermen.

Se trata de un cansancio infeliz, tenso, pesado, insatisfecho, en definitiva no aceptado.

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Posibles orígenes de ésta acedia pastoral:

Por sostener proyectos irrealizables.

Por no aceptar la costosa evolución de los procesos.

Por apegarse a unos proyectos o sueños de vanidad.

Por perder el contacto real con el pueblo, prestando más atención a la organización que a las personas; les entusiasma más “la hoja de ruta” que la ruta misma.

Por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida.

Por no tolerar una contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz.

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83. Así se gesta la mayor amenaza que es el gris pragmatismo en la vida de la Iglesia, donde se piensa que todo va bien, pero todo se va desgastando.

Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo.

Desilusionados con la realidad, con la Iglesia, consigo mismos,

viven una constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona.

Sin esperanza, que se apodera del corazón como “el más apreciado de los elixires del demonio”(G. Bernanos).

No al pesimismo estéril.

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84. La alegría del Evangelio nada y nadie nos la podrá quitar. Los males de nuestro mundo no deberían ser excusa para

reducir nuestra entrega y nuestro fervor.

Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en el que se puede convertir el agua, y el trigo que crece al lado de la cizaña.

Juan XXIII disentía de los profetas de calamidades que sólo ven en los tiempos modernos, prevaricación y ruina.

85. Una de las tentaciones es la conciencia de derrota, que nos convierte en pesimistas, desencantados y con cara de vinagre.

Hay que recordar lo que el Señor dijo a San Pablo:

“Te basta mi gracia, porque mi fuerza se muestra en la debilidad”

(2 Cor. 12, 9).

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El triunfo cristiano es siempre una cruz, al mismo tiempo bandera de victoria,

que se lleva con una ternura combativa.

El mal espíritu de la derrota es hermano de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica.

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86. Es cierto que en algunos lugares se produjo una “ d e s e r ti fi c a c i ó n e s p i r i t u a l ”, fruto de una sociedad que quiere construirse sin Dios.

Ahí, “el mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra sobreexplotada,

que se convierte en arena”(Newman)

Hay países donde, en la tierra que se ama, la fe se está viviendo a escondidas;también en la propia familia o en el lugar del trabajo.

Así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios. Allí estamos llamados a ser personas-cántaro para dar de beber.

Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo.

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87. Hoy,

que las redes y los instrumentos de comunicación, han tenido un desarrollo inauditos, sentimos el desafío y la mística de vivir juntos.

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88. El ideal cristiano siempre invitará a superar

la desconfianza, la sospecha, el temor a ser invadidos.

Muchos tratan de escapar a los demás,

hacia la privacidad cómoda, renunciando a la dimensión social del Evangelio.

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Muchos quieren un Cristo espiritual, sin carne y sin cruz, también quieren relaciones interpersonales, mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se pueden encender y apagar a voluntad.

Mientras tanto, el Evangelio nos invita al encuentro con el rostro del otro, con la alegría que contagia un cuerpo a cuerpo.

El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invita a la revolución de la ternura.

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89. El aislamiento puede expresarse en una autonomía que excluye a Dios; en lo religioso, puede ser una forma de consumismo espiritual a la medida de su individualismo enfermizo.

Mas que el ateísmo, hoy se nos plantea dar respuesta a la sed de Dios, para no buscar respuestas alienantes.

La Iglesia deberá darles respuestas • que los convoquen a la unión solidaria y • a la fecundidad misionera, para que no terminen con propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios.

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90. Las formas propias de la religiosidad popular son encarnadas, ya que han brotado de la encarnación de la fe cristiana en una cultura popular.

Por eso mismo incluyen una relación personal, no con energías armonizadoras, sino con Dios, Jesucristo, María, un santo.

Además, crece el aprecio por una

“espiritualidad del bienestar”, sin comunidad, por una

“teología de la prosperidad”, sin fraternidad.

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91. La solución nunca consistirá en una relación que nos lleve a escapar de Dios y del prójimo.

Hay creyentes que procuran esconderse cuando sutilmente escapan de un lugar a otro, de una persona a otra, quedándose sin vínculos estables y profundos.

El único camino es aprender a encontrarse con los demás, valorándolos como compañeros de camino.

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92. La verdadera sanación con los demás está en una fraternidad “m í s ti c a ”, que sabe mirar lo sagrado del prójimo.

Precisamente en esta época, los discípulos del Señor son llamados a ser luz y sal de la tierra(Mt. 5, 13-16).

No a la mundanidad

espiritual.

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93. La mundanidad espiritual, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal.

Cristo reprochaba a los fariseos:

Por estar relacionada con el cuidado de la propia apariencia, no siempre se conecta con los pecados públicos, y por fuera todo parece correcto.

“Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis

de la gloria que sólo viene de Dios”(Jn. 5, 44)

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94. Esta mundanidad puede alimentarse de dos maneras profundamente emparentadas:

1ª. La fascinación del agnosticismo: una fe encerrada donde sólo interesa una determinada experiencia.

2ª. El neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas.

Es una supuesta seguridad doctrinal, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a las demás personas.

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95. Esta mundanidad se manifiesta en muchas posturas, pero con la misma pretensión de

“dominar el espacio de la Iglesia”.

Unos cultivan un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, p e r o s i n p r e o c u p a r l e s

una proyección social del Evangelio.

Otros, cultivan una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas;

en una vanagloria ligada a asuntos prácticos: dinámicas de autoayuda, realización autorreferencial.

También en una vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones.

También en un funcionalismo empresarial cargado de estadísticas, planificaciones, evaluaciones donde el principal beneficiario no es el pueblo.

96. En este contexto se conforman los que quieren tener algún poder y se conforman con ser generales derrotados.

¡Cuantas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas,

propios de generales derrotados!

Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana.

97. Quien ha caído en ésta mundaneidad, mira desde arriba y desde lejos,

rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quienes lo cuestionan.

Como consecuencia de esto, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón.

Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí.

Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales.

No a la guerra entre nosotros.